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Precisiones sobre el retrato de la duquesa de Borgoña Isabel de Portugal, por Jan van Eyck CÉSAR PEMÁN PEMARTÍN El objeto de la presente comunicación no es, es- trictamente hablando un tema de Arte español, ya que se contrae a una obra de pincel flamenco, pero tan relacionada con un episodio importante para la Historia de nuestro Arte, como lo es el viaje de Juan van Eyck a la Península Ibérica, que me ha parecido apropiado para presentarla ante esta tan calificada asamblea de profesores de la materia, por- que me consta por boca de algunos de ustedes la buena acogida que bondadosamente dispensaron a una contribución mía sobre el tema, que han in- corporado a su enseñanza en lo relacionado sobre el asunto, lo que hace en mi obligado agradeci- miento y por probidad profesional aportar una pre- cisión que puede representar una rectificación o por lo menos una duda sobre algo que de mi trabajo anterior puede resultar como un hecho probado respecto a una obra de Arte de importancia. Se trata del retrato de la infanta Isabel de Por- tugal cuya ejecución es el objeto, documentalmente probado del viaje del pintor a la Corte de Lisboa en 1429-1430. El hecho es bien conocido prácticamente de siempre, pero el paradero del cuadro se ignoraba y se desconocía su verdadero aspecto. Ya advertí en mi librito Juan van Eyck y España que lo del as- pecto quedaba averiguado en forma poco menos segura desde el magistral trabajo que le dedicara el profesor de Heidelberg Kurt Bauch publicado en las Sitzungsberichte de la Academia de Ciencias de la ciudad años 1961/62. En persecución de la correcta clasificación de un retrato no de gran calidad, pero de tipo eyckiano en el Museo de Cádiz que yo he regentado duran- te años, el de la princesa portuguesa ocupó abun- dantemente mi atención. De la bibliografía y documentación que yo po- seía al tiempo de publicar mi libro me llevó a afir- mar en él (pág. 52) que retratos pintados de la prin- cesa por Juan van Eyck fueron dos, y aún quizá no meras réplicas el uno del otro. Con posterioridad he podido manejar personal- mente fotocopia de la relación del viaje que se con- tiene en los Archivos reales belgas fondo Chambre des Comptes du Brabant, 2.º registro de «chartes», que es la base documental, contemporánea y pun- to menos que oficial del viaje. Su lectura me obli- ga a las precisiones que ahora aporto por lo que restan de seguridad a mi afirmación anterior o pue- den influir en su valoración. La relación del viaje declara sin lugar a dudas la presencia del pintor en el séquito de los embaja- dores y la ejecución por el mismo de un retrato de la princesa: «… les dits ambaxadeurs par ung nommé maistre Jehan de Eyck, varlet de chambre de mondit seigneur de Bourgoingne et excellent maistre en art de peinture firent peindre bien au vif la figure de madite dame l’infante Elizabeth». Más adelante se añade: «… lesdits ambaxadeurs, environ le xij e fehvrier ensuivant (1429), envo- yerent devers mondit siegneur de Bourgoingne quatre messaiges (debiera decir messagers), deux par mer et deux parterre, c’est asavoir: (a continua- ción los nombres de los cuatro enviados: por mar un escudero y un poursuivant d’armes; por tierra otros dos escudero y poursuivant de los que éste

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Page 1: Precisiones sobre el retrato de la duquesa de Borgoña ... · probado del viaje del pintor a la Corte de Lisboa en 1429-1430. El hecho es bien conocido prácticamente de siempre,

Precisiones sobre el retrato de la duquesa de Borgoña Isabel de Portugal,por Jan van Eyck

CÉSAR PEMÁN PEMARTÍN

El objeto de la presente comunicación no es, es-trictamente hablando un tema de Arte español, yaque se contrae a una obra de pincel flamenco, perotan relacionada con un episodio importante parala Historia de nuestro Arte, como lo es el viaje deJuan van Eyck a la Península Ibérica, que me haparecido apropiado para presentarla ante esta tancalificada asamblea de profesores de la materia, por-que me consta por boca de algunos de ustedes labuena acogida que bondadosamente dispensaron auna contribución mía sobre el tema, que han in-corporado a su enseñanza en lo relacionado sobreel asunto, lo que hace en mi obligado agradeci-miento y por probidad profesional aportar una pre-cisión que puede representar una rectificación o porlo menos una duda sobre algo que de mi trabajoanterior puede resultar como un hecho probadorespecto a una obra de Arte de importancia.

Se trata del retrato de la infanta Isabel de Por-tugal cuya ejecución es el objeto, documentalmenteprobado del viaje del pintor a la Corte de Lisboaen 1429-1430.

El hecho es bien conocido prácticamente desiempre, pero el paradero del cuadro se ignoraba yse desconocía su verdadero aspecto. Ya advertí enmi librito Juan van Eyck y España que lo del as-pecto quedaba averiguado en forma poco menossegura desde el magistral trabajo que le dedicara elprofesor de Heidelberg Kurt Bauch publicado enlas Sitzungsberichte de la Academia de Ciencias dela ciudad años 1961/62.

En persecución de la correcta clasificación de unretrato no de gran calidad, pero de tipo eyckiano

en el Museo de Cádiz que yo he regentado duran-te años, el de la princesa portuguesa ocupó abun-dantemente mi atención.

De la bibliografía y documentación que yo po-seía al tiempo de publicar mi libro me llevó a afir-mar en él (pág. 52) que retratos pintados de la prin-cesa por Juan van Eyck fueron dos, y aún quizá nomeras réplicas el uno del otro.

Con posterioridad he podido manejar personal-mente fotocopia de la relación del viaje que se con-tiene en los Archivos reales belgas fondo Chambredes Comptes du Brabant, 2.º registro de «chartes»,que es la base documental, contemporánea y pun-to menos que oficial del viaje. Su lectura me obli-ga a las precisiones que ahora aporto por lo querestan de seguridad a mi afirmación anterior o pue-den influir en su valoración.

La relación del viaje declara sin lugar a dudas lapresencia del pintor en el séquito de los embaja-dores y la ejecución por el mismo de un retrato dela princesa: «… les dits ambaxadeurs par ungnommé maistre Jehan de Eyck, varlet de chambrede mondit seigneur de Bourgoingne et excellentmaistre en art de peinture firent peindre bien auvif la figure de madite dame l’infante Elizabeth».

Más adelante se añade: «… lesdits ambaxadeurs,environ le xije fehvrier ensuivant (1429), envo-yerent devers mondit siegneur de Bourgoingnequatre messaiges (debiera decir messagers), deuxpar mer et deux parterre, c’est asavoir: (a continua-ción los nombres de los cuatro enviados: por marun escudero y un poursuivant d’armes; por tierraotros dos escudero y poursuivant de los que éste

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luce el expresivo nombre de Portejoye) par les-quelles messaiges, et par chacun d’iceulx, ils avoienttrové, et que jusques lors avoit este fait touchantla matiere dudit mariage. Aussi luy envoyerent ilzla figure de ladite dame faicte par peintre commedit est».

Este doble envío uno por mar, otro por tierra,tenía evidentemente por objeto asegurar la buenarecepción en destino. De la parte de tierra y dadaslas precarias relaciones del duque con el rey deFrancia hasta el tratado de Arras de 1435 las con-diciones eran tales que la embajada había hecho suviaje por mar y lo mismo se hizo para llevar a lanovia al regreso, pero tampoco se trataba precisa-mente de un crucero de placer: el viaje de ida duródel 19 de octubre al 18 de diciembre de 1428 in-cluyendo varias recaladas en puertos ingleses,galaicos y portugueses antes de llegar a Lisboa y encuanto al de regreso fue de tal modo azaroso quedispersó parte de las naves que salieron en segui-miento de la principesca y las fatigas del mal tiem-po obligaron a cambiar de nave al jefe de la Em-bajada Juan de Lannoy, señor de Roubaix y deHaszelles y a punto estuvieron de costarle la vida.Se comprende, pues, la juiciosa precaución de man-dar la documentación por duplicado y por una yotra vía, terrestre y marítima. Lo que no se afirmacategóricamente es que una versión del retrato dela princesa formara parte integrante de cada unade las expediciones. Yo, sin conocimiento directoentonces del texto de la relación lo afirmé así enmi libro y como consecuencia de los modelos quelos estudiosos habían reunido como posibles copiaso ecos del retrato llegué a pensar que podían serdos distintos, en vez de simples réplicas el uno delotro.

Hoy con conocimiento de la documentaciónsigo creyendo la cosa posible, muy verosímil lo delos dos ejemplares, dado el interés que parece que

el duque concedía a la posesión de la vera efigie dela futura esposa, hasta el punto de hacer figurar enla Embajada a su pintor favorito. Menos seguro meparece que se tratara de dos pinturas en posas y ac-titudes diferentes dado el silencio de la relaciónacerca de tal duplicidad, y pese a las lucubracionesde los críticos a partir de varios cuadros de la épo-ca, algunos de los cuales más bien pienso que nadatienen que ver con el retrato de la princesa.

Y como de mi anterior toma de postura en milibro era natural deducir que la busca no de un ori-ginal sino de dos diferentes podía ser fructífera, eraobligado dejar ahora las cosas en su justo punto.

Un retrato debe responder con toda probabili-dad al dibujo publicado por Bauch. La existenciade un segundo, réplica o no del anterior, quedadudosa.

Al margen ya de la cuestión del retrato de Isa-bel la relación narra en pocas líneas el viaje expre-samente por los embajadores por la Península yaunque sólo cita a Santiago de Galicia, añade «elplusieurs autres seigneurs, pays et lieux», lo quebasta para comprender que el viaje desde febrerohasta «environ la fin de may» les llevó a atravesarenteramente la península. Además de los tres em-bajadores titulares se cita entre los viajeros por Es-paña nominatim a cuatro personas más y por aña-didura a «autres gentils hommes et familliers» entrelo que es razonable pensar se encontrara el pintor,hipótesis sobre las que han trabajado numerososestudiosos de su obra y para la que yo mismo adu-je razones y piezas de comparación en el paisaje dela Primavera española y variados detalles más.

Quede, pues, constancia de las limitaciones queel documento original pone a la excesiva rotun-didad de anteriores afirmaciones, pero también ala buena base de verosimilitud que otorga las apor-taciones traídas por mi propio estudio y por los deotros anteriores y posteriores.

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Esculturas del círculo de Roque de Balduque en Sevilla

JORGE BERNALES BALLESTEROS

La escultura hispalense del s. XVI ha sido estu-diada en más de una ocasión y de modo tal quesobre su desarrollo estilístico hay un conocimien-to bastante cabal, en particular en lo referente a lasegunda mitad de la centuria. La primera mitad delsiglo en cambio, tiene todavía lagunas; de muchosartistas existen visiones parciales, se desconocen susorígenes, producción completa y faltan incluso aná-lisis rigurosos que permitan comprobar la evolu-ción de las formas acorde con las ideas y gustoimperantes.

Por ello resultan imprescindibles en Sevilla lostrabajos de investigación documental en los archi-vos y de comprobación con las obras existentes. Nopueden desdeñarse en modo alguno los aportes do-cumentales y análisis ofrecidos por las generacio-nes anteriores; sin esa labor hoy tendríamos quepartir de cero; por el contrario, tenemos abierto uncamino en el que sólo hace falta proseguir y em-plear los métodos de nuestro tiempo; pero, con sen-cillez, admitir que aún son necesarias las tareas decompilación de datos, estudio de formas y, muchasveces, realizar pesquisas para la localización deobras, tanto en olvidados pueblos de Andalucíacomo en remotas localidades hispano-americanas.No por ello se marginan las orientaciones socioló-gicas y otras metodologías de indudable atracciónactual, si bien, antes parece conveniente llegar hastadonde sea posible en el más exacto conocimientode las fuentes.

El convencimiento de que esta doble tarea es unade las fundamentales, crece si se tiene en cuentaque las producciones artísticas hispalenses atendie-ron las demandas de numerosos clientes indianos

durante los siglos XVI y XVII, y que las cuantio-sas piezas conservadas en América están pendien-tes de correctas clasificaciones. No vamos a insistirsobre el papel desempeñado por Sevilla en el co-mercio indiano, es de sobra conocido, pero si pa-rece haber llegado el momento de compilar granparte de ese tráfico artístico, de lo que hay abun-dantes datos en los archivos sevillanos y america-nos. En este sentido y consecuentes con esta opi-nión, tenemos como empeño desde hace algunosaños la elaboración de un catálogo de escultura es-pañola en América, de lo que ya hemos publicadoalgo parcialmente y de lo que ahora también tra-taremos en esta comunicación.

En efecto, la finalidad, de estas líneas es la deabundar en el mejor conocimiento de la produc-ción de Roque de Balduque, artista de singularesatractivos por su labor de enlace estilístico acomedios del siglo XVI sevillano y por sus conoci-das creaciones en los temas marianos. Balduque noestá aún suficientemente conocido y con este tra-bajo sólo pretendemos añadir algunas obras a sucatálogo, amén de corroborar una sospechosa rela-ción americana, pero quedarán vacíos que espera-mos cubrir en próximas ocasiones.

El origen nórdico de Roque de Balduque es in-dudable; en varios documentos se declara como denación flamenca y así aparece en su testamento fe-chado en 1560 1. Sabemos que perteneció al gre-

1 Archivo Parroquial del Salvador, t. IV, 1552 a 1563. Y Archi-vo de Protocolos Notariales de Sevilla. Oficio 16, Lib. 1, 1560-64.

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mio de San Andrés que agrupaba en Sevilla a to-dos los nacidos en Flandes y que por esos años sus-tentaba capilla y hospital vecinos al antiguo Cole-gio de Santo Tomás. Por analogía con los Bolduqueactivos en Medina de Rioseco, en la quinta décadadel siglo 2, se ha supuesto su nacimiento enHertohenbosh (el Bois-le-Duc del Bravante septen-trional), pero faltan indicios que determinen si enverdad fue hermano de Mateo y Pedro Bolduque.En su testamento se refiere a un solo hermano,Andrés Odebelso, vecino de Cambray, a cuyos hi-jos deja ciertas cantidades, pero no menciona paranada a los escultores de Rioseco ni Hertohenbosh.De momento, y como bien dice Azcárate 3, no pa-rece haber un parentesco evidente, lo que tampo-co se aprecia estilísticamente.

En Sevilla aparece desde 1534 en que trabajapara las Casas Capitulares y puede seguirse su ac-tividad hasta 1561 en que muere, salvo algunosparéntesis de viajes (Cáceres en 1547 a 1550) yotros de desconocidas labores. No sería descabella-do suponer que buena parte de su producción sehalle inmersa en las tareas decorativas de diferen-tes partes de la Catedral sevillana, verdadera«bottega del arte», y crisol donde se fundieron lasdiversas corrientes artísticas europeas. Su nombreaparece en los libros de cuentas junto con el deotros artistas, pero resulta muy difícil deslindar laspartes que le correspondan, caso del gran retablomayor, adiciones a la sillería, decoración desacristías, capilla real, etc.

Las obras conocidas y documentadas 4 muestranuna producción fundamentalmente dividida en dos

actividades, retablos de escultura e imaginería exen-ta. Se han perdido o mutilado la mayor parte desus retablos, a excepción de los de Santa María deCáceres y Alcalá del Río, pero quedan algunos res-tos que veremos más adelante. Mejor suerte hancorrido sus hermosas y esbeltas interpretaciones deimaginería en madera estofada y policromada; sehan perdido algunas, pero restan unas diez en Se-villa y Provincia que son suficientes para justificarel título que se le ha conferido de «imaginero de laMadre de Dios» 5.

Su estilo en los relieves e imágenes de retablosresulta complejo, de factura desigual. Persisten ves-tigios que denotan ciertos arcaismos o notas po-pulares, pero también se aprecian esfuerzos por in-corporar un sentido de nobleza y empaquerenacentistas, si bien que matizados por una sensi-bilidad nórdica, más propiamente holandesa 6. Sulabor como imaginero es de mayor corrección yuniformidad 7. Hernández Díaz advierte dos mo-dalidades en el tratamiento del grupo de la Virgen-Madre 8, en un primer caso la representa con pos-tura erecta, con vestiduras muy verticales queacentúan la esbelta proporción de la figura y conpeculiares plegados y caídas de toca y manto; esteprimer tipo enlaza con Mercadante de Bretaña através de Pedro Millán. Un segundo grupo estácompuesto por imágenes de factura más suelta, conrompimiento de frontalidad y verticalidad median-

2 Noticias proporcionadas, entre otros por:MARTÍ Y MONSÓ, J.: Estudios histórico-artísticos, Valladolid-

Madrid, 1898.GARCÍA CHIVO, E.: Documentos para el estudio del Arte en

Castilla, t. II, Valladolid, 1941, págs. 78 a 80.FLORIANO, Antonio C.: El retablo de Santa María de Cáceres.

En «Boletín de Arte y Arqueología», Universidad de Valladolid,1940-41, t. II, págs. 88-89.

3 AZCÁRATE Y RISTORI, J. M.: Escultura del siglo XVI, Colc.«Ars Hispaniae», Madrid, 1958, pág. 253.

4 Sobre el particular pueden consultarse:GESTOSO Y PÉREZ, J.: Ensayo de un diccionario de los artífices

que florecieron en Sevilla desde el siglo XIII al XVIII inclusive, t.III, págs. 3 a 95.

LÓPEZ MARTÍNEZ, C.: Desde Jerónimo Hernández a MartínezMontañés, Sevilla, 1929, pág. 31.

SÁNCHEZ CASTAÑER, J.: La Virgen de la Misericordia obra deRoque de Balduque. En «El Correo de Andalucía», Sevilla, 7 demarzo de 1929.

ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: La escultura en Andalucía, t. II, Sevi-lla, texto, láminas 145 a 150.

SANCHO CORBACHO, H.: Arte Sevillano de los siglos XVI-XVII.En Colc. «Documentos para la historia del arte en Andalucía»,t. III, Sevilla, 1929, pág. 15.

HERNÁNDEZ DÍAZ, J.: Artes y Artistas del Renacimiento en Se-villa. En Colc. «Documentos para la historia del arte en Anda-lucía», t. VI, Sevilla, 1933, págs.40-41.

5 HERNÁNDEZ DÍAZ, J.: Iconografía hispalense de la VirgenMadre en la escultura renacentista. En «Archivo Hispalense», 2.ªépoca, t. II, pág. 87 (Sevilla, 1944).

6 WEISE, G.: Die Spanische plastik, Tübingen, 1956, pág. 42.7 ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: La escultura del Renacimiento en Es-

paña. Capítulo en «La Escultura en Occidente», de H. Stegman,Barcelona, 1936, pág. 264.

8 HERNÁNDEZ DÍAZ, J.: Escultura hispalense del Bajo Rena-cimiento, Sevilla, 1951, págs. 12-13.

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te torsión del cuerpo y flexión de las piernas, lo queles confiere movimiento de estirpe manierista yapunta a las posteriores representaciones del temaen la escuela hispalense. En ambos casos los ros-tros son de expresión melancólica y con suavesacentos de tristeza.

A mediados del siglo el arte de Balduque semuestra en esta faceta mucho más sereno que elarte castellano; no tiene la sutil delicadeza del deSiloe en Granada, pero es de gran interés, tanto porla función de enlace que desempeña como por suscreaciones iconográficas, de influjo evidente en losescultores de su tiempo y en los del posteriormanierismo sevillano. Falta aún por conocer el gra-do de participación que pudo tener en la evoluciónde Balduque su compañero de tareas en Sevilla yCáceres, Guillén Ferrant, a quien Weise quiereidentificar con el Diego Guillén que trabaja en laSacristía mayor de la Catedral 9 y autor, segúnGómez Moreno, de la hermosa Virgen del Sagra-rio del panteón de la Colegiata de Osuna 10, de unconcepto renacentista más claro que el de las me-lancólicas y espirituales Vírgenes de Balduque.

Con estas premisas pasamos ahora a estudiar laspiezas que consideramos como dignas de figurar enla producción del artista; unas son en realidad derecuperación para dicho catálogo y otras son real-mente nuevas.

Esculturas de Chiclana de la Frontera.—De 1549es el contrato para la ejecución de un retablo des-tinado al templo parroquial de esta villa 11, el mis-mo que estaba terminado en 1551. Dicho retablode imágenes talladas desapareció en el s. XVIII aledificarse el nuevo templo neoclásico, pero quedóun relieve del Descendimiento de la Cruz, que hoyse guarda en la capilla del Sagrario, que durantemucho tiempo se supuso provenía del retablo deBalduque. El reciente inventario artístico que he-mos efectuado en esa localidad ha permitido exa-minar los viejos libros de fábrica, así como estu-diar de cerca el relieve, comprobar sus dimensiones(1,72 ms. de alto) e identidad con el desaparecido

retablo del cual formó parte; es en efecto obra deBalduque y emplea una composición parecida a ladel mismo tema en Santa María de Cáceres, perocon mayor dramatismo y menor habilidad. Vistode cerca resulta incorrecto, aunque es de suponerque haría otro efecto colocado en la altura para laque se dispuso originalmente. A diferencia del re-tablo cacereno estuvo estofado y policromado, obraencomendada al pintor Andrés Ramírez. Se ignorasi en esta ocasión Balduque dio participación enlos trabajos a su amigo y paisano Juan Giralte, puesel tratamiento de las figuras recuerdan de algúnmodo las labores de este otro artista.

Esculturas de Medina-Sidonia.—De 1554 es elcontrato para el retablo del Sagrario de la iglesiaparroquial de Santa María la Coronada 12 que ha-bía de tener en relieve las figuras de Santa Ana, laAnunciación y la Cena; de bulto redondo a: S. Pe-dro, S. Pablo, los cuatro Doctores de la Iglesia ylas Virtudes Teologales; se sabe que el retablo se ter-minó en 1559. Romero de Torres en su catálogode la provincia de Cádiz da noticia de la existenciade ocho de esas tallas en el actual retablo barrocodedicado a Ntra. Sra. de la Paz 13, pero consideracomo de Balduque algunas que no lo son, ya queen verdad sólo pertenecen al artista flamenco lasimágenes de los Cuatro Doctores de la Iglesia: SanAmbrosio, San Agustín, San Gregorio y San Jeró-nimo, todas ellas de tamaño académico. Lucen lahabitual composición de cuerpo modelado por tor-sión de las piernas, túnica de caídas verticales ymanto lateral que se envuelve en torno a un brazoy cae conformando cuatro o tres planos, en tantoque por el otro lado lo hace de forma recta. Losrostros son poco expresivos, si bien debe tenerse encuenta que fueron sustancialmente reformados, asícomo las manos y policromía, en el siglo XVIII.

De mayor interés es el relieve de la Cena, quedurante años ha permanecido olvidado en un al-macén del templo y que recientemente se ha colo-cado en la capilla del real bautisterio. Es una obraque entraña dificultad por el tema mismo, pero se

9 WEISE, G.: op. cit., pág. 40 y Spanische plastik aus siebenjahrhunderten, 5 ts. Tübingen, 1925-1928.

10 GÓMEZ MORENO, M.: La escultura del Renacimiento enEspaña, Barcelona, 1931.

11 GESTOSO Y PÉREZ, J.: op. cit., t. III, pág. 93.

12 Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla, Oficio 20,lib. 1, fol. 229.

13 ROMERO DE TORRES, E.: Catálogo Monumental de Espa-ña: Provincia de Cádiz, Madrid, 1934, t. I, pág. 447.

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advierte una sobria composición simétrica que noes nada goticista, aunque subsisten los arcaismosen el tratamiento de las cabezas.

Para el mismo templo contrató Balduque el 2de mayo de 1559 la ejecución del retablo mayor,con catorce historias y para ser entregado al cabode tres años 14. La muerte en 1561 le impidió dartérmino al encargo, pero en el testamento dice queya tenía acabados el Calvario del remate así comootras esculturas. Como se sabe el retablo quedó pa-ralizado hasta 1577, año en que los artistas MelchorTurín, Juan Bautista Vázquez y su hijo Vázquez elmozo reemprendieron las tareas; en 1581 se dabafin a la obra del retablo, uno de los más grandes ycomplejos de estudiar dentro de la escultura de estetiempo. En su remate se conserva el Calvario deBalduque; el Crucificado es de tamaño mayor queel natural y es quizá de lo mejor y más expresivode su producción, tanto por el fuerte dramatismoen que está concebido como por la composiciónligada con las figuras de la Virgen y San Juan, re-lación visible en las posturas y movimientos de loscuerpos. Durante mucho tiempo ha pasado des-apercibido este monumental Calvario, pero impor-ta destacar la paternidad de Balduque como autorde este conjunto; no obstante, es posible que lasimágenes de la Virgen y San Juan, sufriesen algu-nas reformas por parte de los artistas que intervi-nieron posteriormente en el retablo.

Virgen con el Niño. Catedral de Lima.—En el re-tablo mayor de la Catedral de Lima se conservadesde el siglo XVI una imagen de la Virgen con elNiño que estilísticamente se relaciona con la pro-ducción de Balduque. De siempre se ha conside-rado como un donativo del Emperador Carlos,pero según investigaciones efectuadas anteriormen-te, hemos podido comprobar que el primer tem-plo limeño, estrenado en 1541, tuvo simplementeuna imagen de pintura de Nuestra Señora de losReyes, que aún se conserva con el nombre de «LaSola», precisamente por haber sido la primera yúnica imagen existente en dicha iglesia mayor. Alser convertida en Catedral, 1541, se pensó en unnuevo edificio, lo que se hizo de 1543 a 1551. La

capilla mayor de este segundo templo fue adquiri-da por D.ª Francisca Pizarro para entierro de supadre el Conquistador y Fundador D. FranciscoPizarro; para el efecto dotó una capellanía y reta-blo que cobijara una imagen de la Virgen. Por en-tonces D.ª Francisca residía en España (Trujillo en1551) y debe considerarse esta fecha como la máscercana para la adquisición de la escultura en el ta-ller de Balduque. Hay constancia documental quesu representante en Lima concertó con el Cabildoeclesiástico el 12 de marzo de 1551 la colocaciónde un retablo bajo dosel con las armas del Mar-qués 15 y poco después debió llegar la escultura dela Virgen, mencionada por todos los cronistas quedescriben la ciudad desde 1560 en adelante.

El Prof. Schenone reparó en la belleza de estaimagen, pero la relacionó con las obras de Jeróni-mo Hernández 16; es posible que hayan prestado aconfusión la altura en que está colocada y la burdapintura blanca que le aplicaron los neoclásicos se-guidores de Matías Maestro, pues es una clara com-posición balduquiana. Los rasgos de bello rostrooval son de abolengo flamenco y expresan un airede melancolía; no obstante, debe advertirse que lamascarilla está muy estropeada y en general la ima-gen ha sufrido varias restauraciones 17. La posturadel cuerpo es casi recta, con cierto frontalismoacentuado por las caídas de toca, túnica y manto,iguales en todo a los que luce la Virgen de la Mi-sericordia de Sevilla. La actitud del Niño es simi-lar y pertenece a ese primer grupo de imágenesmarianas de Balduque estudiadas por HernándezDíaz. Es una Virgen con el Niño sin advocación,pues la vara que ostenta en la mano derecha pare-ce ser de colocación posterior.

Virgen del Rosario. Iglesia de Santo Domingo deLima.—También esta imagen ha sido consideradacomo regalo de Carlos V para la comunidad de

14 Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla, Oficio 1, lib.2 s/f. Cit. también por López Martínez, C.: op. cit., pág. 32.

15 Archivo Histórico del Perú: Protocolos Notariales. Escri-bano Alonso de Valencia. Años 1550 a 1557.

16 SCHENONE, H.: Esculturas españolas en el Virreinato delPerú. En «Anales del Instituto de Arte Americano e Investigacio-nes Estéticas», Buenos Aires, 1968, pág. 68.

17 MESA, J. DE GISBERT, T.: El renacimiento en la Audienciade Charcas. En «Anales…», Buenos Aires, 1959, pág. 60.

HARTH-TERRÈ, E.-MÁRQUEZ ABANTO, A.: Retablos limeños enel siglo XVI. En «Revista del Archivo Histórico Nacional del Perú»,Lima, 1959, t. XXIII, pág. 7.

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dominicos al fundarse la ciudad en 1535, pero fueadquirida en Sevilla por prelados de la Orden y bas-tantes años después. Fue igualmente el ProfesorShenone quien supuso que podía ser imagen sevi-llana y con acierto la vinculó a la producción deBalduque 18. Las investigaciones que hemos reali-zado han confirmado las sospechas del ilustre pro-fesor argentino, pues hoy sabemos que fue encar-gada en Sevilla a nuestro artista por el Obispoelecto de Chuquisaca Fr. Domingo de Santo To-más en 1558 y que en marzo de 1559 se embarcóen la flota que zarpaba para las Indias desde eltrianero puerto de la Muela, con cuarenta frailes ymúltiples encargos de obras de arte y libros, segúnlos registros de embarque conservados en el Archi-vo General de Indias y en los que aparece el autorde la escultura 19.

La imagen limeña está intacta, guarda gran pa-recido con la Virgen de la Cabeza de la parroquiasevillana de San Vicente, procede del extinguidoconvento del Carmen 20, y con la de la Misericor-dia, aunque la de Lima resulta algo más blanda yelegante. Su esquema es de clara postura vertical ytiene las consabidas formas de toca, túnica con fa-jín y manto de diferentes planos que estudia el Pro-fesor Hernández Díaz. Además de los atributos delRosario y coronas que portan la Virgen y el Niño,en el s. XVII se le agregó un relicario con un«Lignun Crucis».

Hay un testimonio valioso para comprobar laexistencia de la imagen en el templo dominico des-de 1560, y es la del cronista de la Orden Fr.Reginaldo de Lizárraga 21, quien vivió en ese con-vento durante buena parte de la segunda mitad desiglo; dice sobre el particular que al contratarse en1582 el retablo del Rosario con Juan BautistaVázquez, no se encargó la imagen titular por cuanto

ya existía, y antes bien se dispuso en el contratoque la obra se había de ajustar a las dimensionesde la escultura existente 22. El interesante retablode Vázquez, pintado por Pedro de Villegas se haperdido, pero ha quedado la efigie de Balduque,uno de los pocos testimonios de la riqueza de eseconjunto dominico en el siglo XVI.

Otras esculturas en Lima.—En el ya citado tes-tamento de 1560 dice el artista que se le deben cier-tas cantidades por unas tallas enviadas para venderen Las Indias. Hemos logrado saber que esas obrasfueron cuatro relieves pintados que fueron embar-cados en Sevilla junto con el equipaje y criados delObispo de Charcas D. Fernando González de laCuesta en 1559 23. El Obispo murió en el trayec-to, en la ciudad de Panamá (1560) y al año siguien-te todos sus bienes fueron vendidos en Lima porel Algacea del Prelado 24. No ha sido posible iden-tificar hasta el momento esos relieves; pero pareceser muy próximo al estilo del artista el alto relievede 1,20 ms. de alto que representa la escena de laDegollación del Bautista que se encuentra en el re-tablo de la Sagrada Familia también en la Catedralde Lima. Los repintes que se advierten y mal esta-do que ofrece la obra, nos hacen guardar ciertas re-servas y no efectuar una atribución apresurada.

Hay otras esculturas en varios puntos de Amé-rica, tales como Panamá, Tunja, Quito, Tinta y aúnen la propia Lima, en las que se ven los caracteresesenciales de la plástica balduquiana; pueden serrealizaciones del taller, de otros artistas influidospor su estilo y quizá del propio maestro, pero to-davía nos faltan estudios más detenidos e investi-gaciones documentales como para efectuar atribu-ciones provisionales; de momento las tenemosconsignadas y es posible que constituyan materiade próximas tareas.

18 SCHENONE, H.: op. cit., pág. 60.19 Archivo General de Indias. Contratación. Registros de

embarque. Años 1558-59.20 ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: La escultura en Andalucía, t. II, tex-

to láms. 148 a 150.21 LIZÁRRAGA, Fr. Reginaldo: Descripción y población de Las

Indias, Lima, 1908, págs. 32-33.

22 LÓPEZ MARTÍNEZ, C.: op. cit., págs. 110-111.23 Archivo General de Indias. Contratación. Registros de

embarques. Años 155-61.24 MESA, J. DE GISBERT, T.: Escultura virreinal en Bolivia,

La Paz, 1972, pág. 30.

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Antón de Madrid y Estacio de Bruselas, pintores del siglo XVI en la BajaExtremadura

CARMELO SOLÍS RODRÍGUEZ

No está sobrada la historiografía artística extre-meña de nombres de pintores, a pesar del esfuerzoinvestigador de un Rodríguez Moñino y otros eru-ditos de la región 1. En su trabajo, «Los pintoresbadajoceños del siglo XVI», ofrece Moñino unaamplia lista de artistas, con especial referencia aLuis de Morales, recogiendo diversos estudios entorno a la figura del maestro pacense y múltiplesdatos sobre pintores activos durante aquella cen-turia en pueblos de la actual provincia de Badajoz.El ilustre bibliófilo reconocía que su aportacióndocumental no era exhaustiva y si tan sólo brinda-ba material de primera mano para una ulterior ta-rea de conjunto en orden a pergeñar la historia dela pintura bajoextremeña en el siglo XVI 2.

En esta línea de búsqueda documental se mue-ve esta comunicación, en la que damos noticia dedos pintores, que por su actividad —exclusivamen-te retablista— merecen un puesto destacado en laspor hoy breves páginas de la pintura extremeña. Larelación de sus obras —casi todas desaparecidas—pueden servirnos para clarificar un poco el pano-rama regional «cincocentista», en el que sigue al-zándose en solitario una figura tan compleja y enig-

mática como la de Luis de Morales 3. Nos referi-mos a los pintores Antón de Madrid y Estacio deBruselas. Documentado el primero a horcajadas delos siglos XV y XVI; contemporáneo y rival de Mo-rales, el segundo, y ambos muy activos en variospueblos de la Baja Extremadura.

ANTÓN DE MADRID

De este desconocido pintor os habla la docu-mentación sobre el retablo de la parroquial de Pue-bla de la Calzada (Badajoz), que en 1549 enfrentóen un largo pleito al concejo del lugar con el pin-tor Estacio de Bruselas 4. En una de las informa-ciones realizadas por éste. Un oficial de su taller,Hernando de Madrid, afirmaba que:

«… fue criado de Anton de Madrid vezino de Çafra ya di-funto que hera pintor e dorador estubo este testigo con élque lo sirbio mas de veinte e çinco años serviendole a el ofiçioe vio como el prior e probisor de la provinçia de Leon dio apintar a el dicho Anton de Madrid muchos retablos uno en

1 Sobre la pintura del XVI en la Baja Extremadura, cfr., A.RODRÍGUEZ MOÑINO, «Los pintores badajoceños del siglo XVI»,Revista de Estudios Extremeños (Badajoz, 1955), págs. 119-272.A. CARRASCO GARCÍA, «Escultores, Pintores y Plateros del BajoRenacimiento en Llerena» (Llerena, 1970. Inédito). V. NAVARRO

DEL CASTILLO, «Historia de Mérida», tomo II (Cáceres, 1974,págs. 237-241.

2 MOÑINO, op. cit., pág. 120.3 Cfr. nuestros trabajos: «El retablo de Morales en Puebla

de la Calzada», BELLAS ARTES/75, mayo, págs. 12-14. «LosMorales de la Catedral de Badajoz: Nuevas Aportaciones Docu-mentales»; Institución Pedro de Valencia (Badajoz, 1975). «La pin-tura del XVI en los pueblos bajoextremeños de la Orden de San-tiago», comunicación al 1.º SEMINARIO DE ESTUDIOSSANTIAGUISTAS (Badajoz, octubre, 1975).

4 Archivo Histórico Nacional: Órdenes Militares, Judicial.Legs. 22.179, 7.022 y 24.483. Próxima publicación en Revistade Estudios Extremeños (Badajoz, 1977), III.

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CARMELO SOLÍS RODRÍGUEZ42

Villagonçalo e otro en Alhanje e en Ribera e otro en los San-tos e otro retablo en Ussagre e otro retablo en Calçadilla eotros retablos en Fuente de Cantos e otro en Guadalcanal enla yglesia de san Sebastian e otro retablo en Cabeça de Vacaque es todo en la provinçia de Leon e otros muchos retablose todos los andava este testigo pintado con el dicho Antonde Madrid su amo…» 5.

A juzgar por el testimonio aducido, Antón de Ma-drid gozó de reconocida fama entre las autoridadeseclesiásticas de la provincia de León, Orden de San-tiago, que hasta 1875 ocupaba las tres cuartas partesdel territorio actual de la Diócesis Pacense. Afincadoen Zafra, centro comercial de la Baja Extremadura ysede del Ducado de Feria, su actividad puedeenmarcarse entre finales del siglo XV y la primeratreintena del XVI, a juzgar por la edad del declarante(Hernando contaba 51 años de edad en 1549).

De los retablos mencionados sólo subsiste el de laparroquia de San Salvador, en Calzadilla de los Ba-rros. Obra importante, ocupa todo el ábside de la igle-sia, a modo de un tríptico de grandes proporciones,y sus treinta tablas, enmarcadas en riquísima arqui-tectura gótico-mudéjar, presentan un amplio reper-torio icónico. Torpemente repintadas y algunas de ellasperdidas o a punto de perecer, su estudio es por aho-ra imposible en orden a valorar con justeza sus cali-dades y la personalidad del autor 6.

Otra obra apunta —según nuestra opinión—hacia este pintor: el San Miguel del Museo del Pra-do, consignado como del Maestro de Zafra, y que,hasta 1925, en que fue adquirido por el Museo,gracias a la intervención de J. R. Mélida, se encon-traba en el altar mayor del Hospital de San Miguelde la villa segedana 7. Post adjudicó esta obra —aunque con interrogante— al pintor Juan Sánchezde Castro, sustituyéndose después tal atribuciónpor la menos comprometida de un maestro anóni-mo de la población de origen 8.

Aunque falte la documentación directa, nos in-clinamos por atribuir esta obra —de singular im-portancia en el estilo hispanoflamenco— a favorde Antón de Madrid. Su vecindad en Zafra a prin-cipios del XVI, y la indudable categoría del artis-ta, probada por los múltiples encargos, abogan enfavor de nuestra hipótesis, aunque para un dicta-men definitivo juzgamos necesaria la restauracióndel retablo de Calzadilla para un estudio compa-rativo con la obra del Prado. Precisa asimismo delectura correcta la inscripción, que ostenta la espa-da del Arcángel. Post la creo anagrama de «Miguel»,otros opinan que son marcas de armero 9, mien-tras que J. R. Mélida se inclina por ver en ella lafirma del autor, opinión esta última que estimamosmás verosímil. Quedo, pues, lanzada la hipótesis,a la espera del documento que disipe definitiva-mente la duda sobre el autor del San Miguel delPrado.

ESTACIO DE BRUSELAS

Flamenco de origen, Estacio de Bruselas vienea engrosar la lista, nada despreciable, de artistas ex-tranjeros establecidos en la Baja Extremadura du-rante el siglo XVI, entre los que cabe recordar alos pintores Cornill de Vargas y Daniel Enríquez,al escultor Hans de Bruselas y al maestro de capi-lla Bruxell, que trabajaron en Badajoz 10, así comoel entallador Martín de Holanda, vecino deLlerena 11.

Posteriormente en una generación a Antón deMadrid, su actividad artística se documenta entre1543 y 1571, situándose la fecha de su nacimien-to según propia declaración, hacia 1518. Avecin-dado en Llerena, capital del provisorato de la Or-den de Santiago en Extremadura, casó con MariLópez, de la que le nacieron cuatro hijas, María,Catalina, Ana e Isabel, bautizadas en la iglesia de

5 A. H. N., Órdenes Militares, Judicial, Leg. 7.022.6 Abelardo Covarsí publicó un breve estudio en Revista del

Centro de Estudios Extremeños (Badajoz, 1934), tomo VIII,núm. 1.

7 J. R. MÉLIDA, «Catálogo Monumental de España: Provin-cia de Badajoz» (Madrid, 1926), II, pág. 458. Según el Catálogodel Museo la tabla se adquirió en 1924. La pintura se traspasó alienzo, perdiéndose la inscripción de la espada del Arcángel.

8 Post, CHANDLER RATHFON, «A spanich painting of theinternational movement» (Fogg Art Museum. Notes, 1937).GUDIOL RICART, J., «Pintura Gótica», ARS HISPANIAE, IX(Madrid, 1955), págs. 395-396.

9 LAFUENTE FERRARI, E., «El Prado: del Románico al Greco»(Madrid, 1965), pág. 142.

10 MOÑINO, op. cit., y «Hans de Bruxelles y Jerónimo deValencia, entalladores del siglo XVI» (Bol. Sem. Arte y Arquit.,Valladolid, 1943, pág. 121). C. SOLÍS RODRÍGUEZ, «Juan Vázquezen la Catedral de Badajoz», Revista de Estudios Extremeños, I(Badajoz, 1974).

11 A. CARRASCO GARCÍA, op. cit.

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ANTÓN DE MADRID Y ESTACIO DE BRUSELAS, PINTORES DEL SIGLO XVI 43

la Granada, a cuya parroquial pertenecía el matri-monio 12.

En 1543, goza ya el maestro flamenco de pres-tigio suficiente para que la autoridad eclesiástica leconfía la tasación de un retablo, que para la ermi-ta de los Mártires de Fuente del Maestro había pin-tado Diego González Rosado, vecino de Jerez delos Caballeros. Años después, en 1548, volverá ala fuente, para testificar en el pleito, puesto por laviuda del pintor segedano Juan Martínez, que pre-tendía cobrar dineros al mayordomo de la ermitafontanesa, alegando la ejecución de la tabla centralpor parte de su difunto esposo.

En la década de los «cuarenta», desarrolla un ex-tenso programa retablista en la comarca llerenense:retablos para las iglesias mayores de Bienvenida,Usagre, Monesterio, el Campillo, Valencia …, eje-cutados antes de 1548. En diciembre de este año,el provisor de Mérida, Diego de la Lastra, le con-fía la pintura del retablo mayor de la parroquial dePuebla de la Calzada, iniciándose poco después unlargo pleito con el concejo del lugar, interesado enadjudicar la obra a Luis de Morales, que al final sealzó con la pintura. Dos siglos más tarde, a su pasopor la Puebla, Antonio Ponz describía el retablo,hoy perdido, sin que conozcamos el paradero delas tablas de Morales, que merecieron el aplauso delilustre viajero 13.

La última noticia que hemos encontrado sobreEstacio lleva fecha de 1571 y documenta un nue-vo pleito, entablado con el escultor Miguel de Ho-landa, sobre la ejecución del retablo mayor de laparroquia de Berlanga.

Sabemos también los nombres de algunos de susdiscípulos. En 1548 trabajaban a sus órdenesGarcía Pérez, natural de Monesterio, Pedro RuizMorito y Hernando de Madrid. Ruiz Morito estu-vo relacionado con Jerónimo de Valencia, el autorde la sillería de coro de la catedral de Badajoz.Hernando de Madrid procedía del taller de Mora-les (dato este de gran interés sobre uno de los po-cos discípulos seguros del maestro pacense) y an-

teriormente había servido en casa de Antón deMadrid.

Apenas quedan restos de las obras de Estacio enorden a enjuiciar su personalidad artística. En laiglesia parroquial de Usagre, hemos encontradocuatro tablitas, con las efigies de apóstoles, empo-tradas en un retablo del XVIII, y que fueron cita-dos equivocadamente por Mélida 14. El subido va-lor de estas pequeñas muestras tal vez sea lo únicoque reste de aquel pintor «el mejor de quantos ayen la provinçia e tan bueno como lo ay en elReyno», como enfáticamente afirmara el provisorDiego de la Lastra. Los numerosos encargos, la es-tima de sus coetáneos y su rivalidad con Luis deMorales, basten para imaginar la categoría de estemaestro del XVI, cuya figura parece contrapuntearcon el manierismo moraliano.

En las páginas de la pintura bajoextremeña delXVI y junto al nombre glorioso de Luis de Mora-les, hemos de anotar los de Antón de Madrid yEstacio de Bruselas.

12 Para todo lo referente a Estacio de Bruselas, vide nues-tros trabajos consignados en nota 3, así como: «El pintor Estaciode Bruselas y Llerena», Programa de Fiestas Patronales (Llerena,agosto de 1976).

13 Antonio PONZ, «Viage de España» (Madrid, 1784), tomoVIII, págs. 155-156.

14 J. R. MÉLIDA, «Catálogo Monumental de España: Pro-vincia de Badajoz», tomo II, pág. 419.

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Francisco de la Torre y el retablo mayor del conventodel Cristo de la Victoria, de Serradilla

FLORENCIO-JAVIER GARCÍA MOGOLLÓN

I

Del testamento otorgado por el famoso Pedrode la Torre el 23 de noviembre de 1676, ante elescribano Pedro Merino 1, se infiere claramente queFrancisco de la Torre era sobrino suyo, que amboscolaboraron en bastantes obras y que debieron te-ner un taller común, en el que también trabajaronJuan de la Torre, hijo de Pedro según García Chi-co 2, y Jusepe o José de la Torre, tal vez hermanode Pedro como sugiere el marqués de Saltillo 3.

Pedro de la Torre utilizó la columna salomónicaen Madrid, como gran novedad, en el retablo delBuen Suceso (1636?), hecho que repitió Sebastiánde Herrera Barnuevo en el proyecto para el reta-blo baldaquino de la capilla de San Isidro, en laiglesia de San Endrés 4. Iníciase así la gran escuelade retablistas madrileños que domina toda la se-gunda mitad del siglo XVII, caracterizada por unestilo pomposo de lujuriosa decoración en las re-pisas, en los marcos, en los frisos. Se introducen

los órdenes de columnas gigantes, los entabla-mentos partidos, los elevados zócalos, los áticosajustados a las bóvedas, elementos arquitectónicostodos éstos que producen una sensación de lla-meante inestabilidad.

Pedro y Jusepe de la Torre, el 9 de noviembrede 1646, concertaron construir el túmulo para lashonras fúnebres del Príncipe Baltasar Carlos en elconvento de Santo Domingo el Real, conforme ala traza de Juan Gómez de Mora y las condicionespor él establecidas para el de la reina doña Isabelde Borbón. A Jusepe lo veremos intervenir treintay seis años más tarde en los arcos para la entradade la reina doña María Luisa 5.

Por lo que respecta a Francisco de la Torre su-cedió a su primo Juan como colaborador directísi-mo de su tío Pedro, existiendo siempre entre ellosuna excepcional confianza. Mantuvo el estilo delgran maestro en el desaparecido retablo de la igle-sia de la Magdalena de Alcalá de Henares, de1684 6. Contrató Francisco esta obra, ya fallecidosu tío 7, por escritura de 1.º de marzo de 1678, conAndrés de Villarán, secretario del Consejo y con-tador mayor de Hacienda, obligándose en ella ahacer dos retablos de la forma y traza que demos-traba la dibujada en un papel de marca mayor, fir-

1 Vid.: J. M. LASSO DE LA VEGA, MARQUÉS DE SALTILLO,Prevenciones artísticas para acontecimientos regios en el Madridsexcentista (1646-1680), en «Bol. de la R. Acad. de la Historia»(1947), 375.

2 E. GARCÍA CHICO, Documentos para el estudio del arte enCastilla. II. Escultores (Valladolid, 1941), 312-315.

3 J. M. LASSO DE LA VEGA, MARQUÉS DE SALTILLO, o. c., 369.4 Vid.: Alfonso RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, Los Churri-

guera (Madrid, 1971), 16. Más sobre Pedro de la Torre en JuanA. CEÁN BERMÚDEZ, Diccionario Histórico de los más ilustres Pro-fesores de las Bellas Artes en España, V (Madrid, 1800).

5 J. M. LASSO DE LA VEGA, o. c., 369.6 V. TOVAR MARTÍN, El arquitecto-ensamblador Pedro de la

Torre, en «Archivo Español de Arte», XLVI (1973), 262.7 En Madrid, el 20 de noviembre de 1677, en su casa de la

calle de la Libertad. Cfr. MARQUÉS DE SALTILLO, o. c., 370.

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FLORENCIO-JAVIER GARCÍA MOGOLLÓN46

mada de ambos y del escribano, si bien, en lugarde los cuatro ángeles que en ella figuraban, haríacuatro cogollos estofados de muy buenos colores ydorados; cobró 1.500 ducados de vellón que reci-bió del licenciado Lucas Rebollo, testamentario deVillarán, según carta de pago de 13 de mayo de1683 8.

Ocupa, pues, nuestro Francisco de la Torre unlugar importante dentro de una escuela que intro-duce grandes innovaciones en la Corte, pero quesiendo anterior cronológicamente a los Churri-guera, quedó un tanto eclipsada por la genialidady fertilísima imaginación creadora de éstos, que sibien utilizan muchos de los elementos aportadospor aquélla, saben darles un matiz y sabor tan per-sonales que trasciende originalidad y frescura. Tanes esto así que el propio Francisco de la Torre nose resistirá a emplear en Serradilla, en 1699, comoveremos, numerosos detalles churriguerescos talescomo los que advertimos en el retablo de San Es-teban de Salamanca, concertado en 1692 por Joséde Churriguera.

II

El retablo mayor del convento del SantísimoCristo de la Victoria, de Serradilla, obra de Fran-cisco de la Torre, es una muestra magnífica del ba-rroco hispánico que, precisamente en estas gran-des y resplandecientes construcciones lignarias,supo dar su verdadera y genial dimensión. Corres-ponde al tipo del retablo baldaquino tan bien ca-racterizado por Bonet Correa 9.

Sobre el sotobanco, pintado al estilo pompeyanode imitaciones marmóreas y adornado de hojaras-cas y tarjas, alzase el elevado banco con seispedestales, cuyos netos se cubren con grandescartelas de hojarasca pomposa; dos repisas entre lospedestales de los extremos, donde están colocadaslas imágenes de Santo Tomás de Villanueva, alEvangelio, y San Juan de Sahagún, a la Epístola; yel Sagrario en el centro.

Destacan en el primer cuerpo seis columnassalomónicas de orden gigante, asentadas en lospedestales del banco sobre basas áticas; muy ador-nados de carnosos racimos, zarcillos y hojas de vidsus fustes, girando, para el espectador, en sentidodextrorsum a la derecha de las esculturas y en sen-tido sinextrorsum a su izquierda, cuyo esquemamantienen los que van rehundidos a los costadosdel baldaquino, conforme a las enseñanzas de JuanCaramuel 10; los capiteles son corintios. Las escul-turas de San Agustín, a la izquierda, y de SantaMónica, a la derecha, entre las columnas, se asien-tan sobre repisas sostenidas, a modo de ménsulas,por cabezas de angelitos mofletudos que parecenemerger de entre la abundosa hojarasca que los ro-dea, enriquece y anima; encima de las dos escultu-ras aparecen unas tarjas con muy profusa decora-ción de hojas, cartones y molduras alrededor de unóvalo de simetría vertical.

El baldaquino con el camarín del Cristo de laVictoria, soberbia talla de Domingo de Rioja, ocu-pa la parte central. Lo sostienen cuatro columnasdel mismo estilo que las anteriormente descritas,aunque más pequeñas y realzadas por ello conpedestales; el sentido de giro en los fustes esdestrorsum en la de la izquierda del primer plano ysinextrorsum, en la de la derecha, sucediendo a lainversa en las del segundo plano. En la cúpula sedesarrolla una complejísima teoría decorativa queno deja ver su real estructura arquitectónica, cuyacomplacencia en el equívoco es muy propia del ba-rroco: angelitos en forzados escorzos a las esquinas,jarrones, floreros, hojarascas y tarjas … en explo-sión de luz, de color y de movimiento, que atraela mirada irresistiblemente hacia el centro del re-tablo.

El entablamento se divide en sólo dos fajas conbellas y adornadas ménsulas y cartelas que las abar-can, el origen de cuyas ménsulas se halla en la cor-nisa de Vignora, reformada más tarde por fray Lo-renzo de San Nicolás 11. Al estar el entablamentopartido al centro, se produce un fuerte contrastede luces y de sombras que imprimen evidente sen-sación de movimiento a toda la planta, cuyo dina-

8 Ibídem, 370.9 A. BONET CORREA, El túmulo de Felipe IV, de Herrera

Barnuevo, y los retablos baldaquinos del barroco español, en «Ar-chivo Español de Arte» (1961), 285-296.

10 Juan CARAMUEL, Architectura civil Recta y Obliqua, II(1678), 76.

11 A. GARCÍA Y BELLIDO, Estudios del barroco español, en «Ar-chivo Español de Arte y Arqueología» (1929), 34.

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FRANCISCO DE LA TORRE Y EL RETABLO MAYOR DEL CONVENTO DEL CRISTO DE LA VICTORIA 47

mismo resulta acentuado por las dos grandes co-lumnas centrales rehundidas a ambos lados del bal-daquino que, siendo exactamente iguales a las ubi-cadas en el primer plano, parecen sin embargo máspequeñas; recursos todos ellos usados con frecuen-cia por los arquitectos barrocos para dar profundi-dad y perspectiva a los retablos.

En el ático, bien amoldado a la forma curva dela bóveda, persiste una frondosa y abultada deco-ración vegetal; destacan los tres angelitos de cadalado todos ellos escorzados en idéntica postura.Conserva rehundida su parte central ocupada poruna hornacina de arco mixtilíneo con la imagen deSan Miguel Arcángel entre dos estípites suavementetroncopiramidales. Avanzadas, hay otras dosestípites sobre las que descansa el frontón partido.Remata el conjunto un gran broche de hojarasca.

III

Debiose la hechura de este retablo a la munifi-cencia de Doña María de la Fuente Arratia, viudade don Pedro de Jaúregui, secretario de Felipe IV,que profesó religiosa en Serradilla a los 77 años conel nombre de Madre María de Cristo. Dejó todossus bienes al Cristo de la Victoria y ordenó a sustestamentarios, en 1699, que «en el altar mayor dela iglesia de este convento de Agustinas Recoletasadonde estoy, se aga un retablo en que se coloquela ymagen del Santísimo Christo de la Victoria …y que éste sea de todo luzimiento y primer y quese perfeccione y acaue…» 12. Ayudaron también aesta obra la reina doña Mariana de Austria, con 50ducados; el marqués de Canales, con 200 reales; elmarqués de Monroy, con 550 reales y el vecinda-rio de Serradilla que aportó dinero y trabajo per-sonal para cortar la madera y acarrearla con susbueyes 13.

Fue testamentario de la M. María de Cristo donClaudio Cerdán, vecino de Madrid, quien debiócontrastar personalmente la obra del retablo en

nombre de las religiosas. Es muy probable que seencargara en principio su factura a los maestrosentalladores José de Pomar y Juan de la Rosa, veci-nos de Cuerva (Burgos), pues el convento realizógastos en el litigio que éstos instaron en su preten-sión de que había «de correr por su quenta la obradel retablo mayor que se hizo en esta iglesia …» 14;estos maestros fueron los autores de los retabloscolaterales de esta iglesia 15.

Sin embargo, el retablo mayor, es obra segurade Francisco de la Torre, quien, el 13 de octubrede 1701, dio recibo a la M. Mariana de Cristo,Priora, por importe de «veinte y cinco mil quinien-tos y sesenta y ocho reales de vellón en que entrannovecientos y diez reales que me auía dado DiegoFernández Serrexón su maiordomo por quenta delretablo que e hecho para el altar maior de la igle-sia de dicho conuento la qual dicha cantidad la erecibido de dicha madre priora desde el día veintede agosto del año prosimo pasado de mil y sete-cientos hasta treze de octubre deste presente de milsetecientos y uno… Y lo firma en la villa de laSerradilla, Francisco de la Torre. Se le entregó enMadrid lo rrestante de la ovra asta cunplimientode los zincuenta mil reales en que se ajustó, de quedio carta de pago» 16. Hay constancia igualmentede este pago de 50.000 reales a Francisco de la To-rre en el Libro de Quentas del convento «los qualesse pagaron por mano de don Claudio vezino de di-cha villa de Madrid, de que hay reciuo y parece porla quenta que ynvio a este combento…» 17.

El dorado de este retablo mayor y de los dos co-laterales lo realizó Francisco Baliño, vecino de Ma-drid, por un importe global de 64.000 reales devellón, sin que podamos determinar la cifra corres-pondiente a cada uno de ellos, abonándose dichasuma, una vez terminada la obra, el 4 de octubrede 1705 18.

Sobre el coste de los honorarios del maestroFrancisco de la Torre, 50.000 reales de vellón, sepagaron 10.694 por «la madera que se cortó yconduxo a esta villa para la fábrica de dicho reta-

12 Constan estas aportaciones en el Libro de Devotos que seconserva en el Archivo del Convento.

13 Testamento del 27 de mayo, mandas del 16 de julio ycodicilo del 12 de noviembre todas de 1699, ante el escribanopúblico de Serradilla, Juan Rodrigo Grande de la Vega. En Ar-chivo del Convento.

14 Cfr. Libro de Quentas, período 1704-1710, Archivo delConvento.

15 Ibídem.16 Cfr. Libro de Devotos, del expresado Archivo del Convento.17 Cfr. Libro de Quentas, Archivo citado, período 1704-10.18 Ibídem.

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blo mayor, andamios para asentarle y dorarle» 19.Añadidos los gastos del pleito con Pomar y de laRosa, por 321 reales, el gasto total del retablo ma-yor, sin dorados, fue de 61.015 reales de vellón.

Resulta de todo ello que la obra comenzó en1699, en que la inició Francisco de la Torre; con-

cluyó éste su trabajo en 8 de octubre de 1701, vein-titrés días antes del fallecimiento de la M. Maríade Cristo, su generosa donante; el dorado, inicia-do por Baliño inmediatamente después, se ultimóen octubre de 1705.

19 Ibídem.

ADVERTENCIA.—El Archivo del Convento de Serradilla no está ordenado y los libros que hemos citado sehallan sin foliar. Una selección de documentos de este archivo se transcribe en nuestro trabajo EstudioHistórico-Artístico del Convento del Santísimo Cristo de la Victoria de Serradilla, de próxima publicación.

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Esculturas del círculo de Roque de Balduque en Sevilla

JORGE BERNALES BALLESTEROS

La escultura hispalense del s. XVI ha sido estu-diada en más de una ocasión y de modo tal quesobre su desarrollo estilístico hay un conocimien-to bastante cabal, en particular en lo referente a lasegunda mitad de la centuria. La primera mitad delsiglo en cambio, tiene todavía lagunas; de muchosartistas existen visiones parciales, se desconocen susorígenes, producción completa y faltan incluso aná-lisis rigurosos que permitan comprobar la evolu-ción de las formas acorde con las ideas y gustoimperantes.

Por ello resultan imprescindibles en Sevilla lostrabajos de investigación documental en los archi-vos y de comprobación con las obras existentes. Nopueden desdeñarse en modo alguno los aportes do-cumentales y análisis ofrecidos por las generacio-nes anteriores; sin esa labor hoy tendríamos quepartir de cero; por el contrario, tenemos abierto uncamino en el que sólo hace falta proseguir y em-plear los métodos de nuestro tiempo; pero, con sen-cillez, admitir que aún son necesarias las tareas decompilación de datos, estudio de formas y, muchasveces, realizar pesquisas para la localización deobras, tanto en olvidados pueblos de Andalucíacomo en remotas localidades hispano-americanas.No por ello se marginan las orientaciones socioló-gicas y otras metodologías de indudable atracciónactual, si bien, antes parece conveniente llegar hastadonde sea posible en el más exacto conocimientode las fuentes.

El convencimiento de que esta doble tarea es unade las fundamentales, crece si se tiene en cuentaque las producciones artísticas hispalenses atendie-ron las demandas de numerosos clientes indianos

durante los siglos XVI y XVII, y que las cuantio-sas piezas conservadas en América están pendien-tes de correctas clasificaciones. No vamos a insistirsobre el papel desempeñado por Sevilla en el co-mercio indiano, es de sobra conocido, pero si pa-rece haber llegado el momento de compilar granparte de ese tráfico artístico, de lo que hay abun-dantes datos en los archivos sevillanos y america-nos. En este sentido y consecuentes con esta opi-nión, tenemos como empeño desde hace algunosaños la elaboración de un catálogo de escultura es-pañola en América, de lo que ya hemos publicadoalgo parcialmente y de lo que ahora también tra-taremos en esta comunicación.

En efecto, la finalidad, de estas líneas es la deabundar en el mejor conocimiento de la produc-ción de Roque de Balduque, artista de singularesatractivos por su labor de enlace estilístico acomedios del siglo XVI sevillano y por sus conoci-das creaciones en los temas marianos. Balduque noestá aún suficientemente conocido y con este tra-bajo sólo pretendemos añadir algunas obras a sucatálogo, amén de corroborar una sospechosa rela-ción americana, pero quedarán vacíos que espera-mos cubrir en próximas ocasiones.

El origen nórdico de Roque de Balduque es in-dudable; en varios documentos se declara como denación flamenca y así aparece en su testamento fe-chado en 1560 1. Sabemos que perteneció al gre-

1 Archivo Parroquial del Salvador, t. IV, 1552 a 1563. Y Archi-vo de Protocolos Notariales de Sevilla. Oficio 16, Lib. 1, 1560-64.

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mio de San Andrés que agrupaba en Sevilla a to-dos los nacidos en Flandes y que por esos años sus-tentaba capilla y hospital vecinos al antiguo Cole-gio de Santo Tomás. Por analogía con los Bolduqueactivos en Medina de Rioseco, en la quinta décadadel siglo 2, se ha supuesto su nacimiento enHertohenbosh (el Bois-le-Duc del Bravante septen-trional), pero faltan indicios que determinen si enverdad fue hermano de Mateo y Pedro Bolduque.En su testamento se refiere a un solo hermano,Andrés Odebelso, vecino de Cambray, a cuyos hi-jos deja ciertas cantidades, pero no menciona paranada a los escultores de Rioseco ni Hertohenbosh.De momento, y como bien dice Azcárate 3, no pa-rece haber un parentesco evidente, lo que tampo-co se aprecia estilísticamente.

En Sevilla aparece desde 1534 en que trabajapara las Casas Capitulares y puede seguirse su ac-tividad hasta 1561 en que muere, salvo algunosparéntesis de viajes (Cáceres en 1547 a 1550) yotros de desconocidas labores. No sería descabella-do suponer que buena parte de su producción sehalle inmersa en las tareas decorativas de diferen-tes partes de la Catedral sevillana, verdadera«bottega del arte», y crisol donde se fundieron lasdiversas corrientes artísticas europeas. Su nombreaparece en los libros de cuentas junto con el deotros artistas, pero resulta muy difícil deslindar laspartes que le correspondan, caso del gran retablomayor, adiciones a la sillería, decoración desacristías, capilla real, etc.

Las obras conocidas y documentadas 4 muestranuna producción fundamentalmente dividida en dos

actividades, retablos de escultura e imaginería exen-ta. Se han perdido o mutilado la mayor parte desus retablos, a excepción de los de Santa María deCáceres y Alcalá del Río, pero quedan algunos res-tos que veremos más adelante. Mejor suerte hancorrido sus hermosas y esbeltas interpretaciones deimaginería en madera estofada y policromada; sehan perdido algunas, pero restan unas diez en Se-villa y Provincia que son suficientes para justificarel título que se le ha conferido de «imaginero de laMadre de Dios» 5.

Su estilo en los relieves e imágenes de retablosresulta complejo, de factura desigual. Persisten ves-tigios que denotan ciertos arcaismos o notas po-pulares, pero también se aprecian esfuerzos por in-corporar un sentido de nobleza y empaquerenacentistas, si bien que matizados por una sensi-bilidad nórdica, más propiamente holandesa 6. Sulabor como imaginero es de mayor corrección yuniformidad 7. Hernández Díaz advierte dos mo-dalidades en el tratamiento del grupo de la Virgen-Madre 8, en un primer caso la representa con pos-tura erecta, con vestiduras muy verticales queacentúan la esbelta proporción de la figura y conpeculiares plegados y caídas de toca y manto; esteprimer tipo enlaza con Mercadante de Bretaña através de Pedro Millán. Un segundo grupo estácompuesto por imágenes de factura más suelta, conrompimiento de frontalidad y verticalidad median-

2 Noticias proporcionadas, entre otros por:MARTÍ Y MONSÓ, J.: Estudios histórico-artísticos, Valladolid-

Madrid, 1898.GARCÍA CHIVO, E.: Documentos para el estudio del Arte en

Castilla, t. II, Valladolid, 1941, págs. 78 a 80.FLORIANO, Antonio C.: El retablo de Santa María de Cáceres.

En «Boletín de Arte y Arqueología», Universidad de Valladolid,1940-41, t. II, págs. 88-89.

3 AZCÁRATE Y RISTORI, J. M.: Escultura del siglo XVI, Colc.«Ars Hispaniae», Madrid, 1958, pág. 253.

4 Sobre el particular pueden consultarse:GESTOSO Y PÉREZ, J.: Ensayo de un diccionario de los artífices

que florecieron en Sevilla desde el siglo XIII al XVIII inclusive, t.III, págs. 3 a 95.

LÓPEZ MARTÍNEZ, C.: Desde Jerónimo Hernández a MartínezMontañés, Sevilla, 1929, pág. 31.

SÁNCHEZ CASTAÑER, J.: La Virgen de la Misericordia obra deRoque de Balduque. En «El Correo de Andalucía», Sevilla, 7 demarzo de 1929.

ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: La escultura en Andalucía, t. II, Sevi-lla, texto, láminas 145 a 150.

SANCHO CORBACHO, H.: Arte Sevillano de los siglos XVI-XVII.En Colc. «Documentos para la historia del arte en Andalucía»,t. III, Sevilla, 1929, pág. 15.

HERNÁNDEZ DÍAZ, J.: Artes y Artistas del Renacimiento en Se-villa. En Colc. «Documentos para la historia del arte en Anda-lucía», t. VI, Sevilla, 1933, págs.40-41.

5 HERNÁNDEZ DÍAZ, J.: Iconografía hispalense de la VirgenMadre en la escultura renacentista. En «Archivo Hispalense», 2.ªépoca, t. II, pág. 87 (Sevilla, 1944).

6 WEISE, G.: Die Spanische plastik, Tübingen, 1956, pág. 42.7 ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: La escultura del Renacimiento en Es-

paña. Capítulo en «La Escultura en Occidente», de H. Stegman,Barcelona, 1936, pág. 264.

8 HERNÁNDEZ DÍAZ, J.: Escultura hispalense del Bajo Rena-cimiento, Sevilla, 1951, págs. 12-13.

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te torsión del cuerpo y flexión de las piernas, lo queles confiere movimiento de estirpe manierista yapunta a las posteriores representaciones del temaen la escuela hispalense. En ambos casos los ros-tros son de expresión melancólica y con suavesacentos de tristeza.

A mediados del siglo el arte de Balduque semuestra en esta faceta mucho más sereno que elarte castellano; no tiene la sutil delicadeza del deSiloe en Granada, pero es de gran interés, tanto porla función de enlace que desempeña como por suscreaciones iconográficas, de influjo evidente en losescultores de su tiempo y en los del posteriormanierismo sevillano. Falta aún por conocer el gra-do de participación que pudo tener en la evoluciónde Balduque su compañero de tareas en Sevilla yCáceres, Guillén Ferrant, a quien Weise quiereidentificar con el Diego Guillén que trabaja en laSacristía mayor de la Catedral 9 y autor, segúnGómez Moreno, de la hermosa Virgen del Sagra-rio del panteón de la Colegiata de Osuna 10, de unconcepto renacentista más claro que el de las me-lancólicas y espirituales Vírgenes de Balduque.

Con estas premisas pasamos ahora a estudiar laspiezas que consideramos como dignas de figurar enla producción del artista; unas son en realidad derecuperación para dicho catálogo y otras son real-mente nuevas.

Esculturas de Chiclana de la Frontera.—De 1549es el contrato para la ejecución de un retablo des-tinado al templo parroquial de esta villa 11, el mis-mo que estaba terminado en 1551. Dicho retablode imágenes talladas desapareció en el s. XVIII aledificarse el nuevo templo neoclásico, pero quedóun relieve del Descendimiento de la Cruz, que hoyse guarda en la capilla del Sagrario, que durantemucho tiempo se supuso provenía del retablo deBalduque. El reciente inventario artístico que he-mos efectuado en esa localidad ha permitido exa-minar los viejos libros de fábrica, así como estu-diar de cerca el relieve, comprobar sus dimensiones(1,72 ms. de alto) e identidad con el desaparecido

retablo del cual formó parte; es en efecto obra deBalduque y emplea una composición parecida a ladel mismo tema en Santa María de Cáceres, perocon mayor dramatismo y menor habilidad. Vistode cerca resulta incorrecto, aunque es de suponerque haría otro efecto colocado en la altura para laque se dispuso originalmente. A diferencia del re-tablo cacereno estuvo estofado y policromado, obraencomendada al pintor Andrés Ramírez. Se ignorasi en esta ocasión Balduque dio participación enlos trabajos a su amigo y paisano Juan Giralte, puesel tratamiento de las figuras recuerdan de algúnmodo las labores de este otro artista.

Esculturas de Medina-Sidonia.—De 1554 es elcontrato para el retablo del Sagrario de la iglesiaparroquial de Santa María la Coronada 12 que ha-bía de tener en relieve las figuras de Santa Ana, laAnunciación y la Cena; de bulto redondo a: S. Pe-dro, S. Pablo, los cuatro Doctores de la Iglesia ylas Virtudes Teologales; se sabe que el retablo se ter-minó en 1559. Romero de Torres en su catálogode la provincia de Cádiz da noticia de la existenciade ocho de esas tallas en el actual retablo barrocodedicado a Ntra. Sra. de la Paz 13, pero consideracomo de Balduque algunas que no lo son, ya queen verdad sólo pertenecen al artista flamenco lasimágenes de los Cuatro Doctores de la Iglesia: SanAmbrosio, San Agustín, San Gregorio y San Jeró-nimo, todas ellas de tamaño académico. Lucen lahabitual composición de cuerpo modelado por tor-sión de las piernas, túnica de caídas verticales ymanto lateral que se envuelve en torno a un brazoy cae conformando cuatro o tres planos, en tantoque por el otro lado lo hace de forma recta. Losrostros son poco expresivos, si bien debe tenerse encuenta que fueron sustancialmente reformados, asícomo las manos y policromía, en el siglo XVIII.

De mayor interés es el relieve de la Cena, quedurante años ha permanecido olvidado en un al-macén del templo y que recientemente se ha colo-cado en la capilla del real bautisterio. Es una obraque entraña dificultad por el tema mismo, pero se

9 WEISE, G.: op. cit., pág. 40 y Spanische plastik aus siebenjahrhunderten, 5 ts. Tübingen, 1925-1928.

10 GÓMEZ MORENO, M.: La escultura del Renacimiento enEspaña, Barcelona, 1931.

11 GESTOSO Y PÉREZ, J.: op. cit., t. III, pág. 93.

12 Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla, Oficio 20,lib. 1, fol. 229.

13 ROMERO DE TORRES, E.: Catálogo Monumental de Espa-ña: Provincia de Cádiz, Madrid, 1934, t. I, pág. 447.

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advierte una sobria composición simétrica que noes nada goticista, aunque subsisten los arcaismosen el tratamiento de las cabezas.

Para el mismo templo contrató Balduque el 2de mayo de 1559 la ejecución del retablo mayor,con catorce historias y para ser entregado al cabode tres años 14. La muerte en 1561 le impidió dartérmino al encargo, pero en el testamento dice queya tenía acabados el Calvario del remate así comootras esculturas. Como se sabe el retablo quedó pa-ralizado hasta 1577, año en que los artistas MelchorTurín, Juan Bautista Vázquez y su hijo Vázquez elmozo reemprendieron las tareas; en 1581 se dabafin a la obra del retablo, uno de los más grandes ycomplejos de estudiar dentro de la escultura de estetiempo. En su remate se conserva el Calvario deBalduque; el Crucificado es de tamaño mayor queel natural y es quizá de lo mejor y más expresivode su producción, tanto por el fuerte dramatismoen que está concebido como por la composiciónligada con las figuras de la Virgen y San Juan, re-lación visible en las posturas y movimientos de loscuerpos. Durante mucho tiempo ha pasado des-apercibido este monumental Calvario, pero impor-ta destacar la paternidad de Balduque como autorde este conjunto; no obstante, es posible que lasimágenes de la Virgen y San Juan, sufriesen algu-nas reformas por parte de los artistas que intervi-nieron posteriormente en el retablo.

Virgen con el Niño. Catedral de Lima.—En el re-tablo mayor de la Catedral de Lima se conservadesde el siglo XVI una imagen de la Virgen con elNiño que estilísticamente se relaciona con la pro-ducción de Balduque. De siempre se ha conside-rado como un donativo del Emperador Carlos,pero según investigaciones efectuadas anteriormen-te, hemos podido comprobar que el primer tem-plo limeño, estrenado en 1541, tuvo simplementeuna imagen de pintura de Nuestra Señora de losReyes, que aún se conserva con el nombre de «LaSola», precisamente por haber sido la primera yúnica imagen existente en dicha iglesia mayor. Alser convertida en Catedral, 1541, se pensó en unnuevo edificio, lo que se hizo de 1543 a 1551. La

capilla mayor de este segundo templo fue adquiri-da por D.ª Francisca Pizarro para entierro de supadre el Conquistador y Fundador D. FranciscoPizarro; para el efecto dotó una capellanía y reta-blo que cobijara una imagen de la Virgen. Por en-tonces D.ª Francisca residía en España (Trujillo en1551) y debe considerarse esta fecha como la máscercana para la adquisición de la escultura en el ta-ller de Balduque. Hay constancia documental quesu representante en Lima concertó con el Cabildoeclesiástico el 12 de marzo de 1551 la colocaciónde un retablo bajo dosel con las armas del Mar-qués 15 y poco después debió llegar la escultura dela Virgen, mencionada por todos los cronistas quedescriben la ciudad desde 1560 en adelante.

El Prof. Schenone reparó en la belleza de estaimagen, pero la relacionó con las obras de Jeróni-mo Hernández 16; es posible que hayan prestado aconfusión la altura en que está colocada y la burdapintura blanca que le aplicaron los neoclásicos se-guidores de Matías Maestro, pues es una clara com-posición balduquiana. Los rasgos de bello rostrooval son de abolengo flamenco y expresan un airede melancolía; no obstante, debe advertirse que lamascarilla está muy estropeada y en general la ima-gen ha sufrido varias restauraciones 17. La posturadel cuerpo es casi recta, con cierto frontalismoacentuado por las caídas de toca, túnica y manto,iguales en todo a los que luce la Virgen de la Mi-sericordia de Sevilla. La actitud del Niño es simi-lar y pertenece a ese primer grupo de imágenesmarianas de Balduque estudiadas por HernándezDíaz. Es una Virgen con el Niño sin advocación,pues la vara que ostenta en la mano derecha pare-ce ser de colocación posterior.

Virgen del Rosario. Iglesia de Santo Domingo deLima.—También esta imagen ha sido consideradacomo regalo de Carlos V para la comunidad de

14 Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla, Oficio 1, lib.2 s/f. Cit. también por López Martínez, C.: op. cit., pág. 32.

15 Archivo Histórico del Perú: Protocolos Notariales. Escri-bano Alonso de Valencia. Años 1550 a 1557.

16 SCHENONE, H.: Esculturas españolas en el Virreinato delPerú. En «Anales del Instituto de Arte Americano e Investigacio-nes Estéticas», Buenos Aires, 1968, pág. 68.

17 MESA, J. DE GISBERT, T.: El renacimiento en la Audienciade Charcas. En «Anales…», Buenos Aires, 1959, pág. 60.

HARTH-TERRÈ, E.-MÁRQUEZ ABANTO, A.: Retablos limeños enel siglo XVI. En «Revista del Archivo Histórico Nacional del Perú»,Lima, 1959, t. XXIII, pág. 7.

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dominicos al fundarse la ciudad en 1535, pero fueadquirida en Sevilla por prelados de la Orden y bas-tantes años después. Fue igualmente el ProfesorShenone quien supuso que podía ser imagen sevi-llana y con acierto la vinculó a la producción deBalduque 18. Las investigaciones que hemos reali-zado han confirmado las sospechas del ilustre pro-fesor argentino, pues hoy sabemos que fue encar-gada en Sevilla a nuestro artista por el Obispoelecto de Chuquisaca Fr. Domingo de Santo To-más en 1558 y que en marzo de 1559 se embarcóen la flota que zarpaba para las Indias desde eltrianero puerto de la Muela, con cuarenta frailes ymúltiples encargos de obras de arte y libros, segúnlos registros de embarque conservados en el Archi-vo General de Indias y en los que aparece el autorde la escultura 19.

La imagen limeña está intacta, guarda gran pa-recido con la Virgen de la Cabeza de la parroquiasevillana de San Vicente, procede del extinguidoconvento del Carmen 20, y con la de la Misericor-dia, aunque la de Lima resulta algo más blanda yelegante. Su esquema es de clara postura vertical ytiene las consabidas formas de toca, túnica con fa-jín y manto de diferentes planos que estudia el Pro-fesor Hernández Díaz. Además de los atributos delRosario y coronas que portan la Virgen y el Niño,en el s. XVII se le agregó un relicario con un«Lignun Crucis».

Hay un testimonio valioso para comprobar laexistencia de la imagen en el templo dominico des-de 1560, y es la del cronista de la Orden Fr.Reginaldo de Lizárraga 21, quien vivió en ese con-vento durante buena parte de la segunda mitad desiglo; dice sobre el particular que al contratarse en1582 el retablo del Rosario con Juan BautistaVázquez, no se encargó la imagen titular por cuanto

ya existía, y antes bien se dispuso en el contratoque la obra se había de ajustar a las dimensionesde la escultura existente 22. El interesante retablode Vázquez, pintado por Pedro de Villegas se haperdido, pero ha quedado la efigie de Balduque,uno de los pocos testimonios de la riqueza de eseconjunto dominico en el siglo XVI.

Otras esculturas en Lima.—En el ya citado tes-tamento de 1560 dice el artista que se le deben cier-tas cantidades por unas tallas enviadas para venderen Las Indias. Hemos logrado saber que esas obrasfueron cuatro relieves pintados que fueron embar-cados en Sevilla junto con el equipaje y criados delObispo de Charcas D. Fernando González de laCuesta en 1559 23. El Obispo murió en el trayec-to, en la ciudad de Panamá (1560) y al año siguien-te todos sus bienes fueron vendidos en Lima porel Algacea del Prelado 24. No ha sido posible iden-tificar hasta el momento esos relieves; pero pareceser muy próximo al estilo del artista el alto relievede 1,20 ms. de alto que representa la escena de laDegollación del Bautista que se encuentra en el re-tablo de la Sagrada Familia también en la Catedralde Lima. Los repintes que se advierten y mal esta-do que ofrece la obra, nos hacen guardar ciertas re-servas y no efectuar una atribución apresurada.

Hay otras esculturas en varios puntos de Amé-rica, tales como Panamá, Tunja, Quito, Tinta y aúnen la propia Lima, en las que se ven los caracteresesenciales de la plástica balduquiana; pueden serrealizaciones del taller, de otros artistas influidospor su estilo y quizá del propio maestro, pero to-davía nos faltan estudios más detenidos e investi-gaciones documentales como para efectuar atribu-ciones provisionales; de momento las tenemosconsignadas y es posible que constituyan materiade próximas tareas.

18 SCHENONE, H.: op. cit., pág. 60.19 Archivo General de Indias. Contratación. Registros de

embarque. Años 1558-59.20 ANGULO ÍÑIGUEZ, D.: La escultura en Andalucía, t. II, tex-

to láms. 148 a 150.21 LIZÁRRAGA, Fr. Reginaldo: Descripción y población de Las

Indias, Lima, 1908, págs. 32-33.

22 LÓPEZ MARTÍNEZ, C.: op. cit., págs. 110-111.23 Archivo General de Indias. Contratación. Registros de

embarques. Años 155-61.24 MESA, J. DE GISBERT, T.: Escultura virreinal en Bolivia,

La Paz, 1972, pág. 30.

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Antón de Madrid y Estacio de Bruselas, pintores del siglo XVI en la BajaExtremadura

CARMELO SOLÍS RODRÍGUEZ

No está sobrada la historiografía artística extre-meña de nombres de pintores, a pesar del esfuerzoinvestigador de un Rodríguez Moñino y otros eru-ditos de la región 1. En su trabajo, «Los pintoresbadajoceños del siglo XVI», ofrece Moñino unaamplia lista de artistas, con especial referencia aLuis de Morales, recogiendo diversos estudios entorno a la figura del maestro pacense y múltiplesdatos sobre pintores activos durante aquella cen-turia en pueblos de la actual provincia de Badajoz.El ilustre bibliófilo reconocía que su aportacióndocumental no era exhaustiva y si tan sólo brinda-ba material de primera mano para una ulterior ta-rea de conjunto en orden a pergeñar la historia dela pintura bajoextremeña en el siglo XVI 2.

En esta línea de búsqueda documental se mue-ve esta comunicación, en la que damos noticia dedos pintores, que por su actividad —exclusivamen-te retablista— merecen un puesto destacado en laspor hoy breves páginas de la pintura extremeña. Larelación de sus obras —casi todas desaparecidas—pueden servirnos para clarificar un poco el pano-rama regional «cincocentista», en el que sigue al-zándose en solitario una figura tan compleja y enig-

mática como la de Luis de Morales 3. Nos referi-mos a los pintores Antón de Madrid y Estacio deBruselas. Documentado el primero a horcajadas delos siglos XV y XVI; contemporáneo y rival de Mo-rales, el segundo, y ambos muy activos en variospueblos de la Baja Extremadura.

ANTÓN DE MADRID

De este desconocido pintor os habla la docu-mentación sobre el retablo de la parroquial de Pue-bla de la Calzada (Badajoz), que en 1549 enfrentóen un largo pleito al concejo del lugar con el pin-tor Estacio de Bruselas 4. En una de las informa-ciones realizadas por éste. Un oficial de su taller,Hernando de Madrid, afirmaba que:

«… fue criado de Anton de Madrid vezino de Çafra ya di-funto que hera pintor e dorador estubo este testigo con élque lo sirbio mas de veinte e çinco años serviendole a el ofiçioe vio como el prior e probisor de la provinçia de Leon dio apintar a el dicho Anton de Madrid muchos retablos uno en

1 Sobre la pintura del XVI en la Baja Extremadura, cfr., A.RODRÍGUEZ MOÑINO, «Los pintores badajoceños del siglo XVI»,Revista de Estudios Extremeños (Badajoz, 1955), págs. 119-272.A. CARRASCO GARCÍA, «Escultores, Pintores y Plateros del BajoRenacimiento en Llerena» (Llerena, 1970. Inédito). V. NAVARRO

DEL CASTILLO, «Historia de Mérida», tomo II (Cáceres, 1974,págs. 237-241.

2 MOÑINO, op. cit., pág. 120.3 Cfr. nuestros trabajos: «El retablo de Morales en Puebla

de la Calzada», BELLAS ARTES/75, mayo, págs. 12-14. «LosMorales de la Catedral de Badajoz: Nuevas Aportaciones Docu-mentales»; Institución Pedro de Valencia (Badajoz, 1975). «La pin-tura del XVI en los pueblos bajoextremeños de la Orden de San-tiago», comunicación al 1.º SEMINARIO DE ESTUDIOSSANTIAGUISTAS (Badajoz, octubre, 1975).

4 Archivo Histórico Nacional: Órdenes Militares, Judicial.Legs. 22.179, 7.022 y 24.483. Próxima publicación en Revistade Estudios Extremeños (Badajoz, 1977), III.

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Villagonçalo e otro en Alhanje e en Ribera e otro en los San-tos e otro retablo en Ussagre e otro retablo en Calçadilla eotros retablos en Fuente de Cantos e otro en Guadalcanal enla yglesia de san Sebastian e otro retablo en Cabeça de Vacaque es todo en la provinçia de Leon e otros muchos retablose todos los andava este testigo pintado con el dicho Antonde Madrid su amo…» 5.

A juzgar por el testimonio aducido, Antón de Ma-drid gozó de reconocida fama entre las autoridadeseclesiásticas de la provincia de León, Orden de San-tiago, que hasta 1875 ocupaba las tres cuartas partesdel territorio actual de la Diócesis Pacense. Afincadoen Zafra, centro comercial de la Baja Extremadura ysede del Ducado de Feria, su actividad puedeenmarcarse entre finales del siglo XV y la primeratreintena del XVI, a juzgar por la edad del declarante(Hernando contaba 51 años de edad en 1549).

De los retablos mencionados sólo subsiste el de laparroquia de San Salvador, en Calzadilla de los Ba-rros. Obra importante, ocupa todo el ábside de la igle-sia, a modo de un tríptico de grandes proporciones,y sus treinta tablas, enmarcadas en riquísima arqui-tectura gótico-mudéjar, presentan un amplio reper-torio icónico. Torpemente repintadas y algunas de ellasperdidas o a punto de perecer, su estudio es por aho-ra imposible en orden a valorar con justeza sus cali-dades y la personalidad del autor 6.

Otra obra apunta —según nuestra opinión—hacia este pintor: el San Miguel del Museo del Pra-do, consignado como del Maestro de Zafra, y que,hasta 1925, en que fue adquirido por el Museo,gracias a la intervención de J. R. Mélida, se encon-traba en el altar mayor del Hospital de San Miguelde la villa segedana 7. Post adjudicó esta obra —aunque con interrogante— al pintor Juan Sánchezde Castro, sustituyéndose después tal atribuciónpor la menos comprometida de un maestro anóni-mo de la población de origen 8.

Aunque falte la documentación directa, nos in-clinamos por atribuir esta obra —de singular im-portancia en el estilo hispanoflamenco— a favorde Antón de Madrid. Su vecindad en Zafra a prin-cipios del XVI, y la indudable categoría del artis-ta, probada por los múltiples encargos, abogan enfavor de nuestra hipótesis, aunque para un dicta-men definitivo juzgamos necesaria la restauracióndel retablo de Calzadilla para un estudio compa-rativo con la obra del Prado. Precisa asimismo delectura correcta la inscripción, que ostenta la espa-da del Arcángel. Post la creo anagrama de «Miguel»,otros opinan que son marcas de armero 9, mien-tras que J. R. Mélida se inclina por ver en ella lafirma del autor, opinión esta última que estimamosmás verosímil. Quedo, pues, lanzada la hipótesis,a la espera del documento que disipe definitiva-mente la duda sobre el autor del San Miguel delPrado.

ESTACIO DE BRUSELAS

Flamenco de origen, Estacio de Bruselas vienea engrosar la lista, nada despreciable, de artistas ex-tranjeros establecidos en la Baja Extremadura du-rante el siglo XVI, entre los que cabe recordar alos pintores Cornill de Vargas y Daniel Enríquez,al escultor Hans de Bruselas y al maestro de capi-lla Bruxell, que trabajaron en Badajoz 10, así comoel entallador Martín de Holanda, vecino deLlerena 11.

Posteriormente en una generación a Antón deMadrid, su actividad artística se documenta entre1543 y 1571, situándose la fecha de su nacimien-to según propia declaración, hacia 1518. Avecin-dado en Llerena, capital del provisorato de la Or-den de Santiago en Extremadura, casó con MariLópez, de la que le nacieron cuatro hijas, María,Catalina, Ana e Isabel, bautizadas en la iglesia de

5 A. H. N., Órdenes Militares, Judicial, Leg. 7.022.6 Abelardo Covarsí publicó un breve estudio en Revista del

Centro de Estudios Extremeños (Badajoz, 1934), tomo VIII,núm. 1.

7 J. R. MÉLIDA, «Catálogo Monumental de España: Provin-cia de Badajoz» (Madrid, 1926), II, pág. 458. Según el Catálogodel Museo la tabla se adquirió en 1924. La pintura se traspasó alienzo, perdiéndose la inscripción de la espada del Arcángel.

8 Post, CHANDLER RATHFON, «A spanich painting of theinternational movement» (Fogg Art Museum. Notes, 1937).GUDIOL RICART, J., «Pintura Gótica», ARS HISPANIAE, IX(Madrid, 1955), págs. 395-396.

9 LAFUENTE FERRARI, E., «El Prado: del Románico al Greco»(Madrid, 1965), pág. 142.

10 MOÑINO, op. cit., y «Hans de Bruxelles y Jerónimo deValencia, entalladores del siglo XVI» (Bol. Sem. Arte y Arquit.,Valladolid, 1943, pág. 121). C. SOLÍS RODRÍGUEZ, «Juan Vázquezen la Catedral de Badajoz», Revista de Estudios Extremeños, I(Badajoz, 1974).

11 A. CARRASCO GARCÍA, op. cit.

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ANTÓN DE MADRID Y ESTACIO DE BRUSELAS, PINTORES DEL SIGLO XVI 43

la Granada, a cuya parroquial pertenecía el matri-monio 12.

En 1543, goza ya el maestro flamenco de pres-tigio suficiente para que la autoridad eclesiástica leconfía la tasación de un retablo, que para la ermi-ta de los Mártires de Fuente del Maestro había pin-tado Diego González Rosado, vecino de Jerez delos Caballeros. Años después, en 1548, volverá ala fuente, para testificar en el pleito, puesto por laviuda del pintor segedano Juan Martínez, que pre-tendía cobrar dineros al mayordomo de la ermitafontanesa, alegando la ejecución de la tabla centralpor parte de su difunto esposo.

En la década de los «cuarenta», desarrolla un ex-tenso programa retablista en la comarca llerenense:retablos para las iglesias mayores de Bienvenida,Usagre, Monesterio, el Campillo, Valencia …, eje-cutados antes de 1548. En diciembre de este año,el provisor de Mérida, Diego de la Lastra, le con-fía la pintura del retablo mayor de la parroquial dePuebla de la Calzada, iniciándose poco después unlargo pleito con el concejo del lugar, interesado enadjudicar la obra a Luis de Morales, que al final sealzó con la pintura. Dos siglos más tarde, a su pasopor la Puebla, Antonio Ponz describía el retablo,hoy perdido, sin que conozcamos el paradero delas tablas de Morales, que merecieron el aplauso delilustre viajero 13.

La última noticia que hemos encontrado sobreEstacio lleva fecha de 1571 y documenta un nue-vo pleito, entablado con el escultor Miguel de Ho-landa, sobre la ejecución del retablo mayor de laparroquia de Berlanga.

Sabemos también los nombres de algunos de susdiscípulos. En 1548 trabajaban a sus órdenesGarcía Pérez, natural de Monesterio, Pedro RuizMorito y Hernando de Madrid. Ruiz Morito estu-vo relacionado con Jerónimo de Valencia, el autorde la sillería de coro de la catedral de Badajoz.Hernando de Madrid procedía del taller de Mora-les (dato este de gran interés sobre uno de los po-cos discípulos seguros del maestro pacense) y an-

teriormente había servido en casa de Antón deMadrid.

Apenas quedan restos de las obras de Estacio enorden a enjuiciar su personalidad artística. En laiglesia parroquial de Usagre, hemos encontradocuatro tablitas, con las efigies de apóstoles, empo-tradas en un retablo del XVIII, y que fueron cita-dos equivocadamente por Mélida 14. El subido va-lor de estas pequeñas muestras tal vez sea lo únicoque reste de aquel pintor «el mejor de quantos ayen la provinçia e tan bueno como lo ay en elReyno», como enfáticamente afirmara el provisorDiego de la Lastra. Los numerosos encargos, la es-tima de sus coetáneos y su rivalidad con Luis deMorales, basten para imaginar la categoría de estemaestro del XVI, cuya figura parece contrapuntearcon el manierismo moraliano.

En las páginas de la pintura bajoextremeña delXVI y junto al nombre glorioso de Luis de Mora-les, hemos de anotar los de Antón de Madrid yEstacio de Bruselas.

12 Para todo lo referente a Estacio de Bruselas, vide nues-tros trabajos consignados en nota 3, así como: «El pintor Estaciode Bruselas y Llerena», Programa de Fiestas Patronales (Llerena,agosto de 1976).

13 Antonio PONZ, «Viage de España» (Madrid, 1784), tomoVIII, págs. 155-156.

14 J. R. MÉLIDA, «Catálogo Monumental de España: Pro-vincia de Badajoz», tomo II, pág. 419.

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Francisco de la Torre y el retablo mayor del conventodel Cristo de la Victoria, de Serradilla

FLORENCIO-JAVIER GARCÍA MOGOLLÓN

I

Del testamento otorgado por el famoso Pedrode la Torre el 23 de noviembre de 1676, ante elescribano Pedro Merino 1, se infiere claramente queFrancisco de la Torre era sobrino suyo, que amboscolaboraron en bastantes obras y que debieron te-ner un taller común, en el que también trabajaronJuan de la Torre, hijo de Pedro según García Chi-co 2, y Jusepe o José de la Torre, tal vez hermanode Pedro como sugiere el marqués de Saltillo 3.

Pedro de la Torre utilizó la columna salomónicaen Madrid, como gran novedad, en el retablo delBuen Suceso (1636?), hecho que repitió Sebastiánde Herrera Barnuevo en el proyecto para el reta-blo baldaquino de la capilla de San Isidro, en laiglesia de San Endrés 4. Iníciase así la gran escuelade retablistas madrileños que domina toda la se-gunda mitad del siglo XVII, caracterizada por unestilo pomposo de lujuriosa decoración en las re-pisas, en los marcos, en los frisos. Se introducen

los órdenes de columnas gigantes, los entabla-mentos partidos, los elevados zócalos, los áticosajustados a las bóvedas, elementos arquitectónicostodos éstos que producen una sensación de lla-meante inestabilidad.

Pedro y Jusepe de la Torre, el 9 de noviembrede 1646, concertaron construir el túmulo para lashonras fúnebres del Príncipe Baltasar Carlos en elconvento de Santo Domingo el Real, conforme ala traza de Juan Gómez de Mora y las condicionespor él establecidas para el de la reina doña Isabelde Borbón. A Jusepe lo veremos intervenir treintay seis años más tarde en los arcos para la entradade la reina doña María Luisa 5.

Por lo que respecta a Francisco de la Torre su-cedió a su primo Juan como colaborador directísi-mo de su tío Pedro, existiendo siempre entre ellosuna excepcional confianza. Mantuvo el estilo delgran maestro en el desaparecido retablo de la igle-sia de la Magdalena de Alcalá de Henares, de1684 6. Contrató Francisco esta obra, ya fallecidosu tío 7, por escritura de 1.º de marzo de 1678, conAndrés de Villarán, secretario del Consejo y con-tador mayor de Hacienda, obligándose en ella ahacer dos retablos de la forma y traza que demos-traba la dibujada en un papel de marca mayor, fir-

1 Vid.: J. M. LASSO DE LA VEGA, MARQUÉS DE SALTILLO,Prevenciones artísticas para acontecimientos regios en el Madridsexcentista (1646-1680), en «Bol. de la R. Acad. de la Historia»(1947), 375.

2 E. GARCÍA CHICO, Documentos para el estudio del arte enCastilla. II. Escultores (Valladolid, 1941), 312-315.

3 J. M. LASSO DE LA VEGA, MARQUÉS DE SALTILLO, o. c., 369.4 Vid.: Alfonso RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, Los Churri-

guera (Madrid, 1971), 16. Más sobre Pedro de la Torre en JuanA. CEÁN BERMÚDEZ, Diccionario Histórico de los más ilustres Pro-fesores de las Bellas Artes en España, V (Madrid, 1800).

5 J. M. LASSO DE LA VEGA, o. c., 369.6 V. TOVAR MARTÍN, El arquitecto-ensamblador Pedro de la

Torre, en «Archivo Español de Arte», XLVI (1973), 262.7 En Madrid, el 20 de noviembre de 1677, en su casa de la

calle de la Libertad. Cfr. MARQUÉS DE SALTILLO, o. c., 370.

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FLORENCIO-JAVIER GARCÍA MOGOLLÓN46

mada de ambos y del escribano, si bien, en lugarde los cuatro ángeles que en ella figuraban, haríacuatro cogollos estofados de muy buenos colores ydorados; cobró 1.500 ducados de vellón que reci-bió del licenciado Lucas Rebollo, testamentario deVillarán, según carta de pago de 13 de mayo de1683 8.

Ocupa, pues, nuestro Francisco de la Torre unlugar importante dentro de una escuela que intro-duce grandes innovaciones en la Corte, pero quesiendo anterior cronológicamente a los Churri-guera, quedó un tanto eclipsada por la genialidady fertilísima imaginación creadora de éstos, que sibien utilizan muchos de los elementos aportadospor aquélla, saben darles un matiz y sabor tan per-sonales que trasciende originalidad y frescura. Tanes esto así que el propio Francisco de la Torre nose resistirá a emplear en Serradilla, en 1699, comoveremos, numerosos detalles churriguerescos talescomo los que advertimos en el retablo de San Es-teban de Salamanca, concertado en 1692 por Joséde Churriguera.

II

El retablo mayor del convento del SantísimoCristo de la Victoria, de Serradilla, obra de Fran-cisco de la Torre, es una muestra magnífica del ba-rroco hispánico que, precisamente en estas gran-des y resplandecientes construcciones lignarias,supo dar su verdadera y genial dimensión. Corres-ponde al tipo del retablo baldaquino tan bien ca-racterizado por Bonet Correa 9.

Sobre el sotobanco, pintado al estilo pompeyanode imitaciones marmóreas y adornado de hojaras-cas y tarjas, alzase el elevado banco con seispedestales, cuyos netos se cubren con grandescartelas de hojarasca pomposa; dos repisas entre lospedestales de los extremos, donde están colocadaslas imágenes de Santo Tomás de Villanueva, alEvangelio, y San Juan de Sahagún, a la Epístola; yel Sagrario en el centro.

Destacan en el primer cuerpo seis columnassalomónicas de orden gigante, asentadas en lospedestales del banco sobre basas áticas; muy ador-nados de carnosos racimos, zarcillos y hojas de vidsus fustes, girando, para el espectador, en sentidodextrorsum a la derecha de las esculturas y en sen-tido sinextrorsum a su izquierda, cuyo esquemamantienen los que van rehundidos a los costadosdel baldaquino, conforme a las enseñanzas de JuanCaramuel 10; los capiteles son corintios. Las escul-turas de San Agustín, a la izquierda, y de SantaMónica, a la derecha, entre las columnas, se asien-tan sobre repisas sostenidas, a modo de ménsulas,por cabezas de angelitos mofletudos que parecenemerger de entre la abundosa hojarasca que los ro-dea, enriquece y anima; encima de las dos escultu-ras aparecen unas tarjas con muy profusa decora-ción de hojas, cartones y molduras alrededor de unóvalo de simetría vertical.

El baldaquino con el camarín del Cristo de laVictoria, soberbia talla de Domingo de Rioja, ocu-pa la parte central. Lo sostienen cuatro columnasdel mismo estilo que las anteriormente descritas,aunque más pequeñas y realzadas por ello conpedestales; el sentido de giro en los fustes esdestrorsum en la de la izquierda del primer plano ysinextrorsum, en la de la derecha, sucediendo a lainversa en las del segundo plano. En la cúpula sedesarrolla una complejísima teoría decorativa queno deja ver su real estructura arquitectónica, cuyacomplacencia en el equívoco es muy propia del ba-rroco: angelitos en forzados escorzos a las esquinas,jarrones, floreros, hojarascas y tarjas … en explo-sión de luz, de color y de movimiento, que atraela mirada irresistiblemente hacia el centro del re-tablo.

El entablamento se divide en sólo dos fajas conbellas y adornadas ménsulas y cartelas que las abar-can, el origen de cuyas ménsulas se halla en la cor-nisa de Vignora, reformada más tarde por fray Lo-renzo de San Nicolás 11. Al estar el entablamentopartido al centro, se produce un fuerte contrastede luces y de sombras que imprimen evidente sen-sación de movimiento a toda la planta, cuyo dina-

8 Ibídem, 370.9 A. BONET CORREA, El túmulo de Felipe IV, de Herrera

Barnuevo, y los retablos baldaquinos del barroco español, en «Ar-chivo Español de Arte» (1961), 285-296.

10 Juan CARAMUEL, Architectura civil Recta y Obliqua, II(1678), 76.

11 A. GARCÍA Y BELLIDO, Estudios del barroco español, en «Ar-chivo Español de Arte y Arqueología» (1929), 34.

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FRANCISCO DE LA TORRE Y EL RETABLO MAYOR DEL CONVENTO DEL CRISTO DE LA VICTORIA 47

mismo resulta acentuado por las dos grandes co-lumnas centrales rehundidas a ambos lados del bal-daquino que, siendo exactamente iguales a las ubi-cadas en el primer plano, parecen sin embargo máspequeñas; recursos todos ellos usados con frecuen-cia por los arquitectos barrocos para dar profundi-dad y perspectiva a los retablos.

En el ático, bien amoldado a la forma curva dela bóveda, persiste una frondosa y abultada deco-ración vegetal; destacan los tres angelitos de cadalado todos ellos escorzados en idéntica postura.Conserva rehundida su parte central ocupada poruna hornacina de arco mixtilíneo con la imagen deSan Miguel Arcángel entre dos estípites suavementetroncopiramidales. Avanzadas, hay otras dosestípites sobre las que descansa el frontón partido.Remata el conjunto un gran broche de hojarasca.

III

Debiose la hechura de este retablo a la munifi-cencia de Doña María de la Fuente Arratia, viudade don Pedro de Jaúregui, secretario de Felipe IV,que profesó religiosa en Serradilla a los 77 años conel nombre de Madre María de Cristo. Dejó todossus bienes al Cristo de la Victoria y ordenó a sustestamentarios, en 1699, que «en el altar mayor dela iglesia de este convento de Agustinas Recoletasadonde estoy, se aga un retablo en que se coloquela ymagen del Santísimo Christo de la Victoria …y que éste sea de todo luzimiento y primer y quese perfeccione y acaue…» 12. Ayudaron también aesta obra la reina doña Mariana de Austria, con 50ducados; el marqués de Canales, con 200 reales; elmarqués de Monroy, con 550 reales y el vecinda-rio de Serradilla que aportó dinero y trabajo per-sonal para cortar la madera y acarrearla con susbueyes 13.

Fue testamentario de la M. María de Cristo donClaudio Cerdán, vecino de Madrid, quien debiócontrastar personalmente la obra del retablo en

nombre de las religiosas. Es muy probable que seencargara en principio su factura a los maestrosentalladores José de Pomar y Juan de la Rosa, veci-nos de Cuerva (Burgos), pues el convento realizógastos en el litigio que éstos instaron en su preten-sión de que había «de correr por su quenta la obradel retablo mayor que se hizo en esta iglesia …» 14;estos maestros fueron los autores de los retabloscolaterales de esta iglesia 15.

Sin embargo, el retablo mayor, es obra segurade Francisco de la Torre, quien, el 13 de octubrede 1701, dio recibo a la M. Mariana de Cristo,Priora, por importe de «veinte y cinco mil quinien-tos y sesenta y ocho reales de vellón en que entrannovecientos y diez reales que me auía dado DiegoFernández Serrexón su maiordomo por quenta delretablo que e hecho para el altar maior de la igle-sia de dicho conuento la qual dicha cantidad la erecibido de dicha madre priora desde el día veintede agosto del año prosimo pasado de mil y sete-cientos hasta treze de octubre deste presente de milsetecientos y uno… Y lo firma en la villa de laSerradilla, Francisco de la Torre. Se le entregó enMadrid lo rrestante de la ovra asta cunplimientode los zincuenta mil reales en que se ajustó, de quedio carta de pago» 16. Hay constancia igualmentede este pago de 50.000 reales a Francisco de la To-rre en el Libro de Quentas del convento «los qualesse pagaron por mano de don Claudio vezino de di-cha villa de Madrid, de que hay reciuo y parece porla quenta que ynvio a este combento…» 17.

El dorado de este retablo mayor y de los dos co-laterales lo realizó Francisco Baliño, vecino de Ma-drid, por un importe global de 64.000 reales devellón, sin que podamos determinar la cifra corres-pondiente a cada uno de ellos, abonándose dichasuma, una vez terminada la obra, el 4 de octubrede 1705 18.

Sobre el coste de los honorarios del maestroFrancisco de la Torre, 50.000 reales de vellón, sepagaron 10.694 por «la madera que se cortó yconduxo a esta villa para la fábrica de dicho reta-

12 Constan estas aportaciones en el Libro de Devotos que seconserva en el Archivo del Convento.

13 Testamento del 27 de mayo, mandas del 16 de julio ycodicilo del 12 de noviembre todas de 1699, ante el escribanopúblico de Serradilla, Juan Rodrigo Grande de la Vega. En Ar-chivo del Convento.

14 Cfr. Libro de Quentas, período 1704-1710, Archivo delConvento.

15 Ibídem.16 Cfr. Libro de Devotos, del expresado Archivo del Convento.17 Cfr. Libro de Quentas, Archivo citado, período 1704-10.18 Ibídem.

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blo mayor, andamios para asentarle y dorarle» 19.Añadidos los gastos del pleito con Pomar y de laRosa, por 321 reales, el gasto total del retablo ma-yor, sin dorados, fue de 61.015 reales de vellón.

Resulta de todo ello que la obra comenzó en1699, en que la inició Francisco de la Torre; con-

cluyó éste su trabajo en 8 de octubre de 1701, vein-titrés días antes del fallecimiento de la M. Maríade Cristo, su generosa donante; el dorado, inicia-do por Baliño inmediatamente después, se ultimóen octubre de 1705.

19 Ibídem.

ADVERTENCIA.—El Archivo del Convento de Serradilla no está ordenado y los libros que hemos citado sehallan sin foliar. Una selección de documentos de este archivo se transcribe en nuestro trabajo EstudioHistórico-Artístico del Convento del Santísimo Cristo de la Victoria de Serradilla, de próxima publicación.

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Las piezas visigodas del Museo de Badajoz

MARÍA CRUZ VILLALÓN

La comunicación que presentamos, síntesis deun amplio trabajo dedicado al estudio completo dela colección de piezas ornamentadas del Museo deBadajoz, pretende, a través del esquema básico deun análisis total, dar a conocer una de las colec-ciones arqueológicas más ricas de este género, y almismo tiempo manifestar una serie de conclusio-nes que de alguna manera vengan a aportar algu-nos datos al vacío histórico de la ciudad de Badajozanterior a la dominación musulmana.

Efectivamente, Badajoz, dentro de la línea co-mún del Guadiana, por donde se canalizó la in-fluencia de la creación de Mérida, a pesar de ser elnúcleo más interesante junto con Beja, es todavíaun capítulo casi inédito en el conjunto lusitanovisigodo 1.

Pertenecientes al Museo y aprovechadas en zo-nas inmediatas al mismo contamos con una nume-rosa colección de piezas, pilastras, columnas, table-ros, capiteles, cimacios, tenantes, etc., que comoelementos diferenciados por su decoración, son losúnicos restos que atestiguan una arquitectura cuya

destrucción por musulmanes nos consta por elaprovechamiento de esta material en las murallasárabes.

El estudio sistemático de un conjunto tan hete-rogéneo en cuanto a estructuras tipológicas, mate-riales, tallas y ornamentación, sólo nos fue posiblea partir de conceptos estilísticos formales, admitien-do las clasificaciones evolutivas ya realizadas parala escuela de Mérida, y agrupando las piezas porsimilitud de caracteres desde las primeras manifes-taciones, hasta las últimas esquematizaciones 2.

Reduciendo el análisis a piezas fundamentales,tenemos dos grupos claramente diferenciados:

— El primero constituido por piezas decoradascon temática vegetal, en las que existe todavía unrelativo naturalismo si comparamos con evolucio-nes posteriores, con recuerdo aún de los modos de-corativos tardorromanos, y con indudable introduc-ción de lo bizantino tanto en la temática como enla técnica. Ésta consiste en el recortado de moti-vos en silueta, mediante dos planos, con una tran-sición suavizada entre ambos.

Los mejores exponentes los encontramos en es-tas dos pilastras (fig. 1 y fig. 2) que parecen for-

1 Únicamente tenemos referencias a las piezas de esta colec-ción en las catalogaciones, parciales, de ROMERO DE CASTILLA,T., Inventario de los objetos recogidos en el Museo Arqueológico dela Comisión Provincial de Monumentos de Badajoz. (Badajoz,1896); y MELIDA, J. R., Catálogo Monumental de España. Pro-vincia de Badajoz (Madrid, 1926), completadas con algunas ci-tas de hallazgos posteriores a estas publicaciones en la revista«Memorias de los Museos Arqueológicos, y a través de sus estu-dios generales en los que se citan lo más significativas.

2 En este proceso de evolución estilística en el tiempo, es enel que se basa SCHLUNK para estudiar y fijar la cronología de pie-zas que no tienen apoyatura documental ninguna. Cfr. Artevisigodo, en Ars Hispaniae II (Madrid, 1947), y El arte decorati-vo visigodo: «Boletín bibliográfico», Instituto Alemán de Cultu-ra, núm. 1 y 2, 1944, pág. 22.

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mar pareja por similitud de dimensiones y mate-rial: un mármol rosáceo común para ambas. En-contramos sus antecedentes inmediatos en los ejem-plares más bizantinos de Mérida 3, y aún susrelaciones lejanas en pilastras muy semejantes ita-lianas de derivación bizantina 4 y ejemplares muysimilares, de los que proceden con toda seguridadlos citados, en Constantinopla, en el s. VI 5. Poranalogía a las del mismo estilo de Mérida, situadasen la segunda mitad del s. VI, sin precisar 6, éstasde Badajoz deben pertenecer al mismo momento.

— Un segundo grupo, muy homogéneo, conrasgos bien definidos y netamente diferenciado. Lostemas son menos variados que en las primeras pie-zas de las que derivan. Técnicamente la talla es másseca, con superficies más aristadas y biseles más pro-nunciados.

Como pieza prototípica incluimos el pilar de lafig. 3 (a y b) cuya pareja correspondiente se encuen-tra en el Museo, junto con dos pilastras paralelasprocedentes de Almendral. Éstos presentan unatipología distinta a las pilastras del primer grupo.Son estructuras más pesadas y voluminosas, en lasque sus elementos componentes se ciñen estricta-mente a la geometría del bloque. La decoracióntendente al geometrismo llena toda la superficie,con una planimetría más lineal y dibujística queescultórica. Los motivos, en general, vienen a mos-trarnos la interpretación del estilo creado en Méridaen el s. VI con modificaciones más rudas y pro-vincianas hacia el esquematismo y desnaturaliza-ción de los modelos originales 7 (fig. 3 a). En otracara de esta misma pieza (fig. 3 b) se advierte laabundancia de motivos sin dejar espacio libre. Tam-bién las pilastras más tardías de Mérida sufren esteproceso final de recargamiento 8. Pero curiosamen-te, las piezas de Badajoz presentan ahora una rela-ción más estrecha con las creaciones de Beja que

con las de Mérida. Los motivos, la técnica de ta-lla, la disposición de los mismos (bajo un esquemade cuadrícula, y con un listel central, dividiendosimétricamente cada cara) y la estructura tipológicason paralelas en ambos centros 9. Incluso A. Viana,en un estudio sobre las piezas de Beja advierte laposible utilización de material, un mármolgranulado gris extraído de la cantera de Sao Brissos,próxima a Beja 10.

Cronológicamente, conceptuamos estas obrascomo las más tardías de la Lusitania. Schlunk lassitúa, junto con las últimas evoluciones emeritensesen el s. VII 11. A. Viana, considera incluso la posi-bilidad de atribuir estas obras a una poblaciónmozárabe, en el s. VIII 12.

Entre estos dos grupos a los que asimilamos nu-merosas piezas del total por afinidades existen di-ficultades de definición para aquéllas, cimaciosprincipalmente, paneles, alguna pilastra, que con-tienen temas geométricos (fig. 4). La concatenaciónde círculos, los rombos encadenados, y las imbrica-ciones son los más repetidos. Éstos, al no presen-tar rasgos que marquen una evolución, no son sus-ceptibles de un estudio comparativo ni cronológico.Del mismo modo, las columnas estriadas, lascolumnillas, los tenantes y los variados capiteles,al poseer un carácter decorativo estructural, pro-pio exclusivamente de su tipología, y poco infor-mativos de caracteres estilísticos clasificales, presen-tan el mismo problema (fig. 5).

En lo que se refiere a la valoración cuantitativa,un total aproximado de cuarenta piezas, suponenun material bastante considerable, que sin embar-go debe constituir sólo una parte. En la colina dela Muela, donde se encuentra la Alcazaba, y don-de han aparecido la mayoría sólo se ha excavadomuy someramente. De hecho, casi todas las piezashan sido encontradas directamente, reaprovechadas

3 SCHLUNK, H., Arte visigodo, ob. cit., figs. 265 y 266.4 CATTANEO, R., L’architecture en Italie du VIe siècle au XIe

siècle (Venecia, 1890), págs. 126 y 127, figs. 49, 27 y 57.TOZZI, M. T., Alcune esculture medievali della Campania,

«Bolletino d’arte» XXV pág. 277, fig. 6.5 SCHLUNK, H., Bizantinische Bauplastik aus Spanien:

«Madrider Mitteilungen» núm. 5 (1964), fig. 3.6 SCHLUNK, H., Arte visigodo, ob. cit., pág. 254.7 SCHLUNK, H., Ibid pág. 254, y El arte decorativo, ob. cit.,

pág. 22.8 SCHLUNK, H., Arte visig., ob. cit., pág. 254, fig. 264.

9 ALMEIDA, F. de, Arte visigótica em Portugal: «O arqueologoportugues», núm. 4, 1962, fig. 86, y VIANA, A., Visigótico de Beja,«Archivo de Beja», vol. VI, 1944, pág. 269.

10 Este mármol «Si ni igual al menos muy parecido al deBeja», habría sido extraído de las canteras de Sao Brissos, cercade Beja al no existir en las proximidades de Badajoz. Cfr. VIANA,A., ob. cit., pág. 291.

11 SCHLUNK, H., Arte visig., ob. cit., pág. 254.12 VIANA, A., Pax Iulia. Arte romano visigótico, «Archivo Es-

pañol de Arte», núm. 19, 1946, pág. 108.

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LAS PIEZAS VISIGODAS DEL MUESO DE BADAJOZ 51

en la construcción árabe posterior. Por otra parte,en la primera catalogación que realizó Romero deCastilla a finales del siglo pasado, descripciones nocoincidentes con las piezas conocidas, presuponenuna pérdida. Además atestigua el mismo Romerode Castilla que unas columnas estriadas, que en-tonces llegaban hasta catorce, fueron rebajadas yempleados en obras municipales 13. Hoy sólo co-nocemos tres (fig. 5).

Partiendo de las consideraciones anteriores, yjuzgando a la arqueología como única fuente deconocimiento, tratamos de interpretar algunos as-pectos relativos al Badajoz visigodo.

En primer lugar, el hecho de que todos los ha-llazgos, salvo dos o tres excepciones, se circunscribana la colina de la Muela o a sus inmediaciones, indi-ca que éste fue precisamente el lugar de asentamientodurante el período visigodo. Ahora bien, nos pre-guntamos si Badajoz fue sede de una ciudad, de unnúcleo de población, o solamente una basílica o cen-tro de una comunidad religiosa, como otros tantoscreados en este momento. Y si realmente fue un nú-cleo de población, qué importancia tuvo.

Ante la variedad que presenta este diverso gru-po de piezas en todos sus aspectos, suponemos laexistencia de más de un edificio. Es imposible re-ducir estructuras tan distintas a una sola edifica-ción. Cabría entonces plantearse el carácter funcio-nal de los edificios construidos.

A través de la decoración, se advierte una clarasimbología religiosa en un gran número de piezas,que indudablemente pertenecieron a edificios deesta significación, y además a más de uno, por lafalta de conexión tanto estilística como tipológica,ya consideradas. Por otra parte, es difícil precisarsi otras piezas cuya decoración no comporta nin-gún significado, pertenecieron a algún tipo de cons-trucción civil 14. Sin embargo, no descartamos la

posibilidad de su existencia. Los textos de dos cro-nistas árabes sobre el acto fundacional de Badajoz,como fortificación, por Ibn-Marwan, refieren al-gunos comentarios a la topografía y a la poblacióndel momento (año 875), que, aunque muy vagos,nos interesan como apoyo de esta hipótesis.

Ibn al Qutiyya (s. X) describe el momento enque Ibn Marwan, el caudillo rebelde que venía hu-yendo de Mérida pide al Emir una zona en Badajozpara establecerse estratégicamente. Dice Marwan alEmir: «Mi deseo es que se me deje libre Albashranal(o Basharnal), para restaurarla, fortificarla y poblar-la…», prosigue el comentario: «Este Albashranalestaba frente a Badajoz y entre ambos estaba el río:Fuele concedido el construir (restaurar o fortificar)a Badajoz al otro lado del río …» 15. El Basharnalha sido identificado con el cerro de Orinaza 16, jus-to enfrente de la colina de la Muela y con el ríopor medio como indica el texto. El cronista se estárefiriendo a las dos colinas gemelas que flanqueanel paso del Guadiana por Badajoz. Y fue el peñónde la colina de la Muela, el que en contra de la vo-luntad de Marwan se le asignó para construirBadajoz, o quizá para «restaurar o fortificar», comotranscribe indiferenciadamente el traductor, algo yaexistente. Efectivamente, Ibn Idhari, vuelve a co-mentar el asentamiento de Marwan en Badajoz, trassu asedio y rendición en Alanje: «… atacáronle conla catapulta hasta que se rindió y pidió por la se-guridad de su vida, expuso su cansancio y mal es-tado hasta que la autorizó el príncipe Muhammada marcharse a Badajoz para vivir allí. Era un pue-blo (qaria) donde vivió en soledad». Luego, comen-tando los sucesos del año siguiente dice: «Fue ibnMarwan quien construyó el campamento deBadajoz, donde tuvo su residencia y donde estabala gente de Mérida…» 17. Luego existía ya una vi-lla («qaria»), anterior a la llegada de Marwan, queéste fortificaría, poco después de su llegada, en elrecinto de la actual Alcazaba 18. Por lo tanto, pare-

13 ROMERO DE CASTILLA, T., Inventario …, ob. cit., pág. 46y 139.

14 Nos consta que piezas con decoración geométrica pudie-ron formar parte de edificios religiosos por referencias a las basí-licas del s. VII que aún quedan en pie, y aunque no se conservaningún testimonio de arquitectura civil visigoda, las fuentes es-critas manifiestan su lujo decorativo. Cfr. PAULO DIÁCONO, Li-bro de la vida y milagro de los Padres Emeritenses, trad. de SÁNCHEZ

LORO, D. (Cáceres, 1951), pág. 66, y AMADOR DE LOS RÍOS, Losmonumentos Latino-bizantinos de Mérida, Madrid, 1877, pág. 10.

15 Cfr. CODERA, F., Los Benimerwan en Mérida y Badajoz,«Estudios críticos de historia árabe española», Madrid, 1917,pág. 37.

16 MARTÍNEZ Y MARTÍNEZ, M., Historia del reino moro deBadajoz, Badajoz, 1904, pág. 69.

17 Cfr. TERRÓN ALBARRÁN, M., El solar de los aftasidas,Badajoz, 1971, pág. 628.

18 TERRÓN ALBARRÁN, M., Ibid., pág. 629.

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MARÍA CRUZ VILLALÓN52

ce ser que Badajoz, ya antes de la ocupación ára-be, existía como un núcleo poblado que supone-mos de continuación visigoda. Posiblemente, por-que estas noticias fueron distantes en el tiempo delmomento de los sucesos, los cronistas no hicieronmás comentario sobre esta pequeña villa.

Basándonos de nuevo en la arqueología, se pue-de puntualizar algo más. Según el estudio estilístico,es evidente que las piezas del primer grupo (s. VI)presentaban estrecha relación con las de Mérida,mientras que las últimas (s. VII) eran identificablescon las de Beja, en este momento en que Méridaseguía creando tipos diferentes a los de ambos cen-tros. Por lo tanto, esta pequeña villa, estuvo másvinculada en principio a Mérida, al menos en elcampo de las relaciones artísticas, de la que se des-ligó en el s. VII en favor de Beja.

Cronológicamente, las creaciones más tempra-nas pertenecen al s. VI y las más tardías al s. VII, ycomo muy tarde a principios del s. VIII. En esteperíodo del s. VI al VIII, poniendo fechas límites,se observa una continúa evolución de formas que

respondió a momentos de creación sucesivas, enque, sin que nos sea posible precisar con exactitud,advertimos una línea de vida continuada.

En resumen, sintetizando las deducciones ex-puestas, se puede decir que Badajoz visigoda de-bió ser una aldea de valor secundario, asentada enla Colina de la Muela y con una jerarquía de or-den eclesiástico. En el plano de sus actividades, pri-mero estuvo relacionada con Mérida y luego conBeja. Finalmente, su vida queda documentada conuna continuidad, desde mediados del s. VI hastaprincipios del s. VIII.

Estas conclusiones, limitadas y de carácter hi-potético, son muy relativas como consecuencia dela naturaleza escasamente informativa de este ma-terial que ni siquiera ha aparecido «in situ», y quepor otra parte, como hemos advertido, es muy po-sible que constituya sólo una parte. Aportamos es-tas primeras consideraciones en espera de una ma-yor adquisición documental el día que se lleve acabo el interesante proyecto de excavaciones en LaAlcazaba.

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Influencias de grabados germánicos en la pintura española del siglo XVII:Aldegrever y Zurbarán

JUAN MIGUEL SERRERA CONTRERAS

Resulta innecesario a la altura en que encuen-tran los estudios sobre Zurbarán tratar de explicaro de justificar el empleo de grabados por parte delmaestro. Los estudios, entre otros, de Angulo,Guinard, César Pemán, Martín Soria y PitaAndrade han ido mostrando cómo Zurbarán, aligual que casi todos los pintores de su época, utili-zó grabados y estampas como base para sus com-posiciones. Por ello, el presente trabajo se limitaúnicamente a señalar el origen gráfico de los Evan-gelios del Museo de Bellas Artes de Cádiz, al tiem-po que se hacen algunas consideraciones sobre lasinterrelaciones entre escultura y pintura que plan-tea la utilización simultánea por pintores y escul-tores de unas mismas fuentes gráficas de inspira-ción, y sobre las diferencias y similitudescompositivas de la pintura sevillana de la segundamitad del siglo XVI y del XVII que derivan del em-pleo en esas dos épocas de unos mismos grabados.

Las pinturas del retablo mayor de la Cartuja deNuestra Señora Santa María de la Defensión deJerez de la Frontera se pintaron entre 1637 y 1639.Actualmente se encuentran repartidas entre losmuseos de Grenoble, Nueva York y Cádiz. En esteúltimo están los Evangelistas que se comentan, pro-cedentes del citado retablo 1. César Pemán recons-truyó el conjunto teniendo en cuenta descripcio-

nes literarias, las medidas de las pinturas y escul-turas conservadas, su iconografía y los datos sumi-nistrados por las huellas dejadas por el propio re-tablo en el enlucido de los muros de la iglesia 2.Según esta reconstrucción, los Evangelistas, siguien-do unas complejas pero exactas reglas iconográficas,estaban colocados sobre los cuatro grandes lienzoslaterales del retablo y no en el banco, como hastaentonces se había creído. Este carácter complemen-tario, sus cualidades pictóricas y el hecho de quepor aquellos años el taller de Zurbarán tuviera querealizar simultáneamente las pinturas de ese reta-blo y las de la sacristía de Guadalupe, justifican ple-namente las dudas que siempre se han tenido so-bre su ejecución por el pintor de Fuente de Cantos.

Martín Soria los considera obra de discípulosrealizada sobre dibujos del maestro, criterio quecomparten Guinard y César Pemán 3. Sin embar-go, este carácter de obra de taller no invalida enningún momento el considerarlos como suyos. Losmaestros contrataban, firmaban y ejecutaban lasobras, pero en esta última tarea el taller jugaba unpapel fundamental. Esta masiva actuación confirióa la pintura sevillana del siglo XVI un carácter casimedieval, sentido que en gran parte pasó a la delXVII. Por eso, aunque los Evangelistas del Museo

1 San Juan, L. 0,65 x 0,63 m.; San Mateo, L. 0,65 x 0,63m.; San Marcos, L. O,55 x 0,53; San Lucas, L. 0,55 x 0,53 m.Cádiz, Museo Provincial de Bellas Artes, núms. 77-80.

2 PEMÁN, César, La reconstrucción del retablo de la Cartujade Jerez de la Frontera, «Archivo Español de Arte», 1950, págs.203-227, láms. I y II.

3 SORIA, Martín, The Paintings of Zurbaran, Londres, 1953,pág. 165.

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de Cádiz no los pintara Zurbarán, sino su taller, síentran de pleno dentro de su obra. Y ello, no sóloporque poseen ese carácter propio de las obras delmaestro que Gallego define como «zurbaranesco» 4,sino especialmente porque formaron parte de unretablo que contrató y firmó Zurbarán, quien eli-gió como base de su composición los Evangelistasgrabados en 1539 por Aldegrever 5.

La dependencia de estos grabados es total en lasfiguras de San Mateo y de San Juan, y algo menoren la de San Lucas, cuyo modelo repite en la deSan Marcos. Subordinación que alcanza inclusohasta la forma en que se presentan al espectadorlos Evangelistas, vueltos tres cuartos hacia la dere-cha San Mateo y San Marcos y en igual giro haciala izquierda San Juan y San Lucas, posiciones enque aparecen esos mismos personajes en los graba-dos. En San Mateo (figs. 1 y 2) la copia es com-pleta y alcanza no sólo a las imágenes de los Evan-gelistas y del ángel, sino también a los detallesaccesorios, como la filacteria que este último sos-tiene en sus manos. Igual fidelidad presenta SanJuan (figs. 3 y 4), en cuyo caso Zurbarán sólo su-primió la pequeña imagen de la Virgen que apare-ce en el ángulo superior derecho del grabado, omi-sión debida a la inserción del lienzo en el programaiconográfico general del retablo. Frente a la exactareproducción de los grabados de los dos lienzosanteriores, en el de San Lucas únicamente sigue lacomposición general de la figura, que mantiene elencuadre y colocación de piernas del modelo deAldegrever. Esta misma ordenación la repite, aun-que invertida, en San Marcos, en el que se aleja aúnmás del precedente grabado.

Más interesantes aún que estas claras y eviden-tes dependencias compositivas resultan las simili-tudes de tipos y expresiones de rostros y de plega-dos y distribuciones de paños. En San Mateo elpintor repite exactamente el rostro y expresión fa-cial del Evangelista del grabador. La misma seme-janza presenta el ángel que acompaña al Evange-lista en el grabado de Aldegrever y en el lienzo deZurbarán; semblante éste que, como señaló César

Pemán 6, el pintor vuelve a reproducir en el SanJuan Evangelista del mismo retablo. Esta identidadtiene su origen en Aldegrever, quien a su vez repi-te en esas dos figuras el mismo tipo y expresión derostro. Esta semejanza fisonómica entre los mode-los del grabador y del pintor alcanza incluso hastala representación de San Marcos, la figura más ale-jada de los modelos grabados.

Especialmente significativas son las coincidenciasque presentan los paños de las figuras de Zurbarány Aldegrever, similitud que se evidencia claramenteen San Mateo, la figura que con más fidelidad re-produce el grabado. En los dos casos la distribucióny el plegado de los tejidos son similares; con un di-bujo más incisivo y menudo en el grabado y con unjuego de luces más contrastante en la pintura, perosiguiendo un mismo ritmo y ordenación. Con ellose puede observar cómo hasta en uno de los carac-teres más genuinamente zurbaranesco de toda suobra, el tratamiento de los paños, el maestro y sutaller siguen fielmente esquemas ajenos, aunque esosí, logrando a siempre a partir de ellos resultados dis-tintos, «zurbaranescos».

Esta semejanza de los paños de Aldegrever yZurbarán se relaciona íntimamente con los valoresescultóricos de las figuras del maestro extremeño,carácter evidente en el San Juan Evangelista del re-tablo de la Cartuja de Jerez. Una de las causas quesiempre se ha aducido para ello ha sido la influen-cia que la escultura policromada sevillana —en es-pecial la de Martínez Montañés y Juan de Mesa—ejerció sobre su obra. Su clara tipología de «santosimitación de talla», como los define Gallego 7, tie-nen evidentemente su origen en estos precedentesescultóricos. No obstante no hay que olvidar losvalores pictóricos de gran parte de la imagineríasevillana de aquella época. En su frontalidad, el SanJuan Evangelista de Martínez Montañés del monas-terio sevillano de Santa Paula es una simpletrasposición al espacio de los valores pictóricos dellienzo de Zurbarán. Estas interrelaciones típica-mente manieristas que perduran en el arte barrocotienen su origen en el empleo simultáneo por pin-tores y escultores de unas mismas fuentes gráficas

4 GALLEGO, Julián, Zurbarán, 1598-1664. Biografía y Aná-lisis crítico, Barcelona, 1976, pág. 58.

5 HOLLSTEIN, F. W. H., German Engravings, Etchings andWoodcuts, Amsterdam (1954 ss.), vol. I, núms. 57-60.

6 PEMÁN, César, Catálogo del Museo Provincial de Bellas Ar-tes de Cádiz (Pinturas), Madrid, 1964, pág. 139.

7 GALLEGO, Julián, Zurbarán, op. cit., pág. 45.

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INFLUENCIAS DE GRABADOS GERMÁNICOS EN LA PINTURA ESPAÑOLA DEL S. XVII 55

de inspiración: en el caso de Zurbarán y MartínezMontañés los grabados de Aldegrever. Ellos son losque hacen que el San Juan Evangelista del Maes-tro de Fuente de Cantos recuerde en su volumetríael del escultor de Alcalá la Real, cuya frontalidad asu vez remite al que Zurbarán pintó para el reta-blo de la Cartuja de Jerez.

No resulta extraño la elección por Zurbarán delos grabados de Aldegrever. Durante todo el sigloXVI y XVII el arte sevillano, al igual que todo eloccidental, siguió unas claras tipologías en las fi-guras de los Evangelistas. Uno de estos prototiposes el que deriva de los dibujos de Giulio Romano,sucesivamente grabados con algunas modificacio-nes por Agostino Veneziano (fig. 5) y Aldegrever 8.El empleo sistemático de estos mismos modelos eslo que motiva que tanto los Evangelistas deEsturmio del retablo de ese nombre de la catedralsevillana (fig. 6), los de Luis de Vargas del altar delNacimiento del mismo recinto, los de bajorrelievede Jean Goujón del Louvre, los pequeños cobresde finales del XVI con San Marcos (fig. 7) y SanLucas de una colección particular canaria, el SanJuan Evangelista de Juan de Salcedo de la parro-quia del Viso del Alcor (fig. 8), el San Juan Evan-gelista de Martínez Montañés del monasterio deSanta Paula, los de Zurbarán que se comentan yhasta los de Baltasar de Echeve Ibía en México pre-senten la misma estructura compositiva 9. Esquema

éste, que dentro de sus diferencias de encuadres, es-pacios, puntos de vista, colores y tratamiento de lasfiguras, mantiene a través del tiempo y del espacioun mismo criterio compositivo.

Con ello se aprecia como las diferencias que aveces existen entre la pintura sevillana de la segun-da mitad del siglo XVI y la del XVII, y en generalla de esas dos épocas, se deben no tanto al empleode distintas fuentes grabadas, sino más bien a unadiferente utilización de las mismas. En su localiza-ción y estudio comparativo se puede detectar cómopartiendo de unas mismas fuentes grabadas, la pin-tura sevillana de la segunda mitad del siglo XVI,provincia artística de segundo orden respecto a laitalo-flamenca, se transforma en la centuria siguien-te en un centro creador o irradiador de arte.

Estas grandes diferencias y similitudes existen-tes entre la pintura sevillana de esas dos épocas queobedecen al empleo de unos mismos grabados, sehacen evidentes en el estudio comparativo de losEvangelistas de Esturmio y Zurbarán, ya que en losdos casos las figuras se inspiran en los que dibujó

8 Los Evangelistas de Agostino Veneziano están basados enlos dibujos de Giulio Romano, cf. Bartsch, Adam, Le peintregraveur, Viena, 1920, vol. XIV, núms. 92-95, págs. 45-46.

9 Los Evangelistas de Esturmio pueden representar perfec-tamente dentro de la pintura sevillana esa tipología común a todoel arte occidental, ya que están inspirados tanto en los grabadosde Agostino Veneziano como en los de Aldegrever (figs. 5 y 6).PASSAVANT, J. D., El arte cristiano en España, Sevilla, 1887,pág. 252, fue el primero que estableció sus relaciones con los gra-bados de Agostino Veneziano; sus dependencias con los deAldegrever las determinó por primera vez Justi, Carl, Misscellaneenaus drei Jahrhunderten Spanischen Kunstlobens, Berlín, 1908, vol.II, pág. 338. Sobre ellos véase ANGULO ÍÑIGUEZ, Diego, Pinturadel Renacimiento, «Ars Hispaniae», vol. XII, Madrid, 1954,pág. 213, fig. 220. El mismo carácter ecléctico presentan losEvangelistas de Luis de Vargas del altar del Nacimiento de la ca-tedral sevillana, cf. Angulo Íñiguez, op. cit., pág. 215. Los Evan-gelistas de Baltasar de Echeve Ibía más que reproducir algunasde estas dos versiones, lo que hacen es mantener una tipologíaclaramente manierista, inspirada lógicamente en grabados delXVI. De todas las maneras hay que resaltar las analogías compo-sitivas que presentan San Mateo y el modelo de Aldegrever, cf.TOUSSAINT, Manuel, Pintura colonial en México, 1965, págs. 84-97, figs. 140-141.

Frente a este criterio ecléctico, en otras ocasiones los artistasse han limitado a reproducir algunas de las dos versiones graba-das. Así totalmente copiados de los grabados de AgostinoVeneziano están dos pequeños cobres con San Marcos (fig. 7) ySan Lucas —0,20 x 0,15 m.— de una colección particular deTenerife. En ellos están ausentes esas modificaciones compositi-vas que Zurbarán introduce en sus Evangelistas, y que hacen que,aunque simple copia de los grabados, presenten caracteres total-mente distintos de los modelos que copian. Por el contrario, aun-que inspirados en los Evangelistas de Agostino Veneziano, los deJean Goujon presentan caracteres propios, que les convierten enauténticas obras de arte, cf. B (eaulieu), M(ichele), Jean Goujon,en L’Ecole de Fontainebleau, París, 1972, págs. 387-389,núms. 521-524, fig. 521.

Los grabados de Aldegrever han servido asimismo numero-sas veces de fuente de inspiración a los artistas, tanto pintorescomo escultores. Así Juan de Salcedo en el San Juan Evangelistaque en 1557 pinta en un retablo de la parroquia del Viso delAlcor, tabla, 0,51 x 0,56 m. (fig. 8) reproduce esta misma figuradel grabador alemán, cf. HERNÁNDEZ DÍAZ, José, y SANCHO COR-BACHO, Antonio, Edificios religiosos y objetos de culto saqueadospor los marxistas en los pueblos de la provincia de Sevilla, Sevilla,1937, pág. 214. En este mismo grabado creemos que se inspiraMartínez Montañés para componer su San Juan Evangelista delMonasterio sevillano de Santa Paula, cf. HERNÁNDEZ DÍAZ, José,Juan Martínez Montañés. El Lisipo andaluz. (1568-1649), Sevi-lla, 1976, págs. 93-94, lám. 15. Sobre la utilización de los gra-bados de Aldegrever en la decoración pictórica de la cerámica,cf. SIMOES, JOAO DOS SANTOS, Sobre a «Porcelana dos Médicis»do Museu, «Boletín do Museu Nacional de Arte Antiga, vol. III,núm. 4, Lisboa, 1958, págs. 25-26, lám. 1.

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Giulio Romano, si bien Esturmio sigue más de cer-ca los grabados por Agostino Veneziano y Zurbaránreproduce fielmente los de Aldegrever 10. Ahorabien, aunque en ambos casos los cuadros repitenun mismo tipo de esquema compositivo, los resul-tados que se obtienen remiten a dos mundos pic-tóricos totalmente opuestos: al maniorista del pin-tor holandés y al barroco del maestro extremeño.

Prescindiendo del color, elemento ausente en losgrabados, dos grandes diferencias compositivas se-paran las pinturas de Zurbarán de las de Esturmio:su tratamiento espacial y el punto de vista. En elprimero de estos aspectos, tanto en los grabados deAgostino Veneziano como en los de Aldegrever, losEvangelistas aparecen entre nubes en espacios to-talmente irreales. Esturmio mantiene este mismotratamiento en los Evangelistas de la zona superiordel retablo. En los del segundo cuerpo introduceunas referencias paisajísticas ausentes en los graba-dos. En estas zonas, que unos troncos de árbolessobre los que las figuras parecen descansar enlazancon las superiores, el pintor sitúa unos espacios apa-rentemente reales. Sin embargo, la presencia enellos de unas aves emblemáticas y de unos paisajesy ruinas totalmente inspirados en grabados remi-ten de nuevo a espacios, si no irreales como los delos grabados, si ideales o pictóricos.

Frente a este tratamiento típicamente manieris-ta, los troncos de árboles que en los cuadros deEsturmio enlazan espacios irreales y pictóricos sir-ven a Zurbarán para concretizar lo terrenal de susfiguras. En efecto, los Evangelistas del Museo deCádiz aparecen apoyados sobre unos troncos quedejan ver unos paisajes al fondo; espacios igualmen-te ideales o pictóricos, pero en los que las figurasse insertan sin ese carácter puramente irreal de losgrabados y de las tablas de Esturmio. Zurbaránvuelve con ello al sistema espacial unitario de losgrabados y abandona el juego contrastante de losde Esturmio. Sigue un camino similar al que em-pleó el joven Velázquez en su San Juan de la Gale-ría Nacional de Londres, figura que igualmente

10 Una muestra del eclecticismo compositivo de Esturmioes la figura del Evangelista San Lucas. Su composición generalreproduce la de San Juan de Aldegrever; sin embargo, el rostroestá inspirado en el San Mateo de Agostino Veneziano, totalmenteopuesto al juvenil del primero.

aparece recostada sobre un tronco de árbol que asu vez configura un paisaje. Pero el proceso de imi-tación de lo humano, el presentar a los Evangelis-tas bajo un aspecto nuevamente humano, se evi-dencia con más rigor en Velázquez. Diferencia quese debe en gran parte a la absoluta dependencia deZurbarán de los grabados, relación que en Veláz-quez, como siempre, sirve únicamente como pun-to de partida. En su caso se inspira igualmente eneste mismo tipo de grabados, e incluso en algunosanteriores, como el de Schongauer, pero lograndouna reinterpretación genial, que convierte la figu-ra ideal de los grabados en el «mozo arrogante ysin espiritualidad» que describe Gallego 11.

El otro factor compositivo que diferencia losEvangelistas de Esturmio y de Zurbarán es el pun-to de vista. Siguiendo unas reglas compositivas ba-rrocas Zurbarán se acerca en estos lienzos a los per-sonajes, a los que contempla bajo un punto de vistapróximo. Intensifica aún más que en los grabadosla proximidad ideal del espectador a las figuras, loque hace que desaparezcan del encuadre la parteinferior de las imágenes. Emplea un criterio total-mente opuesto al de Esturmio en sus Evangelistas,figuras distantes y ajenas al mundo de los fieles,quienes solamente a través de las nubes consiguendesvelarlos.

Estas diferencias compositivas de espacios y depunto de vista dan lugar a que, aunque simple re-producción a color de los grabados, los Evangelis-tas de Zurbarán se inserten en un mundo barrocototalmente opuesto al manierista de los de Estur-mio y Aldegrever. Modificaciones que, unidas a supeculiar manera de entender la luz y el color, ha-cen que, aunque simple copia de los grabados deAldegrever, los Evangelistas de la Cartuja de Jerezde la Frontera presenten ese carácter «zurbaranesco»de las obras del maestro de Fuente de Cantos.

11 GALLEGO, Julián, Velázquez en Sevilla, Sevilla, 1974,pág. 160.

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Grabados y viñetas satíricas en Galicia (1919-1939): Castelao y Maside

M.ª LUISA SOBRINO MANZANARES

Pretende este trabajo hacer un análisis de la obragráfica —viñetas, aguadas, grabados, etc.— con pieescrito, e intención político-social que en periódi-cos o recogida en Álbumnes, publicaron estos dosartistas, sin duda las figuras más representativas delarte gallego de entreguerras.

He elegido estos años porque a ellos pertenecenla mayoría de sus obras satíricas. La exposiciónitinerante de dibujos de Castelao, reunidos poste-riormente en 1931, en el Álbum «Nos» 1, marcaríael inicio de un período de intensa actividad quedespués de 1939, raras veces volverán a repetir.

La obra gráfica de Alfonso R. Castelao (nacidoen 1886), más conocida por la abundante biblio-grafía sobre las distintas facetas de su personalidadcomo político o escritor, así como por las nume-rosas reimpresiones que de ella se están haciendo,constituye un aspecto fundamental dentro de sulabor artística. La de Carlos Maside (nacido en1897) todavía casi desconocida, es sólo una técni-ca más de su polifacética obra 2.

Ambas tuvieron una enorme significación no sóloen cuanto a un orden de contenido, también en elcampo de las formas. Aportaron nuevos modos deexpresión al humorismo plástico o caricatura, con-siderada entonces como un género menor, dándoleuna verdadera dimensión artística, algo similar a loque por los mismos años ocurría en Alemania.

EL HUMOR COMO CRÍTICA SOCIAL

Tanto Castelao como Maside coinciden en susdibujos en el planteamiento real de la situación ga-llega de la época, utilizando una postura crítica dis-frazada con el arma del humor.

La novedad de este planteamiento estriba en quepor primera vez rompen con la visión folklórica ynaturalista con la que los pintores de principios delsiglo XX representaban las escenas populares en lapintura gallega. Bajo su enfoque satírico ponen derelieve la miseria, la incultura, la opresión que elcampesino gallego en su fatalismo, aceptaba comotaras naturales, denunciándolas como fruto de unasituación a la que puede ponerse remedio.

Su temática, referida casi siempre a los foros —los trabucos como los llama Castelado—, la emi-gración, los abusos del caciquismo, etc., eran unaforma activa de incidir en la situación y de con-cienciar al pueblo. Sus protagonistas: los campesi-nos, hombres, mujeres y niños rurales con los quelos dos dibujantes gallegos se identifican, y a quie-nes tratan siempre desde una óptica de ternura quese contrapone al tratamiento de señoritos, caciquesburócratas y políticos, ridiculizados, hablando elcastellano frente a la lengua gallega que utilizan lospaisanos en sus leyendas.

Toda esta iconografía popular estará, coinciden-temente, tomada por ambos en los mismos luga-res, el paisaje urbano de Santiago de Compostela,donde los jueves de Feria o los domingos, teníanpunto de reunión la gente de las aldeas vecinas.Campesinos, traficantes de ganado, pordioseros,

1 CASTELAO, Nos, Madrid, 1931.2 Maside alcanzaría más renombre como dibujante, graba-

dor o por su pintura al óleo que como dibujante de viñetas.

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ciegos, etc. sirvieron como modelo en la creaciónde unos tipos, de unas vestimentas y de unos ade-manes familiares que veremos repetirse en susviñetas.

Pero no nos haga pensar esto que su representa-ción es algo así como un repertorio de personajeslastimosos que despiertan nuestra conmiseración,o que su defensa posee la obviedad descriptiva deun panfleto social. En la obra de ambos resaltacomo fundamental condición su carácter sintético.Su dibujo lineal de un solo trazo fino y cerrado sinhuella de claroscuro —en muchos casos—, sin ape-nas decorado, definen una situación concebida conla mayor economía de medios. «Una comedia o undrama nun dibuxo leese de una sola ollada, e coniso aforrase atención» —dice Castelao 3.

Este sintetismo debido en gran parte a unas ne-cesidades gráficas, responde al deseo de despojarsede todo lo innecesario y retórico, y de esta formahacer solamente de la imagen una solicitación vi-sual, ya que la comunicación se realizaba en el pieescrito.

En segundo lugar creo que hay que señalar comocarácter común en la obra de ambos la tipificación,su capacidad para crear personajes y actitudes, es-tableciendo sus características más notables conmuy pocos rasgos, sólo aquéllos más precisos ydefinitorios.

Resalta igualmente la expresividad del gesto, elefecto de un rostro o la forma de unas manos quese convierten en signos cargados de intención psi-cológica, en expresión de actitudes anímicas.

A estas tres características que son comunes aambos y que podrían señalarse como condición detodo buen caricaturista —cuyo mejor ejemplo po-dría ser Daumier—, habría que añadir un carácterlineal en el dibujo de Castelao y Maside, proceden-te de la influencia del modernismo europeo, desdeel Jugenstil alemán a la caricatura francesa de prin-cipios de siglo. Ello es, por otro lado, una influen-cia general en los caricaturistas españoles de la épo-ca como Bagaria, humorista catalán con el que losartistas gallegos tienen puntos de contacto.

Ahora bien, se puede observar en la obra deCastelao y Maside una naturaleza común que las

define y caracteriza. Su enraizamiento con lo po-pular gallego. Esto viene dado, más que por unasformas artísticas, indudablemente bastante refina-das, por su mismo sentido humorístico, porque lavisión de la vida que ellos presentaban, nace deidéntico modo de razonar con ironía torva del cam-pesino gallego.

Los problemas sociales que vive la Galicia deentonces son testimoniados y denunciados en susviñetas bajo ese mismo humor socarrón y con re-tranca del labriego, que es —según Castelao— ladefensa de los desengañados. De esta manera lle-gaban mejor a un público mayoritario, eran máscomprensibles para el estamento al que iban diri-gidas, y su crítica más efectiva.

Hay que señalar, sin embargo, diferencias dematices entre el humor de Castelao y el de Maside.Mientras que en el primero la actitud irónica iríainvariablemente unida a una actitud sentimental,agudizada desgarradoramente en los «Álbumnes deGuerra», en Maside la ironía se volverá más pun-zante, menos sentimental, convirtiéndose a vecesen una sátira cruel.

Una vez contemplada la obra gráfica de ambospintores de un modo general, podrían señalarse dis-tintos períodos e influencias en su evolución, la cualresponde, más que a una dialéctica de estilo, a unarespuesta eficaz ante una situación de crisis.

Se puede considerar a Castelao como el intro-ductor de la caricatura en Galicia, iniciándoseesporádicamente en este género en una Exposiciónde 1908 y colaborando en 1909 en la revistaviguesa «Vida Gallega». El humor intranscendentede estos primeros momentos, del que renegara añosdespués es pronto sustituido por un tipo de viñetacomprometida con los problemas sociales deGalicia que aparecen ya en su periódico rianxeiro«El Barbero Municipal», y sobre todo en viñetassueltas reconocidas, después, en el Álbum «Nos».

Estos dibujos a tinta responden a un modo dehacer que va a ser peculiar en sus ilustraciones: Pre-dominio de la línea fina y continua de la plumillasobre blanco como único soporte del dibujo, aun-que en algunas la sustituya por el trazo corto e in-clinado, dando un ligero sombreado en las partesmás expresivas, o incluso, en las menos, dejandola figura blanca violentamente recortada sobre elfondo negro o a la viceversa.

A los tres tipos de dibujo responde el más delmillar que con el título genérico de COUSAS y

3 CASTELAO, Humorismo, dibujo humorístico. Caricatura.Conferencia. Marzo 1920, La Coruña, 1961.

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GRABADOS Y VIÑETAS SATÍRICAS EN GALICIA (1919-1939): CASTELAO Y MASIDE 59

COUSAS DA VIDA publica en los periódicos: «ElSol» (1918-1922), «Noroeste» (1918), «Galicia»(1925) «Faro de Vigo» (1925-26 y 1930-1932), asícomo los dibujos que solían publicarse los domin-gos en estos últimos periódicos, seguidos de unacopla de ciego, algunas redactadas por él, cuandono era popular, a las que titula OS CEGOS.

Estas viñetas, cuyas leyendas encierran toda unafilosofía popular, puede que hayan surgido influen-ciados por las caricaturas de un dibujante gallegoemigrado a la Argentina y al que es probable queCastelao conozca en su adolescencia, o después, através de revistas que le llegaban de Buenos Aires.Lo que si es evidente es que se relacionan con lasviñetas que por aquella época publicaban los mejo-res caricaturistas europeos en la revista francesa«L’Assiette au Beurre» y la alemana «Simplicissimus».

Luis Seoane 4 señala incluso la influencia queejercieron estas revistas en su época formativa.Castelado poseía álbumnes recogiendo números deprincipios de siglo de «L’Assiette au beurre», unode los cuales regalaría en 1932 a Maside.

Revisando los ejemplares de esta revista france-sa, podrían señalarse algunos puntos de contactocon los caricaturistas de entonces. Por ejemplo conel greco-francés Galanais, o con el sueco Stenleincuya actitud de defensa de los obreros parisinos,coincide con la de los campesinos gallegos deCastelao. Se señala también, en los pies de los di-bujos, la influencia de Forain, un caricaturista con-servador que encabezaba entonces la sátira políticafrancesa.

Sin embargo, el carácter sintético del dibujo deCastelao tuvo, probablemente, más que ver con elde los dibujantes del grupo «Simplicissimus» deMunich, tan deudores como los franceses de los ja-poneses, entre los que se destacaron Th. Heine,Karl Arnold, el sueco Blix, Grossman, y sobre todoel noruego Gulbransson que ejerció una gran in-fluencia en la caricatura de los primeros años desiglo, y con cuyo sintético dibujo, el de Castelaotiene puntos de contacto. Me refiero a la genera-ción de dibujantes, provenientes muchos delJugenstil, anteriores al Segundo Expresionismo deOtto Dix y George Grosz. Precisamente, la visión

agriamente irónica de este último, opuesta a la deCastelao, desagradaría al dibujante gallego, del quedice: «ten a mentalidade ruin de ilustrador espon-táneo de café cantante» 5.

Lo que no sabemos, es si llegaría a conocer a estegrupo de dibujantes antes de su estancia en Munichen 1921. Es entonces cuando habla de ellos, en susartículos de la sección «O meu diario» de la Revis-ta «nos» 6 en la que recoge los recuerdos de su via-je por Francia y Alemania. Lo que no es tan segu-ro es que en Alemania, conozca la obra de KatheKölwitz, de la que no hace ninguna mención enestos artículos —aunque según Seoane— gustabacitarla 7.

Sin ningún tipo de ironía, los dibujos y graba-dos de esta artista alemana denunciando las clasesoprimidas de su país, son los, quizá, estén más cercade los de Castelao. No hay más que comparar al-gunos de los aguafuertes de la serie «La Guerra delos Campesinos» de aquélla (realizados entre 1901y 1908) y algunos dibujos a plumilla del ÁlbumNos, para ver como ambos coinciden en la mismaactitud sentimental ante lo que pintan e incluso,como su dibujo posee igual fuerza, y sobre todo,como tratan un tema poco frecuente en la carica-tura, el del campesino, en una época en la que casisiempre era el proletariado urbano el principal pro-tagonista de este género.

Creo que en esta relación se podría hablar me-jor de coincidencias que de influencias.

LAS VIÑETAS DE CARLOS MASIDE

Más joven que Castelao, Carlos Maside comien-za precisamente su labor artística como dibujantede viñetas, cuando es contratado por el periódico«Faro de Vigo» en 1925.

Tras un vago aprendizaje anterior como diseña-dor de publicidad y más tarde como caricaturistade personajes, se inicia en la viñeta social. Con ella

4 SEOANE, Castelao artista, en «Castelao» Enciclopedia Ga-llega, núm. 77, Santiago, 1974.

5 CASTELAO, Do meu diario, en «Nos», Orense, julio, 1923, 4.6 Art. cit.7 Seoane lo cita en La Enciclopedia Gallega núm. 77 dedi-

cado a Castelado, 199, también en «George Crosz» (La Coruña,1975) pero no en trabajos anteriores como «Castelao artista»(Buenos Aires, 1969).

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M.ª LUISA SOBRINO MANZANARES60

sostendría un digno mano a mano con Castelao enlos periódicos vigueses «Faro de Vigo» y «PuebloGallego» cuando en 1926 vuelve éste al «Faro» yMaside pasa a colaborar con el «Pueblo Gallego».

La formación de Maside como dibujante satíri-co creo que puede entroncarse claramente conCastelao, no sólo por la influencia de su obra ar-tística, sino a través de sus escritos, conferencias eincluso de su trato personal. Es lógico que las con-cepciones artísticas de Castelao, su conocimientode la vanguardia europea, su búsqueda de un arteenraizado con la tradición y con el arte popular,encontraran pronto eco en el joven Maside.

Observamos en estas viñetas de 1926, parecidatendencia a la sintetización, un dibujado lineal si-milar —quizá algo más rígido y anguloso—, el mis-mo tipo de humor en sus leyendas aunque sin lagarra y la transcendencia de las de Castelao.

Su labor se interrumpe a finales de 1926 y nose renovará hasta el 30 tras una estancia en Parísde un año, becado por la Diputación de Ponteve-dra. Es contratado entonces por la revista madrile-ña «La Nueva España», colaborando con una seriede grabados sobre cartulina enyesada, cuya técnicahabía aprendido en París.

Si comparamos aquellas primeras viñetas de1926 y éstas del 30 vemos, que de la línea fluidacon la que antes construía la imagen, pasa a la man-cha plana, destacando sus perfiles rígidos y angu-lares, por el violento contraste del blanco y del ne-gro. Su técnica que las emparenta a la de losgrabados populares, busca la ejecución ruda, el de-jar la huella de su proceso manual tratando de ha-cernos sentir su sensación matérica. De esta formasus signos adquieren una existencia real, se ofrecencomo «cosas» cargadas de fuerza propia y no sólocomo medio para representar «cosas».

Se observa en ellas una mayor sintetización. Sóloqueda lo necesario para actuar como estímulo ysuscitar en el espectador un juicio, incitándole aque toma una postura. Su gran fuerza expresivabasta para transmitirnos un significado que Masidesubraya por una corta leyenda, o mejor, un títuloempleado, en muchos casos, en sarcástica contra-posición.

Basten títulos como «La elocuencia», «Ha pasa-do el orden», «La carga», «Veinte mil muertos enbusca de autor», etc., la distorsión del espacio, laviolencia del contraste entre el blanco y el negro,la rigidez formal, o el tratamiento de unos rostros

despersonificados en una masa anónima de vacia-das cuencas, son la denuncia implacable de la vio-lencia y del abuso de poder de una dictadura quemoribunda daba sus últimos coletazos.

La crítica velada por un humor amable y a me-nudo ingenuo del año 26, se convierte aquí en pun-zante ironía, bien lejos de toda actitud sentimen-tal. Maside se aparta de la influencia de Castelao ysu enfoque está ahora más cercano al de los graba-dores expresionistas alemanes. Ahora bien, creo quecabe distinguir entre el tratamiento formal y la in-tención satírica. Su concepción estilística se acer-ca, por su técnica, a aquélla de los grabadores enmadera (Beckmann, Pechstein, Kirchner, Schmidt-Rottluff, etc.) que también recurren a las formasdel grabado popular, e incluso, de manera clara, ala obra del grabador flamenco, algo más joven queellos, Frans Masereel, al que Maside descubriría enParís y por el que se sintió interesado.

La intención satírica está, sin embargo, más cer-cana a la sátira cruel de Grosz, quizá porque Masidepasa de pintar un pueblo sacrificado a los sacrifi-cantes del pueblo y su actitud hacia ellos no es pre-cisamente caritativa.

Maside acabaría mitigando la agresividad de sucrítica para volver, en su nueva colaboración para«El Pueblo Gallego» en 1934 y de nuevo a un hu-mor más cercano a la socarronería popular. El cam-bio de contexto político, de una publicación deámbito nacional a una de ámbito local y de unatécnica de grabado al antiguo dibujo de plumilla,condicionarían de nuevo la creación de sus imáge-nes. Éstas, realizadas hasta 1936, se acercan a aque-llas realizadas diez años antes, quizá ahora másinfluenciadas por otras técnicas que Maside reali-zaba entonces: estilizados dibujos a plumilla quedenominaba «Estampas» o incluso, de nuevo, porla caricatura francesa de principios de siglo.

DE NUEVO CASTELAO

Quiero terminar este trabajo citando los Ál-bumnes de Guerra de Castelao que ponen fin a unimportante período de arte gallego.

El comienzo de la guerra sorprende a Castelaoen Madrid, contrariamente a Maside que queda enzona nacional. Desde Madrid viaja a Barcelona yValencia; en esta última ciudad pública, en 1937,los Álbumnes de Estampas «Galicia Mártir» 8 y

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GRABADOS Y VIÑETAS SATÍRICAS EN GALICIA (1919-1939): CASTELAO Y MASIDE 61

«Atila en Galicia» 9, y en 1938 en Nueva York, adonde acude enviado por el Ministerio de Propa-ganda de la República, «Milicianos» 10.

Como en el caso de Maside su estilo cambia antela crisis política. Cambia también la técnica utili-zando ahora la aguada. Abandona la línea defini-dora de entonces, para volcarse en el dramático cla-roscuro de la mancha. La sintetización formal esahora menor, las figuras quedan fuertemente mo-deladas, rostros y actitudes se subrayan en ellas,buscando el efecto patético de un gesto o la ferozcrueldad de un rostro.

Estas representaciones van igualmente acompa-ñadas de una pequeña leyenda cuya ironía cortan-te y desgarrada las hace comparables, así como elvalor expresivo del claroscuro, a aquéllas de «LosDesastres de la Guerra» de Goya.

Su estilo, en líneas generales, peca de descripti-vo, incluso algunas de sus estampas de excesivaobviedad, pero hay que pensar que a Castelao lepreocupaba más que los problemas técnicos delarte, el buscar los medios más eficaces para divul-gar lo que suponía urgente. Y es por ello que sudiscurso se apoye en unos elementos sentimenta-les y literarios que conmovieran al mayor númeroposible de público.

Quizá deban a esto su popularidad durante laresistencia europea, sobre todo en Francia, dondese reprodujeron multitud de veces.

Después, apenas volveremos a ver aparecer estetipo de viñetas en la obra de los dos artistas galle-gos. Maside al terminar la guerra se dedicará a otrastécnicas: óleo, algo de grabado e incluso dibujo.Castelao desde su exilio en la Argentina recordaráen toda su labor artística a las gentes de su tierranatal, pero raras veces les volverá a poner al pie, elhumor socarrón de una leyenda.

BIBLIOGRAFÍA

Para realizar este trabajo he consultado todos losperiódicos que me fueron posibles, donde se pu-blicaron estos dibujos.

También las posteriores reimpresiones que deellos se han hecho:

«Almanaque del Faro de Vigo» Cousas da vida porCastelao, Vigo, 1945.

CASTELADO, Nos, con prólogo de Xesus ALONSO

MONTERO, Madrid, 1974.CASTELAO, Galicia Mártir, Buenos Aires, 1973.CASTELAO, Atila en Galicia, Buenos Aires, 1973.CASTELAO, Milicianos, Buenos Aires, 1973.175 Dibuxos de Castelao, Caixa de Aforros de

Santiago de Compostela, Santiago, 1975.DURÁN, J. A., Castelao en el Sol, Madrid, 1976.En cuanto a bibliografía concreta:CASTELAO, Humorismo, dibujo humorístico. Ca-

ricatura. Conferencia Marzo 1920. La Coruña,1961.

CASTELADO, O galeguismo no arte, en «Discur-sos pronunciados o dia de Gaiza, no mitin celebra-do no Teatro Garcia Barbón de Vigo». Edt. por elGrupo autonomista gallego, Vol. I, 1930.

DURÁN, J. A., Historia de caciques bandos e ideo-logías en la Galicia no urbana, Madrid, 1973.

El primer Castelao, Madrid, 1973.SEOANE, Luis, Castelao artista, Buenos Aires,

1969.SEOANE, Luis, Castelado artista, núm. 77 de la

«Enciclopedia Gallega» Santiago, 1974.DÍAZ PARDO, Isaac, Castelao artista, en

«Castelao». Colección Suplementos de Cuadernospara el Diálogo, Madrid, 1975.

SEOANE, Luis: Maside y su obra satírica, en«Galicia Emigrante», Buenos Aires, abril-mayo,1958.

SEOANE, Luis: Maside grabador. En «Galicia emi-grante», Buenos Aires, 1958.

RODRÍGUEZ LOSADA, Maside dibujante. Trabajode Licenciatura, Universidad de Santiago, inédito.

SOBRINO MANZANARES, Cuatro pintores gallegoscontemporáneos: Maside, Colmeiro, Souto y Laxeiro.Tesis Doctoral, Universidad de Santiago, inédita.

8 CASTELAO, Galicia Mártir, Valencia, 1937.9 CASTELAO, Atila en Galicia, Valencia, 1937.10 CASTELAO, Milicianos, Nueva York, 1938.

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Modelos de Serlio en el arte sevillano

ALFREDO J. MORALES

En el momento actual los estudios sobre pintu-ra y escultura prestan atención a los grabados comofuente de inspiración de las distintas obras. Nue-vas investigaciones avanzan por este camino con elpropósito de desentrañar el origen próximo o re-moto de las mismas en los diversos autores. El es-tudio no se ha marcado límites temporales o espe-ciales, pues se está seguro de la amplia difusión quelos grabados y estampas han tenido a lo largo de lahistoria. Para corroborar esta creencia se recurre alas bibliotecas de los maestros, en donde nunca faltaun numeroso grupo de estos materiales. Fuentesque fueron utilizadas con mayor o menor fortunatanto por los artistas de primera fila como por losde rango inferior y de los que en muchas ocasio-nes se ofrecieron copias literales.

Este fenómeno, que como decimos encaminaimportantes investigaciones en la historia del arte,ha pasado más desapercibido para los historiado-res de la arquitectura. El tradicional concepto deautoría, que consideraba originales del maestro has-ta los mínimos detalles de un edificio desde su pla-nificación a los aspectos decorativos, ha sido unade las causas que no favorecieron esta corriente.Recientemente los estudios de Sebastián y Mesa-Gisbert, atendieron a este movimiento abriendo uncamino que consideramos de gran importancia paralogra una más completa y perfecta visión del fenó-meno artístico en su aspecto arquitectónico 1. Es

un resumen un intento por aclarar y poner en pa-rangón a los arquitectos con los demás maestros desu tiempo, en la utilización de las fuentes graba-das como base de sus creaciones.

Referidas a la arquitectura estas fuentes encon-traron su máximo desarrollo en torno a los trata-dos. La difusión de los textos escritos, debido alavance de la tipografía, dio lugar durante el sigloXVI a una corriente que intentaba hacer más fácilla comprensión de estos mediante las imágenes.Como bien dice Chastel la identificación de con-cepto e ilustración, «la aproximación entre imagi-nación y razón es una de las características del Re-nacimiento».

En ese momento de la Historia del Arte en quese vuelve la vista al mundo clásico, se recupera eltexto de Vitruvio, que se convierte de este modoen el punto de partida de toda la tratadística ar-quitectónica. La primera respuesta al texto clásicola ofrece León Bautista Alberti, pero su obra, im-pregnada de un fuerte espíritu humanista y debi-do a su forma y a su lengua erudita, poseía más uncarácter teorizante que práctico y carecía, para suéxito definitivo, de un repertorio de láminas ilus-trativo. No obstante debe reconocerse su valor so-bre todo por preparar el terreno a los grandes teó-ricos de la arquitectura del XVI: Serlio, Palladio,Vignola y Sacamozzi. La publicación de sus librosfacilitó la trasmisión de formas hasta los puntos másalejados, poniendo en manos de los artistas un re-pertorio fácilmente utilizable. Pero este paso de unamano a otra llevaba consigo la introducción de va-riantes, lo que dificulta en varias ocasiones la iden-tificación entre el eslabón primero y último de lacadena.

1 Nos referimos a los artículos de Santiago Sebastián: La in-fluencia de los modelos ornamentales de Serlio en Hispanoamérica, yde José de Mesa y Teresa Gisbert: Un diseño de Bramante realizadoen Quito, que aparecieron en 1967 en el núm. 7 del Boletín delCentro de Investigaciones Históricas y Estéticas de Caracas.

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ALFREDO J. MORALES64

De los teóricos mencionados indudablemente elmás conocido y divulgado fue Serlio. Esto se de-bió tanto a ser sus libros los primeros en aparecercomo al hecho de establecer en ellos una nueva res-puesta acorde con las necesidades e inquietudes delmomento. La base de su teoría sigue siendoVitruvio, pero no el aséptico texto de la antigüe-dad, sino una nueva visión del arquitecto clásicoanalizado y criticado partiendo de los monumen-tos. Pero tampoco se trata de una copia servil deéstos, puesto que les agrega sus propias experien-cias y el caudal de la tradición arquitectónica desu patria. Punto este último muy importante, yaque por su origen boloñés volcará en sus escritoslas experiencias de la Italia septentrional.

Fueron ocho los libros compuestos por Serlio.Aparecieron con independencia unos de otros, sinseguir criterio alguno y distanciados en el tiempo.El primero que vio la luz fue el Libro IV, que salióen Venecia en 1537, y trataba de la teoría de loscinco órdenes. Le siguió el III, apenas un mes des-pués de reeditado el anterior, siendo tambiénVenecia el lugar de su aparición, y en el que figu-raban monumentos de la antigüedad y contempo-ráneos. Los Libros I y II, dedicados respectivamentea los fundamentos matemáticos de la arquitecturay a la perspectiva, surgen en París en 1545, siendoen la misma ciudad y dos años más tarde la edi-ción del V, que trata de la arquitectura de las igle-sias. En Franckfurt se publica en 1575 el Libro VII,que viene a ser una continuación del VI, que nollegó a aparecer, y se dedicó a los palacios y villas.El siguiente, es decir, el VIII, no se imprimió, sólose conoce un esbozo del mismo encontrado porGassirer en la Biblioteca de Munich y trataba dela arquitectura militar 2. Con anterioridad a éstos,en 1551 había aparecido en Lyon el Libro Extraor-dinario, que Serlio dedicaba al rey de Francia, y enel cual presentaba treinta puertas de rústico y otrasveinte de obra delicada. De todos ellos los núme-ros III, IV y V, junto con el Extraordinario, fue-ron los más difundidos y los que ejercieron unamayor influencia. Se repitieron sus ediciones y setradujeron a varios idiomas. En 1552, 1563 y 1573se edita en castellano el Libro IV, siendo de los mis-

mos años las ediciones del III, todas realizadas enToledo. Gracias, a la publicación de los libros, quecontaron con versiones en francés, inglés, flamen-co y alemán, se divulgaron fuera de Italia varios delos principios del manierismo, que tomó así carác-ter internacional, permitiendo a los arquitectos delos lugares más apartados utilizar un lenguajetectónico que si bien de sentido anticlásico demos-traba la gran capacidad de Serlio para enseñar laarquitectura, lo que lo convertía en el maestro ideal.

En la búsqueda de las huellas de Serlio en el artesevillano habría que investigar las testamentarías delos artistas para así comprobar que repercusión einterés existió en la ciudad hispalense por los tra-tados del arquitecto boloñés. Este estudio apenasiniciado, no permite sacar consecuencias todavía.Hay que recurrir a las propias obras de arte comoprueba irrefutable de su presencia en la ciudad des-de fecha bien temprana. Enumerar los monumen-tos sevillanos en que es detectable alguno de losmotivos de Serlio sería tarea larga. Lógicamenteaquello son más abundantes dentro de la ornamen-tación, pero tampoco faltan en la puramente estruc-tural.

Dentro de este último apartado sobresale la fa-chada del Hospital de San Lázaro. El edificio seencuentra situado extramuros de la ciudad y su fun-dación se realizó por Fernando III durante la re-conquista. A la etapa medieval corresponden la igle-sia, ejemplo del mudéjar sevillano de tres naves yel ábside poligonal, realizado este último a fines delsiglo XV. La fábrica primitiva sufrió remodelacionesdurante el siglo XVI, especialmente el ala perpen-dicular a la iglesia destinada a alojar a los enfer-mos. Su fachada se ha dispuesto en dos cuerpos conun tratamiento de módulo que por su reiteraciónpodría prolongarse indefinidamente. La composi-ción se ha resuelto conjugando tres modelos dife-rentes que se han articulado con gran maestría. Parala planta baja el motivo utilizado se ha tomado delfol. IX del Libro IV de Serlio, según la reediciónde Villaspando de 1663. Lo que el arquitectoboloñés concibió como puerta ha encontrado enSevilla un desarrollo horizontal que ha roto el mó-dulo primitivo. En el cuerpo superior se han usa-do dos temas diferentes, uno encuadra los vanos,otro compone el espacio entre los mismos. Si elprimero corresponde con la ilustración del fol.XLIII, el segundo no pueda hablarse de copia lite-ral como en los anteriores. Aquí el arquitecto se ha

2 SCHLOSSER, Julius, La Literatura Artística, Madrid, 1976,pág. 352.

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expresado con más libertad, pero recurriendo a lasmismas fuentes. El juego de vano y macizos, lacompartimentación de este último y el tratamien-to de la superficie pudo haberse inspirado en la so-lución que el boloñés había creado para el vanocentral de una casa veneciana correspondiente alfol. XXXV del citado libro. A su vez en el hospitalsevillano se han dividido los espacios laterales y seha abierto un óculo en la zona superior, elementoéste que si bien no figura en la citada ilustracióndebió realizarse obedeciendo a las necesidades fun-cionales del edificio. También la puerta de ingresose basó en el tratado serliano. El modelo se tomódel fol. XXVIII, al que se introdujeron innovacio-nes en su remate para situar un balcón. Toda estaenvoltura externa, que enmascara la primitiva obra,está realizada en ladrillo simulando sillares, siguien-do así la tradición constructiva sevillana.

Otra plasmación arquitectónica de modelos deSerlio se encuentra en la población onubense deAlájar de la Peña. La localidad hasta la actual divi-sión en provincias, perteneció al antiguo reino deSevilla y por ello se incluye en esta relación. En elmencionado pueblo, en la Peña denominada deArias Montano por el insigne humanista deFregenal que la eligió como lugar de retiro, apare-cen los restos de una portada. Es difícil determi-nar si formó parte de un edificio o si fue concebi-da como arco triunfal, plasmación en piedra de lasarquitecturas provisionales erigidas con motivo delas entradas reales, debido a la visita de Felipe II allugar. El adosamiento de las columnas, las fajas derusticado y el dovelaje del arco de medio punto fi-guran en las láminas I, la portada de la casa del car-denal de Ferrara Hipólito de Este, y V del Extraor-dinario Libro. De haberse conservado el remate enesta obra, sería posible determinar cuál de los di-seños citados se copió 3.

Pese a estos ejemplos anteriores y a otros muchosaún por analizar, es indudable que el influjo másfuerte de la obra de Serlio se dio en la ornamenta-ción. El Libro IV sería la fuente inagotable a la queacudirían los artistas en busca de motivos decorati-vos, tanto si se trataba de grutescos como si se pre-ferían los elementos geométricos. La importancia del

mencionado libro en la evolución decorativa de lastechumbres y artesonados ya ha sido puesta de ma-nifiesto 4. Con preferencia se utilizaron dos mode-los, uno que resultaba de la combinación deoctógonos y cuadrados y otro que reunía casetonesoctogonales, exagonales y cruciformes. No faltan, sinembargo, ejemplos en que aparecen exágonos ytriángulos y otros en que figuran estrellas combina-das con cruces.

Algunos de estos modelos se utilizaron en Italiacon anterioridad a la publicación de Serlio, así eloctógono y cuadrados, tal vez el más conocido, fi-gura en el Palacio Ducal de Urbino, en el PalacioViejo de Florencia, en el Arco de Alfonso V enNápoles y en el Palacio Massimo alle Colonne deRoma.

La aparición en Sevilla de estos modelos debiórealizarse tanto por las ediciones de los libros comopor los apuntes y dibujos de viajeros y artistas quehabían visitado la península italiana. Su aceptaciónfue rápida y alcanzó notable éxito y si en algunoscasos se copiaron fielmente en otros se realizaroncon mayor libertad interpretativa, constatándose suutilización, incluso en el Barroco, como en el casodel intradós del vano central en la fachada princi-pal de la Colegiata de Jerez de la Frontera.

Un ejemplo de gran interés, combinación deoctógonos y cuadrados, se encuentra en la SacristíaAlta de la catedral. Esta dependencia está situadaa espaldas del altar mayor y su ejecución formó par-te de las labores de cerramiento de la capilla ma-yor.

El encargado de realizarlas fue el maestro Gon-zalo de Roças, auxiliado en las tareas de carpinte-ría por Sebastián Rodríguez. Este último en com-pañía de un hermano y de Pedro López reciban en1522 6.000 mrs. en «que se les remató la obra decarpintería de las cámaras altas del vestuario tras elaltar mayor» 5. Si el pago corresponde al artesona-do que cubre la sala, habría que considerarlo quinceaños más antiguo que la primera edición del LibroIV. El modelo que figura en el tratado está aquíreflejado con gran fidelidad aunque con la parti-cularidad de interpretar los centros de cuadrados y

3 MORALES, Alfredo, Arquitectura Onubense. La Arquitectu-ra del Renacimiento en Huelva. En prensa.

4 SEBASTIÁN, Santiago, op. cit.5 GESTOSO Y PÉREZ, José, Sevilla Monumental y Artística,

tomo II, Sevilla, 1890, pág. 228.

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octógonos como piñas, más acordes con la tradi-ción mudéjar. No obstante nos inclinamos a pen-sar que esta obra fue posterior a la aparición deltexto serliano y que tal vez se trasladó a esta de-pendencia desde otro emplazamiento o monumen-to desaparecido.

El mismo tema se ha utilizado en otro edificiosevillano realizado en el siglo XVI. Nos referimosal Ayuntamiento y a su sala denominada CabildoAlto. Su artesonado adopta la forma de una bóve-da muy rebajada y lleva en su centro sobrepuestoel escudo de España correspondiente al reinado deFelipe II, figurando en los faldones de la artesa lasarmas de la ciudad. El modelo de Serlio se ha re-petido en este caso con más precisión si bien se hanreemplazado las cadenetas de separación entre loscasetones por guirnaldas florales, y se ha dispuestoen el centro de los octógonos una roseta de la quecarecía el original. La obra de carpintería, a excep-ción de los escudos que aparecen los ángulos, de-bidos a Juan de Castillejo, fue realizada por PedroGutiérrez en 1570, cobrando por la misma 460ducados. El dorado se debe a los pintores AntónVelázquez y Miguel Vallés que recibieron 430.000mrs. por él y debieron terminarlo en los últimosmeses de 1571 6.

También en los Reales Alcázares existe un arte-sonado que corresponde al modelo hasta ahora co-mentado. Pertenece al salón llamado de Carlos Vque se encuentra en la planta baja en el lado surdel Patio de las Doncellas. Como novedad respec-to al diseño del Libro IV puede citarse el grupo debustos masculinos y femeninos que ocupan las ban-das centrales del artesonado. Su cronología se des-conoce y aunque en el friso que rodea la sala apa-recen los escudos del emperador y las columnas conel Plus Ultra, nos inclinamos a considerarlo comouna más de las obras que se llevaron a cabo en elreal palacio durante el último tercio del siglo XVI.En estos años se remodeló el mencionado patio,sustituyendo los pilares de ladrillo por columnasgenovesas de mármol y peraltando los arcos cen-trales de los cuatro lados, lo que hace pensar quelas obras también abarcarían a las dependencias quelo rodeaban.

La combinación de octógonos y cuadrados seencuentra en el tránsito a la Sala de Cabildo de lacatedral, cubriendo el dintel de la puerta. El arqui-tecto estiró la composición con el fin de crear unaperspectiva irreal prolongando ilusoriamente unespacio reducido. La obra debió hacerse en tornoa 1583 pues ese año se pide parecer a varios maes-tros sobre la antesala del Cabildo Nuevo. Para cu-brir esta última dependencia también se utilizarondistintos modelos del Libro IV. El que sirvió debase consta de estrellas y cruces entrelazadas, peroconsiderando estas últimas como el ejecompositivo, lo que contradice el diseño serliano.A la retícula así creada se añadió el conocido es-quema de cuadrados y octógonos, que previamen-te se habían enmarcado por cuadrados, con lo quela red primitiva desaparece prácticamente dandolugar a un nuevo modelo decorativo. El artista de-mostró su conocimiento profundo del tratado ar-quitectónico, así como de las posibilidades de con-jugación que los distintos modelos permiten. Elresultado es de gran brillantez y coincide con elgusto manierista por el juego ilusionista y la am-bigüedad, sensaciones que aquí se refuerzan por labicromía de los materiales.

El modelo de Serlio que combina exágonos ytriángulos sirvió con diferentes interpretacionespara variar obras sevillanas. Una de ellas se encuen-tra en el primer tramo de la escalera de la Casa dePilatos. Quizá su ejecución pueda atribuirse a Cris-tóbal Sánchez de quien se sabe que en 1538 reali-zaba la cúpula que cubre el hueco central y queposteriormente doraría el pintor Antón Pérez 7. Lasdiferencias de este esquema respecto al diseño ori-ginal es el resultado de regularizar la distribuciónde los exágonos, colocados tangentes entre sí, lo queconvierte en rombos los triángulos del primitivomodelo.

Idéntica disposición adopta uno de los arteso-nados existentes en la Casa de las Dueñas, lo quehace sospechar que la variación fue bien acogidapor los Artistas sevillanos. Esta teoría queda refor-zada con los artesonados que cubren la escalera delos Reales Alcázares, el pabellón de Carlos V en el

6 GESTOSO Y PÉREZ, José, op. cit., págs. 159-160.

7 GONZÁLEZ MORENO, Joaquín, Catálogo de Documentos Se-villanos del Archivo Ducal de Alcalá de los Gazules, Sevilla, 1976,pág. 62.

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MODELOS DE SERLIO EN EL ARTE SEVILLANO 67

mismo recinto y el hueco de la escalera del desapa-recido convento de San Agustín. Este último erauna cúpula de paños y tuvo que adaptar el esque-ma a las exigencias de la curvatura y alzado. Noobstante en su arranque y sobre todo en las trom-pas, aparecen claramente combinados y rombos.Iba rematada por una gran piña de mocárabes loque confirma la vigencia del mudéjar en fechas bas-tante avanzadas del siglo XVI.

En el pabellón de Carlos V, que parece aprove-char los muros de una antigua qubba islámica, lacúpula arranca de trompas aveneradas habiéndoseresuelto con más elegancia la combinación de lasfiguras geométricas. La obra debió iniciarse en1543, pues la documentación cita que el 28 deMayo «anduvieron Sebastián Segovia maestro ma-yor y Melchor Bonilla y Juan Pérez y Juan deSimancas y Juan de Mora y Pero García y Francis-co Díaz y Alonso Hernández maestros carpinteroslabrando de carpintería faciendo una armadura parael dicho cenador 8. La obra continuaba a finales deaño, labrándose «carpintería en el arrocave de se-nador de la guerta de la alcoba» 9.

La cúpula que corresponde a la escalera del Al-cázar es de mayor envergadura pero presenta unagran semejanza con la anteriormente comentada.Su fecha de ejecución no se conoce aunque se pue-de pensar una fecha en torno al último tercio delsiglo XVI.

Una variante de este esquema, más próxima almodelo de Serlio, se encuentra en un artesonadodel Hospital de la Misericordia y en el que existíaen la casa núm. 4 de la calle Levíes. En ambos ca-sos se han combinado exágonos y triángulosenmarcados por bandas y a la misma altura.

Finalmente hay que citar una pieza excepcional.El artesonado que cubre la nave de la iglesia delexconvento dominico de Gibraleón, localidad hoyonubense y antaño dependiente de Sevilla. Por laestructura y algunos elementos sigue la tradiciónmudéjar, pero los temas decorativos que cubren elalmizate son plenamente manieristas. La superfi-cie aparece dividida en seis recuadros repitiendo

alternativamente los modelos ornamentales. En eltramo central, en sus cuatro extremos se ha copia-do uno de los motivos que figuran en el fol. LXXVv., del Libro IV, que el boloñés ofrecía como es-quema de jardines o vergeles. El interés que elmanierismo demostró por los esquemasgeométricos explica esta utilización de los mismoscon distintos fines para los que fueron creados. Laobra debió realizarse en la transición del siglo XVIal XVII, pues la fundación del monasterio se llevóa cabo en 1587 por los duques de Béjar 10.

También la cerámica sevillana utilizó los moti-vos decorativos del Libro IV, siendo el más emplea-do el compuesto con octógonos y cuadrados. Esteesquema aparece en algunos de los azulejos decuenca que cubren los zócalos de la Casa de Pilatosy cuya realización concertó el marqués de Tarifa conJuan Polido en 1538 11. Al mismo artista se debenlos que decoran el pabellón de Carlos V, algunosde los cuales repiten el mencionado tema. La eje-cución de esta obra data de 1543, pues en agostode ese año se le pagan al ceramista los azulejos,alizares, tablillas y tejas que entregó para la deco-ración del mencionado pabellón. También son decuenca y con el mismo tema los que aparecen si-tuados en los zócalos a la entrada del refectorio delconvento de Santa Clara.

En el Museo de Bellas Artes y procedentes delos conventos desaparecidos a raíz de la Desamor-tización figuran algunos azulejos de superficie lisaque igualmente copian este motivo. Por la técnicadeben haberse realizado en el último tercio del si-glo XVI y presentan en los octógonos temas degrutescos que también aparecen en algunos mode-los de Serlio.

Para finalizar, otro caso en que se recurrió al Li-bro IV para extraer temas decorativos es el ábsidetriconque de la Capilla Real. En el friso superiorfigura una cenefa de motivos que recuerdan roleosy que aparecen en el fol. LXXV del citado texto.

Creemos que los ejemplos hasta aquí analizadosson solo el comienzo del estudio más amplio y sis-temático que un tema de tanto interés como este

8 GESTOSO Y PÉREZ, José, op. cit., pág. 512, tomo I.9 GESTOSO Y PÉREZ, José, op. cit., pág. 516, tomo I.

10 MORALES, Alfredo J., op. cit.11 SANCHO CORBACHO, Antonio, Azulejos sevillanos del si-

glo XVI de cuenca, Sevilla, 1953, pág. 11.

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necesita. Su finalidad no debe ser otra que ponerde manifiesto la trascendencia del texto de Serliocomo divulgador de las formas del manierismo ita-liano, la rápida acogida que el mismo tuvo y la con-fianza que a maestros y artesanos le ofrecía la obra

del boloñés. Asimismo debe ser un intento de aca-bar con los pruritos nacionalistas toda vez que sedemuestra la universalidad de unos esquemas ca-paces de superar las limitaciones geográficas y tem-porales.

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La custodia de la catedral de Badajoz

JESÚS HERNÁNDEZ PERERA

Dos textos críticos recientes han vuelto a ponerde actualidad y a destacar la calidad artística de unade las obras más sobresalientes del Renacimientoen Extremadura, la custodia procesional de la ca-tedral de Badajoz.

El profesor Alcolea, en su excelente panorámicade la orfebrería española que integra el vol. XX de«Ars Hispaniae» 1, se refiere a la custodia proce-sional de la catedral pacense ponderando su tipoturriforme, sobre planta cuadrada, con torrecillassalientes formadas por templetes superpuestos enlos ángulos de estructura semejante al cuerpo cen-tral, y también la riqueza de su ornamentación plás-tica con profusión de estatuillas en sus huecos, todolo cual forma, dice, «un conjunto de indudable ca-lidad», aunque medianamente armónico en susproporciones. Por su estilo cree que puede relacio-narse con lo toledano, dentro de la etapa que enCastilla preside la manera de Antonio de Arfe, nolejos del auge de los talleres de Toledo y de Cuen-ca, nimbados éstos por el prestigio de los Becerril.

Algo antes (1959), el profesor Camón, en sudensa exégesis de la orfebrería española del Rena-cimiento que con tanto acierto como novedad pusoen sugerente paralelo con la arquitectura renacen-tista 2, había insistido igualmente sobre la custodia

de Badajoz, reputándola como una de las orfebre-rías renacientes que presentan un carácter arquitec-tónico en su torre central, flanqueada por cuatrotorrecillas divididas en cuatro pisos, aparte de lle-var una amplia decoración escultórica en relieves yestatuas. En cuanto a su filiación, recoge el Sr. Ca-món el parecer del señor Mérida (debe ser erratapor Mélida, supongo), quien tenía el templete deplata dorada de esta custodia como obra de Anto-nio de Arfe. No dejaba, por otra parte, de indicarCamón que también se ha supuesto, según notacapitular, que es obra del platero de Valladolid Juandel Burgo.

La descripción más amplia que conozco de lacustodia de Badajoz es la que precisamente da ensu «Catálogo Monumental» don José RamónMélida 3 publicado en 1926, pero redactado entrelos años 1907 y 1910. La cataloga como obra deestilo plateresco del siglo XVI, de «buen trabajo derepujado y cincelado». Identifica también las cin-co series tetramórficas que acompañan a las figu-ras del Salvador y de la Virgen: los cuatro Evange-listas, cuatro Profetas, las cuatro Mujeres fuertes dela Escritura, cuatro soldados en el sepulcro, cuatroÁngeles arrodillados, a más otras figurillas angéli-cas y los diez relieves con historias de la Pasión delSeñor del primer basamento (éstos de estilo barro-

1 Santiago ALCOLEA, Ars Hispaniae, XX, Artes decorativas enla España Cristiana (siglos XI-XIX), Madrid, Plus-Ultra, 1975.

2 José CAMÓN AZNAR, Summa Artis, XVII. La arquitectura yla orfebrería españolas del siglo XVI, Madrid, Espasa Calpe, 1959,pág. 519 y fig. 592.

3 José Ramón MÉLIDA, Catálogo Monumental de España, Pro-vincia de Badajoz, Madrid, Ministerio de Instrucción Pública yBellas Artes, 1926, tomo II, pág. 121-122 y I, fig. 236.

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co) y otros tantos más en el segundo basamentocon escenas bíblicas. Y precisa Mélida que es de pla-ta blanca, es decir en su color, toda la arquitectu-ra, pero las figuras y adornos son de plata dorada.Ahora bien, no encontró Mélida marca alguna deplatero en esta obra tan notable del siglo XVI, an-terior, dice, al estilo de Juan de Arfe, pero sin con-cluir, al menos en este texto, que fuese obra del pa-dre, Antonio de Arfe.

Más escueta y sin plantearse problemas de au-tor ni procedencia, la papeleta que redactaron enel Catálogo-guía de la Exposición Nacional de ArteEucarístico Antiguo 4 organizada con ocasión deCongreso Eucarístico Internacional de Barcelona(1952), en la que se exhibía en la misma vitrinaen que se expusieron las custodias de Santa Maríade Medina de Rioseco —obra de Antonio de Arfede los años 1552-1554— y de la catedral de Ávila—obra ésta, como es sabido, de Juan de Arfe, con-cluida en 1571—, describe la custodia de la cate-dral de Badajoz como procesional turriforme, decuatro cuerpos, con torrecillas angulares y relievesen el basamento. En el centro, el ostensorio, soste-nido por un ángel. En el segundo cuerpo se iden-tifica la figura de Cristo Resucitado con los solda-dos de la guardia en las esquinas; y en el tercero,la Asunción. Las torrecillas angulares albergan es-culturas de los cuatro Evangelistas y otras. El ma-terial es plata dorada. Se la fecha simplemente enel siglo XVI.

No acrecientan otros datos estilísticos nicronológicos las menciones que a la custodiabadajoceña dedicaron en sus trabajos respectivossobre orfebrería eucarística autores como Trens 5,A. M. Johnson 6 o Gascón de Gotor 7, que todo lomás la acercan a la producción plateresca de me-diados del siglo XVI pero sin plantearse un tallerconcreto de procedencia.

Sin pretender, por otra parte, dar por resueltoel problema de su autor, para el que recabaría la

colaboración de los investigadores extremeños quemás fácil acceso tendrían al archivo catedralicio, meatrevo a traer aquí dos precisiones sobre la hermo-sa custodia de Badajoz, que pasaron inadvertidas aJ. R. Mélida cuando examinó el ejemplar y no hansido incorporadas hasta ahora a la bibliografía. Setrata de los dos punzones que presenta marcadosen su metal la custodia pacense, cuyo conocimien-to debe a mi buen amigo José Milicua, quien tuvola fortuna de encontrarlos al examinar las piezasdurante la labor de limpieza realizada en Barcelo-na en las vísperas del Congreso Eucarístico de1952, y al cual hago presente mi gratitud por sugenerosidad en cederme, como muchísimas mar-cas de plateros que entonces obtuvo, la primicia desu publicación.

Uno de ellos es, exactamente, la marca heráldi-ca de la ciudad de Valladolid, de formato parecidoal punzón habitual en la platería vallisoletana delsiglo XVI 8, con cuatro flámulas o tranglos ondu-lantes, y sin corona.

El segundo punzón, con letras mayúsculas lati-nas en dos líneas, ofrece la grafía abreviada Aº /GRZ, que puede leerse Antonio (o tambiénAlonso) Gutiérrez. Es evidente, puesto que no apa-rece otro tercer punzón como es habitual en la pla-tería de muchas ciudades castellanas del Renaci-miento y desde luego en otras piezas coetáneasproducidas y punzonadas en Valladolid, cuandotambién el autor imprime su propia marca, la im-prenta del contraste. No es posible deducir de ellaque tenemos también identificado al autor de laobra por la lectura de Antonio (o Alonso)Gutiérrez, pero sí viene a confirmar que la custo-dia de Badajoz es labor vallisoletana del tercer cuar-to del siglo XVI.

En efecto, la marca del platero Antonio (oAlonso) Gutiérrez aparece empleada como impren-ta de fiel contraste en bastantes piezas y de granimportancia en la orfebrería española del Renaci-miento, marcadas en Valladolid. La custodia de laparroquia de Santa María de Medina de Rioseco

4 Luis MONREAL y José MILICUA, XXXV Congreso EucarísticoInternacional, Exposición Nacional de Arte Eucarístico Antiguo, Ca-tálogo-guía, 2.ª edición, Barcelona, abril-mayo, 1952, pág. 55.

5 M. TRENS, Las custodias españolas, Barcelona, 1952.6 A. M. JOHNSON, Custodias for the processionals of Corpus

Christi, «Notas Hispanic», Nueva York, 1941; Idem, HispanicSilverwork, Nueva York, The Hispanic Society, 1944.

7 A. GASCÓN DE GOTOR, El Corpus Christi y las custodiasprocesionales de España, Barcelona, 1916.

8 P. M. DE ARTIÑANO, Catálogo de la Exposición de Orfebre-ría Civil Española, Madrid, Sociedad Española de Amigos delArte, 1925; Jorge RABASCO CAMPO, Los plateros españoles y suspunzones, Vitoria, 1975.

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(Valladolid), construida entre 1552 y 1554 9 porAntonio de Arfe, entonces establecido en la ciudadcastellana después de sus etapas leonesa y compos-telana, lleva marcado en el templete central la mis-ma impronta Aº / GRZ que figura en la deBadajoz, punzón al que acompaña el de Valladolid—igualmente sin corona y con los mismos cuatrotrangles ondados—, el de autor, ARFE en una solalínea y dentro de cartela rectangular de borde su-perior mixtilíneo, y un cuarto de un pájaro en vuelodentro de orla circular, este último menos frecuentey hasta ahora inédito 10.

Con la misma grafía Aº / GRZ anota el Catálo-go de la Exposición de Orfebrería y Ropas de Cul-to celebrada en Madrid en 1941 11 una jarra deaguamanil, cónica, con gallones y cartelas, fechablehacia 1580, que también tiene el punzón de Valla-dolid, lo cual permite alargar por toda la séptimadécada del XVI el ejercicio de fiel contraste en lacapital castellana del platero Gutiérrez.

Pero además la marca del mismo contraste apa-rece por lo menos en dos de las custodias labradasen Valladolid por Juan de Arfe Villafañe, el famo-so hijo de Antonio de Arfe, sólo que el cuño no esexactamente el mismo, pues la abreviatura, siem-pre en dos líneas, es en estos casos Aº / GREZ, conla «o» minúscula inserta entre las dos ramas de laA bajo el travesaño y no sobre el vértice de la Acomo en Badajoz, y con una E como penúltima le-tra del apellido que tampoco se da en la marca dela custodia pacense. La lectura del nombre del pla-tero puede seguir interpretándose o como Antonio(o Alonso) Gutiérrez y desde luego con la mismasignificación de marca del contraste.

Una de ellas es la más antigua custodia conoci-da y documentada de Juan de Arfe, la de la cate-dral de Ávila, firmada por el artista en bellos ca-racteres cursivos «Joanes de Arphe legions. Faciebathoc opus. An. 1571» 12. Lleva los punzones de Va-

lladolid, Aº / GREZ y un tercero del platero valli-soletano Juan de Benavente, Jº / bena / bente. Sonlos tres mismos punzones que lleva, con la fechagrabada de 1585, la hermosa custodia procesionalde la catedral de Palencia, obra documentada deJuan de Benavente, que la terminó aquel año en laciudad de Valladolid 13, donde tenía su taller, y enesa fecha seguía ejerciendo de fiel contraste A.Gutiérrez con su segundo punzón Aº / GREZ.Añadiré, por último, que la custodia que fue de lacapilla parroquial de San Pedro aneja a la Catedralde Toledo y ahora se exhibe en el Museo toledanode Santa Cruz 14, obra que firmó Juan de Arfe conel mismo anagrama A R que empleó en 1590 alconcluir la custodia de la catedral de Valladolid, tie-ne junto al punzón de esta ciudad el del contrasteAº / GREZ, con lo que todavía se prolonga hastala última década del siglo su tarea de contrastadorde plata. Aún podrán añadirse otras marcas cuyas,sin duda abundantes en Valladolid y sus cercanías,y hasta en piezas conservadas en Madrid como unajarra en el Museo Nacional 15.

Pese a su reiterado y prolongado oficio de fielcontraste, pocas o ninguna son las referencias quede Antonio (o Alonso) Gutiérrez me son conoci-das, pues apenas ha dejado otras huellas que sonpunzones. No lo veo citado en ninguno de losabundantes documentos que sobre plateros valli-soletanos del siglo XVI publicó García Chico 16,que tantos datos ha aportado acerca de los Arfes,Benavente, cuyos punzones o firmas están ligadosal suyo. Un Antonio Gutiérrez da a conocer ÁngelSan Vicente en su recientísimo estudio sobre la pla-tería zaragozana del bajo Renacimiento 17, concer-tándose como aprendiz para un plazo de cuatroaños, y cuando todavía no contaba veinte de edad,en junio de 1556 con el platero de ZaragozaAmbrosio Betorz del Caxo, pero dudo mucho quepudiera ser el mismo contraste que ya marcó en1554 la custodia de Antonio de Arfe para Medinade Rioseco. Tal vez alguna búsqueda en los archi-

9 F. J. SÁNCHEZ CANTÓN, Los Arfes, escultores de plata y oro,Madrid, Edit. S. Calleja, 1920, pág. 40; ALCOLEA, ob. cit.,pág. 187; CAMÓN, ob. cit., pág. 509.

10 Los debo y agradezco a la amabilidad de José Milicua.11 Exposición de Orfebrería y Ropas de Culto, Madrid, Mu-

seo Arqueológico Nacional, 1941, pág. 48, núm. 49.12 M. J. GARCÍA MARTÍN, Juan de Arfe y la Custodia de Ávila,

B. S. A. A., Valladolid, VIII, 1941-2, pág. 257-68; EstebanGARCÍA CHICO, Documentos para el estudio del arte en Castilla.Plateros de los siglos XVI, XVII y XVIII, Valladolid, S. E. A. A.,1963, págs. 38-44.

13 GARCÍA CHICO, ob. cit., pág. 71-76.14 Matilde REVUELTA, Museo de Santa Cruz de Toledo, Guía,

Madrid, Dirección General de Bellas Artes, 1962, pág. 30-63.15 Exposición de Orfebrería y Ropas de Culto, pág. 48.16 Ob. cit.17 Ángel SAN VICENTE, La platería de Zaragoza en el Bajo

Renacimiento, 1545-1599, Zaragoza, 1976, vol. II, pág. 47.

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vos vallisoletanos nos dé más adelante alguna no-ticia más amplia sobre este marcador de plata dela ciudad de Valladolid durante casi toda la segun-da mitad del siglo XVI.

Sobre el estilo de la custodia de la catedral deBadajoz, y confirmada ya por sus dos punzones suprocedencia de Valladolid, me interesa dejar consig-nada mi opinión de que es obra anterior a Juan deArfe como ya dijo J. R. Mélida, pero muy ligada ala estela de Antonio de Arfe, sea o no su autor, se-gún la documentación catedralicia a que se refirióel profesor Camón, el platero de Valladolid Juan delBurgo, artista que tampoco cita García Chico ni larestante bibliografía que sobre platería vallisoletanahe podido consultar, y que de serlo, dada la calidadde la custodia de Badajoz, podría reputarse comouno de los más eximios de la ciudad, no muy lejosde ambos Arfes y de Juan de Benavente, de quiensería coetáneo (me atrevo a pensar en una incorrec-ta lectura del apellido «del Burgo», y no es que pre-tenda identificarlo con los de sus homónimos Juande Arfe o Juan de Benavente).

Me parece muy claro su nexo con la custodiade Santa María de Medina de Rioseco, la obra de1552-54 de Antonio de Arfe 18. Como ella, ofreceun esquema turriforme de base cuadrada, contorrecillas también cuadradas en las esquinas, aun-que en estas se note un exceso de altura que da otraproporcionalidad al conjunto, como ya advirtió S.Alcolea, pero sin hacerle perder su silueta piramidalen proporción base = 1/3 de la altura. La ornamen-tación plástica, tanto en las figurillas de bulto re-dondo como en los relieves, no deja de ofrecer hue-llas de ese precoz manierismo que Antonio de Arfedesplegó ya en la custodia de Santiago de Com-postela (1539-45), pero sobre todo en la deRioseco 19. El sistema de adosar torrecillas en lasesquinas, tanto a sistemas turriformes de base cua-drada como exagonal, no fue innovación de Anto-nio de Arfe, pese a su papel de renovador de la or-febrería plateresca tan justamente destacado por suhijo Juan 20, puesto que ya es el seguido por PedroLamaison, según diseños de Jerónimo Cosida y con

la colaboración del escultor Damián Forment, enla rica custodia de La Seo de Zaragoza (1537) yaún antes por Juan Ruiz el «Vandalino» que sobrebase exagonal las aplicó en la desaparecida custo-dia de la catedral de Jaén lacrada entre 1533 y1536) 21. El Vandalino, como reconoció Juan deArfe en la cita tan repetida de «Varia Conme-suración», no sólo fue el primero que torneó la pla-ta en España, sino que también ha de reconocérselecomo el traductor al esquema de torrecillas angu-lares de gusto plateresco, del sistema aún gótico desu maestro Enrique de Arfe de arbotantes y con-trafuertes para ensanchar la base piramidal de lascustodias. Juan de Arfe todavía emplea torrecillasen la custodia de Ávila (1571), pero deja de usar-las en las de Valladolid, Sevilla y Museo de SantaCruz de Toledo, sustituyéndolas por parejas de co-lumnas avanzadas que se unen por arbotantes alúnico cuerpo torreado, y lo mismo hará Juan deBenavente por los mismos años en la custodia dePalencia. El uso de las torrecillas, no sólo privativode Valladolid, está vigente entre los plateros de laciudad en los años 1539 a 1571, aproximadamen-te los de la estancia allí de Antonio de Arfe. Y poréste y otros pormenores de factura y estilo que uncotejo con la custodia de Medina de Rioseco espe-cialmente pone de manifiesto, me inclino a fecharpor la década 1555 a 1565 la espléndida custodiaprocesional de la catedral de Badajoz, obra segurade un taller vallisoletano de primer orden.

21 J. A. CEÁN BERMÚDEZ, Diccionario …, Madrid, 1800,tomo IV, pág. 280-2; José CHAMORRO, Guía artística y monumen-tal de la Ciudad de Jaén, Jaén, 1971, 2.ª edic., pág. 182-4.

18 CAMÓN, loc. cit.19 SÁNCHEZ CANTÓN, loc. cit., F. ABBAD, Manual de Orfe-

brería, Madrid, Aguilar, 1949.20 SÁNCHEZ CANTÓN, ob. cit., pág. 44.

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Hacia la interpretación de Paret y Alcázar

XAVIER DE SALAS BOSCH

En diversas ocasiones me he ocupado de la obrade Luis Paret y Alcázar, pintor exquisito y pocoafortunado. María Luisa Caturla, inteligente his-toriadora del arte, excelente crítico y que tiene unraro honor de ser hija adoptiva de la Ciudad deTrujillo que nos alberga, le definió con exactitudcomo siendo «contemporáneo y dispar» de Goya.Éste no precisa presentación, ni tampoco la líneaque siguió su pintura, que fue genial continuaciónde lo nuestro, a un tiempo que genial anticipaciónde mucho de lo que el arte de la pintura iba a seren el pasado siglo. Paret, por el contrario, es ejem-plo, el más destacado, de influencia de lo francésentre nuestros pintores: por su formación primeray por su gusto, fue un pintor afrancesado. No creoque tampoco precise extenderme sobre ello.

Hoy quisiera presentar una interpretación a ungrupo de sus dibujos representando a vacíos per-sonajes de ambos sexos vestidos con trajes que soninterpretación dieciochesca de la vestimenta medie-val. Osiris Delgado en su libro sobre nuestro pin-tor, publicó varios, a ellos añadí otros en uno demis artículos; conocemos también que DonValentín Carderera poseyó 6 y que el Conde de losGaytanes tuvo también 6 en su poder. No pareceque sean estos últimos los de aquél. Hoy se hallanen varias colecciones: recientemente apareció otroaún inédito entre los dibujos del Museo del Pra-do, que publico en artículo en prensa. En total co-nocemos diez de ellos.

El de la Biblioteca Nacional, según su inscrip-ción, es figurín para traje de «Raquel», debiendoser los restantes, que tienen semejantes caracterís-

ticas externas, figurines para los restantes persona-jes de la Tragedia de García de la Huerta, titulada«Raquel» por el nombre de su protagonista. No voya tratar de determinar los que corresponden a Al-fonso VIII y a los nobles y demás protagonistas dela misma, cual hago en mi aún inédito artículo.

Mi intención es la de poner de manifiesto, si-guiendo a René Andioc que recientemente publi-có esta Tragedia anotada, el valor que ésta tuvo enla política de sus días. Sirviéndome de ello para lacomprensión de la personalidad de Paret.

Éste presenta en sus dibujos el testimonio de unaposición política de la que se hizo intérprete; unaposición que contribuye a que podamos definir suarte.

Recordaré que la obra de García de la Huertase estrenó en Orán en 1772, que tuvo gran éxitoal estrenarse en Madrid en 1778, al ser acogida porel público con un sentido político preciso. Éste hizose mantuviera en los repertorios hasta muchos añosdespués. Y que por ello fue representada no sólopor profesionales, sino por compañías de aficiona-dos. Barcia, en su Catálogo de los dibujos de la Bi-blioteca Nacional recogió cómo éstos lo fueron parauna representación en casa del gran impresorSancha.

Andioc, permitáseme recordarlo, relacionó elhecho de la privanza de Raquel sobre Alfonso VIIIy la rebelión de la nobleza y el pueblo contra ella,como algo que se consideró situación paralela conla del Marqués de Esquilache, Ministro de CarlosIII. Éste fue malquisto por sus medidas de gobier-no con las que coincidió una carestía de la vida.

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La nobleza española, alejada del gobierno, le con-sideraba persona no calificada por su sangre paragobernar, así como lesivos a su poder los princi-pios que mantenía, ya que fortalecían del poderReal, y le acusaba de aprovechar su valimiento parasu medro personal.

Añadiré, aunque Andioc no lo recoja, que la crí-tica al poder de Raquel sobre el Rey, y su muerte,se encuentra en sátiras contra gobernantes anterio-res. Tal en versos —malos— de cierto soneto «con-tra los Grandes en tiempo de Valenzuela» durante suprivanza reinando Carlos II. Pero dejando esto aun lado, el caso es que reinando Carlos IV, el vali-miento de Godoy, que pertenecía a la pequeña no-bleza extremeña no titulada, y cuyo rapidísimo as-censo conocen todos, llevaron de nuevo a susenemigos a usar de la historia de Raquel para pre-sentar sus agravios y presentar el posible caminode terminar con ellos.

Andioc puso de relieve que si los textos oficialeshicieron recaer en el pueblo los tumultos que die-ron lugar a la caída de Esquilache, en él tuvo parteimportante la oposición de la aristocracia: Ésta cons-tituye la misma corriente que se expresó contra eladvenedizo Godoy. Contra éste el Conde de Teba,

uno de los promotores conocidos del Motín deAranjuez, había escrito años antes un «Discurso so-bre la autoridad que los Ricos hombres tuvieron so-bre el Rey y cómo la fueron perdiendo hasta llegaral punto de opresión en que se halla hoy». En la tra-gedia de Hernán García, noble que lleva la intrigacontra Raquel, es un personaje subversivo, a fuerzade ser conservador, aunque en ella llegue a ser un«revolucionario» contra su propio Rey.

Paret realizó estos figurines —que su calidad ylo perfecto y concluido de los mismos obligan aconsiderarles destinados a una representación ensalón aristocrático— participando en un grupoopuesto a la privanza de Godoy. Pero en un grupocuya crítica se realizaba desde una posición retró-grada, ya que el mundo no iba por caminos de de-volver a la nobleza funciones ya perdidas por lamisma.

Estos dibujos confirman ante nosotros a Paretcomo artista afrancesado, por su estilo, como deli-cioso y gran dibujante, revelándonos a un tiemposu adscripción a un grupo nostálgico «vieux regime»—que diría un francés», que trataba de mejorar elgobierno de la cosa pública volviendo a formas idas.Es decir, en esto también, dispar de Goya.

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Dos nuevas obras de Valdés Leal, en Murcia

CRISTÓBAL BELDA NAVARRO

La naturaleza de la comunicación que ahora pre-sentamos tiene como única finalidad el dar a co-nocer dos obras de Juan Valdés Leal, que, conser-vadas en la ciudad de Murcia, no han adquiridohasta el presente la necesaria divulgación. Se tratade dos cuadros representando a los Santos Juanes,ambos de 0,79 x 0,38 m., firmado uno (el queefigía al Evangelista en Patmos: Juan Baldés / LealFecit Anno / 1658) y fechado en el año antes rese-ñado. Su propiedad corresponde a la DiputaciónProvincial murciana quien los adquirió en Villa-nueva del Segura a D.ª Isabel López López.

Nada se ha sabido de los dos cuadros, ni aún ensus expedientes de compra se revela su proceden-cia originaria (por si fuera ésta diferente a la de suadquisición) salvo el ridículo precio de venta, comointegrantes de un lote en el que asimismo figura-ban unos Ángeles adoradores del Sacramento quePaul Guinard atribuyó al taller de Zurbarán.

La primera noticia de su existencia apareció re-cogida por el Departamento de Historia del Artede la Universidad de Murcia al redactar el Catálo-go de bienes artísticos de la Corporación provin-cial, actualmente en curso de impresión. Al rever-so de ambos cuadros figuraba una tarjeta de laDelegación de Asistencia Social de Murcia, quienlos inventarió con el número 18 en noviembre de1938. Desde entonces hasta ahora las dos obras deValdés Leal sólo han podido ser contemplados porun reducido número de personas, sin ser objeto dereseña alguna. Ello hace más valiosa esta aporta-ción por cuanto que ambos aparecen ausentes delas redacciones catalográficas del pintor.

Por otra parte, las obras de los grandes maestrosdel siglo XVII español, salvo raras excepciones, nosuelen ser frecuentes en Murcia, quien a lo largode esa centuria decoró sus iglesias y palacios conpintores de la tierra, algunos, como Pedro deOrrente, vinculados a escuelas foráneas, pero en-contrándose ausentes otros renombrados artíficesmás importantes por sus actividades en la enseñan-za de la pintura o en la recopilación de datos sobreartistas, como José García Hidalgo, cuyo origenmurciano en más de una ocasión ha sido puestoen duda. Por lo que se refiere a los maestros anda-luces del XVII, su presencia en Murcia suele ser es-porádica, con poca obra conservada, aunque no fal-ten nombres como Alonso Cano o Pedro de Menao pintores como Valdés Leal (que ahora se incor-pora a este panorama) y Zurbarán. El resto de losartífices de esa centuria, por lo que a pintura se re-fiere, es en su mayoría local, los zurbaranescos Cris-tóbal de Acevedo y Lorenzo Suárez, los valencia-nos Vila (Senón y Lorenzo) y el murciano NicolásVillacis, quizá el mejor tras Pedro de Orrente, perode obra dispersa y poco documentada, lo que hamotivado la creación de un catálogo artificial einexacto por cuanto que se le atribuyen obras queen modo alguno parecen haber salido de su mano.

Del resto de pintores activos a lo largo del XVIIy XVIII sólo un nombre escapa a la mediocridadreinante, el del lorquino Camacho Felices, en al-gunos casos adherido a un manierismo retardado,pero hábil e importante. Capítulo aparte mereceJuan de Toledo, pintor y soldado, famoso por susescenas de batalla, de pincelada suelta o imágenes

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abocetadas, colores terrosos donde predominanfundamentalmente los pardos y rojos. Pronto secomprenderá que este breve repaso por la pinturamurciano del siglo XVII, mal conocida y estructu-rada (lo que quizá en algún momento posteriorpudiera cambiar el panorama ahora descrito) haceparticularmente interesante el poder contar conobras de primera línea (a la que se debe sumar elconocido Ribera del Museo Provincial de BellasArtes) que desconocidas en el catálogo de nuestrosgrandes pintores del Barroco puedan contribuir aenriquecerlo. Cierto es que no corresponden amaestros que hayan tenido una influencia directaen el ámbito pictórico murciano, pero no por ellodeja de ser importante desde este punto de vistaya que por su calidad y por su carácter excepcio-nal dentro del ámbito regional murciano aparecencomo verdaderos «islotes» que ilustran posibles en-cargos a sus vecinos andaluces quienes, como es sa-bido, dominan una gran parte de la historia de lapintura española durante el Barroco. El mismo ca-rácter enigmático de su procedencia, es decir, el ig-norar actualmente si tales obras fueron directamen-te comisionadas a Valdés Leal o fueron productode una compra en época muy posterior, impideaceptar literalmente cuanto se ha dicho, aunque nodesvirtúa el propósito inicial de esta comunicaciónque pretende poner en la consideración y conoci-miento de Vds. unas obras hasta el presente no te-nidas en cuenta.

La misma fecha de ejecución, 1658 (puesto quesuponemos que ambas fueron realizadas en igualaño) permite poder integrar dentro del conoci-miento actual que de la pintura de Valdés Leal te-nemos, dos piezas que entran de lleno en un cam-po de relaciones claras, evidentes y hasta ciertopunto obligadas que nos han facilitado la labor deestudio. Éstas serían, por una parte, las que desdeun punto de vista técnico los asemejan al S. JuanBautista de la Iglesia de la Magdalena de Sevilladonde el predicador del desierto aparece tratadocon igual factura que su homónimo murciano (re-cuérdese que el ejemplar sevillano se fecha entre1658-1668) en una ejecución que refleja una ima-gen llena de ascetismo, de estructura musculada,de expresión ausente en su mirada, aunque en laobra murciana el santo parece mostrar una miste-riosa luz celestial que rasga una zona superior delcuadro. Sin embargo, su constitución corpórea esmuy semejante, sus manos reflejan parecidas dis-

posiciones, especialmente la que sostiene su caya-do con la filacteria del Agnus Dei y sus pies largosy huesudos, precedidos por unas piernas donde de-liberadamente se han marcado músculos y tibias.El S. Juan en Patmos, realizado en una composi-ción diagonal, es el único que, como antes indica-mos, aparece firmado. Su presentación es la usualen aquellas obras que le representan en el momen-to de redactar su Evangelio con el símbolo con quetradicionalmente le ha identificado la iconografía.La semejanza cromática con el primero así comosu especial ejecución en tonos difuminados lesemparenta en cuanto a época de realización. Así losazules, oros y rojos y los tonos aplicados a la natu-raleza rocosa le insertan en unos presupuestoscronológicos semejantes, a lo que se podría sumarel hecho de que por su composición (uno vuelto ala derecha y otro, a la izquierda del contemplador)estuvieran destinados a ser expuestos uno junto aotro como integrantes de un supuesto tríptico.Nada es posible a este respecto afirmar de una ma-nera rotunda al ignorar la intención originaria delcomitente, pero por lo que podemos actualmentejuzgar parece obvio.

Indudablemente y por encima de hipótesis delógico planteamiento, ambas obras encuentran pa-ralelos en cuanto Valdés Leal ejecutó. Además dela primera mención en un ejemplo sevillano, antescitado, es obligada la referencia al elementopaisajístico que encuentra una clara corresponden-cia con otras pinturas del sevillano donde el paisa-je ha entrado a formar parte. Éstas irían desde elretablo dedicado al profeta Elías en el Conventode Carmelitas Calzados de Córdoba hasta otrosejemplos como el Milagro de Santa Inés, Tentacio-nes de S. Jerónimo, Fray Alonso de Ocaña, etc. Eneste último de Grenoble el diluido paisaje que seabre bajo una amplia arcada juega, como en elejemplar murciano, un papel de primer orden, allímotivado por un relato biográfico, aquí por ser ele-mento principal de la obra. Muchas citas se podríanofrecer, desde Fray Juan de Ledesma, de Sevilla, has-ta algunas representaciones del ciclo de S. Ignacio,como el que muestra al santo fundador de la Com-pañía en Manresa. Sin embargo, no es éste el pro-pósito que en estas obras de Valdés Leal (lasmurcianas) nos debe animar. Antes, por el contra-rio, debe ser el de la valoración del elementopaisajístico como un ingrediente de gran significa-ción en los cuadros murcianos. No nos vamos a re-

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ferir ahora a su concepción de la naturaleza comoelemento pictórico, claramente demostrado desdeel marco que le sirve de fondo para la Batalla deAsís del Museo de Sevilla hasta las representacio-nes ya citadas que de alguna manera tocan este as-pecto. En concreto queremos insistir en otro sen-tido y es el que ambas obras nos ofrecen, como elde equilibrar figura y paisaje. Es evidente que elpropósito del comitente se ha limitado a requerirdel artista las efigies de los Santos Juanes, para larealización del pintor ha conjugado ambos facto-res, destacando en primer lugar y como elementopredominante las figuras, pero añadiendo a las mis-mas unos fragmentos de paisaje que inundan todala composición.

Mucho se ha hablado de que en la pintura es-pañola del XVII no existen paisajistas puros comoen otros ámbitos de la pintura barroca europea con-temporánea, pero si esta especialidad pictórica he-mos de desentrañarle a través de las muestras quenuestros artífices nos legaron, en algunos casoscomo elemento secundario del tema tratado, he-mos de afirmar que en este presente caso el paisajees por sí solo un elemento tan importante como lapropia figura. Y ello no tanto por un deseo de opo-ner a estos principios generales excepciones impor-tantes, desde luego, sino por la necesidad de po-

der contar entre nuestros artistas del Barroco congrandes cultivadores del tema, quienes en algúnmomento entendieron la perfecta integración defigura y paisaje, dando a éste no el simple valor deun elemento subsidiario, sino el sentido de una rea-lización que puede cobrar vida por sí misma. Suautonomía no hay que buscarla, como todos Vds.advertirán, en un lenguaje ajeno a lo que el temarefleja, sino en la posibilidad de deslindar dos cam-pos diferentes en los que resulta difícil la priori-dad de su valoración. Todo está unificado por eltratamiento difuminado de ambos con suaves tran-siciones cromáticas, confundiendo a veces la natu-raleza rocosa con la vegetal, o diluyendo el símbolocaracterístico del Evangelista, en este caso reducidoa una oscura mancha suavemente silueteada.

Las características de lo que en este I CongresoEspañol de Historia del Arte requería de las comu-nicaciones presentadas, no permiten por razonesobvias extendernos en éste y otro tipo de conside-raciones, pero por lo hasta ahora expuesto y por elúnico sentimiento que nos movía que no era otroque el de dar a conocer estas dos obras del pintorandaluz, valga a modo de ejemplo la sencilla refe-rencia a unos cuadros que por la peculiaridad desu emplazamiento no permite su fácil contempla-ción.

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Notas sobre una arquitectura temporal construida para el recibimientode Carlos IV en Sevilla

MARÍA JESÚS SANZ SERRANO

La monotonía de las ciudades actuales, dondesus habitantes se sienten ajenos a todo lo que lesrodea, está muy lejana del ambiente animado y vivoque los conjuntos urbanos presentaban en otrasépocas anteriores. Cualquier tipo de acontecimien-to religioso o profano hacía que la ciudad se con-virtiese en casa de todos, las calles y plazas princi-pales se adornaban con colgaduras y alfombras deflores, levantándose en los sitios más concurridosarquitecturas temporales. Las fiestas del CorpusChristi parece que fueron de los más antiguos acon-tecimientos que produjeron un gran exorno en laciudad de Sevilla 1, otras fiestas religiosas como lasdedicadas a San Fernando en 1671 originaron ungran despliegue de arquitecturas efímeras levantán-dose grandes fachadas de madera y lienza sobre laspuertas de la Catedral, en cuyo diseño y realiza-ción intervinieron figuras tan señoras de nuestroSiglo de Oro como Murillo o Valdés Leal 2. Final-mente los recibimientos reales fueron siempre un

gran pretexto para el desarrollo de la gran creativi-dad artística de la ciudad; desde épocas muy remo-tas los reyes eran recibidos exornado las puertas delas murallas, las calles y las plazas por donde la co-mitiva real había de pasar. Una de las mejores des-cripciones del adorno de la ciudad, que se conser-va, es la realizada para la entrada de Felipe II en1570, por Juan de Mallara, cuyo libro con dibujosse publicó en Sevilla en el mismo año 3. A partirde esta fecha son numerosas las descripciones quese conservan sobre la ornamentación de la ciudadcon motivo de las llegadas reales.

Los gremios, comunidades todavía muy pode-rosas en Sevilla durante la Edad Moderna, tuvie-ron a su cargo gran parte del exorno de la ciudaddurante las fiestas, así preparaban carrozas en laprocesión del Corpus y adornaban sus barrios ocolaciones con espíritu competitivo. Para dejarconstancia del gran despliegue ornamental realiza-do durante algunas festividades solían imprimir fo-lletos explicativos que a veces incluso iban ilustra-dos. De fecha tan tardía como la de 1789 nos haquedado un librito editado por el Gremio de Pla-teros donde se narra la decoración escultórica y ar-quitectónica que realizaron sobre la fuente de laPlaza de San Francisco, para conmemorar la llega-da de Carlos IV y María Luisa a Sevilla (lámina 1).

1 Muchos tratadistas han estudiado la fiesta del Corpus enSevilla, siendo uno de los más interesados en el tema José Gestosoque en su Diccionario de los artífices que florecieron en Sevilla des-de el siglo XIII al XVIII, tomo I, pág. LXI de la Introducción, asícomo en otras obras más cortas, toca el asunto de exorno de Se-villa durante las fiestas. Últimamente Vicente Lleó Cañal en Artey espectáculo: la fiesta del Corpus Christi en Sevilla en los siglos XVIy XVII, Sevilla, 1975, ha dado una visión muy interesante de lacuestión.

2 TORRE FARFÁN, F., Fiestas de la S. Iglesia Metropolitana yPatriarcal de Sevilla al nuevo culto del señor rey S. Fernando el IIIde Castilla y de León, Sevilla, 1671.

3 MALLARA, J., Recebimiento que hizo la muy noble y muy lealCiudad de Sevilla a la C. R. M. del Rey D. Philipe N. S. Va todofigurado con una breve descripción de la Ciudad y su tierra, Sevi-lla, 1570.

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La plaza de San Francisco era el centro vital dela ciudad ya desde el siglo XVI, pero también erael núcleo de la vida comercial y privada de los Pla-teros, en los soportales de la plaza y en sus callesadyacentes estaban obligados a tenor sus tiendas yobradores, teniendo la vivienda en el piso superiorla gran mayoría de ellos. También en la Plaza deSan Francisco tenían los Plateros su lugar de re-unión tanto para los asuntos profesionales comopara los religiosos, pues la capilla de los Plateros,dedicada a San Eligio, se hallaba ubicada en el Con-vento Casa Grande de San Francisco, hoy desapa-recido, que dio nombre a la plaza 4. Así pues, na-die mejor que el Gremio de la Platería podía estarencargado de decorar la fuente de la Plaza de SanFrancisco. En una ocasión tan señalada como es lallegada de un rey. El folleto explicativo 5 consta dequince páginas y en él se describe, con el lenguajegrandilocuente del siglo XVIII, cómo reunidos losdiputados de los plateros decidieron el exorno dela fuente. Aunque el librito no presenta dibujo al-guno, se halla en él puntualmente descrito todo elmonumento tanto en su parte arquitectónica comoen la escultórica, e incluso aparecen los poemas ex-plicativos de su iconografía. El revestimiento de lafuente era de orden toscano, con un zócalo exte-rior de vara y media de alto que se adornaba conmascarones y guirnaldas de flores doradas sobrefondo de sillares fingidos o pintados. Sobre estezócalo se levantaba un edificio de planta cuadradacuyos lados medían dos varas y media de ancho,teniendo en sus ángulos pilastras con pedestales quesobresalían hacia afuera una vara. Sobre estospedestales había cuatro estatuas de tamaño naturalque representaban las Estaciones del año. Entre lospilares, o sea en cada lado, había cuatro rocas y so-bre cada una de ellas figuras de menor tamaño queel natural que representaban al dios Neptuno, al ríoBetis, al dios Amor y a Narciso. Detrás de ellos, encada fachada, había deidades marinas pintadas:Nereo, Glauco, y dos ninfas, símbolos de fuentes,Aganipe y Aretusa. El segundo cuerpo tenía planta

octogonal y sobre él iba una moldura en forma deescocia que sostenía una figura dorada símbolo dela Lealtad. La altura total del monumento era dedoce varas y media, rematándose por pirámides yotras molduras, todas doradas.

A la vista de la descripción arquitectónica po-demos comprender que el templete se hallaba den-tro de los cánones neoclásicos que privaban en elmomento, el orden toscano y los remates de pirá-mides parecen estar ya alejados de las ondulantescurvas rococó.

En cuanto a la decoración escultórica del mo-numento —las estaciones, las deidades marinas—se halla dentro de la más clásica tradición iconográ-fica que parte del siglo XVI. Las figuras de las cua-tro estaciones, que se situaban en el primer cuer-po, estaban relacionadas con la fidelidad al monarcapor parte del Gremio de la Platería, durante todoel año, expresándose todo ello en poemas al pie decada estatua. Así, la Primavera relaciona el abrir delas flores con el florecimiento del afecto del Gre-mio por sus soberanos; el calor del verano puedeagostar el amor de los Plateros por sus reyes; el Oto-ño produce frutos como el Arte de la Platería susnuevos alumnos, y finalmente la nieve del Invier-no simboliza el candor y la inocencia de los Plate-ros y su actitud de niños ante la protección real.También las pinturas de las deidades marinas —Glauco, Nereo, Aretusa y Aganipe— llevaban ver-sos alusivos a su significación y a su relación conlos reyes. Igualmente las esculturas situadas sobrelos riscos —Narciso, Cupido, Neptuno y Betis—establecían relaciones entre su propia simbología ylos reyes mediante poemas en su pie. El remate deledificio construido por la figura de la Lealtad lle-vaba en sus manos dos espejos con los nombres deCarlos y María Luisa.

El monumento se completaba con la ilumina-ción de 144 luces de cera repartidas en cuatro ara-ñas de plata, que lució durante cuatro noches, yen la tarde de la proclamación se soltaron cien pa-lomas desde la fuente con cintas de seda al cuello,de las que colgaban medallas de plata con la leyendade Viva Carlos IV. Se hicieron 2.000 medallas deplata y 24 de oro.

Como podemos ver por la descripción del mo-numento, todo el programa iconográfico pone enrelación la mitología con la realeza, intención tanantigua que se encuentra ya en el mundo clásico yque fue revitalizada por la Italia del renacimiento.

4 SANZ SERRANO, M. J., La orfebrería sevillana del barroco,tomo I, pág. 29, Sevilla, 1976.

5 Descripción de la arquitectura y alegorías con que el ilustrecolegio, y arte de la Platería de Sevilla adornó la gran fuente de laplaza de San Francisco, para el acto de la proclamación del señorD. Carlos IV. Imp. de Vázquez, Hidalgo y Compañía, Sevilla,1789.

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Nuevas obras de los escultores andaluces Alonso Cano, Pedro de Menay José Medina

DOMINGO SÁNCHEZ-MESA MARTÍN

Dentro del importante capítulo de la escultura ba-rroca andaluza, vienen apareciendo nuevas aporta-ciones de obras desconocidas, tanto de los grandesmaestros que la componen como de sus discípulos.Desde las obras realizadas bajo las normas estilísticasdel manierismo, del más pleno naturalismo, e inclu-so las ambientadas en las características del rococó,existen ininterrumpidos ejemplos en los que se man-tiene la escultura con verdaderos valores artísticosjunto a sus eficaces valores como imágenes popula-res de devoción. Las imágenes de vestir significan eneste sentido un avance en la intervención del gustopopular en el fenómeno creativo. La devoción po-pular acaba imponiendo en muchos casos su canosestético, dirigiendo fundamentalmente sus apeten-cias hacia la materialización mimética de las figurasde santos, y demás representaciones sacras, llegan-do así a dimensiones no lejanas a niveles de funcio-namiento de objetos mágicos. El pueblo quiere y alfinal hace más profundamente suyos los santos y lasvírgenes, al vestirlos con telas y trajes reales, colo-carles pelucas con cabello de verdad y cargándolasde alhajas y ofrendas.

Se viene generalmente admitiendo que estas so-luciones de compromiso entre lo artístico y lo po-pular degeneran en obras sin ninguna justificaciónestética. Frente a ello hay que afirmar que, apartede los valores iconológicos que estas obras presen-tan como materialización de mecánica de represen-tación de temas y escenas, no siempre las figurasde vestir están huérfanas de valores escultóricos.

Junto a maniquíes articulados, preparados pararepresentar escenas de pasión, a través de simples

y originales mecanismos de marioneta, aparecenotras en las que el artista ha buscado en la compo-sición anatómica de la figura, acentuada expresivi-dad de siluetas y contornos que alcanzarán el equi-librio plástico una vez vestidas. Presentamos aquíuna interesantísima figura que creemos representaun San Juan de Dios, que por sus calidades plásti-cas y estilo la situamos en el arte del racionero gra-nadino Alonso Cano.

El equilibrio de su planta, con elegante compen-sación anatómica, forzando intencionadamente lassiluetas para después una vez vestida la figura, lospliegues de la túnica más que ocultar el ritmo delos volúmenes resalten su movimiento y acompa-ñen sobre todo el sereno sentido que tanto la in-clinación de la cabeza como el expresivo rostro tie-nen. El especial interés que el artista puso en cargarel hondo trasfondo de la expresión de la mirada noslleva a las características dadas como peculiares delarte de Cano.

La talla del rostro, de fino dibujo y modeladosuave, sin durezas de planos ni hirientes cortes degubia, todo envuelto en hábil modelado, y la sere-nidad tanto de los perfiles como del frente, en elque destacan la expresión serena de los ojos, noshacen recordar claramente la tipología de las escul-turas de pequeño tamaño talladas primorosamen-te por Cano en su etapa final en Granada, a partirde 1652.

Desgraciadamente la obra ha llegado a nosotroscon su policromía muy deteriorada, aunque estonos permita descubrir las distintas capas de prepa-ración que sobre la madera se hacía para policro-

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mar, apareciendo aquí la típica preparación de mi-nio en la imprimación de las carnaciones en lasobras de Cano.

Es en conjunto esta bella figura, que no alcan-za los 40 cms. de altura todo un atractivo enig-ma, definido por ese tan característico aplomo clá-sico que dentro del barroco andaluz ofrece el artede Cano, distinto claramente a lo más seco y durodel arte de Pedro de Mena, y al mismo tiempomenos atormentado y menos blando que las obrasde Mora. Por las circunstancias de haber forzadosus siluetas nos podría quizá hacer pensar en unaobra que por sus ritmos fuese más encajable en elsiglo XVIII, pero ni su modelado, ni la serenidad,blandura y corrección, nos permiten retrasarla aestas fechas. Completaría su conjunto iconográ-fico, aparte de la túnica y el escapulario propiode la orden hospitalaria, los atributos iconográ-ficos propios de santo portugués que alcanzó enGranada la santidad. En la actualidad esta figurase encuentra en propiedad de D. Gonzalo More-no Abril que la adquirió en el mercado de obrasde artes en Granada.

El otro sentido de evolución de nuestra plásticabarroca ya en el s. XVIII y aún en el XIX, loneoclásico, no llega en Andalucía como ocurre enla mayor parte de España a anular la tradición dela imaginería. Es frecuente y característico de estaetapa que las representaciones escultóricas busquenmás que lo serenamente trascendente y atormen-tado en temas y en formas, los aspectos agradablesy sonrientes del rococó, que alcanzan incluso ni-veles de ademanes coquetones en ambientes demenores sentidos sacros.

Junto a mayores énfasis en los movimientos am-plios y revuelto de los paños, las figures encarnanactitudes rítmicas y de movimientos que claramentelas podemos relacionar con gestos y ademanes pro-pios de graciosas danzar cortesanas, equilibradas yparsimoniosas. Son actitudes diferentes aquellasotras que hasta aquí llegan por claras influenciasdel arte de Bernini, de siempre más cargado de dra-matismo y teatralidad, como bien puede represen-tar en Andalucía la obra de Duque Cornejo.

A este último artista, del que celebramos o ce-lebraremos el tercer centenario de su nacimiento,pensamos en un principio atribuir la obra que aquíles presento de Sta. Bárbara, expuesta hoy en unade las salas del simpático y agradable Museo Mu-nicipal de Antequera.

Su estudio más detenido, aunque no a nivel do-cumental, nos hace pensar más verosímilmente seaobra del lucentino José Medina que trabajaba enAntequera hacia 1747 en las esculturas del retablodel altar mayor de la iglesia del Convento de Car-melitas Calzadas de aquella ciudad. Por otra parte,documentada también la imagen de Ntra. Sra. deMonteagudo para el convento antequerano de re-ligiosas de Madre de Dios, y haciendo un análisiscomparativo de dichas obras, deducimos como máslógica esta última atribución que hoy hacemos.

Descartamos totalmente la atribución que se ve-nía haciendo a Cano desde la aparición de libro deJosé M.ª Fernández sobre las iglesias de Antequera.

Estuvo destinada esta escultura a la iglesia de S.Agustín, pasando después por varios lugares hastaque hoy afortunadamente se ha recogido en elMuseo. El tipo humano representado, de modela-do muy naturalista con rasgos claramente tomadosdel natural; el gracejo de sus ademanes, la talla delos pliegues de las telas, quebrados y de muy airo-sas siluetas, nos permiten pulsar el encanto de es-tos nuevos horizontes de la plástica andaluza delXVIII en alternantes perfiles sacros y profanos. Lapolicromía rica en estofados chinescos, imitandotelas con escalfados sobre plata y oro en brillo, conbordados imitados en picado de lustre, acompañaasimismo el ambiente de una nueva cultura artís-tica, más alegre, menos oscura y preocupada y tam-bién menos trascendente.

Traemos aquí también a la atención de los estu-diosos otra importante obra, inédita totalmentehasta ahora, y que tuvimos el honor de ofrecerla,como documento complementario, de nuestra par-ticipación en el Primer Congreso de Historia deAndalucía celebrado recientemente en Córdoba,Sevilla, Málaga y Granada.

Se trata, según creemos, de una bella talla reali-zada por el famoso escultor granadino Pedro deMena, durante su etapa malagueña, en el momen-to en el que, desde su intervención en el coro de laCatedral, su nombre alcanzó importante fama entoda España, repartiendo tanto sus obras como lasde taller por todo el país.

El tema representado, Cristo atado a la colum-na, cuenta con una muy completa evolucióniconográfica en la plástica granadina. Nos presentaa Cristo desnudo, en actitud serena y aplomada,con las manos atadas atrás, a una columna baja,que en parte obliga y justifica todo el movimien-

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OBRAS DE LOS ESCULTORES ANDALUCES ALONSO CANO, PEDRO DE MENA Y JOSÉ MEDINA 83

to y composición de la figura. Antecedentes in-mediatos podíamos recordar las obras pintadas porAlonso Cano de este mismo tema y más lejano enel tiempo el famoso Cristo atado a la columna deArce, que dio a conocer Gallego Burín y que hoyse encuentra en la iglesia granadina de los Hos-pitalicos. Por la manera serena y aplomada de re-presentar este tema, por la inclinación de la ca-beza respecto a la vertical de la figura, por elensimismamiento del espíritu que envuelve la fi-gura nos encaja claramente en el estilo de laimaginería granadina posterior a Cano. Por la ma-nera de interpretar el desnudo, por los detallesanatómicos y su interpretación escultórica, por lamisma técnica de tallar el rostro, los cabellos, elpaño de pureza, nos hace obligadamente pensaren el arte de Pedro de Mena. Un estudio compa-rativo con el destruido Crucificado de Sto. Do-mingo de Málaga, de anatomía tendente hacia laredondez, y también comparándola con el grupode Cristo Salvador que remata el retablo de la igle-

sia de Sta. María de la Alhambra de Granada, ymás aún, con el busto de Ecce Homo del monas-terio de Císter en Málaga, nos hace que confir-memos esta atribución.

La policromía clara y en tono mate, enorme-mente descuidada y sucia en la actualidad, es laauténtica. La manera de tallar los ojos y aún másel tipo de cristal de los mismos, con muy poca cur-vatura, obligando a un específico tipo de modela-do, encaja también dentro de la obra de Pedro deMena, permitiéndonos fijar su ejecución dentro delas obras salidas de su taller después de 1664.

La figura, tallada en madera de pino, alcanza unaaltura de 82 cms., siendo destinada a una capillaparticular en Málaga.

La presentación aquí de estas tres obras inédi-tas, existentes en la provincia de Granada y Mála-ga, nos permite recordar la importancia de la rea-lización de los inventarios artísticos que en estas dosciudades ya están iniciados, esperando su próximapublicación.