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INDUSTRIA, RECONVERSIÓN Y ESPECIALIZACIÓN INDUSTRIAL EN ESPAÑA Rubén Ibán Díaz Parra Geografía Humana Grupo de Tutoría 25 Introducción Tomando el ejercicio sugerido como trabajo opcional: “Especialización industrial y coeficiente de especialización” (10.10), en el presente texto se ha procurado responder a las preguntas y realizar las tareas propuestas, adoptando la forma de ensayo. Por ello, se ha modificado el orden de las preguntas procurando darle una cierta coherencia interna a la narración. Para la elaboración del Coeficiente de especialización industrial de Sargent Florence se ha recurrido a una hoja de cálculo Excel, donde se han realizado los cálculos y las gráficas que aquí se presentan. La cartografía temática ha sido elaborada mediante el programa Gvsig. La concentración industrial por CCAA (preguntas A y E) Existe una notable diversidad en cuanto a especialización sectorial de las diferentes regiones de España (ver tabla 1). Extremadura es con diferencia la región más especializada en la industria alimentaria, seguida de Murcia, Canarias, Castilla León y Andalucía. Este conjunto, a su vez, cuentan con índices de especialización muy bajos para otras industrias. Extremadura cuenta con el índice más bajo para las artes gráficas y Canarias para la metalurgia. En el lado opuesto, el País Vasco presenta la menor especialización en industria alimentaria, seguido de Madrid. Es precisamente el País Vasco la región más especializada en industria metalúrgica y Madrid en industria de artes gráficas. Hay, asimismo, una elevada especialización en artes gráficas en Barcelona, y en metalurgia en Asturias y Cantabria. Estos datos están indicando la notable diversidad de la estructura productiva interna del Estado. Por un lado, se distinguen claramente, en primer lugar, las regiones tradicionalmente asociadas al

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INDUSTRIA, RECONVERSIÓN Y ESPECIALIZACIÓN INDUSTRIAL EN ESPAÑA

Rubén Ibán Díaz Parra

Geografía Humana

Grupo de Tutoría 25

Introducción

Tomando el ejercicio sugerido como trabajo opcional: “Especialización industrial y

coeficiente de especialización” (10.10), en el presente texto se ha procurado

responder a las preguntas y realizar las tareas propuestas, adoptando la forma de

ensayo. Por ello, se ha modificado el orden de las preguntas procurando darle una

cierta coherencia interna a la narración.

Para la elaboración del Coeficiente de especialización industrial de Sargent Florence se

ha recurrido a una hoja de cálculo Excel, donde se han realizado los cálculos y las

gráficas que aquí se presentan. La cartografía temática ha sido elaborada mediante el

programa Gvsig.

La concentración industrial por CCAA (preguntas A y E)

Existe una notable diversidad en cuanto a especialización sectorial de las diferentes

regiones de España (ver tabla 1). Extremadura es con diferencia la región más

especializada en la industria alimentaria, seguida de Murcia, Canarias, Castilla León y

Andalucía. Este conjunto, a su vez, cuentan con índices de especialización muy bajos

para otras industrias. Extremadura cuenta con el índice más bajo para las artes gráficas

y Canarias para la metalurgia. En el lado opuesto, el País Vasco presenta la menor

especialización en industria alimentaria, seguido de Madrid. Es precisamente el País

Vasco la región más especializada en industria metalúrgica y Madrid en industria de

artes gráficas. Hay, asimismo, una elevada especialización en artes gráficas en

Barcelona, y en metalurgia en Asturias y Cantabria. Estos datos están indicando la

notable diversidad de la estructura productiva interna del Estado. Por un lado, se

distinguen claramente, en primer lugar, las regiones tradicionalmente asociadas al

sector primario, que son las que están muy especializadas en industria

agroalimentaria; en segundo lugar, las regiones históricamente industrializadas y que

siguen manteniendo un cierto peso de las manufacturas. En segundo lugar, entre las

regiones con mayor peso del sector secundario, es posible diferenciar, por un lado la

región cantábrica, tradicionalmente con mucha importancia de la industria pesada, de

ahí la elevada especialización en metalurgia; por otro, los principales centros urbanos

del país, con una economía y, también, con un sector secundario muy diversificados.

Tabla 1. Índice de especialización por comunidades autónomas.

CCAA Alimentación Artes gráficas Metalurgia

Andalucía 1,4 0,7 0,9

Aragón 0,7 0,7 1,1

Asturias 0,9 0,5 1,8

Baleares 1,2 1,2 0,7

Canarias 1,9 1,2 0,7

Cantábria 1,1 0,5 1,6

C y León 1,7 0,6 0,7

C La Mancha 1,3 0,5 0,8

Cataluña 0,9 1,3 0,9

C Valenciana 0,7 0,8 0,7

Extremadura 2,2 0,4 1

Galicia 1,1 0,6 0,8

Madrid 0,5 2,6 0,9

Murcia 1,8 0,6 0,9

Navarra 1,1 0,8 1,3

País Vasco 0,4 0,6 2,1

La Rioja 1,7 0,5 0,8

España 1 1 1

Fte: Elaboración propia a partir del INE.

En las figuras 1, 2 y 3, se pueden observar sucesivos gráficos de barras representando

los resultados del índice de concentración industrial, por sectores, para cada una de las

comunidades autónomas del Estado. Así, se aprecian las notables diferencias en

cuanto a especialización. En la figura 1 se identifica claramente el grupo de regiones

tradicionalmente agrícolas, que cubren la mayor parte de la mitad meridional del

territorio del Estado. Regiones que no han tenido procesos de industrialización

(Extremadura, Castilla, etcétera) o donde estos han sido tempranamente abortados

(Andalucía). En la Figura 2, se observa la destacada especialización en artes gráficas de

Madrid, con gran diferencia respecto al resto de regiones. En la figura 3 se observa

claramente la elevada especialización funcional de la región cantábrica en industrias

tradicionales como la metalurgia.

Figura 1. Concentración industrial del sector de la alimentación

Andalucia

Asturias

Canarias

C y León

Cataluña

Extrem

Madrid

Navarra

La Rioja

0

0,5

1

1,5

2

2,5

Fte: Elaboración propia a partir del INE.

Figura 2. Concentración industrial del sector de las artes gráficas

Andalucia

Asturias

Canarias

C y León

Cataluña

Extrem

Madrid

Navarra

La Rioja

0

0,5

1

1,5

2

2,5

3

Fte: Elaboración propia a partir del INE.

Figura 3. Concentración industrial del sector metalúrgico

Andalucia

Asturias

Canarias

C y León

Cataluña

Extrem

Madrid

Navarra

La Rioja

0

0,5

1

1,5

2

2,5

Fte: Elaboración propia a partir del INE.

En las figuras 4, 5 y 6 se ha representado el mismo indicador mediante mapas

temáticos. La información es exactamente la misma que la recogida en los gráficos de

barras. La aportación de los mapas concede una visión más clara de la geografía de la

especialización industrial por regiones, identificando claramente las pautas de

diferenciación entre el centro y la periferia y entre el sector meridional y el sector

septentrional del Estado.

Figura 4. Mapa concentración en el sector de la alimentación

Figura 5. Mapa concentración en el sector de las artes gráficas

Figura 6. Mapa concentración en el sector metalúrgico.

Concentración industrial y proceso histórico de industrialización (B)

Las pautas de diferenciación geográfica observadas en los índices de especialización

industrial en el territorio español son explicables, fundamentalmente, por su evolución

histórica reciente. Dentro de esta evolución histórica han pesado una multitud de

factores que han determinado la especialización productiva de las diferentes regiones,

incluyendo las decisiones políticas, los recursos naturales de cada ámbito o la propia

localización geográfica con respecto a los principales centros económicos de Europa.

Paisajes industriales de primera generación en España

De forma tardía con respecto a otros países de Europa se produce la industrialización

en España asociada, como en otras partes, al hierro, el carbón y la máquina de vapor.

Si bien Andalucía podía haber sido privilegiada por la importancia del comercio con

América en un periodo anterior, acogiendo grandes industrias estatales: los primeros

altos hornos del país (Málaga) y la industria armamentística (Sevilla); el desarrollo

industrial desde finales del siglo XIX y, sobretodo, en las primeras décadas del siglo XX

se concentraría en el norte. El País Vasco y Cataluña, con una burguesía comercial

importante y emprendedora y mejor comunicados con los principales centros de

Europa, serían los más beneficiados. La existencia de cuencas mineras en Asturias y

País Vasco favoreció la industrialización de Gijón y Bilbao, apoyada en gran medida

sobre la inversión extranjera de origen británico. Asimismo, en la concentración

urbana de Barcelona, bien comunicada a su vez con las cuencas mineras, florecieron

las industrias mecánicas, químicas y textiles (Zarate y Rubio, 2011). La industrialización

de Madrid se basó por su parte en un fuerte apoyo Estatal y en su desarrollo como un

potente nodo de comunicaciones en una estructura de transportes jerárquica y

centralizada en la capital.

La mecanización del campo y la explosión demográfica que se suele asociar a los

procesos de industrialización llegarían de forma muy lenta. El proceso de mecanización

del campo y desarrollo de la agroindustria capitalista se produciría a lo largo del siglo

XX, favoreciendo los procesos migratorios del campo a la ciudad y de carácter

interregional, que proporcionarían mano de obra a los centros industriales (Naredo,

1977). La caída de la mortalidad y de la natalidad se produciría ya en el siglo XX y de

forma prácticamente simultánea, haciendo que el crecimiento demográfico no fuese ni

mucho menos tan espectacular como en los procesos acaecidos en otras partes de

Europa entre el XVIII y el XIX (INE, estadística histórica), lo cual puede considerarse una

debilidad de la industria y, en general, de la economía capitalista moderna española.

Paisajes industriales de segunda generación en España

Tras el periodo de posguerra, la industria en el Estado va dando un giro. Se inicia un

periodo de mayor planificación estatal y se introducen nuevas fuentes de energía,

nuevas tecnologías y nuevos modos de organización el trabajo que la dirigen hacia la

producción estandarizada de mercancías propia del régimen de acumulación fordista

(Coirat, 2001). Resulta fundamental la apertura y liberalización iniciadas con el Plan de

Estabilización de 1959, que permite la importación de bienes de equipo para

modernizar la estructura productiva, facilitar la inversión extranjera y favorece las

exportaciones. La industria del automóvil, la nacional y las fábricas deslocalizadas de

otros países europeos, reproducirían en gran medida las pautas de industrialización

previas, favoreciendo al País Vasco, Cataluña y a la cada vez mayor aglomeración

urbana de Madrid. Al mismo tiempo, los procesos de migración interregional se

intensifican, favorecidos por la mecanización de las zonas agrícolas (Naredo, 1977),

produciendo importantes flujos desde la mitad meridional de la península que

proporcionan mano de obra a las industrias del norte.

Respecto de la cuestión de la planificación estatal, es destacable la política de polos de

crecimiento o desarrollo industrial, de influencia francesa (Perroux). El desarrollo de

los transportes y la diversificación de las fuentes de energía permiten cierta

desconcentración industrial, de tal modo que en España, al igual que en otros países

europeos, se desarrolla una política dirigida al reequilibrio territorial. A partir de los

años 50 se promueve la conformación de polos de crecimiento, que habrían de tener

una influencia benévola sobre sus respectivos interlands, favorecidos con fuertes

inversiones públicas en materia de infraestructuras y ventajas fiscales y económicas. Se

implementan tres planes de desarrollo entre 1964 y 1975 con un notable éxito gracias

al bajo costo relativo de la mano de obra española con respecto a la de otros países

europeos, la entrada de capital extranjero y las remesas de la inmigración en su

periodo álgido. La instalación de industrias automovilísticas extranjeras tuvo una

importancia notable (Renault y Citroen), así como el desarrollo de polos químicos

asociados con el refinado de petróleo. El mayor esfuerzo se realizó sobre las regiones

menos industrializadas, definiendo un área de expansión industrial que cubría la mayor

parte del Estado con la excepción del sector nororiental entre Cataluña y País Vasco,

Asturias y Madrid (Zarate y Rubio, 2011). Este periodo de crecimiento industrial se

cerraría con la crisis de los años setenta que afectaría sobre todo a la industria pesada.

Reconversión y reindustrialización (preguntas C y D)

La crisis de los años setenta supone una crisis generalizada del régimen de

acumulación fordista, desarrollado en el mundo occidental en las tres décadas

anteriores. Esto tiene múltiples explicaciones y factores. En términos muy generales, la

competencia de los nuevos países industrializados habría derrumbado el pacto entre

capital y trabajo basado en incrementos constantes de la productividad y altos salarios

que caracterizó al periodo anterior. La crisis energética y la subida del precio de las

materias primas habría incrementado aún más los costos de producción y la

intervención estatal para frenar el desempleo habría generado un fuerte déficit

público e importantes procesos inflacionarios (Harvey, 1990). Como resultado, un

sector industrial en crisis buscó soluciones diversas para su subsistencia. Las

manufacturas, que requieren de una gran cantidad de trabajo vivo, desarrollaron

estrategias enfocadas a incrementar la plusvalía absoluta o relativa. En el sector textil y

similares, la deslocalización hacia países con mano de obra más barata y poco

organizada ha sido la norma, hasta el día de hoy. Otros sectores han optado el

incremento de la productividad, bien a través de la mecanización, automatización e

introducción de máquinas de control numérico, bien a través de innovaciones en las

formas de organización, imitando el modelo japonés en lo que ha venido a

denominarse como modo toyotista de producción (Coriat, 1992 y 1993).

Figura 7. Fábrica abandonada en Avilés

En el caso español, en la segunda mitad de los setentas se pone freno al proceso de

crecimiento industrial y económico, generándose altas cifras de desempleo,

notoriamente en el sector industrial (Adiego y Velilla, 2002). Aquí, la crisis se produjo

en una particular coyuntura política, de cambio de régimen y fortaleza del movimiento

obrero, lo que dificultó más que en otros países la devaluación salarial o los reajustes

de plantilla. En general, la crisis tuvo un mayor impacto en la siderurgia, minería, textil

y similares y menor en alimentos, artes gráficas, maquinaria y similares. La crisis

impactaría por lo tanto de manera muy fuerte en la región industrializada del

cantábrico, así como en comarcas fuertemente dependientes de la industria pesada y

energética, creadas a partir de la política de polos de desarrollo. Casos claros de esto

último serían el Campo de Gibraltar, la Bahía de Cádiz, el polo químico de Huelva o los

polos de Coruña y Vigo. Aunque el impacto lo sufre todo el país, las grandes áreas

metropolitanas de Madrid y Barcelona, con una economía más diversificada, padecen

menos. En el lado contrario, en la región cantábrica, la ruptura del proceso de

crecimiento industrial adquirió una importancia sin parangón en el resto Estado. Allí, el

acusado grado de concentración de los recursos productivos, precisamente en las

industrias más afectadas por la crisis, claramente el sector minero y siderúrgico, se

unió a la falta de desarrollo de la oferta de servicios y de alternativas en otros sectores.

El coste en el país Vasco sería de 25000 empleos directos, donde se produjo la mayor

destrucción de empleo industrial, seguido por Asturias con 14.000 puestos de trabajo

eliminados (Pascual, 1992).

Figura 9. Manifestación de metalúrgicos en Reinosa

En 1981 se promulga el primer Real Decreto sobre reindustrialización y en 1984 la Ley

de Reconversión y Reindustrialización, que contempla medidas financieras, fiscales,

laborales y de promoción empresarial. Algunas de las ayudas se dirigen a suavizar un

proceso de desindustrialización imparable, caso de las ayudas a la jubilación

anticipada, mientras otras buscan reorientar la producción hacia frentes en los que se

pudiese ser más competitivo, como las ayudas a la formación o a la introducción de

innovaciones y tecnología. Se establecieron siete Zonas de Urgente Reindustrialización:

Madrid, Barcelona, Bilbao, Gijón, Coruña, Vigo y Bahía de Cádiz (Adiego y Velilla, 2002).

Esta figura, instrumento de promoción industrial, se convirtió en la herramienta más

relevante de las políticas dirigidas a atenuar las consecuencias de la reconversión. No

obstante, el reparto de los fondos fue muy cuestionable y, en cierta medida,

contribuyó a reforzar las diferencias territoriales preexistentes, en la medida en que

Madrid y Barcelona se llevaron el 60% de la inversión realizada. Las ZUR de Bilbao y

Bahía de Cádiz ocuparon una posición intermedia, mientras que Coruña y Gijón,

ubicados en el corazón del territorio más afectado por la reconversión, ocuparon los

últimos puestos en cuanto a inversión. Por otro lado, las posibilidades innovación

dentro de los sectores textil y metalúrgico se demostraron escasos. Las ZUR se

mostrarían como instrumentos impotentes a la hora de corregir las deficiencias

estructurales de las regiones industriales en declive (Pascual, 1992). A pesar de esto,

en la década de los ochenta, la liberalización y la integración en la UE favorece algunas

ramas de la industria que consiguen incrementar notablemente su competitividad,

bien mediante la deslocalización de las fases del proceso productivo que más mano de

obra demandaba, bien desarrollando estrategias enfocadas a la mecanización e

incremento de la composición orgánica del capital, lo que se refleja en las

exportaciones y en la presencia en mercados internacionales.

Figura 10. Vestigios industriales en Avilés.

La mejora económica de los espacios más afectados, en especial la región cantábrica,

no se producirían hasta la década de los noventa. Aquí el tejido industrial no llegó a

recuperarse. No obstante, los procesos de diversificación funcionaron en cierta

medida. La orientación al turismo, al sector terciario y al complejo inmobiliario-

financiero y de la construcción como motor de la economía sería generalizada y la ría

de Bilbao uno de los mejores ejemplos (Gómez García, 2008).

En síntesis, las consecuencias del proceso de reconversión del sector fueron según

Méndez Gutiérrez (1999):

-La aparición de “regiones en declive” por la reducción del empleo industrial, de tal

forma que las regiones industrializadas llegaron a perder algo de peso (no demasiado)

en la creación de empleo sobre el conjunto del estado. Estas estarían sufriendo fuertes

procesos de desindustrialización en los años ochenta fruto de la fuerte especialización

en “sectores maduros” y la escasa diversificación productiva, siendo el caso típico de la

cornisa cantábrica.

-Procesos de difusión industrial, deteniéndose hasta cierto punto las tendencias

polarizadoras y emergiendo algunas áreas con mayor diversificación y densidades

industriales menores, caso de la Comunidad Valenciana. También aparecería una

tendencia a poner en valor pequeñas concentraciones industriales en áreas rurales

basadas en pequeñas empresas, caso de los sistemas productivos locales como la

madera en la campiña cordobesa o el cuero en Ubrique (Climent, 1997).

-Procesos de deslocalización hacia zonas periurbanas o rururbanas bien comunicadas,

caso claro en las grandes aglomeraciones, como la de Madrid.

Desde la década de los noventa, las tendencias macroeconómicas se han seguido

manteniendo adversas de cara al desarrollo del sector industrial. Por un lado, los

cambios a nivel estructural han seguido conduciendo hacia un peso creciente del

sector servicios en detrimento del sector industrial y primario. Por otro, la

incorporación a la UE de economías de Europa Oriental, con bajos costes salariales, ha

supuesto un nuevo factor de competencia para una industria ya bastante debilitada.

Hoy día, la concentración geográfica de la industria sigue siendo notable. Contando

Cataluña, Valencia, Madrid y País Vasco con el 60% de la industria del país,

presentando además, cada una de estas regiones, una fuerte especialización en ramas

concretas. A nivel general, la industria española sigue teniendo un peso muy

importante de las ramas industriales tradicionales, con menor desarrollo tecnológico.

Aunque la modernización económica española ha supuesto un enorme desarrollo de

las infraestructuras y un incremento importantísimo de la formación de la mano de

obra, su estructura productiva ha adolecido un insuficiente desarrollo tecnológico. La

industria existente sigue compitiendo en su mayor parte por costes. En los países

occidentales con sociedades de consumo, el mantenimiento de la competitividad en el

sector secundario ha venido precisamente por el desarrollo de I+D+I, tecnología punta

y mantenimiento y/o atracción de los centros de decisión de las grandes empresas

multinacionales. El modelo español nunca ha llegado a orientarse decididamente por

esta vía (la inversión en I+D+I no llega al 1% del PIB).

Hoy día, a pesar de todo, el sector secundario sigue teniendo cierto peso. Esto es

especialmente cierto en determinados sectores, como la industria del automóvil. Además,

en el contexto actual de crisis, ha podido haber un cierto crecimiento de este último y

no es descartable que esta tendencia se refuerce en el futuro en base al

abaratamiento de los costes laborales.

A modo de conclusión

La industria en España muestra una geografía particular, con un norte o, en mayor

medida, un noroeste industrializado frente al resto del territorio tradicionalmente

asociado al sector primario, con la clara excepción de la capital de Estado. Esta

diferenciación hunde sus raíces en el proceso de industrialización y se ha mantenido

prácticamente inalterable en el último siglo. Las políticas de reequilibrio territorial han

tenido poco éxito, o bien sus avances han sido laminados por las crisis periódicas, o

bien han contribuido directamente a reproducir las diferencias y desequilibrios

previos. No obstante, respecto a la particular geografía industrial del país, el proceso

de reconversión industrial en la década de los ochenta introdujo notables

modificaciones. La primera, la decadencia de gran parte de la región cantábrica como

área industrializada por excelencia del país. La segunda, la diversificación económica

más o menos exitosa de los antiguos centros industriales, en gran parte orientados

cada vez más hacia el sector terciario (como el conjunto del país), aunque

manteniendo cierto peso de las manufacturas. Esto, permite concluir que, en términos

generales, el proceso narrado fue en mayor medida desindustrialización que

reconversión.

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