posmodernidad consuista y nihilismo de la mercancia

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POSTMODERNIDAD CONSUMISTA Y NIHILISMO DE LA MERCANCÍA CONSUMERIST POSTMODERNITY AND COMMODITY NIHILISM Jorge POLO RESUMEN: En este trabajo tratamos de hilar una míni- ma dilucidación de eso que se ha dado en llamar postmo- dernidad, recorriendo para ello algunos de sus síntomas, diag- nósticos y expresiones. Pretendemos asimismo mostrar que ese devenir postmoderno, si algo ha de significar, no puede ser un decantarse ajeno al desarrollo de la sociedad de consumo, siguiendo aquí de cerca en algún sentido la tesis de Jameson sobre la postmodernidad como lógica cultural del capitalis- mo tardío. En efecto, ese tan cacareado desfallecimiento cul- tural que se rodea de múltiples rótulos postmodernos no pue- de dejar de estar íntimamente conectado con esa deriva de la sociedad capitalista que ha sido bautizada con etiquetas tales como «capitalismo tardío», «capitalismo postindustrial» o «tardocapitalismo». En ese sentido, también se intenta poner en entredicho el alcance liberador de un pretendido nihilismo lúdico, consumista y humorístico que algunos qui- sieran celebrar demasiado aprisa, así como señalar el alcan- ce antropológicamente aniquilador de ese nihilismo de la mercancía propio de una cultura enteramente economizada. PALABRAS CLAVE: Postmodernidad, sociedad de consu- mo, nihilismo. ABSTRACT : This paper attempts to weave a minimal elu- cidation of what has been called postmodernity, covering some of its symptoms, diagnoses and expressions. We also intend to show that postmodern evolution, if it means any- thing, cannot be separated from the development of the con- ÉNDOXA: Series Filosóficas, n. o 23, 2009, pp. 309-357. UNED, Madrid

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  • POSTMODERNIDAD CONSUMISTAY NIHILISMO DE LA MERCANCA

    CONSUMERIST POSTMODERNITYAND COMMODITY NIHILISM

    Jorge POLO

    RESUMEN: En este trabajo tratamos de hilar una mni-ma dilucidacin de eso que se ha dado en llamar postmo-dernidad, recorriendo para ello algunos de sus sntomas, diag-nsticos y expresiones. Pretendemos asimismo mostrar queese devenir postmoderno, si algo ha de significar, no puede serun decantarse ajeno al desarrollo de la sociedad de consumo,siguiendo aqu de cerca en algn sentido la tesis de Jamesonsobre la postmodernidad como lgica cultural del capitalis-mo tardo. En efecto, ese tan cacareado desfallecimiento cul-tural que se rodea de mltiples rtulos postmodernos no pue-de dejar de estar ntimamente conectado con esa deriva dela sociedad capitalista que ha sido bautizada con etiquetastales como capitalismo tardo, capitalismo postindustrialo tardocapitalismo. En ese sentido, tambin se intentaponer en entredicho el alcance liberador de un pretendidonihilismo ldico, consumista y humorstico que algunos qui-sieran celebrar demasiado aprisa, as como sealar el alcan-ce antropolgicamente aniquilador de ese nihilismo de lamercanca propio de una cultura enteramente economizada.

    PALABRAS CLAVE: Postmodernidad, sociedad de consu-mo, nihilismo.

    ABSTRACT: This paper attempts to weave a minimal elu-cidation of what has been called postmodernity, coveringsome of its symptoms, diagnoses and expressions. We alsointend to show that postmodern evolution, if it means any-thing, cannot be separated from the development of the con-

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    sumer society, in some sense following closely behind theJameson thesis of postmodernity as the cultural logic of latecapitalism. In fact, the much-celebrated cultural blackoutwhich surrounds a multitude of postmodern labels cannotbe closely connected to that capitalist society driftage whichhas been baptised with such labels as late capitalism, post-industrial capitalism or tardy capitalism. In that sense, itis also intended to contradict the liberating reach of an intend-ed entertaining, consumerist and humoristic nihilism whichsome might like to celebrate too quickly, as well as point outthe anthropologically annihilating scope of that commoditynihilism typical of an entirely economised culture.

    KEYWORDS: Postmodernity, consumer society, nihilism.

    1. Irnicos y humorsticos.

    Tal vez haya el hombre occidental contemporneo perdido toda potenciapara la creencia contundente. Tal vez ese hombre desactivado haya contrado unaradical incapacidad para articular discursos fuertes y graves, deviniendo en unser dctil que slo sabe jugar en coordenadas definitivamente vaciadas de tras-cendencia incisiva, evacuadas de sentido nico. Tal vez se haya convertido en untipo de hombre sin vehemencia, plstico, voluble, un hombre destensado. Unhombre tambin escarmentado, demasiado ajado para depositar su fe en altosideales utpicos, demasiado desestructurado para introducir su quehacer en unaconfiguracin rgida.

    Se da, dicindolo con ese sabor postmoderno, un ablandamiento generali-zado en el mbito de las creencias, un desfallecimiento palpable en el terrenode las ideologas. stas, reducidas a meros verbalismos fantasmales, ya no cons-tituyen fieros principios de accin, han dejado de ser operativas en un sentidoestricto, sucumben en una mera escenografa superflua dispuesta en el calei-doscopio de las banales etiquetas nominales, en el mero juego lingstico deltrivializado espectculo poltico. Hombres que no caminan portando consigouna cosmovisin estable, organizativa, otorgadora de un nico sentido. Los asi-deros se han desestabilizado, los fundamentos absolutos se han ido volatilizan-do y su subsistencia es en todo caso una mera remanencia arrastrada de reliquiasya inermes. No hay categoras rgidas de interpretacin, no hay ncleos esen-

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    ciales de comprensin, no hay centros indubitables desde los que otear y abar-car la vida1.

    Tal vez, paulatinamente, el occidental se haya ido pareciendo cada vez msa esa figura del ironista liberal esbozada y caracterizada por Richard Rorty.Empleo el trmino ironista para designar a esas personas que reconocen lacontingencia de sus creencias y de sus deseos ms fundamentales: personas lobastante historicistas y nominalistas para haber abandonado la idea de que esascreencias y esos deseos fundamentales remiten a algo que est ms all del tiem-po y del azar (Rorty, 1991:17). Personas que saben que aquello en lo que creen

    1 Vattimo habla de la disolucin de la idea de historia como curso unitario; no hay una his-toria nica, hay imgenes del pasado propuestas desde diversos puntos de vista, y es ilusorio pen-sar que haya un punto de vista supremo, comprensivo, capaz de unificar todos los restantes [...](1996:76). Ese resquebrajamiento de la concepcin de una Historia Universal hegeliana y la cri-sis consecuente de la principal idea-fuerza de la Modernidad, la idea de Progreso, todo ello vienedeterminado por el advenimiento cataclsmico de la sociedad de la comunicacin. Hoy se nos hablamucho de la posmodernidad, es ms, tanto se habla que casi ha llegado a convertirse en algo obli-gado distanciarse de este concepto, considerarlo una moda pasajera, declararla una vez ms un con-cepto superado...Pues bien, yo considero, al contario, que el trmino posmoderno s tiene sen-tido, y que tal sentido se enlaza con el hecho de que la sociedad en la que vivimos sea una sociedadde la comunicacin generalizada, la sociedad de los mass media (Ibd, 75). En tal sociedad, hiper-comunicada hasta el paroxismo, se producira una multiplicacin exponencial de los puntos devista, una ptica caleidoscpica y polifnica en la que millones de voces y de miradas se conjuga-ran en un concierto comunicativo descentralizado y multiforme en el que ninguna posicin podratener ms gravedad y preeminencia que las dems. En cuanto cae la idea de una racionalidad cen-tral de la historia, el mundo de la comunicacin generalizada estalla es una multiplicidad de racio-nalidades locales minoras tnicas, sexuales, religiosas, culturales o estticas que toman lapalabra, al no ser, por fin, silenciadas y reprimidas por la idea de que hay una sola forma verdade-ra de realizar la humanidad, en menoscabo de todas las peculiaridades, de todas las individualida-des limitadas, efmeras y contingentes (Ibd, 84). Aunque ciertamente habramos de ser, cuandomenos, ms cautelosos con respecto al poder liberador de la sociedad de la comunicacin; habraque atemperar ese optimismo pues, en efecto, pudiera ser que ese nuevo espacio comunicativo deliberacin multiforme acabara siendo controlado y diseado por los centros de poder del Mer-cado, como de hecho est siendo; Contrariamente a quienes piensan que Internet realiza el ide-al de una democracia directa y global, en la que los ciudadanos participan de manera directa en elgobierno a travs de la nueva gora electrnica, en esta obra se afirma que, en su situacin actual,las decisiones principales concernientes a la construccin de dicha urbe telemtica escapan porcompleto al control de los telepolitas, es decir, de los/as ciudadanos/as de Telpolis (Echeverra,2004:173). Es ciertamente dudoso el hecho de que se pueda hablar siquiera de ciudadanos quehabitan esa gigantesca red telemtica gestionada y dominada por las grandes corporaciones delcapital, y cabe realmente decir que Telpolis est en una situacin neofeudal (Ibd).

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    no es un depsito de verdad absoluta, individuos que creyendo en un determi-nado tipo de cosas son empero conscientes de que podran creer perfectamenteen otras distintas. El ironista liberal ha despojado de solemnidad inclume a todosu ideario, lo ha desvestido de absolutismo, de dogmatismo, lo ha relativizado,lo ha situado en un contexto sociocultural restringido.

    Este ironista se sabe a s mismo un hombre de constitucin contingente, ysabe que su visin del mundo est determinada por elementos de azar, por jiro-nes que no proceden de ningn reino eterno, por retazos insoslayablementerevestidos de aleatoriedad y de radical falibilidad. Ese giro sera un smbolo denuestra renuncia al intento de reunir todos los aspectos de nuestra vida en unavisin nica, de redescribirlos mediante un nico lxico (Rorty, 1991:18). Unhombre instalado en la radical pluralidad, en la fragmentacin descentrada, unhombre que sabe que todos los hilos que conforman su debilitada visin delmundo son texturas precarias, inestables, azarosas, relativas, nunca absolutas eindubitables.

    Pero realmente el occidental no maneja ya ningn tipo de fanatismo, noconstruye ningn tipo de violencia, no masacra en virtud de ningn tipo de valo-res? No se esconde detrs de su descredo debilitamiento una estructura de domi-nio, no vive en y por un funcionamiento econmico devorador y depredador?Y qu principios invoca para justificar la destruccin? No hay teodicea? Perosigamos con Rorty.

    Ese ironista sabe que nunca podr hallar un fundamento ltimo y definiti-vo para justificar sus creencias. Es consciente de que slo est jugando a un jue-go en medio de otros muchos juegos posibles, que las reglas y cdigos que l sigueno son los nicos y verdaderos. Sabe que ese juego no es una totalizacin defi-nitiva, columbra la volubilidad y porosidad de su situacin, intuye que aquelloque piensa es cuasi-accidental. Tiene siempre presente que sus concepciones nun-ca podrn ser sino herramientas ms o menos tiles para manejarse en la vida,pero nunca representaciones de la realidad en s, nunca fotografas exactas de laesencia ltima del universo2.

    2 Feyerabend, empuando su anarquismo epistemolgico, se afan en derribar todos los mitosdel racionalismo y del cientificismo. [...] la ciencia en su mejor aspecto, es decir, la ciencia en cuantoes practicada por nuestros grandes cientficos, es una habilidad, o un arte, pero no una ciencia en el sen-

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    Una caracterstica fundamental de este ironista liberal es que tiene la capacidadde rerse de s mismo, que no se toma nada en serio y que, por supuesto, no se tomademasiado en serio ni a s mismo, pues un hombre que no venera verdades eternasse ha despojado de la seriedad intransigente y torva con la que los dogmticos y fun-damentalistas defienden sus convicciones. Con una sonrisa sardnica, algo cnicay pcara, el ironista liberal propone sus propias tesis, sus propias ideas, sus propia

    tido de una empresa racional que obedece a estndares inalterables de la razn y que usa conceptos biendefinidos, estables, objetivos y por esto tambin independientes de la prctica (Feyerabend, 1984:32).No existe nada parecido a un mtodo cientfico predeterminado y universalmente vlido, Nisiquiera puede uno referirse a las leyes de la lgica, porque pueden darse circunstancias que nos fuer-zan a revisarlas tambin [...] (Ibd, 33). El discurso cientfico no alberga un estatuto especial y pri-vilegiado con respecto a otro tipo de discursos. [...] no hay razones que obliguen a preferir la cien-cia y el racionalismo occidental a otras tradiciones, o que les presten mayor peso (Ibd, 59). Laciencia no es sino una tradicin ms entre otras muchas que han quedado marginadas a travs demtodos muy poco racionales. Se quebranta la difana clasificacin de gneros y las fronteras sedifuminan, se interpentran, se permean, se confunden. La idolatra cientificista no ha sabido verque la empresa cientfica puede ser algo ms cercano a la multiformidad de las artes de lo que hansupuesto los lgicos [...] (Ibd, 50). Con un lenguaje extremadamente sardnico, burln y provo-cador, Feyerabend habla as del matrimonio con la razn propio de la tradicin europea. La raznes una dama muy atractiva. Los asuntos con ella han inspirado algunos maravillosos cuentos dehadas, tanto en las artes como en las ciencias. Pero es una caracterstica peculiar de esta singulardama que el matrimonio la cambia en una vieja bruja parlanchina y dominante. Muchos de misamigos no imaginan la mugre de un matrimonio as [...] (Ibd, 98). Estas posiciones de Feyera-bend comparten un aire de familia con el furibundo anti-realismo y anti-representacionismo delpropio Rorty. En nuestra cultura, las nociones de ciencia, racionalidad, objetividad y ver-dad estn soldadas entre s. Se piensa que la ciencia ofrece la verdad dura y objetiva: la verdadcomo correspondencia con la realidad, el nico tipo de verdad digno de ese nombre (Rorty, 1996:57).La ciencia, en el proceso de modernizacin secularizadora, ha venido a monopolizar el antiguo ysacro lugar que antao haba ocupando la religin: un nuevo monotesmo se nos habra echadoencima. Los cientficos se nos presentaran cuales dignos sacerdotes que merecen sacrosanta reve-rencia y devocin por ser los portadores de la Verdad, y su superioridad sobre el resto de agentesculturales sera incuestionable. Pronunciar las voces ciencia o cientfico equivaldra a invocarfuerzas cuasi-divinas que nos pondran en contacto con ese lado no-humano, ese lado donde habi-ta lo verdadero. Hay en toda esta crtica un cierto tufillo irracionalista e iconoclasta? En Feyera-bend desde luego, explcitamente, pero tambin en buena medida en Rorty, pues hay en l una cla-ra pretensin de relativizar el estatuto nuclear y reverencial que ocupa la ciencia en el espectro cultural,un espectro que no es sino un continuo de accin humana en el que no caben segmentos privile-giados, sino acaso diferencias institucionales, que no son sino diferencias de poder. Pero entre losresultados que arroja la actividad cientfica y los resultados que arroja, digamos, el quehacer poti-co, slo hay diferencias de poder institucional? En cualquier caso, ni para Rorty ni para Feyerabendla ciencia es un lenguaje privilegiado, aunque as nos lo haya hecho creer la tradicin cientificis-ta, sino un lenguaje ms entre otros muchos.

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    visin, pero lo hace con cierta ligereza, sin imposicin, sin beligerancia, blanda-mente, sabiendo que sus nociones no son la verdad, sabiendo que slo juega un jue-go contingente que no puede erigirse en el ltimo fundamento de todo, teniendosiempre presente el azar voluble que lo ha llevado a creer eso y no lo otro.

    El ironista es un hombre de renuncia. Ha renunciado a pretender justificarsu cuerpo de creencias de una manera absoluta, ha renunciado a la pretensinde situarse por encima de sus contingencias culturales, histricas y lingsticas,ha renunciado a la locura de creer poder acceder a un reino de verdad eterna yuniversal, y por ello mismo ha renunciado a la mrbida tentacin de arremetercontra otros juegos que no son los suyos. Se sabe rer de sus propias creenciasporque sabe que stas han cristalizado en l de manera precaria, aleatoria, azaro-sa. Sin dogma no hay seriedad, sin imposicin fundamentalista no hay sobrie-dad. Por ello el ironista sabe dejar de ser serio y sobrio, por eso se re.

    En las pginas finales de El nombre de la rosa, el fantico e intransigente Jor-ge de Burgos arguye que La risa es la debilidad, la corrupcin, la insipidez denuestra carne (Eco, 1983:573). La risa nos envilece, nos deforma la cara, nosacerca a la animalidad, a la tentacin, a la irreverente pecaminosidad, a lo dia-blico. La Comedia aristotlica deba ser destruida, la risa no poda ser dignifi-cada de ninguna manera, el temor de Dios no poda quedar menoscabado. Des-pus, Guillermo, hablando del tenebroso monje, dir: Tena miedo del segundolibro de Aristteles, porque tal vez ste ensease realmente a deformar el rostrode toda verdad, para que no nos convirtisemos en esclavos de nuestros fantas-mas. Quiz la tarea del que ama a los hombres consista en lograr que stos se rande la verdad, lograr que la verdad ra, porque la nica verdad consiste en apren-der a liberarnos de la insana pasin por la verdad (Ibd, 1983:595). Es muy plau-sible que Rorty suscribiera casi en su totalidad estas palabras del personaje deUmberto Eco, pues una verdad que re es una verdad ldica, blanda, una verdadque ha renunciado a toda severidad intransigente, una verdad que ya no puedefuncionar coercitivamente, que ya no puede pretender cristalizar en una eterni-dad terrorfica y punitiva. Una verdad que re y que, por tanto, acaba rindosetambin de s misma, ejecutando de esa manera un gesto por el cual se descargade todo lastre dogmtico y absolutista.

    Tena razn el furibundo Jorge, pues la Verdad que ya no da miedo, la Ver-dad que permite el juego de la risa, es una disminuida verdad que pierde su mayes-

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    ttica uve mayscula, es una verdad condenada a la disolucin ldica, a la car-cajada descreda, a la hilaridad iconoclasta.

    Y cunto se re el hombre occidental postmoderno? Y qu tipo de risa es?Lipovetsky habla de un desarrollo generalizado del cdigo humorstico (Lipo-vetsky, 2002:136). En efecto, lo cmico ha estado presente en todas las culturas,en sus cultos, en sus mitos, en sus relatos y en su arte, pero pudiera ser que ennuestra cultura actual estuviramos incubando un nuevo e indito papel para esacategora, pues [...] si cada cultura desarrolla de manera preponderante un esque-ma cmico, nicamente la sociedad posmoderna puede ser llamada humorsti-ca, pues slo ella se ha instituido globalmente bajo la gida de un proceso quetiende a disolver la oposicin, hasta entonces estricta, de lo serio y lo no serio;como las otras grandes divisiones, la de lo cmico y lo ceremonial se difumina,en beneficio de un clima ampliamente humorstico (Ibd, 137). Se tratara, portanto, de una metamorfosis cultural disolvente, ya que esas delimitaciones entrelo digno de seriedad y lo susceptible de comicidad quedaran inoperantes.

    Lo humorstico se extendera irrestrictamente a todos los mbitos de la vidasocial y simblica. Los recintos sagrados en los cuales la seriedad augusta era exi-gida dejaran de existir, pues todo se habra empezado a tornar risible. La ausen-cia de fe posmoderna, el neo-nihilismo que se va configurando no es ni atea nimortfera, se ha vuelto humorstica (Ibd). Todos los valores sagrados, trascen-dentes, ltimos, dejan de ser algo serio y tambin ellos se sumergen en esa atms-fera ligera y risuea en la que nada se toma demasiado en serio, esa atmsfera debanalizacin creciente que lo envuelve todo. Por fin ha triunfado el homo risi-bilis, el hombre que se re de todo? Habra que ver en qu medida y en qu sen-tido una cultura cuya enfermedad social ms extendida es la depresin y que con-sume ansiolticos en cantidades industriales puede ser descrita como aquella enla que ha triunfado el homo risibilis.

    No se tratara ya, ciertamente, de una risa moderna disciplinada, contenida,intelectualizada, reducida a irona y a sarcasmo, funcionalmente domesticada.Tampoco de una risa carnavalesca, bufonesca y estrambtica. Se tratara de algoms ligero y ms disipado, de un humor ni intencionalmente blasfemo ni irni-camente refinado, sin pretensiones crticas o emancipadoras. Un humor gratui-to, insustancial, trivial, una comicidad vaca que se nutre de s misma (Ibd,141). La actitud postmoderna es una renuncia a la solemnidad del sentido, a la

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    majestuosidad imponente del discurso totalizador, a las categoras de plomo quegravitan pesadamente en las conciencias. El cdigo humorstico propone enun-ciados jvenes y tnicos, elimina la pesadez y gravedad del sentido [...] los dis-cursos enfticos se eclipsan, pues son incompatibles con la exigencia de operati-vidad y celeridad de nuestro tiempo. Se necesita algo detonante, flash; lo pesadose disipa en aras de la vida, de los spots psicodlicos, de la esbeltez de los sig-nos: el cdigo humorstico electrifica el sentido (Ibd, 156). Los smbolos y lossignos son despojados de contundencia, de importancia trascendente, de majes-tuosidad determinante. El universo simblico deja de estar trazado en rgidasfronteras delimitadoras que separan lo serio/sagrado y lo risible/profano, ya nohay recintos trascendentes a los que no se pueda penetrar con ligereza risuea.Toda la vida social es permeada por una relajacin burlesca, ya no hay ideales yverdades que impongan desde su incontrovertible absolutismo un respeto hier-tico y majestuoso.

    Se produce una desubstancializacin ldica de los grandes contenidos, puesel cdigo humorstico aspira al relajamiento de los signos y a despojarlos de cual-quier gravedad (Ibd, 157). Como vemos, esta tesis de la extensin de lo humo-rstico, de la expansin triunfante de la risa banal, de la muerte de lo serio y delo solemne, queda muy emparentada con la figura del ironista liberal de Rorty.Recordemos que esa figura era la del hombre que ya no se tomaba nada en serio,ni siquiera a s mismo. Ese ironista ni siquiera con respecto a sus propias creen-cias y convicciones era capaz de adoptar una actitud de seriedad circunspecta,pues haba renunciado definitivamente a los discursos totalizadores y absolutis-tas, a los discursos serios, graves y dogmticos3.

    El ironista liberal se mueve en coordenadas ldicas, proteicas, contingentes,nunca se instala en fundamentos pretendidamente eternos y absolutos. Y por

    3 Se trata de una disgregacin orgistica y fractal de todos los valores, algo que Baudrillardexplica con ese lenguaje enftico y fascinado que le es tan caracterstico. Ocurre una vez ms comoen la microfsica: es tan imposible calcular en trminos de bello o feo, de verdadero o falso, de bue-no o malo, como calcular a la vez la velocidad y la posicin de una partcula. El bien ya no est enla vertical del mal, ya nada se alinea en abscisas y en coordenadas. Cada partcula sigue su propiomovimiento, cada valor, fragmento de valor, brilla por un instante en el cielo de la simulacin ydespus desaparece en el vaco, trazando una lnea quebrada que slo excepcionalmente coincidecon la de las restantes partculas. Es el esquema propio de lo fractal, y es el esquema de nuestra cul-tura. (1991:12).

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    ello, nada hay que se le imponga con la seriedad autoritaria de una Verdad defi-nitiva, todo es discutible, revisable, provisional, todo es risueo, ligero, blando.El ironista liberal de Rorty, pues, encaja perfectamente en el teatro de la socie-dad humorstica.

    Y puede que ese irnico personaje tambin conecte con el nihilismo desen-fadado que describe Lipovetsky cuando dice que el nihilismo europeo [...] talcomo lo analiz Nietzsche, en tanto que depreciacin mrbida de todos los valo-res superiores y desierto de sentido, ya no corresponde a esa desmovilizacin delas masas que no se acompaa ni de desesperacin ni de sentimiento de absur-didad. Todo l indiferencia, el desierto posmoderno est tan alejado del nihilis-mo pasivo y de su triste delectacin en la inanidad universal, como el nihilis-mo activo y de su autodestruccin. Dios ha muerto, las grandes finalidades seapagan, pero a nadie le importa un bledo [...] (Ibd, 36). Una atmsfera de indi-ferencia pura impregna todas las valoraciones, una pelcula de frivolidad intras-cendente se deposita sobre los cadveres de lo que antao fueran los grandes ejesarticuladores de sentido. La oposicin del sentido y del sin sentido ya no es des-garradora y pierde parte de su radicalismo ante la frivolidad o la utilidad de lamoda, del ocio, de la publicidad. En la era de lo espectacular, las antinomiasduras, las de lo verdadero y lo falso, lo bello y lo feo, lo real y la ilusin, el sen-tido y el sinsentido se esfuman, los antagonismos se vuelven flotantes, se empie-za a comprender [...] que ya es posible vivir sin objetivo ni sentido, en secuen-cia-flash, y esto es nuevo (Ibd, 38). Y todo ello se produce en el seno de unacultura permeada en todos sus recovecos por la ligereza de un cdigo humors-tico que nos aleja de toda angustiosa nostalgia del sentido, pues el proceso se lle-va a cabo sin patetismo existencial, como luego veremos.

    Es la postmodernidad una explosin humorstica por la cual los hombres yano son capaces de tomarse nada en serio? Hemos entrado en un proceso en el quelos valores superiores se vuelven pardicos, incapaces de dejar ninguna huella emo-cional profunda (Ibd, 162)? Pero tiene algo que ver esta caracterizacin de lapostmodernidad risuea con el triunfo explosivo de la llamada sociedad de consu-mo?. Lipovetsky reconoce que la emergencia de lo que l ha llamado la sociedadhumorstica es inseparable del apogeo de la edad consumista y su cultura hedo-nista, aunque seguidamente apunta que no podemos explicar dicho proceso redu-cindolo a un mero epifenmeno de una nueva fase del capital. El cdigo humo-rstico es el complemento, el aroma espiritual del hedonismo de masa, a condicin

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    de no asimilar ese cdigo al sempiterno instrumento del capital, destinado a esti-mular el consumo (Ibd, 156). Se tratara, pues, de un fenmeno cuyo origendebe situarse en la revolucin general del modo de vida (Ibd, 157). Sin duda,dicha tesis chocara parcialmente con aquella otra defendida por Frederic Jameson,para el cual la postmodernidad no es sino una forma de denominar la nueva lgi-ca cultural del capitalismo avanzado. No es el capitalismo, en su actual fase ultra-consumista, el que crea ese ethos que describen y recrean Rorty y Lipovetsky?

    2. Corrodos y lquidos

    Para Jameson toda posicin posmoderna en el mbito de la cultura ya setrate de apologas o de estigmatizaciones es, tambin y al mismo tiempo, nece-sariamente, una toma de postura implcita o explcitamente poltica sobre la natu-raleza del capitalismo multinacional actual (1991,14). De tal modo que nopodran ser desligadas las andanadas posmodernas de las condiciones econmi-cas del llamado capitalismo tardo o capitalismo de consumo4. Lo que ha suce-dido es que la produccin esttica actual se ha integrado en la produccin demercancas en general: la frentica urgencia econmica de producir constante-mente nuevas oleadas refrescantes de gneros de apariencia cada vez ms nove-dosa (desde los vestidos hasta los aviones), con cifras de negocios siempre cre-

    4 Alex Callinicos, empero, afirma que el capitalismo no ha sufrido una mutacin cualitativaesencial. No creo que vivamos en una nueva era, en una era postindustrial y postmodernafundamentalmente diferente del modo capitalista de produccin que ha dominado el mundodurante los dos siglos anteriores [...] Ms an, gran parte de lo que ha sido escrito para sustentarla idea de que vivimos en una poca postmoderna me parece de nfimo calibre intelectual [...](Callinicos, 1994, 25) Aunque, ciertamente, Callinicos no puede dejar de hacerse cargo de una talsituacin, y si las doctrinas que proclaman la existencia o el surgimiento de de una poca post-moderna son falsas, como tambin lo afirmo, nos vemos abocados a una pregunta ulterior: dednde proviene el profuso discurso sobre la postmodernidad? Por qu, en la dcada pasada, granparte de la intelectualidad occidental lleg a convencerse de que tanto el sistema socioeconmicocomo las prcticas culturales experimentan una ruptura fundamental con respecto al pasado recien-te? (Ibd, 26). Unas lneas ms abajo apunta: [...] no busco slo demostrar la insuficiencia inte-lectual del postmodernismo, comprendido como la doctrina segn la cual entramos ahora en unapoca postmoderna, justificada por referencia al arte postmoderno, a la filosofa postestructuralis-ta y a la teora de la sociedad postindustrial, sino colocarlo en un contexto histrico. El postmo-dernismo puede ser considerado, desde esta perspectiva, como un sntoma (Ibd, 27). Representael discurso de la postmodernidad una nueva forma de falsa conciencia? De qu es sntoma el bro-te de lo postmoderno?

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    cientes, asigna una posicin y una funcin estructural cada vez ms fundamen-tal a la innovacin y la experimentacin esttica (Ibd, 18). Un Mercado capi-talista cuyo funcionamiento intrnseco impone necesariamente inacabables ciclosde constante renovacin y en donde las mercancas bullen en un perpetuo movi-miento de aparicin/desaparicin; un desfile en el que las cosas ya no son obje-tos estables que configuran un mundo, sino un escaparate en renovado movi-miento en el que los objetos desaparecen antes de empezar a usarse; en talescondiciones, la consistencia ontolgica del mundo se torna inviable, todo se sumeen una incesante y veloz digestin devoradora, las cosas no arraigan, no sedi-mentan, no articulan, no configuran, los hombres no pueden tejer alrededor deellas hilos de consistencia cultural y simblica.

    El capitalismo impone la aceleracin disolvente, la obsolescencia fulgurante,un rgimen temporal de propulsin sin memoria, un espacio flotante y calami-toso en el que todo lo estable se deshace antes siquiera de llegar a erigirse, unafagocitacin sin reposo5. Es este rgimen mercantil, son estas condiciones econ-micas las que acaban creando, en efecto, el clima cultural que describe Lipovetskyy el tipo de personalidad blanda que presenta Rorty con su figura del ironistaliberal. Los devaneos postmodernos, como apunta Jameson, corresponden a lalgica cultural de ese capitalismo avanzado y consumista.

    5 Como apunta Paul Virilio con lacnica precisin: Despus del siglo de las Luces vendra elde la velocidad de la luz, el nuestro (2005: 22) Se produce una metamorfosis contundente en laexperiencia de la temporalidad, que ahora vendr marcada por la aceleracin. [...] en estos siglosse produce una temporalizacin de la historia en cuyo final se encuentra aquel tipo peculiar de ace-leracin que caracteriza a nuestros modernos (Koselleck, 1993:23). Lo nuevo ya no se integra enla memoria, y en una propulsin hacia el futuro los lazos con el pasado van desintegrndose a todavelocidad. El horizonte de experiencia queda as enteramente trastocado, ya no tenemos nada quever con el pasado pero tampoco sabemos qu esperar. Tiempo de catstrofe, la continuidad entre lasgeneraciones se rompe, una revolucin permanente introduce el mundo de la vida en una vorgi-ne centrfuga en la que la expectativa est abierta hacia el futuro que irrumpe con violencia connovedades que no pueden integrarse en la experiencia heredada; la memoria y la esperanza quedandefinitivamente desconectadas. Ah es donde se juega toda la contextura de la aceleracin. Mi tesises que en la poca moderna va aumentando progresivamente la diferencia entre experiencia y expec-tativa, o, ms exactamente, que slo se puede concebir la modernidad como un tiempo nuevo des-de que las expectativas se han ido alejando cada vez ms de las experiencias hechas (Ibd, 342). Apartir de ahora la expectativa siempre llegar demasiado tarde, de la misma manera que ya no sepodr aprender del recuerdo. Ah es donde se juega toda la contextura de la aceleracin. La tem-poralidad queda enteramente reestructurada, se rompe la cadena de trasmisin, el tiempo desco-yuntado se vuelve intempestivo.

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    En efecto, en ese contexto se crea un tipo de yo acorde con esas necesidadesestructuralmente impuestas por el mercado. Describe Lipovetsky un yo debilita-do, difuso, difuminado, un yo destartalado y lbil, heterclito, compuesto de jiro-nes transitorios e intercambiables, consumibles, un yo carente de sustancia firmey duradera, una anarqua de impulsos y excitaciones desprovista de centro de gra-vedad. Es el tipo de yo exigido por la permanente aceleracin consumista, [...]un nuevo tipo de personalidad, una nueva conciencia, toda ella indeterminaciny fluctuacin (Lipovetsky, 2002,58). Este tipo de yo que Lipovetsky describe ydenomina neonarcisista es un yo funcional a las condiciones de vida determi-nadas por el capitalismo en su actual fase consumista. Que el Yo se convierta enun espacio flotante, sin fijacin ni referencia, una disponibilidad pura, adap-tada a la aceleracin de las combinaciones, a la fluidez de nuestros sistemas, esaes la funcin del narcisismo, instrumento flexible de ese reciclaje psi permanen-te, necesario para la experimentacin posmoderna (Ibd). Esa funcin corrosi-va que deshace todos los centros estables del yo procede, sin duda, de las necesi-dades de un sistema econmico que necesita a toda costa fabricar sujetosconsumistas hiper-estimulados, permanentemente excitados, seducidos por eljuego mercantil devorador que no puede permitirse rmoras que opongan resis-tencia a su fluidez. El yo que Lipovestky describe es el yo funcional al capitalis-mo consumista, es el yo que lubrica la movilidad permanente del ciclo de reno-vacin mercantil, el yo blando y lbil que puede ser atravesado sin oposicin porun torrente constante de mercancas y por todo el aparato informativo-publici-tario concomitante.

    Un yo, pues, capaz de asimilar y digerir todo ese torbellino mercantil-consu-mista ha de ser un yo flexible, reblandecido, anrquico, sin durezas, sin centro.Un yo veleidoso y reciclable que se inserta cmodamente en la gran circulacinmercantilizada de la sociedad consumista, un yo cuyo hbitat es esa profusinlujuriosa de imgenes, productos y objetos que chorrean en una multiplicacinexponencialmente ampliada dentro de la cual los sujetos son interpelados por lamovilidad inconsistente de un mar de mercancas que reclaman ser deglutidasde manera cada vez ms rpida y profusa. El yo ha de ser una disponibilidadpura para los movimientos del mercado consumista6. El mercado define al indi-

    6 Esa precariedad desestructurada adquiere un valor econmico indiscutible. La permanen-te mutabilidad de las formas de vida hace su entrada en las obligaciones del trabajador. La adap-tacin al cambio ininterrumpido y sin telos, los reflejos probados por la cadena de conmociones

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    viduo como ser anhelante en esencia. En principio, somos lo que deseamos: obje-tos, seres, estilos de vida, experiencias. Confundimos la multiplicacin de losderechos con la de los apetitos, sin vislumbrar la menor contrapartida en formade deberes. Una sociedad de mercado es de entrada una sociedad de serviciosbasada en la comodidad y la inmediatez. Es un ajuste minucioso de la oferta yla demanda, y cuanto ms personalizada sea la oferta, adaptada a los gustos decada uno, ms valor tiene. Considerable disfrute: estoy seguro de obtener inme-diatamente previo pago aquello que deseo, una gigantesca organizacin sepliega a mis menores apetencias. Se trata del placer del servicio [...] (Bruckner,2003:142). Toda la maquinaria econmica funcionando para la produccin ysimultnea satisfaccin de los ms ntimos apetitos, para la configuracin y colo-nizacin pormenorizada de unas apetencias que inmediatamente son saludadaspor una promesa inmediata de saciedad.

    El polcromo escaparate del mundo-supermercado in-forma el deseo huma-no a travs de una democratizacin compulsiva de la satisfaccin de los apetitosinducidos. Se trata de una lujuriosa concupiscencia que se arroga el derecho asaborearlo todo, a consumirlos a todos. La conclusin lgica de la sociedad demercado es la prostitucin generalizada, la transformacin del gnero humano enproveedores o clientes, en un ejrcito de manos que prodigan mltiples cuida-dos a pudientes apresurados (Ibd, 143). Toda realidad humana deviene servi-cio consumible. Incluso uno mismo se consume a s mismo, la vida propia se eje-cuta cual proyecto empresarial en el que invertimos y arriesgamos. La cuestinse complica al existir congruencia entre el mercado y el yo considerado comouna pequea empresa. Cuando el individuo trabaja en su desarrollo personal ybusca el mximo rendimiento de sus talentos, obedece a los principios econ-micos de utilidad y racionalidad. Cada persona es un capital productivo (Ibd,133). Si el gnero humano deviene abstractamente recurso humano, el individuotambin vive su propia vida como un material al que se ha de sacar el mximorendimiento con la mxima eficacia economizante y con la mxima productivi-

    perceptivas, un fuerte sentido de la contingencia y de la aleatoriedad, una mentalidad no deter-minista, el adiestramiento metropolitano para atravesar cuadrivios de diferentes oportunidades,todo esto se eleva al rango de autntica fuerza productiva (Virno, 2003, 47). En ese mismo sen-tido Paolo Virno apunta lo siguiente: Para decirlo con una jerga de moda: el nihilismo, en un pri-mer momento a la sombra de la potencia tcnico-productiva, se convierte ms tarde en un ingre-diente fundamental, en una cualidad muy bien valorada en el mercado de trabajo (Ibd, 48).

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    dad. Esa es la lgica que opera con imparable extensin en el meollo mismo dela civilizacin occidental.

    Ese ethos consumista (y enseguida veremos el motivo del entrecomillado,pues ethos es una nocin demasiado dura) producido por la morfologa del actualcapitalismo de consumo de masas concuerda de manera patente con ese otro suje-to de carcter corrodo, descrito por Richard Sennett. La expansin del capita-lismo flexible crea las condiciones ptimas para una personalidad desarticuladay fragmentada. Un mundo basado en la incertidumbre estructural, en la tempo-ralidad imprevisible, en el a corto plazo, en la pura urgencia, en la renovacincontinua, en ese mundo, los lazos emocionales de los sujetos no pueden consoli-darse, la propia vida carece de una mnima estructura de unidad, la biografa esun agregado deshilachado de la que apenas puede construirse un relato. Cmopuede un ser humano desarrollar un relato de su identidad e historia vital en unasociedad compuesta de episodios y fragmentos? Las condiciones de la nueva eco-noma se alimentan de una experiencia que va a la deriva en el tiempo [...] diraque el capitalismo del corto plazo amenaza con corroer su carcter, en especialaquellos aspectos del carcter que unen a los seres humanos entre s y brindan acada uno de ellos una sensacin de un yo sostenible (Sennett, 2000:25). El rgi-men temporal de la mercanca, la propulsin del tiempo mercantilizado en la socie-dad de consumo, genera unas condiciones de vida que merman y erosionan laposibilidad de erigir una personalidad ms o menos slida en un mundo estable7.

    7 Esa identidad narrativa que tematizaba Ricoeur va sumergindose en decadente desintegra-cin, y por ello va quedando en entredicho la permanencia de un personaje estable que sostienesobre s el peso y la consistencia de una trama slida. La novela y el teatro contemporneos se hanconvertido, efectivamente, en verdaderos laboratorios en los que se desarrollan experimentos men-tales en los que la identidad narrativa del personaje se encuentra sometida a un nmero ilimitadode variaciones imaginativas. Entre la firmeza de los hroes de los relatos ingenuos y la prdida deidentidad que sufren en algunas novelas modernas, se han explorado todos los grados intermedios.Con Robert Musil, por ejemplo, lo posible eclipsa hasta tal punto lo real que el hombre sin atri-butos [...] se convierte, en ltima instancia, en algo imposible de identificar. El punto de apoyodel nombre propio resulta tan insignificante que se transforma en un algo redundante. Lo ini-dentificable se convierte en algo innombrable. Ahora bien, hay que subrayar que, a medida que elrelato se acerca a esta anulacin del personaje, la novela pierde tambin sus atributos propiamen-te narrativos [...] En el caso de Robert Musil, la descomposicin de la forma narrativa [se produ-ce de manera] paralela a la prdida de identidad del personaje [...]. (1999:222) Personajes de iden-tidad diluida que, correlativamente, habitan una merma disgregante en esa trama significativa enla que se desenvuelven. Tramas deshilachadas atravesadas por personajes des-identificados. Bio-grafas troceadas en contextos significativamente desmembrados. La narratividad estalla.

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    Un mundo reblandecido que apenas es ya mundo, que es mera circulacinacelerada y una digestin sempiterna en el que todas las cosas decaen antes deque hayan arraigado. Las biografas quedan deshilachadas, los lazos humanosdebilitados. En este mundo, los lazos toman la apariencia de encuentros con-secutivos; las identidades, de mscaras que se van usando sucesivamente; labiografa, de una serie de episodios cuya nica importancia perdurable resideen su recuerdo igualmente efmero. No se puede saber nada con seguridad ytodo lo que se sabe puede saberse de otra manera, siendo una forma de cono-cimiento tan buena, o tan mala (y, sin duda, tan voltil y precaria), como cual-quier otra. La apuesta reina ahora all donde antes se buscaba la certidumbre,mientras que la asuncin de riesgos sustituye a la persecucin obstinada deobjetivos. Y, por consiguiente, no existen apenas cosas en el mundo que pue-dan considerarse slidas y fiables, nada que recuerde a una lona resistente enla que uno podra tejer el propio itinerario de vida (Bauman, 2001:35). Nadadura para toda la vida, la desconfianza se convierte en el humus natural de laexistencia, la ingravidez del proyecto vital apenas puede ser expresada narra-tivamente, no quedan muchos hilos conductores, slo indeterminacin, impro-visacin.

    Ese yo de carcter corrodo que describe Sennett es el yo lbil que caracte-riza Lipovetsky. Pero mientras en ste ltimo se celebra la versatilidad postmo-derna y ldica de un yo descentrado (nos hace el capitalismo consumista masalegres de lo que lo han sido los hombres a lo largo de toda la historia?), Sennetlamenta por el contrario esta situacin de sujetos ansiosos y desfigurados, des-posedos de un relato vital otorgador de sentido estable. Son vidas lquidas, enla metfora de Bauman, unas vidas fluctuantes que han perdido todos los aside-ros, que se deslizan siempre sobre arenas movedizas, que no cuentan con ningntipo de slida seguridad, que sobreviven siempre al borde del riesgo continuo.En resumidas cuentas, la vida lquida es una vida precaria y vivida en condi-ciones de incertidumbre constante (Bauman, 2006:10). Una vidas sin consis-tencia en un mundo en el que nada dura pues [l]a velocidad, y no la duracin,es lo que importa (Ibd, 17). Esta sociedad lquida prepara un terreno de juegovital impredecible en el que los resultados de las acciones son siempre imprevis-tos, incontrolables.

    Qu tipo de identidad puede ser construida en esta liquidez consumista?Los territorios de la construccin y reconstruccin de la identidad no son los

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    nicos conquistados por el sndrome del consumidor fuera de su reino de callesy centros comerciales. Paulatina, pero inexorablemente, va apoderndose de lasrelaciones y los vnculos interpersonales (Ibd, 117). Consumimos identidadesy relaciones humanas como consumimos el resto de mercancas. La mercantili-zacin de toda la Lebenswelt 8 involucra una constante e incoherente redefinicinen una personalidad que se mueve siempre a travs de proteicas figuras frag-mentadas. Una vida nmada, siempre sumida en un gerundio reestructuradorque nunca culmina en nada, un trabajo sisfico que no puede detenerse en unaconfiguracin estable, un vaivn vital, una licuefaccin trashumante que no pue-de permitirse ninguna solidez arraigada.

    Ningn cogito cartesiano ejerciendo de poderoso centro de gravedad, nin-gn Yo trascendental articulando y posibilitando una experiencia objetiva esta-ble. El sujeto se deshace y se fragmenta. Las ideas totalizadoras se han extin-guido, como ya anunciaron los profetas del fin de las ideologas, o como yadiagnostic el tan citado Lyotard en su caracterizacin de la condicin post-moderna9. Hombres sin cosmovisin, sin ideas totalizadoras de compresin delmundo. En realidad, sujetos sin mundo, sin sistema, individuos que no pueden

    8 La modernidad bien pudiera ser descrita como ese crucial proceso por el cual la mercancapasa a erigirse en el ser de todo lo ente. Valdra decir, en efecto, que la mercanca se convierte enel principio constitutivo de todo lo ntico y en la determinacin estructural de todo lo que es encuanto que es; y de la determinacin de lo ente como mercanca se siguen todas las categoras dela sociedad moderna (Marzoa, 1983:36). Ese es el paroxismo ontolgico de la mercanca, paro-xismo que vertebra todo el devenir moderno. Dentro de la sociedad capitalista las cosas, todas lascosas, han de aparecer bajo la forma mercanca, esa es la condicin trascendental del aparecer mis-mo. La mercanca se erige en lmite ontolgico. Las cosas slo adquieren consistencia ontolgi-ca, slo se introducen en el ser bajo la forma mercantil: o son mercanca, o no son. Para que algopueda adquirir presencia en el mundo tiene que hacerlo necesariamente bajo la forma-mercan-ca, una forma que se convierte as en el principio trascendental que determina el aparecer mis-mo de todos los entes. Aunque, bien es cierto, esa presencia mercantil es una presencia blanda,una cuasi-presencia dbil, frugal, fugaz, inconsistente. La mercantilizacin del mundo elimina laposibilidad misma de un mundo propiamente tal, y la conversin de la mercanca en el ser detodo lo ente implica, paradjicamente, un proceso de des-ontologizacin. Una sociedad reduci-da a labor y a consumo, como nos advierte Hannah Arendt (2005), pierde su carcter de mun-do, su mundaneidad.

    9 Oigamos, una vez ms, al filsofo francs: En la sociedad y la cultura contemporneas, socie-dad postindustrial, cultura postmoderna, la cuestin de la legitimacin del saber se plantea en otrostrminos. El gran relato ha perdido su credibilidad, sea cual sea el modo de unificacin que se lehaya asignado: relato especulativo, relato de emancipacin (Lyotard, 1984:73).

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    ni saben situarse en una deslocalizacin que no terminan nunca de compren-der. Individuos que no poseen elementos integrales a travs de los cuales poderenraizar su existencia en un orden de cosas comprendido y aprehendido, queslo disponen de un mosaico cambiante de retazos de publicidad asonante yjirones de sentido troceado electrnicamente, un calidoscopio destartalado demini-relatos blandos, un mejunje abigarrado y triturado de significados mez-clados y difusos. Pseudo-sujetos postmodernos que se proyectan nicamente enla blandura de un consumismo que no permite entretejer nada slido o fun-dante10.

    La sociedad de la comunicacin, gobernada por los mass media y por las redestelemticas, es para Vattimo una sociedad transparente en la que se da una explo-sin y multiplicacin generalizada de weltanschauungen: de visiones del mundo(1996: 79). La realidad unvoca ha reventado y se vuelve cada vez menos con-cebible la idea misma de una realidad. Quiz se cumple en el mudo de los massmedia una profeca de Nietzsche: el mundo verdadero, al final, se convierte enfbula. Si nos hacemos hoy una idea de la realidad, sta, en nuestra condicin deexistencia tardo-moderna, no puede ser entendida como el dato objetivo que estpor debajo, o ms all, de las imgenes que los media nos proporcionan. Cmoy dnde podramos acceder a una tal realidad en-s? Realidad, para nosotros,es ms bien el resultado del entrecruzarse, del contaminarse (en el sentido lati-

    10 [...] el postmodernismo como movimiento intelectual se ha construido como una gran cr-tica, que se transforma en una especie de reemplazo de la idea de produccin por la de consu-mo. Un reemplazo que, cuando se completa, se salda con el abandono o la relativizacin de lgi-cas propiamente explicativas, basadas en conceptos fuertes (de verdad, de realidad, defundamento, de sujeto) en beneficio de una aprehensin de la vida social con ayuda de met-foras y descripciones efmeras, puntuales y fragmentarias, enlazadas ellas mismas con la conductadesenfrenada y transitoria del consumo. Podemos, entonces, preguntarnos hasta qu punto todala postmodernidad no es simplemente uno de los resultados inevitables de una sociedad, en la queel acto central no es [...] la comunicacin, sino el consumo, que precisamente no crea relaciones,sino que se diluye en un acto solitario, ciertamente repetido muchas veces, pero siempre suscepti-ble de ser vivido en la misma ausencia relacional (Alonso, 2006:97). Habra que preguntarse ququeda en el interior de esa nueva ligereza vaporosa, qu queda por hacer y por exigir, inquirir sitodava hay algo que derribar o algo contra lo que resistir y pensar. Vattimo, en medio del estr-pito y del estallido anuncia que tras la deflagracin todava queda alguna utopa, algn horizon-te: Una posmodernidad que se realizara como forma de racionalidad social ms ligera, menoslbregamente dominada por el realismo de la razn calculadora de la asctica capitalista, burocr-tica o revolucionario-leninista, propone una utopa digna del mximo respeto, y capaz quiz deestimular tambin nuestro empeo tico-poltico. (Vattimo, 1996:70)

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    no) de las mltiples imgenes, interpretaciones y reconstrucciones que compi-ten entre s, o que, de cualquier manera, sin coordinacin central alguna, dis-tribuyen los media (Ibd, 81). Se evapora el centro de gravedad, la pluralizacinmultvoca de interpretaciones e imgenes se entrelazan sin criterio de preemi-nencia. El principio de realidad se fragmenta en millones de aristas, ninguna delas cuales se erige en sustrato real, sino que el juego caleidoscpico de inabar-cables perspectivas se entrecruzan oscilantemente en una desontologizacin ldi-ca. Para Vattimo, en este caos relativo residen nuestras esperanzas de emanci-pacin (Ibd, 78).

    Pero ese panorama de totalizaciones decadentes, extintas, desacralizadas,trivializadas, muertas, acab siendo tambin un proceso que convirti a loshombres en indigentes fantasmas que tienen que vivir improvisando pseudo-coherencias cambiantes y recicladas. Individuos que no pueden insertar su bio-grafa en una trama de sentido, pues se agitan entre medias de millones depseudo-sentidos telemticos y billones de informaciones que atraviesan suscerebros a la velocidad de la luz, cual fetiches dinamizados en la estrategias dela mercadotecnia, en la metstasis abigarrada de sociedades annimas y an-micas que impersonalizan de manera definitiva el significado coherente de lasrelaciones humanas, convertidas en meras transacciones abstractas, mecnicasy solipsistas.

    3. Nihilismo risueo

    Todo lo slido se desvanece en el aire, dice Marx en el Manifiesto comu-nista. En ello consiste la modernidad, y as reza el ttulo del clarividente ensayode Marshall Berman. Una modernidad atravesada y constituida por un sistemaeconmico que siempre vivi de las crisis peridicas y recurrentes, del caos deses-tabilizador en las condiciones productivas, laborales y vitales. En este mundo,la estabilidad slo puede significar entropa, muerte lenta, en tanto que nuestrosentido del progreso y el crecimiento es nuestro nico medio de saber con segu-ridad que estamos vivos. Decir que nuestra sociedad se est desintegrando sloquiere decir que est viva y goza de buena salud (1988:90). El ritmo producti-vo nunca puede frenarse, la circulacin mercantil nunca puede decrecer sino,muy al contario, ha de ir creciendo exponencialmente. La reproduccin siempreampliada del capital conlleva una mercantilizacin totalizadora de todos los aspec-

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    tos de la vida social, y los individuos ingresados en ese circuito slo pueden vivirfragmentadamente, lquidamente, zaheridamente11.

    En ese mundo todo est hecho para ser destruido maana, aplastado o des-garrado, pulverizado o disuelto, para poder ser reciclado o reemplazado a lasemana siguiente, para que todo el proceso recomience una y otra vez, es deesperar que para siempre, en formas cada vez ms rentables (Ibd, 95). Todo espotencialmente desechable, todo lleva la rbrica de su inminente sustitucin,nada es durable. El hombre no puede aferrarse a nada, no puede construir, nopuede creer, el origen del nihilismo est en el darse de lo mercantil. Todos losimpulsos anrquicos, desmedidos, explosivos que la siguiente generacin bau-tizara con el nombre de nihilismo impulsos que Nietzsche y sus seguido-res atribuiran a traumas tan csmicos como la muerte de Dios son localiza-dos por Marx en el funcionamiento cotidiano, aparentemente banal, de laeconoma de mercado (Ibd, 97). Es la sociedad capitalista la civilizacin mspasmosamente nihilista que jams haya de existir sobre la faz de la tierra? Elnihilismo nace en la proletarizacin masiva de los hombres, en la violencia indus-trial originaria que segrega sujetos desubicados e inermes que pasan a ser merasabstracciones circulantes despojadas de todo otro ropaje cultural; hombres desa-rraigados, universalmente indiferenciados, meros vendedores de la nica mer-canca que poseen, su fuerza de trabajo. Hombres sin Dios y sin patria, hom-bres que ya no estn en ningn lugar de dimensiones mensurables y limitadas,

    11 Se tratara de una situacin de revolucin permanente, como si la sociedad capitalistase hubiera sarcsticamente apropiado en su prctica ms viva de aqul sintagma que Trotski afa-m. Aunque, ciertamente, ya el propio Marx lo apunta claramente en su manifiesto: La bur-guesa no puede existir sin revolucionar continuamente los instrumentos de produccin, estoes, las relaciones de produccin, esto es, todas las relaciones sociales [...] La continua transfor-macin de la produccin, la incesante sacudida de todos los estados sociales, la eterna inseguri-dad y movimiento, esto es lo que caracteriza la poca burguesa respecto de todas las dems. Que-dan disueltas todas las relaciones fijas, oxidadas, con su cortejo de representaciones y visionesveneradas desde antiguo, mientras todas las recin formadas envejecen antes de poder osificar.Todo lo estamental y establecido se esfuma; todo lo sagrado es profanado [...] (2005:45). Todosaquellos que se regocijan en la apologa del puro devenir, aquellos que gozan con un Herclitollevado al paroxismo, aquellos que consideran que una coagulacin slida en medio del devenires una mquina fascista que intercepta el librrimo flujo vital, ellos, pues, pueden encontrar enla sociedad capitalista un paraso bastante aproximado a sus aspiraciones, en tanto que en ellatodo est en perpetuo ciclo de disolucin, en tanto que en ella nada cristaliza para durar y per-manecer.

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    sino en un ilimitado espacio homogneo, triturador e imprevisible llamado Mer-cado12.

    Y si concluimos que el Mercado fue el catico pual que asest la herida mor-tal a Dios, no se habra erigido el Mercado como nuevo dolo, como nueva divi-nidad, con nuevo Smbolo, como nuevo metarrelato configurador no solo denuestras estructuras sociales sino tambin delimitador de todo nuestro imagina-rio? No es el Mercado el catalizador de la transvaloracin de todos los viejosvalores? Emerge la figura del proletario, despus la figura del consumista, y elproceso nihilizador va mostrando sus rostros. Las cosas y las personas slo pue-den darse y slo pueden aparecer bajo la forma mercanca, y en ese inestable ydigestivo darse nada tiene valor sino como frugal valor de cambio insertado enla inacabable circulacin destructiva en el que nada se erige, en el que nada per-manece, en el que nada se entrelaza13. La mercanca nace para circular y morirantes siquiera de que pueda tejerse en torno a ella ninguna consistencia antro-

    12 El Capital es el Dios real, presente en todas partes y que se manifiesta en todas formas [...]El Capital es el Dios que todo el mundo conoce, ve, toca, siente y gusta; existe para todos nues-tros sentidos; es el nico Dios que no ha encontrado ateos (Lafargue, 1998:172). Eso hace decirLafargue a uno de los personajes que conversan en su La religin del capital. El Capital no reco-noce ni patria, ni fronteras, ni color, ni raza, ni edad, ni sexo; l es el Dios internacional, el DiosUniversal, y someter a su ley a todos los hijos de los hombres [...] Borremos las religiones del pasa-do, olvidemos los odios nacionales y nuestras querellas religiosas, y unmonos todos de corazn yde espritu para formular los dogmas de la fe nueva, de la Religin del Capital (Ibd, 173). Inclu-so propone, con irnico y lacerante sarcasmo, un libro de oraciones capitalistas. Padre nuestroCapital, Dios todopoderoso de este mundo, que desviis la corriente de los ros y perforis las mon-taas, que separis los continentes y uns las naciones; creador de las mercancas y manantial devida, que subyugis a los reyes y a los sbditos, a los patrones y a los asalariados: que vuestro rei-no se establezca en toda la tierra (Ibd, 207). Y, en efecto, la idolatra del Mercado se enseorea yse extiende ya incluso entre sus propias vctimas.

    13 Es sin duda imprescindible citar aqu el proceso de la destruccin creadora que Schum-peter defini como consustancial al mismo dinamismo interno del modo de produccin capi-talista. El capitalismo es, por naturaleza, una forma o mtodo de transformacin econmicay no solamente no es jams estacionario, sino que no puede serlo nunca (1984:120). En efec-to, as funciona el proceso de mutacin industrial si se me permite usar esta expresin bio-lgica que revoluciona incesantemente la estructura econmica desde dentro, destruyendoininterrumpidamente lo antiguo y creando continuamente elementos nuevos. Este proceso dedestruccin creadora constituye el dato de hecho esencial del capitalismo. En ella consiste endefinitva el capitalismo y toda empresa capitalista tiene que amoldarse a ella para vivir (Ibd,121). Un sistema, pues, que para sobrevivir requiere continuamente destruir lo que acaba decrear.

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    polgica. Todo se introduce en la liquidez del mercado, todo se subsume en esaveloz y anrquica circulacin14.

    Son stas las condiciones de la postmodernidad? Una sujeto que crece enesas exigencias y es interpelado por esos imperativos no puede desarrollar sinoun carcter corrodo, una identidad fragmentada y deshilachada, una vida lqui-da e inestable, un yo inerme, descentrado y blando que habita en la incertidum-bre. Un hombre desquiciado.

    14 El fantasma del homo oeconomicus no ha dejado de atravesar la ideologa neoliberal domi-nante, una de cuyas ms expresivas y extremistas manifestaciones vibr en la voz de ese miembrode la Escuela de Chicago llamado Gary Stanley Becker, premio Nobel de economa que afirmlo siguiente: Estoy diciendo que el enfoque econmico suministra un valioso y unificado mar-co para comprender todo el comportamiento humano (Febrero, Schwartz, 1997:57). No slolas operaciones que se realizan dentro del mercado, sino absolutamente todos los comportamientoshumanos han de ser comprendidos como comportamientos econmicos. En ese sentido, toda lacultura humana queda economizada, como por otra parte ya vio Polanyi cuando mostr las funes-tas consecuencias de esa utopa liberal que aspira a reducir toda la sociedad a mercado, que aspi-ra a que el mercado no tenga alteridad, a eliminar todo lo no-econmico o, en todo caso, a eco-nomizar lo que de suyo no es econmico. Es cierto que no puede existir ninguna sociedad sinalgn sistema de cierta clase que asegure el orden en la produccin y distribucin de los bienes.Pero ello no implica la existencia de instituciones econmicas separadas; normalmente, el ordeneconmico es slo una funcin del orden social en el que se contiene (2003:121). Pero en lasociedad industrial-capitalista asistimos al indito fenmeno de que una institucin, el Mercado,se emancipa del resto de relaciones sociales para ulteriormente fagocitarlas y absorberlas. En lugarde que la economa se incorpore a las relaciones sociales, stas se incorporan al sistema econ-mico (Ibd, 106). Lo cual, a la postre, no significa sino que se subordina la sustancia de la socie-dad misma a las leyes del mercado (Ibd, 122). El molino satnico del Mercado se extiendecon canceroso ritmo y todos los otros lazos socioculturales quedan sumidos en la interioridad delMercado. Tambin Hannah Arendt describe, en consonancia con lo anterior, lo que ella deno-mina el triunfo del animal laborans en la sociedad moderna, el triunfo de la mera zoe que invadela ciudad, la reduccin del bios poltico a una mera funcionalidad animalizada en la que desapa-rece el espacio pblico y el encuentro con los otros. Se tratara de una re-biologizacin del cam-po antropolgico, de una animalizacin de la comunidad poltica. La cultura humana, en las con-diciones del capitalismo consumista, queda reducida al mero expediente inmanente de reproducciny mantenimiento de la vida-zoe. Dice Arendt que nos resulta difcil comprender que, segn elpensamiento antiguo sobre estas materias, la expresin economa poltica habra sido una con-tradiccin de trminos (Arendt, 2005:55). Pero el rgimen de la sociedad capitalista, por el con-trario, es precisamente un rgimen del oikos liberado en el interior de la ciudad, que invade ymonopoliza todas las relaciones propias del espacio pblico para imponer una totalizacin oiko-nomica, un espacio en el que ya slo se lucha por la supervivencia, encapsulados en la mera inma-nencia vital-animal.

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    Los hombres ya no encajan sus vidas en unos goznes ms o menos establessobre los que poder girar y bascular, pues han sido expelidos, puestos en rbi-ta. Todos los goznes han estallado en mil pedazos, un estallido prolongado ysecular que alcanza ahora su mxima deflagracin. El hombre sin quicios, sinresortes fijos desde los que moverse, desde los que construir, desde los que mirar.El hombre ubicuo e indiferenciado que no est encajado en lugar alguno, queno ingresa en ningn entramado slido, que est permanente sacado de s, fue-ra de s. El hombre que no puede girar en movimientos regulados, que sloqueda volteado a merced de veleidades caprichosas e impredecibles, veleidadesciertamente mercantiles. La renovacin acelerada de las mercancas, que pro-duce cada dos aos un mundo enteramente nuevo, se alinea con el empleo pre-cario, la deslocalizacin de los cuerpos, la discontinuidad biogrfica, la desin-tegracin familiar, la corrosin del carcter, la disolucin de toda forma decomunidad (Alba Rico, 2007a:48). La vida sumida en una particular revolu-cin permanente que asalta todas las lentitudes neolticas de un hombre queva quedando desbordado, obsoleto y caduco ante la rapidez de una circulacincuyas exigencias de renovacin y sus imperativos de velocidad apenas puedecumplir. Un entorno de completa indiferenciacin y de hambre estructural gene-ralizada, donde nos comemos todo por igual, donde todo es comestible sindistincin15.

    Los hombres que todava pretenden quiciarse son rmoras sobrantes y ana-crnicas para el sistema de flujo perpetuo en el que vivimos. Slo est permitidodesquiciarse, ese es el nuevo imperativo, a ello somos constantemente empujadosy obligados, a romper todos los quicios, a despojarnos de ellos, a des-quiciarnos

    15 Nihilismo es, ciertamente, el gigantesco y brutal proceso de igualacin por el cual toda lacomplejidad de la orografa cultural humana queda reducida a la equivalencia de los valores decambio. Hablamos, pues, de un proceso de abstraccin reductora y homogeneizadora, en el quelas operaciones meramente econmicas crecen desordenadamente ocupando todo el espacio de lasrelaciones humanas. Todos los valores de uso social se equivalen abstractamente bajo la forma mer-canca en un vaciado nihilizador que despoja al mundo de la vida de cualquier otro valor no eco-nmico. Todos los contenidos antropolgicos que antes no eran de suyo econmicos quedan fago-citados y vampirizados por ese endoesqueleto de produccin-circulacin-consumo que subsumey absorbe todas las relaciones humanas no-econmicas para economizarlas. Este es el panorama,pues, de la sociedad crecientemente econmico-tecnolgica optimizada y consumista (Toma-mos sta ltima expresin y el sentido de lo aqu apuntado del profesor Juan Bautista Fuentes; Porejemplo, en su entrevista de la revista Nexo, N3-2005 o en su artculo El espacio europeo de edu-cacin superior, o la siniestra necesidad del caos, Logos, Vol. 38, 2005, 303-335).

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    sin contemplaciones, a quebrantar los contornos mensurables, a desmedirnos, ailimitarnos.

    Ese es el sujeto que produce el capitalismo consumista, el sujeto descentra-do y reblandecido que puede ser volteado flexiblemente por las exigencias de unmercado en perpetua renovacin destructiva y a-direccional; un pseudo-sujetoque puede adaptarse darwinianamente a ese nicho ecolgico siempre en trans-formacin anrquica, que es capaz de recibir y tragarse torrentes de mercancasque pasan por l sin dejar apenas huella; un sujeto siempre excitado y alterada-mente predispuesto para ser el frgil y destartalado habitculo en el que se vier-ten todos los signos mercantiles mediante una contundente y atroz produccinde demanda, un consumidor fabricado que es la antesala desfigurada del verte-dero, ya que [...] extendiendo la forma-mercanca hasta la alcoba y sumiendo enellas todas las caractersticas especficas del objeto, el capitalismo ha privado alhombre occidental en nombre de la propiedad privada! de todo derecho sobrelos objetos al miemos tiempo que le induce a llamar mo, en una adquisicinsimblica, a todo objeto que, bajo la forma mercanca, pasa a travs de l, cuan-do en realidad no es capaz de retener otra cosa que la forma mercanca en gene-ral, la cual (bien es cierto) le atraviesa ininterrumpidamente (Alba Rico, 1995:59).Un pseudo-sujeto que es slo, en definitiva, la correa de transmisin de la cir-culacin mercantil, que es una mera funcin engrasada en el circuito, y que cuan-do es menester se pone tambin l a circular.

    Pero hay que introducir aqu un matiz esencial, un matiz que es ms bienuna modulacin principal a la hora de poder captar certeramente aquello de loque estamos hablando. En todo ese proceso anteriormente descrito no debe-mos ver nada parecido a una manifestacin nihilista de tipo trgico, nada pare-cido a la angustia metafsica. Muy al contrario, todo se desarrolla entre carcaja-das, estridencias, decibelios, en tono humorstico. Los hombres desquiciados sonhombres que trazan su paso errante entre vtores y festividades, apolticamente.Es un nihilismo festivo, es un aniquilamiento rodeado de apata des-preocupada.Estos hombres que se dislocan como tomos propulsados no encuentran en sucatica vida sentimientos de absurdidad. No hay desesperacin desgarradora.Como deca Lipovetsky en una cita ya mencionada ms arriba, Dios ha muer-to, las grandes finalidades se apagan, pero a nadie le importa un bledo [...](2002:36). Total indolencia de unos hombres que estn lo suficientemente desac-tivaos y anestesiados como para sentir un trgico sentimiento de heroica angus-

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    tia. Son pura indolencia, gravidez ablica que slo se convulsiona en estertoresmomentneos y que el resto del tiempo vegeta indolora frente a los escaparatesluminosos de un mundo mvil y ruidoso.

    Alguien podra decir que los individuos de nuestra acelerada sociedad con-tempornea habitan un mosaico de vacos y huecos dejados por cualidades per-didas, que estn atravesados por ausencias, traspasados por nostalgias simbli-cas, perforados por desiertos referenciales. Pero tal descripcin sera esperpntica,hiperblica, extempornea y melodramtica. Este tiempo no se experimenta as.

    El hombre contemporneo no experimenta su vaciado con horror, se rego-dea en l. No hay consciencia de alienacin, nicamente un quejumbroso mas-cullar desrtico, pueril. La angustia es algo que se compra por unas monedas paraver un drama edulcorado y poco creble en una sala de cine, o para leer unos tex-tos que ya no son de este mundo, que ya no dicen nada, que son ya pura frase-ologa arqueolgica. La filosofa existencialista con su silencio de Dios es hoyslo una curiosidad filolgica, ese silencio ya no asusta, se compra y se vende,todo es burla y mofa. El teatro del absurdo queda muy lejos de los sentimientosdel hombre y de la mujer de hoy.

    Nuestro hombre nihilista y humorstico ya no vive su des-orientacin conangustia y desgarro, slo hay aspavientos fementidos e incoloros que se diluyenen un trfago azaroso de movilidad y licuacin. Nuestra sociedad consumista nopermite herosmos de angustia ni soflamas de lucha poltica, todo debe ser extre-madamente banal, no hay lugar para nostalgias de sentido, esas preguntas son yainformulables. Slo quedan diluidas consignas melifluas que invitan a moversey a consumir todo lo que se pueda, todo cuanto se pueda y lo ms rpidamenteposible. De la misma manera que el arte actual est ms all de lo bello y de lofeo, tambin el mercado est ms all del bien y del mal (Baudrillard, 1991:25).Ya slo cabe, pues, un pensamiento dbil, debilitado16. Habremos de congra-

    16 Un pensamiento tan anmico que, ciertamente, no puede ya esbozar una crtica creble con-tra los desmanes del capitalismo salvaje. Si el mercado es natural, inevitable o necesario, no tienesentido discutir sobre sus fundamentos morales. Nadie se pregunta por los fundamentos moralesde la neurona, de la evolucin de las galaxias o del teorema del punto fijo. La tesis de la neutra-lidad moral del mercado no apela a razones morales, sino al carcter indiscutible del mercado(Ovejero, 1994:17). Pues, en efecto, para los que sostienen la naturalidad del mercado pre-guntarse por los fundamentos morales del mercado es tan peregrino como preguntarse por los fun-

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    tularnos por ello? Muchas muertes y demasiados horrores causaron en el pasadolos pensamientos fuertes, las ideologas frreas, las cosmovisiones fanticas, losdogmas fundamentalistas, todava hoy causan estragos. Pero quin ms muerehoy? Cules son los muertos del risueo consumismo nihilista y quines son lasvctimas de su concomitante pensamiento debilitado? Qu es lo que hoy estmuriendo, qu est siendo devorado? Habramos de poner mucho recelo ante laposibilidad de diagnosticar la inocuidad de la postmodernidad capitalista.

    4. Liberacin ldica en el caos

    Creemos enteramente pertinente y justificado explorar la posibilidad (y laplausibilidad) de concebir la postmodernidad como la sintomatologa culturalms propia de esa sociedad ultraconsumista que se manifiesta con voracidad cre-ciente en las sociedades occidentales del capitalismo tardo. Aunque, en efecto,es difcil precisar la diferencia exacta que media entre un sntoma cultural y unalegitimacin ideolgica.

    Es la postmodernidad un discurso ideolgico o un estilo de vida? La postmo-dernidad es ante todo un proceso de disolucin por el cual el espacio pblico, cier-tamente, se repliega invadido por una circulacin veloz de imgenes y mercancasannimas. La esfera de los asuntos humanos, ese espacio especficamente antro-polgico en el que nos encontramos con los otros no de manera desnuda sino entremedias de un mundo de sentido comn y de signos compartidos, se convierte enun erial simblicamente desecado, en una plataforma en la que ahora nicamen-te se dan cita multitud de equivalencias abstractas sin memoria y valores de cam-bio desprovistos de toda duracin significativa. Cierto que hay una sobresatura-

    damentos morales del oxgeno (Ibd, 16). Esa debilidad del pensamiento vendra dada, parad-jicamente, por un nuevo fundamento absoluto, por una nueva instancia indubitable e incuestio-nable, esto es, el Mercado capitalista, escrito as, con maysculas, para expresar patentemente laidolatra que hacia l se profesa. Si la justicia consiste en el respeto a los resultados del mercado,ya no se pueden criticar los resultados del mercado en nombre de la justicia. Son tautolgicamentejustos. Si embargo, eficiencia significa desde este punto de vista, que la justicia es lo que resultadel mercado: por tanto, lo que resulta de aquellas relaciones sociales de produccin, para las cua-les pretendidamente no hay alternativa. No solamente la justicia, sino todos los valores son redu-cidos tautolgicamente a lo que es el resultado del mercado. Mercado Mundial, Juicio Final!(Hinkelammert, 2001:33).

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    cin de signos consumibles, pero ese banquete destartalado de formas precarias nopuede aquilatar ningn espacio simblico de durabilidad y pertenencia17.

    Las mercancas no son cosas, y sin cosas no hay mundo comn. Slo haypuro movimiento, puro proceso de consumo, y [...] la ciudad misma, comolugar natural del contrato social entre los hombres, se ha convertido tambin enun simple distribuidor de hombres rodados: concebida para la circulacin de lasmercancas a travs de vas rpidas, anillos de circunvalacin y crculos concn-tricos potencialmente lquidos que slo coagulan en las grandes superficies comer-ciales y en los grandes centros recreativos, la ciudad misma deviene mercanca[...] (Alba Rico, 2007b:124). Las ciudades postmodernas del capitalismo con-sumista estn dejando de ser un espacio de memoria colectiva, estn dejando deorganizar ese entramado compartido que tiene una historia recordada cuya pre-sencia sirve como marco en el que imbricarnos.

    Por el contario, las ciudades se parecen cada vez ms en esos no-lugares18 neu-tros, intercambiables, a-significativos, desidentificados y anonimizados qu ni-

    17 Los hombres caminan ms despacio que el capitalismo, la poltica se despliega a una veloci-dad inferior a la impuesta por las necesidades del capital. El zon politikon no puede vivir a semejantevelocidad, Aristteles ha sido enterrado por el capitalismo. La palabra deliberativa requiere una len-titud, una pausa, un receso, un espacio, una plaza no sujeta a la voracidad digestiva del ciclo mer-cantil. La velocidad capitalista es pura anoma, ausencia de Ley. La palabra, la poltica, la ciudad, elencuentro con los otros en lo pblico, los smbolos, las tradiciones, los relatos, el arte, todo ello nece-sita de un espacio privilegiado robado a la voracidad meramente vital de la Naturaleza, que se mue-ve en sus meros ciclos de reproduccin incesante y siempre hambrienta. Los muros de la ciudad, dela ciudad neoltica, nos han separado siempre de ella. El capitalismo contemporneo ha derrumba-do esas murallas, nos ha devuelto al ciclo natural del hambre, de la voracidad siempre renovada, a laselvtica condicin de lo puramente comestible, y lo ha hecho propulsndonos adems a una velo-cidad inhumana. La vieja condicin neoltica del hombre queda deshecha, nos sumergimos en unaciudad intangible de perpetuo movimiento renovado, en una rapidez sin cosmos en el que las cosasno arraigan, en el que los hombres son desbordados por un sistema que se lanza por una pendientede velocidad inaprensible frente a la cual la condicin indgena del hombre se ve siempre rezagada.Vamos retornado al ulular de la Especie. [Este texto pertenece a una resea de la obra La ciudad intan-gible de Santiago Alba Rico (Jorge Polo Blanco, 2007) publicada en la revista Cuaderno de Materia-les en su versin digital: http://www.filosofia.net/materiales/resenas/r_2_ciudad_polo.html ].

    18 El mundo de la globalizacin econmica y tecnolgica es el mundo del trnsito y de la cir-culacin [...] Los aeropuertos, las cadenas hoteleras, las autopistas, los supermercados [...] son nolugares en la medida en que su principal vocacin no es territorial, no consiste en crear identida-des singulares, relaciones simblicas y patrimonios comunes, sino ms bien en facilitar la circula-cin (y, por el ello, el consumo) en un mundo de dimensiones planetarias (Aug, 2003:101).

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    camente ejercen de planicies y rampas de deslizamiento rpido para que la cir-culacin no se detenga. La aceleracin, la fractalidad y el caos se plasman comoprimera imagen y metfora central de un consumo sin norma ni razn que pare-ce la primera sea de identidad (o mejor de ausencia de ella) del universo de refe-rencia postmoderno. Ese postmodernismo barroco, hedonista, narcisista e indi-vidualista, que pretende convertir al consumo y la moda en la lgica cultural yartstica del postfordismo [...] no es otra cosa que una consecuencia y una segun-da denominacin de un liberalismo integrado, que trata de imponer la lgica yla esttica de la mercanca sobre todos los mbitos de lo social (Alonso, 2006:70).El rgimen mercantil es tambin un rgimen esttico y todo es experimentado ysentido como mercanca: los otros, uno mismo, el mundo.

    Las relaciones humanas se consumen como se consumen las propias identi-dades, como signos intercambiables siempre dispuestos a ser reciclados. Un hom-bre o una mujer posmodernos son, as, como los muebles modulares conforma-dos a partir de elementos de distintas piezas y cuya mayor ventaja es ladisponibilidad para el ensamblaje o el despiece veloz. Un ser sin demasiados atri-butos fijos, disponible como un Lego, hecho de muchas sangres y avatares, listopara la discontinua vicisitud de las ficciones (Verd, 2003:192). Figuras flo-tantes cuyas piezas nunca se engarzan de manera slida, junturas apenas selladaspara que la mutacin est siempre prevista. Personalidades enteramente protei-cas diseadas para la adquisicin ocasional de elementos que luego sern dese-chados y cambiados por otros nuevos19. Pero estas recombinaciones de s no lashace el hombre postmoderno a travs de ningn proceso traumtico, sino conesa ligereza consumista que desecha en el cubo de la basura un artculo apenasdigerido. Las piezas de nuestra personalidad, al igual que el resto de valores deconsumo, no tienen memoria. Nuestra identidad es una heterognea diversidaden constante recombinacin.

    19 El hombre postmoderno extiende su voluntad re-constructiva a todos los niveles, a los lti-mos niveles. En efecto, si la personalidad biogrfica queda reducida a un cmulo de piezas reci-clables y desechables, tambin las mismsimas entraas de nuestra naturaleza biolgica estn empe-zando a ser objeto de nuestra entera manipulacin y diseo. Hemos llegado tan lejos como paraalbergar la esperanza de manipular la composicin gentica de los seres humanos, que hasta hacepoco constitua el modelo mismo de inmutabilidad [...] (Bauman, 2005:178). Ni siquiera la iden-tidad gentica permanece inclume, tambin ella llegar a ser objeto de consumo, de diseo, dereciclaje, de movilidad.

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    Podramos celebrar ese carcter proteico de nuestros estilos de vida, de nues-tra personalidad, porque pudiramos ver en ello una liberacin de los constre-imientos culturales y de los corss simblicos que nos impona un viejo ordensocial que se derrumba. Una estridencia heterognea implosiona en el coraznde la sociedad consumista, el viejo sistema industrial de consumo masivo estan-darizado empieza a decaer y dejan de tener sentido las crticas culturales queapuntan a la homogeneizacin de las formas de vida en la sociedad de masas. Lasociedad de consumo entra en una nueva fase, una fase donde la oferta est alta-mente diversificada, donde el consumidor ya se elige a s mismo. Del consu-midor receptor pasivo [...] hemos pasado al consumidor autoproducido, activoe interconectado, donde el aparente aumento hasta el infinito de las posibilida-des de eleccin pasa por el aumento paralelo del poder de mercado y de las com-paas que monopolizan los cdigos y las tecnologas (Alonso, 2006:72). Enefecto, las ingenieras del marketing configuran un espectro amplsimo en el queel consumidor se ve excitado por una variedad apabullante de reclamos, imge-nes, seducciones, posibilidades. La sociedad entera se convierte en un gigantes-co hipermercado.

    Pero en esa supuesta libertad para elegir (consumir) cada da un rol nuevo(una mscara nueva que luego reciclo o desecho para comprar una nueva) tal vezdebiramos ver algo escasamente parecido a una liberacin autntica, si es quetal cosa tiene an algn sentido. Porque la determinacin del nuevo (des) ordende la sociedad ultraconsumista constrie a travs de una produccin de deman-da altamente diversificada que otorga a los sujetos la ilusin de ser ellos los cons-tructores de sus reciclables vidas mercantilizadas. Una orga promiscua de signosy modelos que se pone a nuestra disposicin para el consumo imparable que ali-menta la reproduccin del capital. Toda la formacin primaria y secundaria quellevan a cabo principalmente las bateras de imgenes emitidas por los mass mediaen incesante bombardeo sobredeterminan el legado tendencioso administradopor la escuela y terminan calcificando las mentes en una de las mltiples opcio-nes de lo mismo que conocemos en la ideologa actual como pluralidad de for-mas de vida de las sociedades abiertas, que, en realidad, a lo que responden es auna sola forma de vida efectiva, la del homo oikonomicus u hombre mercanca.Bajo la sobreestructura ideolgica de mscara plural subyace un modelo econ-mico nico para un pensamiento nico [...] (Royo, 2007, 300). La gigantescaindustria ideolgico-publicitaria produce la gran prestidigitacin fetichista deleclecticismo de los estilos, de las formas de vida irradiadas en chillona plurali-

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    dad. En realidad todo responde a los efectos diversificados de una misma mer-cadotecnia, aunque para algunas tendencias anarquizantes de la postmodernidadtal juego mercantil es el smmum de la realizacin liberadora. Desde esa pers-pectiva, pues, ya slo caben micropolticas de resistencia individual basadas enel placer epicreo y en el disfrute hedonista de uno mismo, en explotar (y aquel trmino no es gratuito) las posibilidades vitales que uno alberga dentro de s.Para estos anarquistas postmodernos, pues, queda ya muy lejos la emancipacinclsica organizada, la militancia colectiva, la lucha sindicada. Ahora se trata msde una resistencia esttica que de una lucha poltica, una resistencia light y ego-tista que se mueve narcisistamente en una pretendida retirada a los mrgenes. Lopoltico, pues, ha sido ampliamente deconstruido, triturado y consumido porese simulacro de la diversidad mercantil.

    La postmodernidad no es una rebelda, sino el juego del capitalismo consu-mista. Ese pensamiento de la fragmentacin, de la diversidad; ese pensamientosin centro, debilitado, irnico, ldico; ese pensamiento antittico de toda rigi-dez categorial y de todo discurso fuerte; ese pensamiento sin fundamento, sinjerarqua, sin referente; todo ello se acomoda a una forma de pensar que se corres-ponde con la sociedad debilitada y fragmentada del ultraconsumismo. Nadaparecido a las entusiasmadas construcciones de los aos sesenta donde la antip-siquiatra, la antiescuela, el antiteatro o la contracultura establecan una propo-sicin destinada a afirmarse frente a lo anterior y derrotarlo. Lo post es en spattico, como lo son los plus del pelo y las uas que nacen de los cadveres. [...]Los post no aspiran a los enrgicos antagonismos del anti, pero tampoco ala ciencia superadora que conllevan los movimientos neo, ni igualan las evo-luciones confiadas de los ismos. El post no es una corriente sino un espas-mo, no constituye un discurso nuevo sino que realiza copias desenfocadas de loya visto. [...] Se comporta a la manera de una extrasstole sin trascendencia paraformar un espritu del tiempo, slo un estilo del tiempo (Verd, 2003:264). Unestilo del tiempo que no es ms que la sintomatologa espasmdica y destartala-da de un pensamiento que ha perdido toda referencia y todo fundamento en elestallido hiper-fragmentado de un mundo que asimismo pierde toda consisten-cia y todo orden gramatical.

    La postmodernidad no es el pensamiento de la diversidad rebelde que se alzacontra el autoritarismo dogmtico, no es el juego polismico y polifnico quereacciona al discurso opresivamente unvoco, no es el pensamiento que surge

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    como respuesta a la organizacin social disciplinar, no es la respuesta autnomade la fragmentacin libertaria frente al monoltico fundamentalismo. Ms sen-cillamente, ms banalmente, la llamada postmodernidad no es sino el sntomade la nueva fase de un capitalismo que en realidad sigue siendo el mismo capi-talismo de siempre que estalla en la hiperblica diversidad consumista.

    El narcisismo y el culto al yo es el fenmeno definidor de esa liberacin deesquemas opresivos, de esa promiscuidad de estilos y modas que nos hace libresen la diversidad producida de la mercadotecnia. Ahora, en el capitalismo de fic-cin, no aparecen las clases sociales y en su lugar slo se habla de clases de vida.A la lucha de clases ha sucedido la lucha por ser yo, y a la pugna por la revolu-cin ha continuado el afn por ser uno mismo. La clave no se investiga en losmales de la organizacin social sino en la novela psicolgica de la vida privada,mientras la esperanza pasa de la revolucin a los ansiolticos, las anfetaminas oel citalopram (Ibd, 202). La contracultura que se rebela contra la imposicinde las organizaciones opresivas de la sociedad burguesa y se recluye en la libe-radora experimentacin de la propia subjetivad no es ms que el fenmeno con-comitante a la victoria sin cuartel de una sociedad hiperconsumista que repliegaa los individuos sobre s para que se consuman a s mismos, despolitizndolos,psicologizndolos al extremo.

    Ciertamente, esa explosin de diversidad polismica que es tan bien recibi-da por algunos tericos postmodernos de la cultura, es una caracterstica casi ine-ludible en unos hombres y mujeres que viven bajo el fragor de un rgimen socio-econmico ultra-consumista. Las metforas sobre velocidad, fragmentacin ycaos son las dominantes en el entorno cultural posmoderno (Alonso, 2006, 70).Ciertamente podramos celebrar esa diversidad cualitativa que estalla en las socie-dades contemporneas, en las cuales todos los roles sociales se quebrantan, todaslas categoras estticas y sexuales explosionan en un caleidoscopio mvil y difu-so, donde la variedad de estilos y formas de vida se desparrama en un coloridopolidrico, donde las distinciones claras y distintas se deshacen, donde la movi-lidad indistinta sustituye a la clasificacin rgida. Tal vez ese amplio fenmenosociocultural sea el fruto de una definitiva liberacin, la eclosin triunfante deuna emancipacin moderna por fin desarrollada hasta sus ltimas y mximasconsecuencias. Pero, en cualquier caso, no deberamos dejar de poner en rela-cin todo ese espectro de fenmenos con el desarrollo imparable de la fase ultra-consumista del capitalismo tardo. Desde este punto de vista, el ethos postmo-

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    derno se despega de la concepcin cartesiana del hombre moderno [...] la post-modernidad presentara un sistema de valores dirigido por orientaciones de otrotipo: lo cualitativo, la flexibilidad, la interdisciplinariedad y la transdisciplina-riedad; la incertidumbre, el riesgo y el caos; la atencin al cliente; lo simblico ylo virtual; el humor y la irona; la creatividad latina; una preocupacin por lasformas; la gestin de afectos y emociones; los valores femeninos y transexuales;las redes y el relativismo extremo. El nuevo consumidor sera el representantecultural del capitalismo tardo postmoderno (Alonso, 2006:97). Una sociedadque se esfuma, la del capitalismo clsico, protestante, puritano, regido por valo-res de austeridad ahorrativa y por una tica estricta del trabajo; una sociedad alta-mente dirigista, burocratizada, controladora, piramidal, rgida, patriarcal, repre-siva, jerarquizada, militarizada, cuantificada, seria, disciplinada, monoltica.

    En efecto, todos esos valores son los que el nuevo capitalismo consumistaderriba con su nueva cultura, que no es otra que la cultura postmoderna, esa cul-tura hedonista que el conservador Daniel Bell (1977) define como la responsa-ble de la decadencia de ese viejo capitalismo disciplinar protestante20. Pero la

    20 El capitalismo, segn Bell, acaba entrando en una dinmica cultural internamente contra-dictoria, en el sentido de que los viejos valores antao preponderante