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Cuaderno de Posgrado
Representaciones del tiempo y el espacio
(Doctorado)
Dr. Saúl Jerónimo RomeroDr. Jorge Alberto Rivero Mora
mayo de 2018
Posgrado en Historiografía
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Objetivos:
Conocer distintas temporalidades y espacialidades y sus usos culturales
Apreciar distintas representaciones del espacio y el tiempo como fuentes
historiográficas
Conocer las fuentes gráficas, arquitectónicas, monumentos, y otros espacios como
representaciones no escritas del tiempo
Reflexionar sobre la representación del tiempo y espacio como significativas para
los elementos identitarios de la sociedad
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Modo de trabajo
El presente curso, constará de cuatro etapas: tres entregas de trabajos acotados y
acordes con las lecturas que les serán proporcionadas corresponderán a las primeras
actividades del curso y la última entrega, corresponderá a un trabajo de acotamiento
de tiempo y espacio relativo a sus proyectos de investigación. Esta última actividad
requerirá de la profundidad acorde con un proyecto de investigación de doctorado.
o Primera actividad: tercera semana (25 de mayo)
o Segunda actividad: sexta semana (8 de junio)
o Tercera actividad: octava semana (22 de junio)
o Cuarta actividad: décimo primera semana (13 de julio)
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Representación del tiempo y el espacio
Introducción
Este cuaderno de trabajo se ocupa de la representación del tiempo y del espacio, que son las
dos coordenadas básicas en las que se mueve el discurso de lo histórico. La comprensión de
los sentidos y significados que esas representaciones producen es el trabajo de la
historiografía.
Es la narratividad el instrumento que integra diversos tiempos y espacios en una
perspectiva histórica, le da sentido y lo incorpora a un tiempo histórico. Esta narrativa puede
ser textual o visual. Las representaciones realizadas desde la historia y la historiografía
alimentan una serie de debates en torno a la posibilidad de la representación histórica y sus
límites, mismo que enriquecen la práctica historiográfica.
Es el observador, quien inmerso en un entorno social, histórico, político, económico,
étnico, geográfico, de género emite su discurso, lo que por lo mismo no puede estar exento
de prejuicios, ideologías, horizontes culturales, ya que son parte de su esencia misma; la
conciencia histórica es la posibilidad de hacer evidente el punto de enunciación desde una
perspectiva crítica.
En la presente UEA se busca dotar a los alumnos de un instrumental teórico y
metodológico que estimule la reflexión y problematización en torno a las representaciones
del tiempo y el espacio, en tanto expresiones que se materializan en múltiples discursos y
grafías.
La representación del espacio es quizá más fácil de pensar, en la medida en que
estamos familiarizados con mapas, dibujos, códices, gráficos y esquemas que representan el
espacio y que nos son sumamente familiares. Sin embargo, debemos tener presente, que
esas representaciones son representaciones de un tiempo en particular y, por tanto,
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contienen valores, signos y significados que deben ser comprendidos, bajo esas
coordenadas.
La representación del tiempo es un asunto más complejo. El discurso de lo histórico
aparentemente está limitado por la linealidad de la narratividad, que es el medio por
excelencia para representar el tiempo. Sin embargo, existen otras maneras de representarlo,
como veremos más adelante, pero adelantamos que cualquiera de ellas siempre se hace
desde una lectura de lo historiográfico.
La relación entre tiempo, espacio y política es significativa; la mayoría de las naciones,
gobiernos, civilizaciones tienen la necesidad de proponer un tiempo histórico y un espacio
propio, real o imaginario. Varios ejemplos de ello, lo podemos observar en el surgimiento de
las naciones latinoamericanas del siglo XIX, grupos indígenas americanos, naciones africanas
en el siglo XIX, la división geográfica del medio oriente por las grandes potencias en el siglo
XX; así como otros niveles de espacio y culturas, como: centros urbanos, rurales, cultura de
barrio, localidades, regiones, etcétera.
La dimensión espacial no tiene que ver con las dimensiones, ni tampoco el relato del
tiempo tiene que estar sustentado en hechos sino en conceptualizaciones del mundo, de la
sociedad y del individuo. La comprensión de su lógica cultural, identitaria, histórica y
simbólica será el objeto de esta uea.
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Representación del tiempo
El uso del tiempo y el espacio como referente cultural es propio de todas las civilizaciones,
desde el territorio de los grupos nómadas, hasta las estrategias geopolíticas de las grandes
potencias; en todos los ejercicios de apropiación del tiempo y del espacio se hace referencia
a un pasado fundacional y a un territorio, que puede ser real o imaginario. Quizá el ejemplo
más tangible lo tuvimos en la modernidad política con la creación de la idea de nación, que
como es sabido es una construcción cultural, basada la mayor parte de las veces en mitos
fundacionales, que remiten a un territorio, una identidad y la necesidad de sostenerlas como
parte de un proyecto de una comunidad.
La representación del tiempo atiende también a una dimensión teórica y filosófica que en
muchas ocasiones enmarca, encorseta, delínea o propone cierta manera de entender el
tiempo y su representación. Por supuesto, que también está sujeta a un régimen de
historicidad.
La representación del tiempo pasa por el lenguaje, con todos los horizontes y
condicionantes propios de cada momento. En el lenguaje textual, en el fílmico, en el
representado por la pintura, escultura, los monumentos, etcétera hay un lenguaje que
construye una narración.
A propósito del discurso histórico, que es sobre todo y ante todo un discurso del
tiempo pasado escrito desde un presente. Walter Benjamin hacía las siguientes reflexiones:
“A las peculiaridades más dignas de nota del ánimo humano”, dice Lotze, “pertenece..., junto a tantos egoísmos en el individuo, la universal falta de envidia de todo presente respecto de su futuro” Esta reflexión nos lleva a inferir que la imagen de felicidad que cultivamos está teñida de parte a parte por el tiempo al que nos ha remitido de una vez y para siempre el curso de nuestra vida. Una felicidad que pudiera despertar envidia en nosotros la hay sólo en el aire que hemos respirado, en compañía de hombres con quien hubiésemos podido conversar, de las mujeres que podrían habérsenos entregado. En otras palabras, en la representación de la felicidad oscila inalienablemente la de la redención. Con la representación del pasado que la historia hace asunto suyo ocurre de igual modo. El pasado lleva consigo un secreto índice, por el cual es remitido a la redención. ¿Acaso no nos roza un hálito del aire
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que envolvió a los precedentes? ¿Acaso no hay en las voces a las que prestamos oídos un eco de otras, enmudecidas ahora? ¿Acaso las mujeres que cortejamos no tienen hermanas que jamás pudieron conocer? Si es así, entonces existe un secreto acuerdo entre las generaciones pasadas y la nuestra. Entonces hemos sido esperados en la tierra. Entonces nos ha sido dada, tal como a cada generación que nos precedió, una débil fuerza mesiánica, sobre la cual el pasado reclama derecho. No es fácil atender a esta reclamación. El materialismo histórico lo sabe. 1
Quisiera que hiciéramos un breve ejercicio de cambiar la palabra felicidad por odio,
identidad, mexicano, español, etcétera y se podrá comprender la profundidad de las
observaciones de Benjamin. También reflexiona, sobre la elección de las voces o fuentes que
elegimos oír; sobre el horizonte en el que están inmersas esas voces. Sobre el papel redentor
de la historia, en la cual se reclama un papel de presencia en la tierra casi divino para quien
escribe sobre su pasado, su presente y su futuro.
Esta problemática es la esencia de la teoría de la historia y por supuesto de la
discusión historiográfica. Su comprensión requiere enfocar tres niveles a considerar: el
sentido de la historia que se escribe; la perspectiva desde la cual se enuncia el discurso y las
tradiciones, teorías o conceptos que nutren ese discurso. Estos tres elementos, no están a la
vista de un lector de primera intención, es necesario tener lecturas base, que nos permitan
conjuntar las herramientas necesarias para observar cuidadosamente estos elementos. Así
que un primer ejercicio será leer: “Sobre el concepto de historia” y “Apuntes sobre el
concepto de historia” de Walter Benjamin, en el libro La dialéctica en suspenso, pp. 37-64, y
tratar de discernir los múltiples elementos que Walter Benjamin observa sobre la escritura
del pasado.
Una segunda actividad de esta problemática será leer el capítulo François Hartog, La
historia y el presentismo del presente de Norma Durán R.A. en Norma Durán. Epistemología
histórica e historiografía, UAM, 2018, pp. 257-290. Capítulo en el que se hace un breve
recuento de la historia como discurso científico y la comprensión de la manera en que
1 Walter Benjamin. La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia. LOM Ediciones, Santiago de Chile, 2009, pp. 39-40
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François Hartog ha historizado las prácticas historiográficas. En este caso también tendrán
que hacer un análisis cuidadoso de esas prácticas y sus implicaciones. Y una tercera actividad
será entregar un breve ensayo producto de la comparación de ambos autores sobre la
representación del pasado.
Bibliografía para el ejercicio
Walter Benjamin. La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia. LOM Ediciones,
Santiago de Chile, 2009.
Norma Durán y Alfonso Mendiola “François Hartog, La historia y el presentismo del
presente” en Norma Durán. Epistemología histórica e historiografía, UAM, 2017
Bibliografía complementaria
Norbert Elías. Sobre el tiempo, Madrid, FCE, 1989
Paul Ricoeur. “La representación historiadora” en Paul Ricoeur. La memoria, la historia, el
olvido, Argentina, FCE, 2004, pp. 307-370
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Representación del espacio
En esta sección he retomado del curso de inducción al posgrado lo relativo al Espacio
histórico, porque considero que se muestra de manera sencilla la problemática
historiográfica relativa al espacio; la construcción del espacio histórico desde la perspectiva
del poder, de la identidad y de la memoria, que como puede apreciarse son características y
rasgos que comparte con el tiempo histórico:
Espacio Histórico2
Toda acción humana ocurre en el tiempo y el espacio; por tanto, su comprensión y registro
debe ordenarse entre esas dos coordenadas. Ambas son componentes del discurso histórico
(recuérdese introducción y véase sección sobre narración y representación), que de manera
genérica podemos decir que es una forma narrativa de representar el pasado.
Situarse en el espacio no sólo es un acto físico, sino también simbólico e identitario. El
observador que traza las coordenadas en las que está situado lo hace usando sus valores, su
compresión del mundo y del lugar que ocupa con respecto a otros. En palabras de Silvia
Pappe:
Toda acción humana tiene que suceder o realizarse en un espacio que necesita
coordenadas: la posibilidad de orientación. Es decir, el espacio sería, en primer lugar,
un problema de ubicación y orientación: se requieren demarcaciones, direcciones,
ángulos, dimensiones, horizontes. Sin embargo, ninguna de estas coordenadas tiene
significado alguno sino a partir de un observador que lo establece y que ocupa un
lugar concreto, tiene punto de vista, sentido de distancia, se puede mover desplazar,
enfocar algunos objetos y excluir otros. En este sentido, el espacio es en primer lugar,
una visión del mundo, además de una realidad y, finalmente también es un ente
abstracto.3
2 Este apartado forma parte del Cuaderno de Inducción construido para el proceso de admisión 2017 del Posgrado en Historiografía. 3 Silvia Pappe, Historiografía crítica. Una reflexión teórica, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, 2001, pp. 39-40.
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Esta noción general se complejiza debido a que no hay un solo observador, las orientaciones
se multiplican: Además los puntos de orientación cambian en el tiempo; por lo tanto, el
espacio no puede darse como un dato fijo, este cambia de acuerdo a los factores tiempo,
ubicación y observadores. El espacio historiográfico, más allá de ser el medio físico en el que
se sitúan y desplazan los cuerpos, el lugar en el que ocurren, permanecen o se desvanecen
las cosas es una dimensión simbólica porque es una construcción de la consciencia. En este
sentido las relaciones de poder que establecen los seres humanos son relevantes pues el
espacio se percibe de manera distinta según el punto de mira, no es lo mismo ser parte de
un imperio o de una zona conquistada; vivir o transitar por una metrópoli. Un ejemplo es el
eurocentrismo que todavía rige la ubicación de las referencias geográficas en el discurso
político e historiográfico: se sigue usando Oriente y Occidente como si estuviéramos en
Europa Central, lo que resulta fuera de lugar para los habitantes del continente americano
para quienes, en estricto sentido, Europa se sitúa al Oriente y Asia al Occidente.4
En el discurso historiográfico el espacio ha recibido tratamientos distintos. Tradicionalmente
cuando éste se enfocaba en los acontecimientos políticos y el desarrollo de las instituciones,
las unidades espaciales que establecía como objeto de estudio tendían a coincidir con los
límites de los territorios sobre los cuales una dinastía, grupo hegemónico o estado nacional
ejercían su soberanía. Después de la II Guerra Mundial, con la Escuela de los Anales sobrevino
un cambio de paradigma que afectó profundamente la concepción del espacio histórico. Al
entender la cultura ya no como el dominio intelectual y estético de las élites sino como la
forma en que la población en general vive y experimenta el mundo, desviaron su atención
de los aspectos constitucionales y administrativos del acontecer para enfocarse en los
vínculos que conectan a las estructuras sociales, económicas y políticas con los patrones de
pensamiento y de comportamiento que predominan o coexisten en regiones específicas, que
son determinadas por sus interrelaciones y no por fronteras administrativas. La obra maestra
4 Véase Enrique Dussel. Europa Modernidad y Eurocentrismo, En https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/10/dussel_-_eurocentrismo.pdf pp. 41-53.
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fue la tesis doctoral de Fernand Braudel, “La Méditerranée et le monde mediterranéen a
l'époque de Philippe II”, tesis doctoral defendida en 1947.
El espacio cobró relevancia en la definición de problemas históricos, la historia regional de
pequeñas o grandes dimensiones fueron relevantes para explicar fenómenos sociales,
históricos, económicos y políticos. Así en los años sesenta la historia local con Giovani Levy y
Carlo Ginsburg quienes propusieron enfocar los grandes problemas a través de un enfoque
centrado en lo local. En México esta corriente estuvo representada por Pueblo en Vilo de
Luis González y González.5 Esta obra y el impulso de Luis González fueron significativas para
la escritura de historias regionales y locales por todo el territorio nacional.
Otras propuestas derivaron en cambio, en problemáticas derivadas de la memoria y el
espacio, Los lugares de memoria de Pierre Nora, corriente de pensamiento que responde a
una serie de cuestionamientos que tienen que ver con la memoria colectiva y los espacios
en los que esta se significa. Según Pierre Nora, esta es:
De ser definida, en primera instancia, como el conjunto de lugares donde se ancla, condensa,
cristaliza, refugia y expresa la memoria colectiva, la noción se extendería a “toda unidad
significativa, de orden material o ideal, de la cual la voluntad de los hombres o el trabajo del
tiempo ha hecho un elemento simbólico del patrimonio memorial de cualquier comunidad”.6
Autores como Henri Lefèvre y David Harvey, ahondan sobre la construcción social del espacio
al analizar conceptualmente las ciudades y los simbolismos que de ellas se derivan,
introducen la discusión marxista en la dimensión espacial, sostiene que el capitalismo
desplaza la lucha y la resistencia a la periferia y por tanto esta dimensión es fundamental
para entender el capitalismo.7
5 Luis González y González, Pueblo en Vilo. Microhistoria de San José de Gracia, México, El Colegio de México, México, 1965, 365 pp. 6 Citado por Allier Montaño, Eugenia, “Los Lieux de mémoire: una propuesta historiográfica para el análisis de la memoria”, en Historia y Grafía, núm. 31, 2008, pp. 166- 167. 7 Cfr. Henry Lefèbre, The production of space, Willey, New York, 1992, y David Harvey, Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, Madrid, Traficantes de Sueños, 2014.
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En fin podríamos seguir enumerando las vastas posibilidades que brinda el espacio para
comprender, enfocar, ubicar, cuestionar problemáticas historiográficas; sin embargo, no es
el objetivo de esta introducción a la problemática. Las siguientes líneas proponen un ejemplo
para clarificar algunos de estos problemas, aunque también es necesario advertir que no se
agotan las posibilidades en este sentido.
LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA
Los festejos en 2010 del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución
mexicana son propicios para profundizar sobre la idea de espacio histórico. En ambas
coyunturas hubo procesos de reconstitución, de conceptualización y apropiación del
espacio.
Edmundo O’Gorman llamaba esencialismo a la tendencia de la historiografía mexicana a
referirse a México y a los mexicanos como si éstos hubieran existido desde el principio de los
tiempos,8 cuando es sabido que la nación mexicana es de reciente formación, menos de
doscientos años. Por ejemplo, en los festejos oficiales de 2010 se utilizó el eslogan
publicitario “Doscientos años de ser orgullosamente mexicanos” lo cual es a todas luces
inexacto; pues aun cuando admitamos que el inicio de la lucha de independencia encabezada
por Miguel Hidalgo y Costilla fuera el origen de nuestra identidad como mexicanos, no
obstante hay que reconocer que pasaron muchos años más para constituir la nación
mexicana y por tanto, que sus habitantes fueran llamados mexicanos y que todos los
habitantes de este territorio se consideraran a sí mismos mexicanos. Así es posible decir que
en estricto sentido es una frase publicitaria y que los historiadores no la pueden usar sin
reflexionar o estar conscientes que es un anacronismo.
8 Edmundo O’Gorman, “Fantasmas en la narrativa historiográfica”, en Historia y Grafía, N° 5, 1995, pp. 267-273 y Federico Reyes Heroles, “O’Gorman: algunas lecciones del maestro hereje”, Históricas, N° 78, enero-abril 2007, pp. 11-15
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En una rápida revisión veremos las diferentes reconfiguraciones del espacio que es relevante
para la historiografía sobre la nación mexicana: en el siglo XVIII antes de la invasión
napoleónica a España, toda la América hispana era parte del imperio español, la lealtad de
sus habitantes estaba dirigida a la Corona y el territorio era visto como una unidad que debía
integrarse y ordenarse de acuerdo a los intereses del monarca español. Por ejemplo, las
llamadas reformas borbónicas estuvieron planteadas desde una lógica que pretendía hacer
rentables todos los espacios del imperio, ordenar el espacio en unidades administrativas y
cuidar el reino de las incursiones de las otras potencias europeas. Algunos grupos fueron
beneficiados y otros perjudicados, pero la intención del monarca no estaba centrada en sus
súbditos sino en sus propios intereses. Recuérdese que la Guerra de los Siete Años implicó
un gran desgaste para España e Inglaterra, y ambas monarquías emprendieron procesos de
reacomodo para subvencionar sus gastos. Efectivamente hubo algunos movimientos de
resistencia en algunas regiones de América, pero en general las reformas fueron exitosas y
las delimitaciones territoriales planteadas por el monarca fueron el sustento de algunas de
las fronteras nacionales y estatales creadas posteriormente. Es decir, que las fronteras
borbónicas, si bien es cierto reconocieron procesos preexistentes, también fueron el
principio de delimitaciones posteriores que dieron lugar a identidades locales o nacionales.
La abdicación del rey Fernando VII el 8 de mayo de 1808 cediendo todos sus derechos sobre
España e Indias a favor de su “caro amigo, el Emperador de los franceses”. La resolución del
rey implicaba que los territorios americanos pasaban a formar parte del imperio francés,
pero tanto en la Península Ibérica como en América hubo insurrección popular y se organizó
un gobierno paralelo, con lo que no se reconoció ese dominio y en toda América se cobró
conciencia de esta nueva condición. Sobre todo, debido al hecho de que el otrora poderoso
gobierno español no tenía respuestas ante la novedad, había que inventar las respuestas.
Este acontecimiento que implicaba una recomposición del imperio napoleónico y la
desaparición del español no quedó registrado en ningún mapa del mundo hispánico.
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Los acontecimientos de 1808 desencadenaron reacciones en todo el continente americano,
de parte de la élite cultural, del gobierno y del pueblo llano, quienes ante el vacío de poder
cuestionaron el origen del poder monárquico, la soberanía del rey, el pueblo, la relación de
los súbditos con su majestad, el papel de la monarquía, las autoridades que de esta relación
emanaban, la relación entre la metrópoli y los dominios americanos. La unidad del imperio
se perdió y las diversas fracciones se convirtieron en países que tuvieron que delimitar su
espacio, conformar una identidad propia y distinta a la de sus vecinos. Nuevos mapas y
concepciones políticas dieron lugar a representaciones distintas del espacio.
La Nueva España por ejemplo pasó a ser un gran imperio con un territorio inmenso y un
nuevo nombre, con fuertes conflictos entre la población mestiza y criolla y los grupos
indígenas y con la presión de no poder establecer un gobierno capaz de hacerse presente en
todo el espacio de la joven nación; es más tampoco había acuerdo sobre qué tipo de
interrelación debía haber entre el gobierno nacional y los demás territorios, se debatía si
debía establecerse una federación, una confederación o un gobierno centralista. Diversas
guerras, separaciones, enfrentamientos, tratados y acuerdos fueron delineando las fronteras
hacia el exterior y en el interior hasta configurar lo que hoy en día se conoce como República
Mexicana.
Finalmente, en 1867 después de vencer a los conservadores y franceses se logró constituir
un gobierno estable, que se hizo presente en casi todo el territorio, con una ideología liberal-
positivista desde la cual se escribió una interpretación del pasado que hacía hincapié en la
idea de nación con una identidad y territorio bien definidos, idea que fue muy cara al
gobierno porfirista. Esta interpretación de la historia tiene dos momentos importantes: El
discurso Oración Cívica de Gabino Barreda pronunciado el 16 de septiembre de 1867 en
Guanajuato con el que se celebraba una nueva época y se daba la interpretación del
liberalismo triunfante, y la obra colectiva México a través de los siglos, en la que se
integraban todos los “pasados”, prehispánico, colonial, independencia y Reforma bajo esta
concepción de que había una sola historia y un solo mapa de México. Los festejos del
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centenario de la independencia fueron la mejor muestra de ese mensaje de identidad
mestiza y de unidad geográfica y de la prosperidad del país.9
Unos meses después del festejo, este gobierno poderoso se desmoronaba ante una
revolución, que significó una nueva fragmentación de proyectos y propuestas de lo que debía
ser la nación. Había un norte con dos grandes fuerzas, villistas y carrancistas, y el sur
zapatista, pero también muchos otros lugares en donde no hubo revolución; sin embargo, al
concluir el movimiento armado se escribió sobre la Revolución Mexicana dando por sentado
su carácter nacional. Los grupos vencedores trataron de integrar los diversos espacios bajo
un mismo proyecto, las diferencias regionales o de carácter étnico no eran motivo de la
historiografía. La hegemonía política del partido casi de Estado se veía reflejada en una
concepción de lo nacional, del nacionalismo y del simbolismo de lo mexicano. Obviamente a
esta construcción identitaria se integró con el discurso histórico, películas, programas de
radio, fiestas cívicas, celebraciones, la toponimia, los libros de texto, etcétera.
En los años sesenta el sistema político mexicano perdió credibilidad y hubo un amplio
proceso de revisión de las principales corrientes historiográficas, sobre todo las ligadas al
poder político y los grandes procesos como la Revolución mexicana y la Independencia que
se habían considerado como nacionales. Paulatinamente la historiografía reconoció a otros
actores y espacios de los procesos históricos mexicanos. En el caso de la Revolución
Mexicana, por poner un ejemplo, se reconoció que entre 1910 y 1917 hubo no una sino
varias revoluciones, que ocurrieron en diversos tiempos y espacios y que esas características
hacían necesario replantear los paradigmas con los que se había construido la historiografía
sobre la temática. Este proceso se acentúo en los años setenta y dio origen a una historia
social, que implicó nuevos enfoques ya no centrados en la historia política tradicional sino
9 La actual Mapoteca Manuel Orosco y Berra tuvo su origen en el “Departamento Cartográfico del Ministerio de Fomento (1877), cuyo objetivo fue reunir bajo un mismo techo los trabajos y estudios para la elaboración de mapas que permitieran la consulta y apoyo para la planeación económica, aprovechamiento de los recursos naturales y control de la tenencia de la tierra”. En http://www.campomexicano.gob.mx/portal_siap/Textos/mapo1.htm (consulta 15.03.2013).
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en personajes hasta entonces prácticamente ignorados, por lo que los espacios en los que
se ubicaron esos actores tuvieron que ajustarse a los actores y los objetos de estudio
analizados.
En términos espaciales, hubo un auge la llamada historia regional, que pretendía ser una
expresión de la diversidad y una protesta ante esa historiografía hegemónica hecha en la
ciudad de México (el Centro, según algunos historiadores locales). Esa historia recuperó no
solo otros espacios sino otras circunstancias que no eran parte del proyecto nacional, sino
propio de algunos espacios. Desafortunadamente, muchos de esos trabajos llamados
regionales se convirtieron en historias estatales y se dejó de reflexionar sobre el espacio y
las implicaciones hipotéticas que tenía su delimitación, se dio por sentado un territorio y se
llegó a determinismos y esencialismos muy acentuados. Sin embargo, esta historiografía
abrió el campo tanto a lo local como a lo regional.
En los años noventa, accedimos a dos campos comprensivos del espacio, el surgimiento de
diversos movimientos sociales, principalmente indígenas y la globalización de los mercados,
ambos mostraron el entrecruzamiento de las dimensiones, local, nacional y global. El
ejemplo más evidente, pero de ninguna manera el único, es la aparición pública del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, cuya irrupción en la escena política mexicana se debió a la
necesidad de resolver demandas específicas, en gran parte determinadas por el entorno
físico de las comunidades chiapanecas involucradas; pero también por la forma en que
muchos pueblos indígenas se habían integrado a la nación mexicana. La conceptualización
identitaria que se había formulado para identificar “lo mexicano” había cristalizado a través
de un proceso reduccionista que había excluido a la cultura de una multiplicidad de pueblos
amerindios y era ésta situación una de las que denunciaban las reivindicaciones del
neozapatismo. Por otra parte, la aparición del EZLN es coincidente con los múltiples procesos
que están ocurriendo en el mundo, en que grupos de muy diversa índole exigen
reconocimiento, respeto a la diversidad; consecuentemente varios países reconocen esa
pluralidad y aplican ya políticas específicas hacia el reconocimiento de esos pasados en
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disputa. Estamos en lo que ahora se conoce como la historia global, una donde las diversas
dimensiones espaciales de la realidad deben ser reconocidas, así como sus procesos
histórico-sociales e incluso territoriales y a su vez, es necesario comprender que forman
parte de un proceso histórico político, social, económico que las integra a todas a través de
la comunicación.
Procesos sociales y políticos como estos, que ponen de manifiesto las conexiones y
especificidades de las esferas local y global, demuestran que en el espacio histórico las
dimensiones físicas de la geografía y la delimitación política de fronteras entre diferentes
soberanías no son siempre determinantes en la vida y las acciones de individuos y
colectividades, y aun para aquellos fenómenos en los que juegan un papel más destacado,
no son necesariamente los parámetros espaciales más relevantes para su comprensión, al
menos no si se les aplica de manera exclusiva. En una entrevista, el historiador inglés John
Elliot sostiene que desde el descubrimiento y la Conquista de América se puede hablar de
una historia global, pues ambos acontecimientos tuvieron un impacto global y que sólo el
azar y la locura de la historiografía lo convirtieron en asunto nacional, eso se debe a que se
formó a los historiadores como nacionalistas.
Así, el espacio histórico adquiere significación y sentido según el tiempo y las circunstancias,
se reconfigura de acuerdo a muy diversos factores que se entrecruzan y se entrelazan;
comprendiendo estos procesos, es posible entender el sentido las diversas dimensiones de
espacio: local, regional, nacional, mundial, así como de las múltiples formas de representarlo
y acotarlo en el tiempo. El espacio es una construcción histórica y no un dato. En este sentido,
conviene recordar que el tratamiento del espacio debe ser siempre flexible en la
historiografía, atento al fenómeno de la discontinuidad como lo sugirió Paul Veyne en 1971
al recomendar para el historiador la metodología de la geografía general:
Los geógrafos se atienen a un principio fundamental en el que los historiadores
tienen la obligación absoluta de inspirarse: no estudiar nunca un fenómeno sin
ponerlo en relación con los fenómenos análogos que se distribuyen a lo largo de los
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demás puntos de la tierra […] El prejuicio de la unidad de tiempo y espacio ha tenido
[…] dos consecuencias negativas: hasta hace poco la historia comparada o general se
ha sacrificado a la historia continua o nacional, y el resultado ha sido una historia
incompleta; por falta de elementos de comparación, esta historia nacional se ha
mutilado a sí misma y ha quedado prisionera de una óptica excesivamente apegada
a los acontecimientos.10
Lecturas básicas:
Braudel, Fernand. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe Segundo,
México, Fondo de Cultura Económica, 1987, pp. 9-23.
Schlögel, Karl. En el espacio leemos el tiempo. Sobre historia de la civilización geopolítica,
Madrid, Ciruela, 2007, pp. 13-30 y 85-110.
Levin Rojo, Danna A. “La cartografía novohispana como discurso histórico. El mapa de Nuevo
México de Bernardo de Miera y Pacheco y el mapa del indio Miguel”, en Saúl Jerónimo et al.
Horizontes y códigos culturales de la historiografía, México, Universidad Autónoma
Metropolitana- Azcapotzalco, 2008, pp. 205-231.
EJERCICIO
➢ Revise la “Oración cívica” de Gabino Barreda y ubique las diversas maneras en que se
tratan las cuestiones relacionadas con el espacio y reflexione sobre el tipo de enfoque que
tendría que tener un estudio historiográfico que se ocupara de esas dimensiones.
Es por supuesto un problema que está presente en la delimitación de los problemas
historiográficos, tanto desde el punto de vista metodológico como conceptual y, en
ocasiones, no se reflexiona con la profundidad necesaria.
10 Paul Veyne, Cómo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia. Madrid, Alianza editorial, 1971, pp. 193-194.
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La actividad para este bloque consiste en leer el texto de Elías Palti. La nación como
problema. Los historiadores y la “cuestión nacional “, Buenos Aires, FCE, 2002, 157 pp. Y la
lectura de libro de Karl Schlôgel En el espacio leemos el tiempo. Sobre Historia de la
civilización y Geopolítica, Ediciones Siruela, Madrid, 2007, hay que leer la introducción, la
primera sección El retorno del espacio y la segunda, Leer mapas. Pp. 13-262. Realizar un
breve ensayo tratando de unir las variables, tiempo, espacio, representación, identidad y
representación del espacio. Lea el texto de Manuel Castells. La crisis de la sociedad liberal,
Madrid, Alianza Editorial, 2017. Revise el capítulo 3. “La rebelión de las masas y el colapso de un
orden político.” pp. 35-80 elabore un mapa y escriba un pequeño ensayo sobre la posibilidad de
representar en un mapa lo cambios que están ocurriendo en el mundo descrito por Castells.
Bibliografía
Manuel Castells. La crisis de la sociedad liberal, Madrid, Alianza Editorial, 2017
Elías Palti. La nación como problema. Los historiadores y la “cuestión nacional “, Buenos Aires,
FCE, 2002, 157 pp
Karl Schlôgel. En el espacio leemos el tiempo. Sobre Historia de la civilización y Geopolítica,
Ediciones Siruela, Madrid, 2007
Representaciones no escritas del tiempo y el espacio
En el presente eje de trabajo se plantean varias posibilidades de acercamiento a los
problemas que se ponderan y que nutren distintos debates y tópicos propios de la disciplina
historiográfica, en este caso los relacionados con las representaciones no escritas del
espacio, en tanto elementos identitarios de una sociedad.
Con base en lo anterior y atendiendo el carácter dinámico de la cultura, el objetivo
del eje de trabajo se dirige a que el alumno reflexione, desde una mirada incluyente y
transdisciplinaria, en torno a la historicidad de su propio quehacer y de las grafías no escritas
del espacio que analiza en su proyecto de investigación (documentos, fuentes, expresiones
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y representaciones materiales e inmateriales) que dotan de identidad a una sociedad o a
segmentos de ésta.
Actividades:
Con el objetivo de examinar críticamente las representaciones no escritas del tiempo
y el espacio como elementos identitarios de una sociedad (tangibles e intangibles) deben
realizar una descripción densa (Clifford Geertz) de manera presencial sobre uno de los
siguientes lugares de memoria (Pierre Nora):
a) Memorial del 68 (Tlatelolco, Cdmx) a 50 años del movimiento estudiantil de
1968.
b) Museo Nacional de Antropología e Historia (INAH)
c) Museo que esté cercano a su lugar de residencia
Para la elaboración de esta actividad, sucintamente vale la pena recordar que, para
el antropólogo Clifford Geertz el concepto de cultura que propuso
(…) Es esencialmente un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el
hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido,
considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por
lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia
interpretativa en busca de significaciones.11
Con base en lo anterior, Clifford Geertz subraya la relevancia de la “descripción
densa" como un anclaje para comprender y valorar el carácter dinámico de la cultura, sin el
cual no podría realizarse un análisis adecuado de los signos y símbolos de una sociedad.
Así, los objetivos que se persiguen con la elaboración de una descripción densa sobre
el espacio que elijan son: a) Destacar lo referente a tiempo y espacio, que se puede apreciar
en estos museos; b) Llegar a una descripción detallada de las características materiales de la
11 Clifford Geertz, "Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura", en La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1992 (edición en inglés, 1973), pp. 19-40.
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fuente o del objeto; c) Resaltar el sentido de la representación de acuerdo con el acomodo
o integración de los objetos en estos recintos y d ) Ubicar desde qué lugar se observa el
museo en cuestión.12
Proyecto de tesis (tiempo y espacio)
La última actividad de esta UEA se refiere a realizar un ejercicio para tratar de ubicar tiempo
y espacio en los múltiples elementos que componen su proyecto de tesis y cuáles son los
aportes que desde esta materia se pueden identificar en el proyecto. Por ejemplo, un título
de tesis puede ser: La prostitución en Querétaro en la época colonial. Sin embargo, la fuente
se refiere a un barrio, al último tercio del siglo XVIII y a las mujeres presas por este delito.
Evidentemente no se trata de todo Querétaro, ni de toda la época colonial, ni de todo el
problema de la prostitución. Con una propuesta metodológicamente mejor armada, por
supuesto que se pueden realizar análisis más precisos y así, evitar hacer generalizaciones sin
sustento. Al respecto, el texto de Hayden White, “El peso de la historia” en Nexos, 1ero. de
mayo de 1982 en https://www.nexos.com.mx/?p=4057, puede ser de utilidad.
12 Para la elaboración de una descripción densa se sugiere: 1) Vincular el método antropológico con los intereses de análisis e interpretación particulares del objeto de estudio 2) Intentar una amplia descripción que defina y caracterice las condiciones materiales del objeto de estudio, así como su contenido, en relación con una representación que debe ser interpretada y 3) Establecer relaciones entre un objeto no homogéneo y un ámbito de referentes donde aquél adquiere significado. Cf. Silvia Pappe, Historiografía crítica. Una reflexión teórica (con la colaboración didáctica de María Luna Argudín), México: UAM-Azcapotzalco, 2001, pp. 158-159.
https://www.nexos.com.mx/?p=4057
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Bibliografía sugerida:
Augé, Marc Los “No lugares” espacios del anonimato. Una antropología de la
sobremodernidad, España, Gedisa, 1992.
Bachelard, Gaston, La poética del espacio, México, FCE, 2000.
Braudel, Fernando, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe
II, México, FCE, 1992 (1ª ed. En francés 1949).
Chartier, Roger, “Debates e interpretaciones”, en El mundo como representación.
Historia cultural: entre práctica y representación, Barcelona, Gedisa, 1995, pp. 13-62.
De Certeau, Michel, La escritura de la historia. México, UIA, 1987.
Duby, Georges. Atlas histórico mundial de Madrid, Debate, 1997
Geertz, Clifford. La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1997.
(“Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura”).
Koselleck, Reinhart. Futuro Pasado. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1993.
Nora, Pierre, Los lugares de la memoria, Uruguay, Ediciones Trilce, 2008.
Pappe, Silvia, Estridentópolis: Urbanización y montaje, México, UAM-A, 2006.
Patzig, Günther, “El problema de la objetividad y el concepto de hecho”. En Pappe, Silvia (coord.)
Debates recientes en la teoría de la historiografía alemana. México, UAM-A/UIA, 2000, pp. 143-
165.