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Cuaderno de Posgrado Representaciones del tiempo y el espacio (Doctorado) Dr. Saúl Jerónimo Romero Dr. Jorge Alberto Rivero Mora mayo de 2018 Posgrado en Historiografía 1

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  • Cuaderno de Posgrado

    Representaciones del tiempo y el espacio

    (Doctorado)

    Dr. Saúl Jerónimo RomeroDr. Jorge Alberto Rivero Mora

    mayo de 2018

    Posgrado en Historiografía

    1

  • 2

    Objetivos:

    Conocer distintas temporalidades y espacialidades y sus usos culturales

    Apreciar distintas representaciones del espacio y el tiempo como fuentes

    historiográficas

    Conocer las fuentes gráficas, arquitectónicas, monumentos, y otros espacios como

    representaciones no escritas del tiempo

    Reflexionar sobre la representación del tiempo y espacio como significativas para

    los elementos identitarios de la sociedad

  • 3

    Modo de trabajo

    El presente curso, constará de cuatro etapas: tres entregas de trabajos acotados y

    acordes con las lecturas que les serán proporcionadas corresponderán a las primeras

    actividades del curso y la última entrega, corresponderá a un trabajo de acotamiento

    de tiempo y espacio relativo a sus proyectos de investigación. Esta última actividad

    requerirá de la profundidad acorde con un proyecto de investigación de doctorado.

    o Primera actividad: tercera semana (25 de mayo)

    o Segunda actividad: sexta semana (8 de junio)

    o Tercera actividad: octava semana (22 de junio)

    o Cuarta actividad: décimo primera semana (13 de julio)

  • 4

    Representación del tiempo y el espacio

    Introducción

    Este cuaderno de trabajo se ocupa de la representación del tiempo y del espacio, que son las

    dos coordenadas básicas en las que se mueve el discurso de lo histórico. La comprensión de

    los sentidos y significados que esas representaciones producen es el trabajo de la

    historiografía.

    Es la narratividad el instrumento que integra diversos tiempos y espacios en una

    perspectiva histórica, le da sentido y lo incorpora a un tiempo histórico. Esta narrativa puede

    ser textual o visual. Las representaciones realizadas desde la historia y la historiografía

    alimentan una serie de debates en torno a la posibilidad de la representación histórica y sus

    límites, mismo que enriquecen la práctica historiográfica.

    Es el observador, quien inmerso en un entorno social, histórico, político, económico,

    étnico, geográfico, de género emite su discurso, lo que por lo mismo no puede estar exento

    de prejuicios, ideologías, horizontes culturales, ya que son parte de su esencia misma; la

    conciencia histórica es la posibilidad de hacer evidente el punto de enunciación desde una

    perspectiva crítica.

    En la presente UEA se busca dotar a los alumnos de un instrumental teórico y

    metodológico que estimule la reflexión y problematización en torno a las representaciones

    del tiempo y el espacio, en tanto expresiones que se materializan en múltiples discursos y

    grafías.

    La representación del espacio es quizá más fácil de pensar, en la medida en que

    estamos familiarizados con mapas, dibujos, códices, gráficos y esquemas que representan el

    espacio y que nos son sumamente familiares. Sin embargo, debemos tener presente, que

    esas representaciones son representaciones de un tiempo en particular y, por tanto,

  • 5

    contienen valores, signos y significados que deben ser comprendidos, bajo esas

    coordenadas.

    La representación del tiempo es un asunto más complejo. El discurso de lo histórico

    aparentemente está limitado por la linealidad de la narratividad, que es el medio por

    excelencia para representar el tiempo. Sin embargo, existen otras maneras de representarlo,

    como veremos más adelante, pero adelantamos que cualquiera de ellas siempre se hace

    desde una lectura de lo historiográfico.

    La relación entre tiempo, espacio y política es significativa; la mayoría de las naciones,

    gobiernos, civilizaciones tienen la necesidad de proponer un tiempo histórico y un espacio

    propio, real o imaginario. Varios ejemplos de ello, lo podemos observar en el surgimiento de

    las naciones latinoamericanas del siglo XIX, grupos indígenas americanos, naciones africanas

    en el siglo XIX, la división geográfica del medio oriente por las grandes potencias en el siglo

    XX; así como otros niveles de espacio y culturas, como: centros urbanos, rurales, cultura de

    barrio, localidades, regiones, etcétera.

    La dimensión espacial no tiene que ver con las dimensiones, ni tampoco el relato del

    tiempo tiene que estar sustentado en hechos sino en conceptualizaciones del mundo, de la

    sociedad y del individuo. La comprensión de su lógica cultural, identitaria, histórica y

    simbólica será el objeto de esta uea.

  • 6

    Representación del tiempo

    El uso del tiempo y el espacio como referente cultural es propio de todas las civilizaciones,

    desde el territorio de los grupos nómadas, hasta las estrategias geopolíticas de las grandes

    potencias; en todos los ejercicios de apropiación del tiempo y del espacio se hace referencia

    a un pasado fundacional y a un territorio, que puede ser real o imaginario. Quizá el ejemplo

    más tangible lo tuvimos en la modernidad política con la creación de la idea de nación, que

    como es sabido es una construcción cultural, basada la mayor parte de las veces en mitos

    fundacionales, que remiten a un territorio, una identidad y la necesidad de sostenerlas como

    parte de un proyecto de una comunidad.

    La representación del tiempo atiende también a una dimensión teórica y filosófica que en

    muchas ocasiones enmarca, encorseta, delínea o propone cierta manera de entender el

    tiempo y su representación. Por supuesto, que también está sujeta a un régimen de

    historicidad.

    La representación del tiempo pasa por el lenguaje, con todos los horizontes y

    condicionantes propios de cada momento. En el lenguaje textual, en el fílmico, en el

    representado por la pintura, escultura, los monumentos, etcétera hay un lenguaje que

    construye una narración.

    A propósito del discurso histórico, que es sobre todo y ante todo un discurso del

    tiempo pasado escrito desde un presente. Walter Benjamin hacía las siguientes reflexiones:

    “A las peculiaridades más dignas de nota del ánimo humano”, dice Lotze, “pertenece..., junto a tantos egoísmos en el individuo, la universal falta de envidia de todo presente respecto de su futuro” Esta reflexión nos lleva a inferir que la imagen de felicidad que cultivamos está teñida de parte a parte por el tiempo al que nos ha remitido de una vez y para siempre el curso de nuestra vida. Una felicidad que pudiera despertar envidia en nosotros la hay sólo en el aire que hemos respirado, en compañía de hombres con quien hubiésemos podido conversar, de las mujeres que podrían habérsenos entregado. En otras palabras, en la representación de la felicidad oscila inalienablemente la de la redención. Con la representación del pasado que la historia hace asunto suyo ocurre de igual modo. El pasado lleva consigo un secreto índice, por el cual es remitido a la redención. ¿Acaso no nos roza un hálito del aire

  • 7

    que envolvió a los precedentes? ¿Acaso no hay en las voces a las que prestamos oídos un eco de otras, enmudecidas ahora? ¿Acaso las mujeres que cortejamos no tienen hermanas que jamás pudieron conocer? Si es así, entonces existe un secreto acuerdo entre las generaciones pasadas y la nuestra. Entonces hemos sido esperados en la tierra. Entonces nos ha sido dada, tal como a cada generación que nos precedió, una débil fuerza mesiánica, sobre la cual el pasado reclama derecho. No es fácil atender a esta reclamación. El materialismo histórico lo sabe. 1

    Quisiera que hiciéramos un breve ejercicio de cambiar la palabra felicidad por odio,

    identidad, mexicano, español, etcétera y se podrá comprender la profundidad de las

    observaciones de Benjamin. También reflexiona, sobre la elección de las voces o fuentes que

    elegimos oír; sobre el horizonte en el que están inmersas esas voces. Sobre el papel redentor

    de la historia, en la cual se reclama un papel de presencia en la tierra casi divino para quien

    escribe sobre su pasado, su presente y su futuro.

    Esta problemática es la esencia de la teoría de la historia y por supuesto de la

    discusión historiográfica. Su comprensión requiere enfocar tres niveles a considerar: el

    sentido de la historia que se escribe; la perspectiva desde la cual se enuncia el discurso y las

    tradiciones, teorías o conceptos que nutren ese discurso. Estos tres elementos, no están a la

    vista de un lector de primera intención, es necesario tener lecturas base, que nos permitan

    conjuntar las herramientas necesarias para observar cuidadosamente estos elementos. Así

    que un primer ejercicio será leer: “Sobre el concepto de historia” y “Apuntes sobre el

    concepto de historia” de Walter Benjamin, en el libro La dialéctica en suspenso, pp. 37-64, y

    tratar de discernir los múltiples elementos que Walter Benjamin observa sobre la escritura

    del pasado.

    Una segunda actividad de esta problemática será leer el capítulo François Hartog, La

    historia y el presentismo del presente de Norma Durán R.A. en Norma Durán. Epistemología

    histórica e historiografía, UAM, 2018, pp. 257-290. Capítulo en el que se hace un breve

    recuento de la historia como discurso científico y la comprensión de la manera en que

    1 Walter Benjamin. La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia. LOM Ediciones, Santiago de Chile, 2009, pp. 39-40

  • 8

    François Hartog ha historizado las prácticas historiográficas. En este caso también tendrán

    que hacer un análisis cuidadoso de esas prácticas y sus implicaciones. Y una tercera actividad

    será entregar un breve ensayo producto de la comparación de ambos autores sobre la

    representación del pasado.

    Bibliografía para el ejercicio

    Walter Benjamin. La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia. LOM Ediciones,

    Santiago de Chile, 2009.

    Norma Durán y Alfonso Mendiola “François Hartog, La historia y el presentismo del

    presente” en Norma Durán. Epistemología histórica e historiografía, UAM, 2017

    Bibliografía complementaria

    Norbert Elías. Sobre el tiempo, Madrid, FCE, 1989

    Paul Ricoeur. “La representación historiadora” en Paul Ricoeur. La memoria, la historia, el

    olvido, Argentina, FCE, 2004, pp. 307-370

  • 9

    Representación del espacio

    En esta sección he retomado del curso de inducción al posgrado lo relativo al Espacio

    histórico, porque considero que se muestra de manera sencilla la problemática

    historiográfica relativa al espacio; la construcción del espacio histórico desde la perspectiva

    del poder, de la identidad y de la memoria, que como puede apreciarse son características y

    rasgos que comparte con el tiempo histórico:

    Espacio Histórico2

    Toda acción humana ocurre en el tiempo y el espacio; por tanto, su comprensión y registro

    debe ordenarse entre esas dos coordenadas. Ambas son componentes del discurso histórico

    (recuérdese introducción y véase sección sobre narración y representación), que de manera

    genérica podemos decir que es una forma narrativa de representar el pasado.

    Situarse en el espacio no sólo es un acto físico, sino también simbólico e identitario. El

    observador que traza las coordenadas en las que está situado lo hace usando sus valores, su

    compresión del mundo y del lugar que ocupa con respecto a otros. En palabras de Silvia

    Pappe:

    Toda acción humana tiene que suceder o realizarse en un espacio que necesita

    coordenadas: la posibilidad de orientación. Es decir, el espacio sería, en primer lugar,

    un problema de ubicación y orientación: se requieren demarcaciones, direcciones,

    ángulos, dimensiones, horizontes. Sin embargo, ninguna de estas coordenadas tiene

    significado alguno sino a partir de un observador que lo establece y que ocupa un

    lugar concreto, tiene punto de vista, sentido de distancia, se puede mover desplazar,

    enfocar algunos objetos y excluir otros. En este sentido, el espacio es en primer lugar,

    una visión del mundo, además de una realidad y, finalmente también es un ente

    abstracto.3

    2 Este apartado forma parte del Cuaderno de Inducción construido para el proceso de admisión 2017 del Posgrado en Historiografía. 3 Silvia Pappe, Historiografía crítica. Una reflexión teórica, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, 2001, pp. 39-40.

  • 10

    Esta noción general se complejiza debido a que no hay un solo observador, las orientaciones

    se multiplican: Además los puntos de orientación cambian en el tiempo; por lo tanto, el

    espacio no puede darse como un dato fijo, este cambia de acuerdo a los factores tiempo,

    ubicación y observadores. El espacio historiográfico, más allá de ser el medio físico en el que

    se sitúan y desplazan los cuerpos, el lugar en el que ocurren, permanecen o se desvanecen

    las cosas es una dimensión simbólica porque es una construcción de la consciencia. En este

    sentido las relaciones de poder que establecen los seres humanos son relevantes pues el

    espacio se percibe de manera distinta según el punto de mira, no es lo mismo ser parte de

    un imperio o de una zona conquistada; vivir o transitar por una metrópoli. Un ejemplo es el

    eurocentrismo que todavía rige la ubicación de las referencias geográficas en el discurso

    político e historiográfico: se sigue usando Oriente y Occidente como si estuviéramos en

    Europa Central, lo que resulta fuera de lugar para los habitantes del continente americano

    para quienes, en estricto sentido, Europa se sitúa al Oriente y Asia al Occidente.4

    En el discurso historiográfico el espacio ha recibido tratamientos distintos. Tradicionalmente

    cuando éste se enfocaba en los acontecimientos políticos y el desarrollo de las instituciones,

    las unidades espaciales que establecía como objeto de estudio tendían a coincidir con los

    límites de los territorios sobre los cuales una dinastía, grupo hegemónico o estado nacional

    ejercían su soberanía. Después de la II Guerra Mundial, con la Escuela de los Anales sobrevino

    un cambio de paradigma que afectó profundamente la concepción del espacio histórico. Al

    entender la cultura ya no como el dominio intelectual y estético de las élites sino como la

    forma en que la población en general vive y experimenta el mundo, desviaron su atención

    de los aspectos constitucionales y administrativos del acontecer para enfocarse en los

    vínculos que conectan a las estructuras sociales, económicas y políticas con los patrones de

    pensamiento y de comportamiento que predominan o coexisten en regiones específicas, que

    son determinadas por sus interrelaciones y no por fronteras administrativas. La obra maestra

    4 Véase Enrique Dussel. Europa Modernidad y Eurocentrismo, En https://marxismocritico.files.wordpress.com/2011/10/dussel_-_eurocentrismo.pdf pp. 41-53.

  • 11

    fue la tesis doctoral de Fernand Braudel, “La Méditerranée et le monde mediterranéen a

    l'époque de Philippe II”, tesis doctoral defendida en 1947.

    El espacio cobró relevancia en la definición de problemas históricos, la historia regional de

    pequeñas o grandes dimensiones fueron relevantes para explicar fenómenos sociales,

    históricos, económicos y políticos. Así en los años sesenta la historia local con Giovani Levy y

    Carlo Ginsburg quienes propusieron enfocar los grandes problemas a través de un enfoque

    centrado en lo local. En México esta corriente estuvo representada por Pueblo en Vilo de

    Luis González y González.5 Esta obra y el impulso de Luis González fueron significativas para

    la escritura de historias regionales y locales por todo el territorio nacional.

    Otras propuestas derivaron en cambio, en problemáticas derivadas de la memoria y el

    espacio, Los lugares de memoria de Pierre Nora, corriente de pensamiento que responde a

    una serie de cuestionamientos que tienen que ver con la memoria colectiva y los espacios

    en los que esta se significa. Según Pierre Nora, esta es:

    De ser definida, en primera instancia, como el conjunto de lugares donde se ancla, condensa,

    cristaliza, refugia y expresa la memoria colectiva, la noción se extendería a “toda unidad

    significativa, de orden material o ideal, de la cual la voluntad de los hombres o el trabajo del

    tiempo ha hecho un elemento simbólico del patrimonio memorial de cualquier comunidad”.6

    Autores como Henri Lefèvre y David Harvey, ahondan sobre la construcción social del espacio

    al analizar conceptualmente las ciudades y los simbolismos que de ellas se derivan,

    introducen la discusión marxista en la dimensión espacial, sostiene que el capitalismo

    desplaza la lucha y la resistencia a la periferia y por tanto esta dimensión es fundamental

    para entender el capitalismo.7

    5 Luis González y González, Pueblo en Vilo. Microhistoria de San José de Gracia, México, El Colegio de México, México, 1965, 365 pp. 6 Citado por Allier Montaño, Eugenia, “Los Lieux de mémoire: una propuesta historiográfica para el análisis de la memoria”, en Historia y Grafía, núm. 31, 2008, pp. 166- 167. 7 Cfr. Henry Lefèbre, The production of space, Willey, New York, 1992, y David Harvey, Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo, Madrid, Traficantes de Sueños, 2014.

  • 12

    En fin podríamos seguir enumerando las vastas posibilidades que brinda el espacio para

    comprender, enfocar, ubicar, cuestionar problemáticas historiográficas; sin embargo, no es

    el objetivo de esta introducción a la problemática. Las siguientes líneas proponen un ejemplo

    para clarificar algunos de estos problemas, aunque también es necesario advertir que no se

    agotan las posibilidades en este sentido.

    LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO Y LA REVOLUCIÓN MEXICANA

    Los festejos en 2010 del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución

    mexicana son propicios para profundizar sobre la idea de espacio histórico. En ambas

    coyunturas hubo procesos de reconstitución, de conceptualización y apropiación del

    espacio.

    Edmundo O’Gorman llamaba esencialismo a la tendencia de la historiografía mexicana a

    referirse a México y a los mexicanos como si éstos hubieran existido desde el principio de los

    tiempos,8 cuando es sabido que la nación mexicana es de reciente formación, menos de

    doscientos años. Por ejemplo, en los festejos oficiales de 2010 se utilizó el eslogan

    publicitario “Doscientos años de ser orgullosamente mexicanos” lo cual es a todas luces

    inexacto; pues aun cuando admitamos que el inicio de la lucha de independencia encabezada

    por Miguel Hidalgo y Costilla fuera el origen de nuestra identidad como mexicanos, no

    obstante hay que reconocer que pasaron muchos años más para constituir la nación

    mexicana y por tanto, que sus habitantes fueran llamados mexicanos y que todos los

    habitantes de este territorio se consideraran a sí mismos mexicanos. Así es posible decir que

    en estricto sentido es una frase publicitaria y que los historiadores no la pueden usar sin

    reflexionar o estar conscientes que es un anacronismo.

    8 Edmundo O’Gorman, “Fantasmas en la narrativa historiográfica”, en Historia y Grafía, N° 5, 1995, pp. 267-273 y Federico Reyes Heroles, “O’Gorman: algunas lecciones del maestro hereje”, Históricas, N° 78, enero-abril 2007, pp. 11-15

  • 13

    En una rápida revisión veremos las diferentes reconfiguraciones del espacio que es relevante

    para la historiografía sobre la nación mexicana: en el siglo XVIII antes de la invasión

    napoleónica a España, toda la América hispana era parte del imperio español, la lealtad de

    sus habitantes estaba dirigida a la Corona y el territorio era visto como una unidad que debía

    integrarse y ordenarse de acuerdo a los intereses del monarca español. Por ejemplo, las

    llamadas reformas borbónicas estuvieron planteadas desde una lógica que pretendía hacer

    rentables todos los espacios del imperio, ordenar el espacio en unidades administrativas y

    cuidar el reino de las incursiones de las otras potencias europeas. Algunos grupos fueron

    beneficiados y otros perjudicados, pero la intención del monarca no estaba centrada en sus

    súbditos sino en sus propios intereses. Recuérdese que la Guerra de los Siete Años implicó

    un gran desgaste para España e Inglaterra, y ambas monarquías emprendieron procesos de

    reacomodo para subvencionar sus gastos. Efectivamente hubo algunos movimientos de

    resistencia en algunas regiones de América, pero en general las reformas fueron exitosas y

    las delimitaciones territoriales planteadas por el monarca fueron el sustento de algunas de

    las fronteras nacionales y estatales creadas posteriormente. Es decir, que las fronteras

    borbónicas, si bien es cierto reconocieron procesos preexistentes, también fueron el

    principio de delimitaciones posteriores que dieron lugar a identidades locales o nacionales.

    La abdicación del rey Fernando VII el 8 de mayo de 1808 cediendo todos sus derechos sobre

    España e Indias a favor de su “caro amigo, el Emperador de los franceses”. La resolución del

    rey implicaba que los territorios americanos pasaban a formar parte del imperio francés,

    pero tanto en la Península Ibérica como en América hubo insurrección popular y se organizó

    un gobierno paralelo, con lo que no se reconoció ese dominio y en toda América se cobró

    conciencia de esta nueva condición. Sobre todo, debido al hecho de que el otrora poderoso

    gobierno español no tenía respuestas ante la novedad, había que inventar las respuestas.

    Este acontecimiento que implicaba una recomposición del imperio napoleónico y la

    desaparición del español no quedó registrado en ningún mapa del mundo hispánico.

  • 14

    Los acontecimientos de 1808 desencadenaron reacciones en todo el continente americano,

    de parte de la élite cultural, del gobierno y del pueblo llano, quienes ante el vacío de poder

    cuestionaron el origen del poder monárquico, la soberanía del rey, el pueblo, la relación de

    los súbditos con su majestad, el papel de la monarquía, las autoridades que de esta relación

    emanaban, la relación entre la metrópoli y los dominios americanos. La unidad del imperio

    se perdió y las diversas fracciones se convirtieron en países que tuvieron que delimitar su

    espacio, conformar una identidad propia y distinta a la de sus vecinos. Nuevos mapas y

    concepciones políticas dieron lugar a representaciones distintas del espacio.

    La Nueva España por ejemplo pasó a ser un gran imperio con un territorio inmenso y un

    nuevo nombre, con fuertes conflictos entre la población mestiza y criolla y los grupos

    indígenas y con la presión de no poder establecer un gobierno capaz de hacerse presente en

    todo el espacio de la joven nación; es más tampoco había acuerdo sobre qué tipo de

    interrelación debía haber entre el gobierno nacional y los demás territorios, se debatía si

    debía establecerse una federación, una confederación o un gobierno centralista. Diversas

    guerras, separaciones, enfrentamientos, tratados y acuerdos fueron delineando las fronteras

    hacia el exterior y en el interior hasta configurar lo que hoy en día se conoce como República

    Mexicana.

    Finalmente, en 1867 después de vencer a los conservadores y franceses se logró constituir

    un gobierno estable, que se hizo presente en casi todo el territorio, con una ideología liberal-

    positivista desde la cual se escribió una interpretación del pasado que hacía hincapié en la

    idea de nación con una identidad y territorio bien definidos, idea que fue muy cara al

    gobierno porfirista. Esta interpretación de la historia tiene dos momentos importantes: El

    discurso Oración Cívica de Gabino Barreda pronunciado el 16 de septiembre de 1867 en

    Guanajuato con el que se celebraba una nueva época y se daba la interpretación del

    liberalismo triunfante, y la obra colectiva México a través de los siglos, en la que se

    integraban todos los “pasados”, prehispánico, colonial, independencia y Reforma bajo esta

    concepción de que había una sola historia y un solo mapa de México. Los festejos del

  • 15

    centenario de la independencia fueron la mejor muestra de ese mensaje de identidad

    mestiza y de unidad geográfica y de la prosperidad del país.9

    Unos meses después del festejo, este gobierno poderoso se desmoronaba ante una

    revolución, que significó una nueva fragmentación de proyectos y propuestas de lo que debía

    ser la nación. Había un norte con dos grandes fuerzas, villistas y carrancistas, y el sur

    zapatista, pero también muchos otros lugares en donde no hubo revolución; sin embargo, al

    concluir el movimiento armado se escribió sobre la Revolución Mexicana dando por sentado

    su carácter nacional. Los grupos vencedores trataron de integrar los diversos espacios bajo

    un mismo proyecto, las diferencias regionales o de carácter étnico no eran motivo de la

    historiografía. La hegemonía política del partido casi de Estado se veía reflejada en una

    concepción de lo nacional, del nacionalismo y del simbolismo de lo mexicano. Obviamente a

    esta construcción identitaria se integró con el discurso histórico, películas, programas de

    radio, fiestas cívicas, celebraciones, la toponimia, los libros de texto, etcétera.

    En los años sesenta el sistema político mexicano perdió credibilidad y hubo un amplio

    proceso de revisión de las principales corrientes historiográficas, sobre todo las ligadas al

    poder político y los grandes procesos como la Revolución mexicana y la Independencia que

    se habían considerado como nacionales. Paulatinamente la historiografía reconoció a otros

    actores y espacios de los procesos históricos mexicanos. En el caso de la Revolución

    Mexicana, por poner un ejemplo, se reconoció que entre 1910 y 1917 hubo no una sino

    varias revoluciones, que ocurrieron en diversos tiempos y espacios y que esas características

    hacían necesario replantear los paradigmas con los que se había construido la historiografía

    sobre la temática. Este proceso se acentúo en los años setenta y dio origen a una historia

    social, que implicó nuevos enfoques ya no centrados en la historia política tradicional sino

    9 La actual Mapoteca Manuel Orosco y Berra tuvo su origen en el “Departamento Cartográfico del Ministerio de Fomento (1877), cuyo objetivo fue reunir bajo un mismo techo los trabajos y estudios para la elaboración de mapas que permitieran la consulta y apoyo para la planeación económica, aprovechamiento de los recursos naturales y control de la tenencia de la tierra”. En http://www.campomexicano.gob.mx/portal_siap/Textos/mapo1.htm (consulta 15.03.2013).

  • 16

    en personajes hasta entonces prácticamente ignorados, por lo que los espacios en los que

    se ubicaron esos actores tuvieron que ajustarse a los actores y los objetos de estudio

    analizados.

    En términos espaciales, hubo un auge la llamada historia regional, que pretendía ser una

    expresión de la diversidad y una protesta ante esa historiografía hegemónica hecha en la

    ciudad de México (el Centro, según algunos historiadores locales). Esa historia recuperó no

    solo otros espacios sino otras circunstancias que no eran parte del proyecto nacional, sino

    propio de algunos espacios. Desafortunadamente, muchos de esos trabajos llamados

    regionales se convirtieron en historias estatales y se dejó de reflexionar sobre el espacio y

    las implicaciones hipotéticas que tenía su delimitación, se dio por sentado un territorio y se

    llegó a determinismos y esencialismos muy acentuados. Sin embargo, esta historiografía

    abrió el campo tanto a lo local como a lo regional.

    En los años noventa, accedimos a dos campos comprensivos del espacio, el surgimiento de

    diversos movimientos sociales, principalmente indígenas y la globalización de los mercados,

    ambos mostraron el entrecruzamiento de las dimensiones, local, nacional y global. El

    ejemplo más evidente, pero de ninguna manera el único, es la aparición pública del Ejército

    Zapatista de Liberación Nacional, cuya irrupción en la escena política mexicana se debió a la

    necesidad de resolver demandas específicas, en gran parte determinadas por el entorno

    físico de las comunidades chiapanecas involucradas; pero también por la forma en que

    muchos pueblos indígenas se habían integrado a la nación mexicana. La conceptualización

    identitaria que se había formulado para identificar “lo mexicano” había cristalizado a través

    de un proceso reduccionista que había excluido a la cultura de una multiplicidad de pueblos

    amerindios y era ésta situación una de las que denunciaban las reivindicaciones del

    neozapatismo. Por otra parte, la aparición del EZLN es coincidente con los múltiples procesos

    que están ocurriendo en el mundo, en que grupos de muy diversa índole exigen

    reconocimiento, respeto a la diversidad; consecuentemente varios países reconocen esa

    pluralidad y aplican ya políticas específicas hacia el reconocimiento de esos pasados en

  • 17

    disputa. Estamos en lo que ahora se conoce como la historia global, una donde las diversas

    dimensiones espaciales de la realidad deben ser reconocidas, así como sus procesos

    histórico-sociales e incluso territoriales y a su vez, es necesario comprender que forman

    parte de un proceso histórico político, social, económico que las integra a todas a través de

    la comunicación.

    Procesos sociales y políticos como estos, que ponen de manifiesto las conexiones y

    especificidades de las esferas local y global, demuestran que en el espacio histórico las

    dimensiones físicas de la geografía y la delimitación política de fronteras entre diferentes

    soberanías no son siempre determinantes en la vida y las acciones de individuos y

    colectividades, y aun para aquellos fenómenos en los que juegan un papel más destacado,

    no son necesariamente los parámetros espaciales más relevantes para su comprensión, al

    menos no si se les aplica de manera exclusiva. En una entrevista, el historiador inglés John

    Elliot sostiene que desde el descubrimiento y la Conquista de América se puede hablar de

    una historia global, pues ambos acontecimientos tuvieron un impacto global y que sólo el

    azar y la locura de la historiografía lo convirtieron en asunto nacional, eso se debe a que se

    formó a los historiadores como nacionalistas.

    Así, el espacio histórico adquiere significación y sentido según el tiempo y las circunstancias,

    se reconfigura de acuerdo a muy diversos factores que se entrecruzan y se entrelazan;

    comprendiendo estos procesos, es posible entender el sentido las diversas dimensiones de

    espacio: local, regional, nacional, mundial, así como de las múltiples formas de representarlo

    y acotarlo en el tiempo. El espacio es una construcción histórica y no un dato. En este sentido,

    conviene recordar que el tratamiento del espacio debe ser siempre flexible en la

    historiografía, atento al fenómeno de la discontinuidad como lo sugirió Paul Veyne en 1971

    al recomendar para el historiador la metodología de la geografía general:

    Los geógrafos se atienen a un principio fundamental en el que los historiadores

    tienen la obligación absoluta de inspirarse: no estudiar nunca un fenómeno sin

    ponerlo en relación con los fenómenos análogos que se distribuyen a lo largo de los

  • 18

    demás puntos de la tierra […] El prejuicio de la unidad de tiempo y espacio ha tenido

    […] dos consecuencias negativas: hasta hace poco la historia comparada o general se

    ha sacrificado a la historia continua o nacional, y el resultado ha sido una historia

    incompleta; por falta de elementos de comparación, esta historia nacional se ha

    mutilado a sí misma y ha quedado prisionera de una óptica excesivamente apegada

    a los acontecimientos.10

    Lecturas básicas:

    Braudel, Fernand. El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe Segundo,

    México, Fondo de Cultura Económica, 1987, pp. 9-23.

    Schlögel, Karl. En el espacio leemos el tiempo. Sobre historia de la civilización geopolítica,

    Madrid, Ciruela, 2007, pp. 13-30 y 85-110.

    Levin Rojo, Danna A. “La cartografía novohispana como discurso histórico. El mapa de Nuevo

    México de Bernardo de Miera y Pacheco y el mapa del indio Miguel”, en Saúl Jerónimo et al.

    Horizontes y códigos culturales de la historiografía, México, Universidad Autónoma

    Metropolitana- Azcapotzalco, 2008, pp. 205-231.

    EJERCICIO

    ➢ Revise la “Oración cívica” de Gabino Barreda y ubique las diversas maneras en que se

    tratan las cuestiones relacionadas con el espacio y reflexione sobre el tipo de enfoque que

    tendría que tener un estudio historiográfico que se ocupara de esas dimensiones.

    Es por supuesto un problema que está presente en la delimitación de los problemas

    historiográficos, tanto desde el punto de vista metodológico como conceptual y, en

    ocasiones, no se reflexiona con la profundidad necesaria.

    10 Paul Veyne, Cómo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia. Madrid, Alianza editorial, 1971, pp. 193-194.

  • 19

    La actividad para este bloque consiste en leer el texto de Elías Palti. La nación como

    problema. Los historiadores y la “cuestión nacional “, Buenos Aires, FCE, 2002, 157 pp. Y la

    lectura de libro de Karl Schlôgel En el espacio leemos el tiempo. Sobre Historia de la

    civilización y Geopolítica, Ediciones Siruela, Madrid, 2007, hay que leer la introducción, la

    primera sección El retorno del espacio y la segunda, Leer mapas. Pp. 13-262. Realizar un

    breve ensayo tratando de unir las variables, tiempo, espacio, representación, identidad y

    representación del espacio. Lea el texto de Manuel Castells. La crisis de la sociedad liberal,

    Madrid, Alianza Editorial, 2017. Revise el capítulo 3. “La rebelión de las masas y el colapso de un

    orden político.” pp. 35-80 elabore un mapa y escriba un pequeño ensayo sobre la posibilidad de

    representar en un mapa lo cambios que están ocurriendo en el mundo descrito por Castells.

    Bibliografía

    Manuel Castells. La crisis de la sociedad liberal, Madrid, Alianza Editorial, 2017

    Elías Palti. La nación como problema. Los historiadores y la “cuestión nacional “, Buenos Aires,

    FCE, 2002, 157 pp

    Karl Schlôgel. En el espacio leemos el tiempo. Sobre Historia de la civilización y Geopolítica,

    Ediciones Siruela, Madrid, 2007

    Representaciones no escritas del tiempo y el espacio

    En el presente eje de trabajo se plantean varias posibilidades de acercamiento a los

    problemas que se ponderan y que nutren distintos debates y tópicos propios de la disciplina

    historiográfica, en este caso los relacionados con las representaciones no escritas del

    espacio, en tanto elementos identitarios de una sociedad.

    Con base en lo anterior y atendiendo el carácter dinámico de la cultura, el objetivo

    del eje de trabajo se dirige a que el alumno reflexione, desde una mirada incluyente y

    transdisciplinaria, en torno a la historicidad de su propio quehacer y de las grafías no escritas

    del espacio que analiza en su proyecto de investigación (documentos, fuentes, expresiones

  • 20

    y representaciones materiales e inmateriales) que dotan de identidad a una sociedad o a

    segmentos de ésta.

    Actividades:

    Con el objetivo de examinar críticamente las representaciones no escritas del tiempo

    y el espacio como elementos identitarios de una sociedad (tangibles e intangibles) deben

    realizar una descripción densa (Clifford Geertz) de manera presencial sobre uno de los

    siguientes lugares de memoria (Pierre Nora):

    a) Memorial del 68 (Tlatelolco, Cdmx) a 50 años del movimiento estudiantil de

    1968.

    b) Museo Nacional de Antropología e Historia (INAH)

    c) Museo que esté cercano a su lugar de residencia

    Para la elaboración de esta actividad, sucintamente vale la pena recordar que, para

    el antropólogo Clifford Geertz el concepto de cultura que propuso

    (…) Es esencialmente un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el

    hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido,

    considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por

    lo tanto, no una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia

    interpretativa en busca de significaciones.11

    Con base en lo anterior, Clifford Geertz subraya la relevancia de la “descripción

    densa" como un anclaje para comprender y valorar el carácter dinámico de la cultura, sin el

    cual no podría realizarse un análisis adecuado de los signos y símbolos de una sociedad.

    Así, los objetivos que se persiguen con la elaboración de una descripción densa sobre

    el espacio que elijan son: a) Destacar lo referente a tiempo y espacio, que se puede apreciar

    en estos museos; b) Llegar a una descripción detallada de las características materiales de la

    11 Clifford Geertz, "Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura", en La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1992 (edición en inglés, 1973), pp. 19-40.

  • 21

    fuente o del objeto; c) Resaltar el sentido de la representación de acuerdo con el acomodo

    o integración de los objetos en estos recintos y d ) Ubicar desde qué lugar se observa el

    museo en cuestión.12

    Proyecto de tesis (tiempo y espacio)

    La última actividad de esta UEA se refiere a realizar un ejercicio para tratar de ubicar tiempo

    y espacio en los múltiples elementos que componen su proyecto de tesis y cuáles son los

    aportes que desde esta materia se pueden identificar en el proyecto. Por ejemplo, un título

    de tesis puede ser: La prostitución en Querétaro en la época colonial. Sin embargo, la fuente

    se refiere a un barrio, al último tercio del siglo XVIII y a las mujeres presas por este delito.

    Evidentemente no se trata de todo Querétaro, ni de toda la época colonial, ni de todo el

    problema de la prostitución. Con una propuesta metodológicamente mejor armada, por

    supuesto que se pueden realizar análisis más precisos y así, evitar hacer generalizaciones sin

    sustento. Al respecto, el texto de Hayden White, “El peso de la historia” en Nexos, 1ero. de

    mayo de 1982 en https://www.nexos.com.mx/?p=4057, puede ser de utilidad.

    12 Para la elaboración de una descripción densa se sugiere: 1) Vincular el método antropológico con los intereses de análisis e interpretación particulares del objeto de estudio 2) Intentar una amplia descripción que defina y caracterice las condiciones materiales del objeto de estudio, así como su contenido, en relación con una representación que debe ser interpretada y 3) Establecer relaciones entre un objeto no homogéneo y un ámbito de referentes donde aquél adquiere significado. Cf. Silvia Pappe, Historiografía crítica. Una reflexión teórica (con la colaboración didáctica de María Luna Argudín), México: UAM-Azcapotzalco, 2001, pp. 158-159.

    https://www.nexos.com.mx/?p=4057

  • 22

    Bibliografía sugerida:

    Augé, Marc Los “No lugares” espacios del anonimato. Una antropología de la

    sobremodernidad, España, Gedisa, 1992.

    Bachelard, Gaston, La poética del espacio, México, FCE, 2000.

    Braudel, Fernando, El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe

    II, México, FCE, 1992 (1ª ed. En francés 1949).

    Chartier, Roger, “Debates e interpretaciones”, en El mundo como representación.

    Historia cultural: entre práctica y representación, Barcelona, Gedisa, 1995, pp. 13-62.

    De Certeau, Michel, La escritura de la historia. México, UIA, 1987.

    Duby, Georges. Atlas histórico mundial de Madrid, Debate, 1997

    Geertz, Clifford. La interpretación de las culturas, Barcelona, Gedisa, 1997.

    (“Descripción densa: hacia una teoría interpretativa de la cultura”).

    Koselleck, Reinhart. Futuro Pasado. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1993.

    Nora, Pierre, Los lugares de la memoria, Uruguay, Ediciones Trilce, 2008.

    Pappe, Silvia, Estridentópolis: Urbanización y montaje, México, UAM-A, 2006.

    Patzig, Günther, “El problema de la objetividad y el concepto de hecho”. En Pappe, Silvia (coord.)

    Debates recientes en la teoría de la historiografía alemana. México, UAM-A/UIA, 2000, pp. 143-

    165.