por que debemos preservar la «lechuza mote...

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Capitulo 4 Por que debemos preservar la «lechuza mote ada» Hoy por hoy todos reconocemos los estragos que se estan oca- sionando a nuestro ambiente. De manera cotidiana ocasionamos da- nos ala capa de ozono, contribuimos al calentarniento global, conta- rninamos el aire y los nos, destrozamos selvas y bosques, agotamos los recursos rninerales y presionamos numerosas especies hasta su extinci6n, as! como otras modalidades de devastaci6n. El actual in- teres por lograr la condici6n de «sostenible» surge de este reconoci- rniento. En 1987 encontr6 una marcada expresi6n la necesidad de una acci6n concertada en el manifiesto pionero de «Nuestro Futuro Comun», preparado por la Cornisi6n Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, liderada por Gro Brundtland. El Informe Brundtland defini6 como «sostenible» el desarrollo que satisface «las necesi- dades del presente sin poner en peligro la capacidad de futuras gene- raciones para satisfacer sus propias necesidades». El desarrollo sostenible se ha convertido en el tema de fonda de gran parte de la literatura sobre el medio ambiente. Igualmente ha sido fuente de inspiraci6n de irnportantes protocolos que Haman a la acci6n concertada como, por ejemplo, el destinado a la reducci6n de ernisio- nes nocivas, as! como de otras fuentes de contarninaci6n planetaria.

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Capitulo 4

Por que debemos preservar la «lechuza mote ada»

Hoy por hoy todos reconocemos los estragos que se estan oca­sionando a nuestro ambiente. De manera cotidiana ocasionamos da­nos ala capa de ozono, contribuimos al calentarniento global, conta­rninamos el aire y los nos, destrozamos selvas y bosques, agotamos los recursos rninerales y presionamos numerosas especies hasta su extinci6n, as! como otras modalidades de devastaci6n. El actual in­teres por lograr la condici6n de «sostenible» surge de este reconoci­rniento. En 1987 encontr6 una marcada expresi6n la necesidad de una acci6n concertada en el manifiesto pionero de «Nuestro Futuro Comun», preparado por la Cornisi6n Mundial para el Medio Ambiente y el Desarrollo, liderada por Gro Brundtland. El Informe Brundtland defini6 como «sostenible» el desarrollo que satisface «las necesi­dades del presente sin poner en peligro la capacidad de futuras gene­raciones para satisfacer sus propias necesidades».

El desarrollo sostenible se ha convertido en el tema de fonda de gran parte de la literatura sobre el medio ambiente. Igualmente ha sido fuente de inspiraci6n de irnportantes protocolos que Haman a la acci6n concertada como, por ejemplo, el destinado a la reducci6n de ernisio­nes nocivas, as! como de otras fuentes de contarninaci6n planetaria.

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La firma del Protocolo de Montreal sobre las Sustancias que Agotan la Capa de Ozono en 1987, ratificado actualmente por 186 paises, puede considerarse, segun 10 sugerido por Lester Brown, como «una de las mejores horas de las Naciones Unidas»'. La idea del desarrollo sos­tenible ha sido fuente de inspiracion de numerosas reuniones intema­cionales de amplia convocatoria -<lesde la Cumbre de la Tierra en Rio de Janeiro en 1992 hasta la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sosteni­ble en Johannesburgo diez afios despues-. Estas reuniones giraban alre­dedor de diferentes topicos, pero compartfan la misma preocupacion.

El mundo tiene fundada razon para estar agradecido con la reno­vada atencion que recibe esta idea, pero cabe igualmente preguntarse si el concepto de seres humanos implicito en la rnisma es suficiente­mente abarcador. Sin duda la gente tiene «necesidades», pero tam­bien tiene val ores y, en especial, valora su capacidad de razonar, de evaluar, de actuar y de participar. Visualizar a las personas sola­mente en funcion de sus necesidades podrfa trasmitir una vision bas­tante lirnitada de la humanidad.

Para emplear una distincion medieval, somos no solamente pa­cientes, cuyas necesidades requieren ser atendidas, sino tambien somos agentes, cuya libertad para decidir que valoramos y como nos afanamos por obtenerlo puede extenderse mucho mas alIa de la sa­tisfaccion de nuestras necesidades. Cabe entonces hacerse la pre­gunta de si las prioridades del medio ambiente deben verse tambien en el contexto y en funcion de la posibilidad de sustentacion de nuestras libertades. (,Acaso no debemos tambien preocupamos por preservar -y, en la medida de 10 posible, ampliar-las libertades sus­tantivas de las que disfruta la gente en la actualidad sin atentar contra la posibilidad de futuras generaciones de tener libertades similares, o incluso mas numerosas? Centrar la atencion en libertades sosteni­bles, ademas de ser conceptualmente importante (como parte de un enfoque general de desarrollo como libertad) tambien puede tener implicaciones tangibles de pertinencia en 10 inrnediato.

EI foco,de atencion en materia de debates sobre politica ambien­tal ha girado a menudo alrededor del desarrollo de instituciones na-

I «Eco-economy: Building an Economy for the Earth» (Eco-economfa: Construc­cion de una Economfa para la Tierra) (Earthscan, 24 pp. , junio 2003).

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cionales e internacionales adecuadas. El argumento es suficiente­mente claro. Como se sefiala en el informe de criterios s6lidamente razonados Ecosistemas y Bienestar Humano, elaborado por un equipo global para la Evaluaci6n del Ecosistema del Milenio, en 2003, «ellogro de un uso sostenible requiere instituciones efectivas y efi­cientes que pueden ofrecer los mecanismos a traves de los cuales los conceptos de libertad, justicia, trato igualitario, capacidades basicas y equidad puedan regir el acceso a los servicios del ecosistema y sus usos». Pero, junto con esto, hay un creciente interes por explorar el pape! de los ciudadanos en el logro de un desarrollo sostenible. Al igual que se requieren instituciones para la creaci6n de reglamentos de posible aplicaci6n y para brindar incentivos financieros, tambien un mayor compromiso con las responsabilidades ciudadanas puede contribuir a mejorar la protecci6n del ambiente.

En Ciudadanfa y el Ambiente, Andrew Dobson, adem as de refe­rirse al papel de las responsabilidades asociadas al ser ciudadano, llega inclusive a esbozar el argumento a favor del concepto de «ciudadano ecoI6gico», quien darfa priori dad a las consideraciones ambientales2. No planteare el interrogante de si dividir una ciudada­nia integrada en papeles segun roles asignados a partir de funciones especificas es la mejor manera de proceder, pero Dobson, sin duda, tiene raz6n cuando pone el acento sobre el a1cance de las responsa­bilidades civicas en el abordaje de los desafios planteados por el ambiente. Tiene especial interes en investigar y destacar 10 que los ciudadanos pueden lograr cuando les anima una comprensi6n social y reflexi6n razonada, y no unicamente incentivos financieros (ac­tuando meramente como «actores racionales en funci6n de su propio interes») : «Se erigen entonces, uno por uno, los pilares de la sosteni­bilidad y considero a la ciudadanfa ecol6gica como una adici6n fun­damental para esa colecci6n» .

Ese sentido de la responsabilidad ecol6gica forma parte de una nueva tendencia que abarca tanto la teorfa como la practica. Hacia principios de los afios 2000, por ejemplo, se formularon crfticas a las politicas del gobierno britanico cuando este, como respuesta a huel­gas y protestas, desisti6 de la aplicaci6n de un aumento propuesto de

2 Oxford, 238 pp., noviembre de 2003.

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impuestos a la gasolina, sin realizar ningun esfuerzo serio para traer ala palestra publica el debate sobre el tema ambiental. Como 10 ex­presa Barry Holde, en Democracia y Calentamiento Global, «esto no equivale a decir que el criterio de la defensa del medio ambiente necesariamente se habria impuesto», pero se trata de «sugerir que po­dria haber ocurrido en caso de que se hubiese intentado»3. Existe una creciente decepcion no solamente por la debilidad -0 ausencia total- de iniciativas positivas que involucren a los ciudadanos en las politicas ambientales, sino tambien ante el evidente escepticismo de las autoridades publicas ante los posibles resultados favorables que puedan surgir si se apela a un sentido de responsabilidad social.

Esa frustracion se comprende facilmente. Pero a la vez que bus­camos extender el ambito del activismo civico, debemos preguntar­nos como deberfa ampliarse la nocion de sostenibilidad a la luz de nuestro concepto de ciudadania debidamente responsable. Debemos examinar si la ciudadania es meramente instrumental (simplemente un medio para preservar el medio ambiente) 0 si es mas que eso; y especificamente si la ciudadania efectiva es parte integral de 10 que debemos tratar de sostener.

El concepto de sostenibilidad de Brundtland ha sido refmado aun mas y extendido elegantemente por uno de los mas destacados econo­mistas de nuestro tiempo, Robert Solow, en su monografia Un Paso casi Prdctico hacia la Sostenibilidad, publicado hace un poco mas de una decada. Considera Solow que la sostenibilidad es la exigen­cia de dejar a la proxima generacion «10 que sea necesario para lograr un nivel de vida por 10 menos tan bueno como el nuestro y que les per­mita igualmente proveer en forma similar a la generacion siguiente». Esa formulacion contiene varios rasgos atractivos. En primer lugar, al centrar la atencion en sostener niveles y condiciones de vida (vistos como fuente de motivacion para la conservacion ambiental), Solow aporta un elemento de mayor concrecion al aspecto de satisfaccion de necesidades en el cual se concentra Brundtland. En segundo lugar, en la formulacion limpiamente recursiva de Solow, los intereses de todas las generaciones futuras son tenidos en cuenta por el hecho de que cada una de elias debe velar por el bienestar de las siguientes.

3 Continuum, 208 pp. , agosto de 2002.

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Pero cabe preguntar si la nueva formulaci6n de Solow integra una visi6n suficientemente amplia de la humanidad. Si bien su enfasis en la preservaci6n de los buenos niveles de vida tiene claro merito (hay algo profundamente atrayente en el aspecto de tratar de velar por que las generaciones futuras «puedan lograr un mvel de vida por 10 menos tan bueno como el nuestro»), podemos, sin embargo, preguntarnos si este criterio es debidamente induyente. Sostener condiciones y myel de vida no es igual a sostener la libertad de las personas para que ten­gan -{) salvaguarden- aquello que valoran 0 a 10 que dan justificada importancia. Nuestra raz6n para valorar oportunidades especificas no necesariamente tiene que estar siempre vinculada a su contribuci6n a nuestro myel de vida. '

"

Para ilustrar 10 anterior, tomemos nuestro sentido de responsa-bilidad hacia el futuro de otras especies, no solamente porque -{) no meramente en la medida en que- su presencia contribuye a elevar nuestras propias condiciones de vida. Por ejemplo, alguien puede considerar que debemos hacer todo 10 que este a nuestro alcance para asegurar la preservaci6n de algunas de las especies de animales en peligro de extinci6n, por ejemplo, las lechuzas moteadas. No ha­bria contradicci6n si esa persona dijese: «Nuestras condiciones de vida poco 0 nada se yen afectadas por la presencia 0 ausencia de las lechuzas moteadas, pero tengo la firme creencia de que no debemos permitir su extinci6n, por razones muy poco vinculadas a las condi­ciones de vida de los seres humanos».

Gautama Buda expresa un argumento similar, al afirmar en el Sutta Nipata que, como somos mucho mas poderosos que otras es­pecies, tenemos cierta responsabilidad hacia ellas, vinculada a esta asimetria. Buda continua ilustrando la idea por analogfa con la res­ponsabilidad de una madre hacia su hijo, no por el hecho de haberlo tenido (vinculo no invocado en este argumento especifico), sino porque ella puede hacer cosas que tendran una influencia, positiva o negativa, en la vida del nino y que este no puede hacer por si rrusmo. Segun esta linea de argumentaci6n, la raz6n que subyace al cuidado que se Ie da a los ninos no esta vinculada con nuestro nivel de vida (aun cuando el rnismo sin dud a se vera afectado), sino con la responsabilidad asociada a nuestra fortaleza. Podemos tener muchos motivos para animar nuestros esfuerzos de conservaci6n -pero no todos son necesariamente parasitarios en funci6n de nuestras propias

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condiciones de vida y, de hecho, algunos estan relacionados precisa­mente con nuestro sentido de los valores y de la responsabilidad de unos con otros-.

i,Que papel debe entonces desempenar la ciudadania en la polf­tic a ambiental? En primer lugar, debe inc1uir la capacidad de pensar, de valorar y de actuar, 10 cual requiere que pensemos en los seres humanos como agentes, en vez de solamente pacientes. Esto es perti­nente para muchos debates ambientales importantes. Tomemos como ejemplo el destacado informe de la Royal Society, Hacia un Con­sumo Sostenible, publicado en el ano 2000. El informe muestra, entre otras cosas, que las actuales tendencias del consumo son insosteni­bles, y que existe la necesidad de contener y reducir dicho con sumo, empezando por los paises ricos. En su prologo, Aaron Klug recalca la urgente necesidad de "introducir profundos cambios en los estilos de vida de la mayor parte de los paises de mayor desarrollo -algo que a ninguno de nosotros Ie resultara facil-" . Esto sin duda es una tarea diffcil, pero si las personas son, en efecto, agentes que razonan (en vez de limitarse a ser pacientes con necesidades), entonces una manera po sible de abordar el asunto podrfa residir en un debate pu­blico junto con el surgimiento y mantenimiento de prioridades am­bientalmente favorables, ademas de una mayor comprension de la situacion del medio ambiente en la que nos encontramos actual­mente. Esto tambien deberfa conducimos hacia el reconocimiento de la capacidad de los seres humanos para pensar y juzgar por si mismos -una capacidad que ahora valoramos y una libertad que quisieramos preservar para el futuro-.

En segundo lugar, entre las oportunidades que con toda razon valoramos, esta la libertad de participacion. De resultar impedidas 0

debilitadas las deliberaciones participativas, se perderfa algo valioso. Por ejemplo, la reciente atenuacion de regulaciones y requisitos am­bientales en los Estados Unidos, que ocurrio con muy poco margen para el debate publico, constituye no solamente una amenaza para el futuro, sino tam bien un debilitamiento de la condicion de ciuda­dania para los estadounidenses, al privarlos de la oportunidad de participacion. Cuando a comienzos del ano 2001 el Presidente Bush abandono de forma repentina el acuerdo ambientallogrado en Kyoto (el asi llamado Protocolo de Kyoto), una encuesta de opinion reali­zada por CNN y Time indico que una amplia mayoria del publico

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estadounidense tenia una opinion muy diferente a la del presidente. Sin embargo, no hubo pnicticamente ningun intento serio por parte del Gobierno de Estados Unidos por tener en cuenta la opinion del publico en materia de elaboracion de polfticas, 0 de incorporar a los ciudadanos al debate.

En vez de ampliar el alcance del debate publico, en Estados Uni­dos ha habido un marcado retroceso en esta materia en alios recien­tes. Para citar otro ejemplo, el famosamente sigiloso «grupo de tra­bajo para la energia» del vicepresidente Cheney, orientado al estudio de alineamientos industriales, ha demostrado poco interes por comu­nicarse con el publico. De hecho, Cheney ha estado renuente inc1uso a revelar lo~ nornbres de los integrantes ~e dicho grupo. Estos y otros casos de distanciamiento y ocultamiento ilustran cUlin integral ha sido la polftica de coartar la participacion del publico. Los crf­ticos temen, con justa razon, que todo esto no presagia nada bueno para el futuro, pero tambien debemos reconocer que bloquear opor­tunidades para la participacion informada constituye, de por sf, una significativa perdida de libertad, y que esto ya esta ocurriendo. Hay algo que no ha sido sostenido -en este mismo instante-.

En tercer lugar, si se trata de lograr objetivos ambientales mediante procedimientos que constituyen una intromision en las vidas privadas de las personas, la consiguiente perdida de libertad debe considerarse como una perdida inmediata. Por ejemplo, aun cuando resultase que la restriccion de la libertad de reproduccion mediante la planificacion familiar coercitiva (al igual que la politic a de un solo hijo practicada en China) contribuye a sostener los niveles de vida, igualmente es menester reconocer que hay algo importante que se esta sacrificando -y no sosteniendo- a traves de estas politicas.

De hecho, hay fundados criterios empfricos para dudar de la posibilidad de que la imposicion coercitiva pueda contribuir consi­derablemente a reducir la fertilidad. Inc1uso el logro de China se ajusta a 10 que es factible esperar, debido a la influencia de otros factores sociales que tienden a inducir a una reduccion espontanea en la tasa de natalidad (como, por ejemplo, la extension de la educa­cion de las mujeres y el empleo remunerado). De hecho, otras socie­dades (como Kerala en la India) que han tenido progresos sociales parecidos, sin coercion, han tenido reducciones comparables -0 ma­yores- en la tasa de fertilidad. Pero aun cuando se demostrase que un

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enfoque no participativo puede reducir la fertilidad en la pnictica, habrfa que sopesar ese hecho a la luz de la consiguiente perdida de libertad resultante de la coercion misma.

En cuarto lugar, la modalidad convencional de centrar la atencion en las condiciones y nivel de vida en general puede pesar demasiado para prestar la atencion debida a la importancia de libertades especf­ficas . Puede haber una perdida de libertades (y de los derechos huma­nos correspondientes) aun cuando no haya disminucion en el nivel de vida global. El sentido de esta distinci6n etica general, que tiene gran pertinencia en materia de elecci6n social, puede ilustrarse a traves de un sencillo ejemplo. Si se acepta que una persona tiene el derecho moral de que no Ie lleguen bocanadas de humo a su cara exhaladas por fumadores indiscriminados, dicho derecho no queda eticamente inva­lidado en caso de que la persona afectada sea muy adinerada y tenga la ventaja de disfrutar de un elevadfsimo nivel de vida.

En el contexte ecol6gico, piensen en la posibilidad de un ambiente en franco deterioro en el cual a las generaciones futuras se les niega la oportunidad de respirar aire limpio (debido a ernisiones especialmente contarninantes), pero en el que esas generaciones tienen tanto dinero y disfrutan de tan numerosos y diversos beneficios que es muy pro­bable que su nivel de vida general este muy bien sostenido.

El enfoque en materia de desarrollo sostenible segun el modele Brundtland-Solow posiblemente se niegue a reconocer merito al­guno a protestas contra dichas ernisiones sobre la base de que a pesar de todo, la generaci6n futura tendni un nivel de vida por 10 menos igual al de la presente. Pero esta 6ptica no tiene en cuenta la necesi­dad de adoptar politicas antiernisiones, que podrfan ayudar a esas futuras generaciones a tener la libertad de disfrutar un aire limpio como el que tuvieron las anteriores.

La pertinencia de la participaci6n ciudadana y social es mas que algo instrumental. Se trata de elementos integrales de 10 que tene­mos raz6n de preservar. Debemos combinar la noci6n basica de la sostenibilidad que con justa raz6n promueven Brundtland, Solow y otros, complementandola con una visi6n mas amplia de los seres humanos, una 6ptica que los yea como agentes cuyas libertades son importantes, y no solamente como pacientes que no son mas que sus condiciones de vida.