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ENSAYO Política Exterior Chilena: Una Modernización Postergada Emilio Meneses * Existe un amplio consenso de que la política externa nacional enfrenta un período de crisis. Esta situación se enmarca dentro de un agudo deterioro del status internacional de Chile, por una parte, y de los denodados —aunque a veces poco exitosos— esfuerzos de nuestra di- plomacia por superarlos, por otra. Existen algunos problemas no resueltos en esta importante dimensión de la actividad nacional; entre ellos destacan: a) aquellos derivados del tipo de liderazgo de nuestra diplomacia, y de las dificultades funcionales que habría en el proceso "formulación de política exte- rior-implementación diplomática", y b) los relacionados con la elección de una apropiada orientación básica de política exterior. Este análisis se centra en la hipótesis de que Chile enfrenta un cambio radical en su marco de referencia externa, lo que llevaría a la inauguración de un nueva etapa en su política exterior. El origen de las dificultades internacionales y la gran controversia interna no serían sino el síntoma de la falta de un marco conceptual para recono- cer la naturaleza y proyecciones de este cambio trascendental. I Introducción La característica central de nuestra actitud internacional de la pasada década ha consistido en el intento permanente de buscar un sitial adecuado para Chile en el sistema internacio- nal. Algo que pareció tan evidente y claro por más de un siglo repentinamente se hizo confuso y dejó de "tener los puntos de referencia a que por generaciones estuvimos acostumbrados. * M. A. en Ciencia Política, Georgetown University. Profesor de Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile.

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ENSAYO

Política Exterior Chilena:Una Modernización Postergada

Emilio Meneses *

Existe un amplio consenso de que la política externa nacional enfrentaun período de crisis. Esta situación se enmarca dentro de un agudodeterioro del status internacional de Chile, por una parte, y de losdenodados —aunque a veces poco exitosos— esfuerzos de nuestra di-plomacia por superarlos, por otra.Existen algunos problemas no resueltos en esta importante dimensiónde la actividad nacional; entre ellos destacan: a) aquellos derivadosdel tipo de liderazgo de nuestra diplomacia, y de las dificultadesfuncionales que habría en el proceso "formulación de política exte-rior-implementación diplomática", y b) los relacionados con la elecciónde una apropiada orientación básica de política exterior.Este análisis se centra en la hipótesis de que Chile enfrenta uncambio radical en su marco de referencia externa, lo que llevaría ala inauguración de un nueva etapa en su política exterior. El origende las dificultades internacionales y la gran controversia interna noserían sino el síntoma de la falta de un marco conceptual para recono-cer la naturaleza y proyecciones de este cambio trascendental.

I Introducción

La característica central de nuestra actitud internacionalde la pasada década ha consistido en el intento permanente debuscar un sitial adecuado para Chile en el sistema internacio-nal. Algo que pareció tan evidente y claro por más de un siglorepentinamente se hizo confuso y dejó de "tener los puntos dereferencia a que por generaciones estuvimos acostumbrados.

* M. A. en Ciencia Política, Georgetown University. Profesor de CienciaPolítica de la Universidad Católica de Chile.

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Este problema de nuestra política exterior no es sino el reflejode un proceso de crisis y adaptación dentro de nuestra sociedadpolítica; y que, ciertamente, aún no ha sido superado. La etapade nuestra política externa que hoy nos toca vivir fue resumidaen forma magistral y tajante por un prestigioso académicoextranjero de la ciencia política. En relación con nuestra pos-tura internacional, señaló que los chilenos estaban viviendo"una crisis de identidad"; tal vez deberíamos agregar la mayoren nuestra vida independiente.

La simplicidad no constituye virtud para quienes pretendanseriamente analizar las causas que ha motivado esta situaciónque, en forma creciente, está preocupando a tantos chilenos. Ob-viamente los orígenes del problema de inserción internacionalson variados, aunque algunos de ellos estén estrechamente Ínter-conectados entre sí. La crisis de nuestra institucionalidad polí-tica, que pasó mayormente desapercibida en el exterior, y laposterior resolución que tomó en 1973, ha producido un tremen-do impacto interno y también una aguda reacción internacionala la cual no podemos ser indiferentes. Nuestra tradicional men-talidad insular había tendido un puente estable de comunica-ción con el exterior, cuyas características y propiedades, tal cualeran hasta 1973, fueron las que se diseñaron básicamente entre1902 y 1922 aproximadamente1. Esta continuidad de nuestrapolítica exterior —que no es tan larga como algunos piensan—se rompió bruscamente hace una década. Lo relevante del casoes que ese quiebre fue así percibido en el exterior, mientras queinternamente el Ejecutivo pretendió continuar implementandola política externa tradicional, aunque con algunos sesgos másideologizados en algunos aspectos. El resultado de esta acciónno ha sido precisamente estimulante.

Otro aspecto relevante en nuestra posición internacional esel lugar que le ha cabido a Chile en la escala de poder inter-nacional. El poder relativo de país en el concierto mundial hasufrido un permanente deterioro a contar de la Primera Guerra

1 Lo que actualmente ciertos entendidos de la política exterior chilenadenominan como sus principios fundamentales, consisten en ciertos linea-mientos que el país adquirió durante las dos primeras décadas de estesiglo. Nos estamos refiriendo, por ejemplo, a "la adhesión irrestricta alDerecho Internacional", "solución pacífica de las controversias", "coope-ración internacional", "mantenimiento y mejoramiento de la imagen in-ternacional", "respeto a los tratados", etc. Para un análisis más detalladover: Emilio Meneses, Jorge Tagle y Tulio Guevara. "Política Exterior deChile en el siglo XX a través de los Mensajes Presidenciales y las Con-ferencias Panamericanas hasta la 2a Guerra Mundial". Reviste de CienciaPolítica, Vol. 4, Nº 2, pp. 50-61. No obstante, hay ciertos principios quedatan del siglo pasado y aún están presentes en nuestra política externa,como es el caso del principio de "no intervención".

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Mundial. Las décadas del veinte al cuarenta fueron un procesode continua erosión frente a nuestros vecinos. Primero fueronlas bases poblacionales de ese poder (1880-1910), luego laseconómicas (1915-1945) y finalmente las militares (1935-1965).La tendencia continuó después de la Segunda Guerra Mundial;nuestra posición siguió retrocediendo en el conjunto latinoame-ricano. A contar de mediados de los cincuenta otro fenómeno seagrega —el proceso de descolonización asiático y africano—, elcual multiplicó por tres el número de Estados independientes enel globo. A lo disminuido de nuestra posición en el HemisferioOccidental, se sumó la caída del peso específico de ese grupode naciones como conjunto en el mundo.

Para paliar en parte aquel menor poder relativo, la diplo-macia nacional recurrió a lo largo de este siglo a la construcciónde una "imagen" y "prestigio" internacional de Chile. En cuantomenos poder relativo tuvo el país, más dependientes nos fui-mos haciendo de aquel "status". De ahí que el problema de la"imagen" pasó a constituir elemento crítico, en las últimas dé-cadas, para evaluar nuestra posición internacional. Toda imagen,buena o mala, para que exista debe necesariamente operar enla mente de aquellos que nos observan. No cabe duda que nuestrapolítica exterior llegó a ser diestra en su administración, perotambién el país se hizo extremadamente dependiente de ella, atal extremo que de ser sus creadores pasamos a convertirnos ensus virtuales sirvientes. Los acontecimientos internos de losúltimos quince años constituyeron un rudo golpe a esa "ima-gen" en el exterior, de la cual aún no hay recuperación visible.

Pero también ha habido cambios en la región. El pacíficocontinente sudamericano ha dejado de serlo, y ello nos afecta.Desde hace algo más de una década los conflictos limítrofes hanrecrudecido en forma inusitada. El Cono Sur se encuentra abo-cado a una carrera armamentista sin precedentes en este siglo 2.El origen del problema no radica en el carácter de nuestrapresente institucionalidad —como algunos interesadamente pre-tenden señalarlo—, sino que se debe a causas de carácter inter-nacional que escapan a nuestro control, pero que lamentable-mente nos inciden en forma directa.

La crisis de identidad internacional que vive el país tieneprofundas causas de índole interna y externa. Existen problemasde poder nacional, imagen externa, legitimidad interna, estabi-lidad regional y carácter del sistema internacional del presenteque están creando una coyuntura única. Por primera vez en va-rias décadas el país se ha visto asediado al extremo de que

2 Ver, por ejemplo, English, Adrián, 1981, "América Latina: Balance deFuerzas y Zonas de Tensión". Revista Internacional de Defensa, Vol.14(10): 1273-1281. Y Meneses, Emilio, 1982, "Competencia Armamen-tista en América del Sur: 1970-1980". Estudios Públicos Nº 7, 5-42.

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muchos piensen que su integridad puede estar en peligro. Lostiempos de crisis son los que llaman a la reflexión sobre el temaafectado. Parece ser el caso de nuestra política exterior.

Este análisis pretende explicar las causas de la crisis denuestra política exterior desde dos perspectivas. Primero, aque-llas originadas en torno a nuestra diplomacia; y segundo lasproducidas por la falta de una clara actitud básica del país haciael mundo exterior, fenómeno que es centralmente político.

II Diplomacia y Política Exterior

Muchas veces la existencia de una función o actividad hu-mana parece tan obvia que se olvida el verdadero motivo que ledio origen. El rol diplomático es uno de esos casos. La diplomacia,tal cual hoy la conocemos, existe por el solo hecho de que laguerra es una alternativa posible entre los Estados3. Esto nosignifica que cuando hay guerras los diplomáticos han fracasado.Sólo nos está señalando que para la mayoría de los Estados, encasi todas las ocasiones, la guerra es un mal que es convenienteevitar.

El desempeño diplomático representa, para algunos, la ideaglamorosa de un activo mundo de relaciones humanas y de po-lítica, rodeado de un ambiente social y materialmente grato.Para otros no es nada más que un mal necesario, para el cualse forman funcionarios que "mienten honradamente por supaís". Finalmente, para muchos —y entre ellos gran cantidadde diplomáticos—, la diplomacia consiste en la política exteriordel país y se sirve de diversos instrumentos secundarios parallevarla adelante; entre ellos los económicos, militares e ideo-lógicos.

La diplomacia no es la política exterior, es simplemente elmétodo o técnica por medio del cual los Estados conducen susrelaciones con otros4. La diplomacia no es la substancia de lapolítica a realizar, ni representa el proceso mediante el cual losgobiernos formulan esta política; ella es sólo una función ope-racional. El diplomático profesional tiene como carrera desa-

3 Esta idea que a muchos parecerá tan obvia, sólo después de la 2a GuerraMundial fue enunciada por Hans Morgenthau, uno de los iniciadores dela etapa teórica de las RR.II. Mongenthau es el fundador de la escuelarealista o de la política de poder.

4 La confusión entre política exterior y diplomacia data de la época dela "diplomacia de gabinete" (s. XV al s. XX), período en que no sedistinguía entre la una y la otra. El período "diplomático" constituyeuna de las etapas históricas en el estudio de las Relaciones Internacio-nales; ver, por ejemplo: Emilio Cárdenas E., 1971. "El Camino hacia laTeoría de las Relaciones Internacionales". Revista Mejicana de CienciaPolítica, V. 16: 5-24.

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rrollar el conjunto de técnicas y destrezas destinadas a mejorarsu efectividad para conducir los asuntos exteriores. El es quienmaneja los procedimientos de las relaciones entre Estados, perono necesariamente quien diseña la substancia de esas relaciones.

La formulación de la política exterior corresponde al PoderEjecutivo y/o Legislativo, según sea el caso en cada país, y enella intervienen distintas agencias gubernamentales (e inclusoprivadas), particularmente los Ministerios de Relaciones Exte-riores, Defensa, Economía, Interior, etc. Una vez formulada lapolítica, ésta se canaliza a través del Ministerio de AsuntosExternos u otro conducto Los ministerios de asuntos exterioresson los organismos tradicionales y más importantes para im-plementar la política externa, pero no son la única forma dehacerlo. Un Estado también hace política externa al fijar oderogar una barrera arancelaria, al realizar maniobras militarescerca de la frontera de otro, o al aceptar o no refugiados en suterritorio. En todos esos casos está enviando un mensaje a otrosgobiernos, el cual puede ser tan claro como una completa notaenviada a alguna otra cancillería. La diplomacia es el canaloficial que tienen los gobiernos para comunicarse con otros Es-tados —si bien no es el único— y en términos de jerarquía estan instrumento de la política exterior como son los de ordenmilitar, económico o ideológico.

El carácter instrumental de la diplomacia no ha impedidoque existan importantes variaciones en el mundo contemporá-neo. Hoy se distinguen al menos cuatro tipos de "liderazgo"diplomático5. El liderazgo aristocrático, el burocrático-pragmá-tico, el ideológico y el carismático-revolucionario. Se habla deliderazgos porque sus características generales van más allá deun mero "estilo". Su contenido y metas —y ciertamente su pro-cedimiento— son profundamente diferentes y reflejan objetivosde política bien definidos entre aquellos estados que han elegidouno u otro. Es así que el liderazgo aristocrático constituye laforma tradicional de diplomacia europea, originaria del períodode la política de gabinete, donde casi todos los servicios diplo-máticos estaban formados en escuelas muy semejantes, susservidores compartían una serie de valores comunes y pertene-cían a una similar extracción social. Este liderazgo ha desapa-recido virtualmente como forma determinante de las cancilleríasmás importantes de Europa; sólo permanece en mayor o menorgrado en algunos países más pequeños y atrasados de ese conti-nente y entre casi todos los servicios diplomáticos latinoame-ricanos, sin que Chile sea una excepción al caso. La crecienteineficacia de este tipo de liderazgo en el mundo contemporáneo

5 Ver Kissinger, Henry, 1968, "Domestic Structure and Foreign Policy" enRosenau Ed. International Politics and Foreign Policy, Free Press, NewYork, pp. 261-275.

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ha llevado a que se hagan más evidentes sus propiedades nega-tivas. Henry Kissinger6 le señala tres graves debilidades: enprimer lugar el riesgo de la frivolidad; segundo, un exceso deconfianza que no dice relación con el nivel y sofistificación deconocimientos y tercero, demasiado énfasis en la intuición.

Las democracias occidentales más avanzadas adoptaron enel curso de este siglo el liderazgo burocrático-pragmático. Suenfoque es altamente tecnificado y en algunos casos de grancomplejidad. Tiende a adoptar una política de soluciones adhoc y su pragmatismo le lleva a la convicción de que el contextode los eventos llevará implícita la solución al problema presen-tado. De este modo no es necesario planear para solucionarasuntos a futuro, basta con esperar a que se presenten y teneruna adecuada capacidad para resolverlos. Se encuentra muycompenetrado de la tradición casuística anglosajona, la cualprefiere tratar con situaciones concretas. Los procedimientossubstantivos son muy generales, dejando al encargado responsa-ble que seleccione la estrategia más adecuada para resolver elproblema. A pesar de la naturaleza reactiva de este liderazgo,sus características no impiden que se le superpongan determi-nadas estrategias a nivel de la alta política. La fuerza o debilidadde esas estrategias son efectivamente importantes en los triun-fos o fracasos de esta concepción diplomática. Sólo así se expli-can el desempeño modesto de la diplomacia norteamericana enlas últimas décadas versus el relativo éxito de su contrapartefrancesa, en circunstancias que ambas partes tienen la formaburocrático-pragmática.

El liderazgo ideológico está representado en diplomaciascomo la soviética y hasta cierto punto la de China Comunista.Su objetivo es analizar los acontecimientos mundiales a la luzde la interpretación ideológica. Su constante lucha es hacercompatible los mandamientos de la doctrina oficial con lasacciones probables en política exterior. Por tener una cosmo-visión "ideológica" y maniquea, desarrolla una política de des-confianza permanente hacia todo aquello que esté alejado dela línea previamente fijada. Su acción está dirigida por ciertos"determinismos históricos" y sólo puede cambiar o detener sudesarrollo frente a "otras realidades", es decir, ante la fuerza.

El tipo de liderazgo carismático-revolucionarlo es aquelrepresentado por caudillos que han ascendido a puestos de go-bierno por medio de revoluciones y se mantienen en ellos entanto tales revoluciones sobrevivan. Es el caso de personajescomo Fidel Castro o Muhamar Jadafi. Su política exterior esesencialmente dramática, le exige un permanente sacrificio asus pueblos y en términos de estilo puede llegar a ser hastachabacana. En estos casos los problemas externos adquieren el

6 Ibid., p. 127.

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carácter de cruzadas o son instrumentos para lograr la cohesióninterna.

Al comparar estos cuatro tipos de liderazgo diplomático conel que presenta el caso chileno, se observa que éste es unamezcla del aristocrático y del burocrático-pragmático. Al parecerse estaría en proceso de transición del primero al segundo. Nohabría suficientes indicadores como para definir en qué etapadel proceso nos encontramos. En todo caso, el mero hecho deevolucionar de un tipo de liderazgo al otro no implica necesaria-mente un progreso o mejoramiento. Una buena diplomacia noes substituto de una mala política. El estilo burocrático-prag-mático podría garantizar una mayor eficiencia en la implemen-tación de nuestra política externa, pero no necesariamente unamayor eficacia. Existen sobrados ejemplos de liderazgos buro-crático-pragmáticos con resultados mediocres, porque han care-cido de claridad y propósito al nivel de la alta política.

En todo caso muchos de los resultados negativos o ambiguosde nuestra política exterior reciente se deben, sin duda, a queno hemos podido superar la etapa del liderazgo aristocrático,con todas las implicancias que ello involucra. A esto se deberíaque se siga confundiendo la diplomacia con la política exteriory se desprecie muchas veces el rol de canales no diplomáticosen la política externa de Chile. El mismo origen tiene la faltade claridad que significa el reciente término de "profesionaliza-ción" en el Servicio Exterior, quedando indefinido si es un per-feccionamiento a nivel de la formulación de política, a nivelde las técnicas diplomáticas o simplemente un mecanismo paraimpedir administrativamente el ingreso a esa repartición per-sonal diplomático que no haya realizado carrera funcionaría.La misma explicación también es válida para la falta de normase instrumentos objetivos que midan el buen o mal desempeñodiplomático, y lo que es peor, una buena o mala política exterior.Más adelante volveremos sobre este tipo de problemas.

Existe cierta evidencia de que los países de menor tamañodestinan proporcionalmente menos recursos materiales y huma-nos al área de la política externa7. Esto implica ciertamente unadesventaja frente a las potencias importantes. Parece tambiénque el liderazgo aristocrático combinado con falta de recursosproduce un "síndrome" de política exterior que es difícil desuperar. El profesor Yehezkel Dror de la Universidad Hebrea deJerusalén presenta esta situación en un artículo titulado "Aná-lisis de Políticas y Decisiones de Política Exterior"8. Después

7 East, Maurice, 1973, "Size and Foreign Policy Behavior: a Test of TwoModels", World Politics, V. 25: 556-576., p. 558.

8 Dror, Yehezkel, 1982, "Análisis de Políticas y Decisiones en PolíticaExterior", Revista de Seguridad Nacional Nº 24, pp. 83-93. El profesorDror es actualmente Consultor Internacional del Proyecto CONARA/ONUen Metodologías para la toma de decisiones gubernamentales.

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de estudiar diversos países pequeños y medianos llegó a deter-minar ocho debilidades principales de la forma tradicional deformular las políticas de relaciones exteriores. Ellas son:9

"1. Incrementalismo Conservador, 2. Visión de Túnel, 3."Inminentismo", 4. Represión de la Incertidumbre y unainclinación a la Improvisación, 5. Separatismo, 6. Fija-ción en Instrumentos Diplomáticos, 7. Suposiciones So-bresimplificadas, y 8. La Intuición como Ideología". (VerAnexo).

Ciertamente ésta es una lista construida en base a muchosejemplos, y no todos los países presentan necesariamente lasocho debilidades por igual. En el caso de Chile, algunas de ellasestán en grado menor, otras en toda su dimensión. Intentarhacer un diagnóstico profundo del grado de incidencia de cadauna de estas deficiencias parece difícil, ya que la "forma tradi-cional de tomar decisiones de política exterior es un procesomultidimensional, culturalmente condicionado y oculto"10.

Las crecientes demandas que impone el sistema interna-cional contemporáneo hacen que algunos países más sensibleso modernizados intenten hacer reformas en el proceso de tomade decisiones de política externa. Las recomendaciones que pro-pone el profesor Dror 11 apuntan justamente en este sentido.Pero se dan también soluciones intermedias o sencillamente seresuelve el problema satisfaciendo las exigencias más agudas através de mecanismos "paralelos". Esta situación es la que seobserva en varios países donde ha habido un desplazamientodel poder desde el Ministerio de Relaciones Exteriores haciaunidades nuevas y mejor equipadas en los Ministerios de De-fensa y en los gabinetes de Primeros Ministros y Presidentes12.Chile parece no ser una excepción, aunque también se haintentado dar respuesta a ese tipo de presiones creando depar-tamentos especiales dentro del mismo Ministerio de RR.EE. Contodo, este tipo de soluciones parciales tienen carácter temporaly no erradican el problema de fondo.

9 Ibid, pp. 86-87.10 Ibid. p. 86. La información es un material valioso en todo Ministerio del

Exterior; más preciada aún es la manera en que se toman ciertas decisio-nes importantes. Todo "establishment" de esta clase es extremadamenteceloso de algunos aspectos claves de procedimiento y articulación depolítica. La información no sólo permanece oculta al grueso público (loque sin duda es a veces necesario y entendible) sino también es negadaa otros departamentos o estamentos dentro del Ejecutivo o del mismoMinisterio.

11 Ibid, p. 88.12 Ibid, p. 88.

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Lo central en la crisis de política exterior que experimentanpaíses como Chile parece establecerse en tres niveles. Es nece-sario aclarar que estas tres dimensiones de tratamiento delproblema no resolverán necesariamente la actual situación in-ternacional que vivimos. Lo que se pretende en este caso es quela nación mejore la eficiencia para formular políticas e imple-mentarlas, a fin de que le ayuden a salir de la situación en quese encuentra. En primer lugar, hacer una distinción clara yoperacional entre diplomacia y política exterior. Esta clarifi-cación es particularmente necesaria a nivel del Servicio Exte-rior. La diplomacia constituye un instrumento más de la políticaexterior y es preciso separarlas funcionalmente. Segundo, losagentes encargados de formular la política exterior (Presidencia,Ministerios RR.EE., Defensa, Economía, Poder Legislativo, etc.),deberían definir más claramente sus roles y evitar roces inne-cesarios. Lo mismo parece ser válido para las instituciones encar-gadas de implementar dicha política (el Ministerio de RR.EE.,principalmente). Tercero, un procedimiento que permita untrabajo eficiente y cooperativo entre los diplomáticos profesio-nales y los diplomáticos "políticos". Ambos cumplen funcionesesenciales en toda administración y el intercambio de roles sólocrea problemas que entorpecen la adecuada ejecución de polí-tica. El diplomático profesional es más sensitivo a los efectostransnacionales y culturales de la acción de su gobierno. Eldiplomático "político" o no profesional, es más capaz de evaluarlas consecuencias políticas de dicha acción. Ambos roles sonnecesarios, y en ocasiones afortunadas, se reúnen en una mismapersona. De más está agregar la enorme responsabilidad delEjecutivo en la nominación y adecuado entrenamiento de losdiplomáticos no profesionales.

III Aislamiento, No-Alineamiento y Alianzas

Más allá de la dimensión diplomática, el gran debate con-temporáneo de la política exterior chilena se centra en tornoa sus grandes directrices: ¿Cuál orientación fundamental debeseguirse? Si sobre algún aspecto de nuestra acción internacionalhay real controversia es precisamente sobre éste. La discusiónes relevante y de trascendencia, puesto que toda actitud básicainternacional en cierto modo refleja un determinado esquemade legitimidad política interna. Quienes proponen una fuertealianza de Chile con los países occidentales difieren en im-portantes asuntos ideológicos con aquellos que propician unamilitancia no-alineada para el país. Los que proponen una in-tegración latinoamericana aun a un alto precio, piensan políti-camente muy distinto de aquellos que proponen el aislamientointernacional del país. Es preciso establecer que el problema noestará resuelto del todo entonces hasta que se estabilice nuestro

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proceso de institucionalización política y tome determinadorumbo, sea éste cual fuere.

Lo anterior no elimina o pospone la situación coyuntural,en el sentido de que es preciso iniciar ahora un proceso de defi-niciones y clarificación en la materia. La política externa yla interna pueden seguir patrones poco conexos, siempre ycuando se establezca un modus vivendi funcional entre ellas.Potencias que dicen ser revolucionarias han seguido políticasinternacionales conservadoras y viceversa13. De tal manera quela definición en torno a una actitud internacional básica puedeser anterior o paralela a la que en definitiva Chile adopte enmateria de política interna. En todo caso, el escenario o su-puesto más plausible es la construcción de una orientacióninternacional que presuponga un sistema democrático, un Eje-cutivo fuerte, un esquema de tendencias ideológicas dominadopor las posiciones centristas, una ciudadanía cada vez más in-teresada por los asuntos externos, y un país económicamentesano y moralmente fuerte.

Hechos estos supuestos, el debate sobre las orientaciones in-ternacionales queda más acotado dentro de un universo demenor cantidad de posibilidades, pero sin duda más razonablesy académicamente más fáciles de tratar con seriedad. Designa-dos estos parámetros queda claro que al referirnos a las alter-nativas para Chile estamos descartando políticas de instrospec-ción total como la de Birmania, de un neutralismo militantecomo el que alguna vez tuvo India o de revolución y subversiónpermanente como la Cuba de Fidel Castro. La realidad nosindica que no hay alternativas en blanco o negro en políticainternacional, la situación más bien parece una gama infinitade grises dentro de la cual las elecciones son difíciles y siemprees preciso claridad y discernimiento analítico. Dentro de esteespectro de grises debería haber lugar para una política exte-rior chilena.

El estudio y sistematización de las orientaciones básicas depolítica externa ha llevado a la conclusión de que ellas son tres:Aislamiento, No-alineación y Alianzas 14.

Aislamiento: una estrategia de este tipo indica un bajonivel de contactos con el sistema internacional. Se basa en unintento de cerrar al país a cualquier influencia externa bajo lapresunción de que se gana en independencia y seguridad, redu-ciendo las transacciones con otras unidades en el sistema. Unaorientación aislacionista lógicamente es posible dentro de una

13 Un ejemplo notable es el caso de China Comunista; el ejemplo contra-rio fue la Alemania de Bismarck.

14 K. J. Hosti, 1977, "International Politics: A Framework for Analysis", 3a

Edición, Prentice-Hall, Englewood Cliffs, N. Jersey, pp. 107-130.

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comunidad internacional en donde la estructura de poder esrelativamente difusa y no existen grandes potencias o bloquesrivales. Esta actitud también debe ir acompañada de una es-tructura económica y social autosuficiente. La geografía debenecesariamente ayudarla; las barreras naturales son a vecesdeterminantes en el mayor éxito o fracaso de una política deeste tipo. Por último, una estrategia de aislamiento no implicaindiferencia hacia el mundo exterior, ella puede ser el resultadode una evaluación realista de la situación internacional. Uni-dades políticas lejanas a las áreas de conflicto del sistema, rela-tivamente independientes en lo económico y militar, y queperciben que su involucramiento podría sólo dañar sus valoressociales, económicos y políticos, a menudo encuentran que pue-den lograr mejor sus objetivos y aspiraciones a través del aisla-miento.

No-alineamiento: en términos generales implica el no com-promiso militar y, a veces, diplomático a los propósitos de otroEstado o grupos de estados. Existen variaciones dentro de estetipo de estrategia, la neutralidad y el neutralismo tienen signi-ficados diferentes. Neutralidad significa el status legal de unpaís durante un conflicto armado, implicando ciertos derechosy obligaciones específicos. La neutralización de un estado su-pone la intervención de otros, que aceptan y ratifican esa con-dición. El neutralismo, o verdadero no-alineamiento indica unaelección voluntaria de esta orientación y no tiene la garantíade que otros vayan a respetarla. En la mayoría de estos casosel no-alineamiento consiste principalmente en la negación decomprometerse militarmente con los objetivos de las grandespotencias. Los estados no-alineados son independientes en elsistema, aunque dentro de sus propias regiones pueden estaralineados militar, económica o ideológicamente. Esta indepen-dencia de roles sólo es posible dentro de una estructura interna-cional difusa o en donde los bloques no son del todo dominantes.Los beneficios de esta actitud se centrarían en las ventajaseconómicas posibles de extraer a ambos bloques (Este y Oeste)por separado y a la influencia diplomática ganada al no estarcomprometidos con ninguno. Algunos estados pequeños perci-ben que su pertenencia a alianzas les sustrae libertad de acción,especialmente en situaciones de crisis. También hay importan-tes razones internas para adoptar esta política. En muchospaíses una actitud no alineada ayuda a la unidad nacional, alpresentarse como la única solución aceptable frente a las ma-quinaciones de las grandes potencias y a la necesidad de desa-rrollar un modelo político-económico diferente a las opcionesque ellas plantean. Al igual que en el caso del aislamiento, elno-alineamiento también necesita de ciertas condiciones geo-gráficas favorables. Finalmente, el éxito de esta estrategia esen definitiva un problema de credibilidad, es decir, se trata deconvencer a otros estados de la sinceridad de la postura. En

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este respecto más que las palabras son las acciones del no-alineado las que darán satisfacción a las expectativas de otrosestados. La prueba de fuego para la orientación no-alineada sepresenta durante situaciones de conflicto permanente o guerrasde gran envergadura en el sistema internacional.

Alianzas: los gobiernos que buscan coaliciones diplomáticaspermanentes o alianzas militares, presuponen que ellos no pue-den lograr sus objetivos, defender sus intereses o alejar lasamenazas percibidas por medio de sus propias capacidades. Laidea en este caso es realizar acuerdos con países que tenganproblemas externos semejantes o con los cuales se compartanobjetivos similares. Este tipo de acuerdos son mayormente deíndole militar, aunque incorporan factores ideológicos, econó-micos y sociales. No siempre este tipo de pactos exige necesaria-mente objetivos idénticos entre sus miembros, y si bien estándiseñados para mejorar las defensas contra amenazas externastambién han servido para sostener los regímenes de los sociosmás débiles. La geografía, al igual que en las otras estrategias,también juega un papel importante. El candidato a ser aliadoes por lo general "el vecino de mi vecino", y a pesar de la natu-raleza ideológica de la confrontación Este-Oeste del presente, elreclutamiento de socios ha seguido ese patrón, especialmente enAsia y Cercano Oriente. La duración de este tipo de coalicionesdepende de la clase de sistema internacional en que operen.Parece ser que en los de carácter multipolar (Europa del sigloXVIII y XIX) tienen vida más corta que en aquellos de tipobipolar (post 2a Guerra Mundial).

La elección de una de estas tres orientaciones no es siempretarea fácil. En el caso de Chile es doblemente compleja, porqueno existiría suficiente consenso interno respecto del camino aseguir, y también debido a que la verdadera opción parece seruna determinada combinación de ellas. Aparte de esto, hay quereconocer que no sólo existen dificultades en el qué elegir sinotambién en el cómo hacerlo. No siempre es posible implementarla mejor alternativa debido a la existencia de factores externosajenos al control nacional que impedirían su realización.

La discusión sobre cuál lineamiento general debe seguirel país, hasta el momento, se ha hecho por parcialidades y mu-chos proponentes no aclaran su base de supuestos o escondenciertas metas a largo plazo. Algunos ejemplos nos pueden ayu-dar a clarificar el problema. Cierta prensa y comentaristas hanseñalado sostenidamente que lo esencial en este momento essuperar el "aislamiento" internacional en que se encontraríael país. Algunos diagnostican que tal aislamiento es productodel actual régimen institucional en que vivimos y en conse-cuencia habría que cambiarlo. Dentro de ese mismo grupo hayquienes, habida consideración de la realidad interna, indicanque lo importante es "vender" una cierta imagen en el exteriorpara superar la situación.

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Otros comentaristas han mencionado que la incorporaciónde Chile al Movimiento No-alineado podría traerle ciertos bene-ficios de los cuales hoy nos vemos privados. En la misma líneaparecen estar los que proponen reabrir relaciones diplomáticascon los países del Este. Los supuestos en que descansan estasproposiciones son obscuros o al menos incompletos y parecenindicar que quienes abogan por ellas tienen en mente algunosefectos adicionales. Del mismo modo las alternativas de unafuerte alianza con Occidente (en particular con EE.UU.) o deuna regionalización o "latinoamericanización" de nuestra polí-tica no clarifican cuáles áreas del llamado "proyecto nacional"quedan efectivamente salvaguardadas y hasta dónde seríapermisible una "desnacionalización" de nuestra política inter-nacional.

La alternativa del aislamiento parece ser una actitud pocoplausible. Desde el inicio de la vida independiente, Chile harealizado un proceso de constante inserción en el sistema inter-nacional. Los patrones de esa participación podrían haber sidodistintos a lo largo del tiempo, y algunos más acertados queotros, pero esa ha sido la tónica en más de 160 años de vidarepublicana. Las raíces europeas de nuestra cultura, su esquemade valores, instituciones políticas, forma de desarrollo econó-mico y nexos sociales desarrollados en este período, hacen deChile un activo partícipe en la política internacional. Romperesos lazos no sólo sería perjudicial en lo económico y estratégicosino que también tendría serias consecuencias para la estruc-tura sociocultural.

En el plan económico pretender la autarquía sería contra-producente desde todo punto de vista, máxime en las actualescircunstancias, en que el comercio internacional se plantea co-mo uno de los elementos básicos para salir de la crisis del pre-sente. Por el pequeño volumen del sector económico nacionalel comercio exterior está llamado a cumplir una función impor-tante como palanca de progreso. La posibilidad de integrar unmercado común regional protegido por muchas barreras, noes sino otra versión del aislamiento económico, y con el agra-vante de que se abre una dimensión política, que no está bajoel control nacional exclusivo.

En el plano estratégico, el aislamiento supone crear unamentalidad de "fortaleza" y una política de defensa de amplioespectro. En el presente contexto de creciente rivalidad militaren la región, ésto implicaría negarnos la posibildad de aliados,continentales o extrarregionales, lo que supondría una cargainaceptable para la economía y un ambiente mental de "ase-dio", socialmente poco recomendable.

En el plano político la instrospección constituye la nega-ción de que otras sociedades comparten similares intereses yproblemas que los propios. El no coordinar acciones con aque-

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llas constituye en el mejor de los casos un despilfarro derecursos.

Es importante destacar, no obstante, que la sociedad chi-lena tiene una mentalidad insular15. La cual ciertamente noes producto del azar. La construcción del ser nacional chilenose hizo en condiciones históricas y geográficas únicas en elcontinente sudamericano. La distancia social entre Chile y susvecinos es un hecho evidente que no logra ser superado por lacomunidad de lengua y pasado colonial. Esta insularidad, geo-política y mental, es parte de una realidad que no puede serignorada. Chile será siempre un caso aparte en el conciertocontinental, del mismo modo que Suiza o Inglaterra lo son enEuropa.

Sin desconocer que una orientación aislacionista es imprac-ticable en el caso chileno, existen condiciones de insularidadsocial y geográfica en nuestra realidad que no pueden pasardesapercibidas. El país va a tener siempre una distancia rela-tiva importante frente a sus vecinos continentales. Pero esotambién puede ser una ventaja, en el sentido que habrá máslibertad para graduar el nivel de las relaciones de acuerdo conlas circunstancias. Las condiciones objetivas de la posición chi-lena en Sudamérica hacen factible la posibilidad de un "ais-lamiento espléndido", pero no sería aconsejable llevarlo alextremo. Una actitud de aislamiento implica una introspec-ción total, esto último es sólo una postura "a distancia", perodentro de una política de participación. En todo caso un aleja-miento respecto del continente, si es que fuese necesario, podríaser parcialmente compensado con mejores lazos en otras re-giones.

El no-alineamiento nunca ha sido parte de la tradiciónchilena, sea en su versión de neutralidad pasiva16 o neutralismoactivo. La alternativa de no-alineamiento del presente pasaríanecesariamente por la incorporación de Chile al actual Movi-miento No-alineado. De hecho el país participó de ese grupodurante el gobierno de Salvador Allende. Para nadie es un mis-terio que dicha aglomeración ha empezado a perder su condi-ción verdaderamente no-alineada. Países de conocida posiciónpro-soviética han llegado a ser dominantes, al extremo queCuba presidió el grupo en el período pasado. La vuelta de lapresidencia a manos de India tampoco constituye garantía to-tal, puesto que los países de tendencia marxista siguen siendoun factor de desequilibrio. Por otra parte, la misma Indira

15 Veliz, Claudio, 1971, "The Chilean Experiment", Foreign Affairs, V. 49:442-453.

16 Se exceptúa el caso de las dos guerras mundiales, en que sí adoptóuna posición neutral casi todo el tiempo.

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Gandhi firmó un tratado de "Amistad y Cooperación" con laURSS en 1971, que aún mantiene vigente.

Recientemente se han alzado voces dentro del país queabogan por un reingreso de Chile al movimiento. El argumentoparece ser que habría necesidad de la concurrencia nacional aese grupo para contrarrestar la presencia de Bolivia y su re-clamo marítimo. La justificación es inconsistente, puesto quenuestra postura frente al caso boliviano es bien clara: no habránegociación alguna que no sea bilateral y sólo será posible unavez que se restablezcan relaciones diplomáticas. Por lo demásChile ha adoptado claramente una posición pro-occidental queno se acomoda con una militancia no-alineada y menos dentrode un movimiento que ha desvirtuado sus verdaderos fines. Anadie se lograría convencer de nuestro "viraje" ideológico; yasumir una actitud cínica respecto del asunto tampoco es mo-ralmente consistente. El resultado de aquellos países que haningresado últimamente al movimiento, motivados por interesescoyunturales, es pobre y desalentador, han conseguido poco yse les han impuesto condiciones humillantes 17.

Otro factor que hace insostenible una posición no-alineadade Chile son sus innegables nexos económicos, estratégicos yculturales con el mundo occidental, sumado al hecho de queprácticamente no tenemos lazos con los países de la órbita mar-xista. Es imposible pretender una actitud "equidistante" frentea los dos bloques, y no se ve posibilidad en el mediano o largoplazo de que tal posición pueda adquirirse. Finalmente, apartedel problema de credibilidad, una postura no-alineada requieredel consenso interno. Una gran proporción de las opiniones, encualquier caso cercana a la mitad, estarían en contra de ella,haciendo insostenible tal actitud.

Las alianzas formales no están en la tradición exteriorchilena, pero sí los entendimientos o coaliciones. Ellas han te-nido carácter más o menos permanentes en nuestra historia. Latradicional amistad con Ecuador y Brasil funcionaron bajo laforma de acuerdos implícitos en el siglo XIX. El tratado delABC (Argentina, Brasil, Chile, 1915) es otra variación de estetipo de entendimientos. De alguna manera, el pacto de ayudamutua con EE.UU. operó de una forma similar en las décadaspasadas.

Un factor importante en este caso ha sido la relativa pazy cooperación continental de América, la cual no obligó a Chiledurante el siglo XX a pensar seriamente en alianzas o coalicio-

17 Cuba se ha convertido en un virtual "censor" del ingreso al grupo. Elcaso más reciente es el de Colombia, a la cual Fidel Castro exigiócambios en su política externa, que significaron una abierta intervenciónen sus asuntos internos. Es fácil imaginar lo que podría ocurrir con unasolicitud chilena.

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nes. El cuadro ha cambiado radicalmente en la última década.Sudamérica ha ingresado a un período de creciente política depoder, donde la única salvaguarda real para Chile es que hayaun relativo equilibrio continental.

Al parecer nuestros aliados tradicionales hoy ya no se in-teresan en estrechar vínculos con nuestro país en la forma quelo hicieron en el pasado. Brasil en el presente constituye unapotencia con aspiraciones mundiales y tiene la percepción deque puede lograr sus objetivos sin la ayuda de aliados. En 1977denunció el tratado de ayuda con los EE.UU. y parece no tenerninguna intención de renovarlo. Esta actitud también deberíaconsiderarse extensiva a Chile. Ecuador parece percibir que suproblema territorial con Perú no logrará solucionarlo con elapoyo de Chile.

Toda potencia que persigue el equilibrio de poderes, comosería el caso de Chile, cada vez que no reúne los recursos o alia-dos en la región, ha recurrido históricamente a entendimientoscon potencias extracontinentales. Este parece ser un caminoque hoy se abre a Chile. Tal vez para muchos la idea les podráparecer extraña, pero es una de las pocas alternativas abiertassi es que deseamos mantener el statu quo fronterizo y políticotal cual hoy lo conocemos.

En resumen, la opción básica de política exterior chilenano podría ser otra que una de alianzas o coaliciones informales,manteniendo ciertas ventajas derivadas de la posición "insular"en el continente. Una estrategia de coaliciones no implica larivalidad permanente con algunos estados y la amistad eternacon otros. La actitud central chilena debería seguir inspiradaen un espíritu de participación y cooperación, abierta a recono-cer que quienes son los rivales de hoy pueden ser nuestros alia-dos del mañana, y que en último término se está formandoparte de una comunidad internacional que es preciso sostener.El no-alineamiento es una posición claramente descartable, ydel aislacionismo sólo parece válido rescatar aquellos elementosque nos ayudarán a mantener la viabilidad del proyecto na-cional.

Respecto de qué coaliciones y entendimientos continentaleso extrarregionales son los más adecuados, lo recomendable pa-rece ser una buena dosis de imaginación y destreza políticapara diseñar y construirlos. Este es, sin duda, el gran desafíode nuestra política exterior del presente.

IV Discusión

Gran parte de la crisis que vive nuestra política exteriortiene su origen en un creciente distanciamiento entre la reali-dad operacional de la política internacional contemporánea yel entorno psicológico dentro del cual operan los que han estado

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encargados de ella 18. Curiosamente son ciertas escuelas geopo-líticas modernas las que han señalado esta anomalía19, y sevive la paradoja de que quienes más atacan en nuestro mediola geopolítica son precisamente los que más padecen de estesíndrome.

Chile ingresó al período de post-Segunda Guerra Mundialen una situación paradojal. Por una parte estaba en su puntomás bajo de poderío internacional, y por otra, gozaba de unode los status más altos en el sistema internacional20. A lo largode la década de los cincuenta y sesenta esta situación se man-tiene sin mayores cambios, produciéndose la natural confianzade que esa era la forma correcta de insertar al país en el sistemainternacional. Pero aquella situación de holgura basada en la"imagen" no podía durar definitivamente, puesto que estabaapoyada en una coyuntura favorable y pasajera.

El deterioro de nuestra posición a partir de los sucesos de1973 es parte de un proceso más complejo. El marco de legitimi-dad que acepta el mundo occidental democrático se ha hechomás estrecho que en la época de la guerra fría. Las organizacio- .nes internacionales han dejado en el intertanto de cumplir losfines para los cuales fueron creados, y la demagogia y el popu-lismo barato las han convertido en caja de resonancia de laspolíticas de los más audaces. El continente sudamericano ex-perimenta una creciente inestabilidad y carrera de armamentosque significan un cambio radical frente a los antiguos pará-metros de cooperación e integración. A su vez los EE.UU. ya noson más la potencia hegemónica en la región.

En resumen, el mundo internacional cambió diametral-mente para la postura chilena en el lapso de una o dos décadas.

La caída del gobierno marxista en 1973 no fue sino el ele-mento catalizador que desencadenaría un proceso que nos llevóbruscamente a ubicarnos en una posición más acorde con nues-tra realidad de poder y legitimidad.

La reacción del "establishment" de nuestra diplomacia fueemplear a fondo su estilo y batería tradicional de comunicacióninternacional para restablecer la "imagen" deteriorada por losacontecimientos de 1973. El resultado fue desalentadoramentepobre. En efecto, no podía ser de otra manera, puesto que sehabía producido una mutación cualitativa en el esquema chi-leno de relaciones. El marco de legitimidad de Chile cambió

18 Esta diferenciación de realidad efectiva y percibida fue muy bien ex-puesta por Harold y Margaret Sprout hace 18 años. Ver su libro: "TheEcological Perspective on Human Affairs- With Special Reference toInternational Politics, 1965, Princeton U. Press, Princeton, N. J.

19 Ibid. Harold y Margaret Sprout, pp. 177-201.20 Singer, David y Small, Melvin, 1973, "The Diplomatic Importance of

States: 1816-1970", World Politics, V. 25: 577-599.

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frente al mundo, pero también el sistema internacional se habíamodificado significativamente.

Parece que hoy el país viene de vuelta de una situaciónde aislamiento psicológico y deterioro objetivo de su posicióninternacional. Los efectos que ella dejó fueron dolorosos y pro-dujeron gran controversia en el interior. Lo importante en elmomento actual son las enseñanzas que se podrían extraer deexperiencia. La primera, y más importante, es que Chile no vol-verá a recuperar el status perdido empleando los métodos queantaño fueron exitosos. Las condiciones internas y externas hancambiado a tal extremo que lo hacen imposible. Quienes añoranlas ventajas del antiguo sitial de Chile en el sistema internacio-nal deberían convencerse que durante décadas se vivió de un"crédito" de popularidad que está definitivamente agotado. Enel presente estamos ocupando el lugar en la jerarquía interna-cional que realmente nos corresponde, atendidas nuestras ac-tuales bases de poder económico-militar, el marco de legitimi-dad interno y el ambiente internacional que se vive.

De la misma manera que en 1902 se cerró un ciclo denuestra política exterior21, poniéndose fin a una política deequilibrio de poderes en Sudamérica, en 1973 se dio término auna etapa de preservación y manipulación de nuestra "imagen"internacional. El último período hizo énfasis en la cooperacióninternacional, una activa participación en las organizacionesmultilaterales y la proyección de una influencia basada en unasupuesta "superioridad" cultural y en la solidez de nuestrasinstituciones políticas. Ya no existen las bases para suponer quenuestra actitud de cooperación encuentre una recepción ade-cuada; por otra parte, las organizaciones internacionales estánsufriendo un creciente desprestigio; la supuesta superioridadcultural está en dudas y no existe tal solidez de las institucionespolíticas nacionales.

El país enfrenta una nueva etapa de relaciones internacio-nales, la cual aún no está del todo definida. El proceso de cam-bio y continuidad en política exterior es un fenómeno variable.Algunos de los elementos de antaño continuarán presentes yotros nuevos, hasta hoy desconocidos, pasarán a incorporarse.Es probable que algunas situaciones del pasado remoto vuelvana aparecer, tal vez envueltas en otros ropajes, pero esencial-mente las mismas. El resultado final no será producto del azar,sino de la habilidad de los que toman decisiones para encontraruna solución original y efectiva. Se requerirá una gran dosisde imaginación, de la cual carece la raigambre predominantevasca de nuestras élites, pero eso no es excusa para no realizarel esfuerzo.

Primero, y tal vez lo más importante, es el hecho de recono-cer que el problema existe, que es grave, y que el primer paso

21 Op. cit., Meneses, Tagle y Guevara, pp. 60.

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para solucionarlo es adoptar una actitud sinceramente cons-tructiva frente al asunto. La defensa de pequeñas parcelas depoder o imagen sólo agrava la situación y posterga su solución,haciéndola más difícil de enfrentar.

Otra medida de tipo administrativo sería definir con clari-dad en qué consiste la "profesionalización" del servicio exterior.Convertir ese proceso en una medida para impedir la existenciade los diplomáticos "políticos" significa la muerte de nuestrapolítica exterior en cuanto actividad propiamente política yviva.

Ambos tipos de diplomáticos son esenciales en toda políticaexterna. Lo que sí parece necesario enfatizar es que estas dosclases de burócratas deben ser adecuadamente seleccionados ypreparados para su función. En el caso chileno, el problema estámás cerca de esto último que de lo anterior. Lo formal no puedereemplazar a lo substancial, los cuerpos cerrados a la compe-tencia y a las ideas renovadoras terminan por ser un lastrepara la sociedad que pretenden servir.

El problema de qué orientación básica de política interna-cional se adoptará en definitiva, no es asunto a resolver por elMinisterio del ramo, aunque sí le afecta directamente. Quienesdeciden aquello son una constelación de organismos y gruposinteresados y competentes en el tema. La autoridad política, enparticular el Ejecutivo, es un actor esencial en este proceso.Pero tampoco pueden dejar de participar otras entidades comolas FF.AA., las corrientes de pensamiento político, las universi-dades, etc. En la medida que las sociedades se desarrollan, ma-yor cantidad de sus miembros se preocupan por los asuntosexternos. Una opinión pública interesada y culta no podrá sersatisfecha fácilmente con las tradicionales frases "cliché" a quenuestro medio estaba acostumbrado escuchar cuando llegabael momento de explicar acciones de nuestra política exterior.Tampoco aceptará la adopción de medidas que vayan en contrade los lineamientos básicos que previamente se hayan adop-tado.

Esto no quiere decir que la actitud internacional básica deChile va a ser el resultado de lo que determine la "voluntadgeneral". En verdad, las opciones que tiene el país son racional-mente pocas en este respecto. La autoridad responsable, al in-terpretar la opinión pública, le quedará un número escaso dealternativas. Es en torno a estas pocas posibilidades sobre lascuales se construyó el análisis del capítulo anterior. A la luz deesas reflexiones se infiere que la elección chilena fluctúa entreuna abierta política de alianzas y una moderada actitud deaislamiento, quedando definitivamente descartada la posibilidaddel no-alineamiento. El equilibrio exacto entre las dos opcionesobedecería más a una materia de negociación y ajuste, dentrodel proceso de articulación de las políticas, que a una definiciónde objetivo nacional.

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La aparición de una opinión pública interesada en losasuntos internacionales se verá reforzada por un aumento decentros de estudios superiores especializados en la materia. Lamayor cantidad de antecedentes de dominio público y el mejo-ramiento de la capacidad crítica crean demandas que latradicional diplomacia de gabinete, basada en el liderazgo aris-tocrático, no es capaz de satisfacer. Cada día se irá evidenciandola necesidad de un procedimiento e indicadores objetivos paramedir el éxito o fracaso de la política externa. Será precisoingresar al terreno de las definiciones y elegir los instrumentosadecuados para evaluar la política internacional chilena.

A esta altura del análisis parece necesario reflexionar quépuede haber de rescatable de una tradición diplomática queenfrenta un período de cambio tan significativo. En realidadhay muchos; la memoria institucional del cuerpo encargado deimplementar nuestra política exterior es tal vez la más com-pleta que existe entre todos los departamentos del Ejecutivochileno. Ese es un valioso elemento que es preciso guardar yemplear apropiadamente. La calidad humana, espíritu de servi-cio y otras importantes características del personal del servicioexterior no son el resultado del azar, sino la obra paciente—aunque tal vez discontinua— de generaciones de espíritusabnegados y visionarios en la materia.

La política exterior chilena no puede partir de cero, y elperíodo de cambio que se vive no es pretexto para eliminar losfactores positivos de continuidad que es preciso que tenga. Paraencontrar el adecuado camino hacia esta nueva etapa, se re-querirá de una cuantiosa dosis de imaginación, elemento escasoen toda burocracia, pero también infinita paciencia, cualidaddefinitivamente presente en nuestro Ministerio de RelacionesExteriores.

La formulación de política externa en períodos de transi-ción es de vital importancia y gran efecto a lo largo del tiempo,de ella dependerá el rol que juegue Chile en el sistema interna-cional de las próximas décadas. Para tal tarea se requiere unagran claridad conceptual entre los encargados de fijar la orien-tación básica y las directrices que se traducirán en accionesconcretas de política exterior. Sin esa claridad y visión, la vo-luntad política —por fuerte que sea— para producir cambiosenfrenta una tarea estéril. Sólo una concepción adecuada res-pecto del origen de nuestros problemas, sus raíces históricas, lasituación del presente y sus alternativas de solución, puedeayudar a encontrar la mejor opción. Es entonces en el nivel dela alta política donde está la fuente de recursos para resolvernuestra crisis de identidad internacional. Reformas administra-tivas operacionales por sí solas no bastan, es preciso profundi-zar. Una buena diplomacia no resuelve los defectos de una malapolítica.

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ANEXO

Ocho Debilidades Principales de la Diplomacia Tradicional

(Dror, págs. 86-87).

"1. Incrementalismo conservador: las políticas cambian úni-camente en forma muy lenta y en porciones pequeñas, conuna fuerte resistencia a la innovación.

2. Visión de túnel: los asuntos se ven de modo a tomista, ele-mento por elemento, los unos bien aislados de los otros.

3. Inminentismo: las presiones y los asuntos inmediatos des-plazan del centro de atención las consideraciones básicasy a más largo plazo.

4. Represión de la incertidumbre y una inclinación a la im-provisación: el futuro es incierto, de acuerdo con lo que hasido claramente aceptado, e incluso exagerado por los Mi-nisterios Exteriores. Esta percepción tiende a llevar a unaoscilación entre dos reacciones, es decir, (a) represión de laincertidumbre, en el sentido de que las políticas descansansobre una sola visión, simple, del futuro, arbitrariamenteelegida en algún momento del proceso de toma de decisio-nes; y (b) la improvisación, no solamente como una ma-nera concreta de tomar decisiones, sino que también comouna "teoría" basada en el argumento de que la planifica-ción es imposible y, como consecuencia de ello, la impro-visación es inevitable y, por lo tanto, es una forma óptima.

5. Separatismo: frecuentemente se considera la políticaexterna como algo separado de la defensa, economía, tec-nología y otros asuntos burocráticos que abarcan más deun campo.

6. Fijación en instrumentos diplomáticos: generalmente seconsidera que un conjunto limitado de instrumentos diplo-máticos constituye todo el arsenal de la política externa;los Ministerios de Relaciones Exteriores, aparentemente,con frecuencia carecen de la capacidad para tomar encuenta conjuntos más amplios de posibles instrumentospara política exterior, los cuales, además, frecuentementeson considerados como indeseables e incluso prohibidos porel personal de los Ministerios de Relaciones Exteriores.

7. Suposiciones sobresimplificadas: existe una tendencia aconsiderar la realidad como un reflejo de la imagen, aun-que distorsionada, del propio espectador. Así, la aceptaciónde las negociaciones como la principal manera de manejarlos problemas supone una actitud razonable, de acuerdocon el sentido occidental del término, una suposición que

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debe ser reexaminada ante el aumento de la importanciadel papel desempeñado por los países no-occidentales enasuntos internacionales.

8. La intuición como ideología: la intuición de los diplomá-ticos, basada en la experiencia, se considera la fuenteprincipal de la sabiduría y la verdadera base para lasdecisiones, considerándose un absurdo cualquier esfuerzopara explicar dicha sabiduría. En consecuencia, encontrarpersonal mejor y más experimentado se considera como elúnico medio para mejorar la toma de decisiones en políticaexterna y como la forma más apropiada para hacerlo".