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Roger L. Casalino Castro
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Obra: Y DIOS... TRAJO AL HOMBRE
Autor: Roger L. Casalino Castro
Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 4
I N T R O D U C C I Ó N
Un libro es indudablemente la máxima expresión de los
sentimientos de un autor, sobre todo, cuando él trata de
plasmar y transmitir mensajes que, por lo menos en la
sana intención, estos sean capaces de influir
favorablemente sobre el criterio de las personas hacia el
respeto por la naturaleza, lo que ella representa para la
especie humana y la responsabilidad que tenemos de
heredar un mundo mejor a las futuras generaciones.
En mi primer libro: EL RETORNO, presenté poemas y
pensamientos de carácter social unos y otros de una
presencia filosófica profunda; pero, en ambos casos, se
hace presente la emoción, fuerza y reflexión que
proporcionan la inspiración y seriedad con que ellos
fueron escritos.
En este nuevo libro, siguiendo con el estilo y huma-
nismo puestos de manifiesto en la historia del "Cholo
Navarrete", estoy presentando tres cuentos o historias,
según como el lector los quiera ver, donde se mezclan
vivencias e imaginación, con diálogos, anécdotas y
poemas, de manera simple y en el idioma que hablamos
todos los días.
El titulo: Y DIOS...TRAJO AL HOMBRE, es sugerido
por el primer cuento, en el que pretendo dar una idea de
cómo se creó la vida en la tierra, donde Dios encontró la
oportunidad de sentirse niño, y de paso, dejar un
mensaje de trabajo, esperanza, alegría y fe, por la vida
en libertad.
El amor por el lugar que nos vio nacer es un sentimiento
natural y humano, por lo tanto, es natural también
decirlo a otros, porque en el fondo sabemos que ellos
sienten lo mismo por su suelo natal. Pues bien, a través
de todo lo que escribo, estoy siempre tratando de
rescatar ese gran amor y apego por mi pueblo, aquel
viejo pueblo de Acarí, donde pasé los años de mi niñez y
donde fui un niño feliz en un ambiente natural, y porque
además, quiero que otros niños comprendan que hubo
una Época, no lejana, en la que un niño podía ser muy
feliz, naturalmente feliz, sin el acomodo circunstancial
de la vida moderna.
Lo que Dios y la naturaleza hacen, produce una felicidad
que no se olvida. Lo que el hombre hace para producir
felicidad, conduce a una felicidad programada que nos
deja la insatisfacción por el deseo de "más".
No quiero ser el patrón de mis fracasos... prefiero ser el
peón de mis éxitos, aunque sean pequeños.
GRACIAS EL AUTOR.
Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 6
La percepción y el estilo en un poeta,
son como la emoción y la dulzura en el amor,
como el cariño y la ternura en una madre,
como el valor y la determinación en un héroe.
Y Dios... Trajo al Hombre
La grandeza y omnipotencia de Dios hizo un alto en lo
inconmensurable de sus infinitas dimensiones y se dio
un descanso, disponiéndose a jugar con un planetoide
que pasaba por allí cerca, como a un millón de años luz,
el que llamó su atención porque era azul y porque
además...¡Oh sorpresa!... ¡Tenía agua!
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El no había hecho eso; al parecer fue una reacción,
producto de la acción recíproca entre las cosas que hizo.
Estaba allí...simplemente inerte. Aquella masa líquida
ocupaba casi toda la superficie del planeta, emergiendo
de él tan sólo una parte, árida y desafiante, como un
monstruo sediento que espera una mano que lo libere
de ese estado.
Se veía bonito; para decirlo mejor, simpático. Mirándolo
con gran interés, decidió darse una semanita de
vacaciones con el fin de poner un poco de su mano
bendita en ese asuntillo del agua, que si bien se le había
escapado, valía el caso observar y sacar algún sano
provecho de tan curiosa circunstancia.
Entonces pensó: ¿Cómo se me pudo escapar esto?... y
sin darse cuenta, le dio un manotazo a la parte que
emergía del agua; el gran bloque se resquebrajó por la
fuerza del tremendo impacto agitando las aguas e
inmediatamente el planetoide comenzó a girar.
¿Qué sucede?... No hay duda que aquí todo me sale mal.
Hay que ponerle remedio a esta situación, y ya.
Comenzó por ordenar la desmadejada parte
resquebrajada dándole forma a los continentes de
manera tal que su distribución sirviera de control a la
presión de los líquidos. Luego reguló la velocidad del
movimiento giratorio e inclinó el eje para lograr una
variación ordenada de la temperatura dando paso al
desarrollo estacional. Estableció un ciclo de purificación
a través de las lluvias. Con estos y otros asuntos, -tales
como hacer correcciones para que la mecánica del
tiempo fuera regular- se mantuvo distraído un par de
días.
Roger L. Casalino Castro
Llegó un ángel a informarle sobre unos desórdenes
energéticos que había en la galaxia de al lado pero,
como El estaba entretenido y le iba tomando cariño a
todo esto que llamó Paraíso, los puso en suspenso y los
dejó allí. (Como quien dice...que no molesten por
ahora).
Efectivamente, estaba ocupadísimo. a.C. las cosas se le
escapaban. Hacia una cosa y de repente esta daba origen
a otra, lo que era algo nuevo para Él, por lo que se
decía: ¡Qué planetillo este para interesante!, me gusta,
se me rebela.¡ ¡Qué bonitas vacaciones me estoy
tomando!, y eso que todavía no he..." y sin dudarlo un
instante, creó la Polinesia y...i.e. ah!...mejor que sean
dos opciones, e hizo el Caribe; ¡humm, humm!...sin
dejar de repetir: !que lindas vacaciones, nunca me había
pasado esto!".
¡Qué habilidad la que tenía Dios! Era fantástico cuando
hacia hoyitos y creaba lagos, los hacía fluir por unas
hendiduras y creaba los ríos; introducía por allí la uña y
formaba cataratas y con sólo pasar la mano hacia una
llanura hermosa, ondulada.
Dios estaba feliz. En realidad nunca había sido niño y
este Paraíso le daba la oportunidad de serlo. ¡Qué bonito
que estaba quedando todo!... ¡hey!... ¡Qué es
esto!"...aparecieron unas palmeras en la Polinesia y unos
árboles en la parte alta. "Vaya, vaya... este planetita se
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manda solo" y se entregó a controlarlo, a crear nuevas,
variadas y maravillosas especies y formas, determinando
el ciclo de nacer-crecer-morir, porque pensó: "Aquí el
único eterno soy Yo". Y así siguió jugando y haciendo
las plantas gran des, pequeñas y microscópicas;
musgos, hongos y líquenes; microbios, virus y otras
especies que aún no conocemos, al tiempo que
simultáneamente les iba dando sus respectivas
particularidades. Las hacia capaces de sobrevivir bajo
climas y habitaos diferentes.
De esta manera, más o menos al quinto día, cuando
jugueteaba en la zona que más le gustaba porque era
verde y llena de posibilidades -según se dijo, la amaba y
por eso le puso el nombre de Amazonas- sintió un
mordisco en un dedo y como esto lo sorprendió,
exclamó: ¡jo-jo, mi dedo! y he ahí que apareció el
primer animal. Por tan curiosa circunstancia le puso por
nombre jojodrilo. Surgió así la idea de poblar el Paraíso,
de llenarlo con toda clase de animales, con millones de
formas de vida, para que pudieran manejarse dentro de
un ciclo biológico, sin que El tuviera que estar pendiente
de ellos.
Este proceso le llevó como hasta el sexto día de la
semana; de su semana de vacaciones. Fue entonces
cuando llegó un ángel llamado Adán, con el aviso de que
había un problema muy grande de física en una lejana
galaxia.
Dios consideró que debía atender ese y otros asuntos que
había dejado pendientes. Pero antes de partir, se tomó el
séptimo día para descansar.
Confiando su maravilloso juguete al mensajero Adán, a
quien promovió al cargo de guardián especial, partió
dejándole el encargo de mantener la armonía en su
Paraíso.
Al cabo de un tiempo Dios regresó, quedando encantado
al ver que todo estaba en su lugar y funcionando;
realmente lindo. La vida se había generado en un
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proceso perfecto y ordenado, sincronizado y equilib-
rado. Los ciclos y estaciones daban lugar a la perfección
absoluta de la belleza que El había creado... Su
Paraíso...era armonía.
Dios, en medio de su complacencia, fue bondadoso y
nombró a Adán como Amo y Señor del Paraíso y como
punto final, antes de partir, le dio una compañera a quien
llamó Eva. Mas sus instrucciones fueron precisas porque
no quería más colonias de Ángeles debido a que un tal
Luzbel, que ahora se le había dado por llamarse Lucifer,
andaba diciendo que quería ser Dios y le estaba
removiendo las galaxias con problemas de jerarquía y
revisionismo.
En fin, esos problemas con el tal Lucifer lo demoraron
más de lo que hubiera querido, de tal manera que, muy a
su pesar, dejó de venir al Paraíso por un tiempo,
confiando en que Adán mantendría su probada eficien-
cia. No se había imaginado que el pillo de Lucifer
infiltraría un emisario disfrazado de serpiente para
hacerle la jugarreta a Eva y descomponer al bueno y
laborioso Adán.
Pues bien, la serpiente aprovechó las ventajas que se le
ofrecían y con gran habilidad, se adueñó de la voluntad
de Eva primero y de Adán después dándoles a probar
una serie de ricos frutos y potajes, condición necesaria
para que el Paraíso se poblara de Ángeles, los que
indudablemente adoptaron la nueva filosofía de
diversión, ocio y placer, manejada por la astuta e
hipócrita serpiente.
Esta vida, que contenía en un solo recipiente las ventajas
maravillosas del Paraíso creado por Dios, y los placeres
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y diversiones inducidos por la serpiente, presentaba para
los privilegiados residentes, el más placentero, divertido,
insuperable y feliz planeta de los cielos.
La serpiente les enseñó como hacer dados, casinos y
ruletas. Les mostró las virtudes de la amapola y otras
yerbas. Los indujo con mucha sutileza a disfrutar del
arte y la belleza, pero para obtener siempre un
desmedido placer en ello. Surgió entonces la costumbre
de salir temprano a contemplar la salida del sol;
prendían fogatas y echando en ellas las hierbas
hábilmente seleccionadas por la serpiente, incluyendo
algunas flores y raíces, se quedaban mirando el sol hasta
que los ojos se les ponían oblicuos por el exceso.
En estas circunstancias se aparecía El...Dios...sin previo
aviso, quedando sorprendido al ver en qué habían
convertido el Paraíso: era la negación de sus preceptos.
Su amado Paraíso, ese juguete en el que puso tanto
empeño para hacer de él algo digno de su grandeza. Un
bello lugar que debió ser una flor en el Universo. Habían
mancillado lo más preciado de su creación. Habían
truncado en lo más profundo de El, la maravillosa
posibilidad de sentirse nido de vez en cuando.
Y Dios sintió una inmensa pena, una profunda y gran
pena que originó un enorme y negro hoyo en el Univer-
so, a cuyas tinieblas envió a Lucifer para que fuera allí el
dios de sí mismo y de todos los incautos que le creyeran.
Dejó entonces que cada elemento de esta Tierra -que
fue el nombre que puso Dios en ese momento al Paraíso
y que probablemente signifique "dolor" tomara su
verdadera fuerza generando tempestades; aparecieron
entonces los volcanes que provocaron terremotos y otros
cataclismos mayores. Permitió que el equilibrio
biológico se rompiera en todos sus aspectos. Como
resultado aparecieron las enfermedades y otros males. Y
nacieron las lágrimas y murieron los campos. Se
incendiaron los bosques y llegaron las pestes y plagas.
Por último, Adán y todos sus descendientes fueron
desprovistos de sus alas. Desde ese momento tendrían
que preocuparse de buscar abrigo y con que cubrir su
triste vergüenza. Apareció el hambre y todas las especies
lo saciaron devorándose unas a otras en un nuevo tipo
de ciclo o cadena de compensación biológica, desde la
vida microscópica hasta la nueva especie humana, que
sin lugar a dudas quiere decir "defecto".
Y Dios les impuso la obligación fundamental de sobre-
vivir por sus propios medios con el fin de buscar la
perfección, de tal manera que una vez lograda aquella,
se hicieran merecedores a la opción divina de dignifi-
carse para que Él les permita reconstruir el Paraíso.
Dicha perfección se buscará dentro de la observancia de
los preceptos que desde ese momento serían las normas
de vida que regirían la vida...
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Y Dios dijo: "Dejo a ti y a tus descendientes la
responsabilidad de proteger todo lo que significa vida,
porque mi Reino no será para los depredadores ni para
los que hagan cosas que degeneren la vida o priven de
libertad a los seres vivientes. Se tomará de la vida
solamente lo necesario para subsistir. No se matará por
placer. Todo debe cumplir su ciclo natural".
"La Gloria estará en hacer que la tierra sea un preámbulo
digno del Paraíso, porque la mejor siembra es la que
deben cosechar los que nos sucedan y quienes a su vez
heredarán la obligación de mejorar la semilla, y así
sucesivamente hasta lograr la perfección". "Porque la
fuerza está en la tierra y porque la vida está en la
semilla, tu debes sembrarla; porque la semilla es
esperanza, la planta es el hogar, la flor es armonía y el
fruto la realidad"
"Siembra la semilla que es TRABAJAR, cultiva el
hogar que es VIVIR, aprecia la flor que es ALEGRÍA
y cosecha el fruto que es la PAZ"
"Mas no vivirás para el placer ni para acumular frutos.
No romperás el equilibrio de la fuerza y no obtendrás
beneficio del esfuerzo de tus semejantes. Cultivarás el
espíritu que cree en Mí y te elevarás en el noble fin
encomendado. Yo no premio ni castigo. Todo es
consecuencia de ti mismo. Tu cosecha será el
resultado de tu siembra, del esfuerzo que pongas en
cultivarla y del cuidado con que la recojas"
Dicho esto, Dios los repartió por toda la faz de la tierra
según sus virtudes y pecados, para que todos los
habitantes, partiendo del reconocimiento de la situación
generada por la dimensión de su propio pecado, tuvieran
la misma oportunidad de reivindicarse a través de la
lucha por la superación, pero sin que la lucha por la
supervivencia pueda destruir lo más preciado que es LA
VIDA EN LIBERTAD.
A los que se habían excedido en los placeres, a los
libertinos que usaron la creación de Dios para su placer
pero que al mismo tiempo eran poseedores de una gran
imaginación y capacidad para crear cosas, los colocó en
la parte nororiente del gran continente, detrás de una
gran muralla que construyó para que allí tomen
conciencia de su gran pecado y para que a fuerza de
trabajo generen una cultura de base, la que sería
entregada oportunamente a los demás, porque Asia
significa Trabajo.
A los que se excedieron en el ocio y se dedicaron a
disfrutar del sol y los beneficios del clima hasta quedar
tostados, los colocó en África, porque África quiere
decir Alegría, sólo que para lograrla tendrían que
desplegar todo su esfuerzo en busca de la semilla
necesaria y regarla con lágrimas para hacerla germinar,
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y así lograr los frutos que les permitan, al fin, satisfacer
su sed de alegría.
A los que no cayeron en mayores pecados pero no
defendieron a su Dios con la fuerza suficiente para
oponerse a las intrigas de la serpiente, les llamó la
atención haciendo que se pongan rojos de vergüenza; a
estos los colocó en América, que quiere decir Esperan-
za.
A los que pecaron y se arrepintieron pidiendo a Dios
perdón, les advirtió que sufrirían pestes, guerras y
dificultades; los puso en Europa que quiere decir Fe
Adán y sus allegados, que fueron los primeros en
sucumbir a las tentaciones de la serpiente, quedaron en
el centro de los continentes a expiar sus pecados, con la
orden de esperar allí hasta que El lo estimase
conveniente, porque algún día enviaría a uno de sus mßs
queridos arcángeles a poner fin a la agonía de su
destierro, para vivir entonces bajo la consigna de "la
Bondad y el Desprendimiento, el Amor y la Paz"
¡Qué maravillosamente simple es el criterio divino!
Protege la vida porque ella te protegerá a ti y a tu
descendencia. Pero no te equivoques...la vida no eres
solo tú, la vida es todo lo que te rodea y la que está en ti,
y es por lo tanto tu obligación ante Dios hacerla perdurar
libremente.
Y Dios se alejó dejándonos un mensaje de amor y
respeto a la vida, de trabajo y de fe, de esperanza y
alegría, porque El volverá cuando seamos
merecedores de reconstruir el Paraíso...su amado y
maravilloso Paraíso, esto es, cuando seamos dignos
de alcanzar el fin supremo...llamado ARMONÍA.
La suma de mis virtudes y cualidades
siempre será menor que la suma de mis defectos.
Arrastro los errores de un simple ser humano...
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El Tiempo
\ POSITIVO /
I \ Luz / I
N \ / N
D F \ + / F D
I I \ / I I
O --> N --> PASADO --->* ---> FUTURO --> N --> O
S I / \ I S
T / - \ T
O /Oscuridad\ O
/ NEGATIVO\
Detrás del infinito pasado,
Más allá de las tinieblas...
estaba Dios y era la luz,
porque es Presente.
Para el humano es resignación,
y la realidad de sus limitaciones.
Más allá del infinito futuro,
mas allá de la luz...
estará Dios y será vida
porque El es Siempre.
Para el humano es esperanza,
pero también, la amenaza de la consecuencia.
El presente es el vértice del oscuro pasado,
de la plenitud de la luz y del futuro,
de fuerzas positivas e influencias negativas.
El presente, que es la vida,
es real, firme y permanente,
como Dios es Presente y Siempre.
La paradoja es la muerte...
que llega del futuro,
mas la vida que perdura en el presente
perdurará sobre la muerte.
Se hipoteca la consecuencia
por un presente de ilusión,
por un presente placentero y engañoso
adornado con orlas de tristeza...
y lazos de dolor.
El tiempo está en la trilogía de Dios:
"Dios Padre", que es fuerza y energía.
Es la fuerza que nos guía y nos empuja
a imponernos a la debilidad humana.
"Dios Hijo", que es la paz y el amor.
Nos da la tranquilidad, la virtud y la paciencia
para cumplir el compromiso de conciencia
de amar al prójimo y honrar la libertad.
"Dios Espíritu Santo", que es la esencia
de todo conocimiento y sabiduría.
Es la fuente del saber que nos inspira
aceptar la vida con la mente abierta,
al entendimiento usando inteligencia,
a la comprensión con mucha tolerancia
y a la realidad con fe en nosotros mismos.
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El placer es tan sólo un paliativo para disimular las
heridas profundas que dejan la incomprensión e
intolerancia, las que conducen al egoísmo...
Siempre ciego.
Es emocionante pensar que una planta cualquiera
representa la vida. Ellas son el nexo a través del que la
tierra brinda al hombre su energía. El árbol enraíza y se
nutre de la madre tierra extiende sus ramas plenas de
hojas y absorbe la luz del padre sol. Luego da flores y
frutos que el hombre toma como don divino, ingresando
asía formar parte de ese ciclo maravilloso que se llama
vida, en un equilibrio armónico en el que todos
Roger L. Casalino Castro
dependemos de todos.
MMuujjeerr
Mujer...
Te hizo Dios de un pedazo de costilla
para que fueras reina y flor del paraíso;
para que el hombre Adán fuera completo
y así pudiera cumplir el compromiso
de llenarte de honores y respeto,
porque sin ti... el sol no brilla.
Mujer...
Eres el germen palpitante de la vida,
eres la fuerza que sostiene la familia;
eres el manto protector del poderoso
porque pones amor en tu vigilia,
alegría en un beso candoroso
y una caricia de ti... jamás se olvida.
Mujer...
Soportas estoica la pasión del embarazo,
sufres con valor las penas de la guerra,
pasas hambre y sed para alimentar a tu hijo;
no pides gloria por conquistar la tierra;
compensas con ese amor que Dios bendijo
a los desvalidos que se aferran a tu brazo.
Y Dios... Trajo al Hombre
Mujer...
Pedazo de Cielo con que Dios adornó este infierno,
eres la expresión de su bondad y su consuelo;
por ti podemos confiarnos al futuro,
por ti nos aferramos a este suelo,
sentimos lo que es el ser y estar seguro
aun en las noches sombrías del invierno.
Mujer...
Tienes la sutileza del volar de una gaviota
y la energía explosiva de un volcán;
tienes la pasividad de un mar en calma
y porque eres noble y buena como el pan
penetras con tu amor dentro del alma
con la fuerza constante de una gota.
Mujer...
¿Qué es un hombre si no estás a sus espaldas?
¿Qué es un hombre si no te encuentras a su lado?
¿Qué sería del guerrero si no cuidaras de su tienda?
¿De qué le valdría el acero más templado
sin una mujer que lo anime y lo comprenda?
¿Qué sería de un niño sin el consuelo de tus faldas?
Roger L. Casalino Castro
El Niño Escondido
El niño que en mí tengo sale preguntando:
¿Por qué se arruga mi piel?
¿Por qué mi cabello encanece?
¿Por qué se endurecen mis rasgos y camino lento...?
Pienso, y le respondo tragando saliva,
que como un suspiro avanza la vida,
que cada día pasa dejando una huella
y que muchas de huellas hacen un camino.
Le digo mßs, entonces, muy enternecido:
mi niño querido, permanece allí,
porque desde adentro ti haces posible
que mientras yo viva tenga el alma joven.
Por qué entonces miras con tanta tristeza?
por qué sueñas despierto y adoras las plantas?
por qué ya no sientes temor,
y sin embargo lloras sin lágrimas... ?
Roger L. Casalino Castro
Cómo responderle con simples palabras?
Cómo contestarle a mi niño travieso
que él hace su parte mientras sufro la mía,
que él es la alegría y yo la paciencia?
Ambos somos uno, adentro, en mi conciencia;
adoro los árboles, las flores y plantas
porque son la fuerza que nos da la vida
arrancada de la tierra como una esperanza.
No tengo temor porque tengo experiencia
y lloro sin lágrimas porque se acabaron
viendo talar bosques y ensuciar las aguas,
depredando la vida, exterminando especies.
Soñando despierto conforto el espíritu
y brota en mi alma la grata ilusión,
que mßs tarde...algún día...
aguas cristalinas regarán los campos.
Renacerán los bosques generando vida,
advirtiendo a todos que deben buscar
dentro de sí mismos a su niño escondido,
porque en su inocencia...está la juventud.
Roger L. Casalino Castro
La madurez es la madre del entendimiento,
se manifiesta a través de la sencillez,
la voluntad y el desprendimiento.
Y Dios... Trajo al Hombre
LLaa hhoorrmmiiggaa
Va la hormiga tercamente caminando
con las tres patitas que le quedan,
con esfuerzo se desliza, por que puedan,
otras vivir como ella...trabajando.
Sobrevivió a una pisada de zapato
disminuida al perder tres de sus patas;
mas persistir en trabajar por duras rutas,
nunca dejó, jamás, ni por un rato.
Y sigue la hormiguita de tres patas
cayendo cada día una y mil veces,
ella se esfuerza y agiganta en los reveses,
marca el camino y sólo se detiene...si la matas.
Es una muestra de valor y sacrificio,
es un ejemplo que en la vida nos enseña,
es el secreto para todo el que se empeña
en aprender por lo menos un oficio.
No te rindas a la presión de poderosos
aunque sientas perder algo muy tuyo;
no sucumbas a consejos engañosos
aunque pienses que te dan algo muy suyo.
enacer es comenzar desde la nada,
con esfuerzo, con paciencia, con empeño;
sólo así se podrá cumplir el sueño
de convertir el ocaso en alborada.
Roger L. Casalino Castro
EEll CCooccooddrriilloo
Un cocodrilo bandido,
de su charco se escapó,
porque allí dentro sintió
que se encontraba perdido.
¡Quién como el mono!, decía,
que puede al árbol trepar;
yo sólo puedo nadar...
y llorando maldecía.
Y Dios... Trajo al Hombre
Aburrido de la vida
decidió cambiar destino
y saltando hacia el camino
emprendió así la partida
Se introdujo por la selva
gritando su libertad,
y que al charco de la humedad
¡Ojalá que nunca vuelva!
Embelesado miraba
todo lo nuevo que hallaba,
mas de noche no dormía
porque la cola estorbaba.
Sin agua para beber,
la comida le corría,
y al ver que se le escondía
aprendió lo que es perder.
¡Qué bello mi estanque era!
flotaba para comer
y sin nada que temer
¡me dormía en la ribera!
Roger L. Casalino Castro
Esto no es mßs que monada,
ahora quiero volver,
¡tengo tanto que perder
tan lejos de mi morada...!
No quería comprender
que yo nací cocodrilo,
que en mi charco tengo estilo
y ¡allí mi cola es poder!
¡Qué tonto..! por pretencioso
enfermé de vanidad,
porque a decir la verdad,
¡en mi charco soy hermoso!
Y Dios... Trajo al Hombre
OOrrffaannddaadd
Una lágrima le recorre la mejilla
horadando profundamente su niñez;
abandonado solamente por nacer
como resultado de una noche de placer,
sin esperanza de llegar a la vejez,
bajo un sol que para él... no brilla.
Cada mañana despierta entumecido
y se despoja de periódicos y trapos
que lo cubren de la rodilla a la cabeza
y asomando con su cara de tristeza
acomoda inocente los harapos,
arreglándose el pelo... adormecido.
Con el ceño fruncido por el frío,
las manos percudidas al bolsillo,
las rodillas sucias y los zapatos rotos;
su ayer sonando a tiempos remotos,
su hoy es lograr, hambriento, un panecillo,
su mañana... inexistente... es sombrío.
Busca en cada mirada una ilusión
persiguiendo en cada marchante una esperanza,
para desvanecer su angustia... una palabra;
mira al cielo rogando porque se abra
y aparezca el sol de la bonanza
para calmar el dolor... de su pasión.
Roger L. Casalino Castro
Es un niño perdido en el camino,
dando tumbos al compás de circunstancias
que le juegan pasadas dolorosas;
pero un día llegarán almas piadosas,
para llevarlo a vivir otras estancias
y rescatarlo... para un nuevo destino.
Entonces él sabrá lo que es ser niño
y podrá sentir lo que es abrigo,
y podrá comprender lo que es amor;
desde entonces sentirá menos temor
al compartir su pan con un amigo,
ofreciéndole su mano... con cariño.
Ahora podrá aceptar sueños hermosos:
que la esperanza es superior al abandono,
que la ilusión es más fuerte que el olvido,
que la emoción está en ganar tiempo perdido
y que, aunque nadie me perdone... yo perdono,
pues la bondad y el amor... son maravillosos.
Roger L. Casalino Castro
Sixto
Una vida corta... como tantas
Porque no es posible recordar una parte de la vida sin
volver a sentirla a pesar de todas las circunstancias y
situaciones que a lo largo del tiempo van calando en uno
e influyendo de alguna manera sobre la propia
personalidad, y porque simultáneamente van formando
ese marco que entorna el pensamiento, no puedo dejar
de enfocar esos tiempos de niño con cierta tristeza.
Tampoco puedo olvidar la suerte que tuve de vivir mi
niñez con simpleza, con esa displicencia con que se
desenvuelve el tiempo, ni el maravilloso acomodo de las
circunstancias al hecho de ser un niño que actúa por
instinto bajo la inviolable necesidad de jugar, moverse y
ser libre.
De esos juegos nace la imaginación, luego la creatividad
y después el deseo de investigar -aún en ese mundo
tranquilo, sano y natural-, mirando las aves con el innato
deseo de volar, porque sentimos que saltamos del mar a
la tierra, y nuestro destino es volar...hacia otros mundos.
¡Qué fácil era lograr una sonrisa! y ¡Qué simple llegar a
una carcajada! éramos realmente felices; jamás supimos
que la felicidad existiera, porque ella estaba en nosotros;
ni nos preocupaba el que fuera posible llevar una vida
Y Dios... Trajo al Hombre
diferente de la nuestra, eso no era posible, o era
simplemente una remota posibilidad que no tomábamos
en cuenta para nada.
Teníamos una filosofía distinta de lo que estimábamos,
de lo que respetábamos, de lo que era importante.
Nuestros impulsos naturales hacia estos conceptos
estaban por lo tanto en relación directa a la naturaleza,
por la simple necesidad de aprender lo que ella nos
enseñaba cada día, en cada flor, en cada fruto, con cada
soplo de vida. No había nada en el entorno que pudiera
cambiar o influir sobre nuestro modesto e infantil modo
de ver las cosas. ¡Qué maravilla ser simplemente un niño
en un lugar así!, tan parecido al que Dios creó. Creo que
la Naturaleza nos está diciendo a cada momento:
"Ámame como soy, respeta lo que te doy, y aprende de
lo que hago. Obsérvame, en mí están todas las virtudes
de la vida!"
En aquel entonces éramos seis hermanos -el mayor de
ocho años-, acababan de nacer los mellizos. Vivíamos
valle arriba de Acarí, en la parte que comienza a
estrecharse, en un caserío llamado El Molino. Nuestra
casa estaba ubicada a un kilómetro del río y al otro lado
quedaba un pequeño fundo llamado Lucasi.
Tanto El Molino como Lucasi formaban parte de la
hacienda Chocavento donde trabajaba mi papá, ambos
dos fundos estaban a su cargo.
Roger L. Casalino Castro
Naturalmente todo el trabajo de campo lo hacía a
caballo, lo que significaba pasar diariamente varias
horas montado. Sus caballos favoritos eran: un alazán
muy suave y fuerte para el trabajo y el bayo, su potro
preferido, brioso, inquieto y pajarero, razón por la que
montarlo era para él algo que le alegraba la vida. Como
accesorio importante, acostumbraba llevar en la parte
posterior de la montura, atado a una argolla, el tronador
o zurriago (en otras partes lo llaman látigo), que tenía
unos tres metros de largo y es de cuero trenzado de tal
forma que se iba adelgazando hasta terminar en una
punta de no mßs de un centímetro de espesor, a la que se
ataba un fino trenzado de cerda arrancada de la cola del
propio caballo.
Cuando se utiliza, se bolea sobre la cabeza para luego
realizar un templado jalón, cuyo latigazo produce un
fuerte ruido similar al de un trueno, del que ha tomado el
nombre de tronador. Con la misma facilidad se maneja
estando a pie o a caballo. Con él se conduce el ganado y
es particularmente útil cuando se encuentran animales
haciendo daño en los sembríos.
Nuestra vida transcurría, como la de los demás niños del
lugar, sin prisa alguna; caminando por el campo sobre el
bordo de las acequias en busca de pacaes, ciruelas, higos
u otras frutas, según fuera la estación, o también
buscando tumbos silvestres que eran muy ricos.
Y Dios... Trajo al Hombre
Al volver traíamos pasto para los cuyes y demás
animales de la casa. Siempre sin zapatos y vestidos con
el clásico overol con tirantes, no había por qué desear
más..
¡Qué fabuloso era encontrar un nido de pajaritos!; cada
quien tenía su propio nido y estaba atento al nacimiento
de los pichoncitos, porque una vez emplumados, eran
ofrecidos a mamá como regalo. Ella los ponía en una
gran jaula que ocupaba toda una esquina del patio y se
entretenía cuidándolos. Sus engreídos eran los chirotes,
porque cuando se les cría desde pichones cantan lindo y
les gusta que se les haga cariño en la cabeza hasta que se
duermen con las patas para arriba mostrando el pecho
rojo (dicen que en otras partes se les llama huanchaco).
Sin embargo, cuando se les caza de grandes, dejan de
comer y beber hasta que mueren. De ellos aprendí que la
libertad es un don divino.
Un día mi papá iba por el camino que después de
atravesar el río conducía a Lucasi, cuando escuchó un
llanto de niño muy lastimero. Se apeó del caballo y se
internó en el monte, cuyo tramo a la orilla del río es
bastante denso, pues está poblado de huacanes, mangles
y cayacasos, chilcas y tembladeras. Allí encontró,
escondido y tembloroso, a un chiquillo de unos seis
años.
Roger L. Casalino Castro
Al preguntarle qué pasaba, el niño respondió que se
había escapado de su casa porque el tío con quien vivía,
le pegaba mucho cuando recogía poco algodón... Lo
tomó de la mano y salió del monte con él. Al cogerlo
bajo los brazos para montarlo al caballo, dio un ¡ay! de
dolor; mi papá le quitó la harapienta camisa,
horrorizándose al ver cómo estaba su espalda: rayada
por latigazos sufridos sin duda en repetidas ocasiones;
tenía las heridas infectadas.
Y Dios... Trajo al Hombre
Lo puso en el anca del caballo y partió en busca del tío a
quien encontró en un algodonal. Sin desmontar, tomó el
tronador y después de gritarle el clásico, fuerte e
imprescindible ¡carajo!, le aplicó cuatro latigazos a
piernas y espalda haciéndolo bramar de dolor y siguió
diciéndole simultáneamente: ¿Te duele, verdad?...
¡Verdad que duele!... ¡A él también!... ¡al niño también
le duele!... ¡so carajo¡...pero esto se acabó", (mi papá
decía: "nunca pegues, pero cuando pegues, pega
fuerte") y dándole dos latigazos más le gritó: "Tu nunca
más lo volverás a tocar, porque ya no vivirá contigo"; y
con la decisión tomada así, violenta e irretractable, dio
media vuelta y se alejó de allí para cruzar el río, rumbo a
casa, silbando un viejo vals de esos a los que siempre
daba final de yaraví, para relajarse.
Roger L. Casalino Castro
Sixto, que así se llamaba el chiquitín y que no tenia mßs
parientes que el tío pegador, llegó montado sobre el anca
del caballo de papá. Sin siquiera desmontar, mi padre se
dirigió a toda la familia que estaba reunida esperándolo
para el almuerzo (la hora era sagrada, todos teníamos
que sentarnos juntos a la mesa), nos miró con gran
seriedad y dijo: "Este es Sixto. Desde hoy vivirá con
Y Dios... Trajo al Hombre
nosotros, se criará con los chicos y serán como
hermanos. Tú, Sixto, me dirás papá y la señora será tu
mamá; la vas a obedecer y respetar siempre. Ustedes -
nos dijo- estarán con él en todo lo que hagan; asistirán
juntos al colegio y serán iguales para todo". Se lo
entregó a mi mamá diciéndole: cuidado con su espalda.
Mamá tomó un lavatorio con agua tibia y echó en Úl un
poco de yodo, procediendo en seguida a lavar las heridas
con un algodón, mientras todos mirábamos atentamente
la bendita pero difícil tarea con un gesto en la boca.
A nosotros nos parecía bien tener alguien mßs de nuestra
edad con quien jugar y llevar en nuestras caminatas, de
tal manera que su incorporación al grupo fue fácil. Está
demás decir que la palabra de papá era "santa palabra".
Después del almuerzo y de la infaltable y reparadora
siesta en su silla especial llamada perezosa -la que
compensaba en algo el estar levantado desde las cuatro
de la mañana-, mi papá tomó la maquinita de cortar pelo
y en menos de lo que canta un gallo dejó a Sixto pelado
al coco. Luego seguimos los tres hermanos mayores,
para que la disciplina fuera pareja. Enseguida, y calatos,
como era natural, fuimos a bañarnos a la acequia que
pasaba por delante de la casa. Baño de jolgorio,
reconocimiento e inicio de amistad. Nos contamos cosas
y hablamos sobre lo que haríamos durante los días
siguientes.
Roger L. Casalino Castro
Cuando estuvimos bañados se nos repartió la ropa -ésta
se heredaba del mayor al menor- incluyendo a Sixto. La
poca ropa que teníamos apenas si era la indispensable:
los zapatos eran sólo para los domingos y los overoles,
con un solo tirante y hasta con dos parches se
consideraban nuevos. Esas prendas eran excelentes,
además de prácticas y resistentes, traían varios bolsillos
sobrepuestos, y a medida que se gastaban los overoles de
las partes más expuestas, ésto es, rodilleras y fondillos,
aquellos asumían su verdadera función de auténticos
parches cubriendo los huecos.
Así listos, salimos a sentarnos en una grada de cemento
ubicada a la entrada de la casa (la sala de la casa, mßs
esa grada, eran lo único de cemento que había en el
caserío) mirando a todos lados para ver si por allí
aparecía algún perro de paso, ya que ello
significaba la posibilidad de ver una gran pelea de
perros. Rin, nuestro galgo, era un gran peleador y no
"preguntaba" si eran muchos, simplemente se trenzaba a
mordiscos...
El paso de algún camión o tractor era algo que sucedía
muy de vez en cuando. El trabajo de campo se realizaba
por lo general con bueyes y mulas. Además a los
tractores había que suministrarles gasolina y kerosén,
pero nunca había de las dos o se les malograba el
"mangueto" -dígase magneto-; otras veces, el tractorista
y su ayudante, se la pasaban inflando las llantas o con
Y Dios... Trajo al Hombre
una llave en la mano mirando qué ajustar. En cambio a
las mulas, -¡chuma que si eran como el ajo!- les ponían
sus pecheras, sus aparejos con el enganche, las que
apenas sentían el arado se arrancaban a trabajar. Mi papá
decía que eran muy buenas para aporcar y cultivar.
Fracasamos en el intento de ver una gran pelea de
perros; sin embargo, aparecieron dos jóvenes a caballo:
eran Félix e Hipólito, los mejores jugadores de fútbol de
la zona, quienes volvían de reforzar el día anterior, al
equipo de Chocavento. Sal-tamos de nuestro asiento y
corrimos a estrecharles la mano; en eso aparecieron -
cada una por cada lado de la casa- Victoria y Josefina,
las dos chicas que trabajaban con mi mama, quienes con
sendos ramos de flores querían demostrarles su
admiración. Frenando su carrera y respirando con fuerza
por la emoción les presentaron sus ramilletes diciendo:
- ¡Hola!, ¿cómo les jué...?
- Bien; ganamos, pero a Hipólito le dieron un
golpe en el costado y a mí un cabezazo, pero
eso ya no importa... ganamos.
- Y´´ohora, p'onde se van...?
- P'uay'pa'rriba pue, pa'La Joya tamo'diendo...
- Y... pa'cuando regresan...?
- El domingo pue, vamo'a dir p'al pueblo. Nos
han pedido que refuércemos al Sebastián
Barranca, el clu de Acarí...
Roger L. Casalino Castro
- Los vamo'a'star esperando pue pa'desiarles
buena suerte.
- Ya pue, po'aquí vamo'a pasar.
...levantaron el ala de sus sombreros y poniéndoselos de
medio lado con una sonrisa coquetona, partieron. Nos
quedamos mirándolos como se iban tratando de sacarle
paso a sus cansados caballos que cargaban las alforjas
llenas de cosas que traían, mientras las muchachas los
miraban con su cara de gallina triste.
Sentíamos una admiración especial por los mayores;
pero a los jóvenes, a los que habían salido del colegio
con su segundo año de primaria terminado y
comenzaban a trabajar en el campo, a los que ya tenían
ocasión de ir el domingo al pueblo, a esos, los
mirábamos como grandes y nos gustaba hablar con ellos.
Decíamos:
- La pucha, ¡Cómo sabe el Eustaquio!, sabe
decir "okay y gurbay";
- es que ha ido al cine a ver la coboy pue y
ha aprendido.
- Oye Sixto, ¿tú has ido al cine...?
- Yo no, y tú... ?
- Yo si, pero no entiendo lo que hablan. Dice mi
mamá que el domingo van a dar cine en
Chocavento y que vamos a ir todos. Seguro
que va a ser bonito; la peli se llama Tres
Y Dios... Trajo al Hombre
baturros en un burro. Josefina y Victoria
dicen que a ellas les gustan las coboyes
porque sale el chistoso y unos caballos bien
lindos.
Efectivamente, el camión de la hacienda hizo su
recorrido el domingo por El Molino y La Joya, juntando
gente para llevarla a ver la función de cine. Todos
Íbamos en la plataforma tomados de la baranda, aunque
muchos preferían viajar montados en ella a horcajadas,
cual chalanes, con una mano agarrando el sombrero y la
otra colgando . También nosotros queríamos hacer lo
mismo, pero no nos dejaban, así que nos entreteníamos
parándonos en el centro de la plataforma para mantener
el equilibrio. Los comentarios, como era natural, se
dividían entre los que alababan al chofer manejando por
la huella y sobre todo cuando aceleraba y enganchaba la
marcha en la subida de la cruz y los que hablaban de las
películas que habían visto. Unos pocos hablaban sobre
los valses y polcas que salían por el parlante. Decían que
la mejor canción era La Flor del Capulín; pero a las
mujeres les gustaba esa que decía Anita ven.
Cuando llegamos a Chocavento, mi papá estaba en el
"tambo" y fuimos a verlo. Sixto, impresionado, obser-
vaba que allí había de todo, hasta una máquina en la que
ponían plata, le daban la vuelta a una manizuela, sonaba
una campanita y salían unos números y un boleto.
Miraba ensimismado cada operación arrimado al
Roger L. Casalino Castro
mostrador, hasta que mi papá nos invitó una soda; eso ya
significaba un acontecimiento especial por sí solo, y
además, ¡un chocolatín! Sixto, que nunca había tomado
una soda, tenía una sonrisa de oreja a oreja; la saboreaba
sin perder una gota diciendo que le hacía cosquillas en
la nariz, hasta el final, en que calmó su pena con el
chocolatín y después jugando con la platina del
chocolatín.
Luego de ese momento fabuloso pasado en el tambo,
fuimos a la casa hacienda en busca de mamá que estaba
conversando muy animada con las tías. A la entrada
había un jardín con flores y árboles; a la izquierda, una
ramada para amarrar los caballos y a la derecha, una
enorme buganvilla que arreglada en forma de ramada
daba sombra a unas morenas que preparaban tamales,
chorizos y queso de chancho, mientras un moreno
provisto de un palo largo, hacía chicharrones en una
gran paila de cobre, comentándoles a las morenas :
"caajo, este chancho va'dá po'lo'meno doce lata'e
manteca y meno'mal po'que'n el tambo ya se'acabao".
Al llegar al corredor de madera que precedía el ingreso a
los diferentes ambientes de la casa, nos quedamos
entretenidos mirando dos bolas de cristal de color que
servían de adorno a los parantes del barandal. Entramos
a la sala y no resistimos la tentación de subir por la
escalera de caracol que desde el centro del salón, llevaba
al mirador instalado en el techo. Era hermosa y brillante.
Y Dios... Trajo al Hombre
Le pasábamos la mano porque era muy suave, y fuimos
subiendo, lentamente como para que no se nos acabe.
Llegamos al mirador, que tenía la forma de pérgola y
desde la que se divisaba una buena parte de la hacienda.
En fin, muchas cosas nos llamaron la atención porque no
las teníamos o porque no las había en El Molino; las
observábamos detenidamente sabiendo que luego serían
motivo de entusiastas comentarios.
En seguida, nos dirigimos donde las morenas que
vendían ponche y butifarras. No perdimos más tiempo y
fuimos a ver el parlante que estaba colgado en lo alto de
una ventana emitiendo un ruido fuerte con música.
Paseamos por todas partes en busca de novedades y
aventuras, hasta que fue la hora oportuna de entrar al
cine.
La película pasó entre comentarios de lo bien que
trabajaban los actores y otros que no tenían sentido; pero
los verdaderos protagonistas -que éramos nosotros-
disfrutamos al máximo del ambiente: el momento
importante, lleno de impaciencia, de retirar el parlante
de la ventana para colocarlo detrás del telón para que
suene la película o cuando se prendía el foco de la luz
eléctrica y todos volteaban a mirar cómo se cambiaba de
rollo; luego gritar la cuenta regresiva cuyos números
aparecían al inicio de cada rollo o también el detalle
lleno de alegría infantil de caminar entre la gente
pisándoles los dedos de los pies, (eran muy pocos los
Roger L. Casalino Castro
que tenían zapatos). De la "obra", como se le llamaba a
la película, sólo nos acordamos de los tres que montaban
a burro. "Pero no sabían montar".
Preparar la comida no era tarea fácil pues no se contaba
con los elementos necesarios. Se comían los productos
de la estación y se condimentaban con ingenio; mas no
faltaban recursos para resolver las situaciones difíciles.
Una vez, llegó mi papá y mi mamá le dijo que no había
nada a la mano para preparar el almuerzo. El, sin
inmutarse, pidió a Sixto que le trajera la ataraya y un
costalillo, luego nos tomó a él y a mi. montándonos al
anca del caballo y sin decir una palabra partimos por el
callejón que llevaba al río. Se detuvo cuando llegamos a
una toma de agua, nos apeamos del caballo y Él,
remangándose los pantalones, se adentró unos pasos por
detrás de los caballos -unos trípodes de gruesos troncos
fuertemente amarrados con alambre, con una plataforma
de palos mßs delgados en la parte baja, sobre la que se
colocan piedras y ramas- que servían de base y soporte a
la empalizada que formaba la toma. Luego, con el agua a
las rodillas, tiró la ataraya en tres ocasiones, y en cada
una de ellas, al recogerla, tuvo que atenazarla con las
manos para evitar que se cayeran los camarones y las
lizas que pescaba. Fue suficiente. Regresamos a la casa
con lo necesario para el almuerzo, la cena y hasta para
el día siguiente. De esta forma, simple pero practica,
aprendimos lo importante que es estar alerta a todo y
llegar a la casa con algo, aun cuando fuera pequeño. Es
Y Dios... Trajo al Hombre
así como en adelante llegábamos a la casa con choclos,
zapallos, calabazas y, también berros y achicorias que a
mi papá le gustaban en ensalada. Todo lo que
pudiéramos cosechar en los lugares que recorríamos, aun
cuando fueran unos tumbos silvestres o yuyos y hasta
cola de caballo para hacer emoliente. Todo era siempre
bien apreciado.
Con Sixto, aprendimos a estar enterados de lo que se
sembraba en cada potrero. A él le encantaban los
camotes y sabia el nombre de cada uno. Traíamos:
torrellano, torreblanco y morado para ponerlos al techo a
solear. Amarillo no, porque era "camote pa' chancho".
Después, hacíamos un fogón con piedras y los cocíamos,
al principio junto al fuego y luego directamente sobre las
brasas; quedaban tostados por fuera y por dentro como
miel. ¡Eran una golosina!.
En nuestras caminatas sobre las pircas, Íbamos mirando
si encontrábamos algo con qué jugar. Así descubrimos
que con los capullos de algodón podíamos simular
peleas de gallos. Hacíamos viajes especiales por los
montes a orillas del río para conseguir sacuaras: esas
varillas que da en la punta la caña brava; con ellas
podíamos hacer cometas o llevarlas de regalo al profesor
para usarlas como señalizador de la pizarra. Además las
cañabravas peladas servían para hacer caballos con sólo
atarles una pita en la punta como rienda o cuando
Roger L. Casalino Castro
podíamos conseguir una latita de betún, clavándola en la
punta para hacerla rodar como carrito.
Quizá estas cosas no sean del todo ingeniosas, pero de
todas formas aplacaba nuestro natural deseo de inves-
tigar y buscar entretenimiento en la propia naturaleza.
Estábamos aprendiendo a vivir...era todo lo que
teníamos...y nos gustaba...
Y Dios... Trajo al Hombre
Nos gustaba también, por ejemplo, visitar algún peón
que estuviera arreglando su casa, para ver su trabajo.
Observábamos con atención como hacia los huecos para
plantar los parantes, cómo colocaba piedras para
asegurarlos y luego los apisonaba utilizando el mango de
la pala; después ponía las cañas transversales de a dos,
abajo, al centro y arriba y las amarraba con tientos de
cuero mojados. Decía que era muy importante esto,
porque de no estar fuerte el armazón la pared no tendría
fuerza. El tejido de caña bravas de la pared se hacia
cuando se aseguraba que los tientos estaban bien secos.
Tratábamos de entretenernos alcanzándole las cañas y la
totora cuando armaba y ordenaba el techo antes de poner
la torta de barro.
Si por allí nos enterrábamos que alguien cosechaba
achiras preguntábamos dónde y cuándo las iban a
huaquear porque queríamos participar de la construcción
del horno. Se comenzaba por hacer un hoyo circular de
un metro de profundidad por un metro de diámetro. Se
buscaban piedras de río planas u ovaladas con las que se
procedía a empedrar, primero el fondo y luego todo el
contorno hasta el nivel del piso. Una vez terminado este,
se llenaba de leña y se le prendía fuego hasta que las
piedras se ponían blancas por el calor, para luego extraer
los restos de leña y carbón. Recién entonces se hacía una
cama con las hojas de la propia planta de achira y se
echaban las achiras para taparlas adecuadamente y
cubrir el horno de tierra. Lo bueno de las achiras es que
Roger L. Casalino Castro
una vez huaqueadas, no solamente son ricas y harinosas,
sino que se conservan varios días sin que corran el
riesgo de malograrse.
En medio de esa vida simple, Sixto era un amigo y un
compañero participando totalmente de los mismos
juegos. Nos gustaba que cuente cosas de la sierra y de
todo lo que él había pasado, porque nos sonaba como a
los cuentos que por las noches, después de comer, nos
contaba mamá a la luz de la Luna, enseñándonos a
mirarla hermosa rodeada de estrellas y con los aerolitos
fugaces dándole alegría.
Sixto se convirtió en un hermano, un amigo fiel y un
excelente compañero de aventuras; era muy habilidoso y
se le ocurrían cosas que permitían siempre una aventura
más. En una ocasión llegaron unos chalhuanquinos con
sus llamas cargadas de papas, quesos y quinua; chalona,
cecina y otras cosas de la sierra. Estas mercancías eran
cambiadas por lo general con productos como azúcar,
arroz y sal. Sixto se buscó una caña de azúcar de la
huerta y la cambió por una honda hecha de lana,
solamente que más pequeña que la usada por los
grandes, pero exactamente igual.
Tener una honda significó salir corriendo en grupo hacia
una pampa para aprender a usarla. Naturalmente el
maestro era Sixto porque siempre la había usado para
pastear los carneros. Eso de fijar un extremo en el dedo
Y Dios... Trajo al Hombre
gordo, poner la piedra en la parte ancha y partida en dos
al centro de la honda y tomar la otra punta era fácil, pero
luego, cuando había que bolearla sobre la cabeza y soltar
un extremo venla lo difícil porque la piedra salía
disparada en cualquier dirección. Pero Sixto fue buen
maestro y nos enseñó a usarla disparando de arriba hacia
abajo y con puntería. La honda era un instrumento
excelente, la llevábamos a todas partes, y además, servía
para sujetar los pantalones del primero a quien se le
rompieran los tirantes del overol. Cuando se fueron los
chalhanquinos extrañamos la veletería de ir a conversar
con ellos y darle de comer ichu a las llamas.
Al bajar las aguas del río, quedaban pozos que eran
maravillosos para bañarse y aprender a nadar. En una
ensenada, a la sombra de un gran árbol de aliso, se
formó un lindo pozo al que le pusimos precisamente
ese nombre: El pozo del aliso. Era constantemente
punto obligado de nuestro recorrido. Despojándonos de
la poca ropa que teníamos, y calatos, gritando de
contento, nos remojábamos hasta quedar morados. Lo
difícil del asunto era lograr sacar a Sixto del agua. Era su
locura. La primera vez que nos bañamos en el pozo,
todos masticamos una ramita de guacán porque
habíamos escuchado que era bueno para no ahogarse. El
guacán es un árbol que crece en la ribera del río y es
muy bueno para leña.
Roger L. Casalino Castro
El colegio constaba de un salón de clase, con una pizarra
y cuatro bancas, donde un profesor muy querido y
respetado por todos daba clases simultáneamente a
primero y segundo año que era lo máximo; claro que
cada año se hacía en más de uno. Los de primer año
aprendíamos desde hacer palotes hasta el silabario y los
de segundo año escribían y estudiaban en El Tesoro
Escolar de todo un poco, pero sobre todo las cuatro
operaciones. La educación se complementaba con algo
de geografía, en un mapa del Perú de 1908 que había
colgado en la pared de quincha, con la práctica regular
de cantar el Himno Nacional y una cancín que nos
gustaba mucho: Esta es mi Bandera. Sin embargo debo
ser honesto en decir que, si bien es cierto que la
instrucción estaba limitada a las cuestiones más
elementales, la educación era algo más, porque se
desarrollaba en un marco de respeto y seriedad que hoy
considero envidiable.
Comúnmente hacíamos paseos al cerro que estaba a la
espalda de la casa hasta alcanzar una gran roca que tenía
una gruta en el centro y en la que mamá había puesto
una estatuilla de la Virgen. Un día, un vecino que tenía
su ganado pastando en las lomas, -esto es en los cerros
altos- le contó a mi mamá que había amancayes blancos
en la hoyada, a la vuelta del cerro grande.
Pues bien, esto fue motivo suficiente para organizar para
el domingo siguiente un paseo a esa parte de las lomas.
Y Dios... Trajo al Hombre
Salimos con agua, algunas provisiones y los infaltables
chocolates de azúcar marca "Campoy". Superamos la
roca de la gruta y un poco más arriba tomamos un
camino de herradura en forma ascendente, por el que
subimos parando de cuando en cuando para esperar a las
mujeres. Todos llevábamos algo al hombro o atado a la
espalda para cocinar el almuerzo y agua o chicha verde
de cebada para tomar.
Después de unas horas comenzaron a aparecer las
"pitajayas" rojitas...con sus puntitos negros ...deliciosas;
luego magueyes con largas varas y flores en la punta; los
"airampos" rojos y morados; los grandes cactos que dan
el "sanque"; todos frutos que, para nosotros, eran en
primer lugar un reto para no espinarnos las manos y en
segundo, una golosina que disfrutábamos con alegría
como si se tratara de un premio por participar de la
maravillosa idea del paseo.
Las mujeres cosechaban unas hierbitas a las que se da el
nombre de te de las lomas. Simultáneamente juntaban su
ramillete de amancayes blancos y otras flores silvestres.
Por supuesto éramos advertidos constantemente de tener
cuidado por donde andábamos, tanto por las espinas de
los cactus como por las arañas peligrosas que pudieran
haber.
Pasado el primer impacto de satisfacción que produce el
haber llegado al lugar que se consideró como final del
Roger L. Casalino Castro
recorrido, procedimos a buscar un lugar aparente para -
después de reunir unos cactos y palos secos- preparar
una fogata para asar los choclos, papas y camotes que
habíamos llevado.
Mi mamá buscó unos bulbos de amancáes y después de
acondicionarlos en las canastas -junto con los sanques,
airampos y pitajayas que todos le trajimos-
emprendimos el viaje de regreso, por considerar la hora
avanzada.
En ese momento mi mamá nos hizo notar lo maravilloso
del paisaje que se nos presentaba. A la derecha se
apreciaba un celaje espectacular. Mirando hacia el frente
no podíamos dejar de impresionarnos con el inmenso
cerro de arena de Acarí mostrando orgulloso el Toro
ubicado en el centro de su increíble falda de arena -es la
figura de un toro muy grande, formado de clavelinas,
que se puede ver desde muy lejos-, luego mirando hacia
la izquierda siempre en la banda del frente, se podía ver
con claridad la subida del águila, por donde iban los
arrieros a Chalhuanca; el águila también estaba formada
de clavelinas por un capricho de la naturaleza. Un poco
más arriba, a considerable distancia, enclavado en el
centro de la quebrada y como una pirámide, se divisaba
un cerro, no muy grande, pero sí intrigante llamado
Socctapara, que tiene la particularidad de que a pesar de
la distancia a que se encuentra del mar, desde su
estratégica cumbre se puede ver no sólo el mar, sino
Y Dios... Trajo al Hombre
también las diferentes quebradas que convergen a esa
parte del valle en las que aún quedan restos de los
caminos de la Época de los incas. En esos tiempos
Socctapara fue utilizado como una fortaleza. Todo el
panorama era una mezcla de tristeza y silencio, pero
también de fuerza y esperanza que se manifestaba en el
serpentear del río y en la tonalidad de los diferentes
verdes del valle, desde Amato hasta Acarí, Tambo
viejo y Cerro Colorado.
Al día siguiente, sentados en la grada de la casa,
comentábamos sobre el paseo y extrañábamos principal-
mente las ricas pitajayas, que para nosotros, como ya se
ha dicho, eran golosinas...No terminábamos aún de
asombrarnos del tamaño de la araña-pollito a la que
mató don Velarde -el hombre que ayudaba a mamá en la
huerta, el jardín y las tareas pesadas de la casa- que se
llama así porque dicen que grita como pollito para
acercarse a los nidos y comerse los pichones.
Sixto, muy entusiasta, estaba feliz de que don Velarde
nos hubiera enseñado a caminar con cuidado observando
el camino para no ser picados por una lucacha, una araña
pequeña pero peligrosa cuya picadura puede ser mortal o
por lo menos muy dolorosa.
No terminábamos aún la conversación sobre el paseo,
cuando apareció el camión de la hacienda, cargado de
caña de azúcar, procedente de Amato y con destino al
Roger L. Casalino Castro
trapiche de Chocavento. Salimos corriendo tras el
camión gritando a los ayudantes que iban sobre la carga
y éstos comenzaron a tirarnos cañas. Eso colmó nuestro
entusiasmo y felices de la vida nos sentamos en la grada
a chupar caña por largo rato.
Un día llegó de visita un primo que vivía en Nazca,
usaba pantalones bombachos con elásticos en los
tobillos y zapatos con hebillas. -justo lo que no nos
gustaba- Entre todas las tonterías que habló, dijo que los
"chinguillos" se llamaban gorriones y que a él le daban
propina, o sea plata. Cuando le preguntamos a mi papá
cómo era aquello, nos respondió que el dinero hay que
ganarlo para que las cosas que se compran con él tengan
valor. Pues bien, el asunto de la propina nos creó la
inquietud de comprar y fuimos en patota a solicitar
trabajo.
En esos días el único trabajo para chicos era el de
abonar. El abono era una mezcla de guano de isla y
guano de corral. Sin más que decir, a las siete de la
mañana estábamos en el campo provistos cada uno con
una lata de cinco galones -de esas en las que se vendía
la gasolina-, con una pita para cruzarla sobre el hombro,
de tal manera que la lata quedara ubicada por debajo del
brazo izquierdo con la boca hacia adelante, en posición
tal, que permitiera sacar el abono con la otra mano.
Comenzó el trabajo, cada guaneador iba detrás de un
Y Dios... Trajo al Hombre
peón, que con la pala, hacía un hoyo al lado de cada
mata de algodón. Nuestra labor consistía en echar un
puñado de guano y taparlo con el pie, sin zapatos
naturalmente. Trabajamos toda una semana; no
podíamos quejarnos. Eso no lo hace alguien que quiere
trabajar. Al fin llegó el sábado, día de pago,
disimulando el hombro pelado raspado por la pita, la
cadera morada por los golpes de la lata, y las manos
quemadas por el guano, nos presentamos a cobrar. Los
chicos ganábamos la mitad del salario de los grandes.
Nos tocó veintidós centavos a cada uno: una moneda de
a un real, dos monedas de a medio y un gordo; esto
quiere decir, una moneda de diez centavos, dos monedas
de cinco centavos y una moneda de cobre de dos centa-
vos. Sixto decía que tenía más porque le dieron dos
monedas de a un chico, o sea, de a un centavo.
- íPa'su diablo!, ahora... qué hacemos con
tanta plata?...vamos a ver a mi mamá
pa'que nos guarde un poco.
- Ta'bien pue, pero después vamos p'onde
doña Barbarita que dicen que le han
llegado caramelos de colores y chocolate
Campoy.
- ¡Púchale! yo me como un chocolate
enterito.
- Yo tamién, pero me lo como poquito por
poquito pa'que me dure.
- Y si nos compramos unos cuetes pa'reven
Roger L. Casalino Castro
tar?
- Ya pue, ¡firme!; los prendemos con un
tizón de la cocina.
- Pero tenemos que traerle algo pa' mi
mamá...
- ¡y pa'las muchachas tamién!
Todos animados por ésta conversación partimos a
realizar la primera y mßs importante compra de nuestras
vidas, con nuestro propio y bien ganado dinero. Fue –¡y
ni qué dudarlo!- una experiencia inolvidable: volver con
los bolsillos llenos de caramelos y galletitas de
animalitos; llegar a la casa y repartir a todos olvidando
la dureza de los días pasados. Sixto, preguntaba si podía
"tirar prosa", como Víctor, cuando venia con su camisa
limpia pa'que lo vean las muchachas y se ponía al frente
de la casa con su sombrero de paño de medio lado y las
manos en la cintura.
Como ya he dicho antes, ¡qué simple era una sonrisa y
qué fácil llegar a una carcajada! Cuando caminando por
ahí, al tratar de saltar una acequia nos caíamos al agua, o
alguien por distraído se caía de un árbol o de una pirca,
o después del llanto que provocaba un tropezón con una
piedra, siempre, justamente donde ya se tenía una
heridita, de todos modos se terminaba en risa.
Pero el tiempo no se detiene. Mi papá fue a trabajar a la
hacienda Collona con sus dos hermanos, y nos fuimos
Y Dios... Trajo al Hombre
para allá. Viviríamos con mi abuelita. La casa era muy
grande y contaba con una hermosa huerta llena de
frutales de toda clase.
Pronto olvidamos El Molino. Nos dedicamos a conocer
todos los potreros y montes. Caminamos por el río en
busca de lugares especiales. Los días eran largos,
comenzaban a las seis de la mañana tomando leche al
pie de la vaca, cada uno con su jarro en la mano, y luego
íbamos a ver a los pastores que estaban ensillando los
caballos y atendiendo simultáneamente cualquier
dificultad que se pudiera presentar con las vacas y los
becerros. Antes de perdernos de la casa teníamos que
preguntar sobre mandados o cosas en las que debíamos
ayudar; desde hacer compras en el pueblo hasta
desgranar maíz y cargar agua, ya fuera del pozo o de la
acequia.
En las tardes salíamos al campo llevando costales y una
segadora para cortar gramalote y pasto para los conejos
y cuyes, además de verdolaga para los chanchitos.
Durante el día las gallinas y patos se soltaban en la
huerta, de manera que a las cinco de la tarde, después de
tomar lonche, Íbamos a la parte trasera de la casa y junto
con el encargado de la huerta silbábamos con fuerza y
las aves venían corriendo a comer el maíz que les
dábamos. Este era sin duda un momento muy lindo en el
que por lo general participaban todos los de la casa. Una
vez encerradas las aves en el gallinero, venía un rato de
Roger L. Casalino Castro
tertulia familiar en el gran corredor situado en la parte
delantera de la casa, donde mientras los chicos
jugábamos a las escondidas, al chicotito caliente u otros
juegos infantiles, los mayores hablaban de sus cosas.
Algunas veces participábamos también de la conversa-
ción de los adultos, formando nuestra propia idea sobre
los temas que hablaban, ubicándolos dentro de nuestra
realidad. Como aquella ocasión en que contaban una
historia sobre una zamba bembona que recuperaba el
marido, cada vez que éste se le escapaba a las cantinas a
echarse unas copas con los amigos, y ella lo sacaba
poniéndoselo debajo del brazo como un paquete.
Yo la imagino así...
La bemba de la zamba
Nunca se vio cosa igual
decía un día mi padre,
hablando con su compadre
de un caso fenomenal.
Él, un zambito bien camba
que todo se contornea,
está que se jaranea
con la bemba de la zamba.
Y Dios... Trajo al Hombre
Ella, una zamba bembona
de curvas que se desbordan,
donde sus pechos le adornan
atributos de campeona.
Qué bemba descomunal,
si la usa como recurso,
está fuera de concurso,
es bemba profesional.
Señora de la "boquita",
por qué no la frunce un poco,
hace un calor que me aloco,
necesito su sombrita.
Así se burla el zambito
dándose el son de poeta,
y al referirse a su jeta
la zamba le pega un grito.
Zambito cara'e patada,
te agarro, te despabilo,
y levantándolo en vilo
lo tira por la portada.
Cae p'arriba la gamba,
destrozada la camisa,
mientras nace una sonrisa
en la bemba de la zamba.
Roger L. Casalino Castro
Tranquila pue'ña Petita,
uté me quiere matar,
¿Por qué no me quiere dar
un beso de su bembita?
Zambito zarrapastroso,
aunque sea tu mujé'
en casa no quiero ve'
negro tan espantoso.
Cortado el zambo en su maña,
sale a buscar sus amigos
y con éstos por testigos
se embomba chupando caña.
Y diciendo a su manera,
que se muere por su zamba,
quiere volver por su bemba
que allá en la casa lo espera.
No se da cuenta siquiera
que viene tumbando sillas,
lo toma por las costillas
y le da su marinera.
T· sabes zambo bandido
como soy cuando me enrazo,
lo pone debajo el brazo
y se lo lleva rendido.
Y Dios... Trajo al Hombre
Nu'hay na'que hacer, ¡qué caramba!,
él ya no siente dolor,
pues lo domina su amor
por la bemba de la zamba.
Cada vez que teníamos oportunidad nos Íbamos a los
potreros donde pastaba el ganado; allí montábamos los
caballos de los pastores. Regularmente lo hacíamos a
pelo y de a dos cada vez. Sin embargo cuando
queríamos divertirnos, agarrábamos un burro y
montábamos de a tres. Sixto siempre quería ser el último
porque atrás es más cómodo, y él decía que se sentaba
en la tacita. Además porque aprovechaba para jalarle los
pelos al burro, haciéndolo levantar las ancas y
corcovear. Aumentaban los ¡agárrate que me caigo! y
algunas veces terminábamos en el suelo, con un "ayayau
miéchica", sobándonos con la mano la parte trasera
golpeada, pero sin dejar de reír.
Como mi mamá era muy entusiasta, buscaba la forma de
romper la monotonía, de manera que organizó un paseo
a Las Peñuelas, un lugar muy especial donde hay playa,
rocas, mucho marisco y pesca. Salimos temprano con
todo lo que pudiera necesitarse para un buen almuerzo
en un día de pesca y playa. Los peones llevaron sus
nejos, atarraya, cordeles y pejezaperos. Al final, con
algunos allegados, se llenó el camión con más de una
treintena de personas.
Roger L. Casalino Castro
Antes de llegar, una broma -justo antes de que se
divisara el mar-: el chofer paró para repartir un pedacito
de hueso a cada uno de los que nunca lo habían visto,
diciéndoles que si no lo chupaban el mar se saldría.
Sixto chupó su hueso, pero cuando divisé el mar, abrió
la boca y éste se le cayó. Lo recogió inmediatamente y
lo retuvo en la mano. A medida que nos acercábamos al
mar, iba aumentando su emoción.
Lo primero que nos llamó la atención fue la casita de
don Timoteo; ubicada en lo alto de una fortaleza del
tiempo de los incas construida al pie de un acantilado
piramidal y cuyos muros de defensa fueron hechos con
bloques de sal que el tiempo y la humedad han fundido y
aplastado. Don Timo era un pescador que vivía allí
como un ermitaño, aún en la soledad del invierno.
Solamente en el verano Las Peñuelas se convierte en el
balneario para los habitantes de la parte baja del valle,
siendo así que llegan las familias de Cerro Colorado,
Vijoto y Lungumari principalmente, con abuelos hijos y
nietos, además del obligado burro, indispensable para el
acarreo de agua desde el río, a cuatro o cinco kilómetros,
pues Las Peñuelas está ubicada a esa distancia de la
desembocadura del río Acarí.
Apenas llegamos, las mujeres se dispusieron a ordenar
las cosas y a preparar un fogón. Los hombres, cada
quien según su herramienta salieron de pesca a la playa
Y Dios... Trajo al Hombre
o a mariscar a la peñería. Los chicos teníamos que ser
capacheros, o sea que debíamos recibir lo que se iba
pescando o mariscando, para llevarlo a las mujeres que
esperaban listas para preparar el rico y abundante
almuerzo marino.
Sixto era el capachero más entusiasta, caminaba por las
peñas donde pudiera recibir el impacto de las olas.
Como entre los peñascos existen playitas lindas,
aprovechábamos para bañarnos sin mayor riesgo y
aplacar el impacto del fuerte sol. Pasado el mediodía, y
poco a poco, fuimos arrimándonos al fogón a reclamar
una porción de picante de mariscos o picante de
cochayuyo; pescado frito o sudado y el infaltable chupe
de cangrejos. Todo esto, realzado por lo natural del
ambiente, tenía un sabor especial. Comimos sin medida
ni clemencia, saboreando cada pata de cangrejo, a mano
limpia y con una enorme sonrisa de satisfacción.
Cumplido el banquete, todos regresamos al mar. Las
mujeres recién daban comienzo a su diversión, y según
sus gustos fueron a las peñas o a la playa.
Llegó el momento del retorno : pesca, mariscos y todo al
camión. Pero algo faltaba, naturalmente... Sixto. Fueron
dos peones a buscarlo y al rato volvieron con él cargado
al hombro como si fuera un costal y pataleando. No
quería salir del mar, él quería quedarse un rato más.
Roger L. Casalino Castro
El viaje de vuelta fue de bromas y muchas ocurrencias.
Cuando llegamos al cruce del río de Acarí, el camión
hizo un alto y bajamos a darnos un baño de agua dulce
para quitar la sal del cuerpo. En ese momento nos dimos
cuenta de la erisipela que traíamos encima, lo que
arrancó carcajadas porque todos estábamos igual de
quemados. Un lindo y hermoso día. Muchas defini-
ciones y novedades, pero sobre todo, una nueva ilusión
para Sixto...el mar.
Por aquel entonces el municipio de Acarí había compra-
do un radio marca Zenit, el que fue instalado en un
casillero a dos metros y medio de altura en el centro del
jardín de la plaza. La antena usaba como postes algunas
de las palmeras existentes en el parque.
Para que este alarido de la ciencia pudiera ser
escuchado, era necesario: primero, que el aconteci-
miento coincidiera con el arribo del camión del correo
que llegaba cada dos semanas; segundo, que el chofer
del camión al pasar por Nazca se acordara de recoger la
batería que había sido enviada a cargar quince días
antes; y tercero, que en el ínterin no se malograra ningún
tubo del radio.
Con estas condicionantes en positivo y con gran afluen-
cia de público congregado, los hombres para-dos y las
mujeres sentadas en las bancas, mientras los muchachos
nos sentábamos en el suelo sin despegar los ojos del
Y Dios... Trajo al Hombre
aparato, se daba inicio al intento de escuchar algo. Claro,
previa limpieza de los bornes de la batería y regadita del
cable a tierra.
Gran emoción cuando la música superaba la barrera de
la estática o si de repente se captaba un partido de fútbol
y se escuchaba:... lleva la pelota Baldovino... se la pasa a
Alcalde... centra para Lolo... se acomoda...dispara yyy...
¡pa'su macho!, no se sabía si era gol; entonces uno decía
gol y otro le respondía con voz de sentencia, "no, la
estática". Entonces se armaba el comentario sobre la
velocidad con que hablaba el speaker y lo bueno que era
ese arquero Valdivieso porque sabía encajonar muy bien
la pelota.
- Oye, preguntaba Sixto, ¿Qué es la "número
cinco"?
- Sonso, es la pelota pué; la número cuatro
es la pelota con que se juega acá, y la
número tres es la que hacemos con la
vejiga de carnero pa'jugar nosotros.
- Ta'bién pué, yo no sabía esos nombres.
Todo estaba bien hasta que se ponían a escuchar
noticias: que si la guerra, que los nazis o que si los
aliados y al final ¿para qué?, cada uno entendía una
cosa diferente. Para unos los buenos eran los nazis y
para otros los aliados. "No entiendo esto, porque el que
es bueno es bueno y el que es malo, es malo, Así como
Roger L. Casalino Castro
dice el libro de misa: el bueno era Abel y el malo era
Caín ".
Una vez estábamos jugando al frente de la casa y vimos
a don Cheque. Un viejito indigente a quien mi papá le
había dado un cuartito al lado de la herrería para dormir,
además, era necesario llevarle la comida porque ya
estaba casi impedido de caminar. Al acercarnos a él,
observamos que con una espina trataba de sacarse los
piques que tenía en gran cantidad. No existían
insecticidas, así es que lo usual era sacarlos con una
aguja y luego echar en la herida un poco de kerosene.
Para ello se utilizaba la mecha del lamparín que estaba
totalmente impregnada.
Fuimos a la casa y trajimos aguja, gillette y un lamparín.
Don Cheque se libró de gran cantidad de piques que lo
tenían muy agobiado. Cuando mi papá se enteró de esto
nos llamó y premió permitiéndonos ir al cine, que
justamente esa noche, daba una función después de mßs
de un mes.
El cine Tres Estrellas, que axial se llamaba, aunque le
decían "tres botellas " porque los dueños eran unos
borrachosos, constaba en una camioneta con su motor de
luz, un equipo de cine portátil, un parlante y un telón
blanco. El cine viajaba de pueblo en pueblo. La función
se daba en el patio del colegio y el que quería sentarse
tenía que llevar su silla al hombro.
Y Dios... Trajo al Hombre
Pasaron una película con un indio que se llamaba Kioga.
Algunos se preguntaban por qué estaba allí, si a ese ya
lo habían matado en otra película. También había otros
personajes, uno que se llamaba Herman Brix del que se
decía que era el joven; la muchacha y el chistoso
también eran buenos pero los bandidos eran los malos.
Nosotros, con Sixto metido como una cuña, estábamos
adelante junto al telón, pero como eso mareaba, nos
fuimos para atrás donde estaban los peones que no
habían llevado silla. ¡Ellos sí que sabían ver la película!
Le avisaban al joven cuando venían los bandidos y
también cuando otro bandido agarraba a la muchacha, le
advertían que vendría el joven a ponerlos en su sitio.
Como todos los comentarios se hacían con las lisuras de
uso diario u otras ocurrencias, resultaba divertido. De
vez en cuando también decíamos algunas de las
nuestras.
La vida cotidiana traía siempre algo que hacer o qué
decir o también algo en qué participar.
- Hola don Leoncio, ¿Po'nde lleva jalando
ese sauce?
- P'onde doña Clema pué, pa'la yunza
- ¿Y su burro tua'vía jala?... ¿No es cierto
que's de paso?
Roger L. Casalino Castro
- Quita, quita muchacho y deja de decir
sandeces
- ¿Y tamién va'usté a bailar en la yunza?
- ¿No tienes nada mejor que hacer?
- Si me han dicho que está buscando novia
- Oye, ¡no jodas! !ah!
...y siguió su camino hablando solo y arreando el burro
que arrastraba con dificultad el sauce. Este, era
suficientemente grande y grueso como para hacer una
buena yunza, de esas que se pueden hacer durar hasta la
madrugada y para tener la oportunidad de divertirse
bien.
Esa tarde, la yunza comenzaría como a las cinco y al
oscurecer, el alumbrado sería a puro farol. Desde
temprano fuimos a observar la operación de adornar y
llenarlo de galletas, caramelos, talco y picapica,
convertidos en paquetitos de colores que eran atados a
las ramas. El papel cometa de variados colores y cortado
de diversas formas, engalanaba todo el ambiente. Otras
mujeres se ocupaban de la chicha, el ponche y las
butifarras. Desde la parte trasera de la casa nos venía
con fuerza el olorcito del "arroz con pato" y por
supuesto también el rumor de:
Y Dios... Trajo al Hombre
El chisme
Te contaré que en la esquina,
cuando venía a la casa,
estaba doña Tomasa
chismeando con la vecina.
Me creerás comadrita
si te digo lo que siento,
porque sabes que no miento,
por la misma cruz bendita.
Los chismes que no me gustan,
la vida que llevo es buena,
pero me tinca y me suena,
que aquí las habas se tuestan.
Porque la china del cinco
anda con mucho secreto
y un jovencito discreto
la mira con mucho ahínco.
Pa'mi que la coquetea,
porque comadre yo he visto
como camina, e insisto,
que al caminar lo marea.
Roger L. Casalino Castro
A mí no me gusta hablar,
felizmente comadrita,
pero esta china bendita
a un santo lo hace temblar.
La casa de quincha, situada donde termina el pueblo, en
la intersección de dos callejones, tenía un patio delantero
de tal manera que dejaba libre la esquina. La yunza se
plantó firme dejando suficiente espacio para la ronda y
se colocaron todas las sillas de la vecindad en el patio
para dar forma el salón de baile. La gente llegaba con su
ropa dominguera; los hombres con las manos en los
bolsillos y los zapatos de cualquier manera porque no
eran requisito indispensable.
Cuando en eso: "¡Hola comadrita!, ¡hola compadrito!",
llegaron los guitarristas con sus palos trinadores
adornados con una cinta peruana en la parte del
clavijero. Se sentaron en una esquina y sin más
preámbulos comenzaron a tocar y cantar a todo pecho
mientras con mucho entusiasmo se les invitaba su primer
trago de cañazo con cascarilla; ¡Dicen que pa'calentar!.
- Oye Sixto, ¿Tú sabes bailar?
- Claro...el valse se baila dando un paso
y un saltito.
- ¿Y la polca?
- Mas fácil, caminas moviendo el brazo
Y Dios... Trajo al Hombre
de arriba pa'bajo y de abajo pa'rriba.
- Pero, ¿Has visto que los muchachos sí
se divierten bailando hasta el final?,
en cambio los más grandes, se pegan
unos tragos, bailan unas piezas y
después se pierden en los algodonales.
- Así es pué cuando dicen que son enamo-
rados. Ya después se la roban y enton-
ces se la llevan pa'su casa, dicen que
pa'tener hijos.
- Mejor es ser muchachos, ¿No?
Se arrancó el baile con valses, polcas y guarachas;
festejos y ni que hablar, marineras y...
La Resbalosa
Más que muñeca preciosa,
mßs que coqueta bandida,
por tí me mato la vida
después de la resbalosa.
Trina la guitarra fino
vibrando alegre el bordón,
al compás de castañuelas,
de cucharas y cajón;
revolotea el pañuelo,
pica, quiebra, punta y taco
sacándole lustre al suelo,
Roger L. Casalino Castro
da la vuelta, coquetea,
llama y jala salerosa
levantándose el vestido
para enseñar la rodilla
al tiempo que juguetea
su cabeza primorosa,
altiva, alegre y sencilla
la peruana Resbalosa.
No me den de lo que abunda,
yo me doy solo y entero,
es por eso que me muero
al final de la segunda.
El pañuelo sobre el hombro
muestra risueña el vestido
y arranca el baile graciosa
al terminar el punteo
del consabido pregón;
canto agudo y jaranero,
suenan palmas, uno y dos,
qué lindo repiqueteo,
qué guitarra, qué bordón,
castañuelas, cuchareo,
dale primo...Qué cajón...
Si ya morirme quisiera
pa'que pongan en mi losa,
aquí yace el sandunguero
que mató la Resbalosa.
Y Dios... Trajo al Hombre
Los guitarristas le daban fuerte a la melodía rematando
con su voz aguardentosa y de amargura llena, como
dice el vals. Luego, y viendo que ya los muchachos
estaban impacientes por treparse a la yunza, se armó la
ronda y, machete en mano, el padrino dio el primer
golpe dejando el machete incrustado en el tronco. Al
sonsonete de las guitarras, y agarrados de las manos
comenzó la consabida canción:
Yuncita, Yuncita ¡Quién te tumbará!,
el año que viene, ¡Quién te parará!
A las lomas a las lomas,
agua quieren las palomas.
Yuncita, yuncita ¡Quién te tumbará!,
el año que viene, ¡Quién te parará!
La yunza cayó a eso de las diez de la noche, lo que para
nosotros era como decir de madrugada, y después de
revolcarnos por entre las ramas buscando los paquetitos,
nos fuimos a dormir comentando lo lindo que había
estado todo, y tarareando esa guaracha del Alacrán
cortando caña.
El año siguió su curso, íbamos al colegio con cuaderno,
silabario y pizarrita, además de un lápiz y otro lápiz de
leche que servía para escribir en la pizarrita. Muchas
cosas sucedieron que nos llenaron de alegría al entrar a
Roger L. Casalino Castro
una edad en que comenzábamos a sentir y comprender
mejor las cosas. Las Fiestas Patrias con banda de
músicos, tómbolas y vivanderas; las calles adornadas
con cadenetas y banderines de pared a pared; luego los
desfiles y toda la gente del valle disfrutando
entusiasmados, hasta que al fin: ¡El castillo!... esa
maravilla de fuegos artificiales que nos dejó con la boca
abierta por largo rato...íPa'su macho, eso sí que fue
lindo!. Nos gustaban los "cuetes de arranque" porque
explotaban muy alto y los "buscapiques" porque nos
daba risa ver cómo todos saltaban tratando que no les
quemen los pies.
Los paseos que hacíamos todos los alumnos de vez en
cuando, siempre con los dos maestros, ya fuera al cerro,
a las ruinas o al río, durante los cuales nos iban
enseñando cosas sobre las plantas, las piedras y los
animales, así como historias del tiempo de los incas,
eran muy divertidos y entretenidos. Estas épocas se
evocan con una sonrisa nostálgica y como ya se ha
dicho, nunca dejábamos de percibir situaciones que
tuvieran sabor a novedad.
Y Dios... Trajo al Hombre
- Sixto, Sixto...dicen que anoche Pachinga
se robó a la Cutina y que ahora son
marido y mujer.
- Claro... si hace tiempo que andan buscando
leña en el monte.
- ¿Y eso qué?
- Ah, yo no sé, así dice don Rafa y que
ya'stá empreñada.
Roger L. Casalino Castro
- íPúchale! ¡Cómo le salerán los hijos?
- Con los pelos pura pasita nomá pué.
Nada nos gustó mas que "los negritos" en la Navidad. Su
vestimenta con franjas de colores y cintas peruanas,
adornadas de espejuelos y cascabeles que sonaban al son
de los bailes, zapateos y pasadas; todo, al compás de
una guitarra que bordoneaba una tonada tipo festejo. Los
seguíamos en su recorrido de casa en casa, donde estos
chiquillos lucían su arte por una moneda, haciendo
competencia de pasadas y canciones. Al llegar, tocaban
las campanitas... que llevaban en la mano y luego
haciendo una ronda cantaban con voces firmes
golpeando con fuerza sobre una sílaba de cada palabra.
El veinticínco dé diciémbre
el veinticínco dé diciémbre,
bájaron los carpintéros
bájaron los carpintéros,
a dibujár a Jésucristo
a dibujár a Jésucristo
én su santísimo madéro
en su santísimo madéro.
Luego, antes de irse, como en todas las casas se
acostumbraba hacer un Nacimiento, se acercaban a él
cantando y bailando para luego retroceder haciendo
venias al compás de las campanitas
Y Dios... Trajo al Hombre
Adiositó níño líndo
adiositó níño líndo
adiositó verdadéro
adositó verdadéro
échanos tú bendición
échanos tú bendición
hásta el añó venidéro
hásta el añó venidéro
La abuelita se fue a vivir a la casa de Lomas. Entrado el
verano, nos preparamos para ir de temporada. Eso
significaba que el "requembeque" -así se llamaba el
camioncito de la hacienda- tenía que hacer, de primera
intención, un viaje a Lomas llevando leña y pasto, una
vaca con su becerro, carneros y gallinas. Al día siguiente
partía nuevamente con los veraneantes y todo lo
necesario para disfrutar de la playa, la brisa del mar y la
buena pesca.
Lomas es una punta de roca sólida que entra unos cinco
kilómetros en el mar. La parte sur recibe el impacto de la
corriente marina, por lo que las olas son fuertes y la
playa, de unos veinte kilómetros, que va desde Lomas
hasta Las Peñuelas, se llama playa brava; en cambio la
parte norte es protegida por la punta y, por tanto, las olas
son menos fuertes; también de unos veinte kilómetros,
va hasta Sombrerillo, se llama playa mansa.
Roger L. Casalino Castro
Ya el día anterior Sixto hizo lo imposible para ir en el
camión. Lo logró al fin y llegando apenas echó las
gallinas al corral -que dijo que cuidaría- y emprendió
veloz carrera hacia la caleta para darse su primer baño.
Para el regreso hubo necesariamente que recuperarlo de
ahí.
La ropa de baño que usábamos era simplemente un
pantalón de fútbol al que se le daba el nombre de
bañador, se convirtió en la prenda favorita de Sixto. Lo
usaba como sombrero, calzoncillo y pijama; no se
deshacía de él ni para dormir.
Nos encantaba preparar nuestros anzuelos y cordeles e ir
a pescar mojarrías, cavinzas y tramboyos a Santa
Teresita y al volver a la casa comerlos bien fritos. En
otras ocasiones, cuando el mar estaba bajo, nos íbamos a
mariscar o cazar cangrejos. Los chupes de cangrejo eran
la especialidad de la casa.
A medida que el verano avanzaba, Sixto se volvía
obsesivo. El mar ejercía sobre él un dominio total. Ya no
quería jugar con nosotros si no era en la caleta. No iba a
la playa ni a parte alguna que lo alejara de esa caleta. Se
ocupaba de los mandados y compras, porque -ya fuera
de ida o de vuelta- tenía que pasar por la caleta. Como la
casa quedaba cerca, en una parte elevada, cuando se le
requería, alguien salía, pegaba un grito y cualquiera que
Y Dios... Trajo al Hombre
lo escuchaba advertía a Sixto, quien salía disparado al
llamado, resolvía el asunto a la carrera y volvía al agua.
La obsesión por el mar fue en aumento, al punto que ya
el bañador pasó a ser parte de su cuerpo. Cuando se le
requería, se ponía la ropa sobre mojado cuantas veces
fuera necesario. Comenzó a toser por las noches. No
había forma de hacerle comprender que no debía bañarse
den esa manera.
Una mañana amaneció con fiebre alta; tanto, que no
pudo levantarse. En Lomas no había ni siquiera un
boticario, por lo tanto se le curó con los elementos
naturales de la Época: infusiones, pastillas y cama. Al
día siguiente amaneció mejor, y con mucho esfuerzo se
le retuvo allí.
Para llegar desde la casa a la playa mansa hay que
caminar como dos kilómetros, y como a los mayores les
gusta bañarse en ella porque es hermosa y tentadora,
acostumbran a ir por la tarde cuando el sol empieza a
bajar. Esa tarde todos fuimos a la playa, excepto la
abuelita y Sixto. Cuando volvimos, como a las seis de la
tarde, nos dimos con la sorpresa de que Sixto no estaba
en la casa. Salimos inmediatamente hacia la caleta (Por
lo general en las tardes no iba nadie por ahí)
encontrándolo dormido sobre una roca, boca abajo sobre
las manos y, según escuchamos, "volando en fiebre".
Roger L. Casalino Castro
Un viejo pescador, amigo de la casa, se ofreció para ir
por mi papá. El camioncito que traía agua a la población
estaba malogrado. Don Perico, que así se llamaba el
pescador, caminó ocho kilómetros hasta la carretera.
Allí, después de esperar un largo rato, tomó un camión
hacia el sur y viajó veinticinco kilómetros más hasta el
desvío de Acarí, por el que caminó casi toda la noche
hasta llegar a una chacra, donde al contar de qué se
trataba, arrancaron un viejo tractor y lo condujeron por
el largo trecho que aún faltaba hasta la hacienda
Collona. Don Perico llegó con el cansancio más grande
de su vida.
De inmediato mi papá y don Perico partieron en el
requembeque, pasaron por el boticario quien tomó su
jeringa de inyecciones y lo que tenía a mano que pudiera
servir, partiendo tan rápido como el camioncito podía
viajar. Llegaron a Lomas como a las diez de la mañana.
Sixto estaba muy mal. Los pescadores decían que tenia
"tabardillo", y otros que era "costado". En la casa nadie
había dormido. El boticario hizo hervir su jeringa y le
aplicó unas inyecciones. Luego preparó unas cucharadas
y se las dio a tomar como pudo, además de una pastilla.
Todo el día estuvieron tratando de bajarle la fiebre, pero
en la noche Sixto se puso peor.
Y Dios... Trajo al Hombre
Nosotros estábamos asustados con la seriedad de todos.
No podíamos medir realmente la situación, tampoco
podíamos estar muy metidos en la casa; siempre nos
mandaban afuera, pero esa noche nos enviaron temprano
a la cama, mas no era posible dormir. Como la casa era
de madera, tratábamos de escuchar todo lo que se decía
hasta que el cansancio pudo más que la curiosidad y nos
quedamos dormidos.
Al despertar temprano, como de costumbre, fuimos al
comedor que estaba al lado del cuarto donde dormía
Sixto, allí nos dijeron que él había muerto. No sé qué
sentí, sólo sé que fui corriendo a la caleta donde estuve
toda la mañana mirando el mar. No vi. tampoco cuando
se lo llevaron al cementerio; pero es verdad que lo
sentimos, que nos faltaba. Es verdad que lo extrañamos
porque era parte de nosotros.
Sixto fue simplemente un niño al que la ignorancia y
desamor de un pariente absoluto y tirano, producto de
¡sabe Dios cuántas generaciones de ver lo mismo en
propios y extraños!, lo arrinconó contra una obligación
mucho más allá de sus fuerzas, sumiéndolo en una niñez
infeliz e impedido también de ver más allá de sus
narices; pero, al ser liberado de esa opresión limitante,
saltó0 a la vida donde lamentablemente le faltó tiempo
para adecuarse a la libertad dosificándola para sacar
provecho de ella.
Roger L. Casalino Castro
Todo lo bueno que halló, y especialmente lo que a él
realmente le gustó, sobrepasó los límites de la tentación
para convertirse en una obsesión que se lo llevó de
encuentro.
A pesar de la pena que nos causó su muerte, de la pena
de perder un compañero tan amigo, siempre sentimos
adentro, estimulando nuestros sentimientos, esa grata
satisfacción que deja el contribuir a que un niño sea
feliz.
¡Adiós Sixto!...
¡Nos vemos en la caleta!..
AAddiióóss aall aammiiggoo
Has vivido entre nosotros
varios años de tu vida;
hoy dejas con tu partida
una ausencia tan sentida
que no podrán llenar otros.
Trabajaste con tesón,
con ese esfuerzo que arrastra,
con esa mano que muestra
y en conciencia se demuestra
que tuviste un corazón.
Y Dios... Trajo al Hombre
Aquí quedan tus amigos,
conformes al comprender,
que es de gente de valer
nuevos rumbos recorrer
sin temor a los castigos.
Nunca sentimos que fueras
otra cosa que un amigo;
tenemos a Dios por testigo,
porque jugando contigo
siempre amansamos las fieras.
Hoy estrechamos tu mano
en señal de despedida
al emprender la partida...
porque sentimos que en vida,
¡fuiste un amigo...y hermano!
Roger L. Casalino Castro
Lágrima
Había una vez una lágrima
que vivía en el fondo de los lindos ojos
de un niño inocente del centro de Lima,
que en busca de amigos, comía rastrojos.
Nunca, se decía, podré comprender
el por qué este niño no se busca abrigo
en alguna parte donde depender
de algo que lo libre de ser un mendigo.
Yo aspiro, decía, a ser una lágrima
que exprese alegría y que exprese amor,
brotar en momentos de amistad y estima
ayudando a la gente a no sentir temor.
Yo quiero, decía, tener un amigo
que enfrente la vida con una sonrisa,
que me de su mano, que ría conmigo,
que viva tranquilo y sin mucha prisa.
Yo me siento triste cuando me reprimen
sin saber que puedo brindarles consuelo
a niños y ancianos víctimas del crimen,
de la incomprensión y del desconsuelo.
Y Dios... Trajo al Hombre
También yo quisiera tener una novia
y salir a verla desde el lagrimal,
decirle te amo es cosa muy obvia,
pero fundirme con ella...¡qué sensacional!
Qué lindo es ser lágrima y consolar a un niño,
animarlo, ponerle brillo a sus ojos,
sentirme en su mano con mucho cariño
al refregar su mejilla y quedarme de hinojos.
Cómo quisiera que el mundo aprendiera a llorar,
cuántas cosas buenas se liberarán,
para ser felices cantando al orar,
pues sin represión se comprenderán.
Dicen que soy débil, y por eso no lloran,
les gusta que digan que son muy valientes,
amargados mancillan lo que más adoran
y sólo demuestran que son inconscientes.
Adoro a ese niño de ojos brillantes,
de mirada diáfana llena de inocencia,
porque lo apaciguo en sus penas constantes
y le garantizo amor y paciencia.
Yo le grito al mundo que aprenda a llorar,
a reír con lágrimas, soltarlas conscientes,
que brillen sus ojos al colaborar
con los desvalidos y los inocentes.
Roger L. Casalino Castro
La libertad es el primer derecho del hombre
y es más importante que la vida misma.
Privar de la vida...no es ninguna solución.
Privar de la libertad...es una crueldad.
Y Dios... Trajo al Hombre
Puchito
Había una vez un pequeño poblado que se caracterizaba
porque estaba ubicado en una zona árida a la que costaba
mucho esfuerzo llevar el agua. Sus habitantes eran
campesinos humildes, de escasos recursos económicos y
culturales, pero forjados a fuerza de trabajo y respeto por
Roger L. Casalino Castro
la vida, lo que se reflejaba en sus curtidos rostros
dibujando en ellos una profunda resignación.
La única escuela del poblado -muy elemental por cierto-
estaba a cargo de un profesor que en sus buenos tiempos
de estudiante probablemente tuvo la suerte de poder
estudiar hasta el tercer año de primaria. Este, adornado
por una gran barriga, la que era sostenida por una gruesa
correa de cuero con una tremenda hebilla, que era la
admiración de todos, infundía mucho respeto, a pesar de
su aspecto bonachón. Simplemente, el respeto se debía a
que era ¡el Maestro!
El alumnado estaba formado por dos grupos: el primero,
integrado por los pequeños que asistían a la clase
mañana y tarde incluyendo el sábado por la mañana; y el
segundo, correspondiente a los mayores que trabajaban y
que solamente asistían de lunes a viernes por las tardes.
Las más simpáticas e interesantes eran las clases de la
tarde, porque resultaba gracioso compartirlas con los
grandes, ya que, ante los conocimientos del profesor,
todos eran iguales y con la misma facilidad tenían que
estirar la mano, con la palma hacia arriba, para recibir un
reglazo cuando no sabían la lección.
Sin embargo, había ocasiones en las que el profesor
llevaba a todos sus alumnos a la parte posterior de la
escuela, con el propósito de que como quien aprende
Y Dios... Trajo al Hombre
algo sobre el trabajo de campo, cosecháramos para él
las pocas hortalizas o camotes que en su chacrita era
posible sembrar. La ocasión era especial, sobre todo
porque les permitía alternar y trabajar con los que
sabían cómo hacerlo sin que dejara de ser un recreo para
los más chicos. Simultáneamente, el profesor corregía a
los mayores algunos defectos de técnica, sugerencias
que ellos aceptaban con una sonrisita "cachacienta",
como quien dice: este gordito no sabe ni "miéchica" de
estas cosas.
Pero había algo que iba calando en ellos a pesar de esa
terquedad aparente de no querer cambiar sus costumbres
y forma de hacer las tareas. Comenzaron a entender que
a las plantas hay que trabajarlas y tratarlas bien, como a
una persona; que los árboles no sólo sirven para hacer
leña y que la casa se ve mejor si se adorna con plantas y
flores para alegrar el ambiente y unos árboles para que
les den su sombra. Ellos, comenzaban a comprender que
naturaleza es vida; que ellos la tenían allí. Sólo debían
aceptar los consejos del profesor y con un poco de
esfuerzo llevar agua en barriles a lomo de burro, para
plantar algunos árboles y darle colorido a su pálido y
terroso caserío.
¡Todos de acuerdo, un día domingo muy temprano, se
reunieron en la escuela. Allí formaron dos grupos; uno
se encargaría de conseguir plantones de árboles y otros
arbustos, dando preferencia a aquellos que por su
Roger L. Casalino Castro
naturaleza no requieren de mucho riego, tales como
guarangos y acacias, y parras e higueras entre los
frutales. El segundo grupo se encargaría de preparar los
hoyos para la siembra y el correspondiente acarreo de
agua.
Teniendo en cuenta, que la naturaleza es la expresión
máxima de la bondad de Dios, y como allá no existía
ningún tipo de práctica religiosa, el maestro inducía a
través de esta forma de asociación, la manera más
simple de estar con El. Naturalmente, los niños eran los
mßs entusiastas y disfrutaban de toda situación,
poniendo cada uno, además de su gota de agua...
también su gota de sudor.
Al lado del grupo de niños, como queriendo pasar
inadvertido o quizás estaba ahí para observar mejor, un
pequeño de aspecto tristón, con una mano en el único
bolsillo que le quedaba, miraba a los demás sin animarse
a participar de sus locuras. Todos lo llamaban Puchito,
porque era el último de varios hermanos.
La difícil tarea de cargar el agua desde tan lejos y la
lucha con el duro suelo, a lampa y barreta, había dejado
exhaustos a todos; sin embargo no flaquearon y
siguieron trabajando con tesón hasta terminar la
magnífica obra de dejar plantadas las jardineras con
semillas de flores y arbustos. Los árboles también
plantados al frente de cada casa.
Y Dios... Trajo al Hombre
El premio final para tan ardua labor fue algo muy
especial: para los chicos hubo buñuelos con miel de
chancaca y para los mayores, tamales y un par de tragos
de cañazo; naturalmente, después de un rico y sabroso
plato de cazuela.
Al día siguiente, todos los muchachos en patota iban de
poza en poza mirando cómo había quedado la siembra.
Esto se repitió los días subsiguientes, pero al ver que las
semillas demoraban en salir, se les acabó la novelería y
se fueron desilusionando, más aún, cuando vieron que
los plantones de árboles se comenzaron a marchitar.
Entonces dejaron de interesarse por los resultados de la
siembra.
Puchito, que sin ser el más activo de los participantes
era, sin embargo, el más observador y atento a lo que
decían los mayores, fue el único que a medida que
transcurría el tiempo, incansablemente regaba y cuidaba
las plantas y retoños para que los perros de la vecindad
no los dañaran.
Puchito se convirtió por cuenta propia en el guardián de
las flores y árboles que con tanto esfuerzo habían
sembrado en aquel inhóspito lugar. Sufría cuando
algunos inconscientes -que no faltaban pero que sí
abundan- soltaban sus animales para que se comieran el
verde que iba naciendo con mucha dificultad.
Roger L. Casalino Castro
Como Puchito se entristecía y lloraba por esta
circunstancia, era motivo suficiente para que los demás
muchachos se burlaran de él, inclusive, hicieran más
daño del que ya habían hecho.
Lejos de amedrentarse, Puchito insistía en sus cuidados;
resembraba y buscaba cañas y ramas que le sirvieran
para hacer barreras de protección alrededor de la plantas
mßs delicadas.
El recordaba siempre el cuento que le contara su madre
sobre el "muñequito de brea"...Se dice que un niño muy
dedicado a sus labores de campo, con mucho esfuerzo
había sembrado un huerto de hortalizas, pero a pesar de
que lo tenía convenientemente protegido, este era
visitado por un ratoncito que se comía lo que con tanto
sacrificio él cultivaba. Un día, cansado de ser víctima,
decidió poner en el lugar por el que acostumbraba entrar
el ratoncito, un muñequito de brea.
Cuando en la noche el pícaro ratón encontró semejante
personaje obstruyéndole el paso, le dijo: sal de mi
camino, esta es mi entrada; pero como el muñequito de
brea no le respondiera, insistió: te sales de mi camino o
te doy un puñetazo, y uniendo la palabra a la acción le
dio un derechazo en pleno pecho quedando su mano
pegada; entonces indignado le dijo: te daré un zurdazo y
verás, pero también se quedó pegado. El roedor montó
Y Dios... Trajo al Hombre
en cólera y después de amenazar al muñequito le
estampó dos patadas con toda su fuerza quedando
atrapado de manos y patas. Desesperado y sabiéndose
derrotado, recurrió a sus últimas armas, la barriga y la
cabeza, hasta quedar totalmente pegado al muñequito de
brea. A la mañana siguiente, cuando el niño fue a ver su
huerto, encontró al ratoncito sin aliento, había concluido
su aventura, exactamente como terminan siempre todos
aquellos que no miden las consecuencias de sus actos.
A medida que corrían los meses, Puchito fue forjando un
espíritu fuerte y noble. Comenzó a mostrar una
personalidad también fuerte en su actitud pero delicada
en su trato. Estaba aprendiendo de las plantas, de las
flores y de los árboles, quizá sin darse cuenta. No
terminaba de asombrarse como luchaban por sobrevivir.
Veía cómo sus hojas caían, se mezclaban con la tierra y
el agua y mejoraban la propia tierra, igual que él cuando
sus lágrimas servían para darle el valor de continuar.
Observaba cómo los troncos engrosaban a medida que
sus raíces se hacían más profundas, así como él sentía
que cuanto más amaba esa tierra que a fuerza de trabajo
y paciencia se hacía fértil, también él se hacía fuerte y
duro para soportar la agresión de los inconscientes e
intolerantes que se burlaban despreciando el trabajo
ajeno.
Puchito se convirtió pronto en un niño importante en su
comunidad. Los mayores lo apreciaban y los muchachos
Roger L. Casalino Castro
-casi todos, porque no faltan los "sabidos" que al final
no saben nada- poco a poco fueron aprendiendo a
respetarlo, más aún, cuando vieron que la tristeza de sus
humildes viviendas fue sustituida por la alegría de las
flores y la sombra de los árboles comenzaba a producir
una brisa agradable en el ambiente.
Con su ejemplo, Puchito hizo posible que otros niños de
su comunidad aprendieran a amar la naturaleza y
apreciar lo que ella nos da cada día, y lo que es más
importante, a tomar ese maravilloso ejemplo de fuerza y
constancia.
No tenemos que ir a otras latitudes para realizarnos.
Podemos hacer como Puchito, que convirtió lo que antes
fue un paraje desolado, en un bello y saludable lugar,
desde el que ahora se puede ver la vida con optimismo,
alegría y un poquito más de fe en si mismos.
Y Dios... Trajo al Hombre
EEll vviieejjoo ccaafféé
¡Cuántos amigos pasaron
por aquel viejo café
a través de tantos años!
¡Cuántos que cada mañana,
habitúes de la barra
hablamos de temas mil,
como si fuera posible
salvar a la humanidad!
Sin egoísmos, sin odios,
comentando de los diarios
afanes y triunfalismos
del político de turno.
Vendedores y ayayeros,
comerciantes e industriales,
políticos desempleados
y otros mßs, quién sabe qué,
porque no hablan, sólo miran
y se ríen para adentro.
Roger L. Casalino Castro
¡Qué negocios de café!
rápidos y sencillos,
todos ellos productivos
nos hacemos millonarios;
fomentan las amistades,
festejando de inmediato,
pidiendo un nuevo café
a cuenta de utilidades.
Cuántos llegan al reencuentro,
mas... otros no volverán;
pero en cada uno queda
el momento placentero
mßs importante del día;
sin presiones, sin afanes,
ordenando las ideas
con un respiro profundo
para enfrentar a la vida
con renovado fervor
¡Ah! mi querido café...
en la barra del exprés
¡Cuánto consuelo encontré!
Y Dios... Trajo al Hombre
DDeessddee llaa ppllaayyaa
Hablar con el mar es una necesidad que siento;
me atrae el murmullo sugerente de las olas
insinuándome cosas al romper sobre si mismas
y correr sobre la playa para morir a mis pies.
La oscuridad de sus aguas al atardecer
aumenta la sensibilidad de mis pensamientos.
Mirando hacia el horizonte, ya casi invisible,
abrumado por el celaje... sueño... y...
al llegar la bendita inspiración, soy grande.
Ideas cuerdas que para unos son locuras,
ideas locas que para otros son sublimes;
ideas que me abstraen,
que me llevan a otro mundo,
...maravilloso... aunque irreal... Quizá.
Cuando al volver me encuentro mirando la arena,
despierto a la realidad... relajado... feliz...
con la sensación de haber vivido mil años.
¡Cómo quisiera que la juventud
recurriera a estos medios!...
tan simples, tan sencillos.
¡Ellos permiten que la vida sea placentera!
Digna de vivirse...
sin ofender… sin perjudicar a nadie.
Roger L. Casalino Castro
¡Cómo deprime el espíritu!...
ver que se recurre a medios indignos para recrearse.
Ver cómo encuentran placer en el error;
en la estupidez que los absorbe,
que los convierte en hombres débiles,
metidos dentro de una cáscara valor,
alejados de las normas de conducta...
para ocultar lo que llevan dentro...
en sus mezquinas, pobres y disminuidas almas.
¿Cómo decirlo?:
¿El que es estúpido se droga?
Mejor diré:
el que se droga es estúpido.
O sería preferible:
la estupidez de la droga es para los estúpidos.
!Ah,... ya sé!:
Los estúpidos se sacian de estupidez con la droga.
Bueno... en resumen, resulta axiomático:
"A mayor estupidez más droga,
a más droga mayor estupidez".
Van juntas y crecen juntas,
como crecen juntos también,
el genio y la sabiduría
del que sabe escoger el camino de la cordura,
la decencia y la dignidad.
Y Dios... Trajo al Hombre
La desesperación es un camino sin retorno,
con un sólo destino... el abismo.
Roger L. Casalino Castro
CCaarriiññoo
Dame la pasión divina de tu cuerpo,
dame la melodía agradable de tu voz;
y la dulzura excitante de tu aliento
entrégame ese cuerpo hecho canción.
¿Recuerdas cuando apenas te miraba
abrigando solamente una esperanza
que fue creciendo porque adentro yo sentía
un gran amor madurando día a día?
Mi presente es el embrujo de tus ojos
y escuchar el chasquido de tus labios,
adorando la ternura y la paciencia
que me das a raudales con cariño.
Me das amor, me das calor, me das consuelo
y tanta es la felicidad que yo recibo,
que con profundo sentimiento te lo digo,
nunca dejes que muera ese cariño.
Y Dios... Trajo al Hombre
VVooyy aa lllloorraarr
Voy a llorar...
No puedo seguir viendo más como se mata,
detesto el absurdo que me obliga a contemplar
la insanía de tanta política barata
y esos vientos malolientes de locura resoplar.
Voy a llorar...
Estoy triste hasta el fondo de mi mismo
al encontrar tanta basura en el camino,
de mirar como se arrojan al abismo,
una patria, muchas vidas y un destino.
Quiero llorar...
Cuando tomo un diario en busca de noticias
que me asombran al publicar tanta violencia;
detesto ver que se destaquen por primicias,
el terrorismo, la muerte y la indecencia.
Voy a llorar...
La demencia cruel del Sendero que aniquila,
la crueldad de otros bestias que secuestran,
la ignorancia del que para robar se alquila
y los de la ley que buscan y no encuentran.
Roger L. Casalino Castro
Voy a llorar...
Porque esta patria mía de cerros es pradera,
porque utilizan el nombre de un gran Inca
prostituyendo su escudo, su lanza y su bandera
y matan a todo aquel que con ellos no delinca.
Quiero llorar...
Viendo como Sendero deja miseria y abandono
recorriendo el país por costa, selva y sierra;
saldo triste que no olvido ni perdono
pues han mancillado el orgullo de esta tierra.
Estoy llorando...
Y sigo caminando por el sendero del horror,
al que malignas cucarachas alientan y sostienen,
las que imponiendo la disciplina del terror
hablan de un alma que ellos saben que no tienen.
Siguen llorando...
Viudas destrozadas, violadas madres doloridas,
hijos sin padres, despojos de padres sin tierra,
hombres desvalidos con las esperanzas perdidas,
porque un maldito loco a su locura se aferra.
Están llorando...
Pues la dinamita que abrió la ruta del progreso
y la ideología que tocó música de vida,
son fuerzas mal usadas empujando en retroceso,
y esas palabras malditas, por una causa perdida.
Y Dios... Trajo al Hombre
No llorar más...
Recuperemos el espíritu orgulloso del incario,
reconquistemos con valor el imperio que heredamos,
no queremos más bombas, que resuene el campanario
anunciando cordura para esta tierra que amamos.
No llorar más...
Reconstruyamos con esfuerzo las ciudades,
torres caídas, brazos partidos, edificios rotos;
resembrar los campos, repoblar los Andes
como en aquellos tiempos, que hoy se ven remotos.
Roger L. Casalino Castro
LLaa llaammppaa
Dos manos fuertes te empuñan por el mango,
se para firme el lampero sobre el surco
e inclinando el cuerpo en una venia reverente
da comienzo a una jornada de trabajo.
Esgrimiéndote como arma fervorosamente
te desliza con habilidad entre las matas
y al hacerte cortar la mala hierba,
das un concierto al cultivar las plantas.
Sigue el lampero con un pie adelantado,
escuchando música al ras-rás que te deslizas;
sufre en el tiiin... al chocar con una piedra,
luego con dolor, acaricia el desgastado filo.
Eres el alma del peón, el granjero y el patrón;
eres símbolo de lucha, eres símbolo de paz;
lampa pura nada pides, lampa noble todo das,
es tu gloria perdurar sobre los siglos.
Naciste un día de cortante piedra;
otros te dieron vida en un pedazo de madera;
luego mezclaron la madera con la piedra
hasta llegar a la hoja de afilado acero.
Y Dios... Trajo al Hombre
Así diste de comer a mil generaciones,
haciendo acequias, construyendo sangraderas;
cultivando la tierra para servir la vida,
y cavando...contribuyes al culto de los muertos.
Forjaste adobes para construir ciudades,
cavaste pozos para brindarnos agua;
cambiaste cauces, construiste presas;
fuiste palanca hacia una vida digna.
Lampa noble, lampa buena, fiel y generosa,
engrandeces todo aquello que sustentas;
en un altar te veneramos como el medio
con que el hombre se ha enclavado a la tierra.
Roger L. Casalino Castro
EEll ccaabbaalllloo
Volver de donde nadie regresa,
montado sobre un caballo blanco,
con la mirada alta puesta en el horizonte,
sin tiempo...
sin que el polvo afecte mis ojos;
el ala del sombrero hacia arriba,
con la cara al sol.
Una mano firme toma la crin
y la otra cuelga suavemente al contrapeso;
la piernas caen sobre los costados
y las rodillas son el timón de la montura.
Y Dios... Trajo al Hombre
Jinete y caballo son un centauro,
parte bestia, parte inteligencia
en un conjunto armónico de músculos y magia,
de elasticidad y cadencia;
de brillo y alegría, de ritmo y emoción.
Volvemos de donde nadie regresa,
consolados por el silencio del paisaje,
por el desierto... pensando...
que cuando hubo vida aquí, fue mar;
así lo dicen las conchas y las ballenas de piedra;
luego fue bosque y pasearon los tigres
con sus dientes de sable...
y fue el reino de la nueva vida.
Y fue el reino del caballo...
que perpetuó su estirpe,
que conservó su raza,
que ennobleció su estampa
simbolizando escudos de valientes guerreros
en su ruta a la gloria.
Soy caballo y no tengo color...
porque soy centauro y soy color del fuego,
del color del viento y del color del agua,
porque soy un dios...
que escribe la historia sobre cuatro cascos
mirando el camino desde una montaña,
observando batallas y transportando heridos.
Roger L. Casalino Castro
El tiempo tiene mi nombre...
porque estoy presente en las historias grandes,
de Barrabás y César, de Napoleón y Atila.
Fui señor en las cruzadas y virrey de la conquista;
tan vencedor de los Andes como amo de las pampas;
galopé el lejano oeste con un indio a mis espaldas
correteando búfalos...
arriando ganado por vastas praderas,
asaltando bancos, persiguiendo trenes,
porque soy un dios...y no tengo fronteras.
Y Dios... Trajo al Hombre
La Ruta del Sol
Yo estaba allí... parado frente al mar,
mirando aquel hombre bajo la ramada
sentado a la mesa de humilde posada,
bebiendo agua... y comiendo pan
con la mirada firme hacia el mar abierto
viendo en el horizonte lo que alumbra el sol,
lo que nadie ve, lo que todos temen.
El mirar sereno de quien se sabe grande,
de quien tiene un alma que lo lleva lejos
por nuevos caminos, rebasando escollos;
sabiéndose fuerte porque siente adentro
que es punta de lanza que fija el camino,
que rompe los cabos que lo atan a tierra,
que su sino está lejos allende los mares
teniendo por guía la ruta del Sol.
El estaba allí... yo podía leer en su rostro...
pensaba que el Sol le indicaba el camino,
que esa era la ruta que seguir debía,
porque él es Colón que significa mundo
y también es Cristóbal que dice algo nuevo.
Roger L. Casalino Castro
Demasiado fuerte para estarse quieto,
demasiado grande para no emprender
la aventura nueva de lo que el sabía;
adonde el Sol le dice desde la mañana,
avanza conmigo, no te quedes quieto
y luego en la tarde lo llama de nuevo,
vamos don Cristóbal que ese es su destino,
supere ese charco, flote sobre él;
tan sólo es un mar con dificultades
puestas por temor y tontos prejuicios;
eres noble y vales por tu sano juicio,
tu instinto lo dice y no acepta error
porque un mundo nuevo es tu justiprecio.
Llegaste de oriente en la ruta del Sol,
por la ruta de los grandes acumulando experiencia,
buscando con paciencia retoños de ciencia,
e inspirado por el Sol conociste mucha gente.
¿Qué es esto?... al llegar te preguntaste,
si el sol me ha dicho que allá...
allende los mares hay un nuevo mundo que ver...
No acepto limitaciones que me trunquen el camino,
es mi guía y santo el Sol que me señala el destino,
Él me dice que es de grandes no regresar al oriente.
Yo debo ver a los reyes, generales y patriarcas,
yo seré punta de flecha...
luego vendrán generales como sostén de la fuerza,
al final plumas de guía, Irán los espirituales.
Y Dios... Trajo al Hombre
Construirá carabelas para flotar en los mares;
indicaré con La Pinta cual es la ruta del Sol,
en La Niña llevaré disimulada la fuerza
y La Santa María será el equilibrio de Dios.
Participarán los reyes con ofrendas y dinero,
contrataré los cartógrafos, navegantes y braceros,
navegarán los valientes sin temor al más allá,
conquistaremos la gloria allí en la ruta del sol.
Viajaremos a las Indias, hallaremos nuevas tierras,
nuevos manjares y frutos, nuevas especias y razas;
pero el éxito más grande será volver algún día
trayendo un rico tesoro de nuevos conocimientos,
aportar las experiencias y señalar el camino,
pues yo sé que volveré... siempre en la ruta del Sol.
Roger L. Casalino Castro
Para escribir de lo blanco
debo conocer lo negro.
Para escribir de lo claro
debo ubicarme en lo oscuro.
Para escribir del pasado
debo estar en el presente.
Para escribir del futuro
debo soñar despierto.
Y Dios... Trajo al Hombre
AAmmoorr eessccoonnddiiddoo
Quisiera darte un beso,
con la emoción e intensidad,
con la pasión y el amor
que siento por dentro.
Quisiera darte un beso,
con el calor de mis versos,
con el dolor que me causa
la fuerza de mi inspiración.
Quisiera que seas consciente
de la verdad que yo expreso,
en una mirada fugaz,
en una sonrisa espontánea.
Porque muy dentro de mi,
enmarañada en mi amor,
más allá de mis sueños
y de mi propio horizonte...
estás tú.
Aunque tan sólo serás...
mi dulce amor escondido.
Roger L. Casalino Castro
Dios no nos traza la ruta
ni nos construye el camino,
Sólo nos fija el destino
al que debemos llegar,
para después de luchar
y llegar hasta el final,
hallar un rico panal
y un árbol cargado de fruta.
Y Dios... Trajo al Hombre
La sombra
Yo quería escribir, hablar y saber de mi sombra,
yo quería darle vida para conversar con ella,
quería oírla decir que era mi conciencia
y pensando y pensando llegué a suponer
que era la parte de mí que se quedaba sin luz.
Entonces me dije...no es verdad, es ella mi amiga
porque va conmigo cuando la luz está a mi lado
y me señala el camino si la luz va a mis espaldas,
es ángel de la guarda cuando el sol hiere mis ojos
y está rendida a mis pies cuando todo se ilumina.
Entonces me dije...es valiente y no le teme a nada,
está cuando la luz alumbra para evitar mi soberbia
recordándome que soy la causa de mi propia sombra,
que cuanto más grande sea la luz de la virtud
Más fuerte y clara será la sombra del pecado.
Entonces me dije... ¡Que no hayan más sombras!
y se acabó la vida cuando se acabó la luz,
se diluyeron las ideas y se rompió el equilibrio,
se borraron los caminos y el norte fue sur
y el este fue oeste y se volvieron locos.
Entonces me dije... ¡Que vuelva mi sombra
que me sugiere cosas con su sola presencia!
que permanezca conmigo en mis días de luz,
la guardaré muy adentro cuando llegue la noche
y meditaré con ella para ser mejor.
Roger L. Casalino Castro
AAlleeggrrííaa
Quiero encontrar alegría
cuando salgo de mi casa,
encontrarla en el camino
al dirigirme al trabajo.
Quiero sentir la alegría
de la sonrisa del niño,
de la mirada del joven
al afirmarse en la tierra.
Quiero tener la alegría
de la verdad del anciano,
cuando me estira su mano
en actitud de consejo.
Quiero encontrar alegría
realizando mi trabajo,
sabiendo que con tesón
estoy ganándome el pan.
Quiero inducir alegría
a aquellos que la perdieron,
devolviéndoles la fe
al sembrarles esperanza.
Y Dios... Trajo al Hombre
Quiero vivir la alegría
de aquellos que la conservan,
que caminan por el mundo
siempre con la mano abierta.
Quiero tener la alegría
de la sonrisa del niño,
de la mirada del joven,
de la bondad de una madre.
Quiero gozar la alegría
de la madre cuando mima,
cuando brinda su cariño
generando fuerza y vida.
Si quieres dar alegría
desecha todo egoísmo,
dale tu mano al caído.
¡Sonríe... y ríe con él!
Roger L. Casalino Castro
No quiero llevarme secretos
que a otros puedan servir,
el secreto de existir
es saberlos compartir
sin dejar de ser discretos.
Dios no nos traza la ruta
ni nos señala el camino,
sólo nos fija el destino
al que debemos llegar,
para después de luchar
y llegar hasta el final,
hallar un rico panal
y un árbol cargado de fruta.
Roger L. Casalino Castro
I N D I C E
Pßgina
Introducción.............. 5/6
Pensamiento............... 7
Y Dios...trajo al hombre.. 9
Pensamiento............... 23
El tiempo................. 24
Pensamiento............... 25
Vida...................... 26
Mujer .................... 27
El niño escondido......... 29
Pensamiento............... 31
La hormiga................ 32
El cocodrilo.............. 33
Orfandad.................. 36
Sixto..................... 39
Adiós al amigo............ 87
Lágrima................... 89
Pensamiento............... 90
Puchito................... 97
El viejo café............. 98
Desde la playa............ 100
Pensamiento............... 102
Cariño.................... 103
Voy a llorar............. . 111
La lampa.................. 114
El caballo................ 116
La ruta del Sol........... 119
Pensamiento.............. . 122
Amor escondido............ 123
Pensamiento............... 124
La sombra................. 125
Alegría................... 126
Pensamiento............... 128
Índice.................... 129
Semblanza 131
Publicado en 1994
Y Dios... Trajo al Hombre
SEMBLANZA Y CURRICULUN LITERARIO
ROGER L. CASALINO CASTRO
Nacido en Acarí /Arequipa - Perú, el 07/07/1933
Asiste a la Escuela Fiscal El Molino, Acarí y Lomas,
sin duda la etapa más feliz de su vida. Completa sus
estudios primarios y secundarios en el Colegio
Salesiano de Lima. Durante muchos años viaja como
vendedor por Costa, Sierra y Selva utilizando
cualquier}medio disponible en la época –desde balsas
hasta aviones- visitando toda clase de
establecimientos comerciales pequeños y grandes,
actividad que le permitió acumular experiencias
inolvidables sobre el Perú. Esta actividad le ofreció
también la oportunidad de viajar por todos los países
de Sudamérica y parte de Centro América en
diferentes niveles gerenciales, incluyendo dos años
como residente en Ecuador. Como turista ha recorrido
muchos países de Europa y New York en los Estados
Unidos.
Esta gama de contactos y vivencias durante tantos
años alternando con niños, jóvenes y adultos ha
influido en él de manera saludable, de tal manera que
cuando ya en la edad madura, -a los sesenta años de
edad- se decide a escribir, quizá de manera
inconsciente, comienzan a aflorar vivencias como
recuerdos, sentimientos y pensamientos que le dan a
sus poemas, narraciones y cuentos ese toque de
peruanismo presente en todas sus obras, y por su
origen pueblerino, lo hace en un idioma fácil, sencillo
y de sabor nacional, tratando de que cualquier
peruano, de cualquier región o condición, orgulloso
de su pasado, los pueda comprender.
Por todo ello, sentimientos de ternura y emoción,
apego a la tierra y un respeto profundo por la
naturaleza, surgen .de manera espontánea y natural
recreándola con admiración para dar marco a sus
ilusiones y esperanzas. La realidad se confunde con la
imaginación y su prosa, insertada de poemas, es una
característica especial en él, por ello, una colección de
los libros de Roger L. Casalino Castro, le permite al
lector, tener en sus manos lectura agradable, tierna y
Y Dios... Trajo al Hombre
emotiva.
SUS OBRAS
1.- * El Retorno.- 1993 - 60 poemas y un cuento
Presentado en El Takiwasi – La Casa del
Canto
2.- * Y Dios... Trajo al Hombre.- 1995. – Poesías,
Cuentos, Pensamientos. Presentado en el
Colegio de
Abogados de Lima.
3.- * Terremoto en aquel viejo Acarí. 1996.
Presentado en el Instituto Nacional de Cultura
del
Callao y en La Biblioteca Nacional del Perú..
4.- * Rosa Negra.- Un canto a la Vida- 1997. Una
creación muy especial con 34 poemas a La
Naturaleza, El Amor y El Pensamiento.
5.- * Lima: de la Conquista a la Reconquista.- 1998
Presentado en la Municipalidad de San Isidro.
6.- * Los Hijos del Ande – La Honda, La Tajlla y El
Varayoc - 2000 – 17 poemas evocando el
pasado en
el inicio del Incanato.
Presentado por La Universidad Tecnológica
del
Perú. 2001, ha recibido múltiples
reconocimientos
y felicitaciones.
7.- * Las Calles del Virrey. El Mojón Filosofal.
Presentado en La Feria del Libro Ricardo
Palma.
Evoca el romance del Virrey Amat y La
Perricholi.
y la Lima de aquel tiempo.
8.- * La Tristeza, la Alegría y la Ilusión. 2001 –
Poemario (20 poemas) y Reflexiones.
Presentado en La Feria del Libro Ricardo
Palma.
9.- * Soy Peruano - Poemas al Perú – 2003
Amplio comentario en la página Editorial del
iario
El Peruano.
Presentado por La Universidad Tecnológica
del
Perú.
23- * Viaje a la Belleza de lo Increíble - 2012 -
Presentado en la Municipalidad de Jesús
María
por el Crítico Literario José Beltrán Peña.
CD * Canta Perú- Música Criolla (10 Temas) Valses,
Canciones, Polca, Festejo y Marinera Norteña.
RECONOCIMIENTOS Y DISTINCIONES
Colegio de periodistas del Perú por El Retorno -1993
Moción de Saludo del Congreso de la República por
“Rosa Negra” 1998
Reconocimiento de la Casa del Poeta del Callao. -
Invitación del Instituto Nacional de Cultura de
Ancash – Huaraz y Yungay - 2000
Moción de Felicitación del Congreso de la República
.por Los Hijos del Ande – La Honda, La Tajlla y El
Y Dios... Trajo al Hombre
Varayoc. 2001
Felicitación de la Embajada de USA por el libro Los
Hijos del Ande cuya narrativa captura la atención del
lector. 2001
Reconocimiento de la Universidad Tecnológica del
Perú por su labor de creación y difusión cultural en el
campo de la literatura. 2002
Distinción de la Asociación Nacional de Escritores y
Artistas– ANEA – como El Mejor Escritor del Año
1998 -
Biblioteca Nacional del Perú con motivo de la
presentación del Libro Soy Peruano – Poemas al
Perú. 2003
Organizador, con la Municipalidad de Lima y la
Universidad Tecnológica del Perú del Homenaje a
César Vallejo en el Teatro Segura el 15 de Abril del
2003.
Agencia de Publicidad “AÑOMJ” Diploma de Honor
en Arte Poético 2004.
Reconocimiento y presentación del CD – CANTA
PERÚ -
por La Universidad Tecnológica del Perú - 2008.
Diploma del Recital Internacional – Voces de la
Poesía – 2009
Diploma de Caras de La Cultura como Creador
Literario y Compositor Musical. – 2009
VI Festival Internacional de la Poesía Palabra en el
Mundo 2012
VII Festival Internacional de la Poesía por La Paz
2013
Agradecimiento de la Embajada de Guatemala por su
Colaboración Participación y Presentación del Libro
Viaje a la Belleza de lo Increíble en la Feria “San
Isidro Abre sus Puertas al Mundo”. 2013
Agradecimiento de la Embajada de Guatemala por su
Colaboración Participación y Presentación del Libro
Viaje a la Belleza de lo Increíble, destacando la
Belleza de
Guatemala y su Maravilloso legado Cultural, en la
Feria Internacional del Libro 2013 en Jesús María.
2014 Diploma de La Casa de La Literatura Peruana
por su Narrativa Poética
2014 Distinción por su trayectoria Literaria e
invalorable participación en las actividades culturales
del Club Social Miraflores y Premio “La Palabra en
Libertad” otorgado por “La Sociedad Literaria
Amantes del País”
Obras Inéditas aún:
10 * Haciendo Perú – Mis comienzos. 1999
11 * La Calle me Dijo Sí, 2002 – Hermosa
historia de un grupo de niños en las calles
de Lima.
12 * Las Gafas de don Ricardo - 2003- El mundo
visto a través de las gafas de don Ricardo
Palma.
13 * Reflexiones Impropias 2004 – Lima y sus
trámites institucionales.
14* La Promesa de la Esperanza 2005 – Escenas
de Lima
15 * La Razón de la Culpa 2006 Lima cotidiana.
16 * Vayamos a las Estrellas 2006 – Ciencia
Ficción
Y Dios... Trajo al Hombre
17 * La Esquina de la Inocencia 2007- Bondades
y aspiraciones de un guachimán.
18 * La Balanza, La Rueda y El Reloj 2007 –
Filosofía de estos tres elementos.
19 * El Umbral del Infierno 2008 – Vicisitudes
de un desplazado
20 * Oda a España – La Dama del Tiempo. 2009 –
Una
mirada crítica a España.
21 * Sueños y Realidades en 270 Poemas - 2010 –
Antología Personal.
22 * La Diosificación de los Miserables – 2012
La realidad de los engreídos
24* Bajo las Pirámides de Tikal – 2013 –
Ficción
25 * Soy Falladito – 2014 – Los primeros años de
mi vida en el campo.
26* Cuentos y Poemas para la Cuarta edad - 2015
El Editor