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Roger L. Casalino Castro POESÍAS - CUENTOS - PENSAMIENTOS

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Roger L. Casalino Castro

POESÍAS - CUENTOS - PENSAMIENTOS

Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 2

Y DIOS...

TRAJO AL HOMBRE

ROGER L. CASALINO CASTRO

Roger L. Casalino Castro

Todo lo que se presenta en la presente Página Web –

www.rogercasalino.com – los textos, poemas y

canciones, son propiedad exclusiva del autor y queda

protegida bajo el amparo de la Ley de los Derechos

de Autor. La Biblioteca Nacional del Perú tiene copia

de todo cuanto en esta página web se presenta.

El Autor

Hecho el Depósito Legal

BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERU

I N D E C O P I

Oficina de Derecho de Autor

Partida Registral: No. 0229

Fecha de Registro: 24-03-95

Obra: Y DIOS... TRAJO AL HOMBRE

Autor: Roger L. Casalino Castro

Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 4

I N T R O D U C C I Ó N

Un libro es indudablemente la máxima expresión de los

sentimientos de un autor, sobre todo, cuando él trata de

plasmar y transmitir mensajes que, por lo menos en la

sana intención, estos sean capaces de influir

favorablemente sobre el criterio de las personas hacia el

respeto por la naturaleza, lo que ella representa para la

especie humana y la responsabilidad que tenemos de

heredar un mundo mejor a las futuras generaciones.

En mi primer libro: EL RETORNO, presenté poemas y

pensamientos de carácter social unos y otros de una

presencia filosófica profunda; pero, en ambos casos, se

hace presente la emoción, fuerza y reflexión que

proporcionan la inspiración y seriedad con que ellos

fueron escritos.

En este nuevo libro, siguiendo con el estilo y huma-

nismo puestos de manifiesto en la historia del "Cholo

Navarrete", estoy presentando tres cuentos o historias,

según como el lector los quiera ver, donde se mezclan

vivencias e imaginación, con diálogos, anécdotas y

poemas, de manera simple y en el idioma que hablamos

todos los días.

El titulo: Y DIOS...TRAJO AL HOMBRE, es sugerido

por el primer cuento, en el que pretendo dar una idea de

cómo se creó la vida en la tierra, donde Dios encontró la

oportunidad de sentirse niño, y de paso, dejar un

mensaje de trabajo, esperanza, alegría y fe, por la vida

en libertad.

El amor por el lugar que nos vio nacer es un sentimiento

natural y humano, por lo tanto, es natural también

decirlo a otros, porque en el fondo sabemos que ellos

sienten lo mismo por su suelo natal. Pues bien, a través

de todo lo que escribo, estoy siempre tratando de

rescatar ese gran amor y apego por mi pueblo, aquel

viejo pueblo de Acarí, donde pasé los años de mi niñez y

donde fui un niño feliz en un ambiente natural, y porque

además, quiero que otros niños comprendan que hubo

una Época, no lejana, en la que un niño podía ser muy

feliz, naturalmente feliz, sin el acomodo circunstancial

de la vida moderna.

Lo que Dios y la naturaleza hacen, produce una felicidad

que no se olvida. Lo que el hombre hace para producir

felicidad, conduce a una felicidad programada que nos

deja la insatisfacción por el deseo de "más".

No quiero ser el patrón de mis fracasos... prefiero ser el

peón de mis éxitos, aunque sean pequeños.

GRACIAS EL AUTOR.

Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 6

La percepción y el estilo en un poeta,

son como la emoción y la dulzura en el amor,

como el cariño y la ternura en una madre,

como el valor y la determinación en un héroe.

Y Dios... Trajo al Hombre

La grandeza y omnipotencia de Dios hizo un alto en lo

inconmensurable de sus infinitas dimensiones y se dio

un descanso, disponiéndose a jugar con un planetoide

que pasaba por allí cerca, como a un millón de años luz,

el que llamó su atención porque era azul y porque

además...¡Oh sorpresa!... ¡Tenía agua!

Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 8

El no había hecho eso; al parecer fue una reacción,

producto de la acción recíproca entre las cosas que hizo.

Estaba allí...simplemente inerte. Aquella masa líquida

ocupaba casi toda la superficie del planeta, emergiendo

de él tan sólo una parte, árida y desafiante, como un

monstruo sediento que espera una mano que lo libere

de ese estado.

Se veía bonito; para decirlo mejor, simpático. Mirándolo

con gran interés, decidió darse una semanita de

vacaciones con el fin de poner un poco de su mano

bendita en ese asuntillo del agua, que si bien se le había

escapado, valía el caso observar y sacar algún sano

provecho de tan curiosa circunstancia.

Entonces pensó: ¿Cómo se me pudo escapar esto?... y

sin darse cuenta, le dio un manotazo a la parte que

emergía del agua; el gran bloque se resquebrajó por la

fuerza del tremendo impacto agitando las aguas e

inmediatamente el planetoide comenzó a girar.

¿Qué sucede?... No hay duda que aquí todo me sale mal.

Hay que ponerle remedio a esta situación, y ya.

Comenzó por ordenar la desmadejada parte

resquebrajada dándole forma a los continentes de

manera tal que su distribución sirviera de control a la

presión de los líquidos. Luego reguló la velocidad del

movimiento giratorio e inclinó el eje para lograr una

variación ordenada de la temperatura dando paso al

desarrollo estacional. Estableció un ciclo de purificación

a través de las lluvias. Con estos y otros asuntos, -tales

como hacer correcciones para que la mecánica del

tiempo fuera regular- se mantuvo distraído un par de

días.

Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 10

Roger L. Casalino Castro

Llegó un ángel a informarle sobre unos desórdenes

energéticos que había en la galaxia de al lado pero,

como El estaba entretenido y le iba tomando cariño a

todo esto que llamó Paraíso, los puso en suspenso y los

dejó allí. (Como quien dice...que no molesten por

ahora).

Efectivamente, estaba ocupadísimo. a.C. las cosas se le

escapaban. Hacia una cosa y de repente esta daba origen

a otra, lo que era algo nuevo para Él, por lo que se

decía: ¡Qué planetillo este para interesante!, me gusta,

se me rebela.¡ ¡Qué bonitas vacaciones me estoy

tomando!, y eso que todavía no he..." y sin dudarlo un

instante, creó la Polinesia y...i.e. ah!...mejor que sean

dos opciones, e hizo el Caribe; ¡humm, humm!...sin

dejar de repetir: !que lindas vacaciones, nunca me había

pasado esto!".

¡Qué habilidad la que tenía Dios! Era fantástico cuando

hacia hoyitos y creaba lagos, los hacía fluir por unas

hendiduras y creaba los ríos; introducía por allí la uña y

formaba cataratas y con sólo pasar la mano hacia una

llanura hermosa, ondulada.

Dios estaba feliz. En realidad nunca había sido niño y

este Paraíso le daba la oportunidad de serlo. ¡Qué bonito

que estaba quedando todo!... ¡hey!... ¡Qué es

esto!"...aparecieron unas palmeras en la Polinesia y unos

árboles en la parte alta. "Vaya, vaya... este planetita se

Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 12

manda solo" y se entregó a controlarlo, a crear nuevas,

variadas y maravillosas especies y formas, determinando

el ciclo de nacer-crecer-morir, porque pensó: "Aquí el

único eterno soy Yo". Y así siguió jugando y haciendo

las plantas gran des, pequeñas y microscópicas;

musgos, hongos y líquenes; microbios, virus y otras

especies que aún no conocemos, al tiempo que

simultáneamente les iba dando sus respectivas

particularidades. Las hacia capaces de sobrevivir bajo

climas y habitaos diferentes.

De esta manera, más o menos al quinto día, cuando

jugueteaba en la zona que más le gustaba porque era

verde y llena de posibilidades -según se dijo, la amaba y

por eso le puso el nombre de Amazonas- sintió un

mordisco en un dedo y como esto lo sorprendió,

exclamó: ¡jo-jo, mi dedo! y he ahí que apareció el

primer animal. Por tan curiosa circunstancia le puso por

nombre jojodrilo. Surgió así la idea de poblar el Paraíso,

de llenarlo con toda clase de animales, con millones de

formas de vida, para que pudieran manejarse dentro de

un ciclo biológico, sin que El tuviera que estar pendiente

de ellos.

Este proceso le llevó como hasta el sexto día de la

semana; de su semana de vacaciones. Fue entonces

cuando llegó un ángel llamado Adán, con el aviso de que

había un problema muy grande de física en una lejana

galaxia.

Dios consideró que debía atender ese y otros asuntos que

había dejado pendientes. Pero antes de partir, se tomó el

séptimo día para descansar.

Confiando su maravilloso juguete al mensajero Adán, a

quien promovió al cargo de guardián especial, partió

dejándole el encargo de mantener la armonía en su

Paraíso.

Al cabo de un tiempo Dios regresó, quedando encantado

al ver que todo estaba en su lugar y funcionando;

realmente lindo. La vida se había generado en un

Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 14

proceso perfecto y ordenado, sincronizado y equilib-

rado. Los ciclos y estaciones daban lugar a la perfección

absoluta de la belleza que El había creado... Su

Paraíso...era armonía.

Dios, en medio de su complacencia, fue bondadoso y

nombró a Adán como Amo y Señor del Paraíso y como

punto final, antes de partir, le dio una compañera a quien

llamó Eva. Mas sus instrucciones fueron precisas porque

no quería más colonias de Ángeles debido a que un tal

Luzbel, que ahora se le había dado por llamarse Lucifer,

andaba diciendo que quería ser Dios y le estaba

removiendo las galaxias con problemas de jerarquía y

revisionismo.

En fin, esos problemas con el tal Lucifer lo demoraron

más de lo que hubiera querido, de tal manera que, muy a

su pesar, dejó de venir al Paraíso por un tiempo,

confiando en que Adán mantendría su probada eficien-

cia. No se había imaginado que el pillo de Lucifer

infiltraría un emisario disfrazado de serpiente para

hacerle la jugarreta a Eva y descomponer al bueno y

laborioso Adán.

Pues bien, la serpiente aprovechó las ventajas que se le

ofrecían y con gran habilidad, se adueñó de la voluntad

de Eva primero y de Adán después dándoles a probar

una serie de ricos frutos y potajes, condición necesaria

para que el Paraíso se poblara de Ángeles, los que

indudablemente adoptaron la nueva filosofía de

diversión, ocio y placer, manejada por la astuta e

hipócrita serpiente.

Esta vida, que contenía en un solo recipiente las ventajas

maravillosas del Paraíso creado por Dios, y los placeres

Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 16

y diversiones inducidos por la serpiente, presentaba para

los privilegiados residentes, el más placentero, divertido,

insuperable y feliz planeta de los cielos.

La serpiente les enseñó como hacer dados, casinos y

ruletas. Les mostró las virtudes de la amapola y otras

yerbas. Los indujo con mucha sutileza a disfrutar del

arte y la belleza, pero para obtener siempre un

desmedido placer en ello. Surgió entonces la costumbre

de salir temprano a contemplar la salida del sol;

prendían fogatas y echando en ellas las hierbas

hábilmente seleccionadas por la serpiente, incluyendo

algunas flores y raíces, se quedaban mirando el sol hasta

que los ojos se les ponían oblicuos por el exceso.

En estas circunstancias se aparecía El...Dios...sin previo

aviso, quedando sorprendido al ver en qué habían

convertido el Paraíso: era la negación de sus preceptos.

Su amado Paraíso, ese juguete en el que puso tanto

empeño para hacer de él algo digno de su grandeza. Un

bello lugar que debió ser una flor en el Universo. Habían

mancillado lo más preciado de su creación. Habían

truncado en lo más profundo de El, la maravillosa

posibilidad de sentirse nido de vez en cuando.

Y Dios sintió una inmensa pena, una profunda y gran

pena que originó un enorme y negro hoyo en el Univer-

so, a cuyas tinieblas envió a Lucifer para que fuera allí el

dios de sí mismo y de todos los incautos que le creyeran.

Dejó entonces que cada elemento de esta Tierra -que

fue el nombre que puso Dios en ese momento al Paraíso

y que probablemente signifique "dolor" tomara su

verdadera fuerza generando tempestades; aparecieron

entonces los volcanes que provocaron terremotos y otros

cataclismos mayores. Permitió que el equilibrio

biológico se rompiera en todos sus aspectos. Como

resultado aparecieron las enfermedades y otros males. Y

nacieron las lágrimas y murieron los campos. Se

incendiaron los bosques y llegaron las pestes y plagas.

Por último, Adán y todos sus descendientes fueron

desprovistos de sus alas. Desde ese momento tendrían

que preocuparse de buscar abrigo y con que cubrir su

triste vergüenza. Apareció el hambre y todas las especies

lo saciaron devorándose unas a otras en un nuevo tipo

de ciclo o cadena de compensación biológica, desde la

vida microscópica hasta la nueva especie humana, que

sin lugar a dudas quiere decir "defecto".

Y Dios les impuso la obligación fundamental de sobre-

vivir por sus propios medios con el fin de buscar la

perfección, de tal manera que una vez lograda aquella,

se hicieran merecedores a la opción divina de dignifi-

carse para que Él les permita reconstruir el Paraíso.

Dicha perfección se buscará dentro de la observancia de

los preceptos que desde ese momento serían las normas

de vida que regirían la vida...

Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 18

Y Dios dijo: "Dejo a ti y a tus descendientes la

responsabilidad de proteger todo lo que significa vida,

porque mi Reino no será para los depredadores ni para

los que hagan cosas que degeneren la vida o priven de

libertad a los seres vivientes. Se tomará de la vida

solamente lo necesario para subsistir. No se matará por

placer. Todo debe cumplir su ciclo natural".

"La Gloria estará en hacer que la tierra sea un preámbulo

digno del Paraíso, porque la mejor siembra es la que

deben cosechar los que nos sucedan y quienes a su vez

heredarán la obligación de mejorar la semilla, y así

sucesivamente hasta lograr la perfección". "Porque la

fuerza está en la tierra y porque la vida está en la

semilla, tu debes sembrarla; porque la semilla es

esperanza, la planta es el hogar, la flor es armonía y el

fruto la realidad"

"Siembra la semilla que es TRABAJAR, cultiva el

hogar que es VIVIR, aprecia la flor que es ALEGRÍA

y cosecha el fruto que es la PAZ"

"Mas no vivirás para el placer ni para acumular frutos.

No romperás el equilibrio de la fuerza y no obtendrás

beneficio del esfuerzo de tus semejantes. Cultivarás el

espíritu que cree en Mí y te elevarás en el noble fin

encomendado. Yo no premio ni castigo. Todo es

consecuencia de ti mismo. Tu cosecha será el

resultado de tu siembra, del esfuerzo que pongas en

cultivarla y del cuidado con que la recojas"

Dicho esto, Dios los repartió por toda la faz de la tierra

según sus virtudes y pecados, para que todos los

habitantes, partiendo del reconocimiento de la situación

generada por la dimensión de su propio pecado, tuvieran

la misma oportunidad de reivindicarse a través de la

lucha por la superación, pero sin que la lucha por la

supervivencia pueda destruir lo más preciado que es LA

VIDA EN LIBERTAD.

A los que se habían excedido en los placeres, a los

libertinos que usaron la creación de Dios para su placer

pero que al mismo tiempo eran poseedores de una gran

imaginación y capacidad para crear cosas, los colocó en

la parte nororiente del gran continente, detrás de una

gran muralla que construyó para que allí tomen

conciencia de su gran pecado y para que a fuerza de

trabajo generen una cultura de base, la que sería

entregada oportunamente a los demás, porque Asia

significa Trabajo.

A los que se excedieron en el ocio y se dedicaron a

disfrutar del sol y los beneficios del clima hasta quedar

tostados, los colocó en África, porque África quiere

decir Alegría, sólo que para lograrla tendrían que

desplegar todo su esfuerzo en busca de la semilla

necesaria y regarla con lágrimas para hacerla germinar,

Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 20

y así lograr los frutos que les permitan, al fin, satisfacer

su sed de alegría.

A los que no cayeron en mayores pecados pero no

defendieron a su Dios con la fuerza suficiente para

oponerse a las intrigas de la serpiente, les llamó la

atención haciendo que se pongan rojos de vergüenza; a

estos los colocó en América, que quiere decir Esperan-

za.

A los que pecaron y se arrepintieron pidiendo a Dios

perdón, les advirtió que sufrirían pestes, guerras y

dificultades; los puso en Europa que quiere decir Fe

Adán y sus allegados, que fueron los primeros en

sucumbir a las tentaciones de la serpiente, quedaron en

el centro de los continentes a expiar sus pecados, con la

orden de esperar allí hasta que El lo estimase

conveniente, porque algún día enviaría a uno de sus mßs

queridos arcángeles a poner fin a la agonía de su

destierro, para vivir entonces bajo la consigna de "la

Bondad y el Desprendimiento, el Amor y la Paz"

¡Qué maravillosamente simple es el criterio divino!

Protege la vida porque ella te protegerá a ti y a tu

descendencia. Pero no te equivoques...la vida no eres

solo tú, la vida es todo lo que te rodea y la que está en ti,

y es por lo tanto tu obligación ante Dios hacerla perdurar

libremente.

Y Dios se alejó dejándonos un mensaje de amor y

respeto a la vida, de trabajo y de fe, de esperanza y

alegría, porque El volverá cuando seamos

merecedores de reconstruir el Paraíso...su amado y

maravilloso Paraíso, esto es, cuando seamos dignos

de alcanzar el fin supremo...llamado ARMONÍA.

La suma de mis virtudes y cualidades

siempre será menor que la suma de mis defectos.

Arrastro los errores de un simple ser humano...

Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 22

El Tiempo

\ POSITIVO /

I \ Luz / I

N \ / N

D F \ + / F D

I I \ / I I

O --> N --> PASADO --->* ---> FUTURO --> N --> O

S I / \ I S

T / - \ T

O /Oscuridad\ O

/ NEGATIVO\

Detrás del infinito pasado,

Más allá de las tinieblas...

estaba Dios y era la luz,

porque es Presente.

Para el humano es resignación,

y la realidad de sus limitaciones.

Más allá del infinito futuro,

mas allá de la luz...

estará Dios y será vida

porque El es Siempre.

Para el humano es esperanza,

pero también, la amenaza de la consecuencia.

El presente es el vértice del oscuro pasado,

de la plenitud de la luz y del futuro,

de fuerzas positivas e influencias negativas.

El presente, que es la vida,

es real, firme y permanente,

como Dios es Presente y Siempre.

La paradoja es la muerte...

que llega del futuro,

mas la vida que perdura en el presente

perdurará sobre la muerte.

Se hipoteca la consecuencia

por un presente de ilusión,

por un presente placentero y engañoso

adornado con orlas de tristeza...

y lazos de dolor.

El tiempo está en la trilogía de Dios:

"Dios Padre", que es fuerza y energía.

Es la fuerza que nos guía y nos empuja

a imponernos a la debilidad humana.

"Dios Hijo", que es la paz y el amor.

Nos da la tranquilidad, la virtud y la paciencia

para cumplir el compromiso de conciencia

de amar al prójimo y honrar la libertad.

"Dios Espíritu Santo", que es la esencia

de todo conocimiento y sabiduría.

Es la fuente del saber que nos inspira

aceptar la vida con la mente abierta,

al entendimiento usando inteligencia,

a la comprensión con mucha tolerancia

y a la realidad con fe en nosotros mismos.

Y DIOS… TRAJO AL HOMBRE Página 24

El placer es tan sólo un paliativo para disimular las

heridas profundas que dejan la incomprensión e

intolerancia, las que conducen al egoísmo...

Siempre ciego.

Es emocionante pensar que una planta cualquiera

representa la vida. Ellas son el nexo a través del que la

tierra brinda al hombre su energía. El árbol enraíza y se

nutre de la madre tierra extiende sus ramas plenas de

hojas y absorbe la luz del padre sol. Luego da flores y

frutos que el hombre toma como don divino, ingresando

asía formar parte de ese ciclo maravilloso que se llama

vida, en un equilibrio armónico en el que todos

Roger L. Casalino Castro

dependemos de todos.

MMuujjeerr

Mujer...

Te hizo Dios de un pedazo de costilla

para que fueras reina y flor del paraíso;

para que el hombre Adán fuera completo

y así pudiera cumplir el compromiso

de llenarte de honores y respeto,

porque sin ti... el sol no brilla.

Mujer...

Eres el germen palpitante de la vida,

eres la fuerza que sostiene la familia;

eres el manto protector del poderoso

porque pones amor en tu vigilia,

alegría en un beso candoroso

y una caricia de ti... jamás se olvida.

Mujer...

Soportas estoica la pasión del embarazo,

sufres con valor las penas de la guerra,

pasas hambre y sed para alimentar a tu hijo;

no pides gloria por conquistar la tierra;

compensas con ese amor que Dios bendijo

a los desvalidos que se aferran a tu brazo.

Y Dios... Trajo al Hombre

Mujer...

Pedazo de Cielo con que Dios adornó este infierno,

eres la expresión de su bondad y su consuelo;

por ti podemos confiarnos al futuro,

por ti nos aferramos a este suelo,

sentimos lo que es el ser y estar seguro

aun en las noches sombrías del invierno.

Mujer...

Tienes la sutileza del volar de una gaviota

y la energía explosiva de un volcán;

tienes la pasividad de un mar en calma

y porque eres noble y buena como el pan

penetras con tu amor dentro del alma

con la fuerza constante de una gota.

Mujer...

¿Qué es un hombre si no estás a sus espaldas?

¿Qué es un hombre si no te encuentras a su lado?

¿Qué sería del guerrero si no cuidaras de su tienda?

¿De qué le valdría el acero más templado

sin una mujer que lo anime y lo comprenda?

¿Qué sería de un niño sin el consuelo de tus faldas?

Roger L. Casalino Castro

El Niño Escondido

El niño que en mí tengo sale preguntando:

¿Por qué se arruga mi piel?

¿Por qué mi cabello encanece?

¿Por qué se endurecen mis rasgos y camino lento...?

Pienso, y le respondo tragando saliva,

que como un suspiro avanza la vida,

que cada día pasa dejando una huella

y que muchas de huellas hacen un camino.

Le digo mßs, entonces, muy enternecido:

mi niño querido, permanece allí,

porque desde adentro ti haces posible

que mientras yo viva tenga el alma joven.

Por qué entonces miras con tanta tristeza?

por qué sueñas despierto y adoras las plantas?

por qué ya no sientes temor,

y sin embargo lloras sin lágrimas... ?

Roger L. Casalino Castro

Cómo responderle con simples palabras?

Cómo contestarle a mi niño travieso

que él hace su parte mientras sufro la mía,

que él es la alegría y yo la paciencia?

Ambos somos uno, adentro, en mi conciencia;

adoro los árboles, las flores y plantas

porque son la fuerza que nos da la vida

arrancada de la tierra como una esperanza.

No tengo temor porque tengo experiencia

y lloro sin lágrimas porque se acabaron

viendo talar bosques y ensuciar las aguas,

depredando la vida, exterminando especies.

Soñando despierto conforto el espíritu

y brota en mi alma la grata ilusión,

que mßs tarde...algún día...

aguas cristalinas regarán los campos.

Renacerán los bosques generando vida,

advirtiendo a todos que deben buscar

dentro de sí mismos a su niño escondido,

porque en su inocencia...está la juventud.

Roger L. Casalino Castro

La madurez es la madre del entendimiento,

se manifiesta a través de la sencillez,

la voluntad y el desprendimiento.

Y Dios... Trajo al Hombre

LLaa hhoorrmmiiggaa

Va la hormiga tercamente caminando

con las tres patitas que le quedan,

con esfuerzo se desliza, por que puedan,

otras vivir como ella...trabajando.

Sobrevivió a una pisada de zapato

disminuida al perder tres de sus patas;

mas persistir en trabajar por duras rutas,

nunca dejó, jamás, ni por un rato.

Y sigue la hormiguita de tres patas

cayendo cada día una y mil veces,

ella se esfuerza y agiganta en los reveses,

marca el camino y sólo se detiene...si la matas.

Es una muestra de valor y sacrificio,

es un ejemplo que en la vida nos enseña,

es el secreto para todo el que se empeña

en aprender por lo menos un oficio.

No te rindas a la presión de poderosos

aunque sientas perder algo muy tuyo;

no sucumbas a consejos engañosos

aunque pienses que te dan algo muy suyo.

enacer es comenzar desde la nada,

con esfuerzo, con paciencia, con empeño;

sólo así se podrá cumplir el sueño

de convertir el ocaso en alborada.

Roger L. Casalino Castro

EEll CCooccooddrriilloo

Un cocodrilo bandido,

de su charco se escapó,

porque allí dentro sintió

que se encontraba perdido.

¡Quién como el mono!, decía,

que puede al árbol trepar;

yo sólo puedo nadar...

y llorando maldecía.

Y Dios... Trajo al Hombre

Aburrido de la vida

decidió cambiar destino

y saltando hacia el camino

emprendió así la partida

Se introdujo por la selva

gritando su libertad,

y que al charco de la humedad

¡Ojalá que nunca vuelva!

Embelesado miraba

todo lo nuevo que hallaba,

mas de noche no dormía

porque la cola estorbaba.

Sin agua para beber,

la comida le corría,

y al ver que se le escondía

aprendió lo que es perder.

¡Qué bello mi estanque era!

flotaba para comer

y sin nada que temer

¡me dormía en la ribera!

Roger L. Casalino Castro

Esto no es mßs que monada,

ahora quiero volver,

¡tengo tanto que perder

tan lejos de mi morada...!

No quería comprender

que yo nací cocodrilo,

que en mi charco tengo estilo

y ¡allí mi cola es poder!

¡Qué tonto..! por pretencioso

enfermé de vanidad,

porque a decir la verdad,

¡en mi charco soy hermoso!

Y Dios... Trajo al Hombre

OOrrffaannddaadd

Una lágrima le recorre la mejilla

horadando profundamente su niñez;

abandonado solamente por nacer

como resultado de una noche de placer,

sin esperanza de llegar a la vejez,

bajo un sol que para él... no brilla.

Cada mañana despierta entumecido

y se despoja de periódicos y trapos

que lo cubren de la rodilla a la cabeza

y asomando con su cara de tristeza

acomoda inocente los harapos,

arreglándose el pelo... adormecido.

Con el ceño fruncido por el frío,

las manos percudidas al bolsillo,

las rodillas sucias y los zapatos rotos;

su ayer sonando a tiempos remotos,

su hoy es lograr, hambriento, un panecillo,

su mañana... inexistente... es sombrío.

Busca en cada mirada una ilusión

persiguiendo en cada marchante una esperanza,

para desvanecer su angustia... una palabra;

mira al cielo rogando porque se abra

y aparezca el sol de la bonanza

para calmar el dolor... de su pasión.

Roger L. Casalino Castro

Es un niño perdido en el camino,

dando tumbos al compás de circunstancias

que le juegan pasadas dolorosas;

pero un día llegarán almas piadosas,

para llevarlo a vivir otras estancias

y rescatarlo... para un nuevo destino.

Entonces él sabrá lo que es ser niño

y podrá sentir lo que es abrigo,

y podrá comprender lo que es amor;

desde entonces sentirá menos temor

al compartir su pan con un amigo,

ofreciéndole su mano... con cariño.

Ahora podrá aceptar sueños hermosos:

que la esperanza es superior al abandono,

que la ilusión es más fuerte que el olvido,

que la emoción está en ganar tiempo perdido

y que, aunque nadie me perdone... yo perdono,

pues la bondad y el amor... son maravillosos.

Y Dios... Trajo al Hombre

Roger L. Casalino Castro

Sixto

Una vida corta... como tantas

Porque no es posible recordar una parte de la vida sin

volver a sentirla a pesar de todas las circunstancias y

situaciones que a lo largo del tiempo van calando en uno

e influyendo de alguna manera sobre la propia

personalidad, y porque simultáneamente van formando

ese marco que entorna el pensamiento, no puedo dejar

de enfocar esos tiempos de niño con cierta tristeza.

Tampoco puedo olvidar la suerte que tuve de vivir mi

niñez con simpleza, con esa displicencia con que se

desenvuelve el tiempo, ni el maravilloso acomodo de las

circunstancias al hecho de ser un niño que actúa por

instinto bajo la inviolable necesidad de jugar, moverse y

ser libre.

De esos juegos nace la imaginación, luego la creatividad

y después el deseo de investigar -aún en ese mundo

tranquilo, sano y natural-, mirando las aves con el innato

deseo de volar, porque sentimos que saltamos del mar a

la tierra, y nuestro destino es volar...hacia otros mundos.

¡Qué fácil era lograr una sonrisa! y ¡Qué simple llegar a

una carcajada! éramos realmente felices; jamás supimos

que la felicidad existiera, porque ella estaba en nosotros;

ni nos preocupaba el que fuera posible llevar una vida

Y Dios... Trajo al Hombre

diferente de la nuestra, eso no era posible, o era

simplemente una remota posibilidad que no tomábamos

en cuenta para nada.

Teníamos una filosofía distinta de lo que estimábamos,

de lo que respetábamos, de lo que era importante.

Nuestros impulsos naturales hacia estos conceptos

estaban por lo tanto en relación directa a la naturaleza,

por la simple necesidad de aprender lo que ella nos

enseñaba cada día, en cada flor, en cada fruto, con cada

soplo de vida. No había nada en el entorno que pudiera

cambiar o influir sobre nuestro modesto e infantil modo

de ver las cosas. ¡Qué maravilla ser simplemente un niño

en un lugar así!, tan parecido al que Dios creó. Creo que

la Naturaleza nos está diciendo a cada momento:

"Ámame como soy, respeta lo que te doy, y aprende de

lo que hago. Obsérvame, en mí están todas las virtudes

de la vida!"

En aquel entonces éramos seis hermanos -el mayor de

ocho años-, acababan de nacer los mellizos. Vivíamos

valle arriba de Acarí, en la parte que comienza a

estrecharse, en un caserío llamado El Molino. Nuestra

casa estaba ubicada a un kilómetro del río y al otro lado

quedaba un pequeño fundo llamado Lucasi.

Tanto El Molino como Lucasi formaban parte de la

hacienda Chocavento donde trabajaba mi papá, ambos

dos fundos estaban a su cargo.

Roger L. Casalino Castro

Naturalmente todo el trabajo de campo lo hacía a

caballo, lo que significaba pasar diariamente varias

horas montado. Sus caballos favoritos eran: un alazán

muy suave y fuerte para el trabajo y el bayo, su potro

preferido, brioso, inquieto y pajarero, razón por la que

montarlo era para él algo que le alegraba la vida. Como

accesorio importante, acostumbraba llevar en la parte

posterior de la montura, atado a una argolla, el tronador

o zurriago (en otras partes lo llaman látigo), que tenía

unos tres metros de largo y es de cuero trenzado de tal

forma que se iba adelgazando hasta terminar en una

punta de no mßs de un centímetro de espesor, a la que se

ataba un fino trenzado de cerda arrancada de la cola del

propio caballo.

Cuando se utiliza, se bolea sobre la cabeza para luego

realizar un templado jalón, cuyo latigazo produce un

fuerte ruido similar al de un trueno, del que ha tomado el

nombre de tronador. Con la misma facilidad se maneja

estando a pie o a caballo. Con él se conduce el ganado y

es particularmente útil cuando se encuentran animales

haciendo daño en los sembríos.

Nuestra vida transcurría, como la de los demás niños del

lugar, sin prisa alguna; caminando por el campo sobre el

bordo de las acequias en busca de pacaes, ciruelas, higos

u otras frutas, según fuera la estación, o también

buscando tumbos silvestres que eran muy ricos.

Y Dios... Trajo al Hombre

Al volver traíamos pasto para los cuyes y demás

animales de la casa. Siempre sin zapatos y vestidos con

el clásico overol con tirantes, no había por qué desear

más..

¡Qué fabuloso era encontrar un nido de pajaritos!; cada

quien tenía su propio nido y estaba atento al nacimiento

de los pichoncitos, porque una vez emplumados, eran

ofrecidos a mamá como regalo. Ella los ponía en una

gran jaula que ocupaba toda una esquina del patio y se

entretenía cuidándolos. Sus engreídos eran los chirotes,

porque cuando se les cría desde pichones cantan lindo y

les gusta que se les haga cariño en la cabeza hasta que se

duermen con las patas para arriba mostrando el pecho

rojo (dicen que en otras partes se les llama huanchaco).

Sin embargo, cuando se les caza de grandes, dejan de

comer y beber hasta que mueren. De ellos aprendí que la

libertad es un don divino.

Un día mi papá iba por el camino que después de

atravesar el río conducía a Lucasi, cuando escuchó un

llanto de niño muy lastimero. Se apeó del caballo y se

internó en el monte, cuyo tramo a la orilla del río es

bastante denso, pues está poblado de huacanes, mangles

y cayacasos, chilcas y tembladeras. Allí encontró,

escondido y tembloroso, a un chiquillo de unos seis

años.

Roger L. Casalino Castro

Al preguntarle qué pasaba, el niño respondió que se

había escapado de su casa porque el tío con quien vivía,

le pegaba mucho cuando recogía poco algodón... Lo

tomó de la mano y salió del monte con él. Al cogerlo

bajo los brazos para montarlo al caballo, dio un ¡ay! de

dolor; mi papá le quitó la harapienta camisa,

horrorizándose al ver cómo estaba su espalda: rayada

por latigazos sufridos sin duda en repetidas ocasiones;

tenía las heridas infectadas.

Y Dios... Trajo al Hombre

Lo puso en el anca del caballo y partió en busca del tío a

quien encontró en un algodonal. Sin desmontar, tomó el

tronador y después de gritarle el clásico, fuerte e

imprescindible ¡carajo!, le aplicó cuatro latigazos a

piernas y espalda haciéndolo bramar de dolor y siguió

diciéndole simultáneamente: ¿Te duele, verdad?...

¡Verdad que duele!... ¡A él también!... ¡al niño también

le duele!... ¡so carajo¡...pero esto se acabó", (mi papá

decía: "nunca pegues, pero cuando pegues, pega

fuerte") y dándole dos latigazos más le gritó: "Tu nunca

más lo volverás a tocar, porque ya no vivirá contigo"; y

con la decisión tomada así, violenta e irretractable, dio

media vuelta y se alejó de allí para cruzar el río, rumbo a

casa, silbando un viejo vals de esos a los que siempre

daba final de yaraví, para relajarse.

Roger L. Casalino Castro

Sixto, que así se llamaba el chiquitín y que no tenia mßs

parientes que el tío pegador, llegó montado sobre el anca

del caballo de papá. Sin siquiera desmontar, mi padre se

dirigió a toda la familia que estaba reunida esperándolo

para el almuerzo (la hora era sagrada, todos teníamos

que sentarnos juntos a la mesa), nos miró con gran

seriedad y dijo: "Este es Sixto. Desde hoy vivirá con

Y Dios... Trajo al Hombre

nosotros, se criará con los chicos y serán como

hermanos. Tú, Sixto, me dirás papá y la señora será tu

mamá; la vas a obedecer y respetar siempre. Ustedes -

nos dijo- estarán con él en todo lo que hagan; asistirán

juntos al colegio y serán iguales para todo". Se lo

entregó a mi mamá diciéndole: cuidado con su espalda.

Mamá tomó un lavatorio con agua tibia y echó en Úl un

poco de yodo, procediendo en seguida a lavar las heridas

con un algodón, mientras todos mirábamos atentamente

la bendita pero difícil tarea con un gesto en la boca.

A nosotros nos parecía bien tener alguien mßs de nuestra

edad con quien jugar y llevar en nuestras caminatas, de

tal manera que su incorporación al grupo fue fácil. Está

demás decir que la palabra de papá era "santa palabra".

Después del almuerzo y de la infaltable y reparadora

siesta en su silla especial llamada perezosa -la que

compensaba en algo el estar levantado desde las cuatro

de la mañana-, mi papá tomó la maquinita de cortar pelo

y en menos de lo que canta un gallo dejó a Sixto pelado

al coco. Luego seguimos los tres hermanos mayores,

para que la disciplina fuera pareja. Enseguida, y calatos,

como era natural, fuimos a bañarnos a la acequia que

pasaba por delante de la casa. Baño de jolgorio,

reconocimiento e inicio de amistad. Nos contamos cosas

y hablamos sobre lo que haríamos durante los días

siguientes.

Roger L. Casalino Castro

Cuando estuvimos bañados se nos repartió la ropa -ésta

se heredaba del mayor al menor- incluyendo a Sixto. La

poca ropa que teníamos apenas si era la indispensable:

los zapatos eran sólo para los domingos y los overoles,

con un solo tirante y hasta con dos parches se

consideraban nuevos. Esas prendas eran excelentes,

además de prácticas y resistentes, traían varios bolsillos

sobrepuestos, y a medida que se gastaban los overoles de

las partes más expuestas, ésto es, rodilleras y fondillos,

aquellos asumían su verdadera función de auténticos

parches cubriendo los huecos.

Así listos, salimos a sentarnos en una grada de cemento

ubicada a la entrada de la casa (la sala de la casa, mßs

esa grada, eran lo único de cemento que había en el

caserío) mirando a todos lados para ver si por allí

aparecía algún perro de paso, ya que ello

significaba la posibilidad de ver una gran pelea de

perros. Rin, nuestro galgo, era un gran peleador y no

"preguntaba" si eran muchos, simplemente se trenzaba a

mordiscos...

El paso de algún camión o tractor era algo que sucedía

muy de vez en cuando. El trabajo de campo se realizaba

por lo general con bueyes y mulas. Además a los

tractores había que suministrarles gasolina y kerosén,

pero nunca había de las dos o se les malograba el

"mangueto" -dígase magneto-; otras veces, el tractorista

y su ayudante, se la pasaban inflando las llantas o con

Y Dios... Trajo al Hombre

una llave en la mano mirando qué ajustar. En cambio a

las mulas, -¡chuma que si eran como el ajo!- les ponían

sus pecheras, sus aparejos con el enganche, las que

apenas sentían el arado se arrancaban a trabajar. Mi papá

decía que eran muy buenas para aporcar y cultivar.

Fracasamos en el intento de ver una gran pelea de

perros; sin embargo, aparecieron dos jóvenes a caballo:

eran Félix e Hipólito, los mejores jugadores de fútbol de

la zona, quienes volvían de reforzar el día anterior, al

equipo de Chocavento. Sal-tamos de nuestro asiento y

corrimos a estrecharles la mano; en eso aparecieron -

cada una por cada lado de la casa- Victoria y Josefina,

las dos chicas que trabajaban con mi mama, quienes con

sendos ramos de flores querían demostrarles su

admiración. Frenando su carrera y respirando con fuerza

por la emoción les presentaron sus ramilletes diciendo:

- ¡Hola!, ¿cómo les jué...?

- Bien; ganamos, pero a Hipólito le dieron un

golpe en el costado y a mí un cabezazo, pero

eso ya no importa... ganamos.

- Y´´ohora, p'onde se van...?

- P'uay'pa'rriba pue, pa'La Joya tamo'diendo...

- Y... pa'cuando regresan...?

- El domingo pue, vamo'a dir p'al pueblo. Nos

han pedido que refuércemos al Sebastián

Barranca, el clu de Acarí...

Roger L. Casalino Castro

- Los vamo'a'star esperando pue pa'desiarles

buena suerte.

- Ya pue, po'aquí vamo'a pasar.

...levantaron el ala de sus sombreros y poniéndoselos de

medio lado con una sonrisa coquetona, partieron. Nos

quedamos mirándolos como se iban tratando de sacarle

paso a sus cansados caballos que cargaban las alforjas

llenas de cosas que traían, mientras las muchachas los

miraban con su cara de gallina triste.

Sentíamos una admiración especial por los mayores;

pero a los jóvenes, a los que habían salido del colegio

con su segundo año de primaria terminado y

comenzaban a trabajar en el campo, a los que ya tenían

ocasión de ir el domingo al pueblo, a esos, los

mirábamos como grandes y nos gustaba hablar con ellos.

Decíamos:

- La pucha, ¡Cómo sabe el Eustaquio!, sabe

decir "okay y gurbay";

- es que ha ido al cine a ver la coboy pue y

ha aprendido.

- Oye Sixto, ¿tú has ido al cine...?

- Yo no, y tú... ?

- Yo si, pero no entiendo lo que hablan. Dice mi

mamá que el domingo van a dar cine en

Chocavento y que vamos a ir todos. Seguro

que va a ser bonito; la peli se llama Tres

Y Dios... Trajo al Hombre

baturros en un burro. Josefina y Victoria

dicen que a ellas les gustan las coboyes

porque sale el chistoso y unos caballos bien

lindos.

Efectivamente, el camión de la hacienda hizo su

recorrido el domingo por El Molino y La Joya, juntando

gente para llevarla a ver la función de cine. Todos

Íbamos en la plataforma tomados de la baranda, aunque

muchos preferían viajar montados en ella a horcajadas,

cual chalanes, con una mano agarrando el sombrero y la

otra colgando . También nosotros queríamos hacer lo

mismo, pero no nos dejaban, así que nos entreteníamos

parándonos en el centro de la plataforma para mantener

el equilibrio. Los comentarios, como era natural, se

dividían entre los que alababan al chofer manejando por

la huella y sobre todo cuando aceleraba y enganchaba la

marcha en la subida de la cruz y los que hablaban de las

películas que habían visto. Unos pocos hablaban sobre

los valses y polcas que salían por el parlante. Decían que

la mejor canción era La Flor del Capulín; pero a las

mujeres les gustaba esa que decía Anita ven.

Cuando llegamos a Chocavento, mi papá estaba en el

"tambo" y fuimos a verlo. Sixto, impresionado, obser-

vaba que allí había de todo, hasta una máquina en la que

ponían plata, le daban la vuelta a una manizuela, sonaba

una campanita y salían unos números y un boleto.

Miraba ensimismado cada operación arrimado al

Roger L. Casalino Castro

mostrador, hasta que mi papá nos invitó una soda; eso ya

significaba un acontecimiento especial por sí solo, y

además, ¡un chocolatín! Sixto, que nunca había tomado

una soda, tenía una sonrisa de oreja a oreja; la saboreaba

sin perder una gota diciendo que le hacía cosquillas en

la nariz, hasta el final, en que calmó su pena con el

chocolatín y después jugando con la platina del

chocolatín.

Luego de ese momento fabuloso pasado en el tambo,

fuimos a la casa hacienda en busca de mamá que estaba

conversando muy animada con las tías. A la entrada

había un jardín con flores y árboles; a la izquierda, una

ramada para amarrar los caballos y a la derecha, una

enorme buganvilla que arreglada en forma de ramada

daba sombra a unas morenas que preparaban tamales,

chorizos y queso de chancho, mientras un moreno

provisto de un palo largo, hacía chicharrones en una

gran paila de cobre, comentándoles a las morenas :

"caajo, este chancho va'dá po'lo'meno doce lata'e

manteca y meno'mal po'que'n el tambo ya se'acabao".

Al llegar al corredor de madera que precedía el ingreso a

los diferentes ambientes de la casa, nos quedamos

entretenidos mirando dos bolas de cristal de color que

servían de adorno a los parantes del barandal. Entramos

a la sala y no resistimos la tentación de subir por la

escalera de caracol que desde el centro del salón, llevaba

al mirador instalado en el techo. Era hermosa y brillante.

Y Dios... Trajo al Hombre

Le pasábamos la mano porque era muy suave, y fuimos

subiendo, lentamente como para que no se nos acabe.

Llegamos al mirador, que tenía la forma de pérgola y

desde la que se divisaba una buena parte de la hacienda.

En fin, muchas cosas nos llamaron la atención porque no

las teníamos o porque no las había en El Molino; las

observábamos detenidamente sabiendo que luego serían

motivo de entusiastas comentarios.

En seguida, nos dirigimos donde las morenas que

vendían ponche y butifarras. No perdimos más tiempo y

fuimos a ver el parlante que estaba colgado en lo alto de

una ventana emitiendo un ruido fuerte con música.

Paseamos por todas partes en busca de novedades y

aventuras, hasta que fue la hora oportuna de entrar al

cine.

La película pasó entre comentarios de lo bien que

trabajaban los actores y otros que no tenían sentido; pero

los verdaderos protagonistas -que éramos nosotros-

disfrutamos al máximo del ambiente: el momento

importante, lleno de impaciencia, de retirar el parlante

de la ventana para colocarlo detrás del telón para que

suene la película o cuando se prendía el foco de la luz

eléctrica y todos volteaban a mirar cómo se cambiaba de

rollo; luego gritar la cuenta regresiva cuyos números

aparecían al inicio de cada rollo o también el detalle

lleno de alegría infantil de caminar entre la gente

pisándoles los dedos de los pies, (eran muy pocos los

Roger L. Casalino Castro

que tenían zapatos). De la "obra", como se le llamaba a

la película, sólo nos acordamos de los tres que montaban

a burro. "Pero no sabían montar".

Preparar la comida no era tarea fácil pues no se contaba

con los elementos necesarios. Se comían los productos

de la estación y se condimentaban con ingenio; mas no

faltaban recursos para resolver las situaciones difíciles.

Una vez, llegó mi papá y mi mamá le dijo que no había

nada a la mano para preparar el almuerzo. El, sin

inmutarse, pidió a Sixto que le trajera la ataraya y un

costalillo, luego nos tomó a él y a mi. montándonos al

anca del caballo y sin decir una palabra partimos por el

callejón que llevaba al río. Se detuvo cuando llegamos a

una toma de agua, nos apeamos del caballo y Él,

remangándose los pantalones, se adentró unos pasos por

detrás de los caballos -unos trípodes de gruesos troncos

fuertemente amarrados con alambre, con una plataforma

de palos mßs delgados en la parte baja, sobre la que se

colocan piedras y ramas- que servían de base y soporte a

la empalizada que formaba la toma. Luego, con el agua a

las rodillas, tiró la ataraya en tres ocasiones, y en cada

una de ellas, al recogerla, tuvo que atenazarla con las

manos para evitar que se cayeran los camarones y las

lizas que pescaba. Fue suficiente. Regresamos a la casa

con lo necesario para el almuerzo, la cena y hasta para

el día siguiente. De esta forma, simple pero practica,

aprendimos lo importante que es estar alerta a todo y

llegar a la casa con algo, aun cuando fuera pequeño. Es

Y Dios... Trajo al Hombre

así como en adelante llegábamos a la casa con choclos,

zapallos, calabazas y, también berros y achicorias que a

mi papá le gustaban en ensalada. Todo lo que

pudiéramos cosechar en los lugares que recorríamos, aun

cuando fueran unos tumbos silvestres o yuyos y hasta

cola de caballo para hacer emoliente. Todo era siempre

bien apreciado.

Con Sixto, aprendimos a estar enterados de lo que se

sembraba en cada potrero. A él le encantaban los

camotes y sabia el nombre de cada uno. Traíamos:

torrellano, torreblanco y morado para ponerlos al techo a

solear. Amarillo no, porque era "camote pa' chancho".

Después, hacíamos un fogón con piedras y los cocíamos,

al principio junto al fuego y luego directamente sobre las

brasas; quedaban tostados por fuera y por dentro como

miel. ¡Eran una golosina!.

En nuestras caminatas sobre las pircas, Íbamos mirando

si encontrábamos algo con qué jugar. Así descubrimos

que con los capullos de algodón podíamos simular

peleas de gallos. Hacíamos viajes especiales por los

montes a orillas del río para conseguir sacuaras: esas

varillas que da en la punta la caña brava; con ellas

podíamos hacer cometas o llevarlas de regalo al profesor

para usarlas como señalizador de la pizarra. Además las

cañabravas peladas servían para hacer caballos con sólo

atarles una pita en la punta como rienda o cuando

Roger L. Casalino Castro

podíamos conseguir una latita de betún, clavándola en la

punta para hacerla rodar como carrito.

Quizá estas cosas no sean del todo ingeniosas, pero de

todas formas aplacaba nuestro natural deseo de inves-

tigar y buscar entretenimiento en la propia naturaleza.

Estábamos aprendiendo a vivir...era todo lo que

teníamos...y nos gustaba...

Y Dios... Trajo al Hombre

Nos gustaba también, por ejemplo, visitar algún peón

que estuviera arreglando su casa, para ver su trabajo.

Observábamos con atención como hacia los huecos para

plantar los parantes, cómo colocaba piedras para

asegurarlos y luego los apisonaba utilizando el mango de

la pala; después ponía las cañas transversales de a dos,

abajo, al centro y arriba y las amarraba con tientos de

cuero mojados. Decía que era muy importante esto,

porque de no estar fuerte el armazón la pared no tendría

fuerza. El tejido de caña bravas de la pared se hacia

cuando se aseguraba que los tientos estaban bien secos.

Tratábamos de entretenernos alcanzándole las cañas y la

totora cuando armaba y ordenaba el techo antes de poner

la torta de barro.

Si por allí nos enterrábamos que alguien cosechaba

achiras preguntábamos dónde y cuándo las iban a

huaquear porque queríamos participar de la construcción

del horno. Se comenzaba por hacer un hoyo circular de

un metro de profundidad por un metro de diámetro. Se

buscaban piedras de río planas u ovaladas con las que se

procedía a empedrar, primero el fondo y luego todo el

contorno hasta el nivel del piso. Una vez terminado este,

se llenaba de leña y se le prendía fuego hasta que las

piedras se ponían blancas por el calor, para luego extraer

los restos de leña y carbón. Recién entonces se hacía una

cama con las hojas de la propia planta de achira y se

echaban las achiras para taparlas adecuadamente y

cubrir el horno de tierra. Lo bueno de las achiras es que

Roger L. Casalino Castro

una vez huaqueadas, no solamente son ricas y harinosas,

sino que se conservan varios días sin que corran el

riesgo de malograrse.

En medio de esa vida simple, Sixto era un amigo y un

compañero participando totalmente de los mismos

juegos. Nos gustaba que cuente cosas de la sierra y de

todo lo que él había pasado, porque nos sonaba como a

los cuentos que por las noches, después de comer, nos

contaba mamá a la luz de la Luna, enseñándonos a

mirarla hermosa rodeada de estrellas y con los aerolitos

fugaces dándole alegría.

Sixto se convirtió en un hermano, un amigo fiel y un

excelente compañero de aventuras; era muy habilidoso y

se le ocurrían cosas que permitían siempre una aventura

más. En una ocasión llegaron unos chalhuanquinos con

sus llamas cargadas de papas, quesos y quinua; chalona,

cecina y otras cosas de la sierra. Estas mercancías eran

cambiadas por lo general con productos como azúcar,

arroz y sal. Sixto se buscó una caña de azúcar de la

huerta y la cambió por una honda hecha de lana,

solamente que más pequeña que la usada por los

grandes, pero exactamente igual.

Tener una honda significó salir corriendo en grupo hacia

una pampa para aprender a usarla. Naturalmente el

maestro era Sixto porque siempre la había usado para

pastear los carneros. Eso de fijar un extremo en el dedo

Y Dios... Trajo al Hombre

gordo, poner la piedra en la parte ancha y partida en dos

al centro de la honda y tomar la otra punta era fácil, pero

luego, cuando había que bolearla sobre la cabeza y soltar

un extremo venla lo difícil porque la piedra salía

disparada en cualquier dirección. Pero Sixto fue buen

maestro y nos enseñó a usarla disparando de arriba hacia

abajo y con puntería. La honda era un instrumento

excelente, la llevábamos a todas partes, y además, servía

para sujetar los pantalones del primero a quien se le

rompieran los tirantes del overol. Cuando se fueron los

chalhanquinos extrañamos la veletería de ir a conversar

con ellos y darle de comer ichu a las llamas.

Al bajar las aguas del río, quedaban pozos que eran

maravillosos para bañarse y aprender a nadar. En una

ensenada, a la sombra de un gran árbol de aliso, se

formó un lindo pozo al que le pusimos precisamente

ese nombre: El pozo del aliso. Era constantemente

punto obligado de nuestro recorrido. Despojándonos de

la poca ropa que teníamos, y calatos, gritando de

contento, nos remojábamos hasta quedar morados. Lo

difícil del asunto era lograr sacar a Sixto del agua. Era su

locura. La primera vez que nos bañamos en el pozo,

todos masticamos una ramita de guacán porque

habíamos escuchado que era bueno para no ahogarse. El

guacán es un árbol que crece en la ribera del río y es

muy bueno para leña.

Roger L. Casalino Castro

El colegio constaba de un salón de clase, con una pizarra

y cuatro bancas, donde un profesor muy querido y

respetado por todos daba clases simultáneamente a

primero y segundo año que era lo máximo; claro que

cada año se hacía en más de uno. Los de primer año

aprendíamos desde hacer palotes hasta el silabario y los

de segundo año escribían y estudiaban en El Tesoro

Escolar de todo un poco, pero sobre todo las cuatro

operaciones. La educación se complementaba con algo

de geografía, en un mapa del Perú de 1908 que había

colgado en la pared de quincha, con la práctica regular

de cantar el Himno Nacional y una cancín que nos

gustaba mucho: Esta es mi Bandera. Sin embargo debo

ser honesto en decir que, si bien es cierto que la

instrucción estaba limitada a las cuestiones más

elementales, la educación era algo más, porque se

desarrollaba en un marco de respeto y seriedad que hoy

considero envidiable.

Comúnmente hacíamos paseos al cerro que estaba a la

espalda de la casa hasta alcanzar una gran roca que tenía

una gruta en el centro y en la que mamá había puesto

una estatuilla de la Virgen. Un día, un vecino que tenía

su ganado pastando en las lomas, -esto es en los cerros

altos- le contó a mi mamá que había amancayes blancos

en la hoyada, a la vuelta del cerro grande.

Pues bien, esto fue motivo suficiente para organizar para

el domingo siguiente un paseo a esa parte de las lomas.

Y Dios... Trajo al Hombre

Salimos con agua, algunas provisiones y los infaltables

chocolates de azúcar marca "Campoy". Superamos la

roca de la gruta y un poco más arriba tomamos un

camino de herradura en forma ascendente, por el que

subimos parando de cuando en cuando para esperar a las

mujeres. Todos llevábamos algo al hombro o atado a la

espalda para cocinar el almuerzo y agua o chicha verde

de cebada para tomar.

Después de unas horas comenzaron a aparecer las

"pitajayas" rojitas...con sus puntitos negros ...deliciosas;

luego magueyes con largas varas y flores en la punta; los

"airampos" rojos y morados; los grandes cactos que dan

el "sanque"; todos frutos que, para nosotros, eran en

primer lugar un reto para no espinarnos las manos y en

segundo, una golosina que disfrutábamos con alegría

como si se tratara de un premio por participar de la

maravillosa idea del paseo.

Las mujeres cosechaban unas hierbitas a las que se da el

nombre de te de las lomas. Simultáneamente juntaban su

ramillete de amancayes blancos y otras flores silvestres.

Por supuesto éramos advertidos constantemente de tener

cuidado por donde andábamos, tanto por las espinas de

los cactus como por las arañas peligrosas que pudieran

haber.

Pasado el primer impacto de satisfacción que produce el

haber llegado al lugar que se consideró como final del

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recorrido, procedimos a buscar un lugar aparente para -

después de reunir unos cactos y palos secos- preparar

una fogata para asar los choclos, papas y camotes que

habíamos llevado.

Mi mamá buscó unos bulbos de amancáes y después de

acondicionarlos en las canastas -junto con los sanques,

airampos y pitajayas que todos le trajimos-

emprendimos el viaje de regreso, por considerar la hora

avanzada.

En ese momento mi mamá nos hizo notar lo maravilloso

del paisaje que se nos presentaba. A la derecha se

apreciaba un celaje espectacular. Mirando hacia el frente

no podíamos dejar de impresionarnos con el inmenso

cerro de arena de Acarí mostrando orgulloso el Toro

ubicado en el centro de su increíble falda de arena -es la

figura de un toro muy grande, formado de clavelinas,

que se puede ver desde muy lejos-, luego mirando hacia

la izquierda siempre en la banda del frente, se podía ver

con claridad la subida del águila, por donde iban los

arrieros a Chalhuanca; el águila también estaba formada

de clavelinas por un capricho de la naturaleza. Un poco

más arriba, a considerable distancia, enclavado en el

centro de la quebrada y como una pirámide, se divisaba

un cerro, no muy grande, pero sí intrigante llamado

Socctapara, que tiene la particularidad de que a pesar de

la distancia a que se encuentra del mar, desde su

estratégica cumbre se puede ver no sólo el mar, sino

Y Dios... Trajo al Hombre

también las diferentes quebradas que convergen a esa

parte del valle en las que aún quedan restos de los

caminos de la Época de los incas. En esos tiempos

Socctapara fue utilizado como una fortaleza. Todo el

panorama era una mezcla de tristeza y silencio, pero

también de fuerza y esperanza que se manifestaba en el

serpentear del río y en la tonalidad de los diferentes

verdes del valle, desde Amato hasta Acarí, Tambo

viejo y Cerro Colorado.

Al día siguiente, sentados en la grada de la casa,

comentábamos sobre el paseo y extrañábamos principal-

mente las ricas pitajayas, que para nosotros, como ya se

ha dicho, eran golosinas...No terminábamos aún de

asombrarnos del tamaño de la araña-pollito a la que

mató don Velarde -el hombre que ayudaba a mamá en la

huerta, el jardín y las tareas pesadas de la casa- que se

llama así porque dicen que grita como pollito para

acercarse a los nidos y comerse los pichones.

Sixto, muy entusiasta, estaba feliz de que don Velarde

nos hubiera enseñado a caminar con cuidado observando

el camino para no ser picados por una lucacha, una araña

pequeña pero peligrosa cuya picadura puede ser mortal o

por lo menos muy dolorosa.

No terminábamos aún la conversación sobre el paseo,

cuando apareció el camión de la hacienda, cargado de

caña de azúcar, procedente de Amato y con destino al

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trapiche de Chocavento. Salimos corriendo tras el

camión gritando a los ayudantes que iban sobre la carga

y éstos comenzaron a tirarnos cañas. Eso colmó nuestro

entusiasmo y felices de la vida nos sentamos en la grada

a chupar caña por largo rato.

Un día llegó de visita un primo que vivía en Nazca,

usaba pantalones bombachos con elásticos en los

tobillos y zapatos con hebillas. -justo lo que no nos

gustaba- Entre todas las tonterías que habló, dijo que los

"chinguillos" se llamaban gorriones y que a él le daban

propina, o sea plata. Cuando le preguntamos a mi papá

cómo era aquello, nos respondió que el dinero hay que

ganarlo para que las cosas que se compran con él tengan

valor. Pues bien, el asunto de la propina nos creó la

inquietud de comprar y fuimos en patota a solicitar

trabajo.

En esos días el único trabajo para chicos era el de

abonar. El abono era una mezcla de guano de isla y

guano de corral. Sin más que decir, a las siete de la

mañana estábamos en el campo provistos cada uno con

una lata de cinco galones -de esas en las que se vendía

la gasolina-, con una pita para cruzarla sobre el hombro,

de tal manera que la lata quedara ubicada por debajo del

brazo izquierdo con la boca hacia adelante, en posición

tal, que permitiera sacar el abono con la otra mano.

Comenzó el trabajo, cada guaneador iba detrás de un

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peón, que con la pala, hacía un hoyo al lado de cada

mata de algodón. Nuestra labor consistía en echar un

puñado de guano y taparlo con el pie, sin zapatos

naturalmente. Trabajamos toda una semana; no

podíamos quejarnos. Eso no lo hace alguien que quiere

trabajar. Al fin llegó el sábado, día de pago,

disimulando el hombro pelado raspado por la pita, la

cadera morada por los golpes de la lata, y las manos

quemadas por el guano, nos presentamos a cobrar. Los

chicos ganábamos la mitad del salario de los grandes.

Nos tocó veintidós centavos a cada uno: una moneda de

a un real, dos monedas de a medio y un gordo; esto

quiere decir, una moneda de diez centavos, dos monedas

de cinco centavos y una moneda de cobre de dos centa-

vos. Sixto decía que tenía más porque le dieron dos

monedas de a un chico, o sea, de a un centavo.

- íPa'su diablo!, ahora... qué hacemos con

tanta plata?...vamos a ver a mi mamá

pa'que nos guarde un poco.

- Ta'bien pue, pero después vamos p'onde

doña Barbarita que dicen que le han

llegado caramelos de colores y chocolate

Campoy.

- ¡Púchale! yo me como un chocolate

enterito.

- Yo tamién, pero me lo como poquito por

poquito pa'que me dure.

- Y si nos compramos unos cuetes pa'reven

Roger L. Casalino Castro

tar?

- Ya pue, ¡firme!; los prendemos con un

tizón de la cocina.

- Pero tenemos que traerle algo pa' mi

mamá...

- ¡y pa'las muchachas tamién!

Todos animados por ésta conversación partimos a

realizar la primera y mßs importante compra de nuestras

vidas, con nuestro propio y bien ganado dinero. Fue –¡y

ni qué dudarlo!- una experiencia inolvidable: volver con

los bolsillos llenos de caramelos y galletitas de

animalitos; llegar a la casa y repartir a todos olvidando

la dureza de los días pasados. Sixto, preguntaba si podía

"tirar prosa", como Víctor, cuando venia con su camisa

limpia pa'que lo vean las muchachas y se ponía al frente

de la casa con su sombrero de paño de medio lado y las

manos en la cintura.

Como ya he dicho antes, ¡qué simple era una sonrisa y

qué fácil llegar a una carcajada! Cuando caminando por

ahí, al tratar de saltar una acequia nos caíamos al agua, o

alguien por distraído se caía de un árbol o de una pirca,

o después del llanto que provocaba un tropezón con una

piedra, siempre, justamente donde ya se tenía una

heridita, de todos modos se terminaba en risa.

Pero el tiempo no se detiene. Mi papá fue a trabajar a la

hacienda Collona con sus dos hermanos, y nos fuimos

Y Dios... Trajo al Hombre

para allá. Viviríamos con mi abuelita. La casa era muy

grande y contaba con una hermosa huerta llena de

frutales de toda clase.

Pronto olvidamos El Molino. Nos dedicamos a conocer

todos los potreros y montes. Caminamos por el río en

busca de lugares especiales. Los días eran largos,

comenzaban a las seis de la mañana tomando leche al

pie de la vaca, cada uno con su jarro en la mano, y luego

íbamos a ver a los pastores que estaban ensillando los

caballos y atendiendo simultáneamente cualquier

dificultad que se pudiera presentar con las vacas y los

becerros. Antes de perdernos de la casa teníamos que

preguntar sobre mandados o cosas en las que debíamos

ayudar; desde hacer compras en el pueblo hasta

desgranar maíz y cargar agua, ya fuera del pozo o de la

acequia.

En las tardes salíamos al campo llevando costales y una

segadora para cortar gramalote y pasto para los conejos

y cuyes, además de verdolaga para los chanchitos.

Durante el día las gallinas y patos se soltaban en la

huerta, de manera que a las cinco de la tarde, después de

tomar lonche, Íbamos a la parte trasera de la casa y junto

con el encargado de la huerta silbábamos con fuerza y

las aves venían corriendo a comer el maíz que les

dábamos. Este era sin duda un momento muy lindo en el

que por lo general participaban todos los de la casa. Una

vez encerradas las aves en el gallinero, venía un rato de

Roger L. Casalino Castro

tertulia familiar en el gran corredor situado en la parte

delantera de la casa, donde mientras los chicos

jugábamos a las escondidas, al chicotito caliente u otros

juegos infantiles, los mayores hablaban de sus cosas.

Algunas veces participábamos también de la conversa-

ción de los adultos, formando nuestra propia idea sobre

los temas que hablaban, ubicándolos dentro de nuestra

realidad. Como aquella ocasión en que contaban una

historia sobre una zamba bembona que recuperaba el

marido, cada vez que éste se le escapaba a las cantinas a

echarse unas copas con los amigos, y ella lo sacaba

poniéndoselo debajo del brazo como un paquete.

Yo la imagino así...

La bemba de la zamba

Nunca se vio cosa igual

decía un día mi padre,

hablando con su compadre

de un caso fenomenal.

Él, un zambito bien camba

que todo se contornea,

está que se jaranea

con la bemba de la zamba.

Y Dios... Trajo al Hombre

Ella, una zamba bembona

de curvas que se desbordan,

donde sus pechos le adornan

atributos de campeona.

Qué bemba descomunal,

si la usa como recurso,

está fuera de concurso,

es bemba profesional.

Señora de la "boquita",

por qué no la frunce un poco,

hace un calor que me aloco,

necesito su sombrita.

Así se burla el zambito

dándose el son de poeta,

y al referirse a su jeta

la zamba le pega un grito.

Zambito cara'e patada,

te agarro, te despabilo,

y levantándolo en vilo

lo tira por la portada.

Cae p'arriba la gamba,

destrozada la camisa,

mientras nace una sonrisa

en la bemba de la zamba.

Roger L. Casalino Castro

Tranquila pue'ña Petita,

uté me quiere matar,

¿Por qué no me quiere dar

un beso de su bembita?

Zambito zarrapastroso,

aunque sea tu mujé'

en casa no quiero ve'

negro tan espantoso.

Cortado el zambo en su maña,

sale a buscar sus amigos

y con éstos por testigos

se embomba chupando caña.

Y diciendo a su manera,

que se muere por su zamba,

quiere volver por su bemba

que allá en la casa lo espera.

No se da cuenta siquiera

que viene tumbando sillas,

lo toma por las costillas

y le da su marinera.

T· sabes zambo bandido

como soy cuando me enrazo,

lo pone debajo el brazo

y se lo lleva rendido.

Y Dios... Trajo al Hombre

Nu'hay na'que hacer, ¡qué caramba!,

él ya no siente dolor,

pues lo domina su amor

por la bemba de la zamba.

Cada vez que teníamos oportunidad nos Íbamos a los

potreros donde pastaba el ganado; allí montábamos los

caballos de los pastores. Regularmente lo hacíamos a

pelo y de a dos cada vez. Sin embargo cuando

queríamos divertirnos, agarrábamos un burro y

montábamos de a tres. Sixto siempre quería ser el último

porque atrás es más cómodo, y él decía que se sentaba

en la tacita. Además porque aprovechaba para jalarle los

pelos al burro, haciéndolo levantar las ancas y

corcovear. Aumentaban los ¡agárrate que me caigo! y

algunas veces terminábamos en el suelo, con un "ayayau

miéchica", sobándonos con la mano la parte trasera

golpeada, pero sin dejar de reír.

Como mi mamá era muy entusiasta, buscaba la forma de

romper la monotonía, de manera que organizó un paseo

a Las Peñuelas, un lugar muy especial donde hay playa,

rocas, mucho marisco y pesca. Salimos temprano con

todo lo que pudiera necesitarse para un buen almuerzo

en un día de pesca y playa. Los peones llevaron sus

nejos, atarraya, cordeles y pejezaperos. Al final, con

algunos allegados, se llenó el camión con más de una

treintena de personas.

Roger L. Casalino Castro

Antes de llegar, una broma -justo antes de que se

divisara el mar-: el chofer paró para repartir un pedacito

de hueso a cada uno de los que nunca lo habían visto,

diciéndoles que si no lo chupaban el mar se saldría.

Sixto chupó su hueso, pero cuando divisé el mar, abrió

la boca y éste se le cayó. Lo recogió inmediatamente y

lo retuvo en la mano. A medida que nos acercábamos al

mar, iba aumentando su emoción.

Lo primero que nos llamó la atención fue la casita de

don Timoteo; ubicada en lo alto de una fortaleza del

tiempo de los incas construida al pie de un acantilado

piramidal y cuyos muros de defensa fueron hechos con

bloques de sal que el tiempo y la humedad han fundido y

aplastado. Don Timo era un pescador que vivía allí

como un ermitaño, aún en la soledad del invierno.

Solamente en el verano Las Peñuelas se convierte en el

balneario para los habitantes de la parte baja del valle,

siendo así que llegan las familias de Cerro Colorado,

Vijoto y Lungumari principalmente, con abuelos hijos y

nietos, además del obligado burro, indispensable para el

acarreo de agua desde el río, a cuatro o cinco kilómetros,

pues Las Peñuelas está ubicada a esa distancia de la

desembocadura del río Acarí.

Apenas llegamos, las mujeres se dispusieron a ordenar

las cosas y a preparar un fogón. Los hombres, cada

quien según su herramienta salieron de pesca a la playa

Y Dios... Trajo al Hombre

o a mariscar a la peñería. Los chicos teníamos que ser

capacheros, o sea que debíamos recibir lo que se iba

pescando o mariscando, para llevarlo a las mujeres que

esperaban listas para preparar el rico y abundante

almuerzo marino.

Sixto era el capachero más entusiasta, caminaba por las

peñas donde pudiera recibir el impacto de las olas.

Como entre los peñascos existen playitas lindas,

aprovechábamos para bañarnos sin mayor riesgo y

aplacar el impacto del fuerte sol. Pasado el mediodía, y

poco a poco, fuimos arrimándonos al fogón a reclamar

una porción de picante de mariscos o picante de

cochayuyo; pescado frito o sudado y el infaltable chupe

de cangrejos. Todo esto, realzado por lo natural del

ambiente, tenía un sabor especial. Comimos sin medida

ni clemencia, saboreando cada pata de cangrejo, a mano

limpia y con una enorme sonrisa de satisfacción.

Cumplido el banquete, todos regresamos al mar. Las

mujeres recién daban comienzo a su diversión, y según

sus gustos fueron a las peñas o a la playa.

Llegó el momento del retorno : pesca, mariscos y todo al

camión. Pero algo faltaba, naturalmente... Sixto. Fueron

dos peones a buscarlo y al rato volvieron con él cargado

al hombro como si fuera un costal y pataleando. No

quería salir del mar, él quería quedarse un rato más.

Roger L. Casalino Castro

El viaje de vuelta fue de bromas y muchas ocurrencias.

Cuando llegamos al cruce del río de Acarí, el camión

hizo un alto y bajamos a darnos un baño de agua dulce

para quitar la sal del cuerpo. En ese momento nos dimos

cuenta de la erisipela que traíamos encima, lo que

arrancó carcajadas porque todos estábamos igual de

quemados. Un lindo y hermoso día. Muchas defini-

ciones y novedades, pero sobre todo, una nueva ilusión

para Sixto...el mar.

Por aquel entonces el municipio de Acarí había compra-

do un radio marca Zenit, el que fue instalado en un

casillero a dos metros y medio de altura en el centro del

jardín de la plaza. La antena usaba como postes algunas

de las palmeras existentes en el parque.

Para que este alarido de la ciencia pudiera ser

escuchado, era necesario: primero, que el aconteci-

miento coincidiera con el arribo del camión del correo

que llegaba cada dos semanas; segundo, que el chofer

del camión al pasar por Nazca se acordara de recoger la

batería que había sido enviada a cargar quince días

antes; y tercero, que en el ínterin no se malograra ningún

tubo del radio.

Con estas condicionantes en positivo y con gran afluen-

cia de público congregado, los hombres para-dos y las

mujeres sentadas en las bancas, mientras los muchachos

nos sentábamos en el suelo sin despegar los ojos del

Y Dios... Trajo al Hombre

aparato, se daba inicio al intento de escuchar algo. Claro,

previa limpieza de los bornes de la batería y regadita del

cable a tierra.

Gran emoción cuando la música superaba la barrera de

la estática o si de repente se captaba un partido de fútbol

y se escuchaba:... lleva la pelota Baldovino... se la pasa a

Alcalde... centra para Lolo... se acomoda...dispara yyy...

¡pa'su macho!, no se sabía si era gol; entonces uno decía

gol y otro le respondía con voz de sentencia, "no, la

estática". Entonces se armaba el comentario sobre la

velocidad con que hablaba el speaker y lo bueno que era

ese arquero Valdivieso porque sabía encajonar muy bien

la pelota.

- Oye, preguntaba Sixto, ¿Qué es la "número

cinco"?

- Sonso, es la pelota pué; la número cuatro

es la pelota con que se juega acá, y la

número tres es la que hacemos con la

vejiga de carnero pa'jugar nosotros.

- Ta'bién pué, yo no sabía esos nombres.

Todo estaba bien hasta que se ponían a escuchar

noticias: que si la guerra, que los nazis o que si los

aliados y al final ¿para qué?, cada uno entendía una

cosa diferente. Para unos los buenos eran los nazis y

para otros los aliados. "No entiendo esto, porque el que

es bueno es bueno y el que es malo, es malo, Así como

Roger L. Casalino Castro

dice el libro de misa: el bueno era Abel y el malo era

Caín ".

Una vez estábamos jugando al frente de la casa y vimos

a don Cheque. Un viejito indigente a quien mi papá le

había dado un cuartito al lado de la herrería para dormir,

además, era necesario llevarle la comida porque ya

estaba casi impedido de caminar. Al acercarnos a él,

observamos que con una espina trataba de sacarse los

piques que tenía en gran cantidad. No existían

insecticidas, así es que lo usual era sacarlos con una

aguja y luego echar en la herida un poco de kerosene.

Para ello se utilizaba la mecha del lamparín que estaba

totalmente impregnada.

Fuimos a la casa y trajimos aguja, gillette y un lamparín.

Don Cheque se libró de gran cantidad de piques que lo

tenían muy agobiado. Cuando mi papá se enteró de esto

nos llamó y premió permitiéndonos ir al cine, que

justamente esa noche, daba una función después de mßs

de un mes.

El cine Tres Estrellas, que axial se llamaba, aunque le

decían "tres botellas " porque los dueños eran unos

borrachosos, constaba en una camioneta con su motor de

luz, un equipo de cine portátil, un parlante y un telón

blanco. El cine viajaba de pueblo en pueblo. La función

se daba en el patio del colegio y el que quería sentarse

tenía que llevar su silla al hombro.

Y Dios... Trajo al Hombre

Pasaron una película con un indio que se llamaba Kioga.

Algunos se preguntaban por qué estaba allí, si a ese ya

lo habían matado en otra película. También había otros

personajes, uno que se llamaba Herman Brix del que se

decía que era el joven; la muchacha y el chistoso

también eran buenos pero los bandidos eran los malos.

Nosotros, con Sixto metido como una cuña, estábamos

adelante junto al telón, pero como eso mareaba, nos

fuimos para atrás donde estaban los peones que no

habían llevado silla. ¡Ellos sí que sabían ver la película!

Le avisaban al joven cuando venían los bandidos y

también cuando otro bandido agarraba a la muchacha, le

advertían que vendría el joven a ponerlos en su sitio.

Como todos los comentarios se hacían con las lisuras de

uso diario u otras ocurrencias, resultaba divertido. De

vez en cuando también decíamos algunas de las

nuestras.

La vida cotidiana traía siempre algo que hacer o qué

decir o también algo en qué participar.

- Hola don Leoncio, ¿Po'nde lleva jalando

ese sauce?

- P'onde doña Clema pué, pa'la yunza

- ¿Y su burro tua'vía jala?... ¿No es cierto

que's de paso?

Roger L. Casalino Castro

- Quita, quita muchacho y deja de decir

sandeces

- ¿Y tamién va'usté a bailar en la yunza?

- ¿No tienes nada mejor que hacer?

- Si me han dicho que está buscando novia

- Oye, ¡no jodas! !ah!

...y siguió su camino hablando solo y arreando el burro

que arrastraba con dificultad el sauce. Este, era

suficientemente grande y grueso como para hacer una

buena yunza, de esas que se pueden hacer durar hasta la

madrugada y para tener la oportunidad de divertirse

bien.

Esa tarde, la yunza comenzaría como a las cinco y al

oscurecer, el alumbrado sería a puro farol. Desde

temprano fuimos a observar la operación de adornar y

llenarlo de galletas, caramelos, talco y picapica,

convertidos en paquetitos de colores que eran atados a

las ramas. El papel cometa de variados colores y cortado

de diversas formas, engalanaba todo el ambiente. Otras

mujeres se ocupaban de la chicha, el ponche y las

butifarras. Desde la parte trasera de la casa nos venía

con fuerza el olorcito del "arroz con pato" y por

supuesto también el rumor de:

Y Dios... Trajo al Hombre

El chisme

Te contaré que en la esquina,

cuando venía a la casa,

estaba doña Tomasa

chismeando con la vecina.

Me creerás comadrita

si te digo lo que siento,

porque sabes que no miento,

por la misma cruz bendita.

Los chismes que no me gustan,

la vida que llevo es buena,

pero me tinca y me suena,

que aquí las habas se tuestan.

Porque la china del cinco

anda con mucho secreto

y un jovencito discreto

la mira con mucho ahínco.

Pa'mi que la coquetea,

porque comadre yo he visto

como camina, e insisto,

que al caminar lo marea.

Roger L. Casalino Castro

A mí no me gusta hablar,

felizmente comadrita,

pero esta china bendita

a un santo lo hace temblar.

La casa de quincha, situada donde termina el pueblo, en

la intersección de dos callejones, tenía un patio delantero

de tal manera que dejaba libre la esquina. La yunza se

plantó firme dejando suficiente espacio para la ronda y

se colocaron todas las sillas de la vecindad en el patio

para dar forma el salón de baile. La gente llegaba con su

ropa dominguera; los hombres con las manos en los

bolsillos y los zapatos de cualquier manera porque no

eran requisito indispensable.

Cuando en eso: "¡Hola comadrita!, ¡hola compadrito!",

llegaron los guitarristas con sus palos trinadores

adornados con una cinta peruana en la parte del

clavijero. Se sentaron en una esquina y sin más

preámbulos comenzaron a tocar y cantar a todo pecho

mientras con mucho entusiasmo se les invitaba su primer

trago de cañazo con cascarilla; ¡Dicen que pa'calentar!.

- Oye Sixto, ¿Tú sabes bailar?

- Claro...el valse se baila dando un paso

y un saltito.

- ¿Y la polca?

- Mas fácil, caminas moviendo el brazo

Y Dios... Trajo al Hombre

de arriba pa'bajo y de abajo pa'rriba.

- Pero, ¿Has visto que los muchachos sí

se divierten bailando hasta el final?,

en cambio los más grandes, se pegan

unos tragos, bailan unas piezas y

después se pierden en los algodonales.

- Así es pué cuando dicen que son enamo-

rados. Ya después se la roban y enton-

ces se la llevan pa'su casa, dicen que

pa'tener hijos.

- Mejor es ser muchachos, ¿No?

Se arrancó el baile con valses, polcas y guarachas;

festejos y ni que hablar, marineras y...

La Resbalosa

Más que muñeca preciosa,

mßs que coqueta bandida,

por tí me mato la vida

después de la resbalosa.

Trina la guitarra fino

vibrando alegre el bordón,

al compás de castañuelas,

de cucharas y cajón;

revolotea el pañuelo,

pica, quiebra, punta y taco

sacándole lustre al suelo,

Roger L. Casalino Castro

da la vuelta, coquetea,

llama y jala salerosa

levantándose el vestido

para enseñar la rodilla

al tiempo que juguetea

su cabeza primorosa,

altiva, alegre y sencilla

la peruana Resbalosa.

No me den de lo que abunda,

yo me doy solo y entero,

es por eso que me muero

al final de la segunda.

El pañuelo sobre el hombro

muestra risueña el vestido

y arranca el baile graciosa

al terminar el punteo

del consabido pregón;

canto agudo y jaranero,

suenan palmas, uno y dos,

qué lindo repiqueteo,

qué guitarra, qué bordón,

castañuelas, cuchareo,

dale primo...Qué cajón...

Si ya morirme quisiera

pa'que pongan en mi losa,

aquí yace el sandunguero

que mató la Resbalosa.

Y Dios... Trajo al Hombre

Los guitarristas le daban fuerte a la melodía rematando

con su voz aguardentosa y de amargura llena, como

dice el vals. Luego, y viendo que ya los muchachos

estaban impacientes por treparse a la yunza, se armó la

ronda y, machete en mano, el padrino dio el primer

golpe dejando el machete incrustado en el tronco. Al

sonsonete de las guitarras, y agarrados de las manos

comenzó la consabida canción:

Yuncita, Yuncita ¡Quién te tumbará!,

el año que viene, ¡Quién te parará!

A las lomas a las lomas,

agua quieren las palomas.

Yuncita, yuncita ¡Quién te tumbará!,

el año que viene, ¡Quién te parará!

La yunza cayó a eso de las diez de la noche, lo que para

nosotros era como decir de madrugada, y después de

revolcarnos por entre las ramas buscando los paquetitos,

nos fuimos a dormir comentando lo lindo que había

estado todo, y tarareando esa guaracha del Alacrán

cortando caña.

El año siguió su curso, íbamos al colegio con cuaderno,

silabario y pizarrita, además de un lápiz y otro lápiz de

leche que servía para escribir en la pizarrita. Muchas

cosas sucedieron que nos llenaron de alegría al entrar a

Roger L. Casalino Castro

una edad en que comenzábamos a sentir y comprender

mejor las cosas. Las Fiestas Patrias con banda de

músicos, tómbolas y vivanderas; las calles adornadas

con cadenetas y banderines de pared a pared; luego los

desfiles y toda la gente del valle disfrutando

entusiasmados, hasta que al fin: ¡El castillo!... esa

maravilla de fuegos artificiales que nos dejó con la boca

abierta por largo rato...íPa'su macho, eso sí que fue

lindo!. Nos gustaban los "cuetes de arranque" porque

explotaban muy alto y los "buscapiques" porque nos

daba risa ver cómo todos saltaban tratando que no les

quemen los pies.

Los paseos que hacíamos todos los alumnos de vez en

cuando, siempre con los dos maestros, ya fuera al cerro,

a las ruinas o al río, durante los cuales nos iban

enseñando cosas sobre las plantas, las piedras y los

animales, así como historias del tiempo de los incas,

eran muy divertidos y entretenidos. Estas épocas se

evocan con una sonrisa nostálgica y como ya se ha

dicho, nunca dejábamos de percibir situaciones que

tuvieran sabor a novedad.

Y Dios... Trajo al Hombre

- Sixto, Sixto...dicen que anoche Pachinga

se robó a la Cutina y que ahora son

marido y mujer.

- Claro... si hace tiempo que andan buscando

leña en el monte.

- ¿Y eso qué?

- Ah, yo no sé, así dice don Rafa y que

ya'stá empreñada.

Roger L. Casalino Castro

- íPúchale! ¡Cómo le salerán los hijos?

- Con los pelos pura pasita nomá pué.

Nada nos gustó mas que "los negritos" en la Navidad. Su

vestimenta con franjas de colores y cintas peruanas,

adornadas de espejuelos y cascabeles que sonaban al son

de los bailes, zapateos y pasadas; todo, al compás de

una guitarra que bordoneaba una tonada tipo festejo. Los

seguíamos en su recorrido de casa en casa, donde estos

chiquillos lucían su arte por una moneda, haciendo

competencia de pasadas y canciones. Al llegar, tocaban

las campanitas... que llevaban en la mano y luego

haciendo una ronda cantaban con voces firmes

golpeando con fuerza sobre una sílaba de cada palabra.

El veinticínco dé diciémbre

el veinticínco dé diciémbre,

bájaron los carpintéros

bájaron los carpintéros,

a dibujár a Jésucristo

a dibujár a Jésucristo

én su santísimo madéro

en su santísimo madéro.

Luego, antes de irse, como en todas las casas se

acostumbraba hacer un Nacimiento, se acercaban a él

cantando y bailando para luego retroceder haciendo

venias al compás de las campanitas

Y Dios... Trajo al Hombre

Adiositó níño líndo

adiositó níño líndo

adiositó verdadéro

adositó verdadéro

échanos tú bendición

échanos tú bendición

hásta el añó venidéro

hásta el añó venidéro

La abuelita se fue a vivir a la casa de Lomas. Entrado el

verano, nos preparamos para ir de temporada. Eso

significaba que el "requembeque" -así se llamaba el

camioncito de la hacienda- tenía que hacer, de primera

intención, un viaje a Lomas llevando leña y pasto, una

vaca con su becerro, carneros y gallinas. Al día siguiente

partía nuevamente con los veraneantes y todo lo

necesario para disfrutar de la playa, la brisa del mar y la

buena pesca.

Lomas es una punta de roca sólida que entra unos cinco

kilómetros en el mar. La parte sur recibe el impacto de la

corriente marina, por lo que las olas son fuertes y la

playa, de unos veinte kilómetros, que va desde Lomas

hasta Las Peñuelas, se llama playa brava; en cambio la

parte norte es protegida por la punta y, por tanto, las olas

son menos fuertes; también de unos veinte kilómetros,

va hasta Sombrerillo, se llama playa mansa.

Roger L. Casalino Castro

Ya el día anterior Sixto hizo lo imposible para ir en el

camión. Lo logró al fin y llegando apenas echó las

gallinas al corral -que dijo que cuidaría- y emprendió

veloz carrera hacia la caleta para darse su primer baño.

Para el regreso hubo necesariamente que recuperarlo de

ahí.

La ropa de baño que usábamos era simplemente un

pantalón de fútbol al que se le daba el nombre de

bañador, se convirtió en la prenda favorita de Sixto. Lo

usaba como sombrero, calzoncillo y pijama; no se

deshacía de él ni para dormir.

Nos encantaba preparar nuestros anzuelos y cordeles e ir

a pescar mojarrías, cavinzas y tramboyos a Santa

Teresita y al volver a la casa comerlos bien fritos. En

otras ocasiones, cuando el mar estaba bajo, nos íbamos a

mariscar o cazar cangrejos. Los chupes de cangrejo eran

la especialidad de la casa.

A medida que el verano avanzaba, Sixto se volvía

obsesivo. El mar ejercía sobre él un dominio total. Ya no

quería jugar con nosotros si no era en la caleta. No iba a

la playa ni a parte alguna que lo alejara de esa caleta. Se

ocupaba de los mandados y compras, porque -ya fuera

de ida o de vuelta- tenía que pasar por la caleta. Como la

casa quedaba cerca, en una parte elevada, cuando se le

requería, alguien salía, pegaba un grito y cualquiera que

Y Dios... Trajo al Hombre

lo escuchaba advertía a Sixto, quien salía disparado al

llamado, resolvía el asunto a la carrera y volvía al agua.

La obsesión por el mar fue en aumento, al punto que ya

el bañador pasó a ser parte de su cuerpo. Cuando se le

requería, se ponía la ropa sobre mojado cuantas veces

fuera necesario. Comenzó a toser por las noches. No

había forma de hacerle comprender que no debía bañarse

den esa manera.

Una mañana amaneció con fiebre alta; tanto, que no

pudo levantarse. En Lomas no había ni siquiera un

boticario, por lo tanto se le curó con los elementos

naturales de la Época: infusiones, pastillas y cama. Al

día siguiente amaneció mejor, y con mucho esfuerzo se

le retuvo allí.

Para llegar desde la casa a la playa mansa hay que

caminar como dos kilómetros, y como a los mayores les

gusta bañarse en ella porque es hermosa y tentadora,

acostumbran a ir por la tarde cuando el sol empieza a

bajar. Esa tarde todos fuimos a la playa, excepto la

abuelita y Sixto. Cuando volvimos, como a las seis de la

tarde, nos dimos con la sorpresa de que Sixto no estaba

en la casa. Salimos inmediatamente hacia la caleta (Por

lo general en las tardes no iba nadie por ahí)

encontrándolo dormido sobre una roca, boca abajo sobre

las manos y, según escuchamos, "volando en fiebre".

Roger L. Casalino Castro

Un viejo pescador, amigo de la casa, se ofreció para ir

por mi papá. El camioncito que traía agua a la población

estaba malogrado. Don Perico, que así se llamaba el

pescador, caminó ocho kilómetros hasta la carretera.

Allí, después de esperar un largo rato, tomó un camión

hacia el sur y viajó veinticinco kilómetros más hasta el

desvío de Acarí, por el que caminó casi toda la noche

hasta llegar a una chacra, donde al contar de qué se

trataba, arrancaron un viejo tractor y lo condujeron por

el largo trecho que aún faltaba hasta la hacienda

Collona. Don Perico llegó con el cansancio más grande

de su vida.

De inmediato mi papá y don Perico partieron en el

requembeque, pasaron por el boticario quien tomó su

jeringa de inyecciones y lo que tenía a mano que pudiera

servir, partiendo tan rápido como el camioncito podía

viajar. Llegaron a Lomas como a las diez de la mañana.

Sixto estaba muy mal. Los pescadores decían que tenia

"tabardillo", y otros que era "costado". En la casa nadie

había dormido. El boticario hizo hervir su jeringa y le

aplicó unas inyecciones. Luego preparó unas cucharadas

y se las dio a tomar como pudo, además de una pastilla.

Todo el día estuvieron tratando de bajarle la fiebre, pero

en la noche Sixto se puso peor.

Y Dios... Trajo al Hombre

Nosotros estábamos asustados con la seriedad de todos.

No podíamos medir realmente la situación, tampoco

podíamos estar muy metidos en la casa; siempre nos

mandaban afuera, pero esa noche nos enviaron temprano

a la cama, mas no era posible dormir. Como la casa era

de madera, tratábamos de escuchar todo lo que se decía

hasta que el cansancio pudo más que la curiosidad y nos

quedamos dormidos.

Al despertar temprano, como de costumbre, fuimos al

comedor que estaba al lado del cuarto donde dormía

Sixto, allí nos dijeron que él había muerto. No sé qué

sentí, sólo sé que fui corriendo a la caleta donde estuve

toda la mañana mirando el mar. No vi. tampoco cuando

se lo llevaron al cementerio; pero es verdad que lo

sentimos, que nos faltaba. Es verdad que lo extrañamos

porque era parte de nosotros.

Sixto fue simplemente un niño al que la ignorancia y

desamor de un pariente absoluto y tirano, producto de

¡sabe Dios cuántas generaciones de ver lo mismo en

propios y extraños!, lo arrinconó contra una obligación

mucho más allá de sus fuerzas, sumiéndolo en una niñez

infeliz e impedido también de ver más allá de sus

narices; pero, al ser liberado de esa opresión limitante,

saltó0 a la vida donde lamentablemente le faltó tiempo

para adecuarse a la libertad dosificándola para sacar

provecho de ella.

Roger L. Casalino Castro

Todo lo bueno que halló, y especialmente lo que a él

realmente le gustó, sobrepasó los límites de la tentación

para convertirse en una obsesión que se lo llevó de

encuentro.

A pesar de la pena que nos causó su muerte, de la pena

de perder un compañero tan amigo, siempre sentimos

adentro, estimulando nuestros sentimientos, esa grata

satisfacción que deja el contribuir a que un niño sea

feliz.

¡Adiós Sixto!...

¡Nos vemos en la caleta!..

AAddiióóss aall aammiiggoo

Has vivido entre nosotros

varios años de tu vida;

hoy dejas con tu partida

una ausencia tan sentida

que no podrán llenar otros.

Trabajaste con tesón,

con ese esfuerzo que arrastra,

con esa mano que muestra

y en conciencia se demuestra

que tuviste un corazón.

Y Dios... Trajo al Hombre

Aquí quedan tus amigos,

conformes al comprender,

que es de gente de valer

nuevos rumbos recorrer

sin temor a los castigos.

Nunca sentimos que fueras

otra cosa que un amigo;

tenemos a Dios por testigo,

porque jugando contigo

siempre amansamos las fieras.

Hoy estrechamos tu mano

en señal de despedida

al emprender la partida...

porque sentimos que en vida,

¡fuiste un amigo...y hermano!

Roger L. Casalino Castro

Lágrima

Había una vez una lágrima

que vivía en el fondo de los lindos ojos

de un niño inocente del centro de Lima,

que en busca de amigos, comía rastrojos.

Nunca, se decía, podré comprender

el por qué este niño no se busca abrigo

en alguna parte donde depender

de algo que lo libre de ser un mendigo.

Yo aspiro, decía, a ser una lágrima

que exprese alegría y que exprese amor,

brotar en momentos de amistad y estima

ayudando a la gente a no sentir temor.

Yo quiero, decía, tener un amigo

que enfrente la vida con una sonrisa,

que me de su mano, que ría conmigo,

que viva tranquilo y sin mucha prisa.

Yo me siento triste cuando me reprimen

sin saber que puedo brindarles consuelo

a niños y ancianos víctimas del crimen,

de la incomprensión y del desconsuelo.

Y Dios... Trajo al Hombre

También yo quisiera tener una novia

y salir a verla desde el lagrimal,

decirle te amo es cosa muy obvia,

pero fundirme con ella...¡qué sensacional!

Qué lindo es ser lágrima y consolar a un niño,

animarlo, ponerle brillo a sus ojos,

sentirme en su mano con mucho cariño

al refregar su mejilla y quedarme de hinojos.

Cómo quisiera que el mundo aprendiera a llorar,

cuántas cosas buenas se liberarán,

para ser felices cantando al orar,

pues sin represión se comprenderán.

Dicen que soy débil, y por eso no lloran,

les gusta que digan que son muy valientes,

amargados mancillan lo que más adoran

y sólo demuestran que son inconscientes.

Adoro a ese niño de ojos brillantes,

de mirada diáfana llena de inocencia,

porque lo apaciguo en sus penas constantes

y le garantizo amor y paciencia.

Yo le grito al mundo que aprenda a llorar,

a reír con lágrimas, soltarlas conscientes,

que brillen sus ojos al colaborar

con los desvalidos y los inocentes.

Roger L. Casalino Castro

La libertad es el primer derecho del hombre

y es más importante que la vida misma.

Privar de la vida...no es ninguna solución.

Privar de la libertad...es una crueldad.

Y Dios... Trajo al Hombre

Puchito

Había una vez un pequeño poblado que se caracterizaba

porque estaba ubicado en una zona árida a la que costaba

mucho esfuerzo llevar el agua. Sus habitantes eran

campesinos humildes, de escasos recursos económicos y

culturales, pero forjados a fuerza de trabajo y respeto por

Roger L. Casalino Castro

la vida, lo que se reflejaba en sus curtidos rostros

dibujando en ellos una profunda resignación.

La única escuela del poblado -muy elemental por cierto-

estaba a cargo de un profesor que en sus buenos tiempos

de estudiante probablemente tuvo la suerte de poder

estudiar hasta el tercer año de primaria. Este, adornado

por una gran barriga, la que era sostenida por una gruesa

correa de cuero con una tremenda hebilla, que era la

admiración de todos, infundía mucho respeto, a pesar de

su aspecto bonachón. Simplemente, el respeto se debía a

que era ¡el Maestro!

El alumnado estaba formado por dos grupos: el primero,

integrado por los pequeños que asistían a la clase

mañana y tarde incluyendo el sábado por la mañana; y el

segundo, correspondiente a los mayores que trabajaban y

que solamente asistían de lunes a viernes por las tardes.

Las más simpáticas e interesantes eran las clases de la

tarde, porque resultaba gracioso compartirlas con los

grandes, ya que, ante los conocimientos del profesor,

todos eran iguales y con la misma facilidad tenían que

estirar la mano, con la palma hacia arriba, para recibir un

reglazo cuando no sabían la lección.

Sin embargo, había ocasiones en las que el profesor

llevaba a todos sus alumnos a la parte posterior de la

escuela, con el propósito de que como quien aprende

Y Dios... Trajo al Hombre

algo sobre el trabajo de campo, cosecháramos para él

las pocas hortalizas o camotes que en su chacrita era

posible sembrar. La ocasión era especial, sobre todo

porque les permitía alternar y trabajar con los que

sabían cómo hacerlo sin que dejara de ser un recreo para

los más chicos. Simultáneamente, el profesor corregía a

los mayores algunos defectos de técnica, sugerencias

que ellos aceptaban con una sonrisita "cachacienta",

como quien dice: este gordito no sabe ni "miéchica" de

estas cosas.

Pero había algo que iba calando en ellos a pesar de esa

terquedad aparente de no querer cambiar sus costumbres

y forma de hacer las tareas. Comenzaron a entender que

a las plantas hay que trabajarlas y tratarlas bien, como a

una persona; que los árboles no sólo sirven para hacer

leña y que la casa se ve mejor si se adorna con plantas y

flores para alegrar el ambiente y unos árboles para que

les den su sombra. Ellos, comenzaban a comprender que

naturaleza es vida; que ellos la tenían allí. Sólo debían

aceptar los consejos del profesor y con un poco de

esfuerzo llevar agua en barriles a lomo de burro, para

plantar algunos árboles y darle colorido a su pálido y

terroso caserío.

¡Todos de acuerdo, un día domingo muy temprano, se

reunieron en la escuela. Allí formaron dos grupos; uno

se encargaría de conseguir plantones de árboles y otros

arbustos, dando preferencia a aquellos que por su

Roger L. Casalino Castro

naturaleza no requieren de mucho riego, tales como

guarangos y acacias, y parras e higueras entre los

frutales. El segundo grupo se encargaría de preparar los

hoyos para la siembra y el correspondiente acarreo de

agua.

Teniendo en cuenta, que la naturaleza es la expresión

máxima de la bondad de Dios, y como allá no existía

ningún tipo de práctica religiosa, el maestro inducía a

través de esta forma de asociación, la manera más

simple de estar con El. Naturalmente, los niños eran los

mßs entusiastas y disfrutaban de toda situación,

poniendo cada uno, además de su gota de agua...

también su gota de sudor.

Al lado del grupo de niños, como queriendo pasar

inadvertido o quizás estaba ahí para observar mejor, un

pequeño de aspecto tristón, con una mano en el único

bolsillo que le quedaba, miraba a los demás sin animarse

a participar de sus locuras. Todos lo llamaban Puchito,

porque era el último de varios hermanos.

La difícil tarea de cargar el agua desde tan lejos y la

lucha con el duro suelo, a lampa y barreta, había dejado

exhaustos a todos; sin embargo no flaquearon y

siguieron trabajando con tesón hasta terminar la

magnífica obra de dejar plantadas las jardineras con

semillas de flores y arbustos. Los árboles también

plantados al frente de cada casa.

Y Dios... Trajo al Hombre

El premio final para tan ardua labor fue algo muy

especial: para los chicos hubo buñuelos con miel de

chancaca y para los mayores, tamales y un par de tragos

de cañazo; naturalmente, después de un rico y sabroso

plato de cazuela.

Al día siguiente, todos los muchachos en patota iban de

poza en poza mirando cómo había quedado la siembra.

Esto se repitió los días subsiguientes, pero al ver que las

semillas demoraban en salir, se les acabó la novelería y

se fueron desilusionando, más aún, cuando vieron que

los plantones de árboles se comenzaron a marchitar.

Entonces dejaron de interesarse por los resultados de la

siembra.

Puchito, que sin ser el más activo de los participantes

era, sin embargo, el más observador y atento a lo que

decían los mayores, fue el único que a medida que

transcurría el tiempo, incansablemente regaba y cuidaba

las plantas y retoños para que los perros de la vecindad

no los dañaran.

Puchito se convirtió por cuenta propia en el guardián de

las flores y árboles que con tanto esfuerzo habían

sembrado en aquel inhóspito lugar. Sufría cuando

algunos inconscientes -que no faltaban pero que sí

abundan- soltaban sus animales para que se comieran el

verde que iba naciendo con mucha dificultad.

Roger L. Casalino Castro

Como Puchito se entristecía y lloraba por esta

circunstancia, era motivo suficiente para que los demás

muchachos se burlaran de él, inclusive, hicieran más

daño del que ya habían hecho.

Lejos de amedrentarse, Puchito insistía en sus cuidados;

resembraba y buscaba cañas y ramas que le sirvieran

para hacer barreras de protección alrededor de la plantas

mßs delicadas.

El recordaba siempre el cuento que le contara su madre

sobre el "muñequito de brea"...Se dice que un niño muy

dedicado a sus labores de campo, con mucho esfuerzo

había sembrado un huerto de hortalizas, pero a pesar de

que lo tenía convenientemente protegido, este era

visitado por un ratoncito que se comía lo que con tanto

sacrificio él cultivaba. Un día, cansado de ser víctima,

decidió poner en el lugar por el que acostumbraba entrar

el ratoncito, un muñequito de brea.

Cuando en la noche el pícaro ratón encontró semejante

personaje obstruyéndole el paso, le dijo: sal de mi

camino, esta es mi entrada; pero como el muñequito de

brea no le respondiera, insistió: te sales de mi camino o

te doy un puñetazo, y uniendo la palabra a la acción le

dio un derechazo en pleno pecho quedando su mano

pegada; entonces indignado le dijo: te daré un zurdazo y

verás, pero también se quedó pegado. El roedor montó

Y Dios... Trajo al Hombre

en cólera y después de amenazar al muñequito le

estampó dos patadas con toda su fuerza quedando

atrapado de manos y patas. Desesperado y sabiéndose

derrotado, recurrió a sus últimas armas, la barriga y la

cabeza, hasta quedar totalmente pegado al muñequito de

brea. A la mañana siguiente, cuando el niño fue a ver su

huerto, encontró al ratoncito sin aliento, había concluido

su aventura, exactamente como terminan siempre todos

aquellos que no miden las consecuencias de sus actos.

A medida que corrían los meses, Puchito fue forjando un

espíritu fuerte y noble. Comenzó a mostrar una

personalidad también fuerte en su actitud pero delicada

en su trato. Estaba aprendiendo de las plantas, de las

flores y de los árboles, quizá sin darse cuenta. No

terminaba de asombrarse como luchaban por sobrevivir.

Veía cómo sus hojas caían, se mezclaban con la tierra y

el agua y mejoraban la propia tierra, igual que él cuando

sus lágrimas servían para darle el valor de continuar.

Observaba cómo los troncos engrosaban a medida que

sus raíces se hacían más profundas, así como él sentía

que cuanto más amaba esa tierra que a fuerza de trabajo

y paciencia se hacía fértil, también él se hacía fuerte y

duro para soportar la agresión de los inconscientes e

intolerantes que se burlaban despreciando el trabajo

ajeno.

Puchito se convirtió pronto en un niño importante en su

comunidad. Los mayores lo apreciaban y los muchachos

Roger L. Casalino Castro

-casi todos, porque no faltan los "sabidos" que al final

no saben nada- poco a poco fueron aprendiendo a

respetarlo, más aún, cuando vieron que la tristeza de sus

humildes viviendas fue sustituida por la alegría de las

flores y la sombra de los árboles comenzaba a producir

una brisa agradable en el ambiente.

Con su ejemplo, Puchito hizo posible que otros niños de

su comunidad aprendieran a amar la naturaleza y

apreciar lo que ella nos da cada día, y lo que es más

importante, a tomar ese maravilloso ejemplo de fuerza y

constancia.

No tenemos que ir a otras latitudes para realizarnos.

Podemos hacer como Puchito, que convirtió lo que antes

fue un paraje desolado, en un bello y saludable lugar,

desde el que ahora se puede ver la vida con optimismo,

alegría y un poquito más de fe en si mismos.

Y Dios... Trajo al Hombre

EEll vviieejjoo ccaafféé

¡Cuántos amigos pasaron

por aquel viejo café

a través de tantos años!

¡Cuántos que cada mañana,

habitúes de la barra

hablamos de temas mil,

como si fuera posible

salvar a la humanidad!

Sin egoísmos, sin odios,

comentando de los diarios

afanes y triunfalismos

del político de turno.

Vendedores y ayayeros,

comerciantes e industriales,

políticos desempleados

y otros mßs, quién sabe qué,

porque no hablan, sólo miran

y se ríen para adentro.

Roger L. Casalino Castro

¡Qué negocios de café!

rápidos y sencillos,

todos ellos productivos

nos hacemos millonarios;

fomentan las amistades,

festejando de inmediato,

pidiendo un nuevo café

a cuenta de utilidades.

Cuántos llegan al reencuentro,

mas... otros no volverán;

pero en cada uno queda

el momento placentero

mßs importante del día;

sin presiones, sin afanes,

ordenando las ideas

con un respiro profundo

para enfrentar a la vida

con renovado fervor

¡Ah! mi querido café...

en la barra del exprés

¡Cuánto consuelo encontré!

Y Dios... Trajo al Hombre

DDeessddee llaa ppllaayyaa

Hablar con el mar es una necesidad que siento;

me atrae el murmullo sugerente de las olas

insinuándome cosas al romper sobre si mismas

y correr sobre la playa para morir a mis pies.

La oscuridad de sus aguas al atardecer

aumenta la sensibilidad de mis pensamientos.

Mirando hacia el horizonte, ya casi invisible,

abrumado por el celaje... sueño... y...

al llegar la bendita inspiración, soy grande.

Ideas cuerdas que para unos son locuras,

ideas locas que para otros son sublimes;

ideas que me abstraen,

que me llevan a otro mundo,

...maravilloso... aunque irreal... Quizá.

Cuando al volver me encuentro mirando la arena,

despierto a la realidad... relajado... feliz...

con la sensación de haber vivido mil años.

¡Cómo quisiera que la juventud

recurriera a estos medios!...

tan simples, tan sencillos.

¡Ellos permiten que la vida sea placentera!

Digna de vivirse...

sin ofender… sin perjudicar a nadie.

Roger L. Casalino Castro

¡Cómo deprime el espíritu!...

ver que se recurre a medios indignos para recrearse.

Ver cómo encuentran placer en el error;

en la estupidez que los absorbe,

que los convierte en hombres débiles,

metidos dentro de una cáscara valor,

alejados de las normas de conducta...

para ocultar lo que llevan dentro...

en sus mezquinas, pobres y disminuidas almas.

¿Cómo decirlo?:

¿El que es estúpido se droga?

Mejor diré:

el que se droga es estúpido.

O sería preferible:

la estupidez de la droga es para los estúpidos.

!Ah,... ya sé!:

Los estúpidos se sacian de estupidez con la droga.

Bueno... en resumen, resulta axiomático:

"A mayor estupidez más droga,

a más droga mayor estupidez".

Van juntas y crecen juntas,

como crecen juntos también,

el genio y la sabiduría

del que sabe escoger el camino de la cordura,

la decencia y la dignidad.

Y Dios... Trajo al Hombre

La desesperación es un camino sin retorno,

con un sólo destino... el abismo.

Roger L. Casalino Castro

CCaarriiññoo

Dame la pasión divina de tu cuerpo,

dame la melodía agradable de tu voz;

y la dulzura excitante de tu aliento

entrégame ese cuerpo hecho canción.

¿Recuerdas cuando apenas te miraba

abrigando solamente una esperanza

que fue creciendo porque adentro yo sentía

un gran amor madurando día a día?

Mi presente es el embrujo de tus ojos

y escuchar el chasquido de tus labios,

adorando la ternura y la paciencia

que me das a raudales con cariño.

Me das amor, me das calor, me das consuelo

y tanta es la felicidad que yo recibo,

que con profundo sentimiento te lo digo,

nunca dejes que muera ese cariño.

Y Dios... Trajo al Hombre

VVooyy aa lllloorraarr

Voy a llorar...

No puedo seguir viendo más como se mata,

detesto el absurdo que me obliga a contemplar

la insanía de tanta política barata

y esos vientos malolientes de locura resoplar.

Voy a llorar...

Estoy triste hasta el fondo de mi mismo

al encontrar tanta basura en el camino,

de mirar como se arrojan al abismo,

una patria, muchas vidas y un destino.

Quiero llorar...

Cuando tomo un diario en busca de noticias

que me asombran al publicar tanta violencia;

detesto ver que se destaquen por primicias,

el terrorismo, la muerte y la indecencia.

Voy a llorar...

La demencia cruel del Sendero que aniquila,

la crueldad de otros bestias que secuestran,

la ignorancia del que para robar se alquila

y los de la ley que buscan y no encuentran.

Roger L. Casalino Castro

Voy a llorar...

Porque esta patria mía de cerros es pradera,

porque utilizan el nombre de un gran Inca

prostituyendo su escudo, su lanza y su bandera

y matan a todo aquel que con ellos no delinca.

Quiero llorar...

Viendo como Sendero deja miseria y abandono

recorriendo el país por costa, selva y sierra;

saldo triste que no olvido ni perdono

pues han mancillado el orgullo de esta tierra.

Estoy llorando...

Y sigo caminando por el sendero del horror,

al que malignas cucarachas alientan y sostienen,

las que imponiendo la disciplina del terror

hablan de un alma que ellos saben que no tienen.

Siguen llorando...

Viudas destrozadas, violadas madres doloridas,

hijos sin padres, despojos de padres sin tierra,

hombres desvalidos con las esperanzas perdidas,

porque un maldito loco a su locura se aferra.

Están llorando...

Pues la dinamita que abrió la ruta del progreso

y la ideología que tocó música de vida,

son fuerzas mal usadas empujando en retroceso,

y esas palabras malditas, por una causa perdida.

Y Dios... Trajo al Hombre

No llorar más...

Recuperemos el espíritu orgulloso del incario,

reconquistemos con valor el imperio que heredamos,

no queremos más bombas, que resuene el campanario

anunciando cordura para esta tierra que amamos.

No llorar más...

Reconstruyamos con esfuerzo las ciudades,

torres caídas, brazos partidos, edificios rotos;

resembrar los campos, repoblar los Andes

como en aquellos tiempos, que hoy se ven remotos.

Roger L. Casalino Castro

LLaa llaammppaa

Dos manos fuertes te empuñan por el mango,

se para firme el lampero sobre el surco

e inclinando el cuerpo en una venia reverente

da comienzo a una jornada de trabajo.

Esgrimiéndote como arma fervorosamente

te desliza con habilidad entre las matas

y al hacerte cortar la mala hierba,

das un concierto al cultivar las plantas.

Sigue el lampero con un pie adelantado,

escuchando música al ras-rás que te deslizas;

sufre en el tiiin... al chocar con una piedra,

luego con dolor, acaricia el desgastado filo.

Eres el alma del peón, el granjero y el patrón;

eres símbolo de lucha, eres símbolo de paz;

lampa pura nada pides, lampa noble todo das,

es tu gloria perdurar sobre los siglos.

Naciste un día de cortante piedra;

otros te dieron vida en un pedazo de madera;

luego mezclaron la madera con la piedra

hasta llegar a la hoja de afilado acero.

Y Dios... Trajo al Hombre

Así diste de comer a mil generaciones,

haciendo acequias, construyendo sangraderas;

cultivando la tierra para servir la vida,

y cavando...contribuyes al culto de los muertos.

Forjaste adobes para construir ciudades,

cavaste pozos para brindarnos agua;

cambiaste cauces, construiste presas;

fuiste palanca hacia una vida digna.

Lampa noble, lampa buena, fiel y generosa,

engrandeces todo aquello que sustentas;

en un altar te veneramos como el medio

con que el hombre se ha enclavado a la tierra.

Roger L. Casalino Castro

EEll ccaabbaalllloo

Volver de donde nadie regresa,

montado sobre un caballo blanco,

con la mirada alta puesta en el horizonte,

sin tiempo...

sin que el polvo afecte mis ojos;

el ala del sombrero hacia arriba,

con la cara al sol.

Una mano firme toma la crin

y la otra cuelga suavemente al contrapeso;

la piernas caen sobre los costados

y las rodillas son el timón de la montura.

Y Dios... Trajo al Hombre

Jinete y caballo son un centauro,

parte bestia, parte inteligencia

en un conjunto armónico de músculos y magia,

de elasticidad y cadencia;

de brillo y alegría, de ritmo y emoción.

Volvemos de donde nadie regresa,

consolados por el silencio del paisaje,

por el desierto... pensando...

que cuando hubo vida aquí, fue mar;

así lo dicen las conchas y las ballenas de piedra;

luego fue bosque y pasearon los tigres

con sus dientes de sable...

y fue el reino de la nueva vida.

Y fue el reino del caballo...

que perpetuó su estirpe,

que conservó su raza,

que ennobleció su estampa

simbolizando escudos de valientes guerreros

en su ruta a la gloria.

Soy caballo y no tengo color...

porque soy centauro y soy color del fuego,

del color del viento y del color del agua,

porque soy un dios...

que escribe la historia sobre cuatro cascos

mirando el camino desde una montaña,

observando batallas y transportando heridos.

Roger L. Casalino Castro

El tiempo tiene mi nombre...

porque estoy presente en las historias grandes,

de Barrabás y César, de Napoleón y Atila.

Fui señor en las cruzadas y virrey de la conquista;

tan vencedor de los Andes como amo de las pampas;

galopé el lejano oeste con un indio a mis espaldas

correteando búfalos...

arriando ganado por vastas praderas,

asaltando bancos, persiguiendo trenes,

porque soy un dios...y no tengo fronteras.

Y Dios... Trajo al Hombre

La Ruta del Sol

Yo estaba allí... parado frente al mar,

mirando aquel hombre bajo la ramada

sentado a la mesa de humilde posada,

bebiendo agua... y comiendo pan

con la mirada firme hacia el mar abierto

viendo en el horizonte lo que alumbra el sol,

lo que nadie ve, lo que todos temen.

El mirar sereno de quien se sabe grande,

de quien tiene un alma que lo lleva lejos

por nuevos caminos, rebasando escollos;

sabiéndose fuerte porque siente adentro

que es punta de lanza que fija el camino,

que rompe los cabos que lo atan a tierra,

que su sino está lejos allende los mares

teniendo por guía la ruta del Sol.

El estaba allí... yo podía leer en su rostro...

pensaba que el Sol le indicaba el camino,

que esa era la ruta que seguir debía,

porque él es Colón que significa mundo

y también es Cristóbal que dice algo nuevo.

Roger L. Casalino Castro

Demasiado fuerte para estarse quieto,

demasiado grande para no emprender

la aventura nueva de lo que el sabía;

adonde el Sol le dice desde la mañana,

avanza conmigo, no te quedes quieto

y luego en la tarde lo llama de nuevo,

vamos don Cristóbal que ese es su destino,

supere ese charco, flote sobre él;

tan sólo es un mar con dificultades

puestas por temor y tontos prejuicios;

eres noble y vales por tu sano juicio,

tu instinto lo dice y no acepta error

porque un mundo nuevo es tu justiprecio.

Llegaste de oriente en la ruta del Sol,

por la ruta de los grandes acumulando experiencia,

buscando con paciencia retoños de ciencia,

e inspirado por el Sol conociste mucha gente.

¿Qué es esto?... al llegar te preguntaste,

si el sol me ha dicho que allá...

allende los mares hay un nuevo mundo que ver...

No acepto limitaciones que me trunquen el camino,

es mi guía y santo el Sol que me señala el destino,

Él me dice que es de grandes no regresar al oriente.

Yo debo ver a los reyes, generales y patriarcas,

yo seré punta de flecha...

luego vendrán generales como sostén de la fuerza,

al final plumas de guía, Irán los espirituales.

Y Dios... Trajo al Hombre

Construirá carabelas para flotar en los mares;

indicaré con La Pinta cual es la ruta del Sol,

en La Niña llevaré disimulada la fuerza

y La Santa María será el equilibrio de Dios.

Participarán los reyes con ofrendas y dinero,

contrataré los cartógrafos, navegantes y braceros,

navegarán los valientes sin temor al más allá,

conquistaremos la gloria allí en la ruta del sol.

Viajaremos a las Indias, hallaremos nuevas tierras,

nuevos manjares y frutos, nuevas especias y razas;

pero el éxito más grande será volver algún día

trayendo un rico tesoro de nuevos conocimientos,

aportar las experiencias y señalar el camino,

pues yo sé que volveré... siempre en la ruta del Sol.

Roger L. Casalino Castro

Para escribir de lo blanco

debo conocer lo negro.

Para escribir de lo claro

debo ubicarme en lo oscuro.

Para escribir del pasado

debo estar en el presente.

Para escribir del futuro

debo soñar despierto.

Y Dios... Trajo al Hombre

AAmmoorr eessccoonnddiiddoo

Quisiera darte un beso,

con la emoción e intensidad,

con la pasión y el amor

que siento por dentro.

Quisiera darte un beso,

con el calor de mis versos,

con el dolor que me causa

la fuerza de mi inspiración.

Quisiera que seas consciente

de la verdad que yo expreso,

en una mirada fugaz,

en una sonrisa espontánea.

Porque muy dentro de mi,

enmarañada en mi amor,

más allá de mis sueños

y de mi propio horizonte...

estás tú.

Aunque tan sólo serás...

mi dulce amor escondido.

Roger L. Casalino Castro

Dios no nos traza la ruta

ni nos construye el camino,

Sólo nos fija el destino

al que debemos llegar,

para después de luchar

y llegar hasta el final,

hallar un rico panal

y un árbol cargado de fruta.

Y Dios... Trajo al Hombre

La sombra

Yo quería escribir, hablar y saber de mi sombra,

yo quería darle vida para conversar con ella,

quería oírla decir que era mi conciencia

y pensando y pensando llegué a suponer

que era la parte de mí que se quedaba sin luz.

Entonces me dije...no es verdad, es ella mi amiga

porque va conmigo cuando la luz está a mi lado

y me señala el camino si la luz va a mis espaldas,

es ángel de la guarda cuando el sol hiere mis ojos

y está rendida a mis pies cuando todo se ilumina.

Entonces me dije...es valiente y no le teme a nada,

está cuando la luz alumbra para evitar mi soberbia

recordándome que soy la causa de mi propia sombra,

que cuanto más grande sea la luz de la virtud

Más fuerte y clara será la sombra del pecado.

Entonces me dije... ¡Que no hayan más sombras!

y se acabó la vida cuando se acabó la luz,

se diluyeron las ideas y se rompió el equilibrio,

se borraron los caminos y el norte fue sur

y el este fue oeste y se volvieron locos.

Entonces me dije... ¡Que vuelva mi sombra

que me sugiere cosas con su sola presencia!

que permanezca conmigo en mis días de luz,

la guardaré muy adentro cuando llegue la noche

y meditaré con ella para ser mejor.

Roger L. Casalino Castro

AAlleeggrrííaa

Quiero encontrar alegría

cuando salgo de mi casa,

encontrarla en el camino

al dirigirme al trabajo.

Quiero sentir la alegría

de la sonrisa del niño,

de la mirada del joven

al afirmarse en la tierra.

Quiero tener la alegría

de la verdad del anciano,

cuando me estira su mano

en actitud de consejo.

Quiero encontrar alegría

realizando mi trabajo,

sabiendo que con tesón

estoy ganándome el pan.

Quiero inducir alegría

a aquellos que la perdieron,

devolviéndoles la fe

al sembrarles esperanza.

Y Dios... Trajo al Hombre

Quiero vivir la alegría

de aquellos que la conservan,

que caminan por el mundo

siempre con la mano abierta.

Quiero tener la alegría

de la sonrisa del niño,

de la mirada del joven,

de la bondad de una madre.

Quiero gozar la alegría

de la madre cuando mima,

cuando brinda su cariño

generando fuerza y vida.

Si quieres dar alegría

desecha todo egoísmo,

dale tu mano al caído.

¡Sonríe... y ríe con él!

Roger L. Casalino Castro

No quiero llevarme secretos

que a otros puedan servir,

el secreto de existir

es saberlos compartir

sin dejar de ser discretos.

Dios no nos traza la ruta

ni nos señala el camino,

sólo nos fija el destino

al que debemos llegar,

para después de luchar

y llegar hasta el final,

hallar un rico panal

y un árbol cargado de fruta.

Roger L. Casalino Castro

I N D I C E

Pßgina

Introducción.............. 5/6

Pensamiento............... 7

Y Dios...trajo al hombre.. 9

Pensamiento............... 23

El tiempo................. 24

Pensamiento............... 25

Vida...................... 26

Mujer .................... 27

El niño escondido......... 29

Pensamiento............... 31

La hormiga................ 32

El cocodrilo.............. 33

Orfandad.................. 36

Sixto..................... 39

Adiós al amigo............ 87

Lágrima................... 89

Pensamiento............... 90

Puchito................... 97

El viejo café............. 98

Desde la playa............ 100

Pensamiento............... 102

Cariño.................... 103

Voy a llorar............. . 111

La lampa.................. 114

El caballo................ 116

La ruta del Sol........... 119

Pensamiento.............. . 122

Amor escondido............ 123

Pensamiento............... 124

La sombra................. 125

Alegría................... 126

Pensamiento............... 128

Índice.................... 129

Semblanza 131

Publicado en 1994

Y Dios... Trajo al Hombre

SEMBLANZA Y CURRICULUN LITERARIO

ROGER L. CASALINO CASTRO

Nacido en Acarí /Arequipa - Perú, el 07/07/1933

Asiste a la Escuela Fiscal El Molino, Acarí y Lomas,

sin duda la etapa más feliz de su vida. Completa sus

estudios primarios y secundarios en el Colegio

Salesiano de Lima. Durante muchos años viaja como

vendedor por Costa, Sierra y Selva utilizando

cualquier}medio disponible en la época –desde balsas

hasta aviones- visitando toda clase de

establecimientos comerciales pequeños y grandes,

actividad que le permitió acumular experiencias

inolvidables sobre el Perú. Esta actividad le ofreció

también la oportunidad de viajar por todos los países

de Sudamérica y parte de Centro América en

diferentes niveles gerenciales, incluyendo dos años

como residente en Ecuador. Como turista ha recorrido

muchos países de Europa y New York en los Estados

Unidos.

Esta gama de contactos y vivencias durante tantos

años alternando con niños, jóvenes y adultos ha

influido en él de manera saludable, de tal manera que

cuando ya en la edad madura, -a los sesenta años de

edad- se decide a escribir, quizá de manera

inconsciente, comienzan a aflorar vivencias como

recuerdos, sentimientos y pensamientos que le dan a

sus poemas, narraciones y cuentos ese toque de

peruanismo presente en todas sus obras, y por su

origen pueblerino, lo hace en un idioma fácil, sencillo

y de sabor nacional, tratando de que cualquier

peruano, de cualquier región o condición, orgulloso

de su pasado, los pueda comprender.

Por todo ello, sentimientos de ternura y emoción,

apego a la tierra y un respeto profundo por la

naturaleza, surgen .de manera espontánea y natural

recreándola con admiración para dar marco a sus

ilusiones y esperanzas. La realidad se confunde con la

imaginación y su prosa, insertada de poemas, es una

característica especial en él, por ello, una colección de

los libros de Roger L. Casalino Castro, le permite al

lector, tener en sus manos lectura agradable, tierna y

Y Dios... Trajo al Hombre

emotiva.

SUS OBRAS

1.- * El Retorno.- 1993 - 60 poemas y un cuento

Presentado en El Takiwasi – La Casa del

Canto

2.- * Y Dios... Trajo al Hombre.- 1995. – Poesías,

Cuentos, Pensamientos. Presentado en el

Colegio de

Abogados de Lima.

3.- * Terremoto en aquel viejo Acarí. 1996.

Presentado en el Instituto Nacional de Cultura

del

Callao y en La Biblioteca Nacional del Perú..

4.- * Rosa Negra.- Un canto a la Vida- 1997. Una

creación muy especial con 34 poemas a La

Naturaleza, El Amor y El Pensamiento.

5.- * Lima: de la Conquista a la Reconquista.- 1998

Presentado en la Municipalidad de San Isidro.

6.- * Los Hijos del Ande – La Honda, La Tajlla y El

Varayoc - 2000 – 17 poemas evocando el

pasado en

el inicio del Incanato.

Presentado por La Universidad Tecnológica

del

Perú. 2001, ha recibido múltiples

reconocimientos

y felicitaciones.

7.- * Las Calles del Virrey. El Mojón Filosofal.

Presentado en La Feria del Libro Ricardo

Palma.

Evoca el romance del Virrey Amat y La

Perricholi.

y la Lima de aquel tiempo.

8.- * La Tristeza, la Alegría y la Ilusión. 2001 –

Poemario (20 poemas) y Reflexiones.

Presentado en La Feria del Libro Ricardo

Palma.

9.- * Soy Peruano - Poemas al Perú – 2003

Amplio comentario en la página Editorial del

iario

El Peruano.

Presentado por La Universidad Tecnológica

del

Perú.

23- * Viaje a la Belleza de lo Increíble - 2012 -

Presentado en la Municipalidad de Jesús

María

por el Crítico Literario José Beltrán Peña.

CD * Canta Perú- Música Criolla (10 Temas) Valses,

Canciones, Polca, Festejo y Marinera Norteña.

RECONOCIMIENTOS Y DISTINCIONES

Colegio de periodistas del Perú por El Retorno -1993

Moción de Saludo del Congreso de la República por

“Rosa Negra” 1998

Reconocimiento de la Casa del Poeta del Callao. -

Invitación del Instituto Nacional de Cultura de

Ancash – Huaraz y Yungay - 2000

Moción de Felicitación del Congreso de la República

.por Los Hijos del Ande – La Honda, La Tajlla y El

Y Dios... Trajo al Hombre

Varayoc. 2001

Felicitación de la Embajada de USA por el libro Los

Hijos del Ande cuya narrativa captura la atención del

lector. 2001

Reconocimiento de la Universidad Tecnológica del

Perú por su labor de creación y difusión cultural en el

campo de la literatura. 2002

Distinción de la Asociación Nacional de Escritores y

Artistas– ANEA – como El Mejor Escritor del Año

1998 -

Biblioteca Nacional del Perú con motivo de la

presentación del Libro Soy Peruano – Poemas al

Perú. 2003

Organizador, con la Municipalidad de Lima y la

Universidad Tecnológica del Perú del Homenaje a

César Vallejo en el Teatro Segura el 15 de Abril del

2003.

Agencia de Publicidad “AÑOMJ” Diploma de Honor

en Arte Poético 2004.

Reconocimiento y presentación del CD – CANTA

PERÚ -

por La Universidad Tecnológica del Perú - 2008.

Diploma del Recital Internacional – Voces de la

Poesía – 2009

Diploma de Caras de La Cultura como Creador

Literario y Compositor Musical. – 2009

VI Festival Internacional de la Poesía Palabra en el

Mundo 2012

VII Festival Internacional de la Poesía por La Paz

2013

Agradecimiento de la Embajada de Guatemala por su

Colaboración Participación y Presentación del Libro

Viaje a la Belleza de lo Increíble en la Feria “San

Isidro Abre sus Puertas al Mundo”. 2013

Agradecimiento de la Embajada de Guatemala por su

Colaboración Participación y Presentación del Libro

Viaje a la Belleza de lo Increíble, destacando la

Belleza de

Guatemala y su Maravilloso legado Cultural, en la

Feria Internacional del Libro 2013 en Jesús María.

2014 Diploma de La Casa de La Literatura Peruana

por su Narrativa Poética

2014 Distinción por su trayectoria Literaria e

invalorable participación en las actividades culturales

del Club Social Miraflores y Premio “La Palabra en

Libertad” otorgado por “La Sociedad Literaria

Amantes del País”

Obras Inéditas aún:

10 * Haciendo Perú – Mis comienzos. 1999

11 * La Calle me Dijo Sí, 2002 – Hermosa

historia de un grupo de niños en las calles

de Lima.

12 * Las Gafas de don Ricardo - 2003- El mundo

visto a través de las gafas de don Ricardo

Palma.

13 * Reflexiones Impropias 2004 – Lima y sus

trámites institucionales.

14* La Promesa de la Esperanza 2005 – Escenas

de Lima

15 * La Razón de la Culpa 2006 Lima cotidiana.

16 * Vayamos a las Estrellas 2006 – Ciencia

Ficción

Y Dios... Trajo al Hombre

17 * La Esquina de la Inocencia 2007- Bondades

y aspiraciones de un guachimán.

18 * La Balanza, La Rueda y El Reloj 2007 –

Filosofía de estos tres elementos.

19 * El Umbral del Infierno 2008 – Vicisitudes

de un desplazado

20 * Oda a España – La Dama del Tiempo. 2009 –

Una

mirada crítica a España.

21 * Sueños y Realidades en 270 Poemas - 2010 –

Antología Personal.

22 * La Diosificación de los Miserables – 2012

La realidad de los engreídos

24* Bajo las Pirámides de Tikal – 2013 –

Ficción

25 * Soy Falladito – 2014 – Los primeros años de

mi vida en el campo.

26* Cuentos y Poemas para la Cuarta edad - 2015

El Editor