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POEMAS DE CUYO 1925

El poeta dedica este libro de la montaa, al preclaro espritu de don Ezequiel P. Paz.

EGLOGA A LA TIERRA DE CUYOCante esta vez el claro verso mo tu fecunda bondad que en todo alienta; lo mismo en la montaa que en la menta, que en turbia acequia o caudaloso ro.

Cante la aristocracia austera y suave del lamo, que eleva su figura hacia la claridad inmensa y pura de tu cielo, en un vivo anhelo de ave.

Cante tus amplias, lujuriantes vias, fuentes enormes del gran bien celeste; y este perfume, este perfume agreste que tan slo regalan tus campias.

Cante al nativo pjaro que el vuelo remonta al cielo y que trinando ambula; y el desolado cardo que se azula de tanto y tanto contemplar el cielo.

Cante con su ms tierna meloda las olorosas flores de la tuna, que son como pedazos de la luna decorando la torva serrana.

El manantial jocundo y cristalino, y la fecundidad del duraznero, y la cruz solitaria que el viajero suele encontrar al borde del camino.

Y el cedrn oloroso, la cancela que da a las galeras silenciosas, y las enredaderas milagrosas que plantaron las manos de la abuela.

Y cante a la mujer fuerte y garrida, de ojos profundos y de piel morena; mujer la ms hermosa y la ms buena que entrega con su amor toda su vida.

Cante al mancebo de cuerpo robusto, de trax amplio y de cuello taurino, alegre a veces como el sol y el vino y otras fakir hermtico y adusto.

No desprecie mi canto conmovido ni la brizna ms leve del sendero; sabroso sea como pan casero y bueno como un rbol florecido.

Que tenga olor a vid y a yerbabuena y fluya claro como linfa agreste, para que logre ser as como este hondo perfume que tus campos llena.

TIERRA DE HUARPES

ALAMOSlamos, lamos, lamos, sacerdotes pensativos; lamos, lamos, lamos, del camino.

lamos verdes y prietos, altos, cnicos y rgidos; lamos, lamos, lamos, del camino.

Alamos de oro otoal; lamos de ocres vestidos; lamos, lamos, lamos del camino.

Alamos secos, parduscos; silenciosos, cabalsticos; lamos junto a la nieve del camino.

FIESTAS PATRIAS Oh, fiestas patrias, en los Mataderos! Jinetes de bombachas y de enormes sombreros.

Viejucas de verdosos y rados mantones; mozas de llamativos paolones, tiesas, crujientes en sus almidones.

Carreras de sortijas y embolsados, y palos jabonados.

Mltiples vendedores de tabletas, pasteles y alfajores.

Y en la tarde serena, intermitente y gutural resuena el alarido de los vencedores.

PAISAJE INFANTILCamino del Cerro. Cuatro hileras de lamos; cuatro hileras de lamos bajo el claro cielo. En verano, verdes y ocres en otoo; y en invierno grises, rgidos, enhiestos.

Camino del Cerro, cuesta arriba va entre las hileras de lamos geomtricos; lindos alamitos de juguetera, con el tronco blanco y el ramaje espeso.

Paisaje de nios es este paisaje; al fondo el hirsuto boscaje del Cerro; slo faltan unos soldados de plomo, briosos caballitos de pintado leo, caones de lata... i Y que nuestro pobre corazn, Dios mo, no fuera tan viejo!

VIEJA DEVOTAMisia Fidela vive en su casona llena de malvarrosas y glicinas; sola, callada, triste, bonachona, con sus perros, sus gatos y gallinas.

Su dormitorio es una santera por horror a los guios del demonio. Estampas de Jess y de Mara, de San Pedro, San Pablo y San Antonio.

Metida en su mantn va a misa de alba todos los das, infaliblemente, cuando aun brilla el lucero suavemente y el cielo montas es verde malva.

Despus no sale nunca de su casa; su almciga y su esqueje cuida y riega; y por la enorme casa solariega misia Fidela como sombra pasa.

Los domingos, con manos amorosas, cuando no fre ricas sopaipillas, calienta el horno viejo con jarillas y hace empanadas de las ms sabrosas.

Gusta de la pichanga y la mistela y de alguna legumbre en escabeche, del orejn y del arroz con leche espolvoreado apenas de canela.

Maana ha de morir, y ha de ser una oveja ms en el celeste aprisco, y dejar su casa y su fortuna a la comunidad de San Francisco.

LUNA MENDOCINALuna, luna roja; luna montaesa; sopaipilla de oro que amas en su artesa la noche profunda con manos de rosa. Luna deslumbrante, luna luminosa cual ninguna luna. Luna mendocina que prdiga y casta vistes de almandina la oscura alma jara, la huerta casera, la grave montaa, la acequia parlera, las huellas dormidas, las piedras y plantas, y el monte y las vias de estrechas almantas.

Luna; luna inmensa; luna de Mendoza, linda y luminosa luna milagrosa, porque aqu tan slo brillas como brillas luna, maravilla de las maravillas.

Luna, linda luna: desciende del cielo para usarte, amiga, como guardapelo; como relicario, como escapulario

o como medalla de oro en mi rosario!

A ti s bien cuadra llamarte divina, milagrosa y bruja luna mendocina!

LA ESTRELLA Y LA MONTAANunca me he de cansar, oh clara estrella, de cantar tu celeste hechicera, en esta hora en que tu lejana deja en mi corazn tan honda huella.

Ave radiante que en divino vuelo vas a hablarle de Dios a la montaa, para que logre su hermosura huraa la eterna y dulce vecindad del cielo.

RANCHO MENDOCINOSobre oscuras esteras de trenzada totora el sol de otoo seca, tuerce, comprime, dora uvas, higos, ciruelas, duraznos opulentos y zapallos y choclos y sartas de pimientos.

De la pared de adobe, del clavo de una estaca penden ramos de organo, de cedrn y albahaca.

En el corral cercano una mujer triguea con otoal cachaza la dcil vaca ordea.

Cuatro chiquillos sucios juegan a la pallana sentados en el suelo, en plena resolana.

Bajo la aosa parra, callado y pachorriento, un viejo magro y fuerte est sobando un tiento.

Por el desierto patio, bajo el sol amarillo, cruza lenta una flaca gallina con moquillo.

De tapia en tapia, en tanto, una leve ratona con breves notas finas su ubicuidad pregona.

Y a la puerta del rancho, un perro macilento, lleno de garrapatas duerme su aburrimiento.

CARRERAVeloz mi jaco en esta noche bruna y sensual de olorosa primavera, va por la parda y limpia carretera corriendo una carrera con la luna.

SAN FRANCISCO DEL MONTEi Oh, tardes de San Francisco, de San Francisco del Monte, olorosas de romero y de pichana salobre !

Jtntre sombrillas de sapo y llantenes lingiformes, bajan las turbias acequias con sus familiares voces por las calles polvorientas de altos lamos insomnes, y penetran en los huertos frescos y aosos, en donde muestra su rojo el manzano, su jalde el albaricoque, su viva prpura el guindo y el peral su claro cobre. Dulces tardes montaeras de San Francisco del Monte !

Pasa la tropa cansina de carros multicolores, con sus muas soolientas sudorosas de pellones, y sus jinetes morrudos de austeros rostros de bronce.

Tras las montaas azules cae el sol, rojo y enorme, y en el cielo, un abanico abre con sus resplandores.

Se hace ms hondo el silencio de los campos y los montes; y un soplo de Dios desciende sobre los ranchos de adobe.

CAMPOS DE GUAYMALLENCampos mendocinos, campos mendocinos; viedos, frutales y largos caminos.

Cercos de ciruelos y esbeltos perales, junto a los tupidos y viejos parrales.

Larga tropa tarda de carros tirados por muas cansinas; de carros cargados

de fuertes canecas o negros barriles, rechinantes bajo los cielos ailes.

Arreos plateados y ponchos chillones, y enormes recados de gruesos pellones.

Alamos y acequias; hombres regadores; potreros de alfalfa; rsticos alcores.

Olor a albahaca respira el viajero, y a pjaro bobo y a menta y romero.

Paisanos de rostros cetrinos; forzudos obreros rurales de cuerpos morrudos.

Ranchos solitarios; las "cosineras"; banderitas rojas de carniceras.

Chocos pachorrientos de estatura escasa que infaliblemente ladran al que pasa.Amplios tajamares de turbia corriente musicalizando montonamente.

Una mujer fuerte de enorme pamela que gua al jamelgo de su carretela.

Aqu una bodega, y all una capilla. Se ara, se siembra, se reza y se trilla!

Campos mendocinos; campo y via al Este, al Sur y al Norte, y all en el Oeste,

bajo el claro cielo siempre en primavera, el gran dromedario de la cordillera.

ROSAS DEL ZANJONPlidas rosas del Zanjn, que un da decorsteis mi infancia; suaves rosas; bandada de avecillas milagrosas que fuisteis mi tristeza y mi alegra.

Plidas rosas del Zanjn, hermosas y simples como mi melancola; rosas que por durar un solo da erais tal vez ms bellas y olorosas.

Plidas rosas, aves milagrosas que llenabais las aguas rumorosas del canal que deca su alegra.

Rosas fugaces de la infancia ma; ahora florecis, plidas rosas, en el jardn de mi melancola.

LA PURISIMACapilla de la Pursima, sola, callada, desierta. Capilla de la Pursima que ya ni santos te quedan!

En esta tarde azulada que huele a tomillo y menta, he de entrar como una sombra por tu puerta; y en tu altar lleno de polvo pondr mi plida pena.

Le encender cuatro cirios; dejar unas flores frescas; y me hincar de rodillas para rezar con voz trmula.

Capilla de la Pursima,

muda, en ruinas, sola y ttrica, perdida en medio del campo, toda arrugada de grietas.

Desde hoy tendrs en tu altar una imagen y unas velas, y te llamarn los hombres la Capilla de la Pena.

PATIOPatio en las maanas lmpidas de abril. Perfuma el toil de manzanas.

Ajes bermejos en el almijar. Arriba un volar de vencejos.

Amarillas hojas, dulce y tibio sol; blanquea el resol de panojas.

403i

Trdigas resecas al rayo otoal. All en el parral, las turecas.

Chivatos contentos, y en pos el rapaz. Junto al horno un haz de sarmientos.

La soga y la caa y la ropa al sol. Lejos, tornasol, la montaa.

COPLAS AL TULUMAYATulumaya, Tulumaya, arroyo de mi querer, hacia ti mi copla vaya como un junco a florecer!

Hacia ti vuele mi canto solitario y montaraz, y en tu agua limpie su llanto cual sus plumas la torcaz.

En esta noche tan pura, como una estampa bendita, noche de viva ternura y de dulzura infinita;

hacia ti mi copla vaya hecha roja luna llena, lindo arroyo Tulumaya, tan claro como mi pena!

Y brndame la fortuna de dar a todo viajero, en el puco de la luna el alma de tu coplero.

DOMINGO DE RAMOS EN LA CARRODILLAEntre los aosos y altos carolinos que bordean los pardos caminos, se alza la capilla de La Carrodilla y en la lmpida y fresca maana suena alegremente su vieja campana.

Llegan los devotos vestidos de fiesta; viejos carromatos y jacos de silla. "Buenos das, padre!" Y el cura contesta alzando en el aire su mano amarilla. En tanto, en la dulce maana suena la campana de La Carrodilla.

Mujeres de oscuros rostros pensativos con los brazos llenos de ramos de olivos. Mozas de chalinas y crujientes faldas, y gruesas chapecas sobre las espaldas. Fuertes campesinos con su dominguero sombrero, y el lindo talero de plata, que al juego de la mano brilla. Y en la suave y serena maana suena alegremente la buena campana de La Carrodilla.

Termin el oficio. Parda tolvanera levantan los fieles por la carretera. Los claros repiques han enmudecido como si en el aire se hubieran dormido. El cielo de esmalte sobre el campo brilla; y entre los aosos y altos carolinos que orillan los largos caminos, simple, sola y pura, con algo de antigua figura, suea la capilla de La Carrodilla.

ROMANCE DE LA AGUATERALas lindas chapecas saltando en la espalda, va la aguaterita al ro por agua.

Los ojos le brillan como la maana. Membrillos los senos son bajo la bata.

Por la hmeda hierba camina descalza, cantando una copla cuyana.

Ha llegado al ro la bella muchacha. Donairosa, el cuerpo como un junco enarca.

Atisban mis faunos cuando ella se agacha. Qu piernas ms lindas tiene la serrana!

Los yuros rojizos llenos de agua clara, uno en cada mano regresa a las casas.

Le corto yo el paso con estas palabras:"Adis, aguatera serrana;

te dar un pauelo de seda muy blanca y un frasco de aromas si mi sed apagas".

Y ella me responde con estas palabras:

"Beba, caballero; beba toda el agua; ms he de traerle si la sed le abrasa".

"Ay, aguaterita; mi sed no se apaga con el agua fresca que t me regalas! Otra agua yo busco, preciosa serrana! Esa que en tu boca tiene la alfaguara!"

"Mitigar, entonces, no puedo sus ansias; que esa agua bendita la tengo ya dada!"

Las gruesas chapecas saltando en la espalda los yuros rojizos llenos de agua clara, se va la aguatera por la senda parda, cantando una copla serrana.

CANCIONES PEHUENCHES

RIO DIAMANTEAzul est el Diamante bajo la luz celeste; azul profundo, azul de cielo vespertino; y al correr entre breas, con su msica agreste llena las soledades del opaco camino.

Ro Diamante, ro montas y sereno, hecho de cielo puro y de noche estrellada; enorme mancha larga de azul de metileno cada en la campia negruzca y desolada.

En tus orillas ponen las finas cortaderas su simple blanca y verde nota decorativa; mientras la arabia llueve su aroma en las praderas e incendia el sol la roja montaa pensativa.Ro Diamante, ro sensual y sooliento

alegra sonora del monte florecido;

ro que cuando abrevas al ganado sediento

le das tambin el cielo que en tu agua est dormido.

COLORESCampos de Tunuyn en esta clara maana de domingo tibio y lento!

Blanca, violeta y rosa la montaa, azul celeste y luminoso el cielo; ocre profundo las trincheras de lamos y verdes los pletricos viedos; negruzcos los inmensos jarillales y pardos los caminos polvorientos.

Mis ojos estn llenos de colores; la vid, el campo, la montaa, el cielo!...

MEDANOSuave comba tornasol de blanquilla y chirriadora, que con la luna se dora y se enrojece en el sol.

Fino polvo que al caer en el monte hosco y salvaje, descansa del largo viaje ponindose a florecer.

ALPATACOEl alpataco hirsuto, su ramaje hostil, levanta en la maana azul; y es en el torvo y rido paisaje como una cornamenta de huemul.

DIA DE FERIA EN TUNUYANBajo la maana que huele a pichana, luminosa y tibia maana cuyana, las arguenas llenas de sol otoal, el viejo y la vieja van a la vendeja, l en su caballo y en su asno la vieja por la huella tosca que abre el usiyal.

De los animales al paso cansino, las grises cobayas cruzan el camino desapareciendo llenas de temor. Fuegueros y diucas, quejones y tencas levantan el vuelo por sobre las pencas o en el monte virgen de llaulln en flor.

Llenas las arguenas de carne y de vino, de paos burieles, manojos de lino, especia y quesillo, borona y frijol, torna la pareja cuando el medioda corona los montes y la serrana con la milagrosa diadema del sol.

FUEGUERORetuerce las jarillas el fuerte sol de enero; y surgiendo del oro de un copudo chaar, el color rojo vivo del pecho de un fueguero es una flor de quisco que se ha echado a volar

MAL TIEMPOCampos de atamisquis copudos y negros; caminos nevados y lamos resecos.

El ganado arisco, bramando y mugiendo, se interna en los montes ms altos y espesos.

Balan los rebaos que vuelven al puesto. En los cielos turbios se esfuman los cerros.

Negra es la distancia, el paisaje, negro. Blanquea tan slo la huella a lo lejos.

Y entre los tirantes hilos del telgrafo se enreda el profundo quejido del viento.

SIESTALa chicharra en el parral su rauda matraca toca acompaando a la loca flauta que toca el zorzal.

Olor a vino pichanga sale de la amplia bodega, y el tibio viento a m llega trayendo un son de catanga.

El sol quema la enramada de chilca reseca y dura, mientras la acequia murmura su eterna y simple tonada.

Y bajo un chaar que ostenta sus huevecillos de oro, parlotea un viejo loro en la tarde soolienta.

ELOGIO DEL FUEGOBienhaya el fuego familiar que trueca en urna tibia la pequea casa: bienhaya la brillante y firme brasa que huele an a dulce rama seca.

Bienhaya el fuego que en la cumbre hirsuta y en plena sombra desolada y fra, da su calor al que lo enciende y gua a los arrieros por la buena ruta.

Bienhaya la montes llama olorosa que en los caminos la niez levanta; jovial porque el otoo en ella canta y quema su alma azul y temblorosa.

Y bienhaya tambin la brasa fina que en el horno de adobe es la hechicera por cuya magia la labor casera transforma en oro lo que fuera harina.

Bienhaya el fuego milagroso y santo que en mi alma vive en suave llama pura, y que brilla en mis ojos y en mi canto como un cocuyo entre la noche oscura.

PESCACabe este claro ro y al pie de esta montaa, miradme transformado en pescador de caa.

Dos horas largas hace que, cachazudamente, espero al bagre incauto o a la trucha inocente.

En el limpio remanso se multiplica el cielo. El sol est rondando muy cerca de mi anzuelo.

Estoy inmvil, mudo. Un poco ms, Dios mo y el sol cae en el garfio y lo saco del ro!

Y despus, caminito de la olorosa falda, me ir a casa contento, con el sol a mi espalda.

EL VALLE DE ORO

PRIMAVERA EN LA MONTAABrillan las moreras y los carolinos, se hinchan los sarmientos de las vias prietas, y hay en los caminos y en las rispidas sierras violetas una oculta alegra pagana que es oro en la tarde y oro en la maana.

Cantan los senderos, cantan los pinares, cantan los chaares y albaricoqueros, y los durazneros y los olivares y los azahares de los limoneros.

De limpios verdores se cubren las parras del huerto querido. La siesta ya afina su orquesta de agudos zorzales y roncas chicharras.

Mi verso se viste de pmpano y pino; se lleva a los labios su flauta de rama de higuera, y se va por el pardo camino danzando la danza de la primavera.

MISA DE NUEVEBlanqueando al sol mi achupalla a misa voy hacia el llano, jinete en mi yegua baya por el camino serrano.

Por el serrano camino de chaar y fique en flor, que en el aire montesino se van en ondas de olor.

Bajo en mi yegua contento, hecho canto en la maana. Vaga en el viento el acento de la campana aldeana.

Posado en una jar illa al tibio sol tempranero, es una roja estampilla el plumaje de un fueguero.

Corta un carancho la pura maana con tardo vuelo;

movediza hebilla oscura en la etamina del cielo.

Relumbra el pico sombro de la alta sierra escarlata; y cuaja el sol en el ro redondos quesos de plata.

Llego al poblado, sonoro de frenos, riendas y espuelas, e inflado de su tesoro de cintas y bagatelas.

En la iglesia lugarea est todo el mujero. Sangrando en su cruz de lea Jess dormita su hasto.

Rosarios, negros mantones; fuertes rostros pensativos; llamativos paolones y verdes ramos de olivos.

Cumplido ya el sacramento salgo al sol de la maana. Qu alegre y tibio est el viento con su agrio olor a pichana!

Medioda, medioda! Ro azul, sierra escarlata! Hiende el aire la alegra de los arreos de plata.

Jinete en mi yegua baya voy dejando atrs el llano. Blanquea al sol mi achupalla por el camino serrano.

MAANA MONTAESAEn la cinaga tiemblan las chillaguas; huele a tierra el silencio campesino; y el sol quiebra su dardo matutino en el negro plumaje de las taguas.

Las elegantes y giles madraguas muestran su leve gris en el camino, mientras tae su quena el viento andino entre la hostilidad de las aaguas.

Claros rebaos pacen en los prados que florecen sensuales, recostados al pie de la soturna cordillera.

Y bajo el oro de un chaar florido, el pastor del lugar est tendido loando al sol en su flautn de higuera.

ARRIEROCurtida por soles y nieves la broncnea faz; hirsutas las barbas selvticas rodeando la boca sensual.

Las manos nudosas y fuertes como horquetas de viejo chaar; penetrantes los ojos profundos, luminosos de cielo y bondad.

Conoce el camino de la cordillera como el de su hogar. El viento, la nieve y la sombra no pudieron doblarlo jams.

En pos de sus vacas marcha silencioso; en silencio viene y en silencio va. Su mua conoce como l los peligros. Dormido sobre ella se anima a viajar!

Las noches de agosto, la helada ventisca, la desolacin y la soledad, le ungieron el alma simple y taciturna de amor y cristiana piedad.

Pero de sus recios zumeles asoma la cruz del pual!

LOS GUANACOSEntre los berruecos del valle nevado en tropel sonoro pasan los guanacos, con la grupa llena de copitos blancos.

Agiles los remos nerviosos; y el largo pescuezo estirado.

El hambre y la nieve los trae hasta el llano, con sus negros ojos tristes, dilatados y hmedos de espanto.

En tropel sonoro pasan los guanacos.

La manada gua el hermoso macho; fornido, potente, magnfico, con algo de antiguo centauro. Las hembras lo siguen a ciegas, temblorosas de miedo y cansancio.

Al ruido ms leve, se apretujan todos como en mutuo amparo al aire levantan el hmedo hocico; y los luminosos ojos asustados clavan en el valle solitario y mudo. Y siguen andando giles, nerviosos, bellos en su espanto, en locas carreras y saltos,

la testuz enhiesta y hundidos los flancos.

En tropel sonoro pasan los guanacos.

Por el valle cubierto de nieve ha sido un relmpago.

SOLEDAD tLeyendo el libro hebreo y arreando vacas vivo entre las cumbres niveas de este valle profundo. Mi espritu y mi verso se abren al sol del mundo como las hojas nuevas de un rbol pensativo.

Oh, placer de saberme inactual y lejano, y, sobre todo, amigos, profundamente bueno! Oh, la leccin del ave y del ro y del heno y del buey que recoge la hierba de mi mano!

Vida fuerte y austera, vida callada y pura; vida a la que le sobra la palabra y la voz; que ya es divina gracia sentir esta dulzura inefable y celeste de estar cerca de Dios!

ANGELUSSe azulan como el alma las montaas en esta hora en que la tarde limpia se esconde tras las cumbres y se ahonda en las aguas del ro. Un son de esquila trae el viento del valle. Los rebaos se desdibujan en la niebla fina del tardo y grave atardecer eglgico.

Y cortando la calma campesina, baja por el camino de la sierra un burrito cargado de jarillas.

FIESTA NOCTURNASobre el valle brillan las estrellas claras.

Y en el ro verde desnudas se baan.

Oh fiesta de luces! Oh el cielo y el agua!

Y en la noche pura, musical y difana, mi corazn nio sobre una montaa quema alegremente luces de bengala.

SIETE Y MEDIOPara matar nuestro nocturno tedio, henos aqu jugando al siete y medio, mientras afuera el plenilunio suea y adentro, en el hogar, arde la lea.

Yo, como es natural, pierdo a menudo, porque a ms de jugar de mala gana, se me va el corazn por la ventana por donde se ve el valle blanco y mudo hundido en la quietud cordillerana.

SOLEDADEstoy solo. En el valle el viento aulla. Cae la nieve en finos copos raudos. Y adentro, el fuego, el dulce fuego amigo, ligeramente azul chisporrotea.

En la negruzca pirca se dibuja mi sombra. Oh viva luz del fuego hermoso que en esta soledad me proporciona este amigo irreal que soy yo mismo! Este amigo irreal que copia todos mis gestos y ademanes; que la pipa a la boca se lleva si a mi boca llevo mi pipa, y que se queda inmvil junto al fuego cordial, como soando, si yo me doy a la bondad de un sueo.

Pero cuando la llama se convierta en brasa, y luego en clida ceniza, y se apague mi lmpara en la sombra, me quedar completamente solo!

Cae la nieve en finos copos raudos, y el viento aulla en los desfiladeros.