poema casi infantil

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Poema casi Infantil JORGE ROBLEDO ORTIZ Noche de plenilunio. Las sarmentosas manos del abuelo, Tejen una caricia de ochenta años sobre los rubios bucles de su nieto. Borrachera de paz en la alquería. Ambos miran al cielo: El pequeño jugando con estrellas Y el anciano jugando con misterios. De pronto, levemente. Como el roce de un ala sobre el viento, Una voz infantil le hace cosquillas Al solemne silencio: “Cuéntame un cuento , buelo ; o mejor , una historia , una de esas que tú llamas recuerdos ; Una historia de amor Con imposibles , Con flores Y con versos . No me digas que no. Cuéntame , abuelo , ¿ qué cosa es una MADRE ? ¿ qué es un beso ? Y ¿ a qué llaman recuerdo ?” Las sarmentosas manos del anciano Aquietaron su vuelo.} El corazón aceleró su ritmo. La sangre subió incendios al cerebro, Y aquella noche azul de plenilunio Cuajada de asteroides y luceros, A una infantil pregunta de diez años Temblaron los ochenta del abuelo. Mas era necesaria una respuesta, en sus rodillas la exigía el nieto esa pequeña humanidad curiosa que por contar luciérnagas de cielo, dejó los claros ojos tan abiertos que el mismo sueño se escapó por ellos. “Era una vez ..... -no sé ya cuántos años -con voz cansada comenzó el abuelo- “Era una noche , así como esta noche: ronda de luna en torno de los sueños, arriba, un surtidor hecho de estrellas; abajo, un carrusel de limoneros; y dejando volar la fantasía sin medida y sin freno, yo jugaba a enlazar constelaciones con la soga sutil del pensamiento. Era una noche quieta y silenciosa. La calma se abría en círculos concéntricos. Sufrían de mudez todas las flores Y de aguda ‘parálisis el viento’. Era tanto el sosiego aquella noche, Tan estático estaba el universo, Que pensé que los seres y las cosas Sólo eran variedades del silencio . Yo miraba hacia el cielo como ahora, ,pero un distinto empeño me incitaba a efectuar triangulaciones con vértices brillantes de luceros. No medía la altura con el alma, La quería medir con el cerebro. Barajaba teorías de Aristóteles, Después de Ptolomeo,

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Page 1: Poema Casi Infantil

Poema casi Infantil JORGE ROBLEDO ORTIZ

“Noche de plenilunio.Las sarmentosas manos del abuelo,Tejen una caricia de ochenta años sobre los rubios bucles de su nieto.

Borrachera de paz en la alquería.Ambos miran al cielo:El pequeño jugando con estrellasY el anciano jugando con misterios.

De pronto, levemente.Como el roce de un ala sobre el viento,Una voz infantil le hace cosquillasAl solemne silencio:

“Cuéntame un cuento, buelo;o mejor, una historia, una de esas que tú llamas recuerdos;Una historia de amorCon imposibles,Con floresY con versos.No me digas que no.Cuéntame, abuelo,¿ qué cosa es una MADRE ?¿ qué es un beso ?Y ¿ a qué llaman recuerdo ?”Las sarmentosas manos del ancianoAquietaron su vuelo.}El corazón aceleró su ritmo.La sangre subió incendios al cerebro,Y aquella noche azul de plenilunioCuajada de asteroides y luceros,A una infantil pregunta de diez añosTemblaron los ochenta del abuelo.

Mas era necesaria una respuesta, en sus rodillas la exigía el nietoesa pequeña humanidad curiosa que por contar luciérnagas de cielo,dejó los claros ojos tan abiertosque el mismo sueño se escapó por ellos.“Era una vez.....-no sé ya cuántos años-con voz cansada comenzó el abuelo-“Era una noche, así como esta noche:ronda de luna en torno de los sueños,arriba, un surtidor hecho de estrellas;abajo, un carrusel de limoneros;y dejando volar la fantasíasin medida y sin freno,yo jugaba a enlazar constelacionescon la soga sutil del pensamiento.Era una noche quieta y silenciosa.La calma se abría en círculos concéntricos.Sufrían de mudez todas las floresY de aguda ‘parálisis el viento’.Era tanto el sosiego aquella noche,Tan estático estaba el universo,Que pensé que los seres y las cosasSólo eran variedades del silencio . Yo miraba hacia el cielo como ahora, ,pero un distinto empeño

me incitaba a efectuar triangulacionescon vértices brillantes de luceros.No medía la altura con el alma,La quería medir con el cerebro.Barajaba teorías de Aristóteles,Después de Ptolomeo,Me sentía girando en el espacioSegún el pensamiento de Copérnico.Calculaba las áreas barridas por las leyes de Brahe y de Keplero,Y en eterno zumbido de colmenaMe parecía que en el firmamentoObedeciendo a la atracción de NewtonRevoloteaba todo el universo.Y pensaba, buscando elongaciones,Trazando elipses,Calculando excéntricas,Si no eran felices los salvajes,Aquella tribu Tonga, por ejemplo,Que creía que el sol tan sólo eraUn reflejo de mar que iba ascendiendo.Esa noche, pequeño, meditabaPero, de pronto, el viento se rompió con el ruido de unos pasosque venían del huerto.Y tu futura madre, de veinte años,Saltó sobre los bordes del silencio.

Era así, como tú: de ojos azules

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Como dos lagos bajo un mismo cielo.El meridiano del clavel cruzabaPor sus labios pequeños.Y la luna o el sol tenían algo que ver con sus cabellos.Fue una tarde de mayo,El surco estaba rendido de silencio, Y casi se escuchaba en la semillaLa gestación a un paso del misterio.Se sentó en mis rodillas,Crucificó mi vida con sus besosMe miró muchas veces,Y con vos dulce, como los ciruelos,‘Padre: –me dijo- Alguien me pisa el corazón por dentro.Ya le siento en la sangre jugando a solas con mi sufrimiento.Ya sé que ha de venir,Oigo su risa, galopando en el tiempo.Ha de tener los ojos tan azulesComo las tardes en el mes de enero.No importa, padre, que me duela el alma,Que se rompa mi llanto en mil espejos,Que por mirar el sol sobre el paisajeÉl ignore mi cruel desgarramiento.

Para que no le hieran las espinasYo sabré ser un copo de silencio.Nunca le cuentes que lloré en su ausenciaPara que no comparta mi tormento.dile que fui feliz, que el esperarleFue tan sencillo como un bello cuento.Si le has de hablar de mí,Nunca le empañes, con el llanto, el recuerdo.dile que fue mi juventud más bellaAl presentir su aliento.No le cuentes mis horas de fatigaQue él no tiene la culpa de mi anhelo’.Durante nueve meses ví en sus ojosTus ojos, mi pequeño.Contemplaba sus trenzas y veíaLos bucles de mi nieto.Tu futuro venía por su angustiaCon gajos de silencio.Y llegaste por fin,Mediaba enero,La misma fecha en que tu madre entrabaPor los arcos del cielo,Para decirle a Dios que te mandaraDe regalo un lucero.Por pintar el azul de tus pupilas,

Ella cerró las suyas sin receloPara que tú gritarasAmordazó su alientoY para que tu risa fuera rojaSufrió en la suya palidez de hielo.Ella era buena y se durmió soñando Que el fruto de su angustia sería bueno.Pero duérmete ya,La noche avanza.No le hagas más preguntas al abuelo.Un día crecerás y la existenciaTe contará con sangre muchos cuentos.Entonces, con el alma lacerada,En carne viva aprenderás, pequeño,¡Qué cosa es una MADRE !¡Qué es un beso¡¡y a qué llaman recuerdo!”Las sarmentosas manos del ancianoReanudaron su vuelo.El corazón normalizó su ritmo.La sangre apagó incendios del cerebro.Y aquella noche azul de plenilunioCuajada de asteroides y luceros,Entre sonrisas se durmió el infanteY entre sollozos se durmió el abuelo

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JORGE ROBLEDO ORTIZ, llamado “El Poeta de la Raza”, nació en Antioquia el 30 de Septiembre de 1913, en el hogar de Félix Robledo Villa y María Ortiz Villa; y murió en Medellín el 22 de Agosto de 1990.

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