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1 Poder económico y orden internacional. De Bretton Woods a la crisis mundial actual. Asier García Lupiola Profesor Agregado EU Estudios Empresariales de Bilbao (UPV-EHU) Documento de Trabajo (9/11/2015) Escuela de Ciudadanía - 2º Ciclo 2015 “Cuales son y como actúan las diferentes manifestaciones del poder”

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Page 1: Poder econmico y orden internacional · crecimiento y el desarrollo de los países. Los milagros económicos europeos y japonés del período 1950-1973 fueron el ejemplo más evidente

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Poder económico y orden internacional. De Bretton Woods a la crisis mundial actual.

Asier García Lupiola

Profesor Agregado

EU Estudios Empresariales de Bilbao (UPV-EHU)

Documento de Trabajo (9/11/2015)

Escuela de Ciudadanía - 2º Ciclo 2015

“Cuales son y como actúan las diferentes manifestaciones del poder”

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Índice

1. Presentación………………………………………………………………………..3

2. El orden internacional tras la Segunda Guerra Mundial

2.1. El sistema Bretton Woods y los milagros económicos……………….4

2.2. Expectativas frustradas para los países en desarrollo……………….9

3. Crisis y neoliberalismo

3.1. Causas y consecuencias de la crisis de los años 70……………….13

3.2. Medidas neoliberales para superar la crisis………………………….16

4. La globalización

4.1. La globalización y los organismos internacionales………………….20

4.2. Los efectos negativos de la globalización……………………………24

5. Crecimiento y nueva recesión

5.1. Crecimiento pero menos……………………………………………….29

5.2. Gran Recesión y crisis de la eurozona……………………………….33

6. Conclusiones………………………………………………………………………38

Bibliografía……………………………………………………………………………41

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1. Presentación

De modo general, se entiende por poder económico el dominio e

influencia que tiene una persona o grupo de personas por el hecho de poseer

un elevado volumen de recursos. Si nos centramos en el modelo económico

que prima en el mundo, por tanto, en un contexto capitalista, estaríamos

hablando del poder que está en manos de los propietarios de los medios de

producción y del capital, que deciden qué producir y a quién emplear, de

manera que a través de sus decisiones pueden fijar el rumbo del desarrollo

social. Siguiendo esta línea de argumentación, el poder económico es aquel

que está fundado en la riqueza y ejercido por personas particulares (físicas y

jurídicas), que interfiere con el poder político o se combina con él en los países

de economía de mercado. De este modo, la concentración del ingreso y de la

riqueza les favorece, hasta el punto de estar en disposición de influir en los

Estados (y presionar a los Gobiernos) a fin de obtener resoluciones que

favorezcan sus intereses. Todos tenemos en mente a las grandes empresas

multinacionales o grupos transnacionales, así como al sector bancario y

financiero.

La historia reciente, específicamente, la historia económica

contemporánea ofrece la posibilidad de analizar si el poder económico ha

ejercido realmente su capacidad de influencia en el desarrollo reciente de la

sociedad internacional. Las grandes decisiones de política económica que

determinaron en su momento las reglas de juego en el tablero internacional y

que siguen vigentes hoy en día determinan el contexto en el que el poder

económico se ha desenvuelto.

Así, el orden económico internacional establecido tras la Segunda

Guerra Mundial (cuyo funcionamiento regulan actualmente la OMC y el FMI) se

ha basado en la premisa de que la liberalización de los mercados posibilita el

crecimiento y el desarrollo de los países. Los milagros económicos europeos y

japonés del período 1950-1973 fueron el ejemplo más evidente. La estrategia

para superar la crisis de los años 70 –el neoliberalismo– mantuvo la validez de

aquella premisa. Otros éxitos como el desarrollo de las economías emergentes

a partir de los años 90 o el crecimiento mundial hasta 2008 han reforzado la

idea de que no hay alternativa al capitalismo. Por el contrario, muchos países

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que se ven en la obligación de aplicar las “recomendaciones” del binomio

OMC-FMI no sólo no entran en la senda del crecimiento sino que su situación

empeora gravemente.

El presente texto ofrece una visión general de los hechos más

significativos acaecidos en los últimos setenta años en el contexto

internacional, al objeto de que cada uno pueda deducir en qué medida los

grandes agentes que conforman el poder económico han influido en el devenir

de tales hechos.

2. El orden internacional tras la Segunda Guerra Mundial 2.1. El sistema Bretton Woods y los milagros económicos

Cuando se acercaba el fin de la Segunda Guerra Mundial (SGM), entre

el 25 de abril y el 26 de junio de 1945, se desarrolló la Conferencia de San

Francisco. En la misma, los cincuenta Estados participantes –la mayoría de los

existentes en el planeta en aquel momento– adoptaban por unanimidad la

Carta de las Naciones Unidas, que entró en vigor el 24 de octubre de 1945. La

Organización de las Naciones Unidas (ONU) nacía vinculada a las

consecuencias de la SGM, de modo que las potencias vencedoras (Estados

Unidos, Reino Unido, Francia, la URSS y China) se reservaron un puesto

permanente con derecho de veto en el órgano principal de las Naciones

Unidas: el Consejo de Seguridad1.

Además, el mayor poder de influencia quedaba en manos de los dos

países que, dado su tamaño y poderío militar, recibían la denominación de

“superpotencias”: los Estados Unidos de América (EEUU) y la Unión de

Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Ambos trataban de delimitar el

escenario internacional al objeto de controlar el máximo número de países, lo

que irremediablemente les llevaba al enfrentamiento, pues partían de

concepciones políticas y económicas antagónicas (capitalismo versus 1 Es cierto que se crearon otros dos órganos que trataban de compensar esa situación, como son la Asamblea General, en la que se encuentran representados todos los países miembros de la organización, y la Secretaría General, cuyo cargo máximo queda en manos de una persona que no puede ser nacional de uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. No obstante, es éste el órgano que ostenta el poder de decisión en la ONU y sus decisiones dependen de que no se ejercite el veto.

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comunismo). Se trataba de un enfrentamiento indirecto que se conoció como

Guerra Fría.

Junto con la creación de las Naciones Unidas, por iniciativa de las

potencias aliadas, se instauraron las instituciones del conocido como “sistema

Bretton Woods”. En efecto, antes incluso de finalizar la guerra (pero cuando ya

estaba totalmente encaminada hacia la victoria aliada), en julio de 1944 tuvo

lugar en Bretton Woods (New Hampshire, EEUU) la Conferencia Financiera

Internacional de Naciones Unidas, en la que participaron 44 países (todos los

existentes en ese momento en el mundo, salvo Alemania y sus aliados en la

SGM). Los países aliados se plantearon cómo habría de desenvolverse la

economía mundial acabada la guerra, teniendo claro que se quería evitar seguir

el ejemplo de la política económica internacional desarrollada tras la primera

posguerra mundial.

En Bretton Woods tuvo lugar una discusión de planes y programas

destinados al establecimiento de organismos financieros de carácter

internacional2 . Las tesis que triunfaron fueron las defendidas por EEUU: dar

estabilidad a las transacciones comerciales a través de un sistema monetario

internacional, con tipo de cambio sólido y estable fundado en el dominio del

dólar, así como liberalizar el comercio mundial. Precisamente, la idea de

liberalizar el comercio mundial con el objetivo de facilitar las relaciones

económicas internacionales va a ser el fundamento del orden económico

internacional establecido tras la SGM. Con ese fin, en Bretton Woods se fijaron

las bases de dos organismos económicos –formalmente creados luego dentro del

sistema de Naciones Unidas– de gran trascendencia futura: el Fondo Monetario

Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo

(BIRD), posteriormente conocido como Banco Mundial. Asimismo, se

establecieron las bases para la creación del Acuerdo General sobre Aranceles y

Comercio (conocido por sus siglas en inglés, GATT).

2 Se trataban, básicamente, del Plan británico, defendido por J.M. Keynes, y del Plan norteamericano, defendido por Harry D. White. Ambos eran partidarios de tipos de cambio fijo, de convertibilidad en oro y del establecimiento de un mecanismo que lo coordinase. Las principales diferencias eran las siguientes: mientras Keynes exigía del nuevo organismo una importante dotación patrimonial para conseguir autonomía, White se mostraba más moderado; Keynes prefería una banda ancha de fluctuación del tipo de cambio, mientras que White optaba por una banda estrecha (del 2,5 %); finalmente, mientras que Keynes era partidario de permitir amplios descubiertos y crédito a los países miembros, White se mostraba favorable a moderar este aspecto en relación con la cuota que aportase cada país.

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La misión del FMI consistía en la concesión de préstamos para cubrir los

déficit que podían tener los países en sus balanzas de pagos. Se trataba de

que los países pudiesen hacer frente a los pagos internacionales y dispusiesen

de un instrumento para poder poner en marcha sus economías tras la SGM. Sus

objetivos consistían en fijar las normas del sistema monetario internacional e

impulsar la cooperación monetaria mundial, lograr un equilibrio cambiario entre

las monedas para facilitar los pagos internacionales, e impulsar el comercio

internacional logrando un desarrollo equilibrado del mismo.

El BIRD se puso en funcionamiento en 1946 con el objetivo original de

financiar la reconstrucción de los países devastados por la SGM, especialmente

europeos y Japón. Ahora bien, el BIRD tenía un mandato adicional de fomentar el

crecimiento económico de los países en vías de desarrollo en África, Asia y

América Latina. En un principio el organismo se centró principalmente en

proyectos de infraestructuras a largo plazo como la construcción de carreteras,

puertos, aeropuertos y centrales eléctricas.

El nuevo sistema pretendía potenciar el crecimiento de las economías

nacionales fomentando las exportaciones, para lo que se buscaba la

liberalización del comercio internacional. Con esa intención, se adoptó en 1948

el GATT. Su objetivo consistía en impulsar la producción, intercambio y consumo

de mercancías, suprimiendo los obstáculos que pudieran existir en el comercio

internacional. Entre los fundamentos de este organismo destacan los siguientes:

un enfoque multilateral y no discriminatorio del comercio mundial (ningún país

podría impedir el acceso a su mercado nacional de los productos provenientes de

otro país), la prohibición de las restricciones cuantitativas (cupos a la importación)

y el establecimiento de derechos ad-valorem (se permiten los aranceles

aduaneros con el objetivo de que vayan reduciéndose).

La aparición de éstos y otros organismos internacionales dejó en evidencia

que junto a los Estados existían otros actores en la escena internacional. Además

de los citados, en esta época comienzan a funcionar otros organismos, muchos

de ámbito regional, con un marcado carácter económico3. Estos nuevos actores

influían notablemente en la determinación de los asuntos clave de la agenda 3 Entre otros, cabe citar la Organización Europea de Cooperación Económico (OCDE, 1948), antecedente de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE, 1960), las Comunidades Europeas (1951-1957), la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA, 1960), el Mercado Común Centroamericano (MCC, 1960) o el Pacto Andino (1969).

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internacional, especialmente en el ámbito económico, actuando como

catalizadores para la formación de coaliciones y como escenario para iniciativas

políticas y, especialmente, económicas. En el mismo sentido van a influir otro tipo

de nuevos actores internacionales, concretamente, las empresas multinacionales

o grupos transnacionales, entre los que se incluían desde un principio los grandes

bancos y grupos financieros (no en vano, muchos de ellos eran accionistas de los

grupos multinacionales o bien disponían de fondos de inversión con

participaciones en los mismos). Todos tenían su sede, así como sus grandes

centros de producción y gestión, en los países económicamente más avanzados,

si bien su presencia en los países en desarrollo comenzaba a ser relevante.

Lógicamente, la URSS no quiso entrar a formar parte de todo este

sistema (el comunismo chocaba frontalmente con dicho orden internacional,

basado en los postulados capitalistas) y se centró en tratar de ayudar desde el

fin de la SGM a afincar en el poder a los movimientos comunistas que en el

este de Europa habían protagonizado la lucha contra el nazismo y el fascismo

y que, en varios casos, gozaban de fuerte apoyo popular. Ante esta situación,

Estados Unidos decidió que era necesario intervenir en territorio europeo para

evitar una generalización de regímenes comunistas y, por tanto, afines a la

URSS. Lo hizo por medio de un plan de ayuda económica para la

reconstrucción de Europa, conocido como “Plan Marshall”4.

El Plan Marshall, puesto en marcha en junio de 1947, dispuso la ayuda

material norteamericana en forma de suministro de bienes de equipo, materias

primas o de asistencia técnica. Se basó en el principio de no discriminación

política, por lo que teóricamente era aplicable para vencedores, para vencidos e,

incluso, para países socialistas. En la práctica, los principales beneficiarios serían

Reino Unido, Francia, República Federal Alemana, Italia, Países Bajos, Grecia y

Austria. Ahora bien, la ayuda no fue planteada por sí sola, al contrario, su disfrute

conllevaba la aceptación de una serie de mecanismos de reconstrucción. De

hecho, los países receptores debían comprometerse a la aplicación de medidas

tendentes a la estabilidad financiera y monetaria interna, mediante el equilibrio 4 Junto al Plan Marshall se instauró la “doctrina Truman”, por la que el presidente estadounidense solicitó al Congreso otorgar ayuda estratégica a los países que podrían caer bajo dominio comunista. Eran ya varios los países del este europeo en los que se habían establecido regímenes de esa índole, como Hungría, Polonia, Bulgaria, Rumania o Yugoslavia. Los casos que, desde la perspectiva norteamericana, requerían ayuda inmediata eran Turquía y, especialmente, Grecia, país en el que en septiembre de 1946 había estallado la guerra civil.

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presupuestario, una política monetaria no expansiva, control de la inflación,

desregulación. Asimismo, debían trabajar por la cooperación económica

internacional, mediante la reducción o supresión de trabas, contingentes o cuotas

de importación. Como se ve, era una trampa envenenada para los países

comunistas, por lo que la URSS prohibió a sus colegas europeos aceptar ayuda

alguna. Sólo Yugoslavia optó por hacerlo, distanciándose de la URSS desde ese

mismo momento.

Una vez recuperado ya hacia 1950 en Europa occidental el nivel de

renta previo a la guerra, se iban a dar las condiciones necesarias para que el

PIB creciese en el entorno occidental a un ritmo y durante un periodo hasta

entonces prácticamente desconocidos. Las décadas de 1950 y 1960 fueron de

elevado crecimiento económico, con tasas medias anuales de aumento del PIB

situadas cerca del 5 %, mientras que la tasa de inflación anual se mantuvo en

un máximo del 4 %.

Además de un mayor grado de apertura de las economías, motivado por

los objetivos de los organismos internacionales mencionados arriba, lo cierto es

que una de las principales razones de este periodo de crecimiento fue la

puesta en práctica del denominado Keynesianismo 5 . La existencia de

gobiernos de izquierda y centro-izquierda en numerosos países europeos

occidentales (laboristas y socialdemócratas) facilitó la aplicación de las ideas

del economista británico J. M. Keynes. De este modo, aumentó la presencia

estatal en la economía, materializada en un intervencionismo creciente en la

promoción de la empresa pública e incluso en nacionalizaciones de empresas; se

fomentaron nuevas políticas de gasto público dedicadas a obras en capital fijo

social, infraestructuras y producciones directas; se asumió, incluso, el déficit

público para lograr el pleno empleo y la estabilidad social. Todo ello en una

economía de mercado que tendía a una economía mixta, mediante un

crecimiento económico relativamente planificado.

Todo ello facilitó la rápida estructuración del denominado Estado del

Bienestar, es decir, la asunción, por parte del Estado, de la cobertura general

5 Además de los que mencionamos en el texto, otros motivos que también contribuyeron al desarrollo económico de los años 50 y 60 fueron el precio de materias primas y combustibles baratos, los avances tecnológicos propios de la Tercera Revolución Industrial, una alta tasa de inversión sostenida, una mejora en los sistemas de gestión de la empresa o una más adecuada asignación de recursos.

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de contingencias tales como gastos sanitarios, educacionales o de jubilación

de sus ciudadanos. Esto supuso el establecimiento de una moderna seguridad

social, asumida mediante un sistema de reparto y de acuerdo

intergeneracional. Se asistió asimismo al inicio de un periodo de consenso y de

acuerdo en el ámbito de las relaciones laborales, con sindicatos de

trabajadores occidentales asumiendo el sistema y pasando a formar parte de

él, de un sistema al que ya no pretendían combatir, sino adaptarse

pragmáticamente tratando de sacar las mayores ventajas posibles para sus

afiliados a través del recurso a la negociación colectiva. Tasas de paro que no

superaban el 3 % (situación de pleno empleo o “paro técnico”) ayudaban a ello.

Sin embargo, desde otra perspectiva, el aumento de la renta trajo

consigo el aumento del consumo (en principio, positivo para el crecimiento

económico) y la generalización en los países occidentales del modelo de

consumo y de mercado de masas ya existente en EEUU para bienes duraderos

estandarizados (automóviles particulares, electrodomésticos de línea blanca y

línea marrón, etc.). Ello vino facilitado por el desarrollo del marketing y la

propaganda, tanto gráfica como radiofónica y televisiva. El “american way of life”

se internacionalizaba, generalizándose entre entre los países capitalistas.

2.2. Expectativas frustradas para los países en desarrollo

Terminada la Segunda Guerra Mundial, los países latinoamericanos que,

desde hacía mucho tiempo, no mantenían ya relaciones de dependencia con

sus antiguas metrópolis de la Península Ibérica, comenzaron a poner en

práctica una serie de intentos industrializadores, que se vieron abocados tanto

al fracaso como a un aumento excesivo de su deuda externa.

La nueva estrategia económica, que se aplicó durante las décadas de

1950 y 1960, comenzaría impulsando la producción de bienes de consumo no

duraderos, tales como alimentación, bebida, tabaco o textiles, actividades con

demanda interna prácticamente asegurada y procesos de producción

relativamente sencillos. Como elementos positivos de estas estrategias pueden

citarse, por un lado, la diversificación productiva lograda en países como Brasil,

Chile, México, Argentina y Uruguay; por otro, una tasa media de crecimiento

anual del PIB situado en torno al 4'5% (3% en términos per cápita).

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Ahora bien, esta política económica se hizo acompañar necesariamente

de la importación creciente de capitales y tecnología, lo que, a la postre, acabaría

por provocar un nuevo estrangulamiento externo en el proceso de desarrollo.

Habrían de surgir entonces nuevos desequilibrios, en forma de presiones

inflacionistas, escaso crecimiento, desempleo, marginación de abundantes capas

de población y deuda externa en aumento.

Evidentemente, no ayudó en nada el interés mostrado por Estados

Unidos en Latinoamérica, penetrando en sectores como el agrícola (café, fruta,

tabaco), el minero y el de la energía. De esta unión entre, por un lado,

intereses económicos y, por otro, circunstancias de aspecto político

encaminadas a frenar la expansión comunista en el continente –mediante un

intento de aumentar la renta per cápita y una postura más activa de la CIA–

deriva el afán intervencionista del poderoso vecino del norte, que se llevó a

cabo especialmente en la década de los años cincuenta.

De este modo, bajo tutela norteamericana se desarrollaron diversas

dictaduras militares y presidentes títeres diseñados para enfrentarse a la

expansión comunista (Batista en Cuba, Somoza en Nicaragua o Stroessner en

Paraguay). Cuando los militares alcanzaban el poder, mostraban una carácter

populista y nacionalista, pero sin capacidad ni propósito de oponerse a los

intereses norteamericanos, ni para alterar las deficientes estructuras socio-

económicas vigentes. Y cuando Estados Unidos no conseguía controlar un

gobierno, surgía una dictadura de otro color, como la de Torrijos en Panamá,

de signo izquierdista. Todo ello, nos muestra una característica propia de los

países latinoamericanos en esta época como era la inestabilidad social y las

intervenciones golpistas del ejército.

El éxito de la revolución cubana incentivó todavía más la intervención de

Estados Unidos en el devenir político de Latinoamérica. De este modo,

Kennedy impulsó la firma en Uruguay de la “Carta de Punta del Este” en 1961,

una especie de Plan Marshall por el que Estados Unidos concedía ayuda

económica a los países latinoamericanos no comunistas para fomentar su

desarrollo. La “Alianza para el Progreso” –nombre con el también se conocía el

acuerdo– terminó fracasando y sin lograr el objetivo fundamental de

incrementar sustancialmente la renta, coincidiendo con la crisis económica de

los años setenta. Lo que si consiguió fue aumentar la penetración de Estados

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Unidos en la zona y, en última instancia, un incremento de la deuda externa

para los países latinoamericanos, que se encontrarían de este modo con la

necesidad de dedicar un amplio porcentaje de los mismos préstamos recibidos

en el pago de intereses y de la deuda.

Por otra parte, en la década de los años sesenta tuvo lugar uno de los

grandes hechos históricos del siglo XX: el proceso de descolonización. Lo

cierto es que el mismo había comenzado con algunas colonias asiáticas y del

norte africano musulmán desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero se

multiplicó en la década citada.

Los dirigentes de los nuevos Estados independientes –formados en

muchos casos en las metrópolis europeas– trataban de aplicar los valores y

principios democráticos en unas circunstancias sumamente complicadas.

Especialmente relevante era la situación en África, donde la colonización

europea no logró sacar a la población de su secular atraso económico. Por un

lado, los nuevos países se habían constituido sobre la división creada por los

colonizadores, que en absoluto respetó ningún tipo de frontera anterior, menos

aún si se basaba en fundamentos étnicos o regionales. Por otro lado, debían

hacer frente a la falta de tradición democrática en el continente negro y al

hecho de que buena parte de la población de los nuevos países seguía

otorgando importancia vital a las relaciones tribales. A pesar de algunos éxitos

iniciales, entre los que cabe destacar el logrado por Kwane Nkrumah quien

llevó a Ghana a la independencia a finales de los años cincuenta, iniciando así

la descolonización del África sub-sahariana, las nuevas democracias africanas

cayeron ante los múltiples golpes de Estado perpetrados por sus cuadros

militares (paradójicamente, también formados en Europa).

El interés de las dos superpotencias de evitar la generalización de

administraciones contrarias a su bando supuso que la Guerra Fría encontrase

un excelente caldo de cultivo en África. Los golpes militares citados eran en

muchos casos promovidos por el “riesgo” de que la administración electa

pasase al bando contrario. Ello suponía, a su vez, que grupos armados fueran

fomentados para desestabilizar el nuevo gobierno dictatorial. Para desgracia de

los africanos, junto al interés de las dos superpotencias, en su continente eran

los intereses de las antiguas metrópolis los que favorecían todo tipo de

intervenciones. Países como Reino Unido, Francia o Bélgica no podían permitir

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que sus empresas perdiesen las licencias de explotación de minerales,

fosfatos, piedras preciosas, madera, caucho y otros productos. Para ello, si era

necesario, se favorecía la instauración de una dictadura afín, antes que permitir

la llegada al poder de algún demócrata que pretendiese que las riquezas

africanas fuesen controladas por los propios africanos6.

Como en Latinoamérica, en las antiguas colonias asiáticas, durante la

posguerra tuvo lugar una política de sustitución de importaciones, sobre todo en

la industria ligera, que a partir de finales de la década de 1960 sería canalizada

hacia la exportación. La rápida industrialización coexistió con un sector agrícola

atrasado que provocaba un abundante trasvase de mano de obra rural a la

ciudad, con sus secuelas de hacinamiento urbano, falta de prestaciones sociales

y degradación de la calidad de vida. Aunque el reparto del aumento de la riqueza

no se generalizó, lo cierto es que sí se generaron altos índices de crecimiento

económico en la zona. Así por ejemplo, y si bien el nivel de partida era a todas

luces bajo, entre 1969 y 1973 la tasa de crecimiento del PIB sería del orden del

7% anual.

La razón principal de los aumentos de exportación se debió al carácter de

competencia y en general de no complementariedad de estas economías entre

sí, lo que traía como consecuencia un escaso grado de comercio intrarregional.

Por tanto, el comercio exterior fue canalizado hacia los países industrializados y

económicamente avanzados. Al mismo tiempo, tuvo lugar un control extranjero

de los sectores claves y una escasez inicial de recursos financieros y técnicos. Y

es que, en general, estos países aportaban alta rentabilidad al inversor extranjero

por una serie de motivos, como por ejemplo, la abundancia de recursos

naturales, la existencia de mano de obra barata, una alta protección arancelaria,

un rápido crecimiento económico interno y una serie de compromisos oficiales de

tipo económico-político. También aquí la Guerra Fría y los intereses

norteamericanos, por un lado, y los soviéticos, por otro (con una cada vez mayor

participación china) tuvieron presencia importante, siendo la Guerra de Vietnam el

ejemplo más evidente y trágico.

6 De este modo, se desarrollaron algunas de las dictaduras más tiránicas, como por ejemplo las de Bokassa en la República Centroafricana, Idi Amin en Uganda, Macías Nguema en Guinea Ecuatorial o Mobutu Sese Seko en Zaire (actual República Democrática del Congo).

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Imagen 1: Guerra Fría en 1980

Fuente: Wikipedia Commons (2001)

3. Crisis y neoliberalismo

3.1. Causas y consecuencias de la crisis de los años 70

Económicamente, los tiempos iban a cambiar en la segunda mitad de la

década de los años 60, cuando comenzaron a aparecer claros síntomas de lo

que vendría después. La autoconfianza del capitalismo comenzaba a presentar

atisbos de fisura. El anterior consenso político, social y económico, que tan

bien parecía haber funcionado después de la guerra, empezaba a empañarse

cuando jóvenes universitarios europeos de clase media, descontentos con lo

que tenían y hastiados del bienestar comenzaron a manifestarse contra algo

que cualquier trabajador de la industria habría considerado meramente etéreo.

Poco a poco el sindicalismo europeo parecía volver a despertar. Se acababa el

ciclo de consenso y de paz social, las reivindicaciones laborales –materiales,

concretas, tangibles– de nuevo iban a tener lugar, como había ocurrido en los

tiempos anteriores a la SGM. Se estaba acercando el Mayo francés del 68. En

Estados Unidos, la lucha por los derechos civiles de la población negra y las

crecientes protestas contra la intervención en Vietnam también actuaban como

catalizador. Los pilares de la economía mundial todavía resistían,

aparentemente sólidos.

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Las causas de la crisis se fueron acumulando desde finales de la década

de 1960. Cada una de ellas, por sí sola, no suponía un peligro para el sistema

pero la acumulación de todas ellas lo debilitarían hasta tal punto que, tras

tambalearse en 1971, en octubre de 1973 la crisis estalló con toda su crudeza

y lo hizo caer.

El crecimiento y desarrollo del propio Estado de Bienestar suponía unas

cargas que el sistema debía y podía asumir. Ello era posible por la constante

productividad y las ganancias derivadas, lo que al mismo tiempo facilitaba el

crecimiento salarial, relevante en el período 1968-1973. De este modo, la

población logró una mayor capacidad de consumo, aumentándose así la

demanda, lo que acabó presionando al alza los precios. A esto último también

contribuyó la subida del precio de las materias primas (combustible y energía)

que se habían mantenido baratas durante las décadas de 1950 y 1960. Las

mismas provenían de países en desarrollo, algunos de los cuales habían

iniciado procesos de industrialización, en muchos casos por medio de inversión

extranjera proveniente de Occidente que se aprovechaba de la amplia mano de

obra, de las evidentes ventajas fiscales, de la escasa regulación laboral y

medioambiental (dumping social y ecológico) de dichos países. Los sectores

textil, siderometalúrgico, la construcción naval o la minería de Norteamérica y

Europa se verían seriamente perjudicados.

Como se ha dicho, el orden económico internacional se tambaleó en

1971, cuando Nixon decidió la suspensión de la convertibilidad del dólar, sacando

la moneda reserva del propio sistema y dejándola flotar en los mercados7. Esto

supuso un duro golpe para la economía mundial, puesto que el dólar se devaluó

hasta un 15 % y, dado que la mayoría de las grandes empresas del mundo

disponían de reservas y activos en dólares, todas se vieron afectadas. Se generó

una gran incertidumbre, al tratarse no simplemente de una devaluación –ya de

por sí gravosa– sino de una salida del sistema de la moneda que sustentaba el

propio sistema. Esta situación provocó una pérdida de capital internacional (un 15 7 El motivo por el que el dólar salió del sistema se basaba en las objeciones del resto del mundo a la hora de financiar la economía norteamericana y los gastos militares de los Estados Unidos. En efecto, la guerra del Vietnam generó déficits del tesoro norteamericano, financiados con aumento de la cantidad de dólares, única vía para hacer frente a los pagos a la poderosa industria armamentística. El resto del mundo financiaba el déficit norteamericano, ya que los dólares emitidos (con menor valor) iban a otros países, aquellos que tenían activos en dólares. Además, la emisión de dólares generaba presión inflacionista en Estados Unidos y a nivel mundial, ya que los nuevos dólares no se quedaba sólo en Estados Unidos.

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%, lo que supuso la devaluación del dólar) y arrastró a otras monedas pues, entre

1971 y 1973 todos los países suspendieron la convertibilidad de sus monedas en

dólares a un tipo fijo (cayendo definitivamente el sistema monetario establecido

en Bretton Woods). Finalmente, los tipos de cambio fluctuantes establecidos

entonces ocasionarían fuertes flujos de capital de carácter especulativo.

La puntilla llegó en octubre de 1973, cuando como consecuencia de la

guerra del Yom Kippur los países miembros de la Organización de Países

Árabes Exportadores de Petróleo (OPAEP) decidieron actuar como grupo de

presión8. El día ocho de dicho mes de octubre los miembros de la OPAEP,

reunidos en Kuwait, resolvieron unilateralmente un espectacular incremento en

el precio del petróleo. Una semana después, el 16 de octubre, iniciaban un

gradual embargo en las exportaciones. Las reuniones posteriores supusieron

que se llegase a un aumento del precio del petróleo del 400 % (con relación al

precio del 1 de octubre de 1973, porque si se compara con el precio de enero

de 1970, el petróleo se encareció en un 800 %) y a una reducción de la

producción del 25 %. La situación no fue a peor porque en marzo de 1974

decidieron comenzar a aumentar la producción del petróleo, si bien se mantuvo

la subida del precio.

Los efectos de la crisis se desplazarían de los países más avanzados a los

menos industrializados y en vías de desarrollo. Valga como ejemplo el caso de

Latinoamérica. El parón de la actividad económica en los países en los que se

encontraban la gran mayoría de los compradores de sus productos trajo como

consecuencia la caída de las exportaciones (de materias primas) e importaciones

(de productos manufacturados), así como del consumo interior. Al mismo tiempo,

se incrementaba la inflación y la deuda exterior seguía, también, creciendo9.

8 El 6 de octubre de 1973, día de la celebración judía del Yom Kippur, las tropas egipcias atravesaban el Canal de Suez y las de sus aliados sirios ocupaban los altos del Golán, con el objetivo de recuperar los territorios que Israel había conquistado en la Guerra de los Seis Días. Era el primer enfrentamiento árabe-israelí que no se iniciaba por parte de Israel y, sin embargo, la superioridad militar del país judío hizo que la sorpresa inicial se tornase rápidamente en una nueva victoria militar sobre los dos países árabes. Los aliados de éstos recurrieron a Naciones Unidas solicitando nuevamente una condena contra Israel, algo que, nuevamente, no llegó por la negativa estadounidense, británica y francesa en el Consejo de Seguridad (tampoco la URSS se mostró a favor de condenar a Israel). Al menos, Estados Unidos convenció a Israel para no ir militarmente más allá de lo necesario para contrarrestar el ataque inicial de Egipto y Siria. 9 De todos modos, la crisis afectaría de forma desigual a los países latinoamericanos, incidiendo aún más en las disparidades regionales. Aumentarían entonces las diferencias entre países exportadores de petróleo (caso de Venezuela, Bolivia o Ecuador, quedando Méjico al margen con

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16

El estrangulamiento total de la economía occidental era evidente y, aún

así, la actitud inicial de los Gobiernos y de las autoridades monetarias fue pasiva

pues esperaban una crisis corta y pasajera. Entendían que el libre juego de la

oferta y la demanda en los mercados acabaría por reequilibrar la economía

mundial. Tampoco la postura de los agentes sociales, que no estaban dispuestos

a ceder en la defensa de sus derechos, favorecía que ningún Gobierno pensase

en aplicar terapias de choque y medidas de ajuste, dada la impopularidad y baja

rentabilidad política de tales medidas.

Los efectos de la crisis a partir de 1974 reflejaban una situación que

empeoraba por momentos. Los beneficios empresariales se evaporaron y las

tasas de inversión sufrieron una extraordinaria caída. El paro aumentó a datos no

conocidos desde la depresión derivada la gran crisis de 1929, superando la tasa

del 20 % en muchos países (y llegando al 40 % en lo que al paro juvenil se

refería). No solo cerraban empresas sino que las pocas que se mantenían y las

que se creaban apenas tenían capacidad para generar empleo. Como

consecuencia, muchos Estados tuvieron que hacerse cargo de empresas de

sectores estratégicos con grandes dificultades, aumentando el sector público en

un sentido muy diferente al de los años de crecimiento. La inflación se generalizó,

apareciendo incluso el fenómeno de la estanflación, es decir, la crisis

coexistiendo con el aumento incontrolado de los precios (cuando lo normal es

que en período de crisis los precios bajen).

3.2. Medidas neoliberales para superar la crisis

A partir de 1979 tuvo lugar el segundo embate de la crisis, provocada

por nuevas subidas del precio del petróleo. En septiembre de 1978 cayó el

régimen del Shá de Persia (aliado de EEUU) y el Ayatolá Jhomeini estableció

una república islámica en Irán. El nuevo régimen decidió reducir notablemente las

ventas de petróleo a Occidente y el precio de está materia prima se dobló10.

un menor crecimiento), los cuales pudieron hacer frente mejor a la recesión, y el resto, que vieron muy ralentizado su crecimiento. 10 Sólo dos años después, estallaba la guerra entre este país y su vecino Irak, entonces segundo productor mundial de petróleo, y que en ese contexto también redujo la producción. Como consecuencia, durante 1980 el precio del petróleo se había encarecido otro 200 % con respecto al precio ya elevado tras el inicio de la crisis en 1973.

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En esta situación, a los Gobiernos no les quedaba más remedio que

reaccionar para combatir la crisis. Los primeros en actuar fueron los Gobiernos

de Margareth Thatcher en el Reino Unido y de Ronald Reagan en Estados

Unidos, quienes optaron por aplicar una receta que el Estado de Bienestar había

conseguido eludir, a saber, la vieja ortodoxia financiera que conllevaba un amplio

recorte del gasto público. Junto a una menor intervención del Estado en los

asuntos económicos, incluidos sectores vitales para la población como la

sanidad o la educación, se optaba por fomentar la actividad del sector privado

al que se le daban facilidades para hacerse con un mayor volumen de negocio

gracias a las privatizaciones de empresas públicas, y se flexibilizaban las

relaciones laborales. Estas políticas constituían lo que se dio en llamar

neoliberalismo.

De este modo, dejando de lado la doctrina Keynesiana que favoreció el

crecimiento tras la SGM (participación activa del Estado en la promoción

económica), se desarrollaron diversas terapias de choque de carácter

deflacionario y de enfriamiento de la economía con una nula intervención del

Estado. Las medidas adoptadas consistieron en la desregulación (entendiendo

que así se combatiría la rigidez de las economías en crisis), la subida de los tipos

de interés (para evitar el endeudamiento privado), la ya citada reducción del gasto

público, la subida de los impuestos, la devaluación monetaria (para favorecer las

exportaciones) y el establecimiento de obstáculos a la fluctuación monetaria (para

no debilitar en exceso las monedas). Al mismo tiempo, se establecía una nueva

definición de las funciones públicas, poniendo en cuestión tanto el Estado de

Bienestar como el papel del Estado como empresario directo (iniciándose la

privatización de empresas públicas). En definitiva, de lo que se trataba era de que

las leyes del mercado (oferta y demanda) operasen a sus anchas.

Al mismo tiempo, se adoptaron políticas de reconversión industrial y de

reindustrialización. El objetivo de las mismas era el fomento de sectores

tecnológicos punteros, de apostar por la investigación y el desarrollo (I+D), de

manera que estos nuevos sectores tratasen de generar las rentas y el empleo

anteriormente creado por las industrias tradicionales, ahora en evidente

decadencia.

Desde un punto de vista puramente económico y atendiendo a los datos

macroeconómicos, es evidente que las políticas neoliberales tuvieron éxito.

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Aunque tardó su tiempo, la segunda mitad de la década de 1980 supuso la

recuperación económica para los países occidentales y así lo atestiguaron los

siguientes datos: descenso de la tasa de inflación, reducción del déficit,

recuperación de la tasa de inversión, vuelta a los beneficios empresariales,

aumento de la producción industrial, aumento del comercio exterior. Sin embargo,

aunque el empleó se recuperó, en algunos casos notablemente, no se

recuperaron las bajas tasas de desempleo de los años sesenta. El neoliberalismo

trajo la posibilidad de crecer económicamente arrastrando tasas de desempleo de

cierta consideración.

Por ello, a comienzos de la década de 1990, surgieron formas novedosas

y flexibles de creación de empleo, muy contestadas por los sindicatos, tales como

el contrato a tiempo parcial, el contrato de aprendizaje, o la reducción de la

jornada laboral. Para la gestión de los mismos surgieron masivamente las

empresas de trabajo temporal (ETT). No sólo no se redujo el desempleo a los

bajos niveles previos a la crisis, sino que el neoliberalismo generalizó la

precariedad laboral, incluso en contextos de crecimiento, de manera que el

mercado de trabajo continuaría siendo la gran asignatura pendiente de las

economías occidentales.

Además, la aplicación de políticas neoliberales y de reducción del gasto

público conllevaría con frecuencia una nueva redefinición y una polémica en torno

al denominado Estado del Bienestar. Así, la posibilidad de un desmantelamiento

del Estado de Bienestar, en mayor o menor grado, constituiría un aspecto

ampliamente debatido. En el centro de todo ello se encontraba el mantenimiento

o no de las prestaciones sociales en la cuantía acostumbrada. Factores que

incidían en la posibilidad de una profunda reforma del sistema de protección

social eran, por ejemplo, los recortes del gasto público en el marco de políticas

presupuestarias restrictivas; la reconsideración de las funciones asistenciales del

sector público; el aumento de la población inactiva beneficiaria –parados o

jubilados–; y el descenso de los cotizantes. Se abría el debate sobre el futuro del

Estado del bienestar y sobre la conveniencia de acercarse a un sistema de

previsión social voluntaria de carácter privado, complementario del establecido

por el sector público.

La recuperación económica tardó en llegar a los países menos

industrializados y en desarrollo; en muchos casos, con menor intensidad que en

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los países más avanzados y, desgraciadamente, para los menos desarrollados lo

que llegaría es una situación de no crecimiento en la que se ahondaría en la

siguiente década.

En Latinoamérica la dureza de la crisis y la imposibilidad de hacer frente a

la misma por parte de los gobiernos dictatoriales de la zona influyó notoriamente

en la paulatina caída de dichos gobiernos y la instauración de sistemas

democráticos. Sin embargo, las nuevas autoridades electas recibían una

peligrosa herencia (inflación, paro, deuda externa) y se veían en la necesidad de

solicitar ayuda a los organismos económicos internacionales. Como

consecuencia, debieron adoptar las duras medidas neoliberales aplicadas en

Norteamérica y en Europa, a saber, terapias de choque aconsejadas por el FMI,

en forma de políticas deflacionarias y de enfriamiento de la economía,

caracterizadas por elevaciones en los tipos de interés y por reducciones tanto

del gasto público como de la cantidad de dinero en circulación, cuyo precio

político y su componente impopular, sin embargo, fueron bastante elevados11.

Por su parte, en el sudeste asiático, y siguiendo la práctica puesta en

marcha por la filiales, delegaciones y sucursales de las empresas occidentales

allí establecidas, se incentivará el aprovechamiento de las ventajas derivadas

del dumping social (mano de obra barata y sumisa). Irán perdiendo importancia

relativa las exportaciones de productos primarios (caucho, aceite de palma y de

coco, especias como la pimienta, productos forestales o estaño), ante el aumento

de exportaciones de productos de nivel tecnológico medio con mayor valor

añadido (productos químicos, maquinaria, material de transporte, manufacturas

ligeras y electrónicas, textiles). Ahora bien, las diferencias entre el entorno urbano

industrializado y el campo atrasado se acentuarán, así como las diferencias

regionales en la zona y dentro de los propios países.

Imagen 2: El mundo de la globalización (mapamundi escala Peters)

11 La ciudadanía asociará la democracia a duras medidas de ajuste, generando una inestabilidad social que se verá acrecentada por la presencia de movimientos guerrilleros en muchos de estos países, así como por las numerosas intentonas golpistas.

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Fuente: viewsoftheworld.net (2015)

4. La globalización

4.1. La globalización y los organismos internacionales

En noviembre de 1989 el economista estadounidense John Williansom

elaboró un documento ("What Washington Means by Policy Reform"), para una

conferencia del "Institute for International Economics" del que era miembro.

Contenía una lista de las políticas que constituían el programa económico que

los países latinoamericanos, cuya economía no acababa de recuperarse,

debían aplicar para impulsar su crecimiento. Willianson consideraba que tales

políticas eran más o menos aceptadas por los grupos económicos con sede en

Washington (Gobierno de EEUU, FMI, Banco Mundial; también el GATT), de

ahí que el programa se conociese como “Consenso de Washington”.

Lo cierto es que durante los años 90 los organismos financieros

internacionales (FMI, BM, GATT-OMC) fueron recomendando dichas políticas a

todos los países que necesitasen fortalecer sus economías, especialmente a

los que se encontraban en desarrollo o en vías de industrializarse. La receta en

cuestión era muy similar a las medidas neoliberales adoptadas una década

antes por los países más avanzados: disciplina fiscal, reordenamiento de las

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prioridades del gasto público, reforma impositiva, liberalización de los tipos de

interés, tipo de cambio monetario competitivo, liberalización del comercio

internacional, liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas,

privatización, desregulación.

El Consenso de Washington es considerado el primero de los hechos

que reflejaban la creciente interdependencia entre los países del mundo una

vez finalizada la Guerra Fría y que determinaban la globalización en cuanto

fenómeno mundial 12 . Centrándonos en la economía, la globalización se

caracteriza por la integración de las economías locales (nacionales) en una

economía de mercado mundial donde los modos de producción y los

movimientos de capital se configuran a escala planetaria. En este contexto

cobran mayor importancia el rol de las empresas multinacionales y la libre

circulación de capitales, junto con la implantación definitiva de la sociedad de

consumo.

La caída del bloque comunista dejaba el mundo con un único modelo

económico13. Se trata de un capitalismo actualizado, que se ha dado en llamar

“nueva economía”. En este modelo, puesto en marcha a partir de 1990, los

países industrializados más avanzados han dejado de fundamentar

principalmente sus economías en la fabricación y la industria, tratando de lograr

un crecimiento sostenido y una mejora de la productividad potenciando la

aplicación en la economía de la I+D, con el objetivo de ahorrar costes

laborales, mejorar la eficiencia energética, abaratar los procesos de

12 La globalización es un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo por el que se tiende a unificar sus mercados, sociedades y culturas, que les dan a todas ellas un carácter global. La globalización se suele identificar como un proceso dinámico producido principalmente por las sociedades capitalistas democráticas, en las que han tenido lugar relevante avances en la conectividad humana (transporte y telecomunicaciones) facilitando la libre circulación de personas y la masificación de las TICs e Internet. 13 Cuando Mijail Gorvachov llegó al poder en la URSS en 1985, sus objetivos principales eran evitar la banca rota del país y adaptar el sistema comunista a los nuevos tiempos. No obstante, al dejar de controlar férreamente a sus socios europeos, en los mismos se iniciaron procesos democratizadores que conllevaron la práctica desaparición de los regímenes comunistas de Europa a partir de 1989. En muchos casos, los procesos fueron relativamente pacíficos como en Polonia, la RDA o Checoslovaquia. Sin embargo, otros resultaron traumáticos, como la caída de Ceacescu en Rumanía o dramáticos por la violencia de sus consecuencias, como sucedió en Yugoslavia. La propia URSS dejó de existir en diciembre de 1991. Todos esos países iniciaron un rápido proceso (no siempre exitoso) de transformación de sus economías centralizadas en economías capitalistas. Por su parte, en China, si bien no hubo un reforma política, sí es cierto que se acrecentó el cambio de modelo económico (ya iniciado a finales de los años setenta por Den Xiaoping), instaurándose el llamado “socialismo de mercado”.

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información y gestión y reducir los costes de transacción. También las

economías emergentes tratan de seguir ese camino. En efecto, a lo largo del

planeta se adoptan políticas orientadas a desregular la actividad económica en

general y los flujos internacionales de capital productivo, comercial y financiero-

especulativo en particular. De nuevo, la similitud con las medidas neoliberales,

y de ahí que la fase contemporánea del capitalismo mundial sea conocida

también como “globalización neoliberal”.

A mediados de década tuvo lugar uno de los acontecimientos que, para

muchos, reforzaron singularmente la globalización, como es la creación de la

Organización Mundial del Comercio (OMC). En 1995, superando y ampliando el

GATT, e integrando a la mayoría de los países miembros del FMI y del Banco

Mundial, se creó la OMC, para impulsar, no sólo la liberalización del comercio

de mercancías, sino también el de servicios e ideas. Este objetivo es el que

posibilita que se considere a los tres organismos como impulsores de la

globalización económica y a ello nos referiremos más adelante.

La liberalización de los mercados será, además, un objetivo que se

generalizará en las diferentes organizaciones regionales de cooperación

económica que se actualizarán o se crearán en los últimos años del siglo XXI.

Algunas de ellas superaran la mera cooperación económica para buscar la

integración económica, como la Comunidad Andina surgida de la revisión del

Pacto Andino o el Mercosur, siendo el caso extremo la Unión Europea, en la

que se mantiene, al menos como objetivo teórico, la integración política. Sin

embargo, la gran mayoría de organizaciones tendrán como objetivo real la

creación de zonas de libre comercio, sin mayor profundización, siendo los

ejemplos más evidentes el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica

(TLCNA-NAFTA) y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN).

Durante la segunda mitad de la década de 1990, la OMC y

especialmente el FMI y el Banco Mundial adoptaron numerosas decisiones que

contenían las recomendaciones que se trasladaron a los países que sufrieron

crisis económico-financieras (las medidas que constituyen el ya mencionado

Consenso de Washington). La globalización estaba aumentando de manera

relevante la velocidad de los flujos de capital entre países y empresas, lo que

provocaba que crisis iniciadas en un país por razones locales, acabasen

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expandiéndose a otros países y en ocasiones de modo global14. Ante dichas

situaciones, los propios países afectados solicitaban ayuda a los organismos

citados, o bien eran conminados a solicitarla por otros países que entendían

podían verse afectados si esa crisis local superaba las fronteras nacionales.

Con la entrada en la OMC de China en 2001, se reforzó el papel de los

organismos internacionales con origen en Bretton Woods en cuanto rectores de

la economía mundial. China había avanzado especularmente en el desarrollo

de su “socialismo de mercado”, estructurando un sistema económico capitalista

en el seno de un sistema político comunista. El país más poblado y quinta

economía mundial en aquel momento se incorporaba plenamente al mercado

internacional, pasando a jugar un papel de primer orden en la determinación de

la orientación de la globalización a partir de entonces y dando a entender que

no hay alternativas al capitalismo15.

De este modo, la mayoría de los países del planeta quedaban asociados

a los organismos que regulan en la actualidad la economía mundial. El objetivo

de los mismos es la liberalización del comercio internacional, suprimiendo los

obstáculos a las exportaciones e importaciones de mercancías, servicios e

ideas (OMC, 158 países miembros y otros 26 asociados en calidad de

observadores como paso previo a su ingreso), facilitando los pagos

internacionales y otorgando ayuda por medio de prestamos a los países que

tengan problemas financieros (FMI, 188 países miembros), así como prestando

ayuda financiera adicional a quienes mayores problemas y menos recursos

tienen (Banco Mundial, 188 países miembros). En principio, objetivos que

debieran posibilitar el crecimiento económico y el desarrollo a todos los niveles

de todos los países, razón por la cual la mayoría de los países en desarrollo

son miembros de estos organismos. En este sentido, debe destacarse que las

economías emergentes, algunas consideradas ya potencias económicas en

toda regla como China, Brasil o Rusia, han llegado a su actual estado de

14 Las crisis que se expandieron por el mundo con repercusiones más negativas fueron la de México en 1994/1995, cuyo impacto global se conoció como efecto Tequila; la crisis asiática en 1995/1997 y el efecto Dragón; la crisis rusa en 1998 y el efecto Vodka; la crisis brasileña en 1998/1999 y el efecto Samba; la crisis argentina en 2001/2002 y el efecto Tango. 15 Idea que se reforzó aún más cuando en 2012 Rusia también ingresó en la OMC. Se trata de un país que había sido bastante reacio a ingresar en la organización y que había criticado sus decisiones y normas en numerosas ocasiones. Con su ingreso, las mayores economías nacionales del planeta (desarrolladas y emergentes) pasaban a formar parte de la OMC.

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desarrollo cumpliendo con lo aconsejado por dichos organismos durante las

décadas de 1990 y 2000.

Imagen 3: El mundo según la población de los países

Fuente: viewsoftheworld.net (2015)

4.2. Los efectos negativos de la globalización

A pesar de los objetivos establecidos, se ha criticado por parte de los

movimientos antiglobalización que las organizaciones internacionales

encargadas, precisamente, de lograr el crecimiento de todas las economías

nacionales, no sólo no están logrando dicho objetivo en lo que se refiere a los

países más necesitados, sino que son en buena medida culpables de la

deteriorada y débil situación económica de muchos de ellos. Ello se debe al

papel preponderante de los países más desarrollados en la OMC, el FMI y el

Banco Mundial. Se denuncia que el modelo de cooperación e integración

económica mundial que promueven, teóricamente para que la globalización

favorezca a todos, no es el adecuado pues incrementa la diferencia de renta

entre países desarrollados e industrializados, por un lado, y los más pobres por

otro. Se les culpa así, de los efectos que generan las connotaciones negativas

del fenómeno globalizador y de las políticas neoliberales.

Lo cierto es que el sistema de adopción de decisiones de la OMC

posibilita una teórica igualdad de los Estados miembros, pues se requiere el

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consenso para decidir cualquier cuestión. Sin embargo, dicho requisito es la

razón de que las negociaciones para decidir cualquier cuestión sean eternas y

no se haya adoptado ningún nuevo acuerdo general que vincule a todos desde

1995. Por otro lado, lo cierto es que la opinión de los países más

industrializados es la que prima en la OMC y los países más pobres acaban

votando en el mismo sentido que los ricos.

Los objetivos del FMI son complementarios a los de la OMC, pero a

diferencia de ésta, el FMI se caracteriza por un sistema de adopción de

decisiones en el que los países más ricos tienen un mayor poder.

Efectivamente, el número de votos de cada uno de los 188 Estados miembros,

viene determinado por la cuota que pagan a la organización, la cual a su vez se

concreta por la riqueza económica de cada uno. El fondo dinerario generado

con dichas cuotas se destina a otorgar préstamos a aquellos países con

problemas financieros para poder aplicar la normativa del FMI.

Esta actuación parece positiva pero sucede que la mayoría de las

medidas económicas que el FMI presenta como recomendaciones a los

Estados miembros son factibles en su ejecución para economías desarrolladas

o, al menos, industrializadas. Ello supone importantes pegas para los países

más necesitados pues deben implementar políticas que reducen su gasto

social con el objeto de sanear su presupuesto, deben aumentar la presión fiscal

para pagar la deuda externa (dentro de la cual se encuentra el pago del

préstamo concedido por el propio FMI) y deben eliminar las barreras

arancelarias (privándoles de los pocos ingresos con los que pueden elaborar

sus presupuestos). Sin embargo, sin esos préstamos estos países no tienen

prácticamente opciones de inversión interna y es por ello que acceden a las

propuestas de los países más ricos en la OMC, evitando así negativas por

parte del FMI a la hora de obtener préstamos.

Por su parte, el Banco Mundial (compuesto por los mismos Estados

miembros que el FMI) pretende encaminar hacia un crecimiento económico

equilibrado y estable a los 100 países más necesitados. Para ello, esta

organización busca la reforma económica de dichos países mediante el

otorgamiento de préstamos al objeto de que financien programas en ámbitos

como los servicios sociales básicos, la educación y la formación, la lucha

contra la contaminación, el fomento del sector privado, y el aumento de la

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calidad en la Administración. No obstante, es criticable que la mayor parte de

los préstamos, cuyos fondos derivan de las cuotas que pagan los Estados

miembros en función de su riqueza, lo que determina también su poder de

decisión (sistema idéntico al del FMI), se conceden a los países

subdesarrollados “menos problemáticos financieramente”, mientras que los

países con mayores problemas y que, por tanto, más dificultades pueden tener

para la devolución del préstamo, reciben una ayuda mucho menor16.

A pesar de los objetivos citados y del papel que debieran estar

desarrollando los organismos rectores de la economía mundial, la realidad está

demostrando que en este periodo de globalización, en el que, teóricamente,

mayor ayuda podrían recibir los países más necesitados para lograr ritmos de

crecimiento económico que les permitiesen desarrollarse en todos los ámbitos,

la situación de los mismos es peor que hace quince o veinte años.

Precisamente, el retroceso de los países más necesitados se aprecia

claramente en el ámbito comercial. Resulta contradictorio que mientras se

impone la globalización –fenómeno que debería favorecer la apertura de

mercados y, por consiguiente, constituir también para los países

subdesarrollados una fuerza impulsora del crecimiento– la mayor parte de los

países menos desarrollados (especialmente los africanos) han visto reducida

su capacidad exportadora a niveles de hace quince o veinte años. No es de

extrañar, por tanto, que según el Programa de Naciones Unidas para el

Desarrollo más de cincuenta países fuesen más pobres en el comienzo del

siglo XXI que en 1990. Ello se debe a razones de diferente índole, como la

reducción de la ayuda pública proveniente de los países más desarrollados o el

uso incorrecto de la misma por parte de las administraciones receptoras, pero

también al esfuerzo que supone para dichos países seguir las

recomendaciones del FMI y el Banco Mundial.

Durante todo este periodo, especialmente hasta 2008, la riqueza

mundial ha crecido, tal y como se puede apreciar en los datos

macroeconómicos globales a los que nos referiremos en el siguiente epígrafe. 16 Así se concluye de las funciones de los órganos principales del Banco Mundial. Por un lado, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento ofrece préstamos a los países que tienen capacidad de pago (por tanto, de devolver el dinero), para lo que utiliza tres cuartas partes de los fondos del Banco Mundial, es decir, la mayor parte del dinero de la Organización. Por otro, la Asociación Internacional de Fomento, responsable de conceder préstamos sin interés a los países más pobres, únicamente maneja una cuarta parte de los fondos de la organización.

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Sin embargo, dicha riqueza mundial está peor distribuida a lo largo del planeta,

de modo que más de mil millones de personas viven por debajo del umbral de

la pobreza, la mayoría en los países en vías de desarrollo17. Y por si fuera

poco, el mayor número de afectados en las cuestiones sociales y sanitarias

más dramáticas se encuentra en dichos países18.

Imagen 4: Distribución de la población mundial en función del nivel de renta

Fuente: National Geographic Society (2012)

Por otro lado, aunque la globalización no es la culpable de un fenómeno

que afecta a todo el planeta, como es el cambio climático, el modelo de

economía que conlleva sí agrava las consecuencias del mismo, de ahí la

importancia máxima que tiene actuar cuanto antes contra dicho fenómeno. A 17 En este sentido, la organización para el desarrollo sostenible Global Footprint Network advertía en octubre de 2006 que de enero a septiembre de dicho año la humanidad había consumido más recursos que los que la naturaleza es capaz de generar durante un año completo, lo cual se debe al estilo de vida de los países desarrollados. Concretamente, un ciudadano de los Estados Unidos utiliza los recursos naturales correspondientes a 9,6 hectáreas de terreno, frente a 1,4 hectáreas para un ciudadano de África. Si todo el mundo adoptase el “american way of life” se precisarían los recursos de cuatro planetas como la Tierra para cubrir su demanda. 18 Así sucede con los más de veinte millones de seres humanos muertos por SIDA y con los más de cuarenta millones de infectados. Del mismo modo, la gran mayoría de seis millones de niños que mueren cada año por el hambre y la desnutrición lo hace en los países más pobres. Y sólo hay que mirar un mapa para ver dónde tienen lugar las guerras más cruentas.

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este respecto, según el informe Stern19, si la sociedad humana avanza hacia el

futuro sin tomar medidas para contener la emisión de los gases de efecto

invernadero, puede suponer al mundo un coste económico superior al que

supuso la SGM o la Gran Depresión derivada del crack de 1929. Los costes de

derivados de la adopción de medidas para hacer frente al cambio climático con

carácter inmediato son menores a los que se producirán si se retrasan las

decisiones, ya que en el futuro mitigar los efectos del calentamiento global y la

adaptación al mismo resultarán más costosas. Concretamente, el informe

estima que quedarse de brazos cruzados ante el cambio climático podría

suponer una pérdida del 20 % del PIB mundial, mientras que mitigar el

calentamiento global únicamente requiere un 1 % del PIB internacional. El

problema es que, como siempre, quienes proporcionalmente tienen que hacer

mayores esfuerzos económicos (por carecer del desarrollo tecnológico para

ello) son aquellos que en mayor medida están sufriendo las consecuencias

económicas del cambio climático; una vez más, los países en vías de

desarrollo.

Imagen 5: Emisiones de CO2 por países

Fuente: Emission Database for Atmospheric Research, Comisión Europea (2009).

19 El Informe Stern recoge el análisis que el Gobierno británico había encargado en el seno del G8 a quien fuera jefe economista del Banco Mundial, Nicholas Stern, sobre el impacto económico del cambio climático, y que fue presentado en octubre de 2006. Sus conclusiones han sido corroboradas por los informes del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas.

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5. Crecimiento y nueva recesión

5.1. Crecimiento pero menos

La evolución de la economía mundial en el paso del siglo XX al siglo XXI

muestra resultados contradictorios, consecuencia de las características de la

globalización neoliberal. Así, es indudable que existen resultados que

objetivamente cabe considerar exitosos como la recuperación económica de

los países occidentales, la superación de las diferentes crisis económicas

regionales o incluso el haber colocado en la senda del crecimiento a varios

países en desarrollo. En el mismo sentido, hay que considerar positivo el

surgimiento de nuevos polos dinámicos de crecimiento, como los BRIC (Brasil,

Rusia, India y China) y otras economías emergentes. Y ello a pesar de que se

haya modificado la estructura de las relaciones económicas y políticas

internacionales, poniendo en entredicho la vigencia de los centros

hegemónicos de la segunda mitad del siglo XX, es decir, Estados Unidos, los

países europeos occidentales (que conforman actualmente la Unión Europea) y

Japón.

Imagen 6: Países con mayor y menor PIB (nominal)

Fuente: Wikipedia Commons (con datos del FMI y del Banco Mundial, 2013)

Por el contrario, la globalización neoliberal ha ampliado el descontento

social por el profundo deterioro que ha ocasionado en las condiciones de

trabajo y de vida de las clases trabajadoras. Recordemos que la superación de

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la crisis de la década de 1970 con la aplicación de las medidas neoliberales

conllevó la reducción de la inflación y el déficit, así como el aumento de la tasa

de inversión, los beneficios, la producción industrial y el comercio exterior. No

obstante, la creación de empleo, aunque se recuperó, no fue tan espectacular

y, desde entonces, el crecimiento económico convive con tasas de desempleo

que, en ocasiones, resultan elevadas, así como con un alto porcentaje de

empleos precarios, tanto por las condiciones de trabajo como por la

temporalidad de los contratos.

Como se ha dicho, desde la recuperación económica que tuvo lugar a

mediados de la década de 1980, el PIB mundial ha crecido constantemente

hasta 2008. Ahora bien, según datos de los propios organismos que regulan la

economía mundial (OMC, FMI y Banco Mundial), el ritmo ha sido inferior al

período previo, por lo que se considera que el dinamismo de la actividad

económica mundial ha sido relativamente lento. Efectivamente, el promedio

anual de la tasa de crecimiento del PIB entre 1950 (superadas las

consecuencias económicas de la SGM) y 1973 (estallido de la crisis

internacional) fue de 5 %, e incluso considerando el período de crisis hasta

1980 fue de 4,7 %. Sin embargo, entre 1980 y 2007 el PIB mundial aumentó,

en términos reales, a una tasa promedio anual de 2,8 %.

Al mismo tiempo, la participación en la formación del PIB mundial de las

economías occidentales (EEUU, Canadá, UE, Japón, Australia, etc.) ha

disminuido, mientras que las economías emergentes (los BRIC y otros) han

adquirido mayor relevancia. Concretamente, entre 1980 y 2007, el PIB conjunto

de EEUU, los países que conforman actualmente la UE y Japón disminuyó su

peso en el PIB mundial de 60,8 % a 49,1 % (en Paridad de Poder

Adquisitivo)20. En sentido contrario, el gran dinamismo de los BRIC (China e

India desde la década de 1980 y Rusia y Brasil a partir de mediados de los 90)

ha supuesto un incremento de su participación en el PIB mundial desde el 13,2

% en 1980 a 21,9 % en 200721.

20 Concretamente, la participación de EEUU se incrementó de 22.5 % en 1980 a 23.9 % en 1999 pero en 2000 inició una tendencia descendente hasta el 21.4 % en 2007.�La participación de los países de la UE fue disminuyendo de 29.9 % en 1980 a 22 % en 2007. La caída en la participación de Japón se inició desde 1992, pasando de 8.4 % a 6.6 %. 21 Como ejemplo, los casos de China y Rusia. China pasó de suponer el 2.3 % del PIB mundial en 1980 a 11.3 % en 2007. Rusia, después de la debacle económica resultante de la disolución de la Unión Soviética, incrementó su participación de 2.5 % en 1998 a 3.2 % en 2007. �

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Imagen 7: Consumo de energía por persona en el mundo

Fuente: BURN (con datos de US Energy Information Administration, 2010)

En lo que se refiere a los flujos internacionales de comercio durante la

globalización neoliberal, su crecimiento ha sido más estable pero, como en el

caso anterior, ha sido de una intensidad menor con respecto a la situación

previa a la crisis de la década de 1970. El elevado ritmo de las décadas de

1950 y 1960 tiene su fundamento en la línea de actuación fundamental del

orden económico internacional establecido tras la SGM, ya analizado al

comienzo del trabajo, y que derivó de los objetivos y funcionamiento del FMI y

el GATT, que fomentaron e impulsaron el comercio internacional. Así, el

aumento del volumen real de comercio internacional de mercancías (medido

por las exportaciones) entre 1950 y 1973 fue del 8,3 %. La crisis de 1973 (y su

segunda oleada de 1979) supusieron un duro paréntesis a la tendencia

expansiva del comercio internacional, que se recuperó a partir de la segunda

mitad de la década de 1980, aunque no al espectacular ritmo del período del

milagro económico capitalista. De una tasa de crecimiento del 2,6 % anual en

el período 1973-1980, se ha pasado a un aumento del comercio internacional

del 5,9 % entre 1983 y 2006.

Las políticas de desregulación características de la globalización

neoliberal lograron superar la crisis, si bien sin llegar a los ritmos de

crecimiento anteriores a 1973. Fueron más exitosas en lo que se refiere a la

inversión extranjera directa (IED) pues lograron la recuperación general de la

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rentabilidad del capital a partir de 1980, así como la expansión de los flujos

mundiales de IED, especialmente en la década de 1990, y de capital financiero

y especulativo, de manera explosiva en las décadas de 1990 y 2000.

Concretamente, los flujos mundiales de IED, que antes de 1987 eran menores

a 100.000 millones de dólares anuales, alcanzaron máximos de 1,4 y 1,3

billones de dólares en 2000 y 2006, respectivamente. Del mismo modo, entre

1991 y 2006 los flujos internacionales de inversión financiera (que incluye junto

a la IED, la inversión en cartera y los préstamos y depósitos bancarios)

aumentó, como proporción del PIB mundial, de 1,3 % a 13,3 %.

Durante este periodo de globalización neoliberal han sido varios los

cambios habidos en las circunstancias y elementos de los movimientos de IED.

Por un lado, las potencias económicas occidentales, sede de las principales

corporaciones transnacionales, siguen siendo el origen principal de la IED,

aunque a partir de 1980 los países menos desarrollados han incrementado su

participación en las salidas totales de IED, pasando de un promedio anual de

1,2 % en el período 1970-1979 a 9,5 % entre 1980 y 2006. Del mismo modo,

las potencias económicas occidentales siguen siendo el destino principal de la

IED debido a que las corporaciones buscan ubicarse en el seno de los

mercados más extensos, que son los de esos países. No obstante, las

multinacionales también han relocalizado segmentos de sus cadenas

productivas en países en desarrollo, aprovechando bajos costes (sobre todo

salariales), vender directamente en esos países (especialmente si se trata de

países con mayor capacidad económica, como las economías emergentes) y,

sobre todo, para de ahí re-exportar hacia todo el mundo. En consecuencia, los

países menos desarrollados han incrementado, si bien reducidamente, su peso

como destino de la IED total, pasando de un promedio anual de 24,7 % en el

período 1970-1979 a 28,2 % entre 1980 y 2006.�

En lo que se refiere al destino de la IED, entre lo llamados países en

desarrollo (entre los que se sigue incluyendo a las economías emergentes

plenamente industrializadas), destaca la situación de China. El fuerte ingreso

de IED en China y las estrategias operativas y comerciales de las

corporaciones transnacionales (la gran mayoría estadounidenses y europeas)

es la causa de la explosiva expansión de las exportaciones de China a todo el

mundo. Así, a partir de la segunda mitad de la década de 1980 y

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particularmente de la década de 1990, China se convirtió en un importante

receptor de IED, concentrando cada año desde 1986 una tercera parte de los

flujos totales de IED hacia los países en desarrollo.

Imagen 8: El mundo según el número de multimillonarios por países

Fuente: viewsoftheworld.net (2015)

5.2. Gran Recesión y crisis de la eurozona

El período de crecimiento se verá truncado a partir de 2008 por una

crisis que, como sucedió en 1929, tuvo su origen en el sector financiero de

Estados Unidos. No obstante, es obligatorio reconocer que el incremento de los

precios de las materias primas que tuvo lugar durante la década de los años

2000, tras su abaratamiento en el período 1980-2000, permitía aventurar una

debilidad del sistema que, como sucedió, podía verse duramente afectado por

los problemas que pudiesen surgir en un sector fundamental en la globalización

neoliberal, como era el bancario y financiero.

Los primeros síntomas de las dificultades originadas por las hipotecas

subprime (hipotecas otorgadas a personas con muy pocos recursos que no

podían hacer frente al pago de las mismas) se hicieron patentes a comienzos

del 2008 con rescates y quiebras en el sector bancario (Bancos Bear Stearns e

Indy Mac). Los mercados de valores de Estados Unidos comenzaron una

precipitada caída que generalizó un pesimismo global sobre el futuro

económico del país, hasta el punto de que la Bolsa de Nueva York sucumbía

diariamente a rumores financieros (sufriendo caídas superiores al 20%). En

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junio, las cotizaciones de las materias primas y de los principales metales

industriales en las bolsas internacionales llegaban a sus máximos históricos

para, de inmediato, sufrir abruptas caídas (en torno al 50 %) en un marco de

volatilidad y fenómenos especulativos nunca antes visto. En septiembre llegó la

bancarrota de diversas entidades financieras relacionadas con las hipotecas

subprime como el banco de inversión Lehman Brothers, la aseguradora AIG y

las compañías hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac (que reunían la mitad

del mercado de hipotecas). El gobierno norteamericano tuvo que inyectar

700.000 millones de dólares para salvar algunas de estas entidades.

La crisis se expandió al comprobarse que muchas entidades financieras

de numerosos países tenían fondos “contaminados”, es decir, habían

comprado paquetes financieros en los mercados internacionales en los que se

integraban hipotecas que no podrían cobrarse. Dicha situación conllevó una

grave carencia de crédito porque los bancos se encontraron con una gran falta

de liquidez, de manera que los agentes económicos se vieron privados de la

necesaria financiación para desarrollar la actividad económica.

En este contexto, desde finales de 2008 y durante 2009, numerosos

bancos fueron intervenidos y nacionalizados en Europa (comenzando en Reino

Unido, Islandia y Francia). Las autoridades económicas (Bancos Centrales)

inyectaron fondos a los bancos privados (préstamos en condiciones favorables)

para aumentar la liquidez y bajaron los tipos de interés. Pero el mercado de

crédito se inmovilizó por la desconfianza entre los bancos (no se prestaban

dinero unos a otros por no saber cuántos fondos contaminados tendría cada

uno y, por lo tanto, por desconocer la capacidad de pago o devolución del

dinero). Todo ello, agravó la falta de crédito para las empresas y los

particulares y se dificultaron las condiciones de acceso (interés comercial más

elevado en los préstamos e hipotecas), debilitando la actividad económica y

empeorando la recesión.

Los gobiernos inyectaron entonces miles de millones para salvar a los

bancos creyendo que así se lograría que volvieran a dar crédito y llevaron a

cabo planes de gasto multimillonarios para evitar que no cayera más el empleo

y que no se siguieran cerrando empresas. Pero bien porque fuese insuficiente,

bien porque los bancos utilizaron el dinero para otra cosa, lo cierto es que lo

único que se consiguió con ello fue aliviar o frenar un poco la parálisis

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económica que se había provocado pero no resolver completamente la

situación. El resultado fue que al disminuir la actividad cayó la recaudación de

ingresos y que el gasto de los gobiernos se multiplicó, así que los déficits se

dispararon y la deuda subió de forma acelerada.

Los bancos que habían provocado la crisis aprovecharon la necesidad

de financiación de los gobiernos y entonces sí les prestaron grandes

cantidades, aunque a costa de imponerles duras condiciones a través de

reformas muy profundas basadas, sobre todo, en recortar el gasto social y los

salarios para que la mayor parte posible de los recursos se dirigiera a

retribuirles a ellos. Y con menos gasto, es decir, con menos capacidad de

compra, las empresas volvieron a resentirse y su actividad de nuevo se vino

abajo, lo que empeoró el empleo y llevó a las economías de varios países a

una situación mucho peor, lo que tuvo especial relevancia en Europa.

La conocida como crisis de la eurozona tiene su origen en una serie de

causas que se agravaron en el contexto de la Gran Recesión de 2008. Se trata

de una combinación de factores como las fáciles condiciones de acceso al

crédito durante el período 2002-2008 que impulsaron prácticas de préstamo y

endeudamiento arriesgado, las burbujas inmobiliarias que estallaron al término

de ese período (a la par que el debilitamiento económico provocado por la

crisis global) y la vía utilizada por varios países para rescatar a sus bancos en

problemas al asumir las deudas privadas socializando las pérdidas. La grave

situación puso de relieve las carencias del funcionamiento de la eurozona,

especialmente la no existencia de una integración política y económica real

(que hubiese permitido apoyar al euro), así como la falta de control de la

Comisión Europea sobre las cuentas publicas de los Estados miembros (lo que

permitió a varios países disimular sus déficits).

Cuando en octubre de 2009, el Partido Socialista griego ganó las

elecciones legislativas, anunció que la situación económica del país era

catastrófica y que el déficit presupuestario para 2009 sería de 12,5 % en lugar

de 3,7 % que había anunciado el gobierno precedente. También reveló que se

había mentido sobre la cuantía real de sus deudas ante la Comisión Europea

desde hacía una década. Ante ello, las agencias de calificación de riesgo

bajaron la calificación de la deuda a largo plazo de Grecia y el país se encontró

sin posibilidad de financiarse. En mayo de 2010 las autoridades de la

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eurozona, aprobaron un plan de rescate para Grecia (crédito de 110.000

millones de euros para tres años) y la creación del Fondo Europeo de

Estabilización Financiera (FEEF, con 750.000 millones de euros para otorgar

préstamos en caso de dificultad de un país) 22.

Tras Grecia, tuvieron que ser rescatados otros países, aunque por

diferentes razones. En el caso de Irlanda, su excesivo endeudamiento tenía su

origen en la garantía otorgada por el Gobierno sobre los pasivos de los seis

principales bancos irlandeses (100.000 millones de euros), los cuales habían

financiado una burbuja inmobiliaria. Irlanda tuvo que pedir prestado dinero al

BCE para pagar a los depositarios de los bonos, desplazando las pérdidas y la

deuda hacia los contribuyentes, recibiendo en septiembre de 2010 un préstamo

de 67.500 millones de euros. Por lo que se refiere a Portugal, tras haber sido

víctima de sucesivas oleadas de especulación en los mercados internacionales

y ver como se ponía en duda su deuda pública, a comienzos de 2011 se supo

que los diferentes Gobiernos llevaban cuatro décadas promoviendo el

sobregasto público y las burbujas de inversión. En mayo de 2011 se aprobó un

rescate de 78.000 millones de euros para Portugal. En esas mismas fechas, la

prima de riesgo de la deuda pública griega llegó a un punto que imposibilitó a

Grecia acudir a los mercados internacionales en busca de financiación. En

octubre se aprobó un segundo rescate de 109.000 millones de euros para

Grecia y una quita del 50 % de la deuda pública griega.

Los países rescatados debían cumplir con las condiciones impuestas

para recibir la ayuda económica. En general, además de tener que aceptar la

asistencia técnica y administrativa por parte de la UE, consistían en aumento

de impuestos, reducción de gasto público y privatización de empresas públicas.

De nuevo, las duras medidas neoliberales, que los países que se veían

contagiados por la crisis acababan adoptando para evitar, precisamente, el

rescate que las imponía. Así hicieron Bélgica, Francia e Italia. Y en una

situación intermedia quedó España, país que tras sufrir el estallido de su

burbuja inmobiliaria, la desconfianza de los mercados y movimientos

especulativos en torno a su deuda, adoptó medidas de austeridad y de recorte

22 Las cantidades fueron aportadas en colaboración con el FMI, de manera que para el rescate de Grecia la UE aportó 80.000 millones y el FMI 30.000. Para la creación del fondo la UE aportó 500.000 millones y el FMI 250.000 millones.

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que ni consiguieron impulsar el crecimiento ni ahuyentar las dudas,

especialmente sobre su sistema bancario. Por ello, en junio de 2012 se aprobó

un plan de rescate de hasta 100.000 millones de euros, específicamente, para

la banca española.

Tras salvarse Eslovenia del rescate, fue Chipre el país que, contagiado

por la situación de Grecia, tuvo que solicitar ayuda a la UE, recibiendo en

marzo de 2013 un préstamo de 10.000 millones de euros. Año y medio

después, tras un referéndum con resultado negativo a los ajustes exigidos por

la UE y el FMI, el Gobierno griego de Syriza tuvo que aprobar un programa de

ajustes como condición para obtener un tercer rescate (86.000 millones de

euros), al objeto de evitar la quiebra del país y su salida de la eurozona.

Aunque los datos macroeconómicos dan a entender que se ha iniciado

la recuperación económica, el ritmo es mucho menor que en el anterior período

de crecimiento (1990-2007) y es apreciable la falta de consistencia del mismo

(parecía que en 2012 comenzaba la recuperación pero 2013 no lo confirmaba).

Las medidas de ajuste/recorte siguen aplicándose, impidiendo que la mayoría

de las capas sociales no aprecien aún la teórica recuperación. De nuevo, como

sucedió con la puesta en marcha del neoliberalismo en la década de 1980,

aunque vuelven los beneficios empresariales, especialmente de los grupos

transnacionales y del sector bancario y financiero, no vienen acompañados de

una significativa reducción del paro. Y el empleo que se crea adolece en su

mayor parte de precariedad. Nunca antes había quedado tan patente un

crecimiento económico que beneficia a unos pocos y no supone reparto

generalizado de riqueza, conllevando en muchos casos un empeoramiento de

las condiciones laborales y sociales de las clases media y baja.

6. Conclusiones

Vista la evolución contemporánea de la sociedad mundial, especialmente

de las relaciones económicas internacionales, parece evidente que el poder

económico ha influido a la hora de adoptar las decisiones que han determinado el

desarrollo de las mismas. ¿En qué medida? Para responder a dicha cuestión

habría que diseccionar la pregunta:

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1. ¿Determinó el poder económico la creación del nuevo orden

económico internacional?

Quizás resulte excesivo afirmar que el poder económico fue el artífice

del sistema Bretton Woods, más aún cuando buena parte de los agentes

económicos que conforman dicho poder se encontraban en una situación de

debilidad tras la SGM, especialmente los europeos. Por contra, sus

componentes norteamericanos gozaban de una fortaleza relevante y su

capacidad de influencia en sus correspondientes representantes políticos era

notoria. Además, las reglas de juego que suponía el nuevo orden económico

internacional favorecía a los agentes económicos capitalistas y, cuanto mayor

tamaño y fuerza dispusiesen, mayores beneficios obtendrían, tal y como

demostró la realidad. Por tanto, sí cabe concluir que, al menos, influyeron en la

determinación del concreto sistema que se previó para el desenvolvimiento de

las relaciones económicas internacionales a partir de 1945.

2. ¿Ha influido el poder económico en el desarrollo de las relaciones

económicas internacionales?

La respuesta debe ser afirmativa. Es verdad que la influencia en el

contexto internacional de los años 50 del siglo XX, o hacia el final del mismo en

la década de 1990 no ha sido la misma. Pero, precisamente, porque ha ido

ampliándose la capacidad del poder económico de influir en la adaptación o

actualización de las reglas de juego, se ha ido posibilitando un contexto en el

que más se ha favorecido a quienes mayor poder tienen.

3. ¿Ha determinado el poder económico los ritmos de crecimiento?

Más que determinar los ritmos de crecimiento, el poder económico se ha

asegurado de que el sistema creado tras la SGM se fuese actualizando para

lograr mantener o aumentar el crecimiento económico en general. No obstante,

lo cierto es que el período en que más crecimiento ha existido (entre 1950 y

1973) ha sido aquél en el que el poder económico menos capacidad de

influencia tenía o, si se quiere, en el que menos necesidad tenía de influir.

4. ¿Ha generado los períodos de crisis? ¿Ha determinado las medidas

para superar las crisis?

Es evidente que el poder económico ha salido reforzado de los períodos

de crisis, tanto generales/globales de 1973 y 2008, como las locales/regionales

habidas especialmente a partir de 1990. Ello se debe a que el poder económico

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sí ha participado en la determinación de las reglas para hacer frente a las crisis.

Tanto el neoliberalismo de finales de los años 70 y comienzos de los 80, como

la globalización neoliberal (Consenso de Washington) presente desde 1990,

favorecen los intereses del poder económico. Por tanto, quizás no cabría

afirmar que es el causante de las crisis pero sí que es responsable de generar

buena parte de las causas que debilitaron el sistema a comienzos de la década

de 1970, así como de proponer las medidas para salir de dicha crisis, que son

las que “actualizaron” el sistema y generaron el contexto en el que han ido

teniendo lugar las sucesivas crisis locales/regionales y la Gran Recesión de

2008. Es más, los períodos de recuperación han supuesto ritmos de

crecimiento menores de manera que en las décadas de 1990 y 2000 se creció,

pero menos que en las décadas de 1950 y 1960, y en la actualidad, en un

teórico contexto de recuperación, los índices de crecimiento son irrisorios

comparados con los períodos anteriores. Por tanto, uniéndolo con la pregunta

anterior, resulta paradójico que el poder económico lo que haya hecho es

favorecer ritmos de crecimiento cada vez menores.

5. ¿Es culpable de las disparidades económicas existentes en el

mundo?

Desde luego, no es un objetivo del poder económico generar pobreza en

el mundo. El propio sistema creado tras la SGM y los organismos

internacionales que lo regulan (OMC, FMI, Banco Mundial) tienen entre sus

fines colaborar específicamente con los países más necesitados para favorecer

su desarrollo. Sin embargo, como se ha visto, las reglas de juego de Bretton

Woods generan situaciones dificultosas para aquellos que, precisamente, a

priori más problemas tienen para desenvolverse con las reglas de juego del

sistema. Es más, las propuestas que se realizan a los países más necesitados

les llevan en muchos casos a que su situación general, a pesar de mejoras

puntuales en algunos sectores, no sólo no mejore sino que sea peor en la

actualidad.

6. ¿Estamos ante el momento de su mayor capacidad de influencia?

Vistas las medidas adoptadas por parte de la mayoría de los países y de

los organismos internacionales, incluidas organizaciones regionales como la

propia Unión Europea tras la crisis de 2008 y la crisis de la eurozona de 2010,

sólo cabe dar una respuesta rotundamente afirmativa. A pesar de las

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argumentaciones lógicas, derivadas del modelo económico capitalista y de

sociedad de consumo en el que vivimos, la realidad evidente es que se ha

otorgado ayuda financiera pública a los mayores representantes del poder

económico, a saber, el sector bancario y financiero privado. Es más, se ha

asumido por parte de las administraciones públicas, la deuda que tenía la

banca privada, socializando las pérdidas de los agentes económicos privados.

Algo así sólo lo puede hacer quien ostenta el mayor poder económico, con la

mayor capacidad de influencia sobre el poder político, conocido hasta la fecha.

Es posible que en ningún otro momento de la historia, no sólo en el

período más reciente, el poder económico haya tenido tanta fuerza como en la

actual globalización. Aunque puede pensarse que el orden económico

internacional actual fue hecho por y para la economía privada, lo cierto es que

la capacidad de influencia del poder económico nunca ha sido tan relevante.

A lo largo de la historia ha habido momentos de mayor o menor

debilidad del poder económico, pero siempre ha sabido conservar sus armas

(la propiedad, la riqueza, el dinero, las empresas, las finanzas) lo que le ha

permitido recuperarse y fortalecerse. En ocasiones ha tenido que hacer frente a

la sociedad para mantener la hegemonía de las clases dominantes del ámbito

económico, incluso contra los intentos de algunos Gobiernos de menoscabar

sus intereses. Sin embargo, lo cierto es que hoy día el poder económico goza

de una situación diferente: el sistema político, económico y social está hecho a

su medida. En efecto, el orden creado como sistema de Bretton Woods ha sido

modelado de tal manera aprovechando los períodos de crisis, que los agentes

más importantes del poder económico (las grandes multinacionales y los

grupos financieros) ostentan hoy día la máxima capacidad de influencia y,

aunque sea de manera indirecta, de decisión. Así, por encima de soberanías

nacionales y legitimidades populares, se adoptan decisiones de política

económica que tienen efectos a escala planetaria (de manera global) y que,

aunque teóricamente debieran beneficiar a todos, favorecen que los mayores

beneficios los obtengan quienes ostentan el poder económico.

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- www.rcci.net (Revista de Economía, Sociedad y Cultura)

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- www.reei.org (Revista Electrónica de Estudios Internacionales)

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- www.uab.es/ceei (Centro de Estudios Internacionales e Interculturales)

- www.ub.edu/rhi/ (Revista de Historia Industrial)

- www.ub.es/obsglob (Observatorio de la Globalización)

- www.ucm.es/info/icei (Instituto Complutense de Estudios Internacionales)

- www.uc3m.es/uc3m/inst/FV/dpfv.html (Instituto Universitario de Estudios

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- www.viewsoftheworld.net