podando árboles

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Autor: Condorax Podando árboles Me levanté como al mediodía. Mi padre estaba podando los árboles del patio, limpiando las uvas podridas que nunca le sacamos al parrón, cortando y ordenando el naranjo, cosechando los limones que ya están en su punto. Yo seguía en el comedor tomando lentamente desayuno, esperando a que me llamara al patio para ayudarlo, no tenía ganas de ir, así que comía bien lento. Pero inevitablemente me llamó, tuve que apurar el último sorbo de leche, zamparme el pan que me quedaba, y pude demorarme lavándome los dientes en compañía de mi hermana chica. Luego salí, y durante el instante en que me cegó la luz del sol recordé que debía ir a buscar los guantes de jardinería, así que crucé la cocina hacia el pasillo, choqué con mi madre, y espanté a los gatos que dormían sobre la caja de herramientas. Estos guantes eran nuevos, estaban duros como todo guante nuevo, pero lo particular es que eran de goma gruesa y tela, así que eran impermeables pero resistentes, de un raro tono de amarillo. Me gustaron. Me puse los guantes, estornudé, obligué a mi padre a ponerse el par que le pasé, extendí el saco de papas vacio y traté de ayudarlo a introducir las uvas podridas al saco. Era casi todo un amasijo de hojas ya negras con uvas semi convertidas en pasas, más caca de gallina, cáscaras de maravilla, y quién sabe qué. El loro me gritó varias veces en el oído cuando recogía la basura alrededor de su jaula, y tuve que corretear al gallo que me miraba como queriendo picotearme. Desde que me atravesó un jean's nuevo con un picotazo, y yo le devolví una patada que lo hizo volar varios metros, que con el plumífero nos respetamos bastante, y es casi ceremonial pedirnos permisopara pasar por el lado del otro. -¿Pero ella te quiere? -Sí. -¿Entonces? -Es que a él lo quiere más. -Ya po', listo: no te quiere como tú quieres. Tienes que salir de eso. Ayudo a meter las naranjas dentro de un cesto. Mi padre ha cercenado las ramas inferiores del árbol, lo que lo hace lucir bastante mejor, más erguido, más joven, más fuerte. Se ve lindo sin lo innecesario. Me gusta la flor -el azahar- de éste árbol, su aroma me cautiva mucho, cuando tenga una casa propia quiero tener uno de estos árboles en el patio, y poder sentarme en una banca bajo sus ramas florecidas. Cuando tenga hijos quisiera leerle cuentos en ese lugar. "Cuando sea grande quiero ser..."

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Un joven reflexiona sobre sus amores en una jornada de jardinería familiar.

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Autor: Condorax

Podando árboles

Me levanté como al mediodía.

Mi padre estaba podando los árboles del patio, limpiando las uvas podridas que

nunca le sacamos al parrón, cortando y ordenando el naranjo, cosechando los limones que

ya están en su punto. Yo seguía en el comedor tomando lentamente desayuno, esperando a

que me llamara al patio para ayudarlo, no tenía ganas de ir, así que comía bien lento.

Pero inevitablemente me llamó, tuve que apurar el último sorbo de leche, zamparme

el pan que me quedaba, y pude demorarme lavándome los dientes en compañía de mi

hermana chica. Luego salí, y durante el instante en que me cegó la luz del sol recordé que

debía ir a buscar los guantes de jardinería, así que crucé la cocina hacia el pasillo, choqué

con mi madre, y espanté a los gatos que dormían sobre la caja de herramientas. Estos

guantes eran nuevos, estaban duros como todo guante nuevo, pero lo particular es que eran

de goma gruesa y tela, así que eran impermeables pero resistentes, de un raro tono de

amarillo. Me gustaron.

Me puse los guantes, estornudé, obligué a mi padre a ponerse el par que le pasé,

extendí el saco de papas vacio y traté de ayudarlo a introducir las uvas podridas al saco. Era

casi todo un amasijo de hojas ya negras con uvas semi convertidas en pasas, más caca de

gallina, cáscaras de maravilla, y quién sabe qué. El loro me gritó varias veces en el oído

cuando recogía la basura alrededor de su jaula, y tuve que corretear al gallo que me miraba

como queriendo picotearme. Desde que me atravesó un jean's nuevo con un picotazo, y yo

le devolví una patada que lo hizo volar varios metros, que con el plumífero nos respetamos

bastante, y es casi ceremonial “pedirnos permiso” para pasar por el lado del otro.

-¿Pero ella te quiere?

-Sí.

-¿Entonces?

-Es que a él lo quiere más.

-Ya po', listo: no te quiere como tú quieres. Tienes que salir de eso.

Ayudo a meter las naranjas dentro de un cesto. Mi padre ha cercenado las ramas

inferiores del árbol, lo que lo hace lucir bastante mejor, más erguido, más joven, más fuerte.

Se ve lindo sin lo innecesario. Me gusta la flor -el azahar- de éste árbol, su aroma me

cautiva mucho, cuando tenga una casa propia quiero tener uno de estos árboles en el patio,

y poder sentarme en una banca bajo sus ramas florecidas. Cuando tenga hijos quisiera leerle

cuentos en ese lugar. "Cuando sea grande quiero ser..."

-Para ti es más fácil decirlo porque estás con alguien

-Puede ser que sí, que encontré todo lo que andaba buscando, pero eso no quiere

decir que llevar una relación sea fácil...

Pensar que cuando uno es chico es común planear miles de cosas para el futuro,

dejarse abierta la puerta de los futuros múltiples. De chico me metieron en la cabeza que

tenía que estudiar en la Universidad de Chile... y aquí estoy. También me dijeron que tenía

que ser el mejor de la clase, pero eso no lo he logrado. Eso no lo he logrado = ayer falté a

clases. No tenía ganas de ir, quise levantarme cerca del mediodía. Quise salir a andar en

bicicleta, pero no encontré el bombín y las ruedas estaban faltas de aire, así que no pude.

Así que vegeté todo el día. Así que no leí, no estudié, traté de no pensar, sólo jugué Super

Mario World y dormí la siesta entre sabana húmedas y pegajosas. Me porté como un cabro

chico. Me escudé en que me dolía la cabeza.

-Las cartas me dijeron que tengo que ofrecer más seguridad.

-Obvio, o sea: ¡mírate! ¡Péinate, párate bien, ordena tu ropa!

Entre arrastrar el saco hasta debajo del limón y rastrillar sus hojas hacia el saco,

prefiero lo último, así que voy en busca del rastrillo y rasgueo la tierra. No evito echar un

poco de basura al sumidero. No evito levantar polvo. No evito asustar con el ruido a la

coneja negra que permanece en un rincón de su jaula. Tienes que salir de eso. Ni siquiera

evitó la rama espinudienta que se me mete por un lado de la cabeza. Saco metódicamente la

mierda de gato, la de conejo, la de paloma-gallo-gallina, los limones podridos, las hojas de

limón infectadas por no sé qué hongo, las bolsas de alimento. Tengo las zapatillas bastante

sucias. No creo que las lave hoydía. Vuelvo a estornudar.

Aprovechamos de limpiar la canaleta. Metemos todas las ramas dentro del segundo

saco de papas. No hablamos mucho. El vecino escucha Silvio Rodríguez. Hace calor,

parece día de primavera, o de principios de verano. El olor de las uvas semi podridas me da

asco, pero no deja de maravillarme lo seco que parece el parrón, y lo verde que sé que

estará dentro de unos meses, no deja de maravillarme como la Naturaleza se renueva a sí

misma a pesar de que uno la mutile incesantemente. Ciclos benignos.

-Le dije que para qué se molestaba en preguntar esas cosas, si ya ambos sabemos

que lo nuestro no avanza y que no va a funcionar.

-¡Pero entonces olvídala!

-¡Es que no he encontrado al clavo que me saque ese clavo!

Ciclos de renovación, lo mismo pero distinto cada vez. Mi padre me dice que

mañana debemos levantarnos temprano para podar el árbol que da a la calle, que ya lleva

tres años sin podarse y pronto los vecinos van a reclamar, que está demasiado grande y

ensucia hasta la vereda de enfrente con sus hojas, que yo debo subirme a la escalera y cortar

las ramas porque a él le duele la espalda. Yo asiento en silencio, me gusta la idea, pero sé

que le digo que sí porque sé que mañana no va a querer levantarse temprano, porque va a

querer ir a la feria y no va a gastar energía antes de eso. Vuelvo a toser.

-¿Algo más?

-Sí, doctor: aparte de la gripe me dan dolores en el hombro derecho, fuertes,

punzantes; me cuesta dormirme por las noches, durante el último período de

exámenes en la uni anduve mal del estómago, se me cae pelo, poco, pero se me

cae... y me sudan las manos.

-¿Te sudan las manos?

-Sí... no mucho, pero si seguido.

-Ya... yo creo que... tienes que ir sicólogo. Te voy a dar un relajante junto con lo de

la gripe, pero al salir tienes que pedir una hora con el sicólogo en el mesón.

-Sí, doctor.

No la pedí. Ni siquiera le he dicho a mis padres que me derivaron al sicólogo, creo

que todavía me aguantaré un poco más. Siempre he creído que si voy a salir adelante tengo

que hacerlo por mis propios medios, rascarme solito. Voy regando el patio para que se

asiente la tierra, tratando de hacer que el agua caiga como llovizna. Mi padre descansa ahí

cerca, mirando el cielo. Cae un volantín al patio. Rápidamente corto el agua, y mientras aun

tratan de recuperar el volantín a tirones voy y corto el hilo. Le digo a mi padre que es para

mí hermana chica, aunque no tengo ganas de ir a elevar volantines todavía. Él entra a la

casa a contarle, para que vayamos a la plaza por la tarde. Recién estamos a mediados de

agosto, encuentro demasiado optimista a la gente que no se aguanta hasta septiembre para

empezar a elevar. De todas formas sé que durante septiembre me gusta elevar sólo hasta la

tercera semana, porque con la primavera cambia el aire y ya no es tan fácil.

Se viene la primavera.

Al fin van a salir los azahares y van a perfumar todo el patio. Sonrío.

Se vienen las flores nuevas.

.........

F

I

N