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1 EL COMERCIO DE PROXIMIDAD EN LA REGIÓN VALENCIANA: UNA INFRAESTRUCTURA ECONÓMICA DE RECUPERACIÓN URBANA Y SOCIAL Enrique Sigalat. Dpto Economía y Ciencias Sociales. Universitat Politècnica de València. [email protected] Bernat Roig. Dpto Economía y Ciencias Sociales. Universitat Politècnica de València. [email protected] Resumen Los pequeños comercios van desapareciendo de nuestros barrios y cada vez se gasta más dinero en los grandes centros comerciales situados en las afueras de las ciudades. La actual crisis económica y la situación financiera hacen que especialmente el comercio minorista (detallista) local 1 se hunda cada vez más. Además, este soporta una fuerte competencia con grandes centros y superficies comerciales situadas en centros poblacionales cercanos que luchan por la conquista del “cliente”. Los cambios que la globalización comporta en sus diferentes dimensiones, tienen mucho que ver con lo que ocurre en la esfera local que saca a la luz, la fragmentación social. Ésta se traduce, además del aspecto económico, en una desestructuración social sobre las formas de vida y las relaciones entre las personas de las localidades. Como consecuencia, se produce un nuevo tipo de exclusión social. La de aquellos residentes que dejan de estar integrados en el nivel económico de su espacio residencial. El ámbito territorial de nuestro trabajo es el análisis del comercio minorista de la región valenciana y concretamente el de la comarca de la Safor 2 (Valencia) y cuyos datos son extrapolables al conjunto de regiones del territorio valenciano, ante los cambios sociales y de consumo que ponen en crisis el espacio urbano-comercial tradicional y la manera de vida de su gente. 1 Se entiende como comercio minorista a toda aquella actividad desarrollada profesionalmente con ánimo de lucro consistente en ofrecer la venta de cualquier tipo de productos a los destinatarios finales de los mismos, utilizando o no un establecimiento (AA.VV, 2011). En este tipo de actividad comercial, el comprador no tiene a su alcance los productos. Entre este y el almacén donde se encuentran los productos hay un mostrador. Es el vendedor quien muestra los productos y argumenta las características. 2 La Safor es una comarca de la Comunidad Valenciana, con capital en Gandia. Está situada en la zona sudeste de la provincia de Valencia y está conformada por 31 municipios con una población de 176.544 habitantes (INE, 2016).

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EL COMERCIO DE PROXIMIDAD EN LA REGIÓN VALENCIANA: UNA

INFRAESTRUCTURA ECONÓMICA DE RECUPERACIÓN URBANA Y SOCIAL

Enrique Sigalat. Dpto Economía y Ciencias Sociales. Universitat Politècnica de

València.

[email protected]

Bernat Roig. Dpto Economía y Ciencias Sociales. Universitat Politècnica de València.

[email protected]

Resumen

Los pequeños comercios van desapareciendo de nuestros barrios y cada vez se gasta

más dinero en los grandes centros comerciales situados en las afueras de las ciudades.

La actual crisis económica y la situación financiera hacen que especialmente el

comercio minorista (detallista) local1 se hunda cada vez más. Además, este soporta una

fuerte competencia con grandes centros y superficies comerciales situadas en centros

poblacionales cercanos que luchan por la conquista del “cliente”. Los cambios que la

globalización comporta en sus diferentes dimensiones, tienen mucho que ver con lo que

ocurre en la esfera local que saca a la luz, la fragmentación social. Ésta se traduce,

además del aspecto económico, en una desestructuración social sobre las formas de vida

y las relaciones entre las personas de las localidades. Como consecuencia, se produce un

nuevo tipo de exclusión social. La de aquellos residentes que dejan de estar integrados

en el nivel económico de su espacio residencial. El ámbito territorial de nuestro trabajo

es el análisis del comercio minorista de la región valenciana y concretamente el de la

comarca de la Safor2 (Valencia) y cuyos datos son extrapolables al conjunto de regiones

del territorio valenciano, ante los cambios sociales y de consumo que ponen en crisis el

espacio urbano-comercial tradicional y la manera de vida de su gente.

1 Se entiende como comercio minorista a toda aquella actividad desarrollada profesionalmente con ánimo de lucro

consistente en ofrecer la venta de cualquier tipo de productos a los destinatarios finales de los mismos, utilizando o

no un establecimiento (AA.VV, 2011). En este tipo de actividad comercial, el comprador no tiene a su alcance los

productos. Entre este y el almacén donde se encuentran los productos hay un mostrador. Es el vendedor quien

muestra los productos y argumenta las características. 2 La Safor es una comarca de la Comunidad Valenciana, con capital en Gandia. Está situada en la zona sudeste de la

provincia de Valencia y está conformada por 31 municipios con una población de 176.544 habitantes (INE, 2016).

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Palabras clave: Espacios Urbanos, Comercio, Territorio, Fragmentación social,

Globalización

El comercio de proximidad: infraestructura económica de recuperación urbana

La actividad comercial tiene una gran importancia en el territorio, tanto por su

contribución a la generación de riqueza y su distribución a través de la ocupación, como

para brindar el acceso a bienes y servicios variados. Asimismo, el comercio ha jugado

históricamente un destacado papel en la vitalidad socioeconómica de los cascos

urbanos, contribuyendo a la "personalidad" de los pueblos, junto con sus principales

atractivos naturales, urbanísticos y artísticos, entre otros.

El comercio juega un papel fundamental en las localidades, no solamente por su

importancia económica; también porque es un instrumento de abastecimiento de la

población y permite comprar el que necesitan los ciudadanos; y, sobre todo, por qué es

un elemento de vida social, de relaciones y de contactos entre ciudadanos. Y es que en

gran medida, la oferta comercial condiciona la calidad de vida de la ciudadanía, al ser

un factor esencial para cubrir sus necesidades de consumo y de ocio. El comercio es un

factor importante de diversificación y de crecimiento económico. Además, es un

instrumento vertebrador de cualquier localidad, puede equilibrar y estructurar la trama

urbana.

El mercado de centros comerciales de España ha sido - y todavía es - muy atractivo para

los inversores. Pero se trata de un capital financiero “nómada” - que no se invierte o no

está arraigado en el territorio, sus beneficios rebotan fuera de la comarca (región) a

manos de grandes corporaciones empresariales y fondos de inversión – contrariamente

al caso del capital productivo (local). La mayoría de los proyectos de centros

comerciales se plantean fundamentalmente como una actividad inmobiliaria, dirigida a

alquilar espacios al sector privado. Además, en los últimos años los principales fondos

de inversión, con el objetivo de obtener la mejor rentabilidad de sus recursos, están

integrándose en la propiedad de los centros comerciales (Informe diagnosis del sector

comercial urbano, Plan Estratégico Santa Pola, 2012).

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El desarrollo de las “ciudades del consumo” ha transformado la geografía urbana y los

hábitos de consumo y de vida de los ciudadanos. Y no solamente de sus ciudades sino

también estas transformaciones se dejan sentir en poblaciones próximas cómo es el caso

del objeto de estudio. En cualquier lugar del mundo es posible encontrar, con la misma

arquitectura y distribución de espacios, grandes superficies y grandes centros de

comercio y ocio. Es la manifestación más evidente de la globalización comercial. Por

eso se considera que son las “catedrales” de la nueva “religión del consumo” que se

extiende por todo el mundo.

Una de las tristes consecuencias (y transformaciones) es que las calles de las localidades

pierden su tradicional importancia como lugares de estancia y encuentro, y los

ciudadanos las usan sólo como lugares de paso entre las viviendas y los centros

comerciales. Cerrados en estas artificiales “ciudades” del comercio, ignoran las ofertas

de ocio y cultura no consumista que los pueda ofrecer su localidad y alejan las

posibilidades de desarrollo urbano más humano, en el cual la vida y el contacto con

otras personas sucede en espacios abiertos y públicos. No se ha reflexionado

suficientemente sobre lo que supone el triunfo de estas “ciudades interiores” creadas por

el comercio. Aunque la sensación de soledad, inseguridad y falta de alicientes que siente

el moderno “urbanita” encuentre alivio en ellos, lo arrastra a un estilo de vida

materialista y, ¿más satisfactorio?

El comercio de proximidad - las “tiendas de toda la vida”- es uno de los pilares en los

cuales se asienta la vida de un barrio. No solamente cubre las necesidades de

abastecimiento diario y posibilita en muchos casos puestos de trabajo, sino que además

cumple unas inestimables funciones de socialización vecinal. En estas “tiendas de toda

la vida”, buena parte del vecindario no solamente se encuentra, conversa y se relaciona,

sino que muchas veces los tenderos y tenderas son quienes mejor conocen la realidad

cotidiana (necesidades y carencias económicas y afectivas) de una población que por

edad, necesidad de alivio o comunicación, conocimiento mutuo o hábito, deposita en

ellas una confianza que le trae a mostrar partes de su intimidad que no comparte con

casi nadie más. Los tenderos y las tenderas son verdaderos asistentes sociales sin

reconocimiento oficial que no solamente adaptan la mercancía a los gustos y

posibilidades de cada cual, sino que posibilitan una comunicación con un fruto mucho

más positivo que el de muchas terapias oficiales. Tienen el trato humano directo, huyen

de las prisas. En definitiva, hacen barrio e impulsan las relaciones de vecindad.

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En este sentido, partimos de la premisa que el mejor urbanismo es el que crea espacios

de “intercambios" de bienes, ideas y relaciones sociales. Y una de las "infraestructuras"

económicas que posibilita esto en una localidad es el “comercio”. Nuestro tema de

investigación analiza las relaciones que se establecen en el comercio de proximidad

como actividad de recuperación urbana en el territorio.

El artículo se estructura en cinco apartados. Su punto de arrancada es una radiografía de

la realidad del comercio de proximidad en la región valenciana, centrándose en la

comarca objeto de análisis. Un segundo y un tercer apartado, estrechamente vinculados,

centran las bases conceptuales teóricas necesarias que tratan sobre el tema, y que dan

cuenta juntamente con los datos aportados, de la crisis del espacio urbano-comercial

tradicional y de la fragmentación social. Los apartados cuarto y quinto, centran la

discusión sobre el modelo espacial de distribución comercial y el papel crucial del

comercio minorista para la reinterpretación del desarrollo urbano, vinculándolo con el

importante arquetipo de la sostenibilidad urbano-territorial. Y finalmente, un último

punto de conclusiones que derivan de los resultados obtenidos y de su análisis y

discusión, y donde se muestran las posibles implicaciones sobre la idoneidad del

modelo de distribución comercial futuro en el territorio, y el marco contextual de un

proyecto para abordar los desafíos del comercio minorista según los supuestos teóricos

comentados.

a) Una radiografía del comercio minorista

La actividad comercial, que agrupa al comercio minorista, mayorista e intermediarios

del comercio aportó en 2013 el 12,3% al Valor Añadido Bruto de la economía española.

Dentro del sector terciario, la actividad comercial ha tenido un papel destacado. Ha

aportado el 12% de las nuevas afiliaciones realizadas durante el año 2014. El comercio

minorista aporta en la Comunidad Valenciana el 11,9% de afiliados a la actividad

económica global y en España, el 10,9%. Las empresas comerciales valencianas

representan el 10,6% del sector empresarial nacional. En el año 2014 había 51.538

empresas de comercio minorista en la Comunidad Valenciana, un 15,5% del tejido

empresarial. La estructura de la empresarial muestra un predominio de microempresas y

pequeñas empresas en la actividad.

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Sin embargo, según datos del Informe de Distribución Comercial Valenciana, desde el

año 2007, han cerrado un total de 11.260 comercios (-14,7%). Se trata sin duda de cifras

preocupantes, porque la actividad comercial es una de las principales actividades

económicas de la Comunidad Valenciana: aproximadamente una de cada cuatro

personas trabaja en esta actividad y, según la Contabilidad Regional del Instituto

Nacional de Estadística, genera, junto con la hostelería y el transporte, el 24,6% del PIB

regional3.

El empleo autónomo ha crecido en el último año (2,7%) y durante el periodo 2009-

2014. Durante el periodo de crisis, 2009-2012 nacieron poco más de 22.100 empresas

de comercio minorista en la Comunidad Valenciana, a pesar de la coyuntura económica.

Los motivos por los que el empleo por cuenta propia va incrementando su porcentaje de

participación en el empleo son diversos, aunque lejos de la ingenuidad, puede destacarse

el hecho de que durante el periodo de crisis el comercio minorista se ha convertido en

un subsector refugio para los desempleados por ser una actividad poco exigente en uso

de las tecnologías, formación académica o niveles de inversión4.

En la comarca de la Safor, el comercio de proximidad, en su formato tradicional, está

reduciendo su participación en el conjunto del mercado. El comercio minorista

(detallista) se enfrenta a desafíos muy diversos. La crisis económica, la caída del

consumo, la carencia de innovación y profesionalización del sector, los retos

tecnológicos y patrones de consumo cambiantes5. Así como la irrupción de las grandes

superficies comerciales. Algunos de estos desafíos ya quedaban reflejados en el Libro

Verde del Comercio elaborado en 1996 por la Comisión de las Comunidades Europeas.

Nos centraremos aquí específicamente, en la presión de las grandes superficies y centros

comerciales, así como la de las franquicias y cadenas; relacionando este sector con el

hecho territorial.

Los datos en lo concerniente al comercio minorista en la comarca de la Safor son, como

los del conjunto de la región valenciana: preocupantes. La variación de actividades

3 Informe Anual de la Distribución Comercial de la Comunidad Valenciana (2012). Según el INE, en 2010 la

actividad comercial, que agrupa al comercio mayorista, minorista y venta y reparación de vehículos a motor, aportaba

el 12,2% del PIB regional. 4 Datos consultados y extraídos del Informe Anual de la Distribución Comercial Minorista de la Comunidad

Valenciana (2014). Observatorio del Comercio, Oficina Pateco Consejo de Cámaras de la Generalitat Vvalenciana. 5 Se puede consultar el informe de IBM y la New York University Stern School of Business:

"Distribución minorista Retail 2020: Reinventando la distribución minorista... una vez más (2012)", donde se esbozan

las características que tendrá la distribución minorista en 2020 y se señalan las implicaciones para los distribuidores

en la actualidad.

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comerciales minoristas en la comarca desde el año 2007 hasta 2012, se cifra en

negativo: - 24,3% (ver tabla I). En la Comunidad Valenciana, la pérdida de comercio al

por menor representa un -26%. Y en la provincia, el -26,2%. El comercio comarcal se

concentra sobre todo en la capital, Gandia, donde actualmente representa el 58,5% del

total; 1.749 actividades comerciales detallistas. La capital comarcal y cabecera

comercial, ha perdido desde el año 2007, un total de 281 actividades minoristas (un -

13,9%). Pero para el resto de municipios de la comarca, las cifras tampoco pintan bien.

En cuanto a la pérdida de músculo de comercio tradicional, destacar que el municipio de

Oliva está 7 puntos - y en negativo - por encima de la media provincial y de la

Comundiad. La localidad de Tavernes de la Valldigna se encuentra a más de 19 puntos

(y en negativo) de la media de la provincia y de la Comunidad - cuestión más que

preocupante -.

El análisis del comercio detallista por sectores muestra que un 30% del total a la

comarca corresponde a productos alimentarios, bebidas y tabaco. La Safor, ha perdido

957 actividades comerciales minoristas. De 3.946 actividades comerciales minoristas en

2007, se ha pasado a 2.989 actividades al periodo considerado y según los últimos datos

disponibles. Esto se traduce en una pérdida muy significativa de comercio minorista

local, y consecuentemente de ocupación. En esta comarca, el sector de los servicios es

el que registra el mayor número de contrataciones, aunque con importantes oscilaciones

temporales debidas al turismo. Sin embargo, también es el que más demandas de

parados registra, un 74,3% (Servef, julio 2015).

Tabla I. Variación de actividades comerciales detallistas, comarca de la Safor

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Fuente: Elaboración propia a partir de datos del Anuario Económico de La Caixa, 20146 .

En cuanto a los municipios de la Safor, es la ciudad de Gandia la más grande en cuanto

a población, con un total de 75.514 habitantes (INE, 2016). Gandia representa el 43,3%

de población respecto de la comarca. Destacar que, al periodo considerado, esta ciudad

ha perdido – como decíamos - casi un 14% de empresas de comercio minorista, es decir,

281 comercios. Esta pérdida de comercios, sitúa a Gandia a niveles similares a los de

hace 12 años, concretamente a los del año 2003, donde la cifra era de 1.734 comercios

detallistas. Datos más terribles encontramos en las localidades de Oliva y de Tavernes

de la Valldigna, donde en números absolutos se han perdido, 232 y 246 actividades

comerciales minoristas respectivamente (Anuario Estadístico de La Caixa, 2014). Son

datos que traducen que, en general, el sector comercial comarcal no disfruta de muy

buena salud. Y es que, se ha perdido una cuarta parte del comercio minorista en el

6 Esta fuente estadística no contempla datos de los municipios de menos de 1000 habitantes.

Municipios % Variación 2007-2012

ADOR -16,7

ALMOINES -29,2

BARX -25

BELLREGUARD -24,5

BENIARJO -21

BENIFAIRÓ DE LA VALL. -46,2

BENIRREDRA -44,3

DAIMUS -20,8

GANDIA -13,9

LA FONT D'EN CARRÓS -28,9

L'ALQUERIA DE LA C. -51,2

MIRAMAR -32,6

OLIVA -33,3

PALMA DE GANDIA -28,6

PALMERA 0

PILES -40,3

POTRIES -58,2

RAFELCOFER -40,2

REAL DE GANDIA -21,4

ROTOVA -35,7

SIMAT DE LA VALL. -2,4

TAVERNES DE LA VALL. -45,6

VILLALONGA -16,8

XERACO -31,8

XERESA -37,3

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conjunto de la comarca de la Safor. El comercio de proximidad, en su formato

tradicional, está reduciendo su participación en el conjunto del mercado.

Con todo, hay que destacar sobre el resto de municipios de la Safor, la frenada que ha

experimentado la ciudad de Gandia en el crecimiento constante que llevaba antes de

2007 de este tipo de comercio, en toda la diversidad de formatos y tipología de

producto. Una cuestión ciertamente preocupante, en una ciudad que cuenta con una

importante área de influencia supracomarcal - de influencia directa o compartida con

municipios de la Safor, pueblos de la Vall d'Albaida y también de la Marina Alta -, y

que ha devenido siempre el núcleo comercial de las Comarcas Centrales Valencianas.

En el Plan de Acción Comercial (Pateco, 2010), se señalaba que el área de influencia de

Gandia la componían 82 municipios con un total redondeando de más de 360.000

habitantes. En cuanto al resto de los municipios de la Safor con mayor número de

población, concretamente Oliva y Tavernes de la Valldigna, les ocurre lo mismo. Los

pueblos más pequeños, en general, muestran los últimos años también un significativo

decaimiento del comercio minorista.

Las señales de aviso de pérdida de comercio minorista del conjunto de la comarca,

vienen a producirse ya en 2007. Es decir, antes de la crisis económica que se inicia en

2008, aunque es un hecho evidente que se agrava con esta. Sin embargo, la crisis

económica no es el único factor que explica la minoración gradual del mapa comercial

comarcal. Cómo decíamos al principio de este artículo, se aúnan muchos factores.

La actividad comercial más allá del aspecto económico, es un instrumento que impulsa

y aglutina la vida urbana, y es un elemento fundamental de cohesión del tejido social y

del territorio. Los comercios locales y los mercados de barrio son fundamentales para la

salud de nuestras comunidades. Es habitual que sus propietarios vivan en la zona, por lo

que el dinero gastado en sus tiendas también ayuda a fortalecer la economía local. Este

contribuye a dar personalidad, imagen y vitalidad en ciudades y municipios, pudiéndose

convertir en un elemento atractivo de las mismas. El comercio por lo tanto es una

actividad que genera riqueza, aporta bienestar y calidad de vida a la ciudadanía, y es un

instrumento dinamizador y vertebrador del espacio urbano. Y es que ninguna localidad

quiere cultivar calles desiertas.

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Gráfico 1. Actividades comerciales minoristas de los municipios de mayor tamaño de

la Safor, 1996-2012

Fuente: Elaboración propia, Anuario Económico de La Caixa, 2014.

b) El comercio hace ciudad, da vida a la ciudad

La actividad comercial es uno de los elementos más importantes de la recuperación

urbana (Weber, 1987). Especialmente por el efecto de arrastre que puede representar

sobre otras actividades, así como por su importancia como factor dinamizador de la vida

ciudadana. El comercio pone en contacto a las personas con las mercancías y los

servicios, es un espacio de convivencia singular, y necesario. El comercio hace ciudad,

da vida en la ciudad, no es una frase hecha, es una realidad constatable.

En el amplio abanico de factores, agentes, situaciones y sensibilidades que confluyen en

las localidades, la actividad comercial, adquiere especial importancia no solamente por

englobar una relación económica de compraventa que genera atracción. Si no también

por ser un espacio de intercambio de relaciones sociales y de servicios. La Comisión de

las Comunidades Europeas argumenta que la actividad comercial contribuye a la calidad

de vida de las localidades. Donde las tiendas de barrio constituyen el centro de muchas

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Gandia

Oliva

Tavernes

Xeraco

Bellreguard

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actividades humanas. Y es que el comercio está presente en el concepto de ciudad, sea

como causa o como consecuencia7.

Todo esto, pone de manifiesto la importancia de la actividad comercial en el espacio

urbano. Esta ejerce una clara función de vertebración y dinamización del territorio, que

genera “centralidad” y que hace atractiva a una localización. Siendo cierto que el

comercio por sí mismo no puede “revivir la ciudad” (Sogaro, 1999), no podemos negar

el papel crucial que la actividad comercial ejerce en la recuperación de los cascos

urbanos. La vida urbana no ha florecido en ninguna civilización, sin la presencia de

establecimientos comerciales. El comercio minorista es una de razones de ser de la

ciudad, que hace posible la vida urbana, que explica su cohesión interna y justifica gran

parte de las dinámicas de la ciudad.

Sin embargo, la relación que el comercio minorista tiene con la ciudad moderna, tiene

muy poco a ver con la de tiempos pasados. Actualmente, es un hecho evidente el reto

que supone para el comercio minorista tener que enfrentarse a la competencia de las

grandes superficies, los centros comerciales y también a la evolución tecnológica. El

desplazamiento en general, en las últimas décadas, de gran parte de la actividad

comercial - y social - del centro vital de las ciudades, ha propiciado la aparición de

barrios periféricos, en detrimento de los centros históricos, donde se aglutina gran parte

de la actividad del comercio minorista tradicional (Molinillo, 2002).

Esta tendencia tiene ya un efecto inmediato identificado en los centros urbanos de las

medias y grandes ciudades. El comercio minorista situado en estas áreas se encuentra en

una situación complicada debido tanto a efectos de la competencia de las grandes

superficies y centros comerciales, como al declive económico y demográfico de la zona.

Pero este hecho también trasciende a localidades del área de influencia próxima de las

ciudades, y sobre las cuales gravitan comercialmente. Esto es un reflejo de aquello que

ocurre en muchas localidades de la comarca. La atracción - y evasión de gasto - que

generan Gandia y las grandes superficies y centros comerciales están afectando

negativamente el comercio minorista de algunos municipios. Paradójicamente,

municipios del área de influencia más próxima a la cabecera comercial, han perdido un

porcentaje significativo de comercios. Es el caso por ejemplo de municipios como

Bellreguard, un -24,5%; Daimús, un -20,8%; l'Alqueria de la Comtessa, un -51,2%;

7 Libro Blanco del Comercio (1999). Comunicado de la Comisión de les Comunidades Europeas.

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Miramar, un -32,6% o Piles, un -40,3%. Nos encontramos pues, ante un proceso que

afecta a la estructura urbana de las localidades y a la manera de vida de su gente.

La presencia de grandes centros y superficies comerciales a poblaciones próximas,

concretamente, Gandia y Oliva, con una oferta comercial amplía y diversa y sin

problemas de aparcamiento, hacen que haya una evasión importante del gasto del resto

de pequeños municipios de la comarca hacia ellas. Tampoco podemos obviar que la

fidelidad de los consumidores no depende solamente de la proximidad del comercio,

puesto que cada vez pesa más el binomio de “compra-ocio”. A este respeto, son

interesantes algunos de los datos que arroja un estudio8 realizado a un municipio de la

comarca de poco más de 3.750 habitantes, y que se cita más arriba, nos referimos

concretamente al municipio de Bellreguard - a menos de 5 Km de Gandia y de los

grandes formatos comerciales -, en cuanto al desplazamiento de la demanda y evasión

de gasto. Sus conclusiones pueden extrapolarse al resto de pueblos de la Safor.

En Bellreguard, las nuevas áreas de ejecución, sobre todo en la construcción del área

residencial oeste 1 y 2 (Plan Ordenación Urbana, Ayuntamiento de Bellreguard, 2013),

han albergado fundamentalmente a población de pueblos cercanos y de la vecina ciudad

de Gandia. Paradójicamente son los que más responden al término "urbanita", puesto

que son habitantes de esta nueva área residencial los que menos inclinación tienen por el

comercio de barrio. Así, casi la mitad la población del municipio (48%) realiza la

“compra fuerte” - la denominada semanal - en otros municipios, principalmente en

Gandia, el 86 % del total. En el área oeste 1 y 2, esta cifra aumenta hasta el 92% entre

sus vecinos: a la postre, los formatos comerciales de compra preferidos para la mayoría

son los centros comerciales, hipermercados y supermercados; por este orden.

Mientras tanto, los residentes tradicionales encuentran dificultades para realizar sus

compras cotidianas (la característica predominante de los vecinos en las edades de 60 y

más años es la de comprar mayoritariamente en el comercio local, siendo también las

edades que más problemas de desplazamiento tienen ante la pérdida de comercio local

que sufre el municipio), los comercios de proximidad ya no están tan cerca y dejan de

encontrar establecimientos adecuados en su nivel de renta o a su manera de vida, lo cual

se traduce en una desestructuración social sobre las formas de vida y las relaciones entre

las personas de la localidad. 8 Agencia de Desarrollo Local del Excelentísimo Ayuntamiento de Bellreguard (Valencia), Estudio Social y

Económico de Bellreguard (2012).

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Ciertamente, la introducción y proximidad de estos nuevos formatos comerciales

suponen economías de escala que superan la potencialidad de la oferta comercial del

municipio comentado, pero también de la mayoría de los municipios de la comarca, que

quedan atrapados entre las grandes polaridades comerciales.

c) Crisis del espacio urbano-comercial tradicional y fragmentación social

Los grandes formatos comerciales quedan lejos del urbanismo más humanizador de las

ideas planteadas por la activista urbana Jane Jacobs (1973), y de la ciudad como la

forma del encuentro y de conexión de todos los elementos de la vida social que

propugnaba Henri Lefebvre (1969). Es decir, está lejos del modelo de comercio de los

asentamientos humanos, recuperando la ciudad para el ciudadano, en un intento de

hacer revivir las ciudades, la rica vida urbana, humanizar la calle y espacios públicos,

revitalizar los mercados locales, etcétera. Parece pues al contrario, estos formatos

comerciales generan y reproducen una lógica desarrollista y de homogeneización de

espacios (artificiales) que afectan tanto al comercio - sobre todo minorista - como la

estructura social.

Somos conscientes de los cambios que se han producido en el sector de la distribución

comercial minorista si bien, esto es un proceso generalizado en el ámbito estatal. Los

grandes centros y superficies comerciales, y los cambios que la globalización comporta

en sus diferentes dimensiones, tienen mucho que ver en el que ocurre en la esfera local.

Cómo advierte Toro (2009), el motivo de la cada vez mayor producción de centros

comerciales responde a la propagación de una influencia cultural del consumo, una

forma de vida que ha sido exportada a todas partes debido al proceso más reciente de

globalización económica. Es la manifestación más evidente de la “globalización

comercial”.

En la Safor, y centrándonos en Gandia, el aumento de superficie comercial de este tipo

de formatos ha sido espectacular en cuanto a los últimos debes de años. Se ha pasado de

los 23.502 m2 de superficie comercial en el año 2002 hasta llegar actualmente a los

78.955 m2 superficie comercial. En Gandia, encontramos el 100% de los centros

comerciales de la comarca - pero no todas las grandes superficies -. Hay localizados 4

centros comerciales que ocupan una superficie de 78.955 m2. La dura competencia a la

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cual los grandes centros y superficies comerciales someten al comercio minorista local,

y los nuevos retos y desafíos que comporta el proceso de globalización para los

“espacios locales” sacan a la luz la fragmentación social.

Esta fragmentación se traduce, además del aspecto económico, en una desestructuración

social sobre las formas de vida y las relaciones entre las personas de las localidades.

Como consecuencia, se produce un nuevo tipo de exclusión social, al decir de García

Ballesteros (2000), el de aquellos residentes que dejan de estar integrados en el nivel

económico de su espacio residencial. Pensemos por ejemplo, como perjudica todo esto a

las personas con rentas bajas y a aquellos residentes que no disponen de vehículos

privados, personas de edad y jóvenes. Cuando se pierde comercio en la comarca - y se

ha perdido una cuarta parte del comercio minorista al conjunto de la Safor -, no sólo se

cierran negocios. También se cierra para ciertos colectivos, la posibilidad de acceder a

ciertos bienes y productos en el mismo espacio residencial municipal.

La cuestión es que todo esto produce efectos indeseados que no se han estudiado

demasiado. Pensemos como afecta todo esto a la gente más mayor que no tiene vehículo

privado y tiene que ir a otras poblaciones de la comarca. No obstante, hay 22

municipios de la Safor (70% del total) que presentan un índice de envejecimiento9 en

general bastante por encima de la media provincial cifrada en 114,8%. El índice de

envejecimiento comarcal se cifra en el 116,9%. Hay municipios que permanecen con un

índice de envejecimiento mayor al 200%, por ejemplo: Ador, Almiserà, Barx, Llocnou,

Palma de Gandía o Potríes. Nos encontramos pues, frente a un proceso que afecta a la

esructura urbna de las localidades y a la manera de vida de su gente. El comercio de

proximidad entendido como “dotación” del espacio urbano determina que un barrio sea

más habitable. Ante los cambios sociales y de consumo, que han puesto en marcha los

procesos de descentralización de los servicios de distribución comercial, se pone en

crisis el espacio urbano-comercial tradicional.

En esta línea, resulta muy ilustrativo lo que dice Javier Toro (2009) sobre estos centros

comerciales y los paisajes artificiales que crean. Éste proclama que el proceso de

creación de los malls - centros comerciales - se ha visto en bastantes ocasiones como

una amenaza, fundamentalmente para el tejido comercial minorista. Estos, en las áreas

en desarrollo actúan como fuente de segregación social y escenifican también el lado

9 Porcentaje que representa la población mayor de 64 años respecto a la población con menos de 15 años.

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más amargo y contradictorio de la era global del desarrollo. Desde la perspectiva de la

competencia territorial, es un hecho analizado la reducción del gasto evadido que ha

realizado Gandia con la apertura de nuevos formatos comerciales (grandes centros y

superficies). Además, se tiene que ver y tener también en cuenta la competencia entre

ciudades del entorno a nivel supra comarcal - Centro Comercial Portal de la Marina en

Ondara, y otras localidades de comarcas vecinas -. De acuerdo, pero esta cuestión de la

competencia territorial, no es elemento justificativo para hacer prevalecer aquello del

cuánto más, mejor.

Este modelo de desarrollo comercial concentrado, y que ha puesto de manifiesto la

política altamente favorecedora y permisiva en la proliferación de grandes centros y

superficies comerciales en la periferia de nuestras ciudades y grandes áreas urbano-

metropolitanas, posee unas características y atributos si no cuestionables para la

sociología y la economía urbana. Destacamos los siguientes:

- Aleja en las ciudades de la sostenibilidad, lo cual va en contra de la promoción de

ciudades sostenibles al destruir el comercio urbano tradicional.

- Incrementa la utilización del vehículo privado, el tráfico y la dispersión urbana. Hay

una creciente dependencia del vehículo privado y por lo tanto contaminación

(acústica y ambiental).

- Provoca una ampliación de las infraestructuras de comunicaciones favorecedoras del

vehículo privado. Así mismo, provoca una ocupación de espacios verdes y abiertos

de las periferias urbanas.

- Perjudica las rentas bajas y a aquellos que no disponen de vehículos privados,

personas de edad y jóvenes.

- Provoca una gradual desertización de los centros urbanos y de la riqueza vivencial -

diversa y multifuncional - de los barrios.

- Presionan al comercio urbano tradicional y destruyen ocupación local bloqueando

los canales de distribución de los pequeños productores procedentes de la región.

- Las grandes corporaciones dictan los términos y condiciones bajo las cuales se

produce y se distribuye.

- Tienen una política comercial que tiende a uniformizar el mercado y no tener en

cuenta los gustos y preferencias locales produciendo a medio plazo que las

comunidades regionales adopten hábitos uniformadores, con consecuencias graves

para la diversidad económica local-regional.

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- Por otro lado, estos grandes formatos comerciales producen una pérdida del trato

humano y personalizado que habitualmente se da en el comercio minorista.

Producen una uniformización-homogeneización cultural que remite, finalmente, a

una pérdida de identidad o señales de identidad. Es decir, a una homogeneización de

la cultura, los gustos, necesidades y preferencias.

Pero la creación de estos espacios artificiales ha ido más allá para ir gradualmente

reproduciéndose en los centros comerciales “abiertos” 10

de las ciudades. De un tiempo

a esta parte, es un hecho que los principales ejes comerciales de todas las ciudades se

han ido convertido en copias casi exactas - salvaguardando las diferencias urbanísticas

de cada ciudad - en cuanto a la oferta de establecimientos (Gran Vía de Madrid, La

Milla de Oro en Granada... ¿Centro Histórico de Gandia?). Y es que parte del “viejo”

comercio tradicional ha sido relegado dentro de muchas ciudades siguiendo el protocolo

homogeneizador de las franquicias y cadenas multinacionales. Convirtiéndose en

ciudades franquicia con paisajes, modas y sabores en cadena, en las cuales los

ciudadanos comen, consumen y visten de manera parecida. Las franquicias tienen sus

pros y sus contras. Es cierto que la implantación de una franquicia supone un efecto

multiplicador de tráfico de peatones en una calle, lo cual beneficia al resto. Pero

rehuyamos la ingenuidad, la competencia en cuanto a estas franquicias o grandes

enseñas - vía precios - es prácticamente imbatible. Cómo también lo es el alto precio de

los alquileres en los centros urbanos, por no hablar de la liberalización de horarios y sus

impactos para el comercio tradicional.

Así por ejemplo, el que se disparan los precios de los alquileres en los centros urbanos

puede tener efectos perniciosos. En cierta medida, puede afectar al hecho que los

propietarios de los comercios minoristas prefieran cerrar su negocio, abrirlo - quizás sí o

no - en otros barrios y alquilar el establecimiento a unas cadenas o franquicias,

dispuestas a pagar mayores cantidades para estar en el “corazón” comercial de una

ciudad. Este fenómeno se ha producido en centros urbanos de ciudades como Barcelona,

Madrid, Sevilla, entre otros, donde propietarios de comercios minoristas han preferido

alquilar a franquicias - gracias al incremento de los precios de los alquileres que ha

10

Se trata de un espacio urbano delimitado que agrupa una oferta integrada de comercios y otros negocios

independientes que cooperan entre sí para mejorar su atractivo y compartir servicios, diferenciándose de otras formas

de comercialización (centros comerciales cerrados, grandes superficies, etc.). Y es una fórmula comercial de apoyo al

comercio tradicional. Por ejemplo, en la comarca objeto de análisis, el Centro Histórico Comercial de Gandia.

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facilitado en parte el esfuerzo municipal para hacer un centro peatonalizado agradable y

muy dotado en cuanto a servicios - que no seguir en el negocio. Bien sea por

rentabilidad económica o por el fin de la moratoria para los alquileres antiguos de

locales comerciales - esto amenaza a unos 200.000 establecimientos españoles - con

valor patrimonial e identidad urbana, la cuestión es que todo esto produce efectos

indeseados que no se han estudiado demasiado. Los desafíos y retos para el comercio

tradicional, ¡están! Y todo lo anterior no es una moda pasajera.

d) La demanda de una visión integral del modelo comercial

Así, la recuperación de la creciente degradación urbana y del territorio, tiene que

asignar al modelo espacial de distribución comercial y a las nuevas formas del comercio

un papel crucial para la reinterpretación del desarrollo urbano desde la perspectiva de un

urbanismo humanizado y sostenible. La transformación del modelo comercial hacia su

concentración en grandes superficies en las periferias urbanas, y de una oferta en manos

de grandes grupos transnacionales, origina inquietudes y reflexiones que trascienden su

dimensión sectorial. El modelo de venta al por menor y distribución territorial, afecta de

manera sustancial a dimensiones socioeconómicas, culturales y de bienestar de la

sociedad actual, con implicaciones espaciales especialmente relevantes en ciudades y

municipios. Esto demanda una visión integral, sistémica, entrelazando la dimensión

comercial con el ambiental, cultural, socio-económica y territorial.

En consecuencia, ante los nuevos retos que supone la globalización para las economías

locales y el desencadenamiento de reacciones de homogeneización, en cuanto a las

actuaciones sociales, económicas y productivas hay que preguntarse: ¿y que pasa con la

actividad económica comercial de sus gentes y del territorio? Pregunta de difícil

contestación. La globalización impulsa la necesidad de fortalecer el espacio local

porque la persona y la empresa viven en un territorio. La globalización desencadena una

reacción de homogeneización en cuanto a las actuaciones sociales, económicas y

productivas. Esto comporta la anulación de las capacidades e identidades de muchas

localidades y de muchas formas de proceder del individuo. La globalización ha llevado

la paradoja de la distancia. Conocemos más cosas de fuera que las de aquí. A menudo se

copian las mismas cosas que podrían encontrarse en cualquier lugar del mundo y no

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aprovechamos nuestro contexto, lo endógeno y todo aquello que hacemos bien, y en lo

que somos buenos.

Frente a esto, la estrategia de supervivencia que se plantea para localidades y empresas

de medio y pequeño tamaño, es la de potenciar los recursos y el saber-hacer que les son

propios. El proceso de globalización, entendido como la tendencia a la unificación

económica de los países, ha provocado cambios en las relaciones, algunos de los cuales

están orientados hacia la liberalización comercial internacional, que supone, entre otras

cuestiones, la supresión de restricciones a los flujos de capital. La adecuación de los

sistemas económicos nacionales al nuevo marco de competitividad produce que, en los

contextos locales, se originen, por un lado, situaciones de apertura y acercamiento a la

información y conocimiento, a recursos de todo tipo y al mercado internacional para

algunos productores del ámbito local y, por otro lado, una importante competencia en

términos de precios y calidad que algunos de estos productores locales no tienen las

condiciones más oportunas para hacer frente.

e) Modelos de distribución comercial. Buscar la compatibilidad

Todo lo comentado anteriormente, pone sobre la mesa un tema de gran actualidad y

urgencia. Su tratamiento exige una diversidad de enfoques y lecturas que afectan

aspectos: socio-económicos, culturales, laborales, ambientales, de ordenación del

territorio y especialmente, al reciente e importante arquetipo de la sostenibilidad

urbano-territorial. Hay que advertir que, en realidad no se trata de escoger sólo una de

las dos opciones extremas del modelo de distribución comercial: el pequeño comercio

frente a la gran superficie comercial de las periferias. Se trata de buscar la posible

compatibilidad. Pero claro, esto exige una firme voluntad, y una serie de exigencias,

normativas, limitaciones y condiciones que, inequívocamente, no destruyan al comercio

tradicional de nuestras localidades y ciudades. Necesitamos el comercio tradicional,

porque hace de nuestras áreas urbanas y comarcas, entornos diversos, alegres,

socialmente equitativos, culturalmente y medioambientalmente respetuosos, accesibles

y sostenibles.

Los comercios tradicionales tienen que protagonizar la recuperación de la ciudad viva,

relacional, multifuncional, comercialmente justa, socialmente equitativa, medio

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ambientalmente respetuosa, culturalmente diversa y generadora de ocupación estable,

así como impulsora de un circuito financiero local con el máximo de actividades

económico-productivas regionales. Asimismo, este modelo comercial tradicional facilita

la pervivencia del sector agropecuario local-comarcal-regional, con productos frescos de

temporada y calidad.

Además, este comercio no solamente preserva la biodiversidad sino también las señas

de identidad cultural tradicionales. Revaloriza lo local frente a los aspectos negativos de

la globalización y uniformidad cultural, ya que evita o dificulta la homogeneización de

gustos, necesidades y preferencias. Y también recupera la producción comarcal de

bienes y servicios, así como el hecho artesanal y las señales de identidad local. Y no

menos importante, facilita la vida de importantes colectivos sociales con dificultades

para acceder a las grandes superficies de periferia: jóvenes, jubilados, gente mayor,

etcétera. Pero entre estas cuestiones comentadas y otras, tal vez sea el aspecto más

importante a valorar, el sustancial papel del comercio tradicional en la recuperación y

regeneración urbana, con criterios de sostenibilidad de un urbanismo más sostenible, y

más humano.

Conclusiones

Finalmente, consideramos que ha llegado la hora de analizar con rigurosidad y

seriamente la conveniencia o no de permitir más proliferaciones de grandes formatos

comerciales en nuestro territorio. No se puede actuar de forma arbitraria y sin una

planificación que no tenga presente el hecho territorial y todas sus singularidades. No

hacerlo, sería un gran error que dejaría en jaque mate al comercio tradicional y se haría

un flaco favor a las generaciones futuras.

En este tema, no se puede actuar de forma arbitraria y sin un plan aparente. Por el

contrario, se requiere una planificación a largo plazo de la política económica y

comercial que cambie el modelo productivo actual. Por lo comentado, aquello más

razonable sería revisar, la idoneidad del modelo de distribución comercial futuro y que

busque la compatibilidad. Sobre todo, después de una política que ha sido altamente

permisiva en la proliferación de grandes formatos comerciales en la periferia de nuestras

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ciudades y sin una planificación a largo plazo. A los protocolarios estudios del impacto

socioeconómico de la instalación de grandes superficies y centros comerciales - y donde

priman sobre manera los indicadores económicos y de rentabilidad económica y la

cuestión de la competitividad territorial -, en relación a la actividad comercial

tradicional, se tendría que añadir rigurosos análisis sobre los impactos “sociales” sobre

la estructura urbana de las localidades y de cómo afectarían a la manera de vida de su

gente.

Hoy por hoy, incrementar la superficie comercial con un comercio que lo está pasando

mal y con el actual descenso del consumo genera suficientes dudas. Resultaría pues

incomprensible. Hay que tener especial cuidado para no cometer errores que serían

desastrosos para la vida del comercio tradicional y también de nuestros pueblos. Con la

pérdida de comercio, se retrocede en calidad y diversidad de lo cotidiano. Pero también

se pierde parte de la cultura, historia e identidad de nuestros pueblos.

Para finalizar, advertir que, por todo el comentado, tal vez fuera interesante la

generación de un proceso de información y concienciación sobre la importancia de la

profesionalización del comercio minorista, vistos los retos a los cuales se enfrenta.

Cuestión que se presenta como un desafío para las administraciones públicas, las

universidades, las mismas asociaciones de comerciantes y otras entidades involucradas,

de forma que los comerciantes comprendan en toda su dimensión, la aportación de la

capacitación en la gestión de su negocio, el análisis de las estrategias más deseables, en

pro del logro de mayor competitividad a los retos planteados. Pero, está claro, todo esto

requiere un compromiso y una firme voluntad de participación y colaboración entre

todas las partes. Y latir por un propósito todos al unísono.

En el marco de las realidades comentadas, hay que entender que se necesitan cambios

en las formas y en las normas de cómo emprender la política comercial. En este sentido,

entendemos que es la esfera de la gobernanza, la forma como se llegan a implementar

actuaciones concretas que se pretendan llevar a cabo. Aquí son los sujetos directamente

implicados los que asumirían el proceso de elección y diseño de las políticas a seguir, a

partir de mecanismos de consenso y empoderamiento de sus propias propuestas. Hoy la

política comercial necesita ser un bien necesario y colectivo, y por lo tanto,

participativo.

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Así, el planteamiento de un proyecto para abordar los retos y desafíos del comercio

minorista según los supuestos teóricos señalados, requiere como común denominador,

la puesta en valor del hecho territorial, o lo que es lo mismo, la cuestión de los

“espacios de proximidad”. Ello implica un descenso en la escala de actuación de las

políticas de ordenación del territorio, con el fin de llegar al fondo de los problemas y a

la búsqueda de las soluciones más adecuadas en función de las características

geográficas y singularidades que definen al territorio. Que permitan ser competitivos

ante lo global y con un compromiso con la estructura social. Y con el hecho local y la

pyme comercial, para no ser abolidos por la presión de los grandes centros comerciales

y poblacionales.

Pero también, tiene que ser un proyecto eminentemente participativo. Consideramos

que para poder trabajar desde las necesidades y potencialidades de los sujetos en la

estructura social (ámbito local/regional) necesitamos la perspectiva dialéctica, con una

visión estratégica construida de forma participada: hablamos de trabajar desde procesos

y estrategias que sean permeables y dinamizadores de la iniciativa empresarial local,

que abran espacios de reflexión y actuación en los niveles locales/regionales. Por lo

tanto es necesario un análisis que debe de partir de la misma experiencia de los

protagonistas.

Para la puesta en marcha de ese proceso participativo, apostamos por utilizar

metodologías participativas. Se trata de un conjunto de metodologías basadas en la

participación de los actores implicados y utilizadas para el diagnóstico, propuestas de

actuación, ejecución, seguimiento y evaluación de los proyectos (Alberich, 2009). Entre

tales enfoques metodológicos, quizás el más importante, es el de la Investigación-

Acción Participativa (IAP). Una metodología orientada al análisis crítico y comunitario

de la realidad con aras a su transformación y el empoderamiento de la población local.

Esta metodología es la que tiene que salpicar el proceso participativo que se propone.

Esperamos que a raíz de estas aportaciones y reflexiones, se abran espacios de discusión

y debate sobre el tema, que otorgue una mirada diversa y amplia para fijarse un nuevo e

importante reto, y meta de nuestros esfuerzos: un comercio tradicional de continuidad

en el tiempo. Este es el verdadero debate y desafío que tenemos por delante, y que no

tenemos que perder de vista.

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