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Plenitud del Sacerdocio de Cristo que encierra en sí la Divinidad y el compendio apretado de toda la creación, en su serse tan Dios como hombre y tan hombre como Dios, siendo El Cristo Grande de todos los tiempos por la plenitud de su divinidad y la abarcación perfecta y consumada de la vida de todos los hombres, vivida por Él en cada uno de los momentos de su existencia terrena, en la dimensión penetrativa y abarcadora de su Canto divino y humano en manifestación de Eternidad, perpetuado durante todos los tiempos en el seno de la santa Madre Iglesia MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIA Fundadora de La Obra de la Iglesia Plenitud del Sacerdocio de Cristo Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

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Plenituddel Sacerdocio

de Cristoque encierra en sí la Divinidad

y el compendio apretado de toda la creación, en su serse tan Dios como hombre y tan hombre como Dios, siendo

El Cristo Grandede todos los tiempos

por la plenitud de su divinidad y la abarcación perfecta y consumada

de la vida de todos los hombres, vivida por Él en cada uno de los momentos

de su existencia terrena, en la dimensión penetrativa y abarcadora

de su Canto divino y humano en manifestación de Eternidad,

perpetuado durante todos los tiempos en el seno de la santa Madre Iglesia

MADRE TRINIDAD DE LA SANTA MADRE IGLESIA Fundadora de La Obra de la Iglesia

Plenitud del Sacerdocio de Cristo Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

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25-10-1974

PLENITUD DEL SACERDOCIO

DE CRISTO

Mi alma-Iglesia necesita, por la exigencia dela perfección para la cual Dios la creó, gozar ydisfrutar en la penetración saboreable del por-qué de todas las cosas. Y por eso, cuando, enmi pequeñez, barrunto en saboreo amoroso elporqué del eterno Seyente, adoro, desplomadade amor, del modo más perfecto que puedohacerlo en la tierra, con el disfrute dichosísimode saber que la adoración es la respuesta másadecuada de la criatura ante la excelenciaperfectísima del infinito Ser. Sólo adorando miespíritu se siente descansado, respondiendo alAmor eterno, en rendimiento total con todocuanto soy y poseo.

Pero también, cuando entro en el porqué dela Encarnación, en su modo de ser y en lahondura de su realidad, translimitada, adorotrascendentemente, según la criatura es capazde hacerlo frente al Creador.

¡Misterio pletórico de realidad, que, comomanifestación del poderío y de la magnificen-

Nihil Obstat: Julio Sagredo Viña, Censor Imprimatur: Joaquín Iniesta Calvo-Zataráin

Vicario General Madrid, 29-6-2003

3ª EDICIÓN

Separata de libros inéditos de la Madre Trinidad de laSanta Madre Iglesia y de los libros publicados:

«LA IGLESIA Y SU MISTERIO», «VIVENCIAS DEL ALMA» y «FRUTOS DE ORACIÓN»

1ª Edición: Marzo 2000 © 2003 EDITORIAL ECO DE LA IGLESIA

LA OBRA DE LA IGLESIAMADRID - 28006 ROMA - 00149C/. Velázquez, 88 Via Vigna due Torri, 90Tel. 91.435.41.45 Tel. 06.551.46.44

E-mail: [email protected] www.laobradelaiglesia.org

www.clerus.org (Santa Sede: Congregación para el Clero)

ISBN: 84-86724-44-9

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nidad por este glorioso misterio. Por lo que, eldescanso de mi vida es adorar a Dios por loque es en sí, por sí y para sí, y en el misteriodel Sacerdocio de Cristo, realizado y compen-diado en la Encarnación.

Por el misterio del Verbo Encarnado, descu-bro el compendio apretado de todo el plan deDios terminado con relación al hombre, en laconsumación de su perfección. Dios se hizoHombre para que el hombre, por Cristo, con Ély en Él, fuera Dios por participación y, vivien-do de la perfección eterna, llenara el plan pa-ra el cual fue creado: «A cuantos le recibieronles dio poder de venir a ser hijos de Dios, aaquellos que creen en su nombre»2. Cristo esDios con toda su dimensión infinita dándose alhombre, y es el Hombre que, con la conten-ción de toda la creación, se entrega en res-puesta de amor por toda ella a la coeterna e in-finita Trinidad, siendo Él la segunda persona dela misma Trinidad.

El misterio de la Encarnación es la manifes-tación de la vida de Dios hacia fuera, en suUnidad de ser y en su Trinidad de Personas.Dios vive con el hombre, por Cristo, toda surealidad; y el hombre vive con Dios, por Cris-to, de la perfección infinita, en intercomunica-ción familiar con todos los hombres.

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cia del infinito Poder, encierra en sí la realiza-ción perfecta del plan de Dios para con elhombre...!: «Bendito sea Dios y Padre de nues-tro Señor Jesucristo, que en Cristo nos bendijocon toda bendición espiritual en los cielos; porcuanto que en Él nos eligió antes de la consti-tución del mundo para que fuésemos santos einmaculados ante Él, y nos predestinó en cari-dad a la adopción de hijos suyos por Jesucris-to, conforme al beneplácito de su voluntad, pa-ra alabanza de la gloria de su gracia»1. Porqueen la Encarnación es dicho el romance deamor de la misma Trinidad y toda la realidaddivina y creada, conteniendo en sí a Dios dán-dose al hombre y al Hombre retornándose almismo Dios en Canción divina y humana.

¡Qué concierto de armonía, en teclear deinéditos matices, encierra, en el silencio de sutrascendencia, el misterio subyugador de laEncarnación...! En él Dios se dice al hombre talcual es, y en él el hombre se retorna a Dios tanmaravillosamente que, en la unión y por launión indisoluble e hipostática de la naturalezadivina y la naturaleza humana, el mismo Verboinfinito Encarnado del Padre es la Canciónretornativa, en respuesta al infinito Ser.

La Trinidad se da al hombre por Cristo en laEncarnación, y el hombre es injertado en la Tri-

1 Ef 1, 3-6. 2 Jn 1, 12.

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3 Col 1, 15-17.

la tierra, el Creador y la criatura, la eternidad yel tiempo, con todo cuanto contiene Dios ycon todo cuanto contiene la creación...!

«Cristo es la imagen de Dios invisible, pri-mogénito de toda criatura; porque en Él fueroncreadas todas las cosas del cielo y de la tierra,las visibles y las invisibles…; todo fue creadopor Él y para Él. Él es antes que todo y todosubsiste en Él»3.

La plenitud del sacerdocio de Cristo le haceser: la Unción y el Ungido, la Divinidad y laHumanidad, la Santidad infinita y el Recopila-dor de los pecados de los hombres, la Adora-ción perfecta y el Derramamiento de infinitamisericordia; y la Respuesta que, en victima-ción sangrienta, satisface adecuadamente a lasantidad del Dios tres veces Santo ofendida.

¡Oh plenitud del sacerdocio de Cristo, quetiene el poder de ser por su Persona divinacuanto puede ser en la potencia infinita, y deser en sí mismo Hombre, con la capacidadabarcadora de todos los hombres de todos lostiempos, y con la respuesta adecuada a la in-mensidad del Ser, en adoración y en derrama-miento sangriento de víctima redentora, pu-diendo decir en derecho de propiedad: Yo soyel Sumo y Eterno Sacerdote, porque soy en mí

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¡Oh misterio trascendente de la Encarnación,capaz de contener lo incontenible, porque esposeedor del mismo Verbo infinito Encarnado,que, en el seno de María, se trae consigo al Pa-dre y al Espíritu Santo para morar en la Seño-ra en recreo de amor y comunicación interfa-miliar de vida trinitaria y, por la Maternidad di-vina y universal de María, con todos los hom-bres...!

¡Oh Misterio que hace posible que el Hom-bre pase a ser el Unigénito del Padre, la Pala-bra expresiva que, en borbotones de ser, salede su Boca como manifestación candente deinfinita sabiduría...! ¡Misterio luminoso por elque el Eterno vive con los hombres siendo unode ellos en el tiempo...!

El sacerdocio es unión de Dios con el hom-bre. Por lo que Cristo, que es por sí mismo launión de Dios con el hombre, es la plenituddel sacerdocio; siendo la unción de la Divini-dad sobre su humanidad tan desbordante, ¡tan-to, tanto...! que no tiene más Persona que la di-vina.

¡Qué unión la de la Divinidad y la humani-dad, en Cristo...! ¡Qué perfección de compene-tración...! ¡Qué plenitud de realidad, por lacual, en la Persona infinita del Verbo Encarna-do, quedan encerrados, en y por la unión delas dos naturalezas Divina y humana, el Cielo y

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5 Heb 9, 11-12.

Jesús, Adoración del Padre, por la excelen-cia inexhaustiva de su santidad, ante esta mis-ma Santidad ofendida y ultrajada, como mani-festación amorosa, necesita repararla, y, en unsupremo acto de adoración expiatoria, muere,respondiendo en el grado más perfecto que lacriatura puede hacerlo frente al infinito y coe-terno Ser ofendido.

«Cristo, constituido Pontífice de los bienesfuturos…, por su propia sangre entró una vezen el santuario, realizada la redención eterna»5.

La vida de Jesús, consumada paso a paso ensu dolorosa victimación, es la expresión dele-treada en sangriento desgarro del amor deDios, que, lleno de misericordia, se derramasobre el hombre; y es deletreo de victimaciónque glorifica al mismo Amor infinito ofendido.

¡Oh misterio secretísimo de la Encarnación,que contiene lo incontenible y manifiesta loinmanifestable a través de las apariencias senci-llas, captables y vivas de una humanidad tanmaravillosamente adherida a la Divinidad, quehace posible que Dios llore en Belén, revienteen sangre en Getsemaní y muera desnudo detodo consuelo en el desgarro de la cruz, comoadoración perfecta de infinita reparación!

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4 Mt 3, 17.

y por mí y en la perfección de mi realidad Diosy Hombre, con la posibilidad infinita que Diosse es y se tiene, y con la posibilidad máximaque el hombre es y puede ser!

Jesús es Dios con el Hombre; pudiendo de-cir por la plenitud de su Sacerdocio: Yo soyDios y Hombre; Yo soy en mí la Unción sagra-da y el Ungido; Yo soy el Donador infinito y elRecopilador de toda la humanidad; Yo soy elPlan de Dios terminado en el modo perfectísi-mo que el infinito Ser inventó en su eterna sa-biduría, así como la Respuesta que Él mismoquería recibir de la humanidad. Más aún: Yosoy, por mi divinidad, cuanto soy en la subsis-tencia infinita que, como Palabra del Padre, deÉl he recibido; y Yo soy, como Hombre, laAdoración perfecta ante la infinita santidad delSumo Bien ofendido; Yo soy la Complacenciadel Padre al mirar al Hombre, porque en mí seve tan maravillosamente reflejado, que gozosa-mente puede decir: «Éste es mi Hijo muy ama-do en quien tengo puestas todas mis compla-cencias»4.

Cristo es la Adoración perfecta del Padreque, ante la excelencia de la infinita Santidad,responde adecuadamente a su perfección. YDios descansa porque es adorado por la cria-tura como Él infinita y eternamente se merece.

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7 1 Cor 12, 27. 7.

tante su realidad...! ¿Qué puede ser en sí que nosea, si es por su Persona divina todo cuantopuede ser en la misma posibilidad infinita deDios, y por su humanidad todo cuanto el hom-bre puede ser en su posibilidad creada...? ComoDios, vive en unión con el Padre y el EspírituSanto en la intercomunicación familiar de su vi-da trinitaria; y como Hombre, en la unión fami-liar de todo el que, adhiriéndose a Él por elmisterio de la Iglesia, es tan uno con Él, que esparte de su Cuerpo Místico, pasando a sermiembro suyo por el compendio apretado delmisterio de la Encarnación. «Pues vosotros soisel cuerpo de Cristo y sus miembros, cada unopor su parte. Y a cada uno se le otorga la ma-nifestación del Espíritu para común utilidad»7.

Cristo también es la Contención apretada detodos los tiempos con todos los hombres, abar-cando, en el compendio de su realidad, la crea-ción. Porque Él es el Cristo Grande que, en laperpetuación del misterio de la Iglesia, quitalos impedimentos de la distancia y del tiempopara el que, injertado en Él, le vive comomiembro suyo en la realidad apretada que Élen sí contiene.

¡Oh misterio avasallador de la Encarnaciónque hace posible que el Dios-Hombre, por laperfección abarcadora de su humanidad, encie-

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6 Jn 6, 51.

¡Oh «locura» del Amor infinito...! ¿Habrá algoque, una vez que Dios se hace Hombre, no seacapaz de ser? Y por eso, en el derramamientode ese mismo Amor, se hace Pan, Vino yPrisionero de nuestros sagrarios en la prolon-gación de los siglos que Él mismo encierra ensí, para ser, a través del misterio de la Eucaris-tía, el Cristo glorioso, pero victimado, que noscanta, en un himno de gloria, su amor infinito.

«Yo soy el pan vivo bajado del cielo; si al-guno come de este pan, vivirá para siempre, yel pan que Yo le daré es mi carne, para la vi-da del mundo»6.

Mi pobrecita lengua quisiera romper en uncántico pletórico de delirantes melodías..., qui-siera teclear inéditos conciertos..., para decir,en mi modo de ser y expresar, algo de latrascendencia que a los pies de mi Sagrario,iluminada por el Espíritu Santo, concibo del in-exhaustivo misterio de la Encarnación, mani-festado amorosamente en la vida de Cristo du-rante sus treinta y tres años, llenando la per-fección de su victimación con su muerte en lacruz y perpetuado durante todos los tiemposen la Iglesia.

¡Qué grande es Cristo...! ¡Qué trascendente elmisterio que encierra...! ¡Qué pletórica y aplas-

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10 Jn 15, 5.

abundante; porque sin mí no podéis hacer na-da»10.

¡Qué grande es la Iglesia, perpetuación vivay viviente de Cristo con nosotros, contenciónde su misterio y donación de todo él en todosy cada uno de los momentos de nuestra vida...!

Por medio de la Iglesia, Cristo está con no-sotros durante todos los tiempos; y nosotroscon Él en el suyo, pasando a ser el tiempo, queaparentemente a mí me separa de Cristo, comoun fantasma de imaginación que queda reduci-do a la nada por la grandeza de mi vida de fe,esperanza y caridad, la cual me hace vivir aCristo sin fronteras, sin distancias y sin nadaque se interponga entre Él y yo. Porque, ahon-dada en la concavidad profunda de su costadoabierto, bebo a borbotones del manantial de suvida infinita que, brotando del pecho de la Tri-nidad, por Él se me da en saturación de divi-nidad. Y también, en su costado abierto, mesacio de la plenitud de su sacerdocio, que, enderramamiento de victimación, responde, enun himno de adoración, al Amor infinito ultra-jado, en entrega perfecta.

Mi alma-Iglesia sacia toda su sed torturantea los pies del sagrario junto al Dios llagadoque, ante la infinita Santidad ofendida, muriócomo himno de glorificación sangrienta.

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8 Cfr. Jn 15, 5. 9 Jn 17, 11.

rre en sí a los hombres de todos los siglos, ha-ciendo desaparecer, por la plenitud de la ex-tensión de su gracia, hasta el tiempo con la dis-tancia de su prolongación...!

No existe, para el Cristo Grande de todoslos tiempos, ningún impedimento que le sepa-re ni un ápice de ninguno de sus hijos, porquetodos están contenidos en Él, haciéndoles vivirde la plenitud de su sacerdocio directamenteen el manantial insondable e inagotable de suderramamiento.

Así como las tres divinas Personas, teniendoun solo ser, viven en la intimidad de su vidatrinitaria siéndose toda su inexhaustiva perfec-ción, en el misterio de Cristo todos somos unocon Él, de un modo tan perfecto, apretado einterfamiliar, que Él es la Cabeza de todos susmiembros; formando el Cristo Grande de todoslos tiempos, y siendo capaces, por el misteriomaravilloso de la Encarnación, de vivir porCristo, en Él y con Él, en intercomunicación devida familiar entre todos nosotros e, injertadosen Cristo como los sarmientos en la vid8, conel Padre y el Espíritu Santo: «Padre, que seanuno como Tú y Yo somos uno»9.

«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: elque permanece en mí y Yo en él, ése da fruto

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su sabiduría, escuchar al Padre llamarme: Hijomío, recreo de sus complacencias e imagen desu perfección.

¿Qué eres Tú, Jesús, que me hiciste contigopalabra viva que expresa a Dios en respuestade glorificación amorosa...? ¿Qué eres Tú, Je-sús, que me diste posibilidad, por la participa-ción de tu sacerdocio, de ser redención de loshombres? ¿Qué eres Tú, Jesús...? ¿Qué eres Tú,Jesús...?

Yo hoy, translimitada por el compendioapretado que de Ti comprendo por mi vida defe, te adoro del modo descansado que la cria-tura, injertada en Ti, puede hacerlo.

Gracias, Señor, porque en Ti ya puedo ado-rar a Dios como necesito, porque en Ti, partici-pando de la plenitud de tu Sacerdocio, puedosentirme adoración que, en acción de gracias yreparación, responde al Amor infinito ultrajado.Gracias, Jesús, porque en Ti y por Ti, puedo seralimento de vida en derramamiento abundantede divinidad para todos los hombres, sin dis-tancia de tiempo y lugar.

Desde el misterio de la Encarnación se tras-ciende al Increado, pero en el secreto profun-do del seno de María, donde la Trinidad es cu-bierta por el manto intocable de la virginidadde la Señora.

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11 Ef 3, 14-19.

¡Oh si yo pudiera dar gracias a Dios por elderramamiento de su amor, por la plenitud decuanto Él es en sí, y por la magnificencia decuanto en su misterio concibo!

«Por eso yo doblo mis rodillas ante el Padre,de quien toma su nombre toda paternidad enlos cielos y en la tierra, para que, según la ri-queza de su gloria, os conceda ser poderosa-mente fortalecidos en el hombre interior por suEspíritu; que habite Cristo por la fe en vuestroscorazones y, arraigados y fundados en la cari-dad, podáis comprender, en unión con todoslos santos, cuál es la anchura, la longitud, la al-tura y la profundidad, y conocer la caridad deCristo, que supera toda ciencia, para que seáisllenos de toda la plenitud de Dios»11.

Mi pobrecito ser no es capaz de realizar loque necesita, por la pequeñez de mi conten-ción. Pero, no importa; ahí está Cristo, que esla Acción de Gracias plena, respondiendo aDios tan perfectamente, que, en su retornación,le canta el Cántico infinito que sólo Él puedecantarse. Y es tan grande y real la plenitud delmisterio de la Encarnación, que por él, cuandoel Padre me mira, en mí ve a Cristo, y me vetan hecha una cosa con Él, que soy uno de losmiembros de su Cuerpo Místico, pudiendo mialma-Iglesia, llena de gozo en la saturación de

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12 Lc 1, 35.

eso el Santo que de Ti nacerá será llamado Hi-jo de Dios»12.

En María, su sacerdocio se llama: Materni-dad divina, porque es el medio por donde Diosse une al hombre y el hombre queda injertado,por Cristo, en Dios. Y Ella, siendo Madre delmismo Dios Encarnado, por el sacerdocio deCristo, responde con Él, como Madre en la ple-nitud de su maternidad sacerdotal, en adora-ción, acción de gracias y reparación, por laofrenda de su Hijo infinito Encarnado, hecha alPadre. Y así como Dios puede decir al encar-narse: Yo soy Dios y Hombre en la plenitud demi sacerdocio, en María, su maternidad es tanmaravillosa, tan divina, que le hace en derechode propiedad ser Madre de Dios y Madre delHombre. Todo lo demás en Ella es consecuen-cia del obrar perfecto de Dios en derrama-miento sobre su maternidad. ¡Oh Maternidaddivina de María, rebosante de plenitud y satu-rada de sacerdocio...!

Todo lo que en Cristo hemos visto de su sa-cerdocio en el misterio de la Encarnación, através de la unión de las dos naturalezas en lapersona del Verbo, se puede aplicar a María,en el modo y en el grado de su Maternidad di-vina, por la perfección de su sacerdocio, quehace posible que en Ella, por Ella y a través de

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Dios vive en el ocultamiento velado de suvirginidad infinita en el Sancta Sanctórum desu santidad eterna, envuelto en el Templo tras-cendente de su infinito ser. Nadie puede entraren él sin ser introducido por el brazo omnipo-tente de su poder, en derramamiento de mise-ricordia eterna.

Pero Dios quiso que entrásemos por la invi-tación de su Palabra Encarnada, y, para esto, sebuscó la manera de dársenos envuelto en elSancta Sanctórum del seno de María, cubiertopor el velo inmaculado de su esplendorosavirginidad. Por lo que, para descubrir y entraren lo profundo de Dios, se necesita ser intro-ducido por la mano amorosa de la Maternidadde María.

Toda la grandeza de Nuestra Señora, quetambién como la de Cristo fue manifestada enBelén, en el Calvario y en su gloriosa asunciónal cielo, le viene por el misterio de la Encarna-ción en la plenitud del sacerdocio de Cristo.

También María tiene un sacerdocio que sellama: Maternidad divina; porque fue tan pletó-ricamente ungida por la Divinidad, que puededecir en derecho de propiedad al Hijo de Dios:Hijo mío, con el mismo derecho con que se lopuede decir al Hijo del Hombre. «El EspírituSanto descenderá sobre Ti, María, y el poderdel Altísimo te cubrirá con su sombra, y por

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Porque si Cristo es, por su sacerdocio, lacontención y realización de todo el plan deDios para con el hombre, lo es por María y porsu Maternidad divina, donde se realiza la unióndel hombre con Dios con toda la contenciónde donación infinita que esto encierra. Dios senos da por María y nos levanta a sí, sublimán-donos tan maravillosamente, que nos introdujoen la hondura profunda de su pecho.

Mi pobrecita alma, ante el misterio de la En-carnación realizado en el seno de Nuestra Se-ñora, se siente desplomar en amor a Dios, aCristo y a María, sabiendo, en el saboreo expe-rimental de mi ser de Iglesia, que, acurrucán-dome en mi Virgen Madre, podré, sin morir,contemplar en la tierra el misterio trascendentede la Encarnación.

María es la antorcha de mi vida, el senderode mi caminar, el amparo en mis peligros, lamaternidad de mi filiación, la nueva Mujer porla cual vivo de Dios en el saboreo profundo desu misterio. Y, en la medida que sepa adentrar-me en el seno de mi Virgen Blanca, se me da-rán y manifestarán en la tierra todos los miste-rios del infinito Ser, que, en el derramamientopletórico del sacerdocio del Hijo de la Virgen,se me deletrea desde su seno, con corazón deMadre y amor de Espíritu Santo.

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13 Lc 2, 34-35.

su Maternidad divina, se realice lo inconcebi-ble: Dios que dice: Yo soy Hombre; y el Hom-bre: Yo soy Dios; María que dice a Dios: ¡Hijomío!; y Dios, a María: ¡Madre mía! El dicho deDios no es como el nuestro, sino que, según laperfección de su infinito ser, cuando habla,obra lo que dice en realización terminada decuanto pronuncia.

Dios hizo a María tan perfecta, a imagen desu eterna Virginidad, que le dijo su Palabra taninfinitamente, que María, en el amor del Espíri-tu Santo, por su toque de fecundidad en su se-no, rompió en una fecundidad de virginidadtan pletórica, que fue, en derecho de propie-dad, Madre del Unigénito del Padre, Encarna-do.

Por lo que, si Cristo es Redentor, MaríaCorredentora; si Cristo es la Adoración, MaríaAdoradora; si Cristo es la víctima, María le ofre-ce y se ofrece con Él al Padre, en función desu específico y peculiar sacerdocio, con el de-recho que su maternidad le da.

«Simeón los bendijo y dijo a María, su Ma-dre: “Puesto está para caída y levantamiento demuchos en Israel y para blanco de contradic-ción; y una espada atravesará tu alma para quese descubran los pensamientos de muchos co-razones”»13.

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sus inagotables afluentes, contemple, viva yparticipe del eterno Seyente fluyendo en tresPersonas.

¡Oh fecundidad de María, que hace que elVerbo infinito del Padre sea pronunciado en susentrañas virginales tan maravillosamente que, enel requiebro gozoso del Amor eterno, sea obradoel gran misterio de la Encarnación y, por su par-to glorioso, manifestado a todos los hombres...!

Cuántas veces, iluminada por el EspírituSanto, he comprendido, subyugada de amor,que todo cuanto Dios me ha dado, me da y medará, será por y a través de la maternidad deMaría, y que en la medida que viva mi filiacióncon Ella, Dios se me comunicará. María me lle-va a Dios, y yo, como criatura pequeñita, po-seo lo imposible en la medida y dimensión queme introduzco en el Sancta Sanctórum de lasentrañas virginales de Nuestra Señora.

La Encarnación, en Cristo, es misterio de sa-cerdocio; y en María, por su maternidad, estambién misterio de sacerdocio.

Por su sacerdocio, Cristo le dice al Padre:Yo soy el Hombre; y a los hombres: Yo soyDios; con todo lo que esto encierra de dona-ción por parte del mismo Dios, y de respuestaen adoración, acción de gracias y reparación,por parte del Hombre.

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¡Qué sencillo es el plan de Dios...!, ¡quétierno...!, ¡qué dulce...!, ¡qué maternal y quéamoroso...! Era necesario que Dios se diera alos hombres con corazón de Madre y amor deEspíritu Santo. Y esto en la tierra se llama: ¡Ma-ría!, que, levantada hasta lo recóndito del pe-cho de Dios, es toda Ella Maternidad divina,capaz de arrancarle al Padre eterno el Hijo in-finito de sus entrañas y traérnoslo para quenos dijera, en deletreo de amor, su romancede donación eterna.

La virginidad de María fue tan rica en laadhesión de todo su ser al Infinito, que hizoposible que el beso intocable del Espíritu San-to la hiciera romper en Maternidad divina, y,por esta maternidad, Dios fuera Hombre.

¿Cómo querrán los hombres manifestar elverdadero rostro de la Iglesia, ocultando y que-riendo hacer pasar desapercibida la brillantezde la grandeza de María? ¿Dónde irá por sabi-duría divina aquel que no sabe recibirla en elánfora preciosa donde la eterna Sabiduría seencarnó para manifestarse en resplandores desantidad bajo la rompiente infinita de su expli-cativa Palabra?

Mi alma, creada para el Sumo Bien, se lan-za al pecho de Dios, en los brazos de María, yElla, introduciéndome en el recóndito de sumaternidad, me impulsa hacia el mismo Dios,para que, adentrándome en los manantiales de

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Persona; y María, de la dimanación del sacer-docio de Cristo, recibe un sacerdocio peculiarque se llama: Maternidad divina, en unión in-decible con el Sumo y Eterno Sacerdote.

Así como el sacerdocio de Cristo, desde elmomento de la Encarnación, fue perpetuadodurante todos los siglos, recopilador de todoslos tiempos y donador para todos los hombres,así la maternidad de María, desde el momentode la Encarnación, en la plenitud de este mis-terio, encierra, por la injerción de todos loshombres en Cristo, la posibilidad abarcadorade contener, bajo el influjo de su maternidad, atodos los tiempos con todos los hombres encada uno de los momentos de sus vidas; en lascuales, por la Iglesia y a través de su Liturgia,se les hace vivible, captable, y aún más, pre-sente y real, aunque misteriosamente, todo elmisterio de la vida, muerte y resurrección deCristo, en el compendio apretado de la mater-nidad de María. Por lo que la irradiación de es-ta maternidad se nos da y perpetúa en el senode la Iglesia, en y a través de los actos litúrgi-cos, por la contención del misterio de la En-carnación, que, realizándose en María, le haceser Madre universal, repleta de sacerdocio porsu Maternidad divina.

Cristo se es cuanto es en el seno de María,desde él y por él y a través de su Maternidaddivina; y, por esta maternidad, Él se nos da en

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Por su sacerdocio, María es Madre de Dios,y Dios, Hijo de una Mujer, dándole el VerboEncarnado tal plenitud a la maternidad de Ma-ría, que, por sobreabundancia extensiva de es-ta pletórica realidad, la Virgen es Madre de to-dos los hombres. ¡Misterio inefable del infinitoamor de Dios...! ¿Quién podrá conocerlo sinhacerse tan pequeñito que sea capaz de perdersu pobrecita comprensión y, adhiriéndose a lade María, vislumbrar en Ella y con Ella todoslos misterios divinos? Dios dio a su Madre unacomprensión tan grande de sus misterios, quela hizo contener lo incontenible, del modo tras-cendentemente inimaginable que le correspon-de a su Maternidad divina.

El sacerdocio es unión de Dios con el hom-bre, por lo que Cristo, que es por sí mismo launión de Dios con el hombre, es la plenituddel sacerdocio. Pero, como ese sacerdocio esrealizado por la Maternidad divina de María, enElla y por Ella Dios se une al hombre.

Por la plenitud del sacerdocio de Cristo, lavirginidad de María, al romper en Maternidaddivina bajo la acción fecunda del Espíritu San-to, es maternidad de sacerdocio; distinto del sa-cerdocio ministerial del Nuevo Testamento, elcual es prolongación y perpetuación del sumoy eterno sacerdocio de Cristo.

Cristo es Sacerdote en la plenitud de launión de la naturaleza humana y divina en su

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14 1 Pe 2, 9.

¡Qué grande es la Encarnación que, en elcompendio de su realidad, nos hace vivir mis-terios inconcebibles de donación y respuesta...!

Por la plenitud del sacerdocio de Cristo, to-dos somos capaces de poseer a Dios, siendopor Cristo, con Él y en Él, sacerdotes, en ladiversidad de maneras que, en el seno de laIglesia, Dios ha puesto para todos y cada unode sus hijos.

«Vosotros sois “linaje escogido; sacerdocioreal, nación santa, pueblo adquirido para pre-gonar el poder del que os llamó de las tinieblasa su luz admirable”»14.

El sacerdocio tiene su modo peculiar en elderramamiento de la unción sagrada sobre elhombre, que, según la voluntad de Dios, se dade una u otra manera a cada uno para la rea-lización de su plan eterno.

El sacerdocio es intrínsecamente unión deDios con el hombre y del hombre con Dios.Por eso Cristo, que es la plenitud de ese sacer-docio, es en sí Dios-Hombre.

A María, su sacerdocio le hizo ser Madre deDios y Madre del Hombre, en una maternidadtan pletórica, que en su seno se realizó la un-ción de la Divinidad sobre la Humanidad, enrealidad plena de sacerdocio.

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cada uno de los actos de su vida privada y pú-blica, y aún más, nos perpetúa toda su realidadpor la Liturgia durante todos los tiempos.

¡Oh Maternidad divina de María, desconoci-da, contención apretada del misterio de laEncarnación y extensión perpetuada de estemismo misterio, que por tu medio se da a loshombres bajo la acción santificadora, extensiva,abarcadora y vivificante del Espíritu Santo...!¡Oh sacerdocio pletórico de la maternidad deNuestra Señora toda Blanca de la Encarna-ción...! Déjame que, bebiendo en el manantialde tu virginidad, yo me sature tan maravillosa-mente, que, participando de tu fecundidad, déa luz a Cristo en las almas y sea perpetuación,por mi injerción en Él, de tu maternidad queme hace también romper en fecunda materni-dad espiritual.

Ya tengo modelo, en el seno de la Iglesia,para mi alma de virgen-madre. Ya encontré,por Cristo, en María, la plenitud de mi sacer-docio, el descanso de mi virginidad y la llenu-ra de mi fecundidad; teniendo en María y porMaría mi modo peculiar para responder a Diosen adoración, que necesita, con Ella y comoElla, vitalizar a sus hijos y presentarse conellos, en la peculiaridad del sacerdocio de ca-da uno, ante la infinita Santidad como respues-ta de acción de gracias, cantándole un himnode perfecta alabanza a su gloria.

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17 2 Cor 5, 18. 20.

que, realizado por la maternidad de María, senos da con la contención de la vida, muerte yresurrección de Cristo.

Es el sacerdote el que, a través de la Litur-gia, perpetúa a Cristo entre los hombres, elque realiza lo que sólo Cristo puede realizar,en un «decir» que es obrarse el mismo Cristoen cuanto es como Sumo y Eterno Sacerdote,con el poder de su gracia, para bien de la hu-manidad.

«Todo esto viene de Dios, que por Cristonos ha reconciliado consigo y nos ha confiadoel ministerio de la reconciliación. Somos, pues,embajadores de Cristo, como si Dios os exhor-tase por medio de nosotros: “Por Cristo os pe-dimos: Reconciliaos con Dios”»17.

Y por eso, el sacerdote tiene el poder deperdonar los pecados, de levantar al hombrecaído y hacerle hijo de Dios, obrando milagrosque sólo el Unigénito del Padre, por la fuerzade su sacerdocio y en la plenitud del mismo,es capaz de efectuar.

¡Ay sacerdote, sacerdote del Nuevo Testa-mento...! ¡Cómo ha de conformarse toda tu vi-da a la realización del poder de la gracia quesobre ti ha caído el día de tu ordenación sa-cerdotal...! ¡Ay sacerdote de Cristo, realidaddesbordante de perfección inconcebible...!

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15 Jn 17, 18-19. 16 Mt 10, 40.

Por eso, cuando Dios unge al sacerdote delNuevo Testamento, le unge para sí, para quesea Cristo ante los demás, y para que, con lafuerza y el poder de esta gracia, recoja a todoslos hombres y los lleve a Él.

«Como Tú me enviaste al mundo, así Yo losenvié a ellos al mundo, y por ellos me santifi-co, para que ellos sean santificados en la ver-dad»15. «El que a vosotros recibe, a mí me reci-be, y el que me recibe a mí recibe a Aquel queme ha enviado»16.

¡Qué grande es el sacerdote del Nuevo Tes-tamento, que, por la unción sagrada, desde eldía de su ordenación, puede decir: «Esto es miCuerpo», «Esta es mi Sangre» y realizar nueva-mente el misterio de la encarnación, vida,muerte y resurrección de Cristo, frente a Diosy entre los hombres...! ¡Qué grandeza la del sa-cerdote, que es capaz de perpetuar a Cristo en-tre nosotros; y aún más, de ser Cristo entre loshombres, con la plenitud y llenura de la parti-cipación de su Sacerdocio...!

El dicho de Dios, en el derramamiento desu voluntad infinita, obra lo que dice. Por loque, el sacerdote del Nuevo Testamento, con lafuerza de la unción de la Divinidad sobre él, escapaz de renovar en perpetuación, cuanto du-ren los siglos, el misterio de la Encarnación

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19 Sal 132, 2.

Porque, así como «el ungüento que chorrea-ba de la cabeza de Aarón, empapaba todas susvestiduras llegando hasta la orla de ellas»19, asítodos nosotros, injertados en Cristo, somos em-papados de la plenitud de su divinidad, parti-cipando de su sacerdocio.

Por el bautismo, todos tenemos nuestro sa-cerdocio misteriosamente recibido de Cristo, y,en la medida que nos vamos abriendo a la do-nación infinita, se va haciendo más fecundo,más pleno y más glorificador para Dios en ex-tensión de vitalización para los hombres.

A Cristo, su sacerdocio le viene por la uniónde las dos naturalezas en la persona del Verbo,que le hace poder decir, en derecho pleno derealidad: «Yo soy Dios y Hombre».

A María, el derramamiento de su sacerdociole da capacidad de llamar a Dios: ¡Hijo mío!; yde que el Hijo de Dios la llame Madre, comomanifestación de lo que es.

Al sacerdote del Nuevo Testamento, su par-ticipación del sacerdocio de Cristo le capacitapara decir: «Esto es mi Cuerpo», «Esta es mi San-gre», y para obrar entre los hombres la perpe-tuación de Dios con nosotros, de tal forma que

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18 Ap 5, 9-10.

¡Oh Pastores de la santa Madre Iglesia deDios, poseedores de la plenitud del sacerdocio,continuadores de los Apóstoles, portadores desu pastoreo...!

¡Oh maravilla de la infalibilidad del Papa,que, por ser el Supremo Pastor, posee y es ca-paz de congregar a todos los hombres en unsolo pensamiento, y expresarles con seguridadla voluntad infinita de Dios a través de su pa-labra de hombre...!

Danos, Señor, saber apreciar tu amor infini-to, que, obrando lo que dice, nos hace a cadauno, según el modo peculiar y particular de tuvoluntad, participar de Cristo en el seno de laIglesia para tu glorificación y en la realizaciónde tu plan eterno sobre los hombres.

Todos los cristianos, por la unción de la Di-vinidad que se derrama sobre Cristo, como Ca-beza del Cuerpo Místico, y por medio de lamaternidad de María, hemos recibido de la ple-nitud del Sumo y Eterno Sacerdote un sacerdo-cio real para la saturación de nuestras vidas yvitalización de todo el Pueblo de Dios.

«Digno eres de tomar el libro y abrir sus sellosporque fuiste degollado y con tu sangre has com-prado para Dios hombres de toda tribu, lengua,pueblo y nación y los hiciste para nuestro Diosreino y sacerdotes, y reinan sobre la tierra»18.

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20 1 Pe 2, 5.

María fue sólo una adhesión a todos los mo-vimientos del alma de Cristo en su vida, misióny tragedia, con el matiz de Virgen-Madre; sien-do ésta también la postura del sacerdote delNuevo Testamento, a la cual debe conformartoda su vida.

Y como del sacerdocio de Cristo todos losque estamos en Él hemos recibido un sacerdo-cio real, por Cristo, con Él y en Él, nuestra vi-da ha de ser: glorificación de Dios, en exten-sión de su Reino, como alabanza de su Gloria.

«Vosotros, como piedras vivas, sois edifica-dos como casa espiritual y sacerdocio santo,para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos aDios por Jesucristo»20.

¡Qué grande es el misterio de la Encarna-ción, por el cual todos formamos un Pueblo sa-cerdotal repleto y saturado de Divinidad! ¡Quégrande es la Iglesia, que es la contensora de to-do el compendio de la donación de Dios enderramamiento sobre el hombre, que, reman-sado en su seno, se perpetúa en realidad vivay viviente de infinita donación!

Gracias, Señor, porque hoy, al comprendermás profundamente el misterio del sacerdocio,me siento inmensamente feliz por ser la más

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nos haga ser miembros vivos de Cristo en larealidad de su Cuerpo Místico.

La plenitud del sacerdocio de Cristo es taninmensa, que, de él, todos los cristianos hemosrecibido nuestro sacerdocio, capaz de hacernosvivir su vida, su tragedia y su misión en unióncon Él mismo y, por Él, con el Padre y el Es-píritu Santo, y en intercomunicación de bienescon todos los hombres de todos los tiemposque, adhiriéndose a Cristo, pasan a ser miem-bros suyos.

¿Cuál fue la postura del alma de Cristo en elmomento de la Encarnación? Recibir a Dios y,adhiriéndose a Él, responderle adorándole enun himno de alabanza como reparación a suinfinita santidad ofendida; y, en ese mismo ins-tante, volverse a los hombres y, como Dios,dárseles en donación, haciéndola extensiva atodos ellos en la prolongación de los siglos,por la Iglesia.

¡Oh momento trascendente de la Encarna-ción, que le hace a Cristo recoger también atodos los hombres y, encerrándolos en el com-pendio de su perfección, retornarse a la infini-ta Santidad como Respuesta de todos ellos ycomo Oblación de su Sacerdocio ante la exce-lencia del infinito Ser, para darles a beber dela abundancia de sus manantiales, de la pleni-tud de su divinidad...!

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todos los hombres, parte de Cristo en la di-mensión del misterio de la Iglesia!

Yo hoy, como «Eco de la Iglesia», por la par-ticipación del misterio del sacerdocio de Cristoy de la maternidad sacerdotal de María, unidaa todos mis hijos, me presento ante el Amor in-finito con el modo peculiar del sacerdocio decada uno de ellos y con la variedad de sus ma-tices; y, en la plenitud de su contención, res-pondo a Dios, en nombre de todos ellos, porellos y por mí, en adoración que necesita servictimada por la Iglesia, como un himno degloria a la infinita Santidad. Y en mi himno dealabanza, subyugada por la excelencia de lamajestad de Dios, corro a todos los confines dela tierra con la plenitud que me ha dado mimaternidad sacerdotal en el seno de la Iglesia,para saturar a todos los hombres de la divini-dad que, brotando del pecho de Cristo, porMaría y a través del sacerdocio, se nos comu-nica en perpetuación viviente y misteriosamen-te real durante todos los tiempos.

¡Qué grande es el compendio apretado queencierra la Iglesia en su seno...! ¡Qué repleto deDivinidad...! ¡Qué saturante de felicidad...! ¡Yqué pocos se sacian en sus manantiales por nodescubrir el torrente de sus aguas!

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pequeñita en el seno de la Iglesia. ¡Qué dicho-sa me siento de que la Iglesia tenga una pleni-tud tan grande de sacerdocio por la diversidadde maneras y estilos de poseerlo...!

Hoy he comprendido aún más claro cómoyo sólo soy «el Eco de la Iglesia» que, en repe-tición cantora, por la participación de mi sa-cerdocio, manifiesto el compendio apretado dela riqueza que, en el seno de la Iglesia, Dios hadepositado.

Mi misión es repetir, en mi fidelidad de«Eco», la plenitud de su riqueza, y por eso de-letreo como puedo la grandeza del sacerdociode Cristo, la brillantez de la Maternidad divinade María y la diversidad de maneras de sacer-docio que en el seno de la Iglesia se encierran.Hoy he comprendido aún mejor la diferenciaentre el sacerdocio de Cristo y el de María, en-tre el sacerdocio ministerial del Nuevo Testa-mento y el de María.

¡Qué grande es Dios en la perfección de suser, en la intercomunicación familiar de su viday en la manifestación esplendorosa de su po-der, que hace de Dios, Hombre; del hombre,Dios; de la criatura, Madre del Increado; del In-creado, Hijo de la criatura; del hombre, perpe-tuador del misterio de Cristo por la participa-ción de su Sacerdocio; de Cristo, Cabeza de to-dos los miembros de su Cuerpo Místico; y de

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29-9-1976

SON DURAS MIS NOSTALGIAS…

Son duras las nostalgias de mi herido cora-zón… Espero, sin cansarme, en promesas car-gadas de ilusiones que el Amor infinito dijo ami alma en tiernas donaciones que exigen demi ser retornación.

Yo escucho en mi interior la melodía de suvoz dulce y serena, en delicias de tiernas com-placencias. Y conozco el crujido del ímpetucandente de sus fuegos, como conozco el pa-sar de su fragor impetuoso, cual huracán, porsus glorias impelido.

El tiempo me ha enseñado que es pacientey espera, en años largos cargados de misterios,el Amador que a mí me muestra sus secretosentre nubes, tras tenues velos escondido.

Pero también conozco la excelsa excelsituddel Coeterno en la excelencia de su seerse elInmenso, donde, en Familia, en posesión per-fecta, Dios se es Beso divino en la sapiencia dela altura de su Seno.

Yo sé que entre El que Es y mi pobreza, enla vileza de mi ser entorpecido, existe infinitud

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Es del agrado de Aquel que me ha llamadopor mi nombre, mostrarme sus grandezas, tra-zarme mis caminos, llenarme de promesas, gra-bando con hondas peticiones en mi entrañaaquello que ha querido para mí y cuantos meacompañan.

Pero se goza el que me ama, en decirmeque es Él quien en mí obra, y por eso le gus-ta dejarme en la pobreza de mi nada…

Cuando le miro, mi alma rompe en vuelosubiendo hasta su alteza… Cuando a mí torno,¡descubro mis pobrezas, mis tosquedades, misrudos entendidos!, y envuelvo en el silencio demis penas hondos gemidos… Porque, al tocarmisterios trascendentes en la excelencia delExcelso en vida y expresarlo en mi modo re-ducido, parece que profano las eternas grande-zas, ¡y que las mancho ante mi ser torcido…!

¡Misterio que no cabe en mis contornos, quedesborda mis pobres contenciones, por ser elmismo Dios, que es infinito, quien se me acer-ca en donación de dulces peticiones, pidiéndo-le a mi pobre ser que colabore, en mi saber,con su poder, a sus designios!

¡Si yo dijera de algún modo esto que encie-rro…, aquello que me oprime en la honduraprofunda de mi pecho…!

¡Si expresara lo que oculto en mis silencios,sin darle forma por no tener palabra que des-

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de distancia ante su alteza, pues le he visto,aunque envuelta por las sombras de la fe, en eldestierro oscuro en que aún vivo.

Y he visto las Lumbreras de sus Ojos, el Ma-nantial de sus eternas Fuentes; he bebido en lahendidura de su pecho, saciándome, en dulcessaboreos, con el néctar de aquel Manjar divinoque embriaga en dulzura de los cielos; y mar-cho, en el destierro, temblorosa, porque puedoperder a Aquel que he poseído, mientras vivaen la noche de la muerte y me envuelvan fe-roces enemigos.

Yo busco serle fiel en cada instante, llegan-do hasta el final de mi destino, donde me es-pera, con su pecho abierto, el eterno Seyente,envuelto en su inmenso poderío.

He de pasar senderos pedregosos, cruzandohondos abismos, en noches de silencios pro-longados, sin estrellas ni lunas que alumbrenmis caminos… Y si amanece el día que abru-ma en el desierto y que quisiera abrasar mi pe-cho herido, he de buscar el oasis de Aquelque, con su sombra, se hizo para mí eternaFuente y Pan divino…

¡Es duro el jadear de mi carrera, con mi pi-sar, cansado y dolorido, por los largos trayec-tos que conducen al día de la eterna frontera,donde mora el que yo ansío…!

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24-6-2001

EN BIENAVENTURANZA SE HA CONVERTIDO MI CULPA

PARA MI ALMA DOLORIDA ANTE JESÚS CRUCIFICADO

El misterio maravilloso de la encarnación, vi-da, muerte y resurrección de Cristo, ha sido rea-lizado por el poder infinito y coeterno de laadorable Trinidad, a consecuencia y como con-secuencia de haberse rebelado la criatura con-tra la voluntad infinita de la Excelencia de Dios,ofendiendo a su subsistente e infinita Santidad;

para redimirnos y reconciliarnos nuevamen-te con Él, y para la realización de sus planeseternos, perfectos y acabados, sobre nosotros,al habernos creado a su imagen y semejanzapara que le poseyéramos.

Si el hombre no hubiera pecado, Dios no sehubiera encarnado, ni hubiera tenido, para lamanifestación del esplendor de su gloria endesbordamiento de compasión, que derramarsesobre nuestra miseria; la cual llevó al Cristo delPadre, el Ungido de Yahvé, a muerte ignomi-niosa de crucifixión, como víctima expiatoriade reparación infinita ante el Dios tres veces

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cifre cuanto en ellos se encierra, contenido enla hondura de mi pecho enmudecido…!

Yo sé que Dios es grande y es eterno en lamagnificencia excelsa de su inmenso poderío;que todo puede por su excelencia eterna, quetodo es en su seerse infinito y poseído…

Yo sé también, de un modo muy concreto,que soy la nada, y Él el Todo que en mi pechoanido.

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desde la excelencia de su Santidad coeterna einfinita, sobre el desgarro de nuestra miseria,para el esplendor de su gloria en desborda-miento de compasión misericordiosa sobre laruindad, pobreza y desacato de nuestra misera-ble rebelión.

Por lo que nunca podemos justificar nuestraculpa, que ha forzado al mismo Dios a tenerque sacar de sí mismo un portento portentosoque, en derramamiento de compasión sobrenuestra miseria, es la Misericordia infinita deDios en manifestación de cómo es Amor queama, queriéndonos redimir de nuestra maldadpor la sangre del Cordero que quita los peca-dos del mundo.

No hay nada que pueda justificar la rebelióncontra Dios, aunque sus consecuencias seanmuy gloriosas para nosotros, y a Él esencial-mente ni le quitan ni le aumentan nada: ¡milveces morir antes que ofender a Dios!

¡Gracias, Jesús, por haberte quedado en laEucaristía! ¡Yo te amo! ¡Yo te adoro!

Pero hubiera preferido mi amor hacia Ti va-gar, en mi penante peregrinar, sin tu amorosa einefable compañía, antes que verte maltratado,crucificado y muerto en el patíbulo de la cruz;abandonado de todos, y en el olvido en que teencuentras por la mayoría de tus hijos, despuésde haber instituido el gran portento de la Eu-

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Santo ofendido; y, cual Cordero inmaculado, aofrecer su vida en inmolación como rescateque quita los pecados del hombre caído al re-belarse contra el Creador.

Por lo que mi alma, ante la consideraciónde esta terrible, pero dramática realidad, agra-dece a Dios, exultante de gozo, con himnos ycánticos de alabanza y bajo la limitación de minulidad, con espíritu adorante y contrito, humi-llada ante la miseria de mi nada, reverente,temblorosa y asustada, que el Verbo se hicieracarne y habitara entre nosotros.

Pero, por mi amor hacia Él y el drama de miculpa por haberle ofendido, aunque haya sidotan beneficioso para mí el misterio de su en-carnación, vida, muerte y resurrección; hubierapreferido quedarme más pobre, al no ser hijade Dios, injertada en Cristo por Él, con Él y enÉl, que la consecuencia de que, para salvarme,se haya tenido que realizar, por la gloria delNombre de Yahvé, la donación de Dios, repa-rando mis pecados, en redención de desgarra-dora crucifixión;

comprendiendo que la Santidad infinitaofendida exigía, por perfección de su mismanaturaleza divina, reparación infinita ante la re-belión de la criatura a su Creador; y, por tanto,un Restaurador infinito, del modo y la maneraque, al que es Amor y puede y es Amor y ama,le exige su perfección al quererse derramar,

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2 Cfr. Jn 13, 1.3 Jn 7, 37b; Jn 6, 35; Ap 21, 6; Jn 6, 56. 54.

fin; y, por otra, desgarrada y dolorida porquela manifestación de la Misericordia infinita ha-ya tenido que ser tan dramática, en reparacióncruenta ante la Santidad del subsistente Serofendido, y la restauración de nuestra rebelióncontra el infinito y coeterno Creador.

¡Gracias, Señor!, porque «amando a los tuyoslos amaste hasta el extremo y hasta el fin»2 y tequedaste con nosotros hasta la consumaciónde los tiempos, como sustento de nuestras al-mas, en comida y en bebida; para saciar nues-tra hambre y refrigerar nuestra sed por la satu-ración, en participación, de la embriaguez detu misma divinidad, en gozo gloriosísimo y di-chosísimo de eternidad:

«El que tenga sed que venga a mí y beba, y elque tenga hambre que venga mí y coma, que Yole daré de balde del agua de la vida». Ya que «Elque come mi carne y bebe mi sangre habita enmí y Yo en él y Yo le resucitaré en el último día»3.

«¡Gracias, Jesús, por haberte quedado en laEucaristía!; ¡yo te adoro!

¡Gracias, Jesús, por haberte quedado en laEucaristía!; ¡yo te amo!».

Humillada y anonadada ante la miseria demi ruindad, que tan descarada y descabellada-

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caristía, como manifestación majestuosa y es-plendorosa en derroche del amor con que nosamas; y tenerte que ver profanado y tan sacrí-legamente tratado por la maldad miserable delos hombres, por los cuales, en crucifixióncruenta, has derramado toda tu sangre.

¡Bienaventurada yo, con la carga de mis pe-cados, por tal Redentor! Pero más le apetece alamor que te tengo, mi Jesús del Calvario y dela Eucaristía, que criatura alguna nunca se hu-biera rebelado contra tu Santidad infinita, y quete ha forzado, para la manifestación de tu infi-nito poder y el esplendor de tu gloria, a reali-zar una cosa tan maravillosa para nosotros co-mo dramática sobre Ti, para podernos redimirde nuestros pecados, reencajándonos en losplanes eternos de Dios, que nos creó sólo yexclusivamente para que le poseyéramos, le-vantándonos a la dignidad inimaginable e in-sospechada de ser hijos suyos, herederos de sugloria, y partícipes de la vida divina.

El hombre carnal que no conoce a Dios nila magnificencia de la majestad y esplendor desu gloria, no puede comprender, y le parecerádesatino, lo que hoy, día del Inmaculado Cora-zón de María, mi alma ha penetrado; por unaparte, llena de agradecimiento porque «las mi-sericordias de Dios son eternas»1 y no tienen

1 Sal 135.

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Del libro «Frutos de oración»

578. Cuando Dios quiere unir a los hombresconsigo, se hace hombre y, así, Él mismo es laUNIÓN del hombre con Dios, ya que en Cris-to está el Padre con el Espíritu Santo, y en Élestán también todos los hombres; los cualespasan a vivir con la Familia Divina por mediodel misterio pascual, que tuvo su principio enel momento de la Encarnación; realizándoseeste misterio en el seno de María, donde el al-ma-Iglesia, por su injerción en Cristo, quedapenetrada de divinidad. (19-9-66)

580. Es tan excelente la Santidad infinita deDios, que, al ser ultrajada, no había posibilidaden la criatura para repararla dignamente; yDios mismo, al encarnarse, se hace Respuestainfinita de reparación, que resarce y adora susantidad. (16-10-74)

581. ¡Qué alegría que, aunque todos los hom-bres le dijéramos a Dios que «no», Él se hizo suHombre, y éste fue tan rico, que su «sí» superóinfinitamente los «no» de toda la humanidad!(19-1-67)

585. La muerte de Jesús fue el supremo himnode adoración de la criatura que, ante el Creador,responde en manifestación cruenta de repara-

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4 Jn 12, 32.

mente, al ofenderte, te ha hecho derramar todatu sangre por todos y cada uno de los hombres,exclamo exultante de gozo en el Espíritu Santo:

¡en bienaventuranza para mí se me ha con-vertido mi culpa por el desbordamiento del Amorinfinito, derramándose en compasión misericor-diosa sobre la bajeza de mi ruindad!, que hizoexclamar a Cristo con los brazos extendidos:

«Cuando Yo sea levantado en alto, a todoslos traeré hacia mí»4.

Por lo que nuevamente le repito: Dios de micorazón, Señor del Sacramento y mi Jesús delsagrario:

¡Gracias por haberte quedado en la Euca-ristía...!; ¡yo, hecha una con toda mi descen-dencia, te adoro!

¡Gracias, Jesús, por haberte quedado en laEucaristía…!; ¡Yo te adoramos!

¡Gracias, Jesús, por haberte quedado en la Eu-caristía...!; ¡Yo te adoro! y te agradezco, desde labajeza de mi pequeñez y la ruindad de mi mise-ria, cuanto has hecho conmigo en derramamientode amor misericordioso, lavando mi culpa de for-ma que pudiera llegar a ser, terminado el peregri-nar de esta vida, en la eternidad, en compañía detodos los ángeles y santos de Dios, bienaventura-da ante la contemplación inefable de tu vida.

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« DIOS ME CONSUELA SI SUFRO

¡Qué sería de mi vida sin mis ratos de Sagrario, donde consuelo las penas de mi pecho lacerado desahogando las honduras de mis silencios callados; donde cuento cuanto encierro, oculto y bien silenciado, reclinando mi cabeza en el pecho de mi Amado!

Él me consuela, si sufro, siempre que corro a su lado, pues sabe de mis vivencias a lo largo de los años.

Él obra cuanto contengo con su toque de taladro y en la exigencia de vida que imprime en mí su contacto.

¿Cómo se podrá vivir sin saboreos sagrados de Dios, viviendo en misterio, en encierros silenciados?

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ción diciendo al Dios tres veces santo: Tú sóloeres el que te eres, y yo sólo soy por Ti, comohombre. Y al cargar con los pecados de todos,muero en reconocimiento de tu excelencia, y re-sucito en manifestación de que soy esa mismaexcelencia por mí mismo reparada. (16-10-74)

586. El Verbo Encarnado, durante su vida mor-tal, era el Cristo penante que vivía de eternidad;y ahora es el Cristo glorioso y eterno que con-tiene también en su alma la tragedia de todoslos tiempos. Y, por eso, en la plenitud de su Sa-cerdocio, es el Cristo Grande que encierra en síel Cielo y la tierra, la eternidad y el tiempo, laDivinidad y la humanidad; siéndose Él en símismo el Glorificado y el Glorificador, el Adora-do y la Adoración, la Reparación y el Reparado.(4-4-75)

587. Jesús, en el cielo, es la Adoración in-cruenta que, en retornación de amor, respondeal Amor infinito ultrajado por sus criaturas. (16-10-74)

590. En el Sacrificio del altar, se nos da todo elcompendio apretado del misterio del Hombre-Dios en su vida, muerte y resurrección; se noshace vivir a nosotros también ese Sacrificio jun-to a Jesús, por Él y en Él para la gloria del Pa-dre y bien de todos los hombres, perpetuándo-senos en la Eucaristía la presencia real de Cristocon todo cuanto es, vive y manifiesta. (15-9-74)

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para descifrar las penas de mi caminar penando.

El fruto de mis conquistas quedó de nuevo encerrado tras las notas del silencio, perdiéndose en el pasado.

De nuevo cerró la prueba los frutos de mis trabajos. »

21-9-1974

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Mis penas son tan profundas como el silencio que guardo, riendo cuando sollozo en trágico desamparo.

Silencio de Eucaristía, trascendencia de lo humano, contacto con el Dios vivo y recuerdo del pasado…

Inéditas melodías en mi pecho destrozado de tanto clamar gimiendo ante el toque del que amo…

Secretas son mis vivencias en heridas de taladros, porque, si Dios besa, pide retorno de enamorado.

¿A quién contaré la hondura que oprimo cuando no hablo, cuando me ahoga el martirio de mi misterio encerrado?

Adoración es mi vida que responde, en don callado, al Amor de mis amores en mi sagrario apresado.

¡Encierro de mis martirios…!, abra el silencio su paso

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15-9-1974

EL CRISTO DE TODOS LOS TIEMPOS

Dios es infinitamente perfecto, y, por la per-fección de su misma naturaleza, tiene en sí, si-do, poseído y terminado, cuanto es y cuantovive en la abarcación de su eternidad.

La eternidad en Dios es el Acto infinitamen-te perfecto que, en el compendio de su abar-cación, contiene encerrada toda la capacidadpotencial de Dios en la exuberancia pletóricade su inexhaustiva perfección.

El tiempo es la posibilidad que Dios ha da-do a la criatura para realizar una cosa y llevar-la a su término. Y cuando la perfección delque lo realiza o su capacidad para realizarla esmayor, necesita de menos tiempo para consu-marla.

Dios, que es la Perfección infinita, no necesi-ta, para ser cuanto es en sí, del tiempo; porque,por la potencia de su perfección abarcadora, escapaz de ser cuanto puede ser en la realizaciónpletórica de su vida infinita, en un acto consu-mado y terminado de eterna posesión.

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3 Ef 1, 9-10. 4 Ap 22, 13. 5 Jn 13, 1.

la manifestación de ese plan y para nuestracaptación del mismo, se valiera del tiempo.

«El misterio de su voluntad es recapitular to-das las cosas en Cristo»3. «Yo soy el Alfa y laOmega, el primero y el último, el principio y elfin»4.

Cuando quiso manifestarnos su amor eter-no, se hizo Camino y, enseñándonos su Ver-dad, nos conduce palpablemente a la Vida. Ypara esto escogió el tiempo que Él creyó nece-sario a fin de que nuestra capacidad pudieracomprender el plan de su infinita misericordiaen derramamiento sobre nosotros.

Valiéndose del tiempo, se nos entregó enBelén como expresión palpable de su amor,nos enseñó con su ejemplo y su palabra, mu-rió en la cruz y resucitó, manifestándonos tam-bién que Él era la Resurrección y la Vida quenos llevaba al Seno del Padre.

Queriendo estar con nosotros cuanto durenlos siglos, se quedó en la Eucaristía como ex-presión máxima de su entrega paternal enromance de amor: «Habiendo amado a los su-yos que estaban en el mundo, los amó hasta elfin»5; y, en el día del Juicio universal, vendrá arecogernos para que contemplemos la gloriadel Hijo del Hombre en su triunfo sobre todala creación: «Volveré y os cogeré conmigo, pa-

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1 Sal 89, 2. 2 Sal 92, 2.

«Antes que naciesen los montes o fuera engendrado el orbe de la tierra, desde siempre y por siempre Tú eresDios»1.

«Tu trono está firme desde siempre, y Tú existes desde la eternidad»2.

Pues, a pesar de que Dios es infinitamentefecundo en la diversidad de sus atributos, porla plenitud de cuanto contiene, también es in-finitamente abarcado en el compendio apreta-do de su riqueza. Y así vive toda la realidad desu seerse intercomunicación trinitaria de vidaretornativa, en un acto Sapiental de AmorosaExplicación, en el misterio trascendente de sueterno silencio.

La perfección del espíritu abarca el compen-dio de todos los tiempos, más o menos, segúnla unión o participación que tengamos de laeternidad.

Cristo, en todo cuanto vive y hace, es la másperfecta imagen, como criatura, de la Perfec-ción infinita. Por lo que es capaz de conteneren sí, y en el mismo instante de la Encarna-ción, todo el plan de Dios con relación a lascriaturas, terminado y abarcado, aunque, para

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obrado con relación al mismo Dios y a loshombres.

Cuando mi pequeñito ser no sabe ni puededescifrar las grandezas que, translimitando miscapacidades, yo descubro del Eterno en su ser-se y en su actuar, caigo en adoración, y, tem-blorosa de amor, adhiriéndome a Cristo, inten-to, unida a Él, adorar, responder y glorificar aDios en la diminuta capacidad de mi peque-ñez.

Así como nuestra mente, sin ser introducidapor Dios, no puede saborear disfrutativamentela penetración del atributo de la eternidad, porestar éste infinitamente distante de la posibili-dad de nuestra captación, así tampoco pode-mos entender que Cristo, por la grandeza de superfección, como criatura creada a imagen dela eternidad y como expresión de ella misma,sea capaz de vivir en un instante el compendioapretado de su postura sacerdotal en la abar-cación completa de todo cuanto encierra, se-gún la plenitud que su Sacerdocio le dio en laEncarnación.

Cristo abarcó en su espíritu todos los tiem-pos de todos los hombres, viviendo con todosy cada uno de ellos en todas y en cada una desus circunstancias. Y así como para manifestar-nos la realidad apretada que Él contenía deamor, de entrega, de enseñanza, de donación,

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6 Jn 14, 3.

ra que donde estoy Yo, estéis también voso-tros»6.

Jesús es en sí la abarcación consumada yterminada de todo el plan divino con relaciónal hombre; siendo, ante Dios, la glorificaciónperfecta del hombre al mismo Dios, y, ante loshombres, la expresión del infinito Amor en de-rramamiento sobre ellos. Por lo que toda estarealidad que Cristo encierra, no sólo es vividapor Él, sino manifestada para que la vivamos.

En el instante de la Encarnación, el alma deCristo, por la grandeza de su perfección, fuecapaz de vivir, contener y abarcar, en la expe-riencia saboreable o dolorosa de su ser, toda supostura sacerdotal de recepción del Infinito yde respuesta en retornación al mismo Infinito;de Receptor de la donación de Dios para todoslos hombres, y de Recopilador de todos ellosen sí, siendo la Respuesta de todo lo creadoante la Santidad eterna.

No sé si podré decir, a través de mis pobre-citas palabras y de mis limitadas expresiones,el compendio apretado que mi espíritu, intro-ducido por la mano amorosa de María en elmisterio de la Encarnación, descubre de la per-fección que Cristo es en sí por la contenciónde todo el plan de Dios que, en Él y por Él, es

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7 Mt 28, 20.

de su gracia, vivo de la manera que Él vivióconmigo durante sus treinta y tres años, en lamanifestación de su gozo y de su pena, de suentrega y de su amor. Más aún, mis ratos deSagrario, en mi vida de fe, son la realización deaquel tiempo de Cristo en mi tiempo, que a míme hace capaz de vivir el tiempo de Cristo an-te mi sagrario: «Yo estoy con vosotros todos losdías hasta el fin del mundo»7.

Es tan grande la riqueza de la Iglesia, tanfuerte el poder de la gracia que, a través deella, en nosotros se realiza, que, así como en laeternidad, por la magnificencia de su plenitud,no necesitamos del tiempo ni existe la distan-cia para vivir a Dios, a pesar de ser la infinitaPerfección de inexhaustiva realidad; así, por laperfección del misterio de la Iglesia, manifesta-ción expresiva de Dios, para vivir en cualquiermomento de nuestra vida todo el compendioapretado y pletórico de la riqueza que en sícontiene, tampoco el tiempo ni la distancia sonimpedimento. Ya que el misterio que la Iglesiaencierra no es un misterio de recuerdo, sino derealidad viva y viviente que, prescindiendo deltiempo y la distancia, está remansado en su se-no para que vengamos a abrevar en sus fuen-tes como y cuando nuestra alma-Iglesia lo ne-cesite para la repletura de nuestras ansias.

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de victimación en necesidad de glorificar al Pa-dre y darse a los hombres, se valió de treinta ytres años, para trasladarse a nuestro tiempo, vi-vir con nosotros y hacernos a nosotros vivircon Él, se valió de la Iglesia, la cual, injertán-donos en Cristo, a través de la Liturgia, nos ha-ce vivir, por medio de la fe, la esperanza y lacaridad, la realidad pletórica del Verbo infinitoEncarnado, en su ser y en su obrar.

Y, en el Sacrificio del altar, se nos da todoel misterio de Cristo en su vida, muerte y resu-rrección, se nos hace vivir a nosotros tambiénese Sacrificio junto a Cristo, por Él y en Él, pa-ra la gloria del Padre y bien de todos los hom-bres, perpetuándosenos en la Eucaristía la pre-sencia real del Verbo Encarnado con todocuanto es, vive y manifiesta.

¡Oh misterio maravilloso de la perfección deCristo, que es capaz de realizar lo irrealizablepara el hombre!, haciendo posible que yo enmi tiempo, en el Sacrificio del altar, viva lo mis-mo que vivieron aquellos que estuvieron conel Verbo hecho Hombre.

Y es tan esplendorosa la donación infinitade Dios en derramamiento de amor hacia mí,que, durante todas las Misas de todo mi tiem-po, aquella realidad, misteriosamente, es obra-da para mí a través de la Liturgia. Y yo, cuan-do estoy con Jesús en el sagrario, por el poder

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8 1 Pe 2, 24. 9 Hch 10, 38.

años vivió realmente mi vida, cargando con lospecados que yo cometería después de veintesiglos y presentándose con ellos ante el Padrecomo realidad presente –«cargó con nuestrospecados en su cuerpo sobre el leño»8–, yo tam-bién, cuando injertada en Cristo me presentoante el Padre, no me presento con un Cristo derecuerdo, sino con el Cristo viviente que, en elseno de la Iglesia, al contener en su tiempo to-da mi realidad, a mí me hace vivir, en el mío,toda la suya.

Cristo vivió conmigo y yo vivo de Él. Quite-mos los siglos que separan su vida de la mía,y sólo queda su unión conmigo y mi injerciónen Él; y, hechos una cosa en el amor del Espí-ritu Santo, Él se me da a mí tal cual es en sutiempo y en el mío, y yo me doy a Él tambiénen su tiempo y en el mío con todo cuanto soy.

Cristo es el Ungido de Dios por todos los si-glos; y ese Ungido de Dios es unción plena detoda su realidad para mí en mi siglo y en mitiempo: «A Jesús de Nazaret lo ungió Dios conel Espíritu Santo y con poder»9. Lo que a mí mesepara de la posesión de la eternidad es eltiempo que me falta para encontrarla; pero, pa-ra vivir el misterio de Dios en la Iglesia, noexiste más distancia que el pecado. Desapare-cido éste, no hay impedimentos, y la vida de la

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El tiempo, como decíamos al principio, es elmedio del cual nos valemos para conseguiruna cosa; cuando lo que queremos realizar es-tá terminado en el perfeccionamiento de cuan-to es, se muestra o se da en la consumación desu perfección.

Así el misterio de Cristo, con toda su reali-dad, se mantiene en la Iglesia, terminado en suinfinita perfección, y es mostrado y comunica-do a los hombres en el tiempo o circunstanciaque cada uno de nosotros, introducidos en elseno de la misma Iglesia, necesitamos vivirlo yposeerlo.

La Iglesia es ánfora preciosa repleta de Divi-nidad, que contiene todo el misterio de Diosen sí y todo el misterio de Dios con relación anosotros, que, vivido y comunicado por Cristo,se nos hace realidad por nuestra injerción enÉl, en todos y en cada uno de los momentosde nuestra vida.

Yo, por ser Iglesia, estoy injertada en Cristoen todos y cada uno de los misterios de su vi-da, que yo vivo en mi espíritu con más o me-nos profundidad, con más o menos participa-ción, según mi fe, esperanza y caridad me lohagan presente. Y por Él estoy injertada tam-bién con el Padre y el Espíritu Santo y con to-dos los hombres de todos los tiempos.

Y así como Cristo durante sus treinta y tres

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11 Heb 1, 3; 13, 8.

Cristo recogió en su vida todos los tiemposreduciéndolos a treinta y tres años, porque Éles la capacidad abarcadora de todos ellos. Va-liéndose de sus treinta y tres años, fue y se ma-nifestó como el Cristo penante que, llegando avictimación cruenta, vivía a un mismo tiempode eternidad; y durante todos los demás tiem-pos que Él fue capaz de contener en sí por laperfección de su ser, se nos manifiesta a travésde la Liturgia como el Cristo glorioso que con-tiene en sí la victimación de su misma vida conla realidad viviente de todos los hombres.

Jesús es abarcación de todos los tiempos endiversidad de circunstancias; y así como losApóstoles le vieron cruentamente padecer, sien-do la Gloria del Padre, nosotros le vemos aho-ra gloriosamente gozar, siendo la víctima inmo-lada. Pero es un mismo Cristo, que, abarcandolos tiempos con todas sus circunstancias, se noshace presente o patente de una u otra manera,conteniendo en sí toda su riquísima realidad.

«Es el Resplandor de la gloria y la Figura desu Ser, y habiendo hecho la purificación de lospecados, se ha sentado a la derecha de la Ma-jestad de las alturas. Jesucristo es el mismo ayery hoy y para siempre»11.

Porque no podemos dudar de que, cuandoCristo se manifestó a los Apóstoles en el Tabor

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10 Col 1, 15. 18-19.

gracia me hace capaz de vivir el misterio deDios en sí y con nosotros, a través de Cristo.

Durante sus treinta y tres años, Jesús fue elCristo palpablemente penante, que, en victima-ción, vivía en su espíritu también de eternidad;y, en mi tiempo, es el Cristo glorioso que,uniéndome a Él por la fe y viniéndose a mí através de la Liturgia, me hace vivir de su victi-mación dolorosa, de su petición sangrante y desu inmolación callada.

Jesús es la Gloria infinita del Padre, por suPersona divina, y es el Adorador perfecto deesa misma Gloria, en su naturaleza humana;por lo que Él encierra en su realidad el Cielo yla tierra, la criatura y el Creador, el hombre yDios, la eternidad y el tiempo. Y, al ser Él, ensu naturaleza humana, la imagen o la expresiónmás perfecta de Dios en todos sus atributos yperfecciones, fue capaz de vivir en su espíritu,a un mismo tiempo y de un modo perfectísimo,la gloria de la eternidad y la abarcación de sumisma vida y la de todos los hombres. «Él es laImagen de Dios invisible, el Primogénito de to-da la creación… Él es el principio… Él es el pri-mero en todo, porque en Él quiso Dios que re-sidiera toda la plenitud»10.

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13 1 Cor 11, 26.

Lo que pasa es que, así como nuestra men-te no es capaz de captar que toda la realidadinfinita del infinito Ser, en el apretamiento coe-terno de la Familia Divina, sea vivida, por per-fección de su naturaleza, en un solo acto de ser,tampoco somos capaces de comprender, ni si-quiera vislumbrar, el modo espléndido con quela magnificencia de Dios nos hace vivible, cap-table y real, a través del misterio de la Iglesia,toda la vida, muerte y resurrección de Cristo.

Cuando estoy ante el sagrario, estoy conCristo tal cual es. Sé que ahora es glorioso y es-tá en el Seno del Padre viviendo conmigo todala realidad sangrante que, en su tiempo, vi-viendo Él este instante, realizó para mí. Y unasveces disfruto con su gloria, y otras sufro consu penar; con el penar que Cristo, al vivir mirealidad, mi tiempo y mis circunstancias, pade-ció; respondiéndole en la necesidad que, antesu vivir Él conmigo, yo tengo de vivir con Él;«Por eso, cada vez que coméis de este pan ybebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Se-ñor, hasta que vuelva»13.

La fe está por encima del tiempo; y la Litur-gia, enseñoreándose de todas las circuns-tancias, es tan rica y tan extensiva, que no só-lo traslada a Cristo a mi tiempo, sino que a míme traslada al suyo; por lo que la Eucaristía es

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12 Ap 5, 6.

apareciendo con la luminosidad de su gloria,no por eso dejó de ser la víctima que encerra-ba en su corazón la penante tragedia de todoslos hombres; como tampoco el día de su triun-fo universal dejará de ser el Sacerdote ofrecidoal Padre por la salvación de todos. Por lo que,cuando yo, en mis ratos de sagrario, escucho ellamento de Jesús que, penando, me pide amory reparación, no vivo de un recuerdo ni de unaimaginación pasada, sino de la realidad queCristo, con relación a mí, vivió en el tiempo desu manifestación –«Vi al Cordero de pie comodegollado»12–.

Cuando yo oro a los pies del sagrario, estoycon Cristo como es: con su vida, muerte y re-surrección, con sus tragedias y sus penas, susglorias y sus alegrías; viviéndolo en la posibi-lidad que el tiempo a mí me ha dado. Y estaposibilidad, por perfección del derramamientodel Amor infinito, me es tan real, tan total, taníntegra y tan acabada, que todo lo que aque-llos que estuvieron con Jesús vivieron en sutiempo, yo lo vivo en el mío. Lo mismo, ni unpoquito más ni un poquito menos, ya que Je-sús es el Cristo de todos los tiempos, que semanifestó en un tiempo, pero que se perpetuóen todos los siglos tal cual es por la perfecciónde su esplendidez.

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desde el fondo hasta el brocal de un pozo; qui-ta la soga, coge el cántaro con la mano, y di-me qué te separa de él.

Dios se sometió al tiempo, pero su amor in-finito fue tan grande y tan perfecto en la do-nación de su entrega, que, por medio de la Li-turgia, unió misteriosamente nuestras vidas a lade Cristo. Por lo que yo no necesito de nadapara saciar mi sed directamente en el brocaldel Chorro de la Vida, sino que abrevo en susaguas, saciándome en sus manantiales con lamisma fluidez, frescura y vitalidad que los queestuvieron con Jesús, porque yo experimentoque estoy con Cristo lo mismo que ellos, y queÉl está conmigo como con ellos. Siento el fres-cor de la Palabra infinita Encarnada, el latir desu corazón, el palpitar de su pecho, la cariciade su mirada, el quejido de su agonía, el penarde su soledad, el dolor ante la incomprensiónde los que no le quieren recibir...; y escucho,en la amargura de mi pecho dolorido, los lati-gazos de los azotes, el crujir de la coronaciónde espinas, la desolación de la traición de Ju-das. ¡Qué vivirá Cristo que yo no viva con Él,prescindiendo del tiempo, en el compendioapretado de su perfección y en la captación demi amor que, en respuesta, se entrega comopuede...!

El tiempo no es más que una burlona car-cajada que intenta destruir y dejar sólo en el

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una expresión viviente del Sintiempo, en mani-festación de amor eterno a los hombres.

Aquel tiempo contuvo a Cristo victimadopalpablemente, viviendo de eternidad; y estetiempo a mí me da a Cristo glorioso siendo laVíctima inmaculada. Y cuando yo, por laperfección abarcadora de mi vida de fe, pararecibir el misterio de Cristo, me pongo frente aÉl, prescindo del tiempo y, mirándole de hitoen hito, vivo cuanto es, en la manera pequeñi-ta que mi capacidad me da; pero más o menosabarcadoramente, más o menos realmente, se-gún la participación que la vida de la gracia amí me proporciona en vivencia saboreable delos misterios de Dios.

Una vez que yo he comprendido, en mi mo-do pequeñito de captar, algo de la excelenciade la eternidad, y algo también de la perfec-ción expresiva de Cristo manifestando el atri-buto de la eternidad en su manera de dárse-nos, para mí el tiempo ha pasado a ser comoel eco que una campana podría dejar despuésde su reteñir. No existe el tiempo para mí; só-lo existe Dios y su plan, viviendo Él su reali-dad conmigo y yo mi realidad con Él.

Alma querida, quita de tu captación, en lamanera que puedas, todo lo que te separe dela vida de Cristo. Corta el tiempo, si puedes, entu imaginación, como cortarías la soga que va

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15 Gál 2, 20.

vive con Él y en Él todo el misterio de su vida,muerte y resurrección, junto con todos loshombres que, injertados en Cristo, son miem-bros suyos; los cuales, a su vez, misteriosa-mente unidos con las otras almas, poseen todaesta gran maravilla y esplendorosa realidad.¡Qué grande es ser Iglesia y qué pocos lo sa-ben!

Cuando Cristo me une a Él por el misteriode la Encarnación en su tiempo, y se une a míen el mío a través del bautismo, al quedar in-jertada en Él, paso a ser miembro de su Cuer-po, del que Él es Cabeza; desapareciendo, porla vida de gracia, los impedimentos del tiempopara vivir la realidad del Sumo y Eterno Sacer-dote en la plenitud de cuanto es, vive y mani-fiesta.

Pero aún más. Cuando soy consciente de mirealidad, siento en mí los dolores de Cristo queme crucifican, el abandono de su Getsemaní,pasando a ser su vida mi vida; por lo que sussentimientos, sus apetencias, sus urgencias yaun sus glorias, pasan participativamente a lamédula de mi corazón, pudiendo decir con SanPablo: «Vivo yo, pero no yo, es Cristo quien vi-ve en mí»15. Él vive en mí y yo en Él. Por eso,su gloria es mi gloria, su pena es mi morir, e,impregnada del palpitar de la Iglesia, que, en

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14 Ef 1, 23.

recuerdo la realidad viva y viviente de lamanifestación palpable del amor infinito deDios para con el hombre, que, en todos y encada uno de los momentos de nuestra vida, senos da en el seno de la Iglesia por la fuerza desu poder.

Jesús, en el sagrario, es el Cristo del Padreque contiene en sí el Cielo y la tierra, lo divi-no y lo humano, la vida y hasta la muerte, elgozo y el dolor; y eso lo es para mí tal comolo es en la manera riquísima y esplendorosa,magnífica y espléndida que Él tiene por la per-fección apretada de su contención de ser, «Élque es la plenitud en todo y por todo«14.

En mis ratos de Sagrario, junto a las «puer-tas de la eternidad», se me muestra la Gloriadel Padre, la Figura de la sustancia del Eternoen Expresión cantora, que es el Verbo. Y enmis ratos de Sagrario también, junto a las«puertas de la eternidad», por la manifestacióndel esplendor de la gloria de Dios, se me daCristo penante y sufriendo, reclamando mi co-razón para apagar su sed, pidiéndome mi en-trega para calmar sus ansias, y diciéndome suspenares para que le consuele.

El alma-Iglesia es tan grande, ¡tanto, tanto!,que, por su injerción en el Sumo y EternoSacerdote, como miembro del Cuerpo Místico,

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¡Ay si los hombres viviéramos de Dios..., sitrascendiéramos los conceptos creados..., si sa-boreáramos los eternos, haciéndonos capacesde captar la trascendente trascendencia de to-dos ellos...!

¿A ver dónde hay criatura, tiempo ni distan-cia que pueda separarme a mí ni un ápice delVerbo infinito Encarnado, en cuanto es, vive yrealiza? Sólo mi «no» al plan divino abriría unadistancia y tal vez un abismo insondable entreÉl y yo; pero, en la medida que soy adhesiónlo más perfectamente que puedo al derrama-miento infinito de su divina voluntad sobre mí,en esa misma medida Él y yo somos uno en launión del Espíritu Santo.

Alma querida, cualquiera que seas dentrodel seno anchuroso de la santa Madre Iglesia,vive tu realidad de miembro del Cuerpo místi-co de Cristo, asimila todos los movimientos delalma de Jesús, y ten la seguridad de que, en elcompendio apretado que te da tu ser de Igle-sia, irás descubriendo la sencillez aplastante,vivificadora y captable de todo el plan de Dios,a través de Cristo, para con el hombre.

Yo me siento el «Eco de la Iglesia mía«, por-que todo el palpitar de su corazón –que esCristo viviendo con ella– es recogido en mi pe-cho y repetido en la diminuta capacidad de mivibración por el impulso del Amor infinito,

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16 Jn 17, 22-23.

el compendio de todos sus miembros, es elCuerpo místico de Cristo, necesito ser eucaris-tía, acción de gracias, adoración a Dios, dona-ción a todos los hombres para ser comida portodos, hambreando ser toda para todos y quetodos seamos uno en la caridad del mismo Es-píritu Santo.

Y así como, para participar de las divinasPersonas, yo no tengo que ir a la eternidad,porque Dios se vino conmigo introduciéndomeen Él, que es la Eternidad, así, para vivir a Cris-to, yo no necesito trasladarme a sus treinta ytres años, porque Él, superando el tiempo pormedio del misterio de la Iglesia, se vino a mícon todo el compendio apretado de su realidadmisteriosa.

¿Dónde hay un alma que el tiempo sea ca-paz de separarla de mí? El espíritu, unido aDios, es abarcador de todas estas realidades;por lo que, en la participación del mismo Infi-nito, yo estoy en el seno de Dios, viviendo conCristo en la unión del Espíritu Santo, con todoslos hombres.

«Yo les he dado la gloria que Tú me diste,para que sean uno, como nosotros lo somos:Yo en ellos y Tú en mí, para que sean com-pletamente uno»16.

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1 Con este signo se indica la supresión de trozos más o me-nos amplios que no se juzga oportuno publicar en vidade la autora.

10-9-1976

ES MI VIDA BUSCAR AL AMOR

SIN CANSARME

Yo te busco en mis ansias de amar, mi Se-ñor, porque anhelo tenerte sin velos, en tu en-traña; descansando en tu pecho bendito en misnoches, que son largas, profundas, secretas, ca-lladas…

Si el silencio me envuelve, mi Dueño, yo tellamo en mi hondura en tu seno, y te encuentro.

¡Es tan dulce tu voz en mi oído, con can-dentes palabras…!

¡Es tu rostro sereno, tan divino y sagrado,sin saberlo expresar con mi acento…!

Si apercibo tu paso, cuando vienes a mícautivado, se me encienden mis fuegos en ro-mances lacrados.

Amador de mi vida, si en la herida sangran-te de tu pecho, reposo contigo […]1, adorante,

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que, siendo mi Esposo divino, me hace rompertambién, como fruto de su amor, en derrama-miento de maternidad espiritual.

Hijo de mi alma-Iglesia, escucha el gemidode mi corazón: entra en la profundidad pro-funda del pecho de Cristo, recibe el palpitar desu doloroso Getsemaní prescindiendo del tiem-po y circunstancias que te rodean. Porque pa-ra el cristiano, en la dimensión de su capaci-dad, no existe el tiempo ni la distancia, siendo,con Cristo, universal, a imagen y reflejo de laperfección de Dios que manifiesta el atributode la eternidad en Cristo, y que, por Él y en Él,lo hace repercutir en todos sus miembros.

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¡Sapiental Expresión pronunciabas, ¡oh Padre!,en tu sola Palabra de divinos cantares…!

¡Qué romances más dulces yo escuché entus umbrales…!: Melodías eternas en fluyentesamores de filial complacencia, ¡triunfales!

¡Oh qué Amor resurgía en besar de Coeter-no, en descanso amoroso de Familia, en un Be-so…!

¡Ya no importa si quedo en silencio aquíabajo; pues, después de saberte en tu alteza,he quedado transida, esperando, sin cansarmeen mis penas, que me lleves, en el día de tueterno querer, allí dentro, de nuevo.

Si me acerco al sagrario y te miro jadeanteen nostalgias de amores, Tú me invitas quedescanse contigo, mi Eterno; y allí oigo la mis-ma Armonía que, en divinos acentos, refulgen-te de gloria, yo viviera en mis días de cielo…

Y si miro a mi Cristo llagado, en la cruz poramores muriendo, yo comprendo que Él es laGloria de Respuesta adecuada al Excelso, res-pondiendo a la Alteza infinita desde el suelo…

Y apercibo también que el Amor me recla-ma muriendo: que me entregue, sin nada que-rer, sin buscar más que ser a su lado, «así» unacon Él, como Iglesia que clama en destierro.

Es mi Iglesia el Cristo bendito de todos lostiempos, abarcando en su seno a Dios mismo

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complacido me miras, porque «así» Tú me pi-des que me acerque al sagrario, a Ti unida.

Yo te busco en mis horas calladas y carga-das de dones, y te llamo en ternuras de dulcesclamores; y me enciendo en nostalgias, queson peticiones de encuentros, en besares degloria con la luz de tus Soles.

Muchas veces te oí, Luchador de conquistascargado, pronunciar en mi alma tus palabraseternas, exigiendo mi don sin mirarlo; sin pen-sar cuál sea éste, si me gusta o me cuesta lo-grarlo…

¡Tú no pides, mi Dueño, más que aquelloque das en amor entregado!

Si me acerco a tu seno bendito, en la excel-sa morada de tu alteza infinita, Tú te inclinas amí; y allí dentro, desde el Sancta Sanctórumde tu inmensa excelencia, me reclamas que en-tre en tu Seno, apoyada en tu fuerza; y memuestras misterios que no es dado saber ahombre alguno, sin subir a la altura intangiblede tu ser, en lumbreras coeternas de excelentessecretos…

Al océano excelso de tu inmenso poder mellevaste, sin saber cómo fue, tras un vuelo.

Y allí supe, sin maneras de acá, con tu mo-do de allá, el profundo saber de tu encierro:

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que a Dios, sin buscar más que serle descansoy consuelo.

Soy feliz en mi espera, porque vivo «así»donde quiero; ya que sólo deseo estar siempreen el centro del querer de mi Sol, ¡aunque seaen destierro…!

Si le llamo, me responde; si le busco, le en-cuentro; si me lanzo hacia el Ser, Él me aden-tra en su seno; y si vengo al Sagrario o a miCristo en la cruz, ¡siempre alcanzo al que es-pero…!

Y si llamo a mi Madre con ternuras inéditas,cual lo haría el pequeño, me acurruca en suentraña y me dice, con palabras cadentes deprofundos acentos, que Ella es Madre al serVirgen y por serlo, en el Beso infinito que, enarrullos de amores, le ha dado el Dios bueno.

Hoy mi espera es pedir y tener, es buscar yencontrar en nostalgias descansando en la lu-cha de mi largo trayecto; porque Dios es miTodo, y, al tenerlo en su vida, yo apetezco suencuentro en el modo silente que, en clamores,le llamo y le tengo.

¡Amador de mis dones, el buscarte, con mimodo de ser, es encuentro…!

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y a todos los hombres, en un modo tan bello,que, en romances de eternas conquistas, merepite, en las notas que envuelve el misterio, elvivir del Dios vivo, por amores reventando deamor, y colgado muriendo.

Si te busco, mi Dios, yo te encuentro tam-bién, con honduras secretas de divinos ensue-ños, allí dentro en el seno materno de la Virgenbendita; que, de tanto ser Virgen, fue besada ensu entraña con un Beso tan bueno, divino yeterno, que la hizo ser Madre del Ungido deDios; al cual Ella le llama ¡Hijo mío!, con plenoderecho.

Es mi vida buscar sin cansarme, esperando,transida en mis vuelos, los encuentros de tier-nos amores que al azar se me dan cuando me-nos lo pienso.

Mi vivir es llamar en anhelos cargados y se-llados por hondos silencios; y es saber que meescucha el Dios vivo y se inclina hacia mí, pa-ra alzarme hacia Él, abajando su alteza hasta elsuelo…

Y temblando de amores, conociendo el mis-terio, lloro y río, en contrastes cargados, en mimarcha hacia el cielo.

Soy extraña y distinta de todos aquellos quecaminan conmigo hechos uno, sin querer más

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1 Gál 2, 20.

Del libro «Frutos de oración»

991. Yo me siento más Iglesia que alma y másalma que cuerpo, experimentando en lo pro-fundo de mi interior como una nueva vida quefluye del pecho de Dios a mi espíritu; vida queme hace exclamar con el Apóstol: «Vivo yo,mas no yo, es Cristo quien vive en mí»1. (25-4-78)

992. Por ser miembro del Cuerpo Místico ensaboreo de Iglesia fecunda, experimento cómomi vivir es Cristo y Éste crucificado; siendo Élla Palabra que me enseña, el Camino que meconduce y la Verdad que me penetra. (25-4-78)

994. La vida de Dios es una comunicaciónamorosa de mutuo entendimiento sabroso enbeso de amor. (13-11-78)

995. Nuestra unión con Cristo exige que pensemos y actuemos como Él; y sólo en lamedida que vamos incorporando su vivir, Éldescansa en la compenetración de nuestro en-tendimiento con el suyo. (29-4-73)

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infinitud de atributos y capacidad de serlo.

Cuando mi alma pequeña penetra el Serse en su seno, comprende, sin comprender, en sencillo entendimiento, las grandezas del que Es en la eternidad sin tiempo, por tener su subsistencia en sí mismo y sin esfuerzo.

¡¡Señorío del Seyente!! que abarca, en un solo tiempo, cuanto es y cuanto puede, cuanto sabe y cuanto quiere, en un solo pensamiento…

¡Qué grande comprendo hoy el Sagrario en su misterio, Jesús clavado en la cruz, la Encarnación entre velos, María, Madre de Dios, criatura de este suelo...!

¡Qué grande aparece el Ser, al poder, por su poder, de tanto serse el Excelso, ser criatura, ser Pan, y, en el seno de María, constituirse su cielo!

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« PLENITUD DE ASCENDIMIENTO

En mi pobre comprender, barrunto, tras el Misterio, grandezas insospechadas, plenitud de ascendimiento en la eterna posesión del Seyente en sus adentros.

Entiendo, sin entender, con mi pequeño concepto, el inmenso proceder del Infinito y Eterno.

Mientras más grande concibo la plenitud del Coeterno, más me gozo ante el Sagrario al mirar su abajamiento.

Dios es grande por su serse de inexhaustivo portento, que puede ser cuanto quiere –y su querer es eterno–, que no necesita cosas, ni criaturas, ni tiempo para serse de por sí su subsistente Misterio.

Dios posee su porqué, teniéndose, en su seerlo,

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ceta: la gloria de Dios y la extensión de su Rei-no. (15-10-74)

1.005. Cuando estoy en la cruz, estoy conCristo; cuando estoy en el Tabor, estoy con Él;y, como mi vivir es Cristo y mi palpitar, su vo-luntad, siempre y en cada momento soy feliz;porque teniéndole a Él, tengo cuanto pudieranecesitar en la gran dimensión universal de mialma-Iglesia. (15-10-74)

« ¿POR QUÉ ASÍ?

Un día yo sentí que me llamabas por mi nombre; y en mi ser se imprimió tu Palabra, que era eterna. Te busqué en mi vida solitaria, y te encontré. Tu Beso se incrustó en mí para siempre, y me fecundizó.

Me sentí madre de innumerables almas para tu gloria. Tu luz inundaba toda mi vida en tu fuego, y, en tus delicias, yo me recreaba en el día.

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Secretos de eterno Ser, que puede, porque es Inmenso, ser Dios y Hombre a la vez, ¡portento de los portentos! Hay que saber lo que es Dios, para intuir lo que es esto.

¡El Eterno que se encarna!, silencio de ascendimiento, ¡María, Madre de Dios! ¡Y yo, que intuyo el porqué de estos ocultos misterios...!

¡¡Ratos grandes de Sagrario ante las puertas del cielo!! »

28-5-1974

«Frutos de oración»

1.001. La cruz es el gran misterio de toda mivida. ¡Pero yo amo a mi Cristo, y a Éste cruci-ficado, y sé bien dónde y cómo me espera entodo y siempre! (13-11-76)

1.003. Mi alma-Iglesia necesita ser Cristo; porlo que, en la asimilación de su vida, vivo de suvivir frente a Dios, gozándome en la infinitasantidad del Coeterno, y victimándome con Él,por Él y en Él, en la dimensión de su doble fa-

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Si eres Tú, mi Señor, si eres Tú, ¡yo te espero serena y tranquila! »

12-9-1966

«Frutos de oración»

1.008. Por estar injertada en Cristo, estoy lla-mada a cantar con Él su canción eterna, y porÉl y en Él, a vivir con el Padre y el EspírituSanto en la congregación de los hijos de Dios.(14-4-67)

1.009. El alma-Iglesia tiene la misma vida ymisión universal que Jesús: dar la vida divina atodas las almas de todos los pueblos y de to-dos los tiempos. (31-11-63)

1.018. Mi canción es amor que va del seno delPadre al Verbo, y del Verbo al Padre; y en losdos me abraso en el Espíritu Santo. Mi canciónes amor que va de Dios a Cristo y de Cristo aMaría. Mi canción es amor que va de Jesús alos hombres, con corazón de Iglesia y amor deEspíritu Santo. (20-9-74)

1.023. Yo soy «el Eco» de la Iglesia mía, queha de estar siempre repitiendo la Voz que en sírecibe; Voz que la Iglesia tiene en su seno, quees el Verbo. Por eso yo no necesito ni tengo

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Pero se hizo de noche y con tormenta, que estremece. Te busqué en tu luz y en tu fuego, ¡y no estabas! Te llamé por tu nombre eterno, ¡y no me respondiste! Cayó la granizada y, con su hielo, quedé helada. Gimo por el día del encuentro, ¡y no llega!

Y hoy quiero preguntarte: ¿por qué, Amor?, y ¿hasta cuándo así…? »

26-4-1967

« ¿ERES TÚ…?

¿Eres Tú el que envuelve mi noche? ¿Eres Tú el que ambientas mi vida?

¿Eres Tú?

¿Eres Tú el que alargas mi espera? ¿Eres Tú el que pides mi lucha?

¿Eres Tú?

¿Eres Tú quien prolonga mi prueba? ¿Eres Tú quien alarga mis días?

¿Eres Tú?

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17-9-1972

ECO DE LA IGLESIA

Son tus peticiones en mi pecho herido, co-mo requemores que, en tiernos quejidos, pe-netran la hondura de mi corazón…

Oigo tus lamentos, cual volcán abierto, queme manifiestan su desolación… Escucho rumo-res…, lamentos de angustia…, abandonos len-tos…, honda inmolación…

¡Es la Iglesia mía que, envuelta en sus pe-nas, descubre a mi alma, cual Madre amorosa,la llenura inmensa de su gran misión…!

¡Oh, si yo pudiera romper la apretura y lasestrechuras de mi seno herido por los alaridosque envuelvo en sollozos y oculto en la hon-dura de mi corazón…!

Dios se ha convertido dentro de mi pechoen quejidos hondos de una petición. Secreta essu habla y tierno su acento, ¡pero es taladrantecual hierro punzante, hiriendo mi entraña encauterio lento de una inmolación!

Son sus peticiones palabras ocultas, son des-cubrimientos de sus pensamientos y del planinmenso de la Redención… Son sabiduría sus

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nada nuevo que decir o enseñar, no; yo sólosoy «el Eco”, que se deja oír en repercusión,del canto de la Iglesia. (20-4-64)

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1 Heb 10, 31.

Quisiera expresar mis ansias, decir mis cla-mores, manifestar de algún modo esta apreturaapretada que aprisiona fuertemente la médulade mi espíritu…

Quisiera romper las cadenas que oprimen mialma; dar libertad a la palabra abrasadora que,en cauterios de fuego, encierro en mi ser…

Quisiera, ¡si pudiera!, romper en cantaresque son alaridos de la petición del Amor in-menso; alaridos hondos en clamores de fuego,que expresaran la amargura torturante de micorazón lacerado por la petición avasalladoradel inmenso Poder…

«¡Ay de aquel que cae en las manos del Diosvivo»1, y es escogido para proclamar los ardo-res inmensos de su petición…!

¡Ay de aquel que reciba el impulso avasalla-dor, infinito y eterno, de la llama encendida dela Boca de Yahvé, y aperciba palabras eternasen comunicación de Amigo…, y sea escogidopara ser el receptor en la tierra de los misteriosdel Eterno…!

¡Ay del que descubra los misterios del In-menso, y sea enviado por el infinito Poder acomunicarlos, como manifestación de la Can-ción cantora del Verbo entre los hombres…!

¡Ay del que oprime en su pecho los secretosdel Amor…! ¡Ay de aquel que, ante la llenura

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tiernos cauterios, que llenan la hondura de miseno abierto, en coloquios tiernos que son pe-tición.

¡Ay, si yo expresara de alguna manera estasresecuras de mi contención…! ¡Ay, si yo dijeracon mis expresiones la apretura inmensa queenvuelvo en dolor y, en silencio, oculto, bajomi clamor…!

Es mi seno herido cual volcán abierto y cualmanantiales que se desbordaran fluyendo enamor.

Son las cataratas de mi pecho en celos ¡tanincontenibles!, ¡tan irresistibles!, que vivo mu-riendo por los cautiverios de un quedo clamor.

Es Palabra dulce y en tiernos coloquios lavoz del Eterno; ¡pero es tan punzante la sabi-duría de su Explicación!, que hoy, en resecurapor sus manantiales, se abrasa mi entraña conel fuego inmenso del poder de Dios.

Él pide en silencio con clamor punzante,con cauterios hondos, cual volcán abierto porel celo herido de su corazón.

¡Calla, alma querida!, ¡no intentes de nuevorasgar los secretos de tu inmolación!

Si el silencio es vida que envuelve el miste-rio, ¡¿qué importa que el hombre no entiendatu don…?!

¡Calla, alma querida!, vive en tu silencio só-lo para Dios…

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to para depositarles el mensaje sangrante de mimisión…

Y por eso, mi inmolación, mi silencio, mitortura, mis clamores, mis apetencias, mis ful-gores, mis expresiones, mis manifestacionesson cada día más cerradas, más sangrantes,más hirientes, más envueltas en el misterio.

Y por ello, tal vez, me encuentre más in-comprendida, camine más sola, más desterra-da; me experimente más inmolada y más es-condida, con más ansias de eternidad ante lapetición clamorosa del Amor eterno, que seconvierte dentro de mi ser en tortura de silen-cio, de desprecio por parte de los que no sonÉl, y de espera…

Siempre, cuando intento expresar mis ansiasy manifestar de alguna manera las luces pro-fundas de mis pensamientos, más triste mequedo, más sin exponerlo…;

¡más honda es la herida de mi cautiverio!,¡más sangrando en llaga!, y en más apretura ca-mino en la vida hacia el Día eterno…

Dios sabe las ansias de mi pecho abierto, ylos alaridos que contengo hundidos tras de mislamentos…; conoce las penas que envuelvo enmi acento y mis expresiones, aunque esté ensilencio…

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del que Es, del que se Es de por sí el eternoSeyente, se siente trasbordado, superado, trans-limitado y sin poder contener la repletura in-sondable del Inmenso en su pequeñito cora-zón…!

¡Ay de aquél…! ¡Ay de aquél…!

¡Si yo expresara lo que es la llenura cons-tante, profunda, prolongada, penetrante, hirien-te, taladrante, torturante y rebosante de la infi-nitud del Ser, en petición de manifestación alos que, teniendo ojos, no ven, teniendo oídos,no oyen, teniendo sentidos, no palpan…!

¡Si manifestara el apretamiento apretado delvolcán cerrado que vivo en mi hondura…! ¡Siyo descifrara de algún modo la inmolación san-grante de mi seno oprimido…!

¡Si pudiera deletrear, o al menos dejar tras-lucir, los martirios de mi silencio ante la peti-ción constante del Amor, que me impele conpoderío eterno a lanzar mi canción de Iglesiaviva y palpitante, a romper en expresiones, adescribir, a manifestar los secretos de la eternaSabiduría, comunicados día tras día, años trasaños, al «Eco» palpitante de su canción san-grante…!

¡Pero no…! Porque no tengo palabras paradecir mis volcanes…; porque no encuentro ma-nera de romper con mis silencios…; porque nodescubro los corazones abiertos que yo necesi-

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Modos que son vida, aunque sean muerte ome sean cielos… ¡Modos tan distintos!, ¡modostan diversos, que es Cristo glorioso y es Cristomuriendo, en las realidades de su plan eter-no…!

Y así, en mis maneras, voy manifestando,porque soy el «Eco», los penares hondos de laIglesia mía, de Cristo muriendo, y las clarida-des de su triunfo inmenso…

¡Soy «Eco de Iglesia»!, y por ello encierro, enlas requemuras de mi ardiente anhelo, vocesdel Dios vivo, clamores de infierno, martiriosde muerte y glorias de cielo.

Soy el «Eco» herido de la Iglesia en duelo,que expreso sus ansias del modo que puedo, ycanto sus glorias dentro de mi seno en paso deDios y en beso de Inmenso…

¡Soy «Eco» de Iglesia…! ¡Qué misterio encie-rro…!

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¡Él sabe que muero tras las peticiones de suspensamientos, que son cual saetas que vantraspasando las profundidades de mi entrañaherida, de mi pecho en celos!

Mas, cuando Dios pasa y le siento en beso,en caricias dulces y en coloquios tiernos; todosmis penares quedan impregnados con las clari-dades de un presentimiento…

¡Son presuntos dulces su paso en mi seno,que me hablan de gloria, que me hablan decielo, dejándome llena en gozos inmensos!

Y así vago en vida entre los clamores cru-jientes en celos; que son poderíos del poderpotente de Dios; que son fuegos, que son pe-ticiones, que son requemores y que son volca-nes en grietas abiertos…

Pero a un mismo tiempo, cuando la apretu-ra de mi pecho herido me pone muriendo,Dios, cual Padre bueno, se me manifiesta enbeso amoroso en los manantiales y las refres-curas de su amor eterno. Y entonces mis penasse truecan en gozos, en días de gloria, en lu-ces de cielo, en soles de vida y en festín deEterno…

Por eso, en contrastes, vago en mi destierro,viviendo los modos que el Amor imprime den-tro de mi pecho.

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