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HISTORIA SOCIAL DE LA EDAD MODERNA Plan de trabajo y orientaciones para su desarrollo. I.- Plan de trabajo. II .- Desarrollo del plan de trabajo. a..- Cronograma de lecturas y estudio. b.- Trabajos de evaluación. III.- Orientaciones para el estudio. Equipo docente: Sánchez Belén, Juan Antonio. [email protected] 913986784

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HISTORIA SOCIAL DE LA EDAD MODERNA Plan de trabajo y orientaciones para su desarrollo.

I.- Plan de trabajo. II .- Desarrollo del plan de trabajo.

a..- Cronograma de lecturas y estudio. b.- Trabajos de evaluación.

III.- Orientaciones para el estudio.

Equipo docente: Sánchez Belén, Juan Antonio. [email protected] 913986784

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I.- Plan de Trabajo. Se entiende que las horas de trabajo por semana son 10 y que el cuatrimestre está constituido por 15 semanas lectivas: a.- Distribución por actividades de las 125 horas de trabajo:

Metodología docente: Distribución horas de trabajo.

Actividad Horas de Trabajo Lecturas y estudio Preparación trabajos de evaluación.

105 20

Total horas: 125 b.- Cronograma de actividades: Semana Temas Horas lectura

y estudio:

Preparación y redacción de trabajos.

1 Tema 1 8 1 2- Tema 2 8 1 3. Tema 3 8 1 4. Tema 4 8 1 5. Tema 5 8 1 6. Tema 6 8 1 7. 4 8. Tema 7 8 1 9. Tema 8 8 1 10 Tema 9 8 1 11 Tema 10 8 1 12 Tema 11 8 1 13 Tema 12 8 1 14 4 15 9

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II.- Desarrollo Plan de Trabajo: a.- Cronograma lecturas y estudio: Semana Horas Tema Lecturas obligatorias

.1 8 1 A. Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Ariel, 2007, caps. 10 (J. Pla Alberola, “Crecimiento demográfico y expansión económica”, pero sólo el apartado 1, “Los efectivos humanos y su evolución en una fase de crecimiento”, pp. 243-257) L. Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006. caps. 1 (Manuel Martín Galán, “El régimen demográfico”, pp. 23-54); y 6 (Antonio Cabezas Rodríguez, “La expansión demográfica del largo siglo XVI. El siglo de la ciudad. La sociedad”, pp. 153-179.)

2. 8 2 L. Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006. caps 4 (R. Benítez Sánchez-Blanco, “Los poderes inmediatos”, pp.105-123) y 5 (T. Egido, “Del mundo sacralizado a la secularización. Religión y culturas”, pp. 125-149.)

3 8 3

A. Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Ariel, 2007, cap. 11 (Pere Molas Ribalta, “Los cambios sociales”, pp. 269-279). L. Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Actas (Madrid) 2006, caps. 3 (Pere Molas Ribalta, “La sociedad estamental”, pp. 83-103) y 6 (Antonio Cabezas Rodríguez, “La expansión demográfica del largo siglo XVI. El siglo de la ciudad. La sociedad”, en particular los epígrafes 2 y 3, pp. 162-179).

4 8 4

L. Ribot (coord.), Historia del Mundo Moderno, Madrid (Actas), 2006, cap.11 (Pere Molas Ribalta, “Los cambios sociales”, pp. 269-279). A. Floristán (coord.), Historia Moderna Universal, Ariel (Barcelona) 2007, caps. 3 (Pere Molas Ribalta, “La sociedad estamental”, pp. 83-103) y 6 (Antonio Cabezas Rodríguez, “La expansión demográfica del largo siglo XVI. El siglo de la ciudad. La sociedad”, en particular los epígrafes 2 y 3 pp. 162-179).

5 8 5 A. Floristán (coord.), Historia Moderna Universal, Ariel, Barcelona, 2007, cap. 21 (Ricardo Franch Benavent con el título “Crisis y transformaciones en la población y la economía europea del siglo XVII”, pp. 489-513) L. Ribot (coord.), Historia del Mundo Moderno,

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Madrid, Actas, 2006. cap. 12 (J. M. Palop Ramos, “La crisis del siglo XVII”, pp. 317-342).

6 8 6 L. Ribot (coord.), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 12 (J. M. Palop Ramos, “La crisis del siglo XVII”, pp. 317-342). A. Floristán (coord.), Historia Moderna niversal, Ariel, Barcelona, 2007, cap. 21 (Ricardo Franch Benavent, “Crisis y transformaciones en la población y la economía europea del siglo XVII”, pp. 489-513)

8 8 7 A. Floristán (Coord.), Historia Moderna Universal, Barcelona, Ariel, 2007, caps. 21 (Ricardo Franch Benavent, “Crisis y transformaciones en la población y la economía europea del siglo XVII”, pp. 489-513) y 22 (Miguel Rodríguez Cancho, “Cambios y tensiones sociales en el siglo XVII”, pp. 516-528) L. Ribot García (Coord.), Historia del mundo moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 12 (J. M. Palop Ramos, “La crisis del siglo XVII”, pp. 317-342)

9 8 8 A. Floristán (Coord.), Historia Moderna Universal, Barcelona, Ariel, 2007, cap. 22 (Miguel Rodríguez Cancho, “Cambios y tensiones sociales en el siglo XVII”, pp. 516-528) L. Ribot García (Coord.), Historia del mundo moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 12 (J. M. Palop Ramos, “La crisis del siglo XVII”, pp. 317-342)

10 8 9 Alfredo Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Editorial Ariel, 2007, cap. 30 (Rafael Torres Sánchez, “El despegue económico de Europa en el siglo XVII”, apartado 1.1, pp. 684-686). Luis Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 16 (Enrique Giménez López, “Demografía y sociedad”, pp. 443-465, fundamentalmente las pp. 443-454).

11 8 10 A. Floristán (Coord.), Historia Moderna Universal, Barcelona, Ariel, 2007, cap. 31 (Agustín González Enciso, “Las transformaciones de la sociedad en el siglo XVIII”, apartados 2 y 3, pp. 714-718). L. Ribot García (Coord.), Historia del mundo moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 16 (Enrique Giménez López, “Demografía y sociedad”, fundamentalmente las pp. 455-459)

12 8 11 A. Floristán (Coord.), Historia Moderna Universal, Barcelona, Ariel, 2007, cap. 31 (Agustín González Enciso, “Las transformaciones de la

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sociedad en el siglo XVIII”, apartados 2 y 3, pp. 714-718). L. Ribot García (Coord.), Historia del mundo moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 16 (Enrique Giménez López, “Demografía y sociedad”, fundamentalmente las pp. 455-459

13 8 12 A. Floristán (Coord.), Historia Moderna Universal, Barcelona, Ariel, 2007, cap. 31 (Agustín González Enciso, “Las transformaciones de la sociedad en el siglo XVIII”, pp. 734-736).

b.- Trabajos de evaluación. Abreviaturas: PD: Pregunta de desarrollo CB: Cuestión breve AE: Autoevaluación (ejercicios de) EC: Evaluación continua. Los ejercicios de autoevaluación son absolutamente voluntarios. No se entregan para su corrección ni al tutor ni al equipo docente y no influyen en la calificación. Sirven exclusivamente como complemento del aprendizaje del alumno, para que pueda comprobar la evolución de sus conocimientos y para familiarizarle con el tipo de temas y preguntas que habrá de responder en el examen. Los ejercicios de evaluación continua son obligatorios para los alumnos que se acojan a esta modalidad. Las pruebas se realizarán en la semanas 7ª y 14ª y serán evaluadas por los profesores tutores de los Centros Asociados. En caso de superarlas, su calificación supondrá hasta un diez por ciento de la calificación final de la asignatura, si bien solo se tendrá en cuenta en el caso de que el alumno apruebe la prueba presencial. Semana Tema Contenido Tipo

1 1 PD: Distribución de la población europea en el siglo XVI CB: ¿Cuáles son las características de la demografía antigua”? CB: ¿Qué son los registros parroquiales o sacramentales?

AE

2 2 PD: Modelos de familias. Sus características CB: ¿En qué consiste el método de reconstrucción de familias? CB: Definición de señorío CB: Funciones de las cofradías

AE

3 3 PD: Definición y composición de la sociedad estamental

AE

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CB: Privilegios del estamento nobiliario CB: Definición de clero secular y su composición

4 4 PD: Tipología de las revueltas populares en el siglo XVI CB: ¿Qué es un yeomen? CB: Características del bandolerismo

AE

5 5 PD: Explique los factores que propiciaron el crecimiento comercial y financiero de Holanda en el siglo XVII CB: ¿Qué es el comercio triangular? CB: ¿Qué son las Actas de navegación inglesas?

AE

6 6 PD: Establezca los factores que incidieron en el estancamiento demográfico del siglo XVII CB: ¿Qué es la tasa de mortalidad? CB: ¿Qué es el celibato?

AE

7 1-6 CB: ¿Características de la sociedad estamental? CB: Definir tasas de mortalidad, nupcialidad y natalidad CB: Definición de señorío CB: Modelos de familia en la época moderna PD: Comentario del texto de Martín González de Cellorigo que se reproduce en las páginas 6 y 7.

EC

8 7 PD: Describa el impacto de la crisis del siglo XVII entre los diversos estamentos sociales CB: ¿qué fenómeno se conoce con la “segunda servidumbre de la gleba”? CB: ¿qué es el domestic system? CB: ¿Qué son los gremios?

AE

9 8 PD: Establezca los factores económicos y sociales que propiciaron las revueltas campesinas en el siglo XVII CB: ¿Qué fueron las “frondas” en Francia CB: ¿Qué fueron los Croquants y los Nu-Pieds? CB: ¿Qué fueron los enclosures?

AE

10 9 PD: Describa la evolución demográfica del XVIII y los factores que influyeron en su desarrollo CB: ¿Qué son los censos de población? CB: ¿Cuál fue el comportamiento de los salarios en el siglo XVIII y cuál fue su incidencia en el bienestar de la población trabajadora?

AE

11 10 PD: Explique las causas y las consecuencias del debilitamiento del estamento eclesiástico en el siglo XVIII CB: ¿Qué se entiende por nobleza de toga? CB: ¿Qué significa “bienes de manos muertas”?

AE

12 11 PD: La burguesía en el siglo XVIII: tipología. CB: ¿Quiénes son los ganapanes? CB: ¿Cómo influyó la evolución de los salarios en el nivel de vida de los artesanos y trabajadores en el siglo XVIII?

AE

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13 12 PD: Exponga los orígenes del levantamiento de los colonos norteamericanos contra Jorge III y la Declaración de Independencia de Estados Unidos. CB: ¿Qué supuso la toma de la Bastilla en Francia? CB: Causas del Motín de Esquilache

AE

14 7-12 CB: ¿Qué factores económicos y sociales propiciaron las revueltas campesinas del siglo XVII? CB: ¿Qué factores incidieron en la evolución demográfica del siglo XVIII? CB: Establezca las causas del debilitamiento del estamento eclesiástico en el siglo XVIII CB: Definir enclosures y “Bienes de manos muertas PD: Comentario del texto de Antonio Ribeiro Sánchez que se reproduce en las pp.8-9.

EC

Apéndice 1: 1. Evaluación continua. Temas 1-6: Preguntas: 1) Características de la sociedad estamental 2) Definición de tasa de mortalidad, nupcialidad y natalidad 3) Definición de señorío 4) Enuncie los diferentes modelos de familia en la época moderna y sus características Comentario de texto histórico: “La disminución y falta de gente ha muchos años que se siente en estos reinos, la cual no procede tanto de las guerras cuanto de la necesidad y falta de todas las cosas causada por la flojedad de los nuestros, que es la que los ha desterrado de su patria y les causa las enfermedades con que se disminuyen, y todo procede de huir de lo que naturalmente nos sustenta. Y emprender lo que destruye las Repúblicas, cuando ponen su riqueza en el dinero y en la renta del que por medio de los censos se adquiere, que como peste general ha puesto estos reinos en suma miseria por haberse inclinado todos o la mayor parte a vivir de ellos y de los intereses que causa el dinero sin ahondar de dónde ha de salir lo que es menester para semejante modo de vivir. Esto es lo que tan al descubierto ha destruido esta República y a los que usan de estos censos, porque atenidos a la renta se han dejado de las ocupaciones virtuosas de los oficios de los tratos de la labranza y crianza, y de todo aquello que sustenta los hombres naturalmente, y esperando las pagas que no suelen venir tan puntuales toman al fiado con paga de más al contado, y dan en otros remedios para socorrer sus necesidades que los ponen en mayores, y si acierta haber un pleito de acreedores en la paga del censo, como los alimentos no admiten dilación, viénense a perder los que a esto están atenidos, mayormente cuando

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toca en gente honrada, que por no decaer del hábito y trato en que han estado, han de desamparar la vecindad de sus vecinos y mudar de sitio para mudar de estado […] De suerte es esto que se puede muy bien decir que la riqueza que había que enriquecer ha empobrecido, porque se ha usado tan mal de ella que ha hecho al mercader que no trate y al labrador que no labre, y mucha gente ociosa y perdida de que han venido las necesidades y tras ellas las enfermedades que tanto nos acosan” (Martín González de Cellorigo, Memorial de la política necesaria y útil restauración a la república de España y estados de ella y del desempeño universal de estos reinos, Valladolid, Por Juan de Bostillo, 600) 2. Evaluación continua. Temas 7-12: Preguntas: 1) ¿Qué factores incidieron en la evolución demográfica del siglo XVIII? 2) Establezca las causas del debilitamiento del estamento eclesiástico en el siglo XVIII 3) Definir enclosures y “bienes de manos muertas” 4) ¿Qué factores económicos y sociales propiciaron las revueltas campesinas del siglo XVII? Comentario de texto histórico: “Según las relaciones impresas en Cádiz, Puerto de Santa María, en los Diarios extranjero, económico y en las Gacetas de París y Holanda, el día 1 de noviembre de 1755, entre nueve y diez de la mañana, estando el cielo claro y sereno y la atmósfera más caliente de lo que correspondía a la estación, empezó el terremoto en Lisboa con tanta violencia que en siete minutos derribó o abatió la mayor parte de los majestuosos edificios que eran el ornamento de aquella capital. Por ser día de Todos los Santos, la mayor parte de sus vecinos estaban en las iglesias, que padecieron más que los otros edificios, quedando con esta ocasión sepultadas muchísimas personas de ambos sexos. Además de la pérdida de tantas vidas, causada por la ruina de las casas, la de los bienes fue inmensa, porque, fuese por casualidad u obra de algún malvado, a eso de las doce del día apareció toda la ciudad en llamas, cuya violencia duró cuatro días. Las aguas del Tajo que bañan la ciudad se retiraron de la playa con ímpetu, y como en la parte más angosta tiene alli su madre una legua de ancho, al volver las aguas se echaron con tal violencia en la parte baja de la ciudad que lo anegaron y destruyeron todo hasta donde llegaron. Hasta las diez de la noche se sintieron sacudidas en la tierra, bien que menos violentas, habiéndose retirado ya todas las personas al campo, donde muchas viven todavía. En el mismo día y a la misma hora muchas villas y ciudades de Portugal padecieron mucho de este terremoto, y principalmente las de la provincia de Extremadura y del Algarbe. Santarén y muchos pueblos hasta Abrantes padecieron muchísimo, pero Setúbal más que todos, porque además del terremoto salieron de su terreno chorros de agua de extraordinaria corpulencia,

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tan horrendos y con tanta furia que le inundó a la altura de muchas varas. Al mismo tiempo el mar se retiró rapidísimamente de la playa, adonde habían ido a buscar amparo los vecinos atribulados con tan extraño suceso; volvió después el mar con portentosa violencia y anegó y cegó aquel riquísimo puerto con los habitantes que se habían refugiado a la playa, no habiendo edificio alguno, ni público ni privado, que resistiese a tan extraordinario ímpetu […]. En las playas de Irlanda se vieron aquel mismo día muy agitadas las aguas del mar y algunos pueblos de aquella isla sintieron violentas sacudidas de tierra. En Cádiz, Puerto de Santa María, Sanlúcar, Jerez, Puerto Real, Algeciras, Ayamonte, Sevilla, Córdoba, hasta Granada y Alicante se sintió el mismo terremoto el mismo día y hora. En Sevilla hizo bastante estrago en los edificios más considerables y mató algunas personas; en muchos lugares de aquella costa quedaron sepultados muchos vivientes debajo de las olas del mar agitado con violencia […]. Pero lo que es digno de reparo y causa de admiración es que se sintiesen patentemente en Suecia y Pomerania los efectos de este terremoto […]. En Pomerania las lagunas de Netzo, Mukgast, Reddelin, Libesé, distantes doce leguas de Berlín, salieron de madre con espantoso ruido entre once y doce de la mañana inundando los campos de alrededor, restituyéndose al cabo de seis horas con flujos y reflujos a sus antiguos limites” (Antonio Ribeiro Sánchez, Tratado de la conservación de la salud de los pueblos y consideraciones sobre los terremotos. En Madrid, por D. Joaquín de Ibarra, impresor de Cámara de S. M, MDCCLXXXI, pp. 367-370) III.- Orientaciones para el estudio. Tema 1. La expansión demográfica en el siglo XVI i.- Epígrafes: Fuentes para el estudio de la población. El problema de las cifras Volumen y distribución de la población europea Características de la demografía “antigua”. Mortalidad, natalidad, nupcialidad Movimientos migratorios ii.- Resumen del contenido: El tema aborda los rasgos estructurales de larga duración de la población europea en el siglo XVI resaltando principalmente la evolución demográfica y el reparto de la población europea, así como el desarrollo de las ciudades tanto a nivel general como por regiones geográficas. Para comenzar hay que tener en cuenta que la dinámica de la población europea en los siglos modernos se ajusta en todo al modelo demográfico antiguo, caracterizado por una natalidad y una mortalidad elevadas y, en consecuencia, por un crecimiento vegetativo débil a pesar de que la fecundidad era también alta. Los datos lo confirman claramente, aun cuando resulta difícil medir las tasas de mortalidad y natalidad por el desconocimiento del volumen de la población en cada localidad: las tasas brutas de mortalidad ordinarias

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oscilan entre el 28 y el 38 por mil, mientras que las de natalidad se sitúan entre el 35 y el 45 por mil, considerándose la tasa de 40 por mil la más representativa, aunque en casos excepcionales podía elevarse al 57 por mil, como entre los colonos franceses de Canadá a principios del siglo XVIII. Las causas de tan alta mortalidad, a la que no es ajena la elevada tasa de mortalidad infantil, que giran en torno al 250 por mil, son varias: una economía agraria de escaso desarrollo tecnológico, sujeta además a fuertes oscilaciones climáticas, y con una infraestructura que no era capaz de cubrir las necesidades alimenticias de la gente; un reparto desigual de la riqueza, lo que favorecía la mala nutrición de gran parte de la población y con ella que fuese más vulnerable a todo tipo de enfermedades infecciosas; la falta de higiene generalizada tanto en el campo como en la ciudad, sobre todo en los sectores más humildes de la sociedad, lo que facilitaba la transmisión de agentes patógenos; y la ineficacia de una medicina poco evolucionada. A todos estos factores ordinarios hay que añadir los extraordinarios: el hambre, la guerra y las enfermedades epidémicas, en particular la peste, cuyas repercusiones allí donde se producían eran tanto más graves por cuanto que afectaban al normal desarrollo demográfico, ya que incrementaba las emigraciones, reducía el número de nuevos esponsales y disminuía las concepciones. La consecuencia de todo ello es que la esperanza de vida de los europeos era muy corta: entre 23 y 25 años en Francia para hombres y mujeres hacia 1740; entre 31 y 38 años en Inglaterra desde 1541. ¿Cuántos habitantes vivían en Europa en el siglo XVI? Hacía 1500 se estima que la población rondaba en torno a 82 millones de personas; en 1600 se había elevado a 105 millones. Este crecimiento fue debido a unas altas tasas de nupcialidad y de natalidad, y a un descenso de la mortalidad, al menos hasta la década de 1560. A partir de 1570, sin embargo, esta tendencia comenzó a invertirse a causa de la subida desproporcionada, respecto a los salarios, del precio de los cereales, general en toda Europa, como consecuencia de una sucesión de malas cosechas causadas por un progresivo enfriamiento atmosférico. Quienes más crecieron en esta centuria fueron Rusia, por la colonización de amplias superficies en el Mar Negro y en el Caspio, así como los Países Bajos, Inglaterra y España, aunque en este caso desde la década de 1580 se observan claros signos de retroceso, al menos en Castilla. Menor crecimiento demográfico se aprecia en Alemania, Italia y Francia, aun cuando era la nación más poblada de Europa, donde, por otra parte, se aprecian diferencias notables entre regiones. ¿Cómo se distribuía la población europea? Los demógrafos establecen un reparto muy desigual: mientras que en las colonias de América existía un considerable vacío con una densidad media inferior a 0,3 hab/km2, en Europa la densidad media se mantuvo entre18 y 22,5 hab/km2 durante el siglo XVII. Pero en el interior del viejo continente también se observa una desigual distribución: Francia, Italia, los Países Bajos, Inglaterra, los valles del Rin y del Danubio eran los territorios más densamente poblados; los países escandinavos, los menos habitados. Entre ambos extremos se encontraba España y la mayor parte de los territorios alemanes. Semejante desigual distribución está relacionada a su vez con el auge de las ciudades, que no dejaron de crecer durante la centuria: las 26 ciudades que hacia 1500 contaban con 40.000 habitantes pasaron a ser 42 en 1600. Y no es una casualidad que estos centros urbanos prosperasen en las regiones más

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densamente pobladas y con mayores recursos económicos: en los Países Bajos, sobre todo, pero también en los valles del Rin y del Guadalquivir y en Italia. Otras ciudades, sin embargo, crecieron de forma desmesurada bajo el amparo de la corte y de su privilegiada posición en el circuito comercial europeo. Es el caso, a finales del siglo XVI, de París, Nápoles y Constantinopla (tenían más de 200.000 habitantes), de Londres, Milán y Venecia (entre 150.000 y 200.000 habitantes), de Roma, Sevilla, Ámsterdam, Lisboa y Palermo (en torno a los 100.000 habitantes) y de Mesina, Florencia, Génova, Madrid, Granada y Valencia, con una población comprendida entre 60.000 y 100.000 habitantes. iii.- Bibliografía para preparar el tema: A. Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Editorial Ariel, 2007, caps. 10 (P.J. Pla Alberola, “Crecimiento demográfico y expansión económica”, pero sólo el apartado 1, “Los efectivos humanos y su evolución en una fase de crecimiento”, pp. 243-257) L. Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006. caps. 1 (Manuel Martín Galán, “El régimen demográfico”, pp. 23-54) y 6 (Antonio Cabezas Rodríguez, “La expansión demográfica del largo siglo XVI. El siglo de la ciudad. La sociedad”, pp. 153-179.) Para los aspectos demográficos es aconsejable la consulta del capítulo 1 del libro coordinado por Luis Ribot, que contiene además un excelente glosario. Respecto a la evolución de la población y el estudio de las ciudades son complementarios el capítulo 6 del citado libro coordinado por Luis Ribot y el capítulo 10 (1) del libro coordinado por Floristán Imizcoz. iv.- Conocimientos básicos exigibles Es imprescindible conocer algunos conceptos básicos relacionados con la demografía: régimen demográfico antiguo; factores demográficos: mortalidad, natalidad, nupcialidad. v.- Lecturas recomendadas: M. Livi-Bacci, Ensayo sobre la historia demográfica europea. Población y alimentación en Europa, Barcelona, Editorial Ariel, 1987. Es un libro fundamental para comprender las interdependencias entre alimentación, supervivencia y población. vi.- Documentos y mapas Es conveniente la consulta de pirámides de población y de curvas de evolución de la población, así como de mapas sobre el proceso de urbanización en Europa y sobre el devenir de las ciudades. Para esto último son útiles los mapas de las ciudades de París y Londres de 1700 que figuran en el libro de H. C. Darby y H. Fullard, Historia del mundo moderno. XIV, Atlas, Barcelona, Editorial Ramón Sopena, S. A, 1980, p. 105.

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Tema 2. Una sociedad eminentemente comunitaria i.- Epígrafes: La familia: modelos y tensiones familiares Las comunidades aldeanas: parroquias, cofradías, municipios Las comunidades urbanas El señorío ii.- Resumen del contenido: El tema aborda lo que se ha dado en denominar los poderes inmediatos de la sociedad: la familia, la parroquia, las cofradías, los municipios y el señorío. La familia constituía en los siglos modernos el núcleo fundamental sobre el que se sustentaba la sociedad, pues además de ser una unidad de reproducción biológica, en su seno se desarrollaba la mayor parte de las actividades laborales y era la vía fundamental por la que el individuo se integraba en la sociedad. Sin embargo, no existía en Europa un modelo único de familia. El método de reconstrucción de familias utilizado en los estudios demográficos ha permitido establecer tres grandes modelos o tipos de familia: 1) la familia nuclear, conyugal o simple, formada por la pareja y los hijos. Si a esta familia se le suman algunas personas emparentadas con el cabeza de familia entonces se puede hablar de familia extensa, según P. Laslett; 2) la familia troncal, caracterizada porque una pareja y su descendencia convive con los progenitores de uno de los cónyuges y con algún hermano que permanece soltero; y 3) la familia compleja o comunitaria, constituida por varios núcleos conyugales y su descendencia: padres y varios hijos casados, pero también parejas de familiares colaterales, como tíos y primos casados. Conviene destacar además que estos modelos se adaptan a determinadas circunstancias económicas: la familia compleja predomina en aquellas zonas donde el poder del señor o del propietario de la tierra es importante (este de Europa, centro de Italia y de Francia); la familia troncal se desarrolla sobre todo en áreas montañosas de economía ganadera; la familia nuclear, finalmente, es la que predomina en la Europa noroccidental y en la mediterránea, y se produce por la tendencia de los hijos a abandonar el domicilio paterno y formar nuevas unidades domésticas, con la excepción del heredero. Cada uno de estos modelos generaba tensiones. Estas fueron menores en el caso de las familias comunitarias, donde la voluntad individual quedaba supeditada a las necesidades del grupo, aunque el relevo del patriarca por su fallecimiento podía suscitar conflictos, resueltos en ocasiones con la división del grupo y el nacimiento de una nueva familia. En la familia nuclear las tensiones eran aun menores, limitadas, en todo caso, a discordias entre los esposos y entre éstos y los hijos sujetos a su dependencia económica, aunque la práctica de colocar tempranamente a los hijos como aprendices y criados en casas de artesanos, comerciantes, funcionarios, clérigos y nobles contribuía en gran medida a eliminar el habitual conflicto generacional entre padres e hijos. En la familia troncal, en cambio, las tensiones entre sus miembros eran más frecuentes, llegando incluso a ser violentas, sobre todo cuando se designaba al heredero, que no tenía por qué ser el primogénito, lo que originaba conflictos

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entre los hermanos y una difícil convivencia entre el heredero y el padre y sus respectivos cónyuges. Un aspecto esencial para el progreso económico y social de las familias era la dote que las esposas aportaban al matrimonio. Pero, a su vez, la dote que los padres otorgaban a las hijas para tomar estado (de casada o de religiosa en un convento) podía arruinar a las familias. Por eso, las familias, cualquiera que fuese el modelo, perseguían conjugar las pérdidas ocasionadas con el pago de la dote de las hijas con matrimonios ventajosos para los hijos, en particular para el heredero, de tal modo que la dote de la nuera fuera superior a las dotes que se habían desembolsado al casarse las hijas. Y es necesario subrayar también que las alianzas matrimoniales se buscaban en un círculo bastante cerrado, por lo común en el seno de la propia familia –de aquí las dispensas matrimoniales concedidas por la Iglesia a parientes colaterales hasta el tercer grado- y en el ámbito profesional y social de los padres. Junto a la familia hay que mencionar otras instituciones que configuraban los llamados poderes intermedios y que actuaban como vehículos de sociabilidad y de relaciones entre individuos y grupo. Estas instituciones eran la parroquia, la cofradía, el municipio y el señorío. Parroquia y cofradía existían tanto en las ciudades como en los núcleos de población rurales: más numerosos en las primeras que en los segundos, pero con las mismas funciones, como eran las de reforzar los lazos de vecindad –en el caso de las parroquias- y de solidaridad profesional y asistencial –es el caso de las cofradías-. En cuanto al municipio éste era la institución que organizaba la vida en comunidad de los habitantes de los núcleos de población. Entre sus funciones caben destacar la regulación del aprovechamiento de los pastos comunales, el abastecimiento de la población, el establecimiento de precios y salarios, la fijación de los cultivos –sobre todo en la Europa del noroeste-, la reparación de caminos y la construcción de puentes, así como la dotación de hospitales y escuelas, según sus recursos económicos, y la organización de festejos, en este caso en colaboración con las instituciones religiosas Finalmente, respecto al señorío, hay que subrayar que su titular (laico o religioso) ejercía un doble poder derivado de su posesión de la tierra –señoríos territoriales- y de su capacidad de mando, tanto militar como judicial. En su calidad de poseedor de la tierra, ejercerá una enorme presión sobre el campesinado, que será mayor en la Europa del este (Polonia, Rusia, Bohemia, Hungría y Prusia), donde se desarrollará la denominada “Segunda Servidumbre”; como titular de una jurisdicción, impartirá justicia en primera instancia sobre los individuos que habitaban el territorio del que era titular, por lo común a través de alcaldes nombrados personalmente, si bien esta facultad la reciben por delegación de los monarcas, en quienes residía, en última instancia, el poder judicial, por lo que cualquier vasallo podía recurrir en grado de apelación a los tribunales de justicia. iii- Bibliografía para preparar el tema: L. Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006. caps. 1 (Manuel Martín Galán, “El régimen demográfico”, pp. 23-54) y cap. 4 (R. Benítez Sánchez-Blanco, “Los poderes inmediatos”, pp.105-123).

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Resulta conveniente, además, la lectura del capítulo 5 del libro ya citado de L. Ribot (T. Egido, “Del mundo sacralizado a la secularización. Religión y culturas”, pp. 125-149) pues viene a completar aspectos relacionados con los poderes inmediatos, como la cultura (la popular y la de las elites) y la sacralización de la vida en los siglos modernos, presente en el matrimonio, la familia, las actividades laborales y festivas, la enfermedad y la muerte. iv.- Conocimientos básicos exigibles: Es imprescindible conocer algunos conceptos básicos como familia nuclear, familia troncal, paterfamilias, dote, arras, parroquia, cofradía, municipio y señorío. v.- Lecturas recomendadas: Philippe Ariel, El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, Madrid, Editorial Taurus, 1987. vi.- Documentos y Mapas: Es aconsejable comparar el cuadro Las meninas, de Diego Velázquez, con La familia del pintor, de Juan Bautista Martínez del Mazo, por tratarse de dos escenas de la vida en familia (véase el catálogo Velázquez con motivo de la exposición que sobre el personaje y su obra se realizó en el Museo del Prado con el patrocinio del Banco Hispano Americano los días 23 de enero y 31 de marzo de 1990, pp. 211 y 421). Tema 3. La sociedad estamental: estamentos privilegiados i.- Epígrafes: La nobleza y el clero Criterios de jerarquización Niveles socio-económicos Privilegios jurídicos ii.- Resumen del contenido: El tema aborda la organización de la sociedad estamental con especial incidencia en los estamentos privilegiados: la nobleza y el clero. Lo primero que se debe tener en cuenta es que la sociedad del siglo XVI presenta las mismas características que venían dándose desde la Edad Media. Como entonces, estaba integrada por dos estamentos privilegiados, el clero y la nobleza. Los que no pertenecían a ninguno de estos grupos formaban por exclusión un tercer estamento, el estado llano, el estado general o el tercer estado. Este esquema tripartito, justificado por la teoría política que proyectaba el orden celestial en la sociedad de la época, es sin duda demasiado simplista, ya que la realidad siempre fue más compleja al no existir unas fronteras precisas entre los estamentos. Porque si en la teoría los no privilegiados sólo podían aspirar a formar parte del clero, que era un estamento abierto, no

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determinado por el nacimiento, como los otros dos estamentos, lo cierto es que a la nobleza se accedía también por diversas vías: a través de matrimonios desiguales de nobles y plebeyos, mediante la exclusión en los padrones de pecheros y la compra de empleos públicos, cuando no del ennoblecimiento por concesión de los monarcas en recompensa de servicios prestados a la Corona, incluidos los financieros. El afán de los plebeyos por integrarse en la nobleza, especialmente los burgueses enriquecidos con la actividad mercantil –este proceso ha llevado a algunos autores a hablar de la “traición de la burguesía”-, respondía a unos objetivos muy precisos, no exclusivamente materiales, pues a las exenciones fiscales que todo noble gozaba, importantes, sin duda, se sumaban una serie de privilegios jurídicos de no menor interés, como el de ser juzgados por tribunales especiales, no poder ser atormentados salvo por ciertos delitos, tales que el de lesa majestad, ni ahorcados, ni azotados ni condenados a galeras ni encarcelados por deudas civiles. Pero integrarse en el estamento eclesiástico tampoco era una opción desdeñable por varios motivos: sus miembros estaban exentos de la jurisdicción ordinaria y gozaban de privilegios fiscales, lo que favorecía el fraude al poner en cabeza de un pariente eclesiástico la hacienda familiar. Así pues, ingresar en el estamento eclesiástico era para los pecheros un medio de vida apetecible; también lo sería para las familias nobles, ya que la iglesia ofrecía una salida digna a los segundones desprovistos de medios propios, asegurándoles una posición económica y social; finalmente, el claustro proporcionaba a las mujeres solteras y viudas, cualquiera que fuera su pertenencia estamental, una adecuada manera de vivir Pero dentro de cada estamento existían marcadas desigualdades en función de la riqueza y del lugar que cada individuo o familia ocupaba en las instituciones civiles y religiosas. Así, en el estamento nobiliario hay que distinguir entre alta y baja nobleza: al primer grupo pertenecían los nobles poseedores de un título (duque, marqués, conde, barón), propietarios además de extensos señoríos; al segundo, varias categorías que se suelen identificar con la denominación de caballeros o gentilhombres, y en Castilla también con la de hidalgos. En el estamento eclesiástico las desigualdades eran análogas, pues aunque su riqueza procedía fundamentalmente de los diezmos, de sus propiedades rurales y urbanas, de sus inversiones en préstamos hipotecarios (censos), así como de los estipendios cobrados por misas o por la administración de los sacramentos, de las limosnas y de donaciones particulares, lo cierto es que sus miembros no gozaban de unos mismos ingresos: los que percibía el alto clero (prelados y canónigos) eran muy superiores a los que cobraba el bajo clero (curas párrocos), y estas diferencias se acentuaban en el bajo clero en función de que sus miembros residieran en la ciudad o en el campo. Y lo mismo sucedía en el clero regular: había órdenes religiosas (dominicos, jerónimos, benitos y bernardos) que disponían de elevadas rentas, con la particularidad, además, de que sus miembros, entre los que figuraban descendientes de la nobleza, comenzaron a alejarse de las normas establecidas por sus fundadores, abandonando, en consecuencia, el trabajo manual, que relegaron en criados. En el polo opuesto se encontraban las órdenes mendicantes (franciscanos, agustinos, carmelitas, trinitarios y mercedarios), menos prósperas, que vivían con mayor pobreza, aunque en su seno también prendió la relajación de las costumbres y los abusos al amparo de sus privilegios jurídicos.

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iiii.- Bibliografía para preparar el tema: A. Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Editorial Ariel, 2007, cap. 11 (Pere Molas Ribalta, “Los cambios sociales”, pp. 269-279) L. Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006. caps. 3 (Pere Molas Ribalta, “La sociedad estamental”, pp. 83-103) y 6 (Antonio Cabezas Rodríguez, “La expansión demográfica del largo siglo XVI. El siglo de la ciudad. La sociedad”, en particular los epígrafes 2 y 3, pp. 162-179) iv.- Conocimientos básicos exigibles:

Conviene conocer algunos conceptos básicos como sociedad estamental, estamento, clero secular y clero regular, nobleza y aristocracia, estatuto de nobleza, pruebas de hidalguía, caballeros de órdenes militares, canónigo, prelado, prior. v.- Lecturas recomendadas: A. Carrasco Martínez, Sangre, honor y privilegio: la nobleza española bajo los Austrias, Ariel, Barcelona, 2000 vi.- Documentos y Mapas: Es recomendable ver el cuadro de Juan de la Corte, Fiesta en la Plaza Mayor de Madrid (1623), para analizar la vida de la nobleza en la capital de la Monarquía (Aparece recogido en el Catálogo de la exposición organizada por Carlos Martínez Shaw y Marina Alfonso Mola, Esplendor de España, 1598-1648. De Cervantes a Velázquez, editado por el Ministerio de Asuntos Exteriores y el Ministerio de Educación y Ciencia, 1998-1999, p, 157. Se localiza también en Wikipedia) Tema 4. El tercer estamento o estado llano i.- Epígrafes: La población urbana: burgueses, profesiones liberales, artesanos y trabajadores no cualificados El campesinado y las diferentes condiciones de explotación de la tierra Los sectores marginados: pobres, vagabundos y delincuentes Las revueltas populares en el siglo XVI ii.- Resumen del contenido: Frente a los estamentos privilegiados, el estado llano se configura como un abigarrado conjunto de grupos sociales que tienen en común varias cosas: 1) una limitada movilidad social, ya que resulta bastante difícil a los individuos y familias incluidos en este estamento el acceder a la nobleza, aunque no así el integrarse en el clero, lo que será un paso importante para el ascenso social de

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algunas familias, ya que tener un pariente en la iglesia contribuía a su ennoblecimiento, sobre todo si lograba obtener una canonjía o una prelacía; y 2) su condición de contribuyentes al erario, ya que estaban sujetos al pago de impuestos directos, y además tenían la obligación de satisfacer el diezmo a la iglesia y rentas señoriales en los lugares de señorío. Campesinos, mercaderes, artesanos, burócratas, aprendices, criados y todo tipo de trabajador por cuenta propia o ajena, estuviese o no cualificado, desempeñase o no una profesión liberal, constituían el tercer estado o estado llano; también formaban parte del mismo quienes nada poseían y quienes estaban al margen de la ley por causas diversas: pobres, vagabundos y delincuentes. Esta diversidad de empleos y de oficios originaba contrastes de riqueza muy acentuados entre los diferentes grupos que integraban el estamento. En los núcleos urbanos destacaban los hombres de negocios, los comerciantes-banqueros del Renacimiento, los asentistas de España o los financieros de Francia, que gozaban de un nivel de vida similar al de alta nobleza y de unos ingresos considerables; por debajo de ellos se encontraban los mercaderes de lonja, al por mayor, y algunos maestros artesanos, plateros, sobre todo; después venían los pequeños y medianos comerciantes, cuyo nivel de ingresos se asemejaba mucho al de los maestros artesanos; el último eslabón lo integraban oficiales, criados, aprendices, un variopinto grupo de trabajadores libres no especializados que se dedicaban a la carga y descarga de mercancías (“ganapanes”, “gagnedeniers”, “bergantes” y “journeymen”) y una multitud de pobres que vivían de la caridad. Junto a ellos hay que mencionar a los rentistas y a un abigarrado conjunto de profesiones relacionadas con la administración local y estatal, así como con los tribunales de justicia y con la actividad comercial: abogados, notarios, procuradores, agentes de comercio y otros muchos empleos de características similares. En las zonas rurales también se aprecian importantes desigualdades. Es verdad que los campesinos constituían la mayoría de la población europea, pero su situación social y económica variaba en función de diferentes factores: que fueran propietarios de tierras de labor y de ganados, que fueran jornalero o que dependieran de un señor jurisdiccional, del régimen de tenencia de la tierra o de la duración de los contratos de arrendamiento y de aparcería. En los países del Este de Europa el campesinado estaba sometido al régimen de servidumbre, lo que implicaba la obligación de realizar determinados trabajos gratuitos en beneficio del señor (corvées o robot). Así pues, encontramos campesinos acomodados que poseían tierras en propiedad o con contratos favorables, así como animales de tiro y utensilios de labranza (“labradores honrados” en Castilla; yeomen en Inglaterra); campesinos medios independientes –su número fue reduciéndose en el siglo XVII debido sobre todo a la evolución capitalista de la agricultura-; labradores dependientes, que no disponían de tierras suficientes para hacer frente al pago de diezmos, rentas e impuestos; y jornaleros o campesinos sin tierra. Es importante tener en cuenta, además, que las diferencias de riqueza y de oportunidades entre los estamentos, y en el seno de cada uno de ellos, podía generar toda suerte de conflictos y de violencia. Estas manifestaciones, sin embargo, se acentuaban cuando se producían malas cosechas por causas climáticas, lo que encarecía el precio de los cereales y de los demás artículos de consumo básico, o cuando el Estado exigía nuevas contribuciones fiscales a los súbditos: en ambos casos, la población se hacía escuchar a través de

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motines, algunos surgidos de forma espontánea y otros alentados por grupos de poder descontentos con la autoridad real o con sus agentes, sin olvidar la intervención en ocasiones de instigadores extranjeros financiados por sus soberanos con la finalidad de desestabilizar la quietud de los reinos enemigos y de minar el poder de sus monarcas. En el siglo XVI los levantamientos más importantes tuvieron lugar en el primer cuarto de la centuria, con el estallido de las guerras de los campesinos en Alemania y con las comunidades y germanías en España. En el campo, particularmente en las regiones fronterizas entre reinos –en el caso español, por ejemplo, entre Castilla y los reinos de Aragón y Valencia- se desarrollará con fuerza el bandolerismo –en sus filas participarán tanto nobles como campesinos y desheredados- al amparo de una red viaria de difícil trazado, por lo montuoso del terreno, y a duras penas defendida por las instituciones del Estado, como la Santa Hermandad, creada por los Reyes Católicos y que será decisiva para mantener el orden en la Castilla rural. En las regiones costeras, contrabandistas y metedores desafiarán asimismo la autoridad civil cargando y descargando en la noche todo tipo de mercancías sin abonar los derechos aduaneros. iii.- Bibliografía para preparar el tema: A. Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Editorial Ariel, 2007, cap. 11 (Pere Molas Ribalta, “Los cambios sociales”, pp. 269-279) L. Ribot (Coord), Historia del mundo moderno, Madrid, Editorial Actas, 2006, caps. 3 (Pere Molas Ribalta, “La sociedad estamental”, pp. 83-103) y 6 (Antonio Cabezas Rodríguez, “La expansión demográfica del largo siglo XVI. El siglo de la ciudad. La sociedad”, en particular los epígrafes 2 y 3 pp. 162-179) iv.- Conocimientos básicos exigibles: Es fundamental tener clara la diversa composición del estamento llano y diferenciar a sus integrantes de quienes constituían los estamentos privilegiados. Se puede hablar de grupos sociales bien diferenciados dentro del tercer estado, pero nunca de clases sociales. Conviene igualmente que se dominen algunos términos como yeomen, corvée, artesano, aprendiz, matutero, metedor, revuelta, y rebelión. v.- Lecturas recomendadas: R. Villari, Rebeldes y reformadores del siglo XVI al XVIII, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1981, especialmente las páginas 85 a 96 dedicadas al bandolerismo social. vi.- Documentos y Mapas: Para hacerse una idea del impacto que las revueltas campesinas podían tener en un territorio dado es útil consultar el mapa de La guerra de los campesinos alemanes que tuvo lugar entre 1524 y 1525 y que se reproduce en Wikipedia.

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Tema 5. El concepto de “crisis” del siglo XVII i.- Epígrafes: El impacto de las dificultades en el mapa europeo Controversia sobre las causas y la naturaleza de la crisis La situación agrícola, manufacturera y comercial La solución mercantilista ii.- Resumen del contenido: El tema aborda un tiempo de crisis, el siglo XVII, en Europa y en el mundo. Ahora bien, ¿de que tipo de crisis estamos hablando? Varias son las posturas de los especialistas acerca de este asunto, aunque al final, con los datos que se disponen, sólo se puede afirmar que el siglo XVII no estuvo afectado por una crisis general, sino por una serie de crisis parciales de índole diversa que no incidieron al mismo tiempo ni con la misma intensidad en todas las regiones europeas, aunque sí contribuyeron a configurar un contexto conflictivo en lo social y difícil en lo económico, de “crecimiento indeciso” o, si se prefiere, de “retroceso relativo”. Crisis sectoriales y coyunturales que a la larga provocaron cambios profundos, de signo estructural, que facilitarán el despliegue de la sociedad capitalista. En el terreno económico hay que destacar el auge de la actividad comercial e industrial en contraste con las dificultades que atravesaba la agricultura y la ganadería, así como la pujanza de Inglaterra y Holanda, que adoptaron medidas innovadoras en el sector manufacturero textil –traslado de la industria al campo escapando así de los férreos controles gremiales-, en el transporte de mercancías y en la búsqueda y monopolio de nuevos mercados, frente al retroceso que experimentan España, Italia y Alemania, en este caso con algunas excepciones, como Hamburgo. De este modo, ambas potencias lograrán hacer frente a la crisis económica con éxito, aunque será Inglaterra la que establecerá en este siglo las bases para su posterior desarrollo. En ello incidirá la adopción de una serie de medidas económicas, en el marco de la práctica mercantilista de la época, orientadas a incentivar la producción industrial y el comercio nacional, como las Actas de Navegación o los enfrentamientos bélicos con Holanda en la segunda mitad de la centuria; una política que emprenderá igualmente Luis XIV en Francia con desigual éxito, y que se traducirá en un incremento de las tasas aduaneras para las importaciones y de su abaratamiento para las exportaciones, así como en el fomento de la industria nacional, en particular de artículos suntuarios, mediante la creación de las Fábricas Reales. También en España se adoptará una política mercantilista con mejores resultados a finales del siglo XVII visible en las medidas adoptadas para contratar artesanos extranjeros y fomentar la producción industrial de artículos suntuarios y de textiles. Lo interesante de esta política mercantilista en Europa es que justificará, sobre todo en la segunda mitad de la centuria, las actuaciones bélicas entre los estados, pues se entendía que la riqueza de un estado dependía de la ruina del contrario, y ésta sólo podía venir de la asfixia comercial e industrial producida por la guerra y las represalias comerciales contra los enemigos.

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En cuanto a la agricultura, hay que subrayar varios hechos fundamentales en esta etapa de crisis: 1) una sucesión de malas cosechas derivadas de un cambio climático, con períodos de heladas, de agudas sequías y de lluvias torrenciales; 2) el retroceso de la superficie cultivada como consecuencia de un descenso notable de la población, lo que permitirá, en cambio, el avance de la ganadería, que se alimenta de los pastos de las tierras marginales abandonadas; 3) una mayor especialización en los cultivos dirigidos fundamentalmente a la exportación.. Así, en el caso español, desde la década de 1640, se asiste en el norte peninsular, desde Galicia a las Provincias Vascas, a la penetración y difusión del cultivo del maíz a costa, en algunas zonas del mijo y el centeno, lo que favorecerá un aprovechamiento más intenso del suelo y una mayor producción agraria global; en Andalucía y Castilla, por el contrario, se aprecia un retroceso en el cultivo de cereales en beneficio de la vid, lo que explica el aumento de las exportaciones de vinos hacia América, generando importantes ganancias a los cosecheros, pero también las críticas de quienes apoyan el cultivo de plantas destinadas a la industria textil, como el cáñamo y el lino, con el objetivo de evitar las importaciones de estos tejidos procedentes del centro de Europa; finalmente, en Levante, Mallorca y también Andalucía, se expande el olivo ante la demanda de aceite por Inglaterra, Holanda y las colonias americanas. Respecto al resto de Europa hay que destacar el caso de Inglaterra, donde en la segunda mitad del siglo XVII se adoptaron soluciones innovadoras, similares a las que se venían aplicando en los Países Bajos desde la época medieval: rotaciones de cereales con plantas forrajeras que regeneraban el suelo sin necesidad de acudir al barbecho, lo cual no sólo aumentaba la producción agrícola, sino que permitía el incremento de la ganadería estante. Esta práctica, junto con el policultivo de regadío en Holanda y ciertas innovaciones en la estructura de los cultivos del norte de Italia y Francia, que generan una agricultura intensiva, especializada y orientada al mercado, especialmente a los hinterlands urbanos, contrasta sin embargo con el predominio del cereal en todas partes, y una ganadería trashumante en Castilla y sur de Italia, y vacuna en el este y norte de Europa.

iii.- Bibliografía para preparar el tema: Alfredo Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Editorial Ariel, 2007, cap. 21 (Ricardo Franch Benavent con el título “Crisis y transformaciones en la población y la economía europea del siglo XVII”, pp. 489-513. Presenta una buena visión de conjunto de la crisis del siglo XVII ) Luis Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 12 (J. M. Palop Ramos, “La crisis del siglo XVII”, pp. 317-342. Ofrece una panorámica de conjunto aceptable de todos los aspectos del tema). iv.- Conocimientos básicos exigibles: Es imprescindible comprender las transformaciones acaecidas en el agro europeo y las respuestas dadas en cada región a la crisis del siglo XVII, así como el proceso por el cual el Mediterráneo perdió su hegemonía industrial y comercial a favor de los centros productores y mercantiles del Mar del Norte, y estudiar el auge económico de Inglaterra y Holanda en el siglo XVII y su pugna por el dominio del comercio internacional.

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Finalmente, es conveniente tener claros algunos conceptos básicos como comercio triangular, compañías de comercio, mercantilismo, colbertismo, Actas de navegación inglesas y Manufacturas Reales. v.- Lecturas recomendadas: P. Deyon, Los orígenes de la Europa Moderna: El mercantilismo, Barcelona, Ediciones Península, 1976. Se trata de un pequeño libro en el que se analiza con claridad el surgimiento de la teoría y la práctica mercantilista en la Edad Media y su desarrollo en los siglos XVI y XVII hasta ser superada por otras corrientes a mediados del siglo XVIII.

vi.- Documentos y Mapas Es interesante ver en un mapa las rutas del comercio triangular entre Europa, América y África hacia 1700 en el libro de B. Azcarate Luxan, M.V. Azcárate Luxan y J. Sánchez Sánchez, Atlas Histórico y Geográfico Universitario, Madrid, UNED, 2006, p. 149. Tema 6. Estancamiento y declive demográfico en la mayor parte de Europa i.- Epígrafes: Diferencias en la evolución demográfica La mortalidad catastrófica: las crisis de subsistencias, las grandes epidemias, los conflictos bélicos El retroceso de la natalidad: nupcialidad y celibato ii.- Resumen del contenido: El siglo XVII, desde la perspectiva, demográfica, es un período de estancamiento respecto al siglo anterior y al posterior. El declive económico, visible en el descenso de la producción agraria e industrial, con un cambio en la propiedad de la tierra en detrimento de los campesinos y con una presión fiscal mayor tanto por parte del Estado como por los señores, resultó traumática para la evolución de la población europea durante el Seiscientos, pues la caída de los nacimientos, estrechamente asociada al retraso en la edad de contraer matrimonio –el celibato y las prácticas anticoncepcionistas también influirán en una menor natalidad-, así como las altas tasas de mortalidad infantil y adulta, ocasionaron una especie de generación perdida difícil de recuperar. Los datos son elocuentes: en 1600 la población europea ascendía a 70,6 millones de habitantes; cien años más tarde los efectivos humanos en Europa se elevaban tan sólo a 75 millones. Esta crisis de crecimiento, sin embargo, no fue igual en todo el continente: los primeros síntomas de retroceso se observaron en el Mediterráneo a finales del siglo XVI, aunque logrará recuperarse en años posteriores; en la región central del continente los problemas surgen más tarde, alcanzando toda su virulencia entre las décadas de 1640 y 1660 a causa de la Guerra de los Treinta Años. Sólo el noroeste de Europa (Inglaterra, Holanda y Países Bajos españoles) se

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libra de esta tendencia, incrementando su población en un 30 por ciento, lo mismo que el este y el suroeste, que lo harán en un 22 por ciento. Por otro lado, las ciudades, y en particular las capitales político-administrativas y las ciudades portuarias crecen de forma espectacular a expensas del campo, que se va despoblando a consecuencia de la crisis económica y de la reconversión del agro: Londres, por ejemplo, pasa de 200.000 habitantes en 1600 a 575.000 en 1700; evolución que se aprecia también en París, que evoluciona en el mismo período desde los 220.000 habitantes al medio millón de individuos. Crecimientos mayores tuvieron Dublín y Ámsterdam, en tanto que otras ciudades mediterráneas se estancaron –es el caso de Venecia y Milán- o experimentaron descensos significativos, como Nápoles y Sevilla. Además de las dificultades económicas, tampoco iguales en el conjunto de Europa –fueron menores en Inglaterra y Holanda-, en el siglo XVII tuvieron lugar otros factores que incidieron negativamente en su evolución demográfica. En primer lugar hay que mencionar la aparición de pandemias que arrasaron con mayor o menor intensidad, y con una cierta periodicidad, las ciudades y los campos europeos. La epidemia atlántica de 1592-1602, que se introdujo por los puertos españoles del Cantábrico y que se irradió hacia el interior peninsular coincidiendo con una cosecha catastrófica, se calcula que pudo originar unos 500.000 muertos, es decir, el diez por ciento de la población castellana. La peste de Milán de 1630 provocó a su vez la muerte de 65.000 personas, reduciendo así su población a la mitad. A esta pandemia y otras, como la viruela y, sobre todo, el tifus, tanto o más mortíferas que la peste, hay que añadir las malas cosechas y su corolario, el hambre: en Finlandia, por ejemplo, las malas cosechas provocaron en el bienio 1696-1697 la pérdida de un 25 a un 33 por ciento de su población. Sin llegar a este extremo, la alta mortalidad del siglo XVII en Francia estuvo determinada en buena parte por una sucesión de malas cosechas: en 1628-1632, 1649-1654, 1660-1663 y 1693-1694. Por otro lado, la sucesión interminable de conflictos bélicos que tuvieron lugar en Europa desde 1619 hasta el final del siglo ocasionó una elevada mortandad no ya en la tropa sino entre la población civil, y no tanto por causa de acciones militares como por la destrucción de los campos, el endeudamiento de los campesinos y de las ciudades y el descenso de la producción agrícola y manufacturera: en el Sacro Imperio se calcula que la población disminuyo entre un 15 y un 20 por ciento, y siempre fue superior en las zonas rurales que en las ciudades. iii.- Bibliografía para preparar el tema: Alfredo Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Editorial Ariel, 2007, cap. 21 (Ricardo Franch Benavent, “Crisis y transformaciones en la población y la economía europea del siglo XVII”, pp. 489-513) Luis Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 12 (J. M. Palop Ramos, “La crisis del siglo XVII”, pp. 317-342). iv.- Conocimientos básicos exigibles: Se aconseja tener clara la evolución de la población europea en el siglo XVII, así como el comportamiento de las variables demográficas (mortalidad,

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natalidad, nupcialidad) y los factores que incidieron en su estancamiento o desaceleración. v.- Lecturas recomendadas: Daniel Defoe, Diario del año de la peste (1722). Hay varias ediciones, incluida una digitalizada en google. vi.- Documentos y Mapas: Consultar el mapa 16.2. La Guerra de los Treinta Años (1618-1648) en el Imperio que se reproduce en Alfredo Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Editorial Ariel, 2007. Puede consultarse también J. R. Juliá (dir), Atlas de Historia Universal, Barcelona, Planeta, 2000, t. I, p. 329 Tema 7. La sociedad del Seiscientos i.- Epígrafes La reacción del estamento nobiliario La sociedad urbana. Comportamiento de la “burguesía” en el mapa europeo La sociedad campesina. Dependencia y empobrecimiento Los marginados en época de “crisis” ii.- Resumen del contenido: En lo social, el siglo XVII se caracteriza por una mayor movilidad de los individuos originarios del tercer estado, que consiguen elevarse socialmente aun procediendo de linajes oscuros, como en España. Según los tratadistas, había tres tipos de nobleza: la de virtud, la innata o heredada por la sangre y la política creada por el soberano. Y aunque sólo la nobleza innata adquirió crédito y aceptación general en gran parte de Europa, lo cierto es que el dinero, que permitía vivir de forma noble y granjear voluntades, facilitó la movilidad entre dichos estamentos, como también la incorporación al clero de sujetos procedentes del estado llano facilitó el ennoblecimiento de sus familias al superar por esta vía las barreras estamentales del nacimiento. Por otro lado, la nobleza del Seiscientos sufrió serias dificultades económicas al reducirse los ingresos procedentes de la explotación de sus fincas y de sus ganados, en tanto que los costes aumentaban, principalmente los suntuarios, por la necesidad de mantener un ritmo de vida acorde con su estatus social, sobre todo si residían en la corte. Esto produjo algunas quiebras que requirieron la intervención de la Corona así como la adopción de medidas para incrementar las rentas, moderando los costes e intensificando la explotación de sus fincas y de sus vasallos. También el clero se vio afectado puesto que sus rentas comenzaron a decaer a causa, sobre todo, de la despoblación del campo, dado que el grueso de sus ingresos procedía del diezmo que pagaban campesinos y ganaderos y que consistía en la décima parte del valor de toda la producción agropecuaria, sin deducción alguna, pero también procedía de las rentas derivadas de los títulos de deuda pública y privada, así como de las

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propiedades rústicas y urbanas o de los señoríos que poseía -los monasterios percibían derechos señoriales como los nobles-, afectadas unas y otras por el descenso demográfico y por las dificultades financieras de los deudores y del mismo Estado. Por lo que se refiere a la “burguesía” y al artesanado de las ciudades, hay que señalar que la crisis del siglo XVII les afectó de manera muy desigual. Es verdad que algunas casas comerciales y financieras quebraron, pero en conjunto mantuvieron una trayectoria marcada por el beneficio y las grandes oportunidades, incluso aunque destinaran parte de sus ganancias a financiar las necesidades de los estados, principalmente las militares. Esto es aplicable asimismo a los artesanos, pues su pertenencia a un gremio les protegía de las contingencias del mercado al disfrutar de diferentes privilegios concedidos por los monarcas en orden a la calidad y el precio de los artículos fabricados; aparte, su participación en cofradías les aseguraba la asistencia sanitaria, esencial en un universo donde las enfermedades y los accidentes laborales y de todo tipo dejaban inerte a la población. No obstante, en el siglo XVII se consolidaron una serie de métodos alternativos de producción que surgieron en la centuria anterior y que perseguían eliminar la férrea estructura gremial, como el domestic system, donde los “mercaderes fabricantes”, aprovechándose de la crisis económica de la sociedad rural, lograron contratar maestros artesanos no agremiados para que trabajaran en sus casas a jornal, o en dependencias empresariales, las materias primas que les proporcionaban, con lo cual consiguieron controlar una parte importante de la producción textil, así como los batanes y los tintes. Los grandes perjudicados por la crisis del siglo XVII serán los campesino, pues a los cambios meteorológicos que originaron malas cosechas y crisis de subsistencia, se sumaron otros factores que incidieron negativamente en su economía y en su nivel de vida: aumento de los impuestos reales o señoriales, roturación de baldíos y de bienes concejiles, cerramiento de tierras, alteraciones monetarias, levas y abusos de los soldados en tránsito, así como el impacto de la guerra, que mermó sus efectivos y destruyó de forma sistemática sus haciendas. Muchos pequeños propietarios campesinos tuvieron que hipotecar sus propiedades con préstamos (censos) para salir de la crisis y fueron numerosos quienes las perdieron al no poder abonar los intereses ni devolver el capital recibido, pasando a manos de la nobleza, del clero y de los sectores emergentes de la sociedad, como los comerciantes y los hombres de negocios. Pero además, la venta de jurisdicciones por la Corona y el aumento de la presión señorial, perceptible en buena parte de Europa, incluido el reino de Valencia, afectado por la expulsión de los moriscos, contribuyeron a agravar más todavía su ya precaria situación, motivo por el cual se produjeron fuertes emigraciones a las ciudades allí donde fue posible, porque en el Este de Europa los señores procedieron en la segunda mitad del siglo XVII a consolidar la práctica de adscribir a los campesinos a la tierra, sin posibilidad de emigrar, en lo que se ha venido llamando la “segunda servidumbre de la gleba”. Un sistema que contemplaba además otras limitaciones a los campesinos: el no poderse casar fuera del dominio señorial y la obligación de que sus hijos realizaran labores domésticas para los señores o sus intendentes. Así se explica la progresiva tendencia de los campesinos a emigrar a las ciudades y, como consecuencia de ello, también su adscripción a la tierra en reinos como

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Polonia y Rusia, donde sus condiciones materiales de vida se deterioraron como nunca antes. Pero la emigración a las grandes urbes de los campesinos en el occidente europeo buscando nuevas y mejores oportunidades generó a su vez la aparición de un elevado número de individuos que, frustradas sus expectativas, se vieron condenados a vivir al margen de la sociedad (mendigos, ladrones y asesinos, pero también soldados jubilados), cuya conducta delictiva acabará deteriorando la convivencia ciudadana, sumida en un clima de violencia generalizada con muertes frecuentes en las calles y en los mismos domicilios, de lo que los pliegos de cordel y las gacetas de la época dan cumplida información. iii.- Bibliografía para preparar el tema: Alfredo Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Editorial Ariel, 2007, caps. 21 (Ricardo Franch Benavent, “Crisis y transformaciones en la población y la economía europea del siglo XVII”, pp. 489-513) y 22 (Miguel Rodríguez Cancho, “Cambios y tensiones sociales en el siglo XVII”, pp. 516-528) Luis Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 12 (J. M. Palop Ramos, “La crisis del siglo XVII”, pp. 317-342). iv.- Conocimientos básicos exigibles: Es preciso tener bien definidas las peculiaridades que caracterizaban a la sociedad del siglo XVII, sobre todo en lo que se refiere a las relaciones entre los distintos estamentos y la conflictividad que se genera entre los campesinos y los señores en el marco de la crisis económica y de las transformaciones que se acometen para resolverla. Asimismo es conveniente que se dominen ciertos conceptos como diezmo, gremio y domestic system, pliego de cordel, gaceta. v.- Lecturas recomendadas: L. Stone, La crisis de la aristocracia, 1558-1641, Alianza Editorial, Madrid, 1985 (hay varias ediciones posteriores). Libro importante para adentrarse en las actitudes mentales, los modos de vida y la cultura de la aristocracia inglesa en un momento de cambio a causa, sobre todo, de la crisis económica y de sus nuevas obligaciones cortesanas. Es un modelo excelente de trabajo para poder efectuar comparaciones con la evolución de la aristocracia de otras monarquías como la española y la francesa. vi.- Documentos y Mapas: Es recomendable comparar el cuadro Las hilanderas, de Diego Velázquez (Museo del Prado), con el tapiz La visita de Luis XIV a los Gobelinos, sobre cartón de Charles Lebrun o Le Brun, hacia 1670 (Collection Mobilier National, Paris) Se puede consultar el catálogo Velázquez con motivo de la exposición que sobre el personaje y su obra se realizó en el Museo del Prado con el patrocinio del Banco Hispano Americano los días 23 de enero y 31 de marzo de

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1990, pp. 360-367. Hay, además, un análisis del cuadro en google por Julián Gallego. En Google también se localiza el tapiz de Lebrun). Tema 8. Cambios y tensiones sociales i.- Epígrafes Principales causas de los conflictos La “refeudalización” El mapa de las revueltas Movimientos políticos y antiseñoriales. El caso español. ii.- Resumen del contenido: La crisis económica y demográfica que tuvo lugar en Europa durante el siglo XVII, con periódicas hambrunas, así como el permanente estado de guerra en el que se encuentran los Estados, y los reajustes que los grupos privilegiados, en especial los titulares de señoríos, llevaron a cabo para obtener mayores ingresos, en una etapa en la que el poder adquisitivo de las rentas agrícolas disminuye y las necesidades financieras de los Estados se incrementa, va a provocar, como ya se ha ido apuntando, una gran inestabilidad social y política. Por un lado, determinados territorios van a rebelarse contra la autoridad de sus soberanos aprovechando su debilidad, como Portugal, Cataluña, Nápoles y Sicilia en el caso de la Monarquía Hispánica, en cuyo origen se encuentran diversos factores, entre los que se debe resaltar el descontento de las elites a las nuevas demandas fiscales exigidas por la corona para hacer frente al conflicto de la Guerra de los Treinta Años. La revolución inglesa protagonizada por el Parlamento contra los intentos absolutistas de Carlos I Estuardo, y que concluirá con su destronamiento y ejecución, es otro signo evidente del malestar político de los pueblos y de sus elites con sus dirigentes. Lo mismo cabe decir de las frondas en Francia, en las que la aristocracia –en sus filas participarán incluso miembros de la familia real- juega un papel determinante en su querella contra el monarca por verse desplazada del centro del poder. El protagonismo de este grupo social será relevante asimismo en la inestabilidad política que se vive en Polonia y Rusia, cuyos soberanos se ven incapaces de imponerse sobre una nobleza terrateniente, que acapara cada vez más poder económico y político, una burguesía prácticamente inexistente y un campesinado debilitado Al descontento político, protagonizado fundamentalmente por los grupos privilegiados de la sociedad, hay que añadir las revueltas campesinas y los desórdenes urbanos que se canalizan a través de tumultos de subsistencia, motines de hambres o de carestía de los cereales; y de acciones campesinas contra el pago de los diezmos eclesiásticos, los derechos señoriales, la subida de los impuestos –o su cobranza- y los alojamientos de soldados. El mapa de estos levantamientos refleja muy bien su alcance y su difusión, ya que se extenderán por toda Europa: en Rusia en los años 1602-1607 y 1672; en Francia los croquants del Périgord y Limousin entre 1624 y 1643 y los Nu-Pieds de Normandía en 1639; guerras campesinas en Alemania en 1626; sublevaciones campesinas en Inglaterra entre 1628 y 1631, en Hungría en el bienio 1631-1632, y en Ucrania; alteraciones andaluzas de 1648 a 1653. Pero

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¿por qué este desorden generalizado? Porque estos movimientos, espontáneos o dirigidos, representaron, por un lado, el rechazo social a la concentración del poder de los Estados en expansión, que demandaban mayores aportes monetarios de sus súbditos –es el caso de Francia y España-; y por otro, fueron la respuesta a los cambios derivados del recrudecimiento del régimen señorial, con la intensificación del modo de producción feudal basado en la servidumbre de la Europa del este (“refeudalización”), así como del ataque de los grupos privilegiados a los derechos tradicionales de los campesinos, muy visible en el “cercamiento” de tierras comunales, sobre todo en Inglaterra (enclosures) y en Castilla (cotos cerrados), y cuya práctica no sólo vulneraba las leyes sino que agravaba las dificultades económicas de los campesinos, especialmente de los jornaleros, privados del uso de los montes y baldíos de los concejos. Por supuesto, estos levantamientos fueron duramente reprimidos por el Estado con sanciones a quienes los encabezaron o se destacaron por sus actuaciones violentas, las cuales iban desde la pena de muerte hasta la condena a servir en las galeras, en las minas –las de mercurio, por su toxicidad, fueron terribles para los condenados- y en los presidios (fortalezas), el embargo de sus bienes y el destierro del reino. Evidentemente el desigual castigo no dependía tanto del delito como de la posición social de cada uno: los nobles podían perder la vida, pero lo habitual fue que se les embargasen sus posesiones, se les obligara a incorporarse a un presidio o que fueran desterrados; este destino fue el común para los eclesiásticos que participaron en sediciones y tumultos. Por el contrario, campesinos, artesanos, jornaleros y demás individuos pertenecientes al estado llano, fueron sancionados a trabajar en las minas o a remar en las galeras, cuando no perdieron la cabeza, expuesta al público, lo mismo que su cuerpo troceado, para ejemplo de todos. iii.- Bibliografía para preparar el tema: A. Floristán (Coord.), Historia Moderna Universal, Barcelona, Ariel, 2007, cap. 22 (Miguel Rodríguez Cancho, “Cambios y tensiones sociales en el siglo XVII”, pp. 516-528) L. Ribot García (Coord.), Historia del mundo moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 12 (J. M. Palop Ramos, “La crisis del siglo XVII”, pp. 317-342) iv.- Conocimientos básicos exigibles: Tener una visión general y precisa de los factores que propiciaron las revueltas y rebeliones en el siglo XVII, así como manejar determinados conceptos: fronda, Croquants, Nu-pieds, enclosures. v.- Lecturas recomendadas: J. H. Elliott y otros, Revoluciones y rebeliones de la Europa moderna, Madrid, Alianza Editorial, 1972 (hay varias ediciones) vi.- Documentos y Mapas:

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Es aconsejable ver el cuadro de Michelangelo Cerquozzi, Revuelta de Masaniello (Roma, Galeria Spada). Está reproducido en el libro de Giuseppe Pacciarotti, La pintura barroca en Italia, Madrid, Ediciones Istmo, S.A, 2000. Tema 9. El nuevo régimen demográfico i.- Epígrafes Los diferentes ritmos demográficos Factores del crecimiento poblacional: mortalidad, natalidad, fecundidad Repercusión del despegue económico de Europa en la evolución demográfica. El ascenso de la sociedad de consumo ii.- Resumen del contenido: La demografía del siglo XVIII mantiene los mismos factores que la caracterizaban en los siglos precedentes: mortalidad y natalidad elevadas y altos índices de fecundidad. Empero, se aprecian ya ciertas modificaciones en su comportamiento que prefiguran el régimen demográfico contemporáneo, pues la menor incidencia de factores exógenos, como enfermedades epidémicas, guerras y hambrunas provocadas por malas cosechas, permitirá un crecimiento demográfico sostenido. La elaboración sistemática de censos o recuentos de población por iniciativa del Estado es una pieza decisiva a la hora de cuantificar los efectivos humanos en Europa, aun cuando no llegaron a realizarse en Francia y Gran Bretaña hasta 1801. Y los datos obtenidos confirman la tendencia al crecimiento: si en 1700 la población continental oscilaba en torno a los 115 o 120 millones de habitantes, al finalizar la centuria lo hacía alrededor de 190 millones, es decir, se había incrementado en un 58 ó un 65 por ciento aproximadamente. ¿Qué factores incidieron en este comportamiento? No existe unanimidad al respecto, pero parece imponerse la tesis de que los cambios producidos en la nupcialidad fueron la causa de dicho crecimiento, si bien siguieron dependiendo de las condiciones medio ambientales, por lo que se produjeron notables diferencias demográficas entre regiones: por ejemplo, en las regiones meridionales (España, Italia y sur de Francia) la mortalidad infantil fue mayor que en las regiones septentrionales (Inglaterra, Holanda, Alemania y norte de Francia) en buena parte debido al clima, por lo que los matrimonios fueron más tempranos en las primeras y más tardíos en las segundas. Así pues, la población en Inglaterra aumentó en un 133 por ciento entre 1680 y 1820, pero en Francia ascendió tan sólo en un 39 por ciento, porcentaje en torno al cual se movieron España e Italia. Y aun se observa otro aspecto significativo: las ciudades fueron las que más crecieron en detrimento del campo a causa fundamentalmente de la emigración de los campesinos, dadas las dificultades cada vez mayores que padecían en las zonas rurales por el proceso del cerramiento de las tierras y las oportunidades que ofrecían los núcleos urbanos. Así, entre 1700 y 1800 Londres y Madrid crecieron en torno a un 50 por ciento, Dublín en un 180 por ciento, Viena en un 102 por ciento, Berlín en un 172 por ciento y Nápoles en un 97 por ciento. Crecimientos muy inferiores experimentaron Ámsterdam, París, Milán y Roma. Venecia, en cambio, se estanca durante la centuria.

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El desarrollo urbano produjo a su vez la expansión de la sociedad de consumo, la cual requería mejores comunicaciones, una mayor especialidad en los productos, que ya no estarían destinados a cubrir las necesidades básicas (es el caso, por ejemplo, de artículos como el chocolate, el café, el té y el tabaco), y una reducción en los costes de producción, que será posible gracias a la estabilidad de los salarios –éstos apenas crecerán a lo largo de la centuria- y a una serie de transformaciones aplicadas en el sector de la industria textil. Todos estos elementos serán decisivos para reducir el autoconsumo, favorecer la demanda y facilitar la integración de los mercados, pero también para mejorar las perspectivas de vida de los europeos posible gracias a un incremento en el empleo generado por la misma demanda urbana, lo que favoreció la estabilidad laboral y la incorporación al mercado del trabajo de más miembros de una misma familia, aumentando de este modo los ingresos familiares. iii.- Bibliografía para preparar el tema: Alfredo Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Editorial Ariel, 2007, caps. 30 (Rafael Torres Sánchez, “El despegue económico de Europa en el siglo XVII”, apartado 1.1, pp. 684-686) y 31 (Agustín González Enciso, “Las transformaciones de la sociedad en el siglo XVIII”, pp. 713-737). Luis Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 16 (Enrique Giménez López, “Demografía y sociedad”, pp. 443-465). iv.- Conocimientos básicos exigibles: Es básico que el alumno aprenda el comportamiento de los factores demográficos en el siglo XVIII y su impacto en la evolución de la población, a nivel general y a nivel regional, en el campo y en las ciudades, y en el fenómeno migratorio. v.- Lecturas recomendadas: Gloria A. Franco Rubio (Coord), Cosas de la vida. Vivencias y experiencias cotidianas en la España Moderna. Cuadernos de Historia Moderna, Anejos, Madrid, Publicaciones de la Universidad Complutense de Madrid, Anejo VIII, 2009. Está digitalizado en Dialnet. vi.- Documentos y Mapas: J-R. Juliá (Dir), Atlas de Historia Universal, Barcelona, Editorial Planeta, 2000, para localizar mapas sobre el desarrollo de las ciudades en Europa. Tema 10. Los estamentos privilegiados i.- Epígrafes La vieja nobleza: mantenimiento de sus privilegios jurídicos, económicos y honoríficos

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Claves para la aparición de la “nueva” nobleza El debilitamiento del estamento clerical: causas y consecuencias ii.- Resumen del contenido: La sociedad del siglo XVIII se mantiene estratificada como en los siglos anteriores en tres estamentos definidos por el goce de privilegios o por su ausencia y por la desigualdad jurídica: nobleza, clero y estado llano. Pero frente a épocas anteriores ahora la frontera entre el estamento nobiliario y el plebeyo resulta más fácil de traspasar y, lo que es más importante, ciertos sectores sociales comienzan a cuestionar con vigor los fundamentos mismos de la sociedad estamental, sobre todo en las décadas finales de la centuria. El fenómeno más relevante en el seno del estamento nobiliario es la desaparición de grandes familias y el surgimiento de otras nuevas procedentes en muchos casos de la burguesía como consecuencia de la ruina económica y el agotamiento genético, hasta el punto de que la mayoría de los nobles titulados de mediados del siglo tenían un origen reciente. Esta renovación, que se produjo por servicios al rey, tanto en la milicia como en la administración y las finanzas, aseguraba la pervivencia del estamento y su privilegiada posición en la vida política, pero conllevaba al mismo tiempo un cambio en la mentalidad de sus integrantes: la defensa de sus privilegios no implicaba como en el pasado el desden por las innovaciones económicas e incluso políticas. Serán precisamente los nobles quienes procederán en todas partes de Europa a incrementar sus propiedades agrarias y a modernizar su explotación recurriendo al cerramiento de sus campos, fenómeno no exclusivo del siglo XVIII pero sí mucho más extendido. Y serán ellos quienes comiencen a invertir en el comercio y en la industria con la instalación de fábricas y la explotación de yacimientos mineros en sus propiedades. La vieja nobleza poco a poco irá asumiendo este tipo de innovaciones, asegurándose su supervivencia, pero lo que no pudo evitar es que fuera desplazada de la vida política por los nuevos nobles: la participación de éstos en los órganos de gobierno fue creciente, como también lo fue la incorporación de muchos burgueses al ejército, concebido ahora como una profesión, lo que les permitía ascender socialmente por sus méritos a la nobleza, que seguía siendo la referencia del prestigio social. Con todo, el estamento nobiliario, como en épocas anteriores y a pesar de sus privilegios, mantenía marcadas desigualdades en función de la riqueza. Así, se puede hablar de alta y baja nobleza: al primer grupo pertenecería la nobleza titulada (duques, marqueses, condes, barones), propietaria además de extensos señoríos; al segundo, varias categorías que se suelen identificar con la denominación de caballeros o gentilhombres, y en Castilla también con la de hidalgos. El estamento eclesiástico, superada la crisis del siglo XVII, aunque seguirá conserva todos sus privilegios comenzará a perder su independencia. La política regalista practicada por los monarcas irá reduciendo cada vez más las áreas de influencia del clero, tanto del secular como del regular: el recorte de sus fueros a favor de la justicia ordinaria, el nombramiento de prelados afines a los postulados de la Corona, la renovación de los estudios universitarios y la supresión de la Compañía de Jesús son claros ejemplos del progresivo debilitamiento de la iglesia en la vida política y social, si bien la formación del

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clero en su conjunto mejorará respecto al siglo anterior, pues las vocaciones se impondrán sobre el interés. Este cambio en los criterios para ingresar en el estamento tendrá consecuencias importantes: por un lado, provocará una disminución progresiva en sus efectivos durante todo el siglo XVIII en la medida en que el crecimiento económico ofrecía mayores perspectivas a los grupos medios y bajos de la sociedad, que se abstendrán de profesar en religión; y por otra parte, las teorías fisiocráticas, que defendían la libre circulación de la tierra en el mercado, llevará a los soberanos ilustrados a promulgar resoluciones dirigidas a desamortizar sus propiedades facilitando así su libre enajenación en una coyuntura dominada por la demanda de tierras y de bienes inmuebles por los grupos emergentes de la sociedad. iii.- Bibliografía para preparar el tema: Alfredo Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Editorial Ariel, 2007, cap. 31 (Agustín González Enciso, “Las transformaciones de la sociedad en el siglo XVIII”, apartados 2 y 3, pp. 714-718). Luis Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 16 (Enrique Giménez López, “Demografía y sociedad”, fundamentalmente las pp. 455-459) iv.- Conocimientos básicos exigibles: Es imprescindible que el alumno comprenda el proceso de transformación que se opera en los estamentos privilegiados en función del crecimiento demográfico y económico que se produce durante todo el siglo XVIII y de la actuación del Estado. Asimismo debe tener claro algunos conceptos como regalismo, nobleza de toga, bienes de manos muertas y desamortización. v.- Lecturas recomendadas: Pedro Rodríguez de Campomanes, Dictamen fiscal de expulsión de los jesuitas de España (1766-1767), Madrid, Fundación Universitaria Española, 1977. vi.- Documentos y Mapas: Compare los retratos del conde de Floridablanca, de Francisco de Goya, y de Rodríguez de Campomanes, de Antonio Carnicero, con el de Manuel Godoy, vencedor de la Guerra de las Naranjas, de Francisco de Goya, todos ellos localizables en Google,. Tema 11. El estado llano i.- Epígrafes El campesinado Los menestrales urbanos La burguesía comercial, financiera, industrial

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La mentalidad burguesa ii.- Resumen del contenido: La burguesía fue, sin duda, el grupo social que más crecerá en el siglo XVIII, tanto en número como en capacidad de actuación en la vida política y económica, aun cuando muchos de sus integrantes procuraron ennoblecerse sin por ello abandonar sus negocios mercantiles, industriales y financieros, en parte porque en determinados estados, como España, los monarcas habían decretado su compatibilidad. El nivel de riqueza de la burguesía es tan variado como lo es la actividad económica a la que se dedican sus integrantes: comerciantes y hombres de negocios, financieros, empresarios industriales o mercaderes-fabricantes, funcionarios y profesiones liberales. Por el contrario, sus ideas, al menos en materia económica, apenas muestran fisuras: todos estos grupos son partidarios de eliminar los privilegios que les impedían acceder libremente a los mercados, por lo que se enfrentarán a los monopolios comerciales y fabriles –los gremios- así como a la amortización de la tierra por la nobleza y el clero. En un plano inferior a la burguesía, pero con algunas características comunes, se encuentra en las ciudades un abigarrado conjunto de grupos profesionales: 1) maestros artesanos, pequeños y medianos comerciantes, con unos ingresos parecidos y con posibilidades de ascenso social; 2) oficiales, criados, aprendices, un variopinto grupo de trabajadores libres no especializados que se dedicaban a la carga y descarga de mercancías (“ganapanes”, “gagnedeniers”, “bergantes” y “journeymen”); y 3) una multitud de pobres que vivían de la caridad. Y como sucedía con la burguesía, las condiciones de vida de los trabajadores manuales de las ciudades eran muy variadas, aunque por regla general era frecuente que poseyeran una pequeña vivienda, una huerta, un animal útil (burro, mula o vaca) y unos instrumentos de trabajo, lo que les permitía gozar de cierta libertad de acción. También oscilaban mucho los salarios: maestros y especialistas en determinadas profesiones –por ejemplo, los plateros de oro y plata- podían obtener buenos ingresos con sus salarios; los oficiales ganaban también un jornal razonable con el que mantener a su familia, sobre todo si la mujer desempeñaba tareas complementarias a las domésticas; mancebos, aprendices y criados apenas podían sustentarse con su salario, aunque en este caso sus necesidades básicas (alimentos, ropa, calzado, hospedaje y sanidad) eran costeadas por sus patronos. Mientras los precios se mantuvieron estables o con ligeras subidas, la capacidad adquisitiva de los salarios no se resintió y con ella tampoco el nivel de vida de los artesanos y trabajadores por cuenta ajena, pero a partir de 1760 la situación comienza a deteriorarse por el alza espectacular de los precios, no obstante que también crecieron los salarios, en gran medida a causa de la liberación del precio de los cereales. En las zonas rurales también se aprecian importantes desigualdades. Es verdad que el campesinado constituía la mayoría de la población europea, pero su situación social y económica variaba en función de diferentes factores: que fuera propietario de tierras de labor y de ganados, que fuera jornalero o que dependiera de un señor jurisdiccional, del régimen de tenencia de la tierra o de la duración de los contratos de arrendamiento y de aparcería. En los países del Este de Europa el campesinado estaba sometido al régimen de servidumbre, lo

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que implicaba la obligación de realizar determinados trabajos gratuitos en beneficio del señor (corvées o robot). Así pues, encontramos: 1) campesinos acomodados que poseían tierras en propiedad o con contratos de explotación favorables, así como animales de tiro y utensilios de labranza (“labradores honrados” en Castilla; yeomen en Inglaterra); 2) campesinos medios independientes y labradores dependientes, que no disponían de tierras suficientes para hacer frente al pago de diezmos, rentas e impuestos; y 3) jornaleros o campesinos sin tierra. iii.- Bibliografía para preparar el tema: Alfredo Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Editorial Ariel, 2007, cap. 31 (Agustín González Enciso, “Las transformaciones de la sociedad en el siglo XVIII”, apartados 2 y 3, pp. 714-718). Luis Ribot (coord), Historia del Mundo Moderno, Madrid, Actas, 2006, cap. 16 (Enrique Giménez López, “Demografía y sociedad”, fundamentalmente las pp. 455-459). Este estudio, por lo que se refiere a la burguesía y el campesinado, es menos completo que el anterior. iv.- Conocimientos básicos exigibles: Es fundamental que se comprenda bien el proceso de desarrollo de la burguesía durante el siglo XVIII así como tener claros los diferentes tipos de burguesía existentes en dicha época. También es esencial poner en relación las teorías ilustradas sobre la agricultura con la evolución del campesinado y las corrientes emigratorias desde las aldeas a las ciudades. v.- Lecturas recomendadas: Vizconde de Buen Paso, Carta de la Corte de Madrid, Madrid, Viceconsejería de Cultura y Deportes. Gobierno de Canarias, 1988 vi.- Documentos y Mapas: Es recomendable visitar en el Museo del Prado de Madrid dos cuadros de Charles-François Hutin, Cocinera y Hombre empujando una carretilla, y otro de Ramón Bayeu, El choricero., como representaciones arquetípicas de profesiones en el siglo XVIII Tema 12. Revueltas y revoluciones en el siglo XVIII: la crisis del Antiguo Régimen i.- Epígrafes Tipología de los conflictos El movimiento de la sociedad preindustrial Principales focos en el mapa europeo ii.- Resumen del contenido:

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El siglo XVIII es sin duda un tiempo de constante crecimiento económico, pero también de grandes cambios en la estructura social y, lo que es muy importante, en las formas de entender la vida y las relaciones de poder entre grupos sociales. El desarrollo industrial, sobre todo en Gran Bretaña, con unas condiciones laborales cada vez más duras, aunque todavía sin llegar a las que tendrán lugar en el siglo XIX, y que se ponen de manifiesto en la explotación del trabajo femenino e infantil, provocará diferentes huelgas de obreros e incluso motines normalmente dirigidos contra los empresarios y sus instalaciones fabriles, en donde la maquinaria va desplazando de manera progresiva el trabajo cualificado de los artesanos. Pero no fueron las únicas manifestaciones de descontento, ya que las protestas tuvieron distintas motivaciones: aumento de la presión fiscal, reclutamientos forzosos, abusos de los propietarios agrícolas, rebajas saláriales en las actividades industriales y, sobre todo, crisis en el abastecimiento de bienes alimenticios de primera necesidad como consecuencia de malas cosechas que hacen que las condiciones de vida sean más precarias en un marco de creciente injusticia. E incluso hubo levantamientos con un acentuado carácter religioso: este fue el caso de los Gordon riots de Londres en 1780 contra los católicos, o el levantamiento de los campesinos de la Vendée en la Francia revolucionaria. Por otro lado, estas asonadas y revueltas populares, aunque a menudo tuvieron un carácter espontáneo, fuertemente impregnado de odio, como aconteció en los asaltos a los castillos señoriales durante la Revolución Francesa, en ocasiones, sin embargo, fueron acicateadas e incluso dirigidas por ciertos grupos sociales, entre ellos la nobleza, descontentos con las medidas reformistas de los gobernantes –así sucede, por ejemplo, en los motines contra Esquilache en España y en las primeras manifestaciones de la revolución francesa- o con su inmovilismo, pues no debe olvidarse el desarrollo cultural e intelectual que se señorea en Europa gracias a la Ilustración y, paradójicamente, al despotismo ilustrado practicado por sus soberanos. La magnitud que estas revueltas podían alcanzar está perfectamente documentada con el levantamiento de los colonos norteamericanos contra el gobierno de Jorge III de Gran Bretaña y que desembocó en la independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, así como en la oposición de algunos sectores de la nobleza francesa a las medidas económicas promulgadas por Luis XVI y que acabaron en la Revolución Francesa y en la destrucción del Antiguo Régimen en Europa, sustituido por un nuevo modo de entender las relaciones económicas y sociales, pero también las relaciones entre los gobernantes y los gobernados iii.- Bibliografía para preparar el tema: Alfredo Floristán (coord), Historia Moderna Universal, Barcelona, Editorial Ariel, 2007, cap. 31 (Agustín González Enciso, “Las transformaciones de la sociedad en el siglo XVIII”, pp. 734-736). iv.- Conocimientos básicos exigibles: Comprender muy bien las tipologías y los protagonistas de las revueltas y de las revoluciones que surgen y se desarrollan en el siglo XVIII, así como el impacto en esos movimientos de los cambios económicos, sociales y culturales

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producidos por las ideas de la ilustración y los monarcas ilustrados. Especial atención a la Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica. v.- Lecturas recomendadas: G. Rudé, Protesta popular y revolución en el siglo XVIII, Barcelona, Editorial Ariel, 1978. El autor realiza un análisis del movimiento revolucionario francés que condujo a la Revolución francesa y de los movimientos ingleses desde mediados del siglo XVIII para explicar su distinta evolución. vi.- Documentos y Mapas: Ver algunas representaciones de la toma de la Bastilla, que constituye el pistoletazo de la Revolución Francesa en 1789, como la de Charles Thénevin, pintada en 1793 (Museo Carnavales) o la acuarela de 1789 de Jean-Pierre Houël (Bibliothèque Nationale de France), ambas digitalizadas por Google, para visualizar la participación del pueblo en los levantamientos de los siglos modernos.