pigmalión por george bernard shaw · 2020. 9. 3. · george bernard shaw. prefacio como se verá...

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Pigmalión Por George Bernard Shaw

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  • Pigmalión

    Por

    GeorgeBernardShaw

  • PREFACIO

    Como se verámás adelante, Pigmalión necesita, no un prefacio, sino unapéndice,quehepuestoensudebidolugar.

    Losinglesesnotienenrespetoasuidiomaynoquierenenseñarasushijosahablarlo.Lopronunciantanabominablementequenadiepuedeaprender,porsí solo, a imitar sus sonidos. Es imposible que un inglés abra la boca sinhacerseodiarydespreciarporotroinglés.Elalemánoelespañolsuenaclaropara oídos extranjeros; el inglés no suena claro ni para oídos ingleses. Elreformador que hoy le haría falta a Inglaterra es un enérgico y entusiásticoconocedorde la fonética.Poresta razón,elprotagonistademiobraesel talconocedor.

    Entusiastas por el estilo han existido en los tiempos pasados, peroclamabaneneldesierto.

    Cuando yo empecé a interesarme por el asunto, el ilustre AlexanderMelville Bell, el inventor del lenguaje visible, había emigrado al Canadá,donde su hijo inventó el teléfono; peroAlexander J. Ellis seguía siendo unpatriarcalondinense,conunacabezallamativa,siemprecubiertodeunsolideode terciopelo,por loque solía, deunmodomuycortés, pedirperdónen lasreunionespúblicas.ÉlyTitoPagliardini,otrofonéticoveterano,eranhombresa quienes era imposible no querer. Henry Sweet, entonces un joven, noparticipaba de su suavidad de carácter; basta con decir que era tan pocotoleranteparacon laspersonasconvencionalescomoIbsenoSamuelButler.Sugranaptitudcomofonético(parécemequedelostreseraelquemásvalíaprofesionalmente)debierahaberlehechomerecedordelosfavoresoficiales,ytalvezhaberleproporcionadolosmediosparapopularizarsusmétodos;perolo impidió su satánico desprecio de todas las dignidades académicas y, engeneral, de todas las personas que tienen en más estima el griego que lafonética.Unavez,enlosdíasenqueelInstitutoImperialsehabíalevantadoenSouthKensingtony JosephChamberlain estaba atronando el país con supolítica imperialista,yo indujealdirectordeunaprincipal revistamensualasolicitar un artículo de Sweet por la importancia que había de tener para lapolíticaimperante.

    Cuando leyeron el artículo, vieron que se reducía a un furibundo ataquecontraunprofesordelenguasyliteratura,cuyacátedra,segúnSweet,nopodíaestarocupadasinoporun inteligenteenciencia fonética.El trabajohubodeser rechazado, y yo tuve que renunciar a realizar mi ensueño de poner encandeleroa suautor.Cuando leencontréotravez,másadelante,despuésdemuchos años, vi con asombro mío que él, que había sido un joven muy

  • presentable, a fuerza de llevar adelante sumanía, había llegado a alterar suaparienciapersonalhastaelpuntodeparecerunacaricaturadeprotestacontraOxfordytodassustradiciones.Seguramentecontodoeldolordesucorazónsehabíavistoobligadoaaceptar algoparecidoaunacátedrade fonéticaenaquelcentro.Elporvenirdelafonéticaquedaacienciaciertaenmanosdesusdiscípulos,yaquetodascreíanfirmementeenél;peronadapudoconvenceralhombre a que hiciera algunas concesiones a la Universidad, a la que, sinembargo, quedaba unido, por derecho divino, de una manera intensamenteoxoniana.

    No me cabe duda de que sus papeles, si ha dejado algunos, contienensátirasquepudieranserpublicadassincausardemasiadosestragos...dentrodecincuenta años. No fue, en ningún modo, persona de malos sentimientos,según creo, sino todo lo contrario; pero no le era posible aguantar conpacienciaalosnecios.

    Losqueleconocieronsefijaránenlaalusiónquehagoenmiterceractoalataquigrafíapatentadaqueusabaparaescribirtarjetaspostalesyquesepuedeadquirir comprandounmanual de cuatro chelines y seis peniquespublicadopor la Prensa de Clarendon. Las tarjetas postales que la señora HigginsdescribesoncomolasqueherecibidodeSweet.

    Quise descifrar un sonido que un londinense representaría por zerr y unfrancés por seu, y le escribí preguntando con cierta viveza qué demoniossignificaba. Sweet, con infinito desprecio pormi estupidez, contestó que nosolamente significaba, sinoqueobviamente era lapalabra result, puestoqueninguna otra palabra conteniendo aquel sonido, y capaz de encajar en elsentido del contexto, existía en idioma alguno hablado del mundo. El quemortalesmenosexpertosqueélnecesitaranmásexplicaciones,nolecabíaenlacabezaaSweet.

    Por eso, aunque el punto esencial de su taquigrafía corriente está enquepuedeexpresarperfectamentecualquiersonidodelidioma,lomismovocalesqueconsonantes,yquelamanodelqueescribenotienequehacertrazosquenoseanlosfácilesycorrientesconlosqueseescribem,nyu,l,pyqconlainclinaciónquemáscómodosea,sudesgraciadadeterminacióndehacerservirde signos taquigráficos ese notable y muy legible alfabeto lo redujo en supropia práctica al más inescrutable criptograma. Su verdadero objeto era lacreación de un alfabeto completo, exacto y legible para nuestro noble, peromaltrajeadoidioma;peronolologróporhaberdespreciadoelpopularsistemaPitman de taquigrafía. El triunfo de Pitman fue debido a una buenaorganizacióndelasunto.Pitmanpublicóunperiódicoparaconvenceratodosdelanecesidaddeaprendersusistema.Publicóademáslibrosdetextobaratos,ejercicios y transcripciones de discursos para ser copiados por alumnos, yfundó escuelas en las que profesores expertos enseñaban demanera que los

  • alumnos hacían rápidos progresos. Sweet no pudo organizar sumercado deeste modo. Era como una sibila que abrió de par en par el templo de laprofecíacuandonadiequeríaentrar.

    Su manual de cuatro chelines y seis peniques, en su mayor partelitografiado y reproduciendo sus apuntes, que nunca fue anunciado en laPrensa, tal vez algún día sea recogido por un Sindicato y lanzado a lacirculación como el Times ha lanzado la EnciclopediaBritánica. Pero hastatanto,seguramentenoprevalecerácontraPitman.Hecompradoenmividatresejemplaresdedichomanual,ylosimpresoresmedicenquelesquedaungrannúmerodeellos.Me toméel trabajodeaprenderelmétododeSweet,y, sinembargo,parataquigrafiarlaspresenteslíneaselmétodoqueempleoeseldePitman.YlarazóndeelloesquemisecretarianosabetranscribiraSweetporhaberaprendidoalafuerzaaPitmanenlasescuelas.PoresoSweetseriodePitmantanvanamentecomoTersitesseriodeAyax.Contodasurisa,nologródesbancarasucompetidor.PigmaliónHigginsnoesunretratodeSweet,paraquienlaaventuraconLuisaDoolitlehubiesesidoimposible.Sinembargo,hayenelpersonajerasgosquesondeSweet.ConelfísicoyeltemperamentodeHigginspuedequeSweethubiesehechoarderenllamaselTámesis.TalcomofuesupollamarlaatencióndelosfonéticosdeEuropalosuficienteparaquesuoscuridadpersonalysufracasoenOxfordseantodavíaobjetodeasombroylosprofesionalesesténconvencidosdesusgrandesméritos.

    Nocensuro aOxford, porque creoqueOxford tieneperfectoderechodeexigirciertaamenidadsocialdesupersonaldocente(¡Diossabecuánexiguaes esa exigencia!); porque aunque bien sé cuán difícil es para un hombregenialnoapreciadoensuvalormantenerrelacionesamablesyserenasconlosque le menosprecian, de todos modos, por mucho que sea su rencor y sudesdén para con ellos no puede esperar que, demostrándoselo a diario, lepaguensusdesplantesconmanifestacionesdecariñoyderespeto.

    De lasulterioresgeneracionesdefonéticossépoco.Enellosdescuellaelpoeta laureado, al que tal vez Higgins le deba sus simpatías miltonianas,aunque tambiénenestodebohacerconstarquenoheretratadoaSweetnianadie. Pero si mi obra contribuye a llevar al conocimiento del público queexisten realmente personas dedicadas a la fonética y que pertenecen a lasclasesmás ilustradasde Inglaterra en la actualidad, nohabrá sido escrita envano.PuedovanagloriarmedequePigmaliónhatenidounextraordinarioéxitoen los teatros de Europa y deAmérica, lomismo que en Inglaterra. Es tanintensa e intencionalmente didáctico, y su asunto, al mismo tiempo, es tanáridodeporsí,quenopuedopormenosde regocijarmeante taleséxitos,alpensar en los corifeos de la crítica, que no cesan de proclamar que el artenuncadebeserdidáctico.Aquíestálapruebadelobienfundadodemipuntodevista.

  • Finalmente, para animar a los que se apuran por sumala pronunciación,temiendo que ésta les obstruya el camino a altos empleos, añadiré que elcambiomaravillosooperadoenlapobrefloristaporelprofesorHigginsnoesimposiblenidescomunal.Lahijadelporteromoderno,quellenasuambiciónhaciendolareinadeEspañaenRuyBlas,enelThéâtreFrançais,esunosolodelosmuchosmilesdepersonasquesehandespegadodesuacentonativoyadquiridounnuevomododehablar.Perolacosadebehacersecientíficamentepara evitar que el remedio sea peor que la enfermedad. Un acento nativofrancoynatural,pormaloquesea,esmástolerablequelosesfuerzosdeunapersona fonéticamente ineducada para imitar el vulgar dialecto de losdeportistas aristocráticos. Y duéleme tener que decir que, a pesar de laenseñanzadenuestraAcademiadeArteDramático,enlosescenariosinglesesquedantodavíademasiadosdejesyresabiosviciosos,ynoflorecebastantelanobledireccióndeForbesRobertson.

    PERSONAJES

    MADRE(SEÑORAEYNSFORDHILL).

    HIJA(SEÑORITAEYNSFORDHILL).

    FLORISTA(ELISADOOLITLE).

    MISTRESSPEACE.

    MISTRESSHIGGINS.

    UnaDONCELLA.

    CABALLERO(CORONELPICKERING).

    ELDELASNOTAS(ENRIQUEHIGGINS).

    ALFREDODOOLITLE.

    UnDESCONOCIDO.

    UnGOLFO.

    UnGUASÓN.

    UnCIRCUNSTANTESARCÁSTICO.

    ESPECTADORES,TRANSEÚNTES.

    ACTOPRIMERO

  • Pórticode la iglesiadeSanPablo,enLondres,despuésde lasdocedelanoche.Lluviatorrencial,contruenosyrelámpagos.Portodaspartes,llamadasa los cocherosychóferesde taxis.Los transeúntes correna cobijarseen losportales, cafés o en donde pueden. En el pórtico hay varias personas, entreellas una señora distinguida y su hija, en traje de sociedad. Todos miranmohínoscómocaeelagua,exceptouncaballeroocupadoentomarnotasenuncuaderno.Enunrelojdetorrevecinoseoyendarlasdoceymedia.

    LAHIJA.—(Malhumorada.)Nosvamosacalarhasta loshuesos. ¡Vayaunchaparrón! ¡Quién lohubieseesperado,conunanoche tanserenacuandosalimosdecasa!Pero¿enquéestarápensandoFreddy?Yahanpasadoporlomenosveinteminutosdesdequesefueenbuscadeuncoche.

    LAMADRE.—Notanto,hija.Pero,enfin,yapodíahabervenido.

    UN DESCONOCIDO. — (Al lado de ellas.) No se hagan ustedesilusiones.Ahora,alasalidadelosteatros,noseencuentrauncocheportodala ciudad. Si sigue lloviendo, no tendremos más remedio que esperar quevuelvandesuscarreras.

    LAMADRE.— Pero esto no puede ser. Necesitamos un coche a todotrance.Nopodemosesperartanto.

    ELDESCONOCIDO.—Puesnohaymásquetenerpaciencia.

    LAHIJA.—SiFreddytuviesedosdedosdefrente,habríaidoalpuntodelcirco,queallítodavíanohaacabadolafunción.

    LAMADRE.—Elpobrechicohabráhecholoposible.

    LAHIJA.—Otros saben encontrar coches. ¿Por qué no puede él? Ahívieneeltonto,ysinnada.(FREDDYvienecorriendodesdeunacallelateral,yalentrarenelpórticocierra suparaguas,quechorreaabundantementeagua.Esunjovendeveinteaños,entrajedesociedad,ytienelospantaloneshechosunalástimaporelagua.Llevalentesdorados.)

    LAHIJA.—Bueno;¿quéhay?Yamelofiguro.

    FREDDY.— Nada, no se encuentra un coche por ninguna parte... ni atiros.

    LAHIJA.—Tonteríatuya.¿Creesquedebemosirnosotrasabuscarlo?

    FREDDY.—Lo que te digo es que están todos ocupados. La lluvia havenido tan inesperadamente, que casi nadie llevaba paraguas; demodo quetodos los coches se han alquilado en el momento. Primero bajé a CharingCross,yluegoaLudgateCircus.Ynada.

    LAMADRE.—¿NofuisteaTrafalgarSquare?

  • FREDDY.—Allínohabíaninguno.

    LAHIJA.—Pero¿túfuisteallí?

    FREDDY.— Fui hasta la estación de Charing Cross. Supongo que noquerríasquehubieseidoaHammersmith.

    LAHIJA.—Túnofuisteaningunaparte.

    LAMADRE.—Laverdad,Freddy,esquetúeresmuytorpe.Anda,veteotravezynovuelvassinuncoche.Nopodemospasarlanocheaquí.

    FREDDY.—Siosempeñáis,iré;peromecalaréentonto.

    LAHIJA.—Comoloqueeres.Atitodotesaleporunafriolera,mientrastanto...

    FREDDY.— Bueno, bueno; no hables más, y sea lo que Dios quiera.(Abre suparaguasy salecorriendo,pero tropiezaconuna floristaquevieneprecipitadamente para resguardarse de la lluvia, y cuyo canasto de flores secaealsuelodemodolastimoso.Unrelámpagodeslumbradorseguidodefuertetruenoiluminaelincidente.)

    LAFLORISTA.—¡Anda,pasmao!¡Vayaconelseñoritocegato!Noshaamolaoelcuatroojos.¡Ay,quéleñe!

    FREDDY.—Bastantelosiento,perotengoprisa.(Escapacorriendo.)

    LAFLORISTA.—(Recogiendosusfloresyvolviendoacolocarlasenelcanasto.)¡Vayaunasmanerasquetienenalgunos!¡Moño,lastienende...!¡Ypocobarroquehay!¡Puesyanoshemosganaoeljornal!(Seagachaysiguearreglando sus flores lo mejor que puede, al lado de la señora. No es unamuchacha muy hermosa. Tiene unos dieciséis años. Su traje modesto estábastante ajado.Sucalzado sehalla enmal estado.Su tez atestigua el efectocontinuo de la intemperie. No es que, en general, no esté limpia y algocuidada;pero,alladodelasseñoraselegantes,elcontrasteesbastantegrande.Sin embargo, se ve que con un poco de cuidado sería una muchacha muyaceptable.)

    LAMADRE.—Noseausteddeslenguada,quemihijolohizosinquerer.

    LA FLORISTA.—Anda, ¿conque es hijo de usted, señora? Bien. Puesmire:podráustedpagarmelasfloresestropeás.Nosefigureustedqueamímelasregalan.

    LA HIJA. — ¡Pagarle las flores! No faltaba más; haber tenido ustedcuidado.

    LAMADRE.—Tenjuicio,Clara,que lachicasaleperjudicada.¿Tienesdinerosuelto?

  • LAHIJA.—Nollevomásqueunapiezadeseispeniques.

    LAMADRE.—Puesvenga.Toma,chica,porloquetehanestropeado.

    LAFLORISTA.—Muchísimasgracias,señora,yquetengaustedmuchasaluz.

    LAHIJA.—Seispeniquestirados...Novaleunpeniquetodoelcanasto.

    LAMADRE.—Calla,mujer;novalelapena.

    LAFLORISTA.—¡Québuenaeslaseñora!¡Sitoasfuanasí!...

    LAMADRE.—Bueno.Perootraveznohagastantasalharacas.

    LAFLORISTA.— ¿No ha de gritar una cuando la pisan un callo? (Uncaballero ya entrado en años, al parecer militar retirado, de aspecto jovial,viene corriendo a refugiarse en el pórtico. Su gabán chorrea agua. Suspantalonesestánenelmismoestadoquelosde

    FREDDY.Debajodel gabán lleva trajede sociedad.Ocupael sitiode laizquierdadejadovacanteporCLARA,queseharetiradohaciaadentro.)

    ELCABALLERO.—¡Vayauntiempecito!

    LAMADRE.—(AlCABALLERO.)Ya,ya;meparecequehaypararato.

    ELCABALLERO.—Es loque temo.Parecíaque ibaaaclarar,yyaveusted cómo cae ahora. (Se acerca a la FLORISTA, después de haberseremangadolospantalones.)

    LAFLORISTA.—(TratadeentablarconversaciónconelCABALLERO.)Cuandocaeasí,confuerza,nocreausted,cabayero,esqueprontoseacaba.Ande,migeneral,cómpremeunramiyete.

    ELCABALLERO.—Losiento,hija,peronotengocambio.

    LAFLORISTA.—Poresonolodeje,queyopuedocambiarle.

    ELCABALLERO.—¿Un"soberano"?Nollevomenos.

    LAFLORISTA.— ¡Anda lamar! Si tuviá yo un "soberano", estaría yoahoraenunpalcodelaÓpera.Míreseaversitienemediopenique.

    ELCABALLERO.—Vaya,nomolestes. ¡Cuando tedigoqueno llevo!(Buscando por sus bolsillos.) ¿No lo he dicho?... ¡Calla! Aquí tengo seispeniquesenplata;aversinosarreglamos.

    LAFLORISTA.—Puessueltosllevocincopeniques.Tomedosramiyetesyloscincodichos.Lesaleamediopeniquecaramiyete.Mepaeceque...(Daun grito, pues un vendedor de periódicos, de unos doce años, acaba depellizcarla en el brazo.) ¡Golfo, marrano! ¿Qué ties tú que pellizcarme?

  • (Restregándoseelbrazo.)¡Quéanimal!

    ELGOLFO.—Espaanunciarme.

    LAFLORISTA.—¡PuesniquefuáselPadreSanto!¡Miraqueanunciarseconcardenales!

    ELGOLFO.—Cállate,pelucha,yhazmecasoamí.AversivasalaComi(Bajandolavoz.),queallídetráshayunodelaronda,quenomegustanaa.Yasabesloquediceelbando...:quealasfloristasosestáprohibidomolestaralpúblico.Mepaecequeelpoliaquelteestáapuntando.

    LA FLORISTA. — (Muy asustada.) Yo no he hecho naa malo. Tengoderechoavenderflores,quepaesopagomilicencia.Yosoyunachicahonraa,yaesecabayerosóloledijequemecompraseunosramiyetes.

    ELGOLFO.—¿Amíquemecuentas?Porloquepuátronar,ándateconcuidao.¡"LaNación"!(Sealejaatravésdelalluvia.)

    LAFLORISTA.—Ustedes, señores, son testigos... que yo no he hechonaa malo. (Tumulto general, en su mayoría expresando simpatía por laFLORISTA,peroprotestandocontrasusalharacas.)

    LA MUCHEDUMBRE. — ¡Cállate la boca, tonta, que nadie se metecontigo,caramba! ¡Calma,calma,chica! ¡Peroquépamemassonésas! ¡Quéescandalosaes lacriatura! ¡No ledapoco fuertea laniña! (Óyesedecirporvarios.Algunoshombresledangolpecitosenloshombrosdemodoprotector.Otros, malhumorados, quieren que se calle o se vaya con la música a otraparte.Un grupo, que no se ha enterado de lo sucedido, trata de acercarse yaumentalaconfusiónconsusempujonesypreguntas).¿Quédemoniospasa?¿Quélesucedealamuchacha?¿Dóndeestáél?¿Unpolicíahatomadonotas?Yasesuponeloquehabrásido.Habráqueridometerlamanoenelbolsillodealguien...Yasesabecómolasgastanesaschicuelas.

    LA FLORISTA. — (Cada vez más apurada, fuera de sí, se precipita através de los circunstantes hacia el CABALLERO de marras, y gritadesaforadamente.)Oigausté,cabayero;digaustélaverdá.¿Quéesloquehehechoyo?Yonohequitaonaaanadie.Quemeregistren.

    UN GUASÓN. — (Arrimándose.) Servidorito no tiene inconveniente.Manosalaobra...

    LAFLORISTA.—(Dándoleungolpeenlamanoqueacercaba.)Tóqueseustedlasnarices...

    ELDELASNOTAS.—(Yendohaciaellaseguidodetodos.)Vaya,vaya,calma.¿Porquiénmehastomadoamí?

    ELDESCONOCIDO.—Esverdad; no es poli: es un caballero.Nohay

  • másquever sucalzado. (Explicandoalde lasNOTAS.)Aquí lagachí lehatomaoporotro.S'hafiguraoqu'eraustéunguiri.

    ELDELASNOTAS.—(Consúbitointerés.)¿Unguiri?¿Quées?

    ELDESCONOCIDO.— (Que no tiene aptitudes para las definiciones.)Pueslediré:unguiries...unguiri.Esoes.Nolosédecird'otromodo.

    LAFLORISTA.—(Muynerviosa.)Juroporlasaluzdemimadre,queenpazdescanse,queyonohehechonaa.

    ELDELASNOTAS.—(Altanero,perodemuybuenhumor.)Cállate,sipuedes,quemeponesnervioso.Yacomprendo;¿tengoyofachadepolicía?

    LAFLORISTA.—(Lejosdetranquilizarse.)Pues,entonces,¿aquévieneeltomarapuntes?¡Yoquéséloquehabráescritoahí!Enséñemeloaver.(Elde lasNOTASabresucuadernoyse loponedebajode lasnarices,pormásque lapresiónde losque tratande leerporencimadesushombrosdaríaentierraconunhombremenosfuertequeél.)¿Quédice?Yonoséleereso.

    ELDELASNOTAS.—Yo,sí;escucha.(Leereproduciendoexactamentelafonética,delamuchacha.Paraquelailusiónseacompleta,lamismaactrizpuede hablar, haciéndose creer al público que es el presunto imitador.)"Cuandocaeasí,confuerza,nocreausté,cabayero,esqueprontoseacaba.Ande,migeneral,cómpremeunramiyete..."

    LAFLORISTA.—¡Quévozpone!Perovamosaver:¿esuncrimenelqueyo haya llamao general al señor cuando tal vez no sea más que coronel?(Dirigiéndose alCABALLERO.)Usté dirá, cabayero, sime he propasao enalgo.

    ELCABALLERO.—Nada,mujer.(AldelasNOTAS.)Siesusteddelasecreta, lediréque lamuchachanohafaltadoniamínianadie.Estáensuperfectoderecho,creoyo,altratardevendersusflores.

    Los CIRCUNSTANTES. — (Juntándose en su poca simpatía por laPolicía.) ¡Claro! ¡Quéganasdemetersedondenadie le llama!Estonosevemásqueenestepaís. ¡Sicreeráqueconesaschinchorreríassevaaganarelascenso! Le digo a usted que ni en la Papuasia. ¡Que se vaya a tomar elfresco!...,etcétera.(Lachica,alverquetantostomansudefensa,seengríeymiraretadoraasusupuestoenemigo.)

    ELDESCONOCIDO.—Pero,señores,¡siestávistoqueeseseñornoesdelaPolicía!Amímeparecequeesunguasónquequietomarnoselpelo.

    ELDELASNOTAS.— ¡Qué listo es usted!Bien se ve que ha nacidoustedenWhitechapel.

    ELDESCONOCIDO.—(Atónito.)¿Cómolosabeusted?

  • ELDELASNOTAS.—(Sonriendo.)Porunpajaritoquemelodicetodo.(AlaFLORISTA.)Tambiéntúeresdeporallí.

    LAFLORISTA.—Sí,sí;enaquelbarrionací;nolopuedonegar;peronomevayaustedamultarporello...,queno lovolveréahacer. (Risas.)Ahoravivo en Lisson Grove. Esto supongo que no es un crimen. (Empiezanuevamentealamentarse.)

    ELDELASNOTAS.—(Sonriendo.)Vivedondetedélagana,perocesadegimotear.¡Caramba!

    EL CABALLERO. — Anda, muchacha, serénate, que nadie se metecontigo.

    LA FLORISTA. — (Todavía quejumbrosa, en voz baja.) Soy unamuchachahonraa.

    ELCIRCUNSTANTESARCÁSTICO.—Sitodoloadivina,dígame:¿enquécallemehecriadoyo?

    ELDELASNOTAS.— (Sin vacilar.) En la deHoxton. (Sensación. Elinterésporlosconocimientosdeltomadordenotasaumenta.)

    ELCIRCUNSTANTESARCÁSTICO.—(Atónito.)Puesesverdad.¡Quéhombre!¡Losabetodo!

    LAFLORISTA.—Noesunarazónparameterseconmigo.

    ELCIRCUNSTANTESARCÁSTICO.—Claroqueno;niconnadiequeno haya cometido falta alguna.A ver si resulta un policía "ful". Si no, queenseñelainsignia.

    ALGUNOS.—(Animadosporestaaparienciade legalidad.)Esoes:queenseñelainsignia.

    EL DESCONOCIDO. — No saben ustedes distinguir. Ese señor no espolicía.EsOnofrof,eladivinadordepensamientos.Lehevistotrabajarenelcirco. (Alzandomás la voz.)Oiga usted,musiú: díganos de dónde es aquelcaballeroalquellamógenerallamuchacha.

    ELDELASNOTAS.—EsdeCheltenham.EstudióenCambridgeyhavividoúltimamenteenlaIndia.

    ELCABALLERO.—Totalmente cierto. (Gran risa general. Reacción afavor del tomador deNOTAS. Exclamaciones de asombro.) ¡Pues sí que loentiende!¡Hayquever!¡Parecementira!Dispenselapregunta,caballero:¿esustedartistade"varietés"?

    ELDELASNOTAS.—No,señor;peronodigoquenoloseaalgúndía.(Lalluviacesóylasprimerasfilascomenzaronaalejarse.)

  • LAFLORISTA.—(Queriendoseguirhaciéndoselainteresante.)¡Vayauncabayero,quesemeteconunapobremuchacha!¿Sicreeráqueyoeragitanayleibaahacercompetencia?

    LAHIJA.—(Impaciente,acercándosealaentradadelpórtico,empujandobruscamentealCABALLERO,queseapartacortésmente.)Pero, ¡porDios!,¿quéhasidodeFreddy?¡Voyacogerunapulmoníaenestemalditopórtico!

    ELDELASNOTAS.—(Parasí,anotandoaprisa.)Earls-court.

    LAHIJA.—(Conaspereza.)Hágameustedelfavordeguardarparasílasobservacionesimpertinentes.

    EL DE LAS NOTAS. — Habré pensado en voz alta. Fue sin querer.Perdone.SuseñoramadreesdeEpson,nohayduda.

    LAMADRE.—(Acercándose.)¡Quécosamáscuriosa!EsverdadquemecrieenLagerladyPark,cercadeEpson.

    ELDELASNOTAS.—Mealegrodehaberacertado.EstuvedudandosierausteddeCroydon.

    LAMADRE.—DeCroydonerasmispadres;perocuandoyoteníasieteañossetrasladaronalavecinapoblacióndeEpson.

    ELDELASNOTAS.—Me lo figuré. (Dirigiéndose a laHIJA.)Usted,señorita,loquequiereesuncochedepunto,¿verdad?

    LAHIJA.—(Conaspereza.)¿Austedquéleimporta?

    LAMADRE.—¡PorDios,Clara,noseasasí!¡Vayaungenioquesetehapuesto! (LaHIJA la rechazaconunmovimientobruscoyse retiraaltanera.)Dispénsela,caballero,queestámuynerviosa.Yoleagradeceríaaustedmuchoquenosencontrarauncoche.(EldelasNOTASdaunsilbidofuerte.)Muchasgracias, caballero. (El de las NOTAS avanza hacia la calle y grita con vozestentórea:"¡Cocheroo!")

    ELDESCONOCIDO.—¡Buenospulmones,caramba!

    LAFLORISTA.—¡Yo loquedigoesqueno tiéderechoamolestarme!¿Soyacasounamendiga?

    ELDELASNOTAS.—Lagentesiguepasandoconlosparaguasabiertos,yesoqueyahacediezminutosquecesólalluvia.

    UNO DE LOS CIRCUNSTANTES. — Pues es verdad. Estamos aquíhaciendolostontos.(Sevaprecipitadamente.)

    EL DESCONOCIDO. — (Extendiendo la mano para ver si llueve.)¡Recontra! ¡Si ya no cae! Claro, con esos charlatanes que le entretienen auno...(Setientaderepenteparacerciorarsedequenolehanquitadoelreloj.)

  • Nada, nada; no ha pasado nada. Porque ya se sabe, a lo mejor, en estasapreturas...(Sealeja.)

    LAFLORISTA.—Debieradenunciarle,porcoación.

    LAMADRE.— Ya escampó, Clarita. Podemos ir a tomar un autobús.Anda,vamos.(Seremangalasfaldasyechaaandar.)

    LAHIJA.—Pero,mamá,elcochedepunto...(LaMADREyaestáfueradelalcancedesuvoz.CLARAnotienemásremedioqueapretarelpasodetrásde ella.) ¡Qué fastidio! (Todos se van, menos el de las NOTAS, elCABALLEROylaFLORISTA,queestáarreglandosucanasto,lamentándoseamediavoz.)

    LAFLORISTA.—¡Vayaunavidaperralaquetieneuna!¡Cuántohayquesudar para ganarse un triste piri! Y encima la amuelan a una de todas lasmaneras.

    EL CABALLERO. — (Acercándose al de las NOTAS.) Me interesamucholoqueacabodeoír.¿Cómohaceusted?

    ELDE LASNOTAS.— Pues, sencillamente, tengo buen oído y buenamemoria, y luego me he dedicado al estudio de la fonética. Esto es miprofesiónymiafición.¡Dichosoelquetieneunaprofesiónquecoincideconsu afición! Lo corriente es distinguir por el acento a un irlandés, a uno deYorkshire. También es fácil conocer el origen de los extranjeros que hablaninglés,porbienquelohablen.PeromiespecialidadesdistinguirlosmilesdeacentosquehaydentrodeInglaterra,conunadiferencia localdeseismillas.Hastadistingo los acentosde losdiferentesbarriosdeLondres.Comoustedsabe,cadapoblaciónpresentaensuvocabularioyenelmododepronunciarlomaticescaracterísticos,yhastapodríadecirsequecada familia tienedejosyexpresionesquelesonpeculiares.Puesyotodoestoloapuntoyloguardoenlamemoria.Además,poseograndesconocimientoslingüísticosytengoeldondeimitarcualquiervoz,cualquierentonación,cualquieracento.

    LAFLORISTA.—Sí,sí;ahoraquierehacersepasarporventríloco;peroamínohayquienmequitequeesdelasecreta.

    ELCABALLERO.—¿Ydaparaviviresahabilidad?

    ELDELASNOTAS.—¡Yalocreo!Estostiemposson,comoustedsabe,de"snobismo".Lasclasesricas,lomismolasburguesasquelasaristocráticas,viajan mucho y quieren estudiar idiomas extranjeros y, sobre todo,pronunciarlos bien, aunque no los entiendan. Hoy las personas de visopronuncian el francés, el alemán, mejor que los propios nacionalesrespectivos.Puesbien:yo,habiendoanalizadoexactamentelosfenómenosdela fonética, puedo fácilmente, indicando la posición que hay que dar a la

  • lengua,loslabios,etcétera,enseñarlapronunciacióndecualquieridioma.Misdiscípulos se quedan atónitos de sus propios progresos. Hago furor, comoquien dice. No doy lecciones a menos de dos libras por hora, y tengo querechazardiscípulos.

    LAFLORISTA.—¡Yunasiemprehechalapascua!¡Cuandosenaceconmalapata...!

    ELDELASNOTAS.—(Perdiendolapaciencia.)Mujer,nocarguestanto.Cállate,sipuedes,ysino,veteconlamúsicaaotraparte.

    LAFLORISTA.—Cabayero,ustedl'hatomaoconmigo.Creoquetengoelmismoderechoaestaraquíqueusté.

    ELDELASNOTAS.—Unamujerquechincha tanto como túno tienederechoaestarenningunaparte.¡Vayaconlachicuela!

    LAFLORISTA.—¿Paquequedráqueyomevaya?¡Puesnomesaledelmoño!¡Nofaltabamás!Tambiéntengoyomidiznidáy...,y...tal.¡Pachasco!

    ELDELASNOTAS.—(Sacandosucuadernodeapuntes.) ¡Cielos,quésonidos! ¡Y éste dicen que es nuestro idioma, tan hermoso, tan sonoro, taneurítmico!

    LAFLORISTA.—(Convozaguda.)Aestehombrelefaltauntornillo.(EldelasNOTASrepiteestaspalabrasconlamismaentonación.LaFLORISTA,primero,atónita:luego,riéndoseinvoluntariamenteporlaperfectaimitación.)¡Ayquégracia!

    EL DE LAS NOTAS. — ¿Ve usted a esa muchacha con su lenguajecanallescoyestropeado,eselenguajequenoladejarásalirdelarroyoentodasuvida?Puesbien:sifuesecosadeapuesta,yomecomprometeríaahacerlapasarporunaduquesaenla"soirée"oenla"garden-party"deunaEmbajada.Digomás: lepodríaproporcionarunacolocacióncomodamadecompañíaocomo de vendedora en una tienda elegante, para lo que se exigen mejoresmodos de expresarse. Con decirle a usted que me dedico a desbastar amillonariosadvenedizos,anuevosricos,creohaberdichobastante.Conloquemepaganprosigomistrabajoscientíficosenfonéticaylingüística.

    ELCABALLERO.—Yotambiénmeocupodelenguas.HeestudiadolosdialectosdelaIndiay...

    EL DE LAS NOTAS. — (Con vivacidad.) ¡Hombre! ¿Conoce usted alcoronelPickering,elautorde"Elsánscritohablado"?

    ELCABALLERO.—(Sonriendo.)¡Yalocreoqueleconozco!¡Comoquesoyyoeltalcoronel!

    EL DE LAS NOTAS.— ¿Es posible? (Dándole la mano.) ¡Cuánto me

  • alegro de conocerle personalmente! Soy Enrique Higgins, el autor del"Alfabetofonéticouniversal".

    PICKERING.—¡Quécasualidad!Yohevenidode la Indiaparaverle austed.

    HIGGINS.—YyopensabamarcharmealaIndiaparaverleausted.

    PICKERING. — Deme usted sus señas, que tendremos que hablardetenidamente.

    HIGGINS. — En Wimpole Street, veintisiete, A, me tiene usted a sudisposición.Vayaustedmañanamismo,porlamañana.

    PICKERING.—Yo estoy en el hotel Carlton.Véngase ahora conmigo;cenaremosycharlaremos.

    HIGGINS.—Deacuerdo.

    LA FLORISTA. — (A PICKERING, al pasar éste delante de ella.)Cómpremeunaflor.Notengodondedormir.

    PICKERING. — Hija, lo siento. No tengo nada suelto. (Prosigue sucamino.)

    HIGGINS. — (Enfadado por la pedigüeñería de la chica.) ¡Embustera!Acabasdedecirqueteníascambiodemediacorona.

    LAFLORISTA.—(Desesperada.) ¡Quesiempreustedmehadesalirencontra!(Arrojandoelcanastoasuspies.)Tomeustedtodoelcanastoporseispeniques,paraacabarlo.(Elrelojdelacatedraldalamedia.)

    HIGGINS.—(OyéndolecomoaunaadvertenciadelCieloquelereprochasudurezapara con la pobre chica.) ¡Vaya, chica, toma, que todos somosdeDios!(LetiraunpuñadodemonedasenelcanastoysevaconPICKERING.)

    LA FLORISTA.— (Recogiendo una pieza de media corona.) ¡Aaayyy!(Estaexclamaciónesunaespeciedehipoprolongado,queenellaespeculiar.Recogiendovariasmonedasmás,deplataydecobre.)¡Aaayyy!(Recogiendomedio"soberano".)¡Aaaaayyyy!

    FREDDY. — (Bajando de un taxi.) Por fin logré uno... ¡Hola!... (A lachica.)¿Endóndeestánlasdosseñorasqueestabanaquíantes?

    LA FLORISTA. — ¿Las dos señoras? Pues se marcharon a coger unautobúsencuantodejódellover.

    FREDDY.—¡Ymedejaroncolgadoconeltaxi!¡Estoylisto,sinuncuartoenelbolsillo!

    LAFLORISTA.—(Congrandeza.)No se apurepor eso, señorito.Amí

  • precisamentemehacefaltaeltaxiparairacasa.Ustedlopasebien.(Sesubeal coche, diciendo al chófer:)DruryLane, esquina de la tienda de aceite deMicklejohn.¡Arrea,quehabrápropi!(Eltaxisealejaatodocorrer.)

    FREDDY.—Ahora,yoapatitaacasa.¡Mehedivertido!

    TELÓN

    ACTOSEGUNDO

    Al día siguiente, a las once de la mañana. Gabinete de trabajo deHIGGINS, enWimpoleStreet.Esunahabitaciónexterior enelprimerpiso,muyamplia,quenormalmentedebieraserlasala.Lapuerta,dedoshojas,sehallaalforo,ylaspersonasqueentranencuentranenelrincónasuderecha,contra la pared, dos enormes estantes formando un ángulo recto. En esterincónhayunamesadeescribirplana,enlaqueestáncolocadosunfonógrafo,unlaringoscopio,unaseriedetubitosdeórganoconunfuelle,otradetubosdequinqué con sus válvulas de gas para producir llamas sonoras, diferentesdiapasones,unafiguradecartónrepresentandolamitaddeunacabezahumanaentamañonatural,mostrandoensecciónlosórganosvocales,yunacajallenade cilindros de cera para el fonógrafo. Más adelante, del mismo lado, unachimeneaconuncómodosillónforradodecuerojuntoalhogar,deespaldasalapuerta,yunacarboneraalotro.Hayunrelojencimadelachimenea.Entreéstaylamesadelfonógrafo,unveladorparalosperiódicos.

    Alotroladodelapuerta,alaizquierdadelvisitante,sehallaunmuebledemuchoscajoncitos.Encimadeélpendenunteléfonoyunalistadeabonados.Contra la pared lateral, hacia el rincón, un piano de cola: tiene un taburetedelante del teclado. Sobre el piano se ve una bandeja de frutas y dulces; lamayorparte,dechocolate.Elcentrodelahabitaciónestádesocupado.Ademásdel sillón de cuero, el taburete del piano y dos sillas ante la mesa delfonógrafo,hayunasilladerejillacercadelachimenea.Delasparedescuelganvariosgrabados,ensumayoríacopiasderetratos.PICKERINGestásentadoalamesa,ordenandounastarjetasyundiapasónqueacabadeusar.HIGGINSestá en pie a su lado, cerrando unas carpetas del estante que se hallabanabiertas. Su aspecto, a la luz de la mañana, es de un hombre robusto, conbuenasalud,deunoscuarentaaños,pulcramentevestidodecoloroscuro.Suinterésportodaslascuestionescientíficas,ysobretodoporaquellasenqueseocupaespecialmente,esmuyvivoylehaceolvidarmuchasveceslascosasylaspersonasquelerodean.Sumododevereseldeunniñoimpetuosoque,sinmalaintención,cometetravesuras.Esirónicoypunzantecuandoestádebuenhumor,yarrebatadocuandosehallaanteunacontrariedad;peroesfrancotey

  • notienepizcademaliciademodoque,aunen losmomentosenquemássedejallevarporsutemperamento,noesantipático.

    HIGGINS.—(Cerrandolaúltimacarpeta.)Puesyahavistoustedtodalacolección.

    PICKERING.—Esunacosasorprendente.Yesoquenoheexaminadonilamitad.

    HIGGINS.—Sigausted,sigusta.

    PICKERING.—(Levantándoseyacercándosealachimenea,delantedelacualsecolocadeespaldas.)No;porestamañanayatengobastante.

    HIGGINS.—(Colocándosea su izquierda.) ¿Sehacansadodeescucharsonidos?

    PICKERING.—¡Claro!Esunejerciciomuyabsorbente.Yo,queestabaorgulloso por saber pronunciar veinticuatro vocales distintas, me considerovencido por las ciento treinta de usted.Enmuchos casos no percibo lamásligeradiferenciaentreellas.

    HIGGINS. — (Sonriéndole satisfecho y yendo hacia el piano a comerdulces.) ¡Oh! Eso viene con la práctica. Al principio no se percibe ladiferenciaentreciertasvocalesafines;peroluego,afuerzadeaguzareloído,selasencuentratandiferentescomola"a"yla"b".

    (MISTRESS PEARCE, el ama de llaves deHIGGINS, asoma la cabezaporlapuerta.)¿Quépasa?

    MISTRESSPEARCE.—(Vacilante,evidentementeperpleja.)Havenidounajovenquedeseaverleausted.

    HIGGINS.—¡Unajoven!¿Quéquiere?

    MISTRESSPEARCE.—Puesdicequeustedsealegrarádeverlacuandose entere del objeto de su visita. Parece una muchachuela ordinaria, muyordinaria.Yolahubiesedespedido;peropenséquetalvezlanecesitaseustedparaimpresionaralgúncilindro.Esperoquenohabrécometidounafalta;ustedmedispensará;avecesnosabeunaloquedebehacer.

    HIGGINS. — No se apure, señora. Y esa joven, ¿tiene un acentointeresante?

    MISTRESSPEARCE.—Yodeesonoentiendo.Loqueamímepareceesqueesuna...cualquiera.¡Tieneunasexpresiones!...¡BenditoseaDios!

    HIGGINS.—(APICKERING.)Lamandaremospasar,¿noleparece?(AMISTRESSPEARCE.)Dígalequepase.(Vaasumesadetrabajoycogeuncilindroparacolocarloenelfonógrafo.)

  • MISTRESS PEARCE.— (Moviendo la cabeza.).—Allá usted. Yomelavolasmanos.(Seretira.)

    HIGGINS.—Puesesunafelizcasualidad.Ahoralevoyamostraraustedcómoregistrolasvoces.Laharemoshablary,mientrastanto,haréfuncionarelaparatoBell,llamadodesonidosvisibles;luegoampliarétodoenelRomiey,finalmente, lo fijaremos en el fonógrafo, de modo que podamos oír suspalabrassiemprequesenosantoje.

    MISTRESS PEARCE.— (Volviendo.) Aquí tiene usted a la muchacha.(LaFLORISTAentravestidadegala.Supeinadoestámuycuidado.Sufaldade percal, cuidadosamente remendada, está casi limpia. Lleva una blusa decolorchillón,que revelaaprimeravistaquemásbienquede los talleresdealgunagranmodista,procededeunaprendería.Loquemásllamalaatenciónes su sombrerodepaja con tresplumasde avestruz: amarilla, azul oscuraycolorada. Sus botas apenas si tienen tacón. PICKERING queda conmovidoanteaquellafigura,deplorablementepatética,consuinocentepresunción.EncuantoaHIGGINSparaquienlaspersonassólotieneninterésdesdeelpuntodevistadesusestudiosfonéticos,entraenmateriasinmáspreámbulo.)

    HIGGINS. — (Brusco, al reconocerla, con no disimulada desilusión.)Pero...¡qué!¡Siéstaeslamuchachacuyapronunciacióntranscribíanoche!Nomesirveparanada.Conmediadocenadefrasesdesujerigonzamebastaymesobra.Noquierogastaruncilindroenello.(Alamuchacha.)Nohacesfalta;puedesretirarte.

    LAFLORISTA.— ¡No se ponga tan bufo, hombre!Un griyo sólo valemediopeniqueysel'oye.Entéres'ustétansiquieradelojeztodemivesita.(AMISTRESS PEARCE, que se ha quedado en la puerta esperando másórdenes.)Señora,¿l’hadichoustéqueheveníoentaxi?

    MISTRESS PEARCE. — No hable tonterías. ¿Qué le importa a uncaballerocomomísterHigginssiustedhavenidoentaxioapie?

    LAFLORISTA.—¡AndaDios!Aquítoosauna.¿Qués'habránfigurao?Puessepanustésques'equivocandemedioamedio.Aquímenda,talcomolaven,tieconquépagar.Demodoquealtrigo,comoquiendice.Elseñoraquí,según le oí decir anoche, da leciones de prenunciación. Pues yo quieroaprenderaprenunciarcorreztamente,asícomosuena.Creoquemidinerovaletantocomoeldeotros;ysino,decirlod'unavez.Coniraotroprofesor,asuntoacabao,ytanamigoscomoantes.

    HIGGINS.—Pero¿quéestádiciendolatonta?

    LAFLORISTA.—Eltontoseráustedsidesperdicialaocasión.Fíjesequeestoydispuestaapagarlasleciones.

  • HIGGINS.—(Divertido.)Sí,¿eh?¡Vaya,vaya!

    LAFLORISTA.—Vamos,parecequeseablanda.¡Aaaayyyy!

    HIGGINS.— (Crispado.) ¡A esa pílfora la tiro por el balcón! (Avanzaamenazador.PICKERINGleretiene.Lamuchachalanzagritosdeterroryserefugiadetrásdelpiano.)

    LAFLORISTA.— ¡Aaaaayyyyy..., aaaaayyyyy!...Nomepegue, quenohehechonada. (Llorando.) ¡Ymeha llamadopílfora, cuandoofrezcopagarcomounaseñora!

    PICKERING.—(Acercándosealpiano.)Noseasuste,hija,quemiamigonoestanfierocomoparece.Hablandoseentiendelagente.Vamosaver:¿quéesloquedeseausted?

    LA FLORISTA. — (Con voz temblorosa.) Pues mire usté: yo querríaentrar de vendedora en una tienda elegante de flores.Me han dicho quemitipo no les disgustaba, pero que mi manera de hablar no era bastante fina.Como el señor se dedica a enseñar a hablar, he venido a ver si nosentendíamos.

    MISTRESS PEARCE.— Pero, muchacha, ¿está usted loca? ¿Cómo vaustedapagarlaslecciones?

    LAFLORISTA.—¡Noshaamolao!Séyotanbiencomoustéloquevalenlas leciones.Estoy dispuesta a pagar lo que pidan en razón. ¡Anda, chúpateésta, Ruperta! (MISTRESS PEARCE, roja de indignación, quiere contestar;pero a HIGGINS le ha hecho gracia la cosa, lanza una carcajada franca ylevantaelbrazoparaimponersilencioalama;sedirigealamuchacha.)

    HIGGINS.—¿Cuántopagarías?

    LAFLORISTA.—¡Ah,vamos!Yasabíayoquebajaríaustéloshumosalver la probabilidad de recoger algo de lo que tiró anoche. (Con confianza,bajandolavoz.)Vamos,confiese:estabaalgoalegre,¿no?

    HIGGINS.—(Imperioso.)Siéntate.

    LAFLORISTA.—Nohagaustedcumplidos...Yo...

    HIGGINS.—(Convozdetrueno.)Siéntate,tedigo.

    MISTRESSPEARCE.—Ande,muchacha; haga lo que lemandan. (Leacercalasilladerejilla.)

    LA FLORISTA.— Yo quiero irme. (Se queda en pie, medio asustada,medioreacia.)

    PICKERING.—(Muycortés.)Tomeustedasiento,hijamía.

  • LAFLORISTA.—Gracias, caballero. (Se sienta ymira a PICKERINGcongratitud.)

    HIGGINS.—¿Cómotellamas?

    LAFLORISTA.—Elisa.

    HIGGINS.—Elisa,¿quémás?

    LAFLORISTA.—PuesElisaDoolitle.(Dúctil.)

    HIGGINS.—Perfectamente...Puesdimeahora:¿cuántopiensaspagarmeporlección?

    ELISA.—Puesmire:yosépordóndeando.Unamuchacha,amigamía,tieneunprofesor de francés al quepagaun chelínymedioporhora.EsunfrancésdeFrancia,nosecreausté.Supongoqueusténoseatreveráaexigirmelomismo para enseñarmemi propia lengua. Yo le ofrezco un chelín, ni unpeniquemás.Hagaloquequiera.

    HIGGINS. — (Se pasea, haciendo sonar sus llaves en el bolsillo.) Sí,vamosaver,amigoPickering:unchelín,encomparaciónconlosingresosdeesamuchacha,equivaleasesentaosetentaguineaspagadasporunmillonario.

    PICKERING.—¿Cómo?

    HIGGINS.—Puessí,veráusted:unmillonariotieneuningresodiariodecientocincuentalibras.Ellacobraaldíamediacorona.

    ELISA.—(Altanera.)¿Quiénlehadichoqueyosólo...?

    HIGGINS. — (Prosiguiendo.) Ella me ofrece dos quintas partes de suingreso diario.Dos quintas partes del ingreso de unmillonario vienen a serunassesentalibras.Esespléndido,esenorme.Eslaofertamayorquemehanhechohastaahora.

    ELISA.—(Espantada.)¡Sesentalibras!Pero¿quéestáustédiciendo?Yonuncaleheofrecidosesentalibras.¿Cómopodríayo...?

    HIGGINS.—Cállate,mujer,sipuedes.

    ELISA.—(Quejumbrosa.)Perosinovoyapoder...

    MISTRESSPEARCE.—Tranquilícese,muchacha,quenadielequitarásudinero.¡Habrásimple!

    HIGGINS.—Sí,tranquilízateynoteapures.Ycuidadocondarbienlaslecciones;quesino,habráazotes.Siéntate.

    ELISA.—(Obedeciendodespacio.)¡Aaayyy...!Niquefuáustémipadre.

    HIGGINS.—Unavezqueyoseatuprofesor,serépeorque"dos"padres.

  • Toma.(Leofrecesupañuelodeseda.)

    ELISA.—¿Paquéeseso?

    HIGGINS.— Para que te seques los ojos, para que te seques cualquierparte húmeda de tu cara. No olvides, ¿eh? Este es tu pañuelo, y ésta es tumanga.Noconfundasunacosaconotra,siquieresllegaraserunavendedoradecategoría.(ELISA,completamenteconfusa,lemiraconojosextraviados.)

    MISTRESSPEARCE.—Nolehableustedasí,místerHiggins,quenoleentiende.Porlodemás,muchocuidado(Lequitaelpañuelo.)

    ELISA.—(Arrebatándoleelpañuelo.)Venga,¡caray!Simelodioamí.

    PICKERING. — (Riendo.) Es verdad; creo, mistress Pearce, que elpañueloleperteneceaella.

    MISTRESSPEARCE.—Bienempleadoleestá,místerHiggins.

    PICKERING.—Hombre,semeocurreunaidea.¿Seacuerdausteddeloquedijodela"garden-party"delaEmbajada?Leproclamaréaustedelprimerprofesor del mundo si lo lleva a cabo. Yo le apuesto todos los gastos delexperimentoyelpreciodelasleccionesencima.

    ELISA.—¡Oh,québuenoesusté,migeneral!Muchísimasgracias.

    HIGGINS.—(Mirándole,pensativo.) ¡Menuda faena!Sino fueraporelamorpropioquepongoenestascosas...Hayqueversusmodalesysufacha.Peronoimporta.Lograrémiempeño.Haréunaduquesadeesacriaturasacadadelarroyo.

    ELISA.—¡Aaaaayyyyy...!Delarroyohadicho,cuandoprecisamenteendondemepasoyolavidaesenlasaceras.

    HIGGINS.— (Entusiasmándose con la idea.) Sí, dentro de seis meses,dentro de tres, si tiene buen oído y lengua suelta, la presento en la buenasociedad y doy el timo.Mistress Pearce, llévesela y límpiela. No ahorre eljabón.¿Haybuenalumbreenlacocina?

    MISTRESSPEARCE.—(Protestando.)Sí,pero...

    HIGGINS.—(Coneltonodequiennotoleraobjeciones.)Nadadeperos.Quítele todo lo que lleva encima y quémelo. Mande usted al criado o alporteroporropasnuevas,ymientrastanto,envuélvala,aunqueseaenpapeldeestraza.

    ELISA.—Noséloqueustéquerráhacerconmigo.Yosoyunamuchachahonrá,¿entiende?

    HIGGINS. — No necesitamos aquí tus remilgos de la calle de LissonGrove, chicuela. Tienes que aprender a comportarte como una duquesa.

  • Llévesela,mistressPearce,ysiledaguerra,deleustedazotes.

    ELISA.—(LevantándoseprecipitadamenteycorriendoacolocarseentrePICKERINGyMISTRESSPEARCE, comobuscandoprotección.)Amínomemartiricen,quellamoalosguardias.

    MISTRESSPEARCE.—¡Perosinotengositioparaella!

    HIGGINS.—Métalaustedenlacarbonera.

    ELISA.—¡Aaaaayyyyy...!

    PICKERING.—Oigausted,Higgins.

    MISTRESS PEARCE. — Reflexione, señor. Estas cosas no traen nadabueno.(HIGGINSseserena.Unarachadebuenhumorsucedeasuexcitaciónanterior.)

    HIGGINS. — (Con calma y dulzura.) Tranquilícense ustedes. Misintenciones son las mejores del mundo. Quiero tratarla con todos losmiramientosposibles.Cuentocon lacolaboracióndeustedparamoldearlayadaptarla a su nueva posición. (ELISA, tranquilizada, vuelve a ocupar susilla.)

    MISTRESS PEARCE.— ¡Qué cosas tiene el señor! No tiene una másremedioquebajarlacabeza.¡Diosquieraquelaempresalesalgabien!

    PICKERING.—Claroqueelcasoofrecesusdificultades.

    HIGGINS.—Pero¿quéquierenustedesdecir?

    MISTRESS PEARCE. — Pues que no puede usted recoger así a unamuchacha,comorecogeríaunapiedraenlacalle.

    HIGGINS.—¿Porquéno?

    MISTRESSPEARCE.—¿Porquéno?Puesporquenosabeustedquiénesella.Tendrápadres.Talvezestécasada.

    ELISA.—¡Aaaaayyyyy...!

    HIGGINS.— ¡Casada! ¡Vamos! ¿No sabe usted que las mujeres de suclase,alañodecasadasestánajadascomobestiasquetirandeuncarro?

    ELISA.—¿Quiéns'habíadecasarconmigo?

    HIGGINS.— (Volviendo a su tono amable.)Tenpor seguro, ¡ohElisa!,queantesquesalgasdemismanos, lascallesdeLondresresultaránestrechasparalamuchedumbredehombresquesemoriránportuspedazos.

    MISTRESSPEARCE.—Señor,nolellenelacabezadevientoalachica.

    ELISA.—(Levantándoseycuadrándosecondecisión.)Yosalgodeaquí

  • ahoramismo.Esteseñorestáguillado.Noquierodeprofesoraunloco.

    HIGGINS. — (Ofendido por el poco aprecio que se hace de suelocuencia.)¡Vaya,renuncio!MistressPearce,nohacefaltamandarporropaparaella.Quesevayaconvientofresco

    ELISA.—(Quejumbrosa.)Yoqueríadecir...

    MISTRESSPEARCE.—Yaveusted loque resultade serdeslenguada.(Indicándolelapuerta.)Poraquísesale,muchacha.

    ELISA.—Yo no necesito ropa de naide. Puedo comprarme lo que mehacefalta.(Tiraelpañuelo.)

    HIGGINS.—(Recogiendoalvueloelpañueloycortándoleelpaso.)Eresuna desgraciada. Así me pagas por haberte ofrecido sacarte del arroyo yregalartehermososvestidosyhacerdetiunaseñora.

    MISTRESSPEARCE.—Déjela,señor;quevayaacasadesuspadresylesdigaquelaeduquenmejor.

    ELISA.—Notengopadres.Enlacasadondemecriaronmedijeronqueyateníabastanteedadparaganarmelavida,ymeecharonalacalle.

    MISTRESSPEARCE.¿Dóndeestásumadre?

    ELISA.—No la he conocido.Laqueme echó a la calle erami terceramadrastra.Peroamí,¡plin!Yomelasarreglosinellos.

    HIGGINS.— Pero, entonces, ¿qué están ustedes diciendo? La chica nodependedenadie.Amímesirveparamisexperimentos,puesmequedoconella.MistressPearce,lodicho:lléveselayaséela.

    MISTRESSPEARCE.—Pero,señor,¿enquécalidadsevaaquedaraquí?Habráqueseñalarleunsalario.Lascosasnosehacenasí.

    HIGGINS.—Bueno;págueleloqueleparezcaausted;tómelodeldinerodelacompra.(Impaciente.)¿Paraquédemoniosquerrádinero,siaquíhadetener todo loquenecesita: comida, camay ropa?Loscuartosnohande sermásqueparavicios.

    ELISA.—Pero¿qués'hafiguraousté?¿Quesoyalgunagolfaborracha?Pues,hijo,esloquefaltaba.(Vuelveasusillaysesientaconairealtanero.)

    PICKERING.—(Reprendiéndoleconsuavidad.)Oiga,Higgins:¿nosedacuentadequetambiénlamuchachatienesentimientos?

    HIGGINS.—(Mirándolaconairecrítico.)Meparecequenotenemosquepreocuparnos.(Debuenhumor.)¿Verdad,Elisa?

    ELISA. — Creo que mis sentimientos se merecen tanta consideración

  • comolosdecualquiera.

    HIGGINS.—(Reflexivo,aPICKERING.)Ahíestáladificultad.

    PICKERING.—¿Cómo?¿Quédificultad?

    HIGGINS. — Hacerla hablar gramaticalmente; la pronunciación esbastantebuena.

    ELISA.—Yonoquierohablargramaticalmente.Quierohablarcomolasseñoras.

    MISTRESSPEARCE.—Nonosapartemosdeloqueimporta.Yodeseosaber en calidad de qué ha de estar aquí lamuchacha. ¿Ha de cobrar algúnsalario?¿Quéhadeserdeelladespuésqueacabesuenseñanza?

    HIGGINS.—(Impaciente.)Dígameusted,mistressPearce:¿quéhadeserdeellasiladejoenelarroyo?

    MISTRESSPEARCE.—Esteesasuntodeella,señor,nodeusted.

    HIGGINS.—Pues cuando yo acabe con ella, puede volver al arroyo, yelloesdesuincumbenciayenpaz.

    ELISA.—Usté no tiene corazón. Sólo piensa en sus negocios, y a losdemás que los parta un rayo. (Se levanta resueltamente, dirigiéndose a lasalida.)Yoestoyyahartadetodoesto.Vaya,ustéslopasenbien.

    HIGGINS.— (Cogiendo, con una sonrisamaliciosa, unos bombones dechocolatedelabandeja.)Toma,Elisa,unosbombones.

    ELISA.— (Deteniéndose, tentada.) ¿Y qué sé yo lo que habrá dentro?Algún fieltro envenenado, como dicen en el "Tenorio". Demenos nos hizoDios. (HIGGINSsacasucortaplumas,cortaunbombónendos,semeteunamitadenlaboca,lomastica,yleofrecelaotramitad.)

    HIGGINS.—¿Ves?Aquínohay trampaniengaño.Mejorpruebademibuenafe...(Ellaabrelaboca,parareplicar;éllemeteelmediobombónentrelos labios.) No seas tonta. Tendrás montones de dulces si quieres, podrásatracartedeellostodoslosdías.

    ELISA.—Nomegustadespreciar.(Masticandoconvisiblesatisfacción.)¡Gachó,quérico!

    HIGGINS.—Escucha,Elisa:¿nohasdichoquehasvenidoentaxi?

    ELISA.—Puessí,¿yqué?¿Notengoyoderechoa tomarun taxicomocualquiera?

    HIGGINS.—¿Quién lo duda,mujer?Mira: de aquí en adelante tendrástantostaxiscomogustes.NodarásunpasoporLondressinoesentaxi.¿Qué

  • teparece?

    MISTRESSPEARCE.—Señor,noenloquezcaalachica.Luego,alfreírseráelreír.Enloquedebeellapensaresenelporvenir.

    HIGGINS. — ¡A su edad! ¡Vamos! Tiempo hay para pensar en elporvenir...,cuandoyahapasado.Noseastonta,Elisa.Hazloqueestaseñora:piensaenelporvenirdelosdemás,nuncaeneltuyo.Piensaenelpresente,enbombonesdechocolate,entaxis,envestidosyalhajas.

    ELISA.—Puesno,yonopiensoenvestidosyalhajas.Soyunamuchachahonrá.(Sesientaconairededignidad.)

    HIGGINS. — Y seguirás siéndolo, Elisa, bajo el maternal cuidado demistress Pearce, mi digna ama de llaves. Y más adelante serás la virtuosaesposadeunoficialdelaGuardia,conunoshermososbigotes,elhijodeunmarqués,alquesupadredesheredaráporhabersecasadocontigo,peroluegosehumanizaráalvertuhermosuraytugracia...

    PICKERING.—Dispense,Higgins;estopasadelaraya.Doylarazónamistress Pearce. Si esta muchacha ha de estar en manos de usted para unexperimento de seis meses, es preciso que sepa exactamente lo que ha dehacer.

    HIGGINS.—Perosiesimposible,hombre.¿Hayalguiendenosotrosquesepaloquehace?Silosupiéramos,¿loharíamos?

    PICKERING.—Eso serámuyagudo;pero, francamente,noesdebuensentido.(AELISA.)Oigausted,Elisa.

    ELISA.—Ustédirá.

    HIGGINS.—Déjeseusteddequijotismos,Pickering;conciertaclasedepersonas, cuantasmenoscomplicaciones,mejor. ¡Caramba!Comomilitaryapodíausted saberlo.Que sepa loque exijo, ypunto concluido.Fíjate,Elisa:hasdeviviraquíduranteseismeses;aprenderásahablarcorrectamenteparaluegopoderservendedoraenunatiendaelegantedeflores.Siteportasbienyhacesloquetemando,tendrásunbonitodormitorio,comerásopíparamenteydispondrásdedineroabundanteparacomprartedulcesypasearteen taxi.Sieresholgazanayreacia,dormirásenladespensaytedarándepalos.Alcabodeseismesesirásenautomóvildelujoapalacio,vestidaalaúltimamodayadornada conmuchas alhajas. Si el rey descubre que no eres una señora deverdad, mandará apresarte y bajarte a una cueva, donde serás decapitada,¿entiendes?, donde te cortarán la cabeza, como escarmiento de floristaspresumidas.Si,porelcontrario,nodescubrentuverdaderacondición;enunapalabra, sidasel timo, tendrásun regalodesiete librasyseispeniquesparaque los gastes en lo que más te guste. (A PICKERING.) Qué, ¿está usted

  • satisfecho ahora? (AMISTRESSPEARCE.)Vamos, señora, ¿es esto hablarcomosedebe?

    MISTRESS PEARCE. — (Con paciencia.) Está bien; pero creo que lomejor será queme deje usted hablar a solas con lamuchacha. Yo no sé sipodréadmitirlaaquí.Nodudodequelasintencionesdeustedesseanbuenas;perotodospodemosincurrirengrandesresponsabilidades.Ustednuncareparaen pelillos cuando se encariña con alguna idea. En fin, bueno... Vengaconmigo,Elisa.

    HIGGINS.—Muybien.Andeustedyllévelaalcuartodebaño.

    ELISA.—Yo, ¿paquévoy a ir al cuarto de baño?Ya estoyyo escamáhastalascachas.¿Qués'hanfigurao?Amínadiemedadepalos.¿QuétengoyoquehacerenPalacio?¿Quéfaltamehaceamíjugarmelacabeza?

    MISTRESSPEARCE.—Muchacha,noseatonta.Vengaconmigo,queleexplicarétodo.(Vahacialapuertaylaabre.)

    ELISA.—Comoustedquiera;peroamínomeladan,coste...¡Pachasco!(Vase.MISTRESSPEARCEcierralapuertaylasquejasdeELISAyanoseoyen.PICKERINGvadelachimeneaalasillaysesientaenellaahorcajadas,apoyandolosbrazoscruzadosenelrespaldo.)

    PICKERING.—Dispenseustedlapregunta,Higgins:¿quéopinióntieneusteddelasmujeres?

    HIGGINS.—Bastantemediana,sihededecirlaverdad.

    PICKERING.—Hombre,explíquese.

    HIGGINS.—(Sentándoseeneltaburetedelpiano.)Puesmire:siemprehevistoqueentrabandoamistadconunamujer,éstasevuelvecelosa,envidiosa,exigente,desconfiadaycarganteportodoslosestilos.Simeenamorodeella,entonces todavíapeor: sehace tiránicay egoísta.Lasmujeresnovalenmásqueparatrastornarlotodo.Sipermitimosqueseinmiscuyanennuestravida,nosencontramosconqueellastiranporunladoynosotrosporelotro.

    PICKERING.—Nocomprendo.

    HIGGINS.—(Violento,levantándoseyandandoconintranquilidad.)Pueses bien sencillo. Sucede que cada uno tiene sus gustos y que éstos sonincompatiblesconlosdelotro,ycadaunotratadeimponeralotrolossuyos.ElunoquiereirendirecciónNorteyelotroendirecciónSur,yelresultadoesqueambostienenqueirendirecciónEste,aunqueambosaborrezcanelvientodeLevante.(Vuelveasentarseeneltaburete.)Así,pues,meveustedhechounsolterónyasíhedemorir.

    PICKERING. — (Levantándose y acercándose con aire serio.) Vamos,

  • Higgins. Usted sabe lo que quiero decir. No tergiversemos. Si he de sercopartícipeenesteasunto,tengoqueponerlospuntossobrelasíes.Mecabeciertaresponsabilidadencuantoalachica.Esperoqueporningúnestilohabrádeabusarsedeella.

    HIGGINS.—Pero,¡hombre!,conquésaleustedahora.Paramíhadesersagrada.(Levantándose.)Ellaserámidiscípula,nadamás,yyasabeustedquenosepuedeenseñarno respetandoescrupulosamentea losdiscípulos.Estoybien fogueado, descuide usted. He dado lecciones a docenas demillonariasamericanas,entreellasmujeresdesoberanahermosura;pues,paramí,comosihubiesensidozoquetesdemadera.Yomismosoyunzoquete.

    PICKERING.—Noexagereusted,amigomío.Yasabeustedquenohaypeor cuña que la de lamismamadera.Cuando los zoquetes son hombres ymujeres,puedenencenderseyecharllamas...porelsimpleroce.

    HIGGINS.—Nosoyningúnmuchacho.Noolvide,Pickering,quetengomiscuarentaañosbiencumplidos.

    PICKERING. — No importa, no importa. Quedemos en nuestro símil.Antesardelaleñasecaquelaverde,ylayesca,taninflamable,secríaenlostroncosañejos...

    HIGGINS.— (Riéndose.) ¡Qué adulador es usted, amigoPickering! (LaentradadeMISTRESSPEARCE interrumpeel coloquio.El ama llevaen lamanoelsombrerodeELISA.PICKERINGseretiraalsillóndecuerocercadelachimeneaydiceaMISTRESSPEARCE:)¿Yasearreglóaquello?

    MISTRESSPEARCE.—Sí,señor.Hatomadosubaño,aunqueconalgúntrabajo. Porque estaba demasiado caliente el agua, emitió algunasinterjeccionesquenoerandelasmáscorrectas.

    HIGGINS. — (Al reparar en que MISTRESS PEARCE trae entre lasmanoselsombrerodeELISA.)Pero¿quéeseso?¡Sufamososombrero!

    MISTRESSPEARCE.—Sí,señor;mesuplicóquenoloquemaraconelrestodelaropa.

    HIGGINS.— (Se lo quita de lasmanos.) Bueno; lo guardaremos comorecuerdo.

    MISTRESSPEARCE.—Andeusted concuidado.No loquemaré, perobuenoserámeterlounratoenelhorno.¿Quiénsabe...?

    HIGGINS. — (Lo pone precipitadamente sobre el piano.) ¡Ah, bueno!¿Quémás?

    MISTRESS PEARCE. — Pues nada: me he permitido hacerle algunasadvertencias,nosolamenterespectoasusmodales,susexpresiones,ademanes

  • yaseopersonal,sinotambiénencuantoalordenymétododelavidadiaria.Lehedichoqueprocuredejartodaslascosasenelsitioquelescorrespondeynotirarlasencualquierlado.

    HIGGINS.—Hahechoustedperfectamente.Yasé,mistressPearce,quees usted un ama de llaves incomparable. Bajo la dirección de usted, Elisaaprenderáseguramenteaserhacendosayamantedelorden.

    MISTRESS PEARCE.— Agradezco mucho el inmerecido elogio, peropermítameunaobservacióndecarácterpersonal.

    HIGGINS.—Hableusted.

    PICKERING.—Sielasuntoesreservado,puedoretirarmealgabinete.

    HIGGINS.—Nohagaustedcaso.Loquehablamosmiexcelenteamadellaves y yo puede decirse delante de todo el mundo. Desembuche, queridamistressPearce.

    MISTRESSPEARCE.—Pues,comotengoentendidoquedemásefectoeselejemploqueelpredicar,creo,místerHiggins,ynomelotomeamal,queusted,asuvez,debieraprocurartenerunpocomásdeordenydecompostura.Así,porejemplo,perdonelafranqueza,cuandovieneusteddelacalle,debieraquitarse la levita y no echarse con ella a dormir la siesta; nodebiera comertodoenelmismoplato,comoaveceshace.Acuérdesedequeayer,sinirmáslejos, se encontró una cabeza de sardina en lamermelada, porque no habíacambiadoelplato.

    HIGGINS.— ¡Hombre! A veces estoy distraído, pero no es costumbre.(Brusco.)Apropósito:¿cómoesesoquemilevitahueletantoabencina?

    MISTRESSPEARCE.—Esnatural;hetenidoquelimpiarla.Comotieneusted la costumbre, cuando se mancha los dedos, de restregarlos en susmangas...

    HIGGINS.—(Gritando.)Bueno,bueno;deaquíenadelantemelospasaréporelpelo.

    MISTRESSPEARCE.—Señor,noquisierahaberleofendido.Perdone.

    HIGGINS. — (Conciliador.) Nada, nada. Después de todo, tiene ustedmucha razón. Para que la chica no se abandone, voy a tener más cuidadoconmigomismo.¿Esestoloqueustedquieredecir?

    MISTRESS PEARCE. — Sí, señor. Además, tengo que hacerle unapregunta.

    HIGGINS.—Hable,yaversiterminamosdeunavez.

    MISTRESSPEARCE.—Queríapreguntarlesi lepodíaponera lachica

  • uno de aquellos trajes japoneses que trajo usted el año pasado deParís.Nopuedoponerlelaropaquetenía...

    HIGGINS. — Claro, ya le dije que había que quemarlos. Vístala dejaponesa.¿Nadamás?

    MISTRESSPEARCE.—Nadamás.Consupermisomeretiro.(Vase.)

    HIGGINS.—Esunaexcelentemujer esamistressPearce.Pero tieneunconcepto muy raro de mí. Yo, en realidad, soy un hombre tímido, débil,bonachón.Nuncahepodidoserenérgico,exigenteytiránicocomootros.Ysinembargo,ellaestápersuadidadequesoyunogroquemecomocrudosalosniños.(MISTRESSPEARCEvuelve.)

    MISTRESSPEARCE.—¡Ayseñor!Yaempiezaeljaleo.Ahífuerahayunhombredebastantemalaspecto,queacabadellamar.Dicequeeselpadredelamuchachaquetienenaquísecuestrada.

    PICKERING.—¡Anda,anda;yadecíayo!

    HIGGINS.—(Vivamente.)Mandepasaraesesujeto.

    MISTRESSPEARCE.—Estábien,señor.(Sale.)

    PICKERING.—Aversinosdaundisgusto.

    HIGGINS.—Notengaustedcuidado.Sisedesboca,eldisgustoselodaréyoaél.Yaveráustedcómooiremosalgointeresante.

    PICKERING.—¿Acercadelachica?

    HIGGINS.—No;merefieroallenguajetípico.

    PICKERING.—¡Ya!

    MISTRESS PEARCE. — (Abriendo la puerta.) Pase usted. (Se retira.HacesuentradasolemneALFREDODOOLITLE.Esuntraperoobasurerodecierta edad, pero vigoroso y sano, algo canoso. Sus rasgos fisonómicos sonenérgicos e interesantes, y parece tan libre de escrúpulos como deremordimientos.Tieneunavozmuyexpresiva,comoquienestáacostumbradoa la vida al aire libre y a expresarse sin reservas. Su traje corresponde a sucondición social. Su actitud presente es la del honor perdido y resoluciónenérgica.)

    DOOLITLE.—(Enlapuerta,dudandodequiéndelosdoscaballeroseseldueñodelacasa.)¿ElprofesorHiggins?

    HIGGINS.—Soyyo.¿Quédeseausted?

    DOOLITLE.—Buenosdías,señores.Vengoporunasuntomuyserio.

    HIGGINS.—(Señalándoleunasilla.)Siéntese.

  • DOOLITLE.—Consupermiso.(Sesientaconalgunavacilación.)

    HIGGINS. — (A PICKERING.) Se ha criado en Hounslow. La madredebió de ser del País de Gales. (DOOLITLE abre la boca atónito. ADOOLITLE.)Usteddiráquéesloquequiere.

    DOOLITLE.—Puesquieroamihija.

    HIGGINS.—Muynaturalenunpadre.Veocongustoquenohaperdidoustedelsentidode

    la familia.Puesnada,noseapure.Enseguidasuhijaestaráaquíy se lapodráustedllevar.

    DOOLITLE.—(Comoasustado.)¿Quéesloquedice?

    HIGGINS.—Queselalleveusted.Noquerráustedquemelaguardeyo,supongo.

    DOOLITLE. — Hombre, vamos, sea usted razonable. No debe ustedponerseasí.Lascosas,claras.Lachicameperteneceamí.Ustedselallevó.¿Quévoyyoganando?

    HIGGINS. — Sí, hombre; las cosas, claras. Su hija tuvo la osadía depresentarse en mi casa con la pretensión de que yo le enseñe a hablarcorrectamente para que se pueda colocar en una tienda de flores. Estecaballero(SeñalandoaPICKERING.)ymiamadellaveslohanpresenciadotodo. (Gritándole.) ¿A qué viene usted ahora aquí? Usted la ha mandado apropósitoparahacermeunchantaje;perolevaasalireltiroporlaculata.

    DOOLITLE.—Puesdéjemeustedexplicarme...

    HIGGINS.—LaPolicíaseencargarádeaclararelasunto.Estohasidounplanparasacarmedineroconamenazas.VoyatelefonearalaComisaría.(Varesueltohaciaelteléfonoydescuelgaelaparato.)

    DOOLITLE.—Pero,señor,¿lehepedidoyoniunpenique?Caballero(APICKERING.),ustedestestigo:¿hehabladoyodedinero?

    HIGGINS.— (Volviendo a colgar el auricular.) A ver; pues: ¿a qué havenidousted?

    DOOLITLE. — Ya lo puede usted suponer. A lo que está uno. Yo noamenazo,niexijo,nipido;lodejoasuvoluntad.¿Puedodecirmás?

    HIGGINS.—Antetodo,dígame,sinmásrodeos,cómohasabidoquelachicaestabaaquí.

    DOOLITLE.—Biensencillo.Lachicatomóuntaxiyconvidóaunrapaz,vendedordeperiódicos,aquelaacompañara.Eselhijodelaporteraencuyacasa vive. Al saber que usted quería que se quedase aquí, bajó y le dijo al

  • chico que fuera por su equipaje. Yo me lo encontré, por casualidad, en laesquinadelacalledeLongAcreyladeEndell.

    HIGGINS.—Enunataberna,claro.

    DOOLITLE.—Lataberna,caballero,eselclubdelpobre.

    PICKERING.—Déjeleacabar,Higgins.

    DOOLITLE. — Pues bien: llamé al chico y me lo contó todo.Comprenderá usted mi dignidad y mi deber de padre. Le dije al chico:"Tráemeelequipajeaquí."

    HIGGINS.—¿Porquénofueustedmismoporél?

    DOOLITLE. — ¡Anda!... ¿Usted cree que la portera me lo hubieraentregado a mí? Las mujeres son muy desconfiadas en general; pero lasporteras lo son en particular. Bastante trabajo, y, además, dos peniques,mecostóparaqueelpanolidelchicomelodejara.Puesahoratraigoelequipaje,paraqueveaustedquesoyservicial.Esoestodo.

    HIGGINS.—¿Yenquéconsisteeseequipaje?

    DOOLITLE. — Pues en una guitarra, cinco postales ilustradas, unmedallón, una cadena de plata y una jaula con un pájaro. Dijo que nonecesitaba ropa. ¿Quées loqueyodebopensarde esto, caballero?Póngaseustedenmilugarcomopadre.

    HIGGINS.¿Demodoquehavenidoustedparasalvarladelaignominia?

    DOOLITLE.—(Inclinandoafirmativamentelacabezayaliviadoalversetanbiencomprendido.)Justo,justo,ustedlohadicho.

    HIGGINS.—Perodígame:¿porquéhatraídoustedsuequipaje,sipiensallevársela?

    DOOLITLE.—Pero¿hedichoyoquevoyallevármela?Niporpienso.

    HIGGINS.—Selavaustedallevarahoramismo,ydecabeza.Acabemosdeunavez.(Vahaciaelbotóndeltimbreylooprime.)

    DOOLITLE.— Caballero, óigame una palabra. No tome las cosas así.Hágase cargo. No soy yo hombre para ser obstáculo a que mi hija hagacarrera.¡Diosmeguarde!(MISTRESSPEARCEvieneatomarórdenes.)

    HIGGINS. — Mire, señora: aquí está el padre de Elisa, que viene allevársela.Entréguele,pues,lachica,yenpaz.(Vahaciaelpiano,comoquienconsideraterminadoelasunto.)

    DOOLITLE.—Permítame,caballero,queaquíhayunamalainteligencia.Mehabréexpresadomal.

  • MISTRESSPEARCE.—¿Cómoentregarleahoralachica,cuandoacabodequemarsusropas?

    DOOLITLE.—Puesclaro.¿Querráustedquemelalleveencuerosvivos?

    HIGGINS. — Usted ha venido aquí diciendo que quería a su hija.Llévesela,pues.Sinotieneropas,cómpreselas.

    DOOLITLE. — (Desesperado.) ¿Dónde están las ropas con que entró?¿Lashequemadoyoolashaquemadoaquí,suseñora?

    MISTRESSPEARCE.—SoyelamadellavesdemísterHiggins.Por lodemás,noseapure.Hemandadocomprarropanuevaparasuhija.Encuantollegue, podrá usted llevársela. Mientras tanto, puede usted esperar en lacocina.(DOOLITLE,muycontrariado,sedirigealapuerta.Vacila;luego,entonodeconfianza,sevuelvehaciaHIGGINS.)

    DOOLITLE. — Oiga usted, caballero: usted y yo somos hombres demundo.Hablemoscomoesdebido,dehombreahombre.

    HIGGINS.—¡Ah,bueno!MistressPearce,déjenossolosunmomento.

    MISTRESSPEARCE.—Perfectamente.(Saledignaymajestuosamente.)

    PICKERING.—Tieneustedlapalabra,señorDoolitle.

    DOOLITLE. — Gracias, caballero. (Dirigiéndose a HIGGINS, que seretiraasentarseeneltaburetedelpiano.)Laverdadesésta,caballero:usted,desdelaprimeravista,mehasidosimpático.Hablandoseentiendelagente.Mire,yonosoyintransigenteytirano,comomuchos.Porlasbuenassehacede mí lo que se quiere. Quedando en salvo mi dignidad, yo no tengoinconvenienteenllegaraunarreglo.Lachica,comoustedsabeperfectamente,esguapita,y,comotal,tienesusméritos.Comohija,encambio,novalenada,ynotengoinconvenienteenconfesarlosinrodeos.Loúnicoqueyoreclamosonmisderechosdepadre,puesnosupongoqueconsidereustedjustoqueyoseladejedebalde.Esusteddemasiadocaballeroparaeso.Parausted,¿quéesunbilletede cinco libras?Yparamí, ¿qué esElisa? (Vuelve a su silla y sesientacomounjuezquehapronunciadounfallo.)

    PICKERING.—Debeustedsaber,Doolitle,quelasintencionesdemísterHigginssonabsolutamentehonestas.

    DOOLITLE. — Naturalmente; si no lo creyese yo así, pediría por lomenoscincuentalibras.

    HIGGINS.—(Indignado.) ¿Quiereusteddecir coneso, infame,granuja,quevenderíaasuhijaporcincuentalibras?

    DOOLITLE.—Por complacer a un caballero comousted, soy capazdecualquiercosa,tengalaseguridad.

  • PICKERING.—Pero,hombre,ustednotienemoralidad.

    DOOLITLE.— ¡Aycaballero,mismediosnome lopermiten!Tampocotendría ustedmoralidad si fuese tan pobre como yo. Y no es que yo tengamalasintenciones;perovamosaver:siaElisalehatocadounpremiogordo,¿noesjustoquetengayounapequeñaparticipación?

    HIGGINS.—(Confuso.)Noséquéhacer,amigoPickering.Esindudableque,desdeelpuntodevistadelamoral,esuncrimendarleaestehombreunpenique.Pero,porotrolado,tampocosepuedenegarquesupeticiónencierraciertajusticiabrutal.

    DOOLITLE.—Diga usted que sí. Tenga usted en cuenta lo que es unpadre.Díganme,caballeros,¿quésoyyo?Unpobrequenotienelaculpadeser pobre. Esto supone un conflicto continuo con la moralidad de la clasemedia.Sihayalgoenquedisfrutaryyotratodedisfrutarlo,todosmequierennegarelderechoaello.Peromisnecesidadesson,porlomenos,tangrandescomo las de cualquier favorito y recomendado de los establecimientos deBeneficencia.Necesitocomer tantocomoélybeberaúnalgomás.Necesitodiversiones,porquesoyunhombrepensante.Mehacenfaltaexpansiones:sumiajadebaile,sumiajadecanto,cuandoestoydebuenhumor.Puesbien:mepidenporcualquiercosa lomismoquea losotros.Nome regalannada.¿Ycuál es lamoralidadde la clasepudiente?Escudarse en estamoralidadparanegármelotodo,paranodarmenada.Poresolessuplicoaustedes,caballeros,quenosiganconmigoelmismosistema.Noquieranustedesquitaraunpadreel fruto de su trabajo, amparándose en hipócritas principios de moralidad.Ustedesnosaben,claroestá,loqueescriaraunahija,darledecomercasiadiario,vestirladesdelacunahastaqueyasepuedeellaganarlavida.Díganloustedesmismos.Cincolibrasesunaganga.Lodejoasucriterio.

    HIGGINS.—(LevantándoseyacercándoseaPICKERING.)Pickering,sinosempeñáramosendarleleccionesaestehombredurantetresmeses,podríaocuparunsitioenelParlamentoodistinguirsecomopredicador.

    PICKERING.—¿Quéopinausteddeesto,Doolitle?

    DOOLITLE. — ¡Quiten ustedes! He oído muchos discursosparlamentariosymuchossermones.Yalodije:soyunhombrepensanteymegustan losdiscursos sobre lapolítica, la religióny las reformas sociales, asícomocualquierotradiversión;peronovalelapenadequeyomemolesteenhacerunpapelactivo.Lavidaescortayhayqueaprovecharla.

    HIGGINS.—Creoqueselepuededarelbilleteparaacabar.(MirandoaPICKERINGysacandolacartera.)

    PICKERING.—Metemoquehagamalusodeesedinero.

  • DOOLITLE. — Dios me guarde, caballero. Mal me conoce usted. Notenga el más pequeño cuidado: no lo guardaré, no lo economizaré, no losustraeréa lacirculación.El lunespróximonoquedarániunpeniqueenmipoder. El lunes tendré que ir al trabajo, como si nunca hubiese tenido talbillete.Nomeserviráparaentregarmealaholgazanería,pierdacuidado.Unajuergaengrandeeldomingoparamíylaparienta,y"paxChristi"...

    HIGGINS.—Mehaconvencidousted.Tanto,queenvezdecincolibraslevoyadardiez.(Leofrecedosbilletes.)

    DOOLITLE.— PorDios, no. En serio.Mi socia no tendría el alma degastarse en undía diez libras, y tal vez yo tampoco.Esmuchodinero.Unasumaasí,yale inspiraaunoideasformales, ideasdeahorro,denogastar,yentonces,¡adiósalegrías,adiósfelicidad!Nada,caballero,medaustedloquehepedido;niunpeniquemásniunpeniquemenos.

    HIGGINS. — Bien, hombre; por eso no hemos de reñir. Pero dígameusted:¿porquénosecasaconsucompañera?

    DOOLITLE.—¡Ah!Sí,dígaseloaella.Pormí,nohabríainconveniente.Noestamosmásque amontonados, comoquiendice.Yde ahí vienen todosmissufrimientos.Notengoautoridadsobreella.Tengoquemantenerla,tengoquevestirla,tengoquellevarlaadiversionesysersuesclavo,todoporquenosoysumaridolegal.Ellabienlosabe.Asíesqueniatirossecasaconmigo.¡Quetequiero,morena!...Usted,caballero,sigamiconsejo:cáseseconElisamientrases jovenynocaeen lacuenta.Sino lohaceasí, luego lepesaráausted.Créame,hevistomucho...

    HIGGINS. — Pickering, si seguimos escuchando a ese hombre, va aacabar con todas nuestras convicciones. (A DOOLITLE.) ¿Cinco libras hadichousted?

    DOOLITLE.—Cabal.Yonotengomásqueunapalabra.

    HIGGINS.—¿Estáustedsegurodequenoaceptaríadiez?

    DOOLITLE.—Ahora,no.Mástarde,¡quiénsabe!

    HIGGINS. — (Entregándole un billete de cinco libras.) Pues ahí tieneusted.

    DOOLITLE.—Muchísimas gracias. Ustedes lo pasen bien, caballeros.(Se precipita hacia la puerta, ansioso de escaparse con su botín. Al abrirtropiezaconunaseñoritajaponesalindísimayguapa,vistiendounquimonodeseda azul con flores blancas de jazmín. Detrás de ella viene MISTRESSPEARCE. Él se aparta respetuosamente y murmura excusas.) Dispense,señorita.

    LAJAPONESA.—¡Andalamar,mipadre!

  • DOOLITLE,HIGGINS,PICKERING.—(Exclamaciónsimultánea.)¿Esposible?¡Elisa!¿Quéesesto?¡Hola!

    ELISA.—Estoyhechaunafacha,¿verdad?

    HIGGINS.—¿Unafacha?

    MISTRESSPEARCE.—MísterHiggins, cuidado, no diga cosas que lahaganpresumidaalachica.

    HIGGINS. — (Concienzudo.) Tiene usted razón, mistress Pearce. (AELISA.)Estáshechaunafacha.

    ELISA.—Simepusieraelsombrero,estaríamejor.(Recogesusombrero,seloponeyatraviesalahabitaciónconairedepresunción.)

    HIGGINS.—¡Caramba,unanuevamoda!Yel casoesqueno le sientamal.

    DOOLITLE.—(Conorgullopaterno.)Estápreciosalacondenada.Parecementiraloquehacelalimpieza.

    ELISA. — Es fácil tener limpieza así. Hay agua caliente y fría adiscreción, y toallas afelpadas, y cepillos, y esponjas, y agua deColonia, yjabónlíquido,queechaespumacomolacerveza.Ahoracomprendocómolasseñorasricasvantanlimpias.Paraellas,el lavarseesunplacer.Yaveríansituvieranquelavarsecomouna.

    HIGGINS.—Mealegroquetehayagustadoelcuartodebaño.

    ELISA.—Puesnom'hagustaodeltodo,lodigocomolopienso.

    HIGGINS.—Pues¿porqué?

    ELISA.—Porqueamínomeparecedecenteeso.Menosmalque lohetapadoconunatoalla.

    HIGGINS.—(VolviéndosehaciaMISTRESSPEARCE.)Pero¿aqué serefiere?

    MISTRESSPEARCE.—(Sonriendo.)Alespejo.

    HIGGINS.—¡Vamos!Oigausted,Doolitle:aestaniñalahacriadoustedconideasalgoñoñas.

    DOOLITLE.— ¡Yo!Si no la he criado de ningúnmodo.De cuando encuando,algúnlapo,ypareusteddecontar.Amínomeechenlaculpadenada.Ella es comoDios la hizo.Ahora le diré: la falta de costumbre es la causa.Peroyaveráustedquéprontoseacostumbraatodo.

    ELISA.—Nodigaustéeso.Yonoquieroacostumbrarmeana...Yosoyunachicahonrá...

  • HIGGINS.—Elisa,sivuelvesadecirqueeresunachicahonrada,tupadretevaallevarasucasa.

    ELISA.—Si,mepaece.¡Quémalleconoce!Él,aloquehavenido,comosi loviera..., leconozcocomosi lehubieraparido...,esaversiaquísacabaalgo para luego correrla. Si usté l'ha dao algo, ¡menuda cogorza la que seprepara!...

    DOOLITLE. — Creo que nada más natural. ¿Para qué quería yo loscuartos, sino?No,que ibaaecharlosal cepillode la iglesia. ¡Quécosas seoyen!

    ELISA.—¡Miau!(Lesacalalenguaparaburlarse.)

    PICKERING. — (Temiendo algún exceso, se interpone entre ambos.)Vamos,Elisa,essupadre.

    DOOLITLE.—Oye, tú, no seas desvergonzada. Conmigo te va a salirmal. Y que no sepa yo que hayas faltado a estos caballeros, ¿eh?, porqueentoncessíquesabrásquiénsoyyo.

    HIGGINS.—Bien, bien; ¿tiene usted algún consejomás que darle a suhija?

    DOOLITLE. — Yo, nada. Allá ella. Usted verá cómo se las maneja.Ahora,siquiereustedhacermecaso,nolapermitaqueselesubaalaparra.Laveustedreacia,puesuncachetesinduelo. (Hacecon lamanoelademándeazotar.)Ynodigomás,señores;pasarlobien.(Seretira.)

    HIGGINS.—¡Eh!Oiga.Puedeustedvenirconregularidadavisitarasuhija.Esnatural.Mihermanoesclérigoypuedeayudarleaeducarla.

    DOOLITLE. — (Evasivamente.) Sí, sí, caballero; vendré con muchogusto. No muy pronto, porque tengo un trabajo en el otro extremo de laciudad, pero vendré alguna vez. Adiós, señores; adiós, señora. (Sale,acompañadodeMISTRESSPEARCE.)

    ELISA.—Viejoembustero;nose fíenustedesdeél.Cuandohaoído lodelclérigo,huyeespantado.Nohadevenirtanpronto.

    HIGGINS.—Amínomehacefalta.¿Yati?

    ELISA.—Menos.¡Ojalánovuelvaaaparecer!¡Cómomeluzcotantoconél!...Esunperdido.

    PICKERING.—Peroessupadre,Elisa;nodebeustedhablarasídeél.

    ELISA.—Bueno,caballero;mecallarésilemolesto.Loquequisierayoahora,yaquemedijeronquepodríatomaruntaxicuandosemeantojase,estomarlo ahoramismoy darmeuna vueltecita por ahí para quemeveanmis

  • antiguascompañerasyrabienunpoquito.Yonilesdirigirélapalabra.

    PICKERING.—Másvaldríaesperaratenerotrotrajeparasaliralacalle.

    HIGGINS.—Y, además,nohace faltaque cortes tus relaciones con tusantiguasamistades.

    ELISA.—¡Quéamistadesniquéochocuartos!Yonometratoconesaschicas.Bastantes vecesme hanmirado de arriba abajo cuando les iba bien.Ahorametocaamí.Detodosmodos,sivanatraermeuntrajeeleganteparaira la calle, esperaré. ¡Cuántome gustan amí los vestidos bonitos y cuántasveces he deseado tenerlos! Mistress Pearce me ha dicho que tendré paradormirprendasdiferentesdelasdeldía,muyelegantes.Estoloencuentroyounatonteríayungastoinútil.Enprimerlugar,denochenosepuedenlucirlasprendas,y luego,cuandohace frío, en invierno, cualquiera semudade ropaparairalacama.

    MISTRESSPEARCE.—(Volviendo.)Elisa,yahantraídolaropa:¿quiereustedveniraprobársela?

    ELISA.—¡Aaaayyyyy!...(Seprecipitaafuera.)

    MISTRESS PEARCE. — (Siguiéndola.) Pero, muchacha, no corra así.(Sale,cerrandolapuerta.)

    HIGGINS.—Pickering,menudafaenalaquenosespera.

    PICKERING.—(Conconvicción.)Esomismopiensoyo.

    TELÓN

    ****

    ACTOTERCERO

    HoyeseldíaenquesequedaencasaMISTRESSHIGGINS,lamadredelconocidoprofesordefonética.Todavíanohallegadonadie.Elsalón,situadoenunpisode la riberadeChelsea, tiene tresventanasquemiranal río.Lasventanas están abiertas y dan a sendos balcones, en los quehaymacetas deflores. A la izquierda del espectador está la chimenea, y a la derecha, unapuerta de dos hojas. Faltan los mueblecitos, veladores, rinconera; y otraschucheríasquesevenenotrossalones.Enmediodelapiezahayunsoberbiosofáforradodebrocado,lomismoquesuscojines,ydelamismaricatelasonlascortinasyelportier.Enelsuelohayunamullidaalfombradelana.Enlasparedessevenalgunoscuadrosde losmejoresautoresmodernos,entreellosunbuenretratopintadoalóleo,decuandoMISTRESSHIGGINSerajoveny

  • hermosa.Enelrincón,diagonalmenteopuestoalapuerta,seveuneleganteysencilloescritorio,conun timbrealalcancede lamanodequiensesienteadichoescritorio.AnteésteestáahorasentadaMISTRESSHIGGINS,vestidasobria, pero elegantemente. Es una señora demás de sesenta años, de peloblanco,tezsonrosadaysanayojosclaros,sonrientes,algomaliciosos.Entreella y el balcón más próximo, una silla pompeyana. Al otro lado de lahabitación, en el primer término, un monumental sillón gótico. Del mismoladoseveunpianomuyhermoso.Elrincónentrelachimeneayelbalcónestáocupadoporunsofá-arcónforradodeterciopelodeGénovadecolorverde,lomismoqueunadocenadesillasmás,convenientementedispuestas.Sonentrelas cinco y las seis de la tarde. La puerta se abre estrepitosamente y entraENRIQUEHIGGINS.

    MISTRESSHIGGINS.—¡Erestú,Enrique!¡Vamos,hombre!Mehabíasprometidonovenir,porserhoymidíaderecepción.

    HIGGINS. — (Se acerca para besarla.) Vamos, mamá, parece que teestorbo.

    MISTRESSHIGGINS.—Nodigastonterías.Yasabesloquepasa.Comoerestanparticular,espantasamisvisitas,yporesoprefieroquecuandorecibonoestéstú.

    HIGGINS.—(Besándola.)Serébueno,mamá;noespantaréanadie.Notecreas;hevenidoconunfinparticular.

    MISTRESSHIGGINS.—Mira,Enrique:déjatedebromas.Yasabesqueantetodoquieromitranquilidad.

    HIGGINS.—Ya sé lo que me vas a decir: que soy un Adán, que mismaneras son de cuartel, que no sé llevar una conversación.Todo es verdad;peroahorasetratadeunasuntodeinteréscientífico.

    MISTRESSHIGGINS.—¡Quita,quita,porDios!Yateveovenircontusvocales y tus diptongos, y tus cuerdas vocales y tus dentales y sibilantes, yetcétera.Lagentetememásesoquetusexabruptos.Olvídatesiquierahoydeesascosas.Mira:vienesluegoacomeryteescucharétodoloquequieras.

    HIGGINS.—Imposible,mamá; tienequeserahoramismo.Escucha:hepescadoaunamuchacha...

    MISTRESSHIGGINS.—Ounamuchachatehapescadoati.

    HIGGINS.—Nadadeeso.Ya sabesqueestoydemasiadoocupadoparapensarenamoríos.

    MISTRESSHIGGINS.—¡Lástima!

    HIGGINS.—¿Lástima?¿Porqué?

  • MISTRESSHIGGINS.—Hombre,porquesí.Megustaríaquepensarasencasarte.Noquisieramorirsinhabervistoaalgunosnietos.Parecementiraqueseasasí,cuandohaytantasmuchachasguapasporahí.

    HIGGINS.—Sí,lashabrá;peroamí,comosino.Misestudios,antesquetodo.No soyenemigode lasmujeres,pero lasprefierounpocoentradasenaños. Con las muchachas no se puede tener una conversación sensata. (Sepasea con las manos en los bolsillos, haciendo sonar unas monedas y unmanojodellaves.)Notienenjuicio.

    MISTRESSHIGGINS.—Algunahabrálista.Lacuestiónesdarconella.Perovamos,cuéntame:¿quépasaconesamuchacha?

    HIGGINS.—Puesquevaaveniraverte.

    MISTRESSHIGGINS.—¿Cómo?¿Quiénes?

    HIGGINS.—Nolaconoces,ynotienenadadeparticular.Esunavulgarfloristaquerecogíenelarroyo.

    MISTRESS HIGGINS. — ¡Jesús; y la mandas venir aquí en día derecepción!Túnoestásentuscabales.

    HIGGINS. — (Se acerca zalamero.) No te asustes, mamaíta; ya veráscomonohaceningúnestropicio.Yoleheenseñadoahablarconpropiedadyaportarse correctamente. Le he recomendado que no hable más que de doscosas:deltiempoqueestáhaciendoydelasaluddecadauno,comosesuelehablar en sociedad, y que no se lance a generalidades por nada delmundo.Verásquébiensaledelempeño.

    MISTRESSHIGGINS.—Túestásloco,Enrique.Buenalahashecho.

    HIGGINS.—Yaverás,ymedaráslarazón.Pickeringestáconmigoenelcomplot. Tengo con él una apuesta, según la cual, dentro de cuatro meses,tengoquehacerlapasarporunaaristócrata.Larecogíhaceyadosmeses,ynopuedesfigurarteloquevaadelantando.Tieneunoídoexcelenteyunórganovocalmuy flexible.Más fácilmeha sido enseñarle a hablar inglés que a lageneralidaddemisdiscípulosdelaburguesía,porlasencillarazóndequehatenidoqueaprenderunléxicocompletamentenuevo.Ahorahablaelingléstanbiencomotúelfrancés.

    MISTRESSHIGGINS.—¡Vamos!Puestefelicito.

    HIGGINS.—Nohaydequé,todavía.

    MISTRESSHIGGINS.—¿Cómo?

    HIGGINS.—Puesclaro.Helogradoreformarsuvocabularioydarleunapronunciaciónperfecta;peroesonobasta.Importafijarseencómopronuncia,pero tambiénen loquepronuncia,yesoes loque... (Son interrumpidospor

  • unadoncella,queapartaelportieranunciando:)

    DONCELLA.—¡LaseñoraylaseñoritadeEynsford!(Vase.)

    HIGGINS.—¡Atiza!(Recogesusombrerodelsofáytratadeescaparsinservisto;perosumadrelecogedelbrazoy,alentrarlasvisitas,lepresenta,quieraonoquiera.LaSEÑORAylaSEÑORITADEEYNSFORDHILLsonlamadreehijaquehemosconocidoenelprimeracto.Lamadreesunaseñoramuy bien educada, calmosa, y tiene la natural timidez del que vive en laestrechez. La hija afecta un aire de estarmuy acostumbrada a frecuentar labuenasociedadyanorepararengastos.)

    MISTRESSHIGGINS.—Queridasamigas,pasenustedes.

    SEÑORAEYNSFORD.—¿Cómoestáusted?(Sebesan.)

    MISTRESSHIGGINS.—Bien,¿yustedes?

    SEÑORITAEYNSFORD.—¡MistressHiggins! ¡Québien laencuentro!(Sebesan.)

    MISTRESSHIGGINS.—(Presentandoasuhijo.)MihijoEnrique.Creoqueustedesnoseconocen.

    SEÑORAEYNSFORD.—¿Cómoestáusted?(Sedanlamano.)

    HIGGINS.—Bien,¿yusted?(Dalamanotambiénalahija.)Señorita.(Seinclina.)

    SEÑORITAEYNSFORD.—Hemos oído hablarmucho de usted; pero,hastaahora,nohabíamostenidoelgustodeverle.

    HIGGINS.—Elgustoesmío.(Mirándoladerepenteconsorpresa.)Peromeparecequenoshemosvistoyaenalgunaparte.Conozcosuvoz,nohayduda.Enfin,noimporta;tomenasiento.

    MISTRESS HIGGINS. — Mi hijo Enrique tiene un carácter un pocobrusco.Noselotomenencuenta.

    SEÑORITAEYNSFORD.—Yonohagocaso.Megustan loscaracteresoriginales.(Seríeysesientaenelsillóngótico.)

    SEÑORAEYNSFORD.—(Unpococonfusa.)¡Quécosastienes,hija!(Sesientaenelsofá,yMISTRESSHIGGINSenlasilladelescritorio,volviéndolahacia la reunión. HIGGINS va hacia un balcón y admira las lejanías delpaisaje, como si fuera la primera vez que contemplara tal panorama. LadoncellavuelveaentraranunciandoalCORONELPICKERING.)

    PICKERING.— (AMISTRESSHIGGINS.) ¿Cómo está usted,mistressHiggins?

  • MISTRESS HIGGINS.— Tanto gusto en verle, coronel. Estas señoras,amigas mías, son las señoras de Eynsford Hill. (Saludos mutuos. ElCORONELacercalasillapompeyanaysesientaenella.)

    PICKERING.—¿LehacontadoEnriqueloquetramamos?

    HIGGINS. — (Inclinándose hacia él, y en voz baja.) Nos haninterrumpido.¡Quélevamosahacer!

    MISTRESSHIGGINS.—Pero,Enrique,miraloquedices.

    SEÑORAEYNSFORD.—(Semilevantándose.)Siesqueestorbamos...

    MISTRESSHIGGINS.—(Levantándoseyhaciéndolasentarseotravez.)¡Por Dios; no faltaba más! Precisamente estaba esperándolas. Quieropresentarlasaunaamiga.

    HIGGINS. — (De repente, convencido.) Sí, sí, es verdad. Para miexperimento hace falta que haya una reunión. (Vuelve la doncella paraanunciaraFREDDY.)

    HIGGINS.—(Casienvozalta.)¡OtroEynsfordHill,vaya!

    FREDDY.—(Coninclinaciónpedantesca.)¿Cómoestáusted,señora?

    MISTRESS HIGGINS. — Bien, ¿y usted? (Presenta a los demás.) ElcoronelPickering.

    FREDDY.—(Inclinándose.)Muchogusto.

    MISTRESSHIGGINS.—MihijoEnrique.

    FREDDY.—(Inclinándose.)Muchogusto.

    HIGGINS.—(Mirándolecomosifueseuncarterista.)Juraríaqueéstanoeslaprimeravezquenosvemos.

    FREDDY.—Norecuerdo.

    HIGGINS.—Bueno,noimporta;tomeasiento.(DalamanoaFREDDYycasilehacecaerdeunempujónsobreelsofá.Luegodalavueltaysesientaenelotroextremodelsofá,alladodelaSEÑORAEYNSFORD.)Ahoradigoyo:¿dequévamosahablarhastaquevengaElisa?

    SEÑORITAEYNSFORD.—Conmigonocuente,puesnomecuidodelaconversación. (Mirando aHIGGINS a ver si le hace impresión.) ¡Ah, si laspersonasfueranfrancasydijeranloquerealmentepiensan!

    HIGGINS.—¡Diosnoquiera!

    SEÑORAEYNSFORD.—(Terciandoenelasuntoparaayudarasuhija.)¿Porqué?

  • HIGGINS.—Loquecreenquedebieranpensar,ya esbastantemalodeporsí,Diossabe;peroloquerealmentepiensanesaúnpeor.¿Creeustedqueseríaagradableoír,porejemplo,loqueyorealmentepienso?

    SEÑORITAEYNSFORD.—(Riéndose.)¿Tancínicoes?

    HIGGINS.—¡Cínico! ¡Yonohedichosemejantecosa! ¡Loquedigoesqueharíapocogracia!

    SEÑORAEYNSFORD.—Creoqueustedexagera.

    HIGGINS.— Desengáñese, señora; todos, el que más y el que menos,somosunos salvajes.Creemos serhombres civilizadosy cultos, entenderdepoesíay filosofía, arteyciencia, etcétera;pero lamayoríano sabemosni laprimerapalabradeello. (A laSEÑORITAEYNSFORD.)Vamosaver:¿quésabe usted de poesía? (A la SEÑORA EYNSFORD.) ¿Qué sabe usted deciencia?(SeñalandoaFREDDY.)¿Quésabeesejovendearte,deciencia,deloquesea?¿Quécreenustedesqueyosédefilosofía?

    MISTRESSHIGGINS.—Ysobre todo,Enrique,de tratodegentes. (LadoncellaaparecedenuevoyanunciaalaseñoritaELISADOOLITLE.ELISA,deliciosamente trajeada, produce al entrar tal impresión de hermosura ydistinción,quetodosselevantancomocohibidos.Esuncontrasteenormeconlafloristaestrafalariadeantes.GuiadaporlamiradadeHIGGINS,seacercaalaseñoradelacasa,congraciaestudiada.)

    ELISA. — (Con corrección pedantesca y hermosa cadencia de voz.)¿Cómoestáusted,señora?Suseñorhijomedijoqueustedmeharíaelhonorderecibirme;asíesquemehepermitido...

    MISTRESSHIGGINS.—(Cordial.)Tengounaverdaderasatisfacciónenconocerla.

    PICKERING.—¿Cómoestáusted,Elisa?

    ELISA.—Bien,¿yusted,coronel?

    PICKERING.—Bien,gracias.

    MISTRESSHIGGINS.—(Presentando.)EstaseñoraesmistressEynsfordHill. Su hijaClara... Su hijo Freddy. (Saludosmutuos. CLARA se sienta alladodeELISA, en el sofá, y lamira con atención sumadesde los pies a lacabeza.FREDDY,despuésde rondarsolícitoaELISA,sesientaconairedesuficienciaenelsillóngótico.)

    HIGGINS.— (De repente.) ¡Calla, ahora recuerdo! (Todos lemiran consorpresa.) En el pórtico de San Pablo... (En son de lamento.) ¡Malditacasualidad!

    MISTRESSHIGGINS.—¡Vamos,Enrique,repórtate!(Élestáapuntode

  • sentarseenelescritorio.)Cuidado,hombre,notesientesenmiescritorio,quelovasaromper.

    HIGGINS.—Dispensa,mamá.(Vahaciaelsofá, tropezandoconelpicode la alfombra, y, desahogándose con sordas imprecaciones, concluye sudesastroso trayecto dejándose caer en el sofá con tanta fuerza que lo hacecrujir alarmantemente. Su madre le mira con severidad, pero se reprime yguardasilencio.Sigueunalargaypenosapausa.)

    MISTRESS HIGGINS. — (Finalmente, para reanudar la conversación.)Parecequeeltiempovaacambiar.Nomechocaríaquetuviésemoslluvia.

    ELISA.— Las bajas presiones que predominan en las islas por toda lapartedelOesteyelcanal,parecequetienentendenciaacorrerhaciaelEste.Por lo demás, el estado barométrico es bastante fijo, quitando un pequeñocentrodeperturbaciónporelNorte.

    FREDDY.—¡Ja,ja,ja,ja,ja!¡Quégracia!

    ELISA.—¿Quélepasaausted,caballero?Creoquenohedichoningúndisparate.

    FREDDY.—Mehacelamardegracia.

    SEÑORA EYNSFORD. — Yo no creo que llueva. El cielo está muylimpiodenubes.Yeslástima,porqueconvendríaunpocodelluvia.Hayquevercuántagentehayenfermaacausadeestasequíatanprolongada.

    ELISA.—(Sombría.)Unatíamíasemuriódelagripe.Porlomenos,asídijeron.

    SEÑORAEYNSFORD.—(Moviendolacabezaychascandolalenguaensondelástima.)¿Escierto?¡Pobrecilla!...

    ELISA.— (Con pronunciaciónmuy pura y cadencia armoniosa.) Sí, asídijeron; pero amí nome la dan con queso. Paramí que cuando la estabancuidandoalapobre,metieronlapatahastaelcorvejón...

    SEÑORAEYNSFORD.—(Conextrañeza.)Nocomprendo...

    ELISA.—Sí,señora,comohayDios.Mitía,queenpazdescanse, teníamucha correa. Había pasado por muchas enfermedades: malos partos, unapulmonía,elcólicomiserere,quéséyo.Ytantiesa.Mipadresiempredecía:"Aéstanolamatanniatiros."Cuandolodelcólicosícreíamosqueladiñaba.Parecíaqueestabadandolasboqueadas;peromipadre leacercóunabotelladeaguardiente,yalmomentoellavolvióensí,ypidiómás,ysiladejan,noquedanigota.

    SEÑORAEYNSFORD.—(Espantada.)¡Jesús!¡Jesús!

  • ELISA.— (Recalcando y cuidando cada vezmás de su pronunciación.)Nada,señora;loquedigo.Unamujerconesafibranosemuere,asícomoasí,delagripe.Hacefaltamásparaqueladiñe.Sencillamente,quelehicieronlapascuaengrande.

    SEÑORAEYNSFORD.—¡Lapascua!Noentiendonada.

    HIGGINS.—(Interviniendo.)Quieredecirqueprecipitaronsumuerte.

    ELISA.—Luegoarramblaroncontodo.Supeinadeconcha,queamímehubiesetocado,noapareció.Noapareciónada.

    SEÑORAEYNSFORD.—(Horrorizada.)Pero¿creeustedquemataronasupobretía?

    ELISA.—¿Quesilocreo?¡Cuandoledigoquelosquevivíanconellalahubiesen despachado para el otro mundo por un alfiler de sombrero! Nodigamos,pues,porunapeina.

    SEÑORAEYNSFORD.—Detodosmodos,loquenomeparecebienesquesupadredeustedledieseaguardiente.¡PorDios,aunamujergravementeenfermaesoeramatarla!

    ELISA.—Nolocrea.Aellabienlegustaba:másquelatetadesumadre.¡Luego,comotambiénélestabaacostumbradoalabalarasa!

    SEÑORAEYNSFORD.—Pero¿supadrebebía?

    ELISA. — ¡Ay mamá, que si bebía! Agarraba cada melopea que Diostiritaba.

    SEÑORAEYNSFORD.—¡Quécosamásterribleparausted!

    ELISA.—¡Quia,quesecreeustedeso!EstandoasíeraunalmadeDios.Ledabaportenercontentoatodoelmundo.Aloschicosnosdabaloscuartosquelehabíanquedado.Conmimadreseponíalamardeamable.Tantoesasí,que cuando ella le veía demal humor, le dabaun chelín y le decía: "Anda,hombre,vetea tomarunascopasaversi teponesdemejorgenio." ¡Cuántamásfelicidadhabríaenloshogaressitodaslasseñorassiguiesenesemétodoytratasen de emborrachar a sus maridos! (A FREDDY, que luchadesesperadamentepornosoltarcarcajadasestrepitosas.)¿Quélepasaausted,joven?Parecequemeestáustedtomandolamelena.

    FREDDY. — Me hace mucha gracia. Había oído decir que en la altasociedad se usa ahora el lenguaje de las clases populares como diversión.Ahora,nuncacreíqueunapersonadelacategoríadeustedlopudieseimitartanperfectamente.¡Québienlohaceusted!

    ELISA.—Silohagobien,noséaquévieneelreírsetanto.(AHIGGIN