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Información biografica y aportes para la interpretación de Juan de Dios Peza

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Juan de Dios Peza y el canon decimonnicode la literatura mexicana en Espaa

Carlos Ramrez VuelvasUniversidad de Colima

Resumen: Juan de Dios Peza lleg por primera vez a Madrid en 1870. Desde entonces y hasta los primeros aos del siglo XX, ser uno de los escritores mexicanos ms influyentes en el mundo hispnico. Para difundir la literatura mexicana en Espaa, Peza particip de manera de manera directa, o indirecta, en la gestacin de cuatro antologas; al mismo tiempo que enviaba a la prensa peridica matritense las creaciones literarias de escritores mexicanos, la mayora de corte conservador. Estas intervenciones en el campo literario espaol y la gestacin de su literatura personal, modificaron la percepcin que prevaleca entre los lectores espaoles sobre las letras mexicanas, de que sus discursos slo describan la naturaleza de su pas. Peza anticip la gestacin de una patria comn para todos los escritores del mundo hispnico, a partir de un discurso metapotico, poco valorado por la crtica del momento.

Palabras clave: recepcin, nacionalismo, patria imaginada, literatura decimonnica.

Resumen: Juan de Dios Peza first came to Madrid in 1870. From then until the early twentieth century, is one of Mexico's most influential writers in the Hispanic world. Share Mexican literature in Spain, played an Peza directly, or indirectly, in the creation of four anthologies while sending the periodical press by Madrid literary creations of Mexican writers, most conservative court. These interventions in the literary Spanish and the gestation of his personal literature, changed the prevailing perception among Spanish readers on Mexican letters, that their statements only describe the nature of their country. Peza anticipated the emergence of a common homeland for all writers of the Hispanic world, from a speech metapoetic, critically underappreciated at the time.

Keywords: reception, nacionalism, imagined community, nineteenth-century literature.

El poeta mexicano Juan de Dios Peza lleg a Madrid en 1870 al lado de su padrino, Vicente Riva Palacio, uno de los intelectuales ms influentes del Mxico de finales del siglo XIX. Ambos viajaron a la capital de Espaa para reunirse con Manuel Payno, Juan A. Mateos y Rafael Martnez de la Torre, con quienes presentaron en la Villa y Corte El libro rojo. Hogueras, horcas, patbulos, suicidios, y sucesos singulares y extraos acaecidos en Mxico durante las guerras civiles y extranjeras, escrito por la pluma mltiple del equipo completo. Este volumen era angular en la historia cultural de Mxico. Crisol escrito por una parte sustancial de la inteligencia mexicana, sumaba una visin polismica de los crmenes que forjaban la historia del pas, con los que lograba su Independencia y diseaba su proyecto de nacin, con imgenes de emperadores indgenas torturados, y los intentos de ocupacin militar por parte de Europa y Estados Unidos de Norteamrica. En Madrid, el libro se habr observado como un producto intelectual generado por la leyenda negra de Espaa, popularizada entre los grupos masnico liberales hispanoamericanos por influencia francesa.

A pesar de que el viaje apenas durara unas semanas, de los escritores mexicanos quien aprovech la estancia con ms tesn fue el joven poeta de 24 aos, Juan de Dios Peza, todo un veterano en lides culturales. Destacaba por su imaginacin y buen trato en las conversaciones, lo que le permiti entablar amistad fcilmente con Emilio Castelar, Jos Selgas y Manuel Tamayo y Baus, adems de Gaspar Nez Arce, Ramn de Campoamor y Antonio Grilo, quienes se encargaron de ambientarlo en las tertulias de la Villa y Corte. Ellos lo animaran a que volviera a Madrid, como lo hizo en 1874 cuando present en el Teatro del Conservatorio su obra La ciencia del hogar, a la que le seguiran Un eplogo de amor y Los ltimos instantes de Cristbal, las cuales, a decir del peridico La Ilustracin Espaola y Americana, le proporcionaron ruidosos triunfos (Luis de Cuenca).

En 1877, luego de algunas gestiones en ambos continentes, mediadas por Riva Palacio, Peza regresar a la legacin de Mxico en Madrid con el cargo de secretario segundo. Permanecer un tiempo al lado de su padrino, que slo estuvo en la capital espaola por un breve periodo, pero de quien se hablar de largo en los corrillos matritenses, recordado como: Hombre de cualidades exquisitas, llevar consigo, cuando abandone el puesto que hoy ocupa, la bendicin de un pueblo agradecido, a cuyo progreso y bienestar ha consagrado la existencia. (Martnez de Velasco) Peza permanecer poco ms de dos aos en Madrid, tiempo en el que participar en varios eventos fundacionales del canon decimonnico de la literatura mexicana en Espaa.

En ese mismo ao de 1877, Enrique de Olavarria y Ferrari, un periodista cntabro avecindado en Mxico desde la dcada de los sesenta, asumi la responsabilidad de consejero del gobierno mexicano en asunto de relaciones exteriores. Luego de vivir durante algunos meses en Alemania, lleg a Espaa donde se entrevist con Peza. Olavarria y Ferrari haba colaboraba en Revista de Andaluca, donde publicaba artculos con temas de cultura mexicana, adems de selecciones literarias. Peza lo inst a que los recopilara un volumen, para difundir una antologa sobre la actualidad de la literatura mexicana en el campo literario espaol (J. Dios Peza Recuerdos de Espaa 153). Pero no fue en Madrid sino en Mlaga, donde Olvarria y Ferrari public El arte literario en Mxico. Noticias biogrficas y crticas de los ms notables escritores (1877). Un ao despus, con ligeras enmiendas y aadidos, lo reedit en Madrid con el ttulo Poesas lricas mexicanas (1878).

En estos volmenes aparece la primera lista de escritores mexicanos decimonnicos, consagrados por la voluntad cannica de un autor espaol. El propsito no era indito en Mxico, donde otros intelectuales, como Ignacio Manuel Altamirano, ya haban publicado libros similares. Pero era la primera vez que un autor espaol cumpla el objetivo para el pblico lector de Espaa. En lo sucesivo, la lista de autores seleccionados por Olavarria y Ferrari se repetir en la prensa matritense, con sus variantes obligadas. Ambos tomos incluyeron a Isabel Prieto de Landzuri, Jos Rosas, Jos Mara Vigil, Ignacio Ramrez, Manuel M. Flores, Agustn F. Cuenca, Justo Sierra, Manuel Peredo, Guillermo Prieto, Jos Pen Contreras, Juan de Dios Peza, Juan B. Hjar de Haro, Francisco G. Cosmes, Joaqun Tllez, Gustavo Baz, Aurelio Luis Gallardo, Jos Monroy, Manuel de Olagubel, Esther Tapia, Agapito Silva, Luis G. Ortz, Laura Mndez de Cuenca, Anselmo Alfaro e Ignacio Manuel Altamirano.

En la nota de presentacin del segundo volumen, Al lector, Olavarria y Ferrari habla de sus dificultades para realizar la empresa, porque ni los editores ni las imprentas matritenses consideraban que hubiera buena literatura en Mxico. Injustas preocupaciones, incomprensible indiferentismo formaron en lo que va de siglo una especie de muralla entre aquellas modernas naciones y su antigua metrpoli. Pero como tal muralla no tiene razn de ser, yo, que tengo en Espaa mi cuna y en Mxico la de mis hijos, me he propuesta derribarla. (Olavarria y Ferrari Poesas lricas mexicanas VI). Ms adelante, insiste en un dato histrico: considerar que la literatura mexicana naci en 1821, luego de consumar su independencia de Espaa, de quien hered su grandeza intelectual, porque en Mxico crece con potente energa la nica autoridad ibrica de que aun no han querido ni querrn hacerse independientes aquellos pueblos, la del genio sublime que hizo de la literatura espaola una de las ms grandes. (Ibdem IX) Como liberal moderado, justifica el lento desarrollo de la literatura mexicana debido al periodo de hacinamiento cultural provocado por el periodo colonial, sin que por ello se culpe a la cultura hispnica, sino al clero, responsable fundacional de la educacin mexicana. Sera discreto exigir a una literatura naciente la madurez y el perfeccionamiento que slo es dable conseguir a los pueblos ms viejos y experimentados y cuya escuela data de luengos siglos? (Ibdem VII) El crtico matizar sus comentarios para evitar el posible mutis de la recepcin espaola, pero prevalece la idea de que la literatura mexicana alcanzar su mayora de edad al ser reconocida en Espaa, capital cultural del mundo hispnico.

Juan de Dios Peza recuerda que la aparicin de ambos tomos causaron entusiasmo en Madrid (J. Dios Peza, op. cit., 153), y apenas publicado El arte literario en Mxico, Peza dirigi una carta a Olavarria y Ferrari para agradecerle y encomiar su labor de crtico. El poeta Juan B. Hijar y Haro, que acaba de llegar a la ciudad como diplomtico mexicano, recibi noticias de las antologas y plasm su testimonio en una carta breve. Felicit al autor por publicar en Espaa la primera historia de la literatura mexicana. (Edith Leal Los lectores de Enrique de Olavarra 34) Pero ms all de los espaldarazos de los compatriotas mexicanos, las antologas motivaron una resea del peridico El Globo, en la que se puede leer el siguiente juicio sumario. Ntese el tono inquisidor del periodista,

encomiando la ternura de Isabel Prieto, y el sentimiento de Jos Rosas; sealando la frialdad y falta de inspiracin de Vigil; rebajando un tanto los exagerados elogios que consagraba el colector a Ramrez; celebrando las grandes cualidades de Flores; indicando los resabios gongorinos de Cuenca y los descaminos que oscurecen las dotes de Sierra; reservando nuestra opinin acerca de Prieto, Peredo y Pen Contreras; otorgando justos elogios a Hijar, Peza, Riva Palacio y Acua, el ms profundo y original, acaso, de todos; aplaudiendo a Cosme, Zrate, Tllez, Baz y Gallardo, aunque con reseervas respecto a este ltimo; notando de fro a Monroy; concediendo parco elogio a Olaguibel y Esther Tapia, y aplaudiendo el fondo ms que la forma en las poesas de Silva; apluadiendo al muy notable Luis Gonzaga Ortiz; suspendiendo el juicio acera de Laura Mndez, colocando entre los conceptistas a Alfaro, y declarando que carecamos de datos para juzgar a Altamirano. (Sin firma 1879)

La misma nota se ocupar de otra antologa de poesa mexicana, editada en correspondencia al inters y curiosidad simptica que la antologa de Olavarria y Ferrari haba despertado entre los lectores espaoles. En 1878, Juan de Dios Peza, impulsado por la necesidad moral de difundir una antologa an ms completa que las presentadas por Olavarria y Ferrari, y con ello aadir una pieza ms para la recepcin de la literatura mexicana en Espaa, public La lira mexicana. Coleccin de poesas de autores contemporneos, en cuya presentacin explicaba: Cuando mis conciudadanos aplaudan en el Nuevo Mundo las producciones que desde Cervantes a Bcquer han merecido la admiracin de propios y extraos, quera en alas de mi entusiasmo dar a conocer en este suelo las huellas que hemos seguido en el camino de las letras. (J. Dios Peza La lira mexicana V) En esta antologa, nombr por primera vez los smbolos literarios que uniran a Mxico y a Espaa a finales del siglo XIX: la raza, la religin y el lenguaje, lazos que luego sostendrn el puente de ideas del IV Centenario del Descubrimiento de Amrica, el punto ms lgido del primer hispanoamericanismo, y que ms adelante el poeta trasladar a su obra literaria.

Peza tambin fue un lector apasionado de los discursos liberales de Emilio Castelar, en especial cuando el poltico espaol abordaba la relacin de su pas con Mxico. Sin embargo, al atribuir smbolos compartidos entre las dos naciones, el poeta mexicano plantea una superacin a la tesis de la dependencia mexicana a la herencia cultural espaola, tpico usual en el pensamiento de Castelar. En el discurso lrico de Peza, ambas naciones comparten un mismo nivel de construccin simblica, un espacio intelectual comn para construir las utopas nacionales, unidas por la raza, la religin y el lenguaje, sin que esto requiera de una revisin jerrquica a priori. Incluso, que esta tesis sea postulada por un poeta mexicano, advierte que la literatura se eriga como la institucin ideal para la constitucin de un espacio intelectual simultneo. Sin embargo, la antologa no tuvo tan buena recepcin en Mxico (el libro se venda en Madrid, slo en la librera de San Martn, en el nmero 6 de Puerta del Sol, a un valor de cinco pesetas) donde la prensa la critic de presentarse saturada de dislates, [1] no por la lista de nombres (cuantiosa, robusta, casi exhaustiva) sino por la seleccin de los poemas.

En su ndice abigarrado figuran los nombres de Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Acua, Anselmo Alfaro, Alejandro Argandar, Alberto G. Bianchi, Gustavo Adolfo Baz, Agustn F. Cuenca, Diego Bencomo, Francisco Cosmes, Manuel Carpio, Manuel Caballero, Rafael B. de la Colina, Tirso Rafael Crdoba, Jos Toms de Cullar, Juan Daz Covarrubias, Ricardo Domnguez, Jess Echaiz, Rosa Espino [Vicente Riva Palacio], Jos Fernndez, Manuel M. Flores, Aurelio Luis Gallardo, Joaqun Gmez Vergara, Manuel Gutirrez Njera, Juan B. Hjar y Haro, Ricardo Ituarte, Francisco de A. Lerdo, Manuel Lizarriturri, Jos Monroy, Juan A. Mateos, Manuel Martnez de Castro, Francisco de P. Ortiz, Luis G. Ortiz, Manuel Olaguibel, Juan de Dios Peza, Guillermo Prieto, Jos Pen Contreras, Manuel Peredo, Antonio Plaza, Ignacio Ramrez, Jos Mara Roa Brcena, Jos Mara Rodrguez y Cos, Ramn Rodrguez Rivera, Jos Rosas, Manuel E. Rincn, Vicente Riva Palacio, Jos Sebastin Segura, Javier Santa Mara, Justo Sierra, Santiago Sierra, Agapito Silva, Francisco Sosa, Joaqun Tllez, Joaqun Trejo, Juan Valle, Jos Mara Vigil, Juan Villaln, Eduardo E. Zrate, Antonio Zaragoza y Rafael Zayas Enriquez. El libro incluye un prlogo de Antonio Balbin de Unquera, y cartas a manera de presentacin de Emilio Castelar, Ramn de Campoamor, Antonio F. Grilo, Antonio Hidalgo de Morbelln, Fernando Martnez Pedrosa, Gaspar Nez de Arce y Jos Selgas.

El peridico El Globo tendr comentarios positivos sobre la antologa de Peza, a la que solo le critica, el defecto imperdonable de carecer de las biografas de los escritores que en ella figuran. Pero es ms interesante su juicio de valor sobre toda la lrica mexicana:

Son de notar en estas composiciones el predominio de la forma sobre el fondo, del sentimiento y la imaginacin sobre la idea, y la abundancia de producciones correspondientes a los gneros extico y descriptivo. Pocos son los poetas mexicanos que buscan inspiraciones en las altas cimas de la ciencia y en los graves problemas de la vida; y abundan en cambio los que slo cantan la belleza de la forma, tal cual en la naturaleza se revela, o el sentimiento del amor voluptuoso en que se abrasan sus corazones. Para ellos la poesa es ante todo imagen y en revestir de galas formas sus arrebatados sentimientos cifran siempre su empeo. A la sonoridad, a la galanura sacrifican con frecuencia la verdad del pensamiento, y aun la correccin misma, y ms tienen de msicos y pintores que de poetas. (Sin firma op. cit.)

Aunque no es muy clara la definicin de arte potica expuesta por El Globo, por oposicin se deduce una acepcin ms clsica que romntica; dominio retrico formal, amplitud de imaginacin y versos poco exticos (que podra entenderse como una relacin semntica con descriptivos). Desde este punto de vista, los poetas mexicanos tendan a ser descriptivos y exticos, juicio en el que se entrevera la construccin colonial del arquetipo del salvaje ilustrado o el buen salvaje. Los mexicanos saben escribir, pero slo hablan de la naturaleza sin buscar la inspiracin en las altas cimas de la ciencia y en los graves problemas de la vida. Enternecidos cantores del amor, prefieren edulcorar sus pensamientos con paisajes que reflexionar sobre la vida. De las composiciones mexicanas se esperaba mayor cercana al neoclasicismo que al romanticismo, antecedente inmediato del modernismo hispanoamericano, cuyos valores literarios sern denostados por escritores acadmicos y neoclsicos espaoles, ms o menos en esa poca. [2]

En una carta ntima dirigida por Emilio Castelar (quien podra ser el hipottico autor de la crtica de las antologas) intent matizar su construccin sobre el buen salvaje, pero no modific su percepcin de que la poesa mexicana es la proyeccin de la naturaleza del pas: el espectculo de la Naturaleza exuberante [] que trae a las venas de las artes europeas, un tanto empobrecidas, nueva y ms encendida sangre que centuplica la luz espiritual en la inteligencia y el calor material en todo nuestro cuerpo. Nada tan til como esta relacin y comercio entre nuestras artes, porque los espaoles pueden aprender de vosotros la inspiracin original y nativa; mientras que vosotros podis aprender de los espaoles la depuracin necesaria del gusto y la maestra y el empleo de nuestra rica lengua. (J. Dios Peza Reliquias, memorias y relatos 361) La misma condescendencia se lee en otra misiva, escrita por Gaspar Nez de Arce a Peza, a propsito de la antologa, con la que se logra la carta de naturalizacin en Espaa a la inspirada plyade de poetas. (J. Dios Peza Recuerdos de Espaa 328)

Una sntesis de los tres momentos en los juicios de El Globo, sobre la poesa mexicana, que sern compartidos por otros lectores espaoles privilegiados. 1) Es natural la tendencia del escritor mexicano a describir el paisaje en el que ha crecido, el seno de la ms rica y hermosa naturaleza. En estos juicios, hay una oposicin implcita entre naturaleza y cultura, tpicos heredados por el positivismo. No existe realmente una poesa mexicana, como no existe una cultura mexicana, porque si existen expresiones culturales se deben, a 2) que llevan en sus venas la sangre hirviente de los aventureros espaoles, con lo que se enfatiza la dependencia de crear cultura a partir del paisaje idlico mexicano (propio de la aventura, la incertidumbre), en la medida que Andaluca cre la ms exuberante poesa que se conoce. 3) El rengln final subraya el efecto exotista del crtico, que practica un asombro, digmoslo as, abismado: lo maravilloso sera que la poesa mexicana no fuera un eco lejano de la poesa nacida en las comarcas andaluzas. [3]

Desde la posicin dominante, los crticos espaoles esperaban leer en las narraciones, ensayos o poemas escritos en Mxico, algo que recreara el idilio de aquel pas con acento hispano. Les molestaban los ripios, tambin calificados como andaluces, con los que Guillermo Prieto expresa con facilidad el acento de la mexicanidad, como aquellos rarsimos versos en los que da voz a un indgena mexicano: Corriendo el tiempo creci el pitoncle,/ se puso fraque, comi bestec,/ indio ladino, vende a to patria/ y giri giri, con el francs. O las estrofas patrioteras de Ignacio Manuel Altamirano, escritas cuando la cultura mexicana creaba un universo simblico que permitiera cohesionar la identidad nacional, que muchas veces se forj a partir de la negacin de la identidad espaola y, por extensin, europea.

El periodista espaol Adolfo de Llanos y Alcaraz (que vivi en Mxico durante la dcada de los sesenta, y de donde fue expulsado por sus conflictos con las autoridades gubernamentales) consideraba que la personalidad del mexicano tenda al juego y al nimo festivo, por lo que las formas distintivos de la literatura mexicana eran la stira y el equvoco, maneja con soltura la burla, dice con espontneo gracejo, y a la oda y la alegra prefiere la jcara y el epigrama, porque en stas ms que en aquellas sobresale sin esfuerzo y de continuo. En ese sentido, Guillermo Prieto es el primero de los escritores festivos mexicanos, el que goza de ms fama, el dolo del pueblo. Sin embargo, tambin apunta es incorrecto, como la mayora de los escritores de Amrica, pero sin desconocerlo y sin intentar corregirse; declarndose, con inusitada modestia, incapaz de mejorar sus obras. Es una opinin parecida a la de otro periodista espaol, Guillermo Graell que, al analizar la antologa de Peza, califica a los poetas mexicanos de satricos, colocando a Guillermo Prieto al frente de su lectura:

Prieto (Guillermo), el Beranger mexicano; del malogrado Acua, si a veces incorrecto, profundo, original y dotado de una gran sensibilidad; del dulcsimo Manuel Flores, el primero de los poetas erticos; de Cuenca, buena utor dramtico, y, como lrico, ora tiernsimo, ora y casi siempre arrebatado, remontndose con los vuelos de Pndaro, de imaginacin exuberante, corporizada en el lenguaje tan elegante como florido; de Cario, tan brillante e inspirado; de Sierra (Justo), quizs el primero de los poetas jvenes, de levantado estro, de alto sentido filosfico, cantando los grandes presentimientos de lo porvenir; del fecundsimo Pen Contreras; del melanclico Rosas Moreno; del espiritual Cosme, el Fgaro Mexicano sin descuidar el fondo filosfico; de Hijar, tan sentido en los Recuerdos del Hogar (sic), tan elevado y lleno de espritu germnico; de Tellez, Riva Palacio y tantos otros que brillan en aquel Parnaso. (Guillermo Grael 22 de julio de 1879)

Alrededor de esos aos en que apareci la antologa de Peza, Graell public dos ensayos en los que plante un modelo de periodizacin de la literatura mexicana y, a diferencia de lo expuesto por El Globo, explic que para valorar la literatura de Mxico era necesario comprender que no se trataba de una extensin de la cultura hispnica, sino de la gestacin de una cultura literaria particular. Pero no falt el matiz extico de quien define, antes de leer, a la literatura referida, una poesa que fascina por una pompa que refleja la vegetacin tropical, y cuyas imgenes, llenas de luz y del fuego del sol de Mxico, inflaman nuestra fra fantasa.... (Ibidem) Ms tarde insisti: Los poetas mexicanos ms notables se distinguen por una musa retozona y alegre, o por una pompa de estilo que refleja las fastuosa y exuberante vegetacin americana; para luego matizar: All, como aqu, se prefiere el giro y la forma del pensamiento al pensamiento mismo. (Guillermo Graell 30 de julio de 1879)

Otros autores aportaban algunos elementos para modificar en Espaa la recepcin de las letras mexicanas. En 1880, el poeta espaol, Casimiro del Collado, que ya sumaba casi cinco dcadas de vida en Mxico, regres a Madrid para recoger los ejemplares de su libro Poesas, prologado por su amigo Marcelino Menndez Pelayo, quien lo calific de paisajista (calificativo habitual para escritores mexicanos), que cuando se aleja del romanticismo se puso al nivel de los primeros lricos espaoles, y encontr acentos propios y vigorosos para toda idea y toda pasin, colores y formas para todo espectculo de la naturaleza. (XV) El crtico Eduardo Cortzar aadi otra indicacin frecuente en el balance entre la lrica espaola clsica y la nueva produccin mexicana; la tradicin, slo por su exposicin histrica inclinaba los valores positivos. Pero ms all de los artilugios mtrico-retricos habra que analizar algunos aspectos del discurso de Collado, inadvertidos por sus primeros comentaristas.

Tal vez por su ingenuidad potica --lecciones morales fciles, abuso de imgenes hiperblicas y rimas dbiles de slabas inmediatas--, su discurso cae en los lugares comunes del transterrado. Su amor por Espaa se le vuelve redundancia; es el mismo que siente por Mxico. Sin alejarse de su afeccin por la nostalgia, contrapone las crticas usuales a la cultura mexicana (su dependencia de la cultura espaola, o su atraso respecto al progreso europeo), para denostar la subordinacin neoclsica por celebrar el pasado. En ese topoi crtico, apela a sus recuerdos personales y critica los smbolos utilizados por el romanticismo espaol para definir la identidad nacional de Espaa: religin, monarqua, lengua. Las categoras con las que Juan de Dios Peza simbolizaba la unin entre Mxico y Espaa, a Collado le parecan construcciones alegricas de una cultura caduca. En su poesa, a diferencia de otros versos que alimentan el imaginario sobre la naturaleza mexicana, el paisaje no permanece esttico sino en constante movimiento. Estos cuestionamientos se repiten por lo menos en tres poemas: Pasado y presente, Contra el abuso de citar glorias pasadas y Adis Espaa. En el primero seala: Nacin que renaciste all, en Asturias!/ Por qu, cuanto a mayor bajezas tocas,/ tanto ms de tus prsperas centurias/ nombres y hazaas nclitas evocas? (...)/ cata que es vanidad impertinente/ cubrir con las grandezas del pasado/ la vergonzosa pequeez presente. (Collado Poesas 373) Y ms adelante, resulta devastador en los valores que construyen la identidad nacional de su pas natal: son mentiras procaz el patriotismo;/ apariencia, el anhelo de progreso;/ el orden, antifaz del despotismo;/ la religin, disfraz del retroceso;/ la libertad, careta del cinismo. (Ibdem 384)

En 1880 aparecer otra antologa con amplia difusin en la Villa y Corte, Escritores mexicanos contemporneos, del mexicano Victoriano Ageros. Dividido en dos partes, el libro recopila sus ensayos publicados en la prensa mexicana, y reproducidos en el peridico espaol La Ilustracin Espaola y Americana. En la primera parte del volumen recoge una historia de la literatura mexicana; y en la segunda se abordan monografas sobre escritores mexicanos. Ageros especula la aparicin de la cultura literaria en Mxico a partir de sus culturas precolombinas. El crtico diferencia estas manifestaciones de las expresiones cultas de Europa, fundadas en Mxico con la llegada de la cultura espaola en 1510, cuando se escribieron las primeras crnicas e historias generales del pas, difundidas al instalarse la primera imprenta en 1539.

Ms all de las virtudes de los mtodos filolgicos y biogrficos expuestos por Ageros, en su volumen insisti en el trmino hermandad cultural entre Mxico y Espaa, expresin que la prensa matritense reprodujo al comentar la obra y la historia de la literatura mexicana. Revista Contempornea destac positivamente la obra de Ageros, y abund en las similitudes que compartan las historias literarias de ambas naciones, a pesar de que la segunda siempre apareca como reflejo de la primera. Puede decirse que las vicisitudes porque ha pasado nuestra literatura nacional son las mismas que reflejndose sobre el espritu del pueblo mexicano han ido, a su vez, transformando la historia literaria del que fue antiguo imperio de los aztecas. Hija la literatura mexicana de la espaola, tena que ser un trasunto fiel de la misma, pues los poetas y escritores no podan inspirar en otros modelos ms apropiados que en aquellos que nosotros les ofrecimos.

Al mismo tiempo, Juan de Dios Peza intervendr en la difusin en Madrid de otro poeta mexicano, Antonio Plaza. Muerto en 1882, tres aos despus se public en Pars la sptima edicin del compilatorio de su poesa, lbum del corazn. A sta la seguirn tres ms, todas con prlogo de Peza, editadas por la Casa Maucci de Barcelona, en sedes distintas: en 1899, en la Ciudad de Mxico, Mxico; en 1909, en Buenos Aires, Argentina; y en 1910, en Barcelona, Espaa. El xito de ventas de la obra de Plaza contrasta con la apata de la crtica matritense prcticamente enmudecida. Peza, sorprendido por esta paradoja, escribi: Los versos de Plaza han recorrido los dominios espaoles y algn encanto irresistible deben de entraar, puesto que son tan buscados. (A. Plaza lbum del corazn 6) Probablemente este silencio crtico se deba a ciertos versos en los que Plaza expres su sentimiento de desespaolizacin, reavivando viejas polmicas suscritas en Mxico desde la dcada de los cincuenta, cuando los intelectuales liberales pugnaban por desterrar toda referencia espaola de la cultura mexicana. Sin embargo, la poesa de Plaza, de corte romntico, por su expresividad nacionalista y su sentimentalismo arrobador, tambin critica con fruicin la imagen de los indgenas (fue proverbial su caricaturizacin del presidente Benito Jurez, a quien ironiz por indgena e indio, en trminos despectivos) y la de los mestizos, los espaoles nacidos en Mxico o nacionalizados mexicanos. Su exposicin del nacionalismo era de un criollismo radical, que requiere matices de interpretacin. La poesa de Plaza presenta una situacin intermedia entre las expresiones de indigenismo nacionalista y el monarquismo espaol. Reconoce la gesta heroica del pueblo mexicano, una identidad nacional que bordea a las anteriores, y reclama su propia cultura en la nueva geografa mexicana.

En suma, en el dilogo con el campo intelectual matritense, los escritores conservadores mexicanos obtenan mejores resultados que sus paisanos liberales, sobre todo si en sus palabras esplenda el sol que los matritenses figuraban exclusivo de Mxico, o si entre los prrafos se proyectaban algunas muestras de las serranas. Los contrastes eran claros: la presentacin en pblico de El libro rojo, firmado por cinco liberales, fue recibida con cierto silencio expectante, el mismo que recibi Antonio Plaza; mientras que el reconocimiento de Juan de Dios Peza (conservador en ciernes) y de Victoriano Ageros (presente de la intelectualidad catlica), slo le faltaba sumarse un sacerdote, que tendr el nombre de Ignacio Montes de Oca, que en la dcada de 1880 ya paseaba por Madrid y que firmaba como Ipandro Acaico en la Arcadia Mexicana, un grupo de escritores catlicos formado a principios del siglo XIX.

El primer canon de la literatura mexicana en Madrid estaba construido por conservadores y moderados mexicanos. Juan de Dios Peza y Casimiro del Collado eran dos liberales tmidos. Victoriano Ageros era un respetado intelectual del partido conservador mexicano, y lo mismo podra decirse del sacerdote Ignacio Montes de Oca. La presencia de estos agentes en la Villa y Corte tambin explica la desaparicin de escritores liberales del campo literario en Madrid. No figuran ni Hilarin Fras y Soto, ni Ignacio Ramrez Nigromante, ni Fernando Iglesias Caldern. Los casos de Ignacio Ramrez Altamirano, Guillermo Prieto y Antonio Plaza, eran conflictivos en la recepcin espaola. En Madrid destacaban los moderados, con varios mritos. Las antologas de Enrique de Olavarra y Ferrari mostraban las primeras nminas de escritores mexicanos. Casimiro del Collado trazaba lneas de igualdad en los juicios sumarios sobre cultura espaola y mexicana. Victoriano Ageros sumaba argumentos historiogrficos para modificar la dependencia espaola por hermandad cultural. Ignacio Montes de Oca revelaba otros modos, ajenos a la institucionalidad de las legaciones, de establecer contactos con el campo intelectual de Madrid. Y en casi todos estos casos, fue inevitable la mediacin de Juan de Dios Peza.

De todos ellos, el mismo Juan de Dios Peza formul una hiptesis indita para establecer valores estticos de la literatura mexicana, a partir de la concepcin de una patria intelectual trasnacional, integrada por la tradicin literaria de la lengua espaola, incluyendo a autores de las dos orillas del Atlntico. Tesis que el poeta fundament en los smbolos lengua, religin y raza. Adems, en su propia concepcin de la poesa, seal que el vuelo de su imaginacin romntica le permiti recorrer Espaa. As dibuj los parmetros de una patria imagina, en oposicin al desbordamiento de las patrias reales. Durante el periodo finisecular, con la llegada a Espaa de poetas mexicanos como Francisco A. de Icaza, Amado Nervo, Balbino Dvalos, Salvador Daz Mirn y Luis G. Urbina, representantes destacados del modernismo mexicano, prevalecer en el mundo hispnico la preeminencia del discurso metapotico como valor fundamental en el juicio esttico. Las letras mexicanas demostrarn que no se limitaban a la descripcin como recurso literario, sino que las direcciones de su potica apuntaban a comprender a la literatura como fenmeno cultural autnomo de las relaciones contextuales. Este discurso, aupado a la intensificacin de los fundamentos ideolgicos del americanismo, modificar la recepcin de la literatura escrita en Mxico, y permitir una relacin ms amable de los escritores mexicanos con el campo literario espaol durante el siglo XX.

NOTAS

[1] Vicente Riva Palacio escribi sobre la antologa: El libro de Peza debera llamarse La lira de mis amigos como el diario de la Escalerilla La Voz de los Timoratos, porque Mxico tiene que ver de manera muy indirecta y muy superficial con lo uno y con lo otro. En general, la antologa de Peza no fue bien recibida por la prensa mexicana que pronto la compar con el trabajo emprendido anteriormente por Olavarria y Ferrari. (Clementina Daz de Ovando Un enigma de los ceros 220-225).

[2] Como se ha demostrado, desde 1876 algunos poetas mexicanos, entre los que destaca Manuel Gutirrez Njera, cuestionaban las letras esclerticas de los poetas neoclsicos. La crtica se extender en polmicas, hasta los poetas acadmicos de Mxico y de Espaa. Gutirrez Njera, en el artculo El arte y el materialismo (1876), plantea con mayor vehemencia la oposicin entre la poesa acadmica y la llamada poesa sentimental; por cierto, carente de nacionalidad geopoltica. (B. Clark de Lara y A. Laura Zavala La construccin del modernismo 2002)

[3] Sobre la poesa mexicana como poesa mexicoandaluza, aparecieron varios comentarios en la prensa peridica espaola. Uno de ellos fue publicado en el peridico La Amrica, plagado de una farragoso cuadro de Mxico, descrito an como colonia espaola, su propsito era difundir la cultura mexicana bajo la premisa: Los mexicanos son, por lo general, inteligentes, audaces y brillantes, como los espaoles; y suaves, cautos y estoicos, como los indios. En ese sentido, establecen otro smil entre las letras mexicanas y las andaluzas, y entre stas con las mujeres: debemos afirmar que ms que hermosas son buenas, dulces y discretas: son como las andaluzas, que, aunque no sean bellas, son irresistibles; y casi puede afirmarse que no existe mujer que posea la plenitud de su sexo como las mexicanas. Por otra parte, a pesar de que el comentario se escribi casi a finales del siglo XIX, es relevante el juicio del autor sobre el desconocimiento de la cultura hispanoamericana en Espaa: Apenas conoce hoy Espaa a las que durante diez generaciones fueron sus Colonias. Las diez y seis jvenes Repblicas que, hasta cierto punto, en nombre de Espaa dominan hoy las regiones ms frtiles y ms deliciosas de la tierra, apenas se conocen entre s y apenas conocen a la que durante tantos aos fue su metrpoli y a la que, sin duda, deben alguna gloriosa herencia. (Varios americanos). Tambin el periodista Ramn Elices Monts publicar opiniones parecidas en su obra Cuatro aos en Mxico. Memorias ntimas de un periodista espaol (1885), donde insistir en las similitudes entre las culturas andaluza y la mexicana, por las siguientes caractersticas compartidas: chulera, pereza, informalidad y gusto por la monta de caballos y el uso de armas; particularidades que el autor atribuye a la herencia cultural musulmana en Andaluca. (106-114).

BIBLIOGRAFA

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