perspectiva de lo impolítico

13
  perspectiv delo impolítico Roberto sposito 1. Buscaré concentrar esta intervención en torno a la categoría que des de hace algún tiempo estoy volviendo a proponer al debate filosófico-polí mo se sabe, tiene ya una historia no breve, pero que considero legítimo so meter a un significado diferente del que tenía orig nalmente: podemos de cir que todas las categorías filosóficas han sido ya pensadas y el trabajo fi losófico no puede tener hoy otra tarea que la de epensarlas en el interior de una red de significaciones semánticas. Hago esta precisión preliminar para señalar la distancia radical del significado que atribuyo a la expresión  impolítico con respecto al uso que de ella hizo por ejemplo Thomas Mann en sus  onsideraciones homónimas  u uso que, como Massimo Cacciari ponía de relieve en un importante ensayo sobre Nietzsche, confie re al término el sentido r ductivo de no-político , o, más precisamente aún, de valor opuesto en cuanto tal a la esfera de lo político  M Cacciari, en  Nietzsche, 1978, pp. 105-120). Pero igualmente lejana de mi inten ción es la interpretación de lo i político que recientemente ha dado Julien Freund en cuanto modo subrepticio de hacer política rechazando y desco nociendo toda forma política de organización de la sociedad: lo impolítico concerniría a la ideología organicista y a la vez desestabilizante contra la que arremete él sí de manera ideológica) Freund J. Freund, 1987). En este punto, despejado el campo de posibles equívocos, me toca la in grata tarea de intentar especificar el significado que yo mismo le atribuyo a la expresión en cuestión. Ingrato en un doble sentido: en primer lugar en el plano subjetivo: porque no es fácil condensar en el espacio de pocas pági nas lo que desde hace algunos años ha sido el objeto principal de un exten so trabajo ver R. Esposito, 1988). Y luego porque la de impolítico es una categoría o me jor: un horizont e cate go rial) esencialment e negativa, crítica; y a tal negatividad, a su inexpresabilidad positiva, se halla necesariamente ligada bajo pena de invertirse en su propio opuesto, esto es en la categoría de lo político. Esto no quiere decir, desde luego, que de lo impolítico no 47

Upload: jlopez454

Post on 07-Oct-2015

9 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

capítulo de la perspectiva de lo impolítico de Roberto Esposito. en español

TRANSCRIPT

  • La perspectiva de lo impoltico

    Roberto Esposito

    1. Buscar concentrar esta intervencin en torno a la categora que des-de hace algn tiempo estoy volviendo a proponer al debate filosfico-pol-tico italiano, esto es la categora de lo "impoltico". Una categora que, co-mo se sabe, tiene ya una historia no breve, pero que considero legtimo so-meter a un significado diferente del que tena originalmente: podemos de-cir que todas las categoras filosficas han sido ya pensadas y el trabajo fi-losfico no puede tener hoy otra tarea que la de repensarlas en el interiorde una red de significaciones semnticas. Hago esta precisin preliminarpara sealar la distancia radical del significado que atribuyo a la expresin"impoltico" con respecto al uso que de ella hizo por ejemplo ThomasMann en sus Consideraciones homnimas -un uso que, como MassimoCacciari pona de relieve en un importante ensayo sobre Nietzsche, confie-re al trmino el sentido reductivo de "no-poltico", o, ms precisamentean, de valor opuesto en cuanto tal a la esfera de lo poltico (M. Cacciari,en F. Nietzsche, 1978, pp. 105-120). Pero igualmente lejana de mi inten-cin es la interpretacin de lo impoltico que recientemente ha dado JulienFreund en cuanto modo subrepticio de hacer poltica rechazando y desco-nociendo toda forma poltica de organizacin de la sociedad: lo impolticoconcernira a la ideologa organicista y a la vez desestabilizante contra laque arremete (l s de manera ideolgica) Freund (J. Freund, 1987).

    En este punto, despejado el campo de posibles equvocos, me toca la in-grata tarea de intentar especificar el significado que yo mismo le atribuyo ala expresin en cuestin. Ingrato en un doble sentido: en primer lugar en elplano subjetivo: porque no es fcil condensar en el espacio de pocas pgi-nas lo que desde hace algunos aos ha sido el objeto principal de un exten-so trabajo (ver R. Esposito, 1988). Y luego porque la de impoltico es unacategora (o mejor: un horizonte categorial) esencialmente negativa, crtica;y a tal negatividad, a su inexpresabilidad positiva, se halla necesariamenteligada bajo pena de invertirse en su propio opuesto, esto es en la categorade lo poltico. Esto no quiere decir, desde luego, que de lo impoltico no

    47

  • pueda decirse nada. Pero se puede decir a partir de 10 que l no representa.0, ms intensamente an, de su oposicin constitutiva a las modalidades dela "representacin", entendiendo por esta, justamente, la categora de 10 po-ltico en la poca de su incipiente crisis (pero tambin, en un sentido msgeneral que ser precisado, como la categora de la "filosofa poltica", o almenos de 10 que la tradicin entiende por filosofa poltica). Es esto 10 quequiere decir Car1Schmitt (que usar en el plano analtico slo hasta un cier-to punto, ms all del cual me distanciar radicalmente de l: tanto que sepuede decir que mi discurso nace all donde se interrumpe el discurso sch-mittiano, de su ulterioridad o de su inversin) en ese fragmento, nunca su-ficientemente valorado, que se titula Catolicismo romano y forma poltica(C. Schmitt, 1986), cuyo objeto fundamental es el carcter constitutivamen-te despolitizador de la Modernidad; y, ms precisamente, la tesis de que taldespolitizacin se halla determinada por el rechazo de la "representacin",como aquello que liga la decisin poltica a la "idea" o que, en otros trmi-nos, consiente un trnsito, una relacin positiva, entre Bien y poder.

    En este punto se hace necesaria una precisin: cuando Schmitt (comopor otra parte tambin Foucault y de manera diversa que Heidegger) ve en10Moderno la muerte de la representacin (rappresentazione), no buscanegar -e incluso explcitamente afirma- que es justamente 10Moderno, ensu origen hobbesiano, 10 que abre la historia (moderna) de la representa-cin (rappresentanzay; pero de una representacin (rappresentanza)completamente inmanentizada -vaca, sin contenido sustancial-, que cons-tituye la ms radical negacin de la representacin (rappresentazione) dela idea. Lo que de esta ltima se oculta en una pura imagen (de un funda-mento de ahora en adelante ausente) es precisamente la referencia a unaalteridad que era a la vez virtus formativa y telos ltimo de 10 poltico. Eseste hilo vertical 10 que 10 Moderno corta con una decisin que excluyecualquier otro diferente de s mismo. No es que se vuelva simple prolife-racin de intereses contrapuestos y que no anhele continuamente la formade la unidad: sino que la busca como unidad funcional y autorreferencial.Es decir como sistema capaz de autogobernarse prescindiendo de cual-quier finalidad externa (el Bien) o de cualquier vinculacin interna a la l-

    I La lengua italiana posee dos palabras donde en espaol slo tenemos una; rappresen-tanza es el trmino que designa los sistemas polticos representativos (donde hay repre-sentantes y representados), en tanto rappresentazione es representacin en el sentido defigura imagen o idea que sustituye a la realidad [N. del T.].

    48

  • gica de los contenidos (los "sujetos", de ahora en ms fuera de escena, almenos en el sentido clsico de la expresin, como ha sido demostrado enabundancia a partir de Nietzsche) que lo habitan. La misma organizacinen subsistemas se hizo de tal modo de no exigir convergencias "ideales".Lo poltico constituye justamente uno de estos subsistemas: en esto radi-ca su conquistada autonoma-respecto al resto del cuadro. Pero tambin,contemporneamente, el vaciamiento entrpico del que se haca mencin.

    Que no todas las filosofas polticas modernas sean reconducibles a es-te desenlace autodisolutivo; que existan frente a ellas puntos de resisten-cia y de contraste -de Maquiavelo, que constituye su alternativa origina-ria (pero derrotada) a Spinoza, a Vico, y en ciertos aspectos a Hegel y aMarx- no quita que el "paradigma hobbesiano del orden" sea la lnea ven-cedora y todava hoy largamente hegemnica, desde el funcionalismo deParsons hasta la "sistmica" de Luhmann.

    2. A esto "reacciona" la repraesentatio catlica como un zurcido delnexo interno entre Bien y poder: en el doble sentido de que el Bien es rap-presentabile por el poder y que el poder puede producir Bien (e incluso,dialcticamente, transformar el mal en bien). Es esto lo que entiendo conla expresin "teologa poltica" . Aqu es necesaria una segunda precisin:el uso que hago de ella tiende a diferenciarse claramente del que haceSchmitt. Es evidente cmo ste, al menos en la etapa madura de su pro-duccin -y salvo ulteriores distinciones internas que aqu no tengo espa-cio para sealar- denomina "teologa poltica" al proceso de transvalua-cin que en la Modernidad transforma algunos conceptos de matriz teo-lgica en categoras jurdico-polticas, coincidiendo de hecho con el mo-vimiento de secularizacin (aunque no de laicizacin absoluta sin "res-tos" mtico-teolgicos). Respecto a esta acepcin politesta (conforme ala Entseelung weberiana), propongo una mutacin y en ciertos aspectosuna restauracin de significado relativa a una acepcin ms originaria,que procede ya de Ambrogio y de Agustn, y que hicieron propia Erik:Pe-terson (E. Peterson, 1983) y Eric Voegelin (E. Voegelin, 1968) justamen-te en polmica con Schmitt, segn la cual el de "teologa poltica" es unconcepto esencialmente ligado al de monotesmo.

    Sin poder seguir a Peterson a lo largo de su compleja argumentacin,nos detenemos en el punto que nos interesa: teologa poltica es esa suertede circuito lgico-histrico que introduce una terminologa poltica (el mo-

    49

  • notesmo) en el interior del lxico religioso en funcin de una justificacinteolgica del orden existente. 0, de manera ms simple, la representacin(rappresentazione) teolgica del poder. Es exactamente lo que el catolicis-mo poltico opone a la deriva despolitizadora de lo Moderno. Esta contra-posicin no es necesariamente un punto de vista antimoderno. El mismoSchmitt, por lo dems -pero tambin Romano Guardini, el gran telogo ca-tlico alemn, autor de un libro sobre El fin de la poca moderna (R. Guar-dini, 1984), parece adoptar, a su manera, un punto de vista postmoderno-,recuerda cmo la complexio catlica no se postula en modo antittico almundo de la tcnica, ni hace propios los mitos irracionalistas y las nostal-gias pasatistas de la cultura romntica: tanto es as que su teologa expresauna lgica de tipo estrictamente jurdico. Lo que sin embargo constituye ladiferencia es que esta lgica no se agota en un conjunto de procedimientostcnicos, sino que comprende el momento "alogo" de la decisin. Y no s-lo esto, sino que tal decisin incorpora una dimensin esencialmente repre-sentativa (rappresentativa): representativa de la esencia.

    Es esta dimensin la que la salva de lo infundado de la decisin moder-na; la que vuelve a reunir los polos que sta separaba: inmanencia y tras-cendencia, historia e idea, fuerza y autoridad, poder y Bien. El sentido mspregnante de la teologa poltica catlica se constituye justamente por estavaloracin del poder: en cuanto potencia, el poder es una determinacin delser, y por consiguiente del bien. De aqu el deber del poder. El hombre de-be ejercitar el poder para obedecer a Dios, en el sentido de que es Diosquien impone al hombre el ejercicio del poder. En este sentido, el poder esbien: su traduccin poltica. La poltica vive de esta relacin. Por lo que loModerno, al romperla, se condena a la despolitizacin, debe ceder a la se-cularizacin, condenarse al "siglo": porque el monopolio de lo poltico, enla Modemidad, pertenece a la Iglesia de Roma, ltima isla poltica en elgran mar de la depolitizacin moderna. Pero justamente esa "insularidad"indica cmo este monopolio -la tarea de representar lo poltico en el tiem-po de la despolitizacin- es, para el catolicismo poltico, pura utopa: cmoel rol de centralidad asignado por l a la Europa cristiana es irremediable-mente utpico. Monopolio que es a la vez tarea y tragedia: tarea de defen-der lo poltico de los ataques desarraigadores de fuerzas opuestas y com-plementarias (capitalismo y socialismo). Y tragedia porque est sustrado acualquier posibilidad de realizacin. El destino trgico del catolicismo po-ltico parece en lo sucesivo abandonar a lo poltico a una alternativa sin sa-

    50

  • lida: la isla de la representacin romana o el ocano de la despolitizacinmoderna. Teologa o secularizacin, utopa o entropa, mito o nihilismo.

    3. En realidad, lo que parece una alternativa bloqueada por hiptesiscontrapuestas abre histricamente otra direccin, que es la adoptada dehecho por la forma-Estado contempornea: a la vez "teologizada" y des-politizada. Es este el arcano de la filosoffa poltica moderna que la contra-posicin schmittiana no parece aferrar del todo. La anttesis entre repre-sentacin poltica y neutralizacin despolitizadora es en realidad una co-presencia, como lo demuestra el trnsito histrico-semntico que secula-riza la representacin (rappresentazione) catlica en la moderna represen-tacin (rappresentanza) (gubernativo-parlamentaria).

    Para darse cuenta basta reconstruir, aunque sea esquemticamente, ladialctica que inviste la figura del Estado. Este -ya desde el fmal de lasguerras de religin- nace de ese proceso de desteologizacin en el que con-siste la laicizacin moderna; y, por eso mismo, del vaciamiento de todasustancia poltica: ruptura de la unidad poltica en poderes diferentes y suneutralizacin acordada. Sin embargo, esta neutralizacin, para funcionar,para recomponer aunque sea artificialmente las partes, tiene necesidad deuna forma poltica. El poder de las partes -de su negociado- es organizadopolticamente. La misma desfundamentacin de la vieja representacinproduce una nueva demanda representativa. Los intereses aparecen comounitariamente irrepresentables: pero esa situacin, de nuevo, es ella mismarepresentada. Es as justamente lo infundado, el desarraigo, lo que va a re-clamar una nueva raz. As como es la Tcnica, que expresa lo ilimitado dela voluntad de poder, la que "provoca" una nueva forma. Esta misma dia-lctica entre despolitizacin y gobierno poltico de la despolitizacin es vi-sible en las modalidades especficas en las que en las sociedades de mer-cado (es decir en todas las sociedades) se realiza lo que ha sido llamado la"autonoma de lo econmico": que no se desarrolla autnomamente sinoque tiene necesidad de una fuerza (poltica) capaz de instituir y conservarlas condiciones generales dentro de las que funcionar: hasta tal punto qu~podra decirse que la despolitizacin es la forma poltica a travs de la quese determina la autonoma de lo econmico. Es el mismo problema que, enotro nivel, concierne a la reproduccin del aparato jurdico, sustrado dehecho a toda obligacin de verdad que inevitablemente lo reconducira aun encuentro con los valores ltimos, "mitigado" por el politesmo moder-

    51

  • no: y por tanto constitutivamente arbitrario, injustificado, mutable; y sinembargo, al mismo tiempo, vinculado a una Ley que, para valer efectiva-mente, debe presentarse como universal, inmutable, trascendente.

    Desde luego, esta nueva forma deducida de 10 que ha despedazado lavieja unidad sustancial de la comunidad (transformndola en mera socie-tas), no puede ser sino mito. Es teolgica, por as decir, a la segunda po-tencia: en cuanto nacida de la desteologizacin moderna. Teologa de la lai-cizacin, podramos decir. Se trata de la teologa poltica hobbesiano-sch-mittiana. Teologa poltica, pero poltica de la despolitizacin. Contradic-cin o paradoja insoluble que "teologiza" la despolitizacin en una nuevaforma poltica. Copresencia de los opuestos que transforma a cada uno enla sombra contrahecha del otro. Tcnica en Etica, derecho en Justicia, po-der en Bien.

    4. Es contra esta copresencia de despolitizacin y teologa, de tcnicay mito, de nihilismo y apologa que surge 10 impoltico. Su espacio deeleccin -espacio rigurosamente negativo, como se ha dicho, intraducibleen trminos propositivos- es ese confn situado a la misma distancia crti-ca de la despolitizacin moderna y la teologa poltica. La actitud mental,la modalidad de pensamiento que, an refutando la despolitizacin mo-derna, la Modernidad como despolitizacin, y situndose as en sus ant-podas, rechaza al mismo tiempo cualquier retorno a la vieja representa-cin teolgico-poltica, cualquier declinacin de 10 poltico en trminos devalor, cualquier lugar trascendente de fundacin de 10 poltico (nada -di-go esto para prevenir posibles equvocos que siento surgir aqu y all- es-t ms alejado de mi posicin que la metafsica "reaccionaria" y antimo-derna de un Leo Strauss o de un Augusto del Noce, pero tambin que elaristotelismo "dbil" de la filosofa prctica).

    Pero veamos mejor. Partamos del primer lado de la cuestin. Lo impo-ltico es 10 otro -10 contrario- de la despolitizacin o de cualquier actitudapoltica. La distancia que 10 connota no coincide en absoluto con una ne-gacin de 10 poltico, de su lenguaje, que sigue siendo el nico lenguaje dela realidad, el nico que la realidad sabe hablar. Lo impoltico no es la ne-gacin sino el negativo de 10 poltico. Es 10 poltico mismo mirado desdesu confn externo. Pero no de una realidad externa, inexistente como tal.Entonces: 10 impoltico no contrapone a 10 poltico otra realidad. Ni tam-poco -menos an- un valor, el valor que 10 poltico habra traicionado, ca-

    52

  • mo crea Thomas Mann. Lo impoltico no contrapone a lo poltico ningnvalor. E incluso es lo que lo libera definitivamente del valor, lo que criticatoda asuncin de lo poltico en trminos de valor, toda valoracin de lo po-ltico. La valoracin de lo poltico -su constitucin en "Absoluto"- es lo quelo impoltico critica como teologa poltica: vale decir como confusin ysuperposicin de nivel del plano del Bien (o de la Verdad) con el del po-der. Para lo impoltico el Bien es irrepresentable por el poder, as como elpoder no tiene la posibilidad de traducir dialcticamente el mal en bien.

    Para lo impoltico, el Bien es lo Irrepresentable. Por ello no se confun-de "teolgicamente" con el poder, pero tampoco se opone a l como una al-ternativa practicable. Lo impoltico asume el punto de vista mximamenterealista de la inexistencia de cualquier realidad sustrada a las relaciones defuerza y de poder. Por eso, la extensin del poder coincide con la extensinde la realidad. Es esto lo que impide cualquier acepcin dualista de lo im-poltico: como si se tratara de algo positivo que se contrapone desde el ex-terior al lenguaje del poder. El lenguaje del poder es el lenguaje de la rea-lidad, en el sentido de que la realidad no habla lenguajes diferentes del len-guaje del poder. Desde este punto de vista, la actitud impoltica se identifi-ca con la del gran realismo poltico a partir de Maquiavelo, o, antes an, deTucdides. Y en efecto Maquiavelo ha sido ledo por la gran tradicin in-terpretativa tambin como un pensador de lo impoltico: "Si el hombre fue-se bueno ..."; pero, puesto que no lo es, no queda ms que el lenguaje o lascategoras de lo poltico, no queda ms que la realidad de lo poltico, cir-cundada por lo otro que ella no es. Podemos escuchar en el lenguaje deMaquiavelo, o en el dilogo tucidideo entre atenienses y meleos, el silen-cio a partir del cual ese lenguaje llega a la presencia. Por eso lo impolticocoincide con el realismo poltico, aunque mirado del lado inverso: no hayms realidad que la realidad. Pero esto no significa que la realidad sea depor s un valor. Lo impoltico es en este sentido el cumplimiento del realis-mo poltico, la abolicin de todo residuo teolgico, de toda consolacindialctica, de toda perspectiva utpica.

    Pero tambin de todafilosofia poltica. Toco apenas este punto, que hetratado en forma extensa en otra ocasin (R. Espsito, 1989).Lo impolti-co niega la filosofa poltica como determinacin (filosfica) de la polticapor parte de la filosoffa, La niega en el doble sentido de que la consideraperjudicial y al mismo tiempo imposible. Perjudicial, porque todas las ve-ces que se ha intentado "deducir" una poltica en base a las exigencias in-

    53

  • ternas, a las "necesidades" de una filosofa dada, las consecuencias han si-do siempre inaceptables, y algunas veces catastrficas, como este siglo nossigue enseando todava. Imposible, porque la poltica tiene en su centroun elemento -el conflicto de poder- absolutamente irreductible a las exi-gencias representativas de la filosofa poltica. La filosofa puede "com-prender" este ncleo conflictivo slo ordenndolo a la unidad, presupo-niendo su conciliacin, y por consiguiente negndolo como tal. Cicatrizan-do simblicamente el conflicto; o reconocindolo slo en vista de un orden

    \

    potencial. Por esto la filosofa poltica niega lafacticidad de lo poltico\Ypor esto, a su vez, lo poltico niega la filosofa poltica. Uno puede crecrnicamente sobre la hiptesis del fin del otro. La filosofa poltica es filo-'sofa del fin de la poltica. Pero la poltica es el fin -O la imposibilidad- dela filosofa poltica. Lo que, en cambio, resulta posible y necesario es elpensamiento sobre la poltica. Pensar la poltica en lo que tiene de irreduc-tible a la filosofa poltica es precisamente la tarea de lo impoltico. Quepuede ser conducido por la filosofa poltica a condicin de autoproblema-tizarse como tal, de deconstruirse en cuanto filosofa poltica, de volversefilosofa de lo impoltico. Esto es, determinacin extrema de lo poltico enel sentido lateral de delinear los trminos, ms all de los cules no hay na-da: el silencio del poder. O su impensado. Tal vez sea este silencio -lo im-pensado del poder- el espacio de responsabilidad del pensamiento.

    5. Para terminar, quisiera evocar este espacio -la responsabilidad delpensamiento- haciendo una referencia a tres textos que constituyen unaexpresin intensa de lo impoltico. El primero es el discurso de Elias Ca-netti por el quincuagsimo cumpleaos de Hermann Broch; all, precisa-mente, Canetti se interroga sobre la responsabilidad del escritor en nues-tro tiempo. Cules son -se pregunta Canetti- las cualidades que vuelvena un escritor, y tambin a un pensador, representativos de la propia po-ca? Son esencialmente dos, "extremadamente contradictorias" (E. Canet-ti, 1986, p. 21). La primera se defme por el vnculo estrechsimo que de-be ligar a quien escribe, o a quien piensa, con el propio tiempo. Existe unaidea difusa -advierte Canetti-, que debe ser refutada de inmediato, segnla cual el verdadero escritor es el que se pone por encima de su propiotiempo. Por el contrario, para Canetti el verdadero escritor est "sujeto asu tiempo en todo y por todo, es su humilde y devotsimo esclavo. Est li-gado a l por un vnculo estrechsimo, por una cadena breve imposible de

    54

  • romper" (ibid., p. 22). Hay asimismo otra imagen, todava ms fuerte, a laque recurre Canetti: el verdadero escritor, su pensamiento, es el perro delpropio tiempo; en el sentido de que tiene el "vicio" de seguirlo con una te-nacidad inquietante y famlica, sin perder nada suyo, sin descuidar nada.Es otra manera de decir lo que antes habamos llamado el rechazo de to-da solucin consolatoria, de toda fuga utpica. Si hay un autor que hacela de antiutopa un verdadero y propio punto de vista, que no aleja ni porun minuto su mirada de la realidad, que interpreta toda la realidad en tr-minos de poder, este autor es justamente Canetti.

    Pero existe otra cualidad, siempre para Canetti, que hace que un escri-tor sea "verdadero" y su pensamiento fiel a s mismo: la cualidad de po-nerse en contra de su tiempo. "Contra todo su tiempo, no slo contra unoo ms aspectos particulares suyos, contra la imagen comprensiva y unita-ria que slo l ha logrado formarse, contra su olor especfico, contra su as-pecto, contra su ley" (ibid., p. 26). El verdadero escritor -contina Canet-ti- "an cuando anhela el sueo, nunca debe poder dormir" (ibid., p. 27),donde "dormir" significa fuga, pero tambin adhesin inmediata a lo exis-tente, lo que existe porque tiene la fuerza de suprimir todas las otras po-tencialidades irrealizadas: as como la historia es la que es en la medidaen que ha anulado todas las historias posibles. Esta contradiccin -esta"pretensin cruel y radical" (ibidem.) puesto que se halla en contraste con-sigo misma: ser el perro y a la vez el acrrimo enemigo del propio tiem-po- constituye el lugar del pensamiento y la medida de su responsabilidad.Tambin aqu esta es definida en negativo. En trminos impolticos -unapresencia ausente o una distancia de la propia presencia-, y est constitu-tivamente ligada a esta negatividad para no caer en su opuesto: en lengua-je poltico, en proyecto operativo, en inters, y por eso mismo en traicinde ese compromiso de lucha contra el tiempo que sigue siendo su tiempo.Por consiguiente, la fidelidad del pensamiento con su propio tiempo con-siste en la distancia que toma de l.

    Tambin a esta distancia alude el segundo texto, esta vez de HannahArendt, precisamente en la seccin de La vida del espritu dedicada alpensamiento: "(...) Lo que es prximo y aparece directamente a los senti-dos est ahora distante, lo que es lejano est efectivamente presente. En elacto de pensar no estoy donde en realidad estoy: no me circundan objetossensibles sino imgenes invisibles a cualquier otro. Es como si me hubie-se retirado en una especie de tierra de nadie, de tierra de lo invisible..." (H.

    55

  • Arendt, 1987, p. 169). Como 10 aclara la invocacin sucesiva del concep-to jasperiano de "situacin-lmite" (ibid., p. 187), la "tierra de 10 invisible"-la tierra del fin de la representacin- alude aqu a una ausencia que sevuelve presencia o a una presencia que resuena (silenciosamente) en unaausencia; que, mejor an, se trasciende en una ausencia. Y, en efecto, jus-tamente a una operacin de" trascendimiento (trascendimento) -atencin,no de trascendencia, no de hipstasis metafsica del acto de trascender es10 que pensaba Jaspers con aquella expresin: "Esta ltima expresin fueacuada por Jaspers (...) pera indicar la experiencia de 'algo inmanenteque remite a la trascendencia' y que, si obtiene una respuesta de nosotros,nos conducir a 'llegar a ser la existencia que somos potencialmente'"(ibidem.). Es esta inmanencia "que remite a la trascendencia", una inma-nencia trascendente o una trascendencia excavada en la inmanencia, lamodalidad de 10 impoltico. No un espacio, ni, menos todava, un valor si-tuado fuera de lo poltico e indiferente a l, sino el trascendimiento inte-rior a 10 poltico en cuanto categora afirmativa. El vaco, la ausencia, quelo poltico abre cuando pone en juego la propia dimensin de presencia (esdecir de representacin). Cul sea esta politicidad de la ausencia respectoa 10 (dal) poltico (y tambin de lo [del] poltico) haba sido precedente-mente explicado por Arendt a partir de una proposicin de Scrates segnla cual "sufrir un agravio es mejor que cometerlo" (ibid., p. 275). Dichaproposicin no es comprensible en el lenguaje de 10 poltico. Un ciudada-no no puede comprenderla porque ella contradice esencialmente la lgicade lo poltico, que es la de la voluntad de poder. Pero Scrates -concluyeArendt- "no est hablando aqu a modo de ciudadano". El "habla, en cam-bio, en cuanto hombre vuelto esencialmente hacia el pensamiento. Es co-mo si dijese a Calicles: si t fueras como yo, amante de la sabidura, an-sioso por pensar cada cosa, por someter a examen todas las cosas, sabrasque si el mundo fuera como t te lo figuras, dividido en dbiles y en fuer-tes, donde 'los fuertes hacen lo que est en su poder y los dbiles sufrenlo que deben' (Tucdides), de manera que no hay alternativa entre sufrirun agravio o cometerlo, si as fuera entonces es mejor sufrirlo que come-terlo. Pero, bien entendido, el presupuesto es este: si amas la sabidura yel filosofar; si sabes qu significan la actividad de reflexionar y de exami-nar" (ibid., p. 277). Slo desde este presupuesto lo poltico aparece comoel nico lenguaje del mundo: pero justamente por eso subordinado, porparte de un pensamiento que quiere seguir siendo tal, a un proceso de tras-

    56

  • cendirniento interior capaz de invertir las "relaciones ordinarias"; es decirde "ordenarlas" hacia lo que no se ve. Hacia lo invisible a lo que antes sealuda como al objeto ausente del pensamiento.

    Es a este mismo problema de la relacin entre fuerza y Justicia, entrevisible e invisible, que remite el tercer texto que quisiera invocar. Es, tam-bin l, de una mujer, SimoneWeil, Se trata de una proposicin de su l-tima obra, L'enracinement, que quiero leer descompuesta en sus dos par-tes constitutivas. La primera dice: "Sobre esta tierra no hay ms fuerzaque la fuerza" (S. Weil, 1980, p. 191). Sera necesario referir los aconte-cimientos que han sacudido al mundo en el ltimo siglo; pero sera unaceguera o una ilusin no ver que se trata de un dato fctico que pertenecea la realidad de todos los tiempos. Basta con pensar en la apertura de otrogran ensayo weiliano sobre la Iliada: "El verdadero hroe, el verdaderoargumento, el centro de la Iliada, es la fuerza. La fuerza empleada por loshombres, la fuerza que doblega a los hombres, la fuerza frente a la que seretrae la carne de los hombres" (S. Weil, 1974, p. 11).

    Frente a la lucidez de esta mirada del mundo, todas las utopas cons-truidas con el balancn del "igual derecho" se convierten en fbulas de do-mingo. Fbulas no porque la sociedad no pueda ser gobernada por el de-recho, sino porque el derecho es l mismo expresin de determinadas re-laciones de fuerza, como lo sostienen Nietzsche y Freud an antes que Si-mone Weil. El derecho sin la fuerza "es ridculo" (S. Weil, 1957, p. 23),escribir sta en otro lado. Quien imagina algo exterior a la fuerza quepueda impedir su actuacin, quien imagina otra fuerza, humana o divina,exterior a la fuerza de este mundo, traiciona la realidad, rompe el espejopursimo en el que ella aparece a quien la mira sin el reparo desviante dela esperanza.

    y sin embargo, este todo que es la fuerza no es en verdad el todo. Exis-te una nada que, como un lmite invisible (dentro de la ptica de lo pol-tico), lo circunda y lo mantiene en sus confines. Lo clausura en su reali-dad. Es este el sentido de la segunda parte de la frase citada: "Sobre estatierra no hay ms fuerza que la fuerza. Esto podra ser un axioma. Encuanto a la fuerza que no es de esta tierra, el contacto con ella se paga conel precio de un trnsito a travs de algo que asemeja a la muerte" (S. Weil,1980, p. 191). Este "algo que asemeja a la muerte" es la Justicia. Aseme-ja a la muerte porque no es de este mundo. En este mundo es irreal. Peroa la vez es real. Es irreal si se mira dentro de las categoras de lo poltico.

    57

  • Real si se mira desde su exterior. Desde lo impoltico. Desde lo impolti-co la Justicia parece esa lnea infmita que la fuerza no puede superar por-que coincide con su lmite mismo: "Toda fuerza invisible y palpable estsometida a un lmite invisible que no superar jams. En el mar, una olasube, sube y sube todava; pero un punto, en el que slo existe el vaco, ladetiene y la hace descender.As se ha detenido el oleaje alemn, sin quenadie haya sabido por qu, en la ribera de la Manica (tbid., p. 246). Unpunto que no es otra fuerza que la fuerza. Que es la fuerza misma que hallegado al lmite de s. Ninguna otra fuerza puede oponerse, desde el ex-terior, a la fuerza: a no ser ese lmite intrnseco, y por eso invisible, que ladetermina como las barreras insuperables que impiden al agua inundar latierra. Como esos lmites "inmateriales, pero ms duros que cualquier dia-mante" (ibid., p. 247), que son el rostro invisible de la Necesidad.

    Traduccin de Diego Tatin

    Obras Citadas

    -H. Arendt (1987), La vita della mente, Bologna, TI Mulino.-M. Cacciari (1978), "L'impolitico nietzschiano", en F. Nietzsche, Illibrodel filosofo, Roma, Savelli.-E. Canetti (1984), La coscienza delle parole, Milano, Adelphi.-R. Esposito (1988), Categorie dell'impolitico, Bologna, TI Mulino.-R. Esposito (1989), "Filosofa politica o pensiero della politica", Filoso-fia politica, n 1.-J. Freund (1987), Politique et impolitique, Paris, Sirey.-R. Guardini (1984), La fine dell'et moderna, Brescia, Morcelliana.-E. Peterson (1983), Il monoteismo come problema politico, Brescia, Que-riniana.-C. Schmitt (1986), Cattolicesimo romano e forma politica, Milano, Giuffr.-E. Voegelin (1968), La nuova scienza della politica, Torlno, Borla.-S. Weil (1957), Ecrits de Londres et dernires lettres, Paris, Gallimard.-S. Weil (1974), La Grecia e le intuizioni precristiane, Milano, Rusconi.-S. Weil (1980), La prima radice, Milano, Comunita.

    58