periodismo social

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Libro periodismo social

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ÍNDICE

PRESENTACIÓNCelia Fustes y María Luengo. Universidad Carlos III de Madrid 5

I. PERIODISMO Y PUNTORafael Moyano. El Mundo 11

II. LOS TEMAS SOCIALES EN LA AGENDA DEL PERIODISTAEmilio de Benito. El País 17

III. LA PERSPECTIVA DE GÉNERO APLICADA A LA INFORMACIÓNJuana Gallego. Universidad Autónoma de Barcelona 35

IV. EL ENFOQUE INTERRELIGIOSOManuel Pérez Browne. Dialogal 49

V. LA POBREZA COMO PROBLEMA DE COMUNICACIÓNMaite Ambrós. AECID 63

VI. DESARROLLO Y LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN UN MUNDO GLOBAL Rafael Jiménez Claudín. Reporteros Sin Fronteras 79

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PRESENTACIÓNCelia Fustes y María Luengo. Universidad Carlos III de Madrid

Más allá de nuestras fronteras, la globalización de la información ha ensanchado los intere-ses de los ciudadanos hacia nuevos y cada vez más lejanos horizontes. Según advierte I. Muro, esta mundialización de la comunicación “desarrolla una nueva forma de sentir general: la de ciudadano del mundo”; un ciudadano que, en opinión de este autor, “va desarrollan-do su propia perspectiva de los acontecimien-tos y observa con horror como los gestores de lo inmediato, los intereses de las grandes po-tencias, los corporativismos de grupos locales y los intereses nacionales pueden ir en contra del interés general de la humanidad”. De este modo, continúa explicando Muro, “al tiempo que se internacionalizan las empresas y las instituciones, se globalizan los hechos infor-mativos, es decir, se globalizan la economía, la ciencia, la tecnología, el ocio y el deporte. Jun-to a ellos, la guerra, el hambre, la explotación de la infancia, el calentamiento del planeta o los malos tratos a las mujeres, pasan a formar parte de los problemas de la humanidad”1.

La organización de la información en los me-dios debería ser un valor cambiante que sirvie-ra a las preocupaciones de la gente. Nuevas

1 Muro Benayas, I., Globalización de la Información y Agencias de Noticias. Entre el negocio y el interés general, Barcelona, Pai-dós, 2006, p. 30.

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tendencias en la práctica comunicativa reflejan cambios estructurales en los intereses del público a favor de la diversidad temática: el in-cremento de las secciones en los medios, el alcance global de las informaciones que aconseja un tratamiento vertical de los temas ca-paz de integrar lo local, lo nacional y lo internacional o la proliferación de proyectos editoriales especializados que se dirigen a intereses de la población muy concretos.

No obstante, los medios suelen ser bastante reacios a modificar sus pautas organizativas. A menudo están condicionados por el trabajo de las agencias de modo que, hasta que un editor no tiene garantiza-do un material suficiente para abastecer una nueva sección, no suele crearla. Otras veces, los medios disponen de suficientes noticias de las agencias pero las reciben o procesan de forma dispersa. Es el caso de lo que denominamos “periodismo social”.

Tanto en la profesión como en la academia, carecemos de un núcleo de temas capaces de fundamentar una especialización tan importan-te o más que la política o la economía; y definir un periodismo social en el sentido que Juana Gallego2 da a la información “de sociedad”, fuera de los márgenes tanto de un periodismo reivindicativo de “lo social” como de un periodismo “de sociedad”, de cotilleos. Hoy, el contenido y tratamiento de lo que aquí denominaremos periodismo social sigue siendo clasificado en una especie de “cajón de sastre” que actualmente acoge un abanico enorme de temas dispares y cambiantes donde historias cruciales sobre pobreza, inmigrantes, conflictos étnicos o de religión, la mayoría de las veces se tratan de forma coyuntural como sucesos.

Ante la necesidad de recuperar la temática social como objeto priori-tario del interés periodístico —al menos, en la formación de nuestros estudiantes de periodismo, y a través de la asignatura que impar-timos, “Periodismo social y de servicio”—, nos propusimos hace ya varios años pensar en lo social como un área de especialización periodística, e involucrar en este proyecto a profesionales e investi-gadores del periodismo.

2 Véase la definición que J. Gallego ofrece en el capítulo VI de este libro.

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Esta breve monografía reúne varias charlas e intervenciones en me-sas redondas de periodistas y académicos que, bajo el rótulo “En la agenda de los medios: el periodismo social como clave del desa-rrollo”, organizamos en la Universidad Carlos III de Madrid a lo largo del curso académico 2007/2008. Fue un proyecto de conciencia-ción dirigido, prioritariamente, a futuros estudiantes de periodismo de esta universidad. El Vicerrectorado de Relaciones Internacionales y Cooperación y la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo (AECID) subvencionaron este plan de sensibilización.

Con estas sesiones, pretendimos encauzar una reflexión continuada sobre temas sociales imprescindibles en la agenda de los medios de comunicación y su repercusión en la sensibilización para el desarro-llo. Concretamente, nos propusimos tres objetivos prioritarios: uno, analizar el papel de los medios de comunicación en la sensibilización de los públicos sobre las grandes preocupaciones sociales; dos, reorganizar las informaciones sociales ofrecidas por las agencias de noticias, primer eslabón del proceso de newsmaking o formulación de las noticias; y, tres, consolidar el periodismo social en las redac-ciones como una herramienta imprescindible para el desarrollo.

Cedimos el primer espacio de esta reflexión a Jeffrey Sachs, cate-drático de Economía y director del Instituto de la Tierra de la Univer-sidad de Columbia. Se trataba de que Sachs, un gran divulgador del mensaje acerca de la pobreza en los países menos desarrollados, estableciera uno de los marcos temáticos o de contenido clave de la especialización en la práctica de un periodismo social comprome-tido con la erradicación de la pobreza, la cooperación y el desarro-llo. Sachs nos ofreció una videoconferencia desde Nueva York que, posteriormente, Maite Ambrós, del Departamento de Cooperación con ONGD de la Agencia Española de Cooperación Internacional, desarrolló y puso por escrito, y que publicamos en este libro.

El segundo evento, “La sociedad se organiza”, consistió en una mesa redonda que convocó a las ONG. De las intervenciones de este se-

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gundo foro hemos conseguido rescatar la exposición que hizo Rafael Jiménez Claudín, Secretario General de Reporteros Sin Fronteras en España, en el marco de las estrategias de comunicación y sensibili-zación de la defensa de los Derechos Humanos que, particularmente en España, han sido lideradas por las ONG.

Muchas historias de desigualdad, conflictos raciales, malos tratos sólo saltan a los medios de forma esporádica, como sucesos dra-máticos, o como datos estadísticos procedentes de encuestas. La continuidad temporal de los sucesos es nula: el suceso se agota en su consumo inmediato y, si dura, es por el formato de película de detectives que adquiere, de identificación, búsqueda y castigo del culpable. Tenemos reciente aún la historia de Madelaine o la agresión racista en el tren de cercanías de Barcelona. ¿Son estas historias susceptibles de una cobertura estructural, y no coyuntural, por par-te de los medios? ¿Requieren un tratamiento específico? ¿Por qué los temas antes enumerados no figuran de forma sistemática en la agenda de los medios, o al menos no lo hacen de forma tan llamativa como otros (véase política), cuando, por el contrario, son los temas que, quizá junto al terrorismo, más preocupan a los ciudadanos?

La tercera sesión titulada “El periodista social” trató de responder a esta pregunta que sintetiza las anteriores: ¿hasta qué punto temas como desigualdad y pobreza, tendencias sociales, cambio climá-tico, movimientos migratorios, mujer, violencia social, conflictos de raza y de religión se ve necesitados de un ámbito de especialización periodística como puede ser el periodismo político, el económico, el deportivo o el cultural?

Los protagonistas de este tercer evento, representantes de los me-dios y de las agencias de noticias, debatieron si existe o no una pre-ocupación real en la práctica de las redacciones y de las agencias por llevar a cabo una cobertura seria de acontecimientos sociales. De esta mesa trasladamos al lector de esta monografía los pensa-mientos de Emilio de Benito, redactor de Sociedad del diario El País,

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y Rafael Moyano, subdirector y responsable de la sección España del diario El Mundo.

De las cuestiones temáticas y de agenda informativa pasamos al abordaje de preguntas sobre enfoque y perspectiva. En esta última fase, se sucedieron varias conferencias y mesas redondas que ofre-cieron diferentes miradas al tratamiento periodístico de otros temas de sociedad cruciales como la mujer, la inmigración o el diálogo inte-rreligioso. En este libro publicamos dos textos, el de Juana Gallego, profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona, y el de Manuel Pérez Browne, director de la revista Dialogal. Por último, incorpora-mos a este recopilatorio algunas de las imágenes que Gervasio Sán-chez, fotógrafo y periodista, y Paul Hanna, fotógrafo de la agencia Reuters en España, utilizaron para ilustrar su intervención en la mesa redonda “El periodismo social en imágenes”.

La dificultad de reunir todo lo abordado en estas y otras sesiones ce-lebradas tras finalizar el proyecto explica la reestructuración del orden de las intervenciones antes enumeradas con el objetivo de dar cohe-rencia a los textos que definitivamente incluye este recopilatorio. Esta breve publicación sólo pretende dejar constancia de un primer avance hacia la construcción de teoría que aúne y dé solidez al ámbito de lo social en los medios, así como la presentación de buenas prác-ticas de periodismo social. Lo contenido en estas páginas estará ac-cesible y actualizado próximamente en la Red como bitácora (www.periodismosocial.es). La ya inmediata traducción de estos textos a formatos de la Web 2.0 convierte su impresión en este volumen en una de las numerosas ventanas que, actualmente, nuestros lectores potenciales, profesores y estudiantes de periodismo, abren en su búsqueda de nuevos conocimientos a través de las infinitas posibili-dades de informaciones que brinda Internet. Sin tratar de excusar las limitaciones de este escrito, justificamos así su carácter modesto en la necesaria y continua revisión que traerá consigo la conexión final del proyecto al circuito de las redes sociales en la Web.

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I. PERIODISMOY PUNTORafael Moyano. El Mundo

¿Se puede entender el periodismo sin su vocación de servicio a la sociedad? Sólo es correcto comenzar un texto con una pregun-ta si se tiene una respuesta contundente. Y la respuesta es: no. El periodismo es siempre, por vocación, social, pero en la estructuración de la información y de los propios medios de comunicación, nos hemos visto obligados a poner etiquetas para salvaguardar lo que por muchos es considerado como lo más puro de la profesión.

Partamos de un ejemplo para entender el ante-rior razonamiento. El periódico en el que traba-jo, El Mundo, ha experimentado en los últimos años, concretamente desde septiembre de 2002, un pequeño cambio estructural que lle-vó a la desaparición de una sección clásica en la prensa española, la sección de Sociedad.

Hasta entonces, la denominada sección de Sociedad era en el periódico, y lo es en el resto de diarios españoles, una especie de cajón de sastre donde tenían cabida los temas más va-riados y divergentes. Educación, sanidad, su-cesos, medio ambiente, emigración, violencia doméstica y, desde luego, la ciencia en todas

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sus variantes, se repartían por sus páginas, además de todo lo que no tiene un encasillamiento claro y no se sabía bien dónde colocar. Aunque a muchos lectores poco entrenados cuando les contabas que trabajabas en la sección de Sociedad rápidamente te pregun-taban por lo último de Ana Obregón o de la Preysler, asuntos que afortunadamente no tienen que ver con lo que en ella tratábamos, lo cierto es que los temas que recogían sus páginas iban cobrando cada vez más relevancia en los primeros años de esta década.

En los 25 anteriores, España había sido un país muy politizado —qui-zás porque en los 40 previos no lo pudo ser— y la actualidad y, por tanto, los periódicos (o al revés), habían estado dominados por ese interés político. Pero a medida que la ajetreada e intensa vida política del país se fue normalizando, también se fue incrementando el inte-rés de los lectores por otros asuntos. Los contenidos de la sección de Sociedad, que antes no pasaban de aportar algo de color, de singularidad, pasaron a abrir las portadas de los periódicos. Digamos que lograron obtener el reconocimiento de las direcciones de los periódicos ante la demanda de sus lectores.

El cambio se empezó a notar con un hecho social relevante: el au-mento imparable de la inmigración en España, cuya articulación y ordenamiento se convirtió en uno de los asuntos que más preocupa-ban (y preocupan) a los españoles, según revelaban las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas. Pero el verdadero punto de inflexión se produjo cuando estalló el asunto de las vacas locas. Un asunto de salud pública pasaba a convertirse en la estrella de los telediarios, los informativos de radio y los periódicos. Sólo en los tres primeros meses de crisis, las vacas locas, de la sección de Sociedad, tuvieron su espacio en la primera página de El Mundo en 30 ocasiones. Toda la actualidad del país se centraba en el asunto de las vacas locas.

La primera noticia sobre la existencia de una vaca loca en España se tuvo el 23 de noviembre del año 2000. Desde entonces los “temas”

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de la sección de sociedad han tenido una presencia cada vez mayor en los periódicos. A modo de recuerdo, sólo enumeraré algunos de los asuntos que, en los primeros años de este siglo, se convirtieron en noticias de referencia: la retirada del aceite de orujo, las epidemias de legionelosis, los efectos de la guerra bacteriológica tras el 11-S (el ántrax), el desciframiento del Genoma Humano, las consecuencias del Plan Hidrológico Nacional, la fiebre aftosa, el caso de los dializa-dores de Baxter, el debate de las células madre, la retirada del Bio Bac... todo ello hasta desembocar en el hundimiento del Prestige.

La conclusión: la gente está cada vez más interesada en los llamados asuntos sociales y menos en el rifirrafe político y económico. Y todos estos asuntos tienen, a su vez, una vertiente política, económica. La prensa anglosajona, menos encorsetada, tiende a mezclar todas las noticias según pasen en el país o en el resto del mundo, y sólo es-tablece secciones fijas para temas muy específicos como deportes, cultura, espectáculos... Así lo hicimos en el periódico El Mundo con la sección de sociedad, distribuyendo sus temas por las secciones de nacional e internacional, sin olvidarnos de crear una sección de Ciencia diaria donde situar los asuntos más puramente científicos (avances, investigación, espacio, tecnología). El hundimiento del Prestige, un mes después de que hiciéramos el cambio, marcó la vida del país durante todo un trimestre y vino a apoyar nuestra teoría de reestructuración.

Todo hacía presagiar que las cosas seguirían por los derroteros que habíamos previsto, incluso la cercanía de unas elecciones en 2004 no alteraban nuestro proyecto. Sin embargo, la convulsión provoca-da por el apoyo del anterior gobierno a la guerra de Irak fue sólo un aperitivo de lo que se nos venía encima, periodísticamente hablan-do. El inesperado cambio de gobierno nos introdujo otra vez en una etapa de enfrentamiento político que se ha extendido hasta hoy y que nos hace a todos creer que el periodismo político vuelve a ser el dominante.

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Definitivamente, las portadas de los periódicos han estado domina-das por la política, pero y ¿el resto del periódico? El debate interno en las redacciones está todos los días encima de la mesa. ¿Ha sido la legislatura pasada, la primera de Zapatero, la ‘legislatura periodís-tica’ de la negociación con ETA, del estatuto catalán, del desafío de Ibarretxe, del 11-M? ¿O ha sido la del mayor volumen de medidas sociales?

Repasemos: matrimonios homosexuales, ley del tabaco, carnet por puntos y endurecimiento del código penal en seguridad vial, ley de dependencia, ley sobre violencia contra la mujer, reforma educativa, regularización de inmigrantes indocumentados...

Nos encontramos en un momento clave para el futuro de la pren-sa escrita, que busca una redefinición ante el abrumador acoso de las nuevas tecnologías. Quizás su futuro llegue de la mano de un periodismo más divulgativo y analítico que satisfaga la demanda de lectores, a la vez que active sus fibras más sensibles. El periodismo que reclama la sociedad. El periodismo social. El periodismo, al fin y al cabo.

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II. LOS TEMAS SOCIALES EN LA AGENDA DEL PERIODISTAEmilio de Benito.El País

Tiempo de incertidumbre

La información sobre temas sociales vive unos tiempos de incertidumbre. En general, hay un intento de redefinición. La presión de los pe-riódicos gratuitos, la deriva de los informativos televisivos y la presencia creciente de Internet —vivida casi como un soplo continuo en la nuca— obligan a una sección que ya de por sí tiene límites difusos a reposicionarse. Algunas cabeceras —como El Mundo— han optado, directamente, por eliminar las secciones de So-ciedad. Otras, como Público, también, aunque a cambio ofrecen diariamente una sección de Ciencia (una aproximación reduccionista para mi gusto). El resultado es una oferta variopinta que muestra, sobre todo, la necesidad de fi-jar los límites sobre qué es información social. ¿Son sólo sucesos? ¿Debe ser un apartado dedicado al mundo insólito (niños con cuatro

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brazos, especies animales exóticas descubiertas —o desapareci-das— a miles de kilómetros de distancia)?

Ante este panorama, el ámbito de lo social (Educación, Medio Am-biente, Sanidad, Ciencia, Consumo, Religión, Minorías, Tribunales, ONG, pero también Nuevas Tecnologías o Tendencias) se encuentra con más dificultades para situarse en la agenda de los medios. La reducción de espacio, sea éste papel en el caso de los periódicos o minutaje en el de televisiones y radios, lleva aparejada una reubi-cación del personal. ¿Hacen falta especialistas en cada una de esas áreas? La teoría, hasta ahora, era que sí. Probablemente la sección de Sociedad sea la más variopinta de un periódico. La cantidad de asuntos candidatos a ser tratados como noticias es inmensa, y un ojo bien entrenado es clave para separar lo informativo de lo ane-cdótico, y para establecer las prioridades que son la primera fase del trabajo de un redactor jefe: escoger, entre decenas de propuestas, aquéllas que merecen el honor de ser publicadas o emitidas.

La situación se complica cuando, en esa lucha, intervienen los inte-reses de las otras secciones. Difícil es competir ante las elecciones en Estados Unidos, la omnipresente cuestión de la situación en el País Vasco o los Juegos Olímpicos y la Fórmula 1. Incluso ante los nuevos estrenos cinematográficos o el lanzamiento de best-sellers como la última obra de Ruiz Zafón o las entregas de Harry Potter. Entonces, la venta de temas de sociedad se complica aún más, y el resultado final es, casi siempre, una derrota: ellos se llevan el papel, el espacio.

La situación actual: La lucha por sobrevivir

Como periodista vocacional de temas de Sociedad, creo que hay todavía posibilidades de sobrevivir. La idea de hacer desaparecer las secciones de Sociedad, aunque sea a cambio de garantizar espacio en Nacional, Internacional o Economía, no me parece adecuada. La presión de los temas conocidos profesionalmente como duros es

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demasiado fuerte. El redactor jefe de Nacional, salvo excepciones, está más preparado para valorar una información sobre unas decla-raciones del lendakari de turno que las de un premio Nobel. Si le falta espacio (o tiempo en los medios audiovisuales), no dudará en lo que debe sacrificar. Y en esa batalla siempre pierde la información social. A veces, por falta de sensibilidad; a veces, simplemente, porque hay que priorizar.

Hay una posibilidad para evitar ese escollo: que las informaciones sociales se tiñan de intencionalidad política o económica: los pla-nes del ministro de Sanidad serán importantes por lo que implican de interacción o de distorsión del sistema autonómico; los datos de las emisiones de gases de efecto invernadero serán más importan-tes por lo que muestren de fracaso del ministro de Medio Ambiente de turno que por su impacto en la desertificación o en la vida rural; las agresiones machistas indicarán que las leyes del Ejecutivo son insuficientes, y no que existe un problema de base en el sistema educativo.

Pondré un caso reciente —y cercano, al menos geográficamente, a esta universidad—: el llamado caso Leganés. Haré un pequeño repaso. Todo empezó por una denuncia anónima en la que se decía que en los servicios de urgencias del hospital de Leganés se habían cometido 400 posibles, o supuestas, eutanasias. Detrás de esta fal-sa imputación, según demostraron después los numerosos comités de ética y los tribunales que en ningún caso pudieron demostrar la relación entre la actuación de los médicos y los fallecimientos en ese centro, había un notición. Reflejaba un problema en la organi-zación del hospital —en el servicio de urgencias había unas salas preparadas para atender enfermos terminales— y, sobre todo, algo mucho más general: la falta de unos protocolos comunes en todos los centros sanitarios de Madrid —y, por extensión, de España— para proporcionar cuidados paliativos a los pacientes que se veían abocados a afrontar una agonía dolorosa o angustiosa para ellos o sus allegados (aunque algunos estaban en coma, sufrían ahogos

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y convulsiones que hacían que el acompañamiento en los últimos momentos fuera aún más doloroso). Hasta aquí, una información puramente social. Pero rápidamente el tema adquirió matices políticos, con intervenciones del partido en el Gobierno en la Comunidad de Madrid (PP), de la oposición (PSOE e IU), los sindicatos de clase (CCOO, UGT), que impusieron sus vo-ces sobre las de organizaciones profesionales y las de pacientes. Lo importante dejaron de ser las familias de los fallecidos, y el caso se convirtió en el caso Lamela, en honor al consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, quien tuvo una intervención decisiva, sobre todo cuando lo llevó a la Fiscalía.

Otro caso más sencillo: la aparición de una salsa contaminada en unas partidas de pollos precocinados. Hubo un claro intento de po-litizar el caso. La alerta alimentaria —un tema claramente englobable dentro de los sociales— fue resuelta con bastante rapidez: se iden-tificó la fuente, la causa (un recodo en un tubo que llevaba la salsa donde no llegaban los productos de limpieza de la fábrica), pero en varias redacciones se recibieron llamadas interesadas (off the record, claro) de políticos de renombre que señalaban un hecho: mientras la instalación donde se procesaban los pollos estaba —y está— en Castilla-La Mancha, gobernada por el PSOE, los productos contami-nados habían sido distribuidos o, por lo menos, es donde se habían localizado, en otras dos comunidades autónomas: Valencia y Murcia, ambas gobernadas por el PP. Esta vez, sin embargo, hubo sensatez (prefiero pensar que fue eso a quedarme con la idea de que también hubo una intervención de la suerte), y fueron muy pocos los medios que entraron al trapo de esta teoría conspirativa; una versión que hu-biera ido directamente a la basura si no hubiera sido por la indudable relevancia de la personalidad, desde cuyo entorno se apuntó a los periodistas la conveniencia de tener en cuenta la posibilidad de que hubiera un reparto intencionado de alimentos en mal estado.

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Sinceramente, creo que, en general, debería ser al revés. Estamos hartos de oír que la gente está ya cansada de los monotemas de los informativos españoles: País Vasco, fútbol y sucesos. Quizá habría que intentar recuperar temas para la sección de sociedad. Para em-pezar, darle la vuelta a los ejemplos anteriores: socializar los temas duros. Haciendo balance del caso Leganés —o Lamela—, se ve que el foco informativo osciló entre la política municipal, las secciones de Sociedad locales y nacionales, los Tribunales e incluso la de Nacional o Política. Fue un debate interno que supongo que agitó todas las redacciones. El tema era demasiado goloso para dejarlo escapar. Estaba demasiado cerca de las líneas informativas. Desde grupos defensores de una mayor restricción en la aplicación de cuidados paliativos —hubo quien aprovechó para dar espacio a voces que ha-blaban del sufrimiento necesario y santificante— hasta los más pro-clives a que hubiera una regulación clara de estas atenciones, pese a que ello podía suponer, para algunos, dar un paso en la dirección de la regulación de la eutanasia. De hecho, en un terreno resbaladizo como éste, ése era el debate subyacente, y también hubo quien intentó plantear ese asunto, aunque no tuvieron sin éxito alguno —el PSOE, que gobernaba entonces, incluso ha dado marcha atrás en el programa electoral de 2008 a su propuesta de abrir un debate sobre su regulación, como prometía en el programa de 2004—.

Pero hay muchos más ejemplos de informaciones que tienen una punta social que, debido a la compartimentación de las secciones, se queda sin explotar. Por poner algunos casos recientes: tras las úl-timas subidas del euríbor (el tipo de interés que sirve de base para el cálculo de las cuotas mensuales de las hipotecas), hay familias que tienen que hacer malabares para ajustar su balance entre ingresos y gastos, lo que tiene un indudable componente de consumo. Los modelos educativos y la dificultad —o no— para que algunos profe-sores o alumnos trabajen en castellano afectan más al día a día de las personas que el enésimo debate en un Parlamento autonómico.

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Detrás del crimen más truculento —curiosamente, sucesos e inmi-gración son dos asuntos que oscilan entre los medios entre Socie-dad y Nacional— puede haber una pareja que lleva meses pendiente de una resolución judicial sobre quién paga la hipoteca del piso o una situación de marginación social debida al consumo de estupe-facientes, la carga de la discapacidad de alguno de sus miembros o la desatención por los servicios socio-sanitarios de alguien que necesita una terapia por sufrir un trastorno mental (sin que con eso quiera asociar sistemáticamente violencia con enfermedad psiquiátri-ca, salvo cuando está objetivamente relacionada, claro).

Para conseguir este cambio de tendencia hay varios frentes: el pri-mero, estar pendiente de lo que pasa en el resto de las secciones. El periodista de Sociedad —probablemente, no más que sus colegas de otras secciones— tiene la tendencia a fijarse sólo en lo que ocu-rre en su sección en su medio y en los de la competencia. Con ello nos cubrimos las espaldas (no hay mayor miedo para un especialista que la posibilidad de que otro medio le pise una noticia que él debía haber visto), pero nos quedamos cortos.

Hay que leer —o ver y oír— las informaciones de las otras seccio-nes del propio con ansias depredadoras. ¿Qué vuelta de tuerca le podemos dar a esa historia de Economía, de Nacional, en la que creemos que falta el aspecto social? Ante la subida de tipos, ¿qué opina Consumo de los problemas de las familias y de las ofertas de algunas empresas dedicadas a reunificar créditos a tipos del 20%? Por poner un ejemplo de un tema que está ahora mismo en ple-no debate: si hay una directiva europea sobre jornadas laborales, ¿cómo afecta eso al personal sanitario, al investigador o al docente? La huelga de transportistas por la subida del gasóleo —un tema ne-tamente económico— ¿no tiene un componente claramente social por su impacto en la cesta de la compra, sobre todo de las unidades familiares con menos ingresos? ¿No hay un impacto ecológico, en este caso positivo, del amarre de las flotas de pesquera por el mismo

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motivo, en unos caladeros que, de repente, disfrutan de un periodo de descanso en la presión depredadora de las capturas?

Como quiero ser realista, admito que esta posibilidad —tentado-ra— es complicada. Supone algo tan difícil como que dos periodis-tas, uno de Nacional o Economía y otro de Sociedad se pongan de acuerdo para ofrecer dos caras de una información. Y eso, en una profesión que ha sido definida como la mayor conjunción de egos por metro cuadrado (sólo comparable, probablemente, al camerino de los Rolling Stones o al vestuario de la selección española de fút-bol), es francamente difícil. Además, en los medios con estructuras más rígidas, como los periódicos, ¿quién se llevaría el gato al agua? En los ejemplos anteriores, ¿primaría la sección de Política, se llame como se llame, o la de Sanidad o Consumo? O, hablando de centí-metros cuadrados (o minutos) y de titulares: ¿Primará la parte política y se quedará la parte social como un despiece, una nota de color, o será al revés? Me temo que lo predominante será lo primero. Pero creo que es una lucha —amistosa, entre colegas— que merece la pena mantener. Y sólo con que convenciéramos a nuestros colegas de que merece la pena dar esa pieza de apoyo con el enfoque más social, ya habríamos puesto una pica en Flandes.

Dos últimos ejemplos que, por mi vinculación a la información de Salud, no me resisto a mencionar. El primero: durante la última cam-paña electoral, fue clamorosa la ausencia de temas sanitarios en los mítines y los medios. En el medio en el que yo trabajo, EL PAÍS, en la sección de Nacional se hicieron una serie de reportajes que analiza-ban los asuntos que estaban fuera de la campaña. Preparamos una página sobre Sanidad, concentrándonos en los problemas con las políticas de recursos humanos (el famoso tema de si faltan médicos y enfermeras, de por qué se van los formados en España, de qué hay que hacer con los extranjeros que en el momento de escribir estas líneas está tan de moda). Curiosamente, es un decir, de toda la lista de supuestas omisiones en la campaña electoral, la página sanitaria fue una de las que nunca salió. Sí hubo una mención en una

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especie de pieza resumen. En ella, al hacer balance de la legislatura que terminaba, mencioné que uno de los temas estrella había sido el de la financiación sanitaria. Efectivamente, la cuestión del reparto de los fondos del Estado a las comunidades autonómicas ha saltado a la palestra en cuanto se han pasado las elecciones. Pero la financia-ción sanitaria como tal no existe. Lo que hay es financiación autonó-mica (aunque más del 30% del presupuesto de las autonomías se lo lleve Sanidad). Y, por supuesto, ese tema que ya está sobre la mesa (con la incorporación de la financiación municipal ya que los ayunta-mientos también tienen considerables partidas de gasto dedicadas a prestaciones sociosanitarias), se va a llevar en… Nacional.

El segundo ejemplo: la política de ayuda al desarrollo española. Un tema con un claro componente social, aunque se trate de socieda-des extranjeras. Pero al final, es un asunto que acaba en las pági-nas de Internacional o Nacional, porque cuando adquiere visibilidad es cuando la secretaria de Estado de Cooperación, Leire Pajín, o la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, van de viaje a África o a Latinoamérica. Por supuesto, apenas hay mención de que más del 15% de esa ayuda es estrictamente sanitaria. ¿Alguien —que no sea un experto— ha oído hablar del programa Esther por el que España ayuda a formar personal y centros dedicados a las personas con VIH en Latinoamérica? ¿Quién sabe cuánto aporta España al Fondo Mundial contra el sida, la tuberculosis y la mala-ria, y que el Gobierno de Rodríguez Zapatero, con sus aportaciones crecientes, ha hecho que España sea ya el séptimo donante, por delante de un país del G-8 como Italia? Aunque sólo fuera porque esas aportaciones salen de nuestros impuestos, yo creo que nos deberían importar más. Pero nada de esto sale en los medios ante las promesas de creación de foros internacionales o anécdotas más o menos chuscas provocadas porque las representantes españolas se vistan con trajes típicos africanos o que Fernández de la Vega se haga una foto con un polígamo.

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25Pero si la competición entre secciones de un mismo medio es dura, aunque necesaria, hay otras posibilidades que son más fáciles de conseguir. Aunque del tema de las fuentes trataré en el próximo pun-to de esta exposición, es indudable que actualmente los periodistas tienen acceso casi inmediato a noticias que están pasando en todo el mundo a través de Internet (recuerdo que en mis tiempos de co-laborador conseguí redondear la facturación varios meses gracias a las webs del China Daily, al Hindustan Times y al Strait Times, un periódico con sede en Singapur, aunque no quiero decir que éstos deban ser periódicos de referencia). Lo que sí es importante es tener ojo para captar lo que pasa fuera y, si es posible, para españolizarlo (o, si se trabaja en un medio regional, catalanizarlo, andalucearlo, ga-lleguizarlo….etcétera). Al final, los temas sociales tienen un compo-nente básico: son cosas que le pasan a la gente. Por lo que siempre, ante una noticia que viene de fuera, hay que preguntarse: ¿sucede esto aquí? O ¿por qué no sucede esto aquí? Y, si se tiene interés en trascender, se pueden añadir otras preguntas: ¿en cuántos otros países pasa? ¿Es algo episódico o permanente? O una de las claves a la hora de construir un titular: ¿aumenta o disminuye? Y, puesto que estamos en España (o en Madrid, Cataluña, Andalucía o Balea-res): ¿hay diferencia entre las comunidades respecto a ese tema? La idea, ante un creciente desinterés por parte de los jefes de los temas estrictamente sociales, está en venderles la información de siempre, pero bien envuelta, mejor envuelta. Ya no vale un puro porcentaje (el 20% de los adolescentes tienen sexo antes los 14 años). Hay que buscar la tendencia, la evolución (si ahora es el 20%, ¿cuántos eran en 1990?). O la comparación: ¿Son más en Cataluña o en Andalu-cía, más en España que en Holanda? Un poco de paciencia, unas tablas de Excel y un par de buenos gráficos pueden hacer milagros al respecto.

Otra posibilidad a la que debemos aferrarnos es a buscar “perros verdes”. O, usando la explicación más repetida en primero de perio-dismo, el hombre que muerde al perro. Lo insólito —aunque pueda parecer frívolo— tiene un indudable gancho. Sin abusar, y si se es capaz de trascender, mejor, pero es un recurso. Aunque no quiero

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frivolizar, hay casos claros: se sabe que aproximadamente un 8% de las personas que entran en un hospital contraen una infección nosocomial (de origen hospitalario). Por eso, que esto suceda no es noticia. O, por lo menos, no lo es siempre. Pero de vez en cuando puede ser llamativo si eso ocurre de manera muy seguida o durante un periodo muy largo. Nada escandaloso, pero sí noticioso. En una sociedad en la que todos buscamos el riesgo cero —quirófanos pul-crísimos, medicamentos sin efectos secundarios, alimentos que no engorden, créditos sin letra pequeña, ONG que se dediquen sólo a lo que figura en sus estatutos— encontrar el margen inevitable de riesgo puede ser una vía para conseguir un titular. Sin sensacionalis-mo. Sin inflar la noticia. Pero con ojo crítico.

En este campo, los periodistas actuales contamos con un aliado de primera línea: Internet. Todo aquel que haya trabajado en un me-dio digital, o con uno de ellos cerca, conocerá lo que se califica en el argot como un pincha-pincha. No son grandes noticias. No van a hacer que caiga un Gobierno, ni que dimita un concejal. Pero suscitan la curiosidad de los lectores. Palabras como sexo, gratis, iglesia, facebook o web, sueltas o, mejor aún, combinadas en un titular, hacen que los internautas cliquen esa información de manera masiva. Mi teoría es que eso no quiere decir que la lean de cabo a rabo pero es difícil que un redactor jefe se niegue a darle un hueco a una información que en la edición digital lleva 50.000 visitas en unas horas. Aunque no se la crea y todos estemos de acuerdo en que se trata de meras curiosidades. Y, mucho menos, si somos capaces de elaborar una historia, un reportaje, a partir de ella. Que unos adoles-centes graben algo con un móvil (desde una paliza a una felación) y lo cuelguen de YouTube ya casi no es noticia. Salvo que eso se con-vierta en moda, que podamos hablar con alguien que lo ha hecho o a la que le ha pasado algo parecido, o si tiene consecuencias legales o disciplinarias. El mundo no se va a parar por ello, pero, aparte del impacto seguro que tiene en los protagonistas, es indudable que ahí hay una posibilidad de que nosotros, los redactores, captemos la atención de nuestros jefes.

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Este ejemplo me lleva a dedicar un párrafo a las nuevas tecnologías y su influencia en nuestro trabajo. Tradicionalmente yo solía decir que las dos herramientas básicas de un periodista, y si lo es de temas sociales, más aún, son la calculadora —la estadística es clave para toda esta búsqueda de tendencias, comparaciones, impactos que ahora se nos pide— y la agenda. Hoy tendría que añadir que es in-evitable entender algo de realidad virtual, de esos mundos paralelos que en redes sociales, webs, chats, messengers circulan por ahí. Para beneficiarnos de ellos y usarlos. Primero, porque si se cumplen las profecías de los agoreros y el papel cede protagonismo ante las versiones digitales de los medios, no nos va a quedar más remedio que adaptarnos. Segundo, porque los puntocom pueden ser una manera de dar salida a esos temas que no conseguimos vender a las ediciones tradicionales.

Por último, quiero apuntar a una herramienta de indudable utilidad para conseguir posicionarse en este entorno que ya he descrito como difícil, competitivo y menguante del periodismo social. La gran verdad de una redacción es que la selección de noticias no es una ciencia exacta. Que el 11-M va a ocupar la primera página de un pe-riódico es indudable, pero ¿qué va a ir en la página 22? ¿Por qué se va a dedicar una columna, una página —o 50 segundos si hablamos de televisión o radio— a una noticia sobre un telescopio espacial en vez de a una denuncia sobre un caso de malos tratos, una reivindi-cación de un colectivo de trabajadores sanitarios, un vertido en una playa o la elevada tasa de suspensos en los colegios de una zona? ¿De qué depende eso?

Todo el que haya estado en una redacción en ese momento sabe que no hay una regla escrita al respecto. Probablemente, pocas dis-cusiones sean más vivas en una redacción que las que suscita el establecimiento de prioridades. Todos, desde el periodista que pro-pone uno de esos temas y no otros, al redactor jefe que finalmente le lleva una propuesta al subdirector o al director adjunto tenemos

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inquietudes distintas, afinidades diferentes. Hemos vivido experien-cias únicas. No es casualidad que las periodistas tengan más sen-sibilidad hacia temas que impliquen discriminación de género; que los que tienen hijos se sientan más atraídos por una noticia educativa y que, por el contrario, quienes tienen a su cargo a sus padres o abuelos mayores estén más pendientes de qué ocurre con la Ley de Dependencia.

Pues la herramienta que yo sugiero es usar el puro sentido común. Sepamos a quiénes les vendemos un tema, y ofrezcámosles los que les son más afines. Siempre se va a quedar algo fuera, es in-evitable. Pero ganémonos la confianza y el respeto de nuestros jefes aportándoles el tipo de información y de enfoque que ellos van a aceptar mejor. Ello no quiere decir que no luchemos por esas otras informaciones que a nosotros nos parecen importantes. Aportemos ejemplos de cómo lo va a tratar la competencia, del éxito que el tema está teniendo en las webs, de cómo otros medios de referencia lo dan con amplio espacio. Pero todo eso será más fácil si antes se ha creado esa confianza. Si hemos sido capaces de convencer a nuestros jefes de que somos flexibles y abiertos, ya que no podemos ser imparciales —a los periodistas no se nos exige objetividad, sino veracidad—. Al fin y al cabo ellos son nuestros lectores primeros: si no les convencemos, pocas posibilidades habrá de que den vía libre a lo que queremos publicar.

En resumen, yo creo que el periodismo social pasa por una situa-ción delicada. Pero hay posibilidades de que salga reforzardo, sin que se convierta sólo en un anecdotario o un catálogo de sucesos. La socialización de las informaciones de otras secciones o de otros medios es un camino que debemos explorar —y explotar—. La ela-boración de la información (personalizándola o dándole un enfoque más cercano) es otro. A veces (por ejemplo, ante una rueda de pren-sa) daremos los mismos datos que la competencia. Pero si somos capaces de aportar un valor añadido (un experto, un recordatorio de cómo estaba esa situación en el pasado, un guiño a lo importante

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que ese asunto es para otros colectivos), podremos revalorizar nues-tro trabajo. Internet es —por motivos que luego trataré al hablar de la peculiaridad de las fuentes— un buen aliado. Hacer ver que esos temas interesan a los internautas, a los medios gratuitos, es un argu-mento a utilizar. Y saber qué vender y cuándo, otro de ellos.

Las fuentes: el mejor caudal

Probablemente, todo lo expuesto hasta ahora —más de 4.000 pa-labras, según mi editor de Word— sea aplicable a otro tipo de infor-maciones. Pero lo que hace única y grande a la de tipo social es que tiene una posibilidad que las otras secciones no tienen. Trata el día a día de las personas anónimas. Y son ellas, como probablemente en ninguna otra sección del periódico, unas fuentes privilegiadas de los periodistas sociales. Los ministros y ministras del ramo (Sani-dad, Medio Ambiente, Educación, Innovación y Ciencia, Igualdad) se comportan con los periodistas como cualquier otro. Una rueda de prensa suya no difiere de la del titular de Economía o de Asuntos Ex-teriores: un guión rígido y una gran cantidad de recursos para salirse por la tangente si las preguntas se vuelven incómodas. Lo mismo se puede decir de los otros grandes sectores implicados, sean éstos banqueros, partidos políticos, ONG, colegios profesionales, sindi-catos, empresas, asociaciones, etcétera. Ante todos ellos hay que tener las prevenciones que se deben mantener siempre ante una fuente: nadie da una información a cambio de nada.

Pero los periodistas sociales contamos con otra fuente única: per-sonas anónimas que son las que están viviendo cada situación en su propia carne. Son ésas que muchas veces llaman justo a la hora del cierre de la edición o que escriben cartas a mano en las que cuesta encontrar el hilo argumental. Son las que tardan diez minutos en dar rodeos hasta que ofrecen el titular. Pero son las auténticas fuentes. Muchas veces lo único que quieren es desahogarse, o que la situación injusta o dolorosa por la que ellos ya han pasado —y cuya publicación no va a solucionar— sea conocida y no se repita.

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En definitiva, son los que de verdad saben qué funciona mal en un hospital, por qué la convivencia en un barrio está deteriorada, qué falta en un colegio, dónde hay un paraje natural amenazado, quién es un maltratador, cómo funcionan los servicios sociales o la ONG que se supone que trabaja para prestarles ayuda.

Ninguna otra sección tiene tantos informantes y tan variados. Saben de lo que hablan —aunque les cueste concretarlo— porque lo viven en primera persona. No hablan a través de informes, de números. No saben si su caso es único o afecta a media humanidad. Son la excepción. El perro verde o aquel que, desesperado, se ve obligado a morder a un perro si quiere ser escuchado.

Por supuesto, no todos los informantes anónimos son de fiar. Hay quienes ven conspiraciones en el hecho de que nunca les haya to-cado la lotería, o quienes quieren iniciar un juicio mediático contra un vecino o un familiar por despecho o venganza. Pero nuestra obliga-ción es, para empezar, la de escucharles. Muchas grandes historias surgen de estas llamadas. A lo mejor no exactamente la que ellos quieren que se publique, pero sí dan pie para empezar a tirar del hilo. Aunque a veces yerren el tiro y nos hagan perder el tiempo, cuando esto no ocurre son quienes proporcionan las auténticas exclusivas. Porque sacar antes que nadie el contenido de una ley, o el nombre de un futuro alto cargo está bien. Pero es una victoria pírrica, de ho-ras, días como mucho. En cambio, si se consigue amarrar una histo-ria personal con fundamento, bien explicada, sin cabos sueltos, que afecte a sus protagonistas y, también, a otras personas que estén en situaciones parecidas, esa fuente se convierte en única. La compe-tencia podrá encontrar después otros casos similares. Incluso podrá hablar con las mismas personas. Pero para el lector o el oyente, todo eso tendrá un tufillo a ya sabido, a repetido.

Voy a poner un ejemplo. Cuando el Parlamento debatía la ley de matrimonios homosexuales, la posibilidad de que una pareja de dos hombres o de dos mujeres pudiera adoptar fue uno de los puntos

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más controvertidos. Entonces, me llamaron de la Asociación Gays y Lesbianas con Hijos. Me invitaron a la casa de cuatro de sus miem-bros. Pude estar con ellos y ellas (una pareja era de mujeres y otra de hombres) y sus hijos. El reportaje final resultó incuestionable. Todavía hay quien debate —en teoría— acerca de si los niños deberían ser dados en adopción a gays o lesbianas. Pero nadie pudo poner en duda que aquellos niños (un chico y una chica) estaban felices y bien cuidados. Se habían adaptado a sus familias, tenían claro que vivían con dos papás o dos mamás, y lo veían como algo normal. Sus notas —o su equivalente actual— habían mejorado. El debate no se ha cerrado (no se cerrará nunca mientras predominen los prejuicios sobre los estudios psicológicos), pero aquel texto fue un argumento definitivo.

En este caso, simplemente, el periodista, más social que nunca, sólo constató un hecho. No voy a pretender que con esa historia se in-fluyera en la decisión de las Cortes. Pero —y aquí viene la segunda parte de esta grandeza— hay veces en que no es así. Probablemen-te sólo en el periodismo social se den casos en el que la publicación de una historia tenga un efecto inmediato sobre las leyes o la actua-ción de los poderosos. Es, indudablemente, la gran recompensa. Y también voy a poner un ejemplo relacionado con esa ley de matri-monio homosexual. Una vez aprobada, las parejas de lesbianas se encontraron con que los legisladores habían tenido un olvido. Nadie había previsto cómo se fijaba la relación entre el hijo concebido por una de ellas (normalmente, por inseminación artificial), y la esposa de la madre biológica. Si hubieran sido un hombre y una mujer, él sería considerado padre de ese bebé automáticamente. Pero al ser dos mujeres, la cónyuge no era considerada madre del niño, aunque conviviera con él, lo cuidara y le aportara medios y sustento igual que si hubiera sido el marido de la madre. ¿Cuándo se solucionó el asun-to? Cuando la historia de una pareja andaluza llegó a los medios. Entonces, el Gobierno aprovechó otra ley ligeramente relacionada (la de Biomedicina) para modificar esta situación. Ésa es la mayor satisfacción que puede sentir un periodista de temas de sociedad:

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que su intervención sirva para solucionarle un problema a la gente. Es verdad que lo mismo pasa —a veces— cuando se descubre un escándalo financiero o de corrupción: al final, a los implicados se les juzga o dimiten. Pero en ese caso el final de la historia no es feliz para todos. En el de la pareja de mujeres, sí. Ellas consiguieron lo que querían, y nadie resultó perjudicado.

Este tipo de temas, que deberían ser prioritarios en las secciones de sociedad, hacen que la manera de escribir (o, en general, de informar) sea algo diferente: abundan los reportajes, las historias en primera persona. Hay que tener sensibilidad para hacerlo. Se puede dejar volar la pluma —sin cursilerías, claro—. Eso no quiere decir que no haya textos secos, puramente informativos, llenos incluso de números. Pero esos se tratan como en cualquier otra sección. Lo verdaderamente característico es ese enfoque más personalizado, que debe impregnar todo el trabajo.

Para acabar: el futuro profesional

Me gustaría pensar que el periodista dedicado a temas sociales tiene un importante componente vocacional. Y que lo va a seguir teniendo. No una vocación mesiánica, salvadora. Cambiar el mundo implica mucho más que escribir sobre sus injusticias, sobre sus disfuncio-nes. Pero hacerlo puede ser la primera piedra. Por sistema desconfío de los periodistas cuyo objetivo es cambiar el mundo. O educar o convencer. No nos pagan para eso. Nos pagan por contar historias interesantes, no por hacer panfletos. Si con ello el mundo mejora, miel sobre hojuelas. La formación es fundamental. La amplitud de los temas sobre los que puede tener que escribir —desde ciencia a temas delicadamente humanos, como el caso de Madeleine o la mujer que se suicidó en Alicante porque no quería prolongar su deterioro— implican perso-nas maduras, dispuestas a aprender y a sufrir. A tener com-pasión. Como ya he dicho al hablar de las fuentes, la capacidad de escuchar

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es fundamental. Y la de tener empatía con quien nos llama. Esto se puede obviar cuando se hace información política —las declaracio-nes de un ministro se pueden cubrir con absoluto rigor independien-temente de cómo nos caiga—, pero no cuando los interlocutores son enfermos, personas deprimidas, desesperadas, trastornadas, necesitadas. Y, a la vez, hay que ser fuerte. No se puede vivir cada historia en primera persona. Dejar de comer porque alguien pase hambre; de disfrutar porque alguien sufre. Sólo una persona íntegra y capaz de distanciarse un tanto de lo que va a escribir puede cum-plir con su trabajo. El periodista social no vive rodeado de alegrías y lujos. Sus temas son dramas: pederastia, sucesos, enfermos, mar-ginados, maltratadas. Y para sobrevivir a ello hay que tener cierta coraza —no insensibilidad—.

Así que dediquémonos en cuerpo y alma a nuestras fuentes, a nues-tros temas. Pero desde el equilibrio. Si no, nuestra posible labor aca-bará demasiado pronto.

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III. LA PERSPECTIVA DE GÉNERO APLICADA A LA INFORMACIÓNJuana Gallego. Universidad Autónoma de Barcelona

Género, periodismo y sociedad

Tal y como yo lo entiendo1 el periodismo so-cial es aquel que aborda, trata y disecciona los retos más importantes que una sociedad cualquiera tiene planteados en un momento concreto, con la intención de hacer que esos temas entren a formar parte de la agenda pú-blica y sean debatidos y conocidos por la ciu-dadanía. El objetivo no puede ser otro sino el de tratar de encauzar y procurar la resolución –mediante la exposición y el tratamiento infor-mativo– de aquellos problemas sociales con los que se enfrenta la sociedad. ¿Para qué, sino, serviría la actividad de tantos profesiona-les, hombres y mujeres, que se dedican a ha-cer un seguimiento informativo de los diversos asuntos que ocurren en el mundo?

Si, en general, esto debería ser así en las múl-tiples vertientes y especializaciones del perio-

1 Gallego, J. Información de sociedad. Del suceso a la calidad de vida. Universidad Autónoma de Barcelona, 2003.

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dismo, se convierte en fundamental cuando se trata del ámbito de lo que se ha denominado el periodismo de interés social o, según mi definición, el periodismo de sociedad, que lejos de ser aquel que da cuenta de las andanzas, natalicios y enlaces matrimoniales –o sus disoluciones– de las celebridades, es el espacio de relación donde convergen la acción de la sociedad civil, los individuos y las institu-ciones sociales.

Las páginas o espacios del área de sociedad son los escenarios que acogen –o deberían acoger– aquellos asuntos que requieren ser debatidos por la ciudadanía, ya que casi siempre son temas que afectan a toda la sociedad y no sólo a una parte de ella. Mientras otros ámbitos de la actividad periodística recogen asuntos que pue-den interesar a algunos colectivos concretos, más o menos nume-rosos, no hay tema de interés social que no afecte, de una manera o de otra, a todos los ciudadanos. Es imposible poner en marcha iniciativas políticas que afecten a la sociedad sin contar, de alguna manera, con ella: ya sea una nueva ley de educación, una reforma de las pensiones, las prestaciones de la seguridad social, la política de inmigración o la violencia contra las mujeres y criaturas ejercidas en el ámbito doméstico.

Representación actual de hombres y mujeres en los medios de comunicación

Siguiendo con esta lógica, uno de los problemas sociales a los que hay que hacer frente es a la persistente desigualdad entre hombres y mujeres, que todavía, y pese a todos los avances legales, constituye un reto fundamental tanto a nivel nacional como internacional.Naturalmente, esta es una desigualdad transversal, en el sentido de que no sólo se limita a algunos ámbitos sociales, sino que se hace evidente en cualquier parcela de la actividad humana. En este texto vamos a centrarnos no sólo en aquellos temas o pro-blemas que afectan a la desigualdad entre hombres y mujeres y que

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son abordados por lo general en las páginas de sociedad –malos tra-tos, violencia, desigualdad laboral, discriminación por razón de sexo, etc. – sino en la representación informativa que se hace de las cues-tiones de género y en el tratamiento que se otorga a las mujeres, y que tanta incidencia puede tener en el mantenimiento y perpetuación de la desigualdad. Dicho de otra manera, la desigualdad social se sigue reproduciendo porque hay un tratamiento desigual a la hora de representar a los hombres y a las mujeres en los medios de comu-nicación, por una parte, y por otra porque existe un gran desconoci-miento y confusión sobre cómo abordar las cuestiones de género.

Esta confusión se produce porque estamos asistiendo a profundas transformaciones que tienen que ver con lo que hasta hace poco parecía inmutable: los roles sexuales. Los papeles sociales que du-rante siglos se habían atribuido a hombres y mujeres ya no sirven, y no parece que todavía esté muy claro cuál va a ser el recambio.

¿Por qué se produce la disparidad de tratamiento informativo para hombres y mujeres? ¿Por qué se recurre, una y otra vez, a este-reotipos caducos y trasnochados? ¿Por qué esa asimetría en la re-presentación? Y, lo más importante, ¿por qué esa representación asimétrica se convierte en sanción informativa?

Nosotros y ellas

Los medios de comunicación elaboran un discurso que toma como centro el punto de vista que ha sido dominante en la sociedad. Des-de esta perspectiva masculina se define el centro (Nosotros) y la periferia (Ellas). Fijémonos que este nosotros está compuesto por hombres y mujeres profesionales que comparten una misma cultura profesional periodística, y que no es otra cosa que los presupues-tos en los que descansa la actividad informativa que, entre otros factores, elige lo significativo en términos de prominencia, interés, novedad, curiosidad, pertinencia, distanciamiento, significación, fac-ticidad, etc.

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Él es verbo. Ella atributo

En esta cosmovisión dominante desde la que se elabora el discurso informativo, los hombres son verbo, y el verbo es acción. Los hom-bres son sujetos que actúan, que hacen cosas, que se mueven, que protagonizan hechos y este hacer es narrado mediante verbos en voz activa. Ellas, las que no son nosotros, son el objeto observado, aquellas que no forman parte del centro desde el cual se observa y narra. De ahí que las mujeres sean presentadas por lo que son, no por lo que hacen. Ellas son atributo, el complemento del verbo ser. Una sex-symbol al volante titulaba la versión electrónica de El Mundo (21/04/2008) la victoria de Danica Patrick en una carrera de auto-movilismo, sin que podamos saber por el título si es que estaba de paseo o es que había obtenido un triunfo.

Como objeto observado que es, adquiere mucha importancia su atuendo, sus gestos, su actitud, sus ademanes, en una palabra, su aspecto físico en tanto objeto que es minuciosamente observado desde el exterior. La diferencia entre verbo y atributo es enorme, porque no es lo mismo presentar a los protagonistas en su actuar que como una cualidad del ser. El verbo implica acción, dinamismo, cambio, posibilidad de evolucionar, rectificar. El ser no cambia, per-manece impasible, estático, inmanente en sí mismo, sin posibilidad de avance o progresión.

Cualquier mujer que destaque en algo puede ser coronada como reina, un don que se otorga con demasiada frecuencia en las pági-nas de los diarios. La reina puede ser sucesivamente Isabel Preysler, María Sharapova, Venus Williams, Justine Henin, Yelena Isinbayeva, Madonna, Julieta Venegas, Carme Ruscalleda o… la más famosa narcotraficante de Mexico: Una reina de la coca entre rejas (El País, 1/10/07). Cambia la persona, pero no el título. La más reciente reina en el momento de escribir estas líneas es Josephine Onya, La here-dera, en el trono, encumbrada por El Mundo (2-06-2008).

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La mujer como género. El hombre como indivi-duo

Esta representación, además, es desigual por cuanto los hombres son representados en su acción individual. Ningún hombre se ve representado en la acción de otro. A las mujeres se las representa como género, colectivamente. De ahí que las mujeres se sientan concernidas con mucha frecuencia y juzgadas como género, cosa que a los hombres no les ocurre, porque cada hombre se hace res-ponsable sólo de su actuación. Títulos como Las mujeres dan el salto, Chicas al poder, Mujeres, no, Mujeres al mando, Una mujer al ataque, Una mujer para gobernar Alemania, Mujeres en el ejército, todos ellos salidos en diarios en los últimos años, hablan en definiti-va, no de una mujer concreta, con nombre y apellidos, sino de una mujer, cualquier mujer, las mujeres en general.

Mujeres excepcionales

Puesto que hemos definido que la información se elabora desde el punto de vista masculino y representa la cosmovisión dominante (del nosotros) aquéllas que logran hacer algo significativo en ese centro es porque son excepcionales, y entonces el resultado son títulos tales como Pakistán: La primera mujer presidenta del parlamento, (20/03/08) Chacón, primera mujer al frente de Defensa, (12-04/08) Ángela Murillo, primera mujer al frente de los juicios de ETA (16-0408, Todos ellos aparecidos en el diario El País).

En este sentido hay que decir que el periodismo es, por definición, el discurso de la excepcionalidad, y todo lo que en principio vulnera la cotidianidad, invierte el estereotipo o va contra la norma, se convierte en significativo, informativamente hablando. De ahí que también se pueda titular Un hombre dirigirá la lucha contra la violencia machista (El País, 18/04/08), uno de los pocos titulares en que se utiliza el genérico masculino para subrayar lo extraordinario que es que un

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varón esté al frente de un departamento que, en teoría, sería propio que estuviese en manos femeninas. Al poner de relieve la ruptura de la norma, se afirma implícitamente que eso no debería ser, que constituye una excepción y que habría que restaurar la norma o, al menos, estar a la expectativa, vigilantes, a ver qué ocurre. Creo que no debería aplicarse el mismo esquema cuando el excepcional sea un hombre. Abogo porque hombres y mujeres puedan ocupar cual-quier puesto o lugar sin señalar implícitamente que lo normal sería lo contrario.

Es evidente que lo que es femenino o masculino ha sufrido una trans-formación acorde con la evolución social. Las identidades de género han cambiado, y van a continuar cambiando, de tal manera que lo que es propio de hombres o mujeres va a dejar de tener trascenden-cia en un futuro próximo. Por eso, porque creo que ya no podemos seguir hablando de un primer sexo (los hombres) y un segundo (las mujeres). Ni de un sujeto, el hombre, que define el mundo y un ob-jeto, la mujer, que es definida por aquél, sino que el nuevo estado de conciencia de las mujeres nos lleva a considerar que ellas se perciben a sí mismas como sujetos de pleno derecho, ciudadanas con plena capacidad para actuar y diseñar su propio proyecto de vida. Por todo ello, los medios de comunicación deberían hacer un esfuerzo por modificar los viejos esquematismos, replantear sus pro-cedimientos y elaborar un discurso que sirviera como acicate para la plena equiparación entre los hombres y las mujeres. En lugar de ello, parece que deseen seguir siendo perpetuadores y reproductores de viejos clichés que no se corresponden con la realidad, clichés que a veces son anacrónicos, otras ridículos, siempre insidiosos, y, con frecuencia, injustos y discriminatorios.

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Opciones para el futuro: la perspectiva de géne-ro aplicada a la información

Propongo unos pocos mecanismos muy fáciles de introducir que podrían ayudar a mejorar la representación informativa de las muje-res, tanto si se trata de actuaciones individuales, como colectivas.

a) Representar a las mujeres como sujeto que actúa, y no como objeto observado. Ello implica dejar de considerar al hombre como el sujeto que define y observa al mundo, y contemplar a las mujeres como sujetos au-tónomos que actúan en los mismos escenarios que ellos. Compa-remos estos dos títulos, de un mismo evento y publicados en una misma página de El País (8/06/07): Tenis Roland Garros: “Nadal evita la técnica porque es el más fuerte”; en el faldón de abajo: La reina de París contra la princesa del agua. Es fácil darse cuenta de que en el primer caso es un sujeto con nombre propio que actúa, y en el segundo dos títulos honoríficos que se enfrentan, pero no sabemos ni quiénes son ni por qué se enfrentan. Las consecuencias de este lenguaje metafórico (cursi, por lo demás) es que se escatima el es-fuerzo realizado por, en este caso, las tenistas Justine Henin y Anna Ivanovic, a quienes se les otorga graciosamente una prebenda. A la audiencia se le escatima la información básica.

Igualmente, en el titular Hamilton arrasa en el caos vemos un sujeto que hace algo. En La sirena de Europa (ambos títulos en El País, 17/03/08) no sabemos de quién se habla ni qué gesta ha protago-nizado. Igual que La primera dama (El País, 1-06-2008) gentil titular bajo el cual podría hablarse de cualquier mujer consorte de algún político actual, incluida Carla Bruni, pero que sin embargo se dedica a la campeona de hípica Beatriz Ferrer-Salat.

La viuda negra portuguesa, (El Mundo, 25-04-08) es el apodo que se va otorgando a las sucesivas mujeres que han matado o intentado

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matar a su marido o pareja, equiparándolas a esa temible araña, pero nada se dice de la acción concreta protagonizada por esa tarántula, salvo que es portuguesa. b) Representar a las mujeres en su acción individual, y no como género o grupo.

Por la sencilla razón de que cada persona tiene que ser responsable de sus actos. La acción de una mujer no tiene por qué ser represen-tativa de todas las demás. Igual que en el caso de los hombres. Si una mujer hace algo bien, se le ensalza, si lo hace mal, se le critica, pero siempre por la acción individual que ha protagonizado, y no por su pertenencia al género femenino. A las mujeres que protagonicen una noticia hay que reconocerles sus méritos o deméritos perso-nales, que sólo incumben a ellas, que se hacen así responsable de su propia actuación. Una mujer llega al poder en África (El País 12/11/05) Una mujer hacia el Elíseo (ADN, 27/11/07); digamos su nombre y así sabremos que se trata de una mujer, porque no es una mujer cualquiera, sino Ellen Johnson-Sirleaf y Ségolène Royal, respectivamente, mujeres concretas con nombres y apellidos que no son representativas de nadie más que de ellas mismas.

c) Dejar de representar a las mujeres como protagonistas de hechos excepcionales.

Se podrá objetar a lo anterior que lo que se pretende es poner de relieve los logros femeninos, ya que en algunos casos representan auténticos hitos históricos. Sí, puede que al principio hubiera que destacar la excepcionalidad de que las mujeres hicieran por primera vez algo, pero actualmente ese sonsonete de “ser la primera” en algo produce el efecto de estar empezando siempre, de no tener historia ni genealogía, de ausencia de avance o progresión. Siempre habrá una mujer que sea la primera en algo. Que una mujer llegue a cualquier ámbito de poder ya sea político, económico, cultural o deportivo ya no debe asombrar, debe ser asumido como parte de la

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cotidianidad. Ya pasó la época de las pioneras, no en vano estamos en el siglo XXI.

d) Otorgar el mismo tratamiento informativo por lo que respecta a identificación, respeto, preguntas formuladas, etc.

A las mujeres hay que otorgarles informativamente el mismo respeto con el que se informa de los hombres. Hay que identificarlas con su nombre o apellido (o con su apellido), como suele ser habitual. No es procedente hablar de Ségolène (Royal) de Hillary (Clinton), de Cristina (Fernández), de Esperanza (Aguirre), de Soraya (Sáenz de Santamaría) de Condi (Condolezza Rice), de Ingrid (Betancourt) de Rita (Verdonk, ministra holandesa) como si fuesen la vecina del quinto, siendo casi todas ellas presidentas o políticas de reconocida actividad pública. De la misma manera que no se habla de José Luís (Rodríguez Zapatero), José M. (Aznar), Nicolás (Sarkozy), Ma-riano (Rajoy), Juan José (Ibarretxe) José (Montilla) o Vladimir (Putin) etc. Este respeto no debe ser sólo por mimetismo, sino porque en el fondo lo que subyace en las fórmulas de tratamiento es la seriedad, rigor y credibilidad que se le otorga a cada persona. Los diminutivos dejémoslos para la intimidad, para nuestros familiares y amigos.

e) Introducir la perspectiva de género en todas aquellas cues-tiones colectivas que sean significativas.

Por último, propongo un instrumento o herramienta que pueda servir a los profesionales para abordar adecuadamente las cuestiones de género en su vertiente colectiva. Que las mujeres hayan consegui-do unos logros sociales evidentes o que se haya generalizado un nuevo estado de conciencia que hace que las mujeres se vean a sí mismas como sujetos en pie de igualdad con los hombres no quiere decir que estén en la misma posición social. Es decir, que la des-igualdad sigue existiendo. O incluso que hombres y mujeres tienen experiencias y actitudes ante la vida diferentes. Por ello, por cuanto hombres y mujeres –aunque iguales en derechos y deberes– conti-

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núan ocupando posiciones sociales diferentes, hace falta introducir la perspectiva de género en todas aquellas cuestiones colectivas que afecten diferentemente a unos y otras. La perspectiva de gé-nero aplicada a la información es la herramienta que hace posible dar sentido a la desigualdad y a la diferencia entre los géneros. Por ejemplo: Los hombres obtienen empleos mejor pagados al salir de la universidad (El País 17/02/06); El cáncer castiga más a los hombres (El Periódico de Catalunya); Los niños prestan más atención a los objetos, y las niñas a las personas (El País, 25/03/08); Las mujeres crean ya más empresas que los hombres (La Vanguardia, 25/08/02); 36 países mantienen la discriminación de las mujeres en sus leyes nacionales (El País,07/03/06), etc.

Con este instrumento conceptual no se está diciendo que los pro-fesionales tengan que hacer un periodismo a favor de las mujeres, sino sencillamente significa reconocer que las diferencias de posi-ción social entre hombres y mujeres existen, y por cuanto existen y son significativas, también tienen que percibirse a la hora de informar. La perspectiva de género otorga un lugar a las desigualdades que todavía, y en muchos aspectos de la vida, se siguen perpetuando.

A quien corresponda: la responsabilidad de los profesionales ante las cuestiones de género

Como ya he puesto de relieve en otros trabajos anteriores2 la cultura periodística es un conglomerado de ideas, creencias, convencio-nes, presupuestos profesionales, rutinas y procedimientos que co-hesiona la labor de las personas que se dedican profesionalmente al periodismo. Entre esos presupuestos informativos, como decía en párrafos anteriores, no existe un lugar, ni un concepto donde situar las cuestiones de género. De ahí que haya una disparidad de trata-miento tan notoria y que se mezclen, sin un criterio claro, abordajes asimétricos, estereotipos trasnochados, clichés caducos junto con, en ocasiones, una perspectiva de género intuitivamente aplicada.

2 Gallego Ayala, J. (Dir.) La prensa por dentro. Producción informativa y transmisión de estereo-tipos de género, Libros de la Frontera, 2001.

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45Los profesionales, hombres y mujeres, no son responsables de la desigualdad en el mundo, ni de que haya discriminación social, ni hay que atribuirles una maldad intrínseca a la hora de reproducir la realidad. Sencillamente son un colectivo heterogéneo producto de una determinada socialización, que posee una cosmovisión que ci-mienta su actividad y que, junto con los demás, comparte el sustrato cultural e ideológico del lugar del mundo donde han nacido, y que bebe de una larga tradición patriarcal. Pero si no son responsables de todo eso, sí que tienen un plus de responsabilidad por cuanto tie-nen en sus manos la posibilidad de presentar a los demás propues-tas de lecturas de esa realidad que ellos y ellas observan desde una privilegiada atalaya. Ya no pueden escudarse bajo el clásico recurso de invocar la objetividad: son una parte importante en la construc-ción de la realidad, y sus elecciones, puntos de vista y enfoques son variables en la medida en que lo son los valores sociales y humanos que sustenten. No hay una realidad exterior que ellos reflejen, como si de un espejo se tratara, sino que los y las profesionales con sus elecciones contribuyen a crear esa realidad y a orientar la manera en que los demás vamos a percibirla.

Y no se trata, como desde algunos sectores se ha propuesto, de que haya más mujeres en los medios, o al menos mayor presencia en los cargos de responsabilidad. Creo que la mayor o menor pre-sencia femenina no es determinante para que haya un tratamiento más igualitario entre hombres y mujeres en los contenidos. Son dos aspectos que hay que empezar a diferenciar: el primero está relacio-nado con el derecho de las mujeres a aspirar a aquellos lugares a los que legítimamente puedan, deseen o quieran ocupar, y el segundo forma parte de cómo el colectivo de profesionales de la información acomete, aborda o representa a las mujeres protagonistas de la in-formación o los temas colectivos que las afecten.

Las mujeres representan, según los últimos estudios, un 37% de los profesionales de la información en Cataluña3, bajando a casi un 26% entre los cargos directivos; en otro estudio publicado en Aragón las mujeres tienen un 55% de presencia entre las redacciones de los

3 Llibre Blanc de la professió periodística a Catalunya (2006) (Libro Blanco de la profesión periodística en Cataluña).

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medios de comunicación de esa comunidad, siendo el 19% entre los directivos4, y según la Asociación de la Prensa de Madrid las mujeres representan el 57% en las redacciones de todos los medios (prensa, radio, televisión, revistas, agencias e Internet) mientras los hombres son el 43%5. Las mujeres se van incorporando poco a poco a la profesión, aunque menos en aquellos medios que tienen más pres-tigio y poder6, y en los niveles más bajos de la profesión, pero se mantienen las dificultades para acceder a los niveles más altos de responsabilidad. Sorprende esta lenta incorporación de profesiona-les cuando en las facultades de periodismo hace más de diez años que las mujeres representan más del 70% del alumnado.

Cuadro comparativo: Hombres y mujeres en los diferentes medios (con expresión de cargos) 2007-2008

Hombres % Cargos % Mujeres % Cargos % Total H+M

PRENSA 774 68,5% 226 82,8% 356 31,5% 47 17,2% 1130

TELEVISIÓN 185 53,3% 33 56,9% 162 46,7% 25 43,1% 340

RADIO 221 56,5% 108 69,2% 170 43,5% 48 30,8% 391

AGENCIAS 45 51,1% 10 45,5% 43 48,9% 12 54,5% 88

TOTAL 1225 62,6% 377 74,1% 731 37,4% 132 25,9% 1949

Fuente: Elaboración propia con datos del Anuario de la Comunicación, editado por el Colegio de Periodistas de Cataluña, 2007-2008.

Esto por lo que respecta a la presencia cuantitativa, pero no hay todavía ningún estudio más o menos riguroso que se haya centra-do en los aspectos cualitativos, es decir, que haya demostrado que los y las periodistas aborden la información de manera diferenciada

4 Hervás Moreno, M.: El techo de cristal. Presencia y ausencia de las mujeres periodistas en Aragón (2006).

5 Informe anual de la profesión periodística, 2007, Asociación de la Prensa de Madrid.

6 En 1992 las mujeres representaban el 31% de las plantillas y el 11% en cargos de respon-sabilidad en la prensa diaria, según El Sostre de Vidre, (1994) lo que significa que en 16 años no se ha avanzado nada en el número de mujeres en plantilla en prensa escrita, elevándose a un 17,2% el número de mujeres con cargo. Parecen, en cambio, más permeables al cambio la radio, la televisión y las agencias.

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según su pertenencia a uno u otro género. No podemos afirmarlo ni negarlo, pero tenemos indicios (algunos titulares que he incluido en este texto estaban puestos en noticias escritas por mujeres) de que hombres y mujeres asumen los mismos postulados profesionales y abordan la información desde la misma perspectiva androcéntrica7.

Creo que la inclusión de la perspectiva de género y las demás reco-mendaciones que se ofrecen en este texto, podrían ser una buena herramienta profesional para, sin contradecir los presupuestos pro-fesionales relativos a la veracidad, interés, imparcialidad, novedad, o neutralidad que los profesionales defienden como valores inherentes al hecho noticioso, poder ofrecer una información con un plus de rigor y profesionalidad. Creo firmemente que la desaparición de los viejos y trasnochados estereotipos femeninos de los medios de comunicación sería una aportación de los y las periodistas que agradecerían no sólo las mu-jeres, sino toda la sociedad.

7 Gallego Ayala, J. “De reinas a ciudadanas, (o la dificultad de dejar el género colgado en la puerta de la redacción)”, en la revista Género y comunicación, 2007.

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IV. EL ENFOQUEINTERRELIGIOSOManuel Pérez Browne. Dialogal

El periodismo interreligioso es periodismo so-cial en la medida en que refleja una realidad social actual caracterizada por la aceleración del encuentro de culturas y religiones, ya se desarrolle en plataformas especializadas o ge-neralistas, a través de medios de propiedad pública o privada.

El periodismo interreligioso, como variante del periodismo social, puede ser una clave del de-sarrollo en la medida en que se proponga refle-jar, de la forma más realista, neutral y equilibra-da posible (1) el desarrollo de estos encuentros de religiones y el efecto o impacto que estos encuentros tienen en (2) el desarrollo interno de cada religión. Y en la medida, también, en que refleje el hecho de que este desarrollo inter-no de las religiones tiene, a su vez, indudables efectos e impactos externos en (3) el desarrollo de la/s propia/s sociedad/es.Un paso más allá, finalmente, puede ser una clave en la medida en que, además, se com-prometa, conscientemente, a fomentar que este encuentro sea más pacífico y menos con-flictivo, esto es, propicie el diálogo, y no gue-rra.

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¿Es compatible este último nivel, más explícito, de compromiso so-cial con la vocación periodística primera de realismo, neutralidad y equilibrio? La UNESCO, en su Declaración de Principios sobre la To-lerancia, así lo pretende y pide: “Los medios de comunicación tienen que jugar un papel constructivo, favoreciendo el diálogo y el debate libres y abiertos, y propagando los valores de la tolerancia”.

Este artículo tratará de explicar cómo Dialogal (www.dialogal.com), revista especializada, publicada en Catalunya y en catalán1 por la Asociación UNESCO para el Diálogo Interreligioso y la editorial “El Ciervo”, es un intento de responder positivamente a esta petición.

La referencia central que la revista toma para orientar su compro-miso es el Artículo 18 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de las Naciones Unidas: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión (…)”. Dialogal encuentra su principal razón de ser en este artículo, cuyo contenido y principios derivados (expuestos más adelante) se compromete a reconocer, materializar, defender, fomentar, etc.

Dicho compromiso, además de, por así decirlo, estar presente a tra-vés de una especie de código deontológico propio (no escrito pero asumido por los trabajadores), trata también de materializarse en las mismas páginas de la revista, a través de sus diversos contenidos, tanto en la forma (unas secciones determinadas) como en el fondo (las piezas y artículos que llenan estas secciones).

El artículo también tratará de presentar con brevedad de qué forma los distintos principios derivados del compromiso con la libertad de pensamiento, conciencia y religión se materializan en los contenidos de Dialogal.

1 Desde la Asociación UNESCO para el Diálogo Interreligioso se ha intentado en repetidas ocasiones encontrar financiación para publicar una versión de la revista traducida al castella-no. A fecha de hoy, aunque todavía no se ha encontrado quien la financie, la voluntad sigue siendo la de poder disponer de una edición en castellano de Dialogal que pueda llegar a toda España.

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Diversidad e igualdad

El reconocimiento de la libertad religiosa implica, en primer lugar, el de la existencia y la legitimidad de una diversidad de religiones, creencias, convicciones, opciones de vida, etc. Libertad y diversidad (en el sentido cualitativo de diferencia) son inconcebibles la una sin la otra y beben la una de la otra.

De forma también inseparable, el reconocimiento de la libertad y la diferencia supone el de la igualdad: las diferentes religiones, creen-cias, convicciones y opciones de vida existentes tienen derecho a un trato igualitario, más allá de su peso social, histórico, cuantitativo, económico, etc. Hasta que se demuestre lo contrario —y demos-trarlo no es tarea prioritaria de la revista—, no hay religiones más verdaderas o religiones mejores, ni religiones que deban prevalecer o absorber a las demás.

Dialogal es plural y se impone, pues, en primer lugar, tratar de refle-jar el fenómeno religioso en su máxima diversidad y con la máxima igualdad o justicia. Primero y sobre todo, siendo ella misma, página a página, diversa e igualitaria; segundo, si es necesario, denunciando casos, situaciones, posturas, tendencias, etc. contrarias.

Diversidad e igualdad son, en primer lugar, una cuestión cuantitativa. Uno se percata de ello elaborando las páginas de la revista. En la práctica, se trata de hacer aparecer a todos los actores de la diver-sidad y, al mismo tiempo, de darles un trato equitativo, esto es, de velar por un equilibrio constante en cada edición y entre los diferen-tes números de la revista.

Así, toda decisión que afecte al contenido de la revista viene mar-cada por esta necesidad de equilibrio global. No puede haber un exceso de páginas dedicadas a una sola tradición religiosa, ya sea el hinduismo o ya sea el cristianismo, como tampoco puede haber un exceso de espacio dado a las religiones orientales en detrimento de

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las occidentales. Dos secciones importantes de un mismo número nunca estarán dedicadas a la misma tradición religiosa así como dos números sucesivos nunca dedicarán la misma sección a una misma religión.

Portadas, fotografías, temas, noticias, articulistas, entrevistados, car-tas de los lectores, libros recomendados, etc. El más mínimo ele-mento de Dialogal debe ser seleccionado a conciencia en virtud de esta autoexigencia omnipresente de equilibrio.

Se trata, sin duda, de un rompecabezas que se vuelve aún más complejo (aunque también más flexible) por la naturaleza compleja de la misma diversidad. No sólo se busca que aparezcan reflejados musulmanes y protestantes sino, también, sunnitas y chiítas, bau-tistas y mennonitas, conservadores y reformistas, procedentes de África y de América, de Marruecos y Senegal, de Brasil y Ecuador, hombres y mujeres, viejos y jóvenes, portavoces de comunidades e individuos sin vinculaciones organizativas, pensadores y creyentes de base, etc.

Dicho sea de paso que semejante exigencia no sólo viene autoim-puesta sino que la revista, en sus más de cinco años de existencia, ha recibido alguna que otra comunicación de parte de representan-tes de tradiciones religiosas quejosas por no aparecer en algún nú-mero o durante varios de ellos.

Y es que, digámoslo ya, el equilibrio perseguido es imposible de alcanzar en su perfección. Ni la revista tiene suficientes números (es trimestral) ni suficientes páginas para ello.

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Desequilibrios justificados

Consciente de la imposibilidad de reflejar perfectamente la diversidad y de ser totalmente equitativa, la revista se remite a otros de sus cri-terios maestros, también derivados del derecho a la libertad religiosa, y que justifican los inevitables desequilibrios.

Por ejemplo, puede considerarse justificable abordar ligeramente más a menudo una tradición religiosa determinada que, a nivel local, tenga un peso considerable y, al mismo tiempo, lamentablemente, lleve asociado, por los motivos que sea, un grado importante de conflictividad.

Para la revista, el compromiso con el Artículo 18 implica, en ocasio-nes, tratar de equilibrar en otro sentido: el de compensar desequi-librios como injusticias y malentendidos que se dan fuera de sus páginas, en la misma sociedad.

Otro ejemplo que también puede considerarse justificable es esco-ger en alguna ocasión (aunque nunca como criterio fijo) representar la cara dulce o amable de una religión (léase la cara más abierta, pacífica, etc.) antes que aquella otra, indudablemente existente, más áspera o menos simpática (cerrada, agresiva, etc.).

En su representación del fenómeno religioso diverso, Dialogal no tra-ta en ningún momento de negar la conflictividad que éste ha llevado siempre asociada. Eso la condenaría al fracaso respecto a la herra-mienta de información, reflexión y comprensión que quiere ser. En sus más de veinticinco números, diferentes artículos han abordado de forma explícita el vínculo entre las religiones y las guerras, los fundamentalismos, las sectas, etc. La sección de actualidad viene además regularmente surtida de noticias lamentables de alguna for-ma relacionadas con la religión. Dialogal es crítica y da cabida a la crítica.

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Sí que ocurre, sin embargo, que, fruto de la historia y la misma ac-tualidad, las tradiciones religiosas se encuentran hoy considerable-mente desprestigiadas e incluso desterradas por una buena parte de la población, ya no como práctica sino también como simple fuente de interés.

De lo que se trata en Dialogal no es tanto de lavar esta imagen sino de ayudar a evitar, de alguna manera, que la parte quede enterrada con el todo. Las tradiciones religiosas contienen, indudablemente (de forma también históricamente demostrada) unas enormes rique-zas en forma de valores humanos, relatos, personajes, rituales, obras de arte, etc.

Siguiendo con el discurso de los principios derivados de la libertad religiosa, se puede argumentar que dicha libertad de escoger sólo es real en la medida en que hay posibilidad de escoger si hay diver-sidad. Es decir, en la medida que las diferentes opciones a escoger se han preservado, protegido y puesto al alcance de todos.

En este caso proteger y acercar pasa por mostrar que las religiones, como toda realidad (la política, el desarrollo, la cooperación, el de-porte, etc.), tienen dos lecturas posibles: la positiva y la negativa. Ob-viamente, uno puede concentrarse en los malos usos históricos que se han hecho de las religiones, ejemplos no le faltarán. Pero, a fin de combatir las consecuencias sin duda arrasadoras de estos malos usos, a fin de ser constructivos y humanitarios, el sentido común nos dice que vale más la pena ofrecer e incluso reforzar la lectura positiva y no recrearse en la negativa, lo cual, nuevamente, no implica evitar ser críticos a toda costa.

Mención y artículo aparte merecen la reflexión de hasta qué punto el compromiso con el derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión, vehiculado a través del derecho a la libertad de expresión, debe permitir dar cabida a ciertas posturas, opiniones, ideas, etc. Es decir, ¿debe Dialogal, en virtud de dichos derechos, dejar que se ex-

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presen en sus páginas incluso aquellas posturas, opiniones, ideas, etc. en radical contradicción con otros derechos fundamentales de las personas?

Para ser honestos, este debate sobre el límite donde chocan los derechos no está ni muchos cerrado y mientras, en una ocasiones, se ha optado por censurar una voz determinada, en otras, se ha decidido permitirla expresarse, tanto para dejar que, por así decirlo, se retratara a sí misma, como para evitar correr el riesgo de fomentar una radicalización aún mayor a causa de su marginación.

Religión en sentido amplio

De la libertad de pensamiento, conciencia y religión se deriva, tam-bién, de alguna forma, la igualdad entre estos mismos tres concep-tos: pensamiento, conciencia y, aquí sólo en tercer lugar, religión. La religión, parece querer decir el artículo, no abarca todo el espectro de posibles opciones y estilos de vida entre los que el ser humano debe tener la libertad de escoger. Más aún, la libertad de religión in-cluye la libertad de cada uno de definir qué es exactamente, para él, la religión, es decir, más allá del monopolio ejercido por las que histó-ricamente han sido llamadas religiones y reconocidas como tales.

Dialogal se quiere plural hasta el extremo y quiere representar esta visión de la religión como algo que merece una redefinición perma-nente y lo más abierta posible, que a priori pueda incluir (1) las así llamadas “grandes” tradiciones religiosas (las que aparecen en todos los manuales), (2) las tradiciones histórica y socialmente menos re-conocidas como los genéricamente bautizados nuevos movimientos religiosos y espirituales, o aquellos grupos minoritarios que suelen ser injustamente designados como sectas (en el sentido despectivo pero ni mucho menos único de la palabra), y, también, (3) las tradicio-nes de convicciones no religiosas: ateas, agnósticas, humanísticas, etc. La revista trata de darles cabida a todas ellas en las diferentes secciones.

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Dialogal no pretende tratar de definir qué es o no es religión y menos aún qué opción de vida es o no es válida o acertada. Si acaso, lo que trata es de ofrecer el número más diverso de elementos para poder generar un diálogo sobre ello o, en otras palabras, de dar cabida al máximo número de voces que puedan participar en este diálogo.

El reto es captar el interés tanto de creyentes diversos como de no creyentes y, a poder ser, como se verá más adelante, fomentar el diálogo entre ellos. Hay que aclarar, sin embargo, que aparecer en la revista no implica necesariamente que una religión se preste al diálogo explícito con otras religiones; significa, simplemente, que se presta a dar su opinión.

Antes de pasar al siguiente punto, es pertinente señalar que la voz propia de la revista se reserva para la editorial y que el resto de artí-culos, ya sean o no de opinión explícita, son encargados a colabo-radores externos, con cuyo punto de vista Dialogal no se identifica necesariamente. Más allá, claro está, de que cualquier tipo de deci-sión, selección, que afecta al contenido sea evidentemente deudora de la ideología pluralista (pero al fin y al cabo ideología) con la que se identifica la revista.

Acercar las religiones

Ya se ha mencionado que uno de los principios deudores de la liber-tad de pensamiento, conciencia y religión con los que se identifica la revista es el de acercar al ciudadano a las riquezas que contienen las diferentes tradiciones del mundo. No es necesario ser budista para disfrutar de alguna de las enseñanzas de Buda como tampoco es necesario ser cristiano o ni siquiera creyente para admirar la figura de Jesús. O tampoco hace falta ser ateo para que su crítica a la figura de un dios enriquezca nuestra comprensión del mismo. Todo ello, sin embargo, requiere del cultivo de una cultura de la libertad, la diversidad y la igualdad.

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Otra de las funciones que se atribuye Dialogal es la de acercar las riquezas de las diferentes tradiciones religiosas y no religiosas a lec-tores identificados con las mismas o con otras prácticas.

De esta voluntad surge, por ejemplo, la sección central de la revista, bautizada “A fondo”, en que un tema de interés general no exclusiva o necesariamente “religioso” (el sentido del humor, la homosexuali-dad, el dinero, el exceso de trabajo, la modernidad, los placeres de la vida, etc.) es abordado desde la perspectiva de diferentes tradi-ciones, con artículos y entrevistas a representantes de los diversos movimientos.

Se trata, aquí, no tanto de hablar de religión como de identificar te-mas de interés común, desafíos compartidos, y de dar voz sobre todo ello a diferentes colectivos, ya sean similares, complementa-rias o claramente contrapuestas, el hecho de darles cabida en una misma sección, a veces en una misma página, pretende ser una demostración, a pequeña escala, casi metafórica, de que es posible compartir un mismo espacio físico con ideas contrapuestas sin que ello sea necesariamente fuente de conflicto.

Fomentar el diálogo

Como ya se ha dicho, la defensa del derecho a la libertad de pen-samiento, conciencia y religión no se limita a la denuncia de aquellas situaciones en que esta libertad no es respetada sino que pasa por la creación tanto de una atmósfera general como de espacios concre-tos de respeto y comprensión, es decir, de diálogo, en los que este derecho sea reconocido y respetado con naturalidad.

Dialogal quiere ser uno de estos espacios de diálogo. Desde sus pá-ginas, pretende ayudar a fomentar el coloquio, ya sea inter-religioso (entre diferentes religiones), intra-religioso (entre diferentes elementos

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de una misma religión) o, como apuntamos antes, entre el mundo que se identifica como creyente y no creyente.

Para ello, más allá de la propia revista en su conjunto, se han ido creado diferentes secciones específicamente destinadas al fomento del diálogo. Sin ir más lejos, la sección el “Diálogo”, en que se repro-duce un diálogo acontecido en la redacción de la revista entre dos personas, habitualmente representantes de distintas tradiciones.

Hasta ahora, los diálogos publicados han reunido a un musulmán converso y un cristiano experto en Islam (Dialogal nº 20), un rabino reformista y un padre claretiano (23), un psiquiatra ateo y un bio-neu-rólogo cristiano (24), un filósofo ateo y un lama budista tibetano (25) y una practicante budista recién salida de un retiro de cuatro años y otro a punto de entrar (26).

En otra sección, alguna vez se ha pedido que un seguidor de una religión comentara un texto de referencia de una tradición ajena. Por ejemplo, se publicó un comentario de un sermón de Buda a cargo de un musulmán y estudioso del Islam (21).

Con todo ello, lejos de pretender provocar gratuitamente, Dialogal intenta, a través de un ejercicio real y no siempre fácil (muchos de los diálogos mencionados no han estado exentos de tensión), transmitir los valores (nuevamente inherentes a la libertad religiosa) del respeto, la tolerancia, la paciencia, la aceptación de la posibilidad de ser pre-juzgado o malentendido, etc.

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Rigor conceptual

Entre las exigencias que comporta el compromiso con el Artículo 18 a través de una publicación escrita, merece la pena mencionar la del lenguaje técnico o, mejor dicho, lenguajes técnicos. Cada tradición religiosa tiene sus propios y muy precisos conceptos, no siempre traducibles o equiparables. El compromiso con una representación igualitaria de la diversidad obliga a un uso riguroso, meticuloso, del amplio (casi infinito) léxico que tiene cabida en una publicación sobre la diversidad religiosa.

A modo de conclusión, nos gustaría recuperar la pregunta que plan-teábamos en la introducción: ¿son compatibles el compromiso con unos principios y valores (en este caso pluralistas y deudores del derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión) con la vocación periodística de realismo, neutralidad, equilibrio, etc.? ¿Es posible que un medio de comunicación responda al papel pedido por la UNESCO en su Declaración de Principios sobre la Toleran-cia?

Tomando como modelo la experiencia de Dialogal, hemos intentado transmitir aquí que, en efecto, es posible pues compromiso social y periodismo auténtico no sólo son compatibles sino que forman una suerte de círculo virtuoso.

Precisamente, el compromiso de partida con los derechos y las liber-tades de las personas, como criterio orientador, hace que el perio-dista se obligue a ser lo más justo, equitativo, plural, diverso, abierto, tolerante, positivo y riguroso posible, o sea, lo mejor periodista po-sible.

Al mismo tiempo, la función periodística, cuanto mejor trata de cum-plirse, es decir, cuanto más preparado se intenta estar para cumplir-la, cuanto más conocimiento, experiencia y contacto con la realidad y su complejidad se intentan acumular para desempeñarla, más na-

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turalmente conduce al compromiso con los derechos y las libertades de los protagonistas de esta realidad.

Como con cualquier otro ámbito, el contacto reiterado y cada vez más experto con la realidad religiosa diversa y, sobre todo, con sus protagonistas, básicamente aporta una conciencia cada vez más clara de su complejidad, de la importancia que tiene para sus pro-tagonistas y del derecho que éstos tienen a que sea reconocida, respetada y defendida.

Según nuestra modesta experiencia, periodismo auténtico y com-promiso real con la defensa de los derechos y las libertades de las personas se inspiran mutuamente.

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V. LA POBREZA COMO PROBLEMA DE COMUNICACIÓNMaite Ambrós AECID

El norteamericano Jeffrey Sachs es una de las figuras internacionalmente más reconocidas en el estudio y fomento del desarrollo económi-co, humano y sostenible de los países menos adelantados. Sachs ha dirigido una crítica, a menudo feroz, de la escasa voluntad política y operatividad práctica de los países desarrolla-dos —empezando por Estados Unidos— para contribuir a frenar la pobreza. Su faceta más conocida es, sin duda, la de experto macro-economista. Es profesor de la Universidad de Harvard y dirige el Instituto de la Tierra en la Universidad de Columbia. Sachs asesoró a Kofi Annan y Ban-Ki Moon. Entre sus res-ponsabilidades figura también el gobierno del Proyecto Milenio de Naciones Unidas sobre la consecución de los Objetivos de Desarro-llo del Milenio. También es autor de diversos best-sellers publicados recientemente como El fin de la pobreza o Riqueza Común: Economía para un país superpoblado.

Estas publicaciones, o más bien el éxito de ventas que le han proporcionado, ponen de

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manifiesto una faceta clave, aunque quizá menos obvia de su autor, en el desarrollo de sus trabajos sobre cómo contribuir a sacar a los pueblos de la trampa de la pobreza extrema: se trata de sus habilida-des de comunicación y divulgación científica, de su capacidad para hacer llegar un mensaje, no siempre sencillo, a las conciencias de los países ricos, en especial de sus conciudadanos norteamericanos.

Impulsor de duros ajustes estructurales en economías en crisis en la década de los noventa y visionario de soluciones de la pobreza cali-ficadas de naive por muchos, a Sachs se oponen voces discrepan-tes. Sin embargo, no parece que nadie ponga en duda su conven-cimiento de que, si no se genera en todos los ciudadanos, incluidos los de países ricos, un conocimiento real de la pobreza y sus causas, una concienciación individual y global y un posicionamiento crítico, la erradicación de la pobreza se hace lejana o imposible.

¿Cómo transmite Sachs este mensaje para acercarlo a la masa de la población? ¿Hay en España algún caso análogo de comunicación sobre el desarrollo? ¿Sería su modo de formar e informar aplicable al contexto español? ¿Cuál es dicho contexto español en el caso de la sensibilización para el desarrollo? Estas son algunas de las pregun-tas que se pueden empezar a responder a partir de la videoconfe-rencia que Sachs tuvo la generosidad de impartir a los alumnos de Periodismo Social, en el marco de un proyecto sobre Periodismo Social de la Universidad Carlos III de Madrid.

Los tres ejes del discurso de Sachs

De forma extremadamente sucinta se puede decir que Jeffrey Sachs elabora su discurso desde tres ejes. El primero incide en el descono-cimiento generalizado de la pobreza, sus causas y consecuencias. Sachs trata de acercar la realidad de los países menos adelantados al mundo desarrollado. El segundo muestra un mensaje esperanza-dor que constata la existencia de soluciones con una base científica, aplicables a millones de personas en distintos países del mundo.

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Sachs demuestra que dichas soluciones han contribuido a salvar vidas y han logrado fomentar un desarrollo sostenible, desmontando así el mito de la corrupción generalizada en los países pobres. El tercero se basa en hacer entender a las sociedades ricas que el pro-blema les afecta, y que es posible actuar, sin tolerar la hipocresía de algunos gobernantes que incumplen continuamente sus compromi-sos de aportación de fondos a la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y no aplican los instrumentos más idóneos para lograr la coordinación entre donantes en un entramado multilateral, así como la coherencia del resto de sus políticas con los instrumentos de cooperación al desarrollo y la alineación de estos objetivos con las prioridades de los países socios.

El razonamiento y el mensaje no son especialmente novedosos. Sin embargo, el mismo Sachs ha manifestado el desconocimiento que tiene de ellos la mayoría de la sociedad norteamericana (más adelan-te comprobaremos que también en España son aspectos en los que abunda el desconocimiento). Por tanto, la aportación de este autor consiste en arrojar luz sobre las cuestiones que tanta gente tiene en la cabeza, y de hacerlo de forma comprensible para el gran públi-co. El discurso plantea y trata de resolver así cuestiones como las siguientes. ¿Realmente se puede hacer algo por estos países o no será que el problema es de dimensiones inabordables? ¿La corrup-ción de muchos gobiernos débiles no es la primera causa de pobre-za en muchos lugares del mundo? ¿Se puede conciliar crecimiento económico y respeto al medioambiente? ¿Y crecimiento económico, crecimiento demográfico y sostenibilidad medioambiental? ¿Es efi-caz la ayuda oficial al desarrollo, o es un ejercicio de política exterior intrínsecamente ligado a intereses económicos y geoestratégicos? ¿Las medidas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional no han causado aún más situaciones de pobreza que las que pre-tendían evitar?

En cada uno de los tres niveles discursivos, podemos extraer pro-gresivamente datos que confirman el interés y la aplicación de sus

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investigaciones, el acierto de su análisis en el receptor del mensaje, la claridad del mensaje en sí y el éxito de sus sistemas de comunica-ción. Este estudio nos permitirá apuntar algunas reflexiones, aunque sea someramente y de forma cualitativa, sobre cómo puede condi-cionar el contexto norteamericano para esta estrategia discursiva y si el contexto español es análogo y, por tanto, la estrategia se podría extrapolar a nuestro país.

Primer eje: la pobreza en países en vías de desarrollo, un pro-blema de una enorme magnitud que requiere proximidad con los países ricos mejorando la divulgación científica al respec-to.

Prácticamente, todas las sociedades de países desarrollados tienen una idea más o menos abstracta de la existencia de poblaciones pobres en países subdesarrollados. El problema les resulta ajeno porque lo perciben como algo lejano. Ante esta distancia, el esfuerzo de Sachs en sus trabajos, al frente del Proyecto Milenio de Naciones Unidas o en sus publicaciones, se centra en enunciar y comunicar, de forma sencilla, datos y estudios que hacen visible y cuantificable la dimensión del problema, sus causas y efectos. Por ejemplo, emplea datos que permiten “medir” la dimensión de la pobreza (“Mil millones de personas viven hoy en la pobreza extrema1”). El autor cuantifica que entre uno y tres millones de personas mueren de malaria cada año, el 90% en África. Tras el estudio de esta cifra tan representativa, sus cálculos apuntan a que, de haberse frenado este desperdicio de capital humano, el Producto Interior Bruto de África Subsahariana en los últimos 35 años, sería ahora un 32% mayor2 (es decir, sería mayor en 100.000 millones de dólares).

1 Por ejemplo, la Web de su último libro, Riqueza común: economía para un mundo superpo-blado, contiene datos sencillos y demoledores sobre las dimensiones de la pobreza: http://www.sachs.earth.columbia.edu/commonwealth/index.php.

2 Comunicado de prensa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre Informe del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres http://www.who.int.

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En trabajos divulgativos de esta índole, subyace una aplicación de la ciencia económica que acerca la realidad de la pobreza a cualquier profano y que provee al mundo desarrollado de datos sencillos y representativos sobre la dimensión de un problema lejano. Encontra-mos un paradigma de divulgación científica similar en el proyecto de Al Gore y sus iniciativas de sensibilización sobre el cambio climático, con la diferencia de que, en contraposición con la lejanía de la pobre-za extrema, el cambio climático casi se palpa en cualquier lugar del mundo y no encierra ya controversia científica. Al igual que Al Gore, Sachs ha aprovechado al máximo todos los instrumentos a su dispo-sición sobre técnicas comunicativas y ha buscado la mayor claridad en sus mensajes con el fin de divulgar sus investigaciones. El docu-mento que surge en 2005 sobre el seguimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, enmarcado en el Proyecto del Milenio de Na-ciones Unidas es un ejemplo de ello. Sachs también ha adaptado a formatos populares obras de divulgación científica para el desarrollo y ha aprovechado las posibilidades de Internet. El uso de la Red se evidencia en la Web del centro que dirige, el Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia, que ha ganado el primer premio a una web educativa en Estados Unidos en 20083. Paralelamente, Sachs ha sabido aunar el mundo de los expertos economistas, asesores de los grandes organismos internacionales, con el mundo de la música o el cine a través del apoyo recibido de distintas celebridades como Bono, cantante de U2, la actriz Angelina Jolie y las contribuciones de algunos políticos. Ejemplo de esta mezcolanza de ámbitos tan distin-tos es el programa de radio liderado por Sachs en Estados Unidos (Sirius Satelite Radios). Finalmente, no se puede negar el carisma personal de Sachs: ha figurado en el “top” 100 de las personalida-des más influyentes de la revista Time, tiene 140 videos en Youtube y es un conferenciante inagotable capaz de ajustar sus ponencias a públicos muy dispares.

En España no hay un caso similar de un experto en desarrollo, eco-nomista o con otra formación, perteneciente al mundo de la investi-gación aplicada, que haya sido capaz de alcanzar semejantes cotas

3 La web (http://www.earth.columbia.edu) ha ganado el primer premio de los Webby Awards estadounidenses 2008 en la categoría de educación.

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de popularidad en el ámbito del desarrollo internacional y la lucha contra la pobreza. En realidad, la investigación todavía es escasa y la divulgación científica insuficiente en el ámbito de la cooperación al desarrollo en España. En el mundo del arte, en concreto en el cine, la música o la literatura, ha habido algunos famosos que han partici-pado en campañas o en actos benéficos, desde Manu Chao hasta Javier Bardem, por citar quizá dos de los más conocidos. Pero no parece que estos famosos hayan tenido “el tirón” de las estrellas an-glosajonas de las que se ha rodeado Jeffrey Sachs. En definitiva, las circunstancias mencionadas anteriormente explican que los actores privilegiados para la sensibilización y la educación para el desarrollo hayan sido principalmente las ONGD, que han tenido que ocupar el enorme espacio, por no decir vacío, que el mundo académico y también el institucional les han dejado.

Sin embargo, pese a estas carencias y frente a la visión crítica de Sa-chs sobre el ciudadano medio norteamericano muy alejado de la rea-lidad de la pobreza, en España se podría decir que la opinión pública está tomando conciencia del problema a pasos acelerados, fruto quizá de las olas de inmigración ilegal, en especial de la repercusión mediática de la inmigración de africanos que arriban a las costas ca-narias o peninsulares. Así, datos recientes muestran que cuatro de cada cinco españoles piensan que los inmigrantes vienen a España para salir de la pobreza y la falta de desarrollo en sus países.

Segundo eje: el desarrollo como objetivo alcanzable; la espe-ranza en la tecnología para llegar al éxito; los prejuicios más extendidos sobre las trabas al desarrollo.

Una vez que la magnitud de la pobreza se hace abarcable —no afec-ta solamente a los países menos adelantados sino también a gran-des capas sociales de países de renta media—, y antes que caer en la desesperanza, al ver sólo las dificultades para afrontar problemas tan graves, tan complejos, tan entrelazados, rápidamente Sachs introduce en su discurso la necesidad de pasar a la acción. De esta

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manera, fija a renglón seguido los objetivos tangibles a alcanzar, los instrumentos para llegar a ellos así como las experiencias de resulta-dos comprobados, de multitud de casos de buenas prácticas y exi-tosas, al alcance de la mano, al alcance de “nuestra generación”.

Jeffrey Sachs ha sido una de las figuras en insistir que la erradicación de la pobreza extrema es un reto de la generación actual y que exis-ten los medios para lograrlo, haciendo tangible no sólo el problema sino también las soluciones.

Este mensaje optimista se basa, en gran medida, en su confianza en la ciencia y en su trayectoria como científico que ha reivindicado la aplicación de una “economía clínica”, esto es, una economía que sepa tratar la enfermedad a fondo, manteniendo siempre un enfoque holístico, sin descuidar todas las piezas que componen el puzzle de la pobreza. A menudo, la esperanza surge también como crítica constructiva en casos sonados de fracasos que Jeffrey Sachs ha contribuido también a evidenciar. Y, en definitiva, en esta labor de mostrar soluciones posibles el autor ha tenido que ir dando respues-ta al escepticismo, a la desesperanza, incluso al nihilismo, desde el respeto, desde los datos y desde la argumentación y, más importan-te aún, desde el conocimiento del interlocutor que tiene en frente.

A juzgar por la estrategia de comunicación de Sachs, este perfil se corresponde con un ciudadano del mundo desarrollado que tiene muchas cosas en común independientemente de su nacionalidad.

Como veremos más adelante, algunos de los puntos clave sobre los que insiste Sachs, responden muy bien a las dudas y recelos del ciudadano español. Para comprobar esta afirmación, sirva como adelanto una descripción breve de algunos datos del Centro de In-vestigaciones Sociológicas (CIS)4. En ellos se advierte que el 72% de los españoles ha oído hablar de globalización. En este grupo, un alto porcentaje tiene una opinión negativa de las consecuencias del fenómeno en el medio plazo (un 42% piensa los efectos de la glo-

4 Salvo que se indique lo contrario, todos los datos de la percepción de la sociedad española sobre la ayuda internacional al desarrollo proceden del II Barómetro sobre América Latina y la Cooperación al Desarrollo en la Opinión Pública Española, Fundación Carolina y CIS 2008.

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balización en diez años harán que el mundo sea peor y sólo un 23% piensa que su efecto será mejor). Además, la población española piensa que la ayuda de la cooperación internacional puede hacer poco para solucionar los problemas de los países menos desarro-llados (sobre si la cooperación internacional ayuda poco o nada a resolver el subdesarrollo, el 42% piensa que poco, seguido del 33% que opina que bastante, el 9,7% que mucho y el 6% que nada). Las razones apuntan a que, para muchos de los entrevistados, la ayuda no llega a quién la necesita (opinión que comparte el 79% de los que afirman que la ayuda sirve de poco).

El desarrollo del segundo eje de la línea argumental de Jeffrey Sa-chs ponía el énfasis en las soluciones. Y, de acuerdo con el perfil de ciudadano antes aludido, el principal obstáculo a este objetivo discursivo es la idea extendida de que la ayuda no llega a quien la necesita. En primer lugar, Sachs ha tenido el acierto de reconocer las ocasiones en las que la ayuda ha sido ineficaz. Desde su indepen-dencia ha señalado, por ejemplo, los fracasos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial en la década de los años ochenta y noventa. Ambas instituciones preconizaron en exceso la reducción del gasto público en lugar de la condonación razonable de la duda. Consecuentemente, dieron una importancia exagerada a la apertura de mercados, olvidando que el desarrollo del tejido privado exige también enormes inversiones públicas en infraestrucutra, medioam-biente, educación o salud. Este mensaje no ha sido políticamente correcto en Estados Unidos pero se hacía necesario aprender de los errores pasados. En sus documentos y estudios, junto a la con-vicción de que los objetivos de desarrollo del milenio para erradicar la pobreza son alcanzables, hay claras críticas al sistema de ayuda internacional y propuestas para su mejora. Sachs no oculta que el entramado de ayuda multilateral actúa sin coordinación, que los ins-trumentos que se emplean son “cortoplacistas”, que hay que acom-pañar una ayuda creciente con un apoyo técnico para aumentar las capacidades en los países receptores, que la condonación de la deuda no se hace en función del logro en el cumplimiento de los ob-

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jetivos de desarrollo del milenio y que los países desarrollados siguen siendo poco coherentes en sus políticas públicas, en detrimento de sus iniciativas de desarrollo internacional.

Otro de los asuntos repetidamente tratados por Sachs es el de un análisis sencillo pero riguroso de los vínculos entre pobreza, corrup-ción y ayuda externa. En la propia videoconferencia que ofreció a los alumnos de la Universidad Carlos III de Madrid, Sachs matizó que, desgraciadamente, la corrupción “ocurre casi en todos los sitios”, arremetiendo primero contra la corrupción en su propio país a través de contratos públicos por valor de miles de millones de dólares sus-critos por el gobierno federal con firmas que tenían conexión con la propia administración norteamericana.

Ya situados en la corrupción en los países menos desarrollados, Sa-chs intenta iluminar las causas del problema. El autor sostiene que tal corrupción es mayor en países dependientes de recursos naturales (petróleo, gas, diamantes). El hecho se agrava, además, en países en los que no se protegen los derechos civiles y la sociedad es débil para exigir a sus gobernantes un espíritu democrático y un estado de derecho.

Desgraciadamente, se evidencia que hay un cierto círculo vicioso entre un mal gobierno, corrupción y pobreza. No obstante, Sachs destaca que muchos países africanos son menos corruptos que otros países de análogo nivel de renta en otros continentes, por lo que la corrupción no es la primera causa de pobreza en África.

En cuanto a los donantes, hay suficiente información sobre los países receptores y la transparencia internacional. Así, por ejemplo, la “Guía Internacional de Riesgo por Países” evalúa la gestión económica del país y del sector público incluyendo su tasa de corrupción. En defi-nitiva, es posible examinar el grado del buen quehacer político para saber qué instrumentos utilizar en cada país para minimizar el riesgo

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de corrupción —y para saber a qué países y con qué argumentos negar la ayuda externa—.

Sachs señala que cierta ayuda directa como la ayuda que prestan las ONGD o similar es muy difícilmente desviable de su fin último. En el caso de enfermedades como la malaria, Sachs no ha cejado de insistir que la distribución masiva de mosquiteros tratados con insecticidas en regiones con malaria endémica ha demostrado ser enormemente eficaz en Níger, Etiopía, Togo o Santo Tomé, sin que la comunidad donante haga lo suficiente para adoptar esta medida a gran escala, pese a su reducido coste.

En síntesis, Sachs sale al paso del escepticismo ante la ayuda para el desarrollo mediante una autocrítica de la historia actual y reciente de la cooperación internacional, a la vez que destaca las numero-sas experiencias exitosas en cuanto a aumento de la esperanza de vida, la reducción de la mortalidad materno-infantil. Con ello, Sachs pone de manifiesto la ignorancia aún consolidada en las sociedades de países desarrollados sobre los compromisos internacionales que asumen sus propios gobernantes y sobre el apoyo real que se ofrece a los países pobres.

Para finalizar este eje sobre acción y soluciones, cabe destacar la confianza que muestra Sachs en la ciencia y la tecnología como bases de su mensaje esperanzador. El autor parte de soluciones que ya funcionan: vacunas, antibióticos, complementos alimenticios, semillas, fertilizantes, infraestructura vial e hídrica, capacitación pro-fesional, y tecnología de futuro. Sachs defiende el uso de semillas genéticamente modificadas, tolerantes a la sequía, como motor del desarrollo agrario en muchos países pobres, o el fomento de ener-gías limpias (la energía solar, entre otras) por su enorme potencial para generar desarrollo sin agravar el cambio climático o la educa-ción de la mujer. Mediante estas medidas, advierte de la existencia de soluciones, pero también de recursos factibles. Así, por ejemplo, el compromiso de que el mundo desarrollado done cada año el 1%

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de su PIB puede ser asumido, según los cálculos de Sachs: donar unos 245.000 millones de dólares de una sociedad rica que tiene unos ingresos de más de 35 billones de dólares al año.

Tercer eje: el compromiso con el desarrollo internacional; las implicaciones para un mundo globalizado. La interconexión de los problemas de desarrollo, más allá de la ética de los paí-ses desarrollados. La coherencia al servicio del desarrollo.

El problema existe, es real, tiene solución, y uno puede comprome-terse a ello. Para llegar a una solución definitiva de la pobreza, hay que comprometerse con las soluciones, lo cual, desde el punto de vista de Jeffrey Sachs, supone movilizar también a las sociedades de los países ricos en el sentido de que, no actuar contra la pobre-za, tiene un coste no sólo para los países en desarrollo, sino para el mundo en su conjunto.

En este punto, hay que asumir que se pueden hacer las cosas mejor para que, efectivamente, la ayuda llegue a quién la necesita. Aún reconociendo que hay esperanza y soluciones, todavía existen es-collos a vencer que varían de unos países a otros según del aspecto del que se trate. En este sentido, Jeffrey Sachs sabe que, en Esta-dos Unidos, no se ha ganado aún la batalla de la cantidad de la ayu-da, ni tampoco la de la calidad de la ayuda. El autor reconoce que la mayoría de los ciudadanos estadounidenses piensa que su admi-nistración es mucho más generosa en el panorama internacional del desarrollo de lo que realmente es en la práctica (hasta 10 ó 30 veces más de lo que en realidad se desembolsa, que aunque en términos absolutos es mucho, no lo es en términos relativos ya que Estados Unidos canalizó en 2007, sólo un 0,16% de su PIB5). La confusión y el desconocimiento ciudadano manifiesto en la opinión pública sobre las actuaciones de sus propios gobernantes es el mayor lastre en el camino de la solidaridad internacional y, por consiguiente, de la lucha contra la pobreza. Ante este panorama Sachs no se ha cansado de

5 Porcentaje de las ayudas oficiales al desarrollo desembolsados por los países donantes, según los datos de la OCDE en 2007: http://stats.oecd.org/wbos/Index.aspx?datasetCode=ODA_DONOR.

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denunciar el descrédito de los países ricos por el incumplimiento rei-terado de sus compromisos en cuanto a cantidad de la ayuda. Por ejemplo, acusa al G8 de incumplir su objetivo de 2005 de doblar la ayuda a África para el 2010, compromiso para el que no se ha que-rido hacer seguimiento alguno ni elaborar un plan de acción y que se está incumpliendo, como afirma incluso el Banco Mundial, a pesar de que no supone ni una centésima del PIB de los países donantes. En una entrevista publicada en prensa (El Mundo 26/05/2007), Sa-chs animó a España a promover mayores ayudas a África entre los estados miembros de la Unión Europea y, junto a esto, a concienciar a Estados Unidos de que esta ayuda es vital.

Afortunadamente, en España el debate sobre la cantidad de ayuda oficial al desarrollo está claro hasta cierto punto. En este debate, las ONGD españolas han tenido un papel esencial, puesto que se han convertido en el motor de reivindicación del 0,7% del PIB para ayudar a los países menos desarrollados. Esta reivindicación ha calado tanto en la opinión pública como en la clase política y está permitiendo que la ayuda española crezca con rapidez. En 2007 supuso el 0, 41% del PIB6.

Pese al escepticismo sobre su eficacia, la sociedad (un 85%) cree masivamente que España debe cooperar internacionalmente para ayudar a los países menos desarrollados. A la hora de valorar la mag-nitud de los recursos que se dedican en el país a este fin, llama la atención que la opinión pública esté dividida entre quienes opinan que los recursos son bastantes y quienes creen que los recursos son pocos, el 35% en ambos casos (un 5% opina que se destinan muchos recursos frente a un 4 % que piensa que son muy pocos). En general, resulta positivo que prácticamente todos los ciudadanos han oído hablar del 0,7 % (casi siete de cada diez españoles, según la Estrategia de Educación para el Desarrollo de la Cooperación Es-pañola), y son mayoría los que piensan que hay que dedicar más re-

6 Como en años anteriores, el país que más AOD aporta sigue siendo Estados Unidos, con 21.800 millones de dólares. Sin embargo, esta cifra supone “una caída del 9,9% en términos reales”, y la proporción con respecto a su PIB cae hasta el 0,16%, frente al 0,18% del año anterior. AOD representa en cuanto al PIB español, el 0,41%. España ha sido el país que más creció en 2007 en % de AOD.

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cursos (44%), frente a los que piensan que la situación puede quedar igual (30%), o debe ir a menos (9 %)7.

No obstante, pese a que la opinión española conoce en su mayoría los compromisos adquiridos respecto a la cantidad de la ayuda y es favorable a que la política de cooperación internacional se refuerce, es bueno recordar que todavía queda por avanzar respecto al cono-cimiento de los compromisos internacionales. Según la Estrategia de Educación para el Desarrollo de la Cooperación Española 2008, seis años después de la adopción de los Objetivos del Milenio, sólo uno de cada cuatro españoles tiene conocimiento de ellos. Se trata de un dato negativo en términos absolutos. Pero resulta relativamente bueno si lo comparamos con las estimaciones del propio Sachs so-bre la situación en su país, donde sólo uno de cada mil ciudadanos estadounidenses está al tanto de estos objetivos.

A modo de conclusión

Siguiendo con el caso de España, llama la atención comprobar que la mayoría de la sociedad española piensa que el móvil de la ayuda a la cooperación de unos países a otros más deprimidos, está en los intereses propios del país donante (39%), por encima de los motivos éticos y la solidaridad (26%). Además, figuran las presiones externas o internacionales (17%).

¿Son estas sospechas de los ciudadanos mitos a desmontar? Hasta cierto punto, del mensaje de Sachs se deduce que la opinión pública española está bien encaminada. Como ya se ha mencionado antes, es difícil aumentar la eficacia de la ayuda si no se eliminan algunas malas prácticas en cooperación internacional. Así, es preciso ligar la ayuda al desarrollo a intereses nacionales, y mantenerla aislada de políticas que, a menudo, parecen ir en direcciones opuestas a la política del desarrollo. Quizá por esta desconfianza a que las políti-cas nacionales puedan ser desinteresadas, destacan otros datos del estudio anterior, según los cuales la mayoría de los españoles opina

7 Estrategia de Educación para el Desarrollo de la Cooperación Española, Ministerio de Asun-tos Exteriores y Cooperación, 2008.

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que los organismos internacionales —como Naciones Unida— de-berían tener la mayor responsabilidad en ese tipo de ayudas. Esta in-tuición por parte de la sociedad española implica que, efectivamente, hace falta un marco internacional multilateral para dar respuesta a un problema global como el de la pobreza.

En este contexto global, es conveniente que exista un marco inter-nacional de actuación (como los Objetivos de Desarrollo del Mile-nio aunque muchos los desconozcan) que permita que todos los estados, donantes y receptores, compartan los mismos objetivos y trabajen coordinadamente.

Organismos como Naciones Unidas tienen, por lo demás, una ca-pacidad especial para coordinar políticas internacionales intentando hacer compatibles objetivos de desarrollo con objetivos medioam-bientales, y de respeto a los Derechos Humanos, que sólo recien-temente se perciben como interconectados. Ello no debe de obviar que los Estados se convierten en actores principales del cometido de aplicar políticas coherentes, en campos a menudo contrapuestos como pueden ser la solidaridad internacional, el comercio y la política exterior.

Para avanzar en este sentido, conviene que los medios de comuni-cación y la sociedad civil participen del seguimiento de las políticas en materia de desarrollo internacional, evidenciando las incoheren-cias de los estados o el incumplimiento de los compromisos adqui-ridos, si los hay.

Sachs apunta a que es especialmente clave el papel de los periodis-tas, quienes a menudo ven más incoherencias en las celebridades comprometidas con el desarrollo, que en los propios gobernantes que faltan a su palabra. El autor reivindica un análisis periodístico más en profundidad de los problemas del mundo en desarrollo, menos cortoplacista, que vaya más allá del mero relato de catástrofes natu-rales o conflictos bélicos, para centrarse en la denuncia rigurosa de

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los círculos viciosos de pobreza, de las interconexiones entre dete-rioro medioambiental, dependencia de recursos y falta de respeto a los derechos humanos. Por lo demás, este compromiso comunicativo con el interés y la ayu-da efectiva de las sociedades de países en desarrollo con aque-llos menos desarrollados refleja una solidaridad comprensible. ¿Qué puede hacer cualquier persona de un país rico para dar cauce a dicha solidaridad? Aparentemente, muchas cosas: dar donativos a entidades que gestionan la ayuda para el desarrollo, hacerse socio o voluntario de alguna de estas entidades, denunciar las injusticias so-ciales, así como declararse en contra de la inequidad en la distribu-ción de la riqueza, los conflictos ilegítimos y otras formas de violación de los derechos humanos.

Los ciudadanos también pueden movilizarse para lograr que, desde todas las instancias, especialmente las políticas, se adopten pos-turas que fomenten la justicia y la solidaridad. Este camino debería conducir, finalmente, a ser un ciudadano coherente, que adecua sus pautas de consumo y su paso por la vida de las sociedades de-sarrolladas, que tiene en cuenta lo externo, lo lejano, cuando decide sobre lo local y lo nacional.

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VI. DESARROLLO Y LIBERTAD DE EXPRESIÓN EN UN MUNDO GLOBALRafael Jiménez ClaudínReporteros Sin Fronteras

Los informes sobre la libertad de expresión en el mundo, elaborados anualmente por Repor-teros Sin Fronteras (RSF), ponían de manifies-to en el inicio del siglo XXI que el conjunto de países miembros de las Naciones Unidas eran conscientes de que la globalización de las co-municaciones, apoyadas en unas nuevas tec-nologías con capacidad para mostrar imáge-nes en directo en puntos opuestos de la Tierra, había dejado obsoletas las legislaciones que daban soporte al conocido artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, que recoge el derecho de todo indi-viduo a la libertad de opinión y de expresión, y que señala que este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

En lo que no había acuerdo era en el sentido que tenían que tener las nuevas leyes, porque

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si en una tercera parte de esos países la necesidad era profundizar en las libertades fundamentales de las personas y facilitar el acceso a la información, en otra tercera parte se veía con preocupación la po-sibilidad de que una sociedad adormecida pudiera tomar conciencia de sus posibilidades, y en otra tercera parte se consideraba direc-tamente un peligro que se llegara a saber que había otras opciones para gestionar los recursos del país.

“Malos tiempos para la libertad de prensa este primer año del tercer milenio: en todos los continentes, el ejercicio de ese derecho funda-mental que, junto a algunos otros, es constitutivo del funcionamiento democrático en cualquier sociedad, fue víctima de graves ataques, dirigidos contra los medios de comunicación y contra quienes los hacen. Ataques físicos, contra las personas: amenazas, golpes y he-ridas, asesinatos; Efectuados al amparo de leyes represivas: censu-ra, prohibiciones de publicación, detenciones, condenas de cárcel; Dirigidos contra las propias instalaciones: antenas, imprentas, sedes de empresas. De forma general, el balance es triste: la situación de la libertad de prensa en el mundo se degradó claramente en 2001”, decía entonces RSF.

Aun con esta percepción negativa de la situación, en la que dos terceras partes de los países del mundo enfrentaban problemas de libertad de expresión y serios recortes o incluso la inexistencia de libertad de prensa, en la ONG se planificaban iniciativas con un cierto optimismo sustentado en que Internet se configuraba de año en año como la gran aliada de las libertades conculcadas y las nuevas tec-nologías de la información y la comunicación abrían continuamente ventanas de libertad en los lugares más recónditos del planeta, ven-tanas que parecían muy difíciles de cerrar.

La globalización de la economía suponía otro factor de ayuda en aquellos países en que impulsaba el desarrollo, porque la libre cir-culación de capitales y las inversiones cuantiosas exigen la libre cir-culación de la información y soportes de prensa, radio y televisión,

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también en la Red, libres de sospechas de manipulación y, por lo tanto, de censura en el ámbito del periodismo económico. Así, junto a las cotizaciones de bolsa aparecían en los medios explicaciones sociales y políticas del porqué de las alzas y bajas, que permitían incluso en los escenarios más cerrados emerger problemas de los que nunca se hablaba en voz alta.

Un recorrido geográfico

Los datos recopilados por RSF a partir del año 2000 sobre la exten-sión de las libertades de expresión y de prensa indican que no hay continente en el que no se conculquen estos derechos en alguna manera.

En África se detectan casos graves de desprecio a estas libertades de expresión y de prensa, como en Eritrea o en la vecina Etiopía, pero en países menos represivos, e incluso con gobiernos democrá-ticamente elegidos, la prensa independiente era y es también objeto de acoso policial y se controla la información de los corresponsales extranjeros.

En el continente americano México se ha configurado como el país más peligroso para el ejercicio del periodismo por la infiltración del narcotráfico en los poderes del estado, y el gobierno de Cuba man-tiene para la isla el dudoso honor de ser la segunda cárcel del mundo para la prensa. En el resto de América Central y del Sur se produce el dominio de los políticos sobre los medios de comunicación, y ello lleva a la autocensura. La impunidad es otra lacra y diferentes go-biernos tienen pendiente aclarar asesinatos y desapariciones en los que aparecen conexiones entre responsables políticos y el crimen organizado.

La censura sigue imperando en la mayoría de los países asiáticos. El caso más clamoroso es el de Corea del Norte, pero los otros re-gímenes comunis¬tas de Laos, Vietnam y China Popular utilizan a la

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prensa pública para difundir el mensaje del partido único, mientras que la censura previa impuesta en Birmania por la junta militar es im-placable. Pero Asía es también ejemplo de nepo¬tismo y corrupción entre los políticos locales, y en aquellos donde las leyes no permi-ten encarcelar a los periodistas se contrata a pistoleros a sueldo para las represalias. La religión también es una fuente de censura y autocensura. En Afganistán y Pakistán, criticar a las auto¬ridades religiosas puede suponer una denuncia por blasfemia y una condena de muerte.

Paradójicamente, nunca como ahora ha habido en Asia tantos cana-les de televisión, radios, sitios informativos de Internet y publicacio-nes privadas, que intentan llevar a las poblaciones la información de la que se vieron privadas durante mucho tiempo. Impulsados inicial-mente por el periodismo económico, ahora, siete de entre los diez diarios más difundidos son asiáticos y el continente concentra, con mucho, el mayor número de internautas. En Europa se viven tiempos de incertidumbre, que ha afectado inclu-so a algunos países de la Unión Europea en los que han aparecido la censura o la autocensura cuando se abordan asun¬tos religiosos, sobre la dignidad de los jefes de Estado, o en la evoca¬ción de acontecimientos históricos como es el caso del genocidio armenio. En Rusia, desde el año 2000, han asesinado a más de veinte pe-riodistas y en los países que emergieron de la antigua URSS se han multiplicado las agresiones a periodistas y el acoso de la prensa de oposición.

Otro dato negativo es que los intentos de vulnerar el secreto de las fuentes se han intensificado en las grandes democracias y en Fran-cia, Alemania e Italia se han producido interrogatorios y registros en las redacciones o en el domicilio de periodistas, al considerar las instituciones judiciales que es una práctica válida cuando investigan denuncias por revelación de secretos oficiales.

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En Oriente Medio, los profesionales de los medios de comunicación siguen pagando la inestabilidad que caracteriza a la región desde hace décadas. En Iraq han muerto más de 300 profesionales de la información desde el comienzo del conflicto, en marzo de 2003. Los Estados de la región no han experimentado avances democráti¬cos y los periodistas están sometidos a los caprichos de monarcas y presidentes “vitalicios”. El tratamiento de las cuestiones religiosas si-gue siendo muy delicado y los periodistas que comentaron las ca-ricaturas del profeta Mahoma vieron como las autoridades cedieron a las presiones de los islamistas en lugar de defender la libertad de expresión.

Aunque varios países de la región han iniciado la vía de la moderni-zación, la apertura total del espacio político sigue siendo una utopía. Abdallah II en Jordania, Mohammed VI en Marruecos y también el presidente egipcio Hosni Mubarak, quieren aparecer como aban-derados de reformas democráticas, pero han iniciado este camino estableciendo al tiempo un mayor control en los medios de comu-nicación, y en estos países, cada vez que los periodistas abordan cuestiones sensibles, como la religión, o se atreven a cuestionar el poder establecido, les acusan de delitos de opinión.

En los países del Golfo, la libertad de expresión de que gozan al-gunos canales de televisión por satélite, como Al-Jazira en Qatar o Al-Arabiya en Arabia Saudí, queda contrarrestada por el silencio que impera cuando se trata de informar sobre los gobiernos que les acogen y financian.

Hacer un análisis geográfico de la situación de las libertades de ex-presión y de prensa es ilustrativo, pero puede ser útil hacer otro aná-lisis sociológico para determinar qué fuerzas o poderes se oponen a estas libertades fundamentales y cómo actúan según su capacidad coercitiva.

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En una relación no excluyente se puede hacer un listado con ejérci-tos regulares actuando sobre el terreno, fuerzas paramilitares, grupos guerrilleros o insurgentes, grupos del extremismo religioso, mafias económicas y del narcotráfico, partidos totalitarios, monarquías ab-solutas, dictaduras militares o populistas.

Cuando tienen el poder político, estos elementos recurren a la censu-ra y al encarcelamiento para intimidar a los medios y a los periodistas, y cuando no tienen ese poder recurren a la amenaza, a la agresión y al asesinato, para disuadir a los medios y provocar la autocensura de los periodistas.

El informe sobre la libertad de prensa en el mundo elaborado por RSF con datos recogidos en 2007 indica que en el Magreb y Oriente Medio es donde más periodistas murieron, 48 sobre 86 asesina-tos constatados, seguidos de Asia (17/86), África (12/86), América (7/86) y Europa y ex URSS (2/86).

Asia es donde más periodistas fueron detenidos, 430 sobre 887 periodistas, fotógrafos y reporteros encarcelados, seguido de África (162/887), Magreb y Oriente Medio (132/887) América (86/887) y Europa y ex URSS (77/887).

América es el continente en el que más se agredió y amenazó a periodistas, 626 sobre 1.511 casos censados, seguidos de Asia (562/1.511), África (145/1.511), Magreb y Oriente Medio (95/1.511) y Europa y ex URSS (83/1.511).

Asia tuvo el record de medios censurados, 273 sobre 528 cono-cidos, seguido de América (91/528), África (61/528), Europa y ex URSS (60/528) y Magreb y Oriente Medio (43/528). En este campo hay que señalar que la autocensura juega a favor de que se consta-ten menos casos de censura impuesta desde gobiernos o poderes fácticos.

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Magreb y Oriente Medio es la zona geopolítica donde más perio-distas fueron secuestrados, 29 sobre 67, seguido de Asia (23/67), América (11/67), Europa y ex URSS (3/67) y África (1/67).

Los depredadores de la libertad de prensa

Una de las herramientas que está demostrando ser más eficaz en la estrategia de RSF es la “lista de los depredadores de la libertad de prensa” en el mundo que mantiene la Organización actualizada día a día, para que quienes la integran sientan una presión constante y, en alguna manera, temor por su futuro porque, aunque con lentitud, se sabe que la justicia internacional va dando pasos para que tengan que rendir cuentas de sus acciones.

En realidad, la lista está directamente relacionada con las personas y colectivos que citábamos en el análisis sociológico, ya sea como responsables o como inductores, e incluye a presidentes, ministros, jefes de estado mayor, jefes religiosos o líderes de grupos armados con poder para censurar, encarcelar, secuestrar, torturar y, en el peor de los casos, asesinar a periodistas.

Está en esta lista Abdallah ibn Abdulaziz Al-Saud1, sexto monarca de Arabia Saudí, porque bajo su autoridad, el mantenimiento al frente del Estado de la familia real de los Al-Saud, y la supremacía de la ideolo-gía wahabita, pasan por un control sin fisuras de la información.

Los grupos armados islamistas2 de Afganistán, Pakistán e Iraq están en la lista por secuestrar y asesinar periodistas, además de incitar a la autocensura en las redacciones de estos países mediante llama-mientos contra los periodistas que consideran “infieles”.

En Azerbaiyán, Ilham Aliev3 ha destacado por el trato brutal a la opo-sición y los periódicos cercanos a ella, y los que denuncian la ram-pante corrupción del país, son objetivo de su policía.

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Alexandre Lukachenko4, desde su elección al frente de Bielorrusia en 1994, ha conseguido un currículum vitae de lo más deprimente en el control de los medios de comunicación críticos con el puño de hierro con que gobierna el país.

En Birmania, enfrentado por primera vez desde 1990 a un amplio movimiento de protesta, el generalísimo Than Shwe5, jefe de la Junta Militar, ha ordenado la detención sistemática de los reporteros que recojan testimonios de la represión, y corta Internet durante semanas en los periodos más críticos.

El Presidente de la República China y secretario general del Partido Comunista (PC), Hu Jintao6, para desarrollar la “sociedad armoniosa” y contrarrestar las “fuerzas hostiles” a la Nación, utiliza el Departa-mento de Propaganda y la policía política para impedir que los me-dios de comunicación cubran libremente la situación social.

En Colombia, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)7 recurren a métodos mafiosos como la extorsión, el secues-tro y el narcotráfico, actividades en las que, además del secuestro de medio centenar de periodistas desde 1997, hacen prácticamente imposible el trabajo de los periodistas en las regiones que contro-lan.

También en Colombia, Diego Fernando Murillo Bejarano8 “Don Ber-na” ha reagrupado su potente milicia de extrema derecha al servicio de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) en una veintena de bandas armadas que se dedican al asesinato por contrato y al narcotráfico.

En una película propagandística, difundida en uno de los pocos si-tios de Internet favorables al régimen norcoreano, se presenta a Kim Jong-il9 como el inspirador directo de los periodistas y se le ve dando órdenes a reporteros y corrigiendo editoriales. Un error ortográfico en su nombre, o una simple observación negativa de su recorrido, o su

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política, pueden llevar al autor a uno de los campos de reeducación ideológica, instalados en el país.

En Cuba, retirado del poder desde el 31 de julio de 2006 por razones de salud, Fidel Castro cedió oficialmente las riendas del poder a su hermano Raúl Castro10 el 24 de febrero de 2008, quien, a pesar de algunas declaraciones de apertura, no ha terminado con el control que impera en la información cubana.

El presidente de la joven república de Eritrea, Issaías Afeworki11 no esconde su predilección por el totalitarismo. Para él, la soberanía de su país tiene un precio y las libertades están oficialmente “suspen-didas” desde 2001. No existe prensa privada y sólo subsisten los medios de comunicación del Estado, cuya línea editorial es digna de la época soviética.

Desde su creación en julio de 1959, la organización terrorista vas-ca Euskadi Ta Askatasuna (País Vasco y Libertad), conocida con el acrónimo de ETA12, tiene el control de la información como un reto esencial para la organización y considera a los periodistas críticos con sus atentados “enemigos de la causa”.

El antiguo sargento golpista Yahya Jammeh13, convertido en Jefe del Estado de Gambia a los 29 años, reivindica el desprecio que siente por los periodistas y su guardia pretoriana y sus servicios de inteli-gencia le sirven para silenciar a los medios de comunicación de este pequeño país anglófono, enclavado en Senegal.

Teodoro Obiang Nguema14, el presidente que la radio nacional pre-senta como el “Dios de Guinea Ecuatorial”, mantiene un control ab-soluto sobre este pequeño país petrolífero del Golfo de Guinea y en el territorio no se publica ningún medio de comunicación privado, excepto un boletín prácticamente confidencial de un partido de opo-sición, al que las autoridades acosan frecuentemente.

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El ayatolá Alí Jamenei15, Guía Supremo de la República de Irán, ha consolidado en los dieciocho años que lleva en el poder la línea ul-traconservadora puesta en marcha por su antecesor y controla las principales instituciones políticas del país y la red pública de la ra-diotelevisión iraní. Se le consulta además para elegir al Ministro de Cultura y Orientación Islámica, responsable de una inmensa mayoría de las detenciones de periodistas acusados de de estar manipula-dos por fuerzas extranjeras, empeño en el que es secundado por el presidente del gobierno, Mahmud Ahmadineyad16, quien se encarga de la represión de los periódicos reformistas.

Las Fuerzas de Defensa Israelíes17 mantienen la impunidad en las agresiones de sus soldados a la prensa y las investigaciones efec-tuadas por el ejército israelí en casos de asesinatos de periodistas no han concluido con sanciones a los soldados incriminados.

Desde que, en 2005, fue reelegido para siete años con el 91% de los votos, Nursultán Nazarbaev18 no ha hecho nada para abandonar su estatuto de predador de la libertad de prensa. El presidente de Kazajistán, para proteger su reputación, ha conseguido que se pue-da condenar con penas de cárcel cualquier insulto a su honor y su dignidad.

En Laos, el jefe del Estado y jefe del Partido Popular Revolucionario, Chummaly Sayasone19 ha bloqueado cualquier apertura en el terre-no de la información, condenando a los medios de comunicación a reproducir dócilmente la propaganda oficial.

Desde la Revolución Verde, de hace 39 años, el “hermano líder” Muamar El Gadafi20 mantiene a los periodistas sin ningún margen de maniobra y al servicio de la maquinaria propagandística del culto a la personalidad.

En Maldivas, frente a unos medios de comunicación cada vez más independientes, las fuerzas de seguridad maldivas (Star Force Poli-

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ce21), dirigidas por Adam Asir, no dudan en detener, agredir, amena-zar o citar a los periodistas críticos.

En México, desde finales de los años 90, cuatro Carteles de la dro-ga22, los de Tijuana, Sinaloa, Ciudad Juárez y el Golfo, se dedican a una guerra sin cuartel en la que los periodistas se encuentran en primera línea de las represalias de las bandas.

En Nepal, en 2007, no menos de 90 profesionales de los medios fueron agredidos, amenazados u obligados a huir de su ciudad, como consecuencia de las amenazas de militantes armados23, so-bre todo del Janatantrik Terai Mukti Morcha (JTMM) y del Madhesi Tigre Nepal (MTN).

El State Security Service (SSS)24 de Nigeria, colocado directamente a las órdenes del Presidente de la República, se ha convertido en el ejecutor del trabajo sucio del poder en el saqueo de redacciones, detenciones ilegales y detenciones en secreto de periodistas.

El presidente de Ruanda, Paul Kagame25, ha demostrado que no basta con tener una Constitución que proclame la libertad de prensa para que eso sea una realidad, ya que no tolera ninguna pregunta embarazosa en sus conferencias de prensa, denigra frecuentemente a los periodistas de la prensa independiente o califica a todos los medios de comunicación críticos de “Radio de las Mil Colinas”.

Tras ocho años al mando de Rusia, Vladimir Putin26 ha cambiado el Kremlin a principios de mayo de 2008 por la sede del gobierno ruso, desde donde ejercerá las funciones de Primer Ministro de Dmi-tri Medvedev, después de haber conseguido el progresivo control de los medios de comunicación gracias, entre otras actuaciones, al conglomerado público energético Gazprom, que ha convertido el pluralismo audiovisual en una quimera.

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Bachar el-Assad27, reelegido en 2007 para seguir al frente de Siria con más del 97% de los votos, mantiene un estado de excepción desde 1963 en el que las reformas democráticas, tales como la revi-sión del código de prensa, han quedado paralizadas.

El antiguo señor de la guerra Mohamed Omar Habeb, apodado “Mo-hamed Dhere“28, y el jefe de los servicios de inteligencia, Mohamed Warsame Darwish, son los responsables de la seguridad en Moga-discio y los principales inductores de numerosos ataques brutales, frecuentes detenciones arbitrarias y disparos deliberados sobre los pocos periodistas que siguen trabajando en Somalia.

También en Somalia, el grupo armado Al-Shabaab29, en su origen brazo armado de los tribunales islámicos, organiza ataques mortífe-ros contra el gobierno de transición y sus aliados entre los que inclu-ye “maestros, profesores universitarios, médicos y periodistas”.

El jefe supremo del movimiento separatista Liberation Tigers of Tamil Eelam (LTTE), Velupillai Prabhakaran30 no tolera ninguna voz disiden-te en las zonas de Sri Lanka que controlan sus tropas y pide a los servicios secretos del movimiento que creó en 1976 que refuercen la vigilancia de los periodistas tamules, amenazando a cuantos se atrevan a criticar abiertamente la actuación de su grupo.

A su vez, desde el gobierno de Sri Lanka, el hermano pequeño del presidente y secretario de estado de Defensa, Gotabhaya Rajapak-se31 ha declarado que “a los periodistas no se les debería dejar que escribieran sobre asuntos militares, y se debería actuar con firmeza con quienes lo hacen”.

En Cisjordania, las Fuerzas de Seguridad de la Autoridad Palestina32, bajo el control del presidente Mahmud Abbas, persiguen a los perio-distas cercanos a Hamas, partido en el poder en la Franja de Gaza, donde al mismo tiempo, los arrestos arbitrarios y las detenciones

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abusivas de periodistas se han multiplicado desde que, en junio de 2007, Hamas33 se hizo con el poder en la franja.

Desde que en 1987 Sine el-Abidine Ben Alí34 echó del poder al an-tiguo presidente Habib Burguiba a causa de su “senilidad”, controla férreamente el país y los medios de comunicación.

En Turkmenistán, a pesar de las declaraciones de intenciones y de las reformas prometidas, Gurbanguly Berdymukhammedov35 no ha hecho de la mejora de la libertad de expresión una de las prioridades de su mandato.

“Agitadores”, e incluso “terroristas” es lo que son los periodistas ex-tranjeros a los ojos de Islam Karimov36, el presidente de la Repúbli-ca de Uzbekistán, quien desde 2005 ha trabajado conscientemente para hacer imposible el trabajo de los medios de comunicación ex-tranjeros presentes en el país.

Nong Duc Manh37 es uno de los artífices de la lucha implacable con-tra los movimientos de oposición y las publicaciones disidentes en Vietnam.

En Zimbabue, Robert Mugabe38, uno de los jefes de Estado más ancianos del mundo, aplaudido cuando se hizo con el poder como “libertador” en la línea de Nelson Mandela, ha establecido la vigilancia y el control estricto de la prensa como una forma de luchar contra la “subversión extranjera”.

Internet en el punto de mira

Si alarmante es el listado de depredadores de libertad de prensa, la preocupación por la libertad de expresión llevó el 12 de marzo de 2008 a RSF a organizar el primer Día por la Libertad en Internet, en el que anualmente se llevarán a cabo acciones para denunciar la cibercensura en el mundo, la creciente represión de los “blogger” y

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los numerosos cierres de sitios en la Red, en respuesta a una situa-ción alarmante: en 2007 se cerraron, o hicieron inaccesibles, más de 2.600 sitios de Internet, blog o foros de discusión.

A partir de 2008, cada 12 de marzo se actualizará una lista de los ‘Enemigos de Internet’ que en 2008 incorporaba dos países: Etiopía y Zimbabue, que se sumaban a los trece existentes en 2007: Arabia Saudí, Belarús, Birmania, China, Corea del Norte, Cuba, Egipto, Irán, Uzbekistán, Siria, Túnez, Turkmenistán y Vietnam.

En estos países, en los que normalmente se agrede a los medios de comunicación tradicionales, el índice de penetración de Internet es muy débil aunque suficiente como para preocupar a sus líderes que optan por una amplia gama de acciones de censura adaptadas a la Red, entre ellas legislaciones especiales, persecución en los ciber-cafés o control de los proveedores de acceso.

Otros once países quedaban bajo vigilancia en marzo de 2008: Bahrein, Emiratos Árabes Unidos, Eritrea, Gambia, Jordania, Libia, Malasia, Sri Lanka, Tayikistán, Tailandia y Yemen. A diferencia de los primeros, no encarcelan a los “blogger” ni censuran masivamente la Red, pero mantienen un marco jurídico que permite amordazar Inter-net cuando lo consideran oportuno.

Sus autoridades judiciales o políticas utilizan a veces las leyes an-titerroristas para vigilar y localizar a opositores y militantes que se expresan en la Red. Lamentablemente, en este ámbito ha habido que incluir a unos actores inesperados, a las grandes empresas oc-cidentales de servicios en Internet que se convierten en cómplices de esos gobiernos en la censura y persecución de “blogs” con con-tenidos críticos y en la identificación de sus editores.En 2007, la empresa norteamericana Yahoo! tuvo que presentar ex-cusas por el ’malentendido’ que permitió una condena de diez años de cárcel en China al periodista Shi Tao. En total, cuatro ciberdisiden-

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tes chinos resultaron detenidos porque la empresa facilitó sus co-rreos electrónicos con el argumento de “obedecer las leyes locales” que obligan a identificar a los internautas considerados peligrosos.

China es el país que destina más recursos a la investigación en siste-mas informáticos que permitan establecer mecanismos de censura y represión de los nuevos medios de comunicación. En el informe “Viaje al corazón de la censura en Internet”, publicado en 2007, RSF recogía los testimonios de un técnico chino que explicaba cómo las diferentes administraciones estatales ejercen un control muy estric-to sobre los contenidos digitales, incluyendo la obligación para las empresas de alquiler de espacios de firmar un pacto de autodiscipli-na. Los sitios informativos independientes con sede en el extranjero, como la plataforma Boxum, sufrieron violentos ataques de piratas informáticos, “hackers”, procedentes de China.

El por qué de esta situación

Si iniciábamos este trabajo con un texto tan claro a favor de la libertad de expresión como es el del artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, la pregunta lógica es el porqué de la situación tan negativa que queda dibujada finalmente, y la respues-ta hay que encontrarla en las limitaciones que se han ido imponiendo en otras instancias internacionales para garantizar otros derechos y que al poder ser objeto de diferentes interpretaciones acaban facili-tando la censura.

Así, en el Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Hu-manos y Libertades Fundamentales39 suscrito el 4 de noviembre de 1950 por los estados miembros del Consejo de Europa aparece un artículo 10 en sintonía con la Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, pero con un añadido que aclara que “... El presente artículo no impide que los Estados sometan a las empresas de radiodifusión, de cinematografía o de televisión, a un régimen de autorización previa. El ejercicio de estas libertades, que

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entrañan deberes y responsabilidades, podrá ser sometido a cier-tas formalidades, condiciones, restricciones o sanciones previstas por la ley, que constituyan medidas necesarias, en una sociedad democrática, para la seguridad nacional, la integridad territorial o la seguridad pública, la defensa del orden y la prevención del delito, la protección de la salud o de la moral, la protección de la reputación o de los derechos ajenos, para impedir la divulgación de informaciones confidenciales o para garantizar la autoridad y la imparcialidad del poder judicial”.

Si leemos estas limitaciones en relación con las interpretaciones que se le han dado a los diferentes conceptos en varios países europeos y que han conducido a guerras trágicas con casos denunciados de genocidio y limpieza étnica, podemos atisbar el peligro que supone para la libertad de expresión el establecer cautelas que no cuentan a su vez con las debidas garantías de que no se utilizarán con fines espurios.

La UNESCO estableció inicialmente en su XXV Convención40, ce-lebrada en 1989, que uno de sus objetivos fundamentales es “fo-mentar la libre circulación de la información en el plano nacional e internacional; promover la más amplia y equilibrada difusión de la información sin trabas a la libertad de expresión, y desarrollar todos los medios adecuados para fortalecer las capacidades de comuni-cación en los países en vías de desarrollo, con el fin de aumentar su participación en el proceso de comunicación”.

Pero la propia Carta de las Naciones Unidas41 establece en el párrafo 7 del Artículo 2 que ninguna disposición autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la juris-dicción interna de los Estados, ni obligará a los Miembros a someter dichos asuntos a procedimientos de arreglo conforme a la Carta de las Naciones Unidas, estipulación que se conoce como “principio de no injerencia” y que ha permitido a los países represores de los

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derechos humanos hurtar el cumplimiento de sus obligaciones en materia de libertad de expresión al control internacional.

El artículo 20 de la Constitución Española42 de 1978 es uno de los más concisos en el mundo sobre libertad de expresión, ya que se reconocen y protegen los derechos: A expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción. A la producción y creación literaria, artística, científica y técnica. A la libertad de cátedra. A co-municar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión.

Establece seguidamente que el ejercicio de estos derechos no pue-de restringirse mediante ningún tipo de censura previa y que la ley regulará la organización y el control parlamentario de los medios de comunicación social dependientes del Estado o de cualquier ente público y garantizará el acceso a dichos medios de los grupos socia-les y políticos significativos, respetando el pluralismo de la sociedad y de las diversas lenguas de España.

Estas libertades tienen su límite en el respeto a los derechos recono-cidos en este Título, en los preceptos de las leyes que lo desarrollan y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia.

La lucha contra la impunidad

Una de las mayores lacras que padece la sociedad actual es la im-punidad que consiguen los inductores de la represión civil en con-flictos declarados o soterrados en múltiples países del mundo, a pesar de que el Tribunal Penal Internacional ha dado muestras de persistencia en la persecución de políticos y militares implicados en casos de genocidio, expulsión de residentes en lo que se conoce como limpieza étnica, violación sistemática de mujeres como arma

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de terror, secuestro de menores para utilizarlos como soldados o en prostíbulos en los campamentos.

En el ámbito de la comunicación, alrededor del 90 por ciento de los asesinatos de periodistas permanecen total o parcialmente impunes porque los gobiernos de esos países en los que se mata a periodis-tas apuestan por el tiempo y el olvido para proteger a los asesinos de cualquier sanción.

RSF lucha contra esa impunidad movilizándose, año tras año, por casos que pertenecen al pasado al constatar que, aunque en muy pocos casos, la obstinación de un juez ha conseguido cambiar el curso de la historia.

En Australia, un magistrado reconstruyó en detalle el asesinato de cinco reporteros en Timor, ocurrido en 1975. Sobre la base de de-cenas de testimonios, y entre ellos el del ex Primer Ministro austra-liano, el juez llegó a la conclusión de que fue un crimen de guerra, cometido por las tropas indonesias. Pero, inmediatamente Yakarta negó esas conclusiones, prolongando la impunidad de los militares acusados de las atrocidades en Timor.

En España, dos jueces distintos han abierto causas para que no queden impunes los asesinatos de José Couso en Iraq y de Ricardo Ortega en Haití.

En Filipinas, Nena Santos, abogada de la periodista asesinada Mar-lene Esperat, logró que la justicia se interesara por los autores inte-lectuales del crimen.

En 2008 se van celebrar dos juicios que son esenciales. El de los asesinos de Hrant Dink43, en Turquía, y el de los asesinos de Anna Politkovskaya44, en Rusia. Ambos crímenes, cometidos en países europeos, deben resolverse de forma ejemplar para garantizar la

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seguridad futura de los periodistas que trabajen en investigaciones sensibles en países con pocas garantías.

Como se explica en este texto, el mundo asiste en los últimos años a un declive en el ejercicio de la libertad de expresión, y su principal soporte, la libertad de prensa, se resiente también de las presiones para acallar u ocultar lo que no se quiere que se sepa. Pero, como también hemos explicado, esta tendencia negativa choca con otros intereses positivos, entre ellos conseguir un desarrollo económico y social que vaya eliminando las diferencias y termine con las migracio-nes económicas entre países y continentes.

Las Naciones Unidas han asumido que sin unas libertades efectivas de información y de prensa el desarrollo se dificulta y, por ello, entre los Objetivos del Milenio45 se incluye velar porque se puedan apro-vechar los beneficios de las nuevas tecnologías, en particular, los de las tecnologías de la información y de las comunicaciones.

En esta situación urge la adopción de una legislación europea que proteja eficazmente el secreto profesional como fundamento esencial de la libertad de prensa. Nicolas Sarkozy, presidente en este segun-do semestre de 2008 de la Unión europea, ha prometido la entrada en vigor de un nuevo texto de ley sobre la protección del secreto de las fuentes porque, explicó a primeros de año, “un periodista digno de tal nombre no facilita sus fuentes. Todo el mundo debe entender-le, y todo el mundo debe aceptarlo”.

No esperes a que te quiten la libertad de expre-sión para defenderla

Y en este escenario mundial, en el que el número de periodistas ase-sinados en el ejercicio profesional ha aumentado un 244 por ciento en cinco años, RSF mantiene sus iniciativas y su lema central: no esperes a que te quiten la libertad de expresión para defenderla, porque la propia magnitud de las cifras aportadas está provocando

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una reacción de la sociedad civil en la que va penetrando el mensaje de que, como destinatarios finales del trabajo periodístico, no pue-den permanecer impasibles y deben dar pasos para proteger sus derechos.

Algunos de los elementos que mantienen este optimismo ya se han esbozado: la globalización de las comunicaciones, las nuevas tec-nologías, el soporte de Internet; Y otros elementos han surgido como resultado de la gran difusión que se ha conseguido en la información de estos problemas en esa tercera parte de los países del mundo con garantías para una amplia libertad de expresión y de prensa.

Pero estos mensajes también llegan a través de los medios de co-municación comunitarios a sociedades que hasta ahora permane-cían aisladas y vía Internet a miles de “blogger” que las multiplican en red, consiguiendo un nivel de presión que hace una década parecía imposible.

La implantación mundial de Internet ha llevado a su vez a imaginar nuevas fórmulas de actuación en la red y el 12 de marzo de 2008 se estrenó la “cibermanifestación”, una actuación en la que las perso-nas comprometidas con los Derechos Humanos pudieron localizar en un mapa los países más conflictivos, acceder a sus ciudades y plazas más emblemáticas y unirse a los manifestantes que, durante veinticuatro horas, mantuvieron las pancartas levantadas con lemas en favor de la libertad de expresión y por la libertad de los periodistas y ciberdisidentes encarcelados.

En definitiva, RSF persigue que la sociedad esté sensibilizada de forma permanente, por el estado de la libertad de expresión y de la libertad de prensa en el mundo, y para ello busca la complicidad de otras organizaciones de la sociedad civil, de parlamentos y de go-biernos democráticamente elegidos, pero especialmente de los pro-pios periodistas porque esta profesión, el ejercicio del periodismo,

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sigue manteniendo un componente vocacional de mediación social que nos hace especialmente sensibles a la falta de estas libertades.

En una época en que el centímetro cuadrado de periódico y los se-gundos en la radio y la televisión alcanzan precios elevados, se pue-de constatar que se han incrementado de forma notable los espacios informativos en los que se tratan una gran parte de las denuncias que hacemos día a día sobre violaciones de la libertad de expresión y de la libertad de prensa en cualquier rincón del mundo.

En los últimos seis años en España, el 3 de mayo, día mundial de la libertad de expresión, se ha consolidado como una fecha emblemá-tica en la que partidos políticos, sindicatos, asociaciones civiles y or-ganizaciones no gubernamentales acompañan a los periodistas que presentan y comentan informes en las capitales de las comunidades autónomas, trabajos elaborados en parte con financiación pública y que se han comenzado a distribuir, inclusive, en catalán o en euskera con el apoyo de la Generalitat de Cataluña y del Gobierno Vasco.La complicidad de los periodistas se hace patente también cada 10 de noviembre, fecha en la que RSF convoca una jornada de solida-ridad con los periodistas encarcelados en el mundo por el ejercicio profesional. Más de 80 periodistas de unos 50 medios españoles participan en un programa de apadrinamiento de periodistas encar-celados, con el objetivo de dedicarles un espacio en la prensa, un hueco en la radio o la televisión en fechas significadas de sus vidas, para que no caigan el olvido y sientan que la sociedad está con ellos y con sus familias.

Y queda pendiente la Universidad, es necesario que los estudiantes de periodismo conozcan la realidad que hemos descrito sobre la libertad de expresión y la libertad de prensa en el mundo y tomen la decisión de de no ceder en la defensa de ambos derechos en el ejercicio profesional, de ser solidarios con los periodistas, fotógrafos y reporteros que arriesgan la vida en la cobertura de conflictos, pero también de ser solidarios con otros miles de profesionales de la co-

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municación que ejercen sin la cobertura legal y las garantías necesa-rias para desarrollar un trabajo con independencia de criterio.

El Código Deontológico del Sindicato de Periodistas de Madrid46 es-tablece, como otros muchos, que los profesionales de la comunica-ción deben rechazar cualquier tipo de presión de personas o grupos con intención de censurar, mediatizar o poner la información al servi-cio de sus intereses particulares, pero tiene un artículo 1 que a mi jui-cio resume los valores que respaldamos en RSF, cuando señala que: “El/la periodista tiene como principal misión suministrar libremente a la ciudadanía toda información veraz y defenderá las libertades de expresión, información y opinión al servicio de una sociedad libre, solidaria, justa y pacífica”.

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1 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=13582.

2 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=17556.

3 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=21953.

4 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=13631.

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6 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=6705.

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16 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=17548.

17 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=26825.

18 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=13635.

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27 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=13651.

28 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=26808.

Referencias de páginas web del capítulo

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29 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=26807.

30 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=26816.

31 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=26826.

32 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=26837.

33 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=26836.

34 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=13662.

35 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=26800.

36 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=13641.

37 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=1776.

38 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=13669.

39 http://www.ual.es/~canonico/legisla/derechoshumeurop.htm.

40 http://unesdoc.unesco.org/images/0008/000845/084552sb.pdf.

41 http://www.un.org/spanish/aboutun/charter.htm#Cap1.

42 http://www.la-moncloa.es/NR/rdonlyres/79FF2885-8DFA-4348-8450-04610A9267F0/0/constitucion_ES.pdf.

43 http://www.rsf.org/imprimir.php3?id_article=22828.

44 http://www.rsf.org/article.php3?id_article=23890.

45 http://www.odm.org.sv.

46 http://www.sindicato-periodistas.es/docs/basicos/codigo_deontologico.pdf

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VII. EL COMPROMISO DE LA INFORMACIÓN CON LA SOCIEDAD CIVILJosé Manuel González HuesaServimedia

Si repasamos la historia, nos damos cuenta de que los escritores nos han ido contando las di-ferentes crisis que la humanidad ha padecido. Estos intelectuales, que en algunos momentos asumían el papel de periodistas, de contado-res de la realidad, nos relataban con detalle el padecimiento que supone una crisis, la enfer-medad que provoca en la sociedad. Pero no-sotros somos débiles y muchas veces también sufrimos de amnesia, para eliminar de nuestra memoria nuestras debilidades.

En los libros de historia aparece la crisis de 1929 como la gran crisis económica del siglo XX. Una crisis incomparable con otras, aunque es verdad que en nuestro sistema económico contemporáneo padecemos una crisis cada diez años, aproximadamente. Igual que viene la crisis, se va, es un fenómeno irrefutable, pri-mero se padece, y luego se cura. Otra cues-tión es el tiempo que dura. Pero esta enferme-

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dad que hoy estamos padeciendo tiene otros matices que la hacen diferente.

Los expertos aseveran que es la peor crisis del siglo XXI, por tanto nosotros, los que estamos aquí, somos protagonistas, vamos a vivir, estamos viviendo, una de las peores epidemias sociales de este si-glo. Cuando pasen los años recordaremos este verano o este otoño del año 2008. Se lo contaremos a nuestros hijos, a nuestros nietos.

Como dicen los chinos, en los momentos difíciles también hay que ser positivos. Y está claro que ellos lo son, y si no basta recordar el reciente ejemplo de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Pekín, quizá hay un antes y un después del 8 del 8 del 2008.

Incluso una figura como Albert Einstein, quien sufrió entre otros epi-sodios la crisis del 29, dice lo siguiente: “En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.

Pues ahora es el momento de la imaginación. Hemos perdido parte de nuestros valores dogmáticos, ya no sabemos muy bien reconocer las ideologías, el mercado ya no es lo que era y los gobiernos toman decisiones tan importantes como nacionalizar bancos o fomentar el apoyo del Estado a la actividad privada.

Vivimos, en cierta medida, una crisis de ideologías. Incluso una crisis del imperio actual. No tenemos claro el papel de Estados Unidos, un país con un nuevo presidente, quien parece un rayo de esperanza en una situación de “crisis de proporciones históricas”, donde “la situación empeorará antes de mejorar” en palabras del propio Ba-rack Obama. Un país donde acaba de celebrarse el pasado 15 de noviembre la célebre cumbre de Washington, donde los líderes mun-diales, agrupados en torno al G-20, tratan de recuperar políticas para afrontar esta crisis planetaria.

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Pero EEUU no tiene la fuerza de antes, lo ha dicho el propio ministro alemán de Finanzas, Peter Steinbrück: “Esta crisis significa el fin de la hegemonía financiera americana en los próximos diez años”.

Estados Unidos tampoco pudo parar un movimiento ruso aquí, en Europa, en Georgia; no sabemos qué va a pasar en Irak tras la reti-rada de las tropas estadounidenses. ¿Qué hará Irán? ¿Arabia Saudí dejará que EEUU abandone Irak? ¿Cuál va a ser el papel del todo-poderoso lobby judío? ¿Qué va a pasar en Afganistán, donde se incrementarán las tropas norteamericanas y las de la OTAN? ¿Y en Pakistán? ¿China asumirá un papel todavía más preponderante? ¿Y la India? Y Europa, ¿cuál va a ser el papel de la Unión Europea en un momento interno de crisis?

Nos han cambiado los papeles, y en este momento de dificultad, en este momento de desmoralización, de crisis de valores, ha llegado la hora de que asuma más protagonismo la sociedad civil, es el mo-mento de las organizaciones, de las asociaciones, del denominado tercer sector, de una sociedad más articulada, que reclame y que denuncie aquello que no va bien. Y también es el momento de la comunidad intelectual, científica y académica.

Quizá es el momento de lo que Habermas y Gutmann denominan “la democracia deliberativa”: Una sociedad que delibera y discute sobre los valores sociales.

En el 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el propio Defensor del Pueblo Europeo, Nikiforos Diaman-douros, defiende “una Europa más comprometida con sus ciudada-nos”, y el derecho de estos a exigir explicaciones y una mayor hu-manización de las instituciones públicas y privadas, además de más transparencia. Los ciudadanos tienen derecho a la crítica pública y a utilizar mecanismos de participación. En este aspecto, el propio de-fensor del pueblo decía que Internet abría un campo de posibilidades de colaboración.

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Según Federico Mayor Zaragoza, “los tiempos de resignación y de silencio han concluido”. Y reclama que “los súbditos se transformen en ciudadanos, los espectadores impasibles en actores, para que tenga lugar un cambio profundo del fondo y de la forma en el ejerci-cio del poder”.

Algún intelectual como Ignacio Ramonet (director durante varias dé-cadas de Le Monde Diplomatique), incluso, propone que, al igual que existe una Cámara de Representantes de los diputados, una Cámara de Representantes de los sistemas autonómicos o federa-les, como es el Senado, se cree una tercera Cámara, virtual o real, de los representantes de la sociedad civil.

Es una posibilidad para dar la oportunidad a los menos conocidos, puesto que “la revolución del siglo XXI está en manos de gente anó-nima que hace cosas extraordinarias”.

Y en nombre de esta gente anónima hoy tienen un papel destacado los medios de comunicación, los medios que utilizan el derecho a la información de todos esos ciudadanos anónimos.

Servimedia: 20 años de compromiso con la información social

En este escenario, Servimedia cumple 20 años dedicados a la infor-mación social y así nos los han reconocido otros medios, y la propia sociedad, las diferentes instituciones públicas y privadas que han premiado con diferentes galardones nuestro trabajo.

En Servimedia hoy trabajamos cien personas, y casi la mitad tiene algún tipo de discapacidad. Servimedia fue una de las primeras em-presas que creó la Fundación ONCE, con un doble objetivo: hablar de los temas sociales, que hace dos décadas estaban en un cajón

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de asuntos olvidados, y contribuir a la integración social y laboral de las personas con discapacidad.

Uno no podía ser sin el otro. De poco sirve el esfuerzo de integrar a personas con mayores dificultades que el resto, si la sociedad no toma conciencia de sus capacidades y su potencial. Y para ello ha-bía que enseñar a la sociedad a interesarse por las cuestiones socia-les, había que llamar la atención de los medios, había que conseguir que las políticas sociales encontraran suficiente eco. En definitiva, había que prestar atención a lo que, para muchas personas, era importante, y conseguir que se convirtiera en interesante para todas las demás. Estos dos objetivos los hemos cumplido ampliamente. Cada día los medios hablan más de estos temas, y nosotros somos una escuela de periodistas que luego han podido dar el paso a otras empresas. Unos medios a los que también reclamamos que den una oportuni-dad a las personas con discapacidad. Y también a las empresas en general, ya que según un reciente estudio de la Fundación MAPFRE, sólo el 35 por ciento de las empresas españolas tiene contratada a alguna persona con discapacidad.

Alice Braga, una actriz brasileña que interpreta la película “A ciegas” (de Fernando Meirelles), una adaptación de una obra de José Sara-mago (“Ensayo de la ceguera”), se adentra en la metáfora de la vida y comenta: “Es increíble, hay que estar ciego, hay que ponerse en el papel de una persona ciega para ver y para mirarte a ti mismo y mirar al otro, para estar cerca y ser generoso”.

También es conveniente ponerse en el papel del otro para conocer sus necesidades, para eliminar cualquier tipo de barrera o discrimi-nación.

Para defender esta visión de la vida, también queremos ser una re-ferencia de la comunicación social: somos el primer medio que dio

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el paso de incorporarse a Forética, un foro que agrupa a empresas que tienen el objetivo de promover la responsabilidad social; perte-necemos a la Red de Medios de Comunicación Europeos y Disca-pacidad; colaboramos con la Fundación Empresa y Sociedad; con el foro de Reputación Corporativa; organizamos junto con expertos cursos y jornadas en los que generamos el debate sobre las grandes cuestiones de interés social, como las que celebramos desde hace cuatro años en los cursos de verano de El Escorial.

En definitiva, queremos ser un lugar de encuentro, de debate de los intereses y de los valores de la sociedad. Incluso hemos promovido una racionalización de los horarios de los profesionales de la informa-ción, con el objetivo de favorecer la conciliación personal y profesio-nal de los trabajadores de los medios de comunicación.

En esta línea planteamos este verano que las ruedas de prensa, los encuentros con los medios, tengan unos horarios racionales, y esta propuesta tuvo el apoyo de la Comisión para la Racionalización de los Horarios, la Fundación Más Familia, la Federación de Periodistas de España (FAPE), la Asociación de Periodistas de Madrid, la Aso-ciación de Periodistas Parlamentarios, así como de la ministra de Igualdad y la Secretaría de Estado de Comunicación.

También hemos creado un libro de estilo propio, elaborado por la redacción, que hemos denominado “periodismo social, el compro-miso de la información”, porque pensamos que el periodista deber asumir su responsabilidad con la sociedad y con su trabajo, y hablar de los temas que realmente interesan a la sociedad: la educación, la sanidad, la salud, la inmigración, la vivienda, el medio ambiente, la mujer, el menor, la discapacidad, la dependencia, la responsabilidad social.

Creemos firmemente que el periodista tiene que involucrarse y ser consciente de la importancia que tiene cada una de las informacio-nes que escribe, que cada noticia, por pequeña que sea, es una

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suma de esfuerzos en una dirección, que no puede ser otra que la de contribuir a vertebrar una sociedad para todos. Ese es el compro-miso de la información que Servimedia lleva interiorizando 20 años.

En estos momentos de crisis en los medios de comunicación, tanto económica como conceptualmente, creemos que la sociedad nos reclama hablar de aquello que le interesa, no de lo que persigue una elite de la sociedad. Es necesario hablar de política y de economía, y así lo hacemos, pero hay que superar la información personal de los políticos y de los economistas.Nuestros lectores nos reclaman soluciones, propuestas, alternativas, no la guerra particular de las personas, no las peleas internas, que pueden tener su interés, pero debemos colocarlos en el lugar que corresponde.

A la sociedad le preocupa la opinión, una opinión que genere valo-res, más que una opinión indiscriminada. Hoy es más necesaria que nunca la política con mayúsculas, la política comprometida.

La disfunción de lo que ofrecemos y lo que la sociedad nos reclama puede ser el origen de la crisis de los medios o quizá de la pérdida de su protagonismo único.

La necesidad de especialización

La información no es ya exclusiva de los periodistas. Hoy, gracias a Internet, la sociedad conoce lo que pasa a través de la Red, el principal medio de comunicación actual. Si nosotros no contamos lo que pasa, o no contamos lo que a la gente le interesa, otros lo van a hacer por nosotros. Pero siempre hará falta un periodista, un profesional que trabaje la información. No todo el mundo vale para esta profesión, se necesita un especialista de la información, por eso cada día es más necesaria la especialización de los periodistas.

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Nosotros, Servimedia, también estamos en un proceso de renova-ción tecnológica que nos va a permitir mejorar nuestra comunicación con la sociedad con una nueva página web, y además incrementar la calidad de nuestros productos digitales: Crónica Social, el único pe-riódico digital con contenidos sociales, y Solidaridad Digital, el único diario en el mundo dedicado exclusivamente a la información de las personas con discapacidad.

Y por supuesto, todos nuestros productos son accesibles, algo que deberían aplicar todos los medios de comunicación. No pueden fo-mentarse las brechas, las diferencias y es una oportunidad que no podemos perder para fomentar la igualdad entre todas las personas. La accesibilidad tiene que ser universal y para todos, y en todos los términos tanto físicos como virtuales. Y hay que recordar que en el 2010 entra en vigor la televisión digital terrestre, que debe tender a ser totalmente accesible.

En Servimedia elaboramos contenidos para publicaciones de papel, y así, por ejemplo, somos los creadores de la información que apa-rece en la revista Perfiles, un clásico ya en la distribución de informa-ción más social, o de la publicación del Cermi, una organización que representa a cuatro millones de personas. También elaboramos otras revistas como Pacientes, que refleja las inquietudes de un sector cada vez con más influencia en la sanidad. Por último, ayudamos a fomentar la comunicación de la responsabilidad social de las empre-sas, uno de los pilares de la sociedad actual.

Por lo demás, nos gusta cuidar la lengua y por eso nos hemos su-mado a la Fundación del Español Urgente (Fundéu) que examina nuestros textos con la intención de mejorar nuestra utilización del castellano.

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Un ejercicio libre y responsable de la información

Permítanme que dedique unas líneas a una de las personas que más me ha fascinado en mi vida por su forma de ser, por su genia-lidad, por su leyenda: Bobby Fischer. Como saben, este jugador de ajedrez que falleció en Islandia, donde llevaba refugiado varios años, se convirtió en un mito cuando ganó el campeonato del mundo de ajedrez al ruso Borís Spassky, en un momento de máximo enfrenta-miento entre las dos grandes potencias mundiales.

Toda esta tensión se vivió sobre la mesa de una tabla de ajedrez que es lo más parecido a la vida misma; en esos cuadros en blanco y negro se refleja la sabiduría, la ciencia, el deporte, el cinismo, la inte-ligencia… En definitiva, la vida.

Al igual que el ajedrez, el periodismo también es un juego peligroso, que muchas veces no es lo que parece, está rodeado de un duen-de especial, de mucha información, de atrevimiento, de denuncia, de defensa de los derechos humanos. Pero, sobre todo, el buen periodismo se nutre de información, de responsabilidad, de fuentes que cuentan cosas nuevas. Y todo esto se basa en personas con muchos años de profesionalidad, muchas horas de dedicación, de formación continua, de contactos, de viajes.

Para cualquier periodista, el compromiso ético de cabecera es el respeto a la verdad en cada una de las informaciones. Como perio-distas, debemos ejercer nuestro trabajo defendiendo la libertad de expresión y el derecho a informar, que no es sino la leal correspon-dencia al derecho que tienen los ciudadanos.

Fruto de esa demanda, de las propias aspiraciones de objetividad y credibilidad de los informadores; con la conciencia de que son los periodistas quienes pueden trasladar correctamente la información, considero que debe tenerse en cuenta el siguiente decálogo —un decálogo que el año pasado aprobamos en la Asociación Nacional

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de Informadores de la Salud (ANIS), que yo presido, pero que puede trasladarse a toda la profesión periodística—. El decálogo consiste en respetar la veracidad, la objetividad, la profesionalidad, la credibili-dad, el respeto, la confidencialidad, la honestidad, la independencia, la autenticidad y la responsabilidad. Al margen de estos principios éticos, también sería deseable incre-mentar la especialización de los profesionales de la información, con una formación que parta de las propias facultades de periodismo —donde se debería crear especialidades de periodismo— y que continúe a lo largo de la vida profesional a través de congresos, sim-posios, cursos y otras actividades. Las facultades de ciencias de la comunicación tienen que aprovechar el plan de Bolonia para adaptar la formación a la realidad diaria de los medios de comunicación, la universidad debe acercarse más a la sociedad. Y lógicamente los propios medios deben fomentar esta formación continuada de los periodistas y fomentar y garantizar la independencia del profesional.

Naguib Mahfuz, Premio Nobel egipcio, autor entre otras obras de El callejón de los milagros dice “Si os desesperáis, contemplad la luz de frente y recobraréis la esperanza”. Como seguidor del Atlético de Madrid, sé que la esperanza es lo último que se pierde. Gracias.

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