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La relación entre cultura y periodismo es cierto que no se ha apurado hasta sus últimas consecuencias y por ello hablar de esa relación siempre resulta tentador. Existen suficientes estudios y análisis competentes sobre los que podríamos teorizar con la ventaja de que al vivir desde hace ya muchos años dentro de las tensiones, grandez a s y miserias de esa relación cultura-periodismo y en mi condición de profesional del periodismo especializada en la cultura creo que puedo aportar experiencias propias que avalen algunas de esas opiniones académicas. No me presento aquí por tanto como una teórica de los gé- n e ros periodísticos, ni como una historiadora del perio- dismo, refugiarme en disquisiciones sobre los orígenes y la historia de esa relación sería, sin duda, confortable pero creo que quedaría escamoteado un debate en el que estamos implicados todos los agentes de la cultura y es el que, en mi opinión, hoy sería interesante abordar. El viejo teórico alemán Emil Dovifat, allá por los años cincuenta del pasado siglo, hizo un estudio pormeno- rizado sobre los periódicos, sus secciones y sus necesi- dades. Le dedicó un buen espacio a las páginas culturales, y a la crítica, muy sensible todavía a lo que había suce- dido en Alemania en los tiempos que precedieron a la guerra y durante la guerra misma. Pensaba que el perió- dico creaba valores culturales al reproducir obras de art e , al interpretarlas y propagarlas, y creía que esa función 54 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO Periodismo cultural en el siglo XXI María Luisa Blanco ¿Cómo promover la cultura en este principio de siglo? ¿Cómo hacer que las nuevas tecnologías sean aliadas y no antagonis- tas del periodismo tradicional en el mejor sentido del término? Ante éstas y otras preguntas que se hacen quienes elaboran un suplemento cultural, la directora de Babelia del periódico El País, reflexiona sobre el tema en un texto que leyó en la mesa redonda Periodismo cultural en el siglo XXI que se llevó a cabo el pasado 29 de julio en el Anfiteatro Simón Bolívar del Antiguo Colegio de San Ildefonso.

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La relación entre cultura y periodismo es cierto que nose ha apurado hasta sus últimas consecuencias y por ellohablar de esa relación siempre resulta tentador. Existensuficientes estudios y análisis competentes sobre los quepodríamos teorizar con la ventaja de que al vivir desdehace ya muchos años dentro de las tensiones, grandez a sy miserias de esa relación cultura-periodismo y en micondición de profesional del periodismo especializadaen la cultura creo que puedo aportar experiencias pro p i a sque avalen algunas de esas opiniones académicas. Nome presento aquí por tanto como una teórica de los gé-n e ros periodísticos, ni como una historiadora del perio-dismo, refugiarme en disquisiciones sobre los orígenes

y la historia de esa relación sería, sin duda, confortablep e ro creo que quedaría escamoteado un debate en el queestamos implicados todos los agentes de la cultura y esel que, en mi opinión, hoy sería interesante abordar.

El viejo teórico alemán Emil Dovifat, allá por los añoscincuenta del pasado siglo, hizo un estudio pormeno-rizado sobre los periódicos, sus secciones y sus necesi-dades. Le dedicó un buen espacio a las páginas culturales,y a la crítica, muy sensible todavía a lo que había suce-dido en Alemania en los tiempos que precedieron a laguerra y durante la guerra misma. Pensaba que el perió-dico creaba va l o res culturales al re p roducir obras de art e ,al interpretarlas y propagarlas, y creía que esa función

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Periodismocultural en el

siglo XXIMaría Luisa Blanco

¿Cómo promover la cultura en este principio de siglo? ¿Cómohacer que las nuevas tecnologías sean aliadas y no antagonis-tas del periodismo tradicional en el mejor sentido del término?Ante éstas y otras preguntas que se hacen quienes elaboranun suplemento cultural, la directora de Babelia del periódicoEl País, reflexiona sobre el tema en un texto que leyó en lamesa redonda Periodismo cultural en el siglo XXI que se llevó acabo el pasado 29 de julio en el Anfiteatro Simón Bolívar delAntiguo Colegio de San Ildefonso.

podía realizarse al más alto nivel, incluso cuando bus-case cómo desmenuzar la información, sin desvirt u a r l a ,para que resultase accesible a las grandes masas.

Muchos de los conceptos de aquel maestro de la Un i-versidad Libre de Berlín siguen vigentes, porque ademásintuyó varios problemas a los que nos enfrentamos hoy.Desde la aparición del diario El País hace casi treintaaños, la cultura ha sido protagonista en sus páginas. Fu eel primer periódico de la prensa española que creó lasección de cultura arrastrando al resto de los periódicosespañoles a crear la propia. Pero sobre todo, El País de-mostró su interés por la cultura con la creación de losdiferentes suplementos culturales que el 19 de octubrede 1991 desembocaron en Ba b e l i a, el suplemento que semantiene en la actualidad, que nació con un caráctermultidisciplinario y con una decidida vocación culturalen el sentido más amplio del término. La música, el tea-t ro, el arte, la arquitectura y, sobre todo, los libros teníany siguen teniendo en estas páginas su espacio, y su obje-tivo sigue siendo atender las exigencias de sus lectores,o f recerles una variada oferta cultural, y crear cada semananuevos lectores adictos a la cultura. Durante los casit reinta años de existencia el diario El Pa í s no sólo ha des-tacado por ser un diario de noticias, su vocación desta-cada ha sido y es intelectual, en mi opinión su rasgo dis-tintivo. El diario apuesta por el pluralismo cultural yhay que subrayar, desde luego, su decidida vocación lati-noamericana que en Babelia tiene su demostraciónmás evidente. En el suplemento se ha llegado a u n asituación de normalidad y naturalidad absolutas enrelación a la comunidad iberoamericana, el número dec o l a b o r a d o res de América Latina supera con fre c u e n c i aal de los españoles y lo mismo ocurre en cuanto a pre s e n-cia de libros, arte y música, por no hablar de las seccionesespecíficas como “Verbo Sur”, dedicada a autores deestas latitudes.

Y aquí me gustaría apuntar a un fenómeno que mep a rece preocupante y que alude a las relaciones entre losdistintos países americanos y España y que tiene quever con el mundo editorial. A partir de los años setenta ofinales de los sesenta, después del b o o m l a t i n o a m e r i c a n oen España comenzamos a tener conocimiento de los es-critores de América Latina y se estableció una relaciónque ha funcionado de forma fluida durante treinta años(aunque pienso que el interés de Latinoamérica hacianuestro país ha sido casi nulo en materia literaria) y esarelación creo que hoy se ha estancado. Colombia publi-ca a sus propios autores y México o Argentina a los suyo sy, aunque la editorial sea la misma, los autores de unos yo t ros no circulan entre ellos y tampoco se pueden encon-trar en España. Digo esto porque aunque es un pro b l e m aeditorial que puede explicarse en función de los eleva d o scostes, etcétera. De poco sirve que desde los medios sehaga ese esfuerzo de integración y de circulación de las

lenguas, si el vehículo fundamental que es la edición selimita al pequeño círculo de su país y no contribuye a larelación con los demás países.

Ba b e l i a p rocura establecer desde sus páginas un diá-logo tanto con el lector culto y exigente, que sabe per-fectamente lo que quiere, con el lector despistado quebusca orientarse en el mapa cultural, o con el lector sim-plemente curioso, cuyo abanico de intereses abarca desdela lectura de mero entretenimiento a la de los c l á s i c o s .También trata desde sus páginas de profundizar en larelación entre cultura y libertad e intenta conjugar r i g o ry claridad, objetividad e independencia. Vigilar en s u m alo que son los principios básicos del periodismo y apli-carlos con la mayor transparencia a sus páginas. Sinembargo, no sólo es periodismo lo que se hace desde unsuplemento cultural, en sus páginas conviven el lengua-je periodístico y el lenguaje literario, lo que un suple-mento cultural ofrece —o debe ofrecer— no sólo es in-formación sino también, o sobre todo, conocimiento.Por un lado está sujeto por tanto a la velocidad que exigela información periodística (el lector no puede esperar—como puede hacerlo el lector de la revista especiali-zada— cuatro meses a que el suplemento se pronunciesobre tal o cual novedad o sobre el último Nobel o elúltimo premio Cervantes) y por otro al tratamiento de loespecíficamente cultural. Las páginas del suplementodeben responder a la misma excelencia con la que estáhecho el periódico y a la excelencia que reclama la re v i s t aespecializada. Ese diálogo entre lo periodístico y lo cul-

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B a b e l i a, suplemento del periódico El País, 23 de julio de 2005

tural o lo especializado, es uno de los desafíos del suple-mento, ser capaces de poner al servicio de los contenidosculturales la velocidad, la eficacia y la economía expre-s i va del lenguaje periodístico y que ninguno de los cam-pos salga lesionado en su excelencia.

Pe ro llegados a este punto no podemos obviar lo queen mi opinión debe centrar hoy el debate y es la irrup-ción, en ese matrimonio tradicional entre cultura y pe-riodismo, la irrupción digo de un tercer elemento quees el merc a d o. Tenemos cultura, periodismo y merc a d o omarketing si se prefiere. cultura, periodismo y publi-cidad, periodismo y cultura de consumo, puestos al mis-mo nivel de la cultura más exigente.

Y a esto hay que añadir el binomio cultura y las cadavez menos nuevas tecnologías que nos ponen ante larealidad de la cibercultura —que abarca fenómenos deconsumo y ocio, contracultura y cultura tal como sole-mos entenderla, sobre soportes nuevos y con lenguajesnuevos— y el ciberperiodismo.

La irrupción de la cibercultura, pero sobre todo delciberperiodismo no deja obsoleto ningún debate, perosí cambia las reglas del juego que hemos conocido a más

velocidad de lo que querrían los editores de diarios, su-plementos y revistas, y también, por qué no decirlo, dequienes vienen canalizando y dando forma práctica aesa relación de cultura y periodismo.

Una curiosa virtualidad del ciberperiodismo o delperiodismo electrónico es que nos remite a los orígenesdel periodismo convencional. Si entonces bastaba conalgunos medios y la voluntad de publicación de unaspocas hojas más o menos volanderas, hoy basta con cre a runa página o armar un blog para empezar a trabajar.

Si en el pasado —incluso todavía hoy— eran los cre a-dores o algunos de sus entusiastas partidarios los quereunían fuerzas para crear la publicación que diese a co-nocer obras, movimientos artísticos y filosóficos, teoríascinematográficas... hoy nos podemos encontrar con lomismo, con la ventaja de unos costes relativos y una li-b e rtad de expresión y movimientos en la Red que alcanzacotas de impunidad.

Ese mismo periodismo electrónico, planteado conmedios, ofrece, al menos en teoría, enormes posibilida-des a la información cultural por la opción de utilizar demanera simultánea múltiples elementos expresivos.

Es ve rdad que todavía el destinatario más conve n c i o-nal de los medios no hace uso de todo lo que le ofreceel periodismo electrónico, —que en España también see n f renta a limitaciones tecnológicas—, pero imaginandosus posibilidades, en un momento dado, por ejemplo, lacrítica de arte podrá ir acompañada de forma natural detodo el catálogo de la exposición, con diferentes enlacesque enriquezcan el conocimiento del artista, el movi-miento al que pertenece etcétera, etcétera...

Sin descartar esa posibilidad inquietante —que yase produce en muchos terrenos— de que el lector no seael mero receptor pasivo de las opiniones o de las críticas—cuando todavía sigue abierto el debate de qué es lacrítica, cuál es su papel, cuál su futuro—, sino que puedeinterpelarnos, rebatirnos, discutir nuestro criterio, que-brando ese papel de gurú o de pope del que a menudose ha investido quien escribe sobre algún aspecto de lacultura en un medio periodístico.

Mientras esto sucede o se anuncia, seguimos insta-lados en la existencia, en España, de casi quinientas pu-blicaciones culturales —muchas de ellas por cuenta delerario público o de instituciones públicas o priva d a s — ,al margen de las páginas especiales de los periódicos y de

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¿Y qué es lo más característico del periodismo, aunquesea lo último en lo que pensaría un estudiante ro m á n t i c o

de esta carrera? Pues la criba y la organización delmaterial que llega a la mesa del redactor o del dire c t o r.

Culturas, suplemento cultural del períodico La Vanguardia, 2002

los suplementos culturales. Algunas de esas publicacio-nes, las más especializadas o menos circunscritas al fenó-meno literario, gozan de buena salud, mientras que lasmás literarias han sufrido un estancamiento cuando nou n l i g e ro re t roceso, atribuido, entre otras cosas, a la com-petencia de los suplementos culturales de los diarios.

El hecho es que la cultura, si bien no recibe toda laatención que desearíamos del lector, incluso el “culto”,se ha abierto paso en los periódicos como una de lasgrandes secciones a lo que se añade un plus de esfuerzo ,ya que prácticamente todos los diarios, por modestosque sean, suelen reservar algunas páginas un día a la se-mana o cada quince días para dedicarlas íntegramentea la cultura, circunscrita especialmente a la literatura y alarte, algo menos o más confusamente al pensamiento,mucho menos a otras especialidades de corte social ycasi nada al teatro, el cine, la televisión, etcétera, que tie-nen sus propios espacios y sus propios tratamientos enel medio, por lo común.

Si nos referimos concretamente a los suplementos cul-turales que sólo un pequeño grupo de periódicos se per-mite, es decir, una publicación exenta, un cuadernillo, dem a yor o menor paginación, integrado en el diario, peroindependiente hasta físicamente del resto del periódico,estamos ante una publicación que crea dentro del mismoun espacio peculiar y una redacción aún más peculiar,compuesta en buena parte por colaboradores, especialis-tas y escritores en número y circunstancias que no secomprendería en ningún otro sector del diario.

Los suplementos comparten muchas de las señas deidentidad de las revistas culturales y hasta de las ani-

mosas publicaciones inspiradas por sus propios crea-dores hace décadas y hasta hace un par de siglos.

1. Dan a conocer las novedades (en cualquier campo cul-tural, aunque la ambición depende de las característi-cas del suplemento).

2. Critican esas mismas novedades (y podemos limitarnosahora a entender el concepto de crítica en su forma mássencilla y primigenia, el k r i n e i n griego, ayudar a los jue-ces a juzgar y discernir, donde ellos serían en este casolos destinatarios de esas obras, es decir, el público).

3. Publican originales de autores (no todos los suplemen-tos, no siempre), dan a conocer obra gráfica, etcétera.

4. Cubren la necesidad de prestigio del medio.

El papel de los suplementos culturales ha ido ganan-do terreno de manera extraordinaria, pero es un terre n ominado.

No es que se valore ahora más la cultura que haceunos años (aunque haya un público más amplio y po-tencialmente más culto al que dirigirse), pero los direc-tivos del medio saben que tiene más valor (aunque estoes paradójico porque rara vez abrirán el periódico o da-rán una noticia cultural en portada, salvo que impliqueconflicto político, delito, desastre y/o competición yespectáculo).

Los suplementos pueden disponer de muchos re-cursos —otra cosa es de medios propios, pero eso hayque seguir considerándolo como parte de la paradoja yla contradicción— como por ejemplo, la red de co-rresponsales del periódico o el trato privilegiado de ins-

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Culturas, suplemento cultural del períodico La Vanguardia, 2002

tituciones y grupos, así como de creadores y artistas, talvez en mayor medida que las revistas especializadas. Pe ro ,cada vez más, quien está al mando de un suplementocultural se enfrenta a conflictos que probablemente nose den en una revista del sector.

Y llegamos al problema crucial que es el de la defini-ción. Los medios quieren disponer de páginas culturalesespeciales o de suplementos. Miman, con mejor o peorf o rtuna, su maquetación. Le destinan unas páginas quevalen oro y que cuesta oro hacerlas. Pe ro, en un pasadomás sencillo los suplementos eran ante todo escaparatesgenerales, mejor o peor hilvanados, más o menos ambi-ciosos, cargados de algunos compromisos con las “e s t re l-l a s” culturales locales o ciertos amigos del medio pero ,¿qué son hoy? ¿qué pretenden? ¿cómo pueden convivircon el resto del periódico que les da cobijo y del que de-penden? ¿qué espera la dirección —periodística y empre-sarial— de una sección tan especial cuando a menudo esamisma dirección puede confesar que no sabe de lo que sehabla o que apenas le interesa (hay mil problemas mási m p o rtantes y urgentes en el día a día de un periódico)en el ochenta por ciento de estos suplementos?

En cierta forma, cuanto más tiempo pasa, los suple-mentos se vuelven más “periódico” y, a la vez, se alejanmás del periódico que los acoge. Las páginas culturalesy los suplementos siempre han estado sujetos a reglasperiodísticas, incluso cuando quienes las dirigían no per-tenecían en absoluto al medio periodístico, pero en estosmomentos tienen menos libertad que nunca para limi-tarse —como sí podría hacer una revista cultural— ensus contenidos y tienen que responder a unos criterios

de información, pero también de eficacia que no se lesexigían en el pasado.

¿Y qué es lo más característico del periodismo, aun-que sea lo último en lo que pensaría un estudiante ro-mántico de esta carrera? Pues la criba y la organizacióndel material que llega a la mesa del redactor o del dire c t o r.

Cualquier sección puede recibir una media de cincoo seis mil noticias, convocatorias o reclamos en una se-mana, multiplicados seguramente hoy con los bom-bardeos del correo electrónico. Una mínima práctica leayuda a eliminar sobrante aunque sea con el riesgo detirar a la papelera alguna que otra perla.

Además sobre la mesa del responsable del suplemen-t o cultural y de su equipo se amontonan —al menos enEspaña— unos sesenta mil títulos anuales, un númeroingente de exposiciones de primer nivel, más un nú-mero, esta vez infinito, de las que presentan artistas demenor o ningún nombre.

A eso hay que sumar programaciones musicales, tea-t ro y cine —si el suplemento abre sus puertas a algo másque a los libros— arquitectura y, cada vez más, cre a c i ó ndigital y nuevos soportes que no acaban de encontrarsu hueco en las páginas culturales, en parte por lo híbri-do de sus contenidos, en parte porque aún no hemosacomodado nuestros ojos y nuestra mente a una nuevaforma de expresión y de lenguaje, secuestrados por losinformadores de tecnología o incluso por las seccionesmás “jóvenes” del medio.

C R I B A R Y C LA S I F I C A R. “El exceso de información—decía Baudrillard— constituye la forma de censurade los gobiernos democráticos en oposición a los totali-

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Revista Letras libres, julio de 2005 La Jornada semanal, suplemento del periódico La Jorn a d a, 24 de julio de 2005

tarios que privan de ella”. Y efectivamente, en otros mo-mentos ha podido ser más fácil.

Sobre los contenidos puede que algunos directivosno tengan nada que decir, pero sobre la mecánica perio-dística sí, y tal vez se están empezando a crear interfe-rencias o intentos de interferencia que no se daban enun pasado no tan lejano. So b re todo si, como ya empiez aa ser habitual, el suplemento forma parte de un periódi-c o que, a su vez, forma parte de un grupo con intereseseditoriales, televisivos, cinematográficos...

Llegados a este punto, es posible que los suplementosculturales necesiten una redefinición. Lo que, desdeluego, tiene sus peligros, sobre todo si convenimos enque esas páginas pueden convertirse en un centro depoder, no como antes —todos sabemos de los críticos-dioses y de otras veleidades que, sin embargo, no pasa-ban del propio mundillo cultural.

Pero ahora, ¿qué pretende el medio con un suple-mento?

¿Prestigio?¿ Prestigio ligado a una oferta abierta, ideológica-

mente plural, incluso hasta el riesgo de algún conflictocon su propia línea editorial o sus intereses económicos?

¿Prestigio circunscrito a unas elites culturales, peroalejado del lector interesado, pero no experto?

¿Prestigio como sinónimo de popularidad porquese revista de calidad lo que sólo es barato y digerible?

¿Qué función tiene un suplemento?¿Explorar en un terreno de producción ingente lo

que es mejor, lo que es más adecuado según esos “va l o re s”de los que hablaba Dovifat?

Y hablando de “valores” ¿debe buscar su propio ca-mino el suplemento, con independencia de criterio opensamiento, o por el contrario debe ligar su actuacióna una línea editorial?

¿De quién debe depender su máximo responsable?Y en medio de esta reflexión que nos imponen los

cambios de los últimos años ha irrumpido la llamadaera digital.

El periodismo digital aún no ha cumplido los diezaños, así que nos encuentra en plena redefinición y to-davía anclados en la belleza y servidumbre del “papel”,aunque muchos de quienes siguen las páginas de los su-plementos sean ya lectores virtuales, lectores a los que sellega por medio de una pantalla de ordenador en cual-quier rincón del mundo.

A ese lector no siempre le interesa el resto del perió-dico, ni le importan las circunstancias del grupo al quepertenece. Ese lector no recibe pasivamente el suple-mento, sino que lo busca y le exige unos contenidos,además de tener la ventaja —sobre el lector cotidiano—de poder acudir a la hemeroteca virtual donde vuelvesobre los pasos de tal crítica, de tal entrevista, de tal co-mentario...

Tal vez sea éste el camino y por ahí pase la redefini-ción que necesitan los suplementos.

Se trataría, no tanto de contentar en nuestras pro-pias empresas a quienes piensan en términos de perio-dismo tradicional —a pesar del declive frente a lap rensa gratuita, pero sobre todo frente a las edicionesdigitales y el periodismo digital—, y de juegos de po-d e r, sino de servir a ese lector distante, pero a la vez tanre c e p t i vo, que busca la calidad y el criterio y no tieneel más mínimo interés en posibles peleas locales o enrecelos y limitaciones que carecen de sentido sobretodo a miles de kilómetro s .

¿Qué quiere ese lector?Si en esa mesa del suplemento se acumulan los ma-

triales, en la Red la multiplicación es vertiginosa, loque hace todavía más pertinente la capacidad de intu-ición y el sentido crítico de quienes elaboran el su-plemento.

Ese objetivo ambicioso debería apoyarse en el so-p o rte tradicional, pero aprovechando de ve rdad lasposibilidades que se abren en la brecha digital: docu-mentos sonoros, gráficos, enlaces, posibilidades derespuesta... Da un poco de vértigo lanzar esta pro-p u e s t a .

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Revista de la Universidad de México, nueva época, 2005