perfil del éxito en silicon valley a la cruzada para...

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Del éxito en Silicon Valley a la cruzada para acercar el discurso político a los hechos Julio Aranovich J udío por parte de padres y ca- tólico por cuenta propia. Físico y enamorado de las ciencias sociales. Hijo agradecido de la educación pública argentina, y también del corazón de su mentor, Richard H. Bube, gracias al que pu- do obtener un doctorado en la Uni- versidad de Stanford. Hombre del hardware con altos intereses por la parte más soft de la vida: el arte, las letras, la filosofía. Y al que también lo desvela la política. Por eso, Julio Aranovich se convirtió en el impul- sor de la Fundación La Voz Pública, y de su principal proyecto, el sitio web argentino chequeado.com, un espacio creado en 2009 que busca reconciliar el discurso público de los políticos con los hechos –para volver a dotarlo de contenido real y hacerlo creíble para los ciudadanos– y pro- mueve el acceso a la información y la apertura de datos. En el último debate televisivo en- tre los candidatos a jefe de gobierno porteño, Martín Lousteau (ECO) apeló más de una vez a la informa- ción suministrada por Chequeado, donde un grupo de profesionales analiza si las afirmaciones que usan los políticos, economistas, empresa- rios, personas públicas, medios de comunicación y otras instituciones que forman opinión con sus discur- sos son verdaderas, falsas o exagera- das. Y presenta, después, la informa- ción real, el dato en su estado puro. Para contrastarlo. No fue el primero ni el último. Desde hace años el sitio –que Aranovich creó con sus socios Roberto Lugo (doctor en Química de Cambridge) y Julio Alberto Bekins- chtein (economista)– es una herra- mienta de trabajo de políticos, perio- distas, historiadores y estudiantes. Julio Aranovich, escorpiano, de 68 años, recorrió un largo camino antes de convertirse en el soplo ins- pirador de esta cruzada ciudadana contra la verborragia demagógica que acecha en el discurso público. Tal vez quien lo haya conocido en la infancia lo hubiera imaginado más cerca de heredar el comercio textil de su padre en la calle Alsina. O hu- biera reaccionado como su abuela, que ante su precoz confesión de que de grande estudiaría física, lo soñó convertido en un discípulo de Albert Einstein. “¿Por qué física? Porque te lleva a un mundo de regularidades que están para ser vistas y que ameri- tan que estudies, ya que no se llega a ellas por intuición”, comenta aún hoy, cuando alguno de sus alumnos lo intercepta en cualquiera de los pa- sillos del Center for Narrative Analy- sis and Conflict Solutions (CNCR) de la George Mason University, en Fairfax, Virginia, donde brinda sus clases desde los años 80. Su desarrollo profesional en el mundo corporativo no se demoró demasiado una vez graduado. Tra- bajó casi treinta años en Silicon Valley, desde los inicios de esa meca global de la tecnología y la innova- ción, un lugar que decidió abando- nar en 2003, después de haberse desempeñado en los laboratorios de Hewlett Packard (1980-1983) a cargo de investigaciones en circui- tos integrados y en el desarrollo de la primera pantalla plana activa. Luego llegó Dynamit Nobel Silicon (1983-1989), donde como director de Investigación y desarrollo creó un la- boratorio de circuitos integrados en SV y operaciones en los centros de producción de obleas de silicio en Italia. En 1989 se unió a Applied Ma- terials como gerente de diferentes divisiones y logró que hasta su retiro en 2003 la compañía se posicionara primera en su rubro. Hoy Aranovich ya no está tan pendiente del mundo techie o, por lo menos, lo tiene más ocupado la intensidad de las pala- bras y su sentido. Militante de Perón En rigor, la política ya lo había afectado en sus años de estudiante en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, cuando en las agitadas décadas del 60 y el 70 fue un militante apasionado. Un joven ca- paz de convertirse ocasionalmente en un obrero metalúrgico para po- der, como afiliado del sindicato (la UOM), librar su batalla contra las injusticias que, creía, sólo el pero- nismo podía revertir. Hasta tuvo que partir hacia Chile cuando la política lo puso por primera vez en peligro. Recuerda hoy lleno de orgullo que cuando los militares fueron a bus- carlo a su casa, su padre, Salomón, el tendero, les dijo: “Ustedes no só- lo son unos asesinos, también son unos incompetentes. Mi hijo ya no está aquí”. La represalia no tardó en llegar: una bomba intentó callarlo, sin éxito, unos días más tarde. Tiempo después, y tras haber te- nido que volver a cursar en Chile la carrera de Física (no le aceptaron las materias cursadas en la UBA) regre- só a la Argentina para hacer su tesis en el prestigioso Instituto Balseiro. Quiso volver a Chile, pero el golpe de Estado del general Augusto Pi- nochet lo detuvo de este lado de la cordillera. Juan Domingo Perón ya estaba en el poder. Fue entonces cuando le in- formaron que por tercera vez debía revalidar su título de físico. Lo hizo entre enero y diciembre de 1974, un año en que dio todos los exámenes. En este lapso intervinieron la uni- versidad. Una vez más Aranovich supo, esta vez a través de sus pro- fesores, que tenía que irse cuanto antes. El destino ya le tenía reser- vado otro lugar en el que refugiarse: Stanford. Fue ahí donde comenzó a revelar- se el camino que lo llevaría a unir la física con la palabra. Bube, su men- tor norteamericano, lo aceptó co- mo estudiante sin conocerlo y con la única convicción de que tenía que sacarlo de la Argentina de los años 70. Y que debía hacerlo aunque no tuviese papeles que acreditaran sus estudios universitarios. Porque si había alguien en quien se podía con- fiar era en el depositario del amor de aquella joven y bella mujer chilena, Isabel, que le imploraba ayuda para su novio, porque, decía, corría peli- gro en el sur del mundo por culpa de la política. Llegó así el pasaje, la beca eco- nómica para costear sus estudios de doctorado en Ciencia de Mate- riales en la prestigiosa universidad estadounidense. Nació entonces un secreto que recién le fue reve- lado muchos, muchísimos años después. “No fue la universidad y su habitual sistema de becas el que me permitió salir de la Argentina y terminar los estudios tan lejos de casa. Fue el profesor Bube”, recuer- da nostálgico la historia de cómo un argentino de bolsillos vacíos pudo darse esa educación de niño rico. Y agrega: “¿Saben qué me respon- dió cuando le pregunté cómo podía devolverle ese favor? Después de tantas horas leyendo juntos la Bi- blia, ¿realmente no sabés cómo?”. La Fundación La Voz Pública y Che- queado, también la docencia, son “esa devolución” de la que le habló el profesor Bube. Esa respuesta, tal vez, no hubiera tenido lugar si Aranovich no se hu- biera enamorado de Jesús, el hom- bre al que vio en una ilustración de una revista, clavado en una cruz, su- friendo, cuando no tenía más de cin- co años. Lo suyo, confía, fue una “ex- periencia espiritual”, una vivencia que lo llevó a rescatar del dormito- rio de su padre un Viejo Testamento, acercado por un cliente suyo que era viajante protestante, gracias al que aprendió, solito, a leer y a rezar. “Era un cristiano en el clóset”, comenta ingenioso sobre aquella revelación que, remata, “explica esta afiliación que tengo con el otro”. Varias décadas han pasado desde entonces. Hoy Aranovich –que desde sus días de estudiante no volvió a te- ner actividad política– divide sus días entre Buenos Aires, donde vive en un confortable y cálido piso sobre la Avenida Libertador, y San Francisco, Estados Unidos, el lugar del que sus hijos Clara y Gabriel, y su ex esposa chilena, no quisieron partir. Su living porteño suele ser la excusa perfecta para que se crucen artistas, curado- res y coleccionistas con analistas de la actualidad, matemáticos, quími- cos y físicos. Sigue siendo un niño, grande, pero niño al fin, intelectual- mente inquieto. Algo impertinente, como le decía su profesor de instruc- ción cívica del colegio Nacional Do- mingo Faustino Sarmiento. Siempre en busca de nuevos desafíos. En la conferencia TEDx 2014, ha- blando sobre la necesidad de “decir- nos la verdad en público” –frase que fue además el título de su ponencia–, Aranovich explicó claramente por dónde pasa su desafío actual: “Quie- ro contribuir a devolverle al discurso democrático la fe y la confianza per- dida. Debemos acercar la palabra a los hechos, a lo empírico. El discurso político hace cada vez más uso de la narrativa. Es poderoso porque nos pega en la emoción y desde ahí es que suscribimos. Y lo que sucede es que muchas veces lo narrativo cobra vuelo propio. Entonces los hechos, la verdad, se convierten en invitados molestos que ameritan ser oculta- dos. Y ya se sabe, es difícil debatir sin verdades”.ß Biografía Estudió Física en la UBA y fue militante estudiantil. Debió partir a Chile y luego a EE.UU., donde hizo su doctorado en Ciencia de Materiales. En los años 80 tuvo altos puestos en varias empresas líderes en Silicon Valley. Hoy vive en Buenos Aires, pero da clases en EE.UU. En 2009, junto con dos socios fundó Chequeado. Perfil EL VIAJE DE UNA VIDA. Físico graduado en la UBA, se exilió en EE.UU., donde hizo carrera en la meca de la innovación; en la Argentina fundó Chequeado, un medio que contrasta las palabras públicas con datos y promueve el acceso a la información Adriana Balaguer PARA LA NACION Julio Aranovich Apasionado, vivió la agitación política de la universidad de los años 60 y 70, el exilio en Chile y Estados Unidos y el crecimiento profesional en el centro del mundo. De regreso al país, transformó un ideal en acción concre- ta y en clave de innovación. Y es un anfitrión destacado en el mundo de la cultura. ILUSTRACIÓN: FERNANDA COHEN

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Page 1: Perfil Del éxito en Silicon Valley a la cruzada para ...fernandacohen.com/blog/wp-content/uploads/2015/07/Pagina.pdf · la educación pública argentina, y también del corazón

Del éxito en Silicon Valley a la cruzada para acercar el discurso político a los hechos Julio Aranovich

Judío por parte de padres y ca-tólico por cuenta propia. Físico y enamorado de las ciencias sociales. Hijo agradecido de

la educación pública argentina, y también del corazón de su mentor, Richard H. Bube, gracias al que pu-do obtener un doctorado en la Uni-versidad de Stanford. Hombre del hardware con altos intereses por la parte más soft de la vida: el arte, las letras, la filosofía. Y al que también lo desvela la política. Por eso, Julio Aranovich se convirtió en el impul-sor de la Fundación La Voz Pública, y de su principal proyecto, el sitio web argentino chequeado.com, un espacio creado en 2009 que busca reconciliar el discurso público de los políticos con los hechos –para volver a dotarlo de contenido real y hacerlo creíble para los ciudadanos– y pro-mueve el acceso a la información y la apertura de datos.

En el último debate televisivo en-tre los candidatos a jefe de gobierno porteño, Martín Lousteau (ECO) apeló más de una vez a la informa-ción suministrada por Chequeado, donde un grupo de profesionales analiza si las afirmaciones que usan los políticos, economistas, empresa-rios, personas públicas, medios de comunicación y otras instituciones que forman opinión con sus discur-sos son verdaderas, falsas o exagera-

das. Y presenta, después, la informa-ción real, el dato en su estado puro. Para contrastarlo. No fue el primero ni el último. Desde hace años el sitio –que Aranovich creó con sus socios Roberto Lugo (doctor en Química de Cambridge) y Julio Alberto Bekins-chtein (economista)– es una herra-mienta de trabajo de políticos, perio-distas, historiadores y estudiantes.

Julio Aranovich, escorpiano, de 68 años, recorrió un largo camino antes de convertirse en el soplo ins-pirador de esta cruzada ciudadana contra la verborragia demagógica que acecha en el discurso público. Tal vez quien lo haya conocido en la infancia lo hubiera imaginado más cerca de heredar el comercio textil de su padre en la calle Alsina. O hu-biera reaccionado como su abuela, que ante su precoz confesión de que de grande estudiaría física, lo soñó convertido en un discípulo de Albert Einstein.

“¿Por qué física? Porque te lleva a un mundo de regularidades que están para ser vistas y que ameri-tan que estudies, ya que no se llega a ellas por intuición”, comenta aún hoy, cuando alguno de sus alumnos lo intercepta en cualquiera de los pa-sillos del Center for Narrative Analy-sis and Conflict Solutions (CNCR) de la George Mason University, en Fairfax, Virginia, donde brinda sus clases desde los años 80.

Su desarrollo profesional en el mundo corporativo no se demoró

demasiado una vez graduado. Tra-bajó casi treinta años en Silicon Valley, desde los inicios de esa meca global de la tecnología y la innova-ción, un lugar que decidió abando-nar en 2003, después de haberse desempeñado en los laboratorios de Hewlett Packard (1980-1983) a cargo de investigaciones en circui-tos integrados y en el desarrollo de la primera pantalla plana activa.

Luego llegó Dynamit Nobel Silicon (1983-1989), donde como director de Investigación y desarrollo creó un la-boratorio de circuitos integrados en SV y operaciones en los centros de producción de obleas de silicio en Italia. En 1989 se unió a Applied Ma-terials como gerente de diferentes divisiones y logró que hasta su retiro en 2003 la compañía se posicionara primera en su rubro. Hoy Aranovich ya no está tan pendiente del mundo techie o, por lo menos, lo tiene más ocupado la intensidad de las pala-bras y su sentido.

Militante de PerónEn rigor, la política ya lo había

afectado en sus años de estudiante en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, cuando en las agitadas décadas del 60 y el 70 fue un militante apasionado. Un joven ca-paz de convertirse ocasionalmente en un obrero metalúrgico para po-der, como afiliado del sindicato (la UOM), librar su batalla contra las injusticias que, creía, sólo el pero-

nismo podía revertir. Hasta tuvo que partir hacia Chile cuando la política lo puso por primera vez en peligro.

Recuerda hoy lleno de orgullo que cuando los militares fueron a bus-carlo a su casa, su padre, Salomón, el tendero, les dijo: “Ustedes no só-lo son unos asesinos, también son unos incompetentes. Mi hijo ya no está aquí”. La represalia no tardó en llegar: una bomba intentó callarlo, sin éxito, unos días más tarde.

Tiempo después, y tras haber te-nido que volver a cursar en Chile la carrera de Física (no le aceptaron las materias cursadas en la UBA) regre-só a la Argentina para hacer su tesis en el prestigioso Instituto Balseiro. Quiso volver a Chile, pero el golpe de Estado del general Augusto Pi-nochet lo detuvo de este lado de la cordillera.

Juan Domingo Perón ya estaba en el poder. Fue entonces cuando le in-formaron que por tercera vez debía revalidar su título de físico. Lo hizo entre enero y diciembre de 1974, un año en que dio todos los exámenes. En este lapso intervinieron la uni-versidad. Una vez más Aranovich supo, esta vez a través de sus pro-fesores, que tenía que irse cuanto antes. El destino ya le tenía reser-vado otro lugar en el que refugiarse: Stanford.

Fue ahí donde comenzó a revelar-se el camino que lo llevaría a unir la física con la palabra. Bube, su men-tor norteamericano, lo aceptó co-

mo estudiante sin conocerlo y con la única convicción de que tenía que sacarlo de la Argentina de los años 70. Y que debía hacerlo aunque no tuviese papeles que acreditaran sus estudios universitarios. Porque si había alguien en quien se podía con-fiar era en el depositario del amor de aquella joven y bella mujer chilena, Isabel, que le imploraba ayuda para su novio, porque, decía, corría peli-gro en el sur del mundo por culpa de la política.

Llegó así el pasaje, la beca eco-nómica para costear sus estudios de doctorado en Ciencia de Mate-riales en la prestigiosa universidad estadounidense. Nació entonces un secreto que recién le fue reve-lado muchos, muchísimos años después. “No fue la universidad y su habitual sistema de becas el que me permitió salir de la Argentina y terminar los estudios tan lejos de casa. Fue el profesor Bube”, recuer-da nostálgico la historia de cómo un argentino de bolsillos vacíos pudo darse esa educación de niño rico.

Y agrega: “¿Saben qué me respon-dió cuando le pregunté cómo podía devolverle ese favor? Después de tantas horas leyendo juntos la Bi-blia, ¿realmente no sabés cómo?”. La Fundación La Voz Pública y Che-queado, también la docencia, son “esa devolución” de la que le habló el profesor Bube.

Esa respuesta, tal vez, no hubiera tenido lugar si Aranovich no se hu-biera enamorado de Jesús, el hom-bre al que vio en una ilustración de una revista, clavado en una cruz, su-friendo, cuando no tenía más de cin-co años. Lo suyo, confía, fue una “ex-periencia espiritual”, una vivencia que lo llevó a rescatar del dormito-rio de su padre un Viejo Testamento, acercado por un cliente suyo que era viajante protestante, gracias al que aprendió, solito, a leer y a rezar. “Era un cristiano en el clóset”, comenta ingenioso sobre aquella revelación que, remata, “explica esta afiliación que tengo con el otro”.

Varias décadas han pasado desde entonces. Hoy Aranovich –que desde sus días de estudiante no volvió a te-ner actividad política– divide sus días entre Buenos Aires, donde vive en un confortable y cálido piso sobre la Avenida Libertador, y San Francisco, Estados Unidos, el lugar del que sus hijos Clara y Gabriel, y su ex esposa chilena, no quisieron partir. Su living porteño suele ser la excusa perfecta para que se crucen artistas, curado-res y coleccionistas con analistas de la actualidad, matemáticos, quími-cos y físicos. Sigue siendo un niño, grande, pero niño al fin, intelectual-mente inquieto. Algo impertinente, como le decía su profesor de instruc-ción cívica del colegio Nacional Do-mingo Faustino Sarmiento. Siempre en busca de nuevos desafíos.

En la conferencia TEDx 2014, ha-blando sobre la necesidad de “decir-nos la verdad en público” –frase que fue además el título de su ponencia–, Aranovich explicó claramente por dónde pasa su desafío actual: “Quie-ro contribuir a devolverle al discurso democrático la fe y la confianza per-dida. Debemos acercar la palabra a los hechos, a lo empírico. El discurso político hace cada vez más uso de la narrativa. Es poderoso porque nos pega en la emoción y desde ahí es que suscribimos. Y lo que sucede es que muchas veces lo narrativo cobra vuelo propio. Entonces los hechos, la verdad, se convierten en invitados molestos que ameritan ser oculta-dos. Y ya se sabe, es difícil debatir sin verdades”.ß

BiografíaEstudió Física en la UBA y fue militante estudiantil. Debió partir a Chile y luego a EE.UU., donde hizo su doctorado en Ciencia de Materiales.

En los años 80 tuvo altos puestos en varias empresas líderes en Silicon Valley.

Hoy vive en Buenos Aires, pero da clases en EE.UU. En 2009, junto con dos socios fundó Chequeado.

Perfil

EL VIAJE DE UNA VIDA. Físico graduado en la UBA, se exilió en EE.UU., donde hizo carrera en la meca de la innovación; en la Argentina fundó Chequeado, un medio que contrasta las palabras públicas con datos y promueve el acceso a la información

Adriana BalaguerPARA LA NACION

Julio AranovichApasionado, vivió la agitación política de la universidad

de los años 60 y 70, el exilio en Chile y Estados Unidos y el crecimiento profesional en el centro del mundo.

De regreso al país, transformó un ideal en acción concre-ta y en clave de innovación. Y es un anfitrión destacado

en el mundo de la cultura.

ilustración: fernanda cohen