perfección o santidad (olivera)

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Perfección o Santidad No es necesario un gran esfuerzo de observación para notar que muchos cristianos y, particularmente cristianos consagrados, no viven su fe con alegría, no dan un testimonio existencial de que el Evangelio es una Buena Noticia para todo Ser Humano, una liberación de todo miedo, delante de la revelación, en Jesús Cristo, de la inexplicable misericordia, perdón, amor incondicional de Dios con sus criaturas. Cristianos y cristianos consagrados parecen vivir un interminable sentimiento de culpa delante de Dios, siempre sintiéndose en deuda y consecuentemente experimentando una separación o por lo menos una distancia y frialdad en la relación con Él. El Padre de Nuestro Señor Jesús Cristo, revelado como infinita ternura, misericordia, amor, proximidad con el hombre pecador, no es entonces percibido como Padre, pero sí como un juez mal humorado, eternamente escudriñando nuestra vida en búsqueda de infidelidades, desobediencias y debilidades. En vez de la intimidad, de la proximidad y de la alegría que Jesús manifiesta en su relación con el Padre, nosotros, como Adán en el Paraíso, sentimos miedo de Dios y buscamos escondernos. Nosotros, cristianos, no siempre sabemos reflejar en nuestros propios rostros la alegría de Dios: desde el escrúpulo hasta la angustia, desde la estrechez de espíritu, hasta la enemistad con el cuerpo, desde un ascetismo no integrado, hasta un legalismo sin calor... damos demasiadas veces la impresión de que somos personas más presas que liberadas por nuestro Dios. Las causas de esos sentimientos y comportamientos de los cristianos, poco reveladores de la Buena Noticia de Jesús, pueden ser buscadas en múltiples direcciones: en el tipo de educación religiosa recibida, en la psicología personal más o menos propensa a sentimientos de culpa y de escrupulosidad, en la experiencia de haber sido o no amado con gratuidad, en la experiencia personal de Dios, en las múltiples capas teológicas e ideológicas que fueron superponiéndose, obscureciendo muchas veces la experiencia original del cristianismo y consecuentemente la alegría cristiana. Confundir santidad y perfección, con la connotación que la palabra perfección tiene a nuestros oídos actualmente, es condenarnos a una eterna insatisfacción con nosotros mismos, a una auto condenación permanente, porque percibimos que somos cada día más imperfectos, aún en la medida en que avanzamos en la vida. Pasar de ese sentimiento a la verificación de que la santidad no es para nosotros es un salto. Desistimos entonces de ella, no escuchamos más el apelo de Dios “sean santos porque yo soy santo” y nos condenamos a la mediocridad en la vida cristiana.

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Perfeccin o Santidad

Perfeccin o Santidad

No es necesario un gran esfuerzo de observacin para notar que muchos cristianos y, particularmente cristianos consagrados, no viven su fe con alegra, no dan un testimonio existencial de que el Evangelio es una Buena Noticia para todo Ser Humano, una liberacin de todo miedo, delante de la revelacin, en Jess Cristo, de la inexplicable misericordia, perdn, amor incondicional de Dios con sus criaturas. Cristianos y cristianos consagrados parecen vivir un interminable sentimiento de culpa delante de Dios, siempre sintindose en deuda y consecuentemente experimentando una separacin o por lo menos una distancia y frialdad en la relacin con l. El Padre de Nuestro Seor Jess Cristo, revelado como infinita ternura, misericordia, amor, proximidad con el hombre pecador, no es entonces percibido como Padre, pero s como un juez mal humorado, eternamente escudriando nuestra vida en bsqueda de infidelidades, desobediencias y debilidades. En vez de la intimidad, de la proximidad y de la alegra que Jess manifiesta en su relacin con el Padre, nosotros, como Adn en el Paraso, sentimos miedo de Dios y buscamos escondernos. Nosotros, cristianos, no siempre sabemos reflejar en nuestros propios rostros la alegra de Dios: desde el escrpulo hasta la angustia, desde la estrechez de espritu, hasta la enemistad con el cuerpo, desde un ascetismo no integrado, hasta un legalismo sin calor... damos demasiadas veces la impresin de que somos personas ms presas que liberadas por nuestro Dios.

Las causas de esos sentimientos y comportamientos de los cristianos, poco reveladores de la Buena Noticia de Jess, pueden ser buscadas en mltiples direcciones: en el tipo de educacin religiosa recibida, en la psicologa personal ms o menos propensa a sentimientos de culpa y de escrupulosidad, en la experiencia de haber sido o no amado con gratuidad, en la experiencia personal de Dios, en las mltiples capas teolgicas e ideolgicas que fueron superponindose, obscureciendo muchas veces la experiencia original del cristianismo y consecuentemente la alegra cristiana. Confundir santidad y perfeccin, con la connotacin que la palabra perfeccin tiene a nuestros odos actualmente, es condenarnos a una eterna insatisfaccin con nosotros mismos, a una auto condenacin permanente, porque percibimos que somos cada da ms imperfectos, an en la medida en que avanzamos en la vida. Pasar de ese sentimiento a la verificacin de que la santidad no es para nosotros es un salto. Desistimos entonces de ella, no escuchamos ms el apelo de Dios sean santos porque yo soy santo y nos condenamos a la mediocridad en la vida cristiana.

La perfeccin

La interpretacin de la santidad como perfeccin tiene sus races en el Evangelio de San Mateo y ms particularmente en MT 5, 48: "Seis perfecto as como tu Padre celestial es perfecto". Examinemos rpidamente este texto. Debemos observar luego que la perfeccin, segn el Antiguo Testamento, no es un atributo de Dios. En ninguna ocasin el Antiguo Testamento llama Dios de "perfecto". Lo llama de "santo". En los evangelios el adjetivo "perfecto" (teleios) aparece solamente dos veces y ambas en Mateo: MT 5, 48 "Seis perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto" y MT 19, 21 "Si quieres ser perfecto", pregunta Jess al joven rico. En la mentalidad hebraica la perfeccin es antes un atributo del ser humano expresando la idea de totalidad, aplicndose a lo que es completo, intacto, a aquello que de nada carece. Cuando en MT 19, 21 Jess dice: "Si quieres ser perfecto", quiere decir: si quieres que nada te falte, si quieres no tener lmite alguno. Al afirmar "sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto", Mateo estara proyectando en Dios una calidad propiamente humana. Nos encontramos frente a un antropomorfismo: Mateo nos invita a imitar en Dios una calidad que no es propiamente divina, pero que es la proyeccin en Dios de un ideal humano.

La perspectiva de Mateo aparentemente parece ser ms moralista que teolgica: su atencin est centrada en el deber que se impone al hombre, en la conducta que ste debe adoptar con relacin a sus hermanos para cumplir perfectamente la voluntad divina. Se verifica, pues, que en este texto de Mateo el punto de partida de la santidad ya no sera Dios en primer lugar, sino lo que el hombre debe hacer. La atencin se desplaza de la misericordia de Dios como en la versin de Lucas "Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso", para la perfeccin del hombre en general, como un progreso en el desarrollo ontolgico del ser humano. La santidad pasa a ser vista como la perfeccin en el cumplimiento de la ley, manifestacin de la voluntad divina y en la prctica de las buenas obras, frutos bsicamente del esfuerzo del hombre.

Santidad, perfeccin y pecado

Otra realidad que llama nuestra atencin es el hecho de que los santos canonizados por la Iglesia nunca se hayan considerado santos, muy por el contrario, todos se confesaron grandes pecadores, hasta el fin de sus vidas, y practicaron penitencias por sus pecados que nos asustan. A pesar de esa conciencia de que sean imperfectos y pecadores, eran santos y la Iglesia reconoci su santidad, canonizndolos. No existe pues una incompatibilidad radical entre santidad y pecado. Se puede ser simultneamente santo y pecador. Si pasamos a la relacin entre pecado y perfeccin ah encontraremos esa incompatibilidad: no se puede ser simultneamente perfecto y pecador ya que el pecado es la imperfeccin por excelencia. La perfeccin excluye necesariamente el pecado. Esta breve consideracin podr ayudar a entender mejor las reflexiones que se siguen.

Tener pecado y ser pecador

Es igualmente importante para la comprensin de lo que sigue captar la distincin entre tener pecado(s) y ser pecador. Tener pecado(s) es la conciencia que tenemos de haber fallado objetivamente en el amor hacia Dios, hacia nosotros mismos o hacia el prjimo. Antes de ir al sacramento de la penitencia, solemos parar, hacer un examen de conciencia preguntndonos "cules son los pecados que tengo", cules son mis faltas objetivas de amor, desde la ltima confesin. Comunicamos entonces al sacerdote los pecados que "tenemos" y, si estamos arrepentidos, somos perdonados, Dios nos asegura su perdn. Saliendo de la confesin ya no tenemos ms pecados.

Ser pecador es la conciencia que tenemos de nuestra fragilidad. Saliendo de la confesin ya no tenemos pecado pero reconocemos que estamos en un estado de debilidad, que somos macetas de barro, muy quebradizas. El pecado alcanz, de cierta manera, algo de profundo en nosotros, alcanz de algn modo nuestro ser, nuestro corazn como dice la Biblia (es desde el corazn que salen los malos pensamientos, asesinatos etc.). Nos encontramos todos en una situacin de fragilidad. Cada uno percibe en su "corazn" ciertas tendencias innatas hacia el mal y hacia el pecado que los telogos llaman de concupiscencias, tendencias hacia el orgullo, la avaricia, la gula, la lujuria y hacia la pereza, etc. Es porque estamos en este estado de fragilidad, es porque somos pecadores que volvemos a pecar y as tendremos que confesarnos una y otra vez hasta el final de nuestras vidas. Reconocer no solamente que hemos pecado pero tambin que somos pecadores es abrirse para la verdad del propio ser, es el inicio del vaco de s, es comenzar a descender a la verdadera humildad delante de Dios y delante de los hombres.

Dificultades de la perfeccin

El concepto de perfeccin que cada uno tiene en su propia cabeza, no es puramente terico, porque el concepto de perfeccin se forma a lo largo de la vida, es existencial y por lo tanto viene marcado por cargas afectivas desde la primera infancia: los comportamientos correctos, perfectos eran premiados, los imperfectos, incorrectos eran punidos. El concepto de perfeccin se fue formando en nosotros a partir de nuestra educacin, a partir de experiencias integradoras o traumatizantes, de sentimientos de culpabilidad y castigo o de liberacin y perdn. Normalmente terminamos con un concepto de perfeccin que se identifica en el plan personal con no tener defectos, no tener vicios, no tener traumas ni marcas psquicas negativas, no tener ninguna flaqueza, ninguna falla, ningn pecado etc.

La bsqueda de la perfeccin es un proyecto del hombre, un ideal humano. Se trata de un proyecto cerrado dentro del propio yo orgulloso, que exige el mximo de s, el mximo de esfuerzo para no fallar en ningn punto, una vez que el perfeccionista est convencido de que solamente ser amado por Dios y por los dems si es perfecto. En ese esfuerzo l tiende a contar exclusivamente consigo mismo, prescindiendo de Dios y de los dems. La perfeccin estara al fin del camino que trazamos para nosotros, del ideal que nos propusimos, o entonces en el tope de una escalera que decidimos subir con nuestro esfuerzo, subiendo escaln por escaln, eliminando vicios y adquiriendo virtudes en una bsqueda tensa. La perfeccin no soporta el pecado una vez que el perfeccionista ve al pecado no como una ruptura de lazos de amor, no en relacin a un otro, sino que en relacin al propio ideal: "fall en mi ideal, en el ideal al cual me haba propuesto". Esta verificacin es siempre sentida como humillacin.

El perfeccionista intenta vivir slo con los mejores fragmentos de s mismo, aquellos que estn segn las normas, el ideal buscado, segn lo que piensa que los dems esperan de l. El resto, las debilidades, las tendencias obscuras, los fragmentos de los cules se siente menos orgulloso, se quedan encerrados para siempre en los mrgenes de la conciencia. Ellos son rechazados y negados. De ese modo, la llaga secreta que est fermentando, supurando y contaminando la vida nunca es reconocida, nunca viene a la luz. La perfeccin, humillada por el pecado y por las debilidades, tiende a cerrar a la persona en s misma, cerrarla hacia / para Dios y hacia los dems. El amor desaparece. El perfeccionista tiende a volverse sobre s, convirtindose en su propio juez y auto condenndose. Despus de cierto tiempo de lucha su vida puede hacerse amargada, amargada consigo, con Dios, con los otros, con todo.

Sed misericordiosos

La compasin y la misericordia son los atributos divinos ms caractersticos en la teologa de Israel. Lucas nos invita, por lo tanto, a imitar una manera de ser que es, ante todo, la de Dios. Mostrndose misericordiosos los discpulos de Jess se asemejan al ejemplo que Dios nos da. La atencin aqu se vuelve hacia la visin de los sentimientos de la misericordia de Dios con sus hijos, en su solicitud con los pecadores y los ms desamparados y necesitados. La conducta del hombre debe ser regulada, debe imitar la conducta de Dios. El versculo 6, 36 concluye de modo natural la instruccin sobre el amor a los enemigos. Lucas comienza con una recomendacin: v. 27 "Amad a vuestros enemigos..." Esta recomendacin es reforzada por una primera consideracin en forma negativa: "no imitis a los paganos y los publcanos que slo aman a aquellos que los aman" (v. 32). Finalmente una segunda consideracin en forma positiva invita a imitar a Dios: "mostraos como hijos del Altsimo... y sean misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso".

Los exegetas nos aseguran que esta versin de Lucas refleja, ms exactamente que Mateo, el pensamiento de Jess, que nos invita a asemejarnos a su Padre reproduciendo en nuestras vidas los sentimientos de compasin y misericordia que l tiene hacia los hombres. Por medio de esa conducta con los hermanos nos adherimos a Dios, se refuerza nuestro vnculo de pertenencia hacia l y, en ese sentido, somos santos como l es santo. El tema de la santidad, as pues, debe ser reconducido a la interpretacin que Jess le da a la misericordia de Dios y a lo que, de tal imagen paterna deriva, como norma y camino para la conducta del hombre y su pertenencia a Dios.

La santidad

En vez de que optemos por la perfeccin, podemos optar por la santidad y la santidad est relacionada con compasin, con misericordia, con amor, con esa invitacin que Dios nos hace: "Sean santos porque Yo soy santo". Dios es amor y en eso consiste la santidad de Dios. Se trata pues de abrirse hacia el amor, dentro an de nuestra realidad de criaturas limitadas, frgiles, pecadoras, floreros de barro como dice San Pablo. Ora, esa capacidad de amar nos es dada por Dios, es un don de Dios. La santidad por lo tanto me es dada por Dios y me es dada ahora, inmediatamente: soy amado por Dios, sin condiciones, ahora, con todas mis imperfecciones, pecados, debilidades, limitaciones, traumas... y ese amor de Dios sin condiciones, me hace capaz de amar ahora, de hacer el bien ahora, de servir ahora, de ser santo ahora, a pesar de mis imperfecciones y debilidades. La gran ilusin es pensar que slo podremos amar, servir, hacer el bien cuando somos perfectos. Somos santos ahora y debemos amar ahora, aunque seamos tambin pecadores: somos una Iglesia pecadora y santa.

La santidad nunca es humillada por el pecado, porque la santidad es humilde. Somos humillados cuando pensamos ser alguien, cuando nos colocamos en un pedestal, cuando nos juzgamos mejores que los dems... somos humildes cuando aceptamos ser pobres, ser frgiles, limitados, pecadores, pero amados en nuestra pobreza y fragilidad. La santidad es la negacin de dejarse cerrar en el propio pecado, es la capacidad de ultrapasar las propias condenas porque un Otro nos acoge y nos ama a pesar de nuestro pecado. La superacin de la auto-condenacin est en la entrega de la vida a Dios, en saberse amado como pecador porque pecadores seremos siempre hasta el fin de la vida. Santidad es la certeza de que no podemos salvarnos a nosotros mismos y acoger, en la accin de gracias, una salvacin que nos es ofrecida gratuitamente por Dios que nos ama. La santidad nunca lleva al cierre, antes se abre hacia Dios acogiendo siempre su perdn y se abre para los otros en el amor, en el servicio y en el don. La santidad es la negacin de ser su propio juez, dejando el juicio a Alguien que nos ama y vela por nosotros con amor. La santidad libera, tiene confianza, es alegre; nos lleva a pasar de la rehsa y condenacin de nosotros mismos hacia el descubrimiento de nosotros y de los dems.

Si la perfeccin era colocada en trminos de una subida laboriosa de una escalera, la santidad puede ser tambin representada por ese smbolo de la escalera, solamente que se trata ahora de un descenso progresivo a camino de una radical humildad. De hecho, si meditamos atentamente el Evangelio, encontramos a Jess invitando continuamente a sus discpulos a un descenso: quien quiere ser el primero, sea el ltimo, el servidor de todos; quien se exalta ser humillado, quien se humilla ser exaltado; si no os hicierais como nios no entraris en el Reino; felices los pobres porque de ellos es el Reino...Se trata de un vaciarse progresivo de toda auto-suficiencia y orgullo, de toda ambicin de riquezas, de prestigio y proyeccin, de poder de dominacin y opresin, en el seguimiento del Hijo de Dios que "se vaci a s mismo tomando nuestra condicin humana". El orgullo cierra al hombre sobre s y lo impide de amar, de ser santo. La humildad es el reconocimiento pacfico de la propia condicin de criatura pecadora y frgil, pero amada por Dios, es la puerta hacia la santidad, es decir, para poder amar a los hermanos y hermanas pecadores y frgiles como somos amados aunque pecadores y frgiles. Permanecer ah, en el fondo del templo, como el publicano de la parbola, reconociendo la propia pobreza, en una splica permanente: "ten piedad de m, Seor, porque soy un pecador", celebrando la misericordia de Dios hacia todos los hombres, es hacerse vulnerable al dolor, al sufrimiento, a la falta de vida y de sentido de muchos hermanos en el mundo, es comenzar a tener compasin, misericordia, es comenzar a amar, es caminar hacia la santidad: "sean santos porque yo soy santo".

Proceso evolutivo

Terminemos con una pgina de rara belleza sobre la pureza del corazn y consecuentemente sobre la santidad, que se encuentra en el libro Sabidura de un pobre, de Eli Leclerc (Editorial Franciscana, Braga, 1975, pp.137-140). "...Despus de un momento de silencio, Francisco le pregunt a Len: Hermano, Sabes acaso lo qu es la pureza de corazn? - Es cuando no tenemos ninguna falta de que nos acusemos, respondi Len sin vacilar. - Entonces comprendo tu tristeza, dijo Francisco, porque tenemos siempre algo de que acusarnos. - S, concord Len, y es precisamente eso lo que hace que yo pierda la esperanza de llegar algn da a la pureza de corazn. Ah! Fraile Len, cree en m, contest Francisco, no te preocupes tanto con la pureza de tu alma. Vuelve la mirada hacia Dios. Regocjate por l ser todo santidad. Dale las gracias por l mismo. Hermanito, eso es que es tener el corazn puro. Y cuando ests vuelto hacia Dios, no vuelvas a debruzarte sobre ti. No preguntes a ti mismo en qu punto ests en relacin a Dios. La tristeza de que no seamos perfectos es an un sentimiento humano, demasiado humano. Es necesario que eleves tu mirada ms arriba, mucho ms arriba. Dios existe, la inmensidad de Dios y su inalterable esplendor. El corazn puro es aquel que no cesa de adorar al Seor vivo y verdadero; lo que toma un inters profundo por la propia vida de Dios y es capaz, en medio de todas sus miserias, de vibrar con la eterna inocencia y la eterna alegra de Dios. Semejante corazn es, hace un tiempo, despojado y cumulado. Le basta que Dios sea Dios. Es realmente en eso que l encuentra toda su paz, todo su amor. Y entonces, es el propio Dios que es toda su santidad.

Dios, sin embargo, exige nuestro esfuerzo y nuestra felicidad, observ Len. Sin duda alguna, respondi Francisco. Pero la santidad no es una realizacin de nuestro yo, ni una plenitud que nos damos a nosotros mismos. Por encima de toda ella hay un vaco que descubrimos en nosotros, que aceptamos y que Dios viene a llenar en la medida en que nos abrimos a su plenitud. Nuestro nada, comprendes, cuando es aceptado, se transforma en el espacio vaco donde Dios puede, an as, crear. El Seor no deja que nadie le robe su gloria. l es el Seor, el nico, el Santo. Toma por eso al pobre por la mano, scalo del lodo y hazlo sentarse en medio de los prncipes de su pueblo a fin de que l vea su gloria. Dios se convierte, entonces en el cielo de su alma. Contemplar la gloria de Dios, Fraile Len, descubrir que Dios es Dios, eternamente Dios para adems de lo que nosotros somos o podamos ser, alegrarse, de lleno, con aquello que l es, extasiarse delante de su eterna juventud y darle las gracias por su indefectible misericordia, he ah la exigencia ms profunda de ese amor que el espritu del Seor no cesa de derramar en nuestros corazones. Tener el corazn puro es esto. Pero esta pureza no se obtiene a la fuerza de puos y de tensin. Qu hacer para alcanzarla? pregunt Len. Simplemente no hay que guardar nada para s. Ni siquiera esa percepcin aguda de nuestra miseria. Se debe desprender de todo. Aceptar ser pobre. Renunciar a todo lo que es pesado, incluso al peso de nuestras faltas. Ver sino la gloria del Seor y dejarse iluminar por ella. Dios es, esto basta. El corazn como la alondra ebria de espacio abandon todo y cualquier cuidado, toda y cualquier inquietud. Su deseo de perfeccin se cambi en un simple y puro querer de Dios. Len escuchaba atento, mientras iba caminando delante de su padre. Sin embargo, a medida que avanzaba, senta que el corazn se le haca leve y que una gran paz lo invada.

(P. Jos Antonio Netto de Oliveira, S.J. Miembro del Centro de Espiritualidad de Itaici. Actualmente se dedica a la orientacin espiritual de los estudiantes jesuitas brasileos. Este es un trozo de un artculo publicado en la Revista de Espiritualidad Ignaciana de Itaici).