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PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEO Colección dirigida por Manuel Cruz Últimos títulos publicados 21. E. Husserl, Invitación a la [enomenologia 22. L. Wittgenstein, Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia religiosa 23. R. Carnap, Autobiografía intelectual 24. N. Bobbio, Igualdad y libertad 25. G. E. Moore, Ensayos éticos 26. E. Levinas, El tiempo y el otro 27. W. Benjamín, La metafísica de lajuventud 28. E. Junger y M,. Heidegger, Acerca del nihilismo 29. R. Dworkin, Etica privada e igualitarismo político 30. C. Taylor, La ética de la autenticidad 31. H. Putnam, Las mil caras del realismo 32. M. Blanchot, El paso (no) más allá 33. P. Wínch, Comprender una sociedad primitiva 34. A. Koyré, Pensar la ciencia . 35. J. Derrida, El lenguaje y las instituciones filosóficas 36. S. Weil, Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social 37. P. F. Strawson, Libertad y resentimiento 38. H. Arendt, De la historia a la acción 39. G. Vattirno, Más allá de la interpretación 40. W. Benjamín, Personajes alemanes 41. G. Bataille, Lo que entiendo por soberanía 42. M. Foucault, De lenguaje y literatura 43. R. Koselleck y H. G. Gadamer, Historia y hermenéutica 44. C. Geertz, Los usos de la diversidad 45. J. Habermas y J. Rawls, Debate sobre el liberalismo político 46. J. P. Sartre, Verdad y existencia 47. A. Heller, Una revisión de la teoría de las necesidades 48. A. K. Sen, Bienestar, justicia y mercado 49. H. Arendt, ¿Qué es la política? 50. K. R. Popper, El cuerpo y la mente 51. P. F. Strawson, Análisis y metafísica 52. K. jaspers, El problema de la culpa 53. P. K. Feyerabend, Ambigüedad y armonía 54. D. Gauthier, Egoísmo, moralidad y sociedad liberal 55. R. Rorty, Pragmatismo y política 56. P. Ricoeur, Historia y narratividad 57. B. Russell, Análisis filoscfico 58. H. Blumenberg, Las realidades en que vivimos 59. N. Rescher, Razón y valores en la época científico-tecnológica 60. M. Horkheimer, Teoría tradicional, teoría crítica 61. H. Putnarn, Sentido, sinsentido y los sentidos 62. T. W. Adorno, Sobre la música 63. M. Oakeshott, El Estado europeo moderno 64. M. Walzer, Guerra, política y moral 65. W. V. O. Quine, Acerca del conocimiento científico y otros dogmas 66. R. Koselleck, Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia 67. H. R. jauss, Pequeña apología de la experiencia estética 68. H. Albert, Razón crítica y práctica social 69. O. Hóffe, Justicia política 70. G. H. von Wdght, Sobre la libertad humana 71. H. White, El texto histórico como artefacto literario y otros escritos Hayden White El texto histórico como artefacto literario y otros escritos Introducción de Verónica Tozzi Ediciones Paidós LCE. de la Universidad Autónoma de Barcelona Barcelona - Buenos Aires - México

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PENSAMIENTO CONTEMPORÁNEOColección dirigida por Manuel Cruz

Últimos títulos publicados

21. E. Husserl, Invitación a la [enomenologia22. L. Wittgenstein, Lecciones y conversaciones sobre estética, psicología y creencia

religiosa23. R. Carnap, Autobiografía intelectual24. N. Bobbio, Igualdad y libertad25. G. E. Moore, Ensayos éticos26. E. Levinas, El tiempo y el otro27. W. Benjamín, La metafísica de la juventud28. E. Junger y M,.Heidegger, Acerca del nihilismo29. R. Dworkin, Etica privada e igualitarismo político30. C. Taylor, La ética de la autenticidad31. H. Putnam, Las mil caras del realismo32. M. Blanchot, El paso (no) más allá33. P. Wínch, Comprender una sociedad primitiva34. A. Koyré, Pensar la ciencia .35. J. Derrida, El lenguaje y las instituciones filosóficas36. S. Weil, Reflexiones sobre las causas de la libertad y de la opresión social37. P. F. Strawson, Libertad y resentimiento38. H. Arendt, De la historia a la acción39. G. Vattirno, Más allá de la interpretación40. W. Benjamín, Personajes alemanes41. G. Bataille, Lo que entiendo por soberanía42. M. Foucault, De lenguaje y literatura43. R. Koselleck y H. G. Gadamer, Historia y hermenéutica44. C. Geertz, Los usos de la diversidad45. J. Habermas y J. Rawls, Debate sobre el liberalismo político46. J. P. Sartre, Verdad y existencia47. A. Heller, Una revisión de la teoría de las necesidades48. A. K. Sen, Bienestar, justicia y mercado49. H. Arendt, ¿Qué es la política?50. K. R. Popper, El cuerpo y la mente51. P. F. Strawson, Análisis y metafísica52. K. jaspers, El problema de la culpa53. P. K. Feyerabend, Ambigüedad y armonía54. D. Gauthier, Egoísmo, moralidad y sociedad liberal55. R. Rorty, Pragmatismo y política56. P. Ricoeur, Historia y narratividad57. B. Russell, Análisis filoscfico58. H. Blumenberg, Las realidades en que vivimos59. N. Rescher, Razón y valores en la época científico-tecnológica60. M. Horkheimer, Teoría tradicional, teoría crítica61. H. Putnarn, Sentido, sinsentido y los sentidos62. T. W. Adorno, Sobre la música63. M. Oakeshott, El Estado europeo moderno64. M. Walzer, Guerra, política y moral65. W. V. O. Quine, Acerca del conocimiento científico y otros dogmas66. R. Koselleck, Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia67. H. R. jauss, Pequeña apología de la experiencia estética68. H. Albert, Razón crítica y práctica social69. O. Hóffe, Justicia política70. G. H. von Wdght, Sobre la libertad humana71. H. White, El texto histórico como artefacto literario y otros escritos

Hayden White

El texto histórico como artefactoliterario y otros escritos

Introducciónde Verónica Tozzi

Ediciones PaidósLCE. de la Universidad Autónoma de BarcelonaBarcelona - Buenos Aires - México

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Los capítulos del presente volumen se han traducido de Tropics of Discourse y Fi-gural Realism, originalmente publicados en inglés, en 1978 y 1999, respectivamente,por The johns Hopkins University Press, Baltimore, EE.UU.

Traducción de Verónica Tozzi y Nicolás Lavagnino (<<Eltexto histórico comoartefacto literario»; «La trama histórica y el problema de la verdad en la repre-sentación histórica»). Introducción de Verónica Tozzi

Cubierta de Mario Eskenazi

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sancionesestablecidas en las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediantealquiler o préstamo públicos.

© 1978 [Tropics of Discoursei y 1999 [Figural RealismJ The Johns HopkinsUniversity Press

© 2003 de la introducción, Verónica Tozzi© 2003 de la traducción, Verónica Tozzi y Nicolás Lavagnino© 2003 de todas las ediciones en castellano

Ediciones Paidós Ibérica, S.A.,Mariano Cubí, 92 - 08021 Barcelonay Editorial Paidós, SAICF,Defensa, 599 - Buenos Aireshttp://www.paidos.come Instituto de Ciencias de la Educaciónde la Universidad Autónoma de Barcelona08913 Barcelona

ISBN: 84-493-1416-XDepósito legal: B. 17.229-2003

Impreso en Novagráfik, S.L.Vivaldi,5 - 08110 Montcadai Reixac (Barcelona)

Impreso en España - Printed in Spain

SUMARIO

INTRODUCCIÓN, Verónica Tozzi . . . . . . . . . . .. 9PREFACIO: Hecho y figuración en el discurso histórico. 43

1. Tropología, discurso y modos de concienciahumana .

2. El texto histórico como artefacto literario ..3. Teoría literaria y escrito histórico. . . . . .4. La trama histórica y el problema de la verdad en la

representación histórica . . .5. El acontecimiento modernista . . . . . . . . . .

63107141

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mente emotiva y políticamente responsable con lo repre-sentado, así como las insatisfacciones ante esos recursos re-afirman la,idea de que después de Metahistoria no podemosvolver atrasoLa puesta en relieve de dichas tensiones e insa-tis~acciones es justamente lo que hace que en la historia dela filosofía de la historia haya un antes y un después de White.

VER6NICA TOZZIUniversidad de Buenos Aires

Prefacio

HECHO Y FIGURACIÓNEN EL DISCURSO HISTÓRICO

Me gustaría agradecer a la profesora Verónica Tozzi y asus colegas la cálida recepción que han dado a mi trabajo yel cuidado que han puesto en la traducción al español de es-tos ensayos. En general, mi trabajo ha recibido mejor acep-tación en aquellas partes del mundo desgarradas por con-flictos políticos y económicos que en Estados Unidos. No sépor qué, pero sospecho que es sólo en las sociedades «ines-tables» donde las certezas de una sabiduría basada en la in-vestigación histórica objetiva pueden ser efectivamente pro-blematizadas. El término «historia» nombra un modo deexistencia que es definitivamente construcción pero que seofrece a sí misma como objeto encontrado, como algo yaconformado por los agentes muertos ya hace tiempo y comosi en sí misma fuera irrevisable. Pero la historia es, según miforma de ver, una construcción, más específicamente un Aproducto del discurso y la discursivización. Sin duda, ennuestros tiempos, los historiadores desean ser objetivos, ycontar la verdad, así como agudos en lo que tienen que de-cir acerca del pasado, lo que, en la práctica, normalmentesignifica ocultar sus propias actividades como compositoresde esta condición de existencia llamada «historia». Bajo mipunto de vista, sin embargo, la objetividad, el contar la verdady la agudeza son desempeñadas más adecuadamente enaquellas disciplinas blandas tales como la historiografía, porsu franca y abierta admisión de la agencia en la creación de

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44EL TEXTO HISTÓRICO COMO ARTEFACTO LITERARIO

las cosas que son estudiadas. Ésta es la razón de que hayasubrayado el aspecto literario de la imaginación histórica.

Creo que la aproximación más provechosa al estudio delescrito histórico toma su aspecto literario más seriamente delo que permite la vaga y subteorizada noción de «estilo». Enaque!la rama de la teoría lingüística, literaria y semiótica de.no~mada tropología, entendida como una teoría de la figu-raclO.n y la trama discursiva, tenemos un instrumento pararelacIonar las dos dimensiones de la significación denotativay connotativa por las cuales los historiadores dotan a los

. acontecimientos pasados no sólo de facticidad sino tambiénde s~gnificad? .Mis críticos tienen razón al suponer que lateoría tropologIca del discurso -derivada de Vico y de losmodernos analistas del discurso tales como Kenneth BurkeNorthrop Frye, Barthes, Perelman, Foucault, Greimas ;otros- es central para mi pensamiento acerca de la histo-riografía y su relación con el discurso literario y científicopor un lado, y con el mito, por el otro. Una teoría de la his-toriog~afía capaz de identificar los elementos ideológicos ene! escrito históric? tradicional debe problematizar, más ques~plemente reafirmar, la utilidad in temporal de las preten-SIones de la historiografía tradicional de realismo en la re-presentación y de cientificidad en su pensamiento acerca dela historia en general.

~om? un discurso acerca de las cosas ya no perceptibles,la hIstOtlografía ~ebe construir, entendiendo por ello imagi-nar Y conceptualrzar, sus objetos de interés antes de poderproceder a aplicarles los tipos de procedimientos que deseausar para explicarlos o comprenderlos. Existen muy buenasrazones por las que la historia nunca ha sido convertida enuna ciencia -sin perder su identidad como historia-o Esto~e de?e a.que las figuras y los giros discursivos (tropas), másIm~~manos que conceptuales, son necesarios para la consti-tución de los objetos de interés de la historia como posibles

HECHO Y FIGURACIÓN EN EL DISCURSO HISTÓRICO 45temas de una representación específicamente historiológica.Este elemento imaginativo no puede ser cercenado del es-crito histórico sin privar al pasado de su encanto y patbos, esdecir, su «paseidad»,

---< La tropología es la comprensión teórica del discurso ima-ginativo, de todas las formas por las cuales los ~iv~rsos ~ip~s defiguraciones (tales como la metáfora, la metorurma, la sinécdo- A

que y la ironía) producen los tipos de imágenes y conexionesentre imágenes capaces de desempeñarse como señales de unarealidad que sólo puede ser imaginada más que percibida di-rectamente.¡Las conexiones discursivas entre las fi~uraciones(de personas, acontecimientos y procesos) en un discurso noson conexiones lógicas o implicadas deductivamente entre sí,sino metafóricas en un sentido general, es decir, basadas en lastécnicas poéticas de la condensación, el desplazamiento, la re-presentabilidad y la elaboración secundaria. Es por ello por loque cualquier evaluación de un discurso específicamente his-tórico que ignore la dimensión tropológica fracasará inevita-blemente en aprehender cómo es posible «comprender» elpasado a pesar de la información errónea que p~eda ~ontenery de las contradicciones lógicas que puedan invalidar susargumentos. .

N o creo que mi noción de un discurso caracterizado porun tropo dominante por su modo de captar la realidad en ellenguaje -del cual el modo de tramar, de argumentación yde implicación ideológica son posibles extensiones-llevea la imposición de una falsa consistencia sobre el pensa-miento contenido en el discurso. Existen diferentes tipos deconsistencia discursiva, para los cuales una lógica de la iden-tidad y la no contradicción provee sólo un criterio de eva-luación. No sólo son diferentes las «lógicas» que se puedenaplicar al argumento de un discurso, por ejemplo, la lógicaaditiva de la paradoja del sorites de los estoicos, que puedeser más aplicable al análisis del discurso narrativo que una

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46 EL TEXTO HISTÓRICO COMO ARTEFACTO LITERARIO

l?gica ~e la identidad, sino que existen otros tipos de «con-sIst,e?CIa» ad~más de aquellas postuladas por la lógica aris-t?telic~ y las figuras del silogismo, por ejemplo, la consistenciafigurativa, la poética y la estilística, del tipo encontrado en laliteratura, sea de ficción o no.

Que la historiografía contiene un componente inelucta-b1emente poético-retórico es señalado por la idea tradicionalde que una representación específicamente histórica de losprocesos específicamente históricos debe tomar la forma deuna narrativización. Puesto que ningún campo de sucesos

\ d aprehendidos como una serie de acontecimientos discretos:I>"~"npuede ser descrito de forma realista como si poseyera la es-

. el, {~ . tructura de un relato, yo considero que el proceso por el cual·';.ttMCf 1~serie de,a~ontecimientos es narrativizada es más tropoló-

gico que 10.gI~0.Las operaciones por las cuales un conjuntode acontecnmenros es transformado en una serie, la.serie enuna secuencia, la secuencia en una crónica y la crónica en unanarrativización, esas operaciones, sostengo, se comprendenn:ás provec~osamente si se consideran, más que de un tipo ló-gico-deductivo, de un tipo tropológico. Más aún considero lare!ación entre el relato conformado a partir de los aconteci-mientos y c~alquier argumento formal que pueda proponer-se para explicar aquellos acontecimientos como el resultadod,e ~na ~omb~ación de elementos 1ógico-deductivos y tropo-l~gIco-fIgurat1Vos. Así, una aproximación tropológica al estu-dIO de ~os discurs.o~ históricos parece eminentemente justifi-cada o incluso exigida, por un lado, por las diferencias entrelos d~scursos históricos y los científicos, y por el otro, por lassemejanzas entre el escrito histórico y el literario.

. Se piensa algunas veces que esta noción tropológica deldiscurso histórico conduce al «deterrninisrno lingüístico».No cre~ ser ~~ ?eterminista lingüístico, pero sostengo quecualquier análisis de cualquier tipo de escrito debe tener encuenta las formas en que el uso de los diversos códigos, de

HECHO Y FIGURACIÓN EN EL DISCURSO HISTÓRICO 47los cuales el lenguaje es en sí mismo un paradigma, capacitatanto como limita aquello que puede decirse acerca delmundo. Si esto me coloca en el terreno de Barthes, Greimas,Foucault y Derrida, entonces que así sea; pero ninguno deellos es un «deterrninista lingüístico» y yo tampoco.

Siempre me ha interesado cómo puede usarse el lenguajefigurativo para crear imágenes de objetos que ya no son per-ceptibles y dotados de un aura de un tipo de «realidad» yhacerlos en cierto modo disponibles para las técnicas de ex-plicación e interpretación elegidas por un determinado histo-riador para su explicación. Así, las caracterizaciones de Marxde la burguesía y las clases trabajadoras francesas durante loslevantamientos de 1848 en París las prepararon para la apli-cación del análisis dialéctico-materialista que usó para explicarsus conductas durante los acontecimientos que siguieron. Laconsistencia que se obtiene entre las caracterizaciones origi-nales y las explicaciones que siguen en el discurso de Marx esuna consistencia modal, no lógica. No se trata de una «con-sistencia falsa» que enmascara una «inconsistencia real», sinode una narrativización de los acontecimientos que despliegalos cambios en los grupos y las transformaciones de las rela-ciones entre ellos en el transcurso del tiempo. No se puederepresentar una secuencia real de acontecimientos como sise desplegara un significado «cómico» sin imaginarse a losagentes y a los procesos involucrados en ellos como los tiposde fenómenos que uno podría reconocer como tipos «cómi-cos». La consistencia discursiva, en la cual diferentes nivelesde representación están relacionados analógicamente entresí, es completamente diferente de la consistencia lógica, en laque un nivel es tratado como si fuera deducible de los otros.El fracaso de los esfuerzos recientes por elaborar una doctri-na coherente de la causalidad histórica indica la inadecuacióndel paradigma científico «nomológico-deductivo» como unorganon de la explicación histórica.

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48 EL TEXTO HISTÓRICO COMO ARTEFACTO LITERARIO

Cualquier representación histórica de la realidad debe,creo, tratar de explicar los acontecimientos históricos repre-sentándolos como si tuvieran la forma y la sustancia de unproceso narrativo. Tal representación puede ser complemen-tada con un argumento formal que reclama el derecho a laconsistencia lógica como expresión e indicador de su racio-nalidad. Pero así como existen muchas formas diferentes derepresentación, hay también diferentes tipos de racionali-dad. Hay muy poco de «irracional» en la representación deFlaubert de los acontecimientos de 1848 en L'Éducationsentimentale, aunque tiene bastante de «imaginario» y mu-cho de «ficticio». Flaubert es famoso por haber tratado decomponer un tipo de estilo de representación en el que la«interpretación» de los acontecimientos (reales o imagina-rios) fuera indistinguible de su «descripción». Creo queesto se ha dado siempre en el caso de los grandes historia-dores narrativas -desde Heródoto y Tucídides pasandopor Livio y Tácito hasta Ranke, Michelet, Tocquevílle yBurckhardt-. Aquí, «estilo» debe entenderse de la formaen que Michel Foucault habló de él: como cierto modo

po constante del uso del lenguaje por el cual tanto se represen-ta el mundo como se lo dota de significado.

La verdad del significado no es lo mismo que la verdaddel hecho. Se puede imaginar, como dice Nietzsche, un relatoperfectamente verdadero de una serie de acontecimientospasados que, sin embargo, no contenga ni un solo hecho es-pecíficamente histórico. La historiografía agrega algo a unaconsideración simplemente fáctica del pasado. Este algo pue-de ser una explicación pseudocientífica de por qué los acon-tecimientos ocurrieron como lo hicieron, pero los clásicosreconocidos de la historiografía occidental-que es lo que es-tamos discutiendo- siempre agregan algo más. Y creo quees la «literalidad» lo que es agregado, para lo cual los grandesnovelistas modernos proporcionan modelos mejores de so-

HECHO Y FIGURACIÓN EN EL DISCURSO HISTÓRICO 49

ciedad que los pseudocientíficos. Un punto que intenté trataren Metahistoria era que, debido a que el lenguaje ofrece di-versas formas de construir un objeto y fijarlo en una imagen oconcepto, los historiadores tienen una elección en las modali-dades de figuración que pueden usar para tramar las series deacontecimientos manifestando diferentes significados. No haynada determinista acerca de esto. Los modos de figuracióny de explicación pueden ser limitados, pero las posibilidadesde combinación en un discurso dado son prácticamente ilimi-tadas. Es por eso por lo que el lenguaje mismo no nos propor-ciona criterios que nos permitan distinguir entre un uso «pro-pio» (o literal) y uno «impropio» (o figurativo) del lenguaje.Las palabras, la gramática y la sintaxis de cualquier lenguajeno obedecen a reglas claras para distinguir entre las dimen-siones denotativas y connotativas de una proferencia dada.Los poetas lo saben y,jugando con esa ambigüedad, consiguenese efecto peculiarmente iluminador de su trabajo. Esto tam-bién ocurre en el caso de los grandes narrativizadores. y losgrandes historiadores de nuestra tradición también lo supie-ron, hasta que la historiografía se comprometió con un idealimposible de claridad, literalidad, y con una consistencia sólode tipo lógico durante el siglo XIX. La imposibilidad de esteideal se manifestó en el fracaso de los historiadores profesio-nales en nuestro propio tiempo para hacer de los estudios his-tóricos una ciencia. El reciente «retorno a la narrativa» mani-fiesta el reconocimiento entre los historiadores de que unescrito más «literario» que «científico» es lo que se requierepara un tratamiento específicamente historiológico de losfenómenos históricos. Esto significa un retorno a la metáfora,la figuración y la trama, en lugar de la regla de la literalidad, laconceptualización y el argumento, como componentes de undiscurso propiamente historiográfico.

La mayoría de las historias de la historiografía presentanresúmenes de las ideas de los diferentes historiadores acerca

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de la historia, el pensamiento histórico, la investigación his-tórica y la rehteión del pensamiento histórico con otras dis-ciplinas de las ciencias humanas y sociales. Pero pocas deestas historias buscan determinar lo que he llamado «el con-tenido estructural profundo» compartido por las diferentesformas «históricas» de estudiar el pasado. En parte esto sedebe a que la principal corriente de historiadores profesio-nales tiende a desconfiar tanto de la teoría como de la filo-sofía de la historia; ambas son vistas como fuentes de dis-torsión «ideológica» en la reconstrucción del pasado. Demanera que upa historia del escrito histórico que no tome ladoxa corriente de la profesión histórica como el criterio paradeterminar lo que debería propiamente ser el escrito histó-rico es Considerada como «no histórica». La única «teoría dela historiQgrafía» admitida por los historiadores profesiona-les son las reglas para escribir historia honradas por el esta-blishment historiográfico en un tiempo y lugar determina-dos. A cualquiera que trate de conceptualizar una historiade estas reglas, sus variedades y los cambios que han sufridoa lo largo del tiempo enun lenguaje distinto al sancionadopor estas mismas reglas inmediatamente se le tildará de ha-cer teoría o depracticar la despreciada «filosofía de la histo-ria». En otras palabras, la historiografía profesional se pro-pone usar un lenguaje objeto (para la representación de susobjetos de estudio) que es su propio metalenguaje (para ca-racterizar susrepresentaciones de sus objetos de estudio comoun tipo Particular de representación). De acuerdo con ello,una historia propia del escrito histórico sólo puede ser con-ceptualizada usando los mismos términos que han de serproblematizados si uno ha de constituir la escritura de lahistoria CGmoun objeto posible de interés histórico.

Metah istoria ha sido criticada por usar un tipo particularde metal~nguflje para caracterizar lo que los historiadoreshacen cuando representan (identifican, describen y clasifi-

HECHO Y FIGURACIÓN EN EL DISCURSO HISTÓRICO 51

can) sus objetos de estudio (la Revolución francesa, la Revo-lución de 1848, la burguesía, el proletariado, el Renacimiento,etc.). No argumento que ciertos tipos de acontecimientos,personas, procesos, grupos, instituciones, etc., que vaga-mente corresponden a los términos usados por los historia-dores para referirse a ellos y describirlos, no existieron en elpasado. Más bien argumenté que el debate historiográfico amenudo gira en torno a cuestiones relativas a cómo hemosde llamar a estos fenómenos, cómo hemos de clasificarlosy qué tipos de explicación hemos de ofrecer de ellos. Y heargumentado que los debates historiográficos se resuelven amenudo con la eliminación o revisión de una cierta forma denombrar los fenómenos históricos y la sustitución por unanueva. Pero también argumenté que una aproximación críti-ca a la historia del escrito histórico debería distinguir entre elfenómeno del pasado, por un lado, y las representaciones deaquellos fenómenos en una narrativa histórica (o en cuanto aeso, un documento o testimonio oral), por el otro.

La representación de una cosa no es la cosa misma. Hayuna estrecha relación entre la aprehensión del historiador deque «algo ocurrió» en alguna región del pasado y su repre-sentación de «lo que ocurrió» en su consideración narrativi-zada de ello. Y entre otras cosas que ocurren en el procesoestán no sólo la percepción, la conceptualización y el pensa-miento, sino también el lenguaje, la figuración y el discurso.En sus investigaciones, los historiadores tratan típicamentede determinar no sólo «lo que ocurrió», sino el «significa-do» de este acontecer, no únicamente para los agentes pasa-dos de los acontecimientos históricos sino también para los :.Asubsecuentes. Y la principal forma por la que se impone elsignificado a los acontecimientos históricos es a través de lanarrativización. La escritura histórica es un medio de pro-ducción de significado. Es una ilusión pensar que los historia-dores sólo desean contar la verdad acerca del pasado. Ellos

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también quieren, lo sepan o no, pero en cualquier caso de-berían querer, insistiría, dotar al pasado de significado.

F~e est.e proceso de producción de significado el que pre-ten dí analizar en Metahistoria. Sin duda, reconocí -comocualquiera- que los historiadores pueden dotar al pasado desígnífícado presentando argumentos que propongan ex-plicar este pasado «científicamente» o interpretado «her-menéuticamente». Pero estaba más interesado en las formaspor las que los historiadores constituían un pasado como unt~~a ~ue podía ~ervir ~omo un posible objeto de investiga-clOn,cientificn o investidurs hermenéutica y, más importan-te aun, co.mo un tema para una narrativización. Yo sé que«el Impeno Romano», «el papado», «el Renacimiento», «elfeudalismo», «el Tercer Estado», «los puritanos», «OliverCromwell», «Napoleón», «Ben Franklin», «la Revoluciónfrancesa», etc.-o al menos entidades a las que estos térrni-110S,refi~ren-. - preexistieron a cualquier interés por ellos dealgún historiador, Pero una cosa es creer que una entidadalguna vez existió y otra completamente distinta constituir-lo como un posible objeto de un tipo específico de conoci-miento. Esta actividad constitutiva es, creo, una cuestión deimaginación tanto como de conocimiento. Es por ello por loque he caracterizado mi proyecto como un esfuerzo de con-ceptualizar una «poética» del escrito histórico más que una«filosofía» de la historia.

La poética apunta al aspecto artístico del escrito históri-CO concebido no como «estilo» en el sentido de decoraciónadorno o suplemento estético, sino más bien como un ciertomodo constante de uso del lenguaje por el cual transformarun objeto de estudio en el tema de un discurso. Durante lafase de investigación de una indagación de una historiadoraen el pasado, é~ta se in.teres~ en construir una descripciónaguda de su .0bJeto de mterés y de los cambios que experi-menta en el tiempo, basada en el registro documental, a partir

HECHO Y FIGURACIÓN EN EL DISCURSO HISTÓRICO 53de cuyos contenidos ella produce una =: ~e hechos. Digo«produce» una serie de hechos porque distingo un a.conte-cimiento (como un acontecer que sucede en un espacio y untiempo materiales) y un hecho (un enunciado acerca de unacontecimiento en la forma de una predicación). Los acon-tecimientos ocurren y son atestiguados más o menos ade-cuadamente por los registros documentales y los rastros mo-numentales' los hechos son construidos conceptualmente enel pensami:nto y/o figurativamente en la imaginación. y tie-nen una existencia sólo en el pensamiento, el lenguaje o eldiscurso.

Decir que uno «descubre» hechos no tiene ~entido a me-nos que con esta afirmación hagamos referencia a los e~un-ciados encontrados en el registro documental que testimo-nian la ocurrencia de un tipo específico de acontecimientoen un tiempo y lugar particulares. Pero e.n ~ste ca~o e.~:~oshablando también acerca de un acontecirmento lingiiistico,es decir, el enunciado de que el acontecimiento X de tipo 2ocurrió en el momento A y en el lugar Il l. Esto es lo quetraté de sugerir al elegir el enunciado de Barthes acerca de«un hecho que sólo tiene una existencia lingüística» como elepígrafe de Tropics 01 Discourse. N o tr~té de. de?ir ~~e .los«acontecimientos» tienen sólo una existencia linguistica.Quise subrayar que, a mi entender, los hechos históricos s~ninventados sobre la base del estudio de los documentos, smduda, per; no obstante inventados: no vienen «dados» nivienen tampoco como «datos» ya almacenados como «he-chos» en el registro documental (véase Collingwood). Así,los hechos deben ser constituidos como tales sobre la basedel estudio del registro de los acontecimientos pasados ?a~aservir como la base de la descripción de un fenómeno histó-rico complejo (<<laRevolución francesa», el ~<feudali~mo»,«Inocencia Hl», etc.) que puede a su vez servir como un ob~jeto de explicación e interpretación. En otras palabras, SI

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una explicación o interpretación histórica es una construc-ción, conceptual y/o imaginativa, cualquiera sea el caso asítambi~n es el objeto sobre el cual estas técnicas explicativasse aplican. Cuando se llega al fenómeno histórico, estamosenteramente ante una construcción. ¿Cómo podría ser deotro modo? En tanto que, por definición, las entidades histó-ricas pertenecen al pasado, sus descripciones no están so-metidas a verificación o falsación por la observación directa(controlada). Lo que puede ser estudiado por la observacióndirecta, por supuesto, son los documentos que atestiguan lanaturaleza del objeto pasado de interés del historiador. Peroeste registro exige interpretación, si es que ha de producirlos hechos sobre la base de los cuales se ha de postular unadescripción inicial plausible del objeto como un posible temade investigación. Esto me lleva a concluir que el conoci-miento histórico es siempre conocimiento de segundo orden,lo que significa que está basado en construcciones hipotéti-cas de los posibles objetos de investigación que requieren untratamiento por medio de procesos imaginativos que tienenmás en común con la «literatura» que con cualquier ciencia.

¿La presencia en un discurso histórico de elementos «li-ter~rios» vicia su pretensión de contar la verdad y sus pro-cedImientos de verificación y falsación? Sólo si uno iguala el~scrito literario con la mentira o la falsificación y niega a laÍiteratura cualquier interés en representar la realidad de unmodo realista. Esto nos permite equiparar la historia con laciencia moderna, en tanto se ha dicho que esta última estámenos interesada en determinar la verdad acerca del mundoque en determinar su «realidad».

Es verdad que he hablado de las historias como produc-t~s d~ .un proceso de invención más literario o poético quecientífico y conceptual, y he hablado de las historias comoficcionalizaciones del hecho y de la realidad pasada. Pero,para ser franco, propuse la noción de ficción para ser corn-

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t 'óu,.

HECHO Y FIGURACI6N EN EL DISCURSO HISTÓRICO 55prendida en su sentido benthamita y vaihingeriano moder-no, es decir, como un constructo hipotético y una conside-ración «como si» de una realidad que, debido a que ya noestaba presente a la percepción, sólo podía ser, más que sim-plemente referida o postulada, imaginada. También me ins-piré en el famoso ensayo de Owen Barfield, «Poetic Dictionand Legal Fiction», que señalaba que la «personería» en laley atribuida a las corporaciones es, no obstante, «real» paraser una «ficción». Como indiqué anteriormente, siemprehe considerado el «hecho» como una construcción, lo queDanto llamó «un acontecimiento bajo una descripción»,por tanto, una ficción lingüística o discursiva --en sentidoetimológico de «fictio», es decir, como algo hecho o fabrica-do-o Ciertamente ésta es la forma en que yo vería la repre-sentación de la realidad en la novela moderna, la cual postulamanifiestamente pretensiones de verdad para sus represen-taciones de la realidad social casi tan firmes como aquellashechas por cualquier historiador narrativizante. La cuestiónes que la narrativización de la realidad es una ficcionaliza-ción en cuanto la narrativización le impone a la realidad laforma y la sustancia del tipo de significado encontrado sóloen los relatos. Y en cuanto la historia involucra el relatar, in-volucra la ficcionalización de los hechos que ha encontradoen la fase de investigación de sus operaciones.

Georg Iggers considera insostenible mi afirmación de«que todos los acontecimientos históricos, dado que violanla fidelidad a los hechos, poseen igual valor de verdad». ¿Di-je yo eso? Quizá, De hecho, quise decir algo así como que,cuando se trata de evaluar las representaciones en compe-tencia y las interpretaciones del significado del mismo acon- .tecimiento proferidas por historiadores de similar erudicióny sabiduría, los hechos no pueden ser invocados para decidirla cuestión. Primero, porque lo que está en cuestión entreinterpretaciones en competencia no es sólo cúales son los

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hechos, sino también qué se ha de considerar como un hechoy qué no. Y, segundo, porque, cuando se trata de interpreta-ciones en conflicto, lo que importa no es la verdad del hecho,sino el significado que ha de atribuirse a los acontecimientosque están en discusión.

No niego que las consideraciones académicas presupo-nen que la «investigación dura» o que los métodos y las con-clusiones de tal investigación se someten a escrutinio de lacomunidad académica. Pero ello no dice nada acerca del«rol de la imaginación en la construcción de las considera-ciones académicas». A mi modo de ver (y aquí citaría nueva-mente a Collingwood), el rol de la imaginación es primarioen la construcción de cualquier relato histórico y no impor-ta cuán «dura» sea la investigación involucrada, ya que loshechos son, por así decirlo, la materia bruta a partir de la cualuna consideración propiamente histórica tiene que ser cons-truida. Y éste es el caso ya se conciba la consideración comouna descripción de un estado relativamente estable de cosaso como una consideración narrativizada de los cambios queocurren en el curso de un ciclo de vida.

Y mientras tenga la oportunidad, me gustaría comentaruno de los ensayos traducidos al español en este volumencompilado por la profesora Tozzi. El ensayo en cuestión es«La trama histórica y el problema de la verdad en la repre-sentación histórica», aparecido originalmente en la compi-lación de Saul Friedlander de una serie de artículos sobre lahistoriografía acerca del Holocausto. Ahí planteé la cuestiónde si se podría dotar a los acontecimientos del Holocaustode todos los significados que nos proporcionan los diversosmodos de tramar conocidos en las prácticas occidentalesde narrativización. E hice dos observaciones. Una tenía quever con la relación entre los hechos y los significados. Dijeque, cuando se atribuye significado a una determinada seriede acontecimientos históricos, no se puede apelar a los hechos

HECHO Y FIGURACIÓN EN EL DISCURSO HISTÓRICO 57

como se puede apelar a ellos para determinar el valor de ver-dad de enunciados específicos proferidos acerca de aconte-cimientos específicos. Hacía referencia al significado, no a laverdad. La segunda observación tenía que ver con la cues-tión de si al Holocausto se le podía dar libremente cualquiertrama, usando todas las estructuras de trama que puedenencontrarse en el canon de la literatura universal, incluyen-do la comedia y la farsa. No dije que los hechos excluyeranla posibilidad de tramar el Holocausto como una farsa; dijeque tramarlo de ese modo sería de mal gusto y ofensivopara la mayor parte de las audiencias. Apelé a criterios mo-rales y estéticos, no a hechos, como determinantes de la elec-ción de la estructura-trama que debería ser usada en la na-rrativización del Holocausto. Lo cual nos conduce, creo, alproblema de la relación entre la historia y la literatura. Denuevo, como en el caso de la distinción hecho-ficción, no veola relación entre la historia y la literatura como una relaciónde oposición -como Ranke lo hizo cuando opuso su propianoción de historia escrita a las «novelas románticas» de sirWalter Scott-. Hay muchos críticos que parecen identificartoda la «literatura» con la ficción, con lo cual no son capacesde reconocer que hay mucha escritura literaria que no es fic-cional y mucha escritura ficcional que no es literaria. Existe-como una cuestión de hecho- una gran cantidad de «es-critura literaria» cuyo objetivo es la «representación realistade la realidad» y a la cual pertenecen la mayoría de los grandesclásicos de la histoiiografía «occidental» -desde Heródotoy Tucídides, pasando por Livio y Tácito, a Eusebio y Proco-pio, Maquiavelo y Guicciardini y, más allá de éstos, hastaVoltaire, Gibbon y, sí, incluso Ranke, Treitschke, Momm-sen, Burckhardt, Huizinga y tantos otros-o Pero al llamara estos historiadores clásicos «escritores literarios» no tratode sugerir que escribieron en un estilo «fino» o «elevado»-que fueran antes que nada «académicos» e «investigadores»

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y sólo de manera secundaria narradores y «escritores>>--.Porel contrario, considero sus escritos como sólo la fase tardía deun proceso de «composición» que tuvo que haber comenzadoen el mismo momento en que identificaron sus temas: como elmomento en que Gibbon contemplaba las ruinas del foro deTito desde los escalones de una iglesia que le sugirió el temade,«el barbaris~o y la religión» en Historia de la decadencia ycaz~~del I~perzo Romano. A partir de ese momento de inspi-racion, Gibbon captó la trama de la historia que tenía quecontar. La composición de ese relato fue una continuaciónde la estructura de ese momento.

¿Fue un proceso de factualización o de ficcionalizaciónel.que estaba involucrado en la composición del trabajo deGibbon? Bueno, factualización en la medida en que Gibbontrató de conseguir el relato correcto, separar la verdad de lasdistorsiones, falsificaciones y mentiras contenidas en los re-latos populares sobre el tema. Pero seguramente era unacuestión de ficcionalización en la medida en que Gibbon te-nía que traducir personas, lugares y acontecimientos realesal tipo de «figuras» y topoi que permitirían a su lector seguirel relato que deseaba contar como un relato que explicara sutema «tramándolo» como un relato de un tipo particular, elrelato de una «decadencia y caída».

Es un lugar común de la teoría histórica que el relatoefectuado a partir de los hechos sea una condensación -unareducción del tiempo de la acción al tiempo del relatar yuna reducción de todos lo hechos que son conocidos acercade un período dado de la historia únicamente a aquellos he-chos que son importantes- no sólo de los acontecimientosque ocurren en un dominio espacio-temporal dado sinotambién de los hechos que puede que se conozcan acerca deesos ~contecimie~tos. La traducción de lo que Collingwoodllamo «el pensarruento del historiador acerca de los aconte-cimientos» en un discurso escrito (lo que de hecho dice o

HECHO Y FIGURACIÓN EN EL DISCURSO HISTÓRICO 59

escribe) emplea todas aquellas condensaciones y desplaza-mientos peculiares del uso del discurso figurativo. Los his-toriadores pueden desear hablar literalmente y no decir otracosa que la verdad acerca de sus objetos de estudio, pero nopueden narrativizar sin recurrir al habla figurativa y a un dis-curso más poético (o retórico) que literal. Una consideraciónmeramente literalista de «lo que ocurrió» en un deteminadopasado podría usarse para producir sólo un anal o una cró-nica, no una «historia». La historiografía es un discurso queapunta normalmente hacia la construcción de una narrativi-zación verídica de los acontecimientos, no a una descripciónestática de un estado de cosas.

Si uno se interesa por conceptualizar una historia de losestudios históricos (o, en cuanto a eso, escritura histórica opensamiento histórico o conciencia histórica), es decir, si unose interesa por dar cuenta de los cambios que ellos sufren enel tiempo y las diferencias que manifiestan en los diversos lu-gares donde «el pasado» ha llegado a ser construido comoun objeto posible de cognición sistemática y autorreflexiva,entonces debe asumir una perspectiva metahistórica. Es decir,no podemos suponer simplemente la adecuación del arsenalconceptual proporcionado por los historiadores de nuestromismo tiempo (o de algún otro tiempo y lugar) y usar estecírculo de conceptos como el objetivo hacia el cual todo seesforzaba, con más o menos éxito, para llegar a ser «desde elcomienzo» de la práctica de la disciplina. Por ejemplo, tienepoco sentido (y es profundamente no histórico) presumirque lo que Ranke o Braudel entendían por «acontecimientohistórico», «narrativa histórica» o «explicación histórica»-«literatura», «ficción», «poesía», «imitación», «descrip-ción», «el pasado», «el presente», etc.- era lo mismo qué loque Heródoto o Tucídides pueden que entendieran por lostérminos griegos equivalentes. Ésta es la razón de que tengapoco sentido (y sea profundamente no histórico) jerarquizar

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60 EL TEXTO HISTÓRICO COMO ARTEFACTO LITERARIO

a los clásicos reconocidos de la historiografía occidental entérminos de hasta dónde se aproximaron al canon del discur-so histórico contemporáneo o cuánto se alejaron de él.

Este es exactamente el caso en el estudio de la «ciencia»griega antigua, romana, medieval y moderno-temprana -porno mencionar las diversas formas no occidentales de «cien-cia»-. Los filósofos de la ciencia pueden muy bien suponerque las concepciones fisicalistas de la realidad física propor-cionan los criterios válidos para evaluar las nociones equiva-lentes en Aristóteles, Galeno, Plinio, Paracelso, Agricola,Bruno o Bacon; pero la historia moderna de la ciencia seocupa propiamente de las diferencias y discontinuidades en-tre las nociones sucesivas de causalídad física (y, en cuanto aeso, entre diferentes nociones de «naturaleza» o «lo físico»)que marcan la evolución global de la «ciencia» desde, diga-mos, el siglo VI a.e. En otras palabras, una historia propia dela ciencia requiere un distanciamiento, y una problematiza-ción de lo que pase por ser una ciencia «propia» en nuestrotiempo, una puesta entre paréntesis de la idea de que laciencia occidental moderna constituye la ciencia real haciala cual todas las otras nociones de cientificidad estaban es-forzándose o fracasando en alcanzar desde, digamos, Tales oHipócrates. Se debe asumir una posición metacientífica,una posición fuera de la ortodoxia científica corriente si sedesea conceptualizar una concepción de la ciencia genuina-mente histórica (por lo cual yo entendería, genuinamentehistoricista) .

y lo mismo para una historia de los estudios históricos.La conceptualización de una historia de la historiografía debecomenzar con la de construcción (¿me atrevo a usar el térmi-no?) de las presuposiciones de las ortodoxias autorizadascorrientes (que se referirá, en este caso, a las profesionales)del campo de los estudios históricos. Éstas no pueden ser to-madas como absolutamente válidas y como si constituyeran

HECHO Y FIGURACIÓN EN EL DISCURSO HISTÓRICO 61

la única base posible para el estudio del pasado, su repre-sentación en un discurso y una determinación de su signifi-cado. Esto es lo que propuse hace unos treinta años en Me-tahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX(1973) Y lo que desde entonces he tratado de elaborar en lostrabajos subsiguientes.

Sé que la mayor parte de los historiadores modernos noquieren ser considerados escritores de «literatura», enten-diendo literatura como «ficción». Sé que la mayoría de loshistoriadores creen que tanto los hechos como los relatosque ellos realizan de estos hechos residen en la historia o al me-nos en el registro histórico y no deben ser considerados como«inventados» por el investigador o «construidos» de la nada.Sé que la mayoría de los historiadores no quieren ser tomadospor «poetas», sino por académicos, y quieren que s~s traba-jos sean considerados contribuciones a la academia y n? al«arte». Sé todo esto, pero creo que un análisis de los escntosque de hecho produjeron los maestros reconocid~s de la his-toriografía en nuestra tradición contradice el realism? de es-tas intenciones. Algunos pueden pensar que me eqUiVOCOalno considerar las intenciones de los historiadores. Consideroque cuando nos ocupamos de la historia del escrito histórico,son las intenciones del texto las que deberían interesarnos,no las intenciones del escritor.

HAYDEN WHITE2003

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1. TROPOLOGÍA, DISCURSO y MODOSDE CONCIENCIA HUMANA

Cuando buscamos comprender asuntos tan problemáti-os como la naturaleza humana, la cultura, la sociedad y la

historia, nunca decimos exactamente lo que deseamos deciro queremos decir exactamente lo que decimos. Nuestro dis-urso siempre tiende a escabullirse desde nuestros datos ha-

cia las estructuras de la conciencia con las que estamos tra-tando de aprehenderlos; o, lo que es lo mimo, los datosiempre se resisten a la coherencia de la imagen con la questamos tratando de organizarlos.' Más aún, en asuntos co-

mo éstos, existen siempre fundamentos legítimos para lasdiferencias de opinión en torno a qué son, o a cómo se debe-ría hablar de ellos o incluso acerca de los tipos de conoci-miento que podemos obtener a partir de los mismos.

1.La disparidad entre habla, lexis o modo de emisión, por un lado, y sig-nificado, por otro, es un principio fundamental de las modernas teorías es-tructuralistas y postestructuralistas en torno al texto, originado a partir de laidea de arbitrariedad de la unión entre significante y significado en el signo,tal como postuló Saussure. Hay mucha literatura al respecto, pero véanseFredric Jameson , The Pnson- House cf Lan guage: A Critical Account of.Struc-turalism and Russían Formalism, Princeton, 1972, cap. 1 (trad. cast.: Lacárcel del lenguaje: perspectiva crítica del estructuralismo y elformalismo ruso,Barcelona, Ariel, 1980);Jonathan Culler, Structuralist Poetics: Structuralism,Linguistics, and the Study of Literature, lthaca, 1975, primera parte (trad.cast.: La poética estructura lista, Barcelona, Anagrama, 1979); y TerenceHawkes, Structuralism and Semiotics, Berkeley y Los Ángeles, 1977, cap. 2.

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64 EL TEXTO HISTÓR¡ co COMO ARTEFACTO LITERARIO

Todo discurso genuino se h 'de opinión ante las dudas ace cargo de estas dIferenciaspia autoridad q =s que se plantean respecto a su pro-

, ue es Slstem ' ti dpropia superficie, En partica ra~ente esp1egada sobre suenfrentamos al problema de d ar este es el caso cuando nosnueva área de experíen-, emarcar lo que parece ser unanar, para detinir s nClahuma~a para su análisis prelimi-

jl us cantamos 'd. t;·f: 1 1su campo y di. '1' ,z en Z¡ icar os e ementos detscernir os tIpO d Iaci ,entre ellos. Es en esto sd e re acron que se establecen

s Casos ond 1di ,sentar la adecuación d 11 ,e e ISCurso rnismo debepara que los objetos que aenguaJe usado al análisis del campoel discurso efectúa esta adparez~~n pued~ ocupar su lugar, Yprefigurativo que es más t e~~aclon a t:a~es de un movimiento

L roprco que lógicoos ensayos de esta reco il ",~ '

otra sobre el elemento t ' ? acion versan de una manera usea realista o un' , ,roplCO presente en todo discurso ya

aginatrc-, Esr 1 'minarse del discurso en '1 e,e e~ento, creo, no puede eli-cuán realistas puedan éstas as c~enclas human,as: no importala sombra de la que tod di aspirar a ser, La troprca [tropieJ esresulta imposible huir ~e e~~urso realista ~u~e. Sin embargo,gracias al cual tod di ,ya que la troprca es el proceso

o lSCurso con t 't 1 bipretende describir de m d ali s 1 uye ~s o jetos que sóloEl tema de estos ensayos o o r: sta y analizar objetivamente.discursos de las ciencias hu como funcionan los tropos en los

UInanas y d ahí 1 ítulLa palabra trápi. deri ,e 1e tn o,lea enva de t 'k

go clásico significa «giro» enrop~ ~sJ~ro~~sJque en grie-«manera», El término lle a ~ k01-?e,SIgnIfIca «modo» ono a través de tropus g alle?gua!e.mdoeuropeo moder-

, que en atín el iznifra» o «figura de hab1 1 aSlCOSIgnI rca «metáfo-a» y en atí t dí ,cado a la teoría mUSI'C11m ar 10, especIalmente apli-, " a , «ta ante» o did 'T' dSIgnIfIcados, sedimentado 1 «me 1 a», 10 os estos

s en a temprana palabra inglesa

,',El autor se refiere a los ensa 'Este artículo constituye la int d YOs.:ompilados en Tropics ojDiscourse.

ro UCClOna tal obra. (N. de la t.)

TROPOLOGfA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 65

trope, capturan la fuerza del concepto que el inglés mo-erno denomina con la palabra style [«estilo»], un concep-l especialmente adecuado para esa forma de composiciónverbal que, para distinguida de la demostración lógica porun lado y de la pura ficción por otro, llamamos discurso,

Para los retóricos, los gramáticos y los teóricos del len-guaje, los tropo s son desviaciones del uso literal, convencio-nalo «propio» del lenguaje, desvíos de la locución que nostán sancionados ni por la costumbre ni por la lógica.' Losropos generan figuras de habla o pensamiento por su va-

riación de lo que es «normalmente» esperado y por las asocia-iones que establecen entre los conceptos que normalmente

'e considera que carecen de relación o que están relacionadosde formas diferentes de las que se sugiere en el tropo usado,

i, como Harold Bloom ha propuesto,' un tropo puedeverse como el equivalente lingüístico de un mecanismo psi-ológico de defensa (una defensa contra el significado literaln el discurso, en la forma en que la represión, la regresión,

2, La literatura sobre los tropos es tan amplia como la de la teoría deligno, o incluso más, y crece día a día a un ritmo frenético, sin dar aún

muestras de consenso general para su clasificación, Para una muestra ge·neral del estado de la cuestión, véanse «Recherches rhétoriques», Com-munications (publicación de la École pratique des hautes études - Cen-tre d'études des communications de masses), 16, 1970; «Frontieres de larhétorique», Litérature, 18, mayo de 1975; «Rhétorique et herrnéneuti-que», Poétique, 23, 1975, Estudios sistemáticos de los trapos, informadospor las modernas teorías lingüísticas, son los de Heinrich Lausberg, Ele-mente der literarischen Rhetorik, Múnich, 1967 (trad. cast.: Elemento deretórica literaria, Madrid, Gredos, 1993); J. DuBois y otros, Rhétoriquegenérale, París, 1970; y Chaim Perelman y L. Olbrechts- Tyteca, The NewRhetoric: A Treatise on Argumentation, Notre Dame y Londres, 1969(trad. cast.: Tratadode laargumentación: la nueva retórica,Madrid, Gredos,1989), Cabe mencionar también los trabajos de Kenneth Burke, GérardGennete, Roland Barthes, Umberto Eco y Tzvetan Todorov

3, Harold Bloom, A Map ojMisreading, NuevaYork, 1975, pág. 91.

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66 EL TEXTO HISTÓRICO COMO ARTEFACTO LITERARIO

la proyección, etc. son defensas contra la aprehensión de lamuerte en la psique), es siempre no sólo una desviación des-de un significado posible, propio, sino también una desvía-

t> ción hacia otro significado, concepción o ideal de lo que escorrecto, propio y verdadero «en realidad». Considerada así,la actívidad de tropologizar" es tanto un movimiento desdeuna noción del modo en que las cosas se relacionan haciaotra noción, como una conexión entre las cosas para quepuedan ser expresadas en un lenguaje que se haga cargo dela posibilidad de ser expresadas de otra manera. El discursoes el género donde prevalece el esfuerzo por ganar este de-recho de expresión, aceptando totalmente la posibilidadde que las cosas podrían ser expresadas de otro modo. Y latropologización es el alma del discurso y,por tanto, el meca-nismo sin el cual el discurso no puede hacer su trabajo oalcanzar su fin. Por todo ello, estamos de acuerdo con laafirmación de Bloom acerca de que «toda interpretacióndepende de la relación antitética entre significados y no dela supuesta relación entre un texto y su significado»."

Ciertamente, Bloom piensa en los textos poéticos y espe-cialmente en la poesía lírica moderna (romántica y posro-mántica), de manera que su noción de interpretación comoexplicación de la «relación antitética entre significados»dentro de un único texto es menos sorprendente de lo quepodría resultar cualquier afirmación similar aplicada a laprosa discursiva. Y, sin embargo, nos enfrentamos con elineluctable hecho de que, aun en la más pura prosa discursiva,textos que tratan de representar «las cosas tal como son»,

* Traduzco el neologismo lo trope y su derivado troping por «tropo-logizar» y «tropologización» según el contexto. Creo que este términorecoge la intención de White de subrayar el papel activo y funcional delos tropas. (N. de la z.)

4. Ibíd., pág. 76.

. CONCIENCIA HUMANA 67'm POLOGtA. DISCURSO y MODOS DE

, . . a ineria poética, adolecen siempre111 adorno retonc? o 1m.g S uede mostrar que todoI f so demtenclOnes. e p . ., dun raca . d 1 f de la descnpclon e su. " ha deja o a go uera 1l' to mlmetico 1 '1que es insustancia paraI,bjeto o que ha puesto a go en ~enor autoridad, conside-I 1 ue algún lector, c?n ~ayodr o d Según dicho análisis,

. descnpclon a ecua a. ." ,rá como una d' torsionada Ypuede serVlr,

ida mímesis puede m~strarse ~ra desCripción del mismop r tanto, como ocasioln para omás realista, más «fiel a losI 'nómeno, una que rec ame serh chos»,' d a través del análisis, que

Así también, pue e mostrarsde, [enó meno contiene al. .' , prosa e un .'ualquler descnpclOn en . ., n la secuencia de emi-

. iento o tranS1Clone . lém nos un moVlm n canon de consistencla 0-i nes descriptivas que vdulnerau d cuando el modelo del, 'C' odría ser e otro mo o ..

¡tea, (, amo P , videncias claras de una tro-'ilogismo mismo presep~a a;nle remisa mayor (Todos losI ologización? El paso els el a~, del datum que sirve co-

b rtales) a a e eccton .hom res son mo, hombre) es en sí mismo. enor (Socrates es un .\UO premlsa m , . desvío de lo universal a lo particu-in paso tropologlco, un d idir cabalmente ya que es

1 lózi a no pue e presl '.lar que a opca y . d pasa)'e 6 Cada siloglsmO. . la que se Slfve e ese .la lógica misma 1 tl'mémico' tal elementod . n e emento en , 1

aplica o contiene .l d ", de trasladarse del plano de as. t sólo en a eczszonconSlste an . 1 ( , ismas sinécdoques exten-

proposiciones uDlversa es en Slm

. 'lid d de un trabajo como Mimesis: The5, De ahí se deriva la poslbl a, de Erich Auerbach, Nueva

.cR lit 'n Western Literature. d l l'Representation OJ ea z y z, 'L resentación de la realida en a t-York, 1957 (trad. cast':,Mzme;s, ; r~p Cultura Económica, 1950), queteralura occidental, MexlCo,., on

d01 e 1 y en los estilos considerados

b' 1 epcl0n e o «rea »traza cam lOSen a conc ., desde Hornero aJoyce.más apropiados para su represe~t~ClOn, Oxford 1975, §§ 181-190, págs.

6, Aquí sigo a G. W. F. H~gel' L~gg:~~Buen;s Aires, Solar S. A. / Ha·244-254 (trad. cast.: Ciencia e a o s

chette, 1968).

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68 EL TEXTO HISTÓRICO COMO ARTEFACTO LITERARIO

didas) al plano de los enunciados existenciales singulares(que son metonimias extendidas). Y si esto es verdad inclusorespecto del silogismo clásico, cuánto más verdadero debe serde aquellos pseudosílogismos y cadenas de pseudosilogis-mos que conforman el discurso en prosa mimético-analítica, odel tipo encontrado en la historia, la filosofía, la crítica lite-raria y las ciencias humanas en general.

La técnica convencional para evaluar la validez de los dis-cursos en prosa -tales como, por ejemplo, las expansionespolíticas de Maquiavelo o Locke, los ensayos de Rousseausobre la desigualdad, los relatos de Ranke o las especulacionesetnológicas de Freud- consiste en someterlos a examen, pri-mero, por su fidelidad a los hechos del tema que se discute y,luego, porsu adhesión a.los criterios de consistencia lógica talcomo son presentados por el silogismo clásico. Esta técnicacrítica va manifiestamente en contra de la práctica del dis-curso, si no en contra de alguna teoría acerca de esa práctica,porque el discurso es proyectado para constituir el funda-mento sobre el cual decidir qué contará como un hecho en lascuestiones bajo consideración y determinar qué modo de com-prensión es más adecuado para la comprensión de los hechosasí constituidos. La etimología de la palabra discurso, derivadadel latín discurrere, sugiere un movimiento «hacia atrás yhaciadelante» o «un andar hacia y desde». Este movimiento, segúnnos muestra la práctica discursiva, puede ser tanto prelógicocomo antilógico, ya que es dialéctico. En cuanto antilógico, suobjetivo será deconstruir una conceptualización de un área da-da de experiencia que ha llegado a compactarse en una hipós-tasis que bloquea la percepción o que niega, en aras de la for-malización, lo que nuestra voluntad o nuestras emociones nosdicen que no debería ser el caso en una circunscripción dadade la vida. En cuanto prelógico, su objetivo es demarcar unárea de experiencia para el subsiguiente análisis por parte deun pensamiento guiado por la lógica.

TROPOLOGfA. DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 69

Un discurso se mueve «hacia y desde» entre las codifica-ciones recibidas de la experiencia y el conjunto de los fenó-menos que rehúsan incorporarse a las nociones convenciona-lizadas de «realidad», «verdad» o «posibilidad». También semueve «hacia atrás y hacia adelante» (¿como una lanzadera?)7entre formas alternativas de codificar esta realidad, algunasde las cuales pueden ser suministradas por las tradiciones deldiscurso prevaleciente en un dominio dado de investigación yotras pueden ser idiolectos del autor, que busca establecersu autoridad. El discurso, en una palabra, es en esencia unaempresa mediadora. Como tal, es tanto interpretativo comopreinterpretativo; trata siempre tanto sobre la naturaleza dela interpretación misma como sobre el tema que le presenta laocasión manifiesta para su propia elaboración.

Esta doble naturaleza del discurso es a veces presentadacomo dialéctica. Pero el término dialéctico, aparte de estarcargado de asociaciones ideológicas de un tipo específico,sugiere demasiado a menudo un sujeto trascendental o egonarrativo que se sitúa sobre las interpretaciones en conflictoacerca de la realidad y que arbitra entre ellas. Perrnítasemeofrecer otro término para expresar cómo concibo el movi-miento dinámico de un discurso: diatáctica. Este conceptotiene el mérito de sugerir un tipo de relación, en cierto mododiferente, entre el discurso, el sujeto putativo y las interpre-taciones conflictivas de éste. Con ello no estoy afirmandoque los discursos acerca de la realidad puedan ser clasifica-dos en hipotácticos (conceptualmente sobredeterminados),por un lado, y paratácticos (conceptualmente subdetermi-nadas), por otro, con el discurso mismo ocupando el terrenomedio (del pensamiento propiamente sintáctico) que cada

7. Véase Geoffrey Hartman, «The Voice of the Shuttle: Languagefrom the Point of View of Literature», en Beyond Formalism, NuevaYork y Londres, 1970, págs. 337-355.

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uno busca. Por el contrario, el discurso, si es un discurso ge-nuino -esto es, tanto autocrítico como crítico respecto aotros discursos-, desafiará de forma radical la noción mismade soporte medio sin táctico. Pone en duda toda regla «tác-tica», incluso aquellas que originalmente gobiernan su pro-pia formación. Precisamente porque es aporético o irónicocon respecto a su propia adecuación, el discurso no puedeestar gobernado sólo por la lógica." Puesto que está siempreescapando de ser atrapado por la lógica, preguntando cons-tantemente si la lógica resulta adecuada para captar la esenciade su tema, el discurso tiende siempre hacia la reflexión me-tadiscursiva. Por ello todo discurso trata siempre acerca deldiscurso mismo tanto como acerca de los objetos que con-forman su tema.

Considerado como género, por tanto, el discurso debeanalizarse en tres niveles: la descripción (mimesis) de los«datos» encontrados en el campo de investigación en el quese está trabajando o que está preparado para el análisis; el

\> argumento o narrativa (diégesis), que discurre junto con losmateriales descriptivos o entremezclado con ellos;" y la com-binación que se efectúa de estos dos niveles previos (diataxis).Las reglas que cristalizan en este último nivel de discurso-diatáctico- determinan los objetos posibles de discurso,las formas en que se deben combinar descripción yargu-mento, las fases a través de las cuales debe pasar el discursopara ganarse su derecho de clausura y la modalidad de lametalógica usada para unir la conclusión del discurso con

8. Umberto Eco, A Theory 01Semiotics, Bloomington y Londres,1976, págs. 276-286. Véase también Paul De Man, Blindness and Insight:Essays in the Rhetoric 01 Contemporary Criticism, Nueva York, 1971,págs. 102-141.

9. Gérard Genette, «Boundaries of Narrative», New Literary History,8, n° 1, otoño de 1976, págs. 1-13.

TROPOLOGÍA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 71

sus gestos inaugurales. Así concebido, un discurso constituyeen sí mismo un modelo determinado del proceso de concien-cia por el que un área dada de experiencia, originalmenteaprehendida simplemente como un campo de fenómenos quedemandan comprensión, se asimila por analogía a aquellasáreas de experiencia sentidas como ya comprendidas conrespecto a sus naturalezas esenciales.

Comprender es un proceso que consiste en hacer que lo nofamiliar, o lo «extraño» en el sentido que Freud le da a ese tér-mino," aparezca como familiar; o trasladado del dominio delas cosas sentidas como «exóticas» e inclasificadas a un ciertodominio de la experiencia codificada adecuadamente para sersentida como humanamente útil, no amenazante o simple-mente conocida por asociación. Este proceso de comprensiónsólo puede ser tropológico en su naturaleza, pues lo que estáinvolucrado en este convertir en familiar lo no familiar es untropologizar que es generalmente figurativo. Se sigue de ahíque este proceso de comprensión avanza mediante la explota-ción de las principales modalidades de figuración, identifica-das en la retórica posrenacentista como «tropo s maestros» (enpalabras de Kenneth Burke) de la metáfora, la metonimia, lasinécdoque y la 'ironía. 11Más aún, en este proceso parece estaroperando un patrón arquetípico para construir tropológica- .A

mente los campos de experiencia que es preciso comprender yque siguen la secuencia de los modos indicados por la lista de'tropas maestros tal como fue dada.

La trama arquetípica de las formaciones discursivas pa-rece requerir que el «yo» narrativo del discurso se mueva

IO. Sigmund Freud, «The Uncanny», en On Creativity and tbe Un-conscious, Nueva York, 1958, págs, 122-161 (trad. cast.: «Lo siniestro»,en Obras Completas, Madrid, Biblioteca Nueva, 1981),

11. Véase Kenneth Burke, A Grammar 01Motives, Berkeley y LosÁngeles, 1969, apéndice D, págs. 503-517,

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desde una caracterización original de un dominio de expe-riencia, a través de deconstrucciones metonímicas de suselementos, hacia representaciones sinecdóquicas de las rela-ciones entre sus atributos superficiales y su presumible esen-cia, hasta llegar, finalmente, a una representación de cuales-quiera contrastes u oposiciones que puedan legítimamenteser discernidos en las totalidades identificadas en la tercerafase de la representación discursiva. Vico sugirió tal patrónde movimientos en su análisis de la «lógica poética» que sub-yace a los esfuerzos de la conciencia para «hacer» un mundoadecuado a la satisfacción de las necesidades de los seres hu-manos, en procesos cognitivos prerracionales." Asimismoañadió que esta diataxis del discurso no sólo refleja el pro-ceso de la conciencia, sino que de hecho subyace e informaa todos los esfuerzos de los hombres para dotar de significadoa su mundo. Hegel parece compartir la misma visión, si lo heinterpretado correctamente, y Marx ciertamente también,como lo demuestra mi análisis de su discurso sobre «Lasformas del valor» en el libro que abre El capital. 13

Consideraciones como éstas sugieren que el discursomismo, en cuanto producto de los esfuerzos de la concien-

)

cia para adaptarse a los dominios problemáticos de la expe-riencia, sirve como modelo de las operaciones metalógicasmediante las que la conciencia, la praxis cultural en general,

1 efectúa tales adaptaciones con su medio, social o natural, se-gún sea el caso. El movimiento desde una aprehensión me-tafórica de una realidad «extraña» y «amenazadora» hacia

12. Giambattista Vico, The New Science, Ithaca, 1968, n° 400 y sigs.,pág. 127 Ysigs. (La Scienza Nuova, Bari, Gius, Laterza y Figli, 1916)(trad. cast.: Ciencia nueva, Madrid, Tecnos, 1995).

13. Hayden White, Metahistory: The Historical Imagination in Nine-teenth-Century Europe, Baltimore, 1973, pág. 287 Ysigs. (trad. cast.:Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX, México,Fondo de Cultura Económica, 1992).

TROPOLOGÍA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA. 73

una dispersión rrietonímica de sus elementos en los límitesde las series no es lógico. No hay reglas que nos digan cuándonuestra constitución metafórica original de un dominio deexperiencia como posible objeto de investigación es com-pleta y cuándo deberíamos proceder a una consideración delos elementos que, simplemente como partes de un todavíano identificado todo, ocupan el dominio en cuestión. Estecambio en la modalidad de construcción, o como lo he de-nominado en Metahistoria, modalidad de prefiguración, estrópico por naturaleza." Tampoco están lógicamente deter-minados los otros cambios en los modos descriptivos (a me-nos que la lógica misma, como ya sugerí anteriormente, seasimplemente una formalización de estrategias trópicasl."

Una vez dispersos los elementos de un dominio dado através de una serie temporal o un campo espacial, puedoquedarme satisfecho con lo que parece ser un acto analíticofinal, o proceder a «integrar» estos elementos, asignándolosa diferentes órdenes, clases, géneros, especies, etc.; es decir,ordenados hipotácticamente de modo tal que se pueda esta-blecer su estatus, ya sea como esencias o simplemente comoatributos de estas esencias. Una vez hecho esto, puedo obien conformarme con el discernimiento de dichos patronesde integración, del mismo modo que lo haría el idealista enfilosofía y el organicista en ciencias naturales, o puedo «girar»una vez más hacia una consideración del alcance de estaoperación taxonómica, que .fracasa al tomar en considera-ción ciertos rasgos de los elementos así clasificados, y, enuna jugada aún más sofisticada, tratar de determinar hastaqué punto mi propio sistema taxonómico es tanto productode mi necesidad de organizar la realidad de esta forma de-

14. Ibíd., pág. 30 Ysigs.15. Tzvetan Todorov, «On Linguistic Symbolism», New Literary His-

tory, 6, n° 1, otoño de 1974, págs. 111-134.

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74 EL TEXTO HISTÓRICO COMO ARTEFACTO LITERA:RIO

terminada como producto de la realidad objetiva de los ele-mentos previamente identificados.

Este cuarto movimiento -partiendo de una c~racteriza-ción sinecdóquica del campo examinado hasta lleg~r a una re-

Co"t¡ eA flexión irónica acerca de lo inadecuado que resultes caracteri-¡J\(A15J-1e!> zar los elementos que se resisten a ser incluidos en l@totalidad

hipotácticamente ordenada, o a la autorreflexioida.d sobre lanaturaleza constructiva del principio ordenador mismo- noestá tampoco lógicamente determinado. Tales cambios pare-cen corresponder a los «cambios guestálticos» o «reestructu-raciones» del campo perceptivo que Piaget ha identificado enel desarrollo de las facultades cognitivas del niño t3l como sepresentan desde las fases «sensomotrices», pasando por las«representacionales» y «operacionales», hasta alcanzar lacomprensión racional de la naturaleza de la clasificación engeneral. Según la formulación de Piaget, esto no es lógico, sinouna combinación de capacidades ontogénicas, por una parte,y operaciones de capacidades de asimilación y de acomoda-miento al mundo externo, por otra, combinación q¡Jeefectúaestas reestructuraciones (tropológicas) .16 El que estas reestruc-turaciones sean ciertamente tropológicas se aprecia, por un la-do, en la espontaneidad de sus comienzos sucesivos y en lasmodalidades de relación entre el niño y su «realidad», presu-puestas en los modos de cognición identificados, y,por otro,en la caracterización que de ellos hace Piaget.

De hecho, los estudios de Piaget acerca del desarrollocognitivo del niño ofrecen alguna indicación acerca de la re-lación entre el modo trópico de prefigurar la experiencia,por un lado, y el tipo de control cognitivo que cada modo

16. Jean Piaget, The Child and Reality: Problems of GeneticPsycbo-logy, Nueva York, 1973, pág. 18 (trad. cast.: Problenz ss depsicologíagenética, Barcelona, Ariel, 1980). De aquí en adelante citadocn el textopor el número de página.

TROPOLOGÍA. DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 75

lince posible, por otro. Si sus conceptos, derivados experi-mentalmente de las fases que el niño atraviesa en su desarro-11 cognitivo, son válidos, entonces la base ontogenética de la

nciencia figurativa queda notoriamente iluminada. Viconsideraba que la «lógica poética» constituye los modos degnición propios no sólo de los poetas, sino también de los

niños y los pueblos primitivos, al igual que hicieron Rousseau,IIegel y Nietzsche." Pero ni Vico ni los restantes pensadoresmencionados ubicaron estos modos de cognición en oposi-.ión a los modos racionales; por el contrario, todos ellos con-sideran los tropas y las figuras como el fundamento sobre1 que se erige el conocimiento racional del mundo, hasta el

punto de que para Vico y Hegel el conocimiento racional yientífico era sobre todo la verdad fruto de la reflexión sobre

los modos prefigurativos elevados al nivel de conceptos abs-tractos y sometidos a críti~aen cuanto a su consistencia lógica,coherencia, etc. Ni Rousseau ni Nietzsche -quienes contra-ponían los sentimientos yla voluntad, respectivamente, a larazón a través de la antítesis- estaban interesados en forzarla elección entre modos poéticos de cognición y modos racio-naleso científicos. Por el contrario, su objetivo era integradosen una idea de la capacidad humana para comprender el mun-do y, más aún, para otorgarle un sentido donde no faltaran lospoderes de la poiesis ni de la noesis, indudablemente.. .

Aunque no aceptaría formar parte de esta línea de pen-samiento, Jean Piaget demuestra que existe el mismo tipo decontinuidad entre tina temprana fase naturalmente «meta-

17. Vico, The New Science, pág. 127 Y sigs.; J. J. Rousseau, «Essay onthe Origin of Languages», in On the Origin 01Language: Two Essays byJean-Jacques Rousseau and Johann Gottfried Herder, Nueva Yo.:k, 1966,págs. 11-13 (trad. cast.: Ensayo sobre el origen de las lenguas, Mella-Barce-lona, Grupo Editorial Norma, 1995); y Friedrich Nietzsche, Genealogy 01Morals, trad. de Francis Golffing, Nueva York, 1956, págs. 177-184 (trad.cast.: Genealogía de la moral, Buenos Aires-Madrid, Alianza, 1995).

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fór~ca»en el modo de relacionarse del niño con el mundo yel tipo de manipulación «irónica» de los modos alternativosde clasificar y manipular los fenómenos alcanzado por el«adulto» racional. En la más temprana fase sensomotrizafirma Piaget, el niño vive en una aprehensión de un mundode objetos, «todos ~entrados sobre el propio cuerpo», perocarent~s de cualquier «coordinación entre ellos» (pág. 15).Pero SIcarecen de coordinación entre sí, están existencial-mente coordinados en la conciencia infantil como extensio-nes homogéneas del propio cuerpo del niño. No podemos,por supuesto, hablar del pensamiento del niño metafórica-:ne~t.e, en el modo de la similitud; pero está totalmenteJ~stlfIcado hablar del niño que vive la experiencia de la simi-litud, en .la que la distinción entre el yo y el otro, continentey contemdo, está totalmente ausente. «Así -dice Piaget res-pecto d~ esta etapa sensomotriz, que se extiende por térmi-no medio hasta el primer año y medio de vida- existenespacio~ egocéntricos, podríamos decir, no coordinados yque no incluyen el cuerpo mismo como un elemento en uncontenedor» (íbfd.) Pero si no deseamos denominar a esto«existencia en el modo de la metáfora», o aun de la similitud(ya que el último término, para ser significativo, tendrá quepresu'pone~ la aprehensión de la diferencia), la ruptura ocambio ?~~la la segunda etapa, por su ocurrencia y el modo~e .c,ogmclOnque hace posible, nos permitirá igualar la tran-S~cl0nefectuada a la de una «tropologización» de la con-CIenciametafórica a la metonímica.

Pia~et llama a este cambio una verdadera «revolucióncopermcana», en la que cristaliza

~na noción de un espacio general que conforma todas estas va-nedades de espacios [egocéntricos], incluyendo todos los obje-tos que han llegado a ser sólidos y permanentes, con el cuerpomismo como un objeto entre otros, [y] los desplazamientos coor-

TROPOLOGfA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 77

dinados y capaces de ser deducidos y anticipados en relacióncon los propios desplazamientos (págs. 15-16).

En otras palabras, el niño ha sufrido un «vuelco» en sudesarrollo, desde una condición en la que (debemos suponerque inconscientemente) no hace distinción entre él mismo yotros objetos o entre objetos, excepto en la medida en que és-tos se relacionan con él mismo. En torno a los dieciocho mesesde edad, por tanto, vemos un «total descentramiento en rela-ción con el espacio egocéntrico original». Este descentra-miento (o desplazamiento) es una condición necesaria para loque Piaget denomina «la función simbólica», cuyo aspectomás importante reside en el habla. Sólo debido a la posibilidadde aprehender las relaciones de contigüidad es posible esteproceso de simbolización Yl afortiori, del pensamiento mismo.Antes de la «revolución copernicana», no hay aprehensión delas relaciones contiguas; sólo existe la experiencia atemporal yno espacial de lo Mismo. Con el comienzo de una concienciade contigüidad -lo que llamaríamos la capacidad metoní-mica- se efectúa una transformación radical sin la cual seríanimposibles «los desplazamientos» requeridos para la simboli-zación, el habla y el pensamiento (pág. 16).

De nuevo entonces, alrededor de los 7 años -argumentaPiaget-, «se aprecia otro giro crucial en el desarrollo del niño.Éste llega a ser capaz de dominar una cierta lógica; llega a sercapaz de realizar operaciones de coordinación e? el sentido dereversibilidad, en el sentido del sistema total». Esta es la etapaa la que Piaget llama lógica preadolescente, que «no se basa enlos enunciados verbales sino sólo en los objeto? mismos»(pág. 21). Ésta, dice, será una lógica de las clasificaciones,

debido a que los objetos pueden presentarse todos juntos o enclasificaciones; o también será una lógica de las relaciones, por-que los objetos pueden ser materialmente contados manipulan-

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dolos. Así, ésta será una lógica de las clasificaciones, de las rela-ciones y los números, y no tanto una lógica de las proposiciones.[...] Es una lógica en el sentido en que las operaciones son coor-dinadas, agrupadas en sistemas totales que tienen sus leyes entérminos de totalidades. y debemos insistir en la necesidadde estas estructuras totales para el desarrollo del pensamiento(págs. 20-21).

Lo que Piaget ha descubierto, si es que tiene razón, es labase genética del tropo de la sinécdoque, esa figura de la re-tórica o de la poética que comprende los objetos como par-tes de un todo o que reúne las entidades como elementos deuna totalidad que comparten las mismas naturalezas esencia-les. En el niño de 7 a 12 años, esta operación tiene aún un ca-rácter prelógico en un sentido estricto, en tanto que dependede la manipu1abilidad física de los objetos que se clasifican;no es una operación que pueda normalmente efectuarse sóloen el pensamiento.

Con el despertar de la adolescencia, sin embargo, esta úl-tima operación llega a ser posible:

El niño no sólo llega a ser capaz de razonar y deducir a par-tir de objetos manipulables, como palos que se pueden ordenar,cantidades de objetos que se recogen, etc., sino que también lle-ga a ser capaz del razonamiento lógico deductivo sobre teoríasy proposiciones [...] una serie totalmente nueva de operacionesespecíficas se superpone a las precedentes y esto puede deno-minarse la lógica de las proposiciones (pág. 24).

Advirtamos, no obstante, 10 que se presupone que sonlas bases para la recreación de estas nuevas operaciones. Te-nemos, en primer lugar, la disociación del pensamiento desus posibles objetos, una capacidad de reflexionar sobre lareflexión misma, lo que Collingwood llamaba la «conciencia

TROPOLOGÍA. DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 79

de segundo orden», o el «pensamiento acerca del ~en~a-miento»." Piaget denomina a los productos de esta disocia-ción lo «combinatorio» icombinatoire): «Hasta ahora todose hacía gradualmente por una serie de interbloque~mien-tos; mientras que lo combinatorio conecta cualquier ele-mento con cualquier otro. Aquí, por tanto, aparece una ca-racterística nueva basada en un tipo de clasificación de todaslas clasificaciones o seriación de todas las seriaciones» (pág.24). Además, se produce un sistema mental que puede resis-tirse contra el orden azaroso o el desorden aprehendido dela experiencia y sirve como control de las operaciones men-tales y perceptivas de los tipos tempranos, las cuales, por sunaturaleza, resultan inadecuadas para la praxis de los mun-dos material y social: «La lógica de las proposiciones supon-drá más aún la combinación en un único sistema de los di-

. versos agrupamientos que hasta ahora se basaban, ya en lareciprocidad, ya en la inversión, según las diferentes formasde reversibilidad» (págs. 24-25). La cristalización de estascapacidades en el niño-adulto-joven le da el poder de unpensamiento que no es sólo consciente, sino también ~uto-consciente, que es crítico no sólo respecto de las operacionesde las etapas tempranas de la conciencia (metafórica, meto-nímica y sinecdóquica), sino también respecto de las estruc-turas de aquellas operaciones. Podemos decir entonces que,con el despertar de la conciencia adulta, el niño llega a sercapaz no sólo de lógica, como Piaget subraya, sino tambiénde ironía -la capacidad no sólo de decir cosas acerca delmundo de una forma particular, sino también de decir cosas4

18.R. G. Collingwood,The Idea of History, NuevaYork, 1956,págs.1-3 (trad. cast.: Idea de la historia, México, Fondo de Cultura Económi-ca, 1952y reimpresiones);véasetambién Louis O. Mink,~ind, History,and Dialectic: The Philosophy 01R. G. Collingwood, Bloommgtony Lon-dres, 1969,págs.82-92.

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acerca de él de formas alternativas- y de reflexionar sobreesta capacidad del pensamiento (o lenguaje, no importa comolo denominemos, ya que Piaget, en esta etapa, une pensa-miento y lenguaje) para decir una cosa y querer dar a enten-

\(¡r,i 1der otra o tratar de decir algoy decirlo a través de un conjun-i! ~~'~ ~o/d.eformas alternativas, incluso mutuamente excluyentes o

. I iloglcas.:,.:,1 Si Piaget considera el pensamiento lógico como el tipo

más elevado de pensamiento, encuadrándolo en la etapa fi-nal hacia la que tiende el desarrollo cognitivo completo delindividuo, de ahí se seguiría que los modos tempranas decognición que representan las primeras etapas constituiríanformas inferiores de pensamiento. Pero Piaget no sugiere estalínea de argumentación. Por el contrario, subraya que en elproceso de desarrollo, un determinado modo de cogniciónes no tanto erradicado sino más bien preservado, trascendi-do y asimilado al siguiente modo del proceso ontogenético.Sería posible imaginar entonces que en aquellas situacionesen las que podríamos desear romper el punto de apoyo deuna cadena de razonamiento lógico dada, con el fin de opo-ner resistencia a las implicaciones que se deriven de ella pordeducción o de reconsiderar la adecuación de las premisasmayor o menor de un ejercicio hipotético-deductivo dadopodríamos tener en cuenta la reversión (o regresión) a unmodo más «primitivo» de cognición tal como era represen-tado en las más tempranas etapas prelógicas en el procesodel desarrollo. Tal movimiento representaría un «giro» me-talógico contra la lógica misma con el fin de resituar la con-ciencia con respecto a su medio ambiente, de redefinir larelación entre el yo y el otro en formas específicamente nológicas, más imaginativas.

Ciertamente, un lapsus inconsciente o no intencionadoen un modo prelógico de 'comprender la realidad simple-mente sería un error o, más correctamente, una regresión,

TROPOLOGÍA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 81

similar a los lapsus que condenan los filósofos cuando con-sideran que una metáfora ha sido tomada literalmente. Perotales lapsus, al emprender la tarea de someter a crítica alpensamiento lógico mismo y cuestionar sus presuposicio-nes, su estructura o su adecuación a una relación existen-cialmente satisfactoria con la realidad, serían poesía, lo queHegel definió como el uso consciente de la metáfora para li-berarnos de la tiranía de las sobredeterminaciones concep- -4tuales y lo que Nietzsche personificó en la ruptura dionisíacade las formas de individuación que una conciencia apolíneaafín comprimiría en una «rigidez egipcia»." La lógica nopuede presidir estas rupturas lógicas consigo misma, puesno quedan fundamentos que arbitren entre las afirmacionesde los sistemas lógicos en conflicto, y mucho menos entrelos tipos de conocimiento que derivamos de las operacioneslógicas, por un lado, y las operaciones dislógicas o analógi-cas, por otro. La conciencia metafórica puede ser una formaprimitiva de conocer la ontogénesis de la conciencia human.aen su evolución de la infancia a la madurez, pero en la medi-da en que es el modo fundamental de aprehensión poéticaen general, es un modo de situar el lenguaje con respecto almundo casi tan autoritario como la lógica misma.

Lo que podría entenderse por discurso queda clarificadosobre todo en la oposición de la conciencia metafórica a laconciencia irónica sugerida por la teoría de Piaget acerca delpatrón ontogenético del desarrollo cognitivo en el niño. Enlo concerniente a las cuatro fases que rigen el desarrollo delniño, el tipo de «lógica» que aparece en la cuarta fase es tanprimitivo, cuando es juzgado según los criterios de los lógicos

@ G, W F Hegel, The Philosophy of Fine Arl, Londres, 1920,4, págs.243-244 (trad. cast.: Lecciones de estética, Barcelona, Península, 1989-1991);Friedrich Nietzsche, The Birth of Tradegy, Nueva York, 1956, págs. 22, 51 Y65 (trad. cast.: El nacimiento de la tragedia, Madrid, Alianza, 1991).

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ni tampoco en alguna lógica natural poseída por el niñío, puesel pensamiento lógico no aparece junto con el adveni.mientodel habla. La teoría de Piaget sugiere, por el contrario, quelos tropas de figuración, metáfora, metonimia, sinéccloque eironía, que son utilizados en los procesos conscientes de lapoiesis y la formación del discurso, se fundamentan, de algúnmodo, en la dotación psicogenética del niño, cuyasbas es apa-recen secuencialmente en ese desarrollo en cuatro etapas quePiaget llama sensorio-motriz, representacional, operacionaly lógica.

Por supuesto, de ahi se puede concluir que Piaget no haencontrado estas fases, sino que las ha impuesto sobre los da-tos derivados experimentalmente (o que estructuró los ex-perimentos de tal modo que permitían caracterizados preci-samente de esa forma) mediante algún tipo de proyecciónde su propio sentido de la naturaleza de los tropas de figu-ración. Si la evolución de la capacidad cognitiva humanaprefigura de hecho la forma arquetípica del discurso mismo,o si el discurso es una recapitulación del proceso del desa-rrollo cognitivo similar a la manera en que el niño al canzala comprensión no sólo de su «realidad» sino de la relaciónentre la realidad y su conciencia, entonces poco importa siPiaget impuso estas formas sobre los datos o no. Su genio sehabría revelado en las formas en que aplicó un arquetipo deldiscurso -el proceso gracias al cual todos comprendemosla realidad y,en el mejor de los casos, damos cuenta de nues-tros esfuerzos para alcanzar tal comprensión- al procesoevolutivo del desarrollo cognitivo en el niño.

En Metahistoria y en parte de los ensayos contenidos eneste Íibro'" he mostrado cómo los análisis específicos de losprocesos de la conciencia parecen proyectar el patrón cuá-

20. Capítulos 1,5,8,9, 11 Y12. [White se está refiriendo a Troplcs o/Discourse. (N del e.)J

TROPOLOGíA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 85

druple de los tropas sobre ellos, para or~anizarlos en unatrama y trazar el desarrollo de lo que podna~ llamars.e apre-hensiones ingenuas (o metafóricas) de la realidad ~acIa com-prehensiones autorreflexiv~s (irónica.s) de la misma '.Estepatrón de trama ha sido analizado, a m,rentender, ~el.mIsmomodo en que Vico y Nietzsche examinaron la ~<lo~IC~»dela poiesis y Hegel y Marx la lógica de la noests. SI Piagetha ofrecido una base ontogenética para este patrón, agregaotra confirmación, más positivista, de su naturaleza arque-típica. . . , ló .

La ubicuidad de este patrón de prefiguración tropo ogr-ca, usado especialmente como clave para una co~p:ens~óndel discurso occidental acerca la conciencia, suscita mevita-blemente la cuestión de su estatus como fenómeno psicoló-gico. Si aparece univers.almente co~o un ~odelo de dis~~rsoanalítico o representacional, podríamos intentar adscribirlocomo una «ley» genuina del discurso. Pero, por .supuesto:yo no reclamaría para él el estatus de ~na l~ydel discurso, rusiquiera del discurso acerca de la concrencia (ya que hay mu-chos discursos en los que el patrón no aparece acabadamen-te en la forma sugerida), sino sólo el estatus de un modeloque se repite persistentemente en los discursos moder~osacerca de la conciencia humana. Tan sólo reclamo para ellafuerza de una convención en el discurso acerca de la con-ciencia y, secundariamente, el discurso acer~a del discurs,omismo, en la moderna tradición cultural OCCIdental.Y, masaún la fuerza de una convención que en su mayor parte noha sido reconocida como tal por sus diversos reinventoresdentro de la tradición del discurso sobre la concienciadesde comienzos del siglo XIX. Piaget es sólo el último enuna larga lista de investigadores, empíricos e idealistas, quehan redescubierto o reinventado el cuádruple esquema delos tropas como modelo de las formas de asociación. mentalcaracterística de la conciencia humana, ya sea considerada

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como estructura O como proceso. Freud también puede in-tegrar la lista de estos reinventores o redescubridores de laestructura tropológica de la conciencia, tal como muestraampliamente el famoso capítulo sextc>, «La elaboración oní-rica», de La interpretación de los sueños. En este ensayo,Freud suministra las bases acerca de la intervención del es-quema tropológico en la figuración en el nivel de lo incons-ciente, y su trabajo aparece como complementario del dePiaget, cuya preocupación primaria consistía en analizar elproceso por el cual se alcanza la tropologización conscientey autoconsciente.

En el análisis de la elaboración onirica, Freud presta po-ca atención al desarrollo diacrónico de esa forma de poiesisdenominada soñar y, de hecho, no se ocupa en extenso delas fases que atraviesa la composición de un sueño. Al me-nos, no lo hace en la forma en que Harold Bloom trata eldesarrollo por etapas de composiciones conscierites tales co-mo los poemas líricos. Freud sabía sin duda que el discursoconsciente o en estado de «vigilia» se desarrolla por fases,pues el tropo irónico que denomina elaboración secundariaopera constantemente en la poiesis consciente como un tropodominante, en tanto que cualquier discurso debe ser vistocomo algo que evoluciona bajo el eje de la defensa psicoló-gica denominada racionalización." Hay una alusión a ciertadimensión diacrónica que actúa en la elaboración onírica, yaque la elaboración secundaria 'parece requerir alguna opera-ción previa de condensación, desplazamiento o represen-tabilidad -los otros mecanismos identificados por Freud-para llegar a ser activada; la elaboración secundaria necesitauna «materia» sobre la que trabajar yestamateria es provista

21. Freud, The Interpretation ofDreams) NuevaYork, 1965, págs. 526-544 (trad. cast.: «La elaboración onírica», en ObrasCompletas, Madrid,Biblioteca Nueva, 1997).

TROPOLOGÍA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 87

por los restantes mecanismos de la elaboración onírica. Peroesto carece relativamente de importancia para su propósito,que consiste en suministrar un método analítico de decons-trucción de sueños acabados y develar los «pensamientosoniricos» que acechan en su interior como «contenidos» ver-daderos por oposición a los manifiestos.

Me interesan aquí, obviamente, los mecanismos queFreud identifica como mediadores entre los contenidos oní-ricos manifiestos y las ideas oníricas latentes. Éstos parecencorresponder, como propuso Jakobson," a los tropas siste-matizados como clases de la figuración en la teoría retóricamoderna, teoría que clasifica las figuras en los cuatro tropascorrespondientes a la metáfora, la metonimia, la sinécdoquey la ironía, y a la que Freud habría tenido acceso en su cali-dad de miembro del comité educativo de los institutos y delas universidades de su tiempo. Su «descubrimiento» de losprocesos de «condensación», «desplazamiento», «represen-tabilidad» y «elaboración secundaria» podría ser puesto enduda si se admite que Freud, en la psicodinámica del sueño,sólo había redescubierto, o había impuesto inconsciente-mente, modelos transformativos explicados ya anteriormen-te y con los mismos términos que los usados por Freud, co-mo sucede con los tropas de la retórica.

Pero no menospreciemos la originalidad de la empresa deFreud por nuestro descubrimiento de que sus mecanismosde la elaboración onírica corresponden casi punto por puntoa las estructuras de los tropas, en primer lugar, porque Freud

22. Roman Jakobson, «Two Types of Language and Two Types ofAphasic Disturbance», en Roman Jakobson y Morris Halle, Fundamen-tals of Language, La Haya y París, 1971, pág. 95 (trad. cast.: Fundamen-tos del lenguaje, Madrid, Ayuso, 1974). Véase Émile Benveniste, «Re-marks on the Function of Language in Freudian Theory», en Problems inGeneral Linguistics, Coral Gables, 1971, págs. 65-75 (trad. cast.: Proble-mas de lingüístlca general, Madrid, Siglo XXI, 1971).

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88 EL TEXTO HISTÓRICO COMO ARTEFACTO LITERARIO

mismo compara explícitamente los mecanismos de la elabo-ración onírica con los de la poiesis e incluso utiliza la termi-nología de la figuración para describir estos procesos:" ensegundo lugar, porque el alcance de la empresa de Freud essuficientemente amplio como para permitir apropiamos deun dominio de análisis cultural donde se apliquen sus prin-cipios a un aspecto más limitado de esa empresa sin menos-cabo del reconocimiento de su logro; y tercero, porque fueun golpe genial identificar los procesos de la elaboraciónonírica con los procesos de la conciencia despierta que sonmás imaginativos que racionales. De cualquier modo, resul-ta todavía más importante, para quien se interesa por la teo-ría del discurso en general y del discurso acerca de la con-ciencia en particular, comprobar cómo el detallado análisisde Freud acerca de los mecanismos de la elaboración oníricailumina las operaciones del pensamiento en estado de vigiliaque reposan y buscan concientemente mediar en las faculta-des imaginativas y racionales, es decir, Ías operaciones deldiscurso mismo. Si Freud ha identificado en términos apro-piados la cuádruple naturaleza de los procesos que operanen la elaboración onírica, ha iluminado asimismo los pro-pios procesos que operan en el discurso como mediadoresentre la percepción y la conceptualización, la descripción yla argumentación, la mímesis y la diégesis, o cualquier otradicotomía que queramos usar para indicar la combinaciónde aspectos poéticos y noéticos de la conciencia entre losque el discurso se propone mediar con objeto de llegar a la«comprensión».

No examinaré aquí la correspondencia entre los cuatromecanismos de la elaboración onírica, tal como Freud losdescribe, y los cuatro tropos principales de la figuración. Estacorrespondencia no es perfecta, como Todorov ha demos-

23. Véase Freud, Interpretation of Dreams, págs. 374-384.

TROPOLOGfA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 89

trado muy certeramente," pero nos resulta tan afín que nospermite asumir el análisis de Freud en torno a las mediacionesentre las ideas latentes y los contenidos manifiestos comouna clave para la comprensión de los mecanismos que, en laconciencia despierta, nos permiten movemos en la otra di-rección, es decir, de las figuraciones poéticas a las compren-siones noéticas de la realidad. O, para expresado en térmi-nos de teoría del discurso, una vez que admitimos la nociónde Freud de los mecanismos de la elaboración onírica comoequivalentes psicológicos de lo que son los tropos para ellenguaje y de lo que son los patrones transformacionales parael pensamiento conceptual, tenemos una manera de relacio-nar los elementos mimético s y diegéticos en cada represen-tación de la realidad, ya sea de la conciencia dormida o des-pierta.

Ya he demostrado en otro lugar que Marx anticipó eldescubrimiento de estos patrones transformacionales en suanálisis de «Las formas del valor» en El capital y que tales es-tructuras trópicas le sirvieron para marcar las etapas en unproceso diacrónico, tal como hizo con los acontecimientosen Francia entre 1848 y 1851, en El diecíocho brumario deLuis BonaparteP Pero este desarrollo tardío de la teoría delos trapos -es decir, su función como signos de etapas en laevolución de la conciencia- quizá podría examinarse mejorsi lo aplicamos al trabajo de un historiador en cierto modomás «empírico» en cuanto al método de lo que se suponeque fue Marx o, al menos, al de un historiador que se preo-cupa por la «realidad histórica concreta» más que por la«metodología». Me refiero a la obra de E. P. Thompson, La

24. Véase Tzvetan Todorov, «La Rhétorique de Freud», en Théoriesdu symbole, París, 1977, págs. 303 y 315-316 (trad. cast.: Teorías delsím-bolo, Caracas, Monte Ávila, 1981).

25. White, Metahistory, págs. 320-327.

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90 EL TEXTO HISTORICO CO¡v.;¡:O ARTEFACTO LITERARIO

formación de la clase obrera en Inglaterra, un libro apreciadopor .académicos de muy diferentes orientaciones ideológicasdebido al manejo de detalles fá.cticos, la apertura' general delplan y el rechazo explícito de la metodología y de la teoríaabstracta. El trabajo de Thorripson versa tanto acerca deldesarrollo d.el~ c?ncien~ia de la clase trabajadora a lo largode un espacio finito de tiempo como acerca de los aconteci-mientos, las personalidades y las instituciones que manifies-tan ese desarrollo en formas concretas y, como tal, constitu-ye una prueba más de la ubicuidad del modelo tropológicopara tramar ~asetapas en el desarrollo de la conciencia (aquígrupal}, o (SIconcedemos que Thompson ha, digamos, en-con~rado más que impuesto sus categorías) una prueba de larealidad de estas categorías como tipos de los modos de con-ciencia a través de los cuales grupos concretos en su evolu-ción, pasan, en un movimiento finito, de una condición in-genua a una irónica.

Al principio de su discurso, Thompson define explícita-mente lo que entiende por clase; ésta no es una cosa o unaentidad, sino más bien una «relación». Nos dice que «la cla-~esu~ge cuando algunos hombres [ ... ] sienten y articulan laIdentidad de sus intereses entre ellos mismos y contra otroshombres cuyos intereses son diferentes de (u opuestos a) lossuyos». 26 Luego añade: «Podemos ver una lógica en las res-puestas de los grupos con una ocupación similar que sufrenexperiencias similares, pero no podemos predecir ningunaley». Y,srn embargo, las fases en las que Thompson divide laevolución de la conciencia de la clase trabajadora en su libroson en gran medida predecibles, no tanto respecto de los

26. E. P. Tho~pson, The Making o/ the English Working Class, Nue-va York, 1963, pags. 9-10 (trad. cast.: La formación de la clase obrera enInglaterra, Barcelona, Crítica, 1989). En adelante citado en el texto porel número de página.

TROPOLOGíA, DISCURSO y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 91

momentos en los que cada fase concreta tuvo lugar, sino másien en cuanto al contenido de las diferentes fases (conside-

radas como estructuras de conciencia) y en cuanto a la se-uencia específica de elaboración. No resulta sorprendente

que esta determinación de las fases y de sus estructuras seadecue a lo que Marx explicó en su estudio de los modos dela conciencia cuando planteó las relaciones entre las mer-cancías y también en el análisis que incluyó en el apéndice alManzfiesto comunista sobre las fases que tendría que atravesarsupuestamente la conciencia socialista." Con ello no se tratade sugerir que debamos tomar menos en serio a Thompsonpor haber impuesto un patrón sobre su tema, ya que es impo-sible imaginar que haya hecho otra cosa. Es evidente que tan-to el libro de Thompson como la teoría tropológica de la con-ciencia despiertan más interés por el hecho de que el citadohistoriador haya descubierto aparentemente las fases en cues-tión. La autoridad histórica de su libro es elevada debido alcuidado y la atención al detalle con que Thompson fijó la cro-nología específica de las fases en la secuencia.

Thompson, por un lado, discrepa de los marxistas orto-doxos y,por el otro, de los igualmente ortodoxos sociólogospositivistas, debido a que son proclives a la abstracción. Él,por su parte, declara ser un realista atípico: «Estoy conven-cido de que no podemos comprender la clase a menos que laveamos como una formación social y cultural que surge deprocesos que sólo pueden ser estudiados mientras funcio-nan a lo largo de un período histórico considerable» (pág.11). Tenemos aquí el bien conocido gesto hacia lo concretoy los «contextos históricos reales» que estamos acostumbra-

27. Karl Marx y Frederich Engels, «Manifesto of the CommunistParty», en Robert C. Tucker (comp.), The Marx-Engels Reader, NuevaYork, 1972, págs. 353-360 (trad. cast.: Manifiesto del partido comunista,Buenos Aires, Ateneo, 1973, 11a ed.).

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92 EL TEXTO HIST6RICO COMO ARTEFACTO LITERARIO

dos a encontrar en quienes se oponen a la metodología y a lateorización abstracta, especialmente en la variante británicarealista.

Pero inmediatamente después de haber cuestionado aSmelser y Dahrendorf, Thompson escribe: «Este libro puedeser visto como una biografía de la clase obrera inglesa desdesu adolescencia hasta su temprana madurez» (ibíd.), como sila biografía fuera un género no problemático y las catego-rías de adolescencia y madurez temprana no fueran metáforasdeterminadas culturalmente tratadas como realidades «con-cretas». Más adelante, cuando Thompson pasa a ofrecer unesquema de su historia, conceptualiza las fases en formasque, si bien no responden a un tipo predictivo por medio dealguna ley de la historia, satisfacen perfectamente las condi-ciones de predictibilidad de la composición de discursoscomo el suyo. El movimiento en cuatro fases es adoptadode forma explícita y, lo que es más notorio, definido comoun patrón que, más que simplemente encontrado, es cons-truido:

Este libro está escrito de la siguiente forma. En la primeraparte, considero las tradiciones populares persistentes en el si-glo XVIII que influyeron en la crucial agitación jacobina de1790. En la segunda parte me traslado desde las influenciassubjetivas a las objetivas -las experiencias de los grupos de tra-bajadores durante la Revolución industrial, que me parecen es-pecialmente significativas-o También intento evaluar el carác-ter de la nueva disciplina que impone el trabajo industrial y elapoyo sobre éste por parte de la Iglesia metodista. En la terceraparte, recojo la historia del radicalismo plebeyo y avanzo a tra-vés delludismo hasta la edad heroica para llegar al final de lasguerras napoleónicas. Finalmente, discuto algunos aspectosde la teoría política y de la conciencia de clase en las décadas de1820 y 1830 (pág. 12).

TROPOLOGÍA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 93

¿Por qué hace Thompson estas divisiones en su discurso?Thompson insiste en que no está ofreciendo una «narrativaconsecutiva», sino sólo un «grupo de estudios sobre temasrelacionados» (ibíd.). Pero el título, con su prominente pre-sentación del gerundio making [«formación», en español],sugiere la naturaleza activista, constructiva tanto del tematratado como del discurso acerca de este tema, mientras laspartes del discurso delineado en el prefacio sugieren la «ló-gica» de la organización tropológica.

La primera parte, titulada «El árbol de la libertad», que secentra en las «tradiciones populares», obviamente tiene quever sólo con una existencia de clase vagamente aprehendida;es la conciencia de la clase trabajadora que se despierta, talcomo el hegeliano diría, pero que capta su particularidad só-lo en términos generales, el tipo de conciencia que llamaría-mos metafórica, en la que el pueblo trabajador aprehende susdiferencias respecto de los ricos y se da cuenta de las seme-janzas que los trabajadores tienen entre sí, pero es incapaz deorganizarse excepto en términos del deseo general por unaelusiva «libertad». La segunda parte, titulada «La maldiciónde Adán», es un largo discurso donde las diferentes formas deexistencia de la clase trabajadora, que están determinadas porlos diversos tipos de trabajo en el panorama industrial, crista-lizan en tipos distintivos, sin que el todo sea mayor que loselementos de una serie. El modo de conciencia de clase des-crito en esta sección es metonímico, en correspondencia conel modelo de la forma extendida del valor explicado porMarx en «Las formas del valor», en El capital:" «La clase tra-bajadora fue forzada a la segregación política y social [durantelas guerras napoleónicasJ -nos dice Thompson- [oo.] el

28. KarlMarx, Capital, Londres, 1962, vol. 1, págs.34-37 (trad. cast.:El capital, México,Fondo de Cultura Económica, 1946y reimpresiones);véaseWhite, Metahistory, págs.290-296.

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94 EL TEXTO HISTÓRICO COMO ARTEFACTO LITERARIO

pueblo fue sometido simultáneamente a una intensificaciónde dos formas intolerables de relación: la explotación econó-mica yla opresión política» (págs. 198-199). El período com-pleto del que trata es aquel en el que «sentimos la presión ge-neral de largas horas de trabajo insatisfactorio bajo una severadisciplina para propósitos ajenos» (págs. 445-446). Esto, afir-ma Thompson en la conclusión de la sección, «estaba en lafuente de la "fealdad" que, según D. H. Lawrence, "traicionóel espíritu del hombre en el siglo XIX". Después del fracaso delas demás impresiones, sólo una permanece: junto a la pérdi-da de cualquier sentimiento de cohesión con la comunidad sesalva sólo lo que la clase trabajadora, en antagonismo con' sutrabajo y con sus amos, construye para sí misma» (pág. 447).

La tercera parte, titulada «La presencia de la clase traba-jadora», marca una nueva etapa en e! desarrollo de la con-c.ie~ciade clase, la cristalización concreta de un espíritu dis-tllltlvamente «proletario» entre los trabajadores. Frente a laopresión y la fuerza usada para destruirlos, especialmenteen Peterloo en 1819, los trabajadores alcanzaron un nuevosentido de unidad o de identidad de las partes con el todo,lo que llamaríamos la conciencia sinecdóquica y lo que Marx,en su estudio de «Las formas de! valor», caracterizó como«forma generalizadas." Sólo en esta etapa, apunta Thomp-son, es.posible hablar de «conciencia de los trabajadores,de sus Intereses y de su predicamento como clase». Los tra-bajadores

aprendieron a ver su propia vida como parte de una historia ge-neral del conflicto entre la vagamente definida «clase indus-trial», por un lado, y la aún no reformada Cámara de los Co-munes, por otro. Desde 1830 en adelante [por tanto], una más

~9. Thompson, The English Working Class, pág. 711; véase Marx,Capztal, vol. 1, págs. 37-42.

TROPOLOGÍA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 95

claramente definida conciencia de clase, en el sentido marxistaus.ual, estaba madurando, gracias a lo cual los trabajadores sa-bían que sus conflictos, tanto los antiguos como los nuevos,continuaban (pág. 712).

Esto despeja e! camino para la última sección de! libro,que no constituye una parte completa sino que sólo abarcaun capítulo, donde Thompson se ocupa de la teoría políti-a y de los aspectos de la conciencia de clase manifestadosn la cultura intelectual y literaria de las décadas de 1820 yl830.

En cuanto a la cuarta fase, Thompson se expresa con me-lancolía, producto de una percepción de una situació? ir~-nica, ya que esta fase marca no sólo el ascenso de la concienciade clase a autoconciencia, sino también y al mismo tiempo lafatal fractura del movimiento proletario mismo. Podemosdenominar a esta fase la etapa de la ironía, pues lo que estáinvolucrado aquí es el simultáneo surgimiento y debilita-miento de los dos ideales que podrían haber dado al mo-vimiento proletario un carácter futuro radical: el interna-cionalismo, por un lado, y el sindicalismo industrial, porotro. Pero, según observa Thompson al clausurar su trabajocon una nota de melancolía: «Esta visión se perdió, casitan pronto como fue encontrada, en las terribles derrotas de1834 y 1835» (pág. 830). El beneficio específico cons~stió enuna cierta flexibilidad de clase y de orgullo por ser miembrode la clase trabajadora, pero ello tendió tanto a aislar a lostrabajadores de sus amos como a contribuir a su organiza-ción para el logro de reformas gremiales modestas. Ajenos ala sociedad románticos y radicales continuaron debatiendosobre la naturaleza del trabajo, la ganancia y la producción;pero fracasaron e incluso contribuyeron a crear, entre los in-telectuales, un cisma a propósito de la naturaleza del traba-jo que ha persistido hasta el presente, creando dos culturas

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en las que, después de Blake, «ningún alma podría sentirse agusto en ambas» (pág. 832). De aquí la ironía con la queThompson concluye su gran libro: «En el fracaso de las dostradiciones para llegar a un punto de convergencia, algo seperdió. ¿Qué seguridad podemos tener de no contamos entrelos perdedores?». Y de aquí también el perdonable senti-mentalismo con que agrega: «Sin embargo, los trabajadoresno deberían ser vistos sólo como las miríadas perdidas de laeternidad. Ellos habían nutrido también durante cincuentaaños, y con incomparable fortaleza, el Árbol de la Libertad.Debemos estarles agradecidos por estos años de culturaheroica» (ibid.). .

Me he extendido sobre este despliegue tropológico de laestructura del discurso de Thompson porque, a diferenciade Piaget y Freud en sus respectivos análisis de la concien-cia, Thompson afirma que en su proceder atiende primaria-mente a la «realidad histórica concreta» más que a la apli-cación de un «método». Es más, aunque se ocupó de laconciencia humana, se interesó por ella más como fenóme-no grupal o social que como individual. Si hacemos honor asu afirmación de haber obtenido sus categorías a partir deldiscernimiento de las diferentes fases que atraviesa esta con-ciencia grupal desde una consideración empírica de la evi-dencia (tal como muchos han destacado del trabajo de E. P.Thompson), entonces se ha logrado algún tipo de confirma-ción empírica de la operación de los modos tropológicos dela conciencia grupal. Si sostenemos que Thompson ha im-puesto estos modos sobre el abanico general de fenómenosque estudió, como un medio de caracterizarlo en una formapuramente hipotética, simplemente para bloquear las es-tructuras mayores de su representación en su discurso, en-tonces debemos preguntarnos: ¿por qué se le ocurrió a tansofisticado intérprete de los «datos» este patrón tropológicopara organizar su discurso en lugar de adoptar otro?

TROPOLOGÍA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 97

Si, no obstante, acordamos que la estructura de un dis-curso sofisticado, es decir, autoconsciente Y auto crítico , refle-ja o refracta las fases que la conciencia misma debe atravesaren su progreso desde una comprensión ingenua (metafórica)a una comprensión autocrítica (irónica) de sí misma, entoncesla necesaria elección entre los juicios alternativos enumera-dos anteriormente desaparece. Resulta esclarecedor queThompson encontrara el patrón de desarrollo en la «for~a-ción» misma de su discurso. El patrón que Thompson dIS-tinguió en la historia de la conciencia de la clase trabajadorainglesa fue quizá tanto impuesto sobre sus datos co~o en-contrado en ellos, pero la cuestión seguramente no reside ensi determinado patrón fue impuesto, sino en la delicadeza ex-hibida a la hora de elegir el patrón para ordenar el proceso queva a ser presentado. Esta delicadeza se manifiesta en la ~lec-ción, planeada o intuida, de un patrón largamente asociadocon el análisis de los procesos de la conciencia en la retó-rica y la poética, en la dialéctica y, como ya hemos mostrado,en la psicología experimental y en el psicoanálisis. ¿Dóndemás debería haber buscado Thompson un modelo de unproceso de conciencia, especialmente uno cuyas f~ses y mo-dalidades de estructuración tenían que ser construidas comoproductos de una combinación de teoría y práctica, procesosconscientes e inconscientes de (auto)creación?

Si Thompson no aplicó conscientemente,la teoría de lostropos a su representación de la historia en ~~~ema,al men~sadivinó o reinventó esta teoría en la composrcion de su propiodiscurso. No podemos decir que sus fases hayan de asemejar-se a las discernidas por Piaget en el desarrollo de los poderescognitivos del niño o a las de Freud en las mediaci0r:.es efec-tuadas entre los niveles manifiestos y latentes del sueno en suanálisis de la elaboración onírica. Éstas parecen ser estructu-ras análogas más que réplicas de un modelo teórico comúnsupuesto por tres analistas de tres tipos diferentes de temas.

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98 EL TEXTO HISTÓRICOCOMO ARTEFACTO LITERARIO

Pero el hecho de que estas tcan en el t b . d res estructuras análogas aparez-

, ra ajo e pensadores t difconstruir los pr bl d an erentes, en su forma deo emas e repre t . , áli . 1objetivos establ id sen aCIOny ana ISlS,en oseCI os para sus d'nes conscientemente def did tscursos yen sus concepcio-ciencia mism h ho 1 as de la estructura de la con-a, este ec o pare 'f' .tratar la t ía d 1 ce ser razon su iciente paraeona e a tropolo 'discurso íncluso de 1 .gia.como un modelo valioso del

Ah '. a conCIenCIaen general.ora bien, la cuestión q d b .acerca de . . ue e e suscitarse en este puntonuestro propro dlscurs '.. '

privilegiar la teoría l' ..,. d o es esta. (por que debemoscomún de t d' mgUlstIca e los tropas como el término

es as rversas teoría d 1 dide conciencia en 1 d s acerca e os iferentes tipos, ugar e tratar 1 .lingüísticas de los modos de con ?St~opo~ como expreSIonesdecir «condensación d 1 cle~cla mismos> ¿Por qué noy «revisión secund ».« esp azamIento», «representación»

ana», corno hi F d .«representacI'onal . IZO reu ; «sensomotnz»,», «operacIonal 1"«elemental» «extendid » y « ogica», como Piaget;rninos de M'. a

ll»,«g~neralizada»y «absurda», en tér-

arx; o, por e o nusmo é no utili 1druple terminología d 1 .' ~~r que no u zar a cuá-los modos de concien~iaa;>~~se S~rvlOHegel en su análisis deguntas debe l a prlInera respuesta a estas pre-ser que en a mediddiscurso nos ocupar' b a en que nos ocupemos del

, ernos, so re tod d f baly, por tanto, una termínolo ía d . o, e arte a~tos ver es;factos verbal drf f g en\Tadadel estudio de los arte- 'es po ria, rente a ell 1 "nuestros pr ,. o, rec amar pnondad paraOpositas en esta ocasió P 1ta es que en 1 did 11.. era a segunda respues-, ame 1 aen que nos o dconciencia estarem f l' cupemos e estructuras de

, os amIIanzados con éstas sólo en tanto

30. El cuádruple plan de He el es .123-131.Véaselarepresent ., g .anahzadoenMetahistory,págs.acion esquem _. d 1mundial dadas por Heoel Ph 'l h atica e as etapas de la historia356, págs. 219-223 {tr:d ~n ,pl osodP y ojRight, Oxford, 1965, §§ 352-B .casr.: un ame t d 1 e¡ .c duenos Aires, Siglo XX, 1987). n os e ia ruosona el derecho;

TROPOLOGÍA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 99

se manifiesten en el discurso. La conciencia en sus aspectos ac-tivos y creativos, en contrapartida a sus aspectos pasivos y re-flexivos (como se manifiestan en las operaciones característi-cas del niño de Piaget en la etapa sensorio-motriz, porejemplo), se aprehende más directamente en el discurso y, so-bre todo, en el discurso guiado por las intenciones, los objeti-vos y los propósitos formulables de la comprensión. Esta com-prensión no es, suponemos, un estado afectivo que cristalizaespontáneamente en el umbral de la conciencia sin un mínimoesfuerzo consciente de voluntad de conocer. Esta voluntad deconocer, a su vez, no toma forma a partir de una confrontaciónentre una conciencia totalmente carente de intención y el me-dio ambiente donde se manifiesta. Debe tomar forma partien-do de la percepción de la diferencia que existe entre figuracio-nes alternativas de la realidad a través de imágenes guardadasen la memoria y labradas, quizás a partir de respuestas a deseoscontradictorios o a aportaciones emocionales, mediante es-tructuras complejas, aprehensiones vagas de las formas que larealidad debería tomar aunque fracase en adoptar aquellas for-mas (especialmente si fracasa en adoptar aquellas formas) ensituaciones existencialmente vitales.

La comprensión, presumo, siguiendo a Hegel, Nietzschey Freud, es un proceso por el cual se asignan nombres a lasimágenes de la memoria o se las liga con palabras o sonidosordenados, con el fin de combinadas con otras imágenes de lamemoria similarmente ligadas con palabras en la forma deproposiciones, probablemente de la forma «Esto es eso»."

3l. Hegel, Pbilosopby ofMind, Oxford, 1971), §§ 451-468, págs.201-228 (trad. cast.: Enciclopedia de las ciencias filosóficas, México,Porrúa, 1971,5" ed., 1985). Freud, The Ego and tbe Id, Nueva York,1962, págs. 10-15 (trad. cast.: «El yo y el ello», en Obras completas, Ma-drid, Biblioteca Nueva, 1981); y Nietzsche, «On Truth and Falsity inTheir Ultramoral Sense», en Early Greek Philosophy and Other Essays,vol. 2 de The Complete Works of Priedrich Nietzscbe, Oscar Levy

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100 EL TEXTO HISTÓRICO COMO ARTEFACTO LITERARIO

En este plano de comprensión apenas importa cuál de los dostérminos está ubicado a cada lado de la cópula. El resultadopuede ser, cuando se contempla desde la perspectiva de unsistema posterior y más sofisticado de proposiciones, sóloerróneo; pero, como dijo Bacon, cuando se trata de la bús-queda del conocimiento del mundo, una hipótesis errónea esmejor que nada. Al menos proporciona la base para iniciaruna acción, una praxis donde la adecuación de la proposiciónal mundo del que habla pueda ser contrastada. Pero todavíamás importante, tales proposiciones primitivas, erróneas ono, son también y más básicamente metáforas, sin las cualesnuestra transición desde un estado de ignorancia a uno decomprensión práctica sería impensable. Y precisamente de-bido a que cada cosa en el mundo y cada experiencia de ellapuede ser ligada a cualquier otra cosa o experiencia por ana-logía o similitud (debido a que en cuanto elementos de unaúnica realidad, éstos comparten algún atributo, aunque resul-te ser el mismo), entonces en un cierto sentido se puede decirque ninguna metáfora es completamente errónea. La base desu unidad, expresada en la cópula de la identidad, puede noser conocida o ni siquiera concebible para una inteligenciadada, pero incluso la más escandalosa transferencia metafó-rica, la catacresis más paradójica, el oxímoron más contra-dictorio, o el juego de palabras más trivial, por su propiaproducción de tales «errores», logra su efecto como esclare-cimiento, si no de la realidad, al menos de la relación entre laspalabras y las cosas, que es también un aspecto de su realidad.La teoría tropológica del discurso nos aporta.la comprensiónde la continuidad existencial entre error y verdad, ignoranciay entendimiento o, en otras palabras, imaginación y pensa-miento. Durante largo tiempo la relación entre estos pares ha

(comp.), Nueva York, 1924, pág. 179 Y sigs. (trad. cast.: Sobre verdad ymentira en sentido extramoral, Madrid, Tecnos, 1990).

TROPOLOGÍA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 101

sido concebida como una oposición. La teoría tropológica deldiscurso nos ayuda a comprender que el habla media entre es-tas supuestas oposiciones, del mismo modo en que el discur-so mismo media entre nuestra aprehensión de los aspectos dela experiencia que aún nos resultan «extraños» y los aspectosque «comprendemos» porque hemos encontrado un ordende palabras adecuado para su dome~ticación. . '

Finalmente la teoría tropológica del discurso podríaproporcionarn~s una estrategia para clasific~r d.~~er~ntes ti-pos de discurso por referencia a los modo~ hnguiStlCO~ quepredominan en ellos más que por referencia a «contemd?s»supuestos, que serán siempre interpretados d~ forma dife-rente por distintos intérpretes. y esto res.u~tana tan .verda-dero respecto a nuestros intentos de clasificar los diversostipos de discursos «prácticos», co~? l.as discur~os acerca delos fenómenos sociales (locura, SUlCidlO,sexuahdad, guerra,política, economía), como respecto a intentos simil~res declasificar los tipos de discurso «formal» (tales como Juegos,novelas, poemas, etc.),

Por ejemplo, puede mostrarse que el just~~e.nte famosoanálisis de Durkheim sobre los tipos de SUlCidiO es, entreotras cosas, una hipostasión de los modos de relación presu-puestos en el modelo tropológico de las posibles c.an~e?tua-lizaciones que.guían las r~laciones de las partes (~ndividu~~les) y las totaltdades (sociales) d.e las ~~e .son m;embros.Así también la en extremo sugestlva y útil ripología de la no-vela moderna formulada por Lukács, donde cada tipo esidentificado por el modo de relación predominante entre elprotagonista y su medio social, habría mejorado y gan~d~.:nfinura si Lukács hubiera prestado atención al aspecto [ingiiis-

32. Émile Durkheim, Suicide: A Study in Sociology, NuevaYo~k,1966, pág. 276, n. 25 y págs. 277 -294 (trad. cast.: El suicidio, MadrId,

Akal, 1982).

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tico de sus ejemplos." Pero Lukács, debido a su profesadohegelianismo cuando escribía su libro y debido a su profesa-do marxismo cuando denostó su propio ensayo literario, pen-só que podía especificar un contenido para las novelas sinprestar mucha atención al continente lingüístico que encar-naban. Y esta creencia en la transparencia del lenguaje, su na-turaleza puramente reflexiva más que constitutiva, tambiéncegó a Durkheim hasta el extremo de que sus tipos fuerontanto creados por sus propias descripciones de los datos comoexplicados a partir de los datos por las correlaciones estadís-ticas y sus análisis. Por ello podríamos agregar que las repre-sentaciones estadísticas son poco más que proyecciones dedatos construidos en el modo de la metonimia y la validezde las cuales, en tanto contribuciones a nuestra compren-sión de la realidad, se extiende sólo en la medida en que loselementos de las estructuras representadas en ellos se relacio-nen de hecho sólo por contigüidad. Mientras no se relacionende ese modo, harán falta otros protocolos de lenguaje, regidospor otros tropas, para una explicación de la naturaleza detales datos adecuada a la capacidad humana de comprenderalgo. Y lo mismo puede decirse del modo sinecdóquico derepresentación auspiciado por Lukács en su análisis de losprincipales tipos de novela moderna.

Pero ¿por qué -debemos preguntamos- deberíamosbuscar tal tipología de los discursos? Primero, porque to-da comprensión comienza con la clasificación, y una clasifi-cación de los discursos basada en la tropología, más que enlos contenidos presupuestos o en la lógica manifiesta (aun-que inevitablemente defectuosa), debería proporcionar unaforma de aprehender la estructura posible de las relaciones

33. Gyórgy Lukács, The Theory o/ the Novel: A Historico-Pbilosopbi-cal Essay on the Forms o/ Creat Epic Literature, Cambridge, Massachu-setts, 1971, pág. 97 Ysigs.

TROPOLOGÍA, DISCURSO Y MODOS DE CONCIENCIA HUMANA 103

entre estos dos aspectos de un texto, en lugar de negar laadecuación de uno porque e! otro fue inadecuadamentealcanzado. Segundo, si el discurso es nuestra manifestaciónmás directa de una conciencia que busca comprender y queocupa el terreno medio entre e! despertar de un interés ge-neral en un dominio de experiencia y el logro de algunacomprensión de esa experiencia, entonces una tip~logía ~e losmodos de! discurso permitirá abordar una tipologia delos modos de la comprensión. Si ello se lograra, llegaría a serposible ofrecer protocolos de traducción entre modos alter-nativos que, al ser dados por sentado ya sea como verdadesnaturales o como verdades establecidas, han cristalizado comoideologías. A continuación, tal tipología de los modos decomprensión podría permitimos mediar entre ideólogos e?conflicto cada uno de los cuales considera su propia pOSI-ción corno científica y la de sus adversarios como mera ideo-logía o «falsa conciencia». Finalmente, una tipología de :?smodos de comprensión nos permitiría fomentar la nO~lOnde lo que Lukács definió como la relación entre la «concien-cia de clase posible» y la «falsa conciencia de clase>~.Estoimplicaría la renuncia, por parte de los teóricos marXIstas, adetentar la visión «objetiva» de la «realidad», que sus oponen-tes, siempre aprehenden de forma «distorsionada». Debe-ríamos reconocer, pues, que no es una cuestión de elecciónentre objetividad y distorsión, sino más bien entre ~erente~estrategias para componer la «realidad» en el pensamiento aSIcomo para tratar con ella de diferentes formas, cada una de lascuales tiene sus propias implicaciones éticas.

Todos los ensayos que componen este libro examinan, deuna forma u otra, el problema de las relaciones entre la des-cripción, el análisis y la ética en las ciencias humanas. Resul-ta evidente que esta división de las facultades humanas eskantiana. No defenderé aquí este elemento kantiano de mipensamiento, pero no creo que la moderna psicología, la

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antropología o la filosofía hayan progresado en este punto.Más aún, cuando se trata de hablar acerca de la concienciahumana, no tenemos ninguna teoría absoluta que nos guíe;todo está sometido a discusión. Por consiguiente, es sólocuestión de elección decidir qué modelo deberíamos utilizarpara demarcar el problema de la conciencia en general y ac-ceder a él. Tales elecciones deberían ser autoconscientes másque inconscientes, y deberían hacerse con una completa com-prensión del tipo de naturaleza humana a cuya constitucióncontribuirán si han de ser tomadas como válidas. Las distin-ciones de Kant entre emociones, voluntad y razón no son muypopulares en nuestra época, cuando ya no se cree en la volun-tad y se reprimen las implicaciones morales del modo de ra-cionalidad que ésta favorece. Pero las implicaciones moralesde las ciencias humanas no serán percibidas hasta que la fa-cultad de la voluntad sea reestablecida en la teoría.

Hace tiempo, fui tildado de escéptico radical, e incluso depesimista, en cuanto a la posibilidad de alcanzar un conoci-miento real en las ciencias humanas. Ésta fue la respuesta deciertos críticos al primer ensayo reimpreso en Tropics of Dis-course, «The Burden of History», así como a Metahistoria, locual me motivó para profundizar en los temas suscitados enese ensayo. Confío en que el conjunto de los ensayos de Tropicsof Discourse me exonerará de aquellos cargos, al menos enparte. Nunca he negado que el conocimiento de la historia, lacultura y la sociedad fuera posible; sólo he negado que unconocimiento científico, equivalente al alcanzado en el estu-dio de la naturaleza física, fuera posible. Pero he tratado demostrar que, aunque no podamos lograr un conocimientopropiamente científico de la naturaleza humana, podemosobtener algún tipo de conocimiento acerca de ella, el tipo deconocimiento que la literatura y el arte en general nos dan enejemplos fácilmente reconocibles. Sólo una arbitraria inteli-gencia tiránica podría creer que el único tipo de conoci-

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miento al que podemos aspirar es el representado por lasciencias físicas. Mi objetivo ha sido mostrar que no podemoselegir entre arte y ciencia, que indudablen::ente no pode-mos elegir en la práctica, si esperamos contmuar hablandoacerca de la cultura como opuesta a la naturaleza y,más aún,continuar hablando acerca de ella en formas que sean res-ponsables de todas las diversas dimensiones de nuestro serespecíjicamente humano.