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PALABRA DE ÁFRICA Por John Carlin Babelia 967 NÚMERO 967. EL PAÍS, SÁBADO 5 DE JUNIO DE 2010

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PALABRA DE ÁFRICAPor John Carlin

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E Del Retiro al blog de Babelia La revistacultural de EL PAÍS lleva al ciberespacio la 69ª Feriadel Libro de Madrid a través de su blog PapelesPerdidos. Lo hace con una programación propia yvariada para que los lectores puedan participar:http://blogs.elpais.com/papeles-perdidos/ Esta es laplataforma-escenario desde la cual Babelia amplía lacita literaria más importante de España. Cada día, lajornada se abre a las diez de la mañana con un vídeodonde un escritor responde a la pregunta: ¿Quépersonaje de la literatura le hubiera gustado ser?Un videoálbum en el que ya han participado Carlos

Fuentes, Javier Marías, Donna Leon y Luis Mateo Díez. Lapróxima semana es el turno de autores como EnriqueVila-Matas y Clara Sánchez. A las doce del mediodía sepublica la continuación del Cuento en cadena, Silla paraalguien, iniciado por Andrés Neuman, que terminará elviernes 11 de junio. A partir de las dos de la tarde,escritores, libreros y periodistas escriben sus Crónicasde feria, descubriendo rincones y aspectos originales dela cita en el Retiro. La próxima semana, el ciclo de chats,a las seis de la tarde, se titula Grandes nombresinternacionales, con Asa Larsson, William Boyd y JohnBanville. Se puede consultar la programación en el blog.

LA LITERATURA es representación y condensación de lo real y de loimaginado. A lo largo de estos 50 años desde las primeras inde-pendencias africanas, las diversas literaturas del continente sehan convertido en compañeras críticas y subversivas de lo real,en sus complejidades, en sus violencias y en sus contradicciones.Y en estos 50 años, por supuesto, la escritura ha sido asunciónpropia de lo bello, de lo bueno, es decir, es creación de un canonpropio. Medio siglo de consolidación literaria, de madurez creati-va, y de variaciones imaginarias plasmadas en distintas lenguaseuropeas heredadas, pero apropiadas con empeño y libertad deimaginación que afianzan, hoy en día, múltiples tradiciones litera-rias en el continente, que cuenta ya con premios Nobeles: WoleSoyinka (1987), Nadine Gordimer (1991) y J. M. Coetzee (2003).

Antes de la palabra escrita, fue la palabra oral, como árbol depalabras múltiples, simbólico, todo un mundo de conocimientodel que el gran sabio maliense Amadou Hampate Bâ es, sin dudaalguna, unas de las mejores condensaciones. Entre las dos guerrasmundiales, esa misma palabra oral es la que subyace en la nostál-gica obra poética del senegalés Léopold Sédar Senghor, teóricocontrovertido de la negritud pero también del fecundo diálogo deculturas. Desde entonces, la historia es una constante en estasliteraturas: la tensión entre tradición y modernidad en el contextode la violencia de la colonización, junto a la esclavitud transatlánti-ca, es obsesiva. El nigeriano Chinua Achebe con su clásica novelaTodo se desmorona (1958) retrata la violencia de la penetraciónoccidental en África y las consecuencias de destruir las estructurastradicionales. Otros dos nigerianos, Amos Tutuola y Wole Soyinka,dan un tratamiento contemporáneo a sus tradiciones de origen.

Con los nuevos Estados surgidos desde principios de los añossesenta surgen utopías que marcan a las siguientes generacionesde escritores. Ahmadou Kourouma, con Los Soles de las indepen-dencias, introduce la temática del desencanto en la novela africa-na hacia dichos procesos políticos, y lo hace en una lengua france-sa que lleva la huella de su lengua materna, el malinké. TantoHenri Lopes como Sony Labou Tansi, en Reír y llorar y La vie etdemie, respectivamente, hacen girar buena parte de sus narrati-vas en torno a la crítica y sátira sociopolítica, a la figura deldictador o de los políticos corruptos. Como lo harán también elguineano Donato Ndongo-Bidyogo en Los poderes de la tempes-tad y Emmanuel Dongala en Johnny perro malo con los niñossoldados. Los escritores en lengua portuguesa como Pepetela yMia Couto han llevado las literaturas de sus respectivos paíseshacia novedosos derroteros, con compromiso y una conciliaciónentre tradición y modernidad. En medio de una tradición literariadominada por hombres, se han ido consolidando voces femeni-nas. Mariama Bâ, con su novela Mi carta más larga, crea unapieza maestra de sensibilidad hacia los problemas de la mujercomo sujeto de sus propias angustias. Desde entonces se hanimpuesto otras escritoras en todo el continente, como AminataSow Fall, Ken Bugul, Calixthe Beyala, María Nsué, Ama Ata Aidoo,Amma Darko, Fatou Diome.

La literatura se ha vuelto transcontinental. Los autores escri-ben y publican aquí y allá, en una fructífera relación imaginariacon su continente: desde Nuruddin Farah, pasando por Ben Okriy Moisés Isegawa, una renovación literaria se ha dado con nom-bres como Alain Mabanckou, Sami Tchak, AbdourhamanA. Waberi, Ondjaki, César Mba… Desde el reflejo de la marginali-dad, las migraciones, la hibridez cultural y la degradante violen-cia estructural, retratan con una gran imaginación y una significa-tiva invención literaria otra visión de África, a medio caminoentre lo maravilloso y lo fantástico, resistente y volcada siemprehacia el futuro. O

Landry-Wilfrid Miampika (Congo-Brazzaville, 1966), profesor en la Uni-versidad de Alcalá de Henares, es autor de Voces africanas. Poesía deexpresión francesa 1950-2000 (Verbum, 2000) y Transculturación y posco-lonialismo en el Caribe (Verbum, 2005).

Imaginario africano

EN PORTADA John Carlin / José María Guelbenzu / Miguel Bayón / Camilo Sánchez 4

África “Nada de lo que escribo en mis ensayos o mis artículos dirá la verdad de la manera que lo hace mi ficción”,contó en una ocasión Nadine Gordimer, poseedora del Premio Nobel, al igual que J. M. Coetzee, de quien se publicasu novela de memorias Verano. En vísperas de la celebración del Mundial de fútbol, Babelia hace un recorrido por laliteratura africana desde los dos Nobeles de Sudáfrica hasta la última generación de autores formados tras el apartheid.Portada: Imagen tomada en Somalia en 1980. Foto: Chris Steele-Perkins / Magnum

IDA Y VUELTA Los caminantes Antonio Muñoz Molina 8

EL LIBRO DE LA SEMANA Blas de Otero Manuel Rico / Benjamín Prado 9

Entrevista con Luis Magrinyà José Andrés Rojo / Ana Rodríguez Fischer 10

Campo de juego David Trueba 12

La “anormalidad” franquista y la novela José-Carlos Mainer 14

PENSAMIENTO Por una comprensión imaginativa del pasado Santos Juliá 15

SILLÓN DE OREJAS Los buzos también leen Manuel Rodríguez Rivero / Max 16

ARTE ¿Arte negro? No lo conozco Fernando Estévez González 17

EXTRAVÍOS Trama Francisco Calvo Serraller 17

MÚSICA Entrevista con Youssou N’Dour Carlos Galilea 20

PURO TEATRO Como una película de Ophüls Marcos Ordóñez 22

PROTAGONISTA DE LA FERIA El resplandor de la biblioteca Dag Solstad 23

+

Babelia967Landry-Wilfrid Miampika

La zancadilla, ilustraciónanónima publicadaen Libro del fútbol

(451 Editores).

SUMARIO

2 EL PAÍS BABELIA 05.06.10

“La vida de un artista se centra en mirar. Me siento aquí, miro y saco fallos de todos lados”, cuenta Eduardo Chillida Belzunce. Foto: Jesús Uriarte

“A MÍ NO ME preguntes Edu, tú sabes mucho más de pintura que yo”. El escultor EduardoChillida respondió así a su hijo Eduardo Chillida Belzunce (San Sebastián, 1964) cuandoeste, frente a un cuadro, le pidió su opinión. El padre ya le había dado un único consejo:“Sigue tu carrera, trabaja, pinta y nunca te lo creas”. Esto sí que lo ha seguido a rajatabla,con un tesón y una férrea voluntad con los que superó un gravísimo accidente con 22 años,que le dejó con una parálisis de medio lado y sin posibilidad ya de dedicarse también a laescultura. En su estudio, en la ladera del Igueldo, frente a la impactante costa donostiarra ycon los acordes del Réquiem de Mozart de fondo, Chillida Belzunce, el pequeño de ochohermanos, ultima ese cuadro tan especial, cuatro ventanas a través de las cuales se ve elmar y el horizonte, que ha realizado para la exposición que en el mes de septiembreinaugurará en México. Hacia la luz es el título de la muestra que estará compuesta de 50obras de distinto formato, entre ellas un vestido pintado y una alfombra, y que comisaria-ría su mujer, Susana Álvarez, madre de sus cuatro hijos y su “única musa”.

“El mar y el horizonte simbolizan la unión entre los dos pueblos. Visto desde aquípodemos imaginar que al otro lado está México, y visto desde allí, somos nosotros los que

estamos aquí”, asegura Chillida, que siempre busca como artista la proximidad de loslugares que habita, los elementos más próximos, los viajes, los sentimientos más cerca-nos. Él los llama lugares imaginarios porque son reales, pero a la vez inventados, en unamezcla de colores y de luz.

El pequeño estudio, a muy pocos metros de su vivienda, está inundado de cacharrería,de vasos, cuencos, botellas, todos aquellos objetos que plagan su pintura. “Voy a borrar esevaso”; alcanza un pincel con su mano izquierda y, pintura en el suelo, se dispone a la tareaen el cuadro en el que trabaja ahora. Animado y ausente ya de fotos y charlas, va buscandootros retoques en las obras que llevará a México. A unos tres metros de las pinturas, uncómodo sofá le sirve para mirar su obra. “La vida de un artista se centra en mirar. Me sientoaquí, miro y saco fallos de todos lados”, asegura Chillida, que a la edad de cuatro añosrealizó su primera escultura en terracota, una mujer sentada en una silla con los brazosdetrás de su cabeza y las piernas cruzadas. Su padre la conservó hasta su muerte, en agostode 2001, en su biblioteca. Ahora descansa en una librería frente al mar Cantábrico, al lado deotra espléndida escultura de la cabeza de su padre, que hizo con ocho años. Rocío García O

Horizontes imaginarios en el marEl pintor Eduardo Chillida Belzunce prepara una gran exposición en México en busca de la luz

EL RINCÓN

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El Mundial de fútbol en Sudáfrica se realizará en un país con una literatura tan extraordinariacomo combativa, que cuenta con dos premios Nobel, Coetzee y Gordimer. La cita deportiva es,además, una oportunidad para descubrir un continente de gran variedad literaria. Por John Carlin

I

Espejos de SudáfricaL

A CULPA ES buena materia pri-ma para un novelista. Comotambién lo son la traición, laidentidad, el perdón, el odioy el choque de civilizaciones,temas que florecen en el pai-

saje sudafricano y han dado fruto litera-rio abundante y de calidad, dos premiosNobel incluidos.

Ambos, Nadine Gordimer y J. M. Coet-zee, han surgido del 15% de la poblaciónque es de raza blanca (actualmente unosseis millones de personas), igual queotros dos que han logrado un impactoglobal, André Brink y Alan Paton. Los es-critores negros se han destacado más enla poesía que en la novela, y su obra po-cas veces ha llegado más allá de las fronte-ras de su país. La explicación —o una deellas— es sencilla. El apartheid, el siste-ma de discriminación racial más burdodel siglo XX, tuvo como objetivo extermi-nar la dignidad y la capacidad de compe-tir en el mercado laboral de la mayoríanegra. A los negros se les dio una educa-ción escolar deliberadamente inferior a lade los blancos. La supervivencia fue elreto de la mayor parte de los sudafricanosnegros; los más brillantes se dedicaronno a la introspección literaria, sino a laliberación política.

Para la casi totalidad de los blancos,que hasta la caída del apartheid en 1994gozaron de quizá la mejor calidad de vidade cualquier sociedad del mundo, este noera mayor tema de preocupación. No sedetuvieron a reflexionar sobre la espec-tacular injusticia sin la que su paraísoafricano dejaría de existir. Pero hubo unsector que sí se enfrentó al dilema moraly tuvo la valentía de hacer elecciones difí-ciles, de cuestionar la tradición de racis-mo fácil y feliz heredado de sus padres,transmitido de generación en generacióndesde la llegada de los primeros colonoseuropeos en 1652. De este grupo, algunosse exiliaron en Inglaterra o Estados Uni-dos o Australia; algunos se incorporarona la lucha contra el apartheid, sufriendoen muchos casos las brutales secuelas delaparato represivo estatal; algunos opta-ron por el periodismo militante o por serabogados defensores de los derechos hu-manos; y unos pocos a escribir novelas.

“Nada de lo que escribo en mis ensa-yos o mis artículos dirá la verdad de lamanera que lo hace mi ficción”, explicóuna vez Gordimer, nacida en 1923, autorade 13 novelas y ganadora del Premio No-bel de Literatura en 1991. Dado que laficción es un disfraz, “abarca todas aque-llas cosas que uno no dice a otras perso-nas…, siempre hay una especie de auto-censura en la no ficción”. Para Gordimer,el escritor es elegido por su tema, que es“la conciencia de la era en la que vive”.

La era política en la que vivió Gordi-mer, y en la que hizo su mejor trabajo, seprestaba a la simpleza y claridad moralde una fábula. Una tiranía minoritariaque vivía en la abundancia oprimía a unamayoría negra que vivía en la miseria. Elapartheid era el único sistema de gobier-no del mundo sobre el que había consen-so casi absoluto durante la guerra fría.Estados Unidos, la Unión Soviética, sus

aliados y satélites concurrían con la decla-ración de Naciones Unidas que definía loque estaba ocurriendo en Sudáfrica como“un crimen contra la humanidad”. Lasnovelas de Gordimer (La hija de Burger,Un mundo de extraños, El conservador)contaban historias de amor y de familiasconflictivas, pero el objetivo siempre erael mismo: la denuncia. La complejidadestaba en las historias humanas, pero enel tema de fondo no había claroscuros.

Lo mismo se puede decir de las obrasde Alan Paton y André Brink. Cry the Belo-ved Country, de Paton, es seguramente lanovela sudafricana más famosa. Cuandose publicó en 1948 se convirtió rápida-mente en un best seller internacional. Cua-tro años después se adaptó al cine, con elactor negro estadounidense Sidney Poi-tier interpretando el papel del protagonis-ta, un cura negro que viaja del campo aJohanesburgo, sufre en carne propia, y alfinal perdona, las indignidades a las quele somete el hombre blanco.

André Brink fue el primer afrikáner (losafrikáneres eran la tribu dominante blan-ca durante el apartheid) cuyo trabajo, es-crito en inglés no en afrikaans, fue proscri-to por el Gobierno. Su mejor novela, A DryWhite Season, se centra en la muerte deun activista negro tras su detención por lapolicía. Es una historia tremendamenteimpactante que despertó a muchos blan-cos sudafricanos de la dulce ignorancia.La película del libro que hizo Hollywooden 1989, con Marlon Brando y DonaldSutherland, fue prohibida en Sudáfrica.

Breyten Breytenbach —lírico, doloro-so, a veces surreal— y Christopher Hope—que utilizó la comedia para satirizar alos gobernantes de su país— también for-jaron sus reputaciones como novelistassobre el yunque del apartheid. Ningunode ellos logró mantener el mismo nivel, otener el mismo impacto, una vez que elapartheid, con la llegada de Nelson Man-dela a la presidencia en 1994, desapare-ció. El que sí ha sobrevivido al apartheides el más grande de los escritores sudafri-cano, ganador del Premio Nobel en 2003,J. M. Coetzee.

La novela de Coetzee que más éxitointernacional ha tenido es Desgracia, pu-blicada en 1999, aunque la misma miradafría, despiadadamente honesta, y la mis-ma terrible economía en el uso de laspalabras se ve en las novelas que escribióantes de la caída del apartheid. Obrasmaestras como Esperando a los bárbaros,

Pasa a la página 6

No existe la ligerezaen la obra de Coetzee.Uno no tieneoportunidad de sonreír,mucho menos reír, nunca

ESPECIAL FERIA DEL LIBRO DE MADRID / Reportaje

4 EL PAÍS BABELIA 05.06.10

El Mundial de fútbol en Sudáfrica se realizará en un país con una literatura tan extraordinariacomo combativa, que cuenta con dos premios Nobel, Coetzee y Gordimer. La cita deportiva es,además, una oportunidad para descubrir un continente de gran variedad literaria. Por John Carlin

Imagen captada en una escuela de Johanes-burgo en 1995. Foto: Ian Berry / Magnum

Espejos de SudáfricaL

A CULPA ES buena materia pri-ma para un novelista. Comotambién lo son la traición, laidentidad, el perdón, el odioy el choque de civilizaciones,temas que florecen en el pai-

saje sudafricano y han dado fruto litera-rio abundante y de calidad, dos premiosNobel incluidos.

Ambos, Nadine Gordimer y J. M. Coet-zee, han surgido del 15% de la poblaciónque es de raza blanca (actualmente unosseis millones de personas), igual queotros dos que han logrado un impactoglobal, André Brink y Alan Paton. Los es-critores negros se han destacado más enla poesía que en la novela, y su obra po-cas veces ha llegado más allá de las fronte-ras de su país. La explicación —o una deellas— es sencilla. El apartheid, el siste-ma de discriminación racial más burdodel siglo XX, tuvo como objetivo extermi-nar la dignidad y la capacidad de compe-tir en el mercado laboral de la mayoríanegra. A los negros se les dio una educa-ción escolar deliberadamente inferior a lade los blancos. La supervivencia fue elreto de la mayor parte de los sudafricanosnegros; los más brillantes se dedicaronno a la introspección literaria, sino a laliberación política.

Para la casi totalidad de los blancos,que hasta la caída del apartheid en 1994gozaron de quizá la mejor calidad de vidade cualquier sociedad del mundo, este noera mayor tema de preocupación. No sedetuvieron a reflexionar sobre la espec-tacular injusticia sin la que su paraísoafricano dejaría de existir. Pero hubo unsector que sí se enfrentó al dilema moraly tuvo la valentía de hacer elecciones difí-ciles, de cuestionar la tradición de racis-mo fácil y feliz heredado de sus padres,transmitido de generación en generacióndesde la llegada de los primeros colonoseuropeos en 1652. De este grupo, algunosse exiliaron en Inglaterra o Estados Uni-dos o Australia; algunos se incorporarona la lucha contra el apartheid, sufriendoen muchos casos las brutales secuelas delaparato represivo estatal; algunos opta-ron por el periodismo militante o por serabogados defensores de los derechos hu-manos; y unos pocos a escribir novelas.

“Nada de lo que escribo en mis ensa-yos o mis artículos dirá la verdad de lamanera que lo hace mi ficción”, explicóuna vez Gordimer, nacida en 1923, autorade 13 novelas y ganadora del Premio No-bel de Literatura en 1991. Dado que laficción es un disfraz, “abarca todas aque-llas cosas que uno no dice a otras perso-nas…, siempre hay una especie de auto-censura en la no ficción”. Para Gordimer,el escritor es elegido por su tema, que es“la conciencia de la era en la que vive”.

La era política en la que vivió Gordi-mer, y en la que hizo su mejor trabajo, seprestaba a la simpleza y claridad moralde una fábula. Una tiranía minoritariaque vivía en la abundancia oprimía a unamayoría negra que vivía en la miseria. Elapartheid era el único sistema de gobier-no del mundo sobre el que había consen-so casi absoluto durante la guerra fría.Estados Unidos, la Unión Soviética, sus

aliados y satélites concurrían con la decla-ración de Naciones Unidas que definía loque estaba ocurriendo en Sudáfrica como“un crimen contra la humanidad”. Lasnovelas de Gordimer (La hija de Burger,Un mundo de extraños, El conservador)contaban historias de amor y de familiasconflictivas, pero el objetivo siempre erael mismo: la denuncia. La complejidadestaba en las historias humanas, pero enel tema de fondo no había claroscuros.

Lo mismo se puede decir de las obrasde Alan Paton y André Brink. Cry the Belo-ved Country, de Paton, es seguramente lanovela sudafricana más famosa. Cuandose publicó en 1948 se convirtió rápida-mente en un best seller internacional. Cua-tro años después se adaptó al cine, con elactor negro estadounidense Sidney Poi-tier interpretando el papel del protagonis-ta, un cura negro que viaja del campo aJohanesburgo, sufre en carne propia, y alfinal perdona, las indignidades a las quele somete el hombre blanco.

André Brink fue el primer afrikáner (losafrikáneres eran la tribu dominante blan-ca durante el apartheid) cuyo trabajo, es-crito en inglés no en afrikaans, fue proscri-to por el Gobierno. Su mejor novela, A DryWhite Season, se centra en la muerte deun activista negro tras su detención por lapolicía. Es una historia tremendamenteimpactante que despertó a muchos blan-cos sudafricanos de la dulce ignorancia.La película del libro que hizo Hollywooden 1989, con Marlon Brando y DonaldSutherland, fue prohibida en Sudáfrica.

Breyten Breytenbach —lírico, doloro-so, a veces surreal— y Christopher Hope—que utilizó la comedia para satirizar alos gobernantes de su país— también for-jaron sus reputaciones como novelistassobre el yunque del apartheid. Ningunode ellos logró mantener el mismo nivel, otener el mismo impacto, una vez que elapartheid, con la llegada de Nelson Man-dela a la presidencia en 1994, desapare-ció. El que sí ha sobrevivido al apartheides el más grande de los escritores sudafri-cano, ganador del Premio Nobel en 2003,J. M. Coetzee.

La novela de Coetzee que más éxitointernacional ha tenido es Desgracia, pu-blicada en 1999, aunque la misma miradafría, despiadadamente honesta, y la mis-ma terrible economía en el uso de laspalabras se ve en las novelas que escribióantes de la caída del apartheid. Obrasmaestras como Esperando a los bárbaros,

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No existe la ligerezaen la obra de Coetzee.Uno no tieneoportunidad de sonreír,mucho menos reír, nunca

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Por Miguel Bayón

EL PERIODISMO se parece a la vida en quegeneralizas para sortear problemas y, porgeneralizar, topas con más. Los medioshablan con toda impunidad de “África” o“África subsahariana”, y resulta que haymil Áfricas —Imaginar África. Los estereo-tipos occidentales sobre África y los africa-nos (Catarata), de Antoni Castel y JoséCarlos Sendín, editores—. No digamosen literatura. Para empezar, aún se tratade un continente donde la cultura oraltiene mucho que decir. Y si hablamos deescrituras, sólo académicamente es operati-vo clasificar África según la herencia idiomá-tica (sean las lenguas coloniales o autócto-nas) o incluso por Estados, ya que el Estado,y las fronteras, es sumamente artificial enun continente diverso y mestizo como nin-guno —El pensamiento tradicional africano

(Catarata), Ferran Iniesta—. En España,además, hay carencia de traductores litera-rios en suajili, kikongo o walof, por mencio-nar alguna lengua hablada por millones. Yla ignorancia es general sobre esas culturas:Casa África realiza una gran labor desde susede en Las Palmas, pero casi desconocidafuera de ámbitos oficiales o universitarios.De alguna forma hay que orientarse, y pue-den recomendarse ciertas sistematizacio-nes. Aunque hablemos de literatura, es cla-ve conocer el contexto histórico de un Áfri-ca siempre silenciada o tergiversada: aún esválida la monumental Historia del África ne-gra, del burkinés Joseph Ki-Zerbo (Alianza).El Cobre tiene una Historia de la literaturanegroafricana. Una visión panorámica des-de la francofonía, de la africanista belga Lil-yan Kesteloot, que rechaza el acercamientosolo nacionalista. Y aunque su análisis secentra en lo francófono, aporta luz sobrenexos poco estudiados, como el existente

entre el movimiento poético de la negritudy el surrealismo europeo. Muy útil es el Dic-cionario de literatura del África subsaharia-na, publicado por la asociación Translit.Las limitaciones de un artículo aconsejanuna parcelación por temas.

ESCLAVITUD, COLONIALISMO. La trata de es-clavos descuartizó el tejido social de África ygrabó la experiencia de la crueldad en elADN de sus gentes. Y tras la impunidad detraficantes árabes y europeos y de jefes loca-les cómplices, llegó el colonialismo, la ma-quinaria de la depredación. La literatura afri-cana nunca podrá eludir esa memoria. Porlo que toca a España, Las tinieblas de tumemoria negra, de Donato Ndongo (El Co-bre), pinta el alma de un niño guineanoescindida entre la espiritualidad tradicionaly una educación franquista en la que el him-no Montañas nevadas se volvía Selvas tropi-cales, banderas al viento. Es libro con antece-dentes ilustres como El fuego de los orígenesdel congolés Emmanuel Dongala (Alcor) oLos soles de las independencias, del marfile-ño Ahmadou Kourouma (Alfaguara), quesiempre satirizó la satrapía y corrupciónque ha lastrado el África oficialmente libre:ejemplos, Alá no está obligado (Muchnik),Esperando el voto de las fieras (El Aleph) oCuando uno rechaza dice no (Alpha Decay).La trata perpetrada por musulmanes es con-

tada con gran pulso en Paraíso por el tanza-no Abdulrazak Gurnah (Muchnik) y la vidade los colonos se refleja sobre todo en lanarrativa en portugués: la saga familiar deEl tiempo de los flamencos, del angoleñoPepetela (Texto Editores), o Nación criolla,de su compatriota José Eduardo Agualusa(Alianza), homenaje tropical a Eça de Quei-roz. También convendría rescatar la guasaantiburocrática sobre la Angola posindepen-dencia de Si pudiera ser una ola, de ManuelRui (Seix Barral), historia de la crianza deun cerdo en una casa de vecinos de Luan-da. Un escritor de peso político es el keniataNgugi wa Thiong’o, cuyo Un grano de trigo(Ediciones Zanzíbar) denuncia la represiónbritánica contra el Mau-Mau y no escondelos colaboracionismos y cuanto acarrea laputrefacción del sistema colonial.

VIOLENCIA. La violencia política o étnica esla imagen tópica que Occidente cultiva deÁfrica, como si África tuviera ese monopolioy los poderes del mercado occidental fuesenajenos. Es importante ver cómo afrontan eltema los narradores africanos. Los nigeria-nos destacan: su país es un mosaico explo-sivo de petróleo —Nigeria. Las brechas deun petroestado (Catarata, Aloia Álvarez)—,choques religiosos, corrupción extrema,prensa plural, gente que lucha por la decen-cia. Tú di que eres uno de ellos (El Tercer

Nombre), de Uwem Akpan, es un angustio-so conjunto de relatos protagonizados porniños o adolescentes en diversas zonas deÁfrica (tremendo ‘La habitación de mis pa-dres’, sobre el genocidio de Ruanda de 1994,o ‘Coches fúnebres de lujo’ sobre la limpie-za étnico-religiosa en Nigeria). Desde luegoes heredero del Nobel Wole Soyinka, sobretodo de La estación del caos (Alfaguara), fe-roz retratista de la anomia, y también delChinua Achebe de Todo se desmorona(Bronce), análisis de la devastación de lacultura tribal. Ese mismo desgarro descritocon un delirio controlado por Ben Okri, quecrea a un niño-espíritu, Azaro, para pintaruna pesadilla de crueldad y privación en lagran trilogía compuesta por El camino ham-briento, Canciones de encantamiento (am-bas en La Otra Orilla) y Riquezas infinitas (ElCobre). Vocación de saga tiene Hijos del an-cho mundo (Salamandra), de AbrahamVerghese, indio nacido en Etiopía. Entre loscien universos de esta novela, está la objeti-va crónica del derrocamiento del Negus y laposterior dictadura militar. Violencia, hu-mor, conocimientos médicos, todo le vale aVerghese. Al sueco Henning Mankell se leconoce como padre del inspector Wallan-der, pero la mitad del año la pasa en Mozam-bique: en Maputo dirige un teatro de refe-rencia, el Avenida. Comedia infantil (Tus-quets) es una novela sobre niños de la calle

mozambiqueños, cuyo estilo escueto redo-bla la eficacia; importante Moriré, pero mimemoria sobrevivirá (Tusquets), testimoniopersonal sobre el sida en Uganda y Mozam-bique, con prólogo de Desmond Tutu. Laemigración es abordada como tema litera-rio sobre todo por narradores de la otra Áfri-ca, árabe. El lector no deberá olvidar Épocade migración al norte (Huerga / Fierro), delsudanés Táyeb Saleh, recientemente falleci-do, que plasma la dureza del exilio económi-co y también la picaresca.

MUJERES. Quien pise África verá de inmedia-to que las mujeres son las víctimas y lassalvadoras de todo. Innumerables las nove-las que giran sobre sus vidas. Hay que citarobras imprescindibles que pueden abrirpuertas a búsquedas posteriores. Pionerafue Jagua Nana (Alcor), publicada en 1961por el nigeriano Cyprian Ekwensi, historiade una mujer que aprende a sobrevivir ymedrar en un Lagos despiadado. Otro nige-riano, Ken Saro-Wiwa (ahorcado en 1995por el régimen militar como opositor a losabusos de la Shell en el delta del Níger), enHistoria de Lemona (Zanzíbar) da voz a unapresa, que cuenta sus increíbles, tenaces pe-ripecias para seguir viviendo con la frentealta. Hay una autora de referencia en prota-gonistas femeninos, la nigeriana Buchi Eme-cheta. Las delicias de la maternidad (Zan-

zíbar) arrastra —no paran de suceder cosas,nunca dejas de entender a cada persona-je— el desquicie entre tradición y moderni-dad. Clave Kehinde (Bronce), mirada inédi-ta de una mujer que debe volver de Londresa Lagos. Escritoras que iluminan la situa-ción de las mujeres son las senegalesas Ma-riama Bâ (Mi carta más larga) y Ken Bugul(El baobab que enloqueció), en EdicionesZanzíbar, donde también está un orienta-dor estudio-antología, Otras mujeres, otrasliteraturas, coordinado por InmaculadaDíaz Carbona y Asunción Aragón.

RAÍCES Y COSTUMBRES. Los escritores africa-nos huyen del folclorismo y del costumbris-mo, porque están hartos del ensalzamientoeurocéntrico de un África llena de música,ritos y ocupaciones curiosas: esos aspectosaparecen en sus obras, pero contextualiza-dos. Por ejemplo, la narrativa del mozambi-queño Mia Couto se basa en un personalrealismo mágico: la última muestra, El otropie de la sirena (El Cobre), donde el hallazgode restos de un avión espía no tripulado dapie a una trama a caballo entre lo onírico ylo real. En terreno más legendario, Mi vidaen la maleza de los fantasmas (Siruela), escri-ta en los años cincuenta por el nigerianoAmos Tutuola. O esa especie de Julio CaroBaroja, el maliense Amadou Hampaté Bâ,conocido por su frase: “En África, la muerte

de un anciano es una biblioteca en llamas”,un todoterreno del pensamiento, autor porejemplo de Kaidara, cuento iniciático peule(Kairós) o Njeddo Dewal, madre de la ca-lamidad (Zanzíbar), continuador de sumaestro sufí Tierno Bokar, sobre cuya figu-ra presentó en mayo en Madrid un montajeteatral Peter Brook. Costumbrismo trascen-dido a base de humor, El testamento delseñor Napumoceno da Silva Araújo (Bron-ce) del caboverdiano Germano Almeida.

EL HECHO DIFERENCIAL SUDAFRICANO. Sudá-frica tuvo el terrible hecho diferencial de ladictadura racista del apartheid y ahora respi-ra el insólito ejemplo de democracia logradopor Nelson Mandela. Por mucho tiempo suliteratura deberá ser leída a partir de ambosfenómenos. Sudáfrica, con Nigeria, es la po-tencia literaria del continente. No en vano elPremio Nobel ha recaído sobre dos sudafri-canos, Nadine Gordimer y J. M. Coetzee. Lariqueza narrativa de Sudáfrica la explica sugran cantera. El Cobre publica Trilogía de ZTown, y anteriormente Fruta amarga, deAchmat Dangor. La trilogía es una novelacon tres capítulos que refleja como ningunala vida en un barrio negro de Johanesburgodurante el apartheid, a través de historias demujeres: “Un tiempo demacrado y leproso”,donde cada personaje tiene sus razones, pe-ro nada da igual éticamente. O

VeranoJ. M. CoetzeeTraducción de Jordi FiblaMondadori. Barcelona, 2010272 páginas. 18,90 euros

Temps d’estiuTraducción de Dolors BaliuEdicions 62. Barcelona, 2010244 páginas. 19,90 euros

Por José María Guelbenzu

A PARTIR DE Elizabeth Costello, J. M. Coet-zee entró en un territorio literario donde eljuego ficción-realidad, preferentemente en-marcado en textos más o menos autobiográ-ficos, supuso un cambio de rumbo en sunarrativa, un cambio asumido con tanto espí-ritu como riesgo, que está dando como resul-tado obras que se adentran decididamenteen la construcción de la novela del siglo XXI.Diario de un mal año era un texto a tresbandas que contenía un ejercicio de indaga-ción en la senectud extremadamente inteli-gente gracias a esa simultaneidad de voces yactitudes (un viejo, una muchacha sensual ysu novio) con la que establecía un expresivoejercicio de perspectiva y autoanálisis. ConInfancia y Juventud entraba en una suerte dememorias sui géneris cuyo tercer capítulo,bajo el subtítulo de ‘Escenas de una vida deprovincias III’, lo constituye este Verano queahora comentamos. Todos estos libros hansido editados en España por Mondadori.

Infancia y Juventud son dos novelas auto-biográficas escritas en tercera persona. Reco-gen dos etapas de la vida de un tal JohnCoetzee; la primera, su vida de niño en laregión de Karoo, alejada de la civilizaciónurbana; la segunda se sitúa en Londres,adonde un joven John Coetzee se trasladatras estudiar en la universidad de El Cabo.Verano, en cambio, toma otro tipo de distan-cia y de estructura; de hecho, viene antecedi-da por esa persona interpuesta que él utilizapara expresar sus ideas en Elizabeth Coste-llo. El resultado es verdaderamente notabley, sobre todo, revela una audacia literariaque no por consecuente con la última partede su obra deja de ser un reto original que

manifiesta a las claras su viveza de espíritu ysu apuesta irreductible por la verdad litera-ria; lo que en los tiempos que corren resultamuy gratificante.

El libro está dividido en siete capítulos.Cinco de ellos se corresponden con perso-nas que conocieron a John Coetzee, cuatromujeres y un hombre. De las cuatro muje-res, al menos dos tuvieron una relación eróti-ca con él. El quinto es un hombre al queconoció por coincidir con él en la antesalade una entrevista de trabajo y con quienentabló una cierta amistad. El texto está re-dactado en forma de entrevistas con esascinco personas porque el artificio que usa elautor es el de crear un joven biógrafo inglés,Vincent, que está escribiendo un trabajo bio-gráfico sobre el periodo que transcurre en-tre 1972 y 1975 de la vida de John Coetzee,

célebre escritor galardonado con el PremioNobel y fallecido en Australia. Las cinco en-trevistas se abren y cierran con unos Cuader-nos de Notas del propio John Coetzee corres-pondientes a esos años.

El artificio requiere confianza y pulso na-rrativo, pues se trata de crear a cinco persona-jes que, a su vez, deben de crear con su testi-monio un Coetzee personal e íntimo, unCoetzee que, de cara al exterior, fue un hom-bre retraído y alejado de los circuitos litera-rios. Si no olvidamos que, a fin de cuentas, elauténtico J. M. Coetzee (afortunadamente,aún vivo) está hablando finalmente de sí mis-mo, el ejercicio de escritura se convierte enun verdadero alarde. Pero lo autobiográfico

no debe hacernos olvidar lo literario: ¿hanexistido realmente esas personas o, por elcontrario, son producto de su imaginación ylo único realmente comprobable es aquelloque se refiere estrictamente a la vida de Coet-zee y quizá no todo ello sino sólo parte? Yeste es el momento de olvidar lo personal yentrar en lo literario: lo único que importa allector, aparte de la natural curiosidad quesuscita la historia, es que le están contandoalgo que ha de ser creíble; en este caso, creí-ble desde la ambigüedad de la propuesta. Yla realidad es que si consideramos estas me-morias de una vida provinciana como unanovela, estamos ante una novela sumamen-te inteligente que atrapa al lector por el cami-no de la imaginación, que es donde a fin decuentas se sustancia la expresión de su autor.

La multiplicidad de voces consigue, en-tre otros efectos, el de crear un escenario,Sudáfrica, al que responden un conmove-dor y hosco John Coetzee y su conmovedor

y patético padre. Las voces establecen unparalelo natural entre su visión de Coetzee ysu visión de la realidad sudafricana, lo quedesemboca en la relación misma de Coet-zee con su país y con su pasado. El juego esextraordinariamente complejo, sutil y deuna gran riqueza de matices. La actitud anteel mundo de este hombre cerrado comouna ostra se abre mágicamente ante los ojosdel lector en lo que no es más que un duro yexigente ajuste de cuentas consigo mismoque, al preservar su voz —sólo aparece enlos Cuadernos de Notas—, le permite exterio-rizarlo sabiamente. Y detrás de todo está, asu vez, un tema eterno: la figura del artista.

Julia, su amante casada, que inclusoaventura en un momento dado una interpre-tación de su obra en relación con él, estádispuesta a hablar de John, pero exige sucuota: hablar también de su propia vida.Margot, su prima, una figura del pasado enel presente actúa al revés: ella pregunta al

biógrafo y este le va leyendo el texto queconstruyó con su testimonio. Adriana es unpersonaje fascinante que detesta a Coetzeey amplía el campo de visón, y Mario es unaespecie de sombra que se rozó con la deCoetzee: las que cuentan son las mujeres; elcontraste entre esta y las otras voces es unacierto. Sophie, su otra amante, que es laque más habla de sus actitudes políticas yde su actitud ante la política, resume conuna frase certera el espíritu del biografiado:“Para el fatalista, la historia es el destino”.

Diría que el libro es deslumbrante si nofuera porque el deslumbramiento no dejaver y aquí, en cambio, lo que hacemos es,precisamente, ver. Léanlo como quieran us-tedes, como cierto o como no cierto, peroléanlo; por su extrema inteligencia, por elderroche de talento, por su capacidad deconvicción y por abrir nuevos caminos a laescritura narrativa. Por aquí sí se cuece elfuturo de la novela. O

Por Camilo Sánchez

“HAY TEMAS del apartheid que todavía es-tán vedados en Sudáfrica, el proceso detransición ha sido lento y lleno de particu-laridades. Los niveles de lectura son muybajos y no se debaten temas espinosos co-mo sucede ahora en España en relacióncon la Guerra Civil”. Lo dice el escritorDeon Meyer (Paarl, Sudáfrica, 1958), consi-derado uno de los mejores autores de nove-la negra en su país, que ha presentado enMadrid El pico del diablo (RBA). La ideasurgió en 2005, cuando Meyer comenzó ahilar coincidencias entre algunos asesina-tos de niños. Como buen reportero (traba-jó algún tiempo en un diario local), se ar-mó de una red de fuentes que incluía adetectives, policías retirados, trabajadorassexuales y recortes de prensa. “Lo máscomplicado”, cuenta el autor, “fue conven-cer a los agentes de que se trataba del mate-rial para un texto de ficción y nada distintoque pudiera entorpecer sus investigacio-nes.Todos los asesinatos estaban relaciona-dos, al parecer, con una antigua creencianativa de que las carencias o frustracionessexuales de los agresores se corregirían vio-lando a un menor. En cierto momento meencontré atrapado por el dilema de quéharía en caso de que alguien hiciera daño aalguno de mis cuatro hijos. Lo primero quetodo el mundo piensa es en tomar represa-lias, yo también lo hice, pero puedo decirque el proceso de escritura de El pico deldiablo me ha dado razones para concluirque la venganza sólo lleva al caos y a laconfusión”, afirma el novelista. A través delpersonaje de Thobela Mpayipheli, guerre-ro Xhosa y ex agente de la KGB, que apare-ce también en su novela El corazón delcazador (RBA), Meyer elabora una crónicaplagada de costuras y trampas que mantie-nen la atención del lector. La narracióndiscurre en la etapa posterior al apartheid.

Su intención con la literatura, explica el

autor, es sencillamente armar un buen re-lato y entretener. Lo demás son añadidu-ras. “Creo que en mis libros abordo aspec-tos de la realidad de mi país, pero es sóloun escenario que me sirve de fondo paraestructurar una trama. En el proceso deescritura puedo decir que sí hay un proce-so de cicatrización de ciertas heridas quedeja el tiempo, pero únicamente a nivelindividual. Ahora, si logro poner el focosobre una injusticia, pues, francamente,mejor”. El tránsito hacia la reconciliación

en Sudáfrica ha sido lento y marcado porlas condiciones de una sociedad heterogé-nea y desigual. “Las razones de los brotesde violencia son las mismas que en cual-quier lugar del mundo: falta de educación,la falta de oportunidades y la pobreza”,explica el autor. Las manos del novelista,rojas y cuarteadas, como de cazador aveza-do, se agitan para explicar por qué escribeen afrikaans, lengua hablada por los sud-africanos blancos, miembros de la tribuque dominó durante la mayor parte delsiglo XX. “Escribo en afrikaans porque esmi lengua materna, una buena porción dela población la habla. Creo que se trata deuna retribución a mi idioma natal y unaforma de contribuir a preservarlo”. O

El pico del diablo (RBA / La Magrana). DeonMeyer. Traducción de Alberto Coscarelli. RBA.Barcelona, 2010. 464 páginas. 19 euros.

La razón de los brotes deviolencia es la misma queen cualquier lugar delmundo: falta de educación

Si no olvidamos que, afin de cuentas, Coetzeeestá hablando finalmentede sí mismo, el ejerciciode escritura se convierteen un verdadero alarde

Vida y época de Michael K. y La edadde hierro ya lo habían colocado, antesde la salida de Mandela de la cárcel en1990, como uno de los cuatro o cincograndes escritores en inglés contempo-ráneos. A diferencia de los otros escri-tores aquí mencionados, nunca se defi-nió políticamente, nunca se presentóal público como un intelectual contrael racismo y nunca romantizó a ningu-no de sus personajes, sean estos blan-cos o negros.

Coetzee opera en un frente dondese enfrentan la civilización y la barba-rie. La prosa es tensa, pero el terrenoes ambiguo y complejo. Examina la cul-pa y la identidad del individuo en unpaís fracturado, bañado de sangre, pe-ro siempre quedan al final más pregun-tas que respuestas. No existe la ligere-za en la obra de Coetzee. Uno no tieneoportunidad de sonreír, mucho menosreír, nunca. Su ficción se lee con losdientes apretados.

La mirada de Coetzee es implaca-blemente adusta. Desgracia ofrece unavisión desesperanzada de la Sudáfricapos-apartheid, en la que el conflictoracial no sólo sobrevive sino que seextiende, porque ahora los negros sedesquitan, tras siglos de resentimien-to. Algo de verdad hay en lo que perci-be la angustiada sensibilidad de Coet-zee, que en 2002 encontró la paz de lasovejas en su nuevo país de residencia,Australia; pero es la verdad del micros-copio.

Sudáfrica es una sociedad dura, enla que perdura la desigualdad y ha bro-tado un fenómeno inimaginable haceapenas 20 años, el nuevo rico —craso,muchas veces corrupto— negro. Perotambién posee una tremenda energíapositiva, concepto ajeno a Coetzeeque se empieza a vislumbrar en lasnovelas de dos de los más prometedo-res escritores actuales, Damon Galgute Ivan Vladislavic. El gran éxito de ven-tas en Sudáfrica en este momento esSpud, una comedia hilarante del jovennovelista John van de Ruit que contie-ne un mensaje impensable para Coet-zee: que hoy el choque de razas y cultu-ras en Sudáfrica provoca más risa quelágrimas; y que, pese a la lacerante his-toria reciente, Sudáfrica, en vísperasde la gran fiesta del Mundial de Fút-bol, es un país en el que en el día a díalos blancos y los negros se relacionan,en su abrumadora mayoría, con respe-to y buen humor. O

John Maxwell Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940), premio Nobel de Literatura (2003), vive desde el año 2002 en Australia. Foto: Basso Cannarsa / Opale

Mil vocesLa literatura africana refleja la diversidad y las tensionesentre la fe en el mañana y las oportunidades perdidas

La verdad de CoetzeeEl Nobel sudafricano abre nuevos caminos literarios conla tercera parte de su autobiografía, Verano. Repasa su vidaen los años setenta a través de unos pocos hechos cruciales

Deon Meyer“La venganza solo llevaal caos y a la confusión”El autor de novela negra publica El pico del diablo, sobreuna serie de asesinatos de niños en la época posapartheid

Viene de la página 5

ESPECIAL FERIA DEL LIBRO DE MADRID / Reportaje y Entrevista

6 EL PAÍS BABELIA 05.06.10

Por Miguel Bayón

EL PERIODISMO se parece a la vida en quegeneralizas para sortear problemas y, porgeneralizar, topas con más. Los medioshablan con toda impunidad de “África” o“África subsahariana”, y resulta que haymil Áfricas —Imaginar África. Los estereo-tipos occidentales sobre África y los africa-nos (Catarata), de Antoni Castel y JoséCarlos Sendín, editores—. No digamosen literatura. Para empezar, aún se tratade un continente donde la cultura oraltiene mucho que decir. Y si hablamos deescrituras, sólo académicamente es operati-vo clasificar África según la herencia idiomá-tica (sean las lenguas coloniales o autócto-nas) o incluso por Estados, ya que el Estado,y las fronteras, es sumamente artificial enun continente diverso y mestizo como nin-guno —El pensamiento tradicional africano

(Catarata), Ferran Iniesta—. En España,además, hay carencia de traductores litera-rios en suajili, kikongo o walof, por mencio-nar alguna lengua hablada por millones. Yla ignorancia es general sobre esas culturas:Casa África realiza una gran labor desde susede en Las Palmas, pero casi desconocidafuera de ámbitos oficiales o universitarios.De alguna forma hay que orientarse, y pue-den recomendarse ciertas sistematizacio-nes. Aunque hablemos de literatura, es cla-ve conocer el contexto histórico de un Áfri-ca siempre silenciada o tergiversada: aún esválida la monumental Historia del África ne-gra, del burkinés Joseph Ki-Zerbo (Alianza).El Cobre tiene una Historia de la literaturanegroafricana. Una visión panorámica des-de la francofonía, de la africanista belga Lil-yan Kesteloot, que rechaza el acercamientosolo nacionalista. Y aunque su análisis secentra en lo francófono, aporta luz sobrenexos poco estudiados, como el existente

entre el movimiento poético de la negritudy el surrealismo europeo. Muy útil es el Dic-cionario de literatura del África subsaharia-na, publicado por la asociación Translit.Las limitaciones de un artículo aconsejanuna parcelación por temas.

ESCLAVITUD, COLONIALISMO. La trata de es-clavos descuartizó el tejido social de África ygrabó la experiencia de la crueldad en elADN de sus gentes. Y tras la impunidad detraficantes árabes y europeos y de jefes loca-les cómplices, llegó el colonialismo, la ma-quinaria de la depredación. La literatura afri-cana nunca podrá eludir esa memoria. Porlo que toca a España, Las tinieblas de tumemoria negra, de Donato Ndongo (El Co-bre), pinta el alma de un niño guineanoescindida entre la espiritualidad tradicionaly una educación franquista en la que el him-no Montañas nevadas se volvía Selvas tropi-cales, banderas al viento. Es libro con antece-dentes ilustres como El fuego de los orígenesdel congolés Emmanuel Dongala (Alcor) oLos soles de las independencias, del marfile-ño Ahmadou Kourouma (Alfaguara), quesiempre satirizó la satrapía y corrupciónque ha lastrado el África oficialmente libre:ejemplos, Alá no está obligado (Muchnik),Esperando el voto de las fieras (El Aleph) oCuando uno rechaza dice no (Alpha Decay).La trata perpetrada por musulmanes es con-

tada con gran pulso en Paraíso por el tanza-no Abdulrazak Gurnah (Muchnik) y la vidade los colonos se refleja sobre todo en lanarrativa en portugués: la saga familiar deEl tiempo de los flamencos, del angoleñoPepetela (Texto Editores), o Nación criolla,de su compatriota José Eduardo Agualusa(Alianza), homenaje tropical a Eça de Quei-roz. También convendría rescatar la guasaantiburocrática sobre la Angola posindepen-dencia de Si pudiera ser una ola, de ManuelRui (Seix Barral), historia de la crianza deun cerdo en una casa de vecinos de Luan-da. Un escritor de peso político es el keniataNgugi wa Thiong’o, cuyo Un grano de trigo(Ediciones Zanzíbar) denuncia la represiónbritánica contra el Mau-Mau y no escondelos colaboracionismos y cuanto acarrea laputrefacción del sistema colonial.

VIOLENCIA. La violencia política o étnica esla imagen tópica que Occidente cultiva deÁfrica, como si África tuviera ese monopolioy los poderes del mercado occidental fuesenajenos. Es importante ver cómo afrontan eltema los narradores africanos. Los nigeria-nos destacan: su país es un mosaico explo-sivo de petróleo —Nigeria. Las brechas deun petroestado (Catarata, Aloia Álvarez)—,choques religiosos, corrupción extrema,prensa plural, gente que lucha por la decen-cia. Tú di que eres uno de ellos (El Tercer

Nombre), de Uwem Akpan, es un angustio-so conjunto de relatos protagonizados porniños o adolescentes en diversas zonas deÁfrica (tremendo ‘La habitación de mis pa-dres’, sobre el genocidio de Ruanda de 1994,o ‘Coches fúnebres de lujo’ sobre la limpie-za étnico-religiosa en Nigeria). Desde luegoes heredero del Nobel Wole Soyinka, sobretodo de La estación del caos (Alfaguara), fe-roz retratista de la anomia, y también delChinua Achebe de Todo se desmorona(Bronce), análisis de la devastación de lacultura tribal. Ese mismo desgarro descritocon un delirio controlado por Ben Okri, quecrea a un niño-espíritu, Azaro, para pintaruna pesadilla de crueldad y privación en lagran trilogía compuesta por El camino ham-briento, Canciones de encantamiento (am-bas en La Otra Orilla) y Riquezas infinitas (ElCobre). Vocación de saga tiene Hijos del an-cho mundo (Salamandra), de AbrahamVerghese, indio nacido en Etiopía. Entre loscien universos de esta novela, está la objeti-va crónica del derrocamiento del Negus y laposterior dictadura militar. Violencia, hu-mor, conocimientos médicos, todo le vale aVerghese. Al sueco Henning Mankell se leconoce como padre del inspector Wallan-der, pero la mitad del año la pasa en Mozam-bique: en Maputo dirige un teatro de refe-rencia, el Avenida. Comedia infantil (Tus-quets) es una novela sobre niños de la calle

mozambiqueños, cuyo estilo escueto redo-bla la eficacia; importante Moriré, pero mimemoria sobrevivirá (Tusquets), testimoniopersonal sobre el sida en Uganda y Mozam-bique, con prólogo de Desmond Tutu. Laemigración es abordada como tema litera-rio sobre todo por narradores de la otra Áfri-ca, árabe. El lector no deberá olvidar Épocade migración al norte (Huerga / Fierro), delsudanés Táyeb Saleh, recientemente falleci-do, que plasma la dureza del exilio económi-co y también la picaresca.

MUJERES. Quien pise África verá de inmedia-to que las mujeres son las víctimas y lassalvadoras de todo. Innumerables las nove-las que giran sobre sus vidas. Hay que citarobras imprescindibles que pueden abrirpuertas a búsquedas posteriores. Pionerafue Jagua Nana (Alcor), publicada en 1961por el nigeriano Cyprian Ekwensi, historiade una mujer que aprende a sobrevivir ymedrar en un Lagos despiadado. Otro nige-riano, Ken Saro-Wiwa (ahorcado en 1995por el régimen militar como opositor a losabusos de la Shell en el delta del Níger), enHistoria de Lemona (Zanzíbar) da voz a unapresa, que cuenta sus increíbles, tenaces pe-ripecias para seguir viviendo con la frentealta. Hay una autora de referencia en prota-gonistas femeninos, la nigeriana Buchi Eme-cheta. Las delicias de la maternidad (Zan-

zíbar) arrastra —no paran de suceder cosas,nunca dejas de entender a cada persona-je— el desquicie entre tradición y moderni-dad. Clave Kehinde (Bronce), mirada inédi-ta de una mujer que debe volver de Londresa Lagos. Escritoras que iluminan la situa-ción de las mujeres son las senegalesas Ma-riama Bâ (Mi carta más larga) y Ken Bugul(El baobab que enloqueció), en EdicionesZanzíbar, donde también está un orienta-dor estudio-antología, Otras mujeres, otrasliteraturas, coordinado por InmaculadaDíaz Carbona y Asunción Aragón.

RAÍCES Y COSTUMBRES. Los escritores africa-nos huyen del folclorismo y del costumbris-mo, porque están hartos del ensalzamientoeurocéntrico de un África llena de música,ritos y ocupaciones curiosas: esos aspectosaparecen en sus obras, pero contextualiza-dos. Por ejemplo, la narrativa del mozambi-queño Mia Couto se basa en un personalrealismo mágico: la última muestra, El otropie de la sirena (El Cobre), donde el hallazgode restos de un avión espía no tripulado dapie a una trama a caballo entre lo onírico ylo real. En terreno más legendario, Mi vidaen la maleza de los fantasmas (Siruela), escri-ta en los años cincuenta por el nigerianoAmos Tutuola. O esa especie de Julio CaroBaroja, el maliense Amadou Hampaté Bâ,conocido por su frase: “En África, la muerte

de un anciano es una biblioteca en llamas”,un todoterreno del pensamiento, autor porejemplo de Kaidara, cuento iniciático peule(Kairós) o Njeddo Dewal, madre de la ca-lamidad (Zanzíbar), continuador de sumaestro sufí Tierno Bokar, sobre cuya figu-ra presentó en mayo en Madrid un montajeteatral Peter Brook. Costumbrismo trascen-dido a base de humor, El testamento delseñor Napumoceno da Silva Araújo (Bron-ce) del caboverdiano Germano Almeida.

EL HECHO DIFERENCIAL SUDAFRICANO. Sudá-frica tuvo el terrible hecho diferencial de ladictadura racista del apartheid y ahora respi-ra el insólito ejemplo de democracia logradopor Nelson Mandela. Por mucho tiempo suliteratura deberá ser leída a partir de ambosfenómenos. Sudáfrica, con Nigeria, es la po-tencia literaria del continente. No en vano elPremio Nobel ha recaído sobre dos sudafri-canos, Nadine Gordimer y J. M. Coetzee. Lariqueza narrativa de Sudáfrica la explica sugran cantera. El Cobre publica Trilogía de ZTown, y anteriormente Fruta amarga, deAchmat Dangor. La trilogía es una novelacon tres capítulos que refleja como ningunala vida en un barrio negro de Johanesburgodurante el apartheid, a través de historias demujeres: “Un tiempo demacrado y leproso”,donde cada personaje tiene sus razones, pe-ro nada da igual éticamente. O

VeranoJ. M. CoetzeeTraducción de Jordi FiblaMondadori. Barcelona, 2010272 páginas. 18,90 euros

Temps d’estiuTraducción de Dolors BaliuEdicions 62. Barcelona, 2010244 páginas. 19,90 euros

Por José María Guelbenzu

A PARTIR DE Elizabeth Costello, J. M. Coet-zee entró en un territorio literario donde eljuego ficción-realidad, preferentemente en-marcado en textos más o menos autobiográ-ficos, supuso un cambio de rumbo en sunarrativa, un cambio asumido con tanto espí-ritu como riesgo, que está dando como resul-tado obras que se adentran decididamenteen la construcción de la novela del siglo XXI.Diario de un mal año era un texto a tresbandas que contenía un ejercicio de indaga-ción en la senectud extremadamente inteli-gente gracias a esa simultaneidad de voces yactitudes (un viejo, una muchacha sensual ysu novio) con la que establecía un expresivoejercicio de perspectiva y autoanálisis. ConInfancia y Juventud entraba en una suerte dememorias sui géneris cuyo tercer capítulo,bajo el subtítulo de ‘Escenas de una vida deprovincias III’, lo constituye este Verano queahora comentamos. Todos estos libros hansido editados en España por Mondadori.

Infancia y Juventud son dos novelas auto-biográficas escritas en tercera persona. Reco-gen dos etapas de la vida de un tal JohnCoetzee; la primera, su vida de niño en laregión de Karoo, alejada de la civilizaciónurbana; la segunda se sitúa en Londres,adonde un joven John Coetzee se trasladatras estudiar en la universidad de El Cabo.Verano, en cambio, toma otro tipo de distan-cia y de estructura; de hecho, viene antecedi-da por esa persona interpuesta que él utilizapara expresar sus ideas en Elizabeth Coste-llo. El resultado es verdaderamente notabley, sobre todo, revela una audacia literariaque no por consecuente con la última partede su obra deja de ser un reto original que

manifiesta a las claras su viveza de espíritu ysu apuesta irreductible por la verdad litera-ria; lo que en los tiempos que corren resultamuy gratificante.

El libro está dividido en siete capítulos.Cinco de ellos se corresponden con perso-nas que conocieron a John Coetzee, cuatromujeres y un hombre. De las cuatro muje-res, al menos dos tuvieron una relación eróti-ca con él. El quinto es un hombre al queconoció por coincidir con él en la antesalade una entrevista de trabajo y con quienentabló una cierta amistad. El texto está re-dactado en forma de entrevistas con esascinco personas porque el artificio que usa elautor es el de crear un joven biógrafo inglés,Vincent, que está escribiendo un trabajo bio-gráfico sobre el periodo que transcurre en-tre 1972 y 1975 de la vida de John Coetzee,

célebre escritor galardonado con el PremioNobel y fallecido en Australia. Las cinco en-trevistas se abren y cierran con unos Cuader-nos de Notas del propio John Coetzee corres-pondientes a esos años.

El artificio requiere confianza y pulso na-rrativo, pues se trata de crear a cinco persona-jes que, a su vez, deben de crear con su testi-monio un Coetzee personal e íntimo, unCoetzee que, de cara al exterior, fue un hom-bre retraído y alejado de los circuitos litera-rios. Si no olvidamos que, a fin de cuentas, elauténtico J. M. Coetzee (afortunadamente,aún vivo) está hablando finalmente de sí mis-mo, el ejercicio de escritura se convierte enun verdadero alarde. Pero lo autobiográfico

no debe hacernos olvidar lo literario: ¿hanexistido realmente esas personas o, por elcontrario, son producto de su imaginación ylo único realmente comprobable es aquelloque se refiere estrictamente a la vida de Coet-zee y quizá no todo ello sino sólo parte? Yeste es el momento de olvidar lo personal yentrar en lo literario: lo único que importa allector, aparte de la natural curiosidad quesuscita la historia, es que le están contandoalgo que ha de ser creíble; en este caso, creí-ble desde la ambigüedad de la propuesta. Yla realidad es que si consideramos estas me-morias de una vida provinciana como unanovela, estamos ante una novela sumamen-te inteligente que atrapa al lector por el cami-no de la imaginación, que es donde a fin decuentas se sustancia la expresión de su autor.

La multiplicidad de voces consigue, en-tre otros efectos, el de crear un escenario,Sudáfrica, al que responden un conmove-dor y hosco John Coetzee y su conmovedor

y patético padre. Las voces establecen unparalelo natural entre su visión de Coetzee ysu visión de la realidad sudafricana, lo quedesemboca en la relación misma de Coet-zee con su país y con su pasado. El juego esextraordinariamente complejo, sutil y deuna gran riqueza de matices. La actitud anteel mundo de este hombre cerrado comouna ostra se abre mágicamente ante los ojosdel lector en lo que no es más que un duro yexigente ajuste de cuentas consigo mismoque, al preservar su voz —sólo aparece enlos Cuadernos de Notas—, le permite exterio-rizarlo sabiamente. Y detrás de todo está, asu vez, un tema eterno: la figura del artista.

Julia, su amante casada, que inclusoaventura en un momento dado una interpre-tación de su obra en relación con él, estádispuesta a hablar de John, pero exige sucuota: hablar también de su propia vida.Margot, su prima, una figura del pasado enel presente actúa al revés: ella pregunta al

biógrafo y este le va leyendo el texto queconstruyó con su testimonio. Adriana es unpersonaje fascinante que detesta a Coetzeey amplía el campo de visón, y Mario es unaespecie de sombra que se rozó con la deCoetzee: las que cuentan son las mujeres; elcontraste entre esta y las otras voces es unacierto. Sophie, su otra amante, que es laque más habla de sus actitudes políticas yde su actitud ante la política, resume conuna frase certera el espíritu del biografiado:“Para el fatalista, la historia es el destino”.

Diría que el libro es deslumbrante si nofuera porque el deslumbramiento no dejaver y aquí, en cambio, lo que hacemos es,precisamente, ver. Léanlo como quieran us-tedes, como cierto o como no cierto, peroléanlo; por su extrema inteligencia, por elderroche de talento, por su capacidad deconvicción y por abrir nuevos caminos a laescritura narrativa. Por aquí sí se cuece elfuturo de la novela. O

Por Camilo Sánchez

“HAY TEMAS del apartheid que todavía es-tán vedados en Sudáfrica, el proceso detransición ha sido lento y lleno de particu-laridades. Los niveles de lectura son muybajos y no se debaten temas espinosos co-mo sucede ahora en España en relacióncon la Guerra Civil”. Lo dice el escritorDeon Meyer (Paarl, Sudáfrica, 1958), consi-derado uno de los mejores autores de nove-la negra en su país, que ha presentado enMadrid El pico del diablo (RBA). La ideasurgió en 2005, cuando Meyer comenzó ahilar coincidencias entre algunos asesina-tos de niños. Como buen reportero (traba-jó algún tiempo en un diario local), se ar-mó de una red de fuentes que incluía adetectives, policías retirados, trabajadorassexuales y recortes de prensa. “Lo máscomplicado”, cuenta el autor, “fue conven-cer a los agentes de que se trataba del mate-rial para un texto de ficción y nada distintoque pudiera entorpecer sus investigacio-nes.Todos los asesinatos estaban relaciona-dos, al parecer, con una antigua creencianativa de que las carencias o frustracionessexuales de los agresores se corregirían vio-lando a un menor. En cierto momento meencontré atrapado por el dilema de quéharía en caso de que alguien hiciera daño aalguno de mis cuatro hijos. Lo primero quetodo el mundo piensa es en tomar represa-lias, yo también lo hice, pero puedo decirque el proceso de escritura de El pico deldiablo me ha dado razones para concluirque la venganza sólo lleva al caos y a laconfusión”, afirma el novelista. A través delpersonaje de Thobela Mpayipheli, guerre-ro Xhosa y ex agente de la KGB, que apare-ce también en su novela El corazón delcazador (RBA), Meyer elabora una crónicaplagada de costuras y trampas que mantie-nen la atención del lector. La narracióndiscurre en la etapa posterior al apartheid.

Su intención con la literatura, explica el

autor, es sencillamente armar un buen re-lato y entretener. Lo demás son añadidu-ras. “Creo que en mis libros abordo aspec-tos de la realidad de mi país, pero es sóloun escenario que me sirve de fondo paraestructurar una trama. En el proceso deescritura puedo decir que sí hay un proce-so de cicatrización de ciertas heridas quedeja el tiempo, pero únicamente a nivelindividual. Ahora, si logro poner el focosobre una injusticia, pues, francamente,mejor”. El tránsito hacia la reconciliación

en Sudáfrica ha sido lento y marcado porlas condiciones de una sociedad heterogé-nea y desigual. “Las razones de los brotesde violencia son las mismas que en cual-quier lugar del mundo: falta de educación,la falta de oportunidades y la pobreza”,explica el autor. Las manos del novelista,rojas y cuarteadas, como de cazador aveza-do, se agitan para explicar por qué escribeen afrikaans, lengua hablada por los sud-africanos blancos, miembros de la tribuque dominó durante la mayor parte delsiglo XX. “Escribo en afrikaans porque esmi lengua materna, una buena porción dela población la habla. Creo que se trata deuna retribución a mi idioma natal y unaforma de contribuir a preservarlo”. O

El pico del diablo (RBA / La Magrana). DeonMeyer. Traducción de Alberto Coscarelli. RBA.Barcelona, 2010. 464 páginas. 19 euros.

La razón de los brotes deviolencia es la misma queen cualquier lugar delmundo: falta de educación

Si no olvidamos que, afin de cuentas, Coetzeeestá hablando finalmentede sí mismo, el ejerciciode escritura se convierteen un verdadero alarde

Vida y época de Michael K. y La edadde hierro ya lo habían colocado, antesde la salida de Mandela de la cárcel en1990, como uno de los cuatro o cincograndes escritores en inglés contempo-ráneos. A diferencia de los otros escri-tores aquí mencionados, nunca se defi-nió políticamente, nunca se presentóal público como un intelectual contrael racismo y nunca romantizó a ningu-no de sus personajes, sean estos blan-cos o negros.

Coetzee opera en un frente dondese enfrentan la civilización y la barba-rie. La prosa es tensa, pero el terrenoes ambiguo y complejo. Examina la cul-pa y la identidad del individuo en unpaís fracturado, bañado de sangre, pe-ro siempre quedan al final más pregun-tas que respuestas. No existe la ligere-za en la obra de Coetzee. Uno no tieneoportunidad de sonreír, mucho menosreír, nunca. Su ficción se lee con losdientes apretados.

La mirada de Coetzee es implaca-blemente adusta. Desgracia ofrece unavisión desesperanzada de la Sudáfricapos-apartheid, en la que el conflictoracial no sólo sobrevive sino que seextiende, porque ahora los negros sedesquitan, tras siglos de resentimien-to. Algo de verdad hay en lo que perci-be la angustiada sensibilidad de Coet-zee, que en 2002 encontró la paz de lasovejas en su nuevo país de residencia,Australia; pero es la verdad del micros-copio.

Sudáfrica es una sociedad dura, enla que perdura la desigualdad y ha bro-tado un fenómeno inimaginable haceapenas 20 años, el nuevo rico —craso,muchas veces corrupto— negro. Perotambién posee una tremenda energíapositiva, concepto ajeno a Coetzeeque se empieza a vislumbrar en lasnovelas de dos de los más prometedo-res escritores actuales, Damon Galgute Ivan Vladislavic. El gran éxito de ven-tas en Sudáfrica en este momento esSpud, una comedia hilarante del jovennovelista John van de Ruit que contie-ne un mensaje impensable para Coet-zee: que hoy el choque de razas y cultu-ras en Sudáfrica provoca más risa quelágrimas; y que, pese a la lacerante his-toria reciente, Sudáfrica, en vísperasde la gran fiesta del Mundial de Fút-bol, es un país en el que en el día a díalos blancos y los negros se relacionan,en su abrumadora mayoría, con respe-to y buen humor. O

John Maxwell Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940), premio Nobel de Literatura (2003), vive desde el año 2002 en Australia. Foto: Basso Cannarsa / Opale

Mil vocesLa literatura africana refleja la diversidad y las tensionesentre la fe en el mañana y las oportunidades perdidas

La verdad de CoetzeeEl Nobel sudafricano abre nuevos caminos literarios conla tercera parte de su autobiografía, Verano. Repasa su vidaen los años setenta a través de unos pocos hechos cruciales

Deon Meyer“La venganza solo llevaal caos y a la confusión”El autor de novela negra publica El pico del diablo, sobreuna serie de asesinatos de niños en la época posapartheid

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LAS FOTOGRAFÍAS en blanco y negrotraen el recuerdo de un tiempo enel que caminar era un acto revolu-cionario. En el Museo del Bronx las

fotos componen el gran friso histórico de lascaminatas por los derechos civiles en el surde Estados Unidos, que comenzaron con elboicot a los autobuses públicos de Montgo-mery, en Alabama, en diciembre de 1955, yculminaron en la apoteosis de la gran mar-cha sobre Washington en 1963. En otro lu-gar de Nueva York, el admirable Centro In-ternacional de Fotografía, se ven tambiénalgunas de esas fotos que ya son parte de lamemoria pública de un siglo —Coretta Kingen el entierro de su marido asesinado, losperros de la policía desgarrando la ropa deun manifestante negro—, pero además secompletan con otras imágenes del cine, latelevisión, la publicidad, la industria de con-sumo, que revelan la omnipresencia sinies-tra del racismo, la burla perpetua, entre be-névola e injuriosa, la contumaz negativa aaceptar no ya la ciudadanía sino hasta laplena humanidad de los negros. En el cine oen la televisión, cuando no eran grotescos oserviles eran invisibles. En una serie de carte-les patrióticos editados durante la II GuerraMundial para exaltar la causa de la democra-cia contra el fascismo hay niños jugando enlos parques o estudiando en las escuelas ogrupos de hombres entregados al trabajo,en una representación a la vez terrenal eidealizada de la gente común: pero en ningu-no de esos carteles hay una sola cara que nosea anglosajona y blanca. El mismo país queestaba batiéndose en una guerra formidablecontra el nazismo segregaba a los soldadosnegros en las filas del ejército. Lena Horne,que se murió hace unas semanas, recordabael insulto de una ocasión en la que tenía quecantar para las tropas en el frente europeo:en las primeras filas estaban los soldadosblancos americanos y los prisioneros de gue-

rra alemanes; al fondo, los soldados negros.En un anuncio de una revista en coloreslujosos de los años cincuenta dos doncellasde cofia y mandil blanco discuten en unaparodia fonética del acento afroamericano:una de ellas se muestra agradecida porquesus señores le dan un día libre entero a lasemana; la otra declara, con esa arroganciade la favorita de los dueños de la plantación,

que sus señores son más generosos todavía,porque gracias a la aspiradora eléctrica queacaban de comprarle termina más rápida-mente sus tareas y tiene mucho más tiempolibre. Una de las escenas más delicadas delcine musical es esa en la que Lena Hornecanta el Stormy Weather de Harold Arlenjunto a una ventana por la que se ve unacalle de Nueva York batida por una tormen-ta súbita. Pero los productores se asegura-ban de que tales escenas fueran muy brevesy no tuvieran mucha relación argumentalcon el resto de la película, a fin de podercortarlas en las versiones que se exhibían enlos cines del sur.

Parece historia lejana: en una cena uni-versitaria, hace poco, me toca sentarme jun-to a una señora negra conversadora y educa-da, algo mayor que yo, con la que descubroenseguida aficiones compartidas, Saul Be-

llow, Elizabeth Bishop, Charles Mingus. Na-ció en Richmond y se acuerda muy bien delos lugares a los que debía entrar por unapuerta distinta de la de los blancos, de lasbarras de las cafeterías separadas y de losretretes públicos siempre más sucios en lasestaciones. Por algún motivo que no recuer-da, dice sonriendo, las bibliotecas públicaseran los únicos lugares que no estaban segre-gados en Richmond: en esos refugios en losque sí era igual a los demás alimentó suvocación de niña lectora.

Una niña con coletas, con vestido blancoy calcetines blancos, como arreglada para laiglesia un domingo, camina hacia la escuelacustodiada por altos guardias armadosmientras a unos pasos la chusma racista letira cosas y le grita insultos que ella pareceno oír. La niña camina con la misma digni-dad serena, con la misma fragilidad indes-tructible que hay en todos los héroes comu-nes de aquellos años, hombres y mujeres,negros y también blancos, porque muchosblancos de buena voluntad y corazón pro-gresista participaron en la lucha, en la quealguno de ellos se dejó la vida. Lo que meproduce más emoción es ver en las fotogra-fías y en las imágenes confusas de los noti-ciarios cómo el heroísmo consistió en hacercon naturalidad cosas perfectamente habi-tuales. Caminar, permanecer sentado. Cami-nar durante horas o días, durante meses, sinmás descanso que el preciso para reponerlas fuerzas y seguir caminando; sentarse enel taburete de plástico acolchado de unacafetería y apoyar los codos en la barra; su-bir a un autobús y sentarse en un asiento delas primeras filas, no de las últimas, y mirarhacia el paisaje como si no ocurriera nada.

Ha habido revoluciones sanguinariasque en nombre de la fraternidad humana ydel paraíso terrenal se convirtieron en gran-des fábricas de crímenes. En España todavíaquedan sueltos algunos chacales que para

vindicar el idilio de un edén paleolítico con-sideran necesario el asesinato. En Montgo-mery, Alabama, el primero de diciembre de1955, una costurera de aire tranquilo, RosaParks, dignamente vestida con un abrigo yun sombrero, con unas gafas que acentua-ban la dulzura de su cara, inició una de lasgrandes revoluciones del siglo con el sologesto de sentarse en un autobús, mirando alfrente, sujetando el bolso sobre el regazo.Muchas veces, a lo largo de los años, negóque el motivo para sentarse en una de lasprimeras filas en lugar de seguir avanzandohacia el fondo, hacia las reservadas a losnegros, fuera el agotamiento, o el dolor delos pies. Lo hizo, decía, con aquella expre-sión de templanza que tuvo hasta el final desu vida, porque decidió que tenía que hacer-lo, que no podía aguantar más pasivamentela injuria de la segregación. La amenazaron,la detuvieron, la encerraron. Policías bruta-les la zarandeaban y le gritaban insultosacercándole mucho a la cara serena susgrandes bocas torcidas de ira.

Las calles, las orillas de las carreteras, sefueron llenando de caminantes. Hombres ymujeres vestidos con esa formalidad que re-salta más gracias al blanco y negro de lasfotografías se levantaban de noche y empe-zaban a caminar para llegar a tiempo a lostrabajos sin tomar los autobuses que pasa-ban una y otra vez vacíos. Caminar es el actomás primordial, el más simple. Con sus tra-jes oscuros, sus corbatas, sus pequeños som-breros, los negros caminaban por las carrete-ras del sur con la misma majestad que sipisaran los caminos polvorientos de África.Porque se los representaba como a bufoneso mendigos ellos extremaban la severidadde sus modales y sus ropas. Porque les de-cían “boy” negándoles hasta la condiciónde adultos ellos empezaron a utilizar“man” como vocativo. En la foto de la huel-ga de los trabajadores de la limpieza deMemphis, en 1968, una pancarta única semultiplica sobre las cabezas de los cami-nantes, “I’am a Man”. Por debajo de lassirenas y los altavoces de la policía y losladridos de sus perros avanzaría el gran ru-mor de los pasos humanos. O

Road to Freedom. Photographs of the Civil RightsMovement, 1956-1968. Museo del Bronx. NuevaYork. Hasta el 11 de agosto. www.bronxmuseum.org. All the World to See: Visual Culture and theStruggle for Civil Rights. Centro Internacional deFotografía. Nueva York. Hasta el 12 de septiem-bre. www.icp.org.

Los negros caminabanpor las carreteras del surcon la misma majestadque si pisaran los caminospolvorientos de África

Los caminantesPor Antonio Muñoz Molina

Marcha en Memphis, Tennessee, el 28 de marzo de 1968, imagen de la exposición del Centro Internacional de Fotografía de Nueva York. Foto:Ernest C. Withers, cortesía de: Panopticon Gallery, Boston, Massachusetts. Smithsonian National Museum of African American History and Culture

IDA Y VUELTA

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Hojas de Madridcon La galerna (1968-1977)Blas de Otero. Edición de Sabina de la CruzPrólogo de Mario HernándezGalaxia Gutenberg / Círculo de LectoresBarcelona, 2010. 397 páginas. 22 euros

Por Manuel Rico

MÁS DE treinta años después de la muertedel poeta bilbaíno, acaso el más hondo yexigente de su generación, aparece, co-mo antesala de la próxima publicaciónde la poesía completa, su tan esperadolibro inédito Hojas de Madrid con La ga-lerna con prólogo de Mario Hernández yedición de Sabina de la Cruz, viuda delpoeta y profunda conocedora de suobra. Al hablar de libro inédito es obliga-do hacer algunas precisiones: se trata dedos poemarios en un solo volumen; casila mitad de los 306 poemas que lo inte-gran han sido publicados, en las últimastres décadas, en revistas, antologías yrecopilaciones varias; el resto “han per-manecido rigurosamente inéditos hastahoy”, tal y como subraya Sabina de laCruz en su nota previa. La ordenación,decidida por la propia Sabina, es cro-nológica, puesto que Blas de Otero siem-pre fechaba cada poema. Ello no obstapara que Hojas de Madrid con La galernasea, en su condición de libro, de pro-puesta global, una obra inédita. No com-puesta, como pudiera pensarse, por ma-teriales sobrantes, prescindibles, sinopor textos a la altura de lo mejor de suautor, de un altísimo nivel y de una ma-durez serena y contagiosa, casi perturba-dora, que mira a César Vallejo, a Macha-do, al Alberti del exilio, a Nazim Hikmet,a Rimbaud entre otros. Acaso quepa ob-jetar a su edición la falta de un índiceque informe al lector de qué poemas sonrigurosamente inéditos y cuáles y dóndefueron publicados el resto.

Todos ellos fueron escritos entre ju-lio de 1968 y mayo de 1977, años detránsito a la democracia, y de esa peripe-cia existencial habla la primera parte (elprimer libro), Hojas de Madrid. La in-tegran poemas apegados al tiempo his-tórico, en los que las urgencias de uncompromiso construido desde su nuncanegada militancia comunista se ven cru-zadas por un hondo deseo de serenidad,por un impulso vitalista, de gozo de locotidiano, de recuperación de la memo-ria de la niñez y de reconciliación conlos paisajes y escenarios de la juventud.Todo ello, atravesado por la experienciade un amor renovado, por la concienciade la enfermedad (fue operado de untumor pulmonar) y por la presencia dela muerte. La primera sección de Hojasla constituyen poemas compuestos enMadrid, recién llegado de Cuba, en elproceso de adaptación a una realidadnueva. En la segunda, será el viaje aBilbao, la recuperación del mar y de lospaisajes de la infancia y los amigos. Lasdos últimas secciones nos muestran aun Blas de Otero muy poco conocido:una poesía intimista (aunque siemprecon ventanas a lo colectivo), sencilla yculta a la vez, una poesía de lo cotidia-

no, en la que el amor, la casa y susrincones, un raro fervor doméstico, jue-gan un papel esencial. Un aire de sosie-go, cierto distanciamiento irónico que

bromea con la tradición y una madurezvital hija de los más duros años de ladictadura encuentran cauce en una líri-ca de gran tensión expresiva y formaliza-

da, siempre con eficacia y originalidad,mediante las más diversas opciones (so-netos de una difícil e innovadora perfec-ción, verso libre de tono conversacio-nal, casi prosaico, juegos vanguardistas,poemas breves de factura clásica, can-ciones populares o con ecos de la líricamedieval). En La galerna encontramosla crónica poetizada de los estados de-presivos del poeta durante los años1973 y 1974. Aunque la mayor parte delos poemas trata de la intimidad máshonda, de la pugna de Blas de Otero conuna realidad hostil, dura, condicionantede sus equilibrios emocionales, el poetano abandona la ironía, ni la reflexiónsobre la poesía como bálsamo para lasheridas propias y ajenas (la enferme-dad, el niño perdido, Vietnam, Cambo-ya), sobre la moralidad del poema y elmisterio de la escritura y sobre su expe-riencia viajera, casi nómada, durantedos décadas. Es una poesía moderna ensu acepción más profunda, una poesíadirecta que no desdeña el experimentoy que bebe de la complejidad del yo,que tiene algo de trastienda íntima, derecámara del libro Hojas de Madrid y enla que experimenta y juega con el len-guaje a pesar de los estados depresivosque la originan. Si la tardanza en la apa-rición de este libro generó no poca des-confianza respecto a su contenido, lle-vando a pensar que los mejores poemasestaban ya publicados en revistas y anto-logías, su lectura desmiente de modoradical esa sospecha. Estamos ante unlibro mayor, ante uno de los más impor-tantes poemarios publicados en lo queva de siglo. O

Por Benjamín Prado

COMO SU propio nombre, mitad popular y mitad aristocrático,Blas de Otero siempre sonó a dos cosas distintas: una personanormal y un héroe, un poeta conocido y un misterio. Suimagen era la de un abanderado, pero los rumores que co-rrían sobre él hablaban de alguien con tendencias depresivas,frágil hasta el desamparo, en perpetuo equilibrio entre laconvicción de sus versos y la inseguridad de su carácter. Por sieso no fuera suficiente, tras su muerte empezaron a correrleyendas que hablaban de este libro, Hojas de Madrid con Lagalerna que, según se decía, era la cumbre de su obra. Exagera-ban, pero no importa, porque todo lo que nos fascinaba de élestá aquí, aunque sea con menos fuerza que en sus librosmayores y a pesar de que el conjunto resulte agotador, desdeel atrevimiento a veces extremo de un poeta que parece sospe-char que la vanguardia está en la prosa hasta su mezcla exactade tradición y modernidad. Y, sobre todo, está esa voz comúne inolvidable que nos fascinaba a los poetas que empezába-

mos a calentar motores a principios de los ochenta; ese perso-naje que usa sus dudas como laboratorio para poder ponersecomo ejemplo; que se nombra una y otra vez en los poemas—“dónde está Blas de Otero”; “hay que vivir, Blas de Otero,tienes que seguir viviendo”; “qué más quieres, Blas de Otero, ati te digo”; “hablo a los hombres, hablo a Blas de Otero”;“fecho y firmo, Madrid diecinueve de diciembre de siempre,Blas de Otero”; “para qué tanto libro, pobre Blas de Otero,contéstame, / para qué escribiste tanto”; “Blas cruza la vida”;“dentro de poco nos veremos, / Blas de Otero; “puesto queestamos solos, / yo y tú, Blas de Otero”; “Blas de Otero, / queviene la muerte / y te coge desprevenido”…- y que ofrece suideología como aval de sus obras: “Yo soy un ángel fieramentehumano / todo lo humano es asunto mío”. Blas de Oteroquería escribir “la poesía en los siglos futuros con el pan enmedio de la mesa y un avión a Marte todos los miércoles”.Este libro, por lo tanto, llega demasiado pronto, cuando lasegunda parte de su deseo ya es casi verdad pero la primeraaún está muy lejos de cumplirse. Sigue pareciendo el mejorpoeta de su generación. O

Aún es pronto

Blas de Otero (Bilbao, 1916-Madrid, 1979). Foto: Goyenechea

La serenidad lúcida de Blas de OteroHojas de Madrid con La galerna, editado por Sabina de la Cruz, viuda del poeta, se revelacomo un libro mayor. Los poemas, en su mayoría inéditos, fueron escritos entre 1968 y 1977

ESPECIAL FERIA DEL LIBRO DE MADRID / El Libro de la Semana

EL PAÍS BABELIA 05.06.10 9

Corona de floresJavier CalvoMondadori. Barcelona, 2010307 páginas. 21, 90 euros

NARRATIVA. DESDE LA PRIMERA PÁGINA, entraen materia la última y magnífica novela deJavier Calvo (Barcelona, 1973). Con pala-bras, gestos y percepciones que pertenecena un ideario expresionista y salvaje (a vecesvalleinclanesco: “La ciudad aúlla como unperro bajo la lluvia”) que arrastra de golpe allector. La presencia simultánea de concep-tos contrarios y las afirmaciones equívocasnos informan de que no vamos a leer unanovela realista sino una que sigue los mode-los del autor, aquellos que elevan la alucina-ción a la altura de lo real y prestan atenciónal surrealismo y lo gótico, al humor negro yal tremendismo, como en el sueño recurren-te del demonio con cabeza de perro. El na-rrador advierte que estamos en Barcelona yen el año 1877. Nombres de calles y lugarescomo las Ramblas y la calle del Hospitalremiten al tiempo actual del lector, perootros como las ruinas del convento del Car-men, la prisión de la plaza de la Reina Ama-lia, las referencias al monte Táber y las cata-cumbas donde habitan los niños salvajes,aluden a una Barcelona primordial o fantás-tica. Una ciudad siempre cubierta de som-bras y arrasada periódicamente por formida-bles riadas. Hay un asesino en serie y dosencargados de perseguirlo: un inspectorcontrahecho, violento y tarado, y un doctor,“anatomista loco”, del que dicen que está“más muerto de lo normal”, con atributossimilares a los de Hannibal Lecter. Y, comoes norma en sus novelas, Calvo añade otrostextos, un folletín por entregas y un misterio-so manuscrito antiguo que son los espejosdonde se mira lo que ocurre en la novela,un rizar el rizo que esponja y multiplica losacontecimientos. Buen autor posmoderno,absorbe variados ingredientes pero inyectaen la obra la suficiente claridad para que nodecaiga la función. Como si fuera un verda-dero mago. Lluís Satorras

Covers en soledady compañíaRonaldo MenéndezPáginas de Espuma. Madrid, 2010107 páginas. 13 euros

NARRATIVA. SI DE Ronaldo Menéndez (LaHabana, 1970) ha dicho el último pre-mio de la Crítica, Andrés Neuman: “Ori-

ginal y elaborado, es uno de los másbrillantes cuentistas de mi generación”,lo primero que cabe pensar es que am-bos son amigos, y será cierto; luego leesestos nueve relatos, te sorprendes muygratamente y piensas: será cierto tam-bién, lo es, brillante. Y originales sonestas historias, y mucho, que encierransueño y realidad, cápsulas de sueño,que no somníferos para dormir y tal vezpara poder soñar, sino literalmente cáp-sulas que contienen los sueños. No sé sise sueñan olores —como se dice en unode esos relatos—, pero sí se sueñan rea-lidades, o recuerdos. Hay historias (fe-roces) de un conseguido realismo (socia-lista) mágico, facción (decepcionante)cubana, son los primeros, el de las mos-cas, el del cerdo en la bañera, una varian-te (insular) del sueño de Carpanta, conmucho humor e inevitable acidez. Hay

otros que son especialmente oníricos,como ‘La ciudad de abajo’, una muy her-mosa historia de amor por los subsuelosde un París de aguacero, lleno de refe-rencias literarias, pero con esa originali-dad y elaboración que ve Neuman. Unlogrado plus de positiva extravaganciatienen los cuatro relatos “en compañía”,y lo que es en ‘Ejército desnudo’ unasuerte de Sueño de una noche de verano,una exaltación pánica, podría haber si-do, sin más, una tropelía militar; o unvulgar atraco armado se muda en unapoliédrica relación; o una sarcásticaaproximación al arte moderno como es-pectáculo se convierte en una excelenterecreación de El rey desnudo. Y así, unotras otro, hasta los nueve. En fin, unbreve y preciso libro de cuentos, sin undesfallecimiento. Y original, sí, Neu-man. Javier Goñi

Locura circularMartín LombardoLos Libros del LinceBarcelona, 2010138 páginas. 14 euros

NARRATIVA. ES SU PRIMERA novela. Hay unedificio y una fiesta. Dos barrios, el Ra-

val y Gracia. Está el autor, Martín Lom-bardo (Buenos Aires, 1978), el músicoque narra y el título: Locura circular. Enpsiquiatría, la locura de doble forma. Ex-citación. Depresión. Trastorno bipolar.Y la letra de esta novela mostrando entu-siasmo y melancolía. Letra escéptica yobsesiva. Una historia críptica. Y está

Charly García, el músico argentino dequien el narrador se trajo sus cedés y dequien dice inventó una sola canción quedistribuyó por sus discos. Fragmentospues de una única melodía. El autor dan-do pistas para entender esa novela quenos cuenta. Imágenes sucesivas de uncírculo de amistades que se cierra y se

abre en la ciudad de Barcelona. Locuracircular: “La sombra llega y no espera, sepresenta y no te deja opción”, Charlydixit. Historia a fogonazos de un grupode personajes extraños. Leo y perciboespacios cerrados: la mente del narra-dor. Y ese Charly dixit con su cancióninterminable que resulta incómodo, irri-

tante, pero necesario para entender laobsesión. Tal vez la esquizofrenia dequien cuenta. Para poder entender.Cuesta entrar, adentrarse en los fragmen-tos de esa única canción que es la nove-la. Pero estás y miras y acabas viendo.“Tengo que salir, volver, desaparecer”,Charly dixit. María José Obiol

Las correspondenciasPedro G. RomeroPeriférica. Cáceres, 2010215 páginas. 12 euros

EPISTOLARIO. RELATO CARTOGRÁFICO, diseña-do en torno a un puzle epistolar, quedurante el breve interludio de su lecturarecuerda al de los textos influidos porlos principios del estructuralismo euro-peo de los años sesenta, motivando undéjà vu de literatura extranjera excelen-temente traducida al español. La siem-pre subyugante elección del incompara-

ble entorno veneciano no tiene aquí fi-nalidad más que la de establecer, a par-tir de la óptica subjetiva del lector, unparalelismo entre la abigarrada profu-sión de sus canales y unas vías de comu-nicación, utilizadas por personas apa-rentemente anónimas, para orientarseen la confusión de los intercambios des-personalizados y establecer retazos in-terpersonales, superando la maraña delos lapsos de tiempos perdidos. En estareducida gestalt confluyen la desorienta-ción y el intercambio de informacióncomo modelos de una sociedad des-membrada que intenta recuperar algode su pretérito tono existencialista yclandestino, por medio de intangiblesfilamentos de mensajes que llevan al lec-tor de un personaje a otro, los cualesparecen seguir un plan maestro íntimoa fin de liberarse de la sensación de aisla-miento. Destaca la veracidad con quePedro G. Romero traza los escuetos pa-noramas posmodernos y la polisemiaaplicada a la creación literaria. Aunqueel propio autor revela haber sido inspira-do por los espíritus errantes de Pasolini,Gramsci y Ginzburg, también denota serdeudor extrapolado del Italo Calvino deSi una noche de invierno un viajero, encuanto autor de una ficción que ni co-mienza ni acaba, sino que permanecesuspendida en una combinatoria meta-narrativa. Iury Lech

Por José Andrés Rojo

EN HABITACIÓN DOBLE, Luis Ma-grinyà (Palma de Mallorca, 1960)propone cuatro historias doblesen las que, de una manera u

otra, aborda la compleja trama de las rela-ciones entre padres e hijos y despliegadiferentes recursos narrativos, desde laestructura de la obra a la propia escritu-ra, que dinamitan las fórmulas tradiciona-les de contar historias.

PREGUNTA. ¿Es deliberada la estructu-ra de su último libro, en el que incluyehasta un ensayo?

RESPUESTA. El libro trabaja la idea deunidad, de sentido, de continuidad, que escaracterística de la lectura y de la novela enparticular. Mi idea ha sido empezar respe-tando esos elementos e ir poco a poco per-diéndoles el respeto. Al final tenemos undiálogo de unos franceses en coche que escomo los subtítulos de una peli unido a unensayo muy personalizado sobre el padrede un asesino múltiple. ¿Dónde está aquíel sentido? Me he planteado esta incógnitaa lo largo de todo el libro sin intención deresolverla y sin forzar la respuesta. Pero metemo que, visto lo visto, no sirvo para serdadá: al final me parece que el assemblageadquiere sin pretenderlo mucho sentido, yconfieso que es algo que me preocupa.

P. La idea de un espacio propio dondevivir está presente en estas historias demanera recurrente. ¿Por qué ese afán porocuparse de las “cosas” de sus persona-jes, de su territorio?

R. Tengo una pareja de agapornis encasa: hay uno que sabe abrir la jaula, pe-ro no hace más que defenderla y, si sale,vuela poco; en cambio, el otro, que nosabe abrir la jaula, se muere por salir deella. La territorialidad, la libertad, las ga-nas de salir, las ganas de quedarse: lagente también tiene una relación muyinteresante con el espacio que ocupa. Megusta ver qué pasa cuando ahí se introdu-

ce la hospitalidad, esa cualidad magnífica.P. Hay historias con parejas y amigos,

encuentros con viejos novios, pero sobretodo se ocupa de la relación entre padrese hijos. ¿Qué es lo que más le atrae y leinquieta de lo que ocurre ahí?

R. Tengo la sensación de que este libro,como el anterior, que forma parte del mis-mo proyecto, procede en buena parte demi experiencia como padre. En el libro secita a la psicóloga Judith Rich Harris, quearmó un buen revuelo al postular que lainfluencia de los padres en los hijos es prác-ticamente irrelevante. Sin embargo, cuan-do eres padre, te encuentras de pronto conunos seres imprevisibles que te ponen allímite de tus recursos y entonces, como nosabes cómo reaccionar, repites mecánicapero inevitablemente la conducta de tuspropios padres. Esto me intriga mucho.

P. En cada una de las piezas entra lahistoria, el presente. La invasión de Irak aKuwait, la penosa crisis del Real Madridpoco antes de que se fuera Florentino laanterior vez, la manera en que EsperanzaAguirre sale ilesa del atentado terroristaen Bombay… ¿Qué papel juegan las “noti-cias” en sus narraciones?

R. Fechar la acción del relato es unanovedad para mí, y yo creo que se debe aque dentro de poco voy a cumplir los 50.En cualquier caso, este libro va todo él,desde su misma estructura, del hecho deque todo se comparte, de que la vida deuno es siempre la vida de al menos alguienmás. De eso que algunos llaman el efectomariposa. En este contexto parecía cohe-rente historizar lo que se cuenta, aunque aveces la historización sea caprichosa.

P. Ahora que tanta bulla hay alrede-dor de un nuevo grupo de escritores, delos que se subraya su vocación de rom-per moldes y su afán de modernidad,llega su Habitación doble, que va mu-cho más lejos, y por fortuna con menossolemnidad. ¿En qué lugar se sitúa fren-te a sus contemporáneos?

R. Yo siempre prefiero a un autor que se

dice renovador a otro que se presenta co-mo “humilde” seguidor de la tradición oque tiene el “simple” propósito de hacerpasar “un buen rato”, que es para mí elcolmo de lo pretencioso y si se lo dijeras aun ligue te daría una bofetada. Tampocome parece bien que a los “renovadores” seles recuerde vengativamente que siemprehubo alguien “antes” que ellos, como si esealguien no hubiera tenido a su vez un “an-tes”. A mí de algunos de estos nuevos reno-vadores lo único que me sobra es ciertaactitud “de escritor” que parecen tomarsemuy en serio, y ciertas inclinaciones institu-cionales como el respeto a ciertos prócereso el inaudito interés por el Premio Cervan-tes. Si no se cambia la actitud “de escritor”,me parece difícil cambiar nada.

P. Ha hecho un vídeo para presentarsu nuevo libro en la Red. Es una propues-ta heterodoxa y que poco tiene que vercon lo que han hecho otros autores. ¿Quépasa con el escritor y su trabajo en estostiempos de nuevas tecnologías?

R. Las nuevas tecnologías facilitan loque en otro tiempo parecía casi inalcanza-ble. Hace mucho que tenía ganas de hacerun vídeo y al fin lo he hecho, inspirado pormi amigo el videoartista Breixo Viejo. Mivídeo quizá sea promocional de facto, peroestá concebido más bien como recreaciónen otro medio de algunas ideas del libro.He podido trabajar literalmente la simulta-neidad de planos, que es algo que meencanta y que en literatura sólo puedehacerse mediante un ingrato desplieguede sugerencias. Y he podido dar tambiénuna muestra de mi actitud “de escritor”. O

Habitación doble. Luis Magrinyà. Anagrama. Bar-celona, 2010. 312 páginas. 19 eurosVídeo de presentación: http://www.youtube.com/watch?v=FUxZA_BoG6g

Luis Magrinyà“Tu vida es siempre la de alguien más”

E Primeras páginas de Habitacióndoble, de Luis Magrinyà.

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La relación entre padres e hijos y los desafíos de encontrar un lugar propio desde dondemedirse con las complicaciones del presente marcan las historias de Habitación doble

“Fechar la acción del relato es una novedad para mí”, afirma Luis Magrinyà. Foto: Elías Amor

Habitación dobleLuis MagrinyàAnagrama. Barcelona, 2010306 páginas. 19 euros

DESDE Diez minutos después a Paisajeinvernal —la primera y última de laspiezas que componen Habitación do-ble—, el lector asiste a una serie de diver-sas situaciones en las que Luis Magrinyàdisecciona con humor, y también sinpiedad ni concesiones fáciles, las relacio-nes sociales y familiares —singularmen-te, las de padres e hijos— o amistosas,presentadas siempre desde una distan-cia que el autor labra a partir de la natu-raleza rara o atípica de los personajes ylas circunstancias o problemáticas enque se ven envueltos (lo que ya de por sídificulta o impiden cualquier identifica-ción sentimental), o bien mediante laspropias formas del relato y el discurso,que pueden correr a cargo de un narra-dor testigo, crítico y desafecto, que loobserva todo desde fuera, o articularse apartir de una secuencia dialogada en lalínea de la máxima impasibilidad narra-tiva o incluso adoptar la modalidad deun riguroso análisis próximo al ensayo,como sucede en la segunda pieza de‘Paisaje invernal’, una soberbia indaga-ción y reflexión a propósito del caso deLionel Dahmer y su confesión A Father’sStory, es decir, de la historia del padredel asesino en serie conocido como “elcarnicero de Milwaukee”. De hecho, es-ta pieza que cierra este espléndido libroes la que agavilla las historias que lepreceden, apurando su sentido. Enellas, el humor está siempre presente:sea para ridiculizar las costumbres y va-lores y convicciones sociales, las nove-las a la moda, la meritocracia, las rela-ciones de poder… Historias dobles (consu haz y envés) que Magrinyà relata conuna escritura tan elevada y elegante co-mo impar. Ana Rodríguez Fischer

[/EMPTYTAG]Compañeras de viajeSoledad PuértolasAnagrama. Barcelona, 2010217 páginas. 18 euros

NARRATIVA. COMO SU título anuncia, este li-bro de relatos —el quinto de Soledad Puér-tolas— reúne quince piezas que tienen encomún narrar la experiencia del viaje vividapor mujeres de muy distinto tipo y condi-ción. No son viajes aventureros ni exóticos,y no es casual que el primero de ellos, ‘Músi-ca’, trate de los incidentes comunes y co-rrientes que pueden sobrevenir en un viajeen coche de Madrid a Galicia de una familiade clase media que se dispone a pasar allílas vacaciones de verano. Hay también via-jes de juventud, el de la joven que marcha aInglaterra a trabajar de au-pair durante unverano y descubre el swinging London, o elde otra que decide visitar a dos amigos estu-diantes “exiliados” en el París de los añossetenta a causa de su actividad política du-rante la dictadura. En otros relatos, las mu-jeres acompañan a sus maridos en sus via-jes de negocios o a los países adonde se venobligados a trasladarse por motivos profe-sionales —París, Seúl, California, Norue-ga—, afrontando un buen puñado de “tiem-pos muertos”, propicios a la soledad y laespera. Otras mujeres viajan solas y con unpropósito previo —descansar, distraerse—que se verá truncado porque otros viajerosentran en sus vidas y luego se van dejándo-les la imagen de una mano “desnuda, mi-rando hacia el suelo”. En ocasiones, ellos oellas se encuentran con una compañerainesperada: la extrañeza. Y casi todos losviajeros regresan ligeramente transforma-dos, con un bagaje vital más rico del queportaban al partir. Más que la acción en losrelatos de Compañeras de viaje cuenta lasituación. De ahí la cuidadosa recreación—muchos viajes se narran desde la poste-rior evocación o recuerdo— de ambientes,espacios, personajes o detalles, y la fina ex-ploración de emociones y sentimientos.Buen ejemplo de ello lo tenemos en ‘Espe-jos’, que transcurre en la propia casa dondehabita la protagonista, y que es uno de losmás breves del libro y a la par de los másinquietantes e intensos. O el titulado ‘Ma-sako’: un relato casi estático, que en buenaparte transcurre en la interioridad y la fanta-sía de una mujer que se llama, precisamen-te, Alicia. A. Rodríguez Fi-scher[/EMPTYTAG][/DATOS1]

ESPECIAL FERIA DEL LIBRO DE MADRID / Narrativa y Ensayo

10 EL PAÍS BABELIA 05.06.10

Corona de floresJavier CalvoMondadori. Barcelona, 2010307 páginas. 21, 90 euros

NARRATIVA. DESDE LA PRIMERA PÁGINA, entraen materia la última y magnífica novela deJavier Calvo (Barcelona, 1973). Con pala-bras, gestos y percepciones que pertenecena un ideario expresionista y salvaje (a vecesvalleinclanesco: “La ciudad aúlla como unperro bajo la lluvia”) que arrastra de golpe allector. La presencia simultánea de concep-tos contrarios y las afirmaciones equívocasnos informan de que no vamos a leer unanovela realista sino una que sigue los mode-los del autor, aquellos que elevan la alucina-ción a la altura de lo real y prestan atenciónal surrealismo y lo gótico, al humor negro yal tremendismo, como en el sueño recurren-te del demonio con cabeza de perro. El na-rrador advierte que estamos en Barcelona yen el año 1877. Nombres de calles y lugarescomo las Ramblas y la calle del Hospitalremiten al tiempo actual del lector, perootros como las ruinas del convento del Car-men, la prisión de la plaza de la Reina Ama-lia, las referencias al monte Táber y las cata-cumbas donde habitan los niños salvajes,aluden a una Barcelona primordial o fantás-tica. Una ciudad siempre cubierta de som-bras y arrasada periódicamente por formida-bles riadas. Hay un asesino en serie y dosencargados de perseguirlo: un inspectorcontrahecho, violento y tarado, y un doctor,“anatomista loco”, del que dicen que está“más muerto de lo normal”, con atributossimilares a los de Hannibal Lecter. Y, comoes norma en sus novelas, Calvo añade otrostextos, un folletín por entregas y un misterio-so manuscrito antiguo que son los espejosdonde se mira lo que ocurre en la novela,un rizar el rizo que esponja y multiplica losacontecimientos. Buen autor posmoderno,absorbe variados ingredientes pero inyectaen la obra la suficiente claridad para que nodecaiga la función. Como si fuera un verda-dero mago. Lluís Satorras

Covers en soledady compañíaRonaldo MenéndezPáginas de Espuma. Madrid, 2010107 páginas. 13 euros

NARRATIVA. SI DE Ronaldo Menéndez (LaHabana, 1970) ha dicho el último pre-mio de la Crítica, Andrés Neuman: “Ori-

ginal y elaborado, es uno de los másbrillantes cuentistas de mi generación”,lo primero que cabe pensar es que am-bos son amigos, y será cierto; luego leesestos nueve relatos, te sorprendes muygratamente y piensas: será cierto tam-bién, lo es, brillante. Y originales sonestas historias, y mucho, que encierransueño y realidad, cápsulas de sueño,que no somníferos para dormir y tal vezpara poder soñar, sino literalmente cáp-sulas que contienen los sueños. No sé sise sueñan olores —como se dice en unode esos relatos—, pero sí se sueñan rea-lidades, o recuerdos. Hay historias (fe-roces) de un conseguido realismo (socia-lista) mágico, facción (decepcionante)cubana, son los primeros, el de las mos-cas, el del cerdo en la bañera, una varian-te (insular) del sueño de Carpanta, conmucho humor e inevitable acidez. Hay

otros que son especialmente oníricos,como ‘La ciudad de abajo’, una muy her-mosa historia de amor por los subsuelosde un París de aguacero, lleno de refe-rencias literarias, pero con esa originali-dad y elaboración que ve Neuman. Unlogrado plus de positiva extravaganciatienen los cuatro relatos “en compañía”,y lo que es en ‘Ejército desnudo’ unasuerte de Sueño de una noche de verano,una exaltación pánica, podría haber si-do, sin más, una tropelía militar; o unvulgar atraco armado se muda en unapoliédrica relación; o una sarcásticaaproximación al arte moderno como es-pectáculo se convierte en una excelenterecreación de El rey desnudo. Y así, unotras otro, hasta los nueve. En fin, unbreve y preciso libro de cuentos, sin undesfallecimiento. Y original, sí, Neu-man. Javier Goñi

Locura circularMartín LombardoLos Libros del LinceBarcelona, 2010138 páginas. 14 euros

NARRATIVA. ES SU PRIMERA novela. Hay unedificio y una fiesta. Dos barrios, el Ra-

val y Gracia. Está el autor, Martín Lom-bardo (Buenos Aires, 1978), el músicoque narra y el título: Locura circular. Enpsiquiatría, la locura de doble forma. Ex-citación. Depresión. Trastorno bipolar.Y la letra de esta novela mostrando entu-siasmo y melancolía. Letra escéptica yobsesiva. Una historia críptica. Y está

Charly García, el músico argentino dequien el narrador se trajo sus cedés y dequien dice inventó una sola canción quedistribuyó por sus discos. Fragmentospues de una única melodía. El autor dan-do pistas para entender esa novela quenos cuenta. Imágenes sucesivas de uncírculo de amistades que se cierra y se

abre en la ciudad de Barcelona. Locuracircular: “La sombra llega y no espera, sepresenta y no te deja opción”, Charlydixit. Historia a fogonazos de un grupode personajes extraños. Leo y perciboespacios cerrados: la mente del narra-dor. Y ese Charly dixit con su cancióninterminable que resulta incómodo, irri-

tante, pero necesario para entender laobsesión. Tal vez la esquizofrenia dequien cuenta. Para poder entender.Cuesta entrar, adentrarse en los fragmen-tos de esa única canción que es la nove-la. Pero estás y miras y acabas viendo.“Tengo que salir, volver, desaparecer”,Charly dixit. María José Obiol

Las correspondenciasPedro G. RomeroPeriférica. Cáceres, 2010215 páginas. 12 euros

EPISTOLARIO. RELATO CARTOGRÁFICO, diseña-do en torno a un puzle epistolar, quedurante el breve interludio de su lecturarecuerda al de los textos influidos porlos principios del estructuralismo euro-peo de los años sesenta, motivando undéjà vu de literatura extranjera excelen-temente traducida al español. La siem-pre subyugante elección del incompara-

ble entorno veneciano no tiene aquí fi-nalidad más que la de establecer, a par-tir de la óptica subjetiva del lector, unparalelismo entre la abigarrada profu-sión de sus canales y unas vías de comu-nicación, utilizadas por personas apa-rentemente anónimas, para orientarseen la confusión de los intercambios des-personalizados y establecer retazos in-terpersonales, superando la maraña delos lapsos de tiempos perdidos. En estareducida gestalt confluyen la desorienta-ción y el intercambio de informacióncomo modelos de una sociedad des-membrada que intenta recuperar algode su pretérito tono existencialista yclandestino, por medio de intangiblesfilamentos de mensajes que llevan al lec-tor de un personaje a otro, los cualesparecen seguir un plan maestro íntimoa fin de liberarse de la sensación de aisla-miento. Destaca la veracidad con quePedro G. Romero traza los escuetos pa-noramas posmodernos y la polisemiaaplicada a la creación literaria. Aunqueel propio autor revela haber sido inspira-do por los espíritus errantes de Pasolini,Gramsci y Ginzburg, también denota serdeudor extrapolado del Italo Calvino deSi una noche de invierno un viajero, encuanto autor de una ficción que ni co-mienza ni acaba, sino que permanecesuspendida en una combinatoria meta-narrativa. Iury Lech

Por José Andrés Rojo

EN HABITACIÓN DOBLE, Luis Ma-grinyà (Palma de Mallorca, 1960)propone cuatro historias doblesen las que, de una manera u

otra, aborda la compleja trama de las rela-ciones entre padres e hijos y despliegadiferentes recursos narrativos, desde laestructura de la obra a la propia escritu-ra, que dinamitan las fórmulas tradiciona-les de contar historias.

PREGUNTA. ¿Es deliberada la estructu-ra de su último libro, en el que incluyehasta un ensayo?

RESPUESTA. El libro trabaja la idea deunidad, de sentido, de continuidad, que escaracterística de la lectura y de la novela enparticular. Mi idea ha sido empezar respe-tando esos elementos e ir poco a poco per-diéndoles el respeto. Al final tenemos undiálogo de unos franceses en coche que escomo los subtítulos de una peli unido a unensayo muy personalizado sobre el padrede un asesino múltiple. ¿Dónde está aquíel sentido? Me he planteado esta incógnitaa lo largo de todo el libro sin intención deresolverla y sin forzar la respuesta. Pero metemo que, visto lo visto, no sirvo para serdadá: al final me parece que el assemblageadquiere sin pretenderlo mucho sentido, yconfieso que es algo que me preocupa.

P. La idea de un espacio propio dondevivir está presente en estas historias demanera recurrente. ¿Por qué ese afán porocuparse de las “cosas” de sus persona-jes, de su territorio?

R. Tengo una pareja de agapornis encasa: hay uno que sabe abrir la jaula, pe-ro no hace más que defenderla y, si sale,vuela poco; en cambio, el otro, que nosabe abrir la jaula, se muere por salir deella. La territorialidad, la libertad, las ga-nas de salir, las ganas de quedarse: lagente también tiene una relación muyinteresante con el espacio que ocupa. Megusta ver qué pasa cuando ahí se introdu-

ce la hospitalidad, esa cualidad magnífica.P. Hay historias con parejas y amigos,

encuentros con viejos novios, pero sobretodo se ocupa de la relación entre padrese hijos. ¿Qué es lo que más le atrae y leinquieta de lo que ocurre ahí?

R. Tengo la sensación de que este libro,como el anterior, que forma parte del mis-mo proyecto, procede en buena parte demi experiencia como padre. En el libro secita a la psicóloga Judith Rich Harris, quearmó un buen revuelo al postular que lainfluencia de los padres en los hijos es prác-ticamente irrelevante. Sin embargo, cuan-do eres padre, te encuentras de pronto conunos seres imprevisibles que te ponen allímite de tus recursos y entonces, como nosabes cómo reaccionar, repites mecánicapero inevitablemente la conducta de tuspropios padres. Esto me intriga mucho.

P. En cada una de las piezas entra lahistoria, el presente. La invasión de Irak aKuwait, la penosa crisis del Real Madridpoco antes de que se fuera Florentino laanterior vez, la manera en que EsperanzaAguirre sale ilesa del atentado terroristaen Bombay… ¿Qué papel juegan las “noti-cias” en sus narraciones?

R. Fechar la acción del relato es unanovedad para mí, y yo creo que se debe aque dentro de poco voy a cumplir los 50.En cualquier caso, este libro va todo él,desde su misma estructura, del hecho deque todo se comparte, de que la vida deuno es siempre la vida de al menos alguienmás. De eso que algunos llaman el efectomariposa. En este contexto parecía cohe-rente historizar lo que se cuenta, aunque aveces la historización sea caprichosa.

P. Ahora que tanta bulla hay alrede-dor de un nuevo grupo de escritores, delos que se subraya su vocación de rom-per moldes y su afán de modernidad,llega su Habitación doble, que va mu-cho más lejos, y por fortuna con menossolemnidad. ¿En qué lugar se sitúa fren-te a sus contemporáneos?

R. Yo siempre prefiero a un autor que se

dice renovador a otro que se presenta co-mo “humilde” seguidor de la tradición oque tiene el “simple” propósito de hacerpasar “un buen rato”, que es para mí elcolmo de lo pretencioso y si se lo dijeras aun ligue te daría una bofetada. Tampocome parece bien que a los “renovadores” seles recuerde vengativamente que siemprehubo alguien “antes” que ellos, como si esealguien no hubiera tenido a su vez un “an-tes”. A mí de algunos de estos nuevos reno-vadores lo único que me sobra es ciertaactitud “de escritor” que parecen tomarsemuy en serio, y ciertas inclinaciones institu-cionales como el respeto a ciertos prócereso el inaudito interés por el Premio Cervan-tes. Si no se cambia la actitud “de escritor”,me parece difícil cambiar nada.

P. Ha hecho un vídeo para presentarsu nuevo libro en la Red. Es una propues-ta heterodoxa y que poco tiene que vercon lo que han hecho otros autores. ¿Quépasa con el escritor y su trabajo en estostiempos de nuevas tecnologías?

R. Las nuevas tecnologías facilitan loque en otro tiempo parecía casi inalcanza-ble. Hace mucho que tenía ganas de hacerun vídeo y al fin lo he hecho, inspirado pormi amigo el videoartista Breixo Viejo. Mivídeo quizá sea promocional de facto, peroestá concebido más bien como recreaciónen otro medio de algunas ideas del libro.He podido trabajar literalmente la simulta-neidad de planos, que es algo que meencanta y que en literatura sólo puedehacerse mediante un ingrato desplieguede sugerencias. Y he podido dar tambiénuna muestra de mi actitud “de escritor”. O

Habitación doble. Luis Magrinyà. Anagrama. Bar-celona, 2010. 312 páginas. 19 eurosVídeo de presentación: http://www.youtube.com/watch?v=FUxZA_BoG6g

Luis Magrinyà“Tu vida es siempre la de alguien más”

E Primeras páginas de Habitacióndoble, de Luis Magrinyà.

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La relación entre padres e hijos y los desafíos de encontrar un lugar propio desde dondemedirse con las complicaciones del presente marcan las historias de Habitación doble

“Fechar la acción del relato es una novedad para mí”, afirma Luis Magrinyà. Foto: Elías Amor

Habitación dobleLuis MagrinyàAnagrama. Barcelona, 2010306 páginas. 19 euros

DESDE Diez minutos después a Paisajeinvernal —la primera y última de laspiezas que componen Habitación do-ble—, el lector asiste a una serie de diver-sas situaciones en las que Luis Magrinyàdisecciona con humor, y también sinpiedad ni concesiones fáciles, las relacio-nes sociales y familiares —singularmen-te, las de padres e hijos— o amistosas,presentadas siempre desde una distan-cia que el autor labra a partir de la natu-raleza rara o atípica de los personajes ylas circunstancias o problemáticas enque se ven envueltos (lo que ya de por sídificulta o impiden cualquier identifica-ción sentimental), o bien mediante laspropias formas del relato y el discurso,que pueden correr a cargo de un narra-dor testigo, crítico y desafecto, que loobserva todo desde fuera, o articularse apartir de una secuencia dialogada en lalínea de la máxima impasibilidad narra-tiva o incluso adoptar la modalidad deun riguroso análisis próximo al ensayo,como sucede en la segunda pieza de‘Paisaje invernal’, una soberbia indaga-ción y reflexión a propósito del caso deLionel Dahmer y su confesión A Father’sStory, es decir, de la historia del padredel asesino en serie conocido como “elcarnicero de Milwaukee”. De hecho, es-ta pieza que cierra este espléndido libroes la que agavilla las historias que lepreceden, apurando su sentido. Enellas, el humor está siempre presente:sea para ridiculizar las costumbres y va-lores y convicciones sociales, las nove-las a la moda, la meritocracia, las rela-ciones de poder… Historias dobles (consu haz y envés) que Magrinyà relata conuna escritura tan elevada y elegante co-mo impar. Ana Rodríguez Fischer

[/EMPTYTAG]Compañeras de viajeSoledad PuértolasAnagrama. Barcelona, 2010217 páginas. 18 euros

NARRATIVA. COMO SU título anuncia, este li-bro de relatos —el quinto de Soledad Puér-tolas— reúne quince piezas que tienen encomún narrar la experiencia del viaje vividapor mujeres de muy distinto tipo y condi-ción. No son viajes aventureros ni exóticos,y no es casual que el primero de ellos, ‘Músi-ca’, trate de los incidentes comunes y co-rrientes que pueden sobrevenir en un viajeen coche de Madrid a Galicia de una familiade clase media que se dispone a pasar allílas vacaciones de verano. Hay también via-jes de juventud, el de la joven que marcha aInglaterra a trabajar de au-pair durante unverano y descubre el swinging London, o elde otra que decide visitar a dos amigos estu-diantes “exiliados” en el París de los añossetenta a causa de su actividad política du-rante la dictadura. En otros relatos, las mu-jeres acompañan a sus maridos en sus via-jes de negocios o a los países adonde se venobligados a trasladarse por motivos profe-sionales —París, Seúl, California, Norue-ga—, afrontando un buen puñado de “tiem-pos muertos”, propicios a la soledad y laespera. Otras mujeres viajan solas y con unpropósito previo —descansar, distraerse—que se verá truncado porque otros viajerosentran en sus vidas y luego se van dejándo-les la imagen de una mano “desnuda, mi-rando hacia el suelo”. En ocasiones, ellos oellas se encuentran con una compañerainesperada: la extrañeza. Y casi todos losviajeros regresan ligeramente transforma-dos, con un bagaje vital más rico del queportaban al partir. Más que la acción en losrelatos de Compañeras de viaje cuenta lasituación. De ahí la cuidadosa recreación—muchos viajes se narran desde la poste-rior evocación o recuerdo— de ambientes,espacios, personajes o detalles, y la fina ex-ploración de emociones y sentimientos.Buen ejemplo de ello lo tenemos en ‘Espe-jos’, que transcurre en la propia casa dondehabita la protagonista, y que es uno de losmás breves del libro y a la par de los másinquietantes e intensos. O el titulado ‘Ma-sako’: un relato casi estático, que en buenaparte transcurre en la interioridad y la fanta-sía de una mujer que se llama, precisamen-te, Alicia. A. Rodríguez Fi-scher[/EMPTYTAG][/DATOS1]

EL PAÍS BABELIA 05.06.10 11

El gran mundoDavid MaloufTraducción de Juan TafurLibros del Asteroide. Barcelona, 2010401 páginas. 21 euros

NARRATIVA. DAVID MALOUF, el autor de Unavida imaginaria (1978), la aclamada recrea-ción biográfica del poeta Ovidio, compartecon Peter Carey el honor de ser el buqueinsignia de la narrativa australiana contem-poránea, y esta traducción de El gran mun-do (1990) es la prueba definitiva de que lavirtud de su ficción radica en haber elegidolo mejor de la prosa naturalista refusando,en cambio, la pedantería omnisciente desus narradores al uso. Novela épica de prisio-neros de guerra, prefiere el drama psicológi-co personal y el lado humano de la tragediaque el reportaje del horror que eligió, porejemplo, J. G. Ballard, en su mítica novela Elimperio del sol: Malouf teje su relato combi-nando planos temporales distintos, a la ma-nera del modernism, del que toma asimis-mo el estilo indirecto libre y una suerte deprosa poética que se vale de imágenes y deefectos introspectivos sumamente tentado-res a la hora de narrar la vida de Digger Keeny de Vic Curran, dos soldados australianosque traban amistad en el infierno de un cam-po de prisioneros de guerra japonés, duran-te la II Guerra Mundial, en el que se danactitudes que al lector le recordarán páginasde Si esto es un hombre de Primo Levi, de lamente del soldado Septimus Warren Smithde La señora Dalloway de Virginia Woolf, dela atmósfera tensa pero la prosa aséptica delos relatos de Carver, en las páginas másdomésticas de la novela, y del universo pica-resco de Mark Twain. El gran mundo quiereser una novela épica, cuando en realidadacaba siendo una novela lírica, pretende lacondición de novela histórica, por cuanto seobliga a describir la Australia del XX, desdela I Guerra Mundial a las bonanzas económi-cas, pero se muestra como crónica familiar,como reportaje de guerra novelado al estilodel new journalism, como autobiografíacolectiva y como retrato psicológico de laAustralia contemporánea, una novela trans-genérica, ambiciosa y exquisita, pertene-ciente todavía a un tiempo en que los per-sonajes de novela tienen dignidad, y no sonmás que meros fantoches de trapo manipu-lados por el autor con un palo de madera.Javier Aparicio Maydeu

El ciclistaTim KrabbéTraducción de Marta ArguiléLos Libros del Lince. Barcelona, 2010147 páginas. 14 euros

NARRATIVA. NO SE DIO mal la cosecha ciclistade 1978. Bernard Hinault, un jovencito fran-cés llamado a dominar toda una década,ganó el Tour y la Vuelta, y Tim Krabbé, unjugador de ajedrez holandés, escribió El ci-clista, una novela que se convirtió instantá-neamente en un libro de culto. Más de trein-ta años después, y gracias a la pasión deEnrique Murillo, editor de Los Libros del

Lince, se publica por primera vez en espa-ñol. De pasión, precisamente, va la historia,de otra manera no se podría entender ladeclaración de principios absoluta que cie-rra el primer párrafo: “Desde las terrazas delos cafés, turistas y lugareños observan. Noson ciclistas. El vacío de esas vidas me tur-ba”. Que nadie se asuste, que nadie se ago-bie, que nadie cierre el libro sin leer más,que nadie se sienta insultado. El ciclista vade ciclismo, claro, de una carrera ciclistamás en concreto, pero no tema nadie encon-trarse la habitual prosa plomiza y florida,ditirambos e hipérboles, tan al uso en laprensa deportiva, como si solo de maneraexagerada pudiera contarse la vida exagera-da de uno para quien el paraíso (y la vida)tiene forma y contenido de carrera ciclista;para quien el ciclista, en plena posesión desus medios, es Dios, más o menos. O, si no,huyamos de la exageración, el alma. Krabbé(Ámsterdam, 1943) fue ciclista aficionadodespués de ser campeón de ajedrez (el mis-mo reloj que le obligaba a mover rápido lesirvió para cronometrar sus progresos como

corredor) y cuenta en 147 páginas a cuerpo12 los 137 kilómetros del Tour del monteAigoual de 1977, una carrera de amateurs enlas Cévennes, un macizo montañoso en elsur de Francia. Lo cuenta en primera perso-na, porque Krabbé corrió esa carrera. Locuenta como si le fuera la vida en ello por-que de hecho cuenta la vida (o la condiciónhumana). Lo cuenta como si las palabrasque elige para hacerlo fluyeran de su inte-rior de la misma manera, ligera, alada, mági-ca, con que se suceden sus pedaladas en losmomentos de la prueba en los que se sienteen estado de gracia, cuando marcha sin ca-dena, sin cadenas.Hace también nada seeditó en español un libro del japonés Mu-rakami que habla de lo mismo (o casi, cam-bien a un ciclista por un runner, uno quesale a correr a pie todos los días por parquesy calles), pero no es lo mismo. Lo que enMurakami es cursilería y máximas que pare-cen extraídas de un libro de auto ayuda (esode “el dolor es obligatorio, el sufrimiento esopcional”) es en Krabbé, recuerden, 30 añosantes, poesía y verdad, ironía y sencillez. Y

prosa divertidísima. Nada de autocompa-sión ni de miseria. La poesía de los objetos,de las partes de la bicicleta, de los piñones,los dientes, los radios y los tubulares, de loscalapiés, ya desaparecidos de las bicis deahora, de high tech y carbono. Krabbé hablade un ciclismo ya desaparecido, el de losaños sesenta y setenta, el del clasicismo, elde Bahamontes y Koblet, Merckx e Hinault.“El ciclismo es generar dolor”, escribe. “Car-gamos con nuestro dolor montaña arriba”,continúa. Y el lector, aficionado o no a su-dar, a sufrir, en la bici se solaza y sueña.Carlos Arribas

Autores, libros, aventurasKurt WolffTraducción de Isabel García AdánezAcantilado. Barcelona, 2010204 páginas. 20 euros

TESTIMONIO. KURT WOLFF (1887-1963), fun-dador de la célebre editorial que llevó sunombre, fue uno de los editores más repre-

sentativos de Alemania en los convulsosaños de la República de Weimar y en laépoca de entreguerras: publicó obras deHeinrich Mann, Karl Kraus, Joseph Roth,Gustav Meyrink, Robert Walser o FranzWerfel, entre otros muchos autores; edi-tó magníficos libros de pintura, deKokoschka o Masereel, por ejemplo, asícomo bellos tomitos de una poesía tanextraña y soberbia como la de GeorgTrakl. Con la llegada de los nazis, seexilió en Nueva York y dirigió la célebreeditorial Pantheon Books. Casi octogena-rio, sin haber cejado en su amor por loslibros, murió atropellado por un camión,en Marbach, acababa de llegar de la Feriade Francfort, ilusionado con descubrirnuevos autores. Este volumen, muy bientraducido y con esclarecedoras notas de latraductora, recoge diversos testimoniosde Wolff sobre su oficio, así como precio-sos recuerdos de sus “aventuras” con li-bros y autores. El editor, dice Wolff, debeser una persona más que formada y conun amor desmedido por la literatura.Con gusto y criterio propios. Tiene quesaber qué edita y para qué. No debe ac-tuar como un mero gestor ni un simplevendedor de libros, debe ser alguien cu-yo certero olfato descubra a los autoresque la gente debería leer. No tiene quedejarse esclavizar por el gusto del públi-co, sino dictar la norma del gusto, lo mis-mo que el genio dicta la suya en el arte.Max Brod fue quien, en 1912, presentó aun tímido Franz Kafka a Kurt Wolff. Eleditor recordaría siempre de aquel pri-mer encuentro “los ojos más bellos y la

expresión más conmovedora de un hom-bre sin edad”; Kafka tenía treinta añosentonces, pero “la apariencia de un ado-lescente que jamás hubiera dado el pasoa la edad adulta”. Wolff se entusiasmócon las primeras prosas del praguense. Ensu célebre colección El Juicio Final apare-cieron en años sucesivos las magníficasprosas breves de Kafka y relatos como Lacondena o La transformación. Sus librosse vendieron poco, pero Wolff jamás dejóde asegurar que aquel autor era un descu-brimiento y gozaría de enorme fama en elfuturo. La interesante correspondenciaentre Wolff y Kafka muestra el cariño conque el editor cuidaba de la obra de suhumilde y genial autor, y también el tratocortés y obsequioso del que hicieron galaaquellas dos bondadosas personalidades.Luis Fernando Moreno Claros

La habitación de invitadosHelen GarnerTraducción de Isabel FerrerSalamandra. Barcelona, 2010160 páginas. 12 euros

NARRATIVA. EXISTE UN TERRITORIO donde con-viven día y noche la vida y la muerte. Unespacio semejante a esa tierra de nadieque separa las alambradas entre dos paí-ses: detrás está la vida, delante aguarda lamuerte y, entre medias, como en las trin-cheras, esperan los enfermos que no sabencuánto tiempo les queda. A esa peculiartrinchera, íntima y terriblemente perturba-dora, se asoman los visitantes, pero soloalgunos permanecen hasta el final junto alenfermo. La extraordinaria novela La habi-tación de invitados, de la australiana He-len Garner, habla de todo esto a través dela relación de dos amigas que deben en-frentarse a la grave enfermedad de una deellas. La prosa, limpia y directa, hace reso-nar con mayor impacto las preguntas queplantea: ¿cuáles son los límites de la amis-tad?, ¿cómo cuidar a alguien que pensóque la muerte nunca llegaría?, ¿qué es másimportante para el enfermo: la verdad o laesperanza? La habitación de invitados estánarrada sin sentimentalismo, pero llenade sentimiento y en los momentos másdramáticos siempre remonta el vuelo, líri-ca e ingeniosa. Helen, la protagonista yálter ego de la autora, prepara el cuarto deinvitados para su amiga Nicola, enfermaterminal de cáncer, que se quedará conella durante tres semanas para sometersea un tratamiento alternativo. Con una feciega, Nicola se adentra en el costoso mun-do de los charlatanes que proliferan allídonde se retira la medicina: edemas decafé, saunas de ozono con electrodos, do-sis masivas de vitamina C… A su lado,Helen intenta equilibrar el deseo de ayu-dar a su amiga con la frustración que leproduce el rechazo obstinado de esta enenfrentarse a la realidad. ¿Cómo he llega-do a esta situación?, se pregunta Helen,presa de rabia, de culpa, de dolor y deldeseo irreprimible de que Nicola se vaya.Personajes, diálogos y escenarios resultantan cercanos como devastadores. Porquela pregunta que plantea la historia de He-len y Nicola no es cómo vivir, sino cómomorir. La habitación de invitados fue galar-donada con el Victorian Premier’s LiteraryAward y el Queensland Premier’s LiteraryAward. Está nominada asimismo al Pre-mio de la Commonwealth al mejor libro.Nuria Barrios

EL FÚTBOL ES una presencia apabu-llante en nuestros medios. Es incó-modo criticar que casi la mitad decualquier espacio de noticias en

una cadena se dedique a la informacióndeportiva, o mejor dicho futbolística, cuan-do uno comprueba en la calle y en la barraque la conversación futbolística ocupa tam-bién la mitad del espacio. La pregunta co-rrecta sería saber qué fue anterior. ¿El fút-bol se convirtió en negocio por el interésque despertaba o fue el interés que desper-taba entre la gente lo que lo convirtió ennegocio? No es raro, pues, que la literatura,un enorme campo de juego donde los auto-res especulan con pasiones humanas,abriera la puerta al fútbol. En España, don-de el franquismo se apropió de las expresio-nes populares como toda dictadura, la dis-tancia del intelectual era casi higiénica. Encambio en Inglaterra, Francia, Argentina ysobre todo Brasil, escritores, músicos, pen-sadores, han mirado siempre al fútbol conenorme naturalidad y precisión.

En dos antologías recién aparecidas, De-porte, arte y literatura, editada por José An-tonio Sánchez Rodríguez y José AntonioMesa Touré para Litoral y el Consejo Supe-rior de Deportes, y Libro del fútbol, editadopor Pablo Nacach para 451, cualquiera pue-de asomarse a lo que el deporte y el fútbolen particular han provocado en escritoresde diverso pelaje desde los tiempos de Pín-daro hasta el lúcido análisis de uno de losmejores cronistas deportivos de este país,Santiago Segurola, cuando cierra el pasadoMundial con una crónica donde reconoceel resultado triunfal de Italia, pero su nulacapacidad para generar juego. La grandezadel fútbol está en esa pelea entre el marca-dor final, lo único incuestionable, y el re-cuerdo particular. Al final, el cabezazo deZidane a Materazzi en el día de su retiro esla escena que quedará, como queda la se-lección brasileña de 1982 o la de Holandade 1974 por encima de triunfos oscuros yolvidables. La recolección de letras dedica-das al deporte sirve para vencer algunostópicos. Muchos intelectuales han frecuen-tado el juego en sus escaramuzas literarias,desde la Generación del 27 hasta GonzaloSuárez, Enrique Vila-Matas, Sergi Pàmies oJavier Marías, pasando por Celaya, Neville,Delibes, Pombo. Desde el Chillida porteroretirado por una lesión hasta Joan ManuelSerrat con una canción dedicada a Kubala,el fútbol ha significado un referente íntimopara muchos referentes nacionales. En lasexta edición de Cosmopoética en Córdo-ba, Poesía a patadas, se recogía poesía uni-versal dedicada a este juego y su mítica,

desde el Vinicius que canta al ángel de laspiernas torcidas Garrincha hasta Elena Me-del escribiendo de Iker Casillas “delicates-sen tu mentón, Apolo Mío”.

La naturalidad de trato nos vino desdeLatinoamérica. Osvaldo Soriano, RobertoFontanarrosa, Benedetti, Galeano, DantePanzeri o el anecdotario poético de Menot-ti desembarcaron aquí de la mano de unjugador llamado Jorge Valdano, que publi-có en 1986 en Revista de Occidente unareflexión sobre el miedo escénico, que élhabía escuchado en García Márquez parareferir el pavor a hablar en público, peroque aplicaba al existencialismo de un futbo-lista. Antes que él, Vázquez Montalbán ha-bía capitaneado la recuperación de valoressentimentales de la posguerra, donde el fút-bol y especialmente el FC Barcelona juga-ban un papel simbólico. Para compensar lamirada culé de Vázquez Montalbán, ELPAÍS invitó a un madridista confeso comoJavier Marías a ejercer de contrapunto y susLetras de fútbol tituladas Salvajes y senti-mentales (cuya edición ampliada se publi-

ca en Alfaguara) sostienen la llama de losdías de la infancia, las alineaciones del re-cuerdo, los cromos. Su madridismo orgullo-so no le evita convertirse en un firme defen-sor del sentido común, de los jugadoresinsignia, como Raúl o Guti, y distanciarsedel modelo empresarial de nuevo rico, delfanatismo violento, del resultadismo crudo.La fórmula más precisa de la inteligencia esaquella que obtiene placer de las fidelida-des, de los instintos, en lugar de esclavizar-se a ellos. Así, entre puyazos a los rivales detoda la vida, es capaz de reconocer un golmágico de Kiko o dejar constancia de lacoherencia de un Guardiola, que cuandoera jugador se desmarcaba de los presiden-tes bocazas asegurando aquello de “ellossin nosotros los jugadores no son nada”,que resuena cuando hoy, ya de entrenador,sigue sosteniendo lo mismo. Pero la líricadeja una parte oscura donde las apuestas y

el crimen organizado son las manchas másvisibles. Cicatrices que el libro de DeclanHill Juego sucio analiza con especial interésen los mercados asiáticos. Su título originales The Fix (El arreglo) y se centra en lospartidos amañados. Por desgracia a Españano la toca más que de pasada, con aquellosrelojes de lujo que regalaba el Real Madrida los jueces de línea europeos o los desma-nes de Gil y Gil y sus turbias relacionesexteriores. Sólo de tanto en tanto caen re-des criminales, como en Italia en dos oca-

siones o el caso del portero Bruce Grobbe-lar, que tiene un libro dedicado a su asun-to, escrito por David Thomas y tituladotambién Foul Play (Juego sucio). De todasmaneras, si la presión social se agrava, yalguien se encuentra necesitado de men-tes preclaras con las que asociarse al des-precio del fútbol no busquen muy lejos.Borges dedicó algunos de sus mejores vitu-perios a esta afición y siempre pueden re-currir a su cita ya clásica: “El fútbol es po-pular porque la estupidez es popular”. O

Salvajes y sentimentales. Letras de fútbol. Ja-vier Marías. Alfaguara. Madrid, 2010. 340 pági-nas. 17,50 euros. Libro del fútbol. Edición dePablo Nacach. 451 Editores. Madrid, 2010. 253páginas. 22,50 euros. Juego sucio. Fútbol ycrimen organizado. Declan Hill. Traducciónde Concha Cardeñoso Sáenz de Miera y Fran-cisco López. Alba. Barcelona, 2010. 430 pági-nas. 22 euros. Deporte, arte y literatura. JoséAntonio Sánchez Rodríguez y José AntonioMesa Touré. Litoral y Consejo Superior deDeportes. 27 euros.

Campo de juegoSalvajes y sentimentales. Letras de fútbol, de Javier Marías, yotros libros, entre las novedades literarias. Por David Trueba

Ilustración anónima del emperador Taizú, mostrando sus habilidades con el balón a sus cortesanos, incluida en Libro del fútbol (451 Editores), con la coordinación de Pablo Nacach.

La grandeza del fútbolestá en esa pelea entreel marcador final,lo único incuestionable,y el recuerdo particular

ESPECIAL FERIA DEL LIBRO DE MADRID / Narrativa y Ensayo

12 EL PAÍS BABELIA 05.06.10

El gran mundoDavid MaloufTraducción de Juan TafurLibros del Asteroide. Barcelona, 2010401 páginas. 21 euros

NARRATIVA. DAVID MALOUF, el autor de Unavida imaginaria (1978), la aclamada recrea-ción biográfica del poeta Ovidio, compartecon Peter Carey el honor de ser el buqueinsignia de la narrativa australiana contem-poránea, y esta traducción de El gran mun-do (1990) es la prueba definitiva de que lavirtud de su ficción radica en haber elegidolo mejor de la prosa naturalista refusando,en cambio, la pedantería omnisciente desus narradores al uso. Novela épica de prisio-neros de guerra, prefiere el drama psicológi-co personal y el lado humano de la tragediaque el reportaje del horror que eligió, porejemplo, J. G. Ballard, en su mítica novela Elimperio del sol: Malouf teje su relato combi-nando planos temporales distintos, a la ma-nera del modernism, del que toma asimis-mo el estilo indirecto libre y una suerte deprosa poética que se vale de imágenes y deefectos introspectivos sumamente tentado-res a la hora de narrar la vida de Digger Keeny de Vic Curran, dos soldados australianosque traban amistad en el infierno de un cam-po de prisioneros de guerra japonés, duran-te la II Guerra Mundial, en el que se danactitudes que al lector le recordarán páginasde Si esto es un hombre de Primo Levi, de lamente del soldado Septimus Warren Smithde La señora Dalloway de Virginia Woolf, dela atmósfera tensa pero la prosa aséptica delos relatos de Carver, en las páginas másdomésticas de la novela, y del universo pica-resco de Mark Twain. El gran mundo quiereser una novela épica, cuando en realidadacaba siendo una novela lírica, pretende lacondición de novela histórica, por cuanto seobliga a describir la Australia del XX, desdela I Guerra Mundial a las bonanzas económi-cas, pero se muestra como crónica familiar,como reportaje de guerra novelado al estilodel new journalism, como autobiografíacolectiva y como retrato psicológico de laAustralia contemporánea, una novela trans-genérica, ambiciosa y exquisita, pertene-ciente todavía a un tiempo en que los per-sonajes de novela tienen dignidad, y no sonmás que meros fantoches de trapo manipu-lados por el autor con un palo de madera.Javier Aparicio Maydeu

El ciclistaTim KrabbéTraducción de Marta ArguiléLos Libros del Lince. Barcelona, 2010147 páginas. 14 euros

NARRATIVA. NO SE DIO mal la cosecha ciclistade 1978. Bernard Hinault, un jovencito fran-cés llamado a dominar toda una década,ganó el Tour y la Vuelta, y Tim Krabbé, unjugador de ajedrez holandés, escribió El ci-clista, una novela que se convirtió instantá-neamente en un libro de culto. Más de trein-ta años después, y gracias a la pasión deEnrique Murillo, editor de Los Libros del

Lince, se publica por primera vez en espa-ñol. De pasión, precisamente, va la historia,de otra manera no se podría entender ladeclaración de principios absoluta que cie-rra el primer párrafo: “Desde las terrazas delos cafés, turistas y lugareños observan. Noson ciclistas. El vacío de esas vidas me tur-ba”. Que nadie se asuste, que nadie se ago-bie, que nadie cierre el libro sin leer más,que nadie se sienta insultado. El ciclista vade ciclismo, claro, de una carrera ciclistamás en concreto, pero no tema nadie encon-trarse la habitual prosa plomiza y florida,ditirambos e hipérboles, tan al uso en laprensa deportiva, como si solo de maneraexagerada pudiera contarse la vida exagera-da de uno para quien el paraíso (y la vida)tiene forma y contenido de carrera ciclista;para quien el ciclista, en plena posesión desus medios, es Dios, más o menos. O, si no,huyamos de la exageración, el alma. Krabbé(Ámsterdam, 1943) fue ciclista aficionadodespués de ser campeón de ajedrez (el mis-mo reloj que le obligaba a mover rápido lesirvió para cronometrar sus progresos como

corredor) y cuenta en 147 páginas a cuerpo12 los 137 kilómetros del Tour del monteAigoual de 1977, una carrera de amateurs enlas Cévennes, un macizo montañoso en elsur de Francia. Lo cuenta en primera perso-na, porque Krabbé corrió esa carrera. Locuenta como si le fuera la vida en ello por-que de hecho cuenta la vida (o la condiciónhumana). Lo cuenta como si las palabrasque elige para hacerlo fluyeran de su inte-rior de la misma manera, ligera, alada, mági-ca, con que se suceden sus pedaladas en losmomentos de la prueba en los que se sienteen estado de gracia, cuando marcha sin ca-dena, sin cadenas.Hace también nada seeditó en español un libro del japonés Mu-rakami que habla de lo mismo (o casi, cam-bien a un ciclista por un runner, uno quesale a correr a pie todos los días por parquesy calles), pero no es lo mismo. Lo que enMurakami es cursilería y máximas que pare-cen extraídas de un libro de auto ayuda (esode “el dolor es obligatorio, el sufrimiento esopcional”) es en Krabbé, recuerden, 30 añosantes, poesía y verdad, ironía y sencillez. Y

prosa divertidísima. Nada de autocompa-sión ni de miseria. La poesía de los objetos,de las partes de la bicicleta, de los piñones,los dientes, los radios y los tubulares, de loscalapiés, ya desaparecidos de las bicis deahora, de high tech y carbono. Krabbé hablade un ciclismo ya desaparecido, el de losaños sesenta y setenta, el del clasicismo, elde Bahamontes y Koblet, Merckx e Hinault.“El ciclismo es generar dolor”, escribe. “Car-gamos con nuestro dolor montaña arriba”,continúa. Y el lector, aficionado o no a su-dar, a sufrir, en la bici se solaza y sueña.Carlos Arribas

Autores, libros, aventurasKurt WolffTraducción de Isabel García AdánezAcantilado. Barcelona, 2010204 páginas. 20 euros

TESTIMONIO. KURT WOLFF (1887-1963), fun-dador de la célebre editorial que llevó sunombre, fue uno de los editores más repre-

sentativos de Alemania en los convulsosaños de la República de Weimar y en laépoca de entreguerras: publicó obras deHeinrich Mann, Karl Kraus, Joseph Roth,Gustav Meyrink, Robert Walser o FranzWerfel, entre otros muchos autores; edi-tó magníficos libros de pintura, deKokoschka o Masereel, por ejemplo, asícomo bellos tomitos de una poesía tanextraña y soberbia como la de GeorgTrakl. Con la llegada de los nazis, seexilió en Nueva York y dirigió la célebreeditorial Pantheon Books. Casi octogena-rio, sin haber cejado en su amor por loslibros, murió atropellado por un camión,en Marbach, acababa de llegar de la Feriade Francfort, ilusionado con descubrirnuevos autores. Este volumen, muy bientraducido y con esclarecedoras notas de latraductora, recoge diversos testimoniosde Wolff sobre su oficio, así como precio-sos recuerdos de sus “aventuras” con li-bros y autores. El editor, dice Wolff, debeser una persona más que formada y conun amor desmedido por la literatura.Con gusto y criterio propios. Tiene quesaber qué edita y para qué. No debe ac-tuar como un mero gestor ni un simplevendedor de libros, debe ser alguien cu-yo certero olfato descubra a los autoresque la gente debería leer. No tiene quedejarse esclavizar por el gusto del públi-co, sino dictar la norma del gusto, lo mis-mo que el genio dicta la suya en el arte.Max Brod fue quien, en 1912, presentó aun tímido Franz Kafka a Kurt Wolff. Eleditor recordaría siempre de aquel pri-mer encuentro “los ojos más bellos y la

expresión más conmovedora de un hom-bre sin edad”; Kafka tenía treinta añosentonces, pero “la apariencia de un ado-lescente que jamás hubiera dado el pasoa la edad adulta”. Wolff se entusiasmócon las primeras prosas del praguense. Ensu célebre colección El Juicio Final apare-cieron en años sucesivos las magníficasprosas breves de Kafka y relatos como Lacondena o La transformación. Sus librosse vendieron poco, pero Wolff jamás dejóde asegurar que aquel autor era un descu-brimiento y gozaría de enorme fama en elfuturo. La interesante correspondenciaentre Wolff y Kafka muestra el cariño conque el editor cuidaba de la obra de suhumilde y genial autor, y también el tratocortés y obsequioso del que hicieron galaaquellas dos bondadosas personalidades.Luis Fernando Moreno Claros

La habitación de invitadosHelen GarnerTraducción de Isabel FerrerSalamandra. Barcelona, 2010160 páginas. 12 euros

NARRATIVA. EXISTE UN TERRITORIO donde con-viven día y noche la vida y la muerte. Unespacio semejante a esa tierra de nadieque separa las alambradas entre dos paí-ses: detrás está la vida, delante aguarda lamuerte y, entre medias, como en las trin-cheras, esperan los enfermos que no sabencuánto tiempo les queda. A esa peculiartrinchera, íntima y terriblemente perturba-dora, se asoman los visitantes, pero soloalgunos permanecen hasta el final junto alenfermo. La extraordinaria novela La habi-tación de invitados, de la australiana He-len Garner, habla de todo esto a través dela relación de dos amigas que deben en-frentarse a la grave enfermedad de una deellas. La prosa, limpia y directa, hace reso-nar con mayor impacto las preguntas queplantea: ¿cuáles son los límites de la amis-tad?, ¿cómo cuidar a alguien que pensóque la muerte nunca llegaría?, ¿qué es másimportante para el enfermo: la verdad o laesperanza? La habitación de invitados estánarrada sin sentimentalismo, pero llenade sentimiento y en los momentos másdramáticos siempre remonta el vuelo, líri-ca e ingeniosa. Helen, la protagonista yálter ego de la autora, prepara el cuarto deinvitados para su amiga Nicola, enfermaterminal de cáncer, que se quedará conella durante tres semanas para sometersea un tratamiento alternativo. Con una feciega, Nicola se adentra en el costoso mun-do de los charlatanes que proliferan allídonde se retira la medicina: edemas decafé, saunas de ozono con electrodos, do-sis masivas de vitamina C… A su lado,Helen intenta equilibrar el deseo de ayu-dar a su amiga con la frustración que leproduce el rechazo obstinado de esta enenfrentarse a la realidad. ¿Cómo he llega-do a esta situación?, se pregunta Helen,presa de rabia, de culpa, de dolor y deldeseo irreprimible de que Nicola se vaya.Personajes, diálogos y escenarios resultantan cercanos como devastadores. Porquela pregunta que plantea la historia de He-len y Nicola no es cómo vivir, sino cómomorir. La habitación de invitados fue galar-donada con el Victorian Premier’s LiteraryAward y el Queensland Premier’s LiteraryAward. Está nominada asimismo al Pre-mio de la Commonwealth al mejor libro.Nuria Barrios

EL FÚTBOL ES una presencia apabu-llante en nuestros medios. Es incó-modo criticar que casi la mitad decualquier espacio de noticias en

una cadena se dedique a la informacióndeportiva, o mejor dicho futbolística, cuan-do uno comprueba en la calle y en la barraque la conversación futbolística ocupa tam-bién la mitad del espacio. La pregunta co-rrecta sería saber qué fue anterior. ¿El fút-bol se convirtió en negocio por el interésque despertaba o fue el interés que desper-taba entre la gente lo que lo convirtió ennegocio? No es raro, pues, que la literatura,un enorme campo de juego donde los auto-res especulan con pasiones humanas,abriera la puerta al fútbol. En España, don-de el franquismo se apropió de las expresio-nes populares como toda dictadura, la dis-tancia del intelectual era casi higiénica. Encambio en Inglaterra, Francia, Argentina ysobre todo Brasil, escritores, músicos, pen-sadores, han mirado siempre al fútbol conenorme naturalidad y precisión.

En dos antologías recién aparecidas, De-porte, arte y literatura, editada por José An-tonio Sánchez Rodríguez y José AntonioMesa Touré para Litoral y el Consejo Supe-rior de Deportes, y Libro del fútbol, editadopor Pablo Nacach para 451, cualquiera pue-de asomarse a lo que el deporte y el fútbolen particular han provocado en escritoresde diverso pelaje desde los tiempos de Pín-daro hasta el lúcido análisis de uno de losmejores cronistas deportivos de este país,Santiago Segurola, cuando cierra el pasadoMundial con una crónica donde reconoceel resultado triunfal de Italia, pero su nulacapacidad para generar juego. La grandezadel fútbol está en esa pelea entre el marca-dor final, lo único incuestionable, y el re-cuerdo particular. Al final, el cabezazo deZidane a Materazzi en el día de su retiro esla escena que quedará, como queda la se-lección brasileña de 1982 o la de Holandade 1974 por encima de triunfos oscuros yolvidables. La recolección de letras dedica-das al deporte sirve para vencer algunostópicos. Muchos intelectuales han frecuen-tado el juego en sus escaramuzas literarias,desde la Generación del 27 hasta GonzaloSuárez, Enrique Vila-Matas, Sergi Pàmies oJavier Marías, pasando por Celaya, Neville,Delibes, Pombo. Desde el Chillida porteroretirado por una lesión hasta Joan ManuelSerrat con una canción dedicada a Kubala,el fútbol ha significado un referente íntimopara muchos referentes nacionales. En lasexta edición de Cosmopoética en Córdo-ba, Poesía a patadas, se recogía poesía uni-versal dedicada a este juego y su mítica,

desde el Vinicius que canta al ángel de laspiernas torcidas Garrincha hasta Elena Me-del escribiendo de Iker Casillas “delicates-sen tu mentón, Apolo Mío”.

La naturalidad de trato nos vino desdeLatinoamérica. Osvaldo Soriano, RobertoFontanarrosa, Benedetti, Galeano, DantePanzeri o el anecdotario poético de Menot-ti desembarcaron aquí de la mano de unjugador llamado Jorge Valdano, que publi-có en 1986 en Revista de Occidente unareflexión sobre el miedo escénico, que élhabía escuchado en García Márquez parareferir el pavor a hablar en público, peroque aplicaba al existencialismo de un futbo-lista. Antes que él, Vázquez Montalbán ha-bía capitaneado la recuperación de valoressentimentales de la posguerra, donde el fút-bol y especialmente el FC Barcelona juga-ban un papel simbólico. Para compensar lamirada culé de Vázquez Montalbán, ELPAÍS invitó a un madridista confeso comoJavier Marías a ejercer de contrapunto y susLetras de fútbol tituladas Salvajes y senti-mentales (cuya edición ampliada se publi-

ca en Alfaguara) sostienen la llama de losdías de la infancia, las alineaciones del re-cuerdo, los cromos. Su madridismo orgullo-so no le evita convertirse en un firme defen-sor del sentido común, de los jugadoresinsignia, como Raúl o Guti, y distanciarsedel modelo empresarial de nuevo rico, delfanatismo violento, del resultadismo crudo.La fórmula más precisa de la inteligencia esaquella que obtiene placer de las fidelida-des, de los instintos, en lugar de esclavizar-se a ellos. Así, entre puyazos a los rivales detoda la vida, es capaz de reconocer un golmágico de Kiko o dejar constancia de lacoherencia de un Guardiola, que cuandoera jugador se desmarcaba de los presiden-tes bocazas asegurando aquello de “ellossin nosotros los jugadores no son nada”,que resuena cuando hoy, ya de entrenador,sigue sosteniendo lo mismo. Pero la líricadeja una parte oscura donde las apuestas y

el crimen organizado son las manchas másvisibles. Cicatrices que el libro de DeclanHill Juego sucio analiza con especial interésen los mercados asiáticos. Su título originales The Fix (El arreglo) y se centra en lospartidos amañados. Por desgracia a Españano la toca más que de pasada, con aquellosrelojes de lujo que regalaba el Real Madrida los jueces de línea europeos o los desma-nes de Gil y Gil y sus turbias relacionesexteriores. Sólo de tanto en tanto caen re-des criminales, como en Italia en dos oca-

siones o el caso del portero Bruce Grobbe-lar, que tiene un libro dedicado a su asun-to, escrito por David Thomas y tituladotambién Foul Play (Juego sucio). De todasmaneras, si la presión social se agrava, yalguien se encuentra necesitado de men-tes preclaras con las que asociarse al des-precio del fútbol no busquen muy lejos.Borges dedicó algunos de sus mejores vitu-perios a esta afición y siempre pueden re-currir a su cita ya clásica: “El fútbol es po-pular porque la estupidez es popular”. O

Salvajes y sentimentales. Letras de fútbol. Ja-vier Marías. Alfaguara. Madrid, 2010. 340 pági-nas. 17,50 euros. Libro del fútbol. Edición dePablo Nacach. 451 Editores. Madrid, 2010. 253páginas. 22,50 euros. Juego sucio. Fútbol ycrimen organizado. Declan Hill. Traducciónde Concha Cardeñoso Sáenz de Miera y Fran-cisco López. Alba. Barcelona, 2010. 430 pági-nas. 22 euros. Deporte, arte y literatura. JoséAntonio Sánchez Rodríguez y José AntonioMesa Touré. Litoral y Consejo Superior deDeportes. 27 euros.

Campo de juegoSalvajes y sentimentales. Letras de fútbol, de Javier Marías, yotros libros, entre las novedades literarias. Por David Trueba

Ilustración anónima del emperador Taizú, mostrando sus habilidades con el balón a sus cortesanos, incluida en Libro del fútbol (451 Editores), con la coordinación de Pablo Nacach.

La grandeza del fútbolestá en esa pelea entreel marcador final,lo único incuestionable,y el recuerdo particular

EL PAÍS BABELIA 05.06.10 13

La novela española bajoel franquismo. Itinerariosde la anormalidadSantos Sanz VillanuevaGredos. Madrid, 2010576 páginas. 35 euros

Por José-Carlos Mainer

LA HISTORIA de la novela española posteriora 1939 ha sido habitualmente contada comoun relato unitario, dotado de principio, tra-ma y fin. Lo hizo el veterano y admirablelibro de Eugenio G. de Nora,La novela española contem-poránea, al presentarla co-mo la conclusión de unamarcha que la narrativa es-pañola emprendió en 1898en pos del realismo crítico.En 1970, el expresivo subtítu-lo que Gonzalo Sobejano pu-so a su Novela española denuestro tiempo, ‘En buscadel pueblo perdido’, explici-taba mucho de su propósi-to, igual que —aunque deotro modo— lo hacía el de‘Historia de una aventura’con el que José María Martí-nez Cachero apostillaba sutítulo de 1972, La novela es-pañola entre 1939 y 1969: elprimero contaba un des-pertar político-literario entiempo de penitencia y elsegundo exoneraba paladi-namente al franquismo decualquier responsabilidaden el desaguisado. Inclusoquienes se han asomado aeste recuento desde la con-dición de partícipe o la deobservador ocasional hanadoptado la misma perspec-tiva causal: pienso en la exce-lente síntesis de Aranguren,‘El curso de la novela espa-ñola contemporánea’, incluida en sus Estu-dios literarios (1976) y en el reciente testimo-nio de Miguel Delibes, España (1936-1950):muerte y resurrección de la novela (2006).

Conviene recordar todo esto porque alúltimo libro de Santos Sanz Villanueva, Lanovela española durante el franquismo, nole faltan antecedentes ilustres en la idea decontar esa historia como una unidad de sen-tido. Y pocos están tan autorizados para vol-ver a hacerlo: se acreditó con un libro juve-nil pero importante, Tendencias de la novelaespañola actual (1972), luego con un panora-ma fundamental e insuperado, Historia dela novela social española (1942-1975) (1980),y después mediante bastantes monografíassobre autores, además de un largo ejerciciocomo crítico de la actualidad literaria. Tam-bién ha querido que un subtítulo revelador

amalgame las casi seiscientas tupidas pá-ginas de La novela española durante elfranquismo: Itinerarios de la anormali-dad. Porque el franquismo —que el títulono esconde— ha sido precisamente la nega-ción de cualquier normalidad lingüística ypolítica y porque lo que aquí se cuenta sonlos pasos del “derecho de la novela a des-prenderse de agobios y opresiones”: lo quevale decir de cortapisas externas y de menti-ras u ocultaciones afrentosas, pero tambiénde misiones redentoras imaginarias, de en-capsulamientos egolátricos o de complica-ciones formales gratuitas. La “normalidad”

no niega estas últimas como ingredientesestéticos, por supuesto, pero les hace perdersu carácter militante o trascendentalista.

Este planteamiento ha llevado a tomardos decisiones quizá discutibles pero muycoherentes. Por un lado, se ha excluido lanarrativa producida en el exilio (de la queSanz Villanueva es un estudioso precoz ymeticuloso, por cierto) ya que en ella nocontaban directamente los condicionantesdel franquismo; por otra parte, el historia-dor ha analizado las obras de todos los auto-res que empezaron a publicar antes de1975 hasta llegar a sus novelas de nuestrosdías, con lo que este libro presenta una“literatura durante el franquismo” dondeéste parece seguir contaminando lo que to-có siquiera fuera en sus inicios, al modo delpecado de Adán y Eva que concierne tam-

bién a las generaciones sucesivas. Podríadiscutirse si el lugar de esa prolongacióndebe formar parte de la semblanza y trayec-toria de cada autor, como se ha hecho, o sihabría de ocupar un lugar específico y apar-te. En este caso, su arranque estaría en elestupendo capítulo final —que estudia elgrupo leonés (Luis Mateo Díez, Merino yAparicio) y la aparición de “el caso Mendo-za”, justo en la primavera de 1975— y sudesarrollo ampliaría mucho las brillantespero muy breves páginas de la ‘Coda final:la narrativa en el tiempo de la Transición’,algo de lo que un día Santos Sanz Villanue-

va hablará largo y tendido. Y así lo espera-mos sus lectores de ahora…

Pero esos son los derechos de quien, contoda legitimidad científica a su favor, ha pre-ferido construir un libro “entre el ensayo y lamonografía informativa”, sin aparato críticoni bibliografía acurrucada a pie de página(aunque a veces se aloja en su propio texto,con menciones nominales de los estudio-sos). Quien habla, a fin de cuentas, es unlector voraz y ponderado que en una frasesabe resumir un juicio más extenso, comocuando define la “impresión de adanismo,escritura poco decantada” de los primeroslibros de Matute, la “creativa aleación dedureza y profunda piedad” de los últimos deJuan Marsé, el “ternurismo delicuescente”que malogra alguna novela de Sampedro, laindecisión de Delibes entre “subjetivismo y

distanciamiento”, el paso de Javier Marías ala “novela como estructura mestiza, flexibley discursiva” o el lugar de Castillo Puche, “nicomún, ni cómodo”, siempre “poderoso yalgo desmesurado”. Alguna certera aprecia-ción biográfica también da en clavo, así seacuando se refiere a la “estampa personalinconfundible” de Martín Gaite, a la “fatui-dad arrogante” de Cela o a la errancia finalde Torrente Ballester entre la “presencia me-diática y la literatura para hacer dinero”.

Se puede disentir de algunos pero no hayjuicio gratuito en este libro de madurez yanálisis, claramente favorable a una novela

con fundamento en la reali-dad, aunque la gama de susposibilidades pueda incluira Francisco Umbral (“asocia-ción extrema entre vida y li-teratura”) y una abierta y me-ditada defensa de la novelade Manuel Vázquez Montal-bán, frente al “reconocimien-to cicatero de la crítica”. Yno se puede por menos queagradecer su rescate de escri-tores mal o poco leídos: des-de Castillo Navarro, PabloAntoñana y Félix Grande aMario Lacruz, Isaac de Vegao el último Juan Pedro Qui-ñonero. Por parte del autor,no hay ninguna pretensiónde reprochar olvidos sino desubsanar las lagunas quecrea la rutina, como tampo-co la hay de subvertir laperiodización habitual aun-que la use siempre con algu-na sorna escéptica, salvocuando defiende, con bue-nas razones, la existencia deuna “generación de 1968”,como ya había hecho enotras ocasiones. No es, sinembargo, un entusiasta in-condicional de ella, comotampoco lo es de aquellosotros escritores de los años

cincuenta inquietos, bastante crédulos ymuy ambiciosos, que dejaron una “mínimahuella en la historia literaria”, desbancadospor la promoción de realistas críticos. A pro-pósito de aquellos, nadie —salvo los propiosinteresados— echará de menos que esta me-ticulosa historia de la novela durante el fran-quismo no mencione la “novela metafísica”de los primeros sesenta, invención del críti-co, novelista y funcionario de Información yTurismo Manuel García Viñó: en definitiva,fue otra demostración de los “itinerarios dela anormalidad” que aquí se nos cuentancon tanta sabiduría. O

Las armas y las letras. Literaturay Guerra Civil (1936-1939)Andrés TrapielloDestino. Barcelona, 2010640 páginas. 38 euros

Por Ángel L. Prieto de Paula

EN 1994 Andrés Trapiello dio a conocer enLas armas y las letras su visión sobre el com-portamiento de los escritores en la GuerraCivil. Dieciséis años después ha aparecidola tercera edición, más aumentada que co-

rregida, pues no rectifica sustancialmente elpanorama de aquel libro que presentó a losescritores de la Edad de Plata obligados porlas circunstancias a tomar “ora la espada,ora la pluma”. Trapiello adereza una infor-mación ciclópea con inmejorables trazas na-rrativas. De Unamuno a Azaña, desfilan poreste volumen nombres mayores y menoresde un tiempo en que la vesania de unosarrastró a todos a una carnicería de la quenos aturde más el estrépito de la ignominiaque el clarín de la épica. Quien se engolfe eneste libro percibirá que entre ellos hubo “hé-roes, bestias y mártires”, según reza el subtí-

tulo de A sangre y fuego, relatos de ChavesNogales que Trapiello ha contribuido a res-catar. En esta reedición hay abundantes ma-teriales nuevos, muchos provenientes de Es-paña sufre (Renacimiento, 2008), diario deguerra del diplomático chileno Carlos Mor-la Lynch, prologado por el propio Trapiello.Acompañante de los genios sin pretenderser uno de ellos (igual que Juan GuerreroRuiz, escudero del dignísimo Juan Ramón),Morla hizo de su embajada el refugio al quese acogieron numerosos franquistas; lo con-trario que el cónsul Neruda, “de un egoísmoy de un ensimismamiento abrumador”. Apunto los sublevados de irrumpir en Ma-drid, Morla no ahorra puyas a quienes, fren-te a los que se batían el cobre en el frente,habían hecho de la retaguardia el escenariode su vedetismo antifascista. “¡Qué van a

querer que termine la guerra! Alberti viveahora en una casa preciosa, moderna, ele-gante, con una terraza magnífica”; y ense-guida: “Con la victoria de Franco lo pierdentodo”. Así extraña menos que Alberti, en ladedicatoria de una foto de 1965, se refirieraa esos años como la “belle époque”. Lejos dela equidistancia entre los “hunos” y los “ho-tros”, Trapiello asume que fue la Repúblicala depositaria de los principios de la Ilustra-ción, pero ni cierra los ojos ante su derivatotalitaria ni ignora que, en aquel charco desangre, hubo víctimas y verdugos —y escri-tores eximios— en ambas partes. He aquí,en fin, un ensayo apasionante, bien urdidoy excelentemente escrito, abierto a los nom-bres que habrán de ir incorporándose a estagalería trágica donde resplandece lo mejor ylo peor de la condición humana. O

Tristes guerras

E Prólogo de La novela española bajoel franquismo, de Santos Sanz Villanueva.

La “anormalidad” franquista y la novelaSantos Sanz Villanueva recorre, en un libro que sitúa “entre el ensayo y la monografía informativa”, lasobras de los autores que empezaron a publicar antes de 1975 hasta llegar a nuestros días. Sin juicios gratuitos,el autor recalca los pasos del “derecho de la novela a desprenderse de agobios y opresiones”

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Carga policial en una manifestación proamnistía en Barcelona en 1976. Foto: Manel Armengol Cervera

ESPECIAL FERIA DEL LIBRO DE MADRID / Ensayo

14 EL PAÍS BABELIA 05.06.10

ALOS 40 AÑOS de su aparición en1961, este librito, que había conoci-do en Pelican una edición tras otra,experimentó un revival con su nue-

va salida a la calle en pleno combate de unsector de historiadores británicos contra la“amenaza posmodernista”. Un clásico, escri-be uno de los más enconados antiposmoder-nistas, Richard J. Evans, en su excelente in-troducción. Y de esto se trata, de un clásico,seminal-cum-perennial, como lo definió Da-vid Cannadine: un clásico seminal y peren-ne, a ratos divertido, siempre ingenioso yfluido, brillante y polémico, irónico cuandolo exige el argumento, erudito a la par quellano y directo. En resumen, una joya deperdurable valor —a la que en su día sacóbrillo la espléndida traducción de RomeroMaura— entre la literatura acumulada en elúltimo medio siglo sobre teoría y práctica dela historia. La permanente actualidad, aun-que no siempre la vigencia, de este Carr sedebe a que nadie como él ha sabido mante-ner en tensión los dos polos entre los que

navega el trabajo del historiador: hechos einterpretación, sociedad e individuo, cienciay moral, causa y accidente, visiones del pasa-do y horizontes de futuro. Son tensiones irre-ductibles, que con solo inclinar la balanzade uno u otro lado suscitan ataques proce-dentes de cada extremo. Carr ha tenido lafortuna de haber sido acusado de una cosa yde su contraria: de empirista por afirmar elvalor de los documentos, y de subjetivistapor recordar que los hechos no hablan por sísolos; de determinista, por insistir en la jerar-quía de causas que explican un fenómeno, yde relativista por subordinar la idea de objeti-vidad a la de progreso. Cuenta tenida de laabrumadora documentación sobre la queconstruyó su inmensa Historia de la Rusiasoviética, Carr fue un historiador de antiguacepa que en sus reflexiones teóricas poníade los nervios a los historiadores tradiciona-les, como Elton, que le dedicó una réplica enThe practice of history. Escribiendo desdefuera del mundo académico, resulta refres-cante su insistencia en la necesidad de cono-cer al autor si se quiere entender la obra,porque el historiador pone en su relato algomás que hechos; se pone a sí mismo, su

mundo, sus creencias, su ideología. La histo-ria es, según Carr, “comprensión imaginati-va” del pasado. Y quien imagina no es eldocumento, sino el sujeto que en algún mo-mento se topa con él, decide utilizarlo y lositúa dentro del orden de un relato.

Hoy esa afirmación parece trivial. Cuan-do Carr publicó su libro no lo era: a pesar delvapuleo a que ya se había sometido al empi-rismo, todavía la práctica dominante partíadel supuesto de que una buena historia esuna historia objetiva, o sea, la que descubrela verdad del pasado aportando pruebas in-contestables obtenidas de fuentes fidedig-nas. Carr erosionó esa forma de empirismodestacando la parte que el historiador teníaen el relato, pero sin renunciar a la necesi-dad de establecer para los procesos históri-cos una jerarquía de causas de la que debíanexcluirse las accidentales, por irrelevantes; lanariz de Cleopatra, por ejemplo. Lo que hacíaobjetivo a un historiador no consistía en ate-nerse a los hechos sino en su capacidad pa-ra elevarse sobre su propio mundo para atis-bar el horizonte. Más aún, el historiador delpasado, añadía Carr, sólo puede acercarse ala objetividad si se aproxima a la compren-

sión del futuro. De ese supuesto y del correla-tivo análisis de la relación entre hecho e histo-riador, entre sociedad e individuo, entre cau-sa y accidente, deducía Carr la necesidad dederribar las barreras que separaban a historia-dores y sociólogos y establecer entre historiay ciencia social una corriente de doble direc-ción. Su libro se situaba así en la avanzadilladel gran auge que en las décadas de 1960 y1970 experimentaron la historia social y lasociología histórica: búsqueda de causas yanálisis de procesos históricos para dar cuen-ta del presente en su totalidad en la búsque-da de hipótesis que anuncien los caminospor los que discurrirá el futuro. La historia,no como maestra de la vida sino como instru-mento de progreso a partir de la compresióndel pasado. No es sorprendente, por tanto,que termine Carr sus reflexiones con un ale-gato contra la complacencia hacia el presen-te y a favor de la hipótesis operativa de “unhorizonte que se abre”. Es esta creencia en elsentido progresivo de la historia lo que haestallado sin remedio desde que Carr formu-laba su pregunta. Cuarenta años después, enun volumen conmemorativo coordinado porCannadine, la pregunta no era: What is his-tory? sino What is history now? con el acentopuesto en now. Y la respuesta quedaba a car-go de especialistas en diversos campos quedesde los días de Carr habían conquistado supropia autonomía: historia social, política, re-ligiosa, cultural, de género, intelectual, impe-rial. Destruida la idea de progreso y la correla-tiva aspiración a una ciencia social total, lahistoria se atomizó en decenas de especialida-des, cada una con sus métodos, sus capillas,sus públicos. Hoy, ahora, si alguien pregunta:¿qué es la historia?, la respuesta comenzarácon otra pregunta: ¿qué historia? Y el Carr noestará ya en condiciones de contestar. O

¿Qué es la historia? E. H. Carr. Introducción de R. J.Evans. Notas preparatorias para la segunda edición,E. W. Davies. Traducción de Joaquín Romero Mau-ra. Traducción de la introducción y del capítulo deDavies, Horacio Vázquez Rial. Ariel. Barcelona,2010. 220 páginas. 16 euros.

Las figuras de un ciudadano romano y su esposa. Foto: Gjon Mili / Time & Life Pictures / Getty Images

Por unacomprensiónimaginativadel pasadoNadie como E. H. Carr hasabido mantener en tensión losdos polos entre los que navegael trabajo del historiador

Por Santos Juliá

PENSAMIENTO

EL PAÍS BABELIA 05.06.10 15

SOBRE LA GENTE no hay secretos en laFeria del Libro de Madrid (FLM).Me refiero a la gente de carne y hue-so, no a su cómputo estadístico. Ahí

están las masas (“la muchedumbre”, comotambién las llamaba Ortega, siempre unpunto engolado), abarrotando el paseo deCoches, curioseando la mercancía en lasclónicas casetas (sí, ya sé, hay excepciones),contemplando con arrobo, curiosidad odesdén a los autores firmantes como si setratara de sucesivas encarna-ciones del Gran Escritor (sinacepción de género): aque-lla entidad cuya existenciaquedó en entredicho des-pués de que Barthes se refi-riera a la death of the authoren una revista estadouniden-se (Aspen, 1967), quizás conla intención de dar el espal-darazo francés (con dos dé-cadas de retraso) a la muynorteamericana teoría de la“falacia intencional” del NewCriticism, según la cual saberque un escritor es, por ejem-plo, fascista, no debiera te-ner efecto alguno en la consi-deración literaria de su obra(que se lo pregunten, verbi-gracia, a Giménez Caballe-ro). A estas alturas, la FLM yaha franqueado su ecuadorcronológico y está a puntode doblar su Cabo de Hor-nos: tropicalidad y calor nole faltan, a pesar de que algu-no pensara que los nórdicos,apoyados en una inteligentecampaña promocional, trae-rían aire fresco. En fin, quelos feriantes empiezan a mos-trar signos de cansancio. Mí-renlo desde su punto de vis-ta, por favor: desde dentrode las casetas se ve a la gentede otro modo, sobre todo enlos ratos en los que la venta desciende y elmercurio del termómetro hace lo contrario.Algún librero amigo (aún los tengo, créan-me) me confiesa que, a veces, en el calor deldomingo, le asaltan los espejismos: la sobre-venida canícula le hace añorar el frescor delmar y ver, entre los mirones, buzos pro-vistos de sus correspondientes trajes deneopreno, gafas submarinas y tubos respira-torios. Pero no hay que buscarle tres pies algato: como enseña el principio de parsi-monia (también llamado la “navaja de Oc-kham” en honor al sutil doctor nominalis-ta), cuando existe la posibilidad de unaexplicación sencilla puede ser un error incli-narse por la complicada. De manera que siArturo Pérez-Reverte, por ejemplo, vuelve ala feria —esta vez en jaima, como Gaddafi—tras 13 años y muchas novedades ausente,no es porque El asedio necesite un empujon-

cito para despegarse en ventas de los librosde sus perseguidores (y sobre todo de Dimequién soy, de Julia Navarro), sino porque asu autor, que es buen navegante, le ha apete-cido la travesía. En todo caso, y más allá delo que cada uno cuente de la feria, seguroque el resultado (¿habrá cifras, aunque seaninventadas?) no será malo. O, al menos, notan malo como el de la ya extinta feria dellibro infantil Leer León cuya fundación, apesar de que el evento lleva dos años sin

celebrarse, sigue recibiendo subvenciones(BOE del 22 de mayo: 135.000 eurillos) para“contribuir a su saneamiento financiero”.Aquel disparate ferial, diseñado con preten-siones “internacionales” en la antigua ciu-dad castellana para halagar a quien yo mesé y usted, improbable lector, también, fueun absoluto despropósito que algunos de-nunciamos desde el primer momento. Aho-ra nadie quiere acordarse de todo aquello(ring, ring, ¿es ahí la Dirección General delLibro?): ni la menor autocrítica, ni la menorcabeza cortada, ni el menor grano en el culode sus perpetradores. La vida, que es unaauténtica feria. Con y sin libros.

VampirosCOMETÍ HACE unos meses un descuido (otromás) y atribuí a Siruela un libro publicado

por Atalanta. Como se sabe, el fundador,propietario y director del primero de los se-llos fue más tarde todas esas cosas tambiéndel segundo, donde sigue ejerciendo el ofi-cio que más le divierte (espero). En todocaso, en ambos catálogos ha dejado su hue-lla y su gusto, algo de lo que no muchoseditores pueden presumir. A Jacobo Siruelano le gustó nada mi error (ni a mí tampoco)y me lo hizo saber. Ahora, las cosas de lavida, recibo de Atalanta la reedición (revisa-

da y modificada) de Vampiros, un libro quepublicó por primera vez en 1992 en Siruela yreeditó (todavía su primer sello le pertene-cía, pero supongo que ya no tanto) en 2001.Como en sus dos avatares anteriores, la edi-ción y selección que ahora publica Atalantaes del propio editor: y, en conjunto, siguesiendo la mejor antología disponible en cas-tellano acerca de la formación y evoluciónde un mito cuya importancia no ha dejadode crecer desde que Bram Stoker le propor-cionó su formulación más acabada (Drácu-la, 1897). Más actual que Don Juan y queRobinson, menos complejo que Fausto oDon Quijote, el vampiro se ha convertido enuno de los mitos fundamentales de la cultu-ra popular. Igual que en la versión anterior,algunos capítulos o relatos han sido sustitui-dos por otros, por lo que en mi bibliotecavoy a conservar las tres, que lucen muy bien

juntitas; entre las últimas incorporacioneshe disfrutado particularmente con el cuentode August Derleth, a quien desde hace añosdebo deliciosos escalofríos. En cuanto a misdescuidos, como les ocurre a esos indivi-duos promiscuos que tienen la gran suertede que sus amantes compartan nombre (evi-tándose el imperdonable tropiezo de cam-biárselo en el éxtasis de la pasión), en estecaso la equivocación casi no se notaría. Entodo caso, si no lo escribo cien veces en esta

pizarra es porque me echa-rían de Babelia, pero lo harétres: el libro lo ha publicadoAtalanta, Atalanta, Atalanta.

CatarataLOS VIEJOS maestros asegu-ran que de casi todo se pue-de hablar con menos pala-bras. Ese ha sido el objetivode las grandes coleccionesde divulgación. Recuerdo es-pecialmente una que fue im-portante en mi formación: lapublicaba Presses Univer-sitaires de France (PUF) ytomaba su nombre, Quésais-je? (¿qué sé?), de unapregunta que se hacía Mon-taigne a propósito de la po-quedad de la sabiduría hu-mana. Se fundó en 1941 y hapublicado hasta la fecha másde 3.800 títulos de bolsilloque, juntos, constituyen pro-bablemente la más extensaenciclopedia contemporáneadel saber. Con ese modeloteórico más o menos cons-ciente se ha diseñado la estu-penda colección de divulga-ción científica ¿Qué sabemosde?, publicada por Catarataen coedición con el CSIC, ins-titución en la que investiganlos autores de las muy legi-

bles monografías. De entre sus primeros títu-los me han interesado especialmente Lasmatemáticas del sistema solar (por Manuelde León, Juan Carlos Marrero y David Mar-tín de Diego) y El calamar gigante (de Án-gel Guerra y Ángel F. González), un bichoque me ha fascinado desde la versión cine-matográfica de 20.000 leguas de viaje sub-marino, de Richard Fleischer (1954), con elinolvidable James Mason, haciendo de Ca-pitán Nemo (una especie de intelectual deizquierdas de guerra fría), y Kirk Douglas,en el papel del graciosillo reaccionario (pe-ro corajudo) Ned Land. Los otros títulos seocupan igualmente de asuntos apasionan-tes, como Los neandertales, Las matemáti-cas y la física del caos, o Titán, el misteriososatélite de Saturno (ya lo tengo haciendocola en la mesilla de noche). Ya ven: a sa-ber, que son dos días. O

Los buzos también leen

Ilustración de Max.

SILLÓN DE OREJAS Por Manuel Rodríguez Rivero

16 EL PAÍS BABELIA 05.06.10

EXTRAVÍOS Trama

Por Fernando Estévez González

ARRASTRADOS POR la pulsión miméti-ca desde que el MOMA abriera‘Primitivismo’ en el arte del sigloXX: Afinidad de lo tribal y lo moder-

no y el Pompidou Los Magos de la Tierra,habíamos llegado a la saturación con lasincontables exposiciones sobre la putativainfluencia del arte primitivo en el arte con-temporáneo. Al principio y al final, todasfueron vistas como permutaciones de malaconciencia poscolonial, etnocentrismo en-cubierto y legitimación ideológica.

Alejada en el tiempo de esas exposiciones,estos días se puede contemplar en TenerifeEspacio de las Artes (TEA) Picasso y la escultu-ra africana. Los orígenes de ‘Las señoritas deAviñón’, en la que se exhibe el Cuaderno 7,uno de los 16 preparatorios del cuadro, quepertenece a la Fundación Pablo Ruiz Picasso,Museo Casa Natal, de Málaga, junto con unaamplia muestra de esculturas de la ColecciónTribal Ready de arte antiguo africano.

La exposición de TEA, eludiendo los espi-nosos asuntos que han venido salpicandolos debates sobre el primitivismo, se apoyaen un montaje aparentemente inocente enel que, sin recurrir a textos o dispositivos queinduzcan a asociaciones mecánicas o espu-rias, los bocetos de Picasso y las esculturasafricanas parecen sólo establecer relacionessi el visitante quiere o es capaz de hacerlas.Únicamente al final dos esculturas africa-nas, otorgándoles una diferida autoridadcomo espectadoras, son colocadas contem-plando una reproducción del picasso. Obvia-mente, lo que se da a ver es un cuadro en elque el visitante ve a las esculturas africanas,quizás perplejas, viendo a su vez, o impi-diendo ver con claridad, a Las señoritas deAviñón. Un recurso fácil, ciertamente, peroque logra atrapar la visión posmoderna queempieza a considerar a Picasso como partede la historia primitiva del arte contemporá-neo y a las últimas artesanías de los no occi-dentales como nuestras “artes primeras”.

Por contraste, este remate final noshace recordar Picasso/Who Rules, queFred Wilson incorporó en su instalaciónPrimitivism: High and Low. También re-currió a Las señoritas de Aviñón, pero eneste caso las máscaras no miraban al cua-dro sino que, suplantando las caras pin-tadas por Picasso, eran ellas las que mira-ban al espectador y, a través de sus ojos,dos senegaleses y el propio Wilson leinterpelaban: “Si mi arte contemporá-neo es tu arte tradicional, ¿es mi arte tucliché? Si tu arte contemporáneo es miarte tradicional, ¿es tu arte mi cliché?”.

La exposición de TEA no pretende resol-ver la cuestión de la influencia del arte africa-no en Picasso —ese arte que él mismo dijo“no conocer”—. Deja que el visitante decida.Quizá un sincero ejercicio de autolimitaciónde la autoridad del museo, quizá un cándidoocultamiento de esa misma autoridad quepretende no serla. Lejos ya de las viejas expo-siciones sobre el primitivismo, ésta de TEAtiene hoy otras coordenadas. Desde que lostocayos Chirac y Kerchache instalaron elnuevo museo parisino en el Quai Branly,tenemos santificadas las “artes primeras”. Elnuevo museo poscolonial, con visos de con-vertirse en nuevo paradigma para exhibir alos “otros”, eleva por fin los objetos de valorestético de las culturas primitivas a la catego-ría de arte, al paso que condena al ostracis-mo al resto, a los millones de piezas hastaahora orgullo de los coloniales museos me-tropolitanos. Pero TEA no está en París oMadrid. Está en lo que ahora se llama ultra-periferia, una suerte de limbo geopolítico enel que, siendo periferia del centro, no es sinembargo centro de la periferia. Pero no esmal sitio para comenzar, como con esta ex-posición, a hacer dos cosas importantes.Una, a preguntarnos dónde están las vocesde las gentes africanas cuyos antepasados,muchos quizás aun vivos, crearon las obrasque colocamos ahora en los museos. Y otra,asumir, como magistralmente ha hecho Jo-hannes Fabian, que el principal problemaen nuestra relación con los “otros” ha sido elalocronismo, esa actitud por la que nuncalos hemos reconocido como contemporá-neos nuestros. Viviendo en el presente, losvemos sin embargo como nuestra prehisto-ria, como encarnación de nuestro propio pa-sado, como lo que fuimos. Aparecen así lanostalgia, la pasión por lo exótico, por lolejano en el espacio y sobre todo en el tiem-po, y nuestro irrefrenable deseo de apropiar-nos y coleccionar sus objetos. Para, final-mente, hacer de todo ello un souvenir.

Oscilamos entre un África fetiche y unÁfrica fantasma. La una negada por su primi-tivismo, la otra exaltada en su exotismo. Perosi en ambas el colonialismo exigió al “Otro”la aceptación de su inferioridad, el proyectomoderno, arte incluido, aspiraba no obstan-te al reconocimiento de la libertad y del pro-greso de los “otros”. La ambición colonial secumplió, pero no la aspiración de libertad yemancipación, por lo que habrá que darle larazón a Bruno Latour en tanto que nuncahemos sido modernos. Caemos entonces enlo que Paul Gilroy llama la “melancolía pos-colonial”, un estado en el que de seguro nosrondará la misma sospecha que turbó el que-hacer antropológico de Georges Balandier:“Vienes a estudiar a los negros, sin embargoellos sabrán siempre más que tú”. O

Fernando Estévez González es profesor de Antro-pología Social y director del Máster de Museologíay Gestión Cultural de la Universidad de La Laguna.

Picasso y la escultura africana. Los orígenes de‘Las señoritas de Aviñón’. Tenerife Espacio de lasArtes (TEA). Avenida de San Sebastián, 10. Teneri-fe. Hasta el 22 de agosto.

Por Francisco Calvo Serraller

De izquierda a derecha: máscara Fang (Gabón); máscara guerrera Dan-Kran (Liberia); máscara Fang (Zaire).Debajo, facsímil de uno de los dibujos del Cuaderno Nº 7, preparatorio de Las señoritas de Aviñón.

SEGÚN EL filósofo español José Luis Pardo, en su librotitulado Nunca fue tan hermosa la basura. Artículos yensayos (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores), la“urdimbre” es la naturaleza y la “trama”, el relato que elhombre construye para explicarse qué lugar ocupa en elcosmos y qué sentido da a su efímero paso por él, unavez que se encuentra arrojado ahí. Utiliza estos dostérminos en uno de los ensayos recopilados en su antolo-gía de escritos publicados, Ensayo sobre la falta de argu-mentos, dedicado a reflexionar sobre qué es y qué signifi-ca el arte hoy, dando a la actualidad toda la profundidadhistórica que requiere la cuestión, pues no en balde nosenfrentamos con ella en un contexto tan amplio como eldel desarrollo de nuestra revolucionaria época, cuyaextensión temporal podemos aproximadamente cifraren unos dos siglos y medio, que es, más o menos, elperiodo durante el cual el hombre ha tenido que irasimilando el indeclinable proceso de su “seculariza-ción”-“modernización” rampantes. En cierta manera,por tanto, nada de lo que nos ocurre hoy al respecto esestrictamente algo que nos coja por sorpresa, pero la

dificultad para gestionar esta novedad heredada noscausa un creciente agobio.

Tomando como referencia los escritos sobre arte de trespensadores del siglo XX, Heidegger, Ortega y Gasset y Wal-ter Benjamin, José Luis Pardo hace una síntesis admirablede un problema crucial, que nos resulta tanto más atosigan-te en la medida en que no somos capaces de argumentarlocon convicción, como sólo puede hacerse cuando se piensaa partir de una creencia muy arraigada. Intuimos, eso sí,que la importancia que el arte ha adquirido en nuestraépoca se debe a que constituye quizá el último asidero deun sentido trascendente antes articulado mediante la reli-gión, pero nuestra subjetiva concepción artística se hacerefractaria a la verdad, cuyo papel ha sido ocupado por unacaótica algarabía de opiniones o, si se quiere, para el caso,de inanes gustos, que cambian al aleatorio ritmo de lasmodas, pautado por el mercado.

¿Qué hacer entonces cuando la naturaleza ya no es lanaturaleza, sino precisamente la forma artificiosa con la queel hombre se protege de ella y la correspondiente urdimbreaislante que nos permite sobrevivir lo hace al alto precio de

nuestra disgregación como partículas separadas? ¿Qué tra-ma podrá conjugar dicha dispersión anonadante? La arduasenda que rastrea Pardo para dotar de sentido a un arte enestado de disolución es restituirlo al desfiladero de su voca-ción original: un afán de veracidad casi olvidado, porque hadevenido impracticable e incorrecto. En vez de seguir elcurso de las cosas, salirse de madre: errar. O, si se quiere,sacudirse el error en que se ha convertido el arte para querinda su indagatorio fruto primordial. Re-inventarlo, re-en-contrarlo, re-tramarlo, si es que la enredosa urdimbre quenos encierra nos lo permite.

Al final de su ensayo, Pardo afirma que “la persistenciadegradada y degenerada de la necesidad de un juicio (impo-sible de satisfacer) es quizá un síntoma de que esa extrañabelleza (o fealdad), en donde la trama consiste en la ausen-cia de trama, se levanta como el símbolo de una exigenciaética, porque quizá esa no menos extraña comunidad es laúnica en la que nosotros, supervivientes de la cultura, pode-mos tener algo que contar”. Defendamos, así, pues, esaexigencia, esa necesidad de lo imposible, aunque sólo seapara que el arte vuelva a ser real. O

¿Arte negro? No lo conozcoLos dibujos de Las señoritas de Aviñón, de Picasso, considerados el inicio del arte moderno, seenfrentan en una exposición a esculturas africanas en un ejercicio de “melancolía poscolonial”

ARTE / Exposición

EL PAÍS BABELIA 05.06.10 17

Por Alberto Martín

PHOTOESPAÑA LLEGA a su edición nú-mero trece dedicando la sección te-mática del festival al tiempo. Unenunciado tan abierto tiende a re-

sultar paradójico, pues como muy acertada-mente señala Didi-Huberman en la fraseque abre su libro, titulado precisamente An-te el tiempo: “Siempre, ante la imagen, esta-mos ante el tiempo”. Con esta premisa noes extraño que el programa de expo-siciones propuesto para la ocasiónresulte un tanto ecléctico. No obs-tante, es interesante la invitación areflexionar sobre la temporalidaden un momento en que el propiotiempo, y ciertos elementos asocia-dos a él, como el archivo, la memo-ria, la historia o la duración, se hanconvertido de un modo bastante ge-neralizado en materia artística. A es-tas alturas de la evolución del me-dio resultan menos interesantes yalos acercamientos a la problemáticade la instantaneidad o al alarde téc-nico de la velocidad de disparo queal juego de continuidades y disconti-nuidades que configuran la comple-ja temporalidad de la imagen.

Un ejemplo del primer caso se-ría la exposición que nos acerca auna figura histórica como HaroldEdgerton del que es difícil no habervisto alguna de sus imágenes en tor-no a la descomposición del movi-miento: una bala impactando enuna manzana o la salpicadura deuna gota de leche, son algunas delas más conocidas. Por el contrario,un buen ejemplo de la segunda pro-blemática apuntada sería la pro-puesta Entretiempos. Instantes, in-tervalos, duraciones. Se trata de la colectivaque en cada edición de PhotoEspaña se de-dica al tratamiento específico del tema pro-puesto y que en esta ocasión incluye unbuen número de artistas de referencia comoHiroshi Sugimoto, Jeff Wall, Tacita Dean, Da-vid Claerbout, Erwin Wurm o Ignasi Aballí.Se podrían destacar en esta muestra dosnombres (uno muy conocido y otro práctica-mente desconocido en nuestro país) y unconcepto que aparece como constante enmuchos de los trabajos presentados. Losnombres serían Jeff Wall, de quien se presen-tan algunas de sus últimas obras, y ClareStrand, fotógrafa que está desarrollandouna intensa trayectoria. Es oportuno obser-var cómo en los últimos años Jeff Wall pare-ce haber vuelto a poner en el centro de susintereses la reflexión sobre la validez del con-cepto artístico de fotoperiodismo con su pro-puesta de una fotografía “casi documental”.El repertorio de gestos y personajes que

plantea en sus imágenes sigue así forzandolos límites entre poesía y realismo, entre ma-nierismo y veracidad, con la intención deprofundizar en lo que el propio artista deno-mina como “invisibilidad social”.

De Clare Strand, por su parte, puedecontemplarse la serie titulada Huellas delucha, un trabajo que se estructura igual-mente en términos de comentario social. YNew Town, proyecto realizado en el contex-to del 50º aniversario del plan del Gobiernobritánico para reactivar las difíciles aglome-

raciones urbanas de la posguerra, en el queStrand propone un comentario crítico so-bre el contraste entre la búsqueda de laperfección, la mejora o el orden en los pla-nes oficiales y la realidad cotidiana habita-da por indicios de otra naturaleza. Precisa-mente este juego implícito de latencias,síntomas y memorias que conviven y secruzan en cualquier imagen, configura elconcepto que aparece en buena parte delas propuestas que completan esta exposi-ción. Podría definirse esta inclinación clara-mente compartida por el desplazamiento oel montaje de temporalidades heterogé-neas, por el tiempo estratificado, o por lassupervivencias y discontinuidades, comoun interés por la fecundidad del anacronis-mo, tal y como ha sido propuesto por Didi-Huberman. En este sentido, la exposiciónacierta al reunir una serie de trabajos queaparecen unidos por una sensibilidad co-mún hacia el anacronismo, entendido co-

mo un núcleo temporal, fecundo y producti-vo, que habita en el interior de las imágenes.

Un modo diferente de indagar en la tem-poralidad es el que ofrece el interesante diá-logo que se establece entre las propuestasde Bleda y Rosa y Jem Southam. Los prime-ros presentan una continuación de su serieMemoriales. Después de haber realizado Ber-lín han recorrido las ciudades de Jerusalén yWashington. Si la relación entre documentoy monumento ha estado siempre presentede algún modo en su trabajo, con esta serie

enfrentan el tema de manera especialmenteintensa. En Jerusalén el depósito de memo-ria es particularmente denso; en Berlín sepercibe de cerca el trauma, la herida recien-te, la necesidad de reconciliación con la his-toria, y en Washington observamos con clari-dad la necesidad de construir hitos sobre lahistoria reciente, de acumular depósitos dememoria como si se tratara de una “inver-sión”. La diferencia sustancial entre serie ysecuencia, a la hora de inscribir la duraciónen la imagen, se percibe bien al observar laspropuestas de Jem Southam en torno al pai-saje. En sus obras, secuencias que registrancon minuciosidad y continuidad la evolu-ción y los cambios en el terreno a lo largodel tiempo, puede verse de qué manera seinstala y construye la duración en el espacio(tanto físico como cronológico) que se abreentre toma y toma. En este sentido, es espe-cialmente interesante el trabajo que ha dedi-cado durante años a registrar los derrumba-

mientos de terreno en las formaciones roco-sas junto al mar (Rockfalls).

Manhattan: uso mixto, una exposicióncolectiva que recorre los usos e imágenestomadas en la ciudad de Nueva York desde1970 hasta la actualidad, ofrece dos reflexio-nes cruzadas sobre la continuidad y la dis-continuidad. Una se refiere evidentementea los desplazamientos que afectan al modode mirar la ciudad y que establecen ruptu-ras y modificaciones con respecto a la ingen-te acumulación de imágenes volcadas sobre

la ciudad a lo largo de décadas. Laotra se refiere a las profundas trans-formaciones que afectan al mediofotográfico a partir de los años seten-ta, especialmente con la entrada dela práctica conceptual. Es interesan-te y pertinente el diálogo que se esta-blece en esta exposición al poner enrelación un doble y simultáneo des-plazamiento tanto urbano como fo-tográfico. Lo urbano es también elescenario en el que se sitúa el traba-jo de Helen Levitt, a quien se dedicauna nueva retrospectiva. Ya apunta-ba Walker Evans sobre la obra deLevitt a finales de los sesenta, quesu propuesta es marcadamente anti-fotoperiodística y que despliega unasingular lectura de acento coreográ-fico sobre el escenario de la ciudady la vida de sus habitantes.

Fuera ya de la sección temáticaes interesante detenerse en la expo-sición que se dedica a Juergen Tellery contrastar su trabajo con el deotro artista como Wolfgang Till-mans. Ambos ilustran perfectamen-te las nutridas relaciones entre foto-grafía de autor y fotografía de moday el debate acerca del carácter desa-fiante o no de esta última.

Por último, entre las propuestasque completan la programación de Photo-España podemos destacar: la decisiva con-tribución al medio fotográfico de un autorde referencia como László Moholy-Nagy;las acciones del siempre interesante Ro-man Signer; el diálogo entre la historia de lafotografía y los caminos de la creación foto-gráfica contemporánea en la colectiva Pro-fecías; o, ya en Lisboa, el acercamiento alinteresante trabajo de una artista como Co-llier Schorr.

En cualquier caso, ante esta edición dePhotoEspaña dedicada al tiempo, siempreconviene recordar, siguiendo a GiorgioAgamben, que las imágenes nunca están ver-daderamente vivas, nunca se activan, hastaque un sujeto (artista o espectador) se unea ellas y las asume. O

PhotoEspaña 2010. En diferentes lugares de Ma-drid. Del 9 de junio al 25 de julio. Programa com-pleto en www.phe.es

La salsera (1992), de la fotógrafa argentina Adriana Lestido.

A la izquierda, una imagen de la serie Oleoducto (2009), de María Teresa Ponce. A la derecha, Caja de zapatos (2009), de Cia. de Fotos. Ambas en la exposición Encubrimientos.

La imagen hecha tiempoClásicos de la fotografía y creadores contemporáneos, agrupados en torno a la idea del tiempo. PhotoEspaña inicia el próximomiércoles su XIII edición con 69 exposiciones en Madrid, trazando un recorrido ecléctico y una visión actual sobre el medio

ARTE / Exposiciones

18 EL PAÍS BABELIA 05.06.10

Luis GordilloGalería MarlboroughOrfila, 5. Madrid. Hasta el 12 de junio

ENTRE LOS SESENTA y los setenta del pasadosiglo, Luis Gordillo (Sevilla, 1934) sufrió unacrisis de angustia paralizante, que tuvo quever artísticamente con la quiebra de su auto-exigente ética vanguardista en medio de loscambios ocurridos en el arte contemporá-neo internacional, abocado entonces a loque parecía el réquiem definitivo de la pintu-ra. No sólo superó esta crisis, sino que seencontró impremeditadamente arropadopor el apoyo de una nueva generación dejóvenes artistas locales que, durante un tiem-po, lo tomaron como estimulante ejemplo.Desde entonces, Gordillo superó su relaciónagónica con la práctica artística y, mental ymetodológicamente, su trayectoria pictóricaposterior se hizo ininterrumpidamentefluida. Hago esta rememoración, tras con-templar la exposición de su obra última,fechada entre 2008 y 2010, en la galeríaMarlborough, porque, a quienes hemosseguido en directo su trayectoria, nos asom-bra su capacidad para, cada vez, dar un nue-vo giro a una tuerca que nos parecía firme-mente ajustada. Ahora lo ha vuelto a hacer,como así ya lo anuncia el título de la convo-catoria, que alude a “contrastes”, que esmuy certero, porque, en efecto, las obrasque ahora exhibe responden a dos patronesde creación antitéticos: pinturas, digámoslo

así, que surgen con espontánea frescura, apartir de cuyo material luego él recomponesintéticamente el resultado final como cua-dro unitario, y pinturas que se hacen a partirde diversos elementos, imágenes y técni-cas, superpuestos. Cada una de las estrate-gias de producción no sólo priman lo espon-táneo o lo reflexivo, sino, respectivamente,en orden inverso, la intervención de lo men-tal, de lo analítico. Es cierto que este con-traste responde a una conciencia “dualiza-da”, característica de la personalidad deGordillo, pero que opera de manera cadavez más conjugadamente dialéctica. Lo rápi-do y lo lento; lo horizontal y lo vertical; lofísico y lo mental; lo dramático y lo irónico;lo puesto y lo superpuesto.

Podría ser así desde un punto de vistaformal, pero lo sorprendente ahora es queGordillo, que lleva años soterrando la explici-tud de sus iconos, traslada la fuerza simbóli-ca por completo a la desnuda superficie dela pintura, con lo que, sea cual sea la estrate-gia creativa empleada en cada caso, produ-ce un semejante efecto de unidad, o, si sequiere, que llega al mismo lugar al margendel punto de origen. Tal resultado podríacalificarse como lo propio de una madurezplena, que lo es porque el artista ya no temela extrema libertad que se concede, pero, enel caso de Gordillo, no renuncia a nada de loque ha constituido toda su historia de poli-morfismo barroco. Quiero decir que siguensonando simultáneamente todas las notasde su registro, sin que la estridencia de suabigarrado ritmo anule la atmósfera melódi-ca del conjunto. Vamos, algo así como laconjunción de Bach y Stravinski.

Recorro una y otra vez la exposición y meresulta difícil aislar una obra del conjunto,que es de una contundencia abrumadora.Uno se queda magnetizado por el polípticovisual de Fábrica de basura esterilizada(2007), pero, de inmediato, se siente asimis-mo atrapado por Logotipos de sí mismos(2010), la increíble pareja de El indio Ojos-deáguila 1 y 2 (2010), la que forman Tresvacíos y Sartre viendo llegar el pop, ambos

también fechados en 2010, como lo está enesa fecha Luz artificial, un torbellino de pla-nos superpuestos horadados por un huecocentral, como un punto de fuga ilusionísti-co. La exposición Contrastes no es sólo unade las mejores que recuerdo de Gordillo,sino una experiencia excitante de principioa fin, si es que estas referencias localizado-ras pudieron tener un sentido en el fluyentebrotar de sí mismo de este extraordinarioartista. Francisco Calvo Serraller

Murales. Prácticas MuralesContemporáneasFundación MiróParç de Montjuïc, s/n. BarcelonaHasta el 6 de junio

PARA RECUPERAR gran parte de lo que eraradical en el arte sería bueno que nos refirié-ramos a él sin preocupación ni escepticis-mo, que es lo que con cierta modestia iróni-ca plantea Murales, una exposición que nose ha urdido alrededor de un deseo de eclec-ticismo vacío, sino en la creencia de que lasíntesis de lenguajes artísticos proyectadasobre un muro —las paredes de la Funda-ción Miró— puede redimir a los diferentespúblicos que visitan un centro de arte deltedio y la corrección.

Murales es, sencillamente, divertida, deun armonioso gusto visual; hombres y muje-res apenas conocidos que bailan con suspigmentos o sprays alrededor de un granmuro, como si se tratara de un escenario,

siguiendo los perfiles o las sombras de unestudio previamente realizado, pero sin mu-cho afán heroico. Y es algo más, si queremosenmarcarla dentro de una práctica institu-cional: se trata de la constatación de la habi-lidad de algunos comisarios para trasladaral cubo blanco ciertas prácticas artísticas lla-madas marginales o contrainstitucionales yconvertirlas en signos abreviados, sin pérdi-da sensual, sin jerarquías de tamaño o deénfasis. Pero lo mejor de Murales no es lagramática, sino la sintaxis: el relato cromáti-co y formal tiene mucho que ver con la histo-ria de la pintura del siglo XX, desde las pri-meras vanguardias hasta el expresionismo,el pop, el neo-geo, el land art, el minimalis-mo, el activismo, el arte procesual y el rela-cional. Abre el recorrido la pintura mural dela cooperativa de mujeres mauritanas so-ninké, que elaboran con las manos a basede tierra y pigmentos de vivos colores sobredibujos lineales. Muy cerca, las pinturas delalemán Lothar Götz recuerdan las obras deBlinky Palermo o Frank Stella, y las de ScopeOn (Singapur) y UTR Crew (Bosnia-Herzego-vina) se identifican más con un tipo de gra-fitteado, por así decir, más clásico y recono-cible. El mexicano Jerónimo Hagerman hacreado una pieza a escala, con unos murosde hiedra que dialogan perfectamente conlos patios del edificio de Sert. El tailandésSakarin Krue-On habita una estancia com-pletamente roja decorada con dibujos ymandalas efímeros hechos con polvo de ti-za. Las pizarras microcósmicas del norte-americano Brian Rea y los logos geométri-cos de Nuria Mora + El Tono contrastan conlas fábulas oníricas del inglés Paul Morrison.La italiana Ludovico Gioscia trabaja con pa-peles pintados muy elaborados y logra escul-turas de pared muy barrocas. Finalmente, elsueco Jacob Dahlgren ha cubierto una pa-red con dianas de juegos de dardos paracrear un efecto geométrico. El público esinvitado a medir su puntería sobre el muro,como un recordatorio de que el origen detodo este arte, aunque efímero, nunca estu-vo fuera del canon pictórico. Ángela Molina

Salas de la exposición Murales, en la Fundación Miró.

Luz artificial (2010), de Luis Gordillo.

EL PAÍS BABELIA 05.06.10 19

¡OLÉ! LA CELEBRACIÓN del reciente centena-rio de Django Reinhardt ha impulsadoiniciativas como esta: una caja con 58piezas y el añadido de un DVD que con-tiene una filmación del Quintette du HotClub de France en 1939, rarísima oportu-nidad para contemplar cómo se desen-volvía un guitarrista que solo podía mo-ver dos dedos de su mano izquierda.Abundan las recopilaciones de Django;de hecho, resulta abrumadora la oferta:ahí está la monumental integral de Fré-meaux que recoge todo lo grabado, lotrivial y lo esencial. Rétrospective cubreel arco evolutivo del genio manouche,desde su descubrimiento del jazz de Nue-va Orleans hasta su audaz inmersión enel be-bop, con una utilización rotundade la guitarra eléctrica, rompiendo nues-tra imagen risueña de Django. Con her-mosas fotos y comentarios tema a tema,una perfecta introducción al primer mú-sico europeo que no se contentó conreproducir los ritmos hot que venían deEstados Unidos. Diego A. Manrique

Get Well SoonVexationsCity Slang / NuevosMedios

Los ModelosEn primer planoDiscos de Paseo

COMO LA MAYOR parte de los grupos de lanueva ola, Los Modelos miraban al pop delos años sesenta, aquel de voces prístinasy guitarras inmaculadas que ejemplifica-ban los Hollies, los Searchers o los mis-mos Beatles. Pero la aventura del quintetomadrileño resultó efímera, alrededor deun año, en la frontera del comienzo de ladécada de los ochenta. Tras la disolución,los seis únicos temas registrados en ma-queta salieron en vinilo, en edición hoytan buscada como cotizada. Pero, más alláde los datos, lo que cuenta es que desbor-daban talento, sonaban mejor que la me-dia y Ramón Garrido era un hábil escritorde canciones al filo del melodrama pop,de esas de corazones rotos y juegos dedesamor. Ahora, cuando el formato agoni-za, aquellas maquetas por fin conocen ree-dición en cedé y, además, acompañadasde algunas inéditas rescatadas de dos delos conciertos míticos en el imaginario dela nueva ola madrileña. Es un placer recu-perar, treinta años después, a Los Mode-los, eslabón perdido que merecidamentedebe ubicarse junto a Mamá, Secretos, Na-cha Pop o Tótem. Juan Puchades

Tom RussellBlood and CandleSmokeProper Records /Shout! Factory

AL ASOMBROSO INSTINTO melódico de NeilHannon le ha surgido un competidor en-carnizado en la figura de KonstantinGropper. El creador de The Divine Come-dy le saca aún muchos discos de ventaja,pero si el alemán proviniera de una locali-dad con más pedigrí que Biberach puedeque ya se nos hubiera instalado en laestratosfera del pop orquestal europeo.Este segundo álbum es un ejercicio deambición poética desde el minuto cero,un poderosísimo artefacto rococó de ro-manticismo, pasión y gusto por la deca-dencia. A Gropper le privan los violinesplañideros, los estribillos con apoteosis,la emoción por el camino del énfasis.Asume el riesgo descomunal de la pedan-tería, pero al final sucede justo lo contra-rio: títulos de apariencia tan culturetacomo Seneca’s silence, Werner Herzoggets shot o A voice in the Louvre figuranya entre lo más maravillosamente emo-cionante del año. Fernando Neira

Django ReinhardtRétrospective1934-1º953Saga / Universal

Por Carlos Galilea

NADIE (O CASI nadie) esperaba queYoussou N’Dour —se pronunciayusundur— grabara un disco dereggae. “Hace veinte años que un

amigo muy aficionado al reggae me repetíauna y otra vez que quería escuchar mi vozcon esa música. El año pasado iba acelebrarse en Dakar el Festival Mundialde Artes Negras y la idea era rendir ho-menaje a grandes de la diáspora negra.Y en las reuniones preparatorias se co-mentó que estaría bien que yo homena-jeara a Bob Marley. Enseguida me acor-dé de mi amigo. Hablé con él y le dije:‘Creo que tu sueño se va a cumplir”.“Marley me hizo decir ‘¿por qué noyo?’. Porque es la primera estrella de lamúsica que vino del Tercer Mundo ycomparto su discurso. También es elgran compositor negro que habló de launidad de África”. El senegalés ha prefe-rido no grabar temas del profeta jamai-cano: “Siempre busco originalidad, poreso elegí canciones no previstas paraser tocadas como reggae. Miré en mirepertorio y encontré canciones muyconocidas en Senegal que no habíantenido la suerte de serlo fuera. Y les hedado una segunda vida”. Dakar-Kings-ton se grabó en el estudio Tuff Gong dela capital de Jamaica. “Me emocioné alver a amigos de Bob Marley, a su fami-lia. Era como si él estuviera allí. Un chi-no que vive en el estudio desde hace 35años, y que lo dejó todo para seguir aMarley, me trajo un día un mango y mecontó que a él le gustaba tener unoantes de cantar. Así que me lo comípensando en Bob”. Para las grabacio-nes, producidas por Tyrone Downie—teclista de The Wailers—, contó conAyo, Morgan Heritage o el poeta Muta-baruka. Y a la letra de Marley contribu-yó Yusuf Islam, antes conocido comoCat Stevens. Al aterrizar en la isla caribe-ña, pensó en Gorée porque desde allísalieron muchos africanos. Igual quede otros enclaves de la costa occidentalde África de la que fueron arrancadosmillones de seres humanos. “Si el re-ggae nos hace vibrar tanto a los africa-nos es porque esa música es parte denosotros”. En la película de Michael Ap-ted Amazing grace hizo el papel del li-berto Olaudauh Aquiano, “un escritorde éxito en Inglaterra que luchó paraabolir la esclavitud en ese país. Me sen-tí más mensajero que actor”.

El astro senegalés —la voz de platalíquida, como la definió Peter Gabriel—es el protagonista de I bring what I love,documental de Elizabeth Chai. “Ella seemocionó tanto al escuchar mi discoEgypt que durante dos años me siguióen las giras. De forma discreta muchasveces. Y logró entrar en casa de mi fami-lia con una cámara, algo que nunca anteshabía sucedido”, cuenta. “Su película mues-tra bien lo que es el islam tal como se vive enSenegal. Un islam que no es sólo de los ára-bes sino también de los africanos negros”.

Egypt es su proyecto más ambicioso has-ta hoy. En su memoria estaban los cantos deOm Kalsum que le emocionaban cuando supadre sintonizaba en la radio conciertos dela diva. Lo grabó en El Cairo, con la orquestade Fathy Salama, y estaba listo cuando ocu-rrieron los atentados del 11-S. “Se aplazó suedición porque yo no quería que parecierauna respuesta a aquello”, explica. El discohabla de un islam de paz. “En todas las reli-giones hay extremistas. El problema es queinteresan tanto a los medios de comunica-

ción que se olvida que la inmensa mayoríade los que seguimos la doctrina del islamestamos a favor de la tolerancia”. Y añade:“Nosotros nos sentimos agredidos por lapropaganda occidental. En ese sentido, lapresidencia de Bush fue catastrófica”.

Se están celebrando cincuenta años delas independencias de varios países africa-nos. Y Youssou N’Dour nació nueve meses

antes de que Senegal proclamara la suya: enla calle 22, esquina 31 del barrio de la Medi-na de Dakar —“la casa en la que mi abuelame transmitió las cosas”—. “Senegal es inde-

pendiente excepto en lo económico. Encambio, si oyes la música o miras la culturate das cuenta de que la colonización no pu-do con ellas. Y es fundamental porque nospermite tener una identidad propia. Lo queme preocupa es que después de cincuentaaños no hayamos reflexionado sobre cómoavanzar hacia los próximos cincuenta”.

En Senegal sus opiniones cuentan. Llegó

a pedir públicamente al jefe del Estado queretomara el diálogo con la oposición queboicoteó las elecciones legislativas. Su perió-dico, L’Observateur, es el más vendido con60.000 ejemplares diarios: “Da la voz a losque no tienen un micrófono para expresar-se porque creo firmemente que hay que de-volver el poder a la gente. Informarla y sensi-bilizarla sobre todas las cuestiones para quepueda hacerse su propia opinión y elegircon libertad”. Posee además una radio (Ra-dio Futurs Médias), un estudio de grabación(Xippi), su compañía de discos (Jololi), unclub nocturno (Thiossane) y una red de acce-so a Internet para los menos pudientes (Jo-ko). Y ha puesto en marcha una pequeñaestructura de microcréditos. Parte de sus be-

neficios va a parar a la Fundación YoussouN’Dour —deja claro que no la dirige, sólo esun miembro más del consejo de admi-nistración—, que lucha contra la malaria,que cada año mata a millones de africanos.

“Soy el primero en criticar a Bush, perohay que reconocer que conseguimos con-vencerle de poner más medios para comba-tir con eficacia la malaria. No me importasalir en la foto con un político si eso sirve dealgo a la población”, asegura quien asistiócon Bono a una reunión del G-8, y se sienteembajador de esa África emprendedora querara vez aparece en los medios. “Antes demandar ayudas a los países tenemos queconcentrarnos en lo que supone el buengobierno. No acuso directamente a los diri-gentes africanos, porque creo que hay co-rrupción prácticamente en todas partes, pe-ro debemos escuchar otras campanas. Y esel papel de los que somos activistas vigilarque los acuerdos de cooperación que se fir-man entre los gobiernos lleguen a su desti-no, que son las poblaciones. Hoy tenemos

instrumentos para poder controlar ymedir el impacto de las ayudas. Y si secometen abusos que los responsablessean castigados”, dice. “Grandes delin-cuentes han pisoteado la economíamundial y las víctimas son los de siem-pre. Nauseabundo. Pero no hay quefiarse del agua que duerme. La gente escada vez más consciente y acabará porno permitir esa impunidad”.

La revista Time le incluyó entre las100 personas más influyentes y acudióinvitado a la fiesta: “Cuando descubresque unos cuantos deciden el destino delmundo te quedas conmocionado. Agra-dezco la oportunidad de poder hablarcon los poderosos y mostrarles la reali-dad. Si les decimos lo que pensamos, yles convencemos, puede que cambiencosas”. De la fiesta en Nueva York a lascalles de Dakar donde niños duermenen la calle: “Es terrible. Hice una buenaelección al quedarme a vivir en mi ciu-dad porque cada vez que vuelvo conalgo excitante y veo la realidad me cal-mo y cambia mi discurso. En mi interiorsigo siendo aquel niño de la Medina”.

El hombre que escribió la canciónImmigrés tras su primera actuación enFrancia, en 1984, considera “responsa-bilidad de los Estados africanos formara los chicos para que puedan integrar-se. Pero no lo han hecho. De todos mo-dos conviene saber que cuando estánen Europa, aunque sea vendiendo en lacalle, mantienen a veinte personas ensu país. Por eso los acuerdos entre go-biernos como el español y el senegaléspara devolver a inmigrantes suponen,además del problema económico paralas familias, una humillación para esaspersonas obligadas a regresar”.

El 19 de junio tiene su décima citacon el Grand Bal que llena todos losaños el Palacio de Deportes de Paris-Bercy. “Un espectáculo muy especialporque en el corazón de Europa se ve a20.000 personas, el 80% de ellas africa-nas, con mujeres superbién vestidas yhombres con estilo, festejar toda la no-che. Es una imagen positiva de África”.Comienza en unos días el primer Mun-dial de fútbol organizado en África.“Sudáfrica no ha solucionado todavíalos problemas del apartheid”, asegura.Allí vivió una experiencia reveladora:“Me chocó llegar con mi equipo en elque hay ingleses… y que los europeosno necesitaran visado para entrar y no-sotros sí”. “El Mundial es muy impor-

tante para nosotros. Una oportunidad paraque sintamos todos que Sudáfrica tambiénes un país africano. Y, sobre todo, está nues-tro héroe, Mandela, el que puede levantarsey decir: ‘Yo hice algo bueno por África’. Quesu país, donde el rugby era de los blancos yel fútbol quedaba para los negros, organiceeste campeonato es muy fuerte simbólica-mente”. Youssou N’Dour, que cantó en losconciertos por la liberación de Mandela, noha olvidado el día que le conoció: “Me pusea llorar y no dije nada, sólo le escuché”. O

Dakar-Kingston está editado por Universal. Yous-sou N’Dour lo presenta el 15 de julio en Cartagena(La Mar de Músicas) y el 17 en Calella de Palafru-gell (Jardins de Cap Roig). www.youssou.com.

Por Rafa Cervera

STICKY FINGERS y Exile On Main St. sondiscos en los que los Stones estaban soste-niendo el testigo de la promesa de unageneración que se deslizaba hacia la irrele-vancia (…), la vida diabólica llevándoselosen sus coletazos”. Así describe el músicoBill Janovitz el momento en el que se halla-ban los Rolling Stones cuando crearon Exi-le On Main St., una de sus obras clave, queen estos días es objeto de una lujosa reedi-ción en la que no falta material inédito, yque a su vez coincide con la edición encastellano del libro que Janovitz escribiósobre su grabación. En 1971, fecha en laque comienza a gestarse Exile…, losStones, con los Beatles una vez desapa-recidos, eran la banda en activo másimportante de los sesenta. Reinaban asu antojo, y los excesos de su corte lesacompañaron cuando replantearonsus cimientos empresariales. Despuésde librarse de un mánager negrero,Allen Klein, y lograr pleno derecho so-bre su música, el quinteto se instaló enFrancia para eludir la presión fiscal bri-tánica. Ese verano, Keith Richards y sufamilia ocuparon una mansión en Nell-côte, que se convierte en centro de tra-bajo para el grupo. Los efectos de laadicción de Richards a la heroína notardaron en afectar a las sesiones. “Wy-man advirtió que Mick estaba muypreocupado por Keith”, cuenta Janovi-tz en su libro, “y que las drogas durasestaban dividiendo al personal en fac-ciones”. Así comenzó a gestarse un dis-co que comenzó llamándose TropicalDisease y que se finalizó en Los Ánge-les cuando el acoso policial que sufrióel guitarrista se hizo insoportable.

Exile… es también un pulso entreJagger y Richards. Desde la debacle psi-codélica de Their Satanic Majestic Requesten 1967, el cantante apostaba por volver alsonido negro que hizo nacer al quinteto,una estrategia en la que el productor Jim-my Miller fue elemento clave y que le lle-vó a producir al grupo entre 1968 y 1973.En cuanto a Richards, se empeñó en do-tar a Exile… de un sonido que no dejómuy satisfecho a Jagger. “Suena, en variosmomentos, underground y un poco expe-rimental, y en otros, clásico y hasta nos-tálgico”, se dice en el libro, y esa es preci-samente la garra de un álbum que narraese hedonista viaje de regreso a las raíces.Tal como explica Janovitz, los Stones te-nían una comprensión intrínseca de losidiomas del blues, el soul, el country y elrock and roll americanos.

Salvo Happy y Tumbling Dice, Exile…no contiene muchos himnos stonianos en-

tre sus 18 canciones. Algunos críticos no lorecibieron demasiado bien, pero nada pu-do evitar que se convirtiera en el siguientepaso de la banda hacia su conquista defini-tiva del trono del rock. Llegó a las tiendasen mayo de 1972, envuelto en una descon-certante portada con aire de freak show,obra de Robert Frank, maestro del realis-mo fotográfico gracias a su particular mira-da sobre la cotidianeidad americana. Elcollage gráfico que envuelve Exile… es unainterpretación visual de unas cancionesque saben a callejón, aguardiente y burdel.Frank también fue contratado para filmarun documental verité sobre la gira norte-americana que el grupo realizó en el vera-no de 1972. La película resultante, Cocksuc-

ker Blues, mostraba a los Stones de puertasadentro y la imagen resultante, en los ca-sos en los que las drogas y el sexo estabanen primer plano, no resultaba demasiadofavorecedora. Por esta razón, su estrenofue vetado. El tour, que también generóotro documento imprescindible, el libroViajando con los Rolling Stones, de RobertGreenfield, supuso el colofón perfecto pa-ra un disco monumental y quizá tambiénpara una etapa. Exile On Main St. no essólo el álbum más extraño de los Stones,es también el último gran disco de la que,quizás ya entonces, era la banda de rockand roll más grande del planeta. O

Exile On Main St. (Deluxe Edition) está editadopor Universal.Exile On Main St., de Bill Janovitz, está editadopor Discos Crudos.

Por Estela Prádanos

YA NO ES LA Zíngara Rapera (“con jazminesen el pelo y sudadera”), pero ella (“flamen-ca hiphopera con vestido de volantes yunas playeras”), ya tenía la intención sote-rrada de llegar a Supercop. Y no es que sehaya cargado a su personaje anterior, no,es que Elsa Rovayo, La Shica, no lleva elimpermeable puesto para todas las viven-cias que entran por sus cinco sentidos:“Soy muy cambiante, muy influenciable ytambién el escenario me ha enseñado mu-chas cosas. Tras la gira anterior compren-dí que había ciertos temas con los que me

sentía más identificada y gracias a esa vi-vencia estoy ahora donde estoy”. Su muta-ción ha sido total, por eso con su nuevotrabajo no sólo ha virado hacia la copla (yse ha inventado un género nuevo: el hard-cop) sino que también se percibe el cam-bio en su estética, algo más sofisticada,con melenita y flequillo y un look entresetentero y divino pero en cualquier casomuy personal, así como es ella. “Esta fu-sión o confusión es algo que vive en micabeza en todos los ámbitos, es inevitable,cuando quiero hacer algo más puro no mesale, aunque admiro también a los puris-tas, de ellos venimos y creo que en nuestropaís tenemos una cultura musical muy ri-

ca de la que partir aunque, lamentable-mente, se relacione con una época políticay social determinada”. Con este disco, Elsaha querido ensalzar a su manera a todassus heroínas del mundo de la copla e inclu-so se atreve con una versión del Fumandoespero. “Es que me parecía súper cool yademás es un tema que ha convivido con-migo toda la vida”, comenta.

La Shica comenzó bailando y fue preci-samente el tema Zíngara Rapera el que laimpulsó a cantar también. Un día, hacepocos meses, Elsa tuvo una llamada ines-perada: “¡Hola Shica! soy Javier Limón yquiero producir tu disco”. Desde ese mo-mento, comenzó su nueva etapa en la que

ha incorporado colaboraciones de luxe,entre las que destaca la de Bebe conquien entona el tema Supercopleras: “Te-nía que ser ella”, afirma. Sin embargo, LaShica se queda incompleta si sólo se escu-cha su música en casa. Para conocerlabien hay que salir a verla en directo. Paraesta ocasión la cantante ha querido ir unpoco más allá en la comunión con susseguidores y se ha animado a hacer fotosal público que luego cuelga en su blog:“Siempre he querido que la gente vea loque nosotros sentimos”. Para su nuevoespectáculo La Shica espera al público re-zagada en un escenario que emula a susalón y donde va sonando una radionove-la antigua (con la voz de Juan Ramón Lu-cas) hasta que la banda entona los prime-ros compases “supercopleros”. O

Supercop está editado por Warner Music (2010).La Shica actuará el 17 de junio en Almería, el 23de junio en Alharín de la Torre, Málaga, y el 14 dejulio en Santander. www.lashica.net/home.html

Youssou N’Dour“El ‘reggae’ nos hace vibrar tanto a losafricanos porque es parte de nosotros”El músico más famoso de África, empeñado en difundir la imagen emprendedora delcontinente, presenta un disco y un documental e inicia una gira que lo traerá a España en julio COMO SUENA: posiblemente, Tom Russell

es el músico que más ha hecho por retra-tar la sociedad de Estados Unidos en losúltimos 25 años. Su visión narrativa en-globa, bajo sonidos del folk, el country yel tex-mex, un amplio abanico de perso-najes anónimos y célebres, que se revuel-ven con sentimientos encontrados, citasliterarias, hechos históricos e imágenesconcisas. De un tiempo a esta parte, seha erigido como uno de los últimos song-writers, un majestuoso contador de his-torias, un artista mayúsculo para la músi-ca de raíces americanas. Pese a todo,nuestro hombre es un desconocido enEspaña. Si con su anterior Love and Fear(2006) mostró una madurez envidiable,con este último trabajo hay que referirsea obra maestra con la inestimable ayudade miembros de Calexico, que aportanun magnético sabor fronterizo en losvientos. La voz rasposa de Tom Russelles la ventana a ese mundo imprevisibleque espera en la carretera, abundanteen heridas abiertas que sangran histo-rias y anhelos. Blood and Candle Smokepasa por ser uno de los discos más ele-gantes y profundos de la americana mu-sic. Fernando Navarro

Los Stones cuando crearon Exile On… Foto: Dominique Tarlé

Canciones de callejónReedición de lujo del disco de los Stones Exile On MainSt. y del libro de Bill Janovitz sobre su grabación

La Shica se pasa a la coplaLa cantante rinde homenaje a sus heroínas copleras en SupercopYoussou N’Dour edita nuevo disco con canciones a ritmo de reggae y un documental sobre sus andanzas. Foto: Luis Sevillano

“Grandes delincuenteshan pisoteado laeconomía mundialy las víctimas son losde siempre. Nauseabundo”

MÚSICA / Entrevista

20 EL PAÍS BABELIA 05.06.10

¡OLÉ! LA CELEBRACIÓN del reciente centena-rio de Django Reinhardt ha impulsadoiniciativas como esta: una caja con 58piezas y el añadido de un DVD que con-tiene una filmación del Quintette du HotClub de France en 1939, rarísima oportu-nidad para contemplar cómo se desen-volvía un guitarrista que solo podía mo-ver dos dedos de su mano izquierda.Abundan las recopilaciones de Django;de hecho, resulta abrumadora la oferta:ahí está la monumental integral de Fré-meaux que recoge todo lo grabado, lotrivial y lo esencial. Rétrospective cubreel arco evolutivo del genio manouche,desde su descubrimiento del jazz de Nue-va Orleans hasta su audaz inmersión enel be-bop, con una utilización rotundade la guitarra eléctrica, rompiendo nues-tra imagen risueña de Django. Con her-mosas fotos y comentarios tema a tema,una perfecta introducción al primer mú-sico europeo que no se contentó conreproducir los ritmos hot que venían deEstados Unidos. Diego A. Manrique

Get Well SoonVexationsCity Slang / NuevosMedios

Los ModelosEn primer planoDiscos de Paseo

COMO LA MAYOR parte de los grupos de lanueva ola, Los Modelos miraban al pop delos años sesenta, aquel de voces prístinasy guitarras inmaculadas que ejemplifica-ban los Hollies, los Searchers o los mis-mos Beatles. Pero la aventura del quintetomadrileño resultó efímera, alrededor deun año, en la frontera del comienzo de ladécada de los ochenta. Tras la disolución,los seis únicos temas registrados en ma-queta salieron en vinilo, en edición hoytan buscada como cotizada. Pero, más alláde los datos, lo que cuenta es que desbor-daban talento, sonaban mejor que la me-dia y Ramón Garrido era un hábil escritorde canciones al filo del melodrama pop,de esas de corazones rotos y juegos dedesamor. Ahora, cuando el formato agoni-za, aquellas maquetas por fin conocen ree-dición en cedé y, además, acompañadasde algunas inéditas rescatadas de dos delos conciertos míticos en el imaginario dela nueva ola madrileña. Es un placer recu-perar, treinta años después, a Los Mode-los, eslabón perdido que merecidamentedebe ubicarse junto a Mamá, Secretos, Na-cha Pop o Tótem. Juan Puchades

Tom RussellBlood and CandleSmokeProper Records /Shout! Factory

AL ASOMBROSO INSTINTO melódico de NeilHannon le ha surgido un competidor en-carnizado en la figura de KonstantinGropper. El creador de The Divine Come-dy le saca aún muchos discos de ventaja,pero si el alemán proviniera de una locali-dad con más pedigrí que Biberach puedeque ya se nos hubiera instalado en laestratosfera del pop orquestal europeo.Este segundo álbum es un ejercicio deambición poética desde el minuto cero,un poderosísimo artefacto rococó de ro-manticismo, pasión y gusto por la deca-dencia. A Gropper le privan los violinesplañideros, los estribillos con apoteosis,la emoción por el camino del énfasis.Asume el riesgo descomunal de la pedan-tería, pero al final sucede justo lo contra-rio: títulos de apariencia tan culturetacomo Seneca’s silence, Werner Herzoggets shot o A voice in the Louvre figuranya entre lo más maravillosamente emo-cionante del año. Fernando Neira

Django ReinhardtRétrospective1934-1º953Saga / Universal

P

Por Rafa Cervera

STICKY FINGERS y Exile On Main St. sondiscos en los que los Stones estaban soste-niendo el testigo de la promesa de unageneración que se deslizaba hacia la irrele-vancia (…), la vida diabólica llevándoselosen sus coletazos”. Así describe el músicoBill Janovitz el momento en el que se halla-ban los Rolling Stones cuando crearon Exi-le On Main St., una de sus obras clave, queen estos días es objeto de una lujosa reedi-ción en la que no falta material inédito, yque a su vez coincide con la edición encastellano del libro que Janovitz escribiósobre su grabación. En 1971, fecha en laque comienza a gestarse Exile…, losStones, con los Beatles una vez desapa-recidos, eran la banda en activo másimportante de los sesenta. Reinaban asu antojo, y los excesos de su corte lesacompañaron cuando replantearonsus cimientos empresariales. Despuésde librarse de un mánager negrero,Allen Klein, y lograr pleno derecho so-bre su música, el quinteto se instaló enFrancia para eludir la presión fiscal bri-tánica. Ese verano, Keith Richards y sufamilia ocuparon una mansión en Nell-côte, que se convierte en centro de tra-bajo para el grupo. Los efectos de laadicción de Richards a la heroína notardaron en afectar a las sesiones. “Wy-man advirtió que Mick estaba muypreocupado por Keith”, cuenta Janovi-tz en su libro, “y que las drogas durasestaban dividiendo al personal en fac-ciones”. Así comenzó a gestarse un dis-co que comenzó llamándose TropicalDisease y que se finalizó en Los Ánge-les cuando el acoso policial que sufrióel guitarrista se hizo insoportable.

Exile… es también un pulso entreJagger y Richards. Desde la debacle psi-codélica de Their Satanic Majestic Requesten 1967, el cantante apostaba por volver alsonido negro que hizo nacer al quinteto,una estrategia en la que el productor Jim-my Miller fue elemento clave y que le lle-vó a producir al grupo entre 1968 y 1973.En cuanto a Richards, se empeñó en do-tar a Exile… de un sonido que no dejómuy satisfecho a Jagger. “Suena, en variosmomentos, underground y un poco expe-rimental, y en otros, clásico y hasta nos-tálgico”, se dice en el libro, y esa es preci-samente la garra de un álbum que narraese hedonista viaje de regreso a las raíces.Tal como explica Janovitz, los Stones te-nían una comprensión intrínseca de losidiomas del blues, el soul, el country y elrock and roll americanos.

Salvo Happy y Tumbling Dice, Exile…no contiene muchos himnos stonianos en-

tre sus 18 canciones. Algunos críticos no lorecibieron demasiado bien, pero nada pu-do evitar que se convirtiera en el siguientepaso de la banda hacia su conquista defini-tiva del trono del rock. Llegó a las tiendasen mayo de 1972, envuelto en una descon-certante portada con aire de freak show,obra de Robert Frank, maestro del realis-mo fotográfico gracias a su particular mira-da sobre la cotidianeidad americana. Elcollage gráfico que envuelve Exile… es unainterpretación visual de unas cancionesque saben a callejón, aguardiente y burdel.Frank también fue contratado para filmarun documental verité sobre la gira norte-americana que el grupo realizó en el vera-no de 1972. La película resultante, Cocksuc-

ker Blues, mostraba a los Stones de puertasadentro y la imagen resultante, en los ca-sos en los que las drogas y el sexo estabanen primer plano, no resultaba demasiadofavorecedora. Por esta razón, su estrenofue vetado. El tour, que también generóotro documento imprescindible, el libroViajando con los Rolling Stones, de RobertGreenfield, supuso el colofón perfecto pa-ra un disco monumental y quizá tambiénpara una etapa. Exile On Main St. no essólo el álbum más extraño de los Stones,es también el último gran disco de la que,quizás ya entonces, era la banda de rockand roll más grande del planeta. O

Exile On Main St. (Deluxe Edition) está editadopor Universal.Exile On Main St., de Bill Janovitz, está editadopor Discos Crudos.

Por Estela Prádanos

YA NO ES LA Zíngara Rapera (“con jazminesen el pelo y sudadera”), pero ella (“flamen-ca hiphopera con vestido de volantes yunas playeras”), ya tenía la intención sote-rrada de llegar a Supercop. Y no es que sehaya cargado a su personaje anterior, no,es que Elsa Rovayo, La Shica, no lleva elimpermeable puesto para todas las viven-cias que entran por sus cinco sentidos:“Soy muy cambiante, muy influenciable ytambién el escenario me ha enseñado mu-chas cosas. Tras la gira anterior compren-dí que había ciertos temas con los que me

sentía más identificada y gracias a esa vi-vencia estoy ahora donde estoy”. Su muta-ción ha sido total, por eso con su nuevotrabajo no sólo ha virado hacia la copla (yse ha inventado un género nuevo: el hard-cop) sino que también se percibe el cam-bio en su estética, algo más sofisticada,con melenita y flequillo y un look entresetentero y divino pero en cualquier casomuy personal, así como es ella. “Esta fu-sión o confusión es algo que vive en micabeza en todos los ámbitos, es inevitable,cuando quiero hacer algo más puro no mesale, aunque admiro también a los puris-tas, de ellos venimos y creo que en nuestropaís tenemos una cultura musical muy ri-

ca de la que partir aunque, lamentable-mente, se relacione con una época políticay social determinada”. Con este disco, Elsaha querido ensalzar a su manera a todassus heroínas del mundo de la copla e inclu-so se atreve con una versión del Fumandoespero. “Es que me parecía súper cool yademás es un tema que ha convivido con-migo toda la vida”, comenta.

La Shica comenzó bailando y fue preci-samente el tema Zíngara Rapera el que laimpulsó a cantar también. Un día, hacepocos meses, Elsa tuvo una llamada ines-perada: “¡Hola Shica! soy Javier Limón yquiero producir tu disco”. Desde ese mo-mento, comenzó su nueva etapa en la que

ha incorporado colaboraciones de luxe,entre las que destaca la de Bebe conquien entona el tema Supercopleras: “Te-nía que ser ella”, afirma. Sin embargo, LaShica se queda incompleta si sólo se escu-cha su música en casa. Para conocerlabien hay que salir a verla en directo. Paraesta ocasión la cantante ha querido ir unpoco más allá en la comunión con susseguidores y se ha animado a hacer fotosal público que luego cuelga en su blog:“Siempre he querido que la gente vea loque nosotros sentimos”. Para su nuevoespectáculo La Shica espera al público re-zagada en un escenario que emula a susalón y donde va sonando una radionove-la antigua (con la voz de Juan Ramón Lu-cas) hasta que la banda entona los prime-ros compases “supercopleros”. O

Supercop está editado por Warner Music (2010).La Shica actuará el 17 de junio en Almería, el 23de junio en Alharín de la Torre, Málaga, y el 14 dejulio en Santander. www.lashica.net/home.html

COMO SUENA: posiblemente, Tom Russelles el músico que más ha hecho por retra-tar la sociedad de Estados Unidos en losúltimos 25 años. Su visión narrativa en-globa, bajo sonidos del folk, el country yel tex-mex, un amplio abanico de perso-najes anónimos y célebres, que se revuel-ven con sentimientos encontrados, citasliterarias, hechos históricos e imágenesconcisas. De un tiempo a esta parte, seha erigido como uno de los últimos song-writers, un majestuoso contador de his-torias, un artista mayúsculo para la músi-ca de raíces americanas. Pese a todo,nuestro hombre es un desconocido enEspaña. Si con su anterior Love and Fear(2006) mostró una madurez envidiable,con este último trabajo hay que referirsea obra maestra con la inestimable ayudade miembros de Calexico, que aportanun magnético sabor fronterizo en losvientos. La voz rasposa de Tom Russelles la ventana a ese mundo imprevisibleque espera en la carretera, abundanteen heridas abiertas que sangran histo-rias y anhelos. Blood and Candle Smokepasa por ser uno de los discos más ele-gantes y profundos de la americana mu-sic. Fernando Navarro

Los Stones cuando crearon Exile On… Foto: Dominique Tarlé

Canciones de callejónReedición de lujo del disco de los Stones Exile On MainSt. y del libro de Bill Janovitz sobre su grabación

La Shica se pasa a la coplaLa cantante rinde homenaje a sus heroínas copleras en SupercopY

MÚSICA / Discos

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Por Rocío García

MANE CISNEROS ES una antropóloga madrile-ña de 51 años que se instaló en Tarifa hacetiempo. Fue esa coincidencia geográfica,con África tan lejos pero tan cerca y el dra-ma del estrecho, lo que le llevó a interesarsepor el cine africano en un intento de darlevoz en España. Así nació el Festival de CineAfricano de Tarifa (FCAT), que la pasadasemana ha cerrado su séptima edición, conla proyección de 113 proyectos audiovisua-les y, también, con una feliz noticia: la delanuncio de la firma de una coproducciónhispano-senegalesa.

“No se puede hablar de un solo cineafricano, ya que muchas veces se olvidaque es un continente con realidades cultu-rales muy diferentes, además de que soloseis países, Sudáfrica, Marruecos, Egipto,Argelia, Túnez y Nigeria, tienen industriacinematográfica. Sobre todo Nigeria, quecon más de 2.000 títulos al año es la tercerapotencia mundial en audiovisual, tras Ho-llywood e India”, asegura Cisneros. “Si algotiene en común el cine africano es esa mira-da a pie de calle, ese intento de contardesde dentro lo que son ellos en realidad,tomar la palabra para dar voz a todo esecontinente olvidado”, añade la directoradel FCAT, quien recalca que ahora, des-

pués de años de independencia, se haabierto la necesidad de expresarse, de co-ger el cine como si de un fusil se tratarapara hablar de sí mismos. “A ellos, que seles ha negado la palabra durante siglos”.

Pero no solo en África es difícil ver cine—hay países que no tienen ni una sala—,sino que su distribución tanto dentro comoen el exterior es realmente un milagro. Soloa través de la programación del FCAT y CineNómada, un circuito itinerante que organi-zan por la geografía española, con el apoyode Casa de África, es posible ver algunos delos últimos títulos que con tanto sacrificiose ruedan en aquel continente. Como el fil-me ugandés Iami, de Caroline Kamya, treshistorias cruzadas contadas por mujeres so-bre la violencia en Uganda pero sin mostrarni una imagen violenta, o la etíope Tesa, o laegipcia Mujeres de El Cairo, uno de los po-cos títulos que gozan de distribución en Es-paña y que, dirigido por Yousry Nasrallah,será estrenado el próximo 25 de julio.

El cine para todos estos directores yproductores es la gran herramienta parano seguir siendo invisibles, es su manerade presentarse ante el mundo entero ygritar que existen. Es un grito tan desigualcomo potente. O

LA ESPOSA DE un hombre impenetra-ble encuentra en su cartera la cin-ta violeta que le guiará hacia unamor secreto; el marido evoca su

historia con ambas mujeres, ya perdidaspara siempre; un amigo, escritor, actúacomo confidente del matrimonio; laamante revela, al fin, su verdad, tan com-pleja y cambiante como los relatos prece-dentes. Podría ser una película de Ophüls(reparto soñado: Danielle Darrieux, Pie-rre Fresnay, Harry Baur, Jeanne Moreau)o una novela de Ford Madox Ford, perola escribió Sándor Márai y se llamó Lamujer justa. Título equívoco: sería másapropiado La mujer ideal o La mujer desu vida, pero imagino que Eduardo Men-doza y Fernando Bernués, adaptador ydirector, lo han mantenido para atraer alos muchos lectores del libro. La donajusta se llama, pues, la versión catalanaque se está representando en el Borràs deBarcelona. Formidable narración, am-bientada en el Budapest de antes y des-pués de la guerra, contada a tres voces(Marika, la esposa; Peter, el marido; Ju-dit, la amante), con las codas o interpola-ciones de Lazar, el amigo escritor. Máraies un maestro a la hora de plasmar lasfluctuaciones del corazón, los sentimien-tos contradictorios, las pasiones que noencuentran cauce (por pudor social o porsimple cobardía) y cuando brotan lo des-bordan. Viejas, eternas historias: lo quedebió decirse y no se dijo; lo que se hizocuando ya era tarde; los amores enquista-dos que mutaron en odio o traición. To-do suena verdadero, pero los narradores,en la mejor tradición de Henry James,son poco fiables hasta para sí mismos: hapasado demasiado tiempo entre lo quevivieron y lo que recuerdan (o prefierenrecordar).

Mendoza ha resuelto con brillantez elarduo envite de condensar en dos horasuna novela de seiscientas páginas y dotar-la de entidad dramática, de vida palpitan-te, con un solo y mínimo tropiezo: la elip-sis que tiene lugar durante el careo entreesposa y amante, esencialmente cinema-tográfica, y que en teatro queda un tantoconfusa. La producción de Tantakka y elcentro CAER de Reus es exquisita, casibritánica. Perfectos los juegos de luz (cáli-da, otoñal) de Xavier Lozano; impecableel vestuario de Olivar y Vilda, y deslum-brante el decorado de Fernando y DavidBernués, con filmaciones de Edi Nando:tres enormes cuadros, con marco dora-do, que son, a la vez, espejos y ventanas aun pasado en constante movimiento.

Rosa Novell brilla como nadie en mo-nólogos de enterradas vivas: tras Winnie,Molly Bloom y la señora Zittel de Plaza

de los héroes, comparece Marika, asfixia-da en su matrimonio con ese burguésque confiesa ser “incapaz de entregarse aun sentimiento”, pero al que siguió aman-do porque era “una criatura triste y solita-ria, a la que nadie podía ayudar”. Todoun tour de force: atrapar al espectador

desde el comienzo mismo de la función,sumergirle en el clima y el tempo delrelato, y llevarle a los sucesivos picos deuna cordillera emotiva: el nacimiento delhijo (que por un instante iluminó el ros-tro del marido) y el dolor atroz de supérdida; el desesperado intento de recon-quista; la obsesión por seguir el rastro dela cinta violeta y encontrar a la dueña deese rescoldo todavía ardiente. Viene lue-go un bache: el diálogo entre Marika yLazar, en la escena de la fiesta, un tantoescorado hacia el melodrama; es impeca-ble, en cambio (salvo la elipsis citada), elcareo a pie firme con Judit, la amante, yla majestuosa reaparición final, cuandola esposa, sola pero libre, se ha reconcilia-do con la vida, en un doble acorde, muybien ejecutado, de resignación y lucidez.Lazar es Victor Pi, un actor que siempretiene un agradecido punto de extravagan-cia e imprevisibilidad: da muy bien las

zonas de luz y sombra de ese escritorempecinado en ser el guardián de unacultura que desaparecerá bajo las bom-bas, pero que cuando pierde todos suslibros murmura: “¡Por fin!”, como si seliberase de un peso insoportable. Anteshe mencionado el eco de Ford MadoxFord, aunque la verdad es que Peter, elmarido, parece dibujado por Italo Svevo:ese hombre enigmático, indeciso, que seautodefine como “un artista que no haencontrado su forma”, que no cree en laslágrimas (“el dolor es seco y mudo”) yque encarnará un asunto habitual en lanovela de entreguerras: la degradaciónpor amor. Diría que Àlex Casanovas esun poco joven para el papel. Consiguetransmitir esa opacidad que esposa yamante le reprochan, y el perfil comolijado por la vida, pero todavía le faltadejar entrever (en su voz, en su mirada,en su andar), sino el mínimo temblor quesuscitaría la evocación de aquellos tor-mentos, al menos la huella de alguno desus impactos, por mucho que Peter seempeñe en disimularlos: es el personajemás difícil de la obra, y alzar su estatuaresquebrajada es el gran reto que Casano-vas ha de lograr.

El otro papel endiablado es Judit, conla doble ventaja de que Cristina Plazaspuede mostrar más abiertamente suscambios, por acción dramática y por na-rración, y que posee le physique du rolque, como se sabe, siempre va más alláde lo físico. En otras palabras: Plazas tie-ne algo de lo que tenía Moreau comoNovell tiene algo de lo que tenía Da-rrieux. Lo que Lazar vio en Judit la prime-ra vez: un lado peligroso, salvaje. Esa mi-rada que puede ser clara, esfingiaca, y derepente convertirse en una mueca mali-ciosa y dañina. La conocemos temerosa,aviejada, casi servil en su primer encuen-tro con Marika; luego, cuando volvamosa encontrarla en una pensión romana,contándole a un joven amante (OriolAlgueró) la historia de su vida, podremosimaginarla enferma de amor, literalmen-te enmudecida durante doce meses, y ca-paz de pasar de la adoración al odio, alanhelo de destrucción, y luego al pesarpor lo que echó a perder, y al encogimien-to de hombros, y al brindis al sol: sí, noslo creemos todo. Fernando Bernués haconseguido una puesta en la que todos sehacen escuchar con el ritmo preciso, sinaceleraciones: vale oro ese metrónomo.

Sólo pediría oírles un poco más alto:hay que revisar esa sonorización. O

La mujer justa, de Sándor Márai. Adaptación deEduardo Mendoza. Dirección de Fernando Ber-nués. Teatro Borràs. Barcelona. Hasta el 27 de junio.

Rosa Novell y Álex Casanova, en Lamujer justa, de Sándor Márai, adaptada por Eduardo Mendoza. Foto: Carles Fargas

Fernando Bernués haconseguido una puesta enla que todos se hacenescuchar con el ritmopreciso, sin aceleraciones:vale oro ese metrónomo

Como una película de OphülsLa mujer justa, de Sándor Márai —en el teatro Borràs de Barcelona—, cuenta con una soberbia versión de EduardoMendoza, una finísima puesta de Fernando Bernués y dos grandes trabajos de Rosa Novell y Cristina Plazas

Miradas para ser vistosEl cine africano busca dar voz a un continente olvidado

Fotograma de Mujeres de El Cairo.

PURO TEATRO Por Marcos Ordóñez

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LOS PAÍSES NÓRDICOS son cinco: Dina-marca, Finlandia, Islandia, Noruegay Suecia. Mientras que Escandina-via consta de Dinamarca, Noruega

y Suecia, y aquí me concentraré en los paí-ses escandinavos, que son los que mejorconozco. Desde fuera puede resultar difícildistinguir entre los tres países escandina-vos, pero el tema que voy a tratar tampoconos lo exige necesariamente. Aunque vis-tos desde dentro, existen tales diferenciasque a nosotros nos resulta complicado de-cir que se trata del mismo asunto.Un ejemplo es el hecho de que, apesar de que se trata de tres paísesluteranos, la religión funciona demodo diferente en cada uno deellos. Los orígenes luteranos del ci-neasta Ingmar Bergman, por ejem-plo, son de un carácter institucio-nal y académico, mientras que lamayoría de los autores noruegoscon orígenes religiosos se han cria-do en una tradición popular, de pre-dicadores no académicos. La reli-giosidad institucional sueca, portanto, nos resulta a los noruegos po-co menos que incomprensible. Pa-ra eso nos reconocemos más en elescritor sueco Per Olov Enquist,aunque al leerlo pensamos asom-brados: vaya, quién diría que la po-pular Iglesia pentecostalista ha teni-do tanta fuerza en ese país, siemprehabíamos creído que se trataba deun fenómeno particularmente no-ruego. Este mismo asunto se apre-cia en el hecho de que una caracte-rística de la literatura escandinavadel siglo XX es que procede de lasprofundidades de las clases popula-res, y no de las capas altas de lasociedad. Aunque este rasgo es apli-cable a todos ellos, existen no obstantegrandes diferencias, diferencias apenas visi-bles desde fuera, pero desde luego decisi-vas a la hora de hablar de una literaturadanesa, sueca o noruega. Las diferenciasestán ahí, son de carácter histórico y cultu-ral, visibles para nosotros, invisibles para elgran mundo.

Ahora bien, ese rasgo común, el hechode que los autores sean en gran medidareclutados en las clases populares, es fácilde percibir. Aparte de en Estados Unidos,esto sólo ocurre en Escandinavia y resultarealmente curioso. Ya en torno a 1850 apa-recieron en Noruega autores característi-cos que procedían del campesinado pobre,escritores que más tarde han sido incluidosentre los clásicos de nuestra literatura na-cional. No emergieron como parte de unlevantamiento social, sino como resultadode una estrategia de instruir a las clases

populares que impregnó nuestro país. Lameta era elevar la educación del pueblo.Crear un pueblo ilustrado. Colegios públi-cos. Bibliotecas públicas. Jabón. Baños devapor en las ciudades. Periódicos. Libertadde reunión.

La práctica totalidad de los escritoresnoruegos son resultado de esta estrategiade ilustración popular que empapó elpaís, sin importar la procedencia de susantepasados. Casi todos somos además hi-jos de la socialdemocracia y de la eclosión

social del movimiento obrero. Echandoun vistazo a mi propia generación y, porejemplo, a aquellos con los que colaboréen una revista de jóvenes literatos a finalesde la década de 1960, podría decir que doseran hijos de intelectuales, uno de un cam-pesino pobre, otros dos de campesinosnormales y corrientes, y otro procedía delambiente proletario de las fábricas; ennuestro círculo cercano había además dosescritores hijos de predicadores. Y luegoestaba yo. ¿Quién era yo? Yo era un chicopobre. Antes de debutar como escritor yentrar en la redacción de una revista en lacapital, me crié en una pequeña ciudad dela costa noruega como el hijo de una de-pendienta viuda. Se me ofrecieron todaslas posibilidades. Se me ofreció una educa-ción. No fui ninguna lumbrera, el chicopobre era un vago que hacía novillos y pre-fería leer novelas a estudiar la gramática

inglesa. Pero no me avergonzaba de ello,no estaba agradecido por las posibilidadesque se me brindaban y tampoco nadie meexigía agradecimiento. ¡Menos mal! Yo leíanovelas. La literatura mundial y la nacio-nal, indistintamente, pero sólo aquella queme gustaba, sólo aquellos autores a los queadmiraba y que me entusiasmaban: Dos-toievski, Grass, Gombrowicz, Sandemose,Mykle, Kafka, Camus, y más tarde ThomasMann, Proust, Céline, Borges, Márquez,Singer, Kundera, Freud, Kierkegaard. Así es-

peramos los hijos y las hijas del pueblo aque llegara nuestro tiempo. Los nombresde nuestros autores preferidos podían va-riar algo, pero el factor común era esa mez-cla de la literatura mundial y la nacional, loparticular de mi lista seguramente es la au-sencia de la literatura angloamericana.

Y lo que es más importante: junto a no-sotros, junto a los escritores noruegos delfuturo, había miles y miles de personas ha-ciendo lo mismo. Eran los nuevos lectores,los que provenían del pueblo llano. Mu-chos de ellos eran como yo, un chico social-demócrata que aterrizó en el extremo delala izquierda. Mis futuros lectores: proce-dían del pueblo y eran unos jodidos es-nobs, no se contentaban con dominar elmando a distancia del televisor en cuyasentrañas el Estado y el comercio luchabanpor la hegemonía. Sino que conocían elresplandor de la biblioteca, porque se ha-

bían educado entre los tesoros de los milesy miles de metros de estantes de las biblio-tecas populares. Buscaron una lectura queaspirara a lo sublime, o lo imposible, si sequiere. Yo fui un joven muy solitario, igno-raba por completo que ya había sido inscri-to en un enorme ejército, que desde luegono era el de la OTAN.

Lo cierto es que así fue la década de1960 en Noruega, y es probable que entodos los países escandinavos fuera igual.No me atrevo a hablar más que de mi pro-

pio país, e incluso dentro de él mesiento limitado a mi propia genera-ción, aunque la estire hasta con-siderar que abarca media vida enambas direcciones. Si en estos mo-mentos la literatura nórdica se con-sidera interesante desde fuera, des-de luego no se puede deber al factordinero, en el que se supone que almenos los noruegos estamos nadan-do. Permitidme decirlo: Noruegasiempre fue el primo económica-mente pobre en la familia escandi-nava. Ahora, por fin, parece que lapequeña Noruega tiene una base lobastante sólida como para apostarpor la cultura en la misma medidaen que siempre lo han hecho paí-ses como Dinamarca y Suecia. Perono, los fundamentos de la literatu-ra seria noruega se pusieron mu-cho antes de que la edad del petró-leo, según dicen, nos cambiara atodos. En Noruega, una política lite-raria sensata, aunque bastante aus-tera, puesta en marcha para salvarla literatura nacional de un país pe-queño de la destrucción propiciadapor la nueva realidad mediáticaque surgió en la década de 1950, hadejado huellas duraderas tras 50 o

60 años de funcionamiento. Apoyada tam-bién por la ya mencionada explosión quetuvo lugar en la educación de la juventuden la década de 1960. Esa explosión en lacual aún nos recreamos. Antes de que elcomercialismo se hiciera con la hegemoníay, como casi todos los ganadores, se queda-ra con todo, convirtiendo a todos en clien-tes y consumidores. O

Dag Solstad (Sandefjord, Noruega, 1941) acaba depublicar Novela once obra dieciocho (Lengua deTrapo. Traducción de Kirsti Baggethun y Asun-ción Lorenzo. Madrid, 2010. 182 páginas. 18,50euros) y es autor de cinco libros sobre la Copa delMundo de Fútbol (de 1982 a 1998).

Dag Solstad participará en la mesa redonda Ellegado de los países nórdicos al mundo, organizadapor EL PAÍS y Babelia en Feria del Libro el domin-go 13 de junio a las 13.00.

Librería de Barentsburg (Svalbard, Noruega). Foto: Guido Cozzi / Atlantide Phototravel / Corbis

El resplandor de la bibliotecaLa literatura noruega del siglo XX, como la danesa o la sueca, procede de unas clases populares educadas en la lectura. Elautor participará en la mesa redonda de EL PAÍS y Babelia en la Feria del Libro de Madrid el 13 de junio. Por Dag Solstad

PROTAGONISTA DE LA FERIA

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