paula sibilia: cuerpo y sacrificio

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Sibilia, P.; “Pureza y Sacrificio. Nuevos ascetismos por el cuerpo perfecto” en: Artefacto 6 2007

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PUREZA y SACRIFICIONuevos ascetismos por el cuerpo perfecto Paula Sibilia

Voy a esforzarme, lo necesito... Estoy en esto hace mucho tiempo, pero es lo que siempre digo, si hubiera parado alguna vez, no tengo ninguna duda, hoy sera una obesa mrbida, porque mis ganas de comer son intensas y sa es la razn por la cual debo forzar mi cuerpo para hacerlo entrar en starvation... Los gordos necesitan dieta para el cuerpo, los flacos necesitan Ana para el alma Netotchka, en Anorexic Life1

La culpa es siempre indudable Franz Kafka

El ttulo de este artculo puede parecer algo ajeno a una sociedad como la nuestra, que alardea sus consumos hedonistas y en la cual parece regir un imperativo de goce constante y felicidad compulsiva. Acaso hay lugar para el sacrificio en un cuadro como ste? Bsqueda de pureza? Nuevas formas de ascetismo? Por un lado, es indudable que el culto al cuerpo se ha convertido en un contundente fenmeno contemporneo; no obstante, tambin es cierto que junto con esa tendencia emergen nuevos mitos, creencias, imgenes y metforas que de algn modo parecen despreciar la materialidad corporal e, incluso, llegan a irradiar cierta vocacin de conquista y superacin de los lmites inherentes al organismo humano, gracias a la valiosa ayuda de la tecnociencia. Esa ltima afirmacin puede resultar un tanto curiosa, dado el contexto en el cual estamos inmersos. Sin embargo, no es difcil entrever que hoy el cuerpo humano suele recibir una grave acusacin: ya sea en los gimnasios o en las camillas de los cirujanos plsticos, en las sesiones de un dieta-club o en los mltiples institutos de belleza, sobre la balanza o frente al espejo, una y otra vez se lo acusa de ser impuro. Y se le propugna, una y otra vez, el merecido castigo. El cuerpo contemporneo revela su impureza en un sentido completamente novedoso: su falta consiste en ser imperfecto y finito. Por ser orgnico, demasiado orgnico, est fatalmente condenado a la degradacin y a la obsolescencia. Para compensar todas esas debilidades de la carne, se hace necesario recurrir a los diversos rituales de purificacin hoy disponibles; es decir, un gran conjunto de privaciones y sacrificios de nuevo cuo, que de todas formas jams sern suficientes para librarnos de nuestra indigna condicin carnal.1

Vale aclarar que en la jerga de las adeptas al movimiento ProAnorexia, Ana es el trmino utilizado para aludir a la anorexia y Mia a la bulimia. Tpica representante de ese grupo, Netotchka tiene 16 aos y vive en una ciudad del interior del Brasil. Su blog se denomina Anorexic Life. La frase aqu citada fue publicada el da 24/10/2004. http://www.anorexics.blogger.com.br.

La acusacin de impureza relativa al cuerpo humano no es una novedad histrica, evidentemente. Pero esta polucin actual no es idntica a la que rigi en otros perodos de nuestra civilizacin, aunque conviene no desdear algunos puntos en comn que pueden ser significativos para captar la peculiaridad del fenmeno contemporneo. En este Occidente secularizado de principios del siglo XXI, un universo globalmente sincronizado por los vaivenes y la lgica del mercado, abarrotado de dispositivos tecnocientficos que prometen saciar todos los deseos y necesidades imaginables, parece inconcebible cualquier expiacin en nombre de los valores transcendentes de otrora. Por eso, las nuevas formas de ascetismo que se desarrollan entre nosotros mantienen una relacin compleja y directa, aunque aparentemente contradictoria, con las prcticas hedonistas del consumismo y el imperio de las sensaciones. Esa curiosa amalgama, que en principio parecera improbable, es sumamente prolfica: todos los das, surgen de su seno una infinidad de frutos caractersticos de la era actual: desde la bibliografa de auto-ayuda hasta la farmacopea antioxidante, pasando por una mirada de productos y servicios que cubren desde las cirugas estticas hasta los suplementos vitamnicos y los alimentos light y diet; desde los spas y personal trainers hasta las camas solares, los pilates y los power-yogas. El nuevo recetario de la expurgacin comprende, as, toda una serie de prcticas que podramos denominar neo-ascticas. Un conjunto de rituales que exigen una disciplina frrea y una intensa serie de abnegaciones, adems de tiempo y dinero en fin, nada desdeable segn las cotizaciones del mercado de valores contemporneo. Todo eso para alcanzar una cierta pureza. Pero la pregunta es inevitable: de qu pureza se trata? El objetivo explcito de dichos rituales no consiste en lograr la excelencia pblica, como en la antigua polis griega, o la comunin con Dios, como en las experiencias msticas medievales, por aludir a dos momentos emblemticos de nuestra historia en los cuales se desarrollaron prcticas ascticas. Ahora no se anhela una liberacin de los caprichos del cuerpo para dominarse tanto a s mismo como a los dems, ni tampoco para trascender la vida mundana con el propsito de rozar alturas espirituales. En cambio, la nueva moralizacin de las prcticas corporales que prolifera entre nosotros persigue metas mucho ms prosaicas: vencer en el mercado de las apariencias; obtener xito, belleza, auto-estima o eficiencia; efectuar una buena performance fsica y sobre todo visual. En fin: todos factores altamente cotizados hoy en da. El trmino fitness delata, as, su origen etimolgico en lengua inglesa, al mostrarse como una palabra de orden que incita a adecuarse al modelo hegemnico. Tanto de forma literal como simblica, se trata de incorporar sus valores. En una sociedad cada vez ms impregnada por la lgica del espectculo y la moral de las sensaciones, esa obsesin por adecuar las propias apariencias a la imagen del cuerpo perfecto que se presenta como modelo universal acapara la atencin de sectores crecientes de la poblacin global, e incita a desplegar modalidades innovadoras de cuidado de s. Este conjunto de prcticas, creencias y rituales ya no apunta a cultivar la vida sentimental, como era habitual en los tiempos modernos, ni tampoco a perfeccionar la vida pblica, como ocurra en la Grecia Clsica. Ahora, todas las atenciones tienden a concentrarse en afinar los diversos aspectos de la vida fsica. En el contexto contemporneo, cuidar de s dej de remitir a la preservacin de costumbres y valores burgueses una preocupacin constante en lo que tae al enriquecimiento del alma, los sentimientos y las cualidades morales para canalizar sus ceremonias hacia el cuidado del cuerpo fsico. Por un lado, se expande el cultivo de las sensaciones placenteras, inditas y extremas; por otro lado, se intenta burilar el propio aspecto corporal como si se tratara de una bella imagen bidimensional. Todo eso en una atmsfera cultural que estimula la ostentacin de atributos como belleza, salud, longevidad y buena forma. Los elementos resumidos en los prrafos anteriores constituyen novedades histricas, diseminadas especialmente en las ltimas dcadas. Pues tanto la educacin cvica como la sentimental, hegemnicas en otros momentos de nuestra historia, se han esforzado por mantener en un segundo plano las sensaciones corporales y el cuidado de las funciones y formas fsicas; es decir, toda la trivialidad de la vida biolgica. De modo que el desdn por el cuerpo orgnico es un ingrediente comn, tanto a la antigua tradicin poltica o guerrera basada en la accin, como a la educacin burguesa intimista y sentimental. En el primer cuadro, el cuerpo era un mero instrumento bruto que deba someterse a los rituales de la moderacin diettica y ertica para demostrar virtudes cvicas y

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para poder efectuar determinadas conquistas en el mbito pblico. En el segundo caso, la brutalidad de la carne poda constituir una amenaza para la delicadeza de la interioridad psicolgica; por eso, pasiones bajas e instintos agresivos deban ser laboriosamente domesticados, en busca del desarrollo intelectual, sentimental, moral y espiritual. En esos dos marcos histricos, el cuidado de s no apuntaba al cuerpo fsico como un fin en s mismo, sino como un mero medio para lograr otros fines considerados ms nobles o transcendentes. En las nuevas prcticas que analizamos ac, sin embargo, el cuidado de s pasa a enfocar al cuerpo fsico per se. Es por eso que estas nuevas formas de preocupacin consigo constituyen, en su conjunto, lo que algunos autores denominan bio-ascesis. Toda una serie de prcticas y tcnicas que contribuyen a crear biodidentidades, es decir, un tipo particular de identidad, para la cual las caractersticas anatomo-fisiolgicas del cuerpo humano constituyen el referente fundamental. Porque este curioso renacer contemporneo del ascetismo no implica un trabajo sobre s para ponerse a disposicin de los dems, del mundo o de Dios; se trata, al contrario, de una corpolatra que se inicia y se agota en s misma, como un tipo de ascesis inmanentista, humanamente pobre y socialmente ftil. Por eso, este desplazamiento en el foco del cuidado de s destila sus secuelas ticas y polticas, porque si el aspecto corporal pasa a ocupar el sitio antes dedicado a los grandes ideales, en contrapartida ser preciso desalojar y arrinconar en algn recoveco menos privilegiado de nuestras preocupaciones a los antiguos protagonistas de aquellas prcticas; es decir: los grandes sentimientos, pensamientos y acciones. No obstante, aunque parezcan tan modestas (y hasta algo ridculas), esas metas poco nobles de los nuevos ascetismos no deben engaarnos, porque sus devotos practicantes toman muy en serio esos imperativos. Suele suponerse que en su nombre y solamente en su nombre cualquier sacrificio sera legtimo. Todo eso en una sociedad como la nuestra, en la cual los antiguos valores transcendentes a los que remite ese trmino pareceran haberse vaciado de sentido. No es nada raro, sin embargo, que las nuevas prcticas bio-ascticas conduzcan a sus adeptos hasta la propia muerte, como informan noticias cotidianas sobre complicaciones en cirugas plsticas o fallecimientos por ingerir anablicos de uso veterinario; para no mencionar una vertiente que an se mantiene lejos de ese tipo de noticieros: la creciente incidencia de sndromes como la anorexia y la bulimia, que se convierten velozmente en epidemias de poca y en sus versiones ms graves suelen ser fatales. Cada poca inventa sus propias formas de masoquismo, y la nuestra no es una excepcin. Si en los viejos tiempos protagonizados por la subjetividad sentimental, hechizados por el ideal del amor romntico y aceitados por el dispositivo de la sexualidad, los sufrimientos individuales sangraban como deseos insatisfechos que se estrellaban contra las rgidas normas sociales; hoy, en pleno declive de la interioridad psicolgica y de todo aquel paradigma subjetivo, muchas aflicciones parecen emanar de la inadecuacin corporal. Es decir, de la falta de fitness. Por eso, el nuevo cuidado de s exige grandes dosis de disciplina y fuerza de voluntad, y la moralizacin consecuente llega a ser implacable al juzgar a aquellos que no logran adecuarse: los indolentes, los incapaces, los dbiles. Puede resultar curioso que esta bsqueda tan intensa por la felicidad corporal, tanto en trminos de belleza como de salud y bienestar fsico, sea capaz de incitar tambin en casos extremos a la misma destruccin del cuerpo. Las exageraciones en los esfuerzos por modelar el propio cuerpo para adecuarlo a los estndares de la buena imagen pueden tener consecuencias imprevistas: en vez de ajustarse, el organismo humano puede evidenciar violentamente sus lmites y quebrarse, o inclusive morir. La generacin que hoy tiene entre cincuenta y sesenta aos de edad encarna la viva prueba de esta tendencia: acostumbrados a practicar el catlogo completo del bio-ascetismo para mantenerse jvenes, bellos y saludables, estos nuevos adultos estn desbordando los lmites convencionales de las capacidades fsicas de la mediana edad. Como consecuencia de dichos excesos en el cuidado de s, a lo largo de la ltima dcada las lesiones deportivas crecieron 33% en ese grupo de edad. Curiosamente, entonces, la corpolatra transforma al propio cuerpo en un centro privilegiado de preocupaciones y sufrimientos, no slo de placenteras sensaciones. Pues, como explica el psicoanalista brasileo Jurandir Freire Costa, el narcisismo sensorial lleva al yo a dirigir la

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agresividad motora hacia el propio cuerpo, con la intencin de adaptarlo a la imagen ideal. En esos casos, al haber un fuerte desequilibrio entre la intensidad de las sensaciones y el nivel de las agresiones, el sujeto puede llegar a perder la nocin de que su vida est en peligro. E, inclusive, puede obtener lucros masoquistas con la auto-mortificacin, ms all de los daos fsicos y psquicos que tales exageraciones puedan acarrear. Son diversos los cuadros en que se manifiesta esa tendencia a dirigir la agresividad hacia el propio cuerpo. Desde la compulsin por la correccin quirrgica de todos los defectos presentes en la propia superficie corporal, hasta las desmesuras en la prctica del fisiculturismo con el fin de obtener un cuerpo musculoso un tipo de comportamiento obsesivo que se conoce como vigorexia; desde la obsesin por el consumo exclusivo de alimentos sanos y naturales para evitar engordar o enfermarse (ortorexia) hasta la intensa bsqueda de la delgadez que puede desembocar en patologas como la anorexia o la bulimia. Caben an, en este conjunto de nuevas dolencias de poca, las ansiedades suscitadas por la temible exposicin ante la mirada ajena que podr juzgar severamente el propio aspecto corporal si este resulta inadecuado, desencadenando fobias sociales como el sndrome de pnico o la depresin. Todos esos cuadros expresan las diversas facetas de una enfermedad tan penosa como vergonzosa: la desgracia de la inadecuacin corporal. De all la virulencia, a veces tan insensata que llega a rozar el absurdo, del odio a la flaccidez y la gordura que se desparrama entre nosotros. Semejante incomodidad con respecto a la materialidad orgnica del cuerpo humano suele tener algunas resonancias inslitas que, sin embargo, pueden ser interesantes para iluminar la tesis aqu expuesta, porque se presentan como sntomas extremos del problema analizado. Una de ellas se alude en una noticia publicada originalmente en el peridico The New York Times bajo el ttulo El ayuno prolongado se pone de moda en un sector de la clase media alta. El artculo se refiere a un nuevo hbito considerado saludable, que se explica de la siguiente manera: dejar de comer algunos das ayuda a purificar el cuerpo contaminado por la comida-basura y la mente castigada por el estrs. Una nutricionista citada en el texto asevera que el ayuno conduce a una depuracin completa del cuerpo: permite que el sistema digestivo descanse y da tiempo a que las enzimas se dediquen a curar a los rganos, rejuvenecer las clulas y volver el tiempo atrs, adems de hacer que la aguja de la balanza retroceda. Pero la misma nota cita tambin las voces disonantes de algunos profesionales del rea de salud, que alertan contra los peligros involucrados en esa retrica de la pureza corporal y aclaran que nuestros cuerpos no estn sucios. Una psicloga especializada en trastornos alimentarios, a su vez, afirma que la mera idea de que sea posible superar las necesidades corporales y la estimulacin ambiental a consumir comida transmite una sensacin de pureza y virtud. La extraa moda tal vez no sea tan rara como parece: tiene motivos obvios, segn concluye el artculo, porque hoy la dieta y la salud despiertan un inters creciente: muchas personas reaccionan con fuerza ante la actitud insalubre de la sociedad con respecto a los alimentos, aclara, porque temen el impacto de la comida-basura en sus vidas y el fantasma de la obesidad, que va creciendo con los aos. Puede vislumbrarse aqu una lectura algo paradjica y, sin duda, cargada de feroz irona de una famosa cancin de Chico Buarque llamada Brejo da Cruz, que en 1984 comentaba una novedad de las villas miserias cariocas: el hbito de comer luz entre los nios de esas regiones urbanas. En este caso, sin embargo, la novedad de alimentarse de luz deja de ser un atributo exclusivo de los pobres abyectos famlicos, para pasar a serlo tambin de los miembros del extremo opuesto de la pirmide social; es decir, aquellos que desean huir desesperadamente de una nueva amenaza de abyeccin: la gordura. Esos dos extremos del drama corporal contemporneo parecen tocarse hoy en da, parodiando al capitalismo contemporneo como una fabulosa mquina de produccin de exceso y falta al mismo tiempo. As, muy bien delimitados en trminos socioculturales y econmicos, el fantasma del hambre y el fantasma de la gordura horrorizan a los sujetos contemporneos de modos bastante diferentes e inclusive contradictorios (y, tal vez, probablemente complementarios). En ambos casos, aunque de forma perversamente distinta, se impone el mismo sacrificio: no comer. El fenmeno se deja ilustrar de manera increblemente literal con la pareja que se alimenta de luz, una noticia bastante divulgada por los medios de comunicacin de todo el mundo en aos recientes. Parece una fbula, pero no lo es: la brasilea Evelyn Levy Torrence y su marido estadounidense Steve Torrence cuentan, a quien desee orlos, que perdieron el vicio de comer.

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Ambos juran no haber ingerido absolutamente ningn alimento desde 1999, disminuyendo tambin drsticamente todo consumo de lquidos. Se trata de un proceso de purificacin orgnica, como una cura de desintoxicacin, explica la pareja, que vive en Florida, en Estados Unidos, e integra una asociacin internacional compuesta por miles de personas dedicadas a seguir las enseanzas de la australiana Jasmuheen, autora del libro Vivir de la Luz, quien tambin afirma practicar ese estilo de vida desde 1993. Segn esta perspectiva, el hbito de comer no constituye una necesidad biolgica del organismo humano sino un vicio mortal, que se puede perder y que, sin duda, se debera perder. Slo comemos porque somos adictos a la comida, una dependencia capaz de provocar el 90% de las enfermedades que afectan a la humanidad. Puede ser interesante comparar el sitio web de esta etrea pareja titulado Viviendo de la Luz, con toda su elocuencia espiritualista de superacin triunfante de las constricciones corporales con los weblogs que adhieren al movimiento conocido como ProAnorexia, en los cuales adolescentes vctimas de esos trastornos dismrficos y sus disturbios alimentares afirman su opcin por tales estilos de vida y defienden su derecho a no comer. Las autoras de esos relatos cotidianos publican en Internet fotografas de ellas mismas y de sus heronas que les proporcionan thinspiration o inspiracin para adelgazar (famosas modelos, actrices y otras celebridades de ocasin), intercambian informaciones y consejos para perder peso y glorifican la capacidad de controlar el propio cuerpo. Una de ellas, por ejemplo, confiesa lo siguiente: tengo que eliminar esa grasa que est en mi cuerpo, tengo que lograrlo y lo voy a lograr; todas nosotras vamos a ser flacas y lindas, vamos a ser perfectas; unidas, tenemos mucha ms fuerza para combatir a la comida!. Otro de esos sitios se presenta as: la anorexia no es una enfermedad ni un juego; es una habilidad, perfeccionada solamente por unas pocas personas: los elegidos, los puros, los impecables. Como se ve, la retrica es casi idntica a la utilizada por la pareja que se alimenta de luz. Y puede ser comparada, tambin, con los discursos de los adeptos del biochip, quienes defienden la adopcin de una dieta basada exclusivamente en brotes de semillas, por ser portadores no slo de nutrientes sino tambin de memoria natural e informacin viva, en una comparacin explcita (y algo inslita) con los chips de las computadoras. En el mismo movimiento en que se abrazan comportamientos alimentarios de ese tipo, se tiende a condenar todos los dems hbitos nutritivos: aquellos adoptados por los otros, categora contra la cual ellos suelen recortarse. Porque son desagradables, impuros y biocidas, por ejemplo: contaminan la Tierra, envenenan las propias clulas, intoxican al cuerpo y degradan la salud, entre otros maleficios igualmente sombros. Si bajo la proteccin de este clima new age de inspiracin orientalista, por ejemplo la luz del sol se presenta como una energa capaz de nutrir los cuerpos humanos y mantenerlos vivos adems de ms bellos, delgados y saludables evitando la necesidad de contaminarlos con alimentos groseramente materiales, propuestas comparables emergen de otro campo fundamental de la cultura contempornea: la tecnociencia. Son innumerables los experimentos de laboratorio que intentan descubrir entelequias como el gen de la obesidad (o de la delgadez) y la hormona del hambre (o de la saciedad), como dispositivos tcnicos capaces de desprogramar las ganas de comer y, sobre todo, la capacidad de engordar. Otro ejemplo es lo que se ha dado en llamar comida digital. Se trata de un tipo de alimento compuesto de software: sustancias inmateriales escritas en cdigo informtico. Un sueo que, de hecho, se ha presentado originalmente en la ciencia-ficcin: en la primera parte de la triloga Matrix, frente a un suculento plato de comida a punto de ser devorado, un personaje de esa pelcula explica a otro que tanto el plato como los alimentos que contiene en realidad no existen, ya que se tratara de mera informacin; o sea, instrucciones de software capaces de disparar en el cerebro todos los efectos sensoriales que una versin real del alimento producira materialmente. Suele ocurrir que la tecnociencia se proponga realizar los devaneos de la ciencia-ficcin que pueblan el imaginario contemporneo. As, el peridico Technology Research News anunci recientemente que investigadores de la Universidad Tsukuba elaboraron un simulador de comida que reproduce los sonidos, las texturas y los sabores asociados al acto de comer comida real. El aparato consiste en una compleja interfase para morder, un parlante que agrega el sonido (de los mordiscos, la masticacin y el

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acto de tragar), un vaporizador que esparce olores y aromas, y un dispositivo que combina los elementos bsicos que definen al sabor (dulce, cido, amargo, salado), todos captados con sensores especficos a partir de alimentos reales. Sin embargo, tambin en este caso, lo que se come es nada. Slo se ingiere la ms pura luz, aunque en este caso es literalmente digital. Mera informacin inmaterial procesada por los circuitos cerebrales. Por tal motivo, este curioso y todava precario artefacto parece traducir un gran sueo de la subjetividad contempornea: la posibilidad de conservar el placer sensorial de consumir ciertos alimentos, pero sin incorporar materia alguna al cuerpo que come evitando as, tambin, el consecuente exceso de peso, culpas y promesas de sacrificios purificadores. Ms all de la veracidad o de la viabilidad de todas estas propuestas, conviene recordar que sus defensores no pretenden utilizar estas tcnicas para aplacar las virulentas necesidades de los hambrientos que an existen en nuestro planeta globalizado (en nmero creciente, cabe aclarar). En todos los casos, al contrario, la intencin consiste en aplicar esas mgicas tcnicas para saciar la voracidad del otro extremo de la abyeccin contempornea: la cantidad tambin creciente de obesos y personas con sobrepeso en todo el mundo. Pero nuestra tecnociencia y sus sueos de digitalizacin universal van an ms lejos. No es casual que programas de edicin grfica como el popular PhotoShop desempeen un papel cada vez ms primordial en la construccin de las fotografas mediticas que exponen cuerpos bellos, y que constituyen una poderosa fuente de imgenes corporales en el mundo contemporneo. Esas tcnicas ofrecen a las imgenes corporales todo aquello que la ingrata Naturaleza suele escamotear a los organismos vivos, y todo aquello que las duras prcticas bio-ascticas todava insisten en negarles, con sus mtodos tan analgicos, an tan groseros en su manera de operar sobre la materialidad carnal. En cambio, los afilados bistures de software logran que todos los defectos y otros detalles demasiado orgnicos se eliminen fcilmente de los cuerpos fotografiados, al retocarlos y corregirlos en la pantalla de la computadora. As purificados, los cuerpos modelos expuestos en los medios adhieren a un ideal de pureza digital, lejos de toda imperfeccin toscamente analgica y de toda viscosidad demasiado carnal. Todos los das, esos modelos digitalizados y, sobre todo, digitalizantes desbordan de las pantallas, carteles y revistas, para impregnar nuestros cuerpos y subjetividades. Pues las imgenes as editadas se convierten en objetos de deseo a reproducir en la propia carne, que de algn modo se virtualizan en ese movimiento. No es casual que, en nuestro peculiar contexto, la profesin ejercida por los cirujanos plsticos se ofrezca como una posibilidad de realizar dichos sueos imagticos en los cuerpos orgnicos, al vender la promesa de deletear con total limpieza y eficacia todas las imperfecciones de la carne. Como si ellos tambin operasen sobre imgenes de software en vez de trabajar sobre cuerpos orgnicos y como si bastase con redisear los rasgos defectuosos en vez de cortar pieles y serruchar huesos. La promesa que se vende y se compra, tambin en estos casos, es dar a luz una belleza tan asptica como descarnada: luminosa, inmaterial, bidimensional. No obstante, es atroz el contraste entre los diversos tipos de estrategias purificadoras que se han presentado rpidamente en los prrafos anteriores. Toda la pulcra inmaterialidad, la pureza noorgnica y la cndida luminosidad de los comedores de luz, as como la pureza viva y digitalizante de los adeptos del biochip y de las brillantes imgenes corporales depuradas con editores como el PhotoShop, se astillan violentamente en los quirfanos y en los padecimientos anorxicos. En franco contraste con toda aquella levedad supuestamente incorprea, en estas otras experiencias, cuerpos evidentemente mortificados protagonizan un drama marcado por la insistencia de la carne y por el intenso sufrimiento psicofsico de quienes desean librarse de su peso material. De alguna manera, sin embargo, todas esas prcticas estn emparentadas y sugieren la existencia de una raz comn: una atmsfera que las excede y engloba, cierto clima sociocultural, econmico y poltico que las ampara y las hace posibles. No constituyen, por cierto, los nicos ejemplos de artistas del hambre que hoy proliferan, entre los cuales tambin cabe mencionar a los crudivoristas, los vegans, etctera; en fin: genuinos puristas y fundamentalistas de las normas vigentes en una cultura cada vez ms articulada en funcin de los riesgos.

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No obstante, hay quien vislumbre nuevas modalidades de resistencia en estas formas tpicamente contemporneas de ayuno voluntario. Posiciones de ese tipo suelen brotar de una vertiente bien delimitada: cierto feminismo acadmico estadounidense, particularmente sensible a la posibilidad de politizar la anorexia, por ejemplo. Los argumentos ms habituales procuran probar que esa capacidad de mortificar y controlar el propio cuerpo equivaldra a utilizar la ltima ciudadela de la autonoma para inscribir en ella un mensaje de oposicin. El cuerpo flagelado sera, segn esta perspectiva, un campo propicio para ejercer la resistencia poltica cuando ya no restan otras formas de hacerlo, as como en otros tiempos y espacios habra ocurrido con santos, faquires y huelguistas. Algunos autores reivindican incluso el parentesco entre estos comportamientos y otros tipos de resistencias femeninas a la opresiva cultura patriarcal a lo largo de nuestra historia, como es el caso de santas, brujas e histricas. A pesar de mostrar algunas aristas interesantes del problema, las explicaciones de este tipo no terminan de convencer. Entre otros motivos, porque no parece clara la frontera entre el control del propio cuerpo y la falta total de control en estos casos, al defender una resistencia mortal del dudoso valor poltico. En vez de un desafo a las tirnicas reglas vigentes, la estrategia del hambre parece expresar una obediencia excesiva a tales dictmenes; inclusive por abdicar, en ese gesto fatal, de toda posibilidad de hacer realmente algo.

Publicado en Revista Artefacto n 6, 2007

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