paul laurent, ¿neociudadanos?

5
¿Neociudadanos? Paul Laurent ¿Puede haber una república sin ciudadanos dueños de sí mismos y de sus cosas? En el ideario utopista ello es posible, pero en el campo de lo real ello sería tan absurdo como llegar a una ciudad sin gente. ¿Para qué ir hacia un escenario de ese tipo? ¿Sólo a hacer turismo de lo que fue, como en el caso de la deshabitada Pompeya luego de la erupción del Vesubio el año 79 de nuestra era? Es una opción. Al fin y al cabo el tiempo ha hecho que la vida común y corriente que llevaban a cabo los habitantes de aquella villa tenga desde el siglo XVIII un inapreciable valor cultural, el mismo que atrae a decenas de miles de turistas de todo el mundo. Es decir, si antaño los romanos más acaudalados disfrutaban de Pompeya era porque en ella había un universo de ofertas (desde baños termales, hermosos paisajes y hasta diversiones non sanctas) que activaban su exquisito interés, lo que hoy se reduce a lo puramente museográfico. La otra opción es convertir a la gente que aún vive y respira en actores directos de un imaginario. Exactamente como los cubanos, los chinos excluidos del capitalismo del Partido Comunista y los norcoreanos. Seres humanos adornando el sueño hecho realidad de algún delirante revolucionario. Una ciudadanía entendida como el sucedáneo de aquellos cientos de hombres, mujeres y niños pompeyanos paralizados por las cenizas volcánicas. Desde la perspectiva de quienes rechazan la dinámica del comercio y repudian como indigno que

Upload: paul-laurent

Post on 10-Dec-2015

2 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Publicado en Diario Altavoz, Lima, Agosto de 2015.

TRANSCRIPT

Page 1: Paul Laurent, ¿Neociudadanos?

¿Neociudadanos?

Paul Laurent

¿Puede haber una república sin ciudadanos dueños de sí mismos y de sus cosas?En el ideario utopista ello es posible, pero en el campo de lo real ello sería tan absurdo como llegar a una ciudad sin gente. ¿Para qué ir hacia un escenario de ese tipo? ¿Sólo a hacer turismo de lo que fue, como en el caso de la deshabitada Pompeya luego de la erupción del Vesubio el año 79 de nuestra era? Es una opción. Al fin y al cabo el tiempo ha hecho que la vida común y corriente que llevaban a cabo los habitantes de aquella villa tenga desde el siglo XVIII un inapreciable valor cultural, el mismo que atrae a decenas de miles de turistas de todo el mundo. Es decir, si antaño los romanos más acaudalados disfrutaban de Pompeya era porque en ella había un universo de ofertas (desde baños termales, hermosos paisajes y hasta diversiones non sanctas) que activaban su exquisito interés, lo que hoy se reduce a lo puramente museográfico. La otra opción es convertir a la gente que aún vive y respira en actores directos de un imaginario. Exactamente como los cubanos, los chinos excluidos del capitalismo del Partido Comunista y los norcoreanos. Seres humanos adornando el sueño hecho realidad de algún delirante revolucionario. Una ciudadanía entendida como el sucedáneo de aquellos cientos de hombres, mujeres y niños pompeyanos paralizados por las cenizas volcánicas. Desde la perspectiva de quienes rechazan la dinámica del comercio y repudian como indigno que las personas se vean entre sí como mercancías, la alternativa pompeyana no es nada disparatada. Todo lo contrario, muy bien puede erigirse en un ideal a alcanzar. Quizá ya no como un inmenso museo de rígidos sufrimientos y de dramas, ¿sino de elegancia y de glamour al estilo de las estatuas de cera de Madame Tussauds? No cabe duda de que la Pompeya del siglo I era muy diferente a la del presente. Para empezar, estaba sometida a un orbe que giraba en torno a una ciudad (Roma), no a un estado. Puntos de partida abismalmente antagónicos. No hay forma de equipararlos. Si en la urbe el interés de todos nace de la conjunción de parcialidades interrelacionándose patrimonialmente, en el estado ese mismo interés de todos tiende a desviarse hacia un interés distinto al de la generalidad por el “propio bien” de un interés de todos que ya no será de todos. En un estudio ya clásico sobre el derecho de propiedad, Harold Demsetz confesaba (a modo de acusación) que siempre le había parecido increíble que la generalidad de economistas puedan advertir una externalidad al ver

Page 2: Paul Laurent, ¿Neociudadanos?

el humo que sale de una fábrica pero no cuando ven el servicio militar obligatorio. Desde la lógica de la república romana ello muy bien podría significar la presencia de un mejor derecho frente a otro que inclusive pudiera confesar la total ausencia del mismo, justamente lo que venía a ser una res nullius (una cosa de nadie).¿Podía operar dentro de la civitas romanorum alguien bajo esa condición? De tratarse de una persona en pleno ejercicio de sus prerrogativas ciudadanas ello era más que imposible. Por lo pronto, la condición de sujeto de derecho no provenía por el mero hecho de su humana existencia. La condición de “homínido superior” no era suficiente, había que ser romano para gozar de la ciudadanía. Fehacientemente, se está ante una institución forjada en la no precisamente pacífica confluencia que sabinos, latinos y etruscos establecieron para calmar sus singulares ímpetus. Posteriormente esa férrea convicción de que sólo los “fundadores” eran sui iuris cedió paso a un variopinto universo de pueblos y personajes, ello sin dejar de advertir que muchas de las naciones (remotas y cercanas) que las legiones “tomaron” para su eterna urbe fueron absorbidas más allá de sus disparejas idiosincrasias y legalidades. Así es como el ius gentium nace para aprovechar en todos sus extremos la asimilación de nuevas realidades.Tal es como Roma fue ampliando su ciudadanía, hasta llegar a abarcar una buena parte del mundo por entonces conocido. Ciertamente el mundo de era más amplio, pero el espacio que dicha urbanidad abarcó fue el más dinámico de todos. Inmensamente mayor, y con un agregado que diferenciará a la Roma de cualquier otra ciudad de su tiempo: la enorme capacidad de independencia que sus ciudadanos tenían en comparación a los habitantes de otras regiones.En el siglo IV a.C. Aristóteles juzgaba que la ciudad es la asociación de los hombres libres. Sin duda la polis griega (la ciudad que el estagirita conoció) respondía a la savia mercantil que su proximidad al Mar Egeo le ofrecía, pero aún estaba muy distante de una universalidad afín a todo el Mediterráneo. El Mare Nostrum no sería de ellos, a pesar de que lo navegaban desde antiguo, siguiendo la añeja estela de fenicios y cretenses.Como los griegos, cada uno de los pueblos que precedieron a Roma sólo pudieron asir una breve fracción de un todo. En proporción a esa estrechez, la hechura de la autonomía de sus ciudadanos sería igualmente limitada. Así, la institucionalidad que ofrecían era feble. Por lo mismo, no estaban en condiciones de darle a la posteridad la posibilidad de que un variopinto conjunto de actores ubicados más allá de sus fronteras puedan integrárseles. No en vano los griegos (y no los romanos) tenían como bárbaros a los extranjeros. Desde ese tenor, bien se puede decir que nunca superaron su impronta tribal.

Page 3: Paul Laurent, ¿Neociudadanos?

Un apunte personal. A fines de septiembre del 2011 estuve delante de un televisor en un hotel de La Habana. El relator del noticiero de la televisión estatal se regodeaba con lo que transmitía: nutridas manifestaciones en Berlín, Bruselas, Londres, Madrid, Nueva York, París, Toronto, Washington y otras ciudades del “primer mundo” hastiadas de padecer las inequidades del “capitalismo salvaje”. Obviamente el narrador se complacía (o aparentaba complacerse) con lo que sus ojos y mis ojos veían. Las jornadas más estridentes y violentas de los “indignados” de esas opulentas sociedades se daban en ese momento. Lo que los vástagos del estado de bienestar pedían no era otra cosa que no se les quite los derechos ciudadanos que los isleños de Castro los tienen en abundancia. Bueno, los tienen formalmente. Según el régimen, ello sólo es culpa del “imperialismo yanqui”. Ese es el consuelo que se han fabricado desde hace medio siglo, un consuelo que ante las imágenes propaladas (previa edición) el cubano promedio (un casi unánime promedio) los toma para comprobar que no son los únicos que sufren en esta vida. Aunque claro, ello no impedirá que a pesar de ese “capitalismo salvaje” y esa “inhumanidad” de los mercados la inmensa mayoría de habitantes de la isla deje de ansiar huir de esa inmensa prisión flotante que se ha erigido para garantizarle a cada uno de los cubanos sus respectivos derechos sociales. Un tipo de derechos que hace que las personas no sean dueñas de sí mismas ni mucho menos de sus cosas.

http://altavoz.pe/2015/08/17/opinion/neociudadanos-por-paul-laurent