patrimonio urbano de la ciudad de mÉxico...4 expresiones de los grandes cambios, fundamentalmente...

151
1

Upload: others

Post on 18-Apr-2020

3 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

1

2

PATRIMONIO URBANO DE LA CIUDAD DE MÉXICO:

LA HERENCIA DISPUTADA

Víctor Delgadillo

PATRIMONIO URBANO DE LA CIUDAD DE MÉXICO:

LA HERENCIA DISPUTADA

INTRODUCCIÓN

3

PRIMERA PARTE: CIUDAD Y PATRIMONIO URBANO

1. La ciudad, nuestro más preciado patrimonio urbano

2. Un mundo irremediablemente urbano

3. Patrimonio urbano: memoria e identidad colectiva

9

9

15

24

3

El patrimonio urbano del Distrito Federal

Cambios en las formas de intervención sobre el patrimonio urbano

36

38

SEGUNDA PARTE: POLÍTICAS URBANAS Y GENTRIFICACIÓN

4. Políticas y gestión urbana en la era neoliberal

Gentrificación

5. Las políticas selectivas de modernización y desarrollo urbano intensivo

47

47

61

80

TERCERA PARTE: LA DISPUTA POR EL PATRIMONIO URBANO EN

LA CIUDAD DE MÉXICO

6. Políticas selectivas de recuperación del patrimonio urbano y conflictos por

la herencia colectiva

96

96

CONCLUSIONES

126

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

135

PATRIMONIO URBANO DE LA CIUDAD DE MÉXICO:

LA HERENCIA DISPUTADA

INTRODUCCIÓN

En las últimas décadas las ciudades latinoamericanas han padecido fuertes procesos de

reestructuración urbana, en escalas multidimensionales; mientras que cada vez más

edificios, barrios, centros y partes de las ciudades se han patrimonializado por un conjunto

de valores y atributos colectivos (sociales, estéticos, históricos, simbólicos, etcétera), que se

asocian a ellos. La reestructuración urbana y el incremento del patrimonio urbano son

4

expresiones de los grandes cambios, fundamentalmente económicos y políticos pero

también sociales y culturales, que han acontecido en escala global en la actual fase del

desarrollo capitalista neoclásico o neoliberal.

La llamada globalización del capitalismo en su fase neoliberal implicó el desmantelamiento

de las fronteras económicas nacionales para el flujo internacional de capitales y mercancías,

así como la formación de bloques económicos regionales, como la Comunidad Europea o el

Tratado de Libre Comercio entre Canadá, México y Estados Unidos. Estos hechos han

tenido muy fuertes impactos en la base económica de muchas ciudades. Los procesos de

fragmentación y dispersión de la línea de producción industrial, ahora global, implicaron la

desindustrialización relativa y absoluta de varias ciudades, y la emergencia o el

fortalecimiento de una economía urbana basada en el sector terciario: el comercio, los

servicios y el turismo cultural (que consume centros históricos y otro tipo de patrimonio

urbano). Al mismo tiempo, las ciudades se han convertido en los destinos favoritos de

fondos de inversiones internacionales que encuentran en mercados inmobiliarios urbanos

rentabilidades seguras y adecuadas frente al volátil mercado bursátil y a las relativas

menores ganancias de la maquila y la industria. Se trata de construcciones y megaproyectos

que ya no responden a las dinámicas urbanas locales, sino a flujos de capital globalizado.

La doctrina neoliberal, basada en el Consenso de Washington, adoptada después de la

llamada “década perdida” en México y América Latina (con distinta velocidad, intensidad y

formas de imposición dictatoriales o democráticas), implicó muy fuertes cambios en la

administración pública y en la gestión de las ciudades. El Estado se “adelgazó”, las

políticas públicas se focalizaron, la administración pública se descentralizó, y antiguas

atribuciones y funciones públicas se volvieron público privadas o abiertamente se

privatizaron. En algunos centros históricos aparecieron instituciones público – privadas o

solamente privadas encargadas de la conservación y aprovechamiento del patrimonio

edilicio.

La competencia entre ciudades por retener o atraer inversiones privadas, para la creación de

riqueza y empleos, se convirtió en el eslogan de la competitividad. A ello se ha sumado la

5

preocupación por el cambio climático que se ha traducido en el eslogan de la

sustentabilidad. En algunas ciudades también se sumó el tema de la justicia social, más en

términos retóricos que reales. Así, bajo una triada discursiva: competitividad,

sustentabilidad y equidad, al que a menudo se suma el de gobernabilidad, la gestión urbana

se tradujo en políticas públicas que promueven a toda costa las inversiones y los negocios

privados, para generar empleos y riqueza económica, que se supone se derrama en cascada

y de arriba hacia a abajo. Junto con la promoción de inversiones inmobiliarias de escala

pequeña hasta los llamados megaproyectos urbanos, el patrimonio urbano (centros

históricos, barrios antiguos, edificios y plazas pintorescas, etcétera) apareció como un

capital cultural y económico único y diferente, capaz de generar recursos económicos, de

atraer a nuevos consumidores y turistas, y de convertirse en un distintivo de unicidad que

hace a la ciudad diferente frente a las demás ciudades. Así, el patrimonio urbano ahora se

usa como parte de las estrategias de marketing urbano en la competencia entre ciudades.

Las políticas urbanas pro empresarialistas han impulsado la modernización selectiva de las

ciudades y la “recuperación” de un selecto patrimonio urbano (las partes más interesantes y

rentables para los inversionistas reales y potenciales). Esta revalorización multidimensional

del espacio urbano y del patrimonio urbano ha conducido, por un lado, a la transformación

de los barrios y centros históricos elegidos, a través de la atracción de inversionistas y

nuevos consumidores de mayores ingresos; y por otro lado, al incremento de las rentas

urbanas, lo que pone en riesgo la permanencia de la población residente de menores

ingresos. Así, en la Ciudad de México ocurren ahora procesos de gentrificación. Éste

concepto de origen anglosajón ha sido adoptado y tropicalizado en América Latina a través

de debates, y en México ha sido apropiado por clases medias y populares, como los

residentes de las colonias Roma y Juárez, y hasta por locatarios del mercado La Merced

(como se verá en este libro), que sienten amenazada su permanencia en esas zonas por las

inversiones privadas o los (mega)proyectos públicos. En otras palabras, en selectos

territorios urbanos se realizan inversiones público privadas para capturar altas rentas o

ganancias urbanas, por invertir en territorios relativamente desvalorizados, a través de la

rehabilitación edilicia o de nuevas construcciones, lo que implica la sustitución de antiguos

residentes de menores ingresos (como condición o como consecuencia) por usuarios

6

permanentes o temporales de mayores ingresos. Estos desplazamientos sociales directos o

indirectos, a menudo invisibilizados en los discursos públicos y en los estudios urbanos,

ocurren en velocidades e intensidades diferentes, pues se trata de procesos que acontecen en

lapsos temporales largos o cortos.

En los paisajes urbanos revalorizados, renovados o “rescatados” la autoridad impulsa

además un “nuevo” orden urbano basado en códigos, normas y leyes de buen

comportamiento social y de un uso respetuoso acorde con la “dignidad” del patrimonio

urbano. Estas normas que forman parte de un proyecto de ciudad ordenada, bella e

higiénica y que “dignifica” el patrimonio urbano; generalmente constituyen una batalla

contra cierta población y prácticas sociales condenadas y estigmatizadas: los vendedores de

mercancías y oferentes de servicios informales en el espacio público urbano, los indigentes,

las prostitutas, los niños de la calle, etcétera. Este conjunto de normas y códigos refuerzan y

constituyen parte de los procesos de desplazamiento y exclusión social.

Sin embargo, estos procesos no ocurren sin tensiones y sin conflictos. En muchos casos las

políticas urbanas de modernización selectiva y las inversiones privadas son contestadas,

disputadas y resistidas por residentes de clases medias o populares (organizados o no), y

por grupos de la sociedad civil con muy diversos intereses, que se sienten afectados por las

amenazas reales o virtuales contra el territorio habitado y un patrimonio urbano, que por

definición es colectivo, y que al margen del régimen de propiedad que tenga, pertenece a

toda la sociedad y a menudo es considerado patrimonio nacional y de la humanidad.

Este libro analiza estos procesos en la Ciudad de México, que es gobernada

ininterrumpidamente desde 1997 por un partido político que se auto designa de izquierda

(aunque para diversos autores es un gobierno que por necesidad o convicción cada vez gira

más hacia la derecha). En la primera parte del libro, llamada Ciudad y Patrimonio Urbano,

revisamos el concepto de “ciudad” que defiendo y al que me adscribo, y repaso brevemente

qué cosa es el patrimonio urbano. También presentamos la dimensión y diversidad del

patrimonio urbano de la Ciudad de México. En la segunda parte, Políticas urbanas y

gentrificación, analizamos las principales políticas urbanas recientes que promueven los

7

desarrollos inmobiliarios de gran escala, la revalorización y gentrificación selectiva del

espacio urbano y las políticas de desarrollo urbano intensivo, impulsadas por los gobiernos

locales de la Ciudad de México desde el año 2000. Aquí, también analizamos el concepto

de gentrificación y cómo éste ha sido adaptado, tropicalizado y reinventado en México y

América Latina. En la tercera parte analizamos con detalle la política de revalorización de

un selecto patrimonio urbano que el Gobierno del Distrito Federal ha realizado en los

últimos quince años, así como la disputa y algunos conflictos que se derivan de la

recuperación de la herencia urbana colectiva. Aquí distintos actores sociales, económicos y

políticos, con distintos argumentos y visiones sobre el desarrollo y la memoria edificada, y

con distinta capacidad de decisión y estrategias de lucha o resistencia se disputan un mismo

territorio, que a menudo es considerado patrimonio local y de la humanidad. En esta parte

analizamos el Centro Histórico de la Ciudad de México y el barrio de la Merced; los

centros históricos de Xochimilco y Coyoacán; y en menor medida los barrios y colonias de

Mixcoac, la Roma y la Condesa.

Este libro le he escrito con el doble propósito de: 1. Contribuir a la reflexión colectiva sobre

el futuro de nuestras ciudades y en particular sobre el futuro de la Ciudad de México, a

partir de sus centros y barrios más antiguos; y 2. De discutir críticamente diversas posturas

de colegas foráneos que mayoritariamente escriben (y sólo leen) en inglés, cuyas opiniones

(a menudo infundadas y llenas de prejuicios sobre nuestras realidades urbanas, tratadas por

ellos cono anormales o exóticas) son profusamente difundidas en el mundo.

En 2015 la mayor parte de la población en el mundo vive en “ciudades” o urbanizaciones

que ya no tienen los atributos de la “ciudad”. La urbanización del mundo parece un hecho

irreversible: no sólo no hay utopías que hablen del retorno al campo o de la creación de

comunidades rurales sustentables en un momento en que las telecomunicaciones

permitirían hacerlo, sino que la población del campo se sigue trasladando a las ciudades en

los países y regiones menos urbanizados. La última utopía de retorno al campo tal vez la

constituye el movimiento hippy de la década de 1960. Sin embargo, en el siglo XXI la

población del campo africano, asiático y centroamericano se dirige a las ciudades. Además,

la migración campo ciudad que definió la urbanización latinoamericana del siglo XX, en el

8

siglo XXI se ha transformado en una migración internacional sur norte, en donde los

latinoamericanos arriesgan su vida para cruzar la frontera estadounidense y construir su

futuro allá, cosa que hacen los africanos a través del mar mediterráneo para llegar a Europa.

Así, en 2010 uno de cada diez mexicanos vivía legal e ilegalmente en los Estados Unidos,

mientras que algunos colegas sostienen que la tercera ciudad más habitada por turcos no

están en Turquía sino en Berlín, y la tercera mayor concentración de ecuatorianos, después

de Guayaquil y Quito, no está en Ecuador sino en España.

La urbanización de Asia, África y América Latina alarma a muchos de nuestros colegas

urbanistas anglosajones y europeos, que atónitos observan la emergencia de megaciudades

que -según ellos- ponen en riesgo la “sustentabilidad” del planeta; y que, frente a sus

estándares urbanos, califican como anormal, anárquica, caótica o como un mundo de

“ciudades miseria”. Nosotros en este texto de manera contundente rechazamos ambos

prejuicios infundados. Además, curiosamente dichas afirmaciones provienen de autores de

regiones y ciudades que consumen una gran cantidad de energías no renovables, que

contribuyen (mucho más que el sur global) a la contaminación y calentamiento globales.

Por otra parte, la Organización de Naciones Unidas (ONU), en octubre de 2016 realizará la

tercera Cumbre Mundial sobre los Asentamientos Humanos, Hábitat III, en un momento en

que más de la mitad de la población del mundo vive en ciudades, y en un momento en que

las formas de urbanización neoliberales brutalmente muestran sus consecuencias: millones

de viviendas vacías (en México son 5 millones y en España 3.4 millones); una enorme

cantidad de diversos megaproyectos inconclusos en España (centros vacacionales y de

entretenimiento, aeropuertos, etcétera); la urbanización salvaje que busca el lucro en las

periferias urbanas distantes en México; el despojo de selectos territorios urbanos a sus

ocupantes; y en general un desarrollo urbano cada vez más exclusivo y exclusionista. Así,

durante 2015 y 2016 la agenda urbana estará en la vitrina del debate público. Tal vez las

Cumbres de la ONU se reduzcan a actos diplomáticos, a los que asisten los Jefes de Estado

y ministros encargados del desarrollo urbano y el ordenamiento territorial de los diferentes

países, quienes firman protocolos y compromisos políticos (aparentemente neutros, que a

menudo no cumplen) para atender los rezagos, problemas y desafíos sociales urbanos. Sin

9

embargo, las Cumbres de la ONU imponen una agenda internacional que coloca esos temas

en el escenario y el debate público nacional y local. En este sentido, 2016 es un momento

adecuado para repensar el estado actual de nuestras urbes y para debatir sobre la

construcción de las ciudades del mañana, de cara a la disputa por la herencia urbana

colectiva y a partir de territorios urbanos, que a pesar de las tendencias urbanas que

fragmentan los tejidos urbanos y sociales, para nosotros aún mantienen varios de los

atributos de “la ciudad”.

Este libro recoge evidencias de una trayectoria investigativa de varios años realizada en la

Universidad Autónoma de la Ciudad de México, en el marco de investigaciones diversas e

intercambios académicos con colegas de universidades de la Ciudad de México y otras

universidades latinoamericanas y europeas. En gran parte reunimos evidencias de trabajos

realizados, varios de ellos nunca publicados, sobre distintos sitios patrimonializados

(Coyoacán, La Merced, Xochimilco, el Centro Histórico de la Ciudad de México, la colonia

Doctores, el “Nuevo Polanco”, la colonia Guerrero, entre otros), en las que utilizo métodos

de investigación cuantitativos y cualitativos: análisis de estadísticas públicas (censos de

población y vivienda, y censos económicos), uso de un sistema de información geográfico

(bases de datos georreferenciadas en distintas escalas urbanas) para el análisis

territorializado de estadísticas oficiales, políticas públicas y de mi propio trabajo de campo;

entrevistas; encuestas; trabajo etnográfico, etcétera. Algunos de estos estudios los he

realizado de manera solitaria y otros han sido realizados con estudiantes y con colegas

universitarios. Siempre que sea el caso en este texto aparecen los créditos respectivos de

esas investigaciones. Sin embargo, el libro es de mi autoría, así que las deficiencias

estrictamente son de quien escribe.

PRIMERAPARTE: CIUDAD Y PATRIMONIO URBANO

1. LA CIUDAD, NUESTRO MÁS PRECIADO PATRIMONIO URBANO

10

La Ciudad de México es la más valiosa, monumental, compleja y prolongada obra que la

nación ha construido, y constituye un escenario que sintetiza la historia del país y permite

vislumbrar su futuro. Gustavo Garza (2000: 3)

En su más amplia expresión el patrimonio urbano está constituido por la ciudad heredada,

pero ciudad no es sinónimo de urbanización. Los latinoamericanos, como el nombre indica,

somos herederos de una cultura urbana latina que concebía que los ciudadanos y los

civilizados vivían en ciudades, mientras que los bárbaros y los vasallos vivían en el campo.

En efecto, mientras que en el siglo I de Nuestra Era los romanos construían ciudades que

tenían plazas públicas, mercados, complejos edificios para los espectáculos colectivos,

termas y disponían de agua potable llevada a través de acueductos; los bárbaros vivían en la

edad de bronce. Esta herencia cultural y urbana, que hunde sus raíces en la polis griega, fue

transmitida por el imperio romano a la Europa mediterránea y occidental, Egipto y Asia

occidental, a través de sus conquistas militares (Lezama, 1998). Esta herencia urbana fue

reproducida por los españoles en el llamado nuevo mundo, quienes al igual que los

romanos conquistaron y (re)fundaron ciudades como parte de su estrategia de conquista

territorial. En las ciudades hispanas de América un urbanismo colonial pragmático, que

algunos ven como renacentista, basado en retículas ortogonales (con manzanas

cuadrangulares o rectangulares), también retomó algunos elementos del urbanismo

prehispánico como las enormes plazas centrales en Ciudad de México o Quito, que más

frecuentemente se reprodujeron en torno a los conventos para la evangelización de los

indígenas.

Esas antiguas ciudades han cambiado con el tiempo, igual que el concepto de ciudad. Por

ello, para Mongin (2006) el uso de la palabra ciudad en el siglo XXI es obsoleto y también

polisémico, porque sirve para nombrar entidades históricas y físicas muy diferentes como:

ciudad medieval, ciudad colonial, ciudad industrial, ciudad global, mega-ciudad, post-

ciudad, ciber-ciudad, etcétera. Para Lefebvre (2013) [1974] cada sociedad (re)produce su

propio espacio, en este caso, urbano.

11

La ciudad es un artefacto construido artificialmente por seres humanos no sólo para

protegerse del medio hostil, sino para coexistir y vivir mejor. Para Park (1999) [1925], una

ciudad era mucho más que una aglomeración de individuos, servicios colectivos,

instituciones y aparatos administrativos. La ciudad es un producto humano que se imbrica

en los procesos vitales de la gente. La ciudad es un producto social e histórico. Es decir, la

ciudad es una construcción social en el tiempo y también una herencia cultural colectiva (es

patrimonio urbano). A diferencia de otras ciencias y disciplinas sociales que conciben a la

ciudad como un producto preexistente y un escenario en el que ocurren los procesos

sociales; los urbanistas, geógrafos, planificadores territoriales, arquitectos, filósofos,

etcétera, concebimos a la ciudad como un producto social que a su manera produce,

condiciona e influye en los procesos sociales. Por ello, nosotros no sólo estudiamos la

democracia en la ciudad, sino también la democracia de la ciudad: es decir, la equidad y

universalidad de la distribución de los recursos urbanos entre la población, como el suelo,

la vivienda, el agua, el transporte, la centralidad, etcétera. Así, una ciudad no es un espacio

o contenedor inerte e inmutable ocupado por sujetos y objetos, sino un producto social

resultado de las prácticas, las relaciones, las acciones y las experiencias sociales. Para Henri

Lefebvre (2013) [1974], el espacio urbano no es ni neutro ni apolítico, sino un producto

histórico y social, es el lugar de la reproducción de las relaciones sociales de producción.

Se trata de un espacio disputado en condiciones desiguales por diversos actores sociales,

políticos y privados que se apropian ese espacio para usarlo, habitarlo, explotarlo,

dominarlo y/o controlarlo.

La ciudad es un concepto con múltiples dimensiones que remite a un espacio físico

construido por generaciones de personas (que en latín se llamaba urbs), una comunidad

política de ciudadanos con derechos y obligaciones (que en latín era civitas y los griegos

llamaba polis), y a una unidad político administrativa que los griegos llamaban polis (Borja,

2003; Capel, 2003; Carrión, 2008). Conceptos clásicos de la ciencia política tienen su

origen en las ciudades: la política tiene su origen en la polis y la ciudadanía en la civitas. A

menudo se olvida que el concepto ciudadanía aludía directamente a los habitantes de la

12

ciudad, mientras que los campesinos eran quienes residían en el campo1. Sin embargo, el

concepto ciudadanía se separó de su origen para aludir a un conjunto de derechos humanos,

conquistados en las ciudades, que se han universalizado en el territorio y alcanzan a toda la

población sin importar si ésta habita áreas urbanas o rurales. Vista así, la ciudad es parte del

proceso civilizatorio y de conquista de las libertades y los derechos humanos. En el

medioevo y el mundo feudal, la ciudad emergió como un lugar donde vivían los libres;

mientras que en el siglo XIX, con la revolución industrial y la urbanización europea, la

ciudad se convirtió en sinónimo de alta densidad de población, de diversidad y de

heterogeneidad sociocultural en un pequeño espacio limitado (Wirth, 1988 [1938]). La

ciudad era el lugar que permitía la cohesión y la coexistencia social, a pesar de los intereses

individuales y divergentes de los sujetos que en ella se congregaban; la ciudad era una

construcción colectiva que simultáneamente permitía la socialización y la

individualización, a través de la tolerancia (Simmel, 1900 citado en Remy, 2012). Esa

ciudad rompía con las tradiciones y los valores comunitarios y solidarios de la aldea y del

campo, y era el escenario de la anonimidad y la indiferencia. La cultura urbana era

sinónimo de sociedad, un artefacto artificial, mientras que la comunidad era sinónimo de

organismo vivo (Tönnies, 2011) [1935]; pero justo por ello, la ciudad era el lugar que

permitía a la gente ser libre de las ataduras de la comunidad rural y de la aldea. De aquí

viene el proverbio alemán que decía que El aíre de la ciudad hace libres a los hombres

(este proverbio está recogido en diversos textos, entre ellos el de Bookchin, 1974). Así, la

ciudad se convirtió en sinónimo de diversidad sociocultural, respeto, tolerancia, conquista

de los derechos humanos y el lugar de las libertades humanas que integra a todos los

habitantes en igualdad de circunstancias. Por ello, la ciudad, nuestra herencia colectiva,

nuestro patrimonio urbano, ha sido definida como un espacio público de interés común y

general para la sociedad que en ella habita y la población que la visita (Borja, 2003 y 2011).

Sin embargo, estas cualidades de “la ciudad” no sólo han sido siempre más ideales que

reales, sino que se han ido perdiendo en el transcurso de los últimos tiempos,

particularmente desde el tránsito del capitalismo keynesiano o del Estado intervencionista

1 Así por ejemplo, en un Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española del siglo XVIII (RAE,

1726) se define como Ciudadano a “El vecino de una ciudad, que goza de sus privilegios y está obligado a sus

cargas…”.

13

al capitalismo neoliberal, en el que además del repliegue de lo público y la privatización de

lo común; nuevas formas de urbanización, dispersas, difusas y distantes, han contribuido a

hacer más porosos los límites de la ciudad; mientras que nuevos artefactos urbanos se

fragmentan y se aíslan del tejido urbano. Por ello, Francoise Choay (2009) afirma que

paradójicamente en un mundo urbanizado la muerte de “la ciudad” (europea) ha llegado,

pues ya no se construye ciudad sino urbanización. Para nuestra colega francesa, “la ciudad”

era la unión indisoluble de un territorio delimitado y bien organizado (urbs) y una

comunidad de ciudadanos con deberes y derechos políticos (civitas); mientras que la

urbanidad era la relación recíproca entre un tejido urbano y una forma de convivencia. Pero

esos vínculos aparentemente inseparables se han roto: nuevos asentamientos humanos se

construyen en periferias cada vez más lejanas, los centros históricos (la antigua “ciudad”)

se despueblan, turistifican y parquetematizan progresivamente; mientras que las

telecomunicaciones han transformado las relaciones que las sociedades mantenían con su

espacio y tiempo. Así, la interacción entre personas se ha “desterritorializado” y la

pertenencia a las comunidades ya no se funda en la proximidad y el espacio público urbano

(la calle, las plazas, parques, etcétera).

En este mismo sentido Oliver Mongin (2006) afirma que lo antes llamábamos “ciudad” ya

no coincide con lo que ahora calificamos como urbano. “La ciudad” era un territorio

circunscrito, finito y delimitado que respondía a la cultura de los límites, integraba y

relacionaba a los diferentes, favorecía la mezcla social, la confluencia y el encuentro;

mientras que la intrínseca conflictividad social estaba mediada por la urbanidad y la

tolerancia. Sin embargo, desde hace décadas esa ciudad símbolo de la emancipación y la

integración social ahora se confronta con una dinámica metropolitana y una globalización

que dividen, dispersan, fragmentan, privatizan, descentralizan, separan y crean nuevas y

diversas jerarquías urbanas y territoriales. Esto mismo ya había advertido Bookchin (1974),

para quien los procesos de expansión metropolitana ya cuestionaban los límites de la

ciudad y con ello la capacidad de la ciudad de integrar a los diversos. Así, irónicamente en

el siglo XXI, cuando la mayor parte de la humanidad habita en “ciudades”, la realidad

urbana está constituida por una ilimitada e indefinida expansión urbana periférica y

metropolitana que se caracteriza por la segregación, la fragmentación y la emergencia de

14

múltiples centralidades. Lo urbano ya no es un lugar que garantiza la integración social y la

liberación humana, ya no fomenta la proximidad ni las relaciones y encuentros sociales. La

ciudad ya no reúne, integra y relaciona. De ser esto así, entonces asistimos a un momento

de obsolescencia del espacio público urbano: la plaza y la calle. Algunos colegas añadirán

que esto es efectivamente así, y que, en complemento con la agorafobia y el miedo frente a

la inseguridad, el nuevo espacio social (que no público) son los centros comerciales.

Conviene añadir que para Mongin y Choay, la muerte de la ciudad no equivale a catástrofes

que impliquen su desaparición física, sino al despojo de sus atributos urbanos que tienden a

liquidar la riqueza y complejidad de la vida urbana. Para ellos, la “ciudad clásica” reducida

a los centros históricos y algunos barrios históricos (el llamado patrimonio urbano) se han

reducido a excepciones: pequeños territorios que cada vez más se constituyen en “un lujo”

cuyo placer urbano disfruta sólo una minoría; y por otro lado, se pretende museificarlos

(momificarlos) y turistificarlos para supuesta y paradójicamente “salvarlos” o “rescatarlos”.

Ciudad y metrópolis, local y global

Las ciudades no son islas ni realidades sociales endógenas. Las ciudades siempre han

estado en estrecha relación con su hinterland y con el mundo a través de diversas relaciones

multidimensionales, que cada vez con mayor intensidad son facilitadas por las tecnologías

de los transportes y las comunicaciones. Sin embargo, en las tres últimas décadas el

desmantelamiento de las barreras nacionales a los flujos de capitales internacionales ha

colocado y expuesto a las ciudades a relaciones más intensas en el ámbito económico,

social, cultural, etcétera. Así, grandes flujos de capital financiero trasnacional se invierten

en mercados inmobiliarios de distintas ciudades con la lógica de incrementar la

acumulación de capitales, sin importar los efectos locales que éstos tienen. Asimismo, los

flujos de inmigrantes establecen múltiples relaciones entre periferias urbanas de las

ciudades del norte y del sur, y tejen múltiples conexiones trasnacionales en las ciudades del

mundo, a través de flujos económicos, comunicaciones, reproducción de prácticas

culturales y de procesos de hibridación cultural (Besserer y Nieto, 2015). En efecto, una

ciudad nunca ha sido una unidad social endógena. Además, en el siglo XXI los procesos

15

sociales que ocurren en las ciudades y las urbanizaciones cada vez más están más

interconectados con procesos multidimensionales en escala inter y trasnacional.

Reivindicar la ciudad

A pesar de reconocer que en los tiempos actuales ya no se construye “ciudad”, varios

académicos, organizaciones civiles y sociales de distintos lugares del planeta en el siglo

XXI continúan hablando y reivindicando “la ciudad”, por dos razones: Una, aún hay partes

de nuestras ciudades (generalmente los centros y barrios históricos) que como “la ciudad”

clásica, aún poseen un conjunto de atributos colectivos, públicos, sociales, que se deben

defender y difundir en el resto de las urbes; y Dos. Bajo el eslogan de El Derecho a la

Ciudad reivindicamos los atributos y valores de “la ciudad” para todos: residentes y

usuarios. Es decir, una ciudad que integre y acoja a los diversos y diferentes, una ciudad

que garantice la cohesión y la coexistencia colectiva frente a los conflictos cotidianos

derivados de los particulares intereses de los actores sociales, económicos y políticos; una

ciudad que permita la mezcla y el encuentro social; una ciudad en donde el suelo tenga una

función social y los servicios urbanos sean para todos y todas.

Estamos conscientes de que muchos de estos atributos asignados a “la ciudad” tal vez

nunca hayan estado presentes en la Ciudad de México y en otras ciudades latinoamericanas.

En este sentido, igual que Mauricio Merino (2010)2 reivindicamos un espacio público (la

ciudad) que ha sido secuestrado por intereses mercantilistas y monopolios, y defendemos la

construcción de un espacio público y de una(s) ciudad(es) que nunca hemos tenido. Aquí

coincidimos también con autores que han guiado parte de nuestra formación académica

(Lefebvre, 1991; Harvey, 2013; Ortiz, 2008) y otros autores (Lopes de Souza, 2010;

Meagher, 2010), para quienes El Derecho a la Ciudad no consiste en la conquista de una

2 En este libro, Merino presenta un estado desastroso en México: el espacio público electoral ha sido

debilitado por los partidos políticos, las instituciones y los poderes facticos; el espacio público mediático (que

debería ser el ágora de la vida contemporánea) es dominado por dos televisoras privadas; la economía

mexicana (lejos de ser el lugar de producción e intercambio) está marcada por la voracidad de los oligopolios;

mientras que los gobiernos y la administración pública actúan para ellos mismos. Así, en México el espacio

público no es un lugar de convivencia, sino un territorio secuestrado, excluyente y dominado por los poderes

fácticos.

16

ley, sino en una utopía a construir y un eslogan de batalla en la construcción de otras

ciudades y sociedades, bien diferentes a las que tenemos ahora.

2. UN MUNDO IRREMEDIABLEMENTE URBANO

En 2015 la mayor parte de la población en el mundo vive en “ciudades” (el 54%) y se

espera que esta cifra se incremente en 2050 al 66% (UN Hábitat, 2015). La urbanización

del mundo parece un hecho irreversible: no sólo no hay utopías que promuevan el retorno

al campo o la creación de comunidades rurales autosustentables3 en un momento en que las

tecnologías del transporte y las comunicaciones permitirían facilitarlo, sino que la

población del campo se sigue trasladando a las ciudades en las regiones menos urbanizadas

(Asia y África). Así, la población urbana se incrementó de 2,300 millones de habitantes en

1990 a 3,900 millones en 2014, y se prevé que se incrementará hasta 6,300 millones de

personas en 2050 (UN Habitat, 2015). En este contexto, el número de mega ciudades de

más de diez millones de habitantes se ha incrementado de 10 en 1990 a 28 en 2014. Estas

mega ciudades en conjunto alojan a 453 millones de habitantes o el 12% de la población

urbana mundial: diez y seis mega ciudades se encuentran en Asia, cuatro en América Latina

(una de ellas es la Ciudad de México), tres en África, tres en Europa y dos en Norteamérica.

Para 2030 el Centro Hábitat de la ONU (UN Habitat, 2015) augura que habrá 41 ciudades

con más de diez millones de habitantes, todas ellas emergerán en el sur global, antes

llamado tercer mundo.

La migración campo – ciudad que en el siglo XX definió la urbanización latinoamericana

es cosa del pasado. En el siglo XXI las migraciones de población son internacionales y se

dirigen de países del sur a países del norte: los mexicanos y centroamericanos arriesgan su

vida cruzando fronteras para trabajar en los Estados Unidos (EEUU), mientras que los

africanos atraviesan clandestinamente el mar mediterráneo para llegar a Europa. Así, en

2010 más de treinta millones de latinoamericanos y caribeños residían fuera de su lugar de

3 La última utopía que en parte reivindicaba el retorno al campo la constituye el movimiento hippy de la

década de 1960. Pagliero (2014) relata con cierta nostalgia ese movimiento contracultural en Melenudos City.

17

origen, fundamentalmente en EEUU, Canadá y España (ONU Hábitat, 2012); mientras que

el 10% de la población mexicana vivía fuera de su país, mayoritariamente en los Estados

Unidos. En cambio, en Brasil apenas el 0.4% de su población total había emigrado (ONU

Hábitat, 2012). Ecuador es un país que ha perdido entre el 10 y el 15% de su población

desde la década de 1990: en 2013 se tenía un registro de 428 mil y de 456 mil ecuatorianos

residentes es los Estados Unidos y en España respectivamente (Jokish, 2014).

América Latina es la región más urbanizada del mundo, con casi el 80% de su población

viviendo en ciudades4. Esta tasa es mayor que la de Europa, que alcanza el 73% de su

población viviendo en ciudades (UNCHS, 2013). Sin embargo, en algunos países este

porcentaje se incrementa en torno del 90% (Argentina y Uruguay) y del 85% (Chile y

Brasil); mientras que en Centroamérica la tasa de urbanización ronda el 55% (lo que

significa que hay una gran cantidad de población potencialmente emigrante). En México la

tasa de urbanización en 2010 era del 77.8% y se preveía su incremento al 80.6% para 2020

(ONU Hábitat, 2012). Es decir, que cuatro de cada cinco mexicanos vive en ciudades.

Además, la mayoría de las ciudades grandes y medianas en México, como en el resto de

América Latina, son metropolitanas. Es decir, son ciudades que físicamente se extienden en

más de una entidad político administrativa. Se trata de una realidad urbana que constituye

un enorme desafío para las democracias locales y para la gobernabilidad urbana, pues

diariamente miles de personas, que tienen sus derechos políticos y pagan sus impuestos en

el lugar donde duermen o tienen su domicilio, se trasladan a otras partes de la ciudad para

trabajar, consumir, estudiar o visitar. En 2010 en México se habían definido oficialmente

59 zonas metropolitanas que se extendían en 367 municipios y Delegaciones de 29

entidades federativas. Aquí vivían 63.8 millones de habitantes, equivalentes al 56.8% de la

población nacional (SEDESOL, CONAPO e INEGI, 2012).

4 Conviene señalar que de los 588 millones de habitantes que tiene América Latina, el 51.5% de esa población

es brasileña (33%) y mexicana (18.5%). Asimismo, el 14% de la población vive en mega ciudades de más de

10 millones de habitantes (65 millones de habitantes), es decir, la mayoría de la población urbana reside en las

llamadas ciudades medias y pequeñas (ONU Hábitat, 2012).

18

Por otra parte, el crecimiento demográfico en América Latina se ha reducido. Entre 1950 y

2010 la tasa de fecundidad bajó de 5.8 a 2.09 hijos por mujer y la esperanza de vida se

incrementó de 51.4 a 74.5 años. Asimismo, en nuestra región la estructura etaria presenta

un “bono demográfico”, en donde la población económica activa es mayor que la población

no activa (situación que no durará más de 30 años): en 2010 la población menor de 14 años

era del 28%, la de 15 a 64 años era del 65% y la población de más de 65 años era del 7%

(ONU Hábitat 2012).

Este grado de urbanización, acompañado de una considerable reducción de las tasas de

crecimiento demográfico, ha llevado a algunos autores a considerar que en América Latina

la “explosión urbana es asunto del pasado” (ONU Hábitat, 2012) y que la región ha

transitado de la “urbanización sin fin, al fin de la urbanización” (Jordán, 2003). Es decir,

que arribamos a una fase en donde la expansión de nuestras ciudades ya no sería necesaria

como en el pasado, porque la inmigración del campo a la ciudad prácticamente culminó;

mientras que el incremento de población actual de las urbes es por crecimiento demográfico

natural (Jordán, 2003). Sin embargo, a pesar de la desaceleración del crecimiento

demográfico aún persiste una lógica de crecimiento urbano expansivo, promovido por el

mercado inmobiliario (como se comentará adelante) en esta fase de capitalismo neoliberal.

En este contexto, la agenda pública, los problemas sociales, la pobreza y las políticas

públicas se han urbanizado. Aunado a ello, un tema que coadyuva a colocar a las ciudades y

su futuro como un tema central es la cumbre de la Organización de Naciones Unidad sobre

los Asentamientos Humanos, Hábitat III, que se realizará en Quito, Ecuador, en Octubre de

2016.

¿Sirve de algo la Cumbre Mundial de la ONU sobre los Asentamientos Humanos?

La tercera Cumbre Mundial sobre los Asentamientos Humanos - Hábitat III, en 2016, se

realizará en un momento en que: más de la mitad de la población del mundo vive en

ciudades; las desigualdades socioeconómicas se han exacerbado y crece la pobreza social; y

las formas de urbanización neoliberales brutalmente muestran sus consecuencias. Así por

19

ejemplo, en México alrededor de cinco millones de viviendas (mayoritariamente nuevas) se

encuentran vacías. Se trata de conjuntos de “artefactos” urbanos con miles de viviendas de

dimensiones miserables que fueron construidos desde el año 2000 en lugares distantes de

las ciudades y a veces prácticamente en medio de la nada, condenando a la población

“beneficiada” a invertir mucho tiempo y recursos en sus traslados diarios. Esta

urbanización salvaje implicó un enorme crecimiento urbano en escala metropolitana, que a

nombre del déficit habitacional promovió enormes ganancias para las empresas

constructoras, llamadas en México vivienderas (Delgadillo, 2014a).

Otro de los peores ejemplos de la urbanización capitalista neoliberal es España, país que

tienen alrededor de 3.4 millones de nuevas viviendas vacías, a las que se suman una enorme

cantidad de diversos megaproyectos inconclusos (aeropuertos, centros vacacionales,

complejos turísticos de playa o montaña, etcétera), y alrededor de 800 mil desahuciados de

su vivienda por el no pago de los créditos hipotecario. Algunos de los excesos de la

economía del ladrillo y la burbuja inmobiliaria han sido recogidos en publicaciones con

diversos enfoques, así por ejemplo:

• Ruinas Modernas, una topografía de lucro (Schulz-Dornburg, 2012) es el catálogo de

una exposición fotográfica y planimétrica del mismo nombre que muestra los absurdos

del lucro y la especulación, permitidos por una generalizada corrupción: la construcción

inconclusa, que semeja ruinas, de mega proyectos habitacionales, turísticos y de otro

tipo en medio prácticamente de la nada.

• Por su parte Fin de Ciclo (López y Rodríguez, 2010) es un libro que desde la

perspectiva de la economía política pretende explicar, en una perspectiva de largo

plazo, la estupidez de la lógica de lucro –financiada por las poderosas economías de la

Comunidad Europea- que exprimió los ahorros a las clases medias y medias bajas de

España, a través de créditos hipotecarios para la compra de vivienda.

En otros países las consecuencias son similares. A ello se puede sumar la reproducción de

la pobreza ahora urbana, los miles de asentamientos humanos irregulares en América

Latina y México (de los que casi nadie habla), así como un desarrollo urbano exclusivo y

20

exclusionista, que se conduce a través de políticas que selectivamente mejoran el espacio

urbano y/o rehabilitan un selectivo patrimonio urbano, constituido por partes de centros y

barrios históricos.

Volviendo a Hábitat III. Ensimismas, las Cumbres de la ONU constituyen actos

diplomáticos a los que asisten los Jefes de Estado y ministros encargados del desarrollo

urbano y el ordenamiento territorial de los diferentes países, quienes firman protocolos y

compromisos políticos (aparentemente neutros y despolitizados, que a menudo no se

cumplen) para atender los rezagos, problemas y desafíos sociales urbanos. Sin embargo, las

Cumbres de la ONU imponen una agenda internacional que coloca esos temas en el

escenario y el debate público nacional y local. Así por ejemplo:

• En México, en 1975 grupos feministas de las llamadas organizaciones no

gubernamentales (ONG) pudieron colocar temas fundamentales en la agenda nacional

durante El año internacional de la Mujer.

• En 1976, en el marco de la primera cumbre de la ONU sobre los Asentamientos

Humanos, Hábitat I, en escala nacional el gobierno federal decretó la Ley General de

Asentamientos Humanos (primera en el ámbito nacional en México), y en escala

internacional se creó la Coalición Internacional para el Hábitat, integrada por

organismo no gubernamentales y organizaciones y movimientos sociales defensores de

los derechos a la vivienda y a la ciudad, de muchos países, que en un trabajo articulado

han podido evitar algunos desalojos forzosos en algunas ciudades y fortalecer su lucha

en escala local, a través de campañas políticas y múltiples intercambios.

El Centro Hábitat de la ONU, entidad responsable de la realización de Hábitat III,

promueve una agenda urbana internacional aparentemente despolitizada y neutra que es

legitimada por su carácter internacional. Esta institución promueve un desarrollo urbano

“sustentable”, que disminuya la pobreza, los problemas urbanos y el cambio climático; pero

también un desarrollo urbano “competitivo” capaz de retener o atraer inversiones privadas

que generen riqueza económica y empleos. En este mismo discurso, aparentemente neutro,

la ONU premia a las “mejores prácticas”, para demostrar que en el mundo

21

hegemónicamente neoliberal, los pobres con ayuda de ONG, organizaciones filantrópicas y

curas comprometidos, son capaces de mejorar su entorno construido (vivienda y barrio) y

calidad de vida en condiciones adversas.

Las críticas a las cumbres de la ONU son muchas, pero las oportunidades que Hábitat II

abre para discutir la agenda urbana de los gobiernos y las políticas públicas de cara a los

medios de comunicación y la sociedad son innegables. Es por ello que este texto pretende

sumarse a los debates sobre las políticas urbanas que se impulsan en distintas ciudades, y en

general a la necesaria reflexión sobre el futuro urbano y sobre las ciudades del mañana.

La urbanización de África, Asia y América Latina ¿Un atentado para el medio

ambiente mundial y la gobernabilidad local?

La urbanización de Asia, África y América Latina, alarma a nuestros colegas anglosajones

y europeos, que atónitos observan la emergencia de nuevas mega ciudades, lo que según

ellos pondrá en riesgo la “sustentabilidad” del planeta. Así por ejemplo, Richard Rogers

(2006) en Ciudades para un pequeño planeta, denuncia que “las ciudades” consumen “tres

cuartas partes de la energía global y generan tres cuartas partes de la contaminación total”.

Se trata de una versión naif o extremadamente sospechosa que omite cualquier referencia a

por ejemplo, cuánto consumo energético y de barriles de petróleo per cápita hay en

Londres, Nueva York o Calcuta, como para valorar si todas “las ciudades se han convertido

en parásitos dentro del paisaje, (...) consumidoras incansables, contaminantes incansables”,

y si el crecimiento urbano mundial provocará un “crecimiento exponencial del volumen de

recursos consumidos y de la contaminación” (Rogers, 2006: 27). Este arquitecto inglés,

cuyo libro en comento se ha traducido en varios idiomas, dice que la Ciudad de México es

la ciudad que ejemplifica “la doble amenaza al planeta”, pues nuestra ciudad tiene una capa

de smog cuatro veces más espesa que la de Los Ángeles y seis veces más tóxica que los

estándares de la Organización Mundial de la Salud. A este arquitecto se le olvida

mencionar que la mayor contaminación del planeta proviene de los Estados Unidos, Europa

y Japón; y que hay otras ciudades (como Los Ángeles y San Diego) que producen más

contaminación per cápita y mayores gases de efecto invernadero que reducen la capa de

22

ozono del planeta, que la capital mexicana. Aquí, la enorme diferencia es la situación

geográfica del Valle de México que impide la disolución de la contaminación, a diferencia

de ciudades planas como Los Ángeles que permite que la enorme polución se disperse en

un área geográfica muy extensa. Aquí no queremos eludir la responsabilidad sobre los

problemas medioambientales que los ciudadanos tenemos en la Ciudad de México, pero

tampoco queremos dejar pasar este tipo de análisis “científicos” de nuestros colegas anglo o

eurocentristas, que fácil, sospechosa o hábilmente descargan su (i)responsabilidad en la

urbanización del tercer mundo o del ahora llamado sur global.

Mike Davis (2006), un colega de Los Ángeles profusamente difundido en diversas lenguas,

mira a las ciudades latinoamericanas y al incremento de la población urbana en las ciudades

africanas y asiáticas como una amenaza para el orden mundial. Para este autor, tal vez por

residir en Los Ángeles (una “anticiudad” para varios académicos que entendemos la ciudad

en vectores y atributos que no se reducen a la acumulación de construcciones individuales),

las formas urbanas de América Latina, Asia y África constituyen un planeta de “ciudades

miseria”. Este autor con cierto desprecio habla de ciudades híper degradadas, de un “nuevo

monstruo” urbano (la Región Metropolitana Río de Janeiro – Sao Paulo) y de una “ameba

gigante”, la Ciudad de México, que en esta visión catastrófica se ha “tragado” a Toluca

(sic) (Davis, 2006: 17). La imagen de la capital mexicana como protozoario gigante que

come ciudades ya es un exceso, pero lo es más la visión fantasiosa de que otra ciudad,

Toluca, situada a más de 65 kilómetros de distancia, dividida por enormes áreas de

bosques, ya es parte de un enorme continuo urbano. ¿Sabrá este “científico” angelino que

en el año 2000 su urbe, Los Ángeles, era 3.77 veces más grande en términos de superficie y

que consume más energía productora de dióxido de carbono que la Ciudad de México?

Jenks y Burguess (2000: 2) también se preocupan por el crecimiento de la población en una

“escala inimaginable” en las ciudades de los países en desarrollo, que consumirá suelo,

agua, energía y medio ambiente. Curiosamente estos autores europeos tampoco parecen

diferenciar entre las sociedades de bajos ingresos y las sociedades consumistas del primer

mundo que con un alto poder adquisitivo vorazmente consumen suelo, energía no

23

renovable y son los responsables directos y mayoritarios del calentamiento del planeta. Así

por ejemplo:

• Ellos mismos (Jenks y Burguess, 2000: 12) reconocen que el 16.7% de la población

mundial (Japón, Australia, EUA y la Comunidad Europea) produce el 53.6% de las

emisiones de dióxido de carbono en escala mundial.

• Van Susteren (2007) en su Atlas Metropolitano Mundial claramente diferencia las mega

urbanizaciones (extensísimas urbes que consumen suelo, infraestructura y energéticos)

de las mega ciudades, definidas así en función de la cantidad de habitantes. En esa

investigación por ejemplo, Los Ángeles y Nueva York, con 9.3 y 20.2 millones de

habitantes, consumen respectivamente casi dos y ocho veces más territorio que la

Ciudad de México, que en el año 2000 tenía 17.2 millones de residentes y consumía

1,476 kilómetros cuadrados de suelo (ver cuadro 1). Aquí, era evidente que la Ciudad

de México (antes de la urbanización salvaje realizada desde el año 2000, a través de la

política viviendista federal que extendió de manera brutal las periferias urbanas) era una

ciudad que ahorraba suelo y consumía una extensión física apenas mayor que Berlín

pero con 4.5 veces más población que la capital alemana. Que la Ciudad de México era

una urbe ahorradora de suelo e infraestructura, ya era reconocido por autores como

Eckhart Ribbeck (1991).

Cuadro 1. Dimensión demográfica y física de algunas metrópolis en el año 2000

Ciudad de

México

Los

Ángeles

Nueva

York Berlín

Buenos

Aires

París Sao

Paulo

Millones de habitantes 17.25 9.63 20.27 3.88 11.20 9.64 17.72

Kilómetros Cuadrados 1,476 2,874 11,518 1,230 2,771 2,721 1,981

Densidad Habitantes/Km2 11,687 3,351 1,760 3,154 4,024 3,545 8,945

Fuente: Elaboración propia con base en datos de Van Susteren, 2007.

• Por su parte Sassen (2014: 201) brutalmente expone las consecuencias del modelo de

desarrollo económico neoliberal seguido hegemónicamente en el mundo, pero

principalmente por las principales potencias económicas, que han producido tierra

muerta y agua muerta, y son los principales productores del calentamiento global: sólo

una nación, los Estados Unidos, produce el 50% de los gases con efecto invernadero.

24

Colegas residentes en países de habla inglesa también critican duramente esta visión

apocalíptica sobre las formas de urbanización de otras regiones del mundo, que son

consideradas anómalas. Así por ejemplo:

Ananya Roy (2013) se queja de que gran parte de la teoría urbana y regional se continúa

reproduciendo y basándose en la experiencia urbana de los EUA y Europa, cuando el futuro

urbano (con la mayor parte de la población urbana en el mundo) ya está en otra parte. Esas

teorías anglo y eurocéntricas continúan viendo la urbanización del tercer mundo o del sur

global como ciudades subdesarrolladas o anómalas; concentración de pobres, violencia y

contaminación; un mundo de tugurios, etcétera.

Jennifer Robinson (2006) desafía las relaciones del poder colonial y neo imperial, cuyos

supuestos se mantienen profundamente incrustados en la teoría urbana contemporánea que

concibe a “las ciudades del tercer mundo” bajo categorías residuales, megaciudades de

desesperanza, declive y pobreza; mientras que las ciudades de los países del “primer

mundo” son creativas, inventivas, innovadoras o globales. Ella denuncia que el occidente

(Europa y Norteamérica) asume como modernidad sus productos: religión, formas de

Estado, sistemas democráticos de partidos políticos, sociedad consumista, prácticas

culturales y formas urbanas, que son exportados a lugares supuestamente pre modernos.

Aquí, la supuesta dicotomía entre la modernidad y la tradición es una falsa disyuntiva, pues

justamente como lo ha demostrado Eric Hobsbawm (2002), la Europa moderna está

cimentada en tradiciones inventadas en la época moderna.

***

El mundo es y al parecer seguirá siendo irremediablemente urbano, sólo que la mayor parte

de la población urbana mundial y su futuro urbano se encuentra en América Latina, Asia y

África.

25

3. PATRIMONIO URBANO: MEMORIA E IDENTIDAD COLECTIVA

Patrimonio urbano o patrimonio cultural urbano es un concepto anclado a la idea

decimonónica de los monumentos, que en el siglo XX evolucionó a conceptos como

patrimonio histórico y bien cultural. El patrimonio urbano alude a los grupos de edificios,

plazas, calles, centros históricos o ciudades enteras, producidos en el pasado, remoto o

reciente, que han sido consideradas como tales por los gobiernos, las elites o los grupos

sociales, en función de diversos atributos y valores colectivos asignados a ellos: históricos,

estéticos, simbólicos, sociales, etcétera. En esta concepción, nosotros no separamos el

contenido simbólico e inmaterial del contendor material, ni separamos el llamado

patrimonio tangible del patrimonio intangible, pues a menudo los tejidos urbanos y

edificios aislados (bienes materiales) son patrimonializados en función de valores sociales

(más o menos inmateriales) asociados a ellos.

El patrimonio urbano es una categoría de patrimonio cultural relativamente reciente, que

derivó del culto decimonónico a los monumentos conmemorativos y a las edificaciones

monumentales aisladas o individuales. Los monumentos conmemorativos se han construido

a lo largo de la historia para mantener en el presente un hecho del pasado, es decir, para

recordar, guardar la memoria: guerras ganadas, batallas perdidas, hechos históricos, sucesos

colectivos significativos, etcétera. En cambio, las construcciones patrimonializadas

(grandes o pequeñas, destacadas o vernáculas) fueron edificadas para tener un destino

utilitario y simbólico, como demostrar el poder religioso, dinástico, gremial, económico,

etcétera (castillos, catedrales, palacios, etcétera); y ser usadas con alguna función pública o

privada; o para ser utilizadas por la plebe.

El reconocimiento de los tejidos urbanos como patrimonio cultural inició con la protección

de edificios individuales. Sin embargo, en el tránsito del siglo XIX al XX se comenzó a

reconocer la llamada arquitectura menor que contextualizaba a las grandes edificaciones,

que durante el siglo XIX a menudo fue objeto de destrucción con el propósito de realzar de

manera aislada a los edificios monumentales.

26

• Así por ejemplo, el arquitecto Manuel F. Álvarez en 1917 (1982), en plena revolución

mexicana, proponía desmantelar el sagrario metropolitano para monumentalizar la vista

por los cuatro costados de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.

Los efectos de la II Guerra Mundial en Europa, tanto los bombardeos como los programas

de reconstrucción, y los programas de renovación urbana en América Latina, que

implicaron la destrucción de grandes áreas urbanas antiguas, fortalecieron el movimiento de

defensa del patrimonio urbano, bajo el nombre de conjuntos monumentales, zonas de

monumentos y centros históricos (Tung, 2001; Delgadillo, 2011). Además, como veremos

en el siguiente apartado, en las décadas recientes se incrementó de manera acelerada el

reconocimiento de nuevos tipos de patrimonio mueble e inmueble, entre ellos conjuntos

urbano arquitectónicos recientes: como las Ciudades Universitarias de Caracas y Ciudad de

México; barrios obreros como los proyectados por la Bauhaus en Alemania; y hasta

ciudades enteras como Brasilia.

La idea de patrimonio cultural alude a las creaciones humanas muebles e inmuebles,

materiales e inmateriales5 del pasado remoto o reciente, que por sus atributos y múltiples

valores asociados se han considerado como una herencia colectiva. En el pasado muy

reciente hablábamos de “patrimonio cultural urbano” para referirnos a esa selección de

edificios, barrios y centros históricos que se encuentran en las ciudades y han sido

reconocidos como herencia colectiva en función de atributos y valores colectivos. Sin

embargo, hoy consideramos una tautología hablar de patrimonio urbano y cultural, pues lo

urbano en su más amplia expresión en un producto cultural, mientras que la cultura también

tiene una dimensión urbana, más cuando la mayor cantidad de población en el mundo vive

en ciudades.

El patrimonio urbano, igual que el patrimonio cultural, no es un acervo material que

preexiste por sí mismo, sino que es fundamentalmente una construcción social en la que

5 Siempre tengo problemas en hablar del patrimonio cultural inmaterial o intangible, pues el habla, las

ceremonias religiosas o laicas, la gastronomía, la danza, la música, etcétera, son un patrimonio que se expresa

a través de alguna materialidad: las prácticas culturales se pueden experimentar con los cinco sentidos,

además se pueden grabar y registrar de diversas formas; mientras que la comida se puede preparar y degustar.

27

tradicionalmente los grupos en el poder, desde un presente, seleccionan y han seleccionado

algunos de los múltiples inmuebles y barrios del pasado, a los que se les asignan atributos

históricos, artísticos y otros valores colectivos. Así como cada sociedad produce su espacio

urbano (Henri Lefebvre dixit), cada sociedad o grupos en el poder y elites ilustradas

históricamente ha construido o definido lo que consideran su herencia edificada colectiva.

Sin embargo, los lugares patrimonializados son socialmente apropiados de diversas

maneras.

El patrimonio urbano lejos de remitir a las ruinas del pasado, vestigios históricos inertes

antiguos y recientes o a un museo a cielo abierto, está constituido mayoritariamente por

complejos tejidos urbanos vivos y habitados. En efecto, el patrimonio urbano está integrado

por inmuebles utilizados (parcial o totalmente) o abandonados (baldíos, ruinas, edificios

desocupados); edificios con distinto tipo de uso (vivienda, servicios, equipamientos);

diferente propiedad (pública, social o privada); régimen de tenencia; edad (avanzada,

reciente); y estado físico (bueno, deteriorado, regular). Esta es una característica

fundamental que hace a este patrimonio cultural inmueble muy diferente del patrimonio

cultural mueble como por ejemplo la pintura, la escultura, las colecciones de libros,

archivos, etcétera. Es decir, se trata de edificios y barrios que fueron construidos con

diversos fines utilitarios, son habitados y utilizados, y no fueron construidos para ser

considerados como herencia histórica. Esto ocurrió a posteriori. Se trata de partes, que

como el resto de la ciudad son objeto de disputa por parte de diversos actores con diferentes

intereses económicos, sociales y políticos.

La apropiación, la relación de identidad, el acceso y el disfrute del patrimonio urbano es y

ha sido desigual entre los distintos actores sociales, económicos y políticos. En efecto, así

como hay un patrimonio urbano jurídicamente reconocido por leyes y normas, y tal vez

socialmente desapropiado o desconocido; también hay otros patrimonios urbanos

socialmente apropiados aunque jurídicamente no estén reconocidos como tales. Así, en el

patrimonio urbano se sobreponen y yuxtaponen percepciones, identidades, memorias,

atributos y valores.

28

El enorme simbolismo del patrimonio urbano radica en varios hechos:

• Muchos edificios y espacios urbanos se han construido con la idea de congregar y

mantener unidos a los colectivos sociales. Otros edificios, plazas y barrios no fueron

erigidos así, pero a posteriori han desempeñado estas mismas funciones sociales,

políticas, culturales y simbólicas.

• La aparente permanencia “eterna” de los edificios es muy fuerte y constituye un anclaje

que trasciende la vida humana. Esto convierte a algunas edificaciones y conjuntos

urbanos en un poderoso instrumento persuasivo para los grupos en el poder: la decisión

de qué se conserva, qué se destruye, qué se “descubre”6 o qué se construye a menudo

aspira a reconfigurar la historia (oficial) y el orden social y político.

• La ciudad es a su manera una memoria colectiva para sus residentes, pues la memoria

está asociada a los objetos y los lugares donde se habita (Rossi, 1981). Lefebvre [1974]

(2013: 262) reconoce que el espacio urbano y monumental ofrece a cada miembro de

una comunidad la imagen de su membresía y de su apariencia social. Se trata de un

espejo colectivo que es más auténtico que el espejo personal. Es por ello, que una visión

antropologista del patrimonio cultural (Choay, 1995 y 2007; Chanfón, 1996), en su más

amplia expresión, justamente reivindica que éste contribuye a la construcción de una

identidad colectiva basada en la originalidad y la diferencia entre culturas y los pueblos,

y a asegurar una memoria social que orienta el futuro de esos grupos sociales.

• Halbwachs (2011: 190-195) reconoce que las estrechas relaciones entre las

“impasibles” piedras de la ciudad y la vida cotidiana de la gente no se rompen

fácilmente a pesar de la destrucción de la ciudad, un barrio o una calle; o del

desplazamiento (in)voluntario de la gente. Los nombres se quedan en los lugares y/o

son llevados consigo por los grupos sociales cuando se desplazan

Los edificios y barrios antiguos concentran emblemáticamente la historia de la ciudad y de

la sociedad que la creó; mientras que los nombres de la ciudad, de las calles, las plazas y los

6 El uso político de las ruinas de templos y ciudades precolombinas en México fue profundamente estudiado

por Daniel Schávelzon (1990). No es casual que un Presidente decidiera “descubrir” las ruinas del Templo

Mayor en el Centro Histórico de la Ciudad de México entre 1978 y 1980, a costa de destruir edificios de los

siglos XVIII y XIX.

29

lugares no sólo relatan la historia local, sino que otorgan argumentos para las identidades

de la urbe. A menudo los nombres permanecen aunque el objeto físico haya desaparecido.

A menudo algunos edificios involuntariamente se convierten en íconos de una ciudad: la

Torre Eiffel en París, la Torre inclinada de Pisa, el coliseo en Roma, la catedral de San

Pablo en el Vaticano, etcétera. Así, la ciudad es un territorio que contiene y acumula

tiempo, la ciudad está conformada de estratos históricos de diferentes temporalidades.

Patrimonio urbano: relación con el pasado y herencia colonial

El patrimonio urbano, como en su más amplia expresión el patrimonio cultural, remite a las

relaciones que los pueblos (y sus elites) tienen con su pasado. Así, los pueblos que se

independizan de los colonizadores en lo inmediato no reconocen el legado urbano y

arquitectónico colonial como parte de su patrimonio. La valoración de la herencia edificada

proveniente de un pasado de dominación es conflictiva. En algunos períodos de la historia,

sobre todo en momentos de cambios de régimen, revoluciones y rupturas profundas, se

presenta la intención de destruir los símbolos del pasado de oprobio y dominación que se

derroca. A menudo los nuevos órdenes revolucionarios pretenden construir un nuevo orden

político, social y urbano, sobre las cenizas físicas del pasado. Bevan (2006) consigna una

serie de edificios y palacios de la nobleza francesa, que los revolucionarios de fines del

siglo XVIII condenaron a su destrucción por constituir un insulto a la moral de la nueva

República. Tung (2001) da cuenta de la destrucción del patrimonio histórico, urbano y

arquitectónico, en Moscú y Beijing en la época comunista, por motivos ideológicos.

Hobsbawm (2002) sostiene que el pasado legitima: el mito y la invención de “hechos

históricos” son esenciales en las políticas de la identidad de los diferentes grupos sociales y

en las distintas culturas. Parte de ese pasado tangible está constituido por una herencia

edificada, integrada por edificios, barrios y ciudades. Para Nasr y Volait (2003) la tarea de

crear o de (re)construir un Estado y de generar una nueva identidad colectiva, nacional o

local, se acompaña de los esfuerzos por construir un nuevo entorno urbano, por parte de

quienes accedieron al poder. Frecuentemente los nuevos gobernantes (colonialistas o

independizados) explícita o implícitamente construyen nuevos monumentos, edificios y

30

barrios, así como patrimonio, es decir, del pasado edificado seleccionan algunos objetos

(edificios y barrios) a los que se les asignan nuevos significados, que sirven para construir o

fortalecer una nueva identidad nacional. En efecto, muchos países postcoloniales, una vez

independizados “inventan” una herencia nacional, lo que conduce a patrimonializar parte

del entorno construido (áreas urbanas vistas como históricas, distintivas, autóctonas u

originarias) y a construir una nueva percepción sobre esos lugares.

Las ideas occidentales (que muchos europeos y anglosajones erróneamente se reservan para

sí mismos) históricamente se han transferido y han circulado en diferentes períodos en todo

el mundo, lo que para algunos autores abarca la idea sobre el patrimonio cultural y sus

formas de conservación (Choay, 1995 y 2007). Nosotros sostenemos que la idea del

patrimonio no es exclusiva de Europa, sino que abarca bastas geografías y que se trata de

una idea asociada a la formación de los Estados Nación como veremos enseguida.

La invención del patrimonio cultural y urbano en México

Sonia Lombardo (1997) demuestra que la construcción del patrimonio cultural mexicano

está estrechamente vinculada a la formación del Estado Nación posterior a la independencia

de España en el siglo XIX y al surgimiento del Estado Nacional posrevolucionario del siglo

XX, con sus respectivas preocupaciones por construir una nueva identidad nacional, que

pretende otorgar a la población una homogénea identidad cultural. Para Lombardo (1997),

la formación del patrimonio cultural mexicano ha sido una histórica construcción del

binomio gobierno y elites ilustradas en el poder, que ha implicado una selección ideológica

de los objetos valorados y que su respectiva preservación es una “imposición ideológica de

los valores culturales de grupos dominantes a los subalternos”. No es casual que las

legislaciones decimonónicas sobre la protección del patrimonio cultural en México (bajo

los conceptos de “antigüedades” y “monumentos”) insistan que los monumentos históricos

son la constancia de la identidad de un pueblo y la prueba fehaciente que los diferencia de

otras naciones (Gertz, 1976).

31

La emergente nación mexicana que se independizaba de España, reivindicaba el pasado

prehispánico para diferenciarse y distanciarse de la subyugación colonial7. Por ello, se

realizaron esfuerzos para estudiar, descifrar y conservar los objetos culturales

prehispánicos; y crear leyes y decretos para proteger las antigüedades mexicanas (de los

saqueos que realizaban viajeros y arqueólogos interesados en esos objetos). Si bien en ese

momento el pasado colonial, por constituir la herencia de un régimen derrocado, no fue

objeto de conservación, tampoco fue objeto de destrucción.

A principios del siglo XX, y con una distancia de casi un siglo, las primeras legislaciones

sobre la protección del patrimonio que se realizan en plena revolución mexicana (la Ley

sobre conservación de Monumentos Históricos y Artísticos y Bellezas Naturales del 6 de

abril de 1914 y un proyecto de Ley sobre Conservación de Monumentos, Edificios, Templos

y objetos Históricos o Artísticos de enero de 1916) (Gertz, 1976: 65-78), comienzan a

reivindicar la herencia colonial como un conjunto de objetos muebles e inmuebles que

merecen ser conservados por sus atributos históricos y estéticos. En ese momento

abiertamente se reivindica el legado colonial: Federico Mariscal en 1914 publica La patria

y la arquitectura nacional y Manuel Toussaint publica en 1915 El arte colonial. Aquí, la

idea del mestizaje cobra un mayor interés que lo prehispánico como un elemento de la

identidad y la cultura nacional; mientras que la arquitectura colonial es recreada bajo el

nombre de neocolonial.

Es interesante destacar que en la década de 1930 en México, en el marco de la Ley sobre

Protección y Conservación de Monumentos y Bellezas Naturales de 1930 y la Ley sobre

Protección de Monumentos Arqueológicos e Históricos, Poblaciones Típicas y Lugares de

Belleza Natural de 1934, se comenzaron a proteger tejidos urbanos, conjuntos de

edificaciones y plazas públicas y sus entornos construidos bajo la figura de zona típica. Tal

7 Esta misma idea está presente en Perú, 1822, cuando el libertador General San Martín emite un decreto que

afirma que los monumentos de la antigüedad son propiedad de la nación (vestigios de la cultura Inca); y en

Guatemala, 1829, cuando se crea el Museo Nacional con una gran cantidad de objetos de la cultura Maya.

32

fue el caso de la Plaza de la Constitución y de las ciudades coloniales de Puebla, Taxco y

Guanajuato8.

El reconocimiento del legado edificado del siglo XIX, en particular la herencia ecléctica

construida durante la dictadura de Porfirio Díaz que la Revolución Mexicana derrotó, han

sido reconocidos hasta la década de 1970 bajo la figura de Monumentos Histórico. En

efecto, la aún vigente Ley Federal de Monumentos y Zonas de Monumentos Arqueológicos,

Artísticos e Históricos de 1972 concibe a los tejidos urbanos o patrimonio urbano como la

suma de muchos monumentos. Esta ley, anclada en conceptos decimonónicos, establece

una línea de tiempo para diferenciar los Monumentos y las Zonas de Monumentos: los

Monumentos Arqueológicos son bienes muebles e inmuebles producidos hasta 1521; los

Monumentos Históricos son bienes producidos entre 1521 y 1900; mientras que los

Monumentos Artísticos abarcan los bienes producidos desde 1900 en adelante. Aquí, la

arqueología y la historia han dejado de ser ciencias sociales para convertirse en períodos de

tiempo; mientras que bajo la figura de monumentos artísticos diversas arquitecturas del

siglo XX han sido patrimonializadas.

Con base en la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas de Monumentos Arqueológicos,

Artísticos e Históricos el Gobierno Federal ha decretado 59 Zonas de Monumentos

Históricos en el país. Vale agregar que la mayor parte de esas declaratorias se hicieron

entre la década de 1970 y hasta el año 2000. Todo indica que los gobiernos neoliberales del

conservador Partido Acción Nacional, que dirigieron los destinos del país entre 2000 y

2012, no tenían mucho interés en seguir utilizando la ley federal en la materia: en esos dos

mandatos sexenales se decretaron dos zonas de monumentos históricos en 2012 y ocho en

2001. En cambio, estos gobiernos federales desde el año 2000 impulsaron la creación de los

“Pueblos Mágicos”. Se trata de una política de desarrollo económico que promueve la

turistificación de poblaciones antiguas y pintorescas, con inversiones federales de la

Secretaría de Turismo, para la “recuperación” del patrimonio urbano y su adaptación al

turismo cultural. Hasta 2015 hay un total de 83 “pueblos mágicos” que han sido decretados

8 En aquella época en América Latina ocurría lo mismo: en 1933 la ciudad histórica de Ouro Preto, Brasil, fue

declarada Monumento Nacional y en 1944 el recinto intramuros de La Habana Vieja, Cuba, fue declarado

zona de excepcional valor histórico y artístico.

33

por sus “atributos simbólicos, leyendas, historia, hechos trascendentes, cotidianidad, en fin

(de la) magia que emanan…” (SECTUR, 2015). Las críticas que diversos académicos

hacemos a este tipo de políticas es que el turismo no es una “industria sin chimeneas”

(como se quiere hacer ver); el turismo –en las condiciones en que se realiza- lejos de

promover el desarrollo económico y la equidad social, contribuye a profundizar las

desigualdades socioeconómicas, porque las ganancias que esta actividad genera son

capturadas sólo por algunos actores económicos y los empleos generalmente son mal

pagados (Castellanos y Machuca, 2008; Daltabuit, 2000; Delgadillo, 2009; Duterme, 2008;

Hernández López, 2009). En este mismo sentido, Valverde y Encizo (2014) además de

preguntarse qué cosa es la magia y lo mágico, consideran que este programa construye

escaparates atractivos que mercantilizan el hábitat de los pueblos tradicionales.

Por otra parte, en 1972 el Estado mexicano suscribió la Convención de la Organización de

Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en

inglés) para la protección del Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad. Sin embargo,

fue hasta 1984 que el Senado de la República ratificó esa Convención (condición necesaria

para que los Tratados y Acuerdos que firma el Ejecutivo Nacional tengan validez jurídica

en México) y hasta 1987 (quince años después de haber firmado esa Convención) se

comenzó a promover la inclusión de destacados sitios mexicanos, culturales y naturales, en

la Lista del Patrimonio de la Humanidad. Así, apenas en 1987 la UNESCO reconoció como

Patrimonio de la Humanidad a siete sitios culturales, entre ellos los centros históricos de

Oaxaca, Ciudad de México y Puebla. Desde entonces el interés ha crecido y hasta 20159:

México tenía inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial 32 sitios, de ellos 5 son

patrimonio natural, 26 son patrimonio cultural y uno es mixto (natural y cultural); asimismo

once son centros históricos (aquí incluimos el centro histórico de Tequila, Jalisco, que fue

reconocido en el marco del paisaje cultural agavero).

México firmó asimismo la Convención dela UNESCO para la Salvaguarda del Patrimonio

Cultural Inmaterial de la Humanidad, en 2003, y hasta mayo de 2015 tienen inscritas ocho

9 Hasta Mayo de 2015 la UNESCO tenía un listado de 1,007 sitios Patrimonio de la Humanidad, de los cuales

779 son sitios culturales, 197 naturales y 31 eran sitios mixtos.

34

tradiciones en la respectiva Lista, que ya cuenta con 364 prácticas y tradiciones culturales

inscritas en escala mundial.

El incremento de tipos de patrimonio urbano ¿Reconocimiento, defensa o

mercantilización del legado construido?

Aunque como hemos visto la defensa del patrimonio edilicio data del siglo XIX y el

concepto de centro histórico surge en la década de 1960, es durante las dos últimas décadas

que el tema de los centros históricos y del patrimonio urbano emerge con una gran fuerza,

en México y el mundo, al grado de convertirse en un nuevo paradigma de las políticas

urbanas y de la agenda pública de los gobiernos de un gran número de ciudades y países.

Asimismo, en las últimas dos décadas han ocurrido cambios sustanciales en las formas de

concebir la protección, la conservación y el aprovechamiento del patrimonio urbano.

El interés centrado casi exclusivamente en los centros históricos se amplió para abarcar a

otros territorios y otros tipos de edificaciones urbanas: las expansiones urbanas

decimonónicas y de principios del siglo XX, los conjuntos escultóricos ornamentales y

conmemorativos, diversos paseos y secciones de calles, rutas procesionales, colegios y

ciudades universitarias, teatros y cines, hospitales antiguos, fábricas y áreas fabriles,

estaciones de tranvía y ferrocarril, kioscos, arquitectura reciente, jardines y parques

urbanos, panteones, ex haciendas y quintas, barrios obreros, mercados de abasto, mobiliario

urbano, señalizaciones antiguas, etcétera.

La creciente importancia que se otorga al patrimonio urbano arquitectónico en el país ya se

expresaba en el Plan Nacional de Desarrollo Urbano 1991–1994, que señalaba que México

tenía más de 1,500 centros históricos de diferentes dimensiones que requerían algún tipo de

intervención para su salvaguarda y aprovechamiento (SEDUE, 1991). Por su parte, en la

Ciudad de México o Distrito Federal, el legado urbano arquitectónico oficialmente

reconocido es muy amplio y diverso, como se verá enseguida.

35

El Patrimonio de la Humanidad y el papel de la UNESCO

La Organización de Naciones Unidas (ONU) y sus entidades sectoriales, como la

UNESCO, despliegan un discurso neutro y apolítico que no se pregunta las causas que

generan la desigualdad social y la pobreza, en escala local y mundial, sino que legitiman el

sistema social y económico imperante en escala global.

La afamada convención de la UNESCO sobre el Patrimonio Cultural y Natural de la

Humanidad de 1972, ha sido signada por más de 180 países. Mientras que su popular

instrumento, la Lista del Patrimonio Mundial, ha expandido primero la consciencia y

después la moda por la selección del patrimonio cultural y natural. Esta convención ha

institucionalizado un cierto tipo de prácticas “sustentables” de conservación del patrimonio

en el mundo, que casi irremediablemente conducen a la turistificación y mercantilización

del patrimonio natural y cultural (Labadi y Long, 2010); y abiertamente promueven la

explotación de la economía de la unicidad o de “lo único” (Licciardi y Amirtahmasebi,

2012). Es curioso ver que incluso las culturas asiáticas (que tienen otra relación con su

pasado edificado, más vinculado a los símbolos y a la reconstrucción cíclica que a la

preservación de ruinas, el mantenimiento de antigüedades o la preservación de los vestigios

históricos), en la era del capitalismo neoliberal globalizado se han sumado a las tendencias

occidentales de explotación comercial del patrimonio urbano.

En gran medida, el éxito de la Lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad y de la

doctrina sobre la conservación del patrimonio de la UNESCO se sustenta en: 1. Un discurso

aparentemente apolítico que protege y promueve la conservación de las diferentes culturas

frente a las amenazas homogeneizadoras de una globalización en abstracto; 2. En los

criterios “universalistas” y “objetivos” que eligen qué es y qué no es patrimonio de la

humanidad, por su valor “excepcional”. Sin embargo, la Lista “mágica” de la UNESCO:

• Visibiliza a lugares poco conocidos y los convierte en atracciones turísticas en escala

nacional e internacional (y por lo tanto en lugares gentrificables).

36

• Legitima, esconde y despolitiza las intenciones políticas nacionalistas y mercantilistas

de las solicitudes de inscripción que recibe de los gobiernos nacionales firmantes de esa

convención. Es decir, los gobiernos utilizan el “universalismo” de esta convención para

apuntalar su propia versión de nacionalismo y para promover la mercantilización del

patrimonio.

• Sirve para que los gobiernos de municipios y ciudades que alojan el patrimonio mundial

utilicen el reconocimiento de la UNESCO como una marca para presentarse en el

mundo con sus recursos naturales y culturales, para atraer inversiones, competir

económicamente, etcétera.

Así, esta Convención de la UNESCO contribuye a la mercantilización del patrimonio

cultural, a través de lo que ella califica como distintivo, auténtico, universal y único; y

también contribuye a la homogeneización del patrimonio cultural, a través de sus políticas y

recomendaciones: los sitios Patrimonio de la Humanidad se adecúan a estándares de

consumo del turismo global (alojamiento, servicios) y con ello llegan cadenas y franquicias

comerciales internacionales de cafés, restaurantes, tiendas, etcétera.

En la región hay algunos trabajos incipientes que analizan el papel de la declaración del

Patrimonio de la Humanidad en la turistificación de los centros históricos de Valparaíso

(Araya, 2010); Quito (Del Pino, 2010); Cartagena (Posso, 2014) y Ciudad de México

(Delgadillo, 2009). En estos centros históricos, bajo el discurso del encuentro de culturas, el

desarrollo sustentable y competitivo, y el aprovechamiento de la autenticidad del

patrimonio urbano, paradójicamente se promueve la homogeneización del paisaje urbano

con la proliferación de servicios para los turistas, muchos de los cuales pertenecen a

cadenas internacionales de servicios: una diversa gama de hoteles (desde hostales hasta

hoteles boutique), bares, restaurantes, tiendas de souvenires, galerías, visitas guiadas,

etcétera.

37

EL PATRIMONIO URBANO DEL DISTRITO FEDERAL

En el Distrito Federal aplican dos escalas de gobierno con atribuciones sobre el territorio y

el patrimonio urbano, la federal y la local, y cada una ha reconocido el patrimonio urbano, a

través de distintas figuras y ordenamientos.

El gobierno federal, con base en la Ley Federal de Monumentos y Zonas de Monumentos

Arqueológicos, Históricos y Artísticos, ha decretado seis Zonas federales de Monumentos

Históricos en el Distrito Federal:

• Zona de Monumentos Históricos del Centro Histórico de la Ciudad de México,

decretada el 30/04/1980.

• Zona de Monumentos Históricos de Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta, decretada el

04/12/1986.

• Zona de Monumentos Históricos de Tlalpan, decretada el 05/12/1986.

• Zona de Monumentos Históricos de Azcapotzalco, decretada el 09/12/1986.

• Zona de Monumentos Históricos de Villa Álvaro Obregón, decretada el 11/12/1986.

• Zona de Monumentos Históricos de Coyoacán, decretada el 20/12/1990.

De acuerdo a la legislación federal, las atribuciones para la conservación de estas zonas

federales de monumentos históricos recaen en el Instituto Nacional de Antropología e

Historia (INAH). Como se verá en el capítulo 4 de este libro, la política pública de

“recuperación” del patrimonio urbano fundamentalmente se ha centrado en sólo una parte

del Centro Histórico de la Ciudad de México, y de manera mucho más puntual en

Coyoacán y Xochimilco. En el resto de zonas de monumentos históricos prácticamente no

ha habido inversión ni acción pública alguna.

Por su parte, el Gobierno del Distrito Federal reconoce una gran diversidad y tipología de

patrimonio urbano a través de los siguientes instrumentos jurídicos:

38

A) La Ley de Desarrollo Urbano del Distrito Federal, desde 1996 y sus sucesivas

reformas, incluye la figura de Áreas de Conservación Patrimonial para la protección de

diversos tipos de patrimonio urbano.

B) El Programa General de Desarrollo Urbano del Distrito Federal vigente reconoce ocho

zonas arqueológicas, seis zonas históricas, 3,298 monumentos históricos, ocho mil

inmuebles con valor artístico y 180 sitios con valor patrimonial (ALDF, 2003: 49). Aquí

hay 2 ejes patrimoniales de carácter escultórico (Ruta de la Amistad y Acueducto de

Guadalupe10), 5 centros históricos, catorce equipamientos (conjuntos arquitectónicos del

siglo XX), así como parte de 18 pueblos rurales, 46 pueblos urbanos, 33 Barrios históricos,

y 39 colonias modernas. Cuatro sitios son Patrimonio Cultural de la Humanidad: el Centro

Histórico, las chinampas de Xochimilco, la Casa de Luis Barragán y la Ciudad

Universitaria.

C) La Ley de Salvaguarda del Patrimonio Urbanístico Arquitectónico del Distrito Federal,

del 30/12/1999, reformada el 20/09/2001, reconoce como patrimonio urbano a:

• Zonas de Patrimonio Urbanístico Arquitectónico: centros históricos, barrios antiguos y

colonias. Aquí aparecen las colonias: Juárez, Santa María la Ribera, Roma, Hipódromo,

Condesa, Pedregal y Las Lomas; y los Centros Históricos de Santa Fe, Cuajimalpa,

Mixcoac, Tacubaya, San Bartolo Ameyalco, Santa Rosa Xochiac y Mexicalzingo.

• Espacios abiertos monumentales: acequias, atrios, calles con “tradición histórica”,

canales, chinampas, deportivos al aire libre, huertos, jardines botánicos, jardines

públicos, panteones, parques urbanos, zoológicos, paseos, plazas y viveros11.

• Monumentos urbanísticos: individuos vegetales y árboles así como las esculturas

ornamentales y conmemorativas, y el mobiliario urbano.

10 El calificativo de “escultórico” es reciente, pues se trata de una obra ingenieril, obsoleta desde hace

décadas, para traer agua a la ciudad. 11 Aquí expresamente se mencionan: el Jardín Centenario; los Viveros de Coyoacán; las calles Arcos de

Belén-Chapultepec, Florencia, Palmas, Vértiz, Campeche, División del Norte y Cumbres de Maltrata; los

panteones Jardín, de los Remedios, de San Lorenzo Tezonco, Civil de Dolores, Francés de la Piedad, Español,

San José, Xoco, el Calvario, San Isidro, Santa Lucía, Santa Apolonia, Monte Sinaí, Israelita y Pueblo de

Atzacoalco. También se mencionan por su nombre 29 parques urbanos y 15 paseos.

39

Más allá de que esta ley no opera porque hasta la fecha no tiene reglamento, es curiosa la

aparición de nuevas figuras de patrimonio urbano. Así por ejemplo, algunas especies de

árboles (ahuehuetes, sauces, ahuejotes, fresnos y cedros) que pueblan la ciudad son

considerados “monumentos urbanísticos”, mientras que las chinampas (una unidad de

producción agrícola lacustre) son consideradas como “espacio abierto monumental”.

También se debe señalar que en esta ley curiosamente no aparecen los barrios obreros

(como las colonias Doctores y Obrera) que son tan antiguos e históricos como las modernas

colonias Roma y Condesa.

Como quiera que sea, se trata de una de las mayores concentraciones de patrimonio urbano

arquitectónico en el país y el continente americano, lo que representa una ventaja

comparativa para la ciudad, pero al mismo tiempo implica una gran responsabilidad para la

salvaguarda y gestión de esa enorme riqueza cultural urbana.

CAMBIOS EN LAS FORMAS DE INTERVENCIÓN SOBRE EL PATRIMONIO

URBANO

Las formas de intervención sobre el patrimonio urbano en México en las últimas décadas

han sufrido transformaciones sustanciales: de la realización de obra física se ha transitado a

formas de gestión que pretenden ser integrales e incorporar diversos factores y emergentes

actores sociales, económicos y políticos, que demandan participar en la conservación, uso y

beneficio de una herencia urbana, que por definición es colectiva.

De ciudad “detenida en el tiempo” a ciudad dinámica:

En el contexto del incremento de nuevos tipos de patrimonio edilicio y urbano, diversas

ciencias sociales (como la sociología, la antropología, la geografía, la economía, etcétera)

se han incorporado al estudio de la herencia edificada, que en sus inicios fue coto exclusivo

de arquitectos y restauradores (como funcionarios públicos o consultores), lo que ha

enriquecido el conocimiento, el debate académico y la definición de las respectivas

políticas públicas. Así, en un pasado no tan remoto el patrimonio urbano, bajo la figura casi

40

exclusiva de los centros históricos, era entendido como una parte de la “ciudad detenida en

el tiempo”, es decir, como un conjunto de edificios antiguos articulados con plazas

públicas, que a pesar del deterioro conservaba una (supuesta) homogeneidad morfológica,

volumétrica y constructiva (Del Moral, 1977; Díaz Berrio, 1976; Flores Marini, 1976;

Gutiérrez, 1990; Medel, 1980). El centro histórico era una parte de la ciudad, su centro y

origen, que evolucionó hasta que un “progreso mal entendido” vino a destruirlo, a través de

la sustitución de edificios antiguos por modernas edificaciones en altura construidas con

modernos materiales y sistemas constructivos. Frente a estas visiones (aún presentes en

pleno siglo XXI) que concebían al patrimonio urbano como una ciudad estática y un acervo

físico proveniente del pasado, desvinculado del tejido social, de la dinámica económica y

de las relaciones políticas; otros autores latinoamericanos (desde el ámbito de la historia, la

geografía, el urbanismo, la geografía, etcétera) entendían a los centros históricos como una

parte de la ciudad, tal vez la más importante, que desempeñaba el papel de centro de

enormes periferias urbanas y que tenía un alto contenido simbólico derivado de la herencia

edificada y de las funciones colectivas centrales (sociales, cívicas, políticas, religiosas,

culturales, etcétera). Para Hardoy (1992) las dinámicas y problemas multi-dimensionales de

las ciudades antiguas, convertidas en centros de grandes aglomeraciones, sólo podrían ser

entendidas en el marco de la dialéctica relación centro – periferia y del proceso de

urbanización.

Así, hoy día los centros históricos son definidos no sólo por sus atributos históricos (pues

toda la ciudad tiene historia, remota o muy reciente), sino por sus funciones de centralidad

urbana. Estos territorios concentran más historia que otros lugares de la ciudad porque son

más antiguos, pero de ninguna forma son territorios urbanos estáticos, detenidos en un

determinado momento de la historia. Por el contrario, se trata de territorios dinámicos que

han sido (re)producidos y transformados en el transcurso de la historia por la acción de su

población. Por supuesto que hay centros históricos que conservan una mayor cantidad de

edificios antiguos e históricos que otros, más debido a la ausencia de inversiones (que

evitaron diversos procesos de modernización urbana y sustitución edilicia en el transcurso

del tiempo) que a las legislaciones en la materia. Así, hoy en día reconocemos que los

centros históricos son territorios que en algún momento de la historia constituyeron toda la

41

ciudad, pero que en el marco de la expansión urbana la antigua ciudad pasó a desempeñar

la función de centro (no sempiterno) de una urbe en proceso de expansión periférica

continúa. En este contexto, “la ciudad que se transformó en centro” sufrió un proceso de

diferenciación y especialización funcional: mantuvo, perdió, amplió o descentralizó, en el

resto de la ciudad, las funciones centrales y a veces también las residenciales.

En esta misma línea Bandarin y Van Oers (2014) reconocen que la ciudad y los paisajes

urbanos históricos son organismos dinámicos, que de ningún modo retienen su carácter

físico “original” e inmutable al paso del tiempo. Para ellos, hablar de “conservación

urbana”, “autenticidad” e “integridad” del tejido urbano es más una aspiración y un mito

que una realidad. Más bien, la conservación urbana es un compromiso continuo y una

adaptación continua. Por ello, estos autores están en contra de concebir los barrios

históricos como islas urbanas. Por cierto que estos autores, que pretenden colocar a nivel

mundial el concepto aparentemente neutro y apolítico de Paisaje Urbano Histórico,

desconocen la rica experiencia latinoamericana en materia de conceptualización e

intervención en los centros históricos, así como las turbulencias sociales cuando se disputa

el patrimonio urbano. Mi lista de discrepancias se incrementa cuando estos autores

pretenden universalizar la realidad europea, y pero aún, cuando hablan de las crecientes

amenazas al patrimonio urbano, derivadas de un cambio climático que se incrementará por

la urbanización del (tercer) mundo (yo insisto: el cambio climático se debe más al consumo

de energéticos que se hace en el primer mundo). Sin embargo, coincido con ellos en

términos de dejar de entender el patrimonio urbano como si fuera una isla urbana, una

ciudad estática y unidimensional: el patrimonio urbano es continuidad cultural; y además de

conservación se requiere de la gestión de la continuidad y del cambio.

De la obra física a la gestión patrimonial

La ciudad construida o “ciudad de piedra” es más resistente a los cambios tecnológicos y a

las nuevas formas de habitar y consumir, que la “ciudad de las relaciones” o como diría

Carrión (2001), la ciudad de los “flujos” de todo tipo: inversiones, información,

mercancías, personas, vehículos, bienes materiales, trueques reales y virtuales, etcétera. Los

42

cambios sociales, económicos, tecnológicos y/o históricos ocurren a menudo con una

velocidad mucho mayor a la “impasible” y aparentemente inalterable “ciudad de piedra”.

La ciudad construida permanentemente se ha debatido entre la herencia edificada y las

nuevas funciones económicas y sociales que demandan la adaptación de la ciudad

construida o su sustitución; y entre la acumulación de pasado y las cambiantes necesidades

del presente, que se convertirán en pasado. Esta contradicción históricamente ha sido

confrontada a través de diversos procesos de modernización, renovación, marginación o

conservación urbana, que han implicado enriquecimiento y/o perdida de patrimonio

histórico edificado. Así que una ciudad se constituye de un cambiante equilibrio entre

pasado y presente. Una ciudad es básicamente continuidad, transformación, renovación y

retención de pasado; es continuidad coherente o rupturista, entre el pasado, la

contemporaneidad y el futuro. De la forma en que esta dialéctica ha sido entendida, han

sido “resueltas” las contradicciones entre la “piedra” y los “flujos”: la renovación y la

descentralización urbanas intentaron combatir problemas de congestión vehicular y de

personas, y mejorar la accesibilidad; la refuncionalización asignó nuevas funciones para la

ciudad antigua e integró nuevos edificios, a costa de destruir los del pasado; la

modernización urbana se realizó para embellecer e higienizar la ciudad. En este contexto

también se explican las políticas de recuperación del patrimonio urbano, que han transitado

de la obra física a la gestión urbana.

En un pasado no tan remoto los conceptos que privaban (y que a veces aún prevalecen) para

la conservación del patrimonio urbano arquitectónico, en consonancia con su

conceptualización como un acervo físico, se centraban en la conservación física. Para ello,

se promulgaban y actualizaban legislaciones; se definían los límites físicos de las áreas de

valor patrimonial que se sujetaban a restricciones urbanísticas y constructivas; y se

realizaba obra física: restauración de los grandes monumentos que se destinaban a usos

culturales y públicos, remozamiento de fachadas en algunas calles y territorios antiguos, y

mejoramiento de algunos conjuntos urbanos y espacios públicos, particularmente

pintorescos y bellos, lo que desde entonces incluía el desalojo y la reubicación del comercio

informal que ocupaba la vía pública.

43

Catálogos, inventarios y estudios tipológicos: La idea de construir inventarios y catálogos

de los inmuebles patrimoniales (algunas veces reducidos a un simple listado de edificios),

tenía en cuenta que la mejor forma de valorar el patrimonio edificado era (re)conociéndolo.

En concordancia con la concepción de que los centros históricos estaban constituidos por

un conjunto de inmuebles aislados (zonas de monumentos), un método para su estudio,

análisis e intervención, que se originó en Italia en las décadas de 1960 y 1970, fue el de los

llamados “estudios tipológicos”. Este método agrupaba los inmuebles del centro histórico

en función de su morfología y riqueza ornamental, para identificar los edificios

irremplazables e irrepetibles y para asignar los usos compatibles y “dignos” a su estructura

y belleza física. Una de las mayores críticas a los estudios tipológicos (tarea básica pero no

única en la salvaguarda del patrimonio edificado), ha sido su perspectiva historicista

sesgada, pues estos estudios se centran en identificar el partido arquitectónico “original” de

los inmuebles, lo que a menudo conduce a eliminar los agregados o añadidos físicos a los

edificios, realizados en el transcurso de décadas e incluso siglos, para recuperar la

“autenticidad” de esos inmuebles. Sin embargo, las tipologías de vivienda “en su origen

puro” son casi inexistentes, porque la arquitectura constantemente se readecua. Así que un

edificio, entre más antiguo más cambios presenta.

La restauración monumental urbana: Esta perspectiva de intervención urbana se

remonta a las décadas de 1930 y 1940, cuando una parte de algunos centros (ahora

llamados históricos) fueron remozados para que volvieran a ser “coloniales”: en la Ciudad

de México se eliminó el recubrimiento de las fachadas de los antiguos edificios, para

mostrar el tezontle y los marcos de cantera de puertas y balcones; mientras que en la

Ciudad de Puebla los recubrimientos de muchos edificios fueron sustituidos por fachadas

de ladrillo y azulejo, para asemejarlos a los edificios coloniales. Esta misma tendencia se

repitió en las décadas de 1970 y 1980 en varias decenas de poblados, como Taxco, Cholula

o Villa del Carbón, donde las fachadas de todo el pueblo, o su parte central, fueron pintadas

uniformemente de dos colores. Díaz Berrio (2006) ha señalado que esta idea provenía de

reducir el tema de la “imagen urbana” de Kevin Lynch, al de la mera apariencia de la

ciudad y no al tema de la percepción social de la ciudad.

44

Por su parte, la restauración monumental de los centros históricos (Valcárcel, 1977)

proponía: la construcción de itinerarios turísticos, es decir, el remozamiento de las calles

más pintorescas que articulaban los grandes monumentos históricos; la recuperación y

mejoramiento de la imagen urbana colonial, lo que incluía la eliminación del cableado

aéreo, el “saneamiento de edificios desambientados” (destruyendo los terceros y cuartos

pisos agregados a las edificaciones coloniales por ser discordantes) y la reconstrucción de

fachadas “coloniales”; la generación de una oferta de alojamiento y servicios turísticos

(hoteles, restaurantes) y culturales (museos, galerías y casas de artesanías); la iluminación

“monumental” de las fachadas de los grandes edificios; y la peatonalización de algunas

calles e islas urbanas. Estos planes incluso proponían la desdensificación de las áreas

tugurizadas y la descentralización de las actividades comerciales y algunos grandes

equipamientos (mercados y estaciones de autobuses) para evitar la congestión urbana. En

síntesis, esta escuela proponía la reconstrucción de paisajes urbanos idílicos, pintorescos,

estáticos e inmutables al paso del tiempo: un museo a cielo abierto para el consumo de los

turistas. Uno de los mejores ejemplos lo constituye el “Plan Piloto de Quito” realizado por

el arquitecto Valcárcel (1977).

De los planes especiales a la planeación estratégica para los centros históricos: La idea

de que el desarrollo urbano es opositor a la conservación urbana es una herencia que viene

del movimiento moderno en arquitectura y urbanismo: la Bauhaus y los Congresos

Internacionales de Arquitectura Moderna. Hildersmeier y Le Corbusier con sus proyectos

para la renovación urbana de Berlín y París en la década de 1920 representan claramente el

paradigma del arrasamiento de la ciudad histórica para ser sustituida por la moderna

“ciudad radiante” (como la Unidades Habitacionales de Nonoalco Tlatelolco y Candelaria

de los Patos realizadas en la década de 1960 en la Ciudad de México). En la era de la

industrialización de los nuevos materiales de construcción y la producción masiva en serie

(cuando la vivienda era considerada “una máquina para habitar”), no es casual que las

contradicciones entre la rigidez urbana (“la ciudad de piedra”) y las nuevas tecnologías de

transporte e información (“la ciudad de los flujos”) pretendieran ser resueltas a través del

arrasamiento de la ciudad histórica: antigua, obsoleta y deteriorada. Sin embargo, ese

45

paradigma fue criticado y sustituido paulatinamente desde las décadas de 1960 y 1970, con

el movimiento postmoderno y el movimiento de defensa del patrimonio edificado. Así por

ejemplo, en 1980 se realizaron Planes Parciales de Desarrollo Urbano para los centros

históricos de las Ciudades de Puebla y de México. En esta última ciudad, el Plan Parcial

concebía al Perímetro B del centro histórico como una zona de amortiguamiento entre la

zona que concentra la mayor cantidad de monumentos históricos (perímetro A) y la ciudad

moderna, y proponía que una serie de funciones, y servicios (como los estacionamientos,

los mercados, las estaciones de transporte, etcétera) se reubicaran en el Perímetro B,

liberando al Perímetro A de actividades y usos incompatibles con sus atributos

patrimoniales (Ortiz Lajous, 1982).

Por su parte, la planeación estratégica se ha convertido en un instrumento paradigmático

para la intervención y gestión urbana en distintas ciudades desde la década de 1990. Esta

planeación surge en abierta oposición a los límites de la planeación urbana normativa, que

para tratar de disciplinar y poner un “orden” al territorio, usa instrumentos que tratan

(inútilmente)12. de imponer normas rígidas (zonificación, prohibición de usos del suelo,

intensidad y densidad constructiva) a una realidad cambiante y sumamente dinámica como

es la ciudad Así, la planeación urbana estratégica aparece como una herramienta integral

para actuar de manera eficaz y eficiente en un territorio urbano dinámico, pues la

planificación urbana, más que como un producto se asume como un proceso que: 1. Define

estrategias para alcanzar objetivos (a corto y largo plazo) consensados previamente entre

los actores que intervienen en un territorio. 2. Se concibe como una “carta de navegación”

en un mar urbano muy dinámico y cambiante, cuya ruta trazada se puede modificar en el

camino. Por ello se insiste en que más que grandes y meticulosos diagnósticos, lo que se

necesita es monitorear constantemente algunos aspectos importantes del desarrollo urbano,

a través de indicadores. Entre las principales críticas que hacemos a la planeación urbana

estratégica es que se trata de un instrumento de los empresarios en la era de la privatización

de la gestión y de los servicios urbanos, que la ciudad es vista como un lugar para realizar

12 En México hay que añadir que el Estado de Derecho se viola constantemente y que la legislación sobre el

ordenamiento del territorio y del desarrollo urbano puede ser interpretada en muy diversos sentidos, incluso

diametralmente opuestos. Aquí, la ley parece ser más un marco virtual que se negocia en función de los

poderosos intereses que se disputan las ciudades.

46

negocios justamente en territorios “estratégicos” o rentables. Aquí, la pretensión de atender

a la ciudad como un todo desaparece en aras de las partes Así, no es casual que el lenguaje

que se use sea empresarial (misión, visión, oportunidades) y que se reconozca que este tipo

de planeación ha sido adaptado de la guerra (vencer al enemigo, en este caso, al

competidor). La planeación estratégica ha sido adoptada por organismos internacionales

como la UNESCO y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y por varias ciudades

para la gestión de los centros históricos, bajo el nombre de Plan de Manejo o Plan de

Gestión (Buenos Aires, Quito, etcétera). En la Ciudad de México, el gobierno local publicó

en 2011 el Plan Integral de Manejo del Centro Histórico (Jefatura de Gobierno, 2011), que

únicamente abarca el perímetro A de ese territorio.

La gestión del patrimonio urbano: Actualmente la conservación y recuperación del

patrimonio urbano se reconoce como una tarea multidisciplinaria que requiere de los

sectores público, privado y social, liderazgo del sector público y una amplia gama de

políticas sociales y económicas, integrales e integradoras. Este enfoque reconoce que: 1. La

salvaguarda del patrimonio urbano no es cuestión sólo de expertos y del gobierno; 2. La

salvaguarda y aprovechamiento del patrimonio urbano requiere de políticas sociales y

económicas, y no sólo de acciones físicas de restauración de inmuebles y mejoramiento del

espacio público; 3. Todo bien patrimonial es susceptible de amenazas a sus valores y

atributos, y es mejor una respuesta planificada que coyuntural; y 4. El patrimonio cultural

tiene diferentes significados para los diversos actores sociales y es parte de la compleja red

social y económica del lugar donde se inserta. Así que es mejor hablar de la gestión de

ciudades habitadas y vivas, que de la conservación de ciudades históricas y estáticas. En

este sentido, la gestión del patrimonio urbano intenta conseguir que cada actor haga su tarea

para preservar y mantener vivos y habitables los territorios con valor patrimonial. Se trata

de la coordinación de acciones entre los diversos actores involucrados en un territorio

(residentes, propietarios, comerciantes, empleados, turistas, usuarios, etcétera) y de la

definición de un proyecto de futuro consensado para la protección y aprovechamiento del

patrimonio cultural en beneficio de la sociedad y de la ciudad.

47

En el discurso, la gestión democrática del patrimonio urbano requeriría de la definición o

actualización de un marco legal que establezca las reglas del juego y el papel que los

actores desempeñan en el proceso. Aquí, la cultura del habitante común y su percepción,

valoración y relación con el bien patrimonial debería tenerse en cuenta, y más que como un

obstáculo debería ser sumada para la conservación del patrimonio urbano. Pues en la

medida en que la población se apropia del patrimonio edilicio éste se puede defender mejor.

Sin embargo, como veremos en el apartado 4, esta forma de gestión democrática del

patrimonio urbano no suele ocurrir en México. Si acaso se realizan algunas consultas

ciudadanas muy sesgadas y puntuales, generalmente para legitimar decisiones previamente

tomadas por los gobiernos. Así, en la Ciudad de México los llamados Consejos

Consultivos, uno para el Rescate del Centro Histórico y otro para el Rescate Integral de La

Merced están integrados por “destacados” miembros de la “sociedad civil”. Sin embargo,

tales Consejos Consultivo además no suelen consultar nada y a nadie, y además no integran

a un solo representante de los residentes o comerciantes de esas zonas. Así que su nombre

es más un adorno otra cosa.

48

SEGUNDA PARTE: POLÍTICAS URBANAS Y GENTRIFICACIÓN

4. POLÍTICAS Y GESTIÓN URBANA EN LA ERA NEOLIBERAL

Para ubicar en una dimensión más amplia las políticas urbanas y sobre el patrimonio

urbano, que el Gobierno del Distrito Federal ha impulsado en los últimos 15 años es

necesario hacer una brevísima revisión de las recientes transformaciones económicas y

políticas ocurridas en escala mundial, que han tenido enormes repercusiones en las

ciudades, en las políticas públicas y en las formas de gestión urbana.

La economía capitalista en su actual fase de desarrollo neoliberal se tornó hegemónica y se

“globalizó” después de la caída del Muro de Berlín y del socialismo real en Europa. Los

países ex - socialistas adoptaron el capitalismo neoliberal como sistema económico y la

democracia de partidos políticos como sistema político.

En la era del desmantelamiento de las fronteras económicas al flujo de capitales, las

ciudades han emergido como lugares protagonistas del capitalismo neoliberal: son la

esperanza de vida de la población en el mundo (por ello la población emigra a ellas) y son

los lugares donde se genera la riqueza económica de las empresas trasnacionales. En un

momento en que las tecnologías de las telecomunicaciones permitirían la urbanización

dispersa o el retorno al campo, las ciudades no sólo no han desaparecido sino que refuerzan

el papel central que tenían en la economía fordista. Sobre el reconocimiento de estos

hechos, Saskia Sassen (1991) construyó el concepto de Ciudad Global, para las ciudades de

Nueva York, Tokio y Londres, que se definía en función de los sitios en donde se

concentraban las funciones de comando de la economía global, sitios clave de ubicación de

las empresas de servicios altamente especializados y las finanzas globales, se innovaba en

materia de ingeniería financiera y se consumían esas innovaciones. La Ciudad global es un

concepto cualitativo y eminentemente economicista. Borja y Castells (1997), entre otros

autores, ampliaron el concepto de Ciudad Global a muchas urbes del planeta cambiando

una palabra de Sassen: el verbo “comandar” se tradujo como “gestionar” la economía

globalizada. Por ello, la Ciudad Global de estos autores catalanes se convirtió en una “red

49

de ciudades con distintas jerarquías” en donde se gestionaba la economía capitalista global.

Un sinfín de autores en las décadas de 1990 y 2000 se encargó de clasificar las ciudades

globales en distintas categorías o escalas (alfa, beta, gama, etcétera), en función de los

flujos de capitales que había entre ellas. Así por ejemplo, en una artículo póstumo Emilio

Duhau (2013) señalaba que el tema en boga entre 1998 y 200913 fue el de la Ciudad Global,

seguido por los temas de segregación, estructura socioespacial, globalización (otra vez lo

global) y movilidad.

En su versión de política pública, el “paradigma” de la Ciudad Global, ante la hecatombe

del socialismo real que arrastró a las teorías y utopías ancladas en el marxismo, justamente

promovía la competencia entre ciudades, para atraer o retener las inversiones que

mantuvieran la competitividad de la ciudad para resolver viejos problemas y enfrentar

nuevos desafíos. En este contexto las políticas neoliberales se afianzaron y con gran fuerza

emergieron las políticas y las formas de gestión pro empresarialistas (Harvey, 1989; López

Morales et al, 2012), y junto con ellas la llamada planeación estratégica, que a toda costa

favorecen los negocios privados para mantener la tan buscada competitividad urbana. En

gran medida esto explica aún, como se verá adelante, la lógica y justificación de las

políticas urbanas del Gobierno del Distrito Federal. Así por ejemplo, en su último año

Marcelo Ebrard, Jefe de Gobierno del DF 2006 – 2012, publicó el libro Ciudad de México,

Ciudad Global. Acciones locales, compromiso internacional (GDF, 2012), un libro que

sólo trae imágenes e información de la parte “bonita” de la Ciudad de México, así como de

las actividades internacionales del ex Jefe de Gobierno.

La gran transformación económica basada en la apertura internacional del mercado

financiero, de capitales y de mercancías, así como la fragmentación y la dispersión

geográfica de los procesos industriales, provocaron la desindustrialización absoluta14 y

relativa, así como la servialización o terciarización de la base económica de muchas

ciudades. Los gobiernos de muchas ciudades, de forma activa, promovieron el mercado

13 Duhau (2013) analizó 155 artículos publicados en ese período en la revista EURE, una de las más

prestigiadas de la región. 14 Algunas ciudades de plano se fueron a la bancarrota: el peor ejemplo es Detroit ciudad que fue protagonista

de la producción fordista y que en la fase postfordista se encuentra inmersa en un terrible declive económico y

social.

50

inmobiliario en sus Distritos Centrales de Negocios y sus periferias urbanas, para enfrentar

el declive de la industria. Para Harvey (2004) y Lefebvre (2013) [1974] el circuito

secundario de acumulación del capital era el sector inmobiliario. Tal vez este nivel haya

cambiado, en tanto que el primer circuito de acumulación de capital ahora está constituido

por el capital financiero y el mercado bursátil, y en el segundo o tercer lugar se encuentre la

industria de producción de mercancías en serie.

Peter Hall (1996) sostenía que la planeación urbana tradicional en Europa surgió cuando

había que contener el enorme mercado inmobiliario expansivo, y que en cambio, la

planeación estratégica y la reactivación de los centros de las ciudades, a través de

inversiones inmobiliarias público - privadas (entre ellas la “recuperación” de los centros

históricos), se hacía en la época de crisis de la década de 1980, cuando había que promover

el crecimiento económico a toda costa. Sin embargo, en el mundo capitalista avanzado

desde la década de 1990 (como en varias ciudades de América Latina en el siglo XXI), el

mercado inmobiliario impulsado por capitales foráneos, se ha constituido de forma

creciente en una forma eficaz y eficiente de capturar y reproducir capitales.

¿Ciudad global o neoliberal?

El paradigma de la Ciudad Global, en la última década, ha sido fuertemente criticado en

México, América Latina y otras cuencas geográficas y lingüísticas. Así por ejemplo, Emilio

Pradilla (2008) rechazaba que hubiera “ciudades globales” en América Latina, una región

que: no “comandaba” nada de la economía global capitalista, vendió sus bancos a

inversionistas extranjeros, no “innova” y sólo consume las innovaciones que se hacen en

los poderosos países capitalistas. Por su parte, Roy (2013) señala que este paradigma omitía

el estudio de las actividades económicas no globalizadas o informalmente globalizadas, en

el que participan millones de inmigrantes del sur a países más ricos, pero no

necesariamente ubicados en el llamado norte global, sino en economías prósperas como los

Emiratos Árabes. Mientras que Robinson (2006) igualmente decía que hablar de Ciudades

globales era errado, porque las actividades económicas vinculadas a la economía capitalista

internacional tienen lugar sólo en ciertas partes de las ciudades, mientras que el resto de

51

actividades económicas tienen una lógica más local, por ello, lo mejor sería hablar de

“Distritos globales”. Otros autores (Besserer y Nieto, 2015) justamente hablan de la

“ciudad trasnacional” para referirse a otras formas y procesos urbanos globales ajenos a los

grandes circuitos de los flujos de capital, con este concepto ellos se refieren a la población

inmigrante trasnacional y a las periferias urbanas en el norte y sur globales que esa

población (re)produce. Además, varios autores en distintas lenguas prefieren habla de “la

ciudad neoliberal” (Hackworth, 2007; Hidalgo y Janoschka, 2014; entre otros).

Jason Hackworth (2007), igual que Pradilla (2008), criticaba el uso del concepto

globalización, porque lo mismo puede usarse para describir la internacionalización de la

economía del siglo XVI que del XIX. En cambio, el concepto del neoliberalismo está

anclado a un muy específico grupo de ideas recientes: el consenso de Washington, el

capitalismo salvaje y una nueva fase de acumulación de capital sin fronteras de los Estados

Nación. Para este geógrafo canadiense, el neoliberalismo, definido de forma simple, es el

rechazo del liberalismo igualitario y del Estado de Bienestar combinado con un retorno

selectivo a las ideas del liberalismo clásico (derecho a la propiedad privada, libre mercado,

derechos individuales), en donde el Estado no debe interferir con el mercado sino ser su

protector y debe ser utilizado en la esfera de la macroeconomía. Es decir, es una doctrina

que sí demanda la intervención del Estado en escala macro, para mantener el estatus de una

minoría y permitir que unos pocos acumulen cada vez mayor riqueza. Para Hackworth

(2007) el retrato de la Ciudad Neoliberal es el siguiente:

• Un acelerado desarrollo desigual extra e intra-urbano, proceso conectado directamente

con la polarización socioeconómica.

• Un retorno masivo del capital a las áreas urbanas centrales y en algunas periferias

urbanas selectas.

• Una gestión urbana pro empresarial que desregula el control del uso del suelo para

permitir los grandes negocios inmobiliarios.

• La reducción de la política social y el desmantelamiento de la vivienda social y de otros

servicios antes considerados públicos.

52

• La multiplicación de los procesos de gentrificación en barrios centrales y centros

antiguos.

• El incremento de megaproyectos comerciales, íconos de la ciudad neoliberal.

Para Hidalgo y Janoschka (2014) el neoliberalismo es un proceso abigarrado, discontinuo y

geográficamente desigual. Se trata de un sistema de gobernanza que establece regímenes de

excepción a la ciudadanía y promueve la despolitización de la esfera pública. Las políticas

neoliberales aterrizan en lugares con historias y condiciones específicas. Sin embargo, la

Ciudad neoliberal es el resultado de la implementación y propagación de la ideología

neoliberal, que aterrizan bajo diversas características en cada ciudad.

Para Rodríguez y Rodríguez (2009), refiriéndose a Santiago de Chile, la Ciudad Neoliberal

es la ciudad en la que se ha destruido o desmantelado la organización del Estado

(benefactor) y del espacio urbano. Se trata de una “destrucción creativa”, impuesta a través

de la dictadura militar (1973-1990) y continuada por los gobiernos democráticos, que

además de controlar a la población (a través de reubicaciones y dispersiones forzosas en las

periferias urbanas) ha mercantilizado la mayor parte de los componentes y servicios

urbanos, incluyendo la educación. Aquí, no es que el Estado se haya adelgazado, sino que

más bien dejó de lado la orientación social y redistributiva para priorizar los negocios

privados.

Carlos De Mattos (2010), que continúa hablando de la globalización (de la economía

capitalista en su fase neoliberal), señala que la mercantilización del desarrollo urbano se ha

exacerbado merced a tres factores que actúan de manera concatenada: 1. Los grandes flujos

de capital financiero en escala global, permitidos por la eliminación de las barreras

económicas de los países y ciudades, muchos de los cuales se invierten en negocios

inmobiliarios; 2. La acción del gobierno, a través de la planeación estratégica y la

gobernanza urbana, que a toda costa promueve la inversión privada en las áreas urbanas

más rentables, mientras que la acción privada incide en la definición de las políticas

urbanas de acuerdo a sus intereses; y 3. La búsqueda de los gobiernos locales para alcanzar

la competitividad económica a cualquier costo, a través de una gestión urbana pro

53

empresarial y de estrategias de marketing urbano (a menudo el patrimonio urbano de cada

ciudad es utilizado para promover una imagen de la ciudad). En síntesis, las inversiones

privadas tienen una enorme libertad para invertir en donde quieran. Para De Mattos (2010)

esto contribuye a cierta homogeneización de las ciudades latinoamericanas, pues en ellas:

proliferan los nuevos edificios y centros de corporativos trasnacionales, los barrios cerrados

de la población de mayores ingresos (el autor los llama “ciudades privadas dentro de la

ciudad”), los edificios “inteligentes”, mientras que la vivienda de interés social se produce

en periferias urbanas distantes.

Para Duhau y Giglia (2008) las actuales ciudades latinoamericanas carecen de unidad y de

integración entre las diferentes partes urbanas que se añaden a las urbes, se trata de

archipiélagos construidos con una lógica endógena que se asientan en cualquier parte de la

ciudad sin nexos con las partes adyacentes o vecinas. Así, emergen nuevas islas de riqueza

y exclusividad al lado de mares de pobreza urbana.

No resulta ocioso comentar que los conceptos de globalización y de Ciudad global,

promovidos profusamente desde el norte global, se presentan como neutros y

despolitizados, aunque evidentemente se trata de conceptos que aluden al desarrollo

capitalista en su fase neoliberal: en su versión académica, intentan explicar qué tan globales

y competitivas son las ciudades; y en su versión de políticas públicas, promovían

abiertamente la competitividad económica entre ciudades. Curiosamente en América Latina

(a diferencia de Inglaterra, los Estados Unidos y Canadá, y después el resto de Europa)

desde la década de 1990 no se generalizó el uso del concepto gentrificación, tan popular en

el mundo anglosajón como el de Ciudad Global: el último explica lo globales y modernas

que eran las ciudades en términos económicos, mientras que el primero denunciaba las

políticas de desplazamiento y despojo de sus barrios centrales y periféricos de las clases

populares, para destinarlos a clases sociales con mayores ingresos y a negocios

inmobiliarios.

54

De la gestión urbana pública a la gestión público privada

Las típicas formas de gestión urbana pública se flexibilizaron para permitir la participación

privada en nuevas e innovadoras formas de gestión público privadas o abiertamente

privatizadas. Ejemplo de ello es la creación de instituciones con recursos públicos y formas

de gestión privada, para la recuperación de antiguos territorios urbanos obsoletos o

decadentes (real o virtualmente declarados así, para justificar la participación privada):

Corporación para el Desarrollo de la Comuna de Santiago, en Chile; Fideicomiso Centro

Histórico de la Ciudad de México, creado en 1992 y estatizado en 2002; Corporación

Puerto Madero de Buenos Aires; o la Empresa de Desarrollo del Centro Histórico de Quito,

creada ex profeso para recibir un crédito del BID. Varios autores señalan que se trata de la

transferencia de bienes públicos a manos privadas.

La justificación de la participación privada se cimienta en las críticas al Estado benefactor:

una entidad lenta, burocrática, a menudo corrupta y sin suficientes recursos financieros para

hacer frente a sus responsabilidades, como la protección del patrimonio cultural y natural, y

otras necesidades sociales más apremiantes (la pobreza, el empleo, el agua) (Rojas, 2000; y

Rojas et al 2004). Sin embargo, el BID y otras instituciones locales interesadas en la

salvaguarda y aprovechamiento del patrimonio urbano demandan que los procesos de

rehabilitación urbana sean liderados por una entidad pública15. En este contexto, hay un

debate abierto: 1. Entre dos modelos de gestión del patrimonio (público o privado), 2. En

torno a la apropiación de las plusvalías urbanas socialmente generadas y 3. Sobre los

beneficios producidos por una inversión pública que se realiza bajo el discurso del

beneficio a toda la ciudadanía y la ciudad, y a menudo a nombre del Patrimonio de la

Humanidad. En el primer caso, tenemos por un lado, un modelo de gestión privada

orientado al mercado, como ocurre en la mayoría de los países latinoamericanos; y otro de

gestión pública que permite los negocios privados, pero que captura parte de las ganancias

y retas urbanas para invertirlas en políticas públicas (como en La Habana). El tema de lo

15 La creación de la Autoridad del Centro Histórico de la Ciudad de México responde a esta lógica y a la

necesidad de contar con una autoridad capaz de coordinar a más de 25 institucionales públicas locales y

federales con atribuciones para actuar en ese territorio.

55

público privado remite a la fortaleza o a la debilidad que cada sector tenga en cada ciudad y

país, y a cada contexto histórico, económico y político.

Por otra parte, a la par de la participación privada en el manejo y aprovechamiento del

patrimonio edificado, otros nuevos actores sociales, económicos y políticos han surgido

demandando participar en la conservación, uso y beneficio de una herencia urbana, que por

definición es colectiva. A menudo esta emergencia se deriva de la disputa por el patrimonio

edificado (como se verá en el siguiente capítulo). En varias ciudades mexicanas la

población y diversas organizaciones de la sociedad civil defienden el patrimonio edificado

frente a la actitud pasiva o proactiva del Estado mexicano, que protege a ultranza la

inversión del sector privado, a costa de afectar real o virtualmente el patrimonio colectivo.

Entre tantos conflictos, cito tres casos: 1. En el centro histórico de la ciudad de Puebla el

proyecto del Paseo del Río San Francisco, promovido en 1993, se redujo de 27 manzanas a

la edificación de un centro de convenciones, por la oposición vecinal. En esta ciudad en

2003 una movilización social impidió la construcción de un estacionamiento subterráneo en

el Zócalo, que era promovido por el alcalde del partido conservador gobernante. 2. En el

centro histórico de Oaxaca se impidió la instalación de un restaurante (McDonalds) de

comida chatarra en 2002.

Desigualdad y polarización social

Para varios autores el incremento de la desigualdad y la polarización socioeconómica son

una característica y un producto intrínseco del capitalismo neoliberal (Sassen, 1991; Borja

y Castells, 1997; Harvey, 2004). No es casual que diversos autores foráneos y locales

hablen de ciudades fragmentadas, separadas, astilladas, rotas, etcétera. En gran medida,

estos adjetivos no hacen sino reconocer la realidad social que se muestra en las estadísticas

públicas, por más “barnizadas” que éstas estén. Así, México es uno de los países más

desiguales y neoliberales del mundo, pues ha firmado acuerdos de libre comercio con una

gran cantidad de países y profundiza las reformas que privatizan bienes que fueron

considerados patrimonio del Estado, como la explotación del petróleo y la generación de

energía eléctrica. Aquí, la distribución de los ingresos es muy desigual: el decil más rico de

56

los hogares acapara el 35.4% del consumo per cápita, mientras que el decil más pobre

consume sólo el 1.9%; asimismo el segundo decil más rico consume el 16.6% mientras que

el segundo decil más pobre consume el 3.2% del total de la riqueza nacional. Estas mismas

desigualdades se reproducen en la Ciudad de México, en donde los dos deciles más ricos se

quedan con el 38.1% y 15.2% del consumo total; mientras que los dos deciles más pobres

consumen el 2.3 y 3.4% respectivamente (ONU Hábitat, 2014; World Bank, 2014). En este

mismo sentido, en México se estimaba que en 2010 había 57.7 millones de personas en

condiciones de pobreza (el 51.3% de la población total), de los cuales 32.1 millones

residían en ciudades (ONU Hábitat, 2011). Estas desigualdades sociales tienen su expresión

en una ciudad de grandes contrastes (imagen 1).

Imagen 1. La ciudad dividida

Vista de los dos Santa Fe desde el puente de los Poetas. Foto: Autor

Otros datos son igualmente elocuentes de la desigualdad socioeconómica que más de 20

años de Tratado de Libre Comercio no han conseguido disminuir:

• Para el Banco Mundial (Card et al, 2015), la pobreza en México no ha disminuido en

los últimos 20 años. La pobreza en 1994 alcanzaba al 52% de la población y en 2012 al

57

52.3%. Sólo que en 1990 había poco más de 81 millones de habitantes en el país y en

2010 ya eran poco más de 112 millones los habitantes de México. Así que en términos

absolutos la pobreza se incrementó en alrededor de 16.5 millones de personas.

• En alto contraste, México tiene al hombre más rico del mundo (el Ing. Slim, con 72 mil

millones de dólares) y a otros 9 billonarios que en conjunto suman 132 mil millones de

dólares (FORBES, 2014)16.

• Entre 2000 y 2010 un total de 2,940,485 de mexicanos se desplazaron de su país para

trabajar y residir en los Estados Unidos (CONAPO, 2014). De acuerdo a la estadística

oficial, el total de mexicanos que en 2010 formalmente residía en EEUU era de

11,964,241 personas, sin contar a los nacidos en ese país que tienen un origen mexicano

(CONAPO, 2014).

Turismo urbano

En el contexto de la búsqueda de la competitividad y de la reinvención de una base

económica que paliara los efectos de la desindustrialización, los gobiernos e inversionistas

en muchas ciudades comenzaron a promover los servicios y el turismo urbano. Una par de

ciudades que se convirtieron en hitos ampliamente difundidas fueron Barcelona y Bilbao.

En la primera se realizó un amplio proceso de regeneración urbana con motivo de los

Juegos Olímpicos de 1992, basado en la creación de múltiples espacios públicos, la

apertura de la ciudad al mar y muchos negocios inmobiliarios privados; y la segunda basada

en la construcción de una franquicia del museo Guggenheim y la reconversión del frente

del río, en la que las áreas fabriles se convirtieron en residencia, comercio, servicios y

espacio público. El éxito difundido de estas ciudades fue copiado por muchas ciudades

españolas y latinoamericanas. Además, el equipo de consultores catalanes encabezado por

Jordi Borja consiguió varios contratos en diversas ciudades latinoamericanas.

El turismo cultural urbano es una actividad multidimensional que crece en el mundo entero.

Se trata de una actividad que privilegia la visita y el consumo de patrimonio urbano,

16 En esta lista de los hombres más ricos del mundo, además del Ing. Slim aparecen otros diez mexicanos,

entre ellos el narcotraficante Joaquín “El chapo” Guzmán.

58

particularmente de los sitios reconocidos como Patrimonio de la Humanidad. En varias

ciudades de Europa y América Latina el patrimonio urbano y las industrias culturales se

han constituido en un nuevo producto turístico que es promovido por gobiernos y

empresarios: en Europa las ciudades históricas concentran una cuarta parte del flujo anual

de turistas (De la Calle, 2006). Así, no resulta extraño el incremento exponencial del interés

por patrimonializar bienes tangibles y prácticas culturales “intangibles” de cada país y

ciudad: a los centros históricos y ruinas arqueológicas, se han sumado el patrimonio

industrial, la arquitectura de los siglos XX y XXI, y una larga lista de prácticas culturales

catalogadas bajo el concepto de patrimonio intangible, como la comida, la música, el baile

y diversos rituales religiosos (como los festejos de El día de muertos en México).

El turismo es una industria que genera riqueza económica en muchas naciones: en México

esta actividad produce el 8% del producto interno bruto (PIB) nacional y constituye,

después del petróleo y las remesas que envían los inmigrantes, la tercera fuente de ingreso

de divisas (Delgadillo, 2009). La Organización Mundial de Turismo señala que: en 2014

hubo 1,135 millones de turistas que derramaron 1,245,000 millones de dólares en todo el

mundo. El turismo internacional es responsable directamente del 5% del PIB mundial, del

6% de las exportaciones totales y del empleo de una de cada 12 personas en las economías

avanzadas y emergentes. Asimismo, el turismo internacional es la cuarta industria

internacional de exportación, después de los combustibles, los productos químicos y la

industria agroalimentaria (OMT, 2015).

Por supuesto que el turismo no es una “industria sin chimeneas”. Algunas aportaciones

académicas recientes que se alejan de la visión “neutra” del progreso y el desarrollo,

denuncian la profundización de las desigualdades sociales a partir de la explotación

turística del patrimonio edificado (Castellanos y Machuca, 2008).

Cambio climático y desarrollo urbano sustentable ¿Para quiénes?

Desde la década de 1990, en el marco del llamado desarrollo sustentable, se vienen

cuestionando –pero no impidiendo- las tendencias de desarrollo urbano expansivo que

59

tienen enormes costos ambientales, porque implican un uso desmedido de recursos no

renovables, un incremento en el consumo de suelo y obligan a la gente a realizar una mayor

cantidad de desplazamientos en transporte público o privado (lo que genera mayor

contaminación).

En efecto, con la emergencia de la preocupación por el cuidado del medio ambiente y el

calentamiento del planeta, derivados del informe Brundtland de 1987 (ONU, 1987) y la

Cumbre Mundial de Naciones Unidas de Río de Janeiro de 1992, la teoría de y sobre la

ciudad compacta (re)surgió como tal en los países del llamado norte global, asociada al

tema del desarrollo sustentable. Así por ejemplo, Burton, Jenks y Williams (1996) debatían

si las ciudades compactas constituían formas urbanas sustentables; mientras que para

Wentz (2000) la ciudad compacta era un concepto de estructura urbana que debería orientar

la política urbana para promover y mantener de una manera renovada la histórica estructura

de las urbes europeas. Martin Wentz (2000) defendía el concepto de “ciudad compacta” en

sus dimensiones culturales y no sólo físicas. Para él, la compacidad urbana en Alemania y

Europa no sólo se refiere al ahorro de suelo y servicios urbanos, sino a una mayor densidad

demográfica y construida que ofrece la posibilidad de una mayor mezcla de usos y

actividades, así como una mayor densidad social y cultural, a diferencia de la ciudad

dispersa con sus monótonos y homogéneos barrios periféricos.

El debate sobre la ciudad compacta como forma urbana sustentable en los países en

desarrollo es retomado por Jenks y Burguess (2000) a, con una especial preocupación por el

surgimiento de las megaciudades, el transporte masivo, la protección de las áreas verdes y

agrícolas periurbanas y el medio ambiente. En México, el debate sobre la ciudad compacta

es mucho más reciente. Incluso más que un debate es un eslogan del gobierno actual del

Distrito Federal17 (2012 – 2018). En términos teóricos Jan Bazant (2011) reconoce que en

las ciudades coexiste la urbanización de alta densidad (más de 750 habitantes por hectárea)

con la urbanización de baja densidad (menos de 200 habitantes por hectárea), pero que esos

tipos de urbanización se dirigen a estratos socioeconómicos diferentes: el desarrollo urbano

17 El eslogan actual de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda del Gobierno del Distrito Federal

(SEDUVI) 2012 – 2018 es: Ciudad compacta, dinámica, policéntrica y equitativa.

60

de baja densidad es generado por fraccionamientos residenciales de lujo (que consumen

mucho terreno); pero también por los incipientes asentamientos de la población de bajos

ingresos, que en su proceso de consolidación incrementan sustancialmente sus densidades

edilicias y demográficas; mientras que las zonas compactas intraurbanas de mediana y alta

densidad están ocupadas por clases medias y altas. Bazant (2011) reconoce, por un lado,

que el desarrollo urbano compacto o de alta densidad, es un desarrollo vertical caro que se

presenta en muy privilegiadas zonas de la ciudad, que gozan de buena accesibilidad,

ubicación y vialidades; y por otro lado, que las ciudades mexicanas seguirán creciendo de

manera horizontal porque la mayoría de la población es de bajos ingresos y no cuenta con

suficientes recursos económicos para acceder a zonas compactas y de mayor densidad,

donde el suelo es caro. Así que la ciudad compacta es viable para la población de clase

media. Para él, la estructura urbana de las ciudades mexicanas se ha ido construyendo de

acuerdo a la lógica de la especulación inmobiliaria, las presiones de los grupos de bajos

ingresos y las políticas urbanas sectorizadas y cambiantes, según los gobiernos en turno, lo

que ha producido ciudades fragmentadas y funcionalmente desarticuladas.

En esta misma tesitura, Pradilla (2011) señala que la Zona Metropolitana del Valle de

México18 es una compleja urbe extendida, dispersa, porosa, de baja altura y de baja

densidad poblacional, en términos “gráficos, visuales y estadísticos”; y que este patrón de

desarrollo urbano tiene altos costos medio ambientales, urbanos, económicos y sociales

para todos los habitantes y los actores sociales, políticos y privados. Las desigualdades de

esta gran aglomeración son enormes en términos demográficos, habitacionales, de servicios

urbanos, etcétera. Así por ejemplo, en 2005 la densidad promedio era de 166 habitantes por

hectárea, por debajo la densidad promedio de Río de Janeiro (189.9), Sao Paulo (222) y

Bogotá (208), pero también por debajo de algunas Delegaciones como Iztacalco (218.1),

Venustiano Carranza (215), Cuauhtémoc (214.1) y el municipio de Nezahualcóyotl (231.6).

Para Pradilla (2011), la urbanización de la pobreza genera construcciones de baja altura, a

través de procesos de autoconstrucción progresiva; mientras que la reciente urbanización de

las clases altas producía mayores densidades, a través de una oferta de torres de

18 Integrada por el Distrito Federal, 59 municipios del Estado de México y un municipio del Estado de

Hidalgo.

61

departamentos en corredores urbanos en Polanco, Santa Fe y las barrancas de Álvaro

Obregón y Cuajimalpa. Asimismo, la producción de artefactos urbanos con miles de

miniviviendas unifamiliares en las distantes periferias metropolitanas incrementaba

considerablemente las densidades demográficas de los municipios metropolitanos. En este

contexto, para Pradilla (2011) la política urbana refuerza la muy desigual apropiación social

del territorio urbano y se dirige a la reconstrucción de ciertas áreas urbanas centrales y a la

realización de megaproyectos que facilitan algunos negocios inmobiliarios.

Asimismo habría que reconocer que la preocupación por un desarrollo urbano sustentable

en América Latina y en la Ciudad de México ya se ha traducido en algunas políticas

públicas de “retorno” a las áreas urbanas centrales19 con distintos énfasis: la recuperación

del patrimonio histórico, el repoblamiento, la reversión de las tendencias de expansión

urbana y vaciamiento y deterioro de las áreas centrales, el reciclaje de industrias obsoletas y

abandonadas, el turismo y el entretenimiento cultural, la protección de áreas verdes

periurbanas. Sin embargo, la expansión urbana periférica no se ha detenido porque continúa

aportando beneficios a los gobiernos, los inversionistas y la población de bajos y altos

ingresos: el suelo periférico es mucho más barato que el suelo urbano o urbanizado. El

mejor ejemplo de esta tendencia depredadora del territorio, en pleno siglo XXI, la

constituyen en México los enormes conjuntos habitacionales de miles de mini viviendas de

calidad infame, que son un gran negocio para un puñado de empresas constructoras,

devastan el medio ambiente, incrementan la distancia de la vivienda al empleo, alejan a la

población de los servicios y equipamientos, y obligan a la gente a gastar recursos en

trasportes y a perder el tiempo en fatigosos traslados.

Para finalizar este apartado conviene señalar que el debate entre dos patrones de desarrollo

urbano opuestos, simultáneos y complementarios (despilfarro de la ciudad central y

expansión urbana voraz) coloca el tema del patrimonio urbano en el contexto del futuro de

la ciudad. No es casual que los centros y barrios históricos aparezcan asociados a las

19 El retorno al centro no es un tema tan “nuevo”. En el transcurso del siglo XX se efectuaron diversos

proyectos para mantener, mejorar o renovar el funcionamiento del centro de la ciudad. En este sentido éste

proceso se puede interpretar como un cíclico retorno al centro bajo distintas concepciones, necesidades y

paradigmas.

62

bondades de la ciudad compacta (ahorro de suelo y servicios urbanos, disminución de

traslados vehiculares, mezcla de suelo, actividades y población) versus la irracionalidad de

la ciudad extendida o difusa. Sin embargo, la reinversión, revitalización, reocupación y

redensificación de las áreas urbanas centrales y los centros históricos, en algunos casos ha

conducido al incremento de las rentas urbanas y al desplazamiento de la población de bajos

ingresos, particularmente a la población más vulnerable. Este tema, conocido bajo el

nombre de gentrificación se comenta enseguida.

GENTRIFICACIÓN

Gentrificación es un concepto anglosajón, creado con cierta ironía por una socióloga

alemana, Ruth Glass (2010) [1964], en la década de 1960 en Londres, para dar cuenta de la

invasión, apropiación y despojo de barrios obreros céntricos y deteriorados por parte de

clases medias, quienes desplazaban a los antiguos residentes y con sus inversiones

mejoraban los antiguos edificios victorianos. Este proceso urbano ya había sido identificado

por Federico Engels en las ciudades inglesas en el siglo XIX. En Contribución al problema

de la Vivienda, Engels (1973) [1887] mencionaba que los obreros eran desplazados de los

centros de las ciudades y que algunos de los barrios que él mismo describió 25 años atrás

(Engels, 2005 [1884]) en La situación de las clases trabajadoras en Inglaterra, ya no

existían más, porque habían sido objeto de programas de renovación urbana: para él la

renovación de París, realizada por Bonaparte y Haussmann, había hecho escuela en

Londres, Manchester, Liverpool, Viena y Berlín. En este mismo sentido, Harvey (2008)

señala que la renovación urbana de París realizada por el Barón de Haussmann bajo los

preceptos de la higiene, la circulación y el embellecimiento urbano, son claramente

intervenciones urbanas que además buscaban el control policiaco del centro de la ciudad y

la gentrificación.

En la década de 1980 los estudios sobre los procesos de gentrificación se multiplicaron en

el mundo anglosajón, particularmente en países que sufrieron muy fuertes procesos de

reestructuración neoliberal (Inglaterra gobernada por Margaret Tatcher y los Estados

Unidos por Ronald Reagan). Posteriormente estos estudios se expandieron a otras cuencas

63

geográficas y lingüísticas, y mucho más recientemente a México y América Latina. De ello

dan cuenta compilaciones de textos y “readers” como los realizados por Loreta Lees y

compañía (Lees, Slater y Wyly, 2008 y 2010).

Nosotros, entendemos a la gentrificación como un fuerte proceso de reestructuración y

transformación urbana neoliberal, que ocurre cuando: 1. Las grandes inversiones

fundamentalmente privadas (a menudo detonadas o acompañadas por políticas públicas) se

orientan a la captura de las rentas urbanas en beneficio de los inversionistas privados. Estas

inversiones inmobiliarias pueden ser habitacionales, comerciales, de servicios o mixtas.

Actualmente estas inversiones inmobiliarias responden a lógicas de flujos de inversiones

financieras trasnacionales. 2. Las áreas reinvertidas y revalorizadas se destinan al consumo

de una población con mayores ingresos que los antiguos residentes, lo que encarece las

rentas y servicios urbanos. 3. El control de los territorios revalorizados es conducido por los

productores y los nuevos consumidores de mayores ingresos. 4. Hay desplazamiento de la

antigua población residente y usuaria de menores ingresos. El desplazamiento social a

veces es una condición previa y mayoritariamente es una consecuencia de la revalorización

de esos territorios, y se realiza a través de diversos métodos directos e indirectos que

abarcan una amplia gama de dispositivos: la expropiación, el desalojo, el alza de las rentas

urbanas, la exclusión, la legislación y las normas en materia del comportamiento cívico y

del “buen” uso del espacio público (Casgrain y Janoschka, 2013; Delgadillo, 2014b).

Para varios colegas anglosajones (Atkinson y Bridge, 2005; Lees, Slater y Wyly, 2008;

Smith, 2002), la gentrificación era un fenómeno que en el siglo XXI había mutado y había

abandonado el referente “clásico” (rehabilitación de barrios antiguos, céntricos y

decadentes), para abarcar nuevos territorios y formas de actuación y expandirse por el

mundo. Un par de críticas que hacemos a nuestros colegas anglosajones es que no leen lo

que se escribe en otras lenguas (por lo que desconocen la gran producción científica en

español o portugués), salvo el inglés, y otro es su eurocentrismo:

• Lees, Slater y Wyly (2008) y Smith (2002) creen que el desarrollo y los procesos

urbanos se continúan generando de Norte a Sur. Así que la gentrificación ocurrió en el

64

norte global comienza a descender al sur global. Curiosamente en América Latina desde

la década de 1960 ocurrieron este tipo de procesos liderado por el Estado (a través de

gobiernos locales o centrales), en donde la población residente fue desplazada

forzosamente para destinar sus antiguos barrios a nuevos edificios y usos para clases de

mayores ingresos.

• Lees (2012) en La geografía de la gentrificación, reflexiones a través del urbanismo

comparatista, demanda en un tono impositivo que los investigadores del Sur Global

“necesitan” adoptar un enfoque postcolonial y realizar investigaciones sobre la

movilidad y la hechura de las políticas urbanas, con el fin de “explorar si la

gentrificación ha viajado desde el norte global hacia el sur global y cómo”. Tal vez es al

revés, y los investigadores del norte global “necesitan” aprender a leer otras lenguas

para ampliar sus limitadas visiones eurocentristas.

• Atkinson y Bridge (2005) demuestran su profundo eurocentrismo, justamente en un

libro que pretende denunciar el nuevo colonialismo urbano. En Gentrificación en un

contexto global: el nuevo colonialismo urbano, a pesar del discurso anticolonialista y

postcolonialista, en dos capítulos y en dos ciudades diferentes aparece una sede o

franquicia del Museo Guggenheim: pero en Bilbao la construcción de un Guggenheim

es una “marca”, una referencia para los estudios académicos y un “exitoso” modelo de

regeneración urbana; en cambio en el proyecto de museo para Río de Janeiro, llamado

aquí McGuggenheim, es una “evidencia” de este urbanismo neocolonizador ¿Por qué en

una ciudad latinoamericana es colonialismo y en una ciudad europea no lo es?

No es nuestro interés revisar, en este libro, la amplia literatura sobre la gentrificación

producida en Europa y Norteamérica, sino mostrar cómo este concepto de manera creciente

se usa, se ha apropiado y se redefine en la Ciudad de México, como caja de resonancia de

los debates latinoamericanos, con base en el reconocimiento de las enormes diferencias

multidimensionales entre el norte y el sur globales, como han sido reconocidas por

Hiernaux (2013), Janoschka et al (2013) y López-Morales (2013).

65

Gentrificación en México

Entre los estudios pioneros sobre los procesos de gentrificación en las ciudades mexicanas,

destacan dos realizados por colegas anglosajones. Peter Ward (1993) decía a principios de

la década de 1990 que no había gentrificación en los centros de las ciudades de América

Latina como en las de los Estados Unidos y el Reino Unido, porque estas áreas urbanas no

estaban desertificadas, sino que había una enorme actividad económica basada en los

servicios, el comercio y la manufactura para productores y consumidores de bajos ingresos,

lo que funcionaba como antídoto para el posible interés de las clases medias para alojarse

allí. Además, la renta potencial no era suficientemente atractiva para los inversionistas. En

cambio Gareth Jones y Ann Varley (2001) decían lo contrario: los centros históricos

latinoamericanos sufrían fuertes procesos de intervención pública para remozar y recuperar

el patrimonio urbano y destinarlo a consumidores de mayores ingresos, y atraer a

inversionistas privados. Para ellos no importaba que esos territorios urbanos no se

destinaran a la residencia de las clases con mayores ingresos, pues el resultado era el

mismo: desplazamiento de población de menores ingresos a través de inversiones públicas

y privadas, para destinar los territorios “recuperados” para estratos socioeconómicos más

altos.

En el debate reciente sobre los procesos de “gentrificación” encontramos dos posiciones

divergentes. Sin embargo, no se trata de una discusión estática. Así, algunos colegas que

antes sostenían que no había gentrificación, hoy día dan cuenta de la emergencia y

diversidad de estos procesos.

Pradilla (ver Delgadillo, 2013a) y Jaramillo (2012) sostienen que en América Latina es

inaplicable el uso del concepto gentrificación, pues aquí: no hay gentries que vuelvan a los

centros de las ciudades20; el centro de la ciudad es un lugar lleno de vitalidad y no

desertificado como ocurrió en las ciudades norteamericanas y británicas; los grupos de

clase media vuelven a áreas urbanas que en el pasado fueron de elite (es decir, no se

20 Ruth Glass usaba con ironía el concepto de gentries (una gentileza rural), algo así como hidalgos en el

México colonial: pues no es esa la población que recolonizaba los barrios obreros victorianos en el Londres

de la década de 1960.

66

conquistan barrios obreros); y no hay reemplazo de la población. Otros autores señalaban

que no había gentrificación, porque las políticas de repoblamiento y “recuperación” del

centro histórico actuaban en edificios deshabitados y en barrios que sufrían fuertes procesos

de despoblamiento. Es decir, había nuevos residentes de mayores ingresos sin población

desplazada de menores ingresos (Delgadillo, 2011).

En la década de 2000 varios colegas señalaban que los procesos de gentrificación eran

emergentes y puntuales en la Ciudad de México. Daniel Hiernaux (2003) auguraba que la

gentrificación posiblemente se daría en un futuro cercano. Patrice Melé (2003) y Monika

Streule (2008) sostenían que la gentrificación se daba de manera puntual en áreas urbanas

deterioradas y habitadas por población de bajos ingresos, que habían sido revalorizadas

para destinarse al consumo de población con mayores ingresos, independientemente del uso

del inmueble (habitacional, comercial, servicios). Catherine Paquette (2006) sostenía que

un pequeño y restringido territorio del centro histórico se gentrificaba, por haber sido

fuertemente reinvertido por el capital privado. Un poco después, otro grupo de

investigaciones daba cuenta de las formas y alcances de los procesos de gentrificación en

distintos barrios de la Ciudad de México al finalizar la primera década del siglo XXI: Luis

González (2008), Héctor Quiroz (2012) y Luis Salinas (2013) describían cómo los procesos

de gentrificación se generaron en las colonias Roma y Condesa desde la década de 1990, a

partir de una “operación hormiga” realizada por jóvenes pioneros (Smith los llama los

cowboys urbanos) que encontraron en esas colonias lugares con precios accesibles y un

atractivo entorno urbano para residir, producir y trabajar, lo que posteriormente atrajo a

más consumidores, usuarios e interesados en invertir en estos territorios hasta expandir los

negocios inmobiliarios y de servicios a los barrios vecinos. En cambio, Duhau y Giglia

(2008) daban cuenta de una singular gentrificación residencial en colonias populares, que

se da a través de la construcción de condominios horizontales cerrados. Una visión síntesis

de los debates en América Latina y España, hasta ese momento, lo aportan Janoschka, et al

(2013), quienes sostienen que en América Latina la gentrificación se estudiaba a través de

cuatro procesos fundamentales: la Gentrificación simbólica (mejoramiento del paisaje

urbano con recursos públicos para atraer la inversión privada), las Políticas neoliberales de

gentrificación (acción pública que favorecen los negocios privados en selectas áreas

67

urbanas), la Gentrificación conducida por el mercado inmobiliario, y una cuarta era la

Resistencia a los procesos de gentrificación.

Sin embargo, en los últimos cinco años, capaz que sólo dos, los estudios sobre la

gentrificación en México y América Latina se han multiplicado de manera colosal. Así por

ejemplo, tres de las revistas especializadas en estudios urbanos y con mayor circulación en

sus respectivos países en 2014 dedicaron números temáticos a este tema:

• Revista de Geografía Norte Grande No 58 Septiembre de 2014, la revista del Instituto

de Geografía de la Pontificia Universidad Católica de Chile, dedicó el número temático

a la “Gentrificación” (AAVV, 2014a).

• Ciudades No 103 Julio - Septiembre 2014, la Revista de la Red Nacional (mexicana) de

Investigación Urbana, dedicó el dossier a “Los nuevos dueños de las áreas urbanas

centrales” (AAVV, 2014b).

• Cadernos Metropóle Volumen 16 No 32, revista del Observatorio de las Metrópolis

(brasileñas) con sede en Río de Janeiro, dedicó el dossier al tema “Desenvolvimento

desigual e gentrificaçao da cidade contemporánea” (AAVV, 204c).

Este conjunto de 31 artículos da cuenta de al menos dos cosas: uno es la consolidación del

estudio del tema en nuestra región, y el otro es la permanencia del concepto en inglés, a

pesar de diversos intentos por traducir el concepto como aburguesamiento,

aristocratización, ennoblecimiento, dignificación, etcétera.

El debate en torno al desplazamiento ¿Gentrificación sin desplazamiento social?

Algunos autores latinoamericanos que han adoptado y adaptado el concepto gentrificación

para analizar los procesos de reestructuración urbana sostienen que la gentrificación no

expulsa a los pobres sino que acerca a las clases sociales (Sabatini et al, 2009). Otros

autores incluso deslizan la idea de que los pobres no son desplazados de manera coercitiva,

sino que su desplazamiento es voluntario: se van porque mejoran sus condiciones

socioeconómicas y compran terreno o casa en otro lugar (Rojas et al, 2004). Es decir, se

68

trataría del modelo de movilidad residencial y ascenso socioeconómico propuesto por John

FC Turner (1968) en la década de 1960.

En los estudios sobre la gentrificación en América Latina se reconoce que las condiciones

(históricas, geográficas, urbanas, sociales, demográficas, económicas, etcétera) de las

ciudades latinoamericanas son diferentes que las condiciones en que ocurrieron los

procesos de gentrificación en las ciudades de Europa y Norteamérica. En este sentido,

Hiernaux (2013) y Hiernaux y González (2014) ha señalado que los modelos urbanos del

norte global se adaptan a las realidades locales diversas y muy diferentes del sur global, lo

que ha conducido al impulso de procesos de gentrificación con otras características. Las

diferencias más fuertes en Latinoamérica con respecto al norte global son: la escasa

atracción de nuevos residentes y la fuerte presencia de inmigrantes de bajos ingresos que

residen en los centros de las ciudades en condiciones de deterioro, precariedad y/o

hacinamiento. Esto mismo ha sido reconocido en los centros históricos de Santiago de

Chile (Borsdorf e Hidalgo, 2013) y Buenos Aires (Rodríguez y Fischnaller, 2014). Así,

estos autores enfatizan en el escaso desplazamiento social de grupos débiles frente a los

nuevos consumidores de mayores ingresos de los territorios reinvertidos. Tal vez por ello

Hiernaux y González (2014) reconozcan que en América Latina hay muy escasos casos de

gentrificación “genuina”, y más bien lo que haya son procesos de reapropiación social y en

mucho menor medida procesos de sustitución de población.

En este mismo sentido, reconocemos que en gran medida las recientes (re)inversiones

públicas y privadas en mercados y desarrollos inmobiliarios en la Ciudad de México,

dirigidas a la realización de jugosas ganancias, ocurren en centros y barrios históricos que

han padecido fuertes procesos de despoblamiento, en territorios obsoletos, subutilizados y

aparentemente deshabitados, como las grandes áreas fabriles abandonadas, así como en

baldíos intraurbanos y edificios reciclables (por su deterioro físico y carencia de valor

patrimonial), por lo que en un primer momento no hay desplazamiento de la población

residente.

69

En efecto, los actuales centros históricos de las grandes ciudades latinoamericanas fueron la

ciudad completa durante la colonia y el siglo XIX, pero después hubo un éxodo de familias

poderosas que emigraron a nuevos y modernos barrios, y a mediados del siglo XX se

descentralizaron funciones y equipamientos, lo que condujo a la desinversión y a la

ocupación popular (a menudo informal) de esas áreas urbanas, a través de la creación de

vecindades, servicios y comercios. A su vez, ante la ausencia y reblandecimiento y

desregulación de la normativa urbana, las actividades terciarias (el comercio y los

servicios) que pagan más que las viviendas, fueron desplazando la función habitacional, por

lo que las actuales reinversiones público privadas e iniciativas de repoblamiento ocurren en

áreas urbanas subutilizadas y en parte deshabitadas. En esos territorios apenas en las

décadas de 1980 – 1990 iniciaron con fuerza los programas públicos de “rescate” del

patrimonio urbano que promueven la revalorización, “dignificación” turistificación y

consumo cultural del legado edilicio (Delgadillo, 2011). Estos programas combaten la

informalidad promueven la seguridad pública, el control, la vigilancia y el buen

comportamiento cívico; así como la mejora de la infraestructura y del paisaje urbano para

atraer inversiones y hacer competitiva la ciudad.

Una discusión aparte es la declaración de la obsolescencia física, funcional y/o económica

de edificios, construcciones y barrios. Pues a menudo se trata de discursos que legitiman la

“destrucción creativa”. En efecto, el (in)voluntario deterioro de los inmuebles por falta de

mantenimiento, la no correspondencia entre la rentabilidad urbana y la edificabilidad de los

predios, o la caducidad de funciones, son discursos sobre los que se construye la necesidad

de inversión público privada. Se trata de discursos sobre los que a menudo no hay

consenso, pues a menudo edificios considerados deteriorados para otros son edificios

habitables. En este sentido, una nota reciente del Diario Milenio (13 de mayo de 2015)

justamente dice que nunca faltan pretextos para desalojar a los pobres: viven en riesgo,

viven mal.

Por otra parte, una nueva característica de los nuevos desarrollos inmobiliarios dirigidos a

la especulación o al consumo de agentes con ingresos medios y altos, es que muchas de las

nuevas construcciones colindan con predios y barrios que pueden caracterizarse como

70

pobres, por estar ocupados en condiciones precarias por población de bajos ingresos o por

haber sido autoconstruidas. Algo que en un pasado no tan remoto hubiera conducido o al

desplazamiento o invisibilización de los pobres, mediante su erradicación o la construcción

de fuertes murallas; o bien, a la no realización de los desarrollos inmobiliarios. Sin

embargo, ahora estas dos caras de la ciudad y de la sociedad, la opulenta y la carente, a

menudo están frente a frente sin la mediación de barreras físicas: islas de riqueza se

encuentran en mares de pobreza o viceversa, o bien edificios “high tech” se ubican frente a

casas informales y autoconstruidas. Nuestra hipótesis que explicaría esta nueva forma de

“tolerancia social”, sería que los nuevos dispositivos de seguridad (videovigilancia, accesos

controlados) y la escasez de suelo conducen a este tipo de vecindad (imágenes 2 a 4).

Imágenes 2 y 3. Lofts junto a un “campamento” otomí en la colonia Roma. Imagen 4.

Vivienda popular y departamentos de lujo en Nuevo Polanco

Fotos: Autor

Así, en varios centros históricos latinoamericanos coexiste una oferta de servicios para

consumidores de mayores ingresos (visitantes locales, turistas foráneos) y servicios

tradicionales para población de menores ingresos, que se pueden convertir en atracciones

para los turistas. Para el centro histórico de Querétaro Imelda González (2010) afirma que

las nuevas inversiones privadas y los nuevos consumidores no expulsan a la población

local; sino que la nueva oferta cultural, gastronómica, de alojamiento y servicios destinada

para consumidores de mayores ingresos coexiste con una oferta de servicios tradicionales

que atiende a la población local. En los centros históricos revitalizados o “recuperados”, los

pobres, sus viviendas y sus prácticas no son desalojados, sino mantenidos a distancia e

71

incorporados como escenario real de una política pública y de una inversión privada que no

son exclusionistas.

Por otro lado, algunos colegas sostienen que el desalojo de los vendedores ambulantes de

las calles de los centros históricos constituyen un claro ejemplo de gentrificación simbólica

(Janoschka et al, 2013) o de una brutal gentrificación como no se vería en las ciudades de

los Estados Unidos (Walker, 2008). Aquí, discrepo de estas posiciones porque omiten

mencionar y reconocer que esos desplazamientos no son deportaciones a las periferias

urbanas, sino reubicaciones en el mismo centro histórico. Las poderosas, piramidales y

clientelares organizaciones de vendedores ambulantes, que tienen estrechos vínculos con

los partidos políticos que gobiernan la ciudad (en el poder ejecutivo o legislativo) negocian

su reubicación en plazas comerciales en el mismo centro histórico. Así que más que un

claro ejemplo de gentrificación dura o simbólica, esto se puede ver como resistencia a la

gentrificación: se cede la calle pero no el territorio central e histórico.

Adicionalmente, una diferencia con un pasado no tan remoto era que los mega proyectos

urbanos (inmobiliarios, de infraestructura, etcétera), se realizaban con el uso de la fuerza y

frente a un estado de indefensión de la población. Domínguez (2014) diría que a diferencia

de los gobiernos autoritarios del siglo XX, en la democracia que vivimos en el siglo XXI la

población tiene más instrumentos para defenderse frente a la realización de

(mega)proyectos públicos o privados que involucren su desplazamiento. Tal vez este autor

tenga razón y los desplazamientos coercitivos en el pasado eran más evidentes y

actualmente éstos se han invisibilizado o no se efectúan con la intensidad y formas que en

el pasado.

La gentrificación vista como un proceso inevitable y benéfico, la disputa por los

conceptos

Igual que la ciudad, los conceptos teóricos en materia urbana se disputan. Así, el concepto

de gentrificación asociado directamente al desplazamiento de población para la realización

72

de negocios inmobiliarios es discutido, negado o banalizado por el Gobierno del Distrito

Federal y diversos intelectuales. Así por ejemplo:

• Para conmemorar los veinte años de la caída del Muro de Berlín, la Fundación Rosa

Luxemburgo en la Ciudad de México, en 2009 convocó a un foro público para debatir

Las presencias incómodas en el Centro Histórico de la Ciudad de México en proceso de

revalorización. Aquí, el director del Fideicomiso Centro Histórico de la Ciudad de

México, que no estaba invitado, se presentó al foro para negar que un gobierno de

izquierda desplace a población residente alguna; mientras que Guillermo Sheridan en

un foro de internet de la más o menos conservadora revista Letras Libres acusaba a la

directora alemana de esa Fundación de inventar procesos de gentrificación en el

corazón simbólico del país, pero asimismo de que ella gentrificaba la colonia Roma de

la capital mexicana, donde ella vivía (Sheridan, 2009).

• En un encuentro de recuperación de centros históricos, realizado en Oaxaca en

diciembre de 2011, la arquitecta Estefanía Chávez demandaba que la gentrificación

debía coadyuvar a la preservación del patrimonio (Libertad Oaxaca, 2011).

• La Delegación Miguel Hidalgo (2012), en su portal de internet, publica una versión de

la gentrificación en donde los barrios se rehabilitan, revitalizan, rejuvenecen y nadie es

expulsado. En esta versión no sólo no hay desplazados, sino que nadie se tiene que

desplazar ni siquiera para ir por el pan.

• En noviembre de 2014, en un blog de debate del Diario Milenio (2014): el ex titular de

la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda del GDF, arquitecto Felipe Leal, decía

que la gentrificación era un hecho inevitable, porque la ciudad (en realidad sólo unas

partes) es una gran mercancía que respondería a la promoción del uso intensivo y del

turismo que consume gastronomía, patrimonio urbano, arte y diseño. Así, para Felipe

Leal la gentrificación es un proceso que puede revestir formas negativas, pero otras

muy “sugerentes”. En este mismo blog, un restaurantero decía que la gentrificación era

un proceso de “adecentamiento” de los barrios, que implicaba una mayor seguridad y

mejores servicios para los consumidores, en donde permanecen los comercios y los

servicios que “aguantan” los precios altos hasta que les sea imposible permanecer en

esas zonas (el restaurantero alude a algo así como una ley natural de Darwin).

73

Desplazamiento social como condición para la realización de negocios privados y

megaproyectos urbanos

En algunos casos recientes han ocurrido desplazamientos de la población residente como

condición para la revalorización y realización de proyectos urbanos. Sin duda, el caso más

emblemático en América Latina lo constituye el Centro Histórico de Bahía, Brasil,

conocido como el Pelourinho. Aquí, en 1991 toda la población residente de 16 bloques o

manzanas del centro histórico fue desalojada por el gobierno del Estado de Bahía a través

de negociaciones en condiciones de mucha desigualdad, amedrentamiento, indemnización y

uso de la fuerza pública. En el Pelourinho vivía una población muy marginal: inquilinos de

cuartos que en muchos casos tenían que pagar un alquiler diario (como si se tratara de

hoteles), una población que sobrevivía al día a través de la prostitución, la venta de drogas

y el comercio y los servicios en la vía pública. En aquella época ni en Brasil ni en México

se hablaba de gentrificación y mis colegas de la Universidad Federal de Bahía hablaban de

un “asalto social”. Después del desplazamiento social ese lugar fue intervenido en una gran

escala para remozarlo y destinarlo al consumo del turismo, la cultura y el entretenimiento

(Sant´Anna, 2001; De Azevedo, 2009).

En la Ciudad de México tenemos dos casos recientes paradigmáticos de desalojos forzosos

de población para la realización de megaproyectos urbanos, en los que estaba de por medio

la realización de negocios privados, uno es el desplazamiento de la población que en la

década de 1990 ocupaba el predio Tlayacapa en Santa Fe, en donde se construyó una

universidad privada (el llamado ITAM) y otro son las expropiaciones para la construcción

de la Supervía del Poniente ocurridas en 2010.

Formas y tipos de desplazamiento

No quiero cerrar este apartado sin problematizar las formas y tipos de desplazamiento

social, pues en la literatura latinoamericana que aborda los procesos de gentrificación es

muy común (casi que se ha convertido en una condición elemental) decir que no hay

desplazamientos o citar las aportaciones de Peter Marcuse (1985 y 1986) retomadas por

74

Tom Slater (2009). De ninguna manera intentamos menospreciar las aportaciones de estos

colegas que escriben en inglés, pero con la intención de descolonizar la academia queremos

difundir que en México, América Latina (y en los mismo Estados Unidos) los tipos y

formas de desplazamiento propuestos por los colegas anglosajones ya han sido

considerados y a veces con cierta antelación. Además, otros tipos de desplazamiento social,

desconocidos por nuestros colegas anglosajones, han sido identificados y estudiados en las

ciudades latinoamericanas.

En efecto, entre las décadas de 1950 y 1980 ocurrieron diversos procesos de

desplazamientos sociales por programas de renovación urbana o por represión y control

social por parte de las dictaduras militares. Algunos autores se interesaron en los

desplazados y otros estudiar las causas, las formas y la resistencia a los desplazamientos

forzosos. Así por ejemplo:

1. Hacia mediados del siglo XX Oscar Lewis en San Juan de Puerto Rico (citado en Hall,

1996: 262), John F. C. Turner (1968) en Río de Janeiro y Lima y Janice Perlman (1976) en

Río de Janeiro, fueron a las periferias urbanas a entrevistar a los deportados del centro y

condenaron tanto el destierro de los pobres (que impedía sus tradicionales formas de

sobrevivencia y sociabilidad) como el hábitat homogéneo y asocial producido por la

política pública.

2. Otros autores dieron cuenta de los desalojos forzosos de la población pobre y sospechosa

o potencialmente rebelde, realizados por los autoritarios regímenes militares:

• Óscar Ozlak (1991) estudió los desplazamientos forzosos de los pobres realizados por la

dictadura militar argentina en Buenos Aires para “blanquear” la ciudad, a través de

diversas formas: la liberalización del mercado de vivienda en inquilinato (que duró

congelado de 1943 a 1979), la eliminación de las Villas Miseria y la construcción de

autopistas. Este autor, antes que Neil Smith para Nueva York, calificaba las políticas

militares como “revanchistas”.

75

• Alfredo Rodríguez (1983) citaba a Maquiavelo para señalar que la única forma de

dominar una ciudad era destruyéndola y dispersando y separando a sus habitantes. En

este sentido Morales y Rojas (1987) demuestran los complejos procesos de erradicación

y dispersión de la población ocurridos en Santiago de Chile entre 1979 y 1985, que

condujeron a reforzar los procesos de segregación socioespacial y el desplazamiento

forzoso de 29 mil familias. En esta política pública, los pobres no sólo tenían que estar

en “su lugar”, sino dispersos para ser controlados.

3. En la Ciudad de México, Coulomb (1995) estudió los desplazamientos de la población

residente de bajos ingresos de las colonias centrales, por la construcción del conjunto

habitacional Nonoalco Tlatelolco en la década de 1960 y la construcción de los ejes viales

en la década de 1970.

Por otra parte, en la década de 1990 varias autoras estudiaron los desalojos masivos en la

Ciudad de México y consignaron los siguientes tipos de desplazamiento social:

• Dora Arancibia (1995), quien reconocía que las políticas urbanas neoliberales

generaban el traslado de la población a la periferia urbana donde el suelo es más barato,

reconocía las siguientes formas de desplazamiento social: recisión de contratos

inquilinarios21, ocupación o invasión de propiedades fundamentalmente privadas pero

también públicas, cambios de uso del suelo (de vivienda a comercios o bodegas),

ocupación de reserva ecológica, y ocupación de zonas de alto riesgo.

• Irma Estrada et al (1996) consignaban siete causas de desplazamiento social en el

Centro Histórico de la Ciudad de México: terminación de contrato inquilinario,

“descongelamiento” de alquileres, deterioro edilicio, inseguridad pública, incapacidad

económica para acceder a la vivienda social (para pagar el costo de los alquileres o la

vivienda propia), proyectos urbanos y especulación inmobiliaria.

21 Entre los motivos inquilinarios se destacan: la terminación de contrato, la contravención del uso del

inmueble (subarriendo y uso distinto al habitacional), el incumplimiento del pago, el deterioro o destrucción

del bien material.

76

En un trabajo más amplio, que abarca los centros históricos de Europa y América Latina,

Audefroy y Ottolini (1999) y Berger y Ottolini (1999) identificaban las siguientes causas de

los desplazamientos sociales:

• Deterioro físico del inmueble que, por su antigüedad y/o falta de mantenimiento,

provoca la expulsión paulatina de la población residente (inquilina o propietaria). Aquí,

el deterioro edilicio era visto como una oportunidad para el gobierno y los

inversionistas para “recuperar” el centro histórico para actividades más lucrativas que el

alquiler22.

• Terminación de contrato y/o incremento de alquileres, de manera individual o colectiva,

en inmuebles de departamentos o cuartos en inquilinato.

• Liberalización del mercado de alquileres (establecido en la década de 1940), medida

que en América Latina ocurrió desde la década de 1970 en el cono sur, y en México y

Perú en la década de 1990.

• Suspensión de servicios por parte del propietario o administrador de las viviendas en

alquiler.

• Inseguridad pública y/o estigmatización del barrio: Un barrio en declive, inseguro,

sucio, etcétera, conduce a algunas personas y familias a abandonarlo paulatinamente.

• Desastre o catástrofe social. Aquí los fenómenos naturales (sismos, lluvias, huracanes,

etcétera) actúan en condiciones de vulnerabilidad socialmente construidas (inmuebles y

barrios físicamente deteriorados por ausencia de mantenimiento) con altos costos

sociales, por lo que después del colapso la población emigra “voluntariamente” o es

reubicada en la periferia a través de ayuda pública.

• Proyectos de desarrollo y renovación urbana para sanear y reconstruir centros

deteriorados, y destinarlos a otras funciones de servicios, culturales, comerciales e

incluso habitacionales, pero para población con mayores ingresos (los autores no lo

decían con ese nombre, pero estaban hablando de lo que hoy se conoce como

gentrificación). A menudo también se abren nuevos espacios públicos (ramblas,

22Curiosamente este estudio no considera que el deterioro también ha sido una causa que ha permitido el

arraigo de la población pobre y vulnerable en muchos barrios de los centros históricos latinoamericanos y

europeos (en vecindades, conventillos, corralas, cortizos, etcétera).

77

bulevares, plazas), destruyendo el tejido urbano y la vivienda, previo desalojo de la

población residente.

• Por conservación del patrimonio edificado: Una vía indirecta, que conduce al desalojo

de la población, está constituida por las inversiones públicas que se destinan a selectos

inmuebles históricos y barrios antiguos para destinarlos a usos culturales y turísticos, en

detrimento de la vivienda popular y a veces a través del desalojo de la población

residente. A su vez, la especialización turística incrementa los costos de la vida urbana

y conduce a la museificación de los centros históricos y al abandono progresivo de las

viviendas. Estos lineamientos de política pública, denunciaban Berger y Ottolini (1999),

son promovidos por una comunidad internacional especializada en el patrimonio

cultural, agrupada en torno de la Convención del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Entre otras tantos estudios sobre desplazamientos sociales coercitivos, podemos mencionar

las aportaciones del Centro por el Derecho a la Vivienda y contra los Desalojos (COHRE,

2006), que en sus estudios sobre estos procesos en Argentina, Brasil Colombia, Perú y

Brasil, señalaban que las causas de los desplazamientos forzosos en América Latina se

derivan de causas estructurales que colocan a una gran cantidad de población en altas

condiciones de vulnerabilidad frente a los desalojos, como son: las condiciones precarias y

de inseguridad de la tenencia del suelo y la vivienda; un modelo agrario y de desarrollo

urbano que favorece la gran propiedad privada; la falta de políticas de suelo y vivienda para

la población desfavorecida; la falta del cumplimiento de la función social de la ciudad y de

la propiedad; y la falta de acceso a la justicia. Aunado a ello, en la región también hay

desplazamientos forzosos derivados de conflictos armados. Además, contraviniendo la

Observación general nº 2 de 1990 del Comité de Derechos Económicos, Sociales y

Culturales de la ONU23, el COHRE denunciaba que en la región había megaproyectos de

desarrollo promovidos por instituciones internacionales (la Federación Internacional de

Futbol Asociación y del Comité Olímpico Internacional) que originaban desalojos forzosos.

El COHRE (2006) destacaba siete causas y formas de desplazamientos forzosos de

23 Esta observación señala que los organismos internacionales deberían evitar escrupulosamente toda participación en proyectos y eventos que fomenten o fortalezcan la discriminación contra individuos o grupos, o que impliquen la expulsión o desplazamiento en gran escala de seres humanos sin proporcionarles toda la protección y compensación adecuadas.

78

población urbana y rural en los 4 países en cuestión: intrusión de propiedad privada o

pública, especulación inmobiliaria, saneamiento ambiental, megaproyectos urbanos o

rurales, desastres, deuda hipotecaria y violencia paramilitar.

Frente a este recuento de causas y formas de desplazamiento social identificadas y

estudiadas en América Latina para las áreas rurales, urbanas y los centros históricos, las

aportaciones de Marcuse (1985 y 1986) y Slater (2009) resultan insignificantes. Esto es así,

porque las realidades urbanas y rurales del llamado norte global son muy diferentes del

llamado sur global24. Sin embargo, en favor de nuestros colegas anglosajones reconozco

cuatro cosas: 1. La reivindicación que dice que los estudios urbanos no deben perder de

vista la perspectiva de la justicia social y la reivindicación de los derechos a la vivienda y a

la ciudad; 2. La visibilización de los desplazados; y 3. Slater (2009) señala que el

desplazamiento directo o el desplazamiento en cadena de residentes consignados por

Marcuse para el mundo anglosajón, pueden no tener relevancia alguna frente a la magnitud

del desplazamiento social en el sur global (como la limpieza de tugurios realizada para los

juegos olímpicos de Pekín); y 4. Que Slater (2009) reconoce que solo captando los

mecanismos que crean diferentes formas de desplazamiento se pueden refutar con eficacia

los argumentos que legitiman esos desalojos. En el siguiente cuadro número 2 comparamos

las aportaciones del multicitado Marcuse y las aportaciones latinoamericanas aquí referidas.

Cuadro 2. Formas de desplazamiento de población en el mundo anglosajón y

latinoamericano, una comparación

Marcuse (1985 y 1986) Autores latinoamericanos

(Arancibia, 1995; Estrada, 1996; Audefroy, 1993,

Audefroy y Ottolini, 1999; Ottolini y Berger, 1999;

COHRE, 2006),

Directo (físico o económico) cuando los

propietarios o arrendadores suspenden los servicios

Directo: Producido por corte de servicios en la

vivienda, incremento de alquileres, y expropiación y

24 Aquí reconocemos que el conocimiento científico y la teoría urbana tienen su territorialidad y su

temporalidad, por lo que Marcuse no podía conceptualizar procesos que estaban ausentes en la realidad

neoyorquina (ciudad que él estudiaba), como probablemente la literatura latinoamericana desconoce procesos

de desplazamientos de población que ocurren en otras geografías, que por tener otra escala, causalidad,

condiciones, intensidad y velocidad, pasan desapercibidos o no ocurren aquí. Sin embargo, estamos en contra

de que los conceptos no pueden viajar y ser apropiados en otras latitudes, como si cada concepto tuviera que

llevar consigo su acta de nacimiento y pasaporte, y para ser aceptado en otra región debiera presentar su

permiso o visa correspondiente.

79

y/o incrementan el alquiler, o cuando el Estado

expropia y/o desaloja.

desalojo de la población.

Indirecto: Descongelamiento o liberalización del

régimen de alquileres.

• Informalidad del régimen de alquiler de vivienda en

favelas y cortizos, vecindades, conventillos, etcétera.

En cadena, generado por el deterioro urbano y el

incremento de rentas.

Sucesión de hechos y condiciones: El deterioro urbano

progresivo conduce a la ruina, despoblamiento, la

llegada de delincuentes, la inseguridad pública y a más

desalojo.

Exclusionario: las nuevas ofertas inmobiliarias (e

incluso inmuebles abandonados y en ruinas) son

inaccesibles para la población de bajos ingresos.

Inaccesibilidad a la vivienda por encarecimiento: la

vivienda y las rentas urbanas, que conducen a una

exclusión social y desplazamiento de la población.

Por presión con el encarecimiento de los costos de

vida el barrio se transformó: los vecinos se fueron y

los comercios tradicionales fueron sustituidos por

otros para población de más ingresos.

Presión: El encarecimiento de los costos de vida y el

abandono edilicio creciente conducen al

desplazamiento coaccionado de población.

No pago de hipotecas: por causas derivadas de crisis

económicas que devienen en juicios de desahucio tanto

en el ámbito urbano como en el rural.

Desalojos de ocupación, okupación, invasión o

intrusión (reciente o antigua) de inmuebles de

propiedad privada o pública: áreas de reserva

ecológica, zonas de riesgo, inmuebles en ruinas,

abandonados y/o subutilizados.

Desalojos por la realización de proyectos públicos o/y

privados de renovación urbana, recuperación de

centros y barrios históricos, creación de parques

urbanos, saneamiento de áreas inundables, apertura de

espacio público (plazas, ramblas, bulevares, etcétera).

En áreas rurales: obras hidráulicas, aeropuertos, bases

militares, etcétera

Desalojos temporales o permanentes de población en

situación de calle por la realización de grandes eventos

internacionales: visitas de personajes distinguidos y de

Estado (el Papa), juegos olímpicos, fútbol, etcétera.

Desalojos por desastres sociales derivados de algún

fenómeno natural. Un sismo, una inundación u otra

calamidad “natural” (que actúa sobre condiciones de

vulnerabilidad) es una oportunidad para “solucionar” el

problema de los pobres en las periferias urbanas, a

través de ayudas públicas.

Discriminación social o étnica.

Control político y (para)militar.

Fuente: Elaboración propia.

Por último, me interesa reconocer que el “desplazamiento exclusionario” ampliamente

difundido por (y casi que atribuido exclusivamente a) Peter Marcuse, es un concepto que

proviene de los movimientos sociales de las ciudades estadounidenses, que en las décadas

de 1970 y 1980 luchaban contra el displacement. De ello da cuenta una combativa

80

publicación norteamericana de 1982 que daba cuenta de 26 formas y causas diferentes de

desplazamiento social directo e indirecto (Hartmann et al, 1982).

Nuevos escenarios ¿La gentrificación que viene?

Todo indica que los procesos de gentrificación se continuarán exacerbando en la Ciudad de

México y otras ciudades latinoamericanas, debido a varios hechos: 1. La nueva orientación

de las políticas urbanas dirigidas a la “Ciudad compacta” y al desarrollo urbano intensivo y

sustentable; 2. La circulación de capitales financieros trasnacionales que continúan

encontrando en el sector de la construcción rentas atractivas, lo que ha reforzado la

mercantilización del desarrollo urbano (es decir, la lógica del lucro y del negocio

inmobiliario); y 3. La insistencia de los gobiernos locales en buscar a toda costa la

competitividad económica para generar riqueza económica y empleos. Así por ejemplo, en

el último Foro Económico para América Latina, Miguel Ángel Mancera, actual Jefe de

Gobierno del Distrito Federal, pidió invertir en las urbes “incluso a fondo perdido”. Por

cierto que en este foro el mandatario local hablaba del uso de la tecnología contra la

delincuencia y de aprovechar el know how de los inversionistas para la ciudad inteligente

(La Jornada, 09/05/2015).

Así por ejemplo, en México las políticas urbanas federales y locales, bajo el motivo de la

conservación del medio ambiente y la competitividad urbana, promueven la compactación

urbana, que en el discurso es: habitable y adecuada a la capacidad de pago de la gente,

provee de buen espacio público y disminuye las necesidades de traslado de la población. En

otras palabras, las políticas urbanas tratan de evitar la expansión urbana y promueven la

densificación de las áreas urbanas, a través del aprovechamiento de baldíos intraurbanos y

la sustitución de edificios, la creación y recuperación de espacios públicos, y en la Ciudad

de México con la creación de las Zonas de Desarrollo Económico y Social (ZODES). Estas

políticas en la Ciudad de México le dan continuidad a las seguidas por los gobiernos

anteriores bajo distintos eslóganes: El Bando 2 (2000 – 2006), el Desarrollo urbano

competitivo, equitativo y sustentable (2006 – 2012) y la Ciudad compacta, dinámica,

policéntrica y equitativa (2012 – 2018). Así que los múltiples recientes conflictos entre

81

actores diversos (sociales, económicos y políticos) que se disputan la ciudad se continuarán

exacerbando. Hoy día no sólo los jóvenes estudiantes de maestría y doctorado hablan de

gentrificación; sino que lo hacen igual los vecinos de las colonias Roma, Condesa y Juárez,

y hasta locatarios de los mercados de La Merced.

5. LAS POLÍTICAS SELECTIVAS DE MODERNIZACIÓN Y DESARROLLO

URBANO INTENSIVO

Por principio de cuentas, como todo gobierno, el de la Ciudad de México más allá de su

orientación política para gobernar tiene una mano derecha y otra izquierda. Es decir, los

gobiernos además de privilegiar ciertos objetivos también despliegan algunas políticas

públicas y programas sociales en su labor de gobernar “para todos”. En efecto, el Gobierno

del Distrito Federal despliega una doble forma de gobernar, que por un lado reconoce

derechos sociales de minorías y despliega algunas acciones sociales, puntuales y dispersas,

para los pobres, que constituyen la mayoría de habitantes de la ciudad; y por otro lado, bajo

el discurso de la competitividad económica, la sustentabilidad medioambiental y el

patrimonio urbano de los mexicanos y de la humanidad, privilegia la realización de

negocios privados y la modernización de selectas áreas urbanas que han encarecido la

ciudad y han ocasionado el desplazamiento de la población de bajos ingresos.

La Asamblea Legislativa del Distrito Federal desde 1994, y particularmente desde 1997

cuando se eligió por primera vez en la historia de la ciudad a un Jefe de Gobierno por vía

democrática, ha construido paulatinamente un marco jurídico local bajo el enfoque de los

derechos sociales y ha legislado en favor de las mujeres (vida libre de violencia), los

adultos mayores (albergues, pensión alimenticia y salud), los niños (acceso a útiles

escolares), los jóvenes (becas, seguridad), los migrantes, las personas con discapacidad, las

madres solas, etcétera. También podemos mencionar la legislación que regula el

otorgamiento, en el marco de la capacidad presupuestaria del gobierno local, de un crédito

blando para el acceso a una vivienda en régimen de propiedad privada para población de

82

bajos ingresos, etcétera25. De manera consecuente con esta legislación, en esta ciudad las

políticas sociales abarcan actualmente un conjunto de subsidios y programas sociales que

no combaten, pero aminoran la pobreza. Tal es el caso de la política habitacional, que desde

1998 ha realizado más de 250 mil acciones habitacionales de interés social (alrededor de 62

mil viviendas nuevas en conjuntos habitacionales y más de 190 mil acciones de

mejoramiento de vivienda); y de la política de mejoramiento de barrios, que desde 2007 ha

atendido alrededor de un mil barrios26 con un presupuesto anual cambiante que en conjunto

arroja un total de 721 millones de pesos.

Sin embargo, la libre e incondicional adscripción de las elites y gobierno mexicanos al

modelo neoliberal, alcanzan al Gobierno de la Ciudad de México, que desde 1997 está en

manos de un partido político que se auto nombra de izquierda, pero que en la práctica (por

gusto o necesidad) impulsa este modelo económico en aras de la competitividad económica

y el desarrollo sustentable. En efecto, la histórica asociación del poder económico con el

poder público, en el país y la Ciudad de México, que promovió la adopción del modelo

neoliberal no fue rota con la democratización de la vida política del Distrito Federal, ni con

la llegada al poder local de un partido político de “izquierda”.

Así, el impulso a la ciudad competitiva, la creación de riqueza y de empleos, ha abarcado

un conjunto diverso de políticas e incentivos para los negocios y el desarrollo inmobiliario;

el desarrollo de nuevos enclaves de servicios globales; la construcción de megaproyectos

con usos mixtos; la edificación y establecimiento de centros comerciales, supermercados y

cadenas de “tiendas de conveniencia”27; la construcción de vivienda de alto costo (y en

menor grado de vivienda social); la “recuperación” de barrios y centros históricos; la

reconversión de fábricas y áreas industriales abandonadas; la modernización y construcción

de infraestructura vial de peaje y de transporte; la “recuperación” de un selecto espacio

25 Que se plasmen derechos sociales en una ley no significa que éstos automáticamente se cumplan, pues se

requiere de normas secundarias que precisen su contenido, así como de políticas, instrumentos y presupuesto

para su realización efectiva. 26 La mayoría de proyectos realizados (40%) son de mejoramiento de la imagen urbana (pintura en fachadas),

25% de mejoramiento de espacios comunitarios (salones de usos múltiples, bibliotecas y casas de cultura) y

22% de mejoramiento de áreas verdes y juegos infantiles. 27 Las tiendas de conveniencia son comercios de menos de 500 metros cuadrados, que abren entre 18 y 24

horas al día los 365 días del año. Se trata de cadenas de franquicias y comercios que funcionan como tiendas

de autoservicio.

83

público; etcétera. Asimismo, se ha impulsado el turismo, en sus más diversas variantes y la

turistificación de enclaves urbanos, que se distinguen por su patrimonio histórico inmueble,

su paisaje cultural, sus atributos naturales, etcétera.

Se trata de un desarrollo inmobiliario y de una modernización urbana desigual que

profundiza la histórica segregación socioespacial de la Ciudad de México. Este conjunto de

grandes emprendimientos urbanos, públicos y privados, ha conducido a transformar la

capital mexicana, particularmente sus selectas áreas urbanas centrales, en los territorios

urbanos más caros del país; mientras que el encarecimiento de las rentas urbanas ha

conducido al desplazamiento directo e indirecto de la población de bajos ingresos, quien ha

tenido que emigrar a periferias urbanas distantes o a áreas rurales sin servicios ni

infraestructuras, para alojarse en una vivienda y suelo barato.

Asimismo, hemos de reconocer que las políticas urbanas de los gobiernos democráticos,

que desde 1997 se impulsan en esta ciudad, actúan en una urbe moldeada por una historia y

por históricas políticas públicas. En efecto, la problemática social y urbana de la Ciudad de

México presenta dimensiones colosales y los desafíos para la gestión son muy complejos,

pues la mancha urbana, más algunos poblados dispersos muy cercanos, abarcan a 16

Delegaciones del Distrito Federal, 59 Municipios del Estado de México y un Municipio del

Estado de Hidalgo: esto es lo que operacionalmente se conoce como Zona Metropolitana

del Valle de México (ZMVM), pero que en la provincia y el extranjero se asocia como la

“Ciudad de México”. Sin embargo, de los 20.1 millones de residentes que en 2010 aquí se

alojaban, menos de la mitad de la población reside en la capital del país (cuadro 3).

Cuadro 3. Zona Metropolitana del Valle de México – Población 1950-2010

Entidades

Población absoluta

1950 1960 1970 1980 1990 2000 2010

Distrito Federal 3,050,442 4,870,876 6,874,165 8,831,079 8,235,744 8,605,239 8,851,043

59 Municipios

Estado de México

472,346 807,389 2,399,039 5,609,725 7,297,758 9,745,094 11,151,276

Tizayuca, Estado de

Hidalgo

5,096 6,037 8,703 16,454 30,293 46,344 97,461

ZMVM 3,527,884 5,684,302 9,281,907 14,457,258 15,563,795 18,396,677 20,099,780

Fuente: Elaboración propia con base a datos del INEGI.

84

Entre 1990 y 2010 el DF tuvo un crecimiento de 615 mil habitantes, pero la ZMVM

incrementó su población en 4.6 millones de personas, para pasar de 15.5 a 20.1 millones.

En ese mismo período:

• 8 Delegaciones que alojan las partes más antiguas de la ciudad registraron un

decrecimiento de 435,046 habitantes.

• 8 Delegaciones, que contienen suelo de conservación ecológico, que por ningún motivo

se debería urbanizar, registraron un incremento de 1,050,345 habitantes.

• Asimismo, en 2010 el 20.8% de la población total residía en Iztapalapa y el 13.68% en

Gustavo A. Madero. Así, el 34.48% de la población total se aloja 2 Delegaciones y en

sólo el 13.5% del territorio del DF.

Al iniciar el siglo XXI las principales tendencias de desarrollo urbano eran dos:

Despilfarro de la ciudad construida: El despoblamiento de las áreas urbanas centrales se

derivaba de varios factores: la expansión de las actividades terciarias en territorios con gran

accesibilidad, los cambios de uso del suelo (de vivienda a comercios, oficinas y bodegas),

el envejecimiento de la población, el deterioro físico, la ausencia de políticas habitacionales

y la oferta de vivienda en propiedad en áreas periféricas. El DF es una entidad expulsora de

población “pobre”: el INEGI (2010) registró que entre 2005 y 2010 un total de 127 mil

personas oriundas del Distrito Federal desplazaron su residencia al vecino Estado de

México para incrementar el número de 255 mil a 382 mil doscientos capitalinos que

cambiaron de residencia (INEGI, 2005 y 2010). Este éxodo de población está directamente

vinculado a la vivienda, pues el DF es una ciudad muy cara para su población, quien

encuentra en los municipios periféricos una oferta de vivienda en terrenos baratos accesible

a sus ingresos. No resulta ocioso mencionar que hasta la autoridad local, en materia de

desarrollo urbano y vivienda, asegura que cada año cien mil personas se desplazan de la

capital mexicana por los altos costos del suelo (La Jornada, 01/10/2013: 34).

La urbanización periférica salvaje: La expansión de la periferia metropolitana se deriva del

acceso a suelo barato y de la política habitacional del gobierno federal, que produjo una

85

urbanización voraz y expansiva con enormes conjuntos de miniviviendas. Esta política se

apoya en la descentralización de atribuciones a los municipios, la privatización de la

propiedad colectiva, la desregulación urbana y habitacional, y la mutación de los

organismos públicos de vivienda (de constructores a financiadores). Este modelo

habitacional generó una extensiva urbanización altamente segregada que obliga a sus

residentes a realizar grandes traslados para acceder al trabajo, los servicios y

equipamientos. Además el Estado neoliberal mexicano abdicó en su responsabilidad de

ordenar el territorio y el desarrollo urbano, y dejó esta tarea en manos del sector privado.

La revalorización y repoblamiento de las áreas urbanas centrales: Como se verá

enseguida, una de las tendencias de desarrollo urbano impulsadas desde el año 2000 ha sido

la revalorización de las Delegaciones centrales. Esta revalorización multidimensional (del

patrimonio, de los valores del suelo, de los costos de las viviendas, etcétera) de las áreas

centrales las ha encarecido complicando la permanencia de la población de bajos ingresos.

Este hecho es reconocido por autoridades, especialistas del desarrollo urbano y los medios

de comunicación. Así por ejemplo:

• Laura Gómez, encabezaba así una de sus notas periodísticas recientes: “Rentas caras

expulsaron a 1.7 millones de personas a la periferia en 30 año”. Aquí una especialista

en desarrollo urbano del Centro de Transporte Sustentable, decía que la ciudad de

México perdió 1.7 millones de habitantes en las tres últimas décadas y que muchos de

estos emigrantes invertían diariamente más de tres horas para volver a esta ciudad a

trabajar o consumir y usaban hasta el 30% de su ingreso en sus traslados (La Jornada,

16 de abril de 2015, página 2).

• El titular del Valle de México de la Cámara Nacional de la Industria de Desarrollo y

Promoción de Vivienda decía que la Ciudad de México se ha vuelto una ciudad elitista,

pues aquí sólo se construye vivienda para altos estratos socioeconómicos. Además, es

esta ciudad la vivienda recientemente se habría encarecido alrededor del 20% pero no

por los costos de construcción sino del suelo. Este inversionista justamente por ello

pugna por modificar la legislación y la norma urbana para densificar al máximo la

86

ciudad y con ello, dividir entre más beneficiarios los costos del suelo (La Jornada, 8 de

mayo de 2015, página 31).

• Una nota del diario Excélsior dice en mayo de 2015 que “Por vivienda cara, huyen a la

periferia” gruesos grupos de población, quienes construyen nuevos asentamientos

humanos irregulares (Excélsior, 22 de Mayo de 2015).

Políticas de desarrollo urbano intensivo

Desde el años 2000 los gobiernos del Distrito Federal han puesto un especial énfasis en

políticas de desarrollo urbano intensivo, que evite una innecesaria expansión urbana que

atente contra el medio ambiente por la pérdida de áreas naturales que contribuyen a

capturar agua de lluvia, a producir oxígeno y consumir dióxido de carbono. Se trata

asimismo, de evitar la expansión urbana y con ello de aminorar los traslados de la

población con el uso transporte privado y público que contribuye a la producción de

dióxido de carbono y otros contaminantes. Actualmente, bajo el eslogan de la ciudad

compacta, dinámica, policéntrica y equitativa el Gobierno del Distrito Federal habla de

recuperar el espacio público, redensificar las zonas urbanas con buena conexión de

transporte público y suficientes servicios; crear nuevas zonas de desarrollo económico y

social; regenerar, reciclar y dignificar los corredores urbanos, centros urbanos, centros de

barrio y el patrimonio urbano (Jefatura de Gobierno, 2013; SEDUVI, 2013).

Curiosamente , desde 2014 este también es el discurso del gobierno federal. Después de dos

sexenios de una urbanización salvaje, que fue conducida por la política habitacional que

buscaba combatir el déficit de vivienda y de patrimonio familiar (vivienda en régimen de

propiedad privada), el gobierno federal ahora promueve el desarrollo urbano “compacto”.

Esto es expresado desde el Plan Nacional de Desarrollo Urbano 2014 – 2018 (SEDATU,

2014) que entre sus objetivos menciona: 1. Controlar la expansión territorial de las áreas

urbanas, a través de la promoción y el reemplazo de vivienda al interior de los centros

urbanos existentes; y 2. Utilizar el suelo intraurbano disponible, densificar las

construcciones y adecuar y ampliar la infraestructura urbana. A esto también se ha sumado

87

la Cámara de Senadores con su estudio de un México compacto (Senado de la República et

al, 2014).

Así, en los últimos 15 años las políticas de desarrollo urbano intensivo o centrípeto o

crecimiento sobre la ciudad existente, apoyadas en la política habitacional y en la

promoción de grandes proyectos urbanos, han tenido una continuidad bajo distintos

nombres (Bando 2, Ciudad compacta) y con distintos énfasis secundarios (la vivienda, las

zonas de desarrollo, etcétera). En el siguiente cuadro número 4 identificamos las principales

políticas de desarrollo urbano desplegadas en los últimos quince años; y en el siguiente

apartado profundizamos en la política del Bando 2.

Cuadro 4. Políticas de desarrollo urbano intensivo 2000 - 2015

2000-2006 2007-2012 2012 – 2018

El Bando 2 Desarrollo urbano competitivo,

equitativo y sustentable

Ciudad compacta, dinámica,

policéntrica y equitativa.

Eje conductor: Política

habitacional.

Eje conductor: Desarrollos

inmobiliarios, (re)creación de

espacio público y construcción de

vivienda.

Eje conductor: Zonas de

Desarrollo Económico y Social

(ZODES): Ciudad de la Salud,

Ciudad Administrativa, Ciudad

del Futuro, etcétera

Objetivos: Repoblar la “Ciudad

central” y evitar la expansión

anárquica de la mancha urbana.

Objetivos: Redensificar toda la

ciudad y detener el crecimiento de

la mancha urbana.

Objetivos: Redensificar,

intensificar, reciclar y verticalizar

toda la ciudad; y proteger el

medio ambiente

Estrategias: Nuevos conjuntos

habitacionales, y mejoramiento y

ampliación de vivienda.

Ventanilla única para licencias y

trámites.

Estrategias: Fomentar el uso

intensivo en zonas que cuentan

con infraestructuras y servicios

suficientes

Aumentar los coeficientes de

ocupación y utilización del suelo

Estrategias: Áreas con potencial

de reciclamiento y capaces de

atraer población adicional.

Intensificación y diversificación

de usos del suelo en condiciones

de sustentabilidad y rentabilidad.

Programa de Vivienda en

conjunto en las Delegaciones

Centrales y Programa de

mejoramiento habitacional en

todo el suelo urbano del Distrito

Federal.

Programa de Vivienda en

conjunto y Programa de

mejoramiento habitacional en

todo el suelo urbano del Distrito

Federal.

Programa de Vivienda en

conjunto y Programa de

mejoramiento habitacional en

todo el suelo urbano del Distrito

Federal.

Programa Comunitario de

Mejoramiento Barrial.

Programa Comunitario de

Mejoramiento Barrial.

Programa de recuperación del

Espacio Público

Programa de recuperación del

Espacio Público y Parques de

bolsillo

Introducción del programa

EcoBici

Ampliación del programa EcoBici

Fuente: Elaboración propia.

88

En el contexto de tales políticas urbanas, ha habido una continuidad en los llamados

Grandes Proyectos Urbanos, que se han convertido en íconos de cada gobierno. Estos

megaproyectos, considerados así en función de su escala física y/o la dimensión de la

inversión público y/o privada incluyen: programas y proyectos de recuperación de centros y

barrios históricos, equipamientos culturales, educativos, de entretenimiento, salud, etcétera.

Cuadro 5. Principales megaproyectos urbanos que promueven los negocios privados

2000 - 2015

2000-2006 2007-2012 2012 – 2018

Programa de Rescate de (una

parte de) el Centro Histórico 2002

– 2006

Programa de Recuperación del

Centro Histórico, ampliación a

Garibaldi (Norte) y La Merced

(Oriente)

Programa de rescate del Centro

Histórico 2012 – 2018.

Programa de Rescate Integral de

La Merced en la Delegación

Venustiano Carranza.

Remozamiento del Paseo de la

Reforma (Corredores turísticos)

Construcción de los puentes de

Los Poetas, para la accesibilidad

de Santa Fe*

Construcción de la Supervía del

Poniente para la accesibilidad de

Santa Fe (vialidad de peaje).

Construcción de Segundos pisos

públicos

Construcción de Segundos pisos

de peaje

Metrobus línea 1 Metrobus líneas 2 – 4

Metrobus línea 5

Proyecto de Ferrocarril suburbano Ferrocarril suburbano

STC Metro línea 12 Reparación de la línea 12 del STC

Metro.

Construcción de la Plaza Mariana,

megaproyecto de la iglesia

católica financiado por Carlos

Slim

Impulso de las Zonas Especiales

de Desarrollo Económico y Social

Construcción de la Arena México

Construcción de Mitikah Ciudad

Progresiva

Continuación de Mitikah Ciudad

Progresiva

Cambios de uso del suelo para el

“Nuevo Polanco”

Construcción del “Nuevo

Polanco” y de alrededor de 20

megaproyectos.

Construcción del “Nuevo

Polanco” y de alrededor de 35

megaproyectos.

Notas: * Obra realizada a través de un Sistema de Actuación por Cooperación, en el que el sector privado

asume los costos de la obra y el gobierno local en permuta otorgó un terreno de 38.7 hectáreas (SEDUVI,

2006: 16). El predio se encuentra en Santa Fe y la permuta fue calificada como un “negociazo” porque con

esa vialidad el predio recibido se revalorizó (La Crónica 18/10/2004 y La Crónica 12/12/2003).

Otros proyectos, hasta ahora no realizados pero promovidos desde 2006 son: el Acuario

Nacional en la zona de chinampas de Xochimilco, la Ciudad del Conocimiento en Tlalpan,

el edificio del Bicentenario de la Independencia, y el Foro Estadio en Azcapotzalco. Vale

agregar que varios de estos megaproyectos habían sido promovidos desde principios de la

89

década de 1990, cuando la ciudad era administrada por el presidente del país. Entonces

dichos proyectos no pudieron realizarse por la crisis económica o por la oposición de los

movimientos sociales. Los intelectuales y militantes de izquierda consideraban que esos

proyectos privatizaban el espacio público y contribuían a incrementar la segregación social

en la ciudad. Curiosamente esos proyectos ahora son realizados o vueltos a promover por

personajes y funcionarios de un partido político de “izquierda”, que en la década de 1990

fueron funcionarios federales y miembros del Partido Revolucionario Institucional. Ahora

que paradójicamente estos mismos megaproyectos se realizan, con los mismos personajes

pero desde la “izquierda”, las críticas públicas son puntuales y escasas.

Para mostrar la dimensión de estos megaproyectos realizados recientemente en la Ciudad

de México, algunos colegas recurren a incluir datos de (algunas) inversiones recientes del

magnate mexicano, quien a través de distintos medios (a veces) publica la diversidad y

dimensión de sus inversiones en la capital mexicana. Así por ejemplo, Real State Market &

Lifestyle 90 (2013) da cuenta de una inversión de casi 225 millones de pesos realizada entre

1986 y 2013 en once diversas plazas comerciales, proyectos habitacionales y oficinas28.

Nuestras críticas a estos colegas es que es difícil sumar los pesos de las inversiones de 1986

con los pesos de 2013, porque esos pesos valen de manera muy diferente. Otros autores

(Delgadillo, 2011) han dado cuenta que de los 63 inmuebles que el magnate mexicano

adquirió en el Centro Histórico, entre 2002 y 2004, en la compra de 31 inmuebles invirtió

375.2 millones de pesos.

Sin embargo, estas inversiones no se comparan con las que se realizan para la construcción

de las grandes vialidades: la construcción de 52 Kilómetros de vialidades de peaje

concesionadas al sector privado por un período de 30 años implicó una inversión de 15 mil

millones de pesos (9 mil privados y 6 mil públicos). El “segundo piso” del Periférico Norte,

entre Cuatro Caminos y San Antonio, se concesionó a la empresa española Obrascón

Huarte Lain (OHL) que en mayo de 2015 es sujeto de escándalos de corrupción por sus

obras en el Estado de México; el “segundo piso” del Periférico Sur, entre San Jerónimo y

28 Plazas comerciales Inbursa, Loreto, Carso, Capuchinas, El Rosario y Bordo Xochiaca; proyectos

habitacionales Hotel Bamer y un inmueble en el barrio chino; y tres edificios de oficinas.

90

Muyuguarda, se concesionó a las empresas Ingenieros Civiles y Asociados (ICA) y dos

empresas del Ing. Slim (ICA y Carso); y el “segundo piso” del Periférico Oriente, entre

Muyuguarda y Zaragoza, hasta ahora no construido, se concesionó a Cementos Mexicanos

(CEMEX). Por su parte, la Supervía Poniente se otorgó a Copri – OHL (Delgadillo, 2014a).

La Ciudad de México se ha convertido en una ciudad muy interesante para la inversión

inmobiliaria nacional y trasnacional. Así, de acuerdo a La Guía Inmobiliaria de México

(Real Estate Market & Lifestyle, 2014) en noviembre de 2014 en la capital mexicana había

37 mega desarrollos inmobiliarios con 6.5 millones de metros cuadrados construidos:

• 10 eran desarrollos de edificios de corporativos trasnacionales: 17 proyectos con usos

mixtos, un mega proyecto era únicamente residencial y 8 megaproyectos de servicios y

comercios.

• Entre los inversionistas más importantes destacaban: Carso en el “Nuevo Polanco”

(Carlos Slim, con la inversión más grande en monto y dimensión de metros cuadrados

construidos), Mexico Retail Properties (5 proyectos), Fibra Uno (2), IdeUrban, Abilia,

Artha Capital, DANHOS, E Group, ICA, Reichmann y Sordo Madaleno (con 2

megaproyectos cada uno).

• Entre los proyectos físicamente más grandes estaban: “Nuevo Polanco” (Ciudad Slim),

Picacho LifeStyle Center, Vía Vallejo, Espacio Condesa, BBVA Torre Ejecutiva,

Mitikah Ciudad Progresiva, Torre Diana, etcétera.

Estos proyectos en curso y otros ya construidos representan beneficios, costos y desventajas

diversos para los distintos actores económicos, políticos y sociales: las inversiones crean

empleos (generalmente temporales y de bajo salario), contribuyen a la generación de una

riqueza que no se redistribuye en la ciudad y la gente, y generan múltiples descontentos

sociales. Además, la mayor parte de estos megaproyectos no estaban contemplados en la

planeación urbana y en las normas de uso e intensidad de construcción, pero se realizan a

toda costa con la anuencia del gobierno local.

No resulta ocioso comentar el discurso hiper optimista de los desarrolladores inmobiliarios

en el país. Así, en el número 100 de La Guía Inmobiliaria de México (Real Estate Market

91

& Lifestyle, 2015) festeja los cien íconos inmobiliarios en el país (que mayoritariamente se

alojan en la Ciudad de México) con adjetivos como: futuro brillante, solidez en el tiempo,

estrategia de los visionarios, imán de inversiones turísticas, las mejores alternativas de

inversión, etcétera.

En conjunto, puede afirmarse que los gobiernos de “izquierda” han venido impulsando una

política pública que privilegia los negocios inmobiliarios en selectas áreas urbanas

rentables, a nombre de la competitividad y la creación de empleos. Los recientes lemas de

desarrollo urbano del gobierno local son elocuentes: El gobierno de Ebrard (2006 – 2012)

hablaba de un desarrollo urbano competitivo, sustentable y equitativo; y el gobierno de

Mancera (2012 – 2018) habla de la ciudad compacta. Enseguida comentamos algunas de

estas políticas y proyectos recientes, pero antes de ello conviene recordar que las áreas

urbanas centrales, igual que el Centro Histórico, no son áreas urbanas homogéneas ni en

términos funcionales ni socioeconómicos. Al contrario, éstas áreas urbanas se caracterizan

por una gran diversidad de actores sociales, económicos y políticos; diversas funciones

(vivienda, comercio, servicios, público, privada); diversos procesos urbanos (decadencia,

reinversión, modernización); despoblamiento, repoblamiento, terciarización; tugurización,

gentrificación; diversos grados de segregación socioespacial; etcétera. Además, estas

diferencias y heterogeneidad han sido fortalecidas por las políticas públicas, las inversiones

privadas y las resistencias sociales.

Una política restrictiva de desarrollo urbano, el Bando 2

En Diciembre del año 2000 el Gobierno del Distrito Federal, comandado por el Lic. Andrés

Manuel López Obrador, publicó el Bando 2 para impulsar el crecimiento habitacional, que

tuvo vigencia hasta diciembre de 2006. Se trata de una pragmática política urbana y

habitacional que limitaba la construcción de conjuntos habitacionales de más de 35

viviendas a las 4 Delegaciones centrales; y tenía por objetivo repoblar las 4 Delegaciones

centrales que en 30 años perdieron 1.2 millones de habitantes; aprovechar la infraestructura

y servicios “subutilizados” de la ciudad central; evitar la expansión urbana a costa de la

pérdida de suelo de conservación ecológico; y privilegiar la construcción de vivienda para

92

población “humilde” (en un suelo que fue encarecido por esa política restrictiva). La titular

de la SEDUVI decía que se trataba de “Llevar adelante un modelo territorial sustentable

con el fin de aprovechar la inversión histórica del espacio construido y revertir las

tendencias negativas del crecimiento expansivo hacia suelo no apto” (Castillo, 2005).

Los desarrolladores inmobiliarios en principio se opusieron a esa política, pero pronto

descubrieron las grandes ventajas que tuvo para ellos construir vivienda en las áreas

urbanas más accesibles de la ciudad. En la “Ciudad central”, en ese período, se

construyeron 33,497 viviendas, la mayor parte de ellas las realizó el sector privado

(SEDUVI, 2006). Las estadísticas oficiales recientes muestran algunos de los efectos de

esta política:

• La pérdida de población se aminoró entre 2000 y 2005 y se revirtió entre 2005 y 2010.

• Paradójicamente, las ocho Delegaciones que presentan suelo de conservación

ecológico, tuvieron en la última década un incremento poblacional de 339,912

habitantes y 206,238 viviendas.

• El proceso de pérdida de vivienda que la “Ciudad central” presentaba en la última

década del siglo XX se revirtió totalmente en el transcurso de la primera década del

siglo XXI, con un saldo favorable de 66,739 viviendas.

El Bando 2 no previó la creación de reservas territoriales para la edificación de vivienda

social, obligó a los constructores privados a edificar vivienda sólo en las cuatro

Delegaciones centrales y puso a competir por el escaso suelo a empresarios de la

construcción con la población residente de bajos ingresos y el organismo público de

vivienda. Esto triplicó los precios del suelo: en 2000 el precio promedio de la vivienda

social era de 600 mil pesos y en 2008 era de más de dos millones de pesos (Benlliure,

2008). En este contexto, la población derechohabiente del Instituto del Fondo Nacional de

Vivienda para los Trabajadores en el DF satisface su necesidad de vivienda en los

municipios vecinos, donde el suelo es más barato: De acuerdo a Morteo (2005), el 75% de

los créditos otorgados por ese instituto a sus derechohabientes en el DF se ejerció en el

Estado de México. En este contexto, selectas colonias del sur y del poniente se pusieron de

93

moda o reforzaron su reputación o pedigrí entre la población joven y han sido el objetivo de

desarrolladores inmobiliarios para la construcción de lofts y pequeños departamentos

(Roma, Condesa, Hipódromo Condesa, Del Valle, Narvarte, Polanco, etcétera). Mientras

que colonias y territorios del oriente y del norte han funcionado como reserva de suelo para

la producción de vivienda social, tanto la que construye el sector privado como el sector

público a través del Instituto de Vivienda del Distrito Federal.

Una política selectiva de recuperación del espacio público

En la última década el tema del Espacio Público emergió con gran fuerza, se ha convertido

en una “moda urbana” en varias ciudades y se han creado instituciones específicas para

ello. Sin embargo, el espacio público es un concepto polisémico que se usa para hablar de

muchas cosas con distintos significados y dimensiones. Los urbanistas lo asocian a la plaza,

la calle y los parques y jardines abiertos; y los arquitectos lo conciben como lugares

abiertos. En una definición más amplia del concepto, Rabotnikof (2010) define el espacio

público por tres criterios y principios básicos: 1. Lo que es general, de utilidad o de interés

común para todos (una comunidad o colectivo), 2. Lo que se hace y desarrolla a la luz del

día, lo manifiesto, lo visible, lo publicable y lo ostensible, y 3. Lo que es de uso común, lo

que está abierto y es accesible y distribuible para todos; lo apropiado por todos pero no

privatizado por nadie en beneficio personal. En esta amplia definición los espacios públicos

físicos (calles, plazas, parques, paseos, equipamientos, áreas verdes, etcétera) tienen una

connotación política (por ser de interés general y común a la ciudad y a los ciudadanos) y

poseen una dimensión sociocultural y otra física, por ser lugares de encuentro que se

definen por ser abiertos y accesibles para todos. Aquí, el espacio público es un espacio de

libertad e incluyente, un bien público que favorece la interacción y la identificación social,

y las prácticas comunitarias y sociales. Se trata de espacios altamente democráticos con

muchas virtudes: no excluyen a la diversidad de la población por ningún motivo; son

lugares accesibles y abiertos donde caben todos; permiten usos múltiples y diferenciados

para desarrollar actividades individuales y colectivas; y atraen a la gente. En una visión

muy diferente, Delgado (2011) describe la actual concepción del espacio público como una

ideología y una moda propia de los planificadores urbanos y gobiernos locales, quienes

94

conciben al espacio público como un espacio vacío que sirve a las construcciones y a los

negocios que lo rodea, y que se “llena” de modo adecuado para los objetivos de los

inversionistas y los gobiernos. Es decir, el espacio público sirve para la reapropiación

capitalista de la ciudad. Para Delgado (2010) bajo el discurso de que el espacio público es

para la ciudadanía y “para todos”, por lo que nadie se lo puede apropiar, se excluye y

desplaza los comportamientos considerados inapropiados de las clases bajas: vendedores

ambulantes, indigentes, inmigrantes, prostitutas, sospechosos, etcétera.

En 2008 se creó la Autoridad del Espacio Público en la Ciudad de México como un órgano

desconcentrado de la Administración Pública dependiente de la Jefatura de Gobierno y

después, en 2010, de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda del Gobierno del

Distrito Federal (SEDUVI), con el propósito de: 1. Crear, rehabilitar, recuperar y mantener

el espacio público (plazas, calles, avenidas, viaductos, paseos, jardines, bosques urbanos,

parques públicos, etcétera) para desarrollar actividades recreativas, culturales y de salud al

aire libre para los habitantes de la ciudad; y 2. Promover las condiciones económicas que

incentiven la inversión productiva y fomenten la creación de empleo. Esta Autoridad

gestiona, planifica, diseña, norma, supervisa y realiza proyectos urbanos y acciones de

mejoramiento y restauración de espacios públicos, bosques y equipamiento urbano. Entre

2008 y 2012 esta Autoridad realizó 19 proyectos29 (AEP, 2012), casi todos en el Centro

Histórico y todos en la llamada “Ciudad central”30, entre los que destacan:

• El remozamiento de la Plaza de la República, la restauración del Monumento y Museo

de la Revolución, con la inclusión de un controvertido ascensor ubicado bajo la gran

cúpula del monumento.

• En el Centro Histórico: el conjunto de la Plaza Garibaldi (con el Museo del Tequila y

del Mezcal, el Mercado San Camilito y la Academia del Mariachi); el Corredor

peatonal Madero; y el remozamiento de la Alameda Central, las Avenidas Juárez y Pino

Suarez, y la Plaza Tlaxcoaque.

29 Conviene reconocer que desde mucho antes se han realizado proyectos de mejoramiento del espacio

público en calles, barrios y centros históricos, como por ejemplo, diversas obras en el Centro Histórico o la

recuperación del Paseo de la Reforma en la Ciudad de México entre 2000 y 2006. 30 La “Ciudad Central” es definida por un territorio ubicado al interior del “Circuito Interior”, una vialidad

que rodeaba la mayor parte de la ciudad existente en 1940.

95

• En otros territorios centrales: El remozamiento de la Alameda de Santa María la Ribera;

la calle Florencia en la Zona Rosa; una rampa peatonal en el Parque Hundido, derivado

de un conflicto por la privatización de esa parte del parque (como se comentará en el

siguiente apartado); la plaza Gómez Farías en Mixcoac; un parque lineal en “Nuevo

Polanco”, a un lado de las grandes inversiones de Carlos Slim; el remozamiento de la

basílica de Guadalupe, donde también hay una fuerte inversión del Ing. Slim; y el

Parque de la Amistad México-Azerbaiyán en Paseo de la Reforma.

Esta Autoridad tiene también a su cargo el “rescate” de los “Bajo puentes” (con

iluminación, cámaras de video seguridad y pintura antigrafiti) y la instalación (pero no la

operación) de parquímetros en algunas colonias centrales de clase media y alta (Polanco,

Lomas, Anzures, Roma e Hipódromo, Coyoacán). Más recientemente, desde 2013, esta

Autoridad impulsa la creación de los llamados “Parques públicos de bolsillo” (AEP –

SEDUVI, 2013). Se trata de intervenciones consideradas de pequeña escala pero con “alto

impacto” urbano, que consisten en la transformación de espacios remanentes en áreas de

encuentro público que ofrecen espacios arbolados, bancas, sombrillas, diverso mobiliario

urbano y pisos de colores llamativos31. Esta política pública prevé crear o intervenir 150

espacios (remanentes de vialidades, baldíos, intersecciones viales y calles en desuso)

menores a 400 metros cuadrados en las 16 delegaciones.

Sin embargo, la mayor parte de los parques de bolsillo realizados se concentran en la

“Ciudad central”: uno en el Centro Histórico (Plaza de la Constitución) que ilustra la

portada de este libro, otro en el centro de Coyoacán y las colonias Condesa, Tepito,

Tacubaya y San Miguel Chapultepec, respectivamente. La excepción la brinda la

Delegación Azcapotzalco con dos Parques de Bolsillo en las colonias El Rosario y Del

Recreo.

Una conclusión evidente es que la política del espacio público privilegia el centro de la

ciudad y particularmente el Centro Histórico. Se trata de una distribución desigual de los

31 Este programa se parece a una política desarrollada en Río de Janeiro en la década de 1990 que se llamó

Río Cidade, O urbanismo de volta nas ciudades.

96

espacios públicos, en términos geográficos y sociales, que concentra la (re)creación de

estos espacios físicos en un pequeño territorio y condena al abandono a las periferias

urbanas. Esto, refuerza la histórica segregación socioespacial de la capital mexicana y

contribuye a la fragmentación del tejido urbano.

Las políticas públicas sobre la recuperación del Centro Histórico y la (re)creación del

espacio público no han estado exentas de diversos conflictos sociales, derivados de la

apropiación desigual del patrimonio urbano y del espacio público con distintos propósitos:

negocios privados (inmobiliarios, comerciales, de servicios, etcétera), el comercio

ambulante, etcétera. Más adelante nos referiremos a algunos de los conflictos recientes más

relevantes ocurridos en las áreas de conservación patrimonial.

97

TERCERA PARTE: LA DISPUTA POR EL PATRIMONIO URBANO EN LA

CIUDAD DE MÉXICO

6. POLÍTICAS SELECTIVAS DE RECUPERACIÓN DEL PATRIMONIO

URBANO Y CONFLICTOS POR LA HERENCIA COLECTIVA

Las políticas del Gobierno del Distrito Federal para la recuperación del patrimonio urbano

se han centrado casi exclusivamente en el Centro Histórico y de manera mucho más puntual

en algunos territorios altamente significativos para la Ciudad de México: una parte de las

chinampas de Xochimilco, los centros históricos de Coyoacán, Tlalpan y Xochimilco; el

Paseo de la Reforma; el bosque de Chapultepec; la Basílica de Guadalupe; San Ángel;

Ciudad Universitaria; la Colonia Condesa; y la Ruta de la Amistad. Es decir, la política

pública de conservación del patrimonio urbano se ha ocupado de doce de 180 sitios

patrimoniales oficialmente reconocidos como tales.

También podríamos mencionar otras acciones muy limitadas realizadas en algunas partes

de las áreas de conservación patrimonial (plazas, parques y fachadas), a través del

Programa Comunitario de Mejoramiento Barrial en: Azcapotzalco (San Miguel Amantla);

Coyoacán (barrios La Candelaria, los Reyes, San Pedro Tepetlapa, Cuadrante San

Francisco y San Francisco Culhuacán); Iztacalco (Pueblo de Iztacalco), Iztapalapa (Cerro

de la Estrella y Culhuacán), Magdalena Contreras (San Nicolás Totoloapan), Milpa Alta

(San Pablo Oztotepec, San Antonio Tecomitl y Villa Milpa Alta); Tlalpan (Topilejo y San

Andrés Totoltepec); Tláhuac (Mixquic y San Juan Ixtayopan); y Xochimilco (Acalpixca,

Atlapulco, Xalpa y Tlaxialtemalco).

Así, no hay punto de comparación entre los millonarios recursos públicos invertidos en la

recuperación del Centro Histórico de la Ciudad de México y los marginales recursos

públicos otorgados en el remozamiento de otras áreas de conservación patrimonial (a veces

sólo para pintar fachadas). Enseguida comentamos algunos de los programas públicos

puntuales realizados en áreas de conservación patrimonial, antes de analizar los cíclicos

programas de “rescate” del Centro Histórico de la Ciudad de México.

98

Centro Histórico de Xochimilco

Xochimilco es el nombre de un antiguo pueblo, de una Delegación y de un territorio que

aloja un complejo ecosistema cultural y natural, donde aún persiste una ancestral

agricultura lacustre de origen prehispánico. Este paisaje cultural constituido por

chinampas32 y pueblos logró mantenerse hasta la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo,

hace décadas que el centro de Xochimilco dejó de ser un pueblo chinampero para

convertirse en una centralidad urbana regional. Aquí, muchas chinampas ya no se cultivan

y ya casi no hay campesinos que quieran dedicarse a la agricultura lacustre. Al mismo

tiempo, este paisaje cultural se convirtió en un sitio de recreo (sobre todo los fines de

semana) muy querido para los mexicanos y muchos turistas.

El patrimonio cultural de Xochimilco fue reconocido en 1936 bajo la figura de Zona Típica

y Pintoresca. En 1986 se decretó la Zona de Monumentos Históricos de las Delegaciones

de Xochimilco, Tláhuac y Milpa Alta (8,965 hectáreas y 698 manzanas) y en 1987 fue

declarado, junto con el (Perímetro A del) Centro Histórico de la Ciudad de México,

Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. El patrimonio histórico más

importante de Xochimilco lo representan sus chinampas, mismas que dieron origen a un

asentamiento humano peculiar que combina la traza urbana reticular, característica de la

colonia, con otra accidentada y sinuosa producto de su desarrollo y crecimiento, informal o

no planificado, fuertemente condicionado por canales de agua, varios de ellos ya desecados

y convertidos en vialidades peatonales y vehiculares, callejones y pasos. Además de ello,

permanecen varios testimonios de los siglos XVI al XX reconocidos por el INAH como

monumentos históricos, como el Convento de San Bernardino y un conjunto de iglesias

dispersas que a su vez estructuran los diferentes barrios y pueblos.

Este territorio padece una compleja problemática que se deriva de las desiguales relaciones

que ha mantenido con la Ciudad de México, del impacto de la urbanización, de la miseria

de la actividad agrícola, de las funciones de recreo (particularmente los fines de semana) y

32 Islas artificiales construidas sobre un lago de poca profundidad que permiten cosechar todo el año por su

contacto directo con el agua.

99

de las funciones de centralidad que la zona desempeña en escala local y regional: en el

centro histórico, bien cerca de los embarcaderos, se encuentran las oficinas del gobierno

local, el mercado, la antigua iglesia de San Bernardino y un rico sistema de espacios

públicos. Es decir, aquí se encuentra la centralidad pública, comercial, cívica y religiosa.

La relación desigual de Xochimilco con la Ciudad de México se remonta a fines del siglo

XIX, cuando la autoridad construyó un acueducto que canaliza el agua de los manantiales

xochimilcas a la Ciudad de México. Esta relación empeoró en la década de 1950, cuando

los canales de agua se llenaron con aguas recicladas para destinar toda el agua potable para

el consumo de la ciudad. Con ello, las actividades agrícolas perdieron productividad. A

partir de la década de 1960, con la extensión del Anillo Periférico, se aceleró el proceso de

urbanización hasta culminar con la conurbación de los pueblos lacustres con la Ciudad de

México. En este contexto, varias chinampas y canales de agua se convirtieron en vialidades

y áreas habitacionales. El impacto de la urbanización no es sólo físico: en 2005 sólo el 3%

de la población se dedicaba a la agricultura y el 95% de las chinampas del centro de

Xochimilco estaban abandonadas y algunas han sido urbanizadas.

Las políticas públicas de las tres últimas décadas, lejos de atender la problemática rural y

urbana de la zona, han intentado explotar la riqueza y peculiaridad del paisaje lacustre para

realizar megaproyectos:

• Entre 1989 y 1994 el Departamento del Distrito Federal promovió el Programa de

Rescate Ecológico de Xochimilco, que tenía propósitos turísticos, recreativos,

deportivos y comerciales, e incluía: un lago artificial de 360 Has, el incremento de la

densidad constructiva sobre el Periférico y dos lagunas de regulación. Este

megaproyecto no se realizó completamente gracias a la movilización de los comuneros

y campesinos.

• Entre 2000 y 2006 la Secretaría de Turismo local amplió el servicio del Turibús hasta

Xochimilco y creó una sede de información en una de las chinampas, debajo de una

línea de alta tensión.

100

• Entre 2006 y 2012 el gobierno de Marcelo Ebrard pretendió, sin éxito, construir un

Acuario Nacional para “rescatar” la zona.

Asimismo, entre 2003 y 2006 se realizó un programa de rescate del Centro Histórico de

Xochimilco que incluyó: el remozamiento de la ex sede del gobierno local, partes del

Convento de San Bernardino y algunos espacios públicos; una plaza comercial para

reubicar a 500 comerciantes ambulantes; la ampliación del mercado de flores; y la

“recuperación” de algunas chinampas en la zona turística, que consistió en reforzar las

estacas que articulan la chinampa a la tierra, vale añadir que estas acciones se hicieron en la

parte que casi ya no se cultiva, como si de lo que se tratara es de construir un parque

temático.

Por otra parte, entre 1990 y 2010 el Centro Histórico incrementó tanto su población como

la vivienda en 7 mil 349 habitantes y casi 4 mil 700 viviendas. Lo que no es tanto

comparado con una Delegación que en ese mismo período creció en casi 144 mil habitantes

y 50 mil viviendas. Así, el centro histórico de Xochimilco en 2010 aloja alrededor del 12%

de la población total y de la vivienda.

Centro Histórico de Coyoacán

La Villa de Coyoacán fue fundada por los conquistadores españoles en el siglo XVI, en un

lugar densamente habitado por indígenas. Durante el siglo XX, Coyoacán experimentó una

enorme transformación, la antigua Villa con su entorno rural fue alcanzada y absorbida por

el crecimiento urbano de la Ciudad de México. En este proceso de conurbación Coyoacán

dejó de ser una tranquila periferia rural para desempeñar funciones urbanas centrales en

escala metropolitana, derivadas de su accesibilidad, ubicación estratégica, servicios y

equipamientos regionales de cultura y educación, y por su enorme legado cultural. En los

barrios de Santa Catarina, La Concepción y Del Carmen, las tensiones y los conflictos

sociales se derivan de las funciones de centralidad metropolitana y de ser barrios habitados

y vivos. Estas tensiones se incrementan debido a las crecientes presiones turísticas

experimentadas en los últimos años.

101

El rico patrimonio urbano de Coyoacán fue reconocido en diciembre de 1990 por el

gobierno federal bajo la figura de Zona de Monumentos Históricos. En este centro histórico

se observan similares tendencias de terciarización y despoblamiento como en otros centros

históricos latinoamericanos. Coyoacán pierde población y concentra cada vez a más adultos

mayores: el 15.5% de la población es mayor de 65 años y en veinte años se perdieron 6,807

habitantes (el 25% de la población de 1990). Estas tendencias indican dos procesos: éxodo

de la población (fundamentalmente joven) hacia otras zonas urbanas y desplazamiento de la

función habitacional por usos más rentables, como comercios, oficinas y otro tipo de

servicios. Aquí, los procesos de terciarización, servialización y turistificación están

estrechamente vinculados al consumo de los bienes y servicios culturales y al rico

patrimonio urbano de la zona.

En esta zona se han incrementado los procesos de cambio de uso del suelo: la función

habitacional sucumbe a las actividades más rentables como oficinas, servicios

gastronómicos, una oferta de alojamiento informal (del tipo petit hotel y hotel boutique)33,

y otros negocios privados que justamente se proponen aprovechar la derrama económica

que implica la población flotante usuaria y los turistas locales e internacionales. Aquí, las

presiones terciarias rebasan a la administración pública, de ello dan cuenta los cambios

informales a los usos del suelo: en 12 años se perdió el 10% del uso habitacional en los

predios del Centro de Coyoacán y 14 inmuebles catalogados por su valor histórico han sido

destruidos o sustancialmente modificados (Delgadillo, 2013b). Ramírez Kuri (2010) ha

dado cuenta de una gran diversidad de conflictos en la disputa por el centro de Coyoacán: la

defensa de una calidad de vida perdida por la transformación física del lugar, los cíclicos

proyectos de remozamiento urbano, la pérdida de diversidad social (con la llegada de

nuevos habitantes de mayores ingresos), la irrupción del turismo, la multiplicación de

oficinas en antiguas casas unifamiliares, la proliferación de bares con música estridente a

altas horas de la noche en el (epi)centro de Coyoacán, el comercio en la vía pública, la

saturación de autos y estacionamientos, y la expansión de bares y restaurantes, etcétera.

33 En una investigación en internet realizada en marzo de 2013 y corroborada con llamadas telefónicas, no fue

difícil encontrar la oferta (irregular) de doce tipos de alojamiento para turistas, del tipo petit hotel, hotel

boutique y Bed & Brakfast.

102

Una de las medidas para el rescate del Centro Histórico de Coyoacán fue reubicar el

comercio informal que disputaba el uso público del Jardín Centenario y la Plaza Hidalgo.

La reubicación ocurrió finalmente en 2009, a través de un largo proceso de negociaciones

que se remonta a 1997 y abarca a cuatro administraciones delegacionales. La liberación y

recuperación del espacio público central y la reubicación final de los vendedores informales

en una plaza comercial céntrica y accesible, el Bazar Artesanal Mexicano, se realizó en el

marco del programa de “Rescate Integral del Centro Histórico” que abarcó el remozamiento

de ambos espacios públicos. En marzo de 2008 fueron desalojados alrededor de 500

vendedores para realizar los trabajos de sustitución de pavimentos e infraestructura,

mejoramiento de jardines, cableado subterráneo y sustitución de mobiliario urbano. El

bazar con los ambulantes reubicados y formalizados se inauguró en agosto de 2009.

Imagen 5: Díptico sobre el Centro Histórico de Coyoacán “rescatado”

Fuente: Foto del Autor

Otro conflicto, aparentemente sui generis, que cuesta trabajo explicar en el extranjero, es la

oposición de la comunidad de clase media alta del barrio de Santa Catarina contra la

instalación de una librería. Se trata de la construcción del Centro Cultural Elena Garro, del

Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA). Este proyecto se hizo en un

inmueble de principios del siglo XX, catalogado como Monumento Artístico, ubicado en la

calle Fernández Leal número 43. En 2009 el CONACULTA eligió ese inmueble en el

centro de Coyoacán por ser la zona de la ciudad más exitosa para la venta de libros, por los

103

altos niveles educativos de la población residente y por la gran concentración de centros

culturales y librerías. En Coyoacán existen 59 librerías, 24 teatros, 21 museos, 15 centros

culturales, 7 galerías, 20 bibliotecas y 15 universidades (Proceso 1765, 29 de agosto de

2010: 78 – 82). El conflicto se deriva de la instalación de un equipamiento cultural en un

barrio donde sólo se permite el uso habitacional, en la realización de una obra que no

contaba con las autorizaciones respectivas, en la destrucción del patrimonio edificado (sólo

se mantuvo la fachada de un edificio de principios del siglo XX), en la instalación de una

librería en un territorio donde sobran librerías, en la introducción de una arquitectura

ostentosa que rompe con el paisaje urbano histórico, en la propuesta de utilizar el sistema

de valet parking (es decir, la calle) en una calle que no cuenta con estacionamientos

suficientes para sus visitantes y residentes. Por su parte, el CONACULTA decía que el

proyecto cuidadosamente realizado estaba en regla y que la barda demolida no era original.

La percepción de un número considerable de vecinos es que este Centro Cultural irrumpe

negativamente en el barrio por el flujo de visitantes y automóviles que llegan, lo que satura

su transitada calle. Aquí, los vecinos opositores (entre quienes se encuentra abogados,

arquitectos y urbanistas) ganaron juicios y amparos contra la realización de una obra que

casi clandestinamente fue inaugurada y hoy día funciona plenamente.

EL (CÍCLICO) RESCATE DEL CENTRO HISTÓRICO DE LA CIUDAD DE

MÉXICO

La Zona de Monumentos Históricos del Centro Histórico de la Ciudad de México fue

creada por decreto presidencial el 30/04/1980 con 9.1 Kilómetros cuadrados de extensión

en dos perímetros, lo que abarca 668 manzanas y 9,263 predios. Se trata de la mayor

concentración de monumentos históricos del país y de la principal centralidad urbana e

escala metropolitana, gracias a su gran accesibilidad y a las funciones que desempeña: sede

de los gobiernos nacional y local, comercio especializado, servicios urbanos y

equipamientos regionales, metropolitanos y nacionales. Este territorio, que hacia mediados

del siglo XIX constituía toda la ciudad, históricamente se ha caracterizado por ser escenario

de fuertes contrastes: 1. Los barrios del norte y del oriente habitados por familias de bajos

ingresos, presentan una gran actividad comercial formal e informal, así como un acusado

104

deterioro físico, a pesar de que allí se reconstruyeron más de 13 mil viviendas después de

los sismos de 1985. Hasta 2007 no llegaban allí los programas de recuperación del

patrimonio edificado. 2. La zona centro y los barrios del sur y poniente se encuentran en

mejores condiciones, varios inmuebles han sido restaurados, las plantas bajas se encuentran

ocupadas por bancos, oficinas, comercios y museos para clientes de medianos ingresos,

pero hay varias plantas altas vacías o subutilizadas. Se trata de la zona más visitada por los

turistas, la más despoblada al iniciar el siglo XXI, donde el inversionista más rico del país

realiza sus inversiones y donde jóvenes de mayores ingresos han llegado a residir.

Las diferencias socioeconómicas del Centro Histórico son muy fuertes: en 200034 el 52%

de la población residente percibía ingresos de hasta 2 veces el salario mínimo y desde 2002

el inversionista más rico del país, Ing. Carlos Slim, inició su proyecto de recuperación de la

zona surponiente del centro histórico con la compra de seis decenas de inmuebles para

destinarlos a distintas actividades. Entonces, en el mismo centro histórico la riqueza

extrema y la pobreza aguda coexisten, y cada territorio especializado en un tipo de hábitat y

de población evoluciona en sentido contrario.

En ningún otro sitio con valor patrimonial, como en el Centro Histórico, se han creado ex

profeso tantas instituciones (públicas, privadas o público privadas) para la “recuperación”

del patrimonio edilicio: Consejo del Centro Histórico (1980), Patronato del Centro

Histórico (1991), Fideicomiso Centro Histórico (creado en 1991 como entidad público

privada y estatizado en 2001), Comisión Especial del Centro Histórico de la Ciudad de

México del Comité de Planeación para el Desarrollo del Distrito Federal (1984), Consejo

Consultivo para el Rescate del Centro Histórico (2002), Fundación del Centro Histórico

(2002), Inmobiliaria Centro Histórico de la Ciudad de México SA de CV (2002) (estas dos

últimas propiedad del Ing. Slim), Autoridad del Centro Histórico (2007), Intendencia del

Centro Histórico (2008). A ello podemos sumar el Consejo Consultivo para el Rescate

Integral de la Merced (2013), barrio del oriente del casco antiguo. En efecto, desde 1967 ya

tenemos ocho generaciones de programas de “rescate” del centro histórico:

34 El Censo de 2010 no incluye datos de los ingresos de la población.

105

• 1967: Programa de Remodelación urbana de los centros cívicos de la ciudad de

México. Este programa remozó seis plazas públicas, entendidas como elementos

estructuradores de los barrios, para esperar a los turistas que vendrían a las Olimpiadas

de 1968 (Artes de México, 1968).

• 1972: Programa de Remodelación del antiguo centro comercial de la ciudad de México

(delimitado por el Zócalo, el Eje Central y las avenidas Venustiano Carranza y

Donceles). Se remozaron fachadas, se peatonalizaron dos calles (Gante y Motolinía) y

se sustituyeron pavimentos, mobiliario urbano y alumbrado público.

• 1976 – 1982: se delimitó la Zona de Monumentos Históricos del Centro Histórico, se

elaboró un Programa Parcial de Desarrollo Urbano del Centro Histórico y se realizó el

Proyecto de Restauración del Centro Histórico (Ortiz Lajous, 1982) que incluyó: la

apertura del Templo Mayor; la Construcción del Palacio Legislativo de San Lázaro, la

Terminal de Autobuses del Poniente35 y el Museo del Templo Mayor; se reconstruyeron

dos Acequias “prehispánicas y coloniales” (que ahora ya no existen) y se remozaron

algunos atrios, plazas y fachadas en las calles de Corregidora y Moneda.

• 1982 – 1988: se incluyó el Perímetro A del Centro Histórico de la Ciudad de México en

la prestigiada lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Se rehabilitaron

102 edificios históricos habitados que se destinaron a vivienda social después de los

sismos de 1985. Asimismo, se reconstruyeron alrededor de 13 mil viviendas

mayoritariamente en el Perímetro B del Centro Histórico.

En el marco de la reforma urbana neoliberal y de una estrategia más amplia que pretendía

hacer competitiva a la economía mexicana en el ámbito internacional, se efectúan las

nuevas generaciones de programas de rescate del centro histórico que abiertamente

promueven la participación del sector privado en el “rescate” del Centro Histórico. Por

cierto que el uso del concepto “rescate” se puede traducir de manera laxa como

conservación y aprovechamiento del patrimonio edilicio; pero también se puede entender

como arrancar o quitar ese territorio a los grupos populares que se han apropiado del

patrimonio urbano. No en balde algunos colegas se preguntaban si alguien o algunos habían

“secuestrado” el Centro Histórico y en este caso quién tendría que pagar el rescate”.

35 Para descentralizar las terminales de autobuses regionales que se ubicaban en el centro de la ciudad.

106

• Entre 1991 – 1994 el Programa “Échame una manita” remozó el espacio público de las

calles y las fachadas del Distrito de Negocios, impulsó el turismo, intentó atraer al

sector privado y reubicó a alrededor de 10 mil ambulantes en 28 plazas comerciales.

Los últimos tres gobiernos del Distrito Federal han impulsado sus propios programas de

rescate del centro histórico. Enseguida analizamos lo más sustancial de ellos.

El programa de Rescate del centro histórico 2002 – 2006, realizado durante el mandato de

Andrés Manuel López Obrador, “rescató” el llamado “núcleo central”36 que ya había sido

“rescatado” una década atrás por el programa “¡Échame una manita!” realizado durante la

gestión del presidente Salinas de Gortari. Este programa se basó en un acuerdo político de

los gobiernos local y federal con el inversionista más rico del país. Aquí se creó un Consejo

Consultivo para el Rescate del Centro Histórico (que a nadie consulta) integrado por 125

personas (intelectuales, artistas, etcétera, y ningún representante residente o comerciante de

la zona), que sólo se reunió una vez, el día de su instalación. Este Consejo tiene un Comité

Ejecutivo integrado por tres ministros del gobierno federal (Cultura, Turismo y Hacienda),

tres funcionarios de primer nivel del gobierno local (Desarrollo Urbano, Economía y

Turismo) y cuatro representantes de la “sociedad civil”: un periodista, un historiador

(recientemente fallecido), el arzobispo de la iglesia católica y el inversionista más rico del

país. Carlos Slim preside el Consejo Consultivo y el Comité Ejecutivo. En el marco de este

programa:

• El gobierno local remozó el espacio público y algunas fachadas de 34 manzanas

(“núcleo urbano” o Distrito de Negocios), construyó la Plaza Juárez enfrente de La

Alameda; reubicó a vendedores ambulantes en tres plazas comerciales, e impulsó un

programa de seguridad pública, en el que participó el ex alcalde de Nueva York

promotor de la “cero tolerancia”. Además, en 2004 la Asamblea Legislativa del Distrito

Federal emitió la Ley de Cultura Cívica, que otorga atribuciones al gobierno local para

36 También llamado Distrito de Negocios: territorio de 34 manzanas delimitado por las calles Donceles –

Venustiano Carranza y Zócalo – Eje Central.

107

desalojar de la calle a las actividades informales y a los sospechosos de delincuencia.

Asimismo, se introdujeron el sistema de videovigilancia (con más de cien cámaras de

video colocadas en las calles recientemente “rescatadas” del surponiente), alarmas

ciudadanas, así como nuevos grupos de policía. Los policías que vigilan el área de

Garibaldi y La Alameda están disfrazados de Mariachis y hacen rondines a caballo.

• El Ing. Slim compró 63 inmuebles, entre 2002 y 200437, en el área de Vizcaínas - San

Jerónimo, en una parte del Distrito de Negocios y frente del Palacio de Bellas Artes,

para destinarlos a usos comerciales, de servicios y habitacionales, y para sus empresas

de telecomunicaciones, call centers y seguros. Así, la Fundación Carlos Slim (2011:

140–141) dice que la empresa Inmobiliaria del Centro Histórico SA de CV rehabilitó 55

edificios de vivienda con 620 departamentos38.

El gobierno de Marcelo Ebrard continuó con el programa de Rescate del Centro Histórico

2006 – 2012. Para ello, creó una Autoridad del Centro Histórico en 2007 (la “autoridad”

designada es una historiadora que fue parte de la Fundación Centro Histórico, propiedad del

Ing. Slim); creó una Intendencia del Centro Histórico en 2008, encargada de la limpieza y

mantenimiento de ese lugar; en octubre de 2007 reubicó a cerca de quince mil vendedores

ambulantes que ocupaban 192 manzanas y 87 calles del Perímetro A del Centro Histórico

en 36 plazas comerciales en el mismo centro histórico (es decir, no los deportaron a la

periferia). Vale añadir que para reubicar a esos miles de vendedores ambulantes en plazas

comerciales, el gobierno local destruyó doce inmuebles con valor histórico a plena luz del

día y sin contar con autorización para ello. Uno de ellos, la llamada Casa de las Calderas, es

un inmueble del siglo XVIII que fue expropiado por el gobierno local, pero cuyo dueño se

amparó contra esa medida. Esta destrucción fue calificada por la prensa y los defensores del

patrimonio histórico como una barbaridad y un atentado contra el Patrimonio de la

Humanidad. El Jefe de Gobierno se defendía diciendo que lo que se destruyó eran simples

“cascarones” y la Autoridad del Centro Histórico decía que “la vida de las personas está por

encima de la vida de las piedras”.

37 No tenemos datos de las adquisiciones hechas después, porque la autoridad local ha respondido a nuestra

solicitud que se trata de información confidencial. 38 Esta publicación incluye muchas obras realizadas por el gobierno local, en los que el sector privado no

aportó un solo peso, y hace aparecer esas obras públicas como producto de la gestión y la inversión privada.

Se trata de una forma de apropiación de lo público.

108

En este período 2006 – 2012, también se introdujo la línea cuatro del Metrobús que vincula

el centro histórico con el aeropuerto internacional; se amplió la frontera de la

“recuperación” del centro a dos lugares estratégicos ubicados en el norte y el oriente del

perímetro A del Centro Histórico: la Plaza de Garibaldi y su entorno, y la Antigua Merced.

En este período otra política confluyente impulsó la recuperación y creación del espacio

público que se concentró en el centro de la ciudad y particularmente en el Centro Histórico,

como se comentó en páginas atrás de este texto.

Miguel Mancera (2012 – 2018) además de continuar con esta política en los barrios del

norte y del oriente del centro histórico, promueve la ampliación del “rescate” del centro

histórico hacia el oriente del Perímetro B, para incorporar la zona de mercados de La

Merced en la Delegación Venustiano Carranza. Aquí, la lógica de actuación es la misma

que la impuesta desde 2002: se crea un Consejo Consultivo para el Rescate Integral de La

Merced, que no consulta a nadie y no incorpora a ningún locatario de los mercados,

comerciante o residente de esa zona; y delega la presidencia del mismo a un personaje de la

“sociedad civil”. En este caso se trata del mismo periodista que es uno de los cuatro

“ciudadanos” que integran el Consejo Consultivo para el Rescate del Centro Histórico

creado en 2002. El gobierno local y este Consejo Consultivo para La Merced convocaron a

un concurso público para presentar proyectos para el rescate integral de esa zona. Más

adelante revisaremos en qué consiste este nuevo megaproyecto para “rescatar” La Merced y

ampliar la frontera de un Centro Histórico ordenado y dignificado.

Continuidad y cambio

Los tres últimos gobiernos del Distrito Federal mantienen una continuidad en la política de

“recuperación” del centro histórico. Así, los funcionarios de la Autoridad y el Fideicomiso

Centro Histórico nombrados por Marcelo Ebrard fueron refrendados por Miguel Ángel

Mancera. Los actores clave en este proyecto mantienen su protagonismo: el Ing. Slim, a

través de su Fundación del Centro Histórico, que despliega una política social de corte

109

asistencialista; y el Lic. Jacobo Zabludovsky es miembro de los dos Consejos Consultivos

para el Rescate del Centro Histórico y para el Rescate Integral de La Merced.

La “Autoridad” pública, bajo un discurso que habla de equidad y universalidad,

abiertamente promueve la construcción de una centralidad histórica destinada para nuevos

consumidores de mayores ingresos. Así por ejemplo, el Plan Integral de Manejo del Centro

Histórico 2011 – 2016 (Jefatura de Gobierno, 2011) dice que el espacio público es de

todos, por lo que hay que evitar las “prácticas inadecuadas” que “estorban su

accesibilidad”, como el comercio y la oferta de servicios informales en la calle. Asimismo,

este plan se propone regularizar la propiedad inmobiliaria, “ajustar” los valores del suelo

(no sabemos si a la alta o a la baja) y vincular la oferta y la demanda de vivienda. Aquí, se

trata de disciplinar las actividades y los usos del suelo para garantizar un centro histórico

seguro y limpio, que en el discurso es para todos, pero que en la práctica promueve la

constitución de un territorio de excepción, a través de un conjunto de normativas que

imponen un sistema de buen comportamiento y un uso “decente” del espacio público y del

patrimonio edilicio.

En 2014 el Fideicomiso Centro Histórico publicó el Manual ciudadano para el cuidado del

Centro Histórico (FCH, 2014), que además de una guía para remozar fachadas, establecer

anuncios y toldos, o quitar grafitis de las fachadas, difunde formas de tratamiento de

basura, pide no tirar colillas de cigarros y restos de chicles masticados en las calles, y

promueve el buen comportamiento en ese recinto monumental Patrimonio de la

Humanidad, que es “la ciudad antigua más grande de América”. El manual difunde las

sanciones contempladas en la ya comentada Ley de Cultura Cívica, que aplican para

quienes no respete los controles en materia de emisiones sonoras o ruido.

110

Imágenes 6 y 7. Control de ruido en el Centro Histórico y policía disfrazada de charro

o de mariachi en La Alameda

Imagen tomada del Manual Ciudadano para el cuidado del Centro Histórico (FCH, 2014). 7: Foto, autor.

Otros dos ejes que atraviesan los tres últimos programas de rescate del centro histórico son

el del turismo y la reubicación y persecución del comercio informal:

• Desde la década de 1990 se incrementa el número de museos y centros culturales

(Delgadillo, 2009). En esta turistificación los residentes de menores ingresos no son

directamente excluidos, sino mantenidos a prudente distancia a través de barreras físicas

y simbólicas, o incluso son integrados como parte del escenario y del paisaje urbano.

• Los tres últimos gobiernos se han preocupado no sólo de reubicar a los vendedores

informales en plazas comerciales en el mismo centro histórico, sino de desplegar

estrategias y operativos policiacos para perseguir al comercio informal de los llamados

“toreros”: gente que a pesar que conoce la prohibición de vender en las calles

revalorizadas del centro histórico, se atreve a hacerlo para ganar unos pesos, aunque

corra el riesgo de ser atrapado por la policía, o cual torero ser topado por el toro.

A manera de conclusión preliminar, podemos hablar de un modelo de “recuperación” del

Centro Histórico de la Ciudad de México, en el que la política pública y la inversión

privada buscan: 1. Reducir la informalidad a través de un sistema de regulaciones y

111

controles para volver atractivo el centro histórico, para los inversionistas y las clases

medias; 2. Establecer este lugar como un sitio de desarrollo económico, en un contexto de

competitividad, a través de la mejora de la infraestructura y el espacio público; 3.

Consolidar una isla o enclave seguro para la inversión privada y los consumidores de

medianos y altos ingresos, a través de la introducción de fuertes medidas securitarias

(policía, video-vigilancia, alarmas, etcétera); y 4. Atraer inversiones privadas diversas en

comercios, hotelería, gastronomía, vivienda y servicios para una población de mayores

ingresos.

Expandiendo las fronteras de “rescate” del Centro Histórico en La Merced, la

periferia del Centro Histórico

En febrero de 2013 la Nave Mayor de la Merced, el mercado más grande de esa zona,

sufrió un colosal incendio que abarcó a casi la quinta parte del mercado y alrededor de 2

mil locatarios resultaron damnificados. El gobierno local ha señalado que este desastre lo

asumió como una oportunidad. Por ello, en octubre de 2013 se instaló el Consejo

Consultivo para el rescate de la Merced, que entre sus miembros no incluye a ningún

residente o comerciante de la zona. En ese mismo mes este Consejo y el gobierno local

convocaron a profesionistas a un concurso de anteproyectos para el Rescate integral de La

Merced, en el que participaron 178 propuestas de 830 profesionistas.

El proyecto ganador del concurso maneja un discurso urbanístico políticamente correcto y

“vanguardista”, que se propone revalorizar “el espacio público y los mercados como

elementos articuladores de las actividades sociales, comerciales y culturales”, y como

“detonadores del proceso de reconstrucción del tejido social” para “reconectar” los barrios

contiguos y mejorar la imagen, la movilidad, la seguridad, el funcionamiento y la

habitabilidad de la zona. La propuesta conceptual se basa en la creación de una nueva y

enorme plaza pública en el corazón de la Merced (a costa de la destrucción de varios

inmuebles, en particular la plaza comercial Merced 2000) y una red de andadores

peatonales, para dar mayor visibilidad a los mercados e “incrementar el potencial comercial

de la zona” (algo que no le falta a ese lugar). La enorme plaza (del tamaño de la Plaza

112

Mayor o Zócalo de la Ciudad de México) también debería servir como albergue y punto de

reunión en caso de contingencias o desastres, para los más de 200,000 visitantes diarios que

tiene la zona. Aquí, no puedo dejar de comentar el curioso parecido urbanístico conceptual

del proyecto con la “recuperación” del barrio del Raval en Barcelona: en ese barrio se creó

una nueva Rambla en el barrio deteriorado como espejo de la famosa Rambla de la Ciutat

Vella. En La Merced ese espejo es el Zócalo.

Un par de elementos han pasado desapercibidos en este proyecto. Uno es la propuesta de

zonificar los predios ubicados en Fray Servando Teresa de Mier con el código HM 12–50

(uso habitacional mixto con 12 niveles de construcción y 50% de área libre). Este código

permite utilizar esos predios para prácticamente cualquier uso, en una zona que el Programa

Parcial de Desarrollo Urbano de La Merced establece una zonificación de HM 7/35. Es

decir, el proyecto incrementa en 5 niveles las alturas construibles en esa vialidad. El otro

aspecto es la propuesta de construir más de tres mil viviendas nuevas en la zona de San

Pablo, a través de la sustitución de edificios y el reciclaje de las estructuras edilicias. Se

trata de un proyecto que no se ha hecho público.

Tanto locatarios como comerciantes informales están en contra del megaproyecto,

particularmente los pocos locatarios de la semi abandonada plaza comercial Merced 2000,

que de acuerdo al proyecto ganador sería destruida para poner en su lugar una mega plaza.

El rechazo era más evidente en los primeros meses de 2014, cuando se instaló una

exposición con los 100 mejores proyectos concursantes y se exhibió públicamente el

proyecto ganador. Curiosamente los opositores no recurrieron a la realización de

manifestaciones públicas en la calle o la plaza mayor, sino al envío de cartas de protestas

con propuestas dirigidas a las autoridades. En estas cartas, comerciantes de distintos

mercados reconocen la necesidad de atención y modernización de los mercados, pero piden

que se escuchen sus voces, piden restaurar los inmuebles en lugar de demolerlos, demandan

recuperar el espacio público, es decir, reubicar a los vendedores informales que ocupan las

calles aledañas a los mercados. También piden mejorar el alumbrado y la seguridad

pública.

113

Sin embargo, esta oposición es diferente. Así, es curioso que locatarios cercanos al partido

que gobierna el país (centro derecha o derecha centro) hablen de una amenaza de

gentrificación que probablemente termine por destinar el mercado para locatarios y

consumidores de mayores ingresos; un locatario cercano a un partido de izquierda está de

acuerdo en destruir la plaza comercial Merced 2000 por considerarla un nido de prácticas

ilegales y ajenas a la venta de abasto (se refiere a un bar, cantina y locales de venta de

“dudosos” productos); otra locataria, de quien desconozco su simpatía por algún partido

político, pide que liberen las calles y que se reubique a los ambulantes, para que los clientes

puedan entrar y los camiones de carga se puedan estacionar afuera del mercado. Otro

locatario señala que más que mega proyecto se necesitan micro proyectos: para

transparentar la concesión de los sanitarios públicos y que los recursos de éste servicio se

destinen a la mejora de los mercados. Mientras que un locatario de la plaza comercial

Merced 2000 pide “hacer más con menos” y no derrochar los recursos destruyendo

edificios que se pueden transformar y mejorar. Justo para la plaza Merced 2000 propone su

radical transformación con una arquitectura moderna y con fachadas iluminadas de manera

provocativa como en los centros comerciales de Estados Unidos o Europa. Para él se trata

de que la Merced 2000 “resurja como un edificio actual”.

El megaproyecto premiado en el concurso está detenido, tal vez por el contexto de las

elecciones (de diputados locales y federales, y Delegados) de junio de 2015 y/o también por

la fuerte oposición de locatarios y vendedores ambulantes. Sin embargo, el gobierno local

ha señalado que el concurso fue únicamente conceptual, es decir, fue para tener ideas de

qué hacer con La Merced. En este sentido, el equipo ganador del concurso realiza el Plan

Maestro para el Rescate Integral de La Merced. Hasta este momento dicho Plan no se ha

hecho público, aunque de manera informal se conoce que el plan abarca un conjunto de

alrededor de 105 proyectos específicos.

114

OTROS CONFLICTOS POR LA DISPUTA DE LA CIUDAD Y EL PATRIMONIO

URBANO

En el marco de diversas políticas públicas desde la década de 1990 ha habido proyectos

privados que han pretendido explotar el patrimonio urbano con fines de lucro, que han sido

rechazados por diversos movimientos y movilizaciones fundamentalmente locales. Entre

los casos más grandes podemos citar tres de los malogrados proyectos de: 1. El ya

comentado Plan de Rescate Ecológico de Xochimilco; 2. La construcción de un Club de

Golf en Santa Cecilia Tepetlapa, Xochimilco, en 1996; y 3. La construcción de la torre de

Cuicuilco del corporativo TELMEX, en 1997, a la que las movilizaciones sociales

consiguieron reducir la altura de 22 a 8 pisos.

Durante el primer gobierno democrático de la ciudad (1997 – 2000) no hubo conflictos

entre el poder público y el poder económico, y no registramos conflictos sustanciales entre

el sector social con el gobierno o inversionistas privados. Para Moreno (2013) el gobierno

del Ing. Cárdenas simplemente se apegó a la legalidad. Puede decirse que el gobierno local

nunca ha atentado contra los privilegios e intereses privados, sea porque estos fueron

legitimados y asegurados en el marco jurídico39, sea porque se considera al sector privado

un aliado fundamental para el desarrollo económico y social de la ciudad, o porque ambos

han encontrado consensos para desarrollar sus respectivas tareas y negocios.

En cambio, desde el año 2000 los conflictos urbanos se han incrementado. Aquí grupos

organizados o desorganizados de la sociedad civil reclaman por la realización de diversas

políticas urbanas (el Bando 2, las ZODES) y proyectos inmobiliarios privados. En los tres

últimos periodos de gobierno destacamos los principales conflictos:

39 Así por ejemplo, la empresa española de equipamiento urbano EUMEX, cuyo negocio es la difusión de

propaganda y anuncios comerciales bajo el discurso de dotar a la ciudad de parabuses y mobiliario urbano,

desde la década de 1990 continúa desarrollando su jugoso negocio subsidiado. Aún hay paradas de autobuses

donde desde hace una década ya no pasan autobuses, como en la Avenida de los Insurgentes desde la

inauguración de la línea 1 del Metrobús. En efecto, el negocio de esta empresa no es dotar de paradas

cubiertas y con asientos a la población, sino los paneles de propaganda comercial y política.

115

• 2000-2006: Diversas protestas civiles contra la redensificación promovida por El Bando

2, particularmente en la Delegación Benito Juárez, así como denuncias sobre la

violación de la Norma 26.

• 2007-2012: Protestas contra desarrollos inmobiliarios, el uso indiscriminado de la

Norma 26, la construcción de la Supervía del Poniente, la línea 4 del Metrobús y contra

la construcción de Mitikah Ciudad Progresiva

• 2013 – 2015: Protestas contra distintos desarrollos inmobiliarios que realizan la Ciudad

compacta, el uso indiscriminado de la Norma 26 y la resistencia sistemática contra la

construcción de Mitikah Ciudad Progresiva. También incluimos protestas incipientes

contra las Zonas de Desarrollo Económico y Social (ZODES) y el megaproyecto de

Rescate Integral de La Merced.

Martha de Alba (2009) ha señalado que las protestas contra la redensificaciónn de las

Delegaciones centrales ha sido de sectores altos y medios que se oponen a lo que suponen

una pérdida de su calidad de vida por la llegada de nuevos residentes que implican: el

consumo de más agua y servicios urbanos y la llegada de más autos, la pérdida de luz

directa porque los nuevos edificios con mayores alturas atajan directamente la luz del sol,

etcétera. También se trata de un sentimiento de injusticia por el despojo del barrio habitado

y de temores ante un futuro incierto. Para De Alba se trata del tipo de movilizaciones

llamadas “No en mi patio trasero” o NIMBY, Not in my Backyard.

Enseguida analizamos algunas de las principales disputas por partes de la ciudad y después

por el patrimonio urbano.

Conflictos derivados de impunidad en la violación de la normatividad urbana

Una práctica común e histórica en la Ciudad de México es la violación, la negociación o la

interpretación ad hoc de la normatividad urbana y ambiental para la realización de negocios

privados (inmobiliarios, comerciales, de servicios, etcétera), con la omisión de las

autoridades de distintos órganos de gobierno. Esto ocurre a través del tráfico de influencias,

la discrecionalidad y la (co)omisión de los distintos órganos y niveles de gobierno. Así, por

116

ejemplo, la Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial (PAOT, 2013) señala

que entre 2002 y 2013 esta institución recibió un total de 14,908 denuncias ciudadanas, de

ellas 4,604 son por violación al uso del suelo (31% del total). Por número total de quejas la

lista está encabezada por la Delegación Cuauhtémoc (1,774 denuncias y el 11.9%), Benito

Juárez (1,642 denuncias y 11.01%), Álvaro Obregón (1,345 denuncias) y Coyoacán (1,322

denuncias). En conjunto, la llamada Ciudad Central (Benito Juárez, Cuauhtémoc, Miguel

Hidalgo y Venustiano Carranza) concentra el 34.04% de todas las denuncias ciudadanas.

Igual que en el resto de la ciudad, en las áreas de conservación patrimonial se violan los

usos permitidos del suelo, los niveles de construcción y el cambio de giro de los

establecimientos mercantiles. Así por ejemplo, entre 2012 y 2013 la prensa consignaba40

una serie de descontentos sociales por violaciones a los usos del suelo y a los niveles de

construcción permitidos. Aquí se usan certificados apócrifos para “comprobar” los usos del

suelo, se construye “vivienda social” que se vende mucho más cara, se construye sin

licencia, se edifican más pisos de los aprobados y se intenta destruir el patrimonio urbano.

• En Miguel Hidalgo los casos más nombrados han sido la Torre Pedregal de 25 pisos del

grupo DANHOS, en Las Lomas, y diversos predios en Paseo de la Reforma y Lomas de

Chapultepec.

• Vecinos de Tlalpan impidieron la destrucción de la fábrica La Fama Montañesa para ser

transformada en un supermercado (2007) y en 2014 aún mantenía viva una iniciativa

para transformar ese inmueble histórico en un museo local.

• En el Centro de Tlalpan los vecinos organizados impidieron la destrucción total de la

Casa del Virrey de Mendoza (2007), proveniente del siglo XVI, para ser transformada

en un condominio horizontal de lujo. El inmueble funciona actualmente como un centro

cultural.

• En el centro de Coyoacán, donde los vecinos se quejan de la impunidad con la que

ocurren los cambios de uso del suelo y del giro de los establecimientos comerciales, se

puede citar un ejemplo paradigmático, donde quienes violan la normatividad urbana son

40 Esta información se basa en un seguimiento sistemático de las notas aparecidas en el periódico La Jornada

durante 2012 y 2013. Reconocemos el sesgo de dicha información, pero también el testimonio periodístico

que evidencia la impunidad en la violación a la normativa urbana.

117

el gobierno federal, apoyado por la entidad responsable de los usos del suelo del

gobierno local (la SEDUVI). El ya comentado Centro Cultural Elena Garro del

CONACULTA constituye en esta zona el ícono de la impunidad y la imposición de los

tres órdenes de gobierno: la librería funciona a pesar de haber sido construida sin

respetar los usos del suelo y las normas en materia de licencias de construcción, y

además se destruyó el patrimonio artístico (sólo se conservó la fachada y parte del

cascarón de la primera crujía).

Conflictos derivados por la privatización del espacio público

En una ciudad donde el gobierno local en abril de 2011 vendió una calle a una cadena

mexicana de Supermercados (la sección de Enrique Rébsamen, entre Miguel Laurent y

Pilares, colonia Del Valle), aunque después del escándalo mediático se desdijo y la

recuperó como vía pública; no resulta extraño que una sección de un parque público, el

Parque Hundido, hubiera sido enajenada a un particular en 2008 y que entre ese año y 2009

ese espacio se disputara entre la población residente y la inmobiliaria, con el aval inicial de

la autoridad local, que posteriormente cambió de opinión, recuperó ese espacio como

público y construyó una rampa de acceso (mencionada anteriormente).

La SEDUVI otorgó en 2008 una licencia para la construcción del proyecto Park Living

Millet Boutique Apartaments, un edificio de seis pisos y 24 departamentos de lujo que

ocupaba parte de ese parque. Los vecinos se organizaron como Asociación de Vecinos del

Parque Hundido AC desplegaron un conjunto de protestas, movilizaciones y negociaciones

con las autoridades (diputados de distintos partidos políticos, entrevistas con diversos

funcionarios públicos de la Delegación y del gobierno central) y otra serie de acciones

mediáticas, hasta que consiguieron revertir ese proyecto. En 2009 el Jefe de Gobierno

decidió adquirir ese predio y en 2010 la Autoridad del Espacio Público construyó la

mencionada rampa pública. En opinión de un vecino del Parque Hundido (Rojas, 2013),

esta obra se demolió no por ser ilegal, sino por cuestiones políticas, pues el problema se

tornó muy mediático. Para este vecino, los distintos niveles de autoridad tienen muy

ensayada la respuesta a las quejas ciudadanas sobre la violación a la normatividad urbana:

118

dar vueltas burocráticas a los ciudadanos para aletargar los procesos y que los ciudadanos

se desgasten y se cansen, mientras los privados realizan sus negocios.

Conflictos derivados de la función de centralidad y barrio habitado. Las colonias

Roma, Condesa e Hipódromo Condesa

En las dos últimas décadas algunos barrios históricos se han convertido en un referente de

la ciudad por el incremento de la oferta cultural, gastronómica, comercial y de

entretenimiento; una incipiente oferta residencial dirigida al consumo de las clases medias;

y por conflictos urbanos y malestar social. Estas tendencias han sido promovidas o

reforzadas por las políticas públicas recientes.

Estas tres colonias surgieron, junto a otros barrios, a principios del siglo XX en el marco de

la expansión urbana de la Ciudad de México. Las tres colonias se concibieron como

fraccionamientos de clase media y alta. A mediados del siglo XX las elites emigraron de

estas colonias y éstas paulatinamente se terciarizaron y se transformaron en barrios de clase

media con enclaves de población de menores ingresos. En este momento ocurrió un proceso

de sustitución edilicia (edificios antiguos fueron demolidos para dar paso a nuevos edificios

de dimensiones mayores) y de cambios de uso del suelo (de vivienda a comercios y

servicios). Los sismos de 1985 aceleraron los procesos de despoblamiento y abandono, y de

caída de los valores de las rentas urbanas.

Varios autores coinciden en que el “renacimiento” de estas tres colonias, en la primera

mitad de la década de 1990, no fue una acción planificada por el gobierno sino una

“operación hormiga” (González, 2008) realizada por nuevos residentes e inversionistas, que

encontraron en estos territorios urbanos precios accesibles y un atractivo entorno urbano

para residir, producir y trabajar, lo que posteriormente fue atrayendo a más consumidores,

usuarios e interesados en invertir en estos territorios. En la Condesa a principios de la

década de 1990 comenzaron a proliferar los restaurantes, las oficinas y se hizo evidente el

retorno de residentes. Con ello inició el reciclaje y remozamiento de antiguos edificios en

modernas viviendas en departamentos (Salinas, 2013). A mediados de la década de 1990 se

119

inició la revalorización en la Roma, a través de algunos proyectos emblemáticos: la

creación del centro cultural Casa Lamm, la rehabilitación del edifico Balmori con

departamentos de lujo y el “Corredor Cultural”, promovido por cuatro galerías de arte, que

consistía en la organización de recorridos que pretendían atraer a la gente a consumir

cultura y entretenimiento (Quiroz, 2012). Por su parte, Porras (2001) denunciaba a

principios del siglo XXI que el boom de bares, comercios, cafés, restaurantes y cabarets en

la Hipódromo había ampliado la vida diurna a una intensa vida nocturna.

Estas tendencias habitacionales y de terciarización, contradictorias y en competencia entre

ellas y con la población residente, han profundizado los problemas urbanos y los conflictos

entre los residentes, los usuarios y los inversionistas. Las empresas inmobiliarias buscan

edificar nuevos y modernos departamentos de lujo para nuevos residentes atraídos por estos

barrios revalorizados; y las oficinas, restaurantes, cafés, galerías y bares se expanden y

promueven cambios en los usos del suelo. Mientras crece el malestar de los residentes por

la proliferación de restaurantes, oficinas y usuarios; la saturación de comercios y del

espacio público; el incremento del tráfico y la congestión vial; el estacionamiento en la vía

pública; el ruido; la ocupación de las banquetas por los restaurantes, cafés y bares; etcétera.

En este contexto de creciente inversión de capital privado en comercio y negocios

inmobiliarios en la colonia Condesa y con el consecuente incremento de los precios del

suelo, no es casual que: 1. Varios colegas sugieran que la Condesa es “víctima de su propio

éxito”, que ya “se volvió como la Zona Rosa41, por lo que ahora las presiones económicas y

las actividades culturales, gastronómicas, de servicios y también residenciales se trasladan a

la colonia Roma, donde los valores del suelo son relativamente más accesibles. 2. Los

residentes de la colonia Roma42 sostengan y denuncien los procesos de gentrificación en

donde los antiguos habitantes son obligados a desplazarse (por diversas causas:

incrementos en los alquileres y los costos de vida, molestias), mientras esos espacios

41 Distrito turístico y de entretenimiento nocturno creado en la década de 1950 en una antigua colonia céntrica

vecina a la Condesa y la Roma. 42 Intervención de dos residentes de la colonia Roma en el Seminario Internacional “Hábitat y Centralidad”,

realizado en septiembre de 2013 en la Ciudad de México.

120

urbanos se destinan para el consumo de jóvenes de mayores ingresos (de clase media), a

través de restaurantes, consumo cultural o de vivienda.

A esa serie de conflictos se han sumado recientemente dos nuevos proyectos públicos:

• La Secretaría de Turismo, la Autoridad del Espacio Público y la Delegación

Cuauhtémoc anunciaron en noviembre de 2013 la peatonalización de la calle Oaxaca

para crear el “barrio latino”, en el marco de la política pública que convierte los

antiguos y pintorescos barrios históricos en “barrios mágicos” con el objetivo de atraer

turistas internacionales y consumidores de cultura y entretenimiento. Las autoridades

reconocen que se trata de la producción de “una marca” para que los turistas extranjeros

asocien directamente el barrio como un lugar donde se concentra la cultura, y el arte, y

los mejores restaurantes, comercios y hoteles.

• La instalación de parquímetros en las colonias Roma y Condesa a principios de 2013.

Ante la fuerte oposición de los vecinos en enero de 2013 hubo una consulta ciudadana,

en donde la instalación de parquímetros fue aprobada en la colonia Condesa, mientras

que en la Roma ganó el No con el 54% de los votos. Pese a estos resultados la autoridad

instaló los parquímetros que son concesionados para su operación a una empresa

particular. Para los residentes de la Roma, el problema de fondo no es el

estacionamiento en la vía pública, sino el cambio de usos del suelo que permite la

proliferación de restaurantes, servicios, oficinas, etcétera, lo que incrementa el número

de vehículos en la zona.

Aquí conviene comentar que los parquímetros constituyen una política de modernización

urbana en varios sentidos. En efecto, bajo el discurso del ordenamiento de tráfico vehicular:

se mercantiliza (en términos formales) el uso de la vía pública; y desplazan a los

prestadores de servicios informales (los llamados en México “viene viene” o “cuida

coches”). A menudo estos programas intentan hacer ver que los informales se han

apropiado de la vía pública, por lo que es necesario “recuperar” ese espacio público. Lo que

no dicen es que los parquímetros son un servicio privatizado, pues se cobra por el uso de la

121

vía pública, pero los recursos constituyen más una fuente de lucro privado que de ingresos

públicos.

Expansión de campus universitarios en áreas de conservación patrimonial

Las universidades no son en principio enemigas del patrimonio urbano, al contrario, ellas

históricamente han contribuido al estudio, identificación y conservación del patrimonio

edificado; y contribuyen a devolver algo de la vitalidad a los centros históricos, que la

perdieron con la emigración o descentralización de funciones urbanas y el declive urbano.

En efecto, en los centros históricos de Puebla (década de 1980) y de México (décadas de

1990 y 2000) las universidades públicas han conformado barrios universitarios, a partir de

la rehabilitación de antiguas edificaciones destinadas para distintos usos universitarios:

aulas, oficinas, centros de investigación, museos, centros culturales, etcétera. Sin embargo,

en algunos barrios y pueblos históricos de la Ciudad de México algunas universidades

privadas han generado malestar social, destrucción del patrimonio edilicio y privatización

del espacio público, a través de la expansión de sus instalaciones:

• Entre 2004 y 2006 la Universidad Panamericana adquiría inmuebles y privatizaba las

calles en el barrio de Mixcoac, con la anuencia del gobierno local, con el propósito de

ampliar y consolidar su campus, violando la normatividad de usos del suelo. Ello

despertó una gran inconformidad y malestar en los vecinos de clase media, por la

transformación del patrimonio edificado, la privatización de los espacios públicos, el

incremento de flujo vehicular, la población flotante y el ruido. Aquí el gobierno local

tuvo que mediar en el conflicto a través de la realización de un Programa Parcial de

Desarrollo Urbano.

• En mayo de 2010 el Instituto Tecnológico Autónomo de México pretendía edificar un

estacionamiento en el barrio de San Ángel, para dar accesibilidad a esa institución a

través del Anillo Periférico, una vialidad confinada de alta velocidad. Este proyecto fue

rechazado por los vecinos de ese barrio histórico, quienes argumentaban que su zona

histórica estaba normada por una Zona Especial de Desarrollo Controlado

(actualmente reconocida como Programa Parcial de Desarrollo Urbano). Se trata de

122

activos residentes de clase media que no dudan en salir a la calle para defender su

barrio, como ocurrió en 2008 ante los amagues de la SEDUVI para cambiar la

normatividad urbana y transformar ese centro histórico en un “centro urbano”, lo que

permitiría una mayor flexibilidad del uso del suelo e intensidades edificatorias para la

construcción de hoteles, restaurantes y comercios.

Conflictos derivados de la política de ciudad compacta versus la conservación del

patrimonio: la destrucción del patrimonio urbano

Las actuales políticas de protección y aprovechamiento del patrimonio edificado y de

desarrollo urbano centrípeto y compacto en la Ciudad de México presentan fuertes

contradicciones. A varios inversionistas les estorba el patrimonio edificado porque no les

permite construir mayores superficies y capturar el potencial de rentas urbanas, que sí

podrían conseguir sustituyendo los inmuebles por edificios con muchos niveles de

construcción. Un par de ejemplos recientes y malogrados (hasta ahora) son:

• El proyecto de sustitución del Polyforum Siqueiros, diseñado por David Alfaro

Siqueiros que en su exterior e interior contiene ricos murales de este personaje ícono del

muralismo mexicano. El inmueble es considerado patrimonio “artístico” de los

mexicanos, pero también es propiedad privada. Sus propietarios recientemente (octubre

de 2014) pretendieron sustituir esa edificación por un edificio de más de 30 pisos, para

aprovechar la ubicación del predio y la dinámica inmobiliaria actual de la capital

mexicana. La movilización social y mediática detuvo el proyecto.

• Este fue el mismo caso de la malograda Torre del Bicentenario, que en 2007 se

pretendió construir a costa de la destrucción de un edificio que Vladimir Kaspé erigió

en 1948. En el marco de la disputa política entre los gobiernos federal y local, de

distinto signo político, el edificio existente fue súbitamente declarado Monumento

Artístico por el gobierno federal con el propósito de evitar su destrucción (y la

construcción de esa torre).

123

Las estrategias seguidas por distintas inversionistas para construir nuevos edificios en los

que la herencia cultural edificada es un estorbo que hay que destruir o al menos remover,

son diversas. Algunos inversionistas han recurrido a repetir el ejemplo de los programas de

reconstrucción habitacional después de los sismos de 1985: mantener la fachada o la

primera crujía del edificio, para “compactar” el resto del inmueble. Sin embargo, en otros

casos el patrimonio edilicio es destruido. Así por ejemplo:

• En las colonias San Rafael y Santa María la Ribera, Bolaños (2014) reporta la pérdida

del patrimonio urbano arquitectónico, para permitir la construcción de más pisos y

espacio construido a costa de la destrucción del patrimonio edificado. Aquí, en el mejor

de los casos se han mantenido las fachadas y/o primeras crujías.

• En el centro histórico de Coyoacán y la colonia Del Carmen 14 edificios (de una lista de

241 inmuebles) reconocidos con valor patrimonial desde 1990 han sido demolidos

(Delgadillo, 2013b). En el mismo Coyoacán, pero en el barrio de San Lucas un grupo

de vecinos demandaba en El Correo Ilustrado (La Jornada, 16 de abril de 2015 página

2) impedir obras (condominios horizontales) que afectan la arquitectura del barrio,

dañan la iglesia, cortan árboles e insertan arquitectura “ajena al entorno”.

• En la colonia Polanco más de 50 casas con valor arquitectónico se han demolido desde

2003 (Bustamante, 2013). Aquí, en septiembre de 2014 la disputa continúa: Galván

Ochoa (2014) da cuenta de una manifestación que se realiza por los defensores de

Polanco contra la destrucción de su patrimonio urbano y la “compactación” de su

colonia, en donde 5 desarrollos en altura estarían violando el Programa Parcial de

Desarrollo Urbano.

• La Asociación en Defensa de la Roma Condesa identifica que alrededor de 20 casas en

La Roma, catalogadas por su valor patrimonial o patrimonial por el Instituto Nacional

de Bellas Artes (INBA) en encontraban en peligro de destrucción por proyectos

inmobiliarios privados que pretenden transformar esa arquitectura en bares, galerías o

en nuevas viviendas. Así, en Guanajuato 148 se pretendía dejar sólo la fachada del

inmueble y destruir el resto para edificar departamentos de lujo (González, 2014)

• Por su parte, en La Merced, perímetro B del Centro Histórico, de 103 inmuebles

identificados por su valor patrimonial por la SEDUVI y autoridades federales, siete

124

inmuebles han sido sustancialmente modificados y tres inmuebles han sido destruidos,

uno de ellos para construir vivienda social en altura por el organismo público local.

• En la zona norte oriente del Centro Histórico antiguas vecindades y casonas son

fuertemente transformadas en nuevas plazas comerciales especializadas en la venta de

ropa. Se trata de proyectos de intervención que destruyen los interiores de los edificios,

dejan únicamente la fachada y algo del cascarón de los antiguos edificios para

introducir nuevos entrepisos, elevadores, vitrinas, tiendas y techos que cubren los

patios. Para Páramo (2015), esas vecindades (ubicadas en la calle Rodríguez Puebla 11,

19, 21 y 25; Venezuela 118 y 12343, y Leona Vicario 48) sobrevivieron los terremotos

de 1985 pero no el embate de inversionistas coreanos y mexicanos, que descubrieron el

negocio de las plazas comerciales.

El megaproyecto Mitikah Ciudad Progresiva y la desclasificación de un Área de

Conservación Patrimonial

Mitikah es un controvertido megaproyecto por la forma en que ha sido gestionado. Se ubica

en la céntrica Delegación Benito Juárez en lo que fueran terrenos del pueblo de Xoco y

posteriormente del centro financiero Bancomer, relocalizado en Paseo de la Reforma. El

desarrollo privado Mitikah incluye una clínica, un hotel, 500 departamentos de lujo, plazas

de esparcimiento, centro comercial, cines y oficinas en un conjunto de 7 edificios con

alturas de 12 a 32 niveles y una torre de 60 niveles y 290 metros de altura, diseñada por el

arquitecto César Pelli, así como un helipuerto y seis niveles subterráneos para

estacionamiento. Se ubica frente a la Delegación Coyoacán en una zona muy accesible

conectada por vialidades y sistemas de transporte. Las protestas de los habitantes del

adyacente barrio de Xoco se dirigen contra el tráfico de influencias, la discrecionalidad en

la modificación de los usos del suelo, los daños en las estructuras edificadas de viviendas

en el barrio y la impunidad con que actúan la inmobiliaria y los funcionarios públicos. En

esta zona el Programa Delegacional de Desarrollo Urbano en Benito Juárez permitía hasta 6

niveles de construcción. Asimismo, la versión de 1997 de dicho Programa Delegacional de

Desarrollo Urbano consignaba un Área de Conservación Patrimonial que fue reducida en la

43 Inmueble sin valor patrimonial.

125

versión más reciente del mismo programa, aprobada por la Asamblea Legislativa del

Distrito Federal el 6 de mayo de 2005, para quitar esa designación a un área donde se

construye el proyecto Mitikah. Vale agregar que este no es el único megadesarrollo urbano

que se construye en Xoco. Al sur del pueblo se han construido y se construyen las llamadas

City Towers, edificios de departamentos de más de 20 pisos. Así, el antiguo pueblo de

Xoco ha sido cercado por los desarrollos inmobiliarios que han incrementado sus

problemas de saturación vial. Aquí, los vecinos se enfrentan en condiciones desfavorables

contra los poderes coludidos de empresarios inmobiliarios y autoridades insensibles.

No resulta ocioso agregar que para compensar al pueblo por las obras, la Delegación Benito

Juárez ofertó peatonalizar la calle Mayorazgo desde la iglesia hasta la Cineteca Nacional.

Algo que los vecinos rechazaron contundentemente. Una de las vecinas me decía en uno de

nuestros encuentros: peatonalizar la calle implica una nueva avalancha de presiones

privadas, en este caso de cadenas de comida rápida y cafés, empresas que no necesitan de

grandes espacios para instalarse y a quienes la peatonalización es una invitación para

establecerse.

El “blanqueamiento” de la colonia Juárez

Uno de los conflictos urbanos más recientes, que en gran medida sintetiza los temas

abordados en este libro, es la disputa por la colonia Juárez. Aquí se disputa el uso y

aprovechamiento del patrimonio urbano; se disputa la conservación edilicia y también se

promueve la destrucción de edificios, cuando éstos le estorban a los inversionistas

inmobiliarios; la colonia se gentrifica; los comercios cambian de giro; y también emergen

grupos que se oponen a estos procesos y que defienden su barrio.

Sergio González, vecino de la colonia Juárez, denuncia en foros académicos y públicos, y

ante medios de comunicación que su colonia se puso de moda y se ha convertido en un

botín para desarrolladoras inmobiliarias que compran casas y las transforman en negocios

hippsters (bares, oficinas, departamentos, galerías, peluquerías, gimnasios, panaderías,

cafeterías, restaurantes) para atraer a población de más ingresos, lo que conduce al

126

paulatino desplazamiento de los habitantes originales. Él denuncia que se puso de moda

quitar el recubrimiento de los edificios para mostrar los tabiques; y en otros casos también

se destruyen los edificios dejando al frente únicamente la primera crujía. Aquí además fue

desalojado un inmueble ocupado (invadido) por indígenas otomíes en la calle Roma (ver

González, 2015a). En un foro reciente sobre Gentrificación, realizado en el Instituto de

Investigaciones Sociales de la UNAM el mismo Sergio González comentó que antes de

usar el concepto gentrificación, él llamaba a este proceso como una política público privada

de “blanqueamiento” social, que en México tiene una muy fuerte connotación por el

profundo racismo de las elites que gobiernan esta ciudad y de los dueños del capital.

De manera coincidente, otros vecinos de Coyoacán y Tlalpan que padecen similares

procesos de revalorización y reinversión en sus barrios hablan de “limpieza social”. Para

estos actores que conforman el frente Ciudadano contra las ZODES (Zonas Especiales de

Desarrollo Económico y Social), la Ciudad policéntrica, la Ciudad compacta y las Áreas de

gestión estratégica constituyen un proceso de limpieza social donde los “morenitos” no

caben. Las autoridades locales –dicen ellos- se “invisten como conquistadores” que se

ocupan de barrios declarados en “desorden y caos”, para transformar el espacio urbano para

el consumo de gente rubia y con mayores ingresos (González, 2015b).

127

CONCLUSIONES

El libre mercado sin regulación del Estado no produce ciudad

Los procesos de reestructuración y modernización urbana en la Ciudad de México, que

desde la década de 1990 se realizan bajo las lógicas de la mercantilización del desarrollo

urbano y una gestión urbana pro empresarialista, han conducido a diversificar las formas de

reapropiación de selectos territorios y patrimonios urbanos, por parte de sectores con

mayores ingresos, con distintas temporalidades e intensidades; y a incrementar el número

de conflictos locales y localizados. Aquí, residentes molestos y/o amenazados despliegan

muy diversas formas de protesta y resistencia frente a lo que ellos consideran un agravio a

sus derechos; mientras los diversos niveles de gobierno central y delegacional, y a veces

federal, consideran que actúan bien en defensa de los intereses de la ciudad y de un

desarrollo urbano competitivo y sustentable.

El Gobierno del Distrito Federal, a pesar de su discurso de “izquierda”, asume al parecer

voluntariamente, por convicción o necesidad, la doctrina neoliberal de la competitividad

económica y la competencia entre ciudades (para atraer o retener inversiones privadas), y

en consecuencia despliega un conjunto de políticas públicas y de marketing urbano que

privilegian a toda costa la realización de negocios privados diversos: inmobiliarios, de

servicios, comerciales, etcétera. Aquí, cuando conviene el patrimonio urbano (es decir, los

tejidos urbanos heredados del pasado) es asumido como un capital cultural que da

identidad, y como un capital económico capaz de detonar un crecimiento económico; pero

cuando estorba se le destruye a plena luz del día (como ocurrió en octubre de 2007 en el

Centro Histórico) o se desclasifica (como ocurrió en el Área de Conservación Patrimonial

del Pueblo de Xoco), para que no impida las inversiones (y ganancias) privadas.

Por otra parte, la modernización selectiva del territorio derivada de las inversiones privadas

y de las políticas públicas que privilegian las zonas rentables de la ciudad (las políticas del

Espacio Público y de conservación y aprovechamiento del centro y barrios históricos, y la

introducción de EcoBici) refuerzan la histórica segregación socioespacial de la ciudad y

128

conducen a la conformación de un tejido urbano fragmentado. Las autoridades parecen

olvidar que uno década tres capitalinos reside en las Delegaciones Iztapalapa y Gustavo A.

Madero, donde no se crea espacio público, ni se moderniza el territorio. Así, esas políticas

excluyen socialmente a la mayoría de los ciudadanos. Se trata de políticas públicas que

(re)construyen una centralidad cada vez más exclusiva y excluyente, destinada cada vez

con mayor descaro para el consumo de las clases medias y para la realización de negocios

privados.

Así, la Ciudad de México, más que de espacios integrados e integradores, se compone cada

vez más de una sucesión adyacente o yuxtapuesta de partes inconexas que coexisten frente

a frente. Tal vez las partes donde esa coexistencia, mediadas siempre por barreras físicas y

virtuales, puede conducir a un tipo de mezcla social la constituyen algunas partes de los

rehabilitados barrios céntricos y centros históricos, donde nuevos consumidores, residentes

y usuarios se encuentran frente a la población de bajos ingresos y sus viviendas sociales o

precarias.

Asimismo, las inversiones públicas y privadas, locales y foráneas, han conducido a la

Ciudad de México a tornarse en una ciudad cada vez más cara para su población residente

mayoritariamente de bajos ingresos; en una ciudad fragmentada e insular; y en una ciudad

muy desigual. La gestión urbana pro empresarial de los últimos gobiernos de la capital

mexicana se evidencia en el activo papel que éstos han desempeñado en la promoción de

los negocios inmobiliarios:

• La planeación y la normatividad urbana, consignadas por el legislativo local, no se

respetan. Al contrario, la normatividad urbana se ha modificado para beneficiar las

inversiones privadas recientes. 1. De manera formal a través del uso de instrumentos

urbanísticos “ad hoc” como son las llamadas “Áreas de gestión estratégica” y los

“Polígonos de actuación” (que sirvió para modificar escandalosamente la normatividad

en el megaproyecto Ciudad Progresiva Mitikah). 2. De manera informal e ilegal a través

de la omisión, comisión y discrecionalidad en la aplicación de la ley frente a la

constante violación de los usos del suelo y de las intensidades constructivas permitidas.

129

• Emilio Pradilla claramente señala que los tres últimos gobiernos del Distrito Federal

han entregado la Ciudad de México al capital financiero e inmobiliario, en una lógica

que casi llega a una “fusión de intereses” y que se acompaña del control corporativo y

clientelar de los sectores populares, sobre todo de algunos de los llamados

“movimientos urbano populares” articulados al partido en el gobierno, y en parte

también de los sectores medios y altos.

Un patrimonio urbano que en el discurso es colectivo, se apropia de manera privada

La rehabilitación del patrimonio urbano en la Ciudad de México continúa siendo selectiva,

lenta, limitada, focalizada y no ha sido integral (se continúan privilegiando una pequeña

parte del territorio y las acciones físicas). Además, la rehabilitación urbana continúa siendo

cara y no hay líneas de financiamiento público y privado para atender un parque edilicio

deteriorado. Asimismo, hay que reconocer dos cosas: 1. Que la rehabilitación y la gestión

urbana son muy complejas, y nuestras instituciones (sumamente sectorizadas y celosas de

sus atribuciones sectoriales) no han sido capaces de innovar para actuar en la ciudad

construida; y 2. Las áreas urbanas con valor patrimonial continúan entendiéndose como

islas urbanas, en consecuencia las políticas públicas han carecido de enfoques que

pretendan integrar estas zonas al resto de la ciudad.

La recuperación selectiva del patrimonio urbano ha reforzado los antiguos patrones de

segregación socioespacial, entre unas áreas que se mejoran y otras que se mantienen

abandonadas. Las acciones se han centrado en pequeños territorios, que concentran

monumentos y barrios valiosos en términos de patrimonio, accesibilidad y rentabilidad; y

en la conversión de los antiguos barrios en nuevos centros de consumo cultural, y

actualmente también residencial, para atraer a nuevos consumidores de mayores ingresos.

En este sentido conviene preguntarnos ¿Qué tipo de patrimonio urbano, de ciudad y de

centralidad urbana del futuro se está conservando y (re)construyendo? ¿Y para quiénes?

¿Un patrimonio urbano abierto, accesible e incluyente para todos los ciudadanos; o un

patrimonio urbano cerrado, excluyente y exclusivo para nuevos consumidores de mayores

130

ingresos? ¿Cuál es el papel que se asigna al patrimonio urbano en la construcción de la

ciudad del mañana? ¿Se trata de una centralidad urbana, un patrimonio edilicio y un

espacio público para todos, o de la construcción de partes de ciudad, cada vez más

exclusivas y excluyentes, destinadas al consumo de las clases medias y para la realización

de negocios privados? Tratándose de una herencia urbana que por definición es colectiva,

las respuestas a estas preguntas deberían de responderse de manera colectiva, horizontal y

consensuada, teniendo en cuenta una revisión de la historia, en este caso de la historia

reciente.

Un centro histórico ¿Incluyente o excluyente?

En el Centro Histórico un gobierno de izquierda no se puede permitir la construcción de

barreras físicas que impidan el acceso a la población de bajos ingresos y a la chusma44. En

cambio, se impulsa la construcción de barreras virtuales, a través de instrumentos

disimulados y sutiles, para el control social, entre los que claramente destacan:

• La normatividad urbana y de manera particular la Ley de Cultura Cívica, que indican

que el espacio público y el patrimonio son de todos, pero por ello no caben los

comerciantes y oferentes de servicios informales y ambulantes, que se apropian del

espacio público en beneficio propio. En cambio, en varias plazas y calles de Coyoacán

y el Centro Histórico, o las colonias Roma y Condesa los restaurantes y bares sí pueden

colocar sus mesas y sillas en el espacio público en beneficio de los negocios.

• La política del patrimonio edificado combate los usos inadecuados que “atentan” contra

la “dignidad” del patrimonio.

• La política de entretenimiento cultural ocupa las plazas públicas remozadas y compite

por el uso y ocupación del espacio público con la expresión política. A menudo, los

ciudadanos que reclaman derechos o se expresan contra injusticias disputan el mismo

espacio con los consumidores de espectáculos. Entre varios ejemplos podemos destacar

la transmisión en vivo en una megapantalla del Mundial de Fútbol de 2010 en la plaza

44 Como sí lo hacen los privados por ejemplo en Santa Fe, en donde para separarse de las colonias populares

construyen hasta dos muros.

131

mayor de México, allí miles de espectadores compartían la plaza con decenas de

sindicalista que hacían una huelga de hambre contra el cierre de la empresa Luz y

Fuerza del Centro. El gobierno local arrinconó en una esquina esta manifestación

política a nombre del interés público, es decir, la transmisión de los partidos de futbol

patrocinada por empresas trasnacionales.

• La política de seguridad que ha instalado decenas de cámaras de vigilancia.

• Las campañas mediáticas y de marketing político que continuamente afirman Una

ciudad para todos, el rescate del Patrimonio de la Humanidad, el desarrollo urbano

sustentable, equitativo, etcétera, para legitimar las acciones públicas y los negocios

privados..

Por otro lado, destacamos el ejercicio ciudadano que disputa a los inversionistas privados y

al gobierno local el uso y aprovechamiento del espacio público y del patrimonio urbano, en

su más amplia expresión. Muchas políticas públicas, varios megaproyectos y negocios

inmobiliarios privados y públicos son realizados, bajo el discurso del interés público, sin

contestación alguna. Sin embargo, en muchos otros casos la población residente se organiza

y moviliza para defender un patrimonio edificado y un espacio común que por su propia

naturaleza y definición son colectivos. Este ha sido el caso de los vecinos de las colonias

Roma y Condesa, pero también de los barrios del Centro Histórico de Coyoacán, el Parque

Hundido, el centro de Tlalpan, etcétera. Vale añadir que estas movilizaciones son

fundamentalmente de población residente de clase media. Así, la diversidad social, cultural

y política de la ciudad no sólo se expresa en las formas de apropiación colectiva o

individual del espacio público y de la ciudad, sino también en las formas en que se disputa

la ciudad, el espacio público y los recursos urbanos.

En el siglo XXI se multiplican los actores que, frente a la (amenaza de la) privatización de

lo público, reivindican una concepción socialmente integradora e incluyente de “la ciudad”

y de su espacio público y un patrimonio edificado conservado y aprovechado en beneficio

colectivo: la ciudad es el espacio público por excelencia y constituye nuestra principal

herencia urbana.

132

Desafíos para las ciudades del mañana

El patrimonio cultural constituye en el siglo XXI un singular capital social y capital

económico, que puede y debe: desempeñar un papel central en la construcción de la ciudad

del futuro; aprovecharse para el desarrollo económico y para generar empleos e ingresos en

beneficio de su población residente de bajos ingresos, y para mantener ese y otros sitios

patrimoniales; contribuir a reforzar el orgullo colectivo y las identidades sociales; y

desempeñar un papel en el mejoramiento de la calidad de vida de las comunidades

anfitrionas y vecinas de esos sitios patrimoniales. En este sentido, se deberían evitar las

tendencias que museifican o parquetematizan esos territorios urbanos, y promover las

políticas de gestión urbana y recuperación del patrimonio urbano que 1. Devuelven a estos

territorios la diversidad (social, económica, cultural) perdida, y 2. Incorporan esos sitios

urbanos singulares al desarrollo urbano, social y económico de manera innovadora.

Decenas de ciudades en el mundo construyen estrategias de desarrollo urbano, para

alcanzar objetivos sociales y económicos, a partir de su patrimonio urbano, que en palabras

del Programa Hábitat de Naciones Unidas (UN Habitat, 2008) es el espíritu de la ciudad.

El patrimonio urbano se enfrenta a varios desafíos en la segunda década del siglo XXI:

• La insistencia de los gobiernos en promover el desarrollo económico en las áreas con

valor patrimonial, que buscan mantener o mejorar la competitividad, se debe acompañar

de medidas que defiendan la inclusión y la equidad social. El progreso económico no

puede ni debe buscarse y generarse a cualquier precio, particularmente cuando este

afecta a la población de bajos ingresos y particularmente a la población más vulnerable.

• Las tendencias de reforzamiento de la segregación socioespacial y la fragmentación del

territorio, entre una zona donde se reinvierte y otra zona se abandona, se deben

modificar. Las inversiones que se realizan en una zona deberían derramar parte de sus

ganancias en los territorios vecinos en proceso de constante deterioro. Se trata de que

las zonas urbanas privilegiadas subsidien el desarrollo de las deterioradas zonas urbanas

vecinas

133

• Frente a los procesos de homogeneización del territorio, la regeneración urbana debería

tener como propósito central devolver a los barrios y centros históricos la diversidad

perdida, como garantía para su preservación. El patrimonio urbano no está constituido

por islas urbanas, así que la política urbana en lugar de aislar estos territorios debe

integrarlos a la ciudad, la región y el mundo globalizado en términos sociales, formales

y funcionales.

Por otra parte, en los barrios urbanos en proceso de gentrificación, la autoridad debe

asegurar la residencia y el arraigo de los residentes en territorios revalorizados:

• La autoridad que revaloriza un territorio urbano (a través del mejoramiento de barrios o

del remozamiento y renovación del espacio público y la infraestructura) es la primera

responsable en prever medidas que eviten el desplazamiento de la población, a través

del aseguramiento de las formas de tenencia de los inmuebles. Posiblemente la

propiedad privada y la regularización de la tenencia también juega a favor de las fuerzas

del mercado, pero un propietario de su vivienda estará tal vez en mejores condiciones

de resistir en un barrio, que un inquilino.

• La población residente, comerciante y usuaria de esos barrios se debe sumar a los

beneficios de la revalorización de esos territorios, para que ellos también capturen las

ganancias del turismo y de los nuevos consumidores. Se trata de que el

aprovechamiento de la herencia colectiva, como son los centros y barrios históricos, no

sólo sean acaparados por los inversionistas privados y las fundaciones privadas, sino

también por los residentes y trabajadores de esos lugares.

• Mantener a la población residente de menores ingresos en los barrios revalorizados

debería lograse a través de: el financiamiento de vivienda accesible; la mejora de las

oportunidades económicas de los pobres, a través de nuevos empleos; evitar el

aislamiento de los pobres y permitir el acceso a la educación y capacitación para el

empleo; y la mezcla social y étnica.

En los centros históricos, desde nuestra perspectiva y trabajo de campo de casi dos décadas,

hay espacio para todos, para la gente de muy diversos estratos socioeconómicos. Entonces

134

se debería promover el desarrollo de proyectos con mezcla de usos del suelo y de población

de distintos estratos socioeconómicos, a través de financiamiento y subsidios cruzados.

Asimismo, en lugar de promover la mezcla social en los barrios populares, cosa a la que no

nos oponemos, también se debería explorar la política pública de “inyectar” vivienda social

en los barrios residenciales de la elite, justamente para que la utopía de la “mezcla social”

no se pretenda únicamente realizar en los barrios ocupados por sectores populares.

El futuro de los barrios y de la ciudad no es sólo competencia de los gobiernos y los

inversionistas privados, locales o foráneos, sino fundamentalmente de la población

residente. A menudo los residentes y población involucrada en un barrio tienen visiones

diferentes sobre un mismo territorio, algo que es completamente normal en una sociedad y

en una ciudad integrada por diferentes actores sociales, económicos y políticos. El caso

comentado en este libro sobre el megaproyecto de La Merced es muy claro. En este sentido,

la decisión de lo que es conveniente para un barrio y una ciudad debe ser lo más horizontal

posible. En el siglo XXI ya no caben decisiones autoritarias sobre la ciudad y sus partes.

Finalmente, para concluir este libro en términos utópicos reivindicamos el Derecho a la

Ciudad, a la construcción de una ciudad diferente que la que tenemos; pero en términos

pragmáticos reivindicamos una Reforma Urbana, que haga que el Estado recupere su papel

rector en un ordenamiento territorial y un desarrollo urbano en beneficio de las mayorías, y

no sólo del lucro. Estamos convencidos que imponer límites y compensaciones sociales a

las inversiones privadas no atenta ni contra la propiedad privada ni contra el libre mercado.

Los inversionistas privados pueden continuar haciendo sus negocios, pero deberían

compensar a la ciudad y a los barrios con cuotas de vivienda social es sus desarrollos

inmobiliarios; y mejorar el espacio público de otros barrios. Además, en un mundo

hegemónicamente capitalista y neoliberal, otros países capitalistas han demostrado que es

posible legislar sobre un desarrollo urbano público: es el caso del Derecho a la Ciudad

consignado en la Constitución del Ecuador, de leyes de desarrollo urbano y vivienda en

Colombia, y del Estatuto de la Ciudad en Brasil. Ya sabemos además que una ley no basta

para garantizar los derechos sociales y un desarrollo urbano un poco más equitativo, pero

135

también estamos conscientes que se trata de instrumentos jurídicos que permitirán a los

actores disputar en mejores condiciones la ciudad o sus partes.

Las ciudades, como otro tipo de herencias colectivas, son por naturaleza disputadas entre

los diversos actores que integran la sociedad: sociales, económicos y políticos; o si se

prefiere actores de la sociedad civil, los inversionistas y los gobiernos. Sin embargo, no es

la diputa lo que se pretende evitar, sino que ésta ocurra en condiciones equitativas y bajo la

idea central de construir ciudad y ciudadanía; las tensiones y conflictos latentes entre la

gran diversidad social, económica y cultural que construye diariamente la ciudad deben ser

mediados por la urbanidad, la tolerancia, el respeto y el contrato social. En un mundo

urbanizado de manera voraz y fragmentada, donde el desarrollo urbano es conducido por el

interés del lucro, no es anacrónico reivindicar ciudades para (la mayoría de) la gente. Es

decir, reivindicar la construcción de La Ciudad, de una Ciudad que (tal vez) nunca hemos

tenido.

136

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

AAVV – Autores varios (2014ª), “Dossier sobre gentrificación”, Revista de Geografía

Norte Grande No 58 Septiembre.

AAVV – Autores varios (2014b), “Dossier: Los nuevos dueños de las áreas urbanas

centrales”, Ciudades No 103 Julio - Septiembre 2014.

AAVV – Autores varios (2014c), “Dossier: Desenvolvimento desigual e gentrificaçao da

cidade contemporánea”, Cadernos Metropóle Volumen 16 No 32.

AEP – Autoridad del Espacio Público (2012), Espacio Público Ciudad de México 2009 –

2012, México DF: Gobierno del Distrito Federal – Autoridad del Espacio Público.

AEP – SEDUVI Autoridad del Espacio Público – Secretaría de Desarrollo Urbano y

Vivienda (2013), Lineamientos para el diseño e implementación de Parques de Bolsillo,

México DF: GDF – AEP - SEDUVI.

ALDF - Asamblea Legislativa del Distrito Federal (2003), “Decreto por el que se aprueba

el Programa General de Desarrollo Urbano del Distrito Federal”, en Gaceta Oficial del

Distrito Federal, 31 de diciembre de 2003, 162 pp.

ÁLVAREZ, F. Manuel (1982), “Algunos escritos”, en Cuadernos de Arquitectura y

Conservación del Patrimonio Artístico, Números 18 – 19, México DF: INBA.

ARAYA, Karina (2010), Intervenciones urbanas en ciudades patrimoniales, el caso del

puerto de Valparaíso, Chile, Tesis de maestría en urbanismo, México: UNAM.

ARANCIBIA Martínez, Leticia (coordinadora) (1995), El problema de los desalojos en la

Ciudad de México. La lucha de las organizaciones urbano populares por el derecho a vivir

en la ciudad, México DF: Casa y Ciudad.

ARTES DE MÉXICO (1968), “La ciudad de México No. VI: Sus plazas, primera y

segunda parte”, Artes de México Nos. 109 y 110, Año XV.

ATKINSON, Rowland y Gary Bridge (2005), Gentrification in a global context. The new

urban colonialism, London – New York: Routledge, Taylor & Francis Group.

AUDEFROY, Joel y Ottolini, Cesare (1999), Vivir en los Centros Históricos. Experiencias

y luchas de los habitantes para permanecer en los centros históricos, México: HIC-

MOST.

137

BANDARIN, Francesco y Ron Van Oers (2014), El paisaje urbano histórico. La gestión

del patrimonio en un siglo urbano, Madrid: Abada Editores.

BAZANT, Jan (2011), “El dilema de la dispersión y la compactación en el desarrollo

urbano. Segregación espacial y desarticulación funcional de las ciudades mexicanas”, en

Emilio Pradilla (compilador), Ciudades compactas, dispersas, fragmentadas, México DF:

UAM Xochimilco – Porrúa, pp. 199-219.

BENLLIURE, Pablo (2008), “La expansión urbana. Reciclamiento o desbordamiento”, en

Jorge Legorreta (Editor), La Ciudad de México a debate, México: UAM – Azcapotzalco.

BERGER, Colette y Cesare Ottolini (1999), Estrategias populares en los centros

históricos, Vol. 2 Europa, Padova: HIC – Unione Inquilini – Habitat et Participation.

BESSERER, Federico y Raúl Nieto (Editores) (2015), La ciudad trasnacional comparada.

Modos de vida, gubernamentabilidad y desposesión, México: UAM Iztapalapa –

CONACYT – Juan Pablos.

BEVAN, Robert (2006), The Destruction of Memory, Architecture at War, Londres:

Reaktion Books.

BOLAÑOS, Ángel (2014), “Tras fachadas de inmuebles históricos construyen torres de

departamentos”, en La Jornada, 13 de Septiembre de 2014.

BOOKCHIN, Murray (1974), Los límites de la ciudad, Madrid: Blume.

BORJA, Jordi (2011), Revolución urbana y derecho a la ciudad, Quito: OLACCHI –

Municipio Metropolitano de Quito.

BORJA, Jordi (2003), La ciudad conquistada, Madrid: Alianza.

BORJA, Jordi y Manuel Castells (1997), Local y global. La gestión de las ciudades en la

era de la información, Madrid: UNCHS – Taurus.

BORSDORF, Axel y Rodrigo Hidalgo (2013), “Revitalization and tugurization in the

historical centre of Santiago de Chile”, Cities 31, 96–104

BURTON, Elizabeth, Mike Jenks y Katie Williams (Editores) (1996), The Compact City: A

Sustainable Urban Form?, Londres – Nueva York: Routledge.

BUSTAMANTE, María (2013), “Van más de 70 casas demolidas en Polanco”, en

Espejored, abril – mayo.

138

CAPEL, Horacio (2003), “A modo de introducción. Los problemas de las ciudades: urbs,

civitas y polis”, en Mediterráneo Económico Vol. 3 Dossier Ciudades, arquitectura y

espacio urbano, pp. 9–22.

CARD, Louise, María Eugenia Genoni y Carlos Rodríguez (2015), Prosperidad

compartida y fin de la pobreza en América Latina y El Caribe, Washington: Banco

Mundial

CARRIÓN, Fernando (2008), “Violencia urbana: un asunto de ciudad”, en EURE Vol.

XXXIV, No 103, diciembre 2008, pp. 111-130.

CARRIÓN, Fernando (Editor) (2001), Los Centros Históricos en América Latina, Quito:

UNESCO – BID –FLACSO sede Ecuador.

CASGRAIN, Antoine y Michael Janoschka (2013), “Gentrificación y resistencia en las

ciudades latinoamericanas. El ejemplo de Santiago de Chile”, en Andamios 22, Mayo –

Agosto 2013, pp. 19-44.

CASTELLANOS, Alicia y Jesús Antonio Machuca (compiladores) (2008), Turismo,

identidades y exclusión, Ciudad de México: UAM Iztapalapa – Casa Juan Pablos.

CASTILLO, Laura Itzel (2005), “Regreso a la Ciudad Central”, en Quinto Seminario

Internacional de Suelo Urbano. La redensificación de la Ciudad Central a debate. ¿Para

qué, para quién, cómo?, México: PUEC.

COHRE – Centro por el Derecho a la Vivienda y contra los Desalojos (2006), Desalojos en

América Latina, los casos de Argentina, Brasil, Colombia y Perú, Porto Alegre: COHRE.

CONAPO – Consejo Nacional de Población (2014), Población residente en Estados

Unidos, en

http://www.conapo.gob.mx/es/CONAPO/Poblacion_residente_en_Estados_Unidos, vistada

el 11/12/2014.

COULOMB, René (1995), Habitat locatif populaire et dynamiques urbaines dans la Zone

métropolitaine de Mexico, Institute d´Urbanisme de Paris, Université de Paris – Val de

Marne, Tesis doctoral en Urbanismo Dos volúmenes, París: inédito.

CHANFÓN, Carlos (1996), Fundamentos teóricos de la restauración, México: UNAM.

CHOAY, Francoise (2009), “El reino de lo urbano y la muerte de la ciudad”, en Andamios,

Revista de Investigación Social, Volumen 6, No 12, pp. 157-187.

CHOAY, Francoise (2007), Alegoría del Patrimonio, Madrid: Gustavo Gili.

139

CHOAY, Francoise (1995), Das architektonische Erbe, eine Allegorie. Geschichte und

Theorie der Baudenkmale, Wiesbaden: Vieweg.

DALTABUIT, Magali (2000), “El patrimonio cultural y el turismo: el caso del mundo

maya”, en Francisco Amescua (compilador), El patrimonio cultural a la venta, Ciudad de

México: Ediciones Taller Abierto, pp. 39-58.

DAVIS, Mike (2006), Planeta de Ciudades Miseria, Madrid: Foca.

DE ALBA, Martha (2009), “Representaciones y prácticas sociales en torno a las políticas

urbanas: la movilización NIMBY frente a la redensificación de las zonas centrales de la

Ciudad de México”, en Cultura y Representaciones Sociales, marzo 2009 Año 3 Número 6,

pp. 43-72

DE AZEVEDO, Paulo Ormindo (2009), “El centro histórico de Bahía revisitado”, en

Andamios 12 (6), pp. 95-113

DE LA CALLE, Manuel (2006), La ciudad histórica como destino turístico, Barcelona:

Ariel.

DELEGACIÓN MIGUEL HIDALGO (2012), “Qué es la gentrificación?”, accesible en:

http://www.miguelhidalgo.gob.mx/que-es-la-gentrificacion/, (re)visitada el 2 de Junio de

2015.

DE MATTOS, Carlos (2010), Globalización y metamorfosis urbana en América Latina,

Quito: OLACCHI - Quito Distrito Metropolitano, 2010. .

DELGADO, Manuel (2011), El espacio público como ideología. Madrid: Catarata.

DELGADO, Manuel (2010), La ciudad mentirosa, fraude y miseria del modelo Barcelona.

Madrid: Catarata.

DELGADILLO, Victor (2014a), “Ciudad de México: megaproyectos urbanos, negocios

privados y resistencia social”, en Rodrigo Hidalgo y Michael Janoschka (Editores), La

Ciudad Neoliberal, gentrificación y exclusión en Santiago de Chile, Buenos Aires, Ciudad

de México y Madrid, Santiago de Chile: Pontificia Universidad Católica de Chile y

Universidad Autónoma de Madrid.

DELGADILLO, Victor (2014b), “¿Gentrificación sin desplazamiento social?”, en

CIUDADES 103, pp. 2-8.

140

DELGADILLO, Victor (2013a), “América Latina urbana: la construcción de un

pensamiento teórico propio. Entrevista con Emilio Pradilla Cobos”, en Andamios 22 (10),

185-201.

DELGADILLO, Victor (2013b), Estudio del Patrimonio Urbano de Coyoacán para la

actualización de los Programas Parciales de Desarrollo Urbano de la colonia Del

Carmen, y del Centro Histórico de Coyoacán, Delegación Coyoacán, México DF: inédito.

DELGADILLO, Victor (2011), Patrimonio Histórico y Tugurios: Las políticas

habitacionales y de recuperación de los centros históricos de Buenos Aires, Ciudad de

México y Quito, México D.F: Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

DELGADILLO, Victor (2009), “Patrimonio urbano y turismo cultural en la ciudad de

México: las chinampas de Xochimilco y el centro histórico”, en Andamios, Revista de

Investigación Social, Volumen 6, No 12, pp. 69-94.

DEL MORAL, Enrique (1977), Defensa y conservación de las ciudades y conjuntos

urbanos monumentales, Ciudad de México: Academia de Artes.

DEL PINO, Ignacio (2010), Centro Histórico de Quito, una centralidad urbana hacia el

turismo, Quito: FLACSO Ecuador.

DIARIO MILENIO (2014), ¿De quiién es la ciudad?, en el Blog Tribuna Milenio,

accesible en:

http://www.milenio.com/tribunamilenio/de_quien_es_la_ciudad/comentarios.html,

(re)visitada el 2 de junio de 2015.

DÍAZ Berrio, Salvador (2006), Políticas de atención a centros y barrios históricos y

patrimoniales en México, Ciudad de México: SEDESOL – UAM X.

DÍAZ Berrio, Salvador (1976), Conservación de Monumentos y Zonas Monumentales,

México D.F: Sep Setentas No. 250, SEP.

DOMÍNGUEZ, Carlos (2014), Desplazamiento forzado por proyectos de desarrollo: retos

para la cooperación internacional en América Latina, México: Instituto Mora –

CONACYT – Universidad Iberoamericana.

DUHAU, Emilio (2013), “La investigación urbana y las metrópolis latinoamericanas”, en

Blanca Ramírez y Emilio Pradilla (Compiladores), Teorías sobre la ciudad en América

Latina volúmenes 1 y 2, México DF: UAM – SITESA.

141

DUHAU, Emilio y Angela Giglia (2008), Las reglas del desorden: habitar la metrópoli,

México DF: UAM Azcapotzalco – Siglo XXI.

DUTERME, Bernard (2008), “Expansión del turismo internacional: ganadores y

perdedores”, en Alicia Castellanos y Jesús A. Machuca, Turismo, identidades y exclusión,

Ciudad de México: UAM Iztapalapa – Casa Juan Pablos, pp. 11-29.

ENGELS, Federico (1973) [1887], “Contribución al problema de la vivienda”, en Karl

Marx y Frederich Engels, Obras escogidas, tres volúmenes, Moscú: Instituto Marx, Engels

Lenin, pp. 314-396.

ENGELS, Federico (2005) [1884], The Condition of the Working Class in England,

Londres: Penguin Books.

ESTRADA, Irma; Norma Soriana y Laurencio Barraza (1996), El Centro Histórico de la

Ciudad de México: desplazamiento masivo de población, México DF: Casa y Ciudad.

FCH – Fideicomiso Centro Histórico (2014), Manual ciudadano para el cuidado del

Centro Histórico, México: FCH.

FLORES Marini, Carlos (1976), Restauración de ciudades, Ciudad de México: FCE.

FORBES, Home Page for the World's Business Leaders (2014), en línea:

http://www.forbes.com/billionaires/list/#tab:overall

FUNDACIÓN CARLOS SLIM (2011), Centro Histórico: 10 años de revitalización.

México: Fundación del Centro Histórico de la Ciudad de México.

GALVÁN Ochoa, Enrique (2014), “Polanco contra la corrupción inmobiliaria”, en la

columna Dinero, en La Jornada 23 de septiembre de 2014.

GARZA, Gustavo (Coordinador) (2000), La Ciudad de México en el fin del segundo

milenio, México DF: GDF - El Colegio de México.

GERTZ, Alejandro (1976), La defensa jurídica y social del patrimonio cultural, México:

FCE.

GDF – Gobierno del Distrito Federal (2012), Ciudad de México, ciudad global: acciones

locales, compromiso internacional, México Distrito Federal: GDF – UNAM.

GLASS, Ruth (2010) [1964], “London, Aspects of Changue”, en Loretta Lees, Tom Slater

y Elvin Wyly, The Gentrificaction Reader, Nueva York, Routledge, pp. 7-8

GONZÁLEZ, Rocío (2015a), “Inmobiliarias descarnan casonas o las hacen departamentos,

en la Juárez”, en La Jornada, 17 de mayo de 2015, página 32.

142

GONZÁLEZ, Rocío (2015b), “Denuncian limpieza social en barrios tradicionales”, en La

Jornada, 7 de mayo de 2015, página 37.

GONZÁLEZ, Rocío (2014), “En riesgo de ser derruidas 20 casas con valor patrimonial en

la Roma”, en La Jornada, 22 de abril de 2015 página 34.

GONZÁLEZ, Imelda (2010), “El centro histórico de Querétaro: gentrificación light y vida

cultural”, en René Coulomb (Coordinador), México: centralidades históricas y proyectos

de ciudad, Quito: OLACCHI, pp. 283-304.

GONZÁLEZ, Luis (2008), “La construcción de lo cool en lo urbano. El caso de las

Condesas de la Ciudad de México”, en Alfonso Álvarez y Francisco Valverde,

Coordinadores, Ciudad, territorio y patrimonio: materiales de investigación III, México:

UIA – UV – UAG – BUAP, 185-206.

GUTIÉRREZ, Ramón (Coordinador) (1990), Centros Históricos América Latina, Bogotá:

Junta de Andalucía – Universidad de los Andes Colombia – Escala, Colección Somosur.

HACKWORTH, Jason (2007), The Neoliberal City, Governance, Ideology and

Development in American Urbanism, New York: Cornell University Press.

HALBWACHS, Maurice (2011), La memoria colectiva, Buenos Aires: Miño y Dávila.

HALL, Peter (1996), Ciudades del mañana, historia del urbanismo en el siglo XX,

Ediciones del Serbal, Madrid.

HARDOY, Jorge Enrique y Margarita Gutman (1992), Impacto de la urbanización en los

centros históricos de América Latina, Madrid: MAPFRE.

HARTMANN, Chester, Dennis Keating, Richard Le Gates y Steve Turner (1982),

Displacement, how to fight it, USA: A publication of the legal services Anti-displacement

project due.

HARVEY, David (2013), “El Derecho a la Ciudad”, en David Harvey, Ciudades Rebeldes,

del Derecho a la Ciudad a la Revolución Urbana, Salamanca: Akal, pp. 19-49.

HARVEY, David (2008), París, capital de la modernidad, Madrid: Akal.

HARVEY, David (2004), “Mundos urbanos posibles”, en Ángel Martín Ramos (Editor), Lo

urbano en 20 autores contemporáneos, Barcelona: Ediciones UPC.

HARVEY, David (1989), “From managerialism to entrepreneurialism: the transformation

in urban governance in late capitalism”, en Geografiska Annaler. Series B, Human

Geography. 71(1), pp. 3-17.

143

HERNÁNDEZ López, José de Jesús (2009), “Tequila: centro mágico, pueblo tradicional.

¿Patrimonialización o privatización?, en Andamios, Revista de Investigación Social,

Volumen 6, No 12, pp. 41-67.

HIDALGO, Rodrigo y Michael Janoschka (Editores) (2014), La Ciudad Neoliberal.

Gentrificación y exclusión en Santiago de Chile, Buenos Aires, Ciudad de México y

Madrid, Santiago de Chile: Pontificia Universidad Católica de Chile – Universidad

Autónoma de Madrid.

HIERNAUX Daniel y Carmen Imelda González (2014), “Turismo y gentrificación, pistas

teóricas de una articulación”, en Revista de Geografía Norte Grande No 58, pp. 55-70

HIERNAUX, Daniel (2013), “Die historischen Stadtzentren Lateinamerikas. Auf dem Weg

zu einer kreollischen Gentrifizierung?”, en Anne Huffschmid y Kathrin Wildner (Editoras),

Stadtforschung aus Lateinamerika. Nueue Szenarien: Öffentlichkeit, Territorialität,

Imaginarios. Berlin: Transcript, 377-395.

HIERNAUX, Daniel (2003), ”La réappropiation de quartiers de Mexico par les classes

moyennes: vers une gentrification”, en Catherine Bidou-Zachariasen (Editora), Retours en

Ville. Paris : Descartes & Cie, 205–240.

HOBSBAWM, Eric (2002), La invención de la tradición, Barcelona: Cátedra.

INEGI, Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (1990, 2000 y 2010),

Censos de Población y Vivienda, 1990, 2000 y 2010, México: INEGI.

JANOSCHKA, Michael, Luis Salinas & Jorge Sequera (2013), “Gentrification in Spain and

Latin America, a Critical Dialogue” en International Journal of Urban and Regional

Research 37.

JARAMILLO, Samuel (2012), “Reflexiones sobre las políticas de recuperación del centro y del

centro histórico de Bogotá”, en Óscar Alfonso, Samuel Jaramillo, Amparo de Urbina y Thierry

Lulle, El Centro tradicional de Bogotá, Bogotá: Universidad del Externado de Colombia, pp. 45-

108.

JEFATURA DE GOBIERNO (2013) “Acuerdo por el que se expiden las políticas de

desarrollo urbano y ordenamiento territorial sustentable en materia de desarrollo social,

ambiental y económico de la Ciudad de México”, en Gaceta Oficial del Distrito Federal

No. 1528, pp. 3-5.

144

JEFATURA DE GOBIERNO (2011). “Acuerdo por el que se expide el Plan Integral de

Manejo del Centro Histórico de la Ciudad de México”, en Gaceta Oficial del Distrito

Federal No. 1162, pp. 3-125.

JENKS, Mike y Rod Burgess (Editores) (2000), Compact Cities. Sustainable Urban Forms

for Development Countries, Londres – Nueva York: Spon Press Routledge.

JOKISH, Bryan (2014), “Ecuador: from massive migration to Return migration”, en

Migration Policy Institute, accessible en: http://migrationpolicy.org/article/ecuador-mass-

emigration-return-migration.

JONES, Gareth y Ann Varley (2001), “La reconquista del centro histórico: conservación

urbana y gentrificación en la ciudad de Puebla”, en Anuario de Espacios Urbanos 2001,

137–159.

JORDÁN, Ricardo (2003), “Ciudad y Desarrollo en América Latina y El Caribe”, en

Ricardo Jordán y Gabriela Simioni (Compiladores) (2003), Gestión Urbana para el

Desarrollo Sostenible en América Latina y El Caribe, Santiago de Chile: CEPAL y

Gobierno de Italia, pp. 43–69.

LABADI, Sophia y Colin Long (2010), Heritage and Globalization, Londres: Routledge.

LEFEBVRE Henri (2013) [1974], La producción del espacio, Madrid: Capitán Swing.

LEFEBVRE, Henri (1991), O direito a cidade, Sao Paulo: Editora Moraes.

LEES, Loreta (2012), “The geography of gentrification: thinking through comparative

urbanism”, en Progress in Human Geography 36 (2), pp. 155-171

LEES, Loreta, Tom Slater y Elvin Wyly (2010), The Gentrification Reader, New York:

Routledge.

LEES, Loreta, Tom Slater y Elvin Wyly (2008), Gentrification, New York: Routledge.

LEZAMA, José Luis (1998), Teoría social, espacio y ciudad, México DF: El Colegio de

México.

LIBERTAD OAXACA (2011), “Exponen efectos de la gentrificación en los espacios

patrimoniales”, en Libertad Oaxaca, Información y Opinión Libre, 10 de Diciembre de

2011, accesible en: http://libertad-oaxaca.info/exponen-efectos-de-la-gentrificacion-en-los-

espacios-patrimoniales/, (re)visitado el 2 de Junio de 2015.

145

LICCIARDI, Guido y Rana Amirtahmasebi (Editores) (2012), The Economics of

Uniqueness. Investing in Historic City and Cultural Heritage Assets for Sustainable

Development, Washington DC: World Bank.

LOMBARDO, Sonia (1997), “El patrimonio arquitectónico y urbano (de 1520 a 1900)”, en

Enrique Florescano (Coordinador), El Patrimonio Nacional de México, México:

CONACULTA – FCE.

LOPES DE SOUZA, Marcelo (2010), “Which Right for which city? In Defense of political

strategic clarity”, en Interface, a Journal for and about social movements, Volume 2 (1),

May 2010, pp. 315–333.

LÓPEZ, Isidro y Emmanuel Rodríguez (2010), Fin de ciclo, financierización, territorio y

sociedad de propietarios en la onda larga del capitalismo hispano (1959 – 2010), Madrid:

Traficantes de sueños.

LÓPEZ-MORALES, Ernesto (2013), “Gentrificación en Chile: aportes conceptuales y

evidencias para una discusión necesaria”, Revista de Geografía Norte Grande 56.

LÓPEZ MORALES, Ernesto, Ivo Gasic y Daniel Meza (2012), “Urbanismo Pro-

Empresarial en Chile: políticas y planificación de la producción residencial en altura en el

pericentro del Gran Santiago”, en Revista INVI, Vol. 28, N°76, pp. 75 - 114.

MARCUSE, Peter (1985), “Gentrification, abandonment and displacement: connections,

causes and policy responses in New York City”, en Journal of Urban and Contemporary

Law 28, pp. 195–240.

MARCUSE, Peter (1986), “Abandonment, gentrification and displacement: the linkages in

New York City”, en Neil Smith y Williams, P. (Editores) Gentrification of the City,

London: Unwin Hyman, pp. 153–177.

MEAGHER, Susan (2010), “Critical Thinking about the Right to the City, mapping

Garbage Routes”, en City Volume 14, Number 4, August, Londres: Routledge, pp. 427-433.

MEDEL, Vicente (1980), Centros históricos, vocabulario, Ciudad de México: SAHOP.

MELÉ, Patrice (2003), ”(Ré)investir dans les espaces centraux des villes mexicaines”, en

Catherine Bidou-Zachariasen, Retours en Ville, Paris: Descartes & Cie, pp. 175–204.

MERINO, Mauricio (Coordinador) (2010), ¿Qué tan público es el espacio público en

México?, México D.F: FCE – CONACULTA – UV.

146

MONGIN, Olivier (2006), La condición urbana, la ciudad a la hora de la mundialización,

Buenos Aires: PAIDOS.

MORALES, Eduardo y Sergio Rojas (1987), “Relocalización socioespacial de la pobreza:

política espacial y presión popular”, en AAVV, Espacio y poder: los pobladores: Santiago:

FLACSO.

MORENO, Felipe de Jesús (2013), El movimiento urbano popular en el Valle de México,

México DF: UAM

MORTEO, José (2005), Ponencia presentada en el Encuentro Taller Iberoamericano

Vivienda en la ciudad central. Ciudad de México.

NASR, Joe y Mercedes Volait (Editores) (2003), Urbanism, Imported or exported. Native

aspirations and Foregin Plans, Londres: Wiley.

OMT – Organización Mundial del Turismo (2015), Barómetro Mundial del Turismo No

15029, 15 de Abril de 2015, Madrid: OMT.

ONU Hábitat - Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (2014),

Construcción de ciudades más equitativas, políticas públicas para la inclusión en América

Latina, Colombia: ONU Hábitat – CAF – AVINA.

ONU Hábitat – Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (2012),

Estado de las ciudades de América Latina y el Caribe, rumbo a una nueva transición

urbana, Recife: CEPAL – MINURVI – CAF – Alianza por las ciudades – FLACMA -

ONU Hábitat.

ONU Hábitat– Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, Oficina

Regional para América Latina y El Caribe (2011), Estado de las ciudades de México 2011,

México: ONU Hábitat – SEDESOL.

ONU – Organización de Naciones Unidas (1987), Informe de la Comisión Mundial sobre el

Medio Ambiente y el Desarrollo “Nuestro futuro común”, presentado por Gro Harlem

Brundtland en el 42º período de sesiones el 4 de agosto de 1987. Accesible en:

http://www.un.org/es/comun/docs/?symbol=A/42/427

ORTIZ, Enrique (2008), “Hacia una Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad”, en HIC

AL, El Derecho a la Ciudad en el mundo, Ciudad de México: HIC AL.

ORTIZ Lajous, Jaime (1982), Desarrollo Urbano en México, Restauración, México:

SAHOP.

147

OZLAK, Oscar (1991), Merecer la ciudad, los pobres y el derecho al espacio urbano,

Buenos Aires: CEDES Humanitas.

PAGLIERO, Walter (2014), Melenudos City, Quito: Abya Ayala.

PAOT – Procuraduría Ambiental y del Ordenamiento Territorial del Distrito Federal

(2013), Reporte de gestión de la PAOT, 2002 – 2013. Ciudad de México, en línea:

http://www.paot.org.mx/modules/GestionPAOT/atencion_denuncias_.php [15/04/2013].

PAQUETTE, Catherine (2006), “Des habitants pour le centre historique? Mexico face á

l´un des défis majeurs de la rehabilitation”, en Helene Riviére D´Arc y Maurizio Memoli

(Coordinadores), Le pari urbain en Amérique latine, vivre dans le centre des villes, Paris:

Armand Colin, 107–125.

PÁRAMO, Arturo (2015), “Plazas comerciales ahogan patrimonio. Inmuebles catalogados

sucumben ante los fabricantes de ropa”, en Excélsior, 22 de mayo de 2015, página 5.

PARK, Robert Ezra (1999) [1925], La Ciudad y otros ensayos de ecología urbana,

Barcelona: Ediciones del Serbal.

PERLMAN, Janice (1976), The Myth of Marginality. Berkeley CA: University of

California Press.

PORRAS, Jeannette (2001), Condesa Hipódromo. México: Clío.

POSSO, Ladys (2014), “Regeneración urbana. Valor cultural e inclusión social. El barrio

Getsemani en Cartagena de Indias”, Ponencia presentada en el Coloquio Internacional

Perspectivas de la gentrificación en México y América Latina, Ciudad de México 1 al 4 de

abril.

PRADILLA, Emilio (2011), “Zona Metropolitana del Valle de México: una ciudad baja,

dispersa, porosa y de poca densidad”, en Emilio Pradilla (compilador), Ciudades

compactas, dispersas, fragmentadas, México DF: UAM Xochimilco – Porrúa, pp. 257-293.

PRADILLA, Emilio (2008), “¿Existen ciudades globales en América Latina?”, en

CIUDADES 77, Enero – Marzo, pp. 2-8.

QUIROZ, Héctor (2012), “Extranjeros en el barrio: inmigrantes artífices y consumidores en

la transformación reciente de la Colonia Roma, Ciudad de México”, en Academia XXII,

Primera Época, Año 3, Número 4, p. 45 -61.

148

RABOTNIKOF, Nora (2010), “Discutiendo lo público en México“, en Mauricio Merino

(Coordinador). ¿Qué tan público es el espacio público en México? México DF: FCE –

CONACULTA – Universidad Veracruzana, 2010, pp. 25-56.

RAE – Real Academia de la Lengua Española (1726), Diccionario de la lengua castellana,

en el que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las

phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes y otras cosas convenientes al uso de

la lengua, Madrid: Imprenta de Francisco del Hierro.

RAMÍREZ KURI, Patricia (2010), Espacio público y ciudadanía en la Ciudad de México.

Percepciones, apropiaciones y prácticas sociales en Coyoacán y su Centro Histórico.

México: UNAM – Porrúa.

REAL STATE MARKET & Lifestyle 100 La guía inmobiliaria de México (2015), México

DF: Real Estate Group.

REAL ESTATE MARKET & Lifestyle 95 La guía inmobiliaria de (2014), México DF: Real

Estate Group.

REAL STATE MARKET & Lifestyle 90 La guía inmobiliaria de México (2013), México DF:

Real Estate Group.

REMY, Jean (2012), “Gran ciudad y pequeña ciudad: tensiones entre sociabilidad y estética

en Simmel”, en Francisca Márquez (Editora), Ciudades de Georg Simmel, lecturas

contemporáneas, Santiago de Chile: Ediciones Universidad Alberto Hurtado.

RIBBECK, Eckhart (1991), “Mexico Stadt: city of hope, city of dispair”, en Victor

Delgadillo y Antje Wemhöner (Editores), Mexiko Stadt, Stuttgart, IBBTE – Universität

Stuttgart.

ROBINSON, Jennifer (2006), Ordinary Cities, Londres: Routledge.

RODRÍGUEZ, Alfredo y Paula Rodríguez (2009), “Introducción”, en Alfredo Rodríguez y

Paula Rodríguez (Editores), Santiago, una ciudad neoliberal, Quito: OLACCHI.

RODRÍGUEZ, Alfredo (1983), “Cómo gobernar las ciudades o principados que se regían

por sus propias leyes antes de ser ocupados”, en Alfredo Rodríguez, Por una ciudad

democrática, Santiago: Ediciones SUR, pp. 9-43.

RODRÍGUEZ, Carla y Celina Fischnaller (2014), “Política habitacional, gentrificación y

disputa por la centralidad”, en Ciudades 103, pp. 16-24.

149

ROGERS, Richard (2006), Ciudades para un pequeño planeta, Madrid: Gustavo Gili.

ROJAS, Eduardo (2000), Old Cities, New Assets, Preserving Latin America´s Urban

Heritage, Washington D.C: Inter-American Development Bank.

ROJAS, Eduardo, Eduardo Rodríguez y Emiele Wegelin (2004), Volver al Centro, la

recuperación de áreas urbanas centrales, Washington D.C: BID.

ROJAS, Héctor (2013), “En defensa del Parque Hundido”. Ponencia presentada en la

Segunda Jornada por el Derecho a la Ciudad, organizada por el CIESAS. Ciudad de

México, 31/01/2013.

ROSSI, Aldo (1981), La Arquitectura de la ciudad, Barcelona: Gustavo Gili.

ROY, Ananya (2013), “Las metrópolis del siglo XXI: nuevas geografías de la teoría”, en

Andamios, Revista de Investigación Social, Volumen 10, No. 22, mayo – agosto 2013, pp.

149-182.

SABATINI, Francisco. Sarella, M. & Vásquez, H. (2009), “Gentrificación sin expulsión, o

la ciudad latinoamericana en una encrucijada histórica”, en revista_180, año 13 No. 24.

SALINAS, Luis (2013), Transformaciones urbanas en el contexto neoliberal. La colonia

condesa en la ciudad de México: hacia un proceso de gentrificación, Tesis doctoral,

México: UNAM,

SANT´ANNA, Marcia (2001), “El centro histórico de Salvador de Bahía, paisaje, espacio

urbano y patrimonio”, en Fernando Carrión (Editor), Los Centros Históricos en América

Latina, Quito: UNESCO – BID – Ministerio de Cultura y Comunicación de Francia -

FLACSO sede Ecuador, pp. 177–199.

SASSEN, Saskia (2014), Expulsions. Brutality and Complexity in the Global Economy,

Cambridge, Massachussets – Londres: The Belknap Press of Harvard University Press.

SASSEN, Saskia (1991), La ciudad global: Nueva York, Londres, Tokio, Buenos Aires:

EUDEBA.

SCHÁVELZON, Daniel (1990), La conservación del patrimonio cultural en América

Latina, Buenos Aires: UBA – Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas

Mario J. Buschiazzo.

SCHULZ-DORNBURG, Julia (2012), Ruinas modernas, una topografía del lucro,

Barcelona: AMBIT.

150

SECTUR - Secretaría de Turismo (2015), Pueblos mágicos, accesible en

http://www.sectur.gob.mx/pueblos-magicos/, (re)visitada el 25 de mayo de 2015.

SEDESOL, CONAPO e INEGI – Secretaría de Desarrollo Social, Consejo Nacional de

Población e Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (2012), Delimitación

de Zonas Metropolitanas de México 2010, México: SEDESOL – CONAPO - INEGI.

SEDUVI – Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (2013), Agenda hacia una ciudad

compacta, dinámica, policéntrica y equitativa 2013 – 2018, México DF: GDF - SEDUVI.

SEDUVI, Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (2006), Sexto Informe de Trabajo.

Ciudad de México: GDF - SEDUVI.

SEDATU – Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (2014), “Programa

Nacional de Desarrollo Urbano 2014-2018”, en Gaceta Oficial de la Federación, 30 de

Abril de 2014.

SEDUE – Secretaría de Desarrollo Urbano y Ecología (1991), Plan Nacional de Desarrollo

Urbano, 1991 – 1994, México: SEDUE.

SENADO DE LA REPÚBLICA, Fundación IDEA y SIMO Consulting (2014), México

compacto. Las condiciones para la densificación urbana inteligente en México, México:

Grupo Impresso.

SHERIDAN, Guillermo (2009), “Mascara contra cabellera”, en El Minutario blog de

Letras Libres, accesible en http://www.letraslibres.com/blogs/mascara-contra-cabellera,

(re)visitado el 2 de Junio de 2015.

SLATER, Tom (2009), “Missing Marcuse: On gentrification and displacement”, en City:

analysis of urban trends, culture, theory, policy, action, Vol. 13, Nos. 2–3, June–

September, pp. 292-311

SMITH, Neil (2002), “New globalism, new urbanism: Gentrification as global urban

strategy”, Antipode 34 (3), 427-450.

STREULE, Monika (2008), “La festivalización de los centros históricos”, en CIUDADES

79, 36–43.

TÖNNIES, Ferdinand (2011) [1935], Comunidad y asociación. El comunismo y el

socialismo como formas de vida social, Madrid: Biblioteca Nueva.

TUNG, Anthony (2001), Preserving the World´s Great Cities. The Destruction and

Renewal of the Historic Metropolis, New York: Three River Press.

151

TURNER, John F.C. (1968), “Housing Priorities, settlements patterns, and urban

development in modernizing countries”, en Journal of the American Institute of Planners,

Vol. XXXIV(6), pp. 354–363.

UNCHS - United Nations Human Settlements Programme (2013), State of the World´s

Cities 2012/2013, Prosperity of cities, Nairobi: UNCHS.

UN Habitat – United Nations Human Settlements Programme (2015), “World’s population

increasingly urban with more than half living in urban areas”, accessible en:

http://www.un.org/en/development/desa/news/population/world-urbanization-prospects-

2014.html, visitado el 05/05/2015.

UN Habitat Program (2008), Best Practices on Social Sustainability in Historic Districts,

Nairobi: UN Habitat – UNESCO.

VAN SUSTEREN, Arjen (2007), Metropolitan World Atlas, Rotterdam: 010 publishers.

VALCÁRCEL, Juan Manuel (1977), Restauración Monumental y puesta en valor de las

ciudades americanas, Barcelona: Blume.

VALVERDE, María del Carmen y Jesús Encizo (2014), “La magia de los pueblos:

¿Atribuyo o designación? Turismo Cultural en México“, en Academia, Primera Época, Año

4, No. 7, Agosto 2013 – Enero 2014, pp. 11-25.

WALKER, David (2008), Gentrification moves to the Global South: an analysis of the

Programa de Rescate, a Neoliberal Urban Policy in Mexico City's Centro histórico,

University of Kentucky, Tesis Doctoral, Paper 654.

WARD, Peter (1993), “The Latin American inner city: differences of degree or of kind?”,

en Environment and Planning A 25 (8), 1131-1160.

WENTZ, Martin (2000), Die Kompakte Stadt. Die Zukunft des Städtischen, Frankfurt –

Nueva York: Campus Verlag.

WIRTH, Louis, (1988) [1938], “El urbanismo como modo de vida”, en Mario Bassols,

Alejandra Massolo y Alejandro Méndez (Compiladores), Antología de Sociología Urbana,

México DF: UNAM.

WORLD BANK (2014), World Development Indicators: Distribution of income or

consumption, visitado el 15 de septiembre de 2014, en línea:

http://wdi.worldbank.org/table/2.9.

***