patagonia ciencia y conquista 2004

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Navarro Floria

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Pedro Navarro Floria / Compilador

PATAGONIA: ciencia y conquista

La mirada de la primera comunidad científica argentina

Pedro Navarro Floriacompilador

CEP - Centro de Estudios PatagónicosFacultad de Ciencias de la Educación

Universidad Nacional del Comahue© Pedro Navarro Floria

®Pedro Navarro Floria

Primera Edición: agosto 2004 / 200 ejemplares

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina

ISBN 987-1154-33-X

Publifadecs

Departamento de Publicaciones de la Facultad de Derecho yCiencias Sociales.Universidad Nacional del ComahueMendoza y Perú (8332) General Roca. Río Negro. Repú[email protected]

Sede provisoria: Museo de Geología y PaleontologíaBuenos Aires 1400 -(8300)Neuquén - Tel: 4490300 int. 403Email: [email protected]

CEP - Centro de Estudios PatagónicosFacultad de Ciencias de la EducaciónUniversidad Nacional del Comahue© Pedro Navarro Floria

INDICE

Prólogo, por Irina Podgorny . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación: idealismo,materialismo y empirismo en el credo de la primera cienciaargentinapor Leonardo Salgado y Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . .37

La mirada de la "vanguardia capitalista" sobre la frontera pam-peano-patagónica: Darwin (1833-1834), Mac Cann (1847),Burmeister (1857)por Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61

La "Pampa fértil" y la Patagonia en las primeras geografíasargentinas (1876)por Pedro Navarro Floria y Alejandro Mc Caskill . . . . . . . . . .101

La invención de los ancestros: el "patagón antiguo" y la cons-trucción discursiva de un pasado nacional remoto para laArgentina (1870-1915), por Pedro Navarro Floria, Leonardo Salgado y Pablo Azar . . .119

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina en lasegunda mitad del siglo XIXpor Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .147

Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .171

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .173

Patagonia Ciencia y Conquista 5

CAPITULO 1

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación:idealismo, materialismo y empirismo en el credo dela primera ciencia argentina

Leonardo SalgadoPedro Navarro Floria

“The tendency was, and sometimes still is, to dismiss the postdarwi-nian idealist as obscurantists and reactionaries, the villains of the piece

(...). I want to continue the theme that platonists, however unsuccessfulin the alien realm of evolutionary mechanics, did contribute to the con-

ceptual foundation of paleontology.”(Desmond 1982:175)

Este trabajo investiga el pensamiento filosófico y teórico deHermann Burmeister, quien es reconocido como el fundador delMuseo Público de Buenos Aires. Sus ideas y pensamiento filosóficode aquel entonces fueron delineados en su libro titulado Historia dela Creación, publicado en 1843. Las ideas de Burmeister están carac-terizadas por dos notas principales: idealismo y fijismo de las espe-cies. Los “tipos ideales” se transforman en seres reales mediante“leyes secundarias”. Una vez que los caracteres específicos son esta-blecidos (esto es, una vez que el ser real es materializado), las“influencias externas” son incapaces de cambiar la profunda estruc-tura del organismo.

En el caso del hombre, Burmeister propone que las especies apartir de las cuales las especies actuales de Homo pueden haber evo-lucionado, fueron creadas en diferentes lugares, bajo diferentes con-diciones, pero construidas a partir de la misma idea.

A su vez, el progreso evolutivo y la aparición de seres supe-riores en el registro paleontológico, son la consecuencia de condi-ciones ambientales cambiantes.

Los historiadores de la ciencia que han tomado la figura delpaleontólogo prusiano Karl Hermann Conrad Burmeister (1807-1892), organizador y director del Museo Público de Buenos Aires,han centrado su interés en su actuación al frente de diversas ins-tituciones y en su relación con otros miembros de la comunidadcientífica, muchos de ellos partidarios del evolucionismo. En efec-to, los estudios sobre la introducción del pensamiento evolucio-nista en la Argentina lo muestran como contrario a las nuevasideas, “un vigoroso paladín del antidarwinismo” según lo describeMontserrat (1999:22). Sus propias ideas, sin embargo, apenas hanmerecido atención. ¿Hasta dónde fue Burmeister antidarwinista?¿Cuáles fueron sus pensamientos sobre la naturaleza, los organis-mos biológicos y su relación con el ambiente? En este trabajointentaremos responder estas preguntas tomando como referenciasu obra Historia de la Creación, cuya primera edición es de 1843(antes de la llegada de Burmeister a Buenos Aires), y la última edi-ción corregida de 1867, año que encuentra al sabio prusiano yainstalado en la dirección del Museo Público de esa ciudad. La tra-ducción al castellano de la obra, en la cual nos hemos basado, noposee una fecha cierta de impresión, aunque ciertamente respon-de a la última edición (Birabén 1968:74). Otras publicaciones deBurmeister nos permitieron conocer hasta qué punto las ideas bos-quejadas en Historia de la Creación fueron mantenidas con poste-rioridad, y de qué forma se traslucen en sus trabajos paleontoló-gicos, zoológicos o antropológicos.

Esquema de la obra

Historia de la Creación está organizada en dos tomos. El pri-mero de ellos (unos quince capítulos) es un desarrollo de los cono-cimientos geológicos de la época, desde ideas acerca del origen dela tierra hasta una descripción resumida de los principales terre-nos geológicos. Un primer comentario que debería hacerse tieneque ver con el título de la obra: Historia de la Creación. Así comoel término “Historia” no se aplica aquí a una serie de sucesos en

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el tiempo sino al antiguo significado griego que refiere a un estu-dio o tratado, “Creación” no significa “creación de la nada”.Creación es un término que aparece frecuentemente durante todoel siglo XIX, incluso en obras que nada tienen de “creacionistas”,si por creación entendemos “surgimiento sobrenatural” ex nihilo.Debe recordarse el título de obras evolucionistas, por ejemploVestigios de la Historia Natural de la Creación (primera edición de1844) de Robert Chambers e Historia de la Creación y los SeresOrganizados (primera edición de 1868) de Ernst Haeckel. El térmi-no “creación” es utilizado en esas obras como “todo lo que exis-te” o simplemente “existencia”. Ludwig Büchner (1824-1899), dequien tampoco puede decirse que haya sido “creacionista” (en elmoderno sentido de la palabra), también habla de “períodos de lacreación de la tierra” en su obra Fuerza y Materia, cuya primeraedición es de 1855. Tomando Creación por “existencia”, un grannúmero de naturalistas predarwinianos ya hablaban de “creaciónpor Ley”, como contraria a la “creación sobrenatural” o “creaciónde la nada”. Recién con el evolucionismo terminará aceptándoseque la única “Ley” posible para la aparición de nuevos organismosera la “Ley de la generación” es decir, mediante la reproducción deorganismos preexistentes. En definitiva, el solo título de su obranada nos dice sobre el pensamiento biológico de Burmeister.

Ya en las primeras páginas del libro, al referirse al origen delUniverso Burmeister expresa que

...las ciencias de la naturaleza no se hallan en estado de dar con-clusiones acerca de este principio de las cosas; no tienen ningu-na base científica en que apoyar sus raciocinios para hacer salirla materia de la nada, y deben admitir por lo tanto su existenciadesde toda la eternidad como un hecho demostrado (I:5)1.

Aquí se niega expresamente que haya habido una “creación”ex nihilo, o una “aparición de la nada”, volcándose hacia la eter-

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1 Salvo indicación en contrario, los números entre paréntesis sin más referenciasserán, en adelante, números de página de la Historia de la Creación de H.Burmeister.

nidad del mundo, o al menos la eternidad de la materia, idea quehabía ya sido adoptada por materialistas como Ludwig Büchner enFuerza y Materia. Como en este caso, las otras explicaciones que sedarán en el transcurso de la obra estarán basadas en Leyes natu-rales. También se establece que

Para escribir su historia [de la Tierra] debemos empezar, pues, portener un conocimiento exacto del presente; apoyados en esta basepodremos intentar la descripción de los períodos primitivos yexplicarlos... (I:6-7).

Y más adelante agrega:

...es preciso que tome por punto de partida una hipótesis cuyaposibilidad no sólo concuerde con los hechos positivos de la evo-lución del Globo terrestre, sino que, además, presente las fases dedesarrollo reconocidas experimentalmente, como las consecuen-cias necesarias de la causa adoptada (I:155).

Sin embargo, su propia explicación del origen del Universoconocido, difícilmente puede decirse que esté basada en “hechospositivos” o “reconocidos experimentalmente”:

En el origen, todo el espacio estaba lleno de una materia homo-génea reducida al estado de vapores muy sutiles, formando la basede las materias condensadas actualmente en los astros. Esta extre-ma división de la materia impedía toda reacción de los elementosentre ellos. Todo permaneció en una mezcla caótica, sin movi-miento, hasta el momento en que se efectuó una primera con-densación; el equilibrio se destruyó, y los diversos elementospudieron obrar los unos sobre los otros (I:184).

Ambiente y Organismos

Un concepto importante que se encuentra en Historia de laCreación es aquel que establece que el grado de organización ycomplejidad de los organismos está determinado por las propieda-

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des físicas del ambiente. De este modo, los cambios geológico-ambientales del pasado que, como veremos, derivarían principal-mente del progresivo enfriamiento de la Tierra, se ven reflejadosen los cambios paleontológicos concomitantes. Es el fundamentode lo que más tarde Burmeister llamaría la “paleontología geog-nóstica”, resumida en su obra titulada La Paleontología actual ensus tendencias y resultados de 1864 (reimpresa en 1896) como

el estudio de las diferencias específicas observadas en los anima-les pertenecientes a las diferentes épocas antiguas de la superfi-cie de la tierra, con el objeto de conocer, y deducir por medio dela diferencia específica de los petrificados, la identidad o la dife-rencia de las épocas en que se formaron las capas sedimentariasque los contienen (Burmeister 1896:15, bastardilla nuestra)

La “paleontología biológica”, por su parte, se propone elconocimiento de “la variación del tipo primitivo en las diversasformas de que es susceptible” (Ibídem:15), según su pensamientoidealista que expondremos más adelante.

Estos cambios geológico-paleontológicos de los que hablaBurmeister se dan de forma más o menos abrupta, coincidiendocon las interrupciones en la depositación sedimentaria. Como semencionó, cada nueva época de creación inaugura nuevas condi-ciones, de manera tal que las faunas son reemplazadas periódica-mente. En su Historia de la Creación escribe:

Si esos restos de organismos cambian de caracteres específicoscon cada capa, concluiremos de ello que la vida organizada fueaniquilada después de cada nuevo cataclismo, a lo menos en laesfera de acción de la catástrofe y que la reemplazó una organi-zación nueva y más joven (I:200).

Las extinciones, que nunca involucran al total de los orga-nismos de una época son, a juicio de Burmeister, el resultado de“revoluciones”, tales como levantamientos (I:201) y erupcionesvolcánicas (I:251). Dichas “revoluciones” señalan el comienzo dediferentes “épocas de creación” que

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no han sido limitadas en absoluto, y... por consiguiente, no exis-ten formaciones separadas unas de otras de una manera cortada.Al contrario, se reconoce que la evolución continua de las causasha producido fenómenos análogos... (I:201).

Las “revoluciones geológicas” no representan verdaderasinterrupciones de los procesos geológicos conocidos. Estos últimosson interpretados, además, en un sentido claramente evolutivo,pero con fuerza decreciente:

Esta variada complejidad, fundada en la naturaleza misma de lascapas, ha hecho más y más falsa la teoría de los grandes períodosde desarrollo claramente determinados y las distinciones de forma-ciones que estribaban en ella. Ha demostrado a los geólogos quetenían mucho que hacer con las continuas alternativas de calma yde trastorno, de formación y de destrucción, de vida y de aniqui-lamiento de los seres animados; y que los diferentes períodos nose distinguen con claridad en sus efectos sino localmente, mien-tras en otros puntos pasan insensiblemente del uno al otro. En laevolución y el desarrollo de nuestro planeta, no existen en reali-dad grandes divisiones que puedan considerarse como los puntosde reposo o los altos de su marcha progresiva; al contrario, entodas partes descubrimos una evolución idéntica a sí misma concausas semejantes hasta los tiempos actuales, pero dotadas de unpoder de acción decreciente de día en día y que, por decirlo así, vaextinguiéndose (I:249).

Con las grandes erupciones, el calor del interior del planetase va perdiendo de a poco, estableciéndose finalmente las condi-ciones para la aparición del hombre sobre el planeta. Comienza asíel último gran período de creación.

De lo anterior se entiende que, si la sucesión paleontológi-ca que finaliza con el hombre es, en verdad, progresiva, lo es envirtud de un paulatino “mejoramiento” de las condiciones de exis-tencia:

A esos tipos incoherentes en presencia del mundo primitivo, suce-dieron otras formas siempre más perfeccionadas y en las cuales se

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realizó por fin esta armonía interior que hoy se manifiesta en elhombre. Sin embargo, no deben considerarse como bosquejos malacabados de su época. Su naturaleza estaba en relación con elcarácter de su tiempo y con su residencia; primitiva y groseracomo aquella, incompleta como éste (I:286).

Se trata de la doctrina que Ospovat (1981:34) llama de “per-fección limitada”: los organismos no son en ningún sentido imper-fectos. Al ser creados por medio de leyes, los organismos son tanperfectos como les es posible dentro de los límites impuestos porla necesidad de conformar esas leyes.

En el Tomo II de la Historia de la Creación es en donde seabordan cuestiones específicamente biológicas. Hablando del pro-blema de la generación espontánea, por ejemplo, Burmeisterentiende que hay que dar a esta hipótesis

algún valor; porque en realidad, no se le opone ninguna objeciónrealmente científica, y sin él [la generación espontánea] el origende los organismos sobre la Tierra no se explica más que por laintervención inmediata de un poder superior (II:30).

Puede verse que no se trata solamente de referirse a “hechospositivos” o “reconocidos experimentalmente”, sino de recurrir ahipótesis que no son contrarias al tipo de respuesta que se pre-tende dar, en este caso, una explicación “natural”, no teológica,del origen de la vida sobre el planeta:

Es muy evidente que, en este caso también, la opinión que tienemás verosimilitud es la que se enlaza con el juego de los fenóme-nos actuales y rechaza la intervención de todo poder misterioso(II:33).

Burmeister y el idealismo biológico

El término idealismo se ha aplicado, en un sentido históri-co-biológico, a la presunta existencia de formas puras, ideales o

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típicas, cuya materialización en los organismos se da a través de“causas secundarias”, que pueden implicar tanto una degeneracióncomo una adaptación. Es así que ningún organismo sería una fielreproducción de su respectiva forma ideal, sino el resultado de sumodificación bajo la influencia de los factores ambientales. Ideasde este tipo fueron muy comunes durante la primera mitad delsiglo XIX, particularmente en Alemania y Francia, aunque debedecirse que en el resto de Europa tuvieron una aceptación dispar.En Inglaterra, uno de los representantes del idealismo fue el ana-tomista y paleontólogo Richard Owen (1804-1892) (Desmond1982; Rupke 1993). Owen creía en la existencia de un vertebradoarquetípico (ideal, no real) que habría servido de molde para todoslos demás vertebrados. En la sucesión paleontológica (claramenteen el caso de los caballos) Owen vio de qué forma los sucesivosorganismos se apartaban de la forma idealizada, arquetípica, devertebrado. Según Owen, el hombre constituía la definitiva modi-ficación del arquetipo, sobreimpuesta sobre un tipo inferior. Elarquetipismo pretendió ser, al menos en un comienzo, una alter-nativa al evolucionismo, aunque de hecho varios evolucionistashablaron en términos arquetipistas, reemplazando en la práctica lanoción de arquetipo por la de ancestro. El idealismo así entendi-do, en efecto, no es incompatible con el evolucionismo. Piénseseen Ernst Haeckel (1834-1919) y en Carl Gegenbaur (1825-1903) yen los ancestros hipotéticos (arquetípicos) que imaginaron.

A partir del capítulo 3 de la II parte, Historia de la Creaciónda un giro decididamente idealista:

La forma de los órganos se regula según sus funciones, cuya diver-sidad tiene profundas raíces en las necesidades que constituyen suresumen y la esencia de todo organismo. Si abordamos de máscerca esta concepción, reconocemos luego que hay lucha entre laidea misma y su realización. En efecto, todos los organismos,como cuerpos naturales periódicos, están encerrados en límites detiempo determinados, en una palabra, son finitos; la idea, al con-trario, como tipo del ser pretende por sí misma una existenciainfinita (II:35).

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La función por sí sola no explica la estructura, mas bien estaúltima es el resultado de la materialización de una idea en unmomento y lugar determinados, sujeta a necesidades concretas.¿Cuáles son esas “acciones exteriores” que actúan sobre las “for-mas reales” de los organismos? Burmeister menciona el clima, elsuelo, el grado de humedad de la atmósfera y el género de vida(II:62-63). Estos “agentes externos” serían, también, factores dela diversidad específica; un mismo tipo ideal, materializado bajodiferentes condiciones, se expresa de diversas formas o especies:

Además de esta primera causa de diferenciación [la existencia dediferentes formas típicas-ideales], ha debido existir una segundaque ha ejercido su acción sobre las formas reales de los organis-mos y ha contribuido esencialmente a hacer perder a cada uno suforma particular. Esta causa se encuentra en el medio en que cadacuerpo natural ha sido colocado en el momento de su primera apa-rición, y obra como un sello cuyo efecto propio sería imprimir uncarácter particular a los tipos ideales que hasta entonces habíansido generales (II:62).

Algo muy importante, que da una pauta sobre las posiblesrazones que llevaron a Burmeister a rechazar la evolución, es lavirtual imposibilidad de que esas “causas secundarias” o ambien-tales a las que se refería modifiquen profundamente a un organis-mo, de manera tal que se vea alterada su “forma esencial”. En estesentido, puede tomarse por correcta la ubicación en el “preposi-tivismo” que le da Montserrat (1993) a Burmeister, si se piensa enel idealismo como una etapa previa al positivismo.

Considérense, por ejemplo, las diversas especies del género Gato,como los productos de estas influencias exteriores sobre el tipoideal común, y háganse derivar todas las influencias específicas delas acciones exteriores variadas bajo las cuales se han formado losGatos en la superficie de la tierra; sin embargo, no se ve nunca anuestro Gato doméstico convertirse en un León o en un Tigre enlas zonas cálidas, porque en el momento de su nacimiento loscaracteres particulares a su especie le han sido impresos porinfluencias diferentes. Conserva esos caracteres que constituyen

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su propiedad esencial en medio de todas las circunstancias, y bajonuevas influencias no se modifica más que en algunas partes pocoimportantes (II:63).

A juicio de Burmeister, el alejamiento del tipo ideal causa-do por la actuación de “agentes secundarios” se presenta comouna verdadera degradación o degeneración. No hay posibilidad deque esos agentes por sí solos lleven a un “mejoramiento”. Aquellasformas en las que menos habrían actuado las “influencias ambien-tales”, es decir, aquellas en las que la “forma ideal” se presentaríaen su versión más pura, mantendrían su variabilidad potencial.Esto se ve claramente en el caso del hombre:

Los judíos y los negros conservan su carácter nacional a pesar delcambio de acción de los climas, porque su tipo nacional es másmarcado que el de los pueblos indo-europeos. Estos (los pueblosindo-europeos) tienen, en efecto, una tendencia a variar muchomayor que las otras familias etnológicas, porque poseen la formaideal del tipo humano en su mayor pureza (II:63-64).

En la obra que analizamos, el pensamiento arquetipista coe-xiste con la idea de “cambio progresivo” o “progresionismo”.Podemos anotar aquí una diferencia con Owen, quien negaba queel alejamiento del ideal arquetípico, es decir la “especialización”,significara necesariamente un “mejoramiento”. Dice Burmeister:“...nadie duda de que no haya una evolución y un perfecciona-miento graduales” (II:155), aunque más adelante aclarará:

No podemos desconocer un progreso graduado entre los animalesvertebrados; pero me siento muy inclinado a ponerlo en la cuentade los cambios ocurridos en las condiciones exteriores y que nece-sariamente debieron influir en los animales existentes en la super-ficie de la Tierra (II:301).

Es decir que, si bien las “causas secundarias” producen undeterioro, es decir un alejamiento del tipo ideal, la sucesión pale-ontológica no muestra ese deterioro sino, por el contrario, un per-

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feccionamiento gradual. Justamente, ese perfeccionamiento no esel producto de la actuación de “influencias externas” sino de lamaterialización de formas reales cada vez más perfectas, en virtudde un mejoramiento de las condiciones del ambiente.

El progreso se presenta siempre y cuando se trate de dife-rentes épocas de creación y de la aparición sucesiva de ideas cadavez más complejas. En el caso de tratarse de diferentes realizacio-nes de una misma idea, el proceso que se da es un deterioro,desde las más próximas a la forma ideal hacia las que más se lealejan. En el caso del hombre, la raza caucásica representa paraBurmeister el tipo primitivo (más cerca del ideal, y por lo tantomenos degenerado) de la humanidad.

Burmeister mantendrá el concepto de “tipo” hasta práctica-mente el final de su vida. Transcribiremos como prueba de ello unpárrafo de su artículo “El pie del hombre como su principal carác-ter zoológico” publicado en el diario La Nación (Buenos Aires) el17 de enero de 1888:

...contemplando la natura con los ojos abiertos del naturalista, seentiende bien y fácilmente también en el producto del arte la ideadel artífice, del cual no es otra cosa que la naturaleza verdaderamás o menos ideada. Idear la naturaleza es buscar la figura típicaen los variados objetos de ella, y hallar así la hermosura por elmétodo de comparar los tipos entre sí mismos, para conocer laregla de la ejecución más o menos perfecta. La naturaleza da susreglas en sus obras y la regla general se reconoce por la compara-ción de las variadas figuras, derivando de ellas el común de lasmás acabadas.

Las “formas mixtas”

Una cuestión que merece ser resaltada es el modo en queBurmeister interpreta la condición “mixta” o “intermedia” de cier-tos organismos. En principio, “intermedios” pueden considerase aaquellos seres que se encuentran a mitad de camino entre un tipoy otro, por la presencia de características que se hallan en uno

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pero no en el otro, como en el caso de una serie progresiva.Tomando en cuenta la “cadena del ser” de Robinet y Bonnet, nom-bre que se da al posible encadenamiento jerárquico de los seresvivos, los sucesivos eslabones son cada vez más completos (o com-plejos). Un determinado eslabón de la cadena es siempre más com-pleto que el eslabón inferior y menos completo que el superior,tomándose al hombre como el último elemento de esa cadenaideal. De esta manera, las formas intermedias son siempre versio-nes incompletas del hombre. Otro aspecto es cuál de los elemen-tos de la “cadena” se halla más próximo al arquetipo. Una posibi-lidad es considerar como prototípico al organismo más simple apartir del cual pueden sucederse los demás. Ese era justamente elconcepto de Robinet:

Considero todas las variedades intermedias entre el prototipo y elhombre como otros tantos ensayos de la naturaleza, que tiendenhacia lo más perfecto, siendo incapaces de lograrlo. Me parece quepodemos llamar a esta colección de estudios preliminares, elaprendizaje de la Naturaleza para hacer el hombre (Von Aesch1947:172).

Para Goethe, en cambio, el eslabón más perfecto es el pro-totipo de los inferiores. De esta forma, el hombre ideal es el pro-totipo de los demás animales. “El todo es el tipo sobre el quetodas sus partes son moldeadas” (Ibídem:175). Las formas inter-medias, al igual que en el caso de Robinet y Bonet, son paraGoethe formas incompletas. Del mismo modo, Joseph Macliseentendía que el hombre es la especie más cercana al arquetipo, yque todas las demás especies se derivan del arquetipo por sus-tracción (Panchen 1994; Rupke 1993).

Pero “intermedios” son también aquellos individuos endonde se encuentran combinadas características particulares que,normalmente, se dan en formas distintas, sin que esa condición de“intermedio” signifique necesariamente imperfección. Es a estetipo de diferenciación al que Burmeister se va a referir principal-mente. El tema interesa particularmente al paleontólogoBurmeister, por cuanto algunos vertebrados extinguidos parecen

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presentar una “mezcla” de caracteres que se dan actualmente enorganismos separados. Desde una perspectiva idealista, el proble-ma no es simple. Si las ideas a partir de las cuales se originan losanimales reales son independientes ¿cómo es posible admitir laexistencia de organismos de características mixtas? Como vimos,teniendo en mente el concepto de la “cadena del ser” no es posi-ble concebir un “eslabón mixto” en donde haya una mezcla decaracteres de dos eslabones contiguos, ya que en ella todas lascaracterísticas presentes en un eslabón se encuentran comprendi-das en el eslabón inmediatamente superior. Burmeister no habla-ba de formas intermedias en el sentido de formas incompletas dis-puestas en una progresión ascendente, sino de tipos extinguidosque tenían caracteres “mezclados”, rasgos que se presentanactualmente en tipos separados. Su visión es la de una trama derelaciones puramente ideales, y no la de una cadena unilineal decomplejidad creciente. Como lo explica en su Historia de laCreación:

Cada tipo siempre tiende a pasar de uno a otro por la admisión decaracteres particulares a este último y no tenemos delante de nos-otros una serie de eslabones cerrados, sino una cadena no inte-rrumpida de formas variadas, enlazadas por eslabones intermedios,que ninguna relación tiene con el conjunto artificial imaginadopor el hombre. La naturaleza generalmente emplea muchos modosde diferenciación a la vez y no acumula juntos todos los rasgosparticulares de cada modo, sino que los utiliza unos después deotros. Resultan seres intermedios en los cuales se combina la pri-mera diferencia de un modo con la segunda de otro modo, mien-tras otros seres presentan en ellos la reunión de la primera dife-rencia del segundo modo con la segunda diferencia del primero(II:76).

La utilización por parte de la naturaleza de los mismos“modos de diferenciación”, aunque produciendo diferentes combi-naciones, resulta en la formación de seres intermedios:

Basta que hayamos podido hacer de los Laberintodontes una fami-

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lia de Reptiles cuya clasificación es imposible en los cuadros delas formas vivientes, porque reúnen caracteres que hoy constitu-yen diferencias esenciales entre las Tortugas, los Cocodrilos, losLagartos y los Batracios o Salamandras (II:218-219).

Todas las formas existentes y fósiles pasan de una a otragradualmente, no mediante saltos. Las diferencias entre los dife-rentes organismos vivientes y entre los organismos vivientes yaquellos que les preceden en la serie paleontológica son, paraBurmeister, de la misma naturaleza:

Ahí tenemos un ejemplo sorprendente de la tendencia de la natu-raleza a hacer pasar por gradaciones suaves los tipos del uno alotro, a pesar de las diferencias que los separan. Natura non facitsaltus (la naturaleza no procede por saltos), decía ya con razónLineo; el espectáculo reflexionado del desarrollo sucesivo en elreino animal y el reino vegetal corrobora su expresión (II:89).

Si la Naturaleza utiliza los mismos “modos de diferencia-ción” pero en diferentes combinaciones, es posible que ciertasmodificaciones se hayan manifestado en diferentes grupos a lolargo del tiempo geológico, en especial, en grupos dominantes oque presentaban el nivel de organización superior en ese momen-to:

La Naturaleza, que siempre tiende a variar lo más posible sus pro-ducciones, hizo aparecer entonces entre los Reptiles las mismasmodificaciones que hoy nos ofrece en los Mamíferos en su conci-liación con los medios diferentes. Cuando hubo formado losMamíferos y estos se hallaron mejor apropiados para realizar estemodo de organización, naturalmente, ya no reprodujo más estasmodificaciones en los Reptiles. Pero cuando los Mamíferos todavíafaltaban en masa y la clase entera estaba representada solamentepor algunas especies raras y mezquinas, el rico grupo de losReptiles fue escogido para portador de esas modificaciones(II:221).

Únicamente los Reptiles de aquellos tiempos no entran en nues-

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tros cuadros actuales y los Laberintodontes... del Trias, losEnalisauros y los Pterodáctilos... de la olita y los Megalosauriosdel grupo Wealdiano no tienen mucha afinidad con los génerosvivientes pero ya he hecho ver... que esas formas externas ya nose encuentran actualmente entre los Reptiles, sino entre losMamíferos bajo las formas de los Cetáceos, de los Paquidermos yde los Murciélagos y demuestran claramente la tendencia de lanaturaleza en los tiempos geológicos a manifestar todas las for-mas actuales, desde que eso fue posible (II:302).

Básicamente, la noción de “tipo mixto” fue mantenida porBurmeister en sus obras posteriores. Por ejemplo, en el trabajo queya mencionamos, La Paleontología actual en sus tendencias y susresultados, dirá:

Otros muchos de las épocas más remotas no cuadran con ningunafamilia de nuestra clasificación común; pero prueban por su orga-nización que son mezcla de diversas familias actuales que reúnenen su configuración peculiar los caracteres especiales de diferen-tes familias correspondientes a épocas posteriores. Pueden consi-derarse como los representantes mixtos de la antigüedad(Burmeister 1896:17).

El Hombre

El capítulo XIII, el último de Historia de la Creación, estádedicado al Hombre. Burmeister comienza aceptando la existenciadel “hombre fósil”, demostrada definitivamente por las observa-ciones geológicas de Lyell. Es interesante el modo en queBurmeister aplica el arquetipismo a nuestra especie. En primerlugar, el hombre y el mono han sido construidos según diferentes“ideas”, por lo que es imposible la existencia de una continuidadgenealógica entre ellos. Sin embargo, los hombres del pasadoposeían para Burmeister rasgos de mono, lo que llevado a térmi-nos arquetipistas significaría que los hombres del pasado se halla-ban, término medio, más alejados del tipo ideal humano que loshombres actuales:

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La especie humana antediluviana se aproximaba más al mono quela raza actual, por las dimensiones menores de la caja cranianacomparativamente con el desarrollo exagerado de la cara; sobretodo en la región de las mandíbulas. El hombre antediluviano dife-ría especialmente, sino genéricamente, del Hombre actual(II:308).

Burmeister no toma partido sobre si esos hombres antedilu-vianos eran seres creados independientemente a partir de una ideadiferente a la del hombre actual (diferencias genéricas), o si setrata de antiguas versiones (diferencias específicas) de una mismaidea, más alejadas del ideal humano por cuanto exhibía rasgos máspropios de los animales. Esto último significaría la posibilidad deque los “agentes secundarios” acerquen el organismo real hacia laforma ideal y que, por lo tanto, conduzcan un cambio progresivo,algo que, como vimos, es negado en otras partes de la obra.

Burmeister, además de arquetipista, como Büchner enFuerza y Materia, es poligenista. Dado que el Hombre primitivohabría existido simultáneamente en el Viejo y el Nuevo Mundo, yal no haber evidencia de su migración, queda planteada la cues-tión porque “la inmutabilidad de la especie... contradice pues launidad específica de la raza humana” (II:310). Aquí inserta elautor una de sus pocas referencias claras a la teoría evolucionista,sin duda agregada en alguna de las ediciones de la obra posterio-res a 1859 (la fecha de la primera edición de El Origen de lasEspecies, de Charles Darwin):

Se ha intentado zanjar esta dificultad por medio de la teoría de lavariabilidad de la especie adelantada ya por Lamarck, que en estosúltimos tiempos ha sido renovada por Darwin. Según este natura-lista, la especie, sometida a condiciones anteriores diferentes,puede transformarse poco a poco; de suerte que en el tiempo dela evolución geológica, formas que en un principio no se distin-guían en nada la una de la otra, se han dividido en numerosasespecies diferentes y con caracteres distintos...Nos sentimos poco inclinados a conceder nuestro asentimiento aesta hipótesis por muy ingeniosa que pueda parecer a un grannúmero de personas. Como naturalmente exacto, afirmamos que

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los problemas de esta naturaleza se hallan fuera del dominio deuna sana experimentación, y que valdría mucho más ocuparse delo que podemos conocer científicamente y someterlo a un examenpositivo, que aferrarse [a] conjeturas que escapan a la observa-ción. El Hombre y el Mono se distinguen hoy el uno del otro zoo-lógicamente y psicológicamente; y como no podemos dejar derivarel principio de invariabilidad de los caracteres específicos sin tras-tornar al mismo tiempo toda la zoología científica, tenemos todala razón para creer que sus diferencias han existido primitivamen-te y en todos los tiempos y subsistirán también en el porvenir.(II:310-311)

Vemos cómo Burmeister se vuelca hacia la invariabilidad delos caracteres específicos a la vez que se opone al evolucionismo,en nombre del empirismo metodológico, por hallarse la teoría dela “variabilidad” “fuera del dominio de una sana experimentación”.Las variaciones locales producidas por el clima, la educación o elterritorio, que según Burmeister, no alcanzan a demostrar la“variabilidad de la especie”, “degeneran prontamente cuando sontransportados... pero la misma raza degenerada conserva algunosrasgos particulares en el nuevo suelo” (II:312). Este principio, lle-vado al Hombre, significa que:

El tipo nacional no degenera cuando es transportado de su patriaa otra comarca... Si en el espacio de tiempo que abrazan nuestrosconocimientos históricos ningún judío ha podido tomar aún eltipo alemán bien individualizado, admitiendo que es de origenjudío bien puro, si entre los europeos emigrados al África y a laAmérica, ninguno de ellos se ha transformado en negro o enCaribe durante el transcurso de muchos siglos; ¿por qué los des-cendientes de Adán, que evidentemente tenían un tipo de familia,se habrían cambiado en Negros, en Paposos, en Caribes, enMalayos o en Mongoles? No se puede dar razón alguna; he aquíporque atacamos esta teoría. Pero admítase que hubo muchosautóctonos en diversos puntos de la Tierra, todos modelados sobreun mismo tipo ideal del hombre (II:312).

Si bien las diferentes especies humanas poseerían un origen

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación 53

independiente, todas habrían sido concebidas a partir de unmismo plan ideal, plan que corresponde al género humano en suconjunto.

La forma humana esencial se ha materializado como espe-cies reales en función del ambiente concreto en el que se des-arrollaron; una vez adquirida, esa condición específica fue inmo-dificable. Sin embargo, en una curiosa aplicación sociológica dela más notable de las “diferencias nacionales” -el color de la piel-Burmeister observa que “en una misma nación, los ricos y las per-sonas de condición tienen el tinte más claro que las clasespobres” (II:317). De esto resultaría que, en los pueblos donde haydistinción de clases, la claridad de la piel derivaría de “la filiaciónde familias conservadas más puras, o del género de vida, diferen-cias que se unen con un grado superior de cultura intelectual”(II:318).

Tras este análisis de “las diferencias exteriores más aparen-tes” (II:319) Burmeister aborda el estudio de las diferencias entrecráneos, tan en boga en su época. Metodológicamente, adhiereinicialmente a la clasificación de los cráneos en tres formas bási-cas -elíptica, esférica y oval- y a la observación del “ángulofacial”: “Este ángulo sirve de piedra de toque para las aptitudesintelectuales de las razas” (II:320). Luego de explicar las inferen-cias de Retzius acerca del desarrollo cerebral y la posición de losdientes Burmeister concluye, con Blumenbach, que:

Estas diferencias craniológicas... a primera vista parece que con-ducen a una clasificación sencilla de las diversidades nacionales...que pertenecen evidentemente a un plan determinado y encierranun principio nacional de diversidad (II:322).

Es evidente que la aparente sencillez de un orden ocultopero coherente en sí mismo sedujo a la mentalidad científica deBurmeister. Incluso su contraposición con la clasificación deRetzius -usada por Burmeister en su primera edición- lo lleva aabandonar ésta y a adherir al “principio de la distribución geográ-fica de las razas humanas, como del único natural y el establecido

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más sólidamente” (II:323). Con relación a la clasificación delHombre en cinco grandes “razas” Burmeister no encuentra dificul-tad en citar a un notorio monogenista como el inglés Prichard,autor de “la obra capital que actualmente existe sobre la historianatural del Hombre” (II:324).

En relación con la “raza americana”, la primera que analizaBurmeister en Historia de la Creación, la homogeneidad de carac-teres -que d`Orbigny en El Hombre Americano (1839) había des-mentido- refuerza la idea de su especificidad: “Estas circunstanciasprueban también que las razas americanas no vinieron de Asia...”(II:327). En coherencia con su arquetipismo:

La gran familia de pueblos a la cual Blumenbach ha dado el nom-bre de Caucásica se distingue ante todos los demás por el tipo máspuro de la especie humana, y a causa de esta circunstanciamuchos naturalistas la consideran como la fuerza primitiva delHombre (II:330).

Entonces, las especies humanas inferiores lo serían en vir-tud de un mayor alejamiento del tipo ideal, primitivo. De todosmodos, debe recordarse que cada una de ellas habría sido realiza-da a partir de un mismo molde ideal, sin que pueda pensarse, porlo tanto, que las especies inferiores son por ello, en esencia, máspróximas a los monos:

...he demostrado con medidas comparadas de los miembros supe-riores e inferiores con las otras partes del cuerpo, que el Negrotiene el brazo y el muslo más cortos que el Europeo, lo mismo quelas manos y los pies, y se aproxima más al tipo del Mono. Bajo estepunto de vista, la proporción del dedo gordo del pie con el segun-do es muy característica. Ese dedo en los Europeos es muchomayor que el segundo, pero más corto o solamente de longitudigual en el Negro. Aún puede llevarse más lejos esta aproximaciónnotando la gran movilidad de ese dedo en el Mono que permiteoponerlo a los demás dedos. Pero por eso el negro jamás será unverdadero Mono... (II:335).

Todos tienen la frente extremadamente estrecha, la cara igual-

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación 55

mente estrecha, el cráneo elíptico comprimido lateralmente y elcerebro relativamente pequeño con pocas circunvoluciones...Pero aún en ese estado los Negros se clasifican aún entre loshombres más salvajes... (II:336).

La indiscutible humanidad de las especies consideradasinferiores -también aplicada a los pueblos más primitivos deOceanía (II:339)- va contra la institución de la esclavitud, aun-que Burmeister conoce el uso que de sus teorías han hecho losesclavistas:

...y los argumentos que los partidarios de la esclavitud han pre-tendido sacar de esos hechos para negarles derechos iguales a lahumanidad, no son más que una falsa aplicación de deduccionescientíficas extrañas a esas tendencias. Reconozco con tristezaque con mis conclusiones he dado armas, sin saberlo a losAmericanos del Norte, esos sectarios inhumanos que felizmente,hoy se hallan completamente reducidos al silencio (II:335).

...ese comercio inhumano no ha hecho más que contribuir a con-servar a ese pobre pueblo en su estado de rebajamiento moral(II:336).

Por un lado, Burmeister garantiza el origen independientede las especies humanas aún admitiendo que las modificacionessecundarias son establecidas por la acción de los agentes exte-riores. Parece que el ambiente entra en juego únicamente duran-te el proceso de materialización de una idea, sin que ello signifi-que que los organismos se hallen sometidos a permanentes modi-ficaciones de detalle.

Como cierre de su estudio, Burmeister agrega una notainteresante y definitoria de su antropología. Considerando com-pleta la explicación de las evoluciones y cataclismos orgánicos yde la superficie terrestre, su espíritu empirista lo empuja a intro-ducir una reflexión final sobre esa otra evolución inmediatamen-te observable, la historia humana:

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...apareció el Hombre en la Tierra, como el coronamiento de laCreación y para ser dueño de ella por su inteligencia, por la con-ciencia de su ser y por la libertad moral, que constituyen su lotedistinto... se ha elevado a la cultura intelectual, moral y religiosade la cual gozan hoy las naciones romanas, germánicas y eslavascomo de una herencia penosa acumulada por tres mil años deesfuerzos. Si bien de una constitución física más delicada quemuchas de las otras razas, éstas se distinguen por una rara ener-gía moral y por eso están llamadas a tomar el dominio del mundoy a conducir al resto del género humano... Tales son las doctrinasdel cristianismo... (II:341)

El continuum entre la sucesión de las épocas geológicas, lageneración de nuevos organismos vivos y la historia humana,característico del pensamiento naturalista del siglo XIX, reafirma-ba así los vínculos estrechos entre ciencia y política, lo general ylo particular, constituyendo un relato explicativo de la totalidad.

Conclusiones

Historia de la Creación es, sin duda, una obra fijista, enten-diéndose por fijismo discontinuidad genealógica entre las diferen-tes especies de organismos. Los “agentes exteriores” son incapa-ces de modificar a los organismos, una vez que las característicasde la especie son fijadas. Dichos “agentes exteriores”, constituidosen “causas secundarias” de modificación, sólo participan, segúnBurmeister, en el instante de la materialización de la idea a partirde la cual cada organismo es moldeado. Nicolaas Rupke (1993) hamencionado que la noción alemana de “tipo” no pretendía ser unaentidad metafísica sino un artificio científico. Richard Owen, pordiferentes razones, dio al arquetipo un contenido metafísico. ParaRupke (1993) la noción de arquetipo de Goethe, aquella según lacual el tipo ideal constituye la forma acabada, el último eslabónde la serie progresiva, es la que verdaderamente debe considerar-se como “platónica”, ya que la versión del arquetipo de Owen con-llevaba la noción de potencialidad, más próxima al aristotelismo

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación 57

que al platonismo.Independientemente de si la noción oweniana de arquetipo

es, en efecto, platónica o no, es evidente que Burmeister se halla-ba más cerca de Owen que de Goethe y los demás naturphiloso-phen. En cuanto a la parte específicamente paleontológica dellibro, el autor de Historia de la Creación se refiere a la existenciade animales extinguidos de carácter mixto que reúnen caracterís-ticas que hoy se observan en distintos grupos de animales. La per-manente utilización de términos como afinidad, conexión, enlace,etc., tiene que ver precisamente con esta idea, más que con unaposible relación filogenética, real, entre los organismos.

El progreso paleontológico tiene por causa el mejoramientode las condiciones de existencia, y la aparición consecuente deorganismos cada vez más complejos o superiores. Progreso no teo-lógico, como el de Chambers, por cuanto los cambios son produci-dos, en definitiva, por causas naturales. Tampoco es teológico suidealismo , como el de Owen, por cuanto el arquetipo no le demues-tra a Burmeister la realización de un plan divino. Como en elKosmos humboldtiano, Dios es virtualmente ignorado a lo largo deHistoria de la Creación (Rupke 1997).

Como idealista, combate al empirismo al hablar de la oposi-ción a la teoría vertebral del cráneo:

Irritado el empirismo al ver rasgado violentamente el velo detinieblas ante las miradas de otros, a pesar de todos sus esfuer-zos, y forzado a abrir los ojos a lo que no quería descubrir, seresistió al principio con obstinación contra la nueva teoría, yhasta quiso poner en la picota toda la filosofía anatómica...(II:121).

Pero se niega a considerar la posibilidad de la evolución porencontrarse “fuera del dominio de una sana experimentación”.Burmeister tampoco se ciñe a este principio epistemológico altomar partido por la generación espontánea o al describir el posi-ble origen del universo conocido. Del mismo modo, la aspiraciónde la “paleontología biológica” de conocer la variación del tipoprimitivo en las diversas formas de que es susceptible, va más allá

58 Leonardo Salgado - Pedro Navarro Floria

de lo que permite la experimentación y la observación.En suma, puntualizamos dos razones que dan cuenta del

pensamiento no evolucionista de Burmeister: por un lado, un argu-mento epistemológico, que le impide siquiera preguntarse acercade la evolución, y otro de orden ontológico, por el cual reconocela existencia de ideas fijas e inmutables cuya materialización con-lleva una degeneración. En este sentido, la posición de Burmeistercon relación a la evolución no es muy diferente de la de la mayo-ría de los biólogos alemanes anteriores a 1859, quienes entendíanque las evidencias en contra de la transmutación eran demasiadofuertes como para ser tenidas en cuenta (Temkin 1959).

En relación con el Hombre, su arquetipismo adquiere lími-tes difusos por su contaminación con un marco ideológico racista.Su empirismo metodológico lo lleva a considerar como hipótesisprincipal al poligenismo, moderado precisamente por su adhesióna la idea de una forma ideal única de Hombre. Ese mismo empiris-mo encaminó a Burmeister por la senda de los estudios cranioló-gicos que en la época fundamentaban el etnocentrismo europeo yel nacionalismo.

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Pedro Navarro Floria / Compilador

PATAGONIA: ciencia y conquista

La mirada de la primera comunidad científica argentina

Pedro Navarro Floriacompilador

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Primera Edición: agosto 2004 / 200 ejemplares

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INDICE

Prólogo, por Irina Podgorny . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación: idealismo,materialismo y empirismo en el credo de la primera cienciaargentinapor Leonardo Salgado y Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . .37

La mirada de la "vanguardia capitalista" sobre la frontera pam-peano-patagónica: Darwin (1833-1834), Mac Cann (1847),Burmeister (1857)por Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61

La "Pampa fértil" y la Patagonia en las primeras geografíasargentinas (1876)por Pedro Navarro Floria y Alejandro Mc Caskill . . . . . . . . . .101

La invención de los ancestros: el "patagón antiguo" y la cons-trucción discursiva de un pasado nacional remoto para laArgentina (1870-1915), por Pedro Navarro Floria, Leonardo Salgado y Pablo Azar . . .119

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina en lasegunda mitad del siglo XIXpor Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .147

Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .171

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .173

Patagonia Ciencia y Conquista 5

CAPITULO 2

La mirada de la “vanguardia capitalista” sobre lafrontera pampeano-patagónica: Darwin (1833-1834), Mac Cann (1847), Burmeister (1857)

Pedro Navarro Floria

En el análisis de la Descripción física de la RepúblicaArgentina publicada por Hermann (o Germán) Burmeister entre1876 y 1879, nos encontramos con que, en su parte geográfica,Burmeister se remite a un trabajo anterior: su Viaje por losEstados del Plata de la década de 1850, una obra nada sistemá-tica ni guiada por hipótesis previas, sino descriptiva. Las mani-festaciones de tono paternalista y racista de Burmeister acerca delos criollos y los indígenas tampoco son originales. Evocan las deal menos dos viajeros anglosajones que habían recorrido el mismoescenario de la Pampa en las décadas anteriores: Charles Darwiny William Mac Cann. Intentamos demostrar, en este trabajo, dequé modo aparecen estos rasgos generales en los testimonios deviaje de los tres autores citados: el Viaje de un naturalista alre-dedor del mundo en el H.M.S. “Beagle” (1833-1834 en la parteque nos interesa) de Charles Darwin, el Viaje de dos mil millas acaballo por las provincias argentinas (1847) de William MacCann y el Viaje por los Estados del Plata (1857) de HermannBurmeister.

El Viaje por los Estados del Plata de Burmeister (1807-1892)resulta ser una obra nada sistemática ni guiada por hipótesis pre-vias, sino descriptiva en el sentido utilitario que atravesaba a lasdescripciones de la época (Frapiccini 1999). Al mismo tiempo, eltexto de este Viaje del naturalista alemán expresa la sensibilidadromántica que, según Pratt, bien se podría haber originado “en laszonas de contacto de América, África del Norte y los Mares del Sur”

(Pratt 1992:243)1. Además, su tono reproduce el de otros viajeroscomo Charles Darwin (1809-1882) y William Mac Cann2. ¿Qué hayen común entre estos observadores, y qué los diferencia de losdescriptores científicos del estilo de d’Orbigny o De Moussy? Estaes la pregunta que intentaremos responder mediante un análisiscomparativo de tres autores.

Gould, en un agudo trabajo sobre los primeros escritos deDarwin (Gould 1997), caracteriza al joven naturalista por un “esta-do moral” marcado por el sentimiento de superioridad racial y porel paternalismo puritano, elementos que constituyeron en él, cla-ramente, una actitud permanente o mentalidad anterior y subya-cente al hallazgo científico del mecanismo de la selección natural.Siguiendo la hipótesis de Pratt acerca de los modos de escritura delos científicos viajeros del XVIII y el XIX, podríamos afirmar queestos observadores de la época del Romanticismo no adhieren alprograma linneano de sistematización de la naturaleza sino queimitan el estilo humboldtiano de “celebración de la naturalezaamericana”. “Humboldt reinventó la América del Sur en primerlugar y sobre todo como naturaleza. No la naturaleza accesible,recolectable, reconocible, categorizable de los linneanos, sino unanaturaleza impresionante, extraordinaria, un espectáculo capaz desobrecoger la comprensión y el conocimiento humanos” (Pratt1992:215). De ahí que nos llame la atención, en contraste conotras obras fundamentalmente sistematizadoras, su falta de méto-do. El mismo Humboldt fue mentor de Burmeister, “consiguiéndo-le un subsidio real para visitar Brasil” en 1850 y animándolo yrecomendándolo ante Alberdi y Urquiza para su viaje al Plata(Gallardo 1992:25).

Pero si bien estos textos son capaces de transmitirnos laespectacularidad del escenario natural y la profundidad de los sen-timientos de sus autores hacia él, observamos a priori que no

62 Pedro Navarro Floria

1 En realidad, Pratt da aquí una interesante vuelta de tuerca sobre la hipótesis revisionis-ta que tiende a buscar en América el origen del modelo moderno de Estado-nación (cfr.Benedict Anderson, Imagined Communities, London, 1983), de las revoluciones contra elabsolutismo (cfr. Pratt 1992:244) e incluso del romanticismo.2 Carecemos de datos sobre las fechas de nacimiento y muerte de Mac Cann.

alcanzaron la habilidad humboldtiana de hacer hablar a la natura-leza descripta. En cambio, le hablan ellos a la naturaleza. Lehablan desde su cultura y fundamentalmente, con sentido prag-mático y preceptivo, desde su mentalidad constituida por una cier-ta moral, desde una determinada experiencia social, desde la adhe-sión a un modelo económico industrialista. De algún modo, regre-san al estilo de las crónicas de la época de la conquista deAmérica, en las que “los paisajes adquieren a menudo cualidades‘morales’ que los convierten en decorados más que en realidadesgeográficas, y los indios -de papel- se imaginan de acuerdo allogos occidental, representando un drama al que nunca quisieronasistir” (Bernabéu 1999:11). El diálogo se convierte así en unaevaluación subjetiva del estado moral del otro y de sus posibilida-des (o imposibilidades) de supervivencia en contacto con la “razasuperior” del norte de Europa.

En cuanto al tono racista que atraviesa como un hilo con-ductor estos tres escritos de autores del norte de Europa, no pode-mos menos que referirlo al clima de ideas que los procesos socia-les gestaban en Estados Unidos y en Europa a mediados del sigloXIX. Peset ubica el inicio del racismo teórico en los Estados Unidosa mediados del XIX, en relación con la defensa del sistema escla-vista o, ante su fin inevitable, con la reasignación de un rol sub-alterno a los libertos (Peset 1983:15-35).3 En Inglaterra, en cam-bio, la Aborigines Protection Society en los años ‘30 y ‘40 habíapretendido...

La mirada de la “vanguardia capitalista” sobre la frontera pampeano-patagónica 63

3 Entre los autores destacados, Peset cita a Samuel G. Morton (Crania americana, 1839, yBrief Remarks on the Diversities of the Human Species, 1842), poligenista de base anatómi-ca y fisiológica y antitransformista; William F. Van Amringe (An Investigation of the Theoriesof the Natural History of Man, 1848), que escribe para el gran público y condena del mes-tizaje; J. C. Nott (Two Lectures on the Natural History of the Caucasian and Negro Races,1844, y Two Lectures on the Connection between the Biblical and Physical History of Man,1849), poligenista de base bíblica y esclavista que publicó también con C. R. Gliddon Typesof Mankind (1854) e Indigenous Races of the Earth (1857), clasificando a los pueblos segúnla división en caucásicos, mongoles (incluye americanos) y negros, basándose en Morton,Agassiz y otros. Al morir Morton en 1851 Agassiz ("The Diversity of Origin of the HumanRaces", The Christian Examiner, 1850) queda como el gran teórico. Posterior es John H. VanEvrie, White Supremacy and Negro Subordination (1868), "un estudio -que piensa científico-del negro en sus aspectos físicos y psíquicos".

mejorar la actitud del inglés ante el hombre de color... Los añoscuarenta y cincuenta son época de gran desarrollo de estos sabe-res; bajo la personalidad benefactora y filobíblica de James C.Prichard, se fomenta un bondadoso monogenismo y una generosasimilitud de razas humanas... Estos estudios e intereses, trasdecaer al fin de los cincuenta, vuelven con ímpetu a principios delos sesenta, aunque con un cambiado estilo: ahora el enfoque sedirige al estudio de caracteres físicos, raciales, y al origen de lospueblos y grupos europeos (Peset 1983:37).4

La ampliación del campo de estudio, sin duda tendría otrosfines: “¿Qué hay tras esta nueva ciencia? Sin duda, un intento decontrol social. Con estas nuevas ‘ciencias’ antropológicas, se buscadeterminar el puesto social del hombre, de cada individuo, de cadagrupo” (Peset 1983:47). La etnología inglesa de entonces derivóal poligenismo, contra el “ingenuo evangelismo de sus fundadores”como Prichard, contra Darwin y Huxley, cuyos ensayos se conside-raban basados en meras conjeturas. Claro que esto responde a loscambios profundos que se producían en la sociedad inglesa antesde la crisis de 1873: fragmentación social, desprecio del trabajomanual por los gentlemen, proletarización y migraciones. Lainfluencia de la antropología norteamericana y el apoyo a los con-federados en la Guerra de Secesión se combinaba con el fracaso delas sociedades misioneras y filantrópicas para producir, en síntesis,un giro hacia un darwinismo social “contaminado redobladamentede ideología burguesa” (Peset 1983:56-63 y 72-77). Este brevecontexto nos permitirá comprender mejor algunas de las posturasque encontraremos más adelante.

La refracción de las ideas europeas y estadounidenses eneste terreno, en las élites hispanoamericanas, tendría su manifes-tación más clara en el giro naturalista de mediados del siglo XIX.Como señala Quijada: “Lo que subyacía a esta mutación era el con-vencimiento creciente de que lo ‘bárbaro’ no era ‘civilizable’ por-

64 Pedro Navarro Floria

4 En relación con Inglaterra, Peset (1983:37-77) menciona a Robert Knox (Races of Man,1850) y Joseph B. Davis (Crania Britannica, 1856); a John Crawfurd, formador de laAnthropological Society of London, de un racismo más violento y antidarwinista, con granapoyo social y difusión pero sin consenso en la comunidad científica.

que las condiciones de la barbarie eran biológicamente innatas...El indio heroico de la independencia, mito de la nacionalidad, sehabía convertido en una fiera carente de toda capacidad de civili-zación.” La idea de una escala jerárquica de las “razas” “tendió adesplazar del imaginario occidental la percepción ilustrada de ladiferencia como fruto de las influencias del clima, ambiente o edu-cación” y estas ideas, “prestigiadas por su carácter de ‘pensa-miento científico’... fueron adaptadas e instrumentalizadas”, en laArgentina como en los Estados Unidos y en Inglaterra, en aras deantiguos intereses y prejuicios (Quijada 1994:46-48).

El interés o motivación de estos escritores de costumbres,entonces, no parece ser tanto científico como utilitarista, conti-nuador de lo que Pratt llama la “vanguardia capitalista” de la déca-da de 1820: caminantes de una “trayectoria neocolonial” que con-sistía en recorrer a la inversa el itinerario tradicional Lima-BuenosAires, no descubriendo nada sino calificando los obstáculos –natu-rales o culturales- para la penetración del nuevo orden capitalistay reinventando América en términos de mundo atrasado, lograndoasí la legitimación ideológica de su intervención y la adhesión delas élites liberales americanas (Pratt 1992:259-270).

También intentaremos demostrar, en este trabajo, de quémodo aparecen estos rasgos generales en los testimonios de viajede los tres autores citados: Darwin (Darwin 1942), Mac Cann (MacCann 1985) y Burmeister (Burmeister 1943-1944).

Darwin: las razones morales superiores

En unas notas autobiográficas muy posteriores, Darwinhacía una única referencia al hombre en toda la parte que alude alperiplo americano: “La vista de un salvaje en su tierra natal es unacontecimiento que no se puede olvidar” (Darwin 1946:63). Lasreferencias al impacto afectivo causado por la vista del paisaje ydel hombre autóctono de cada lugar son muchas a lo largo delviaje –apreciaremos algunas más adelante-, y el autor no las omiteen beneficio del público lector, como él mismo se encarga de acla-

La mirada de la “vanguardia capitalista” sobre la frontera pampeano-patagónica 65

rar en el prólogo al Viaje:

Este volúmen contiene, en forma de Diario, la historia de nuestroviaje y algunas breves observaciones... que me han parecido denaturaleza a propósito para interesar al público... Mas los natura-listas harán bien en recordar que para los pormenores, les serápreciso consultar las grandes publicaciones que contienen losresultados científicos de la expedición (Darwin 1942:25).

La impresión causada por el paisaje de la Patagonia enDarwin se ha hecho famosa por el estigma de tierra maldita quedesde entonces habría pesado sobre la región. Sin embargo, estaimagen es muy anterior. Darwin no hizo más que reproducir untópico habitual en la literatura de viajes de lengua inglesa, pre-sente en el viaje paradigmático de Cook y en la narrativa del viajeoficial norteamericano de Wilkes, por citar solamente dos ejem-plos. Este último, menos conocido, describe las costas del Surcomo “tierra escabrosa, alta y desolada” (Wilkes 1856:107). En elcapítulo IV de su Viaje, en el tramo del río Negro a Bahía Blanca,Darwin anota:

El país es de parvedad junto a la desembocadura del río Negro...La superficie está cubierta en todas partes por una espesa capa deguijarros que se extiende a lo lejos en la llanura. El agua es enextremo rara, y casi siempre salitrosa. La vegetación es muypobre; apenas si se encuentran algunos matorrales, y aún todosellos armados de espinas formidables, que parecen impedir alextranjero el acceso a esas inhospitalarias regiones....... El país entero no merece más que el nombre de desierto; no seencuentra agua más que en dos pequeños pozos... Por todos ladospresenta el paisaje el mismo aspecto estéril; un suelo árido ypedregoso soporta apenas algunas matas de hierba marchita, yaquí y allá algunas zarzas (Darwin 1942:97 y 102).

Su impresión no varía con la observación del resto de laPatagonia continental. En la latitud de Puerto Deseado:

A una altitud de 200 o 300 pies por encima de algunas masas de

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pórfido, se extiende una inmensa llanura, carácter particular de laPatagonia. Esta llanura es perfectamente plana y su superficie estácompuesta de guijarros mezclados a una tierra blanquecina... Elclima es seco y agradable, y el bello cielo azul se ve rara vez obs-curecido por las nubes...... La sequedad del clima durante la mayor parte del año y los fre-cuentes ataques de los indios nómadas obligaron bien pronto a loscolonos [españoles] a abandonar los edificios... Todos los ensayoshechos para colonizar esta costa de América al sur del grado 41de latitud sur, han fracasado desgraciadamente...La fauna de la Patagonia es tan limitada como la flora... (Darwin1942:209-210)

En San Julián “el país se parece mucho a los alrededores dePuerto Deseado; acaso sea más estéril todavía... Durante oncehoras no encontramos ni una sola gota de agua...” (Darwin1942:215). En la desembocadura del Santa Cruz el naturalista semuestra ya exasperado por la monotonía del paisaje y lanza sufamosa condena:

El paisaje sigue ofreciendo poquísimo interés. La semejanza abso-luta de las producciones en toda la extensión de la Patagonia,constituye uno de los caracteres más chocantes de este país. Lasllanuras pedregosas, áridas, muestran en todas partes las mismasplantas achaparradas; en todos los valles crecen los mismos mato-rrales espinosos. En todos los sitios vemos las mismas aves y losmismos insectos. Apenas si un matiz verde algo más acentuadobordea las orillas del río y de los límpidos arroyos que corren aarrojarse en su seno. La esterilidad se extiende como una verdade-ra maldición sobre todo el país, y el agua misma, al discurrir sobreun lecho de guijarros, parece participar de este maleficio. Tambiénse encuentran muy pocas aves acuáticas; mas ¿qué alimentopodrían encontrar en esas aguas que no dan vida a nada? (Darwin1942:225)5

Internándose en el territorio, “el aspecto del país no nosinvita tampoco a ir más lejos”. Apenas varía algo el paisaje en las

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5 Las bastardillas son nuestras.

islas Malvinas (Darwin 1942:234-236). Esta monotonía no hacemás que acentuar el contraste con la isla de Tierra del Fuego,donde vería cosas enteramente distintas de las que había vistohasta entonces pues “el país entero no es más que una enormemasa de peñascos, de elevadas colinas, de selvas inútiles, todo elloenvuelto en nieblas perpetuas y atormentado por incesantes tem-pestades” (Darwin 1942:266). De todos modos, aquí la ausencia decivilización europea convierte a las riquezas naturales en inútiles.

A pesar de que a cada paso nuestro naturalista viajero rea-firmaba la convicción dieciochesca acerca de la esterilidad einhospitalidad de la Patagonia, en su fuero íntimo se confesabaincapaz de escapar al encanto de una tierra que al europeo leresultaba vacía:

...El paisaje entero no ofrece más que soledad y desolación; no secolumbra ni un árbol, y con excepción de algún guanaco que qui-zás está de centinela vigilando desde lo alto de alguna colina,apenas si se ve algún cuadrúpedo o ave. Y sin embargo se experi-menta como una sensación de vivo placer, sin que pueda ser defi-nido claramente cuando se atraviesan esas llanuras, donde no haynada que atraiga las miradas. Y después se pregunta uno cuántotiempo hace que la llanura existe así y cuánto tiempo durará toda-vía esa desolación (Darwin 1942:213-214).

También en Tierra del Fuego lo asaltó una fascinación seme-jante por el entorno natural (Darwin 1942:275).

La distopía de la Patagonia vista como “tierra maldita” reco-rrió el siglo XIX, y la fascinación que producía en los viajeros tam-bién (Navarro Floria 1999:1-2).6 Según Nouzeilles constituye un

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6 Esta visión de la región como vacío, como lugar "nuevo" y despoblado, que retrotrae alorigen de la Tierra, fue retomada hace pocos años por Jean Baudrillard, en un artículo quedio la vuelta al mundo. Otro anglosajón, William Henry Hudson, se pregunta en el capítu-lo XIII de Días de ocio en la Patagonia (Hudson 1997:171-192), comenzando con una citade Darwin, acerca de la extraordinaria perdurabilidad en la memoria, de los paisajes pata-gónicos, y la atribuye al hombre "salvaje" o "primitivo" que subsiste dentro de cada unode nosotros. Y ya en su vejez, en Inglaterra, después de varias décadas de no ver la Pampaen la que se había criado, nos revela en una página de belleza conmovedora, cómo el

tópico que denomina “imagen imperial”, que desde el punto devista de los nuevos sentidos producidos sobre este espacio en elúltimo tercio del siglo XIX, significó un verdadero obstáculo para“la producción espacial del Estado como entidad territorial en elárea” (Nouzeilles 1999:36).

Indudablemente, lo más rico de las impresiones del natura-lista viajero es lo que se refiere al hombre: los “indios bravos”, los“indios mansos” y los gauchos de la frontera, los colonos “espa-ñoles” de Carmen de Patagones y los “salvajes” de la Patagoniaaustral. En función de esas observaciones, Darwin construye unaimagen humana de la frontera sur argentina dirigiendo su miradaracista más al hispanocriollo que al indígena. Se podría decir queen la lucha por el espacio -que advierte como observador externo-toma partido por el más débil. Éste –el indígena- es descripto conun cierto romanticismo, resabio del mito del bon sauvage: “La razaes alta y bella” en la latitud de la frontera y hasta “algunas jóve-nes o chinas son bellas”, aunque a “la misma raza” en Tierra delFuego “el frío, la falta de alimentos, la ausencia absoluta de todacivilización, la han hecho desagradable” (Darwin 1942:106). Acontinuación describe las costumbres de un pueblo cuyo “princi-pal orgullo consiste en que todos los arneses de sus monturas seande plata” (Darwin 1942:107). El episodio que ilustra esta repre-sentación mental romántica es el de la huida de un cacique en uncaballo viejo, sin silla ni brida y con un hijo en brazos, colgandoa un costado para evitar las balas: “¡Qué magnífico espectáculodebió de ser ese, qué bello tema para un pintor: el cuerpo desnu-do, bronceado del anciano sosteniendo en brazos a su hijo colga-do de su blanco corcel, como Mazeppa, y escapando así de la per-secución de sus enemigos!” (Darwin 1942:142)7. Sin embargo, nopuede evitar la repulsión que le provoca la vista directa de algu-

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recuerdo del campo -dice en el último párrafo de Allá lejos y hace tiempo- "cuando estabaobligado a vivir alejado de la Naturaleza por largos períodos, enfermo, pobre y sin amigos",loenía vivo y feliz. Cfr. también Nouzeilles 1999:35.7 Mazeppa o Mazepa (1644-1709), fue un jefe de los cosacos ucranianos que sirvió a Pedroel Grande y a Carlos XII de Suecia, y se suicidó tras la derrota de éste por aquél en Poltava.

nos usos indígenas:

... llegaron del Colorado [a Bahía Blanca] trescientos hombres alas órdenes del comandante Miranda. Esa columna estaba com-puesta en gran parte de indios (mansos o sometidos) pertene-cientes a la tribu del cacique Bernantio [sic, por VenancioCoihuepán]. Dichos hombres pasaron allí la noche. Imposible con-cebir nada más salvaje, más extraordinario que las escenas de suvivac. Unos bebían hasta que estaban borrachos perdidos; otrostragaban con delicia la sangre humeante de los bueyes que eranmuertos para la cena; después se veían presa de náuseas; echabanlo que habían bebido y se les veía llenos por completo de sangrey de suciedad (Darwin 1942:138).

Más al sur, Darwin no tomó contacto directo con los tehuel-ches de la Patagonia continental. De su estancia en Santa Cruzsólo rescatamos un comentario despectivo acerca de la potenciali-dad agresiva de los paisanos: “Nuestra expedición se compone deveinticinco hombres, fuerza suficiente para desafiar a un ejércitode indios” (Darwin 1942:223). Pero en Tierra del Fuego, a fines de1832, había visto a “los salvajes, ... sin duda, el espectáculo máscurioso y más interesante a que jamás haya asistido yo” (Darwin1942:254). Ya el contacto con los selknam u onas de la parteoriental de la isla motivaba en Darwin algunas reflexiones: “No mefiguraba cuán enorme es la diferencia que separa al hombre salva-je del civilizado; diferencia ciertamente mayor que la que existeentre el animal salvaje y el doméstico” (Darwin 1942:254). Aúnasí, el mayor impacto sería el provocado por los canoeros del sury oeste de la isla, “la desgraciada y pequeña raza que habita másal oeste” (Darwin 1942:254):

Jamás había visto yo, verdaderamente, seres más abyectos ni másmiserables... completamente desnudos, incluso una mujer en lafuerza de la edad... Estos desdichados salvajes tienen la tallaescasa, el rostro repugnante y cubierto de pintura blanca, la pielsucia y grasienta, los cabellos enmarañados, la voz discordante ylos gestos violentos. Cuando se ve a tales hombres apenas puedecreerse que sean seres humanos, habitantes del mismo mundo que

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nosotros. A menudo se pregunta uno qué atractivos puede ofrecerla vida a algunos de los animales inferiores; ¡la misma preguntapodría hacerse y aún con mayor razón respecto a tales salvajes!(Darwin 1942:263)

A modo de culminación de esta descripción de la repugnan-cia provocada por el contacto con los fueguinos, Darwin les atri-buye los rasgos más impactantes de salvajismo posible: la antro-pofagia y la carencia de razón, aún cuando la Naturaleza los hayaadaptado perfectamente a su ambiente (Darwin 1942:264-265).

Al menos, el naturalista se muestra capaz de una conclusiónoptimista respecto de la capacidad adaptativa del hombre. Elejemplo más clarificador respecto de este punto lo representó anteDarwin uno de los indígenas del canal Beagle que FitzRoy habíatrasladado a Gran Bretaña unos años antes y que en este viaje lle-vaba de vuelta a su tierra convertido en un gentleman de piel oscu-ra, el famoso Jemmy Button: “Cuando recuerdo todas sus buenascualidades, aún hoy experimento, debo confesarlo, el más profun-do asombro al pensar que pertenecía a la misma raza que los sal-vajes innobles, infectos, que habíamos visto en Tierra del Fuego,y que probablemente tenía el mismo carácter que ellos” (Darwin1942:257). El problema radicaba, como observaba con lucideznuestro científico, en la dificultosa empatía que, de todos modosy debemos reconocerlo con admiración, él se proponía lograr(Darwin 1942:270). La observación del reencuentro de Jemmy consu familia hizo dudar a Darwin acerca de la eficacia del esfuerzoeducativo de FitzRoy (Darwin 1942:273). Sin embargo, más ade-lante reflexiona, fiel a su confianza irreductible en el otro: “Nodudo que actualmente será tan dichoso, o quizá más, que si nohubiera dejado nunca su país” (Darwin 1942:280-281).

Es ahondando en las posibles causas de las dificultadesencontradas para la evangelización y la aculturación, donde Darwinexpresó más claramente la distancia que separaba a unos de otros.Lo impresionaba, en primer lugar, su falta de noción de utilidad: “Lamayor parte de los fueguinos tienen ciertamente nociones de cam-bio... [pero] experimentamos una gran sorpresa al ver que los sal-

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vajes prestaban poca o ninguna atención a cosas de las que debí-an comprender la utilidad” (Darwin 1942:279). El otro rasgo que losalejaba era la carencia del sentido de propiedad privada: “La per-fecta igualdad que reina entre los individuos que componen las tri-bus fueguinas retardará durante algún tiempo su civilización... esdifícil que surja un jefe en tanto que todos esos pueblos no hayanadquirido la idea de propiedad, idea que les permitirá manifestar susuperioridad y acrecentar su poder” (Darwin 1942:281).

Aunque la distancia percibida era grande, Darwin no expre-sa reparos en su diario de viaje ante los propósitos evangelizado-res de FitzRoy y el reverendo Matthews –que lo acompañaba paraestablecerse en los canales fueguinos-, ni abandona la confianzaen la eficacia del buen trato: “No dejé de observar con cierto inte-rés que la certeza de no tener nada que temer de los salvajes modi-fica singularmente la opinión que se tiene de ellos” (Darwin1942:278). Superados los recelos iniciales se había logrado esta-blecer un clima de confianza llamativo (Darwin 1942:279).

Volviendo a la frontera norpatagónica, donde el contactointerétnico era mucho más frecuente e intenso, y más conflictivoque en la Patagonia austral, la posición adoptada por Darwin es deimpugnación frontal de la guerra y de sus consecuencias:

... se da muerte a sangre fría a todas las indias que parecen tenermás de veinte años! Y cuando yo, en nombre de la humanidad,protesté, me replicó: ‘Sin embargo, ¿qué otra cosa podemos hacer?¡Tienen tantos hijos esas salvajes!Aquí todo el mundo está convencido de que es la más justa detodas las guerras, porque está dirigida contra los salvajes. ¿Quiénpodría creer que en nuestra época se cometieran tantas atrocida-des en un país cristiano y civilizado? Se perdona a los niños, queson vendidos... (Darwin 1942:139-140).

Y tras detallar la estrategia de Rosas, concluye no sin satis-facción: “... Desde que abandoné la América meridional, he sabidoque fracasó por completo esa guerra de exterminio” (Darwin1942:142). Inclusive, en la descripción de los orígenes de BahíaBlanca, señalaba que la política de fuerza era la causante de males

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estructurales en el modo de ocupación de la tierra: en lugar decomprarla a los indígenas se les había arrebatado, de ahí la inse-guridad y escasez del territorio ocupado (Darwin 1942:111).8

Sin embargo, Darwin predice con notable precisión: “creoque dentro de medio siglo no habrá ni un solo indio salvaje alnorte del río Negro. Esta guerra es harto cruel para durar muchotiempo. No se da cuartel...” (Darwin 1942:111). En parte atribuyeal poder de Rosas el apoyo generalizado que tiene la estrategiaofensiva, y en parte lo atribuye a las circunstancias de la duracompetencia por la Pampa (Darwin 1942:161). Pero, en definitiva,lo que hace posible una confrontación tan dura es también el esta-do de barbarie que Darwin atribuye a los indígenas aliados y a losgauchos que componían la tropa de la frontera, un ámbito en elque a la barbarie de unos corresponde la inmoralidad de los otros.No es más favorable la impresión que le causaba el ejército rosis-ta sobre el Colorado: “opino que jamás se ha reunido un ejércitoque se pareciera más a una partida de bandoleros. Casi todos loshombres son de raza mestiza; casi todos tienen en las venas san-gre española, negra, india. No sé por qué, pero los hombres de talorigen rara vez tienen buena catadura” (Darwin 1942:105).

En conclusión, el Charles Darwin que nos presenta su Viajede un naturalista alrededor del mundo es un observador más ase-diado por sus dudas y prejuicios que afirmado en sus certezas.Desde ese punto de vista resulta más transparente que en susobras científicas posteriores. Pero esa transparencia ¿qué nosmuestra? En primer lugar, un hombre que manifiesta abiertamentesus prejuicios –la mezcla de “razas” en las tropas criollas, porejemplo, “no sé por qué, pero...”- aunque se muestra capaz desubordinarlos a principios superiores; como cuando protestó por elasesinato de mujeres indígenas “en nombre de la humanidad”, ocuando admitía que los fueguinos “cuesta trabajo creer que seanseres humanos” pero lo cree y lo demuestra largamente en sus

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8 Más allá de lo discutible que resulten los términos de la "compra" española de las tie-rras del río Negro, lo cierto es que el trato pacífico con los vecinos indígenas -forzado porel aislamiento- permitió la subsistencia de Carmen de Patagones durante el siglo XIX.

actitudes. No sólo relega sus prejuicios en el plano teórico, sinoque aparece admirablemente dispuesto a ponerse en el lugar delotro y lo logra: aún cuando admite que “es muy difícil ponerse enel lugar de estos salvajes”, considera a sus propios compañeros deaventuras y a sí mismo, asumiendo el punto de vista de los “sal-vajes”, “gentes tan locas que cambiaban ornamentos tan esplén-didos –en realidad ‘guiñapos de cualquier clase’- por una comida”.En segundo lugar, la principal consecuencia práctica que Darwindeduce de esta notable capacidad de empatía, es que admitir labarbarie o el salvajismo del otro no justifica su exterminio. Cuandosubraya, repitiéndolo en dos pasajes distintos de su diario, que laopinión pública bonaerense apoyaba la guerra contra los pueblosindígenas “porque va dirigida contra los salvajes”, no hace másque mostrar con sutileza lo absurdo del argumento. Finalmente,Darwin impugna la guerra fronteriza no solamente por objeción deconciencia sino también por razones prácticas: el caso de BahíaBlanca pone en evidencia que cuando la tierra es apropiada por lafuerza, la posesión que deriva de ese acto es insegura y costosa.El naturalista viajero advertía con lucidez que la guerra contra losindígenas no era simplemente una forma más de trato sino quetendría consecuencias de más largo alcance, estructurales.

Mac Cann: una teología de la frontera

El viaje a caballo de William Mac Cann en 1847 tiene dosescalas particularmente interesantes para nuestro análisis: una enel paraje bonaerense de Tapalqué y otra en la teología de la his-toria. Veremos cómo se vinculan una con la otra.

El punto de partida de su reflexión sobre el mundo fronteri-zo fue, otra vez, el impacto afectivo que usualmente causaba enlos viajeros europeos la observación directa de los indígenas en sumedio: “Por primera vez en mi vida se me daba la oportunidad dealternar libremente con los infieles y observar sus usos y costum-bres”. De la visión de los toldos pampas “me impresionó, sobretodo, la extrema inmundicia que reinaba entre ellos” (Mac Cann

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1985:87). A partir de aquí el autor desarrollará una descripción delos tipos fronterizos desde la extrañeza, desde un sentimiento desuperioridad mal disimulado y desde una posición puritana de crí-tica moral. Según Busaniche, Mac Cann era un negociante inglés“de apreciable cultura y claro entendimiento”, capaz de una“observación minuciosa y aguda de costumbres, lugares, tipos ycaracteres” unida a “su capacidad de comprensión y síntesis paravalorar fenómenos espirituales” desde “el estrecho puritanismo desu formación protestante” y “la influencia de los autores románti-cos entonces en boga” (Busaniche 1985:7 y 15). De los tres auto-res que estudiamos aquí es el más alejado, sin duda, de los inte-reses y métodos científicos, aunque las herramientas conceptualesde los antropólogos estuvieran también impregnadas de moralis-mo, racismo y romanticismo.

Comienza con una descripción física y de costumbres abun-dante en adjetivos demostrativos de una fuerte subjetividad:

El tinte natural de estos indios tiende generalmente al rojo pero,a menudo, el sol y el aire les dan un color más oscuro. Tienen loscabellos negros y negros también los ojos, de mirada penetrante;la nariz generalmente chata, la boca ancha y mal formada, perolos dientes blancos, parejos y fuertes. Son de miembros musculo-sos y bien formados, distinguiéndose por sus manos pequeñas.La fisonomía de las mujeres se asemeja mucho a la de los hom-bres, con rasgos más finos de acuerdo a su sexo. No vi ningunamujer que se distinguiera por su belleza, aunque algunas pocasmuchachas eran bien parecidas (Mac Cann 1985:90).

Tras una descripción de las vestimentas y otros elementosexteriores, Mac Cann se adentra en los toldos: “Las camas... tienenun olor insoportable. El aspecto exterior de los toldos es feísimo yel interior sucio y repugnante, porque sus moradores arrojan losdesperdicios de la comida por doquiera... En suma, viven un géne-ro de vida abominable, difícil de describir” (Mac Cann 1985:93).

A continuación da cuenta de la religión y supersticiones delos pampas –que no analizaremos aquí-, de sus ritos funerarios, desu sistema político y jurídico -“El gobierno militar de los indios es

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algo más racional que el gobierno civil. Las armas se toman sola-mente para vengar injurias o daños” (Mac Cann 1985:97) -, de sumedicina y sus costumbres matrimoniales y familiares. Aunque lerepugna que “... disponiendo de bebidas fermentadas, pasan aveces varios días en la más brutal embriaguez”, se sorprende deque “su deporte preferido es el hockey tal como se juega enIrlanda” (Mac Cann 1985:102).9

Su experiencia en las tolderías de Tapalqué concluye en unaaserción muy a tono con las ideas de la época y con la concepciónromántica del carácter nacional e invariable de los pueblos: alincorporarse a ámbitos de trabajo cristianos “los indios de lasfronteras suelen dedicarse a cuidar ovejas pero, según dicen, nosirven para los trabajos domésticos. En cuanto a las mujeres, aun-que se las trate bien prefieren siempre la libertad sin límites enque han nacido” (Mac Cann 1985:111).

El sentimiento de superioridad que esta constatación le ins-pira queda en evidencia en una observación pasajera respecto deltrabajo indígena y en los resultados que expone en el capítulo VIIde sus observaciones contenidas en los dos apartados anteriores.En la primera atestigua: “En varios toldos vi mujeres que tejían; eltrabajo es engorroso y largo porque hacen pasar el hilo a través dela urdimbre con los dedos, y así se explica que pierdan un mes paraconfeccionar una prenda que, en Yorkshire, podría tejerse en unahora” (Mac Cann 1985:88). En su conclusión explica la aversiónpor el trabajo de la tierra, el cuidado de la casa, el mar y el tra-bajo mecánico que caracterizaba a los gauchos. “El paisano rehu-ye todo trabajo cuyo éxito dependa del transcurso del tiempo”, yveía también a las mujeres poco hacendosas. “Los propietarios decampos pueden dividirse en dos categorías: los que quieren adop-tar hábitos europeos, cuyas modalidades imitan, y los que prefie-ren conservar las costumbres del país. Estos últimos viven de idén-

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9 El traductor Busaniche aclara que se trata del juego de la chueca, similar al hockey perode origen araucano. En opinión de Fernando Williams, a quien agradezco la observación,este apunte de Mac Cann tiene la intención adicional de señalar a los irlandeses como "sal-vajes" equivalentes a los indígenas sudamericanos.

tica manera que los peones...”. “De todo esto puede colegirse queel país pasa por un estado de transición y que las costumbres atá-vicas darán paso, con el tiempo, a otros usos de índole superior.”Finalmente, remite este estado de la sociedad rioplatense a unprincipio de validez supuestamente universal: “En el proceso gene-ral de la sociedad se notan cuatro estadios definidos por los queel hombre atraviesa sucesivamente: el de la caza, la vida pastoril,la agricultura, y por último, el comercio. Los hispanoamericanos deesta región se encuentran en el segundo estadio...” (Mac Cann1985:117-119).

La descripción desde la extrañeza provocada por la presen-cia del otro y el impacto afectivo de la observación del “salvaje”,el sentimiento de superioridad y el intento de justificarlo apelan-do a conjeturas generalizables desembocan en el texto de MacCann en una impugnación moral de la vida en la frontera, exten-dida desde los indígenas más o menos amigos hasta los criollos.Los datos que más escandalizaban su mirada puritana eran, evi-dentemente, el alcoholismo -en las pulperías “... lo que más secompraba eran bebidas alcohólicas” (Mac Cann 1985:103) - y lapromiscuidad sexual: “Es de saber que en toda la extensión de lafrontera el nivel de moralidad sexual es muy bajo; la poligamiaestá muy extendida entre los indios y la práctica de comprar muje-res contribuye a la disolución de las costumbres; desgraciadamen-te, el ejemplo de los indios tiene buenos imitadores entre los veci-nos cristianos” (Mac Cann 1985:104-105). Frente a esto, el robode una vaca para comerla resulta un vicio menor: “A pesar de todo,actos de esta naturaleza son tan comunes en la frontera, especial-mente cuando la noche sorprende a los viandantes sin que puedanprocurarse alimento, que su moralidad no se mide como pudierahacerse en Inglaterra...” (Mac Cann 1985:106). Una vez más elsentimiento de superioridad y otra vez también el intento de expli-cación general: “Los hábitos y sentimientos del peón o trabajadorcriollo se deben al estado mismo de la campaña” (Mac Cann1985:116).10

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10 La elipsis se debe a que "la palabra 'gaucho' es ofensiva para la masa del pueblo, porcuanto designa un individuo sin domicilio fijo y que lleva una vida nómada" (ibídem).

La cabalgata de Mac Cann por la teología y la teleología dela historia abarca todo el capítulo XIII, titulado “Observacionessobre las misiones cristianas a los paganos”, y comienza, comotodo buen razonamiento filosófico, por la exposición del punto departida:

En lo que respecta a las razas más bárbaras, hasta ahora había cre-ído que si se les presentara al espíritu la verdad en toda su pure-za, ella ejercería un poder convincente sobre la comprensión; yque cuando se les exhibieran las costumbres de la vida civilizadano podrían dejar de admitir su superioridad y rápidamente lasadoptarían. Sin embargo, debo confesar ahora que estas opinionesque defendí y atesoré durante mucho tiempo han sufrido duranteeste viaje un cambio radical.No me cabe duda acerca del origen común de toda la raza humana;pero el tiempo y las circunstancias han producido tan extraordina-rios contrastes en las distintas razas del hombre que es necesarioun esfuerzo para creer que todos hayamos salido del mismo troncopaterno. Muchas razas cuyo origen inmediato se pierde en la anti-güedad más remota, parecen haber dejado atrás casi todos los ves-tigios de vitalidad mental; sólo poseen astucia y habilidad, cuali-dades más vinculadas con el instinto que con la razón... Nos con-sideramos valiosos cuando la utilidad gobierna nuestras costumbresy el espíritu se expande mediante la adquisición de conocimientos,en tanto que los salvajes nos desprecian por estas mismas razo-nes... Satisfacemos nuestros deseos por medio de una vida de tra-bajo, pero ese trabajo es para ellos una tortura... Mientras los sal-vajes abriguen tales ideas ¡cuán lento deberá ser su progreso haciala civilización! (Mac Cann 1985:181-182)

Tras una profesión de fe monogenista que sufre el asalto dela duda, Mac Cann comparaba su civilización con la de los llama-dos “salvajes” en función de variables propias de su idea de lo quees la cultura: trabajo y búsqueda de la utilidad a través del cono-cimiento. Como vimos, ya Darwin hacía un cotejo semejante. Peroel problema que llevó al negociante inglés a modificar su punto devista original fue la observación del género de vida fronterizo:

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... Pueden producirse casos en que algunas tribus se hayan vuel-to menos feroces y más dóciles después que el cristianismo llegóa ellas; pero en comparación con sus vecinos de extracción euro-pea siguen siendo poco menos que salvajes; continúan conser-vando su carácter distintivo de tribus aborígenes y nómadas, y nohan quedado injertadas en el cuerpo político de los Estados, comociudadanos... pues éstos son incapaces de avance intelectual encualquier sentido elevado de la palabra (Mac Cann 1985:185-186).

Su ausencia del “cuerpo político” estatal y de la sociedadpercibida como civilización reafirmaba una conjetura que se abríapaso con fuerza en la época: la de la radical incomunicación entrelas culturas y entre las llamadas “razas”. Resultaba lógico para uncomerciante y cada vez más natural para el pensamiento corrienteque las relaciones interétnicas se asimilaran a otras formas deintercambio, respondiendo a las leyes de la oferta y la demandaque regían la competencia en el ámbito del mercado mundial capi-talista. Hasta este punto llegaba la supremacía del comercio en laera del florecimiento de las burguesías europeas:

Podrá preguntarse si las distintas razas no se amalgaman y de esamanera se convierten en un pueblo... cada raza, ya sea antes odespués de su conversión, mantiene su carácter distintivo. Entrelas razas fuertes y débiles parecen existir elementos de repulsióny principios de antagonismo... La desaparición final de una esabsolutamente segura bajo la fuerza y el peso irresistible de laotra (Mac Cann 1985:186).

Lo que hacía incomunicables a las culturas era, según seentendía en el contexto romántico, el “carácter distintivo” de cadapueblo. En la competencia entre uno y otro resultaba victorioso elmás fuerte. Al principio de la supervivencia del más apto sola-mente le faltaba la explicación del mecanismo biológico, que seríael gran aporte de Darwin. Pero mucho antes de ese logro y más alláde él, podemos ver cómo la lógica burguesa de la competencia ydel cambio por la imposición del más fuerte se hallaba sólidamen-te arraigada en la mentalidad corriente. En socorro de esta hipó-

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tesis, Mac Cann postula una serie de argumentos históricos demayor o menor grado de generalidad:

En estos últimos días se despliega una actividad extraordinaria,tanto en las iglesias cristianas como en el mundo del comercio.Las enérgicas razas del norte de Europa parecen decididas a apo-derarse de la tierra. Su vigor puso un sello de carácter sobreEuropa durante la caída del Imperio Romano; pero ahora, en unperíodo posterior de la historia, parecen destinadas a ejercer unapoderosa y permanente influencia sobre la situación mundial detoda la familia humana (Mac Cann 1985:190).Cuando se descubrió el Nuevo Mundo, la Iglesia de Roma, con loa-ble celo, trató de extender la influencia humanizadora del cristia-nismo entre sus habitantes... De tal modo, esas razas inferioresfueron preservadas del contagio del mal ejemplo y los salvajesnómadas fueron establecidos y familiarizados con el primer pasode la civilización. Mientras la mente de la raza fuerte estuvo pre-sente para orientarlos, todo fue bien; pero en cuanto los jesuitasfueron expulsados de la colonia en 1767, el esqueleto de la civi-lización comenzó a derrumbarse...... Si el objetivo de estos hombres eminentes hubiese sido exclu-sivamente civilizar a las tribus y salvarlas de la desaparición injer-tándolas en las razas civilizadas, su misión habría fracasado igual-mente (Mac Cann 1985:184-185).

En términos de historia universal, “las enérgicas razas delnorte de Europa” serían las elegidas. Su movimiento ascendentehabría comenzado con la invasión del Imperio Romano y habríacontinuado con la conquista de América. Su expansión es asimila-da por Mac Cann a la expansión del cristianismo debida no sola-mente a las fuerzas humanas sino también auxiliada por laProvidencia divina. Esto sitúa al dominio del mundo por los euro-peos del norte en un plano que supera las contingencias de la his-toria humana para ubicarse en el de la teleología o causa final dela historia. La clave de lectura de esta historia es aparentementesencilla: “... El cristianismo introdujo la civilización, el orden y laindustria produjeron propiedades; éstas dieron nacimiento alcomercio; y por último viene la raza más fuerte y se apodera de la

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tierra; y entonces nada puede salvar a los aborígenes de la extin-ción final...” (Mac Cann 1985:187). Otros ejemplos más cercanosen el tiempo vienen a apuntalar este encadenamiento de suposi-ciones: “Cuando se descubrió esta parte del globo llamada NuevoMundo estaba poblada por una raza numerosa... y ahora que miroen mi derredor... me pregunto ¿dónde están los aborígenes?... ‘Lamayor parte se ha extinguido, y el resto desaparece con rapidez’,tal es la única respuesta que puede recibirse” (Mac Cann1985:183). La idea se ve reforzada por la evidencia de una serie decasos similares en los Estados Unidos, el Caribe, Oceanía y África:

La rápida extinción de las razas débiles del Nuevo Mundo sugierela consideración de hasta qué punto causas similares (sin dete-nernos a investigar cuáles son ellas) pueden producir efectos simi-lares en el viejo hemisferio. En el Cabo de Buena Esperanza, porejemplo... los nativos se han marchitado en tanto que las razasdel norte florecían... los negros de los estados libres deNorteamérica y de las colonias británicas... han disminuido enforma gradual desde su emancipación, y dentro de otro siglohabrán desaparecido por completo (Mac Cann 1985:184).

A pesar de la contradicción aparente que representa para elprincipio general de la imposición de las llamadas “razas puras”sobre las “razas” mezcladas -“instinto poderoso... [que] salvó aEstados Unidos de quedar poblado por una raza mixta, débil ydegenerada...” (Mac Cann 1985:186)- la existencia de indígenaspuros en América -“Desde la independencia de estas provincias, lastribus indias puras se han vuelto mucho más hostiles hacia losespañoles de lo que eran antes de esa época... y la capacidad delas razas mezcladas para mantenerse contra las continuas hostili-dades de los indios puros, resulta un tanto dudosa” (Mac Cann1985:141)- podemos entresacar un par de comentarios aisladosque, en otros puntos del viaje de Mac Cann, refuerzan sus convic-ciones fatalistas: por un lado la historia de los quilmes, que “ofre-ce cierto interés por cuanto demuestra que las razas menos vigo-rosas y civilizadas están destinadas a extinguirse en contacto conotras más fuertes” (Mac Cann 1985:20); por otro lado una obser-

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vación general sobre los indígenas llamados “pampas”:

Nada revela mejor la superioridad de una raza sobre otra que losiguiente: los indios poseen todavía un territorio mucho másextenso que el poseído por los habitantes de raza española; esono obstante, reciben como limosna el auxilio que se les presta,cuando con sólo imitar lo que hacen sus dominadores podrían serigualmente ricos en vacas y caballos (Mac Cann 1985:85).

Acercándose a las conclusiones del sustancioso capítuloXIII, Mac Cann encuentra el último fundamento para sus afirma-ciones en una verdadera teología de la historia, entendiendo aésta como el campo de desarrollo de un plan divino que incluiríala extinción natural –no violenta- de los pueblos no europeos:

Es probable que la humanidad sea cristianizada en una forma queel hombre no esperó ni deseó; ... no en la conversión de los paga-nos en gran escala sino por su extinción gradual, si no total......... por extraño que pueda parecer, no es menos cierto que en algu-nos campos importantes de la actividad cristiana la conversión delas razas paganas al cristianismo ha sido, aunque sin quererlo, elprimer paso hacia su rápida extinción... (Mac Cann 1985:186-187).No cabe duda que es un sabio ordenamiento de la Providenciaaquel que, aunque otorga un bien inmediato y espiritual a lasrazas más débiles que abrazan el Evangelio, no las exceptúa poreso de la ley general que las condena a la extinción, para dar pasoa las razas de un orden mental superior, con las cuales entran encontacto (Mac Cann 1985:192-193).

Esta línea de desarrollo llevaría, como en todos los relatoscon pretensiones de explicación total, a una escatología o verda-dero fin de la historia:

Hay algo sublime y misterioso en la contemplación de tan vastocambio que ahora se produce ante nuestra vista; ¿pero quién puededudar que los designios de la Providencia se cumplen, y que las ili-

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mitadas riquezas de la tierra serán de ese modo desarrolladas ydestinadas al beneficio de la gran familia humana que ha surgidode las razas escandinava y celta? (Mac Cann 1985:183-184)

En definitiva, el destino de los pueblos americanos y otrassupuestas “razas inferiores” del resto del mundo era interpretadopor nuestro viajero como subordinado al destino manifiesto de losgrupos aparentemente superiores originarios del norte de Europa.

William Mac Cann nos muestra, a lo largo de su Viaje a caba-llo, muchas de las ideas que sin duda compartía con otros burgue-ses de su época y cultura, y que seguramente se habrán difundidoen los salones de Buenos Aires y de las capitales provincialesdonde los viajeros extranjeros eran agasajados por las élites loca-les. La contemplación directa de los indígenas y gauchos y de lavida en la frontera le produjo un impacto afectivo similar al queexperimentó Darwin y decisivo para la evaluación que desarrollódesde esa experiencia. No encontramos en el viaje más referenciaal paisaje que la observación naturalista que atribuye la supuestainferioridad moral de los habitantes de la frontera al “estadomismo de la campaña”, sin más detalles. Respecto de la posiciónde Darwin, que, como ya hemos dicho, se mostraba admirable-mente abierto a la comprensión del otro, Mac Cann nos muestra uncorrimiento hacia una postura más dura. Un monogenismo acepta-do con dificultades y aparentemente desmentido a cada paso porlos datos observados es el marco de un cuadro que intenta mostrara sus lectores un conjunto de pueblos absolutamente incapaces dedesarrollar trabajo productivo en el sentido utilitarista. El antago-nismo inevitable entre esos grupos y los europeos por la tierra ysus recursos –una guerra cuya arma sería el comercio- tendríaresultados fatales para los que Mac Cann estima que son más débi-les por no asimilar las pautas del capitalismo industrial. La evan-gelización, un recurso interpuesto por la Providencia divina, sóloserviría para suavizar esa situación al mismo tiempo que acelera-ría el proceso al provocar el contacto interétnico.

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Burmeister: la naturaleza como obstáculo

La descripción de la frontera pampeana en el Viaje por losEstados del Plata de Hermann Burmeister, la encontramos funda-mentalmente en el tomo 1, capítulos VI (“Viaje a través de lasPampas hasta Río Cuarto, 1857”) y VII (“De Río Cuarto hastaMendoza, 1857”). Tanto la Pampa como la Cordillera hicieronimpacto en la sensibilidad del viajero-científico: la llanura inmen-sa con su “campo visual circular siempre equidistante” y su faltade caminos (Burmeister 1943-1944:t.1,115), y la primera vista dela Cordillera que fue –nos dice- “para mí un momento emocionan-te, que no se borrará jamás... nada obstaba para que me entrega-ra a mis sentimientos...” (Burmeister 1943-1944:t.1,167)11.

Ese primer impacto le inspiraba permanentes comparacionescon otros paisajes ya conocidos, en el contexto de una cienciageográfica de matriz humboldtiana, descriptiva de conjuntos yabierta al conocimiento intuitivo. De Zanjón a Fraile Muerto “merecordaba vivamente los campos del interior de Minas Gerais”(Burmeister 1943-1944:t.1,145). La landa de San Luis a Mendoza“me recordaba las tierras parecidas de la Marca y de Pomerania”(Burmeister 1943-1944:t.1,168), y las chacras mendocinas se ase-mejaban “con las planicies del norte de Italia” (Burmeister 1943-1944:t.1,175). Sin embargo, la sensibilidad romántica que le per-mitía apreciar el estado inculto o “salvaje” de buena parte de laPampa como manifestación de esa naturaleza grandiosa, se veíaconstantemente desbordada por el sentido utilitarista de admira-ción por el trabajo productivo. Pasando Fraile Muerto “era campodesierto y ya no participaba del carácter a veces romántico de laque atravesamos de la Esquina [de Bustos] para acá” (Burmeister1943-1944:t.1,149); en el río Quinto “la naturaleza en los alrede-dores era más agradable que antes”, pero después “pasábamos denuevo por campos incultos y sin arboleda, no viendo nada quefuera digno de observación” (Burmeister 1943-1944:t.1,163-164).

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11 Otros momentos de solaz con la vista de la Cordillera (Burmeister 1943-1944:t.1,177) ode disfrute de una noche de luna (Burmeister 1943-1944:t.1,180) también denotan la sen-sibilidad romántica del autor ante la magnificencia de la naturaleza.

Más adelante se pone de manifiesto el contraste con los vallescuyanos. Pasando el Desaguadero:

... se llega a una comarca bien cultivada con caminos derechos yanchos entre filas de álamos y acequias de agua corriente a loscostados, que de tiempo en tiempo cruzan la calle y que siemprese atraviesan por buenos puentes de madera... por lo que prontose llega al convencimiento [de] que la campiña circunvecinaposee una cultura antigua muy adelantada, que sobrepasa enmucho el mezquino cultivo de la tierra observado en las Pampasantes recorridas....El conjunto hace un efecto muy agradable y uno se convence fácil-mente de cómo la aplicación y la buena voluntad pueden tornarun desierto en una tierra útil, y es de lamentar tanto más que lagran mayoría del suelo argentino aún carezca de estos beneficios(Burmeister 1943-1944:t.1,175-176).

Al mismo tiempo que se impone la idea de que la mismainmensidad de la Pampa es un obstáculo para su aprovechamientoproductivo, se va construyendo el programa a aplicar: tornar eldesierto en tierra útil. La minusvaloración de las potencialidadesagrícolas de la región pampeana se convertirá en un tópico reite-rado hasta la década de 1880. Aquí, Burmeister expone sus funda-mentos, no exentos de reminiscencias dieciochescas de la polémi-ca sobre el Nuevo Mundo. Según él, la escasez de agua corrientees la causa de todo:

Condenan por esta razón las comarcas a que me refiero a la con-dición de eternas estepas, que nunca podrán ser pobladas densa-mente con colonias europeas. La gran mayoría de los campos pam-peanos no tiene porvenir; quedará siendo lo que fue desde el prin-cipio y aún lo es, una tierra solitaria e inculta, que ofrecerá sub-sistencia sólo a indios salvajes o, si éstos por fin llegaran a extin-guirse completamente, también a grandes rebaños, siempre quecuenten con extensiones suficientes para alimentarse. Si por natu-raleza estos parajes sudamericanos fueran fértiles y aptos para darnumerosos productos, ya habrían estado presentes estas creacio-

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nes cuando el europeo pisó estas tierras. Pero nada encontró aquíel hombre... Tuvo que importar de su país los caballos, vacas,cabras y ovejas... Que algunos de estos animales se hayan acli-matado y aún que se hayan multiplicado enormemente hasta elpunto de salvajizarse, no prueba la fertilidad de las Pampas; sólodemuestra que no son del todo inútiles, que no son desiertosabsolutos. Si se compara por ejemplo la fauna autóctona de lascomarcas correspondientes de Sudáfrica con la de Sudamérica, sor-prende la diferencia y se reconoce muy bien la superioridad a favordel Viejo Mundo... Si ya se encontrara sobre el suelo de lasPampas, junto con los animales domésticos importados, unapoblación tan densa como en las regiones moderadamente pobla-das de Europa, donde la cría de ganados se hace en forma inten-siva, como ser en Hungría o en el sur de Rusia, muy pronto dis-minuirían los rebaños de la Pampa y aquella fertilidad apareceríailuminada con colores muy distintos... Su suelo no permite ungrado de cultivo igual al de Europa, porque carece de las condi-ciones fundamentales para toda próspera cultura del suelo, que esel riego proporcionado, ya sea por medio de ríos o por las preci-pitaciones atmosféricas (Burmeister 1943-1944:t.1,183-184).

Otras expresiones similares de la misma voluntad transfor-madora aparecen más adelante en relación con el territorio cha-queño, cuando evalúa a “el río Bermejo y el Pilcomayo, [que] atra-viesan el verdadero centro del Gran Chaco y se sustraen por esototalmente a la influencia de la cultura y a la especulación euro-pea... como no existentes para el progreso y provecho de la pobla-ción argentina originaria de Europa” (Burmeister 1943-1944:t.2,24). O también al principio del capítulo VI, cuando, ensentido contrario, se señala la facilidad natural de la Pampa parael ferrocarril, al punto de afirmar que “el ferrocarril argentino seráconstruido porque se impone su construcción” (Burmeister 1943-1944:t.1,118-119).

Resulta interesante el énfasis que hace Burmeister en losobstáculos culturales para el progreso. En los criollos, identificasentimientos nacionalistas y xenófobos en perfecta simetría consus propios sentimientos etnocentristas y paternalistas.Finalmente, veremos cómo el autor buscará, diplomáticamente,

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coincidir con sus anfitriones en la determinación de un enemigocomún: el indígena.

En ese contexto, señala cierta indolencia del gobierno pararealizar obras ferroviarias por “sentimiento nacional, sobre todocontra los norteamericanos... contra la raza más fuerte de losanglo-americanos”. Todavía encuentra difundido el temor a lainmigración, “muy superior a la población criolla” para el trabajo(Burmeister 1943-1944:t.1,118-119). Aunque considera a los gau-chos bien educados -“muchos más motivos [de queja] tendría demis paisanos de baja clase social”-, le resultan poco amigables losmestizos, que “revelan su sangre indígena por su cara” (Burmeister1943-1944:t.1,123-124). “Rara vez he necesitado mucho tiempopara establecer, por sus caracteres exteriores, el origen de una per-sona que he llegado a conocer”, concluye. A lo largo de su viaje,Burmeister suele identificar pobreza e indolencia con color oscurode la piel (Burmeister 1943-1944:t.1,151-152). Su sentimiento desuperioridad también se manifiesta en términos de progreso tec-nológico, como cuando le demuestra al estanciero de Cabeza deTigre que un europeo podía hacer y poseer un mapa del país mejorque los disponibles en la Argentina misma: “le mostré al estancie-ro en el mapa que llevaba de la obra de Woodbine Parish, que figu-raba en éste su estancia con el nombre correcto” (Burmeister1943-1944:t.1,141). El viajero se muestra aquí, como lo anticipa-ba Alberdi en la carta de presentación que le extendió para el pre-sidente Urquiza, como quien viene a “darnos a conocer a nosotrosmismos las riquezas de que somos por ahora poseedores incons-cientes”.12 En definitiva –y en un rapto de sinceridad germánica-el mismo Burmeister justifica los recelos de los nativos: “Al prin-cipio se me hizo difícil hacerles comprender los propósitos de miviaje, porque el común de estos mortales siempre cree que losextranjeros sólo vienen a su tierra para arrebatarles y atraparlesante sus narices las ventajas que pueda ofrecer, juicio en términosgenerales perfectamente cierto...” (Burmeister 1943-1944:t.1,129).

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12 Alberdi a Urquiza, París 22/9/1856 (Birabén 1968:15).

El verdadero mal comienza a perfilarse durante la contem-plación de la realidad de los fortines de la frontera sur de Córdobay San Luis. En Río Cuarto, comenta el aspecto llamativo de los“soldados con gorro colorado, poncho de franela y chiripá, vesti-menta que les da en cierta manera el aspecto de verdugos... gentesin calzado y sin medias... El solo aspecto de sus rostros tostados,unido al extraño uniforme, era suficiente para inspirar miedo yterror a cualquiera...”. También anota que “en las afueras del pue-blo del lado de la Pampa se observan gruesos muros de tapia controneras, para la defensa contra los indios...” (Burmeister 1943-1944:t.1,153-154). En Achiras, donde “miraban... las mujeres,curiosas como son, atraídas por el rodar del carretón arrastrado atodo galope sobre el áspero camino, para contemplar al forasteroque llega”, también había muros defensivos (Burmeister 1943-1944:t.1,158). En San José del Morro: “Del lado sur se han levan-tado igualmente muros de tapia con troneras como defensa contralos indios, cuyos malones se extendían hasta aquí en años ante-riores. Ahora ya no llegan a estas latitudes” (Burmeister 1943-1944:t.1,162). Y en San Luis: “Tampoco aquí faltan las fortifica-ciones contra los indios” (Burmeister 1943-1944:t.1,166).

Pero será más adelante, en el tomo 2, capítulo XXII, titula-do “El río Salado y su significado para la Confederación”, donde elviajero alemán desarrollará su punto de vista acerca del trato quemerecían, a su juicio, los pueblos indígenas de la Argentina.Respecto del Salado del Norte, “destinado por la naturaleza mismapara arteria fluvial principal del país, el viajero extranjero, antesde visitar este río, se pregunta asombrado: ¿Por qué... no se usatodavía como medio de transporte?...” (Burmeister 1943-1944:t.2,23). Planteada la pregunta, pasa a identificar los obstá-culos que lo impiden. Tras relatar el primer ensayo de navegacióndel Salado realizado por el marino estadounidense Page en 1855en una “expedición dispuesta al mismo tiempo como una ‘razzia’contra los indios” a la que se incorporó Amedée Jacques, atribuyela inseguridad para la navegación a “las incursiones de rapiña delos indios del Gran Chaco” y a que en las colonias dispersas sobreel Salado “las casas son malas... siendo pobre la población; en su

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mayoría se compone de descendientes de indios”. Los pobladosparecen “una transición de la civilización a la barbarie o vicever-sa” (Burmeister 1943-1944:t.2,25-27).13 Esta circunstancia leinduce una larga digresión sobre los indígenas, “necesaria, porqueel teniente Page acentúa como obstáculo principal para la nave-gación del trecho inferior del río los malones de los indios”(Burmeister 1943-1944:t.2,32), pobladores que, según concluyeBurmeister, deberían ser “completamente eliminados” (Burmeister1943-1944:t.2,42).

En la evaluación que hace el autor de la cuestión de la fron-tera indígena, encontramos un contraste fuerte entre su insensibi-lidad hacia las comunidades autóctonas y el impacto afectivo quele había producido su encuentro con el paisaje. La razón explícitade esta incongruencia es que el paisaje era valorizado como recur-so disponible –muy a tono con la geografía de la época y en par-ticular con la literatura publicitaria de producían, por ejemplo, DuGraty y De Moussy bajo el auspicio del Estado nacional-, mientrasque la población indígena era visualizada como un estorbo queinterfería con esa disponibilidad. La diferencia con la escritura delas descripciones oficiales mencionadas, destinadas a atraer inmi-grantes y capitales europeos, residía en que Burmeister, en su dia-rio de viaje, se permitió nombrar lo que para otro público era innom-brable: contemporáneamente al país sin indios que mostraba DeMoussy (Navarro Floria 1999a), el sabio alemán exhibía la miseriadel nuevo Estado-nación, identificaba sus riesgos y proponía unalimpieza étnica como condición del progreso.

Si la razón explícita de su propuesta era que los pobladoresautóctonos se mostraban incapaces de todo progreso y civiliza-ción, la razón implícita, claramente percibida por Burmeister, eraque constituían otra civilización o al menos otro orden alternativoal que se quería imponer desde los centros de poder nacionales.Ese otro mundo sostenido por la permeabilidad de la frontera eratransitado por el ir y venir de cautivos, tránsfugas, raciones del

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13 Jacques, por entonces director del Colegio de Tucumán, había publicado segúnBurmeister el escrito "Excursion au rio Salado et dans le Chaco", Revue de Paris, 1 y 15 demarzo de 1857.

Estado, etc. La propuesta consistía, entonces, en quebrar de ungolpe ese mundo y someterlo a la lógica dominante del Estado ydel mercado.

El que esos malones de los indios puedan continuar, constituyeverdaderamente un reproche tan serio como justificado que debehacerse a los gobiernos de las provincias y particularmente algobierno central... Los informes del sur de la Confederación rezanen forma similar o, más bien dicho, son peores; en este sentido laprovincia de Buenos Aires está expuesta a los continuos malonesde los indios y obligada a mantener en pie de guerra una consi-derable fuerza, lista para la defensa contra los salvajes...(Burmeister 1943-1944:t.2,28)

Identificado el obstáculo el autor pasa al análisis de suscausas, que son la compra de cautivos y el trato pacífico, sínto-mas evidentes de “bondad o debilidad”:

A este respecto hay que dejar constancia [de] que el gobiernonacional compra los cautivos de los indios... para reintegrarlos ala civilización. Pero este procedimiento sólo incita a los indios amayores rapiñas, porque les proporciona un medio fácil de hacer-se de dinero. De tiempo en tiempo se celebran convenios con estagente para inducirlos, por medio de un trato bondadoso, a unintercambio pacífico; se les entrega ganado, ropa y herramientaspara que se ocupen de labrar la tierra y se acostumbren a tenermoradas fijas y propiedad adquirida por su trabajo, pero esto sólosurte efecto por un breve tiempo; pronto han despilfarrado losobjetos recibidos y vuelven a presentarse con otras exigencias,pretendiendo con insolencia nuevas dádivas de la bondad o debi-lidad del gobierno (Burmeister 1943-1944:t.2,28-29).

Pero la acusación más extravagante y sugestiva no la dirigeBurmeister contra el gobierno civil ni contra la sociedad criollasino contra los indígenas mismos, es decir contra ese orden alter-nativo que exhibía su peligrosidad desde el otro lado de la fronte-ra. El peligro consistía nada menos que en el supuesto socialismocolectivista practicado por los indígenas, que por añadidura perte-

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necerían a una escala inferior de la humanidad:

La civilización no es para esta gente cosa de tomarla en serio,pues la odian como a su peor enemigo y principalmente no pue-den librarse de la idea fundamental de que los objetos no perte-necen a uno solo, sino a todos, estando siempre en calidad de pro-piedad a disposición de quien pueda echarles mano y apoderarsede ellos. Consideran que la propiedad es realmente un robo y poreso roban sin reserva todo lo que pueden conseguir. Esto demues-tra evidentemente a dónde conduce este principio socialista,cuando se aplica en su forma más explícita y completa de realiza-ción por hombres que pertenecen a la escala más baja de la socie-dad humana y que jamás ascenderán a otra superior, porque real-mente no quieren comprender el valor de la cultura (Burmeister1943-1944:t.2,28-29).

Por añadidura, existe el peligro de que este modo de vidapervertido a los ojos del viajero científico contamine el campo pro-pio. Unas páginas más adelante, cuando narra el ataque a una tol-dería según el informe de Jacques, observa que “el prisionerosobreviviente no era indio, sino descendiente de europeos, ... sehabía incorporado voluntariamente a los indios, para participar desus costumbres disolutas...” (Burmeister 1943-1944:t.2,32). Lainsólita acusación de socialismo lanzada contra los indígenas de laPampa opera una singular inversión de la denuncia más corrienteque se hacía por entonces contra esos mismos grupos.Habitualmente se les imputaba el robo de ganado más o menosidentificado achacándoseles, desde la óptica de los estancieros,que hacían de ese supuesto robo su propiedad. Burmeister, enlugar de señalar que para ellos lo robado era propio, parece enten-der lo contrario: que lo propio es robado. ¿Interpretación erróneade alguna conversación con un estanciero, o juego de palabras quele permite agitar el fantasma de las ideas que habían conmovidoa su Europa en 1848 y que por entonces amenazaban el ordencapitalista señalando sus carencias?

En este punto se plantea una de las cuestiones más intere-santes en relación con los numerosos casos de científicos europe-

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os contratados o exiliados en diversos países latinoamericanos amediados del siglo XIX para la organización de las primeras insti-tuciones académicas no universitarias. Si bien se ha señaladorepetidamente que los viajeros europeos le hablaban a su propioentorno cultural de origen –y Burmeister no parece haber dejadonunca de sentirse un viajero entre extraños en la Argentina-, tam-bién es cierto que en su interpelación de las élites locales el cien-tífico itinerante juega el rol de quien “trae” los temas europeos,las cuestiones que se debatían en el centro cultural del mundooccidental. Al mismo tiempo que les señalaba a los suyos la exis-tencia de esos extraños salvajes comunistas en América,Burmeister advertía a los otros, sus anfitriones, del riesgo de quela conflictividad social europea se trasladase a los nuevos Estadosen construcción.

Todos los males posibles parecen condensarse en esta carac-terización del enemigo: unos pueblos indígenas que son califica-dos de humanamente inferiores, sostenedores de una ideología queen el corazón mismo de la Europa industrial pretendía subvertir elorden socioeconómico establecido, y no por obra y gracia de nin-guna ley natural ni de la Providencia divina que los hubiera priva-do de todo contacto con la civilización occidental y cristiana sinopor elección propia. Son definitivamente culpables porque “real-mente no quieren comprender”, y porque “sus costumbres disolu-tas” se muestran capaces de inficionar el mundo propio. Esta cul-pabilización del otro –del indígena, para el caso- es nueva, esdecisiva y es el matiz que separa radicalmente la percepción quetransmite Burmeister acerca de las “razas” supuestamente inferio-res, de las observaciones de autores anteriores como los quehemos analizado en este mismo trabajo. Ya no hay imperativos éti-cos superiores que amortigüen el choque cultural, como en Darwin,ni apelaciones a la acción de la Divina Providencia que permitancontemplar con tranquilidad de conciencia el devenir inexorable delas cosas, como en Mac Cann. Hay un llamado imperativo a reali-zar, a acelerar la historia violentando sus ritmos en cumplimientodel programa progresista revolucionario que por esos años encan-dilaba la mirada de los líderes criollos que buscaban modelos en el

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hemisferio norte. “Parece que por fin se ha llegado a la convicciónen el país de que contra los indios sólo puede procederse con todaenergía, pero desgraciadamente todavía faltan los medios parapoder realizar este propósito” (Burmeister 1943-1944:t.2,29).Burmeister relata que Du Graty lo intentó en la frontera norte en1858, “pero las pequeñas envidias de otros jefes opusieron obstá-culos a su realización”. “Por el informe de Jacques es como mejorse ve de cómo se opera en esas incursiones contra los indios”: trasdescribir la táctica sorpresiva y violenta del malón, propone pro-ceder “del mismo modo, por sorpresa” (Burmeister 1943-1944:t.2,30).

Si algo une a Burmeister con sus predecesores anglosajones–en particular con los analizados aquí, Darwin y Mac Cann- es elimpacto afectivo que le provoca el paisaje americano, unido alsentimiento de superioridad cultural desde el cual se compara per-manentemente con los nativos. Pronto se ubica en un plano supe-rior, no sólo por encima de los habitantes del país que lo hospedasino también por sobre cualquier consideración ética que pudieraanteponerse a la voluntad progresista y manipuladora burguesa. Elpaisaje, inmediatamente superado el impacto de la primera vistade la Pampa o de la Cordillera, es objeto de una apreciación utili-tarista que tiene la virtud de comenzar a revertir la maldición dar-winiana y de los viajeros de habla inglesa anteriores. La posibili-dad de “tornar un desierto en una tierra útil” –aunque expresa susreservas, que se verán reproducidas infinidad de veces hasta finesde la década de 1870, acerca de la potencialidad económica de laPampa- depende, para Burmeister, del trabajo: en definitiva, de lavoluntad. Esa voluntad deberá vencer una serie de obstáculos cul-turales: la indolencia debida al “sentimiento nacional” contra “laraza más fuerte”; el temor a la inmigración motivado por susupuesta superioridad para el trabajo; los supuestos caracteresraciales que determinan esa inferioridad del criollo; y finalmentela existencia misma del indígena y del mundo de la frontera. Lamaldición que antes pesaba sobre las condiciones naturales de laestepa pampeano-patagónica, ahora pesa sobre un orden socialque presenta los rasgos de un mundo alternativo sostenido, en lo

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inmediato, por una política de “bondad o debilidad” que deberíaser sustituida por el uso liso y llano de la fuerza. El mundo indí-gena es demonizado por Burmeister atribuyéndole, sobre susupuesta inferioridad constitutiva, un comportamiento socialista yuna voluntad explícita –simétrica y opuesta a aquella voluntadnecesaria para transformar al “desierto en una tierra útil”- de noadherir a la civilización que se le propone. Una voluntad frente aotra, sin el desasosiego de la duda ni consideraciones éticas de pormedio, como manifestación de la más absoluta incomprensión delotro. Este es el punto en el que más lejos estaba Burmeister deDarwin.

Resulta quizás excesivo, a la luz de esta obra como de susistematización más ambiciosa –la Descripción física de laRepública Argentina-, considerar a Burmeister “uno de los natura-listas extranjeros que tuvieron a su cargo, durante las últimasdécadas del siglo pasado, la tarea de sistematizar y perfeccionar elrelevamiento del suelo, la flora y la fauna de la RepúblicaArgentina” (Asúa 1989:339). Birabén, al tiempo que considera alViaje de Burmeister una “obra de palpitante interés científico ydocumental” contenedora de un relato “nítido, prolijo, objetivo”,admite que “describe el paisaje geográfico y urbano con sensibili-dad de investigador, de sociólogo y de esteta” (Birabén1968:14,17-18). El haberse extendido en consideraciones socioló-gicas y etnográficas, más allá de sus propósitos explícitos comozoólogo y geólogo, lo llevó a un terreno en donde se movió máscomo testigo ilustrado que como observador específicamente cien-tífico, poniendo en juego su sensibilidad estética y sus considera-ciones éticas por sobre la actitud metódica del investigador. Porhaber sido más que un naturalista, necesariamente se mostró, enalgunas facetas de su labor, como menos que un científico. “Escurioso que haya pasado a la posteridad como un naturalista; élfue en sí mismo un equipo de investigación interdisciplinario”(Arenas 1992:37), señala Arenas:

... en las fronteras de la sociología... Burmeister será un testigocomprometido, sin ceder en su estructural germanismo, del carác-

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ter de los argentinos en un momento de su historia en que toda-vía chocaban violentamente dos culturas: la rural, de sedimentohispánico semifeudal, y la portuaria que comenzaba a consolidarsu proyecto urbano modernista inspirado en la burguesía europea(Arenas 1992:33).

Del análisis del material estudiado surge la evidencia de quelas observaciones que Arenas atribuye al “sociólogo débil” son lasque mejor muestran su “fuerte compulsión hacia la contextualiza-ción del dato” con sentido subjetivizador, de la que resulta “unadescripción fundada en la observación personal” (Arenas 1992:35)y en sus propias convicciones y prejuicios más que en un progra-ma de investigación claramente formulado. Es más: la inclusión decontenidos del Viaje en el primer tomo de una obra pretendida-mente científica como la Descripción fue duramente criticada porWappäus, que la consideraba un hors d’oeuvre de la parte científi-ca (Wappaeus 1877:3-4).14 Su prestigio científico se explica,entonces, no en virtud del contenido de estos trabajos, que comohemos visto para el caso del Viaje se alejan del programa sistema-tizador linneano y se ubican más fácilmente en la perspectiva des-criptiva humboldtiana, sino de los abundantes artículos y comuni-caciones que presentó a lo largo de su carrera, mayoritariamenteen alemán, en los ámbitos científicos europeos que constituían“su horizonte de referencia” cuando se sentía “como un misionerode la ciencia in partibus infidelium” (Asúa 1989:351). La otra ver-tiente de su tarea, como bien señala Asúa, que es la que se refle-ja mejor en la escritura de su Viaje de 1856-1860 y que le valió sucontratación por el Museo Público de Buenos Aires, fue política: laorganización de las instituciones científicas encargadas de exhibirlos conocimientos funcionales al proyecto progresista del Estadoen construcción.

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14 Resulta notable constatar cómo ciertos círculos intelectuales cordobeses se hacían ecode una polémica entre científicos extranjeros, repercusión que ciertamente no era inocen-te en el contexto de la confrontación entre distintos proyectos de desarrollo para la rique-za pampeana: uno que hacía hincapié en la imposibilidad de una economía agrícola y rea-firmaba el aparente destino ganadero de la región, y otra postura que la enfrentaba.

Conclusiones

Los tres autores que hemos estudiado aquí tienen en comúnuna trayectoria similar, aunque de sus respectivos viajes sacanconclusiones divergentes en el terreno práctico. Tanto Mac Canncomo Burmeister transitaron el camino característico de lo quePratt llama la “vanguardia capitalista”: de Buenos Aires al interior.También Darwin, como ellos dos, adopta la posición del observa-dor superior: se dejan asombrar por la contemplación de la “bar-barie” pero la evalúan en términos absolutos, desde el parámetro“normal” de su propia cultura y experiencia, lo que deriva en unnecesario choque o antagonismo cultural. Salvo en Mac Cann, queno presta atención al tema, esa evaluación se extiende al paisaje,observándolo en relación con la utilidad que podría significar parael mundo capitalista.

A pesar de estas notas comunes, podemos apreciar entreDarwin y Burmeister pasando por Mac Cann un alejamiento o extra-ñamiento progresivo del otro, proceso que parece ser funcional ala dinámica expansiva del sistema del cual provenían los observa-dores. Darwin advierte con meridiana lucidez la distancia que losepara del otro pero hace un admirable esfuerzo por comprender-lo, manifiesta una sólida fe monogenista y propone un trato huma-nizado y cercano, guiado por imperativos éticos y religiosos de raízhumanista y cristiana, a tono con la etnografía inglesa de su tiem-po. Mac Cann expresa un monogenismo en crisis, en el marco deldoble movimiento expansivo europeo de su tiempo: por las misio-nes y por el comercio. Como comerciante que era, se inclinó por lasuperioridad del comercio en cuanto a su capacidad de imponer sulógica al proceso colonialista en curso. De acuerdo con esto, suvisión es fatalista, aunque para él no es la ley natural sino laProvidencia Divina la que dicta las reglas de la historia.Burmeister, finalmente, adhiere al más duro racismo y no expresaintención alguna de comprender al otro; más bien lo visualizacomo obstáculo a eliminar por una voluntad que no repara en con-sideraciones religiosas ni éticas. Su mirada expresa la imposicióndefinitiva del ideal de progreso material y del concepto de una

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jerarquía inmutable entre las “razas” humanas, en un marco cultu-ral todavía romántico y voluntarista.

Resulta notable que esta última mirada desentendida deldestino de los pueblos indígenas –cuando no comprometida con suexterminio- haya sido asumida como opinión científicamente fun-dada por la dirigencia política nacional encarnada por los mento-res locales de Burmeister: Mitre y fundamentalmente Sarmiento.Esta recepción gustosa de las ideas del sabio alemán, que revali-dó los mismos conceptos incluyéndolos más tarde en suDescripción física de la República Argentina (1876-1879), nos dicemás acerca de la subordinación de la ciencia a los intereses polí-ticos de la época que sobre el contenido mismo de estas obras.

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Pedro Navarro Floria / Compilador

PATAGONIA: ciencia y conquista

La mirada de la primera comunidad científica argentina

Pedro Navarro Floriacompilador

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Primera Edición: agosto 2004 / 200 ejemplares

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

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ISBN 987-1154-33-X

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INDICE

Prólogo, por Irina Podgorny . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación: idealismo,materialismo y empirismo en el credo de la primera cienciaargentinapor Leonardo Salgado y Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . .37

La mirada de la "vanguardia capitalista" sobre la frontera pam-peano-patagónica: Darwin (1833-1834), Mac Cann (1847),Burmeister (1857)por Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61

La "Pampa fértil" y la Patagonia en las primeras geografíasargentinas (1876)por Pedro Navarro Floria y Alejandro Mc Caskill . . . . . . . . . .101

La invención de los ancestros: el "patagón antiguo" y la cons-trucción discursiva de un pasado nacional remoto para laArgentina (1870-1915), por Pedro Navarro Floria, Leonardo Salgado y Pablo Azar . . .119

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina en lasegunda mitad del siglo XIXpor Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .147

Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .171

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .173

Patagonia Ciencia y Conquista 5

CAPITULO 3

La “Pampa fértil” y la Patagonia en las primerasgeografías argentinas (1876)

Pedro Navarro FloriaAlejandro Mc Caskill

En las décadas intermedias del siglo XIX, la Argentina asis-tía a una transición acelerada, dejando atrás los últimos vestigiosdel orden colonial y disponiéndose a construir un Estado-naciónmoderno, en el marco de lo que se ha dado en llamar “orden neo-colonial” o capitalismo dependiente. Uno de los síntomas del pro-ceso de fijación de la nueva realidad estatal es la apropiación dis-cursiva, imaginaria y finalmente material de los territorios hastaentonces marginados de la Pampa, la Patagonia y el Chaco. En elterreno de lo discursivo, y en el marco de las políticas en favor dela atracción de migrantes y capitales europeos desarrolladas por laConfederación Argentina y luego por la República unificada, serealizó una apología sistemática del territorio nacional y de susrecursos, y una serie de publicaciones y acciones de propaganda.Los primeros materiales de uso académico en los que hemosencontrado una formulación clara y explícita en este sentido, son–significativamente- los textos escolares. La asignatura escolardenominada Geografía Argentina se anticipó ya en la década de1860, anteponiendo lo político sobre lo científico, a la disciplinageográfica científica y universitaria en la definición de los perfilesdel país (Quintero Palacios 1995: 9-10; Navarro Floria 2001). Latransición también es patente en las modalidades de la escritura yde la apropiación discursiva, que cede cada vez más lugar a la des-cripción en detrimento de la narración. Una descripción que ganamuy lentamente una mayor precisión analítica, a manos de los pri-meros estudiosos europeos contratados por y para las institucionesestatales, pero todavía sin el entusiasmo positivista que se apo-

deraría pocos años después de los primeros científicos jóvenesargentinos.

En este trabajo se intentará destacar el aporte de los cien-tíficos Hermann Burmeister y Ricardo Napp para el conocimientogeográfico de la República Argentina, a partir de sus clasificacio-nes y descripciones de la Región Pampeana, ambas de 1876. Ensus obras respectivas –la Description physique de la RépubliqueArgentine, d’après des observations personnelles et étrangéres(París, 1876) de Burmeister y La República Argentina (BuenosAires, 1876) de Napp- estos autores describen el paisaje pampe-ano y dan sobre la región una mirada estructural que se acerca auna intención de salir de la descripción geográfica tradicionalheredada de las ciencias naturales y plasmada en las obras deHumboldt. Los dos científicos proponen una división en regionescontinuas y contiguas basada en caracteres morfológicos y que sepuede comparar -a distinta escala- a la Geografía Universal deVidal de la Blache, quien apoya su regionalización en rasgos con-cretos del terreno.

Si bien se hará una remisión constante a la obra completa,el interés particular de este escrito se centrará en el análisis quehacen Burmeister y Napp de la Región Pampeana. El rasgo querecuperamos de la obra de estos autores es que incluyen el factorhumano en la descripción del paisaje -aunque no se lo vincula a laregionalización- y que mencionan además algunos hechos del pro-ceso histórico, proyectando y emitiendo juicios de valor acerca delfuturo de la Región Pampeana. Como estos juicios de valor noresultan coincidentes, el análisis comparativo de ambas obras y dealgunos datos del contexto político en que se publicaron nos per-mite concluir que Burmeister y Napp encarnan la diversidad de opi-niones que circulaban en la época acerca de la potencialidad econó-mica de la Pampa. Esta apertura del abanico de opiniones se ponede manifiesto en el hecho de que ambos trabajos, tanto laDescripción de Burmeister -que finalmente no terminó de editarsesegún el proyecto original- como la de Napp -encargada por elComité Argentino para la Exposición Internacional de Filadelfia-,obtuvieron apoyo estatal. La polémica entre ambos, que se refleja

102 Pedro Navarro Floria- Alejandro Mc Caskill

en sus textos y en otros trabajos, es demostrativa del pasaje quese operaba entre una visión pesimista sobre la potencialidad delsuelo pampeano -que ya desde la época colonial le asignaba unfuturo exclusivamente ganadero- y otra optimista que asomaba porentonces y que propugnaba el desarrollo agrícola. Ya señalóGonzález Bollo que en el caso de Napp “se trataba de refutar lasafirmaciones de Germán Burmeister, sostenidas en los dos volúme-nes de su Description physique de la République Argentine (París,1876) quien, a partir de estudios realizados en el suelo pampeanoen la década del cincuenta, sostenía de forma tajante que el futu-ro productivo del país residía exclusivamente en la actividad gana-dera” (González Bollo 1999a: 38). En una mirada más amplia, bienpodemos presentar a Burmeister y sus obras como integrantes deuna línea interpretativa acerca de los territorios pampeano-pata-gónicos iniciada con viajeros ilustrados como Cook en el sigloXVIII y continuada por Darwin en el XIX y hasta hoy mismo porBaudrillard, para quienes el paisaje del sur representa un vacíoespacial, un retorno al origen del tiempo, una “última frontera” o“pura negatividad”, mediante una “caracterización imperial” que“problematiza la producción espacial del Estado como entidadterritorial en el área” (Nouzeilles 1999:35-36). En este marco,Napp y su equipo de científicos del Estado se constituyen en agen-tes de la invención estatal del territorio como lugar, mediante sumapeo, descripción y señalamiento de sus potencialidades. La his-toria de los mapas y descripciones en la que se inscribe Napp “dejaentrever cuánto había logrado el Estado argentino, en precisión yamplitud temática, para sentar su autoridad administrativa y polí-tica sobre la extensa geografía del país” para entonces (GonzálezBollo 1999b). Reforzando este rol estatizador del espacio que asig-namos al equipo de Napp, constatamos que su obra es la primeraque incluye en forma explícita y concreta a toda la Patagonia enel mapa del territorio argentino.

* * *La división regional propuesta tanto por Burmeister como

por Napp define regiones genéricas que se destacan por sus carac-

La “Pampa fértil” y la Patagonia en las primeras geografías argentinas 103

teres morfológicos, aunque en algunos casos supera la dualidadentre geografía física y geografía humana y avanza sobre un aná-lisis regional que apunta a definir y entender la región como tal.Santos, por ejemplo, define la región como un fragmento territo-rial dinámico y complejo en constante transformación; Benko, porsu parte, explica la región desde sus características económicas ysus atributos geográficos, socioculturales e históricos. En estesentido es que Napp expresa:

La fertilidad del suelo argentino es admirable; a tal grado llegaque hoy se exporta trigo de la República… Con el aumento depoblación y, por consiguiente, de trabajadores, el tabaco, el acei-te, el lino, etc., pronto ocuparán también un lugar importante enlas listas de nuestros productos exportados, desarrollándose almismo tiempo el cultivo de la viña y del algodón, la fabricacióndel azúcar, la cría del gusano de seda, la producción de materiastintóreas, etc. (Napp 1876: 4).

Para la delimitación de la Región Pampeana, Napp se basaespecialmente en criterios morfológicos destacando permanente-mente datos proporcionados por Burmeister y por el CensoNacional de 1869; ejemplo de esto es la información acerca de lassuperficies de los territorios estudiados aportada por ambas fuen-tes. En tanto, Burmeister adopta -además del morfológico- un cri-terio fitogeográfico, principalmente para las subdivisiones de laRegión Pampeana. En relación con ella, describe una “planicieargentina” que “se enlaza con las estepas de la Patagonia”.

La parte meridional... se puede... dividir en dos regiones. La pri-mera, situada al norte, la más extensa, toca hasta los 39° de lati-tud sur las pampas fértiles; la segunda, al contrario, largamentedilatada hacia el sur, encierra la meseta de las estepas patagóni-cas y se extiende hasta el estrecho de Magallanes....Las pampas fértiles están revestidas de un tapiz de vegetación,que raramente llega a formar un verdadero césped.Las pampas estériles, denominadas también estepas, no poseenvegetación alguna, ofreciendo al ojo un suelo de arena o de polvo

104 Pedro Navarro Floria- Alejandro Mc Caskill

enteramente desnudo... Estas pampas bordean la planicie al piede las Cordilleras y se extienden por toda la región occidental delpaís (Burmeister 1876: I,153-155).

La escasez de agua corriente, según Burmeister, era la causade todo:

Condenan por esta razón las comarcas a que me refiero a la con-dición de eternas estepas, que nunca podrán ser pobladas densa-mente con colonias europeas. La gran mayoría de los campos pam-peanos no tiene porvenir; quedará siendo lo que fue desde el prin-cipio y aún lo es, una tierra solitaria e inculta, que ofrecerá sub-sistencia sólo a indios salvajes o, si éstos por fin llegaran a extin-guirse completamente, también a grandes rebaños, siempre quecuenten con extensiones suficientes para alimentarse. Si por natu-raleza estos parajes sudamericanos fueran fértiles y aptos para darnumerosos productos, ya habrían estado presentes estas creacio-nes cuando el europeo pisó estas tierras. Pero nada encontró aquíel hombre... Tuvo que importar de su país los caballos, vacas,cabras y ovejas... Que algunos de estos animales se hayan acli-matado y aún que se hayan multiplicado enormemente hasta elpunto de salvajizarse, no prueba la fertilidad de las Pampas; sólodemuestra que no son del todo inútiles, que no son desiertosabsolutos... Su suelo no permite un grado de cultivo igual al deEuropa, porque carece de las condiciones fundamentales para todapróspera cultura del suelo, que es el riego proporcionado, ya seapor medio de ríos o por las precipitaciones atmosféricas.(Burmeister 1876: I,183-184)

Napp adopta la distinción entre la “Pampa fértil” o húmeday la “Pampa estéril” o seca de Burmeister (Napp 1876:50-53), peroinfiere a partir de la presencia indígena la existencia de buenascondiciones para la cría de ganado y para la agricultura. Si se pro-duce, entonces, un crecimiento de la población, consecuentemen-te crecerá también la demanda de tierras; lo que traerá aparejadoque, según el autor, “en tiempos venideros... la Pampa tambiénserá seguramente conquistada para la agricultura” (Ibídem, 451).

La visión de Burmeister, en cambio, es pesimista al emitir un

La “Pampa fértil” y la Patagonia en las primeras geografías argentinas 105

juicio acerca del futuro de la Región Pampeana. El sabio alemánmarca además una diferencia respecto de Napp en cuanto al obje-tivo que persigue: “La descripción de las Pampas que brindo aquíes una reproducción y un resumen de las diversas descripciones queyo había consignado sea en mi Reise durch die la Plata-Staaten...,sea en mi memoria sobre la región del río Salado” (Burmeister1876: I,363). Habla de una “planicie sin fin”, “océano de vegeta-ción”, “superficie homogénea”, donde uno está “como sobre elocéano, envuelto por un panorama circular, igualmente extendidoen todas las direcciones... Ningún objeto particular atraería lamirada y no se haría remarcar fuera de las chozas indias (tolderías)y de las bandas de animales salvajes” (Ibídem, 158).

Tales son las Pampas... La ganadería es la principal meta a perse-guir en ese país, y lo será todavía por largo tiempo a causa de lanaturaleza del suelo. Las superficies que la agricultura transfor-mará y que las forestaciones podrán cubrir de vegetación seránsiempre de poca extensión” (Ibídem, 170).... las Pampas, incluso las fértiles, no producen más que un muymiserable tapiz de vegetación, compuesto de plantas inferiores altrigo que se quiere cultivar. Esas tentativas no tendrán éxitojamás; las Pampas deben quedar como territorios de pastoreo y nopodrán proveer a la agricultura más que algunos lugares más favo-recidos, pero no se transformarán jamás en toda su extensión enuna tierra laborable fecunda (Ibídem, 364).

La finalidad de Napp, en cambio, era la de elaborar un mate-rial promocional para atraer inmigración e inversiones al país,como veremos más adelante.

Aunque la diferencia más profunda entre ambas descripcio-nes fue la valoración que se hacía del territorio pampeano y pata-gónico –pesimista en Burmeister, optimista en Napp-, la nota demayor repercusión pública y la mejor explotada por los enemigospolíticos de Burmeister fue su determinación imprecisa de los lími-tes y la superficie del país. Describe una superficie total de unas45.000 leguas cuadradas, entre los 22° y los 53° de latitud sur,con “límites inciertos” al norte y al sur (Burmeister 1876: I,147-

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151). Napp no desaprovechó la oportunidad y atacó a Burmeisterpor excluir del territorio nacional sus extremos norte y sur, Tarijay Tierra del Fuego, aportando medidas mucho más precisas desuperficie –tanto del total nacional como de la Pampa y laPatagonia- tomadas del Censo Nacional de 1869 (Napp 1876: 26,425ss, 444 y 451) y en cuanto a los puntos extremos norte y surdel país, que ubicaba en los 20° y 56° respectivamente. Por aña-didura, Napp exhibe información sobre la Patagonia tomada de lasrecientes exploraciones de Heusser y Claraz y descalifica las esti-maciones muy inexactas –por exiguas- de Burmeister sobre laextensión de la Pampa y la Patagonia. El geógrafo alemánWappäus, un antiguo conocido de Sarmiento y conocedor de laArgentina, produjo una dura crítica (Wappäus 1877) en este mismosentido, que fue publicada en Córdoba, suponemos que a instan-cias de la Academia de Ciencias o de alguno de sus miembros. Elanálisis de Wappäus se centraba en el carácter indefinido, entredivulgativo y académico, del trabajo de Burmeister, en su escasanovedad, en el excesivo apego del autor a las observaciones pro-pias en desmedro de las ajenas, y fundamentalmente en la impre-cisión de las medidas de la superficie del país, “un tal barullo detonteras revestidas con la apariencia de un fondo de exactitud”(Ibídem, 14). Estos datos contribuyeron a presentar la obra deNapp como la impugnación oficial de una geografía cuyos ampliosmárgenes de incertidumbre ya resultaban inaceptables para lospropósitos propagandísticos del Estado nacional.

En 1876 se imprimió en París el tomo I de la Descriptionphysique de la République Argentine y en su prefacio Burmeisterseñaló que toda la obra se publicaría con el patrocinio del gobier-no argentino, reconociendo el apoyo prestado por el expresidentey entonces senador Domingo F. Sarmiento, a quien dedicó el volu-men. Efectivamente, Sarmiento había impulsado el patrocinio ofi-cial de la obra en el Congreso de la Nación, comparando aBurmeister con Agassiz en el terreno científico internacional(Senado 1874:19) y con Gay como descriptor de su país, y seña-lando la importancia política del trabajo (Senado 1875:874-875;cfr. Diputados 1875:1220-1223). El estadista sanjuanino justifica-

La “Pampa fértil” y la Patagonia en las primeras geografías argentinas 107

ba la subvención realizada en la necesidad de una descripcióncientífica del país:

1) La necesidad de conocer el país como un modo de atraer lainmigración europea; 2) el nivel científico de Burmeister; 3) elhecho de que en Chile se hubieran llevado a cabo emprendimien-tos similares; 4) el papel que a Argentina le correspondía jugar enel desarrollo de la ciencia mundial. (Asúa 1989: 346)

Aunque Asúa valoriza a Burmeister como “uno de los natu-ralistas extranjeros que tuvieron a su cargo, durante las últimasdécadas del siglo pasado, la tarea de sistematizar y perfeccionar elrelevamiento del suelo, la flora y la fauna de la RepúblicaArgentina” (Ibídem, 339) y su biógrafo Birabén considera su Viajeuna “obra de palpitante interés científico y documental” contene-dora de un relato “nítido, prolijo, objetivo” que “describe el pai-saje geográfico y urbano con sensibilidad de investigador, desociólogo y de esteta” (Birabén 1968:14 y 17-18), la valoraciónpreliminar de ambas descripciones hecha por la Sociedad CientíficaArgentina parece reflejar una mirada más benévola hacia Napp ysu equipo:

5.- La obra científica de mayor apariencia que se ha publicado eneste mes es la que se presentará a la Exposición de Filadelfia y quecontiene una descripción de la República Argentina, por el Sr.Napp. Es una publicación oficial que importa al país una muy fuer-te suma de dinero. Se ha publicado en castellano, francés, inglés,italiano y alemán...

...

10.- El Dr. Burmeister corrige ya las pruebas del segundo tomo desu nueva obra sobre la descripción típica de la RepúblicaArgentina. La edición se hace en alemán y en francés, por laimprenta del señor Coni. Se nos informa que el Sr. Burmeister seha decidido a hacer la edición aquí, para evitar los graves erroresque contiene el primer volumen impreso en París. (Anales de laSCA 1876, t.I)

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La obra de Napp, efectivamente, fue hecha por encargo delComité Central Argentino para la Exposición Internacional conme-morativa del centenario de la independencia de los Estados Unidos,a realizarse en Filadelfia: se le solicitó al autor una síntesis de larealidad argentina en 1876. En su mensaje inaugural del Congresode ese año, el presidente Avellaneda destacaba los méritos dehaber producido “un mapa de la República, el más completo ycorrecto de todos los publicados; y el voluminoso libro que tienepor título La República Argentina, y que actualmente se imprimeen cuatro idiomas” (Senado 1876:21-22). Todavía una década des-pués, al discutirse en el Congreso de la Nación la remuneracióndebida a Napp, el diputado y famoso militar, diplomático y escri-tor Lucio V. Mansilla defendía la obra señalando que si bien notenía la envergadura científica de la Descripción de De Moussy, era“un libro de los que en este momento se buscan en el mundo”(Diputados 1886:1053). Efectivamente, el mapa de Napp represen-ta un salto cualitativo respecto de su precedente, la Descriptionphysique et statistique de la Confédération Argentine (1858-1869)de Victor Martin De Moussy, que presentaba un territorio nacionalcon frontera sur en el río Negro, excluyendo a la Patagonia(Navarro Floria 1999a).1 La inclusión de la Patagonia y Tierra delFuego en la obra de Napp responde, sin duda, a la emergencia deuna nueva “conciencia de tarea” referida a lo territorial en la déca-da de 1870, funcional a la situación potencialmente conflictivaque se vivía por entonces con la república hermana de Chile. Ladiferencia resulta evidente en la comparación de los mapas de DeMoussy y de Napp.

Tanto la Descripción de De Moussy como los primeros manua-les para viajeros e inversores –el de Woodbine Parish, de 1839, yel de Alfred Du Graty de 1858-, representaron un país sin indios ysin Patagonia. La misma carencia –desde un punto de vista actual-puede notarse en la cartografía más difundida hasta los últimosaños de la década de 1860, y obviamente en las obras extranjeras

La “Pampa fértil” y la Patagonia en las primeras geografías argentinas 109

1 Los precedentes y motivos de la exclusión de la Patagonia del territorio nacional seencuentran analizados en Navarro Floria 1999b.

sobre la Argentina. Otros ejemplos conocidos son el CoursMéthodique de Géographie de H. Chauchard y A. Müntz (París,1839), que naturalmente no alude en ningún momento a la sobe-ranía argentina sobre la Patagonia; la Geografía Universal de F. H.Ungewitter y H. Meynert (Leipzig, 1854), que considera a laPatagonia res nullius y a Tierra del Fuego británica; y la famosaGeografía universal de Malte-Brun, tan leída en la Argentina perotan poco confiable en lo que se refiere a la Patagonia (ReyBalmaceda 1976: 202-211)2. Entre la cartografía sobre laPatagonia disponible hacia 1870, Rey Balmaceda reseña desde losmateriales coloniales de Cardiel, Falkner, Cruz Cano y Olmedilla, SáFaría y Bauzá hasta el mapa de Arrowsmith y Peterman que acom-paña la obra de Parish –que muestra una Patagonia en color dife-rente de Argentina y de Chile- y el de Musters, que muestra unacorrespondencia perfecta de la costa, de las desembocaduras delos ríos y de la isla de Chiloé pero contiene errores en el dibujo delas islas del sur de Chile y en el interior todavía muy mal conoci-do de la Patagonia.

Dice Daus que “a partir de 1870 se inició un período bri-llante en los estudios fisiográficos en la Argentina... siguiendo lasorientaciones de Oscar Peschel... La etapa de los conocimientosbasados en las noticias de los naturalistas viajeros... quedó repen-tinamente superada”, y también De Moussy (Daus 1978: 307-308).Sin embargo, a través de esa diversidad de miradas persiste y sepuede reconocer una comunidad de intereses, comparando a losdistintos autores que describieron el territorio argentino antes ydespués, o durante esta etapa de transición.3 En función de esta

110 Pedro Navarro Floria- Alejandro Mc Caskill

2 Son conocidas las referencias de Malte-Brun a la "nación de los Arguèles o Césares", des-cendientes de náufragos españoles en un país "extremadamente fértil y agradable" comopobladores de la Patagonia, o al guanaco como "una especie de loro verde": Conrado Malte-Brun, Géographie universelle ou description de toutes les parties du monde sur un plan nou-veau d'après les grands divisions naturelles du globe... sixième edition, Paris, Garnier frères,s/fecha, t. VI (América), pp. 308-312. Malthe Conrad Bruun (n. Dinamarca 1775, m. París1826) fue el fundador de la Sociedad Geográfica de París.3 Cfr. Battcock y Gotta 1999, que estudia las obras Relatos de la Frontera (resultado de unacompilación de cinco artículos publicados en la Revue des deux mondes, entre los años 1876y 1880) y La pampa (1889) de Alfred Ebelot y el Viaje por las pampas argentinas. Caceríasen el Quequén Grande y otras andanzas, 1869-1874 de Armaignac, el primero más cercano

comunidad de intereses es que el trabajo de De Moussy no resultatan claramente superado sino continuamente releído y considera-do. Burmeister valoraba la compilación pero descalificaba el atlas,aunque Estanislao Zeballos afirma que Burmeister se apoyaba fre-cuentemente en él (Martínez Sierra 1975: 207). Napp lo ignorageneralmente a De Moussy, como las reseñas y textos posteriores,aunque todos ellos incorporan algunas contribuciones suyas comola denominación de la Mesopotamia argentina (Daus 1978: 307-308). También según Daus, De Moussy “contribuyó en forma apre-ciable a fijar el acervo toponímico del país. Es indudable queambas publicaciones sirvieron de base para todos los estudios refe-rentes a la materia geográfica de los años inmediatamente poste-riores a su publicación, en particular a las listas y diccionarios detopónimos que se comenzaron a preparar por aquellos años... Enlas publicaciones sucesivas y en determinaciones oficiales en quehubo de requerirse una cartografía general del país, el Atlas deMartin de Moussy fue tenido como fuente principal para aclaracio-nes toponímicas de diversa índole” (Idem, 340-341).

En relación con la finalidad general del trabajo de Napp, sepercibe un tono propagandístico en la estructura y en el conteni-do de la obra. El índice muestra un desarrollo temático que va delo general a lo particular, de lo menor a lo mayor en el orden delinterés político y económico. Comienza con una Introducciónexplicativa y algo promocional, luego continúa con una reseña his-tórica y con la descripción detallada de caracteres físicos de laArgentina (geología, vegetación, suelos) que, a partir de la pági-na 189, se transforma en un texto claramente publicitario, desme-nuzando y detallando las ventajas comparativas que poseen lasactividades mineras, textiles y agrícolas en nuestro país paraatraer inversiones extranjeras. Desde la página 313 la descripciónse refiere a cuestiones de infraestructura, legislación y seguridad,incluyendo estadísticas del comercio exterior argentino, un mapade las fronteras indígenas y otro de las vías de comunicación. Elcapítulo final se refiere a las catorce Provincias argentinas de

La “Pampa fértil” y la Patagonia en las primeras geografías argentinas 111

a los viajeros observadores y el segundo más sistemático pero ambos vistos como valiosostestimonios de la transición de la década de 1870.

entonces y a los Territorios Nacionales, haciendo una descripciónbreve de sus características físicas y ubicación geográfica.Concluye el trabajo con un mensaje del presidente Avellaneda.

La Introducción explica las grandes ventajas comparativasdel país relacionadas con su superficie, su red fluvial, la existen-cia de minerales y el trazado de una red ferroviaria que concentra-ría en el puerto de Buenos Aires la producción primaria de todo elCono Sur americano. Un detalle significativo es la caracterizaciónde la Argentina como un país que “no forma parte de los paísestropicales propiamente dichos” pero rinde los productos de la zonatórrida en su área norte (Napp 1876:3). También se impugnan allílas creencias equivocadas acerca de la infertilidad de la Pampa yde la uniformidad llana del país (Ibídem, 4) y se destacan carac-terísticas de la Constitución Nacional, “incuestionablemente unade las más liberales de todas las Constituciones modernas, aúncomparándola con la de Estados Unidos” (Ibídem, 6). Napp asignaun futuro significativo en el mercado mundial a “las pieles, loscueros, el sebo, la cerda, el tasajo, los huesos” y se anima a pro-yectar la riqueza agrícola argentina nada menos que a “los dos otres siglos siguientes” (Ibídem, 5). Llama la atención la descrip-ción que hace del argentino en el capítulo III, referido a la pobla-ción del país:

... es benévolo y afable con los extranjeros, en esta República nose conoce el nativismo brusco, antes por el contrario, los extran-jeros ocupan aquí una posición distinguida. En un pueblo tandemocrático como el Argentino, no ha sido posible la formaciónde clases y castas, cada uno posee los mismos derechos, no soloen la vida pública sino también en la vida social… porque elArgentino es orgulloso, reconoce espontáneamente la superiori-dad intelectual, pero sin olvidarse de su propio mérito (Ibídem,30).

La obra continúa, como señalamos antes, con una reseñahistórica y con la descripción detallada de caracteres físicos delterritorio nacional, en una serie de capítulos elaborados por cien-tíficos extranjeros de la Academia de Ciencias de Córdoba: Stelzner,

112 Pedro Navarro Floria- Alejandro Mc Caskill

Lorentz, Weyenbergh, Döring, Schickendantz, Siewert. GonzálezBollo señala que los académicos alemanes-cordobeses realizabanaquí “un resumen de sus estudios botánicos, geológicos y edafo-lógicos. Los argumentos que esbozaban no se alejaban de la con-cepción idealista, romántica y sistémica del geógrafo alemán CarlRitter (1779-1859). Con ellos organizaban una ‘poética’ del espa-cio nacional, al tratar de demostrar la influencia benéfica del climadel país en la longevidad de los habitantes o al exaltar las virtu-des estéticas, físicas y morales de los nativos” (González Bollo1999b). En la medida en que la descripción acerca su mirada arecursos específicos –minerales explotables, sulfatos, aguas mine-rales, materias de curtir y tintóreas, etc.- la obra se transforma enun verdadero anuncio publicitario de las ventajas comparativaspara el desarrollo de actividades mineras, textiles y agrícolas en elpaís. Los últimos capítulos se refieren a cuestiones de infraestruc-tura, legislación y seguridad, todas ventajas para atraer inversio-nes extranjeras y población.

En relación con la apertura de la Argentina a los inmigran-tes, por ejemplo, Burmeister, al referirse a la construcción delferrocarril por parte de extranjeros, señala:

... a esto se resiste el sentimiento nacional, sobre todo contra losnorteamericanos. Así se patentiza el odio profundo de los hispa-noamericanos contra la raza más fuerte de los anglo-americanos…Se tiene demasiado temor a la inmigración en masa, porque sesabe que para el trabajo es muy superior a la población criolla,desafecta a las labores rudas (Burmeister 1876: I,118-119).

Quedan así evidenciados tanto el objetivo de cada uno delos autores como los destinatarios de sus obras. Ambos utilizanidiomas extranjeros, pero se dirigen a distintos públicos:Burmeister publica su obra en francés y en alemán, dirigida a losámbitos científicos internacionales, en tanto que el Estado argen-tino publica el trabajo de Napp en castellano, francés, inglés y ale-mán y lo distribuye fundamentalmente en la Exposición deFiladelfia y en los Consulados argentinos en Europa. Napp buscabaproporcionar a la comunidad internacional una muestra de las

La “Pampa fértil” y la Patagonia en las primeras geografías argentinas 113

riquezas argentinas con el propósito manifiesto de atraer capita-les e inmigración, mientras que Burmeister, en cambio, tenía unobjetivo estrictamente científico y su horizonte de referencia loconstituían las instituciones científicas europeas (Asúa 1989:351).

A modo de conclusión

Tanto Hermann Burmeister como Ricardo Napp dan un pri-mer paso hacia una regionalización de la República Argentina yespecialmente sus descripciones y análisis de la realidad de laPampa argentina evidencian una nueva manera de concebir laregión. Aunque ambos autores dan mayor peso al carácter des-criptivo y a los atributos naturales que definen la región y no plan-tean una regionalización desde las actividades productivas, socia-les o los atributos históricos, se puede descubrir en sus textos unaincipiente mirada estructural de la región, acercándose al modo enque la Geografía la concibe hoy, sin perder de vista las divergen-cias en los puntos de vista de los autores y los criterios para tra-tar la misma temática.

Esta diferencia puede estar dada a partir de los objetivosque persigue cada uno al momento de publicar su obra: Napp pre-tendía promocionar a la Argentina en el concierto mundial y asípromover la inmigración y las exportaciones, además de realizar unaporte a la ciencia mundial; en tanto, subvencionado por el Estadoargentino, Burmeister editaba, distribuía y vendía su obra –asílograba difundir su trabajo- con la mira puesta más estrictamenteen la comunidad científica de Europa. El mandato de mostrar todoel país al que respondía Napp lo convierte en un intérprete másprofundo –por cuanto propugna llevar la frontera productiva hastala agricultura- y más extenso –al incluir la Patagonia en el país-de la Argentina en construcción.

114 Pedro Navarro Floria- Alejandro Mc Caskill

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La “Pampa fértil” y la Patagonia en las primeras geografías argentinas 117

Pedro Navarro Floria / Compilador

PATAGONIA: ciencia y conquista

La mirada de la primera comunidad científica argentina

Pedro Navarro Floriacompilador

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Primera Edición: agosto 2004 / 200 ejemplares

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ISBN 987-1154-33-X

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INDICE

Prólogo, por Irina Podgorny . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación: idealismo,materialismo y empirismo en el credo de la primera cienciaargentinapor Leonardo Salgado y Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . .37

La mirada de la "vanguardia capitalista" sobre la frontera pam-peano-patagónica: Darwin (1833-1834), Mac Cann (1847),Burmeister (1857)por Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61

La "Pampa fértil" y la Patagonia en las primeras geografíasargentinas (1876)por Pedro Navarro Floria y Alejandro Mc Caskill . . . . . . . . . .101

La invención de los ancestros: el "patagón antiguo" y la cons-trucción discursiva de un pasado nacional remoto para laArgentina (1870-1915), por Pedro Navarro Floria, Leonardo Salgado y Pablo Azar . . .119

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina en lasegunda mitad del siglo XIXpor Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .147

Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .171

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .173

Patagonia Ciencia y Conquista 5

CAPITULO 4

La invención de los ancestros: el “patagón antiguo”y la construcción discursiva de un pasado nacionalremoto para la Argentina (1870-1915)

Pedro Navarro FloriaLeonardo Salgado

Pablo Azar

Nos proponemos demostrar que la idea de la existencia de un“patagón antiguo” respondió a la necesidad política de imaginar, afines del siglo XIX, un pasado remoto para la joven nación argenti-na. Estudiamos en su contexto histórico una serie de trabajos antro-pológicos de las décadas de 1870 y 1880, del argentino F.P. Morenoy del alemán-argentino H. Burmeister, y de escritos de divulgacióndel argentino E.S. Zeballos. Los primeros muestran la relación entrelos intereses nacionalistas y los debates científicos vigentes en laépoca; los segundos constituyen el relato histórico funcional a aque-llos intereses.

En dos trabajos recientes (Navarro Floria y Azar 2001;Navarro Floria, Azar y Salgado 2002) hemos sometido a considera-ción el tema de la realización en tierras norpatagónicas, en ladécada de 1870, de una importante colección de cráneos tehuel-ches, la trayectoria de esa colección por diferentes gabinetesantropológicos de la época y la significación que estudiosos argen-tinos –como Francisco P. Moreno y Estanislao S. Zeballos- y euro-peos –como Hermann Burmeister, Paul Broca o Paul Topinard- lesasignaron como restos humanos mucho más antiguos de lo quefinalmente resultaron ser. Señalábamos allí que la descripción delos cráneos por Moreno y Burmeister contribuyó oportunamente ala mise en scène de los indígenas de la Pampa y la Patagonia en elescenario de la antropología europea y a construir una imagen

etnográfica heterogénea de los indígenas americanos, y que pos-teriormente Moreno, Zeballos y otros ideólogos de la conquistapampeano-patagónica harían uso político de esas caracterizacio-nes en función de intereses nacionalistas. Nos interesa particular-mente discutir aquí el tema del supuesto descubrimiento del“patagón antiguo”, o de su invención. En función de este concep-to de invención en tanto producto intelectual intencional, propon-dremos también un cuestionamiento acerca de la cientificidad dela construcción del pasado nacional. Más que apoyo del relato sim-bólico de la nacionalidad y fuente de proyecciones extracientíficas(Quijada 1998:29), el concepto de “patagón antiguo” y su carac-terización como ancestro nacional argentino parecen ser el resul-tado de una proyección de determinados intereses políticos sobre uncampo científico. Nuestra hipótesis es que en una época en que lasrazones políticas se imponían con fuerza acumulativa disfrazándo-se tras “el omnipresente cientifismo” y provocando “el coetáneocansancio de la razón” (Peset 1983:10), el “patagón antiguo” fuemás una invención que un hallazgo, y el relato político construi-do sobre esa invención -mucho más allá del desarrollo antropoló-gico del concepto- contribuyó a la construcción discursiva de unpasado nacional de larga duración para la Argentina, en el que seintegrarían imaginariamente los pueblos indígenas que en esos mis-mos años eran privados de sus tierras, sus derechos y sus vidas.

La colección de cráneos patagónicos

El mismo Moreno nos relata cómo y con qué ideas comenzósu colección de cráneos patagónicos. En 1872 –contando con sola-mente veinte años de edad- recibió de un amigo de Carmen dePatagones algunos objetos provenientes, aparentemente, de para-deros y cementerios indígenas del Valle Inferior del río Negro iden-tificados por el etnólogo italiano Pellegrino Strobel y por el viaje-ro inglés George Musters (Moreno 1874:2). Una primera salida decampo por esos lugares le sirvió para recolectar una cantidad

120 Pedro Navarro Floria - Leonardo Salgado - Pablo Azar

importante de material e identificar “singulares formas craneanasque indicaban elementos étnicos distintos, puros y mezclados,esparcidos en un espacio muy limitado”. Sucesivos viajes realiza-dos en los años siguientes le permitieron ampliar su colección ycomparar los cráneos que suponía muy antiguos con otros con-temporáneos: “Las dos visitas al río Negro me dieron por cosechaochenta antiguos cráneos de indígenas, más de quinientas puntasde flecha trabajadas en piedra, muchos otros objetos y algunoscráneos y utensilios actuales” (Moreno 1997:10-15).

Para ese entonces, es importante señalar que tanto Morenocomo el director del Museo de Buenos Aires, Hermann Burmeister,ya habían presentado los resultados de estas primeras excursionesa la comunidad científica internacional. Moreno había hecho antela Sociedad Científica Argentina y ante la Sociedad deAntropología fundada y presidida en París por Paul Broca una des-cripción detallada de sus hallazgos. Burmeister había llevado alCongreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica(Bruselas, 1872) una descripción somera de algunos objetos indí-genas –entre ellos, cuatro cráneos del río Negro aportados porMoreno-, sin avanzar en su tipificación (Burmeister 1873:342-351).

Ninguno de los dos habían adelantado conclusiones, hastaentonces, acerca del tipo al que correspondían los cráneos des-criptos, como luego veremos. En realidad, la suposición inicial deMoreno de hallarse ante “el curioso problema de la existencia deuna raza primitiva dolicocéfala... base cierta de la historia nacio-nal antigua de la República, la que siempre debe principiar por elestudio de las razas primitivas que habitaron su suelo en otrasépocas” (Moreno 1876) se vio pronto desmentida. Aunque quisoidentificar esa raza primitiva dolicocéfala en algunos de los restoshallados, debió admitir que los tehuelches contemporáneos no sehallaban relacionados con ella (Moreno 1997:395-396 y 1882:13).Tampoco Burmeister encontraba razones para determinar la perte-nencia de los cráneos tehuelches a un tipo definido (Burmeister1879:37).

Sin embargo, es claro que la referencia inmediata a la comu-

La invención de los ancestros: el “patagón antiguo” 121

nidad científica europea no había sido inocente. Buscaba insertarla propia tarea científica en uno de los campos que más expecta-tivas despertaba por entonces. Nos relata Moreno:

Mi vocación estaba decidida: había descubierto un tesoro cientí-fico y era necesario explotarlo.La gran cuestión del hombre fósil cuya existencia, aún no hacemuchos años, era considerada como un mito, acababa de sersometida a discusión por eminentes sabios, y los congresos y reu-niones arqueológicas y antropológicas llamaban la atención delmundo entero.... Desde entonces, mi mayor anhelo fue contribuir con mi humildeconcurso a esos adelantos .... (Moreno 1997:11-13)

La buscada inserción de los cráneos patagónicos en el deba-te científico internacional daba sus resultados a través de loscomentarios alentadores de Paul Broca a Moreno y de las conclu-siones que adelantaban tanto Paul Topinard como el patólogo ale-mán Rudolf Virchow acerca del tipo étnico supuestamente hallado(Moreno 1882:13). Virchow, inicialmente cauteloso, segúnBurmeister, terminaba concluyendo que los tehuelches eran doli-cocéfalos y los araucanos braquicéfalos (Burmeister 1879:37).Topinard, miembro de la Sociedad de Antropología de París y autorde L’anthropologie (Paris, 1876), presentaba y describía al “tipoamericano”, abarcativo de todos los americanos contemporáneosexcepto los esquimales, siguiendo al médico estadounidenseSamuel G. Morton1, pero inmediatamente distinguía un “elementoamericano mogol” de “otro elemento de caracteres salientes”. Este

122 Pedro Navarro Floria - Leonardo Salgado - Pablo Azar

1 Morton (m. 1851) fue autor de los siguientes trabajos: Crania Americana (1839), BriefRemarks on the Diversities of the Human Species (1842) y Crania Aegyptiaca (1844). S.J.Gould, La poligenia y la craneometría norteamericanas antes de Darwin: los negros y losindios como especies separadas e inferiores, en S.J. Gould, La falsa medida del hombre,Barcelona, 1997, 70-79 y 84-87, considera a la obra de Morton un sorprendente conjuntode falsas correlaciones y errores de cálculo, omisiones, incongruencias y tergiversacionesderivadas de una poderosa convicción a priori consistente en la superioridad de los blancosy la inferioridad de los negros, los indios americanos y demás “coloreados”. Sobre los racis-mos estadounidense e inglés, v. Peset 1983:16-77.

otro tipo era nada menos que el “tipo patagón... resto de algunaraza primitiva” e inesperadamente semejante a los esquimales,como lo demostraba a continuación describiendo los cráneos pre-sentados por “Monsieur Moreno”: “¿Serían acaso los tehuelches elelemento dolicocéfalo autóctono de la América, que, por su cruza-miento con una raza de Asia, habría dado origen al tipo america-no actual?” ¿Serían los esquimales “una nueva forma de cruza-miento del mismo elemento asiático braquicéfalo con el propioelemento autóctono americano dolicocéfalo”? (Topinard1880:CXLVII-CXLIX, bastardillas nuestras).

Conviene apuntar que entre 1860 y 1871 se había reconoci-do en Europa al hombre de Neanderthal y al hombre de Cro-Magnon, acentuadamente dolicocéfalos, y que en base a estoshallazgos Broca había formulado, contra Anders Retzius, su hipó-tesis de la dolicocefalia en restos humanos antiguos. El debateeuropeo se encontraba por entonces en su máxima intensidad, pro-vocado por los intentos –fundamentalmente de los pangermanis-tas alemanes- de encontrar fundamentos étnicos –en el conceptoa la vez lingüístico y anatómico de “raza”- para los nacionalismos.La guerra franco-prusiana de 1870-1871 no había hecho más quereavivar la discusión. Broca, De Quatrefages y otros franceses rei-vindicaban el carácter civilizador de los eslavos y celtas braquicé-falos, considerando a los “dolicocéfalos rubios” no padres de lacivilización europea sino ancestros primitivos (Orsucci 1998:1-9).2En este sentido, los cráneos tehuelches llevados por Moreno aParís, aunque no fuesen probadamente dolicocéfalos ni tampocoantiguos parecían reforzar la hipótesis de Broca y fueron recibidoscon entusiasmo por él y por sus discípulos. Como señala Quijada,el estudio de los cráneos patagónicos generó algunas conclusionesimportantes para la naciente antropología argentina. En primerlugar, contribuía a la idea –generada y potenciada por Moreno,

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2 Un intento similar al de Moreno y Burmeister en cuanto al propósito de generar un rela-to nacionalista vinculado con el debate europeo contemporáneo, pero desde el campo dela lingüística, fue emprendido por Vicente Fidel López con su obra Les races Aryennes duPérou (París, 1871); cfr. M. Quijada, Los ‘incas arios’: historia, lengua y raza en la cons-trucción nacional hispanoamericana, Historica (Lima), XX:2 (1996).

Burmeister y después Zeballos- de la existencia de un “patagónantiguo” equiparable en antigüedad al Neanderthal. En segundolugar, esto abría la puerta a la posibilidad de hablar de un origenamericano del hombre. Finalmente, se relegaba definitivamente alolvido la hipótesis –ya cuestionada por d’Orbigny en 18293- de laexistencia de un “tipo americano” único y se reforzaba la idea deun poligenismo del hombre americano.

La colección de cráneos y restos arqueológicos le valió aMoreno la creación del Museo Antropológico de la Provincia deBuenos Aires, a fines de 1877, y el envío de un album de fotogra-fías de los cráneos a la Exposición Universal de París, al añosiguiente (Moreno 1882:14).

La invención del “patagón antiguo”

Desde sus primeras indagaciones, Moreno había subrayadola originalidad de los restos americanos y la diversidad de “tipos”identificables entre ellos. Como nos relata acerca de 1874, lohabía hecho notar a sus colegas europeos: “contribuyendo almismo tiempo a hacer dudar más de la pretendida unidad del tipoamericano... distinguí un tipo primitivo desconocido hasta enton-ces”. Había comunicado su “descubrimiento” a Broca –que lohabía comentado en París en ese mismo año (Camacho 2000:10)-y había recibido de Topinard un fuerte espaldarazo para lanzar alruedo su idea “de una raza dolicocéfala autóctona en América”.Moreno relata que hasta 1880 no se sintió suficientemente segu-ro como para exponer su teoría en ámbitos internacionales, perosí para buscar mejores fundamentos en el trabajo de campo(Moreno 1882:12-15). Como era lógico, entonces, las primeras

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3 Entre los tehuelches y otros pueblos de más al norte “se halla tal diferencia que uno sesiente tentado a creerse lejos de la región habitada por la nación americana consideradacomo tipo”, decía A. d’Orbigny, Viaje a la América Meridional, Buenos Aires, Futuro, 1945,tomo III, p. 694; cfr. P. Navarro Floria, Ciencia de frontera y mirada metropolitana: las cien-cias del hombre ante los indios de la Araucanía, las Pampas y la Patagonia (1779-1829),Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (BuenosAires), 17 (1998), 131.

conclusiones de los antropólogos europeos repercutieron sobre laincipiente comunidad científica argentina y le brindaron elemen-tos para su discurso sobre la existencia de una “raza primitiva”nacional. Al solicitar ayuda económica a la Sociedad CientíficaArgentina a fines de 1875 para una nueva excursión a laPatagonia, Moreno explicaba:

Esto completaría los estudios que he hecho en el valle del ríoNegro y me daría la solución del curioso problema de la existenciade una raza primitiva dolicocéfala, la más antigua quizás que habi-tó el suelo argentino, sobre todo en su parte Sur, la que hoy sehalla ocupada por tribus braquicéfalas como lo son todas las razasamericanas, a excepción de las esquimales y tres o cuatro ejem-plares de individuos aislados de otras tribus.Esta raza primitiva que vivió en lejanas épocas en la provincia deBuenos Aires y río Negro, ha dejado rastros de su pasada existen-cia, solo en algunos cráneos y objetos industriales, sepultados enlas capas de nuestros aluviones modernos, y aún en las más ele-vadas del terreno cuaternario, habiendo sido probablemente exter-minada en esos parajes, por indios de raza araucana que, bajo elnombre de Pehuelches [sic], Huilliches, Moluches y Pehuenches,habitan ahora ese mismo suelo.Tanto más digno de estudiarse es este hecho, cuanto que conoce-mos que sin excepción todas las razas primitivas y fósiles han per-tenecido a ese tipo, el que aún se conserva en los últimos puntoshabitables de las regiones árticas, y al sur del Trópico de Cáncerrepresentado por los Negros del África Occidental, los Cafres, losHotentotes y Boschimanos, los Árabes, los Neo-caledonianos y losAustralianos, etc. A esto hay que agregar que el célebre Virchow ensu nota sobre los cinco cráneos que he tenido el honor de enviar-le dice que tienen más analogía con los indios del Brasil, añadien-do por mi parte que el estudio que he hecho de una serie de ciencráneos completos y anormales de esta raza, me da la certeza de lapresencia en épocas ante-históricas, de una raza australiana inter-mediaria entre los australianos y los neo-caledonianos en laPatagonia Septentrional y Buenos Aires, lo que puede comprobarsetambién por el encuentro en el Perú y República Argentina de algu-nos objetos fabricados solo por los habitantes de Tahití y NuevaZelandia. Estudiando las corrientes ecuatoriales, sobre todo la

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corriente de Humboldt y los trabajos del capitán de navío Mr.Kuhablet y últimamente los hechos por la expedición del‘Challenger’ nace la idea del descubrimiento probablemente involun-tario de la costa occidental de América por los polineses, los gran-des navegantes del hemisferio sud, como los escandinavos lo fue-ron del Norte. Quizás en mi viaje encuentre vestigios vivos de estaraza, que puedan darnos una visión satisfactoria. (Moreno 1876,bastardillas nuestras)

Podemos ver de qué modo, en las sucesivas hipótesis que sefueron encadenando en torno de los cráneos patagónicos, se fueconstruyendo sin mayores fundamentos científicos una serie decorrelaciones: entre tehuelches contemporáneos (cráneos moder-nos) y “patagones antiguos”, en función de una dolicocefaliasupuesta e interpretada como rasgo inequívoco de antigüedad, yentre “razas primitivas” y restos “fósiles”, fundamentalmentemediante su asociación a fauna extinguida. De este modo, del sim-ple hecho de haber hallado cráneos dudosamente dolicocéfalos seinfería, prácticamente, la existencia de un “hombre terciario” pam-peano-patagónico.

En su viaje a la Patagonia Austral de 1876, Moreno buscócorroborar, efectivamente, la hipótesis del “patagón antiguo”.Tomó varias medidas -entre ellas, la circunferencia del cráneo- yrealizó el cálculo del índice cefálico de distintos grupos de indí-genas –hombres tehuelches “puros”, indígenas de “sangre mezcla-da”, mujeres adultas y mujeres jóvenes- y los comparó entre sí. Suconclusión fue entonces que se encontraba ante los ocupantesmodernos, emigrados desde más al norte, de un territorio habita-do antiguamente por “otras razas mucho más antiguas [...] de lasmás dolicocéfalas que han existido en la tierra” (Moreno1997:392-396). Años después, Moreno volvía a sostener la corre-lación entre el “tipo” supuestamente antiguo y “los tipos humanosque hoy consideramos razas inferiores: australianos actuales, pata-gones extinguidos” (Moreno 1882:4).

Burmeister, a su vez, seguramente motivado por el impactoque habían provocado los trabajos de Moreno en el ámbito cientí-fico internacional, se encontró comprometido a ampliar la infor-

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mación que había presentado en 1872 sobre su estudio de los crá-neos tehuelches. En su Descripción física de la República Argentina,editada parcialmente entre 1876 y 1879, el director del Museo deBuenos Aires dedicó buena parte del capítulo referente a la pobla-ción indígena, a los cráneos patagónicos. Tras presentar a la “razaamericana” como una de las cinco admitidas clásicamente porBlumenbach, observa algunas diferencias entre los tehuelches ylos demás pueblos indígenas, fundamentalmente en relación con latalla. Burmeister apoya sus ideas acerca de la particularidad racialamericana en una cuidadosa descripción de rasgos físicos que tam-bién resulta funcional a la distinción de los tehuelches: mientraslos americanos en general tienen las extremidades relativamentepequeñas, “entre los grandes patagones las manos y los pies, enlos dos sexos, son bastante grandes, porque el trabajo perpetuoaumenta las dimensiones” (Burmeister 1879:33-34).

Llegado al punto de decribir los cráneos, Burmeister no hacereferencia a los estudios franceses sino, en una actitud caracterís-tica en él, a los de su compatriota Virchow, destinatario de suenvío a Berlín: “Virchow, primero, ha publicado algunas observa-ciones que hacen sospechar que las variedades del tipo son muyconsiderables, y que presenta caracteres pertenecientes tanto altipo dolicocéfalo como al braquicéfalo”. Virchow sería, efectiva-mente, en el debate europeo, uno de los principales impugnadoresdel pangermanismo y crítico de la intromisión de argumentosnacionalistas en la antropología (Orsucci 1998). A continuación,en una extensa nota a pie de página, Burmeister aclara que loscráneos enviados por él “y donados a la Sociedad Antropológicapor el señor Francisco Moreno” sirvieron para que Virchow probara“que los tehuelches de la costa oriental de la Patagonia son bas-tante dolicocéfalos, y que los araucanos del otro lado, al pie de lasCordilleras, son braquicéfalos”. La información se completa con uncuadro similar al publicado en Bruselas pero con el agregado de lasmedidas de otros tres cráneos. Según Burmeister, Virchow ha con-siderado a los cráneos tehuelches “subdolicocéfalos”, y a los dosde “las naciones occidentales de la Pampa vecina de los araucanos,...positivamente braquicéfalos”. Él cuestiona esa conclusión: “Me

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parece, por mis propias medidas, que la diferencia es puramenterelativa, y de ninguna manera suficientemente fuerte para que sepueda decir que uno de los cráneos es dolicocéfalo y el otro bra-quicéfalo” (Burmeister 1879:44). Sin embargo, en otra parte delescrito se inclina decididamente en favor de la tesis de los “pata-gones antiguos” autóctonos:

En general, comparto la opinión de este autor [Virchow], de quelas naciones del este, como las que existen todavía en el Brasil yque existían antes en nuestras provincias del este, hasta la des-embocadura del río de la Plata, pertenecen a otra familia origina-ria [...] Las naciones que habitan la Patagonia me parecen des-cendientes de otro tipo originario, y sus diferencias locales prove-nientes de su manera de vivir y del antagonismo que existe entreellas. Probablemente los tehuelches, menos guerreros que losaraucanos, son descendientes de las naciones orientales, origina-rias del Brasil, obligados antiguamente a ceder lugar a los temi-bles querandíes y a retirarse más hacia el sur. Los querandíes, des-cendientes de la Cordillera hacia la planicie patagoniana, se espar-cieron entonces hasta la desembocadura del río de la Plata. Losindios que viven más al norte de esta desembocadura, pertenecena la gran familia guaraniana, que fue célebre en los tiempos de laconquista por su natural más dulce y bien diferente de los queran-díes; conocían la agricultura, cuando estos otros no cultivabannada a orillas del río de la Plata, viviendo solamente de la caza yde la pesca (Ibídem:38-39, bastardillas nuestras).

Burmeister adhiere así a la hipótesis que también defende-ría Moreno, de la existencia de una “familia” común desde el estedel Brasil hasta la Patagonia a lo largo de la costa atlántica.Conjetura la no pertenencia de los desaparecidos querandíes –hoyconsiderados tehuelches septentrionales- a esa familia, en razónde su belicosidad. En coherencia con esto, apoya la idea de la“familia” láguida-tehuelche en las experiencias de trato pacíficocon los europeos desarrolladas tanto en el área guaraní como entierras tehuelches. Burmeister, que al principio no se había intere-sado por ese aspecto del estudio antropológico de los indígenasargentinos, se preocupó por ponerse a la par de Moreno y adherir

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a las hipótesis principales de su discípulo y de sus interlocutoreseuropeos. Pero lo más interesante del caso parece ser el señala-miento típicamente romántico –por lo tanto, propio del contextoexplicativo de Burmeister- del “natural” o carácter psicoafectivocorrespondiente a cada tipo de cráneo: “dulce” y de hábitos agri-cultores en “la gran familia guaraniana”, autóctona de las tierrasrioplatenses; “temible” y de hábitos cazadores en los supuestosquerandíes, alóctonos.

En cuanto a los pobladores contemporáneos de la Pampa yla Patagonia, de los primeros descenderían los pacíficos tehuelchesy de los segundos los “guerreros” araucanos. Una primera extrapo-lación de conceptos políticos al terreno científico, en busca de lainvención de un ancestro indígena autóctono y pacífico para losargentinos. De este modo, la explicación acerca del origen de lostehuelches –por tanto, en la interpretación de la época, de losargentinos- se bifurca. De un lado, el “patagón antiguo” inventa-do por Moreno y Topinard, representante de una supuesta razadolicocéfala autóctona. Del otro, una “familia originaria” de“naciones orientales” cuya determinación se desvincula de la cues-tión de los cráneos y pasa a depender de datos psicológicos, cuyaincertidumbre está de más señalar.

Es importante destacar que a esta altura de la trayectoria delos cráneos patagónicos, para quienes no estaban involucradosprofesionalmente en el debate antropológico, las implicacionesestrictamente científicas de uno u otro postulado carecían absolu-tamente de interés. Esto fue puesto de manifiesto, por ejemplo,cuando se debatió en el Congreso de la Nación el otorgamiento deun subsidio a Francisco P. Moreno mediante la compra de una can-tidad de ejemplares de su Viaje a la Patagonia Austral, en 1879. Eldiputado Miguel Cané destacaba el renombre internacional deljoven naturalista e interpretaba que el hallazgo de restos humanosde distinto tipo que los europeos colocaba a Moreno en la van-guardia del poligenismo de moda. El senador Aristóbulo del Vallelo defendió, en cambio, de quienes lo acusaban de ateísmo ymaterialismo, citando párrafos de la obra en que Moreno adhería auna concepción monogenista tradicional. Sin embargo, la disputa

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quedó claramente subordinada al interés político que representa-ban los trabajos de Moreno para la apropiación simbólica de terri-torios sin Estado (Podgorny 1999:162), como manifestaron lasvoces de peso de los senadores Bartolomé Mitre, Manuel Pizarro ylos mismos Cané y Del Valle, entre otros (Congreso 1879a:226 y568-574; Congreso 1879b:475-493).

Una historia científica de los argentinos

Nos alejaremos aquí de las sucesivas determinaciones reali-zadas sobre los cráneos, para observar el modo y el momento enque el interés político por estructurar un relato acerca de la nacio-nalidad logró infiltrarse en el discurso antropológico y producir lainvención del “patagón antiguo” como ancestro de los argentinos.Desde este punto de vista se diluye la antinomia entre un Morenosupuestamente evolucionista y un Burmeister supuestamente fijis-ta. Hasta la aparición de las primeras obras de FlorentinoAmeghino sobre la cuestión antropogenética, a fines del siglo XIXo principios del XX, no parece haber una explicación claramenteevolucionista o transformista de los diferentes cráneos encontra-dos: incluyendo La antigüedad del hombre en el Plata (1880), ladesaparición del “patagón antiguo” –concepto que Ameghinocompartió hasta entonces- fue explicada a través de desplaza-mientos (Moreno 1880).

Ya señalamos el interés de Moreno, manifiesto desde sus pri-meros trabajos, por establecer una genealogía de los argentinosremontándose a tiempos geológicos y fundando la “base cierta dela historia nacional antigua de la República”. Los brasileños yatenían sus cráneos de Ceará y Lagõa Santa, y la idea de un “hom-bre terciario” argentino tomaba la forma de una cuestión de honornacional (Moreno 1882:14). En este aspecto, Moreno no se aleja-ba del fundador de la historiografía nacional argentina, BartoloméMitre, autor de una singular “integración del pasado en una únicalínea continua predestinada al progreso”. En este sentido, la his-toriografía argentina comenzaba a diferenciarse claramente de las

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tesis sociológicas de la generación romántica representada porDomingo F. Sarmiento y Juan B. Alberdi, para quienes los pueblosindígenas no integraban ni realmente ni imaginariamente la nacio-nalidad. “En la construcción de Mitre, la Argentina surge de un ori-gen en el que los distintos grupos no constituyen una sociedaddividida verticalmente por fronteras étnicas entre conquistadoresy conquistados, sino precozmente unificada en torno a ‘una nuevaraza destinada a ser la dominadora en el país’” (Quijada2000a:43)4, los criollos pobres, libres e iguales de los pueblosmestizos coloniales.

La explicación de la teoría moreniana (Moreno 1882:16-44)es impecable. Consiste, básicamente, en establecer la existencia deun “hombre terciario” mediante la asociación de restos humanoscon fauna extinguida, considerada “fósil”. La asociación con faunaextinguida permitía, por un lado, extender notablemente la anti-güedad del hombre, y por otro lado, al considerarlo un génerosujeto a evolución, suponer que aquel “hombre terciario” debiópertenecer a una especie diferente de la del hombre actual. Lostrabajos arqueológicos de la época revelaban la existencia de estosrestos antiguos en latitudes altas, en ambos hemisferios, y com-plementariamente la presencia de analogías entre América del Sury Oceanía. De allí deducía Moreno la existencia de un antiguo con-tinente austral, hoy sumergido, y el posible origen en esas tierrasdel antiguo “tipo puro” dolicocéfalo. La dinámica evolutiva clara-mente propuesta por Moreno en su ponencia –acentuando laimportancia de los factores ambientales en el caso de los pobla-dores australes- habría llevado a la conservación de solamentealgunos grupos aislados de dolicocéfalos puros en el norte (esqui-males e iroqueses) y en el sur (australianos, neocaledonianos,“patagones antiguos y ciertos fueguinos”, botocudos, tobas). En elNorte, al mezclarse con invasores braquicéfalos introductores de lacivilización –hipótesis muy al tono con el debate europeo de esosaños, como hemos visto-, y en el Sur tanto por mestizaje como por

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4 Quijada cita aquí a T. Halperin Donghi, Mitre y la formulación de una historia nacionalpara la Argentina, Anuario del IEHS (Tandil), 11 (1996), 57.

factores ambientales, habrían nacido las primeras civilizaciones.Los que retrocedieron, como los australianos, o los que simple-mente no evolucionaron, como los fueguinos, dieron lugar al“hombre-animal” observado por los navegantes europeos colonia-les.

Sin embargo de esta explicación acerca del origen del hom-bre y de las civilizaciones en las latitudes altas de ambos hemis-ferios, Moreno deja abierta la posibilidad –que luego dará por cier-ta- de que el núcleo originario haya sido uno solo y se haya encon-trado en tierras australes. En primer lugar, afirmando que el “hom-bre fósil europeo” bien pudo ser de origen austral. Más adelante,constatando que en América “tenemos todas las etapas del des-arrollo humano físico y moral, lo que atestigua una remotísimaevolución, haciéndonos pensar que bien puede suceder que lle-guemos a descubrir que lo mismo que el hombre primitivo fue aus-tral, la civilización primitiva de la Tierra lo fuera también”(Ibídem:41). La hipótesis se refuerza con la idea de que “el núcleocivilizado del Asia parece haber llegado allí de otras regiones”. Unaprimera conclusión, entonces, es:

En la región central de Bolivia y norte de la República Argentinaestá el núcleo de donde irradiaron las sociedades americanas. Enel territorio argentino han vivido los hombres más antiguos que seconocen, iguales, físicamente, a los europeos cuaternarios y a losaustralianos actuales. Este país es un resto del Continente Australsumergido, donde se inició el desarrollo humano y de donde par-tió para extenderse sobre el globo. (Ibídem:39)

El orgullo nacionalista no se detenía allí. Estas eran conclu-siones alcanzables por los científicos argentinos –de los queMoreno se consideraba implícitamente paradigmático- porque“solamente en [el Museo de] Buenos Aires es donde los argentinospodrán ver desfilar la larga serie de la evolución física y social desus antepasados” (Ibídem:43). Pero todavía faltaba ligar esa expli-cación acerca del origen de las civilizaciones con un presenteargentino que combinaba, a fines del siglo XIX, la presencia depueblos indígenas que la comunidad científica consideraba expo-

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nentes de las razas inferiores, con el “progreso” traído por los con-quistadores e inmigrantes europeos y sus descendientes locales. Elcierre que permitiría completar el relato nacionalista se encuentracasi en las últimas líneas de la conferencia:

El hombre que levantó las pirámides de Egipto, aquel que civiliza-ra la Caldea, que creara más tarde la poderosa civilización deOccidente, partió de las regiones australes. ...La onda vuelve y fer-tiliza con sus nuevos componentes a América, convirtiendo así suhumilde cuna en la tierra privilegiada. (Ibídem:43-44)

En conclusión final, la Argentina, origen del género humanoy de la civilización, reconciliaba en su suelo a los últimos restosvivos del dolicocéfalo antiguo con sus descendientes más evolu-cionados, que desembarcaban volviendo al hogar después de unlargo periplo civilizatorio. La introducción de la lógica evolucio-nista en el relato nacionalista es de importancia capital. El con-flicto espacial entre civilización y barbarie era así sustituido, en elplano ideológico, por un conflicto histórico, entre pasado y pre-sente: “lo que concierne al indio, la naturaleza que lo circunda ysu misma presencia, es anulado, remite a una ausencia, en cuantoes la proyección de un anacronismo. Se trata de un conflicto entrela contemporaneidad-modernidad y la prehistoria. La campaña deldesierto debe corregir tal anacronismo” (Blengino 1996:133).Quijada destaca el rol unificador del territorio –“la alquimia de latierra”- en esta construcción intelectual de la historia nacional: “Elvínculo de unión entre el ‘patagón antiguo’ y los pobladoresrecientes no era, ni podía ser, racial ni genealógico, sino que veníadado por el hecho de compartir un mismo territorio..., el territo-rio nacional”, y ese vínculo hizo posible que los pueblos indígenasdel Sur argentino fueran masacrados físicamente al mismo tiempoque reivindicados como ancestros nacionales y reconocidos –lossobrevivientes- como ciudadanos (Quijada 2000b:180 y 203).Solidaridad telúrica adecuadamente representada por el Museo deLa Plata, fundado y dirigido por Moreno (Podgorny 1995; Quijada2000b:208).

Sólo faltaría agregar, entonces, que la evolución por selec-

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ción natural no se detendría en la génesis de las civilizaciones. Lodiría ese mismo año de 1882, en el homenaje realizado en elTeatro Colón de Buenos Aires al recién fallecido Charles Darwin, elprimo y amigo de Moreno, Eduardo Ladislao Holmberg:

En el reino de los animales tenemos al Indio.¿Es justa la causa del Indio?Argumentando sin mucha dialéctica, el Indio defiende su tierra,que le hemos usurpado, nos hiere, nos mata, nos roba.¿Hace bien? Es claro, o no. Lucha por la vida [...] luchamos tam-bién nosotros por la vida, con buenas ideas, con buenas armas,con buenos recursos, no hacemos más que poner en juego nues-tras ventajas.¿Hacemos bien? Esto es una pregunta.’Luchamos por la vida’. Esto es una contestación. (Holmberg1882:65-66)

Patagones argentinos y araucanos invasores

En el clima común de ideas posterior a la guerra de con-quista de la Pampa y la Patagonia desatada en 1875, la prioridadpolítica de integrar simbólicamente a los mismos pueblos indígenasque se eliminaba cultural y físicamente determinaba, en buenamedida, las conclusiones científicas acerca de los dueños de las nue-vas tierras. En este contexto, fue el periodista, geógrafo, políticoy escritor Estanislao Zeballos quien enunció las extrapolacionesmás poderosas desde el campo del discurso político nacionalizadorhacia los textos científicos que él mismo producía o divulgaba. Enlos mismos años en que se discutía en los gabinetes antropológi-cos el lugar de los restos humanos patagónicos en la historia glo-bal de la especie, Zeballos desarrolló -para sus lectores militares ypara el público en general- una imagen fuertemente politizada(nacionalizada) de los pueblos indígenas de la frontera sur, ytransformó definitivamente la recolección de cráneos en una cace-ría de trofeos destinada a corroborar sus postulados políticos.

Ya en La conquista de quince mil leguas (1878) Zeballos tra-

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zaba una clara distinción entre los invasores “araucanos” y lostehuelches “naturalmente preparados para la civilización”, que“algún día serán la base de la población argentina de la Patagonia”(Zeballos s/f:255 y 322-324). En un texto más elaborado, el Viajeal país de los araucanos (1881), el mismo autor relata con lujo dedetalles sus encuentros con indígenas y paisanos vivos y muertosen la Pampa. Al coronel indígena Manuel Grande le hace ver “quehabía cumplido sus deberes de indio argentino contra los indioschilenos” (Zeballos 1960:108). Saquea tumbas indígenas enGuaminí, Quethré Huinthrú y la sierra de Lihue Calel. En el primersitio, “cincuenta cráneos extraídos de los cementerios araucanosde Guaminí y que están agregados a mi Museo, fueron cuidadosa-mente elegidos, y son tipos cuyas formas acusan plenamente lapureza primitiva que buscaba” (Ibídem:138). En el segundo, nosrelata, “hice una colección de la mayor importancia, de utensiliosy objetos de fabricación indígena, así como de cráneos elegidosentre aquellos de tipo más puro” (Ibídem:210). En el último lugar“extrajimos una colección de cráneos de un crecido mérito, por susformas grotescas y características del tipo salvaje del araucano”(Ibídem:302).

Varios autores se han ocupado ya de la apropiación de res-tos humanos en nombre de la ciencia que realizaba Zeballos: rela-cionando su actitud coleccionista con el exterminio paralelo de losindígenas vivos (Ratier 1988:8), conceptualizando la transforma-ción del patrimonio cultural vivo en “restos” (Lenton 1994, nota28; Podgorny 1999:164-165) o la “deshistorización” de los pue-blos indígenas (Stagnaro 1994). Para Podgorny:

Los indígenas vencidos se transformaron en parte del territorio yen parte de los resultados científicos de la expedición militar. Lossobrevivientes se constituyeron en objeto de observación, almismo tiempo que su cultura material y sus cuerpos pasaban a for-mar parte de aquello sobre lo que ahora tenían soberanía lanación y la ciencia... (Podgorny 1999:167)

Nos interesa en particular la operación intelectual queZeballos ponía en juego. La Pampa prácticamente vaciada de pai-

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sanos derrotados por las campañas militares le brindaba al autoren cuestión una inagotable fuente de restos que el periodista noiba a relevar científicamente, para estudiar posteriormente si res-pondían a uno o más tipos y si de ello se podía inferir alguna regu-laridad, sino al revés: los cráneos coleccionados fueron “cuidado-samente elegidos” en función de su supuesta pertenencia a unostipos puros –que no caracteriza- determinados a priori. “Se crea asítambién sobre el plano de la percepción y del lenguaje un con-traste que se traduce en una sobreposición del segundo sobre laprimera, del futuro sobre el presente. En las descripciones de lanaturaleza, de los hombres que la habitan, puede ocurrir que eldato de la percepción sea sustituido por lo que es el objeto deldeseo. El lenguaje es el principal artífice de este abuso” (Blengino1996:132). Tras arrasar con el cementerio de Guaminí, Zeballos sejustificaba por el rescate post mortem de un supuesto tipo puro:“Estas reliquias indígenas tienen más valor para el antropólogo,cuanto es evidente que el tipo puro de la raza araucana se perdíaen nuestro país por el cruzamiento con los blancos” (Zeballos1960:137).

En una segunda parte del libro, de mayores pretensionesteóricas, Zeballos desarrolla sus ideas acerca de los pueblos indí-genas. Desmintiendo a d’Orbigny, a Burmeister y a cuantos se habí-an preocupado por construir una tipificación de base lingüística,física o sobre cualquier otro criterio mínimamente objetivo,Zeballos elabora una distinción puramente política. Según él, losaraucanos indómitos, crueles y ladrones, que trescientos años des-pués de enfrentar a los conquistadores españoles “continúan enarmas” oponiendo “sus pechos indomables, las lanzas primitivas ylas piedras mismas de los Andes”, incluirían a pueblos pampeanosy patagónicos como los puelches y los tehuelches, y habríanenfrentado tempranamente a los guaraníes, instalados “sólida ypacíficamente” en el Plata (Ibídem:407-412). El “tipo” araucanocuidadosamente buscado por Zeballos entre los restos de los pai-sanos recientemente masacrados por las tropas nacionales, enton-ces, no responde a las determinaciones antropológicas adelantadaspor Moreno, Burmeister y sus colegas europeos sino al concepto

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sociológico y político del “salvaje”. En la segunda mitad del sigloXIX, y con fuerza creciente en el discurso político argentino, el“salvaje” de la frontera de la Pampa y la Patagonia era todo aquelque resistía o se enfrentaba al orden estatal dominante (NavarroFloria 2001:347). El “patagón antiguo” ya no era un aliado políti-co útil, y en consecuencia había sido olvidado. Resuelta la cues-tión de la frontera interna mediante la conquista militar de losespacios sin Estado, Zeballos construía el discurso nacionalistadestinado a la disputa por el límite externo, en este caso conChile. En ese contexto, convenía identificar al “araucano” como“indio chileno”, guerrero, invasor y “salvaje”, distinto del otro“indio argentino”, el de la familia guaranítica, pacífico y laborio-so tal como lo había descripto Burmeister. Así, intercalando hábil-mente algunas de las conclusiones provisorias inspiradas en lostrabajos de gabinete por el interés político –no olvidemos que laDescripción de la República Argentina de Burmeister aspiraba a serun texto editado por el Estado-, Zeballos volcaba en su literaturapseudocientífica conceptualizaciones muy del gusto del granpúblico y, fundamentalmente, funcionales a la política exteriornacionalista y xenófoba que llevaría al periodista rosarino, final-mente, a la Cancillería argentina.

En su actuación como diputado nacional, durante los añossiguientes, Zeballos consideró la conquista militar de la Pampa“uno de los más notables acontecimientos del siglo” entre “las másgrandes conquistas de la geografía moderna” (Congreso 1882:58 y154-156), y se opuso enérgicamente –junto con Lucio V. Mansilla,Nicolás Calvo y otros- a que el Estado asistiera a la colonizaciónindígena, alimentando la idea dominante de que los indígenasvencidos debían ser considerados argentinos por pertenencia terri-torial pero no ciudadanos, por cuanto no gozaban de derechos(Congreso 1886:202-205, 259-260, 458-466, 498-524, 530-538).En el mismo debate sobre colonias indígenas, solamente el minis-tro de Relaciones Exteriores y Guerra Francisco Ortiz –que sosteníaque “nos conviene conservar ese núcleo, ...el germen de esa razaamericana primitiva... para no ser absorbidos totalmente por lasfuerzas productoras de las naciones que nos invaden con su pobla-

La invención de los ancestros: el “patagón antiguo” 137

ción” (Ibídem:519)- y algunos diputados contradijeron su puntode vista.

Zeballos, representativo de la oligarquía gobernante a finesdel siglo XIX, volcó finalmente sus convicciones políticas en untexto de divulgación científica y de fines educativos que recogealgunas de las conclusiones de los trabajos antropológicos de laépoca y las pone al servicio de la imagen canónica del país. Setrata de “El Libro de la América Latina”, incluido en el tomo 1 dela famosa colección El Tesoro de la Juventud, una obra colectivaque se constituyó en lectura edificante de varias generaciones deniños argentinos. Según este texto, los primeros hombres apare-cieron en las “fértiles llanuras” de la actual República Argentina yconvivieron con los “monstruos cuaternarios” cuyos esqueletos“están expuestos en los museos argentinos”. Como argumento deautoridad, se afirma: “Así lo enseñan los sabios, según comproba-ciones que han deducido del estudio de los esqueletos, y empiezaa generalizarse este concepto en el mundo”. De estos hombres pri-mitivos que se habrían esparcido por la Tierra, algunas ramas “seperfeccionaron... fundando civilizaciones”, y “tornaron modifica-das, después de sus incalculables peregrinaciones, a las pampas ya la Patagonia de la República Argentina”, mientras que “otros per-manecieron atrasados o se barbarizaron, y sus descendientes vivenen ciertas regiones inexploradas o aún mal exploradas de Américay de otras partes del mundo, como seres salvajes, inferiores, conun lenguaje muy limitado y con caracteres de animales feroces”.Hasta aquí se trata de una reproducción, en lenguaje accesible alpúblico juvenil, de la teoría expuesta por Moreno en 1882.

Pero la finalidad de la existencia de esos seres primitivos enlas planicies pampeanas casi no habría sido otra, según Zeballos,que la de abonar la tierra para hacer de la Argentina una potenciaagrícola:

Las llanuras, las pampas, son, pues, un incomensurable cemente-rio de monstruos, de hombres y de vegetaciones, que las hanfecundado, convirtiéndolas hoy en uno de los más importantesgraneros del mundo. Su producción de cereales es ahora inagota-

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ble.Las zonas que poblaron los monstruos y los hombres-fieras, estándominadas por los monstruos mecánicos de la industria, que per-miten a los habitantes consagrarse al progreso de la Humanidad,labrando la propia felicidad y la fortuna.Los sabios cavan sin cesar las llanuras y extraen los esqueletos defieras y de hombres fósiles, que forman la más asombrosa riquezade los museos argentinos. (Zeballos 1915:27-34)

Toda esta argumentación está ricamente ilustrada mediantedibujos que asocian al “hombre cuaternario” argentino con faunaextinguida, como el titulado “Monstruos cuaternarios reunidos enuna charca”, que muestra animales antiguos observados por doshombres desnudos, o el de los “Restos de un armadillo gigante”,que representa el esqueleto y caparazón de un armadillo gigante ya su lado un hombrecito seis veces menor, con arco y flecha.Intercalados con las figuras mencionadas, se destacan los dibujosde dos “Cráneos del hombre fósil de la Pampa” y de “Los descen-dientes actuales del hombre cuaternario”, identificables por susrasgos físicos con indígenas de Tierra del Fuego. Las ilustracionesparecen tener el propósito de reforzar la línea genealógica entrelos “hombres cuaternarios” y los indígenas contemporáneos, y desubrayar el argumento de la degeneración, a través de la evidentedisminución del tamaño de los antiguos “monstruos” –tamaño que,por otra parte, aparece fuertemente exagerado- y de la mostraciónde hombres contemporáneos desnudos, en lo que un ilustrado lla-maría “estado de naturaleza”.

La asociación entre el “hombre cuaternario” y los indígenascontemporáneos se hace nuevamente evidente en la sección dedi-cada a estos últimos, unas páginas más adelante, a través deldibujo titulado “Tipos fueguinos”, cuyo epígrafe explica: “Estosindios, habitantes de la Tierra del Fuego, y de aspecto semiesqui-mal, acaso representan en la América Meridional los últimos restosde los hombres cuaternarios”. Esta explicación era coherente nosolamente con las ideas de Moreno sino también con considera-ciones que ya en 1880 exponía Florentino Ameghino, en el senti-do de descalificar la hipótesis del “patagón antiguo” y de consi-

La invención de los ancestros: el “patagón antiguo” 139

derar descendientes de los antiguos dolicocéfalos a los esquimales,a los botocudos y quizás a los fueguinos.

Finalmente, en el texto sobre los aborígenes argentinos,Zeballos considera que en el Plata confluían “tres grandes razasguerreras y conquistadoras”: los incas “que formaban una civiliza-ción antigua, superior y orgánica”, los guaraníes y “otra poderosaraza nómade, guerrera e indómita también, la de los araucanos”.Estos últimos habrían habitado toda la Pampa, desplazando a“otras tribus menores hacia la Patagonia”, que también domina-ban. La presencia del “patagón antiguo”, en este texto pseudo-científico de Zeballos, se reduce a un grupo residual habitante–esta vez en el pasado- del extremo austral de América: “En Tierradel Fuego existió otro núcleo humano, de tipo semi-esquimal, queen mi opinión representa en esta parte del mundo los últimos res-tos de los hombres antiquísimos, vulgarmente llamados antedilu-vianos o, científicamente, cuaternarios.”

La “heroica guerra de razas... no ha terminado enSudamérica; pero en la República Argentina concluyó en 1880, porla derrota y sumisión final de los pocos millares de indígenas queaún vivían independientes”. Los indígenas sometidos, casi extin-guidos por la absorción del “tipo europeo” de los argentinos, estánadornados, según Zeballos, de virtudes intelectuales, militares ydiplomáticas, y ocupan “posiciones distinguidas en la política, enlas letras, en el comercio, en la industria y en el ejército”(Ibídem:153-159). No resulta ocioso señalar, aunque sea a títuloanecdótico, que en la época de edición de esta obra el presidentede la Argentina era un hombre de notorios rasgos indígenas,Victorino de la Plaza, apodado “el colla”.

Más allá de las anécdotas, resulta claro que Zeballos, a tra-vés de un material de fines didácticos y de aparente inspiracióncientífica, no hacía más que mostrar un país cuya prosperidadparecía anunciada desde la noche de los tiempos, que podía con-tar con el orgullo de considerarse cuna de la especie humana y quehabía superado exitosamente –antes que sus vecinos sudamerica-nos- la “cuestión racial” que había desvelado a los nation-buildersdel XIX. En el plano de las imágenes etnológicas, se reforzaba la

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asimilación de los “araucanos” supuestamente salvajes con losintereses chilenos amenazadores de la territorialidad de la Nación,como aún hoy sigue repitiendo cierta historiografía nacionalista.

Conclusiones

Entre otros objetos naturales y culturales, Francisco Morenocoleccionó durante la década de 1870 una cantidad importante decráneos patagónicos. Los cráneos fueron apresuradamente carac-terizados por Moreno, por el director del Museo de Buenos AiresHermann Burmeister y por científicos europeos como RudolfVirchow y Paul Broca como dolicocéfalos antiguos. Esa tipificaciónresultaba doblemente funcional: por un lado al debate europeoacerca de los orígenes de las “razas” y civilizaciones del continen-te, y por otro lado a la necesidad política de inventar un pasadoremoto para la joven nación argentina. Mientras la determinaciónde los rasgos antropológicos de los cráneos siguió un curso pro-gresivamente evolucionista, su utilización como fundamento parala prehistoria argentina culminó en la teoría de Moreno acerca delorigen sudamericano del hombre y de la civilización, y en la incor-poración imaginaria de los ancestros más remotos y de los pueblosindígenas contemporáneos como precursores de la nacionalidad,aún en textos de literatura infantil y juvenil de principios del sigloXX, como los escritos por Estanislao Zeballos.

La larga trayectoria política del concepto de “patagón anti-guo”, claramente diferenciada del estudio antropológico de loscráneos a partir de 1880, nos demuestra de qué modo constituyóuna verdadera invención montada sobre el oportuno hallazgo deunos cráneos que –en razón de los debates de la época- llamarontempranamente la atención de la comunidad científica a amboslados del Atlántico. En ese sentido, el “patagón antiguo” sirvió,fundamentalmente, a la razón política de construir un discursosobre los orígenes míticos de una nación que a fines del siglo XIXse sentía llamada al liderazgo continental, mostrando los mejoresfrutos del “progreso” entendido como ideología y como proceso

La invención de los ancestros: el “patagón antiguo” 141

material. Revirtiendo la idea tradicional de que la política delEstado argentino en formación hacia los pueblos indígenas de sufrontera sur respondió a premisas cientificistas, el estudio de latrayectoria de los cráneos patagónicos hallados por Moreno y delos conceptos construidos a partir de allí nos demuestra que larelación fue inversa: la razón política nacionalista fue lo primero,e impuso sus intereses a la comunidad científica y a sus trabajos,en función de la necesidad de un relato unitario y lineal del pasa-do común.

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Pedro Navarro Floria / Compilador

PATAGONIA: ciencia y conquista

La mirada de la primera comunidad científica argentina

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Primera Edición: agosto 2004 / 200 ejemplares

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ISBN 987-1154-33-X

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INDICE

Prólogo, por Irina Podgorny . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación: idealismo,materialismo y empirismo en el credo de la primera cienciaargentinapor Leonardo Salgado y Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . .37

La mirada de la "vanguardia capitalista" sobre la frontera pam-peano-patagónica: Darwin (1833-1834), Mac Cann (1847),Burmeister (1857)por Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61

La "Pampa fértil" y la Patagonia en las primeras geografíasargentinas (1876)por Pedro Navarro Floria y Alejandro Mc Caskill . . . . . . . . . .101

La invención de los ancestros: el "patagón antiguo" y la cons-trucción discursiva de un pasado nacional remoto para laArgentina (1870-1915), por Pedro Navarro Floria, Leonardo Salgado y Pablo Azar . . .119

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina en lasegunda mitad del siglo XIXpor Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .147

Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .171

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .173

Patagonia Ciencia y Conquista 5

CAPITULO 5

Ciencia y discurso político sobre la frontera surargentina en la segunda mitad del siglo XIX

Pedro Navarro Floria

Resulta frecuente asignar, en nuestra tradición historiográficanacional, un fundamento científico genéricamente positivista –y aveces, con mayores precisiones, evolucionista, darwinista, etc.- a laspolíticas del régimen gobernante durante la construcción del Estado-nación. En el presente trabajo rastreamos el impacto de los prime-ros trabajos científicos argentinos y de las teorías corrientes en laépoca, en el discurso político acerca de los territorios sureños y sushabitantes durante el proceso de su incorporación a la nacionalidad.Podremos ver que las novedades científicas eran bien recibidas en losambientes políticos, pero con un sentido amplio y utilitario, subor-dinándolas a propósitos políticos tales como la conquista y la nacio-nalización del territorio. En cambio, cuando se pretendía recurrir adeterminadas formulaciones teóricas novedosas en auxilio de deci-siones o proyectos concretos, la controversia era inevitable y a menu-do abortaba el debate político. Por eso, las decisiones políticas delperíodo y sobre el tema de referencia no se apoyaron en las teoríascientíficas más novedosas y controvertidas del momento sino enotras más normales y establecidas.

Los trabajos de la primera comunidad científica argentina,reflejados en el discurso político

El discurso político enunciado en el marco institucional delEstado nacional argentino, en los años de preparación y ejecuciónde la conquista de la Pampa y la Patagonia, se refirió al conoci-miento científico de esos territorios con un sentido eminentemen-

te utilitario. Los trabajos de Hermann Burmeister, de sus colegaseuropeos contratados por la administración pública y de sus discí-pulos argentinos fueron tempranamente percibidos así.

Cuando en 1870 el presidente Sarmiento solicitó al Congresorecursos para la creación de una Oficina Meteorológica de laRepública y de una Academia de Ciencias Físicas y Matemáticas enCórdoba, el senador jujeño Daniel Aráoz consideró que el observa-torio “demandaba gastos al erario, habiendo otros preferentes,como los que demandaba el proyecto que se refería al rescate delos cautivos que existían en poder de los salvajes, soportandopenalidades de todo género”. Pero frente al argumento utilitaristadel ministro Avellaneda -“sólo se pedía un gasto de cuatro a seismil pesos destinados a llenar una necesidad que tanto se ligaba conla vida del hombre, el cultivo de la tierra y el conocimiento y estu-dio de las causas producentes de las epidemias que contenían lainmigración”- y a la defensa que hizo el correntino Wenceslao DíazColodrero del prestigio de Burmeister, Aráoz se convenció de queel proyecto “tendía a fomentar el comercio, la industria y las artes”(S 1872:215-218).1

Podremos constatar más delante de qué modo se sostuvo enel tiempo esta consideración utilitarista que ligaba directamenteel conocimiento científico a las posibilidades de crecimiento eco-nómico del país.

Sin embargo, el momento en el que emergió con más fuer-za la cuestión científica fue el mismo de la conquista militar delterritorio, en el clima de las controversias ideológicas que carac-terizarían a los años de 1880. Fue en ocasión de discutirse en elCongreso de la Nación –entre julio y septiembre de 1879- si seautorizaba al Poder Ejecutivo a suscribir una cantidad importantede ejemplares de las ediciones de los viajes recientemente realiza-dos por Francisco P. Moreno y por Ramón Lista. El 14 de julioingresó en la Cámara de Diputados la propuesta referida al Viaje a

148 Pedro Navarro Floria

1 Salvo indicación en contrario, las bastardillas en las citas documentales son mías. En ade-lante, para mayor comodidad, citaremos por su inicial los diarios de sesiones del Senado dela Nación (S) y de la Cámara de Diputados de la Nación (D) indicando el año, el número detomo si corresponde y el número de página como en esta nota.

la Patagonia Austral de Moreno. Allí, Miguel Cané la consideró “la[obra] más importante que se haya publicado hasta ahora en laRepública Argentina relativa a viajes y exploraciones en nuestroterritorio”, y alabó a su autor como conocido en el país y en elexterior por Quatrefages, Broca, Virchow y “los antropologistasmás distinguidos del mundo entero”. El diputado fundaba su entu-siasmo en el carácter rupturista de la obra respecto de la ciencianormal:

La idea lanzada y aceptada por todos los hombres de la cienciaeuropea, de que la humanidad forma una sola especie, parece hoyseriamente conmovida por las investigaciones hechas en el sueloamericano. El señor Moreno ha encontrado en la Patagonia, enCatamarca y en casi todos los puntos que ha recorrido vestigios derazas que no tienen ninguna analogía con las razas primitivaseuropeas (D 1879:226).

Un mes después se expedía la comisión de Peticiones reco-mendando la reducción del número de ejemplares a comprar, peroel diputado Quesada proponía premiar también a Lista, alegandoque éste era “muy modesto; carece, quizás, de protectores”, mien-tras que Moreno, aunque meritorio, tenía sueldo del Museo de laProvincia de Buenos Aires. Gallo se oponía a disminuir la cantidad,porque se trataba de retribuir un esfuerzo invalorable: si se paga-ba a exploradores extranjeros, como los $ 11.800 a Lorentz, “¿Porqué entonces, señor Presidente, no haríamos por el señor Morenola cuarta parte de lo que hemos hecho por el señor Lorentz?” Mitreconcordaba con Gallo y destacaba el valor geográfico del trabajocomparándolo con los antecedentes de Darwin, FitzRoy y Musters:

sin alcanzar ninguno de ellos a revelarnos todos sus misterios;ningún viaje tan importante como éste se ha publicado hasta hoysobre esa región......Basta echar una ojeada sobre el mapa que acompaña el libro paraver que la fisonomía geográfica de la Patagonia ha cambiado porcompleto. En vez de aquel vasto desierto vacío, vago, sin carác-

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina 149

ter determinado que nos presentaban los mapas de Falkner y deOrbigny (que todos los geógrafos han copiado servilmente), elmapa del señor Moreno nos ofrece un territorio accidentado, arti-culado.... Esto viene a complementar una parte desconocida en lacarta de la República Argentina (D 1879:568-574).

El paso por Diputados se cerró de este modo sin polémica ycon resultado favorable al apoyo estatal a los exploradores cientí-ficos del Sur. Pero en el Senado emergería la controversia ideoló-gica. Según el senador informante Santiago Gordillo, el Viaje a laPatagonia Austral de Moreno y el Viaje al país de los tehuelches yexploración de la Patagonia Austral de Lista:

...tratan de hacer conocer territorios argentinos hasta ahora des-conocidos, estudiando su importancia tanto para el pastoreo comopara la agricultura y para cuanto allí pudiera hacerse... sobre loscuales hay una nación que nos los disputa y que se cree que nadavalen.

No hace mucho, Sr. Presidente, que un ilustre argentino nosdecía en este mismo recinto que aquellos territorios nada valíansin que pudiera afirmarlo de una manera positiva, puesto que nin-gún viajero ha hecho el estudio correspondiente (S 1879:475).

El disidente Aureliano Argento, senador por Santa Fe, seoponía por razones de economía, aunque inmediatamente revela-ba: “he notado que en la obra del Sr. Moreno se vierten ideas anti-cristianas y materialistas, y aún panteístas” (S 1879:477). Gordillointentó mantener la discusión en el terreno correspondiente ale-gando que “la obra es puramente de descripción, de descubri-miento, de hacernos conocer territorios argentinos que no conocí-amos nosotros. No se trata de una obra religiosa”; esfuerzo queacompañaron sus colegas Manuel Pizarro y Aristóbulo Del Valle.Este último consideraba que el de Moreno “es un libro de viajes yde ciencias escrito por un hombre joven, ilustrado y animoso... enbeneficio de la ciencia y en beneficio de la patria” (S 1879:486-487), mientras que el cordobés, católico declarado, reconocía queel debate religioso no era propio del Congreso. Además –agregaba-

150 Pedro Navarro Floria

el libro no va a “comprometer las creencias populares, porque nova a estar al alcance del pueblo” (S 1879:490-491).

La argumentación en contra de la obra la desarrolló el sena-dor Cortés:

Encuentro, Sr. Presidente, que el Viaje a la PatagoniaAustral, interesante sin duda como ensayo literario y encuanto contiene algunos datos científicos de que se puedesacar algún provecho, entraña asimismo en sus teorías gra-vísimos errores filosóficos que caracterizan un sistemamaterialista y por consiguiente impío.

Yo no desconozco en manera alguna la importanciadel servicio que el Sr. Moreno ha prestado a su país con laexploración de la Patagonia (S 1879:478-479).

A continuación expuso una larga síntesis de observacionescentradas en el evolucionismo y el poligenismo que presuntamen-te contenía la obra:

El señor Moreno, según parece... considera eterna la materia, pues alhablar de la creación la toma siempre en el sentido de las diversas evo-luciones y transformaciones de aquella...El hombre en todo caso no habría sido creado por Dios a su ima-gen y semejanza sino más bien a imagen y semejanza del bruto...La humanidad no se deriva de una sola pareja sino que tuvo prin-cipio en diversas razas primitivas, negándose la consiguienteidentidad entre éstas (S 1879:480).

A estas afirmaciones, Cortés oponía las razones de la cien-cia ilustrada:

La existencia de los autochthones de los griegos y aborígenes delos latinos, o sean los hombres brotados de la tierra, es un errorantiquísimo y grosero: la identidad de razas es una verdad con-quistada ya por la ciencia y aceptada por los grandes filósofos ynaturalistas.La tradición designa por cuna del género humano las llanuras de

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina 151

Sennar en Asia... y la historia conserva todavía la memoria de ladivisión de la tierra entre los tres hijos de Noé...La filología ha venido también en comprobación de aquella ver-dad, pues el estudio de los idiomas demuestra que ellos puedenigualmente distribuirse en tres familias o ramificaciones principa-les...Es una fortuna, señor presidente, el que esto sea así, pues a pre-valecer la teoría del señor Moreno, ella vendría a destruir el granprincipio de la fraternidad universal, que desarrollado y perfeccio-nado en la ley de amor y caridad consignada en el Evangelio, haregenerado el mundo (S 1879:481-482).

Argumentos similares fueron esgrimidos por Vélez: “Si losnegros no proceden del mismo tronco ¿cómo nosotros podemosextender hasta ellos nuestra filantropía y nuestro amor? Volvemospor esta doctrina a las castas de la India. ¡Hay razas destinadas aservir eternamente!” Citando la polémica norteamericana sobre laesclavitud en 1844 y a “tres naturalistas, Morton, Niot y Gliddonque sostuvieron con mentida ciencia tan bárbara excusa” que llevóa la guerra civil, se reivindicaba el monogenismo como garantía defraternidad humanitaria (S 1879:493). Finalmente, Cortés defendíala cronología bíblica reactualizada por Cantú, descalificando losmétodos de la arqueología prehistórica basados en la estratigrafíay citando a las autoridades de la época:

Infinitos otros ejemplos podrían aducirse en el mismo sentido,pero basten los referidos a demostrar la incertidumbre de los cál-culos de antigüedad y variedad de opiniones con relación a losfósiles humanos que se han descubierto y el significado que ellospuedan tener en la Arqueología prehistórica (S 1879:485).

En definitiva, afirmaba Cortés, la consecuencia de las doc-trinas atacadas sería la desaparición de “la moralidad de las accio-nes humanas” y del “orden social” (S 1879:486).

Del Valle lo rebatió utilizando otras citas de Moreno sufi-cientes para sostener sus convicciones creacionistas y monogenis-tas:

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El ser humano, igual en forma al Ser Supremo, no podía estudiar-se como un vil insecto...Pero la ciencia no podía dejar de abrirse camino y no tardó enestablecer la comunidad de la familia humana comprendiendo aúnlas especies más degradadas e inferiores que pueblan las maravi-llosas islas de Oceanía, Australia y parte de América, razas que larutina ultramontana consideraba no hace mucho tiempo como nopertenecientes al género humano (S 1879:487).

Pero centró su posición en la defensa de la importancia dela instrucción pública:

Cuando menos el Sr. Senador [Argento] ha colocado en segundotérmino las necesidades o las exigencias de la vida civilizada a queresponden las obras de este género.........yo digo que la ignorancia de la geografía nos ha costado a nos-otros muchos miles de duros y mucho tiempo perdido.Si el Congreso hubiese tenido a la vista este libro hace veinteaños, la colonia del Chubut, en la cual hemos gastado tanto dine-ro, no estaría planteada donde hoy se encuentra...No conocemos nuestro propio territorio... fenómeno que debieraavergonzarnos si no encontráramos disculpa en los años de luchay de dura labor que hemos empleado en constituirnos y organi-zarnos como Nación....El señor Moreno está encargado en estos momentos de dirigir unaexpedición a la Tierra del Fuego. Hablando sobre esta nueva expe-dición, me decía...: ‘Yo espero en este viaje encontrar en laPatagonia carbón de piedra’....Si no basta que la inteligencia de un hombre se levante para con-templar y estudiar los más grandes misterios del universo; si nobasta que dedique su existencia a la investigación de la verdad, alprogreso científico, ahí está la esperanza de llegar a descubrir unproducto tan precioso como el oro... (S 1879:488-489).

Pizarro también destacaba la superioridad del interés públi-co por conocer el territorio nacional:

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No se puede poner en la balanza, señor Presidente, el gasto insig-nificante que demanda la suscripción a la obra del señor Morenocon los intereses públicos a que responde la propagación de estaobra, destinada a hacer conocer una región inexplorada de nues-tro territorio, difundiendo útiles conocimientos acerca de ella (S1879:489).

Finalmente, con el apoyo de Rocha, Torrent y la mayoría ofi-cialista del Senado, el proyecto de comprar quinientos ejemplaresdel libro de Moreno y doscientos cincuenta del de Lista resultóaprobado. Después de casi un cuarto de siglo y de la intervencióndecisiva de Moreno como perito en el diferendo limítrofe con Chile,el Congreso aprobó no sin debate el otorgamiento de una recom-pensa en tierras patagónicas, como un acto de “justicia colectiva”hacia el científico, explorador y político (D 1903 I:153-159 y 228-245).

Un reflejo indirecto: la conquista del territorio por la ciencia

Además de las citadas menciones directas del trabajo de losprimeros científicos argentinos y de su mentor HermannBurmeister, podemos encontrar en el discurso político algunasreferencias al rol que los sectores dirigentes nacionales asignabana la ciencia en el marco de la empresa conquistadora de los terri-torios del Sur.

Se repiten, por ejemplo, las propuestas de acompañar o pre-ceder las avanzadas militares con estudios sistemáticos del terri-torio, como en el despacho de la Comisión de Guerra del Senadode 1870, que apoyaba la inversión de dos millones de pesos enlograr la “seguridad de las fronteras terrestres, expuestas a lasinvasiones de los indios bárbaros”, la “ocupación de las partesestratégicas de la Pampa para adquirir su dominio militar”, el“sometimiento de las tribus de indios que ocupan el desierto desdeel río Quinto hasta el río Negro”, la “toma de posesión permanen-te de la línea de frontera del río Negro y Neuquén”, la fortifica-ción, la colonización, los “estudios científicos y reconocimientos

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militares”, la exploración de los ríos, su navegación, etcétera (S1870:223-224). La necesidad del estudio científico del territoriofue fundamentada en esa oportunidad por Bartolomé Mitre, perosufrió la oposición de Manuel Quintana y de otros congresistas, demodo que, finalmente, el Congreso aprobó la asignación presu-puestaria general pero sin especificar el destino de los fondos (S1870:228, 230, 244 y 252; D 1870:288).

Estanislao Zeballos menciona otros proyectos de ley nodebatidos en el recinto legislativo, del Poder Ejecutivo y de lossenadores Rocha y Oroño (S 1875:836 y 859), que autorizaban alPoder Ejecutivo a emprender la exploración de los TerritoriosNacionales a fin de establecer la ubicación y potencialidad econó-mica de los ríos, bosques, caminos, suelos, minerales y vías decomunicación. La tarea se asignaría a “personas de conocimientosespeciales, es decir, a hombres de ciencia, a naturalistas, geólo-gos, botánicos, químicos, ingenieros propiamente dichos”, pero lacrisis económica iniciada en Europa en 1873 hizo imposible con-tar con los recursos fiscales que semejante empresa requería(Zeballos 1958:287-288).

Se fue consolidando así la idea de que la conquista materialy armada sería inseparable de un proceso de apropiación intelec-tual protagonizado por los “científicos nacionales”. Como lo expre-saba un mensaje del presidente Avellaneda y el ministro Alsina en1876:

La memoria será pasada a V.H. tan pronto como los ingenieros yagrimensores que marcharon con las divisiones hayan terminadolos planos... y los informes que tienen orden de presentar derra-mando toda la luz sobre la cuestión fronteras, vendrán a poner enevidencia que la administración actual, al llevar a cabo la ocupa-ción del desierto, procedió acertadamente asociando al podermaterial de las armas el prestigio y los adelantos de la ciencia (D1876 I:620).

En este sentido se puede afirmar la existencia de una con-ciencia cierta aunque débil, en los sectores responsables de la con-quista, de estar llevando adelante políticas con fundamento cien-

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tífico. Políticas que en el contexto del racionalismo y el utilitaris-mo dominantes se revelaban como las únicas legítimas y posibles.Cuando el ministro del Interior Simón de Iriondo impulsó en elSenado la sanción de la ley 817 de inmigración y colonización,sostuvo que oponerse a la iniciativa era “contrario a los principiosque rigen la ciencia de la población, la ciencia de la estadística,la ciencia que preside y que tiene que tenerse en consideraciónpara buscar la prosperidad de los pueblos” (S 1876:593). Una ideaparecida, en definitiva, a la que expresaba Sarmiento ya muchosaños antes en relación con las políticas de tierra pública que élproponía en diversos ámbitos: “Cuando la ciencia económica acon-seja reconcentrar la colonización para que pueda ofrecer resisten-cia a los indios, viene el proyecto y dice dénse suertes de estan-cia extendiéndose la frontera para llamar la codicia de los indios”(Diario... 1859:427).

Para esta mentalidad, había decisiones políticas que debíanfundarse discursivamente en aserciones de naturaleza teórica yracional que trascendieran la coyuntura concreta, en un saberempírico y también sistemático:

La frontera del río Negro de Patagones como línea militar dedefensa contra las invasiones de los indios bárbaros de la Pampa,es una idea tradicional que tiene su origen en la ciencia y la expe-riencia trazada por la naturaleza en una planicie abierta, presenti-da por el instinto de la conservación, señalada por los prácticosdel país, aconsejada por los geógrafos que han explorado esaregión en el espacio de más de un siglo; ella ha sido constante-mente el objetivo más o menos inmediato o remoto de todas lasexpediciones científicas y militares, de todos los proyectos sobrefrontera y el ideal de todos los Gobiernos que se han sucedido enel país de medio siglo a esta parte (D 1878 II:251).

Aún desde la oposición al proyecto roquista, el senadorTorrent reconocía una legitimidad de la iniciativa conquistadorabasada en su pretendida cientificidad:

...viene fundado en una ley vigente, viene patrocinado por la opi-

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nión de hombres entendidos, viene anhelado, si puedo expresar-me así, por una importante porción de nuestros compatriotas, poraquellos que más directamente son beneficiados o resultaránbeneficiados con la traslación de la frontera al río Negro; vieneautorizado por la ciencia, viene aconsejado por los hombres que demuchos años atrás han encontrado que la frontera natural, por esaparte de la República, era el río Negro, en una palabra, señorPresidente, tiene en su apoyo y en su defensa intereses, fuerzas einteligencias que no puedo destruir, que no puedo rechazar, queno pretendo tampoco, señor Presidente, quebrantar (S 1878:509).

Pero la necesidad de estudiar sistemáticamente los nuevosterritorios nacionales se puso en evidencia, como es lógico, unavez resuelto el problema de su apropiación material mediante laconquista militar. Como expresaba el presidente Roca en 1902, alsolicitar al Congreso la sanción de una nueva ley de tierras públi-cas:

...la exploración y relevamiento de nuestros Territorios Nacionaleses una exigencia imperiosa de nuestro progreso y civilización. Eldesierto ha sido conquistado militar y políticamente; es menesterahora dominarlo para la geografía y la producción y entregarloconocido al trabajo (D 1902 I:932).

Mediante las expediciones militares y su acompañamientopor varias comisiones de científicos de la Academia Nacional deCiencias de Córdoba (Siegrist de Gentile y Martín 1981:129-137),se había logrado un relevamiento elemental de los recursos natu-rales y de las diferencias subregionales del gran escenario pampe-ano-patagónico, hasta entonces percibido como una unidad prác-ticamente homogénea. Superada esa etapa, el discurso políticoexpresó una inquietud creciente por profundizar en las particulari-dades y rasgos diferenciadores de cada espacio subregional, almismo tiempo que ligó la cuestión del estudio científico del terri-torio con dos necesidades concretas y urgentes: el establecimien-to de inmigración, y la mensura y subdivisión de la tierra explota-ble. Convertir a la Patagonia en atractiva para los inmigrantes

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implicaba, en primer lugar, revertir la imagen negativa, de tierravacía e inhabitable, “desprestigiada, quizás sin motivo, por los jui-cios inseguros de los viajeros que cruzaron por ella” (D 1882I:440). Como advierte Nouzeilles, “la percepción de la Patagoniacomo última frontera, y su caracterización imperial como puranegatividad, problematiza la producción espacial del Estado comoentidad territorial en el área”, por lo que “el Estado argentinobuscó ‘reinventar’ la Patagonia y cuestionó las ficciones imperia-les que la representaban como espacio inconquistable” (Nouzeilles1999:36). En ese contexto, el presidente Roca convocaba en 1882a “estudiar aquellas comarcas, que pueden dar asiento a millonesde hombres laboriosos” (D 1882 I:440). El tema se repite en suce-sivos mensajes presidenciales de esos años (S 1884:XXII), hastaque al final de su período el presidente Roca pudo anunciar:

En este lapso de tiempo, la Nación ha aumentado su patrimoniotomando posesión real y efectiva de sus vastos territorios al Sur yal Norte, territorios que figuraban en las cartas geográficas comolimbos desconocidos y apenas se dibujaban en sus vastos períme-tros....Sus costas [de la Patagonia] ya no son lugares desiertos e inhos-pitalarios, ni su parte central es un misterio. A medida que más sela conoce y se puebla, demuestra más que han sido una inexacti-tud su decantada [sic] esterilidad y su pobreza (S 1886:76 y 88).

Paralelamente, emergían los proyectos y las ideas concretaspara una explotación de los recursos patagónicos con fundamen-tos científicos. Al mismo tiempo que el senador Zapata proponíaintroducir la salmonicultura en los ríos norpatagónicos (S1885:65), los diputados Dávila y Zeballos proponían dotar a lanueva colonia General Roca de una oficina de irrigación y agricul-tura capaz de proyectar, asistir y realizar obras, una oficina mete-orológica y otras instalaciones que permitieran desarrollar la agri-cultura “bajo una organización moderna, científica” (D 1885I:196-197).

Pero, como en tantos otros aspectos de la historia de la

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región, habría que esperar a que el país superara la crisis de 1890para que el Estado retomara la iniciativa hacia la Patagonia. Unode los primeros debates parlamentarios que plasmaron esa nuevaactitud fue el que aprobó la concesión del ramal ferroviario deBahía Blanca al Neuquén, en 1895, “haciendo así efectiva –al decirdel diputado informante- en todos los ámbitos de la República lasoberanía nacional por medio de los dos factores más eficientes enel progreso de este fin de siglo: el vapor y la electricidad” (D 1895II:254). Parecida ensoñación positivista se había apoderado delEjecutivo, que prometía:

No está, pues, lejano el día en que veamos transformarse esosinmensos desiertos, en que pueden crearse ocho provincias, conpoblaciones florecientes, establecidas en campos regados por cau-dalosos ríos, fecundados por el trabajo racional e inteligente delinmigrante europeo, poderosamente auxiliado por los naturales yperfeccionado por los procedimientos científicos que tanta influen-cia tienen en los éxitos favorables de las industrias agrícolas y gana-deras, que son y serán por muchos años la más firme base de nues-tra riqueza nacional (S 1895:719).

Al año siguiente y en los sucesivos sería el diputadoEleodoro Lobos quien invocara principios científicos en auxilio dela difícil cuestión de la distribución de la tierra. Primero, solici-tando “que se ponga término a un sistema de distribución y adju-dicación de la tierra que sería muy difícil sostener a la luz de laciencia económica” (D 1896 I:644), y más tarde presentando unproyecto al respecto (D 1898 I:83-92). Recién en 1902 el Gobiernonacional propuso el relevamiento sistemático de los TerritoriosNacionales para entregarlos, como ya citamos, a “la geografía y laproducción”, proyecto aprobado no sin dificultades (D 1902 I:932;D 1902 II:56, 114-116, 620-625, 634-643, 645-673; S 1902:1011-1022; S 1903:13).

En relación con las vías de comunicación, también se pre-sentó por entonces un proyecto para planificar en conjunto, enforma de red, los ferrocarriles y canales de la región. En los fun-damentos de la iniciativa se expresaba una interesante contrapo-

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sición entre extensas citas de d’Orbigny y de Darwin que presenta-ban una Patagonia aparentemente estéril, y una serie de comuni-caciones de exploradores y científicos argentinos como Carlos yFlorentino Ameghino acerca de la constitución geológica del suelo,o como Ramón Lista respecto de “la Suiza argentina” (D 1897II:165-169). Al mismo tiempo que mostraba cómo la ciencia nacio-nal era capaz de reinventar el territorio en función de un país futu-ro, el proyecto contenía la idea de realizar un relevamiento cien-tífico completo de la Patagonia, que los Diputados aprobaronincondicionalmente pero el Senado consideró innecesario precisa-mente porque “la región Patagónica... felizmente no es ya paranosotros tierra desconocida... no es ya tierra misteriosa, y menosaún el desierto árido y estéril que describieron sabios que no lle-garon a conocerla en toda su extensión” (S 1897:528). El precarioy genérico conocimiento existente sobre la región parecía conver-tir en inútil el propósito de sistematizar esos datos en función deuna empresa de la mayor utilidad y necesidad. Tras un arduo deba-te durante el cual la Cámara de Diputados sostuvo su posiciónfavorable a los estudios científicos, éstos fueron aprobados (S1897:530-534 y 548; D 1897 II:504-505).

Como podemos ver, el conocimiento científico del territorio,de su historia, sus recursos y su población era invocado en nom-bre de la nacionalización de los espacios recientemente incorpora-dos. La invocación respondía a un imaginario vagamente positi-vista, que se resolvía en la simple mención de objetos emblemáti-cos del progreso –como los ferrocarriles, por ejemplo- a modo deargumento validador de los propósitos políticos. Al mismo tiempo,el saber acumulado legitimaba una nueva mirada que impugnabala “visión imperial” estigmatizadora de la Patagonia y propugnabala producción de estatalidad y nacionalidad, la invención de laPatagonia como Territorio Nacional. Sin embargo, ¿en qué cien-cias, concretamente, se pretendía fundar la política de la conquis-ta y de la nacionalización, y a qué premisas políticas respondíansus inferencias?

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Usos y desusos políticos de la ciencia: geografía, historia,antropología

Son muy abundantes los materiales de diversos registros,repetidamente citados y estudiados, que nos hablan de una cons-trucción ideológica del territorio nacional y de su pasado históri-co como componentes necesarios de la formación y consolidacióndel Estado-nación. No aspiramos a reproducir aquí esos estudios nisus conclusiones, sino simplemente a aportar una mirada mássobre el fenómeno de la construcción social del espacio y del tiem-po nacional –para el caso, regional- desde el discurso político. Lospasajes identificados expresan claramente una anteposición de losintereses políticos a las conclusiones provisorias de la ciencia.Incluso la designación de las expectativas políticas puestas en eltrabajo científico intentan direccionarlo y le asignan un sentidoprevio y supuestamente superior, en tanto útil en función de laconsolidación de la nacionalidad. Como ya hemos visto:

● Los “estudios científicos” del territorio son funcionales ala seguridad interior, la ocupación del territorio, el some-timiento de los indígenas, la fortificación, la coloniza-ción, etc.

● La Oficina Meteorológica y la Academia de Ciencias sejustifican por su utilidad en relación con “el cultivo de latierra y el conocimiento y estudio... de las epidemias”, ycon el fomento de “el comercio, la industria y las artes”.

● La asociación del “poder material de las armas” al “pres-tigio y los adelantos de la ciencia” dieron por resultado“la ocupación del desierto”.

● La ciencia “preside y... tiene que tenerse en considera-ción para buscar la prosperidad de los pueblos”.

● La ciencia y la experiencia han dado un resultado concre-to en el trazado de “la frontera del río Negro dePatagones como línea militar de defensa” y autorizan,fundan, respaldan una política concreta de ocupaciónterritorial.

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● Los trabajos de Moreno interesan, en primer lugar, segúnCané, en cuanto viajes y exploraciones “en nuestro terri-torio”. Para Mitre, “el mapa que acompaña el libro... hacambiado por completo... la fisonomía geográfica de laPatagonia” transformándola de “vasto desierto vacío” en“territorio accidentado, articulado”, en definitiva conocido.

● Para los defensores de las obras de Moreno y Lista en elSenado, éstas “tratan de hacer conocer territorios argen-tinos hasta ahora desconocidos, estudiando su importan-cia tanto para el pastoreo como para la agricultura y paracuanto allí pudiera hacerse”; fueron escritas “en benefi-cio de la ciencia y en beneficio de la patria” por cuantoresponden a “las necesidades o las exigencias de la vidacivilizada”, y si no alcanzan a “contemplar y estudiar losmás grandes misterios del universo” al menos cabe laesperanza de que sirvan para descubrir oro o carbón depiedra; buscan difundir “útiles conocimientos” acerca de“una región inexplorada de nuestro territorio”. Aún paraCortés, que ataca los contenidos filosóficos del libro deMoreno, éste “contiene algunos datos científicos de quese puede sacar algún provecho”.

En el contexto puntual de la discusión en torno de los con-tenidos del Viaje de Moreno, pero más aún en el contexto generalseñalado aquí, la controversia religiosa e ideológica entre creacio-nismo y materialismo, monogenismo y poligenismo, evolucionismosociocultural y evolucionismo biológico, etc., queda claramentesubordinada. La utilidad de los trabajos era la cuestión crucial, porencima de la adscripción a uno u otro paradigma científico. Por unlado, nadie parece preocuparse demasiado, en el ámbito de estedebate, por las aparentes contradicciones contenidas en el escritode Moreno: ¿una muestra más del tradicional eclecticismo ideoló-gico rioplatense, o simple desinterés en ese aspecto del problema?Por otra parte, en una tendencia que nos inclina por la segundasuposición, no se advierte que los argumentos poligenistas o racis-tas que pudieron haberse inferido de las obras de Burmeister yMoreno hayan sido instrumentalizados en el discurso antiindige-

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nista del gobierno nacional del período analizado aquí.2 Por elcontrario, las consideraciones tanto del ministro Roca como delpresidente Avellaneda acerca de las consecuencias de la conquistaen los pueblos indígenas traslucen una línea de pensamiento afína las formas de racismo corrientes en las décadas intermedias delsiglo XIX e incluso al fatalismo que por entonces se aplicaba altema del “choque” interétnico, pero no admiten fundamentos bio-lógicos para la discriminación sino que sostienen la posibilidad demestizaje, absorción y cambio cultural:

[Los pobladores del Neuquén] Han alcanzado un grado de civiliza-ción bastante elevado respecto de las otras razas indígenas de laAmérica del Sur, y su transformación se opera como estamos vien-do todos los días, de una generación a otra, cuando poderes pre-visores le[s] dedican un poco de atención. Su contacto perma-nente con Chile y la mezcla con la raza europea, han hecho tantocamino que estos indios casi no se diferencian de nuestros gau-chos y pronto tendrán que desaparecer por absorción (D 1878I:681).

Así es que no hay ningún propósito de exterminar la raza, obede-ciendo a esa ley del progreso y de la victoria por la cual la razamás débil, la que no trabaja, tiene que sucumbir al contacto de lamejor dotada, ante la más apta para el trabajo.Es lo que pasa en la América del Norte con los pieles rojas. Éstossucumben sin remedio ante la ola siempre creciente y sin reflujode la raza blanca....Entre nosotros no es precisamente por la destrucción que desapa-recen los indios, sino por la absorción y asimilación, como lo prue-ba la masa de nuestra población, que es una mezcla de indio yespañol en su mayor parte (D 1878 II:256).

Estos indios son –me refiero a los de la Pampa, a los que tratamos

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2 En este punto diferimos del más importante estudioso de las relaciones diplomáticas inte-rétnicas, que atribuye “al positivismo en su intento de aplicación a la especie humana dela teoría evolucionista biológica de Darwin” el abandono del trato pacífico con los pueblosindígenas del Sur argentino (Levaggi 1995:172-173).

de someter- una mezcla de blanco y de indio donde se concentrantodos los vicios de las dos razas.No son como los jehuelches [sic] y los de los valles de laCordillera, que han alcanzado cierto grado de civilización... quehan adquirido un grado de civilización que no tienen los pampas......Esto revela la índole pacífica, mansa y predispuesta de estosindios a civilizarse y que no serán una causa de peligros y temo-res para en adelante (S 1878:512-513).

El establecimiento del indio sometido es un problema de solucióndifícil... Nosotros hemos encontrado hasta hoy facilidades inespe-radas en el espíritu profundamente cristiano de nuestras pobla-ciones y en la capacidad que el indio mismo ha revelado paraadaptarse a las exigencias de una vida superior (S 1879:10).

En el mismo sentido se había manifestado, cuando se dis-cutió la ley 215 en 1867 –el proyecto de traslación de la fronterasur al río Negro-, el legislador que mejor conocía la realidad de lafrontera interior: el senador puntano Juan Llerena. Como hizonotar Zeballos (Zeballos 1958:55-56), Llerena reprodujo allí, sinmencionarlos, los datos y puntos de vista expuestos por VictorMartín De Moussy en su Descripción geográfica y estadística de laConfederación Argentina (1860-1863) acerca de la necesidad deestablecer el límite sur en el río Negro y no en el Colorado, y fun-damentalmente sobre la posibilidad de lograr una fusión pacíficaentre la población indígena y la inmigración criolla y europea enla Pampa. Este último aspecto de la política de fronteras, fundadopor De Moussy más en el evolucionismo sociocultural ilustrado queen una extrapolación de la idea de la selección natural a las rela-ciones interétnicas, fue retomado por Llerena en un proyecto detrato pacífico con los indígenas presentado al año siguiente (S1867:120, 128-129, 134, 138; S 1868:211-212 y 633-643).

El debate entre el evolucionismo sociocultural y el más duroevolucionismo biológico emergió en el escenario parlamentario en1885, al discutirse dos proyectos, finalmente rechazados, de crea-ción de colonias indígenas. El diputado Juan Darquier sostuvo la pri-

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mera posición, hasta con un extraño argumento que nos indica lacompulsión de la época hacia las explicaciones de base orgánica:

Se trata... de dirigir la evolución por la cual pasan todas las razashumanas en una de sus fases más difíciles: la transición de la vidanómade a la vida sedentaria. Todo se modifica con este cambio:las costumbres, las necesidades de la vida, el modo de atender ala subsistencia y hasta la estructura del cuerpo.En el caso ocurrente, la curvatura de las extremidades inferiores yel paralelismo de los pies que parece se han alterado sobre el lomodel caballo y hacen difícil la posición vertical y morosa la marcha,volverán a adquirir su actitud natural y los pies tomarán de nuevoel ángulo necesario para presentar mayor base de sustentación alcuerpo.En las facultades intelectuales, sucederá lo mismo. Se adquiriránideas nuevas, y como consecuencia de la creación de esas ideasnuevas, será necesario que la lengua cree también términos nue-vos, teniéndose que modificar hasta lo más sustancial, que es laorganización de la familia....Las dos razas siempre han estado en lucha; pero la autóctona cedeante la invasora y muy pronto desaparecerá... Las razas atrasadas,al cambiar de medio social, tienen que ceder y desaparecer antela invasión de otras razas más adelantadas. Para probarlo invocanlos materialistas una ley, llamada lucha por la vida (D 1885 I:459-460)3.

Mientras Darquier argüía que la mencionada ley “materialis-ta” se aplica sólo a los vegetales, Lucio V. Mansilla fue quien asu-mió el rol de impugnador de los proyectos de educación indígena:

Yo creo, señor presidente, que el indio, por ciertos caracteressemíticos [sic, ¿por ‘somáticos’?], es completamente, orgánica-mente, por razones de evolución, refractario a nuestra civilización....... se trata de asimilar una raza que desde el tiempo de la con-quista hasta la fecha la hemos declarado incompatible con el

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3 Las bastardillas son originales.

derecho que nosotros tenemos a ocupar la tierra como conquista-dores (D 1885 I:465-466).

...entiendo –y lo creo por observación directa y por estudio- queel indio de la Pampa argentina, como el indio del Chaco, como elindio de toda la América meridional y septentrional, es refractarioal tipo de civilización que nosotros tratamos de hacer prevalecer...del punto de vista de la biología, no del punto de vista de la socio-logía....De manera que... es hacerse una ilusión creer que se va a obtenerel más mínimo resultado incorporando al indio a nuestra civiliza-ción, tomado del punto de vista antropológico, del punto de vistacolectivo (D 1885 I:503 y 506).

Las razones de Mansilla fueron rebatidas por varios diputa-dos, aunque lo más interesante del debate es constatar de quémodo éste derivó desde enunciados antropológicos y biológicoshacia cuestiones netamente sociales y políticas tales como la ciu-dadanía o la identidad nacional.

Para Figueroa:

Se ha dicho: el indio es refractario a la civilización....Pero también tenemos autoridades competentes, que han estu-diado al indio muy de cerca, que han tenido tiempo de estudiar suorganización, sus sistema de vida, de penetrar sus ideas, y opinande muy distinta manera.Y yo digo entonces: encontrándonos con dos opiniones contrarias,de autoridades igualmente respetables, debemos inclinarnos a laque sea más humana, más justa; y la humanidad y la justicia meobligan a creer que el indio es susceptible de civilización, comocualquier otro ser humano (D 1885 I:511-512).

Mientras que Ortiz llama a la realidad a Mansilla:

Me permitiré recordar al señor diputado que es militar y que hahecho campañas contra los indios, que la mayor parte han muer-to bajo el plomo de nuestros soldados o por la pobreza, por lamiseria que ellos se deparaban con su resistencia.

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...Porque nos conviene conservar ese núcleo, ...el germen de esa razaamericana primitiva... Tenemos que concurrir con ese elemento anuestra nacionalidad para no ser absorbidos totalmente por las fuer-zas productoras de las naciones que nos invaden con su población(D 1885 I:519-521).

La anteposición de las expectativas políticas a toda consi-deración teórica en el discurso político, es decir el uso de la cien-cia con fines legitimadores de las propias posiciones y decisiones,sin embargo, no resulta tan notable en el terreno de las CienciasBiológicas y de la Antropología como en el campo de las CienciasSociales: la Geografía y la Historia. La necesidad política de cons-truir una imagen territorial de la nación, es decir de operar laapropiación intelectual del territorio previamente o paralelamentea su apropiación material, legitimó políticamente –en un juego deseducción mutua entre “el poder material de las armas” y “el pres-tigio y los adelantos de la ciencia”- la realización de viajes ymapas. Y la necesidad política de justificar la guerra de conquistarespaldó, en el mismo sentido, la invención historiográfica de laguerra fronteriza permanente. Ambas construcciones intelectualesbuscaron cristalizar en una ideología nacional un espacio inmóvily un tiempo permanente: un territorio pampeano-patagónico quese pretendía argentino desde siempre –generando así el mandatode ocuparlo- y unas relaciones fronterizas que se imaginaban entérminos de guerra permanente –originando la necesidad de unacampaña definitiva-. En el discurso político analizado podemosencontrar manifestaciones de estas representaciones.

La nacionalización discursiva de los territorios del Sur, com-patible incluso con la idea de que eran tierras “por conquistar”4,se manifestaba en la constante designación de la Pampa y laPatagonia como parte de “nuestro territorio”. En 1875 el historia-dor y diputado Vicente F. López denunciaba enérgicamente la cir-

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina 167

4 Cfr. p. e. el texto de la ley 947 de campaña al río Negro, que en su art. 2° habla de “lastierras públicas nacionales que se conquisten” y en el 3° de “tierras nacionales situadas alexterior de las fronteras”; D 1878 II:253.

culación de un mapa que fijaba el límite sur de la Argentina en elrío Negro, “sustraída toda la Patagonia a la posesión de laRepública” (D 1875 I:241). En la sesión siguiente desarrollabaextensamente los argumentos sobre los cuales la Argentina recla-maba para sí el territorio, y remataba su alocución con una aren-ga que no apartaba el tema del tono utilitarista que impregnabael discurso político de entonces:

Salvemos la Patagonia que es una de las partes integrantes y demás importancia de la República Argentina, parte que vale másque los miserables retazos que estamos cuestionando con algunasotras naciones....porque ahí está nuestro porvenir práctico, porque ahí está nues-tro desarrollo, nuestra riqueza, porque es el gran emporio que hade hacer de la República Argentina una de las naciones más nota-bles del mundo, dentro de muy pocos años y por el inmenso valorde sus costas. Desgraciado del que no lo comprenda (D 1885I:269).

También son frecuentes las referencias a la cuestión de lapertenencia territorial de la Pampa y la Patagonia, precisamenteen los fragmentos discursivos en los que se apela al conocimientocientífico del territorio como legitimador de la acción conquista-dora:

[El proyecto de campaña] viene aconsejado por los hombres quede muchos años atrás han encontrado que la frontera natural, poresa parte de la República, era el río Negro.

[La obra de Moreno Viaje a la Patagonia Austral] es la más impor-tante que se haya publicado hasta ahora en la República Argentinarelativa a viajes y exploraciones en nuestro territorio.

...el mapa que acompaña el libro [de Moreno]... viene a comple-mentar una parte desconocida de la carta de la RepúblicaArgentina.

[Las obras de Moreno y Lista] tratan de hacer conocer territorios

168 Pedro Navarro Floria

argentinos hasta ahora desconocidos.

No conocemos nuestro propio territorio.

...la obra del Sr. Moreno... [está] destinada a hacer conocer unaregión inexplorada de nuestro territorio.

La construcción historiográfica del mito de la guerra fronte-riza permanente, cuyo análisis a fondo excede los propósitos deeste trabajo, encuentra algunos de sus principales puntos deapoyo en el discurso político sustentador del plan de campaña delministro Roca y el presidente Avellaneda, de 1878. Solamente amodo de ejemplo citamos algunos pasajes de los mensajes e inter-venciones del Poder Ejecutivo al respecto:

El Poder Ejecutivo cree llegado el momento de presentar a la san-ción del Honorable Congreso el proyecto adjunto, en ejecución dela Ley de 23 de agosto de 1867, que resuelve de una manera posi-tiva el problema de la defensa de nuestras fronteras por el oestey por el sur, adoptando resueltamente el sistema que desde el siglopasado vienen aconsejando la experiencia y el estudio, como elúnico que, a una gran economía, trae aparejada una completaseguridad: la ocupación del río Negro, como frontera de laRepública sobre los indios de la Pampa....A mediados del siglo pasado, ya los reyes de España aceptabancomo un principio de defensa militar lo que hoy día ha llegado aconvertirse en una verdad evidente y comprobada por la dolorosaexperiencia que en sesenta y ocho años de vida nacional hemoscosechado con la destrucción constante de la primera fuente denuestra riqueza rural y la pérdida de numerosas vidas y cuantiosostesoros, ‘que es imposible la defensa de una línea militar que seextiende por cientos de leguas, si no se cuenta, como auxiliar ybase de la defensa, con una barrera natural que pueda ser opues-ta a las incursiones del salvaje’....

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina 169

Así, el pensamiento de situar la frontera en el río Negro, como lalínea más corta, más económica y segura, data del siglo pasado (D1878 I:678-679).

No rompemos nosotros la guerra. La guerra hace tres siglos que estáempeñada entre ellos y nosotros (S 1878:512).

Una vez realizada la conquista, esta concepción historio-gráfica resultó funcional a su conmemoración celebratoria. En1883, al justificar el otorgamiento de una medalla a los expedi-cionarios, el diputado Reyna se refería a “una de nuestras epope-yas más hermosas... el término de esa historia de sangre que seinició en 1515, con el martirio de Juan Díaz de Solís..., que hadurado más de tres siglos” (D 1883 I:819). Tres años después, alconsiderarse un premio al expresidente Avellaneda, el diputadoGallo reiteraba esa representación del pasado (D 1886 I:872). Almismo tiempo, como ya vimos, se reforzaba la idea de una incom-patibilidad ancestral y permanente entre la civilización occidentaly los pueblos indígenas.

Conclusiones

En conclusión, podemos afirmar que:El recurso al conocimiento científico por parte del discurso

político argentino de la segunda mitad del siglo XIX referido a losterritorios del Sur, fue poco frecuente y de tono eminentementeutilitario.

La decisión política y la investigación científica operabandiscursivamente de modo de legitimarse en forma recíproca:encontramos tanto justificaciones pretendidamente científicas dela política de conquista como explicaciones políticas de la realiza-ción de viajes exploratorios, cartografía y ensayos. Sin embargo, laideología utilitarista dominante hizo que fuera más frecuente eluso del conocimiento científico con propósitos políticos.

No se observa, en el período y el registro analizado, el usopolítico de algunas consideraciones –fundamentalmente las de una

170 Pedro Navarro Floria

línea poligenista- presentes en trabajos del campo de laAntropología de la primera comunidad científica argentina quehubieran podido respaldar ideológicamente la acción violenta con-tra los pueblos indígenas de la Pampa y la Patagonia. Sí se obser-va la vigencia de algunas ideas corrientes ya varias décadas antes,que podemos considerar la ciencia normal de la época.

Se observa, en cambio, la manipulación política de motivosdiscursivos del campo de la Geografía y de la Historia, para lageneración de un imaginario nacionalizado respecto del escenarioconquistado.

Referencias

Diario de sesiones de la Cámara de Senadores del Estado de BuenosAires, 1858 (1859). Buenos Aires: El Orden.

Diarios de sesiones del Congreso de la Nación, 1853 a 1904.

Levaggi, A. (1995), Política indigenista de Nicolás Avellaneda,antropología cristiana vs. antropología darwinista. ScriptaEthnologica (Buenos Aires), XVII.

Navarro Floria, P. (2001), Los usos y desusos de la ciencia en eldiscurso político argentino sobre la frontera sur de la déca-da de 1870, IV Congreso Chileno-Argentino de EstudiosHistóricos (Valparaíso y Viña del Mar, 18-21 de abril de2001).

Nouzeilles, G. (1999), Patagonia as Borderland: Nature, Cultureand the Idea of State. Journal of Latin American CulturalStudies, 8:1.

Siegrist de Gentile, N. y M.H. Martín (1981), Geopolítica, ciencia ytécnica a través de la campaña del desierto. Buenos Aires:EudeBA.

Zeballos, E.S. (1958), La conquista de quince mil leguas, Estudiosobre la traslación de la frontera sur de la República al ríoNegro. Buenos Aires: Hachette.

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina 171

Pedro Navarro Floria / Compilador

PATAGONIA: ciencia y conquista

La mirada de la primera comunidad científica argentina

Pedro Navarro Floriacompilador

CEP - Centro de Estudios PatagónicosFacultad de Ciencias de la Educación

Universidad Nacional del Comahue© Pedro Navarro Floria

®Pedro Navarro Floria

Primera Edición: agosto 2004 / 200 ejemplares

Hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Impreso en Argentina

ISBN 987-1154-33-X

Publifadecs

Departamento de Publicaciones de la Facultad de Derecho yCiencias Sociales.Universidad Nacional del ComahueMendoza y Perú (8332) General Roca. Río Negro. Repú[email protected]

Sede provisoria: Museo de Geología y PaleontologíaBuenos Aires 1400 -(8300)Neuquén - Tel: 4490300 int. 403Email: [email protected]

CEP - Centro de Estudios PatagónicosFacultad de Ciencias de la EducaciónUniversidad Nacional del Comahue© Pedro Navarro Floria

INDICE

Prólogo, por Irina Podgorny . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación: idealismo,materialismo y empirismo en el credo de la primera cienciaargentinapor Leonardo Salgado y Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . .37

La mirada de la "vanguardia capitalista" sobre la frontera pam-peano-patagónica: Darwin (1833-1834), Mac Cann (1847),Burmeister (1857)por Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61

La "Pampa fértil" y la Patagonia en las primeras geografíasargentinas (1876)por Pedro Navarro Floria y Alejandro Mc Caskill . . . . . . . . . .101

La invención de los ancestros: el "patagón antiguo" y la cons-trucción discursiva de un pasado nacional remoto para laArgentina (1870-1915), por Pedro Navarro Floria, Leonardo Salgado y Pablo Azar . . .119

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina en lasegunda mitad del siglo XIXpor Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .147

Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .171

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .173

Patagonia Ciencia y Conquista 5

Epílogo

Hemos recorrido una trayectoria de las ideas de la primeracomunidad científica argentina, centrándonos en su mentorHermann Burmeister y en las décadas de 1860 y 1870, partiendodel análisis tanto de la obra teórica como de los escritos de viajedel naturalista alemán y registrando el impacto de los trabajos deese grupo en el discurso político de la época.

Nos proponemos cerrar este libro de compilación reuniendoalgunas ideas que sirvan de síntesis a lo trabajado durante estoscuatro años. No pretendemos ser exhaustivos ni mucho menos rea-lizar una lectura de nuestros propios trabajos que supla la miradadel lector. Muy al contrario, proponemos estas últimas líneas comouna relectura de diversos trabajos, escritos en momentos diferen-tes y no en el orden en que aparecen presentados aquí –algunoshace tiempo-, es decir como una herramienta para un diálogo queaspiramos a continuar.

Una primera idea que nos parece relevante destacar es quehemos acertado al identificar, como objeto de estudio, a unmomento y a un conjunto de actores anteriores –en el campo pro-fesional de las ciencias del Hombre y de la Naturaleza- al predo-minio del positivismo. No nos ha resultado del todo convincenteconsiderarlos “prepositivistas” porque ese adjetivo parece marcarun deslizamiento inexorable impropio de una adecuada historiza-ción o problematización de procesos complejos como son los refe-ridos al campo de las ideas, las teorías científicas y sus contextossociopolíticos. Nos sentimos autorizados a referirnos, más bien, auna generación científica intermedia –la de Burmeister- entre la dela época del romanticismo y los viajeros humboldtianos europeos,y la de los nation builders criollos predominantemente positivistas.Burmeister comparte, en efecto, características de ambas etapas:de viajero europeo devino científico instalado y agente estatal dela República, sin dejar nunca de considerarse –como señala Miguel

de Asúa- un investigador in partibus, es decir un enviado del cen-tro a la periferia y un observador de la periferia con los ojos impe-riales –diría Mary Louise Pratt- del centro. Una actitud que debiócondicionar y orientar la de sus discípulos como Francisco P.Moreno, que inició su carrera investigativa buscando legitimaciónen los más prestigiosos círculos europeos, a sabiendas de que si sumaestro traía esa marca de prestigio desde su origen mismo, éldebería adquirirla a fin de satisfacer las expectativas de una socie-dad demasiado pendiente de la moda de las antípodas.

En segundo lugar, hemos podido corroborar la presencia devinculaciones muy directas entre el trayecto de las ideas y el pro-ceso político centrado en la construcción del Estado argentino y,dentro de él, en la apropiación imaginaria y material del Sur pam-peano y patagónico. En ese sentido, y relacionado con lo anterior,estamos en condiciones de establecer una diferenciación bastanteclara entre un Burmeister que, como se dijo, aunque se desempe-ñó como agente estatal y contó con el subsidio público nunca ter-minó de sentirse ajeno a los intereses de la oligarquía gobernante–allí está para demostrarlo su polémica con Ricardo Napp y losdescriptores oficiales en torno del futuro agrícola de la Pampa-, y,por ejemplo, un Moreno autoconstituido intérprete de la HistoriaNatural de la nación, o bien del proceso político en clave científi-ca.

Entendemos que de estas determinaciones fundamentales–no excluyentes, sin duda, de otras tanto o más interesantes- par-ten otras posibles líneas de análisis. Por ejemplo, la ubicación deBurmeister en el contexto de una Antropología racista propia desu tiempo, o su identificación con la “mirada imperial” generado-ra de una cierta desconfianza en la tierra que lo acogía. Tambiénla posibilidad de complejizar progresivamente las caracterizacio-nes historiográficas clásicas de las ideas y de sus portadores,poniendo en cuestión identificaciones y antinomias impuestas yglobalizadoras tales como fijistas/evolucionistas, darwinistas/antidarwinistas, positivistas/idealistas, etc. Esto último se vincu-la, en virtud de la permeabilidad del ámbito científico, de susactores, instituciones y conceptualizaciones, a concepciones de

174 Epílogo

clara raíz política –como, por ejemplo, los tópicos del “salvaje” yel “desierto”-, constitutivas de todo un clima de ideas y funciona-les a los procesos políticos ya señalados. Un tema que segura-mente admite análisis mucho más extensos e intensos es el de lasestrategias de inclusión de los científicos argentinos y sus traba-jos en los debates científicos de interés mundial, con su juego delegitimaciones cruzadas por el cual el reconocimiento académicooperaba como legitimador de un status social y político y a su vezéste abría puertas a recursos privilegiados para una tarea investi-gativa que se revelaba perfectamente funcional a los propósitosnacionalizadores del Estado. Como contracara de esta actitudcorriente entre los primeros científicos nacionales, encontramoslas huellas de una práctica utilitaria sobre los trabajos y argumen-tos científicos por parte del discurso político, y de la conflictivi-dad generada en la opinión de los sectores dirigentes por los con-tenidos de la ciencia más novedosa: un escenario que desmientela tantas veces afirmada homogeneidad de convicciones progresis-tas en los sectores dominantes de la época de la formación delEstado argentino.

En definitiva, si tuviéramos que optar por una representa-ción que, a modo de conclusión, contenga la mayor parte posiblede las líneas de investigación abiertas durante este proyecto yreflejadas en los trabajos que editamos aquí, posiblemente selec-cionaríamos la intuición que nos habla de una imposición del pro-yecto político por sobre el programa científico. Quizás debiéramosinvertir el sentido expresado en el título original del proyecto, encuanto hace referencia a las implicancias de las ideas científicasen las políticas hacia el territorio pampeano-patagónico. Debemosreconocer las raíces de nuestra motivación para estudiar el temaen la clásica posición historiográfica que refiere a una supuesta“política científica” –en cuanto basada en determinaciones cientí-ficas- de los constructores del Estado argentino. Sin embargo, ter-minamos discutiendo esa hipótesis y sosteniendo precisamente locontrario: el fundamento y la inspiración política de los trabajoscientíficos de la época. La “política científica” no es más que unproducto discursivo eficaz del exitismo y la soberbia del roquismo

Epílogo 175

de 1880, proyectado, por añadidura, hacia el pasado, a las déca-das anteriores, con el auxilio de más de una confusión, como porejemplo la de considerar que la disposición positiva del presiden-te Domingo F. Sarmiento hacia la ciencia y los científicos fue laregla y no una excepción en la historia argentina. Solamente com-prendiendo el alcance y la potencia de la iniciativa política con-quistadora de la Pampa y la Patagonia se llega a develar el senti-do de la pasión de nuestros primeros científicos por caracterizar através de sus ojos imperiales devenidos en nacionales el paisaje,los recursos y los habitantes del Sur. Es decir, a descubrir las impli-cancias de la política en los trabajos científicos sobre el espacionatural y social pampeano-patagónico.

Pedro Navarro FloriaNeuquén, abril de 2004

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PATAGONIA: ciencia y conquista

La mirada de la primera comunidad científica argentina

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Prólogo, por Irina Podgorny . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .9

Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .31

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación: idealismo,materialismo y empirismo en el credo de la primera cienciaargentinapor Leonardo Salgado y Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . .37

La mirada de la "vanguardia capitalista" sobre la frontera pam-peano-patagónica: Darwin (1833-1834), Mac Cann (1847),Burmeister (1857)por Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .61

La "Pampa fértil" y la Patagonia en las primeras geografíasargentinas (1876)por Pedro Navarro Floria y Alejandro Mc Caskill . . . . . . . . . .101

La invención de los ancestros: el "patagón antiguo" y la cons-trucción discursiva de un pasado nacional remoto para laArgentina (1870-1915), por Pedro Navarro Floria, Leonardo Salgado y Pablo Azar . . .119

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina en lasegunda mitad del siglo XIXpor Pedro Navarro Floria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .147

Conclusiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .171

Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .173

Patagonia Ciencia y Conquista 5

PrólogoLa conciencia de una tradición

Irina Podgorny*

Hace unos años Leonardo Salgado y yo nos encontramos enLuján compartiendo una sesión sobre los hermanos Carlos yFlorentino Ameghino (cf. Vizcaíno 2000). Allí descubrimos el inte-rés común en las ideas reinantes en el fin de siglo rioplatense y enalgunos temas de la historia de la paleontología y de las cienciasnaturales. Nos llamaba la atención la vigencia contemporánea deciertos estereotipos acerca de algunos personajes: el ejemplo deAmeghino reinaba en el ambiente, pero la santificación de su bio-grafía no podía aislarse de la construcción de un repertorio deantagonistas (Podgorny 1997). Recordábamos los casos deFrancisco Moreno, el héroe de los relatos nacionalistas, y el deHermann Burmeister, cuya vida había servido para construir losrelatos más diversos sobre “los inicios de la ciencia” en laArgentina. Por un lado, Burmeister aparecía como la figura funda-dora, de gran prestigio internacional, gracias a la cual el paísnaciente pudo ser incluido en el mapa de los países modernos (cf.Mantegari 2003). Por otro lado –y sobre ello conversábamos conSalgado- cierta historiografía señalaba a Burmeister como el pala-dín del pensamiento religioso antievolucionista y antidarwinista.Los dos nos preguntábamos si no valdría la pena revisar la propie-dad de los motes aplicados a Burmeister por la generación queintentaba reemplazarlo en la conducción de las nuevas institucio-nes científicas argentinas. Desde mi punto de vista, la bibliografíade los últimos veinte años, creadora de un enfoque mucho mássutil para el estudio de la historia de la aceptación y del rechazodel darwinismo, debía ser convocada para analizar a Burmeister. Ami entender cabía la sospecha de que Burmeister planteaba uncaso historiográfico análogo al de Georges Cuvier y, más precisa-mente, al de Richard Owen (1804-1892), confinado hasta hace

muy poco al bando de los enemigos del evolucionismo y al de losrepresentantes del “pensamiento religioso y anticientífico”. Lostrabajos sobre estos personajes y sobre la anatomía europea de,entre muchos otros, Lenoir, Nyhart, Ospovat, Outram, Rudwick,Rupke y Sloan demostraron que la zoología y la paleontología delsiglo XIX tenían un carácter mucho más complejo que el recons-truido por la historiografía amante de las oposiciones radicales yde los relatos lineales. En este marco, donde la idea de transfor-mación de las especies cobra miles de matices, casi apostaba conSalgado a que Burmeister podía llegar a considerarse como unomás de aquellos “evolucionistas” que no aceptaron las explicacio-nes y los mecanismos darwinianos.

Poco después, y como resultado de ese encuentro, LeonardoSalgado y Pedro Navarro Floria me incluyeron en su proyecto sobre“El pensamiento de la primera comunidad científica argentina(Germán Burmeister y sus discípulos) y sus implicancias en laspolíticas hacia el territorio pampeano-patagónico, 1860-1880”.Este prólogo quiere introducir al lector a los trabajos desarrolladosen ese marco por el equipo de Salgado, Navarro Floria, Azar y McCaskill y reunidos en este volumen. Asimismo –tal como lo hicié-ramos en Luján- dialoga con ellos en aras de abrir nuevas pregun-tas para responder, quizás, en futuros proyectos. Por último, quie-re señalar los aportes de otros investigadores para enriquecer lasinteresantes visiones presentadas en este libro.

La ciencia como obra de un autor

En 1995, Hebe Vessuri desarrollaba “la noción de estilos deinvestigación” como un recurso que “parece permitir una narraciónrazonable de los procesos de evolución de una comunidad cientí-fica en una sociedad específica, permitiendo que el trabajo cientí-fico se relacione con los objetivos y recursos de sus practicantes ycon la estructura de restricciones del contexto en el cual se des-envuelven”. Entre las características distintivas de los estilos deinvestigación Vessuri citaba las siguientes: 1) aspectos metafísi-

10 PATAGONIA: Ciencia y Conquista

cos (tradiciones filosóficas e ideológicas, actitudes lingüísticas ypsicológicas); 2) intereses científicos, algunas veces relacionadosa las necesidades de desarrollo nacional y, otras, derivados de lasinclinaciones metafísicas de los propios científicos; 3) el nivel ins-titucional que incluye el lugar de los científicos en el status o laestructura de clases, la manera en que su actividad científica essocialmente percibida, la forma en que se organizan; 4) la supe-rioridad relativa de ramas de conocimiento particulares investiga-das en un país de acuerdo a la comparación con otros países o vin-culadas al campo internacional. El libro de Salgado, Navarro Floria,Azar y Mc Caskill, puede afirmarse, aporta muchos elementos paradefinir los estilos de investigación en la Buenos Aires de la segun-da mitad del siglo XIX.

Vessuri, en este trabajo, insistía en colocar en el año 1880los inicios de la formación de una comunidad científica en laArgentina, caracterizando a dicha etapa por los pocos científicosresidentes, por el predominio entre ellos de expatriados europeosy por la falta de una tradición científica local, marco donde:

no eran raros los conflictos de autoridad, legitimidad y, aveces, aquellos provocados por una clara discriminación delos científicos locales por parte de rígidos y arrogantes pro-fesores e investigadores europeos (Vessuri 1995)

Sin embargo, María Margaret Lopes, gracias a un minuciosotrabajo, ha señalado ya que Burmeister llega a un medio menosdesierto de lo que generalmente se cree, queriendo decir con ellodos cosas: primero, la disponibilidad en los museos de generosascolecciones semiclasificadas; segundo, la existencia de un ambien-te sensible a las prácticas ligadas al conocimiento de la naturale-za. En efecto, el ex profesor de Halle elegía dirigir un museo enri-quecido, entre otras fuentes, por las colecciones de mamíferosfósiles compradas a Augusto Bravard y las donadas por FranciscoJavier Muñiz (Lopes 2000). La posibilidad de no dar clases en launiversidad, de controlar las colecciones porteñas e impedir laexportación de fósiles (Podgorny 2000), sumada a la “inexisten-

Prólogo 11

cia” de competencia profesional local, creaban una situación envi-diable a los ojos de muchos anatomistas europeos por dos aspec-tos. El primero, la independencia del museo de la universidad; elsegundo, la abundancia de fauna innominada.

Respecto de este último recordemos: en la Europa de esasdécadas los dinosaurios todavía distaban mucho de constituirse enel icono de la fauna prehistórica que representan hoy en día; porel contrario, ese lugar estaba ocupado por los mamíferos fósiles,entre los cuales se encontraban los gigantescos mamíferos de lasPampas (Rudwick 1992; Rupke 1994, 128). Quien residiera cerca delos yacimientos donde se ocultaban los megateroides sudamerica-nos podría aventajar a aquellos que, como Owen en Londres, “des-cubrían” nuevos géneros y especies dependiendo exclusivamentedel envío de huesos ultramarinos (Podgorny 2001). ParaBurmeister, cuya tesis se había dedicado a los insectos, la anato-mía de los mamíferos significaba un campo prácticamente desco-nocido; por ello y en aras de heredar en Sudamérica el cetro deCuvier, hubo de estudiar los problemas de la sistemática de estosgrupos.

Burmeister, por otro lado, dejaba un medio que, indepen-dientemente de la situación política, empezaba a serle intelec-tualmente hostil: Halle, señalemos, fue una de las universidadesprusianas donde la zoología sistemática resistió más duramente losembates de la nueva generación de la escuela morfológica. Comorecuerda Nyhart (1995:101), Burmeister, al partir hacia BuenosAires, dejó expresas instrucciones para ser reemplazado porGottfried Giebel (1820-1881), quizás el único personaje a quienllegó a considerar como su discípulo. Giebel había trabajado conél en 1860 y 1861 en la clasificación geognóstica de la colecciónmalacológica de la cordillera de los Andes y estuvo a cargo de larevisión de varias de las reediciones de Geschichte der Schöpfung(Podgorny y Lopes 2004), obra que se analiza en este libro en elcapítulo de Salgado y Navarro Floria.

La zoología al estilo de Burmeister y de Giebel se centrabaen la sistemática y en el trabajo en el museo, entendido este comoun gabinete de historia natural donde se determinaban y describí-

12 PATAGONIA: Ciencia y Conquista

an especies. La tendencia contraria -basada en el trabajo en insti-tutos o laboratorios- empezaba a materializarse por esos años enlas universidades de los estados alemanes. A los ojos deBurmeister, con Giebel sucediéndole en la cátedra se conjuraba elriesgo representado por los zoólogos de la moderna escuela fisio-morfológica quienes “tirarían por la borda” su obra de Halle(Nyhart 1995:101). Giebel murió en 1881 y, con él, uno de los últi-mos profesores universitarios de zoología de la vieja escuela, refu-giada en un museo de Buenos Aires en la persona de su maestro,cuya vida se extendería todavía una década.

En otro orden de cosas, aunque la labilidad y capacidad deextinción de las instituciones científicas de estas costas son inne-gables, esto no debería ocultar que el Plata era, sin embargo, unaregión rica en coleccionistas y aficionados al conocimiento de lanaturaleza: con ellos se urdía una sociabilidad de intercambio demateriales y de bibliografía cuyo estudio recién se inicia (Podgornyy Lopes 2004, Pupio 2004, Pegoraro m.s.). Desde mi punto devista, si hay algo peculiar en las prácticas ligadas al conocimien-to de la naturaleza en el contexto rioplatense del siglo XIX, es elcarácter colectivo y asociacionista de las mismas: ya en los merosintentos de creación de un museo en 1812, la recopilación de lanaturaleza local se presentaba como una tarea colectiva –carentede autor individual y dirigida, en cambio, por la asociación-,modelada por instrucciones circulantes a través de la estructurajerárquica de la administración burocrática. La herencia de la tra-dición española y la de las órdenes religiosas (tales como los jesui-tas estudiados en el Plata y en Brasil por Miguel de Asúa y CarlosZiller Camenietzki), referida al estudio físico de un territorio a tra-vés de los protocolos distribuidos jerárquicamente a través de laadministración (Capel 1982, Podgorny 2003, Podgorny y Schäffner2000), se combinó luego con las iniciativas de creación de aso-ciaciones eruditas, similares en algunos puntos a las academiascentrales y provinciales francesas (Roche 1978) y a las sociedadescientíficas que proliferaron en la Inglaterra de la primera mitad delsiglo XIX (Rudwick 1985, Morrell y Thackay 1981). En esta trayec-toria se cuentan la Sociedad de Ciencias Físicas y Matemáticas

Prólogo 13

(1822-1824), la Asociación de Amigos de la Historia Natural delPlata (1855), la Asociación Farmacéutica de Buenos Aires (1856),la Sociedad Paleontológica (1864) y la Sociedad CientíficaArgentina (1872) (Lopes 1999). La importancia de las mismas eradestacada por Vicente Quesada (1863:316) en una reseña sobre laRevista Farmacéutica:

Su lectura nos ha producido una satisfacción profunda, por-que es la prueba evidente de las ventajas de las asociacio-nes científicas, y un ejemplo cuya imitación desearíamos segeneralizase. Esta sociedad no puede dejar de impulsar elprogreso... Esa Revista está en el sexto año de su publica-ción y la sociedad que puede sostenerla, manifiesta ungrado de desarrollo intelectual, notable ya en la vida y civi-lización de un pueblo.

Burmeister, sin embargo, trabajará en el sentido opuesto,tratando de erigirse en la única autoridad científica de estas lati-tudes y negando esta tradición asociacionista que le precedía:como señala Lopes (2000), el Museo Público y sus Anales se con-solidaron como un gabinete exclusivo para el director, indepen-diente y clausurado a todo contacto con la enseñanza y con laUniversidad de Buenos Aires, con la que prácticamente compartíael espacio donde se alojaba. Burmeister, personaje ineludible devarias comisiones y de casi todas las asociaciones eruditas de laArgentina, ratificaba -como afirma Vessuri (1995)- sin cesar suvoluntad de no relacionarse con los locales y con los científicosresidentes en Córdoba. Los jóvenes Estanislao Zeballos y EduardoLadislao Holmberg escribirían entre 1874 y 1878 distintas críticasal carácter cerrado y perimido del Museo Público, cuestionandoque la obra de su Director circulara casi con exclusividad en elextranjero (Montserrat 2000, Lopes 2000). Los hermanos Doeringy Ameghino intentarían derrumbar la autoridad científica deBurmeister demostrando sus errores en la interpretación de la geo-logía pampeana. Moreno, por su parte, trataría de derribar suimperio porteño enviando el Museo Público a la campaña y pro-

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moviendo la fundación de un gran museo nacional en BuenosAires, la nueva capital nacional (Lopes y Podgorny 2000, Podgornyy Lopes 2004).

En la vida de Burmeister –como en la de otros directores demuseos (cf. Winsor 1990)- sobran ejemplos de los conflictos cons-tantes surgidos con sus colaboradores, un signo elocuente notanto –o no solo- del mal carácter de los actores sino de la impo-sibilidad de crear una escuela de trabajo y de investigación.Cuando la historiografía consagra a Burmeister como fundador deuna tradición científica local, está resaltando, sin saberlo, la emer-gencia en la Argentina de una estructura donde el conocimiento dela naturaleza empieza a organizarse como la obra de un autor y nocomo un trabajo colectivo. En este sentido sí puede afirmarse quela presencia de Burmeister da el ejemplo para la aparición devarios autores cuya biografía y obra será relatada de la mismamanera que la de su “maestro”. Las páginas que continúan a esteprólogo colaboran a dilucidar algunos de los pasos por los cualesla ciencia en la Argentina empezó a estructurarse alrededor de laautoridad y la autoría de determinados personajes. Valga comocomplemento de este libro, el trabajo que se desarrolla desde elMuseo de La Plata para demostrar que la visibilidad de estos indi-viduos esconde, en realidad, la red de provisión de datos y deintercambio de ideas que, más allá del relato historiográfico tradi-cional, sustenta hasta bien entrado el siglo XX la práctica de dis-ciplinas tales como la antropología, la zoología y la paleontología(cf. Podgorny 2002).

Las ideas y las prácticas

Los trabajos de Margaret Lopes sobre los museos latinoame-ricanos confirman, además, la pertinencia de no separar las ideasde las prácticas y de los espacios de la ciencia. Esta tendencia,consolidada internacionalmente gracias a los trabajos de PeterGalison y Steven Shapin, nos recuerda que un museo y un labora-torio consisten en mucho más que el objeto de la historia de las

Prólogo 15

instituciones. Como se ha señalado reiteradamente, los historiado-res de la de ciencia, a pesar de haber hecho énfasis en la impor-tancia del experimento y de la observación, dejaron de lado elestudio concreto de estas prácticas y de los espacios que las mode-laban. En este sentido, el capítulo de Navarro Floria, Salgado yAzar, dedicado a la clasificación de los cráneos es sumamente enri-quecedor y promete un futuro análisis de los procedimientos con-cretos usados en la antropología de entonces.

Por todo ello, es oportuno recordar que Burmeister trabajóen el espacio de diversos museos ligados a la práctica de la histo-ria natural. En efecto, Burmeister llegaba por segunda vez aBuenos Aires precedido de su experiencia en el Museo de Lima yen el Museo de Zoología de Halle. Estos espacios de recopilaciónde material implicaban –para ser internacionalmente inteligibles yvisibles- la clasificación de los materiales y la confección de uncatálogo. Por ende, las ideas de Burmeister no pueden desligarsedel problema central de su práctica como zoólogo sistemático: laclasificación de las colecciones, y muy en particular de las colec-ciones paleontológicas, por las que, como dijimos antes, le intere-sa radicarse en Buenos Aires (Lopes 2000). Para Burmeister, a faltade colecciones aptas para la comparación y la posterior clasifica-ción de las piezas archivadas en el museo, era indispensable con-tar con una biblioteca de referencia. En ese mismo trabajo Lopesha señalado la importancia dada a la compra y al intercambio depublicaciones con los centros científicos más importantes comoalgo esencial de su práctica.

Entre sus primeros encargos se cuenta la obra de HenriDucrotay de Blainville (1777-1850), uno de los zoólogos másimportantes de la época, que desafiaba los principios de la anato-mía cuvieriana y sostenía la posibilidad de ordenar a todos ani-males en una única secuencia linear, es decir en una denominada“serie animal”. Esta idea cuestionaba la idea de los embranche-ments de Cuvier y se acercaba a Lamarck en la disposición de lasclases zoológicas dispuestas en un orden de perfección creciente,yendo de los animales más toscos hasta el hombre, en función delos órganos y facultades. Como afirmamos en otra parte (cf.

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Podgorny y Lopes 2004, parte 3, para una discusión más ampliasobre este tema) la elección, por parte de Burmeister, de una obray de un autor desafiantes del funcionalismo propio de la escuelade Cuvier nos enfrenta a varios elementos de su pensamiento y desu práctica clasificatoria de los mamíferos fósiles. Por otro lado,nos muestra que las fronteras lingüísticas y nacionales eran fácil-mente cruzadas por los naturalistas de entonces (cf. Sloan 1994,1997 sobre las relaciones entre los anatomistas franceses, inglesesy alemanes, sus ideas sobre la filosofía de la naturaleza y los cri-terios de organización de los distintos museos europeos).

Los libros y sus públicos

Burmeister, como hemos señalado ya, lejos de una posicióncentral en el mundo institucional de la biología de la segundamitad del siglo XIX, representaba una posición en franco retroce-so. Sin llegar a los extremos del caso Richter, podría decirse deBurmeister que él también supo construir en Buenos Aires susupuesto renombre internacional. Sus biografías han consolidadoesta versión recurriendo a, entre otros elementos, las sucesivasediciones y traducciones de su obra de juventud Geschichte derSchöpfung (1843). Pero más que suministrar una prueba sobre surenombre científico ello nos habla de otro fenómeno: la sensacióneditorial de este tipo de obras en el siglo XIX europeo (cf. Rudwick1992, Frasca-Spada y Jardine 2000, Secord 2001).

Comparada muchas veces con el Kosmos de Humboldt(Birabén 1968), esta exitosa obra juvenil de Burmeister, sinembargo, resulta del procedimiento contrario al propuesto poraquel: Burmeister escribe este libro a partir de su experiencia ylecturas como maestro de escuela de historia natural y profesoruniversitario de zoología. Humboldt, en cambio, produjo unanarrativa como efecto de su trabajo de medición y de compilaciónde datos en el campo (Podgorny y Schäffner 1999). En efecto, lanarración humboldtiana debe entenderse según su constitución entres estratos que responden a la jerarquía del procesamiento de los

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datos: primero, la colección y la producción de datos y objetosdurante el viaje y su pasaje a un espacio homogéneo. Segundo, lapublicación en 1811 del atlas con los mapas de México basados enesas observaciones y mediciones1. Las Relations y las narracionespropiamente dichas solamente adquieren significado específicocon estos antecedentes y constituyen el tercer estrato. El mapa,como segundo estrato, más que una mera representación del terri-torio se trata de una representación estadística de los datos toma-dos en el terreno y, asimismo, la grilla que hace posible la sínte-sis y le da significado a los mismos: “Para qué sirven”, dijo el viejoHumboldt al cartógrafo Heinrich Berghaus en 1852, “todas lasnarraciones sobre las maravillas de los reinos de la naturaleza y delhombre, si no puede demostrarse el sitio de la tierra al que estasmaravillas están ligadas otorgándoles una posición bajo un deter-minado meridiano”2. La Historia de la Creación de Burmeister sealeja de este procedimiento y se acerca, por el contrario, al géne-ro de la explicación y narración de las maravillas de la naturaleza.Por otro lado, se puede parecer al Kosmos y al itinerario de los via-jes de Humboldt en otro sentido: el de estar dirigidas a un públi-co no especializado, ávido de la lectura de las descripciones deestos tiempos remotos que emergen como espejo de la Europadecimonónica. Es por ello que resultaría interesante que futurasinvestigaciones traten de reconstruir, por un lado, los contextos delectura, circulación y de producción de esta obra de Burmeister;por otro, de determinar los cambios introducidos por Giebel y porlos distintos traductores y el impacto de los debates reinantes enel reino de la zoología durante todo el período que sigue a la pri-mera edición de 1843, entre ellos, la publicación del Origen de lasEspecies en 1859. El capítulo dedicado en este libro a las ideas ver-tidas en la edición castellana de la obra constituye un valioso

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1 Alexander von Humboldt, Atlas géographique et physique du Royaume de La Nouvelle-Espagne, fondé sur des observations astronomiques, des mesures trigonometriques et des niv-ellements barométriques (1811). Reeditado por Hanno Beck und Wilhelm Bonacker,Stuttgart, 1969.

2 Alexander von Humboldt, Briefwechsel mit Heinrich Berghaus aus den Jahren 1825 bis1858, Jena 1869, p. 209.

aporte a la determinación de los tópicos allí expresados.Con respecto a los contextos de lectura, Prieto (1996) ha

analizado el papel de una serie de relatos de viajeros inglesescomo mediadores entre la obra de Humboldt y la aparición dedeterminados tópicos en la literatura argentina. Este trabajo dePrieto nos sirve también para desentrañar las claves de lectura delos textos tratados en el capítulo de Navarro Floria publicado eneste libro. Por otro lado, recordemos el trabajo de Miguel de Asúa(1989) sobre los resortes que permitieron la publicación de laDescription Physique de Burmeister. Tanto la obra de Prieto comola de Asúa ayudan a entender a la obra de Burmeister como unobjeto material que tiene sentido en determinadas condiciones deproducción y en una red de lecturas que le da significado.

El mercado del libro no es un factor menor en la historia yen el análisis de la recepción de las ideas. Las ideas vertidas en elViaje de Burmeister, señalemos, tuvieron una oportunidad tardíaen la Argentina. En 1904 los herederos de Burmeister ofrecieronvender al Estado su propiedad literaria para traducir la obra al cas-tellano: la compra fue rechazada por el efecto perjudicial que ten-dría la propagación de conocimientos propios de la época en quehabía sido escrita. El Viaje sería publicado en español cuarentaaños después, en plena Segunda Guerra Mundial, por la UniónGermánica en Buenos Aires. De allí surgen varias preguntas acercade los objetivos de este emprendimiento: en ese momento delsiglo XX, ¿cómo interviene el traductor?, ¿qué significan la apari-ción en Buenos Aires y la traducción al castellano de las ideasracistas de Burmeister analizadas aquí por Navarro Floria?

La visión materialista del mundo

En este libro se analizan algunas obras publicadas en dis-tintos momentos de la vida de Burmeister, un profesor de zoologíaque decide cambiar no sólo de continente y de hemisferio sinotambién de grupo zoológico a quien dedicar sus desvelos taxonó-micos. Como hemos analizado en otra parte (Podgorny y Lopes2004), entre sus primeros trabajos publicados en Buenos Aires y la

Prólogo 19

Description Physique, Burmeister cambia de sistema clasificatoriodel mundo animal. Pero a la vez mantiene su visión materialistadel mundo, despojada del lenguaje trascendental característico,en cambio, de muchos anatomistas europeos. Salgado y NavarroFloria analizan algunos de sus aspectos en el primero de los capí-tulos de este volumen. Es quizás desde ese materialismo extremoque se puede explicar el rechazo de Burmeister a algunas de lasideas de Darwin. Burmeister, como muchos otros, extremaría sucautela en aceptar aquellas hipótesis que recurrían a la interven-ción de agentes imposibles de comprobar con los “hechos” dis-ponibles.

Así, en 1876, Burmeister dedicará unas páginas a aquellotraducido por Daireaux como “descendance originaire”, un tema ala orden del día entre los naturalistas:

Pour dire franchement mon opinion, je confesse que nousne savons rien positivement quant à l’origine primitive desanimaux et des plantes; tout qu’on a dit sur ce sujet esthypothétique et ne s’appuie pas sur des observations exac-tes.3

Con ello se refería a la “génération originaire” (generaciónespontánea) refutada por los trabajos de Pasteur y de Bastian. Sinembargo, admitía:

la génération originaire est un résultat demandé par lascience exacte, elle est en relation intime avec toutes lesautres conditions de l’univers, et les naturalistes qui nepeuvent pas accepter que la matière soit sortie du néant,sont obligés d’admettre l’éternité de la matière et baserleurs théories scientifiques sur des transformations de lamatière. La science moderne est obligée d’admettre lagénération originaire comme hypothèse inévitable; ellereconnaît ce fait prouvé par l’observation des restes des

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3 H. Burmeister, Description physique, 3, 10-11.

êtres organisés dans les couches sédimentaires de notreglobe, que les animaux et les plantes primitifs ont été d’undegré inférieur aux types actuels, et que ceux-ci se sotdévoloppés (sic) peu à peu par des changements successifs,en raison des époques géologiques pendant lesquelles ils setrouvaient sur le globe, jusqu’à ce qu’enfin la présence del’homme, des mammifères et des plantes les plus parfaitesvint achever ce travail par le dernier et le plus sublime pro-duit de notre planète.4

La tensión entre la generación espontánea y la transforma-ción/ transmutación de la materia se inscribía en un marco caren-te, como bien decía Burmeister, de pruebas empíricas pero acep-table como “hipótesis inevitable” y como manera de evitar la invo-cación a Dios. De esta manera aparecía como un recurso necesariopara permanecer en un marco puramente naturalista. A diferenciadel primer traductor alemán de Darwin, Burmeister aceptaría lageneración espontánea sin por ello comprometerse con la trans-formación de la materia y de las especies5.

Burmeister, insistiendo en la falta de pruebas empíricas parasustentar esta teoría en la observación, afirmaba su pleno con-vencimiento en este otro “hecho”:

les êtres des formations antérieures de notre globe sont lesprototypes des êtres actuels, et à ce sujet, je me déclarepartisan de cette hypothèse, dernièrement développée endétail par Darwin et ses successeurs, comme une loi nature-lle.

Burmeister aceptaba la hipótesis de Darwin, leyendo a esteautor –como se recuerda en este libro- con una lente más cercana

Prólogo 21

4 Íd. P. 11-12

5 Cf. Nyhart 1995:114- 115 sobre la posición de Bronn acerca de Darwin, las fuerzas cre-ativas y la generación espontánea. La segunda edición de la Lethaea geognostica de Bronn,profesor de Heidelberg y el primer traductor de Darwin al alemán, era citada por Burmeisteren 1864 como “la mas completa revista Paleozoológica que haya aparecido hasta hoy”.

al marco de Owen o de la filosofía de la naturaleza del continen-te. Sin la presión de un Huxley –por ahora-, Burmeister podíahablar de prototipos y adscribirse a ciertos aspectos del darwinis-mo sin traicionar por ello su vieja raigambre. Por otro lado, laaceptación de estas ideas “darwinistas” no implicaba asumir tam-bién la posibilidad de un cambio del tipo fundamental según lasinfluencias externas:

Tout ce que ces savants ont dit sur la formation primitivedes êtres et sur le changement des types fixes, différant parleur origine, sont des phrases sans argument positif et quine présentent pas de preuves pouvant servir à établir unsystème général. Ces idées sont les produits de leur proprefantaisie, fondées sur des pensées imaginaires plus ou moinspossibles, mais d’aucune manière on ne peut y trouver uneloi sûre donnant la vraie explication de la construction orga-nique primitive. Pour moi, je ne puis accepter le prétenduchangement d’un type fondamental inférieur en un autretout différent supérieur, que comme une hypothèse en con-tradiction avec l’expérience; je crois, plutôt, que les diffé-rents types sont originaux et contemporains, et que seule-ment le développement de chaque type a eu lieu pendant lesépoques successives... Ces comparaisons d’êtres hétérogè-nes se font facilement lorsque les auteurs ne prêtent atten-tion qu’aux généralités; mais l’étude détaillée des différen-ces m’a toujours donné cette conviction qu’elles sont primi-tives... Cette transformation d’un type fixe déjà constitué enautre type, par la seule influence des causes externes mesemble, d’après mes propres études, une impossibilité que jen’admets pas, et par cette raison, je crois préférable de nepas donner ce changement prétendu comme une loi d’évo-lution prouvée par la science. Il ne reste donc autre chosequ’un dogme aussi peu prouvé que tous les autres articlesde foi, et par conséquent en dehors d’une discussion scien-tifique6.

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6 12-13.

En este argumento parecía repetir a Cuvier acusando de“observaciones parciales” a los defensores de “l’échelle d’êtres”, alestilo de Lamarck y de Blainville en el marco de la “philosophie dela nature”, pero también se parecía a estos últimos. Por un lado,usaba como autoridad clasificatoria a todos los autores de lasescuelas más divergentes. Por otro, aceptaba la idea de conexiónentre el prototipo original y la forma presente, sin admitir la posi-bilidad de conexión entre los “tipos” inferiores y superiores y dela transformación de uno en otro, por ejemplo la transformaciónde un insecto en un vertebrado. Con cierto eco de la desconexiónentre los embranchements de Cuvier, Burmeister postulaba la fije-za de los tipos y el cambio dentro de ellos pero nunca el salto deuno a otro. Burmeister, con muchas más resonancias lamarckianasde la que generalmente se han admitido en su obra, trataba dedefinir el grado de sensibilidad, y por ende de perfección, de lasclases de cada tipo animal, ligando el movimiento al grado másinferior y el sentimiento al grado superior. Los sustratos de la vida(el agua, el aire y la tierra), se asociaban al grado de perfección.La tierra, donde el animal estaba en contacto con todos los ele-mentos, posibilitaba la mayor evolución de los órganos sensitivos,y por ende, la mayor perfección estaba representada por los verte-brados y los insectos. Si bien Burmeister descartaba la modifica-ción del tipo por la influencia del ambiente, el tipo fundamental yel sustrato mismo se vinculaban de una manera esencial. De estamanera, en Burmeister convivían varias capas y controversiassuperpuestas e interpretadas según su práctica de zoólogo siste-mático (Podgorny y Lopes 2004).

En las obras de Burmeister puede encontrarse tanto un len-guaje que defiende los hechos a ultranza como reiterados ataquesa los dogmas, significado y símbolos del catolicismo romano. Así,por ejemplo, en su pelea por la sistemática de los caballos fósilesaprovechaba para burlarse de los atributos de María, la madre deJesús de Nazareth:

La pretensión de defender y conservar su nuevo géneroHippahalus, que él [Ameghino] distingue de Hippidium por

Prólogo 23

falta de los pliegues internos de esmalte en las muelas infe-riores sólo prueba para mí, que Ameghino es sumamentetenaz en sus errores. No me propongo corregir más sus ideasfijas; pero creer que un miembro del grupo de los caballos,pueda tener dientes sin pliegues internos de esmalte, espara mí como creer en la concepción inmaculada de laVirgen.

En esta misma línea, Burmeister se refirió varias veces alarmado de fósiles y de colecciones en el Museo Público como equi-valente a protegerlos de las interpretaciones populares y retrógra-das existentes en este ambiente católico y reacio a la ciencia.Entre ellas, mencionaba las ideas sostenidas por “los miembros delclero”: negando el “estado natural” de los huesos enormes de losmamíferos fósiles de las Pampas, los sacerdotes propagaban laexplicación que adjudicaba el gran tamaño a la adquisición paula-tina de esa dimensión por añadiduras ocurridas en la misma tierraluego de la muerte del animal, cuyo tamaño, en vida, habría sidomucho menor7. Burmeister argüía:

Il est notoire que la crédulité des hommes, en général, aimemieux admettre les miracles, qu’écouter les explicationssensées des personnes bien informées; les doctrines supers-titieuses de l’Église catholique font une loi aux laïques,aussi bien qu’aux prêtres, d’accepter comme vérités lesmiracles. Par cette raison, je n’ai pas été surpris de trouverdes ecclésiastiques qui ne voulaient pas croire que lesgrands ossements de notre pays fussent dans leur état natu-rel, comme le prouve leur état de conservation.

Estos ataques a la iglesia católica se repetirían en muchospasajes de su obra, desconociendo o negando la tradición de losnaturalistas eclesiásticos rioplatenses encarnada, entre otros por

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7 H. Burmeister, Description Physique de la République Argentine d’aprés des observationspersonnelles et étrangéres, traducido del alemán por E. Daireaux, Tome II, Contenant laClimatologie et le Tableau géognostique du pays, Paris, Libraire Savy, 1876: 188.

Muñoz y Larrañaga, dos religiosos cuyas colecciones y bibliotecasestaban ligadas a los orígenes del Museo Público y a esas redes deintercambio de información que precedían –y sobrevivirían- aBurmeister y de las cuales el director del Museo tampoco escapa-ría (cf. Podgorny y Lopes 2004). Sin dudas, Burmeister compartecon la generación más joven este lenguaje sobre la naturaleza des-pojado de elementos trascendentales. Contrariamente al lenguajede anatomistas como Richard Owen y paleontólogos transformistascomo Albert Gaudry, podría decirse que el lenguaje sobre la natu-raleza argentina se modeló sobre una base donde Dios no tienelugar. Como este libro vuelve a mostrar, la Nación, en cambio, seirá perfilando como la explicación y el origen de todas las cosas,sobre todo para algunos de los jóvenes en conflicto conBurmeister. Sin embargo, esta retórica sobre la eternidad de laNación y del territorio argentino, no nos debe conducir a caer enel lugar común de la supuesta articulación funcional entre “Cienciay Estado”. En otra parte hemos alertado que el caso argentino nossugiere explorar con más cuidado ciertos lugares comunes sobre laalianza entre “la ciencia”, “el poder” y “el control estatal”(Podgorny y Lopes 2004). De este libro surge como corolario quela evidencia de algún plan maestro articulador de los dispositivosde la exploración científica con el dominio minucioso del territo-rio es bastante débil. Por el contrario, la sujeción del trabajo delos científicos a múltiples, diversas y agotadoras negociacionescreaba todas las condiciones para que, como señalaba Vessuri, elambiente más que propicio se les apareciera como sumamente hos-til. Estos individuos flexibles a los rumbos de la política –unacaracterística que no debe adjudicarse con exclusividad a ningúnpaís- sabían muy bien que transformarse era sinónimo de sobrevi-vir.

Por último me queda destacar el valor de este libro querepresenta los resultados de un proyecto de historia de la cienciaen condiciones caracterizadas por la falta de bibliotecas de refe-rencia y el acceso a las fuentes secundarias. Por eso, su publica-ción puede celebrarse como parte de aquel camino necesario reco-rrido, entre otros, por el poeta Auden, para “adquirir el senti-

Prólogo 25

miento histórico que nos permita escribir con la conciencia de unatradición” (Bucknell en Auden 1994).

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Prólogo 29

Introducción

Entre 1998 y 1999, Pablo Azar (Facultad de Turismo, UNCo),Leonardo Salgado (Museo de Geología y Paleontología UNCo yCONICET) y Pedro Navarro Floria (CONICET y Museo UNCo) comen-zamos a intercambiar ideas y materiales de investigación que cadauno por su cuenta, a partir de proyectos anteriores o de interesespersonales, habíamos reunido y desarrollado. Se sumaron al equi-po Liliana Pierucci (Facultad de Humanidades, UNCo), FelipeValverde (Centro Regional Universitario Bariloche, UNCo) yAlejandro Mc Caskill (Facultad de Humanidades, UNCo), contamoscon el asesoramiento de Irina Podgorny (CONICET y UniversidadNacional de La Plata) y ese espacio de diálogo surgido espontáne-amente en torno de los trabajos de algunos de los primeros cien-tíficos argentinos y en relación con nuestra región Norpatagónica,se transformó en un primer proyecto aprobado y financiado por laFacultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Comahue:el proyecto de investigación 04-H059 titulado El pensamiento bio-lógico de la primera comunidad científica argentina (GermánBurmeister y sus discípulos) y sus implicancias en las políticas haciael territorio pampeano-patagónico, 1860-1880, desarrollado entre2000 y 2003. Así fuimos generando una serie de estudios que hoysintetizamos y reeditamos aquí, para darles el sentido de conjun-to que el proyecto siempre tuvo y para lograr una mejor difusiónde nuestra producción académica.

Llegado este momento de cierre del primer proyecto y depresentación de sus resultados, cabe hacer un breve balance de laexperiencia del equipo, en lo que pueda ser útil al lector para com-prender mejor los trabajos que contiene este libro.

En primer lugar, deseamos destacar que el equipo deHistoria de la Ciencia formado y dirigido por Leonardo Salgado esel primero en su temática en el ámbito de la Universidad delComahue, y que buena parte de su productividad se explica por su

composición interdisciplinaria. Efectivamente, el aporte de dosbiólogos (Salgado y Valverde), dos antropólogos (Azar yPodgorny), un geógrafo (Mc Caskill) y dos historiadores (Pierucci yNavarro Floria) hicieron posible este espacio de colaboración y cre-atividad compartida.

Como consecuencia de este encuentro de inquietudes y deperspectivas disciplinarias, el abordaje de la temática propuestaes, por lo menos, doble. Por un lado, está presente la mirada de laHistoria de la Ciencia entendida como historia de las disciplinas ycomunidades científicas en su contexto ideológico y social. Por elotro, se yuxtapone a ella la mirada de la Historia Intelectual, encuanto atiende a los contenidos ideológicos y mentales en generaldel proceso político -en este caso, el de la construcción del Estadonacional en la región pampeano-patagónica-.

Cada una de estas vertientes aportó al proyecto un proble-ma básico. La Historia de la Ciencia en la Argentina, tanto desdela tradicional historiografía descriptiva de personas, institucionesy programas como desde los más novedosos enfoques sociológicos,en cuanto a los orígenes de la actividad académica nacional, hacentrado su interés en el período iniciado convencionalmente en1880. Por eso nos pareció interesante a la vez que necesarioemprender el análisis de la etapa anterior (1860-1880), comomomento formativo de la primera comunidad científica argentina yde los primeros análisis sistemáticos del escenario geográfico ysocial norpatagónico. Además, la Historia intelectual argentinasobre la época de la formación y construcción del Estado habíadado una importancia quizás excesiva al positivismo como objetode análisis, dejando de lado otras visiones e identificando apresu-radamente un cierto clima de ideas, lenguajes y actitudes con unacompenetración absoluta entre el plano de las decisiones políticasy el de la investigación. El discurso referido a la “política científi-ca”, entendido como argumento a favor de la cientificidad dedeterminadas decisiones políticas, se revela ciertamente eficaz.Esto hace indispensable, desde la Historia, ir más allá del discur-so y analizar el contenido mismo de los trabajos científicos de laépoca y su diálogo con las instancias políticas, a fin de develar el

32 PATAGONIA: Ciencia y Conquista

carácter de esa relación de mutua seducción entre ciencia y polí-tica, en relación, para nuestro caso, con nuestra región.

Nos propusimos, en efecto, analizar las obras de los prime-ros naturalistas argentinos, comenzando por su precursor alemánHermann Burmeister en tanto formador de la primera generación,estudiando las ideas científicas perceptibles en ellas y las impli-cancias de esa visión en la construcción de una representaciónpropia y de relevancia política sobre los territorios del Sur y supoblación mestiza e indígena.

Entendemos dicha representación como funcional a la apro-piación mental y material del espacio regional, como parte de laconstrucción social de la realidad norpatagónica que tendió anaturalizar determinadas caracterizaciones geográficas, antropoló-gicas y sociológicas con el propósito de legitimar la conquista.Esta construcción imaginaria del espacio a ocupar estuvo fuerte-mente instalada en la matriz naturalista de la mentalidad de laépoca, generando una serie de visiones de tipo determinista acer-ca del destino del territorio fronterizo y de la población que lohabitaba. Es claro que en la apropiación imaginaria del espaciopampeano-patagónico jugaron un rol decisivo los estudios cientí-ficos emprendidos durante la segunda mitad del siglo XIX. Ellosprodujeron contenidos, fundamentaron discursos, legitimaron laapropiación del territorio y sus recursos y el sometimiento de sushabitantes. Recursos y habitantes que fueron previamente clasifi-cados, estudiados, jerarquizados en función de los intereses de losentes estatales argentinos o extranjeros sostenedores de los estu-dios. Efectivamente, la construcción del imaginario científico acer-ca de la Pampa y la Patagonia encontró un marco apto en el pro-ceso de formación institucional del Estado: diversas publicacionese instituciones científicas de gestión estatal, o subsidiadas o des-tinadas a legitimar y fundamentar la acción política, sirvieron decuna a la primera generación de naturalistas argentinos, que ocu-paron cargos diversos en la administración pública y que fueron,desde su status intelectual, funcionales al proceso de determina-ción del territorio nacional que se llevó a cabo a partir de la déca-da de 1870.

INTRODUCCIÓN 33

Las políticas del Estado nacional hacia la Pampa y laPatagonia en la época de los Territorios Nacionales y la relaciónnación-provincias desde la provincialización hasta hoy, se hanvisto sometidas a una fuerte tensión, producida por la deficientearticulación de la región en el sistema nacional, en el plano polí-tico-institucional, en el económico, etc. La modalidad extractivo-dependiente de esta relación histórica se articula con una seriede representaciones ideológicas del territorio, de sus habitantes yde sus recursos. Esas representaciones reconocen sus fuentes, enbuena medida, en la interacción del discurso político con los tra-bajos científicos del siglo XIX. Esa interacción es la que nos pro-pusimos estudiar. Reconocer los orígenes y las implicancias deesas ideas nos permitirá contribuir desde el conocimiento a lanecesaria y permanente reformulación de los modos de inserciónregional patagónica en el proyecto de país que los argentinos nosdebemos.

En sus versiones originales, todos los artículos que compo-nen este libro fueron publicados en revistas especializadas dealcance nacional e internacional:

Salgado, L. y P. Navarro Floria, Germán Burmeister y suHistoria de la Creación, en: Episteme (Porto Alegre), 13 (jul-dez2001).

Navarro Floria, P., La mirada de la ‘vanguardia capitalista’sobre la frontera pampeano-patagónica: Darwin (1833-1834), MacCann (1847), Burmeister (1857), en: Saber y Tiempo (BuenosAires), 10 (jul-dic 2000).

Navarro Floria, P. y A. Mc Caskill, La “Pampa fértil” y laPatagonia en las primeras geografías argentinas (1876), en: Biblio3W, Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales(Barcelona), VI:319 (21 oct 2001),http://www.ub.es/geocrit/b3w-319.htm

Navarro Floria, P., L. Salgado y P. Azar, La invención de losancestros: el “patagón antiguo” y la construcción discursiva de unpasado nacional remoto para la Argentina (1870-1915), en: Revistade Indias (Madrid), LXIV-231 (2004).

Navarro Floria, P., Ciencia y discurso político sobre la fron-

34 PATAGONIA: Ciencia y Conquista

tera sur argentina en la segunda mitad del siglo XIX, en: Saber yTiempo (Buenos Aires), 13 (ene-jun 2002).

Como es normal tratándose de investigaciones académicas,unos cuantos aspectos parciales y conclusiones provisorias deestas investigaciones fueron presentados y fueron discutidos endiversas reuniones científicas: el II Coloquio Internacional deGeocrítica (Barcelona, mayo de 2000), el IV Seminario Argentino-Chileno de Estudios Históricos y Relaciones Internacionales(Mendoza, octubre de 2000), el IV Congreso Chileno-Argentino deEstudios Históricos (Valparaíso y Viña del Mar, abril de 2001), lasIII Jornadas de Investigación de la Facultad de Humanidades(Neuquén, junio de 2001), el II Congreso de Historia del Neuquén(Junín de los Andes, agosto de 2001), el V Seminario Argentino-Chileno de Humanidades, Ambiente y Relaciones Internacionales(Mendoza, octubre de 2001), las 15as Jornadas de Investigación dela Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de LaPampa (Gral. Pico, noviembre de 2001), el I Congreso “Osvaldo A.Reig” de Vertebradología Básica y Evolutiva e Historia y Filosofíade la Ciencia (Buenos Aires, marzo de 2002), las Jornadas deHistoria de la Patagonia (Viedma, octubre de 2002), el 51°Congreso Internacional de Americanistas (Simposio A-22 Método yconceptos en los orígenes de la antropología, Europa y América,siglos XV a XIX, Santiago de Chile, julio de 2003) y el VI Congresode Historia de las Ciencias y la Tecnología (Buenos Aires, marzo de2004). Una síntesis de los avances logrados hasta la mitad del pro-yecto fue presentada en las Jornadas de Divulgación Científica yTécnica de la Universidad Nacional del Comahue (San Carlos deBariloche, mayo de 2001).También parte de sus contenidos fueronobjeto de conferencias realizadas por Pedro Navarro Floria en elPosgrado de la Universidad de San Andrés en julio de 2001 y en elPrograma de Investigación Geográfico Político Patagónico de laUniversidad Católica Argentina en setiembre de 2002, y de uncurso de posgrado dictado en setiembre y octubre de 2002 en laUniversidad Nacional de Buenos Aires.

En relación con las diversas ocasiones en que nuestras ideasfueron propuestas para su discusión o su publicación, todos los

INTRODUCCIÓN 35

integrantes del equipo de Historia de la Ciencia tenemos deudas degratitud con Nicolás Babini, editor de Saber y Tiempo, que con sussiempre oportunas observaciones nos ayudó a perfeccionar el difí-cil arte de comunicar trabajos científicos con precisión y claridad;con los alumnos del curso de posgrado de la UBA (FernandoWilliams, Laura Kropff, Gabriela Nacach, Susana Yappert); y concolegas que escucharon y enriquecieron nuestras ponencias eideas, como Horacio Capel, Mónica Quijada, Lidia Nacuzzi, JesúsBustamante, Claudia Briones, Álvaro Fernández Bravo, GracielaSalto, Alex Vallega, José Manuel Zavala, Florencia Roulet, MirtaTeobaldo, Teresa Michieli, Luis Carlos Parentini, Marta Bechis,Sergio Sciglitano y tantos otros que acuden caóticamente a nues-tra memoria.

Leonardo SalgadoPedro Navarro Floria

Pablo AzarAlejandro Mc Caskill

Neuquén, abril de 2004

36 PATAGONIA: Ciencia y Conquista

CAPITULO 1

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación:idealismo, materialismo y empirismo en el credo dela primera ciencia argentina

Leonardo SalgadoPedro Navarro Floria

“The tendency was, and sometimes still is, to dismiss the postdarwi-nian idealist as obscurantists and reactionaries, the villains of the piece

(...). I want to continue the theme that platonists, however unsuccessfulin the alien realm of evolutionary mechanics, did contribute to the con-

ceptual foundation of paleontology.”(Desmond 1982:175)

Este trabajo investiga el pensamiento filosófico y teórico deHermann Burmeister, quien es reconocido como el fundador delMuseo Público de Buenos Aires. Sus ideas y pensamiento filosóficode aquel entonces fueron delineados en su libro titulado Historia dela Creación, publicado en 1843. Las ideas de Burmeister están carac-terizadas por dos notas principales: idealismo y fijismo de las espe-cies. Los “tipos ideales” se transforman en seres reales mediante“leyes secundarias”. Una vez que los caracteres específicos son esta-blecidos (esto es, una vez que el ser real es materializado), las“influencias externas” son incapaces de cambiar la profunda estruc-tura del organismo.

En el caso del hombre, Burmeister propone que las especies apartir de las cuales las especies actuales de Homo pueden haber evo-lucionado, fueron creadas en diferentes lugares, bajo diferentes con-diciones, pero construidas a partir de la misma idea.

A su vez, el progreso evolutivo y la aparición de seres supe-riores en el registro paleontológico, son la consecuencia de condi-ciones ambientales cambiantes.

Los historiadores de la ciencia que han tomado la figura delpaleontólogo prusiano Karl Hermann Conrad Burmeister (1807-1892), organizador y director del Museo Público de Buenos Aires,han centrado su interés en su actuación al frente de diversas ins-tituciones y en su relación con otros miembros de la comunidadcientífica, muchos de ellos partidarios del evolucionismo. En efec-to, los estudios sobre la introducción del pensamiento evolucio-nista en la Argentina lo muestran como contrario a las nuevasideas, “un vigoroso paladín del antidarwinismo” según lo describeMontserrat (1999:22). Sus propias ideas, sin embargo, apenas hanmerecido atención. ¿Hasta dónde fue Burmeister antidarwinista?¿Cuáles fueron sus pensamientos sobre la naturaleza, los organis-mos biológicos y su relación con el ambiente? En este trabajointentaremos responder estas preguntas tomando como referenciasu obra Historia de la Creación, cuya primera edición es de 1843(antes de la llegada de Burmeister a Buenos Aires), y la última edi-ción corregida de 1867, año que encuentra al sabio prusiano yainstalado en la dirección del Museo Público de esa ciudad. La tra-ducción al castellano de la obra, en la cual nos hemos basado, noposee una fecha cierta de impresión, aunque ciertamente respon-de a la última edición (Birabén 1968:74). Otras publicaciones deBurmeister nos permitieron conocer hasta qué punto las ideas bos-quejadas en Historia de la Creación fueron mantenidas con poste-rioridad, y de qué forma se traslucen en sus trabajos paleontoló-gicos, zoológicos o antropológicos.

Esquema de la obra

Historia de la Creación está organizada en dos tomos. El pri-mero de ellos (unos quince capítulos) es un desarrollo de los cono-cimientos geológicos de la época, desde ideas acerca del origen dela tierra hasta una descripción resumida de los principales terre-nos geológicos. Un primer comentario que debería hacerse tieneque ver con el título de la obra: Historia de la Creación. Así comoel término “Historia” no se aplica aquí a una serie de sucesos en

38 Leonardo Salgado - Pedro Navarro Floria

el tiempo sino al antiguo significado griego que refiere a un estu-dio o tratado, “Creación” no significa “creación de la nada”.Creación es un término que aparece frecuentemente durante todoel siglo XIX, incluso en obras que nada tienen de “creacionistas”,si por creación entendemos “surgimiento sobrenatural” ex nihilo.Debe recordarse el título de obras evolucionistas, por ejemploVestigios de la Historia Natural de la Creación (primera edición de1844) de Robert Chambers e Historia de la Creación y los SeresOrganizados (primera edición de 1868) de Ernst Haeckel. El térmi-no “creación” es utilizado en esas obras como “todo lo que exis-te” o simplemente “existencia”. Ludwig Büchner (1824-1899), dequien tampoco puede decirse que haya sido “creacionista” (en elmoderno sentido de la palabra), también habla de “períodos de lacreación de la tierra” en su obra Fuerza y Materia, cuya primeraedición es de 1855. Tomando Creación por “existencia”, un grannúmero de naturalistas predarwinianos ya hablaban de “creaciónpor Ley”, como contraria a la “creación sobrenatural” o “creaciónde la nada”. Recién con el evolucionismo terminará aceptándoseque la única “Ley” posible para la aparición de nuevos organismosera la “Ley de la generación” es decir, mediante la reproducción deorganismos preexistentes. En definitiva, el solo título de su obranada nos dice sobre el pensamiento biológico de Burmeister.

Ya en las primeras páginas del libro, al referirse al origen delUniverso Burmeister expresa que

...las ciencias de la naturaleza no se hallan en estado de dar con-clusiones acerca de este principio de las cosas; no tienen ningu-na base científica en que apoyar sus raciocinios para hacer salirla materia de la nada, y deben admitir por lo tanto su existenciadesde toda la eternidad como un hecho demostrado (I:5)1.

Aquí se niega expresamente que haya habido una “creación”ex nihilo, o una “aparición de la nada”, volcándose hacia la eter-

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación 39

1 Salvo indicación en contrario, los números entre paréntesis sin más referenciasserán, en adelante, números de página de la Historia de la Creación de H.Burmeister.

nidad del mundo, o al menos la eternidad de la materia, idea quehabía ya sido adoptada por materialistas como Ludwig Büchner enFuerza y Materia. Como en este caso, las otras explicaciones que sedarán en el transcurso de la obra estarán basadas en Leyes natu-rales. También se establece que

Para escribir su historia [de la Tierra] debemos empezar, pues, portener un conocimiento exacto del presente; apoyados en esta basepodremos intentar la descripción de los períodos primitivos yexplicarlos... (I:6-7).

Y más adelante agrega:

...es preciso que tome por punto de partida una hipótesis cuyaposibilidad no sólo concuerde con los hechos positivos de la evo-lución del Globo terrestre, sino que, además, presente las fases dedesarrollo reconocidas experimentalmente, como las consecuen-cias necesarias de la causa adoptada (I:155).

Sin embargo, su propia explicación del origen del Universoconocido, difícilmente puede decirse que esté basada en “hechospositivos” o “reconocidos experimentalmente”:

En el origen, todo el espacio estaba lleno de una materia homo-génea reducida al estado de vapores muy sutiles, formando la basede las materias condensadas actualmente en los astros. Esta extre-ma división de la materia impedía toda reacción de los elementosentre ellos. Todo permaneció en una mezcla caótica, sin movi-miento, hasta el momento en que se efectuó una primera con-densación; el equilibrio se destruyó, y los diversos elementospudieron obrar los unos sobre los otros (I:184).

Ambiente y Organismos

Un concepto importante que se encuentra en Historia de laCreación es aquel que establece que el grado de organización ycomplejidad de los organismos está determinado por las propieda-

40 Leonardo Salgado - Pedro Navarro Floria

des físicas del ambiente. De este modo, los cambios geológico-ambientales del pasado que, como veremos, derivarían principal-mente del progresivo enfriamiento de la Tierra, se ven reflejadosen los cambios paleontológicos concomitantes. Es el fundamentode lo que más tarde Burmeister llamaría la “paleontología geog-nóstica”, resumida en su obra titulada La Paleontología actual ensus tendencias y resultados de 1864 (reimpresa en 1896) como

el estudio de las diferencias específicas observadas en los anima-les pertenecientes a las diferentes épocas antiguas de la superfi-cie de la tierra, con el objeto de conocer, y deducir por medio dela diferencia específica de los petrificados, la identidad o la dife-rencia de las épocas en que se formaron las capas sedimentariasque los contienen (Burmeister 1896:15, bastardilla nuestra)

La “paleontología biológica”, por su parte, se propone elconocimiento de “la variación del tipo primitivo en las diversasformas de que es susceptible” (Ibídem:15), según su pensamientoidealista que expondremos más adelante.

Estos cambios geológico-paleontológicos de los que hablaBurmeister se dan de forma más o menos abrupta, coincidiendocon las interrupciones en la depositación sedimentaria. Como semencionó, cada nueva época de creación inaugura nuevas condi-ciones, de manera tal que las faunas son reemplazadas periódica-mente. En su Historia de la Creación escribe:

Si esos restos de organismos cambian de caracteres específicoscon cada capa, concluiremos de ello que la vida organizada fueaniquilada después de cada nuevo cataclismo, a lo menos en laesfera de acción de la catástrofe y que la reemplazó una organi-zación nueva y más joven (I:200).

Las extinciones, que nunca involucran al total de los orga-nismos de una época son, a juicio de Burmeister, el resultado de“revoluciones”, tales como levantamientos (I:201) y erupcionesvolcánicas (I:251). Dichas “revoluciones” señalan el comienzo dediferentes “épocas de creación” que

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación 41

no han sido limitadas en absoluto, y... por consiguiente, no exis-ten formaciones separadas unas de otras de una manera cortada.Al contrario, se reconoce que la evolución continua de las causasha producido fenómenos análogos... (I:201).

Las “revoluciones geológicas” no representan verdaderasinterrupciones de los procesos geológicos conocidos. Estos últimosson interpretados, además, en un sentido claramente evolutivo,pero con fuerza decreciente:

Esta variada complejidad, fundada en la naturaleza misma de lascapas, ha hecho más y más falsa la teoría de los grandes períodosde desarrollo claramente determinados y las distinciones de forma-ciones que estribaban en ella. Ha demostrado a los geólogos quetenían mucho que hacer con las continuas alternativas de calma yde trastorno, de formación y de destrucción, de vida y de aniqui-lamiento de los seres animados; y que los diferentes períodos nose distinguen con claridad en sus efectos sino localmente, mien-tras en otros puntos pasan insensiblemente del uno al otro. En laevolución y el desarrollo de nuestro planeta, no existen en reali-dad grandes divisiones que puedan considerarse como los puntosde reposo o los altos de su marcha progresiva; al contrario, entodas partes descubrimos una evolución idéntica a sí misma concausas semejantes hasta los tiempos actuales, pero dotadas de unpoder de acción decreciente de día en día y que, por decirlo así, vaextinguiéndose (I:249).

Con las grandes erupciones, el calor del interior del planetase va perdiendo de a poco, estableciéndose finalmente las condi-ciones para la aparición del hombre sobre el planeta. Comienza asíel último gran período de creación.

De lo anterior se entiende que, si la sucesión paleontológi-ca que finaliza con el hombre es, en verdad, progresiva, lo es envirtud de un paulatino “mejoramiento” de las condiciones de exis-tencia:

A esos tipos incoherentes en presencia del mundo primitivo, suce-dieron otras formas siempre más perfeccionadas y en las cuales se

42 Leonardo Salgado - Pedro Navarro Floria

realizó por fin esta armonía interior que hoy se manifiesta en elhombre. Sin embargo, no deben considerarse como bosquejos malacabados de su época. Su naturaleza estaba en relación con elcarácter de su tiempo y con su residencia; primitiva y groseracomo aquella, incompleta como éste (I:286).

Se trata de la doctrina que Ospovat (1981:34) llama de “per-fección limitada”: los organismos no son en ningún sentido imper-fectos. Al ser creados por medio de leyes, los organismos son tanperfectos como les es posible dentro de los límites impuestos porla necesidad de conformar esas leyes.

En el Tomo II de la Historia de la Creación es en donde seabordan cuestiones específicamente biológicas. Hablando del pro-blema de la generación espontánea, por ejemplo, Burmeisterentiende que hay que dar a esta hipótesis

algún valor; porque en realidad, no se le opone ninguna objeciónrealmente científica, y sin él [la generación espontánea] el origende los organismos sobre la Tierra no se explica más que por laintervención inmediata de un poder superior (II:30).

Puede verse que no se trata solamente de referirse a “hechospositivos” o “reconocidos experimentalmente”, sino de recurrir ahipótesis que no son contrarias al tipo de respuesta que se pre-tende dar, en este caso, una explicación “natural”, no teológica,del origen de la vida sobre el planeta:

Es muy evidente que, en este caso también, la opinión que tienemás verosimilitud es la que se enlaza con el juego de los fenóme-nos actuales y rechaza la intervención de todo poder misterioso(II:33).

Burmeister y el idealismo biológico

El término idealismo se ha aplicado, en un sentido históri-co-biológico, a la presunta existencia de formas puras, ideales o

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típicas, cuya materialización en los organismos se da a través de“causas secundarias”, que pueden implicar tanto una degeneracióncomo una adaptación. Es así que ningún organismo sería una fielreproducción de su respectiva forma ideal, sino el resultado de sumodificación bajo la influencia de los factores ambientales. Ideasde este tipo fueron muy comunes durante la primera mitad delsiglo XIX, particularmente en Alemania y Francia, aunque debedecirse que en el resto de Europa tuvieron una aceptación dispar.En Inglaterra, uno de los representantes del idealismo fue el ana-tomista y paleontólogo Richard Owen (1804-1892) (Desmond1982; Rupke 1993). Owen creía en la existencia de un vertebradoarquetípico (ideal, no real) que habría servido de molde para todoslos demás vertebrados. En la sucesión paleontológica (claramenteen el caso de los caballos) Owen vio de qué forma los sucesivosorganismos se apartaban de la forma idealizada, arquetípica, devertebrado. Según Owen, el hombre constituía la definitiva modi-ficación del arquetipo, sobreimpuesta sobre un tipo inferior. Elarquetipismo pretendió ser, al menos en un comienzo, una alter-nativa al evolucionismo, aunque de hecho varios evolucionistashablaron en términos arquetipistas, reemplazando en la práctica lanoción de arquetipo por la de ancestro. El idealismo así entendi-do, en efecto, no es incompatible con el evolucionismo. Piénseseen Ernst Haeckel (1834-1919) y en Carl Gegenbaur (1825-1903) yen los ancestros hipotéticos (arquetípicos) que imaginaron.

A partir del capítulo 3 de la II parte, Historia de la Creaciónda un giro decididamente idealista:

La forma de los órganos se regula según sus funciones, cuya diver-sidad tiene profundas raíces en las necesidades que constituyen suresumen y la esencia de todo organismo. Si abordamos de máscerca esta concepción, reconocemos luego que hay lucha entre laidea misma y su realización. En efecto, todos los organismos,como cuerpos naturales periódicos, están encerrados en límites detiempo determinados, en una palabra, son finitos; la idea, al con-trario, como tipo del ser pretende por sí misma una existenciainfinita (II:35).

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La función por sí sola no explica la estructura, mas bien estaúltima es el resultado de la materialización de una idea en unmomento y lugar determinados, sujeta a necesidades concretas.¿Cuáles son esas “acciones exteriores” que actúan sobre las “for-mas reales” de los organismos? Burmeister menciona el clima, elsuelo, el grado de humedad de la atmósfera y el género de vida(II:62-63). Estos “agentes externos” serían, también, factores dela diversidad específica; un mismo tipo ideal, materializado bajodiferentes condiciones, se expresa de diversas formas o especies:

Además de esta primera causa de diferenciación [la existencia dediferentes formas típicas-ideales], ha debido existir una segundaque ha ejercido su acción sobre las formas reales de los organis-mos y ha contribuido esencialmente a hacer perder a cada uno suforma particular. Esta causa se encuentra en el medio en que cadacuerpo natural ha sido colocado en el momento de su primera apa-rición, y obra como un sello cuyo efecto propio sería imprimir uncarácter particular a los tipos ideales que hasta entonces habíansido generales (II:62).

Algo muy importante, que da una pauta sobre las posiblesrazones que llevaron a Burmeister a rechazar la evolución, es lavirtual imposibilidad de que esas “causas secundarias” o ambien-tales a las que se refería modifiquen profundamente a un organis-mo, de manera tal que se vea alterada su “forma esencial”. En estesentido, puede tomarse por correcta la ubicación en el “preposi-tivismo” que le da Montserrat (1993) a Burmeister, si se piensa enel idealismo como una etapa previa al positivismo.

Considérense, por ejemplo, las diversas especies del género Gato,como los productos de estas influencias exteriores sobre el tipoideal común, y háganse derivar todas las influencias específicas delas acciones exteriores variadas bajo las cuales se han formado losGatos en la superficie de la tierra; sin embargo, no se ve nunca anuestro Gato doméstico convertirse en un León o en un Tigre enlas zonas cálidas, porque en el momento de su nacimiento loscaracteres particulares a su especie le han sido impresos porinfluencias diferentes. Conserva esos caracteres que constituyen

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación 45

su propiedad esencial en medio de todas las circunstancias, y bajonuevas influencias no se modifica más que en algunas partes pocoimportantes (II:63).

A juicio de Burmeister, el alejamiento del tipo ideal causa-do por la actuación de “agentes secundarios” se presenta comouna verdadera degradación o degeneración. No hay posibilidad deque esos agentes por sí solos lleven a un “mejoramiento”. Aquellasformas en las que menos habrían actuado las “influencias ambien-tales”, es decir, aquellas en las que la “forma ideal” se presentaríaen su versión más pura, mantendrían su variabilidad potencial.Esto se ve claramente en el caso del hombre:

Los judíos y los negros conservan su carácter nacional a pesar delcambio de acción de los climas, porque su tipo nacional es másmarcado que el de los pueblos indo-europeos. Estos (los pueblosindo-europeos) tienen, en efecto, una tendencia a variar muchomayor que las otras familias etnológicas, porque poseen la formaideal del tipo humano en su mayor pureza (II:63-64).

En la obra que analizamos, el pensamiento arquetipista coe-xiste con la idea de “cambio progresivo” o “progresionismo”.Podemos anotar aquí una diferencia con Owen, quien negaba queel alejamiento del ideal arquetípico, es decir la “especialización”,significara necesariamente un “mejoramiento”. Dice Burmeister:“...nadie duda de que no haya una evolución y un perfecciona-miento graduales” (II:155), aunque más adelante aclarará:

No podemos desconocer un progreso graduado entre los animalesvertebrados; pero me siento muy inclinado a ponerlo en la cuentade los cambios ocurridos en las condiciones exteriores y que nece-sariamente debieron influir en los animales existentes en la super-ficie de la Tierra (II:301).

Es decir que, si bien las “causas secundarias” producen undeterioro, es decir un alejamiento del tipo ideal, la sucesión pale-ontológica no muestra ese deterioro sino, por el contrario, un per-

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feccionamiento gradual. Justamente, ese perfeccionamiento no esel producto de la actuación de “influencias externas” sino de lamaterialización de formas reales cada vez más perfectas, en virtudde un mejoramiento de las condiciones del ambiente.

El progreso se presenta siempre y cuando se trate de dife-rentes épocas de creación y de la aparición sucesiva de ideas cadavez más complejas. En el caso de tratarse de diferentes realizacio-nes de una misma idea, el proceso que se da es un deterioro,desde las más próximas a la forma ideal hacia las que más se lealejan. En el caso del hombre, la raza caucásica representa paraBurmeister el tipo primitivo (más cerca del ideal, y por lo tantomenos degenerado) de la humanidad.

Burmeister mantendrá el concepto de “tipo” hasta práctica-mente el final de su vida. Transcribiremos como prueba de ello unpárrafo de su artículo “El pie del hombre como su principal carác-ter zoológico” publicado en el diario La Nación (Buenos Aires) el17 de enero de 1888:

...contemplando la natura con los ojos abiertos del naturalista, seentiende bien y fácilmente también en el producto del arte la ideadel artífice, del cual no es otra cosa que la naturaleza verdaderamás o menos ideada. Idear la naturaleza es buscar la figura típicaen los variados objetos de ella, y hallar así la hermosura por elmétodo de comparar los tipos entre sí mismos, para conocer laregla de la ejecución más o menos perfecta. La naturaleza da susreglas en sus obras y la regla general se reconoce por la compara-ción de las variadas figuras, derivando de ellas el común de lasmás acabadas.

Las “formas mixtas”

Una cuestión que merece ser resaltada es el modo en queBurmeister interpreta la condición “mixta” o “intermedia” de cier-tos organismos. En principio, “intermedios” pueden considerase aaquellos seres que se encuentran a mitad de camino entre un tipoy otro, por la presencia de características que se hallan en uno

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación 47

pero no en el otro, como en el caso de una serie progresiva.Tomando en cuenta la “cadena del ser” de Robinet y Bonnet, nom-bre que se da al posible encadenamiento jerárquico de los seresvivos, los sucesivos eslabones son cada vez más completos (o com-plejos). Un determinado eslabón de la cadena es siempre más com-pleto que el eslabón inferior y menos completo que el superior,tomándose al hombre como el último elemento de esa cadenaideal. De esta manera, las formas intermedias son siempre versio-nes incompletas del hombre. Otro aspecto es cuál de los elemen-tos de la “cadena” se halla más próximo al arquetipo. Una posibi-lidad es considerar como prototípico al organismo más simple apartir del cual pueden sucederse los demás. Ese era justamente elconcepto de Robinet:

Considero todas las variedades intermedias entre el prototipo y elhombre como otros tantos ensayos de la naturaleza, que tiendenhacia lo más perfecto, siendo incapaces de lograrlo. Me parece quepodemos llamar a esta colección de estudios preliminares, elaprendizaje de la Naturaleza para hacer el hombre (Von Aesch1947:172).

Para Goethe, en cambio, el eslabón más perfecto es el pro-totipo de los inferiores. De esta forma, el hombre ideal es el pro-totipo de los demás animales. “El todo es el tipo sobre el quetodas sus partes son moldeadas” (Ibídem:175). Las formas inter-medias, al igual que en el caso de Robinet y Bonet, son paraGoethe formas incompletas. Del mismo modo, Joseph Macliseentendía que el hombre es la especie más cercana al arquetipo, yque todas las demás especies se derivan del arquetipo por sus-tracción (Panchen 1994; Rupke 1993).

Pero “intermedios” son también aquellos individuos endonde se encuentran combinadas características particulares que,normalmente, se dan en formas distintas, sin que esa condición de“intermedio” signifique necesariamente imperfección. Es a estetipo de diferenciación al que Burmeister se va a referir principal-mente. El tema interesa particularmente al paleontólogoBurmeister, por cuanto algunos vertebrados extinguidos parecen

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presentar una “mezcla” de caracteres que se dan actualmente enorganismos separados. Desde una perspectiva idealista, el proble-ma no es simple. Si las ideas a partir de las cuales se originan losanimales reales son independientes ¿cómo es posible admitir laexistencia de organismos de características mixtas? Como vimos,teniendo en mente el concepto de la “cadena del ser” no es posi-ble concebir un “eslabón mixto” en donde haya una mezcla decaracteres de dos eslabones contiguos, ya que en ella todas lascaracterísticas presentes en un eslabón se encuentran comprendi-das en el eslabón inmediatamente superior. Burmeister no habla-ba de formas intermedias en el sentido de formas incompletas dis-puestas en una progresión ascendente, sino de tipos extinguidosque tenían caracteres “mezclados”, rasgos que se presentanactualmente en tipos separados. Su visión es la de una trama derelaciones puramente ideales, y no la de una cadena unilineal decomplejidad creciente. Como lo explica en su Historia de laCreación:

Cada tipo siempre tiende a pasar de uno a otro por la admisión decaracteres particulares a este último y no tenemos delante de nos-otros una serie de eslabones cerrados, sino una cadena no inte-rrumpida de formas variadas, enlazadas por eslabones intermedios,que ninguna relación tiene con el conjunto artificial imaginadopor el hombre. La naturaleza generalmente emplea muchos modosde diferenciación a la vez y no acumula juntos todos los rasgosparticulares de cada modo, sino que los utiliza unos después deotros. Resultan seres intermedios en los cuales se combina la pri-mera diferencia de un modo con la segunda de otro modo, mien-tras otros seres presentan en ellos la reunión de la primera dife-rencia del segundo modo con la segunda diferencia del primero(II:76).

La utilización por parte de la naturaleza de los mismos“modos de diferenciación”, aunque produciendo diferentes combi-naciones, resulta en la formación de seres intermedios:

Basta que hayamos podido hacer de los Laberintodontes una fami-

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lia de Reptiles cuya clasificación es imposible en los cuadros delas formas vivientes, porque reúnen caracteres que hoy constitu-yen diferencias esenciales entre las Tortugas, los Cocodrilos, losLagartos y los Batracios o Salamandras (II:218-219).

Todas las formas existentes y fósiles pasan de una a otragradualmente, no mediante saltos. Las diferencias entre los dife-rentes organismos vivientes y entre los organismos vivientes yaquellos que les preceden en la serie paleontológica son, paraBurmeister, de la misma naturaleza:

Ahí tenemos un ejemplo sorprendente de la tendencia de la natu-raleza a hacer pasar por gradaciones suaves los tipos del uno alotro, a pesar de las diferencias que los separan. Natura non facitsaltus (la naturaleza no procede por saltos), decía ya con razónLineo; el espectáculo reflexionado del desarrollo sucesivo en elreino animal y el reino vegetal corrobora su expresión (II:89).

Si la Naturaleza utiliza los mismos “modos de diferencia-ción” pero en diferentes combinaciones, es posible que ciertasmodificaciones se hayan manifestado en diferentes grupos a lolargo del tiempo geológico, en especial, en grupos dominantes oque presentaban el nivel de organización superior en ese momen-to:

La Naturaleza, que siempre tiende a variar lo más posible sus pro-ducciones, hizo aparecer entonces entre los Reptiles las mismasmodificaciones que hoy nos ofrece en los Mamíferos en su conci-liación con los medios diferentes. Cuando hubo formado losMamíferos y estos se hallaron mejor apropiados para realizar estemodo de organización, naturalmente, ya no reprodujo más estasmodificaciones en los Reptiles. Pero cuando los Mamíferos todavíafaltaban en masa y la clase entera estaba representada solamentepor algunas especies raras y mezquinas, el rico grupo de losReptiles fue escogido para portador de esas modificaciones(II:221).

Únicamente los Reptiles de aquellos tiempos no entran en nues-

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tros cuadros actuales y los Laberintodontes... del Trias, losEnalisauros y los Pterodáctilos... de la olita y los Megalosauriosdel grupo Wealdiano no tienen mucha afinidad con los génerosvivientes pero ya he hecho ver... que esas formas externas ya nose encuentran actualmente entre los Reptiles, sino entre losMamíferos bajo las formas de los Cetáceos, de los Paquidermos yde los Murciélagos y demuestran claramente la tendencia de lanaturaleza en los tiempos geológicos a manifestar todas las for-mas actuales, desde que eso fue posible (II:302).

Básicamente, la noción de “tipo mixto” fue mantenida porBurmeister en sus obras posteriores. Por ejemplo, en el trabajo queya mencionamos, La Paleontología actual en sus tendencias y susresultados, dirá:

Otros muchos de las épocas más remotas no cuadran con ningunafamilia de nuestra clasificación común; pero prueban por su orga-nización que son mezcla de diversas familias actuales que reúnenen su configuración peculiar los caracteres especiales de diferen-tes familias correspondientes a épocas posteriores. Pueden consi-derarse como los representantes mixtos de la antigüedad(Burmeister 1896:17).

El Hombre

El capítulo XIII, el último de Historia de la Creación, estádedicado al Hombre. Burmeister comienza aceptando la existenciadel “hombre fósil”, demostrada definitivamente por las observa-ciones geológicas de Lyell. Es interesante el modo en queBurmeister aplica el arquetipismo a nuestra especie. En primerlugar, el hombre y el mono han sido construidos según diferentes“ideas”, por lo que es imposible la existencia de una continuidadgenealógica entre ellos. Sin embargo, los hombres del pasadoposeían para Burmeister rasgos de mono, lo que llevado a térmi-nos arquetipistas significaría que los hombres del pasado se halla-ban, término medio, más alejados del tipo ideal humano que loshombres actuales:

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación 51

La especie humana antediluviana se aproximaba más al mono quela raza actual, por las dimensiones menores de la caja cranianacomparativamente con el desarrollo exagerado de la cara; sobretodo en la región de las mandíbulas. El hombre antediluviano dife-ría especialmente, sino genéricamente, del Hombre actual(II:308).

Burmeister no toma partido sobre si esos hombres antedilu-vianos eran seres creados independientemente a partir de una ideadiferente a la del hombre actual (diferencias genéricas), o si setrata de antiguas versiones (diferencias específicas) de una mismaidea, más alejadas del ideal humano por cuanto exhibía rasgos máspropios de los animales. Esto último significaría la posibilidad deque los “agentes secundarios” acerquen el organismo real hacia laforma ideal y que, por lo tanto, conduzcan un cambio progresivo,algo que, como vimos, es negado en otras partes de la obra.

Burmeister, además de arquetipista, como Büchner enFuerza y Materia, es poligenista. Dado que el Hombre primitivohabría existido simultáneamente en el Viejo y el Nuevo Mundo, yal no haber evidencia de su migración, queda planteada la cues-tión porque “la inmutabilidad de la especie... contradice pues launidad específica de la raza humana” (II:310). Aquí inserta elautor una de sus pocas referencias claras a la teoría evolucionista,sin duda agregada en alguna de las ediciones de la obra posterio-res a 1859 (la fecha de la primera edición de El Origen de lasEspecies, de Charles Darwin):

Se ha intentado zanjar esta dificultad por medio de la teoría de lavariabilidad de la especie adelantada ya por Lamarck, que en estosúltimos tiempos ha sido renovada por Darwin. Según este natura-lista, la especie, sometida a condiciones anteriores diferentes,puede transformarse poco a poco; de suerte que en el tiempo dela evolución geológica, formas que en un principio no se distin-guían en nada la una de la otra, se han dividido en numerosasespecies diferentes y con caracteres distintos...Nos sentimos poco inclinados a conceder nuestro asentimiento aesta hipótesis por muy ingeniosa que pueda parecer a un grannúmero de personas. Como naturalmente exacto, afirmamos que

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los problemas de esta naturaleza se hallan fuera del dominio deuna sana experimentación, y que valdría mucho más ocuparse delo que podemos conocer científicamente y someterlo a un examenpositivo, que aferrarse [a] conjeturas que escapan a la observa-ción. El Hombre y el Mono se distinguen hoy el uno del otro zoo-lógicamente y psicológicamente; y como no podemos dejar derivarel principio de invariabilidad de los caracteres específicos sin tras-tornar al mismo tiempo toda la zoología científica, tenemos todala razón para creer que sus diferencias han existido primitivamen-te y en todos los tiempos y subsistirán también en el porvenir.(II:310-311)

Vemos cómo Burmeister se vuelca hacia la invariabilidad delos caracteres específicos a la vez que se opone al evolucionismo,en nombre del empirismo metodológico, por hallarse la teoría dela “variabilidad” “fuera del dominio de una sana experimentación”.Las variaciones locales producidas por el clima, la educación o elterritorio, que según Burmeister, no alcanzan a demostrar la“variabilidad de la especie”, “degeneran prontamente cuando sontransportados... pero la misma raza degenerada conserva algunosrasgos particulares en el nuevo suelo” (II:312). Este principio, lle-vado al Hombre, significa que:

El tipo nacional no degenera cuando es transportado de su patriaa otra comarca... Si en el espacio de tiempo que abrazan nuestrosconocimientos históricos ningún judío ha podido tomar aún eltipo alemán bien individualizado, admitiendo que es de origenjudío bien puro, si entre los europeos emigrados al África y a laAmérica, ninguno de ellos se ha transformado en negro o enCaribe durante el transcurso de muchos siglos; ¿por qué los des-cendientes de Adán, que evidentemente tenían un tipo de familia,se habrían cambiado en Negros, en Paposos, en Caribes, enMalayos o en Mongoles? No se puede dar razón alguna; he aquíporque atacamos esta teoría. Pero admítase que hubo muchosautóctonos en diversos puntos de la Tierra, todos modelados sobreun mismo tipo ideal del hombre (II:312).

Si bien las diferentes especies humanas poseerían un origen

Hermann Burmeister y su Historia de la Creación 53

independiente, todas habrían sido concebidas a partir de unmismo plan ideal, plan que corresponde al género humano en suconjunto.

La forma humana esencial se ha materializado como espe-cies reales en función del ambiente concreto en el que se des-arrollaron; una vez adquirida, esa condición específica fue inmo-dificable. Sin embargo, en una curiosa aplicación sociológica dela más notable de las “diferencias nacionales” -el color de la piel-Burmeister observa que “en una misma nación, los ricos y las per-sonas de condición tienen el tinte más claro que las clasespobres” (II:317). De esto resultaría que, en los pueblos donde haydistinción de clases, la claridad de la piel derivaría de “la filiaciónde familias conservadas más puras, o del género de vida, diferen-cias que se unen con un grado superior de cultura intelectual”(II:318).

Tras este análisis de “las diferencias exteriores más aparen-tes” (II:319) Burmeister aborda el estudio de las diferencias entrecráneos, tan en boga en su época. Metodológicamente, adhiereinicialmente a la clasificación de los cráneos en tres formas bási-cas -elíptica, esférica y oval- y a la observación del “ángulofacial”: “Este ángulo sirve de piedra de toque para las aptitudesintelectuales de las razas” (II:320). Luego de explicar las inferen-cias de Retzius acerca del desarrollo cerebral y la posición de losdientes Burmeister concluye, con Blumenbach, que:

Estas diferencias craniológicas... a primera vista parece que con-ducen a una clasificación sencilla de las diversidades nacionales...que pertenecen evidentemente a un plan determinado y encierranun principio nacional de diversidad (II:322).

Es evidente que la aparente sencillez de un orden ocultopero coherente en sí mismo sedujo a la mentalidad científica deBurmeister. Incluso su contraposición con la clasificación deRetzius -usada por Burmeister en su primera edición- lo lleva aabandonar ésta y a adherir al “principio de la distribución geográ-fica de las razas humanas, como del único natural y el establecido

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más sólidamente” (II:323). Con relación a la clasificación delHombre en cinco grandes “razas” Burmeister no encuentra dificul-tad en citar a un notorio monogenista como el inglés Prichard,autor de “la obra capital que actualmente existe sobre la historianatural del Hombre” (II:324).

En relación con la “raza americana”, la primera que analizaBurmeister en Historia de la Creación, la homogeneidad de carac-teres -que d`Orbigny en El Hombre Americano (1839) había des-mentido- refuerza la idea de su especificidad: “Estas circunstanciasprueban también que las razas americanas no vinieron de Asia...”(II:327). En coherencia con su arquetipismo:

La gran familia de pueblos a la cual Blumenbach ha dado el nom-bre de Caucásica se distingue ante todos los demás por el tipo máspuro de la especie humana, y a causa de esta circunstanciamuchos naturalistas la consideran como la fuerza primitiva delHombre (II:330).

Entonces, las especies humanas inferiores lo serían en vir-tud de un mayor alejamiento del tipo ideal, primitivo. De todosmodos, debe recordarse que cada una de ellas habría sido realiza-da a partir de un mismo molde ideal, sin que pueda pensarse, porlo tanto, que las especies inferiores son por ello, en esencia, máspróximas a los monos:

...he demostrado con medidas comparadas de los miembros supe-riores e inferiores con las otras partes del cuerpo, que el Negrotiene el brazo y el muslo más cortos que el Europeo, lo mismo quelas manos y los pies, y se aproxima más al tipo del Mono. Bajo estepunto de vista, la proporción del dedo gordo del pie con el segun-do es muy característica. Ese dedo en los Europeos es muchomayor que el segundo, pero más corto o solamente de longitudigual en el Negro. Aún puede llevarse más lejos esta aproximaciónnotando la gran movilidad de ese dedo en el Mono que permiteoponerlo a los demás dedos. Pero por eso el negro jamás será unverdadero Mono... (II:335).

Todos tienen la frente extremadamente estrecha, la cara igual-

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mente estrecha, el cráneo elíptico comprimido lateralmente y elcerebro relativamente pequeño con pocas circunvoluciones...Pero aún en ese estado los Negros se clasifican aún entre loshombres más salvajes... (II:336).

La indiscutible humanidad de las especies consideradasinferiores -también aplicada a los pueblos más primitivos deOceanía (II:339)- va contra la institución de la esclavitud, aun-que Burmeister conoce el uso que de sus teorías han hecho losesclavistas:

...y los argumentos que los partidarios de la esclavitud han pre-tendido sacar de esos hechos para negarles derechos iguales a lahumanidad, no son más que una falsa aplicación de deduccionescientíficas extrañas a esas tendencias. Reconozco con tristezaque con mis conclusiones he dado armas, sin saberlo a losAmericanos del Norte, esos sectarios inhumanos que felizmente,hoy se hallan completamente reducidos al silencio (II:335).

...ese comercio inhumano no ha hecho más que contribuir a con-servar a ese pobre pueblo en su estado de rebajamiento moral(II:336).

Por un lado, Burmeister garantiza el origen independientede las especies humanas aún admitiendo que las modificacionessecundarias son establecidas por la acción de los agentes exte-riores. Parece que el ambiente entra en juego únicamente duran-te el proceso de materialización de una idea, sin que ello signifi-que que los organismos se hallen sometidos a permanentes modi-ficaciones de detalle.

Como cierre de su estudio, Burmeister agrega una notainteresante y definitoria de su antropología. Considerando com-pleta la explicación de las evoluciones y cataclismos orgánicos yde la superficie terrestre, su espíritu empirista lo empuja a intro-ducir una reflexión final sobre esa otra evolución inmediatamen-te observable, la historia humana:

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...apareció el Hombre en la Tierra, como el coronamiento de laCreación y para ser dueño de ella por su inteligencia, por la con-ciencia de su ser y por la libertad moral, que constituyen su lotedistinto... se ha elevado a la cultura intelectual, moral y religiosade la cual gozan hoy las naciones romanas, germánicas y eslavascomo de una herencia penosa acumulada por tres mil años deesfuerzos. Si bien de una constitución física más delicada quemuchas de las otras razas, éstas se distinguen por una rara ener-gía moral y por eso están llamadas a tomar el dominio del mundoy a conducir al resto del género humano... Tales son las doctrinasdel cristianismo... (II:341)

El continuum entre la sucesión de las épocas geológicas, lageneración de nuevos organismos vivos y la historia humana,característico del pensamiento naturalista del siglo XIX, reafirma-ba así los vínculos estrechos entre ciencia y política, lo general ylo particular, constituyendo un relato explicativo de la totalidad.

Conclusiones

Historia de la Creación es, sin duda, una obra fijista, enten-diéndose por fijismo discontinuidad genealógica entre las diferen-tes especies de organismos. Los “agentes exteriores” son incapa-ces de modificar a los organismos, una vez que las característicasde la especie son fijadas. Dichos “agentes exteriores”, constituidosen “causas secundarias” de modificación, sólo participan, segúnBurmeister, en el instante de la materialización de la idea a partirde la cual cada organismo es moldeado. Nicolaas Rupke (1993) hamencionado que la noción alemana de “tipo” no pretendía ser unaentidad metafísica sino un artificio científico. Richard Owen, pordiferentes razones, dio al arquetipo un contenido metafísico. ParaRupke (1993) la noción de arquetipo de Goethe, aquella según lacual el tipo ideal constituye la forma acabada, el último eslabónde la serie progresiva, es la que verdaderamente debe considerar-se como “platónica”, ya que la versión del arquetipo de Owen con-llevaba la noción de potencialidad, más próxima al aristotelismo

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que al platonismo.Independientemente de si la noción oweniana de arquetipo

es, en efecto, platónica o no, es evidente que Burmeister se halla-ba más cerca de Owen que de Goethe y los demás naturphiloso-phen. En cuanto a la parte específicamente paleontológica dellibro, el autor de Historia de la Creación se refiere a la existenciade animales extinguidos de carácter mixto que reúnen caracterís-ticas que hoy se observan en distintos grupos de animales. La per-manente utilización de términos como afinidad, conexión, enlace,etc., tiene que ver precisamente con esta idea, más que con unaposible relación filogenética, real, entre los organismos.

El progreso paleontológico tiene por causa el mejoramientode las condiciones de existencia, y la aparición consecuente deorganismos cada vez más complejos o superiores. Progreso no teo-lógico, como el de Chambers, por cuanto los cambios son produci-dos, en definitiva, por causas naturales. Tampoco es teológico suidealismo , como el de Owen, por cuanto el arquetipo no le demues-tra a Burmeister la realización de un plan divino. Como en elKosmos humboldtiano, Dios es virtualmente ignorado a lo largo deHistoria de la Creación (Rupke 1997).

Como idealista, combate al empirismo al hablar de la oposi-ción a la teoría vertebral del cráneo:

Irritado el empirismo al ver rasgado violentamente el velo detinieblas ante las miradas de otros, a pesar de todos sus esfuer-zos, y forzado a abrir los ojos a lo que no quería descubrir, seresistió al principio con obstinación contra la nueva teoría, yhasta quiso poner en la picota toda la filosofía anatómica...(II:121).

Pero se niega a considerar la posibilidad de la evolución porencontrarse “fuera del dominio de una sana experimentación”.Burmeister tampoco se ciñe a este principio epistemológico altomar partido por la generación espontánea o al describir el posi-ble origen del universo conocido. Del mismo modo, la aspiraciónde la “paleontología biológica” de conocer la variación del tipoprimitivo en las diversas formas de que es susceptible, va más allá

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de lo que permite la experimentación y la observación.En suma, puntualizamos dos razones que dan cuenta del

pensamiento no evolucionista de Burmeister: por un lado, un argu-mento epistemológico, que le impide siquiera preguntarse acercade la evolución, y otro de orden ontológico, por el cual reconocela existencia de ideas fijas e inmutables cuya materialización con-lleva una degeneración. En este sentido, la posición de Burmeistercon relación a la evolución no es muy diferente de la de la mayo-ría de los biólogos alemanes anteriores a 1859, quienes entendíanque las evidencias en contra de la transmutación eran demasiadofuertes como para ser tenidas en cuenta (Temkin 1959).

En relación con el Hombre, su arquetipismo adquiere lími-tes difusos por su contaminación con un marco ideológico racista.Su empirismo metodológico lo lleva a considerar como hipótesisprincipal al poligenismo, moderado precisamente por su adhesióna la idea de una forma ideal única de Hombre. Ese mismo empiris-mo encaminó a Burmeister por la senda de los estudios cranioló-gicos que en la época fundamentaban el etnocentrismo europeo yel nacionalismo.

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CAPITULO 2

La mirada de la “vanguardia capitalista” sobre lafrontera pampeano-patagónica: Darwin (1833-1834), Mac Cann (1847), Burmeister (1857)

Pedro Navarro Floria

En el análisis de la Descripción física de la RepúblicaArgentina publicada por Hermann (o Germán) Burmeister entre1876 y 1879, nos encontramos con que, en su parte geográfica,Burmeister se remite a un trabajo anterior: su Viaje por losEstados del Plata de la década de 1850, una obra nada sistemá-tica ni guiada por hipótesis previas, sino descriptiva. Las mani-festaciones de tono paternalista y racista de Burmeister acerca delos criollos y los indígenas tampoco son originales. Evocan las deal menos dos viajeros anglosajones que habían recorrido el mismoescenario de la Pampa en las décadas anteriores: Charles Darwiny William Mac Cann. Intentamos demostrar, en este trabajo, dequé modo aparecen estos rasgos generales en los testimonios deviaje de los tres autores citados: el Viaje de un naturalista alre-dedor del mundo en el H.M.S. “Beagle” (1833-1834 en la parteque nos interesa) de Charles Darwin, el Viaje de dos mil millas acaballo por las provincias argentinas (1847) de William MacCann y el Viaje por los Estados del Plata (1857) de HermannBurmeister.

El Viaje por los Estados del Plata de Burmeister (1807-1892)resulta ser una obra nada sistemática ni guiada por hipótesis pre-vias, sino descriptiva en el sentido utilitario que atravesaba a lasdescripciones de la época (Frapiccini 1999). Al mismo tiempo, eltexto de este Viaje del naturalista alemán expresa la sensibilidadromántica que, según Pratt, bien se podría haber originado “en laszonas de contacto de América, África del Norte y los Mares del Sur”

(Pratt 1992:243)1. Además, su tono reproduce el de otros viajeroscomo Charles Darwin (1809-1882) y William Mac Cann2. ¿Qué hayen común entre estos observadores, y qué los diferencia de losdescriptores científicos del estilo de d’Orbigny o De Moussy? Estaes la pregunta que intentaremos responder mediante un análisiscomparativo de tres autores.

Gould, en un agudo trabajo sobre los primeros escritos deDarwin (Gould 1997), caracteriza al joven naturalista por un “esta-do moral” marcado por el sentimiento de superioridad racial y porel paternalismo puritano, elementos que constituyeron en él, cla-ramente, una actitud permanente o mentalidad anterior y subya-cente al hallazgo científico del mecanismo de la selección natural.Siguiendo la hipótesis de Pratt acerca de los modos de escritura delos científicos viajeros del XVIII y el XIX, podríamos afirmar queestos observadores de la época del Romanticismo no adhieren alprograma linneano de sistematización de la naturaleza sino queimitan el estilo humboldtiano de “celebración de la naturalezaamericana”. “Humboldt reinventó la América del Sur en primerlugar y sobre todo como naturaleza. No la naturaleza accesible,recolectable, reconocible, categorizable de los linneanos, sino unanaturaleza impresionante, extraordinaria, un espectáculo capaz desobrecoger la comprensión y el conocimiento humanos” (Pratt1992:215). De ahí que nos llame la atención, en contraste conotras obras fundamentalmente sistematizadoras, su falta de méto-do. El mismo Humboldt fue mentor de Burmeister, “consiguiéndo-le un subsidio real para visitar Brasil” en 1850 y animándolo yrecomendándolo ante Alberdi y Urquiza para su viaje al Plata(Gallardo 1992:25).

Pero si bien estos textos son capaces de transmitirnos laespectacularidad del escenario natural y la profundidad de los sen-timientos de sus autores hacia él, observamos a priori que no

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1 En realidad, Pratt da aquí una interesante vuelta de tuerca sobre la hipótesis revisionis-ta que tiende a buscar en América el origen del modelo moderno de Estado-nación (cfr.Benedict Anderson, Imagined Communities, London, 1983), de las revoluciones contra elabsolutismo (cfr. Pratt 1992:244) e incluso del romanticismo.2 Carecemos de datos sobre las fechas de nacimiento y muerte de Mac Cann.

alcanzaron la habilidad humboldtiana de hacer hablar a la natura-leza descripta. En cambio, le hablan ellos a la naturaleza. Lehablan desde su cultura y fundamentalmente, con sentido prag-mático y preceptivo, desde su mentalidad constituida por una cier-ta moral, desde una determinada experiencia social, desde la adhe-sión a un modelo económico industrialista. De algún modo, regre-san al estilo de las crónicas de la época de la conquista deAmérica, en las que “los paisajes adquieren a menudo cualidades‘morales’ que los convierten en decorados más que en realidadesgeográficas, y los indios -de papel- se imaginan de acuerdo allogos occidental, representando un drama al que nunca quisieronasistir” (Bernabéu 1999:11). El diálogo se convierte así en unaevaluación subjetiva del estado moral del otro y de sus posibilida-des (o imposibilidades) de supervivencia en contacto con la “razasuperior” del norte de Europa.

En cuanto al tono racista que atraviesa como un hilo con-ductor estos tres escritos de autores del norte de Europa, no pode-mos menos que referirlo al clima de ideas que los procesos socia-les gestaban en Estados Unidos y en Europa a mediados del sigloXIX. Peset ubica el inicio del racismo teórico en los Estados Unidosa mediados del XIX, en relación con la defensa del sistema escla-vista o, ante su fin inevitable, con la reasignación de un rol sub-alterno a los libertos (Peset 1983:15-35).3 En Inglaterra, en cam-bio, la Aborigines Protection Society en los años ‘30 y ‘40 habíapretendido...

La mirada de la “vanguardia capitalista” sobre la frontera pampeano-patagónica 63

3 Entre los autores destacados, Peset cita a Samuel G. Morton (Crania americana, 1839, yBrief Remarks on the Diversities of the Human Species, 1842), poligenista de base anatómi-ca y fisiológica y antitransformista; William F. Van Amringe (An Investigation of the Theoriesof the Natural History of Man, 1848), que escribe para el gran público y condena del mes-tizaje; J. C. Nott (Two Lectures on the Natural History of the Caucasian and Negro Races,1844, y Two Lectures on the Connection between the Biblical and Physical History of Man,1849), poligenista de base bíblica y esclavista que publicó también con C. R. Gliddon Typesof Mankind (1854) e Indigenous Races of the Earth (1857), clasificando a los pueblos segúnla división en caucásicos, mongoles (incluye americanos) y negros, basándose en Morton,Agassiz y otros. Al morir Morton en 1851 Agassiz ("The Diversity of Origin of the HumanRaces", The Christian Examiner, 1850) queda como el gran teórico. Posterior es John H. VanEvrie, White Supremacy and Negro Subordination (1868), "un estudio -que piensa científico-del negro en sus aspectos físicos y psíquicos".

mejorar la actitud del inglés ante el hombre de color... Los añoscuarenta y cincuenta son época de gran desarrollo de estos sabe-res; bajo la personalidad benefactora y filobíblica de James C.Prichard, se fomenta un bondadoso monogenismo y una generosasimilitud de razas humanas... Estos estudios e intereses, trasdecaer al fin de los cincuenta, vuelven con ímpetu a principios delos sesenta, aunque con un cambiado estilo: ahora el enfoque sedirige al estudio de caracteres físicos, raciales, y al origen de lospueblos y grupos europeos (Peset 1983:37).4

La ampliación del campo de estudio, sin duda tendría otrosfines: “¿Qué hay tras esta nueva ciencia? Sin duda, un intento decontrol social. Con estas nuevas ‘ciencias’ antropológicas, se buscadeterminar el puesto social del hombre, de cada individuo, de cadagrupo” (Peset 1983:47). La etnología inglesa de entonces derivóal poligenismo, contra el “ingenuo evangelismo de sus fundadores”como Prichard, contra Darwin y Huxley, cuyos ensayos se conside-raban basados en meras conjeturas. Claro que esto responde a loscambios profundos que se producían en la sociedad inglesa antesde la crisis de 1873: fragmentación social, desprecio del trabajomanual por los gentlemen, proletarización y migraciones. Lainfluencia de la antropología norteamericana y el apoyo a los con-federados en la Guerra de Secesión se combinaba con el fracaso delas sociedades misioneras y filantrópicas para producir, en síntesis,un giro hacia un darwinismo social “contaminado redobladamentede ideología burguesa” (Peset 1983:56-63 y 72-77). Este brevecontexto nos permitirá comprender mejor algunas de las posturasque encontraremos más adelante.

La refracción de las ideas europeas y estadounidenses eneste terreno, en las élites hispanoamericanas, tendría su manifes-tación más clara en el giro naturalista de mediados del siglo XIX.Como señala Quijada: “Lo que subyacía a esta mutación era el con-vencimiento creciente de que lo ‘bárbaro’ no era ‘civilizable’ por-

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4 En relación con Inglaterra, Peset (1983:37-77) menciona a Robert Knox (Races of Man,1850) y Joseph B. Davis (Crania Britannica, 1856); a John Crawfurd, formador de laAnthropological Society of London, de un racismo más violento y antidarwinista, con granapoyo social y difusión pero sin consenso en la comunidad científica.

que las condiciones de la barbarie eran biológicamente innatas...El indio heroico de la independencia, mito de la nacionalidad, sehabía convertido en una fiera carente de toda capacidad de civili-zación.” La idea de una escala jerárquica de las “razas” “tendió adesplazar del imaginario occidental la percepción ilustrada de ladiferencia como fruto de las influencias del clima, ambiente o edu-cación” y estas ideas, “prestigiadas por su carácter de ‘pensa-miento científico’... fueron adaptadas e instrumentalizadas”, en laArgentina como en los Estados Unidos y en Inglaterra, en aras deantiguos intereses y prejuicios (Quijada 1994:46-48).

El interés o motivación de estos escritores de costumbres,entonces, no parece ser tanto científico como utilitarista, conti-nuador de lo que Pratt llama la “vanguardia capitalista” de la déca-da de 1820: caminantes de una “trayectoria neocolonial” que con-sistía en recorrer a la inversa el itinerario tradicional Lima-BuenosAires, no descubriendo nada sino calificando los obstáculos –natu-rales o culturales- para la penetración del nuevo orden capitalistay reinventando América en términos de mundo atrasado, lograndoasí la legitimación ideológica de su intervención y la adhesión delas élites liberales americanas (Pratt 1992:259-270).

También intentaremos demostrar, en este trabajo, de quémodo aparecen estos rasgos generales en los testimonios de viajede los tres autores citados: Darwin (Darwin 1942), Mac Cann (MacCann 1985) y Burmeister (Burmeister 1943-1944).

Darwin: las razones morales superiores

En unas notas autobiográficas muy posteriores, Darwinhacía una única referencia al hombre en toda la parte que alude alperiplo americano: “La vista de un salvaje en su tierra natal es unacontecimiento que no se puede olvidar” (Darwin 1946:63). Lasreferencias al impacto afectivo causado por la vista del paisaje ydel hombre autóctono de cada lugar son muchas a lo largo delviaje –apreciaremos algunas más adelante-, y el autor no las omiteen beneficio del público lector, como él mismo se encarga de acla-

La mirada de la “vanguardia capitalista” sobre la frontera pampeano-patagónica 65

rar en el prólogo al Viaje:

Este volúmen contiene, en forma de Diario, la historia de nuestroviaje y algunas breves observaciones... que me han parecido denaturaleza a propósito para interesar al público... Mas los natura-listas harán bien en recordar que para los pormenores, les serápreciso consultar las grandes publicaciones que contienen losresultados científicos de la expedición (Darwin 1942:25).

La impresión causada por el paisaje de la Patagonia enDarwin se ha hecho famosa por el estigma de tierra maldita quedesde entonces habría pesado sobre la región. Sin embargo, estaimagen es muy anterior. Darwin no hizo más que reproducir untópico habitual en la literatura de viajes de lengua inglesa, pre-sente en el viaje paradigmático de Cook y en la narrativa del viajeoficial norteamericano de Wilkes, por citar solamente dos ejem-plos. Este último, menos conocido, describe las costas del Surcomo “tierra escabrosa, alta y desolada” (Wilkes 1856:107). En elcapítulo IV de su Viaje, en el tramo del río Negro a Bahía Blanca,Darwin anota:

El país es de parvedad junto a la desembocadura del río Negro...La superficie está cubierta en todas partes por una espesa capa deguijarros que se extiende a lo lejos en la llanura. El agua es enextremo rara, y casi siempre salitrosa. La vegetación es muypobre; apenas si se encuentran algunos matorrales, y aún todosellos armados de espinas formidables, que parecen impedir alextranjero el acceso a esas inhospitalarias regiones....... El país entero no merece más que el nombre de desierto; no seencuentra agua más que en dos pequeños pozos... Por todos ladospresenta el paisaje el mismo aspecto estéril; un suelo árido ypedregoso soporta apenas algunas matas de hierba marchita, yaquí y allá algunas zarzas (Darwin 1942:97 y 102).

Su impresión no varía con la observación del resto de laPatagonia continental. En la latitud de Puerto Deseado:

A una altitud de 200 o 300 pies por encima de algunas masas de

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pórfido, se extiende una inmensa llanura, carácter particular de laPatagonia. Esta llanura es perfectamente plana y su superficie estácompuesta de guijarros mezclados a una tierra blanquecina... Elclima es seco y agradable, y el bello cielo azul se ve rara vez obs-curecido por las nubes...... La sequedad del clima durante la mayor parte del año y los fre-cuentes ataques de los indios nómadas obligaron bien pronto a loscolonos [españoles] a abandonar los edificios... Todos los ensayoshechos para colonizar esta costa de América al sur del grado 41de latitud sur, han fracasado desgraciadamente...La fauna de la Patagonia es tan limitada como la flora... (Darwin1942:209-210)

En San Julián “el país se parece mucho a los alrededores dePuerto Deseado; acaso sea más estéril todavía... Durante oncehoras no encontramos ni una sola gota de agua...” (Darwin1942:215). En la desembocadura del Santa Cruz el naturalista semuestra ya exasperado por la monotonía del paisaje y lanza sufamosa condena:

El paisaje sigue ofreciendo poquísimo interés. La semejanza abso-luta de las producciones en toda la extensión de la Patagonia,constituye uno de los caracteres más chocantes de este país. Lasllanuras pedregosas, áridas, muestran en todas partes las mismasplantas achaparradas; en todos los valles crecen los mismos mato-rrales espinosos. En todos los sitios vemos las mismas aves y losmismos insectos. Apenas si un matiz verde algo más acentuadobordea las orillas del río y de los límpidos arroyos que corren aarrojarse en su seno. La esterilidad se extiende como una verdade-ra maldición sobre todo el país, y el agua misma, al discurrir sobreun lecho de guijarros, parece participar de este maleficio. Tambiénse encuentran muy pocas aves acuáticas; mas ¿qué alimentopodrían encontrar en esas aguas que no dan vida a nada? (Darwin1942:225)5

Internándose en el territorio, “el aspecto del país no nosinvita tampoco a ir más lejos”. Apenas varía algo el paisaje en las

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5 Las bastardillas son nuestras.

islas Malvinas (Darwin 1942:234-236). Esta monotonía no hacemás que acentuar el contraste con la isla de Tierra del Fuego,donde vería cosas enteramente distintas de las que había vistohasta entonces pues “el país entero no es más que una enormemasa de peñascos, de elevadas colinas, de selvas inútiles, todo elloenvuelto en nieblas perpetuas y atormentado por incesantes tem-pestades” (Darwin 1942:266). De todos modos, aquí la ausencia decivilización europea convierte a las riquezas naturales en inútiles.

A pesar de que a cada paso nuestro naturalista viajero rea-firmaba la convicción dieciochesca acerca de la esterilidad einhospitalidad de la Patagonia, en su fuero íntimo se confesabaincapaz de escapar al encanto de una tierra que al europeo leresultaba vacía:

...El paisaje entero no ofrece más que soledad y desolación; no secolumbra ni un árbol, y con excepción de algún guanaco que qui-zás está de centinela vigilando desde lo alto de alguna colina,apenas si se ve algún cuadrúpedo o ave. Y sin embargo se experi-menta como una sensación de vivo placer, sin que pueda ser defi-nido claramente cuando se atraviesan esas llanuras, donde no haynada que atraiga las miradas. Y después se pregunta uno cuántotiempo hace que la llanura existe así y cuánto tiempo durará toda-vía esa desolación (Darwin 1942:213-214).

También en Tierra del Fuego lo asaltó una fascinación seme-jante por el entorno natural (Darwin 1942:275).

La distopía de la Patagonia vista como “tierra maldita” reco-rrió el siglo XIX, y la fascinación que producía en los viajeros tam-bién (Navarro Floria 1999:1-2).6 Según Nouzeilles constituye un

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6 Esta visión de la región como vacío, como lugar "nuevo" y despoblado, que retrotrae alorigen de la Tierra, fue retomada hace pocos años por Jean Baudrillard, en un artículo quedio la vuelta al mundo. Otro anglosajón, William Henry Hudson, se pregunta en el capítu-lo XIII de Días de ocio en la Patagonia (Hudson 1997:171-192), comenzando con una citade Darwin, acerca de la extraordinaria perdurabilidad en la memoria, de los paisajes pata-gónicos, y la atribuye al hombre "salvaje" o "primitivo" que subsiste dentro de cada unode nosotros. Y ya en su vejez, en Inglaterra, después de varias décadas de no ver la Pampaen la que se había criado, nos revela en una página de belleza conmovedora, cómo el

tópico que denomina “imagen imperial”, que desde el punto devista de los nuevos sentidos producidos sobre este espacio en elúltimo tercio del siglo XIX, significó un verdadero obstáculo para“la producción espacial del Estado como entidad territorial en elárea” (Nouzeilles 1999:36).

Indudablemente, lo más rico de las impresiones del natura-lista viajero es lo que se refiere al hombre: los “indios bravos”, los“indios mansos” y los gauchos de la frontera, los colonos “espa-ñoles” de Carmen de Patagones y los “salvajes” de la Patagoniaaustral. En función de esas observaciones, Darwin construye unaimagen humana de la frontera sur argentina dirigiendo su miradaracista más al hispanocriollo que al indígena. Se podría decir queen la lucha por el espacio -que advierte como observador externo-toma partido por el más débil. Éste –el indígena- es descripto conun cierto romanticismo, resabio del mito del bon sauvage: “La razaes alta y bella” en la latitud de la frontera y hasta “algunas jóve-nes o chinas son bellas”, aunque a “la misma raza” en Tierra delFuego “el frío, la falta de alimentos, la ausencia absoluta de todacivilización, la han hecho desagradable” (Darwin 1942:106). Acontinuación describe las costumbres de un pueblo cuyo “princi-pal orgullo consiste en que todos los arneses de sus monturas seande plata” (Darwin 1942:107). El episodio que ilustra esta repre-sentación mental romántica es el de la huida de un cacique en uncaballo viejo, sin silla ni brida y con un hijo en brazos, colgandoa un costado para evitar las balas: “¡Qué magnífico espectáculodebió de ser ese, qué bello tema para un pintor: el cuerpo desnu-do, bronceado del anciano sosteniendo en brazos a su hijo colga-do de su blanco corcel, como Mazeppa, y escapando así de la per-secución de sus enemigos!” (Darwin 1942:142)7. Sin embargo, nopuede evitar la repulsión que le provoca la vista directa de algu-

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recuerdo del campo -dice en el último párrafo de Allá lejos y hace tiempo- "cuando estabaobligado a vivir alejado de la Naturaleza por largos períodos, enfermo, pobre y sin amigos",loenía vivo y feliz. Cfr. también Nouzeilles 1999:35.7 Mazeppa o Mazepa (1644-1709), fue un jefe de los cosacos ucranianos que sirvió a Pedroel Grande y a Carlos XII de Suecia, y se suicidó tras la derrota de éste por aquél en Poltava.

nos usos indígenas:

... llegaron del Colorado [a Bahía Blanca] trescientos hombres alas órdenes del comandante Miranda. Esa columna estaba com-puesta en gran parte de indios (mansos o sometidos) pertene-cientes a la tribu del cacique Bernantio [sic, por VenancioCoihuepán]. Dichos hombres pasaron allí la noche. Imposible con-cebir nada más salvaje, más extraordinario que las escenas de suvivac. Unos bebían hasta que estaban borrachos perdidos; otrostragaban con delicia la sangre humeante de los bueyes que eranmuertos para la cena; después se veían presa de náuseas; echabanlo que habían bebido y se les veía llenos por completo de sangrey de suciedad (Darwin 1942:138).

Más al sur, Darwin no tomó contacto directo con los tehuel-ches de la Patagonia continental. De su estancia en Santa Cruzsólo rescatamos un comentario despectivo acerca de la potenciali-dad agresiva de los paisanos: “Nuestra expedición se compone deveinticinco hombres, fuerza suficiente para desafiar a un ejércitode indios” (Darwin 1942:223). Pero en Tierra del Fuego, a fines de1832, había visto a “los salvajes, ... sin duda, el espectáculo máscurioso y más interesante a que jamás haya asistido yo” (Darwin1942:254). Ya el contacto con los selknam u onas de la parteoriental de la isla motivaba en Darwin algunas reflexiones: “No mefiguraba cuán enorme es la diferencia que separa al hombre salva-je del civilizado; diferencia ciertamente mayor que la que existeentre el animal salvaje y el doméstico” (Darwin 1942:254). Aúnasí, el mayor impacto sería el provocado por los canoeros del sury oeste de la isla, “la desgraciada y pequeña raza que habita másal oeste” (Darwin 1942:254):

Jamás había visto yo, verdaderamente, seres más abyectos ni másmiserables... completamente desnudos, incluso una mujer en lafuerza de la edad... Estos desdichados salvajes tienen la tallaescasa, el rostro repugnante y cubierto de pintura blanca, la pielsucia y grasienta, los cabellos enmarañados, la voz discordante ylos gestos violentos. Cuando se ve a tales hombres apenas puedecreerse que sean seres humanos, habitantes del mismo mundo que

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nosotros. A menudo se pregunta uno qué atractivos puede ofrecerla vida a algunos de los animales inferiores; ¡la misma preguntapodría hacerse y aún con mayor razón respecto a tales salvajes!(Darwin 1942:263)

A modo de culminación de esta descripción de la repugnan-cia provocada por el contacto con los fueguinos, Darwin les atri-buye los rasgos más impactantes de salvajismo posible: la antro-pofagia y la carencia de razón, aún cuando la Naturaleza los hayaadaptado perfectamente a su ambiente (Darwin 1942:264-265).

Al menos, el naturalista se muestra capaz de una conclusiónoptimista respecto de la capacidad adaptativa del hombre. Elejemplo más clarificador respecto de este punto lo representó anteDarwin uno de los indígenas del canal Beagle que FitzRoy habíatrasladado a Gran Bretaña unos años antes y que en este viaje lle-vaba de vuelta a su tierra convertido en un gentleman de piel oscu-ra, el famoso Jemmy Button: “Cuando recuerdo todas sus buenascualidades, aún hoy experimento, debo confesarlo, el más profun-do asombro al pensar que pertenecía a la misma raza que los sal-vajes innobles, infectos, que habíamos visto en Tierra del Fuego,y que probablemente tenía el mismo carácter que ellos” (Darwin1942:257). El problema radicaba, como observaba con lucideznuestro científico, en la dificultosa empatía que, de todos modosy debemos reconocerlo con admiración, él se proponía lograr(Darwin 1942:270). La observación del reencuentro de Jemmy consu familia hizo dudar a Darwin acerca de la eficacia del esfuerzoeducativo de FitzRoy (Darwin 1942:273). Sin embargo, más ade-lante reflexiona, fiel a su confianza irreductible en el otro: “Nodudo que actualmente será tan dichoso, o quizá más, que si nohubiera dejado nunca su país” (Darwin 1942:280-281).

Es ahondando en las posibles causas de las dificultadesencontradas para la evangelización y la aculturación, donde Darwinexpresó más claramente la distancia que separaba a unos de otros.Lo impresionaba, en primer lugar, su falta de noción de utilidad: “Lamayor parte de los fueguinos tienen ciertamente nociones de cam-bio... [pero] experimentamos una gran sorpresa al ver que los sal-

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vajes prestaban poca o ninguna atención a cosas de las que debí-an comprender la utilidad” (Darwin 1942:279). El otro rasgo que losalejaba era la carencia del sentido de propiedad privada: “La per-fecta igualdad que reina entre los individuos que componen las tri-bus fueguinas retardará durante algún tiempo su civilización... esdifícil que surja un jefe en tanto que todos esos pueblos no hayanadquirido la idea de propiedad, idea que les permitirá manifestar susuperioridad y acrecentar su poder” (Darwin 1942:281).

Aunque la distancia percibida era grande, Darwin no expre-sa reparos en su diario de viaje ante los propósitos evangelizado-res de FitzRoy y el reverendo Matthews –que lo acompañaba paraestablecerse en los canales fueguinos-, ni abandona la confianzaen la eficacia del buen trato: “No dejé de observar con cierto inte-rés que la certeza de no tener nada que temer de los salvajes modi-fica singularmente la opinión que se tiene de ellos” (Darwin1942:278). Superados los recelos iniciales se había logrado esta-blecer un clima de confianza llamativo (Darwin 1942:279).

Volviendo a la frontera norpatagónica, donde el contactointerétnico era mucho más frecuente e intenso, y más conflictivoque en la Patagonia austral, la posición adoptada por Darwin es deimpugnación frontal de la guerra y de sus consecuencias:

... se da muerte a sangre fría a todas las indias que parecen tenermás de veinte años! Y cuando yo, en nombre de la humanidad,protesté, me replicó: ‘Sin embargo, ¿qué otra cosa podemos hacer?¡Tienen tantos hijos esas salvajes!Aquí todo el mundo está convencido de que es la más justa detodas las guerras, porque está dirigida contra los salvajes. ¿Quiénpodría creer que en nuestra época se cometieran tantas atrocida-des en un país cristiano y civilizado? Se perdona a los niños, queson vendidos... (Darwin 1942:139-140).

Y tras detallar la estrategia de Rosas, concluye no sin satis-facción: “... Desde que abandoné la América meridional, he sabidoque fracasó por completo esa guerra de exterminio” (Darwin1942:142). Inclusive, en la descripción de los orígenes de BahíaBlanca, señalaba que la política de fuerza era la causante de males

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estructurales en el modo de ocupación de la tierra: en lugar decomprarla a los indígenas se les había arrebatado, de ahí la inse-guridad y escasez del territorio ocupado (Darwin 1942:111).8

Sin embargo, Darwin predice con notable precisión: “creoque dentro de medio siglo no habrá ni un solo indio salvaje alnorte del río Negro. Esta guerra es harto cruel para durar muchotiempo. No se da cuartel...” (Darwin 1942:111). En parte atribuyeal poder de Rosas el apoyo generalizado que tiene la estrategiaofensiva, y en parte lo atribuye a las circunstancias de la duracompetencia por la Pampa (Darwin 1942:161). Pero, en definitiva,lo que hace posible una confrontación tan dura es también el esta-do de barbarie que Darwin atribuye a los indígenas aliados y a losgauchos que componían la tropa de la frontera, un ámbito en elque a la barbarie de unos corresponde la inmoralidad de los otros.No es más favorable la impresión que le causaba el ejército rosis-ta sobre el Colorado: “opino que jamás se ha reunido un ejércitoque se pareciera más a una partida de bandoleros. Casi todos loshombres son de raza mestiza; casi todos tienen en las venas san-gre española, negra, india. No sé por qué, pero los hombres de talorigen rara vez tienen buena catadura” (Darwin 1942:105).

En conclusión, el Charles Darwin que nos presenta su Viajede un naturalista alrededor del mundo es un observador más ase-diado por sus dudas y prejuicios que afirmado en sus certezas.Desde ese punto de vista resulta más transparente que en susobras científicas posteriores. Pero esa transparencia ¿qué nosmuestra? En primer lugar, un hombre que manifiesta abiertamentesus prejuicios –la mezcla de “razas” en las tropas criollas, porejemplo, “no sé por qué, pero...”- aunque se muestra capaz desubordinarlos a principios superiores; como cuando protestó por elasesinato de mujeres indígenas “en nombre de la humanidad”, ocuando admitía que los fueguinos “cuesta trabajo creer que seanseres humanos” pero lo cree y lo demuestra largamente en sus

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8 Más allá de lo discutible que resulten los términos de la "compra" española de las tie-rras del río Negro, lo cierto es que el trato pacífico con los vecinos indígenas -forzado porel aislamiento- permitió la subsistencia de Carmen de Patagones durante el siglo XIX.

actitudes. No sólo relega sus prejuicios en el plano teórico, sinoque aparece admirablemente dispuesto a ponerse en el lugar delotro y lo logra: aún cuando admite que “es muy difícil ponerse enel lugar de estos salvajes”, considera a sus propios compañeros deaventuras y a sí mismo, asumiendo el punto de vista de los “sal-vajes”, “gentes tan locas que cambiaban ornamentos tan esplén-didos –en realidad ‘guiñapos de cualquier clase’- por una comida”.En segundo lugar, la principal consecuencia práctica que Darwindeduce de esta notable capacidad de empatía, es que admitir labarbarie o el salvajismo del otro no justifica su exterminio. Cuandosubraya, repitiéndolo en dos pasajes distintos de su diario, que laopinión pública bonaerense apoyaba la guerra contra los pueblosindígenas “porque va dirigida contra los salvajes”, no hace másque mostrar con sutileza lo absurdo del argumento. Finalmente,Darwin impugna la guerra fronteriza no solamente por objeción deconciencia sino también por razones prácticas: el caso de BahíaBlanca pone en evidencia que cuando la tierra es apropiada por lafuerza, la posesión que deriva de ese acto es insegura y costosa.El naturalista viajero advertía con lucidez que la guerra contra losindígenas no era simplemente una forma más de trato sino quetendría consecuencias de más largo alcance, estructurales.

Mac Cann: una teología de la frontera

El viaje a caballo de William Mac Cann en 1847 tiene dosescalas particularmente interesantes para nuestro análisis: una enel paraje bonaerense de Tapalqué y otra en la teología de la his-toria. Veremos cómo se vinculan una con la otra.

El punto de partida de su reflexión sobre el mundo fronteri-zo fue, otra vez, el impacto afectivo que usualmente causaba enlos viajeros europeos la observación directa de los indígenas en sumedio: “Por primera vez en mi vida se me daba la oportunidad dealternar libremente con los infieles y observar sus usos y costum-bres”. De la visión de los toldos pampas “me impresionó, sobretodo, la extrema inmundicia que reinaba entre ellos” (Mac Cann

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1985:87). A partir de aquí el autor desarrollará una descripción delos tipos fronterizos desde la extrañeza, desde un sentimiento desuperioridad mal disimulado y desde una posición puritana de crí-tica moral. Según Busaniche, Mac Cann era un negociante inglés“de apreciable cultura y claro entendimiento”, capaz de una“observación minuciosa y aguda de costumbres, lugares, tipos ycaracteres” unida a “su capacidad de comprensión y síntesis paravalorar fenómenos espirituales” desde “el estrecho puritanismo desu formación protestante” y “la influencia de los autores románti-cos entonces en boga” (Busaniche 1985:7 y 15). De los tres auto-res que estudiamos aquí es el más alejado, sin duda, de los inte-reses y métodos científicos, aunque las herramientas conceptualesde los antropólogos estuvieran también impregnadas de moralis-mo, racismo y romanticismo.

Comienza con una descripción física y de costumbres abun-dante en adjetivos demostrativos de una fuerte subjetividad:

El tinte natural de estos indios tiende generalmente al rojo pero,a menudo, el sol y el aire les dan un color más oscuro. Tienen loscabellos negros y negros también los ojos, de mirada penetrante;la nariz generalmente chata, la boca ancha y mal formada, perolos dientes blancos, parejos y fuertes. Son de miembros musculo-sos y bien formados, distinguiéndose por sus manos pequeñas.La fisonomía de las mujeres se asemeja mucho a la de los hom-bres, con rasgos más finos de acuerdo a su sexo. No vi ningunamujer que se distinguiera por su belleza, aunque algunas pocasmuchachas eran bien parecidas (Mac Cann 1985:90).

Tras una descripción de las vestimentas y otros elementosexteriores, Mac Cann se adentra en los toldos: “Las camas... tienenun olor insoportable. El aspecto exterior de los toldos es feísimo yel interior sucio y repugnante, porque sus moradores arrojan losdesperdicios de la comida por doquiera... En suma, viven un géne-ro de vida abominable, difícil de describir” (Mac Cann 1985:93).

A continuación da cuenta de la religión y supersticiones delos pampas –que no analizaremos aquí-, de sus ritos funerarios, desu sistema político y jurídico -“El gobierno militar de los indios es

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algo más racional que el gobierno civil. Las armas se toman sola-mente para vengar injurias o daños” (Mac Cann 1985:97) -, de sumedicina y sus costumbres matrimoniales y familiares. Aunque lerepugna que “... disponiendo de bebidas fermentadas, pasan aveces varios días en la más brutal embriaguez”, se sorprende deque “su deporte preferido es el hockey tal como se juega enIrlanda” (Mac Cann 1985:102).9

Su experiencia en las tolderías de Tapalqué concluye en unaaserción muy a tono con las ideas de la época y con la concepciónromántica del carácter nacional e invariable de los pueblos: alincorporarse a ámbitos de trabajo cristianos “los indios de lasfronteras suelen dedicarse a cuidar ovejas pero, según dicen, nosirven para los trabajos domésticos. En cuanto a las mujeres, aun-que se las trate bien prefieren siempre la libertad sin límites enque han nacido” (Mac Cann 1985:111).

El sentimiento de superioridad que esta constatación le ins-pira queda en evidencia en una observación pasajera respecto deltrabajo indígena y en los resultados que expone en el capítulo VIIde sus observaciones contenidas en los dos apartados anteriores.En la primera atestigua: “En varios toldos vi mujeres que tejían; eltrabajo es engorroso y largo porque hacen pasar el hilo a través dela urdimbre con los dedos, y así se explica que pierdan un mes paraconfeccionar una prenda que, en Yorkshire, podría tejerse en unahora” (Mac Cann 1985:88). En su conclusión explica la aversiónpor el trabajo de la tierra, el cuidado de la casa, el mar y el tra-bajo mecánico que caracterizaba a los gauchos. “El paisano rehu-ye todo trabajo cuyo éxito dependa del transcurso del tiempo”, yveía también a las mujeres poco hacendosas. “Los propietarios decampos pueden dividirse en dos categorías: los que quieren adop-tar hábitos europeos, cuyas modalidades imitan, y los que prefie-ren conservar las costumbres del país. Estos últimos viven de idén-

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9 El traductor Busaniche aclara que se trata del juego de la chueca, similar al hockey perode origen araucano. En opinión de Fernando Williams, a quien agradezco la observación,este apunte de Mac Cann tiene la intención adicional de señalar a los irlandeses como "sal-vajes" equivalentes a los indígenas sudamericanos.

tica manera que los peones...”. “De todo esto puede colegirse queel país pasa por un estado de transición y que las costumbres atá-vicas darán paso, con el tiempo, a otros usos de índole superior.”Finalmente, remite este estado de la sociedad rioplatense a unprincipio de validez supuestamente universal: “En el proceso gene-ral de la sociedad se notan cuatro estadios definidos por los queel hombre atraviesa sucesivamente: el de la caza, la vida pastoril,la agricultura, y por último, el comercio. Los hispanoamericanos deesta región se encuentran en el segundo estadio...” (Mac Cann1985:117-119).

La descripción desde la extrañeza provocada por la presen-cia del otro y el impacto afectivo de la observación del “salvaje”,el sentimiento de superioridad y el intento de justificarlo apelan-do a conjeturas generalizables desembocan en el texto de MacCann en una impugnación moral de la vida en la frontera, exten-dida desde los indígenas más o menos amigos hasta los criollos.Los datos que más escandalizaban su mirada puritana eran, evi-dentemente, el alcoholismo -en las pulperías “... lo que más secompraba eran bebidas alcohólicas” (Mac Cann 1985:103) - y lapromiscuidad sexual: “Es de saber que en toda la extensión de lafrontera el nivel de moralidad sexual es muy bajo; la poligamiaestá muy extendida entre los indios y la práctica de comprar muje-res contribuye a la disolución de las costumbres; desgraciadamen-te, el ejemplo de los indios tiene buenos imitadores entre los veci-nos cristianos” (Mac Cann 1985:104-105). Frente a esto, el robode una vaca para comerla resulta un vicio menor: “A pesar de todo,actos de esta naturaleza son tan comunes en la frontera, especial-mente cuando la noche sorprende a los viandantes sin que puedanprocurarse alimento, que su moralidad no se mide como pudierahacerse en Inglaterra...” (Mac Cann 1985:106). Una vez más elsentimiento de superioridad y otra vez también el intento de expli-cación general: “Los hábitos y sentimientos del peón o trabajadorcriollo se deben al estado mismo de la campaña” (Mac Cann1985:116).10

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10 La elipsis se debe a que "la palabra 'gaucho' es ofensiva para la masa del pueblo, porcuanto designa un individuo sin domicilio fijo y que lleva una vida nómada" (ibídem).

La cabalgata de Mac Cann por la teología y la teleología dela historia abarca todo el capítulo XIII, titulado “Observacionessobre las misiones cristianas a los paganos”, y comienza, comotodo buen razonamiento filosófico, por la exposición del punto departida:

En lo que respecta a las razas más bárbaras, hasta ahora había cre-ído que si se les presentara al espíritu la verdad en toda su pure-za, ella ejercería un poder convincente sobre la comprensión; yque cuando se les exhibieran las costumbres de la vida civilizadano podrían dejar de admitir su superioridad y rápidamente lasadoptarían. Sin embargo, debo confesar ahora que estas opinionesque defendí y atesoré durante mucho tiempo han sufrido duranteeste viaje un cambio radical.No me cabe duda acerca del origen común de toda la raza humana;pero el tiempo y las circunstancias han producido tan extraordina-rios contrastes en las distintas razas del hombre que es necesarioun esfuerzo para creer que todos hayamos salido del mismo troncopaterno. Muchas razas cuyo origen inmediato se pierde en la anti-güedad más remota, parecen haber dejado atrás casi todos los ves-tigios de vitalidad mental; sólo poseen astucia y habilidad, cuali-dades más vinculadas con el instinto que con la razón... Nos con-sideramos valiosos cuando la utilidad gobierna nuestras costumbresy el espíritu se expande mediante la adquisición de conocimientos,en tanto que los salvajes nos desprecian por estas mismas razo-nes... Satisfacemos nuestros deseos por medio de una vida de tra-bajo, pero ese trabajo es para ellos una tortura... Mientras los sal-vajes abriguen tales ideas ¡cuán lento deberá ser su progreso haciala civilización! (Mac Cann 1985:181-182)

Tras una profesión de fe monogenista que sufre el asalto dela duda, Mac Cann comparaba su civilización con la de los llama-dos “salvajes” en función de variables propias de su idea de lo quees la cultura: trabajo y búsqueda de la utilidad a través del cono-cimiento. Como vimos, ya Darwin hacía un cotejo semejante. Peroel problema que llevó al negociante inglés a modificar su punto devista original fue la observación del género de vida fronterizo:

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... Pueden producirse casos en que algunas tribus se hayan vuel-to menos feroces y más dóciles después que el cristianismo llegóa ellas; pero en comparación con sus vecinos de extracción euro-pea siguen siendo poco menos que salvajes; continúan conser-vando su carácter distintivo de tribus aborígenes y nómadas, y nohan quedado injertadas en el cuerpo político de los Estados, comociudadanos... pues éstos son incapaces de avance intelectual encualquier sentido elevado de la palabra (Mac Cann 1985:185-186).

Su ausencia del “cuerpo político” estatal y de la sociedadpercibida como civilización reafirmaba una conjetura que se abríapaso con fuerza en la época: la de la radical incomunicación entrelas culturas y entre las llamadas “razas”. Resultaba lógico para uncomerciante y cada vez más natural para el pensamiento corrienteque las relaciones interétnicas se asimilaran a otras formas deintercambio, respondiendo a las leyes de la oferta y la demandaque regían la competencia en el ámbito del mercado mundial capi-talista. Hasta este punto llegaba la supremacía del comercio en laera del florecimiento de las burguesías europeas:

Podrá preguntarse si las distintas razas no se amalgaman y de esamanera se convierten en un pueblo... cada raza, ya sea antes odespués de su conversión, mantiene su carácter distintivo. Entrelas razas fuertes y débiles parecen existir elementos de repulsióny principios de antagonismo... La desaparición final de una esabsolutamente segura bajo la fuerza y el peso irresistible de laotra (Mac Cann 1985:186).

Lo que hacía incomunicables a las culturas era, según seentendía en el contexto romántico, el “carácter distintivo” de cadapueblo. En la competencia entre uno y otro resultaba victorioso elmás fuerte. Al principio de la supervivencia del más apto sola-mente le faltaba la explicación del mecanismo biológico, que seríael gran aporte de Darwin. Pero mucho antes de ese logro y más alláde él, podemos ver cómo la lógica burguesa de la competencia ydel cambio por la imposición del más fuerte se hallaba sólidamen-te arraigada en la mentalidad corriente. En socorro de esta hipó-

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tesis, Mac Cann postula una serie de argumentos históricos demayor o menor grado de generalidad:

En estos últimos días se despliega una actividad extraordinaria,tanto en las iglesias cristianas como en el mundo del comercio.Las enérgicas razas del norte de Europa parecen decididas a apo-derarse de la tierra. Su vigor puso un sello de carácter sobreEuropa durante la caída del Imperio Romano; pero ahora, en unperíodo posterior de la historia, parecen destinadas a ejercer unapoderosa y permanente influencia sobre la situación mundial detoda la familia humana (Mac Cann 1985:190).Cuando se descubrió el Nuevo Mundo, la Iglesia de Roma, con loa-ble celo, trató de extender la influencia humanizadora del cristia-nismo entre sus habitantes... De tal modo, esas razas inferioresfueron preservadas del contagio del mal ejemplo y los salvajesnómadas fueron establecidos y familiarizados con el primer pasode la civilización. Mientras la mente de la raza fuerte estuvo pre-sente para orientarlos, todo fue bien; pero en cuanto los jesuitasfueron expulsados de la colonia en 1767, el esqueleto de la civi-lización comenzó a derrumbarse...... Si el objetivo de estos hombres eminentes hubiese sido exclu-sivamente civilizar a las tribus y salvarlas de la desaparición injer-tándolas en las razas civilizadas, su misión habría fracasado igual-mente (Mac Cann 1985:184-185).

En términos de historia universal, “las enérgicas razas delnorte de Europa” serían las elegidas. Su movimiento ascendentehabría comenzado con la invasión del Imperio Romano y habríacontinuado con la conquista de América. Su expansión es asimila-da por Mac Cann a la expansión del cristianismo debida no sola-mente a las fuerzas humanas sino también auxiliada por laProvidencia divina. Esto sitúa al dominio del mundo por los euro-peos del norte en un plano que supera las contingencias de la his-toria humana para ubicarse en el de la teleología o causa final dela historia. La clave de lectura de esta historia es aparentementesencilla: “... El cristianismo introdujo la civilización, el orden y laindustria produjeron propiedades; éstas dieron nacimiento alcomercio; y por último viene la raza más fuerte y se apodera de la

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tierra; y entonces nada puede salvar a los aborígenes de la extin-ción final...” (Mac Cann 1985:187). Otros ejemplos más cercanosen el tiempo vienen a apuntalar este encadenamiento de suposi-ciones: “Cuando se descubrió esta parte del globo llamada NuevoMundo estaba poblada por una raza numerosa... y ahora que miroen mi derredor... me pregunto ¿dónde están los aborígenes?... ‘Lamayor parte se ha extinguido, y el resto desaparece con rapidez’,tal es la única respuesta que puede recibirse” (Mac Cann1985:183). La idea se ve reforzada por la evidencia de una serie decasos similares en los Estados Unidos, el Caribe, Oceanía y África:

La rápida extinción de las razas débiles del Nuevo Mundo sugierela consideración de hasta qué punto causas similares (sin dete-nernos a investigar cuáles son ellas) pueden producir efectos simi-lares en el viejo hemisferio. En el Cabo de Buena Esperanza, porejemplo... los nativos se han marchitado en tanto que las razasdel norte florecían... los negros de los estados libres deNorteamérica y de las colonias británicas... han disminuido enforma gradual desde su emancipación, y dentro de otro siglohabrán desaparecido por completo (Mac Cann 1985:184).

A pesar de la contradicción aparente que representa para elprincipio general de la imposición de las llamadas “razas puras”sobre las “razas” mezcladas -“instinto poderoso... [que] salvó aEstados Unidos de quedar poblado por una raza mixta, débil ydegenerada...” (Mac Cann 1985:186)- la existencia de indígenaspuros en América -“Desde la independencia de estas provincias, lastribus indias puras se han vuelto mucho más hostiles hacia losespañoles de lo que eran antes de esa época... y la capacidad delas razas mezcladas para mantenerse contra las continuas hostili-dades de los indios puros, resulta un tanto dudosa” (Mac Cann1985:141)- podemos entresacar un par de comentarios aisladosque, en otros puntos del viaje de Mac Cann, refuerzan sus convic-ciones fatalistas: por un lado la historia de los quilmes, que “ofre-ce cierto interés por cuanto demuestra que las razas menos vigo-rosas y civilizadas están destinadas a extinguirse en contacto conotras más fuertes” (Mac Cann 1985:20); por otro lado una obser-

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vación general sobre los indígenas llamados “pampas”:

Nada revela mejor la superioridad de una raza sobre otra que losiguiente: los indios poseen todavía un territorio mucho másextenso que el poseído por los habitantes de raza española; esono obstante, reciben como limosna el auxilio que se les presta,cuando con sólo imitar lo que hacen sus dominadores podrían serigualmente ricos en vacas y caballos (Mac Cann 1985:85).

Acercándose a las conclusiones del sustancioso capítuloXIII, Mac Cann encuentra el último fundamento para sus afirma-ciones en una verdadera teología de la historia, entendiendo aésta como el campo de desarrollo de un plan divino que incluiríala extinción natural –no violenta- de los pueblos no europeos:

Es probable que la humanidad sea cristianizada en una forma queel hombre no esperó ni deseó; ... no en la conversión de los paga-nos en gran escala sino por su extinción gradual, si no total......... por extraño que pueda parecer, no es menos cierto que en algu-nos campos importantes de la actividad cristiana la conversión delas razas paganas al cristianismo ha sido, aunque sin quererlo, elprimer paso hacia su rápida extinción... (Mac Cann 1985:186-187).No cabe duda que es un sabio ordenamiento de la Providenciaaquel que, aunque otorga un bien inmediato y espiritual a lasrazas más débiles que abrazan el Evangelio, no las exceptúa poreso de la ley general que las condena a la extinción, para dar pasoa las razas de un orden mental superior, con las cuales entran encontacto (Mac Cann 1985:192-193).

Esta línea de desarrollo llevaría, como en todos los relatoscon pretensiones de explicación total, a una escatología o verda-dero fin de la historia:

Hay algo sublime y misterioso en la contemplación de tan vastocambio que ahora se produce ante nuestra vista; ¿pero quién puededudar que los designios de la Providencia se cumplen, y que las ili-

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mitadas riquezas de la tierra serán de ese modo desarrolladas ydestinadas al beneficio de la gran familia humana que ha surgidode las razas escandinava y celta? (Mac Cann 1985:183-184)

En definitiva, el destino de los pueblos americanos y otrassupuestas “razas inferiores” del resto del mundo era interpretadopor nuestro viajero como subordinado al destino manifiesto de losgrupos aparentemente superiores originarios del norte de Europa.

William Mac Cann nos muestra, a lo largo de su Viaje a caba-llo, muchas de las ideas que sin duda compartía con otros burgue-ses de su época y cultura, y que seguramente se habrán difundidoen los salones de Buenos Aires y de las capitales provincialesdonde los viajeros extranjeros eran agasajados por las élites loca-les. La contemplación directa de los indígenas y gauchos y de lavida en la frontera le produjo un impacto afectivo similar al queexperimentó Darwin y decisivo para la evaluación que desarrollódesde esa experiencia. No encontramos en el viaje más referenciaal paisaje que la observación naturalista que atribuye la supuestainferioridad moral de los habitantes de la frontera al “estadomismo de la campaña”, sin más detalles. Respecto de la posiciónde Darwin, que, como ya hemos dicho, se mostraba admirable-mente abierto a la comprensión del otro, Mac Cann nos muestra uncorrimiento hacia una postura más dura. Un monogenismo acepta-do con dificultades y aparentemente desmentido a cada paso porlos datos observados es el marco de un cuadro que intenta mostrara sus lectores un conjunto de pueblos absolutamente incapaces dedesarrollar trabajo productivo en el sentido utilitarista. El antago-nismo inevitable entre esos grupos y los europeos por la tierra ysus recursos –una guerra cuya arma sería el comercio- tendríaresultados fatales para los que Mac Cann estima que son más débi-les por no asimilar las pautas del capitalismo industrial. La evan-gelización, un recurso interpuesto por la Providencia divina, sóloserviría para suavizar esa situación al mismo tiempo que acelera-ría el proceso al provocar el contacto interétnico.

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Burmeister: la naturaleza como obstáculo

La descripción de la frontera pampeana en el Viaje por losEstados del Plata de Hermann Burmeister, la encontramos funda-mentalmente en el tomo 1, capítulos VI (“Viaje a través de lasPampas hasta Río Cuarto, 1857”) y VII (“De Río Cuarto hastaMendoza, 1857”). Tanto la Pampa como la Cordillera hicieronimpacto en la sensibilidad del viajero-científico: la llanura inmen-sa con su “campo visual circular siempre equidistante” y su faltade caminos (Burmeister 1943-1944:t.1,115), y la primera vista dela Cordillera que fue –nos dice- “para mí un momento emocionan-te, que no se borrará jamás... nada obstaba para que me entrega-ra a mis sentimientos...” (Burmeister 1943-1944:t.1,167)11.

Ese primer impacto le inspiraba permanentes comparacionescon otros paisajes ya conocidos, en el contexto de una cienciageográfica de matriz humboldtiana, descriptiva de conjuntos yabierta al conocimiento intuitivo. De Zanjón a Fraile Muerto “merecordaba vivamente los campos del interior de Minas Gerais”(Burmeister 1943-1944:t.1,145). La landa de San Luis a Mendoza“me recordaba las tierras parecidas de la Marca y de Pomerania”(Burmeister 1943-1944:t.1,168), y las chacras mendocinas se ase-mejaban “con las planicies del norte de Italia” (Burmeister 1943-1944:t.1,175). Sin embargo, la sensibilidad romántica que le per-mitía apreciar el estado inculto o “salvaje” de buena parte de laPampa como manifestación de esa naturaleza grandiosa, se veíaconstantemente desbordada por el sentido utilitarista de admira-ción por el trabajo productivo. Pasando Fraile Muerto “era campodesierto y ya no participaba del carácter a veces romántico de laque atravesamos de la Esquina [de Bustos] para acá” (Burmeister1943-1944:t.1,149); en el río Quinto “la naturaleza en los alrede-dores era más agradable que antes”, pero después “pasábamos denuevo por campos incultos y sin arboleda, no viendo nada quefuera digno de observación” (Burmeister 1943-1944:t.1,163-164).

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11 Otros momentos de solaz con la vista de la Cordillera (Burmeister 1943-1944:t.1,177) ode disfrute de una noche de luna (Burmeister 1943-1944:t.1,180) también denotan la sen-sibilidad romántica del autor ante la magnificencia de la naturaleza.

Más adelante se pone de manifiesto el contraste con los vallescuyanos. Pasando el Desaguadero:

... se llega a una comarca bien cultivada con caminos derechos yanchos entre filas de álamos y acequias de agua corriente a loscostados, que de tiempo en tiempo cruzan la calle y que siemprese atraviesan por buenos puentes de madera... por lo que prontose llega al convencimiento [de] que la campiña circunvecinaposee una cultura antigua muy adelantada, que sobrepasa enmucho el mezquino cultivo de la tierra observado en las Pampasantes recorridas....El conjunto hace un efecto muy agradable y uno se convence fácil-mente de cómo la aplicación y la buena voluntad pueden tornarun desierto en una tierra útil, y es de lamentar tanto más que lagran mayoría del suelo argentino aún carezca de estos beneficios(Burmeister 1943-1944:t.1,175-176).

Al mismo tiempo que se impone la idea de que la mismainmensidad de la Pampa es un obstáculo para su aprovechamientoproductivo, se va construyendo el programa a aplicar: tornar eldesierto en tierra útil. La minusvaloración de las potencialidadesagrícolas de la región pampeana se convertirá en un tópico reite-rado hasta la década de 1880. Aquí, Burmeister expone sus funda-mentos, no exentos de reminiscencias dieciochescas de la polémi-ca sobre el Nuevo Mundo. Según él, la escasez de agua corrientees la causa de todo:

Condenan por esta razón las comarcas a que me refiero a la con-dición de eternas estepas, que nunca podrán ser pobladas densa-mente con colonias europeas. La gran mayoría de los campos pam-peanos no tiene porvenir; quedará siendo lo que fue desde el prin-cipio y aún lo es, una tierra solitaria e inculta, que ofrecerá sub-sistencia sólo a indios salvajes o, si éstos por fin llegaran a extin-guirse completamente, también a grandes rebaños, siempre quecuenten con extensiones suficientes para alimentarse. Si por natu-raleza estos parajes sudamericanos fueran fértiles y aptos para darnumerosos productos, ya habrían estado presentes estas creacio-

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nes cuando el europeo pisó estas tierras. Pero nada encontró aquíel hombre... Tuvo que importar de su país los caballos, vacas,cabras y ovejas... Que algunos de estos animales se hayan acli-matado y aún que se hayan multiplicado enormemente hasta elpunto de salvajizarse, no prueba la fertilidad de las Pampas; sólodemuestra que no son del todo inútiles, que no son desiertosabsolutos. Si se compara por ejemplo la fauna autóctona de lascomarcas correspondientes de Sudáfrica con la de Sudamérica, sor-prende la diferencia y se reconoce muy bien la superioridad a favordel Viejo Mundo... Si ya se encontrara sobre el suelo de lasPampas, junto con los animales domésticos importados, unapoblación tan densa como en las regiones moderadamente pobla-das de Europa, donde la cría de ganados se hace en forma inten-siva, como ser en Hungría o en el sur de Rusia, muy pronto dis-minuirían los rebaños de la Pampa y aquella fertilidad apareceríailuminada con colores muy distintos... Su suelo no permite ungrado de cultivo igual al de Europa, porque carece de las condi-ciones fundamentales para toda próspera cultura del suelo, que esel riego proporcionado, ya sea por medio de ríos o por las preci-pitaciones atmosféricas (Burmeister 1943-1944:t.1,183-184).

Otras expresiones similares de la misma voluntad transfor-madora aparecen más adelante en relación con el territorio cha-queño, cuando evalúa a “el río Bermejo y el Pilcomayo, [que] atra-viesan el verdadero centro del Gran Chaco y se sustraen por esototalmente a la influencia de la cultura y a la especulación euro-pea... como no existentes para el progreso y provecho de la pobla-ción argentina originaria de Europa” (Burmeister 1943-1944:t.2,24). O también al principio del capítulo VI, cuando, ensentido contrario, se señala la facilidad natural de la Pampa parael ferrocarril, al punto de afirmar que “el ferrocarril argentino seráconstruido porque se impone su construcción” (Burmeister 1943-1944:t.1,118-119).

Resulta interesante el énfasis que hace Burmeister en losobstáculos culturales para el progreso. En los criollos, identificasentimientos nacionalistas y xenófobos en perfecta simetría consus propios sentimientos etnocentristas y paternalistas.Finalmente, veremos cómo el autor buscará, diplomáticamente,

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coincidir con sus anfitriones en la determinación de un enemigocomún: el indígena.

En ese contexto, señala cierta indolencia del gobierno pararealizar obras ferroviarias por “sentimiento nacional, sobre todocontra los norteamericanos... contra la raza más fuerte de losanglo-americanos”. Todavía encuentra difundido el temor a lainmigración, “muy superior a la población criolla” para el trabajo(Burmeister 1943-1944:t.1,118-119). Aunque considera a los gau-chos bien educados -“muchos más motivos [de queja] tendría demis paisanos de baja clase social”-, le resultan poco amigables losmestizos, que “revelan su sangre indígena por su cara” (Burmeister1943-1944:t.1,123-124). “Rara vez he necesitado mucho tiempopara establecer, por sus caracteres exteriores, el origen de una per-sona que he llegado a conocer”, concluye. A lo largo de su viaje,Burmeister suele identificar pobreza e indolencia con color oscurode la piel (Burmeister 1943-1944:t.1,151-152). Su sentimiento desuperioridad también se manifiesta en términos de progreso tec-nológico, como cuando le demuestra al estanciero de Cabeza deTigre que un europeo podía hacer y poseer un mapa del país mejorque los disponibles en la Argentina misma: “le mostré al estancie-ro en el mapa que llevaba de la obra de Woodbine Parish, que figu-raba en éste su estancia con el nombre correcto” (Burmeister1943-1944:t.1,141). El viajero se muestra aquí, como lo anticipa-ba Alberdi en la carta de presentación que le extendió para el pre-sidente Urquiza, como quien viene a “darnos a conocer a nosotrosmismos las riquezas de que somos por ahora poseedores incons-cientes”.12 En definitiva –y en un rapto de sinceridad germánica-el mismo Burmeister justifica los recelos de los nativos: “Al prin-cipio se me hizo difícil hacerles comprender los propósitos de miviaje, porque el común de estos mortales siempre cree que losextranjeros sólo vienen a su tierra para arrebatarles y atraparlesante sus narices las ventajas que pueda ofrecer, juicio en términosgenerales perfectamente cierto...” (Burmeister 1943-1944:t.1,129).

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12 Alberdi a Urquiza, París 22/9/1856 (Birabén 1968:15).

El verdadero mal comienza a perfilarse durante la contem-plación de la realidad de los fortines de la frontera sur de Córdobay San Luis. En Río Cuarto, comenta el aspecto llamativo de los“soldados con gorro colorado, poncho de franela y chiripá, vesti-menta que les da en cierta manera el aspecto de verdugos... gentesin calzado y sin medias... El solo aspecto de sus rostros tostados,unido al extraño uniforme, era suficiente para inspirar miedo yterror a cualquiera...”. También anota que “en las afueras del pue-blo del lado de la Pampa se observan gruesos muros de tapia controneras, para la defensa contra los indios...” (Burmeister 1943-1944:t.1,153-154). En Achiras, donde “miraban... las mujeres,curiosas como son, atraídas por el rodar del carretón arrastrado atodo galope sobre el áspero camino, para contemplar al forasteroque llega”, también había muros defensivos (Burmeister 1943-1944:t.1,158). En San José del Morro: “Del lado sur se han levan-tado igualmente muros de tapia con troneras como defensa contralos indios, cuyos malones se extendían hasta aquí en años ante-riores. Ahora ya no llegan a estas latitudes” (Burmeister 1943-1944:t.1,162). Y en San Luis: “Tampoco aquí faltan las fortifica-ciones contra los indios” (Burmeister 1943-1944:t.1,166).

Pero será más adelante, en el tomo 2, capítulo XXII, titula-do “El río Salado y su significado para la Confederación”, donde elviajero alemán desarrollará su punto de vista acerca del trato quemerecían, a su juicio, los pueblos indígenas de la Argentina.Respecto del Salado del Norte, “destinado por la naturaleza mismapara arteria fluvial principal del país, el viajero extranjero, antesde visitar este río, se pregunta asombrado: ¿Por qué... no se usatodavía como medio de transporte?...” (Burmeister 1943-1944:t.2,23). Planteada la pregunta, pasa a identificar los obstá-culos que lo impiden. Tras relatar el primer ensayo de navegacióndel Salado realizado por el marino estadounidense Page en 1855en una “expedición dispuesta al mismo tiempo como una ‘razzia’contra los indios” a la que se incorporó Amedée Jacques, atribuyela inseguridad para la navegación a “las incursiones de rapiña delos indios del Gran Chaco” y a que en las colonias dispersas sobreel Salado “las casas son malas... siendo pobre la población; en su

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mayoría se compone de descendientes de indios”. Los pobladosparecen “una transición de la civilización a la barbarie o vicever-sa” (Burmeister 1943-1944:t.2,25-27).13 Esta circunstancia leinduce una larga digresión sobre los indígenas, “necesaria, porqueel teniente Page acentúa como obstáculo principal para la nave-gación del trecho inferior del río los malones de los indios”(Burmeister 1943-1944:t.2,32), pobladores que, según concluyeBurmeister, deberían ser “completamente eliminados” (Burmeister1943-1944:t.2,42).

En la evaluación que hace el autor de la cuestión de la fron-tera indígena, encontramos un contraste fuerte entre su insensibi-lidad hacia las comunidades autóctonas y el impacto afectivo quele había producido su encuentro con el paisaje. La razón explícitade esta incongruencia es que el paisaje era valorizado como recur-so disponible –muy a tono con la geografía de la época y en par-ticular con la literatura publicitaria de producían, por ejemplo, DuGraty y De Moussy bajo el auspicio del Estado nacional-, mientrasque la población indígena era visualizada como un estorbo queinterfería con esa disponibilidad. La diferencia con la escritura delas descripciones oficiales mencionadas, destinadas a atraer inmi-grantes y capitales europeos, residía en que Burmeister, en su dia-rio de viaje, se permitió nombrar lo que para otro público era innom-brable: contemporáneamente al país sin indios que mostraba DeMoussy (Navarro Floria 1999a), el sabio alemán exhibía la miseriadel nuevo Estado-nación, identificaba sus riesgos y proponía unalimpieza étnica como condición del progreso.

Si la razón explícita de su propuesta era que los pobladoresautóctonos se mostraban incapaces de todo progreso y civiliza-ción, la razón implícita, claramente percibida por Burmeister, eraque constituían otra civilización o al menos otro orden alternativoal que se quería imponer desde los centros de poder nacionales.Ese otro mundo sostenido por la permeabilidad de la frontera eratransitado por el ir y venir de cautivos, tránsfugas, raciones del

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13 Jacques, por entonces director del Colegio de Tucumán, había publicado segúnBurmeister el escrito "Excursion au rio Salado et dans le Chaco", Revue de Paris, 1 y 15 demarzo de 1857.

Estado, etc. La propuesta consistía, entonces, en quebrar de ungolpe ese mundo y someterlo a la lógica dominante del Estado ydel mercado.

El que esos malones de los indios puedan continuar, constituyeverdaderamente un reproche tan serio como justificado que debehacerse a los gobiernos de las provincias y particularmente algobierno central... Los informes del sur de la Confederación rezanen forma similar o, más bien dicho, son peores; en este sentido laprovincia de Buenos Aires está expuesta a los continuos malonesde los indios y obligada a mantener en pie de guerra una consi-derable fuerza, lista para la defensa contra los salvajes...(Burmeister 1943-1944:t.2,28)

Identificado el obstáculo el autor pasa al análisis de suscausas, que son la compra de cautivos y el trato pacífico, sínto-mas evidentes de “bondad o debilidad”:

A este respecto hay que dejar constancia [de] que el gobiernonacional compra los cautivos de los indios... para reintegrarlos ala civilización. Pero este procedimiento sólo incita a los indios amayores rapiñas, porque les proporciona un medio fácil de hacer-se de dinero. De tiempo en tiempo se celebran convenios con estagente para inducirlos, por medio de un trato bondadoso, a unintercambio pacífico; se les entrega ganado, ropa y herramientaspara que se ocupen de labrar la tierra y se acostumbren a tenermoradas fijas y propiedad adquirida por su trabajo, pero esto sólosurte efecto por un breve tiempo; pronto han despilfarrado losobjetos recibidos y vuelven a presentarse con otras exigencias,pretendiendo con insolencia nuevas dádivas de la bondad o debi-lidad del gobierno (Burmeister 1943-1944:t.2,28-29).

Pero la acusación más extravagante y sugestiva no la dirigeBurmeister contra el gobierno civil ni contra la sociedad criollasino contra los indígenas mismos, es decir contra ese orden alter-nativo que exhibía su peligrosidad desde el otro lado de la fronte-ra. El peligro consistía nada menos que en el supuesto socialismocolectivista practicado por los indígenas, que por añadidura perte-

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necerían a una escala inferior de la humanidad:

La civilización no es para esta gente cosa de tomarla en serio,pues la odian como a su peor enemigo y principalmente no pue-den librarse de la idea fundamental de que los objetos no perte-necen a uno solo, sino a todos, estando siempre en calidad de pro-piedad a disposición de quien pueda echarles mano y apoderarsede ellos. Consideran que la propiedad es realmente un robo y poreso roban sin reserva todo lo que pueden conseguir. Esto demues-tra evidentemente a dónde conduce este principio socialista,cuando se aplica en su forma más explícita y completa de realiza-ción por hombres que pertenecen a la escala más baja de la socie-dad humana y que jamás ascenderán a otra superior, porque real-mente no quieren comprender el valor de la cultura (Burmeister1943-1944:t.2,28-29).

Por añadidura, existe el peligro de que este modo de vidapervertido a los ojos del viajero científico contamine el campo pro-pio. Unas páginas más adelante, cuando narra el ataque a una tol-dería según el informe de Jacques, observa que “el prisionerosobreviviente no era indio, sino descendiente de europeos, ... sehabía incorporado voluntariamente a los indios, para participar desus costumbres disolutas...” (Burmeister 1943-1944:t.2,32). Lainsólita acusación de socialismo lanzada contra los indígenas de laPampa opera una singular inversión de la denuncia más corrienteque se hacía por entonces contra esos mismos grupos.Habitualmente se les imputaba el robo de ganado más o menosidentificado achacándoseles, desde la óptica de los estancieros,que hacían de ese supuesto robo su propiedad. Burmeister, enlugar de señalar que para ellos lo robado era propio, parece enten-der lo contrario: que lo propio es robado. ¿Interpretación erróneade alguna conversación con un estanciero, o juego de palabras quele permite agitar el fantasma de las ideas que habían conmovidoa su Europa en 1848 y que por entonces amenazaban el ordencapitalista señalando sus carencias?

En este punto se plantea una de las cuestiones más intere-santes en relación con los numerosos casos de científicos europe-

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os contratados o exiliados en diversos países latinoamericanos amediados del siglo XIX para la organización de las primeras insti-tuciones académicas no universitarias. Si bien se ha señaladorepetidamente que los viajeros europeos le hablaban a su propioentorno cultural de origen –y Burmeister no parece haber dejadonunca de sentirse un viajero entre extraños en la Argentina-, tam-bién es cierto que en su interpelación de las élites locales el cien-tífico itinerante juega el rol de quien “trae” los temas europeos,las cuestiones que se debatían en el centro cultural del mundooccidental. Al mismo tiempo que les señalaba a los suyos la exis-tencia de esos extraños salvajes comunistas en América,Burmeister advertía a los otros, sus anfitriones, del riesgo de quela conflictividad social europea se trasladase a los nuevos Estadosen construcción.

Todos los males posibles parecen condensarse en esta carac-terización del enemigo: unos pueblos indígenas que son califica-dos de humanamente inferiores, sostenedores de una ideología queen el corazón mismo de la Europa industrial pretendía subvertir elorden socioeconómico establecido, y no por obra y gracia de nin-guna ley natural ni de la Providencia divina que los hubiera priva-do de todo contacto con la civilización occidental y cristiana sinopor elección propia. Son definitivamente culpables porque “real-mente no quieren comprender”, y porque “sus costumbres disolu-tas” se muestran capaces de inficionar el mundo propio. Esta cul-pabilización del otro –del indígena, para el caso- es nueva, esdecisiva y es el matiz que separa radicalmente la percepción quetransmite Burmeister acerca de las “razas” supuestamente inferio-res, de las observaciones de autores anteriores como los quehemos analizado en este mismo trabajo. Ya no hay imperativos éti-cos superiores que amortigüen el choque cultural, como en Darwin,ni apelaciones a la acción de la Divina Providencia que permitancontemplar con tranquilidad de conciencia el devenir inexorable delas cosas, como en Mac Cann. Hay un llamado imperativo a reali-zar, a acelerar la historia violentando sus ritmos en cumplimientodel programa progresista revolucionario que por esos años encan-dilaba la mirada de los líderes criollos que buscaban modelos en el

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hemisferio norte. “Parece que por fin se ha llegado a la convicciónen el país de que contra los indios sólo puede procederse con todaenergía, pero desgraciadamente todavía faltan los medios parapoder realizar este propósito” (Burmeister 1943-1944:t.2,29).Burmeister relata que Du Graty lo intentó en la frontera norte en1858, “pero las pequeñas envidias de otros jefes opusieron obstá-culos a su realización”. “Por el informe de Jacques es como mejorse ve de cómo se opera en esas incursiones contra los indios”: trasdescribir la táctica sorpresiva y violenta del malón, propone pro-ceder “del mismo modo, por sorpresa” (Burmeister 1943-1944:t.2,30).

Si algo une a Burmeister con sus predecesores anglosajones–en particular con los analizados aquí, Darwin y Mac Cann- es elimpacto afectivo que le provoca el paisaje americano, unido alsentimiento de superioridad cultural desde el cual se compara per-manentemente con los nativos. Pronto se ubica en un plano supe-rior, no sólo por encima de los habitantes del país que lo hospedasino también por sobre cualquier consideración ética que pudieraanteponerse a la voluntad progresista y manipuladora burguesa. Elpaisaje, inmediatamente superado el impacto de la primera vistade la Pampa o de la Cordillera, es objeto de una apreciación utili-tarista que tiene la virtud de comenzar a revertir la maldición dar-winiana y de los viajeros de habla inglesa anteriores. La posibili-dad de “tornar un desierto en una tierra útil” –aunque expresa susreservas, que se verán reproducidas infinidad de veces hasta finesde la década de 1870, acerca de la potencialidad económica de laPampa- depende, para Burmeister, del trabajo: en definitiva, de lavoluntad. Esa voluntad deberá vencer una serie de obstáculos cul-turales: la indolencia debida al “sentimiento nacional” contra “laraza más fuerte”; el temor a la inmigración motivado por susupuesta superioridad para el trabajo; los supuestos caracteresraciales que determinan esa inferioridad del criollo; y finalmentela existencia misma del indígena y del mundo de la frontera. Lamaldición que antes pesaba sobre las condiciones naturales de laestepa pampeano-patagónica, ahora pesa sobre un orden socialque presenta los rasgos de un mundo alternativo sostenido, en lo

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inmediato, por una política de “bondad o debilidad” que deberíaser sustituida por el uso liso y llano de la fuerza. El mundo indí-gena es demonizado por Burmeister atribuyéndole, sobre susupuesta inferioridad constitutiva, un comportamiento socialista yuna voluntad explícita –simétrica y opuesta a aquella voluntadnecesaria para transformar al “desierto en una tierra útil”- de noadherir a la civilización que se le propone. Una voluntad frente aotra, sin el desasosiego de la duda ni consideraciones éticas de pormedio, como manifestación de la más absoluta incomprensión delotro. Este es el punto en el que más lejos estaba Burmeister deDarwin.

Resulta quizás excesivo, a la luz de esta obra como de susistematización más ambiciosa –la Descripción física de laRepública Argentina-, considerar a Burmeister “uno de los natura-listas extranjeros que tuvieron a su cargo, durante las últimasdécadas del siglo pasado, la tarea de sistematizar y perfeccionar elrelevamiento del suelo, la flora y la fauna de la RepúblicaArgentina” (Asúa 1989:339). Birabén, al tiempo que considera alViaje de Burmeister una “obra de palpitante interés científico ydocumental” contenedora de un relato “nítido, prolijo, objetivo”,admite que “describe el paisaje geográfico y urbano con sensibili-dad de investigador, de sociólogo y de esteta” (Birabén1968:14,17-18). El haberse extendido en consideraciones socioló-gicas y etnográficas, más allá de sus propósitos explícitos comozoólogo y geólogo, lo llevó a un terreno en donde se movió máscomo testigo ilustrado que como observador específicamente cien-tífico, poniendo en juego su sensibilidad estética y sus considera-ciones éticas por sobre la actitud metódica del investigador. Porhaber sido más que un naturalista, necesariamente se mostró, enalgunas facetas de su labor, como menos que un científico. “Escurioso que haya pasado a la posteridad como un naturalista; élfue en sí mismo un equipo de investigación interdisciplinario”(Arenas 1992:37), señala Arenas:

... en las fronteras de la sociología... Burmeister será un testigocomprometido, sin ceder en su estructural germanismo, del carác-

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ter de los argentinos en un momento de su historia en que toda-vía chocaban violentamente dos culturas: la rural, de sedimentohispánico semifeudal, y la portuaria que comenzaba a consolidarsu proyecto urbano modernista inspirado en la burguesía europea(Arenas 1992:33).

Del análisis del material estudiado surge la evidencia de quelas observaciones que Arenas atribuye al “sociólogo débil” son lasque mejor muestran su “fuerte compulsión hacia la contextualiza-ción del dato” con sentido subjetivizador, de la que resulta “unadescripción fundada en la observación personal” (Arenas 1992:35)y en sus propias convicciones y prejuicios más que en un progra-ma de investigación claramente formulado. Es más: la inclusión decontenidos del Viaje en el primer tomo de una obra pretendida-mente científica como la Descripción fue duramente criticada porWappäus, que la consideraba un hors d’oeuvre de la parte científi-ca (Wappaeus 1877:3-4).14 Su prestigio científico se explica,entonces, no en virtud del contenido de estos trabajos, que comohemos visto para el caso del Viaje se alejan del programa sistema-tizador linneano y se ubican más fácilmente en la perspectiva des-criptiva humboldtiana, sino de los abundantes artículos y comuni-caciones que presentó a lo largo de su carrera, mayoritariamenteen alemán, en los ámbitos científicos europeos que constituían“su horizonte de referencia” cuando se sentía “como un misionerode la ciencia in partibus infidelium” (Asúa 1989:351). La otra ver-tiente de su tarea, como bien señala Asúa, que es la que se refle-ja mejor en la escritura de su Viaje de 1856-1860 y que le valió sucontratación por el Museo Público de Buenos Aires, fue política: laorganización de las instituciones científicas encargadas de exhibirlos conocimientos funcionales al proyecto progresista del Estadoen construcción.

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14 Resulta notable constatar cómo ciertos círculos intelectuales cordobeses se hacían ecode una polémica entre científicos extranjeros, repercusión que ciertamente no era inocen-te en el contexto de la confrontación entre distintos proyectos de desarrollo para la rique-za pampeana: uno que hacía hincapié en la imposibilidad de una economía agrícola y rea-firmaba el aparente destino ganadero de la región, y otra postura que la enfrentaba.

Conclusiones

Los tres autores que hemos estudiado aquí tienen en comúnuna trayectoria similar, aunque de sus respectivos viajes sacanconclusiones divergentes en el terreno práctico. Tanto Mac Canncomo Burmeister transitaron el camino característico de lo quePratt llama la “vanguardia capitalista”: de Buenos Aires al interior.También Darwin, como ellos dos, adopta la posición del observa-dor superior: se dejan asombrar por la contemplación de la “bar-barie” pero la evalúan en términos absolutos, desde el parámetro“normal” de su propia cultura y experiencia, lo que deriva en unnecesario choque o antagonismo cultural. Salvo en Mac Cann, queno presta atención al tema, esa evaluación se extiende al paisaje,observándolo en relación con la utilidad que podría significar parael mundo capitalista.

A pesar de estas notas comunes, podemos apreciar entreDarwin y Burmeister pasando por Mac Cann un alejamiento o extra-ñamiento progresivo del otro, proceso que parece ser funcional ala dinámica expansiva del sistema del cual provenían los observa-dores. Darwin advierte con meridiana lucidez la distancia que losepara del otro pero hace un admirable esfuerzo por comprender-lo, manifiesta una sólida fe monogenista y propone un trato huma-nizado y cercano, guiado por imperativos éticos y religiosos de raízhumanista y cristiana, a tono con la etnografía inglesa de su tiem-po. Mac Cann expresa un monogenismo en crisis, en el marco deldoble movimiento expansivo europeo de su tiempo: por las misio-nes y por el comercio. Como comerciante que era, se inclinó por lasuperioridad del comercio en cuanto a su capacidad de imponer sulógica al proceso colonialista en curso. De acuerdo con esto, suvisión es fatalista, aunque para él no es la ley natural sino laProvidencia Divina la que dicta las reglas de la historia.Burmeister, finalmente, adhiere al más duro racismo y no expresaintención alguna de comprender al otro; más bien lo visualizacomo obstáculo a eliminar por una voluntad que no repara en con-sideraciones religiosas ni éticas. Su mirada expresa la imposicióndefinitiva del ideal de progreso material y del concepto de una

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jerarquía inmutable entre las “razas” humanas, en un marco cultu-ral todavía romántico y voluntarista.

Resulta notable que esta última mirada desentendida deldestino de los pueblos indígenas –cuando no comprometida con suexterminio- haya sido asumida como opinión científicamente fun-dada por la dirigencia política nacional encarnada por los mento-res locales de Burmeister: Mitre y fundamentalmente Sarmiento.Esta recepción gustosa de las ideas del sabio alemán, que revali-dó los mismos conceptos incluyéndolos más tarde en suDescripción física de la República Argentina (1876-1879), nos dicemás acerca de la subordinación de la ciencia a los intereses polí-ticos de la época que sobre el contenido mismo de estas obras.

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CAPITULO 3

La “Pampa fértil” y la Patagonia en las primerasgeografías argentinas (1876)

Pedro Navarro FloriaAlejandro Mc Caskill

En las décadas intermedias del siglo XIX, la Argentina asis-tía a una transición acelerada, dejando atrás los últimos vestigiosdel orden colonial y disponiéndose a construir un Estado-naciónmoderno, en el marco de lo que se ha dado en llamar “orden neo-colonial” o capitalismo dependiente. Uno de los síntomas del pro-ceso de fijación de la nueva realidad estatal es la apropiación dis-cursiva, imaginaria y finalmente material de los territorios hastaentonces marginados de la Pampa, la Patagonia y el Chaco. En elterreno de lo discursivo, y en el marco de las políticas en favor dela atracción de migrantes y capitales europeos desarrolladas por laConfederación Argentina y luego por la República unificada, serealizó una apología sistemática del territorio nacional y de susrecursos, y una serie de publicaciones y acciones de propaganda.Los primeros materiales de uso académico en los que hemosencontrado una formulación clara y explícita en este sentido, son–significativamente- los textos escolares. La asignatura escolardenominada Geografía Argentina se anticipó ya en la década de1860, anteponiendo lo político sobre lo científico, a la disciplinageográfica científica y universitaria en la definición de los perfilesdel país (Quintero Palacios 1995: 9-10; Navarro Floria 2001). Latransición también es patente en las modalidades de la escritura yde la apropiación discursiva, que cede cada vez más lugar a la des-cripción en detrimento de la narración. Una descripción que ganamuy lentamente una mayor precisión analítica, a manos de los pri-meros estudiosos europeos contratados por y para las institucionesestatales, pero todavía sin el entusiasmo positivista que se apo-

deraría pocos años después de los primeros científicos jóvenesargentinos.

En este trabajo se intentará destacar el aporte de los cien-tíficos Hermann Burmeister y Ricardo Napp para el conocimientogeográfico de la República Argentina, a partir de sus clasificacio-nes y descripciones de la Región Pampeana, ambas de 1876. Ensus obras respectivas –la Description physique de la RépubliqueArgentine, d’après des observations personnelles et étrangéres(París, 1876) de Burmeister y La República Argentina (BuenosAires, 1876) de Napp- estos autores describen el paisaje pampe-ano y dan sobre la región una mirada estructural que se acerca auna intención de salir de la descripción geográfica tradicionalheredada de las ciencias naturales y plasmada en las obras deHumboldt. Los dos científicos proponen una división en regionescontinuas y contiguas basada en caracteres morfológicos y que sepuede comparar -a distinta escala- a la Geografía Universal deVidal de la Blache, quien apoya su regionalización en rasgos con-cretos del terreno.

Si bien se hará una remisión constante a la obra completa,el interés particular de este escrito se centrará en el análisis quehacen Burmeister y Napp de la Región Pampeana. El rasgo querecuperamos de la obra de estos autores es que incluyen el factorhumano en la descripción del paisaje -aunque no se lo vincula a laregionalización- y que mencionan además algunos hechos del pro-ceso histórico, proyectando y emitiendo juicios de valor acerca delfuturo de la Región Pampeana. Como estos juicios de valor noresultan coincidentes, el análisis comparativo de ambas obras y dealgunos datos del contexto político en que se publicaron nos per-mite concluir que Burmeister y Napp encarnan la diversidad de opi-niones que circulaban en la época acerca de la potencialidad econó-mica de la Pampa. Esta apertura del abanico de opiniones se ponede manifiesto en el hecho de que ambos trabajos, tanto laDescripción de Burmeister -que finalmente no terminó de editarsesegún el proyecto original- como la de Napp -encargada por elComité Argentino para la Exposición Internacional de Filadelfia-,obtuvieron apoyo estatal. La polémica entre ambos, que se refleja

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en sus textos y en otros trabajos, es demostrativa del pasaje quese operaba entre una visión pesimista sobre la potencialidad delsuelo pampeano -que ya desde la época colonial le asignaba unfuturo exclusivamente ganadero- y otra optimista que asomaba porentonces y que propugnaba el desarrollo agrícola. Ya señalóGonzález Bollo que en el caso de Napp “se trataba de refutar lasafirmaciones de Germán Burmeister, sostenidas en los dos volúme-nes de su Description physique de la République Argentine (París,1876) quien, a partir de estudios realizados en el suelo pampeanoen la década del cincuenta, sostenía de forma tajante que el futu-ro productivo del país residía exclusivamente en la actividad gana-dera” (González Bollo 1999a: 38). En una mirada más amplia, bienpodemos presentar a Burmeister y sus obras como integrantes deuna línea interpretativa acerca de los territorios pampeano-pata-gónicos iniciada con viajeros ilustrados como Cook en el sigloXVIII y continuada por Darwin en el XIX y hasta hoy mismo porBaudrillard, para quienes el paisaje del sur representa un vacíoespacial, un retorno al origen del tiempo, una “última frontera” o“pura negatividad”, mediante una “caracterización imperial” que“problematiza la producción espacial del Estado como entidadterritorial en el área” (Nouzeilles 1999:35-36). En este marco,Napp y su equipo de científicos del Estado se constituyen en agen-tes de la invención estatal del territorio como lugar, mediante sumapeo, descripción y señalamiento de sus potencialidades. La his-toria de los mapas y descripciones en la que se inscribe Napp “dejaentrever cuánto había logrado el Estado argentino, en precisión yamplitud temática, para sentar su autoridad administrativa y polí-tica sobre la extensa geografía del país” para entonces (GonzálezBollo 1999b). Reforzando este rol estatizador del espacio que asig-namos al equipo de Napp, constatamos que su obra es la primeraque incluye en forma explícita y concreta a toda la Patagonia enel mapa del territorio argentino.

* * *La división regional propuesta tanto por Burmeister como

por Napp define regiones genéricas que se destacan por sus carac-

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teres morfológicos, aunque en algunos casos supera la dualidadentre geografía física y geografía humana y avanza sobre un aná-lisis regional que apunta a definir y entender la región como tal.Santos, por ejemplo, define la región como un fragmento territo-rial dinámico y complejo en constante transformación; Benko, porsu parte, explica la región desde sus características económicas ysus atributos geográficos, socioculturales e históricos. En estesentido es que Napp expresa:

La fertilidad del suelo argentino es admirable; a tal grado llegaque hoy se exporta trigo de la República… Con el aumento depoblación y, por consiguiente, de trabajadores, el tabaco, el acei-te, el lino, etc., pronto ocuparán también un lugar importante enlas listas de nuestros productos exportados, desarrollándose almismo tiempo el cultivo de la viña y del algodón, la fabricacióndel azúcar, la cría del gusano de seda, la producción de materiastintóreas, etc. (Napp 1876: 4).

Para la delimitación de la Región Pampeana, Napp se basaespecialmente en criterios morfológicos destacando permanente-mente datos proporcionados por Burmeister y por el CensoNacional de 1869; ejemplo de esto es la información acerca de lassuperficies de los territorios estudiados aportada por ambas fuen-tes. En tanto, Burmeister adopta -además del morfológico- un cri-terio fitogeográfico, principalmente para las subdivisiones de laRegión Pampeana. En relación con ella, describe una “planicieargentina” que “se enlaza con las estepas de la Patagonia”.

La parte meridional... se puede... dividir en dos regiones. La pri-mera, situada al norte, la más extensa, toca hasta los 39° de lati-tud sur las pampas fértiles; la segunda, al contrario, largamentedilatada hacia el sur, encierra la meseta de las estepas patagóni-cas y se extiende hasta el estrecho de Magallanes....Las pampas fértiles están revestidas de un tapiz de vegetación,que raramente llega a formar un verdadero césped.Las pampas estériles, denominadas también estepas, no poseenvegetación alguna, ofreciendo al ojo un suelo de arena o de polvo

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enteramente desnudo... Estas pampas bordean la planicie al piede las Cordilleras y se extienden por toda la región occidental delpaís (Burmeister 1876: I,153-155).

La escasez de agua corriente, según Burmeister, era la causade todo:

Condenan por esta razón las comarcas a que me refiero a la con-dición de eternas estepas, que nunca podrán ser pobladas densa-mente con colonias europeas. La gran mayoría de los campos pam-peanos no tiene porvenir; quedará siendo lo que fue desde el prin-cipio y aún lo es, una tierra solitaria e inculta, que ofrecerá sub-sistencia sólo a indios salvajes o, si éstos por fin llegaran a extin-guirse completamente, también a grandes rebaños, siempre quecuenten con extensiones suficientes para alimentarse. Si por natu-raleza estos parajes sudamericanos fueran fértiles y aptos para darnumerosos productos, ya habrían estado presentes estas creacio-nes cuando el europeo pisó estas tierras. Pero nada encontró aquíel hombre... Tuvo que importar de su país los caballos, vacas,cabras y ovejas... Que algunos de estos animales se hayan acli-matado y aún que se hayan multiplicado enormemente hasta elpunto de salvajizarse, no prueba la fertilidad de las Pampas; sólodemuestra que no son del todo inútiles, que no son desiertosabsolutos... Su suelo no permite un grado de cultivo igual al deEuropa, porque carece de las condiciones fundamentales para todapróspera cultura del suelo, que es el riego proporcionado, ya seapor medio de ríos o por las precipitaciones atmosféricas.(Burmeister 1876: I,183-184)

Napp adopta la distinción entre la “Pampa fértil” o húmeday la “Pampa estéril” o seca de Burmeister (Napp 1876:50-53), peroinfiere a partir de la presencia indígena la existencia de buenascondiciones para la cría de ganado y para la agricultura. Si se pro-duce, entonces, un crecimiento de la población, consecuentemen-te crecerá también la demanda de tierras; lo que traerá aparejadoque, según el autor, “en tiempos venideros... la Pampa tambiénserá seguramente conquistada para la agricultura” (Ibídem, 451).

La visión de Burmeister, en cambio, es pesimista al emitir un

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juicio acerca del futuro de la Región Pampeana. El sabio alemánmarca además una diferencia respecto de Napp en cuanto al obje-tivo que persigue: “La descripción de las Pampas que brindo aquíes una reproducción y un resumen de las diversas descripciones queyo había consignado sea en mi Reise durch die la Plata-Staaten...,sea en mi memoria sobre la región del río Salado” (Burmeister1876: I,363). Habla de una “planicie sin fin”, “océano de vegeta-ción”, “superficie homogénea”, donde uno está “como sobre elocéano, envuelto por un panorama circular, igualmente extendidoen todas las direcciones... Ningún objeto particular atraería lamirada y no se haría remarcar fuera de las chozas indias (tolderías)y de las bandas de animales salvajes” (Ibídem, 158).

Tales son las Pampas... La ganadería es la principal meta a perse-guir en ese país, y lo será todavía por largo tiempo a causa de lanaturaleza del suelo. Las superficies que la agricultura transfor-mará y que las forestaciones podrán cubrir de vegetación seránsiempre de poca extensión” (Ibídem, 170).... las Pampas, incluso las fértiles, no producen más que un muymiserable tapiz de vegetación, compuesto de plantas inferiores altrigo que se quiere cultivar. Esas tentativas no tendrán éxitojamás; las Pampas deben quedar como territorios de pastoreo y nopodrán proveer a la agricultura más que algunos lugares más favo-recidos, pero no se transformarán jamás en toda su extensión enuna tierra laborable fecunda (Ibídem, 364).

La finalidad de Napp, en cambio, era la de elaborar un mate-rial promocional para atraer inmigración e inversiones al país,como veremos más adelante.

Aunque la diferencia más profunda entre ambas descripcio-nes fue la valoración que se hacía del territorio pampeano y pata-gónico –pesimista en Burmeister, optimista en Napp-, la nota demayor repercusión pública y la mejor explotada por los enemigospolíticos de Burmeister fue su determinación imprecisa de los lími-tes y la superficie del país. Describe una superficie total de unas45.000 leguas cuadradas, entre los 22° y los 53° de latitud sur,con “límites inciertos” al norte y al sur (Burmeister 1876: I,147-

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151). Napp no desaprovechó la oportunidad y atacó a Burmeisterpor excluir del territorio nacional sus extremos norte y sur, Tarijay Tierra del Fuego, aportando medidas mucho más precisas desuperficie –tanto del total nacional como de la Pampa y laPatagonia- tomadas del Censo Nacional de 1869 (Napp 1876: 26,425ss, 444 y 451) y en cuanto a los puntos extremos norte y surdel país, que ubicaba en los 20° y 56° respectivamente. Por aña-didura, Napp exhibe información sobre la Patagonia tomada de lasrecientes exploraciones de Heusser y Claraz y descalifica las esti-maciones muy inexactas –por exiguas- de Burmeister sobre laextensión de la Pampa y la Patagonia. El geógrafo alemánWappäus, un antiguo conocido de Sarmiento y conocedor de laArgentina, produjo una dura crítica (Wappäus 1877) en este mismosentido, que fue publicada en Córdoba, suponemos que a instan-cias de la Academia de Ciencias o de alguno de sus miembros. Elanálisis de Wappäus se centraba en el carácter indefinido, entredivulgativo y académico, del trabajo de Burmeister, en su escasanovedad, en el excesivo apego del autor a las observaciones pro-pias en desmedro de las ajenas, y fundamentalmente en la impre-cisión de las medidas de la superficie del país, “un tal barullo detonteras revestidas con la apariencia de un fondo de exactitud”(Ibídem, 14). Estos datos contribuyeron a presentar la obra deNapp como la impugnación oficial de una geografía cuyos ampliosmárgenes de incertidumbre ya resultaban inaceptables para lospropósitos propagandísticos del Estado nacional.

En 1876 se imprimió en París el tomo I de la Descriptionphysique de la République Argentine y en su prefacio Burmeisterseñaló que toda la obra se publicaría con el patrocinio del gobier-no argentino, reconociendo el apoyo prestado por el expresidentey entonces senador Domingo F. Sarmiento, a quien dedicó el volu-men. Efectivamente, Sarmiento había impulsado el patrocinio ofi-cial de la obra en el Congreso de la Nación, comparando aBurmeister con Agassiz en el terreno científico internacional(Senado 1874:19) y con Gay como descriptor de su país, y seña-lando la importancia política del trabajo (Senado 1875:874-875;cfr. Diputados 1875:1220-1223). El estadista sanjuanino justifica-

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ba la subvención realizada en la necesidad de una descripcióncientífica del país:

1) La necesidad de conocer el país como un modo de atraer lainmigración europea; 2) el nivel científico de Burmeister; 3) elhecho de que en Chile se hubieran llevado a cabo emprendimien-tos similares; 4) el papel que a Argentina le correspondía jugar enel desarrollo de la ciencia mundial. (Asúa 1989: 346)

Aunque Asúa valoriza a Burmeister como “uno de los natu-ralistas extranjeros que tuvieron a su cargo, durante las últimasdécadas del siglo pasado, la tarea de sistematizar y perfeccionar elrelevamiento del suelo, la flora y la fauna de la RepúblicaArgentina” (Ibídem, 339) y su biógrafo Birabén considera su Viajeuna “obra de palpitante interés científico y documental” contene-dora de un relato “nítido, prolijo, objetivo” que “describe el pai-saje geográfico y urbano con sensibilidad de investigador, desociólogo y de esteta” (Birabén 1968:14 y 17-18), la valoraciónpreliminar de ambas descripciones hecha por la Sociedad CientíficaArgentina parece reflejar una mirada más benévola hacia Napp ysu equipo:

5.- La obra científica de mayor apariencia que se ha publicado eneste mes es la que se presentará a la Exposición de Filadelfia y quecontiene una descripción de la República Argentina, por el Sr.Napp. Es una publicación oficial que importa al país una muy fuer-te suma de dinero. Se ha publicado en castellano, francés, inglés,italiano y alemán...

...

10.- El Dr. Burmeister corrige ya las pruebas del segundo tomo desu nueva obra sobre la descripción típica de la RepúblicaArgentina. La edición se hace en alemán y en francés, por laimprenta del señor Coni. Se nos informa que el Sr. Burmeister seha decidido a hacer la edición aquí, para evitar los graves erroresque contiene el primer volumen impreso en París. (Anales de laSCA 1876, t.I)

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La obra de Napp, efectivamente, fue hecha por encargo delComité Central Argentino para la Exposición Internacional conme-morativa del centenario de la independencia de los Estados Unidos,a realizarse en Filadelfia: se le solicitó al autor una síntesis de larealidad argentina en 1876. En su mensaje inaugural del Congresode ese año, el presidente Avellaneda destacaba los méritos dehaber producido “un mapa de la República, el más completo ycorrecto de todos los publicados; y el voluminoso libro que tienepor título La República Argentina, y que actualmente se imprimeen cuatro idiomas” (Senado 1876:21-22). Todavía una década des-pués, al discutirse en el Congreso de la Nación la remuneracióndebida a Napp, el diputado y famoso militar, diplomático y escri-tor Lucio V. Mansilla defendía la obra señalando que si bien notenía la envergadura científica de la Descripción de De Moussy, era“un libro de los que en este momento se buscan en el mundo”(Diputados 1886:1053). Efectivamente, el mapa de Napp represen-ta un salto cualitativo respecto de su precedente, la Descriptionphysique et statistique de la Confédération Argentine (1858-1869)de Victor Martin De Moussy, que presentaba un territorio nacionalcon frontera sur en el río Negro, excluyendo a la Patagonia(Navarro Floria 1999a).1 La inclusión de la Patagonia y Tierra delFuego en la obra de Napp responde, sin duda, a la emergencia deuna nueva “conciencia de tarea” referida a lo territorial en la déca-da de 1870, funcional a la situación potencialmente conflictivaque se vivía por entonces con la república hermana de Chile. Ladiferencia resulta evidente en la comparación de los mapas de DeMoussy y de Napp.

Tanto la Descripción de De Moussy como los primeros manua-les para viajeros e inversores –el de Woodbine Parish, de 1839, yel de Alfred Du Graty de 1858-, representaron un país sin indios ysin Patagonia. La misma carencia –desde un punto de vista actual-puede notarse en la cartografía más difundida hasta los últimosaños de la década de 1860, y obviamente en las obras extranjeras

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1 Los precedentes y motivos de la exclusión de la Patagonia del territorio nacional seencuentran analizados en Navarro Floria 1999b.

sobre la Argentina. Otros ejemplos conocidos son el CoursMéthodique de Géographie de H. Chauchard y A. Müntz (París,1839), que naturalmente no alude en ningún momento a la sobe-ranía argentina sobre la Patagonia; la Geografía Universal de F. H.Ungewitter y H. Meynert (Leipzig, 1854), que considera a laPatagonia res nullius y a Tierra del Fuego británica; y la famosaGeografía universal de Malte-Brun, tan leída en la Argentina perotan poco confiable en lo que se refiere a la Patagonia (ReyBalmaceda 1976: 202-211)2. Entre la cartografía sobre laPatagonia disponible hacia 1870, Rey Balmaceda reseña desde losmateriales coloniales de Cardiel, Falkner, Cruz Cano y Olmedilla, SáFaría y Bauzá hasta el mapa de Arrowsmith y Peterman que acom-paña la obra de Parish –que muestra una Patagonia en color dife-rente de Argentina y de Chile- y el de Musters, que muestra unacorrespondencia perfecta de la costa, de las desembocaduras delos ríos y de la isla de Chiloé pero contiene errores en el dibujo delas islas del sur de Chile y en el interior todavía muy mal conoci-do de la Patagonia.

Dice Daus que “a partir de 1870 se inició un período bri-llante en los estudios fisiográficos en la Argentina... siguiendo lasorientaciones de Oscar Peschel... La etapa de los conocimientosbasados en las noticias de los naturalistas viajeros... quedó repen-tinamente superada”, y también De Moussy (Daus 1978: 307-308).Sin embargo, a través de esa diversidad de miradas persiste y sepuede reconocer una comunidad de intereses, comparando a losdistintos autores que describieron el territorio argentino antes ydespués, o durante esta etapa de transición.3 En función de esta

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2 Son conocidas las referencias de Malte-Brun a la "nación de los Arguèles o Césares", des-cendientes de náufragos españoles en un país "extremadamente fértil y agradable" comopobladores de la Patagonia, o al guanaco como "una especie de loro verde": Conrado Malte-Brun, Géographie universelle ou description de toutes les parties du monde sur un plan nou-veau d'après les grands divisions naturelles du globe... sixième edition, Paris, Garnier frères,s/fecha, t. VI (América), pp. 308-312. Malthe Conrad Bruun (n. Dinamarca 1775, m. París1826) fue el fundador de la Sociedad Geográfica de París.3 Cfr. Battcock y Gotta 1999, que estudia las obras Relatos de la Frontera (resultado de unacompilación de cinco artículos publicados en la Revue des deux mondes, entre los años 1876y 1880) y La pampa (1889) de Alfred Ebelot y el Viaje por las pampas argentinas. Caceríasen el Quequén Grande y otras andanzas, 1869-1874 de Armaignac, el primero más cercano

comunidad de intereses es que el trabajo de De Moussy no resultatan claramente superado sino continuamente releído y considera-do. Burmeister valoraba la compilación pero descalificaba el atlas,aunque Estanislao Zeballos afirma que Burmeister se apoyaba fre-cuentemente en él (Martínez Sierra 1975: 207). Napp lo ignorageneralmente a De Moussy, como las reseñas y textos posteriores,aunque todos ellos incorporan algunas contribuciones suyas comola denominación de la Mesopotamia argentina (Daus 1978: 307-308). También según Daus, De Moussy “contribuyó en forma apre-ciable a fijar el acervo toponímico del país. Es indudable queambas publicaciones sirvieron de base para todos los estudios refe-rentes a la materia geográfica de los años inmediatamente poste-riores a su publicación, en particular a las listas y diccionarios detopónimos que se comenzaron a preparar por aquellos años... Enlas publicaciones sucesivas y en determinaciones oficiales en quehubo de requerirse una cartografía general del país, el Atlas deMartin de Moussy fue tenido como fuente principal para aclaracio-nes toponímicas de diversa índole” (Idem, 340-341).

En relación con la finalidad general del trabajo de Napp, sepercibe un tono propagandístico en la estructura y en el conteni-do de la obra. El índice muestra un desarrollo temático que va delo general a lo particular, de lo menor a lo mayor en el orden delinterés político y económico. Comienza con una Introducciónexplicativa y algo promocional, luego continúa con una reseña his-tórica y con la descripción detallada de caracteres físicos de laArgentina (geología, vegetación, suelos) que, a partir de la pági-na 189, se transforma en un texto claramente publicitario, desme-nuzando y detallando las ventajas comparativas que poseen lasactividades mineras, textiles y agrícolas en nuestro país paraatraer inversiones extranjeras. Desde la página 313 la descripciónse refiere a cuestiones de infraestructura, legislación y seguridad,incluyendo estadísticas del comercio exterior argentino, un mapade las fronteras indígenas y otro de las vías de comunicación. Elcapítulo final se refiere a las catorce Provincias argentinas de

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a los viajeros observadores y el segundo más sistemático pero ambos vistos como valiosostestimonios de la transición de la década de 1870.

entonces y a los Territorios Nacionales, haciendo una descripciónbreve de sus características físicas y ubicación geográfica.Concluye el trabajo con un mensaje del presidente Avellaneda.

La Introducción explica las grandes ventajas comparativasdel país relacionadas con su superficie, su red fluvial, la existen-cia de minerales y el trazado de una red ferroviaria que concentra-ría en el puerto de Buenos Aires la producción primaria de todo elCono Sur americano. Un detalle significativo es la caracterizaciónde la Argentina como un país que “no forma parte de los paísestropicales propiamente dichos” pero rinde los productos de la zonatórrida en su área norte (Napp 1876:3). También se impugnan allílas creencias equivocadas acerca de la infertilidad de la Pampa yde la uniformidad llana del país (Ibídem, 4) y se destacan carac-terísticas de la Constitución Nacional, “incuestionablemente unade las más liberales de todas las Constituciones modernas, aúncomparándola con la de Estados Unidos” (Ibídem, 6). Napp asignaun futuro significativo en el mercado mundial a “las pieles, loscueros, el sebo, la cerda, el tasajo, los huesos” y se anima a pro-yectar la riqueza agrícola argentina nada menos que a “los dos otres siglos siguientes” (Ibídem, 5). Llama la atención la descrip-ción que hace del argentino en el capítulo III, referido a la pobla-ción del país:

... es benévolo y afable con los extranjeros, en esta República nose conoce el nativismo brusco, antes por el contrario, los extran-jeros ocupan aquí una posición distinguida. En un pueblo tandemocrático como el Argentino, no ha sido posible la formaciónde clases y castas, cada uno posee los mismos derechos, no soloen la vida pública sino también en la vida social… porque elArgentino es orgulloso, reconoce espontáneamente la superiori-dad intelectual, pero sin olvidarse de su propio mérito (Ibídem,30).

La obra continúa, como señalamos antes, con una reseñahistórica y con la descripción detallada de caracteres físicos delterritorio nacional, en una serie de capítulos elaborados por cien-tíficos extranjeros de la Academia de Ciencias de Córdoba: Stelzner,

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Lorentz, Weyenbergh, Döring, Schickendantz, Siewert. GonzálezBollo señala que los académicos alemanes-cordobeses realizabanaquí “un resumen de sus estudios botánicos, geológicos y edafo-lógicos. Los argumentos que esbozaban no se alejaban de la con-cepción idealista, romántica y sistémica del geógrafo alemán CarlRitter (1779-1859). Con ellos organizaban una ‘poética’ del espa-cio nacional, al tratar de demostrar la influencia benéfica del climadel país en la longevidad de los habitantes o al exaltar las virtu-des estéticas, físicas y morales de los nativos” (González Bollo1999b). En la medida en que la descripción acerca su mirada arecursos específicos –minerales explotables, sulfatos, aguas mine-rales, materias de curtir y tintóreas, etc.- la obra se transforma enun verdadero anuncio publicitario de las ventajas comparativaspara el desarrollo de actividades mineras, textiles y agrícolas en elpaís. Los últimos capítulos se refieren a cuestiones de infraestruc-tura, legislación y seguridad, todas ventajas para atraer inversio-nes extranjeras y población.

En relación con la apertura de la Argentina a los inmigran-tes, por ejemplo, Burmeister, al referirse a la construcción delferrocarril por parte de extranjeros, señala:

... a esto se resiste el sentimiento nacional, sobre todo contra losnorteamericanos. Así se patentiza el odio profundo de los hispa-noamericanos contra la raza más fuerte de los anglo-americanos…Se tiene demasiado temor a la inmigración en masa, porque sesabe que para el trabajo es muy superior a la población criolla,desafecta a las labores rudas (Burmeister 1876: I,118-119).

Quedan así evidenciados tanto el objetivo de cada uno delos autores como los destinatarios de sus obras. Ambos utilizanidiomas extranjeros, pero se dirigen a distintos públicos:Burmeister publica su obra en francés y en alemán, dirigida a losámbitos científicos internacionales, en tanto que el Estado argen-tino publica el trabajo de Napp en castellano, francés, inglés y ale-mán y lo distribuye fundamentalmente en la Exposición deFiladelfia y en los Consulados argentinos en Europa. Napp buscabaproporcionar a la comunidad internacional una muestra de las

La “Pampa fértil” y la Patagonia en las primeras geografías argentinas 113

riquezas argentinas con el propósito manifiesto de atraer capita-les e inmigración, mientras que Burmeister, en cambio, tenía unobjetivo estrictamente científico y su horizonte de referencia loconstituían las instituciones científicas europeas (Asúa 1989:351).

A modo de conclusión

Tanto Hermann Burmeister como Ricardo Napp dan un pri-mer paso hacia una regionalización de la República Argentina yespecialmente sus descripciones y análisis de la realidad de laPampa argentina evidencian una nueva manera de concebir laregión. Aunque ambos autores dan mayor peso al carácter des-criptivo y a los atributos naturales que definen la región y no plan-tean una regionalización desde las actividades productivas, socia-les o los atributos históricos, se puede descubrir en sus textos unaincipiente mirada estructural de la región, acercándose al modo enque la Geografía la concibe hoy, sin perder de vista las divergen-cias en los puntos de vista de los autores y los criterios para tra-tar la misma temática.

Esta diferencia puede estar dada a partir de los objetivosque persigue cada uno al momento de publicar su obra: Napp pre-tendía promocionar a la Argentina en el concierto mundial y asípromover la inmigración y las exportaciones, además de realizar unaporte a la ciencia mundial; en tanto, subvencionado por el Estadoargentino, Burmeister editaba, distribuía y vendía su obra –asílograba difundir su trabajo- con la mira puesta más estrictamenteen la comunidad científica de Europa. El mandato de mostrar todoel país al que respondía Napp lo convierte en un intérprete másprofundo –por cuanto propugna llevar la frontera productiva hastala agricultura- y más extenso –al incluir la Patagonia en el país-de la Argentina en construcción.

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La “Pampa fértil” y la Patagonia en las primeras geografías argentinas 117

CAPITULO 4

La invención de los ancestros: el “patagón antiguo”y la construcción discursiva de un pasado nacionalremoto para la Argentina (1870-1915)

Pedro Navarro FloriaLeonardo Salgado

Pablo Azar

Nos proponemos demostrar que la idea de la existencia de un“patagón antiguo” respondió a la necesidad política de imaginar, afines del siglo XIX, un pasado remoto para la joven nación argenti-na. Estudiamos en su contexto histórico una serie de trabajos antro-pológicos de las décadas de 1870 y 1880, del argentino F.P. Morenoy del alemán-argentino H. Burmeister, y de escritos de divulgacióndel argentino E.S. Zeballos. Los primeros muestran la relación entrelos intereses nacionalistas y los debates científicos vigentes en laépoca; los segundos constituyen el relato histórico funcional a aque-llos intereses.

En dos trabajos recientes (Navarro Floria y Azar 2001;Navarro Floria, Azar y Salgado 2002) hemos sometido a considera-ción el tema de la realización en tierras norpatagónicas, en ladécada de 1870, de una importante colección de cráneos tehuel-ches, la trayectoria de esa colección por diferentes gabinetesantropológicos de la época y la significación que estudiosos argen-tinos –como Francisco P. Moreno y Estanislao S. Zeballos- y euro-peos –como Hermann Burmeister, Paul Broca o Paul Topinard- lesasignaron como restos humanos mucho más antiguos de lo quefinalmente resultaron ser. Señalábamos allí que la descripción delos cráneos por Moreno y Burmeister contribuyó oportunamente ala mise en scène de los indígenas de la Pampa y la Patagonia en elescenario de la antropología europea y a construir una imagen

etnográfica heterogénea de los indígenas americanos, y que pos-teriormente Moreno, Zeballos y otros ideólogos de la conquistapampeano-patagónica harían uso político de esas caracterizacio-nes en función de intereses nacionalistas. Nos interesa particular-mente discutir aquí el tema del supuesto descubrimiento del“patagón antiguo”, o de su invención. En función de este concep-to de invención en tanto producto intelectual intencional, propon-dremos también un cuestionamiento acerca de la cientificidad dela construcción del pasado nacional. Más que apoyo del relato sim-bólico de la nacionalidad y fuente de proyecciones extracientíficas(Quijada 1998:29), el concepto de “patagón antiguo” y su carac-terización como ancestro nacional argentino parecen ser el resul-tado de una proyección de determinados intereses políticos sobre uncampo científico. Nuestra hipótesis es que en una época en que lasrazones políticas se imponían con fuerza acumulativa disfrazándo-se tras “el omnipresente cientifismo” y provocando “el coetáneocansancio de la razón” (Peset 1983:10), el “patagón antiguo” fuemás una invención que un hallazgo, y el relato político construi-do sobre esa invención -mucho más allá del desarrollo antropoló-gico del concepto- contribuyó a la construcción discursiva de unpasado nacional de larga duración para la Argentina, en el que seintegrarían imaginariamente los pueblos indígenas que en esos mis-mos años eran privados de sus tierras, sus derechos y sus vidas.

La colección de cráneos patagónicos

El mismo Moreno nos relata cómo y con qué ideas comenzósu colección de cráneos patagónicos. En 1872 –contando con sola-mente veinte años de edad- recibió de un amigo de Carmen dePatagones algunos objetos provenientes, aparentemente, de para-deros y cementerios indígenas del Valle Inferior del río Negro iden-tificados por el etnólogo italiano Pellegrino Strobel y por el viaje-ro inglés George Musters (Moreno 1874:2). Una primera salida decampo por esos lugares le sirvió para recolectar una cantidad

120 Pedro Navarro Floria - Leonardo Salgado - Pablo Azar

importante de material e identificar “singulares formas craneanasque indicaban elementos étnicos distintos, puros y mezclados,esparcidos en un espacio muy limitado”. Sucesivos viajes realiza-dos en los años siguientes le permitieron ampliar su colección ycomparar los cráneos que suponía muy antiguos con otros con-temporáneos: “Las dos visitas al río Negro me dieron por cosechaochenta antiguos cráneos de indígenas, más de quinientas puntasde flecha trabajadas en piedra, muchos otros objetos y algunoscráneos y utensilios actuales” (Moreno 1997:10-15).

Para ese entonces, es importante señalar que tanto Morenocomo el director del Museo de Buenos Aires, Hermann Burmeister,ya habían presentado los resultados de estas primeras excursionesa la comunidad científica internacional. Moreno había hecho antela Sociedad Científica Argentina y ante la Sociedad deAntropología fundada y presidida en París por Paul Broca una des-cripción detallada de sus hallazgos. Burmeister había llevado alCongreso Internacional de Antropología y Arqueología Prehistórica(Bruselas, 1872) una descripción somera de algunos objetos indí-genas –entre ellos, cuatro cráneos del río Negro aportados porMoreno-, sin avanzar en su tipificación (Burmeister 1873:342-351).

Ninguno de los dos habían adelantado conclusiones, hastaentonces, acerca del tipo al que correspondían los cráneos des-criptos, como luego veremos. En realidad, la suposición inicial deMoreno de hallarse ante “el curioso problema de la existencia deuna raza primitiva dolicocéfala... base cierta de la historia nacio-nal antigua de la República, la que siempre debe principiar por elestudio de las razas primitivas que habitaron su suelo en otrasépocas” (Moreno 1876) se vio pronto desmentida. Aunque quisoidentificar esa raza primitiva dolicocéfala en algunos de los restoshallados, debió admitir que los tehuelches contemporáneos no sehallaban relacionados con ella (Moreno 1997:395-396 y 1882:13).Tampoco Burmeister encontraba razones para determinar la perte-nencia de los cráneos tehuelches a un tipo definido (Burmeister1879:37).

Sin embargo, es claro que la referencia inmediata a la comu-

La invención de los ancestros: el “patagón antiguo” 121

nidad científica europea no había sido inocente. Buscaba insertarla propia tarea científica en uno de los campos que más expecta-tivas despertaba por entonces. Nos relata Moreno:

Mi vocación estaba decidida: había descubierto un tesoro cientí-fico y era necesario explotarlo.La gran cuestión del hombre fósil cuya existencia, aún no hacemuchos años, era considerada como un mito, acababa de sersometida a discusión por eminentes sabios, y los congresos y reu-niones arqueológicas y antropológicas llamaban la atención delmundo entero.... Desde entonces, mi mayor anhelo fue contribuir con mi humildeconcurso a esos adelantos .... (Moreno 1997:11-13)

La buscada inserción de los cráneos patagónicos en el deba-te científico internacional daba sus resultados a través de loscomentarios alentadores de Paul Broca a Moreno y de las conclu-siones que adelantaban tanto Paul Topinard como el patólogo ale-mán Rudolf Virchow acerca del tipo étnico supuestamente hallado(Moreno 1882:13). Virchow, inicialmente cauteloso, segúnBurmeister, terminaba concluyendo que los tehuelches eran doli-cocéfalos y los araucanos braquicéfalos (Burmeister 1879:37).Topinard, miembro de la Sociedad de Antropología de París y autorde L’anthropologie (Paris, 1876), presentaba y describía al “tipoamericano”, abarcativo de todos los americanos contemporáneosexcepto los esquimales, siguiendo al médico estadounidenseSamuel G. Morton1, pero inmediatamente distinguía un “elementoamericano mogol” de “otro elemento de caracteres salientes”. Este

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1 Morton (m. 1851) fue autor de los siguientes trabajos: Crania Americana (1839), BriefRemarks on the Diversities of the Human Species (1842) y Crania Aegyptiaca (1844). S.J.Gould, La poligenia y la craneometría norteamericanas antes de Darwin: los negros y losindios como especies separadas e inferiores, en S.J. Gould, La falsa medida del hombre,Barcelona, 1997, 70-79 y 84-87, considera a la obra de Morton un sorprendente conjuntode falsas correlaciones y errores de cálculo, omisiones, incongruencias y tergiversacionesderivadas de una poderosa convicción a priori consistente en la superioridad de los blancosy la inferioridad de los negros, los indios americanos y demás “coloreados”. Sobre los racis-mos estadounidense e inglés, v. Peset 1983:16-77.

otro tipo era nada menos que el “tipo patagón... resto de algunaraza primitiva” e inesperadamente semejante a los esquimales,como lo demostraba a continuación describiendo los cráneos pre-sentados por “Monsieur Moreno”: “¿Serían acaso los tehuelches elelemento dolicocéfalo autóctono de la América, que, por su cruza-miento con una raza de Asia, habría dado origen al tipo america-no actual?” ¿Serían los esquimales “una nueva forma de cruza-miento del mismo elemento asiático braquicéfalo con el propioelemento autóctono americano dolicocéfalo”? (Topinard1880:CXLVII-CXLIX, bastardillas nuestras).

Conviene apuntar que entre 1860 y 1871 se había reconoci-do en Europa al hombre de Neanderthal y al hombre de Cro-Magnon, acentuadamente dolicocéfalos, y que en base a estoshallazgos Broca había formulado, contra Anders Retzius, su hipó-tesis de la dolicocefalia en restos humanos antiguos. El debateeuropeo se encontraba por entonces en su máxima intensidad, pro-vocado por los intentos –fundamentalmente de los pangermanis-tas alemanes- de encontrar fundamentos étnicos –en el conceptoa la vez lingüístico y anatómico de “raza”- para los nacionalismos.La guerra franco-prusiana de 1870-1871 no había hecho más quereavivar la discusión. Broca, De Quatrefages y otros franceses rei-vindicaban el carácter civilizador de los eslavos y celtas braquicé-falos, considerando a los “dolicocéfalos rubios” no padres de lacivilización europea sino ancestros primitivos (Orsucci 1998:1-9).2En este sentido, los cráneos tehuelches llevados por Moreno aParís, aunque no fuesen probadamente dolicocéfalos ni tampocoantiguos parecían reforzar la hipótesis de Broca y fueron recibidoscon entusiasmo por él y por sus discípulos. Como señala Quijada,el estudio de los cráneos patagónicos generó algunas conclusionesimportantes para la naciente antropología argentina. En primerlugar, contribuía a la idea –generada y potenciada por Moreno,

La invención de los ancestros: el “patagón antiguo” 123

2 Un intento similar al de Moreno y Burmeister en cuanto al propósito de generar un rela-to nacionalista vinculado con el debate europeo contemporáneo, pero desde el campo dela lingüística, fue emprendido por Vicente Fidel López con su obra Les races Aryennes duPérou (París, 1871); cfr. M. Quijada, Los ‘incas arios’: historia, lengua y raza en la cons-trucción nacional hispanoamericana, Historica (Lima), XX:2 (1996).

Burmeister y después Zeballos- de la existencia de un “patagónantiguo” equiparable en antigüedad al Neanderthal. En segundolugar, esto abría la puerta a la posibilidad de hablar de un origenamericano del hombre. Finalmente, se relegaba definitivamente alolvido la hipótesis –ya cuestionada por d’Orbigny en 18293- de laexistencia de un “tipo americano” único y se reforzaba la idea deun poligenismo del hombre americano.

La colección de cráneos y restos arqueológicos le valió aMoreno la creación del Museo Antropológico de la Provincia deBuenos Aires, a fines de 1877, y el envío de un album de fotogra-fías de los cráneos a la Exposición Universal de París, al añosiguiente (Moreno 1882:14).

La invención del “patagón antiguo”

Desde sus primeras indagaciones, Moreno había subrayadola originalidad de los restos americanos y la diversidad de “tipos”identificables entre ellos. Como nos relata acerca de 1874, lohabía hecho notar a sus colegas europeos: “contribuyendo almismo tiempo a hacer dudar más de la pretendida unidad del tipoamericano... distinguí un tipo primitivo desconocido hasta enton-ces”. Había comunicado su “descubrimiento” a Broca –que lohabía comentado en París en ese mismo año (Camacho 2000:10)-y había recibido de Topinard un fuerte espaldarazo para lanzar alruedo su idea “de una raza dolicocéfala autóctona en América”.Moreno relata que hasta 1880 no se sintió suficientemente segu-ro como para exponer su teoría en ámbitos internacionales, perosí para buscar mejores fundamentos en el trabajo de campo(Moreno 1882:12-15). Como era lógico, entonces, las primeras

124 Pedro Navarro Floria - Leonardo Salgado - Pablo Azar

3 Entre los tehuelches y otros pueblos de más al norte “se halla tal diferencia que uno sesiente tentado a creerse lejos de la región habitada por la nación americana consideradacomo tipo”, decía A. d’Orbigny, Viaje a la América Meridional, Buenos Aires, Futuro, 1945,tomo III, p. 694; cfr. P. Navarro Floria, Ciencia de frontera y mirada metropolitana: las cien-cias del hombre ante los indios de la Araucanía, las Pampas y la Patagonia (1779-1829),Cuadernos del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano (BuenosAires), 17 (1998), 131.

conclusiones de los antropólogos europeos repercutieron sobre laincipiente comunidad científica argentina y le brindaron elemen-tos para su discurso sobre la existencia de una “raza primitiva”nacional. Al solicitar ayuda económica a la Sociedad CientíficaArgentina a fines de 1875 para una nueva excursión a laPatagonia, Moreno explicaba:

Esto completaría los estudios que he hecho en el valle del ríoNegro y me daría la solución del curioso problema de la existenciade una raza primitiva dolicocéfala, la más antigua quizás que habi-tó el suelo argentino, sobre todo en su parte Sur, la que hoy sehalla ocupada por tribus braquicéfalas como lo son todas las razasamericanas, a excepción de las esquimales y tres o cuatro ejem-plares de individuos aislados de otras tribus.Esta raza primitiva que vivió en lejanas épocas en la provincia deBuenos Aires y río Negro, ha dejado rastros de su pasada existen-cia, solo en algunos cráneos y objetos industriales, sepultados enlas capas de nuestros aluviones modernos, y aún en las más ele-vadas del terreno cuaternario, habiendo sido probablemente exter-minada en esos parajes, por indios de raza araucana que, bajo elnombre de Pehuelches [sic], Huilliches, Moluches y Pehuenches,habitan ahora ese mismo suelo.Tanto más digno de estudiarse es este hecho, cuanto que conoce-mos que sin excepción todas las razas primitivas y fósiles han per-tenecido a ese tipo, el que aún se conserva en los últimos puntoshabitables de las regiones árticas, y al sur del Trópico de Cáncerrepresentado por los Negros del África Occidental, los Cafres, losHotentotes y Boschimanos, los Árabes, los Neo-caledonianos y losAustralianos, etc. A esto hay que agregar que el célebre Virchow ensu nota sobre los cinco cráneos que he tenido el honor de enviar-le dice que tienen más analogía con los indios del Brasil, añadien-do por mi parte que el estudio que he hecho de una serie de ciencráneos completos y anormales de esta raza, me da la certeza de lapresencia en épocas ante-históricas, de una raza australiana inter-mediaria entre los australianos y los neo-caledonianos en laPatagonia Septentrional y Buenos Aires, lo que puede comprobarsetambién por el encuentro en el Perú y República Argentina de algu-nos objetos fabricados solo por los habitantes de Tahití y NuevaZelandia. Estudiando las corrientes ecuatoriales, sobre todo la

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corriente de Humboldt y los trabajos del capitán de navío Mr.Kuhablet y últimamente los hechos por la expedición del‘Challenger’ nace la idea del descubrimiento probablemente involun-tario de la costa occidental de América por los polineses, los gran-des navegantes del hemisferio sud, como los escandinavos lo fue-ron del Norte. Quizás en mi viaje encuentre vestigios vivos de estaraza, que puedan darnos una visión satisfactoria. (Moreno 1876,bastardillas nuestras)

Podemos ver de qué modo, en las sucesivas hipótesis que sefueron encadenando en torno de los cráneos patagónicos, se fueconstruyendo sin mayores fundamentos científicos una serie decorrelaciones: entre tehuelches contemporáneos (cráneos moder-nos) y “patagones antiguos”, en función de una dolicocefaliasupuesta e interpretada como rasgo inequívoco de antigüedad, yentre “razas primitivas” y restos “fósiles”, fundamentalmentemediante su asociación a fauna extinguida. De este modo, del sim-ple hecho de haber hallado cráneos dudosamente dolicocéfalos seinfería, prácticamente, la existencia de un “hombre terciario” pam-peano-patagónico.

En su viaje a la Patagonia Austral de 1876, Moreno buscócorroborar, efectivamente, la hipótesis del “patagón antiguo”.Tomó varias medidas -entre ellas, la circunferencia del cráneo- yrealizó el cálculo del índice cefálico de distintos grupos de indí-genas –hombres tehuelches “puros”, indígenas de “sangre mezcla-da”, mujeres adultas y mujeres jóvenes- y los comparó entre sí. Suconclusión fue entonces que se encontraba ante los ocupantesmodernos, emigrados desde más al norte, de un territorio habita-do antiguamente por “otras razas mucho más antiguas [...] de lasmás dolicocéfalas que han existido en la tierra” (Moreno1997:392-396). Años después, Moreno volvía a sostener la corre-lación entre el “tipo” supuestamente antiguo y “los tipos humanosque hoy consideramos razas inferiores: australianos actuales, pata-gones extinguidos” (Moreno 1882:4).

Burmeister, a su vez, seguramente motivado por el impactoque habían provocado los trabajos de Moreno en el ámbito cientí-fico internacional, se encontró comprometido a ampliar la infor-

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mación que había presentado en 1872 sobre su estudio de los crá-neos tehuelches. En su Descripción física de la República Argentina,editada parcialmente entre 1876 y 1879, el director del Museo deBuenos Aires dedicó buena parte del capítulo referente a la pobla-ción indígena, a los cráneos patagónicos. Tras presentar a la “razaamericana” como una de las cinco admitidas clásicamente porBlumenbach, observa algunas diferencias entre los tehuelches ylos demás pueblos indígenas, fundamentalmente en relación con latalla. Burmeister apoya sus ideas acerca de la particularidad racialamericana en una cuidadosa descripción de rasgos físicos que tam-bién resulta funcional a la distinción de los tehuelches: mientraslos americanos en general tienen las extremidades relativamentepequeñas, “entre los grandes patagones las manos y los pies, enlos dos sexos, son bastante grandes, porque el trabajo perpetuoaumenta las dimensiones” (Burmeister 1879:33-34).

Llegado al punto de decribir los cráneos, Burmeister no hacereferencia a los estudios franceses sino, en una actitud caracterís-tica en él, a los de su compatriota Virchow, destinatario de suenvío a Berlín: “Virchow, primero, ha publicado algunas observa-ciones que hacen sospechar que las variedades del tipo son muyconsiderables, y que presenta caracteres pertenecientes tanto altipo dolicocéfalo como al braquicéfalo”. Virchow sería, efectiva-mente, en el debate europeo, uno de los principales impugnadoresdel pangermanismo y crítico de la intromisión de argumentosnacionalistas en la antropología (Orsucci 1998). A continuación,en una extensa nota a pie de página, Burmeister aclara que loscráneos enviados por él “y donados a la Sociedad Antropológicapor el señor Francisco Moreno” sirvieron para que Virchow probara“que los tehuelches de la costa oriental de la Patagonia son bas-tante dolicocéfalos, y que los araucanos del otro lado, al pie de lasCordilleras, son braquicéfalos”. La información se completa con uncuadro similar al publicado en Bruselas pero con el agregado de lasmedidas de otros tres cráneos. Según Burmeister, Virchow ha con-siderado a los cráneos tehuelches “subdolicocéfalos”, y a los dosde “las naciones occidentales de la Pampa vecina de los araucanos,...positivamente braquicéfalos”. Él cuestiona esa conclusión: “Me

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parece, por mis propias medidas, que la diferencia es puramenterelativa, y de ninguna manera suficientemente fuerte para que sepueda decir que uno de los cráneos es dolicocéfalo y el otro bra-quicéfalo” (Burmeister 1879:44). Sin embargo, en otra parte delescrito se inclina decididamente en favor de la tesis de los “pata-gones antiguos” autóctonos:

En general, comparto la opinión de este autor [Virchow], de quelas naciones del este, como las que existen todavía en el Brasil yque existían antes en nuestras provincias del este, hasta la des-embocadura del río de la Plata, pertenecen a otra familia origina-ria [...] Las naciones que habitan la Patagonia me parecen des-cendientes de otro tipo originario, y sus diferencias locales prove-nientes de su manera de vivir y del antagonismo que existe entreellas. Probablemente los tehuelches, menos guerreros que losaraucanos, son descendientes de las naciones orientales, origina-rias del Brasil, obligados antiguamente a ceder lugar a los temi-bles querandíes y a retirarse más hacia el sur. Los querandíes, des-cendientes de la Cordillera hacia la planicie patagoniana, se espar-cieron entonces hasta la desembocadura del río de la Plata. Losindios que viven más al norte de esta desembocadura, pertenecena la gran familia guaraniana, que fue célebre en los tiempos de laconquista por su natural más dulce y bien diferente de los queran-díes; conocían la agricultura, cuando estos otros no cultivabannada a orillas del río de la Plata, viviendo solamente de la caza yde la pesca (Ibídem:38-39, bastardillas nuestras).

Burmeister adhiere así a la hipótesis que también defende-ría Moreno, de la existencia de una “familia” común desde el estedel Brasil hasta la Patagonia a lo largo de la costa atlántica.Conjetura la no pertenencia de los desaparecidos querandíes –hoyconsiderados tehuelches septentrionales- a esa familia, en razónde su belicosidad. En coherencia con esto, apoya la idea de la“familia” láguida-tehuelche en las experiencias de trato pacíficocon los europeos desarrolladas tanto en el área guaraní como entierras tehuelches. Burmeister, que al principio no se había intere-sado por ese aspecto del estudio antropológico de los indígenasargentinos, se preocupó por ponerse a la par de Moreno y adherir

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a las hipótesis principales de su discípulo y de sus interlocutoreseuropeos. Pero lo más interesante del caso parece ser el señala-miento típicamente romántico –por lo tanto, propio del contextoexplicativo de Burmeister- del “natural” o carácter psicoafectivocorrespondiente a cada tipo de cráneo: “dulce” y de hábitos agri-cultores en “la gran familia guaraniana”, autóctona de las tierrasrioplatenses; “temible” y de hábitos cazadores en los supuestosquerandíes, alóctonos.

En cuanto a los pobladores contemporáneos de la Pampa yla Patagonia, de los primeros descenderían los pacíficos tehuelchesy de los segundos los “guerreros” araucanos. Una primera extrapo-lación de conceptos políticos al terreno científico, en busca de lainvención de un ancestro indígena autóctono y pacífico para losargentinos. De este modo, la explicación acerca del origen de lostehuelches –por tanto, en la interpretación de la época, de losargentinos- se bifurca. De un lado, el “patagón antiguo” inventa-do por Moreno y Topinard, representante de una supuesta razadolicocéfala autóctona. Del otro, una “familia originaria” de“naciones orientales” cuya determinación se desvincula de la cues-tión de los cráneos y pasa a depender de datos psicológicos, cuyaincertidumbre está de más señalar.

Es importante destacar que a esta altura de la trayectoria delos cráneos patagónicos, para quienes no estaban involucradosprofesionalmente en el debate antropológico, las implicacionesestrictamente científicas de uno u otro postulado carecían absolu-tamente de interés. Esto fue puesto de manifiesto, por ejemplo,cuando se debatió en el Congreso de la Nación el otorgamiento deun subsidio a Francisco P. Moreno mediante la compra de una can-tidad de ejemplares de su Viaje a la Patagonia Austral, en 1879. Eldiputado Miguel Cané destacaba el renombre internacional deljoven naturalista e interpretaba que el hallazgo de restos humanosde distinto tipo que los europeos colocaba a Moreno en la van-guardia del poligenismo de moda. El senador Aristóbulo del Vallelo defendió, en cambio, de quienes lo acusaban de ateísmo ymaterialismo, citando párrafos de la obra en que Moreno adhería auna concepción monogenista tradicional. Sin embargo, la disputa

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quedó claramente subordinada al interés político que representa-ban los trabajos de Moreno para la apropiación simbólica de terri-torios sin Estado (Podgorny 1999:162), como manifestaron lasvoces de peso de los senadores Bartolomé Mitre, Manuel Pizarro ylos mismos Cané y Del Valle, entre otros (Congreso 1879a:226 y568-574; Congreso 1879b:475-493).

Una historia científica de los argentinos

Nos alejaremos aquí de las sucesivas determinaciones reali-zadas sobre los cráneos, para observar el modo y el momento enque el interés político por estructurar un relato acerca de la nacio-nalidad logró infiltrarse en el discurso antropológico y producir lainvención del “patagón antiguo” como ancestro de los argentinos.Desde este punto de vista se diluye la antinomia entre un Morenosupuestamente evolucionista y un Burmeister supuestamente fijis-ta. Hasta la aparición de las primeras obras de FlorentinoAmeghino sobre la cuestión antropogenética, a fines del siglo XIXo principios del XX, no parece haber una explicación claramenteevolucionista o transformista de los diferentes cráneos encontra-dos: incluyendo La antigüedad del hombre en el Plata (1880), ladesaparición del “patagón antiguo” –concepto que Ameghinocompartió hasta entonces- fue explicada a través de desplaza-mientos (Moreno 1880).

Ya señalamos el interés de Moreno, manifiesto desde sus pri-meros trabajos, por establecer una genealogía de los argentinosremontándose a tiempos geológicos y fundando la “base cierta dela historia nacional antigua de la República”. Los brasileños yatenían sus cráneos de Ceará y Lagõa Santa, y la idea de un “hom-bre terciario” argentino tomaba la forma de una cuestión de honornacional (Moreno 1882:14). En este aspecto, Moreno no se aleja-ba del fundador de la historiografía nacional argentina, BartoloméMitre, autor de una singular “integración del pasado en una únicalínea continua predestinada al progreso”. En este sentido, la his-toriografía argentina comenzaba a diferenciarse claramente de las

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tesis sociológicas de la generación romántica representada porDomingo F. Sarmiento y Juan B. Alberdi, para quienes los pueblosindígenas no integraban ni realmente ni imaginariamente la nacio-nalidad. “En la construcción de Mitre, la Argentina surge de un ori-gen en el que los distintos grupos no constituyen una sociedaddividida verticalmente por fronteras étnicas entre conquistadoresy conquistados, sino precozmente unificada en torno a ‘una nuevaraza destinada a ser la dominadora en el país’” (Quijada2000a:43)4, los criollos pobres, libres e iguales de los pueblosmestizos coloniales.

La explicación de la teoría moreniana (Moreno 1882:16-44)es impecable. Consiste, básicamente, en establecer la existencia deun “hombre terciario” mediante la asociación de restos humanoscon fauna extinguida, considerada “fósil”. La asociación con faunaextinguida permitía, por un lado, extender notablemente la anti-güedad del hombre, y por otro lado, al considerarlo un génerosujeto a evolución, suponer que aquel “hombre terciario” debiópertenecer a una especie diferente de la del hombre actual. Lostrabajos arqueológicos de la época revelaban la existencia de estosrestos antiguos en latitudes altas, en ambos hemisferios, y com-plementariamente la presencia de analogías entre América del Sury Oceanía. De allí deducía Moreno la existencia de un antiguo con-tinente austral, hoy sumergido, y el posible origen en esas tierrasdel antiguo “tipo puro” dolicocéfalo. La dinámica evolutiva clara-mente propuesta por Moreno en su ponencia –acentuando laimportancia de los factores ambientales en el caso de los pobla-dores australes- habría llevado a la conservación de solamentealgunos grupos aislados de dolicocéfalos puros en el norte (esqui-males e iroqueses) y en el sur (australianos, neocaledonianos,“patagones antiguos y ciertos fueguinos”, botocudos, tobas). En elNorte, al mezclarse con invasores braquicéfalos introductores de lacivilización –hipótesis muy al tono con el debate europeo de esosaños, como hemos visto-, y en el Sur tanto por mestizaje como por

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4 Quijada cita aquí a T. Halperin Donghi, Mitre y la formulación de una historia nacionalpara la Argentina, Anuario del IEHS (Tandil), 11 (1996), 57.

factores ambientales, habrían nacido las primeras civilizaciones.Los que retrocedieron, como los australianos, o los que simple-mente no evolucionaron, como los fueguinos, dieron lugar al“hombre-animal” observado por los navegantes europeos colonia-les.

Sin embargo de esta explicación acerca del origen del hom-bre y de las civilizaciones en las latitudes altas de ambos hemis-ferios, Moreno deja abierta la posibilidad –que luego dará por cier-ta- de que el núcleo originario haya sido uno solo y se haya encon-trado en tierras australes. En primer lugar, afirmando que el “hom-bre fósil europeo” bien pudo ser de origen austral. Más adelante,constatando que en América “tenemos todas las etapas del des-arrollo humano físico y moral, lo que atestigua una remotísimaevolución, haciéndonos pensar que bien puede suceder que lle-guemos a descubrir que lo mismo que el hombre primitivo fue aus-tral, la civilización primitiva de la Tierra lo fuera también”(Ibídem:41). La hipótesis se refuerza con la idea de que “el núcleocivilizado del Asia parece haber llegado allí de otras regiones”. Unaprimera conclusión, entonces, es:

En la región central de Bolivia y norte de la República Argentinaestá el núcleo de donde irradiaron las sociedades americanas. Enel territorio argentino han vivido los hombres más antiguos que seconocen, iguales, físicamente, a los europeos cuaternarios y a losaustralianos actuales. Este país es un resto del Continente Australsumergido, donde se inició el desarrollo humano y de donde par-tió para extenderse sobre el globo. (Ibídem:39)

El orgullo nacionalista no se detenía allí. Estas eran conclu-siones alcanzables por los científicos argentinos –de los queMoreno se consideraba implícitamente paradigmático- porque“solamente en [el Museo de] Buenos Aires es donde los argentinospodrán ver desfilar la larga serie de la evolución física y social desus antepasados” (Ibídem:43). Pero todavía faltaba ligar esa expli-cación acerca del origen de las civilizaciones con un presenteargentino que combinaba, a fines del siglo XIX, la presencia depueblos indígenas que la comunidad científica consideraba expo-

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nentes de las razas inferiores, con el “progreso” traído por los con-quistadores e inmigrantes europeos y sus descendientes locales. Elcierre que permitiría completar el relato nacionalista se encuentracasi en las últimas líneas de la conferencia:

El hombre que levantó las pirámides de Egipto, aquel que civiliza-ra la Caldea, que creara más tarde la poderosa civilización deOccidente, partió de las regiones australes. ...La onda vuelve y fer-tiliza con sus nuevos componentes a América, convirtiendo así suhumilde cuna en la tierra privilegiada. (Ibídem:43-44)

En conclusión final, la Argentina, origen del género humanoy de la civilización, reconciliaba en su suelo a los últimos restosvivos del dolicocéfalo antiguo con sus descendientes más evolu-cionados, que desembarcaban volviendo al hogar después de unlargo periplo civilizatorio. La introducción de la lógica evolucio-nista en el relato nacionalista es de importancia capital. El con-flicto espacial entre civilización y barbarie era así sustituido, en elplano ideológico, por un conflicto histórico, entre pasado y pre-sente: “lo que concierne al indio, la naturaleza que lo circunda ysu misma presencia, es anulado, remite a una ausencia, en cuantoes la proyección de un anacronismo. Se trata de un conflicto entrela contemporaneidad-modernidad y la prehistoria. La campaña deldesierto debe corregir tal anacronismo” (Blengino 1996:133).Quijada destaca el rol unificador del territorio –“la alquimia de latierra”- en esta construcción intelectual de la historia nacional: “Elvínculo de unión entre el ‘patagón antiguo’ y los pobladoresrecientes no era, ni podía ser, racial ni genealógico, sino que veníadado por el hecho de compartir un mismo territorio..., el territo-rio nacional”, y ese vínculo hizo posible que los pueblos indígenasdel Sur argentino fueran masacrados físicamente al mismo tiempoque reivindicados como ancestros nacionales y reconocidos –lossobrevivientes- como ciudadanos (Quijada 2000b:180 y 203).Solidaridad telúrica adecuadamente representada por el Museo deLa Plata, fundado y dirigido por Moreno (Podgorny 1995; Quijada2000b:208).

Sólo faltaría agregar, entonces, que la evolución por selec-

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ción natural no se detendría en la génesis de las civilizaciones. Lodiría ese mismo año de 1882, en el homenaje realizado en elTeatro Colón de Buenos Aires al recién fallecido Charles Darwin, elprimo y amigo de Moreno, Eduardo Ladislao Holmberg:

En el reino de los animales tenemos al Indio.¿Es justa la causa del Indio?Argumentando sin mucha dialéctica, el Indio defiende su tierra,que le hemos usurpado, nos hiere, nos mata, nos roba.¿Hace bien? Es claro, o no. Lucha por la vida [...] luchamos tam-bién nosotros por la vida, con buenas ideas, con buenas armas,con buenos recursos, no hacemos más que poner en juego nues-tras ventajas.¿Hacemos bien? Esto es una pregunta.’Luchamos por la vida’. Esto es una contestación. (Holmberg1882:65-66)

Patagones argentinos y araucanos invasores

En el clima común de ideas posterior a la guerra de con-quista de la Pampa y la Patagonia desatada en 1875, la prioridadpolítica de integrar simbólicamente a los mismos pueblos indígenasque se eliminaba cultural y físicamente determinaba, en buenamedida, las conclusiones científicas acerca de los dueños de las nue-vas tierras. En este contexto, fue el periodista, geógrafo, políticoy escritor Estanislao Zeballos quien enunció las extrapolacionesmás poderosas desde el campo del discurso político nacionalizadorhacia los textos científicos que él mismo producía o divulgaba. Enlos mismos años en que se discutía en los gabinetes antropológi-cos el lugar de los restos humanos patagónicos en la historia glo-bal de la especie, Zeballos desarrolló -para sus lectores militares ypara el público en general- una imagen fuertemente politizada(nacionalizada) de los pueblos indígenas de la frontera sur, ytransformó definitivamente la recolección de cráneos en una cace-ría de trofeos destinada a corroborar sus postulados políticos.

Ya en La conquista de quince mil leguas (1878) Zeballos tra-

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zaba una clara distinción entre los invasores “araucanos” y lostehuelches “naturalmente preparados para la civilización”, que“algún día serán la base de la población argentina de la Patagonia”(Zeballos s/f:255 y 322-324). En un texto más elaborado, el Viajeal país de los araucanos (1881), el mismo autor relata con lujo dedetalles sus encuentros con indígenas y paisanos vivos y muertosen la Pampa. Al coronel indígena Manuel Grande le hace ver “quehabía cumplido sus deberes de indio argentino contra los indioschilenos” (Zeballos 1960:108). Saquea tumbas indígenas enGuaminí, Quethré Huinthrú y la sierra de Lihue Calel. En el primersitio, “cincuenta cráneos extraídos de los cementerios araucanosde Guaminí y que están agregados a mi Museo, fueron cuidadosa-mente elegidos, y son tipos cuyas formas acusan plenamente lapureza primitiva que buscaba” (Ibídem:138). En el segundo, nosrelata, “hice una colección de la mayor importancia, de utensiliosy objetos de fabricación indígena, así como de cráneos elegidosentre aquellos de tipo más puro” (Ibídem:210). En el último lugar“extrajimos una colección de cráneos de un crecido mérito, por susformas grotescas y características del tipo salvaje del araucano”(Ibídem:302).

Varios autores se han ocupado ya de la apropiación de res-tos humanos en nombre de la ciencia que realizaba Zeballos: rela-cionando su actitud coleccionista con el exterminio paralelo de losindígenas vivos (Ratier 1988:8), conceptualizando la transforma-ción del patrimonio cultural vivo en “restos” (Lenton 1994, nota28; Podgorny 1999:164-165) o la “deshistorización” de los pue-blos indígenas (Stagnaro 1994). Para Podgorny:

Los indígenas vencidos se transformaron en parte del territorio yen parte de los resultados científicos de la expedición militar. Lossobrevivientes se constituyeron en objeto de observación, almismo tiempo que su cultura material y sus cuerpos pasaban a for-mar parte de aquello sobre lo que ahora tenían soberanía lanación y la ciencia... (Podgorny 1999:167)

Nos interesa en particular la operación intelectual queZeballos ponía en juego. La Pampa prácticamente vaciada de pai-

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sanos derrotados por las campañas militares le brindaba al autoren cuestión una inagotable fuente de restos que el periodista noiba a relevar científicamente, para estudiar posteriormente si res-pondían a uno o más tipos y si de ello se podía inferir alguna regu-laridad, sino al revés: los cráneos coleccionados fueron “cuidado-samente elegidos” en función de su supuesta pertenencia a unostipos puros –que no caracteriza- determinados a priori. “Se crea asítambién sobre el plano de la percepción y del lenguaje un con-traste que se traduce en una sobreposición del segundo sobre laprimera, del futuro sobre el presente. En las descripciones de lanaturaleza, de los hombres que la habitan, puede ocurrir que eldato de la percepción sea sustituido por lo que es el objeto deldeseo. El lenguaje es el principal artífice de este abuso” (Blengino1996:132). Tras arrasar con el cementerio de Guaminí, Zeballos sejustificaba por el rescate post mortem de un supuesto tipo puro:“Estas reliquias indígenas tienen más valor para el antropólogo,cuanto es evidente que el tipo puro de la raza araucana se perdíaen nuestro país por el cruzamiento con los blancos” (Zeballos1960:137).

En una segunda parte del libro, de mayores pretensionesteóricas, Zeballos desarrolla sus ideas acerca de los pueblos indí-genas. Desmintiendo a d’Orbigny, a Burmeister y a cuantos se habí-an preocupado por construir una tipificación de base lingüística,física o sobre cualquier otro criterio mínimamente objetivo,Zeballos elabora una distinción puramente política. Según él, losaraucanos indómitos, crueles y ladrones, que trescientos años des-pués de enfrentar a los conquistadores españoles “continúan enarmas” oponiendo “sus pechos indomables, las lanzas primitivas ylas piedras mismas de los Andes”, incluirían a pueblos pampeanosy patagónicos como los puelches y los tehuelches, y habríanenfrentado tempranamente a los guaraníes, instalados “sólida ypacíficamente” en el Plata (Ibídem:407-412). El “tipo” araucanocuidadosamente buscado por Zeballos entre los restos de los pai-sanos recientemente masacrados por las tropas nacionales, enton-ces, no responde a las determinaciones antropológicas adelantadaspor Moreno, Burmeister y sus colegas europeos sino al concepto

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sociológico y político del “salvaje”. En la segunda mitad del sigloXIX, y con fuerza creciente en el discurso político argentino, el“salvaje” de la frontera de la Pampa y la Patagonia era todo aquelque resistía o se enfrentaba al orden estatal dominante (NavarroFloria 2001:347). El “patagón antiguo” ya no era un aliado políti-co útil, y en consecuencia había sido olvidado. Resuelta la cues-tión de la frontera interna mediante la conquista militar de losespacios sin Estado, Zeballos construía el discurso nacionalistadestinado a la disputa por el límite externo, en este caso conChile. En ese contexto, convenía identificar al “araucano” como“indio chileno”, guerrero, invasor y “salvaje”, distinto del otro“indio argentino”, el de la familia guaranítica, pacífico y laborio-so tal como lo había descripto Burmeister. Así, intercalando hábil-mente algunas de las conclusiones provisorias inspiradas en lostrabajos de gabinete por el interés político –no olvidemos que laDescripción de la República Argentina de Burmeister aspiraba a serun texto editado por el Estado-, Zeballos volcaba en su literaturapseudocientífica conceptualizaciones muy del gusto del granpúblico y, fundamentalmente, funcionales a la política exteriornacionalista y xenófoba que llevaría al periodista rosarino, final-mente, a la Cancillería argentina.

En su actuación como diputado nacional, durante los añossiguientes, Zeballos consideró la conquista militar de la Pampa“uno de los más notables acontecimientos del siglo” entre “las másgrandes conquistas de la geografía moderna” (Congreso 1882:58 y154-156), y se opuso enérgicamente –junto con Lucio V. Mansilla,Nicolás Calvo y otros- a que el Estado asistiera a la colonizaciónindígena, alimentando la idea dominante de que los indígenasvencidos debían ser considerados argentinos por pertenencia terri-torial pero no ciudadanos, por cuanto no gozaban de derechos(Congreso 1886:202-205, 259-260, 458-466, 498-524, 530-538).En el mismo debate sobre colonias indígenas, solamente el minis-tro de Relaciones Exteriores y Guerra Francisco Ortiz –que sosteníaque “nos conviene conservar ese núcleo, ...el germen de esa razaamericana primitiva... para no ser absorbidos totalmente por lasfuerzas productoras de las naciones que nos invaden con su pobla-

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ción” (Ibídem:519)- y algunos diputados contradijeron su puntode vista.

Zeballos, representativo de la oligarquía gobernante a finesdel siglo XIX, volcó finalmente sus convicciones políticas en untexto de divulgación científica y de fines educativos que recogealgunas de las conclusiones de los trabajos antropológicos de laépoca y las pone al servicio de la imagen canónica del país. Setrata de “El Libro de la América Latina”, incluido en el tomo 1 dela famosa colección El Tesoro de la Juventud, una obra colectivaque se constituyó en lectura edificante de varias generaciones deniños argentinos. Según este texto, los primeros hombres apare-cieron en las “fértiles llanuras” de la actual República Argentina yconvivieron con los “monstruos cuaternarios” cuyos esqueletos“están expuestos en los museos argentinos”. Como argumento deautoridad, se afirma: “Así lo enseñan los sabios, según comproba-ciones que han deducido del estudio de los esqueletos, y empiezaa generalizarse este concepto en el mundo”. De estos hombres pri-mitivos que se habrían esparcido por la Tierra, algunas ramas “seperfeccionaron... fundando civilizaciones”, y “tornaron modifica-das, después de sus incalculables peregrinaciones, a las pampas ya la Patagonia de la República Argentina”, mientras que “otros per-manecieron atrasados o se barbarizaron, y sus descendientes vivenen ciertas regiones inexploradas o aún mal exploradas de Américay de otras partes del mundo, como seres salvajes, inferiores, conun lenguaje muy limitado y con caracteres de animales feroces”.Hasta aquí se trata de una reproducción, en lenguaje accesible alpúblico juvenil, de la teoría expuesta por Moreno en 1882.

Pero la finalidad de la existencia de esos seres primitivos enlas planicies pampeanas casi no habría sido otra, según Zeballos,que la de abonar la tierra para hacer de la Argentina una potenciaagrícola:

Las llanuras, las pampas, son, pues, un incomensurable cemente-rio de monstruos, de hombres y de vegetaciones, que las hanfecundado, convirtiéndolas hoy en uno de los más importantesgraneros del mundo. Su producción de cereales es ahora inagota-

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ble.Las zonas que poblaron los monstruos y los hombres-fieras, estándominadas por los monstruos mecánicos de la industria, que per-miten a los habitantes consagrarse al progreso de la Humanidad,labrando la propia felicidad y la fortuna.Los sabios cavan sin cesar las llanuras y extraen los esqueletos defieras y de hombres fósiles, que forman la más asombrosa riquezade los museos argentinos. (Zeballos 1915:27-34)

Toda esta argumentación está ricamente ilustrada mediantedibujos que asocian al “hombre cuaternario” argentino con faunaextinguida, como el titulado “Monstruos cuaternarios reunidos enuna charca”, que muestra animales antiguos observados por doshombres desnudos, o el de los “Restos de un armadillo gigante”,que representa el esqueleto y caparazón de un armadillo gigante ya su lado un hombrecito seis veces menor, con arco y flecha.Intercalados con las figuras mencionadas, se destacan los dibujosde dos “Cráneos del hombre fósil de la Pampa” y de “Los descen-dientes actuales del hombre cuaternario”, identificables por susrasgos físicos con indígenas de Tierra del Fuego. Las ilustracionesparecen tener el propósito de reforzar la línea genealógica entrelos “hombres cuaternarios” y los indígenas contemporáneos, y desubrayar el argumento de la degeneración, a través de la evidentedisminución del tamaño de los antiguos “monstruos” –tamaño que,por otra parte, aparece fuertemente exagerado- y de la mostraciónde hombres contemporáneos desnudos, en lo que un ilustrado lla-maría “estado de naturaleza”.

La asociación entre el “hombre cuaternario” y los indígenascontemporáneos se hace nuevamente evidente en la sección dedi-cada a estos últimos, unas páginas más adelante, a través deldibujo titulado “Tipos fueguinos”, cuyo epígrafe explica: “Estosindios, habitantes de la Tierra del Fuego, y de aspecto semiesqui-mal, acaso representan en la América Meridional los últimos restosde los hombres cuaternarios”. Esta explicación era coherente nosolamente con las ideas de Moreno sino también con considera-ciones que ya en 1880 exponía Florentino Ameghino, en el senti-do de descalificar la hipótesis del “patagón antiguo” y de consi-

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derar descendientes de los antiguos dolicocéfalos a los esquimales,a los botocudos y quizás a los fueguinos.

Finalmente, en el texto sobre los aborígenes argentinos,Zeballos considera que en el Plata confluían “tres grandes razasguerreras y conquistadoras”: los incas “que formaban una civiliza-ción antigua, superior y orgánica”, los guaraníes y “otra poderosaraza nómade, guerrera e indómita también, la de los araucanos”.Estos últimos habrían habitado toda la Pampa, desplazando a“otras tribus menores hacia la Patagonia”, que también domina-ban. La presencia del “patagón antiguo”, en este texto pseudo-científico de Zeballos, se reduce a un grupo residual habitante–esta vez en el pasado- del extremo austral de América: “En Tierradel Fuego existió otro núcleo humano, de tipo semi-esquimal, queen mi opinión representa en esta parte del mundo los últimos res-tos de los hombres antiquísimos, vulgarmente llamados antedilu-vianos o, científicamente, cuaternarios.”

La “heroica guerra de razas... no ha terminado enSudamérica; pero en la República Argentina concluyó en 1880, porla derrota y sumisión final de los pocos millares de indígenas queaún vivían independientes”. Los indígenas sometidos, casi extin-guidos por la absorción del “tipo europeo” de los argentinos, estánadornados, según Zeballos, de virtudes intelectuales, militares ydiplomáticas, y ocupan “posiciones distinguidas en la política, enlas letras, en el comercio, en la industria y en el ejército”(Ibídem:153-159). No resulta ocioso señalar, aunque sea a títuloanecdótico, que en la época de edición de esta obra el presidentede la Argentina era un hombre de notorios rasgos indígenas,Victorino de la Plaza, apodado “el colla”.

Más allá de las anécdotas, resulta claro que Zeballos, a tra-vés de un material de fines didácticos y de aparente inspiracióncientífica, no hacía más que mostrar un país cuya prosperidadparecía anunciada desde la noche de los tiempos, que podía con-tar con el orgullo de considerarse cuna de la especie humana y quehabía superado exitosamente –antes que sus vecinos sudamerica-nos- la “cuestión racial” que había desvelado a los nation-buildersdel XIX. En el plano de las imágenes etnológicas, se reforzaba la

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asimilación de los “araucanos” supuestamente salvajes con losintereses chilenos amenazadores de la territorialidad de la Nación,como aún hoy sigue repitiendo cierta historiografía nacionalista.

Conclusiones

Entre otros objetos naturales y culturales, Francisco Morenocoleccionó durante la década de 1870 una cantidad importante decráneos patagónicos. Los cráneos fueron apresuradamente carac-terizados por Moreno, por el director del Museo de Buenos AiresHermann Burmeister y por científicos europeos como RudolfVirchow y Paul Broca como dolicocéfalos antiguos. Esa tipificaciónresultaba doblemente funcional: por un lado al debate europeoacerca de los orígenes de las “razas” y civilizaciones del continen-te, y por otro lado a la necesidad política de inventar un pasadoremoto para la joven nación argentina. Mientras la determinaciónde los rasgos antropológicos de los cráneos siguió un curso pro-gresivamente evolucionista, su utilización como fundamento parala prehistoria argentina culminó en la teoría de Moreno acerca delorigen sudamericano del hombre y de la civilización, y en la incor-poración imaginaria de los ancestros más remotos y de los pueblosindígenas contemporáneos como precursores de la nacionalidad,aún en textos de literatura infantil y juvenil de principios del sigloXX, como los escritos por Estanislao Zeballos.

La larga trayectoria política del concepto de “patagón anti-guo”, claramente diferenciada del estudio antropológico de loscráneos a partir de 1880, nos demuestra de qué modo constituyóuna verdadera invención montada sobre el oportuno hallazgo deunos cráneos que –en razón de los debates de la época- llamarontempranamente la atención de la comunidad científica a amboslados del Atlántico. En ese sentido, el “patagón antiguo” sirvió,fundamentalmente, a la razón política de construir un discursosobre los orígenes míticos de una nación que a fines del siglo XIXse sentía llamada al liderazgo continental, mostrando los mejoresfrutos del “progreso” entendido como ideología y como proceso

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material. Revirtiendo la idea tradicional de que la política delEstado argentino en formación hacia los pueblos indígenas de sufrontera sur respondió a premisas cientificistas, el estudio de latrayectoria de los cráneos patagónicos hallados por Moreno y delos conceptos construidos a partir de allí nos demuestra que larelación fue inversa: la razón política nacionalista fue lo primero,e impuso sus intereses a la comunidad científica y a sus trabajos,en función de la necesidad de un relato unitario y lineal del pasa-do común.

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La invención de los ancestros: el “patagón antiguo” 145

CAPITULO 5

Ciencia y discurso político sobre la frontera surargentina en la segunda mitad del siglo XIX

Pedro Navarro Floria

Resulta frecuente asignar, en nuestra tradición historiográficanacional, un fundamento científico genéricamente positivista –y aveces, con mayores precisiones, evolucionista, darwinista, etc.- a laspolíticas del régimen gobernante durante la construcción del Estado-nación. En el presente trabajo rastreamos el impacto de los prime-ros trabajos científicos argentinos y de las teorías corrientes en laépoca, en el discurso político acerca de los territorios sureños y sushabitantes durante el proceso de su incorporación a la nacionalidad.Podremos ver que las novedades científicas eran bien recibidas en losambientes políticos, pero con un sentido amplio y utilitario, subor-dinándolas a propósitos políticos tales como la conquista y la nacio-nalización del territorio. En cambio, cuando se pretendía recurrir adeterminadas formulaciones teóricas novedosas en auxilio de deci-siones o proyectos concretos, la controversia era inevitable y a menu-do abortaba el debate político. Por eso, las decisiones políticas delperíodo y sobre el tema de referencia no se apoyaron en las teoríascientíficas más novedosas y controvertidas del momento sino enotras más normales y establecidas.

Los trabajos de la primera comunidad científica argentina,reflejados en el discurso político

El discurso político enunciado en el marco institucional delEstado nacional argentino, en los años de preparación y ejecuciónde la conquista de la Pampa y la Patagonia, se refirió al conoci-miento científico de esos territorios con un sentido eminentemen-

te utilitario. Los trabajos de Hermann Burmeister, de sus colegaseuropeos contratados por la administración pública y de sus discí-pulos argentinos fueron tempranamente percibidos así.

Cuando en 1870 el presidente Sarmiento solicitó al Congresorecursos para la creación de una Oficina Meteorológica de laRepública y de una Academia de Ciencias Físicas y Matemáticas enCórdoba, el senador jujeño Daniel Aráoz consideró que el observa-torio “demandaba gastos al erario, habiendo otros preferentes,como los que demandaba el proyecto que se refería al rescate delos cautivos que existían en poder de los salvajes, soportandopenalidades de todo género”. Pero frente al argumento utilitaristadel ministro Avellaneda -“sólo se pedía un gasto de cuatro a seismil pesos destinados a llenar una necesidad que tanto se ligaba conla vida del hombre, el cultivo de la tierra y el conocimiento y estu-dio de las causas producentes de las epidemias que contenían lainmigración”- y a la defensa que hizo el correntino Wenceslao DíazColodrero del prestigio de Burmeister, Aráoz se convenció de queel proyecto “tendía a fomentar el comercio, la industria y las artes”(S 1872:215-218).1

Podremos constatar más delante de qué modo se sostuvo enel tiempo esta consideración utilitarista que ligaba directamenteel conocimiento científico a las posibilidades de crecimiento eco-nómico del país.

Sin embargo, el momento en el que emergió con más fuer-za la cuestión científica fue el mismo de la conquista militar delterritorio, en el clima de las controversias ideológicas que carac-terizarían a los años de 1880. Fue en ocasión de discutirse en elCongreso de la Nación –entre julio y septiembre de 1879- si seautorizaba al Poder Ejecutivo a suscribir una cantidad importantede ejemplares de las ediciones de los viajes recientemente realiza-dos por Francisco P. Moreno y por Ramón Lista. El 14 de julioingresó en la Cámara de Diputados la propuesta referida al Viaje a

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1 Salvo indicación en contrario, las bastardillas en las citas documentales son mías. En ade-lante, para mayor comodidad, citaremos por su inicial los diarios de sesiones del Senado dela Nación (S) y de la Cámara de Diputados de la Nación (D) indicando el año, el número detomo si corresponde y el número de página como en esta nota.

la Patagonia Austral de Moreno. Allí, Miguel Cané la consideró “la[obra] más importante que se haya publicado hasta ahora en laRepública Argentina relativa a viajes y exploraciones en nuestroterritorio”, y alabó a su autor como conocido en el país y en elexterior por Quatrefages, Broca, Virchow y “los antropologistasmás distinguidos del mundo entero”. El diputado fundaba su entu-siasmo en el carácter rupturista de la obra respecto de la ciencianormal:

La idea lanzada y aceptada por todos los hombres de la cienciaeuropea, de que la humanidad forma una sola especie, parece hoyseriamente conmovida por las investigaciones hechas en el sueloamericano. El señor Moreno ha encontrado en la Patagonia, enCatamarca y en casi todos los puntos que ha recorrido vestigios derazas que no tienen ninguna analogía con las razas primitivaseuropeas (D 1879:226).

Un mes después se expedía la comisión de Peticiones reco-mendando la reducción del número de ejemplares a comprar, peroel diputado Quesada proponía premiar también a Lista, alegandoque éste era “muy modesto; carece, quizás, de protectores”, mien-tras que Moreno, aunque meritorio, tenía sueldo del Museo de laProvincia de Buenos Aires. Gallo se oponía a disminuir la cantidad,porque se trataba de retribuir un esfuerzo invalorable: si se paga-ba a exploradores extranjeros, como los $ 11.800 a Lorentz, “¿Porqué entonces, señor Presidente, no haríamos por el señor Morenola cuarta parte de lo que hemos hecho por el señor Lorentz?” Mitreconcordaba con Gallo y destacaba el valor geográfico del trabajocomparándolo con los antecedentes de Darwin, FitzRoy y Musters:

sin alcanzar ninguno de ellos a revelarnos todos sus misterios;ningún viaje tan importante como éste se ha publicado hasta hoysobre esa región......Basta echar una ojeada sobre el mapa que acompaña el libro paraver que la fisonomía geográfica de la Patagonia ha cambiado porcompleto. En vez de aquel vasto desierto vacío, vago, sin carác-

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ter determinado que nos presentaban los mapas de Falkner y deOrbigny (que todos los geógrafos han copiado servilmente), elmapa del señor Moreno nos ofrece un territorio accidentado, arti-culado.... Esto viene a complementar una parte desconocida en lacarta de la República Argentina (D 1879:568-574).

El paso por Diputados se cerró de este modo sin polémica ycon resultado favorable al apoyo estatal a los exploradores cientí-ficos del Sur. Pero en el Senado emergería la controversia ideoló-gica. Según el senador informante Santiago Gordillo, el Viaje a laPatagonia Austral de Moreno y el Viaje al país de los tehuelches yexploración de la Patagonia Austral de Lista:

...tratan de hacer conocer territorios argentinos hasta ahora des-conocidos, estudiando su importancia tanto para el pastoreo comopara la agricultura y para cuanto allí pudiera hacerse... sobre loscuales hay una nación que nos los disputa y que se cree que nadavalen.

No hace mucho, Sr. Presidente, que un ilustre argentino nosdecía en este mismo recinto que aquellos territorios nada valíansin que pudiera afirmarlo de una manera positiva, puesto que nin-gún viajero ha hecho el estudio correspondiente (S 1879:475).

El disidente Aureliano Argento, senador por Santa Fe, seoponía por razones de economía, aunque inmediatamente revela-ba: “he notado que en la obra del Sr. Moreno se vierten ideas anti-cristianas y materialistas, y aún panteístas” (S 1879:477). Gordillointentó mantener la discusión en el terreno correspondiente ale-gando que “la obra es puramente de descripción, de descubri-miento, de hacernos conocer territorios argentinos que no conocí-amos nosotros. No se trata de una obra religiosa”; esfuerzo queacompañaron sus colegas Manuel Pizarro y Aristóbulo Del Valle.Este último consideraba que el de Moreno “es un libro de viajes yde ciencias escrito por un hombre joven, ilustrado y animoso... enbeneficio de la ciencia y en beneficio de la patria” (S 1879:486-487), mientras que el cordobés, católico declarado, reconocía queel debate religioso no era propio del Congreso. Además –agregaba-

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el libro no va a “comprometer las creencias populares, porque nova a estar al alcance del pueblo” (S 1879:490-491).

La argumentación en contra de la obra la desarrolló el sena-dor Cortés:

Encuentro, Sr. Presidente, que el Viaje a la PatagoniaAustral, interesante sin duda como ensayo literario y encuanto contiene algunos datos científicos de que se puedesacar algún provecho, entraña asimismo en sus teorías gra-vísimos errores filosóficos que caracterizan un sistemamaterialista y por consiguiente impío.

Yo no desconozco en manera alguna la importanciadel servicio que el Sr. Moreno ha prestado a su país con laexploración de la Patagonia (S 1879:478-479).

A continuación expuso una larga síntesis de observacionescentradas en el evolucionismo y el poligenismo que presuntamen-te contenía la obra:

El señor Moreno, según parece... considera eterna la materia, pues alhablar de la creación la toma siempre en el sentido de las diversas evo-luciones y transformaciones de aquella...El hombre en todo caso no habría sido creado por Dios a su ima-gen y semejanza sino más bien a imagen y semejanza del bruto...La humanidad no se deriva de una sola pareja sino que tuvo prin-cipio en diversas razas primitivas, negándose la consiguienteidentidad entre éstas (S 1879:480).

A estas afirmaciones, Cortés oponía las razones de la cien-cia ilustrada:

La existencia de los autochthones de los griegos y aborígenes delos latinos, o sean los hombres brotados de la tierra, es un errorantiquísimo y grosero: la identidad de razas es una verdad con-quistada ya por la ciencia y aceptada por los grandes filósofos ynaturalistas.La tradición designa por cuna del género humano las llanuras de

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Sennar en Asia... y la historia conserva todavía la memoria de ladivisión de la tierra entre los tres hijos de Noé...La filología ha venido también en comprobación de aquella ver-dad, pues el estudio de los idiomas demuestra que ellos puedenigualmente distribuirse en tres familias o ramificaciones principa-les...Es una fortuna, señor presidente, el que esto sea así, pues a pre-valecer la teoría del señor Moreno, ella vendría a destruir el granprincipio de la fraternidad universal, que desarrollado y perfeccio-nado en la ley de amor y caridad consignada en el Evangelio, haregenerado el mundo (S 1879:481-482).

Argumentos similares fueron esgrimidos por Vélez: “Si losnegros no proceden del mismo tronco ¿cómo nosotros podemosextender hasta ellos nuestra filantropía y nuestro amor? Volvemospor esta doctrina a las castas de la India. ¡Hay razas destinadas aservir eternamente!” Citando la polémica norteamericana sobre laesclavitud en 1844 y a “tres naturalistas, Morton, Niot y Gliddonque sostuvieron con mentida ciencia tan bárbara excusa” que llevóa la guerra civil, se reivindicaba el monogenismo como garantía defraternidad humanitaria (S 1879:493). Finalmente, Cortés defendíala cronología bíblica reactualizada por Cantú, descalificando losmétodos de la arqueología prehistórica basados en la estratigrafíay citando a las autoridades de la época:

Infinitos otros ejemplos podrían aducirse en el mismo sentido,pero basten los referidos a demostrar la incertidumbre de los cál-culos de antigüedad y variedad de opiniones con relación a losfósiles humanos que se han descubierto y el significado que ellospuedan tener en la Arqueología prehistórica (S 1879:485).

En definitiva, afirmaba Cortés, la consecuencia de las doc-trinas atacadas sería la desaparición de “la moralidad de las accio-nes humanas” y del “orden social” (S 1879:486).

Del Valle lo rebatió utilizando otras citas de Moreno sufi-cientes para sostener sus convicciones creacionistas y monogenis-tas:

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El ser humano, igual en forma al Ser Supremo, no podía estudiar-se como un vil insecto...Pero la ciencia no podía dejar de abrirse camino y no tardó enestablecer la comunidad de la familia humana comprendiendo aúnlas especies más degradadas e inferiores que pueblan las maravi-llosas islas de Oceanía, Australia y parte de América, razas que larutina ultramontana consideraba no hace mucho tiempo como nopertenecientes al género humano (S 1879:487).

Pero centró su posición en la defensa de la importancia dela instrucción pública:

Cuando menos el Sr. Senador [Argento] ha colocado en segundotérmino las necesidades o las exigencias de la vida civilizada a queresponden las obras de este género.........yo digo que la ignorancia de la geografía nos ha costado a nos-otros muchos miles de duros y mucho tiempo perdido.Si el Congreso hubiese tenido a la vista este libro hace veinteaños, la colonia del Chubut, en la cual hemos gastado tanto dine-ro, no estaría planteada donde hoy se encuentra...No conocemos nuestro propio territorio... fenómeno que debieraavergonzarnos si no encontráramos disculpa en los años de luchay de dura labor que hemos empleado en constituirnos y organi-zarnos como Nación....El señor Moreno está encargado en estos momentos de dirigir unaexpedición a la Tierra del Fuego. Hablando sobre esta nueva expe-dición, me decía...: ‘Yo espero en este viaje encontrar en laPatagonia carbón de piedra’....Si no basta que la inteligencia de un hombre se levante para con-templar y estudiar los más grandes misterios del universo; si nobasta que dedique su existencia a la investigación de la verdad, alprogreso científico, ahí está la esperanza de llegar a descubrir unproducto tan precioso como el oro... (S 1879:488-489).

Pizarro también destacaba la superioridad del interés públi-co por conocer el territorio nacional:

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No se puede poner en la balanza, señor Presidente, el gasto insig-nificante que demanda la suscripción a la obra del señor Morenocon los intereses públicos a que responde la propagación de estaobra, destinada a hacer conocer una región inexplorada de nues-tro territorio, difundiendo útiles conocimientos acerca de ella (S1879:489).

Finalmente, con el apoyo de Rocha, Torrent y la mayoría ofi-cialista del Senado, el proyecto de comprar quinientos ejemplaresdel libro de Moreno y doscientos cincuenta del de Lista resultóaprobado. Después de casi un cuarto de siglo y de la intervencióndecisiva de Moreno como perito en el diferendo limítrofe con Chile,el Congreso aprobó no sin debate el otorgamiento de una recom-pensa en tierras patagónicas, como un acto de “justicia colectiva”hacia el científico, explorador y político (D 1903 I:153-159 y 228-245).

Un reflejo indirecto: la conquista del territorio por la ciencia

Además de las citadas menciones directas del trabajo de losprimeros científicos argentinos y de su mentor HermannBurmeister, podemos encontrar en el discurso político algunasreferencias al rol que los sectores dirigentes nacionales asignabana la ciencia en el marco de la empresa conquistadora de los terri-torios del Sur.

Se repiten, por ejemplo, las propuestas de acompañar o pre-ceder las avanzadas militares con estudios sistemáticos del terri-torio, como en el despacho de la Comisión de Guerra del Senadode 1870, que apoyaba la inversión de dos millones de pesos enlograr la “seguridad de las fronteras terrestres, expuestas a lasinvasiones de los indios bárbaros”, la “ocupación de las partesestratégicas de la Pampa para adquirir su dominio militar”, el“sometimiento de las tribus de indios que ocupan el desierto desdeel río Quinto hasta el río Negro”, la “toma de posesión permanen-te de la línea de frontera del río Negro y Neuquén”, la fortifica-ción, la colonización, los “estudios científicos y reconocimientos

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militares”, la exploración de los ríos, su navegación, etcétera (S1870:223-224). La necesidad del estudio científico del territoriofue fundamentada en esa oportunidad por Bartolomé Mitre, perosufrió la oposición de Manuel Quintana y de otros congresistas, demodo que, finalmente, el Congreso aprobó la asignación presu-puestaria general pero sin especificar el destino de los fondos (S1870:228, 230, 244 y 252; D 1870:288).

Estanislao Zeballos menciona otros proyectos de ley nodebatidos en el recinto legislativo, del Poder Ejecutivo y de lossenadores Rocha y Oroño (S 1875:836 y 859), que autorizaban alPoder Ejecutivo a emprender la exploración de los TerritoriosNacionales a fin de establecer la ubicación y potencialidad econó-mica de los ríos, bosques, caminos, suelos, minerales y vías decomunicación. La tarea se asignaría a “personas de conocimientosespeciales, es decir, a hombres de ciencia, a naturalistas, geólo-gos, botánicos, químicos, ingenieros propiamente dichos”, pero lacrisis económica iniciada en Europa en 1873 hizo imposible con-tar con los recursos fiscales que semejante empresa requería(Zeballos 1958:287-288).

Se fue consolidando así la idea de que la conquista materialy armada sería inseparable de un proceso de apropiación intelec-tual protagonizado por los “científicos nacionales”. Como lo expre-saba un mensaje del presidente Avellaneda y el ministro Alsina en1876:

La memoria será pasada a V.H. tan pronto como los ingenieros yagrimensores que marcharon con las divisiones hayan terminadolos planos... y los informes que tienen orden de presentar derra-mando toda la luz sobre la cuestión fronteras, vendrán a poner enevidencia que la administración actual, al llevar a cabo la ocupa-ción del desierto, procedió acertadamente asociando al podermaterial de las armas el prestigio y los adelantos de la ciencia (D1876 I:620).

En este sentido se puede afirmar la existencia de una con-ciencia cierta aunque débil, en los sectores responsables de la con-quista, de estar llevando adelante políticas con fundamento cien-

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tífico. Políticas que en el contexto del racionalismo y el utilitaris-mo dominantes se revelaban como las únicas legítimas y posibles.Cuando el ministro del Interior Simón de Iriondo impulsó en elSenado la sanción de la ley 817 de inmigración y colonización,sostuvo que oponerse a la iniciativa era “contrario a los principiosque rigen la ciencia de la población, la ciencia de la estadística,la ciencia que preside y que tiene que tenerse en consideraciónpara buscar la prosperidad de los pueblos” (S 1876:593). Una ideaparecida, en definitiva, a la que expresaba Sarmiento ya muchosaños antes en relación con las políticas de tierra pública que élproponía en diversos ámbitos: “Cuando la ciencia económica acon-seja reconcentrar la colonización para que pueda ofrecer resisten-cia a los indios, viene el proyecto y dice dénse suertes de estan-cia extendiéndose la frontera para llamar la codicia de los indios”(Diario... 1859:427).

Para esta mentalidad, había decisiones políticas que debíanfundarse discursivamente en aserciones de naturaleza teórica yracional que trascendieran la coyuntura concreta, en un saberempírico y también sistemático:

La frontera del río Negro de Patagones como línea militar dedefensa contra las invasiones de los indios bárbaros de la Pampa,es una idea tradicional que tiene su origen en la ciencia y la expe-riencia trazada por la naturaleza en una planicie abierta, presenti-da por el instinto de la conservación, señalada por los prácticosdel país, aconsejada por los geógrafos que han explorado esaregión en el espacio de más de un siglo; ella ha sido constante-mente el objetivo más o menos inmediato o remoto de todas lasexpediciones científicas y militares, de todos los proyectos sobrefrontera y el ideal de todos los Gobiernos que se han sucedido enel país de medio siglo a esta parte (D 1878 II:251).

Aún desde la oposición al proyecto roquista, el senadorTorrent reconocía una legitimidad de la iniciativa conquistadorabasada en su pretendida cientificidad:

...viene fundado en una ley vigente, viene patrocinado por la opi-

156 Pedro Navarro Floria

nión de hombres entendidos, viene anhelado, si puedo expresar-me así, por una importante porción de nuestros compatriotas, poraquellos que más directamente son beneficiados o resultaránbeneficiados con la traslación de la frontera al río Negro; vieneautorizado por la ciencia, viene aconsejado por los hombres que demuchos años atrás han encontrado que la frontera natural, por esaparte de la República, era el río Negro, en una palabra, señorPresidente, tiene en su apoyo y en su defensa intereses, fuerzas einteligencias que no puedo destruir, que no puedo rechazar, queno pretendo tampoco, señor Presidente, quebrantar (S 1878:509).

Pero la necesidad de estudiar sistemáticamente los nuevosterritorios nacionales se puso en evidencia, como es lógico, unavez resuelto el problema de su apropiación material mediante laconquista militar. Como expresaba el presidente Roca en 1902, alsolicitar al Congreso la sanción de una nueva ley de tierras públi-cas:

...la exploración y relevamiento de nuestros Territorios Nacionaleses una exigencia imperiosa de nuestro progreso y civilización. Eldesierto ha sido conquistado militar y políticamente; es menesterahora dominarlo para la geografía y la producción y entregarloconocido al trabajo (D 1902 I:932).

Mediante las expediciones militares y su acompañamientopor varias comisiones de científicos de la Academia Nacional deCiencias de Córdoba (Siegrist de Gentile y Martín 1981:129-137),se había logrado un relevamiento elemental de los recursos natu-rales y de las diferencias subregionales del gran escenario pampe-ano-patagónico, hasta entonces percibido como una unidad prác-ticamente homogénea. Superada esa etapa, el discurso políticoexpresó una inquietud creciente por profundizar en las particulari-dades y rasgos diferenciadores de cada espacio subregional, almismo tiempo que ligó la cuestión del estudio científico del terri-torio con dos necesidades concretas y urgentes: el establecimien-to de inmigración, y la mensura y subdivisión de la tierra explota-ble. Convertir a la Patagonia en atractiva para los inmigrantes

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina 157

implicaba, en primer lugar, revertir la imagen negativa, de tierravacía e inhabitable, “desprestigiada, quizás sin motivo, por los jui-cios inseguros de los viajeros que cruzaron por ella” (D 1882I:440). Como advierte Nouzeilles, “la percepción de la Patagoniacomo última frontera, y su caracterización imperial como puranegatividad, problematiza la producción espacial del Estado comoentidad territorial en el área”, por lo que “el Estado argentinobuscó ‘reinventar’ la Patagonia y cuestionó las ficciones imperia-les que la representaban como espacio inconquistable” (Nouzeilles1999:36). En ese contexto, el presidente Roca convocaba en 1882a “estudiar aquellas comarcas, que pueden dar asiento a millonesde hombres laboriosos” (D 1882 I:440). El tema se repite en suce-sivos mensajes presidenciales de esos años (S 1884:XXII), hastaque al final de su período el presidente Roca pudo anunciar:

En este lapso de tiempo, la Nación ha aumentado su patrimoniotomando posesión real y efectiva de sus vastos territorios al Sur yal Norte, territorios que figuraban en las cartas geográficas comolimbos desconocidos y apenas se dibujaban en sus vastos períme-tros....Sus costas [de la Patagonia] ya no son lugares desiertos e inhos-pitalarios, ni su parte central es un misterio. A medida que más sela conoce y se puebla, demuestra más que han sido una inexacti-tud su decantada [sic] esterilidad y su pobreza (S 1886:76 y 88).

Paralelamente, emergían los proyectos y las ideas concretaspara una explotación de los recursos patagónicos con fundamen-tos científicos. Al mismo tiempo que el senador Zapata proponíaintroducir la salmonicultura en los ríos norpatagónicos (S1885:65), los diputados Dávila y Zeballos proponían dotar a lanueva colonia General Roca de una oficina de irrigación y agricul-tura capaz de proyectar, asistir y realizar obras, una oficina mete-orológica y otras instalaciones que permitieran desarrollar la agri-cultura “bajo una organización moderna, científica” (D 1885I:196-197).

Pero, como en tantos otros aspectos de la historia de la

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región, habría que esperar a que el país superara la crisis de 1890para que el Estado retomara la iniciativa hacia la Patagonia. Unode los primeros debates parlamentarios que plasmaron esa nuevaactitud fue el que aprobó la concesión del ramal ferroviario deBahía Blanca al Neuquén, en 1895, “haciendo así efectiva –al decirdel diputado informante- en todos los ámbitos de la República lasoberanía nacional por medio de los dos factores más eficientes enel progreso de este fin de siglo: el vapor y la electricidad” (D 1895II:254). Parecida ensoñación positivista se había apoderado delEjecutivo, que prometía:

No está, pues, lejano el día en que veamos transformarse esosinmensos desiertos, en que pueden crearse ocho provincias, conpoblaciones florecientes, establecidas en campos regados por cau-dalosos ríos, fecundados por el trabajo racional e inteligente delinmigrante europeo, poderosamente auxiliado por los naturales yperfeccionado por los procedimientos científicos que tanta influen-cia tienen en los éxitos favorables de las industrias agrícolas y gana-deras, que son y serán por muchos años la más firme base de nues-tra riqueza nacional (S 1895:719).

Al año siguiente y en los sucesivos sería el diputadoEleodoro Lobos quien invocara principios científicos en auxilio dela difícil cuestión de la distribución de la tierra. Primero, solici-tando “que se ponga término a un sistema de distribución y adju-dicación de la tierra que sería muy difícil sostener a la luz de laciencia económica” (D 1896 I:644), y más tarde presentando unproyecto al respecto (D 1898 I:83-92). Recién en 1902 el Gobiernonacional propuso el relevamiento sistemático de los TerritoriosNacionales para entregarlos, como ya citamos, a “la geografía y laproducción”, proyecto aprobado no sin dificultades (D 1902 I:932;D 1902 II:56, 114-116, 620-625, 634-643, 645-673; S 1902:1011-1022; S 1903:13).

En relación con las vías de comunicación, también se pre-sentó por entonces un proyecto para planificar en conjunto, enforma de red, los ferrocarriles y canales de la región. En los fun-damentos de la iniciativa se expresaba una interesante contrapo-

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sición entre extensas citas de d’Orbigny y de Darwin que presenta-ban una Patagonia aparentemente estéril, y una serie de comuni-caciones de exploradores y científicos argentinos como Carlos yFlorentino Ameghino acerca de la constitución geológica del suelo,o como Ramón Lista respecto de “la Suiza argentina” (D 1897II:165-169). Al mismo tiempo que mostraba cómo la ciencia nacio-nal era capaz de reinventar el territorio en función de un país futu-ro, el proyecto contenía la idea de realizar un relevamiento cien-tífico completo de la Patagonia, que los Diputados aprobaronincondicionalmente pero el Senado consideró innecesario precisa-mente porque “la región Patagónica... felizmente no es ya paranosotros tierra desconocida... no es ya tierra misteriosa, y menosaún el desierto árido y estéril que describieron sabios que no lle-garon a conocerla en toda su extensión” (S 1897:528). El precarioy genérico conocimiento existente sobre la región parecía conver-tir en inútil el propósito de sistematizar esos datos en función deuna empresa de la mayor utilidad y necesidad. Tras un arduo deba-te durante el cual la Cámara de Diputados sostuvo su posiciónfavorable a los estudios científicos, éstos fueron aprobados (S1897:530-534 y 548; D 1897 II:504-505).

Como podemos ver, el conocimiento científico del territorio,de su historia, sus recursos y su población era invocado en nom-bre de la nacionalización de los espacios recientemente incorpora-dos. La invocación respondía a un imaginario vagamente positi-vista, que se resolvía en la simple mención de objetos emblemáti-cos del progreso –como los ferrocarriles, por ejemplo- a modo deargumento validador de los propósitos políticos. Al mismo tiempo,el saber acumulado legitimaba una nueva mirada que impugnabala “visión imperial” estigmatizadora de la Patagonia y propugnabala producción de estatalidad y nacionalidad, la invención de laPatagonia como Territorio Nacional. Sin embargo, ¿en qué cien-cias, concretamente, se pretendía fundar la política de la conquis-ta y de la nacionalización, y a qué premisas políticas respondíansus inferencias?

160 Pedro Navarro Floria

Usos y desusos políticos de la ciencia: geografía, historia,antropología

Son muy abundantes los materiales de diversos registros,repetidamente citados y estudiados, que nos hablan de una cons-trucción ideológica del territorio nacional y de su pasado históri-co como componentes necesarios de la formación y consolidacióndel Estado-nación. No aspiramos a reproducir aquí esos estudios nisus conclusiones, sino simplemente a aportar una mirada mássobre el fenómeno de la construcción social del espacio y del tiem-po nacional –para el caso, regional- desde el discurso político. Lospasajes identificados expresan claramente una anteposición de losintereses políticos a las conclusiones provisorias de la ciencia.Incluso la designación de las expectativas políticas puestas en eltrabajo científico intentan direccionarlo y le asignan un sentidoprevio y supuestamente superior, en tanto útil en función de laconsolidación de la nacionalidad. Como ya hemos visto:

● Los “estudios científicos” del territorio son funcionales ala seguridad interior, la ocupación del territorio, el some-timiento de los indígenas, la fortificación, la coloniza-ción, etc.

● La Oficina Meteorológica y la Academia de Ciencias sejustifican por su utilidad en relación con “el cultivo de latierra y el conocimiento y estudio... de las epidemias”, ycon el fomento de “el comercio, la industria y las artes”.

● La asociación del “poder material de las armas” al “pres-tigio y los adelantos de la ciencia” dieron por resultado“la ocupación del desierto”.

● La ciencia “preside y... tiene que tenerse en considera-ción para buscar la prosperidad de los pueblos”.

● La ciencia y la experiencia han dado un resultado concre-to en el trazado de “la frontera del río Negro dePatagones como línea militar de defensa” y autorizan,fundan, respaldan una política concreta de ocupaciónterritorial.

Ciencia y discurso político sobre la frontera sur argentina 161

● Los trabajos de Moreno interesan, en primer lugar, segúnCané, en cuanto viajes y exploraciones “en nuestro terri-torio”. Para Mitre, “el mapa que acompaña el libro... hacambiado por completo... la fisonomía geográfica de laPatagonia” transformándola de “vasto desierto vacío” en“territorio accidentado, articulado”, en definitiva conocido.

● Para los defensores de las obras de Moreno y Lista en elSenado, éstas “tratan de hacer conocer territorios argen-tinos hasta ahora desconocidos, estudiando su importan-cia tanto para el pastoreo como para la agricultura y paracuanto allí pudiera hacerse”; fueron escritas “en benefi-cio de la ciencia y en beneficio de la patria” por cuantoresponden a “las necesidades o las exigencias de la vidacivilizada”, y si no alcanzan a “contemplar y estudiar losmás grandes misterios del universo” al menos cabe laesperanza de que sirvan para descubrir oro o carbón depiedra; buscan difundir “útiles conocimientos” acerca de“una región inexplorada de nuestro territorio”. Aún paraCortés, que ataca los contenidos filosóficos del libro deMoreno, éste “contiene algunos datos científicos de quese puede sacar algún provecho”.

En el contexto puntual de la discusión en torno de los con-tenidos del Viaje de Moreno, pero más aún en el contexto generalseñalado aquí, la controversia religiosa e ideológica entre creacio-nismo y materialismo, monogenismo y poligenismo, evolucionismosociocultural y evolucionismo biológico, etc., queda claramentesubordinada. La utilidad de los trabajos era la cuestión crucial, porencima de la adscripción a uno u otro paradigma científico. Por unlado, nadie parece preocuparse demasiado, en el ámbito de estedebate, por las aparentes contradicciones contenidas en el escritode Moreno: ¿una muestra más del tradicional eclecticismo ideoló-gico rioplatense, o simple desinterés en ese aspecto del problema?Por otra parte, en una tendencia que nos inclina por la segundasuposición, no se advierte que los argumentos poligenistas o racis-tas que pudieron haberse inferido de las obras de Burmeister yMoreno hayan sido instrumentalizados en el discurso antiindige-

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nista del gobierno nacional del período analizado aquí.2 Por elcontrario, las consideraciones tanto del ministro Roca como delpresidente Avellaneda acerca de las consecuencias de la conquistaen los pueblos indígenas traslucen una línea de pensamiento afína las formas de racismo corrientes en las décadas intermedias delsiglo XIX e incluso al fatalismo que por entonces se aplicaba altema del “choque” interétnico, pero no admiten fundamentos bio-lógicos para la discriminación sino que sostienen la posibilidad demestizaje, absorción y cambio cultural:

[Los pobladores del Neuquén] Han alcanzado un grado de civiliza-ción bastante elevado respecto de las otras razas indígenas de laAmérica del Sur, y su transformación se opera como estamos vien-do todos los días, de una generación a otra, cuando poderes pre-visores le[s] dedican un poco de atención. Su contacto perma-nente con Chile y la mezcla con la raza europea, han hecho tantocamino que estos indios casi no se diferencian de nuestros gau-chos y pronto tendrán que desaparecer por absorción (D 1878I:681).

Así es que no hay ningún propósito de exterminar la raza, obede-ciendo a esa ley del progreso y de la victoria por la cual la razamás débil, la que no trabaja, tiene que sucumbir al contacto de lamejor dotada, ante la más apta para el trabajo.Es lo que pasa en la América del Norte con los pieles rojas. Éstossucumben sin remedio ante la ola siempre creciente y sin reflujode la raza blanca....Entre nosotros no es precisamente por la destrucción que desapa-recen los indios, sino por la absorción y asimilación, como lo prue-ba la masa de nuestra población, que es una mezcla de indio yespañol en su mayor parte (D 1878 II:256).

Estos indios son –me refiero a los de la Pampa, a los que tratamos

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2 En este punto diferimos del más importante estudioso de las relaciones diplomáticas inte-rétnicas, que atribuye “al positivismo en su intento de aplicación a la especie humana dela teoría evolucionista biológica de Darwin” el abandono del trato pacífico con los pueblosindígenas del Sur argentino (Levaggi 1995:172-173).

de someter- una mezcla de blanco y de indio donde se concentrantodos los vicios de las dos razas.No son como los jehuelches [sic] y los de los valles de laCordillera, que han alcanzado cierto grado de civilización... quehan adquirido un grado de civilización que no tienen los pampas......Esto revela la índole pacífica, mansa y predispuesta de estosindios a civilizarse y que no serán una causa de peligros y temo-res para en adelante (S 1878:512-513).

El establecimiento del indio sometido es un problema de solucióndifícil... Nosotros hemos encontrado hasta hoy facilidades inespe-radas en el espíritu profundamente cristiano de nuestras pobla-ciones y en la capacidad que el indio mismo ha revelado paraadaptarse a las exigencias de una vida superior (S 1879:10).

En el mismo sentido se había manifestado, cuando se dis-cutió la ley 215 en 1867 –el proyecto de traslación de la fronterasur al río Negro-, el legislador que mejor conocía la realidad de lafrontera interior: el senador puntano Juan Llerena. Como hizonotar Zeballos (Zeballos 1958:55-56), Llerena reprodujo allí, sinmencionarlos, los datos y puntos de vista expuestos por VictorMartín De Moussy en su Descripción geográfica y estadística de laConfederación Argentina (1860-1863) acerca de la necesidad deestablecer el límite sur en el río Negro y no en el Colorado, y fun-damentalmente sobre la posibilidad de lograr una fusión pacíficaentre la población indígena y la inmigración criolla y europea enla Pampa. Este último aspecto de la política de fronteras, fundadopor De Moussy más en el evolucionismo sociocultural ilustrado queen una extrapolación de la idea de la selección natural a las rela-ciones interétnicas, fue retomado por Llerena en un proyecto detrato pacífico con los indígenas presentado al año siguiente (S1867:120, 128-129, 134, 138; S 1868:211-212 y 633-643).

El debate entre el evolucionismo sociocultural y el más duroevolucionismo biológico emergió en el escenario parlamentario en1885, al discutirse dos proyectos, finalmente rechazados, de crea-ción de colonias indígenas. El diputado Juan Darquier sostuvo la pri-

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mera posición, hasta con un extraño argumento que nos indica lacompulsión de la época hacia las explicaciones de base orgánica:

Se trata... de dirigir la evolución por la cual pasan todas las razashumanas en una de sus fases más difíciles: la transición de la vidanómade a la vida sedentaria. Todo se modifica con este cambio:las costumbres, las necesidades de la vida, el modo de atender ala subsistencia y hasta la estructura del cuerpo.En el caso ocurrente, la curvatura de las extremidades inferiores yel paralelismo de los pies que parece se han alterado sobre el lomodel caballo y hacen difícil la posición vertical y morosa la marcha,volverán a adquirir su actitud natural y los pies tomarán de nuevoel ángulo necesario para presentar mayor base de sustentación alcuerpo.En las facultades intelectuales, sucederá lo mismo. Se adquiriránideas nuevas, y como consecuencia de la creación de esas ideasnuevas, será necesario que la lengua cree también términos nue-vos, teniéndose que modificar hasta lo más sustancial, que es laorganización de la familia....Las dos razas siempre han estado en lucha; pero la autóctona cedeante la invasora y muy pronto desaparecerá... Las razas atrasadas,al cambiar de medio social, tienen que ceder y desaparecer antela invasión de otras razas más adelantadas. Para probarlo invocanlos materialistas una ley, llamada lucha por la vida (D 1885 I:459-460)3.

Mientras Darquier argüía que la mencionada ley “materialis-ta” se aplica sólo a los vegetales, Lucio V. Mansilla fue quien asu-mió el rol de impugnador de los proyectos de educación indígena:

Yo creo, señor presidente, que el indio, por ciertos caracteressemíticos [sic, ¿por ‘somáticos’?], es completamente, orgánica-mente, por razones de evolución, refractario a nuestra civilización....... se trata de asimilar una raza que desde el tiempo de la con-quista hasta la fecha la hemos declarado incompatible con el

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3 Las bastardillas son originales.

derecho que nosotros tenemos a ocupar la tierra como conquista-dores (D 1885 I:465-466).

...entiendo –y lo creo por observación directa y por estudio- queel indio de la Pampa argentina, como el indio del Chaco, como elindio de toda la América meridional y septentrional, es refractarioal tipo de civilización que nosotros tratamos de hacer prevalecer...del punto de vista de la biología, no del punto de vista de la socio-logía....De manera que... es hacerse una ilusión creer que se va a obtenerel más mínimo resultado incorporando al indio a nuestra civiliza-ción, tomado del punto de vista antropológico, del punto de vistacolectivo (D 1885 I:503 y 506).

Las razones de Mansilla fueron rebatidas por varios diputa-dos, aunque lo más interesante del debate es constatar de quémodo éste derivó desde enunciados antropológicos y biológicoshacia cuestiones netamente sociales y políticas tales como la ciu-dadanía o la identidad nacional.

Para Figueroa:

Se ha dicho: el indio es refractario a la civilización....Pero también tenemos autoridades competentes, que han estu-diado al indio muy de cerca, que han tenido tiempo de estudiar suorganización, sus sistema de vida, de penetrar sus ideas, y opinande muy distinta manera.Y yo digo entonces: encontrándonos con dos opiniones contrarias,de autoridades igualmente respetables, debemos inclinarnos a laque sea más humana, más justa; y la humanidad y la justicia meobligan a creer que el indio es susceptible de civilización, comocualquier otro ser humano (D 1885 I:511-512).

Mientras que Ortiz llama a la realidad a Mansilla:

Me permitiré recordar al señor diputado que es militar y que hahecho campañas contra los indios, que la mayor parte han muer-to bajo el plomo de nuestros soldados o por la pobreza, por lamiseria que ellos se deparaban con su resistencia.

166 Pedro Navarro Floria

...Porque nos conviene conservar ese núcleo, ...el germen de esa razaamericana primitiva... Tenemos que concurrir con ese elemento anuestra nacionalidad para no ser absorbidos totalmente por las fuer-zas productoras de las naciones que nos invaden con su población(D 1885 I:519-521).

La anteposición de las expectativas políticas a toda consi-deración teórica en el discurso político, es decir el uso de la cien-cia con fines legitimadores de las propias posiciones y decisiones,sin embargo, no resulta tan notable en el terreno de las CienciasBiológicas y de la Antropología como en el campo de las CienciasSociales: la Geografía y la Historia. La necesidad política de cons-truir una imagen territorial de la nación, es decir de operar laapropiación intelectual del territorio previamente o paralelamentea su apropiación material, legitimó políticamente –en un juego deseducción mutua entre “el poder material de las armas” y “el pres-tigio y los adelantos de la ciencia”- la realización de viajes ymapas. Y la necesidad política de justificar la guerra de conquistarespaldó, en el mismo sentido, la invención historiográfica de laguerra fronteriza permanente. Ambas construcciones intelectualesbuscaron cristalizar en una ideología nacional un espacio inmóvily un tiempo permanente: un territorio pampeano-patagónico quese pretendía argentino desde siempre –generando así el mandatode ocuparlo- y unas relaciones fronterizas que se imaginaban entérminos de guerra permanente –originando la necesidad de unacampaña definitiva-. En el discurso político analizado podemosencontrar manifestaciones de estas representaciones.

La nacionalización discursiva de los territorios del Sur, com-patible incluso con la idea de que eran tierras “por conquistar”4,se manifestaba en la constante designación de la Pampa y laPatagonia como parte de “nuestro territorio”. En 1875 el historia-dor y diputado Vicente F. López denunciaba enérgicamente la cir-

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4 Cfr. p. e. el texto de la ley 947 de campaña al río Negro, que en su art. 2° habla de “lastierras públicas nacionales que se conquisten” y en el 3° de “tierras nacionales situadas alexterior de las fronteras”; D 1878 II:253.

culación de un mapa que fijaba el límite sur de la Argentina en elrío Negro, “sustraída toda la Patagonia a la posesión de laRepública” (D 1875 I:241). En la sesión siguiente desarrollabaextensamente los argumentos sobre los cuales la Argentina recla-maba para sí el territorio, y remataba su alocución con una aren-ga que no apartaba el tema del tono utilitarista que impregnabael discurso político de entonces:

Salvemos la Patagonia que es una de las partes integrantes y demás importancia de la República Argentina, parte que vale másque los miserables retazos que estamos cuestionando con algunasotras naciones....porque ahí está nuestro porvenir práctico, porque ahí está nues-tro desarrollo, nuestra riqueza, porque es el gran emporio que hade hacer de la República Argentina una de las naciones más nota-bles del mundo, dentro de muy pocos años y por el inmenso valorde sus costas. Desgraciado del que no lo comprenda (D 1885I:269).

También son frecuentes las referencias a la cuestión de lapertenencia territorial de la Pampa y la Patagonia, precisamenteen los fragmentos discursivos en los que se apela al conocimientocientífico del territorio como legitimador de la acción conquista-dora:

[El proyecto de campaña] viene aconsejado por los hombres quede muchos años atrás han encontrado que la frontera natural, poresa parte de la República, era el río Negro.

[La obra de Moreno Viaje a la Patagonia Austral] es la más impor-tante que se haya publicado hasta ahora en la República Argentinarelativa a viajes y exploraciones en nuestro territorio.

...el mapa que acompaña el libro [de Moreno]... viene a comple-mentar una parte desconocida de la carta de la RepúblicaArgentina.

[Las obras de Moreno y Lista] tratan de hacer conocer territorios

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argentinos hasta ahora desconocidos.

No conocemos nuestro propio territorio.

...la obra del Sr. Moreno... [está] destinada a hacer conocer unaregión inexplorada de nuestro territorio.

La construcción historiográfica del mito de la guerra fronte-riza permanente, cuyo análisis a fondo excede los propósitos deeste trabajo, encuentra algunos de sus principales puntos deapoyo en el discurso político sustentador del plan de campaña delministro Roca y el presidente Avellaneda, de 1878. Solamente amodo de ejemplo citamos algunos pasajes de los mensajes e inter-venciones del Poder Ejecutivo al respecto:

El Poder Ejecutivo cree llegado el momento de presentar a la san-ción del Honorable Congreso el proyecto adjunto, en ejecución dela Ley de 23 de agosto de 1867, que resuelve de una manera posi-tiva el problema de la defensa de nuestras fronteras por el oestey por el sur, adoptando resueltamente el sistema que desde el siglopasado vienen aconsejando la experiencia y el estudio, como elúnico que, a una gran economía, trae aparejada una completaseguridad: la ocupación del río Negro, como frontera de laRepública sobre los indios de la Pampa....A mediados del siglo pasado, ya los reyes de España aceptabancomo un principio de defensa militar lo que hoy día ha llegado aconvertirse en una verdad evidente y comprobada por la dolorosaexperiencia que en sesenta y ocho años de vida nacional hemoscosechado con la destrucción constante de la primera fuente denuestra riqueza rural y la pérdida de numerosas vidas y cuantiosostesoros, ‘que es imposible la defensa de una línea militar que seextiende por cientos de leguas, si no se cuenta, como auxiliar ybase de la defensa, con una barrera natural que pueda ser opues-ta a las incursiones del salvaje’....

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Así, el pensamiento de situar la frontera en el río Negro, como lalínea más corta, más económica y segura, data del siglo pasado (D1878 I:678-679).

No rompemos nosotros la guerra. La guerra hace tres siglos que estáempeñada entre ellos y nosotros (S 1878:512).

Una vez realizada la conquista, esta concepción historio-gráfica resultó funcional a su conmemoración celebratoria. En1883, al justificar el otorgamiento de una medalla a los expedi-cionarios, el diputado Reyna se refería a “una de nuestras epope-yas más hermosas... el término de esa historia de sangre que seinició en 1515, con el martirio de Juan Díaz de Solís..., que hadurado más de tres siglos” (D 1883 I:819). Tres años después, alconsiderarse un premio al expresidente Avellaneda, el diputadoGallo reiteraba esa representación del pasado (D 1886 I:872). Almismo tiempo, como ya vimos, se reforzaba la idea de una incom-patibilidad ancestral y permanente entre la civilización occidentaly los pueblos indígenas.

Conclusiones

En conclusión, podemos afirmar que:El recurso al conocimiento científico por parte del discurso

político argentino de la segunda mitad del siglo XIX referido a losterritorios del Sur, fue poco frecuente y de tono eminentementeutilitario.

La decisión política y la investigación científica operabandiscursivamente de modo de legitimarse en forma recíproca:encontramos tanto justificaciones pretendidamente científicas dela política de conquista como explicaciones políticas de la realiza-ción de viajes exploratorios, cartografía y ensayos. Sin embargo, laideología utilitarista dominante hizo que fuera más frecuente eluso del conocimiento científico con propósitos políticos.

No se observa, en el período y el registro analizado, el usopolítico de algunas consideraciones –fundamentalmente las de una

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línea poligenista- presentes en trabajos del campo de laAntropología de la primera comunidad científica argentina quehubieran podido respaldar ideológicamente la acción violenta con-tra los pueblos indígenas de la Pampa y la Patagonia. Sí se obser-va la vigencia de algunas ideas corrientes ya varias décadas antes,que podemos considerar la ciencia normal de la época.

Se observa, en cambio, la manipulación política de motivosdiscursivos del campo de la Geografía y de la Historia, para lageneración de un imaginario nacionalizado respecto del escenarioconquistado.

Referencias

Diario de sesiones de la Cámara de Senadores del Estado de BuenosAires, 1858 (1859). Buenos Aires: El Orden.

Diarios de sesiones del Congreso de la Nación, 1853 a 1904.

Levaggi, A. (1995), Política indigenista de Nicolás Avellaneda,antropología cristiana vs. antropología darwinista. ScriptaEthnologica (Buenos Aires), XVII.

Navarro Floria, P. (2001), Los usos y desusos de la ciencia en eldiscurso político argentino sobre la frontera sur de la déca-da de 1870, IV Congreso Chileno-Argentino de EstudiosHistóricos (Valparaíso y Viña del Mar, 18-21 de abril de2001).

Nouzeilles, G. (1999), Patagonia as Borderland: Nature, Cultureand the Idea of State. Journal of Latin American CulturalStudies, 8:1.

Siegrist de Gentile, N. y M.H. Martín (1981), Geopolítica, ciencia ytécnica a través de la campaña del desierto. Buenos Aires:EudeBA.

Zeballos, E.S. (1958), La conquista de quince mil leguas, Estudiosobre la traslación de la frontera sur de la República al ríoNegro. Buenos Aires: Hachette.

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Epílogo

Hemos recorrido una trayectoria de las ideas de la primeracomunidad científica argentina, centrándonos en su mentorHermann Burmeister y en las décadas de 1860 y 1870, partiendodel análisis tanto de la obra teórica como de los escritos de viajedel naturalista alemán y registrando el impacto de los trabajos deese grupo en el discurso político de la época.

Nos proponemos cerrar este libro de compilación reuniendoalgunas ideas que sirvan de síntesis a lo trabajado durante estoscuatro años. No pretendemos ser exhaustivos ni mucho menos rea-lizar una lectura de nuestros propios trabajos que supla la miradadel lector. Muy al contrario, proponemos estas últimas líneas comouna relectura de diversos trabajos, escritos en momentos diferen-tes y no en el orden en que aparecen presentados aquí –algunoshace tiempo-, es decir como una herramienta para un diálogo queaspiramos a continuar.

Una primera idea que nos parece relevante destacar es quehemos acertado al identificar, como objeto de estudio, a unmomento y a un conjunto de actores anteriores –en el campo pro-fesional de las ciencias del Hombre y de la Naturaleza- al predo-minio del positivismo. No nos ha resultado del todo convincenteconsiderarlos “prepositivistas” porque ese adjetivo parece marcarun deslizamiento inexorable impropio de una adecuada historiza-ción o problematización de procesos complejos como son los refe-ridos al campo de las ideas, las teorías científicas y sus contextossociopolíticos. Nos sentimos autorizados a referirnos, más bien, auna generación científica intermedia –la de Burmeister- entre la dela época del romanticismo y los viajeros humboldtianos europeos,y la de los nation builders criollos predominantemente positivistas.Burmeister comparte, en efecto, características de ambas etapas:de viajero europeo devino científico instalado y agente estatal dela República, sin dejar nunca de considerarse –como señala Miguel

de Asúa- un investigador in partibus, es decir un enviado del cen-tro a la periferia y un observador de la periferia con los ojos impe-riales –diría Mary Louise Pratt- del centro. Una actitud que debiócondicionar y orientar la de sus discípulos como Francisco P.Moreno, que inició su carrera investigativa buscando legitimaciónen los más prestigiosos círculos europeos, a sabiendas de que si sumaestro traía esa marca de prestigio desde su origen mismo, éldebería adquirirla a fin de satisfacer las expectativas de una socie-dad demasiado pendiente de la moda de las antípodas.

En segundo lugar, hemos podido corroborar la presencia devinculaciones muy directas entre el trayecto de las ideas y el pro-ceso político centrado en la construcción del Estado argentino y,dentro de él, en la apropiación imaginaria y material del Sur pam-peano y patagónico. En ese sentido, y relacionado con lo anterior,estamos en condiciones de establecer una diferenciación bastanteclara entre un Burmeister que, como se dijo, aunque se desempe-ñó como agente estatal y contó con el subsidio público nunca ter-minó de sentirse ajeno a los intereses de la oligarquía gobernante–allí está para demostrarlo su polémica con Ricardo Napp y losdescriptores oficiales en torno del futuro agrícola de la Pampa-, y,por ejemplo, un Moreno autoconstituido intérprete de la HistoriaNatural de la nación, o bien del proceso político en clave científi-ca.

Entendemos que de estas determinaciones fundamentales–no excluyentes, sin duda, de otras tanto o más interesantes- par-ten otras posibles líneas de análisis. Por ejemplo, la ubicación deBurmeister en el contexto de una Antropología racista propia desu tiempo, o su identificación con la “mirada imperial” generado-ra de una cierta desconfianza en la tierra que lo acogía. Tambiénla posibilidad de complejizar progresivamente las caracterizacio-nes historiográficas clásicas de las ideas y de sus portadores,poniendo en cuestión identificaciones y antinomias impuestas yglobalizadoras tales como fijistas/evolucionistas, darwinistas/antidarwinistas, positivistas/idealistas, etc. Esto último se vincu-la, en virtud de la permeabilidad del ámbito científico, de susactores, instituciones y conceptualizaciones, a concepciones de

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clara raíz política –como, por ejemplo, los tópicos del “salvaje” yel “desierto”-, constitutivas de todo un clima de ideas y funciona-les a los procesos políticos ya señalados. Un tema que segura-mente admite análisis mucho más extensos e intensos es el de lasestrategias de inclusión de los científicos argentinos y sus traba-jos en los debates científicos de interés mundial, con su juego delegitimaciones cruzadas por el cual el reconocimiento académicooperaba como legitimador de un status social y político y a su vezéste abría puertas a recursos privilegiados para una tarea investi-gativa que se revelaba perfectamente funcional a los propósitosnacionalizadores del Estado. Como contracara de esta actitudcorriente entre los primeros científicos nacionales, encontramoslas huellas de una práctica utilitaria sobre los trabajos y argumen-tos científicos por parte del discurso político, y de la conflictivi-dad generada en la opinión de los sectores dirigentes por los con-tenidos de la ciencia más novedosa: un escenario que desmientela tantas veces afirmada homogeneidad de convicciones progresis-tas en los sectores dominantes de la época de la formación delEstado argentino.

En definitiva, si tuviéramos que optar por una representa-ción que, a modo de conclusión, contenga la mayor parte posiblede las líneas de investigación abiertas durante este proyecto yreflejadas en los trabajos que editamos aquí, posiblemente selec-cionaríamos la intuición que nos habla de una imposición del pro-yecto político por sobre el programa científico. Quizás debiéramosinvertir el sentido expresado en el título original del proyecto, encuanto hace referencia a las implicancias de las ideas científicasen las políticas hacia el territorio pampeano-patagónico. Debemosreconocer las raíces de nuestra motivación para estudiar el temaen la clásica posición historiográfica que refiere a una supuesta“política científica” –en cuanto basada en determinaciones cientí-ficas- de los constructores del Estado argentino. Sin embargo, ter-minamos discutiendo esa hipótesis y sosteniendo precisamente locontrario: el fundamento y la inspiración política de los trabajoscientíficos de la época. La “política científica” no es más que unproducto discursivo eficaz del exitismo y la soberbia del roquismo

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de 1880, proyectado, por añadidura, hacia el pasado, a las déca-das anteriores, con el auxilio de más de una confusión, como porejemplo la de considerar que la disposición positiva del presiden-te Domingo F. Sarmiento hacia la ciencia y los científicos fue laregla y no una excepción en la historia argentina. Solamente com-prendiendo el alcance y la potencia de la iniciativa política con-quistadora de la Pampa y la Patagonia se llega a develar el senti-do de la pasión de nuestros primeros científicos por caracterizar através de sus ojos imperiales devenidos en nacionales el paisaje,los recursos y los habitantes del Sur. Es decir, a descubrir las impli-cancias de la política en los trabajos científicos sobre el espacionatural y social pampeano-patagónico.

Pedro Navarro FloriaNeuquén, abril de 2004

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Se terminó de imprimir en octubre de 2004en PubliFadecs

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