pasaje de valvanera, sevilla 1915-1930

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Planta baja y primera del Pasaje de Valvanera PASAJE DE VALVANERA Manuel Martín 1915 (- Ramón Balbuena 1930) Texto extraídos del libro: Trillo de Leyva, Juan Luis, Sevilla: La fragmentación de la Manzana. Univer- sidad de Sevilla. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Sevilla, 1991. Capítulo 9. El origen de este particular espacio parece encon- trarse en una casa con fachada a la calle San Luis, construida ocupando la periferia de la manzana en su lado más valioso, que debió ocupar una amplia superficie interior que era utilizada como corral y bodega para el almacenamiento. La antigua bodega se convirtió en 1889 en un cor- ral de vecinos, colmatando el vacío interior con- forme a la tendencia generalizada en la ciudad de construir edificios residenciales sin fachada externa y que venían produciéndose como decantación y perfeccionamiento de los primeros corrales con servicios comunitarios del siglo XVI. El corral de Valvanera es un modelo muy evolucionado, desar- rollado en altura, gracias a la incorporación de las nuevas técnicas y materiales de la nueva industria, pero manteniendo las características ocupacionales de los corrales tradicionales, es decir, la ocupación o recubrimiento de las medianeras y el acceso medi- ante una casa (casa-tapón) ya existente, que adquiere la servidumbre de permitir en planta baja la entrada al corral. En 1915 será el maestro de obras Manuel Martín el autor material de un proyecto de integración que asumiría las transformaciones anteriores, ampliando el espacio interior del corral en una calle o pasaje que no atravesaría la totalidad de la manzana hasta 1930, año en el que se produce la apertura a la calle Relator. El proyecto de M. Martín utiliza exterior- mente el lenguaje del prerregionalismo local, la dure- za de las nuevas fachadas contrastan con la sugerente imagen interior de las galerías metálicas del antiguo corral, y nos hacen dudar acerca de la calidad de la edificación, aunque la resolución tipológica y urbana del conjunto alcanza un nivel formal difícilmente repetible en operaciones de colmatación urbana de características similares. La obra la concluyó el arquitecto Ramón Balbuena. El Pasaje de Valvanera que hoy conocemos no es producto de una yuxtaposición casual, factor que pocas veces hace su aparición en las obras de arqui- tectura, sino el fruto consciente y reflexivo de una serie sucesiva de proyectos que han ido aceptando las condiciones formales ya preexistentes; acumulan- do espacios y construcciones mediante una relación telescópica que nada tiene que ver con el collage de algunas composiciones posmodernas. En Valvanera cada proyecto asume al anterior y lo integra en su propuesta estableciendo una relación lineal y muy sutil en torno a la idea del pasaje. El concepto del pasaje como tránsito ya estaba pre- sente en el proyecto del corral , en su forma alargada y geométrica, tomando su configuración definitiva en el proyecto de Manuel Martín , que acepta las

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Análisis de la evolución arquitectónica del Pasaje de Valvanera mediante extractos del libro "Trillo de Leyva, Juan Luis, Sevilla: La fragmentación de la Manzana." Incluye fotografías y planos.

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Planta baja y primera del Pasaje de Valvanera

PASAJE DE VALVANERAManuel Martín 1915 (- Ramón Balbuena 1930)

Texto extraídos del libro: Trillo de Leyva, Juan Luis, Sevilla: La fragmentación de la Manzana. Univer-sidad de Sevilla. Consejería de Obras Públicas y Transportes. Sevilla, 1991. Capítulo 9.

El origen de este particular espacio parece encon-trarse en una casa con fachada a la calle San Luis, construida ocupando la periferia de la manzana en su lado más valioso, que debió ocupar una amplia superficie interior que era utilizada como corral y bodega para el almacenamiento.

La antigua bodega se convirtió en 1889 en un cor-ral de vecinos, colmatando el vacío interior con-forme a la tendencia generalizada en la ciudad de construir edificios residenciales sin fachada externa y que venían produciéndose como decantación y perfeccionamiento de los primeros corrales con servicios comunitarios del siglo XVI. El corral de Valvanera es un modelo muy evolucionado, desar-rollado en altura, gracias a la incorporación de las nuevas técnicas y materiales de la nueva industria, pero manteniendo las características ocupacionales de los corrales tradicionales, es decir, la ocupación o recubrimiento de las medianeras y el acceso medi-ante una casa (casa-tapón) ya existente, que adquiere la servidumbre de permitir en planta baja la entrada al corral.

En 1915 será el maestro de obras Manuel Martín el autor material de un proyecto de integración que asumiría las transformaciones anteriores, ampliando el espacio interior del corral en una calle o pasaje que no atravesaría la totalidad de la manzana hasta 1930, año en el que se produce la apertura a la calle Relator. El proyecto de M. Martín utiliza exterior-mente el lenguaje del prerregionalismo local, la dure-za de las nuevas fachadas contrastan con la sugerente imagen interior de las galerías metálicas del antiguo corral, y nos hacen dudar acerca de la calidad de la edificación, aunque la resolución tipológica y urbana del conjunto alcanza un nivel formal difícilmente repetible en operaciones de colmatación urbana de características similares. La obra la concluyó el arquitecto Ramón Balbuena.

El Pasaje de Valvanera que hoy conocemos no es producto de una yuxtaposición casual, factor que pocas veces hace su aparición en las obras de arqui-tectura, sino el fruto consciente y reflexivo de una serie sucesiva de proyectos que han ido aceptando las condiciones formales ya preexistentes; acumulan-do espacios y construcciones mediante una relación telescópica que nada tiene que ver con el collage de algunas composiciones posmodernas. En Valvanera cada proyecto asume al anterior y lo integra en su propuesta estableciendo una relación lineal y muy sutil en torno a la idea del pasaje.

El concepto del pasaje como tránsito ya estaba pre-sente en el proyecto del corral , en su forma alargada y geométrica, tomando su configuración definitiva en el proyecto de Manuel Martín , que acepta las

preexistencias construidas, no sólo como presencias inevitables, sino como estímulos y guías para con-struir el nuevo proyecto, es esta humilde sumisión la que procura unidad al conjunto, explicando en sí mismo la forma en la que se construye tradicional-mente la arquitectura de Sevilla.

Al maestro de obras Manuel Martín debemos adju-dicar la complejidad actual, derivada fundamental-mente de su trazado, dimensión que nunca ha sido destacada ante la inmediatez e importancia del espa-cio de las galerías, que en muchos casos han sufrido análisis más pintorescos que arquitectónicos.

Hay que reseñar que este proyecto (el de M. Martín) no tiene el control completo del pasaje (de la conex-ión entre las dos calles) pero su intencionalidad es clara en este sentido, provocando la posterior aper-tura hacia la calle Relator en el año 1930.

Las condiciones morfológicas de la parcela y de las edificaciones existentes obligan a definir tres tipos distintos de ocupación residencial: una única crujía apoyada directamente en las medianeras y conectada por una ligera galería en las plantas altas, siguiendo los depurados modelos sevillanos de viviendas col-ectivas; una doble crujía que introduce como nove-dad un pequeño patio interior que da iluminación a todas las estancias de crujía que recoge la medianera; y por último, una compleja construcción en retícula, que resuelve con una serie de patios de luces, la pro-fundidad de la edificación. Como vemos la cualidad del espacio colectivo va acompañada de la coheren-cia en la distribución de las nuevas viviendas.

La triple balconada pone en relación edificios dife-rentes y enfrentados, adquiriendo autonomía al que-dar exenta como puentes de conexión entre ambas fachadas; así, parece existir una especialización de cada elemento, confiándosele a la galería, independi-entemente de su funcionamiento como corredor de acceso, la misión de acotar y conformar un espa-cio de corral en el interior del pasaje. Cuando las galerías, liberadas de su apoyo en el muro de facha-da, atraviesan el pasaje, se constituyen en un plano transparente equivalente a las veladuras en pintura; plano que encierra el espacio dejando escapar rayos luminosos y cuyo contraluz se encuentra reforzado por la vegetación que cuelga de las macetas que adornan las barandillas metálicas.

Entre las fachadas barrocas tardías y los epidérmi-cos tratamientos regionalistas encontramos estos edificios, hechos la mayoría por maestros de obras, que sintetizan los sedimentos de la arquitectura más popular, elevándolos a modelos cultos que hallan en su autodepuración y contención las características más esenciales. Se trata de proyectos prerregionalis-tas, que muestran una capacidad insólita para hacer compatible la problemática de la permanencia junto a la especulación con nuevas formas y espacios, las tensas y adecuadas fachadas racionalistas, unidas a la lógica de sus implantaciones, contrastan con la heterogeneidad de alzados del resto de las edificacio-nes de una ciudad tan rica en experiencias urbanas como Sevilla.