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    Participacin Comunitaria en Adolescentes, Vol. XII, N 2: Pg. 53-70. 2003

    Participacin Comunitaria en Adolescentes:Desafos Para la Promocin de la Salud*

    Community Involvement in Adolescents:Challenges for health promotion initiatives

    Daniel Daz1

    M. Loreto Martnez2

    Patricio Cumsille3

    Resumen

    El desarrollo saludable de los adolescentes se relaciona con su conducta, la cual, a suvez, est influida, por las experiencias que viven los jvenes en los contextos socialesfamiliares, escolares, y comunitarios, tanto profesionales como informales. Las polti-cas sociales para promover la salud (PS) y el bienestar de los adolescentes impulsadaspor diversos organismos pblicos (e.g., MINSAL, MINEDUC, INJUV) contemplan laparticipacin juvenil como un componente esencial para la consecucin de sus metas.

    El presente artculo analiza los aspectos centrales del enfoque de promocin de lasalud, vinculndolo con la participacin juvenil y reporta los hallazgos de un estu-dio sobre participacin comunitaria en adolescentes de las comunas de La Florida yMacul, en Santiago. Los hallazgos muestran discrepancias entre la necesidadpercibida de la participacin juvenil para la implementacin de la PS y el estadoactual de sta. Los adolescentes participan mnimamente en actividades propuestaspor instituciones formales o desarrolladas en espacios institucionales (colegio, cen-tros comunitarios, asociaciones polticas o de iglesia). Finalmente, se realiza un an-lisis crtico de las estrategias para el fortalecimiento y consolidacin de la participa-cin efectiva de los jvenes en las decisiones que les afectan e involucran, comocondicin necesaria para la promocin de la salud.

    Palabras Clave: adolescencia, promocin de la salud, participacin, polticas pblicas.

    Abstract

    Healthy adolescent development is closely related to adolescents behavior, which inturn, is influenced by the social contexts in which adolescents live their lives. Socialpolicies aimed at the promotion of health and well-being of adolescents advanced by

    * Parte de estos anlisis fueron presentados en el II Congreso Chileno de Promocin de la Salud, Santiago, Octubre 2002.Financiamiento parcial FONDECYT N 1010933 y N 1010934.1 Psiclogo, Programa de Magister en Psicologa Social Comunitaria, Pont. Universidad Catlica de [email protected] Ph.D., Psicloga, Docente Escuela de Psicologa, Pont. Universidad Catlica de Chile.3 Ph.D., Psiclogo, Docente Escuela de Psicologa, Pont. Universidad Catlica de Chile.

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    Revista de Psicologa de la Universidad de Chile

    several public offices (e.g., MINSAL, MINEDUC, INJUV) include youth participationand community involvement at its core. This paper discusses the central tenets of thehealth promotion approach and the specific role of youth participation.

    Findings from an empirical study of community involvement in youth from La Flo-rida and Macul counties in Santiago are reported. A discrepancy between perceivedneeds for youth participation and youths actual involvement in community activitiesand organizations is found. According to the results of the study, youth is onlyminimally involved in activities organized by formal and informal institutions, andin community settings such as school government, church groups, youth programs,neighborhood or political organizations. The implications of these findings for theadvancement of health and social policies that promote youth participation toadvance their own health and well-being are discussed.

    Key Words: adolescence, health promotion, participation, public policies.

    Introduccin

    Cuando se habla de Promocin de la Sa-lud (PS), se hace referencia a uno de los con-ceptos que ms fuerza ha cobrado en los lti-mos aos en el rea de la Salud Pblica. Lasrazones que se pueden esgrimir para esteauge radican en la definicin misma del con-cepto. La PS plantea un cambio fundamentalen el concepto de salud, que dejando atrs elmodelo biomdico, adopta un carcterholstico positivo que busca integrar todas lascaractersticas del bienestar humano(Restrepo & Mlaga, 2001). En esta nueva con-cepcin, la salud pblica ya no sostiene comometa nica la salud biolgica, sino que seasume un concepto de salud bio-psico-social(OMS, 1946), lo cual conlleva, a su vez, el de-safo de avanzar hacia la equidad social comoparte ntegra del nuevo enfoque.

    Antecedentes tericos

    La Carta de Ottawa (OPS, 1986) presentalos lneamientos generales para orientar eltrabajo desde la ptica de la PS: (a) la elabo-racin de una poltica pblica sana, (b) lacreacin de ambientes favorables, (c) el re-forzamiento de la accin comunitaria, (d) eldesarrollo de aptitudes personales, y (e) lareorientacin de los servicios sanitarios. En

    el presente escrito nos interesa fundamen-talmente el tercero de los puntos enuncia-dos, el refuerzo de la accin comunitaria.

    La mencionada Carta de Ottawa explica,la promocin de la salud radica en la parti-cipacin efectiva y concreta de la comuni-dad en la fijacin de prioridades, la toma dedecisiones y la elaboracin y puesta en mar-cha de estrategias de planificacin para al-canzar un mejor nivel de salud (OPS, 1986,p. 4), es decir, atribuye a la comunidad unlugar central en el desarrollo de la PS. Deigual modo, establece que el desarrollo de lacomunidad se basa en los recursos humanosy materiales con los que cuenta, los que lepermiten desarrollar independencia y redesde apoyo social a su interior, como tambincontar con estructuras flexibles que refuercenla participacin pblica y el control de lascuestiones sanitarias (OPS, op.cit.).

    En apoyo a lo anterior Restrepo y Mla-ga (2001) comentan que la participacin esun elemento central para el logro de los ob-jetivos de la PS, indicando que la participa-cin no debe ser comprendida nicamentedesde un punto de vista individual, sinocomo un proceso de la vida en comunidad,proceso en el cual el empoderamiento de lacomunidad est ligado a la participacin y ala consolidacin de las estructurasparticipativas. Segn estos autores, la PS

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    busca activar mecanismos dialgicos, crearespacios de concertacin y de negociacin,enfocndose en la creacin de concienciasobre los derechos sociales de las personas.Es decir, la participacin en la PS integra elnivel individual de vinculacin, pero va msall planteando que es en el nivel comunita-rio de relacin donde se esperan resultadospositivos para la salud bio-psico-social de laspersonas y de las comunidades.

    Las alianzas comunitarias se han conver-tido en una popular herramienta en la pro-mocin de soluciones a los problemas desalud basadas en la comunidad, tales comoel alcoholismo, tabaquismo y otros abusosde drogas (PAHO, 2002). La satisfaccin delos miembros de la comunidad en su parti-cipacin parece ser un componente crtico encomunidades que buscan proveer progra-mas de proteccin e implementar la PS.

    En esta misma lnea, la Canadian MentalHealth Association (CMHA, 1998) cita comouno de los principios del marco de referen-cia de la promocin de la salud mental elempoderamiento, la sensibilidad cultural yla responsibidad, y la construccin de la ca-pacidad comunitaria. En el plano de las es-trategias, propone el fortalecimiento de laaccin comunitaria y la creacin de ambien-tes apoyadores, que busquen componer unared social amplia que refuerce las responsa-bilidades individuales y colectivas. Comoseala la Organizacin Panamericana de laSalud (PAHO, 2002) el foco de la PS se mue-ve desde el nivel individual hacia las orga-nizaciones, las comunidades, y al campo delas polticas pblicas. Esta PS basada en lacomunidad enfatiza la participacin, dirigi-da al empoderamiento de sus miembros,para que se hagan cargo de las inequidadese incrementen el control sobre su salud. Enel mbito particular de la juventud, las Na-ciones Unidas mencionan la participacin delos jvenes en el desarrollo de polticas y pla-nes sociales como central para su xito en eldesarrollo social (Ministerio de Justicia MIDEPLAN, 1994).

    Como se ha visto, la PS integra la partici-pacin como un componente estratgico fun-damental. Ante esto cabra suponer que exis-te un desarrollo cientfico que subyace yorienta tcnicamente los diseos, especificalos componentes y determina campos parala evaluacin de intervenciones en PS. Sinembargo, en atencin a la literatura revisa-da, se constata que no existen definicionesclaras que permitan describir, diagnosticar,disear y evaluar de modo especfico las in-tervenciones hechas en el modelo de la PS.Esta situacin genera un escenario comple-jo para la implementacin de intervencionese investigaciones en PS, pues no hay dispo-nibles herramientas prcticas y mapeos con-ceptuales precisos que permitan visualizarel proceso de la promocin de la salud, y losdiversos componentes empricos que se de-rivan de esta conceptualizacin, los cualeshabrn de posibilitar considerar la PS comouna estrategia completa. Junto con esto, tam-poco estn disponibles desarrollos concep-tuales y operacionales que describan el modoen que la participacin se integra en la PScomo componente central.

    Planteamiento del problema y objetivos

    Segn constata el ltimo Censo Nacionalde Poblacin y Vivienda (INE, 2003) hay1.280.089 jvenes cuyas edades fluctan en-tre 15 y 19 aos, esto es un 8,5% de la pobla-cin nacional. Un grupo cuya relevancia so-cial es evidente no tan solo por la cifra, sinoque tambin por la constatacin que sernellos quienes formen el Chile del maana. Poresto la sociedad debe ocuparse de or sus de-mandas y abordar sus problemticas con po-lticas y programas que disminuyan las pro-babilidades que emerjan conductas que pon-gan en riesgo su desarrollo, y tambin por-que parte de los riesgos a su salud soncomportamentales, los que pueden tener con-secuencias sociales importantes, situacin quelos instala como un grupo etareo con granpresencia en los medios y la opinin pblica.

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    A partir de los aos 90, poca en el cualChile ratifica la Convencin Internacional delos Derechos del Nio4 , se ha dado un pro-gresivo avance en la concepcin de la infan-cia y la adolescencia, lo que lleva a la imple-mentacin de estrategias de intervencinorientadas hacia el desarrollo positivo de losadolescentes (Larson, 2000), alejndose de latendencia a focalizar la intervencin en lacorreccin o coercin (Bilbao & Soto, 2001),riesgo muy presente cuando se trata de ju-ventudes de sectores populares. En tal sen-tido diversas entidades pblicas (e.g.,Minsal,Mineduc, Injuv, Fosis), y privadas (e.g., PazCiudadana, ONG Juan Diego, Caritas, Fasic)(Jaramillo, 1998), han llevado a cabo iniciati-vas dirigidas a las juventudes de sectores po-pulares que dan cuenta de los principios ge-nerales de la PS, en gran parte de las cuales latemtica de la participacin est integrada.

    En la psicologa comunitaria la concep-tualizacin de participacin ha sido un per-manente foco de discusin (Erikson, 1950;Florin & Wamdersman, 1988; Gento, 1994;Prestby, Wandersman, Florin, Rich & Chavis,1990; Rappaport, 1981; Velsquez &Martnez, 2003; Zimmerman & Rappaport,1998), debate en el que el eje es la determi-nacin de qu es la participacin, sus com-ponentes, la significacin individual de lavinculacin con otros, la existencia de dife-rencias de gnero, entre otros aspectos tam-bin referidos a la conceptualizacin de laparticipacin. Al observar el estado actualdel conocimiento y desarrollo en la promo-cin de la salud, se hace visible que tampo-co este campo puede aportar claridad res-pecto de las caractersticas o componentesde la participacin conducentes a la PS. Esteasunto es esencial si se consideran los diver-sos organismos que estn llevando adelanteestrategias de intervencin en cuyasformulaciones la PS ocupa un lugar central,y la participacin es explicitada como uncomponente de estos planes. Resulta obvio

    concluir que la falta de claridad conceptualderiva en dificultades y limitaciones centra-les para el diseo, la implementacin y laevaluacin de intervenciones en salud. Enun documento del Ministerio de Planifica-cin y Cooperacin (MIDEPLAN, 2001c) seindica que es necesario actualizar el con-cepto de participacin, (), de manera desuperar la rutinizacin en la que ha cadoprogresivamente su incorporacin nominalen el diseo de las intervenciones sociales(pp. 48). Entre las iniciativas gubernamen-tales actualmente en curso que integran la PScomo uno de sus componentes est la Polti-ca Nacional y Plan de Accin Integrado a Fa-vor de la Infancia y la Adolescencia 2001 2010 (Ministerio de Planificacin Nacional,2001), el Programa Nacional de Salud delAdolescente del Ministerio de Salud (Minis-terio de Salud, 2002) y la Estrategia NacionalSobre Drogas 2003-2008 (CONACE, 2003).

    En contraste con la puesta en prctica deestas iniciativas, la literatura en promocinde la salud en jvenes carece de claridad con-ceptual en trminos tcnicos y cientficos,que sea utilizable por los diseadores depolticas pblicas de salud o intervencionessocio comunitarias, lo cual lleva a que cadaequipo de trabajo a cargo de las estrategiasy polticas deba definir el trmino partici-pacin considerando la estrategia particu-lar que llevar a cabo. En los documentosiniciales de la PS (i.e., Carta de Ottawa, OPS,1986; Declaracin de Yakarta, WHO, 1997)se encuentran mltiples declaraciones deintenciones y/o principios fundamentalespara la PS, pero que no van acompaadasde definiciones operacionales de stos, lo quedificulta la posibilidad de disear, progra-mar y evaluar propuestas concretas basadasen estos principios. Dada la inexistencia deuna definicin operacional clara de Promo-cin de la Salud resulta comprensible que secarezca tambin de claridad respecto al tr-mino participacin, dentro de la PS.

    4 La Convencin Internacional de los Derechos del Nio fue ratificada por Chile en 1989.

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    Dentro de este contexto, el presente estu-dio analiza empricamente la discrepanciaque surge al contrastar componentes teri-cos de algunas polticas pblicas en el reade juventud, y datos de la situacin actualde la participacin juvenil en sectoressocioeconmicos populares y medios, en elmarco general de la Promocin de la Salud.

    Definicin de Participacin

    Desde la perspectiva de la psicologa so-cial comunitaria, Gyarmati (1987), definela participacin como la capacidad real yefectiva del individuo o de un grupo de to-mar decisiones sobre asuntos que directa oindirectamente afectan su vida y sus activi-dades en la sociedad (pp. 235). Por su par-te, Didier (1987) define la participacin so-cial como la intervencin en acciones colec-tivas provistas de un grado relativamenteimportante de organizacin y orientadas poruna decisin colectiva ms o menos perma-nente. Las dos ltimas perspectivas enfatizanla toma de decisiones como componente cen-tral de la participacin. En definitiva, y deforma ms bien amplia, la participacin pue-de ser vista como la intervencin de perso-nas o grupos en la discusin y toma de deci-siones, compartiendo para ello trabajos es-pecficos, lo que implica asumir parte del po-der o del ejercicio del mismo (Gento, 1994).

    Para este anlisis proponemos una com-prensin de la participacin juvenil que in-tegra cinco componentes: vinculacin acti-va a grupos institucionalizados de ayudasocial o participacin poltica, evaluacin delbarrio, metas Pro Sociales, evaluacin de laComunidad Educativa, y percepcin delabordaje institucional. La consideracin deestos cinco aspectos obedece a una lnea depensamiento para comprender los procesosy contextos de desarrollo de los adolescen-tes. Desde esta mirada el desarrollo de losjvenes ocurre en entornos o contextos (p.e.,la escuela, el barrio, la familia) cuya ecologainfluye promoviendo o dificultando su cre-

    cimiento, una perspectiva contextual desdela cual el desarrollo humano nicamente escomprensible en consideracin de su entor-no social (Bronfenbrenner, 1979). De estemodo, los datos permiten identificar cincoespacios cuya consideracin podra permi-tirnos avanzar en la visualizacin y evalua-cin de la participacin de los jvenes. Estapropuesta, planteada para el presente anli-sis, puede ser un punto de partida para con-tinuar en el trabajo de elaboracin de defini-ciones ms permanentes.

    Propuesta

    Nuestra definicin del problema integraaspectos que tradicionalmente han sido esti-mados como indicadores de participacin, demanera que se puede esperar que sean ndicessimilares a estos lo que subyacen a los diseosde polticas pblicas que integran PS, de modotal que se posibilita discutir la factibilidad deimplementacin de la PS en jvenes a la luz delos datos aqu presentados.

    El proceso de desarrollo de los jvenesocurre en un contexto fsico y social deter-minado, dentro del cual los jvenesinteractan permanentemente. Uno de esosmodos es la participacin en grupos organi-zados, ya sea de ndole pro-social o poltico,actividades que van ms all del currculoexplcito al que estn sujetos en el sistemaeducativo, desarrollndose en espacios p-blicos como plazas, centros comunitarios orecintos deportivos. Esta diversidad de ac-ciones le permite a los jvenes desplegar susintereses y tambin adquirir habilidades quepueden llegar a ser significativas para suproceso de desarrollo futuro. Es por esto queuna primera rea considerada es la de la vin-culacin activa que desarrollan los jvenescon grupos institucionalizados de ayuda so-cial o accin poltica.

    La evaluacin que hacen los muchachosde su barrio como contexto inmediato resul-ta relevante por ser all en donde tiene lugar

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    sus primeras prcticas sociales, de modo queestas experiencias sern significativas al mo-mento en que el campo de relaciones signi-ficativas se ample hacia el exterior de estacomunidad inicial. El modo en que percibanel estilo de relacin de la comunidad, los pa-trones de comunicacin, los valores compar-tidos, compondrn una socializacin quemoldear de uno u otro modo su propia vin-culacin con la comunidad. La segunda reaconsiderada en este estudio corresponde pre-cisamente a la evaluacin que hacen los j-venes de su barrio.

    Uno de los marcadores del desarrollo ymeta que se espera est lograda por cadajven al culminar su adolescencia, es la con-figuracin de un plan de vida, una defini-cin que implica establecer algn tipo demetas en los mbitos vocacional, laboral,personal; objetivos en virtud de los cualeslos adolescentes organizaran sus acciones ycomportamientos actuales y futuros(Flanagan, Bowes, Jonson, Csapo &Shevlanova, 2000; Nurmi, 1993). Entre losjvenes estudiados se indag la presencia demetas de tipo pro-social, de ayuda a otros, ode responsabilidad social. Una tercera reacorresponde a indagar la presencia de me-tas pro-sociales en los jvenes.

    En atencin a las caractersticas de lamuestra, es relevante considerar datos refe-ridos a la percepcin que tienen los jvenesacerca de la relacin con sus padres, sus com-paeros, sus profesores, y su establecimien-to educacional, escuela o liceo, por cuantotodos ellos componen la comunidad educa-tiva, en la que transcurre una parte impor-tante de la vida de los adolescentes. Es anms importante si se considera que la escue-la es el segundo mbito de socializacin, yel primero fuera de la familia, de manera quees tambin un espacio privilegiado para de-sarrollar habilidades de relacin, moldearestilos de comportamiento saludable, y prac-ticar comportamientos de responsabilidadcon el autocuidado. As mismo, el modo enque el centro educativo reaccione, estructu-

    ra y transmite mensajes relevantes referidosa la vida cvica, la convivencia social, la co-municacin, y otros aspectos (Flanagan &Faison, 2001). La cuarta rea consideradapara este anlisis es, precisamente, la eva-luacin que los jvenes efectan de su co-munidad educativa.

    Multiplicidad de instituciones llevan ade-lante intervenciones con juventudes popu-lares, instituciones que dedican recursossignificativos a financiar el desarrollo de ac-tividades o programas. Por lo anterior pare-ce relevante considerar la visin que tienenstos jvenes de las intervenciones y activi-dades que a ellos dedican. En este estudio,se analizan cualitativamente los contenidosde las percepciones que tienen los jveneshacia las intervenciones e instituciones quedirigen a ellos sus actividades.

    En resumen, los cinco mbitos que se des-cribirn en este estudio son:

    1. Vinculacin activa a grupos instituciona-lizados de ayuda social o participacinpoltica.

    2. Evaluacin del barrio.

    3. Metas Pro Sociales.

    4. Evaluacin de la Comunidad Educativa.

    5. Percepcin del abordaje institucional.

    Mtodo

    Participantes

    Este anlisis presenta datos de 2871 esco-lares de nivel bsico y medio, 1526 mujeres(53,2%) y 1340 hombres (46,7%), de las co-munas de La Florida y Macul, en la ReginMetropolitana de Santiago, quienes, al mo-mento de ser encuestados, cursan 6 bsico(5,4%), 7 bsico (12,1%), 8 bsico (13,8%),1 medio (23,4%), 2 medio (21,1%), 3 me-dio (12,2%) y 4 medio (12%), en colegios

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    municipales (62,5%), particulares subvencio-nados (21,7%) y particulares no subvencio-nados (15,8%). Sus edades fluctan entre los10 y los 21 aos, concentrndose la mayoraentre los 14 y los 18 aos (72,2%).

    Segn el ltimo Censo, la comuna de LaFlorida es la segunda ms grande de la Re-gin Metropolitana, con una poblacin de365.674 habitantes, mientras que Maculcuenta con 112.535 habitantes, sumadas am-bas comunas representan el 7,9% de la po-blacin total de la Regin Metropolitana(INE, 2003).

    Procedimiento

    La fase cuantitativa consisti en que losestudiantes contestaron voluntariamenteuna encuesta en su sala de clases, adminis-trada por psiclogos y estudiantes de psico-loga de los ltimos aos de la Escuela dePsicologa de la P. Universidad Catlica deChile. Las respuestas aqu informadas fue-ron contestadas en el contexto de una eva-luacin ms extensa del desarrollo adoles-cente como parte de un estudio longitudinal.La evaluacin se realiz entre octubre y no-

    viembre de 2001. Luego de la tabulacin delos datos, se efectu el anlisis descriptivocon el paquete estadstico SPSS 10. La en-cuesta era contestada en el mismo cuaderni-llo, y consideraba consultas referidas a rela-cin con sus pares, con su familia, con el co-legio, las metas y planes a futuro, la capaci-dad de tomar decisiones, las actividades rea-lizadas durante el tiempo libre, la participa-cin en grupos u organizaciones de la comu-nidad, y el uso de alcohol y otras sustancias.

    La fase cualitativa consisti en un diag-nstico comunitario efectuado por el equi-po de investigacin, que integr entrevistassemi estructuradas a jvenes e informantesclaves de instituciones que trabajan con j-venes, por ejemplo, reparticiones municipa-les dirigidas a la juventud o vinculadas altema. Y tambin a lderes comunitarios j-venes, de centros de alumnos, grupos musi-cales, entre otros. Las entrevistas fueron so-metidas a codificacin abierta y axial paraobtener y organizar los contenidos ms re-levantes de cada una de ellas. Posteriormenteestos datos fueron discutidos con un grupode profesionales que trabajan en la comuna,quienes confirmaron los hallazgos emanadosde este diagnstico.

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    Revista de Psicologa de la Universidad de Chile

    Nota: todas las cifras representan porcentajes.

    Tabla 1Vinculacin activa a grupos institucionalizados de ayuda

    social o participacin poltica

    Resultados

    Las respuestas de los jvenes indican queparticipan mnimamente en actividades or-ganizadas y/o institucionalizadas. En lasactividades de tipo pro - social, el 41,5% delos jvenes reporta nunca haber visitado oayudado a personas enfermas, porcentaje

    41,5 39,1 12,8 6,6

    51,7 29,4 10,6 8,3

    52,6 31,6 9,2 6,6

    68,4 19,0 7,1 9,2

    50,6 31,4 9,8 8,1

    73,7 18,3 4,0 4,0

    50,6 18,7 7,4 23,3

    91,9 4,8 1,2 2,1

    1-2 veces en 3-5 veces en 6 o msActividad Nunca los ltimos los ltimos veces

    6 meses 6 meses

    Visitar o ayudar a personasenfermas.

    Visitar o ayudar a gente pobre.

    Participar o ayudar en unainstitucin de caridad.

    Liderar o ayudar en un club ogrupo.

    Voluntario en colegio.

    Ayudar en alguna institucinque se preocupe del MedioAmbiente.

    Participar en grupos de iglesia.

    Participar en algn grupo uorganizacin poltica.

    1. Vinculacin activa a gruposinstitucionalizados de ayuda social oparticipacin poltica

    que aumenta a 52,6% al consultarles por suparticipacin o ayuda en instituciones decaridad. En la vinculacin con algn grupou organizacin poltica el 91,9% reporta nun-ca haber participado.

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    De los datos se desprende que los jvenesefectan una evaluacin negativa en aspec-tos como la confianza en personas de su ba-rrio, la relacin entre los vecinos, o la existen-cia de valores en comn en su barrio. En al-gunos puntos, por ejemplo en la relacin en-tre las personas de su barrio y los valores deestas personas, la tendencia central de los j-venes posiblemente indica que, o no han de-sarrollado una posicin definida respecto de

    Nota: todas las cifras representan porcentajes.

    Tabla 2Evaluacin del barrio

    12,3 19,2 38,9 13,2 16,4

    6,8 15,0 35,1 21,9 21,2

    6,6 15,4 35,5 16,9 25,6

    8,0 12,8 43,4 22,0 13,8

    7,7 11,2 46,5 20,0 14,5

    Frase Muy de De acuerdo Ni acuerdo ni En desacuerdo Muy enacuerdo en desacuerdo desacuerdo

    Las personas de este barrio estndispuestas a ayudar a los vecinos.

    La gente de mi barrio es unida.

    Se puede confiar en la gente deeste barrio.

    La personas de este barrio no sellevan bien entre si.

    Las personas de este barrio notienen valores en comn.

    2. Evaluacin del barrio

    este punto, o que ste les resulta indiferente.De cualquier modo cabe destacar algunas ci-fras en relacin a la falta de cohesin socialque perciben en sus barrios. El 42,5% que in-dica estar en desacuerdo o muy en desacuer-do con que se pueda confiar en la gente de subarrio, tendencia similar manifestada por el43,1% de los jvenes en la consulta referida asi la gente de su barrio es unida.

    Participacin Comunitaria en Adolescentes, Vol. XII, N 2: Pg. 53-70. 2003

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    Revista de Psicologa de la Universidad de Chile

    Como muestra la Tabla n 3, los jvenesmostraron una mayor dispersin en torno aestos valores. Solamente la meta de conser-var el planeta tierra suscita la adhesin ma-yoritaria de parte de los jvenes. Otros valo-res nacionales como servir a mi pas noelicitan mayor preferencia en las priorida-des de los jvenes. Por ejemplo, el 30,3% lo

    Nota: todas las cifras representan porcentajes.

    Tabla 3Metas pro sociales

    26,7 36,7 31,0 5,6

    30,3 36,2 28,8 4,7

    36,8 34,2 22,6 6,4

    18,6 29,2 30,3 21,8

    20,9 33,8 32,9 12,4

    Metas Muy importante Importante Algo importante No es importante

    Ayudar a la gente pobre.

    Ayudar a discapacitados oancianos pobres.

    Conservar el planeta tierra.

    Servir a mi pas.

    Ayudar a mi comunidad.

    3. Metas pro sociales

    estim de poca importancia, en tanto que el21,8% manifest que no es importante. Unasituacin similar se observa al considerar quesolamente el 32,9% de los encuestados dijoque ayudar a su comunidad era algo impor-tante, en tanto que el 12,4% manifest queno es importante hacerlo.

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    Nota: todas las cifras representan porcentajes.

    Tabla 4Evaluacin de la comunidad educativa

    19,9 27,6 32,0 8,9 10,7

    19,3 31,7 25,9 11,1 11,1

    20,4 28,6 25,6 13,5 10,8

    13,4 25,1 34,8 13,8 12,0

    20,1 31,4 29,5 10,0 8,1

    Muy de De acuerdo Ni acuerdo ni En desacuerdo Muy enacuerdo en desacuerdo desacuerdo

    Los profesores esperan que losestudiantes se escuchen unosa otros.

    Los profesores escuchan lasideas de los estudiantes.

    Los profesores no permitenque los estudiantes se burlende otros.

    A los profesores les importacada estudiante.

    Los profesores enfatizan lasuperacin y el esfuerzopersonal de los estudiantes.

    Clima escolar

    En nuestro colegio...

    7,5 19,0 37,7 21,7 13.2

    13,6 25,0 35,2 15,3 9,9

    8,6 15,3 41,1 17,3 16,8

    A los estudiantes les importanlos otros alumnos, anaquellos que no conocen bien.

    Los estudiantes sienten queson parte importante de l.

    Los jvenes se sientenorgullosos de ser parte de l.

    En este punto tambin se puede constataruna concentracin de opiniones no definidasni de acuerdo ni de desacuerdo, en dondenuevamente queda la incgnita de si se tratade personas que no tienen una opinin for-mada o cuya opcin es de indiferencia hacialos tpicos consultados. Pero al excluir la co-lumna central del anlisis, aparecen concen-traciones de respuestas interesantes. Por ejem-plo, el 25,8% de los jvenes percibe que a losprofesores no les importa cada estudiante, yun 34,9% de los jvenes opina que a los estu-diantes no les importan los otros alumnos.Resulta importante en este punto consignarque esta percepcin puede tener consecuen-

    4. Evaluacin de la comunidad educativa

    cias en el clima social escolar, por cuanto de-termina antecedentes afectivos que podrandificultar el proceso de enseanza- aprendi-zaje y el desarrollo social del joven (Arancibia,Herrera & Strasser, 1997). El 25,2% de los es-tudiantes manifiesta no sentirse parte impor-tante de su colegio y el 34,1% no se sientenorgullosos de ser parte de l. Estas opinionesrepercuten directamente en la posibilidad dedesarrollo de las comunidades educativas,puesto que el proceso de trabajo conjunto re-quiere que los jvenes desarrollen sentido depertenencia, que sientan que son parte impor-tante de la institucin escolar (Arancibia,Herrera & Strasser, 1997).

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    5 Percepcin del abordaje institucional

    Los jvenes manifiestan que habra unaforma de construir polticas pblicas desdela sola experticia, particularmente de partedel municipio y de las instituciones educati-vas, adems reportan la existencia de buro-cracia y sectorializacin, situacin que difi-culta la intersectorialidad necesaria para eltrabajo integral con los jvenes. Conjunta-mente las instituciones mostraran una bajaflexibilidad a modos, estilos y canales decomunicacin propios de las juventudes, si-tundose como instituciones de adultos, cu-yos representantes manifiestan desconfian-za en el liderazgo juvenil. De esta manera sepierden oportunidades para la contribucinsocial de los jvenes, al tiempo que se man-tiene la distancia intergeneracional.

    Los centros educativos como espacios detrabajo con jvenes, por su parte, se centra-ran en el curriculum tradicional, siendo in-capaces de reconocer la creacin autnomade espacios juveniles de participacin comomarcadores de rendimiento educativo. Enopinin de los jvenes entrevistados, las ins-tituciones educativas nicamente estarandispuestas a acoger centros de alumnos, sintolerar otros tipos de organizaciones, talescomo grupos musicales y asociaciones pol-ticas. Complementariamente, existe la per-cepcin de que algunas organizaciones ju-veniles (i.e., Federacin de Estudiantes Se-cundarios) seran objeto de instrumentaliza-cin, particularmente de tipo poltica, lo queresta credibilidad a estas organizaciones paralos dems jvenes.

    Por otra parte, existe la percepcin que losespacios pblicos no estaran disponibles paralos jvenes, y cuando lo estn hay un enormegrado de estigmatizacin y prejuicio. En estepunto en particular, la crtica se dirige a losorganismos municipales encargados de ad-ministrar los espacios pblicos y la seguridadciudadana, los que se perciben como ejercien-do un cierto tipo de persecucin hacia los j-venes. Los jvenes manifiestan que la princi-

    pal excusa para estas prcticas es la seguri-dad ciudadana y la mantencin del ordenpblico. En ocasiones son las propias juntasde vecinos las que no facilitan sus instalacio-nes, puesto que existira temor a que esos es-pacios sean daados.

    Estas situaciones dan cuenta del grado deestigmatizacin que existe hacia ciertos gru-pos juveniles, en particular aquellos queadoptan modos particulares de vestir y re-lacionarse. Adems, se manifiestan gradosimportantes de desconfianza en el lideraz-go juvenil. Todas estas situaciones acabanpor socavar la posibilidad de que los jve-nes dispongan de sitios de reunin adecua-dos, que dispongan de la infraestructuranecesaria, de la seguridad pertinente y ge-nera un marginalizacin de sus espacios dereunin y participacin.

    Discusin

    Los antecedentes reportados trazan unescenario complejo para discutir la partici-pacin juvenil como componente de la pro-mocin de la salud.

    Tomando en consideracin las definicio-nes habituales de la participacin de los jve-nes, no queda ms que concluir que los jve-nes no presentaran los tipos ms habitualesde participacin (e.g., la vinculacin con ins-tituciones locales y comunitarias), que sonreconocidas en trminos de fomentar su sa-lud, su bienestar psicosocial y el de su comu-nidad. Adems, puede colegirse que estosbajos indicadores de participacin no tendranposibilidad de revertirse dadas las evaluacio-nes que efectan los jvenes de los espaciosen los que sera posible participar, lo cual noslleva a la constatacin que los jvenes no es-taran adquiriendo las habilidades de convi-vencia comunitaria y participacin cvica ne-cesarias para su vinculacin efectiva con elmedio, y para contribuir cualitativamente asu bienestar y el de sus comunidades.

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    Los resultados reportados aqu resultanconsistentes con los de la Encuesta CASEN2000 (MIDEPLAN, 2001b), en cunto a quela poblacin joven, menor de 30 aos, mani-fiesta un porcentaje de participacin que lle-ga a un 25,1%, porcentaje que presenta sunivel ms bajo en el tramo de edad entre 18y 24 aos, donde llega a 23,7% (el ms bajode todos los tramos de edad), mientras queen el tramo de 15 a 17 aos es de 27,4%.

    En este sentido cobra relevancia discutirlas consecuencias psicolgicas que tiene estasituacin de desafeccin o virtual aislamien-to, en la cual los jvenes llegaran a gestio-nar sus propios espacios de participacin,pertenencia y significacin, eventualidadque desembocara en la generacin de gru-pos juveniles muy fuertes internamente,pero resistentes, ajenos y hasta contrarios almedio externo. Estas visiones constituiranla base de una actitud distante hacia las ins-tancias de gobierno local.

    Si conceptualizamos la participacin comu-nitaria como un indicador de la actitud cvicade las personas, podemos decir que estos ha-llazgos son consistentes con los de Haye (1997)en trminos de la disminucin de la participa-cin poltica institucionalizada, la cual serauna manifestacin de predisposiciones subje-tivas referidas al mundo poltico. En el mismosentido deben considerarse las conclusiones deManzi, Gonzlez y Haye (1997), quienes en unestudio respecto del mundo poltico de niosy jvenes en Chile, informan que, puestos enperspectiva de desarrollo, los jvenes llegan atener evaluaciones negativas y crticas frente alos objetos del mundo poltico, relacionadoscon un distanciamiento de los mismos. Anteesta situacin percibida de exclusin los jve-nes adoptaran aquello que Haye (1997) deno-mina identidad under, una identidad nega-tiva que ha internalizado la discriminacin yel prejuicio del que son objeto, adoptando ac-titudes con sesgo endogrupal tales como la ves-timenta, los gustos musicales, tipos particula-res de pensamiento y tambin consumo desustancias.

    Los resultados aqu presentados son tam-bin consistentes con las conclusiones de losCabildos Culturales Estudiantiles (Ministe-rio de Educacin, 2001), en donde los jve-nes explican la inexistencia de desarrollocultural en su establecimiento por no habermotivacin de los alumnos (24%), comple-mentado con la carencia de motivacin, apo-yo o gua de parte de directivos o docentes(36%) y tambin la falta de libertad de ex-presin y/o participacin de los jvenes enplanes o propuestas curriculares.

    Una de las preguntas fundamentales quees necesario abordar, es si an resulta facti-ble desarrollar e implementar programas depromocin de la salud con jvenes que sebasan en la participacin, considerando losbajos ndices de participacin comunitaria destos. Un abordaje directo de la pregunta nosentregara una evidente negativa a esta po-sibilidad, y devolvera el recorrido a estadiosms primigenios de constitucin de redescomunitarias, de gestin de apoyo social, degeneracin de confianzas colectivas, en fin,de creacin del escenario en el cual la pro-mocin de la salud como ideario primariode abordaje sanitario se torna realista. Y eneste sentido, la tarea queda en manos de psi-clogos comunitarios, de animadores comu-nitarios, directores y funcionarios de centrosde salud familiar-comunitaria, de las juntasde vecinos, de las direcciones municipalesde desarrollo comunitario, observando lagestin de salud desde la ptica de la pro-mocin de la salud como un marcador delogro de desarrollo comunitario, ms quecomo un componente del proceso, el cualhabra de integrar elementos ms bsicos, taly como ya se mencion. De cualquier modo,cabe concluir, respecto de este punto, que laPS en jvenes, con su componente de parti-cipacin, resulta difcil de implementar enla medida que no se expliciten definicionesoperacionales que faciliten su abordaje, paraavanzar en la comprensin del fenmeno. Elestado actual no obsta a que efectivamentese estn llevando a cabo programas de PS

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    en jvenes actualmente en nuestro pas, si-tuacin que demanda la evaluacin de laefectividad de sus componentes, y que re-sulta preocupante tambin en atencin a lacantidad de recursos que se dedican a ellosin que exista el soporte cientfico-tcnicoque avale su efectividad.

    El sombro panorama antes descrito noes el nico modo de abordar la pregunta cen-tral de la factibilidad de implementar PS conla baja participacin reportada, pues unasegunda va de anlisis emerge al detener-nos en la palabra participacin.

    Iniciamos este artculo mencionando queuna de las dificultades para abordar la pre-sente temtica fue la inexistencia de defini-ciones claras y de consenso de lo que enten-deramos por participacin en el marco dela PS, inespecificidad que a su vez es subsi-diaria de la poca claridad tcnico-terica delo que se comprender como Promocin dela Salud. Quizs una tarea primordial, ante-rior a este tipo de diagnsticos, sea actuali-zar los modos en los cuales los profesiona-les del rea de las ciencias sociales estamosconceptualizando la participacin comuni-taria, a travs de preguntarnos si nuestrosparadigmas logran dar cuenta cabal de losmodos en que las personas y grupos de per-sonas se estn vinculando actualmente. Talvez estemos considerando espacios desdenicamente la perspectiva adulta, no captu-rando otros que son ms vigentes para lo j-venes de nuestras comunidades. En esta l-nea, los Cabildos Culturales Estudiantiles(Ministerio de Educacin, 2001) reportan quepareciera que las manifestaciones artsticasy culturales () en el liceo, son impulsadasdesde el mbito de las actividades extra-curriculares, de libre eleccin o de respon-sabilidad estudiantil (pp. 22). Coincidente-mente, el Instituto Nacional de la juventud(INJUV, 1999) menciona como una de lasposibles razones para comprender los pro-blemas de interaccin de los jvenes en laescuela, la poca incorporacin de la culturajuvenil en los centros educativos.

    Quizs la localizacin territorial, con per-tenencia temporalmente abierta, en la cualpodemos y debemos satisfacer nuestras ne-cesidades, ya no sean los referentes a travsde los cuales debamos referirnos al nombraruna comunidad (Krause, 2001), por lo cualuna revisin epistemolgica ya no es un re-quisito peridico, sino permanente. Quizluego de un anlisis detenido de este tpico,surja evidencia que muestre que los jvenesefectivamente participan y mucho, pero quelo hacen en espacios y de modos de cuyaexistencia no se tiene referencia clara. En estocabe sospechar que los cientistas socialeshemos sido negligentes respecto de desarro-llar tcnicas diagnsticas efectivas, y lo sufi-cientemente sensibles para visualizar los mo-vimientos sociales que imponen (o sugieren)mutaciones en el modo en que discurre elfenmeno comunitario y social. Lo cual nosimpone la limitacin, no menor, de estar cie-gos a los referentes que actualmente defineny moldean la vinculacin y la participacinsocial comunitaria.

    Uno de los aspectos que llama la atencinde los resultados reportados dice relacin poruna aparente disonancia entre los valores quelos jvenes explicitan y sus prcticas. En laexploracin de la presencia de metas de tipopro social, motivaciones como ayudar a lagente pobre y a discapacitados o ancianospobres fue mencionado por porcentajes rele-vantes como importantes o muy importan-tes, pero al observar las actividades que re-portan efectuar, no aparece este tipo de acti-vidades. Esta contradiccin puede ser sloaparente si se consideran estos puntos enperspectiva de desarrollo, pues el que exis-tan motivaciones por efectuar acciones ten-dientes a, por ejemplo, mayor justicia social,esto no implicar una accin inmediata, sinoque en el desarrollo del joven este tipo de prin-cipios estara presente, y podra visualizarsela futura actualizacin en forma de accionesconcretas. Cabe tambin especular que talvezla participacin de los jvenes ocurre a nivelindividual, de modo que se vinculan con gru-

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    pos o instituciones, pero no llega a configu-rarse una participacin desde el colectivo,sino desde la individualidad.

    Orientaciones para futuros estudios

    Todas las condiciones descritas estribandesafos no menores para los psiclogos so-ciales, comunitarios, de la salud, y aun clni-cos, que desarrollan sus labores hacia jve-nes desde instituciones, pues les cabria eldesafo de crear espacios en donde se de ca-bida a los jvenes del modo en que ellospueden y deseen hacerlo, siendo sensibles alas caractersticas que la investigacin endesarrollo humano aporta hacia la compren-sin de esta fase etarea, enfatizando que losespacios pblicos deben ser inclusivos detoda la juventud (Burt, 1996; Flanagan &Faison, 2001). Una de las principales deman-das de parte de los jvenes hacia el liceo y laeducacin que reportan los Cabildos Cultu-rales Estudiantiles (Ministerio de Educacin,2001), es por una mayor libertad expresivay participacin de los alumnos ()[media-da por] una mejor relacin y comprensinde sus necesidades y aspiraciones por partede directivos y docentes (pp. 32), los estu-diantes echan de menos un clima de mayordemocracia interna, dentro del cual puedanmanifestarse adecuadamente iniciativas decultura y de expresin juvenil (pp. 51).

    Bilbao y Soto (2001) aportan un elementoque resulta central al momento de plantearpolticas pblicas para los jvenes, tal es lafalta de acuerdo en la definicin respecto delo que entenderemos como infancia-adoles-cencia entre organismos pblicos que esta-blecen iniciativas de trabajo con jvenes5.Quizs este sea uno de los pasos iniciales fun-damentales que deber resolver la Poltica

    Nacional y Plan de Accin Integrado a Favorde la Infancia y la Adolescencia 20012010propuesta por un equipo interministerial co-ordinado por el MIDEPLAN.

    Otro de los desafos que se enfrentan dicerelacin con el estigma social con el que car-gan muchos jvenes y grupos de adolescen-tes, tal y como ellos mismos mencionan en elapartado sobre la percepcin que los jvenestienen respecto del abordaje institucional. Estasituacin tiene una directa relacin con laubicacin de este grupo etareo como eje en ladiscusin de temticas con tanta saliencia so-cial como la delincuencia, las adicciones adrogas o la sexualidad (Bilbao & Soto, 2001;Guzmn de Luigi & Ramos, 2000; Helsper &Manzi, 2003; Moore & Halle, 2000). Resultaesencial reflexionar en los efectos que estasactitudes tienen sobre el diseo de las inicia-tivas dirigidas a jvenes, particularmentecuando consideran ms centralmente aspec-tos de sancin o control social. Caben aqulas sugerencias respecto de visualizar cundiferente resulta implementar iniciativas deltipo tolerancia cero respecto de polticasdirigidas a la educacin de la tolerancia(Flanagan & Faison, 2001).

    Asimismo, se constata la carencia de da-tos referidos a desarrollo positivo de los ado-lescentes, que contrasta con el enorme volu-men de datos que dan cuantas de conductasde riesgo, lo cual parece ser una extensinde la focalizacin en las carencias de muchosprogramas de intervencin social con jve-nes (Bilbao & Soto, 2001). Este aspecto plan-tea un rea que exige dedicacin financierade parte de los gobiernos en trminos deapoyar desarrollos terico-tcnicos por par-te de los cientficos que trabajan el desarro-llo adolescente. Resulta significativo mencio-

    5 Para el Ministerio de Salud son aquellos cuya edad flucta entre los 10 y los 19 aos, el Ministerio de PlanificacinNacional presenta anlisis para la infancia, es decir menores de 18 aos, para un subgrupo entre 14 y 17 aos, y paralos jvenes de 15 a 29 aos; en tanto que el Ministerio de Justicia propone un Proyecto de Ley de ResponsabilidadPenal para los adolescentes que estima como tales a personas con edad desde los 14 aos; y en Servicio Nacional deMenores trabaja con nios, nias y jvenes menores de 18 aos (Bilbao & Soto, 2001).

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    nar en este punto la carencia de estudios decarcter longitudinal, tipo de diseo de in-vestigacin muy apto para monitorear y per-cibir las caractersticas de las dinmicas ado-lescentes situadas histricamente, y seguir-las en su evolucin en el tiempo (Elder, 1998).

    Queda pendiente una pregunta cuyos al-cances superan con creces las pretensionesde este artculo, pero cuyo planteamiento noresulta vano. Es posible desarrollar progra-mas que incentiven la participacin juvenil,sin considerar que en la poblacin generallos indicadores de participacin son tambinbajos?. Quizs se estara incurriendo en undoble discurso al promover desde mbitosadultos que ustedes participen, mientrasvolmenes enormes de nuestra poblacinasumen el individualismo como posicin yestrategia para solucionar sus problemas, locual estara dando cuenta de un cambio enla sociabilidad, del cual es extrao pensarque los jvenes hayan logrado abstraerse.Cabe destacar que la encuesta CASEN 2000reporta en este sentido, que el 69% de la po-blacin mayor de 18 aos no participa enorganizaciones sociales, porcentaje del cualel 47,1% indica que no lo hace por falta detiempo y el 37,7% porque no le interesa(MIDEPLAN, 2001b). Estas constatacioneshan llevado al gobierno a concluir que laspolticas pblicas tendientes al fomento dela participacin han sido insuficientes en lageneracin de protagonismo ciudadano mssustantivo (MIDEPLAN, 2001c).

    Consecuentemente, el desafo del desarro-llo de estrategias de promocin de la saluden los jvenes parece tener muchos pasos anpendientes. Tareas tan centrales como la deli-mitacin conceptual de la participacin enparticular, y tambin de la promocin de lasalud en general. Se trata de requisitos fun-damentales previos a la generalizacin de po-lticas pblicas en salud, y tambin en otrasreas, que adopten la Promocin de la Salud,enfoque que pretende llevar a la realidad lanueva visin holstica y positiva del procesode salud de las personas.

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