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Parte Trece: Julio, 1976 Cartas entre el Señor Moony y el Señor Padfoot durante Julio de 1976. Querido Moony, ¡Hola! ¿Cómo estás? Espero que estés teniendo un agradable verano, el clima aquí está bueno y la estamos pasando bien. No tan bien como el verano pasado por supuesto porque los dos estamos trabajando y por eso me ha tomado tanto tiempo escribir. James está reparando escobas y yo estoy trabajando en un pub Muggle en la villa. Es muy divertido pero los tragos Muggle son geniales y me he empezado a vestir como uno de ellos lo que James piensa es de lo más divertido. ¡¡Aparentemente está de moda usar collares de perro!! Por supuesto que lo he mejorado. Conocí a una chica fantástica también, su nombre es Sophie y está de visita desde Francia. Es hermosa y muy divertida. Te gustaría, lee muchos libros y me está refrescando mi francés de todo, ja ja. Como sea, ¡espero que estés bien! Hablamos. --Sirius Padfoot, Suena como que lo están pasando muy bien. ¿Cuándo va Peter de visita? Todavía me sorprende que su mamá lo deje ir, viendo cómo tú y James son dos de los muchachos más sucios del planeta. Igual, pareciera que él tiene toda la suerte. Todavía intento convencer a mi mamá y papá de que me dejen ir pero el jurado sigue deliberando. No estoy seguro sobre las probabilidades de un veredicto que nos guste. Sophie suena agradable. M. Moony, Ella es muy agradable. Peter va a venir cerca del 24 creo y probablemente armado con suficientes encantos antibacteriales para derribar a una Quimera. No me importa porque siempre lo hace oler muy fresco.

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Parte Trece: Julio, 1976

Cartas entre el Señor Moony y el Señor Padfoot durante Julio de 1976.

Querido Moony,

¡Hola! ¿Cómo estás? Espero que estés teniendo un agradable verano, el clima aquí está bueno y la estamos pasando bien. No tan bien como el verano pasado por supuesto porque los dos estamos trabajando y por eso me ha tomado tanto tiempo escribir. James está reparando escobas y yo estoy trabajando en un pub Muggle en la villa. Es muy divertido pero los tragos Muggle son geniales y me he empezado a vestir como uno de ellos lo que James piensa es de lo más divertido. ¡¡Aparentemente está de moda usar collares de perro!! Por supuesto que lo he mejorado. Conocí a una chica fantástica también, su nombre es Sophie y está de visita desde Francia. Es hermosa y muy divertida. Te gustaría, lee muchos libros y me está refrescando mi francés de todo, ja ja.

Como sea, ¡espero que estés bien! Hablamos.

--Sirius Padfoot, Suena como que lo están pasando muy bien. ¿Cuándo va Peter de visita? Todavía me sorprende que su mamá lo deje ir, viendo cómo tú y James son dos de los muchachos más sucios del planeta. Igual, pareciera que él tiene toda la suerte.

Todavía intento convencer a mi mamá y papá de que me dejen ir pero el jurado sigue deliberando. No estoy seguro sobre las probabilidades de un veredicto que nos guste.

Sophie suena agradable.

M. Moony, Ella es muy agradable.

Peter va a venir cerca del 24 creo y probablemente armado con suficientes encantos antibacteriales para derribar a una Quimera. No me importa porque siempre lo hace oler muy fresco.

Page 2: Parte Trece: Julio, 1976wolfmage.com/mandysopranina/SBP_esp_P13.pdf · 2006. 8. 11. · Todavía me sorprende que su mamá lo deje ir, viendo cómo tú y James son dos de los muchachos

Diles a tus padres que si no vienes tus amigos se convertirán en analfabetos, así que necesitamos tu influencia para que no nos expulsen. Asegúrate de venir cuando venga Peter, porque entonces podríamos andar juntos ya que será probablemente nuestra última oportunidad de tener un verano juntos.

Apuesto a que ya leíste todo lo del verano. ¿Es interesante o lo dejo para el final como siempre?

--Sirius Padfoot, Sabes bien que ninguno de ustedes es analfabeto. Son flojos, sí, y en eso yace el secreto de su perdición eventual.

Me gustaron los libros. No creo que te gusten. Uno de ellos es muy largo y si quieres te puedo dar un resumen. Es sobre los eventos que llevaron a una guerra más que de la guerra misma así que estoy seguro que te quedarás dormido en la primera página y entonces babearás en él y qué pérdida de un buen libro.

¿Estará Sophie para cuando andemos todos juntos?

Supongo que esta es la clase de cosa que se pregunta así que ¿cómo es?

M M,

Por supuesto que te gustaron, pensaría que eso era obvio. El que describiste suena horrible pero no te pediré que sacrifiques tu precioso tiempo resumiendo para mí ya que probablemente babearé sobre tus resúmenes también. Qué estás HACIENDO de todas formas además de leer para la escuela y evitar visitarnos, me deprimes.

¡Ella definitivamente estará aquí! Es ese tipo de chica, siempre dispuesta a pasarlo bien y es muy sociable así que se lleva bien con todos. Ustedes dos se llevarían demasiado bien como una casa en fuego aunque esa expresión es mistificadora.

Es Hermosa, honestamente, como una estrella de cine Muggle, así que no puedo entender por qué ha elegido a alguien como yo (además de mi buena apariencia obvia, encanto, cuenta bancaria, moto, etc.) Grandes ojos oscuros y una boca dulce y cabello castaño y sedoso, y tiene la altura perfecta justo a mis ojos, y tiene curvas pero no, ya sabes, muchas curvas, y huele fantástico todo el tiempo. No es McGoogles por supuesto pero está bien. No me dejes seguir o empezaré a sonar como Prongs.

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¿Algún progreso en el fuerte paterno?

--Sirius Padfoot, Ayer fui a ver una película Muggle con mi mamá y el día anterior intentamos hacer helado pero terminó siendo una leche helada con sabor a chocolate y metal. Fue un desperdicio. Lo tomamos igual. Hablé con mi mama en la cena antes sobre ir a verlos cuando Peter esté allá también. Me miró como si me fuese a decir que no de nuevo al rato. Le preguntaré a mi papá, si es consuelo, y quizás él sepa cómo convencerla. Eso es, si a él le gusta la idea, lo que creo que puede ser porque encuentra raro que ya haya leído todos mis libros.

No empieces a estar de acuerdo; ya sé que encuentras raro que haya terminado mis libros. En todo caso cuando tengas las páginas pegadas con baba te puedo contar sobre los diez catalizadores importantes para la primera batalla y entonces te contaré sobre la batalla también, y eso también es interesante. ¿Cómo suena eso?

El otro libro te gustaría. Es completamente sobre Transformaciones y sé que te lo comerás, sin baba de por medio. Me encontré, mientras lo leía, deseando que fuera la mitad de bueno que tú o James o Peter en eso así podría entenderlo mejor.

Sophie suena agradable. Eso es agradable.

M

Moony, Hurrah por tu rareza virtuosa, quizás nos salvará a todos de otro verano sin Moony! Si se trata de dinero James y yo podemos vender nuestros cuerpos en el bar, ya hemos recibido ofertas para hacer una venta de beneficencia. Oh cómo desearía estar bromeando, la de la oferta fue una anciana muy dulce que usa un cardigan rosado.

¡También he visto algunas películas Muggle! Soph y yo fuimos a ver una sobre Robin Hood con James Bond en ella. Estuvo bien, ella lloró al final. Pero después James nos llevó a ver una llamada La Profecía y ESO es lo que yo llamo un film. No dormí en toda la noche y me la pasé en un rincón de mi habitación con un bate en la mano. Hoy un niño pasó junto a mí en un triciclo y grité como una niña. Deberías verla, es genial.

Ella es muy agradable. Lo es. Te mando unas fotos en las que salgo, como siempre, aterrorizador. ¡Sigue con el ruego!!

--Sirius

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Padfoot, Creo que guardaré todo mi grito como una niña para la privacidad de mi propio hogar, no, por supuesto, que hago eso. Cuando grito es para que Stella venga y me traiga una nueva camisa ya que he roto la mía en un ataque de masculinidad. Ahora que te has ahogado riéndote, puedo seguir. Leí una reseña sobre la Profecía y me pareció algo tonta en lo que a cine se respecta pero si viene con tan alta recomendación entones veré qué puedo hacer.

Te ves muy feliz en esas fotos. Sophie se ve muy bien.

Me alegra que la estén pasando bien. Hablé con mi papá esta mañana antes de que se fuera a trabajar y dijo que iba a ver qué podía hacer. Por una parte es más fácil porque soy sólo yo pero mi mamá parece creer que seré capturado por malhechores al segundo que deje la casa solo y me meterán a los malos rincones de la noche, de los que por supuesto, Devonshire tiene tantos.

Creo que está de nuestro lado, en todo caso.

Veremos. M

Moony, Tú y las palabras “ataque de masculinidad” van juntas como ketchup y pastel, no que las he tratado ya que obviamente sería asqueroso. Claramente necesitas dejar de ir al cine si te pone esas ideas en la cabeza.

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Es alto tonta pero también da miedo. Si te mojaste con Poe no veo cómo esto puede fallar.

Tu papá es un DULCE y puedes decirle eso de mi parte.

Lamento que esta carta sea tan corta, los Padres de Sophie están aquí por el fin de semana y los voy a conocer y tengo que lucir presentable y no como un matón, en mi opinión es una causa perdida.

--Yo

Padfoot, Ojalá no hayas olido los interiores de nadie o las áreas privadas o lamido unidades paternales en ninguna parte, mucho menos lugares donde no llega el sol. Sin embargo te tengo fe. Estoy seguro que no hiciste ninguna de esas cosas. No sé por qué estoy seguro, ya que experiencias pasadas me llevan a creer que tu nariz probablemente intentaba decir hola, pero esperemos que para cuando te haya llegado esto no se hayan presentado cargos en tu contra.

¿Cómo estuvo la reunión? Sé que debe ser difícil para ti lucir normal.

M M-- No olí a nadie que no quería ser olido. Sus padres quedaron completamente encantados o al menos creo que fue así porque mi francés está algo oxidado, pero estoy seguro de que decían "estamos muy contentos de que hayas sido tan amable con nuestra hija" y no "me gustaría pegarte con este paraguas." En serio, aunque todo lo que tomó fue un bien puesto francés y se convirtieron en pudín en mis manos. Hice como que lo aprendí para Soph en vez de mi institutriz de hace catorce largos años. Me sorprendo yo mismo pero no es de verdad mentir si no estoy absolutamente seguro de lo que dije ¿cierto? Por lo que sé pude haber admitido mi culpa.

Perdón por las manchas en esta carta. La mamá de James ha hecho pasteles como prometido. ¿Por qué tú y Peter no están aquí para ayudarnos a comerlos? Oh bueno más gordo y más gordo me he puesto justo como para Navidad.

En serio, es algo solo aquí. James y yo trabajamos todo el tiempo porque la paga es tan poca que tenemos que hacerlo si queremos pagarle a su papá por el daño que le hicimos a la casa. La verdad el dinero no es tan malo para mí y lo paso bien, pero me conoces, siempre he sido feliz junto a la paga injusta pero extraño a Jamesikins tanto. Sigue molestando a tu papá, seguiré molestándote hasta que lo hagas.

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--Sirius Padfoot, No entiendo. ¿Cómo puedes estar solo cuando tienes a James y a Sophie? Y puedes ver películas y entretener a extranjeros que pueden o no querer asesinarte en la noche con paraguas de Francia. Honestamente, no sé qué decirte, o cómo entretenerte, o cómo posiblemente evitar que te cuestiones tu soledad inmortal, ya que tienes al mundo en Devonshire contigo. Sin mencionar trabajar en un bar y sin duda ser ilegal cada vez que puedas.

Tu francés es excelente. A veces tus mentiras son extraordinarias, no sé si de verdad crees tus propias ilusiones salvajes. Estoy seguro de que quedaron encantados contigo, mon enfant satanique. Sólo recuerda devolverles los calcetines después, si los pierden en su gran adoración. M PD: Oh, claro, y papá dijo que podía ir.

¡¿MOONY DE VERDAD?!

¡¡Finalmente!! Es genial no puedo esperar a verte y a Peter por supuesto y tienes que conocer a Sophie y todo. Es de verdad genial. ¿Vas a venir PRONTO verdad? Deberías venir PRONTO. ¡¿Y vas a tomar el tren?! Envíanos TODOS LOS DETALLES AHORA GRACIAS. --Padfoot

***

El sol se pone. Luz suave del ayer entra. Sirius es Mercucio. Remus sabe esto igual de enfáticamente como nunca ha sabido nada antes, la dualidad en la cara de Sirius y el nombre de Mercucio. Su propio nombre es distante, en alguna parte de sus dedos, los que ve para proteger la privacidad de los amantes. Mercucio está mirando la alta torre, sus ojos cálidos con esperanza.

“Mira en la distancia las mentiras que yacen entre esos dos,” dice. “¿Lo ves? Alto sobre él ella descansa, y lo mantiene para sí mismo, con duda y silencio para siempre.”

Remus no dice nada. No es su deber mirar. Siente como si fuese un espía en territorio enemigo, las sutiles indicaciones de que no es bienvenido pasan por su piel. Cruza una pierna sobre la otra y se mueve por otro minuto, el sonido en su nariz mudo por el murmullo de energía enojada que emite Mercucio.

“¿Lo ves, Benvolio?” repite Mercucio. “Ahí yacen nuestros amantes.”

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“¿Estás usando un protector?” pregunta Remus, sin pensar.

“Es de la más alta moda,” dice Mercucio, viéndose herido, “no que tú sabrías; a lo que a vosotros os concierne os haz convertido en algo viejo y seco, que debáis usar un protector en tu cerebro para mostrar tu órgano más importante. ¿No verás ni una vez?”

“Lo que pasa entre amantes no me concierne,” dice Remus, “o a ti, así que déjate.”

“¡Pero nada pasa entre ellos!” Mercucio lo mira con urgencia y luego vuelve a mirar la muralla. “La mira, ella no lo mira, y ninguno puede hablar. Mira una vez y entiende.”

“Creo que necesito hablar contigo sobre dejar a la gente en paz,” dice Remus, mirando sus cutículas con cuidado. “¿Y sólo una palabra conmigo?” Una sonrisa oscura aparece en la cara mercurial. “Júntalo con algo, Benvolio; haz que sea una palabra y un golpe.”

Remus pestañea. “¿Qué es primero, entonces? ¿El golpe o la palabra?”

“Ah,” dice Mercucio, “no puede haber los dos al mismo tiempo.” Se aleja de la muralla, finalmente, quedándose cerca para mirar sobre ella, pero pasa por el otro lado de Remus y se queda con los brazos cruzados y sus hombros contra la piedra helada. “Entonces que seas mejor a los golpes, por favor, que el golpe sea el último; pero si tus palabras son más dulces que tus golpes, entonces la palabra debería seguir al golpe.”

“Mercucio,” intenta Remus, “no sé si lo que dices tiene mucho sen—”

“Pero deja que tu cabeza dirija no a tu corazón, cuando las palabras y los golpes son mejores más abajo.”

“Esto es innuendo,” logra decir Remus. “¿no? Mira, sobre el beso; de verdad no he pensado en eso. Leí en un libro que cosas así pasan a veces. Afectos mal puestos, por vivir en un dormitorio con chicos todo el año, las hormonas interactuando con hormonas y la mentalidad de manada tampoco ayuda, aunque eso no está en un libro, desafortunadamente, y supongo que es mejor así.”

Mercucio se ve sorprendido. “Hay más que una palabra que compartir conmigo; ¡aunque por su volumen desearía que hubiese sido un golpe!”

“Todavía podría pegarte,” ofrece Remus.

“Ay, pero ¿por tantas palabras? ¿Por qué me tienes que asaltar a un centímetro de mi vida?” Los ojos de Mercucio son distantes ahora, de vuelta a la pared. La cabeza de Remus le pica para mirar. “Tampoco tal ataque sería no bienvenido, por todos los golpes en el mundo pueden llamarse tacto; donde todas las palabras en tu comando difícilmente tocan la piel. Me he acostumbrado a ello. Acusa al amor por acusar y golpeas al amor. Así es contigo, ¿no?”

“Paz, paz,” Remus entierra el talón de sus manos en sus ojos. “Hablas de nada.”

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“Cierto. Hablo de sueños, que son niños en un cerebro apagado, parte de nada sino fantasía pura.”

“No,” dice Remus, de repente sorprendido consigo mismo. “Quiero decir que dices tonterías.”

“Este no es mi sueño, entonces la tontería no es mía,” aclara Mercucio. “mira.”

Remus, sin pensar, mira. Julieta descansa su mejilla sobre su mano desnuda, cabello rojo pálido en la luz de la luna. La luz de la luna, Remus intenta decirse, algo importante sobre la luz de la luna. No puede por su vida recordar qué. Todo el mundo es desconocido alrededor, como en un sueño.

“Tú me besaste primero,” protesta Remus.

Romeo sale a la vista y levanta una mano a la visión de su amor en el balcón. Le recuerda a Remus a gente, a amigos, que no usan protectores o hablar en iámbos ocasionales. Se da vuelta para ver a Mercucio, cuya angustia está estampada en sus rasgos.

"Mercucio," dice Remus. Pone una mano alrededor de su hombro. “¿Qué celos son estos?”

“No son celos,” insiste Mercucio, dejando a Remus. “¡Ves la obra que desarrollan! ¡Ve a los amantes actuar sus partes, bonito, lastimoso, en la luz de la luna! ¡Qué ho, Romeo! ¡Qué ho, Julieta! ¡Qué ho, Benvolio!” Se da vuelta sobre Remus, la determinación no amistosa en sus ojos. “Dime, Benvolio; ¿de qué sueñas? ¿Los locos bajo la órbita, sus guiños amorosos vivos en los cielos; y tu corazón y su deseo por golpes?”

"No," comienza Remus.

“Pero suave,” dice Mercucio. “¿Qué luz entra por la ventana?”

“Esa no es tu línea,” protesta Remus.

Pero deja las cortinas abiertas; y puede que sea la línea de Sirius, como cualquiera.

"¡Es de Romeo!" Remus se sienta. Lo tiene, ahora. Romeo es James; Julieta, Lily. ¿O es al revés? No está seguro.

"Qué bueno, querido," dice su madre. Ella está al pie de su cama, juntando ropa para lavar. "Despertaste temprano. ¿Qué quieres desayunar, mm?"

***

Remus y el Conde están frente a un espejo de culpa, y el Conde es Sirius. Usa una camisa con mangas. Abajo los sirvientes arreglan la casa, Oriental, opulenta, rica como para embellecer el exterior, añadiendo lo que pueden a la ya rica decoración. Queda un resto de olor a opio en la nariz de Remus. Los ojos del Conde son negros y pesados cuando encuentran los de él en el espejo.

“Señor Bertuccio,” dice, “mi abrigo y mi cravat. ¿Dónde está tu cabeza?”

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Remus hace una reverencia de disculpa y alcanza la ropa. Están donde las dejó en la silla. El Conde extiende sus brazos y Remus le pone el abrigo de seda con cuidado y delicadeza. El Conde tiene el hábito de torcerse si hay ruido y romper ropa cara.

“Vendrán esta noche,” dice el Conde, con propósito y oscuridad. Remus no está seguro de si le habla a él o al espejo. “Danglars y Villefort para ti, y todo el resto de ellos. ¿Estaremos listos?”

“Como podamos, señor,” dice Remus. “Levante la barbilla.”

Sus dedos conocen el camino. El camino de vestir es casi confortante y lo sinuoso del cuerpo del Conde, le recuerda de un propósito que conoce demasiado bien: extraño a su propio pecho, pero emocionante saber que su sangre ahora carga el peso de la venganza. Se pregunta, aún, con el filo de los ojos del Conde. Piensa que los conoce más jóvenes y menos odiosos, con risa en cada plan desarrollado y astucia nacida del gusto más que de la necesidad.

“Los planes, los planes,” dice el Conde. A menudo se habla a sí mismo, durmiendo o no, la voz haciendo eco por los corredores. Hasta en el desorden de la preparación puede escucharse solo o no. Está demasiado acostumbrado a sí mismo y a su propósito. A veces, Bertuccio está seguro de que no hay necesidad de él, además de abotonarle las mangas al Conde y enderezarle la chaqueta. A veces sabe que hay más: una hermandad, un lazo, sirviente y amo juntos, pero ambos se parecen en el intento.

La clase los distingue, y siempre los distinguirá. Pero cuando sean probados mal, son probados mal igualmente.

“Los planes continúan,” se susurra el Conde a sí mismo. “Los planes, los planes.”

De nuevo Remus encuentra su mano en el hombro del hombre, aunque la capa ahí es oscura y el rayo de mangas blancas impresiona en el espejo. El conde cubre sus dedos.

“Lo haremos,” insiste el Conde. “Lo sabes bien; pero a veces tu reflejo lo niega.”

“¿Puedo hablar claramente, señor?” Remus ocupa sus manos en otra parte, sacando la capa y ajustando el broche pesado donde los hombros del Conde no pueden enervarlo. En el espejo apenas está presente, su única manifestación es el movimiento de la ropa del Conde y el sonido de la capa, apenas más que un fantasma. “Bien, Bertuccio, siempre quiero que hables claramente conmigo.” El Conde pone una mano en su mejilla para tranquilizarlo, familiar y extraño, su palma enguantada es suave. Sus ojos son brillantes con la resolución, pero aburridos con droga y bajo la capa más aburrida del dolor.

“Ojalá no hubiese necesidad para estos planes,” dice Remus suavemente. “Recuerdo cuando pensaba en otras cosas.”

“Yo no,” contesta Monte Cristo. “Ese lugar robó cualquier parte de mí que recordaba. ¿Qué puede pagarme este mundo como deuda? Tú eres mejor hombre que yo, si no disfrutas mejorar al mundo.”

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“¿Sanará usted cuando ellos mueran?”

“Cuando mueran,” dice Sirius tranquilamente, nunca quitando sus ojos de los de Remus, “y sus familias estén arruinadas y sus nombres sean aborrecidos por todos, entonces quizás estaré satisfecho. ¿Quién sabe? ¿Es tu problema glorificar en ello, aunque no lo harás? ¿Qué te sanará a ti, Bertuccio?”

“Temo que cuando sane, usted todavía tenga necesidad de ello.” Remus no puede mirarlo a los ojos. “Y por todo eso le daría, y por todo eso sacrificaría, nunca mis manos podrían ofrecer lo que usted busca.”

“Lo hacen,” dice Sirius. “Ya lo hacen, aunque no lo ves.”

Remus despierta con el toque de los labios de Sirius en sus labios. En el mareo entre dormir y despertar pelea el repentino ataque de rabia. Esto no es justo. Ama estos libros, estos personajes. Son sagrados. Sirius no tiene derecho a infiltrarse en estos santuarios y tocarlo por todas partes.

"Mierda mierda mierda," Remus canta sobre el lavamanos, buscando su cepillo de dientes. "Mierda mierda mierda."

***

¡El aire está lleno con el impresionante sentido de los puntos de exclamación!

Remus se pregunta si es por eso que usa un vestido. Se siente incómodo en los hombros y en el pecho, posiblemente porque él es ancho y todavía crece y tiene, está seguro, nada de senos. Se mira hacia abajo con horror encontrando un lazo de seda.

¡El viento es borrascoso!

Entiende lo que está pasando. “No soy Cathy,” dice, enfáticamente. “No soy, no soy, no soy. Este es mi sueño. ¿Qué me pasa? ¡No puedo ser Cathy en mi propio sueño!”

“¡Cathy!” suspira Heathcliff. ¡Logra hacerlo con un signo de exclamación! Remus piensa en el suicidio. Sobre los muros desolados y rocosos está el inmensamente trágico cielo gris.

“No,” dice Remus. “No, no, no.”

“Oh! Cathy,” grita Heathcliff, quien se ve terriblemente familiar, “¿recuerdas cómo, hace muchos años, jugábamos junto a estas lindas piedras? ¡Qué inocentes, qué puros, el amor escondido de la infancia!” Toma la mano de Remus tan fuerte que Remus hace un sonido, y se dirige a los cielos. “¡¡Y qué cruel es el amor, que MI Cathy deba ser la que me causa tal dolor!! Oh, ¡¿podré ser sanado, podrán estos pecados ser lavados, podrá nuestro amor nunca ser consumado?!”

“¡No!” dice Remus desesperadamente. Al menos intenta decirlo pero de alguna forma las palabras que salen de su boca son “Oh, Heathcliff, ¡puedes perdonarme!” en tonos desesperados.

“OH, Cathy,” respira Heathcliff con pasión, acercándose.

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“Ya dijiste eso,” dice Remus. Al menos intenta decir “ya dijiste eso” pero de alguna manera las palabras que salen de su boca son “Oh, Heathcliff!” lo que ya ha dicho y después “¡El dolor de mi pecho es por ti, por ti y sólo por ti!”

El viento sopla lastimosamente.

Heathcliff, quien tiene una cara oscura de Sirius, tiene ojos profundos y sombríos y llenos de tormento. Remus se da cuenta de que esto es casi su culpa—no sólo la profundidad y la sombra, no sólo el tormento, pero la situación misma. Sirius, usando estas ropas. Remus, con una mano en la de Heathcliff junto a su seno inexistente, en un vestido incómodo. El sentido de la perdición inminente, rítmica, como los latidos de dos amantes, unidos en uno. ¡Los signos de exclamación! Todo, de alguna forma, necesita tener a un culpable, y ese alguien tiene que ser él mismo. Se pregunta si esas lágrimas que se juntan en sus ojos de largas pestañas son reales o si son causadas por el sueño o si está llorando por la inocencia perdida de leer, perdida, perdida para siempre, perdida por estos sueños ridículos que nunca ha pedido tener jamás.

“O, MI Cathy,” Heathcliff murmura. Remus puede oler su aliento. De desayuno. “¡Dime, entonces, que me amas, y por un breve momento las nubes se abrirán y los Cielos lloverán la miseria que se pone sobre nosotros y habrá felicidad entre nosotros de nuevo!”

“Voy a vomitar en tu abrigo,” dice Remus. Al menos intenta decir “voy a vomitar en tu abrigo” pero en su lugar hace un sonido de dolor, casi como un pato que ha sido pisado y todo el aire de su cuerpo se sale al mismo tiempo.

¡Se besan con la pasión de todas las estrellas sobre ellos en un estallido convulsivo de luz hipnótica!

Lo extraño es que se siente increíblemente bien.

Naturalmente, en este punto alguien afuera y en la calle decide chocar su auto, o casi chocar su auto, y el mundo explota en un flash de bocinas y Muggles estúpidos gritándose y el caos comienza. Remus se cae a un lado de la cama con un gruñido bajo y se acurruca en sí mismo, dándose cuenta de que algo Perfectamente Natural está pasando entre sus piernas.

Se cepilla los dientes por veintiún minutos y dieciocho segundos hasta que se aleja, murmurando "Oh, Cathy mi trasero".

***

Remus se sienta en su escritorio.

Esto está bien. Oh, Dios. Esto está bien. Es un hombre, sentado en su escritorio, y eso es terriblemente familiar y confortante. El escritorio es enorme y oscuro, madera rica, y a través del arco de las ventanas Góticas el sol se filtra con polvo por la madera. Remus está pelando una manzana, muy lentamente; sus manos están cortadas y su muñeca izquierda tiene una mancha roja de la arquería de toda una vida marcada en ella.

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En el pasillo, de repente, llegan pasos, pesados y combinados con metal y una explosión de risa familiar y el tumulto de voces. La puerta del estudio se abre repentinamente y su hermano está frente a él, sonriendo, su pelo oscuro y salvaje en su cara sudada. “¡Hermano! ¿Has estado aquí todo el tiempo?”

“No quería estar en el camino,” dice Remus, levantándose.

Su hermano no hace caso al comentario. “¡Te he estado buscando toda la tarde! Mis hombres dicen que no hay hombre que pueda vencerme al beber, y les he dicho que sólo tú puedes. Ellos—” mira impaciente pero cariñosamente sobre su hombro—“ellos no me creen.”

Remus deja la manzana en su escritorio, pulgar sobre el labio de la suave madera, sus dedos callosos con recuerdos distantes. Ve el modo en que el sol pasa por las ventanas del estudio y captan el polvo en el aire, y sabe que ama este lugar más que ningún otro. Su hermano huele a sudor y a alcohol y a metal, juntos significan horas de práctica y un comienzo temprano para un día largo. “¿Ya se metió el sol?” pregunta. “¡No pretendía estar aquí por tanto tiempo!”

“Evitas la pregunta, hermanito.” Boromir se mueve tras él, más tranquilo ahora en este lugar tranquilo. Sus hombres se han ido, siguiendo la lógica que sólo un sueño permite, aunque la coraza literaria de Remus se rebela contra la inconsistencia. “Mis hombres no creen que Faramir, hermano menor de Boromir de Gondor, puede ganarle a su hermano mayor—¡y lo permites!” La risa en los ojos de Boromir es cariñosa, fraternal. Estos son y no son los ojos de Boromir de Gondor. Remus se acerca, tocando la mejilla del hombre más joven, con dos recuerdos. “Hermano,” dice Boromir. “Faramir.”

“He estado estudiando todo el día,” dice Remus. Sí, eso es, ¿no? El dulce olor de los pergaminos viejos y el desorden de la escritura, poesía e historia y canción en una sola página. Cada esquina café y rota, cada minuto dedicado a su siguiente palabra y a la siguiente y siempre la palabra que sigue a la anterior, mientras Boromir, afuera, golpea metal con metal, siempre en el presente. Qué forma de vivir su propia vida, se pregunta Remus, aunque igual la ama.

“Has estado estudiando todo el día,” repite Boromir, “sí, lo veo en ti. ¿Siempre te esconderás detrás de las páginas, hermano? ¿La caza no te emociona, ninguna batalla excita su sangre? ¿El amor de un hermano no hace más cálida tu habitación, más que esta fría esquina donde los días se pierden en ocio y desesperación?” “No es eso,” protesta Remus.

“Baja de tu torre,” insiste Boromir. “Si no bebes conmigo, entonces conversa conmigo.”

"Remus," dice la Sra. Lupin. “Remus, ayer prometiste ayudar al Sr. Tilden a cortar el pasto esta mañana, ¿te acuerdas?”

"Locura," murmura Remus en su almohada. "Locura locura locura."

La Sra. Lupin decide que no necesita entender a su hijo.

***

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Remus se pasea en su caja, jugando nerviosamente con los botones de su chaqueta rosada. Es una chaqueta nueva, apenas terminada hoy por un sastre nuevo de Saville Row, y pensó que lo haría sentir mejor pero no lo hace y ahora por supuesto porque el mundo es un lugar cruel e injusto y tiene que pretender que no está nervioso porque un hombre que apenas reconoce se inclina en la puerta roja y susurra, “Sr. Wilde, el crítico del Times viene a verlo.”

“Por supuesto, por supuesto,” dice Remus impacientemente “Hágalo pasar, por supuesto.”

El hombre asiente y un momento después el crítico de teatro del Times, revisor de la clase alta completa de Londres, está frente a él con una sonrisita misteriosa en su cara. Remus le sonríe encantadoramente “Buenos días, Sr. Fitzherbert. ¿Supongo que está sin aliento por la anticipación? ¿Otro Día de San Valentín de la mano de la esposa de James, ja ja?”

“Todo Londres goza,” entona Fitzherbert, todo Británico, como si deliberadamente denunciara el acento de Remus. Remus pasa un momento odiándolo y observando lo desordenado que es su abrigo. “¿Puede ver cuántas personas han peleado contra la tormenta para poder ver su cuarta? No necesito decirle que estoy muy emocionado.”

Remus asiente, brevemente. “¿Le puedo ofrecer algo de champaña, Sr. Fitzherbert?”

El crítico levanta una mano impasiva. “Gracias, Sr. Wilde, nunca bebo antes de una crítica.

“Puede que lo disfrute más,” ofrece Remus.

“Mnnh,” dice Fitzherbert. “Puede ser, ¿no? ¿Le gustaría eso? Oh, no. No debo dejar que mis sentidos nublen mi temperamento. Quiero disfrutarlo completamente.”

La punta del ojo izquierdo de Remus tirita. Críticos. Los que no pueden… igual, encuentra que le sonríe al Sr. Fitzherbert, casi sintiendo lástima mientras espera la muerte, esperando el fallo, desesperado por una oportunidad para criticar.

A Remus le gusta su obra. Quizás, cuando la voz de la duda le dice, no es tan buena como las otras, pero le gusta esta obra y le tiene fe. Humor, piensa, y esperanzas, no es tan sofisticada para los megalomaníacos como el Sr. Fitzherbert, con una mitad de su cerebro. Con la otra espera que sí lo sea.

“Bueno,” dice, teniendo nada más que hacer, “permítame ir tras bambalinas por un momento y hablar con—hablar con mis actores, ¿mm?”

“Por supuesto,” dice el Sr. Fitzherbert. “Sr. Wilde—esta es, después de todo, su noche.” Remus hace una nota mental de cómo se ve en este momento, una pierna cruzada sobre la otra, amenazante pero cómodo. Como una gárgola moderna, esperando vivir y atacar a esos que se atreven a ser diferentes con sus intelectos directo en la yugular.

“Que lo disfrute,” dice Remus y se va.

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Las bambalinas son un desorden confortante y horripilante. Una mujer pequeña con sus brazos llenos de esponjas casi las derrama sobre su chaqueta, pero Remus salta justo a tiempo y se desliza a una esquina del vestidor. Cecily está frente al espejo usando nada más que una camisa de dormir y un sostén que combina con su cabello rojo; Lady Bracknell está en una esquina, practicando su mirada en el espejo mientras alguien le arregla su indomable cabello oscuro. Y—ah—ahí tirado contra la pared, está su Algernon, todo perfecto y gracioso. “Oscar,” dice con una sonrisa brillante, enderezándose, con las manos en los bolsillos. “¿No luces aterrado? El mundo está en tu cabeza.”

“Tú,” dice Remus peligrosamente, “será mejor que des la mejor actuación de tu lamentablemente no impresionante vida.”

Algernon da vuelta los ojos. “Honestamente. Autores. Cada actuación que doy es una pieza maestra, como lo sabes perfectamente.” Esta vez la sonrisa es oscura, sensual. Remus pestañea.

El coordinador de piso grita cuarenta-y-cinco-minutos-a-escena. George se levanta de su silla, se endereza los lentes, pasa una mano por su cabello y pausa para saludar a Remus con una sonrisa antes de ponerse sus alas.

“¿Bueno?” dice Remus. “Vamos. Sal de mi vista, ridículo inútil. No dejes que la prensa de Londres me coma vivo o tendré que cazarte.”

“Mm,” dice Algernon, “bueno, veremos si recuerdo todas mis líneas,¿ no?”

Remus hace un sonido difícil, y Algernon toca un sombrero invisible en su cabeza y se va. Sus dedos tocan la cintura de Remus apenas al irse, dejando el aroma de maquillaje en su capa y Remus se estremece y sonríe como un idiota en la dirección en que se fue; luego se sacude y camina por los pasillos, por la escalera del teatro, al conforte (y prodigiosa cantidad de alcohol) que su caja puede darle. Mira el programa, intentando hacer que sus dedos dejen de temblar, mientras las luces se apagan.

La Importancia de Ser Serio, dice. Una Nueva Comedia de Oscar Wilde.

"YAUGH," dice Remus, despertando. "YAUGH!" insiste cuando nadie le contesta. "Es 'La Importancia de ser Digno' por la mierda—por la—por Merlín—YAUGH!"

Y, como nota momentos después, está siendo Perfectamente Natural en sus pantalones de nuevo.

Esto es horrendo.

***

Otro escritorio. Una Vitrola vieja. Una colección de aparatos que parecen ser ocupados para torturar. Un bloc de notas, un lápiz caro, un estudio lleno de libros. Un gran volumen abierto en la importancia de la dicción.

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“Una vez más, Sra. Doolittle,” Remus escucha decir a Pickering, como si lo hubiese escuchado unas mil veces. Ve sobre su hombro. Pickering es Peter. Bueno. Eso es Nuevo. “¿Por favor?”

“Pehdas in meh bucah,” dice Eliza. Se parece a Sirius. De hecho, mirando más cerca, ella es Sirius.

Remus se siente triunfante. Esta vez, piensa, sus pensamientos más internos no le están dando interiores femeninos. Le están dando a uno de sus mejores y más masculinos amigos interiores femeninos.

Remus se siente apenas menos triunfante.

“Intenta hacerte escuchar,” dice, instintivamente. “Como si las piedras no estuvieran ahí.”

“J-ci arh usht ej-lo,” grita Eliza.

“No hay necesidad de ser vulgar,” aclara Remus calmadamente. “apenas intento enseñarle a hablar como una persona.”

Eliza hace un movimiento horrendo y escupe las rocas, las que se esparcen por el piso, y dice furiosamente. “¿Qué tipo de ‘persona’ anda por allí con rocas en la maldita boca, me gustaría saber? Y más qu’so—”Ella –él—levanta su falda, mostrando una gran cantidad de pierna peluda, y se acerca a Remus, temblando de rabia. “ ‘Compra una jlor a una niña pobre’ no quiere decir ‘hacer a niña pobre como maldito mono’, ¿no? Tampoco ‘llena la boca de la niña pobre con malditos orjetos’, ¿no? ¿Si eres un projesor de lenguaje por qué no trabaja en tu malditas ideas de comprensión?! No pidí jugar conmigo, ¿no? ¡No podí estar juera! Siempre tiene que mijorar! Taba bien vendiendo jlores, ¡nadie punía cosas en mi boca ni jodía por mi gramática! Y ¿qué pasa si no quiero ser una dama?”

Dada su exitoso—aunque curiosamente molesta al mismo tiempo—tono de voz, Remus piensa casi histéricamente que no le ha dejado otra opción.

“Oh Dios,” susurra Pickering.

Remus se saca los lentes, los limpia en su manga e intenta no gritar. “Eliza, debes tener más paciencia; algo de fe en el programa. ¿No quieres chocolate cada día, y ropa fina y un oficial de la Guardia con un lindo bigote?”

Eliza lo mira con sospecha y tuerce su labio. “No vale la pena; y no sé cómo le creo. No puedo hacerlo. Usted ni cree que pueda. Seré horrible por siempre y todo su mejoramiento no puede hacer nada.”

“Debo insistir,” dice Remus, con un tono clínico que asusta incluso a sí mismo, “que reemplaces esas rocas, o encuentres nuevas, y continúes la lección o nunca sabremos de tus capacidades y nos preguntaremos por siempre y siempre. ¿Qué dices?”

“¡Quiero pegarle, eso is lo que digo!” Eliza grita. Se acerca a Remus y por un momento él piensa que esto es, el final ha llegado, arrojándose a él como un yeti o un gigante jugador de algo masculino pero sin

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intelecto. Su mente, en este momento de muerte, lo aterra, la sorpresa que reemplaza el horror, las sensibilidades ofendidas que son nada más que profundas o más viscerales.

“Eliza,” se escucha decir, “por favor reconsidere.”

“Quizás” intenta Pickering, “¿quizás, podamos posponer las rocas para después?”

“¡Por qué no intentaj hablar con las rocas en tu boca, verás lo jácil que no son!”

“Lo fácil que no es,” dice Remus.

Eliza toma aliento. Lo lista que es o no es, lo capaz, parece no tener lugar aquí. Remus supone que sus sensibilidades, sin importar lo coartadas, aún son femeninas. Lo que es difícil comprometer, considerando al joven sobre él, rojo en la cara y determinado a tener algún tipo de retribución.

“Lo jácil que no es,” dice Eliza.

“Muy bien,” comienza Pickering.

“Fácil,” insiste Remus. Sostiene una mano para silenciar a su infortunada amiga. Eliza junta los dientes.

“Jácil,” susurra.

“Con una f,” dice Remus firmemente. “Es como respirar.”

“Ffffff,” dice ella, aún mirándolo feo. “FFFF… ácil.”

“Y lo fenomenal,” intenta Remus.

“Lo ffffffácil que no es,” murmura Eliza. Entonces levanta la vista y dice en una voz muy parecida a la de Sirius, “¿Por qué siempre hago lo que quieres?”

“¿Lo haces?” dice Remus. Está perplejo por esta habilidad repentina de hablar bien, pero está intentando, como un verdadero caballero Inglés, no dejar que su emoción se muestre.

“Bueno, es obvio, no,” dice Eliza pacientemente. Desafortunadamente vuelve a las uñas-en-el-pizarrón. “Mira, te mostraré de Nuevo: di ‘salta’”

“‘Salta’” dice Remus con duda.

“¿Cuán alto?” dice Eliza y sonríe.

Remus despierta con sobresalto para encontrarse al revés en su cama, con la cabeza colgando por la ventana y sus pies en la almohada y un sabor en la boca muy parecido a pelos. "Agh," dice miserablemente, a nadie, y entonces "¿por qué yo?" Después de un momento, se levanta y cuidadosamente va a la ducha, donde pasa la siguiente hora.

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"No uses toda el agua caliente!" grita la Sra. Lupin a través de la puerta a los veinte minutos. "No es posible," contesta Remus, a través de sus dientes, y se estremece.

***

Lo primero que Remus piensa cuando ve la nieve cayendo es que no hay nieve en medio del verano. Toca la ventana, viendo hacia fuera, a la calle. Es temprano. En alguna parte una campana suena. El aire huele a fuegos lentos y carne asada y a pino y humedad. Aunque las nubes se juntan en el cielo él siente algo sobrellevarlo, ridículo y salvaje y lleno de alegría. Navidad, se da cuenta. No puede ser más que Navidad. Sus manos están calientes en guantes sin dedos, y una bufanda ha cubierto su cuello para mantener alejado el frío. A través de la habitación familiar una fogata suena en la austera chimenea. Intenta saber dónde está, en tiempo y espacio, notando las líneas de su abrigo y la extraña forma del sombrero en el escritorio ante él. Las patas de un caballo hacen ruido sobre la piedra.

Por primera vez en años, no siente la necesidad de gruñir el usual Bah! Humbug.

Esto, sin embargo, es más que falta de hostilidad: esta es felicidad plena, el delirio salvaje de darse cuenta de lo maravilloso que es estar vivo, y corre a la ventana y la abre, atrapando el viento y la nieve que da vuelta sobre su cabeza. Hay un pequeño muchacho de pelo oscuro afuera de su casa, con un sombrero en una mano y una expresión oscura.

“¡Oye, niño!” llama Remus. “¿Qué día es hoy?”

“Eh?” responde el niño, con sorpresa.

“¿Qué día es hoy, amigo mío?” grita Remus, sintiéndose feliz. Hay campanas en su cabeza.

“¿Hoy? Bueno, ¡es Navidad!” exclama el niño, mirándolo hacia arriba sin preocupación. Remus nunca se ha sentido tan feliz en toda su vida de escuchar sobre la Navidad, y el niño con el cabello oscuro lo está mirando fijamente como si hubiese sacado un cuchillo, así que Remus le tira una moneda; después de todo, es Navidad, y todos deberían sentirse igual de maravilloso que él. Deja salir un sonido como whoop y cierra la ventana y da vueltas en la habitación, y luego se detiene, de repente recordando algo: otro muchacho, y una Navidad que puede ser tan triste como cualquiera, mientras abajo la campana de la puerta señala la entrada de alguien.

“¡Pero odio a Dickens!” intenta gritar Remus y no hace ningún sonido.

Toma dos escalones a la vez. Sabe lo que debe hacer y asume que terminará cuando lo haya hecho. Hasta le alegría que se llenó en él no puede borrar la molestia de la prosa púrpura detrás de sus ojos; los dos pelean por controlar sus emociones y lo dejan mareado, como si fuese escrito por un hombre al que le pagan por palabra. En cierto modo, supone, no está tan alejado de la verdad.

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Primero: debe decirle a su empleado que debe disfrutar el día. Segundo: debe enviar al muchacho a comprar un pavo más grande que la mayoría de los muchachos. Tercero: debe esperar la culminación, cualquiera sea que la literatura y su inconsciente hayan planeado para esta noche. Cuarto: cuando despierte, debe consultar un libro para que esta locura termine. Todo es muy simple antes de tomar el siguiente escalón.

Su nariz se siente rosada por primera vez en años. Es muy distractorio.

Bob Cratchit, quien tiene una cara redonda y un cabello descuidado del color de la arena, lo espera en la oficina. Se parece a Peter cuando Sirius está de mal humor, tratando de esconderse detrás de las sillas.

“Vete a casa,” dice Remus. No recuerda las palabras, no exactamente, y ahora que el pensamiento ha sobrepasado el instinto, su mente no puede agarrar lo que viene después. Lucha por algo apropiado. “Y, ehh, ¡pasa tiempo con tu familia!” No suena Victoriano. No suena como Scrooge tampoco.

Cratchit lo mira.

Sí, Remus quiere decir, he perdido la cabeza.

“Vamos!” dice, en un modo que espera sea tomado como “desesperadamente alegre” más que “aterradoramente.” “Ve a casa donde, ehh, como se llama, y Tiny Tim” y eso es todo: en una gran mesa de madera, rodeado de velas encendidas y pino y felicidad, caras redondas y plato tras plato de pastel de Navidad. Hay un pavo ahí, en alguna parte, pero los pasteles tienen toda la atención.

“Me gustaría proponer un brindis,” dice Cratchit, su cara bonachona muy roja, levantando su vaso, “por el Sr. Scrooge: por finalmente rendirse a la maravillosa Navidad, como todos sabíamos que lo haría: y por compartir su riqueza con todos nosotros reunidos aquí esta noche.”

“¡Muy bien!” gritan las voces en la mesa, y “¡Gracias Scrooge!”

“¡Y Feliz Navidad a todos!” termina Cratchit y se sienten muchos sonidos aprobatorios.

Remus mira alrededor. Todos a los que ha conocido alguna vez están en la mesa, asintiendo en su dirección, reconocedores, alegres, felices de verlo. Intenta sonreír.

Y un niño delgado aparece detrás de una silla y dice: “Estoy muy feliz de que estés en nuestra Navidad, Sr. Scrooge!” Remus mira hacia abajo. Sirius lo mira y sonríe, una cara brillante y sin dientes frontales en un cuerpo desordenado y un par inmenso de muletas. “¿No es agradable, la Navidad? Intenté decirle.”

“Eh,” dice Remus.

“¡Que Dios nos bendiga,” dice Sirius adorablemente, “a todos!”

Remus despierta gritando.

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Después de que su madre aparece con un pedazo de madera en el aire para defender a su hijo de los asesinos y su padre derrama té caliente en sus pantalones por el ruido y Remus se ha disculpado y explicado y lavado los pantalones de su padre, sabe que sólo hay una cosa que puede ayudarlo ahora.

Investigación. El libro se llama, simplemente, "Interpretación de Sueños." La madre de Remus lo compró hace tiempo, cuando tenía un particular sueño recurrente sobre su casa siendo cubierta de pulgas; desde entonces ha estado abandonado en el estudio del primer piso de la casa de los Lupin, todas las 1600 páginas llenándose de hongos con el tiempo. Remus siempre ha creído que Somniomencia tiene que ser algo loco y, por tanto, ha sido uno de los pocos libros en la casa que nunca ha tocado. (Los otros, incidentalmente, son un libro de cocina vegetariana y una monstruosidad azul titulada “Bebés primero...” el que cree contiene fotos.) Ahora, sin embargo, está dispuesto a tragarse todas las malas palabras que ha dicho sobre la ciencia si sólo puede detener todo.

Llega al índice y luego a la L. "Literatura, sueños relacionados con" es, milagrosamente, una categoría: lo lleva a la página 783. El corazón de Remus se acelera un poco, anticipando salvación.

Primero, hay una lista de preguntas. La primera dice si ha estado leyendo mucho. En un pedazo de papel extra escribe 1. No creo en leer mucho. Esto significa, decide después de una pausa, que sí ha leído demasiado. Hace una nota y se dirige a la pregunta dos. ¿Es la naturaleza de los sueños sexual? Remus siente una llama en su estómago y en su garganta. 2. Sí se siente ridículo pero necesario para llegar al fondo de todo este asunto. Si la naturaleza de sus sueños es sexual, de vuelta la página. Remus da vuelta la página. Quiere un índice de autores, algo tangible, algo que le de confianza.

En su lugar, el libro dice Quizás debería considerar comenzar un diario de sueños.

Remus lo mira.

"¿Eso es todo lo que ofreces?" pregunta, después que nada pasa.

El libro no responde nada, lo que Remus decide significa que Sí, también.

"Bueno maldito seas," murmura. El libro sigue en silencio, excepto por Un diario bien hecho debe ser en un libro vacío, uno de le de Buenas Vibras y huela preferiblemente a Cuero Viejo. Remus como que espera un comercial. No viene. Es conforte frío. Tome nota de cada escenario y personaje recurrente, temas recurrentes y deseos sexuales recurrentes. "No quiero revivir eso," le grita Remus al libro. Al libro no le importa. Descubrimos que a menudo, las ilustraciones Ayudan. "Odio tus mayúsculas," dice Remus. Ilustraciones son Buenas Formas de Resolver El Acertijo. "Lo estás haciendo a propósito," acusa Remus. Hasta la Ilustración Más Pequeña puede ayudar. "No sé dibujar, pero supongo que eso tampoco importa," murmura Remus. Quizás, al ver sus Sueños Visualizados, podrá ver modelos antes obviados por cualquiera excepto el Ojo Interno, el que

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ayuda a reconocer las implicaciones de sus sueños. "Gracias," gruñe Remus, "eso ayuda mucho. Con razón mama te guardó." (Ver también,) añade el libro, en lo que Remus considera una letra algo presumida, (Sueños Sexuales, pp. 32-203.)

Remus mira al libro. No le ofrece ninguna verdad, ninguna revelación, ninguna respuesta a todos sus problemas. No lo va a curar. No va a mantener los trabajos de sus pensamientos internos de pegar la cabeza de Sirius en Tiny Tim, o de arruinar todos los libros buenos para siempre y siempre hasta que Remus sucumba al menos a la locura y las paredes cubiertas.

Sólo puede hacer lo que el libro quiere que haga y rezar por un milagro.

Es hora de encontrar un diario que huela a cuero y que le de Buenas Vibras.

Lo que sea que eso signifique.

***

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Reflexionando, Sirius piensa después, probablemente debieron irse de la casa o al menos irse de la habitación. De verdad no estaba pensando tanto en el futuro, con James y su familia visitando una tía, el trabajo no empezando hasta las ocho y él apenas vestido y Sophie usando su vestido amarillo favorito cuando ella golpeó la puerta; pero igual, pudo haber considerado la posibilidad de que Algo Demasiado Horrible Para Contemplar, pasara. Pero no lo hizo y ahora es demasiado tarde. "Eh," dice, la mente en blanco por el pánico. "Eh," dice el Sr. Potter, mirando fijo la muralla. "Disculpen, lo siento mucho, debí golpear—" "No no, discúlpenos, Monsieur Potter," dice Sophie, saliendo desde los brazos de Sirius y arreglando su vestido con una presencia increíble. Sirius la mira, como un pescado, sintiendo el calor en su cara hasta la punta de sus orejas. "No quisimos molestarlo." "¡No, no!" protesta el Sr. Potter. Aún está algo histérico, intentando mirar donde sea menos al sofá. "Nada de molestia, Sophie, para nada, perfectamente natural, todos tienen los pantalones puestos, ja ja, sólo llegamos temprano, iba a guardar mi sombrero," y se va. "Oh dios," dice Sirius. Entierra la cabeza en la almohada. "Oh Dios, oh Dios, oh Dios—" "Oh, basta," dice Sophie. Una risita sale de su voz dulce. "Eres un niño. Es sólo un beso; o algunos besos." Se está poniendo sus zapatos, pasando los dedos por el pelo de Sirius, y Sirius deja salir un gruñido, no confortado. "¡Es el papá de James! ¡Estoy viviendo en su casa!" "Y tienes veintiún años," dice Sophie gentilmente. Esto no es estrictamente verdad, por supuesto, pero Sirius no lo considera una mentira, exactamente, ya que su francés está increíblemente oxidado y "vingt-et-un" podría significar diecisiete perfectamente. "Es un adulto, cheri. Ambos lo son." "Claro," dice Sirius. Le sonríe. "¡Claro! ¡Adultos! ¡Sí! ¡Todos! ¡Vignt-et-un!" Sophie le sonríe, algo paciente, algo amable, algo francés y por lo tanto malévolo. Sirius piensa en lo atractiva que es y se siente mejor. Desafortunadamente, su salvedad es corta. Esa tarde, después de la cena, después de que Sophie se ha ido y Sirius se siente seguro finalmente, se encuentra solo en la habitación de James con el Sr. Potter. Atrapado. Perdido en el mar. James, piensa, la traición última, hora del baño mi trasero, debo matarlo, antes de que el Sr. Potter se despeje la garganta incómodamente. "Pensamos," comienza, "pensamos que sería buena idea hablar sobre—ciertos—hablar de—en vista de tu relación con Sophie—y siendo nuestro placer pero también nuestro deber al tenerte bajo nuestro techo—nuestro techo—y pensamos que

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sería mejor hablar de—ciertos—hablar." El Sr. Potter se ajusta el cuello de la camisa y se saca la corbata. Sirius lo mira fijamente. No puede ser. "Verás," dice el Sr. Potter, "cuando llegas a cierta edad, hay ciertos deseos que ciertamente deben llegar, estoy seguro, a la mente de cualquier joven." "Urgk," dice Sirius. Todo lo que viene a la mente después es, "ciertamente." "Compré algo de—algo de literatura," continua el Sr. Potter, jugando con unos panfletos en su regazo. Panfletos, piensa Sirius. Nunca podré mirar a este hombre a los ojos de nuevo. No es capaz de mirarlo a los ojos ahora, viendo sus zapatos y queriendo, más que nada, tener la vida simple de un cordón. Sólo tendría que preocuparse de no partirse o de ser masticado por perros. Eso sería una buena vida, incluso si no tuviese más pasteles. "Bueno," dice el Sr. Potter, "¿qué te parece? Es Perfectamente Natural." Sirius se atora. "Qué es, emm, Señor. ¿Qué es perfectamente natural?" "Bueno," dice el Sr. Potter. Sirius se pregunta quien, de los dos, está más incómodo. Los imagina, en un ring, concentrados en una competencia de cabezas explosivas. Serán calificados en todos, de qué color se les pone la cara, cuán rápido se les sale el cerebro por las orejas debido a la vergüenza. "Bueno, eso es." "Eso" repite Sirius. Oh Dios, oh Dios, oh Dios. No hay escape. Todo es negro. "Señor, está... ehh... Oh Dios." "Sí," dice el Sr. Potter, poniéndose verde. Mira la pared justo detrás de la oreja izquierda de Sirius al comenzar a hablar fantasmalmente, con algo de jovialidad. "Sí claro, Sirius, mi muchacho. Sólo pensamos que deberías saber que mientras... eso... es por supuesto una parte hermosa y natural de la experiencia humana y por supuesto, eh, una expresión maravillosa de amor entre dos adultos o, ja ja, casi adultos, hay ciertas... precauciones que necesitan ser, ehh, tomadas—cosas necesitan ser tomadas en cuenta. Eh." "¡Sí!" exclama Sirius, a través del pánico y la degradación. "Sí, absolutamente. Precauciones. Ya están tomadas y... eso. Sophie y yo, muy precavidos. No que... necesite ser, porque... ¡no es necesario! ¡Y todo está en los panfletos!" "¡Clarito!" dice el Sr. Potter con gratitud tan profunda que es casi tangible. Se catapulta de la cama de Sirius y golpea a Sirius en el hombro, con tanto cariño que Sirius deja salir un sorprendido "oof!" y se agacha. "Eres como un hijo para mí, Sirius, muchacho." "Gracias, Sr. Potter, \" murmura Sirius, intentando respirar y pesando, en su cabeza, varios métodos de suicidio. "De verdad. Gracias." "Mantengámoslo fuera de la casa para la próxima, ¿ya, jaja?" dice el Sr. Potter y entonces, "oh, no te olvides, ehh, panfletos." Los deja en la cobija de Sirius como algo muerto y podrido y cubierto en carroña y luego se va. "Quiero morir," dice Sirius, a nadie y, casi por reflejo, abre un panfleto.

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Tienen ilustraciones. Sirius deja salir un sonido de angustia y se mete debajo de la cama para esperar a la muerte.

*** La madre de James lo mira camino a la ducha con una mirada que dice No Pienses Que Estás A Salvo. James intenta salirse, sabiendo que si lo calcula bien, puede salir por la ventana del baño y morir justo a tiempo para evitar lo inevitable. Desafortunadamente, lo inevitable acaba de terminar de limpiar el piso y logra atraparlo cuando se resbala y cae de cabeza en su propio, y lamentable, destino. "Bueno," dice la Sra. Potter, "¿cómo estás, hijo?" "Estás sentada en mí," gruñe James. "Creo que me perforaste un pulmón." La Sra. Potter le acaricia su pelo desordenado. "Tengo panfletos para ti," dice. "Sugieren hablarle a tus hijos sobre relaciones sexuales—" "AGH," grita James, intentando hacer que el sonido de su madre diciendo relaciones sexuales deje de hacer eco en su cerebro. "AGH AGH AGH AGH AGH." "—sobre relaciones sexuales antes de que cumplan dieciocho," insiste su madre, "así que aquí estoy." James sabe ahora que nunca jamás tendrá sexo. Algún día, en el futuro cercano, una vez que haya agotado a Lily por segunda vez y se encuentre en un abrazo apasionado, sus dulces labios y su cabello en sus manos, recordará de repente y sin advertencia esta imagen de su madre, mirándolo detrás de sus lentes, su cabello gris y salvaje por la humedad y el aseo, diciendo ¡relaciones sexuales! Triunfantemente. Y ese será el final de eso. "Relaciones sexuales," dice la Sra. Potter alegremente, acomodándose en el estómago de James, "es una de las cosas más hermosas que dos personas pueden compartir, asumiendo que por supuesto esas dos personas están dispuestas y sean entusiastas." "¡La la la la!" chilla James, metiendo sus manos en sus oídos. "Oh estar en Inglaterra ahora que Abril está aquí—" "—y," continúa su madre, "si ambos están concientes de los riesgos y las consecuencias que las relaciones sexuales traen. Por supuesto, la medicina mágica ha avanzado mucho en la prevención y alivio de muchas Enfermedades Transmitidas Sexualmente—" "—y quien pasee por Inglaterra verá que la mañana—" "—pero el embarazo," dice su madre sin piedad, gentilmente sacando los dedos de James de sus oídos y sosteniéndolos a cierta distancia con fuerza, "dura para siempre y las

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consecuencias emocionales de un encuentro sexual no planeado o forzado pueden durar para siempre." "¿Sacaste esto de un libro?!" grita James. "Ya no soy tu hijo. ¿Por qué haces esto? ¿Atrapaste a Sophie y a Sirius y ahora yo tengo que sufrir?" "Necesitas estar informado." Su madre lo mira brillante. "Ahora, por supuesto, estoy seguro de que tienes curiosidad sobre estos nuevos sentimientos que tienes y quiero que sepas que no necesitas estar avergonzado de ninguno de ellos y quiero que me preguntes si tienes alguna pregunta." James la mira. "Tus padres," dice ella, "pueden ser una fuente de conocimiento sobre sexo en todas sus formas. " El cerebro de James se cierra completamente. Después de un momento logra decir, "¿Mamá?" "¿Si, cariño? No temas preguntar algo difícil." "Tengo que tomar una ducha." Para siempre, añade silenciosamente. "Estás algo maduro," concuerda. "Nuevas glándulas, por supuesto. ¡Pubertad! ¡Qué cosa más linda!" "Nunca podré hablarte de nuevo," gruñe James. "Me voy a mudar a Siberia y me convertiré en una monja. Gracias, mamá, por moldear mi vida así." "Querido, entiendo que tengas dudas," dice su madre plácidamente y lo besa en la frente antes de levantarse. "Pero por favor entiende que nosotros—tu padre y yo—sabemos por experiencia propia que el sexo puede y debería ser una de las cosas más hermosas del mundo y nunca debes estar avergonzado de ti sexualmente o—" "POR DIOS QUE ESTÁ EN EL CIELO," grita James, tirándose al baño y cerrando la puerta. Por un momento se sienta en el baño, intentando no llorar como un niño. Entonces, desde atrás de la cortina de baño, alguien susurra, "¿Prongs?" "¿Pads?" "¿Está tu papá afuera?” "Nunca voy a tener sexo," dice James. "La vida ya no tiene sentido. Ni los senos. Me voy a convertir en monja. ¿Me quieres ayudar a buscar conventos?"

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"Me voy a convertir en un castrado," contesta Sirius en una voz muerta, "y cantar ópera. ¿Por qué, Prongs? ¿Por qué, por qué, por qué?" "Es tu culpa,” sisea James. "Tú y tu poodle Francés." "Estoy lleno de miseria," dice Sirius. "El fin se acerca." "Te culpo," insiste James, sin ningún vigor en la acusación. "Tú y tus deseos sin control." La cabeza de Sirius da un golpe contra la pared. "Mis panfletos son ilustrados." "Mi mamá está loca." "Tu papá intentó hablarme sobre los hechos de la vida." "Mi mamá usó la frase relaciones sexuales." "Él dijo la palabra ciertamente al menos diez veces en una oración." "Ella habló sobre ella y mi papá y—tú sabes." "Oh Dios." Sirius lo mira detrás de la cortina. "Tú ganas."

*** Remus se da cuenta a la mitad de la cena que nadie ha hablado desde que se sentaron a comer. Una mirada furtiva a sus papás y se da cuenta que sus padres lo están mirando fijo, como si estuvieran en el medio del Sahara: su mamá y papá dos buitres en el cielo y él mismo una gacela sin esperanza en su última pata. Intenta no atorarse con su comida, forzándola a bajar por su garganta. "Uhm," dice. "¿Buenas arvejas?" "Tenemos que hablar," dice la Sra. Lupin. "¿Qué hice?" pregunta Remus. "No he hecho nada." "No, no, no, por supuesto que no," dice su padre amablemente. "No hiciste nada." "¿Uno de ustedes se va a morir?" pregunta Remus, luchando con la necesidad del pánico. Su madre se ríe e intercambia una Mirada con su padre. Remus se tuerce. "Por supuesto que no, querido. Sólo—bueno, notamos que tomaste mi libro." "Tu... libro," repite Remus. Oh Dios, ¿saben? No pueden saber. Quizás los sueños literarios son algo que hay en la familia Lupin, y cuando comienzan te tienen que iniciar en el Secreto de la Familia Lupin. "Sólo—sólo quería ver unos, eh, sueños." "Ya sabemos," dice su padre. Se inclina en la mesa, poniendo una mano confortante en el hombro de Remus. "Sólo queríamos que supieras que estos sueños le pasan a todos."

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Remus lo mira, consciente de que su boca está llena de arvejas a medio comer. "Qu—¿de verdad?" "Por supuesto que sí, cariño." Su madre le sonríe, amable y comprendiendo. El pánico avanza en la garganta de Remus. “Verás, cuando llegas a cierta edad, tu cuerpo empieza a tener ciertos... deseos." "No," dice Remus rápidamente. "Nada de deseos. No hay deseos." "Por supuesto que los hay," presiona su madre, "y son perfectamente normales. Son las hormonas, sabes. Una función del cuerpo. Nada de qué preocuparse." "No hay deseos," insiste Remus. "No hay deseos." "No tienes para qué negarlo," alivia su madre. "Entendemos lo que debes sentir—confusión y soledad y posiblemente intimidación. Es, después de todo, un fenómeno nuevo. Debes tener preguntas como '¿qué me está pasando?' y '¿soy sólo yo?' Pero no eres sólo tú, cariño." "Yo pasé por lo mismo," dice su padre, sacando una tostada. "No hay deseos," dice Remus de nuevo. Ha olvidado que otras palabras existen. "Remus," dice la Sra. Lupin con paciencia, "pensamos que, ya que te gusta leer tanto, algunos libros en el tema podrían ser muy útiles." "¿Estoy hablando Español todavía?" dice Remus. "Suena como Español para mí. ¿Por qué no están escuchando? No hay deseos. ¡No hay deseos!" "Bueno," intenta la Sra. Lupin, "el hombre en la tienda sugirió una versión animada para jóvenes. ¿Quieres mirarlo?" "No si habla de deseos," dice Remus, sintiéndose histérico. "Entiendo," dice su padre, guiñándole un ojo. "No hay deseos. ¿Claro? Sólo dejaremos estos en el living. Por si acaso." Remus mira sus arvejas. De ahora en adelante, supone que no podrá comer arvejas. Por siempre las asociará con esta náusea enferma y desesperada, la expresión de su madre, el guiño demente de su padre que supone entendimiento conspiracional. “Ack,” dice Remus. "Recuerda: siempre estamos aquí si nos necesitas," dice su madre. "Ack," dice Remus de nuevo y entierra su cara en sus manos.

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Peter sabe que está en problemas cuando escucha a su madre gritando algo en la sala. Lo que no sabe es por qué está en problemas. Puede ser cualquier cosa, excepto que no ha hecho nada, pero de verdad no lo descarta. "Peter Wimsley Pettigrew, ¡baja tu cola a esta habitación en este instante!" Peter baja las escaleras, sin tener ninguna otra opción en el asunto. Su madre lo está mirando amenazante, sosteniendo en su mano lo que parece ser… un calcetín. Un calcetín pequeño y de plástico. "¿Dónde crees que encontré esto?" dice, poniendo sus manos en sus caderas. Peter no tiene idea. Podría ser en cualquier parte, la verdad. Deja calcetines en todas partes. Puede que ni siquiera sea su calcetín. Probablemente es uno de los calcetines de su hermana. "Er," dice. "No sé." Su madre luce como si fuese a explotar. Peter la imagina explotando, y luego imagina que si lo hiciera, probablemente olería a desinfectante. "En la lavadora," dice su madre. El piso bajo los pies de Peter se sacude. Es casi como un terremoto, sólo que su madre puede que lo haga comer jabón de nuevo, y eso es peor que el mundo abriéndose y tragándoselo entero. "¿Y de dónde crees que vino?" "No entiendo," dice Peter. "Los calcetines tienen que ir a la lavadora. ¿No?" El labio de su madre se tuerce. Sus ojos emanan fuego rojo, demoníacos y acusatorios. Peter se achica. "¡Relaciones!” grita su madre. "¡Es una práctica inmunda, llena de enfermedades! ¡Al baño, jovencito! ¡Dos horas!" Peter da vuelta su cola y corre. "¿Tienes idea?" lo sigue la voz de su madre. "Las verrugas—herpes—infecciones—insanitario—asqueroso—inmundo—ningún hijo mío—" Peter cierra la puerta del baño y le pone llave. Ni siquiera parecía uno de sus calcetines. Era demasiado pequeño para ser uno de sus calcetines. Debe haber sido de su hermana, se confundió en la ropa sucia. No está del todo seguro de dónde viene toda esta conversación sobre relaciones, y cómo verrugas entraron en la mezcla, pero de verdad no escucha mucho a su madre y secretamente anima el polvo como mascotas, hasta que ella los sacude. No es como si tuviese que escucharla. Bueno, piensa Peter, y se da un baño largo y caliente.