parroquia ntra. sra. del carmen (aguadulce) revista semanaly cuanto más oscura es la noche, más...

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Hoy quisiera pararme en la dimensión de la esperanza que es la espera vigilante. El tema de la vigilancia es uno de los hilos conductores del Nuevo Testamento. Jesús predica a sus discípulos: «estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas; sed como aquellos hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que en cuanto llegue y llame, al instante le abran» (Lc 12, 35-36). En este tiempo que sigue a la resurrección de Jesús, en el que se alternan de forma continuada momentos de serenidad con otros angustiosos, los cristianos no se rinden nunca. El Evangelio recomienda ser como los siervos que no van nunca a dormir, hasta que su jefe no ha vuelto. Este mundo exige nuestra responsabilidad y nosotros la asumimos completa y con amor. Jesús quiere que nuestra exis- tencia sea trabajosa, que nunca bajemos la guardia, para acoger con gratitud y estupor cada nuevo día que Dios nos regala. Cada mañana es una página en blanco que el cristiano comienza a escribir con obras de bien. Nosotros hemos sido ya salvados por la redención de Jesús, pero ahora esperamos la plena manifestación de su señoría: cuando finalmente Dios sea todo en todos (cf 1 Cor 15, 28). Nada es más cierto en la fe de los cristianos que esta «cita», esta cita con el Señor, cuando Él venga. Y cuando este día llegue, nosotros, los cristianos, queremos ser como aquellos siervos que pasaron la noche con los lomos ceñidos y las lámparas encendidas: es necesario estar listos para la salvación que llega, listos para el encuentro. ¿Habéis pensado, vosotros, cómo será el encuentro con Jesús, cuando Él venga? Pero, será un abrazo, una alegría enorme, ¡una gran alegría! ¡Debemos vivir a la espera de este encuentro! El cristiano no está hecho para el tedio; en tal caso, para la paciencia. Sabe que también en la monotonía de ciertos días siempre iguales se es- conde un misterio de gracia. Hay personas que con la perseverancia de su amor se convierten en pozos que riegan el desierto. Nada sucede en vano y ninguna situación en la que un cristiano se encuentre inmerso es completamente resistente al amor. Ninguna noche es tan larga como para hacer olvidar la alegría de la aurora. Y cuanto más oscura es la noche, más cercana está la aurora. Si permanecemos unidos a Jesús, el frío de los momentos difíciles no nos paraliza; y si también el mundo entero predica contra la esperanza, si dice que el futuro traerá solo nubes oscu- ras, el cristiano sabe que en ese mismo futuro está el retorno de Cristo. Cuando sucederá, ninguno lo sabe, pero el pensamiento de que al final de nuestra historia está Jesús Misericordioso sirve para tener confianza y no maldecir la vida. Todo se salvará. Todo. Sufriremos, habrá momentos que susciten rabia e indignación, pero la dulce y potente memoria de Cristo alejará la tentación de pensar que esta vida está mal. Después de haber conocido a Jesús, nosotros no podemos hacer otra cosa más que escrutar la historia con confianza y esperanza. Jesús es como una casa y nosotros estamos dentro y desde las ventanas de esta casa miramos el mundo. Por eso, no nos cerramos en nosotros mismos, no la- mentamos con melancolía un pasado que parece dorado, sino que miramos siempre adelante, a un futuro que no es solo obra de nuestras manos, sino que sobre todo es una preocupación constante de la providencia de Dios. Todo aquello que es opaco un día se convertirá en luz. Y pensemos que Dios no se desmiente a sí mismo. Nunca. Dios no desilusiona nunca. Su voluntad con nosotros no es confusa, sino que es un pro- yecto de salvación bien delineado: «Dios quiere que todos los hombres sean salvados y alcancen la conciencia de la verdad» (1 Tm 2, 4). Por ello, no nos abandonamos al fluir de los eventos con pesimismo, como si la historia fuera un tren del que se ha perdido el control. La resignación no es una virtud cristiana. Como no es de cristianos levantar los hombros o bajar la cabeza ante un destino que nos parece ineludible. Aquellos que tienen esperanza en el mundo nunca son personas sumisas. Jesús nos recomienda esperarlo sin estar de brazos cruzados: «Dichosos los siervos que el Señor, al venir, encuentre despiertos» (Lc 12, 37). No existe constructor de paz que a fin de cuentas no haya comprometido su paz personal, asumiendo los problemas de los demás. La persona sumisa no es un constructor de paz, sino que es un vago, uno que quiere estar cómodo. Mientras el cristiano es constructor de paz cuando arriesga, cuando tiene el coraje de arriesgar para llevar el bien, el bien que Jesús nos ha dado, nos ha dado como un tesoro. Cada día de nuestra vida repitamos aquella invocación que los primeros discípulos, en su lengua aramea, expresaban con las palabras Marana tha y que encontramos en el último versículo de la Biblia: «Ven, señor Jesús» (Ap 22, 20). es el retorno de cada existencia cristiana: en nuestro mun- do no tenemos necesidad de nada más que de una caricia de Cristo. ¡Qué gracia si, en la oración, en los días difíciles de esta vida, sentimos su voz que responde y nos asegura: «Mira, vengo pronto» (Ap 22, 7)! Noticias y avisos Audiencia general (11.10.2017) Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Aguadulce) Revista Semanal 15 octubre 2017, Núm. 183 + El jueves día 19 comienzan las catequesis de los niños de 3º de Primaria. + El Domingo día 22 es el DOMUND. La colecta de ese Domingo va destinada a las Misiones. Será el envío de catequistas en la Misa de 11.00h. Derechos de los trabajadores y desem- pleados Por el mundo del trabajo, para que a to- dos les sean asegurados el respeto y la protección de sus derechos y se dé a los desempleados la oportuni- dad de contribuir a la cons- trucción del bien común. INTENCIONES DEL PAPA

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Page 1: Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Aguadulce) Revista SemanalY cuanto más oscura es la noche, más cercana está la aurora. Si permanecemos unidos a Jesús, el frío de los momentos

Hoy quisiera pararme en la dimensión de la esperanza que es la espera vigilante. El tema de la vigilancia es uno de los hilos conductores del Nuevo Testamento. Jesús predica a sus discípulos: «estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas; sed como aquellos hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que en cuanto llegue y llame, al instante le abran» (Lc 12, 35-36). En este tiempo que sigue a la resurrección de Jesús, en el que se alternan de forma continuada momentos de serenidad con otros angustiosos, los cristianos no se rinden nunca. El Evangelio recomienda ser como los siervos que no van nunca a dormir, hasta que su jefe no ha vuelto. Este mundo exige nuestra responsabilidad y nosotros la asumimos completa y con amor. Jesús quiere que nuestra exis-tencia sea trabajosa, que nunca bajemos la guardia, para acoger con gratitud y estupor cada nuevo día que Dios nos regala. Cada mañana es una página en blanco que el cristiano comienza a escribir con obras de bien. Nosotros hemos sido ya salvados por la redención de Jesús, pero ahora esperamos la plena manifestación de su señoría: cuando finalmente Dios sea todo en todos (cf 1 Cor 15, 28). Nada es más cierto en la fe de los cristianos que esta «cita», esta cita con el Señor, cuando Él venga. Y cuando este día llegue, nosotros, los cristianos, queremos ser como aquellos siervos que pasaron la noche con los lomos ceñidos y las lámparas encendidas: es necesario estar listos para la salvación que llega, listos para el encuentro. ¿Habéis pensado, vosotros, cómo será el encuentro con Jesús, cuando Él venga? Pero, será un abrazo, una alegría enorme, ¡una gran alegría! ¡Debemos vivir a la espera de este encuentro! El cristiano no está hecho para el tedio; en tal caso, para la paciencia. Sabe que también en la monotonía de ciertos días siempre iguales se es-conde un misterio de gracia. Hay personas que con la perseverancia de su amor se convierten en pozos que riegan el desierto. Nada sucede en vano y ninguna situación en la que un cristiano se encuentre inmerso es completamente resistente al amor. Ninguna noche es tan larga como para hacer olvidar la alegría de la aurora. Y cuanto más oscura es la noche, más cercana está la aurora. Si permanecemos unidos a Jesús, el frío de los momentos difíciles no nos paraliza; y si también el mundo entero predica contra la esperanza, si dice que el futuro traerá solo nubes oscu-ras, el cristiano sabe que en ese mismo futuro está el retorno de Cristo. Cuando sucederá, ninguno lo sabe, pero el pensamiento de que al final de nuestra historia está Jesús Misericordioso sirve para tener confianza y no maldecir la vida. Todo se salvará. Todo. Sufriremos, habrá momentos que susciten rabia e indignación, pero la dulce y potente memoria de Cristo alejará la tentación de pensar que esta vida está mal. Después de haber conocido a Jesús, nosotros no podemos hacer otra cosa más que escrutar la historia con confianza y esperanza. Jesús es como una casa y nosotros estamos dentro y desde las ventanas de esta casa miramos el mundo. Por eso, no nos cerramos en nosotros mismos, no la-mentamos con melancolía un pasado que parece dorado, sino que miramos siempre adelante, a un futuro que no es solo obra de nuestras manos, sino que sobre todo es una preocupación constante de la providencia de Dios. Todo aquello que es opaco un día se convertirá en luz. Y pensemos que Dios no se desmiente a sí mismo. Nunca. Dios no desilusiona nunca. Su voluntad con nosotros no es confusa, sino que es un pro-yecto de salvación bien delineado: «Dios quiere que todos los hombres sean salvados y alcancen la conciencia de la verdad» (1 Tm 2, 4). Por ello, no nos abandonamos al fluir de los eventos con pesimismo, como si la historia fuera un tren del que se ha perdido el control. La resignación no es una virtud cristiana. Como no es de cristianos levantar los hombros o bajar la cabeza ante un destino que nos parece ineludible. Aquellos que tienen esperanza en el mundo nunca son personas sumisas. Jesús nos recomienda esperarlo sin estar de brazos cruzados: «Dichosos los siervos que el Señor, al venir, encuentre despiertos» (Lc 12, 37). No existe constructor de paz que a fin de cuentas no haya comprometido su paz personal, asumiendo los problemas de los demás. La persona sumisa no es un constructor de paz, sino que es un vago, uno que quiere estar cómodo. Mientras el cristiano es constructor de paz cuando arriesga, cuando tiene el coraje de arriesgar para llevar el bien, el bien que Jesús nos ha dado, nos ha dado como un tesoro. Cada día de nuestra vida repitamos aquella invocación que los primeros discípulos, en su lengua aramea, expresaban con las palabras Marana tha y que encontramos en el último versículo de la Biblia: «Ven, señor Jesús» (Ap 22, 20). es el retorno de cada existencia cristiana: en nuestro mun-do no tenemos necesidad de nada más que de una caricia de Cristo. ¡Qué gracia si, en la oración, en los días difíciles de esta vida, sentimos su voz que responde y nos asegura: «Mira, vengo pronto» (Ap 22, 7)!

Noticias y avisos

Audiencia general (11.10.2017)

Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Aguadulce) Revista Semanal

15 octubre 2017, Núm. 183

+ El jueves día 19 comienzan las catequesis de los niños de 3º de Primaria. + El Domingo día 22 es el DOMUND. La colecta de ese Domingo va destinada a las Misiones. Será el envío de catequistas en la Misa de 11.00h.

Derechos de los trabajadores y desem-pleados Por el mundo del trabajo, para que a to-dos les sean asegurados el respeto y la protección de sus derechos y se dé a los desempleados la oportuni-dad de contribuir a la cons-trucción del bien común.

INTENCIONES DEL PAPA

Page 2: Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Aguadulce) Revista SemanalY cuanto más oscura es la noche, más cercana está la aurora. Si permanecemos unidos a Jesús, el frío de los momentos

Seguimos escuchando este domingo una parábola dirigida de un modo especial a las autoridades de Israel. Es un re-lato que recoge, en primer lugar, la experiencia del propio Jesús, quien vio como aquellos primeros invitados rechaza-ron su persona y evangelio. Pero también descubrimos una segunda lectura, a saber, los invitados al banquete hoy somos nosotros, y el texto nos hace caer en la cuenta de cómo es nuestra respuesta. Leída con detenimiento, la parábola nos depara hasta cuatro sorpresas que quiero subrayar. Un rey busca invita-dos para el banquete de bodas de su hijo. Desde los profetas, Israel describía la alegría de los tiem-pos mesiánicos como un banquete, expre-sión de abundancia, del compartir y la alegría, de la frater-nidad y, ante todo, gratuidad. De ahí que Jesús use frecuente-mente esta imagen para hablar del Reino de Dios. Con Él ha comenzado este tiempo de salvación; Él es el esposo tan esperado por el pue-blo. A ese banquete, estamos todos invita-dos. Y aquí encontra-mos la primera sor-presa: Sucede que ellos declinan la invi-tación, se niegan a asistir, rechazando a Dios mismo que es quien invita. La negativa se debe principalmente a que los convidados tie-nen otras cosas que consideran más importantes y urgen-tes. Están tan ocupados y preocupados por mantener sus negocios y atender sus asuntos, que no tienen tiempo para Dios. La segunda sorpresa, con todo, es que esta negativa no detiene el amor de Dios; Él sigue ofreciéndonos la salva-ción, a pesar de nuestras excusas y falta de acogida. Por eso vuelve a mandar a sus criados para que sigan haciendo extensible esta invitación a todos. Y dice el evangelio que la sala se llena; acudieron todos los que encontraron al borde de la vida, «malos y buenos» (Mt 22,10). Es la terce-ra sorpresa, que nos hace entender que la invitación es puro don de Dios, es gratuidad y no algo debido a nuestros méritos. Sorpresa que nos recuerda que la iglesia no es el

Comentario bíblico

espacio de los perfectos y selectos, sino el lugar de aque-llos que, a pesar de la fragilidad y pecado, quieren res-ponder a la invitación de Dios con una misión curiosa: convertirse a su vez en criados, por usar los mismos tér-minos de la parábola, que sigan invitando a este banque-te. Finalmente, el relato nos trae una última sorpresa: Un invitado sin el traje de bodas, que el rey manda expul-

sar. Y es que el he-cho de haber sido invitados no debe hacernos olvidar ciertas exigencias para estar en el banquete. No todas las conductas son compatibles con la fe que se quiere vivir. Ser invitados conlleva la respon-sabilidad de vivir conforme a la lla-mada recibida, de ser hombres nuevos y revestidos de Cris-to, como dice el apóstol. Es, pues, este un relato que nos pone en guardia frente a la tenta-ción de la comodi-dad o tibieza. Que-dan excluidos, no solo aquellos que rechazan la invita-ción, sino también aquellos otros que, considerándola co-

mo un derecho y una posesión, no se esfuerzan por vivirla de una forma nueva, conforme al evangelio.

Lunes 16 20.00h ———

Martes 17 20.00h ———

Miércoles 18 20.00h ———

Jueves 19 20.00h Sebastián Diego Jiménez

Viernes 20 20.00h ———

Sábado 21 10.00h / 20.00h ——— / ———

Domingo 22 11.00h / 20.00h PRO POPULO-DOMNUND-Envío Catequistas / Paco

Intenciones de Misa

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Escucha su voz

Lunes 16 Santa Eudivigis Rom 1,1-7 / Sal 97 / Lc11,29-32

Martes 17 S. Ignacio de Antioquía Rom 1,16-25 / Sal 18 / Lc 11,37-41

Miércoles 18 San Lucas 2 Tim 4,9-17 / Sal 144 / Lc 10,1-9

Jueves 19 San Pedro de Alcántara Rom 3,21-29 / Sal 129 / Lc 11,47-54

Viernes 20 San Honorio Rom 4,1-8 / Sal 31 / Lc 12,1-7

Sábado 21 Santa Úrsula Rom 4,13.16-18 / Sal 104 / Lc 12,8-12

Lecturas de la Misa para la Semana

Preparará el Señor del universo para todos los pueblos, en este mon-

te, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;

manjares exquisitos, vinos refinados. Y arrancará en este monte el

velo que cubre a todos los pueblos, el lienzo extendido sobre todas las

naciones. Aniquilará la muerte para siempre. Dios, el Señor, enjugará

las lágrimas de todos los rostros, y alejará del país el oprobio de su

pueblo - lo ha dicho el Señor -. Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro

Dios. Esperábamos en él y nos ha salvado. Este es el Señor en quien

esperamos. Celebremos y gocemos con su salvación, porque reposará

sobre este monte la mano del Señor».

Habitaré en la casa del Señor

por años sin término

El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar;

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí,

enfrente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término.

Hermanos: sé vivir en pobreza y abundancia. Estoy avezado en todo y

para todo: a la hartura y al hambre, a la abundancia y a la privación.

Todo lo puedo en aquel que me conforta. En todo caso, hicisteis bien

en compartir mis tribulaciones. En pago, mi Dios proveerá a todas

vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su riqueza en

Cristo Jesús. A Dios, nuestro Padre, la gloria por los siglos de los si-

glos. Amén.

En aquel tiempo, volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacer-

dotes y a los ancianos del pueblo, diciendo: «El reino de los cielos se

parece a un rey que celebraba la boda de su hijo; mandó a sus criados

para que llamaran a los convidados, pero no quisieron ir. Volvió a

mandar otros criados encargándoles que dijeran a los convidados:

"Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y

todo está a punto. Venid a la boda". Pero ellos no hicieron caso; uno

se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás agarraron a los

criados y los maltrataron y los mataron. El rey montó en cólera, envió

sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la

ciudad. Luego dijo a sus criados: "La boda está preparada, pero los

convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y

a todos los que encontréis, convidadlos a la boda". Los criados salieron

a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y bue-

nos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró

a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de

fiesta y le dijo: "Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de bo-

da?". El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los servidores:

"Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el

llanto y el rechinar de dientes". Porque muchos son los llamados, pero

pocos los escogidos».

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El mes de octubre supone para la pa-rroquia de Macael un revulsivo en su vida de fe. Entorno a sus fiestas patro-nales en honor a la Virgen del Rosario, se suceden decenas de actividades en torno a la Madre del Dios y el Rezo del Rosario. Del 1 al 6 de septiembre se celebró el Septenario presidido por distintos sacerdotes de la Diócesis que

preparaba la gran fiesta del día 7 de octubre que reunía a miles de ma-caleros en una misa multitudinaria celebrada en la plaza de la Iglesia. Seguidamente se procesionó la imagen de la Patrona por las calles de la localidad en el trascurso de la cual distintos grupos, asociaciones musica-les cantaron las plegarias y alabanzas a la Virgen.

El pasado Domingo, día 8 de octubre, la Parroquia de San José Obrero de la capital acogía la celebración de la apertura de los Equipos de Nuestra Señora de Almería bajo el lema “Id a todo el mundo”. La Eucaristía, concele-brada por los sacerdotes D. Antonio Castillo y D. Juan José Martín Campos, reunió ante el altar a la gran familia de matrimonios equipistas junto a sus

hijos en una jornada llena de alegría evangélica. El pasado sábado, 7 de octubre, el cole-gio de la Salle Virgen del Mar acogía el Encuentro anual de voluntarios de Cári-tas Diocesana de Almería. Unos 200 voluntarios asistieron a esta cita anual que giró en torno al lema de la campaña que marca todo el año “Llamados a ser comu-

nidad”, con el convencimiento de que es el esfuerzo y el trabajo generoso de todos lo que hace posible el ejercicio de la caridad. Los voluntarios llegados de las distintas Cáritas parroquiales, escucharon la ponencia de D. Ricardo Mollinero, técnico de Caritas Española que invitaba a los presentes a anunciar, mediante sus acciones, el mensaje central y liberador del Evangelio: Dios nos ama entrañablemente y nos lo ha comunicado con claridad a través de Jesucristo.

En nuestra Diócesis

Beatos mártires de almería

© Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Aguadulce)

San Pedro nace en Alcántara (Cáceres) en 1499, sus padres son Alonso Garabito y María Vilela de Sanabria. Su nombre de pila: JUAN DE SANABRIA. En 1515 termina sus estudios en la Universidad de Sala-manca y toma el hábito en Santa María o San Francisco de los Majaretes, Extrema-dura. Cambió su nombre por Pedro. Des-pués de profeso es trasladado al conven-to de San Francisco de Belvis de Monroy. Aquí conoció a la Maldonado y a los con-des de Deleitosa, tan bienhechores del convento. En 1521 es destinado al con-vento de San Gabriel de Badajoz. En 1524 es ordenado sacerdote. En diciembre de 1532 es elegido en guardián de San Ono-fre de la Lapa (Badajoz), donde escribe el "Tratado de la oración y de la meditación". En 1534 es nombrado por la provincia procurador, juntamente con los guardianes de Mon-teceli y de los Angeles, ante los obispos de Coria y Plasencia. En 1537 es llamado a Portugal por el rey don Juan III y en octubre de 1538 es elegido en el Capítulo provincial de Madre de Dios de Albur-querque Ministro provincial de San Gabriel y recibe la fundación del convento de Nuestra Señora de la Esperanza de Villanueva del Fresno (Badajoz). En 1560 se encuentra en Ávila, llamado por doña Guiomar de Ulloa, para tratar de la fundación del convento en la

dehesa de "Aldea del Palo" (Zamora). Con este moti-vo conoció a Teresa de Ahumada, empezando su interminable amistad espiritual con la reformadora del Carmelo. Se entendieron admirablemente, dan-do Santa Teresa cuenta detallada de su conciencia a San Pedro de Alcántara. El 18 de octubre de 1562 muere Pedro de Alcántara en Arenas (Ávila) "el do-mingo por la mañana, día de san Lucas, de 1562; a la edad de 63 años y de hábito 47". El 18 de abril de 1622 es beatificado por el Papa Gregorio XV y el 28 de abril de 1669 es canonizado por Clemente IX.

Ntra. Sra. del Carmen Patrona de Aguadulce ruega por nosotros

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zos de punta no dejaba de ir. » Quisieron prohibirle ejercer su ministerio con la Persecución Religiosa, pero contes-tó: «Sí alguien viene a bautizar a su hijo, o vienen a casarse porque quieren, mi

obligación es atenderles, porque soy sacerdote. » Fue detenido en las pri-meras horas del uno de septiembre de 1936, a sus cincuenta y nueve años, y preso en La Alfo-quía. Liberado a las pocas ho-ras, su sobrina recordaba que: «Al llegar a casa nos dijo: “De esta nos hemos librado, veremos que sucede la próxima vez”. Por la tarde, a las cinco más o menos, fueron a buscarlo nuevamente a casa y ya no volvió. Lo

llevaron, junto con otros cuatro sacerdo-tes, a los pozos de Tabernas. Según con-taron a mi cuñado unos vecinos de Taber-nas, todos murieron gritando: ¡Viva Cristo Rey!” »

El Beato Juan José Egea Rodríguez fue bautizado el mismo día de su nacimiento en la Iglesia Parroquial de san Ramón Nonato de Zurgena, ingresó en 1889 en el Seminario de Almería. El nueve de junio de 1900 fue ordenado presbítero y envia-do a la coadjutoría de Cantoria. Tras cinco años fue nombrado Coadjutor de Vera. En 1907, tras dos años en Vera, realizó una permu-ta para ocuparse de la coadjutoría de su pueblo natal. A Zurgena entre-garía el cuarto de siglo que le restaba. Su sobri-na Juana decía que: «De mi tío guardo un recuer-do muy bueno, pues con nosotros se portó como un padre; yo me crié junto con mis hermanos con él. Mis padres murieron dejándonos muy jóvenes, sobre todo a mí. Cuando iban los pobres a pedirle aceite, harina, patatas... de lo que tuviera, se iban siempre con el capazo lleno. Era muy cariñoso con todos. Los domingos decía Misa en Palacés; iba en una borrica pe-queñita que tenía, y aunque cayeran chu-

Con Su ejemplo