parroquia ntra. sra. del carmen (aguadulce) revista semanalno hay santo sin pasado, ni pecador sin...

4
Hemos escuchado el Evangelio de la llamada de Mateo. Mateo era un «publicano», es decir un recaudador de impuestos para el imperio romano, y por esto, considerado un pecador público. Pero Jesús lo llama a seguirlo y a convertirse en su discípulo. Mateo acepta, y lo invita a cena en su casa junto a los discípulos. Entonces surge una discusión entre los fariseos y los discípulos de Jesús por el hecho de que ellos compar- ten la mesa con los publicanos y los pecadores: «¡Pero tú no puedes ir a la casa de estas personas!», decían ellos. Jesús, de hecho, no los aleja, más bien los frecuenta en sus casas y se sienta al lado de ellos; esto significa que también ellos pueden convertirse en sus discípulos. Y además es verdad que ser cristiano no nos hace impecables. Como el publicano Mateo, cada uno de nosotros se encomienda a la gracia del Señor, a pesar de los propios pecados. Todos somos pecadores, todos hemos pecado. Llamando a Mateo, Jesús muestra a los pecadores que no mira su pasado, la condición social, las convenciones ex- teriores, sino que más bien les abre un futuro nuevo. Una vez escuché un dicho bonito: «No hay santo sin pasado y no hay pecador sin futuro». Esto es lo que hace Jesús. No hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro. Basta responder a la invitación con el corazón humilde y sincero. La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino, que siguen al Señor porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón. La vida cristiana, entonces, es escuela de humildad que nos abre a la gracia. Un comportamiento así no es comprendido por quien tiene la presunción de creerse «justo» y de creerse mejor que los demás. Soberbia y orgullo no permiten recono- cerse necesitados de salvación, más bien, impiden ver el rostro misericordioso de Dios y de actuar con misericordia. Son un muro. La soberbia y el orgullo son un muro que impide la relación con Dios. Y, sin embargo, la misión de Jesús es precisamente ésta: venir en bus- ca de cada uno de nosotros, para sanar nuestras heridas y llamarnos a seguirlo con amor. Lo dice claramente: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal» (v. 12). ¡Jesús se presenta como un buen médico! Él anuncia el Reino de Dios, y los signos de su venida son evidentes: Él cura de las enfermedades, libera del miedo, de la muerte y del demonio. Frente a Jesús ningún pecador es ex- cluido —ningún pecador es excluido— porque el poder sanador de Dios no conoce enfermedades que no puedan ser curadas; y esto nos debe dar confianza y abrir nuestro corazón al Señor para que venga y nos sane. Llamando a los pecadores a su mesa, Él los cura restable- ciéndolos en aquella vocación que ellos creían perdida y que los fariseos han olvidado: la de los invitados al banquete de Dios. Según la profecía de Isaías: «Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos, vinos depurados. Se dirá aquel día: Ahí tenéis a nuestro Dios: esperamos que nos salve; éste es Yahveh en quien esperábamos; nos regocijamos y nos alegramos por su salvación» (25, 6-9). Si los fariseos ven en los invitados sólo pecadores y rechazan sentarse con ellos, Jesús por el contrario les recuerda que también ellos son comensales de Dios. De este modo, sentarse en la mesa con Jesús significa ser transformados y salvados por Él. En la comunidad cristiana la mesa de Jesús es doble: está la mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía (cf. Dei Verbum, 21). Son estas las medicinas con las cuales el Médico Divino nos cura y nos nutre. Con la primera — la Palabra— Él se revela y nos invita a un diálogo entre amigos. Jesús no tenía miedo de dialogar con los pecadores, los publicanos, las prostitutas... ¡Él no tenía miedo: amaba a todos! Su Palabra penetra en nosotros y, como un bisturí, actúa en profundidad para liberarnos del mal que se anida en nuestra vida. A veces esta Palabra es dolorosa porque incide sobre hipocresías, desenmascara las falsas excusas, pone al descubierto las verdades escondidas; pero al mismo tiempo ilumina y purifica, da fuerza y esperanza, es un reconstituyente va- lioso en nuestro camino de fe. La Eucaristía, por su parte, nos nutre de la vida misma de Jesús y, como un remedio muy potente, de mo- do misterioso renueva continuamente la gracia de nuestro Bautismo. Acercándonos a la Eucaristía nosotros nos nutrimos del Cuerpo y la Sangre de Jesús, y sin embargo, viniendo a nosotros, ¡es Jesús que nos une a su Cuerpo! Concluyendo ese diálogo con los fariseos, Jesús les recuerda una palabra del profeta Oseas (6, 6): «Id, pues, a aprender qué significa aquello de: misericordia quiero, que no sacrifi- cio» (Mt 9, 13). Dirigiéndose al pueblo de Israel el profeta lo reprendía porque las oraciones que elevaba eran palabras vacías e incohe- rentes. A pesar de la alianza de Dios y la misericordia, el pueblo vivía frecuentemente con una religiosidad «de fachada», sin vivir en profundidad el mandamiento del Señor. Es por eso que el profeta insiste: «misericordia quiero», es decir la lealtad de un corazón que reconoce los propios pecados, que se arrepiente y vuelve a ser fiel a la alianza con Dios. «Y no sacrificio»: ¡sin un corazón arrepentido cada acción religiosa es ineficaz! Jesús aplica esta frase profética también a las relaciones humanas: aquellos fariseos eran muy religiosos en la forma, pero no estaban dispuestos a compartir la mesa con los publicanos y los pecadores; no reconocían la posibilidad de un arre- pentimiento y, por eso, de una curación; no colocan en primer lugar la misericordia: aun siendo fieles custodios de la Ley, ¡demostraban no conocer el corazón de Dios! Es como si a ti te regalaran un paquete, donde dentro hay un regalo y tú, en lugar de ir a buscar el regalo, miras sólo el papel que lo envuelve: sólo las apariencias, la forma, y no el núcleo de la gracia, ¡del regalo que es dado! Noticias y avisos De las audiencias (13.04.2016) Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Aguadulce) Revista Semanal 17 de abril de 2016, Núm. 105 + El día 11 (lunes) a las 20’00h hay Grupo de Biblia. + El ensayo del coro para la comuniones será esta semana el jueves a las 18’00h. + El Domingo 24 hay una colecta Extraordina- ria a iniciativa del Santo Padre el papa Fran- cisco a favor de los refugiados de Ucrania. + Si quieres recibir esta Hoja por correo electrónico envía un correo a: [email protected] Universal. Pequeños agricultores. Que los pequeños agricultores, reciban una remuneración justa por su precioso trabajo. Por la Evangelización. Cristianos de Áfri- ca Que los cristianos de África en medio de conflictos político-religiosos, sepan dar testimonio de su amor y fe en Jesucristo. INTENCIONES DEL PAPA

Upload: others

Post on 25-Mar-2020

13 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Aguadulce) Revista SemanalNo hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro. Basta responder a la invitación con el corazón humilde y sincero. La Iglesia

Hemos escuchado el Evangelio de la llamada de Mateo. Mateo era un «publicano», es decir un recaudador de impuestos para el imperio romano, y por esto, considerado un pecador público. Pero Jesús lo llama a seguirlo y a convertirse en su discípulo. Mateo acepta, y lo invita a cena en su casa junto a los discípulos. Entonces surge una discusión entre los fariseos y los discípulos de Jesús por el hecho de que ellos compar-ten la mesa con los publicanos y los pecadores: «¡Pero tú no puedes ir a la casa de estas personas!», decían ellos. Jesús, de hecho, no los aleja, más bien los frecuenta en sus casas y se sienta al lado de ellos; esto significa que también ellos pueden convertirse en sus discípulos. Y además es verdad que ser cristiano no nos hace impecables. Como el publicano Mateo, cada uno de nosotros se encomienda a la gracia del Señor, a pesar de los propios pecados. Todos somos pecadores, todos hemos pecado. Llamando a Mateo, Jesús muestra a los pecadores que no mira su pasado, la condición social, las convenciones ex-teriores, sino que más bien les abre un futuro nuevo. Una vez escuché un dicho bonito: «No hay santo sin pasado y no hay pecador sin futuro». Esto es lo que hace Jesús. No hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro. Basta responder a la invitación con el corazón humilde y sincero. La Iglesia no es una comunidad de perfectos, sino de discípulos en camino, que siguen al Señor porque se reconocen pecadores y necesitados de su perdón. La vida cristiana, entonces, es escuela de humildad que nos abre a la gracia. Un comportamiento así no es comprendido por quien tiene la presunción de creerse «justo» y de creerse mejor que los demás. Soberbia y orgullo no permiten recono-cerse necesitados de salvación, más bien, impiden ver el rostro misericordioso de Dios y de actuar con misericordia. Son un muro. La soberbia y el orgullo son un muro que impide la relación con Dios. Y, sin embargo, la misión de Jesús es precisamente ésta: venir en bus-ca de cada uno de nosotros, para sanar nuestras heridas y llamarnos a seguirlo con amor. Lo dice claramente: «No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal» (v. 12). ¡Jesús se presenta como un buen médico! Él anuncia el Reino de Dios, y los signos de su venida son evidentes: Él cura de las enfermedades, libera del miedo, de la muerte y del demonio. Frente a Jesús ningún pecador es ex-cluido —ningún pecador es excluido— porque el poder sanador de Dios no conoce enfermedades que no puedan ser curadas; y esto nos debe dar confianza y abrir nuestro corazón al Señor para que venga y nos sane. Llamando a los pecadores a su mesa, Él los cura restable-ciéndolos en aquella vocación que ellos creían perdida y que los fariseos han olvidado: la de los invitados al banquete de Dios. Según la profecía de Isaías: «Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos, vinos depurados. Se dirá aquel día: Ahí tenéis a nuestro Dios: esperamos que nos salve; éste es Yahveh en quien esperábamos; nos regocijamos y nos alegramos por su salvación» (25, 6-9). Si los fariseos ven en los invitados sólo pecadores y rechazan sentarse con ellos, Jesús por el contrario les recuerda que también ellos son comensales de Dios. De este modo, sentarse en la mesa con Jesús significa ser transformados y salvados por Él. En la comunidad cristiana la mesa de Jesús es doble: está la mesa de la Palabra y la mesa de la Eucaristía (cf. Dei Verbum, 21). Son estas las medicinas con las cuales el Médico Divino nos cura y nos nutre. Con la primera —la Palabra— Él se revela y nos invita a un diálogo entre amigos. Jesús no tenía miedo de dialogar con los pecadores, los publicanos, las prostitutas... ¡Él no tenía miedo: amaba a todos! Su Palabra penetra en nosotros y, como un bisturí, actúa en profundidad para liberarnos del mal que se anida en nuestra vida. A veces esta Palabra es dolorosa porque incide sobre hipocresías, desenmascara las falsas excusas, pone al descubierto las verdades escondidas; pero al mismo tiempo ilumina y purifica, da fuerza y esperanza, es un reconstituyente va-lioso en nuestro camino de fe. La Eucaristía, por su parte, nos nutre de la vida misma de Jesús y, como un remedio muy potente, de mo-do misterioso renueva continuamente la gracia de nuestro Bautismo. Acercándonos a la Eucaristía nosotros nos nutrimos del Cuerpo y la Sangre de Jesús, y sin embargo, viniendo a nosotros, ¡es Jesús que nos une a su Cuerpo! Concluyendo ese diálogo con los fariseos, Jesús les recuerda una palabra del profeta Oseas (6, 6): «Id, pues, a aprender qué significa aquello de: misericordia quiero, que no sacrifi-cio» (Mt 9, 13). Dirigiéndose al pueblo de Israel el profeta lo reprendía porque las oraciones que elevaba eran palabras vacías e incohe-rentes. A pesar de la alianza de Dios y la misericordia, el pueblo vivía frecuentemente con una religiosidad «de fachada», sin vivir en profundidad el mandamiento del Señor. Es por eso que el profeta insiste: «misericordia quiero», es decir la lealtad de un corazón que reconoce los propios pecados, que se arrepiente y vuelve a ser fiel a la alianza con Dios. «Y no sacrificio»: ¡sin un corazón arrepentido cada acción religiosa es ineficaz! Jesús aplica esta frase profética también a las relaciones humanas: aquellos fariseos eran muy religiosos en la forma, pero no estaban dispuestos a compartir la mesa con los publicanos y los pecadores; no reconocían la posibilidad de un arre-pentimiento y, por eso, de una curación; no colocan en primer lugar la misericordia: aun siendo fieles custodios de la Ley, ¡demostraban no conocer el corazón de Dios! Es como si a ti te regalaran un paquete, donde dentro hay un regalo y tú, en lugar de ir a buscar el regalo, miras sólo el papel que lo envuelve: sólo las apariencias, la forma, y no el núcleo de la gracia, ¡del regalo que es dado!

Noticias y avisos

De las audiencias (13.04.2016)

Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Aguadulce) Revista Semanal

17 de abril de 2016, Núm. 105

+ El día 11 (lunes) a las 20’00h hay Grupo de Biblia. + El ensayo del coro para la comuniones será esta semana el jueves a las 18’00h. + El Domingo 24 hay una colecta Extraordina-ria a iniciativa del Santo Padre el papa Fran-cisco a favor de los refugiados de Ucrania. + Si quieres recibir esta Hoja por correo electrónico envía un correo a: [email protected]

Universal. Pequeños agricultores. Que los pequeños agricultores, reciban una remuneración justa por su precioso trabajo. Por la Evangelización. Cristianos de Áfri-ca Que los cristianos de África en medio de conflictos político-religiosos, sepan dar testimonio de su amor y fe en Jesucristo.

INTENCIONES DEL PAPA

Page 2: Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Aguadulce) Revista SemanalNo hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro. Basta responder a la invitación con el corazón humilde y sincero. La Iglesia

El cuarto domingo de Pascua es siempre el domingo del Buen Pas-tor. Una de las actitu-des que me llaman más poderosamente la aten-ción en Jesús es que cuando enseña al pue-blo, no lo hace utilizan-do discursos complica-dos, ni recurriendo a conceptos de difícil comprensión, sino que funda lo que quiere de-cir en imágenes toma-das de la vida cotidiana y asequibles a todos. Es lo que sucede en este domingo. Para aden-trarnos en el misterio de su persona y de su misión, Jesús habla de sí mismo como el Buen Pastor. Hablar de un pastor en una sociedad agrícola y ganadera era sugerente. Además, la ima-gen del pastor era tradicional en el Antiguo Testamento. Entenderse a sí mismo como un Pastor bueno era describir su misión con los mismos comportamientos que debían carac-terizar a un Pastor: conoce a los suyos, da la vida por ellos y nadie los arrebatará de su lado. Más que un programa, encontramos una descripción autobiográfica de la vida y de la misión del Señor. Él nos conoce, no se desentiende de nuestro camino, con sus so-ledades y con sus momentos de fatiga y can-sancio. Y no solo nos conoce, sino que da la vida por nosotros para que en su entrega ge-nerosa nosotros encontremos vida en pleni-tud. El buen pastor conoce y ama hasta el extre-mo. Y este amor no es algo puntual, sino que se extiende en el tiem-po. No solo nos amó co-mo una acción que ya ha acabado sino que nos sigue amando, no va a dejar que nos arrebaten de su lado. Como buen pastor nos protege en el peligro. Conocer, dar la vida y proteger son los verbos con los que el Evangelio de hoy dibujan la ima-gen del Pastor que es Jesús y su misión. Pero

Comentario bíblico

el evangelio también dirige una mirada hacia el rebaño, hacia los discípulos. ¿Cómo debe ser su relación con el Pastor? Y dice el evan-gelio que escuchan su voz y le siguen. En de-finitiva todo discípulo está llamado a seguir a su maestro, a tratar de "imitarlo" y repro-ducir su misma vida. Y esto no será posible si no le escuchamos, si no somos conscientes de todo lo que nos da y de aquello que nos pide. Tenemos necesidad de pastores que repro-duzcan en su vida al Buen Pastor. Pastores que primero nos sintamos ovejas y que ten-gamos necesidad de oír su voz, de experi-mentar su amor y sentirnos cobijados con sus manos de las nadie nos podrá arrebatar. Para después anunciar con gozo esta expe-riencia, no solo con palabras, sino con la propia vida.

No obstante, el detalle de mayor intimidad el evangelio lo reserva pa-ra el final. Termina Je-sús afirmado su unidad profunda entre con el Padre:« El Padre y yo somos uno». El Buen Pastor no solo nos cono-ce y nos da la vida y protege, sino que ade-más que nos hace parti-cipar de su realidad más profunda, de su intimi-dad de amor con el Pa-dre.

Francisco Saez Rozas

Page 3: Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Aguadulce) Revista SemanalNo hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro. Basta responder a la invitación con el corazón humilde y sincero. La Iglesia

Escucha su voz

Lunes 18 San Perfecto Hch 11,1-18 / Sal 41 / Jn 10,1-10

Martes 19 San León IX Hch 11,19-26 / Sal 86 / Jn 10,22-30

Miércoles 20 San Aniceto Hch 12,24-13,5 / Sal 66 / Jn 12,44-50

Jueves 21 San Anselmo Hch 13,13-25 / Sal 88 / Jn 13,16-20

Viernes 22 San Sotero Hch 13,26-33 / Sal 2 / Jn 14,1-6

Sábado 23 San Jorge Hch 13,44-52 / Sal 97 / Jn 14,7-14

Lecturas de la Misa para la Semana

En aquellos días, Pablo y Bernabé desde Perge siguieron

hasta Antioquía de Pisidia; el sábado entraron en la sina-

goga y tomaron asiento. Muchos judíos y prosélitos prac-

ticantes se fueron con Pablo y Bernabé, que siguieron

hablando con ellos, exhortándolos a ser fieles a la gracia

de Dios. El sábado siguiente casi toda la ciudad acudió a

oír la Palabra de Dios. Al ver el gentío, a los judíos les

dio mucha envidia y respondían con insultos a las pala-

bras de Pablo. Entonces Pablo y Bernabé dijeron sin con-

templaciones: Teníamos que anunciaros primero a voso-

tros la Palabra de Dios; pero como la rechazáis y nos os

consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedi-

camos a los gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor:

“Yo te haré luz de los gentiles, para que lleves la salva-

ción hasta el extremo de la tierra." Cuando los gentiles

oyeron esto, se alegraron mucho y alababan la Palabra

del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna,

creyeron. La Palabra del Señor se iba difundiendo por

toda la región. Pero los judíos incitaron a las señoras

distinguidas y devotas y a los principales de la ciudad,

provocando una persecución contra Pablo y Bernabé y

los expulsaron del territorio. Ellos sacudieron el polvo de

los pies, como protesta contra la ciudad y se fueron a

Iconio. Los discípulos quedaron llenos de alegría y de

Espíritu Santo.

Somos pueblo y ovejas de tu rebaño

Aclama al Señor, tierra entera servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores. Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades

Yo Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría

contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie

delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras

blancas y con palmas en sus manos. Y uno de los ancia-

nos me dijo: Estos son los que vienen de la gran tribula-

ción, han lavado y blanqueado sus manos en la sangre

del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios dándole

culto día y noche en su templo. El que se sienta en el

trono acampará entre ellos. Ya no pasaran hambre ni

sed, ni les hará daño el sol ni el bochorno. Porque el

Cordero que está delante del trono será su pastor, y los

conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará

las lágrimas de sus ojos.

En aquel tiempo, dijo Jesús: Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebata-rá de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Pa-dre. Yo y el Padre somos uno.

Page 4: Parroquia Ntra. Sra. del Carmen (Aguadulce) Revista SemanalNo hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro. Basta responder a la invitación con el corazón humilde y sincero. La Iglesia

El pasado sábado 9 de abril, la Casa de espiri-tualidad de Aguadulce, “Reina y Señora”, acogía la presentación del últi-mo de los libros del sa-cerdote D. Francisco Alarcón Alarcón. En el marco del retiro de la asociación privada de fieles Providentia, D. Manuel Arqueros realizó la semblanza del autor para pasar a continua-ción a la explicación del

contenido del libro por parte de D. Francisco. El libro su-pone “la herencia espiritual de un sacerdote querido y admirado por sus hermanos del presbiterio“ y una “breve obra espiritual de un hombre de cultivada interioridad, cimentada sobre la ciencia de un Doctor y atestiguada por la experiencia de un sacerdote que ha vivido el amor de Dios y a Él ha dado lo mejor de sí mismo” según se cita en el prólogo del también sacerdote, D. José María Sánchez García. D. Francisco Alarcón Alarcón nació en Albanchez (Almería) el 10 de agosto de 1934. Se licenció en filosofía y en Teo-logía dogmática en la Universidad de Comi-llas, y en Filosofía y letras en la Complutense. Se graduó en Estudios sociales en la Católica de París, licenciándose en Teología Moral en la Universidad Gregoriana de Roma, donde también se doctoró en Teología. Ha enseñado Sociología en la universidad de Almería y Teo-logía en el Seminario mayor de Almería. Entre sus múltiples oficios eclesiásticos están los de Vicario General de la Diócesis (1989-2006) y párroco de diversos lugares.

www.diocesisalmeria.es

En nuestra Diócesis

Para profundizar

Parroquia Ntra. Sra. Del Carmen (Aguadulce)

La vida de San Jorge se popularizó en Europa durante la Edad Media, gracias a una versión bastante "sobria" de sus actas. Según cuen-ta la tradición, el santo era un caballero cristiano que hirió gra-vemente a un dragón de un pan-tano que aterrorizaba a los habi-tantes de una pequeña ciudad. El pueblo sobrecogido de temor se disponía a huir, cuando San Jorge dijo que bastaba con que creye-sen en Jesucristo para que el dra-gón muriese. El rey y sus súbditos se convirtieron al punto y el monstruo murió. Por entonces estalló la cruel persecución de Diocleciano y Maximiano; el santo entonces comenzó a alentar a los que vacilaban en la fe, por lo que recibió crueles castigos y torturas, pero todo fue en vano. El em-perador mandó a decapitar al santo, sentencia que se lle-vó a cabo sin dificultad, pero cuando Diocleciano volvía del sitio de la ejecución fue consumido por un fuego baja-do del cielo. Esta versión popular de la vida del santo, induce a que en realidad San Jorge fue verdaderamente

un mártir de Dióspolis (es decir Lida) de Palestina, probablemente anterior a la época de Constantino. No se sabe exacta-mente como llegó a ser San Jorge patrón de Inglaterra. Ciertamente su nombre era ya conocido en las islas Británicas antes de la conquista de los normandos. En todo caso, es muy probable que los cruzados especialmente Ricardo I hallan vuelto del oriente con una idea muy elevada sobre el poder de intercesión de San Jorge.

Ntra. Sra. del Carmen Patrona de Aguadulce ruega por nosotros

PARROQUIA ERMITA

LUNES 09’30h -

MARTES 20’00h -

MIÉRCOLES 09’30h -

JUEVES 20’00h -

VIERNES 20’00h -

SÁBADO 20’00h 10’00h

DOMINGO 11’00h / 20’00h -

HORARIOS DE MISA

HORARIOS DESPACHO PARROQUIAL

MARTES 10’00h –12’00h / 20’30h

VIERNES 20’30h

C/ Virgen del Carmen, 1. Apartado nº 47

[email protected]

950 34 50 17

CONTACTO

www.parroquiacarmenaguadulce.es

quería, que fue con Pedro a ver lo sucedido en el sepulcro de Jesús, al entrar en él y verlo vacío, y ver «las vendas en el suelo» (Jn 20,6), «vio y creyó» (Jn 20,9): «Esto supone que cons-tató en el estado del sepulcro vacío que al ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro» (CCE, n. 640). El sepul-cro vacío se convierte en un signo que Dios ofrece a los discípulos de Jesús y requiere in-terpretación, y a ella llegan los discípulos al recibir el otro gran signo de la resurrección de Jesús que son las apariciones. Los encuentros con Jesús resucitado, que son las apariciones, impiden pensar que el anuncio que los apósto-les hicieron de la resurrección de Jesús fue sólo resultado de una ilusión o de un deseo de sacar una empresa apostólica adelante. La fe en la resurrección tampoco fue el resultado, o meramente el resultado de “caer en la cuenta” de que lo sucedido a Jesús no había terminado con él. Muy por el contrario, fue resultado de una experiencia histórica que hizo posible el mismo Resucitado, haciéndose reconocer por ellos en unas apariciones que le dieron a expe-rimentar a los discípulos que Jesús resucitado era partícipe de la vida divina: «En la Resurrec-ción, el cuerpo de Jesús se llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que san Pablo puede decir de Cristo que es el hombre celes-tial» (CCE, n.646).

(Homilía del Domingo de Resurrección. Mons. Adolfo González Montes. Obispo de Almería)

Fue precisamente la muerte ignominiosa de la cruz la que cegó su fe en él y quebró su espe-ranza, aunque no plenamente, ya que perma-necieron unidos en el cenáculo intentando comprender unos acontecimientos que les sobrepasaban. En realidad no comprendían ni la idea de un Mesías destinado a la pasión y a la muerte, ni tampoco la idea misma de la resurrección. Frente a la cruda experiencia de la ejecución de Jesús en el madero de la cruz, los apóstoles y los discípulos necesitaron la experiencia sensible del Resucitado a través del sepulcro vacío y de las apariciones. El evangelio de san Juan nos informa del descu-brimiento del sepulcro vacío la mañana de la resurrección, el día tercero contando el de su ejecución y el mismo día de la resurrección. María Magdalena había pensado en un primer momento en lo más razonable desde el punto de vista de los acontecimientos naturales, y por eso dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto» (Jn 20,2). Para el evangelista la fe en la resurrec-ción no es resultado de un fenómeno mera-mente psíquico o interior, sino que la fe en la resurrección cuenta con ambos elementos la experiencia de la realidad y la deducción de la fe, que expresa mediante la fórmula «ver y creer». La fe en la resurrección no es creación del miedo o del temor, de la ilusión que había suscitado en ellos el proyecto del reino de Dios o la fascinación de la personalidad de Jesús como líder religioso o moral, sino que la fe se levanta como la más correcta interpretación de las cosas sucedidas. Por eso la enseñanza de la Iglesia que el discípulo al que Jesús tanto

Con su ejemplo