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Page 1: PARROQUIA N · Web viewLa casa de Hudson, cuyos moradores siempre se desempeñaron en el ministerio parroquial y que desde 1932 hasta 1934 sirvió como colegio apostólico (seminario

Fr. Ricardo W. Corleto OAR

PARROQUIA N. S. DE LA CONSOLACIÓNBUENOS AIRES

DESCRIPCIÓN DEL TEMPLO PARROQUIAL

Introducción:

Antes de hablar del Templo parroquial en sí, conviene que tengamos en cuenta que ésta casa (Parroquia y Comunidad), como sede del R. P. Vicario Provincial de la Orden de Agustinos Recoletos en Argentina es la “Casa Madre” y como la “cabeza” de nuestra Vicaría. Es oportuno pues, que, a la descripción del Templo en sí, antepongamos una breve relación sobre el origen de la Orden de Agustinos Recoletos, la Provincia de Santo Tomás de Villanueva y la Vicaría de Argentina.

A comienzos del año 2014, se han cumplido ochenta y nueve años de la presencia de los agustinos recoletos en Argentina, y en junio del mismo año, la parroquia ha cumplido ochenta años de su fundación.

Si bien ya en 1924 había estado de paso en Buenos Aires el Beato Vicente Soler, entonces provincial de nuestra Provincia de Santo Tomás de Villanueva1, para atender algunos asuntos internos de la Comunidad2 y con el objeto de estudiar “in situ” las posibilidades de fundar en Argentina, fue precisamente el día 19 de enero de 1925 a las cinco de la tarde, cuando desembarcó en Buenos Aires la primera “misión” de agustinos recoletos para comenzar lo que sería una historia de presencia ininterrumpida hasta el día de hoy, y el comienzo de una rica labor apostólica a favor de los habitantes de nuestras tierras.

Los primeros religiosos recoletos destinados a Argentina fueron los padres Gregorio Alonso (futuro obispo – prelado de Marajó en el Brasil) y José Garro. Los acompañaba el P. Tomás Martínez, vicario provincial del Brasil, ya que, a pesar de ser españoles, ambos padres estaban trabajando apostólicamente en esa nación antes de venir a Argentina. Un mes más tarde se les uniría el Hno. Eduardo González. Estos pues son los nombres de los “frailes fundadores” de nuestra Vicaría.

La Orden de Agustinos Recoletos:

La Orden de Agustinos Recoletos es una familia unida por lazos espirituales y cuyos miembros –religiosos, monjas de clausura, religiosas de vida activa y miembros laicos pertenecientes a la Fraternidad Seglar– hunde sus raíces en el Siglo XVI. Efectivamente, la Recolección Agustiniana nació como fruto maduro de, al menos, dos causas: El clima de reforma que se vivía en la Iglesia como consecuencia de la celebración del Concilio de Trento (1945-1963), y de los anhelos de vivir con mayor perfección la vida religiosa agustiniana, lo cual implicaba, entre otras cosas, vivir con más austeridad y subrayar los aspectos contemplativo y comunitario de nuestro carisma, que existía en algunos religiosos de la Provincia de Castilla (España) y de la Provincia de Nuestra Señora de Gracia (Colombia) de la Orden de San Agustín. Entre los religiosos de la provincia castellana que impulsaban la Recolección dentro de la Orden deben contarse como mentores al insigne literato castellano –tal vez el más grande poeta 1 Luego martirizado en Motril en 1936 y beatificado por Juan Pablo II el 7 de marzo de 1999.2 Entre otras cosas, el P. Soler había viajado a Buenos Aires “para sacar algún dinero del Banco español del Río de la Plata”. José GARRO, Relación histórica de la Fundación de la 1ª Casa Recoleta en la República Argentina, (1925), pg. 1. En APST, XXI – 3.

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de nuestra lengua– Fr. Luis de León, al P. Fr. Pedro de Rojas, y al P. Jerónimo de Guevara3. Inspirador de la Recolección americana fue el Venerable Padre Mateo de los Ángeles.

Los padres agustinos de la Provincia de Castilla vieron cumplidos sus deseos de llevar una vida más estrecha el día 5 de diciembre de 1588, fecha en que, en un Capítulo Provincial celebrado en la Ciudad de Toledo, se decidió la fundación de las primeras casas recoletas de España.

Por su parte, el P. Mateo Delgado, también vio cumplirse sus deseos de vivir una vida más perfecta dentro de la familia agustiniana cuando, junto con un par de compañeros, vistió el hábito de recoleto o descalzo, como entonces se decía, en el año 1604; y recibió la ermita de Nuestra Señora de la Candelaria, fundada algunos años antes por un grupo de ermitaños y que, desde entonces, se convirtió en el Convento de Nuestra Señora de la Candelaria, cuna y matriz de la Recolección neogranadina.

Ambos movimientos, el español y el americano, se fusionaron en la segunda mitad del Siglo XVII (1666), dando origen a lo que, con el tiempo, llegaría a ser la Orden de Agustinos Recoletos.

La Provincia de Santo Tomás de Villanueva:

Sería prolijo intentar hablar aquí de todos los avatares históricos por los que pasó nuestro instituto en los siglos siguientes a su fundación. Simplemente recordaremos aquellos que tuvieron que ver con el origen histórico de nuestra provincia, llamada de Santo Tomás de Villanueva; y con la creación de la Vicaría de Argentina como consecuencia de la expansión de esta provincia.

Tanto en España como en América, el Siglo XIX fue dramático para la Iglesia en general, y en particular para las órdenes y congregaciones religiosas. Las ideas liberales entonces imperantes destruyeron varias familias religiosas; los decretos desamortizadores del Ministro Mendizábal en España (1835-1836), los del general Mosquera en Colombia (1861) y la Revolución de independencia de Filipinas (1898), casi hicieron desaparecer la nuestra; ya que, precisamente en esos tres lugares, se hallaba asentada nuestra Recolección. Cuando todo parecía indicar la muerte de nuestro Instituto y el horizonte aparecía más sombrío que nunca, fue cuando despuntó el sol de la salvación para nuestra Orden. Esa salvación se debió, en gran medida, a la expansión de la Orden por nuevas naciones de América.

Virtualmente expulsados de Filipinas, nuestros misioneros organizaron expediciones hacia América, encontrando en nuestro suelo un lugar propicio para sembrar la semilla de nuestro carisma. En 1898 el P. Patricio Adell, junto con un grupo de ocho religiosos más, se embarcó hacia América, fundando la primera casa de Venezuela y refundando la de Panamá. Por su parte, y en 1899, el P. Mariano Bernad guió una segunda expedición de catorce religiosos que, en este caso, se dirigieron hacia el Brasil, fundando las primeras casas de esa nación.

En 1907, y ya bastante aquietadas las aguas de la persecución liberal, se decidió fundar con algunas casas de España y con todas las de Brasil, Venezuela, Panamá y Trinidad una nueva provincia, a la que se llamó “Provincia Hispanoamericana de Ntra. Sra. del Pilar”.

3 Este último religioso, maestro en teología, amigo de la carmelita descalza Ana de Jesús y miembro de una de las familias más encumbradas de España (era hijo de los duques de Escalante), ayudó a los recoletos a granjearse la amistad de personajes influyentes, entre ellos la del futuro conde de Salinas, Diego de Silva y Mendoza, que fue un gran sostén para los recoletos. Ángel MARTÍNEZ CUESTA, Historia de los agustinos recoletos, I, Madrid 1995, 180.

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La Provincia del Pilar sufrió en 1909 un redimensionamiento territorial, una reducción de los religiosos adscriptos a la misma y un cambio de nombre. Efectivamente, la anteriormente llamada Provincia Hispanoamericana devolvió a su provincia madre –que era la de San Nicolás de Tolentino–, las casas de Venezuela, Panamá y Trinidad junto con el convento de Zaragoza en España, quedándose con el resto de las casas que ya tenía en España y con todas las del Brasil. Al mismo tiempo, perdió su nombre de “Hispoanomericana del Pilar” y recibió el actual de “Provincia de Santo Tomás de Villanueva de Andalucía”4. De esta provincia forman parte las casas de nuestra nación.

Los orígenes de la Vicaría de Argentina:

Si quisiéramos remontarnos a los orígenes más remotos de nuestra Vicaría (elevada al rango de tal por el Capítulo Provincial de 1927), tendríamos que ir hasta el año 1909. En efecto, en dicho año, a la par que se redimensionaba y se le cambiaba el nombre a la Provincia de Santo Tomás, se asignaba a esta la tarea de expandirse, entre otras naciones, por la República Argentina.

La disposición de 1909 no pudo llevarse a la práctica inmediatamente, pero los capítulos provinciales de 1921 y 1924 insistieron en la necesidad de que la provincia se expandiese por otras naciones de Hispanoamérica, ya que hasta ese momento su presencia se encontraba limitada a España y Brasil.

La Revolución del general Isidoro Dias Lopes que tuvo lugar en el Estado de San Pablo (Brasil) en 1924, que presagiaba pésimos augurios para los religiosos, aceleraron la decisión de abrirse a nuevos campos apostólicos.

Por otra parte, en la década del 20’ la Argentina estaba pasando por un estado de prosperidad económica y de relativa estabilidad monetaria, razón por la cual la provincia había miraba a nuestra nación con simpatía y había puesto en ella sus ojos a la hora de depositar parte de sus magras economías. Todos estos hechos están a la base de la apertura de la primera casa de Argentina.

Los primeros tiempos:

Los dos primeros lustros de nuestra presencia en Argentina fueron para nuestros padres fundadores años de tanteos fundacionales, de gran premura económica y de marchas y contramarchas; sólo más tardíamente llegará el momento de la consolidación.

Cuando en 1924 el Beato Vicente Soler visitó la Argentina, se había entrevistado con el obispo de La Plata, que era a la sazón Mons. Francisco Alberti. Mons. Alberti había prometido al P. Soler entregar a nuestros religiosos una Vicaría parroquial en Villa Turdera (hoy Turdera en el partido de Lomas de Zamora); con esta promesa entre manos nuestro provincial volvió al Brasil para seguir haciendo la visita canónica a las casas de esa Vicaría provincial y para organizar la primera “misión” a la Argentina.

Como hemos dicho, una vez organizada la expedición, esta llegó al puerto de Buenos Aires en 1925, pero los padres sufrieron una decepción inmensa al enterarse de que los terrenos destinados a la primera casa recoleta en Argentina habían sido comprados por los Padres del Corazón de María, a quienes el obispo había entregado la fundación.

Habiéndose entrevistado el P. Tomás Martínez, Vicario del Brasil, con Mons. Alberti, este reconoció su yerro y les ofreció entre otras posibilidades, hacerse cargo de

4 En la actualidad ha caído en desuso la apostilla “de Andalucía”, nombrándosela simplemente como “Provincia de Santo Tomás de Villanueva”.

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la Capilla de Villa Elisa. Los padres optaron por aceptar esa casa que fue, aunque por breve tiempo, nuestra primera casa en Argentina.

Villa Elisa, situada a unos 30 kilómetros de Buenos Aires en el camino que une la Capital Federal con La Plata, era en 1925 una pequeña población de unas ciento cincuenta casas a las que se sumaban una veintena de residencias construidas por familias adineradas que veraneaban en la zona. Cuando los padres llegaron, Villa Elisa se hallaba en franca decadencia por el cierre de algunas fábricas que, precisamente, le habían dado cierto impulso económico en su fundación.

En Villa Elisa existía una pequeña iglesia, pero no había ninguna casa en la que pudieran hospedarse los padres. Después de hacer algunas averiguaciones descubrieron que cerca de la Iglesia se estaba reparando una casita que no tenía habitantes; propietaria de dicha casa resulto ser doña Laura Pereyra (de la familia Pereyra Iraola). Ni lerdos ni perezosos y urgidos por su total indigencia económica, los padres pidieron una entrevista con dicha señora, que se encontraba en la estancia de su hermano Leonardo Pereyra, y le expusieron su situación. Este encuentro fue providencial, ya que no sólo solucionó el problema de vivienda a nuestros padres –la Sra. Laura Pereyra les cedió el uso de la casa y se las amuebló enteramente–, sino que hizo nacer un conocimiento con la familia Pereyra Iraola que luego se ampliaría a otras familias influyentes de la sociedad porteña (los Ayerza, los Nevares de Monasterio, los Unzué y otros) quienes más tarde socorrieron económicamente a los padres a la hora de realizar proyectos de mayor envergadura.

Allanado el problema de la vivienda, nuestros religiosos se instalaron en Villa Elisa el 13 de febrero de 1925.

Una vez que tomaron posesión de la iglesita, los padres comenzaron a celebrar misa regularmente, y a dar catecismo de primera comunión a los niños y a los mayores. Todos los días por la tarde rezaban el rosario y luego daban la bendición [con el Santísimo?] y una charla para adultos. También fundaron los “Talleres de Santa Rita de Casia”, asociación benéfico-asistencial que convocaba a un grupo de señoras que confeccionaban ropa para los carenciados y les proporcionaban alimentos.

No obstante, poco duró nuestra presencia en Villa Elisa y esto, fundamentalmente por la pobreza del lugar que no permitía vivir ni siquiera austeramente a tres religiosos.

Fundación de Hudson:

Ante la imposibilidad de mantenerse en Villa Elisa y gracias al ofrecimiento que les hizo el obispo de La Plata de hacerse cargo de la Vicaría parroquial de Enrique Hudson (entonces llamado “Conchitas”) hacia ese lugar se dirigió la comunidad el 25 de julio de 1925. Desde Hudson, población que también queda sobre la línea férrea Buenos Aires – La Plata, los religiosos siguieron atendiendo la capilla de Villa Elisa hasta que se hizo cargo de ella el P. Anunciado Serafini, profesor del Seminario y luego obispo auxiliar de La Plata.

La casa de Hudson, cuyos moradores siempre se desempeñaron en el ministerio parroquial y que desde 1932 hasta 1934 sirvió como colegio apostólico (seminario menor) se cerró definitivamente en la década del 60’, siendo su último párroco el P. José Arteaga.

Otras fundaciones e intentos de fundación de este período:

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No nos vamos a detener a detallar todos los avatares de los intentos de fundación de este primer período que, como hemos dicho, fue un tiempo de tanteos, de marchas y contramarchas.

Por los mismos meses en que se fundaba Hudson hubo intentos de fundar en Alderetes, provincia de Tucumán, pero la fundación no prosperó.

En 1926 Mons. Alberti ofreció a los frailes Villa Alsina. El P. Alonso y el P. Garro visitaron el lugar y aceptaron la fundación, pero finalmente el obispo la entregó a un sacerdote del clero secular.

En el mismo año de 1926 los agustinos recoletos fundaron en Ciudadela que entonces dependía también del obispado de La Plata. La fundación de Ciudadela surgió por un nuevo pedido del obispo, quien se comprometió a constituir el templo que se construiría en parroquia. Los religiosos tomaron con verdadero entusiasmo esta fundación por ser Ciudadela una localidad cercana a la Capital, y porque ya entonces se hallaba bien conectada con la Ciudad gracias al ferrocarril. Ya soñaban los frailes con hacer en ella un templo dedicado a Ntra. Sra. de la Consolación y con construir una casa lo suficientemente espaciosa. De hecho una comunidad recoleta se instaló en Ciudadela en julio de 1926; los frailes adquirieron un terreno para el futuro templo parroquial y el 28 de agosto de 1927 se lanzó la primera piedra de dicho templo (hoy parroquia Santa Juana de Arco). Lamentablemente, una vez más el obispo no honró su palabra y se negó a erigir a Ciudadela como parroquia por temor –según dijo– de disgustar al párroco de Ramos Mejía, de cuya jurisdicción debía desmembrarse la nueva parroquia. El hecho de ser o no parroquia no era intrascendente, los frailes vivían con una gran pobreza y si habían de edificar un templo y una casa los “derechos de estola” como entonces se decían, les resultaban absolutamente imprescindibles para encarar la obra. Ante esta circunstancia y ante la posibilidad de fundar en Buenos Aires, proyecto largamente acariciado por los religiosos, la fundación de Ciudadela se levantó el día 24 de junio de 1928.

Más adelante, y ya fundadas las casas de Buenos Aires, Santa Fe y Rosario de las cuales hablaremos más adelante, hubo intentos de fundar en Chile, en la diócesis de Valdivia, y con ese fin se dirigió al país vecino el Vicario Provincial, P. Gregorio Erce, desistiendo del proyecto por el estado de agitación política en que se hallaba el país trasandino.

Buenos Aires. Parroquia “Mater Consolationis”:

No es posible adentrarnos ahora en los detalles de la fundación de Buenos Aires. Simplemente digamos que, a pesar del beneplácito manifestado por el Arzobispo de la ciudad Fr. José María Bottaro OFM, los intentos fundacionales de nuestros frailes chocaron contra la resistencia de la Curia Arzobispal, que, ante un pedido formal, les negó el ingreso. No obstante esta primera negativa, y valiéndose del conocimiento que los frailes tenían de Mons. Felipe Cortesi, por entonces nuncio apostólico en Argentina, y de la amistad cultivada con los señores Marcelino Herrera Vega, Alfonso Ayerza y particularmente de don Félix Ortiz y San Pelayo, amigo personal del Arzobispo5, lograron influir de tal modo en la Curia, que ésta misma terminó por invitar a los agustinos recoletos a establecerse en la Arquidiócesis y a hacerse cargo de una de las cuatro parroquias que estaban por crearse. La fundación de Buenos Aires se llevó a cabo el 24 de junio de 1928.

5 Casi con certeza puede afirmarse que la amistad entre Mons. Bottaro y don Félix Ortiz y San Pelayo nació (o se consolidó) por el hecho de ser éste último terciario franciscano de notable actuación en la Tercera Orden franciscana, en tiempos en que el entonces P. Bottaro era asesor espiritual de la misma.

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Para poder establecerse en Buenos Aires, los frailes compraron dos propiedades contiguas en la calle Canning (hoy Scalabrini Ortiz) al 1079, y las adaptaron parte como vivienda y parte como capilla, que pudo bendecirse el 23 de diciembre del mismo año. Con fecha primero de enero de 1929 se erigió canónicamente la parroquia “Mater Consolationis” quedando ya nuestros religiosos solidamente establecidos en Argentina, y pasando a ser esta la casa principal y como la cabeza de la Vicaría.

El Templo parroquial:

Una parroquia no es su templo, ni un territorio determinado, ni las casas de los que viven en ese territorio. Una parroquia es ante todo una comunidad de fieles cristianos: laicos y religiosos. Pero el templo parroquial tiene su importancia: EL Templo es la “gran casa” en la que se reúne la familia cristiana de un lugar. En nuestro caso, el Templo de la Parroquia N. S. de la Consolación reúne en sí un gran valor artístico, cultural, y ante todo religioso.

Estilo Arquitectónico: El templo es de un estilo arquitectócnico que podríamos denominar como neo-románico ecléctico (las líneas generales son neo-románicas aunque con mezcla de otros estilos, de allí su “eclecticismo”). La construcción es obra del Sr. León Valli. Sus dimensiones 47 metros de largo por 17 de ancho y 11 de alto. La primera piedra fue bendecida por el Card. Santiago Luis Copello el 16 de septiembre de 1939 y pudo ser bendecido por el mismo cardenal Copello el 10 de mayo de 1941 (posteriormente, el 31 de diciembre de 1943 fue solemnemente consagrado por el que había sido su primer párroco, Mons. Gregorio Alonso, obispo de Marajó).

El Retablo del Altar Mayor:

Al enfrentarnos al Altar mayor, destaca el retablo, tanto por su diseño, sus proporciones y por las obras artísticas que nos presenta. En realidad, habría que decir que todo en él fue concebido como digno marco y del conjunto escultórico que representa a la Virgen de la Consolación, san Agustín y santa Mónica (ambos de rodillas ante la Santísima Virgen, recibiendo de ella la correa agustiniana). Este conjunto, tanto desde el punto de vista artístico, como del religioso es la obra de mayor valor del retablo. El mismo se encuentra en el cuerpo medio del retablo; nos estamos refiriendo al conjunto escultórico en el que se representa a Nuestra Señora, bajo su advocación de la Consolación; a san Agustín y a santa Mónica. Se trata de tres tallas en madera de tamaño mucho mayor que el natural6, estucadas y policromadas7. Los ojos de las figuras, hechos de cascarón de cristal, dan un particular realismo a las obras. El grupo fue encargado en 1928 a la Casa Feliú de Barcelona.

El retablo en sí, es una obra de exquisita hechura; el mismo fue construido por la casa Mahlknecht (perteneciente en aquel entonces a los hermanos Augusto, Vigil y Leo Mahlknecht provenientes del Tirol y que trabajaron ampliamente en nuestro país, en Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia a partir de la década del 30 en que abrieron su 6 Desde el extremo de la cabeza y hasta la base de la talla, las imágenes tienen las siguientes dimensiones: N. S. de la Consolación: 250 cm (el Niño Jesús que lleva en sus brazos mide 89 cm); la imagen de N. P. S. Agustín y de N. M. Sta. Mónica miden, respectivamente, 165 y 158 cm.7 el estuco es una pasta de yeso, agua, cola y muchas veces mármol pulverizado con el que se revisten muchas imágenes para darles tersura.

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taller). Realizado en mármoles de varios colores que son el marco cromático ideal para el conjunto escultórico de N. S. de la Consolación, S. Agustín y S. Mónica (nótese cómo los colores de la túnica, el manto y el velo de la virgen son enmarcados en mármoles de colores afines. El Retablo del altar mayor fue construido entre los años 1949 y 1950.

En su cuerpo inferior el retablo cuenta con ocho nichos con sus respectivas imágenes: dos policromadas (S. Ezequiel Moreno y Sta. Magdalena de Nagasaki) y seis en madera al natural8. Las imágenes realizadas en madera al natural representan a santos relacionados a la Orden. A la izquierda del Sagrario se encuentran: San Posidio (monje agustino que convivió más de cuarenta años con S. Agustín y fue su primer biógrafo); el Papa S. Pío X (quien en 1912 declaró a la Recolección Agustiniana como Orden autónoma respecto a la Orden de San Agustín); Sto. Tomás de Villanueva, religioso agustino que vivió entre 1486 y 1555, y fue Arzobispo de Valencia desde 1544, insigne por su amor a los pobre y patrono de nuestra provincia religiosa. A la derecha del sagrario están representados San Ambrosio de Milán (S. IV) obispo que bautizó a San Agustín; San Gelasio Papa (s. V) cuyas obras están fuertemente inspiradas en la teología agustiniana (se le ha denominado “Agustín abreviado”), hasta el punto que durante mucho tiempo se lo consideró “monje agustino” y San Alipio, obispo de Tagaste, amigo de la infancia de san Agustín y compañero de vida monástica. Originalmente las seis imágenes estaban tallada en madera de quebracho blanco y eran obra de Leo Moroder, (escultor tirolés que –entre otros obras– es autor de las imágenes del Cristo, San Ponciano, San José y la Inmaculada Concepción de la Catedral de La plata); al ser robada la imagen de San Ambrosio, la misma fue reemplazada por una copia realizada por el Sr. José Zerovnik (quien es autor además de las imágenes de San Ezequiel y Sta. Magdalena de Nagasaki).

En el remate del retablo, el tímpano triangular está decorado con un mosaico veneciano que representa a Cristo Rey adorado por dos ángeles; un poco más abajo, y también en mosaico veneciano están representados los escudos de la Orden (izquierda) y de la Provincia (derecha). Coronando el remate aparecen, además de una cruz aureolada cuatro figuras, todas ellas esculpidas en mármol. Las figuras representan a los “cuatro seres alados” mencionados por el libro del Apocalipsis: un león, un toro, un águila y un ser con rostro de hombre (Ap. 4, 6-9), que la tradición cristiana ha identificado con los cuatro evangelistas (Marcos, Lucas, Juan y Mateo respectivamente).

En el año ..... quiso llevarse a la práctica las reformas litúrgicas propiciadas por el Concilio Vaticano II y para ello se separó la mesa del altar del conjunto que formaba con el Sagrario, el cual fue quitado. En el año 2004 se quiso restablecer el Tabernáculo –valiosa pieza de ónix y bronce realizado en 1948– a su lugar original. Para esta obra se Convocó al Arquitecto Julio Infante, profesor de Arquitectura Religiosa y director del “Estudio Integral de Arte y Arquitectura Religiosa”. Bajo su dirección y de acuerdo a su proyecto, la firma Mahlknecht Hnos. (continuadores de la obra de Leo, Augusto y Vigil Mahlknecht), realizó la obra de restauración y reposición del Sagrario.

La mesa del altar:

8 Últimamente, la imagen de San Ezequiel ha sido trasladada al antiguo baptisterio, en el que se ha erigido una capilla en su honor.

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Como hemos dicho, actualmente la mesa del altar es exenta, pero antes de la reforma litúrgica propiciada por el Concilio Vaticano II formaba un “todo” con el retablo. La misma, es de mármol botticino. Su parte central está ocupada por una placa de bronce florentino inalterable que representa la última cena.

El ambón:

También realizado por la casa Mahlknecht en 1952 originalmente era el púlpito y estaba ubicado en la Primera columna de la izquierda. El mismo es una verdadera filigrana de mármol botticino.

Las capillas laterales:

La capilla lateral izquierda está dedicada al Sagrado Corazón de Jesús y contiene una talla de Leo Moroder; la Capilla lateral derecha está dedicada a San José. Los altares de ambas capillas son exactamente simétricos tanto en su posición como en su forma y son obra de la Casa Mahlkneccht.

Las balaustradas que cierran la capilla del Sagrado Corazón así como la de San José, junto con las puertas de bronce florentino que permiten el acceso a esta última provienen del antiguo comulgatorio (de allí los símbolos eucarísticos que se encuentran en las puertas y en sus dinteles). El trabajo en mármol es obra de O. Gabrielli Barsanti, y las puertas de bronce fueron hechas por la Orfebrería Mahlknecht.

La pila bautismal:

Ubicada originalmente en la antigua Capilla bautismal (entrando a la Iglesia a la izquierda), hoy, y dada las características eminentemente comunitarias del rito renovado del bautismo, está colocada cerca del presbiterio en un lugar bien visible para la Asamblea.

La pila es una pieza riquísima realizada fundamentalmente en ónix y bronce.

Altares laterales:

Los altares de las naves laterales son todos obra de la Casa Mahlknecht y fueron realizados en diferentes fechas. Destacan por la finura de su hechura, el colorido y la combinación de sus mármoles, las inscripciones alusivas y los detalles que los hermosean y aluden al misterio o a la persona a la que están dedicados.

Comenzando por la izquierda el altar del brazo izquierdo del crucero el altar (realizado en 1945) están dedicado a san Nicolás de Tolentino, santo agustino que vivió entre 1245 y 1305; además de ser el primer agustino canonizado, es considerado el patrón de las almas del Purgatorio; en la parte superior de dicho altar el santo está representado en un sobrerrelieve de estuco policromado, celebrando misa por las almas del purgatorio y bajo la mesa del altar está representado yacente esculpido en el mismo mármol.

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En la nave lateral izquierda los altares están dedicados a N. S. de Fátima y al misterio de la Crucifixión. La imagen de N. S. de Fátima que se venera en su correspondiente altar es réplica de la que se venera en Portugal y fue enviada por el obispo de Leiría; debajo de la mesa del altar aparece esculpida en mármol de Carrara el misterio de la anunciación del Ángel a María. El altar del Calvario fue realizado en mayo de 1956 y además del Crucificado presenta las imágenes de María y San Juan al pie de la Cruz.

En el brazo derecho del crucero se encuentra un altar dedicado al Cristo del Milagro de Salta realizado en 1941, cuya imagen es una réplica apenas 30 centímetros más pequeña que la que se venera en la ciudad de Salta.

Los altares de la nave lateral derecha están dedicados respectivamente a Santa Rita de Casia (1955), flanqueada por frisos de rosas, debajo de la mesa está esculpido en mármol de carrera el escudo de la Orden de Agustinos Recoletos; El altar del Nazareno (1965) presenta una imagen que es réplica de una antigua talla española que se venera en la catedral metropolitana de Buenos Aires. El altar de N. S. de Luján es obra personal de Leo Mahlknecht y es de singular belleza.

El órgano de tubos:

Es una de las piezas más valiosas del templo y reúne características que lo hacen único en la Ciudad y el País.

El órgano de la Consolación fue fabricado en 1943 por la casa Poggi, y podemos decir que es “el primero en su especie”. Efectivamente, la casa Poggi abrió sus talleres de fabricación de órganos litúrgicos en 1867 bajo la supervisión de la Universidad Nacional de Cuyo cuya escuela de organería fundó el Maestro Julio Perceval (quien fue rector de esa Alta Casa de estudios).

Probablemente, la principal particularidad del órgano de la parroquia de N. S. de la Consolación es que es el primero de todo el país en el que para su funcionamiento se aplicó un sistema electroneumático (el segundo órgano de este tipo se instaló en la Iglesia del Patrocinio de San José de Buenos Aires). El órgano une al sistema neumático clásico (de fuelle) un equipo electromagnético en que a través de un conjunto de pistones accionados electrónicamente se conduce el aire, el cual, al pasar por los tubos, produce el sonido.

Otra peculiaridad del órgano de Consolación es que se trata de un órgano “unit multiplex” (sistema inventado en la década de 1930). Gracias a este sistema se puede aumentar la cantidad de registros sonoros, permitiendo que un órgano como el nuestro, con filas de 60 o 70 tubos pueda alcanzar los registros correspondientes a aproximadamente 170 tubos. Teniendo en cuenta los tubos que el órgano efectivamente tiene, y gracias a este sistema, se alcanzan sonidos que corresponderían a un órgano de 1000 tubos (cuando en realidad tiene aproximadamente unos 200).

Cabe señalar que este órgano, fabricado en Argentina, y por argentinos, en este año 2005 está siendo restaurado artesanalmente en nuestro país bajo la dirección del Maestro Enrique Rimoldi, organista de la Catedral de Buenos Aires. Para la restauración se están utilizando materiales fabricados artesanalmente en nuestro país y con materiales nacionales. El órgano de la Consolación es pues, un órgano fabricado en Argentina, con materiales nacionales y que ahora está siendo restaurado por argentinos y con materiales de nuestra tierra.

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Los vitrales:

El templo parroquial de N. S. de la Consolación tiene en total treinta y cinco vitrales, todos ellos realizados en los talleres de la casa Estruch, de Buenos Aires9; algunos de ellos reproducen lugares sagrados o figuran personas –por ejemploo imágenes de María o de algún santo– con los respectivos atributos iconográficos que los caracterizan, otros presentan escenas (por ejemplo de la vida de algún santo), otros son simbólicos (representan simbólicamente algún misterio o verdad de nuestra fe) y algunos, por último, tienen un objetivo meramente funcional o decorativo (por ejemplo permitir que pase la luz y así brindar luminosidad al espacio sagrado); pero antes de describirlos, creo conveniente aclarar dos cosas: Ante todo responder a la pregunta ¿Qué es un vitral? Y en segundo lugar, ¿porqué hay imágenes en la iglesia, ya sean estas pinturas, imágenes de bulto, vitrales, mosaicos, etc.?

En primer lugar, pues, digamos que el vitral es una composición traslucida destinada a cerrar un “hueco” (por ejemplo una ventana o una puerta) y que responde a una técnica muy particular que es la de ensamblar trozos de vidrios coloreados o no por medio de uniones de plomo (más modernamente se utilizan también otros metales). El origen de esta técnica no es muy conocido, pero parece haber registros de la misma ya en el siglo VI (en Ravenna, por ejemplo); sin embargo, los testimonios más antiguos in situ se remontan a finales del siglo XI y alcanza su plenitud entre los siglos XII y XIII. Durante el renacimiento, e incluso hasta el día de hoy la técnica del vitral siguió cultivándose (testimonio de ello son los vitrales de nuestra iglesia); el efecto casi místico que produce sobre nuestros sentidos, y concomitantemente sobre nuestro espíritu, el paso de la luz a través de los cristales de color sigue vigente.

Para responder a la segunda pregunta me parece muy sugestiva una expresión del Papa Gregorio I el Grande (quien fue papa del año 590 hasta el 604); en una carta a un sacerdote llamado Sereno, quien por miedo a la idolatría (adorar a cualquier cosa que no sea Dios) había destruido unas pinturas, el Papa le aclara: “Una cosa es adorar una pintura, y otra cosa es servirse de una pintura para conocer a quién se ha de adorar” y agrega “Porque lo que un libro proporciona al que lo lee, eso es lo que una pintura ofrece a los iletrados que la contemplan, pues en ella aun los ignorantes ven cómo tienen que comportarse, en ella leen los que no tienen letras”, el Pontífice termina su carta recomendando: “Y si alguien quiere fabricar imágenes, no se lo prohíbas, sin impide que de cualquier manera las adoren. Y amonéstalos de manera que al contemplar las proezas (de los santos) se sientan enardecidos por la compunción, y se prosternen humildemente sólo ante la santa Trinidad”. La frase del Papa, y de un Papa de los primeros siglos de la iglesia, nos aclara qué finalidad tienen las imágenes en el templo: No se hacen para que las adoremos, sino para que, a través de ellas, nos dirijamos a Dios a quien debemos adorar, y viendo la vida de los santos imitemos sus acciones. En una iglesia tan rica en imágenes como la nuestra y ante las acusaciones de los miembros de otras religiones que nos dicen que los católicos “adoramos” las imágenes, creo que es oportuno hacer esta aclaración.

9 El origen de la Casa Estruch se remonta al barcelonés don Antonio Estruch. Después de haberse especializado en Tierra Santa en el arte de los frescos religiosos, y corriendo el año 1910, se radicó en Argentina, dedicándose a decorar iglesias. A partir de 1922, y como consecuencia de un accidente, decidió dedicarse al arte de la fabricación de vitrales. Su hijo lo sucedió en esta tarea hasta su fallecimiento en 1973, y luego lo hizo su nieto, Antonio José Estruch quien continúa con este trabajo en su taller de la calle Solís 263.

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Volviendo a los vitrales de consolación, digamos que los mismos fueron colocados en su inmensa mayoría en el año...., para cerrar las ventanas superiores del templo y las puertas de ingreso al mismo, para dejar brindar iluminación a la iglesia, pero constituyéndose además en un continuo recordatorio de algunas escenas de la vida de san Agustín, de los principales santos de nuestra familia religiosa, y de algunos misterios de nuestra fe cristiana.

Propongo que comencemos a “leer” los vitrales de nuestra iglesia comenzando poniéndonos de frente al Altar Mayor y comenzando por los que rodean el camarín de la Virgen de la Consolación. Aquí no me propongo describirlos en detalle, sino tan solo mencionar la imagen que representan.

Por cuestiones de practicidad vamos a numerarlos para poder señalarlos en un plano de la iglesia.

A cada lado del camarín de nuestra señora hay .... vitrales (número 1) (entre uno y otro lado son, por lo tanto, ...) cuya función principal parece ser simplemente la de brindar iluminación al mismo camarín y al presbiterio. En ellos, simplemente se ven figuras simbólicas: en su parte superior se ven cruces de color marrón, rodeadas por un círculo e inscritas sobre un cuadrado de color azul-celeste; debajo de cada cruz se ven detalles parecidos a nubes de color blanco.

Los vitrales que se encuentran a ambos lados del presbiterio y los del crucero (con excepción de los vitrales circulares colocados en el extremo de cada brazo del crucero) representan escenas –reales o legendarias de la vida de san Agustín–. Mirando hacia el altar mayor, el que se encuentra en la ventana superior que hace flanco al presbiterio a la izquierda (número 2) representa la escena del “Tolle lege” es decir del “Toma y lee”, que evoca la conversión de san Agustín y que el santo narra en el Libro VIII de su famosa obra las Confesiones10.

10 Mas apenas una alta consideración sacó del profundo de su secreto y amontonó toda mi miseria a la vista de mi corazón, estalló en mi alma una tormenta enorme, que encerraba en sí copiosa lluvia de lágrimas. Y para descargarla toda con sus truenos correspondientes, me levanté de junto Alipio -pues me pareció que para llorar era más a propósito la soledad- y me retiré lo más remotamente que pude, para que su presencia no me fuese estorbo. Tal era el estado en que me hallaba, del cual se dio él cuenta, pues no sé qué fue lo que dije al levantarme, que ya el tono de mi voz parecía cargado de lágrimas.Quedóse él en el lugar en que estábamos sentados sumamente estupefacto; mas yo, tirándome debajo de una higuera, no sé cómo, solté la rienda a las lagrimas, brotando dos ríos de mis ojos, sacrificio tuyo aceptable. Y aunque no con estas palabras, pero sí con el mismo sentido, te dije muchas cosas como éstas: ¡Y tú, Señor, hasta cuándo!  ¡Hasta cuándo, Señor, has de estar irritado! No quieras más acordarte de nuestras iniquidades antiguas. Sentíame aún cautivo de ellas y lanzaba voces lastimeras: "¿Hasta cuándo, hasta cuándo, ¡mañana!, ¡mañana!? ¿Por qué no hoy? ¿Por qué no poner fin a mis torpezas en esta misma hora?"

Decía estas cosas y lloraba con amarguísima contrición de mi corazón. Mas he aquí que oigo de la casa vecina una voz, como de niño o niña, que decía cantando y repetía muchas veces: "Toma y lee, toma y lee". De repente, cambiando de semblante, me puse con toda la atención a considerar si por ventura había alguna especie de juego en que los niños soliesen cantar algo parecido, pero no recordaba haber oído jamás cosa semejante; y así, reprimiendo el ímpetu de las lágrimas, me levanté, interpretando esto como una orden divina de que abriese el códice y leyese el primer capítulo que hallase.Porque había oído decir de Antonio que, advertido por una lectura del Evangelio, a la cual había llegado por casualidad, y tomando como dicho para sí lo que se leía: Vete, vende todas las cosas que tienes, dalas a los pobres y tendrás un tesoro en los cielos, y después ven y sígueme , se había la punto convertido a ti con tal oráculo. Así que, apresurado, volví al lugar donde estaba sentado Alipio y yo había dejado el códice del Apóstol al levantarme de allí. Toméle, pues; abríle y leí en silencio el primer capítulo que se me vino a los ojos, y decía: No en comilonas y embriagueces, no en lechos y en liviandades, no en contiendas y emulaciones

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En el lado opuesto, se representa “El bautismo de San Agustín” (número 3), en efecto, vemos al joven Agustín en el momento en que es bautizado por San Ambrosio de Milán, hecho que Agustín narra también en sus Confesiones11.

Haciendo ángulo con los anteriores se nos representan dos escenas, una histórica y la otra legendaria de la vida del santo de Hipona. En el vitral que se halla en la parte superior del brazo izquierdo del crucero se nos representa el “Éxtasis de Ostia”. En efecto, narra Agustín que poco antes de volver de Italia a su África natal (y poco antes de que Mónica muriese), dialogando con su madre sobre las cosas celestiales ascendieron hasta alcanzar la Sabiduría eterna llegando “a tocarla un poco con todo el ímpetu de nuestro corazón”12.

sino revestíos de nuestro Señor Jesucristo y no cuidéis de la carne con demasiados deseos. No quise leer más, ni era necesario tampoco, pues al punto que di fin a la sentencia, como si se hubiera infiltrado en mi corazón una luz de seguridad, se disiparon todas las tinieblas de mis dudas. SAN AGUSTÍN, Confesiones, XIII, 12, 28-29.11 Así que cuando llegó el tiempo en que debíamos "dar el nombre", dejando la quinta, retornamos a Milán. Plugo también a Alipio renacer en ti conmigo, revestido ya de la humildad conveniente a tus sacramentos, y tan fortísimo domador de su cuerpo, que se atrevió, sin tener costumbre de ello, a andar con los pies descalzos sobre el suelo glacial de Italia. Asociamos también con nosotros al niño Adeodato, nacido carnalmente de mi pecado. Tú, sin embargo, le habías hecho bien. Tenía unos quince años; mas por su ingenio iba delante de muchos graves y doctos varones. Dones tuyos eran éstos, te lo confieso, Señor y Dios mío, creador de todas las cosas y muy poderoso para dar forma a todas nuestras deformidades, pues yo en este niño no tenía otra cosa que el delito. Porque aun aquello mismo en que le instruíamos en tu disciplina, tú eras quien nos lo inspirabas, no ningún otro; dones tuyos, pues, eran, te lo confieso. Yo no me hartaba en aquellos días, por la dulzura admirable que sentía, de considerar la profundidad de tu consejo sobre la salud del género humano. ¡Cuánto lloré con tus himnos y tus cánticos, fuertemente conmovido con las voces de tu Iglesia, que dulcemente cantaba! Penetraban aquellas voces mis oídos y tu verdad se derretía en mi corazón, con lo cual se encendía el afecto de mi piedad y corrían mis lágrimas, y me iba bien con ellas. SAN AGUSTÍN, Confesiones, IX, 6, 14.12 Estando ya inminente el día en que había de salir de esta vida -que tú, Señor, conocías, y nosotros ignorábamos-, sucedió a lo que yo creo, disponiéndolo tú por tus modos ocultos, que nos hallásemos solos yo y ella apoyados sobre una ventana, desde donde se contemplaba un huerto o jardín que había dentro de la casa, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de las turbas, después de las fatigas de un largo viaje, cogíamos fuerzas para la navegación.Allí solos conversábamos dulcísimamente; y olvidando las cosas pasadas, ocupados en lo por venir, inquiríamos los dos delante de la verdad presente, que eres tú, cuál sería la vida eterna de los santos, que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el corazón del hombre concibió. Abríamos anhelosos la boca de nuestro corazón hacia aquellos raudales soberanos de tu fuente -de la fuente de vida que está en ti para que, rociados según nuestra capacidad, nos formásemos de algún modo idea de cosa tan grande. Y como llegara nuestro discurso a la conclusión de que cualquier deleite de los sentidos carnales, aunque sea el más grande, revestido del mayor esplendor corpóreo, ante el gozo de aquella vida no sólo no es digno de comparación, pero ni aun de ser mentado, levantándonos con más ardiente afecto hacia el que es siempre el mismo, recorrimos gradualmente todos los seres corpóreos, hasta el mismo cielo, desde donde el sol y la luna envían sus rayos a la tierra. Y subimos todavía más arriba, pensando, hablando y admirando tus obras; y llegamos hasta nuestras almas y las pasamos también, a fin de llegar a la región de la abundancia indeficiente, en donde tú apacientas a Israel eternamente con el pasto de la verdad, y es la vida la Sabiduría, por quien todas las cosas existen, así las ya creadas como las que han de ser, sin que ella lo sea por nadie; siendo ahora como fue antes y como será siempre, o más bien, sin que haya en ella fue ni será, sino sólo es, por ser eterna, porque lo que ha sido o será no es eterno. Y mientras hablábamos y suspirábamos por ella, llegamos a tocarla un poco con todo el ímpetu de nuestro corazón; y suspirando y dejando allí prisioneras las primicias de nuestro espíritu, tornamos al estrépito de nuestra boca, donde tiene principio y fin el verbo humano, en nada semejante a tu Verbo, Señor nuestro, que permanece en sí sin envejecerse y renueva todas las cosas. SAN AGUSTÍN, Confesiones, IX, 10, 23-26.

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Simétricamente ubicado respecto al anterior, se encuentra el vitral que representa a “La aparición del ángel a Agustín mientras reflexiona sobre la Trinidad” (número 5). Esta imagen hace referencia a una historia legendaria, según la cual, paseando en cierta ocasión Agustín por la playa mientras reflexionaba sobre el misterio de la Santísima Trinidad, se le habría aparecido un ángel con apariencia de niño, tomando agua del mar y echándola en un pocito en la arena; ante la pregunta de Agustín sobre qué sentido tenía su conducta, el niño habría respondido “quiero poner toda el agua del mar en este pozo”, ante la observación entre sorprendida y risueña de San Agustín sobre la imposibilidad de hacer tal cosa, el niño le habría respondido “Y tu Agustín, ¿cómo pretendes contener en tu pequeña cabeza todo el misterio de la Trinidad?”, dicho lo cual habría desaparecido. Esta escena, si bien narra un hecho legendario, tiene sin embargo su valor: En primer lugar nos recuerda la imposibilidad de querer comprender en su plenitud el misterio más inaccesible de Dios, es decir su Unidad de naturaleza y su Trinidad de personas; y por otra parte exalta la figura de Agustín, que en su libro De Trinitate es decir Sobre la Trinidad, alcanzó algunas de las intuiciones más profundas de la historia de la teología sobre tan grande misterio.

Opuestos a los anteriores, encontramos nuevamente dos escenas –una histórica y otra legendaria– de la vida de San Agustín.

En frente del “Éxtasis de Ostia”, tenemos el vitral que podemos llamar “la aparición del peregrino”, es esta una escena legendaria de la vida de San Agustín narrada por algunos de nuestros primeros historiadores, entre los cuales me complace citar al primer cronista de la Recolección, fray Andrés de San Nicolás. Nos narra fray Andrés que viviendo san Agustín en tal "paraíso de deleites", recibía muchos "consuelos y regalos" que el cielo le enviaba. Así en una ocasión Jesucristo se habría presentado en la "choza" de Agustín, convirtiéndola por ello en "alcázar celestial"13. De una manera bastante enigmática, fray Andrés cita la fuente de la que recoge su relato14, una vez descifrada la cita he podido descubrir que la misma hace referencia a un sermón de un tal "Ferdinando de Hispania", quien no es otro que el clérigo español Fernando Pérez Calvi-llo15.

Fernando Pérez Calvillo, doctor en derecho y deán de Tarazona, capellán del papa y auditor de causas en el palacio apostólico, fue nombrado obispo de Vich por Clemente VII en 1383. En 1391 fue promovido a Tarazona y creado cardenal por Benedicto XIII en 139716.

El Sermo decimus de Sancto Augustino, citado por fray Andrés y pronunciado en Aviñón en 1352, fue publicado entre los sermones del beato Jordán de Sajonia en la edición parisina de 152117.

Dicho sermón, pronunciado ante la corte papal, pretendía probar con argumentos de tipo escolástico, casi silogístico, la superioridad de san Agustín sobre todos los otros padres de la Iglesia. Después de los apóstoles, san Agustín habría sido quien con más profundidad habría hablado sobre los misterios de la fe. Para probar tamaña afirmación Fernando de España apela a alambicados razonamientos lógicos, cita abundantes

13 id., 3.14 La cita de fray Andrés es Ferdi. de Hisp. D. cit. Prosper. inter Serm. B. Iord. et alii, cap. 3. Cf. Historia general..., 3.15 Cf. Balbino RANO, San Agustín y los orígenes..., 724.16 Cf. Conrado EUBEL, Hierarchia Catholica..., I, 20, 29, 486, 526.17 Fernando PEREZ CALVILLO, Sermo decimus de Sancto Augustino factus a Magistro Fernando de Hispania persona seculari et Episcopo in Avinione praesentibus omni[bus] Cardinali[bus]. Anno D[omi]ni MCCCLII, in numero CL, en JORDAN DE SAJONIA, Opus Sermonum, París 1521, ff. 240 v. - 248 r.

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autoridades patrísticas y habla de la excelencia de san Agustín en la penetración del misterio divino. Es en este marco en el que narra una aparición de Jesucristo, quien con aspecto de peregrino se habría presentado a Agustín; éste lo habría acogido y le habría lavado los pies, y como premio de su acción habría merecido oír de labios del Señor "magne Augustine, filium Dei in carne hodie videre meruisti"18. Simétricamente ubicado respecto al vitral anterior se nos muestra otro que representa la “Muerte de San Agustín asistido por un obispo de la Orden” [probablemente su primer biógrafo San Posidio, obispo de Cálama] (número 7). Esta escena responde a un hecho histórico de la vida de San Agustín. En efecto, en su Vida de Agustín San Posidio nos narra que: “Aquel santo tuvo una larga vida, concedida por divina dispensación para prosperidad y dicha de la Iglesia; pues vivió setenta y seis años, siendo sacerdote y obispo durante casi cuarenta... Hasta su última enfermedad predicó ininterrumpidamente la Palabra de Dios en la iglesia con alegría y fortaleza, con mente lúcida y sano consejo. Y al fin, conservando íntegros los miembros corporales, sin perder la vista y el oído, asistido de nosotros, que lo veíamos y orábamos con él, durmióse con sus padres, disfrutando aún de buena vejez. Asistimos nosotros al Sacrificio ofrecido a Dios por la deposición de su cuerpo y fue sepultado. No hizo ningún testamento, porque como pobre de Dios, nada tenía que dejar. Mirando a los venideros, mandaba siempre que se guardasen con esmero toda la biblioteca de la Iglesia y los códices antiguos...

Dejó a la Iglesia clero suficientísimo y monasterios llenos de religiosos y religiosas, con su debida organización, su biblioteca provista de sus libros y tratados y de otros santos; y en ellos se refleja la grandeza singular de este hombre dado por Dios a la Iglesia, y allí los fieles lo encuentran inmortal y vivo”19.

Los vitrales que se encuentran en los extremos derecho e izquierdo de los brazos del crucero (de forma redonda), son dos alegorías: El de la izquierda (número 8), podría tal vez titularse “La Gloria de San Agustín”; Agustín es representado de medio cuerpo y en traje de obispo con los atributos episcopales un poco por debajo de su cuerpo (mitra y báculo), por encima de él aparecen una imagen de Cristo, una... Este vitral de difícil interpretación parece querer recoger las principales ideas teológicas (la gracia, su pretendido “inmaculatismo”, etc.) de un San Agustín iluminado por el Espíritu Santo (el Dedo de la diestra del Padre) y presentarlas de forma alegórica.

Opuesto al anterior (número 9) encontramos un vitral que expresa una clara alegoría de “La Orden de Agustinos Recoletos”: En medio de un mar proceloso navega una barca repleta de frailes recoletos, la vela de la navecilla lleva el escudo de la Orden y la antigua sigla de la Orden: ORSA (Ordo Recollectorum Sancti Augustini, es decir: Orden de Recoletos de San Agustín). La proa de la nave es guiada por San Agustín (Padre y Fundador), quien se vale de la correa de su hábito para conducirla hacia delante. A popa se encuentra San José, protector principal de la Orden, y cubriendo toda la escena con su manto, la Santísima Virgen, como un símbolo de la protección maternal de María sobre nuestra familia religiosa.

Los vitrales que cierran las ventanas de la nave central representan advocaciones y santos de la Orden; me limito a enumerarlos yendo de izquierda a derecha y desde el altar hacia la fachada del templo: El primero del lado izquierdo (número 10) y su opuesto (número 11) representan las principales advocaciones marianas de la Familia Agustiniana: N. S. de la Consolación y N. S. Madre del Buen Consejo, respectivamente.

A continuación (número 12) Santo Tomás de Villanueva, claramente identificable por su hábito agustino, por las insignias pontificales (recordemos que fue

18 id., fol. 247 r.19 SAN POSIDIO, Vida de Agustín, XXXI en SAN AGUSTÍN, Obras, I, Madrid: BAC, 1969, 303-377.

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Arzobispo de Valencia) y por la actitud de entregar un pan a un pobre que se halla a sus pies (indicación de su heroica caridad para con los pobres, que le valió el apelativo de “el limosnero de Dios”). Frente a Santo Tomás se encuentra San Nicolás de Tolentino (número 13), identificable por su típica postura iconográfica (revestido con los ornamentos sacerdotales y ofreciendo el Sacrificio de la Misa por las almas del purgatorio que aparecen en la parte inferior del vitral).

Seguidamente aparece “Santa Rita de Casia” (1381-1457) (número 14); se la identifica claramente por su hábito de monja agustina, el estigma de su frente, las rosas (aludiendo a la leyenda de las rosas), etc. Las tres coronas enlazadas por palmas aluden tal vez a los tres estados de vida por los que pasó Rita: Esposa, viuda y monja, los cuales vivió santamente. En frente del vitral de Santa Rita se encuentra el de Santa Juliana de Cornelión. Juliana de Cornelión o de Mont-Cornillon (1192-1258) nació en Retiñe, cerca de Lieja, y fue ofrecida junto con su hermana al monasterio de Mont-Cornillon, monasterio que observaba la Regla de San Agustín. Allí profesó como religiosa en 1207 y fue elegida priora e 1222. En 1220 tuvo visiones recurrenetes (una luna a la que le faltaba una porción) que fue interpretada como un pedido del Señor de que se agregase una fiesta eucarística al calendario litúrgico. Habiendo confiado sus visiones a su confesor. El interés suscitado entre el clero hizo que el obispo de Lieja, instituyera la Fiesta del Corpus Christi en dicha diócesis en 1246, y que luego, el Papa Urbano IV (1261-1264) la extendiese a partir de 1264 a la Iglesia universal20. En el vitral se reconoce fácilmente a Santa Juliana, porque vestida de monja agustina está arrodillada frente al Santísimo Sacramento mientras contempla un cielo estrellado en el que se ve una luna en cuarto creciente.

Los vitrales que continúan la serie representan a San Posidio obispo de Cálama, primer biógrafo de San Agustín (número 16), quien es fácilmente reconocible por las insignias episcopales que lleva sobre el habito agustino y porque con su mano presenta un libro en el que se lee “Vita Sancti Augustini”. Enfrente de San Posidio se encuentra San Gelasio Papa (número 17), reconocible por el hábito de la Orden y por las insignias papales (está coronado con el trirregnum o tiara papal).

Sigue en la serie (lado izquierdo) Santa Clara de la Cruz de Montefalco (ca. 1268-1308) (número 18)... En la ventana opuesta (lado derecho) encontramos un vitral que representa a la Beata Josefa María Inés de Beniganim (1625-1696) (número 19), religiosa agustina descalza del Monasterio fundado en 1611 por San Juan de Ribera en Beniganim (Valencia). Desde el punto de vista iconográfico, la Beata Inés es reconocible en el Vitral porque se la encuentra de rodillas frente al Sagrario del cual sale el Niño Jesús; en efecto, según las piadosas tradiciones, esta monja extática, aunque física y mentalmente disminuida, pasaba largas horas adorando al Santísimo Sacramento, a quien muchas veces veía en forma humana y con quien se entretenía en jugar.

Ya sobre el coro del templo encontramos tres vitrales; dos que continúan la serie de la nave central y uno de forma circular se encuentra encima del órgano de tubos.

Los dos vitrales que cierran las ventanas de la nave representan: a la izquierda a los Beatos Francisco de Jesús y Vicente de San Antonio (número 20), agustinos recoletos misioneros martirizados en el Japón atados por un dedo a un tronco y quemados a fuego lento el 3 de septiembre de 1632, luego de terribles torturas al derramárseles en su piel cazos llenos con las aguas sulfurosas de Unzén, lo que produjo quemaduras profundas en su piel y músculos hasta dejar parte de sus huesos al descubierto. Frente a los mártires del Japón, se encuentra el vitral que representa a San

20 Miri RUBIN, Voz Julienne de Mont-Cornillon en DEMA, I, 848.

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Juan de Sahagún (1430-1479) (número 21). Habiendo ocupado cargos de importancia en la provincia de Castilla, se distinguió San Juan de Sahagún porque con su predicación luchó por pacificar a las familias pertenecientes a la aristocracia salmantina que se encontraban en continuas contiendas. Fray Juan murió envenenado como consecuencia de su audacia cristiana en la predicación el 11 de junio de 1479. En nuestro vitral es representado con un copón y una hostia en una mano, simbolizando así su ferviente amor a la Eucaristía, y con una rama de olivo en la otra, queriendo significar probablemente su obra pacificadora.

El gran vitral redondo que se encuentra sobre el órgano, representa a Santa Cecilia (figurada con un pequeño órgano en sus manos), en efecto, esta mártir cristiana de los primeros siglos y de perfiles históricos borrosos es considerada patrona de la música21.

En la parte inferior del templo parroquial, se encuentran aún trece vitrales, además de los ya mencionados.

En la antigua capilla bautismal que se encontraba en un salón adyacente al atrio (hoy convertida en santería parroquial), se encuentra un vitral de dimensiones más bien reducidas que representa el bautismo de Jesús en el Jordán. El motivo representado se explica fácilmente por el destino original de este pequeño recinto.

BIBLIOGRAFÍA: Diccionario Patrístico y de la Antigüedad Cristiana [DPAC], 2 Vol., Salamanca: Sígueme, 1991. SAN GREGORIO I PP, Carta a Sereno, en PLAZAOLA Juan, Historia y sentido del arte Cristiano, Madrid: BAC, 1996, 175-176; PERROT Françoise, Voz Vitrail en Dictionnaire Encyclopédique du Moyen Âge [DEMA], II, París : Editions Du Cerf, 1997, 1599. 50° aniversario de la Parroquia Ntra. Sra. de la Consolación 1929-1979 [Álbum conmemorativo], Buenos Aires, 42.

21 Víctor SAXER, Voz Cecilia en DPAC, I, 393.

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