parkour

Tribus8

PARKOUR,

UN DEPORTE

URBANO

Por Tomás Ohanian

Fotos: Macarena Otero

DICEN QUE PARA PRACTICARLO SE NECESITA UNAMENTE DECIDIDA A SUPERAR LOS PROPIOS MIEDOS,UNA GRAN CONCENTRACIÓN Y UN ESPÍRITU FUERTE.EN PLENO CENTRO DE BUENOS AIRES SE PRACTICASUPERANDO LOS OBSTÁCULOS QUE SE PRESENTEN ENUN RECORRIDO. UNA TENDENCIA QUE CADA VEZTIENE MÁS ADEPTOS.

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Iñaki tiene 19 años, estudia arquitectura en La

Plata y practica parkour desde el día en que vio un

documental en Discovery Channel. “Me copé,

empecé a copiar los movimientos, busqué videos

en Internet y así conocí a la gente que lo practica”,

explica, y cuando cierra la boca toma carrera. Salta

tres metros, desde un banco de la Biblioteca

Nacional, y aterriza en el techo de una propiedad

vecina. “No caí bien, va de nuevo”, dice, justo

cuando un guardia de seguridad de corbata azul le

explica amablemente que eso no se puede hacer.

Se preguntarán qué es el parkour (también se lo

debe preguntar el guardia de corbata azul cada

día). Así lo definen los libros y algunos sitios web:

“Consiste en desplazarse por el medio urbano o

natural, superando los obstáculos que se presen-

ten en su recorrido (vallas, muros, vacío...) de la

forma más fluida y eficiente posible, y con las úni-

cas posibilidades del cuerpo humano. Requiere

una gran preparación física para realizar los distin-

tos movimientos (saltos, pasavallas, escalada, etc.)

que implica, pero además es necesario una mente

decidida a superar los propios miedos, una gran

concentración y un espíritu fuerte”.


Silvina tiene 17 años, vive en Boedo y empezó a

hacer parkour por un amigo del colegio. “No tenía

la más pálida idea de que existía. Me encantó, la

gente que viene es muy buena onda. No hay

jerarquías y el respeto es mutuo. Lo que más me

gusta del parkour es la libertad que me da, siento

que puedo pasar por cualquier lado, de cualquier

forma”. Sus palabras terminan cuando decide

intentar trepar un muro que cualquiera de nos-

otros ni pensaría escalar, en la Facultad de

Derecho. “Pts, pts… Eso acá no, eh. ¿Qué están

haciendo?”, grita otro guardia, moviendo el dedo

índice de derecha a izquierda, menos amable-

mente que el de la biblioteca.

LOS ORÍGENESEl parkour fue creado por el francés David Belle,

quien utilizó los movimientos que su padre le había

enseñado y que realizaba en sus tareas de bombe-

ro y militar. “El parkour es tan físico como mental”,

explicó Belle. Su idea era superar los obstáculos

que se interponían en su camino y no rodearlos o

esquivarlos, como hace la mayoría de la gente.

Con el tiempo comenzó a trasladar esos movimien-

tos utilizados en combate a la gran ciudad.

En 2002 y sin conocer ni una palabra sobre par-

kour, Walter Bongard se encontraba preparando

una coreografía para su trabajo de doble de ries-

go cuando buscando información se chocó con

esta disciplina. “Me quedé toda la noche interiori-

zándome –cuenta hoy–. Desconocía la filosofía de

vida, los códigos, el respeto que existe entre los

distintos traceurs (practicantes de parkour). Al día

siguiente empecé a entrenar por mi cuenta para

sacar los movimientos. Pasaron meses y me con-

tacté con gente del exterior, de Colombia,

Francia, los Estados Unidos e Inglaterra. Al tiem-

po empecé a entender un poco más, a compren-

DÓNDE, CÓMO Y CUÁNDO

Si querés sumarte a los grupos de parkour podés encontrarlos en lugarescomo la Biblioteca Nacional –el ícono dela disciplina–, la Facultad de Derecho,ATC, Ciudad Universitaria, Costanera Suro la estación Medalla Milagrosa de la líneaE del subte. Para obtener información o consultar alos traceurs podés escribir [email protected] o visitar la página de laAsociación Argentina de Parkour:www.pka.com.ar

“LO QUE MÁS ME GUSTADEL PARKOUR ES LALIBERTAD QUE ME DA,SIENTO QUE PUEDOPASAR POR CUALQUIERLADO, DE CUALQUIERFORMA”. LAS PALABRASDE SILVINA, DE 17 AÑOS,TERMINAN CUANDO DECIDE INTENTAR TREPARUN MURO EN LAFACULTAD DE DERECHO...


der lo que se siente cuando uno lo practica.

Formamos la Asociación Argentina de Parkour y

comenzaron a aparecer nuevos integrantes. Al

principio yo era un mono suelto en la ciudad, lo

hacía solo. En diciembre de 2005 decidí juntar a

los distintos traceurs y armar un grupo. Éramos

12 y hoy ya son más de 2 mil los practicantes. Lo

más gracioso de todo es que en la Argentina hay

40 millones de habitantes que hacen parkour y

todavía no lo saben”, cuenta Bongard.

LAS BASESEsta disciplina (muchos lo llaman deporte, tam-

bién) se practica únicamente en la zona urbana,

aprovechando las arquitecturas y escenarios que

ofrece la ciudad. “Uno aprende a trepar un muro

de tres metros cuando la persona común no lo

sabe hacer. Se define un circuito, de un punto A

hacia un punto B, superando todos los obstácu-

los que se encuentren en su camino”, explican

entre saltos.

El parkour comienza cuando un obstáculo está

en el medio de un recorrido. Pero los traceurs tie-

nen bien en claro su idea, sus códigos: no

molestar a los transeúntes, elegir muy bien los

lugares donde obtener un permiso y no saltar

rejas de seguridad son las premisas que cada

uno respeta a rajatabla. “Todos pueden practicar

parkour, pero el parkour no es para todos. Es

libertad, pero no libertinaje. Por otro lado, hay

niños que a partir de los tres años pueden prac-

ticarlo. No hay diferencia de sexo ni de religión ni

de clases sociales. Hasta se puede disfrutar en

familia”, agrega Bongard.

ENTRENAMIENTOPara convertirse en un traceur se requiere una

buena base física, que se irá mejorando con el

tiempo para preparar el cuerpo, el sistema óseo y

muscular para la práctica del parkour y así adqui-

rir equilibrio, resistencia y dominar los propios

movimientos. “Una persona de 30 años puede

tranquilamente trabajar en conjunto con una de

15 que recién se inicia. Tal vez no tenga la posibi-

lidad de saltar más alto, pero puede ir mejorando.

Ésa es la idea –cuenta Bongard–. En el parkour

no existe la competencia, nadie gana. La lucha es

con uno mismo, con superarse con el tiempo. El

obstáculo forma parte de uno y quien lo practica

no pierde el equilibrio porque forma parte de ese

equilibrio, no le tiene miedo a la altura porque él

mismo forma parte del vértigo”.

Nahuel, de 18 años, y Josué, de 20, van por la

revancha. En su camino a las escalinatas de ATC,

deciden volver a probar suerte en la Biblioteca

Nacional. En su camino dan saltos, rebotan, se

trepan. Parece que esta vez lo van a lograr. Una

señora mayor los observa con sorpresa, mientras

pasea a su perrito blanco. El último movimiento

los deja frente a un salto de casi cuatro metros.

Una corbata azul de guardia de seguridad se

observa a lo lejos. Se acerca. No hay tiempo para

más obstáculos. El salto es perfecto.


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