Los dominios de NeptunoParaje Natural Municipal

El Rivet - Benassal

La náyade Evadne El dios Neptuno

Creada por: Carmen Flordelís y Fede Llorca

Iluastrada por:Laura López y Jhon Ospina

JORNADA PRIMERA

EN LA PLAZA

EVADNE:

(Con el público ya reunido, aparece Evadne estresada porque llega tarde. Va de cabeza con tantas cosas que tiene que hacer a diario para mantener los domi-nios de Neptuno impecables.)

¡Ays, que creía que no llegaba! De cabeza voy toda la mañana: que si una fuga de agua aquí, que si el manantial de allá brota raro hoy, que si el agua está demasiado caliente para las ra-nas... En serio, esto no es vida.

Pero, upps, que no me he presentado y, como yo siempre tra-bajo en las sombras, a mí no me conoce ni un humano. Soy Evadne, la náyade encargada de cuidar el agua que da vida y riqueza a Benassal.

Y mira que tengo trabajo, porque encima mi jefe es un tiquismi-quis de aúpa y me tiene frita. Resulta que Benassal es su rincón del mundo preferido y siempre tiene que estar todo perfecto.

(Mira a la gente como extrañada porque parece que no la están entendiendo.)

Bueno, ya le conocéis todos, ¿verdad? Ah, ¿que no? Yo aquí ven-ga a ponerle verde y ¿no sabéis de quién hablo? ¡Anda que yo también!

A ver, que sí que lo conocéis, pero seguro además. ¿Cuál es el mayor tesoro de Benassal? Ese que exportáis a casi todas las mesas para acompañar las comidas?

(Espera a que responda la gente.)

¡El agua, claro! Y, ¿quién es el presumido con afán de protago-nismo que sale en las botellas?

(Espera a que responda la gente.)

¡Neptuno! El gran dios romano del agua. Pues ese es mi jefe, imaginaos lo que es trabajar para un dios tan poderoso... Es-

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tresada vivo incluso cuando duermo porque se me aparece en sueños para encargarme más trabajo o quejarse de cualquier tontería.

(Mira hacia la calle que va a dar a la plaza.)

Ale, ya hemos dicho su nombre demasiadas veces. Por ahí vie-ne. Ya me extrañaba a mí que no apareciera.

¿Se puede saber qué demonios haces aquí de cháchara con los mortales? ¿Has arreglado ya la temperatura del agua? Mira que no quiero que las ranas se vuelvan a quejar, que me deja en muy mal lugar que lleguen protestas como esa a mi oficina en el Olimpo, a ver si al final me van a echar la culpa a mí del cambio climático.

Tranquilo, jefe, que de eso tienen la culpa todos estos. No se me inquiete que ya está todo arreglado, o casi. Las he hecho salir del agua un rato y he abierto un poco más el caudal de la fuente; por el momento tendrá que valer.

Y no estoy aquí de cháchara, o acaso no recuerda que hoy inau-guramos la ruta que he creado por sus dominios para que los humanos puedan ver su grandeza y admirarle como se merece.

(Se gira hacia la gente poniendo los ojos en blanco.)

A mí nunca se me olvida nada, pequeña e insignificante náyade.

Evadne, me llamo Evadme. (Se gira hacia la gente) Cualquier día le monto un pleito en el sindicato.

Sí, sí, como te llames. ¿Les has mostrado ya mi grandeza, mis dominios, mis...?

(Le interrumpe) Pues mire sí, en eso estábamos, hablábamos de lo guapo que ha quedado en las etiquetas de las botellas de agua.

(Hace un gesto a la gente como para que le diga que sí, que muy guapo).

Jeje, no hace falta que me aduléis tanto. Lo que a mí más me interesa es que... ¿Evadne te llamabas? ... os enseñe mis domi-nios porque no hay otro lugar como mi reino aquí en Benassal.(Metiéndose entre la gente con aire de superioridad les pregunta):

NEPTUNO:

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¿Os ha mostrado ya de qué va esto de la ruta que se ha inven-tado? ¿No? Esta náyade... Mirad, soy el dios romano del agua. La gente cree que mi reino es el mar pero pocos conocen que también soy el señor de las aguas dulces. Gracias a mí, peque-ños mortales, hay tanta vida aquí en Benassal y mis dominios son tan bastos que he tenido que dividirlos para poder adminis-trarlos mejor.

Evadne, supongo que la ruta pasará por todos y cada uno de mis dominios, ¿verdad?

Por supuesto, jefe, como a usted le gusta.

Eso de jefe... Pero bueno, a lo que importa que se me hace tar-de. Como os decía, mis dominios se dividen en:

El dominio del agua...

(Con cierta ironía, le interrumpe para explicar...) Donde la vida desborda la imaginación.

(Neptuno mira mal a la náyade, tratando de averiguar si se ríe de él)

El dominio del aire...

(Evadne señala rápido a todo el mundo el folleto don-de aparece lo de los dominios para que lo lean en voz alta con ella.)

Donde el viento mueve molinos y los pájaros toman el cielo.

El dominio del fuego...

Donde el ser humano habita y crea su magia.

Y el dominio de la tierra...

Donde los campos proveen de riqueza a las gentes.

No lo haces mal, náyade. A ver, cuéntanos cómo has organiza-do el recorrido.

Después de mucho pensar en su grandeza y todas las maravi-llas que Benassal esconde, tracé una ruta que une cada rincón especial de sus dominios y la señalicé, para que nadie se me

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pierda, con su esbelta figura pintada en piedras, farolas, bordi-llos o lo que más a mano estuviera.

No sé si eso me gusta, ¿no atenta eso a mi dignidad?

Para nada, para nada, (se gira preocupada hacia la gente) ¿a que no?

Está bien, sigue.

En el lugar más singular de cada dominio he colocado una mesa de cerámica pintada a mano por el mejor de los artis-tas, como corresponde a su grandeza. Y durante el recorrido encontrarán también unas pequeñas tablillas con los rasgos más característicos de la zona donde están colocadas. Ya verá como le encantan, hacen justicia a la belleza de cada rincón.

¿Y ya está? ¿No te has acordado de que a los dioses nos gusta, de vez en cuando, ponerles pruebas a los humanos? Es que a veces nos aburrimos allá arriba, ya saben.

Claro que sí, cómo se me iba a olvidar. He incluido un trozo de un mensaje encriptado en cada tablilla. Y en cada mesa encon-trarán una de las 4 claves necesarias para poder descifrarlo.

(Neptuno se aparta un poco con Evadne para que no lo oigan los mortales)

¿No te habrás pasado y se lo habrás puesto demasiado difícil? Mira que en el Olimpo a mí me tocará apostar que sí que lo consiguen y, si no es así, quedaré muy mal.

Tranquilo, les he puesto unas pistas para que lo puedan conse-guir. Es más, les puedo acompañar un trozo del recorrido para echarles una mano y que vean cómo funciona el reto.

No, no... Creo que será mejor que marchen ellos solos... O, me-jor aún, yo mismo les acompañaré. Al fin y al cabo soy yo el dueño y señor de cada cosa que van a ver.

Pero ¿cómo les va a ayudar si no sabe si por dónde va la ruta?

¿No lo has señalizado? ¿No has puesto pistas? Si con mi in-genio no consiguen completarlo, será que no has hecho bien tu trabajo. Tú vete a terminar tu trabajo, que me ha dicho un cárabo que se ha encontrado dos botellas de plástico esta ma-ñana en el Rivet, y déjame disfrutar de pasear un rato entre los mortales.

NEPTUNO:

EVADNE:

NEPTUNO:

EVADNE:

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(Neptuno hace un gesto a la gente para que le siga pero empieza a caminar hacia el lado contrario y la ná-yade le para, le coge del brazo un poco enfadada y le coloca delante de la mesa interpretativa de la plaza.)

Oh, gran dios de los mares y del agua dulce... (Con mucha sorna y algo de enfado) Casi mejor empiecen por buscar la primera clave aquí y anotarla en su cuaderno.

EVADNE:

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NEPTUNO:

NEPTUNO:

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JORNADA SEGUNDA

EN EL RIVET, JUNTO A LA MESA INTERPRETATIVA

(Llega el grupo hasta la mesa y buscan y anotan la clave. Neptuno propone llamar a Evadne.)

¿Dónde se habrá metido Evadne? Y sí, me acuerdo perfecta-mente de su nombre pero me gusta chincharla un poco de vez en cuando. Es la mejor náyade de todas las que cuidan mis dominios.

Vamos a llamarla pero no le digáis que me encanta el recorrido que ha creado, que se me sube a las barbas.

A ver, llamadla vosotros a ver si aparece.

(Evadne, a su vez, les llama para que bajen a donde está ella junto al roble centenario.)

¿A qué viene esta exigencia de que nos salgamos del recorri-do? No quiero que se pierdan ningún punto clave.

Tranquilo, jefe, que van a volver todos a la senda en un momen-to pero es que en este punto, y para que descansen un momen-to, porque el gran Neptuno no se cansa pero los mortales ya sabemos todos que son un poco flojos... Voy a contarles una hermosa historia que ocurrió aquí mismo y que a mí me ha con-tado este viejo roble que resulta ser un buen amigo.

“Cuenta la leyenda narrada en el poema Seidía que, yendo el caballero Artal con su señor a reconocer el terreno en plena reconquista cristiana, se toparon justo aquí con una pequeña hueste mora encabezada por la bellísima Seidía.

Artal fue en el acto herido por una flecha mora pero también por amor a aquella valiente guerrera y cayó desfallecido de su caballo. La propia Seidía no pudo evitar saltar de su caballo al verle caer y, al tenerle en el suelo a sus pies inconsciente, se enamoró perdidamente de él.

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Ordenó que lo llevaran prisionero a su castillo y le procuraran los mejores cuidados médicos en unos buenos aposentos... Y así comenzó su gran historia. ¿Queréis saber cómo termina la historia?

Pues yo también pero ¿os podéis creer que aquí, mi amigo el roble, no ha querido contarme cómo acaba? Dice que lo bus-que en los dominios del dios Google, que me acostumbre a leer más...

(Con cierta furia) No se atreverá a dejar a todo un dios con la intriga.

Mire Neptuno, casi mejor que no se meta con ellos, que estos robles no son tan viejos como los dioses del Olimpo pero al-bergan una magia tan ancestral y poderosa como la que más.

Mira, náyade insolente, te consiento semejante falta de respeto porque yo no me llevo bien con el modernillo ese de Google y necesito que me busques el final del poema en cuanto acabes tu trabajo aquí.

¿Acabar? Pero si no hay forma de acabar, si no es una cosa es otra. Pero es lo que hay. Y, hablando de todo un poco, no me habéis dicho qué tal va el recorrido, ¿os ha gustado a todos? ¿Cómo lleváis el mensaje secreto?

(Escucha a la gente un momento.)

Habrá que continuar entonces, seguidme y os llevaré a la si-guiente tablilla.

(El grupo se pone en camino y, cuando llegan a una carrasca tumbada-muerta por el rayo, Neptuno se acerca a ella y suspira de forma exagerada.)

¡Ay mi añorada carrasca! Que precisamente tú tuvieras que su-frir la ira de Júpiter...Si la hubierais visto hace tan solo unos años... Hermosa, fron-dosa, parlanchina y llena de vida... (de repente se pone furioso) Ese maldito Júpiter estaba en el Olimpo con su puñetero cetro en la mano todo el día haciendo como si mandase pero, todos lo sabemos, en realidad allí quien manda es Juno, su mujer. Pues allá que va el incauto y la contradice sobre si había que castigar a tal o cual mortal y ella, por supuesto, le monta una bronca de muy padre y señor mío en dos minutos.

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Resultado, Júpiter comienza a echar chispas, nunca mejor di-cho, y todos los dioses miramos para otra parte como si no hu-biésemos oído la discusión y él, para desahogar su ira, comen-zó a lanzar rayos hacia la tierra sin ton ni son y uno de ellos... Bueno, ya os lo imaginaréis, ¿no? Fue a parar a mi carrasca preferida y... ¡Oh! (Enfadadísimo) ¡Evadne, nunca te perdonaré que estuvieras de vacaciones ese día!

No, si al final la culpa la tengo yo, por supuesto. Pero le recuer-do que la propia Juno me había dado permiso para librar esa semana, que menos mal que tenemos una mujer al mando que piensa un poco en el resto de nosotras, que si no...

No te me pongas reivindicativa ahora que estas cuitas no tie-nen por qué conocerlas los mortales y venga, que ya han des-cansado bastante, voy a seguir enseñándoles mis dominos.

Jefe, lo siento pero no va a poder ser. Me tiene que acompa-ñar que lo de las ranas se ha puesto un poco más serio y han montado un piquete. Que dicen que quieren la charca calentita como antes, que parecía un spa. Y a mí no me creen cuando les digo que van a terminar fritas sin darse ni cuenta.

¿Pero tú les has contado lo del cambio climático y todo eso?

Clarísimo se lo he explicado, pero me dicen que el agua caliente es buena para el reuna. Yo ya no sé qué más decirles, así que véngase conmigo a reunirse con ellas y deje que los mortales terminen el recorrido solos.

Que se van a perder... Que no van a encontrar todas las claves del mensaje...

No, hombre, no... Que son más listos de lo que parecen, y usted ya presumirá de dominios cuando terminen. Seguro que llega-mos a tiempo de recibirles en la plaza de toros junto a la última tablilla.

¿Ven quien manda aquí en realidad? Cualquier día le paso la corona y me retiro yo al spa de las ranas.

Sigan sin mí, mortales. Marchen sin miedo, confío en ustedes.

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JORNADA TERCERA

EN LA PLAZA DE TOROS

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Bueno, bueno, ya era hora. A punto estaba de ir a buscaros por-que aquí el dios dice que se le hace tarde, que hoy tienen paella en el Olimpo y si se descuida Minerva le pondrá guisantes y a él no le gustan.

Pasad, pasad, aquí tenéis la última tablilla, mirad si hay un trozo de mensaje escondido aquí o no.

Mis queridos mortales, ¿qué os han parecido mis dominios?¿ Inigualables? ¿Dignos de un dios de mi categoría?

(A la gente por lo bajito animándoles a hablar) Decid que sí, de-cid que sí, que si no me la cargo yo, como siempre.

¿Habéis encontrado todos los pedazos del mensaje secreto y todas las claves para descifrarlo? ¿Sí? Pues venga, ahora es el momento. Os dejo unos minutos para que lo anotéis en vues-tros cuadernos o lo que sea eso.

(Esperan a que lo tengan todos descifrado y escrito.)

A ver, ese niño de ahí, a ver cómo está el futuro de los humanos de mis dominios. ¿Tú lo has descifrado? Léelo, pues, ilustra al resto.

(El niño lo lee: “Vuela con el viento y cae en forma de granizo, nieve o lluvia para fertilizar a todos los seres vivos. Se para en las fuentes y correo por los ríos para alcanzar el mal. Eres agua, cuídala.” Neptuno parece muy satisfecho, Evadne está un poco escéptica.)

Muy bien, sí. Ese es el mensaje, pero ¿sabéis qué significa? ¿En-tendéis lo que quiere decir?

(La náyade interrumpe los comentarios del público.)

Sí, sí, todo eso está muy bien. Pero lo que de verdad quería que se os metiera en la cabecita es que me tenéis que ayudar a cuidar del agua de Benassal y de todo lo que aquí vive gracias a

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ella, que me lleváis loca con todas las cosas raras que hacéis y yo no puedo con todo el trabajo que me dais. Ya tengo bastante con aguantar a este cuando se pone quisquilloso.

Te aguanto las insolencias porque has hecho un buen trabajo con la ruta por mis dominios y, además, al final has solucionado lo de las ranas. Por cierto, ¿cómo era eso de mis dominios?

El dominio del agua...

(Invita a la gente a continuar la frase como en el comienzo, Evadne les señala el folleto para que lo lean ahí.)

Donde la vida desborda la imaginación.

El dominio del aire...

Donde el viento mueve molinos y los pájaros toman el cielo.

El dominio del fuego...

Donde el ser humano habita y crea su magia.

Y el dominio de la tierra...

Donde los campos proveen de riqueza a las gentes.

Perfecto, así me gusta. Y, mira, me siento generoso hoy: Evadne, te concedo el honor de hacer entrega conmigo de unos peque-ños presentes a todos estos mortales que han venido hoy a rendirme pleitesía y a admirar mis más preciadas posesiones.

(Entregan los premios, agradecen la asistencia, invitan a dar a conocer a otros mortales la ruta y se despi-den.)

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Esta obra fue estrenada en

mayo de 2019 siendo los

intérpretes José L. Alemany

en el papel de Neptuno

y Zaida Sánchez en el papel de

Evadne.