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Clínica y Salud, 2003, vol. 14 n°. 2 - Págs. 157-181 CLÍNICA Y SALUD 157 ARTÍCULOS Paradojas existencias y emocionales de las personalidades fanáticas Existential and emotional paradoxes in fanatic people TERESA SÁNCHEZ SÁNCHEZ RESUMEN El fanatismo es una plaga social del siglo XXI que germina en todo tipo de ambientes culturales, religiosos, deportivos y mediáticos. Recorremos aquí los factores psicosociales presentes en las actitudes fanáticas. El intolerante deviene en lo intolerable para la sociedad que lo ha oscuramente alimentado. Puro conglomerado y reactivo de paradojas emocionales y existenciales que se albergan en un útero ideológico insatisfecho y sin respuestas. Algunas de estas antinomias son: a mayor invisibilidad, mayor morbilidad; la idiotez moral correlaciona con la contundencia razonadora de los argumentos justificativos; su despersonalización le convierte en instrumento, pero no en actor respon- sable y culpable de su acción; se viven como víctimas pese a actuar como verdugos; su muerte o inmolación es un acto nihilista de exaltación de la vida distorsionada en su valor; el fanático se siente más plenamente realizado cuanto más alienado está. Todo este conjunto de paradojas permiten un acer- camiento dinámico del que pueden desprenderse líneas de acción psicotera- péutica. ABSTRACT Fanaticism is a 21 st century social scourge that breaks out in any culture, religion, sport or media environment. This paper reviews psychosocial factors involved in fanatic attitudes. Intolerant people become intolerable for a society

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Clínica y Salud, 2003, vol. 14 n°. 2 - Págs. 157-181

CLÍNICA Y SALUD 157

ARTÍCULOS

Paradojas existencias y emocionalesde las personalidades fanáticas

Existential and emotional paradoxes infanatic people

TERESA SÁNCHEZ SÁNCHEZ

RESUMEN

El fanatismo es una plaga social del siglo XXI que germina en todo tipo deambientes culturales, religiosos, deportivos y mediáticos. Recorremos aquí losfactores psicosociales presentes en las actitudes fanáticas. El intolerantedeviene en lo intolerable para la sociedad que lo ha oscuramente alimentado.Puro conglomerado y reactivo de paradojas emocionales y existenciales quese albergan en un útero ideológico insatisfecho y sin respuestas. Algunas deestas antinomias son: a mayor invisibilidad, mayor morbilidad; la idiotez moralcorrelaciona con la contundencia razonadora de los argumentos justificativos;su despersonalización le convierte en instrumento, pero no en actor respon-sable y culpable de su acción; se viven como víctimas pese a actuar comoverdugos; su muerte o inmolación es un acto nihilista de exaltación de la vidadistorsionada en su valor; el fanático se siente más plenamente realizadocuanto más alienado está. Todo este conjunto de paradojas permiten un acer-camiento dinámico del que pueden desprenderse líneas de acción psicotera-péutica.

ABSTRACT

Fanaticism is a 21st century social scourge that breaks out in any culture,religion, sport or media environment. This paper reviews psychosocial factorsinvolved in fanatic attitudes. Intolerant people become intolerable for a society

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that surreptitiously boosts intolerance. A sheer conglomerate and reagent ofemotional and existential paradoxes, sheltered in an ideological unhappywomb, without any reply . Among these antinomies there are the following :the higher the visibility, the higher the morbidity; moral idiocy relates to seve-rity of explaining reasons; their depersonalization turns them into instruments,but not into responsible and guilty agents; they live like victims although theybehave as executioners; their death or sacrifice is a nihilistic event extollingtheir value-distorted life; the more they are alienated, the more they feel reali-zed. This set of paradoxes gives rise to a dynamic approach from which the-rapeutic action lines may stem.

PALABRAS CLAVE

Fanatismo, Intolerancia, Paradojas, Alienación.

KEY WORDS

Fanaticism, Intolerance, Paradoxes, Alienation.

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1. APROXIMACIÓNPSICOLÓGICA AL FANATISMO

Si acudimos al Diccionario de laR.A.E. buscando una primera apro-ximación l ingüística al término'cajón de sastre' de fanatismo,encontramos una acepción bastan-te neutra desde el punto de vistamoral y psicológico: "Tenaz preocu-pación, apasionamiento del fanáti-co" (D.R.A.E., 1992). La asepsia nojuzga ni el valor ni las consecuen-cias del fanatismo, que dependeránobviamente del objeto, la intensi-dad y el destino del acto fanático. Atodas luces no es lo mismo ser unfanático del arte que ser un fanáticointegrista, mientras que probable-mente el destino del primero seráproteger el patrimonio, defenderlo oensalzarlo fervorosamente, elsegundo se inclinará, en cambio,destructivamente sobre la idea, cul-tura o actividades que considereopuestas a la pervivencia de suconcepción. J. Rostand recordabaque fanatismo y verdad son anta-gónicos al afirmar que "La dictadu-ra de una doctrina, sea cual sea,dificulta siempre el desarrollo de laverdad" (Rostand, 1971).

El término fanatismo deriva defanum (templo), siendo el fanáticooriginariamente un defensor deltemplo, alguien consagrado, incon-taminado y bendito. Javaloy (1984)

resalta el proselitismo contagiosoejercido por los fanatici, quienescon sus danzas rituales paroxísti-cas buscaban inducir un estadoextático o frenético en el pueblo.Tal vez sea por esto que el concep-to de fanatismo moderno se asociacon lo propagandístico y con logrupal ritualizado. Las apoteosisdel fanatismo tienen mucho deceremonial, constituyen una suertede liturgia de transformación a unestado que se considera superior.

Un fanático no concita necesa-riamente rechazo o animadversión,pues si su ardor y desmesura lavierte en una empresa noble, auncuando su entrega pueda perjudi-carle personalmente, por la sobree-xigencia que conlleva, obtiene larecompensa del aplauso social y laveneración de la historia. Muchosde los considerados santos sonfanáticos en el sentido del diccio-nario de la R.A.E., donde no semenciona el componente destructi-vo que acompaña a menudo la fija-ción fanática. El fanático apareceretratado como el que "defiendecon tenacidad desmedida y apasio-namiento, creencias u opiniones,sobre todo religiosas o políticas.Preocupado o entusiasmado ciega-mente por una cosa" (R.A.E., 1992).

Resalto en negrilla los dos aspec-tos anteriores pues ambos formanparte del espectro de las personali-dades obsesivo-compulsivas (anan-

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cásticas) y de las paranoides, dossíndromes psicopatológicos carac-terizados por el predominio de unaidea fija que se instala en la menteobnubilando el campo de concien-cia (de ahí lo de ciegamente), impi-diendo la contemplación de cual-quier consideración que escape a lafranja seleccionada por una aten-ción, sesgada y viciada interpretati-vamente en el fanático.

¿Qué vamos a entender porfanatismo? De entre las muchasdefiniciones que podrían aportarse,aquí proponemos que es una cons-trucción cognitiva, emotiva y con-ductual acerca de algo, sea unaidea, una teoría, una actividad o unobjetivo, que se propugna y sedefiende con excesivo fervor y queconvierte lo parcial y sesgado englobal y absoluto, pertrechándosede un nudo de argumentacionesracionales para justificar las actitu-des hostiles e intransigentes queemanan de dicha construcción yque genera una praxis belicosa, fre-cuentemente violenta, respecto atodo aquello o aquellos que no par-ticipan de la misma. Una visiónconcordante con la nuestra presen-ta Francisco Alonso-Fernández alplantear que "el núcleo del fanatis-mo puede entenderse como la acti-tud de entrega absoluta a unos ide-ales, con una intolerancia sistemáti-ca para los juicios y los comporta-mientos discrepantes" (Alonso Fer-nández, F., 1995, p. 191).

J. L. Pallarés, por su parte, efec-túa una interesante discriminaciónentre superstición, fanatismo ydogmatismo, señalando que elsupersticioso, aunque puede apo-yarse en creencias falsas y entemores infundados como el fanáti-co, carece del espíritu combativo ymesiánico de éste y no trata deinfundir en otros sus conviccionescomo él. Además, no todos losfanáticos son supersticiosos, niviceversa. Por su parte se puedeser dogmát ico y no fanát ico;ambos caracteres son rígidos, peroel fanático reúne la condición aña-dida de ser agresivo. Retrata alfanático como "irracional, desme-surado, violento, engreído, dogmá-tico, inflexible, autoritario, exalta-do... con algo de misticismo y deprofetismo..." (Pallarés, J.L., 1996,p. 35).

Autores como Luis Casado(1989) entienden el fanatismo comouna forma de evitación del creci-miento personal, un fracaso deldesarrollo y la autoactualización, entérminos de Maslow, aduciendoque son el miedo a la libertad, entanto que se experimenta comosoledad, la dependencia emocio-nal, trampolín para la adopción deideas externas, la ansiedad produ-cida por la la incertidumbre del vivir,lo que empuja a abrazar la pro-puesta dogmatizada, el predominiode la necesidad de seguridad sobrela necesidad de expresión y crea-

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ción personales, algunas de lasrazones que cristalizan en las acti-tudes fanáticas.

2. COMPONENTES PRESENTESINEXCUSABLEMENTE EN ELFANATISMO

En el fanatismo se dan, portanto, varios elementos:

a) Intensa adhesión a una ideauniversalizada, convertidamágicamente en 'la verdad'absoluta.

b) Actitud de fe firme que deja enpenumbra el funcionamientoracional, o como diría Savater,hace abdicar a la razón crítica.Esto se concreta en la obce-cación y sumisión sin fisuras aun dogma.

c) Rechazo, ataque, menospreciode todo lo que se vive comodiferente. La minusvaloracióno degradación del otro o de lootro es la piedra angular de laintransigencia, y nos habla deuna fuerte patología narcisista(Armengol, R., 1999), quecuando es compartida por ungrupo, raza o un pueblo frentea otros degenera en xenofobia,racismo, genocidio, etc. En elfanático el miedo o la preven-ción ante lo novedoso o dife-rente se transforma en recelo

persecutorio, de forma que lonuevo es extraño, lo extrañoes potencialmente desestabili-zador o peligroso, y por consi-guiente malo. Como defensacontra la ansiedad a lo desco-nocido o distinto, se estableceel mecanismo esquizoparanoi-de que sitúa lo bueno en el mío el "nosotros" conocido ocercano y todo lo malo y noci-vo en el otro o "ellos". El senti-miento de amenaza indica quehay una latente arrogancia queniega o degrada en los dife-rentes su condición humana(Arendt, H., 1993), la rebajahasta un nivel subhumano ode rebaño. Elisa Lucena seña-la: "Para el xenófobo el grupocontrario carece de rostro, loque lo convierte en algo seme-jante a un rebaño o a un bos-que, con la diferencia de que asus ojos el rebaño se convierteen una manada de lobos"(Lucena, E., 1994, p. 152).

d) Subversión o perversión deluso del instrumento racionalque se instrumenta justificati-vamente al servicio de la argu-mentación trascendental de laidea o creencia sobrevalorada,pero se hace opaca y refracta-ria a cualquier idea contra-puesta o capaz de introducirdudas o réplicas a la misma.La libertad de pensar quedafuertemente mermada.

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e) Emocionalidad primaria e irra-cional, individual o grupal,como sustrato de la idea faná-tica; dicha emocionalidadopera como fuente energéticabruta, sin canalización, diquesmorales o legales que actúencomo freno o cauce, por loque inunda los demás aspec-tos o facetas de la personali-dad convirtiéndose en torren-tera desbordante que anegarácualesquiera otros intereses odesarrollos posibles.

f) Gran afán proselitista, inducidopor la convicción de poseer laverdad, por la necesidad dediluir responsabilidades en elgrupo heteróclito, por el deseode reaseguramiento en la pro-pia verdad a través del ecoreverberante que se aprecia enlos otros conversos. A este finconcurren los mensajes seduc-tores, las campañas, profecíasintimidatorias, mítines, comuni-cados, que se descargan sobrelos atónitos correligionarioscon la aureola de una verdadrevelada y casi ultraterrena. Talcomo señalaba Primo Levi "lapropaganda sustituye a lainformación" (Levi, P., 1976).

La acción fanática disminuiría supoder si no obtuviera publicidad.La reivindicación de la autoría deun atentado es una estrategia pro-selitista que pretende incendiar el

ánimo de los simpatizantes tibios,exacerbar su odio dormido, agitarsus conciencias recordando lascausas semiolvidadas del resenti-miento. El odio que se expresamudamente sólo queda en un cri-men privado, el que se desata antetestigos, se configura como unafórmula para la adhesión de nuevosmilitantes. Por consiguiente, cuan-to más vistosa y efectista sea unaacción fanática, tanto más eficazserá desde el punto de vista delreclutamiento de candidatos, dadoque enardece sádicamente la vio-lencia primaria de los espectadoresafines.

Vayamos por partes. El fanatismoes una actitud psicosocial, pero nonace sola. Proviene del indoctrina-miento, de la educación familiar,escolar, religiosa, mediática... Estoes: tiene una serie de focos sépti-cos en los que se inocula el virus(en forma de idea, sentimiento, pre-disposición, creencia o versículo),pero como pasa en todas las infec-ciones, éstas prenderán más omenos virulentamente dependiendodel caldo de cultivo favorable odesfavorable que cada sujeto ofrez-ca al germen contaminante. Dichocaldo de cultivo es, claramente, elpsicológico. Nos referimos aquí a laestructura compacta o débil de lapersonalidad (madura/inmadura,patológica/normal, integrada/defensiva, realizada/coartada, etc)que opondrá una resistencia firme a

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las ideas fanáticas o, por el contra-rio, actuará como un filtro suma-mente permeable a cualquierseducción dogmática. Por consi-guiente, la personalidad actuaráanálogamente al sistema inmune.Si es una personalidad fuerte y bienformada, adecuadamente madura ysuficientemente estable, se man-tendrá firme y evacuará los mensa-jes doctrinarios recibidos medianteel normal funcionamiento de su sis-tema crítico, personalizado y transi-gente con la pluralidad. Si es unapersonalidad inestable e insegura,con miedo a la libertad, al error per-sonal, a la responsabilidad y a laincertidumbre, se aferrará ávida-mente a cualquier propuesta doctri-naria que le tranquilice. Confundiráésta la seducción con la convic-ción, tomará por verdaderos los sil-bos de Sirena, y será manipulablecomo una pobre cosa sin voluntadrobotizada.

En su libro de 2001 Un ser delejanías, Francisco Umbral augura-ba que el fanatismo sería "la plagatardía del siglo XXI". Apenas unosmeses después de su aseveraciónel mundo entero constató de formaapocalíptica su acierto. Cuandotodavía perduran las resonanciasmúltiples del holocausto de lasTwin Tours (ahora sí empleado estetérmino con propiedad, puesto quesignifica sacrificio por el fuego) seimponen mú l t iples reflexionessobre la masificación y la insidia

soterrada del fenómeno fanático.Esta aportación va a tratar sobrealgunos aspectos parciales de unasunto complejo en sus entrecruza-mientos causales. Abordaré algu-nas llamativas paradojas que seentrañan en las personalidadesfanáticas, y que son las más de lasveces latentes tanto para el fanáti-co mismo que ignora o niega que loes, como para quien podría detec-tar sus incipientes signos, antes deque sea demasiado irreversible elproceso.

3. PARADOJAS DEL FANATISMO,EL MÁS ALLÁ DEL PRINCIPIO DECONTRADICCIÓN

Algunas de las paradojas exis-tenciales del fanático que conside-ro más signif icativas son lassiguientes:

1. No existen personas absoluta-mente fanáticas o personascompletamente carentes defanatismo. El fanatismo es uningrediente o parte psicóticade la personalidad que estádiferentemente desarrollada encada uno.

Cualquiera de nosotros tienenúcleos fanáticos en su personali-dad, los elementos beta de los quehablaba Bion (1975), y que contie-nen lo destructivo, maligno, inasu-mido e inintegrable de nuestra

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identidad. Consideraremos fanáticoa alguien no porque otro no lo sea,sino porque el predominio de sucomponente destructivo disociadoes mayor que en el de quien consi-deramos tolerante. Por tanto noexiste una demarcación cualitativaentre el fanático y el no fanático,como no existe entre el loco y elcuerdo, o entre el perverso y el nor-mal, sino tan sólo un grado mayor omenor de conocimiento y controlconsciente de los núcleos fanáticoso una disociación o defusión de losmismos, que persistirían de formaautista e desgajada de la personali-dad.

Partir de esto, tan revulsivo y difí-cil de admitir, es el primer pasopara acceder a una madurez mástolerante. No hacerlo supondrá vivirlas propias intransigencias comoperfectamente legítimas e indignar-se por los dogmatismos ajenoscomo completamente incomprensi-bles. Cuanto más irracionales eignaros sean los núcleos fanáticos,con mayor ímpetu deberán ser eva-cuados, drenados, expulsados denosotros. Lo que sucede en elfanático es que sus núcleos intran-sigentes no son rechazados por lavía de la crítica racional o moral,sino simplemente escindidos, diso-ciados, apartados del yo y proyec-tados sobre un otro que, así, devie-ne enemigo. Ningún intransigentereconoce serlo. Ve la intoleranciaen el adversario y la postura propia

se interpreta como razonable,necesaria y congruente respuesta ala hostilidad del otro. Estos meca-nismos defensivos concatenados(escisión, disociación, renegación,proyección) permiten mantener unaapariencia de dulzura, afabilidad ycordialidad que chocan con losactos destructivos que ejecutan. Laserenidad y la tranquilidad de con-ciencia y conducta al efectuar laacción bárbara dan la clave de esaescalofriante contradicción propiade los cuadros de psicosis: frialdademocional interna y virulencia yagresividad conductual.

Podríamos asegurar que el prin-cipal aliado del fanatismo es la faltade lucidez y su principal remedio elpensamiento crítico. Por ello, en unmundo plagado de especialistas sinescrúpulos y gozadores sin cora-zón, al decir de Max Weber, dondetriunfa el no-valor, el mercado y lapropaganda, el pensamiento caederrotado ante la acción y el pre-sentismo hedonista, el triunfalismodel poder a corto plazo y la imagenseductora y fulgurante vencen todoescrúpulo. Cómo no pensar queéste sea el humus ideal para la ger-minación de semillas fanáticas entodos aquellos que padecen ham-bre de ideales, de causas, de mitoso de legados que se transformanen compromisos de futuro. El afánde trascendencia, la avidez de res-puestas securizantes y totalizado-ras que rellenen la angustia de

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disolución en la inanidad cotidiana,la depositación en el futuro de idea-les que traspasen la individualidad,son algunos de los factores queacrecientan el fanatismo en nuestrotiempo.

2. A mayor invisibilidad y oscu-rantismo, mayor morbilidad yviolencia fanática.

No olvidemos que, aunque suelaadornarse con una semiología iden-tificativa y ostentosa (cruces gama-das, cabezas rapadas o hábitosblancos en el Ku-klux-klan, porejemplo), a menudo el fanatismo essilente y taimado, anida en la mentede cualquier persona con aparencianormal. A este propósito, y conlógica aplastante, afirma A. MuñozMolina (2001) en su prodigiosanovela sobre la intolerancia crueldel siglo XX, Sefarad, lo siguiente:"si un miembro de la Gestapo tieneuna cara normal, entonces cual-quier cara normal puede ser la dealguien de la Gestapo".

El fanático puede estar camufla-do entre lo que considera las fuer-zas o el hábitat enemigo, puedeposeer una habilidad camaleónicapara pasar desapercibido, mostraruna excelente adaptación periféricaa las costumbres de su antagonis-ta, pero mantener latente e intactosu odio y su resolución de dañarleen cuanto reciba la orden. Suele serun perfecto infiltrado o tapado en el

entorno sobre el que trama vertersu odio, poco importa que convivaen vecindad, que comparta escue-la, bar o escalera con su objetivo.Dormida en su interior persiste ladeterminación de violentar a suenemigo, que deja de ser una per-sona real para ser un objetivo béli-co. G. Kepel (2001), autor de Layihad , al reflexionar sobre los 19pilotos suicidas que actuaron enEE.UU., constata este hecho, seña-lando: "La paradoja más inquietan-te reside en la capacidad de disi-mulo de los kamikaces, que mantu-vieron intactas sus conviccionesextremas después de haber estadoexpuestos al funcionamiento de lasociedad occidental, incluso en susaspectos más íntimos". El fanáticosuele estar perfectamente disimula-do bajo mantos culturales, raciona-lizadores, esteticistas o biologicis-tas, que le dan una pát ina desocialmente correcto, fácil de creery de defender. Los fanatismos nose presentan como tales, suelenestar bien pertrechados de teoríashistóricas, filosóficas, biológicas ode cualquier otra especie que danuna cobertura indiscutible a supostura, actitudes y creencias.

Una paradoja sobresaliente esque el odio fanático permaneceenquistado, incluso parece inexis-tente, dado el alto nivel de disimu-lada connivencia con el enemigoque puede alcanzar el sujeto fanati-zado, no se nota, pasa desapercibi-

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do, aguarda impasible la hora, eldía señalado, la misión específica,para destaparse y aflorar. Si el odiose drenara en pequeñas aunquecrónicas manifestaciones, se podrí-an adoptar medidas contra él, altiempo que desactivaría potencial-mente su capacidad destructiva. Encambio, alimentado sordamente,aletargado en la conciencia semantiene tan vivo y feroz como elmagma hirviente bajo una monta-ña helada en la superficie. ApuntaGarcía Gual en este sentido: "Quienodia de verdad está dispueto amorir con tal de satisfacer su ven-ganza, y en esa decisión destructi-va la ira profunda centellea bajo elodio" (García Gual, C., 2002, p.171).

Cuanto más siniestro y desastro-so es el daño derivado de la acciónfanática, tanto menos perversa es,más sobrio y natural semeja su eje-cutante, más banal e inane parecela hazaña que va a acometer. Losperiodistas y analistas comentansorprendidos la serenidad con queMohamed Atta y sus cómplices seencaminaban al avión que utilizarí-an para morir y para matar, comoquien va a comprar pan. No hayuna expresión desencajada, no seaprecia la iluminación en su rostro,ni el miedo o la angustia descom-ponen su marcha. La última nochede los pilotos suicidas cenaroncomida rápida americana, se divir-tieron al estilo americano. Previa-

mente, habían obtenido buenasnotas en sus estudios duranteaños, eran disciplinados estudian-tes, ni siquiera hicieron gala de unardor especial en sus cultos oexpresiones de fe. Su disfraz erabueno, podían ser turistas, viajan-tes de comercio o cualquier otracosa. "Utilizaban desde hacía añoslas caretas de los adaptados"(VV.AA., 2002). Empero, algunos deellos vivían demasiado intensamen-te la cultura americana que presun-tamente odiaban como para quefuera un mero disimulo.

Eso es lo que causa asombro:que quienes han pasado a repre-sentar una de las gestas más rever-berantes de la historia de la huma-nidad y quienes fueron connotadoscomo modernas encarnaciones deSatán, habían pasado enteramenteinadvertidos , no tenían cuernos nirabo, ni llevaban estampada en sufrente ninguna de las iconografíashabituales del mal. Su frío templeindica aburrimiento e indiferencia,no revelaba que iban a matar, tansolo iban a llevar a cabo un trabajopara el que se habían preparadotécnicamente durante años, el tra-bajo de la venganza, venganza deun agravio previo en el que todoslos ciudadanos occidentales, segúnellos, habían cooperado pasiva-mente, por la simple razón de per-tenecer a una civilización que habí-an declarado e imaginado enemigadel Islám.

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El odio es tanto más peligroso,cuanto más frío sea o más desdénfinja. Para alcanzar la eficacia ven-gadora deseada, fin último del odioenranciado, no conviene que el ren-cor explote en efusiones incendia-rias. Es preciso que repose, quemuestre continuidad y durabilidad,que no se mitigue por un vuelcoveleidoso de sentimientos o por uncambio de actitud respecto al ene-migo. Para aumentar su efectividadha de obedecer a un plan, integrar-se en un proyecto, seleccionarestrategias y medios, perfeccionarla preparación del héroe ejecutante.De otra forma la virulencia fanáticacorrería el riesgo de quedar en unatraca de feria, en una nueva humi-l lación ante el enemigo, queaumentaría la grandeza de éste altiempo que dejaría en ridículo alvengador. Es preciso, por ello, queel fanático combine el furor del odiointerno y soterrado y la flema exter-na del estratega. El odio fanáticode esta especie es propio de lo quela psiquiatría tradicional designabacomo locuras razonantes.

3. El fanático es un idiota moralrazonante pero poco razona-ble.

Bilbeny (1993) denomina a losfanáticos "idiotas morales" pobresalmas muertas, carentes de funciónempática (y por lo tanto incapacesde ponerse en el lugar del otro),carentes de función reflexiva

(incompetentes, por supuesto, paraverse a sí mismos como en realidadson, en vez de como exaltadamen-te creen que son), y deficientes dela función de pensamiento (puestoque lo uti l izan para atrofiar larazón). Es, por así, decir, la inteli-gencia contra sí misma (Luzuriaga,I., 1998). Esta insanía moral o bana-lización del mal de la que participael fanático no se debe, sin embar-go, ni a un déficit de recursos cog-nitivos (se tienen pero no se usan,si no es robotizadamente), ni a laindiscriminación entre el bien y elmal, ni a la presencia de una pato-logía clínica convencional, como lapsicosis, sino a una deformacióndel pensamiento, independientetotalmente de su cociente intelec-tual. En esto consiste la insensibili-dad moral, la apatía emocional delfanático frío, capaz de realizar lasmayores atrocidades sin perder lacompostura (Alonso Fernández,1995).

La idea fanática no es una ideapensada verdaderamente, ha sidodeglutida de forma compacta ymonolítica, incrustada como uncuerpo sin fisuras que no se frag-menta ni tritura para su asimilación;es un pensamiento sin la personali-zación que otorga la crítica, la dudao la exposición a pensamientosdivergentes y cr íticos. De esemodo, el pensamiento enmudeceen su praxis, no en su potenciali-dad. Queda derrotado. A. Finkiel-

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kraut (2000) recuerda en su obra Laderrota del pensamiento que lahabilidad de pensar se estrella con-tra dos escollos: la barbarie fanáti-ca o la estulticia zombie de los per-petuos 'adultescentes' (adultoscronológicos que no abandonannunca la adolescencia mental) quepueblan el mundo. El fanát icoadopta una posición de obedienteprocesador de consignas, dejandoasí de ser un sujeto pensante ytransformándose en un sujeto robo-tizado que llega a simular pensa-miento, pero sólo reproduce mimé-ticamente ideas estereotipadas yejecuta acciones programadas ensu hardware mental. J. Baudrillard(2001) confirma este diagnóstico yculpa a la globalizada anomia yabulia moral de nuestro tiempo quetodo lo inunda, de la muerte delespíritu, subrayando que uno de losagentes más catastróficamentedestructores de la civilización occi-dental será la banalidad reinante enel pensamiento, en las informacio-nes, y en la irreflexión con queactuamos operatoriamente, sintiempo ni ganas para hacernos ecodel significado ni de las consecuen-cias. Esta misma banalidad occi-dental exacerba a aquellas otrastendencias religiosas que tratan deerigirse en adalides de lo espiritualy religioso, dispuestos a devastaren una fastuosa hoguera al mundohereje y corrompido por el consu-mismo y la blasfema adoración delbecerro de oro capitalista. Este

ardor estaba prendido en el ánimode los integristas fanáticos comoabanderados de la espiritualidadguerrera del Corán.

La apariencia engañosa de nor-malidad y hasta de trivialidad ofre-cida a menudo por los más san-grientos fanáticos de la historia fueresaltada por H. Arendt, famosaintelectual judía paradójicamenteligada a Heidegger (reconocidopensador de quien se ha enfatizadosu condescendiente aquiescenciacon el nazismo). H. Arendt asistió aljuicio que se efectuó a Eichman,uno de los principales responsablesdel genocidio judío, y después deverlo afirmó: "Me impresionó lamanifiesta superficialidad del acu-sado, que hacía imposible vincularla incuestionable maldad de susactos a ningún nivel más profundode enraizamiento o motivación. Losactos fueron monstruosos, pero elresponsable era totalmente corrien-te, del montón, ni demoníaco nimonstruoso" (Arendt, H., 1963).

De parecida forma, Bruno Bettel-heim (1981) abunda en la idea delsimplismo mental del fanático y suapariencia de funcionario del exter-minio, que trata la vida humana conla misma distancia, flema y pulcri-tud con que llevaría a cabo cual-quier asunto administrativo. Ponede manifiesto que uno cualquierade los encargados de los camposde concentración podía ordenar el

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gaseamiento e incineración de cen-tenares de personas por la mañanay acudir por la tarde con su portemás gallardo a una sesión deópera. Pues, a fin de cuentas, unacaracterística esencial de las per-sonalidades fanáticas es que utili-zan su inteligencia para acallar susemociones, por lo que no llegan aexperimentar compasión o piedad,culpa o vergüenza por sus accio-nes. Las ejecutan con la insensibili-dad e impasibilidad que un despa-rasitador fumiga los campos demaíz, o un registrador de la propie-dad estampa el sello en los expe-dientes. El mejor retrato moral deun fanát ico estándar lo ofrecePrimo Levi, cuando al ser pregunta-do por cómo eran o de qué pastaestaban hechos los esbirros nazisde las SS, escribe: "... estabanhechos de nuestra misma pasta,eran seres humanos medios,medianamente inteligentes, media-namente malvados: salvo excep-ciones, no eran monstruos, teníannuestro mismo rostro, pero habíansido mal educados. Eran, en sumayoría, gente gregaria y funciona-rios vulgares y diligentes: algunosfanáticamente persuadidos por lapalabra nazi, muchos indiferentes,o temerosos del castigo, o deseo-sos de hacer carrera, o demasiadoobedientes. Todos habían sufrido laaterradora deseducación suminis-trada e impuesta desde la escuelacomo habían querido Hitler y suscolaboradores..." (Levi, P. 1981).

En otra obra de su imprescindi-ble trilogía acerca de su experienciaen Auschwitz, Si esto es un hom-bre, Primo Levy afirmaba con cru-deza "Los monstruos existen peroson demasiado pocos para serrealmente peligrosos; más peligro-sos son los hombres comunes, losfuncionarios listos a creer y obede-cer sin discutir..." (Levy, P., 1976).Allí mismo cuenta cómo las mujeresjudías embarazadas, condenadasirremisiblemente a la cámara degas, eran atendidas con toda lacorrección profesional por losmédicos nazis durante el parto. Lossanitarios se aplicaban para que elnacimiento se desenvolviera ade-cuadamente: asepsia, lavado, cortelimpio del cordón umbilical, etc,para a continuación exterminar a lamadre y al bebé. Esta paradoja delcomportamiento no se debe sóla-mente a la saña crudelísima de losguardianes de los campos, sino ala disociación perfecta entre el actomédico del alumbramiento y el actolegal de la aplicación de una leyeugenésica que debía exterminar alos "bacilos humanos" (vide Hitler)de raza semita. En tanto médicossu conducta era primorosa, entanto soldados ellos pensaban quetambién. Esa disociación les permi-tía dormir perfectamente tranquilosen sus casas por la noche despuésde acometer los más pavorososhorrores con suma pulcritud.

El pensamiento del fanático fun-

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ciona de forma rígida, no está suje-to a permuta, a duda, a commocio-nes, ni siquiera a matizaciones. Susideas son escasas, formularias,nutridas de prejuicios, lemas, este-reotipos y clichés. Poseen unavisión hermét ica, compacta yencapsulada, fuera del curso delpensamiento. Por ello es fácilmentereproductor de los mensajes emiti-dos por líderes o figuras carismáti-cas e idealizadas. Por ello es fre-cuente la identificación imitativa delos comportamientos de los com-pañeros. Tanto es así que el noponer en duda las ideas preesta-blecidas y las consignas recibidaso repetir compulsivamente ciertoseslóganes es una demostración delealtad y de ejemplaridad. Cuandoun igual es dignificado y homenaje-ado como héroe o adepto modéli-co, sólo hay que emular su pensa-miento y su comportamiento paramerecer igual galardón.

Elisa Lucena recuerda tres máxi-mas de la Ilustración para combatirel fanatismo, en tanto que expre-sión suprema de un pensamientodébil, fracturado de la razón reflexi-va e inmutable pese a los cambiosexternos en el entorno o en lasituación general: "Pensar por unomismo, ponerse en el lugar del otroy ser coherente en todo momentocon el propio pensamiento" (Luce-na, E., 1994, p. 157).

Merece la pena llamar la aten-

ción sobre la expresión no mera-mente formularia o retórica de "entodo momento" que dice la autoramencionada. Se alude implícita-mente a que la coherencia con elpensamiento ha de darse tanto ensituaciones ordinarias como extra-ordinarias, cuales pueden ser lasque se producen en un régimentotalitario. No vale de excusa el ale-gato de la "obediencia debida",porque no se puede declinar el usodel pensamiento temporalmente, nidelegar la responsabilidad en elmando superior, as í como nopuede legitimarse el cumplimientohonorable de las tareas propias delcargo o del rango como eximentesde la responsabil idad de unaacción. Si tal cosa ocurriera, ellocertificaría la ausencia de pensa-miento y de capacidad judicativa.Se puede no ser enteramente libre,pero legal y moralmente responsa-ble de una acción cometida porcumplimiento fanático de una con-signa. Se puede ser un militanteejemplar ante el microgrupo de loscomulgantes de un régimen o siste-ma ideológico y, sin embargo, cul-pable y abyecto ante el resto de lahumanidad. Tal es la rotunda con-tradicción que se colige de la satis-facción moral y la altiva arroganciaexhibida en los juicios por crímenescontra la humanidad practicados atiranos, genocidas o militantesfanatizados, que se enfrentan conperplejidad a las acusaciones quese les lanzan, por estar imbuidos

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de su convicción de ser simplesmediadores necesarios en un finlógico y noble.

4. El fanático se siente agenteinstrumental, pero no actorresponsable de su acción.

Veamos: lo propio del cumpli-miento fanático del deber es ejercerel trabajo metódica, y casi burocrá-ticamente, con la pulcritud, la efica-cia y la solvencia rutinaria de untrabajo mecánico cualquiera. No esexagerado referirse a estos indivi-duos como máquinas de matar,que asumen la "obediencia de uncadáver". El fanático es un autóma-ta despersonalizado, al estilo de losreflejados por E.T.A. Hoffman (1993)en Los autómatas, pues se evalúa así mismo como pieza de un engra-naje que lo ampara, responde desus acciones por él y le reconocecomo medio para un fin, mientrasque lo desposee y lo aparta de sucamino de individuación y subjeti-vación. Ése es uno de los fines delos comunicados reivindicativosque efectúa una banda terrorista oun grupo fanático tras un atentado:presentarse como catalizador gru-pal de la responsabilidad, despo-jando de ella a los individuos con-cretos ejecutantes. Ellos son pre-sentados como simples piezaslogísticas perfectamente reempla-zables. Son exclusivamente mensa-jeros o misioneros, actores querepresentan su papel en el guión,

soldados que cumplen honorable-mente su encargo, y si mueren enel empeño: mártires de la causa. Ladialéctica paradoja culpable-ino-cente que acabo de exponer, esplanteada también por J. A. Marinaa propósito de los terroristas delUlster: "¿Qué hacemos con los queapretaron el gatillo? ¿Puede ser unhombre al mismo tiempo héroe deuna causa, tal vez justa, y asesino?¿Es que hay dos niveles de com-portamiento, de justificación de lasacciones, simultáneos, paralelos?¿Habría que condecorar a una per-sona por justiciera y condenarladespués por criminal? ¿Cómopodemos vivir estas paradojas?(2000, p. 154).

Ellos creen actuar desde la cohe-rencia con la orden, y esperan quesu función les exonere de respon-sabilidad penal y moral, puesto quedeclinan su participación en tantopersonas autónomas en loshechos. Recuerdo a propósito deesta dialéctica que J. Semprún(2001) se preguntaba respecto aesta paradoja por él mismo obser-vada y padecida en Buchenwald ,"¿Acaso no hay que ser un pocofanático para ser un buen solda-do?". Cuando han de defenderseante un tribunal, los torturadoresesgrimen este argumento: son mili-tantes de una causa o de un ejérci-to militar o paramilitar, y en tantotales están cumpliendo un actobélico, declarado o no, de forma

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que su misión consiste en causarbajas en el enemigo para así debili-tarlo. Declinan la culpa personal,pues son meros soldados leales asu bandera, a su causa o a supatria. No admiten responsabilidadde sus acciones, aún siendo auto-res materiales, pues sólo son elvehículo mediador de una misión, ycomo tal perfectamente impersona-les y sustituibles. W. Golding (1954)en su emblemática obra sobre laviolencia humana, El señor de lasmoscas, se pronuncia sobre estacuestión: "sin responsabilidades nohay sentido de culpa; sin culpa nohay madurez".

La tortura sistemática o los aten-tados más sangrientos pueden rea-lizarse impávidamente, desapasio-nadamente. Himmler adiestraba asus esbirros de la S.S. para quefueran sobrehumanamente inhuma-nos, lo que equivale a ignorar lohumano (por lo tanto abandonar loscánones humanos, para así librarsede cualquier elemento identificativocon la víctima), para luego aplastary degradar lo humano. Veamos queen este doble movimiento el verdu-go evita compartir con su víctimasu rango humano, tanto porque encuanto torturador se pone por enci-ma, cuanto porque a la víctima ladenigra y la despersonaliza, hastaconvertirla en animal, en cosa o enmateria amorfa. Sutil trama psicoló-gica que elude el sentimiento deresponsabil idad y la culpa. De

hecho, Himmler expedientaba a lostorturadores que realizaban su tra-bajo con odio personal, porque ellosignificaba que se mantenía en elrango de persona, y no de soldado,y que consideraba a la v íctimadigna de sentimiento, aunque fuerade odio, pues al hacerlo la recono-cía en cuanto persona también.

Probablemente la paradoja seresuelva subiendo de nivel, acep-tando que se puede tener razones,pero no por ello patentar la verdad,que se puede defender una causajusta, pero sin embargo no tenerderecho a violentar a otros paraello, que pueden encontrarse mitostrascendentales y justificativos(Marina, J.M. y Válgoma, 2001) queavalen un comportamiento, peroser completamente astigmáticosrespecto a otras franjas de la reali-dad, a otras dimensiones del cono-cimiento. J.R. López de la Osa(1995) distingue a este respectoentre mito e ideología. El mito esinocuo, puede darse una construc-ción más o menos ficticia sobrealgo, en lo que el individuo vivesólo consciente a medias, pero noperturba a nadie. Ahora bien, cuan-do el mito se ideologiza, se con-vierte en arma intelectual para justi-ficar la acción. La razón basada enla ideología excluye las razonesdiscrepantes, se basa en una dia-léctica de contrarios ("o tú o yo"),en cambio la razón basada en elmito admite las razones discrepan-

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tes, porque parte del diálogo. Laideología es conflictiva. Tal vez poresto, podamos comprender mejorla esencia belicosa del siglo XX, elsiglo de las ideologías (aludo aquía un comentario de Trapiello, 2001,en el que manifiesta: "El siglo XXIfue el de los ideales. El siglo XX fueel de las ideologías. Casi todo elmundo está de acuerdo en que lasideologías han muerto, pero nadiequiere resucitar los ideales"). Quizáel fanatismo de cualquier especieflorezca cuando a una ideología(potencialmente conflictiva) se lesuperponga un ideal (sea dispara-tado, sea demente), una aspiración,una injusticia. Entonces su caudaldestructivo puede ser inconmensu-rable. Dice M. Bordes Solanas:"Los ideales del fanático no sólo

contienen la posibilidad de la uni-versalización, sino que la exigen...Pero el fanático lleva en sí la semilladel desastre, la confianza en suinfalibilidad (...) (1999, p. 194).

5. Se viven a sí mismos comovíctimas y actúan como impa-sibles verdugos.

La dialéctica verdugo/víctima esesencial para comprender el fana-tismo. El fermento fanático consis-te, en efecto, en un sentimiento deagravio u ofensa, que se remonta aveces a un pasado histórico lejano,pero que se sigue alimentando dis-torsionadamente en la transmisiónoral de generación en generación.

De hecho, alimentar el odio grupalcontra un enemigo externo, conbase real o figurada, sirve como unfuerte aglutinante de integraciónintragrupo, a la par que exacerba elsentimiento de pertenencia y parti-cipación dentro de un grupo, fami-lia o clan. Un individuo manifiestaser "uno de los nuestros" cuandocomparte los odios, rencores y afánde venganza con su grupo de per-tenencia. En cambio, si se desvin-cula de los odios o rencillas delgrupo, o se inhibe de sus planespara restaurar el honor agredido,pasa a ser percibido como un trai-dor, mereciendo la condena y enocasiones la persecución o muertea cargo de su propio clan, o cuan-do menos la marginación dentro deél. Es algo que observamos en losarrepentidos de las sectas, en losque tratan de escapar de la ley delgrupo que rige en las famil iasmafiosas, en los que abandonanbandas terroristas, etc. Los arre-pentidos que abandonan una orga-nización fanática saben que sufrenmayores riesgos después de salirque durante su pertenencia algrupo.

El victimismo se asienta en elresentimiento, emoción mezquina yturbia para Aristóteles, y éste surgeo más bien se desarrolla gradual-mente como reacción a lo que sejuzga una actitud, intención oacción ofensiva por parte de otrapersona. Lo esencial en el resenti-

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miento, para ser diferenciado de laira es la repetición de lo que se vivecomo ofensa, lo que favorece laespecífica percepción de que "llue-ve sobre mojado", de forma que nosólo se recibe pasiva o incontrola-blemente la afrenta sino que sesufre como revictimación. A menu-do en el resentimiento se da la cir-cunstancia de que el sujeto, grupo,pueblo o nación, interpreta algocomo ofensivo, y su furia se enco-na mucho más por haber tenido laexpectativa contraria: Tal ocurrecuando se espera apoyo y en lugarde recibirse, se obtiene una res-puesta humillante o despectiva.Todo lo cual favorece que el sujeto,grupo, pueblo o nación receptores,máxime si son suspicaces y algoparanoides, valoren como unaafrenta intolerable la respuestaobtenida. Una vez llegados aquí losiguiente es atribuir al otro unamalévola intencionalidad y justifi-carse en el proyecto de recuperarel honor perdido, vengarse de laafrenta recibida o reconquistar elbien amenazado. La función básicadel resentimiento es la de no olvi-dar la ofensa, alertando al sujetopara la defensa, el contraataque o,lo que sucede en el fanático, paraanticiparse al ataque temido con unataque de más devastadoras con-secuencias, que es justamente loque reza el lema de "no hay mejordefensa que un buen ataque"

El resentimiento es la piedra de

toque de las formaciones paranoi-cas de tinte fanático, porque sebasa en ofensas imaginarias, distor-sionadas y magnificadas, a menudoaprendidas en el contexto familiar osocial, y ni siquiera padecidas per-sonalmente, pero que actúan comomemoria histórica mitificada de ungrupo. J.A. Marina (2000) se refierea ello como "mitologías que matan".El recuerdo de lo doloroso quedafetichizado, momificado en el inte-rior, inmune al paso del tiempo,incluso congelado, pudiendo afloraranacrónicamente, cuando ya hasido olvidado por todos. Podríapensarse, como lo hace J.M. Vicario(1994) que el resentimiento provienede un traumatismo ps íquico nometabolizado, delirante incluso, queno puede ser incorporado narrativa-mente a la secuencia de la propiavida, por lo que persiste ajeno aldesgaste. Lo primero que se buscaa continuación es un responsablehacia quien dirigir el odio y la sed devenganza. El resentimiento victimis-ta tiene más de escondido y latenteque de manifiesto, por eso seenrancia y fanatiza. Por eso sesueña y se diseña pausadamente elresarcimiento con la acción cruentaposterior. Su saña puede ser inclusodesproporcionada a la ofensa reci-bida, pero se disculpará agigantan-do el alcance del agravio padecido.En suma, el fanático justifica suacción criminal porque consideraque no hay seres inocentes (Ugarte,J., 1996), que no se puede estar en

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el medio, que no caben medias tin-tas: o se está dentro o se está fuera.

Rosalind Minsky (1998) explica o,más bien, interpreta que la violen-cia ligada al extremismo arranca deun maniqueísmo infantil no supera-do, en virtud del cual en cualquierconfrontación, incluidos los deba-tes, disputas y juegos, só lo sepuede ser ganador o perdedor, ver-dugo o v íctima. Efectivamente,podemos comprobar como estetipo de visiones características deposiciones esquizoparanoides quegustan tanto a los niños (policías yladrones, indios y vaqueros, bue-nos y malos), siguen reproducién-dose estereotipadamente en lasculturas, en los análisis periodísti-cos, en el deporte, etc. Todo elloalimenta la polarización mental, leimpide evolucionar hacia supuestosmás complejos, mediatizados yrealistas. Las simplificaciones soncómodas para la pereza mentalpero casi nunca son ciertas. Lopeor es que esa dialéctica es ali-mentada en las personalidadesfanáticas que tienden a interpretarsu situación de debilidad o inferiori-dad como resultado, no de su vul-nerabilidad o de su fragilidad pro-pia, sino del agravio o del aplasta-miento del que culpan al otro (per-sona, país, civilización, etc), esoademás se suma a la envidia a laprosperidad o mejor fortuna deladversario, vivida nuevamentecomo afrenta ostentosa.

En este entramado de racionali-zaciones del odio, en vez de meta-bolizar la vergüenza por la sensa-ción de inferioridad o de impoten-cia, se traduce y se reelabora comosentimiento de humillación y victi-mismo, en función de los cuales selegitima tanto el rencor como eldeseo de retaliación y desagravio.La primera consecuencia de estetalante es la querulancia: el agravia-do demanda, reclama o exige serresarcido de la afrenta que sientese le ha infligido. Esta se corres-pondería con la etapa paranoidesensitiva. La segunda, toda vez queno se obtiene respuesta o ésta seconsidera insuficiente o agraviosa,y por consiguiente una burla a susmerecidos derechos, se correspon-de con la etapa paranoide activa,esténica y violenta: aquí se devuel-ve el daño que no se ha podidodigerir y se ataca al adversariovivenciado como verdugo. Estadialéctica de víctimas y verdugoses la materialización fanática delmaniqueísmo infantil, una plasma-ción del primitivismo moral (el bieny el mal, el blanco y el negro) en laque cíclicamente cae la humanidad,porque no suele estar revasadoplenamente en el ciclo vital indivi-dual ni en el social. El "Qué buenossomos y qué daño nos han hechoaquéllos" favorece el ardor revolu-cionario, el ansia de aniquilación,de quien así pasa de ser víctima averdugo, persistiendo pese a ellosu percepción de v íctima que,

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según cree, se "limita a utilizar elúnico cauce que le dejan". ElieWiesel afirma lo siguiente: "El faná-tico no aspira a convencer, sino adominar, a subyugar, a aplastar. Elfanático se erige a sí mismo enlegislador, intérprete de la ley, fis-cal, juez y verdugo" (2001).

Pero he aquí otra contradiccióndel resentido fanático: se sientevíctima pero no aceptará jamás nin-gún desagravio como suficiente, niadmitirá acciones de reparación ode reconciliación, ya que entoncesse quedaría sin coartada para sufinalidad aniquiladora. Puesto quesu victimismo le sirve para justificarsu necesidad de descargar su agre-sividad sobre alguien, precisaseguir sosteniendo su posición devíctima para otorgar al prójimo lacalidad de enemigo. Esto nosayuda a comprender la contradic-ción de que pedir perdón al resenti-do sería interpretado por éste comoreconocimiento de la culpa y de lamala voluntad que alguien puso enla ofensa. Y no hacerlo, a su vez,sería interpretado como ausenciade buena voluntad por parte delofensor, y prueba de su inquina(Hansberg, O., 1996).

6. El fanático convierte la muerteen la suprema afirmación de lavida.

Tanto en el sentir popular comoen los estudios cultos se enfatiza

mucho el ingrediente pasional delfanatismo, y es de notar la ambi-güedad que esto entraña, pues sibien la pasión viene connotada poruna intensidad energética (fuertecatexia sobre el objeto de lapasión), también tiene mucho deapetito vehemente, de padecimien-to y tormento, de enajenación pro-ducida por "qualquier perturbacióno afecto desordenado del ánimo"(R.A.E., 1976). Quiero resaltar conesto que en la medida que el fanáti-co es un apasionado está por unlado más en sí mismo (con el vigory la energía que le infunde la ideacon la que se identifica), y menosen sí mismo (en tanto que se leescapa el control racional sobre supropio enardecimiento enloquecidocon la idea). De modo que la prime-ra paradoja del fanático es que esmenos dueño de sí cuanto más símismo cree ser en el ejercicio de suidentidad.

A mi modo de ver, el fanatismoes una patología desmesurada deldeseo, pero no del deseo conminúsculas, sino del Deseo conmayúsculas. Me explico: una cosaes el deseo de algo, concreto, defi-nible, cristalizado en un objetorepresentado en la mente como unbien más o menos asequible, con-vertido así en objeto de deseo yanhelo. Otra cosa es el Deseo de loOtro, también con mayúsculas,impreciso, indeterminado, idealiza-do, vago, valorado como la Supre-

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ma Felicidad, la Suprema Realiza-ción del Yo (pueblo, grupo, etc). Demodo que mientras el deseo conminúsculas que compone nuestravida cotidiana participa del bien, dela bondad..., el Deseo con mayús-culas se confunde con el bien, conla bondad. Deviene la Verdad com-pleta. El fanático se mueve en elespejismo de realizar ese Deseosumo, de fundirse con el Objetosobrevalorado y perfecto hacia elque orienta su vida entera.

La lucha por esa aspiración perfi-la al fanático como un adicto a laperfección, un enfermo de Deseoque ha perdido la noción de reali-dad y se ha lanzado a la conquistadelirante de una grandiosa peroimposible maravilla. La pasión faná-tica es pasión de vida, incuba en elsujeto un vitalismo excesivo quedesemboca en nihilismo. La máxi-ma afirmación de la vida como bús-queda decidida de un Absolutoperfecto depara sufrimiento, muer-te, ruptura con la sociedad, apoteo-sis trágicas. J. Spilka (1999) ahon-da en este interesante punto. Lavida -dice- no vale la pena ser vivi-da si no hay algo por lo que valgala pena morir o matar. Vivir se sus-tenta en el deseo de otra cosa, yesa otra cosa escapa a menudo alos preceptos de la biología (cuyoobjetivo prioritario es preservar lavida y prolongarla, y a ello condu-cen los instintos de supervivencia yde reproducción), y a los preceptos

racionales. La vida del fanático estátraspasada de esta búsqueda desentido, que está más allá de lavida misma. Pretende un significan-te al que supedita todo lo demás,incluso la vida misma en su sentidobiológico. Por eso, la inmolacióndeviene un rito de encuentro con elsentido que aguarda al sujeto alotro lado de la muerte (llámesecielo, paraíso...) esa Suprema Feli-cidad estipulada en su ámbito decreencia. Muriendo dota de signifi-cado a la vida, la exalta, la ubicacomo un eslabón en la realizacióndel Deseo. Reproduzco las pala-bras de Szpilka en otro lugar:"Que el sentido de la vida esté másallá de la vida misma, se especificapor el hecho de que la vida mismano tiene sentido si no hay algo porlo que vale la pena matar o por loque vale la pena morir. Hay quematar trascendiendo el matar paravivir y hay que morir trascendiendola muerte natural animal. Así mataro morir devienen solamente signifi-cantes de la libertad subjetiva,libertad que por otro lado no esmás que otra forma de testimoniaral ser" (2002, 204)

El Deseo, como vemos, puedemás en el fanático que la supervi-vencia. El fanatismo es la más fla-grante epifanía de esta paradoja devida y muerte (Moreno, E. y Fernán-dez-Soriano, J. 1996). El sujetoqueda fascinado por una promesade vitalidad que resulta muy atracti-

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va porque supera las deficiencias yfrustraciones de la vida real que leha tocado en suerte. El morir seconstituye como una forma degoce irrenunciable. La expresióntanática se apodera por completodel ser y utiliza los recursos de lavida (movimiento, inteligencia, pala-bra) para facilitar la aniquilación dela vida.

7. El fanático se siente más ple-namente sí-mismo cuanto másalienado está.

¿Cómo se llega a ello? De entra-da mediante una identificación fusi-va y confusional de la persona y laidea. En vez de figurar ésta comoidea satélite del self, periférica ycon la que se intercambian evoluti-vamente nuevas ideas a lo largo deldesarrollo personal (tal comocorrespondería a la relación decualquier sujeto con un pensamien-to o creencia que va flexiblementemodificándose a lo largo de la vidaa tenor de las experiencias cam-biantes y de las distintas formas deser que se van pautando en el cre-cimiento personal), en el fanáticoesa idea defendida acaba por intro-yección incorporativa formandoparte del núcleo del self. De estaforma permane inmune a cualquierdesarrollo posterior, matización opulimiento. Es un quiste que se ins-tala en el sí-mismo y se nutre de él,lo parasita, crece a sus expensas yno está sujeto a mutación o matiza-

ción, tampoco a extirpación sin queello atente contra la propia supervi-vencia psíquica de la identidad. M.Bordes Solanas sugiere que:"Los ideales del fanático no sólocontienen la posibilidad de la uni-versalización, sino que la exigen...Pero el fanático lleva en sí la semilladel desastre: la confianza en suinfalibi l idad (... ) . El fanatismocorrompe la más elevada morali-dad" (1999, 194).

He ahí que, una vez inscrito en elcogollo de la identidad se es másplenamente sí mismo cuando másesplendor y explosividad alcance elnúcleo fanático, pero ello sólo acosta de la alienación definitiva delself verdadero, en favor de un falsoself o personalidad "como sí" que seapropia de la personalidad genuina.El sedimento fanático parasita el selfverdadero y lo expulsa o lo niega.Para el observador extraño, el faná-tico es una persona alienada (en susignificado etimológico de ser unotro distinto del que se es), mientraspara sí mismo el fanático se vive enla culminación plena de su procesode realización personal, y de la dota-ción de sentido a su vida. Vemosaquí la epifanía de la paradoja vita-lismo neurótico-nihilismo, la con-fluencia de las pulsiones de vida ylas pulsiones de muerte. Idea éstacompartida por el último premionobel de literatura Naipaul.

Como hemos visto antes, que

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una vez que el proceso de identifi-cación con la idea ha alcanzado elcénit, está más dispuesto quenunca a inmolarse o a sacrificarse así mismo en aras de la consecuciónde un objetivo o idea sobrevalora-dos. En efecto, como pone de relie-ve R. Bassols (1999) uno de losmecanismos que se muestran másactivos en el adepto o prosélito es elde idealización o sobrevaloración dela idea al tiempo que la denigración,o ensombrecimiento al menos, detodo lo que escapa al foco selectivode su interés. Esto produce unresultado sorprendente: cuantomayor militancia alcanzan, de unaparte provocan destrucción y muer-te y de otra se sienten más orgullo-sos y satisfechos de sus hazañas,obliterando todo sentimiento deculpa. Su glorificación consiste en laomnipotencia de su destructividad.Así se entiende que mientras lahumanidad llora por la devastacióno el terrorismo del 11 de septiem-bre, los promotores de la hecatom-be gocen de un estado beatífico,extático o eufórico por la vivenciade triunfo. El dolor o la injusticiaocasionados arbitrariamente a per-sonas inocentes son apartados desu juicio moral, o pasan a formarparte de la retórica justificacionistade su argumentación sesgadamenteracionalizada. No puede entenderseesto sin acudir al mecanismo deescisión esquizo-paranoide, traduci-ble en otros términos más llanoscomo maniqueísmo o polarización

en buenos-malos, blanco-negro,premio-castigo.

Reparemos que cuanto más sal-vaje, cruel, inopinada y revulsivasea una campaña fanática de pro-paganda o de acción terrorista,tanto más convencidos de la noble-za de su causa, de la justificaciónde sus medios y del altruismo desus fines están los gudaris, los sol-dados o los fieles que la ejecutan.Aludimos a la magnanimidad, aldesprendimiento de los vínculospersonales y de la historia propia, ala generosidad y a la dádiva conque el fanático se despoja de sunombre (para adoptar un alias mili-tante) y de su futuro como proyectopersonalizado, para devenir unrecluta al servicio de una idea tras-cendente que termina por absorbery vampirizar su vida toda. Aspectoéste que ya fue analizada por noso-tros en otro lugar(Sánchez, T.,2001). Pero, asombrosamente, esteminucioso aunque abrupto ataquea las partes del yo (esos amadosobjetos internos que consideramosla esencia de la identidad y de losque no es posible separarse sinenloquecer) es rebautizado y rein-terpretado por el sujeto fanáticocomo altruismo. Los demás sole-mos considerar imprescindiblesnuestro nombre, proyectos yrecuerdos personales para recono-cernos. En cambio, la expresión ylas metas individuales del yo seránvividas por un fanático como ego-

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centrismo mezquino. Algunos delos rasgos principales de un grega-rio fanático son puestos de relievepor F. Letamendi que resalta: "... elmaniqueísmo moral, la agudizaciónde las nociones de amigo y enemi-go, el culto a los muertos y la con-vivencia de los valores más bruta-les con los más nobles, tales comoel compañerismo" (Letamendi, F.,1996, p. 154).

En fin, he de dejar aqu í estadisertación sobre un tema muycomplejo y poliédrico, sobre el quecaben efectuar múltiples enfoques:sociológicos, religiosos, políticos,económicos, lingüísticos. Aquí hepretendido tan sólo acotar algunasllamativas paradojas hasta ahorano enunciadas o desarrolladas enla literatura o meditaciones sobrefanatismo que he consultado.

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