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Notas para una aproximación politológica a Donald Trump Por Carlos Ramírez Cuadernos para el Debate Proyecto México Contemporáneo 1970 - 2020 CENTRO DE ESTUDIOS POLÍTICOS Y DE SEGURIDAD NACIONAL S.C.

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Notas para una

aproximación politológica a Donald Trump

Por Carlos Ramírez

Cuadernos para el Debate

Proyecto México Contemporáneo 1970 - 2020

CENTRO DE ESTUDIOS POLÍTICOS Y DE SEGURIDAD NACIONAL S.C.

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Archivo Carlos Ramírez / Indicador Político© Grupo de Editores del Estado de México© Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S.C.© Indicador Político.Una edición del Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional,

S.C., presidente y director general: Mtro. Carlos Ramírez, derechos reservados. Web: indicadorpolitico.mx

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Los EE.UU. en el universo de Trump

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México en el universo de Trump

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1.- Las pasiones nacionalistas que ha levantado en el mundo Donald Trump con sus decisiones desde la Casa Blanca han oscurecido la posibilidad de un análisis poli-tológico. Pero la comprensión del alcance de su propuesta de gobierno debe ser pasada por el ojo de la aguja de la ciencia política, si es que se quiere arribar a conclusiones.

2.- En este sentido, Trump se localiza en cinco escenarios cuya mixtura permitirá la racionalización de su significado político:

—una anomalía política y social en una realidad que se escapó de la correlación de fuerzas sociales,

—una ruptura en la configuración previsible de las clases sociales por el resurgi-miento de la derecha tradicional de condado,

—un realineamiento electoral producto de una nueva redefinición de las clases sociales,

—un nuevo clivaje (Lipset y Rokkan) o ruptura liberalismo-conservadurismo—y una contrarrevolución de la derecha tradicional.3.- El análisis debe darse en una doble dimensión: desde las élites —Trump y su

discurso tradicionalista originario, luego de la presidencia del afroamericano Barack Obama— pero también desde las masas —la mayoría silenciosa conservadora ahora enriquecida por la derecha tradicionalista—. En este sentido, hay que tomar a Trump no como un accidente sociológico sino como un sujeto histórico.

4.- En términos históricos, Trump representa una ruptura en la lógica pendular del liberalismo funcionalista basado en derechos y el conservadurismo de valores aso-ciados sólo al capitalismo imperialista, por la aparición de un derechismo fundamen-talista, supremacista y basado en los valores tradicionales de las Trece Colonias que fundaron los EE.UU. La sobrevivencia del péndulo liberalismo-conservadurismo se logró a partir de posiciones no extremistas: los liberales se consolidaron por enfoques conservadores y los conservadores lograron apoyo por enfoques liberales. La dialéctica

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liberalismo-conservadurismo se movió en torno a un mismo eje: el sistema capita-lista resumido en el american way of life o modo de vida estadunidense; la zona de confort social constituyó un núcleo similar para ambos pensamientos. La diferencia liberal-conservador se resumió en puntos concretos: el tamaño del Estado, alza-baja en impuestos y religión, pero sin rupturas porque el centro rector del consenso fue la superioridad y excepcionalismo (Lipset) estadunidense. La ruptura del consenso ocurrió cuando Trump apeló a los principios del derechismo fundamentalista: pureza, fe y limpieza étnica.

5.- La parte fundamental para definir las características de Trump y de su gobier-no deben buscarse en tres escenarios: el racial, el ideológico y el funcionalista. Y los tres se reúnen en las características de los perfiles de Trump como un empresario sin carrera política encargado de pronto con el centro de decisiones políticas de efectos mundiales, por tanto: antisistema y anti-Estado. Los fundadores de los EE.UU. fue-ron claros en la dialéctica sociedad-Estado, aceptaron la configuración del Estado como un contrato social (Hobbes) pero manteniendo la capacidad social para encarar en Estado (propiedad de armas como elemento clave para formar milicias de auto-defensa y evitar la dependencia del Estado). Ahí se localiza la diferencia fundamental entre el conservadurismo liderado por el Estado y el tradicionalismo que quiere ex-cluir o someter al Estado.

6.- El tradicionalismo de Trump se nutre de las ideas fundadoras del siglo XVII: los primeros puritanos ingleses que llegaron en 1634, los valores religiosos protes-tantes que dominaron a la sociedad (la obra de teatro El Crisol, de Arthur Miller, sobre los juicios contra brujería en 1692 como persecución religiosa), los 12 valores de esas ideas conservadoras tradicionalistas: gobierno subordinado, Dios dominante, empresa como eje, moral, religión, familia, autodefensa, rechazo al Estado, comuni-dad cerrada, propiedad privada, pureza de la sangre, dinero.

7.- La guerra civil 1861-1865 provocó una fractura en el conservadurismo por la esclavitud de los negros y el control productivo basado en la explotación racial. En su discurso de Gettysburg el 19 de noviembre de 1863, Lincoln fijó la idea de la igualdad que fue administrada por los tradicionalistas derrotados: iguales, sí, le contestaron, pero separados: ahí nació la segregación racial. La historia del expan-sionismo territorial, social y de dominación de los blancos comenzó desde el primer asentamiento puritano en 1634, pasó por el expansionismo territorial basado en la conquista del oeste indio y del oeste mexicano y la guerra civil que derogó la esclavi-tud pero no conquistó derechos y terminó con la revolución liberal 1963-1973.

8.- A lo largo del siglo XX, la dinámica liberalismo-conservadurismo se basó en la defensa del american way of life ante los acosos externos y la definición de la disputa imperialista en el planeta: Primera Guerra Mundial, Unión Soviética, Segunda Gue-rra Mundial, China, Corea, Vietnam, Cuba, guerras centroamericanas. El modelo analítico de esta fase es el de Pericles: guerras contra la democracia estadunidense (Pe-ricles en Tucídides y La guerra del Peloponeso). Fue una guerra de modelos producti-vos, con sus respectivas ideologías políticas: capitalismo-comunismo. Los acuerdos li-beralismo-conservadurismo fueron relativamente fáciles por el acoso del comunismo.

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9.- Al interior de los EE.UU. se dio una fase de ciclos sociales de 50 años: con los 14 puntos de Wilson en 1918 inicio el ciclo conservador imperialista y duró hasta comenzar los sesenta; en 1963 comenzó el ciclo liberal con reformas ideológicas y duró hasta el final de gobierno de Obama. El periodo de Trump reinicia el ciclo con-servador tradicionalista.

10.- La reforma liberal que busca rehacer el gobierno de Trump comenzó en 1955 con el incidente con Rosa Parks (se sentó en zona de blancos en un autobús y fue agredida), iniciando el movimiento por los derechos civiles que culminó con la ley de derechos civiles de 1964 que terminó con la segregación de los negros. En 1965 el presidente Johnson aprobó 15 leyes de su proyecto de Gran Sociedad, aprovechando la mayoría demócrata en las dos cámaras y el clima liberal dejado por los nuevos derechos civiles: derecho al voto, asistencia a educación pública y religiosa, presupuesto nacional para las artes, leyes contra la contaminación ambiental, Medicare (ayudas a mayores de 65 años) y Me-dicaid (salud para familias pobres). La Corte Suprema colaboró con la oleada de derechos liberales: píldora anticonceptiva, fin de rezos en escuelas públicas, acción afirmativa (trato preferencial a minorías para evitar discriminación) y aborto, culminando el ciclo en 1973 con el caso Roe vs. Wade para legalizar el aborto por violación. Todos estos avances de la revolución liberal de Johnson quieren ser revocados por la contrarrevolución tradicionalista de Trump.

11.- La contrarrevolución tradicionalista de Trump apunta a desmantelar ese Estado social liberal. Hasta la nominación de Trump, la derecha estaba domi-nada por el espacio conservadurismo-neoconservadurismo básicamente intelec-tuales y se basaba en derechos morales y en la defensa del american way of life en el exterior por el avance del comunismo y sus aliados: coreanos, vietnamitas, cubanos y musulmanes radicales. El gobierno conservador de Nixon (1969-1974, por su renuncia en escándalo Watergate) apostó al endurecimiento im-perial en América pero a la geopolítica liberal en Europa con el acercamiento a Moscú y a China; el gobierno conservador de Reagan (1981-1989) jugó por el conservadurismo interno económico fiscal, el acoso contra comunistas la-tinoamericanos y la competencia militar con Moscú para reventar al imperio soviético; el gobierno conservador de un periodo de George Bush Sr. (1989-1993) capitalizó la caída del Muro de Berlín y el desmoronamiento de la Unión Soviética pero abrió el frente del medio oriente con los radicalismos árabes capitaneados por el iraquí Sadam Hussein; y el gobierno conservador George Bush Jr. (2001-2009) se despreocupó por Rusia, se centró en combatir a Hus-sein y el terrorismo árabe radical y consolidó la reforma fiscal y desreguladora. En este sentido, el conservadurismo en la Casa Blanca (25 años con cuatro pre-sidentes, con alternancias demócratas de Carter, Clinton y Obama) destinó más tiempo a defender el sistema capitalista en el exterior que a fortalecer valores conservadores locales del pasado.

12.- El ascenso de Trump a la candidatura y a la presidencia provocó un reali-neamiento conservador en dos grandes grupos: los conservadores-neoconservadores

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de los sesenta y los tradicionalistas (nueva derecha, derecha alternativa, kukuxklanes, supremacistas, wasp) que fundaron la nación y que reclaman —entre otros aspec-tos— la forma en que los valores originales de raza, color de piel y religión se han ido perdiendo por la migración sobre todo hispana que podría ser la primera minoría después del año 2050. Los estadunidenses de condado salieron a votar para comple-tar los votos de los conservadores-neoconservadores. Los ciudadanos de condado, de acuerdo con la investigación de Katherine Cramer —The politics of resentment—, salieron a votar contra la burocracia que vive de los impuestos de los ciudadanos que trabajan y se han convertido en un poder autónomo de la sociedad, lo que animó la vertiente anti-Estado, antipolítica, antisistema y antiburocracia estatal de Trump.

13.- En este escenario se debe localizar la punta de lanza del proyecto Trump: como empresario que fue avasallado por el Estado, ahora desde el poder tiene el objetivo de revelar la existencia de un Estado profundo y su correlativo Estado admi-nistrativo que controla al Estado y sus decisiones inclusive al margen y por encima del Congreso. La meta de Trump y su operador conservador Steve Bannon es la “deconstrucción” —concepto sociológico— del Estado paralelo (la burocracia como poder autónomo) dominado por una democracia más liberal que conservadora. El establishment liberal agrupa intereses precisos: militares, industriales del armamen-tismo, prensa, grupos financieros, seguridad y espionaje, energético, intelectuales del poder y burocracia.

14.- Los valores de la derecha tradicionalista se fortalecieron con Trump: aisla-cionismo, mejor manejo del presupuesto público, fin a subsidios a prácticas liberales, Estado-nación, antiglobalización y burocracia sometida a los funcionarios.

15.- Ciento cincuenta años después del discurso de igualdad de Lincoln y alrede-dor de medio siglo después de la revolución liberal de Johnson, la derecha tradicio-nalista retoma la fuerza que alcanzó hasta 1950 pero que fue aplastada por el riesgo comunista en Corea en 1951 y luego en Vietnam como amenazas al american way of life. Por eso Trump ha fijado tres ejes de su oferta tradicionalista: a) rescate del dominio de la raza blanca, anglosajona y protestante, b) regreso al aislacionismo y c) deconstrucción del Estado liberal y de su burocracia.

16.- En este sentido, los análisis sobre el gobierno de Trump deben tomar en cuenta un posicionamiento ideológico histórico de él en sus comportamien-tos autoritarios, porque sabe que por la diplomacia y la política no avanzará en la recuperación para los estadunidenses de condado el país, el Estado y el gobierno. A base de esos comportamientos autoritarios Trump ha avanzado en contra del Estado liberal y su establishment formado por grupos dominantes de poder: la prensa liberal, la academia, las mujeres subsidiadas, las universidades públicas liberales que han cerrado sus puertas a los conservadores y hasta los intelectuales conservadores que han llegado a una connivencia con los liberales para lograr un cruce de intereses y formar corrientes de pensamiento conserva-dor-liberal y liberal-conservador. Ciertamente su propuesta implica un regreso de la historia y una verdadera contrarrevolución tradicionalista, pero los liberales se han querido quedar con todo el poder y se fueron cerrando a los valores con-

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servadores rompiendo el equilibrio ideológico que permitió la consolidación imperial de finales de la segunda guerra mundial a las elecciones presidenciales de 2016. Mientras los liberales se sustentan en el poder de la cultura, los tradi-cionalistas se apoyan en el autoritarismo de personajes tipo Trump y Bannon.

17.- El problema que enfrenta Trump radica en la división en el bloque conservador: el movimiento conservador-neoconservador es más intelectual, cultural y filosófico que de masas y se mueve en los espacios del liberalismo, en tanto que el tradicionalismo es más pragmático, localista y anti-Estado. Los presidentes conservadores Nixon, Reagan, Bush Sr. y Bush Jr. se movían sin radicalismos, en tanto que los liberales Carter, Clinton y Obama avanzaron en agenda de derechos sexuales y de libertades individuales en asuntos de drogas. El conservadurismo se ha fragmentado en corrientes: neoconservadora, intelec-tual, derechista y tradicionalista. La agenda de Trump es la más ambiciosa hasta ahora porque va contra derechos ya ganados y responde a la derecha de conda-do, la fracción más exigente. Y en el tema migratorio, el asunto llega al tema de preeminencia mayoritaria wasp frente al avance de la minoría hispana. El sector derecha de Trump se divide, y no siempre de acuerdo, en: conservador, neocon-servador, derechista, derechista-tradicionalista, derecha alternativa y fascista. La derecha llegó al poder después de 65 años arrinconada por los liberales.

18.- La agenda migratoria de Trump es radical. El avance de los hispanos hace temer (George Friedman, Los próximos 100 años) una recuperación hispa-na en la zona suroeste que pasó a territorio estadunidense en 1848. El mapa original de finales de siglo XVIII mostraba los territorios de las Trece Colonias con poco menos del 20 por ciento del territorio; la expansión en el siglo XIX implicó el noroeste controlado por los indios y el avance wasp implicó la liqui-dación de 10 millones de indios habitantes originales; y el avance al suroeste le quitó a México los estados que formaban la mitad de su territorio. A lo largo de poco más de 150 años, la población india es de apenas 0.8 por ciento, en tanto que la población hispana llegó a 18 por ciento en el 2016 y podría subir a 35 por ciento hacia mediados de siglo XXI. Hasta la toma de posesión de Trump, 16 estados —entre ellos los más grandes: Texas y California— tenían población hispana —mayoritariamente mexicana-— entre 10 y 50 por ciento. De acuerdo a los mapas, en 1960 aproximadamente el 10 por ciento del territorio estadu-nidense tenía presencia importante de hispanos, de manera sobresaliente el su-reste: Florida, Georgia, Luisiana y Texas. Para el año 2060, la estimación revela que apenas el 10 por ciento del territorio tendrá mayoría blanca, con todo el sur, del este al oeste, de costa a costa y de frontera a frontera, con dominación hispana. Hacia el 2060 se prevé una mayoría hispana de 37 por ciento, contra una minoría blanca de menos de 35 por ciento. Una frase del conductor de no-ticiero Univisión ha resumido el debate: “este país es de nosotros los hispanos, no de ellos, los blancos de Trump”.

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1.- Las relaciones bilaterales México-EE.UU. a lo largo de su historia estuvie-ron determinadas por el conflicto histórico del siglo XIX: la ofensiva expansionista 1826-1848 y 1848-1923 para despojar a México de la mitad de su territorio y subordinarlo al paraguas de seguridad nacional estadunidense.

2.- Según José Revueltas en México: una democracia bárbara, fue el presidente Lerdo de Tejada quien dijo: “pobre de México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”.

3.- Las relaciones de México con los EE.UU. han pasado por seis grandes fases:a) la seducción del modelo democrático ilustrado por Tocqueville 1808-1824, b) el conflicto histórico 1826 (Poinsett como agente diplomático) a 1923 (Tra-

tados de Bucareli de Obregón), pasando por la guerra de 1846-1848 y la pérdida de la mitad del territorio en 1848.

c) la connivencia 1928 (Calles)-1970 (finales gobierno de Díaz Ordaz), d) conflicto geopolítico 1971 (Echeverría: tercermundismo, OPEP, Chile,

Cuba, Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados)-1988 (petróleo, Nicaragua, El Salvador, Centroamérica, Contadora),

e) la integración comercial vía el tratado de comercio libre 1991-1993.f ) la geopolítica de la seguridad estadunidense por ataques del 9/11 2001-2017:

terrorismo, petróleo, islamismo radical, inseguridad fronteriza, crimen organizado.4.- En el largo periodo de 1799 a 1914, México sufrió (Gastón García Cantú)

250 invasiones, agresiones y acosos.5.- Tratados México-EE.UU. impuestos por la fuerza militar estadunidense:a) Tratado de Velasco de 1836 firmado por el presidente López de Santa Anna

cuando estaba preso por los EE.UU. después de la batalla de El Álamo, por medio del cual se cedía territorio mexicano; no fue ratificado en México.

b) Tratado de Guadalupe Hidalgo de 1848: pérdida de California, Arizona, Nuevo México, Nevada y Texas.

c) Tratado de la Mesilla de 1853 para la venta de parte de Sonora a los

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EE.UU.e) Tratado McLane-Ocampo de 1859 para ceder el Istmo de Tehuantepec.f ) Tratados de Bucareli de Obregón de 1923 para ceder a las reclamaciones de

daños por la revolución a propiedades estadunidenses, a cambio del reconocimiento oficial de la Casa Blanca a Obregón.

g) Tratado de comercio libre para América del Norte de 1994 para integrar, subor-dinadamente, la economía mexicana a las necesidades de los EE.UU.

6.- Lista de agresiones recientes de los EE.UU. a México:a) Interception Operation, 1969, cierre de la frontera México-EE.UU. para revi-

sión exhaustiva de autos en busca de drogas. Esta ofensiva obligó a México a poner en marcha el Plan Cóndor en el Noroeste.

b) Organización en Sonora en 1984 del frente PAN-empresarios-iglesia católi-ca-embajada de los EE.UU. para operar el camino de la alternancia panista en la presidencia mexicana.

c) Mayo de 1984: el columnista Jack Anderson, citando fuentes de seguridad del gobierno de los EE.UU., denunció en el The Washington Post la existencia de una cuenta secreta en dólares propiedad de Miguel de la Madrid.

d) 1985: Operación Gavin: el embajador estadunidense John Gavin encabezó una ofensiva política contra el gobierno mexicano a raíz del secuestro y asesinato del agen-te de la DEA Enrique Camarena Salazar en febrero de 1985 en Guadalajara. Gavin acusó a la policía mexicana de proteger narcos, dijo que México estaba corroído por la corrupción y promovió en los EE.UU. sesiones del Senado sobre México organizadas por el senador ultraderechista Jesse Helms.

e) 1985: el presidente Reagan instruye a la CIA a fabricar un reporte que concluya que México está a punto de explotar como Irán y que requiere de intervención esta-dunidenses; la CIA no puede cumplir con la orden porque varios agentes analistas renunciaron y revelaron la fabricación de informes.

7.- El viraje: 1987-1988: el gobierno de Reagan quedó atrapado en el escándalo de Irán-contra (venta secreta de armas a Irán para financiar con esos recursos la com-pra de armas para la contra nicaragüense, un grupo armando sostenido por Washin-gton para combatir al gobierno revolucionario sandinista). México, a su vez, tomó la decisión de profundizar la reforma estructural de la economía exigida por el Banco Mundial en materia de reforma del Estado para disminuir su rectoría económica y liberalización arancelaria —luego de obligar a Los Pinos a meter al país al GATT, Acuerdo Internacional de Aranceles y Comercio— y la apertura comercial condujo a un replanteamiento de los obstáculos de identidad que dificultaban los acuerdos,

—En 1987 se formó la Comisión Binacional para el Estudio de las Relaciones Mexico-EE.UU. con carácter oficial, encabezado por Rosario Green (México, poste-riormente canciller del gobierno de Ernesto Zedillo 1994-2000) y por el politólogo estadunidense Peter H. Smith (autor de Los laberintos del poder, un estudio del ascen-so político en la burocracia mexicana). Esta Comisión entregó el estudio final titulado El desafío de la interdependencia, en el que se explicaba la incomprensión bilateral basada en prototipos educativos de confrontación y sugería cambiar la percepción

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con cambios en los sistemas educativos. Esta Comisión fue entendida, después, como una avanzada de las negociaciones del tratado de comercio libre. En la Comisión participaron, por parte de México, Carlos Fuentes, Héctor Aguilar Camín, Socorro Díaz, entre otros.

—En noviembre de 1988 se realizó la conferencia de John Williamson propo-niendo la globalización comercial eliminando las barreras arancelaras e integrando procesos productos internacionales, propuesta que se conoció como El Consenso de Washington. México tomó las recomendaciones en su totalidad y en base a ellas inició en febrero la negociación del tratado comercial con los EE.UU. y Canadá, aprobado a finales de 1993 en el Congreso estadunidense y puesto oficialmente en macha el primero de enero de 1994. El Tratado dejó fuera la legalización de migrantes mexica-nos en los EE.UU. sin documentos de trabajo y el tema de trabajadores temporales.

—El tema que quedó en el aire fue el de los mexicanos en los EE.UU.: legales e ilegales. Hacia 1970 había en los EE.UU. menos de 200 mil mexicanos que se que-daron desde la anexión de 1848. De 1970 a 2016, la población mexicana creció a 32 millones en 2015, aproximadamente el 10 por ciento de la población estadunidense total. De ese total de mexicanos, 11 millones nacieron en México y carece de docu-mentos legales para vivir y trabajar en los EE.UU.

—Las leyes migratorias se han aplicado en los EE.UU. con flojedad-intensidad en función del partido en el gobierno; los republicanos aprietan las deportaciones y los demócratas las distensionan. Pero esas leyes cumplen una función toral como mecanismo de estabilización migratoria para evitar el crecimiento sin restricciones de la población mexicana; es decir, los arrestos y deportaciones buscan disminuir paula-tinamente la llegada de migrantes sin documentos legales para trabajar.

—Como candidato presidencial en las elecciones de 2008 y 2012, el demócrata Barack Obama se comprometió a promover leyes migratorias que llevaran a la regu-larización —registro legal, con permiso de residencia permanente— a los millones de residentes temporales, legales e ilegales. Sin embargo, la mayoría republicana en el Congreso frenó esas nuevas reglamentaciones. En el camino. Obama emitió deci-siones ejecutivas sobre el tema, pero también fueron congeladas en el Congreso. En los ocho años en el gobierno, Obama deportó a 3 millones de hispanos, la mayoría mexicanos.

—En las elecciones presidenciales de 2016, el ambiente racial se polarizó por el discurso radical del candidato republicano Donald Trump contra los migrantes ilegales, su compromiso de construir un muro fronterizo en la frontera con México para frenar la migración ilegal. Con su discurso, Trump reorganizó a los grupos anti-migrantes, sobre todo de Arizona. La candidata demócrata Hillary Clinton no le dio prioridad al tema con el argumento realista de que las leyes se aprueban en el Con-greso y preveía que los republicanos volvieran a ganar la mayoría en las dos cámaras.

8.- Las características del Estado estadunidense que definió Trump fueron la del regreso al Estado-nación, el retroceso de las fronteras geoestratégicas ideo-lógica de la vieja guerra fría hacia la frontera geográfica de su propio territorio, el fortalecimiento de la mayoría blanca ante el avance de los mirantes hispanos

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y el final histórico de los EE.UU. como Faro de la Humanidad: Estados Unidos para los estadunidenses, dijo Trump en su toma de posesión como cuadragé-simo quinto presidente. La tesis racial de Trump se basó en la argumentación del politólogo Samuel P. Huntington, en su libro ¿Quiénes somos?: los blancos estadunidenses —los wasp: blancos, anglosajones y protestantes— podrían ser minoría hacia el 2075.

9.- México ha carecido de una verdadera política exterior bilateral. Ha pre-ferido el entendimiento a la definición de políticas y estrategias. De los Trata-dos de Bucareli al final de la presidencia de Díaz Ordaz, México logró ocultar a México de las maniobras estadunidenses: Cárdenas expropió empresas estadu-nidenses en 1938 y resistió presiones con la amenaza velada de venderle petró-leo a los nazis, López Mateos logró convencer a la Casa Blanca que le convenía un México soberano como puente de salida —no de entrada— de presiones comunistas por Cuba, y Díaz Ordaz operó una lógica de Estado. Las relaciones, por lo demás, eran inevitables; en 1962, por ejemplo, el jefe de la estación de la CIA en México, Winston Scott, se casó en una ceremonia en México y tuvo como testigos, entre otros, al presidente López Mateos, al secretario de Gober-nación Díaz Ordaz y al subsecretario Echeverría. La crisis cubana fue sorteada por México por el papel estabilizador de la izquierda comunista y la izquierda cardenista y el progresismo de López Mateos: no romperme con Cuba pero cerrarle espacios de acción.

10.- El factor determinante en la relación de México con los EE.UU. fue el nacionalismo revolucionario como ideología del PRI, no tanto como inde-pendencia ideológica sino más bien como contrapeso. La estrategia de política exterior y seguridad nacional de México fue relativamente independiente pero bajo el paraguas estadunidense. El tercermundismo de Echeverría y la política petrolera de López Portillo no confrontaron a Washington; y los apoyos de México a las guerrillas nicaragüense y salvadoreña irritaron a la Casa Blanca pero esos posicionamientos reflejaron el dominio progresista y nacionalista en la coalición priista gobernante y hasta un mecanismo de contrapeso a la hege-monía estadunidense en América Latina, además de que México estaba seguro —y así ocurrió— que los nicaragüenses y salvadoreños no implantarían un régimen comunista tipo Cuba sino más bien un sistema progresista-capitalista parecido al del PRI. Pero en ambos casos México tuvo que lidiar con los duros de la diplomacia estadunidense bajo Nixon y Reagan.

11.- En la segunda mitad del siglo XX, sólo hubo un momento en que las relaciones llevaron a la casi ruptura institucional con Washington. En 1985 el narcotráfico detuvo, torturó y asesinó al agente de la DEA Enrique Camarena Salazar y provocó la ira de los EE.UU. La Casa Blanca promovió un proyecto de desestabilización que aplicó el embajador John Gavin y que llegó a audien-cias públicas del Senado estadunidense contra México. Hacia el interior del gobierno, Reagan ordenó a la CIA (Bob Woodward en su libro Velo. Las guerras secretas de la CIA) que fabricara evidencias para probar que México estaba a

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punto de convertirse en el nuevo Irán, igual al proceso liderado por el Ayatola Jomeini para derrocar al Sha que había sido puesto por la CIA. El director de la agencia, William Casey, no pudo entregar el reporte porque los agentes analis-tas se negaron a inventar reportes. De todos modos, fue un ejemplo del interés de Reagan para promover una alternancia hacia el PAN.

12.- La política exterior mexicana hacia los EE.UU. ha sido presidencialista, en función del mandatario en turno, ha carecido de profesionalismo y el cargo de embajador de México en Washington es más bien de gestor que de defensor de intereses geopolíticos. México dejó de ser preocupación geopolítica, al grado de no motivar presiones ni reacciones por los sexenios panistas en Los Pinos (2000-2012).

13.- El Tratado de comercio libre no determinó la diplomacia mexicana hacia Washington. En realidad tuvo mayor dominancia el hecho de que los tec-nócratas mexicanos en el gobierno a partir de 1979 estudiaron en universidades estadunidenses y por tanto disminuyeron su nacionalismo. El viejo naciona-lismo priista era de resistencia y de conflicto histórico. De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón estudiaron en los EE.UU. y cumplieron la maldición Lansing en una carta de 1925: “México es un país extraordinariamente fácil de dominar, porque basta con controlar a un solo hombre: el Presidente de la República. Tenemos que abandonar la idea de poner en la Presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso llevaría otra vez a la guerra. “La solución necesita de más tiempo: debemos abrirles a los jóvenes ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, según nuestros valores y en el respeto del liderazgo de los Estados Unidos. “México necesitará administradores competentes. Con el tiempo, esos jóvenes llegarán a ocupar cargos importantes y eventualmente se adueñarán de la Presidencia. Sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro, harán lo que nosotros queramos”.

14.- La integración comercial del tratado llevó la relación a la desactivación de la autonomía mexicana. Además, la geopolítica se había visto más estadu-nidense desde los ataques en Nueva York del 9/11 del 2001. Aunque muchas naciones no apoyaron a Bush Jr. en el derrocamiento de Hussein, tampoco se opusieron. Las relaciones de México con los EE.UU. se redujeron a tres temas: terrorismo, apoyo de Washington a la guerra contra los cárteles del crimen or-ganizado y relaciones comerciales. El Tratado se puso a prueba en 1995 cuando el colapso posdevaluatorio obligó a México a conseguir préstamos para sostener la crisis del tipo de cambio y Clinton apoyó con 50 mil millones de dólares, aunque a cambio de controlar la cartera petrolera. Obama se desentendió de la geopolítica y se centró sólo en la agenda del medio oriente.

15.- El tema migratorio siempre fue un problema, pero nunca determinó las relaciones. En la lógica del tratado estuvo el hecho de que un México con mayor desarrollo debería de reducir el cruce ilegal de trabajadores sin empleo en México hacia los EE.UU. Entre deportaciones y necesidad de contar con brazos laborales,

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Washington convivió con la migración ilegal mexicana, Obama prometió en sus dos campañas la reforma migratoria para legalizar a los ilegales, pero sus iniciati-vas fracasaron en el congreso republicano, más por razones de que los migrantes legalizados se convertirían en demócratas que en republicanos.

16.- La campaña de Trump puso en el centro político el tema migratorio y los demócratas de Hillary Clinton usaron a mexicanos como instrumentos de campaña. Sin embargo, al final se impuso la lógica de los intereses estaduniden-ses: 30 por ciento de los hispanos votaron por Trump e impidieron la victoria de Hillary. Por lo demás, Hillary nunca se comprometió con la reforma migratoria con la justificación de que nunca saldría mientras hubiera mayoría republicana en el congreso. A pesar de ello, figuras mexicanas, senadores panistas y perredistas, y funcionarios pidieron el voto por Hillary pero al final ganó Trump.

17.- México enfrenta la agenda Trump en tres temas vitales; deportación de migrantes ilegales, revisión a fondo del Tratado comercial para rehacerlo sin tantas concesiones a México y control estadunidense de la agenda mexicana de lucha contra el crimen organizado por el tema central del consumo de droga mexicana de alrededor del 20 por ciento de los estadunidenses. Trump no va a darle concesiones a México en esos tres temas y va a priorizar los intereses estadunidenses. La depor-tación de 11 millones de ilegales —posible o no— servirá para una limpieza étnica de hispanos en los equilibrios precarios de dominación democrática: hacia el 2050 se prevé que los hispanos sean la primera minoría y que el 39 por ciento de niños en las escuelas sea mayor al 38 por ciento de niños wasp. La expulsión de migrantes es un tema viejo en la agenda de la derecha tradicionalista racista y supremacista.

18.- La respuesta de México a la agenda de Trump ha sido más de resistencia que de iniciativa en los tres temas vitales. Pero México carece de programas para recibir y reintegrar a los migrantes deportados, no tiene un modelo de desarro-llo industrial y agropecuario para redinamizar los dos sectores con mano de obra reciclada y depende de recursos estadunidenses para luchar contra los cárteles del crimen organizado que han integrado sus labores criminales por el lavado de dinero en el sistema financiero estadunidense, el ingreso de droga a los EE.UU. por los senderos de tráfico de ilegales y el control directo por parte de los cárteles mexicanos de los mercados al menudeo en cuando menos 3 mil ciudades estadunidenses. Y a pesar de los mensajes enviados por Trump, el gobierno priísta de Peña Nieto no ha diseñado programas para el relanzamiento económico y productivo y está a la espera que Trump no sea tan agresivo con sus iniciativas supremacistas.

19.- Lo peor de todo es que las instituciones que pueden participar en la po-lítica exterior —como el Senado, la oposición del PAN, del PRD y de Morena y los organismos empresariales— carecen también de capacidad de diseño de un proyecto nacional para eludir —no confrontar— a Trump y la propia sociedad mexicana ha caído en la estridencia de la confrontación nacionalista. Por tanto, México seguirá a merced de lo que quiera hacer o conceder Trump.

20.- México no tiene muchos caminos, pero cuando menos tres se aprecian como viables: nuevo modelo de desarrollo industrial y agropecuario para redinamizar los

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mercados internos, definición con claridad de los intereses externos mexicanos y construcción de un consenso nacional en las relaciones con los EE.UU. El problema de México es que le esperan cuatro-ocho años de trumpismo y una inflexibilidad en Trump respecto a su agenda México. Al final de cuentas, el principio clave de Trump en sus relaciones con México es el de la recuperación de la supremacía wasp en los desequilibrios demográficos en los EE.UU. Por el número de población hispana, el temor supremacista radica en perder pronto la mayoría demográfica. Y el problema histórico para el tradicionalismo de Trump radica en el hecho de que los mexicanos fueron dueños de cuando menos un tercio del territorio actual estadunidense y con su mayoría demográfica pudieran recuperar el control cultural. La intención de Trump es la de aplicar un proyecto de aplastamiento de la comunidad hispana de la manera en que los supremacistas sajones borraron del mapa a los indios del centro-oeste para disminuir la población de amerindios a 0.8 por ciento del total de la población esta-dunidense. Ahí se encuentran los elementos de la caracterización de limpieza étnica de la política migratoria de Trump basada en la deportación.

21.- El escenario mexicano para el 2018 de relevo en la Presidencia de la República es apretado en términos de nacionalismo. La presión popular ha empujado al gobierno a una confrontación de ruptura con la Casa Blanca, pero sólo por razones sentimentalistas y no de estrategia geopolítica. Los precandi-datos presidenciales del 2016 y sus respectivas fuerzas políticas carecen de una reflexión histórica del conflicto con Trump y no tienen una propuesta de rede-finición del nacionalismo mexicano vis a vis la Casa Blanca.

22.- El conflicto de los EE.UU.-México no es de coyuntura y deriva de una reorganización política-ideológica liberal-tradicionalista estimulada por Trump y Bannon. La ofensiva migratoria de Trump ha puesto a México ante la necesidad de redefinir su desarrollo sin depender del tratado o la integración comercial y a precisar sus objetivos de crecimiento económico con mayor cali-dad de empleo. En la actualidad, el Tratado de 1994 ha multiplicado por 10 el comercio exterior con los EE.UU., pero con escasos resultados internos. Tres datos revelan que el Tratado ha fracasado en México en materia de desarrollo:

—El PIB promedio anual en el periodo del Tratado —1994-2016— ha sido de 2.2 por ciento, contra una media de 6 por ciento en el largo periodo 1934-1982. México, de acuerdo con cifras del Banco Interamericano de Desarrollo, necesitaría tasas promedio anual de crecimiento de 6 por ciento para emplear a sus trabajadores y dotar de empleo formal al millón de mexicanos que cada año se incorpora por primera vez a la población económicamente activa.

—El desempleo y el subempleo en México es del 60 por ciento de la pobla-ción, lo que quiere decir que el Tratado no aumentó la oferta de empleo.

—Cifras del Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarro-llo Social) señalan claramente que sólo el 20 por ciento de la población mexicana vive en condiciones de no marginación ni pobreza y que el 80 por ciento restante padece alguna insuficiencia en su bienestar además de que el 60 por ciento de los mexicanos vive en situación de pobreza y el 25 por ciento de pobreza extrema. El óptimo Pareto

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señala que una sociedad justa es la que tiene el 80 por ciento de su población en con-diciones de bienestar y sólo el 20 por ciento en pobreza.

23.- México le había apostado al Tratado para frenar el empobrecimiento de la sociedad y para generar un nuevo ciclo de bienestar que disminuyera el flujo de ilegales hacia los EE-UU., pero las cifras son contundentes: alrededor de 6 millones de mexi-canos se fueron a los EE.UU. de manera ilegal en el periodo del TCL. El modelo de desarrollo estabilizador del largo periodo 1940-1982 se había basado en estímulos para crecer 6 por ciento promedio anual, controlar la inflación a tasas de 2 por ciento anual y consolidar una dinámica clase media. El ciclo populista 1970-1982 aumentó el gasto público para atender las necesidades de la población marginada, pero sin equilibrar los ingresos, propiciar por tanto presiones inflacionarias y reventar el modelo estabilizador con la devolución de 1976. En 1980 desembarcaron en el gobierno los funcionarios economistas educados en universidades estadunidenses y llevaron el modelo de desarro-llo al final del Estado intervencionista y el dominio del mercado en tres fases: perma-nencia de la política económica de estabilidad macroeconómica exigida por el Fondo Monetario Internacional —control de la inflación por el lado monetario de la deman-da—, reforma estructural impuesta por el Banco Mundial para disminuir el papel del Estado en la economía —venta de empresas públicas— y liberalización comercial para convertir a México en un mercado de consumo de productos estadunidenses.

24.- Los efectos políticos del Tratado liquidaron el pensamiento histórico nacio-nalista. No fue sólo cambiar la percepción de los EE.UU. del conflicto histórico a la subordinación política y económica, sino modificar los sentimientos nacionalistas. En 1992 el presidente Carlos Salinas de Gortari y el presidente nacional priísta Luis Donaldo Colosio anunciaron la exclusión del pensamiento, discurso y documentos básicos del PRI del concepto de “Revolución Mexicana” y en su lugar trataron de imponer el concepto de “liberalismo social”. La ideología histórica que operaba como factor de consenso nacional (encuesta sobre cultura cívica de Gabriel Almond y Sid-ney Verba, 1964) debilitó los factores de definición del mexicano. Y los 11 millones de mexicanos que se fueron a los EE.UU. en los últimos 40 años en realidad rompie-ron con el pasado y la nación y no quieren regresar.

25.- Los EE.UU. y México encaran redefiniciones estructurales, estrategias y na-cionales en sus espacios respectivos como punto de partida para una nueva relación bilateral. Para Trump, México y los mexicanos son un desafío de dominación pobla-cional: hacia el 2075 los migrantes hispanos podrían ser más que los blancos naciona-les. De ahí que Trump haya reacomodado las estrategias: hasta Obama, Washington quería que México se desarrollara para no expulsar nacionales; ahora la Casa Blanca no se preocupa por el desarrollo, con el riesgo de que sin estímulos estadunidenses el crecimiento mexicano siga bajo y acumula más problemas si los desempleados ya no pueden fugarse masivamente hacia territorio estadunidense, aunque con el peligro —ya no riesgo— de que México se convierta en un volcán por las demandas insatisfechas de empleo y bienestar y una explosión social convierta ahora sí (temor de Reagan en 1985) en un Irán next door y la posibilidad de una revolución nacionalista como la del ayatola Jomeini en México.

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