para catequizar a mefistófeles

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16 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO —¿Y tú crees en Dios?, me preguntó Monsiváis. —No sé, le respondí. Sólo sé que Él cree en mí y en ti, pues si no ni siquiera estaríamos aquí. “La muerte es una fiesta y un día de guardar: un espa- cio hueco en el calendario de cuya oquedad participa- mos todos”. Hace algunas semanas Carlos Monsiváis participó en El Colegio de México en un coloquio sobre Alfonso Reyes. Ahí dijo que Reyes era más conocido que leído. Al salir de esa conferencia le dije que se habían hecho más de sesenta antologías de la obra literaria de Alfonso Reyes. Ahora pienso que, al igual que Alfonso Reyes, Carlos Monsiváis es muy conocido pero muy poco leí - do. Nos toca a nosotros, sus lectores y editores, preparar el camino escrito para volver a transmitir su herencia. Monsi, Carlos, Carlos Monsiváis, Carlos Monsiváis Aceves (1938-2010), el hijo prodigioso que le tocó alum- brar a doña Esther, nació en la Ciudad de México, cuan - do estaban por terminar la Guerra Civil en España y por dar inicio a la Segunda Guerra Mundial. Al igual que José Emilio Pacheco y Sergio Pitol —los otros Tres Mos- queteros de la Tríada— cuyo D’Artagnan sería Elena Poniatowska, viviría su infancia en el México de Manuel Ávila Camacho y de Miguel Alemán y su larga adoles- cencia en el de los presidentes adolfos, apellidados Ruiz Cortines y López Mateos, a quienes tocaría adminis- trar la lotería del presidencialismo priista —para aludir a Gabriel Zaid— consolidada indirectamente por los (c)réditos del Plan Marshall. Se sabe que gracias a su heroica e inquebrantable ma- dre, alimentado con el pan ácimo de la cultura bíblica, el niño que fue Carlos memorizó buena parte de los li- bros bíblicos, en particular el Antiguo Testamento —en la traducción clásica de Cipriano de Valera y Casiodo- ro de Reyna. Esta formación lo llevó a ser precoz disidente: un niño protestante y ya culto en medio de católicos nacio- Carlos Monsiváis: Para catequizar a Mefistófeles Adolfo Castañón La obra polifacética de Carlos Monsiváis encuentra en Adolfo Castañón a uno de sus lectores más rigurosos. Recuento de su trabajo, al tiempo que remembranza, Castañón nos ofrece aquí el itinerario de uno de los clásicos de la literatura mexica- na moderna.

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Adolfo Castañón

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  • 16 | REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MXICO

    Y t crees en Dios?, me pregunt Monsivis.No s, le respond. Slo s que l cree en m y en ti,

    pues si no ni siquiera estaramos aqu.

    La muerte es una fiesta y un da de guardar: un espa-cio hueco en el calendario de cuya oquedad participa-mos todos.

    Hace algunas semanas Carlos Monsivis participen El Colegio de Mxico en un coloquio sobre AlfonsoReyes. Ah dijo que Reyes era ms conocido que ledo.Al salir de esa conferencia le dije que se haban hechoms de sesenta antologas de la obra literaria de AlfonsoReyes. Ahora pienso que, al igual que Alfonso Reyes,Carlos Monsivis es muy conocido pero muy poco le -do. Nos toca a nosotros, sus lectores y editores, prepararel camino escrito para volver a transmitir su herencia.

    Monsi, Carlos, Carlos Monsivis, Carlos MonsivisAceves (1938-2010), el hijo prodigioso que le toc alum - brar a doa Esther, naci en la Ciudad de Mxico, cuan -

    do estaban por terminar la Guerra Civil en Es paa y pordar inicio a la Segunda Guerra Mundial. Al igual queJos Emilio Pacheco y Sergio Pitol los otros Tres Mos -queteros de la Trada cuyo DArtagnan sera ElenaPoniatowska, vi vira su infancia en el Mxico de Ma nuelvila Camacho y de Miguel Alemn y su larga ado les -cencia en el de los presidentes adolfos, apellidados RuizCortines y L pez Mateos, a quienes tocara adminis-trar la lotera del pre sidencialismo priista para aludira Gabriel Zaid consolidada indirectamente por los(c)rditos del Plan Marshall.

    Se sabe que gracias a su heroica e inquebrantable ma -dre, alimentado con el pan cimo de la cultura bblica,el nio que fue Carlos memoriz buena parte de los li -bros bblicos, en particular el Antiguo Testamento enla traduccin clsica de Cipriano de Valera y Casiodo-ro de Reyna.

    Esta formacin lo llev a ser precoz disidente: unnio protestante y ya culto en medio de catlicos nacio -

    Carlos Monsivis:

    Paracatequizar aMefistfeles

    Adolfo Castan

    La obra polifactica de Carlos Monsivis encuentra en AdolfoCastan a uno de sus lectores ms rigurosos. Recuento de sutrabajo, al tiempo que remembranza, Castan nos ofrece aquel itinerario de uno de los clsicos de la literatura mexica-na moderna.

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    CARLOS MONSIVIS 1938-2010

    nalistas e intransigentes. Muy pronto lleg a la Univer-sidad Nacional Autnoma de Mxico: hizo estudios deeconoma, derecho, letras, filosofa, historia. Supo hacer-se compaero y amigo de economistas como Rolan -do Cordera, abogados como Carlos Fuentes y PorfirioMu oz Ledo, y de la miscelnea compuesta por JavierWimer, Rafael Ruiz Harrell, Margarita Pea, las her-manas Galindo, Marco Antonio Montes de Oca, ArturoAzuela y Daniel Resndiz Nez, entre muchos otros.Colabor en revistas estudiantiles como Medio siglo dela que fue secretario de redaccin. El doctor as ledecan Elas Nandino le abri a Carlos Monsivis ya Jo s Emilio Pacheco las puertas de su revista Estacio-nes, donde el joven Carlos publicara algunos de susprimeros ensayos y crnicas. Poco ms tarde, colabora-ra en Radio Universidad y en la Revista de la Universi-dad de Mxico ba jo la direccin de Jaime Garca Terrsy en la compaa de una brillante generacin de escri-tores y artistas, co mo Jorge Ibargengoitia, Juan GarcaPonce, Emilio Garca Riera, Vicente Rojo, Manuel Fel -gurez, Jos Luis Cuevas, Jos de la Colina, Jos LuisIbez, entre mu chos otros.Su vocacin afinada y refinada por las letras lo lleva

    a publicar antes de cumplir treinta aos una Antologade la poesa mexicana del siglo XX (1966), que pasa a seruna referencia literaria indiscutible. El cine y la crtica,la poesa y el humor, la poltica y la caricatura, la novelay la sociologa, el teatro culto y el teatro de carpa, las artesplsticas, la historia del arte: todo y ms parece intere-

    sarle a este autor inclasificable, lector pertinaz y curio-so errante, hijo de la prodigiosa colonia Portales.En 1968, el itinerario contemplativo se transformar

    en itinerario militante y en camino de Damasco del es -pectador comprometido. La experiencia de la violenciay la persecucin poltica de 1968 y de los aos subsi -guientes harn madurar en Monsivis una concien-cia civil y un enconado designio apocalptico en relacincon las instituciones polticas. Esa experiencia sustan-tiva lo acompaar a lo largo de sus das, como prue-ban sus libros sobre el 68, publicados en colaboracincon Julio Scherer. Su libro de crnicas y ensayos titula-do emblemticamente Das de guardar es prenda de esemomento. Emblemticamente: de aguardar: alusin alayuno y al toque de queda, tcita evocacin de la absti-nencia y de la represin. Con Jos Emilio Pacheco y Vi -cente Rojo, Carlos Monsivis fue invitado por el carism -tico Fernando Bentez a dirigir un suplemento literariosemanal. Terminara asumiendo en la revista Siempre!,fundada por Jos Pags Llergo, la direccin de esas p -ginas. Ah revelara Monsivis una de sus muchas virtu -des: la de editor y maestro de ceremonias, la de pastorde las palabras ajenas y (la expresin todava no estaba demoda) la de head-hunter o caza-talentos, la de im por -tador y traductor de preciados y preciosos bienes ima-ginarios, y sobre todo, la de subrepticio comentaristade la actualidad. Ser en las pginas de la revista Siem-pre! donde Monsivis pondr en marcha una disimu-lada e implacable mquina de guerra a la par diverti-

    LA JORNADA / Mara Luisa Severiano

    Margo Glantz, Elena Poniatowska, Jos Emilio Pacheco y Carlos Monsivis, junio de 2009

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    da y crtica crtica porque divertida: la seccin Pormi madre, bohemios, suerte de sottisier forense. Ah,el espectador comprometido se solazar poniendo pun -tos sobre las es y sobre las jotas a las declaraciones bobas,inconscientes o aun intencionadas que van prodigan-do por el escenario nacional los diversos paquidermos,plantgrados, parsitos y equinodermos que dan voza la clase poltica y empresarial, y ayudar irnicamente adocumentar nuestro optimismo. Carlos Monsivis haencontrado una veta cuyo filn lo llevar a los antros msrecnditos del medio pelo de la clase empresarial y fi -nanciera dominante. Al mismo tiempo, en la famosa einolvidable seccin, Carlos desplegar sus talentos esti-lsticos como autor de impecables y sangrientas paro-dias, de incisivas vietas y retratos hablados de persona -jes nombrables e innombrables. (Su arte de retratista,como seala Jess Silva-Herzog Mrquez, es tan impe-cable como implacable).Junto a la denuncia en plano oblicuo, se entrega al

    saludable ejercicio de la parodia de modos y modales,gestos y aspavientos. La raz protestante de Monsivislo hace una suerte de risueo y crtico caballero andante.l mismo dir en su Autobiografa precoz con cunta pa -sin ley de nio el Pilgrims Progress de John Bunyan.Esta referencia no es trivial, si se piensa que el libro deBunyan est en la raz de la novela moderna, y que Elproceso de Franz Kafka puede ser ledo y desarmado a laluz de esta ficcin parablica. Cabra leer la escrituraalborotada de Carlos Monsivis como una suerte de ecode los libros de Franz Kafka y de John Bunyan?El entronizamiento de Carlos Monsivis como di rec -

    tor del suplemento La Cultura en Mxicoel espaciodonde lo encontr el suscrito Castan en 1974 re -frendara a Monsivis como una suerte de gur y paraalgunos compaeros de izquierda como un suced-neo de la Voz Divina que cuida a los nios desde las nu -bes. Tambin le ayudara a abrir las puertas de los me -dios, la radio y la televisin, espacios seudo-solares desdelos cuales esa araa nunca rencorosa llamada Carlos Mon -sivis saludara a su creciente pblico.Poco a poco, el estilo de Carlos empieza a cambiar

    y a hacerse ms limpio y, si se puede decir, clsico: el ba -rroquismo, la gesticulacin y el aspaviento de la con-ciencia pardica empiezan a transformarse en mscaratransparente. El fundador del nuevo periodismo mexi-cano entre mestizo, criollo y criollinaco empiezaa transformarse, y el ensayista de Das de guardar y deEscenas de pudor y liviandad ceder su lugar al prosistade Entrada libreuno de sus libros ms lcidos, Airesde familia e Imgenes de la tradicin viva, obras dondeel escritor parece ms preocupado por la sobrevivenciay perduracin de su discurso que por el apego a los ma -nierismos de un Oscar Wilde de los suburbios. Ms co -nocido como cronista que como autor de ficciones y

    f bulas, Monsivis tiene tambin una vertiente imagi-nativa como la orientada por el Nuevo catecismo paraindios remisos, donde el travieso encantador que seducecon su flauta es capaz de llevar al abismo a los roedoresque somos los animales de biblioteca.En ese proceso sera definitiva la amistad leda con

    Daniel Coso Villegas una figura con la cual no sueleasociarse a Monsivis pero con la que no deja de tenerafinidades por su vigorosa defensa del laicismo y la pro -bidad civil, Octavio Paz y aun dira yo, Gabriel Zaid,su leal antpoda. Su participacin simultnea en los me -dios audiovisuales y en la prensa, la vocacin misione-ra que lo llevaba a estar recorriendo los caminos en unasuerte de baile chamnico alrededor de la presa (la pren -sa?) acosada, su indudable ascetismo y abnegacin, suflamgero sentido del humor y su vocacin por la alegracristalizada en el poema y en la obra de arte, su biblio-mana, su avidez de coleccionista que lo lleva a armarun espacio como el Museo del Estanquillo, hicieron deCarlos Monsivis una figura enigmtica, tensa y comoalzada a vueltas en una cruz cuya horizontal sera el mo -vimiento instantneo pero fugaz y olvidadizo de los me -dios y cuya vertical la representara la lnea de la con -ciencia civil comunitaria y de la letra escrita en clave ala par testimonial y proftica.Ms que cristiana y a pesar de su formacin pro-

    testante, la de Monsivis fue una cultura vida de mo -dernidad, sedienta de valores como los encarnados porlos dioses de la mitologa griega y heredados por loshelenistas modernos (de Walter Pater en adelante) y,muy en particular, por el puado de devotos de Gre-cia que fue el grupo de El Ateneo, con Pedro Henr-quez Urea y Alfonso Reyes a la cabeza. Si bien se hanponderado sus virtudes de espectador y maestro de -sinteresado, su facultad para leer todos los peridicosantes de las 8 de la maana, su sentido del humor y sucapacidad casi ins tintiva para reducir al absurdo lastramas y tramoyas de la conciencia libresca y polticay del polvo de las horas proyectadas por el cine y latelevisin, el vigor intelectual y creativo de este tratadis -ta de la desenvoltura prctica y terica, leda y vivida,Monsivis sigue siendo una figura enigmtica y caris-mtica en sus facilidades y dificultades, en sus cadas,tentaciones y exaltaciones. Una fi gura intraducible, co -mo el cine antes de Lumire, cuyo resplandor quizshabr que explicar a las generaciones del presente porvenir que ya se asoman a las vueltas del ro. No sertan difcil. En la corriente alterna de Carlos Monsi-vis se combinan el cmic a la Burrn y la teologa ala Bultmann, el cotilleo tricolor, la ancdota inol vi -dable y el principio de la esperanza de Ernst Bloch yde Walter Benjamin. sas son algunas de las razones quealimentan el fuego de esa fiesta civil de la palabra que fuey es su polimorfa escritura.

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