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C omo saben mis compañeros de trabajo del National Center for Fathering (Centro Nacional para la Paternidad), tengo la tendencia de utilizar ilustraciones del mundo de los deportes. Esto se debe a que (1) estoy familiarizado con el deporte y (2) conozco a muchos hom- bres que prefieren hablar de deportes en vez de paternidad. A mí me gustan ambas cosas: Mi participación en el deporte era una parte importante de mi vida, hasta que sufrí una seria lesión mientras jugaba fútbol americano para la Universidad de Carolina del Norte. Eso me permitió incursionar en un territorio inusual. Fui el primer compañero de cuarto de Lawrence Taylor en la universidad mucho antes de que él jugara para los Gigan- tes de Nueva York o que estuviera encaminado al Salón de la Fama. En realidad, ¡yo era titular del equipo en la universidad cuando L. T. se preguntaba si él formaría parte del equipo! Después pasé varias décadas trabajando para la Fellowship of Christian Athletes (Fraternidad de Atletas Cristianos). Con el paso de los años he tenido el privilegio de hablar en el servico de adoración cristiano de todos los equipos de la Liga Nacional de Fútbol. Por esto he podido contar entre mis amigos a entrenadores y jugadores muy conocidos. La colección de fotografías en la refrigera- dora de nuestra casa no muestra solo a nuestros hijos sino también a las familias de las figuras del deporte con quienes hemos compartido De un papá a otro CAPÍTULO UNO 13

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Capítulo 1

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Page 1: Papás Campeones

Como saben mis compañeros de trabajo del National Center forFathering (Centro Nacional para la Paternidad), tengo la tendencia

de utilizar ilustraciones del mundo de los deportes. Esto se debe a que(1) estoy familiarizado con el deporte y (2) conozco a muchos hom-bres que prefieren hablar de deportes en vez de paternidad.A mí me gustan ambas cosas:Mi participación en el deporte era una parte importante de mi vida,

hasta que sufrí una seria lesión mientras jugaba fútbol americano parala Universidad de Carolina del Norte. Eso me permitió incursionar enun territorio inusual. Fui el primer compañero de cuarto de LawrenceTaylor en la universidad mucho antes de que él jugara para los Gigan-tes de Nueva York o que estuviera encaminado al Salón de la Fama.En realidad, ¡yo era titular del equipo en la universidad cuando L. T. sepreguntaba si él formaría parte del equipo!Después pasé varias décadas trabajando para la Fellowship of Christian

Athletes (Fraternidad de Atletas Cristianos). Con el paso de los años hetenido el privilegio de hablar en el servico de adoración cristiano detodos los equipos de la Liga Nacional de Fútbol.Por esto he podido contar entre mis amigos a entrenadores y

jugadores muy conocidos. La colección de fotografías en la refrigera-dora de nuestra casa no muestra solo a nuestros hijos sino también alas familias de las figuras del deporte con quienes hemos compartido

De un papá a otro

CAPÍTULO UNO�

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nuestra vida. Esto puede sonar glamoroso, si no fuera por el hecho deque conocemos a estas celebridades como personas: como madres,padres e hijos.Una de estas personas era Reggie White.

Un Papá campeónReggie White jugó para las Águilas de Filadelfia, los Empaquetadoresde Green Bay y las Panteras de Carolina, y era un pastor ordenado. Devez en cuando Reggie me ayudaba como orador invitado. Cuando nosvisitaba, nunca se quedaba en un hotel, siempre quería quedarse ennuestra casa. Cuando yo iba a visitarlo era lo mismo. Hubo un tiempoen que mi esposa Melanie y yo tuvimos que poner una cama grande ennuestra habitación para huéspedes para las veces que Reggie pasabaunos días con nosotros.Reggie White era un gigante. Pero nunca se consideró demasiado

importante para no querer aprender más acerca de la paternidad.Reggie había crecido sin modelos positivos de paternidad para imitar.

Pero él fue persistente en tratar de encontrar figuras paternales sólidaspara escoger como mentores.Creo que esa era la razón por la que le gustaba quedarse en nuestra

casa. Pienso que quería ver una vida en familia. Quería ver cómo yo, unhombre mayor que él (quizás seis años mayor), manejaba mi familia ycriaba a mis hijos. Reggie estaba siempre explorando, buscando sermejor más allá del fútbol; y la paternidad era un área en la que estabadecidido a mejorar.Yo era una especie de hermano y de figura paternal para Reggie. Él

podía preguntarme cosas, decirme cosas, compartir y ser sincero con-migo. Yo era un amigo al que podía acudir en cualquier momento. Élno hablaba mucho, pero cuando lo hacía, nuestras conversaciones erande cosas importantes.Un rasgo paternal que observaba en Reggie era que sabía cómo

divertirse con nuestros hijos. Cuando estaba con ellos, era un mucha-cho grande. Yo mido 1,85 m, pero también tengo 52 años de edad,por lo que me resulta difícil sentarme en el suelo. Pero este amigo medíacasi 2 m, pesaba unos 140 kilos y jugaba en la alfombra con mis hijos,

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listo para dar volteretas y forcejear con ellos aun después de haberjugado un partido de fútbol o tenido una sesión de gimnasia. A pesarde lo grande e importante que era, Reggie sabía cómo divertirse conlos chicos.Desafortunadamente, Reggie murió en 2004. Y lamentablemente,

cuando veo los rostros de un equipo de la Liga Nacional de Fútbol, loque veo más claramente son los efectos de la falta de un padre.Algunas de las caras son de jóvenes ricos que van a la deriva por la

vida sin haber tenido a un padre, y que se han convertido ellos mismosen padres sin saber qué hacer. Son idolatrados en pósters de tamañonatural, pero sé que son aún niñitos que se preguntan dónde están suspapás, y por qué no parece importarles a ellos.Pero veo también a hombres como Reggie, padres jóvenes que

quieren hacer mejor las cosas que lo que se hizo por ellos. Están de-seosos de tener principios y nuevas percepciones que los ayuden aromper el ciclo de desilusiones de su pasado.No importa dónde esté usted en el proceso de la paternidad, la espe-

ranza comienza con lo que haga como padre de aquí en adelante.Quiero que sepa lo que les digo a esos jugadores de la Liga Nacionalde Fútbol: Que Papás campeones es un logro mucho más duradero decualquier cosa que suceda en el campo de juego.Los jugadores que han ganado un trofeo o un anillo en un campeo-

nato suelen decir: “Nadie podrá jamás quitarme esto”. Tienen razón.La gente no podrá quitarles eso, pero sí puede olvidar lo que han hecho.La multitud tiene mala memoria, y lo que recuerda es siempre selectivo.Por el contrario, sus hijos y sus nietos están en una categoría muy

especial. Son un público como ningún otro. A fin de cuentas, ustedquiere que ellos lo recuerden de la mejor manera: como un Papá campeón.Eso es algo que vale la pena conservar para la eternidad.

¿Tiene usted material de campeón?Me encuentro todo el tiempo con hombres que reconocen que hansido derrotados por sus deficiencias como padres. Muchas veces sientensimplemente que están repitiendo las fallas de sus papás. Muchos tienenheridas profundas, dolor y resentimiento hacia sus padres. No saben

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dónde comenzar para hacerlo bien. Esta es, quizá, la situación en queusted está atrapado ahora.En este libro encontrará mucha ayuda práctica, pero para comen-

zar necesito darle permiso y ánimo para que sea un padre. Comience siendoun papá.Sus fracasos del pasado no pueden borrar el hecho biológico, y

sus fracasos futuros no significan que no pueda ahora mismo dar eltodo por el todo. Es posible que no sepa dónde están sus hijos en estemomento, pero puede aceptar la verdad de que usted es el padre deellos. Comience con este hecho, y permita que penetre profundamenteen su corazón.En estas páginas consideraremos el patrón de la paternidad, no el

detalle ocasional interesante o las metidas de pata. Implementar ymantener un patrón de paternidad responsable exige una disciplina alargo plazo, y no depende de una sola victoria ni de un solo error.No sé qué pensará usted, pero para mí es fácil pensar en algo bueno

que hice como padre, y luego lo repetí muchas veces: “¿Recuerdas esefin de semana maravilloso cuando fuimos a esquiar juntos? Fue muydivertido, ¿verdad? ¿No prueba eso que soy un buen papá?”.Esa serie de preguntas tiene una respuesta lógica, aunque es posi-

ble que sus hijos no se atrevan a decir lo que piensan: “Sí, papá, fue unfin de semana estupendo. Pero, ¿dónde estuviste los otros cincuenta yun fines de semanas del año?”.Ni usted ni yo podemos cumplir con la paternidad haciéndola bien

un par de veces, y tampoco podemos arruinarla por tener un par defracasos. Nuestros muchachos son increíblemente perdonadores yflexibles, ¡más de lo que nos merecemos!Lo que ellos merecen de nosotros es un patrón de coherencia. Nues-

tra meta es adaptar ese patrón a un patrón que dé a nuestros hijos algoque ellos necesitan en sumo grado: un padre comprometido a ser unPapá campeón.

Él me enseñó todo lo que séReggie White no fue el único Papá campeón que conocí. Al final de cuen-tas, prácticamente todo lo que yo sé sobre paternidad lo vi en mi papá.

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Me tomó mucho tiempo darme cuenta de esto, pero casi toda nuevalección que aprendo en cuanto a la paternidad puedo verla ejemplificadade alguna manera en la vida de mi papá. Eso no significa que yo pienseque Ralph Casey era perfecto. Él cometió sus errores, pero yo sé quepuedo aprender incluso de ellos. Tengo acceso a mucha más informa-ción que la que él tuvo, pero fueron más las veces que hizo las cosasbien que las que no.Por ejemplo, él combinaba sus roles de papá y abuelo de una mane-

ra que todavía me maravilla. Una de sus últimas conversaciones tuvolugar mientras estaba en su cama del hospital, mientras su cuerpo ysu mente se apagaban poco a poco. Tomó mi mano y me miró de unamanera que me dijo que él todavía estaba allí. Me apretó la mano; conun parpadeo en sus ojos y arrastrando las palabras, me dijo: “¡Nooooprovooooques a ira a tus hijos!”.Mientras lo miraba entendí que no estaba tratando simplemente

de decirme algo en cuanto a mi papel como padre. Me estaba diciendouno de sus códigos personales de conducta. Pensé en lo que había sidomi vida como su hijo, recordando las veces en que me enojé con él.Pero no era porque él me había provocado sino porque yo sabía que éltenía razón, y no estaba totalmente dispuesto a estar de acuerdo con él.Una de esas veces fue cuando yo estaba en la escuela secundaria.

Había estado jugando al fútbol americano, me había ido bien, pero desa-rrollé una mala actitud. Tenía la buena suerte de estar en una escuelaque tenía un programa de fútbol respetable, pero comencé a pensarque el entrenador no apreciaba mis habilidades como debía. No estabajugando con la frecuencia que yo creía merecer, y entonces me quejé.El entrenador era un hombre blanco, y todos mis compañeros afro-

americanos me decían que dejara el equipo. Estuvimos de acuerdo enque la manera como me estaba tratando debía significar que era unracista (por ser yo negro). Mis amigos dijeron: “Carey, no juegues paraese entrenador blanco. No lo necesitas”.El consejo de ellos me pareció que era lo que yo debía hacer.

Entonces llegué a casa escupiendo veneno y le conté a mi padre mi plande retirarme del equipo.Papá me escuchó hasta que vacié todo lo que tenía por dentro

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y luego sacudió la cabeza. “Hijo”, me dijo con aire meditabundo,“ese hombre es un buen entrenador. Él va a ganar partidos de fútbolcontigo o sin ti. Él no te necesita. Tú necesitas al equipo más de loque el equipo te necesita a ti”.Tenía razón. En ese momento yo necesitaba a alguien que viera

el asunto en toda su dimensión. Y ese era papá.Me quedé en el equipo y jugué para ese entrenador. Para mi gran

sorpresa, mejoré y él me dio más oportunidades de jugar. Al final, con-seguí una beca y jugué en la universidad, donde conocí a mi esposa.El fútbol me proporcionó relaciones que jamás habría podido

tener de otra manera. Y todo se remonta a la conversación que tuvecon papá; sus palabras cambiaron literalmente el curso de mi vida.Apenas puedo imaginar dónde estaría yo hoy de no haber aceptado suconsejo. Y cuanto más envejezco, más rápidamente quiero estar deacuerdo con él.Mi padre incorporó a mi vida el concepto de que uno nunca deja

de aprender. Hasta el día de su muerte estuvo derramando sabiduríaen mi mente. Él es mi ejemplo más grande de lo que es ser un Papácampeón, no solo porque fue un buen papá sino, además, porque meenseñó que llegar a serlo consiste en hacer lo mejor y nunca rendirse.Si ser indoblegable en esto no es parte de su perfil en cuanto a lapaternidad, ¡es el momento de añadirlo!Papá entendía la necesidad y los principios de la paternidad res-

ponsable, aunque no usábamos esos términos para hablar del tema.Era práctico y realista; y la experiencia que he acumulado me ayuda aentender y valorarlo a él más.Al preparar este libro, una y otra vez me he preguntado qué habría

dicho papá en cuanto esto o aquello. Lo mencionaré a menudo porque,aunque no era perfecto (y fueron numerosas las veces en que no lo fue),él sigue siendo mi mejor ejemplo.

Viviendo el sueñoDios debió haber pensado que yo iba a necesitar más que los ejemplosde mi papá y de Reggie White. Por eso me dio una buena dosis deexperiencia en cuanto a la paternidad permitiendo que mi esposa y yo

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trajéramos cuatro hijos al mundo: dos hijas y dos hijos. Asimismo,me ha permitido servir como director ejecutivo del Centro Nacionalpara la Paternidad, lo que me permite hablar a diferentes audienciasen cuanto a ser papá, y reunirme con otros grupos para considerar laspreocupaciones que afectan a los padres.Estoy viviendo mi sueño. Cada vez que hablo sobre la paternidad

puedo oír a mi padre hablando de mi futuro y diciendo que yo seríaparte de un gran desafío. Papá plantó ese sueño en mí.Sin embargo, al igual que usted, no puedo olvidar que mi público

por excelencia son mis hijos. Son ellos quienes me motivan y evalúanmi progreso como padre. Ellos se aseguran de que yo reciba bastantepráctica; y ayudan a definir y refinar mi propósito como padre.Ellos saben que quiero convertirme en un padre—y en un abuelo—

cada vez mejor. La llegada de los nietos me ha hecho consciente, deuna nueva manera, de todo lo que acompaña al regalo de la vida.Ahora me doy cuenta de que mi papá entendía lo que sucede cuando

el hogar es invadido por el primer nieto. Esa pequeña criatura crea loque un amigo mío llama “un caos feliz”. Cuando mis hermanos y yonos reuníamos en casa de mi papá, él estaba muy tranquilo y callado enmedio del bullicio, mirando a su alrededor y sonriendo. Debía de estarpensando: ¿Qué puedo decir en medio de toda esta alegría, en la que nadie estáespecialmente interesado en escucharme?Ahora sé que su silencio también era sabiduría, para padres y

abuelos también. Hay un tiempo para hablar y un tiempo para callar,y mi papá sabía cuándo hacer ambas cosas. Él podía ser una roca ennuestras reuniones familiares; todos nosotros hacíamos bulla a sualrededor mientras él decía alguna palabra o llevava a uno de nosotrosa un lugar aparte para hablar un poquito de algo. Él estaba en el centrosin ser el centro de atención.Estoy escribiendo, en parte, para que mis hijos tengan una mejor

idea de lo que estoy pensando cuando sonrío tranquilamente en mediode ese alegre bullicio. También estoy escribiendo para mis nietos y misbisnietos.Y estoy escribiendo para usted. Son muchos los papás con quienes

hablo que necesitan saber que Papás campeones es factible y práctico. No

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seremos perfectos en esto, pero podemos mejorar mucho, mucho más.¡Eso es lo que yo espero de usted!

Tres palabritasLa mayor parte de este libro se concentra en las tres partes fundamen-tales de Papás campeones: amor, entrenamiento y ejemplo.El Centro Nacional para la Paternidad no sacó estas tres palabras

de un sombrero, de repente, por arte de magia. Entrevistamos y en-cuestamos a miles de papás y también a algunos hijos, y encontramosque estas tres áreas son cruciales. Es una lista breve, para que usted yyo podamos recordarla. Una vez que usted la conozca y mejore cadavez más en ello, les estará dando a sus hijos la clase de paternidadque ellos necesitan, ¡aun cuando no tengan conciencia de esto!

Amor, entrenamiento, ejemplo. Cuando usted leyó estas palabras pro-bablemente tuvo cierta idea de lo que estoy hablando. No dudo quepodría ofrecer una definición de lo que significa amar, entrenar y serejemplo.Pero tal vez no ha pensado mucho acerca de cómo se aplican estas

palabras a su papel como padre. Por tanto, me gustaría que ponga enespera sus definiciones mientras lee el resto de este libro.Usted leerá, por supuesto, algunas cosas acerca de amar, entrenar

y ser ejemplo que le harán pensar: Sí, eso es lo que yo pensaba, o incluso:¡Eso no es nada nuevo para mí, amigo! Pero le aseguro que hay más. Puedoasegurarlo porque he descubierto que, cuando se trata de la paternidad,hay siempre más que aprender.Cuando comencé a relacionarme con la gente del Centro Nacional

para la Paternidad, yo también tuve que poner en espera durantealgún tiempo mis ideas en cuanto a cómo ser un buen papá. Tuveque recibir instrucción en cuanto a los elementos básicos. Tuve queaprender nuevas maneras de pensar, y ver a las relaciones familiarescon nuevas ideas en mente.Todo esto me hizo valorar aun más mi crianza y mis experiencias,

y en maneras que nunca había considerado. A fin de cuentas, una cosaque hace una buena investigación es ayudarnos a ver mucho mejorlo que es obvio.

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Esto es lo que yo deseo para usted: que su comprensión de loque es el amor, el entrenamiento y el ejemplo a los hijos sea másgrande y más profunda que antes. Quiero que edifique sobre lo que yasabe, utilizando los descubrimientos de muchos hombres que lo estánempujando a tener éxito en su aspiración de ser un Papá campeón.Nuestra investigación sigue confirmando que el amor, el entre-

namiento y el ejemplo son el fundamento para entender y practicarlo que nuestros hijos necesitan de nosotros como padres. Por esodedicaré varios capítulos a estos tres componentes. Pero tengo quedecirle ya mismo que estos tres factores no son independientes sinoque se traslapan. Algunas veces no podemos decir dónde termina elamor y comienza el entrenamiento. Otras veces podemos pensar queestamos siendo amorosos, pero nuestros muchachos nos están “le-yendo” como ejemplos a seguir. Por esto usted puede explicar conpaciencia a su hijo o hija (como lo haría un entrenador sabio) asu-miendo que él o ella piensa: Oh, mi papá sí que sabe de motores de com-bustión interna, mientras que él o ella está pensando, en realidad: Oh,no tengo la más mínima idea de lo que papá está hablando, pero sé que élme ama.Nuestro trabajo y nuestra responsabilidad como padres es amar,

entrenar y ser ejemplo. Ninguna de estas partes es opcional. No pode-mos amar solamente y omitir el entrenamiento o el ejemplo. Peroa cada instante hacemos un mejor o un peor trabajo en cada uno deestos aspectos.Puede ser de ayuda imaginar los tres componentes de Papás campeones

como un taburete de tres patas en el que se sienta una persona. Sifalta una pata, o es demasiado corta, el taburete se ladeará. Al leereste libro, usted podrá saber si no ha estado dando mucha atención almenos a una de estas “patas”. Esa área requerirá que usted le dé unaatención especial.Por fortuna, el traslapo puede servirle también de provecho. Un

papá amoroso practica, por lo general, el entrenamiento y el ejemplo.Un papá descuella en entrenamiento cuando ama de verdad a sushijos y es un modelo para ellos. Y es imposible no ser un ejemplosobresaliente cuando se ama y se instruye.

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Se da lo que se tienePapás campeones tiene que ver también con el legado que usted deja asus hijos.A los políticos se les pregunta qué clase de legado piensan dejar,

pero eso normalmente da la impresión de ser un programa de rela-ciones públicas a largo plazo, una suerte de popularidad permanente.Con esta clase de legado, su familia y sus amigos de confianza estaránmuy disgustados con la vida que usted tuvo, ¡pero los demás podránpensar que usted fue maravilloso! Esa no es la clase de legado quetengo en mente. Pienso en un legado que deje una marca profunda,significativa y positiva en las personas que le conocen mejor.

Herencia es el legado que usted ha recibido. Pero no es un temaque hoy esté de moda ya que suena como algo que usted almacenacon antigüedades en el ático o en el sótano. Vivimos en una formatan desenraizada que muchas veces parece que vinimos de la nada yde nadie; que simplemente aparecimos un día de pronto en nuestrovecindario. Las personas rara vez hablan de sus antepasados, y amenudo dan la apariencia de avergonzarse, ignorar o enojarse por supasado personal.No sé qué piensa usted, pero esa no es la clase de herencia que yo

recibí, ni la clase de legado que quiero dejar cuando ya no esté en estemundo. Sé que he sido bendecido con una rica herencia, y que se meha confiado el buen nombre de mi padre y la historia de mi familia.Por eso, al hacer el intento de ser un buen depositario de lo que herecibido, tengo que asegurarme de agrandar esa herencia y dejar unlegado sólido para mis hijos.Reconozco el hecho doloroso de que muchos papás no tienen las

ventajas de una herencia positiva. Pero quiero inspirarlo y equiparlocomo padre para que transforme cualquiera que sea la herencia quehaya recibido en un legado positivo para sus hijos y sus nietos. Elpasado no tiene que tener la última palabra en cuanto al futuro de sufamilia. Usted puede ayudar a revertir el déficit de paternidad queparece tan generalizado en nuestra cultura. Es, en realidad, el mejorregalo que puede dar a sus hijos.He conocido a muchos hombres cuya herencia ha sido absoluta-

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mente una desventaja. A sus padres y a sus abuelos no pareció impor-tarles qué clase de legado estaban transmitiendo. Pero he visto a estoshombres aceptar el desafío de hacer las cosas de manera diferentecon sus hijos. Los he observado día tras día tomar con paciencia unaherencia triste y vergonzosa, y crear legados que convertirán a sushijos en adultos saludables y orgullosos de sí mismos. Por amor desus hijos, no permita que lo que usted recibió como herencia le impidaforjar su propio legado.En el Centro Nacional para la Paternidad comparamos a menudo

el legado que dejamos con un gran maratón de relevo en el que serepresenta a cada generación como una etapa de la carrera. Cadacorredor pasa el testigo al siguiente. La pregunta para cada uno denosotros es: ¿Qué clase de legado pasaré a los que vendrán después de mí?Usted no puede cambiar su herencia, pero sí puede afectar en

gran medida el impacto de la misma por medio del legado que leañada a ella.

El trabajo que usted no puede evitarEs posible que usted se esté preguntando ahora mismo si vale la penatratar de ser un Papá campeón. Tal vez su padre lo decepcionó tanto quees reacio a llevar puesto el título de “papá”. Quizás él no le dio muchocon lo cual trabajar en el desarrollo de su propio legado.Pero no se rinda.Si tiene un hijo, la cuestión no es si usted es un padre. Es cómo hará

el trabajo que no puede rechazar, y si se permitirá disfrutarlo.Los padres tienen un papel ineludible: enseñar. Enseñan cuando

están presentes, y también cuando no lo están. Enseñan, incluso,cuando jamás están allí.Los padres enseñan bien o mal. Instruyen con lo que dicen, y con

lo que no dicen. Son ejemplo por lo que hacen o no hacen. Usted notiene una opción en cuanto a la enseñanza; lo hará de una manera uotra. Pero, ¿qué es lo que enseñará?Usted dejará un legado a sus hijos. Es posible que lo único que usted

heredó de su padre fuera dolor, pero eso no es lo que tiene que dejara sus hijos. Puede crear una nueva tradición. Si la paternidad ha sido un

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descrédito en su familia, usted puede ser quien la convierta en unaposición de dignidad y honra. ¡Es un desafío digno del mejor esfuerzode un hombre!No conozco los detalles de lo que usted está enfrentando como

padre y quizás como hijo. Pero sí sé que los principios medulares dePapás campeones le darán esperanza y dirección. El hecho de que ustedconsiguiera este libro, y de que lo haya leído hasta este punto, me diceque tiene el deseo que podrá convertirlo en un miembro del equipode Papás campeones.

El primer día del resto de su paternidadEl Centro Nacional para la Paternidad toma como su mandato laspalabras escritas por un antiguo profeta judío, quien predijo lo queDios tenía en mente para el futuro:

“Él hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazónde los hijos a los padres”… (Malaquías 4:6a).

Confío en que cuando usted termine la lectura de este libro sucorazón se habrá vuelto, más de lo que está ahora, hacia sus hijos.El privilegio de un padre y el desafío que Dios hace es que usted

asuma el liderazgo en la vida de sus hijos. Siempre será más fácil que elcorazón de ellos se vuelva a usted si saben que el corazón de su papáestá lleno de amor por sus hijos.También confío en que usted decidirá ser parte del creciente movi-

miento de Papás campeones. ¡Hoy no es demasiado temprano—tampocodemasiado tarde— para comenzar a ser papá!

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