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WJW CONFERENCIA EPISCOPAL PANAMEÑA DIRECTORIO DE PASTORAL LITÚRGICA

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WJW CONFERENCIA EPISCOPAL PANAMEÑA

DIRECTORIO DE

PASTORAL LITÚRGICA

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CONFERENCIA EPISCOPAL PANAMEÑA

DIRECTORIO DE PASTORAL LITÚRGICA

PANAMÁ 1992

V2 Centenario de la Primera Evangelización de las Américas

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ÍNDICE GENERAL DE CONTENIDO

PRESENTACIÓN 2 PRIMERA PARTE: LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA 11-95 I. INTRODUCCIÓN GENERAL 11-23

1. Naturaleza - Objetivos - Destinatarios 2. Método adoptado 3 . Aspectos Generales de la Pastoral Litúrgica

3 .1 . Realidad de nuestra Liturgia 3.2. Reflexión Teológica 3.3. Líneas Pastorales de Conjunto

II. LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA 25-75 Introducción: La Unidad de los Tres Sacramentos 27

(TTJ EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO 28-39 1.1. Realidad ' 28 1.2. Reflexión Teológica 30

1) Bautismo, incorporación al Misterio de Cristo en la Pascua 2) Bautismo, incorporación al Misterio de la Iglesia - Pueblo de

Dios 3) Bautismo, incorporación al camino de maduración progresiva de la Fe

1.3. Líneas Pastorales 32 1.3.1. Preparación 1.3.2. Celebración 1.3.3. Seguimiento

Síntesis Normativa 37 |~2~] EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN 41 -50

2 .1 . Realidad 4 3 2.2. Reflexión Teológica 43

1) La Confirmación madura la Fe del Bautismo y el Compromiso de la Eucaristía.

2) La Confírmacíón, Sacramento que fortalece el compromiso del laico en su vocación especial en la Iglesia. 3) La juventud, edad m á s propicia para la Confirmación.

2.3. Líneas Pastorales 45 2.3.1. Preparación 2.3.2. Celebración 2.3.3. Seguimiento

* 3

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3. Síntesis Normativa 49 EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA 51-75

3 .1 . La Primera Eucaristía 53-58

3.1.1. Realidad 53 V

3.1.2. Reflexión Teológica 54 1) La Eucaristía, suprema Acción de Gracias 2) La Eucaristía, Sacrificio 3) La Eucaristía, Comunión

3.1.3. Líneas Pastorales 56 3.1.3.1. Preparación 3.1.3.2. Celebración 3.1.3.3. Seguimiento

3.2. La Eucaristía a través del Año Litúrgico 5 8 T 6 7 3.2.1. Realidad 3.2.2. Reflexión Teológica

1) El Domingo, celebración semanal de la Pascua. 2) La estructura de la celebración eucarística 3) La Pascua, eje del Año Litúrgico 4) Celebración de la vida integrada en la celebración de la

Pascua del Señor. 3.2.3. Líneas Pastorales 67 3.3.3.1. Preparación 3.3.3.2. Celebración y Seguimiento

Síntesis Normativa 71 Anexos (I) Eucaristía y Música 79 (II) Normas para la celebración dominical en ausencia del Presbítero. 81 (m) Ministerio Extraordinario de la Comunión 84 (IV) Bibliografía sobre los Sacramentos de Iniciación Cristiana. 95

SEGUNDA PARTE: SACRAMENTOS DE RECUPERACIÓN DE LA COMUNIDAD CRISTIANA 97-174 SACRAMENTOS DE INCREMENTO DE LA COMUNIDAD CRISTIANA

I. SACRAMENTOS DE RECUPERACIÓN DE LA COMUNIDAD CRISTIANA T I EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN 97-118

1.1. Realidad 99 1.2. Reflexión Teológica 99

tu

4 i

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1) El Sacramento de la Reconciliación nos reincorpora a la victoria de Cristo en su Pascua. ,

3) El Sacramento de la Reconciliación nos reincorpora a la Iglesia Pueblo de Dios.

2) El Sacramento de la Reconciliación nos reincorpora aJ^proceso de crecimiento en la vida de la Fe.

1.3. Líneas Pastorales 102 1.3.1. Preparación 1.3.2. Celebración 1.3.3. Seguimiento

Síntesis Normativa 107 Anexos (I) Nota sobre Sanciones Penales de la Iglesia. 113 (II) Ilustración gráfica sobre el Sacramento de la Reconciliación. 115

|~2"7| EL SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS 119-128 2.1. Realidad 121 2.2. Reflexión Teológica 121 2.2.1. La Unción de los Enfermos nos incorpora a Jesucristo que

hace presente el Reino de Dios. 2.2.2. La Unción de los Enfermos se sitúa en la línea de la lucha

contra la enfermedad. 2.2.3. La Unción de los Enfermos reconstruye la Comunidad

Cristiana 2.2.4. La Unción de los Enfermos tiene como efecto secundario

el perdón de los pecados 2.3. Líneas Pastorales 123

2.3.1. Preparación 2.3.2. Celebración 2.3.3. Seguimiento

Síntesis Normativa 127 [~3T] CELEBRACIÓN DE LA MUERTE (ANEXO) 129-137

3.1. Realidad 131 3.2. Reflexión Teológica 131

1) La Exequia Cristiana es la acción de gracias al Padre por la victoria de Cristo sobre la muerte

2) La Exequia Cristiana es la acción de gracias por el don de la resurrección a la humanidad

3) La Exequia Cristiana, expresión de los vínculos entre los miembros de la Iglesia

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3.3. Líneas Pastorales 132 3.3.1. Preparación 3.3.2. Celebración 3.3.3. Seguimiento

Síntesis Normativa 135 II- SACRAMENTOS DE INCREMENTO DE LA COMUNIDAD CRISTIANA 139-174

|~4~| EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO 139-154 4 .1 . Realidad

5.

4.2. Reflexión Teológica 1) Voluntad del Padre de redimir la realidad del amor

humano 2) Expresión del amor de Cristo a su Iglesia 3) Matrimonio cristiano e Iglesia doméstica

4.3. Líneas Pastorales i 4 .3 .1 . Preparación 4.3.2. Celebración 4.3.3. Seguimiento

Síntesis Normativa LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA: MINISTERIOS ORDENADOS Y MINISTERIOS LAICALES

141

142

144

1 4 9

5.1. 5.2.

5.3.

Realidad Reflexión Teológica 1) Dimensión Ministerial de la Iglesia 2) Prolongación del Ministerio de Cristo en la Iglesia Líneas Pastorales

155-174 157 158

162 Síntesis Normativa 165

Anexo: Normas Generales de la Conferencia Episcopal Panameña para 169 los Ministerios de Lector, Acólito y otros Ministerios Extraordinarios asignados a los laicos.

TERCERA PARTE: LA ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS 175-195

|~lTj Liturgia de las Horas 177 1.1. Realidad 177

1.1.1. Descripción 1.1.2. Naturaleza y espíritu de la Liturgia de las Horas

1.2. Reflexión Teológica 178 1.3. Líneas Pastorales 178 Devociones Populares 179 2 .1 . Realidad 179 2.2. Reflexión Teológica 181 2.3. Líneas Pastorales 182

2.

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I 3.1 Sacramentales 182 3 .1 . Realidad 182 3.2. Reflexión Teológica 183 3.3. Lineas Pastorales 184

Síntesis Normativa 185 Anexos (I) Normas sobre las Indulgencias 191 (II) Comunicado de la Conferencia Episcopal Panameña sobre 192

"Fiestas Patronales".

CUARTA PARTE: CARTA APOSTÓLICA DE S.S. JUAN PABLO II A LOS 25 ANOS DE LA CONSTITUCIÓN SOBRE LA SAGRADA LITURGIA. 197-212

Introducción 199 I. Renovación en la línea de la Tradición 199 II. Principios directivos de la Constitución 200

a. Actualización del Misterio Pascual b . Presencia de la Palabra de Dios c. Manifestación de la Iglesia

III. Orientaciones para dirigir la renovación de la Liturgia 203 IV. Aplicación concreta'de la Reforma Litúrgica 204

a. Dificultades b . Resultados positivos c. Aplicaciones erróneas

V. El futuro de la renovación litúrgica 205 a. Formación bíblica y litúrgica b. Adaptación c. Atención a nuevos problemas d. Liturgia y piedad popular

VI. Organismos responsables de la renovación litúrgica 207 Conclusión 209 Notas bibliográficas 209

VOCABULARIO LITÚRGICO 213

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CLAVE DE ABREVIATURAS

C.I.C. Código de Derecho Canónico

D.P. Documento de Puebla

D.V. Del Verbum (Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación)

F.C. Familiaris Consortio (Exhortación Apostólica sobre la Familia)

G.S. Gaudlum et Spes (Constitución Pastoral "La Iglesia en el Mundo de Hoy")

IGMR Instrucción General del Misal Romano

L.G. Lumen Gentlum (Constitución Dogmática sobre la Iglesia)

L.H. Liturgia de las Horas

S.C. Sacrosanctum Concilium (Constitución Pastoral sobre la Liturgia)

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PRESENTACIÓN

El Directorio de Pastoral Litúrgica, que ahora ponemos a la disposición de la Iglesia de Panamá, marca un hito de gran importancia en nuestra renovación post-conciliar.

• Primero: porque, al abordar el Concilio Vaticano II su gran tarea de la renovación de la Iglesia, se percató claramente de que con carácter prioritario, "le corresponde de un modo particular proveer la reforma y el fomento de la liturgia". (SC 1).

^ Segundo: porque el presente Directorio representa el fruto de una larga, amplia y cuidadosa animación de la Liturgia, siguiendo el espíritu y las normas del Concilio y las directrices posteriores de la Santa Sede, en el contexto próximo de Medellín y de Puebla, en la Iglesia de Panamá. Marcaron etapas en este proceso el Directorio de Pastoral Sacramental de 1977 y el primer tomo de este Directorio, todavía expe­rimental, publicado en 1988.

La Conferencia Episcopal Panameña, establece ahora como oficial y obligatorio en toda la República, el presente DIRECTORIO DE PASTORAL LITÚRGICA a partir del Domingo, 7 de Junio, Solemni­dad de Pentecostés. Mientras tanto, en cada Jurisdicción se ofrecerán cursos de estudio sobre el contenido y la aplicación de dicho Directorio, con carácter obligatorio para el Clero (Presbíteros y Diáconos), como también para todos los que ejercen "ministerios confiados a los laicos", y demás res­ponsables, religiosos y seglares. Se aconseja el Directorio como texto funda­mental en todo curso de formación espiritual y pastoral en el País.

La "Síntesis Normativa" con que concluye cada sección del Directorio, cons­tituye la guía próxima para su aplicación. Sin embargo, la praxis provecho­sa de estas "normas", supone y requiere la previa reflexión y conciencia bíblica, teológica, espiritual y pastoral, siempre en el contexto panameño, conforme a la metodología que el mismo Directorio desarrolla.

Cabe señalar aquí que algunos detalles prácticos como, por ejemplo, lo que atañe a "los aranceles", serán determinados para todo el País en el próximo Sínodo Nacional, previsto para 1993. Entre tanto, cada uno debe atenerse a las normas dadas en esta materia en su propia Jurisdicción.

Finalmente, es justo señalar ahora con gran satisfacción la deuda de gratitud de toda la Iglesia de Panamá para con los miembros de la Comisión de Reflexión Teológico Pastoral, (especialmente Monseñor Jorge Altafulla y los RR. PP. Joaquín Cano, C.M.F., y Miguel Keller, O.SA., y la Hermana María Inés González, secretaria), quienes al servicio de la Conferencia Episcopal Panameña, y bajo su dirección, han realizado

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este trabajo tan valioso para la pastoral y la vida espiritual de la Iglesia en Panamá.

Que la Liturgia sea cada vez más para nuestras comunidades eclesiales y para cada uno de los bautizados, "la fuente primaria y necesaria en la que han de beber los fieles el espíritu verdaderamente cristiano'' (SC 14). Sea ella, también, "la fuerza en el peregrinar a fin de llevar a cabo, mediante el compromiso transformador de la vida, la realización plena del Reino, según el plan de Dios". (DP 518)

7a ?y***~~ <k,r'¡fi<9< c~.

+MARCOS G. McGRATH. C.S.& Arzobispo Metropolitano de Panamá

Presidente de la C.E.P.

+ CARLOS Ma. ARIZ, C.M.F. Obispo de la Diócesis de Colón

Vice-Presidente de la C.E.P.

+ JOSÉ LUIS LACUNZA, O.A.R. Obispo Auxiliar de Panamá

Secretario General de la C.E.P.

Panamá, 22 de febrero de 1992

Fiesta de la Cátedra de San Pedro, Apóstol

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PRIMERA IZARTE

INTRODUCCIÓN GENERAL AL DIRECTORIO DE PASTORAL

LITÚRGICA

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- I -

INTRODUCCION GENERAL

INTRODUCCIÓN GENERAL L Naturaleza - Objetivos • Destinatarios

• El Directorio de Pastoral Litúrgica concreta una iniciativa propuesta en la Primera Asamblea Nacional de Pastoral y aprobada por la Con­ferencia Episcopal, en 1983.

• El Directorio pretende ser una ayuda pastoral en orden a renovar y a unificar la vida litúrgica de nuestras comunidades. No es por tanto, un cuerpo legislativo ni un ritual, sí bien incorpora la disciplina litúrgica de la Iglesia universal y determina aquello que la misma Iglesia deja al criterio de las Conferencias Episcopales. Por tratarse de una guía pastoral, el Directorio abre horizontes a la creatividad, tal como está previsto en el Ritual, establece criterios de discernimiento en casos especiales y presenta iniciativas útiles para la renovación de las celebraciones.

• La fuerza vinculante que todas las propuestas del Directorio tiene para el Pastor, debe buscarse en la naturaleza de esas propuestas y en la autoridad de donde proceden.

» • El Directorio pretende alcanzar tres grandes objetivos: a) la renovación de la Pastoral litúrgica, en orden a conseguir cele­

braciones comunitarias conscientes, participativas y transforma­doras de la vida cristiana.

b) la formación de agentes de Pastoral Litúrgica, los cuales hagan po­sible la renovación que se pretende. El Directorio traza las grandes líneas de un programa de formación litúrgica, adaptado a nues­tras necesidades.

c) la unificación de la práctica pastoral. Se trata de un proceso, en el que los objetivos a alcanzar son tan importantes como las normas mismas. Hay, por cierto, unas exigencias normativas para todos, vinculadas a la Fe de la Iglesia y a su disciplina. Hay otras, sin embargo, que varían según las circunstancias y que es preciso "adaptar", con buen criterio pastoral.

• El Directorio está destinado a la comunidad cristiana en general. De un modo particular, se destina a los agentes pastorales: sacerdotes, diáconos, ministros laicos, equipos litúrgicos y a los que están en proceso de formación, para todos estos niveles ministeriales en la Iglesia.

2. Método adoptado • Partimos de la realidad de nuestra práctica litúrgica, en orden a su

renovación.

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Para orientar esta renovación presentamos la reflexión teológica, des­de una perspectiva pastoral, que nos ofrezca criterios de fidelidad a la fe y a la situación de nuestro pueblo. Las lineas pastorales, ofrecen los valores a alcanzar y las normas de la Iglesia, a fin de despertar actitudes e iniciativas creativas. a) Al presentar la realidad, no se pretende hacerlo de forma exhaus­

tiva, ni como fruto de una metodología científica. Nos guiamos por los rasgos más salientes, detectados en Asambleas Pastorales, fruto-de la experiencia. En todo momento se tiene presente la situación social de nuestro pueblo y su incidencia en la esfera reli­giosa, así como la religiosidad popular, tan rica y, a la vez, tan am­bigua: dos aspectos de la realidad pastoral abiertos a ulteriores investigaciones, que se alienta a emprender con la mejor metodo­logía. Se destacan, también, las actitudes más salientes de los agentes pastorales, por su incidencia en la renovación.

b) La reflexión teológica no pretende agotar cada tema, como es pro­pio de la Teología Sistemática. Se destacan aquellos principios teológicos de los que se derivan criterios pastorales, que ayuden a impulsar la renovación que se pretende.

c) Al proponer las lineas pastorales, se privilegian los objetivos a alcanzar, en orden a una renovación en profundidad, así como la normativa y la creatividad legítima, que conducen a las mismas. Para cada sacramento o acción litúrgica se destacan los tres mo­mentos: preparación, celebración y seguimiento.

• El texto del Directorio ha buscado un equilibrio entre lo excesiva­mente esquemático, que requiere ulteriores explicaciones y lo exce­sivamente largo, que volvería poco práctico lo que pretende ser una guía para la acción litúrgica.

3. Aspectos Generales de la Pastoral Litúrgica 3.1 La realidad de nuestra Liturgia:

Nos hacemos esta pregunta: ¿Cómo vive la Liturgia nuestro pueblo? La respuesta no es sencilla. Mirado en conjunto, nuestro pueblo aparece dotado de un profundo sentido religioso de la vida. Los grados de profundidad de esta religiosidad, su relación con la fe cristiana y su expresión litúrgica, varían, si atendemos a los diver­sos círculos de contacto con la Iglesia y de conciencia de perte­nencia a la misma. Sin pretender encasillar la realidad, pueden ayudarnos algunos rasgos característicos de tres círculos de creyen­tes: la religiosidad popular de las mayorías - los cristianos practi­cantes y los grupos activos en Comunidades Eclesiales de Base -Asociaciones y Movimientos. Con frecuencia los rasgos de un círculo los podemos encontrar, en algún grado, en el siguiente. Pe­ro, con sus limitaciones, nos parece que esta clasificación responde a la realidad.

a) La religiosidad popular de las mayorías:

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He aquí algunos de sus rasgos: • No se circunscribe a una determinada clase social, pero aparece

con más relieve en las mayorías pobres y marginadas. • La experiencia de Dios y su expresión, quiere ser católica y, de

hecho, ha asumido los símbolos propios de la Iglesia Católica. • Valora más los sacramentales (bendiciones, procesiones, etc.)

que los mismos sacramentos; y, entre éstos, algunos son más populares que otros. Son mayorltarias las celebraciones del bautismo, primera comunión y ritos funerarios.

• En grado de pertenencia podríamos hablar de marglnalidad eclesial. Sus categorías doctrinales, morales y culturales no coinciden, muchas veces, con la enseñanza de la Iglesia.

• Prevalece la oración de petición referida a necesidades de la vida cotidiana. La devoción a los santos se intensifica en proporción al "poder" que tengan de otorgar favores y no está situada en perspectiva de "imitación". Jesús mismo es visto, con frecuencia entre los santos poderosos.

• En esta religiosidad de las mayorías se aprecian valores muy positivos, entre los cuales hay que destacar: un profundo sen­tido de Dios y de su Providencia; facilidad para la oración; una cierta sabiduría cristiana en la aceptación de las cruces de la vida; acogida y hospitalidad, así como solidaridad en las nece­sidades.

• Las mayorías populares tienen gran capacidad de celebración y de fiesta. Es este un aspecto que puede ser muy positivo, como base de la expresión litúrgica-cristiana, que es celebración y fiesta, por la alegría de la Pascua Liberadora en Cristo. La cul­tura popular de la fiesta, con frecuencia, acusa aspectos nega­tivos, por evasión de la realidad y otros excesos reñidos con la moral cristiana. Dimensión festiva de nuestro pueblo que ha sido, muchas veces, manipulada por otros intereses que no benefician al pueblo.

• Este gran sector religioso viene siendo terreno fértil para el re­clutamiento de las sectas. Dada su poca formación, son fáciles de convencer de que todas las religiones son iguales, o bien, de suscitar, en ellos, prejuicios contra la Iglesia Católica.

b) Los cristianos practicantes: Sus rasgos más característicos son: • Constituyen el porcentaje medio de los que, con mayor o menor

regularidad, habitualmente asisten a la Misa dominical. • Son los sectores de tradición católica practicante, por herencia

familiar, por educación en Colegios Católicos o por haber expe­rimentado, en algún momento de su vida, una cierta conversión por medio de encuentros, convivencias, etc.

• Poseen cierto conocimieno de la doctrina cristiana, con frecuen­cia según la catequesis pre-conciliar.

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• Se adhieren, con devoción, a la jerarquía de la Iglesia. • Son un sector eclesial susceptible de formación, en orden al

compromiso de la fe. • A veces se resisten a la renovación del Concilio, por apego a las

prácticas tradicionales y, con frecuencia, por prejuicios. • Su práctica sacramental y litúrgica tiende a ser individualista. • Se aprecia cierta dicotomía entre su fe y su vida, principalmente

en la dimensión social del compromiso cristiano. • A veces se vuelven sensibles al intimismo de las sectas y son

reclutados por las mismas, debido a la oferta de esas sectas co­mo grupo con relaciones más personales, especialmente frente al anonimato del medio urbano.

c. Loa grupos activos en la Iglesia: . Sus características son: • Experimentan la necesidad de vivir su fe en grupos apostólicos o

en comunidades con fuertes lazos de fraternidad y solidaridad. • La tipología es variada: las asociaciones tradicionales de laicos

que, además de la piedad, colaboran en los servicios parro­quiales; los más recientes movimientos con su mística y proce­so formativo, y los que constituyen Comunidades Esclesiales de Base, con su propio ritmo de crecimiento y compromiso.

• Un común denominador es, que la formación supera las bases recibidas en la niñez y adolescencia y adopta un estilo más adulto y personalizante, con celebraciones litúrgicas vivas y con diversos grados y modalidades de compromiso apostólico.

• Estos grupos, en general, se han enriquecido, en diversos grados, del proceso de renovación del Concilio, de su aplicación para América Latina en Medellín y Puebla y de las opciones y di­rectivas de la Iglesia panameña.

• Los grupos apostólicos, asociaciones, movimientos y Comuni­dades Eclesiales de Base, experimentan sus propios problemas internos y padecen algunos riesgos peculiares. Entre estos mencionamos principalmente dos: en unos, un cierto elitismo cerrado; en otros la tentación de creerse el único modo válido de vivir en Iglesia. Se aprecia también un pluralismo de caris-mas no armónicamente integrados en la Pastoral de Conjunto y una confrontación de mentalidades que dificulta el diálogo al interior de la Iglesia.

Las Actitudes de los Agentes Pastorales: Los Pastores y sus colaboradores, toman diversas actitudes ante esta realidad, que hemos descrito en relación con la Pastoral Litúrgica. Entre las principales destacamos tres: a) Unos polarizan toda su pastoral hacia el culto, la administración

de sacramentos y las devociones populares. Cumplen ritualmente con la renovación conciliar de la Liturgia, pero no la conectan, de

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un modo adecuado, con el Incremento de la vida comunitaria, con la educación progresiva de la fe y con el compromiso apostólico de los feligreses.

b) Otros acentúan la dimensión profético-liberadora de la fe y no aca­ban de integrar la Liturgia en esta línea. Las causas son varias. Unas por dificultades objetivas de resistencias al cambio, otras por no haber ellos mismos madurado suficientemente la dimensión evangelizadora de la liturgia y su potencial transformador de la vida personal, comunitaria y social.

c) Algunos van, poco a poco, realizando la síntesis que quiere la Iglesia entre las áreas de pastoral profética-litúrgica y de transfor­mación de la vida con los valores del Reino. Han optado, con deci­sión, por la creación de Comunidades Eclesiales de Base, prioridad de la Iglesia panameña. Comunidades que se abren progresiva­mente a la integración de la fe con la vida concreta, vivida cerca del pueblo de un modo iñculturado. Parten de los problemas de la gente, de su religiosidad popular purificada que iluminan con la Palabra de Dios, celebran en los Sacramentos y proyectan al com­promiso de liberación integral. Viven en comunión jerárquica, co­mo garantía de una auténtica comunión y participación en todos los niveles.

3.2. Reflexión Teológica sobre la Pastoral Litúrgica: La realidad que hemos descrito, tanto en los círculos de vivencia eclesial como en las actitudes de los agentes pastorales, nos ponen ante cuatro grandes retos, que debemos iluminar, a fin de encarar líneas pastorales de fondo, para la renovación de nuestra liturgia: a) Ante la realidad englobante de la religiosidad popular surge una

doble problemática: el peligro de hacer de los sacramentos ritos semi-mágicos, riesgo que solamente se supera por la catcquesis que los presente como sacramento de la fe. Y el problema de la expresión cultural de la fe que nos llama a una genuina incul-turación popular de nuestra liturgia, para que integre a las ma­yorías del pueblo creyente.

b) Ante el individualismo religioso de muchos cristianos, urge des­tacar el carácter esencialmente comunitario de nuestras cele­braciones y la necesidad de crear comunidades vivientes, en las que las celebraciones de la fe se hacen auténticas expresiones de una vida y de un compromiso.

c) Ante la dicotomía entre fe y vida, liturgia y compromiso, nece­sitamos enmarcar los sacramentos en el gran sacramento de Cristo que continúa la Iglesia, signo e instrumento del Reino de Dios.

d) Ante la desvinculación de la Liturgia de las otras áreas de la Pastoral, debemos iluminar la unidad de la Pastoral de Con­junto, que integra armoniosamente, en el proceso evangeliza­dos las áreas profética-litúrgica y de transformacón de la vida personal, familiar, comunitaria y social.

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Las reflexiones teológicas que siguen pretenden ofrecer algunas pistas de reflexión, que deben pasar a las diversas instancias de formación cristiana, después de asimiladas, por los agentes pas­torales.

3.2.1. Religiosidad -Sacramentos de la Fe- Inculturación: • Lo "mágico" ha sido siempre una dimensión de la vida, que ame­

naza lo religioso auténtico. El estudio de la antropología cultural ayuda a su esclarecimiento. La magia consiste en acciones rituales, realizadas para controlar y poner al servicio del hombre amenazado, fuerzas cósmicas o tras­cendentes. Se caracteriza por una desproporción entre causa ritual y efecto alcanzado.

• Los sacramentos no son acciones mágicas, sino acciones de un Dios personal que interviene en la historia para salvar al hombre y que se actualizan en el rito sacramental, por el poder del Espíritu Santo con la mediación eclesiál.

• No es posible superar la tentación de lo mágico en los sacramentos si no se educa al pueblo en la fe. Debe el agente pastoral relacionar los sacramentos con la Historia de la Salvación. El eje y núcleo central de esa historia de la salvación, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento es la Pascua liberadora. Liberación del pueblo elegido de la esclavitud de Egipto para establecer con él su Alianza. Pascua liberadora, pre-figura de la plenitud liberadora de Dios para todos los hombres, en la Pascua de Jesús -su muerte y su Resurrección para la Nueva Alianza en su sangre, que nos hace Pueblo de Dios.

• Todos los sacramentos, especialmente el Bautismo y la plenitud de la Pascua que es la Eucaristía, son "memoria que hace presente" la Pascua de Jesús así como "primicia de plenitud escatológica" a las que se incorpora el cristiano por la fe y el sacramento.

• La Liturgia -palabra y rito- es la gran mediación eclesiál para la educación de la fe, que es, ante todo, un don gratuito, una revela­ción que supera la capacidad humana.

• La Fe, al mismo tiempo, en cuanto experiencia personal y comu-* nitaria, no se debe presentar como algo meramente conceptual,

sino como un encuentro con esa presencia salvadora de Dios en Cristo, que actúa transformando al hombre por la conversión, asociándolo al proyecto salvador de Dios por el compromiso.

• La Pastoral Litúrgica requiere una fuerte catequesis bíblica, a cuya luz se esclarece la conexión entre las "maravillas obradas por Dios" en la historia, y la salvación que ofrecen los sacramentos, en quien tiene las disposiciones de la fe que actúa por la caridad.

• Ayuda grandemente a comprender la naturaleza de la liturgia una conveniente iniciación a la antropología de la expresión y comu­nicación interpersonal, en palabras, gestos, símbolos y acciones. Toda acción, toda palabra, todo gesto son reveladores de aquel que

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los emite. Son, al mismo tiempo, interpeladores para aquel que los recibe. Son una llamada. De algún modo son también trans­formadores. Todo acontecimiento significativo, todo encuentro in­terpersonal deja huellas y, de algún modo, cambian nuestra vida. Los sacramentos son acciones de Dios que, al mismo tiempo, son signos que, unidos a su Palabra, nos revelan su designio, nos lla­man al cambio de vida, nos transforman con su gracia y nos aso­cian y comprometen con su plan de salvación.

• La inculturación de la fe y de la liturgia tiene su fundamento en el misterio de la encarnación. Dios se revela a su Pueblo en el marco de una cultura determinada, elevando sus expresiones, sus ritos y sus aspiraciones humanas a su plan de salvación. El descenso de Dios al hombre, su entrada en la historia, tiene su plenitud en Jesús, el Verbo de Dios hecho carne. Dios se abaja, en Jesús, a todo lo humano, y lo asume. Se hace igual a nosotros en todo, menos en el pecado, del cual nos redime. Cristo es el Sacramento del Padre. Desciende al mundo del pobre, del oprimido y del pecador, para liberarlo, reconciliarlo con Dios, consigo mismo y con el cosmos, y elevarlo a la nueva condición de los hijos de Dios. Por este mismo camino Jesús evangeliza con el lenguaje del pueblo, con gestos liberadores y con parábolas de la vida cotidiana. Su Encarnación y su Pascua se continúa en la Iglesia sacramento, que nos incorpora al misterio de Jesús a través de los ritos sacramen­tales, tomados de la simbología más simple de la vida popular: el agua que purifica y da vida, el pan que alimenta y convoca en fa­milia, el óleo que consagra, sana y fortalece para una misión, el gesto patriarcal de imposición de las manos para transmitir su­cesión y autoridad. Gestos que Jesús eleva a la dimensión sacra-cramental de su Pascua y que el Espíritu Santo continúa en su Iglesia, para la salvación de los hombres. La Iglesia es fiel a estos ritos venidos del Señor.

• La acción litúrgica es, también, un conjunto de signos y de sím­bolos que realzan los sacramentos y los hacen penetrar profun­damente en el alma de los pueblos. La Iglesia, con su simbología litúrgica inculturada, se constituye en Pedagoga de la Fe. El pro­ceso de inculturación de la liturgia debe, al mismo tiempo, ser fiel a los gestos venidos del Señor y a una disciplina universal en la celebración, como expresión del origen histórico de nuestra fe y del carácter universal de la Iglesia. Pero esto no obsta a la creatividad y adaptación de esta liturgia universal a la cultura de cada pueblo. De un modo ordenado, es preciso enraizar la liturgia en la expresi­vidad propia de nuestro pueblo, en las diferentes etnias, en su es­tilo y aspiraciones más profundas. Las mayorías populares se sentirán más Iglesia y la Iglesia será más adecuadamente Maestra de la Fe en medio del Pueblo.

3.2.2 Individualismo - Comunidad - Liturgia: • El individualismo tiene su raíz en el egoísmo, fuente de todo pe-

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cado y de la falta de solidaridad entre los hombres. El individua­lismo es, también, una manifestación deshumanizante de nues­tra cultura dominante, en una sociedad consumista, competitiva e insolidaria. El medio urbano despersonalizante acrecienta este individualismo y la ideología dominante tiende a legitimarlo.

• Esta situación penetra la esfera religiosa y produce el fenómeno de una religión sin mediación eclesial y una asamblea de culto sin au­téntica relación comunitaria. La Parroquia urbana, con frecuen­cia, se constituye en centro de servicios religiosos, más o menos anónimos, masifica la vida cristiana y dificulta una renovación comunitaria de la liturgia.

• El pastor, como educador de la Fe, debe acentuar fuertemente, que el plan de salvación revelado, afecta a las personas en cuanto in­corporadas al Pueblo de Dios, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. La conversión a la fe incluye la convocación a un seguimiento de Jesús en comunidad.

• Todo sacramento es celebración, fiesta de acción de gracias por las maravillas hechas por Dios con su Pueblo. No hay celebración en principio, sin comunidad. Las mismas celebraciones puramente humanas tienden a restaurar la comunión, reconcilian a la comu­nidad, expresan la identidad más profunda del grupo que celebra y acrecientan esa misma identidad y comunión. De un modo aún más alto y eficaz, deben percibirse estas dimensiones comunitarias en las celebraciones de la Fe.

• Urge, por tanto, en nuestra pastoral, la promoción de comunidades, como ámbito de crecimiento de la Fe de los bautizados, que refuer­ce la familia cuando está en quiebra y cuando la cultura del am­biente se paganiza. La pertenencia eclesial de nuestro pueblo se desdibuja, sin vinculación a comunidades vivas. Una renovación de la liturgia en profundidad, debe tener en cuenta la promoción de comunidades que vivan, alimenten, celebren y difundan su fe, para la transformación del mundo, según el proyecto evangélico del Reino de Dios.

3.2.3. Dicotomía fe / vida - liturgia / compromiso: • El centro del mensaje cristiano es la Pascua de Jesús que es Pascua

del mundo que nos hace pasar de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, de la opresión a la liberación. Esta es la salvación que se hace presente en los sacramentos. Toca, por consiguiente, esta salvación a lo más hondo de la vida humana, su raíz de pecado y de muerte, su aspiración a la plenitud de la vida.

• Una liturgia que no asuma la vida concreta del cristiano en su dimensión personal, comunitaria y social, para llevarla, ilumina­da por la Palabra de vida, a la transformación en la Pascua libe­radora de Jesús, no ha cumplido su más profunda dimensión en el plan de Dios.

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• La liturgia tiene, sin embargo, su propia identidad en relación al compromiso del cristiano. La liturgia está penetrada de gratitud y de alegría que celebra la Buena Noticia de la Salvación. Es, en sí misma, una anticipación escatológica de la plenitud de la salva­ción aún no alcanzada. Es acción de gracias desinteresada y lleva, en sí, una genuina dimensión contemplativa. El compromiso se fortalece en la liturgia, no tanto por exhortaciones morales, cuanto por la experiencia del don gratuito de Dios. La liturgia es el espa­cio de celebración de la nueva vida en Cristo, que va experimen­tando el Pueblo de Dios, en su caminar como peregrino, a la casa del Padre. La vida litúrgica fortalece el compromiso cristiano, por­que fortalece la Esperanza y restaura nuestra debilidad con la gracia y con los dones del Espíritu Santo.

3.2.4. Liturgia y Pastoral de Conjunto: • El Concilio Vaticano II nos enseña que la liturgia, especialmente la

Eucaristía, "es la cumbre a la cual tiende toda la actividad de la Iglesia y, al mismo tiempo, es la fuente de donde mana toda su fuerza" (SC no. 10). Y antes nos recuerda que "por ser obra de Cristo Sacerdote y de su Cuerpo no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia" (SC n. 7).

• La Liturgia, por importante que sea, no agota, sin embargo, la misión de la Iglesia; ni puede realizarse aisladamente de las otras mediaciones eclesiales (SC9). Hay un tiempo anterior que es el anuncio del Kerigma -en testimonio y en palabra- en orden a la conversión a la Fe. Esta Fe se esclarece y madura por medio de la Catequesis, que conduce a la iniciación sacramental del Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Hay un tiempo posterior a la Liturgia que consiste en el compromiso de la caridad que transforma al hombre, en todos los niveles de su vida, personal comunitaria y social. Pablo VI, en la Exhortación Apostólica Evangelii Nun-tiandi, nos invita a superar la desvinculación de las acciones eclesiales, englobándolas todas en la evangelización, cuyo proceso constituye la identidad y la misión de la Iglesia.

• Una verdadera Pastoral de Conjunto, debe poner el acento, no tan­to en su necesaria dimensión organizativa, sino, sobre todo, en es­ta confluencia de las áreas y agentes de pastoral en la misión evangelizadora, unificando estilos, mentalidades y carismas, en la unidad de misión.

3.3 Lineas Pastorales de Conjunto: Presentamos a los agentes pastorales algunas líneas de fuerza que afectan al conjunto de la Pastoral Litúrgica:

• La Pastoral Litúrgica debe insertarse en aquel sustrato comunita­rio que sostiene y hace auténtica la Fe: la familia y la comunidad viva. La familia como Iglesia doméstica, primera educadora de la Fe. Las comunidades cristianas más personalizantes y encarnadas, como son las Comunidades Eclesiales de Base; conforme a las op­ciones prioritarias de la Iglesia panameña.

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• La Pastoral Litúrgica debe estar empapada de la Palabra de Dios dentro de un proceso de educación permanente dé la Fe o de Catc­quesis continuada. Especial relieve debe tener la iniciación cris­tiana, inspirada en el catecumenado restaurado en el Ritual de Bautismo de Adultos. La madurez de este documento de la Iglesia, nos impulsa a ofrecerlo como fuente de inspiración en la forma­ción de los fieles para la liturgia, por su armoniosa y progresiva iniciación a la Palabra de Dios, a los signos sacramentales y a la celebración fructuosa de los sacramentos de la Fe.

• Urge implementar en todas las Parroquias y Comunidades cris­tianas el Equipo de Animación Litúrgica en coordinaicón con los diferentes Equipos de Catcquesis Pre-sacramental. Estos Equipos deberán estar constituidos por miembros de la co­munidad que aporten sus cualidades y carismas a los distintos roles de la liturgia: lectores, monitores, acólitos, cantores, etc. Deben actuar con previa preparación, entrenamiento y mística de su ministerio. La formación de los Equipos de Liturgia y Catc­quesis Pre-sacramental debe obedecer a un plan explícito aprobado por el Párroco.

• La inculturaclón de nuestra Liturgia requiere estudios serlos sobre las características del pueblo panameño en general y. más en par­ticular, sobre la identidad cultural de los grupos afroamericanos y de los pueblos indígenas.

• Créense comisiones diocesanas que presenten a los Obispos, a nivel de Conferencia Episcopal, aquellas adaptaciones e iniciativas de Inculturaclón de la Liturgia, conforme con el ordenamiento de la Iglesia, a este respecto.

• Es imprescindible, en las etapas de preparación, celebración y se­guimiento de la acción litúrgica, el esmerado estudio del Ritual por fidelidad a la Iglesia y por las posibilidades que ofrece la opción de diversas fórmulas litúrgicas, según las circunstancias. Este estudio debe ser previo a cualquier orientación de este Directorio. Las introducciones del Ritual renovado por la Santa Sede, según orientaciones del Concilio Vaticano II, son de gran riqueza teoló­gica y pastoral, fruto de prolijos estudios de los mejores especia­listas y garantía de la pureza de la Fe.

4. Plan General del Directorio: • Con la expresión "Pastoral Litúrgica" se engloba la Pastoral de los

sacramentos y las demás celebraciones que giran en torno a los mismos, se empapan de su espíritu y a los sacramentos conducen, especialmente a la Eucaristía, plenitud de la vida cristiana sacra­mental.

• Las áreas de la Pastoral Litúrgica, siguiendo el método de visión de la realidad, reflexión teológica y líneas pastoral, se distribuye del modo siguiente:

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• SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA - Bautismo - Confirmación - Eucarist ía

• Primera Eucarist ía • Eucaristía a través del Año Litúrgico

• SACRAMENTOS DE RECUPERACIÓN CRISTIANA - Reconciliación - Unción de los Enfermos

• SACRAMENTOS DE INCREMENTO DE LA COMUNIDAD CRISTIANA - Mat r imonio - Ministerios y Orden Sagrado

• LA ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS - Liturgia de las Horas - Devociones populares - Sacramentales

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PRIMERA PARTE:

II

LOS SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

EL BAUTISMO 1.

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LOS SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA

Introducción: La Unidad de los Tres Sacramentos: • Iniciación cristiana es el proceso de maduración de la Fe, vinculado a la

recepción de los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucarisía. • Estos tres sacramentos realizan la plena incorporación del creyente al

misterio de Cristo y de su Iglesia. Todo posterior crecimiento en el com­promiso de la fe remite a estos tres sacramentos como a su fundamento.

• Los tres sacramentos de iniciación forman, entre sí, una unidad diná­mica, de tal forma, que cada uno de ellos está relacionado con el otro. El Bautismo nos otorga el ser cristiano y está intrínsecamente referido a la Eucaristía, alimento del peregrino hasta la plenitud del ser cristiano. La Confirmación, por su peculiar donación del Espíritu Santo, nos ca­pacita para llevar el Bautismo y la Eucaristía a su dimensión de com­promiso adulto.

• La unidad de los tres sacramentos se percibe con toda claridad en la iniciación cristiana de adultos. El catecumenado prepara, al mismo tiempo, para los tres sacramentos, que se reciben ordinariamente juntos, en una sola y gran celebración.

• La iniciación cristiana de niños separa, en el tiempo, la recepción de los tres sacramentos. Este hecho puede haber obscurecido su unidad, la cual la Iglesia exhorta a tener siempre presente, tanto en la preparación como en la celebración de los tres sacramentos.

• Es, por consiguiente, necesario tener en cuenta las razones pastorales que han impulsado a la Iglesia a separar y, aún alterar, el orden crono­lógico de la recepción de los tres sacramentos en la iniciación de los ni­ños. Entre otras razones indicamos las siguientes: a) Razones Teológicas-Pastorales:

La Iglesia ha tenido siempre conciencia clara de que los sacramentos son signos eficaces del don gratuito de la gracia salvadora de Cristo. Al mismo tiempo, ha tenido conciencia clara de que requiere, por parte del sujeto que los recibe la conversión a la fe de la Iglesia. En virtud del primer principio, ya desde los primeros siglos, admitió a los niños al bautismo con la garantía de la fe de la familia y de la co­munidad y con el compromiso de facilitar, cuanto antes, al niño, la educación de la fe, para una adhesión personal a la misma. En virtud del segundo principio tendió, especialmente en Occidente, a retrasar la Confirmación y la Eucaristía hacia el uso de razón del niño.

b) Razones Pedagógicas: La maduración actual de la pedagogía, fundada en la psicología evo­lutiva, ha contribuido a la tendencia pastoral de retrasar la primera Eucaristía a los años inmediatos a la plenitud de la infancia (9 a 12 años). Esta etapa evolutiva del niño se caracteriza por una serena asimilación de conocimientos y de valores, que se reciben, con mucha connaturalidad, del mundo de los adultos. En nuestro tiempo la iniciación a la Eucaristía requiere conocimientos catequéticos más amplios; y no solamente la distinción entre pan natural y pan

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eucarístico y el despertar del sentido religioso del niño. Requiere una iniciación a la Palabra de Dios, a la Historia de la Salvación, a la Asamblea, con participación activa, etc. Parece adecuado retrasar la Confirmación hacia la adolescencia (15 años en adelante) por las mismas razones pedagógicas. La adoles­cencia, entre otras características, es la etapa de redescubrimiento personal de los valores recibidos en la infancia, los interrogantes so­bre el sentido de la vida y de la vocación futura como adulto. Necesita el adolescente, en esta etapa turbulenta, la fuerza del Espíritu Santo, que le dé esclarecimiento y fortaleza en la nueva etapa de compromiso que inicia. Todo esto ha aconsejado el retraso y alteración del orden en la recepción de los dos sacramentos de Eucaristía y Confirmación.

c) Razones Socio-Culturales: Se refieren al hecho universal, en todas las culturas, de ritos de ini­ciación: para el niño que llega al uso de razón, ritos de iniciación consciente a la comunidad a que -pertenece, la cual le muestra en es­tas celebraciones especial cariño y reconocimiento para integrarlo. Para el adolescente, ritos de pubertad que los inician al mundo de los adultos y a los compromisos futuros que lleva consigo. Estos hechos aconsejan la práctica pastoral de asumir estas realidades culturales en la primera Comunión de los niños y en la Confirmación de los adolescentes, a fin de vincular los sacramentos a la vida y educar para una fe encarnada que da respuestas a las necesidades más profundas de esa vida en sus diferentes etapas.

• El presente Directorio mantiene, conscientemente, el orden teológico objetivo de los tres Sacramentos: Bautismo, Confirmación y Eucaristía. Es el orden de la iniciación de adultos. Para el caso de los niños la alteración del orden responde a razones pastorales antes expuestas. Sin embargo, el Pastor tendrá siempre presente el espíritu que brota del orden teológico, ya que la Eucaristía es la plenitud sacramental del cris­tiano. En la práctica, la Eucaristía de los niños no confirmados es una primera iniciación a nivel de niños. Después de la Confirmación es ne­cesaria una segunda iniciación a la Eucaristía, a nivel de compromiso adulto, para el que capacita el sacramento de la madurez cristiana por la donación del Espíritu de Pentecostés. El Pastor debe aprovechar las ocasiones más propicias para esta ini­ciación adulta a la Eucaristía, como son el sacramento del matrimonio, convivencias y encuentros de conversión, sesiones de formación de laicos para el apostolado y otras.

1. EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO 1.1 Realidad:

• La mayoría de nuestros pueblos solicita el Bautismo para sus hijos. Las motivaciones explícitas son, en la mayor parte de los casos, de carác­ter socio-religioso, dentro del substrato católico que caracteriza nuestra cultura.

• No es fácil emitir un juicio sobre los elementos de auténtica fe cristiana.

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que se esconden al interior de expresiones socio-religiosas, a veces no muy exactas teológicamente. Entre las más frecuentes suelen escucharse las siguientes: - el niño estará por el Bautismo más cerca de Dios y crecerá más sano. - por el Bautismo preservamos al niño de males que le pueden venir,

p.e. mal de ojo, etc. - si el niño se muere podrá ir al cielo. - así se ha hecho siempre por tradición. - queremos que sea católico como lo es toda la familia y que más tarde

pueda recibir la primera comunión, etc. • Nuestro pueblo se adhiere, de un modo global, a la fe de la Iglesia. Con

frecuencia esta fe está penetrada de una religiosidad no suficientemente evangelizada.

• El Bautismo de adultos es una excepción en nuestro medio. Es algo más frecuente la petición del Bautismo para niños con uso de razón o para jóvenes. En estos casos las familias tienen un cierto sentimiento de culpa o vergüenza. Sienten haber sido negligentes en sus obligaciones religiosas.

• En algunos sectores populares las sectas están sembrando dudas sobre la legitimidad del Bautismo de niños. Urge esclarecer estas dudas, haciendo cada vez más auténticas las razones que la Iglesia ha tenido, casi desde sus orígenes, para bautizar a los niños antes del uso de la razón.

• La Iglesia más bien está preocupada por la falta de garantías, en muchí­simos casos, para asegurar la futura educación cristiana del niño. Falta de garantía en la famlia, en muchos casos no constituida cristianamente o sumamente deficiente en su vida de Fe. Falta de garantías en el am­biente de opresión y de consumismo, en una sociedad tan alejada de los valores del Reino.

Las mismas Parroquias, con frecuencia, no llegan a estar presentes con su influjo en las mayorías populares, y no aseguran la pertenencia eclesial de sus hijos bautizados.

• Una respuesta a estas inquietudes, a nivel de Iglesia panameña, es la práctica vigente de catequesis pre-bautismal para padres y padrinos. La duración y el modo de impartir estas catequesis es muy variada. En muchas Parroquias se dan una o dos charlas, más o menos rutinarias. En otras se imparten con más esmerada preparación, aprovechando re­cursos pedagógicos, celebraciones comunitarias y otros medios de inicia­ción cristiana.

• Entre los pastores se aprecian dos tendencias: la de aquéllos que están preocupados por uniformar unas exigencias mínimas para el Bautismo, con carácter preceptivo. Y la de aquéllos que ponen el acento en el re­planteo, en profundidad, de toda la pastoral bautismal como se pretende en este Directorio. En todo caso, la Pastoral del Bautismo se experimen­ta como un reto, que afecta a las mayorías del pueblo, al modelo de Iglesia que estamos presentando y a la misma misión evangelizadora.

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1.2. Reflexión Teológica: • La Pastoral del Bautismo es todo un proceso, cuya meta mira a lo que el

Sacramento es y significa en la vida cristiana, sus frutos y sus exigen­cias. Una meta que requiere partir de lo que, de hecho, significa el Bautismo para nuestro pueblo. Decubrlr los valores que encierra la percepción popular del Bautismo. Descubrir sus deficiencias, con frecuencia fruto ae falta de evangelización. En todo caso, valorar la buena voluntad con que nuestro pueblo solicita el Bautismo para sus hijos y ayudarles a explicitar su fe global, suplien­do la evangelización que no han recibido.

• Los criterios pastorales del conjunto de la pastoral bautismal, deben fun­damentarse en tres dimensiones del Bautismo como Sacramento de la Fe: - incorpora al misterio de Cristo en su Pascua. - incorpora al misterio de la Iglesia-Pueblo de Dios. - incorpora al camino de maduración progresiva de la Fe, hacia su ple­

nitud en Cristo.

• 1) El Bautismo nos incorpora al misterio de Cristo en su Pascua: - 'Todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Todos uste­

des fueron bautizados en Cristo y se revistieron de Cristo" (1). - Con frecuencia la gente valora en el Bautismo las nuevas relaciones

que establece, especialmente con los padrinos. Sin descuidar este valor, es preciso ayudarles a descubrir que la gran relación que el Bautismo sella para siempre es con Jesucristo. Ser bautizado, en Cristo, es lo mismo que ser bautizado "en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (2). Jesucristo nos descubre al Padre y nos dona el Espíritu Santo. El bautizado pertenece para siempre a Cristo.

- Jesucristo es el Hijo de Dios. La incorporación a El nos otorga la dignidad de hijos de Dios. No sólo nos llamamos sino que somos hijos de Dios. (3)

- Por el Bautismo entramos en el camino de seguimiento de Jesús, nor­ma suprema de la vida cristiana. (4).

- Por el Bautismo participamos de Jesús Profeta, Sacerdote y Rey (5). - El Bautismo nos incorpora a la Pascua de Jesús. Nos hace pasar del

pecado a la gracia, de las tinieblas a la luz, de la opresión a la libera­ción, de la muerte a la plenitud de la vida. El Bautismo es un nuevo nacimiento, somos en Cristo nueva criatura (6).

(1)

(2)

(3)

Gal. 3. 26-27

Mt. 28, 19: Hech. 8, 16; Rom. 6, 3: 1 Cor. 1, 13-26.

I Jn. 3, 1

(4) Jn. 8, 12: cfr. Ef. 4, 13

(5) 1 Pfedr. 2, 9-10

(6) Rom. 8, 15; Gal. 4, 5; Rom. 6, 1-11

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- La liturgia del Bautismo expresa esta realidad por la inmersión o as­persión del bautizando en el agua purificadora, sepultando al hombre viejo que sale de las aguas como hombre nuevo (7). Otros hermosos ritos significarán la misma realidad; signados con la cruz redentora, renuncia explícita al pecado y al maligno, unción de profeta, sacer­dote y rey, nueva vestidura blanca y cirio pascual. (8)

- El pueblo experimenta el misterio del mal en su vida, los ídolos de muerte que lo destruyen. Aspira a la salvación y a la liberación plena y quiere, para el niño, que va a bautizar, un mundo según los valores del Reino de justicia, de amor y de paz, que le ayude a crecer como hijo de Dios. Este es el Compromiso de su Fe.

2) El Bautismo nos incorpora al misterio de la Iglesia-Pueblo de Dios: - "quien no nace del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el

Reino de Dios" (9). Entrar en el Reino de Dios es entrar en el camino de salvación por el seguimiento de Jesús en aquella comunidad de seguidores que es la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios, Sacramento del Reino. (10).

- El niño que, al nacer, es recibido con amor, en una familia, entra por el Bautismo, en la nueva familia de Dios, que San Pablo llama Cuerpo de Cristo. (11)

- La pertenencia eclesial del bautizado debe concretarse por la vincula­ción e inscripción en una comunidad -la Parroquia- especialmente a través de quienes la representan en orden al crecimiento de la Fe: padres, padrinos y pastores.

3) El Bautismo nos incorpora al camino de maduración progresiva de la Fe hacia su plenitud en Cristo:

- El Bautismo es el primer sacramento de iniciación cristiana. Nos otorga el ser cristiano como una vocación y una tarea en la vida. Es un camino del seguimiento de Jesús. La Pascua de muerte al pecado y vida nueva es un proceso, que dura toda la vida. Por esta razón, el Señor nos dejó la Eucaristía -actualización de la Pascua del Señor-que la Iglesia repite constantemente "hasta que El vuelva" a fin de llevar la vocación bautismal a su plenitud. (12). Es este el momento de recordar los tres sacramentos de iniciación. La Confirmación es la fuerza del Espíritu de Pentecostés que extiende la Pascua al mundo.

- En consecuencia, por el Bautismo, entra el nuevo cristiano en un ca­mino de formación permanente, poniendo las bases en la catcquesis de iniciación cristiana para entrar, después, en la escuela de la Pala­bra, la reconciliación que restaura la gracia bautismal si la hubiere perdido, el crecimiento en la caridad, especialmente "al servicio de los pobres, medida privilegiada, aunque no excluyente, del seguimiento de Cristo" (13).

(7) Rom. 6, 3-4 (8) Cfr. Ritual del Bautismo. (9) Jn. 3. 5 (10) cfr. L.O. n. 1: n. 14

(11) 1 Cor. 12, 11-31; Rom. 12. 4-8.

(12) ICor. 11.26-27 (13) Pueblan. 1145.

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• De esta reflexión teológica y de la realidad de nuestro pueblo, se derivan algunos criterios pastorales en referencia al Bautismo: - A nadie se debe negar el Bautismo si se adhiere, aunque sea de un mo­

do global, a la Fe de la Iglesia. - Cuando esta adhesión viene mezclada con otras motivaciones socio-

religiosas, corresponde al agente pastoral, esclarecer la motivación central de la Fe y ofrecer servicios de evangelización a quienes solici­ten el Bautismo.

- La acogida benévola y el diálogo pastoral, lleno de amor para los que solicitan el Bautismo para sus hijos, es ya el comienzo de evangeli­zación, por la vía el testimonio.

- Si en algún caso, hubiere que negar o diferir el Bautismo, hágase de forma, que no se entienda como legalismo o sanción, sino como au­tenticidad y amor a la verdad, tanto de quien lo solicita como de la Iglesia que lo otorga. La rectitud de conciencia es también camino de salvación para los que no tienen Fe.

- Las exigencias, que actualmente pone la Iglesia para el Bautismo, de­ben motivarse con delicadeza y claridad, de modo que, los que so­liciten el Bautismo, hagan suyas esas exigencias y descubran con ale­gría el provecho que de esas exigencias se obtiene.

- La Pastoral del Bautismo no debe apoyarse solamente en la promesa verbal de padres y padrinos, sobre la futura educación cristiana del niño. Es preciso tratar de hacer eficaz esa promesa, fortaleciendo, dentro de la Pastoral de Conjunto, la Pastoral de la familia, la crea­ción de comunidades cristianas educadoras de la Fe y la promoción de los valores del Reino, en que los hijos de Dios puedan realizarse como personas, amenazadas de ídolos de muerte.

1.3. Lineas Pastorales: 1.3.1. Preparación

• La preparación del Bautismo comienza desde el momento de la petición. Evítese el anonimato burocrático en la inscripción para el Bautismo. Una cordial entrevista del Pastor con los padres del niño es ya una pre­sentación personalizante de la Madre Iglesia y una ayuda para esclare­cer motivaciones y exigencias.

• La primera entrevista es una buena ocasión para concientizar a los pa­dres sobre la elección de los padrinos. Los valores comunitarios que el padrinazgo tiene en nuestra cultura hay que potenciarlos con la toma de conciencia de su misión principal de ayuda en la educación de la fe del niño, juntamente con los padres a los que la Iglesia da prioridad en esta tarea.

• Es obligatoria, para todos, la preparación para el Bautismo. En el caso de adultos es obligatorio el catecumenado. Para los niños, con uso de razón, son obligatorias las exigencias de la ca­tcquesis de primera comunión. Para los adolescentes las exigencias equivalentes a la catequesis de confirmación.

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Para el Bautismo de niños, antes del uso de razón, es obligatoria la catc­quesis pre-bautismal impartida a los padres y a los padrinos. Los objetivos de esta catequesis pre-bautismal son: - La adhesión explícita a la Fe de la Iglesia. Para este objetivo es indis­

pensable una presentación vivencia! y sumaria del kerigma cristiano que invite a la conversión a una Fe viva.

- Una catequesis básica, sobre la naturaleza, efectos y compromisos del Bautismo, que deben asumir los padres y padrinos en la educación cristiana del niño.

- Una iniciación a la celebración del Sacramento, de modo que hagan, con fervor y verdad, las respuestas y la vivencia participada y cons­cientes de los ritos.

• Estos objetivos son difíciles de alcanzar sin un mínimo de tres sesiones. Es muy recomendable que una de estas sesiones se haga en la misma casa del bautizando con la familia presente. La dispensa, en casos muy especiales, se deja al recto discernimiento del Párroco. Es muy conve­niente la unificación del Plan de Pastoral del Bautismo en determinadas zonas o Iglesias particulares, con aprobación del Obispo.

• El tiempo de celebración del Bautismo debe estar fijado, de antemano, en cada parroquia, a fin de estimular la presencia de la comunidad cris­tiana. Hágase habitualmente en Domingo o en su anticipación celebrato-ria del sábado, por ser el día dedicado a conmemorar la Pascua del Señor Resucitado. La solemne celebración del Bautismo en la Vigilia Pascual es, como indica el Ritual, de gran significado como toma de conciencia para el Pueblo de Dios de la vinculación del Bautismo con la Pascua.

• En cuanto al lugar, se debe, ordinariamente, realizar en. la Parroquia propia del bautizando, para significar la incorporación a la comunidad de su crecimiento habitual en la Fe. Fuera de grave y urgente necesidad no se debe bautizar en casas parti­culares, colegios, hospitales o clínicas. En este caso se hará, de ordina­rio, el bautismo de urgencia o "agua de socorro" y después, caso de supe­rarse el peligro de muerte, se completarán los ritos en la Parroquia. El Pastor debe instruir sobre el Bautismo de urgencia y su validez. No se acepten, si no es por motivos serios, bautizar a niños pertene­cientes a otras parroquias. En caso de hacerlo, es requisito la autori­zación del propio Párroco y la verificación de que los padres y los padri­nos han recibido la conveniente preparación.

Dentro del templo se puede bautizar en el baptisterio, si tiene un lugar reservado, o bien en la nave central. El criterio de elección debe tener en cuenta la posibilidad de participación cómoda de toda la comunidad asistente.

• La preparación próxima para la celebración debe hacerse con la mayor diligencia por parte del ministro y del equipo de animación litúrgica, de modo que los fieles perciban, en todos los detalles, y en la solemnidad, la importancia de este Sacramento.

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Estudíense las riquezas variantes del Ritual, a fin de adaptar lecturas e interrogantes a las condiciones de la comunidad que participa en la cele­bración.

1.3.2 Celebración • La liturgia bautismal se realiza en un clima festivo como la liturgia

pascual. Los fieles deben percibir esta alegría en los símbolos, los cánti­cos y todo el estilo de la celebración.

• Es de gran importancia la presencia del Equipo de Animación Litúrgica con sus diferentes roles de lector, monitor, cantores, etc., como en las ce­lebraciones más solemnes.

• La homilía contribuye mucho a crear el clima de celebración. No debe suplir la catequesis ni adoptar un tono moralizante. Su función es conectar la Palabra de Dios con los ritos bautismales y con la nueva vida en Cristo.

• Cuídese la autenticidad y la belleza de todos los elementos de la celebra­ción: cirio pascual, cirios de los participantes, vestidura blanca que recibirá el niño. Es particularmente importante la dignidad y realce que se debe dar a la pila bautismal, fuente de la nueva vida en Cristo.

• Se aconseja hacer la bendición del agua en la misma celebración. La oración de la Iglesia destinada a esa bendición refleja, de un modo com­pleto, el simbolismo del agua a través de toda la Historia de la Salva­ción.

• Instruyase a fotógrafos y camarógrafos para que actúen con la mayor discreción a fin de no entorpecer o distraer de la celebración litúrgica.

• La fiesta de familia con motivo del Bautismo, no debe desentonar, dentro de las sanas costumbres, con el inicio sacramental de la celebración. Es preciso evangelizar las celebraciones populares como una prolongación digna de la celebración litúrgica.

1.3.3 Seguimiento: • El Bautismo es el primer sacramento de Iniciación cristiana. La mayor

preocupación pastoral debe centrarse en proseguir esa iniciación con los demás sacramentos. El objetivo del seguimiento del niño bautizado es mantener el contacto con la familia, de modo que no se diluya, en el anonimato, su pertenencia a la Parroquia.

• Ofrecemos algunas sencillas sugerencias para mantener conciencia de la vinculación a la comunidad parroquial: - Entregar algún recordatorio del Bautismo, bien presentado, con nom­

bre del bautizado, de los padres, padrinos, ministro, fecha, parroquia y un resumen de la Catequesis del Bautismo.

- Anunciar, en la Misa del Domingo siguiente, los nombres de los nuevos bautizados, publicarlos en la hoja o cartelera parroquial. Son recursos que hacen tomar conciencia a la comunidad de su incre­mento con nuevos hijos.

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- Recordar la pertenencia eclesiál, enviando a las familias cartas, con motivo del aniversario del Bautismo de sus niños o en las grandes festividades de Navidad y de Pascua.

- Convocar a las familias con motivo del día de la madre u otras fechas significativas para celebraciones y fiestas comunitarias.

• Recordar la Catequesis de primera Eucaristía y Confirmación con visitas domiciliarias, especialmente a los más alejados de la Parroquia. - Recordar la presencia eclesiál en los centros educativos, de modo que

los niños y los jóvenes perciban que la Parroquia les recuerda y tiene en cuenta en sus iniciativas de formación, celebraciones, etc.

• El seguimiento del Bautismo, por afectar a las grandes mayorías popu­lares requiere todo un plan pastoral cuyo objetivo es la promoción de comunidades eclesiales de base, al cual deben volcarse los movimientos y carismas especiales, cuyo don- específico debe contribuir a la construc­ción de la Iglesia local.

• La pastoral de la familia debe superar un cierto elitismo para abrirse a las mayorías populares.

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SÍNTESIS NORMATIVA

1. En la preparación para el Bautismo, se deben impartir tres sesiones catequéticas a los padres y a los padrinos de los niños que se han de bautizar.

2. Los niños con uso de razón y los adolescentes que solicitan el bautismo, recibirán la catequests bautismal dentro del periodo establecido para la preparación de la primera Eucaristía o para la Confirmación

3. Los adultos que solicitan el bautismo, deben pasar por el Catecumma-do, según el Ritual del Bautismo de Adultos, adaptado según los casos, durante el tiempo que juzgue conveniente el Párroco.

4. Los Párrocos deben instruir a los fieles, en la predicación habitual sobre las condiciones requeridas para ser padrinos del bautismo, de modo que, progresivamente, vayan prevaleciendo los criterios eclesiales sobre cualquier otra costumbre social

5. Los delegados de la Palabra y otros laicos debidamente preparados y aprobados por sus párrocos están autorizados para impartir la catcque­sis pre- sacramental del Bautismo.

6. El criterio fundamental para ser padrino o madrina del Bautismo es el ejemplo de vida cristiana y el compromiso de ayudar a los padres en la educación cristiana de sus hijos.

7. Antes de la celebración del Bautismo, debe el Párroco asegurar las condiciones siguientes:

haberse realizado una entrevista pastoral con los padres y padrinos del bautizando.

tener constancia de que han recibido la catcquesis establecida.

poseer laficha de inscripción para el bautismo con los datos requeri­dos, incluyendo el certificado de haberse inscrito al niño en el re­gistro civü.

Se debe usar en el registro bautismal el mismo nombre con que el niño (a) aparece inscrito en el Registro CiviL

A tenor del Cn. 855 hay que procurar que no se ¡es imponga a los niños (as) un nombre ajeno al sentir cristiano. Esto exigirá una educación a los padres al respecto aún antes del nacimiento desús hijos (vgr. preparación pre-matrimonial).

haber tomado las providencias necesarias para que la celebración se realice conforme se establece en este Directorio, principalmente la

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preparación próxima del ministro y del equipo litúrgico.

8. Establezcan los Párrocos un calendario parroquial del Bautismo, en el cual se indique día y hora de preparación y celebración habituales, algunos domingos al año dentro de la Eucaristía dominical y la noche de ¡a Vigilia Pascual Den a conocer a los fieles este calendario ajin de estimular la participación de la Comunidad.

9. La celebración del Bautismo debe realizarse, salvo justificadas excep­ciones:

en la Parroquia propia del bautizando,

en forma comunitaria,

- . con cierta solemnidad al estilo de Pascua y, en lo posible, con monitores, lectores y canto,

con la máxima participación de toda la Asamblea,

según elformulario del ritual que mejor de adapte a los participan tes,

con el mayor cuidado de la autenticidad y la belleza de los símbolos, especialmente el realce de la pila bautismal, el cirio pascual yelde los bautizados, la vestidura blanca y otros detalles de la celebra­ción.

10. Con permiso del Ordinario (Cn. 861) y aprobación del párroco se pue­de autorizar a los delegados de la Palabra u otros agentes de pasto­ral debidamente capacitados, a celebrar el sacramento del Bautis­mo en áreas rurales cuando lapresencia del ministro ordenado se haga muy difícil o esporádica.

Asegúrese en estos casos que exista una adecuada preparación de los candidatos y que los bautizos se regislrenadecuadamente en los libros parroquiales.

11. El seguimiento del bautismo constituye, en nuestro medio, uno de los mayores retos pastorales, por tratarse, frecuentemente, de mayorías populares que pierden el contacto con la comunidad cristiana y, por consiguiente, con la educación progresiva en la Fe de la Iglesia. Para responder a este reto deben los Párrocos emprender una pastoral global del Bautismo, valiéndose de todas las fuerzas apostólicas de la Parroquia.

12. Ayudará mucho a esta pastoral bautismal realizar una progra­mación de la misma valiéndose de las orientaciones del presente Di­rectorio, entre las cuates es oportuno destacar:

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La reflexión de los equipos parroquiales siguiendo el método del Directorio, aplicado a cada Parroquia, a saber: realidad y percep­

ción popular del bautismo -diagnóstico de la misma a la luz de los principios teológicos- lineas concretas y acciones pastorales.

Tener presente que el gran objetivo de toda la Pastoral del Bautismo encamina a asegurar la experiencia de pertenencia eclesial a través de comunidades vivientes educadoras de la Je.

Téngase en cuenta en toda programación la importancia de la pastoral de la familia, de las comunidades eclesiales de base y del acompañamiento religioso del niño a través de la escuela.

13 Una programación global de la pastoral del Bautismo debe quedar con­cretada en iniciativas creativas que abarquen todas los aspectos indi­cados en el Directorio, de modo que, el niño bautizado, pueda arribar a la madurez cristiana, particularmente a través de los otros sacramen­tos de iniciación y déla inserción comunitaria.

14. Se deben registrar los bautizados en el libro correspondiente de la parroquia, anotando los datos requeridos y bajo ¡afirma auténtica (no facsímil) del ministro que realizó el sacramento.

15. En las charlas pre-bautismales debe crearse en elfiel conciencia de su pertenencia a la Iglesia y de su responsabilidad en el mantenimiento de la misma. La celebración del sacramento puede ser una ocasión para aportar. Pero debe quedar bien claro que el sacramento no se compra ni se vende.

Admisión a la plena comunión de los que ya han sido válidamente bautizados. (1) Señalamos las siguientes normas en lo tocante a la admisión a la plena comunión de la Iglesia Católica de los que ya han sido válida­mente bautizados. 1. Para la admisión de un bautizado en la plena comunión de la Igle­

sia Católica hay que preparar al candidato doctrinal y esptritual-mente, según las necesidades pastorales de cada caso. El candidato debe crecer cada día en la cordial adhesión a la Iglesia, en la cual hallará la plenitud del Bautismo. Evítese equiparar a los candidatos con los catecúmenos.

2. El que nació y fue bautizado fuera de la comunión visible de la Iglesia Católica, ya no debe ser hacer ninguna abjuración de herejía, sino solamente la profesión de fe (Secretariado para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (1967), Directorio nn. 19 y 20).

(1) Cfr. Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos, Segunda Edición, 1984. Comisión Episcopal Española de Liturgia.

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PRIMERA PARTE

II

LOS SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA

LA CONFIRMACIÓN 2.

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2 . EL SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN 2.1 Realidad:

• El Sacramento de la Confirmación no es t an popular como el Bautismo y la Primera Comunión. El pueblo refleja la evangelización tradicional que presentaba este sacra­mento como no necesario para la salvación y, por consiguiente, no era urgente su administración. La oferta de este sacramento quedó vinculada a celebraciones masivas y esporádicas, con motivo de la visita pastoral del Obispo.

• El pueblo, no obstante, permanece abierto a la recepción de la Confirma­ción. La iniciativa y su motivación parten, de ordinario.más de los sa­cerdotes o educadores que de las familias.

• En los últimos años han aumentado las Confirmaciones y se puede pre­ver que cont inuará este incremento. A ello h a n contribuido diversos factores, entre los que cabe mencionar: la catequesis renovada, la toma de conciencia de la vocación de los laicos en la Iglesia y la devoción al Espíritu Santo que extienden movimientos de acentuación carismática.

• Algunos agentes pastorales están relacionando la pastoral juvenil con la preparación, celebración y seguimiento de la Confirmación. La mayoría preparan para la Confirmación con sesiones de Catequesis semejantes a la de la primera Comunión.

• La Pastoral de la Confirmación se ha renovado en la Iglesia con estudios teológicos sobre este Sacramento, realizados a partir del Concilio Vati­cano II. Algunas de estas riquezas se recogen en este Directorio.

2.2. Reflexión Teológica: • El agente pastoral debe tener bien claro el lugar de la Confirmación en el

conjunto de la iniciación cristiana, así como su importancia y los frutos que está llamado a producir este Sacramento. De este modo, irá corri­giendo la idea, muy extendida, de que con el Bautismo y con la primera Comunión, la familia ya cumplió con las obligaciones para con s u s hijos.

• La pastoral de la Confirmación es la ocasión más propicia para ayudar a nues t ro pueblo a pasa r de u n catolicismo devocional y pasivo a u n a fe comprometida, que impulse a la participación activa en la misión evan-gelizadora de la Iglesia. Para lo cual se debe revalorizar la Confirmación como el sacramento de la madurez cristiana.

• Destacamos tres principios teológicos-pastorales que nos pueden ayudar a fundamentar la práctica pastoral de la Confirmación: - La Confirmación madura la Fe del Bautismo y el Compromiso de la

Eucaristía. - La Confirmación es el sacramento que fortalece el compromiso del

laico en su vocación específica en la Iglesia. - La juventud es la edad más propicia para la Confirmación.

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1) La Confirmación madura la Fe del Bautismo y el compromiso de la Eucaristía: - La incorporación a la Pascua de J e s ú s por el Bautismo, inicia u n pro­

ceso que se extiende durante toda la vida del bautizado. No es po­sible ese proceso transformador, sin la donación del Espíritu Santo ya en el Bautismo, como J e s ú s lo otorgó a los apóstoles en las apari­ciones después de la Resurrección. El Señor quiso, además, u n a donación del Espíritu Santo en Pente­costés. Los apóstoles comunican ese Espíritu de Pentecostés por medio de la oración y la imposición de las manos , como u n rito sacra­mental distinto del Bautismo.

- Es u n sacramento que da madurez a la fe bautismal otorgando al creyente una fuerza nueva (1), una mayor inteligencia y firmeza en la Fe (2). Plenitud del Espíritu no solamente para la santificación per­sonal, sino para la edificación del Cuerpo de Cristo (3). Se participa del carácter de testigo de Cristo (4), que atrae nuevos miembros a la comunidad (5). Es como u n nuevo Bautismo en el Espíritu (6).

- El Espíritu Santo madura y fortalece la función profética del baut i ­zado. La unción del Espíritu es peculiar de los profetas como procla­mó J e s ú s en la Sinagoga de Nazaret al comienzo de su misión (7). En esta misión para evangelizar a los pobres y liberar a los oprimidos, tiene necesidad el bautizado de la fuerza del Espíritu Santo, a fin de ser valiente en las persecuciones que le sobrevendrán (8).

- La Confirmación fortalece y lleva a dimensión adul ta la misión sa­cerdotal del bautizado, que vive, especialmente en la Eucaristía, cul­men y fuente de la vida cristiana (9). La Eucaristía nos lleva a la en­trega de la vida, como J e s ú s en la última Cena en el Calvario. La fuerza del Espíritu Santo que recibimos en la Confirmación, capacita para esa plena vivencia de la Eucarist ía y pa ra el compromiso de entrega que de la misma se deriva, alma del servicio por el Reino, q'ue pone en ejercicio la dimensión de realeza del-bautismo.

- El rito sacramental de la Confirmación consiste en la Oración acom­pañada de la signación con de crisma e imposición de las manos, gesto bíblico de consagración para u n a misión.

- El Obispo, ministro ordinario de la Confirmación, significa, con su presencia, plenitud de inserción eclesial, a través del sucesor de los Apóstoles y el Coordinador de todos los car ismas en la unidad de la misión. Cuando es u n Presbítero el que confirma debe explicitarse la delegación del Obispo.

2) La Confirmación es el Sacramento que fortalece el Compromiso del laico en su vocación específica en la Iglesia.

(1) (2)

(3) (4)

(5)

Act. 1, 8; Luc. 24, 49 Jn. 14, 26 y 16, 13.

Ef. 4, 12; 1 Cor. 12. 1-11 Jn . 15. 27

Act. 2, 41

(6) Act. 1, 5 (7) Luc. 4, 16-22

(8) Luc. 12, 11-12 (9) S.C. n. 10

44 .

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- La Confirmación, como los demás Sacramentos, nos incorpora al misterio de Cristo y de su Iglesia. Pero con una incorporación especí­fica que es la madurez del adulto y la fortaleza del testigo.

- La Confirmación nos relaciona, de un modo particular, con Jesús evangelizador, a partir del inicio de su misión pública, por el Bautis­mo en el Jordán y por la proclamación de evangelizador de los pobres y oprimidos en la sinagoga de Nazaret.

- La Confirmación, así mismo, nos inserta en la Iglesia, en su dimen­sión misionera que parte de la donación del Espíritu Santo en Pente­costés.

- La Confirmación es el Sacramento específico del laico comprometido, que asume sus responsabilidades adultas en la Iglesia y se constituye en testigo el Señor, en medio del mundo, para la implantación del Reino de Dios.

• 3) La juventud es la edad más propicia para la Confirmación: - La Confirmación, como don gratuito de Dios, es válida en los niños,

antes y durante el uso de razón. La Iglesia en Panamá ha querido re­trasarla hasta la adolescencia para hacerla más fructuosa y cons­ciente.

- La pedagogía nos enseña que la adolescencia es la edad de las opciones personales; edad de asumir el legado de los adultos de un modo cons­ciente y libre. Es una etapa crítica que repercute en la vida de fe. El joven se vuelve, de un modo madurativo, rebelde y crítico, frente al contorno y frente a todo lo recibido. Quiere descubrir y asumir, por si mismo, todo lo que le han transmitido. La Confirmación asume esta situación de la vida del joven y le otorga, con los dones del Espíritu Sanio, capacidad de discernimiento y fuerza, a la hora de las grandes opciones, las cuales orientarán su futura vocación definitiva.

- En el orden cultural, se da en todas las culturas, religiosas o secu­larizadas, un conjunto de celebraciones y ritos de iniciación del joven al mundo de los adultos. Este es el sentido de la fiesta de los quince años, de las solemnes graduaciones académicas y de otras celebra­ciones. Todo ello significa que el joven entra en sociedad y se inicia en la realidad de la vida adulta. Este hecho cultural lo asume y evangeliza la Confirmación, iniciación adulta a los compromisos de la Fe en la comunidad eclesial.

2.3 Líneas Pastorales. 2.3.1. Preparación:

• Los criterios de admisión a la Confirmación son los siguientes: - Todo cristiano tiene el derecho y el deber de perfeccionar la inicia­

ción cristiana con la Confirmación, en el tiempo oportuno y con las debidas condiciones.

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- La Conferencia Episcopal Panameña ha determinado como tiempo más oportuno la edad mínima de los 15 años. (10).

- En caso extraordinario deben ser confirmados los niños, en peligro de muerte, aún antes del uso de la razón.

- Las condiciones indispensables para recibir la Confirmación, en la Pastoral Ordinaria, son: Haber recibido el Bautismo. Comprometerse a la preparación exigida y estar en gracia de Dios o bien restaurar esa gracia por el Sacramen­to de la Reconciliación.

• El Proceso de formación, previa a la Confirmación, apunta a los objeti­vos siguientes: - Renovar la iniciación cristiana anterior, de un modo más personal y

adulto. - Recibir la catequesis específica sobre el Espíritu Santo y su donación

en la Confirmación. - Ayudar, en cuanto sea posible, al discernimiento vocacional del Jo­

ven, al menos de un modo inicial. - Ejercitar al joven en acciones de compromiso eclesial y social, aun­

que sea de un modo sencillo y pedagógico.

- Preparar para la comprensión y vivencia participativa de la celebra­ción.

• El tiempo de preparación para la Confirmación durará un mínimo de tres meses y, preferentemente, un año.

• La preparación de la Confirmación debe responder a un plan coordina­do entre la Parroquia, los movimientos juveniles cristianos y los insti­tutos educacionales. Estas diversas instancias formativas deben coordinarse a fin de que el joven se inserte, de modo comprometido, al interior de las comunidades cristianas.

• Es muy conveniente que los padrinos de la Confirmación se elijan entre cristianos comprometidos, a fin de que les sirvan de guía y estímulo en la nueva etapa de su vida.

2.3.2. Celebración: • Procúrese que la celebración de la Confirmación se realice al interior de

una Eucaristía, particularmente solemne. En la medida de lo posible, esta celebración debe significar el máximo de plenitud de la Iglesia parti­cular: presidencia del Obispo, representación del Presbiterio y otros ministerios eclesiales, etc.

• Es muy conveniente que, dentro del ritmo prescrito de la celebración, se inserten testimonios de vida y compromiso público de los Confirmados, a fin de significar, de un modo más vivo la adultez del confirmado en la Iglesia.

(10) Normas particulares complementarias al C.I.C. Panamá 1987, n. 10, pg. 45.

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La renovación de las promesas del Bautismo y la Eucaristía, hacen de la Confirmación la recapitulación del proceso de iniciación cristiana, en el caso de jóvenes ya bautizados y que recibieron en la niñez la primera Comunión.

2.3.3. Seguimiento: El seguimiento posterior a la iniciación cristiana es la educación per­manente de la fe, particularmente a través del Año Litúrgico. La vida de compromiso cristiano de los confirmados se sostiene y potencia por la inserción en pequeñas comunidades, en el ejercicio de ministerios y servicios concretos y en movimientos apostólicos más especializados. En atención a la promulgación de la adolescencia en la vida moderna y la peculiar atención que requieren los jóvenes, el seguimiento de los con­firmados se asegura, más en particular, insertándose en movimientos o grupos juveniles parroquiales o especializados en medio obrero, rural o estudiantil. Se sugiere crear programas concretos de voluntariado juvenil para tareas eclesiales, sociales o misioneras. Este voluntariado debe realizarse se­gún un plan que incluya la conveniente preparación, duración, entrena­miento y ejecución con la correspondiente evaluación. Estas experien­cias cualificadas marcan la formación del joven para el compromiso cristiano y, con frecuencia, son el camino más apto para discernir y asumir una vocación definitiva en la Iglesia y en el mundo.

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SÍNTESIS NORMATIVA

Debe ofrecerse la Confirmación a todos los bautizados, co­mo sacramento de iniciación cristiana, a fin de fortalecer la vo­cación apostólica de los mismo con el don del Espíritu Santo.

Se debe otorgar el Sacramento de la Confirmación conjuntamen­te con el del Bautismo cuando se trate de adulto. En estos casos, los Párrocos y Vicarios Parroquiales debidamente nombrados ad Omnia" tienen ipsofacto la facultad de confirmar, debiendo auisar a la respectiva Curia, de la recepción del adulto en la Iglesia y de la Confirmación que se ha conferido con los datos pertinentes.

Los Párrocos y Vicarios Parroquiales están facultados por derecho para confirmar a los gravemente enfermos como puede entenderse lo mismo que se entiende para la celebración de la Unción de los Enfermos.

Las exigencias para la Confirmación son:

haber recibido el Bautismo, haber participado, en algún grado, en la comunidad cristia­na, haber cumplido los 15 años de edad, haber recibido la preparación establecida, estar en gracia de Dios o haberla restaurado por el sacramen­to de la Reconciliación.

La preparación para la Confirmación durará seis meses como mínimo y, preferentemente, un año, usando para ello el curso elaborado por el Departamento de Formación Cristiana, "En Co­munidad Cristo me confirma en al Fe".

Los objetivos de la catequesis de Confirmación son:

renovar, de modo más personalizado, la iniciación cristiana recibida anteriormente. recibir la catequesis específica sobre el Espíritu Santo. iniciar al confirmando para su vocación apostólica en la Iglesia y en el mundo.

Los padrinos de la Confirmación se elegirán, preferentemente, en­tre laicos que sirvan de testimonio al compromiso apostólico del confirmando.

Los Párrocos harán las conexiones necesarias con la familia y con el Colegio, a fin de coordinar con los mismos la preparación de los jóvenes para la Confirmación. El programa de las parroquias

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se inspirará en la iniciación catecumenal ayudándose de algún grupo especializado y del apoyo de los grupos juveniles más comprometidos.

8. La celebración de la Confirmación se realizará:

en la Iglesia Catedral, en la propia iglesia parroquial o en sus iglesias filiales.

se permite, a modo de excepción, en aquellos Colegios en que, previo discernimiento, se asegure una mayor participa­ción de la Comunidad.

con la presidencia del Obispo, como ministro ordinario o bien de su Vicario o Párroco expresamente delegado.

dentro de la Eucaristía, particularmente solemne y con parti­cipación del pueblo de Dios.

con signos que manifiesten la incorporación adulta del confir­mando en la Iglesia, como son la proclamación de la Palabra, las ofrendas, el testimonio de su compromiso apostólico y otros, adaptados en cada lugar.

con el relieve festivo propio de la Confirmación, por lo que se debe evitar unirlo a la celebración de las fiestas patronales.

en grupos no excesivamente numerosos afín de que su du­ración no fatigue a la comunidad.

9. El seguimiento de los confirmandos se debe asegurar:

por laformación permanente a través de cursos específicos para laicos.

por la participación en la Eucaristía dominical

por la inserción en comunidades eclesiáles de base,

por la participación en grupos juveniles, asociaciones y movi­mientos apostólicos.

por la participación en servicios sociales.

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PRIMERA PARTE

II

LOS SACRAMENTOS DE INICIACIÓN CRISTIANA

LA EUCARISTÍA 3.

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3 . EL SACRAMENTO DÉLA

EUCARISTÍA

3.1. LA PRIMERA EUCARISTÍA:

3.1.1. Realidad

• La primera Comunión de los niños constituye una celebración muy po­pular en nuestro medio social. Moviliza las familias, las instituciones educativas y las Parroquias. . Se crea un clima de mucho afecto a los ni­ños, y con frecuencia, remueve la conciencia de padres de familia acaso alejados de la Iglesia.

• Nuestro pueblo tiene ya asimilado el hecho de que la primera Comunión requiere una larga preparación. La Catequesis se asocia a los niños y a la Comunión.

• El grado de renovación de la Catequesis se mide por el modo de preparar a la primera Comunión. Es casi la única Institución tradicional de edu­cación algo sistemática de la fe. La gama de estilos es muy variada. Des­de la Catequesis elemental de preguntas y respuestas, con alguna explica­ción, hasta los métodos más actualizados en algunas Parroquias y Cole­gios. La Iglesia panameña ha hecho esfuerzos notables para promover la Catequesis renovada a nivel escolar y de primera Comunión. Existe, sin embargo, gran insatisfacción sobre su implementación popular masi­va.

• Existe gran disponibilidad entre jóvenes de ambos sexos para ser cate­quistas de primera Comunión. Es un apostolado que tiene un prestigio social equivalente al de los maestros y maestras. Esta facilidad se ha utilizado, muchas veces, sin dar a los que se ofrecen una seria prepa­ración.

• Constituye una preocupación pastoral el hecho, muchas veces constata­do, de que los adultos afirman que su última confesión y comunión data del día de su primera comunión de niños. Algunos párrocos han ini­ciado una pre-catequesis, uno o dos años antes de la catequesis de la Pri­mera Comunión; y muchos están Implementando la catequesis de per­severancia o continuada hasta conectarla con la preparación a ls ~"-on-firmación. Las familias tienen la idea de que con la primera Comu; :'vu del niño concluyeron sus obligaciones religiosas para cor sus hijos.

• La concentración de la iniciación cristiana, casi exclusivamente en la preparación a la primera Comunión, constituye un gran reto pastoral, solamente superable con un plan orgánico para los tres sacramentos de iniciación.

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3.1.2. Reflexión Teológica: • No se pretende partir de una Teología completa del misterio de la Euca­

ristía. Se destacan tres aspectos fundamentales, que iluminan la prepa­ración y celebración de la Eucaristía, dentro de la perspectiva de la ini­ciación cristiana: - La Eucaristía como suprema acción de gracias - La Eucaristía como sacrificio - La Eucaristía como Comunión.

• 1) La Eucaristía como suprema Acción de Gracias: - Entre los nombres de la Cena del Señor, vinculada al misterio salva­

dor de la Cruz, ha prevalecido el nombre de Eucaristía, que significa acción de gracias. La acción de gracias es la respuesta primera del hombre a los dones y bendiciones de Dios. La Eucaristía es el supremo don de Dios al hombre y la suprema acción de gracias del hombre a Dios. La suprema bendición del mun­do es Jesús -Dios con nosotros- que el Padre ha enviado para nuestra salvación. Jesús- Hombre, en cuanto responde plenamente al Padre, por toda la humanidad, es la suprema acción de gracias.

- El niño experimenta en la celebración de la primera Eucaristía afecto sensible de la familia y de la comunidad. Es el momento propicio para despertar en él, gran aprecio del amor y del don de Jesús mismo en la Eucaristía y despertar también, en él, sentimientos de acción de gracias por ese Don.

- La Catequesis debe iniciar al niño en el sentido bíblico de la ben­dición, que es un "decir bien" para alguien y hacer eficaz ese bien. El decir de Dios, su Palabra, trae la creación del mundo y del hombre, la promesa de un Salvador cuando el hombre cae en pecado, y la encar­nación de su Palabra, que es Jesús. Su palabra eficaz es bendición, quedándose en el pan y vino consa­grados, para actualizar su muerte redentora y para crear la comuni­dad de amor que es la Iglesia. La Pascua de Jesús, que hace presente la Eucaristía, es la suprema bendición de Dios para los hombres. Por eso Jesús es el "bendito que viene en el nombre del Señor", y María "bendita entre las mujeres" porque en ella está el "fruto bendito de su vientre Jesús" (1).

- El niño debe aprender a leer los beneficios de Dios en su vida -bendi­ciones que culminan en este supremo don de Jesús en la Eucaristía. Es una sencilla y primera lectura de la Historia de la Salvación en su propia vida.

- Jesús, al instituir la Eucaristía "toma la copa de la bendición" (2) y pronuncia la acción de gracias al Padre. Toda la liturgia de la Euca-

(1) Luc. 1, 39-45

(2) cf. Mt. 26. 26-29; Le. 22, 15-20; 1 Cor. 11, 23-25.

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ristía está formulada como una gran acción de gracias o alabanza al Padre por Jesús. La misma institución de la Eucaristía en el rito eucarístico está narrada dentro de una anáfora o acción de gracias, que abarca los grandes momentos de la Historia de la Salvación que culmina en la entrega salvadora en la cruz.

- De todos los sentimientos religiosos populares, ninguno se halla tan cercano a la Fe y tan susceptible de evangelización como el senti­miento de acción de gracias. El pueblo siente la Eucaristía como el culto de su Fe y, con frecuencia, pone sus sentimientos de acción de gracias por favores recibidos de Dios, en la celebración de la Euca­ristía. A esta realidad religiosa, asumida en la Fe, debe iniciarse al niño en la primera Eucaristía.

• 2) La Eucaristía como Sacrificio: - El sacrificio es una de las dimensiones fundamentales de toda actitud

religiosa. Es, como indica el nombre una "acción sagrada", es decir en relación explícita del hombre con la divinidad. Tiene una dimensión de muerte, porque brota del pecado, raíz de toda muerte; y una dimen­sión de vida, porque brota del amor que se entrega muriendo al egoís­mo, raíz de todo pecado y superación del mismo.

- El niño experimenta una primera toma de conciencia de la distinción entre el bien y el mal moral, entre el egoísmo y la generosidad, entre el sufrimiento y la felicidad. El misterio de la cruz de Jesús que actualiza la Eucaristía, que es el supremo sacrificio concreta, en si mismo, lo más negativo del pecado, que lleva a la muerte y lo más positivo del amor de entrega, hasta el sacrificio que supera el pecado y la muerte y da la vida. Hay que iniciar al niño en la comprensión de la raíz del mal del mundo, que es el pecado y la muerte, reflejados en la Cruz de Jesús y en la cruz de tantos hermanos que sufren por la injusticia. Al mismo tiempo, en la Cruz de Jesús se da la superación del pecado y de la muerte, por el amor de entrega. "Este es mi cuerpo que se entrega". "Esta es mi sangre que se derrama para la salvación".

- La Eucaristía lleva, en sí, alusiones a los sacrificios del Antiguo Tes­tamento, pre-figura del sacrificio de Jesús, como el cordero pascual en relación a la liberación de Egipto, el pacto de la alianza con sangre, etc. El niño debe iniciarse en esta simbología bíblica, para una mejor comprensión del lenguaje de la liturgia eucaristica.

• 3) La Eucaristía como Comunión: - Esta dimensión de la Eucaristía se debe destacar de un modo muy es­

pecial. Es la más comprensible: reunir en torno a la mesa de familia es un signo de reconciliación y de comunión. La Eucaristía establece la comunión de los hermanos entre sí y con el Padre, a través de la comunión con Jesús. "La copa de bendición que bendecimos no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que compartimos no es comunión con el Cuerpo de Cristo? Porque aún siendo muchos

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formamos un solo pan y un solo cuerpo, puesto que todos participa­mos del mismo pan". (3)

- La comunión con Jesús Eucaristía, cuya intimidad es preciso destacar, es, al mismo tiempo, comunión con los hermanos, Cuerpo místico de Jesús, comunión con la Iglesia. La participación en la Eucaristía no llega a su plena autenticidad, hasta el momento que se prolonga en el amor al prójimo, en el compromiso con la just icia y el amor que va aún más allá, reconciliando y perdonando.

- La Eucaristía la realiza la Iglesia, pero, al mismo tiempo, la Eucaris­tía realiza a la misma Iglesia, como misterio de comunión en Cristo.

- El mismo Reino de Dios tiene en la Eucaristía su anticipo escatoló-gico. La comunidad cristiana, descrita en los Hechos de los Apostóles, está centrada, al mismo tiempo, en la comunidad de amor y de bienes -anuncio del Reino que esperamos- cuya fuente y centro es la Euca­ristía. Supremo testimonio de unidad, para que el mundo crea. (4).

3.1.3. Lineas Pastorales: 3.1.3.1. Preparación:

• La experiencia pastoral viene mostrando que una adecuada preparación es imposible darla en un año por lo que se sugiere que el mínimo de tiempo requerido sea preferiblemente dos (2) años. En esta catequesis es urgente que se involucren los padres que son los primeros responsables de la educación de la fe de sus hijos.

• El contenido y la pedagogía de la catequesis previa a la primera Comu­nión debe responder al Plan elaborado y aprobado por la Conferencia Episcopal Panameña.

• Dentro de este plan, deben destacarse los roles combinados de la familia, el Colegio y la Parroquia. Con frecuencia los niños son los mejores evangelizadores de sus padres y cuando los padres mismos colaboran como catequistas de sus hijos, se consiguen grandes frutos en la evan-gelización del hogar.

• La formación de catequistas, que con tanta facilidad se ofrecen en nues­tro medio, constituye uno de los objetivos más eficaces de la renovación pastoral de la primera Eucaristía de los niños.

• Los objetivos de la Catequesis de la primera Eucaristía son: - La adhesión del niño a la persona de Jesús, con los conocimientos

fundamentales de la Fe, adaptados a su edad. - La iniciación a la Asamblea Eucarística: presencia de Jesús en la Pa­

labra, en los hermanos y, especialmente a la presencia real en el Sa­cramento del Altar, así como la iniciación a las posturas, respuestas y cánticos.

(3) 1 Cor. 10, 16-17 (4) Jn. 17, 21

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- Formación fundamental de la conciencia moral y progresivo mejora­miento de la conducta.

- Formación en la fraternidad, servicialidad y reconciliación con los demás.

- Que el niño, ayudado de sus mayores, prosiga después el proceso de iniciación cristiana.

• Estos objetivos deben ser, periódicamente evaluados, en el tiempo de pre­paración, de forma que las familias comprendan que no se trata sola­mente de asimilación de conocimientos, sino de un proceso de cambio progresivo de vida.

3.1.3.2. Celebración • Antes de la Celebración de la primera Eucaristía se debe iniciar a los ni­

ños en el Sacramento de la Reconciliación, tanto con celebraciones comunitarias, como especialmente, con la confesión personal. Esta ini­ciación se deberá hacer al término del primer nivel de la catequesis de primera Comunión, de manera tal que el niño capte la realidad propia de la Confesión - Penitencia y de la Eucaristía. Unas semanas antes de la primera Comunión, se puede realizar una segunda celebración de la Peni­tencia con confesión personal. Esto evitará las prisas y nerviosismos en vísperas de la primera Comunión.

• La experiencia que el niño tenga de esta primera confesión es de gran im­portancia para su futuro. Requiere, en el ministro especial delicadeza, revelando la paternidad de Dios y la alegría de la reconciliación, tan necesaria para el adulto, cuando el pecado haga mayores estragos en su vida.

• La celebración de la primera Eucaristía, tan solemne y festiva en nuestro medio, debe dejar profunda huella en la vida del niño. Cualquier detalle es muy significativo. Deben tomar conciencia las familias de una cierta sobriedad, donde los valores esenciales quedan bien patentes, alejándose de todo lo que suponga vanidad social, diferencias que ofenden a los po­bres y otros signos que distraigan al niño de la alegría religiosa del en­cuentro con Jesús y con la comunidad cristiana.

• La primera Eucaristía conviene, de ordinario, celebrarla en la Parro­quia, aunque su preparación se haya realizado en el Colegio. Es la comu­nidad permanente, aún después del tiempo escolar, a la que queda ligado el niño. En el caso de Colegios interparroquiales puede ser aconsejable celebrar la primera Eucaristía en el mismo Colegio, como comunidad educativa. Cuídese, en este caso, de destacar en la catequesis la vincula­ción del cristiano a una comunidad parroquial, y en lo posible, sería conveniente alguna presencia posterior para presentar a los niños a la comunidad parroquial en alguna Misa inmediata de Domingo.

• Procúrese no hacer celebraciones demasiado masivas. La devoción popu­lar por determinados días, puede entorpecer una celebración que debe ser personalizante y muy cuidada en los detalles.

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• Cuídese que fotógrafos y camarógrafos sean previamente instruidos y ensayados para que no perturben la celebración ni distraigan a los niños de lo más importante. 3.1.3.3. Seguimiento:

• Una bien programada pastoral de ia infancia, con recursos pedagógicos acomodados a su edad, fortalece la catequesis continuada especialmente la perseverancia en la asistencia.

• Se recomienda implementar en las Parroquias las Misas de niños con­forme al ritual propio publicado por la Santa Sede. De este modo se ga­rantiza mejor la perseverancia de los niños a la Misa dominical y su más fructuosa celebración.

&2. LA EUCARISTÍA A TRAVÉS DEL AÑO LITÚRGICO:

3.2.1. Realidad: • Una de las expresiones de la identidad cristiana es la participación asi­

dua, consciente y fructuosa en la Eucaristía del Domingo. Es una nota característica de los llamados "cristianos practicantes". ¿Cuál es nuestra realidad sobre el número y calidad de estos cristianos?

• Otro dato a tener en cuenta, es la situación de las comunidades, particu­larmente rurales, que carecen de Eucaristía dominical por escasez de sacerdotes o por aislamiento geográfico. En muchas se celebra la Pala­bra por el ministerio de los laicos. El proceso de evangelización y el compromiso de estas comunidades está exigiendo ya la Eucaristía domi­nical. Es todo un reto que estimula la pastoral vocacional y, para muchos, un planteo de fondo sobre el modelo de ministerio vigente.

• De todos los cambios que ha traído el Concilio Vaticano II, el más visible y universal, es la reforma en el modo de celebrar la Eucaristía. Cual­quiera que compare una Eucaristía dominical de hace 25 años con la actual, aprecia el gran cambio operado. En Panamá se han realizado to­dos los cambios queridos por el Concilio y la legislación litúrgica pos­terior, con general aceptación y provecho. Se puede constatar, todavía, deficiencias en el modo de aplicar y vivir la reforma litúrgica, entre las cuales podemos mencionar: - el ritualismo, es decir, el cumplimiento literal de las nuevas rúbri­

cas, sin atender a su espíritu y sentido pastoral.

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- la rutina, que no atiende a la variedad de fórmulas que sugiere el mismo Ritual y, menos a ú n a la creatividad que insinúa en muchos

. casos. - ciertas libertades litúrgicas realizadas, en algunos casos, sin criterio

de fidelidad eclesial o fruto de subjetivismo del celebrante. - falta de preparación del presidente y demás ministros. - En esta línea, notable deficiencias en la predicación de la Homilía y

ausencia de Equipos de Liturgia. - la ausencia de Catequesis de adultos sobre la Eucaristía y su conexión

con la vida asumida como compromiso de Fe. • Los t iempos litúrgicos se cumplen, conforme está prescrito en el Misal y

Leccionario. El sustrato católico de nues t ra cultura, fruto de la evange-lización tradicional, ha dejado, en las mayorías de nues t ro pueblo, especial sensibilidad para los tiempos fuertes de Semana Santa, Navidad y festividades del Señor y de la Santísima Virgen María. Todavía tiene aún menos relieve popular la Pascua que el Viernes Santo.

• El Calendario litúrgico, fruto del Concilio, es de u n a gran riqueza teo­lógica y pastoral . Asumido con la jerarquía de fiestas que presenta , sería la más potente educación de la Fe para nuestro pueblo, tan sensible a la fiesta y a la celebración de los acontecimientos. Existe, a este res­pecto u n grave problema pastoral: la superposición de calendarios festi­v o s . Al lado del calendario oficial de la Iglesia, existen múltiples ca­lendarios: el propio de la religiosidad popular, el cívico - patriótico de repercusión escolar, el coyuntural de conmemoraciones a nivel nacional e internacional, el de la sociedad de consumo, que inventa fechas para promover ventas, etc. Todo esto sería normal si no llevara consigo dos características, que el Pastor debe tener muy presentes: el gran despliegue publicitario, por todos los medios de comunicación y las características de nues t ra gente, de comenzar toda celebración, de cualquier naturaleza, con algún acto religioso, muy part icularmente con la Eucarist ía. Ele­mento con aspectos positivos y aspectos negativos, que requieren u n gran discernimiento pastoral . Con frecuencia se man ipu la lo m á s sagrado de nues t ra Fe como es la Eucaristía o se neutraliza la evangeli-zación y el sentido cristiano de la fiesta, la jerarquización de las mis­mas , quedando obscurecidos o eliminados otros aspectos fundamentales de la vida cristiana.

• Los agentes pastorales fluctúan ante estos hechos: unos se dejan llevar por los acontecimientos y van haciendo lo que se pide en cada caso, sin especial discernimiento. Otros se cierran a un puri tanismo litúrgico que los aleja de la vida de la gente. Algunos t ra tan de discernir, creativa­mente, e in tentan nuevos caminos. No siempre aciertan, con frecuencia por no pararse a u n a reflexión más profunda y participativa, (especial­mente con los agentes pastorales más cercanos) sobre el sent ir de la Iglesia y de la cul tura popular.

• Una realidad, m u c h a s veces comentada, a nivel eclesial y a nivel social, es el hecho de que n inguna institución moviliza semanalmente t a n t a gente como la Iglesia en el culto dominical. Movilización que, año t ras año, debiera comportar frutos m á s patentes de cristianos catequi-

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zados y comprometidos en la construcción de una sociedad más cercana a los valores del Reino de Dios. ¿Por qué no logra todo este efecto? ¿Acaso la liturgia dominical congrega a las personas de menos influen­cia en la construcción de la sociedad? ¿O nuestras liturgias no conec­tan la Palabra de Dios con la vida y la entrega de Jesús con la entrega del cristiano, para la salvación o liberación integral? ¿Qué frutos produce la proclamación de lo más significativo de la totalidad de la Biblia, en los ciclos A, B y C del Año Litúrgico? Que deficiencias tiene nuestra predicación y cómo la asimila la Asamblea Cristiana?

3.2.2. Reflexión Teológica: Destacamos algunos aspectos teológicos-pastorales, que nos pueden ayudar al discernimiento de estas situaciones. Están inspirados en la misma reforma conciliar de la celebración de la Eucaristía y de la estructura actual del Año litúrgico:

1) El Domingo, celebración semanal de la Pascua. 2) La estructura de la celebración de la Eucaristía. 3) La Pascual anual, eje del Año Litúrgico 4) Toda celebración de la vida, integrada en la celebración de la Pascua

del Señor. • (1) El Domingo, celebración semanal de la Pascua: • En sus orígenes, la Eucaristía está intrínsecamente ligada al Domingo,

primer día de la semana. Pronto la primitiva comunidad tuvo concien­cia del nuevo culto cristiano, con clara distinción del culto sabático de la Sinagoga, que se realizaba el sábado, último día de la semana. Es la con­memoración de la Resurrección del Señor, el primer día de la semana. Por ello es el día del Señor cuya Pascua actualiza la Eucaristía. Así se percibe en la mayoría de los textos del Nuevo Testamento que aluden al primer día de la Semana y, al mismo tiempo, a la reunión de la Comu­nidad que celebra la Eucaristía. Los evangelistas destacan las apari­ciones del Señor a los discípulos el primer día de la semana, con alusiones eucarísticas y litúrgicas, con lo que fortalecen la práctica de la Eucaristía dominical de la primera comunidad, a la que van dirigidos los Evangelios.

• Este hecho de la vinculación de la Resurrección con la Eucaristía y con su celebración el primer día de la semana, ha hecho reflexionar a los creyentes, vinculando nuestro culto de la Nueva Alianza con el inicio de la creación y con el inicio de la nueva creación, porque es el día de la Resurrección de Jesús, primogénito de la creación. Del mismo modo, la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés se realiza el primer día de la semana, inicio de la misión de la Iglesia. Los Santos Padres la relacio­naron con la creación consumada en la escatología, como día primero de la semana que no termina, y llaman al domingo día octavo, porque es el día definitivo que no se repite y que pre-anuncia ya la Eucaristía.

• En resumen, el Domingo implica dar las primicias para Dios por el culto de la Nueva Alianza, la consagración del tiempo al Señor de la historia -día del Señor- y la primacía en la vocación del hombre para la ala­banza, la fraternidad -día de la comunidad- y la libertad a que aspira-

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mos con la capacidad de elegir, el día de descanso, en la gratuidad de la contemplación, el contacto con Dios, con los hermanos y con la natura­leza. Es la meta a que tiende el trabajo de la semana, el recuerdo del sen­tido de la vida y de la lucha de cada día desde el comienzo de la semana.

2) La estructura de la celebración de la Eucaristía: Los frecuentes defectos de ritualismo, rutina, falta de participación fruc­tuosa, solamente se superan si los agentes pastorales penetran el espíritu y la intención de la Iglesia en la estructura actual de la celebración de la Eucaristía. Las líneas pastorales tendrán en estas reflexiones su funda­mento: a) Los ritos de apertura:

"Los ritos iniciales de la Misa tienen como finalidad el hacer que los fieles, convocados por Dios, y reunidos en el nombre del Señor cons­tituyan una comunidad de fe, y se dispongan a escuchar la Palabra de Dios y a celebrar la Eucaristía" (5).

- El hecho de estar juntos en el templo, no constituye, automáticamen­te, a los asistentes en asamblea, expresión máxima de Iglesia. Es pre­ciso motivar sobre los valores esenciales que nos constituyen en asamblea: "en el nombre del Señor" - "convocados por Dios", "comu­nidad de fe". Este es el espíritu de los saludos e introducciones. Tan importante a la hora de purificar las motivaciones de muchos asis­tentes a la Eucaristía.

- La Asamblea exige la conversión. De aquí el rito penitencial al inicio de la Eucaristía. "Convie'rtanse y crean en el Evangelio" (6). La Iglesia, que expresa la Asamblea es santa y está siempre necesitada de purifi­cación. Reconciliación con Dios y con los hermanos, "antes de pre­sentar la ofrenda sobre el altar" (7). Conversión que nos dispone a escuchar la Palabra, absoluto de Dios, que requiere el silencio de toda otra palabra humana, ídolo o ideología.

- La Eucaristía es acción de gracias al Padre por Jesús y alabanza su­prema del hombre y de la creación. De allí los himnos de gozo y ala­banza y la oración colecta, que ponen a la Asamblea en un clima gozoso de celebración.

b) La Liturgia de la Palabra: "Las lecturas tomadas de la Sagrada Escritura con los cantos que se intercalan, constituyen la parte principal de la liturgia de la Palabra. La Homilía, la profesión de fe y la oración universal u oración de los fieles, la desarrollan y concluyen. En la lectura, que luego desarrolla la homilía. Dios habla a su pueblo, le descubre el misterio de la Re­dención y Salvación, y le ofrece el alimento espiritual; y el mismo Cristo, por su Palabra, se hace presente en medio de los fieles. Esta palabra divina la hace suya el pueblo con los cantos, y mos­trando su adhesión a ella con la profesión de fe; y una vez nutrido con ella en la oración universal, hace súplicas por las necesidades de la Iglesia entera, y por la salvación de todo el mundo". (8).

(5) Intr. Misal Romano, c. 11, n. 24 (7) Mt. 5, 23-24 (6) Me. 1, 15 (8) Intr. Misal Romano, c.l l , n. 33

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- La Eucaristía expresa el misterio de la Fe en Palabras, Símbolos y Ritos. El Concilio Vaticano II ha querido restablecer la transparencia de todos estos signos, especialmente la Palabra, en parte descuidada en el rito preconciliar.

- Es abundante la presencia de la Palabra en la Eucaristía: Palabra de Dios proclamada en las lecturas de la Sagrada Escritura; Palabra Sa­cramental en la plegaria eucarística, particularmente en la Consa­gración; Palabra de la Iglesia, en la Homilía y demás expresiones de la Fe en el texto de la Eucaristía y en las respuestas y oraciones de la comunidad.

- Todas estas palabras realizan, cada una según su naturaleza, la presencia del Señor por la acción del Espíritu Santo en la Asamblea. El Espíritu inspiró a los autores sagrados y abre el oido del creyente a la comprensión de los misterios de la Fe; el Espíritu es invocado sobre la ofrenda a la hora de proferir la Palabra sacramental de la Consa­gración; el Espíritu preserva de error a la Iglesia en su magisterio y otorga sus carismas a los creyentes en la Asamblea.

- La Eucaristía es "mesa de la Palabra de Dios y mesa del Cuerpo de Cristo" (9). La misma adoración y reverencia con que se ha educado el Pueblo de Dios, durante siglos para creer en la presencia sacramental del Señor en el pan y el vino después de la Consagración, debe tam­bién desarrollarse para creer ese otro modo de presencia de Jesús en la Palabra.

- Ante cada Palabra proferida en la Eucaristía, debe el cristiano ejer­citar unas actitudes propias: apertura a la luz y al querer de Dios, meditación y silencio, al proclamarse la Palabra de Dios. Fidelidad del que da la Homilía a la Palabra de la Iglesia que interpreta la Escritura. Adoración y entrega como Jesús al momento de la Palabra sacramental de la Consagración.

c) Ofertorio; preparación de los dones: - El ofertorio propiamente dicho, se da en la Plegaria Eucarística. La

Iglesia ofrece el Cuerpo y la Sangre de Cristo, en la ofrenda sacra­mental que hace presente el Sacrificio único de la cruz. Este mo­mento más que ofertorio se puede llamar preparación de las ofrendas, fundamentalmente el pan y el vino que van a ser consagrados.

- Esta primera ofrenda nuestra es un símbolo de nuestra actitud total a Dios para que nos asocie a la única ofrenda de Jesús. Toda ofrenda o regalo a quien se ama simboliza la donación de uno mismo. El fruto del trabajo del hombre, la ofrenda a los hermanos en la colecta y cualquier otra comunicación de bienes en la Iglesia, queda asumido por la suprema ofrenda de Jesús en la Cruz que reconcilia, salva, crea la comunión entre los hombres, realiza el Reino que esperamos. Ofre­cemos lo que, después se transformará en "pan de vida y bebida de salvación" (10).

(9) D.V. n. 21 (10) Misal: form. consagración.

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- El conjunto del rito de preparación de las ofrendas u ofertorio es, pro­piamente, un intervalo entre la Liturgia de la Palabra y la Liturgia de la Eucaristía. Fuera de ocasiones especiales, en las que se quiere sig­nificar aspectos de nuestra vida y de nuestra cultura que nos simbo­lizan como entrega a Dios y a los hermanos, de ordinario, el ofertorio no debe tener tal realce que obscurezca el verdadero ofertorio de Jesús en la Consagración sacramental. Pedagógicamente puede ser un mo­mento de distensión de la Asamblea, cuando se prepara la Mesa y se dispone para el gran momento de la Eucaristía.

d) La Plegarla Eucarística: "Ahora es cuando tiene lugar el centro y culmen de toda la celebración: cuando se llega a la Plegaria Eucarística, que es una oración de acción de gracias y santificación... El sentido de esta plegaria es que toda la con­gregación de los fieles se una con Cristo en la proclamación de las mara­villas de Dios y en la ofrenda del sacrificio" (11). - Toda la Plegaria Eucarística revela lo más nuclear del misterio de la

Eucaristía, ya explicado: Como Acción de Gracias, como Sacrificio Redentor, como Misterio de Comunión y Reconciliación. De un modo más breve o más amplio, todas las anáforas eucaristicas enmarcan este misterio en el conjunto de la Historia de la Salvación, del que la Pascua de Jesús es su centro y su cumbre.

- Las actitudes de esta parte central de la Eucaristía son el gran silencio de adoración y la proclamación de la Fe en la Pascua de Jesús y otras respuestas semejantes.

e) La Comunión o el compartir el pan: "Ya que la celebración eucarística es un convite pascual, conviene que según el encargo del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos como alimento espiritual. A esto tienden la fracción del pan y los otros ritos preparatorios, con los que se va llevando a los fieles hasta el momento de la comunión" (12). - El conjunto de esta parte de la Eucaristía tiene una unidad en torno a

la comunión propiamente dicha: • El Padre nuestro oración de familia, en que pedimos el pan y la re­

conciliación con Dios y los hermanos.

• el rito de la paz signo de fraternidad, reconciliación al interior de la Iglesia, comunión con el Cuerpo místico de Jesús, garantía de autenticidad de la Comunión eucarística.

• la comunión por la que se recibe el Sacramento y se realiza la uni­dad y la caridad en la Iglesia, por la participación en la Pascua Redentora.

• la acción de gracias que sigue a la comunión, por tan supremo Don recibido.

U 1) Intr. Misal Romano c. 11. n. 56

¡12) Intr. Misal Romano c. 11 n. 56

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- Comunión con el Señor que es comunión a todos los niveles, vínculo de Caridad, que dilata la Iglesia, abrazando al mundo en el amor transformador del compromiso de la fe.

f) Ritos de despedida: "Los ritos de conclusión de la Misa son sencillos y breves. Después de un espacio de silencio para la alabanza y la acción de gracias, el sacerdote dice la oración conclusiva y, tras el saludo, bendice y despide a la asam­blea. Se disuelve la Asamblea para que cada uno vuelva a sus quehaceres alabando y bendiciendo al Señor". (13) - La despedida nos invita a proseguir una actitud eucarística en la tota­

lidad de la vida: acción de gracias, entrega a los hermanos, creación de un mundo de justicia, fraternidad y paz.

- Es la hora de la fraternidad en la Alianza, la reconciliación en la justicia y la misericordia, la construcción de la Paz, la afirmación de la victoria de la vida sobre la muerte, que se ha realizado en la Pascua celebrada.

3} La Pascua, eje del Año Litúrgico'. • La estructura actual del Año Litúrgico, fruto de siglos de experiencia y

reflexión cristiana, se distribuye en seis períodos característicos, que giran en torno a un eje: la Pascua del Señor celebrada con la máxima so­lemnidad, el Domingo de Resurreción. ^SpJSfcf/f/

Estos periodos son: - ^ 7 ( ? t j ^ - ADVIENTO ~ ^ t w ^ ' - NAVIDAD ^my'm^ - CUARESMA <fe)V*Ulí ^ - PASCUA - PENTECOSTÉS 7$¡ A) - TIEMPO ORDINARIO V^BWY

El ciclo anterior a la preparación y celebración de la Pascua, llamado ciclo de Navidad con su preparación de Adviento, está centrado en la Esperanza de un Salvador (Adviento) y en la Alegría de su entrada en nuestra historia para salvarnos (Navidad). Es un tiempo en que la Igle­sia rememora la esperanza mesiánica -de Israel, que explícita la espe­ranza de todos lo pueblos que buscan salir de las tinieblas y de la opre­sión. Es una situación existencial que se repite en todo hombre y en todo tiempo. Todos necesitamos fortalecer la Esperanza y descubrir la Ale­gría de que Jesús entre en nuestra historia para liberarnos. La venida de Jesús, tiene, en este tiempo, una triple dimensión: conmemora el he­cho pasado (nacimiento de Jesús, preparación de Israel), lo hace sacra-mentalmente presente (nuestra esperanza hoy, la luz de su presencia en nuestra vida) y lo proyecta hacia el futuro (esperanza escatológica y sal­vación plena en su segunda venida). La Iglesia concreta su pedagogía para este tiempo en tres mensajeros, que son alimento de las actitudes

(13) Intr. Misal Romano c. 11. n. 57.

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del cristiano: Isaías, Juan el Bautista y María, máxima concentración de la esperanza mesiánica y de la mística eclesial que espera al Salvador.

• El eje central del Año litúrgico es el CICLO PASCUAL, con su larga pre­paración de Cuaresma, intensificada en la SEMANA SANTA, especial­mente en el TRIDUO PASCUAL y prolongada con gozo en la CINCUEN­TENA posterior a la gran fiesta, llena de la presencia del ESPÍRITU SANTO que culmina en PENTESCOSTES. - Cuaresma: cuarenta días de desierto como Moisés, como Elias, como

el mismo Jesús, como la cuarentena de años del pueblo de Dios por el desierto. Tiempo de CONVERSIÓN, una de las dimensiones esenciales de la Pascua: morir al hombre viejo, clavar el pecado en la cruz, para renacer el hombre nuevo.

- Triduo Pascual: celebra la Pasión, muerte, sepultura y Resurrección del Señor. Lo celebra como memorial que implica la presencia sacra­mental de estos misterios, particularmente en la Eucaristía y en el Bautismo, de tan fuerte relieve y celebración el Jueves Santo y la no­che de la Vigilia Pascual. Tiempo de fuerte reconciliación y restaura­ción de la gracia bautismal', en tantos hermosos ritos que deben cul­minar en el sacramento de la reconciliación especialmente recomen­dado por la Iglesia en este tiempo.

- la FESTIVIDAD DE PASCUA y su prolongación debe tener el máximo relieve como la solemnidad de todas las solemnidades.

- PENTECOSTÉS es la misma Pascua continuada, como misión de la IGLESIA en el mundo. La Pascua de Jesús está llamada a ser Pascua del mundo, superación del pecado y de la muerte, raíz de todas las alienaciones de los hombres, liberación integral. Sólo una Iglesia renovada en el ESPÍRITU SANTO puede ser instrumento de DIOS para esta su gran misión evangelizadora.

• El TIEMPO ORDINARIO es la pedagogía de la Iglesia en el resto de las 33 ó 34 semanas del año, que no están coloreadas de los ciclos antes descritos. Celebración repetida del misterio de Pascua -como lo es cada Domingo- sin poner de relieve un aspecto particular del mismo. La mayor parte de estos Domingos están colocados después de Pentecostés y, algunos, después de Epifanía hasta el comienzo de la Cuaresma. Tiempo de serena educación de la Fe que interioriza en tres Años la mayor parte de la Sagrada Escritura, Historia de la Salvación, cuyo centro es la Pascua de Jesús.

• A través de todo el Año Litúrgico la Iglesia va colocando otras festivida­des que refuerzan la celebración de los misterios de la Fe: - Festividades del Señor: Anunciación, Presentación en el templo,

Santísima Trinidad, Corpus Christi, Sagrado Corazón, Transfigura­ción del Señor, Exaltación de la Santa Cruz y otras de especial relieve devocional a niveles más locales o de sectores eclesiales que viven su propio carisma en la Iglesia.

- Festividades de la Virgen María: Inmaculada Concepción, María Ma­dre de Dios, Ntra. Señora de Lourdes, Visitación de la Virgen, Anun­ciación de María, Inmaculado Corazón, María Reina, Natividad de la Virgen, Ntra. Sra. de los Dolores, Nuestra Señora del Carmen, Nuestra Sra. de Guadalupe, Presentación de María y otras a nivel de calen-

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darios locales o de familias religiosas. - Festividades de los Santos: Es todo un calendario para cada día del

año dando especial relieve a las Festividades de los Apóstoles testigos de la Resurrección del Señor.

• El calendario litúrgico y la sabia combinación entre los misterios de la Fe, distribuidos pedagógicamente, en torno a la Pascua, con otros calen­darios de la religiosidad popular o de carismas particulares, nos indica criterios de jerarquía en las festividades. Las leyes litúrgicas de prece­dencia cuando concurren varias festividades, son algo más que un in­trincado tecnicismo de la legislación de la Iglesia. Son, por si misma una indicación pastoral que debemos tener en cuenta con especial sensi­bilidad a la hora y orientar las celebraciones.

(4) Toda celebración de la vida integrada en la celebración de la Pascua del Señor: Este principio puede iluminar la problemática que hemos descrito sobre la superposición de calendarios en nuestro pueblo tan amigo de fiestas y celebraciones. Debemos valorar positivamente la dimensión festiva de la cultura popular, así como su sentido religioso en toda fiesta. Al mis­mo tiempo purificar y reorientar todo lo que en lo festivo puede ser alienador y antievangélico. Este proceso es una verdadera evangelización que toca las raices de la cultura. Conviene descubrir los valores antro­pológicos de la fiesta, para poderlo asumir en la fiesta cristiana que brota de la alegría de la Pascua como celebración suprema. a) Los valores antropológicos de la fiesta:

- es una ruptura con lo cotidiano que se vuelve una carga, una ten­sión por la lucha y un desgaste vital.

- Es gratuidad y alegría que se expresa en un cierto derroche super-fluo, alternativa a lo puramente utilitario (vestido, comida, bebida, música, desinhibición en las relaciones que estrechan lazos de fraternidad). En el fondo es una nostalgia del paraíso perdido o una evocación de la utopía que buscamos. Tanto puede ser una evasión alienante de la realidad como un fortaleciimiento de la lucha para hacer efectivo ese sueño utópico.

- Es fortalecimiento y expresión de la comunidad que celebra. Ex­presa en la fiesta los valores que la sostiene, fortalece su identidad comunitaria familiar, grupal, social.

- Es recuperación de la fugacidad del tiempo, recapitulándolo y dán­dole dirección y sentido. La fiesta recapitula el pasado que con­memora, el presente que revitaliza y el futuro cuya esperanza for­talece. Es memoria que se convierte en presencia y profecía.

Nuestro sentido pastoral debe, ante todo, descubrir estos valores y en qué grado, explícito, están presentes en toda celebración popular. Por ser valores tan profundos el pueblo toca en la fiesta la dimensión religiosa.

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b) La fiesta cristiana: El anuncio del Evangelio es ALEGRE NOTICIA y la Liturgia es fiesta, regocijo y agradecimiento por la PASCUA de Jesús que afirma la victoria de la vida sobre la muerte, de la liberación so­bre la opresión, del Bien sobre el Mal. La Pascua es canto de ALE­LUYA.

- Toda fiesta es celebración de alguna liberación parcial, de algún don de vida positivo: don de la vida en los cumpleaños, de amistad o de amor en las familias, de victorias liberadoras en los pueblos, de etapas de la vida que progresa. A veces estos valores son mani­pulados, pero deben destacarse, denunciando esas manipulaciones que deshumanizan.

- La Pascua cristiana celebra, ante todo, la liberación radical de toda alienación que es el pecado y la muerte. Pero sabemos que desde esta raíz libera Integralmente al hombre y lo lleva en Cristo a la plenitud de su realización.

- La Eucaristía que actualiza la Pascua de Jesús es celebración fes­tiva y en su misma estructura, Íntegra maravillosamente los aspec­tos antropológicos de toda pascua elevándolos a su mayor plenitud: ruptura con lo cotidiano que desgasta la vida cristiana, suprema gratuidad, expresión comunitaria de fraternidad, unión con el Se­ñor, memoria y profecía, etc.

La Palabra de Dios, en la Eucaristía, para cualquier celebración de nues­tro pueblo, debe ser iluminación que ahuyente los equívocos humanos; consciente de las auténticas motivaciones de la fiesta, destaque los valo­res, denuncie las alienaciones y haga de la fe una integración con la cultura, una expresión creyente de la misma.

3.2.3. Lineas Pastorales: 3.2.3.1. Preparación

• Urgir, por todos los medios, una campaña de motivación para la partici­pación habitual de los bautizados a la Eucaristía dominical. Destacar los aspectos positivos y la coherencia de la fe que celebra en comunidad, más que la exclusiva insistencia en el precepto.

• Establecer planes diocesanos de formación litúrgica, teórica y práctica, especialmente para sacerdotes y equipos de liturgia.

• Revitalizar el Equipo Nacional de Liturgia a fin de que ofrezca instru­mentos adecuados a nuestro medio para las celebraciones dominicales a través del Año Litúrgico.

• Establecer en las Parroquias el día de retiro espiritual litúrgico, men-sualmente, a fin de interiorizar a los más comprometidos sobre las cele­braciones dominicales del mes siguiente, con alguna dinámica que ayude al celebrante en la preparación dialogada, (con el pueblo) de la homilía dominical.

• Ofrecer por parte de la Conferencia Episcopal una normativa básica so­bre la concesión de Eucaristía o solamente Liturgia de la Palabra con ocasión de ciertas celebraciones.

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Los criterios son: a) Se concede Eucaristía en las celebraciones especiales previstas por el

Misal renovado con Misa propia: exequias, aniversarios matrimo­niales, acción de gracias, etc., para familias y grupos explícitamente creyentes.

b) En los acontecimientos de comunidades educacionales en lo que esté implantada la educación católica, con clases de Religión.

c) Para agrupaciones políticas, gremiales, culturales se debe optar por Liturgias de la Palabra a no ser en casos especiales en que esté muy asegurada la motivación de fe sin mezcla de otros intereses.

d) Debe excluirse cualquier presencia de celebración eclesial en cual­quier caso en que esta pueda legitimar abuso, opresiones, fiestas paga­nas o propaganda comercial.

Los tiempo litúrgicos fuertes (Navidad. Pascua, Pentecostés, Cita Euca-rística en Corpus Christi) por afectar a las mayorías en dispersión, re­quiere un proceso de evangelización con los medios más modernos y ma­sivos de difusión, único modo de equilibrar, ante el pueblo, la jerar­quizaron de fiestas y de convocar a la gran comunidad cristiana. La programación pastoral a nivel parroquial, diocesano y nacional debe incluir caminos concretos de renovación litúrgica y su periódica evalua­ción, por la gran repercusión que tiene en la educación de la Fe. La Igle­sia debe provocar esta evaluación por la mayoría de los participantes en la liturgia dominical, mediante encuestas, sondajes de opinión, etc. Con frecuencia no damos la palabra al pueblo que padece nuestra falta de preparación y negligencia en el culto divino. Esto debe tocar la misma predicación. La pedagogía de los distintos tiempos litúrgicos requiere, como ha sido tradicional en la Iglesia, un cambio de decorado que afecte, no solamente al color de los ornamentos, sino al conjunto del adorno del templo, al estilo de la música y el canto y a otros muchos detalles acordes con la cultura popular y con el arte que eleva y forma. No es posible que nues­tro pueblo perciba la jerarquía de las fiestas si no existe un progresivo modo de celebrar que tiene su máxima expresividad en la Pascua.

3.2.3.2. Celebración y Seguimiento La Iglesia viene llamando la atención sobre la dosificación de los silen­cios en el ritmo de la celebración. La participación activa, según el estilo expresivo de nuestro pueblo, no debe suprimir estos'silencios, sin los cuales la interiorización de la Palabra y el clima de contemplación y de paz son difíciles de conseguir. La gente busca, con frecuencia, el templo como un remanso de paz en un mundo agitado y lleno de ruido. Dada la abundancia de Palabra que tiene una celebración eucarística, es importante educar en los diferentes tonos de proclamación, oración, afirmación de la fe y estilo coloquial y comunicativo. El tono mono-corde o moralizante rompe la armonía de la celebración y deja a la Asamblea insensible o sin atención. Pero sobre todo es preciso que quien proclama, ora, recita o exhorta sea auténtico. La liturgia no es una escenificación teatral sino una expresión de la Fe. Por otra parte, la de-

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voción y las expresiones no deben ser excesivamente subjetivas o tempe­ramentales, porque se dirigen a u n a multi tud con muy diferente estilo. Una cierta sobriedad permite a todos sentirse interpretados.

• La liturgia dominical debe evitar la prisa y precipitación así como u n a excesiva lentitud. Una Eucaristía dominical que equilibra bien las dis­tintas partes no debe durar menos de 45 minutqs ni más de u n a hora.

• La temática fundamental de una Eucaristía dominical se encuentra en el evangelio. La lectura del A.T. está elegida por su relación con el evan­gelio. La segunda lectura es independiente. A veces coincide con el tema del evangelio, pero de suyo no se ha buscado esta relación. En los tiem­pos fuertes de Adviento, Navidad, Cuaresma y Pascua coincide el tema de las tres lecturas.

• La homilía no agota, en si misma, la explicación de la temática domi­nical: esta temática debe estar presente en las introducciones, monicio­nes y oración de los fieles. La -unidad temática debe estar siempre pre­sente en la preparación del Equipo Litúrgico, incluida la elección de los cánticos.

• La fuente principal de la Homilía es la Palabra de Dios, según el recto sentir de la Iglesia. Pero es una Palabra que debe incidir en la vida, en la situación de la Asamblea o del momento histórico. Todo ello requiere en quien la prepara, encontrar en la vida, los puntos que mayor ilumi­nación requieren. No debe faltar la relación cort4a Pascua que actualiza la Eucaristía. La vida toda tiene u n a estructura existencial de muerte y vida, luz y tinieblas, aspiraciones y decepciones, para quien sabe leer al fondo.

• Liturgia de la Palabra Las moniciones que acompañan la Liturgia de la Palabra (y los demás momentos de la Eucaristía), h a n de ser breves, no deben dejarse a la im­provisación, han de servir de introducción y disponer a la escucha. La Liturgia de la Palabra no debe limitarse a una simple escucha de algu­nas lecturas con su respectiva explicación. De parte de los Pastores ha de superarse la dimensión de u n a lección de catequesis, o de u n a exégesis o presentación teológica. La Palabra ha de instruir y revelar el misterio de redención y salvación a través de la historia, haciendo presente al Señor en medio de su pueblo (SC 33 y 7). El libro de la Palabra ha de ser una señal visible de que no se t ra ta de u n a palabra humana , sino de aquella Palabra que la Iglesia recibe y con­serva con especial asistencia del Espíritu. De allí el trato digno de este signo para despertar la atención de la asamblea con relación a la Pala­bra proclamada, (cfr. IGMR 35). Por tan to , evítese la proclamación de la Palabra en hojas volantes o folletos, o de varios libros o textos. El ambón es el lugar propio para colocar el libro de la Palabra y a donde se dirigen los ministros para su proclamación digna y solemne. De tener que usarse hojas volantes o folletos, cuídese de presentarlo dentro de u n libro digno de la Palabra de Dios.

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En la Liturgia de la Palabra, Dios habla a su pueblo por mediación de sus ministros. Téngase claro que el oficio de "proclamar" no es "presiden­cial", sino de otros ministros lectores, diáconos y sólo excepcionalmente, el que preside.

• Eucaristía-asamblea y ministerios La liturgia eucarística es el momento en que se expresa la realidad vital del misterio de la Iglesia, Cuerpo de Cristo, en que cada miembro tiene sus funciones, en un todo que realiza la misión a ella confiada (cfr. 1 Cor. 12:27; Ef. 1: 22-23; Col. 1: 18-24). En virtud del sacerdocio bautismal, la asamblea tiene funciones que le son propias: a. Le compete los cantos de entrada, salmo responsorial, canto de comu­

nión, etc.). De existir un coro, que éste no impida sino que más bien anime y motive la participación del pueblo.

b. Momentos oportunos para su participación en palabras y gestos lo son también la Oración de los Fieles, la presentación de ofrendas, la recepción del Sacramento, el silencio compartido después de la escu­cha atenta de la Palabra, etc.

Las parroquias han de promover la formación de sus equipos litúrgicos, que ayuden al Presbítero en la preparación y realización de celebración eucarística, de manera que se dé una participación activa y fructuosa del pueblo de Dios. Dése una debida preparación a los actores de la liturgia: lectores, monitores, cantores, monaguillos. Que cada comunidad parro­quial se esmere en tener un equipo de acogida de los fieles que ayuden desde el inicio de la celebración a crear un ambiente de fraternidad y de comunión entre los fieles. Evítese la improvisación de estos ministerios. Compete al que preside la celebración eucarística: a. Introducir a la asamblea a un clima de oración por intervenciones

simples y oportunas. b. Concluir las diversas partes de la celebración con una oración presi­

dencial: rito de entrada, oración colecta, introducir y concluir la li­turgia de la Palabra, la oración de los fieles, la oración sobre las ofrendas; rito de comunión y post-comunión.

c. El Prefacio, que concluye con el himno del Santo, cantado por la asamblea. La oración Eucarística que es típicamente presidencial y que concluye con la doxología (por Cristo, con Cristo...) que sólo pro­nuncia el Presbítero y que ha de ser ratificada por el gran Amén de la asamblea. Conviene que este Amén sea desarrollado musicalmente como respuesta del pueblo de Dios.

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SÍNTESIS NORMATIVA

PRIMERA EUCARISTÍA 1. La preparación para la primera Eucaristía durará dos (2) años.

2. Cuiden los Párrocos que esta preparación se realice: - según los objetivos, contenidos y pedagogías que establece el plan

aprobado por la Conferencia Episcopal. - por medio de catequistas preparados según el plan establecido. - con la participación de los padres de familia del niño. - con ¡a colaboración, al menos en la preparación remota de la

Escuela a que asiste al niño. 3. La celebración se realizará:

- ordinariamente en la Parroquia propia del niño para su integración en la comunidad parroquial

- se permite que, pueda celebrarse en los Colegios, si el plan educa­tivo tiene orientación cristiana, y se garantiza la catequesis previa según ¡as normas generales.

- con grupos no excesivamente numerosos a fin de que la celebra­ción sea más personalizada.

- con la tradicional solemnidad y ambiente festivo, evitando en el vestido el lujo y todo otro signo que pueda generar discriminacio­nes sociales.

- con aquel orden, en todo los detalles, que ayude al niño a no dis­traer la atención del encuentro con el Señor en la Palabra en la Comunidady especialmenteensupresenciarealenelpany enel vino consagrados.

- instruyendo para este fin a las familias, camarógrafos y demás participantes.

4. El seguimiento catequéttco de los niños debe procurarse: - por la catequesis continuada hasta la Confirmación.

- por la implantación de Eucaristías dominicales adaptadas a los niños, según el ritual propio aprobado por la Iglesia.

- por otras iniciativas dentro de una bienprogramadapastoral de la infancia.

EUCARISTÍA A TRAVÉS DEL AÑO LITÚRGICO 5. La preparación de la Eucaristía dominical a través del año litúrgico

debe constituir una de las mayores preocupaciones del celo pastoral

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de los Párrocos, por ser la suprema expresión y fortalecimiento de la vida cristiana, con frecuencia casi el único alimento espiritual para una parte notable de los fieles.

Se debe establecer en cada Parroquia el Equipo Litúrgico, expresa­mente dedicado a la animación de la Eucaristía, conforme a un plan deformación aprobado por el Párroco.

Preocúpense los pastores de los más alejados de la comunidad y de los negligentes en asistir a la Eucaristía dominical. En las campañas de evangellzación motiven la asistencia a la Eucartstá dominical, no solamente como precepto de la Iglesia, sino principalmente como vivencia gozosa que expresa y compromete nuestra fe. La celebración de la Eucaristía dominical debe realizarse:

- Normalmente en el templo parroquial, capilla u oratorio aprobados para este fin

- En otros lugares, cuando ajuicio del Párroco las necesidades pastorales así lo requieran.

- Con la máxima participación de la Asamblea, siguiendo ¡o establecido en este Directorio sobre los roles propios del sacerdote que preside y de los que sirven a la proclamación de la Palabra, al altar y ala animación de la asamblea.

- Con fidelidad al ritmo y a lafinalidad de cada momento de la. celebración, según establece la Iglesia y se ha-expuesto amplia mente en este Directorio.

- En los horarios más adecuados a las necesidades de cada comu­nidad, pudiéndose anticipar a la tarde del sábado.

Las Misas en domicilio sólo se permiten en dos circunstancias:

a. Cuando se trata de personas largamente recluidas en su casa, sin posibilidad de asistir a la Iglesia parroquial más cercana; y,

b. Para un grupo o razón pastoral general En cada caso se requiere el permiso del Ordinario o de su delegado. Se aconseja a los Párrocos limitar todo lo posible la celebración fuera del templo parroquial o capillas dependientes de la parroquia, invitando a congregarse en estos lugares de culto.

Cuiden los Párrocos de poner de relieve los ciclos de Navidad, Pascua y Pentecostés y los tiempos de preparación a los mismos, especialmente Adviento y Cuaresma:

- como tiempos fuertes de evangelización con iniciativas pastorales, - como tiempo de sensibilidad religiosa de las mayorías populares

particularmente en Navidad y Semana Santa, lo que hace necesa rio llegar con la Palabra a esas mayorías por medio de la radio, prensa y televisión.

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- conjidelidad a la pedagogía de la Iglesia expresada en las normas sobre color de los ornamentos, canto, decoración del templo y otras iniciativas según la cultura de nuestro pueblo.

11. La devoción popular 'tiene también su propio calendark) de celebra­ciones masivas. Procuren los Pastores aprovechar estas concentracio­nes para evangelizar la religiosidad popular, centrándola en la Pascua liberadora de Jesús que debe penetrar todas las dimensiones de nuestra vida

12. Nuestro pueblo celebra, también, con sentido religioso, aconteci­mientos familiares y cívicos, para los cuales solicita la celebración de la Eucaristía Ante la. ambigüedad de las motivaciones en relación a la naturaleza de la Eucaristía y su signifiadopara la vida cristiana, se establecen las normas siguientes: - se debe conceder la Eucaristía cuando se trata de acontecimientos

para los cuales el Misal tiene prevista celebración y la familia o grupo que la solicita participa habitualmente en la comunidad cristiana.

- los casos de familias o grupos que no participan habitualmente en lacomunidad requiere un especial discernimiento. Ordinariamen­te será preferible una liturgia de la Palabra juntamente con los ritos exequiales cuando se trata de un difunto. El dialogo pastoral con la familia o el grupo ayudará a discernir dadas las circuns­tancias que es lo más oportuno en cada caso.

- en caso de acontecimientos sociales o cívicos, para grupos políti­cos, gremiales o culturales, se debe celebrar ordiriariamente, una liturgia de la Palabra con orientación evangelizadora en conexión con el acontecimiento.

- debe excluirse la Eucaristía y cualquier otra celebración de la Iglesia en los casos que impliquen manipulación o legitimación de injusti­cias, fiestas paganas o propaganda comercial o política partidista

- en las dudas consúltese, al Ordinario de lugar aportando elementos de discernimiento y aténganse a lo que se determine.

ASPECTOS PARTICULARES SOBRE LA EUCARISTÍA 13. Se autoriza el rito de la comunión en la mano según la concesión de

la Santa Sede, a saber:

- que esta concesión sea aplicada por cada Obispo en su propia dió­cesis.

- que los fieles sean previamente instruidos sobre el modo y la re­verencia de esta forma de recibir la comunión.

- que los fieles quedan en libertad de seguir, si así lo desean.

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comulgando según el modo tradicional 14. La comunión bajo las dos especies es conveniente en casos parti­

culares de especial significado, como confirmaciones, matrimonios y otras ocasiones para grupos no excesivamente numerosos.

15. La comunión fuera de la Misa, debe limitarse a los casos siguientes: - la comunión a los enfermos, precedida de una breve liturgia de

la Palabra.

- la comunión a los fieles en comunidades apartadas sin sacer­dotes, que han madurado su fe con la celebración habitual de la liturgia de la Palabra. En estos casos se tendrá en el templo el Sagrario con la Eucaristía que se renueva periódicamente con la celebración de la Santa Misa, autorizándose ministros extraordi­narios de la Eucaristía, según las normas establecidas.

- en casos especiales, cuando algúnosfieles, por justo impedimento quedan habitualmente privados de la comunión, por mucho tiempo, sino reciben la Eucaristía fuera de la Misa.

16. En cuanto al número de Misas diarias que puede celebrar un sacerdote, se establece lo siguiente: - cada sacerdote puede celebrar una Misa diaria.

- por motivos' pastorales puede el mismo sacerdote celebrar diariamente una segunda Misa.

- los domingos y fiestas de precepto, por razones pastorales, se autoriza un máximo de tres Misas a cada sacerdote.

- las demandas pastorales no son, habitualmente, motivo suficiente para dispensar de las anteriores normas. Dichas demandas cons­tituyen un motivo plenamente justificado para sustituir la Euca­ristía por la celebración de la Palabra.

17. En cuanto a los estipendios por la celebración de la Eucaristía, se establece:

- los sacerdotes deben atenerse al arancel establecido por la Con­ferencia Episcopal.

- se establece un único arancel para todas las Misas, eliminándose la distinción entre misa rezadas o cantadas.

- se pueden añadir al arancel establecido los gastos extraordina­rios, en casos especiales, en que se deba pagar a músicos, coro, transporte o notable incómodo para el celebrante.

- los fieles pueden solicitar intenciones en una misma Misa y hacer una ofrenda por las mismas. En este caso, debe el celebrante anun­ciar públicamente dichas intenciones y tenerlas de cuenta como in­tenciones comunitarias. Del total de estas ofrendas se entregará

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al sacerdote el arancel establecido y en casos especiales el gas­to extraordinario de viaje etc. El resto se determinará aljin que determine el Ordinario.

18. Ningún sacerdote debe recibir un estipendio por más de una Misa en el mismo día. Únicamente recibirá lo que corresponde al "incomo­do", como se menciona arriba. Los estipendios por una segunda y tercera Misa que haya celebrado, deben destinarse aljin que señale la autoridad diocesana y entregarse a la Curia periódicamente.

19. El sacerdote que celebra más de una Misa el mismo día, puede aplicar cada una de ellas por la intención para la que se ha ofrecido el esti­pendio; sin embargo, exceptuando el día de Navidad, quédese sólo con el estipendio de una Misa, y destine los demás a los fines deter­minados por el Ordinario, aunque puede también recibir alguna retribución por un titulo extrínseco. (CIC)

20. El sacerdote que concelebra una segunda Misa el mismo día, no puede recibir por ella estipendio bajo ningún título.

21. Foméntese el culto a la Eucaristiajuera de la Misa, como la adoración al Santísimo Sacramento, las Horas Santas y otras devociones. Del mismo modo exprésese la fe en el Sacramento en el decoro y adorno establecidos por las normas de la Iglesia.

22. Según Rescripto de la Sagrada Congregación para el Culto Divino, todo Obispo y Párroco o Encargado de Parroquia en Panamá, está obligado a celebrar una misa Pro Populo" cada domingo y en las demás fiestas de guardar (es decir. Fiesta de la Inrrviculada Concep­ción (8 de Diciembre), Navidad (25 de Diciembre), Solemnidad de Santa María, Madre de Dios (1 de Enero)

23. Ningún sacerdote debe celebrar sacramentos (Bautismo, Penitencia, Matrimonio, Eucaristía, distribución de la Comunión), sin algún orna­mento sagrado apropiado. Para la Misa, al menos alba y estola y casulla, siempre que se trate de una misa parroquial o pública; para los demás sacramentos alba y estola o al menos clergyman y estola si se hiciera por ejemplo fuera de la Iglesia salvo por supuesto, ca­sos excepcionales de emergencia.

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ANEXOS

I. Eucaristía y Música

II. Celebraciones Dominicales en Ausencia del Presbítero

III. Ministerio Extraordinario de la Comunión

IV. Bibliografía sobres los Sacramentos de Iniciación Cristiana

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EUCARISTÍA Y MÚSICA

La renovación litúrgica ha presentado el Canto como un elemento valiosí­simo en la celebración de la liturgia. El no solamente acompaña la Palabra sino que la alimenta, ayuda a expresar actitudes internas, a crear comunión y a hacer fiesta. Para el concilio la música tiene función ministerial (SC 112). Ella está en función de la celebración misma y de la comunidad celebrante. Esto implica que los cantos en la Eucaristía no se escogen al azar. Tampoco se canta por cantar sino para mejor celebrar el Misterio de Cristo.

A manera de ayuda proponemos unas indicaciones generales:

1. Los cantos ordinarios de la Misa exigen respeto y fidelidad en cuanto al contenido de sus textos (aunque en la música admitan variedad y creati­vidad). Deben elegirse aquellos que muestren el texto del misal Romano a saber: el Kyrie, el Gloria, el Credo, el Sanctus, el Padre Nuestro y el Cordero de Dios.

2. Canto de Entrada: Es un canto funcional y un rito de acompañamiento cuyo objetivo es embellecer la entrada y procesión. También ayuda a que la asamblea se situé frente al misterio o tiempo litúrgico que se va a celebrar. Debe tener más sentido de marcha y de himno que de meditación. Debe dar el tono litúrgico del tiempo y del día.

3. Señor ten piedad: No es fácil realizar bien el Señor ten piedad. En ocasión se convierte en un duplicado. Puede ser ejecutado como canto independiente después del acto penitencial y entonces sería una invocación aclamatoria de Cristo. O puede presentarse como parte del acto penitencial con invocaciones que admiten una adaptación para los diversos tiempos litúrgicos.

4. Gloria: Es un himno de alabanza alegre y festivo. Sin música pierde parte de su sentido. Si no se puede cantar sería bueno proclamarlo alternando la asamblea con un grupo de cantores o con aclamaciones (ej.: gloria, gloria aleluya) Se pide que se respete el texto.

5. Hay que procurar que esta primera parte de la Eucaristía no vaya con cantos largos porque perjudicaría la liturgia de la Palabra restándole importancia.

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6. Salmo responsorial: Es un elemento de meditación, de respuesta del pueblo ante la Palabra de Dios. Una respuesta con palabras que vienen de la Escritura misma. Por eso el salmo no debe substituirse por ningún canto. Podría substi­tuirse con un salmo más sencillo que tengan relación con la palabra pro­clamada. La mejor forma e ejecutarlo es que el cantor cante los versículos y el pue­blo responda con una antífona correspondiente.

7. Presentación de las ofrendas: Esta parte de la celebración tiene carácter de espacio de descanso. Es el momento de ejecutar cantos que tengan el mismo sentido que la música de fondo o para acompañar la procesión de las ofrendas.

8. Aleluya: El aleluya como aclamación al Evangelio debería ser cantado por toda la comunidad. Lo puede entonar el solista o el coro para luego seguir la co­munidad entera.

9. El Santo-Benedictus: El Santo es el canto más importante en boca de la comunidad cristiana en la segunda parte de la Celebración Eucarística. Debería ser cantado todo entero por la comunidad. Su contenido es riquísimo y el texto no debe modificarse.

10. Aclamaciones: El nuevo misal ha puesto una serie de aclamaciones del relato de la ins­titución. Estas intervenciones en lo posible deberán ser cantadas y buscar poner en sintonía con el contenido de la Plegaria Eucarística. El modo de canto debe ser breve para no fragmentar la unidad de la Plegaria Eucarística. Amén La renovación le ha dado un impluso al amén con el que la comunidad subraya la plegaria del presidente a modo de aclamación o grito. Es la aclamación más importante de esta segunda parte y se vuelve más expre­siva cuando se canta. Es bueno que sea un amén más desarrollado para darle fuerza y solemnidad a esta aclamación.

11. Cordero de Dios Es un canto funcional que acompaña la fracción del pan eucarístíco. Por su sentido de preparación inmediata a la comunión debería valorarse más. Ha perdido mucho frente al canto de la paz (que no es mencionado en el Misal).

12. Canto de despedida: No parece muy adecuado ejecutarlo después que el celebrante ha despedi­do a la comunidad. Si quiere hacerse que sea breve, en presencia del celebrante, y a modo de aclamación final con que la comunidad responde a la despedida.

13. Función del Coro: El hecho que el Concilio haya impulsado la participación activa de los fieles en el canto no implica la desaparición del coro. Seguirá siendo ne-

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cesario para enriquecer el canto del pueblo y para animar el canto de la asamblea. Evitese que el coro monopolice el canto en la liturgia. Sea éste una ayu­da eficaz para que la asamblea cante.

14. Música Instrumental: La música instrumental es válida si se usa como servicio para lograr una celebración mejor, más contemplativa y más orante. Ella debe acom­pañar y sostener el canto procurando no ahogarlo. También los instru­mentos ayudan a darle un carácter más festivo a la celebración. La Ins­trucción Musicam Sacram alude a cuatro momentos concretos: la entra­da de los ministros, la preparación de las ofrendas, la comunión, el final de la misa.

15. Cantoral: Se nota cada vez más la necesidad de tener un cantoral nacional que ofrezca un repertorio de base común para todo el país y que recoja los cantos según su valor litúrgico y calidad musical. Es necesario alentar y motivar más a nuestros compositores para que se dediquen a enriquecer el repertorio de composiciones autóctonas litúr­gicas. Para este fin es preciso que se inicien en el conocimiento de las características de la música litúrgica.

La Congregación para el Culto Divino publicó el 2 de junio de 1988 un Directorio para las celebraciones dominicales en ausencia del Presbítero.

Dada la importancia de este Directorio para los Catequistas y las mis­mas Misiones, ofrecemos una presentación sintética para que, allí donde no se pueda celebrar la Eucaristía dominical, se pueda tener una asamblea cristiana en el mejor modo posible. (1)

(1) Los números entre paréntesis, corresponden al Documento de la Congregación para el Culto Divino

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Proemio Por la ausencia de un ministro sagrado, en diversas regiones resulta im­

posible participar en una celebración eucarística el domingo, día en que la Iglesia proclama las Escrituras y celebra la Eucaristía en la asamblea cris­tiana.

En algunos lugares, sobre todo en tierras de misión, los Obispos hace ya tiempo que han confiado a Catequistas o Religiosas el cometido de congregar a los fieles el domingo y de dirigir la oración en forma de piadosos ejercicios e incluso para recibir la santa Comunión.

Ahora se ha considerado oportuno publicar un Directorio que establezca las condiciones que legitiman tales celebraciones, ofreciendo asimismo algu­nas indicaciones para su correcta celebración. 1. El domingo y su santificación

La Iglesia celebra el misterio pascual cada ocho días, en aquél que llama justamente "día del Señor o domingo" (cf. Hech. 1, 10). "Este día los fieles deben reunirse en asamblea para escuchar la Palabra de Dios y participar en la Eucaristía, haciendo así memoria de la pasión, resurrección y gloria del Señor Jesús, y para rendir gracias a Dios que los ha regenerado en la espe­ranza viva por medio de la resurrección de Cristo de entre los muertos" (SC 106).

Sobre la necesidad de reunirse en asamblea este día, ya en el siglo II la Didascalía de los Apóstoles afirmaba: No queráis separaros de la Iglesia, aun siendo miembros de Cristo, por el hecho de no reuniros...; no queráis ser negligentes, ni alienar al Salvador de sus miembros, ni desgarrar y des­pedazar su cuerpo..."

Los elementos constitutivos de una asamblea dominical son: - congregarse como "iglesia", es decir, como "con-vocados" por Dios bajo

la presencia del sacerdote que actúa en la persona de Cristo Cabeza; - proclamación y explicación de las Escrituras; - celebración del sacrificio de Cristo, realizada por el sacerdote. A una comunidad cristiana no debería faltar nunca, el domingo, la cele­

bración del sacrificio de la Misa, porque solamente a través de él se perpetua la Pascua del Señor. El mismo "precepto" dominical hay que considerarlo no tanto como el cumplimiento de una obligación, sino como signo del pro­pio ser Iglesia, como signo de la transcendencia de Dios sobre el trabajo del hombre, como un momento de verdadera fraternidad y como oportunidad de fortalecerse espiritualmente bajo la guía del Espíritu Santo.

Día de alegría y de reposo del trabajo, el domingo es también el día en que la asamblea cristiana goza de los dones que el Señor ofrece a su Iglesia: la Palabra, la Eucaristía, el ministerio sacerdotal (14). n. Condiciones para las celebraciones dominicales en ausencia del

Presbítero 1. Debe darse la imposibilidad de tener o de trasladarse a un lugar cerca­

no para celebrar el misterio eucarístico (18). 2. En la imposibilidad de tener la celebración de la Misa, se recomienda

mucho la celebración de la Palabra de Dios, proclamación de las lecturas y oraciones asignadas para ese día del tiempo litúrgico; puede seguir la comu-

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nión eucarística. Los fieles pueden nutrirse así, al mismo tiempo, de la Palabra y del Cuerpo de Cristo (19-20).

3. Los fieles deben percibir con claridad que tales celebraciones tienen carácter de suplencia. Deberán cesar apenas tengan la posibilidad de parti­cipar en una celebración eucarística (21-22).

4. No estarán justificadas si se tuvo ya la Misa la tarde precedente, aun­que sea en una lengua diversa.

5. Hay que evitar toda forma de confusión entre las reuniones de este tipo y la celebración eucarística.

6. Este estado de suplencia debe hacer sentir incomodidad por la caren­cia de sacerdotes e impulsar a los fieles a pedir al Señor que envíe obreros a su mies.

Más que "sin presbítero", estas celebraciones hay que considerarlas como hechas "en su ausencia" o "en su espera" (23-27).

7. No se constituyan asambleas de este tipo si no se cuenta con el per­miso explícito del Obispo y bajo el ministerio pastoral del párroco (24). El Obispo, por su parte, debe verificar la absoluta carencia de sacerdotes (in­cluso religiosos), el número de Misas celebradas en la región y la asistencia de los fieles (25). El mismo Obispo, con oportuna catequesis, tendrá que ex­plicar la gravedad de las causas que determinan tal medida, exhortando a la corresponsabilidad y la cooperación (26).

8. El ministro idóneo para tales celebraciones, en ausencia del presbí­tero, es el diácono; luego vienen los lectores y acólitos instituidos; después los laicos, hombres y mujeres (30).

9. Las cualidades exigidas son: 'conducta de vida conforme al evangelio, "bien aceptados por los fieles, *por un tiempo determinado o publicamente acreditados ante la comunidad, *que tengan oportuna y asidua formación (30); que lo ejerzan con sincera piedad y con orden limitándose a hacer todo y solamente lo que les concierne (SC 29) (31).

10. Los laicos designados sepan que este cometido no es un honor, sino que es más bien un servicio a los hermanos; un cometido de "suplencia" cuando faltan los ministros (CIC can 230 & 3).

11. Se tenga después en gran consideración la oportunidad de celebrar alguna parte de la Liturgia de las Horas (Breviario), con la posibilidad de insertar en ella las lecturas del domingo corriente y, al final, distribuir la Comunión eucarística (33).

DI. La celebración 1. Para evitar la confusión con la Misa, no se hagan procesiones con las

ofrendas ni se recite la oración eucarística (35). 2. Cuando preside un laico, éste debe comportarse como uno entre igua­

les ("el Señor nos bendiga... Bendigamos Vayamos....) evitando usar expre­siones reservadas al presbítero (39).

3. El vestido sea adecuado. La sede sea distinta de la del presbítero. Se use el altar solamente para poner el pan consagrado (40).

4. La celebración se compone de dos partes:

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a. La celebración de la Palabra de Dios, que comprende: los ritos inicia­les, las oraciones y lecturas del día corriente; se puede dar una explicación de los lecturas u observar unos minutos de silencio; la oración universal o de los ñeles; la acción de gracias (con un Salmo adecuado o con el Gloria o el Magníficat) (42-45).

b. La distribución de la Comunión: se sigue el Rito de la Comunión fuera de la Misa (Padre nuestro, oración letánica, rito de la paz, Cordero de Dios, Comunión, silencio, acción de gracias) (47-50).

Conclusión: Todos los cristianos deben estar convencidos de que no pue­den vivir su fe, ni participar en la misión universal de la Iglesia, sin parti­cipar en la asamblea eucarística dominical y nutrirse del pan consagrado. Verificándose tal imposibilidad por falta de un sacerdote, en su ausencia o espera, un diácono o un laico se encargará de congregar a la comunidad, de presidir la oración, de proclamar la Palabra de Dios, de distribuir la Comu­nión. Todo se haga sin confusión con la Misa, después de la debida catcque­sis, en espera de poder celebrar la verdadera Eucaristía.

Los catequistas, sobre todo en los países de misión, de acuerdo con su Obispo y párroco, sepan valorizar debidamente tal servicio para el creci­miento de las comunidades cristianas que les fueron confiadas.

ra MINISTERIO

EXTRAORDINARIO

DE LA COMUNIÓN

La Sagrada Congregación de los Sacramentos emitió el 30 de abril de 1969 una Instrucción acerca de "Los Ministros Extraordinarios de la Co­munión", que permite a los laicos designados por el Obispo distribuir la Comunión. Esta Instrucción ya ha sido puesta en práctica entre nosotros.

Esta misma Congregación amplió las facultades dadas a los Obispos an­teriormente con la Instrucción del 25 de Enero de 1973, "Inmensa Caridad", de la cual este presente Directorio trata de ser su concretización y la manera de llevar a cabo este ministerio laical en nuestra Iglesia, dada la urgencia de responder a las necesidades y legítimos deseos de los fieles de acercarse con frecuencia a la Mesa del Sagrado Banquete y con el sincero propósito de pro­mover comunidades cristianas en torno a la Palabra de Dios y a la Eucaris­tía, fuente y culmen de la vida cristiana. (Cfr. Const. sobre la Liturgia. No. 11).

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CAPITULO I LOS LAICOS PODRAN DISTRIBUIR LA COMUNIÓN

Con fecha del 30 de Abril de 1969, la Congregación de los Sacramentos dirigió a las Conferencias Episcopales u n a "Instructio de Ministris Extra-ordinaris S. Comunionis Eucaristicae Ministrandae" en la cual se consagra que los laicos, conforme a la práctica antigua en la Iglesia, podrán, en cier­tos casos, distribuir la Comunión. Esta facultad permitirá, o bien auxiliar al presbítero sobrecargado, o bien auxiliar en ausencia de u n sacerdote, distri­buir la Comunión a enfermos o a comunidades sin ministro. Esta misma Instrucción fue ampliada por la Instructio "Inmensae Caritatis" de la misma Congregación, con fecha del 29 de Enero de 1973.

L LA COMUNIÓN, PARTICIPACIÓN NORMAL AL SACRIFICIO DE CRISTO. A part ir de la renovación litúrgica iniciada por San Pío X se dio gran

relieve a lo referente a la comunión frecuente y a la comunión de los niños. De igual manera, Pío XII en sus decretos sobre el ayuno eucarístico y sobre las misas vespert inas, siguiendo la línea de su predecesor, convida a los fieles a la Mesa Eucarística. El Concilio Vaticano se hace eco de és tas y "recomienda especialmente la participación más perfecta en la misa, la cual consiste en que los fieles reciban del mismo sacrificio el Cuerpo el Señor". (Const. sobre la Liturgia. No. 55).

Aunque los ministros ordinarios de la Eucaristía sean y siguen siendo los sacerdotes y diáconos, sucede que estos ministros son insuficientes para responder a las necesidades y legítimos deseos de los fieles en los siguientes casos:

1. En las misas donde son muy numerosos los fieles que van a comulgar, o donde el celebrante se encuentra impedido por alguna dificultad es­pecial.

En efecto, es importante que, para el buen equilibrio de la celebración eucarística, la procesión de comunión no se alargue mucho; y además que no haya necesidad de desplazar sacerdotes dedicados a otras ocupaciones nor­males de su ministerio.

2. Los enfermos desean comulgar frecuentemente.-Los sacerdotes no siempre pueden cumplir con el deseo de visitar a las

personas de edad, o a los enfermos, y más si el número de enfermos es bas­tante crecido.

3. Comunidades sin sacerdotes no tienen la oportunidad de recibir la Eu­carist ía .

La escasez del clero y las distancias en las zonas rurales hacen a veces imposible a u n a comunidad o a algunos de sus miembros part icipar en la misa y comulgar.

Para es tas zonas, la Iglesia, preocupada por responder al llamado de los fieles y a tenta a la evolución de las condiciones de vida, no teme modificar leyes seculares que reservaban a los presbíteros y diáconos el ministerio de distribuir la comunión.

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H. PARA UN MEJOR SERVICIO DE LA COMUNIDAD. El decreto del Vaticano II sobre el Apostolado de los Laicos (Apostolicam

Actuositatem), prevé que "los laicos puedan recibir ciertas funciones que es­tán más estrechamente unidas a los deberes de los pastores, como, por ejem­plo, en la explicación de la doctrina cristiana, en determinados actos litúrgi­cos y en la acción pastoral". (A.A. 24). Ello es consecuencia de la vocación de todos los bautizados "hechos partícipes del cargo sacerdotal, profético y real de Cristo". (Cfr de los Laicos, No. 10 y Constitución Dogmática, sobre la Iglesia Nos. 10 y 12). AI ayudar así al Sacerdote, el Laico se pone humildemente al servicio de la comunidad.

En la participación activa del cristiano en la liturgia, ya le es posible proclamar la Palabra de Dios y de Cristo que está realmente en su palabra "pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla". (Const. sobre la Liturgia No. 7). m. UNA AYUDA A LOS PRESBÍTEROS '

El Presbítero en la asamblea, tiene el lugar de Cristo; sólo él puede con­sagrar el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre del Señor para repartirlo en­tre todos. El ha sido constituido para servir a su pueblo; así tiene la misión particular de visitar a los enfermos, proporcionarles los sacramentos de la Penitencia, de la Eucaristía y la Unción de los Enfermos.

No se trata pues de dar a todos los bautizados un poder y una responsabi­lidad que sólo puede conferir el Sacramento del Orden; sino de ayudar al sacerdote a ejercer mejor su ministerio. De ahí, que algunos laicos califi­cados podrán de ahora en adelante ser asociados al cargo pastoral de los sacerdotes, en los casos señalados anteriormente. IV. NO ES UNA PRACTICA NUEVA EN LA IGLESIA.

Sólo en circunstancias excepcionales (persecuciones, deportación, cauti­verio, etc.), la Iglesia ha justificado la práctica de la comunión distribuida por laicos.

Sin embargo, hasta el siglo VIH, fue costumbre, frecuente para los laicos el llevar la Eucaristía a sus casas, luego de la celebración dominical, espe­cialmente para la comunión de los enfermos y ancianos.

CAPITULO II DISPOSICIÓN PARA LA JURISDICCIÓN ECLESIÁSTICA

Tengan presente los Sres. Párrocos y Sacerdotes encargados de parro­quias y movimientos apostólicos, que compete a la autoridad episcopal de­signar a los ministros laicos que ellos le presenten; y que en el ejercicio de esta función éstos estarán bajo la responsabilidad del párroco o sacerdote encargado de la parroquia o movimiento apostólico que haya solicitado el permiso, ateniéndose a las normas que se encuentran en este Directorio Pas­toral y previa preparación respecto a la manera de cumplir con estas sagra­das funciones. Esta designación debe constar por el respectivo Decreto Episcopal.

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CAPITULO III

RITO PARA LA DESIGNACIÓN DEL MINISTRO EXTRAORDINARIO OCASIONAL PARA AYUDAR AL SACERDOTE

A DAR LA COMUNIÓN DURANTE LA MISA 1. Durante la fracción del pan, la persona designada para distribuir la

comunión viene al altar y se ubica en u n lugar conveniente, cerca del cele­brante .

2. La designación de esta persona para dar la comunión se destacará a través de uno de los dos ritos siguientes:

A. Terminado el "Cordero de Dios.." el celebrante bendecirá con es tas pa labras al ministro: EL SEÑOR TE BENDIGA PORQUE VAS A DISTRIBUIR A TUS HERMANOS EN LA FE EL PAN DE VIDA QUE EL QUISO COMPARTIR PARA QUE VIVAMOS EN SU AMOR.

Todos: AMEN. CELEB.: Este es el Cordero de Dios... El ministro puede comulgar bajo ambas

especies. B. Luego de haber dado la comunión al ministro, el sacerdote expresa la

importancia del cargo que se le confia entregándole con solemnidad u n co­pón. Este gesto se puede acompañar con las siguientes palabras u otras seme­jan te s : ESTE ES EL PAN DE VIDA: VE A SERVIRLO A TUS HERMANOS EN LA MESA DEL SEÑOR. Y AMBOS VAN A DISTRIBUIR LA COMUNIÓN, salvo que el celebrante no pudiera.

3. Al dar la hostia, el ministro pronuncia la fórmula habitual: EL CUERPO DE CRISTO

4. Terminada la Comunión, entrega al celebrante el copón, se lava los dedos, si hubiera necesidad, y vuelve a ocupar su lugar entre los demás fieles.

CAPITULO IV RITO PARA LA DESIGNACIÓN DEL MINISTRO EXTRAORDINARIO

PERMANENTE

El rito puede celebrarse dentro o fuera de la misa, siempre en presencia del pueblo, por el Obispo, el párroco o u n sacerdote delegado.

A. DENTRO DE LA MISA 1. Luego de Analizada la homilía, en la que se explicará a los fieles el

motivo pastoral de esta función su suplencia, el sacerdote presenta al pueblo a aquél o aquéllos que h a n sido elegidos para el servicio de la comunión y les exhorta a llevar u n a vida digna de t an excelente ministerio y practicar sobre todo la caridad fraterna.

2. Luego el elegido se acerca el altar y el celebrante lee el decreto de de­signación.

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3. Inmediatamente el celebrante interroga al elegido con estas palabras: CELEB.: ¿Quieres aceptar el oficio que se te encomienda de distribuir a t u s

hermanos el Cuerpo del Señor, teniendo en mente el servicio y la edificación de la Iglesia?

ELEG.: Quiero. CELEB.: ¿Te comprometes a vivir plenamente de este Pan y a conformar tu

vida con el sacrificio de Cristo? ELEG.: Me comprometo. CELEB.: ¿Estás dispuestos a prestar a la Eucaristía todo el cuidado tanto en

su administración como en su custodia? ELEG.: Estoy dispuesto.

4. El celebrante de pie y estando de rodillas el ministro, pronuncia sobre él la siguiente bendición: BENDÍGATE EL DIOS TODOPODEROSO, FUENTE DE TODA GRACIA Y BEN­DICIÓN, PARA EJERCITAR EL OFICIO DE ADMINISTRAR EL CUERPO DE CRISTO; DE SUERTE QUE AL DISTRIBUIR A TUS HERMANOS EL PAN 'DE VIDA, SEAS ROBUSTECIDO CON EL VIGOR DE ESTE SACRAMENTO Y ME­REZCAS TOMAR PARTE EN EL BANQUETE CELESTIAL. POR JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR. Todo: AMEN

5. Se hará intención especial por él en la Oración Universal. 6. En el momento de preparar los dones, será él quien lleve al al tar el

pan y el vino. 7. Comulgará bajo ambas especies. B. FUERA DE LA MISA: 1. Canto de entrada apropiado. b. Breve exhortación del sacerdote que preside. 3. Presentación del elegido y lectura del decreto de designación. 4. Interrogatorio (Ver A No. 3). 5. Oración Deprecatoria (Ver A No. 4). 6. Oración Universal con intención por el designado. 7. Bendición a la Asamblea 8. Se concluye con u n canto apropiado.

CAPITULO V LITURGIA DE LA COMUNIÓN EN UNA IGLESIA POR UN LAICO

DESIGNADO EN AUSENCIA DEL SACERDOTE

El al tar se i luminará con dos (2) cirios; sobre él se colocará u n corporal. En la credencia se pondrá u n vaso con agua y u n purificador para lavarse las manos luego de dar la comunión.

A. CELEBRACIÓN DE LA PALABRA: 1. La celebración empezará, si es posible, con u n canto. Enseguida el mi­

nistro inicia la celebración diciendo:

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EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO. Todos: AMEN

2. Después el ministro invita a todos a la penitencia con és tas u otras palabras: HERMANOS: PREPARÉMONOS A RECIBIR LA PALABRA Y EL CUERPO DE CRISTO, RECONOCIENDO QUE SOMOS PECADORES. Luego el ministro dice la oración de la fiesta litúrgica en el misal o alguna otra apropiada.

3. Se ha rán las lecturas indicadas para la fiesta litúrgica; y el ministro, previa la ayuda del sacerdote, hará una breve reflexión. Luego hará la ORA­CIÓN DE LOS FIELES.

B. CELEBRACIÓN DE LA COMUNIÓN: 4. Después de esto, el ministro va al Sagrario, toma el copón y lo deja

sobre el altar. Todos adoran unos instantes en silencio. Se puede cantar u n cántico eucarístico.

Enseguida se hace una breve pausa en silencio y todos juntos ' rezan algu­n a s de las fórmulas previstas en la liturgia de la Misa como rito de peni­tencia. El ministro dice la oración de absolución.

5. Luego el ministro introduce a la oración del Padre Nuestro que todos, rezarán.

Queda a criterio del ministro Invitar a la asamblea a celebrar el rito de la paz.

6. Luego el ministro, después de haber descubierto el copón, toma u n a forma consagrada y, teniéndola u n poco levantada, vuelto hacia la asamblea, dice en voz alta:

ESTE ES EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA... (Todos responden diciendo a una sola voz):

SEÑOR NO SOY DIGNO DE QUE ENTRES EN MI CASA... El ministro antes de dar la comunión a los demás, podrá comulgar él mismo diciendo en voz baja: EL CUERPO DE CRISTO. AMEN. Enseguida da la comunión a los demás diciendo a cada uno: EL CUERPO DE CRISTO. El comulgante responde: AMEN. Es oportuno un canto durante la comunión.

7. Terminada la Comunión, el ministro guardará el copón en el Sagra­rio; se purifica las manos. Vuelve a su puesto. Se guardará u n breve silencio o se podría cantar u n cántico de alabanza.

Se concluirá con la oración prevista en el Misa para el día u otra apro­piada.

8. Después de esta oración, el ministro concluye la celebración diciendo: QUE EL SEÑOR NOS BENDIGA. NOS GUARDE DE TODO MAL Y NOS CON­DUZCA A LA VIDA ETERNA. Todos: AMEN. Se retira el ministro.

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CAPITULO VI

LITURGIA DE COMUNIÓN EN EL DOMICILIO DE UN ENFERMO

En la pieza del enfermo se prepara u n lugar conveniente para recibir la Eucarist ía. APERTURA DE LA CELEBRACIÓN:

L Saludo de entrada: Cuando el ministro llega a donde el enfermo, lo saluda junto con s u s fa­

miliares diciendo: PAZ A ESTA CASA Y A TODOS LOS QUE EN ELLA VIVEN.

Enseguida el ministro deja la Eucarist ía sobre la mesa preparada, y todos adoran en silencio durante unos instantes . Luego se dirige a los presentes con estas palabras:

JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR, NOS HA DEJADO COMO FUENTE DE VIDA Y SALUD EL SACRAMENTO DE SU CUERPO Y DE SU SANGRE. UNI­DOS POR EL AMOR A NUESTRO HERMANO N..... LES INVITO A QUE ROGUEMOS POR EL,

2. ACTO PENITENCIAL: PADRE, QUE NOS AMASTE DESDE TODA LA ETERNIDAD, Señor, Ten Piedad. JESÚS, QUE VINISTE A REMEDIAR NUESTRAS MISERIAS, Cristo, Ten Piedad. ESPÍRITU. QUE INFUNDISTE EN NOSOTROS EL AMOR DE DIOS, Señor, Ten Piedad.

Minis tro: DIOS TODOPODEROSO, TENGA MISERICORDIA DE NOSOTROS, PERDONE NUESTROS PECADOS Y NOS LLEVE A LA VIDA ETERNA.

Todos: AMEN. De inmediato el ministro dice la siguiente oración: SEÑOR JESÚS, CONSOLADOR DE. LOS QUE CREEN EN TI. TU VIENES CON TU INMENSO AMOR A VISITAR A NUESTRO (a) HERMANO (a) ENFERMO (a), QUIEN DESEA RECIBIRTE. FORTALÉCELO (a) CON TU PALABRA Y CON TU EUCARISTÍA, Y ALÉGRALO CON TU PRESENCIA. QUE ENCUENTRE EN TI AL AUTOR DE TODA SALUD, NUESTRO PROTECTOR Y SALVADOR. TU QUE VIVES Y REINAS POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. Todos: AMEN LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS:

3. En el capítulo VIII presentamos una serie de lecturas y salmos propios para la ocasión. De acuerdo al criterio del ministro, podrá elegir una de las lecturas breves o de las corrientes para mayor beneficio del enfermo.

4. Después de la lectura de la Palabra de Dios, siguen unos momentos en silencio. De inmediato se puede rezar la ORACIÓN DE LOS FIELES, v. gr. HERMANOS: INVOQUEMOS A CRISTO NUESTRO SEÑOR CON CORAZÓN

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UNÁNIME: A TI SEÑOR, QUE NOS AMASTE HASTA EL EXTREMO Y TE ENTREGASTE A LA MUERTE PARA DARNOS LA-VIDA, TE ROGAMOS POR NUESTRO (a) HERMANO (a) N R/. Escúchanos, Señor. A TI QUE DIJISTE: "QUIEN COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE TIENE LA VIDA ETERNA". TE PEDIMOS POR NUESTRO HERMANO N R/. Escúchanos, Señor. A TI SEÑOR, QUE NOS INVITAS AL BANQUETE EN EL CUAL NO HABRÁ MAS DOLOR, NI LLANTO, NI TRISTEZA, NI SEPARACIÓN; TE PEDIMOS POR NUESTRO HERMANO N R/. Escúchanos, Señor. CELEBRACIÓN DE LA COMUNIÓN:

5. Luego el ministro invita al enfermo y a sus familiares a rezar la ora­ción dominical con éstas u otras palabras: AHORA HERMANOS, OREMOS JUNTOS A DIOS NUESTRO PADRE, CON LA ORACIÓN QUE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO NOS ENSEÑO: PADRE NUESTRO...

6. El ministro toma la forma consagrada y elevándola u n poco dice en voz alta:

ESTE ES EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA.... Todos: SEÑOR NO SOY DIGNO De inmediato el ministro distribuye la Comunión diciendo: EL CUERPO DE CRISTO (o LA SANGRE DE CRISTO) R/. AMEN 7. Terminada la distribución de la Comunión, el ministro purifica s u s ma­nos. Guarda unos instantes de silencio. RITO DE CONCLUSIÓN:

8. Luego el ministro invita a la oración diciendo: OREMOS AL SEÑOR. El ministro podrá elegir alguna de las siguientes fórmulas:

Señor, Padre Santo, Dios Todopoderoso y Eterno: Te suplicamos con fe viva que el Santo Cuerpo (o la Santa Sangre) de tu Hijo Jesucr is to que nuestro hermano ha recibido, le sirva para bien espiritual y corporal, y como fuerza para alcanzar la resurrección. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. Señor Dios, Tú nos purificas y sostienes nues t ras fuerzas con el Sacramento de la Eucaristía. Haznos encontrar la vida gloriosa en tu Reino, por esta Cena a la que nos invitas. Por Jesucris to Nuestro Señor. Amén. Con el Pan del Cielo, Señor, Tú nos renuevas; asístenos con tu constante pro­tección, y y a que no dejas de reconfortarnos, haznos dignos de la salvación de tu Reino. Por Jesucris to N.S. Amén.

9. Después de esta oración, el ministro concluye la celebración diciendo: QUE EL SEÑOR NOS BENDIGA, NOS GUARDE DE TODO MAL Y NOS LLEVE A LA VIDA ETERNA. Todos: AMEN.

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CAPITULO VII

LITURGIA B R E V E

Las circunstancias pueden aconsejar abreviar el rito de la comunión. En el rito breve que sigue a continuación, pueden agregarse otros elemen­

tos tomándolos de los ritos anteriores. 1. Después de haber saludado a los presentes, el ministro que distribuye

la comunión puede decir: LES VOY A DAR LA COMUNIÓN (o LES TRAIGO LA COMUNIÓN); PERO AN­TES RECORDEMOS NUESTRA CONDICIÓN DE PECADORES: Acto Penitencial: Luego tomará u n a de las lecturas breves (ver apéndice).

2. De inmediato invita a todos a rezar la oración dominical. PADRE NUESTRO... 3. El ministro eleva la hostia y dice: ESTE ES EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA...

Todos: SEÑOR NO SOY DIGNO DE QUE ENTRES.... El ministro distribuye la Comunión diciendo:

EL CUERPO DE CRISTO... Comulgante: AMEN.

4. Finalmente hacen oración en silencio. 5. El ministro concluye:

QUE EL SEÑOR NOS BENDIGA, NOS GUARDE DE TODO MAL Y NOS LLEVE A LA VIDA ETERNA. Todos: AMEN

CAPITULO VIII

APÉNDICE

LECTURAS BÍBLICAS Y SALMOS: A. LECTURAS BREVES:

1 Cor. 11 ,26 Jn . 3 , 16-17 Jn . 6, 51 J n . 6, 54-57 J n . 6, 54-59 J n . 14, 6 J n . 14, 23 J n . 15, 4 J n . 15, 5

B. LECTURAS COMUNES: 1. ELIAS FORTALECIDO POR EL PAN DE DIOS.

Sólo Dios puede darnos el verdadero alimento que nos h a r á fuertes para

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caminar hacia El. 1 Re, 19, 4-8. 2. ¿gUIEN NOS PODRA SEPARAR DEL AMOR DE CRISTO?

Cualesquiera que sean nues t ras pruebas y sufrimientos, los venceremos con Cristo, gracias a su amor. Rom. 8, 31-39

3. ESPERANZA DE PABLO EN SUS PRUEBAS En u n a existencia donde todo es frágil, el Apóstol testifica por su misma esperanza, que Dios puede darnos una vida que no tiene término. 2 Cor. 4, 14-18.

4. POR GRACIA, DIOS NOS HACE REVIVIR: Dios nos quiere. Antiguamente hizo revivir a su pueblo desterrado: y ahora nos hace revivir dándonos a Cristo. Nuestra existencia debe ser u n a res­puesta a este don gratuito de Dios. Ef. 2, 4-10

5. CRISTO, REVELACIÓN DEL AMOR DE DIOS POR TODOS LOS HOMBRES:

El amor de Dios manifestado en Jesucr is to , supera todo lo que el hombre puede conocer. La meta misma de toda nuestra vida, es conocer este amor, y darlo a conocer a nues t ros he rmanos para que todos j u n t o s tengamos la plenitud de la alegría. Ef. 3 , 12-19.

a EN SU AMOR, DIOS HACE DE NOSOTROS SUS HIJOS: Dios nos hizo sus hijos, y u n día con Cristo lo contemplaremos en su gloria: así se manifiesta en nues t ras vidas el amor del Padre. 1 J u a n 3 . 1-2

7. AMAR EN VERDAD: Permanecer con Dios en la fidelidad y amar a nues t ros hermanos en la ver­dad de nues t ros actos: tales son las exigencias del Señor que San J u a n nos recuerda. Al responder a ellas, realizamos la unidad de nues t ra vida. 1 J u a n 3, 18-24.

& DIOS ES AMOR: Es Dios quien nos ha amado primero al enviarnos a su hijo. Al amar a nuest ros hermanos , nos unimos con este amor y tenemos la verdadera vida. 1 J u a n 4, 7-10.

a LA PARADOJA DE LA FELICIDAD SEGÚN EL EVANGELIO: Todos buscamos el camino de la felicidad. Cristo contesta proclamando las bienaventuranzas que nos l laman a cambiar sin cesar nuestro corazón para asemejarnos cada vez más a El. Mt. 5, 1-12.

10. LA TEMPESTAD CALMADA: Sin cesar, los hombres tienen miedo y falta de fe. Pero Cristo, cuyo poder calma la tempestad, sabe a dónde nos lleva. Podemos tener confianza en El, a ú n si no da ningún signo de su presencia. Me. 4, 35-41 .

11. CURACIÓN DE UN CIEGO EN JERICO: A todos aquellos que se acercan a J e s ú s con confianza, el Señor le da la luz y la alegría, como al ciego de Jericó. Me. 10, 46-52.

12. HAY QUE ESTAR PREPARADOS: El Señor volverá. Hasta entonces debemos vigilar, como servidores fieles y hombres responsables. Le. 12, 35-38.

i a EL PAN BAJADO DEL CIELO: Los hombres buscan signos sensibles de la presencia de Dios; pero lo que El

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da es otra cosa: envía a su Hijo que colmará todos nuest ros anhelos si cree­mos en El. J n . 6, 24-35.

14. JESÚS ES LA VERDADERA COMIDA: El hombre anhela vivir plenamente u n a vida que no defraude y que per­manezca siempre. Cristo nos propone desde hoy esta vida en la Eucaristía, donde nos da su cuerpo y su sangre como alimento. J n . 6, 5-58.

15. DIOS NUESTRO PADRE NOS INVITA A UN BANQUETE: El amor de Dios no conoce fronteras ni discriminaciones de ninguna clase. El nos invita al Banquete de su Hijo Jesucristo. Mt. 22, 1-14.

16. JESÚS NOS INVITA A LLEVAR A UNA VIDA DE COMUNIÓN CON EL PADRE:

Nuestra vida de cristianos es parte de la vida de J e sús . El Padre cuida y lim-.pia la viña de su Hijo para que dé fruto en abundancia : frutos de amor, verdad, sencillez, justicia. J n . 15, 1-6.

17. EL AMOR AL PADRE Y A LOS HOMBRES ES UN TODO EN LA VIDA DE CRISTO:

La Cena: el momento de mayor intimidad de Cristo con los suyos. Su testa­mento: "Amaos... como Yo... Un nuevo precepto". Y Cristo no se eximió de él: amó has ta dar la vida por ellos. J n . 13, 1-17.

18. VTVIR UNA VIDA NUEVA: MUERTOS AL PECADO Y VIVOS PARA DIOS EN CRISTO JESÚS:

Cristo ha transformado nues t ra humanidad. Como cristianos participamos de la muer te y resurrección de Cristo por el Baut ismo. Hemos de vivir conforme a esta realidad. La Eucarist ía es la fuerza y el alimento que nos ayuda a seguir el camino de Cristo en la vida cotidiana. Rom. 6, 1-11.

19. UNA COMUNIDAD DE VIDA SEGÚN EL ESPÍRITU: Los primeros cristianos en torno a la Eucaristía ("fracción del pan") viven en actitud de amor y de esperanza alegre, compartiendo en la oración (acción de gracias) en los bienes, y en el testimonio ante los hombres del poder t rans­formador del gozo del Resucitado y del amor del Espíritu. Hechos 2, 42-47. C SALMOS

1. QUE BUENO ES EL SEÑOR 2. SED DE DIOS 3. ORACIÓN DEL QUE SUFRE 4. GRANDEZA - BONDAD DE DIOS 5. CÁNTICO DE LA VIRGEN MARÍA

(Ps. 33) (Ps. 62) (Ps. 85) (Ps. 114) (Le. 1,46-55)

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IV BIBLIOGRAFÍA

Nota: Se indica u n a sencilla bibliografía para consul ta de los Agentes de Pastoral .

BAUTISMO Constitución Sacrosanctum Concilium. Vat. II Ritual Del Bautismo de niños. Prenotandos. Madrid 1976. Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos. Prenotandos Madrid 1976. Renovación Litúrgica. Doctrina y Comentarios ed. Marova. Madrid 1964. El Bautismo y la Confirmación. Salvador Vergés. Apostolado de la Prensa -

Madrid 1972. Proyecto de Iniciación Crist iana. D. Borobio-Descleé de Brouwer Bilbao,

1980. Teología Biblica del Bautismo. A. Manrique -Ed. Biblia y Fe- Madrid 1977. Bautizar en la fe de la Iglesia. F. Sebastián Marova - Madrid 1968. El Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos. C. Floristán, Phase 94 (1976). CONFIRMACIÓN Ritual de la Confirmación - Prenotandos - Madrid 1975. Carta Encíclica "Dominum et Vivificantem - J u a n Pablo II. 1986. Confirmar hoy - De la Teología a la Praxis - D. Borobio. Desclée de Brouwer

Bilbao. El Sacramento del Espíritu - D. Borobio P.P.C. Madrid 1976. EUCARISTÍA Encíclica "Mediator Dei" {Pío XII - 1947). Encíclica "Mysterium Fidei" Pablo VI - 1965. Instrucción "Eucharisticum Mysterium" Pablo VI - 1967. La Eucaristía - Textos de Vaticano II y de Pablo VI. J . Solano BAC - Madrid

1969. Eucaristía - Louis Bouyer - Herder Barcelona - 1969. Eucaristía e Historia de la Salvación. J.M. Sánchez C. - BAC 1983. La Plegaria Eucarist ica I y II - Dosslers cpl. 18 y 19. Centro de Pastoral

Litúrgica Barcelona. La Cene du Seigneur - Croire et Comprendre - Le Centurión 1975 - Lucien

Deiss. L'Eucharistie sacrement pascal - Francols Xavier Durywell ed. Cerf.- París

1981.

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SEGUNDA PARTE

I

SACRAMENTOS DÉ RECUPERACIÓN DE LA COMUNIDAD CRISTIANA

EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN 1.

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1. SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN 1.1. Realidad: • Un sondeo sobre la práctica actual de este sacramento presenta una

situación de crisis. • Hay una disminución notable en el número de los que se confiesan, y en

su mayoría son mujeres y niños. Esta práctica ha bajado mucho en los ambientes de religiosidad popular, aunque adquiere auge con ocasión de ciertas devociones o peregrinaciones como el Cristo de Atalaya. Muchos de los que se consideran cristianos comprometidos no ven el valor del sacramento.

• Para muchos este sacramento no tiene identidad propia, se recibe en función de otro (para confirmarse, comulgar, casarse, etc.). Hay además un rechazo por la forma actual de celebración que se considera muy rutinaria, poco seria, centrada en lo individual sin tener en cuenta los aspectos sociales y de justicia. Algunos alegan que lo importante es la conversión y que el rito no cambia el corazón de la persona; y otros re­chazan la mediación sacerdotal por no entenderla. Se da también una pérdida del sentido del pecado, por reducirlo a la transgresión de unos mandatos de un Dios que se percibe como caprichoso y severo.

• Algunos no tienen mucha simpatía por este sacramento y les parece que su renovación ha sido sólo un cambio de forma; y de hecho, no se ha promovido una debida catequesis sobre el mismo.

• Todos estos elementos no son necesariamente negativos, y señalan la exigencia de conocer y vivir más profundamente este sacramento. La crisis no anuncia el fin de la práctica sacramental, ya que mientras exis­ta el pecado la conversión, la penitencia y el perdón de Dios siempre serán necesarios, y para ello Cristo ha instituido este sacramento. En realidad esta crisis se debe en gran parte a la forma usual de celebrar este sacramento, que no resalta el elemento de conversión. En los últimos años y a partir de la renovación conciliar se nota incluso una reviviscencia en la práctica sacramental, pero bastante limitada a los grupos más allegados a las parroquias. Esta reviviscencia ha sido especialmente notable en la reciente "Misión Nacional, 1988-1993", que coloca el Sacramento en el contexto de la conversión.

1.2. Reflexión Teológica: El cristiano es por el Bautismo una "criatura nueva" y por la Confirma­ción se capacita para vivir su fe como "hombre nuevo". Pero pierde la vida nueva de la gracia por el pecado. Por eso Dios, en su misericordia infinita y a través del ministerio de la Iglesia, nos ha dejado en el sa­cramento de la Penitencia la posibilidad de apropiarnos la reconcilia­ción alcanzada por y en Cristo. Señalaremos tres aspectos que nos parecen de especial importancia: 1. El sacramento de la Reconciliación nos reincorpora a la victoria de

Cristo en su Pascua. 2. El sacramento de la Reconciliación nos reincorpora a la Iglesia -

pueblo de Dios.

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3. El sacramento de la Reconciliación nos reincorpora al proceso de cre­cimiento en la vida de la fe.

1) El Sacramento de la Reconciliación nos reincorpora a la victoria de Cristo en su Pascua.

• Este sacramento hace presente la iniciativa amorosa del Padre que nos reconcilia a través de su Hijo. En él celebramos en efecto la victoria de Cristo sobre el pecado.

• El libro del Génesis pone el origen del pecado y del miedo a la muerte, que habita en nosotros, en la desobediencia de Adán. Por ella hemos sido hechos esclavos del "señor de la muerte" quien nos ata (Hebr. 2, 14), obligándonos a hacer el mal que no queremos (Rom. 7, 14).

• No podemos, entonces, conocer a Dios ni guardar su alianza ni mucho menos amarlo (1 Jn.). El pecado de Adán, que es también el nuestro, de­nota una desconfianza que lleva a "no creer" y no poder apoyarse en la bondad de la voluntad del Padre. (No se puede vivir más en el paraíso).

• Todos nos hallamos bajo el pecado (Rom. 3, 9. 19-25). Jesucristo en cam­bio, por su obediencia y su actitud reverente, fue escuchado y se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que obedecen (cfr. Hebr. 5, 6). El venció al señor de la muerte mediante la misma muerte (Hebr. 2, 14), dándonos la libertad. El cristiano puede cantar "la muerte ha sido devorada en la victoria, ¿dónde está, oh muerte, tu victoria; dónde está, oh muerte, tu aguijón?... gracias sean dadas a Dios, que nos da la victo­ria por nuestro Señor Jesucristo!" (1 Cor. 15, 55-57).

• Jesucristo es el único capaz de perdonar (Mt. 9, 2). Por su victoria nos comunica el Espíritu que nos permite llamar a Dios Abba-Padre (Rom. 8, 15). Es el espíritu quien nos hace hijos de Dios y nos permite agradarle (Rom. 8. 8).

2) El Sacramento de la Reconciliación nos reincorpora a la Iglesia Pueblo de Dios.

• La Iglesia nace del costado abierto de Cristo y se hace visible en Pente­costés con la misión de constituirse en signo de amor y unidad. Por el testimonio de vida de sus miembros se hace visible y evidente al mundo la victoria de Cristo sobre el pecado.

• Todo pecado, aún el personal y oculto, tiene repercusiones sociales enor­mes y destruye una manera particular de la vida de la comunidad ecle-sial (comunidad-signo). El pecado la convierte en anti-signo. Si alguien rompe con Dios, ya no puede relacionarse adecuadamente con los herma­nos ni ser signo de la victoria de Cristo; de igual forma el pecado contra los hermanos, imposibilita la comunión con Dios (cfr. Mt. 5, 25). Con el pecado se rompe la comunión fraterna, se lesiona la vida comunitaria, se rompe el equilibrio de toda la ,creación y queda afectada la Iglesia como realidad visible y sacramental en el mundo (1).

• Si el pecado tiene dimensión comunitaria y social, la reconciliación debe también Incluirla. Esta realidad era tan fuerte para la Iglesia primitiva

(1) Ritual de la Penitencia, Introducción, N". 50

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que sentía la necesidad de ex-comulgar (separar de la comunión) al peca­dor culpable de ciertos pecados públicos, invitándolo y ayudándolo a la conversión; luego el sacramento se terminaba con una reconciliación solemne y visible con la Iglesia en la persona del Obispo o del Presbítero, quien lo re-integraba a la comunión.

• Cristo confía a los Apóstoles y a su Iglesia el ministerio de la recon­ciliación y les envía a anunciarlo (cfr. Me. 3, 13; 2 Cor. 5, 14-19).

• Cristo no solamente reconcilia al hombre con Dios sino también con la sociedad y el universo entero. El "ha derribado el muro que separaba a los hombres, reconciliándolos entre sí y constituyéndolos un solo pueblo" (Ef. 2, 14). La reconciliación en Cristo es la fuente de la energía reconciliadora que brota en la Iglesia e impulsa al hermano a recon­ciliarse con el hermano (Mt. 5, 24) y con toda la creación (ecología, etc.).

3) El Sacramento de la Reconciliación nos re-incorpora al proceso de cre­cimiento en la vida de la fe. La vida del cristiano es un peregrinar hacia el Padre conformándonos cada día con Cristo, lo que exige una continua "conversión" de nuestros caminos. La Iglesia ha recibido el mandato de anunciar la conversión y el perdón: no como un grito de amenaza sino como invitación amorosa del Padre y como mensaje de salvación. La conversión, tal como es presentada por la Historia de la Salvación, no consiste en liberarse de pecados como actos aislados, sino sobre todo del Pecado que consiste en una opción fundamental que excluye a Dios como el Señor de nuestras vidas y luego genera otros pecados. Por eso la conversión será un cambio de vida y de mentalidad. En este sacramento se cumplen las promesas de los profetas de darnos un corazón nuevo y un espíritu que nos haga capaces de caminar según los preceptos de Dios (Ez. 36, 26). Además del perdón de los pecados se recibe una gracia especial, que permite fortalecerse contra las fuerzas del pecado y gozar del señorío efectivo de Cristo sobre el mal.

En el sacramento de la Reconciliación deben destacarse, pues, dos aspec­tos: La conversión como don de Dios y la conversión como cooperación de la persona humana. Dios es fiel y siempre cumple sus promesas, pero no puede hacerlo contra la libertad del individuo. El toma la iniciativa en la conversión, pero le toca al hombre acogerla en verdad. El sacra­mento no produce efectos mágicos; aunque se confiesen los pecados y se reciba la absolución, si no hay conversión o arrepentimiento no puede haber perdón. Como el pecado consiste en alejarse de Dios, mientras que el pecador no se convierta no puede suprimir esa situación de aversión. Lo que Dios hace es dar al pecador frecuentes gracias para que regrese a su amor. Por falta de seriedad en la conversión muchos piensan que el mismo sa­cramento no sirve para nada, pues esperan que el cambio de las personas se dé como algo mágico y automático, olvidando que depende de la liber­tad humana y que la conversión es un proceso permanente, ya que siem­pre mientras peregrinamos necesitamos reorientar nuestras vidas hacia Dios.

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1.3. Lineas Pastorales: 1.3.1. Preparación Sin crear una visión maniquea (pesimista) del hombre, la Iglesia nunca debe cansarse de llamar a la conversión y anunciar con gozo y amor el perdón de los pecados. Como todo cristiano es pecador (1 Jn.) para ayu­darlo a que adquiera el espíritu de conversión hay que revalorar los tiempos litúrgicos que conllevan toda una acción catequética y pedagó­gica de la Iglesia. En especial Cuaresma y Adviento, pero también todo momento de particular importancia litúrgica. Para crear una mentalidad de conversión que pueda más tarde celebrarse en el sacramento, hay que iniciar a los cristianos en los numerosos caminos de conversión y perdón que la Iglesia les ofrece. El trabajo, la aceptación de su realidad cotidiana, la corrección fraterna, la oración, la limosna y el ayuno, la práctica de la caridad, de la justicia; etc., consti­tuyen caminos de conversión y esfuerzos para construir la reconciliación pasando por lo visible y lo humano. Muchas veces es más efectivo este camino que lleva a una reflexión continua y a un cambio profundo que la práctica rutinaria del sacracra-mento. Esto no resta valor en nada a la práctica del sacramento, que sale fortalecida como momento cumbre en un proceso serlo de conver­sión. Las confesiones de devoción mantienen su valor auténtico, pero no en una concepción intimista sino como medio para configurarse siempre más con Cristo. No se debe pensar que cuanto más se recibe el sacra­mento, más gracia se obtiene. Aquí no se trata de cantidad sino de con­figuración interna con el Señor.

• Hay que crear una mentalidad en torno al pecado y a la conversión: La catequesis sobre el pecado debe tender a recuperar el sentido de pecado como ruptura o degradación de las relaciones personales con Dios, con los hombres y el universo, más allá del sentido de infracción de leyes o del mero sentido de culpabilidad (2). Se debe ir descubriendo la dimensión social de todo pecado individual y la existencia del pecado colectivo, de estructuras injustas contra las que es preciso luchar. Se debe mirar más a la realidad, a las acciones que se hacen o se omiten, a la responsabilidad de cada uno ante los hechos que se presentan como pecados históricos y colectivos. Se debe crear conciencia que el pecado mortal se realtea cuando se da una actitud fundamental en la persona de rechazo del plan de Dios a tra­vés de actos egoístas que Impiden que la historia personal o global se realice en el amor y en la justicia. La conversión irá en la línea de la iluminación y cambio de esta opción o actitud fundamental. La con­versión no se dará solamente a nivel interno sino que también compor­tará una dimensión eclesial, social y política, entendida como presencia racional y responsable de los hombres en la historia.

(2) Ritual de la Penitencia, Orientaciones teológtco-pastorales, n. 48.

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• Debe darse prioridad a lo comunitario: Sin minimizar el valor de la re­conciliación individual ni querer desterrar su práctica (seguir dando facilidades y oportunidades concretas para que los fieles puedan cele­brarla) hay sin embargo que darle importancia arla celebración comuni­taria, porque así se resalta más el aspecto de celebración litúrgica (es­cucha de la Palabra-reflexión-oración comunitaria-participación de la comunidad). Además siendo la comunidad solidaria en el pecado tam­bién lo es en la celebración de la reconciliación, mostrando así fuerte­mente la dimensión eclesial. Estas formas comunitarias fortalecen espe­cialmente a las comunidades eclesiales. Siendo la penitencia un proceso, es preciso predicarla antes de cele­brarla. El anuncio es una fase previa indispensable, ya que no se puede celebrar lo que se ignora. Este anuncio a la vez que una iluminación, es una noticia gozosa de la redención. El rito renovado resalta este ele­mento a través de la proclamación de la Palabra como una preparación inmediata. Sin embargo, debe-darse un anuncio anterior y constante de la Iglesia antes de la celebración del sacramento. Esta palabra debe además suscitar la fe en el penitente para que se le perdonen los pecados (Me. 2.5).

1.3.2. Celebración • El nuevo ritual nos presenta una variedad y riqueza de formas de cele­

bración, que no se excluyen sino que se complementan, porque respon­den a diversas situaciones. Se ofrecen dos tipos de celebraciones peni­tenciales: las no sacramentales y las sacramentales. 1. Las celebraciones penitenciales no sacramentales.

El ritual las describe como "reuniones del Pueblo de Dios para escu­char su Palabra que nos invita a la conversión y a la renovación de la vida" a la vez que proclamamos nuestra liberación del pecado por la muerte y resurrección de Cristo. Su estructura es la que se acostum­bre en las celebraciones de la Palabra de Dios. Puede presidirlas un diácono o un catequista (3), un delegado de la Palabra o un laico com­prometido.

2. Las celebraciones sacramentales. A. La reconciliación de un solo penitente.

De hecho es la fórmula más usada actualmente. La novedad es que se le ha dado todos los elementos para que sea una celebración li­túrgica. Permite organizar un diálogo y la posibilidad de ayuda y orientación espiritual. Exige de parte del celebrante un sentido de responsabilidad para aprovechar todas las posibilidades que ofrece esta forma.

B. La celebración penitencial comunitaria con confesión y absolución individual (forma comunitaria compuesta).

- Esta forma exige un número de sacerdotes proporcionado al de los penitentes, para evitar prolongar demasiado la celebración.

- El diálogo debe limitarse a lo esencial de la acusación y la orien-

(3) Ritual de la Penitencia, Introducción, n. 36.

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tación fundamental. - De hecho es la única fórmula penitencial ordinaria que presenta

un aspecto de celebración que expresa los valores comunitarios y eclesiales, por lo que -según el criterio arriba expresado- debe pre­ferirse a la reconciliación privada. Así aparece la presencia de toda la comunidad en la acción reconciliación de la Iglesia y la proyección eclesial del cambio de vida y el compromiso.

C. Celebración penitencial con absolución comunitaria sin confesión individual. Es la forma que presenta las características plenamente comuni­tarias, pero sólo se permite para casos determinados cuando surge una grave necesidad. Esto acontece:

- Cuando por el número de penitentes no hay cantidad suficiente de sacerdotes para oir convenientemente las confesiones dentro de un tiempo razonable y así los penitentes, sin culpa propia, se verían obligados a privarse por largo tiempo de la gracia del sacramento o de la sagrada Comunión (4).

- Le compete al Obispo, en diálogo con la Conferencia Episcopal, de­terminar si se dan las condiciones requeridas y establecer cuando es lícito usar esta forma de celebración. Esta determinación no se requiere para cada caso, más bien será una norma que ordene la acción pastoral. Si se presenta algún caso no previsto en esas normas generales el sacerdote debe, si es posible, acudir antes al Ordinario; si le resulta imposible, puede proceder y después avisar al Obispo. Se trata de un problema de licitud, no de validez.

- Las condiciones requeridas en los penitentes son: - Estar convenientemente dispuestos por el arrepentimiento. - Estar dispuestos a reparar daños que puedan haber causado. - Tener el propósito de confesar individualmente a su debido tiem­

po, los pecados graves que ahora no pueden confesar. - A este respecto la Conferencia Episcopal Panameña legisló lo si­

guiente: "Las Absoluciones Colectivas tienen un carácter absoluta­mente excepcional. No constituyen una opción pastoral normal, ni son un medio para resolver una situación creada por la sola afluencia esporádica de fieles". Fuera de la imposibilidad física de confesarse en peligro de muerte, la ABSOLUCIÓN COLECTIVA sólo está permitida cuando, por im­posibilidad moral, a juicio del Obispo Diocesano, un grupo de pe­nitentes que se congrega habitualmente, busca la reconciliación con Dios y con la Iglesia, y se halla ante el hecho de que no hay confesores suficientes, ni tiempo razonable para atenderlos. Así, sin culpa, se verían obligados a quedar privados, por largo tiempo de la Gracia Sacramental o de la Sagrada Comunión. Estas situaciones se pueden presentar, sin lugar a duda, en nues­tros territorios misionales.

(4) Ritual de la Penitencia, Introducción, n. 31.

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Se t endrán siempre muy presentes las no rmas exigidas por el Ritual" (5).

D. Se sugieren también celebraciones penitenciales adecuadas a la Ín­dole de la asamblea.

- Celebraciones para grupos especializados- niños, jóvenes, estudian­tes , obreros, ancianos, etc. Con posibilidad de elegir los textos y los cantos apropiados.

- Celebraciones penitenciales centradas en u n aspecto de la vida cristiana. En ocasiones puede ser útil dedicar la celebración a u n examen de nuestro grado de conversión en algún aspecto concreto de la vida diaria, por ejemplo el compromiso con los pobres o la justicia, o sobre alguna virtud particular. Estas c e l e b r a c i o n e s temáticas siempre tendrán como horizonte la misión de la Iglesia como signo e instrumento del Reino de Dios.

El nuevo ritual busca ayudar a-crear u n a mentalidad de conversión, re­sa l tando los elementos importantes tanto en la reconciliación indivi­dual como en la comunitaria. - Se le da una especial relevancia a la Palabra de Dios. Ella será parte

integral de toda celebración y será la luz que ayudará a descubrir las situaciones de pecado, al mismo tiempo que a experimentar el amor de Dios.

- El examen de conciencia se hará a la luz del Evangelio. Este aspecto adquiere mayor riqueza en la celebración comunitar ia , donde va acompañado por una homilía que ayudará a adquirir conciencia del pecado.

- Se invita a la contrición, que implica el dolor por el pecado cometido y el propósito de no pecar en adelante. De esta contrición del corazón depende la verdad de la penitencia (6).

- La confesión de las culpas es parte del sacramento. El canon 988 señala que se acusen ante todo las faltas graves en su integridad, con franqueza y humildad. Por la confesión el penitente abre su corazón al ministro del Señor y así éste puede pronunciar la sentencia de absolución o retención de pecados (7).

- Después de la confesión el sacerdote, en calidad de pastor, exhorta al penitente al cambio de vida, y para ayudarle en su lucha futura le im­pondrá u n a satisfacción que corresponda al pecado cometido, no como castigo sino como medicina (8).

- Por último el sacerdote, imponiendo s u s manos sobre la cabeza del penitente, dirá en voz alta la absolución, que es una plegaria com­puesta con palabras de la Sagrada Escritura.

(5) Conferencia Episcopal Panameña, Normas particulares complementarias al nuevo Código de Derecho Canónico (16-8-84)

(6) Ritual de la Penitencia, Introducción, n. 6a. (7) Ritual de la Penitencia, Introducción, n. 6b. (8) Ritual de la Penitencia, Introducción, n. 6c.

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- En caso de necesidad puede abreviar el rito pero siempre ha de mante­nerse integramente: la confesión de los pecados y la aceptación de la satisfacción, la invitación a la contrición, la fórmula de absolución y la fórmula de despedida (9).

1.3.3. Seguimiento: - Convendría organizar un calendario y horario de confesiones puesto

en un lugar visible para informar a los fieles que deseen recibir el sa­cramento. Y al inicio de cada tiempo litúrgico o con motivo de acon­tecimientos especiales, organizar liturgias comunitarias. Podrá tam­bién señalarse un día especial semanal para las confesiones.

- Se recomienda la práctica de la dirección espiritual para aquellos que la requieran, separándola del sacramento cuando los penitentes son numerosos.

(9) Ritual de la Penitencia, Introducción, n. 21.

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SÍNTESIS NORMATIVA

PREPARACIÓN 1. Procuren los Pastores y agentes de pastoral destacar, a través de

toáoslos medios disponibles para la educación en la Fe (catequesis, misiones populares, homilás, ejercicios espirituales, movimientos apostólicos y espirituales de laicos, colegios católicos, etc.), que la conversión y la reconciliación-penitencia constituyen tarea perma­nente de la Iglesia.

2. Conforme a la Exhortación Apostólica Reconciliatio et Paeni-tencia de los Pastores de la Iglesia se hade esperar: (10)

• Una catequesis sobre la conciencia y su formación, dada la situación en que se encuentra el hombre de nuestra cultura moderna, en que lo más interior de su ser, su conciencia, es agredida, probada, turbada y obscurecida.

• Una catequesis sobre el sentido del pecado.

• Una catequesis sobre el ayuno -que puede practicarse en formas antiguas y nuevas- como signo de conversión, de arrepenümien to, de mortificación y de unión con Cristo Crucificado; como signo también de solidaridad con los que padecen hambre y los que sufren.

• Catequesis sobre las circunstancias concretas en que se debe realizar la reconciliación: en la familia, en la comunidad civil, en las estructuras sociales.

• Una catequesis sobre los tradicionalmente llamados "novísimos del hombre" (muerte, juicio, infierno y gloria): "... una catequesis que abra e ilumine con la certeza de la fe el más allá de la vida presente... Solamente en esta visión escatológica se puede tener medida exacta del pecado y sentirse impulsados decididamente a la penitencia y ala reconciliación'' (Ib., n. 26, párrafo 16).

3. En esta catequesis permanente hacía el Sacramento de la Peniten­cia, destaquen los Pastores que este Sacramento como tal es medio para la conversión constante a la que está llamado el cristiano, y medio eficaz para crecer en la Gracia recibida en el Bautismo.

4. Tengan presente los Pastores que "el sacerdote, ministro de la Peni­tencia, actúa 'in persona Christi'... Este es, sm. duda, el más difícil y delicado, el mas fatigoso y exigente, pero también uno de los más

(10) Cfr. R.P. ##26-27, Juan Pablo II, 1984.

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hermosos y consoladores ministerios del Sacerdote" (Ib. Ng. 29). Por ello, han de tener las cualidades humanas y espirituales necesarias en el desempeño de este ministerio.

5. De allí, la importante tarea de que se dé una sólida formación a los seminaristas: "...Para el ministerio de la Penitencia Sacramental cada sacerdote debe ser preparado ya desde los años del Semina­rio junto con el estudio de la teología dogmática,moral, espiritual y pastoral: las ciencias del hombre, la metodología del diálogo y, es­pecialmente, del coloquio pastoral" (Ib., n. 29, párrafo 8).

CELEBRACIÓN

1. Ministros de este sacramento son el Obispo y los sacerdotes que actúan en comunión con él Tienen licencia para confesar todos aquellos sacerdotes que la hayan recibido por concesión del Ordi­nario del lugar de incardinación o del lugar en que tienen su domi cilio y pueden ejercer esta facultad en cualquier parte a menos que el Ordinario del lugar se oponga (Cfr. Cn. 967).

2. Conforme a las instrucciones dadas en el Ritual para la Penitencia, debe destinarse un recinto ("Sala de la Reconciliación") para ese efecto; o contar con un "confesionario", ubicado en un lugar ade cuado dentro del templo.

3. El Presbítero al ejercer este ministerio dentro del templo o en una celebración litúrgica revístase de alba y estola: y comunique al pe­nitente el sentido sagrado de este sacramento.

4. Las Parroquias y Comunidades Eclesiales de Base deberán fijar días y horas especiales en que el Párroco o Sacerdote responsa­ble de la comunidad eclesial estará disponible para el ministerios del Sacramento de la Confesión o Penitencia.

5. Señálense también ocasiones especiales -como por ejemplo los tiempos litúrgicos de Adviento, Cuaresma, Semana Santa, Vigilia de Pentecostés, los días previos a la Cita Eucarística, Fiesta del Cuerpo y Sangre del Señor, Mes de María, etc. -en que se promue­van las "celebraciones penitenciales" con el Sacramento de la Reconciliación, procurándose contar para tal efecto con suficientes confesores. Pueden coordinarse para ayudarse mutuamente los Párrocos de las zonas parroquiales o vicariatos episcopales.

6. Eduquen los Pastores a los fieles en los diversos esquemas que presenta el Ritual Romano para la celebración de este Sacramento: y den los mismos ministros del Sacramento, especial relieve a la Palabra de Dios en el ejercicio de este ministerio.

7. Los niños y adolescentes, junto con su preparación para la Primera

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Eucaristía (Primera Comunión), deben prepararse también a la Confesión o Penitencia, con una catequesis adecuada. Désele a la celebración de este Sacramento a este nivel un carácter serio pero al mismo tiempo afectivo, ya que se trata de la primera experiencia del niño o adolescente con el sacramento de la Misericordia divina. Por tanto, para distinguir este sacramento del de la Primera Comu­nión, manténgase una cierta distancia con ésta. De esta manera, podrá apreciarse más el sentido propio de la Penitencia Sacramen­tal. (11)

8. La Confesión individual e integra y la respectiva absolución es el medio único ordinario por el cual los fieles se reconcilian con Dios y con la Iglesia. En casos extraordinarios, ténganse en cuenta las normas vigentes y anteriormente expuestas sobre la posibilidad de absolución comunitaria.

9. La realización en la comunidad parroquial o eclesial de base de los Sacramentos de la Confirmación y del Matrimonio, debe aprove­charse para la r evalorización del Sacramento de la Penitencia por parte de los confirmandos y lo los novios, motivando a la misma co­munidad mediante "celebraciones penitenciales".

10. En nuestros laicos hay un creciente deseo de progreso espiritual Dése cabida al Sacramento de la Penitencia en encuentros espiri­tuales tales como retiros, jomadas de oración, cursillo, etc.

11. El Miércoles de Ceniza puede y debe adquirir un significado más plenoque el de la simple imposición de las cenizas. Para ello, dé­se le todo el carácter de " entrada o inicio" a un tiempo fuerte -la Cuaresma- en que la Iglesia toda es llamada a un mayor esfuerzo de conversión. Para ese efecto, pueden anunciarse con motivo del Miércoles de Ceniza las ocasiones o fechas en que durante la Cuaresma se tendrán las celebraciones penitenciales con el Sacra­mento de la Penitencia o Reconciliación.

12. Téngase presente y edúquese a los fieles en el correcto sentido del acto penitencial que se tiene al inicio de la Eucaristía; éste es un "sacramental" que invita al arrepentimiento, y no exime de la confe­sión sacramental individual.

13. Los Sacerdotes no sólo son los ministros del Sacramento de la Peni­tencia. Son también sus beneficiarios. Por tanto, necesitan y de­ben recurrir también a la fuente de gracia y santidad presente en este Sacramento, que "nos invita a nosotros, sacerdotes de Cristo, a una renovada atención en nuestra confesión personal". (12)

(11) Véase en este DPL Pag. 57

(12) Exhortación Apostólica R.P. #31, VI.

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14. Los Religiosos y Religiosas, los Agentes de Pastoral (delegados de la Palabra, catequistas, animadores, misioneros, etc.), tengan en alta estima el Sacramento de la Reconciliación, acercándose a él confrecuencia, como medio de asegurar su camino de conversión permanente al Señor y de crecimiento en el Espíritu.

15. De ordinario, debe eliminarse el Sacramento de la Reconciliación durante la Celebración Eucarística.

SEGUIMIENTO

1. Animen los Pastores a los fieles a la práctica habitual de la confe­sión, como medio eficaz para ir superando las faltas por la fragili­dad humana, viendo el Sacramento en sí como un camino pas cual de conversión permanente, especialmente en los tiempos

• litúrgicos fuertes.

2. Actualícese el sentido del ayuno y de la abstinencia, no sólo como ascesis personal, sino como comunión con Cristo sufriente y soli­dario con los pobres. En esta línea, dése particular importancia en cada comunidad parroquial y eclesial a las Campañas de Solida­ridad Cuaresmales que se organizan en las distintas diócesis.

3. Parte de la Confesión Sacramental es la "satisfacción de obras". Su significado es mucho más profundo: " no es el precio que se paga por el pecado absuelta o el perdón recibido"... son el signo del compromiso personal que el cristiano ha asumido ante Dios, en el Sacramento, de comenzar una existencia nueva" (Exhortación Apostólica cit.n, 31, IU). Por eso, no debe reducirse solamente a algunas oraciones a rezar; "sino que deben consistir en acciones de culto, de caridad, de misericordia y reparación". En esta línea, dése el debido valor a la colaboración comunitaria entre familias, comunidades eclesiales de base, parroquias pobres y necesitadas.

4. La religiosidad popular, con el carácter penitencial que muchas veces nuestro pueblo leda-con sus peregrinaciones.mandas, etc.-puede ser una fuente para educar en el sentido penitencial que apunta hacia la Pascua de Jesús que llama a una vida nueva. Por eso, en estas ocasiones, dése particular relieve a las "celebracio­nes penitenciales".

5. Sin favorecer la confusión entre Sacramento de la Penitencia, Consejería y Dirección Espiritual cultívense estas dos últimas formas de animación espiritual entre los fieles que así lo soliciten, como medios de encaminarse hacia aquella madurez o estatura en Cristo a la que animaba el Apóstol San Pablo a los cristianos de Efeso (cfr. Ef 4, 13-14)

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ANEXOS

• Nota sobre Sanciones Penales de la Iglesia

• Gráfico sobre el Sacramento de la Reconciliación

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I

NOTA SOBRE SANCIONES PENALES DE LA IGLESIA <Cn. 1312)

SANCIONES PENALES DE LA IGLESIA (cn. 1312)

A. Penas Medicinales o Censuras: Excomunión (Cn. 1331) Entredicho (Cn. 1332) Suspensión (Cn. 1333)

B. Penas Expiatorias (Cn. 1336)

C. Remedios Penales -para prevenir delitos- (Cn. 1339)

D. Penitencias -para aplicar en vez-o en aumento de u n a pena- (Cn. 1340)

EXCOMUNIÓN (Ipso facto)

SUSPENSIÓN •a clerigos-(Ipso facto)

RESERVADAS A LA SANTA SEDE: cfr. 1355

1. Por profanar las Sagradas Especies (Cn. 1367)

2. Por atentar físicamente contra la Persona del Santo Padre

(Cn. 1370)

3. Por atentar la Absolución del Cómplice en pecado contra el sexto mandamiento, excluida la absolución en peligro de muerte (Cn. 1378)

4. Al Obispo que confiere la Consagración Episcopal sin haber recibido Mandato Pontificio (Cn. 1382)

5. Por violación directa del Sigilo Sacramental (Cn. 1388)

RESERVADAS AL OBISPO DIOCESANO:

1. A quien ha cometido delito formal de Apostasia, Herejía o Cisma (Cn. 1364)

2. A quien procura el aborto, si éste se produce (Cn. 1398).

RESERVADAS AL OBISPO DIOCESANO:

1. Al Clérigo que recibió la Ordenación de un Obispo que no había recibido legítimas letras dimisorias (Cn. 1383)

2. Al Clérigo que atenta Matrimonio, aún civil (Cn. 1394)

3. A Clérigo Diácono que atenta la celebración de la Misa

(Cn. 1376).

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4. A quien Denuncia falsamente de solicitación ante un supe­rior eclesiástico a un Confesor, por el delito del pecado contra el sexto mandamiento (Cn. 1390)

RESERVADAS AL OBISPO DIOCESANO:

1. A quien atenta físicamente contra el que tiene el carácter episcopal (Cn. 1370), y si es clérigo también suspensión

ENTREDICHO ( C n - 1 3 7 0 )

(Ipso fado) 2. A quien sin el orden sacerdotal atenta realizar la acción li­túrgica del Sacrificio Eucarístico (Cn. 1376)

3. A quien da la Absolución sin tener facultad para hacerlo válidamente u oye una Confesión Sacramental (Cn. 1378)

4. A quien denuncia falsamente de solicitación ante un Supe­rior Eclesiástico, de pecado contra el 69 mandamiento a un Confesor (Cn. 1390)

5. Al Religioso no clérigo de votos perpetuos que atenta matrimonio (Cn. 1394).

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II

EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN

La Iglesia ha renovado el Sac ramen to de la

Peni tenc ia - Reconcil iación

Hoy los nuevos ritos del Sacra­mento de la Penitencia incluyen

algunos cambios importantes.

Se usa el término Reconciliación, para destacar el perdón gozoso que nos re­concilia con nosotros mismos, con Dios, la Iglesia y la comunidad.

Se subraya el aspecto Comunitario del pecado y del perdón. Todo pecado personal afecta a toda la Familia de Dios y a toda la comunidad humana .

Los Ritos tienen una nueva estructu­ra en que se incorpora la Palabra de Dios y las oraciones espontáneas.

Se da u n nuevo énfasis a la Conver­sión: Un cambio positivo en la vida y en las actitudes; u n dejar el pecado para ponerse en armonía con Dios, la Iglesia y con los hombres, nuestros herma­nos.

Se dispone de u n nuevo ambiente para el Rito.

Hay quienes desean hacer su confesión cara a cara con "el sacerdote en u n ambiente m á s familiar y u n diálogo humilde y sincero. Se deberá usar un cuarto especial o capilla

El carácter confidencial de la confesión está siempre asegurado

El confesionario cerrado, debe estar disponible para quienes lo prefieran así.

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HAY 3 FORMAS DEL NUEVO RITO DEL SACRAMENTO DÉLA PENITENCIA

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1. RECEPCIÓN DEL PENITENTE

El sacerdote da la bienve­nida al penitente. Este se santigua diciendo: En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El Sacerdote invi­ta al penitente a confiar en Dios.

4. ACEPTACIÓN DE LA PENITENCIA

El sacerdote propone ac­tos de penitencia para ayudar al penitente a cambiar la dirección de su vida para volver a Dios. Esto no es u n casti­go sino u n a ayuda para el futuro.

PRIMERA FORMA:

RITO DE RECONCILIACIÓN PARA

PENITENTES INDIVIDUALES

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2. LECTURA BÍBLICA El sacerdote lee o recita un texto biblico que hable de la misericordia de Dios y llame al penitente a la conversión.

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5. ORACIÓN DE ARREPENTIMIENTO Y ABSOLUCIÓN

El sacerdote incita al pe­nitente a expresar su arrepentimiento. Puede éste rezar el tradicional Acto de Contricción o ma­nifestarlo con sus propias palabras. El sacerdote extiende las manos y pro­nuncia las palabras de la absolución.

3 . CONFESIÓN DE LOS PECADOS

El penitente procede a in­dicar sus pecados. La confesión debe ser un ver­dadero diálogo entre el penitente y el sacerdote evaluando no sólo lo que ha hecho sino el porqué; y ayudando al penitente a rechazar la maldad en el futuro.

Wfi 6. ACCIÓN DE

GRACIAS Después de la absolución el sacerdote dice: "Demos gracias a Dios porque es bueno. El penitente res­ponde: "Porque es eterna su misericordia". El sa­cerdote despide al peni­tente con estas (u otras) palabras: "El Señor que te ha perdonado tus peca­dos, te admita también en su Reino. A El la gloria por los siglos de los siglos.

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SEGUNDA FORMA: RITO COMUNITARIO DE RECONCILIACIÓN CON

CONFESIÓN INDIVIDUAL Y ABSOLUCIÓN

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Esta forma es u n comple­mento que no substitu­ye el rito individual. Tie­ne u n valor especial al subrayar los aspectos co­munitarios del pecado y de la reconci l iac ión . Consta de 4 etapas.

3 . RITO DE RECONCILIACIÓN

La comunidad de rodillas en reconocimiento de sus pecados reza el Yo Peca­dor u otra fórmula. * Todos de pie cuando el diácono u otro ministro invita a la confesión y a orar los unos por los otros. Esta oración litáni-ca concluye con el Padre Nuestro. Los penitentes que de­sean confesarse y recibir la absolución se dirigen individualmente al sacer­dote.

1. *La comunidad unida en u n canto o himno ex­presa su sentido peniten­cial. Estos cantos pueden ser de acuerdo al tiempo litúrgico. * El sacerdote u otro mi­nistro explica brevemente el propósito y la significa­ción de la celebración. * Todos se unen en una oración de petición de perdón.

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2. CELEBRACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS.

* Comienza con u n a o m á s l ec tu ras bíblicas sobre el tema del pecado, conversión y reconcilia­ción. * Los penitentes exami­n a n su conciencia a la luz de estos temas. * Hay u n periodo de refle-ción silenciosay de propio examen. '

4. PROCLAMACIÓN DE GRACIAS Y DESPEDIDA.

* Después que las confe­siones individuales h a n concluido, el sacerdote invita a los reconciliados a dar gracias. * Todos se unen en u n himno de acción de gra­cias. * El sacerdote dice la ora­ción final y da la bendi­ción. La comunidad es despedida con estas pala­bras: "El Señor les ha libe­rado de sus pecados. Vayan en paz. Todos res­ponden "Demos gracias a Dios".

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TERCERA FORMA: RITO COMUNITARIO CON CONFESIÓN Y

ABSOLUCIÓN GENERAL

Esta forma se usa solamente en serias circunstancias, como en las tierras de misión y en otras situaciones donde hay pocos sacerdotes para escuchar confesiones de los que desean recibir el Sacramento. La existencia de estas serias circunstancias tiene que ser de­terminada por el Obispo local en con­sulta con los otros obispos.

LA ESTRUCTURA DE ESTA TERCERA FORMA ES SIMILAR AL RITO COMUNITARIO CON CONFESIONES INDIVIDUALES Y ABSOLUCIÓN, PERO...

1. El sacerdote instruye indicando a los que desean recibir el Sacramento la necesidad de la contrición. El sacerdote sugiere un acto de penitencia apropiado para todos.

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3 . El sacerdote invoca al Espíritu San­to, dando la absolución general e invi­tando a la comunidad a dar gracias.

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2. La comunidad es invitada a que incli­ne la cabeza o se ponga de rodillas en señal de que quieren ser absueltos. Todos hacen u n a confesión general, seguida de la oración del Padre Nuestro.'

4 . Los penitentes están obligados a hacer la confesión individual en la pri­mera oportunidad que se les presente dentro de ese año.

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SEGUNDA PARTE

SACRAMENTOS DE RECUPERACIÓN DE LA COMUNIDAD CRISTIANA

SACRAMENTO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS 2.

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2. LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS 2.1. Realidad: - La Unción de los Enfermos aparece como u n sacramento poco celebrado

en nues t ro ambiente por habérsele ligado con la proximidad de u n a muerte que asus ta y que se rechaza. Traer al sacerdote equivale a renun­ciar a toda esperanza de vida o a asus ta r al enfermo. A pesar de que la Iglesia ha cambiado el nombre de "extrema-unción" al sacramento de los enfermos, no se ha logrado presentarlo como u n a visita gozosa de Jesu­cristo y de la comunidad, que viene a ofrecerle al enfermo y a su familia u n a Buena Noticia. Esto nos indica u n a gran ignorancia por parte de los fieles sobre la verdad del sacramento y también nos señala u n a praxis pastoral deficiente que ha permitido la creación de tal mentalidad.

- De hecho, la mayoría de los fieles requiere la presencia del Presbítero en el último momento, cuando el enfermo está comatoso y sin capacidad de . recibir conscientemente el sacramento. Tendríamos que preguntarnos si no se le está atribuyendo u n valor cuasi-mágico al sacramento e ignora­mos su valor esencial que es el de ayudar al enfermo a vivir y asumir su situación personal,

- La pastoral de los enfermos, has ta hace poco, es taba reservada al Pres­bítero, quien, viéndose desbordado, tenía que limitarse a acompañar a los. enfermos en s u s últimos momentos sin haber existido u n a preparación adecuada del enfermo y la familia para la celebración del Sacramento. Sin embargo, en nuestra Iglesia hay signos de renovación y ya en muchas parroquias se está elaborando una pastoral de enfermos con la participa­ción de la comunidad.

2.2. Reflexión Teológica: 2 .2 .1 . El Sacramento de la Unción nos incorpora a Jesucristo que hace

presente el Reino de Dios.

- En los evangelios los enfermos aparecen frecuentemente como destinata­rios privilegiados del amor compasivo de J e s ú s . En ellos J e s ú s quiere mostrar que ya llegó el Reino de Dios: "Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muer tos resuci tan , se anuncia a los pobres la Buena Noticia" (Le. 7,22).

' Jesucr is to aparece como el que vence la enfermedad (Mt 8, 16; Le. 5, 17) anunciando con palabras y obras el inicio del Reino definitivo, donde no habrá ya muerte ni llanto ni gritos ni fatiga (Apoc. 21,4). Esperando esa maravil losa realidad Jesucr i s to lucha eficazmente contra toda enfer­medad y se sirve admirablemente de ella para que el enfermo lo pueda descubrir y aceptar como el Salvador (Jn 9). Además, curando a los enfermos muest ra también el poder que tiene sobre el pecado, origen de todo tipo de esclavitud individual y social (Me 2, 1-12).

- Siendo Jesucr is to el camino al Padre, asumió sobre sus espaldas todas nues t ras enfermedades (Mt 8,17) y por su obediencia (Le 22,42) la muerte

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fue destruida ( 1 Cor 15, 54 ) . Los discípulos de Jesús, siguiendo las huellas de su maestro, descubren en la enfermedad y la cruz la fuerza salvadora del Padre, completando en su carne lo que le falta a la Pasión de Cristo (Col 1,24).

2.2.2. El sacramento de la Unción se sitúa en la línea de la lucha contra la enfermedad. La Iglesia se hace presente al cristiano enfermo para ayu­darle a superar la enfermedad. En el hombre, el cuerpo no es indepen­diente del espíritu; por eso la enfermedad no solamente es mal del cuerpo sino que afecta al hombre entero. La enfermedad debilita al en­fermo, le quita fuerzas para llevar a cabo los actos de la vida de la gracia. El sacramento vendrá a aliviar y a fortalecer al enfermo, afian­zando su comunión con Dios, fuertemente afectada por la enfermedad.

- La Iglesia en su nuevo ritual habla y pide por la salud del enfermo en sus múltiples facetas corporales, espirituales y aún de la salud definitiva -la escatológica- pidiendo que nuestro cuerpo mortal venza en la resurrección final toda debilidad e incluso la misma muerte. No se excluye ningún tipo de salud. Siendo el cuerpo una mediación necesaria para el encuentro con Dios, también el cuerpo tanto como el espíritu recibe los efectos del sacramento. Sin embargo, el aspecto más importante del sacramento es aportar re­medio a la debilidad espiritual del enfermo agravada por lo patológico. El sacramento comunica una gracia del Espíritu Santo para que en el momento de un desequilibrio peligroso se mantenga y se fortalezca la comunión con Dios. Esto nos obliga a presentar la Unción no tanto como una preparación a la muerte sino como una ayuda a todo creyente afectado por una enfermedad grave. El moribundo, claro está, pertenece también a esta categoría, pero no como destinatario exclusivo. Basta que una enfermedad produzca una ruptura importante en el equilibrio biológico para que sea reputada como grave. Con esta intención se ha asimilado la vejez a este grupo, en cuanto que el debilitamiento físico debido a la edad se parece mucho a la ruptura del equilibrio biológico. Los moribundos están en la etapa final de los enfermos graves. Ellos deberían haber sido ya sujetos de este sacramento en el período inicial de su gravedad. El verdadero sacramento de los moribundos es el Viático. La Iglesia aconseja que en la medida de lo posible se administre dentro de una celebración eucaristica después de la Reconciliación y antes de la Unción.

2.2.3. La Unción es un sacramento que, sanando al enfermo, al mismo tiempo reconstruye la comunidad.

- La voluntad de Jesucristo es que la comunidad cristiana sea signo de amor y unidad, y de la misma forma que el cuerpo cuida de sus miembros enfermos, con mayor razón la Iglesia, imitando a su maestro, tiene un especial cuidado por sus enfermos. En el texto de St. 5,14 ("está enfermo uno de ustedes"...), se habla de la pertenencia a una comunidad concreta que tiene un miembro enfermo. Se le va a visitar porque se le considera parte de la comunidad y que ya no

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puede ir a la asamblea. Este hecho es tan importante para la vida de la comunidad que ella pide al Presbítero, que es cabeza de Cristo en ese cuerpo, que visite al enfermo. El sufrimiento de un miembro se convierte en sufrimiento de todos (1 Cor 12,26). Si esto no acontece, hay una falla en la relaciones de la comunidad.

- Esta debe detectar enseguida la enfermedad grave de uno de los suyos, de­be acompañarlo y sostenerlo en la Fe, prepararlo debidamente para el sacramento de la Unción, a fin de que éste no sea un rito cuasi-mágico o que infunda pavor. La lucha contra la enfermedad no sería entonces individual, sino comunitaria.

- Este aspecto se refleja claramente en el ritual, que cuando pide la salud del enfermo pide también que se reintegre a la comunidad como un miembro activo. El Señor le ha devuelto la salud para llevarlo a una vida más intensa en el seno de la comunidad.

- Siendo la Unción un sacramento de la Fe exige que se cree un clima de fe gradual y progresivo, lo que implica atención, diálogo. De hecho el diálogo siempre debe ser previo al encuentro sacramental para que éste sea fructuoso y también debe prolongarse después del sacramento. Esto es imposible sin la participación organizada de la comunidad.

2.2.4. El sacramento de la Unción tiene como efecto secundario el perdón de los pecados.

- Si bien es verdad que el ritual de la Reconciliación favorece las numero­sas formas que contribuyen a hacer de la conversión un proceso per­manente, sin embargo el sacramento de la Reconciliación sigue siendo el sacramento específico para el perdón de los pecados y no se debe presentar la Unción como su substituto.

- Además, no hay relación causal entre enfermedad y pecado. El mismo Jesús así lo declara frente al ciego de nacimiento: "Ni él ni sus padres han pecado, sino que es para que se manifieste en él las obras de Dios" (Jn. 9,3). Si relacionamos enfermedad con pecado no es para presentarla como el producto de faltas personales, sino como un síntoma de un desorden que afecta a todo el hombre. La enfermedad es el símbolo de la condición pecadora de la humanidad; por eso la curación será también signo de la liberación de esa condición pecadora y de todos sus males. Ella alcanzará su expresión definitiva en la escatología.

- La persona enferma para reanudar su comunión rota con Dios y los hombres, siempre debe ser invitada a recibir el sacramento de la Recon­ciliación. Cuando por su estado físico se le hace imposible al enfermo una confesión de sus pecados, entonces la Unción podrá aportarle el perdón para que una vez reconciliado pueda ser fortalecido en su vida espiritual.

2.3. Líneas Pastorales: 2.3.1. Preparación A. Es preciso que el mismo paciente conozca el sentido de la enfermedad:

- Ella viene como ruptura interna del ser, de su armonía ya precaria; yo quiero una cosa y mi cuerpo no obedece. Se entra en una esfera de soledad, en un mundo en que "los otros" no entienden, además se corta todo lazo

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con la vida de actividad anterior. Se está encerrado, impedido en una habitación (sensación de impotencia y dependencia: soy carga para los demás). Aparece una crisis de comunicación con los otros. El enfermo que antes se sentía seguro en su mundo se descubre limitado, contingente, aparece como vulnerable. Toda enfermedad grave trae necesariamente una evocación de la muerte. Todo esto constituye un reto para el enfermo, una llamada a una nueva integración de su ser. Llamada a descubrir y asumir su ser profundo de creatura con todas sus limitaciones pero con una hermosa vocación. Llamada a aceptar esa situación como "su realidad' incluyendo el hecho de la muerte. Llamada a reestructurar por lo tanto su mundo de valores. Por eso, la superación de la enfermedad aparece como una auténtica resurrección más allá de lo físico. Permite descubrir lo esencial. Rom­piendo con las seguridades anteriores se puede llegar a la auténtica libertad. En este contexto existencial la Unción aparece como una maravillosa respuesta de Dios a la comunidad que viene en ayuda del enfermo, lo que hace de la enfermedad un lugar privilegiado para nuestra pastoral. La solicitud de la comunidad viene a romper el circulo de aislamiento y de soledad del enfermo, abriéndole a la presencia divina. Si Dios se descubre como presente, como dialogante en el dolor, mi propio dolor puede con­vertirse en lugar de encuentro con Dios. La presencia de la comunidad le hace ver al enfermo que ella siempre está presente con él para abrirlo a esta dimensión. La Unción ayuda al hombre a reconciliarse con su cuerpo, que puede fallarle, pero que así como es también está destinado al mismo mundo escatológico que el espíritu. El hombre, con la ayuda de la Fe, descubrirá por su enfermedad que el desarrollo corporal no es lo esencial en la realización de uno mismo y con eso dará un nuevo sentido a su existencia. Toda enfermedad asumida le enseña al hombre que está llamado a una solidaridad de destino con la humanidad. Su dependencia frente a otros y los esfuerzos de los otros por ayudarle le invitan a profundizar en su relación interpersonal. Así se introduce a un mundo de Caridad que se extiende a todos aquellos que participan en la lucha por liberar a la humanidad. Aunque la Unción no es el sacramento para los moribundos, sin embargo toda enfermedad grave evocará el hecho de la muerte. Si con este sacra­mento se le ayuda al paciente a aceptar su condición de creatura, la muerte puede aparecer como el encuentro maravilloso con Dios. De todo esto se concluye que la "curación" no puede ser considerada so­lamente como una vuelta a la salud física o a una vida anterior interrum­pida por la enfermedad. La enfermedad ha sido una auténtica invitación a darle otro sentido a la vida. Le toca al enfermo renegar o asumir real­mente este hecho que la enfermedad le ha regalado. Toda Pastoral de Enfermos debe ayudar a que el acontecimiento de la enfermedad se trans­forme en generador de vida, en una "auténtica curación" (encuentro con Dios y aceptación de su voluntad). B. Es preciso cambiar la mentalidad del cristiano respecto a la enferme­

dad y la vejez:

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- Presentar las como u n hecho que tarde o temprano les afectará y que . deben aprender a enfrentar en forma evangélica. Se puede hacer en las homilías o catequesis , aprovechando los t iempos litúrgicos que por su contenido dan ocasión a este anuncio (Adviento-Cuaresma).

- Presentar entonces la Unción como ayuda al enfermo y no como u n a preparación a la muerte o el substi tuto del sacramento de la Penitencia.

- Evitar acentuar demasiado el aspecto de curación física que impida al paciente valorar este momento único para cambiar su escala de valores y para vivir evangélicamente su enfermedad.

- Cambiar también la mental idad de los Agentes de Pastoral frente al sacramento. No se trata de u n sacramento superfluo, sino de una acción eclesial importante en u n momento crucial de la existencia humana . C. Es urgente organizar la Pastoral de Enfermos:

- Crear conciencia en la comunidad eclesial de que la Pastoral de Enfermos es un momento privilegiado en el anuncio y la vivencia evangélica.

- En esta sociedad donde se valora el rendimiento y la eficacia, la Iglesia concreta su opción por los pobres cuidando con solicitud y organización el mundo de los enfermos (equiparado al de los olvidados e inútiles).

- No todos los enfermos se encuentran al mismo nivel de Fe ni de prepa­ración para recibir el sacramento. Antes del rito se impone u n diálogo que, partiendo de la realidad humana del paciente, lo lleve al encuentro con el Cristo misericordioso a través del sacramento. La duración y la periodicidad del diálogo dependerán de la situación concreta y existencial del enfermo.

- En este período de preparación es preciso hacer participar de una manera u otra a todos los que están en relación con el enfermo. Debe tomarse en cuenta especialmente a su familia, que en la mayoría de los casos está t an desconcertada como el mismo enfermo.

- La presencia de la comunidad cristiana no puede faltar en este itinerario. La comunidad a través de s u s ministros y servidores laicos detectarán, vis i tarán y catequizarán a los enfermos y así los p repa ra rán pa ra el sacramento de la Unción.

- Dada la importancia de la Pastoral de Enfermos, se hace necesaria la ins­t itución de ministros para los enfermos, con la debida preparación doc­trinal y pastoral. Es urgente capacitar a estos ministerios para que puedan ser ejercidos eficaz y evangélicamente. Esto podría hacerse por'cursillos, creando abun­dante material catequético tanto para los enfermos como para los que los visitan o atienden.

2.3.2. Celebración - El ministro propio de la Unción es el Presbítero, pero toda la comunidad

eclesial debe involucrarse en la celebración del sacramento. En realidad toda celebración de la Unción de los enfermos es comunitaria (presencia del Presbítero, ministros, familiares...). Pero pueden organizarse también celebraciones comuni tar ias con los enfermos: el Canon 1002 aconseja fuertemente este tipo de celebración y da indicaciones interesantes. Es tas

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celebraciones deben prepararse con tiempo y todos los involucrados deben estar previamente catequizados.

- El sujeto del sacramento es todo enfermo grave. No equiparar este tér­mino al de moribundo. Hacer esta distinción es de suma importancia para la práctica de una Pastoral de Enfermos.

2.3.3. Seguimiento - La Pastoral de los Enfermos debe estar atenta, en su caso, al restable­

cimiento del enfermo y a su reintegración en la vida ordinaria y comu­nitaria. Si la atención pastoral fue adecuada, el enfermo no puede salir igual y hay que ofrecerle la posibilidad de vivir en la comunidad de una manera más evangélica sus relaciones con Dios y con los demás hombres.

- Debe evitarse la práctica de "asambleas de sanación" con el uso del óleo, porque fácilmente se confunde con el sacramento de la Unción de los enfermos. De practicarse, ha de ser con permiso del Obispo local, sin usar el óleo sacramental, y habiéndole precedido una explicación que aclare la • naturaleza puramente impetratoria de esta oración.

- El óleo de los enfermos debe ser bendecido por el Obispo, pero en caso de necesidad puede hacerlo el sacerdote dentro de la celebración del sacramento. (Cn. 999).

- En caso de peligro grave de muerte el sacerdote debe velar que el enfermo reciba el Viático. En este caso, el sacerdote puede también administrar el sacramento de la Confirmación (Cn. 890) y luego el de la Unción.

- Evitar, en la celebración de este sacramento cualquier idea o apariencia de superstición o rito mágico. Procure el sacerdote crear un ambiente dialogal entre él, el enfermo y los parientes o personas presentes, y de éstas con Dios, invitando especialmente a los familiares para que parti­cipen activamente en la celebración del sacramento.

- El nuevo Ritual recuerda que "conviene igualmente que el fiel renueve, en la celebración del Viático, las promesas del Bautismo, por el cual recibió la adopción de hijo de Dios y se hizo co-heredero de las promesas de la vida eterna" (cf. Ritual, Ns. 28).

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SÍNTESIS NORMATIVA

PREPARACIÓN 1. La Parroquia debe organizar la Pastoral de los Enfermos y

crear un equipo debidamente capacitado, que ayude efectiva­mente al sacerdote en este ministerio. Debe cada diócesis ofrecer los servicios deformación necesarios a este propósito. Favoréz­case la institución del Ministerio de los Enfermos.

2. Este equipo ayudará a los enfermos para que lleguen al sacra­mento de una manera gradual y efectiva Los prepararán a reci­bir los sacramentos de la Penitencia, Unción y Viático. Con sus visitas al enfermo lo pondrán en contacto con la Palabra de Dios y la oración para que pueda vivir cristianamente su enfermedad, ayudando también en la fe a sus familiares.

3. Cuando los sacramentos de la Penitencia, Unción y el Viático se administran en la casa del enfermo, instruyase a la familia para que estos sacramentos se celebren dignamente (decoro del lugar y de las personas).

4. Es urgente educar a los fieles para que pidan con tiempo la visita de la Iglesia al enfermo, de manera que pueda ser preparado adecuadamente para la recepción de los sacramentos (Peniten-cia-Viático-Unción).

5. La Pastoral de los Enfermos representa un aspecto de la Pas­toral de Conjunto de la Iglesia, en sus diferentes niveles. Es necesario, por consiguiente, anticipar esta evangelización, prepa­rando a los fieles cuando gozan de salud, para que sean capaces de asumir el dolor y la enfermedad. Téngase esto presente en la predicación de carácter misionero, en la catequesis , en la litur­gia, en los cursillos y encuentros, etc.

6. En cada diócesis debe darse especial atención a la Pastoral de la Salud y ala Pastoral de Enfermos en conexión con los cen­tros hospitalarios existentes en el área. Para ello, capacítense a aquellos Presbíteros que demuestren especial carisma para es­te ministerio, conformando con ellos un equipo que les ayude en la organización de las celebraciones litúrgicas y en el contacto personal con los pacientes. En la medida de lo posible trátese de vincular esta Pastoral Hospitalaria con la parroquia en el sentido de interesar a los feligreses por los miembros de sus comunidades parroquiales que se encuentran recluidos en cen­tros hospitalarios y/o clínicas.

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CELEBRACIÓN 1. El ministro del sacramento de la Unción de los Enfermos es todo

sacerdote. El deber recae sobre el párroco, pero, si existe causa razonable, cualquier sacerdote puede administrarla (Cn. 1003).

2. La Unción de ¡os enfermos se administrará a los fieles que, ha­biendo llegado al uso de razón comenzaran a estar en peligro por enfermedad o por vejez (Cn. 1004). Puede reiterarse el sacra­mento si después de haberse restablecido la persona recae nue­vamente. Siempre se presentará como una celebración de la es­peranza.

3. Puede administrarse sub conditione en caso de duda razonable sobre si elenfermo ha fallecido ya. Cuando hay seguridad de la muerte, no debe celebrarse. Invítele en este caso, a orar por la persona difunta.

4. No debe administrarse el sacramento de la Unción a los enfermos obstinados en un pecado grave manifiesto (Cn. 1007).

5. Es muy aconsejable hacer periódicamente celebraciones comu­nitarias de la Unción dentro de la Eucaristía para ancianos y en­fermos.

SEGUIMIENTO 1. El equipo de la Pastoral de los Enfermos deberá seguir en contac­

to con ellos en el período de convalecencia, animándolos a reinte­grarse a la comunidad de fe.

2. De cara a los propios Agentes de Pastorales - los ministros laicos y sobre todo los ministros ordenados- debe darse una permanente renovación pastoral en este campo, a nivel de refle­xión y deformación teológica, y de preparación propiamente pastoral.

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ANEXO

CELEBRACIÓN DE LA MUERTE 3.

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3. CELEBRACIÓN DE LA MUERTE 3.1. Realidad:

Nuestro catolicismo popular se centra fundamentalmente en torno a los difuntos. En los funerales y en los novenarios es cuando m á s fieles se reúnen y también cuando m á s celebraciones eucaríst icas se ofrecen. Dada la forma en que se vive esta realidad se intuye que hay u n a serie de "creencias", al margen de la Fe de la Iglesia, que señalarían la existencia de u n "culto a los muertos". Hay muchos "rezadores" que tienen toda una liturgia paralela que logra gran acogida entre la gente sencilla. Muchas de estas prácticas tienen elementos muy positivos que pueden ser valorados en orden a la Fe. Otros podr ían parecer a pr imera vista contrarios al Evangelio, pero el Ritual anima a su purificación y evange-lización: "procúrese transformarlos de tal manera que la celebración manifieste verdaderamente la fe pascua l y demuestre u n autént ico espíritu evangélico" (1). Se hace presente u n fuerte sentido de solidaridad con los deudos, que lleva en no pocos casos a supe ra r viejas rencillas sirviendo como ocasión de reconciliación entre enemigos. Aparecen también sentimientos de fatalismo o complejos de culpa, que has ta se manifiestan exteriormente por la práctica de llevar u n luto cerrado. En nues t r a s liturgias exequiales aparece todavía muy poco el aspecto pascual . Sin embargo, el ritual lo presenta como algo esencial. Esto pide u n cambio en la mentalidad de algunos Agentes de Pastoral que temen herir la s u s c e p t i b i l i d a d de la gente si dan u n tono de alegría a la celebración.

3.2. Reflexión Teológica: El nuevo ritual insiste en que los funerales no son únicamente ritos de purificación del difunto, ni sólo oraciones de intercesión, ni mera expresión de condolencia o consuelo (2). Se debe recuperar el sentido pascual de la celebración cristiana de la muerte para que a través de las exequias se reafirme la Fe y la Esperanza en la vida e terna y en la resurrección (3).

1) La Exequia Cristiana es la acción de gracias al Padre por la victoria de Cristo sobre la muerte. El creyente puede hacer de la muerte u n a celebración porque en ella se manifiesta el amor y el poder del Padre: "Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo" (Jn. 3,16). En efecto, J e s ú s por amor a los hombres y obediente al Padre entra en la

muerte, de la cual sale vivo como primicia de los que duermen. La muerte ha sido vencida y ante tal maravilla la Iglesia exulta y hace Eucaristía.

(1) Ritual de Exequias, Introducción, n.4. (2) Ritual de Exequias, Introducción, n.8. (3) Ritual de Exequias, Introducción, n.ll.

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2) La Exequia Cristiana es la acción de gracias por el don de la resurrección a la humanidad. La resurrección de J e s ú s es la-del "primogénito" de la humanidad. Con su muer te destruyó al "señor de la muerte" (Hebr. 2,8ss) y liberó a los sometidos a su esclavitud. El cristiano es aquel que se solidariza con la muerte y resurrección de J e s ú s . Por el Bautismo se incorpora a su muer te y a su vida y esto lo celebra continuamente en la Eucaristía (Rom 6,3-11). Al vivir al estilo de J e s ú s , también va configurándose con su muerte y resurrección y por medio de la muerte corporal se incorpora al misterio pascual de u n modo definitivo. (4)

3) La Exequia Cristiana es la expresión de los vínculos existentes entre to­dos los miembros de la Iglesia. Allí los creyentes expresan su esperanza en que sus difuntos viven y que es tán en comunión con ellos. No se t ra ta de u n a relación supersticiosa sino de u n a comunión fundada en la Fe y vida del Resucitado J e s ú s . La comunidad invoca la misericordia de Dios para que el difunto sea perdonado y entre en comunión con Dios (5). La liturgia exequial no es sólo para el difunto. También edifica la comunidad profundizando su esperanza, dándole el sentido de la vida y de la muerte y ofreciéndole una comunión con los difuntos (6).

3.3. Lineas Pastorales: 3 .3.1. Preparación La celebración cristiana de la muerte no empieza con las exequias sino con la asistencia del Presbítero y de la comunidad al moribundo. Como Pastor, le compete principalmente al sacerdote acompañar al hermano que agoniza para confortarlo con el Viático y orar por él con los fami­liares. En muchos casos el Presbítero no podrá es tar presente, y es de esperar que en cada parroquia se vaya organizando u n a Pastoral de Enfermos adecuada para que u n grupo bien formado de fieles pueda acompañar al agonizante y su familia con las oraciones señaladas por la Iglesia. Con motivo de un duelo en la familia, el sacerdote tiene la oportunidad de manifestarse como u n amigo y hermano que comparte el dolor y que puede reconfortar con la esperanza cristiana. Donde se efectúa el velorio en casa del difunto sería aconsejable la presencia de la Parroquia, sea por u n ministro ordenado o por u n catequista o delegado. Se debe aprovechar la práctica existente de "reza­dores" ofreciéndoles una formación adecuada. Esto permitirá evangelizar el velorio, que en ocasiones se ve acompa­ñado con prácticas paganas y a veces excesos en la bebida. Ya el ritual prevee u n a estación en casa del difunto que, bien aprovechada, puede ser

(4) Ritual de Exequias, Introducción, n.20. (5) Ritual de Exequias, Introducción, n.l. (6) Ritual de Exequias, Introducción, n.20.

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una estupenda ocasión para ambientar la celebración exequial. Se podría aprovechar este momento para preparar con los deudos la liturgia exequial en cuanto a la elección de lecturas, cantos, color de ornamento, etc.

3.3.2. Celebración La celebración exequial corresponde al propio Párroco (o vicario, o diácono). Sobretodo para las áreas rurales y de difícil acceso, los Pá­rrocos deberían elegir y formar laicos que en ausencia de un ministro ordenado realicen la celebración exequial. Deben ser hombres conocidos por su integridad y compromiso eclesial. Tener una delegación dada por el Ordinario del lugar (Obispo o Vicario) previa presentación del Párroco respectivo. Como este ministerio lo desempeña en nombre de la Iglesia, debe ceñirse al ritual aprovechando todas sus riquezas. Es preferible que no use distintivo ni ornamento. Basta que se vista con sencillez y dignidad. De acuerdo con nuestras costumbres, las formas de celebración se han reducido a dos: Primera forma: Una sola reunión en la Iglesia, unida a la celebración eucarística. Segunda forma: Una celebración de la Palabra sin Eucaristía. Ambas formas señalan un rito de acogida a la puerta de la Iglesia y una última recomendación y despedida. El ritual prevee los casos donde todavía puede efectuarse el encuentro en la casa del difunto, con la procesión a la Iglesia y al cementerio.

Se debe explicar a los fieles que las misas cotidianas ofrecidas por los difuntos no obligan al celebrante a escoger un color o un formulario de misa de difuntos. A la misa de primer aniversario se le puede dar mayor relevancia. Para que los donantes se enteren que la misa se celebra por un determinado difunto se puede indicar la intención al principio de la misa, o en la oración universal o en la intención correspondiente de la anáfora. Toda la celebración debe tener un profundo contenido pascual y por lo tanto festivo. Esto debe aparecer en los signos (cirio pascual, flores, luces) en los cantos (que expresen esperanza) y en las lecturas escogidas. Los ministros sagrados pueden escoger para las exequias cualquiera de los siguientes colores litúrgicos, educando al pueblo en su significado: el blanco, como expresión del tránsito de esta vida a la plenitud del Cristo Resucitado; el verde, como expresión de esperanza en Cristo Redentor; el morado, como expresión de la fragilidad de la vida y el dolor de la sepa­ración. El ritual ofrece una gran riqueza de material que permite adecuar la liturgia a múltiples circunstancias. En especial se prevee un rito para la exequia de niños, substancialmente idéntico al de adultos pero con textos propios. Se ofrecen dos ritos según que el niño fue o no bautizado.

3.3.3. Seguimiento La muerte de un familiar o amigo siempre es un acontecimiento que estre­mece la vida de las personas. La Iglesia debe estar atenta a este momento de gracia para interpelar la Fe de sus hijos y ofrecerles caminos de crecimiento.

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La primera ocasión la tiene en la costumbre de los novenarios, bien arraigada entre nosotros. Se presentan como una óptima ocasión para robustecer la fe de los deudos. Se puede equiparar a una pequeña misión o retiro espiritual si es bien llevada. Se puede invitar a los fíeles a que celebren el novenario en el templo y, si lo hacen en casa, facilitarles un material apropiado e ir formando un personal capacitado que sean los nuevos "rezadores". Para el pueblo es muy consolador que el Párroco asista en algunos de los días al nove­nario. Es preciso corregir en ellos los abusos originados por supersticiones o costumbres que originan grandes gastos para la familia del difunto y que llevan a ingerir licor y a divertirse profanamente. Las misas de aniversario (de "cabo de año") son también, sobre todo en el área rural, momentos de gracia que hay que aprovechar, dada la con­currencia de fieles, para llamar a la conversión y a la Fe en la resurrec­ción y la vida eterna.

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SÍNTESIS NORMATIVA

PREPARACIÓN 1. En este aspecto tan ligado a la Pastoral de Enfermos, surge la ne­

cesidad de la creación de un equipo parroquial que ayude al Presbí­tero a detectar los casos de enfermedad grave de los fieles de su parroquia, para poder acompañarlos en estos momentos críticos.

2. La Iglesia pide que el hermano que agoniza sea confortado con el Viático y la oración. Hay que vigilar para que los enfermos lo hagan cuando tienen aún el pleno uso de sus facultades.

3. El mismo equipo pastoral puede acompañar a la familia del difunto y asesorarla, sobre todo en lo que respecta a la preparación de la liturgia de difuntos, relación con la funeraria, novenarios, etc.

CELEBRACIÓN 1. El ministro de las Exequias con Eucaristía es el párroco. También

puede presidir el diácono cuando sólo hay liturgia de la Palabra. En lugares donde no hay ministros ordenados, la puede presidir un laico o laica facultados, dentro de la Celebración de la Palabra (o paraliturgia).

2. En la celebración exequial se supone normalmente la Eucaristía; y si estaño puede realizarse, debe ofrecerse lo antes posible. Lamisaexe-quialpuede celebrarse todos los días excepto en las solemnidades de precepto. Triduo Pascual y domingos de Adviento, Cuaresma y Pas­cua. En estos casos, téngase una celebración de la Palabra con el rilo de despedida.

3. La celebración de la Eucaristía (o liturgia de la Palabra) debe realizar se con la ayuda del equipo litúrgico (monitor, cantor, organista, lectores, acólitos), debidamente entrenado, en todo lo posible, logran­do también la mayor participación de todos los fieles presentes.

4. Siguiendo el Ritual Romano, en la medida de lo posible, mediante ministros no ordenados (laicos), téngase la oración en el hogar del difunto, téngase el rito de recepción del difunto a la entrada de la Iglesia; y acompáñense los restos mortales deldifunto yasus deudos, al cementerio.

5. Toda celebración exequial debe tener un profundo contenido pascual, y por tanto festivo. Hay que cuidar la celebración, y sobre todo la homilía, para educar sobre esta dimensión de nuestra Fe. De ningún modo puede convertirse la homilía en un "elogiofúnebre" del difunto.

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6. Si se dan varios junerales el mismo día, hágase la celebración en tal forma que cadafuneral pueda celebrarse dignamente, y sin prisa. Evítese absolver con una sola celebración las exequias de varios difuntos para los cuales los deudos han pagado estipendios distintos. Evítese igualmente toda "distinción de clases" en la celebra­ción, especialmente por motivos económicos.

7. Se ha de hacer la debida anotación en el libro de difuntos (Cn. 1182).

8. El Canon 1240 aconseja a la Iglesia tener cementerios propios. Se puede equiparar a éstos la costumbre creciente en muchas de nuestras Iglesias de construir criptas. Téngase en consideración, sin embargo, que estas criptas no deben construirse dentro de las Iglesia (Cn, 1242). Pueden ser construidas en un anexo o subterráneo, permitiéndose una capilla dentro del recinto.

9. En cuanto a la cremación de los Cadáveres, lo correcto es celebrar la liturgia exequial "de cuerpo presente", antes de proceder a la cre­mación (Cf. Boletín de la Congregación de Sacramentos y Culto Divino, Notitiae 13,45; 1977). Dada la costumbre que de hecho se ha introducido en nuestro ambiente, se ve necesario ilustrar a nuestros fieles al respecto.

10. Por lo que se refiere a las exequias, téngase presente el Canon 1183:

a) Las exequias de catecúmenos se equiparan a la de los fieles. b) El Ordinario del lugar puede permitir que se celebren exequias ecle­

siásticas por aquellos niños que sus padres deseaban bautizar, pero murieron antes de recibir el Bautismo.

c) Según eljuicioprudente del Ordinario del lugar, se pueden conceder exequias eclesiásticas a los bautizados que estaban adscritos a una iglesia o comunidad eclesial no católica, con tal de que no conste la voluntad contraria de éstos y no pueda hacerlas su ministro propio.

11. El Derecho Canónico (en los Cánones 1184-1185) señala los casos donde puede presentarse la necesidad de negar las exequias cristia­nas a un difunto que no ha dado antes de su muerte señal de arre­pentimiento:

a) a los notoriamente apóstatas, herejes o cismáticos.

b) a los que pidieron la cremación de su cadáver por razones contra­rias a la Fe.

c) a los pecadores manifiestos a quienes no pueden concederse las exequias sin escándalo público de los fieles.

d) En el caso de suicidas pueden existir muchos motivos personales

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que impidieron el pleno uso de la libertad al difunto, llevándolo a un estado de desesperación. En estos casos, conmucha delicadeza habrá que explicar la postura de la Iglesia, si se opta por los fune­rales.

Cuando no puedan efectuarse las exequias, esto no impide que se ore por los difuntos impetrandopor la misericordia de Dios.

SEGUIMIENTO 1. El Pastor debe considerarlos novenarios como un momento pri­

vilegiado para robustecer la Fe de los deudos. Debería formarse un equipo pastoral que se ofreciese para dirigir los rezos o nove­narios que se efectúan en la casa del difunto. En esta forma se pueden corregir abusos y supersticiones.

2. Siendo que en las áreas rurales, acostumbran los deudos a solicitar los servicios de "rezadores", procúrese una preparación de éstos, incluso facilitándoles modelos de "novenarios" que pueden desarrollar. En este tipo de ayuda y formación podrán coadyuvar la labor de los Párrocos los Departamentos de Forma­ción Cristiana y de Ministerios.

3. Procúrese que en estos "novenarios" se acentúe la dimensión pascual de la muerte y cuídese de sus signos en tal sentido.

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SEGUNDA PARTE

II

SACRAMENTOS DE INCREMENTO DE LA COMUNIDAD CRISTIANA

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO 4.

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4. SACRAMENTO DEL MATRIMONIO 4.1. Realidad:

Sabemos que en Panamá sólo un 27.6% de niños nacen de padres casa­dos (por lo civil o la Iglesia). Otro 29% nacen de padres unidos en forma estable. El resto (43.4%) nacen de uniones casuales o madres solteras. Por la inestabilidad de la institución matrimonial, aún en lo civil, muchísimos optan por una unión consensual a prueba ("tengo que ver si me va bien") que a la larga no termina en el matrimonio. Algunos lo asimilan a un hecho social y así los más pobres dicen no casarse "por no tener plata para la fiesta". Para otros, el matrimonio aparece como una carga o trampa que impe­dirá romper el compromiso "si las cosas no resultan". Además, el matrimonio está tan deteriorado que muchos no se casan por miedo a lo que han visto en sus hogares ("no quiero que a mí me pase lo mismo"). La figura del padre es muy inestable; hay muchísimos hogares donde no está presente y, más aún, dónde el padre convive a la vez con varias mujeres teniendo "hijos por fuera". Esto es tan común que es tolerado por la sociedad. Esta práctica en muchos casos se repite en los hijos, for­mando un patrón de conducta y un verdadero círculo vicioso, propios del modelo cultural "machista". Hay una permisividad sexual, aún entre los jóvenes, fuertemente fomen­tada por un hedonismo y consumismo alimentados abierta y sistemáti­camente por los medios de comunicación. La tolerancia social también lleva a la mujer a una falsa valorización de la maternidad, donde lo más importante es tener hijos y luchar por ellos; cayendo sobre sus hombros la tarea de mantener y educar a sus hijos. De allí se origina un ma­triarcado de hecho donde la figura de la madre es muy venerada, mien­tras que la persona misma de la madre sufre mucho abandono. Aquí se presentan algunos rasgos de nuestra realidad familiar, que de por sí son elocuentes y nos manifiestan la gravedad de la situación. Hay muchas razones históricas que datan de la colonia y necesitarían mayor estudio, ya que en parte explican estos hechos por una alienación cultural. Hay incluso nuevos factores económicos y culturales, desde la pobreza extrema hasta el consumismo exagerado, que atentan hoy sin más contra el matrimonio y la familia en Panamá. Pero para la Iglesia esta realidad es tremendamente iiiterpeladora. Des­pués de cinco siglos de evangelización no se ha logrado educar a nuestro pueblo, de forma estable y mayoritaria, en la dignidad y solidez del matrimonio y de la familia sristiana. Algunos se casan por la Iglesia para "recibir el sacramento", sin embargo después de las bodas no participan más ni viven ni sienten su perte­nencia a la comunidad eclesial. Toda esta situación resalta la importancia primordial de una Pastoral Familiar y Matrimonial. La Pastoral Familiar tiene un contexto muy amplio y se relaciona con toda la vida social en sus diversos aspectos, con toda la misión de la Iglesia y en especial en lo que atañe a la evange­lización. Aquí solamente se señalarán algunas pistas siendo concientes

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de la complejidad del problema. También la Pastoral litúrgica, tomando en cuenta todos estos factores, tendrá que ver cómo el sacramento llega a ser una auténtica celebración del amor según el plan de Dios para nuestro pueblo.

4.2. Reflexión Teológica Dios quiere sanar nuestra realidad de pecado y en efecto lo ha hecho por Cristo. La salvación de esta realidad llega a nuestras familias hoy a través el matrimonio cristiano. Presentamos tres principios teológico-pastorales que pueden ayudar a la Pastoral del Matrimonio:

El matrimonio cristiano expresa la voluntad del Padre de redimir la realidad humana del amor. El matrimonio cristiano hace presente el amor de Cristo por su Iglesia. El matrimonio cristiano construye la Iglesia Doméstica.

1) El matrimonio cristiano expresa la. voluntad del Padre de redimir la realidad humana del amor. Dios todo lo hizo bueno (Gn 1). El pecado viene a romper el amor y esa unidad de la pareja que había hecho exclamar a Adán frente a Eva "tú eres hueso de mis huesos y carne de mi carne". Tras la experiencia del pecado, viene el miedo que lleva Adán a renegar de su esposa. Surge la incapacidad de amar al otro y de llegar a ser uno con él. Dios no ha renunciado a su plan de amor respecto a esa unión pri­mordial y la tiene tan presente en la Historia de Salvación que la utiliza frecuentemente para mostrar su comunión con el hombre. El amor que tiene a su pueblo lo compara al amor de un esposo a su esposa. Yavhé hace alianza con su esposa - Israel aún a pesar de su rebeldía (Is. 54, Os. 1.2.3). El amor fiel de Dios es más fuerte y fecundo que los pecados de su pueblo-esposa. Ya los profetas anuncian una nueva alianza que se cumplirá en Jesucristo. Una alianza capaz de redimir, de cambiar los corazones de los rebeldes para que puedan amar. En Jesucristo la nueva humanidad puede dar una respuesta de amor adecuada a Dios.

2) El matrimonio cristiano hace presente el amor de Cristo por su Iglesia. Así como el Padre escoge la imagen de las nupcias para manifestar su amor a los hombres, así también Jesucristo escoge el amor nupcial para manifestar su amor a la Iglesia, a quien reconoce como su esposa. Sus nupcias empiezan en la Encarnación cuando el Hijo por envío del Padre se une con la humanidad. Estas nupcias continúan a través de toda su vida pública, alcanzando su integridad en el Misterio Pascual cuando da su vida en la Cruz para que de su costado abierto nazca la Iglesia. Una Iglesia que lavada por la sangre del Cordero se puede presentar sin mancha ni arruga (cf. Ef. 5,21ss). Ya el cristiano, por el Bautismo y la Confirmación, ha sido sellado y ha entrado en la pertenencia y el seguimiento de Cristo (ha sido comprado por su sangre). Es más, está llamado a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús para hacerlo en su vida presente y visible en el mundo (Fil.2). El cristiano adulto ya no puede vivir ninguna realidad sin referencia a Cristo y mucho menos la de su sexualidad y amor conyugal.

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Los esposos cristianos son dos personas que pertenecen a Cristo y Cristo las une para en ellos manifestar un amor nuevo: el de Cristo por su Iglesia. Por este sacramento, Jesucristo empieza a hacer su obra en los esposos creando la unidad y el amor a través de la Cruz. Será a través de una muerte y entrega mutua, hecha posible por la gracia sacramental, como ellos encontrarán la vida y la resurrección de su amor humano. Cristo hará presente en su fragilidad el amor siempre fiel, el amor que nadie puede romper ni acabar, el amor fecundo abierto siempre a la vida. Esta acción de Cristo se dará en la libertad y cooperación de los cónyuges que busquen siempre asemejarse más a Cristo. Si la Iglesia pide la fidelidad y la indisolubilidad no es por capricho, sino, porque es una exigencia del amor divino: "Ámense...como Yo los he amado" (Jn. 13,34).

3) El matrimonio cristiano construye la Iglesia Doméstica. El sacramento hace de la familia una Iglesia Doméstica (L.G. 11). Por la gracia sacramental se vive la triple dimensión; sacerdotal, profética y pastoral de Cristo. Ya los Padres de la Iglesia hablaban de tres altares: la mesa, el lecho nupcial y la Eucaristía. En la familia se da el culto de la vida en el amor, en el compartir mutuo, en la oración. La fecundidad de los esposos le da nuevos hijos a la Iglesia que son también evangelizados por la palabra y la vida de los padres (DP 584) en la medida que hacen presente los valores evangélicos.

La familia cristiana tiene como modelo la familia de Nazareth, donde nace y se prepara Cristo para su donación al mundo. No es una Iglesia Doméstica cerrada, sino abierta y en función del mundo. Su misma vida comprometida con los anhelos y luchas de sus vecinos, a la luz del Evangelio, y su incorporación activa en la parroquia le permiten contribuir a la construcción del Reino. Una familia así, es la única que por su vida puede anunciar y encarnar la victoria de Cristo sobre el machismo, la infidelidad, el divorcio, etc; en suma, sobre todos los males que aquejan a nuestras familias. Donde esta primera célula esté enferma, toda la Iglesia estará, también, enferma. Esto nos indica la urgencia de una Pastoral Familiar ci­mentada en la gracia sacramental del matrimonio, conscientes de ser ésta una de las opciones prioritarias de la Iglesia panameña. De hecho la Iglesia Latinoamericana ha declarado también con fuerza que la primera comunidad de base es la familia (cfr. DP. 638-39; Rom 16,5), es la Iglesia doméstica (L.G. 11). "La familia ha recibido de Dios la misión de ser la célula vital de la sociedad y el primer ámbito o realiza­ción de la Iglesia. De ahí que la familia ha de ser formadora de personas, la primera educadora en la Fe y la primera promotora del desarrollo" (1)

0) II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Medellín), Familia y Demografía, 4 ss.

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4.3. Líneas Pastorales 4.3.1. Preparación

Cuando se habla de preparación al matrimonio, normalmente se piensa en el período inmediato anterior a su celebración. La experiencia pasto­ral ha puesto en evidencia que esa preparación no basta. Una verdadera preparación al matr imonio es u n a formación para el amor y ello comprende toda la vida de la persona. Es tarea de la familia, de la pastoral escolar y juvenil , de los movi­mientos apostólicos y de todos los agentes de pastoral. Y comprende la triple etapa que a continuación describimos (Cf. FC 61 y 70-76):

A. La preparación remota: Empieza en el seno de la familia con la misma vivencia de los padres . Los hijos captan intuitivamente la forma de vivir el amor y la sexuali­dad por parte de los padres y ésto los marcará profundamente. Los padres cristianos deberán añadir a su ejemplo de vida la enseñanza sobre los temas del amor y la sexualidad iluminados por su Fe. La Parroquia y la comunidad donde viven puede influir positivamente o negativamente en la imagen del matrimonio. El ambiente divulgado por los medios de comunicación muchas veces es adverso al matrimonio. Los colegios pueden complementar la catequesis familiar educando en el amor y la sexualidad sin limitarse al aspecto biológico.

B. La preparación próxima: Puebla (DP 606-8) pide que tanto la familia como la escuela, la parroquia y los movimientos juveniles, aunen esfuerzos para la educación de los jóvenes en el amor, dándoles elementos y vivencias fundamentales. El texto de la encíclica Familiaris Consortio (No.66) da u n elenco riquí­simo de realidades que hay que educar. Debe tenerse muy en cuenta la necesidad de promover los movimientos juveniles y los grupos que al imentan la espiritualidad familiar como preparación remota al matrimonio, por ejemplo mediante la creación de "clubes de novios". Es el momento de hablar de la sexualidad como u n don de Dios. Quizás por u n falso pudor o u n a catequesis negativa no hemos preparado a nuestro pueblo para valorarla, en medio de u n mundo donde se la ha degradado y se la ha considerado como u n a realidad encerrada en sí misma y dest inada a ser ins t rumento del egoísmo del hombre. Fácil­mente se ha confundido sexualidad con genitalidad. Sin embargo, la sexualidad es una dimensión de toda la persona humana. Es todo aquello que hace que uno sea hombre o mujer, y -aunque sea u n fenómeno per­sonal- la sexualidad no está orientada a uno mismo sino al otro, al tú del otro sexo. Una sexualidad bien orientada es sumamente personali­zante, mediante ella una persona puede expresar a otra del sexo opuesto todo su amor hasta formar con ella u n nosotros-comunidad que luego se abrirá m á s a los hijos, a la sociedad y a la Iglesia. En este sentido, Dios ha querido hacer de' la sexualidad u n lenguaje-co­municac ión que saca al individuo de sí mismo y lo impulsa al otro.

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Según el plan de Dios "no está bien que el hombre esté solo" (Gen.2,18). La sexualidad proporciona esa experiencia de alteridad que conduce a la amistad y al amor y de allí nace el proyecto estable de vida compartida. El amor va a permitir a la sexualidad conservar su aspecto de relación personalizante, donde el otro es asumido como igual y al mismo tiempo como parte de mi yo en el nosotros: "tú eres hueso de mis huesos y carne de mi carne" (Gen. 2,23).

Debe destacarse la importancia de la madurez humana ; diálogo, saber escuchar, llegar a mu tua comprensión y entendimiento, tener u n proyec­to de vida; e ir tomando conciencia de la fidelidad al compromiso. Sólo el amor relaciona generosamente las exigencias de la feminidad y de la masculinidad. El amor llega a su máxima expresión cuando es signo de la donación de sí mismo: "No hay mayor amor que dar la vida por s u s amigos" (Jn 15,13). El matrimonio cristiano exige la totalidad de esa entrega y m á s a ú n por ser signo del amor de Cristo por su Iglesia. El amor tiene u n a exigencia interna de unidad, escoge u n otro para formar con él u n nosotros. El otro forma conmigo la realidad concreta "de mi hueso y de mi carne" de manera que ya no son dos sino una sola carne-persona (Mt. 19,6). El amor conyugal es tan íntimo, profundo y total que excluye la presen­cia de u n tercero. Se vive entre u n solo hombre y una sola mujer (Cn. 1056). Y para que ese proyecto del "nosotros" se plasme, tiene que darse en el tiempo y el espacio. A pesar de sus crisis y debilidades exige u n a permanencia, u n a fidelidad, una indisolubilidad. "Como proyecto es algo dinámico que nace de u n a decisión inicial pero que va concretándose en toda u n a historia de fidelidad al proyecto. Cuando dos personas aceptan integrarse en la intimidad de vida y de amor que es el matrimonio, se aceptan y se entregan no sólo como son en el presente, sino también con su pasado y, sobre todo, su porvenir. La indisolubidad es exigencia del amor" (2). El Concilio Vaticano II nos recalca que el matrimonio y el amor con­yugal es tán ordenados por su propia naturaleza a la procreación y a la educación de la prole (G.S.,50). La procreación es u n a invitación por parte de Dios a participar en su obra creadora de modo que por medio de los hijos aumenta y enriquece su propia familia. Este amor creador y fecundo está muy vinculado a la paternidad r e s ­ponsable que debe fundamentarse en la voluntad libre y consciente del padre y de la madre que cooperan en la acción creadora de Dios (cfr. F.C. 14 y 15).

C. La preparación inmediata: Es la que tiene lugar en los últimos meses y semanas que preceden a las nupcias (F.C. 66). Consta de un número determinado de encuentros ca­

fé) Juan Pablo II, Discurso a las familias de CentroamériCa y Panamá, Panamá, marzo 1983.

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tequéticos que preparan espiritualmente a los novios para cumplir su misión de esposos de cara a su nuevo estado de vida conyugal y familiar (3). Esta catequesis tiene aspectos fundamentales (de la Biblia, de la doctrina de la Iglesia y de la Liturgia) y aspectos complementarios, que por la ley de suplencia la Iglesia ofrece (antropología sexual, sicología, etc.). En Panamá habría que equilibrar estos elementos y ver cómo los as­pectos complementarios se ofrecen más en una preparación próxi­ma. Debe haber un encuentro pastoral con el sacerdote, no de simple trámite, en esta ocasión tan importante para los novios (Cn. 1065).

4.3.2. Celebración Para ilustrarse sobre los aspectos generales, la estructura de la celebra­ción, etc., remitimos a las orientaciones del Ritual, que ofrece gran abun­dancia de lecturas, fórmulas, moniciones y cantos en orden a la mayor posibilidad de adaptar la celebración a los contrayentes, ya que ellos son los primeros protagonistas de la celebración. Los contrayentes podrían escoger las lecturas y preparar toda la liturgia con el celebrante. La celebración del sacramento tiene profundas repercusiones comunita­rias: Es preciso resaltar una presencia de la comunidad eclesial en la celebración y que no sea sólo una celebración de los cónyuges y sus allegados. La celebración del sacramento tiene un profundo acento festivo y este espíritu se traduce en signos concretos como flores, música, etc. Sin embargo, debe evitarse el abuso de un exhibicionismo teatral que degrada la dignidad de la celebración convirtiéndola en un mero acto^ social. A tenor del Canon 1115 todo matrimonio debe celebrarse donde uno de los contrayentes tiene su domicilio o cuasi-domicilio. Le toca al Ordina­rio o al Párroco dar permiso para que pueda celebrarse en otro lugar. Se les pide a los Párrocos que tomen en cuenta esta disposición y adopten una actitud pastoral ante la solicitud del permiso. Que los Párrocos disciernan y ayuden a discernir a los novios sobre las motivaciones del cambio, destacando la importancia de la pertenencia comunitaria para el crecimiento y celebración de su Fe.

4.3.3. Seguimiento 4.3.3.1. Pastoral Matrimonial y Familiar

Hágase el esfuerzo, a nivel parroquial o diocesano, de integrar las nuevas parejas en grupos familiares, comunidades parroquiales de base o movi­mientos, en el lugar que les corresponda vivir. Tenga la Parroquia espe­cial preocupación de organizar jornadas o retiros periódicos para ma­trimonios, especialmente para matrimonios jóvenes, en coordinación y cooperación con los movimientos y servicios familiares ya existentes. Atendiendo a la Opción por la Familia hecha en la Asamblea Nacional de Pastoral (febrero de 1982), y ratificada en la Carta Pastoral de los

(3) Cfr. Ritual del Matrimonio, Orientaciones teológico-pastorales, n.26 ss.

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Obispos (febrero de 1983); como también en la Segunda Asamblea Nacio­nal de Pastoral (1990) y la Carta Pastoral # 12 sobre las Opciones Pastorales de la Iglesia en Panamá, háganse esfuerzos especiales para impulsar la Pastoral Familiar. En esta línea, el personal apostólico de las distintas diócesis ha de capacitarse mediante jornadas de actualización para trabajar como asesores de Pastoral Familiar. Las familias reunidas en grupos amistosos podrán ayudarse mutuamente a vivir con más facilidad y plenitud su vida cristiana, y deben con­vertirse en los primeros e inmediatos apóstoles de las otras familias y de los novios. "Esta evangelización de la vida y de la pareja., adquiere una nota específica y una peculiar eficacia por el hecho de que se realiza dentro de las comunes condiciones de la vida en el mundo" (FC 56). Se ha de ayudar a las familias a vivir su espiritualidad propia. Esta consiste en la forma en que la familia responde a la vocación o llamada que Dios le hace desde el amor de Cristo por la Iglesia en las circuns­tancias cotidianas de su propia vida familiar. La Familiaris Consortio señala que la "autentica y profunda espiritualidad conyugal y familiar se ha de inspirar en los motivos de la creación, de la alianza, de la cruz, de la resurrección y del signo" (FC 56).

4.3.3.2. Pastoral de situaciones irregulares Convivientes: Son aquellas personas que viven en una unión libre, sin matrimonio ni religioso ni civil. Su situación se debe frecuentemente a motivos económicos y culturales. A menudo los caracteriza una Ignorancia religiosa. "Los pastores y la comunidad eclesial se preocuparán por conocer tales situaciones y sus causas concretas, caso por caso. Se acercarán a ellos con discreción y respeto..." (FC 81). Católicos unidos con mero vínculo civil: ignorancia y prejuicios religiosos, inmadurez y motivos sociales, suelen ser el obstáculo para su matrimonio sacramental. Con gran caridad pastoral se verán los motivos que tiene la pareja para no casarse por la Iglesia. Se les orientará e interesará en la vida de las respec­tivas comunidades (FC 82) y se les seguirá preparando, si lo aceptan, para que celebren y puedan vivir el sacramento. Divorciados y vueltos a casar: Sólo existirá una elocuente y audible invi­tación a las parejas y familias en situación "irregular" en la medida en que sus homólogos cristianos ejerciten esa misericordia que evita considerar co­mo de "segunda categoría" eclesial a quienes no comparten la gracia sacra­mental con ellos. Madres Solteras: La situación pastoral que plantea el creciente problema de las "madres solteras" pide de la Iglesia una atención pastoral especial, de manera que estas personas se sientan acogidas por la comunidad eclesial, se les oriente en cuanto a su propia persona y a la responsabilidad para con los hijos y la comunidad busque las formas de ayudarlas a superar la situación de familia incompleta en que se encuentran. En todas estas situaciones irregulares, la Iglesia en fin debe desarrollar una pastoral de amor misericordioso, para evitar que haya dentro de su propio seno personas marginadas y humilladas.

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SÍNTESIS NORMATIVA

PREPARACIÓN 1. Preparación Remota

A. La preparación del matrimonio debe entenderse como un proceso gradual y continuo. Por ello, son responsables de esta prepara­ción: la familia (experiencia y testimonio de vida): las institucio­nes educativas (introducción humana y sicológica); y la Iglesia (valores humanos y cristianos del matrimonio).

B. Téngase presente que la educación para el amor es inseparable de una educación sexual oportuna e integral; y de una educación para la justicia que promueva soluciones para nuestra compleja realidad familiar y social (DP 604-606). La catcquesis pre-sacramental y la celebración litúrgica son momentos privilegiados para esta acción pastoral.

C. Urge "familiarizar" la Pastoral de Conjunto en todos sus niveles. La familia es la Iglesia doméstica. Esto debe hacerse presente en la predicación ordinaria sobre el tema del matrimonio y la familia.

Ch Deben elaborarse guiones de catcquesis sobre este tema.

2. Preparación Próxima A. Corresponde en primer lugar a la familia, y a las instituciones

educativas y eclesiales. B. En la Pastoral Juvenil se hade presentar la posible vocación

de los jóvenes 'al matrimonio, e irlos instruyendo en los valores del sacramento y de la vidafamiliar.

3. Preparación Inmediata A. Tiene lugar en los últimos meses que preceden a la celebración

del matrimonio. B. Los novios deben comunicar su decisión de contraer matrimonio

con suficiente antelación (dos o tres meses como mínimo). C. Ningún Párroco responsable puede proceder a la celebración del

matrimonio sin que los novios hayan recibido la debida prepara­ción. Esta preparación incluye la información prematrimonial y el cursillo pre-matrimonial.

Ch La información pre-matrimonial ha de hacerse siempre, excepto en peligro de muerte de uno de los contrayentes (Cn. 1066-68).

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No es un simple tramite burocrático: es un momento importante de la pastoral matrimonial. Por ello, compete al Párroco realizar esta información Extraordinariamente podrá delegar a otraperso-na que cuente con la debida capacitación

D. Se utilizará como base el formulario preparado por la Conferencia Episcopal Panameña (1987), para orientar desde él la correspon­diente entrevista.

E. Los novios deben ser informados de ¡os requisitos exigidos y su motivación concreta: * Partida de Bautismo reciente (no más de tres meses). * Presencia y firma de dos testigos (uno por cada parte, preferen­

temente los padres de los novios). * Acta de matrimonio civil o licencia, según la legislación vigente. * Realizar el cursillo pre-matrimonial (certificado). * Permisos especiales, en su caso (menores de edad, matrimonio

mixto, extranjeros, dispensa de impedimentos...) F. Sígase en la práctica el modelo de cursillo pre-molrimonial desa­

rrollado por el Movimiento Familiar Cristiano. G. La actitud pastoral no puede ser la exigencia absoluta (negación

del sacramento, a quien no llega a un nivel preestablecido de la fe), ni la falsa misericordia (celebración del sacramento siempre y sin ninguna exigencia), sino el debido discernimiento: acogida, encuentro con los novios para conocer su situación de Fe, creación de una actitud de sinceridad y libertad, posible dilación del mismo sacramento...

Debe negarse el matrimonio -con prudencia, sinceridad y actitud dialogante únicamente en los casos de abierta increencia, rechazo formal de lo que supone el sacramento o patente incapa­cidad para asumir sus compromisos y realidad.

4. Consignamos aquí las "Normas Particulares Complementarias al nuevo Código de Derecho Canónico" en lo pertinente al Sacra­mento del Matrimonio, aprobadas por la Conferencia Episcopal Pana­meña (16-8-84). Sobre la Promesa de Matrimonio: La Conferencia reconoce la cos­tumbre que se da en algunos medios de celebrar los llamados "com­promisos matrimoniales" (Cn. 1062, 1). Examen de los contrayentes y proclamas matrimoniales: 1. La Conferencia Episcopal Panameña ha preparado un nuevo "cues­

tionario" para el examen de los contrayentes. 2. En el Directorio de Pastoral Litúrgica han de aparecer algunas nor-

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mas concretas para la preparación de los contrayentes y los pasos para su recta aplicación.

3. Las "proclamas", en la Parroquia de la celebración del matrimonio, se reducen a una publicación verbal, o a la fijación en un lugar adecuado del nombre de los contrayentes y de la fecha de su ma­trimonio, durante una semana que incluya un domingo (o fiesta de precepto).

4. Los Párrocos exigirán también el cumplimiento de la Ley civil (Cn. 1067).

Declaraciones y promesas que preceden los matrimonios mixtos: Los contrayentes han de ser advertidos de su compromiso y se dejará de ello constancia escrita en la información pre-matrimo-nial, conforme alformulario aprobado por la Conferencia Episcopal Panameña (Cn. 1126). Edad lícita del Matrimonio: 1. Se mantiene para la validez la edad mínima de 16 en el varón y 14

en la mujer. (Cn. 1083) 2. Este Conferencia conserva esta edad establecida por el Código

para que les sea lícito a los Párrocos proceder al matrimonio. 3. Si los novios son menores de 18 años y, sobre todo, si la novia está

embarazada, se aconseja consultar al Ordinario (cf Cn. 1072). 4. En caso de una pareja que por varios años ha convivido en unión

consensuó! por [aprésente, los Obispos autorizamos para que todo Párroco pueda celebrar en su territorio el matrimonio, cumpliendo los requisitos canónicos, pero sin necesidad de recurrir a la parro­quia de origen. En estos casos la Conferencia Episcopal Pana­meña autoriza al mismo Párroco el poder confirmar al esposo (o la esposa), si no estuvieran confirmados, siempre que hubiera su­ficiente tiempo para la debida preparación, que establece este Directorio.

Dispensa de la Forma en los Matrimonios Mixtos: Para la dispensa de la "forma canónica" en los matrimonios mixtos, siempre se exigirá que se oficie algún tipo de ceremonia religiosa, ante un ministro competente. De esta forma sólo podrá dispensar el Obispo Diocesano (Cn. 1127, 2). Las Partidas de Bautizo: Hay que pedir siempre la partida de bautizo para averiguar si los novios ya se han casado otra vez. El documento debe tener fecha reciente. Si no se encuentra, se recurre al juramento supletorio. Realizado el matrimo­nio, se debe comunicar a la Parroquia de ambos contrayentes la realización del mismo para su registro marginal en el libro de Bautismo parroquiales (Cn. 535, 1).

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£1 Certificado de Confirmación: No es de por sí necesario. Si los novios no se han confirmado, se les invitara aprepararse, haciéndoles ver el maravilloso Don de Dios que se ofrece a todo cristiano en el Sacramento de la Confirmación, siempre que haya verdadera voluntad y suficiente preparación.

CELEBRACIÓN:

1. La celebración del matrimonio "en el Señor" entre una pareja prepara-day madura en la Fe y el amor es una celebración comunitaria eclesial, no una simple fiesta de familia y de sociedad.

2. Cuídese por ello los aspectos de la celebración: sentido de oración y fiesta; sentido comunitario, protagonismo de los novios (elección de lecturas; participación en las lecturas e intenciones de la oración de los fieles; uso preferente de la fórmula primera de consentimiento).

3. Los novios deben estar suficientemente instruidos sobre el sentido de cada una de las partes de la celebración: rito de acogida, liturgia de la Palabra, celebracióndel Sacramento, liturgia eucarística, que incluye la bendición nupcial y la comunión bajo las dos especies; rito de conclu­sión.

4. De acuerdo con el Cn. 1120 y la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio 67, es deseable introducir en la celebración del matrimonio algunos elementos del patrimonio cultural panameño.

5. La celebración debe ser sencilla y digna en lo tocante a los adornos en el templo. Debe evitarse que la celebración del sacramento sea ocasión de una ostentoso fiesta profana (lujo indebido, adornos florales excesivos, desfiles de damas, continúa interrupción de fotógra­fos, camarógrafos, etc.).

6. Para la validez del matrimonio, éste debe realizarse ante dos testigos comunes, capaces de testificar sobre el matrimonio celebrado, de­biendo ser su presencia simultánea, moral y física o corporal. (Cfr.Cn. 1108).

7. Queda prohibido el abuso que supone la discriminación por razones económicas en la celebración del matrimonio con "clases" y "estipen­dios " distintos. La catequesis pre-sacramental debe ayudar a descu­brir igualmente el valor de una fiesta sencilla y familiar, sin exagera­ciones ni gastos desorbitados, que son una afrenta para los pobres y un irresponsable e innecesario derroche para los propios contrayentes.

8. El matrimonio puede celebrarse en todo tiempo litúrgico, con excep­ción del Triduo Pascual Es deseable que se celebre alguna vez en presencia de la comunidad parroquial dentro de la Eucaristía del do­mingo, aunque normalmente se busque el momento más oportuno según el deseo de los contrayentes.

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9. La celebracióndel matrimonio tendrá lugar normalmente en la parro­quia correspondiente a cualquiera de los novios o en la que Jijarán su domicilio una vez casados. Facilítese, no obstante la celebración del matrimonio por justa causa (devoción, amistad, integración de hecho...) en cualquier otra parro­quia, sin imponer condición o tasa económica alguna. Pero debe di­suadirse a los novios de contraer matrimonio en determinados lugares sólo por motivos estéticos, de vana ostentación, puro capri­cho u otras razones injustificadas.

10. Se recuerda la prohibición de celebrar matrimonios en casas parti­culares, encapillas de Comunidades de Religiosas, o en cualquier otro lugar que no sea la Parroquia o Capilla propiamente de la Parroquia.

SEGUIMIENTO 1. Debe darse prioridad a la Pastoral Familiar, sobre todo en el se­

guimiento de parejas recién casadas; atendiendo sobre todo a aque­llos matrimonios jóvenes o con especiales problemas.

2. Promover y atender con esmero especial los movimientos apostólicos comprometidos en la Pastoral Familiar: Movimiento Familiar Cristia­no, Encuentros Conyugales, Encuentros Matrimoniales, Escuela de Padres...

3. Como medios que ayudarán a promover y fortalecer la espiritua­lidad matrimonial y familiar, favorezcan los Sres. Párrocos las cele­braciones especiales de aniversarios matrimoniales, así como tam­bién celebraciones para la bendición de las madres gestantes, que en algunas otras regiones tienen lugar al inicio del tiempo del Adviento. De igual forma, promuevan en sus comunidades parroquiales las "escuelas de padres".

4. Uso de los medios de comunicación social pam promover los valores de la familia y del matrimonio, tantas veces irrespetados por dichos medios.

5. Procurar, en la medida de lo posible, capacitar a laicos con prepara­ción y carisma, para ejercer el ministerio de la consejería matri­monial- familiar en cada parroquia, y en otros centros especializa­dos de la Iglesia.

Aspecto Particular respecto a las "situaciones irregulares" Las llamadas "situaciones irregulares" (uniones consensúales, matrimonio únicamente civil entre bautizados, separados o divorciados que contraen nuevo matrimonio) deben ser tratadas con actitud pastoral profunda­mente evangélica, con profundo sentido de comprensiva pruden­cia (DP 608), discreción y respeto (FC 81).

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La Iglesia debe iluminarlos, acompañarlos, animarlos, sostenerlos en la oración, la Je, la esperanza, el amor y la participación en sus vidas. De ninguna manera pueden ser considerados como cristianos de "segunda categoría", en una comunidad compuesta toda ella de pecadores. Menos aún pueden ser indiscriminadamente condenados, ni negar Infrecuente existencia de auténticos valores humanos y cristianos (relación, fidelidad, responsabilidad...) aún al margen del sacramento o de la misma unión civü. Todas estas situaciones han de ser el punto de partida para el diálogo pastoral y la evangelización, que puedan llevarles al descubrimiento, a veces lento, del sentido cristiano del matrimonio, y de las decisiones que ellos han de tomar. Tengan los Presbíteros, tanto fuera como dentro del Ministerio del Sacra­mento de la Reconciliación, el cuidado de no otorgar "permisos" para

comulgar en estos casos, aunque pudiera presumirse, por ejemplo, por presunto matrimonio válido, sin consultar con el Obispo diocesano.

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SEGUNDA PARTE

II

SACRAMENTOS DE INCREMENTO DE LA COMUNIDAD CRISTIANA

LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA 5. MINISTERIO ORDENADO Y MINISTERIOS LAICOS

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5. LOS MINISTERIOS EN LA IGLESIA MINISTERIO ORDENADO Y MINISTERIOS LAICALES El presente Directorio pretende ser una ayuda pastoral en orden a renovar y unificar la vida litúrgica y pastoral de nuestras comunidades. Desde esa perspectiva es preciso entender y tratar el tema del sacramento del orden en su contexto global, que es la minlsterialidad de la Iglesia. 5.1. Realidad:

5.1.1. Nuestra realidad está inmersa en una profunda situación de cambio y de ansias de liberación a todo nivel. El clamor por el rescate de los valores morales es una de sus experiencias.

Un fuerte crecimiento demográfico, que se concentra en las áreas suburbanas creando "bolsones" en los que va aumentando la vio­lencia y la pobreza extrema, da lugar a una realidad como la descrita en Puebla: "rostros de niños golpeados por la pobre­za... rostros de jóvenes desorientados...con frecuencia no se respetan derechos fundamentales: vida, educación, vivienda, tra­bajo..." (DP, 31 ss.). Esta población a la vez está bombardeada por los atractivos de una sociedad de consumo, que propone antivalores como cami­nos de felicidad.

5.1.2. Frente a esta problemática, la presencia de la Iglesia se ha debilitado. Ya no llega a la multitud en la misma forma que lo hacía antes a través de instituciones que todavía vivían valores cristianos. La salvación viene de la predicación (Rom. 10, 17), pero más y más nos encontramos con panameños que no han escuchado el anuncio de la Buena Nueva y mucho menos han recibido ningún sacramento. Además, muchos de los que han entrado a la Iglesia por el Bautismo no han recibido una educación madura en la Fe que les permita vivir su compromiso en medio de las realidades temporales o resistir el ataque cada vez más violento de las sectas.

La misma Iglesia panameña, que fue la primera en establecerse en Tierra Firme de Continente, no ha llegado sin embargo a la madurez en cuanto a su capacidad de generar los suficientes ministros para su propia evangelización, a pesar del conside­rable aumento en años recientes. De hecho, todavía dependemos del servicio misionero de muchas Iglesias hermanas, que genero­samente nos han permitido nacer a la Fe, y a las que estamos profundamente agradecidos. Todavía necesitamos de sus agentes de pastoral y siempre los acogemos con alegría y gratitud, pero existe el desafío impostergable de dar a luz a nuestros propios ministros y evangelizadores. Existen además otros factores que no favorecen el surgimiento de vocaciones: desintegración familiar, hedonismo de nuestra socie­dad, y a veces el cansancio y pesimismo del sacerdote que se

5.1.3.

5.1.4.

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siente desbordado por la situación. 5.1.5. Necesitamos también una Pastoral de Conjunto que nos permita

descubrir, aceptar y coordinar las inmensas riquezas que ha suscitado el Espíritu en nuestra Iglesia. Sin ella damos la dolo-rosa imagen de estar divididos o de estar defendiendo nuestras posturas en vez de construir el Reino.

5.1.6. A pesar de esto, nos sentimos profundamente optimistas. El Espíritu Santo nos ha ido despertando a todas estas inquietudes y ha suscitado en el seno de nuestra Iglesia iniciativas que empiezan a responder a estas necesidades.

5.1.7. Al revalorizar la dimensión de la Iglesia como pueblo de Dios, también se ha revalorizado todo lo comunitario. Esto ha produ­cido muchas experiencias que buscan construir la comunidad y por ende favorecer y estimular el surgimiento de vocaciones y ministerios. Vemos una Pastoral Familiar que se afirma poco a poco, creando así el campo propicio para las vocaciones. Tam­bién,existe la iniciativa de las comunidades eclesiales de base que ya están produciendo en algunos lugares nuevos ministros laicos y vocaciones al ministerio ordenado. Los delegados de la Palabra han surgido como una verdadera bendición del Espíritu en nuestra Iglesia y como semillero de vo­caciones sacerdotales. Esta experiencia-tan fecunda que ha origi­nado el Seminario Cristo Sembrador- ha nacido entre los pobres para servir preferentemente a los pobres, respondiendo así a una de nuestra opciones eclesiales. Los grupos eclesiales de iniciación y formación cristiana, las nuevas normas de preparación para la Confirmación y los movi­mientos espirituales y apostólicos, han sido también terreno apto para que de su seno surjan vocaciones al ministerio orde­nado y a diversos ministerios laicales. El trabajo creciente de las religiosas en el campo pastoral pa­rroquial ha llevado a que muchas jóvenes se sientan igualmente interpeladas y opten por la vida religiosa. Todo esto ya ha producido sus frutos y constatamos con gozo la presencia de numerosos jóvenes en los Seminarios y en las diferentes casas de formación religiosa .

5.2. Reflexión Teológica: Frente a la visión de nuestra realidad, la Iglesia panameña reitera que su misión prioritaria es la evangelización. Se trata de una evangelización integral que anuncia y realiza el maravilloso designio del Padre mani­festado en Jesús por el poder del Espíritu. Este designio consiste en intro­ducir al hombre en la comunión y participación de la vida trinitaria. El contenido de este anuncio presentará la verdad sobre Jesucristo el Salvador, la verdad sobre la Iglesia y la verdad sobre el hombre (cfr. DP 165169).

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En la concreción de este designio salvífico la Iglesia juega un papel im­portante. Le toca a ella prolongar la presencia y acción evangelizadora de Cristo. Ella es además signo y servicio de comunión en el mundo. En cuanto signo le toca manifestar visiblemente todo lo que Dios está efectuando en lo secreto en la historia, y en cuanto servicio le toca a ella ser el instrumento, el camino que hace presente el Reino entre los hombres. Esta función de comunión y participación en la vida divina, la Iglesia la hace presente en tanto que es Pueblo de Dios. Vaticano II, Medellín y Puebla nos han permitido re-descubrir este aspecto de la Iglesia que estaba un tanto en la sombra, y que hoy está permitiendo a los fieles tomar conciencia de las enormes implicaciones que comporta su ser cristiano en la vida de la Iglesia. La Iglesia, en la medida en que continúa la misión de Cristo y es sa­cramento de salvación, adquiere una dimensión esencialmente de ser­vicio. La existencia misma dé la comunidad no tiene otra razón de ser que la de ser servidora. Todos los fieles, por el Bautismo, participan ra­dicalmente en la misión eclesial de servicio de Dios al mundo, y esto une a todos en una común ministerialidad. Por eso podemos decir que todo bautizado ejerce un ministerio general que surge espontáneamente de su ser cristiano y que lo ejerce sin necesidad de un mandato o una orde­nación. La ministerialidad aparece, por lo tanto, como un elemento esencial, constitutivo del ser cristiano. El anunciar el Evangelio y construir la Iglesia es un ministerio fundamental que le pertenece a la Iglesia entera y no a un grupo de ministros especiales. Ya desde el inicio, la Iglesia presenta una rica gama de ministerios que responden, por una parte, a una riqueza de diversos dones y carismas y, por otra parte, surgen para atender a las necesidades concretas de las comunidades. Aparecen, también, los ministerios especiales institu­cionalizados (ordenados), que representan a Cristo cabeza y son anima­dores del resto de los ministerios. Estos ministerios son otorgados a través de un sacramento. La Iglesia, siendo consciente de las tres funciones ministeriales de Jesu­cristo (ministerio profetico o de la Palabra, ministerio sacerdotal o del culto y ministerio pastoral o de la comunión en la caridad), organiza también su servicio ministerial alrededor de estos tres dimensiones. El servicio de la Palabra engloba todos los ministerios dedicados a la evangelización, predicación, catequesis, enseñanza. El servicio del culto engloba todos los ministerios litúrgicos, desde la presidencia de la Eucaristía hasta el ejercicio de cualquier función especial litúrgica por parte de los fieles, incluso el servicio de presidencia no litúrgica, respon­sable de la unidad de las comunidades y grupos. El servicio de la caridad engloba los servicios que manifiestan en una forma concreta el amor del prójimo y la voluntad de servicio al hombre con una especial atención a los pobres. Dentro de la ministerialidad de toda la Iglesia, es posible presentar una

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clasificación de los ministerios: a) Ministerio general: el que nace espontáneamente de la condición de

todo bautizado. b) Ministerio determinado o no instituido: que se da en la comunidad y

es de vital importancia para ella, ejercido según carismas y disposi­ciones personales, como catequistas, animadores de la liturgia o de pequeñas comunidades, etc.

c) Ministerios instituidos: son aquellos «pe han sido reconocidos públicamente por la Iglesia y comportan un rito o gesto de investi­dura. Aquí se sitúan el lectorado, acolitado.

d) El Ministerio Ordenado es el ministerio encomendado a aquellos que han recibido el orden sagrado (Obispo, presbítero y diácono) para presidir, enseñar y santificar (cf. L.G.,20). El Ministerio del Orden es uno de los siete sacramentos e incluye: a) El ministerio episcopal:

Los Obispos son, por institución divina, sucesores de los Após­toles en la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien lo envía. En la consagración episcopal se confiere la plenitud del Sacra­mento del Orden, llamado en la práctica de la liturgia de la Igle­sia y en la enseñanza de los Santos Padres, sumo sacerdocio, cumbre del ministerio sagrado. Los Obispos forman entre sí y en comunión con el Romano Pontífice el Colegio de Obispos. Los Obispos, en cuanto sucesores de los Apóstoles, reciben del Señor la misión de enseñar y predicar el evangelio a toda creatu-ra, como testigos de la verdad divina y católica en materia de Fe y costumbres. Reciben, también, el oficio de santiñcar. Por estar revestidos de de la plenitud del Sacramento del Orden son administradores de la gracia del supremo sacerdote. Cristo. Tienen, además, el oficio de regir, como Vicarios de Cristo, las Iglesias particulares que les han sido encomendadas (Cf. L.G., nn. 20-27).

b) El Ministerio Sacerdotal o Presbiteral: Los Presbíteros, aunque no tienen la plenitud del sacramento y dependen de los obispos en el ejercicio de su potestad, están, sin embargo, unidos en la participación del sacerdocio, y en virtud del Sacramento del Orden, han sido consagrados como verdade­ros sacerdotes del Nuevo testamento, a imagen de Cristo, sumo y eterno sacerdote, para predicar el Evangelio, apacentar a los fieles y para celebrar el culto divino. Los Presbíteros, próvidos cooperadores del orden episcopal y ayu­da e instrumento suyo, llamados para servir al pueblo de Dios, forman, junto con su Obispo, un solo presbiterio dedicado a

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diversas ocupaciones . En cada congregación local de fieles representan al Obispo. Bajo su autoridad rigen y santifican la porción de la grey del Señor a ellos encomendada (Cf. L.G., n.28)-.

c) El Ministerio Diaconal: Están en el grado menor de la Jerarquía y reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino al ministerio. Pueden ordenarse diáconos temporalmente, en el caso de los que siguen adelante hacia el presbiterado, siempre con el carisma del celibato. El Concilio Vaticano II restauró además el "diaconado permanente" -para aquellos laicos, casados o solteros, que se pre­paran y se ordenan al servicio diaconal por el obispo y bajo su jurisdicción. En 1976, la Santa Sede aprobó el programa del diaconado para la Conferencia Episcopal de Panamá, habiendo diáconos permanentes hasta ahora en las diócesis de Panamá, Colón y Darién; y en formación, en la Diócesis de David. En comunión con el Obispo y su Presbiterio sirven al pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la Palabra y de la caridad. Es propio de su oficio, según le fuere asignado por la autoridad competente: administrar solemnemente el bautismo, reservar y distribuir la Eucaristía, asistir al matrimonio y bendecirlo en nombre de la Iglesia, llevar el Viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, pre­sidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacra­mentos, presidir el rito de los funerales y sepultura; y velar por la administración de la comunidades y su promoción, especial­mente la Caridad. (Cf.L.G.,n.29).

La Iglesia necesita de todos estos ministerios para poder ejercer s u misión. Necesita del ministerio ordenado, ya que sin él no es posible ni la unidad eclesial ni la Eucaristía, en la que la comunidad encuentra su realización. Esto hace que una comunidad sin ministro ordenado sea inconcebible, incompleta. Necesita, también, de los ministros no ordenados para vivir como comunidad responsable de las diferentes funciones de la misión enco­mendada por Cristo. Si bien es verdad que los ministerios no tienen su origen último en la comunidad, sino en Cristo y el Espíritu, sin embargo, ellos deben entenderse desde la comunidad y para el servicio de la comunidad. Todos los ministerios están en función del bien común para la edificación y crecimiento de la comunidad. Los ministerios no tienen fin en sí mismo, sino para construir la comunidad.

5.3. Líneas Pastorales: Es urgente un cambio de mentalidad frente a los ministerios, tanto de parte de los pastores como de los fieles. La Iglesia en su tarea de evan­gelizarse a sí misma y de proclamar el Evangelio a los demás, está redes­cubriendo una serie de servicios que no pueden centralizarse en los pas-

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tores. Debe tomarse conciencia también que el compartirlos con los laicos no es una mera concesión. Ellos atañen directamente al laico por su Bautismo. El Pastor debe tener una profunda conciencia en su acción pastoral del principio de comunión y participación recalcado con espe­cial énfasis en Puebla. En la vida de la Iglesia existe la correspon­sabilidad eclesial y ella exige la obligación y el derecho de compartir con otros las funciones eclesiales. Sin embargo, esta corresponsabilidad se realiza a distintos niveles. El laico, por su parte, debe descubrir su obligación de preocuparse por su inserción activa en la Iglesia según el carisma que le dé el Espíritu. El Concilio Vaticano II nos enseña que para que la Iglesia cumpla su misión de sacramento de salvación tiene que ser enteramente minis­terial y esto implica la responsabilidad y participación de todos en las funciones que organicen los diversos servicios. Si estamos convencidos de que toda la Iglesia es ministerial, también lo será la evangelización. Nuestra pastoral debe "llamar" a lo ministerial. Debe estar consciente de que la Iglesia necesita: a) ministros ordenados para que hagan presente a Cristo cabeza. No se

puede concebir una comunidad sin esta presencia. Estos ministerios hacen presente una función específica de dirección y gobierno, de animación y, de culto, cuyo culmen es la Eucaristía. Los Pastores y la comunidad deben estar atentos a suscitar voca­ciones ministeriales, en particular entre los grupos juveniles. Esta Pastoral Vocacíonal debe ser una tarea permanente en la vida ecle­sial, con momentos fuertes. Ademas de la vocación al ministerio ordenado (sacerdote-diácono), y a los llamados "ministerios laica­les", la Iglesia necesita despertar vocaciones a la vida religiosa que en nuestra pastoral están ejerciendo un papel importantísimo, y que tanto significan para la santidad en la Iglesia.

b) ministerios no instituidos pero que son imprescindibles en la vida de la comunidad cristiana, tanto en su organización interna como en su misión. El Espíritu ha hecho surgir en nuestras comunidades muchos de estos ministerios, tales son por ejemplo: catequistas, ani­madores litúrgicos, responsables de comunidad, etc.

c) ministerios instituidos: La Iglesia oficialmente reconoce dos (lecto-rado y acolitado), pero no se reducen a éstos. De hecho, la institución es el reconocimiento y encomienda públicos de aquellos ministerios que ya existen y que son vividos competentemente por aquellos que poseen el carisma. La institución comporta varios aspectos:

encomienda y reconocimiento oficial celebración ritual compromiso de la comunidad frente al ministerio y viceversa cierta estabilidad y permanencia en el servicio por parte del sujeto y apoyo por parte de la comunidad.

Los ministerios laicales deberán agruparse alrededor de las tres tareas eclesiales: la Palabra, el culto y la caridad.

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La vida de la Iglesia en América Latina y aquí en Panamá está viendo surgir la figura de un responsable de la comunidad que, sin ser ordenado, se sitúa en el orden de la dirección. No asume la función propia del ministro ordenado, sino que aparece como co-responsable del sacerdote o diácono en la animación y coordinación de la comunidad. Así actúan los Delegados de la Palabra y en algunos casos las religiosas. El ministerio del catequista es el que mejor representa el servicio de la palabra. A él le compete también en colaboración con el sacerdote programar y prever la preparación de otras personas para que ejerzan este ministerio. El animador litúrgico correspondería al ministerio del acólito. Le compete la animación y coordinación de los diversos servicios y fun­ciones que desempeñan los fieles en la celebración litúrgica. Debería existir otro ministerio que haga visible el servicio de la caridad en la comunidad. Le tocaría promover, animar, coordinar los servicios que miran a la caridad, especialmente hacia los más pobres. La Iglesia ha desarrollado mucho el aspecto de ministerios intracomunitarios, y ahora se le pide creatividad en el terreno del compromiso temporal. Para que esta misión ministerial sea real, la Iglesia debe ofrecer los me­dios necesarios para la formación de los laicos creando más centros de formación. Además, el ministro ordenado debe estar dispuesto a ver al ministro laico no como un simple ayudante, sino como un co-responsable a su nivel de trabajo pastoral. Los ministerios son dones del Espíritu y están ordenados al bien común para la ediñcación y el crecimiento de la comunidad. Por eso la comu­nidad es el terreno normal para el surgimiento de ministerios. En la medida que se construya la Iglesia como comunidad, al mismo tiempo, la hacemos ministerial. La Iglesia panameña ha optado por las Comunidades Eclesiales de Base, que aparecen, sobre todo en ambiente rural, como el ambiente más propicio para el surgimiento de ministerios. La familia cristiana es otro terreno propicio al surgimiento de los ministerios. Toda Pastoral Familiar deberá insistir en el aspecto voca-cional.

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SÍNTESIS NORMATIVA

PREPARACIÓN J. Destacar que cada sector o área pastoral coordinado por la Pasto­

ral de Conjunto, en cuanto a sus propios agentes de pastoral, tiene que crecer y madurar en la Fe: cada agente de pastoral tiene una vocación, no sólo general, sino específica.

2. Ir creando la conciencia de la Iglesia como un cuerpo ministerial donde se dan diversas vocaciones, servicios y carismas, que han de contribuir a la edificación del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, en el mundo.

3. Favorecer la creación de las comunidades eclesiales de base como medio de crecimiento de vocaciones ministeriales laicales y para el sacerdocio.

4. Fortalecer la Pastoral Vocacional. Tener en cuenta que lugares privilegiados de esta pastoral lo son: la familia, las comunidades eclesiales de base, los grupos juveniles, los centros educativos y la catcquesis.

5. Hacer tomar conciencia a la comunidad eclesial que las vocaciones •tanto para los ministerios ordenados, como para aquellos "insti­tuidos" para los laicos- es responsabilidad de todos. Incrementar la oración por las vocaciones (Jueves Sacerdotales, Jornada Mun­dial de Oración por las Vocaciones, Semanas Vocacionáles).

6. Realización de Jornadas Vocacionáles para el Sacerdocio, la Vida Religiosa (Congregaciones Femeninas y Masculinas) y para los Laicos de cara a su vocación dentro de la Iglesia y en el mundo.

7. Crear y desarrollar los cursos y programas, en las diócesis, en la Universidad Católica o en los institutos correspondientes para to­dos estos ministerios; dando atención constante a los Seminarios-Mayor y Menores Sacerdotales; y también a los cursos y centros de formación de laicos.

8. Insistir en que las vocaciones al sacerdocio surgirán de una comu­nidad humana y cristiana en la que se vivan los valores evangéli­cos y donde el sacerdote tenga su función como pastor de la mis­ma, i

CELEBRACIÓN 1. Que las Ordenaciones (Episcopales, Sacerdotales, Diaconales),

sean en sí mismas momentos de catcquesis sobre el sentido y el valor de las vocaciones al ministerio ordenado. Téngase, de prefe­rencia, éstas en la Catedral, por su signo de Iglesia Madre de la

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Iglesia Diocesana. 2. Que las Ordenaciones al Sacerdocio dentro de Congregaciones

Religiosas no diocesanas, y también las Profesiones Religiosas se tengan en las Iglesias Parroquiales de donde provienen los orde­nados y profesos- profesas, para despertar el sentido de orgullo y de responsabilidad de las comunidades a las cuales pertenecen.

3. Que la "institución" de laicos para el ejercicio de determinados mi­nisterios confiados a ellos se haga delante de la comunidad parro­quial en la Misa dominical para ir despertando el sentido y el va­lor de estos ministerios en la Iglesia de Panamá.

4. Que se tome conciencia en la Iglesia de Panamá de que los "minis­terios del lectorado y acolitado" están abiertos y propuestos para ser ejercidos por laicos.

5. Los ministerios laicales deben conferirse por medio de una delega­ción formal según normas establecidas; y han de ejercerse siem­pre en comunión con los pastores de la Iglesia, es decir el Obispo, el Párroco o Sacerdote encargado de la comunidad.

6. Se debe proceder a la confección de un "Directorio para los Ministerios Laicales" que vienen surgiendo en Panamá: cuáles son estos ministerios, requisitos, institución, formación, funciones, etc. Tener en cuenta para ello las "Normas particulares comple­mentarias; al nuevo Código de Derecho Canónico" de la C.E.P. (Véase anexo ) .

SEGUIMIENTO 1. Conforme al Motu Proprio del Papa Pablo VI "Ministeria Quaedam",

por el cual se abrogan las órdenes menores antaño existentes y se autoriza la institución de laicos a los Ministerios del Lectorado y del Acolitado y al Diaconado Permanente, ha de darse seguimien­to a esta apertura en la Iglesia de Panamá.

2. El citado documento indica también que "además de los oficios co­munes en la Iglesia Latina no hay inconveniente en que las Confe­rencias Episcopales soliciten otros ministerios a la Santa Sede, de cuya institución habrán de juzgar según la necesidad de la propia región, o la utilidad, o determinadas razones peculiares". En base a esto, Obispos, Sacerdotes y Agentes de Pastoral hemos de em­pezar a discernir cuáles ministerios laicales han surgido después del citado documento (emitido en 1977) en nuestras Iglesias Parti­culares, para irlos definiendo, identificándolos y oficializándolos. El Sínodo Vaticano de 1987, sobre el laicado, y la posterior Exhor­tación Apostólica del Papa Juan Pablo II, Christ\fidelis laici, arrojan grandes luces al respecto.

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3. Algunos de estos ministerios: a) en torno a la Palabra de Dios (Ca­tequistas, Delegados de la Palabra, Misioneros Laicos, Visitadores Parroquiales); b) en tomo a la Liturgia (Animadores, Ministros de la Eucaristía, Pastoral de Enfermos y Ancianos); c) En torno al servi­cio de la comunidad (madres maestras, ministros de consejería familiar, etc.), requieren el acompañamiento de sus Pastores para una formación doctrinal y pastoral cada vez más sólida y en comunión con la Jerarquía.

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ANEXO

Normas Generales de la Conferencia Episcopal Panameña para los Ministerios de Lector, Acólito y otros Ministerios Extraordinarios

asignados a los Laicos.

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NORMAS GENERALES PARA LOS MINISTERIOS DE LECTOR, ACOLITO Y OTROS MINISTERIOS EXTRAORDINARIOS

ASIGNADOS A LOS LAICOS.

L JUSTIFICACIÓN: El Santo Padre Pablo VI, siguiendo la viva enseñanza y práctica de la

Iglesia, según la doctrina conciliar y con el ánimo apostólico de promover la vida cristiana del Pueblo de Dios, ha establecido los ministerios llamados "Laicales", como un nuevo y eficaz servicio en la obra salvífica que el Señor encomendó a su Iglesia.

Fundamentos de los Ministerios Laicales que parten de una eclesiología de comunión. a. El Sacerdocio común de los bautizados b. La ministerialidad del Pueblo de Dios. c. Los dones del Espíritu, que se otorgan para común utilidad.

Esta imagen de Iglesia-comunión corresponde a la eclesiología renovada que surge a partir del Concillo Vaticano II.

H. CRITERIOS PARA SELECCIONAR PERSONAS 0,UE DESEAN SERVIR A LA COMUNIDAD COMO MINISTROS LAICOS: Los candidatos deben: Ser aceptados por la comunidad. Tener capacidad de servicio a la comunidad desinteresadamente. Demostrar interés y responsabilidad por las tareas que se les asignan. Tener cualidades humanas que los capaciten para la misión que van a desempeñar. Poseer capacidad para trabajar en equipo. Dar un verdadero testimonio de vida cristiana y que aspiren a seguir mejorando. Tener iniciativa, creatividad y deseo de capacitarse mejor. El Lectorado y el Acolitado serán asignados a varones; para otros minis­terios, si su naturaleza lo permite, podrán ser designados hombres o mu­jeres según la venerable tradición y la legislación actual que se recoge en este documento. Nivel académico: Se ha de tener en cuenta la educación que exija el mi­nisterio y el medio en que se van a desempeñar.

DI. FORMACIÓN DE LOS CANDIDATOS A MINISTERIOS LAICALES. L Área situacional

- Conocimiento de sí mismo - Conocimiento de sus hermanos - Conocimiento de su comunidad. - Crear conciencia de las características y necesidades del ambiente

en que les toca actuar.

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Z Área doctrinal - Asimilación del Plan de Dios para un adecuado desempeño de su

labor ministerial. 3. Área pastoral: Bajo la orientación y responsabilidad del Ordinario.

IV. FUNCIÓN DE LOS MINISTROS LAICOS. 1. El Lector. El Motu Proprio Ministeria Quaedam establece sobre el ministerio del

Lector las siguientes normas: "El Lector queda instituido para la función que le es propia, de leer la

Palabra de Dios en la Asamblea Litúrgica, por lo cual proclamará las lectu­ras de la Sagrada Escritura, pero no el Evangelio, en la misa y en las demás Celebraciones sagradas; faltando el salmista, recitará el salmo interleccio-nal; proclamará las intenciones de la oración universal de los fieles, cuando no haya a disposición Diácono o cantor; dirigirá el canto y la participación del pueblo fiel; instruirá a los fieles para recibir dignamente los sacramen­tos. También podrá, cuando sea necesario, encargarse de la preparación de otros fieles a quienes se encomiende temporalmente la lectura de la Sagrada Escritura en los actos litúrgicos. Para realizar mejor y más perfectamente estas funciones, meditará con asiduidad la Sagrada Escritura".

Se atribuyen las siguientes funciones al lector: - Catequesis escolar y parroquial. - Cursos pre-sacramentales. - Catequesis en las Comunidades Eclesiales de Base. - Reuniones de estudio de la Palabra de Dios. - Evangelización de la propia familia. - Guiar la comunidad hacia una promoción integral. 2. El Acólito. El documento pontificio Ministeria Quaedam enseña sobre el ministerio

del acólito lo siguiente: "El acólito queda instituido para ayudar al Diácono y prestar su servicio

al Sacerdote. Es propio de él cuidar el servicio del altar, asistir al Diácono y al Sacerdote en las funciones litúrgicas, principalmente en la celebración de la misa; además, como ministro extraordinario, distribuir la Sagrada Comu­nión cuando faltan los ministros de que habla el Cn. 230 del Código Canóni­co o están imposibilitados por enfermedad, avanzada edad o ministerio pastoral, o también cuando el número de fieles que se acerca a la Sagrada Mesa es tan elevado que se alargaría demasiado la Misa. En las mismas cir­cunstancias especiales se le podrá encargar que exponga públicamente a la adoración de los fieles el Sacramento de la Sagrada Eucaristía y hacer des­pués la reserva; pero no que bendiga al pueblo. Podrá también, cuando sea necesario, cuidar de la instrucción de los demás fieles, que por encargo tem­poral ayudan al Sacerdote o al Diácono en los actos litúrgicos, llevando el misal, la cruz, las velas, etc., o realizando otras funciones semejantes. Todas estas funciones las ejercerá más dignamente participando con piedad cada día más ardiente en la Sagrada Eucaristía, alimentándose de ella y adqui-

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riendo un más profundo conocimiento de la misma". El Acólito podrá: - Presidir las Celebraciones de la Palabra. - Presidir las Celebraciones del Domingo cuando no hay Sacerdote. - Presidir celebraciones penitenciales. - Acoger a la Asamblea y hacer moniciones. - Llevar el Viático a los enfermos. - Ser ministro extraordinario del Bautismo. - Presidir las exequias. a Otros Ministerios: "Ministeria Quaedam" hablaba de la posibilidad de crear otros ministe­

rios que fueren necesarios para el bien de la comunidad: en "Evangelii Nuntiandi" sugiere el Papa los siguientes ministerios: "Catequistas, anima­dores de la oración y del canto, cristianos consagrados al servicio de la Pa­labra de Dios o a la asistencia de ios hermanos necesitados, jefes de peque­ñas comunidades, responsables de movimientos apostólicos u otros respon­sables".

Los ministerios responden a necesidades reales y sentidas que aunque son muchas y varían de un lugar a otro se pueden agrupar en torno a cuatro aspectos fundamentales que corresponden a su vez a lo esencial y funda­mental de la comunidad: La Palabra de Dios, el Culto, la Caridad Fraterna y la Unidad en el Señor. V. DISPOSICIONES:

De acuerdo con el Motu Proprio Ministeria Quaedam disponemos: 1. Que se motive convenientemente a la comunidad, se suscite interés apos­

tólico en los laicos y se provea para una cuidadosa selección y una formación permanente de los candidatos, según las necesidades y carac­terísticas particulares de cada comunidad.

2. Los aspirantes a ministerios laicales deben hacer libremente una peti­ción escrita y firmada, presentada por el Párroco o el Sacerdote asesor de un movimiento apostólico al Obispo Diocesano a quien corresponda la aceptación (M.Q. VIII).

3. Deben además presentar mediante el Párroco o Sacerdote Asesor: a. Certificado de Bautismo y Confirmación. b. Carta del Párroco sobre su conducta y vida cristiana. c. Constancia de la preparación académica. ch. Certificado de salud física y mental expedido por un facultativo

responsable. 4. Cuando un candidato va a recibir más de un ministerio debe guardar un

intersticio mínimo de un año a fin de que ejerza por tiempo conveniente el ministerio conferido. (M.Q.X.) (C. 1035).

5. Para la recepción de cada uno de estos ministerios los candidatos se prepararán con 8 días de reflexión y oración.

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6. Los ministerios son conferidos por el Ordinario mediante el rito litúr­gico De Institutione Lectoris y de Institutione Acolythi aprobado por la Santa Sede Apostólica. (M.Q.LX).

7. La institución de los ministerios no da derecho a recibir sustentación o remuneración por parte de la Iglesia. (C. 230, 1).

8. El acólito y el lector no pierden su identidad laical, ellos son colabo­radores especiales de sus Obispos, en orden al servicio del Pueblo de Dios. En el ejercicio de su ministerio dependerán del Obispo Diocesano y de aquel a quien se les haya asignado como superior.

9. Además de las funciones propias señaladas por Ministeria Quaedam (V y VI) estos ministros pueden ser delegados para otros servicios pastorales según sus capacidades pedagógicas y su preparación doctrinal. La asignación de otros oficios será determinada por el Obispo Diocesano.

10. Según el Motu Proprio Ministeria Quaedam estas normas podrán ser aplicadas a mujeres candidatas a otros ministerios laicales, según las prescripciones vigentes, las cuales .también podrán aspirar al ejercicio del lectorado o acolitado como ministros extraordinarios.

11. Los ministerios serán conferidos para ser ejercidos en un área concreta designada en cada caso, y ordinariamente para un período de dos años renovables.

12. Los ministros laicos cesan en sus funciones siempre a juicio del Obispo Diocesano. a. Por conducta inadecuada. b. Por cesación del Párroco o Sacerdote que les presentó a no ser que el

sucesor los ratifique como sus colaboradores. c. Cuando el ejercicio de un cargo público o político haga incompatible

un fructuoso desempeño de su ministerio. (Conferencia Episcopal Panameña, Normas Particulares Complementarias al Código de Derecho Canónico, pp. 57-60).

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TERCERA PARTE

LA ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS

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TERCERA PARTE: LA ORACIÓN DEL PUEBLO DE DIOS

Constatamos con gran alegría y esperanza que nuestro pueblo es profunda­mente religioso. Y esta experiencia de Dios quiere ser católica, es decir canalizar a t ravés de los símbolos y mediaciones que se perciben como propios de la Iglesia Católica. Ahora bien, la oración crist iana puede expresarse en forma d e v o c l o n a l (piedad popular) o puede expresarse a través de la liturgia, que es parte del culto público de la Iglesia. Reflexionaremos sobre ambos aspectos.

1 . La Li turg ia d e l a s H o r a s 1.1. Realidad

Hasta hace muy poco tiempo esta oración estaba prácticamente reserva­da al clero y los religiosos, pero últimamente está siendo re-descubierta por los fieles y ha sido al tamente aconsejada para todos los cristianos (Liturgia de l as Horas (LH) 2 1 ; Cons t i tuc ión sobre la Liturgia, Sacrosanctum Concilium, SC, 100)

1.1.1. Descripción: Se llama "liturgia" por ser parte del culto público y comunitario del pue­blo de Dios (SC, 83-101), culto que pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia (SC, 26). Se llama "de las horas" por ser esencialmente oración desti­nada a santificar las horas del día y de la noche (SC 84). - Esta oración tiene su origen en el ejemplo y mandato de Cristo orante

(Le. 18. 1). - La Iglesia prolonga la función sacerdotal de Cristo no sólo celebrando

la Eucaristía sino también recitando el Oficio Divino (SC, 83). - Es u n a oración de todo el pueblo de Dios. Aunque al Clero y ciertos

religiosos se les pida como oficio, no por ello les pertenece como ora­ción propia. Al contrario, pertenece a todos los bautizados en virtud de su Bautismo. Para facilitar la participación del pueblo esta ora­ción gira principalmente en torno a Laudes y Vísperas. Los laicos que celebran esta oración se unen a la misión orante de la Iglesia llevan­do a cabo u n a acción litúrgica (SC. 85).

1.1.2. Naturaleza y espíritu de cada hora: a) Laudes: Es u n a oración explícitamente vinculada con el nacimiento

del día. Es la voz de la esposa, la Iglesia, que quiere santificar la ma­ñana . Esta oración evoca la resurrección de J e s ú s : Cristo es el sol

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naciente que viene a guiarnos a través del día. También es un ofreci­miento de las primicias del día y una súplica para obtener el auxilio diario a través de la jornada.

b) Vísperas: Las vísperas están unidas a la tarde, que es la conclusión del día e inicio de la noche. Se celebran como acción de gracias por el día que se nos dio y como petición del perdón por las faltas cometidas. También conmemoran el misterio de la Cena del Señor (L.H. 39) y la esperanza de la llegada definitiva del Reino. La Iglesia, al caer la tarde (Le. 24, 29), pide al Señor que se quede con ella.

c) Oficio de íecturas: Este oficio es caracterizado como un tiempo de escucha. Dios que habla. Para ello se presentan lecturas bíblicas y de autores eclesiásticos. Es un oficio que invita a la meditación de la Palabra de Dios y la voz de la Iglesia. Este oficio se puede colocar en cualquier hora del día o rezarse, como se hacia tradicionalmente, de noche.

d) Tercia-Sexta-Nona: Siguiendo la-santificación del día, corresponde a las 9 a.m., 12 m. y 3 p.m. El Concilio Vaticano II también las aconseja a todos los fieles, que pueden escoger una de las tres según el momento más conveniente. La Iglesia une a estas horas el recuerdo de los acontecimientos de la Pasión y de la primera propagación del Evangelio (L.H., 75).

e) Completas: Es la oración que se reza antes del descanso nocturno. Respira confianza en Dios y también pide perdón por las faltas del día. Le da gracias a Dios por los encuentros que ha tenido con El a través de los acontecimientos.

1.2. Reflexión Teológica: La Iglesia sobre todo en la Eucaristía y en la Liturgia de las Horas, en forma única realiza el oficio de comunidad siempre orante. Si bien es verdad que toda la liturgia es oración y en forma eminente lo es la Eucaristía, sin embargo sólo la Liturgia de las Horas expresa plenamente la totalidad de la Iglesia orante como tal y su presencia constante en la oración. Es ñgura además de la asamblea celestial alabando a su Señor. En la Liturgia de las Horas Cristo está ejerciendo su función sacerdotal. No solamente lo hace por la Eucaristía y los demás sacramentos, sino también en esta oración litúrgica. La Liturgia de las Horas se presenta como instrumento de santificación (LH 14). La Liturgia de las Horas prolonga la vida sacramental con su centro en la Eucaristía; y penetra todos los momentos del día a través de la alabanza. Va santificando el tiempo al ir santificando a las personas, y al san­tificar el tiempo santifica también el universo, uniendo a toda la crea­ción a la esfera de la alabanza y contribuyendo así a su liberación (Rm 8, 19).

1.3. Lineas Pastorales: La Liturgia de las Horas es obligatoria para los sacerdotes, diáconos y

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algunos religiosos, pero es una obligatoriedad considerada como un ho­nor (SC 85). Siendo oración de toda la Iglesia se aconseja su rezo a los demás fieles, quienes por el Bautismo participan del sacerdocio de Cristo. Donde exista la posibilidad se pide que se celebre comunitariamente y en la Iglesia, sobre todo Laudes y Vísperas (LH 21). Para que la Liturgia de las Horas se celebre adecuadamente, los Pastores deberán ir formando a sus fieles, capacitándolos para que logren orar de verdad en la celebración y participen en las distintas modalidades de .recitación, lecturas y cantos. Deberá alentarse a los fieles a recitar la Liturgia de las Horas privada­mente o en familia cuando no lo puedan hacer con la asamblea.

Nuestra piedad popular tiene manifestaciones muy diversas, de carácter comunitario e individual. Entre ellas se pueden mencionar: el culto al Cristo paciente - Vía Crucis, culto al Sagrado Corazón, al Cristo de las Misericordias, diversas devociones a la Santísima Virgen, el culto a los santos y por los difuntos, las procesiones, las novenas, las fiestas patro­nales, las peregrinaciones a santuarios, etc. A través del año tenemos impresionantes manifestaciones de culto hacia Jesucristo en Atalaya, Alanje, Portobelo, Antón, etc., donde se congregan graádes multitudes de todas las clases y condiciones sociales, pero pre­ferentemente de la gente humilde. Los fieles llegan a estos santuarios con grandes sacrificios, ya sea para pagar una manda ya sea para pedir un favor. Entre los fieles la presencia del hombre joven es muy signifi­cativa, más aún cuando su ausencia se nota fuertemente en el culto litúr­gico ordinario. La renovación del "Corpus Christi" en varias diócesis bajo la nueva mo­dalidad de la "Cita Eucarística", ha calado en la conciencia de la Iglesia, que así, de nuevo, y en renovadas formas, rinde culto a Jesús Eucarístico, y se compromete ella a hacerlo presente en el mundo. El culto a la Virgen María está presente con especial vigor y se mani­fiesta preferentemente a través de advocaciones específicas (Carmen, Per­petuo Socorro, Guadalupe, La Antigua), y devociones marianas como el

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rezo del rosario, devoción que debe convertirse en un momento privi­legiado de evangelización. También el culto de los santos está muy difundido y hay santos "popu­lares" como Don Bosco, San Judas Tadeo, San Martín de Porres, etc., que a través del año y con ocasión de las fiestas patronales o parroquiales convocan a la gente humilde.

Este culto a Jesucristo y a los santos privilegia ciertos santuarios donde se encuentran imágenes o reliquias a los que la piedad popular atribuye poderes especiales. En esta realidad detectamos aspectos muy positivos: Es una expresión de fe muy cerca de la vida y toca las realidades de la existencia humana: vida, muerte, amor, trabajo, alegría, sufrimiento, etc. Lo hace en forma simple, emotiva, festiva y colectiva, muy propia de la gente sencilla. Encontramos una sed y un sentido profundo de Dios y de su Providencia. Son ventanas abiertas hacia virtudes auténticamente cristianas, espe­cialmente en orden a la Caridad, aunque deficientes en cuanto a la con­ducta moral y social. Se generan actitudes internas como la generosidad, paciencia, sentido de la cruz, solidaridad, apertura al pobre, al enfermo, al niño y al anciano. Se dan aspectos negativos: Detectamos un fuerte substrato de religiosidad de tipo arcaico, que no ha sido suficientemente evangelizada y que no soporta los embates de una conciencia crítica. De allí surge fácilmente un fuerte sincretismo de superstición, magia, fatalismo y ritualismo. La religiosidad popular panameña se ha desarrollado como una globali-dad bastante autónoma y en grados de pertenencia podríamos hablar de una cierta marginalidad eclesial. Sus categorías doctrinales, morales y culturales no siempre coinciden con la enseñanzas de los Pastores. Hay mucha ignorancia y reinterpretación sincretista de realidades y sím­bolos cristianos. El templo, por ejemplo, simboliza la presencia del mun­do sobrenatural poblado con sus santos e imágenes: es un lugar de tran­quilidad donde uno va a refugiarse . El sacerdote es el representante de Dios en la tierra, es alguien que tiene poder para bendecir y ponernos en contacto con lo sobrenatural: de allí la resistencia a las tendencias que lo hacen más "familiar o profano". En la actitud frente a Cristo, María y los santos se busca más la ayuda que la imitación o seguimiento. Se pri­vilegia la figura del Cristo sufriente y se ignora la del Cristo Liberador por su Resurrección. Se acentúa en María el aspecto de la Madre que protege; en los santos, la capacidad de hacer milagros. Para muchos Je­sús es un santo más sin mucha relación con el misterio trinitario. A veces hasta se le llama "papá Jesús" (Atalaya). La falta de educación en la fe y la ingerencia de influencias y costumbres deformadas hacen al pueblo muy vulnerable frente a la fiesta callejera, a veces paralela a la religiosidad. Igualmente lo hace vulnerable frente al consumismo, a la invasión de sectas y de religiones orientales. Hay un verdadero culto a los muertos, unido a la convicción del "más

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allá". Este culto será muy invadido por sentimientos de angustia y re­mordimiento hacia la persona fallecida. Es de notar que esta religiosidad se transmite por una cierta osmosis cul­tural. Los viejos (padres, abuelas, tías) transmiten sus propias actitudes y comportamientos y explican los símbolos y costumbres, ritos creencias y prácticas. En este sentido "los ministros" de esta tradición no son los sacerdotes, sino las abuelas, los rezadores, etc. 2,2. Reflexión Teológica: Los vínculos entre la liturgia y las devociones son muy fuertes. Debe haber entre ellos una continuidad de influjo mutuo y de armonía pro­funda. La Iglesia está abierta para acoger y potenciar toda forma cul­tural popular que pueda contribuir a elevar al hombre hacia Dios (S.C. 37). No se trata entonces de reducir lo devocional a lo litúrgico: ambos tienen razón de ser. Los ejercicios de piedad seguirán siendo válidos porque lo litúrgico no agota el quehacer de la Iglesia. Además, la piedad popular ofrece un poderoso medio de evangelización. Así como la liturgia tiene su centro en el misterio de Cristo, él debe ser también la referencia fundamental en las devociones populares.

La Exhortación Apostólica "Marialis cultus" señala cuatro característi­cas teológicas que son inherentes a todo acto cultual sea o no litúrgico. (Esta Exhortación se refiere al culto mariano pero es aplicable al culto de los santos):

a) nota trinitaria: Toda forma de culto o devoción debe confluir en Cris­to, centrarse en su persona y, por medio de él, terminar en el Padre bajo la acción del Espíritu Santo.

b) nota cristológica: El culto mariano (y de los santos) debe conducir a un reconocimiento de Cristo cabeza y mediador.

c) nota pneumatológica: El culto a la Virgen debe dar un ordenado relie­ve a la presencia y a la obra del Espíritu en María, como tipo de esa misma presencia y acción en la Iglesia y los cristianos.

d) nota eclesiológica: El puesto y el papel de María frente a la comunidad cristiana es el más alto y a la vez el más próximo después de Cristo (L.G. 54-59-63).

A fin de obtener esta finalidad se dan algunas orientaciones prácticas (Marialis Cultus, 29).

a) bíblica: toda forma de culto debe inspirarse en la Biblia por ser el libro base de la espiritualidad cristiana.

b) litúrgica: se trata de armonizar liturgia y ejercicios piadosos, y no de suprimir éstos en nombre de la primera.

c) ecuménica: dadas las discrepancias que separan a los católicos de los no-católicos en el culto mariano, debe darse una práctica que no distorsione lo que representa María en la piedad de la Iglesia.

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2.3. Lineas Pastorales: No todo en la piedad popular tiene la misma significación o el mismo porvenir. La pastoral.debe concentrar sus fuerzas en los aspectos más sólidos y significativos de la piedad popular. Evangelizar no significa fomentar indiscriminadamente la piedad popu­lar. La evangelización consiste en comunicar valores, actitudes y motivacio­nes mejores, y no tanto en cambiar las prácticas exteriores. Lo que cua­lifica una piedad popular no es la exterioridad -de la práctica, siempre relativa, sino la actitud interior. La evangelización de la piedad popular requiere un largo proceso, que parte de una realidad religiosa tal cual es, -compleja, a veces ambigua- y la va conduciendo pedagógicamente a niveles mejores. Se requiere sabiduría prudencial y sentido común. La evangelización debe ayudar a interiorizar la piedad popular, mos­trando la coherencia que exige el Evangelio entre la práctica exterior y la actitud del corazón. Debe educar sobre todo en la oración, La evangelización debe ayudar a descubrir la dimensión comunitaria de la fe y la vinculación a la Iglesia. En nuestro caso es solidaridad, inse­parable de la pastoral de las comunidades de base. La evangelización debe ayudar a proyectar en la vida las actitudes cris­tianas encerradas en las prácticas religiosas. La evangelización debe estar unida al proyecto humano y social de la piedad popular. La evangelización debe ayudar a liberar toda piedad popular de sus escla­vitudes, como el ritualismo. Debe haber una convergencia entre la evangelización de la piedad popu­lar y la pastoral de las élites cristianas.

3. SACRAMENTALES

3.1. Realidad:

Nuestro pueblo, además de expresar su sentir religioso a través de lo litúrgico y lo devocional, tiene un enorme apego a otras prácticas que llamamos "sacramentales". Aquí nos encontramos frente a una gran variedad de ritos muy diferentes entre sí, instituidos por la Iglesia. Podemos mencionar a manera de ejemplo: el agua bendita, las velas bendecidas, escapularios, bendiciones diversas (casas, negocios, vehícu­los, etc.), invocaciones, consagraciones y exorcismos.

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Para muchos fieles, y por falta de una evangelización adecuada, los sacramentales adquieren mayor importancia que los mismos sacra­mentos y se les atribuye un poder casi mágico o una fuerza de "resguardo" contra los malos espíritus o enfermedades. La mayoría de los autores modernos clasifican los sacramentales dis­tinguiendo los sacramentales-cosas y los sacramentales-acciones. En el primer grupo tenemos las cosas benditas, consagradas o exorcizadas, como el agua, las palmas, cenizas, etc.; y en el segundo grupo la misma acción de bendecir, consagrar o exorcizar. El Código (Cn. 166) los define como cosas o acciones de las que suele servirse la Iglesia lo mismo, en cierto modo, que de los sacramentos para conseguir por su impetración efectos principalmente espirituales. Según esta definición se trata en primer lugar de una oración impe­tratoria que la Iglesia dirige a Dios y mediante ella pide la santificación de las personas o cosas. Por los sacramentales la Iglesia quiere que las "cosas y personas" se hagan encuentro con Cristo. Que Dios tome en sus manos y santifique lo cotidiano dándole sentido, consistencia y protección. Los sacramentales buscan expresar el valor divino de lo cotidiano de las cosas y de los trabajos que llenan la vida de nuestros días. Los sacramentales están en íntima unión con los sacramentos. A veces aparecen como una preparación y otras como prolongación de ellos, en cuanto que buscan consagrar a Dios todo lo cotidiano y ofrecen al hombre una ayuda para configurarse con Cristo. Existen, no obstante, profundas divergencias entre sacramentos y sa­cramentales. Los primeros han sido instituidos por Cristo y obtienen directamente de él su eficacia. En cambio, los sacramentales han sido instituidos por la Iglesia y adquieren su eficacia a través de la oración de la Iglesia. A través de ellos se adquieren gracias y ayudas actuales según la especificidad de cada sacramental, para realizar la voluntad del Padre y obtener favores temporales, si Dios lo juzga oportuno.

2. Reflexión Teológica: Frente al peligro de magia y utilitarismo proponemos los siguientes principios:

• Todo sacramental debe buscar la consagración del mundo a Dios, resta­bleciendo la auténtica relación hombre-mundo, deteriorada por el peca­do. El mundo de los sacramentales puede extenderse prácticamente a todos los objetos con los que el hombre entra en contacto en su vida diaria. El hombre está en relación continua con el mundo de las personas y cosas. De él se alimenta, aprende, etc. En este mundo el hombre hace su litur­gia recreando las relaciones rotas por el pecado. Por los sacramentales se introduce la presencia personal del Resucitado en la historia. En el momento de una bendición ritual, el objeto es puesto en relación

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con la divinidad. Estas celebraciones deben tender a llevar toda la realidad creada a su finalidad: ser recapitulada en Cristo.

• Todos los sacramentales deben ser referidos a Cristo sobre todo en su Misterio pascual.

La creación alcanza su finalidad propia en el Cristo Pascual (Ef. 1, 10), ahora ella está gimiendo dolores de parto. Cristo ha llevado a cabo la reconciliación con el fin de restablecer el orden cósmico (Col. 1, 20). a través de su muerte y resurrección. En los sacramentales la Iglesia busca impregnar el mundo de esta pre­sencia cristológica a través de personas y cosas, para que la potencia del Resucitado, mediante estas realidades, hagan un mundo nuevo.

• Los sacramentales involucran siempre el ministerio de la Iglesia y de ella toman su eficacia. Por los sacramentales la Iglesia ejerce su función de invocar continua­mente y en toda circunstancia al Padre mientras que está en marcha. Todo sufrimiento o angustia se traduce en invocación (Rom. 8, 18). El lenguaje normal de los sacramentales es el de "bendición". Dios es el que siempre puede "decir bien". Su bendición anuncia su amor y proclama su fidelidad. Cuando son los hombres los que bendicen, lo alaban proclamando su bondad y misericordia (1). Además de la "bendición" los sacramentales se agrupan en consagra­ciones y exorcismos: en estos la Iglesia pide la protección del Padre en la lucha contra Satanás que interpone obstáculos en el desarrollo de la persona humana y del plan universal de salvación.

3.3. Lineas Pastorales: - Para salvar los sacramentales del peligro de caer en lo mágico y ligar-

» los al Misterio Pascual, la Iglesia pide que se celebren en contexto litúrgico. Para ello publicó el Bendicional, que trae una enorme riqueza de bendiciones con un esquema parecido a la liturgia de la Palabra. (2) Estos esquemas bien celebrados permiten hacer una continua alabanza de las obras maravillosas de Dios y recuerdan el deber de revertir esas riquezas en servicios a los hermanos. Así la vida se hace un auténtico culto espiritual. Los sacramentales son signos de la voluntad de vivir a la luz del amor pascual de Cristo una vida com­prometida hacia la plena liberación.

(1) Bendicional, Introducción, n. 6. (2) Edición del Vaticano, 1984; en español, 1986.

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SÍNTESIS NORMATIVA

PREPARACIÓN 1. Póngase de relieve, a través de los diversos medios disponibles pa­

ra la educación en la Fe, que la Oración Personal y Comunitaria son indispensables para el crecimiento y profundización de la misma Fe que profesamos; y son medios privilegiados de nuestra comunión con Dios y con los hermanos.

2. Desde el Seminario, procúrese formar a los futuros Presbíteros en la oración, de manera que ellos sean capaces de llevar a los fieles a desarrollar la oración-meditación en sus formas de orar y rezar co­tidianamente.

3. La Liturgia -en todas las formas- es la oración pública de la Iglesia; pero ésta no va en detrimento de la oración personal ambas se re­quieren mutuamente.

4. Busquen los pastores revalorizar y catequizar la "Religiosidad Popu­lar", de manera que ésta no suplante a la oración litúrgica; y que mas bien, se nutra de ésta.

REALIZACIÓN - CELEBRACIÓN

1. El rezo de la Liturgia de las Horas es obligatorio para los sacerdotes, diáconos y algunos religiosos, según lo prescriban sus Constitucio­nes.

2. Siendo oración de toda la Iglesia, se aconseja su rezo a los fieles laicos, quienes por el Bautismo participan del único sacerdocio de Cristo. Se aconseja que en las grandes fiestas litúrgicas del calenda­rio universal de la Iglesia, en los domingos, y en algunas circunstan­cias especiales de la vida de cada comunidad parroquial, se tenga el rezo de Laudes o de Vísperas.

3. En cuanto a las devociones populares: A. La SEMANA SANTA tiene un lugar preponderante en la vida de

nuestro pueblo. Respetando las sanas costumbres de la piedad popular, hay que esforzarse en acentuar la celebración litúrgi­ca de todo el Misterio Pascual, haciendo énfasis en la celebra­ción de la Vigilia Pascual. Procúrese que las representaciones en vivo de la Pasión, que han prolferado tanto, se lleven a cabo con la dignidad que requiere un recuerdo tan sagrado.

B. Las FIESTAS PATRONALES son momentos propicios para evan­gelizar a los feligreses. Compete al Consejo Parroquial junto con el Párroco organizar las Fiestas Patronales y velar para que no se introduzcan elementos contrarios al sentido cristiano

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de la celebración. Si no se respeta esta norma, las Fiestas Pa­tronales deberán ser suspendidas o suprimidas.

C. El TRIDUO y la NOVENA como preparación para la FIESTA PATRONAL, deben organizarse como momentos preciosos de evangelizar y educar en la fe a los presentes. Procúrese que la realización de estas formas de oración tengan relación con los diferentes Ciclos del Año Litúrgico.

D. Procuren los Pastores participar en las PROCESIONES de tal manera que el pueblo sienta que le acompañan en las ex­presiones culturales de su Fe; poniendo de manifiesto el signo de caminar-peregrinar del Pueblo de Dios en su marcha a través de la historia hacia el Padre. Antes o después es muy conveniente unir a la procesión una adecua­da catequesis o la misma celebración eucarística.

E. La acción pastoral en los SANTUARIOS debe ser eminente­mente evangelizadora, de manera que ofrezcan la posibilidad de un encuentro personal con Cristo; y promuevan la inser­ción en la marcha del Pueblo de Dios, asi como la revitalización del propio camino de conversión personal.

F. Las IMÁGENES y el CULTO A LOS SANTOS constituyen una vivencia del dogma de la "Comunión de los Santos". El santo debe presentarse como el discípulo perfecto de Cris­to. Son la presencia y el rostro vivo de Dios... en ellos él nos habla (L.G., n. 50). Son el mejor fruto de la Pascua de Cristo y sus signos vivientes. Además aparecen comopruebaque hoy se puede seguir a Cristo porque el don del Espírítu sigue pre­sente en su Iglesia. En suma, aparecen como modelos que nos invitan a reinventar nuestros caminos de fe. Por eso es conveniente acentuar, más que los aspectos milagrosos de los santos, las actitudes profundas que han adoptado en su respuesta a Dios. El Culto a los Santos no debe confundirse con el culto a las imá­genes. Por tal motivo no cabe hablar de "imágenes milagrosas". De igual manera hay que evitar el reducir el culto a los santos a la búsqueda del milagro. En un solo lugar no debe haber más de una imagen del mismo santo; y su localización dentro del templo.no debe desviar la atención del Misterio de la Pascua de Cristo.

G. Observen los pastores la mayor prudencia a la hora de aceptar o promover supuestos prodigios, apariciones u otras manifes­taciones no aprobadas oficialmente por la Jerarquía. En este sentido son inapreciables las orientaciones sobre lapiedad ma-riana que ofrece el Concilio Vaticano II (Cf. L.G.; n. 66-67).

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Respecto a los Sacramentales

1. Todo sacramental debe ser "celebrado". Toda petición de un sacramental ofrece al Agente de Pastoral una ocasión importante para evangelizar. Una simple petición de agua bendita sirve, por ejemplo, para efectuar una auténtica celebración pascual, breve y sencilla, que incluya la Palabra de Dios. Así se evitará el peligro de interpretar mágicamente los sacramentales.

2. Los sacramentales nos permiten iniciar al pueblo a la oración de bendición; ya que muchas bendicpnes pueder ser efectuadas por ellos mismos pero no lo hacen por ignorancia Por ejemplo, los padres de familia bendicen a sus hijos, la mesa, etc. El Bendicio-nal indica oportunamente las bendiciones que le competen a cada ministro ordenado y a los laicos.

3. Entre los sacramentales se encuentran los exorcismos. Se recuer­da que, a tenor del canon 1172, nadie puede efectuarlos legítima­mente sin licencia expresa del Ordinario. Los laicos son excluidos totalmente y el Obispo lo concederá solamente a un presbítero piadoso,docto, prudente y con integridad de vida

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ANEXOS

• Normas sobre las Indulgencias

• Declaración de la Conferencia Episcopal Panameña sobre las Fiestas Patronales

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I NORMAS SOBRE LAS INDULGENCIAS

1. Indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal merecida por los pecados, ya perdonados en cuanto a la culpa, y que el fiel cristiano, convenientemente dispuesto y dentro de ciertas y concretas condiciones, consigue por medio de la Iglesia la cual, como administradora de la re­dención, distribuye y aplica el tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los Santos.

2. La indulgencia es parcial Q plenaria según libere parcial o totalmente de la pena temporal debida por los pecados.

3. Nadie puede aplicar las indulgencias ganadas a favor de personas vivas. 4. Las indulgencias, sean parciales o plenarias, siempre pueden ser apli­

cadas por los difuntos a modo de sufragio. 5. El fiel cristiano que, al menos arrepentido de corazón, realiza una obra

enriquecida con indulgencia parcial, se atribuye por obra de la Iglesia la remisión de una pena temporal del mismo valor y recibe su efecto de modo inmediato.

6. Los fieles que usan devotamente un objeto piadoso (crucifijo, cruz, coro­na, escapulario, medalla), bendecido conforme a los ritos por un sacer­dote o un diácono, consiguen indulgencia parcial. Si tales objetos fueron bendecidos por el Sumo Pontífice o por un Obispo, tales fieles, en la so­lemnidad de los Santos Apostóles Pedro y Pablo, recitando cualquier fórmula legítima de profesión de fe, pueden conseguir indulgencia plena­ria.

7. 1. Para que alguien sea capaz de lucrar indulgencias debe estar bauti­zado, no excomulgado, y en estado de gracia al menos al final de las obras prescritas.

2. Para que un sujeto capaz de lucrar indulgencias las reciba, debe tener intención, al menos general, de adquirirlas y cumplir las obras pres­critas en el tiempo establecido y según el modo debido, de acuerdo con la concesión.

8. 1. Para ganar una indulgencia plenaria, además de excluir toda incli­nación al pecado, aun venial, se requiere la ejecución de la obra enriquecida con la indulgencia y el cumplimiento de las tres condi­ciones siguientes: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Sumo Pontífice.

2. Con una sola confesión sacramental se pueden ganar varias indul­gencias plenarias; sin embargo, con una comunión eucarística y con una oración por las intenciones del Sumo Pontífice sólo puede ganarse una única indulgencia plenaria.

3. Las tres condiciones señaladas pueden ser completadas en varios días, antes o después de la ejecución de la obra prescrita; conviene, sin embargo, que la comunión y la oración por las intenciones del Sumo Pontífice se hagan el mismo día en el que se ejecuta la obra.

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4. Si faltó la plena disposición o si no se cumplen la obra prescrita y las tres condiciones, salvo lo que se establece en los ns. 27 y 28 para los "impedidos", la indulgencias será solamente parcial.

5. La condición de orar por las intenciones del Sumo Pontífice se cumple recitando un "Padre Nuestro" y un "Ave María" por sus intenciones; queda, sin embargo, a discreción de cada fiel el recitar cualquier otra oración según la piedad y devoción de cada uno.

9. Se concede indulgencia parcial a todo fiel que, en el ejercicio de sus labores y en la aceptación de sus adversidades, eleva su espíritu a Dios con humilde confianza, añadiendo -al menos mentalmente- alguna pia­dosa invocación.

10. Se concede indulgencia parcial a todo fiel cristiano que, guiado por es­píritu de fe, dedica con ánimo misericordioso su persona o sus bienes al servicio de sus hermanos que se hallan en necesidad.

11. Se concede indulgencia parcial a todo fiel cristiano que voluntaria­mente se abstiene en espíritu de penitencia, de alguna cosa lícita y agra­dable.

n DECLARACIÓN DE LA

CONFERENCIA EPISCOPAL, PANAMEÑA SOBRE

LAS FIESTAS PATRONALES

1. Introducción Las Fiestas Patronales son de gran importancia en la vida de toda comu­

nidad cristiana. Pero en algunos casos paulatinamente han ido perdiendo su íntima y profunda razón religiosa, y poco a poco se les ha ido substituyendo por un ambiente profano, contrario al espíritu de la Iglesia, que les dio origen.

Animados por la enseñanza de los últimos documentos de la Iglesia, en especial el Documento de Puebla sobre Evangelización y Religiosidad Popular (Documento de Puebla Nos. 444-469), y con el deseo de servir más fielmente al Señor, juzgamos conveniente aclarar los siguientes puntos al Pueblo Católico de Panamá. 2. QUE ES FIESTA

Es un encuentro de una familia, de un grupo de personas que tiene algo 192

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en común, sea una comunidad grande o aún una nación, para compartir su alegría, con ocasión de un acontecimiento muy especial para esa familia, para ese conglomerado humano, pueblo, ciudad o nación. Esta celebración se realiza poniendo en función los mecanismos propios para expresar esa alegría o felicidad, en ocasión del acontecimiento festivo. Así, los que cele­bran, deben tener en cuenta lo que celebran, y hacerlo apropiadamente, se­gún su cultura, formación humana y recursos materiales con que se cuenta.

"Partiendo del hombre, la fiesta aparece como una necesidad vital. Es una afirmación del mundo y de la vida por medio de la alegría, actitudes fun­damentales de la persona humana que le abren a experiencias más amplias y eternas. La fiesta cristiana no anula los aspectos humanos, sino que les da un carácter superior".. (1)

Por lo tanto, es una deformación, el concepto de que toda fiesta implica necesariamente el vicio del alcohol y el baile, concebido como diversión erótica, distorsionando así por completo el sentido y significación del baile, como expresión cultural, de encuentro y regocijo en el respeto y dignidad del hombre y de la mujer. 3. QUE ES FIESTA PATRONAL

La Fiesta Patronal es una celebración en que la comunidad cristiana se congrega para conmemorar de modo especial un misterio de la vida del Señor, o nuestra filial devoción a la Virgen María, o la memoria de otros Santos, a quienes veneramos por ser hijos de la Iglesia que ya participan de la bienaventuranza eterna, y a quienes acudimos para su especial protección.

El Evangelio es una noticia que invita a la alegría porque Dios se ha hecho presente entre los hombres por su Hijo Jesús (2). El sentido más pro­fundo de la Fiesta Patronal es la renovación de la Fe de la propia comuni­dad, a la luz del Evangelio de Jesús y de las virtudes cristianas de las cuales los Santos nos dan un ejemplo de vida. En último término, es la Fe Cris­tiana, la que se celebra con regocijo. La Fiesta Patronal es por lo tanto, un momento fuerte en el año, para que la comunidad cristiana, haciendo un alto en sus actividades, se disponga a:

1. Celebrar su Fe en Dios. 2. Dar gracias y glorificar a Dios por todos los bienes recibidos. 3. Implorar la divina misericordia, y reparar las negligencias y

deficiencias de toda nuestra vida. La Fiesta Patronal es pues, un momento en el que todo el pueblo cristia­

no católico se detiene en sus preocupaciones cotidianas para dar gloria al Señor, en el mismo espíritu que nos proclama el salmista:

"Buenos, con alegría den vivas al Señor, pues los justos le deben alabar, denle gracias, tocando la guitarra, y al son del arpa, entónenle canciones; cántenle un canto nuevo, en su honor, toquen bellas melodías". (Salmo 3).

(1) cfr. Comité Permanente de la Conferencia Episcopal Española. Las Fiestas Religiosas. 1983).

(2) cfr. Lucas 2, 10; Mateo 9, 15, Juan 15, 11)

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4. POR LO gUE DECLARAMOS A ese espíritu genuinamente religioso, se opone la manipulación de las

Fiestas Patronales por personas o grupos, que con propósitos de lucro, incen­tivan en ellas diversiones profanas, ajenas a todos espíritu cristiano, como son la venta de licores con los bailes y juegos de azar, etc.

Por lo tanto, nos vemos en la necesidad de recordar que en toda comuni­dad es el Párroco a quien compete organizar, dirigir y gobernar la comuni­dad católica con sentido pastoral. Es a él a quien corresponde, acompañado de los católicos comprometidos con la Iglesia, organizar las fiestas religio­sas. Donde las Fiestas Patronales no se ajusten a las normas y condiciones indicadas, podrán ser suspendidas, suprimidas, o los actos religiosos se podrán trasladar a otra fecha, según el caso amerite.

Es fundamental de una vez por todas, que no se mezclen las Fiestas Pa­tronales con parrandas, borracheras, chinguias, etc. Estas prácticas son contrarias a los elementales principios de nuestra Fe, que tiene como funda­mento la Palabra de Dios. 5. POR LO 9UE SOLICITAMOS:

De modo muy especial queremos solicitar la eficaz colaboración de los Medios de Comunicación Social, para poder ofrecer tanto a los feligreses como a la comunidad en general una recta orientación al respecto.

Queremos llamar la atención sobre los anuncios y propagandas que se hacen de celebraciones populares relacionadas con festividades religiosas, sobre todo en las Fiestas Patronales, Semana Santa, Día de la Inmaculada, Navidad y otras fiestas sagradas. Dichos anuncios deben ser aprobados por el Obispo del lugar, o el Párroco respectivo, para evitar tergiversaciones en las propagandas donde se entremezclan actividades religiosas y fiestas baila­bles en forma escandalosa que no podemos tolerar. Igualmente, no podemos admitir que se usen los nombres sagrados del Señor, la Virgen o los Santos, en propagandas de fiestas callejeras, como bailes, corridas de toro, pelea gallos, etc.

Finalmente, pedimos que no se den nombres del Señor, de la Virgen, o de los Santos, a establecimientos como jardines de fiesta, bodegas, jorones, cantinas y similares, ya que constituyen una profanación de lo que esos nombres significan. & DE LAS CAPILLAS Y TEMPLOS

A todas las Comunidades Católicas de país les notificamos que, para proceder a la construcción de nuevas Capillas, renovación, o reconstrucción de las antiguas, se necesita la guía y la autorización del Párroco, quien es el responsable de la acción pastoral en las comunidades; y desde luego, caen bajo su jurisdicción y responsabilidad, todos los templos o capillas católicas de su Parroquia. Todo aquel que quiera cooperar en las obras de las mis­mas, sean personas individuales, asociaciones o instituciones, lo pueden ha­cer con tal que se haga con la debida dependencia del Párroco, e íntima unión con él y siguiendo las normas pastorales de la Iglesia. En concreto, todo Comité o Junta Católica, para estos fines ha de contar con la aproba­ción y dirección del Párroco.

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Cabe señalar también que no podemos tolerar que para la construcción o reparación de capillas, se recurra a actividades que fomenten los vicios, co­mo son los bailes con sus secuelas de bebidas alcohólicas. Para evitar fu­turas dificultades, todas las nuevas capillas que con la autorización previa del Párroco se construyan, han de registrarse debidamente con títulos de propiedad del terreno y de la construcción, de la Parroquia respectiva. 7. En cuanto a las estatuas*de los santos, imágenes, reliquias u otros obje­tos religiosos si van a ser venerados o utilizados públicamente de acuerdo a la tradición católica (e.g. procesiones) deben estar bajo la responsabilidad del Párroco del lugar, a quien le toca organizar junto con sus colaboradores, todo lo relativo a su custodia y culto. Si no hay un lugar apropiado para su custodia deberá guardarse en un lugar digno y seguro con autorización del Párroco.

8. EXHORTACIÓN FINAL Reiteramos a todos los feligreses y a la comunidad panameña en gene­

ral, que toda la labor que realiza el Párroco o toda responsabilidad que asu­ma por razón de su ministerio eclesiástico, la realiza en nombre de la Iglesia.

Por lo tanto, llamamos una vez más, a un renovado respeto y acata­miento a la labor y responsabilidad de los respectivos Pastores, es decir, los Párrocos y Sacerdotes, así como también de sus inmediatos colaboradores en el desempeño de sus ministerios -las Religiosas, los Delegados de la Palabra, los Ministros laicos, etc.- debidamente autorizados por la autoridad com­petente (el Obispo, el Párroco).

Que el Señor nos reafirme a todos en la Fe, en la Esperanza y en el Amor. Panamá, 16 de Enero de 1986.

LOS OBISPOS DE PANAMÁ:

+ Marcos G. McGrath, c.s.c. Arzobispo de Panamá y Presidente de la

Conferencia Episcopal Panameña

+ Carlos A Lewis, s.v.d. + José María Carrizo V. Obispo Coadjutor de David y Obispo de Chitré Secretario General de la CEP Vice-Presidente de la CEP

+ José Dimas Cedeño + Carlos Ma. Ariz, c.m.f. Obispo de Santiago de Veraguas Obispo del Vicariato Apost. del Darién

+ José Agustín Ganuza, o.a.r. + J e s ú s Serrano, c.m.f. Obispo Prelado de Bocas del Toro Obispo Titular del Ipseli

Presidente del Depto. de Liturgia

+ Marcos Zuluaga, c.m.f. + Osear M. Brown J . Obispo Titular de Izirzada Obispo Auxiliar de Panamá Presidente del Depto. de Religiosos.

+ José Luis Lacunza, o.a.r. Obispo Auxiliar de Panamá.

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IV PARTE

CARTA APOSTÓLICA DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO II

"VICESIMUS QUINTUS ANNUS" SACROSANCTUM CONCILIUM

SOBRE LA SAGRADA LITURGIA

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CARTA APOSTÓLICA DEL SUMO PONTÍFICE JUAN PABLO H "VICESIMUS QUINTUS ANNUS"

SACROSANCTUM CONCILIUM' SOBRE LA SAGRADA LITURGIA

A todos los hermanos en el Episcopado y en el sacerdocio, salud y bendición apostólica.

Introducción 1. Han pasado veinticinco años desde que, el 4 de diciembre del año

1963, el Sumo Pontífice Pablo VI promulgó la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia, que los Padres del Concilio Vaticano II, reunidos en el Espíritu Santo, poco antes habían aprobado (1). Fue aquel u n acontecimiento memorable por diversas razones. En efecto, era el primer fruto del Concilio, querido por J u a n XXIII, para que la Iglesia se pusiera al día; había sido preparado por u n amplio movimiento litúrgico y pastoral , y era portador de esperanza para la vida y la renovación eclesial.

Llevando a cabo la reforma de la Liturgia, el Concilio realizó de modo muy concreto la finalidad fundamental que se había propuesto: "Acrecentar de día en día entre los fieles de vida cristiana, adaptar mejor a las necesida­des de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucris to y fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia (2).

2. Desde el inicio de mi servicio pastoral en la cátedra de Pedro, me preocupé en "insistir sobre la importancia permanente del Concilio Vaticano II" y tomé "el empeño formal de dar al mismo la correspondiente aplicación". Y añadí que convenía "hacer madurar , con el estilo propio de lo que se mueve y vive, las fecundas semillas que los Padres del Concilio Ecuménico, alimentados con la Palabra de Dios, sembraron en tierra buena (cf. Mt. 13, 8. 23), es decir, los importantes documentos y las deliberaciones pastorales" (3). En m á s de u n a ocasión he desarrollado posteriormente, sobre diversos puntos , las enseñanzas del Concilio respecto a la Liturgia (4) y he llamado la atención sobre la importancia que la Constitución Sacrosanctum Concilium tiene para la vida del Pueblo de Dios; en ella "es posible hallar la sustancia de aquella doctrina eclesiológica que será posteriormente propuesta por la asamblea conciliar". La Constitución Sacrosanctum Concilium, que fue el primer documento conciliar, cronológicamente hablando, ant icipa (5) la Constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium y se enriquece, a su vez, con la enseñanza de esta Constitución.

Después de u n cuarto de siglo, durante el cual la Iglesia y la sociedad h a n conocido cambios profundos y rápidos, es oportuno poner de relieve la importancia de esta Constitución conciliar, su actualidad en relación con los problemas nuevos y la permanente validez de sus principios.

I. RENOVACIÓN EN LA LINEA DE LA TRADICIÓN 3 . Respondiendo a las ins tancias de los Padres del Concilio de Trento

-preocupados por la reforma de la Iglesia de su tiempo- el Papa San Pío V dispuso la reforma de los libros litúrgicos: en primer lugar el Breviario y el Misal. Este mismo objetivo fue perseguido por los Romanos Pontífices a lo

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largo de los siglos siguientes asegurando la puesta al día, definiendo los ritos y los libros litúrgicos, y emprendiendo, desde el comienzo de este siglo, una reforma más general.

San Pío X instituyó una Comisión especial encargada de esta reforma, para cuya realización pensó que serían necesarios varios años; sin embargo, puso la primera piedra del edificio con la restauración de la celebración li­túrgica del domingo y la reforma del Breviario Romano (6). "En verdad todo esto exige, -afirmaba- según el parecer de los expertos, un trabajo tan grande como duradero; y por tanto, es necesario que pasen muchos años, antes de que este edificio litúrgico, por decirlo de algún modo, (...) muestre nueva­mente el esplendor de su dignidad y armonía, una vez que haya sido como limpiado de la suciedad del envejecimiento" (7).

Pío XII hizo suyo el gran proyecto de la reforma litúrgica publicando la Encíclica Mediator Del (8) e instituyendo una nueva Comisión (9). Asi­mismo, tomó decisiones sobre algunos puntos importantes, como la nueva versión del Salterio, para facilitar la .comprensión de la plegaria de los Salmos (10), la atenuación del ayuno eucarístico, con el fin de favorecer un acceso más fácil a la Comunión, el uso de las lenguas vernáculas en el Ritual, y, sobre todo, la reforma de la Vigilia Pascual (11) y de la Semana Santa (12).

En la introducción al Misal Romano, en 1962, se incluía la declaración de Juan XXIII, según la cual "los principios fundamentales, referentes a la reforma general de la Liturgia, debían ser confiados a los Padres en el próximo Concilio Ecuménico" (13).

4. Esta reforma global de la Liturgia respondía a una esperanza general de la Iglesia. En efecto, el espíritu litúrgico se había difundido cada vez más en casi todos los ambientes, junto con el deseo de una "participación activa en los sagrados misterios y en la oración pública y solemne de la Iglesia" (14), y junto con la aspiración, asimismo, de escuchar la Palabra de Dios de modo más completo. La reforma de la Liturgia, unida a la renovación bíblica, al movimiento ecuménico, al impulso misional, a la investigación de la eclesiología, debía contribuir a la renovación total de la Iglesia. Esto lo he recordado en la Carta Dominicae Cenae: "Existe, en efecto un vínculo estrechísimo y orgánico entre la renovación de la Liturgia y la renovación de toda la vida de la Iglesia. La Iglesia no sólo actúa, sino que se expresa también en la Liturgia y saca de la Liturgia las fuerzas para la vida" (15).

La reforma de los ritos y de los libros litúrgicos fue emprendida casi in­mediatamente después de la promulgación de la Constitución Sacrosanctum Concilium y fue llevada a cabo en pocos años merced al trabajo intenso y desinteresado de un gran número de expertos y de Pastores de todo el mundo (16).

Este trabajo fue realizado obedeciendo al principio conciliar: fidelidad a la tradición y apertura al progreso legítimo (17). Por ello, se puede decir que la reforma litúrgica es rigurosamente tradicional "ad norman Sanctorum Patrum" (18).

H. PRINCIPIOS DIRECTIVOS DE LA CONSTITUCIÓN 5. Los principios directivos de la Constitución, que sirvieron de base a la

reforma, son fundamentales para conducir a los fieles a una celebración

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activa de los misterios, "fuente primaria y necesaria del espíritu verdade­ramente cristiano" (19). Dado que la mayor parte de los libros litúrgicos han sido publicados, traducidos y puestos en uso, es necesario mantener constan­temente presentes estos principios y profundizarlos.

a) La Actualización del Misterio Pascual 6. El primer principio es la actualización del Misterio Pascual de Cristo

en la Liturgia de la Iglesia, porque "del costado de Cristo dormido en la Cruz nació el sacramento admirable de la Iglesia entera" (20). Toda la vida litúr­gica gira en torno al sacrificio eucarístico y a los demás sacramentos, por lo que llegamos a la fuente misma de la salvación (cf. Is. 12, 3) (21). Debemos, por tanto, ser muy conscientes de que por el "misterio pascual de Cristo, hemos sido sepultados con El en la muerte, para resucitar con El a una vida nueva" (22). Cuando los fieles participan en la Eucaristía han de comprender verdaderamente que "cada vez que se celebra el memorial de la muerte del Señor, se realiza la obra de nuestra Redención" (23). Y a tal fin los Pastores deben formarlos con empeño constante para celebrar cada domingo la obra maravillosa que Cristo ha llevado a cabo en el misterio de su Pascua, para que, a su vez, lo anuncien al mundo (24). En el corazón de todos -Pastores y fieles- la noche pascual debe volver a tener su importancia única, hasta el punto de ser verdaderamente la fiesta de las fiestas en el año litúrgico.

Ya que la muerte de Cristo en la Cruz y su resurrección constituyen el centro de la vida diaria de la Iglesia (25) y la prenda de su Pascua eterna (26), la liturgia tiene como primera función conducirnos constantemente a través del camino pascual inaugurado por Cristo, en el cual se acepta morir para entrar en la vida.

7. Para actualizar su misterio pascual. Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en las acciones litúrgicas (27). La Liturgia es, por consi­guiente, el "lugar" privilegiado del encuentro de los cristianos con Dios y con quien El envió, Jesucristo (cf. J n 17, 3).

Cristo está presente en la Iglesia orante reunida en su nombre. Precisa­mente este hecho es el que fundamenta la grandeza de la asamblea cristiana con las consiguientes exigencias de acogida fraterna -que llega hasta el perdón (cf. Mt. 5, 23-24)- y de decoro en las actitudes, en los gestos y en los cantos.

El mismo Cristo está presente y actúa en la persona del ministro orde­nado que celebra (28). Este no está investido solamente de una función, sino que, en virtud de la Ordenación recibida, ha sido consagrado para actuar "in persona Christi". A todo esto debe corresponder una actitud interior y ex­terior, incluso en los ornamentos litúrgicos, en el puesto que ocupa y en las palabras que pronuncia.

Cristo está presente en su Palabra proclamada en la asamblea y que, comentada en la homilía, debe ser escuchada con fe y asimilada en la ora­ción. Todo esto debe reflejarse también en la dignidad del libro y del lugar destinado a la proclamación de la Palabra de Dios; asimismo, en la com­postura del lector, que ha de ser siempre consciente de que es el portavoz de Dios ante sus hermanos.

Cristo está presente y actúa por medio del Espíritu Santo en los sacra­mentos y, de modo singular y eminente (sublimiori modo), bajo las especies

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eucarísticas en el sacrificio de la Misa (29), y también fuera de la celebra­ción, cuando éstas se conservan en el Tabernáculo para la comunión -parti­cularmente de los enfermos- y para la adoración de los fieles (30). Sobre esta presencia real y misteriosa, corresponde a los Pastores recordar frecuente­mente en su catequesis la doctrina de la fe, de la cual deben vivir los fieles y que los teólogos están llamados a profundizar. La fe en esta presencia del Señor implica una actitud exterior de respeto hacia la Iglesia -lugar sagrado donde Dios se manifiesta en su misterio (cf. Ex. 3, 5)- sobre todo durante la celebración de los sacramentos, pues las cosas santas deben ser tratadas siempre santamente.

b) La presencia de la Palabra de Dios 8. El segundo principio es la presencia de la Palabra de Dios. En efecto, la Constitución Sacrosanctum Concilium ha querido también

restablecer "una lectura de la Sagrada Escritura más abundante, más variada y más apropiada" (31). La razón profunda de esta restauración está expre­sada en la Constitución litúrgica, "para que aparezca con claridad la íntima conexión entre la palabra y el rito de la Liturgia" (32) y en la Constitución dogmática sobre la Divina Revelación: "La Iglesia siempre ha venerado la Sa­grada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues sobre todo en la Sagrada Liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo" (33). El incremento de la vida litúrgica, y, consecuentemente, el desarrollo de la vi­da cristiana no se podrán realizar si no se promueve constantemente en los fieles y, ante todo, en los sacerdotes un "amor suave y vivo hacia la Sagrada Escritura" (34). La Palabra de Dios es ahora más conocida en las comuni­dades cristianas, pero una verdadera renovación pone hoy y siempre nuevas exigencias: la fidelidad al sentido auténtico de la Escritura debe mantenerse siempre presente, especialmente cuando se traduce a las diversas lenguas; el modo de proclamar la Palabra de Dios para que pueda ser percibida como tal, el empleo de medios técnicos adecuados, la disposición interior de los ministros de la Palabra con el fin de desempeñar decorosamente sus funcio­nes en la asamblea litúrgica (35), la esmerada preparación de la homilía a través del estudio y la meditación, el compromiso de los fieles a participar en la mesa de la Palabra, el gusto de orar mediante los Salmos y -al igual que los discípulos de Emaús- el deseo de descubrir a Cristo en la mesa de la Palabra y del pan (36).

c) La Iglesia se manifiesta a sí misma 9. Por último, el Concilio ha querido ver en la Liturgia una epifanía de

la Iglesia, pues la Liturgia es la Iglesia en oración. Celebrando el culto divino, la Iglesia expresa lo que es: una, santa, católica y apostólica.

Se manifiesta como una, con aquella unidad que le viene de la Trinidad (37), sobre todo cuando el Pueblo santo de Dios participa "en la misma Euca­ristía, en una misma oración, junto al único altar, donde preside el Obispo rodeado de su presbiterio y ministros" (38). ¡Que nada rompa ni debilite, en la celebración de la Liturgia esta unidad de la Iglesia!

La Iglesia expresa la santidad que le viene de Cristo (cf. Ef. 5, 26-27) cuando, congregada en un solo cuerpo por el Espíritu Santo (39) que santifica y da la vida (40), comunica a los fieles, mediante la Eucaristía y los otros

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sacramentos, toda gracia y toda bendición del Padre (41). En la celebración litúrgica la Iglesia expresa su catolicidad, ya que en

ella el Espíritu del Señor congrega a los hombres de todas las lenguas en la profesión de la misma fe (42), y desde Oriente a Occidente ella presenta a Dios Padre el sacrificio de Cristo y se ofrece a sí misma junto con el El (43).

Finalmente, en la Liturgia la Iglesia manifiesta que es apostólica, porque la fe que ella profesa está fundada en el testimonio de los Apóstoles; porque en la celebración de los misterios, presidida por el Obispo, sucesor de los Apóstoles, o por un ministro ordenado en la sucesión apostólica, transmite fielmente lo que ha recibido de la Tradición apostólica; porque el culto que ofrece a Dios la compromete en la misión de irradiar el Evangelio en el mundo.

De esta manera es como el Misterio de la Iglesia es principalmente anun­ciado, gustado y vivido en la Liturgia (44).

m . ORIENTACIONES PARA DIRIGIR LA RENOVACIÓN DE LA VIDA LITÚRGICA

10. De estos principios se derivan algunas normas y orientaciones que deben regular la renovación de la vida litúrgica. Pues si la reforma de la Li­turgia querida por el Concilio Vaticano II puede considerarse ya realizada, en cambio, la pastoral litúrgica constituye un objetivo permanente para sacar cada vez más abundantemente de la riqueza de la Liturgia aquella fuerza vital que de Cristo se difunde a los miembros de su Cuerpo que es la Iglesia.

Puesto que la Liturgia es el ejercicio del sacerdocio de Cristo, es necesario mantener constantemente viva la afirmación del discípulo ante la presencia misteriosa de Cristo: "Es el Señor" (Jn 21. 7). Nada de lo que hacemos en la Liturgia puede aparecer como más Importane de lo que invisible, pero real­mente, Cristo hace por obra de su Espíritu. La fe vivificada por la caridad, la adoración, la alabanza al Padre y el silencio de la contemplación, serán siempre los primeros objetivos a alcanzar para una pastoral litúrgica y sacramental.

Ya que la Liturgia está enteramente impregnada por la Palabra de Dios, conviene que cualquier otra palabra esté en armonía con ella, ante todo la homilía, pero también los cantos y las moniciones; ninguna otra lectura podrá ocupar el lugar que corresponde a la lectura bíblica; las palabras de los hombres han de estar al servicio de la Palabra de Dios, sin oscurecerla.

Teniendo en cuenta que "las acciones lutúrgicas no son acciones priva­das, sino celebraciones de la Iglesia, que es 'sacramento de unidad'" (45), su reglamentación depende únicamente de la autoridad jerárquica de la Iglesia (46). La Liturgia pertenece a todo el cuerpo de la Iglesia (47). Por esto no está permitido a nadie, ni siquiera al sacerdote, ni a grupo alguno, añadir, quitar o cambiar algo, llevado de su propio arbitrio (48). La fidelidad a los ritos y a los textos auténticos de la Liturgia es una exigencia de la "lex orandi", que debe estar siempre en armonía con la "lex credendi". La falta de fidelidad en este punto puede afectar incluso a la validez misma de los sacramentos.

Al ser una celebración de la Iglesia, la Liturgia requiere una participa­ción activa, consciente y plena por parte de todos, según la diversidad de órdenes y funciones (49): todos, tanto los ministros como los demás fieles, al

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desempeñar su cometido, hacen aquello que les corresponde y sólo aquello que les corresponde (50).

Por esto la Iglesia da ^preferencia a la celebración comunitaria, cuando lo requiere la naturaleza de los ritos (51); alienta la formación de ministros, lectores, cantores y comentadores, que desempeñan un auténtcío ministerio litúrgico (52); también ha restablecido la concelebración (53) y recomienda el rezo común del Oficio Divino (54).

Ya que la Liturgia es la gran escuela de oración de la Iglesia, se consideró oportuno introducir y desarrollar el uso de la lengua vulgar -sin eliminar el uso de la lengua latina, conservada por el Concilio para los Ritos latinos (55)- para que cada uno pueda entender y proclamar en su propia lengua ma­terna las maravillas de Dios (cf. Hch. 2, 11); igualmente se consideró opor­tuno aumentar el número de prefacios y de las Plegarias eucaristicas, que enriquecen el tesoro de la oración y ayudan aentender los misterios de Cristo.

Puesto que la Liturgia tiene un gran valor pastoral, los libros litúrgicos permiten un margen de adaptación a la asamblea y a las personas, y una posibilidad de apertura a la idiosincrasia y la cultura de los diversos pueblos (56). La revisión de los ritos ha buscado una noble sencillez (57) y unos sig­nos fácilmente comprensibles, pero la sencillez deseada no debe degenerar en un empobrecimiento de los signos, sino que los signos, sobre todo los sacra­mentales, deben contener la mayor expresividad posible. El pan y el vino, el agua y el aceite, y también el incienso, las cenizas, el fuego y las flores, y casi todos los elementos de la creación tienen su lugar en la Liturgia como ofrenda al Creador y como aporte a la dignidad y belleza de la celebración.

IV. APLICACIÓN CONCRETA DE LA REFORMA a) Dificultades

11. Conviene reconocer que la aplicación de la reforma litúrgica ha en­contrado algunas dificultades debidas sobre todo a un contexto poco favorable, caracterizado por una tendencia a privatizar el ámbito "religioso, por un cierto rechazo de toda institución, por una menor presencia visible de la Iglesia en la sociedad, por un cuestionar la fe personal. Se puede suponer también que el pasar de una mera asistencia -a veces más bien pasiva y muda- a una participación más plena y activa haya sido para algunos una exigencia demasiado fuerte; por lo cual han surgido actitudes diversas e incluso opuestas ante la reforma. En efecto, algunos han acogido los nuevos libros con una cierta indiferencia o sin tratar de comprender ni de hacer comprender los motivos de los cambios; otros, por desgracia, se han ence­rrado de manera unilateral y exclusiva en las formas litúrgicas anteriores, consideradas por algunos de éstos como única garantía de seguridad en la fe. Otros, finalmente, han promovido innovaciones fantasiosas, alejándose de las normas dadas por la autoridad de la Sede Apostólica o por los Obispos, perturbando así la unidad de la Iglesia y la piedad de los fieles, en contraste, a veces, con los datos de la fe.

b) Resultados positivos 12. Esto no debe hacer olvidar que los Pastores y el pueblo cristiano, en

su gran mayoría, han acogido la reforma litúrgica con espíritu de obediencia y, más aún, de gozoso fervor.

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Por ello conviene dar gracias a Dios por el paso de su Espíritu en la Iglesia, como ha sido la renovación litúrgica (58); por la mesa de la Palabra de Dios, dispuesta con abundancia para todos (59); por el inmenso esfuerzo realizado en todo el mundo para ofrecer al pueblo cristiano las traducciones de la Biblia, del Misal y de los otros libros litúrgicos; por la mayor partici­pación de los fieles, a través de las plegarias y los cantos, de los gestos y del silencio en la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos; por los ministerios desempeñados por los laicos y las responsabilidades que han asumido en virtud del sacerdocio común, del que participan por el bautismo y la confirmación; por la irradiante vitalidad que tantas comunidades cris­tianas reciben de la Liturgia.

Estos son otros tantos motivos para permanecer fieles a la enseñaza de la Constitución Sacrosanctum Concilium y a las reformas que ésta he per­mitido llevar a cabo: "La renovación litúrgica es el fruto más visible de la obra conciliar" (60). Para muchos el mensaje del Concilio Vaticano II ha sido percibido ante todo mediante la reforma litúrgica.

c) Aplicaciones erróneas 13. Junto a estos beneficios de la reforma litúrgica, hay que reconocer y

deplorar algunas desviaciones, de mayor o menor gravedad, en la aplicación de la misma.

Se constatan, a veces, omisiones o añadiduras ilícitas, ritos Inventados fuera de las normas establecidas, gestos o cantos que no favorecen la fe o el sentido de lo sagrado, abusos en la práctica de la absolución colectiva, confu­sionismos entre sacerdocio ministerial, ligado a la ordenación, y el sacer­docio común de los fieles, que tiene su propio fundamento en el bautismo.

No se puede tolerar que algunos saoerdotes se arroguen el derecho de componer plegarias eucarísticas o sustituir textos de la Sagrada Escritura con textos profanos. Iniciativas de este tipo, lejos de estar vinculadas a la reforma litúrgica en sí misma, o a los libros que se han publicado después, la contradicen directamente, la desfiguran y privan al pueblo cristiano de las riquezas auténticas de la Liturgia de la Iglesia.

Compete a los Obispos corregirlas, ya que la reglamentación de la Litur­gia depende del Obispo según el derecho (61) y de él "deriva y depende en cierto modo la vida en Cristo de sus fieles" (62).

V. EL FUTURO DE LA RENOVACIÓN 14. La Constitución Sacrosanctum Concilium ha reflejado la voz uná­

nime del Colegio Episcopal, reunido en torno al Sucesor de Pedro y con la asistencia del Espíritu de la verdad, prometido por el Señor Jesús (cf. Jn. 15, 26). Este Documento sigue sosteniendo a la Iglesia en el camino de la reno­vación y de la santidad fomentando su genuina vida litúrgica.

Los principios enunciados en la Constitución sirven también de orienta­ción para el futuro de la Liturgia, de manera que la reforma litúrgica sea ca­da vez más comprendida y realizada. "Es por tanto, muy conveniente y ne­cesario que continúe poniéndose en práctica una nueva e intensa educación; para descubrir todas las riquezas encerradas en la nueva Liturgia" (63).

La Liturgia de la Iglesia va más allá de la reforma litúrgica. No estamos en la misma situación de 1963; una generación de sacerdotes y de fieles, que

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np ha conocido los libros litúrgicos anteriores a la reforma, actúa hoy con responsabilidad en la Iglesia y en la sociedad. No se puede, pues, seguir ha­blando de cambios como en el tiempo de la publicación del Documento, pero sí de una profundización cada vez más intensa de la Liturgia de la Iglesia, celebrada según los libros vigentes y vivida, ante todo, como un hecho de orden espiritual.

a) Formación bíblica y litúrgica 15. El cometido más urgente es el de la formación bíblica y litúrgica del

Pueblo de Dios: Pastores y fieles. La Constitución ya lo había subrayado: "No se puede esperar que esto ocurra (la participación plena, consciente y activa de todos los fieles), si antes los mismos Pastores de almas no se impregnan totalmente del espíritu y de la fuerza de la Liturgia y llegan a ser maestros de la misma" (64). Esta es una obra a largo plazo, la cual debe em­pezar en los seminarios y casas de formación (65) y continuar durante toda la vida sacerdotal (66). Esta misma formación, adaptada a su estado, es tam­bién indispensable para los laicos (67), tanto más que éstos, en muchas re­giones, están llamados a asumir responsabilidades cada vez mayores en la comunidad.

b) Adaptación 16. Otro cometido importante para el futuro es el de la adaptación de la

liturgia a las diferentes culturas. La Constitución ha enunciado su principio, indicando el procedimiento que han de seguir las Conferencias Episcopales (68). La adaptación de las lenguas ha sido rápida, aunque a veces difícil de llevar a cabo. Después se ha hecho la adaptación de los ritbs, cosa más delicada, pero igualmente necesaria.

Es aún arduo el esfuerzo que se debe hacer para enraizar la Liturgia en algunas culturas, tomando de éstas expresiones que pueden armonizarse con el verdadero y auténtico espíritu de la Liturgia, respetando la unidad sustan­cial del Rito romano expresada en los libros litúrgicos (69). La adaptación ha de tener en cuenta el hecho de que en la Liturgia -y particularmente en la sacramental- hay una parte inmutable, por ser de institución divina, de la cual es guardiana la Iglesia, y hay otras partes susceptibles de cambios, para lo cual la Iglesia tiene el poder y, a veces, incluso el deber de adaptar a las culturas de los pueblos evangelizados recientemente (70). No es éste un pro­blema nuevo en la Iglesia; en efecto, la diversidad litúrgica puede ser fuente de enriquecimiento pero, a la vez, puede provocar tensiones, incompresiones recíprocas e incluso cismas. En este terreno, está claro que la diversidad no debe dañar la unidad. Ella no puede expresarse sino en la fidelidad a la fe común, a los signos sacramentales que la Iglesia ha recibido de Cristo, y a la comunión jerárquica. La adaptación a las culturas exige también una con­versión del corazón y, si fuera necesario, también la ruptura con costumbres ancestrales incompatibles con la fe católica. Esto exige una seria formación teológica, histórica y cultural, como también un prudente juicio para discer­nir lo que es necesario o útil, de lo que es inútil o peligroso para la fe. "Un progreso satisfactorio en este campo no podrá ser sino el fruto de una maduración progresiva en la fe, que integre el discernimiento espiritual, la lucidez teológica, el sentido de Iglesia universal en el marco de una amplia concertación" (71).

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c) Prestar atención a los nuevos problemas 17. El esfuerzo de la renovación litúrgica debe responder además a las

exigencias de nuestro tiempo. La Liturgia no está desencarnada (72). Duran­te estos veinticinco años han surgido nuevos problemas o han tomado un nuevo aspecto como, por ejemplo: el ejercicio del diaconado accesible a hom­bres casados; las funciones litúrgicas que en las celebraciones pueden ser confiadas a los laicos, hombres o mujeres; las celebraciones litúrgicas para niños, jóvenes y minusválidos: la modalidad de composición de los textos litúrgicos apropiados para un país determinado.

En la Constitución Sacrosanctum Concilium no se hace mención de estos problemas, pero se indican los principios generales para coordinar y promo­ver la vida litúrgica.

d) Liturgia y piedad popular 18. Finalmente, para salvaguardar la reforma y asegurar el fomento de

la Liturgia (73), hay que tener en cuenta la piedad popular cristiana y su relación con la vida litúrgica (74). Esta piedad popular no puede ser ignorada ni tratada con indiferencia o desprecio, pues es rica en valores (75) y expresa de por sí la actitud religiosa ante Dios; pero tiene necesidad de ser evan­gelizada continuamente, para que la fe que expresa llegue a ser un acto cada vez más maduro y auténtico. Tanto los actos piadosos del pueblo cristiano (76), como otras formas de devoción, son acogidos y aconsejados mientras no suplanten y no se mezclen con las celebraciones litúrgicas. Una pastoral li­túrgica auténtica sabrá apoyarse en las riquezas de la piedad popular, puri­ficarlas y orientarlas hacia la Liturgia como contribución de los pueblos (77).

VI. ORGANISMOS RESPONSABLES DE LA RENOVACIÓN LITÚRGICA a) Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacra­

mentos 19. La función de promover la renovación de la Liturgia compete, en pri­

mer lugar, a la Sede Apostólica (78). Este año se cumplen cuatro siglos des­de que el Papa Sixto V creó la Sagrada Congregación de Ritos, a la que confió la tarea de vigilar el desarrollo del Culto Divino, reformado por el Concilio de Trento. San Pío X instituyó otra Congregación para la Disciplina de los Sacramentos. Para la aplicación práctica de la Constitución litúrgica del Concilio Vaticano II, Pablo VI instituyó un Consejo (79), luego la Sagrada Congregación para el Culto Divino (80) los cuales con generosidad, compe­tencia y prontitud han llevado a cabo la tarea que les fue confiada. Con la nueva estructura de la Curia Romana, prevista en la Constitución Apostólica Pastor Bonus, todo el ámbito de la Liturgia es unificado y puesto bajo la res­ponsabilidad de un solo dicasterio: la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Corresponde, por tanto, a ésta -salva la com­petencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe (81)- regular y promo­ver la Liturgia, cuya parte esencial son los sacramentos, alentando la activi­dad pastoral litúrgica (82), sosteniendo los diversos Organismos que se ocu­pan del apostolado litúrgico, la música, el canto y el arte sacro (83), y vigi­lando la disciplina sacramental (84). Esta es una obra importante, pues se trata, ante todo, de custodiar fielmente los grandes principios de la Liturgia católica, ilustrados y desarrollados en la Constitición conciliar, así como

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inspirarse en la misma para promover profundizar en toda la Iglesia la renovación de la vida litúrgica.

La Congregación, por tanto, ayudará a los Obispos diocesanos en su mi­sión de presentar a Dios el culto de la religión cristiana y regularlo según los preceptos del Señor y las leyes de la Iglesia (85). Por otra parte, se manten­drá en estrecho y franco contacto con las Conferencias Episcopales en lo que se refiere a su competencia en el ámbito litúrgico (86).

b) Conferencias Episcopales 20. Las Conferencias Episcopales recibieron el importante encargo de

preparar las traducciones de los libros litúrgicos (87). Las necesidades del momento obligaron a veces a utilizar traducciones provisionales, que fueron aprobadas ad interim. Pero ha llegado ya el momento de reflexionar sobre ciertas dificultades surgidas posteriormente, dar solución a ciertas carencias o inexactitudes, completar las traducciones parciales, crear o aprobar los cantos litúrgicos, vigilar sobre el respeto de los textos aprobados y, final­mente, publicar los libros litúrgicos que tengan una vigencia estable y una presentación digna de los misterios celebrados.

Para llevar a cabo el trabajo de traducción, y también para una con­frontación más amplia en el ámbito de cada pais, las Conferencias Episco­pales debían crear una Comisión nacional y asegurarse la colaboración de personas expertas en los diversos sectores de la ciencia y del apostolado litúrgico (88). Es preciso preguntarnos ahora sobre el balance, positivo o negativo, de tal Comisión, sobre las orientaciones y la aportación que ha recibido de la Conferencia Episcopal en su creación y actividades. El papel de esta Comisión es mucho más delicado cuando la Conferencia quiere ocu­parse de ciertas medidas de adaptación o de una inculturación más profunda (89), ésta es una razón más que se debe tener en cuenta, para que en dicha Comisión haya personas verdaderamente expertas.

c) Obispo diocesano 21. El Obispo es en cada diócesis el principal dispensador de los miste­

rios de Dios, así como el moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica en la Iglesia particular que le ha sido confiada (90). Cuando el Obispo celebra la Liturgia con el pueblo se manifiesta el misterio mismo de la Iglesia. Por tanto, es necesario que el Obispo sea profundamente cons­ciente de la importancia de estas celebraciones para la vida cristiana de sus fieles, las cuales deben ser un modelo para toda la diócesis (91). Aún queda mucho por hacer en la labor de ayudar a los sacerdotes y fieles a que profun­dicen en el sentido de los ritos y de los textos litúrgicos, como también a que fomenten la dignidad y belleza de las celebraciones y de los lugares de culto, y a que promuevan -como hicieron los Padres de la Iglesia- una "catequesis mistagógica" de los sacramentos. Para llevar a buen término esta tarea, el Obispo ha de crear una o incluso varias Comisiones diocesanas, que le ofrez­can su colaboración en promover la acción litúrgica, la música y el arte sacro en su diócesis (92). La Comisión diocesana, por su parte, actuará según el pensamiento y las directrices del Obispo y deberá contar con su autoridad y su aliento para llevar a cabo de modo conveniente la propia tarea.

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CONCLUSIÓN 22. Como ha recordado la Constitución Sacrosanctum Concilium, la

Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia (93), sino que es ciertamente su fuente y su culmen (94). Es su fuente porque, sobre todo en los sacramen­tos, los fieles reciben abundantemente el agua de la gracia, que brota del costado de Jesús crucificado. Evocando una imagen usada por el Papa Juan XXIII, la Liturgia es como la fuente del pueblo a la que cada generación va a sacar el agua siempre fresca y vivificante. Y es también su culmen, sea por­que toda la actividad de la Iglesia tiende hacia la comunió.n de vida con Cristo, sea porque la Liturgia es donde la Iglesia manifiesta y comunica a los fieles la obra de la salvación, realizada por Cristo una vez para siempre.

23. Parece llegado el momento de dar nuevo vigor al hálito que empujó a la Iglesia cuando la Constitución Sacrosanctum Concilium fue preparada, discutida, votada y promulgada, y cuando comenzó a aplicarse. El grano sembrado tuvo que soportar el rigor del invierno, pero la semilla ha ger­minado y se ha hecho árbol. Efectivamente, se trata del crecimiento orgá­nico de un árbol tanto más vigoroso cuanto más profundamente extiende sus raíces en el terreno de la tradición (95). Deseo recordar lo que dije en 1984, con ocasión del Congreso de las Comisiones Litúrgicas: En la obra de la reno­vación litúrgica querida por el Concilio hay que tener presente "con gran equilibrio, la parte de Dios y la parte del hombre, la jerarquía y los fieles, la tradición y el progreso, la ley y la adaptación, el individuo y la comunidad, el silencio y el canto del coro. De esta forma, la Liturgia de la tierra se conectará con la del cielo, donde (...) se formará un solo coro (...) para entonar un himno, a una sola voz, al Padre, por medio de Jesucristo" (96).

Con estos deseos, que en lo íntimo del corazón se hacen plegaria, impar­to a todos la bendición apostólica.

Vaticano, 4 de diciembre de 1988, undécimo de mi Pontificado. JOANNES PAULUS II.

NOTAS: 1) A A S . 56, 1964, págs. 97-134. 2) Const. Sacrosanctum Concilium, 1. 3) Primer mensaje al mundo, 17 de octubre de 1978: A.A.S. 70, 1978, págs. 920-921. 4) Cf. particularmente: Carta Encic. Redemptor hominis, 4 de marzo de 1979, 7. 18-22; A.A.S. 71,

1979. págs. 268-269; 301-324; Exhort. Apost. Catechesis tradendae, 16 de octubre de 1979. 5) Alocución al Congreso de los Presidentes y Secretarios de las Comisiones nacionales de Liturgia,

27 de octubre de 1984, 1: Insegnamenü, VII/2, 1984, pág. 1049. (6) Const. Apost Divino afflatu 1 de noviembre de 1911: A.A.S. 3, 1911, págs. 633-638. 7) "Motu propio" Abhinc dúos annos, 23 de octubre de 1913: A.AS. 5, 1913, págns. 449-450. 8) 20 de noviembre de 1947: A.A.S. 39, 1947, págs. 521-600. 9) S. Congregación de Ritos, Sección histórica, a. 71, Memoria sobre la reforma litúrgica 1946. 10) Pío XII, "Motu proprio'In cotidianis precibus, 24 de marzo de 1945: AA.S. 37, 1945, págs. 65-

67. 11) S. Congregaclónde Ritos, Decreto Dominicaeresurréctíonis, 9 de febrero de 1951: A A S . 43, 1951,

págs. 128-129.

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12) S. Congregación de Ritos, Decreto Máxima redemptionis, 16 e noviembre de 1955: AA.S. 47, 1955, págs. 838-841. J u a n XXIII, Carta Apost, Rubricarum instructum, 25 de julio de 1960: AA.S. 52, 1960, pág. 954. Pío X, "Motu proprio'.Tra le solleeltudirü dell'offlclo pastorale, 22 de noviembre de 1903: Pii X Ponüffcls Maximl Acta. 1, pág. 77. Carta DominicaeCenae, 24 de febrero de 1980, 13: AA.S. 72, 1980, pág. 146. Cf. Const. Sacrosanctum Concilium, 25. Cf. Ib., 23. Cf. ib., 50; Misal Romano, Proemio, 6. Const. Sacrosanctum Concilium, 14. Const. Sacrosanctum Concilium, 5: Misal Romano, La Vigilia Pascual, oración después de la VII lectura, Cf. Const. Sacrosanctum Concilium, 5-6. 47. 6 1 . 102. 106-107. Misal Romano, La Vigilia Pascual. Renovación de las promesas del bautismo. Cf. Ib., Misa vespertina "In cena Domlni", oración sobre las ofrendas. Cf. ib. Prefacio de los Domingos Ordinarios, 1. Cf. Crata Encíclica. Redemptor hominis, 4 de marzo de 1979, 7; A.A.S. 71 , 1979, págs. 268-270. Cf. Carta Dominicae Cenae, 24 de febrero de 1980, 4: A.A.S. 72, 1980, págs. 119-121. Cf. Const. Sacrosanctum Concilium, 7; cf. Pablo VI, Carta Encíc. Mysterium fldei, 3 de septiembre de 1965; AA.S. 57, 1965, págs. 762. 764. Cf. S. Congregación de Ritos, Instrucción Eucharisücum Mysterium, 25 de mayo de 1967, 9; A.A.S. 59. 1967, pág. 547. Cf. Pablo VI, Carta encíc. Mysterium fldei, 3 de septiembre de 1965: AA.S. 57, 1965, pág. 763. Cf. ib., págs. 769-771. Const. Sacrosanctum Concilium, 33. Ib. Const. Dogm. Dei Verbum, 21 . Const. Sacrosanctum, Concilium, 24. Cf. Carta Dominicae, Cenae, 24 de febrer de 1980, 10: A.A.S. 72, 1980, págs. 134-137. Cf. Liturgia de las Horas, Lunes de la IV semana, oración de víspera. Cf. Misal Romano, Prefacio de los Domingos Ordinarios, VIII. Const. Sacrosanctum Concilium, 41 . Cf. Misal Romano, Plegaria eucaristlca II y IV. Cf. ib.. Plegarla eucaristlca III; Símbolo Nicenoconstantinopolitano. Cf. ib., Plegaria eucaristlca I. Cf. Ib., Bendición solemne en el Domingo de Pentecostés. Cf. ib., Plegaria eucaristlca III. Cf. Alocución al Congreso de los Presidentes y Secretarios de las Comisiones nacionales de Liturgia. 27 de octubre de 1984, 1: Insegnamenti, Vil/ 2, 1984, pág. 1049. Const. Sacrosanctum Concilium, 26. Cf. ib., 22 y 26. Cf. ib., 26. Cf. ib., 22 Cf. ib., 26. Cf. ib., 28. Cf. ib., 27. Cf. ib., 29.

Cf. ib., 57; cf. S. Congregación de Ritos, Decreto general Ecclesiae semper, 7 de marzo de 1965: A.A.S. 57, 1965, págs. 410-412.

54) Cf. Const. Sacrosanctum Concilium, 99. 55) Cf. ib., 36. 56) Cf. ib., 37-40. 57) Cf. ib., 34.

Cf. ib. 43. Cf. Const. dogm. Dei Verbum, 21; Cons t Sacrosanctum Concilium. 51 . Relación final de la Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos, 7 de diciembre de 1985 II. B. b . 1.

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61) Cf. Const. Sacrosanctum Concilium, 22, 1. 62) Ib., 41. 63) Carta Dominicae Cenae, 24 de febrero de 1980, 9; A.A.S. 72, 1980, pág. 133. 64) Const. Sacrosanctum Concilium, 14. 65) Cf. S. Congregación de Ritos, Instrucción InterOecumenici,25 de septiembre de 1964, 11-13:

A.A.S. 56, 1964, págs. 879-880, S. Congregación para la Educación Católica, Ratio fundaméntate - para la formación sacerdotal, 6 de enero de 1970, cap. VIII: A.A.S. 72, 1970, págs. 351-361: Instrucción In ecclesiasücam fururorum sobre la formación litúrgica en los seminarios, 3 de junio de 1979, Roma, 1979.

66) Cf. S. Congregación de Ritos, Instrucción ínter Oecumenici, 26 de septiembre de 1964, 14-17: A.A.S. 56, 1964, págs. 880-881.

67) Cf. Const. Sacrosanctum Concilium, 19. 68) Cf. Ib. 39. 69) Cf. ib. 37-40. 70) Cf. ib., 21. 71) Alocución a un grupo de obispo de la Conferencia Episcopal del Zaire, 12deabrilde 1983, 5:A.A.S.

75, 1983, pág. 620. 72) Cf. Alocución al Congreso de los Presidentes y Secretarios de las Comisiones Nacionales de

Liturgia, 27 de octubre de 1984, 2: Insegnamenti, VII, 2, 1984, pág. 1051. 73) Cf. Const. Sacrosanctum Concilium, 1. 74) Cf. ib., 12-13. 75) Cf. Pablo VI. Exhort. Apost Evangelii nuntiandi, 8 de diciembre de 1975,48: A.A.S. 68, 1976, págs.

37-38. 76) Cf. Const. Sacrosanctum Concilium, 13. 77) Cf. Alocución a la Conferencia Episcopal del Abruzo y Molise en vista ad Limina, 24 de abril de

1986. 3-7: A.A.S. 78, 1986, págs. 1140-1143. 78) Cf. Const. Sacrosanctum Concilium, 22, 1. 79) Carta Apost. Sacram Liturgiam, 25 de enero de 1964: A.A.S. 56, 1964, págs. 139-144. 80) Const. Apost. Sacra Rituum Congregaüo, 8 de mayo ed 1969: A.A.S. 61, 1969, págs. 297-305. 81) Const. Apost. Pastor Bonus, 28 de Junio de 1988, 62: A.A.S. 80, 1988, pág. 876. 82) Cf. ib., 64; Le., págs. 876-877. 83) Cf. ib., 65: Le., pág. 877. 84) Cf. ib.. 63 y 66; Le. págs. 876-877. 85) Cf. Const. dogm. Lumen gentium, 26; Const. Sacrosanctum Concilium, 22, 1. 86) Cf. Const Apost. Pastor Bonus, 64, 3: Le., 877. 87) Cf. const Sacrosanctum Concilium. 36 y 63. 88) Cf. ib., 44. 89) Cf. ib.. 40. 90) Cf. decr. Christus Dominus, 15. 91) Cf. Discurso a los Obispos italianos participantes en un curso de actualización litúrgica, 12 de

febrero de 1988. 1: L'Osservatore Romano, 13 de febrero de 1988. pág. 4. 92) Cf. Const Sacrosanctum Concilium, 45-46. 93) Cf. ib., 9. 94) Cf. ib., 10. 95) Cf. ib., 23. 96) Alocución al Congreso de los Presidentes y Secretarios de las Comisiones nacionales de Liturgia,

27 de octubre de 1984. 6: Insegnamenti, VII/2, 1984, págs. 1054.

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VOCABULARIO LITÚRGICO

NOTA: Se registra aquí un elenco de términos usualmente utilizados en la teología y pastoral litúrgica, como ayuda a los agentes de pastoral. Se ha utilizado para esta sección el Nuevo Diccionario Litúrgico, de Domenico Sartore y Achule M. Traeca, Ediciones Paulinas 1987; y el Diccionario Abreviado de Pastoral, de Casiano Floristán y Juan José Tamazo, Editorial Verbo Divino, 1988.

Abstinencia: con esta palabra se entiende la práctica de no comer carne los viernes de Cuaresma, el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo, para todos los que tienen más de catorce años.

Aclamaciones: noción colectiva de aplaudir a una persona o a u n acontecimiento; manifiesta la emotividad con fórmulas breves, repetidas e intensamente proferidas. Las a. favorecen la participación activa de la asamblea en las celebraciones. Principales aclamaciones: Amén, Aleluya, Gloria, Hosanna, Señor Ten Piedad, Te alabamos, Señor; Tuyo es el Reino....

Acción de Gracias: es u n tipo de oración que subraya la expresión de gratitud que suscita en los hombres el trato con que Dios le favorece; manifiesta la valoración admirativa que el creyente hace de los dones que recibe del Señor. La Plegaria Eucarística de la Misa es donde con mayor claridad se observa dicho carácter.

Adviento: el año litúrgico comienza con el Adviento, término que significa advenimiento o hacia la venida. Desde el punto de vista cristiano adventus es la última venida del Señor. Pero al aparecer las fiestas de Navidad y Epifanía, significó también la venida de J e s ú s en la humildad de la carne. Es tas dos venidas en Adviento se consideran como u n a única desdoblada en dos etapas. Esta doble dimensión de espera caracteriza el Adviento.

Alianza: es la relación o acuerdo entre dos partes que se ligan en unidad Inseparable. "Alianza con Dios" es u n a de las fórmulas más importantes con que la Biblia designa la especial relación de Dios con los hombres en la historia de la salvación antes de Cristo y después de Cristo, mediante quien Dios ha realizado la Nueva Alianza, que es la plenitud de todas las alianzas del Antiguo Testamento. Los sacramentos son signos de la nueva alianza.

Alitúrgico: son aquellos días en que no se celebra la Eucaristía-, en la liturgia romana son el viernes y sábado santos.

Altar: mesa sobre la cual se celebra la Eucaristía. Los Padres de la Iglesia no dudaron en afirmar que Cristo fue, al mismo tiempo la víctima, el sacerdote y el altar. De ahí la expresión: "El altar es Cristo.

Ambón: (de anabáinein=subir). El a. es u n lugar reservado para el anuncio de la Palabra de Dios y el pregón pascual; puede también tenerse desde él la homilía y la oración de los fieles.

Amén: (=es verdad, así es): aclamación que pasa del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento y a la liturgia cristiana. Significa ratificación, afirmación que pronuncia la asamblea al concluir las oraciones.

Anáfora: (de anaphora=llevar sobre, ofrecer): es la parte central de la liturgia eucarística, que va del prefacio a la doxología; sinónimo de plegaria eucarística.

Anamnesis: (=memoria, conmemoración, recuerdo): parte de la plegarla eucarística que sigue a la narración de la institución o consagración, en la que se conmemora y se hace presente los grandes acontecimientos salvíficos. La Iglesia, al recibir el encargo de Cristo, por medio de los apóstoles, realiza el memorial del mismo Cristo, recordando principalmente su pasión, su resurrección y ascensión al cielo. Equivale al sinónimo de memorial.

Año Litúrgico: año litúrgico, año del Señor o año cristiano es la celebración cíclica del Misterio de Cristo por la asamblea de creyentes a lo largo del día, semana y año. Tiene-tres referencias: la comunidad cristiana (Iglesia); el tiempo con sus acontecimientos (historia) y el misterio central de la salvación (Cristo). Durante el curso del año, la Iglesia conmemora todo el misterio de Cristo, desde la encamación has ta el día de Pentecostés y la expectación de la venida del Señor al final de los tiempos. El centro del a . l . es la Pascua, su comienzo es el Adviento y su final la fiesta de Cristo Rey.

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Asamblea: reunión del pueblo de Dios para orar y celebrar la historia de la salvación. Es signo sacramental de Cristo y epifanía de la Iglesia. Se articula según los diversos ministerios. La asamblea litúrgica cristiana participa de la naturaleza del signo propio de la misma liturgia cristiana. En efecto, la liturgia cristiana es u n conjunto de signos mediante los cuales se significan y realizan la santificación del hombre y el culto divino (SC 7). Uno de tales signos, entre los más patentes y más reveladores es la asamblea.

Aspersión: (de aspergere-rociar). Acto de derramar el agua bendita sobre los fieles u objetos para bendecirlos o purificarlos. Se puede realizar al inicio de la Eucaristía dominical en lugar del acto penitencial. El instrumento con que se rocía es el hisopo. "Asperges" es la palabra con que empieza la antífona cuando el sacerdote rocía a la asamblea.

Ayuno: abstenerse parcial o totalmente de alimentos por motivos penitenciales o disciplinares. Hoy sólo existen dos días de ayuno al año: miércoles de ceniza y viernes santo. En estos días sólo se permite u n a comida completa. Obliga a todos los fieles que han cumplido los sesenta años. El ayuno eucarístico consiste en abstenerse de u n a hora de cualquier comida o bebida, excepto el agua y medicinas.

Ázimo (pan): pan confeccionado sin levadura. El pan para la celebración eucarística debe ser de trigo, según la tradición de toda la Iglesia; ázimo, según la tradición de la Iglesia latina.

Báculo: Especie de cayado o bastón; insignia litúrgica de los obispos y abades; símbolo del cuidado y solicitud pastoral encomendados por la Iglesia.

Bendicional: libro que contiene las bendiciones con las que la Iglesia alaba la bondad divina y suplica el auxilio celestial.

Binación: concesión de celebrar en u n mismo día dos eucaristías (cfr. CIC 905,2).

Catecumenado: Instituido por la Iglesia para que los candidatos (adultos) al bautismo, en u n tiempo prolongado, reciban la instrucción necesaria y se ejerciten en vivir una vida evangélica. Todo esto se obtiene por medio de cuatro caminos: 1) catequesis apropiada; 2) práctica de una vida cristiana ayudados por los padrinos y fieles de la comunidad; 3) la celebración de ciertos ritos litúrgicos que les ayuden paulatinamente a purificarse y a ser sostenidos con la bendición divina; y 4) la cooperación activa para la evangelización y edificación de la Iglesia con el testimonio de su vida y la profesión de la fe.

Catedral: la cátedra (de kathédra= sede) es la sede reservada al obispo cuando preside la asamblea litúrgica. Es la iglesia titular del obispo diocesano: la madre de todas las iglesias de la diócesis.

Celebración: actuación ritual de la fe, de la fe-expresada-en rito; es por tanto, la acción por excelencia que la Iglesia realiza has ta la parusia, es el anuncio y actuación del misterio, y que incorpora al hombre' de todo tiempo al plan saMlico.

Ceniza (imposición de la): gesto expresivo del inicio cuaresmal, camino de la Pascua. Es signo de participación de la Cruz de Cristo, para luego participar con el corazón limpio en la celebración del misterio pascual.

Ciclo (de kyklos=giratorio): periodo de tiempo que se vuelve a contar de nuevo. En el Año Litúrgico, su completo desarrollo; en la Liturgia de las Horas, las veinticuatro horas del día. Existe también u n ciclo para los Leccionarios (A, B, C para los domingos y solemnidades, para los días feriales el ciclo par e impar para la primera lectura).

Cirio Pascual: en la Vigilia Pascual el c.p. es signo de la luz de Cristo que disipa las tinieblas e ilumina la tierra. El c.p. además de en el tiempo pascual se emplea en el rito del Bautismo y de las Exequias.

Colecta (de colligere=recoger, reunir): primera oración presidencial en el rito de entrada de la Eucaristía. El sacerdote invita a los fieles a orar con el "oremos", y éstos oran en silencio para hacerse conscientes de estar en la presencia de Dios y formular interiormente sus súplicas; luego recogiendo las oraciones de la asamblea, el sacerdote se dirige a Dios Padre por Cristo en el Espíritu con palabras que expresan la índole de la celebración.

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Colores Litúrgicos: La diversidad de colores en las vestiduras sagradas tiene como fin expresar con más eficacia, aún externamente, tanto la característica de los misterios de la fe que se celebran como él sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico". Los colores son: a) El blanco se emplea en los Oficios y Misas del tiempo pascual y de Navidad; además, en las fiestas y memorias del Señor, que no sean de su Pasión, en las fiestas y memorias de la Santísima Virgen, de los Santos Angeles, de los Santos no mártires, en la fiesta de Todos los Santos (1° de noviembre), de san J u a n Bautista (24 de junio), de san J u a n Evangelista (27 de diciembre), de la Cátedra de san Pedro (22 de febrero) y de la conversión de san Pablo (25 de enero), b) El rojo se emplea el domingo de Pasión y el Viernes Santo, el domingo de Pentecostés, en las celebraciones de la Pasión del Señor, en las fiestas natalicias de Apóstoles y Evangelistas y en las celebraciones de los Santos mártires, c) El verde se emplea en los Oficios y Misas del tiempo ordinario, d) El morado o violeta se emplea en el tiempo de Adviento y de Cuaresma. Puede también usarse en los Oficios y Misas de difuntos, e) El negro puede usarse en las Misas de difuntos, f) El rosa puede emplearse en los domingos Gaudéte (III de Adviento) y Laetáre (IV de Cuaresma).

Completas (=conclusión): la última oración del día que se hace antes del descanso nocturno, destinada a santificar el descanso nocturno.

Concelebración (eucaristica): modo excelente de celebración. Es u n acto colegial en que todos los ministros confluyen en el único acto sacrificial que construye la comunidad cristiana y manifiesta la unidad del sacerdocio, del sacrificio y de todo el pueblo de Dios.

Conversión: en la Biblia el término metanoía=conversión, es el cambio del hombre entero en su relación fundamental con Dios: u n cambio que no sólo es respecto a su manera de pensar o.a su conducta moral. Tomarse en serio la conversión es tomarse en serio la dimensión comunitaria de la conversión personal y la conversión eclesial y humana que somos.

Crisma: mezcla de aceite de oliva y bálsamo consagrado por el obispo en la misa crismal (el Jueves Santo) junto con el óleo de los enfermos y de los catecúmenos.

Crismación: rito de unción con el crisma realizada sobre el neobauüzado, confirmando, sacerdote y obispo.

Cuaresma: tiempo litúrgico "ordenado a preparar la celebración de la Pascua. La liturgia cuaresmal prepara para la celebración del misterio pascual tanto a los catecúmenos, haciéndolos pasar por los diversos grados de la iniciación cristiana; como a los fieles, que recuerdan el bautismo y hacen penitencia" (Normas universales sobre el año litúrgico y sobre el calendario, No. 27).

Dozología (de doxa=gloria + logos=palabra): fórmula litúrgica que glorifica a Dios. Se distinguen: a) la gran doxología que es el himno "Gloria a Dios en el cielo..."; b) la pequeña d.: Gloria al Padre..., recitado como conclusión trinitaria de muchas oraciones y de todos los salmos en la Liturgia de las Horas; c) la parte conclusiva de la anáfora: Por Cristo, con Cristo...

Economía: el plan salvífico decretado por Dios, realizado y revelado en la historia, plan que encuentra en Cristo su centro y culminación (cf. Ef. 1, 3-14).

Embolismo (de emballó=añadir): oración que recoge y que desarrolla u n a oración precedente. Un ejemplo es el "Líbranos, Señor... que sigue inmediatamente al Padrenuestro de la Eucaristía y comenta desarrollando la última petición (... y líbranos del mal). También es u n e. la parte central y variable del prefacio.

Epiclesis (de epikaléo=invocación): con la epiclesis, "la Iglesia, por medio de determinadas invocacio­nes, implora el poder divino para que los dones que han presentado los hombres queden consagrados, es decir, se conviertan en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se recibe en la comunión sea para salvación de quienes la reciban" (OGMR 55c). De esta manera se mencionan los dos aspectos de la e. en la plegaria eucaristica: 1) la transformación del pan y del vino, 2) la santificación de la asamblea.

Epifanía (=manifestación): la fiesta litúrgica de Jesús que se revela y se manifiesta a los pastores y a los magos; en el bautismo del Jordán y en las bodas de Cana a los discípulos.

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Epístola: la lectura bíblica que seguía a la oración colecta. Su nombre proviene de ser u n texto de las cartas de los apóstoles.

Encarnación: es u n a expresión teológica que se deriva de J u a n 1,14: "El, la Palabra, se ha hecho carne y ha acampado entre nosotros". El hombre histórico Jesús de Nazareth, hijo de María, descendiente de David, nacido en Belén, crucificado en Jerusalén donde resucitó de entre los muertos, es verdaderamente el Hijo de Dios. El Verbo, la segunda persona de la Trinidad se ha hecho realmente hombre y habitado entre nosotros; ha venido a ser igual a nosotros en todo, menos en el pecado.

Escatologia: del griego "eskhatos", que quiere decir último. Esta palabra significa las realidades últimas (como el Juicio divino y la parusía de Cristo). La meta del hombre y de la historia, bíblicamente "el último dia" no es u n a conclusión, sino su consumación, su coronamiento definitivo. Cristo es el centro de la escatologia cristiana. El con su resurrección inauguró el eskaton, es decir la realidad nueva y definitiva de la historia. El es "ayer, hoy y siempre" (Hech. 13, 8); el alpha y el omega, el que es, el que era y el que viene (Apoc. 1,8). La escatologia cristiana apunta al futuro, pero sin desentenderse del presente.

Escatologia (dimensiones): Podemos indicar 4 dimensiones: 1) Cristológlca, con referencia a la segundo venida de Cristo y sus consecuencias (Juicio, restauración del Reino, etc.); 2) Eclesial, que se refiere a la condición de la Iglesia que peregrina hacia la Jerusalén celeste; 3) Antropológica, es decir relativa al fin de todo ser humano ya en cuanto a su situación inmediata después de la muerte, ya en cuanto a su destino final (resurrección, juicio, salvación o condenación eternas); y 4) Cosmológica o relativa a la suerte definitiva del universo que habrá de verse envuelto en la restauración final con la segunda venida de Cristo.

Escatologia y Liturgia: La liturgia cristiana es el lugar esencial de la profesión de la fe y de la celebración de la experiencia de fe, que ilumina el sentido de la vida y de la muerte, del presente y del futuro. "En la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial que se celebra en la santa ciudad de Jerusalén hacia la cual nos dirigimos como peregrinos y donde Cristo estará sentado a la diestra de Dios... y aguardamos al Salvador, nuestro señor Jesucristo, hasta que se manifieste El, nues t ra vida, y nosotros nos manifestamos también gloriosos con El" (SC) 8. Esta dimensión escatológica se manifiesta en todas las celebraciones a través del año litúrgico particularmente en momentos fuertes como el Adviento, la Pascua, Ascensión, Cristo Rey, solemnidad de todos los santos, la conmemoración de todos los fieles difuntos, y tiene un relieve particular en la Asunción de María: "Ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada; ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra" (Prefacio de la Asunción de María).

Feria: en el lenguaje litúrgico son los días de la semana que siguen al domingo (feria segunda=lunes); el primer día de la semana es el domingo y el séptimo conserva la denominación hebrea: sábado. En la f. no hay oficio propio ni memoria de santo; por tanto, el oficio y la misa son feriales o ab libitum. Son f. privilegiadas el Miércoles de Ceniza, las ferias de la Semana Santa y las ferias de Adviento del 17 al 24 de diciembre.

Homilía: parte del ministerio de la palabra y de la liturgia, dirigida a los miembros de la asamblea, en forma de proclamación de las maravillas de la historia de la salvación, Inspirada en los textos bíblicos, teniendo en cuenta el misterio que se celebra y las necesidades particulares de los oyentes. La h. consta de tres elementos: una lectura bíblica, un contexto litúrgico y un ámbito social. La h. está al servicio de la Palabra de Dios, al servicio del misterio celebrado y al servicio del pueblo de Dios.

Kairós: tiempo favorable, oportuno. Indica la irrupción del tiempo de Dios en la historia por medio de Cristo.

Kénosis (de kénosis = acción de vaciar, de despojar de todo): expresa el abajamiento de Cristo cantado en el himno de Filipenses 2, 7: "Cristo se anonadó a si mismo tomando la naturaleza de siervo haciéndose semejante a los hombres". El Hijo de Dios encarnándose se despojó de su gloría hasta hacerse irreconocible (cf. Is. 53, 2-3). La k. es el modo divino de amar: Dios se abaja hasta su criatura para comunicarle su vida.

Kerigma: Anuncio y mensaje. Es el primer anuncio del Evangelio, síntesis de la Buena Nueva. El k. es más bien palabra que doctrina. Los mejores ejemplos de k. son los resúmenes más antiguos de todo

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el misterio de Cristo: J e s ú s h a cumplido las Escrituras por su muerte y resurrección y h a sido glorificado a la derecha del Padre para nues t ra salvación (I Cor. 15, 3-8; Rom. 1, 1-5; 1 Tes. 1, 9- ÍO).

Koinonia (=comunión): palabra frecuente en los escritos de Pablo y de J u a n ; indica la comunión entre las personas de la Trinidad, y, por participación, la que une la Iglesia.

Laudes (matutino): oración matut ina de la Iglesia que se reza al comenzar el día para santificar la m a ñ a n a y hacer memoria de la resurrección de J e sús .

Leccionario: libro litúrgico que contiene las lecturas bíblicas para las celebraciones litúrgicas.

Liturgia: culto público e integral del cuerpo místico, Cabeza y miembros. Se aplica a todo el conjunto de los actos rituales de la Iglesia a través de los cuales prosigue en el mundo el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo, destinado a santificar a los hombres y a glorificar a Dios.

Liturgia de las Horas: Culto público de la Iglesia; oración destinada a santificar las horas del día y de la noche, es decir, todo el tiempo.

Maranathá (el Señor ha venido o Ven, Señor): antigua aclamación aramaica testimoniada por Pablo (I Cor. 16, 22), por J u a n (Apoc. 22, 20). Es u n a confesión de fe en la parusía de Cristo, ejemplo de oración cristológica y u sada por la comunidad cristiana en las celebraciones litúrgicas.

Memorial: en la cultura judía-cristiana es recordar el acontecimiento salvífico de Dios, que se renueva actualizándose en la historia. En este sentido, la Eucaristía no es sólo u n recuerdo sino actualización del sacrificio de Cristo en el hoy de la Iglesia y tensión hacia la realidad gloriosa de Cristo Resucitado.

Misterio: En la fe cristiana es u n término muy cercano a la palabra "secreto". Es la vida íntima de Dios y s u s planes que son revelados a los pequeños (Mt. 11, 25, 13, 16). En San Pablo, m. significa sobre todo u n designio divino que sólo por revelación puede ser conocido. El objeto principal del m. es el plan divino de la salvación, que se realizó por la muerte de Cristo en la Cruz y su consiguiente Resurrección (véase Efesios 1, 1-14).

Mistagogia: la palabra mistagogia, que en el contexto religioso significaba iniciación en los misterios, tuvo entre los cristianos u n uso particular referido especialmente al período post-bautlsmal y a sus ritos propios. Al conjunto de enseñanzas, que ayudaban a los neófitos a mejor entender su participación en la vida divina mediante las realidades sacramentales, se les denominó catcquesis místagógicas. Mistagogia vino a significar también el período de neofitado en el que tenían lugar dichas catcquesis post-bautismales. La restauración del neofitado o mistagogia reviste hoy día formas variadas.

Monición (de monere=exhortar): en la liturgia existen fórmulas que invitan a la oración: Oremos, orad hermanos, levantemos el corazón, etc. Existen también m. que son explicaciones para introducir a los fieles en la celebración y disponerlos a entenderla mehor. Conviene que estén preparadas y asimiladas, que sean breves e incisivas.

Neófitos (de neophytos=neonato): así se llaman a los neobautlzados por haber nacido a la nueva vida de la fe. Es el tiempo de la mistagogia, es decir, de la profundización del misterio pascual mediante la meditación del Evangelio, la participación en la Eucaristía y el ejercicio de la Caridad.

O (antífonas): se llaman así a las siete antífonas del Magníficat que se can tan en las Vísperas del 17 al 23 de diciembre, por iniciarse con esta exclamación.

Óleos Santos: los tres óleos que el obispo bendice en la misa crismal del jueves santo: el crisma, el óleo de los catecúmenos y el óleo de enfermos.

Oraciones presidenciales: Son las oraciones reservadas al sacerdote celebrante: la plegaria eucarís-tica, la colecta, la oración sobre las ofrendas y la oración después de la Comunión.

Parusía (de parousia = presencia, venida): retomo de Cristo al final de los tiempos. En la liturgia la parusía es la tercera dimensión: cada acción litúrgica es memorial de la acción de J e s ú s histórico, celebración en el hoy y en espera del retorno de Cristo.

Pascua: del griego pascha, traducida del arameo phasha y del hebreo pesah, que significan "paso" o "tránsito". Así se emplea en J u a n 13, 1. El misterio pascual de Cristo es el centro del cristianismo, de

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Page 190: Panama, Conferencia Episcopal - Directorio de Pastoral Liturgica (1992)

la Iglesia, de la acción pastoral y de la vida espiritual y cristiana. "Esta obra de la redención humana y la perfecta glorificación de Dios la realizó Cristo principalmente por el misterio pascual de su biena­venturada pasión, resurrección y gloriosa ascensión" (SC 5).

Pentecostés (de pénitekosté heméra= cincuenta días): la fiesta agrícola hebrea que se celebraba a los cincuenta días de la Pascua. En el culto cristiano es la fiesta de la venida del Espíritu Santo con la que se concluye el tiempo pascual.

Pregón Pascual: en la Vigilia Pascual, la proclamación solemne de la resurrección de Cristo u n a vez concluida la procesión con el cirio pascual que se coloca en medio del presbiterio o al lado del ambón, mientras los fieles permanecen de pie con las velas encendidas en las manos.

Prefacio (de praefari = decir delante): es el primer elemento de la plegaria eucarística. Se inicia con un diálogo (levantemos el corazón...) y concluye con la aclamación del Trisagío (Santo, Santo, Santo...).

Ritual: libro que contiene las fórmulas y la normativa qué deben saber el sacerdote y los fieles para la participación y celebración de los sacramentos.

Sacramentales: son signos sagrados, por los que, a imitación en cierto modo de los Sacramentos, se obtienen por intercesión de la Iglesia unos efectos principalmente espirituales. Ejemplos de sacramen­tales: agua bendita, velas benditas, ramos de olivo o palmas benditas, la ceniza bendecida al comienzo de la Cuaresma; también las consagraciones: profesión religiosa, bendición de vírgenes, dedicación de u n a iglesia; también las bendiciones: del agua, de los niños, de los enfermos, de los campos, de los animales, de madres gestantes, etc.; y exorcismos.

Sacramentos: signos eficaces del misterio de salvación de Cristo. La teología actual ha recuperado el sentido de la palabra sacramento, entendida como toda manifestación sensible del misterio de la salvación. El sacramento original es la humanidad de Cristo, revelación definitiva del Padre y de su plan de salvación. Por derivación de esta humanidad de Cristo, también es sacramento todo aquello que está en contacto con ella. Así la Iglesia es sacramento primordial de Cristo. Esta Iglesia posee u n rico conjunto de signos, a través de los cuales realiza su misión. Entre ellos hay que distinguir los signos evangelizadores (las obras sensibles que acompañan la predicación del Evangelio: milagros, martirio, testimonio de la caridad) y los signos litúrgicos. Estos son acciones simbólicas y rituales, a través de las cuales la comunidad de creyentes expresa su fe y amor a Cristo y ejerce el culto. Entre los variados signos litúrgicos, hay algunos llamados por antonomasia sacramentos (bautismo, confirmación eucaristía, penitencia, unciónde los enfermos, matrimonio y orden sacerdotal). Todos los sacramentos provienen del sacramento original, que es Cristo mismo, porque El formó la Iglesia y le dio el empuje inicial para que fuese haciendo surgir de su propio interior los diversos signos sacramentales.

Sufragios: oraciones y obras de caridad ofrecida por los fieles difuntos. La celebración eucarística es el sufragio por excelencia. Los s. relacionan la Iglesia peregrina con la Iglesia celeste (dogma de la comunión de los santos).

Triduo (de tres-dies=tres días): tres días dedicados especialmente a la oración y celebraciones. En la liturgia el triduo principal es el triduo pascual de la pasión y resurrección del Señor, que comienza con la misa vespertina de la "Cena del Señor" (jueves santo), tiene su centro en la vigilia pascual y acaba con las vísperas del domingo de resurrección.

Viático aprovisiones para el camino): con este nombre se indica el sacramento de la Eucaristía dado a los moribundos.

Vigilia: costumbre de prepararse a u n a solemnidad o a un acontecimiento extraordinario permanecien­do en oración toda la noche precedente. La vigilia madre de todas las vigilias es la pascual, que sirvió de modelo para otras vigilias, como la de la Navidad del Señor, Pentecostés, etc.

Víspera: es la oración de la tarde, cuando ya declina el día.

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