palerm_antropología y marxismo

111

Upload: maki65

Post on 11-Jan-2016

79 views

Category:

Documents


6 download

DESCRIPTION

Palerm_Antropología y Marxismo

TRANSCRIPT

  • Prilllcfa euicin , 19t1O

    ; oedicin por convenio entre el CIS-I :-.1/\ H (Centro de InvcsL bracio lll's Sllpcrio re~ del IIl;,ti tu to :-.1acional de Antropologa e Historia) y la Ed itOJ-i a l :-.1uc\';[ JlI1

  • Prlogo

    Yo no soy marxista K. Marx

    He reunido en este volumen una serie de ensayos escritos durante los ltimos cinco aos. Su tema comn es la dialctica viva, real, entre la antropologa y el marxismo. O sea, entre la produccin del trabajo antropolgico, rico en resultados pero por lo general aterico, empiricista )' eclctico , y la teora marxista dogmtica y ritualizada, pero todava llena de vigor y potencialidades cientficas.

    De manera ms precisa, los trabajos incluidos constituyen un ensayo de crtica antropolgica de las ideas marxistas sobre la evolucin social, los modos de produccin y su articulacin, y el campesinado bajo las condiciones del capitalismo.

    La coleccin de ensayos prosigue una vieja preocupacin, que empez en mis tiempos de estudiante de historia y antropologa , y que he conseguido mantener constantemente renovada gracias a la praxis ininterrumpida de la antropologa entendida como "ciencia natural", es decir , como disciplina fundada en la investigacin de campo , y como quehacer terico.

    He colocado al principio del prlogo una frase atribuida a Marx , que de seguro no es apcrifa. En efecto, cul podra ser el marxismo que hubiera satisfecho a Marx si l fue criticando , reformulando y abandonando cada uno de ellos , con frecuencia dejndolos simplemente a la "cr tica de los ratones"?

    Los idelogos , por el contrario, fueron convirtiendo el proceso vivo, dialctico y crtico de la evolucin del pensamiento de Marx, en un gran sistema congruen te en su lota lidad, sin contradicciones y de hecho sin progreso . La rcve

    9

  • lacin ha sustituido al L1'abajo duro ele obligar a la h istoria y a la sor ieuad a demostrar sus \ xtr l I1 a p refere ncia por 10 111 a l' cam inos inespe rados. que el momcnto j ustO de la nis is del marxismo [omo icieologa )' polca sea tambin aquel en que las cien, cias sociale!; clc.,ruhrcn el \'a lor de las teo ra, de :-'Ia rx, Tengo la cOl1 yicn d e que e l nla rxismo. re pudiado

    ahora por el pragmatismo de los partidos pul ticos \ adoptado por los ce nl ros acadmicos, encomral' ot r a vez el camino de regreso a la poll ica entend ida como actividad cien tfica, o bie n con~egllir hace r de las ciencias sociales d isciplinas dedicadas a su ve rdadera ta rea de transformar la socied ad ) o r ienLar e l curso de la histo ria ,

    Semejantes cambios suponen el fi n del marx.ismo po r medio de la realizacin de ~LL sn lesis con las ciencias sociales. Saludo el futuro en que para los cientficos sociales ser posible hablar de Marx como los bilogos lo hacen de Darwin }/ los fsicos de Ei nstein , Es en este sen tido que quiero pa rafrasear a Marx y afirmar que no soy marxista sino anlr'oplogo,

    Hay muchos marxistas en b s ciencias sociales . sobre todo quellas a quie nes la ideologa no les permite estud iar el mundo real y comp render sus tra nsfo rm aciones. que creen imposible esta sntesis, Con tra la e\'idencia de la hislo ri a ~ sos tie nen que las ciencias cocia !cs por necesidad estn al se rvicio de las clases d ominan tes, Comra la expeli encia de las sociedades lIamaclas !ocia listas , man tienen que el man" isIl\ O es la ciencia soc ial de las clases exp lotadas}' de la revolucin ,

    Hay muchos cientfi cos sociales, por o tra parte, que pien, san que nuestras di sciplinas pueden incorporar e l ma r :-.:islllo

    con imp unidad y conve rtirlo en una co rriente meramente acadmica, Pero la natu ra leza revolucionaria del ma rx ismo 110 consiste el1 su mes ia nismo polt ico. sino en el p royecto de hacer una cie ncia la n raciona lmente transfo rmado ra de la sociedad como las dems ciencias lo son ya de la naturaleza ,

    El ve rdadero proyecto revolucionario de l ma rxismo, q ue en definitiya es el mismo de JlIan Bautista Vico, slo es realizable po r medio de la cie ncia y de la praxis social d e la ciencia en u na sociedad democrtica,

    Los temas tI'atados en esta col eccin de ensayos fueron ampliamente discutidos en seminalios y cursos de los depa rt.a mentos de antropo loga de la Univer sidad lberoameri:ana. la Un ive rsidad de Texas en Austin y la Universidad Autnoma Met ropolita na en lztapa lapa; e n el Colegio de Posgraclo de Chapi ngo , e n El Colegio de M:-.:ico, en elInsti t uto Cataln de Ant ropologa) en la Escuela ~aciona l de \ntropologa e Historia, Mi agradecimiento ms since ro a los estud iantes y col e~as

    de estaS instituciones. Mi reconoci miento a la Un ive rsidad iberoame ricana y al

    Centro de Investigaciones Superiores del INAH, por su constan te apo}'o a los proyectos de in vestigacin que permitieron la reali zacin ele es tos lrabaj os, Mi graLitud a Victoria Mirel en es te quinto d e m is li bros

    p ublicados bajo su cuidado d iligente y "mistoso pero siempre crtico,

    ngel Palnm Profesor de Antropologa Un i\'c rsiclad Ibe roamericana Mx ico

    1 I 10

  • Antropologa y marXlsmo en crisis *

    La d iscusin de las re laciones entre la antropologa y el ma rxismo de ninguna manera es nueva , pese a lo q ue pueda pensar la ingenuidad, aunque se ha desa rrollado con il1lensidad creciente d u rante los ltimos ao~ . Sus origenes ms inmed iatos y direcLOs estn en la crisis comemporne de la antropologa y del marxismo, crisis dual que constituye el marco de referencia de l p resente trabajo . De la crisis de la ant ropologa se ha hablado quiz en ex

    ceso, ciertamente con exage raciones y no pocas veces con ignorancia, pero muchos colegas todava rehusan advertir I cris is paralela}' quiz an ms p rofunda del ma rxismo .

    As omos deci r que la crisis d e la amropologa se resolvera con la lectura fiel y la aplicacin correcta de los texLOs clsicos del marxismo, olvidando que los textos mismos estn sujetos a una rigurosa cr tica desde todos los ngulos. T ampoco fa lta quien sosteng-a la redundancia de la an tropologa, y de hecho de todas las ciencias sociales, que deberan quedar subsumidas en la teora gene ral marxista tal y como lo p ropona la burocracia stalinis ta . An tes de d iscutir lo que el marxismo puede hace r por la

    antropologa, o por deshace rla, me parece til recordar lo que la a ntropologa hizo por e l marxismo. Es conveniente, asimismo, ind icar algo de lo que la antropologa ha seguido haciendo sin que los marxistas fo rmales hagan uso de ello, ya sea por desconocimiento o por secta rismo. * La primera versin de este ensayo fue p rese ntad, como ponencia en la

    Mesa Redonda sobre Antropologa y Marxismo, organizada por la revi~ta "'l/rila .4 ntropologn , que tuvo lu;.r en 1978 en El Colegio de Mxico. En su forma actual el ensayo apareci en el nmero 11 de NurfJa AntropolDga.

    13

  • Los comenta rios que siguen han de servi r, entonces , a la intencin de dar una mejor pe rspectiva histrica a la d iscusin actual y tambin al p rops iw de situar las relaciones entre la antropologa y el ma rxismo en contextos situacionales concretost Si hay que recurrir a la hi sto ria con tanta frecuencia es porque esta h istoria no ha sido superada y en sentido estricto todava fo rma pa l'te de nuest ro presen te.

    La edicin que hizo K rader hace poco de los sorprendentemente desconocidos Cuadernos ftn ulgicos de Marx, e n cuya publicacin tuve alguna participacin, ha puesto bajo nueva luz el proceso form ativo de las ideas marxistas sobre las formaciones socioeconmicas llamadas priJl1iti vas~ aHnque yo p refe rira denominarlas, creo que ms correctamen te , sociedades no occidentales y no capitali stas .

    No hay duda abora de que la lectura crtica de Maine, Phea r. Luhbock y especia lmente de T r Iar y Ma rgan, transform la concepcin de la evolucin social que Marx haba heredado y adoptado con escasas modificaciones de Hegel y del evolucionismo del siglo XVIII y principios del XIX.

    La leclura ms apresurada de los Formen, tambin inaccesibles hasta hace poco, y la comparacin ms pe rentoria de sus materiales to n aquellos contenidos en las lectu ras que h izo Marx , demuestran el papel crucial desempeliado por las fuentes etnolgicas '! etnoh istri cas en el desarrollo de su teora de los modos de produccin, as como de sus ideas sobre la sucesin histrica y la articulacin concreta de fo rmaciones socioeconmicas d ife rentes . No fue menos estratgico el papel jugado por los investi

    gadores del de rechu comparado y de la escuela historicista , como Maure r, Bachofen , Seebohm , r-.laillc y Kovalevski, a quienes se reconoce como fundad ores de la antropologa moderna. Sus datos, conclusio nes y teoras fueron adoptados por Marx con liberalidad y confianza exces ivas . en particular por lo que toca a los problemas suscitados por el origen y la persistencia hi st ri ca de la s comunidades aldeanas, supuestos fsiles del ll amado comun ismo primi tivo.

    Creo que p uede afirmarse que la influenci:.1 de b antropologa conl ri buy poderosamente a saca r el ;>'[a rx de sus casi llas curooccidentales, ablindole e l pano rama del variado desarro llo de las civiliz aciones del mundo. Si se acepta, ade mas. la idea de que fuC' durante este pe liodo de lectu ras

    etllolgicas cuando 1vIarx tra llsrorm la concepcin evolucionista u n ilineal, basada en la expe rie ncia hist rica eurOpea, en una concepcin de na tu ra leza un iversal y multilineal, tend remos que aprecia r todava ms decisivamente la infl uencia de la an tropologa sobre el marxismo.

    Resu lta entonces, y pienso que esto p uede afirmarse apoyndose en el testimonio de los textos, que e l sello de la an tropologa est bie n marcado en aquello que constituye I esencia l de la teora marxista . Es ms, bastante de lo que pasa hoy d a por teo ra ma rxista original sobre las socieda des primiti vas, no es ms que un tejido de viejas concepciones de la antro pologa pasadas apenas por el tamiz de las reform ulaciones marxistas.

    El ejemplo lIls notorio, a unque no el n ico ni probablemente el p rincipal , se ra el li bro de Engels sobre el OrigP.1! de la ja milif/, {a propiedad pril'ada y el estado, CO IIIO bien se sabe basado en ideas cle Margan, Bachofen )' otros , muchas de las cuales han sido rechazadas o re il1lerpretadas por la an tropologa contempornea. Hago estas observaciones no con nimo de agraviar a los

    cultistas de la pe rsonalidad , sinu simplemente para subrayar algo que es tan obvio que 11 0 debera mencionarse . O sea, la dependencia del pensador puramente terico, no importa su genialidad, y en general la dependencia de toda e la bo racin terica , respecto a los p rodu ctos de la actividad d aquellos cientficos dedicados principalmente a la inves tigacin concreta .

    El filsofo d e la unidad teora-praxis jams consigulO eje rce r la praxis de la invesLgacin di recta. Sus poderosas sntesis intelectuales se hicieron con materiales secun darios, es decir aje nos , ex tra dos sobre tod o de las grandes hibli o tecas britnicas. Esta seria lim itacin es, a la vez , indicacin de la indudable geni alidad de Ma rx. Sera fal so, sin embargo , imaginar a los antroplogos

    como meros p roductores )' acarreadores de conoci mientos empricos, de! materia p rima que slo Marx supo uti liza r con inreligencia terica. Los e tnlogos importantes del siglo XIX lo son, precisamente. porque formul aron sistema~ teri cos y propusie ron gra n de~ slltes is interpre tativas. Es verdad que ninguno de ellos posey la genialidad sistemticamente totalizadura e inlegrad(wa de \ Jan... Pe ro en la a rq uitectura de la cons truccin te ri ca marxista se advierten c1a

    1.) 14

  • ramente no slo los materiales , sino tambin las influencias estructurales y estilsticas de los ant roplogos.

    Quiz ya convendra decir que, a la luz de los textos publ icados recientemente, la teora marxista resulta tan inconcebible sin la antropologa como 10 es sin la economia poltica britnica, la filoso fa alemana y el socialismo francs.

    La leyenda que afirmaba la ausencia de la antropologa en la elaboracin telica marxista exista junto a otra que de a que el marxismo no influy sobre la antropologa en el pasado. Las dos leyendas persisten como creencia vulgar gracias, ms que a otra razn, a la pereza intelectual y a la falta de curiosidad de los ant roplogos por la historia de nuestra propia d isciplina. Ni nguno de estos mitos resiste una revisin seria de los hechos.

    Los lmite s intelectuales, e incluso los geogrficos , de las influencias ma rxistas sobre la antropologa estuvieron determinados con bastante nilidez por una serie de circunstancias. Quiz lo ms interesante de estas circunstancias sea que son las mismas que anuncian y llegan a configurar la crisis futura tanto de la antropologa como del marxismo.

    El inters de Marx por las sociedades no occidentales y no capitalistas, y por los procesos universales de evolucin social se descubre ahora fcil y rpidamente en las publicaciones recientes de los manuscri tos que quedaron inditos por la rgo tiempo. El antroplogo de fine s del XIX o de principios del xx estaba en una situacin muy diferente a la nuestra , ya que contaba con una obra marxista impresa cuya naturaleza e ra esencialmente filosfica, econmica y poltica, referi da adems, de manera casi exclusiva , al mundo occidental y a la sociedad capitalista.

    Los sucesores de Marx mostraron poco inters por aquellos estudios que excedan de estas limitaciones temticas. Buena muestra de ello es la tarda publicacin de los Cuadernos etnolgicos y los Formen. T odava quedan en los archivos man uscritos inditos de Marx que contienen lecturas comentadas, notas y borradores fragmentarios, por ejemplo, sobre las civilizaciones prehispnicas de Amrica, el sistema colonial espaol y el origen del capitalismo, el campesinado ruso y las sociedades asi ticas. Me satisface anunciar que tenemos en marcha con Jess Monjars-Ruiz y la colaboracin de Krader un proyecto para la publicacin de

    aquellos trabajos inditos de Ma rx que se refie ren a Mxicv. Las dificultades para realizar una lectura antropolgica

    de los textos publicados durante la vida de Marx y poco despus de su muerte, en consecuencia, eran muy graves. Las dificu ltades se acentuaron cuando los antroplogos aceptaron una divisin acadmica del trabajo con los socilogos , q ue con raras excepciones hizo especialistas a los plimeros en las culLuras no occidentales y a los segundos en la sociedad burguesa con tempo rnea. La lectura ideolgi' y poltica de Marx, por otra parte, repugnaba a quienes ha ban aceptado formalmente la no rma ideal de una ciencia socia l li bre de cualquier clase de valores que no fueran aquellos estrictamente cientficos.

    En Alemania, sin embargo, la situacin era diferente, ya que existi y persisti hasta la barbarie nazi una tradicin marx ista viva . Me refiero a la presencia de una subcultura en e l sentido antropolgico, que no se basaba excJusivamen te en la tran smisin lite raria de las ideas marxistas sino tambin en la comunicacin personal }' la transmisin oral. La mayora de las fig uras intelect uales del socialismo alemn haban conocido personalmen te a Marx, se haban mantenido en estrecha relacin con Engels y estaban bien enteradas de sus intereses)' peocupaciones, aun de aqueo llas que quedaron fue ra de los textos impresos.

    La obra de Marx, po r otra parte , gozaba en A.leman ia de un prestigio acadmico del que careca en otros pases. En Ingla terra, Francia y Estados Unidos, la, fonalezas de la nueva ciencia social ahistrica . eSli"uClu ral -funcionali sla, cultu ralista y antievolucionisL

  • Hace pocos aI10s mUl-i Cunow, distinguido sobreviviente de aquella poca, cuyos t rabajos sobre las civilizaciones precolombinas son casi desconocidos entre nosotros. Lo mismo ocurre con los de Groesse sobre las fo rmaciones econmicas y los tipos de organizacin familiar . Wittfogel, ITembro del Instituto de Frankfurt, famoso por sus estudios sobre e! modo asitico de produccin; T humwald y sus estudios pioneros de antropologa econmica, y desde luego Kirchhoff, constituyen otras tantas muestras de las influencias marxistas sobre la antropologa . En el volumen de mi Historia d.e la etnologa dedicado a la escuela germnica, que estoy preparando con uz Hentschell, daremos la atencin necesaria a esta interesan te corriente de la antropologa centroeuropea.

    El nazismo acab, no slo con la antropologa marxista, sino con cualquier clase de antropologa cienflca en Europa Central. La dispersin por todo e! mundo de los cientficos sociales que pudieron escapar de! fascismo produjo un reavivamiento del inters por la teona marxista en otros pases , como lo ensean, por ejemplo, G. Childe en Inglaterra , L. White y J. Steward en Estados Unidos, P. Kirchhoff en Mxico, )' los discpulos de todos ellos.

    No es lcito prescindir, por ignorancia o sectarismo, de estos antecedentes vinculados de manera tan estrecha y viva a la antropologa y al marxismo de nuestros d as.

    Los orgenes de la crisis dual de la antropologa y el marxismo se inscriben precisamente entre las dos guerras mundiales , o sea durante el perodo del fascismo yel stalinismo . La afirmacin puede hacerse slo con sabidura retrospectiva, porque muchos de los antroplogos y marxistas que vivieron este pedodo hablan de l , por el contra rio, como una especie de edad de oro . El perodo incluye, en efecto, el apogeo de la escuela culturalis ta en Estados Unidos y de la antropologa social en Gran BretaI1a, as como el triunfo sovitico e internacional del marxisl1lo stalinista.

    Las causas d el xito temporal de cada una de estas corrientes son, a la vez, causas de su caducidad y fracaso final. Vale la pena comentar algunas de ellas , ya que no es posible realizar ahora un examen a fondo . Esta p roblem tica constituye el tema central de un nuevo volumen de la Historia de la etnologa que tengo en p reparacin .

    El marxismo stalinista triunfante se constituy en lajusl.i- ficacin ickolgica y poltica de la e tapa que Preobrayenski llam de acumulacin socialista plimitiva en la Unin Sovi tica . Es decir, de l intenso proceso de acumulacin de capital por medio d el estado, d e la industri alizaci n im p lacable y a march a forLada, y d e la desp iadada colectivizacill obligatOria de la agricultura . A la vez, el stalini smo fue la expresin de la lucha de clases en la Unin Sovitica bajo estas nuevas lOndiciones , as como el reflejo ele los inte reses y objet ivos de la nueva

  • crisis de la antropologa no es sustancialmeOle diferente del de la crisis del marxismo stalinista.

    El marxismo stalinista , sacrificando el presente al fut uro y subordinando la teOTa a una praxis determinada, pens que haca u n pacto con el Espri tu de la Historia. Olvid que la rustOl; a la hacen los hombres, no con lo que creen que estn haciendo, sino con lo que e n realidad hacen, como escribi Marx parafraseando a Vico. La ant ropologa social britnica se p ropuso un pacto f ustico con el demonio del imperialismo capitalista . Es decir , negoci la posibilidad de desarrolla r la ciencia social a cambio de entregar sus resultados a la administracin del colonialismo, y obtuvo as una ciencia perve rtida y falseada.

    La perversin , por supuesto, es una ca tegora moral que no dice nada sobre la validez de la ciencia pero mucho sobre los usos que se hacen de ella . La antropologa fue pervertida al ponerse al servicio de la conservacin de un sistema tan inicuo como el colonial. Cuando el viejo sistema comenz a desintegrarse, la ant ropologa sirvi, adems, para establece r formas ms sutiles de colonialismo y para combatir las luchas de liberacin nacional.

    Los juicios ticos ms severos y las crticas polticas ms justas a estos papeles de la ant ropologa social no son incompatibles, sin embargo , con la evaluacin de sus contribuciones desde un punto de vista estrictamente cientfico, ni mucho menos con su anlisis desde el ngulo cr tico de la teora mar-xisLa. Marx no hizo otra cosa con los productos cientficos de la sociedad burguesa de su tiempo.

    Si las crticas polticas y ticas conlemporneas no olvidaran con f recuencia estas posibilidades, 11 0 habra necesidad de repeti r que los an troplogos sociales establecieron y practicaron normas pa ra la investigacin que t.odava son d ifci les de igualar; que Malinowski y sus discpulos revolucionaron el trabajo de campo etnolgico; que RadcliffeBrown y su s alumnos avanzaron el estudio de la organizacin social con gran lucidez, y que LOdo esto consti tuye el patrimonio de la anlropoJoga y las ciencias sociales, y no meramente un artefacto exclusivo del dominio y la explotacin colonial.

    La lectura crtica de las monograf as clsicas -y hay que recordar constamemente que cada verdadero clsico es un

    contemporneo nuestro- desc ubre un cierto nmero de notables coincidencias tericas con e l marxismo. Resulta irrelevan te o~jetar que estas coincidencias no se hicieron explci tas ni fueron intencionales. Por el contrario , el hecho de que sean producto de la utilizacin independiente de mtodos cienficos semej an tes les concede an mayor significado .

    Los estudios de Evans-Pritchard sobre los nuer, por ejemplo, reve lan impecablemente las re laciones entre el medio natu ral. los sistemas econm.icos, la organizacin social y la ideologa. La obra de Leach sobre los Altos de Birmania pone en claro las conexiones entre dos formas particulares de agricultura y dos sistemas pol lico-sociales peculia res, aunque su propia interpret.acin sea otra. Trabajos como los de Firth y Meye r Fortes en Melanes ia y frica ensean detalladamente la inmersin de las actividades de todo orden, sociales, econmicas, polticas, jurdicas, religiosas, en los sistemas de pareI1lesco de los grupos llamados primitivos, un tema recurrente aunque poco desarrollado de la leora marx is ta.

    El falseamiento cientfico de la antropologa social tiene otras manifestaciones, que estn igualmente ligadas a su papel dentro del colonialismo . El valo r de los antroplogos en estaS ci rcunstancias est di recta y claramente re lacjonado con. su capacidad de produci r conocimien tos obje tivos, comprobables y utilizables por parle de la administ racin imperialista. Pero est relacionado, as imismo, con la d isposicin y habilidad de los antroplogos para suprimir conocimientos determi nados y evitar ciertas cuestiones. Resulta fcil recordar algunos ejemplos sign ificativos. El dogmatismo antih ist rico puede explica rse, y se explica

    con fre cuencia, en razn de la metodologa estructuralfuncionalsta . Pero es atribuible, asimismo, a la oposicin de los administradores coloniales a que los antroplogos recuperaran la historia de cualquie r sociedad dominada. El sistema colonial ha procurado siempre eliminar el pasado y no ofrecer ms futuro que la mera proyeccin del presente.

    Los prejuicios cont ra la idea del cambio y los temores a la transformacin social se expresan en el rechazo al evolucionismo. La teora del conflicto, que es central en el anlisis de todo proceso de cambio, no encontr en la antropologa social mejor funcin q ue la del restablecimiento de la estabi

    20 21

  • lidad de l sistema . La dialctica de l dominio cultural y pollico y de la explotacin econmica no aparece, o bien se calific y estudi como fenomenologa de la aculturacin, ia integracin y la mode rnizacin.

    No me propongo hacer un catlogo de los efectos de la prax is colonialista sobre la teora, pero es indispensable recordar que incluso las mejores monografas p rocuraron eliminar la descripcin)" el anlisis de las relaciones entre dominados y dominadores. La \erdadera sociedad colonial no aparece, excepto algunas veces como un proceso abstracto de difusin cultural y de aculturacin d e los grupos tribales. Semejan te actitud, desde luego, es perfectamente congruente con la de fi nicin que se hizo de la antropologa social lOmo una sociologa comparada de las sociedades primitivas. La vida de los Argonautas, aceptada por mucho tiempo

    como un modelo para los estudios de campo, parece transcurrir en un mundo del que estn ausentes los funcionarios coloniales . la polica, los misioneros y los comerciantes y propietar ios europeos, que sin embargo aparecen en el Diario ntimo de Malinowski con vivos colores. El notable volumen sobre los Sistemas polticos africanos sorprendentemente no trata del sistema poltico colonial. quiz con la solitaria excepcin de Gluckman, pero -Cosa menos sorprendentefue ell'nr/(' menul/ de toda una generacin ele administradores coloniales. La organizacin social y poltica de los colonizados deba ser comprendida en el plano cientfico, pero esta comprensin tambin deba poder ser utilizada por los agentes del imperio. Una corriente cientfica que limit de estas)' otras mane

    ras su estudio de la re

  • Si se consideran las races profundas del historicismo cultural, que por supues to estn en el pensamiento de He rder, se concluye que el rbol que p lant Boas en Estados Unidos creci en suelo poco propicio. En la Europa de los siglos X\"III \' XIX las ideas de Herder haban ayudado a robustecer la con'ciencia tnica y nacional de muchos grupos, a desarrollar la etnologa, la etnohisloria, el folklore y la lingistica , y en ltimo anlisis a generar los movimientos romnticos, nacionalistas y liberales. En Estados Unidos, al ocuparse casi exclusivamente de la cultura de los pequeos g rupos abongenes marginales, pero no de las condiciones sociales de las grandes minoras tnicas de negros, mexicanos e inmigrantes eu ropeos, el culturalismo se conden a la irre/evanci social y polt ica, y fina lmente a la caducidad cientfica.

    La patente hostilidad boasiana hacia la leona, y en particu lar hacia el evolucionismo, expresa igualmente el deseo de mantenerse lejos de las grandes polmicas y los agudos problemas del mundo contemporneo. La enemistad hacia el quehacer terico se quiso explicar en base a la escasez e insuficiencia del conocimiemo emprico, olvidando, como habrfa de objetar Steward , que los datos ca recen de sentido fue ra de contextos tericos .

    A pesar de todo, la obra cientfica de la corriente culturalista es, por lo menos, ta n conside rable e importante como la de los amroplogos sociales. Se encuentran, asimismo, notables coincidencias con algunos intereses mayores de la teona marxista. Las relaciones entre las llamadas estructuras y superestructuras pocas veces han sido. mejor exploradas q ue por algunos autores de la corriente de cultura y personalidad, como RUlh Benedicl y Linton . La contribucin de Lowie al conocimiento de la organizacin social

    Il.~mada primitiva es. f':l~dame~ tal pal:a l~ teora de la evoluaon, pese a sus preJUICIOS anuevoluClomstas y a sus sarcasmos, no siempre injustificados, a costa de Morgan y Engels.

    Resulta evidente la necesidad de recuperar la trad icin an tropolgica culturalista por medio de su revisin cn uca . No es difcil , por otra parte, que la contribucin boasiana pueda adquir ir en algunos pases de Amrica Latina, como los de Mesoamrica y los Andes, una significacin hist rica y poltica muy difere nte de la que tuvo en Estados Unidos. La condicin para ello, por supuesto, es que a la p raxis acadmica y meramente formal del histol;cismo cultural siga su

    praxis social, al ser incorporado y transformado por las minOtas tnicas , sustituyendo el ind igenismo de los antroplogos y bu rcratas por el indi genismo de los indios.

    He hablado 24

  • bargu , estos cambios, al igual ql1e el rpido agotamiento te ri co de la escuela boasia na y de la antropologa social. no se explican slo en trminos paradigm ticos .

    La gnesis, desa rrollo y decadencia de todo sistema terico ocur re en un ambiente que no es cientficamente asptico, sino q ue est permane ntemente contaminado" por la totalidad de la vida social. El movimiento de la ciencia no se produce de manera autnoma dentro del campo exclu sivo oe la ciencia, sino de manera de te rminada v en la totalid ad de la sociedad. T oda epistemuloga que aspira a te ne r sentido cientfico . es deci r no tautolgico, deviene verdadera mente en una sociologa del conocimiento.

    En este ensayo, lo mismo q ue en mi Historia de la etnologa . intento most rar precisamente la n t ima y profunda dialc- tica que ex iste entre el quehace r cientfico y prctico de la antropologa y la act ivi dad social en su conjunto en el momento hist rico dado en que tiene lugar el trabajo de los antroplogos . Las determinaciones sociales de la ciencia varan en su naturaleza y en sus combinaciones, pero desde luego estn siempre presentes .

  • facilidad, rapidez y f rivolidad. Por supuesto. las teoria'l deben ser clit.icadas en s y por s mismas. Hay que llamar la atencin , de todas maneras, sobre el hecho de que, al alejarse de la praxis. las teorias suelen manej arse como modas. Esto tiene siempre graves consecuencias. El ~jemplo ms obvio es el est ructuralismo levistrosiano,

    que despus de captura r la atencin de los antroplogos y fascinar a muchos escritores y crticos liLerali os entr en decadencia quiz sin haber agotado su s posibilidades. La d ifusin del estructuralismo como moda impidi realizar una cri tica a fondo de sus contribuciones tericas y metodolgicas a la ant ropologa. Los problemas que suscit han quedado, en gran med ida , como una cuenta no saldada.

    Algo parecido puede decirse de los esfuen.os que se reali-' zaron bajo la inOuencia de Allhusser para amalgamar el esructuralismo con el marxismo, o mejor dicho, para reducir la leoria marxista a un estructu ralismo idealista}' ahistrico . Los antroplogos que trabaja ron dentro de esta tendencia efme ra , como Godelier y Rey, se apresuraron a abandonarla, unos para tomar pasaje en el barco marxista y otros pa ra unirse a las nuevas modas de l simbolismo, la semitica, el anlisis textual, etctera.

    En la escuela boasiana la corriente de cultura y personalidad, despus de algunos ensayos serios de relacionar la estructura social y econnca con la psicologa, desemboc en un cultismo freudiano de breve existencia. La vieja etnografa cu lturalista se adob de etnociencia. Hubo reduccionismos etnicistas en abundancia. con su secuela en Estados Unidos de black, chicana and indian studies, tristemente imi tados en Amrica Latjna. El anlisis sociolgico de la o rganizacin humana se transfigur en frmulas matemLicas. no sospecha que el marxismo. como moda antropolgica,

    puede sufri r la mjsma suerte. Esta relacin sumaria e in suficiente de un pedodo de la

    antropologa tan rico, confuso e interesante, no incluye la coTTiente neoevolucion ista, aquella que ha estado ms cerca del marxismo tanto por sus fundamentos tericos como po r sus temas y objetivos programticos . Me excusa de discutir ahora esta cuestin el haberlo hecho con cierta amplitud en dos volmenes de la infortunadamente interrumpida colec

  • piado en la d ialctica ,'iva creada por la participacin de los cienficos en el trabajo social.

    Necesitamos desaTolla r no slo la teora-pra xis de la investigacin concreta de las sociedades contemporneas, sino tambin la pr:ctica profes ional de la antropologa en todos los campos en que sea posible ejercerla . El futu ro p rofesio na l de los antroplogos no puecle quedar reducido a la investigacin pura y la docencia unive-sitaria, a no ser que se quiera condenar a la antropologa al estancamiento, al cul- , tivo de lo extico, a satisfacer meras curiosidades por el pasado y a jugar los juegos acadmicos permitidos.

    Los antroplogos hemos de aceptar como de terminada la parte que nos corresponde en la d ivisin del trabajo social, sin aceptar por ello, y al mismo tiempo, el tipo de sociedad que determina esta divisin)' las tareas especficas que nos adjudica . Vivir y trabajar en una sociedad significa necesariamente aceptarla con sus propias contradicciones y luchas internas)' participar en eUas.

    La renovacin y el a\'ance de la teora antropolgica tienen que reali~a rse, como en cualquier otra disciplina , mediante la articu lacin constante de la teo ra con la praxis, de la actividad acadmica con la investigacin , el trabajo de campo y el ejercicio profesional. Se dispone de toda clase de evidencias proceden tes de la historia reciente de la antropologa que indican que este camino est lleno de riesgos. Parece preferible y resulta ms atractivo afronta r los riesgos de la travesa a los del esta ncamiento en los puertos de refugio .

    Existen paralelismos acusados en el desarrollo de la crisis de la antropologa y del marxismo, como indiqu antes. Me interesa ahora subrayar uno de ellos que encuentro muy significativo para es ta parte de la discusin. A saber, el que sugiere la abundancia de teoras y la rapidez con que se abandonan y reemplazan.

    El marxismo, en efecto, al debilitarse el frreo control buroCl- tico del stalinismo, ha pe rdido su apariencia monoltica y entrado en un agitado ciclo de polmicas y diversificacin terica semejante al de la antropologa . Hay ahora \'arios o quiz muchos marxismos, que en trminos generales corresponden a las di ve rsas experiencias llamadas socialistas en Rusia, China, Yugoslavia, Cuba , etctera , )' a las diferentes prcticas polticas en los dems pases d el mundo, como

    :\0

    e l eurocomunismo, el marxismo cris tiano , el es tru ct uralista, ..

    Se dira q ue presenciamos un proceso adapta livo por variacin ante los problemas de supervivencia ge llerados por un cambio radical elel medio a mbiente hi stri co. De maner semejante, las especies biolgicas prod ucen numerosas \'3 riaciones y lo hacen a cierta velocidad )' al aza r. Las leyes de seleccin natural se encargan, eventualmente, de eliminar las va riedades mal adap tad as y pe rmitir la supervivencia y el crecimiento de aquellas que resultan favorables en el medi especifico transformado.

    Esto es slo una metfora y proba blemente est mal e legida , Creo que tiene cierto inters, sin embargo, ya que pe rmite llamar la atencin , no ta n to sobre el va lor abstracto d e cualquier teora , es decir, sobTe la supuesta supe rioridad ante otras, sino sobre la naturaleza r caractersticas de l ambiente que acta como aparato selectivo.

    Hay que agregar, y en esto reside la inte nci n de la metfo ra, que los aparatos selectivos de l marxismo moderno y de la antropologa son difere ntes, funcionan siguiendo leyes distintas ) conducen la selecci n en direcciones opuestas . La diferencia princi pal estriba en lo sigu iente. La an tropologa moderna es una cie ncia en sentido estricto qu e tie ne, sin embargo, IIn a lto component e ideolgico . El mecan is!llO se lect ivo de la teora se rige. aunque no siempre ni de manera excl usi\J , p or los princi pios, normas>, procedilllientos es tab lecidos y aceptados por la comunidad de cientficos,

    De esta forma , los ingred ientes ideolgicos estn sie ndo constante aunque no totalmente eliminados, y el cuerpo le rico de la disci pl ina se mantiene siempre abie rto)' suje to a crtic.a y revisin. DelHro de plazos d e tiem po razonables las teoras que sobreviven son aq uellas que en efecto poseen mayor pode r explicativo , res isten COI1 ms xito las pruebas y permiten mejor la continuacin del tr abajo cient f ico como p raxis social.

    El ma rxismo moderno, por o t ra parte, se ha conve rtido en una ideologa que tiene, a pesar de todo, un comenido cientfico valioso . La ideologa se carCl cte riza por ma11lener un sistema cerrado de proposiciones dogmticas, es dec.ir, no sujetas a prueba, a1lnque se pretenda que han sido suficientemente demostradas algun a vez . A pa rtir del sistema se

    :)1

  • deducen teo ras especiales y generales, de manera no muy diferente de la del escolasticismo medieval.

    El mecanismo selectivo se gobierna, en consecuencia, por el g rado de oongruena oe cualq uier hiptesis o teora con el sistema ce rrado de proposiciones in iales. De ello result el papel central que la lectura e interpretacin ortodoxa de los textos desempea en el marx ismo moderno , en contraste con la importancia decisiva de la investigacin emprica y de la crtica terica en la antropologa. El componente propiamente cientifico del marxismo si

    gue siendo imponame. Sin embargo, cuando menos desde Marx a nuestros das, no ha tenido poder suficiente para detene r y reve rtir el proceso eJe crecien te ideologizacin . Por el contra do, la ideologa no se ha conformado con reina r sobre aquellas reas que propiamente le pertenecen y ha invadido el campo de las ciencias.

    Ha sido caracterst ica del marxismo moderno, sobre LOdo en su versin stalinisla domjnante, la prelensin de deducir de los texlOS una lingstica , una fsica ) hasta una gentica . por ejemplo, y a la vez fulminar condenaciones prcticamente contra todos los gra ndes innovadores de la ciencia contempornea . La rela ti vidad , el psicoa lllisis, la fsica cunt ica, la gentica morganis ta, la economa keynesiana, la nueva termodinmica y la ,bioqumica, pa ra mencionar algunos ejemplos sobresalientes, han sido calificados de meras ficciones reaccionari as de la ciencia burguesa.

    Las d isidencias marxistL\s fue ron tratadas an ms rudame nte, sobre todo cuando sus protagonistas cayeron en manos de la polica del despotismo burocr tico. Los nombres de Vavilo \', Kondra tiev , Chayanov, Preobrayensk i, T rotsky y Buja rin son pa rte mnima de una lisla interminable y aterradora de cientficos y polticos exterminados en nombre de la ortodoxia ideolgica marxista .

    La p rol iferacin actua l de corrientes marxistas no contiene indicacin clara del debil itamiento de la hegemona de la ideologa sobre la actitud cientfica. excepto quiz en el caso del marx i~ m() critico . Por el contrario, cada tendencia se defi ne a s misma de manera ideolgica)" se cor res ponde con una praxis poltica particu lar \' con formaciones socioeconmicas dete rminadas que insisten todava en lIamars socialistas. En consecuencia . el impacto del marxismo sobre la antropologa y en gene ral sobre las ciencias sociales ha

    ~ido )' seguir siendo a la vez ideolgico ientfico. Tal ambigedad resu lta inevitable.

    La re lacin entre antropologa y marxismo, para decirlo en lenguaje hegeliano, es y seguir siendo dia lctica. La dialctica se desarrolla en diversos campos y a djfe rentes niveles: entre ideologa y ciencia, as como entre diversas ideologas; ent re praxis polftica y praxis cientfica; e ntre diversas teoras en conflicto O a veces en sustancial acue rdo.

    Vista la cuestin desde esta perspectiva es evidente que 1 dialctica de las relaciones no se resolver disolviendo la antropologa en el marxismo, ni reedilicando la antropologa sobre los fundamentos de la teora marxi sta. Tampoco se resolver negando todo carcter cientfico al marxismo y exorcizndolo como pu ra ideologa y praxis poltica.

    Los procesos de la h istoda se realizan de maneras ms complejas, marchan por caminos ms to rt uosos y llevan fi nalmente a soluciones ms astutas que aquellas que sugiere cualquier burda simplificacin.

    32 33

  • Teoras sobre la evolucin de Mesoamrica *

    El tema ind icado por el ttulo es en ext remo ambicioso: parece ofrecer una promesa imposible de cum plir J entro de los lmites del presente trabajo. Hubie ra p referido reduci r mi exposicin a algn asun to re lacionado con el mismo lema, pero ms conCreto y sobre todo ma ne jable en t rminos del tiem po disponible . T al seda, por ejemplo. e l de la aplicacin de la reora marxista a cie rtos problemas del d esarrollo y transformacin de las sociedades mesoamericanas. Semejante alternativa no slo sera ms factible , sino que

    nos colocara de inmediato en el ce ntro de las polmicas sobre la evolucin social de Mesoamrica que tienen mayor actual idad, vigo r y trascendencia . :'I,re refie ro a la d iscusin sobre el e\'olucioni~mo multilineal, el modo asitico de produccin y la teora de la sociedad oriental y de l estado desptico .

    A pesar de todo, no elu dir el compromiso contrado. Aunque considero que la inva sin de la ant ropologia por la cr tica ma rxiana constituye e l fenmeno con temporneo ms importante de nuestra disciplina. pienso asimismo que es te aconteci miento no resulta comprensible sin d arle a lguna perspectiva histrica.

    Ouiero suge rir con esto que la crisis de la ant r opolog tradicional no es slo, como a veces se pie nsa , el p roducto

    .. T r:t bdjO prc 'st lll ado D I ig ina lllle lll l: c n 1

  • de las tempestades polticas de nuestro tiempo; e'i decir que 110 se lrata de Ull fenmeno puralllellle cO\"lllltural \ cxtracientfico" Es talllhii'n Ul1 resultado d(' la lal (kl cucrpo terico de las ciellcias so(iales para lar sal isfactorialll(,l1le la totalidad de 10'1 de! pasado \ para guiar el eSludio de camhio de las sociedades actuales.

    El marxismo, en uJI1secllclIcia. ha \cllido a llenar un \"ado terico, que se senta de manera agudrlllinos de comparacin panl las sociedades andina~ \" mesoaII1cricanas los encontraron en el IIllllHlo clsico \" en las ci,ilizacioncs is!;nica \' cristiana de su tiempo. :\1

  • Se Impona ulla pre!;lI11ta, que en el fondo es la lllisl1la que se haca sobre la cualidad del hombre americano..\ saber, si el desarrollo cultllral americano era el resultado de

    autctollo, () bien se deha a tilla serie de procedellles del Yiejo .\hllldo.

    y quiz hasta paradjico, tIue el poli!;eniSIl10 biolgico pueda aparecer. a la vez. CO!110 moogenismo cultural. La doble postura llO es incongruente. Detrs de la teora del origen hiolgico mltiple del hOlllbre asoman constantemente los prejuicios de la inferioridad racial \ de la incapacidad congl'uita de ciertos grupos humal\os para crear altas culturas. El monogenismo biolgico o teol

    por el collt al p'roponer la unidad del hombre, supone necesariamente la posibilidad del poligenismo cultural. El enfrentamiento de las concepciones extremas difusionistas y paralelistas sobre la e\'()lucin es mucho ms antiguo, entonces, de lo que a vcces se

    El Dadre Acosta tambi'11 debe ser considerado C0ll10 el expositor. y desde luego 11110 de los mejor articula

    de la tesis del desarrollo cultural independiente. Al su hiptesis del poblamiento de AllltTica desde

    afirma que estos primeros inllligrantes llegaron al .\' llevo :\[ lindo en un estado cullural I11U\' rudimelltario. Sus grandes realizaciones ci\'ilitadoras, cn c~mse('uencia, son el producto de sus propios esfuerzos.

    Ya entonces Acosta apelal);1 con lucidez al testimonio elmostrando las diferellcias en las plantas culti\aclas

    anilllales dOlllsticos del Viejo \' del :\uc\'o .\fulldo; cOllocimiellto \' uso de los metales v de la metalur

    gia; el1 las herramiel'llas. costumbres, lellguas. \ pa rticularmente en la religilL

    De todas lIIaneras, las pOSICIones difusiol1istas han sido 111ll\ f)'(~cuent('s. LIl(} sospecha que es as ponue el nislllo extrel1lO une en muchos GISOS la ideologa racista \

    con la realidad \' la ilusin de nUlIlcrosas semcculturales ellll'e el Viejo y el "'uevo :\lulldo.

    Las pirmides, la el rcul1cisill, los postes totmicos, la confesin oral. Ouetzalcatl. el dihl\'io universal. la creacin del hOlllbre pOllos dioses \' otros l11uchos rasgos y jos culturales. se han ido agregando a un catlogo creciente de su puestas pruebas de frecuel1tes contactos tia nsat lllf ieos \' tr:lllsn:l,fi,'"" \';1 ;"mH' polinesios, YI()OIlCSeS, chinos ~ :\H

    i{:1l fellicios, afriGlllos \' egipcios, adclIl:ls de las tribus pl'I'didas de [srael. parecen haber llegado con aSOlllbrosa regularidad a las costas cle Amrica para il1l1mbar su evolucin cultural.

    Los antroplogos formados rigurosalllcllte bajo la 111fluencia de la escuela historicista piden demostraciones rns (onclu~'el1tes que estas semejanzas formales. LIS pruebas deben ajustarse, cuando menos, a las cOlldiciones lIletodo

    exigid,ls hace un siglo por T~ 101' para aceptar la rea-de cualquier proceso de difusin Es decir, la existen

    CIa de complejos culturales que tengan elementos que no estn funcional \' necesariamente interrelacionados; la dcllIost rcon los establcc

    pl'Oce-

    Es cierto que existen investigadores que hall aceptado nm la tarea de facilitar esta clase ele pruebas. Entre

    ellos cst~1 el lI1isllIO 1'\lor. que nos leg sin resolyer el illt ..iproblema de los j Llegos hind \ mexicano del JJ1ichisi \

    jJato/li, rambin es e\'idcllte que la posibilidad de contactos v de inl1uel1cias externas no puede ser negada a jJriori.

    Sill emhanw. el verdadero problema para la teora evolu110 consiste en probar la rcalidad

    contactos espordicos y quiz accidentales, como Acosta. La cucstin de fondo consiste en la

    entre la concepcin del desarrollo de las altas clllturas americanas como uq proceso autnol11o, esencialmente independiellte. y su concepcin CO!110 1111 proceso que resP0II(!e a una serie ele nrstamos \. estlllulos culturales exte I'I10S.

    El difusiollislIIo britllico, en su !()rIll

  • sideracill mucho ms detenida. la cuestin cientfica panxe eslar resuelta ahora a byor del desarrollo csencahllcllte independiente de la civilizdcin americana. La antropologa moderlla ha dejado bien estahlecido. en SlIS lneas generales. el largo camino hacia las altas culturas. O sea. los procesos de domesticacin de las priucipales plantas cultivadas ell Amrica. el surg'imiento \' desarrollo de los sislemas hidrulicos. el crecimiento gradual de los cent ros poblados \' su transformacin en ciudades, la aparicin de las clases soLiales \' de los estados. y la formacin de las religiones.

    La hiptesis difusiollisla llO ha sido prohada en de estos casos. ~o existe. adems. necesidad alguna cunir a ella para explicar la civilizacin americana. La excepcin est constituida por los niveles culturales ms rudimentarios, () sea aquellos que caracterizaron a los primeros inmiluantes procedentes de Asia.

    Desarrollo independiente, sin embargo, \lO significa lo mismo que evolucill paralela, sobre todo en el sentido que le dieron los evolucionistas unilneales del siglo XIX. Las posiciones paralelistas extremas. atribuidas quiz injustamente a ~lorgan, partan del mOllogenismo biolgico y del principio de la ullidad psquica de la humanidad. El hornbre, se afirmaba, debe responder de manera semejante a los estmulos de la misllla clase. Esta unidad mental v de conducta explicara la aparicin independiente de fen;lenOS culturales iguales en partes del mundo muy separadas v que no tuvieroll relacin entre s. De manera ms general explicara asimismo la ideutidad universal de las grandes etapas de desarrollo de las culturas humanas. .\nte el problema del desarrollo de la ciYilizacin ameri

    calla los paralelistas cometan dos errores parecidos a los de los difusionistas. Por un lado. el de eludir la cuestin de la causalidad social. sustituvndola por el recluccionisl11o psico

    Por otro. el de aceptar sill mucho espritu crtico las st'lI1ejallzas culturales aparelHes entre el Viejo \' el ~uevo \1 lindo. aunque las at ribmeroll a causas distintas psquica l'fWl.\ difusin cultural). Estas actitudes impedan un examen a fondo cle la natura

    leza propia del desarrollo americano v de los aspectos particulares de la dinmica de sus camhios culturales \' sociales. \-oy l referir algunos ejelllplos. --lO

    La agricultura pllede ser descrita COlllO UII conjullto de procesos tecnolgicos. ('conmicos. sociales. (1I1! urales. 01'

    alrededor del cultin) v liSO de algunas Tal definicill permite. desde luego,

    en una sola categora a todas las ti}nllas de cultivo. Perl1lite tambin indicar los efectos ms generales que tiene la agricultura sohre las sociedades humanas, como por ejemplo la

    el crecimiento de la poblacin. el aumento de la densidad demogrfica. cierta especializacin de tareas, etctera.

    La formulacin de teoras vlidas sohre el cambio implica el paso de este nivel de g'eneralizacin al plano de la determinacin especfica de las diversas modalidades de la agricultura y de sus efectos particulares sobre cada sociedad concreta. ~le refiero, en definitiva. a las diferencias existentes entre el culti\'() itinerante de los hosques tropicales. la agricultura obligatoriamente sedentarizada de regado y la agricultura de temporal, o bien. en el plano de la tecnologa instrumelHaL a las diferencias entre el cultivo de azada v el de arado tirado por animales. '

    La especificidad social y cultural de la ag'icultura queda oculta por la insistencia de los paralelistas en hablar, en generaL de una etapa aglcola de desarrollo universal. Los efectos que sobre la sociedad tiene cacla tipo de agricultura quedan ocultos asimismo, y resulta difcil comprender fenmenos tales COlllO la aparicin de la familia extensa patriarcal \. del csclavisl110 bajo las condiciones de la agricultura de telllporal con arado \ allimales de tiro: la larga hegcmona de la cOlllunidad oriental en las condiciones de la agricultura de riego practicada COIl azada, \' la naturaleza del estado y de la clase dominante en la agricultura de los grandes sistemas hidrulicos.

    Las clases sociales \ el estado presentan dificultades semejantes cuando la discusin se mantiene en UI1 plano de grandes generalizaciones. Los cronistas espaJi.oles de la conquista describieron formaciones sociales de tipo clasista. as como instituciones y organismos que corresponden a las formaciones estatales. ~o hav dificultad en aceptar estas apreciaciollcs si se emplea la definicin Ills amplia cle clase social. Es decir. la de clases como grupos sociales estr;lIificados que tienen acceso diferenciado a la riqueza v al poder. La coufusin comiellza al idelltificar las clases sociales ame

    --l

  • -...."..

    ric!ll;]s, qU' parecen Llber sido plKipallllclllc f con las pat ri1l1011ialcs ellropeas h~lsadas ell la \

  • tivo deterlllinado. Todo lo que puede hanT es trasladar la explicacin de un lugar a otro lugar del mundo. Cuando se dice, por cjelnplo, que el capitalismo industrial se origin en Inglaterra \ que de all se difundi a \Ixico. se est explicitando un proceso histrico verdadero. pero no se explica el

    ingls ni l1ItHho menos el capitalisl110 mexicano. a descubrir los caminos que ha se

    de ningun a mil nera con sli. una teora explicativa de la e\olucin de las

    humanas segn los principios de causalidad. .-\unque las tesis paralelistas hall sido rechazadas en la

    mayora de los casos. excepto quiz en el plano de las generalizaciones \ abst racciones mayores, sus estudios sirvieron para colocar' a \1esoamrica en' el cuadro de las ci\ilizaciones mundiales. Asimismo, contribu\'eron a promo\er lIna serie irnportante de estudios comparativos que iluminaron la naturaleza de las principales instituciones sociales. Con el paso del tiempo las polmicas !tan conducido las

    afirmaciones del paralelismo extremo hacia planteamientos' ms realista..;, y en otros casos hacia el descubrimiento de fenmenos de verdadera convcrgencia cultu ral. Pienso

    por ejemplo. en las relaciones ellt re la hidrulica v la naturaleza del estado \' de las clases sociales en el Viejo ~, en el :'\ uevo :VIu ndo, (llIe lO pueden at ribuirse a la difusin sino a la operacin de factores causales semeames.

    La afirmacin de la realidad del desarrollo esenalmente independiente de la civilizacin americana pOI' fin oblig a los antroplogos a enfrentar el problema de fOlldo. O sea, la cuestin de las fuerzas especficas que produje ron las transformaciones de las sociedades prehispnicas de Amtica. El difusionismo y el paralelismo fueron reconocidos, desde este punto de vista, como meras tcticas dilatorias ~' escapistas que traslada han las respuestas al problema hacia otras partes del mundo, o bien las sumergan en el ocano de las explicaciones universales. Las posicioncs de las escuelas de Boas \' de la antropologa ahistrica fueron reconocidas COtllO otras tantas declaraciones de inexistencia del problema de la evolucin social. que COtlstitll\'e, sin embargo, la cuestitt central de la teora antropolgica.

    El terreno no (Iued todava despejado, a pesar de los progresos realizados en el conocimiento objetivo del pasado, -1:-1:

    r a una forlllulacin de nuevas teoras essobre la evolm:in de \1esoamricuiero refe

    rirme a alguttos de los ma\ores obstculos que ;xistan. El prilllero de ellos es el que he llamado el trauma de

    H rcllika. Este distinguido cietllfico, que trab;~j la mavor parte de su vida en Estados CilicIos, la dedic a demoler sistemtical1lellle \' con grall {'xilo las prueba~ que se alegaban sobre la supuesta gran alltigedad dd hombre en Amnea.

    :\'0 dudas sobre la sobre

    honestidad intelectual de esta las moti\'aciones de Hrdlika.

    a largo su a establecer subre bases ms la .\mrica. A ('orto plazo, sin Itliento )' ql1i7 tambin la actividad de los planteaban la tesis del desarrollo autnomo.

    de

    En efecto, para decirlo de alguna otra manera, el tiempo concedido por Hrdlcka ~e quedaba corto. I,a dimensin lemporal era a todas luc(~s insuficiente para colocar en ella la totalidad de una evolucin muy comple:ja y diversificada. Recurdese que la antigedad que se at rihuye ahora a los comienzos de la domesticacin de algunas plantas est muy cerca de las fedlas aceptadas por H rdlika para el poblamiento del :'\ ue\U \Iundo. Todas las fechas crticas han tenido que ser elllpujadas hacia atrs: las de la irrigacin, las del urbanismo, las de la tado y de las clases sociales. En mi opinin, muchos se muestran toda\'a tmidos allle las cronologas de la taxonoma del desarrollo mesoatner

  • oseu r;1~

    ce re 1!lOII allllcllte lIlarin de estados \ de les c illcluso la

    Resulta (1)\ io que haha que lc,tlizar una ill\crsin al estilo de la que \!arx practic con la ilosol; dc la historia de Heg-el. Es decir, se trataha no t~lllt() de llegar b~ descripciolle~ de la \id;1 C

  • netos. \;0 existe aqu ninguna para(h~ia. sino la fiel contil1uacin de la cdt ica de Herder al c\"(llucionislllo francobrit
  • ----

    eyoluciollSlllO en ciertos dn lIlos marginales de la Lo,> lllarxistas orlodoxos, por

  • del e\o\uciOllislllo multilineal t',i,L{c que la hiptesis terica ~t'a (ol1finllada, el1 (ada Cl~(). por Illcdio del atl,'dsis de los dato.; empricos.

    Es po,ihlc que ('11 esta

  • clll\'t~ las reH)1 L1ci () nes v tl"ansfon II acolles ll10de rna s, constitl1\"(, el equiY,llente deb experimelltacill en las ciencias f~icas. Los procesos de transfor1lJcon la lllanlla de los se COIlOCCII. Por ot ra parte. las corrielltes ristas de b ,1Iltropolog,), al ITlllllKiar ; lOlllllilar (ual

    l) lliel teora gcnera!. ofrcccll slo cxplicaciollcs de fCI1lllCllO'i particulares () de series limitadas de

    El lleoc\ulucionismo. por la propia natllralc/a de su teora \ de su mctodologa. no puede eludi r la talea dc incluir todos los hechos posihles en la explicacill. v adem,is debe interpretarlos de 1l1;lltera cong-ruellle. illlendaciollada v :,istCll1tica, Su postura, en consecucncia, es g-Iobalista v totaliladora. Tambill es antirreducciollista. sca ell la direccin del psicologismo que critic Durkheilll o ell la direccin del econOll1icislllO que los marx.istas vulgares confunden con el

    lltilizddo por \Iarx. La t('ora dc los Illodm de prodllccil1-formaciones socioeconll1icas v la relacin diaIt'ctica entre 'estructura" \" "",ttpercstructura", forlllan el ncleo escncial elc los sistemas de an;tlisi" e

    del llcoevolucionisl\lo, El poder de explicacill propo~ciolles nlero

    de investigacin pasa a ser un probarse a s mismo. La mal la razn diak,ctica teora

    1,;1 transformacin a que acabo de aludir explica lo que le ocurri a la tCOia de :\larx en manos de sus intrpretes

    pero desnihe asimismo un proceso del que no est exenta ninguna disciplina centfica, Por supuesto. la transformacin tie!l1S causas que se originan en el contexto social e histrico de la ciencia v de la actividad de los ci(,\ltricos. Las versiones mis doglllticas del marxismo se explican slo en el cont.exto ele la burocratiza(n desptica del

    socialista ruso.

    I,a teora-praxis. el ]Joder de explicacin totaliantc d(' la teora y su capacidad de gencrar imestigaciones qllc la COllfinllcll () tnodiiqUCll. pareccll ser en definiti\

  • 1 que nos facilita el uso analtico del modelo derivado del modo asitico de produccin.

    Pongo especial nfasis en la expresin "uso analtico del modelo", porque veo cometer con demasiada frecuencia la equivocacin de considerar al modo asitico de produccin (MAP) como un modelo descriptivo de la sociedad mesoamericana. Sin embargo, la diferencia entre los dos es a la vez fundamental y obvia.

    Concebir al MAP como una descripcin a priori de la sociedad mesoamericana supone terminar la investigacin antes de comenzarla, al imponer arbitrariamente un patrn conceptual externo a la propia evolucin de Mesoamrica. Esto es, se regresaria a la poca de la aplicacin mecnica de modelos tericos. La utilizacin analtica del MAP tiene otros supuestos e implicaciones tericas y metodolgicas.

    En el plano de la teora se afirma que en todas las sociedades humanas operan principios y se presentan relaciones de causalidad general y especfica. Mesoamrica no est excluida de esta situacin universal. El descubrimiento de las regularidades existentes en la operacin de los principios causales y su formulacin en leyes generales y especiales, constituye una de las tareas fundamentales de las ciencias sociales. Esta tarea, precisamente, separa con claridad a la antropologa como ciencia de aquella historia considerada como un mero relato o crnica de acontecimientos, lo mismo que la separa de otras disciplinas descriptivas, como la etnografa y la vieja arqueologa.

    En el plano de la metodologa la bsqueda de regularidades y la formulacin de leyes sociales supone no slo el estudio y anlisis estructural-funcional de cada sociedad particular en un momento determinado del tiempo, sino tambin el estudio y anlisis de sus procesos en el tiempo. Adems, supone necesariamente el uso del mtodo comparativo. Es decir, implica la comparacin sistemtica de las estructuras sociales y de las secuencias de desarrollo de diversas sociedades, y no simplemente la de algunos de sus rasgos aislados y de sus momentos.

    La comparacin sistemtica, por otra parte, requiere la construccin de modelos que conserven los elementos esenciales de las sociedades y de sus procesos, haciendo abstraccin de sus peculiaridades secundarias. La ciencia social no dispone, por ahora, de modelos ms adecuados para ello 56

    que aquellos construidos sobre la base de los modos de produccin -f ormaciones s

  • -::

    ,: ~ ;;

    .,",

    ,~ :

    .... ::

    :;: ~

    ~

    :: -:: f~

    ,~ B~

    ;::;--::::.

    f_

    ~ e-~ f""" :::-= :;(

    ::: ::;

    ,

    ;-' ....."

    :." ::..,

    -' ~

    :: :=: -:.S

    ;::.....;

    -:;~

    :.; ti

    ';:; .,-,

  • "'.

    a todos los aspectos de la vida social: economa, religin, poltica, guerra, trabajo, etctera. Desptica porque carece de cualquier oposicin, excepto aquella que puedan ejercer las comunidades aldeanas por medio de la pasividad o la rebelin.

    NO'lIena caracterstica. Una consecuencia de este estado de cosas es el estancamiento social. La sociedad est;l plagada de conflictos, pero la lucha de clases no presenta ms alternativa que la regresin al nivel primitivo de organizacin aldeana o la restauracin del orden desptico y monopolista. A pesar de su enorme antigedad ninguna sociedad de este tipo ha desembocado jams en un modo capitalista de produccin, excepto pOi' conquista o por transformaciones impuestas por el mundo exterior.

    La demostracin de la aplicabilidad de este modelo a Mesoamrica supuso realizar una amplia serie de nuevas investigaciones, ya que no exista informacin sobre muchas cuestiones bsicas o bien aquella disponible era insuficieme t e insatisfactoria. Resulta natural que las investigaciones se desarrollaran preferentemente sobre la agricultura, la demografa y el urbanismo. Es decir, sobre el compl~jo bsico ~ economa-poblacin-centros de poder organizador econmico y poltico que era necesario entender en primer lugar.

    Las tClicas combinadas de la etnohistoria, la etnografa y la arqueologa han descubierto la existencia de una gran variedad de sistemas intensivos de hidroagricultura, que se extendieron sobre la totalidad del rea mesoamericana, desde las zonas desrticas a las tropicales lluviosas y a las regiones ridas y semiridas. La hidroagricultura constituye, en consecuencia, un rasgo esencial de la economa mesoamericana.

    Es muy significativa la inclusin de las zonas tropicales lluviosas, en especial de las mayas y probablemente tambin de las olmecas de la costa del Golfo de Mxico. Yo haba sostenido esta posibilidad desde hace aos, basndome en evidencias reconocidamente fragmentarias e inconcluyentes pero de todas maneras sintomticas. El misterio del fundamento econmico de la civilizacin maya clsica ha dejado de serlo. Mejor dicho, aparece ahora como un enigma fabricado por la obsesin ceremonialista de la antropologa y por el desinters consecuente por los aspectos materiales del desarrollo cultural.

    60

    Se ha demostrado. asimismo, que en algunas reas clave del desarrollo mesoamericano la hidroagricultura alcanz, cuando menos en pocas tardas, una escala de tamao y complejidad que permite incluirla entre los grandes sistemas hidrulicos del mundo antiguo. El ejemplo culminante se encuentra en e! valle de Mxico, al que dedicamos especial atencin Armillas, Sanders y yo, con algunos colaboradores y estudiantes.

    Es posible que no exista en Mesoamrica otro caso semejante por lo que se refiere a la escala. Debe reconocerse la excepcionalidad del conjunto de condiciones naturales de! valle (lagos de agua dulce, ros permanentes y controlables, abundancia de manantiales, etctera), que corresponde a la excepcionalidad de su papel en la historia del desarrollo mesoamericano. Sin embargo, otras reas clave, como Tlaxcala, Oaxaca y la zona maya, pueden ofrecer sistemas menores pero cuya complejidad establezca necesidades de organizacin y control semejantes a las creadas por los sistemas de gran magnitud. Un ejemplo de ello se encuentra en el Acolhuacan, que Eric Wolf y yo describimos tiempo atrs.

    La antigedad de la hidroagricultura ha quedado plenamente probada en Tehuacn, Oaxaca, el valle de Mxico, y otros lugares. Puede afirmarse que existe correspondencia cronolgica entre estos sistemas y el proceso formativo de la civilizacin mesoamericana. Quiz pueda pensarse que en algunos casos la agricultura haya comenzado como hidroagricultura. Queda como problema sin resolver e! de la antigedad de los sistemas hidrulicos de gran escala y/o de gran complejidad. Mi impresin personal, fundada en el anlisis morfolgico de la cultura global, es que existieron desde la fase tarda del preclsico.

    Las caractersticas y la evolucin de la poblacin en relacin con los diversos tipos de agricultura ha sido explorada con xito desde e! ngulo de la etnografa y la etnohistoria. Los trabajos arqueolgicos apenas han comenzado de manera sistemtica. A pesar de estas evidencias incompletas puede afirmarse la realidad de una estrecha correlacin entre las densidades de poblacin, la urbanizacin y los sistemas agrcolas. Creo haberlo mostrado as en mis mapas de distribucin geogrfica del regado en Mesoamrica y en el Totonacapan.

    La existencia en Mesoamrica de verdaderas ciudades tuvo

    61

  • que ser demostrada, asimismo, frente a las tesis tradicionales sobre los centros ceremoniales. Millon y sus colaboradores no

    ~an deja.do dudas sobre TeotihuLa discusin presente sobre la existencia misma del calpulli es un buen indicador del estado de crisis permanente de los estudios sobre la organizacin social mexicana. Los modelos tericos van alternando entre el comunismo primitivo, el tribalismo iroqus, los estamentos y clases sociales de tioo feudal occidental y burgus, y las clases funcionales y cias de la sociedad oriental.

    Existe, adems, una tendencia de la investigacin etnohistrica que podramos llamar empirista, iniciada por Kirchhoff y animada ahora por Carras

  • aparatos, impide extender y profundizar el anlisis de las relaciones entre la organizacin de la produccin y del movimiento de productos, los organismos tcnicos y administrativos estatales v la clase dominante. Esta cuestin, evidentemente, es fUl~damental en trminos de la aplicacin del modelo M:\P a la situacin de Mesoamrica.

    Quiero indicar con estos comentat;os que la demostracin de la aplicabilidad del MAP a Mesoamrica est lejos de resol verse por completo. Todo lo que debe afirmarse ahora es que el planteamiento ha servido de estmulo poderoso a la investigacin y de instrumento importante para la mejor comprensin del desarrollo independiente de Mesoamrica.

    Cien aos despus de la aparicin de la gran obra de Morgan sobre la sociedad antigua, y tras un largo eclipse, el evolucionismo vuelve a dominar e! campo terico de las ciencias sociales y en particular de la antropologa.

    La teora de la evolucin ba sido transformada en la segunda mitad del siglo xx tanto como Margan y Marx la transformaron a finales de! siglo XIX. No es slo la teora lo que ha cambiado. La sociedad tambin ha sido transformada y est transformndose da a da. La nueva teora de la evolucin responde sobre todo a los procesos y a las necesidades actuales de la evolucin de la sociedad.

  • ,

    de la terminologa marxista en los estudios antropolgicos e histricos mexicanos. Esta predisposicin puede llegar a revelarse como un fenmeno enteramente frvolo y banal. Desde este punto de vista el empleo del lenguaje marxisla

    no obtendr resultados muy diferentes de los que tuvo el uso del oscuro vocabulario del existencialismo sartriano, de la tumultuosa imaginera de Lvi-Strauss o del estructuralismo idealista de Althusser. Por estos caminos, en los que se sigue ms a la novedad que al deseo de profundizacin terica, se acaba simple y casi htalmente en otro estilo verbal de alienacin.

    De todas maneras, la atmsfera intelectual de los estudios mesoamericanos parece ahora mejor preparada para recibir favorablemente, aunque con natural actitud crtica, cualquier contribucin realizada utilizando las herramientas marxistas. A ello ha contribuido mucho la divulgacin de los manuscritos inditos de Marx sobre las formaciones socioeconmicas no capitalistas (los Formen: ::] y los cuadernos de las lecturas anotadas que Marx hiciera de algunos antroplogos del siglo XIX sobre las sociedades no occidentales (Ethnological notebooks).

    El primer efecto importante de estas publicaciones ha sido el de robustecer las posiciones tericas de los marxistas crticos (o de los 'marxianos", como prefiero llamarlos), que desde hace tiempo trabajan apartados de la estril ortodoxia talmdica.

    El segundo y no menos importante efecto ha sido el de comenzar a romper la costra defensiva de los marxistas oficiales, preparando la transicin de algunos hacia el marxismo crtico. Finalmente, y de seguro en un plano de mayor trascendencia, est el efecto de abrir las corrientes cientficas sociales contemporneas a la influencia del pensamiento original de Marx.

    Vivimos un interesante perodo de redescubrimiento de Marx, tanto por parte de los marxistas crticos y oficiales como de otros antroplogos, historiadores y socilogos, que no consideran necesario declarar posturas tericas fcilmente confundibles con actitudes polticas sectarias. El proceso es muy estimulante pero no est exento de riesgos.

    En todo redescubrimiento de una figura de la relevancia cientfica de Marx se presentan elementos de ingenuidad casi

    66

    mevitables. Quiz el ms frecuente e improductivo resida en la magia de las palabras, en la creencia de que basta usar otra terminologa para conceder significaciones distintas a los hechos, en vez de empearse en una exploracin profunda de hechos conocidos v de descubrimiento de nuevos hechos, utilizando para ello, 'con buen sentido y actitud crtica, las herramientas tericas, conceptuales y metodolgicas de Marx. Dentro de las categoras de anlisis marxista ingenuo estn

    aquellos que se han apresurado a usar la embriagadora nueva libertad para revelar, casi cada da, modos de produccin inditos. Sobre esta cuestin es preciso y quiz urgente decir algunas palabras.

    El abandono de las tesis del evolucionismo unilineal, o sea de la progresin universal de ciertos modos de produccin, que Marx y Engels haban propugnado en sus escritos ms polticos y menos sociolgicos, condujo a algunos a ver la historia humana como un escenario darwiniano de formaciones socioeconmicas en conflicto por la supervivencia. (uiz este resultado fuera uno de los que Marx tema cuando suprimi la publicacin de sus reflexiones sobre las lneas distintas de evolucin de las sociedades.

    Uno se pregunta si el caos conceptual representado por las mutaciones accidentales y la supervivencia y el desarrollo al azar es la nica alternativa posible al destruido mito de la evolucin unilineal. Al menos esto afirm un marxista tan desilusionado como distinguido bilogo, Jacques Monod, en una de las obras ms estimulantes de los ltimos aos, El azar y la necesidad.

    A idntica conclusin desalentadora, aunque en un plano de menor conciencia crtica, llevan los casi innumerables modos de produccin trados a la luz por afanosos investigadores que, de repente, se sintieron libres de las constricciones del marxismo oficial, o que acaban de descubrir la fecundidad del pensamiento de Marx aplicado al anlisis de las sociedades no occidentales y no capitalistas.

    De esta forma, adems de los modos ele produccin tradi cionales (esclavista, feudal, capitalista), tenemos ahora modos germnico, eslavo, oriental, africano, aldeano, incaico, campesino, desptico tributalio, capitalista emblionaIio y hasta chiapaneco, sin pretender hacer una lista exhaustiva.

    La verdadera polmica, sin embargo, aunque en un nivel de mayor profundidad, sigue teniendo lugar entre el azar y

    67

  • el determinismo causal; entre la idea de una variedad casi infinita de formas sociales individuales y la concepcin de que todas ellas pueden agruparse en algunas categoras generales; entre la investigacin social vista y practicada como un arte o bien considerada como ciencia.

    En definitiva, es la polmica entre los que estn seguros de que los procesos sociales permanecen sometidos a leyes comparables a las que rigen el mundo natural, y aquellos convencidos de que elligor, el programa y los objetivos de la ciencia son inaplicables al mundo social y cultural.

    Considerada de esta manera, y no veo otra posibilidad de hacerlo en e! plano terico, la polmica resulta desarrollarse alrededor de temas familiares para los antroplogos. En efecto, cuando la antropologa culturalista de Estados Unidos y la antropologa social britnica completaron por caminos diferentes la quiebra del evolucionismo unilineal de! siglo XIX, nos legaron varios intrigantes problemas.

    El problema de los epgonos de Boas consista en reconstruir una imagen totalizadora de las sociedades humanas en el marco de sus historias particulares, aceptando el rigor metodolgico de la ciencia pero no su empeo en la bsqueda de leves.

    El 'problema de los seguidores de Malinowski, despus de rechazar la historia como algo inevitablemente "conjetural", surga de aceptar de la ciencia la urgencia de buscar leyes de alcance limitado en el espacio y en el tiempo, en el microespacio de cada

  • nuevo modo de produccin reducirla al marxismo al nivel del empirismo ms esterilizante y llevara a la antropologa hacia el mismo callejn sin salida en que la dejaron las escuelas britnica y norteamericana de principios de

    El modo de produccin es un instrumento analtico obtenido por medio de la abstraccin. No es, de ninguna manera, un modelo descriptivo de una sociedad concreta; ni siquiera es un modelo generalizado a partir de los datos empricos de varias sociedades. Su validez no reside en la adecua

  • y algunos crticos lo a(:usaron de extremo idealista hegeliano. f~ Su muy citada defensa se encuentra en el postfado a la segunda edicin alemana de El capital.

    El problema tiene que llevarse ms all de lo que podra considerarse, en sentido estricto, como mtodo. Parece legtimo deducir que Marx consideraba como modos de produccin slo los que pueden pensarse como nicos y exclusivos sin serlo necesariamente en la realidad. Es decir, aquellos que pueden concebirse como totalidades, como sistemas completos, cerrados, en s y para s.

    Un "modo colonial de produccin" sera, de acuerdo con eso, un trmino carente de sentido lgico, un absurdo en el cuadro de la metodologa marxista, ya que vendra a proponer un sistema que no se basta a s mismo y del que no es posible pensar sin referencia a otro mayor, a una totalidad a la que pertenece de manera subordinada.

    La dificultad que suscito podra reputarse de artificial. Sin embargo, las abstracciones, y en general la construccin de tipos ideales y modelos. tienen sus propias reglas; de ninguna manera se trata de especulaciones caprichosas. La abstraccin, el modelo, debe ser internamente coherente y bastarse a s mismo. Adems, debe ayudar a aclarar el fenmeno

    b~jo estudio dentro del marco de referencia dado y sin recurrir a otros factores.

    Resulta obvio que ninguno de estos requisitos sera cable al llamado "modo colonial". En todo caso podra blarse del "segmento colonial" de algn modo de produccin; de una parte de alguna totalidad. Lo anterior no quiere decir que el segmento colonial no tenga caracteres propios y peculiares. Los tiene, o mejor dicho los adquiere, dentro de la totalidad constituida por el modo de produccin dominante y en razn, precisamente, de su pertenencia y de su su bordinacin.

    En el plano programtico esto significa que el estudio del segmento colonial se convierte en la investigacin de las conexiones y las relaciones entre la totalidad y el segmento, y de las adaptaciones que el segmento se ve obligado a realizar para funcionar bajo el modo de produccin dominante y de acuerdo a sus fines}' leyes.

    La segunda caracterstica del mtodo marxista de anlisis

    del modo capitalista que nos importa subrayar es la siguiente.

    72

    El modelo construido por :\>Iarx en El mlJital. aunque 110 es ahistrico por completo, maneja la cuestin del desarrollo del modo capitalista de manera sumamente abstracta. Comienza por establecer las condiciones indispensables para el Jncionmniento y el desarrollo del capitalismo en el siglo XIX, y l partir de este anlisis indica las condiciones indispensahles para su swgimiento, que dehieron aparecer en algn momento en el seno de la sociedad feudal.

    :\>farx inicia as el captulo XXVI de la parte VIII, volumen de El wpital, al tratar el problema de la llamada acu mulacin primitiva: "Hemos visto cmo el dinero se convierte en capital; cmo se hace plusvala por medio del capital, y de la plusvala ms capital. Pero la acumulacin de capital presupone la plusvala; la plusvala presupone la produccilI capitalista; la produccin capitalista presupone la preexistencia de masas considerables de capital y de fuerza de trabajo en manos de los productores de mercancas. El movimiento to

    entonces, parece convertirse en un crculo vicioso ..." Marx rompe este crculo por medio de la historia: "La

    llamada acumulacin primitiva ... 110 es otra cosa que el proceso histrico del divorcio entre el productor y los medios de produccin ... La estructura econmica de la sociedad capitalista ha crecido dentro de la estructura econmica de la sociedad feudal. La disolucin de una dej en libertad a los elementos de la otra."

    No se trata slo de que Marx proponga aqu una secuencia evolutiva lineal; esto parece tomarlo como supuesto pensable. Lo que hace es exponer un proceso histrico abstracto, es decir, deducido no directamente de la historia concreta, sillo de las exigencias estructural-funcionales del capitalismo de su tiempo proyectadas hacia el pasado.

    Es probable que sta sea la diferencia ms aguda, aunque no la ms significativa, entre el mtodo histrico for

    mal y el que se usa en El capital. Tampoco ha sido la mt;jor comprendida, ya que Marx escribe la historia del capitalismo desde el presente hacia el pasado. El pasado le interesa sobre todo en funcin de la necesidad de explicar la posibilidad del presente.

    As, por ejemplo, partiendo de una condicin sine del capitalismo -la existencia de una masa de "libres"- tieuen que buscarse y encontrarse en la sociedad feudal los elementos de la disolucin de los lazos sociales

    7~~

  • en ha ido, en efecto, no humanos. del

    versa.

    ...

    La cttica de la historiografa formal puede alterar el esquema abstraclo de ~farx, de la misma manera que la biologa moderna ha rcvisado el de Darwin. Sin embargo, de ninguna manera nos releva de la necesidad de proponer otros esquemas evolutivos sobre la base dc mtodos semejantes.

    Para que el Illtodo histrico abstracto que emplea Marx en /:'! (([pital (el modo capitalista ya contenido estructuralmente en el modo feudal anterior) pueda ser utilizado en otros procesos histricos, se requiere postular y demostrar relaciones genticas entre otros modos de produccin. Desde este punto de \ista el m{:todo enteramente aplicable, por ejemplo, al surgimiento modo asitico a partir de las sociedades agrarias igualitarias.

    Sin embargo, los segmentos coloniales no son modos de produccin en el sentido marxista;

    ms evolutivas in

    pensarse como tales, ni pueden colocarse en dependientes. Son, como 'maciones y adaptacioIles especficas de una a la totalidad de un sistema.

    La historia abstracta de la formacin de los segmentos coloniales tend r que escrihirse usando mtodos distintos a los empleados en El capital. Para ello 'vfarx dej indicaciones muy escasas \' fragmentarias, que pueden ser interpretadas, y lo han sido, de maneras contn'dictorias. Es posible que ciertas tcnicas de la antropologa moderna, en especial las

    para estudiar los procesos de difusin, integracin y aculturacin, resulten 11l

  • semt:jante al estudio de otros modos de produccin tiene que terminar en el ahsurdo. La estrate~ia y el modelo analticos de El (/l/Jital son especficos del ca pitalis 1110, como el mismo ttulo de la ohra lo indica.

    Hace mucho que i\Iax \Veber y Wittfogel demostraron en el mundo clsico, lo mismo que en las civilizaciones tales, los contextos sociales de la economa son diferentes, y por ello los procesos econmicos est:m sometidos a leyes que 110 derivan de situaciones de mercado. Chavanov \' Kula denunaroll la irrelevancia del anlisis econ{nico frmal aplicado a la economa campesina 1 feudal. Polanyi ha mostrado

    en las civilizaciones antiguas, lo mismo que en las socieplimiti\'as, no existen mercancas ni sistemas de mer

    cado en el sentido marxista del trmino, que es el mismo de la economa clsica. Preobravenski demostr las diferencias entre los procesos de acumuacin capitalista y socialista.

    Si el modelo analtico provisto porEl calJital es inaplicable a otros modos de produccin, resulta evidente que tampoco puede utilizarse, como tal yen su integridad, para el estudio de los segmentos coloniales generados por ellos. En el mejor de los casos sera aplicable al segmento colonial creado por el modo (:apitalista. Pero aun ah se encuentran vaTios problemas cruciales que discutir en seguida.

    No es exagerado afirmar que i\1arx 110 se ocup ms que hreve v accidentalmente de las relaciones entre el modo

    t,\ista'~, su segmento colonial. El capital, la obra clave para presente discusin, las ignora casi por completo. La excepcin principal esr: constituida por los captulos XXXI y xXXIII de la famosa Darte \'III dedicada a la llamada acumulacin primitiva.

    :\Iarx advierte claramente que la omisin es intencional: "Sin embargo, no nos ()(:upamos aqu de la condicin de las colonias. Lo nico que nos interesa es el secreto descubierto en el nuevo m undo por la Economa Poltica del mundo ... de que el modo capitalista de produccin y acumulacin, yen consecuencia la propiedad capitalista privada, tienen por condicin fundamental el aniquilamiento de la propiedad privada ganada por uno mismo; en otras palabras, la expropiacin del que labora" (prrafos finales de la

    \'111). La omisin es deliberada \' es el producto de los supuestos

    i6

    metoclolgicos empleados por Marx para construir el 1110analtico del modo capitalista puro. Desde esta perspec

    ti\il el sistema colonial sera simplemente un ejemplo ms, y lo tanto redundante e innecesario, de la historia abs

    tracta de la formacin y desarrollo del

  • ",,\

    frente al modo feudal. A saber, la creacin de una sociedad industrial ll1oderll

  • escala de grados de comunistas de nmadas, hasta la producaon campesina y artesana de mercancas. En mecho de este ambiente se abre paso ... el proceso de acumulacin capitalista ... El capitalismo necesita. para su existencia y desarrollo. estar rodeado de formas de produccin no capitalistas."

    Frente a estas economas el capitalismo utiliza los procedimientos que ya emple contra el feudalismo, y no puede ser de otra manera va que stos dimanan de la estructura misma del modo de produccin. Segn la enumeracin de Luxemburgo, en las situaciones coloniales el capitalismo se apodera directamente de las fuentes importantes de fuerzas produc

    "libera" obreros y los obliga a trabqjar para el capital; la economa de mercancas, y separa la agricultura

    nrm'pI;n de las relaciones con los segmentos coloniaalgo cualitaLvamente distinto, que

    hablar del uso del poder del estado en el prrafo de El capital que mencion ms arriba. Luxemburgo es mucho ms explcita en su anlisis, que debe considerarse un daro antecedente de los

    sobre el papel de los sistemas de dominio.

    Dice as: , .... en grandes zonas ... de la tierra, las fuerzas productivas estn en manos de formaciones sociales que, o IlO se hallan inclinadas al comercio de mercancas, o no ofrecen los medios de procluc

  • __ __

    lonialisll1o. A partir de ella se hace un silencio. que dura el modo asitico v hasta las polmicas contemporneas

    sobre e! colonialismo. ~o quiero insinuar que los marxistas abandonaron ente

    ramente e! anlisis del capitalismo y del imperalislllo. Su preocupacin por el problema es dara, sobre todo a raz del reparto de! mundo entre las gralldes potencias desde fines del siglo XIX hasta la primera guerra mundial. Sin esta preocupacin se expres en formas que resulta interesante considerar ahora, pero que como se ver arrojan poca luz sobre la cuestin de la formacin y desarrollo histrico de los segmentos coloniales.

    Es significativo que quien inicia la discusin sobre el imperialismo a principios del siglo xx sea un liberal progresista ingls, Hobson, v no un marxista. Hobson constituye un punto de partida indispensable no slo por la originalidad y el valor de su obra, sino tambin por la influencia ejerci sobre Lenin y en general sobre el pensamiento marxista del primer tercio del siglo.

    HobsOll descubre. probablemente antes que nadie, que desde fines del siglo pasado Inglaterra estaba modificando la naturaleza de sus relaciones econmicas con el mundo exterior. De pas clsicamente exportador de manufacturas se estaba convirtiendo, adems. en exportador de capitales, en el banquero y prestamista del mundo. La necesidad de garantizar las fuertes inversiones en el extranjero cOllstitua el motor principal de la nueva ola de expansin im perialisla, diferente de la iniciada en el siglo \.\'I por los espaoles y portugueses.

    Hobson se pregunta acerca de las razones del fenmeno (la exportacin de capital) v encuentra la respuesta

    en el subconsumo nacional. Si las clases ricas, dice, ran una redistribucin ms equitativa del ingreso de tal manera que las clases desposedas tuvieran mayor acceso a los bienes producidos. no habra necesidad de emplear el capital en otros pases. Las in\'er~iol1es podran ha

  • cmo los nuevos desarrollos afectan e influyen a las colq,nias es algo que queda fuera del foco de atencin de Hilferding.

    Si acaso se limita a subrayar en algn lugar que "la exportacin de capital, especialmente desde que tiene lugar en forma de capital industrial y financiero, ha acelerado enormemente la subversin de todas las viejas relaciones sociales y la difusin del capitalismo por todo el globo". Y en otro lugar indica que bajo ciertas condiciones (por ejemplo, en relacin al control de los recursos mineros y de otras materias primas) el capitalismo financiero bloquea las posibilidades de desarrollo del "segmento colonial".

    Cinco afos despus de la aparicin de El capitalfinanciero Bujarin publica su Imperiali\lIw y economia lIlundial, y al afo siguiente, en plena primera guerra mundial, Lenin termina su Imperialismo. Las dos obra siguen planteamientos y desarrollos paralelos, por lo que quiz debemos ocuparnos slo de la que ha ejercido mayor influencia y goza todava de mayor aunque quiz injusta popularidad. Lenin y Bujarin no representan diferencia mayor con res

    pecto a Hobson y Hilferding en cuanto se refiere al tratamiento precario del problema de las relaciones metrpoli capitalista-segmento colonial y a sus influencias sobre el modo capitalista. Tampoco hay progreso en el anlisis histrico de la cuestin. Lenin declara francamente estas limitaciones en un prlogo de 1921 a una nueva edicin delIlIlperialmo: " ... el fin principal del libro era ... ofrecer ... un cuadro de conjunto de la economa capitalista mundial en sus relaciones internacionales a comienzos del siglo xx, en ras de la primera guerra imperialista mundial".

    Ni Lenin ni Bujarin enfrentan la cuestin de la formacin y desarrollo de los segmentos coloniales. Sus ojos estn puestos sobre el capitalismo C0l110 un fenmeno europeo y norteamericano; no sobre su impacto especfico en el mundo colonial. Fuerza es agregar que si ninguno de los dos contribuye a un mejor planteamiento marxista de la situacin colonial, tampoco agregan mucho de nuevo al anlisis del modo capitalista en su fase ms reciente. El opsculo de Lenin est montado sobre las ideas y las investigaciones originales de Hobson e Hilferding.

    ~En qu consiste, entonces. la importancia de las obras de Lenin y Bujarin sobre el imperialismo? El inters de Lenin y 84

    Bujarin en el anlisis de las nuevas formas del modo capitalista est colocado en funcin de la bsqueda de una estrate

    poltica adecuada a las nuevas circunstancias. Se trata de la revolucin en Europa v no de resolver un problema

    terico. Aunque es preciso reconocer que en la ideologa marxista la praxis revolucionaria debe estar siempre unida a la teora, en la coyuntura de la primera guerra mundial el

    poltico de Lenin marcha muv adelante de las elaboraciolles tericas. Para los recin bautizados bolcheviques resultaba intolera

    ble la idea de un superimperialismo mundial, estructurado a partir de los grandes monopolios constituidos por el capital financiero internaconalizado. Hilferding quiz no haba llegado a proponer tal cosa, pero otros socialistas europeos (Kautsky, Bernstein, Bauer) sostenan que existan tendencias en tal direccin que eventualmente pondran fin a las

    y a las competencias violentas del capitalismo desorganizado.

    Bujarin y Lenin, para seguir el orden cronolgico de sus libros sobre el imperialismo, procuran demostrar que las tendencias a la concentracin monopolista se traducirn en mayores y ms frecuentes conflictos entre las potencias imperialistas.

    La estrategia poltica bolchevique parte de esta premisa. La era de las revoluciones ohreras (socialistas) est apenas comenzando y avanzar en la medida de la agudizacin inevitable de los conflictos interimperialistas. Una revolucin victoriosa sera impensable en las condiciones previstas por los tericos marxistas alemanes y austracos, con la excepcin conocida de Luxemburgo. La revolucin se convierte. por el

    en una posibilidad muy real en las condiciones anticipadas por Lenin y Bujarin.

    Por otra parte, las revoluciones se producirn donde los conflictos sean mayores y la lucha de clases se agudice al mximo. En otras palabras, en Europa. Ni siquiera en este esquema revolucionario hay un papel importante para los

    s~gmentos coloniales. De la misma manera que siguieron Ciegamente el desarrollo capitalista. continuarn a la zaga de las revoluciones socialistas en los pases avanzados. . Las concepciones de Lenin y BujaIin no slo eran etnocen

    tnstas e~lI'opeas, sino que adems se dirigan a elaborar una estrategIa poltica y no a reforrnular una cuestin telica.

    "

    85

  • Creo que ambas limitaciones estn en el fondo de la tencia de los marxistas modernos para plantear la colonial de manera ms correcta o al menos ms inteligente. El lenguaje pueril sobre semifeudalismos y semicapitalismos es una buena demostrac