palaeohispánica 7

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    PALAEOHISPANICA

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    REVISTA SOBRE LENGUAS Y CULTURAS

    DE LA HISPANIA ANTIGUA

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    Consejo de Redaccin:

    Director: Dr. Francisco Beltrn Lloris, Universidad de ZaragozaSecretario: Dr. Carlos Jordn Clera, Universidad de ZaragozaVocales: Dr. Xaverio Ballester, Universidad de Valencia

    Dr. Francisco Marco Simn, Universidad de ZaragozaAyudante: Dr. Borja Daz Ario, Universidad de Zaragoza

    Consejo Cientfico:

    Dr. Martn Almagro Gorbea, Universidad Complutense de Madrid

    Dr. Antonio Beltrn Martnez, Universidad de ZaragozaDr. Miguel Beltrn Lloris, Museo de ZaragozaDr. Jos Mara Blzquez Martnez, Universidad Complutense de MadridDr. Francisco Burillo Mozota, Universidad de ZaragozaDr. Jos Antonio Correa Rodrguez, Universidad de SevillaDr. Jose DEncarnao, Universidad de Coimbra, PortugalDr. Javier De Hoz Bravo, Universidad Complutense de MadridDr. Guillermo Fats Cabeza, Universidad de ZaragozaDra. M Paz Garca-Bellido, Centro de Estudios Histricos, C.S.I.C.Dr. Joaqun Gorrochategui Churruca, Universidad del Pas VascoDr. Pierre-Yves Lambert, Directeur de recherches au CNRS, Pars, FranciaDr. Kim McCone, St. Patricks College, Irlanda

    Dr. Wolfgang Meid, Universidad de Innsbruck, AustriaDr. Aldo Luigi Prosdocimi, Universidad de Padua, ItaliaDr. Manuel Salinas de Fras, Universidad de SalamancaDr. Karl Horst Schmidt, Universidad de Bonn, AlemaniaDr. Jaime Siles, Universidad de ValenciaDr. Jrgen Untermann, Universidad de Colonia, AlemaniaDr. Javier Velaza Fras, Universidad de BarcelonaDr. Francisco Villar Libana, Universidad de Salamanca

    La correspondencia y toda la relacin con la revista puede dirigirse a:Revista PalaeohispanicaInstitucin Fernando el CatlicoExcma. Diputacin de Zaragoza

    Plaza de Espaa, n 250071 - Zaragoza (ESPAA)

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    PALAEOHISPANICA

    REVISTA SOBRE LENGUAS Y CULTURAS

    DE LA HISPANIA ANTIGUA

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    2007

    Institucin Fernando el Catlico (C.S.I.C.)Excma. Diputacin Provincial

    Zaragoza, 2007

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    Publicacin nmero 2.784de la

    Institucin Fernando el CatlicoOrganismo autnomo de la Excma. Diputacin de Zaragoza

    Plaza de Espaa, 250071 Zaragoza (Espaa)

    Tff.: [34] 976 28 88 78/79 - Fax: [34] 976 28 88 [email protected]

    http://ifc.dpz.es

    FICHA CATALOGRFICA

    Los editores y los autores. De la presente edicin: Institucin Fernando el Catlico, Organismo autnomo de laExcma. Diputacin de Zaragoza

    I.S.S.N.: 1578-5386Depsito legal: Z-3.450 2001Impresin: Navarro y Navarro impresores

    IMPRESO EN ESPAA. UNIN EUROPEA

    PALAEOHISPNICA: revista sobre lenguas y culturas de Hispania Anti-gua / Institucin Fernando el Catlico.N. 1 (2001)- .-Zaragoza:Institucin Fernando el Catlico, 2001- 407 p.24 cm.

    AnualI.S.S.N.: 1578-5386

    I. Institucin Fernando el Catlico, ed.930.8 (365)

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    PALAEOHISPANICA

    REVISTA SOBRE LENGUAS Y CULTURAS

    DE LA HISPANIA ANTIGUA

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    2007

    NDICE

    ESTUDIOS

    Silvia ALFAY VILLARituales relacionados con murallas en el mbitoceltibrico .................................................. ........................ 9-41

    Edelmiro BASCUASAquis Ocerensis, diosa Ocaera, monte Ugeres y O Gers:*oger- o *uger-?............................................................... 43-54

    Patrizia DE BERNARDO STEMPELCib. auzu haurio, auzeti haurit, auzanto hauriant:Water in the Botorrita bronzes and other inscriptions(K.0.8, 1.1, 1.3, 2.1, 5.1).................................................... 55-69

    Joseph F. ESKAPhonological answers to orthographic problems.On the treatment of non-sibilant obstruent + liquid

    groups in Hispano-celtic.................................................... 71-81

    Joan FERRER I JAN y Francesc GIRAL ROYOA propsito de un semis de ildida con leyenda erder.Marcas de valor lxicas sobre monedas ibricas.............. 83-99

    Carlos JORDN CLERAEstudios sobre el sistema dual de escrituraen epigrafa no monetal celtibrica ................................... 101-142

    Juan Carlos OLIVARES PEDREOHiptesis sobre el culto al dios Cossue en el Bierzo(Len): Explotaciones mineras y migraciones ................... 143-160

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    Blanca Mara PRSPERVaria Celtica Epigraphica1) Botorrita K.1.4. Nueva lectura e interpretacin2) Nuevas organizaciones suprafamiliares del occidente

    peninsular3) Tres divinidades de la hispania celta: AEIODAICINO,AIIORAGATO, BOIOGENAE........................................ ........ 161-174

    Maria Joo SANTOSEl sacrificio en el occidente de la Hispania Romana:Para un nuevo anlisis de los ritosde tradicin indoeuropea.................................................... 175-217

    Luis SILGO GAUCHELas palabras dinero y plata en ibrico ........................ 219-222

    Ignacio SIMN CORNAGOMuko kaiko, relectura de K.9.1........................................ 223-236

    NOVEDADES EPIGRFICAS

    PereLlusARTIGUES,DolorsCODINA,NoemMONCUNILL y JavierVELAZA

    Un colgante ibrico halladoen Can Gambs (Sabadell)................................................. 239-250

    Sebastin CORZO PREZ, Mauricio PASTORMUOZArmin U. STYLOW y Jrgen UNTERMANN

    Betatun, la primera divinidad ibrica identificada ............. 251-262

    Marta GMARA MIRAMNUna inscripcin paleohispnica sobrecermica altoimperial en Cascante (Navarra)................... 263-268

    Alicia TORIJA LPEZ e Isabel BAQUEDANO BELTRNLas tesserae de la Coleccin Cerralbo.Viejas conocidas, nuevas perspectivas ............................... 269-336

    RESMENES DE LOS ESTUDIOS ................................................. 339-343

    NORMAS PARA PRESENTACIN DE ORIGINALES APALAEOHISPANICA.......................................................... 345-347

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    ESTUDIOS

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    Palaeohispanica 7, (2007), pp. 9-41

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    RITUALES RELACIONADOS CON MURALLASEN EL MBITO CELTIBRICO

    Silvia Alfay Villa

    I.INTRODUCCIN.

    Como resultado de las excavaciones que llev a cabo M. Gonzlez deSimancas en el sector noroeste del cerro de Numancia (Garray, Soria) conobjeto de estudiar el sistema defensivo de la ciudad, en el ao 1922 sedescubri una estancia adosada a la muralla que albergaba una vasija pintadacon cenizas y restos seos cremados en su interior, y un monumento decaliza de seccin trapezoidal y grandes dimensiones, bajo el quesupuestamente existan huesos quemados humanos (fig. 1). La singularidadde este hallazgo y su ubicacin intramuros han convertido ese espacio en ununicum historiogrfico peninsular para el que se han ofrecido diversasinterpretaciones que lo vinculan con una funcionalidad funeraria e inclusocultual, aunque ninguna de ellas logra dar respuestas satisfactorias a la totalidadde los interrogantes que este hallazgo plantea. El propsito de este artculo esofrecer una revisin crtica de esos restos, y plantear la existencia de rituales

    relacionados con la muralla en el mbito celtibrico, aspecto que, hasta la fecha,apenas ha sido abordado por la historiografa y para el que nicamente contamoscon evidencias arqueolgicas, dada la ausencia de alusiones a estas prcticas enlas fuentes literarias antiguas sobreHispania.

    Sabemos que en el mundo antiguo la delimitacin y la construccin delpermetro fortificado, con ocasin de la fundacin o la reconstruccin de unasentamiento, estuvieron revestidas de un carcter mgico-simblico. Esinnegable que el recinto fortificado es un elemento decisivo en el proceso deidentificacin simblica del asentamiento, ya que materializa arquitectnica-mente el lmite, la frontera que separa a la propia comunidad del espacio delOtro. Adems de tener una funcin militar y disuasoria evidente, laescenografa de la fortificacin manifiesta la vitalidad y la unidad del grupoque la ha construido, y se convierte en smbolo de la propia independencia.La muralla no es slo una fachada ofrecida al mundo exterior, un elementoidneo para suscitar en el forneo la admiracin, el respeto o el temor, sinoque adems materializa en s misma la fundacin de la comunidad que se haunido para erigirla. Como afirma P. Moret, la fortificacin es tambin unsigno de posesin, de apropiacin fsica y simblica del espacio, no solo

    porque contribuye a diferenciar el espacio propio del territorio ajeno, sino

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    tambin en tanto que, como obra terminada y diferenciada, se impone a la

    naturaleza catica e indiferenciada: lenceinte dfinit un espace dordre unmicrocosme au sein dune nature qui, por un esprit antique, est dabord unchaos hostile; en sparant, elle cre du sens.1 As, el espacio construido sedefine y se organiza usando la oposicin binaria interior/exterior, y el muro elemento bsico de la arquitectura se convierte en una barrera fsica ysimblica, en una metfora material de la separacin entre el espaciohumanizado y la naturaleza salvaje (urbs/ager), entre la ciudad de los vivosy la de los muertos, entre lo propio (dentro) y lo extrao (fuera). Dentro deeste imaginario del miedo, la concepcin de la muralla como profilaxisfrente a las amenazas exteriores se materializa arquitectnicamente a travsde metforas de proteccin, ligadas principalmente a la zona ms crtica yliminar del cinto defensivo: la puerta2. As, el acceso pudo haber sidoadicionalmente protegido mediante la monumentalizacin de la entrada, la

    presencia de elementos de carcter apotropaico, la colocacin designa de las

    divinidades tutelares de las puertas como se documenta en los mbitosgriego, etrusco y romano,3 y la realizacin de determinados rituales(cclicos o excepcionales) destinados a sacralizar y a reforzar el carcter

    profilctico de esa zona de trnsito sujeta a la contaminacin. En estesentido, A. van Gennep considera que el paso a travs de la puerta implicaun territorial pasagge en tanto que to cross the threshold is to unite oneselfwith a new world, y comporta una serie de rituales especficos deincorporacin, de separacin y de purificacin, de reubicacin.4

    Gracias a las fuentes literarias y, en menor medida, al registroarqueolgico sabemos de la realizacin en poca antigua de ritos especficosrelacionados con la fundacin de una ciudad, especialmente bien conocidos

    para el mundo etrusco y romano, donde el rito de fundacin es una prcticacultual destinada a definir el espacio ocupado, que desde el momento que

    existe separa la comunidad civil de los que no lo son a travs de ladelimitacin de la puerta principal y el pomerium, siendo ste el elementosacro constitutivo de la ciudad misma.5

    Estas prcticas fundacionales podan comportar, entre otros actosrituales, un depsito votivo de carcter cruento o incruento- que reforzara lainviolabilidad y la sacralidad del lmite urbano a travs del establecimientode un vnculo privilegiado entre esa estructura y los poderes numinosos. Entanto que elemento constitutivo del permetro habitado, los depsitosfundacionales ligados a la creacin urbana realizados en la muralla (o junto aella) podan servir, a su vez, como rituales edilicios con los que se

    pretenda garantizar la estabilidad a la estructura y que posean, igualmente,

    1 Moret 1996, p. 288.2 Gheorghiu 2001; y 2003, pp. 120-122.3

    Faraone 1992. Camporeale 2004, p. 46. Marcattili 2005, pp. 296-299.4 Gennep 1965, pp. 15-25. Como apunta Gheorghiu 2003, p. 120, every entrance involvesthe performance of a rite of passage, a process of symbolic action focussed upon the body,trough which performers of the ritual passage find and resituate themselves in cosmologicalspace.5 Sobre ritos de fundacin de ciudadesen el mundo antiguo, cf. Rykwert 1976; y Lambrinoudakiset alii 2005, pp. 344-346. Para el mundo griego, vid. Donati y Rafanelli 2004, pp. 159-160. ParaEtruria y el mbito romano cf. Le Gall 1970; Giusberti 1990; Camporeale 2004, pp. 50-51;Saladino 2004, p. 74; Woodward y Woodward 2004; Grassigli 2005, p. 295.

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    un significado protector, purificador y sacralizador, como han estudiado,

    entre otros, R. Merrifield y V. Lambrinoudakis et alii.

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    Teniendo en cuenta todo esto, parece razonable pensar que tambin enel mbito celtibrico existieron concepciones simblicas y rituales ligadas ala delimitacin fsica del poblado y a la construccin de la muralla,entendida sta no slo como un elemento de funcionalidad militar, sinocomo una lnea protectora contra todo aquello percibido como amenaza porsu imaginario. Partiendo de la base de que en las fortificaciones celtibricasconvergieron una variedad de significados simblicos para aqullos que lasconstruyeron, las mantuvieron y repararon, y cruzaron a travs de ellasdiariamente, cabe suponer que, al igual que sucede en otros mbitos delmundo antiguo, en los rituales relacionados con las muralla pudieronconfluir tanto prcticas cultuales ligadas a la fundacin y delimitacin delasentamiento, como rituales edilicios vinculados directamente con su propiaconstruccin. Es en este contexto ideolgico en el que debemos valorar las

    posibles evidencias arqueolgicas de la existencia de rituales ligados a lafundacin del asentamiento, o a la construccin y mantenimiento de lamuralla en Celtiberia, los cuales permiten entrever un imaginario simblicoen torno a la creacin del espacio habitado mucho ms complejo de losupuesto hasta la fecha. As, se conocen hallazgos singulares en fortificacionesceltibricas que, dada su ubicacin y su contexto estratigrfico, pueden serinterpretados como depsitos rituales relacionados con la construccin o lareforma de la muralla, entre los que se incluyen animales tanto completoscomo parciales, e inhumaciones de adultos e infantes. Algunos de estosrestos animales y humanos han sido identificados como sacrificiosfundacionales con los que se pretenda que la vctima inmolada, cuya energaquedaba encerrada en esa construccin, aportara la fuerza necesaria paraasegurar la estabilidad y la permanencia en ese edificio, y que, al mismo

    tiempo, lo protegiera de las amenazas externas al convertirse en su custodio.El propsito de este artculo es revisar stos y otros restos del rea celtibricacuya singularidad y contexto arqueolgico permiten vincularlos con larealizacin de rituales ligados a murallas.

    II.LA ESTANCIA DEL MONUMENTO DE CALIZA DE NUMANTIA (GARRAY,SORIA).

    La estancia numantina denominada ij en la publicacin de M.Gonzlez (fig. 1) en la que se hallaron la pieza de caliza y la tinaja tiene

    planta rectangular, y se encuentra adosada al paramento interior de lamuralla NE, en concreto a un tramo que acusaba algunas reparacioneshechas con sillarejos rojos y piedras careadas, acaso cuando se edificaron losdos compartimentos inmediatos.7 Segn la informacin de Gonzlez, la

    estancia se encontraba colmatada por un nivel de ms de 1 m. de alturacompuesto por ladrillos pulverizados y rotos en pedazos, que debieronforman parte de los muros de esa habitacin. Las estancias contiguas a sta denominadas ky l, muestran una estratigrafa similar, lo que permite pensar

    6 Cf. Merrifield 1987, pp. 50-57; Giusberti 1990, pp. 125-127; Ortalli 1990; Robert 1993;Lambrinoudakis et al. 2005, 337-346. Vid. tambin Ellis 1968; Osborne 2004, pp. 7-8.7 Gonzlez 1926a, pp. 31-34 y 39, croquis VIII, lm. LXIV.

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    que estas tres dependencias y quizs tambin otra situada a la derecha de la

    estancia ij, de la que slo se habran conservado parte de los murostransversales dado que fue arrasada por la ereccin del edificio mnopq seconstruyeron simultneamente en fechas coetneas o inmediatamente

    posteriores a las obras de remiendo de ese lienzo de la muralla NE, y fuerondestruidas a la vez, posiblemente por la ereccin de las estructuras de sillaressituadas sobre ellas, que F. Wattenberg data en poca romana (fig. 1). 8Desafortunadamente, apenas contamos con datos estratigrficos fiables deesa rea del cerro, por lo que resulta difcil establecer y fechar con seguridadel proceso constructivo del recinto fortificado y la evolucin urbanstica deesa parte del asentamiento. Pese a ello, parece plausible defender unadatacin de estas dependencias rectangulares adosadas a la muralla en elsiglo I a.C., periodo en el que se fechan los materiales hallados en su interiory durante el que se produce una ampliacin de la ciudad que conllev laconstruccin de viviendas apoyadas al recinto defensivo en diversas zonas

    de Numancia, como han sealado A. Jimeno y C. Tabernero.9

    La descripcin que ofrece Gonzlez de los singulares materialesdescubiertos en el interior de la estancia ij es la siguiente:

    En otro de los ngulos del primero de esos departamentos (g), se sac del suelo, dondeestaba enterrada y rota, una tinaja ibrica de mediano tamao y decoracin geomtricacolorida, dentro de la que se hallaron, como en el otro vaso anteriormente descubierto,cenizas grasientas y trozos de huesos humanos incinerados. Sobre el pavimento delsuelo natural, casi en el centro de la misma habitacin o dependencia ( h) se encontrtambin un notabilsimo y singular monumento, hasta ahora no estudiado a pesar dehaber sido llevado al Museo Numantino. Tan interesante pieza, que slo tena algunasgrietas cuando apareci, rompindola luego para ver lo que hubiera dentro, est labradaen caliza del pas, y por su forma lo mismo puede ser la parte superior de un sarcfago,parecido a los helnicos de perfil arquitectural, que la cubierta de una sepultura abiertaen el suelo, como pareca indicarlo el terreno excavado debajo y el relieve que ostenta lacaja ptrea en la cara exterior de la cabecera, representando un signo parecido a la Tlatina y a la sigla tau del nombre de Cristo. Mas a pesar de tener esa forma la figurarelevada, pudiera sta convenir mejor con el trazado de una marca o letra de carcteribrico, igual o muy semejante a otra que hemos visto grabada en un trozo de cermicaibrica numantina.10

    La vasija con restos humanos.

    La tinaja ibrica descubierta en esta estancia no es otra que la vasijapolcroma decorada con hipocampos enfrentados y una figura femeninavelificante que ha sido identificada como la representacin de una diosaindgena. Se trata de una pieza singular ya que, hasta el momento, es la nicaimagen femenina pintada sobre un vaso numantino dado que la otrarepresentacin mujeril es una figurilla polcroma de terracota. Resultatentador pensar que quizs la eleccin de este recipiente como urna cineraria

    pudo estar condicionada por la peculiar iconografa que lo decoraba, que,

    8 Gonzlez 1926a, pp. 33-34. Wattenberg, 1963a, p. 48.9 Jimeno y Tabernero, 1996, p. 424, fig. 9; Jimeno 1996, 64-71.10 Gonzlez 1926a, p. 33, croquis VIII, lm. XIV.

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    como sugiere R. Olmos, podra estar representando un horizonte

    escatolgico heroico.

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    Gonzlez de Simancas afirma que en el interior de la vasija se hallaron cenizas grasientas y trozos de huesos humanos incinerados, y seala como

    paralelos descubrimientos similares acaecidos en Numancia:

    En la manzana XVIII, al excavar el fondo de una bodega en el ao 1917, aparecieronentre cenizas, junto a los restos de una tinaja que conservaba parte de policroma,huesos humanos. En otro lugar, en la muralla N.-NE., dentro de las tinajas de este tipo,enterradas en el suelo natural, haba huesos humanos entre cenizas con sealesevidentes de incineracin.12

    El primer hallazgo al que alude Gonzlez se produjo al excavar labodega de la habitacin 19 de la manzana XVIII localizada cerca de lamuralla NE, donde se encontr una vasija pintada que contena restoshumanos procedentes de una cremacin, segn le confirmaron varios

    mdicos a los que consult. No se conocen ms datos de este hallazgo quelos ofrecidos por el propio descubridor, quien, en otra publicacin, precisaque los restos humanos se encontraron entre cenizas, junto a los restos deuna tinaja pintada que conservaba restos de policroma, lo que no implicaque estuviera necesariamente dentro de ella, por lo que puede que en estecaso el recipiente no se utilizara como urna cineraria.13

    En cuanto a la(s) tinaja(s) de la muralla N-NE, sabemos que en lacampaa de 1921 se descubri una vasija pintada de mediano tamao en elngulo que forma un paramento de aparejo similar al de las estancias ij, kyl al adosarse a la muralla, en una zona muy prxima a la estancia delmonumento (fig. 1). Gonzlez afirma que en su interior se recogieron, entrecenizas y tierra roja, algunos restos de huesos quemados, al parecerhumanos.14

    Dado que no se guardaron muestras del contenido de esas vasijas,resulta imposible realizar anlisis que permitan saber si ciertamente losrestos seos corresponden a seres humanos. Por ello, no podemos determinarsi Gonzlez acert en su identificacin, o si tiene razn B. Taracena alcuestionar duramente que los huesos y cenizas encontrados en el interior deestos tres recipientes sean humanos, sobre la base de que l jams hallvasos con contenido semejante en ninguna de las numerosas excavacionesceltibricas que realiz en la provincia de Soria:

    La hiptesis publicada recientemente por D. Manuel Gonzlez Simancas de que lastinajas numantinas que aparecen en las cuevas sean urnas cinerarias, no me pareceprobable. En las muy numerosas excavaciones que practiqu la extraccin de tinajasceltibricas en Numancia, Ventosa, Calataador e Izana he examinado con todaatencin el contenido de las mismas sin jams encontrar una partcula de hueso.15

    11 Gonzlez 1926b, p. 266. Sobre esta pieza cf. Wattenberg 1963a, pp. 14 y 211-212, n 1150;Romero 1976a, p. 22, fig. 5; Alfay 2003, pp. 93-94; Olmos 2005, 254.12 Gonzlez 1926a, 32; y 1926b, pp. 265-266.13 Gonzlez 1926a, p. 32.14 Gonzlez 1926a, p. 32, croquis VIII, e;y 1926b, pp. 265-266.15 Taracena 1927, p. 7, n. 1.

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    Ante la rotunda crtica de Taracena, podemos optar por no dar crdito

    alguno a la informacin de Gonzlez. Sin embargo, considero que el hechode que este tipo de prcticas funerarias intramuros slo se documenten enNumancia no es un argumento suficiente como para desestimar su veracidad,ya que piezas como el propio monumento de piedra nicamente se hanhallado en el cerro de Garray. De hecho, y como ha sealado Sopea, es

    posible que al menos en dos de los hallazgos podamos estar ante unaactividad funerario-ritual excepcional que parece responder a ciertas pautas,ya que las dos vasijas pintadas encontradas en la zona NE estaban enterradasen el suelo natural, en los ngulos de estancias adosadas a la muralla, y portanto en directa asociacin con ella, coincidencias que no parecen casuales,aunque resulte ms complicado establecer las razones que justifican sulocalizacin en el interior de la ciudad.16

    En cuanto a la datacin de estos recipientes, la nica referenciacronolgica con la que contamos es su propia decoracin, ya que sabemos

    que las tres tinajas estaban pintadas y que dos de ellas eran polcromas.Tradicionalmente la historiografa haba fechado la cermica numantinapolcroma con anterioridad al 133 a.C., pero despus de las revisionescronolgicas propuestas por F. Wattenberg y F. Romero se considera que su

    produccin se realizara a lo largo del siglo I a.C., finalizando su factura entorno al cambio de era17. Por tanto, parece razonable suponer que sa sea ladatacin de las tres tinajas, que debieron depositarse en esas estancias enalgn momento del siglo I a.C.

    El monumento de caliza decorado con una T en el testero.

    El centro de la estancia excavada por Gonzlez lo ocupaba una pieza deseccin trapezoidal, tallada en un solo bloque de caliza de aproximadamente2 m de largo (fig. 2).18 Aunque apareci entera, en el momento de su

    descubrimiento fue destrozada en varios fragmentos para comprobar quealbergaba en su interior, mostrando que se trata de una pieza hueca. Bajo elmonumento se descubri una fosa excavada en el suelo, cuyos ladosmostraban una cierta inclinacin, que contena una capa de tierra negruzcaen la que se reconocan restos de madera muy descompuestos, as comotrozos de hueso de pequeo tamao de los que Gonzlez no precisa si eranhumanos o no.19

    Dado que no se conocan paralelos para esta pieza en la PennsulaIbrica, la historiografa ha atribuido a este singular monumento unafinalidad funeraria sobre la base de criterios formales, ya que resultaevidente su similitud con la tapa de un sarcfago o de una tumba. As,Gonzlez afirmaba que por su forma lo mismo puede ser la parte superiorde un sarcfago, parecido a los helnicos de perfil arquitectural, que la

    cubierta de una sepultura abierta en el suelo, como pareca indicarlo el

    16 Sopea 1995, 256-257.17 Cf. Wattenberg 1963a. Romero 1976, pp. 177-192; Id., 2005, 351-358. Olmos, 1986, p.216. Jimeno et al. 1990, pp. 43-48. Garca-Heras 1998, pp. 131, 136-138.18 Esta pieza se conserva en el Museo Numantino con el nmero de inventario 13.787, y susdimensiones exactas son 170 cm de largo, y una anchura de 67,5-69 por 35-39,2 cm.19 Gonzlez 1926b, p. 269.

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    terreno excavado debajo. Wattenberg tambin aluda a que se trataba de

    una especie de altar o de tapa de forma tumbal, y Sopea lo considera unprevisible sepulcro que, o bien es la parte superior de una obra funeraria depiedra (cuyo cuerpo inferior no consta), o bien la cubierta de una sepulturahecha directamente en el suelo.20 Esta interpretacin de la pieza ptrea enclave funeraria concuerda con la existencia de restos seos bajo la misma aunque no sabemos si faunsticos o humanos, y con el hallazgo en esaestancia de la vasija utilizada como urna cineraria, remitiendo todo ello a unmbito necroltrico. Dado que la pieza parece pertenecer al mismo horizonteestratigrfico que la vasija polcroma hallada en el ngulo de la estancia,cabe hacer extensiva a sta su datacin en el siglo I a.C. Adems, la posicincentrada del monumento en el interior de esa construccin parece indicar queste era el elemento principal en torno al cual se ordenaba ese espacio.

    En cuanto al motivo ancoriforme invertido T que decora el testero,Gonzlez lo relacion con una marca o letra de carcter ibrico, igual o

    muy semejante a otra que hemos visto grabada en un trozo de cermicaibrica numantina, descartando su interpretacin inicial como la sigla tau delnombre de Cristo.21 Ciertamente, el smbolo ancoriforme del monumentode caliza aparece abundantemente repetido tanto pintado como inciso (fig.3) en soportes cermicos numantinos, aunque su interpretacin escontrovertida.22 As, por ejemplo, R. Olmos considera que este signo podraser la estilizacin de la palmera representada en las monedas hispano-

    pnicas en concreto las de la serie XI del caballo parado con palmera,acuadas por los generales Brquidas entre el ao 218 y el 206 a.C.,tratndose de la interpretatio celtiberica de ese motivo pnico.23Wattenberg, en cambio, describe ese motivo como media luna, lecturaiconogrfica compartida por F. Romero, para quien se trata de crecienteslunares, aunque tambin denomine a estas representaciones ncoras,

    anclas invertidas, o rboles.

    24

    Una interpretacin ms simblica es lapropuesta por G. Sopea, para quien se trata de la representacin del martillode la divinidad cltica Sucellus, un dios golpeador que porta un mazo conel que puede matar si golpea con el lado izquierdo, o dar la vida y

    propiciar la fecundidad si lo hace con el lado derecho.25 F. Marcocomparte esta exgesis del signo ancoriforme como el martillo de Sucellus,lo que se adecuara a la identificacin de la pieza de caliza como unsepulcro.26 Pero, en mi opinin, no debemos apoyarnos en el carctersupuestamente funerario del monumento para sostener la interpretacin del

    20 Gonzlez 1926a, p. 33. Wattenberg 1963a, pp. 14 y 48. Sopea 1995, p. 257. En Celtberos2005, n 263, esta pieza es descrita como estructura funeraria, tipo sarcfago.21 Gonzlez 1926a, p. 33.22 Wattenberg 1963a, n 1111-1112, p. 209, tab. XLII; n 1164, p. 213, tab. XLV; n 1222, p.

    209; n 1260, pp. 48 y 128, lm. XII; n 1322, p. 209, lm. XIX; n 1323, p. 209, lm. XIX.Romero 1976, n 1 y 2, pp. 19-20, fig. 1; n 7, p. 20, fig. 3; n 24, p. 23, fig. 7; n 347, p 69,fig. 42. Sopea 1995, pp. 257-262, figs. 67-77. Alfay 2003, pp. 89-90, figs. 20-21. Sobre laposible representacin de este motivo en monedas de la ceca de Arsaos, cf. Pastor 1998, pp.21-30, figs. 10-17.23 Olmos 1986, pp. 216-217; y 2005, pp. 259-260.24 Wattenberg 1963a, p. 209. Romero 1976, pp. 19-20, 23 y 32.25 Sopea 1995, pp. 259-262; Alfay 2003, pp. 88-91.26 Marco 2004, p. 131, n. 19.

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    motivo como el mazo de Sucellus, y al mismo tiempo defender la finalidad

    tumbal de la pieza sobre la base de que el smbolo que decora su cabeceraest vinculado a una divinidad infernal. As que, por el momento, debemosreconocer que ignoramos cul es el simbolismo que se esconde tras elarchirepetido motivo ancoriforme que, sin embargo, debi ser fcilmentereconocible para los numantinos del siglo I a.C., aunque coincido conSopea en descartar que pueda tratarse de una vulgar marca de cantera, o deun epgrafe en signario paleohispnico utilizado como signo de propiedad.Tampoco sabemos qu motiv la eleccin de este signo como nicadecoracin de tan singular monumento, aunque es posible que sta estuvieracondicionada por la funcionalidad de la pieza.

    La interpretacin de Gonzlez de Simancas: un heroon relacionado conla defensa mgica de la muralla.

    La historiografa ha tratado de ofrecer una explicacin coherente quejustifique la conservacin de restos humanos en esa estancia localizada en elinterior de la ciudad y prxima al recinto defensivo. Gonzlez fue el primeroen identificar la estancia como un heroon en el que se habran depositado losrestos cremados de individuos notables de la comunidad, cuya ubicacin

    junto a la muralla contribua a reforzar ritualmente el carcter defensivo dela misma27. Sopea retoma esta idea al atribuir a estos enterramientos unuso de carcter profilctico relacionado con la defensa de la ciudad. En suopinin, la estancia donde fueron depositadas la vasija cineraria y la pieza decaliza habra sido claramente realizada ad hoc con un destinoinequvocamente mgico-defensivo: los restos humanos habran sidoenterrados en el suelo de habitaciones contiguas a la muralla con unafinalidad apotropaica, acorde con la creencia de que el espritu del difuntodara solidez a la propia fortificacin y continuara defendiendo la ciudad

    desde el Ms All. En ningn caso apunta Sopea hacia el sacrificiointencionado de esos individuos como parte de un ritual fundacional, sinoque interpreta la conservacin intramuros de sus restos como un recurso deeficacia extraemprica destinado a proteger a la comunidad y, al mismotiempo, honrar pstumamente a esos muertos.28 Y, ciertamente, en el casonumantino no contamos con evidencias arqueolgicas que nos permitanhablar de sacrificios humanos vinculados a la construccin o a la reforma delrecinto defensivo, de los que s tenemos constancia en otras zonas de laCltica, como se ver ms adelante.

    El paralelo galo: los heroa intramuros.

    A favor de esta interpretacin de la estancia numantina como un heroonpuede sealarse la existencia de un conjunto de installations funraires galas

    de los siglos IV-II a.C. identificadas igualmente como heroa, que presentansignificativos rasgos en comn con la dependencia celtibrica y que hasta elmomento no haban sido tenidas en cuenta por la historiografa hispana. Setrata de estancias localizadas siempre en el interior de los asentamientos,

    27 Gonzlez 1926a, p. 39.28 Sopea 1995, pp. 256-257 y 259.

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    junto a las murallas o cerca de ellas, en las que se documenta el depsito

    intencionado de restos humanos incinerados y la existencia de sencillosdispositivos cultuales, y que han sido interpretadas unnimemente por lahistoriografa como heroa desde los que los all enterrados protegeran a lacomunidad. P. Arcelin y J. L. Brunaux, entre otros, consideran que laexistencia de restos incinerados dispuestos excepcionalmente en el interiorde estos poblados galos debe relacionarse con la creencia de que por mediode las reliquias de los grandes personajes convertidos de este modo enhroes protectores de la comunidad se obtena la proteccin del hbitat.29Esta interpretacin que concuerda con la ofrecida por Gonzlez y Sopea

    para el recinto de Numancia que, al igual que los hallazgos galos, se sitajunto a la muralla, contiene restos humanos incinerados y, quizs tambin,un dispositivo cultual, de interpretar el monumento de caliza como unaespecie de altar o mesa ritual hiptesis que ya fuera propuesta porWattenberg.30

    Se trata de la tombe de chef descubierta en el punto ms alto delpoblado de Pech Maho, Sigean (Aude), en una zona estratgica en el eje dela defensa del poblado y desde la que poda controlarse toda la campia. Latumba se emplaza en el interior de una estancia situada cerca de la entrada ytras la muralla principal, y se data en la primera mitad del siglo III a.C. Setrata de una fosa circular que contena huesos humanos calcinados, unaespesa capa de cenizas negras y un rico ajuar. Una alineacin de sillaresdelimitaba un pequeo dispositivo cultual parcialmente superpuesto a latumba, identificado como un recinto en el que se habran depositadoeventuales ofrendas funerarias y que, segn . Gailledrat y G. Marchand,habra tenido una funcionalidad ceremonial comunitaria.31 Y. Solier, P.Arcelin, B. Dedet y M. Schwaller han interpretado esta tumba como elenterramiento de un importante guerrero que, a su muerte, habra sido

    elevado a la categora de hroe protector, y que salvaguardara a la ciudaddesde su tumba emplazada en un lugar estratgico de la ciudad, identificadoeste espacio como un heroon indgena.32

    En el interior del recinto fortificado del poblado de Le Cayla, enMailhac (Aude), se exhum una estancia que contena restos humanosincinerados y un rico ajuar funerario, que ha sido igualmente interpretada

    por O. Taffanel, M.J. Taffanel, Arcelin, Dedet y Schwaller como un heroonen el que se celebraron ofrendas libatorias en el siglo IV a.C.33

    Tambin como un heroon interpretan Arcelin, Dedet y Schwaller unaestancia situada cerca de la muralla del poblado de Pain-du-Sucre, enVerduron (Marsella), en cuyo interior se hallaron vestigios de una sepulturade incineracin en torno a la que se haba dispuesto un modesto recinto de

    29 Dedet y Schwaller 1990, pp. 138-141; Arcelin, Dedet y Schwaller 1992, pp. 203-206;Arcelin y Brunaux, 2003, pp. 245-246; Arcelin y Gruat 2003, pp. 199-201.30 Wattenberg 1963a, p. 48.31 Gailledrat y Marchand 2003, pp. 234-238, fig. 143.32 Solier 1968, pp. 7-37. Dedet y Schwaller 1990, pp. 139-141. Arcelin, Dedet y Schwaller,1992, pp. 203 y 206, fig. 12.33 Taffanel y Taffanel 1960, pp. 13-37; Dedet y Schwaller 1990, pp. 138-141, fig. 1; Arcelin,Dedet, y Schwaller 1992, p. 203.

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    piedras, identificado como una mesa de ofrendas, fechndose todo el

    conjunto entre mediados del siglo III a.C. e inicios del II a.C.

    34

    Igualmente, estos investigadores relacionan el recipiente de plomo y losrestos de crneo humano descubiertos en una calle del oppidum de LaCloche, en Pennes-Mirabeau (Provenza), con la existencia de un posibleheroon en torno al 100 a.C., interpretando la pieza metlica como una urnacineraria.35

    Teniendo en cuenta estos paralelos, la identificacin de la habitacin deNumancia como un heroon es verosmil, aunque encuentra un obstculo: elhallazgo casual en esa zona del cerro de otros dos monumentos de calizaidnticos al descubierto por Gonzlez, de los que F. Wattenberg ya diera aconocer su existencia en el ao 1963.

    Los dos monumentos de caliza hallados a principios de los aos 60.

    Aunque tradicionalmente se ha venido repitiendo que en la HispaniaCltica no se conoce ninguna pieza indgena parecida al monumento ptreo,lo cierto es que gracias a Wattenberg sabemos del hallazgo en el cerronumantino de otras dos piezas similares a la encontrada por Gonzlez, yaque l es el nico investigador que menciona

    la aparicin de dos piezas de forma tumbal de unos 2 metros de longitud, que parecentener un carcter funerario y cuyo modelo ya fue conocido en las excavaciones deGonzlez de Simancas, al construirse la carretera de acceso al cerro por la DiputacinProvincial, con anterioridad a la iniciacin de las excavaciones en el ao 1963.36

    Se trata de dos monumentos de arenisca que se encontraron casualmenteen el transcurso de las obras realizadas a principios de los aos 60 en la zona

    NE del cerro con el fin de acondicionar el acceso al yacimiento. Sedesconoce el paradero actual de estas piezas, ya que ni consta su ingreso enel Museo Numantino, ni entre los papeles de Wattenberg se conservanreferencias al lugar de su depsito, como me ha confirmado amablemente suhija E. Wattenberg.37 De hecho, los nicos datos con los que contamos parael estudio de estas piezas son las referencias dadas por Wattenberg, y lafotografa de una de ellas publicada en su trabajo de 1963 (fig. 4), que seacompaa del siguiente pie de foto: Fragmento de una pieza de arenisca deforma tumbal, hallada en la zona N.E. con una T o tau en el lugar quefijamos como campo de la necrpolis numantina.38 Seguramente, el hechode que no precise en su comentario a la lmina que se trata de la foto de unnuevo hallazgo ha motivado que hasta la fecha la historiografa no hayareparado en la existencia de esa pieza, y ello pese a que una observacindetallada de la fotografa permite comprobar que se trata de un monumentodiferente al descubierto por Gonzlez (figs. 2 y 4). En primer lugar, ste

    aparece fracturado por zonas distintas a las que muestra el conservado en el

    34 Arcelin, Dedet y Schwaller 1992, pp. 204-205, fig. 13.35 Arcelin, Dedet y Schwaller 1992, pp. 205-206, figs. 14-15. Arcelin y Gruan 2003, p. 199.36 Wattenberg 1963b, pp. 141-142; y 1983, p. 17.37 Agradezco a la Dra. E. Wattenberg que respondiera amablemente a mis preguntas acercadel paradero de estas piezas.38 Wattenberg 1963a, p. 246, fotografa XXII, n 2.

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    Museo Numantino. Tampoco coincide exactamente el motivo ancoriforme

    tallado en la cabecera de la pieza publicada por Wattenberg con el de lapieza hallada en 1922, que es mucho ms estilizado, tiene un brazo centralms alargado y ocupa la totalidad del testero en su desarrollo en altura.Adems, dado que en la pieza descubierta por Gonzlez slo se grab esemotivo en uno de los dos extremos, es imposible que la fotografa puedacorresponder al otro testero del mismo monumento, por lo quenecesariamente ha de tratarse de otra pieza distinta, aunque suscaractersticas formales e iconogrficas sean muy similares.

    Es posible que estas dos nuevas piezas aparecieran completas, lo queexplicara que Wattenberg afirme que medan 2 m. de largo dimensionesmuy similares a las de la pieza hallada por Gonzlez, y que, al igual quesucedi en 1922, los obreros que encontraron las piezas las destrozaran paraver qu contenan dentro, ya que, de hecho, en la fotografa de 1963 seaprecia que las roturas de ese monumento son recientes (fig. 4).

    Adems de estos tres monumentos, es posible que incluso exista uncuarto, ya que J. R. Mlida y B. Taracena mencionan en el inventario de losobjetos encontrados en las excavaciones de Numancia durante la campaa de1921 y depositados ese mismo ao en el Museo Numantino unmonumento de piedra de forma troncopiramidal, con una letra en relieve enuna de las caras, que incluyen dentro del material celtibrico.39 Ladescripcin de esa pieza coincide exactamente con las caractersticas de lahallada por Gonzlez, por lo que podramos pensar que quizs sea la misma,algo que no parece posible dado que sta se descubri un ao despus, en1922. Aun as, tampoco hay que descartar que Mlida y Taracena incluyeranen el ltimo momento en su listado de ingresos al Museo Numantino

    publicado en 1923 el monumento encontrado por Gonzlez, al que noaluden en ninguna otra parte de su memoria, del que no precisan el lugar en

    el que se encontr, ni aportan fotografas que permitan su comparacin conla pieza exhumada en la estancia ij. Desafortunadamente, ha sido imposiblelocalizar esta pieza entre los fondos del Museo Numantino.

    La interpretacin de los dos nuevos monumentos de piedra y su contextoofrecida por Wattenberg: la necrpolis numantina del siglo I a.C.

    Dado que la carretera de acceso a las ruinas se construy en la laderaNE del cerro, junto a las antiguas excavaciones de Gonzlez, pareceverosmil suponer que las dos nuevas piezas proceden de una zona cercanaal recinto defensivo y, por tanto, a la estancia ij, aunque desconocemos si sehallaron en el interior del poblado o fuera de las murallas. Ello implica quelos tres monumentos se concentran en un rea relativamente pequea, lo queno parece ser casual, como tampoco su relacin cuando menos de cercana

    topogrfica con las tres vasijas pintadas que contenan cenizas y restoshumanos. Se hace necesario, por tanto, buscar una explicacin para laconcentracin de estos elementos aparentemente vinculados al mbitofunerario en esa parte del cerro. Una de las posibles hiptesis sera la deque en esa rea estuvo situada una necrpolis celtibrica, posibilidad que ya

    39 Mlida y Taracena 1923, p. 10.

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    haba sido planteada por diversos investigadores de la primera mitad del

    siglo XX, que valoraban los hallazgos de Gonzlez como los nicos indiciosconocidos sobre la ubicacin de la necrpolis celtibrica. De hecho,Wattenberg afirmaba que:

    la necrpolis de Numancia no puede tener otra localizacin que la de esta zona E.-NE,emplazada junto a una puerta de salida que Gonzlez de Simancas localiz. Lanecrpolis numantina estar debajo de los muros de Numancia, de sus defensas, y a sualrededor, en esta zona sealada, como ocurre en otros castros semejantes, como elvacceo de La Osera.40

    Movido por esa conviccin sin duda reforzada por el hallazgo casualde los dos monumentos, Wattenberg decidi realizar en el ao 1963 variossondeos en esa zona con el fin de determinar el emplazamiento de lanecrpolis. Para el primero de ellos eligi un rea situada fuera de lamuralla, y prxima a las estructuras defensivas exhumadas por Gonzlez,

    que constitua la prolongacin de la calle D, una de las vas principales delpoblado. En las catas que realiz en ese sector encontr, bajo una capasuperficial de arrastres romanos y un potente estrato estril, un nivel deincendio formado por carbones, tapial destruido, adobes quemados, vigas ymaderos carbonizados, restos de animales, fragmentos cermicostardoceltibricos y romanos, y una moneda de Calagurris, todo ello sobre el

    pavimento enlosado de una calle. Wattenberg data los materiales hallados enese nivel de incendio entre el perodo final del mundo celtibrico y la

    primera mitad del siglo I d.C. El segundo sondeo tambin se situ fuera delas murallas, en una zona ms hacia el nordeste donde parecan aflorarempedrados con aspecto de estar destruidos, que recordaban por sudisposicin conjuntos tumulares. En este lugar, Watteberg sac a la luz un

    piso de grava afirmado en el que se observaban roderas de carro,

    interpretndolo como un camino exterior de acceso a la ciudad que estaraorientado en direccin a la calle D. Tambin encontr fragmentos de dostoscas hojas de cuchillo, una punta de regatn, clavos de hierro, tres trozosde cermica y un fragmento de un caldero de bronce, todos ellos objetos detipologa celtibrica datados en el siglo I a.C.41

    Aunque ciertamente su bsqueda de la necrpolis result decepcionantecomo el mismo reconoca, Wattenberg no descart la posible localizacindel cementerio de los habitantes de la Numancia del siglo I a.C. en una zonacercana a sus sondeos.42 En su opinin, la necrpolis pudo haber sidoinutilizada por la ampliacin del recinto defensivo a finales del siglo I a.C.,quedando integrada en parte en los nuevos lmites de la ciudad, y arrasada ensu gran mayora. Testimonios residuales de ese espacio cementerial, situadoinicialmente fuera de la ciudad y junto a una va de comunicacin, podranser los tres monumentos funerarios, las dos vasijas con cremaciones

    humanas, los posibles tmulos desmontados de la ladera NE, y el regatn yel fragmento de caldero, que identifica como elementos de un ajuar

    40 Wattenberg 1963a, p. 25.41 Sobre los resultados de los sondeos cf. Wattenberg 1983, pp. 17-18, 288-299.42 De cualquier modo, no deja de resultar sorprendente que la necrpolis celtibrica excavadaslo alcance hasta el 133 a.C., desconocindose, por el momento, donde se enterraron loshabitantes de Numancia en fechas posteriores; cf. Jimeno et al. 2005.

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    funerario.43 Esta hiptesis interpretativa contara con el paralelo de lo

    sucedido en el castro vettn de La Mesa de Miranda, en Chamartn de laSierra (vila), donde la ampliacin del tercer recinto defensivo conllev elarrasamiento parcial de la zona VI de la necrpolis de La Osera, sobre laque se construy la muralla.44

    De cualquier modo, no tenemos constancia en el caso numantino de querealmente la necrpolis de la primera mitad del siglo I a.C. estuviera situadaen esa zona. De hecho, Jimeno cuestiona la reduccin propuesta porWattenberg al sealar que las prospecciones realizadas con tcnicasgeofsicas en esa rea depararon restos y estructuras no funerarias, que hayque relacionar con establecimientos artesanales,45 funcionalidad que, sinembargo, tampoco explicara el hallazgo de las tres singulares piezas ptreasen esa zona. En este sentido, no quisiera dejar de sealar que en la campaade excavaciones del ao 2003 se ha descubierto en esa rea del cerro unainteresante construccin monumental que permanece indita y de la que

    tengo conocimiento gracias a la amabilidad de A. Jimeno, que ha sido(provisionalmente) datada a finales del siglo I a.C., hallazgo que, sin duda,plantea nuevas e interesantes perspectivas sobre esa zona de la ciudaddurante ese perodo cronolgico.46

    En resumen

    Dadas las similitudes, parece indudable que todos los monumentosptreos proceden del mismo taller, quizs localizado en la propia Numanciasi se confirmara el origen local de la caliza sugerido por Gonzlez.47 Perodesconocemos cul es el modelo de estas piezas, para las que no contamoscon paralelos en el mbito peninsular, ni sabemos las razones por las cualesla utilizacin de este tipo de monumentos se restringe a la ciudad de

    Numancia. Si se tratara de monumentos funerarios, no podemos determinar

    quines encargaron estas piezas ni cul era la identidad de los all enterrados,aunque si tenemos en cuenta su excepcionalidad y el coste de las mismas,cabe suponer que pueda tratarse de personajes de una cierta relevanciasocial, que encontraran en estas piezas una expresin visual de su prestigioy poder mucho ms efectista que las tradicionales estelas utilizadas en lasnecrpolis celtibricas. Pero tampoco habra que descartar la posibilidad deque esas piezas hubieran desempeado una funcionalidad cultual, quizscomo monumentales dispositivos rituales mesas o altares, relacionadoscon los restos humanos all depositados y con la cercana muralla.

    Considero, por tanto, que es plausible la interpretacin de estaenigmtica dependencia como un heroon vinculado a la defensa mgica de laciudad, ya que este tipo de lugar de culto comunitario localizado intramuroscuenta con paralelos en el mundo galo y se encuadrara en el conjunto de

    rituales relacionados con la proteccin mgica de la muralla atestiguados enCeltiberia, que sern analizados ms adelante. Sin embargo, la existencia de

    43 Wattenberg 1983, pp. 18 y 298.44 Cabr, Cabr y Molinero 1950, pp. 158-162, 200-204.45 Jimeno 1996, p. 58.46 Agradezco al Dr. A. Jimeno que compartiera conmigo dicha informacin.47 Gonzlez 1926a, p. 33.

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    otros dos monumentos de piedra similares al encontrado por Gonzlez

    procedentes tambin de esa zona del cerro plantea nuevos interrogantessobre la funcionalidad de la estancia y de las piezas que, por el momento, noencuentran fcil respuesta. Asimismo, an se hara necesario explicar elhallazgo de las tres vasijas cinerarias en el interior de la ciudad dos enestancias adosadas a la muralla, y una bajo el suelo de una habitacin

    prxima al cinto defensivo, cuya probable datacin en el siglo I a.C. obligaa descartar su vinculacin con prcticas funerarias de urgencia vinculadas alasedio escipinico. En mi opinin, es posible que en el caso de las tres urnascinerarias asociadas a muralla nos hallemos ante prcticas profilcticasrelacionadas con la defensa mgica de la ciudad, aunque su interpretacinsea problemtica dada la escasa informacin sobre su contexto arqueolgico.

    La casa-tumba de Peahitero, Fitero (Navarra): otro heroonvinculado a una fortificacin?

    Un posible paralelo peninsular para la estancia numantina podra ser lacasa-tumba descubierta en el interior del asentamiento de Peahitero, enlo que ha sido identificado como una gran residencia fortificada de un jefetribal o militar (prncipe) protocelta. En los aos 2004 y 2005, M. Medranoy A. Daz exhumaron una estancia rectangular, de aproximadamente 10 m 2,que est adosada a la muralla Este o situada en el interior de la misma, yque presenta en su parte occidental un banco hecho con adobe y en laseptentrional un pequeo hogar. En el interior de esa dependencia sehallaron vasijas colocadas en el suelo, dientes de jabal, cuernas de ciervo, la

    parte superior de un casco de hierro, y dos fragmentos del crneo y lamandbula inferior de un varn de edad avanzada, que sus descubridoresidentifican como la cabeza de un prncipe guerrero proto-celta del siglo VIa.C. Esta estancia ha sido interpretada como la casa-tumba de ese jefe, que

    intencionadamente reproducira una habitacin en la queel difunto se encontrase en el otro mundo como en su casa terrenal, lo que explica elbanco para sentarse y el pequeo hogar, en el que celebraron una comida ritual (puesfue usado y se hallaron en l huesos de pequeos animales) antes de sellar la tumba conadobes y piedras.48

    De este modo, la cabeza del prncipe guerrero habra sido enterrada porsus paisanos en la estancia dentro del cuerpo de la muralla mirando al este,con todos los dems objetos, para que les protegiese de los peligros,tratndose de una prctica funerario-profilctica que encontrara su correlatoinsular en el relato medieval Branwen, hija de Llyr, de los Mabinogion, enel que se narra como la cabeza del rey gals Bran fue enterrada en una colinalondinense con el propsito de proteger mgicamente la isla de plagas y

    enemigos procedentes del continente.49

    Pese a lo atractiva que resulta esta interpretacin, resulta discutible laidentificacin de ese espacio como una casa-tumba sobre la base delhallazgo de los restos seos humanos, ya que tambin podra tratarse de un

    48 Medrano y Daz, 2006, pp. 48-51, planos 1-3; www.fitero.org/historia/penaitero.html, conuna fotografa de los fragmentos craneales.49 Cf. Mabinogion 1988, pp. 40-43; Merrifield 1987, p. 74.

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    caso de conservacin intencionada de restos humanos craneanos en un

    contexto no funerario, ya sea ste domstico, cultual o de escombrera. Dehecho, esta prctica no funeraria de preservacin de huesos humanos estatestiguada en asentamientos peninsulares de la II Edad del Hierro como LaPea del Saco, tambin en Fitero, donde se hallaron restos seos que

    posiblemente fueron utilizados como amuletos, Numancia en la que sedescubrieron cuatro crneos sin maxilar en una misma dependencia, ascomo otros restos humanos trabajados, o La Hoya donde se hall uncrneo humano junto a un hogar, en lo que parece ser una estanciadomstica, adems de otros huesos humanos manipulados, por mencionarslo varios ejemplos.50 En el mundo ibrico se documenta igualmente unaconservacin intencionada de restos seos humanos asociados a espacioscultuales, a contextos domsticos, y a silos, y un fenmeno similar seatestigua en numerosos asentamientos galos e insulares. Las explicacionesque se ofrecen para estos hallazgos son variadas, ya que la presencia de

    restos humanos intramuros puede responder a causas muy diversas: algunosse tallaron para servir como amuletos, mientras que otros parecen estarrelacionados con la prctica de la decapitacin de enemigos y la exhibicinde sus cabezas tanto en mbitos pblicos como privados. En ciertos casos,el contexto arqueolgico permite suponer que su conservacin se debe a suuso en prcticas cultuales (privadas o colectivas), ya sea ligadas a laveneracin de ancestros o a otro tipo de rituales cuyo significado nos esesquivo. As, por ejemplo, restos humanos se han encontrado en silos,

    posiblemente relacionados con rituales de fertilidad, comienzo o clausura,mientras que otros huesos aparecen relacionados estratigrficamente conniveles de cimentacin o construccin de estructuras, lo que permiteidentificarlos como depsitos de fundacin. Sin embargo, en ocasiones seimpone una explicacin ms prosaica, ya que la presencia de huesos

    humanos en escombreras o cenizales parece vinculada a su tratamiento comodeshechos, carentes ya de toda carga simblica o afectiva.51Teniendo en cuenta todas estas posibilidades interpretativas, me parece

    que la identificacin del espacio de Peahitero como una estructurafuneraria construida a semejanza de una casa en miniatura en la quealbergar los restos de un importante guerrero ha de ser valorada con cautela.Es posible que la presencia de los fragmentos craneanos en esa estancia noest relacionada con su uso como lugar de enterramiento, sino con suconservacin intencionada en un espacio cuya funcionalidad an ha de

    precisarse, aunque la inmediata proximidad a la muralla deje abierta laposibilidad de que la presencia de los huesos humanos pudiera estarvinculada con algn tipo de prctica ritual relacionada con la fortificacin.

    50 Alfay, e.p.. Pea del Saco: Taracena y Vzquez de Parga 1947, p. 80, lm. VI. Numancia:Taracena 1943; Gmez Santacruz 1947, p. 103. La Hoya: Llanos 1981, p. 12.51 Cf. para mundo cltico Cunliffe 1993; Aldhouse-Green 2002; Ralston 2006, pp. 137-138.Para Gallia, cf. Dedet y Schwaller 1990, pp. 147-150; Brunaux y Meniel 1997, pp. 202-211;Arcelin y Brunaux (dirs.) 2003, pp. 118-119, 188-190, 199-209, 245-246; Delattre 2006. Parambito ibrico, cf. Rovira i Hortal 1998; Alfay 2002, pp. 69-72; y e.p.

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    III. INHUMACIONES RELACIONADAS CON MURALLAS EN EL MBITOCELTIBRICO

    .Entre los posibles rituales vinculados a murallas en Celtiberia seincluyen los singulares enterramientos descubiertos en el interior de untorren de Bilbilis, que han sido interpretados por un sector de lahistoriografa como sacrificios humanos edilicios indgenas con los que seesperaba que la vctima inmolada deviniera en genio protector de laconstruccin y, por ende, de la comunidad cvica. Tambin se ha sugeridoque algunas inhumaciones infantiles descubiertas junto a murallas o en reas

    perimetrales podran estar relacionadas con rituales destinados a protegermgicamente los asentamientos.

    Ciertamente, las evidencias de inhumaciones cerca o bajofortificaciones son especialmente inusuales en el mundo antiguo, y merecenconsideracin como indicador de prcticas no mundanas asociadas a este

    tipo de estructuras. Es posible, sin embargo, que el hallazgo de restoshumanos completos o parciales en lneas de defensa pueda responder amotivaciones no rituales: su presencia all puede deberse a acontecimientosblicos; a que fueron arrojados a las afueras del poblado como deshechos; oa que fueron expuestos en la puerta o los lienzos de la muralla con unafinalidad ejemplarizante y punitiva aunque obviamente tambin apotropaicay defensiva, en tanto que disuade a otros enemigos o delincuentes y expresael poder de la comunidad; o a que fueron enterrados all en un periodo deamortizacin de esa zona; entre otras razones. En cambio, la naturalezadeliberada, intencional, de la asociacin entre algunos de estos restoshumanos por lo general dispuestos bajo las murallas o en su interior y lafortificacin parece indudable, lo que unido al inusual carcter delenterramiento en s mismo refuerza la idea de que se trata de un depsitoespecial, posiblemente votivo, siendo interpretados en su mayora como

    inhumaciones fundacionales. Ms difcil resulta establecer si los enterradosbajo las murallas o prximos a ella murieron por causas naturales, o si setrata de sacrificios humanos vinculados con la fundacin o la reforma de lafortificacin, como podra suceder en South Cadbury (Somerset), Hod Hill yMaiden Castle (Dorset), en Sutton Walls (Herefordshire), o en ChaoSamartn (Asturias), entre otros ejemplos.52

    Los enterramientos fundacionales del torren de Bilbilis Italica(Hurmeda, Zaragoza).

    Como un ritual indgena vinculado al nivel fundacional del recintodefensivo de Bilbilis han sido interpretadas las tres inhumacionesdescubiertas en un torren situado en la cima del Cerro de Bmbola, que seencuentra adosado exteriormente a la muralla aunque no forma cuerpo con

    ella, y presenta una planta cuadrada de 6, 50 m que ha sido realizada con elmismo aparejo que el resto del recinto fortificado. Debido a la fuerte erosin,los muros de esta construccin estaban muy arrasados cuando, en el ao

    52 Whimster 1981, vol. I, pp. 29-31, 179-180; y vol. II, pp. 249-252. Brunaux 1986, pp. 117-118; Merrifield 1987, pp. 50-54. Birkhan, 1999, p. 297, fig. 507. Aldhouse-Green 2002, pp.165-168. Villa y Cabo 2003, pp. 143-151, fig. 2, lm. II-III. Ralston 2006, pp. 133-142.

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    1972, M. Martn Bueno decidi llevar a cabo una cata en el interior de la

    torre que slo afect a la mitad de la superficie, ya que el resto se dej sinexcavar, lo que supuso una irremediable prdida de informacin que resultadecisiva para la interpretacin general del conjunto (fig. 5). Bajo un niconivel de tierra muy dura y fuertemente apisonada, se encontraron los restos

    pertenecientes a tres esqueletos humanos, de cuya disposicin y ajuar se haofrecido informacin contradictoria.53

    El primero de ellos apareca boca abajo, en una postura violenta, conbrazos y piernas separados, que daba la impresin de haber sido arrojado allms que depositado.54 Junto a su cabeza se hall el crneo de una pequeaave Martesfoida o gardua, una mandbula de oveja o cabra, y algn otrohueso de fauna, quizs de cerdo o jabal. Desafortunadamente, estos restosno fueron exhumados en su totalidad ya que, pese a ser visibles en el corte(fig. 5), formaban parte de la mitad de la torre que no se excav, por lo quese dejaron in situ, a la espera de futuras excavaciones que nunca han

    llegado a realizarse, motivo por el cual no puede descartarse que el cadverestuviera asociado a ms restos, ya sean faunsticos o de otro tipo.El segundo esqueleto, cuya posicin exacta dentro del torren es

    problemtica,55 presentaba posicin fetal, estando las rodillas y los brazostotalmente replegados sobre el crneo, de tal modo que el volumen del

    paquete seo no alcanzaba medio metro de longitud. Segn Martn Bueno,por su estudio detallado y por su posicin parece evidente que nosencontramos ante un enterramiento secundario, atados los restos de aqul,una vez descarnados parcialmente, pero contando desde luego con tendonesy ligamentos, ya que los restos aparecen perfectamente ligados. Bajo lamandbula de este individuo se recuper parte del borde de una vasijaindgena con asas y sin decoracin, y junto al crneo se hallaron restos de uncuervo Corvus corax, y diversos fragmentos de cermica pintada

    pertenecientes a una jarra. Tambin aparecieron restos seos pertenecientes auna chova piquirroja que, segn su excavador, estaban directamenteasociados a la mano del individuo, por lo que posiblemente se le enterrteniendo cogido en ella a ese pequeo animal.56

    De la tercera inhumacin slo se conservaban algunos huesos ya queel resto haba desaparecido como consecuencia de la erosin, y sulocalizacin exacta dentro del torren es incierta. nicamente sabemos que,sobre la base del tamao del decbito, los restos parecen pertenecer a una

    persona de gran estatura.57Bajo el nivel de los enterramientos y sobre el suelo natural (situado a

    una profundidad de 2,20 m) se document un nico estrato muy potente, concaractersticas similares a las del nivel en el que se hallaron los restos

    53

    Martn Bueno 1975, pp. 701-706; 1982, pp. 96-105; y 2000, p. 29. 54 No queda claro si este individuo estaba en decbito prono, como indica Martn Bueno,1975, p. 702, o si por el contrario su posicin era decbito supino, como seala en 1982, p.100.55 Aunque Martn Bueno 2000, p. 29, indica que ste es el cadver depositado en el centro deltorren, en Id., 1975, p. 702, seala que el que estaba colocado aproximadamente en el centrode la construccin era el esqueleto arrojado boca abajo.56 Martn Bueno 1975, pp. 702-704; 1982, pp. 100 y 102, fig. 4; y 2000, p. 29.57 Martn Bueno, 1975, p. 704.

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    humanos, que fue identificado como tierra acumulada en el momento de la

    construccin de la fortificacin para dar solidez a la obra como simplerelleno.58Tanto la complejidad de los enterramientos como su propia ubicacin

    en el interior de un torren localizado en la cumbre ms alta del Cerro deBmbola inducen a descartar que nos hallemos ante inhumaciones casuales,aunque tanto su interpretacin como su cronologa conlleven numerosos

    problemas. En primer lugar, desconocemos si existieron otros individuosenterrados en ese torren dado que se dej sin excavar la otra mitad delinterior de la construccin; tampoco se han realizado estudios antropolgicosque permitan determinar el sexo y la edad de esos individuos, o precisar lascircunstancias de su muerte. Pero, sin duda, el principal problema de estoshallazgos es el de su datacin, ya que sta condiciona decisivamente lainterpretacin del conjunto como un acto ritual indgena vinculado a lafundacin de la muralla. Martn Bueno considera que las inhumaciones

    seran coetneas de la construccin del torren, que l data a comienzos delsiglo I a.C., afirmando que arqueolgicamente demostramos lacontemporaneidad de enterramientos-construccin.59 De acuerdo con su

    propuesta, los cadveres se localizan sobre una potente capa de relleno deltorren que sera coetnea a su ereccin, ya que ste habra sido colmatadointencionadamente con el objetivo de dar solidez a la estructura defensiva.Esa secuencia cronolgica se vera corroborada por las cermicasencontradas junto a los esqueletos, que su descubridor fecha tambin a

    principios del siglo I a.C., clasificndolas como rigurosamente indgenas.60Sin embargo, F. Burillo seala que la jarra pintada es un olpe de pocaromana imperial y no una pieza celtibrica61, datacin tarda del materialcermico que quizs habra que relacionar con las alusiones de Martn Buenoal hallazgo de materiales romanos en el interior del torren, que no fueron

    incluidos en su estudio de las inhumaciones por provenir de un nivelrevuelto o de un estrato superficial62. Pero, adems, sobre la base delparalelo proporcionado por la excavacin de un torren del asentamientoceltibrico de San Esteban, en el Poyo del Cid (Teruel) cuya cronologa ymorfologa son similares a las de la torre bilbilitana, Burillo sostiene queambas estructuras defensivas son huecas y que, por tanto, el nivel de rellenoatestiguado se habra formado tras su abandono y no durante suconstruccin, por lo que las inhumaciones de Bilbilis estaran amortizandoun estrato de relleno originado por la colmatacin de una torre ya en desuso.En opinin de Burillo, a quien siguen Sopea o J. Gmez Fraile,

    considerando la fundacin de Bilbilis Itlica a partir del 42 a.C., y unido al hecho dehaber aparecido en el estrato de relleno del torren y no en la cimentacin del mismo ni

    58 Martn Bueno, 1975, p. 704.59 Martn Bueno 1982, p. 102.60 Martn Bueno 1975, p. 706; 1982, p. 102, fig. 4.61 Burillo 1991, p. 575.62 Martn Bueno 1982, p. 102: Respecto a los vasos cermicos hay que deslindar losfragmentos pertenecientes al contexto funerario con los otros fragmentos, menores,aparecidos en el relleno de tierra y alguno en superficie procedente de arrastres.

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    debajo de su suelo, estas inhumaciones deben considerarse de cronologa posterior alrecinto amurallado, y por todo ello alejados de la poca celtibrica.63

    Otro aspecto conflictivo de estos hallazgos es determinar la(s) causa(s)de la muerte de los individuos all inhumados. Martn Bueno descarta que loscadveres correspondan a trabajadores de la construccin de la murallamuertos en un accidente y enterrados en el mismo lugar en el que se habra

    producido ese fatal hecho.64 Desde luego, esta interpretacin no explicara eltratamiento diferenciado de los restos y parece incompatible con el carctersecundario del paquete seo. En su opinin, se trata de rituales fundacionalesde raigambre celtibrica con los que se pretenda convertir a los espritus deesos individuos en celosos guardianes de esa muralla desde sus propioscimientos.65 Esta exgesis es compartida por Moret quien los vincula a lafortificacin republicana- , y por C. Caballero, para quien tambin se tratarade sacrificios humanos fundacionales, ya sea de la muralla o de la propia

    ciudad.

    66

    M. Salinas interpreta estos enterramientos como sacrificioshumanos fundacionales al diosLugus sobre la base del hallazgo de restos dedos crvidos -animal caracterstico de esta divinidad cltica- junto a uno delos esqueletos, aunque para Marco y Sopea esta relacin debe de servalorada con extrema cautela.67

    Si aceptamos la explicacin sacrificial, cabe preguntarnos porqu todoslos muertos no recibieron el mismo tratamiento funerario, ya que existendiferencias obvias ente el cuidadoso depsito del paquete seo y el primerode los cadveres que, a juzgar por su posicin, fue arrojado violentamente,

    por lo que quizs habra que valorar que su inhumacin en el interior deltorren pudo responder a motivaciones y/o cronologas diferentes, o bien quela procedencia de los restos cadavricos sea distinta. En este sentido, MartnBueno defiende la contemporaneidad de las tres inhumaciones, y sugiere queel distinto ritual funerario pudo deberse a una posible diferencia cualitativa

    (quizs de origen social) de los dos enterrados.68

    Para Salinas, en cambio, lamuerte de los individuos y su posterior enterramiento no seran hechossimultneos, sino que responderan a una secuencia: en primer lugar, sedeposit cuidadosamente, acompaado por dos cuervos, al individuoreplegado en posicin fetal, que previamente haba fallecido y haba sidodescarnado, y que no fue muerto con motivo expreso del ritual.Posteriormente, se sacrific a un adulto, arrojndolo al torren en compaade las piezas cermicas y de la gardua. A este sacrificio debi de seguir eldel tercer individuo, del que no pueden precisarse las circunstancias de sumuerte debido a la desaparicin parcial de los restos.69 Ciertamente lareconstruccin propuesta por Salinas es ingeniosa y resuelve el problema deldiferente tratamiento cadavrico, pero plantea a su vez nuevos interrogantes:cul era la identidad de esos individuos? Pudo sta condicionar de algn

    63Burillo 1990a, 376-377; 1990b, pp. 180, 186; y 1991, pp. 573-574. Sopea 1995, p. 255.Gmez Fraile 2001, p. 378.64 Martn Bueno 1982, p. 101.65 Martn Bueno 1982, pp. 101 y 104-105; 2000, 29.66 Moret 1996, 289. Caballero 2003, pp. 36-37, 79, 155-156.67 Salinas 1983, pp. 303-311. Marco 1987, p. 68. Sopea 1995, pp. 254-255.68 Martn Bueno 1982, p. 102.69 Salinas 1983, pp. 305-306.

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    modo las circunstancias de la muerte y el posterior ritual diferenciado? Sin

    embargo, como ya se ha apuntado, el principal inconveniente para lainterpretacin de estas inhumaciones como parte de un ritual fundacional (osimplemente sacrificial) indgena es el hecho de que no sabemos sirealmente stas se vinculan directamente con niveles fundacionales de latorre, como ha alertado Burillo.

    De acuerdo con la datacin no republicana de los enterramientospropuesta por dicho investigador, cabe la posibilidad de relacionarlos conuna amortizacin del interior de la torre como un improvisado ycircunstancial lugar donde disponer de los muertos, eliminando as cualquierinterpretacin sacrificial, lo cual no explicara, sin embargo, las diferenciasen el ritual funerario adoptado en lo que, a juzgar por la informacinestratigrfica con la que contamos, parece ser un depsito simultneo.

    Llegados a este punto, quizs debamos recuperar una de lasinterpretaciones descartadas por Martn Bueno, quien consideraba poco

    probable que los tres individuos hubieran sido enterrados deliberadamente enese lugar exclusivamente por una finalidad profilctica, aprovechando lamuerte de esas personas cuyo deceso no estara directamente relacionadocon su inhumacin en el interior del torren, para reforzar el carcterdefensivo de la construccin y proteger as a la comunidad. En m opinin,cabe la posibilidad de que estas inhumaciones, en las que Sopea detecta unaescrupulosidad ritual de resabios relacionables con el espectro ideolgicoceltibrico, respondan a un recurso de eficacia extraemprico

    parangonable en su intencionalidad profilctica a las cremacionesdepositadas en el interior de la estancia numantina70. Como Sopea apunta,

    no se tratara de un fenmeno religioso vinculado a una fundacin sino quiz a unarefundacin o alusivo a una delimitacin religiosa por va sacrificial, visible en elinsoslayable factor de enterramiento en muralla; y, en todo caso, parecera razonable

    admitir, an, que la morfologa del hecho cuadrara mejor con el concepto detratamiento cadavrico propio de los pueblos celtas que con una actuacin estrictamenteromana, pudindose contemplar la probabilidad de una perpetuacin ideolgica.71

    En mi opinin, las confusas circunstancias que rodean al hallazgobilbilitano impiden llegar a una conclusin definitiva en un sentido o en otro.Creo, sin embargo, que contamos con datos suficientes como para descartarque pueda tratarse de un depsito circunstancial, quiz sin impronta sacralalguna, fuera de la poca antigua,72 por lo que, aunque estoy de acuerdo conla afirmacin de Burillo de que estos enterramientos no deben considerarsecomo celtibricos, sino al menos de poca imperial romana, ni tampocofundacionales, ya que se hallan en un estrato que rellena el torren,73 sconsidero que nos hallamos ante inhumaciones antiguas cuyo tratamientocadavrico diferenciado responde a motivaciones rituales y cuya relacin

    con la muralla no es casual, aunque dada la prdida irremisible deinformacin es posible que nunca seamos capaces de desentraar susignificado ltimo.

    70 Martn Bueno 1982, p. 101. Sopea 1995, p. 254.71 Sopea 1995, pp. 255-256.72 Sopea 1995, p. 256.73 Burillo 1992, pp. 573-574.

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    Inhumaciones infantiles en muralla o en el permetro defensivo.

    I. Filloy relaciona la disposicin liminar de tres inhumaciones infantilesy un depsito animal en el poblado de Atxa, en Vitoria-Gasteiz (lava) conla realizacin de rituales de carcter profilctico destinados a protegermgicamente los lmites de la comunidad.74 Se trata de tres infantesinhumados en el rea Norte del poblado, en una zona perimetral prxima alcortado sobre el ro Zadorra que sirve como defensa natural delasentamiento. Estas inhumaciones muestran una serie de caractersticascomunes que los diferencian del resto de las documentadas en el poblado que estn vinculadas a contextos domsticos, lo que podra indicar que nosencontramos ante un fenmeno con un significado diferente. Adems de quesu propio emplazamiento es excepcional, no parece casual el hecho de que nuevamente a diferencia de lo que es habitual en este tipo de hallazgosninguno de los tres infantes sea un feto a trmino o neonato, sino que todos

    ellos hayan superado la crtica etapa del alumbramiento, habiendo vivido 6,10 y 24 meses. Por otro lado, el propio depsito tambin es especialmenteelaborado, y muestra caractersticas diferentes a las del resto deinhumaciones de Atxa.75

    En el caso de las n 45 y 46, se trata de fosas simples sobre las que secoloc un lecho de piedrecillas como base para el cadver, que fue

    posteriormente cubierto por otra capa de piedras, estando todo ello rodeadopor una capa de cenizas.76 Estas caractersticas son muy similares a las quemuestra el depsito animal ritual n 3 de Atxa, localizado en el mismosector Norte del poblado y prximo a las inhumaciones infantiles (aunque enla publicacin no se detalla la distancia exacta entre ambos). El depsito estcompuesto por cuatro escpulas de Bos Taurus colocadas sobre un lecho de

    piedrecillas y cubiertas por otra capa de similar composicin, que aparecenmezcladas con un relleno de tierra que presenta madera quemada y otras

    huellas de cremacin.77

    La similitud con lo documentado para lasinhumaciones infantiles parece indicar que nos encontramos ante depsitosrealizados conforme a un mismo ritual normalizado y, quizs, de formasimultnea. Ahora bien, igual que no sabemos si las escpulas de bos taurus

    proceden del sacrificio de animales (celebrado o no ex professo para suposterior inhumacin), o bien pertenecen a ejemplares muertos de un modonatural, tampoco podemos precisar si los infantes enterrados en el permetrode Atxa murieron por causas naturales y fueron oportunamente amortizadosritualmente, o si fueron sacrificados ad hoc. Desafortunadamente, losanlisis antropolgicos de esos restos no han podido precisar la causa de lamuerte de esos dos individuos. En cuanto a la tercera inhumacin (la n 47)atestiguada en esa zona, se trata de un infante de 2 aos depositado en unafosa simple parcialmente excavada en la roca, que fue cubierta con adobes y

    piedras calizas de tamao medio slo en la zona donde reposaba el crneodel infante, configurando un pequeo tmulo sobre la cabeza (fig. 6).78

    74 Filloy 1995, pp. 188-189, 192-193.75 Sobre las inhumaciones infantiles de Atxa cf. Filloy 1995, pp. 171-189.76 Filloy 1995, pp. 185-186.77 Filloy 1995, pp. 192.78 Filloy 1995, p. 186, lm. 31.

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    Es posible que las dos inhumaciones infantiles (del siglo VI a.C.?)

    descubiertas en el ao 2006 en el ya mencionado asentamiento dePeahitero tambin estn relacionadas con prcticas rituales ligadas a ladefensa mgica del poblado, dada su indudable relacin con la muralla. Setrata de un infante de 4-5 aos que fue enterrado con los pies apoyadoscontra el cinto defensivo, bajo el suelo de una estancia adosada al interior dela muralla, y al que se acompa de un diente de jabal y restos de unacornamenta de ciervo. El otro infante es un lactante de pocos meses de vidaque fue inhumado, con las piernas flexionadas y un colgante de hueso,dentro del cuerpo de la propia muralla. Ambas inhumaciones evidencian unadirecta relacin con la muralla que, a juzgar por la informacin publicadahasta el momento, no parece vincularse a un momento de abandono oamortizacin.79

    Se conocen enterramientos infantiles relacionados con la construcciny/o las distintas fases de uso de la fortificacin en otros asentamientos

    europeos de la Edad del Hierro. As, por ejemplo, sabemos que durante laconstruccin de la fortificacin de LImpernal (Lot, Francia), dos infantesfueron cuidadosamente enterrados en el interior de la muralla. En elasentamiento fortificado de Maiden Castle (Dorset, Inglaterra), un infante de3 meses fue enterrado bajo la rampart A de la Edad del Hierro, mientras queotro lactante de la misma edad fue inhumado entre dos lajas de areniscasituadas en los cimientos de ampliacin del lado Este del cinto defensivo. 80Un nio de 6 aos fue enterrado bajo la puerta de entrada Este del oppidumde Manching (Ingolstadt, Alemania), y en el relleno de la muralla delasentamiento belga de Olloy-sur-Virion (Namur) se inhum en el siglo I a.C.a un infante de 5 aos que sus descubridores identifican como un sacrificiohumano fundacional.81 Estos ejemplos han sido interpretados comoinhumaciones rituales vinculadas a la fundacin y/o la remodelacin de las

    estructuras defensivas del poblado, no descartando la posibilidad de quepuedan tratarse de autnticos sacrificios infantiles edilicios.Dados los ejemplos mencionados, y teniendo en cuenta el contexto

    estratigrfico y la distribucin topogrfica de los infantes inhumados enAtxa y Peahitero, considero razonable pensar que estos singularesenterramientos infantiles peninsulares responden tambin a prcticascomunitarias de carcter profilctico vinculadas a la defensa del poblado. Laexistencia de rituales que incluyeran la inhumacin de infantes en,junto a obajo la muralla o el permetro defensivo del asentamiento obliga areflexionar sobre las circunstancias de la muerte de estos individuos, y a nodescartar la posibilidad de una procedencia sacrificial para algunos de ellos,hiptesis que, hasta el momento, no haba sido planteada para el mbitoceltibrico, aunque s para el mundo ibrico y para laHispania romana.82

    79 www.fitero.org/noticias/noticias_antiguas.html, pp. 1-2, 5-6, 10.80 Ralston 2006, pp. 135-136, fig. 60. Whimster 1981, vol. II, p. 250.81 Doyen y Warmenbol 1984, p. 178; Ralston 2006, pp. 137-138.82 Cf., entre otros, VVAA 1989, para el mbito ibrico; y Gisbert y Senti 1989, y PrezAlmoguera 1998, para inhumaciones infantiles fundacionales de poca altoimperial enHispania.

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    IV.DEPSITOS VOTIVOS DE ANIMALES RELACIONADOS CON LA MURALLA.

    Ya se ha aludido a la interpretacin del depsito animal enterrado enuna zona marginal del poblado de Atxa como un acto ritual destinado aproteger los lmites del asentamiento. Recientes intervencionesarqueolgicas parecen haber atestiguado una prctica similar de cronologarepublicana en el Cabezo de Alcal, en Azaila (Teruel). En el ao 2002,durante la restauracin de un tramo de la muralla de la zona XVI que sehaba derrumbado debido a fuertes lluvias, se descubri, bajo un nivelgrisceo de forma circular, un hueco con tres piedras a modo de pared,recubiertas de arcilla endurecida y yeso, en cuyo interior se hallaron variosfragmentos de cermica comn, cenizas y restos seos incinerados

    pertenecientes a mamferos de tamao medio (principalmente ovicpridos).Este hallazgo ha sido interpretado por J. G. Franco y A. Hernndez como

    una especie de enterramiento ritual de diferentes animales, que bien sea enteros o sushuesos fueron incinerados e introducidos en unas ollas. () En principio, en relacin acomo se conforma el tunel en el que se encuentran parece que se enterraran desde ellateral, hacindolo por lo tanto justo antes de la construccin de la muralla, con unaintencin evidentemente de ritual-proteccin. () Podemos imaginarnos un holocausto,como nos indica Estrabn, donde participara toda la comunidad y cuyas cenizas orestos fueron enterrados en una olla en la muralla que estaban construyendo en esosmomentos.83

    Estoy de acuerdo con su interpretacin de este depsito como unaprctica ritual de fundacin o de proteccin de la muralla, aunque noconsidero que ambas opciones sean excluyentes sino complementarias.Contamos con otros ejemplos de depsitos animales relacionados con laconstruccin o la reforma de murallas y accesos a asentamientos del mundoantiguo, que estn igualmente asociados con rituales edilicios de defensa de

    la fortificacin y la comunidad. As, en el mundo itlico se han descubiertodepsitos de cnidos a los pies de las murallas republicanas de Paestum yAriminium, interpretndose como sacrificios fundacionales.84 En el mbitoinsular cltico-romano se han exhumado depsitos de ovicpridos completos o parciales relacionados con niveles de cimentacin o conreformas del cinto defensivo.85 Segn H. Schubart y E. Sangmeister, entre el2500-2000 a.C. se realizaron en Zambujal (Portugal) sacrificios animalesantes de emprender una fase de modificacin de la muralla, pues ante y enlas aspilleras, as como en una pequea puerta, se encontraron depositadascabezas y piernas de cabras86. Parece razonable pensar que el sacrificio dedeterminados animales en estos ritos edilicios debi de estar conectado conlas concepciones de esa poca y lugar sobre ese animal en concreto, el cual,

    por su fuerza o por sus atributos, poda por s mismo proteger contra laspotencias que amenazaran la construccin a la que se conferira de este

    modo la vitalidad de los animales sacrificados, pero asimismo es posibleque la eleccin de las vctimas estuviera relacionada con el tipo dedivinidades a las que iba destinado el sacrificio. En este sentido, resultara

    83 Franco y Hernndez 2003-04, pp. 373-376, figs. 3-5.84 Ortalli 1990; Giusberti 1990; Robert 1993.85 Merrifield 1987, pp. 53-54; Ralston 2006, pp. 138-141.86 Schubart y Sangmeister 1984, p. 28.

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    interesante comparar los depsitos votivos animales en muralla con los

    localizados en otras zonas de los asentamientos tanto pblicas comoprivadas, lo que permitira observar si existen diferencias en el tipo deespecie, el sexo, la edad o el tratamiento recibido.

    Cuernas de ciervo empotradas en paramentos defensivos.

    Dentro de los depsitos rituales de animales relacionados con lasmurallas habra que incluir las cuernas de ciervo descubiertas en el interiorde paramentos defensivos de diversos asentamientos del rea celtibrica. Afinales del siglo XVIII, J. Loperraez informaba de que en unas ruinasceltibricas situadas en trmino municipal de Blacos (Soria), en el ao 1773,se descubrieron con motivo de haberse visto precisado el Concejo de dicholugar a arreglar los caminos, muchos cimientos de edificios y fragmentosque manifiestan hubo poblacin grande en lo antiguo; y teniendo necesidad

    de deshacer un muralln, hallaron en medio de la fbrica un asta entera deciervo bien conservada, que por cosa extraa me remitieron parte de ella.87El hallazgo de la cuerna en el interior de un lienzo de muralla descrito

    por Loperraez encuentra paralelo en otros descubrimientos peninsulares enmurallas de la Edad del Hierro. As, en el poblado de La Hoya, enLaguardia (lava), se encontraron varias astas de ciervo completas quehaban sido colocadas intencionadamente entre las hiladas de la base de unode los paramentos de la muralla, de tal forma que las puntas asomaran haciael exterior.88 En el asentamiento del Solar del Antiguo Instituto, tambin enLaguardia, se hallaron astas de ciervo entre los muros o en la cumbrera destos, en un nivel fechado en los siglos III-II a.C.89 Y puntas de cuernas deciervo aparecieron debajo de los muros que constituyen la muralla dePeahitero, que Medrano relaciona con un rito fundacional de proteccinde sta.90

    Dada la repeticin de estos hallazgos, considero que hay que descartarque se trate de un hecho casual, por lo que parece razonable pensar que,como sugieren Filloy y A. Llanos, nos encontremos ante un ritual de carcter

    profilctico destinado a reforzar la efectividad defensiva de la muralla.Ahora bien, resulta ms difcil determinar si, como L. Curchin afirma para elasta de Blacos, sta was undoubtedly the remnant of an animal sacrifice tosecure divine protection for the wall,91 o si las cuernas proceden decontextos no sacrificiales pudiendo haber sido recogidas en el bosque o

    provenir de la caza, lo que tambin sera plausible puesto que sabemos queen el mundo antiguo stas posean un valor simblico que justificaba per sesu uso como elemento mgico.

    87 Loperraez 1788, vol. I, pp. 32-33.88 Llanos 1981, pp. 8 y 12; y 2002a, p. 56.89 Llanos 2002b, 106.90 www.fitero.org/noticias/noticias_antiguas.html, p. 13.91 Curchin 2004, p. 187.

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    Rituales relacionados con murallas en el mbito celtibrico

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    V.OTROS RITUALES RELACIONADOS CON MURALLAS.

    Dentro de los rituales celtibricos relacionados con la muralla, orealizados en torno a ella, podran incluirse tambin otras prcticas. As, A.Gonzlez Blanco defiende la realizacin de fuegos rituales o cvicosencima del antemuro que separa el foso interior del gran foso central delsistema defensivo del poblado de Cerro Sorbn, en Calahorra (La Rioja),fechado en la II Edad del Hierro.92 Desafortunadamente, la informacin esdemasiado parca como para que podamos precisar la intencionalidad, lafrecuencia o el carcter de esos posibles fuegos rituales, ya que es posibleque, adems de ser ella misma objeto del ritual, la muralla fuera tambin,simplemente, el lugar donde realizar un ritual.

    Tampoco podemos descartar que, al igual que sugiere Moret para lamuralla del poblado galo de Pech Maho, se hubieran realizado libaciones excepcionales o cclicas al pie de las murallas celtibricas con el fin de

    asegurar la proteccin ritual de la construccin, aunque de momento noexista constancia arqueolgica de tales prcticas.93Adems, teniendo en cuenta otros paralelos del mundo antiguo, habra

    que valorar, al menos como hiptesis de trabajo, la posible existencia en elmbito celtibrico de imgenes profilcticas ubicadas en las puertas y en los

    paramentos; de exposicin de crneos y armas en los lienzos de muralla conuna finalidad punitiva, ejemplarizante y disuasoria, pero tambinapotropaica; de dioses especficos que protegiesen las entradas y quizs dedispositivos cultuales asociados con ellos situados en los accesos a los

    poblados; de ritos de purificacin realizados junto a la fortificacin; y de uncomplejo mundo de prcticas rituales cotidianas relacionadas con la utilizacinde murallas y puertas como espacios fsicos y simblicos de trnsito.

    VI.CONCLUSIONES.

    La revisin de los datos expuestos revela la existencia de un espectroms amplio de actividad religiosa y ceremonial asociada con la construcciny la ocupacin de los asentamientos y las fortificaciones celtibricas de loque se pensaba hasta ahora. Pese a que no resulte fcil dar respuestas einterpretaciones definitivas para algunos de los restos humanos halladosintramuros como sucede con los fragmentos de crneo descubiertos enPeahitero y con los controvertidos enterramientos del torren bilbilitano,

    parece indudable que, en otros casos, el depsito de restos humanos o suinhumacin en murallas o junto a ellas responde a una intencionalidad ritualdestinada a reforzar, a travs de ese acto, la eficacia defensiva de lafortificacin, e incluso no podemos descartar una procedencia sacrificial

    para el caso de los infantes (aunque los datos con los que contamos nopermitan confirmar o desmentir esta hiptesis). En lo que se refiere a las

    cremaciones numantinas, considero que podramos estar ante manifestacionesrituales ligadas a la creacin de un cinturn profilctico en ese sector de laciudad entre las que pudo incluirse la ereccin de un heroon, aunque laintrincada historiografa y la falta de datos fiables confieran a las

    92 Gonzlez Blanco 1983, p. 27; y 1985, p. 341.93 Moret 1996, 291-293.

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    conclusiones un ineludible carcter de provisionalidad. Todos estos

    hallazgos evidencian, en cualquier caso, que las fortificaciones celtibricasposeyeron una dimensin simblica para quienes las construyeron y lasusaron d