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Corazón Misericordioso Angel M.ª Rojas, S. J. «JESÚS, CONFÍO EN TI» ICONO ORIENTAL

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Corazón MisericordiosoAngel M.ª Rojas, S. J.

«JESÚS, CONFÍO EN TI»ICONO ORIENTAL

PALABRAS DE JUAN PABLO II

Tras el atentado del 13 de mayo de 1981, enel Santuario del Amor Misericordioso, deCollevallenza, dijo: «Desde el comienzo de mipontificado he considerado este mensaje –de laMisericordia de Dios– como mi cometido espe-cial. La Providencia me lo ha asignado» (22-11-1981).

«Gracias al Amor y Misericordia de Dios,

no hay pecado por grande que sea que nopueda ser perdonado; no hay pecador que searechazado. Toda persona que se arrepienta

será recibida por Jesucristo con perdón y

amor inmenso» (29-9-1979).

Al beatificar a Sor Faustina Kowalska, dijo:«Te saludo Sor Faustina, fuiste elegida por Cristopara recordar a los hombres el gran misterio dela Misericordia Divina!. En verdad, es maravillo-

so el modo cómo la devoción a Jesús miseri-

cordioso progresa en el mundo contemporá-

neo y conquista tantos corazones» (18-4-1993).

Al canonizar a la Beata Faustina dijo: «Conesta canonización quiero transmitir al nuevomilenio y a todos los hombres el mensaje de queaprendan a conocer cada vez mejor el verdade-ro rostro de Dios y el verdadero rostro de los her-manos. En efecto el amor a Dios y el amor a

los hermanos son inseparables» (30-4-2000).

Con Licencia EclesiásticaDepósito Legal: BU - 243 - 1999

PEDIDOS Y DONATIVOS VOLUNTARIOS PARA GASTOS(imprenta, correos, etc.) DIRIGIRSE A:

– Religiosas Salesas - Barrantes, 4 - Tf. 947 20 13 35 - 09003 Burgos (España).

– Monasterio de la Visitación - Calle 74, nº11-56 Tel. 2 49 43 83 - Bogotá D.C (Colombia)

– Monasterio de la Visitación- Calle 60 A Sur,nº 87-77.Tel.7 75 00 68 Bogotá D.C.(Colombia)

– Monasterio de la Visitación - Marinilla- Departamento de Antioquía (Colombia).

– Monasterio de la Visitación - Carrera 32 No. 16 B-57 - Pasto (Colombia)

– Monasterio de la Visitación - huérfanos, 2341 Santiago (Chile)

– Monasterio de la Visitación - Apartado 912 - Ctra. Central, Km 18 - Bernardo Balaguer,s/n, Lima 100 (Perú)

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LA SAGRADA ESCRITURAPALABRA DE DIOS

«Dios misericordioso y clemente,tardo a la cólera y rico en amor y fide-lidad, que mantiene su amor por milgeneraciones, que perdona la iniqui-dad, la rebeldía y el pecado...» (Exodo

34,5-7).

«Aunque fueran vuestros pecadoscomo la grana, cual nieve blanquea-rán. Aún cuando fueran rojos como elcarmesí, cual lana blanca quedarán»(lsaias 1,18).

«Por tu inmensa ternura borra midelito. Lávame a fondo de mi culpa ypurifícame de mi pecado. Rocíamecon hisopo y seré limpio, lávame yquedaré más blanco que la nieve»(Salmo 51,3.4.9).

«No necesitan médico los sanos,sino los enfermos. Porque no he veni-do a llamar a justos, sino a pecado-res» (Mateo, 9,10ss.).

«Si vosotros perdonáis a los hom-bres sus ofensas, os perdonará tam-bién a vosotros vuestro Padre celes-tial; pero si no perdonáis a los hom-bres, tampoco vuestro Padre perdo-nará vuestras ofensas» (Mateo, 6, 14s; y cf.

las parábolas de Mateo 18,23-25 y Lucas 10,29-37).

ENCICLICA «DIVES IN MISERICORDIA»

«En ningún momento y en ningún periodo his-

tórico, especialmente en una época tan crítica

como la nuestra, la Iglesia puede olvidar la ora-

ción, que es un grito a la Misericordia de Dios ante

las múltiples formas de mal que pesan sobre la

humanidad y la amenazan. Cuanto más se aleja

la humanidad de Dios y más pierde el sentido

del significado mismo de la palabra misericordia,tanto más la Iglesia tiene el derecho y el deber

de recurrir al Dios de la Misericordia con pode-

rosos clamores» (Dives in Misericordia, 15).

«La Iglesia profesa de manera particular la

Misericordia de Dios y la venera dirigiéndose al

Corazón de Cristo. En efecto, precisamente el

acercarnos a Cristo en el misterio de su Corazón

nos permite detenernos en este punto de la reve-

lación del Amor misericordioso del Padre, que ha

constituido el núcleo central de la misión mesiáni-

ca del Hijo del Hombre» (Dives in Misericordia, 13).

La Misericordia es, ante todo, una propiedaddivina: «el supremo atributo de Dios» (S. Th. I, 21,4).

Para Juan Pablo II es «el atributo más estupendo

del Creador y del Redentor» (Dives in Misericordia, 13),

aunque no en sí, sino por su relación con el hom-bre. Por existir el pecado, Dios-Amor sólopuede revelarse como Misericordia.

«La Iglesia vive una vida auténtica, cuando

profesa y proclama la Misericordia y cuando

acerca a los hombres a las fuentes de la

Misericordia del Salvador, de las que es deposi-

taria y dispensadora. Y sobre todo la participación

consciente y madura en la Eucaristía y en el

Sacramento de la Penitencia» (Dives in Misericordia, 13).

GUARDA ESTE IMPRESO, LÉELO MUY DESPACIOY DIFÚNDELO

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PRÓLOGO DEL EDITOR

La lectura reposada siempre ayuda a unamejor comprensión, memorización y reflexión delo que se lee, mucho más si el texto es trascen-dente para el lector.

Por eso aconsejamos, que la lectura de estapublicación, tan densa y rica en datos, ideas yreflexiones, se haga por partes y leyendo despa-cio.

La parte a leer cada día, debe depender de lascaracterísticas del lector, pero creemos que, salvouna posible lectura inicial completa, se debe leer,cada día, como máximo, una de las 3 partes ó laintroducción, o bien sólo un tema, de los citadosen el Indice Temático.

Invitamos a pedir Luz y Gracia al EspírituSanto, por mediación de la Virgen María, Madrede Dios y Madre y Maestra nuestra, para asílograr el máximo beneficio espiritual en cada lec-tor.

Y todo, a mayor gloria de Dios y bien de lasalmas.

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en Dios, como el matiz femenino de «rahamîm».Por eso, su Corazón de Madre es el lugar ade-cuado para comprender la Misericordia divina yrecibirla.

Toda la Iglesia invoca hoy esa Misericordiadivina, por María y con Ella:

«REINA Y MADRE DE MISERICORDIA,VIDA, DULZURA Y ESPERANZA NUESTRA:

¡VUELVE A NOSOTROSESOS TUS OJOS MISERICORDIOSOS

Y MUÉSTRANOS A JESÚS!Oh CLEMENTÍSIMA,

Oh PIADOSA,Oh DULCE VIRGEN MARÍA».

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* * *Para ampliar el conocimiento sobre la Devoción a laMisericordia Divina, le ofrecemos nuestros impresos:

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Para leer, de tamaño 10 x 20 cms.:- “DIVES IN MISERICORDIA”, Encíclica de Juan Pablo II

y “EL CREYENTE ANTE LA MISERICORDIA DIVINA”,según el Diario de Santa Faustina.

- “CORAZÓN MISERICORDIOSO”, del P. Ángel MªRojas, S.J.

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INDICE TEMARIO

Página

Introducción 5

1.º La Misericordia en el Antiguo Testamento 9

A. Misericordia es perdón 11B. Misericordia es fidelidad 12C. Misericordia es ternura 13D. Misericordia es el máximo

atributo de Dios 16

2.º La Misericordia, revelada en Jesús 19

– Programa de Jesús 19– Tema de predicación: el hijo pródigo 20– Actuación de Jesús 21– Jesús tiene un corazón misericordioso 22– Misericordia revelada en el Misterio Pascual 23– Una dificultad 24

3.º Nuestra respuesta 29

A. Pedirla a Dios en la oración 29B. Practicar la misericordia con el prójimo 30C. Confiar en la Misericordia divina 32

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A Dios no le importan las miserias y debilida-des, porque El puede borrarlas, transformarlas yponer lo que falta; lo que quiere es amor y con-fianza. Esta es como el recipiente para recibir laMisericordia divina. Cuanto más se confía, tantomás se alcanza (Mateo 8,13; 9,22.28s.; 15,28; 13,58).

«Jamás se tiene demasiada confianza en un Diostan bueno» (Sta. Teresita). La historia muestra cómomuchos grandes santos fueron antes grandespecadores: «donde abundó el pecado, sobrea-bundó la gracia» (Romanos 5,20).

El Corazón de Jesús no puede contener elfuego de Misericordia que le devora. «He venidoa traer fuego sobre la tierra, y ¡cuánto desearíaque ya estuviera ardiendo!» (Lucas 12,49). SuMisericordia para con las almas caídas no tienelímites; desea perdonar, descansa perdonando,más quiere El perdonar que nosotros ser perdo-nados. Como el fuego desea encontrar combusti-ble para consumirlo, convirtiéndolo en luz, energíay calor, el deseo de Jesús es encontrar almas«miserables» que crean en su Misericordia, espe-ren todo de su bondad, no duden nunca de su per-dón y se arrojen al fuego de su Corazón, paraconsumir todas sus miserias, transformarlas ydivinizarlas. De esta forma todo –también la impo-tencia, debilidad, miserias, y los mismos peca-dos– contribuye al bien de los que confían y amana Dios (Rom 8,28).

En los albores del Nuevo Testamento, Maríacanta y proclama la Misericordia divina, que seextiende «de generación en generación» (Lucas

1,50.54). La practica como la primera y mejor discí-pula de Jesús. Como Madre y Asociada a la obrade la Redención, participa de la Misericordia de suhijo. La que estuvo al pie de la Cruz sabe muybien qué precio tiene.

Además, en el Corazón maternal de María serevelan aspectos de la Misericordia de Dios quenos podrían resultar más difíciles de comprender

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CORAZÓN MISERICORDIOSO

INTRODuCCIÓN

En el frondoso bosque de «teologías» que hoyprolifera, se echa de menos una Teología de laMisericordia. Aunque la palabra teología significa«tratado de Dios», a veces tomamos a Dios comoadjetivo o pretexto para exponer nuestras propiasteorías; nos olvidamos del Dios auténtico, preten-diendo hacerle a nuestra imagen y semejanza.

Dios no es como nosotros nos empeñamosque sea, sino como se manifiesta El mismo en laRevelación: Amor y Misericordia. Creo que laTeología y la Espiritualidad han descuidado elestudio, la predicación y la práctica del Amormisericordioso de Dios.

Paradójicamente, la mentalidad actual, excesi-vamente sofisticada y autosuficiente, no entiendeni acepta la Misericordia divina. Su orgullo tiendea borrar del corazón humano la idea de misericor-dia, como degradante.

Sin embargo, nunca como en este tiempo hatenido el hombre y el mundo tanta necesidad delAmor misericordioso de Dios. Un vistazo al pano-rama mundial lo confirma: conflictos entre perso-nas, grupos, naciones, bloques de naciones; des-

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Angel M.ª Rojas, S. J.

trata de tener un corazón como el de Jesús,bueno, grande, abierto, manso, humilde, tierno,delicado, sencillo, cariñoso y fiel. Esta es la esen-cia del Cristianismo.

C) CONFIAR EN LA MISERICORDIA DIvINA.

Existen demasiadas personas desalentadas.En su vida hay soledad, vacío, rutina, tibieza,desilución. ¿Solución? Confiar en la Misericordiadivina.

La esperanza teologal comienza donde termi-na la humana. Desde que Dios se ha abajadohasta ofrecernos su amistad, abriéndonos suCorazón, lo que más le hiere es el pecado de des-confianza. Y es también lo que más impide elavance espiritual.

Si la miseria o el pecado fueran muy grandes,no habrá derecho a que la Justicia de Dios con-ceda grandes premios. En cambio, cuanto mayorsea la miseria, mayor es el derecho a laMisericordia. No hay pecado que prevalezca porencima de la ternura divina, porque Dios «amamás al hijo de lo que aborrece el pecado» (S. Juan

de Avila). Por muy graves y numerosas que hayansido las caídas, mayor es su Misericordia.

«Que ninguno desconfíe,por muy grande pecador,de aquella misericordiade que más se precia Dios».(Tirso de Molina:«El condenado por desconfiado»).

Cuando un alma llena de fallos reconocehumildemente su nada, pide perdón a Dios y con-fía en El, le glorifica más que antes de habercaído. Dios vuelca en ella su Poder y suSabiduría, construyendo el edificio de la santidadsobre las ruinas de la propia vida. También ellapuede exclamar: «el Poderoso ha hecho en mímaravillas» (Lucas 1,49).

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precio a los derechos más fundamentales de lapersona, como la libertad y la vida (con ese terro-rismo legalizado llamado aborto); discriminaciónracial, cultural, religiosa; violencia; tortura; camposde concentración; persecución religiosa (abierta yencubierta); inmoralidad en revistas, espectácu-los, televisión, costumbres; lavado colectivo decerebro a través de los medios de comunicaciónsocial hábilmente manipulados; drogadicción enaumento; ruptura familiar; contraste escalofrianteentre zonas ricas y zonas pobres; carrera dearmamentos, con la consiguiente amenaza dedestrucción. Psicológicamente, el avance técnicoproduce vacío, tedio, angustia, desilusión y faltade ideales. En el nivel religioso se constata un pro-gresivo enfriamiento, disminución en el cumpli-miento con Dios, alarmante alejamiento de lajuventud, mediocridad y cobarde prudencia enquienes deberían ser líderes.

Cuando el hombre actual contempla estepanorama, o cuando entra en sí mismo y com-prueba su vacío interior, sus pecados, su miseria,tiene peligro de pasar de una engreída autosufi-ciencia a un estado depresivo y sin salida. A estehombre le urge conocer la infinita Misericordia deDios, que no nos trata como merecen nuestrospecados, sino según su Amor.

La raíz de tanto desorden está en el corazónhumano, desequilibrado por el pecado (cf. GS 10).

Por eso el Papa Juan Pablo II dedicó su apre-miante Exhortación «Reconciliación y Penitencia»(2 de diciembre de 1984) a proponer la conversióncomo la única solución para «un mundo en peda-zos».

Claramente lo dijo en Zaragoza: «No caigáisen el error de pensar que se puede cambiar lasociedad cambiando sólo las estructuras externaso buscando en primer lugar la satisfacción de lasnecesidades materiales. Hay que empezar porcambiarse a sí mismo, convirtiendo de verdadnuestros corazones al Dios vivo, renovándose

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mismo Dios.

Pero hay más. Como Jesús expuso el progra-ma de su misión mesiánica al comienzo de suvida pública, basándolo en la misericordia con losenfermos, pobres, débiles y pecadores, El pre-senta como programa para todo cristiano el ejer-cicio de la misericordia para con el prójimo. No esun consejo o virtud «recomendada»; es necesariapara salvarse. Al final de nuestra vida, en la esce-na definitiva dará sentido a nuestra existencia, senos examinará sobre la misericordia. Quien no lahaya practicado no alcanzará la Misericordia divi-na en el día del Juicio (Mateo 25,31-46).

Llama la atención cómo insiste Jesús en elEvangelio en que tratemos a los demás con mise-ricordia, porque Dios nos tratará como nosotros lohayamos hecho con los demas. «No juzguéis yno seréis juzgados; no condenéis y no seréiscondenados; perdonad y seréis perdonados...Porque con la medida con que midáis se osmedirá a vosotros» (Lucas 6,37s.). «Bienaventura-dos los misericordiosos, porque ellos alcanza-rán misericordia» (Mateo 5,7). «Perdónanos nues-tras deudas así como nosotros perdonamos anuestros deudores» (Mateo 6,12).

¿Nos damos cuenta de lo que pedimos a Diosen el Padre nuestro? Si no perdonamos abierta ysinceramente, ¡le pedimos a Dios que no nos per-done! «Que si vosotros perdonáis a los hom-bres sus ofensas, os perdonará también avosotros vuestro Padre celestial; pero si noperdonáis a los hombres, tampoco vuestroPadre perdonará vuestras ofensas» (Mateo 6,14s.; y

cf. las parábolas de Mateo 18,23-25 y Lucas 10,29-37).

En síntesis, nuestra misericordia debe serprioritaria, universal, constante, dinámica, sacrifi-cada y teologal. Conviene examinar frecuente-mente cómo cumplimos las catorce «obras demisericordia». Nos tiene cuenta especializarnosen ella, para que Dios la tenga con nosotros... Se

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Es necesario que nuestras necesidades y pre-ocupaciones, personales o colectivas, se transfor-men constantemente en una ferviente plegaria, enun grito que implore la misericordia de Dios. Gritoque se hace uno con los Profetas del AntiguoTestamento y con todos los santos de la Iglesia,elevándose al Dios que es fiel a Sí mismo, a suAmor eterno, a su ternura infinita. Recordando laspalabras de María, que proclama la Misericordia«de generación en generación», es deber nues-tro implorarla para cada uno de nosotros y paranuestra generación contemporánea.

La oración es amor que desagravia y repara aDios, cuya ofensa y rechazo por parte del hombreactual sentimos profundamente, dispuestos a gri-tar con Cristo en la cruz: «Padre, perdónales,porque no saben lo que hacen» (Lucas 23,34). Y esamor a todos los hombres sin excepción, desean-do para ellos el bien verdadero y el alejamiento detodo mal.

B) PRACTICAR LA MISERICORDIA CON EL PRÓJIMO.

«Sed perfectos como vuestro Padre celes-tial es perfecto» (Mateo 5,48). Esta exhortación deJesús puede parecer irrealizable. ¿Acaso pode-mos ser perfectos como lo es Dios en sabiduría,omnipotencia o eternidad? Lo aclara el texto para-lelo de San Lucas: «Sed misericordiosos comovuestro Padre es misericordioso» (Lucas 6,36). Porlo tanto, se nos pide perfección en la misericordia.

hemos sido hechos por Dios-Misericordia «asu imagen y semejanza». Por eso el ejercicio dela misericordia está en lo más profundo de la psi-cología humana y en el «vértice de la perfeccióncristiana» (S. Ambrosio), que sólo en el amor alcanza-rán su plenitud. Nadie es tan grande como el hom-bre que sabe inclinarse ante el necesitado; nadiemás poderoso que el que sabe compadecersesiempre y perdonar; nadie tan sabio como el queatiende al pobre, al triste o enfermo, con cariño,porque entonces es cuando más se parece al

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moralmente, destruyendo las raíces del pecado ydel egoísmo en nuestros corazones. Personastransformadas colaboran a transformar la socie-dad» (10-X-1984).

La conversión más radical se origina al experi-mentar el Amor de Dios. Nadie que conozca deverdad la Misericordia divina puede vivir sin con-vertirse. «El auténtico conocimiento de Dios –Diosde la misericordia y del amor benigno– es unaconstante e inagotable fuente de conversión, nosolamente como momentáneo acto interior, sinotambién como disposición estable, como estadode ánimo» (Dives in misericordia, 13).

La primera visita que hizo el Papa Juan PabloII tras el atentado del 13 de mayo de 1981, fué alSantuario del Amor Misericordioso, deCollevallenza, donde dijo: «Desde el comienzo demi pontificado he considerado este mensaje –dela Misericordia de Dios– como mi cometido espe-cial. La Providencia me lo ha asignado» (22-XI-1981). Unos meses antes (30-XI-1980), en unaEncíclica dedicada a la Misericordia divina (Divesin misericordia) indicaba cómo es función principalde la Iglesia proclamar, practicar y pedir esaMisericordia (ns. 18,15).

La Misericordia no es un atributo más de Dios;es lo más profundo de su ser. Conocerla y vivirlano es algo accidental en la Religión, sino unaauténtica y sólida espiritualidad. hoy la necesita-mos más que nunca, porque conduce rápidamen-te a lo más hondo del misterio de Dios, haciendovivir la Religión «en espíritu y en verdad» y porquellena el corazón humano de esperanza, alegría,seguridad e ilusión.

¿Cómo podemos conocer la Misericordia divi-na? El hombre puede conocer a Dios por mediodel Universo: «desde la creación del mundo, loinvisible de Dios, su eterno poder y divinidad,son conocidos mediante las obras» (Romanos

1,20). La razón natural puede descubrir algunos

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atributos divinos: eternidad, infinitud, omnipoten-cia, etc. Sin embargo, hay otros que no sospe-charíamos si El mismo no los revelara. Uno deellos es la Misericordia. Las Religiones naturalespresentan dioses poderosos, justos, etc. ¡peronunca pacientes, mansos, humildes y misericor-diosos! Por lo tanto, el único camino es partir de larevelación que Dios hace de Sí mismo. Así evita-mos el peligro de meras hipótesis o elucubracio-nes humanas.

Antes de manifestarse Jesús como «manso yhumilde de corazón» exclamó: «Yo te bendigo.Padre, Señor del cielo y de la tierra, porquehas ocultado estas cosas a los sabios y pru-dentes y se las has revelado a los pequeños(Mateo 11,25 ss.). Para comprender vivencialmente lossecretos de Dios se requiere un corazón sencillo,junto con una actitud de oración. Es Dios mismoel que debe revelárselo a cada uno, abriéndole suintimidad e invitándole a lo más profundo de suCorazón. Más que cualidades intelectuales, hayque preparar un alma limpia, humilde y pedir aDios intensamente esta gracia. Es la actitud deSan Pablo: «doblo mis rodillas ante el Padre,para que os conceda comprender con todoslos Santos cuál es la anchura y la longitud, laaltura y la profundidad, y conocer el amor deCristo que excede todo conocimiento, paraque os vayáis llenando hasta la total Plenitudde Dios» (Efesios 3,14-19).

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3.º NuESTRA RESPuESTA

No todos entienden lo que es la Misericordiade Dios, porque pertenece al misterio de Dios,inaccesible para la sola razón humana. Y no todosla reciben, porque no sólo se necesita que Dios laconceda, sino que el corazón humano esté abier-to y preparado para acogerla.

Para comprender y recibir la Misericordia divi-na se requiere una triple actitud:

A) PEDIRLA A DIOS EN LA ORACIÓN.

«Ten misericordia de mí, oh, Dios, según tuamor». Así ora David tras su pecado (Salmo 51,3).

Ese grito brota espontánea y continuamente en laoración de Israel (Salmos 6,3; 25,16; 26,11; 51,3; 57,2; 86,16;

119,132; 123,3; etc.). La Iglesia lo repite: «Señor, tenpiedad»: «Dios todopoderoso tenga misericordiade nosotros...»; «Cordero de Dios, que quitas lospecados del mundo, ten piedad de nosotros»; etc.

«En ningún momento y en ningún período his-tórico, especialmente en una época tan críticacomo la nuestra, la Iglesia puede olvidar la ora-ción, que es un grito a la Misericordia de Dios antelas múltiples formas de mal que pesan sobre lahumildad y la amenazan» (Dives in Misericordia, 15).

Cuanto más se aleja la humanidad de Dios y máspierde el sentido del significado mismo de la pala-bra misericordia, «tanto más la Iglesia tiene elderecho y el deber de recurrir al Dios de laMisericordia con poderosos clamores» (ibídem).

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1.º LA MISERICORDIA,EN EL ANTIGuO TESTAMENTO

Se suele presentar al Dios del AntiguoTestamento como Dios del temor. Nada más falsoy contrario a la realidad. La manifestación del Amormisericordioso de Dios comienza con la creacióndel universo. El Salmo 136 da la clave y el motivo:«Creó... porque es eterno su amor».

La primera acción de Dios «fuera» de su vidaintratrinitaria es de Amor y Misericordia.

Podemos llamar «Protohistoria de laMisericordia» a los primeros capítulos del Génesis(creación, promesa de redención, salvación deNoé, etc.). Pero ya desde el inicio, el hombre,muestra su corazón pequeño y rebelde (Adán,Caín, Babel, etc.). Por eso la historia se perfila yacomo una lucha entre la cerrazón humana y laMisericordia divina, que al final triunfará.

Los Patriarcas tratan íntimamente con Dios ylo consideran cercano, bueno, entrañable. Laforma de orar de Jacob lo detona: «Oh, Yahveh,Dios de mi padre Abraham, de mi padre Isaac,que me dijiste: «’’vuelve a tu tierra y a tupatria, que yo seré bueno contigo’’», ¡quépoco merecía yo todas las mercedes y toda laconfianza que has dado a tu siervo! Fuiste túquien dijiste: «’’Yo seré bueno de veras conti-go y haré tu descendencia como la arena delmar, que no se puede contar de tanta comohay’’» (Genésis 32,10-13). Y Dios no le defraudó.

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del pecado y de la muerte. La grandeza de laRedención, don del Amor de Dios, excede a lamagnitud del mal como los cielos se elevan sobrela tierra, porque el Amor misericordioso de Diosprevalece sobre todo mal. Si la fuerza del pecadoes grande, mayor es la de la gracia conseguidapor Cristo (cf. Romanos 5,15-21).

Desde la resurrección de Jesús conceptoscomo perdón y misericordia no implican cobar-día o debilidad, sino fuerza y sabiduría, porqueson atributos y primicias del Reino eterno delAmor, que ya ha empezado a triunfar en Cristoresucitado.

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nivel pluralmente natural, con un alma espiritual einmortal, pero sin la vida de la Gracia. Su Amor esel que le hace darnos la gracia santificante, quees participación de su misma vida divina, principiode adopción filial en Cristo y de todos los méritossobrenaturales. Todo esto es fruto de su Amorgratuito, de su Misericordia, no de su Justicia,pues nosotros no habíamos merecido nada.

Ateniéndose meramente a la Justicia, tras elpecado original nos hubiera dejado en ese esta-do, con todas sus consecuencias, pero suMisericordia le impulsa a perdonarnos, y sobrea-bundantemente.

¿Cómo conciliarlo con la reparación exigidapor su Justicia? Su infinita Sabiduría, movida porun amor también infinito, encuentra la solución:nos da a su propio hijo para reparar nuestro peca-do. De esta forma, «en la Pasión y muerte deCristo se expresa la Justicia absoluta, porqueCristo sufre la Pasión y la cruz a causa de lospecados de la humanidad» (Dives in Misericordia, 7). Ycomo Jesús es Dios, hay incluso una «’’sobrea-bundancia’’ de la Justicia, ya que los pecados delhombre son ’’compensados’’ por el sacrificio delHombre-Dios. Pero tal justicia, que es propiamen-te justicia ’’a medida de Dios’’, nace toda ella delAmor, y se completa en el Amor, generando frutosde Salvación» (ibídem).

De esta manera, el Misterio Pascual, que esfruto de la Justicia, pero sobre todo la Misericordiade Dios, no solamente hace «justicia del pecado,sino que restituye al amor su fuerza creadora enel interior del hombre, gracias a la cual tiene acce-so de nuevo a la plenitud de vida y santidad» (ibí-

dem). La justicia no restablece la dignidad humana;sólo el Amor misericordioso puede restituir alhombre a sí mismo.

La última palabra de la Misericordia no la dicela Cruz, sino la Resurrección. Es el triunfo delAmor, vencedor sobre todas las fuerzas del mal,

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El nacimiento del Pueblo de Israel suelesituarse en la liberación de la esclavitud enEgipto, paso del Mar Rojo y peregrinación hacia laTierra Prometida. Es un tiempo de continua mani-festación de la Misericordia divina, incesantemen-te contrastada con la rebelde obstinación de losisraelitas. Esos cuarenta años pueden resumirseen una frase del himno que cantan tras atravesarel Mar Rojo: «En tu Misericordia te has hechoguía del pueblo que has liberado, y con tupoder lo has conducido a tu santa morada»(Exodo 15,13).

hay un pasaje que considero importantísimoen la Revelación, y quiero destacarlo. Moisés pidever a Dios. Este le responde: «Yo haré pasarante tu vista toda mi bondad, y pronunciarédelante de ti el nombre de Yahveh (es decir:me mostraré a ti)» (Exodo 33,18s.). El dato que quie-ro resaltar consiste en que es Dios mismo quiense va a definir revelando su propia intimidad. Diosexclama, pasando ante Moisés:

«Yahveh es Yahveh, Dios misericordiosoy clemente, tardo a la cólera y rico enamor y fidelidad, que mantiene su amorpor mil generaciones, que perdona la ini-quidad, la rebeldía y el pecado...» (Exodo

34,5-7).

Es el mismo Señor quien se manifiesta solem-nemente a Moisés como Dios de ternura, gracia ymisericordia, haciendo así su autorretrato (cf. Dives in

Misericordia, 4). Otra concepción diferente (Dios deltemor) difiere de la realidad revelada.

Nos interesa mucho el testimonio de Moisés,el predilecto de Dios, el que hablaba con Dioscara a cara «como un hombre amigo» (Exodo 33.11)

y gozó de la intimidad divina (cf. Números 12,6-8;

Deuteronómio 34,10; Eclo 45,1-5):

«Yahveh, tu Dios, es un Dios misericordio-so: no te abandonará ni te destruirá, y no

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a la conversión y el arrepentimiento. A Pedro, trasla negación, le invita con la mirada. El se arre-piente y hoy es santo. Judas huye de la miradamisericordiosa de Jesús; de otro modo, no sehubiera desesperado, y hoy sería San Judas.

Cuando el culpable se obstina en rechazar lallamada al arrepentimiento, no es la Misericordiala que se retira de él, sino él de la Misericordia.

Ni Judas ni ningún condenado podrán nuncareprochar a Dios no haber tenido con ellos sufi-ciente Misericordia. ha sido su orgullo y obstina-ción los que habrán rechazado la bondadosa yapremiante invitación de Dios a su amistad. Eseestado de rechazo queda como petrificado en elmomento de la muerte, sufriendo eternamente lasconsecuencias de no haber querido aceptar atiempo el perdón misericordioso de Dios.

En la tierra, el amor de Dios se revela comoMisericordia. En el cumplimiento escatológico serevelará la Justicia para los que aquí rechacen suMisericordia; para los que se acojan a ella, serevelará como Amor gozoso.

Ante la cruz comprendemos cómo laMisericordia prevalece sobre al Justicia. «LaMisericordia está sobre el Juicio» (Santiago 2,13b).

La Justicia brota de la Misericordia y tiende a ella.

Dios, al indicar la realidad de su Justicia pre-senta la «proporción» entre ésta y su Misericordia:«castigo la iniquidad de los padres en los hijoshasta la tercera y cuarta generación de los queme odian, y tengo misericordia por mil genera-ciones con los que me aman» (Exodo 20,5s.). Estetexto, que ha de interpretarse a la luz de Ezequiel18,20-32, muestra la Justicia divina, pero abreuna perspectiva mucho más amplia de suMisericordia.

La creación del universo es fruto del Amor deDios, no de su Justicia. Y de un Amor inmenso,porque Dios podía haber creado al hombre en un

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se olvidará de la alianza» (Deuteronómio 4,31).

Poco antes de morir, ya ante la TierraPrometida, Moisés reúne al pueblo y entona unhimno a la Misericordia divina. Destacan las notasvibrantes y acentos líricos, algunos de los cualesutilizaría posteriormente Jesús (Mateo 23,37). Moisésdescribe cómo Dios encuentra a su pueblo:

«en tierra desierta, en el rugiente caos deldesierto. Y le envuelve, le sustenta, lecuida como a la niña de sus ojos. Comoun águila incita a su nidada y revoloteasobre sus polluelos, así El despliega susalas, le toma y lleva sobre su plumaje...»(Deuterónomio 32,10s.).

El calificativo de «misericordioso» es el quemás veces se atribuye a Dios en el AntiguoTestamento: más de 300 veces. En la Bibliahebrea este término contiene una enorme riquezade matices de amor:

A. MISERICORDIA ES PERDÓN.

El rey David había pecado gravemente (adul-terio y homicidio), pero, ciego por la pasión, no lohabía reconocido. El profeta Natán se lo hace very David llora su culpa (2 Sam 11-12). Probablementees en esta ocasión cuando escribe la maravillosaoración que es el Salmo 51. En él todo hombresincero clama a Dios con David:

«Por tu inmensa ternura borra mi delito.Lávame a fondo mi culpa y purifícame demi pecado. Rocíame con hisopo y serélimpio, lávame y quedaré más blanco quela nieve» (Salmo 51,3.4.9.).

Dios escucha toda oración, pero una humildey confiada súplica de perdón alcanza lo más sen-sible de su Misericordia y le mueve a responder.

«Aunque fueran vuestros pecados como

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la grana, cual nieve blanquearán. Aúncuando fueran rojos como el carmesí,cual lana blanca quedarán» (Isaias 1,18).

Dios aparece como el gran perdonador. Antesnos cansamos nosotros de pedir perdón que El deconcederlo (cf. Gn 18). Da la impresión de que dis-fruta perdonando. Su perdón es infinitamentemayor y más completo que el nuestro: cuando Elperdona, no sólo olvida nuestra culpa, sino que laborra, la hace desaparecer:

«Tú borras nuestras rebeldías» (Salmo 65,4).

«Has quitado la culpa de tu pueblo, hascubierto todos sus pecados» (Salmo 85,3).

B. MISERICORDIA ES FIDELIDAD.

Uno de los términos más usados en la Bibliahebrea para designar la misericordia es «hésed».Podemos traducirlo como «fidelidad en el amor».Entre dos hombres, «hésed» indica que ambosson mutuamente bondadosos en virtud a la fideli-dad de un compromiso. «hésed» se traduce tam-bién como «gracia» o «amor», basándose endicha fidelidad.

Cuando en el Antiguo Testamento se empleaeste término referido a Dios es siempre en rela-ción a la Alianza que hizo con Israel como don gra-tuito y benévolo. El se comprometía a guardarlapor su bondad y fidelidad (hésed). Cuando Israelrompe la Alianza, el mutuo compromiso entre Diose Israel, deja propiamente de obligar. Pero Dios norompe con su pueblo, sino que le sigue amando yayudando, porque su actuación bondadosa nodepende tanto de la conducta de su pueblo, sinoque brota de la fidelidad a Sí mismo, de su propioamor inmutable: «No lo hago por vosotros, Casade Israel, sino por el honor de mi nombre»(Ezequiel 36,22). Entonces, el «hésed» manifiesta suaspecto más profundo: Dios actúa con bondad, nopor obligación jurídica externa, sino por su amor

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de Dios, de la libertad humana y de la enormepotencia destructora del pecado mortal, que ani-quila todos los méritos adquiridos y hace que elque lo comete sea merecedor de condena eterna:

«Si el justo se aparta de su justicia ycomete el mal, imitando todas las abomi-naciones que comete el malvado ¿acasovivirá? No, no quedará ya recuerdo deninguna de las obras justas que habíapracticado sino que, a causa de la infide-lidad a la cual se ha entregado y del peca-do que ha cometido, morirá» (Ezequiel 18,24).

No es novedad original el que algunos, porfalta de Fe o visión sobrenatural, tengan dificultadpara comprenderlo, no logren armonizar laJusticia con la Misericordia y se subleven ante larealidad de un castigo eterno para quien muera enpecado grave. Ya hace veintiséis siglos les res-ponde Dios:

«vosotros me decís: «’’No es justo el pro-ceder del Señor’’. Escuchad, pues, Casade Israel: ¿que no es justo mi proceder?¿No es más bien vuestro proceder el queno es justo? Si el justo se aparta de sujusticia, comete el mal y muere, muerepor causa del mal que ha cometido. Perosi el malvado se convierte de todos lospecados que ha cometido, observa todosmis preceptos y practica el derecho y lajusticia, se le recordará más; vivirá acausa de la justicia que ha practicado».

Y Dios expone su deseo en la frase clave delpasaje:

«¿Acaso me complazco Yo en la muertedel malvado, y no más bien, en que seconvierta de su conducta y viva?Convertíos y vivid». (Cf. Ezequiel 18 y 33,10-20).

Tras nuestras caídas, Dios nos invita siempre

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fiel, más fuerte que la traición o el pecado. Estaidea se refuerza en hebreo con el recurso fre-cuente del binomio «hésed we emet»: gracia yfidelidad (Exodo 34,6; Miqueas 7,20; etc.).

Cuando Israel (y cada uno de nosotros) hapecado, no tiene derecho a recurrir al «hésed» deDios por justicia legal, pues ha roto el compromi-so. Pero sí puede y debe confiar en obtener elperdón y la restauración de la gracia y Alianza,basándose en la Misericordia de Dios, que esfidelidad inquebrante a su propia esencia de amory bondad. Israel lo canta en el himno pascual:

«¡Alabad a Yahveh todas las naciones,celebradle todos los pueblos! Porque esfuerte su amor (hésed) hacia nosotros, lafidelidad (emet) de Yahveh dura por siem-pre» (Salmo 117).

La revelación del amor fiel de Dios llegará a suplenitud al enviar a su propio hijo al mundo (Juan

3,16). Así lo profetiza e interpreta Zacarías en el«Benedictus», utilizando la palabra «misericor-dia» con el significado de «hésed»: «Haciendomisericordia a nuestros padres,... recordandosu santa alianza y el juramento que juró anuestro padre Abraham» (Lucas 1,72s.); este textotiene como transfondo Deuteronómio 7,9.12; Salmo 106,45;

etc.). También la Virgen lo utiliza con este sentidoen el «Magníficat»: (Lucas 1,50.54).

C. MISERICORDIA ES TERNuRA.

La palabra «misericordia», tanto en castellanocomo en etimología latina, recalca la relación conla miseria: piedad, perdón. Pero, gracias a Dios,su Misericordia no consiste sólo en perdonar.Sería descorazonador saber que a lo más quepodemos aspirar es a que no se tengan en cuen-ta los pecados, pasando la vida en una continuapetición de perdón. Ser perdonados es poco paranosotros... y perdonar es poco para Dios. Unamadre no se limita a «perdonar» a su hijo por

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minante. Su cuerpo roto y su Corazón traspasadonos muestran un Amor más fuerte que la muerte,y que no se detiene ante el sacrificio más extraor-dinario.

«Cuando nos damos cuenta de que el amorque Dios tiene por nosotros no se para ante nues-tro pecado, no se echa atrás ante nuestras ofen-sas, sino que se hace más solícito y generoso;cuando somos conscientes de que este Amor hallegado incluso a causar la Pasión y muerte delVerbo hecho carne, que ha aceptado redimirnospagando con su Sangre, entonces prorrumpimosen un acto de reconocimiento: «Si, el Señor esrico en misericordia», y decimos también: «ElSeñor es Misericordia» (Reconciliación yPenitencia, 22).

Del Corazón abierto de Cristo «salió sangre yagua» (Juan 19,34). Al ver así cumplirse la profecíade Zacarías «mirarán al que traspasaron»: (cf. Juan

19,37), recordamos con San Juan que en estamisma profecía se anunciaba que Dios derrama-ría «un espíritu de gracia y de misericordia»

(Zacarias 12,10). Así, pues, el Corazón de Jesús quedacomo fuente inagotable del torrente de laMisericordia divina (cf. Juan 7,37-39; Apocalipsis 22,1ss.;

Ezequiel 47,1-12).

uNA DIFICuLTAD

Pero, ¿cómo se relaciona la Justicia de Dioscon su Misericordia?

Evidentemente, Dios es justo, infinitamentejusto. Es una perfección que posee en plenitud. Sino, no sería Dios. No podemos olvidar el datorevelado y dogmático de la existencia de un pre-mio eterno para los que cumplen sus mandatos yde un infierno para los pecadores que rehusan elarrepentimiento. Pretender negar o escamotear elcastigo con otras teorías, no explica mejor laMisericordia de Dios, sino que la diluye, y falsificasu mismo ser, llamándole mentiroso al negar loque El ha revelado. Supondría desconocimiento

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vibrar con el débil (Lucas 16,19ss.). Le duele que noreciban su amor: «Jerusalén, Jerusalén... ¡cuan-tas veces he querido reunir a tus hijos comouna gallina a sus polluelos bajo las alas, y nohabéis querido!» (Lucas 13,34).

De Dios, «rico en misericordia» (Efesios 2,4),

brotó la creación, el perdón tras la caída, la conti-nua invitación a lo largo de los siglos:«Convertíos y vivid». El que es «misericordio-so y Dios de todo consuelo» (2 Cor 1,3) se encar-na en Jesús, cuyo Corazón nos revela la intimidadperdonadora, tierna, sensible, cariñosa de Dios.El Amor impulsa a Jesús a instruir el Sacramentode la Penitencia, en el que nos lava con suSangre; a quedarse con nosotros en la Eucaristía;a darnos a su Madre como Madre nuestra; a morirpor nosotros en la cruz; a abrir su pecho con lalanzada, mostrándonos a través del costado lariqueza infinita de su Corazón.

«La Iglesia profesa de manera particular laMisericordia de Dios y la venera dirigiéndose alCorazón de Cristo. En efecto, precisamente elacercarnos a Cristo en el misterio de su Corazónnos permite detenernos en este punto de la reve-lación del Amor misericordioso del Padre, que haconstruido el núcleo central de la misión mesiáni-ca del Hijo del Hombre» (Dives in Misericordia, 13)

A un mundo cerrado y materialista, que noconoce la Misericordia de Dios, Jesús quiere mos-trar su Corazón humano en toda su sensibilidad,para que crean en su Amor, lo esperen todo de subondad y no duden nunca de su perdón. SuMisericordia es inagotable para los pecadores;para las almas tibias es fuego que abrasa; paralos fervorosos es ímpetu de santidad.

MISERICORDIA REvELADA EN EL MISTERIO PASCuAL.

Toda la vida de Jesús es una continua revela-ción de la Misericordia divina, pero en la Pasión yResurrección alcanza esa revelación su punto cul-

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estar enfermo; todo lo contrario; le atiende más,aumenta su cariño, su cuidado, hasta que le ponemás fuerte que antes.

Existe en hebrero otro vocablo que expresa lamisericordia: «rahamím». El sustantivo «réhem»significa primariamente seno o regazo materno.En virtud de la unidad biológica que liga a lamadre con el niño en gestación, brota un instintopara con él, de afecto y de ternura, que tambiénse llama «réhem», por su origen. Es evidente queeste amor no es por los méritos del niño, sino frutode una necesidad interior de la madre: una exi-gencia del corazón.

Así como el vocablo «hésed» recalcaba mati-ces de responsabilidad a la fidelidad hacia símismo, que de alguna manera pueden conside-rarse caracteres masculinos, «rahamím» tiene unmatiz semántico diferente: detona el amor de lamadre, delicadeza femenina.

En las culturas contemporáneas al primitivoIsrael se utilizaba también este vocablo. En Ugaritse aplica a las mujeres; en el «Código dehammurabi» nunca se aplica al amor del padre ode los dioses, sino al amor de las diosas.

Por el contrario, Dios se revela en muchasocasiones en el Antiguo Testamento como«rahúm» (que tiene «réhem», entrañas materna-les). La primera es cuando se define a sí mismoante Moisés como «Dios misericordioso» (Exodo

34,6s.). Para recalcar este aspecto se usa la endía-dis «el Señor es clemente y misericordioso»(rahúm we henún), que abunda extraordinaria-mente en la Biblia (Salmo 86,15; 103,8; 111,4; 112,4; 116,5;

Jonas 4,2; Nehemias 9,17.31; Joel 2,13; etc.).

Esto es revolucionario en la historia de las reli-giones. Y debe serlo en nuestra espiritualidad per-sonal. Estamos relativamente acostumbrados aver cómo Dios se presenta como Padre, Esposo oAmigo. La Revelación presenta el Corazón de

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Dios en el Antiguo Testamento con expresionesaún más evocadoras y dulces; ternura, bondad,cariño, fidelidad, delicadeza maternal. Todo estoqueda comprendido en el vocablo «misericordia».El Papa Juan Pablo I exclamaba: «Dios es Padre,pero, sobre todo, es Madre». Para quien logracomprenderlo y experimentarlo vivencialmente, laReligión adquiere un matiz más íntimo y entraña-ble, y la vida espiritual se convierte en algo atra-yente y cordial.

La Biblia expresa con imágenes delicadísimascómo la ternura divina supera todo amor de la tie-rra. El amor que Dios nos tiene a cada uno denosotros es mayor, e infinitamente más tierno, queel de todos los padres y madres juntos. Aunqueéstos fallaran, el amor de Dios continuará:

«¿Acaso olvida una mujer a su niño depecho, sin compadecerse del hijo de susentrañas (réhem)? Pues aunque ésas lle-gasen a olvidar, Yo no te olvido» (Isaias

49,15).

«¡Oh, Dios, qué precioso es tu amor(hésed)! ¡Por eso los hombres se cobijana la sombra de tus alas! (Salmo 36,8).

«Cual la ternura (réhem) de un padre paracon sus hijos, así de tierno (réhem) esDios para quienes le aman» (Salmo 103,13).

«Cuando Israel era niño, Yo lo amé. Yoenseñé a Efraim a caminar, tomándolo enmis brazos. Con cuerdas humanas losatraía, con lazos de amor. Y era para elloscomo quien alza a un niño contra su meji-lla, me inclinaba hacia él para darle decomer» (Oseas 11,1ss.).

«Se han conmovido mis entrañas (réhem)por él (Efraím); ternura hacia él no ha defaltarme» (Jeremias 31,20).

«Si mi padre y mi madre me abandona-

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anterior, que hace exclamar a la Iglesia el SábadoSanto: «¡Feliz culpa!».

«Gracias al Amor y Misericordia de Dios, nohay pecado por grande que sea que no pueda serperdonado; no hay pecador que sea rechazado.Toda persona que se arrepienta será recibida porJesucristo con perdón y amor inmenso». (Juan Pablo

II, 29-IX-1979).

JESÚS TIENE uN CORAZÓN MISERICORDIOSO.

Dios se manifestó a Moisés como «clemente ymisericordioso». También Jesús revela su intimi-dad: «venid a Mí los que estáis fatigados yagobiados, y Yo os aliviaré. Yo soy manso yhumilde de corazón» (Mateo 11,28ss.). Se presentacomo «el Buen Pastor» (Juan 10,11) que viene abuscar la oveja perdida (Mateo 18,12-14), imagen deli-cada que refleja muy bien su persona y su obra.

A modo de anécdota, uno de los primerosPadres subapostólicos narra un dato que indicaríala delicadeza de la Misericordia de Dios transpa-rentada en Cristo: un anochecer frío de Palestina,al acostarse Jesús y los discípulos para dormir,alguno vio cómo se levantaba Jesús a medianoche, y pasaba junto a cada uno para atender alos que se habían desarropado: «y los tapaba».

Los Evangelios nos describen un corazón sen-sible, tierno, afectivo, accesible, sencillo, ante lasmuchedumbres que se olvidan de comer por oírle,y que están «como ovejas sin pastor», se con-mueve, cura a sus enfermos y les da de comermultiplicando los panes y los peces (Mateo 14,14; 15,32;

Mc 5,34). Al ver el dolor de la viuda de Naím por lamuerte de su hijo único, se compadece y, sin quenadie se lo pida, resucita al joven (Lucas 7,11ss.). Enla muerte de Lázaro, ante el dolor de las herma-nas de éste, Juan indica repetidamente que Jesússe conmueve, se emociona y llora (Juan 11,33.38). Enla parábola del rico egoísta y del pobre Lázarosentimos que la preferencia de Jesús le hace

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ran, Yahveh me acogerá» (Salmo 27,10).

En la Encarnación se manifestará plenamenteesta Misericordia divina. Así lo interpretaZacarías: «...por las entrañas de misericordiade nuestro Dios nos visitará una luz de lo alto»(Lucas 1,78). En la expresión «entrañas de misericor-dia» subyace el término hebrero «rahamím», conel sentido de amor materno.

Esta Misericordia de Dios se hizo visible enJesús. Quienes le trataron la pudieron experimen-tar: «El Señor es compasivo y misericordioso»(polusplanjnós kai oiktírmos) (Santiago 5,11). Santiagoutiliza una palabra que ha compuesto él mismo,de dos términos griegos (polús y splánjnos), y queliteralmente significa que Dios tiene «muchasentrañas de madre», es decir, que la ternura divi-na, manifestada en Jesús, supera a la ternura detodas las madres de la tierra.

D. MISERICORDIA ES EL MáxIMO ATRIBuTO DE DIOS.

La Misericordia es, ante todo, una propiedaddivina: «el supremo atributo de Dios» (Santo Tomás

I,21,4). Para Juan Pablo II es «el atributo más estu-pendo del Creador y del Redentor» (Dives in

Misericordia, 13) aunque no en sí, sino por su relacióncon el hombre. Por existir el pecado, Dios-Amorsólo puede revelarse como Misericordia, que es elsello característico de Dios auténtico: «Porquesoy Dios, no hombre» (Oseas 11,9). La Misericordiaes la cumbre de su Amor.

Toda la historia de la salvación es una cons-tante revelación de la Misericordia de Dios. Es elatributo divino más subrayado en el AntiguoTestamento. Cuando los salmistas quieren cantarlas alabanzas más sublimes de Dios, entonanhimnos a su amor, ternura y misericordia. Es sig-nificativo el hecho de que al menos dos terceraspartes de los Salmos –oraciones inspiradas porDios– giren en torno a su misericordia.

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ACTuACIÓN DE JESÚS

Los Evangelios nos describen cómo Jesúsbusca incansablemente a los pecadores, enfer-mos, pequeños, pobres y débiles. Se hace elencontradizo con la Samaritana para saciar sused de agua viva (Juan 4). Se convida en casa deZaqueo, porque «el Hijo del Hombre ha venidoa buscar y salvar lo que estaba perdido»(Lucas19,1ss.). Tras las negaciones de Pedro, toda laMisericordia de su Corazón se expresa en susojos: «miró a Pedro» (Lucas 22,61); ¡qué habría enaquella mirada, que el apóstol rompe a llorar conlágrimas de arrepentimiento y amor!.

El mismo Jesús que transformó el corazón dela Samaritana, de Zaqueo, de Pedro, hoy quiererealizar similares conversiones. Murmura en cadauna de nuestras almas: «Dame tu corazón»(Proverbios 23,26): ¡Yo lo purificaré!, ¡Yo lo orientaré!,¡Yo lo fortaleceré!».

El pecador arrepentido se encuentra a gustocon Jesús. Este acoge y perdona a la adúltera(Juan 8,2-11). Las lágrimas sinceras de la Magdalenaestremecen su Corazón misericordioso, y no sólola perdona, sino que la defiende en público (Lucas

7,36 ss.) y la transforma en santa. Ante la menormuestra de arrepentimiento del buen ladrón, pare-ce que Jesús se precipita a perdonarlo: «Yo teaseguro que hoy estarás conmigo en elParaíso» (Lucas 23,29ss.).

En un gesto inimaginable, Jesús institucionali-zó el perdón, dejándolo a la Iglesia perpetuamen-te en el Sacramento de la paz, reconciliación, ale-gría, reencuentro, abrazo amistoso, regalo pas-cual. En este signo expresivo de la Misericordiade Dios se pone, la Omnipotencia creadora, a lasórdenes de la Misericordia perdonadora: es comoel acto creador, pero a la inversa, borrando elpecado totalmente y aniquilando todo lo malo;devuelve los méritos perdidos; vuelve a proyectarun nuevo plan, una nueva creación mejor que la

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Ambos episodios nos indican que en la con-ciencia de Jesús la prueba fundamental de sumisión mesiánica es hacer presente el Amor y laMisericordia de Dios, especialmente con lospobres, enfermos, débiles y pecadores.

La confirma en otras ocasiones. En un ban-quete los fariseos se escandalizan de que Jesústrate con pecadores. El les explica la causa: «Nonecesitan médico los sanos, sino los enfer-mos. Id a aprender qué significa aquello de«misericordia (hésed) quiero, que no sacrifi-cio» (Oseas 6,6). Porque no he venido a llamar ajustos, sino a pecadores» (Mateo 9,10ss.).

TEMA DE PREDICACIÓN: EL HIJO PRÓDIGO.

El núcleo de la predicación de Jesús es des-cribir la Misericordia de Dios. Pone en ello todo sucuidado y busca las imágenes más bellas.

En la parábola del hijo pródigo (Lucas 15,11.32),

esa perla literaria que ha sido llamada «la reina delas parábolas», pone en contraste la actitud delpadre y la de sus dos hijos. Los dos hermanos tie-nen un corazón pequeño: el uno abandona sucasa, hundiéndose en la deshonra y degradaciónpersonal; el otro trabaja en casa, pero sin amor.

En ellos nos vemos reflejados todos: en el pri-mero, los pecadores; en el segundo, quienes setienen por justos. Pero el verdadero protagonistade la parábola es el padre, que espera al hijomenor, corre conmovido a su encuentro, le abra-za con ternura y le besa efusivamente, le perdonay le devuelve su filiación perdida. Al hijo mayor leinvita a abrir su corazón al amor fraterno. Y aambos los reúne en torno a su mesa, en la alegríade la fiesta de la reconciliación, imagen del ban-quete eterno en el Amor de Dios.

Al describir al padre, Jesús está describiendoel Corazón misericordioso de Dios, que nosbusca, nos abraza con cariño y nos invita a la ter-nura de su intimidad de amor.

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El Salmo 103 es clara muestra:

«Dios perdona todas las culpas, curatodas las dolencias, rescata tu vida de lafosa, te corona de amor y de ternura»(hésed we rahamîm).

«Dios es clemente y compasivo (rahûmwe henûn), lento a la cólera y lleno deamor (hésed). No nos trata según nues-tros pecados, ni nos paga conforme anuestras culpas».

«Como se alzan los cielos por encima dela tierra, así de grande en su amor (hésed)para quienes le temen. Cual la ternura(réhem) de un padre para con sus hijos,así de tierno (réhem) es Dios para quienesle temen».

La Misericordia es cumbre de laOmnipotencia de Dios. Dios muestra su infinitopoder precisamente en su ternura infinita, yhaciendo las mejores maravillas con los peoresmateriales. «Te compadeces de todos, porquetodo lo puedes, y disimulas los pecados de loshombres, para que se arrepientan. Amas atodos los seres, y nada de los que hiciste abo-rreces. Tú todo lo perdonas, porque todo estuyo, Señor que amas la vida» (Sabiduria 11,23-26).

Así lo proclama la Iglesia: «Oh, Dios, que mani-fiestas especialmente tu omnipotencia con el per-dón y la misericordia...» (Oración del Domingo 26del año litúrgico).

La misericordia es también cumbre de su infi-nita Sabiduría. Dios pone toda su ciencia e ima-ginación (¡adorable imaginación divina, siemprenueva!) en hacer nuevos planes, cada vez quenosotros los rompemos una y otra vez con elpecado; en hacer nuevos santos, en actuar siem-pre con nueva ternura y matices de amor nuncarepetidos.

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2.º LA MISERICORDIA,REvELADA EN JESÚS

Llegada la «plenitud de los tiempos» (Gálatas

4,4), la Misericordia divina se encarna en Jesús. Laternura infinita de Dios se manifiesta en suCorazón sensible. «La revelación del Amor y de laMisericordia tiene en la historia del hombre unaforma y un nombre: se llama Jesucristo» (Rh 9).El es la encarnación y personificación de la deli-cadeza, lealtad, nobleza, fidelidad, finura y cariñode Dios. El mismo es, en cierto sentido, laMisericordia.

PROGRAMA DE JESÚS

Al comienzo de su vida pública, Jesús hace enNazaret una declaración programática de sumisión, con el siguiente pasaje de Isaías:

«El Espíritu del Señor está sobre mí, por-que me ungió para evangelizar a lospobres; me envió para predicar la libertada los cautivos; a los ciegos, la recupera-ción de la vista; para dar libertad a losoprimidos y proclamar un año de graciadel Señor» (Lucas 4,18s.; cf. Is 61,1-2).

Poco más tarde, cuando los discípulos delBautista le preguntan, si El es el Mesías espera-do, les responde: «Id y contad a Juan lo quehabéis visto y oído: los ciegos ven, los cojosandan, los leprosos quedan limpios, los sor-dos oyen, los muertos resucitan, se anuncia alos pobres el Evangelio» (Lucas 7,19ss).

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Dios pone su infinito Poder y su infinitaSabiduría al servicio de su Misericordia. Son másgrandes las obras de la Misericordia divina que lasde la creación del universo: «Sus misericordias,por encima de todas sus obras» (Salmo 145,9).

Cuando se descubre la inaudita riqueza ypotencia de la Misericordia divina, aparece la luzde un deseo: borrar un pasado infiel y comenzaruna nueva vida. De lo más hondo brota un gritoincontenible:

«¡Crea en mí un corazón puro!» (Salmo 51,12).

Dios responde con una promesa, empeñandosu palabra:

«Os rociaré con un agua pura y quedaréispurificados: de todas vuestras manchasy de todos vuestros ídolos os purificaré,y os daré un corazón nuevo; infundiré envosotros un espíritu nuevo; quitaré devuestra carne el corazón de piedra y osdaré un corazón de carne» (Ezequiel 36,25ss.; cf.

11,19).

La promesa divina supera la petición humana.Da más de lo que se le pide. Dios no busca sóloreparar, establecer como antes: quiere una nuevacreación (lsaias 62), un hombre nuevo, una nuevaamistad de intimidad, una nueva santidad.

Estas perspectivas se harán realidad en elNuevo Testamento, cuando se dé un espíritunuevo –el Espíritu Santo– y un nuevo corazón – elCorazón de Jesús–, como comienzo de un nuevomundo, de una nueva vida.

«Infundiré mi espíritu en vosotros y vivi-réis;... y sabréis que Yo, Yahveh, lo digo y lohago» (Ezequiel 37,1-14).

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* * *

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2.º LA MISERICORDIA,REvELADA EN JESÚS

Llegada la «plenitud de los tiempos» (Gálatas

4,4), la Misericordia divina se encarna en Jesús. Laternura infinita de Dios se manifiesta en suCorazón sensible. «La revelación del Amor y de laMisericordia tiene en la historia del hombre unaforma y un nombre: se llama Jesucristo» (Rh 9).El es la encarnación y personificación de la deli-cadeza, lealtad, nobleza, fidelidad, finura y cariñode Dios. El mismo es, en cierto sentido, laMisericordia.

PROGRAMA DE JESÚS

Al comienzo de su vida pública, Jesús hace enNazaret una declaración programática de sumisión, con el siguiente pasaje de Isaías:

«El Espíritu del Señor está sobre mí, por-que me ungió para evangelizar a lospobres; me envió para predicar la libertada los cautivos; a los ciegos, la recupera-ción de la vista; para dar libertad a losoprimidos y proclamar un año de graciadel Señor» (Lucas 4,18s.; cf. Is 61,1-2).

Poco más tarde, cuando los discípulos delBautista le preguntan, si El es el Mesías espera-do, les responde: «Id y contad a Juan lo quehabéis visto y oído: los ciegos ven, los cojosandan, los leprosos quedan limpios, los sor-dos oyen, los muertos resucitan, se anuncia alos pobres el Evangelio» (Lucas 7,19ss).

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Dios pone su infinito Poder y su infinitaSabiduría al servicio de su Misericordia. Son másgrandes las obras de la Misericordia divina que lasde la creación del universo: «Sus misericordias,por encima de todas sus obras» (Salmo 145,9).

Cuando se descubre la inaudita riqueza ypotencia de la Misericordia divina, aparece la luzde un deseo: borrar un pasado infiel y comenzaruna nueva vida. De lo más hondo brota un gritoincontenible:

«¡Crea en mí un corazón puro!» (Salmo 51,12).

Dios responde con una promesa, empeñandosu palabra:

«Os rociaré con un agua pura y quedaréispurificados: de todas vuestras manchasy de todos vuestros ídolos os purificaré,y os daré un corazón nuevo; infundiré envosotros un espíritu nuevo; quitaré devuestra carne el corazón de piedra y osdaré un corazón de carne» (Ezequiel 36,25ss.; cf.

11,19).

La promesa divina supera la petición humana.Da más de lo que se le pide. Dios no busca sóloreparar, establecer como antes: quiere una nuevacreación (lsaias 62), un hombre nuevo, una nuevaamistad de intimidad, una nueva santidad.

Estas perspectivas se harán realidad en elNuevo Testamento, cuando se dé un espíritunuevo –el Espíritu Santo– y un nuevo corazón – elCorazón de Jesús–, como comienzo de un nuevomundo, de una nueva vida.

«Infundiré mi espíritu en vosotros y vivi-réis;... y sabréis que Yo, Yahveh, lo digo y lohago» (Ezequiel 37,1-14).

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Ambos episodios nos indican que en la con-ciencia de Jesús la prueba fundamental de sumisión mesiánica es hacer presente el Amor y laMisericordia de Dios, especialmente con lospobres, enfermos, débiles y pecadores.

La confirma en otras ocasiones. En un ban-quete los fariseos se escandalizan de que Jesústrate con pecadores. El les explica la causa: «Nonecesitan médico los sanos, sino los enfer-mos. Id a aprender qué significa aquello de«misericordia (hésed) quiero, que no sacrifi-cio» (Oseas 6,6). Porque no he venido a llamar ajustos, sino a pecadores» (Mateo 9,10ss.).

TEMA DE PREDICACIÓN: EL HIJO PRÓDIGO.

El núcleo de la predicación de Jesús es des-cribir la Misericordia de Dios. Pone en ello todo sucuidado y busca las imágenes más bellas.

En la parábola del hijo pródigo (Lucas 15,11.32),

esa perla literaria que ha sido llamada «la reina delas parábolas», pone en contraste la actitud delpadre y la de sus dos hijos. Los dos hermanos tie-nen un corazón pequeño: el uno abandona sucasa, hundiéndose en la deshonra y degradaciónpersonal; el otro trabaja en casa, pero sin amor.

En ellos nos vemos reflejados todos: en el pri-mero, los pecadores; en el segundo, quienes setienen por justos. Pero el verdadero protagonistade la parábola es el padre, que espera al hijomenor, corre conmovido a su encuentro, le abra-za con ternura y le besa efusivamente, le perdonay le devuelve su filiación perdida. Al hijo mayor leinvita a abrir su corazón al amor fraterno. Y aambos los reúne en torno a su mesa, en la alegríade la fiesta de la reconciliación, imagen del ban-quete eterno en el Amor de Dios.

Al describir al padre, Jesús está describiendoel Corazón misericordioso de Dios, que nosbusca, nos abraza con cariño y nos invita a la ter-nura de su intimidad de amor.

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El Salmo 103 es clara muestra:

«Dios perdona todas las culpas, curatodas las dolencias, rescata tu vida de lafosa, te corona de amor y de ternura»(hésed we rahamîm).

«Dios es clemente y compasivo (rahûmwe henûn), lento a la cólera y lleno deamor (hésed). No nos trata según nues-tros pecados, ni nos paga conforme anuestras culpas».

«Como se alzan los cielos por encima dela tierra, así de grande en su amor (hésed)para quienes le temen. Cual la ternura(réhem) de un padre para con sus hijos,así de tierno (réhem) es Dios para quienesle temen».

La Misericordia es cumbre de laOmnipotencia de Dios. Dios muestra su infinitopoder precisamente en su ternura infinita, yhaciendo las mejores maravillas con los peoresmateriales. «Te compadeces de todos, porquetodo lo puedes, y disimulas los pecados de loshombres, para que se arrepientan. Amas atodos los seres, y nada de los que hiciste abo-rreces. Tú todo lo perdonas, porque todo estuyo, Señor que amas la vida» (Sabiduria 11,23-26).

Así lo proclama la Iglesia: «Oh, Dios, que mani-fiestas especialmente tu omnipotencia con el per-dón y la misericordia...» (Oración del Domingo 26del año litúrgico).

La misericordia es también cumbre de su infi-nita Sabiduría. Dios pone toda su ciencia e ima-ginación (¡adorable imaginación divina, siemprenueva!) en hacer nuevos planes, cada vez quenosotros los rompemos una y otra vez con elpecado; en hacer nuevos santos, en actuar siem-pre con nueva ternura y matices de amor nuncarepetidos.

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ran, Yahveh me acogerá» (Salmo 27,10).

En la Encarnación se manifestará plenamenteesta Misericordia divina. Así lo interpretaZacarías: «...por las entrañas de misericordiade nuestro Dios nos visitará una luz de lo alto»(Lucas 1,78). En la expresión «entrañas de misericor-dia» subyace el término hebrero «rahamím», conel sentido de amor materno.

Esta Misericordia de Dios se hizo visible enJesús. Quienes le trataron la pudieron experimen-tar: «El Señor es compasivo y misericordioso»(polusplanjnós kai oiktírmos) (Santiago 5,11). Santiagoutiliza una palabra que ha compuesto él mismo,de dos términos griegos (polús y splánjnos), y queliteralmente significa que Dios tiene «muchasentrañas de madre», es decir, que la ternura divi-na, manifestada en Jesús, supera a la ternura detodas las madres de la tierra.

D. MISERICORDIA ES EL MáxIMO ATRIBuTO DE DIOS.

La Misericordia es, ante todo, una propiedaddivina: «el supremo atributo de Dios» (Santo Tomás

I,21,4). Para Juan Pablo II es «el atributo más estu-pendo del Creador y del Redentor» (Dives in

Misericordia, 13) aunque no en sí, sino por su relacióncon el hombre. Por existir el pecado, Dios-Amorsólo puede revelarse como Misericordia, que es elsello característico de Dios auténtico: «Porquesoy Dios, no hombre» (Oseas 11,9). La Misericordiaes la cumbre de su Amor.

Toda la historia de la salvación es una cons-tante revelación de la Misericordia de Dios. Es elatributo divino más subrayado en el AntiguoTestamento. Cuando los salmistas quieren cantarlas alabanzas más sublimes de Dios, entonanhimnos a su amor, ternura y misericordia. Es sig-nificativo el hecho de que al menos dos terceraspartes de los Salmos –oraciones inspiradas porDios– giren en torno a su misericordia.

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ACTuACIÓN DE JESÚS

Los Evangelios nos describen cómo Jesúsbusca incansablemente a los pecadores, enfer-mos, pequeños, pobres y débiles. Se hace elencontradizo con la Samaritana para saciar sused de agua viva (Juan 4). Se convida en casa deZaqueo, porque «el Hijo del Hombre ha venidoa buscar y salvar lo que estaba perdido»(Lucas19,1ss.). Tras las negaciones de Pedro, toda laMisericordia de su Corazón se expresa en susojos: «miró a Pedro» (Lucas 22,61); ¡qué habría enaquella mirada, que el apóstol rompe a llorar conlágrimas de arrepentimiento y amor!.

El mismo Jesús que transformó el corazón dela Samaritana, de Zaqueo, de Pedro, hoy quiererealizar similares conversiones. Murmura en cadauna de nuestras almas: «Dame tu corazón»(Proverbios 23,26): ¡Yo lo purificaré!, ¡Yo lo orientaré!,¡Yo lo fortaleceré!».

El pecador arrepentido se encuentra a gustocon Jesús. Este acoge y perdona a la adúltera(Juan 8,2-11). Las lágrimas sinceras de la Magdalenaestremecen su Corazón misericordioso, y no sólola perdona, sino que la defiende en público (Lucas

7,36 ss.) y la transforma en santa. Ante la menormuestra de arrepentimiento del buen ladrón, pare-ce que Jesús se precipita a perdonarlo: «Yo teaseguro que hoy estarás conmigo en elParaíso» (Lucas 23,29ss.).

En un gesto inimaginable, Jesús institucionali-zó el perdón, dejándolo a la Iglesia perpetuamen-te en el Sacramento de la paz, reconciliación, ale-gría, reencuentro, abrazo amistoso, regalo pas-cual. En este signo expresivo de la Misericordiade Dios se pone, la Omnipotencia creadora, a lasórdenes de la Misericordia perdonadora: es comoel acto creador, pero a la inversa, borrando elpecado totalmente y aniquilando todo lo malo;devuelve los méritos perdidos; vuelve a proyectarun nuevo plan, una nueva creación mejor que la

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Dios en el Antiguo Testamento con expresionesaún más evocadoras y dulces; ternura, bondad,cariño, fidelidad, delicadeza maternal. Todo estoqueda comprendido en el vocablo «misericordia».El Papa Juan Pablo I exclamaba: «Dios es Padre,pero, sobre todo, es Madre». Para quien logracomprenderlo y experimentarlo vivencialmente, laReligión adquiere un matiz más íntimo y entraña-ble, y la vida espiritual se convierte en algo atra-yente y cordial.

La Biblia expresa con imágenes delicadísimascómo la ternura divina supera todo amor de la tie-rra. El amor que Dios nos tiene a cada uno denosotros es mayor, e infinitamente más tierno, queel de todos los padres y madres juntos. Aunqueéstos fallaran, el amor de Dios continuará:

«¿Acaso olvida una mujer a su niño depecho, sin compadecerse del hijo de susentrañas (réhem)? Pues aunque ésas lle-gasen a olvidar, Yo no te olvido» (Isaias

49,15).

«¡Oh, Dios, qué precioso es tu amor(hésed)! ¡Por eso los hombres se cobijana la sombra de tus alas! (Salmo 36,8).

«Cual la ternura (réhem) de un padre paracon sus hijos, así de tierno (réhem) esDios para quienes le aman» (Salmo 103,13).

«Cuando Israel era niño, Yo lo amé. Yoenseñé a Efraim a caminar, tomándolo enmis brazos. Con cuerdas humanas losatraía, con lazos de amor. Y era para elloscomo quien alza a un niño contra su meji-lla, me inclinaba hacia él para darle decomer» (Oseas 11,1ss.).

«Se han conmovido mis entrañas (réhem)por él (Efraím); ternura hacia él no ha defaltarme» (Jeremias 31,20).

«Si mi padre y mi madre me abandona-

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anterior, que hace exclamar a la Iglesia el SábadoSanto: «¡Feliz culpa!».

«Gracias al Amor y Misericordia de Dios, nohay pecado por grande que sea que no pueda serperdonado; no hay pecador que sea rechazado.Toda persona que se arrepienta será recibida porJesucristo con perdón y amor inmenso». (Juan Pablo

II, 29-IX-1979).

JESÚS TIENE uN CORAZÓN MISERICORDIOSO.

Dios se manifestó a Moisés como «clemente ymisericordioso». También Jesús revela su intimi-dad: «venid a Mí los que estáis fatigados yagobiados, y Yo os aliviaré. Yo soy manso yhumilde de corazón» (Mateo 11,28ss.). Se presentacomo «el Buen Pastor» (Juan 10,11) que viene abuscar la oveja perdida (Mateo 18,12-14), imagen deli-cada que refleja muy bien su persona y su obra.

A modo de anécdota, uno de los primerosPadres subapostólicos narra un dato que indicaríala delicadeza de la Misericordia de Dios transpa-rentada en Cristo: un anochecer frío de Palestina,al acostarse Jesús y los discípulos para dormir,alguno vio cómo se levantaba Jesús a medianoche, y pasaba junto a cada uno para atender alos que se habían desarropado: «y los tapaba».

Los Evangelios nos describen un corazón sen-sible, tierno, afectivo, accesible, sencillo, ante lasmuchedumbres que se olvidan de comer por oírle,y que están «como ovejas sin pastor», se con-mueve, cura a sus enfermos y les da de comermultiplicando los panes y los peces (Mateo 14,14; 15,32;

Mc 5,34). Al ver el dolor de la viuda de Naím por lamuerte de su hijo único, se compadece y, sin quenadie se lo pida, resucita al joven (Lucas 7,11ss.). Enla muerte de Lázaro, ante el dolor de las herma-nas de éste, Juan indica repetidamente que Jesússe conmueve, se emociona y llora (Juan 11,33.38). Enla parábola del rico egoísta y del pobre Lázarosentimos que la preferencia de Jesús le hace

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vibrar con el débil (Lucas 16,19ss.). Le duele que noreciban su amor: «Jerusalén, Jerusalén... ¡cuan-tas veces he querido reunir a tus hijos comouna gallina a sus polluelos bajo las alas, y nohabéis querido!» (Lucas 13,34).

De Dios, «rico en misericordia» (Efesios 2,4),

brotó la creación, el perdón tras la caída, la conti-nua invitación a lo largo de los siglos:«Convertíos y vivid». El que es «misericordio-so y Dios de todo consuelo» (2 Cor 1,3) se encar-na en Jesús, cuyo Corazón nos revela la intimidadperdonadora, tierna, sensible, cariñosa de Dios.El Amor impulsa a Jesús a instruir el Sacramentode la Penitencia, en el que nos lava con suSangre; a quedarse con nosotros en la Eucaristía;a darnos a su Madre como Madre nuestra; a morirpor nosotros en la cruz; a abrir su pecho con lalanzada, mostrándonos a través del costado lariqueza infinita de su Corazón.

«La Iglesia profesa de manera particular laMisericordia de Dios y la venera dirigiéndose alCorazón de Cristo. En efecto, precisamente elacercarnos a Cristo en el misterio de su Corazónnos permite detenernos en este punto de la reve-lación del Amor misericordioso del Padre, que haconstruido el núcleo central de la misión mesiáni-ca del Hijo del Hombre» (Dives in Misericordia, 13)

A un mundo cerrado y materialista, que noconoce la Misericordia de Dios, Jesús quiere mos-trar su Corazón humano en toda su sensibilidad,para que crean en su Amor, lo esperen todo de subondad y no duden nunca de su perdón. SuMisericordia es inagotable para los pecadores;para las almas tibias es fuego que abrasa; paralos fervorosos es ímpetu de santidad.

MISERICORDIA REvELADA EN EL MISTERIO PASCuAL.

Toda la vida de Jesús es una continua revela-ción de la Misericordia divina, pero en la Pasión yResurrección alcanza esa revelación su punto cul-

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estar enfermo; todo lo contrario; le atiende más,aumenta su cariño, su cuidado, hasta que le ponemás fuerte que antes.

Existe en hebrero otro vocablo que expresa lamisericordia: «rahamím». El sustantivo «réhem»significa primariamente seno o regazo materno.En virtud de la unidad biológica que liga a lamadre con el niño en gestación, brota un instintopara con él, de afecto y de ternura, que tambiénse llama «réhem», por su origen. Es evidente queeste amor no es por los méritos del niño, sino frutode una necesidad interior de la madre: una exi-gencia del corazón.

Así como el vocablo «hésed» recalcaba mati-ces de responsabilidad a la fidelidad hacia símismo, que de alguna manera pueden conside-rarse caracteres masculinos, «rahamím» tiene unmatiz semántico diferente: detona el amor de lamadre, delicadeza femenina.

En las culturas contemporáneas al primitivoIsrael se utilizaba también este vocablo. En Ugaritse aplica a las mujeres; en el «Código dehammurabi» nunca se aplica al amor del padre ode los dioses, sino al amor de las diosas.

Por el contrario, Dios se revela en muchasocasiones en el Antiguo Testamento como«rahúm» (que tiene «réhem», entrañas materna-les). La primera es cuando se define a sí mismoante Moisés como «Dios misericordioso» (Exodo

34,6s.). Para recalcar este aspecto se usa la endía-dis «el Señor es clemente y misericordioso»(rahúm we henún), que abunda extraordinaria-mente en la Biblia (Salmo 86,15; 103,8; 111,4; 112,4; 116,5;

Jonas 4,2; Nehemias 9,17.31; Joel 2,13; etc.).

Esto es revolucionario en la historia de las reli-giones. Y debe serlo en nuestra espiritualidad per-sonal. Estamos relativamente acostumbrados aver cómo Dios se presenta como Padre, Esposo oAmigo. La Revelación presenta el Corazón de

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fiel, más fuerte que la traición o el pecado. Estaidea se refuerza en hebreo con el recurso fre-cuente del binomio «hésed we emet»: gracia yfidelidad (Exodo 34,6; Miqueas 7,20; etc.).

Cuando Israel (y cada uno de nosotros) hapecado, no tiene derecho a recurrir al «hésed» deDios por justicia legal, pues ha roto el compromi-so. Pero sí puede y debe confiar en obtener elperdón y la restauración de la gracia y Alianza,basándose en la Misericordia de Dios, que esfidelidad inquebrante a su propia esencia de amory bondad. Israel lo canta en el himno pascual:

«¡Alabad a Yahveh todas las naciones,celebradle todos los pueblos! Porque esfuerte su amor (hésed) hacia nosotros, lafidelidad (emet) de Yahveh dura por siem-pre» (Salmo 117).

La revelación del amor fiel de Dios llegará a suplenitud al enviar a su propio hijo al mundo (Juan

3,16). Así lo profetiza e interpreta Zacarías en el«Benedictus», utilizando la palabra «misericor-dia» con el significado de «hésed»: «Haciendomisericordia a nuestros padres,... recordandosu santa alianza y el juramento que juró anuestro padre Abraham» (Lucas 1,72s.); este textotiene como transfondo Deuteronómio 7,9.12; Salmo 106,45;

etc.). También la Virgen lo utiliza con este sentidoen el «Magníficat»: (Lucas 1,50.54).

C. MISERICORDIA ES TERNuRA.

La palabra «misericordia», tanto en castellanocomo en etimología latina, recalca la relación conla miseria: piedad, perdón. Pero, gracias a Dios,su Misericordia no consiste sólo en perdonar.Sería descorazonador saber que a lo más quepodemos aspirar es a que no se tengan en cuen-ta los pecados, pasando la vida en una continuapetición de perdón. Ser perdonados es poco paranosotros... y perdonar es poco para Dios. Unamadre no se limita a «perdonar» a su hijo por

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minante. Su cuerpo roto y su Corazón traspasadonos muestran un Amor más fuerte que la muerte,y que no se detiene ante el sacrificio más extraor-dinario.

«Cuando nos damos cuenta de que el amorque Dios tiene por nosotros no se para ante nues-tro pecado, no se echa atrás ante nuestras ofen-sas, sino que se hace más solícito y generoso;cuando somos conscientes de que este Amor hallegado incluso a causar la Pasión y muerte delVerbo hecho carne, que ha aceptado redimirnospagando con su Sangre, entonces prorrumpimosen un acto de reconocimiento: «Si, el Señor esrico en misericordia», y decimos también: «ElSeñor es Misericordia» (Reconciliación yPenitencia, 22).

Del Corazón abierto de Cristo «salió sangre yagua» (Juan 19,34). Al ver así cumplirse la profecíade Zacarías «mirarán al que traspasaron»: (cf. Juan

19,37), recordamos con San Juan que en estamisma profecía se anunciaba que Dios derrama-ría «un espíritu de gracia y de misericordia»

(Zacarias 12,10). Así, pues, el Corazón de Jesús quedacomo fuente inagotable del torrente de laMisericordia divina (cf. Juan 7,37-39; Apocalipsis 22,1ss.;

Ezequiel 47,1-12).

uNA DIFICuLTAD

Pero, ¿cómo se relaciona la Justicia de Dioscon su Misericordia?

Evidentemente, Dios es justo, infinitamentejusto. Es una perfección que posee en plenitud. Sino, no sería Dios. No podemos olvidar el datorevelado y dogmático de la existencia de un pre-mio eterno para los que cumplen sus mandatos yde un infierno para los pecadores que rehusan elarrepentimiento. Pretender negar o escamotear elcastigo con otras teorías, no explica mejor laMisericordia de Dios, sino que la diluye, y falsificasu mismo ser, llamándole mentiroso al negar loque El ha revelado. Supondría desconocimiento

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la grana, cual nieve blanquearán. Aúncuando fueran rojos como el carmesí,cual lana blanca quedarán» (Isaias 1,18).

Dios aparece como el gran perdonador. Antesnos cansamos nosotros de pedir perdón que El deconcederlo (cf. Gn 18). Da la impresión de que dis-fruta perdonando. Su perdón es infinitamentemayor y más completo que el nuestro: cuando Elperdona, no sólo olvida nuestra culpa, sino que laborra, la hace desaparecer:

«Tú borras nuestras rebeldías» (Salmo 65,4).

«Has quitado la culpa de tu pueblo, hascubierto todos sus pecados» (Salmo 85,3).

B. MISERICORDIA ES FIDELIDAD.

Uno de los términos más usados en la Bibliahebrea para designar la misericordia es «hésed».Podemos traducirlo como «fidelidad en el amor».Entre dos hombres, «hésed» indica que ambosson mutuamente bondadosos en virtud a la fideli-dad de un compromiso. «hésed» se traduce tam-bién como «gracia» o «amor», basándose endicha fidelidad.

Cuando en el Antiguo Testamento se empleaeste término referido a Dios es siempre en rela-ción a la Alianza que hizo con Israel como don gra-tuito y benévolo. El se comprometía a guardarlapor su bondad y fidelidad (hésed). Cuando Israelrompe la Alianza, el mutuo compromiso entre Diose Israel, deja propiamente de obligar. Pero Dios norompe con su pueblo, sino que le sigue amando yayudando, porque su actuación bondadosa nodepende tanto de la conducta de su pueblo, sinoque brota de la fidelidad a Sí mismo, de su propioamor inmutable: «No lo hago por vosotros, Casade Israel, sino por el honor de mi nombre»(Ezequiel 36,22). Entonces, el «hésed» manifiesta suaspecto más profundo: Dios actúa con bondad, nopor obligación jurídica externa, sino por su amor

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de Dios, de la libertad humana y de la enormepotencia destructora del pecado mortal, que ani-quila todos los méritos adquiridos y hace que elque lo comete sea merecedor de condena eterna:

«Si el justo se aparta de su justicia ycomete el mal, imitando todas las abomi-naciones que comete el malvado ¿acasovivirá? No, no quedará ya recuerdo deninguna de las obras justas que habíapracticado sino que, a causa de la infide-lidad a la cual se ha entregado y del peca-do que ha cometido, morirá» (Ezequiel 18,24).

No es novedad original el que algunos, porfalta de Fe o visión sobrenatural, tengan dificultadpara comprenderlo, no logren armonizar laJusticia con la Misericordia y se subleven ante larealidad de un castigo eterno para quien muera enpecado grave. Ya hace veintiséis siglos les res-ponde Dios:

«vosotros me decís: «’’No es justo el pro-ceder del Señor’’. Escuchad, pues, Casade Israel: ¿que no es justo mi proceder?¿No es más bien vuestro proceder el queno es justo? Si el justo se aparta de sujusticia, comete el mal y muere, muerepor causa del mal que ha cometido. Perosi el malvado se convierte de todos lospecados que ha cometido, observa todosmis preceptos y practica el derecho y lajusticia, se le recordará más; vivirá acausa de la justicia que ha practicado».

Y Dios expone su deseo en la frase clave delpasaje:

«¿Acaso me complazco Yo en la muertedel malvado, y no más bien, en que seconvierta de su conducta y viva?Convertíos y vivid». (Cf. Ezequiel 18 y 33,10-20).

Tras nuestras caídas, Dios nos invita siempre

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a la conversión y el arrepentimiento. A Pedro, trasla negación, le invita con la mirada. El se arre-piente y hoy es santo. Judas huye de la miradamisericordiosa de Jesús; de otro modo, no sehubiera desesperado, y hoy sería San Judas.

Cuando el culpable se obstina en rechazar lallamada al arrepentimiento, no es la Misericordiala que se retira de él, sino él de la Misericordia.

Ni Judas ni ningún condenado podrán nuncareprochar a Dios no haber tenido con ellos sufi-ciente Misericordia. ha sido su orgullo y obstina-ción los que habrán rechazado la bondadosa yapremiante invitación de Dios a su amistad. Eseestado de rechazo queda como petrificado en elmomento de la muerte, sufriendo eternamente lasconsecuencias de no haber querido aceptar atiempo el perdón misericordioso de Dios.

En la tierra, el amor de Dios se revela comoMisericordia. En el cumplimiento escatológico serevelará la Justicia para los que aquí rechacen suMisericordia; para los que se acojan a ella, serevelará como Amor gozoso.

Ante la cruz comprendemos cómo laMisericordia prevalece sobre al Justicia. «LaMisericordia está sobre el Juicio» (Santiago 2,13b).

La Justicia brota de la Misericordia y tiende a ella.

Dios, al indicar la realidad de su Justicia pre-senta la «proporción» entre ésta y su Misericordia:«castigo la iniquidad de los padres en los hijoshasta la tercera y cuarta generación de los queme odian, y tengo misericordia por mil genera-ciones con los que me aman» (Exodo 20,5s.). Estetexto, que ha de interpretarse a la luz de Ezequiel18,20-32, muestra la Justicia divina, pero abreuna perspectiva mucho más amplia de suMisericordia.

La creación del universo es fruto del Amor deDios, no de su Justicia. Y de un Amor inmenso,porque Dios podía haber creado al hombre en un

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se olvidará de la alianza» (Deuteronómio 4,31).

Poco antes de morir, ya ante la TierraPrometida, Moisés reúne al pueblo y entona unhimno a la Misericordia divina. Destacan las notasvibrantes y acentos líricos, algunos de los cualesutilizaría posteriormente Jesús (Mateo 23,37). Moisésdescribe cómo Dios encuentra a su pueblo:

«en tierra desierta, en el rugiente caos deldesierto. Y le envuelve, le sustenta, lecuida como a la niña de sus ojos. Comoun águila incita a su nidada y revoloteasobre sus polluelos, así El despliega susalas, le toma y lleva sobre su plumaje...»(Deuterónomio 32,10s.).

El calificativo de «misericordioso» es el quemás veces se atribuye a Dios en el AntiguoTestamento: más de 300 veces. En la Bibliahebrea este término contiene una enorme riquezade matices de amor:

A. MISERICORDIA ES PERDÓN.

El rey David había pecado gravemente (adul-terio y homicidio), pero, ciego por la pasión, no lohabía reconocido. El profeta Natán se lo hace very David llora su culpa (2 Sam 11-12). Probablementees en esta ocasión cuando escribe la maravillosaoración que es el Salmo 51. En él todo hombresincero clama a Dios con David:

«Por tu inmensa ternura borra mi delito.Lávame a fondo mi culpa y purifícame demi pecado. Rocíame con hisopo y serélimpio, lávame y quedaré más blanco quela nieve» (Salmo 51,3.4.9.).

Dios escucha toda oración, pero una humildey confiada súplica de perdón alcanza lo más sen-sible de su Misericordia y le mueve a responder.

«Aunque fueran vuestros pecados como

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nivel pluralmente natural, con un alma espiritual einmortal, pero sin la vida de la Gracia. Su Amor esel que le hace darnos la gracia santificante, quees participación de su misma vida divina, principiode adopción filial en Cristo y de todos los méritossobrenaturales. Todo esto es fruto de su Amorgratuito, de su Misericordia, no de su Justicia,pues nosotros no habíamos merecido nada.

Ateniéndose meramente a la Justicia, tras elpecado original nos hubiera dejado en ese esta-do, con todas sus consecuencias, pero suMisericordia le impulsa a perdonarnos, y sobrea-bundantemente.

¿Cómo conciliarlo con la reparación exigidapor su Justicia? Su infinita Sabiduría, movida porun amor también infinito, encuentra la solución:nos da a su propio hijo para reparar nuestro peca-do. De esta forma, «en la Pasión y muerte deCristo se expresa la Justicia absoluta, porqueCristo sufre la Pasión y la cruz a causa de lospecados de la humanidad» (Dives in Misericordia, 7). Ycomo Jesús es Dios, hay incluso una «’’sobrea-bundancia’’ de la Justicia, ya que los pecados delhombre son ’’compensados’’ por el sacrificio delHombre-Dios. Pero tal justicia, que es propiamen-te justicia ’’a medida de Dios’’, nace toda ella delAmor, y se completa en el Amor, generando frutosde Salvación» (ibídem).

De esta manera, el Misterio Pascual, que esfruto de la Justicia, pero sobre todo la Misericordiade Dios, no solamente hace «justicia del pecado,sino que restituye al amor su fuerza creadora enel interior del hombre, gracias a la cual tiene acce-so de nuevo a la plenitud de vida y santidad» (ibí-

dem). La justicia no restablece la dignidad humana;sólo el Amor misericordioso puede restituir alhombre a sí mismo.

La última palabra de la Misericordia no la dicela Cruz, sino la Resurrección. Es el triunfo delAmor, vencedor sobre todas las fuerzas del mal,

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El nacimiento del Pueblo de Israel suelesituarse en la liberación de la esclavitud enEgipto, paso del Mar Rojo y peregrinación hacia laTierra Prometida. Es un tiempo de continua mani-festación de la Misericordia divina, incesantemen-te contrastada con la rebelde obstinación de losisraelitas. Esos cuarenta años pueden resumirseen una frase del himno que cantan tras atravesarel Mar Rojo: «En tu Misericordia te has hechoguía del pueblo que has liberado, y con tupoder lo has conducido a tu santa morada»(Exodo 15,13).

hay un pasaje que considero importantísimoen la Revelación, y quiero destacarlo. Moisés pidever a Dios. Este le responde: «Yo haré pasarante tu vista toda mi bondad, y pronunciarédelante de ti el nombre de Yahveh (es decir:me mostraré a ti)» (Exodo 33,18s.). El dato que quie-ro resaltar consiste en que es Dios mismo quiense va a definir revelando su propia intimidad. Diosexclama, pasando ante Moisés:

«Yahveh es Yahveh, Dios misericordiosoy clemente, tardo a la cólera y rico enamor y fidelidad, que mantiene su amorpor mil generaciones, que perdona la ini-quidad, la rebeldía y el pecado...» (Exodo

34,5-7).

Es el mismo Señor quien se manifiesta solem-nemente a Moisés como Dios de ternura, gracia ymisericordia, haciendo así su autorretrato (cf. Dives in

Misericordia, 4). Otra concepción diferente (Dios deltemor) difiere de la realidad revelada.

Nos interesa mucho el testimonio de Moisés,el predilecto de Dios, el que hablaba con Dioscara a cara «como un hombre amigo» (Exodo 33.11)

y gozó de la intimidad divina (cf. Números 12,6-8;

Deuteronómio 34,10; Eclo 45,1-5):

«Yahveh, tu Dios, es un Dios misericordio-so: no te abandonará ni te destruirá, y no

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1.º LA MISERICORDIA,EN EL ANTIGuO TESTAMENTO

Se suele presentar al Dios del AntiguoTestamento como Dios del temor. Nada más falsoy contrario a la realidad. La manifestación del Amormisericordioso de Dios comienza con la creacióndel universo. El Salmo 136 da la clave y el motivo:«Creó... porque es eterno su amor».

La primera acción de Dios «fuera» de su vidaintratrinitaria es de Amor y Misericordia.

Podemos llamar «Protohistoria de laMisericordia» a los primeros capítulos del Génesis(creación, promesa de redención, salvación deNoé, etc.). Pero ya desde el inicio, el hombre,muestra su corazón pequeño y rebelde (Adán,Caín, Babel, etc.). Por eso la historia se perfila yacomo una lucha entre la cerrazón humana y laMisericordia divina, que al final triunfará.

Los Patriarcas tratan íntimamente con Dios ylo consideran cercano, bueno, entrañable. Laforma de orar de Jacob lo detona: «Oh, Yahveh,Dios de mi padre Abraham, de mi padre Isaac,que me dijiste: «’’vuelve a tu tierra y a tupatria, que yo seré bueno contigo’’», ¡quépoco merecía yo todas las mercedes y toda laconfianza que has dado a tu siervo! Fuiste túquien dijiste: «’’Yo seré bueno de veras conti-go y haré tu descendencia como la arena delmar, que no se puede contar de tanta comohay’’» (Genésis 32,10-13). Y Dios no le defraudó.

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del pecado y de la muerte. La grandeza de laRedención, don del Amor de Dios, excede a lamagnitud del mal como los cielos se elevan sobrela tierra, porque el Amor misericordioso de Diosprevalece sobre todo mal. Si la fuerza del pecadoes grande, mayor es la de la gracia conseguidapor Cristo (cf. Romanos 5,15-21).

Desde la resurrección de Jesús conceptoscomo perdón y misericordia no implican cobar-día o debilidad, sino fuerza y sabiduría, porqueson atributos y primicias del Reino eterno delAmor, que ya ha empezado a triunfar en Cristoresucitado.

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atributos divinos: eternidad, infinitud, omnipoten-cia, etc. Sin embargo, hay otros que no sospe-charíamos si El mismo no los revelara. Uno deellos es la Misericordia. Las Religiones naturalespresentan dioses poderosos, justos, etc. ¡peronunca pacientes, mansos, humildes y misericor-diosos! Por lo tanto, el único camino es partir de larevelación que Dios hace de Sí mismo. Así evita-mos el peligro de meras hipótesis o elucubracio-nes humanas.

Antes de manifestarse Jesús como «manso yhumilde de corazón» exclamó: «Yo te bendigo.Padre, Señor del cielo y de la tierra, porquehas ocultado estas cosas a los sabios y pru-dentes y se las has revelado a los pequeños(Mateo 11,25 ss.). Para comprender vivencialmente lossecretos de Dios se requiere un corazón sencillo,junto con una actitud de oración. Es Dios mismoel que debe revelárselo a cada uno, abriéndole suintimidad e invitándole a lo más profundo de suCorazón. Más que cualidades intelectuales, hayque preparar un alma limpia, humilde y pedir aDios intensamente esta gracia. Es la actitud deSan Pablo: «doblo mis rodillas ante el Padre,para que os conceda comprender con todoslos Santos cuál es la anchura y la longitud, laaltura y la profundidad, y conocer el amor deCristo que excede todo conocimiento, paraque os vayáis llenando hasta la total Plenitudde Dios» (Efesios 3,14-19).

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3.º NuESTRA RESPuESTA

No todos entienden lo que es la Misericordiade Dios, porque pertenece al misterio de Dios,inaccesible para la sola razón humana. Y no todosla reciben, porque no sólo se necesita que Dios laconceda, sino que el corazón humano esté abier-to y preparado para acogerla.

Para comprender y recibir la Misericordia divi-na se requiere una triple actitud:

A) PEDIRLA A DIOS EN LA ORACIÓN.

«Ten misericordia de mí, oh, Dios, según tuamor». Así ora David tras su pecado (Salmo 51,3).

Ese grito brota espontánea y continuamente en laoración de Israel (Salmos 6,3; 25,16; 26,11; 51,3; 57,2; 86,16;

119,132; 123,3; etc.). La Iglesia lo repite: «Señor, tenpiedad»: «Dios todopoderoso tenga misericordiade nosotros...»; «Cordero de Dios, que quitas lospecados del mundo, ten piedad de nosotros»; etc.

«En ningún momento y en ningún período his-tórico, especialmente en una época tan críticacomo la nuestra, la Iglesia puede olvidar la ora-ción, que es un grito a la Misericordia de Dios antelas múltiples formas de mal que pesan sobre lahumildad y la amenazan» (Dives in Misericordia, 15).

Cuanto más se aleja la humanidad de Dios y máspierde el sentido del significado mismo de la pala-bra misericordia, «tanto más la Iglesia tiene elderecho y el deber de recurrir al Dios de laMisericordia con poderosos clamores» (ibídem).

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Es necesario que nuestras necesidades y pre-ocupaciones, personales o colectivas, se transfor-men constantemente en una ferviente plegaria, enun grito que implore la misericordia de Dios. Gritoque se hace uno con los Profetas del AntiguoTestamento y con todos los santos de la Iglesia,elevándose al Dios que es fiel a Sí mismo, a suAmor eterno, a su ternura infinita. Recordando laspalabras de María, que proclama la Misericordia«de generación en generación», es deber nues-tro implorarla para cada uno de nosotros y paranuestra generación contemporánea.

La oración es amor que desagravia y repara aDios, cuya ofensa y rechazo por parte del hombreactual sentimos profundamente, dispuestos a gri-tar con Cristo en la cruz: «Padre, perdónales,porque no saben lo que hacen» (Lucas 23,34). Y esamor a todos los hombres sin excepción, desean-do para ellos el bien verdadero y el alejamiento detodo mal.

B) PRACTICAR LA MISERICORDIA CON EL PRÓJIMO.

«Sed perfectos como vuestro Padre celes-tial es perfecto» (Mateo 5,48). Esta exhortación deJesús puede parecer irrealizable. ¿Acaso pode-mos ser perfectos como lo es Dios en sabiduría,omnipotencia o eternidad? Lo aclara el texto para-lelo de San Lucas: «Sed misericordiosos comovuestro Padre es misericordioso» (Lucas 6,36). Porlo tanto, se nos pide perfección en la misericordia.

hemos sido hechos por Dios-Misericordia «asu imagen y semejanza». Por eso el ejercicio dela misericordia está en lo más profundo de la psi-cología humana y en el «vértice de la perfeccióncristiana» (S. Ambrosio), que sólo en el amor alcanza-rán su plenitud. Nadie es tan grande como el hom-bre que sabe inclinarse ante el necesitado; nadiemás poderoso que el que sabe compadecersesiempre y perdonar; nadie tan sabio como el queatiende al pobre, al triste o enfermo, con cariño,porque entonces es cuando más se parece al

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moralmente, destruyendo las raíces del pecado ydel egoísmo en nuestros corazones. Personastransformadas colaboran a transformar la socie-dad» (10-X-1984).

La conversión más radical se origina al experi-mentar el Amor de Dios. Nadie que conozca deverdad la Misericordia divina puede vivir sin con-vertirse. «El auténtico conocimiento de Dios –Diosde la misericordia y del amor benigno– es unaconstante e inagotable fuente de conversión, nosolamente como momentáneo acto interior, sinotambién como disposición estable, como estadode ánimo» (Dives in misericordia, 13).

La primera visita que hizo el Papa Juan PabloII tras el atentado del 13 de mayo de 1981, fué alSantuario del Amor Misericordioso, deCollevallenza, donde dijo: «Desde el comienzo demi pontificado he considerado este mensaje –dela Misericordia de Dios– como mi cometido espe-cial. La Providencia me lo ha asignado» (22-XI-1981). Unos meses antes (30-XI-1980), en unaEncíclica dedicada a la Misericordia divina (Divesin misericordia) indicaba cómo es función principalde la Iglesia proclamar, practicar y pedir esaMisericordia (ns. 18,15).

La Misericordia no es un atributo más de Dios;es lo más profundo de su ser. Conocerla y vivirlano es algo accidental en la Religión, sino unaauténtica y sólida espiritualidad. hoy la necesita-mos más que nunca, porque conduce rápidamen-te a lo más hondo del misterio de Dios, haciendovivir la Religión «en espíritu y en verdad» y porquellena el corazón humano de esperanza, alegría,seguridad e ilusión.

¿Cómo podemos conocer la Misericordia divi-na? El hombre puede conocer a Dios por mediodel Universo: «desde la creación del mundo, loinvisible de Dios, su eterno poder y divinidad,son conocidos mediante las obras» (Romanos

1,20). La razón natural puede descubrir algunos

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precio a los derechos más fundamentales de lapersona, como la libertad y la vida (con ese terro-rismo legalizado llamado aborto); discriminaciónracial, cultural, religiosa; violencia; tortura; camposde concentración; persecución religiosa (abierta yencubierta); inmoralidad en revistas, espectácu-los, televisión, costumbres; lavado colectivo decerebro a través de los medios de comunicaciónsocial hábilmente manipulados; drogadicción enaumento; ruptura familiar; contraste escalofrianteentre zonas ricas y zonas pobres; carrera dearmamentos, con la consiguiente amenaza dedestrucción. Psicológicamente, el avance técnicoproduce vacío, tedio, angustia, desilusión y faltade ideales. En el nivel religioso se constata un pro-gresivo enfriamiento, disminución en el cumpli-miento con Dios, alarmante alejamiento de lajuventud, mediocridad y cobarde prudencia enquienes deberían ser líderes.

Cuando el hombre actual contempla estepanorama, o cuando entra en sí mismo y com-prueba su vacío interior, sus pecados, su miseria,tiene peligro de pasar de una engreída autosufi-ciencia a un estado depresivo y sin salida. A estehombre le urge conocer la infinita Misericordia deDios, que no nos trata como merecen nuestrospecados, sino según su Amor.

La raíz de tanto desorden está en el corazónhumano, desequilibrado por el pecado (cf. GS 10).

Por eso el Papa Juan Pablo II dedicó su apre-miante Exhortación «Reconciliación y Penitencia»(2 de diciembre de 1984) a proponer la conversióncomo la única solución para «un mundo en peda-zos».

Claramente lo dijo en Zaragoza: «No caigáisen el error de pensar que se puede cambiar lasociedad cambiando sólo las estructuras externaso buscando en primer lugar la satisfacción de lasnecesidades materiales. Hay que empezar porcambiarse a sí mismo, convirtiendo de verdadnuestros corazones al Dios vivo, renovándose

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mismo Dios.

Pero hay más. Como Jesús expuso el progra-ma de su misión mesiánica al comienzo de suvida pública, basándolo en la misericordia con losenfermos, pobres, débiles y pecadores, El pre-senta como programa para todo cristiano el ejer-cicio de la misericordia para con el prójimo. No esun consejo o virtud «recomendada»; es necesariapara salvarse. Al final de nuestra vida, en la esce-na definitiva dará sentido a nuestra existencia, senos examinará sobre la misericordia. Quien no lahaya practicado no alcanzará la Misericordia divi-na en el día del Juicio (Mateo 25,31-46).

Llama la atención cómo insiste Jesús en elEvangelio en que tratemos a los demás con mise-ricordia, porque Dios nos tratará como nosotros lohayamos hecho con los demas. «No juzguéis yno seréis juzgados; no condenéis y no seréiscondenados; perdonad y seréis perdonados...Porque con la medida con que midáis se osmedirá a vosotros» (Lucas 6,37s.). «Bienaventura-dos los misericordiosos, porque ellos alcanza-rán misericordia» (Mateo 5,7). «Perdónanos nues-tras deudas así como nosotros perdonamos anuestros deudores» (Mateo 6,12).

¿Nos damos cuenta de lo que pedimos a Diosen el Padre nuestro? Si no perdonamos abierta ysinceramente, ¡le pedimos a Dios que no nos per-done! «Que si vosotros perdonáis a los hom-bres sus ofensas, os perdonará también avosotros vuestro Padre celestial; pero si noperdonáis a los hombres, tampoco vuestroPadre perdonará vuestras ofensas» (Mateo 6,14s.; y

cf. las parábolas de Mateo 18,23-25 y Lucas 10,29-37).

En síntesis, nuestra misericordia debe serprioritaria, universal, constante, dinámica, sacrifi-cada y teologal. Conviene examinar frecuente-mente cómo cumplimos las catorce «obras demisericordia». Nos tiene cuenta especializarnosen ella, para que Dios la tenga con nosotros... Se

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CORAZÓN MISERICORDIOSO

INTRODuCCIÓN

En el frondoso bosque de «teologías» que hoyprolifera, se echa de menos una Teología de laMisericordia. Aunque la palabra teología significa«tratado de Dios», a veces tomamos a Dios comoadjetivo o pretexto para exponer nuestras propiasteorías; nos olvidamos del Dios auténtico, preten-diendo hacerle a nuestra imagen y semejanza.

Dios no es como nosotros nos empeñamosque sea, sino como se manifiesta El mismo en laRevelación: Amor y Misericordia. Creo que laTeología y la Espiritualidad han descuidado elestudio, la predicación y la práctica del Amormisericordioso de Dios.

Paradójicamente, la mentalidad actual, excesi-vamente sofisticada y autosuficiente, no entiendeni acepta la Misericordia divina. Su orgullo tiendea borrar del corazón humano la idea de misericor-dia, como degradante.

Sin embargo, nunca como en este tiempo hatenido el hombre y el mundo tanta necesidad delAmor misericordioso de Dios. Un vistazo al pano-rama mundial lo confirma: conflictos entre perso-nas, grupos, naciones, bloques de naciones; des-

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Angel M.ª Rojas, S. J.

trata de tener un corazón como el de Jesús,bueno, grande, abierto, manso, humilde, tierno,delicado, sencillo, cariñoso y fiel. Esta es la esen-cia del Cristianismo.

C) CONFIAR EN LA MISERICORDIA DIvINA.

Existen demasiadas personas desalentadas.En su vida hay soledad, vacío, rutina, tibieza,desilución. ¿Solución? Confiar en la Misericordiadivina.

La esperanza teologal comienza donde termi-na la humana. Desde que Dios se ha abajadohasta ofrecernos su amistad, abriéndonos suCorazón, lo que más le hiere es el pecado de des-confianza. Y es también lo que más impide elavance espiritual.

Si la miseria o el pecado fueran muy grandes,no habrá derecho a que la Justicia de Dios con-ceda grandes premios. En cambio, cuanto mayorsea la miseria, mayor es el derecho a laMisericordia. No hay pecado que prevalezca porencima de la ternura divina, porque Dios «amamás al hijo de lo que aborrece el pecado» (S. Juan

de Avila). Por muy graves y numerosas que hayansido las caídas, mayor es su Misericordia.

«Que ninguno desconfíe,por muy grande pecador,de aquella misericordiade que más se precia Dios».(Tirso de Molina:«El condenado por desconfiado»).

Cuando un alma llena de fallos reconocehumildemente su nada, pide perdón a Dios y con-fía en El, le glorifica más que antes de habercaído. Dios vuelca en ella su Poder y suSabiduría, construyendo el edificio de la santidadsobre las ruinas de la propia vida. También ellapuede exclamar: «el Poderoso ha hecho en mímaravillas» (Lucas 1,49).

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INDICE TEMARIO

Página

Introducción 5

1.º La Misericordia en el Antiguo Testamento 9

A. Misericordia es perdón 11B. Misericordia es fidelidad 12C. Misericordia es ternura 13D. Misericordia es el máximo

atributo de Dios 16

2.º La Misericordia, revelada en Jesús 19

– Programa de Jesús 19– Tema de predicación: el hijo pródigo 20– Actuación de Jesús 21– Jesús tiene un corazón misericordioso 22– Misericordia revelada en el Misterio Pascual 23– Una dificultad 24

3.º Nuestra respuesta 29

A. Pedirla a Dios en la oración 29B. Practicar la misericordia con el prójimo 30C. Confiar en la Misericordia divina 32

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A Dios no le importan las miserias y debilida-des, porque El puede borrarlas, transformarlas yponer lo que falta; lo que quiere es amor y con-fianza. Esta es como el recipiente para recibir laMisericordia divina. Cuanto más se confía, tantomás se alcanza (Mateo 8,13; 9,22.28s.; 15,28; 13,58).

«Jamás se tiene demasiada confianza en un Diostan bueno» (Sta. Teresita). La historia muestra cómomuchos grandes santos fueron antes grandespecadores: «donde abundó el pecado, sobrea-bundó la gracia» (Romanos 5,20).

El Corazón de Jesús no puede contener elfuego de Misericordia que le devora. «He venidoa traer fuego sobre la tierra, y ¡cuánto desearíaque ya estuviera ardiendo!» (Lucas 12,49). SuMisericordia para con las almas caídas no tienelímites; desea perdonar, descansa perdonando,más quiere El perdonar que nosotros ser perdo-nados. Como el fuego desea encontrar combusti-ble para consumirlo, convirtiéndolo en luz, energíay calor, el deseo de Jesús es encontrar almas«miserables» que crean en su Misericordia, espe-ren todo de su bondad, no duden nunca de su per-dón y se arrojen al fuego de su Corazón, paraconsumir todas sus miserias, transformarlas ydivinizarlas. De esta forma todo –también la impo-tencia, debilidad, miserias, y los mismos peca-dos– contribuye al bien de los que confían y amana Dios (Rom 8,28).

En los albores del Nuevo Testamento, Maríacanta y proclama la Misericordia divina, que seextiende «de generación en generación» (Lucas

1,50.54). La practica como la primera y mejor discí-pula de Jesús. Como Madre y Asociada a la obrade la Redención, participa de la Misericordia de suhijo. La que estuvo al pie de la Cruz sabe muybien qué precio tiene.

Además, en el Corazón maternal de María serevelan aspectos de la Misericordia de Dios quenos podrían resultar más difíciles de comprender

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PRÓLOGO DEL EDITOR

La lectura reposada siempre ayuda a unamejor comprensión, memorización y reflexión delo que se lee, mucho más si el texto es trascen-dente para el lector.

Por eso aconsejamos, que la lectura de estapublicación, tan densa y rica en datos, ideas yreflexiones, se haga por partes y leyendo despa-cio.

La parte a leer cada día, debe depender de lascaracterísticas del lector, pero creemos que, salvouna posible lectura inicial completa, se debe leer,cada día, como máximo, una de las 3 partes ó laintroducción, o bien sólo un tema, de los citadosen el Indice Temático.

Invitamos a pedir Luz y Gracia al EspírituSanto, por mediación de la Virgen María, Madrede Dios y Madre y Maestra nuestra, para asílograr el máximo beneficio espiritual en cada lec-tor.

Y todo, a mayor gloria de Dios y bien de lasalmas.

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en Dios, como el matiz femenino de «rahamîm».Por eso, su Corazón de Madre es el lugar ade-cuado para comprender la Misericordia divina yrecibirla.

Toda la Iglesia invoca hoy esa Misericordiadivina, por María y con Ella:

«REINA Y MADRE DE MISERICORDIA,VIDA, DULZURA Y ESPERANZA NUESTRA:

¡VUELVE A NOSOTROSESOS TUS OJOS MISERICORDIOSOS

Y MUÉSTRANOS A JESÚS!Oh CLEMENTÍSIMA,

Oh PIADOSA,Oh DULCE VIRGEN MARÍA».

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* * *Para ampliar el conocimiento sobre la Devoción a laMisericordia Divina, le ofrecemos nuestros impresos:

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Para leer, de tamaño 10 x 20 cms.:- “DIVES IN MISERICORDIA”, Encíclica de Juan Pablo II

y “EL CREYENTE ANTE LA MISERICORDIA DIVINA”,según el Diario de Santa Faustina.

- “CORAZÓN MISERICORDIOSO”, del P. Ángel MªRojas, S.J.

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LA SAGRADA ESCRITURAPALABRA DE DIOS

«Dios misericordioso y clemente,tardo a la cólera y rico en amor y fide-lidad, que mantiene su amor por milgeneraciones, que perdona la iniqui-dad, la rebeldía y el pecado...» (Exodo

34,5-7).

«Aunque fueran vuestros pecadoscomo la grana, cual nieve blanquea-rán. Aún cuando fueran rojos como elcarmesí, cual lana blanca quedarán»(lsaias 1,18).

«Por tu inmensa ternura borra midelito. Lávame a fondo de mi culpa ypurifícame de mi pecado. Rocíamecon hisopo y seré limpio, lávame yquedaré más blanco que la nieve»(Salmo 51,3.4.9).

«No necesitan médico los sanos,sino los enfermos. Porque no he veni-do a llamar a justos, sino a pecado-res» (Mateo, 9,10ss.).

«Si vosotros perdonáis a los hom-bres sus ofensas, os perdonará tam-bién a vosotros vuestro Padre celes-tial; pero si no perdonáis a los hom-bres, tampoco vuestro Padre perdo-nará vuestras ofensas» (Mateo, 6, 14s; y cf.

las parábolas de Mateo 18,23-25 y Lucas 10,29-37).

ENCICLICA «DIVES IN MISERICORDIA»

«En ningún momento y en ningún periodo his-

tórico, especialmente en una época tan crítica

como la nuestra, la Iglesia puede olvidar la ora-

ción, que es un grito a la Misericordia de Dios ante

las múltiples formas de mal que pesan sobre la

humanidad y la amenazan. Cuanto más se aleja

la humanidad de Dios y más pierde el sentido

del significado mismo de la palabra misericordia,tanto más la Iglesia tiene el derecho y el deber

de recurrir al Dios de la Misericordia con pode-

rosos clamores» (Dives in Misericordia, 15).

«La Iglesia profesa de manera particular la

Misericordia de Dios y la venera dirigiéndose al

Corazón de Cristo. En efecto, precisamente el

acercarnos a Cristo en el misterio de su Corazón

nos permite detenernos en este punto de la reve-

lación del Amor misericordioso del Padre, que ha

constituido el núcleo central de la misión mesiáni-

ca del Hijo del Hombre» (Dives in Misericordia, 13).

La Misericordia es, ante todo, una propiedaddivina: «el supremo atributo de Dios» (S. Th. I, 21,4).

Para Juan Pablo II es «el atributo más estupendo

del Creador y del Redentor» (Dives in Misericordia, 13),

aunque no en sí, sino por su relación con el hom-bre. Por existir el pecado, Dios-Amor sólopuede revelarse como Misericordia.

«La Iglesia vive una vida auténtica, cuando

profesa y proclama la Misericordia y cuando

acerca a los hombres a las fuentes de la

Misericordia del Salvador, de las que es deposi-

taria y dispensadora. Y sobre todo la participación

consciente y madura en la Eucaristía y en el

Sacramento de la Penitencia» (Dives in Misericordia, 13).

GUARDA ESTE IMPRESO, LÉELO MUY DESPACIOY DIFÚNDELO

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Page 36: PALABRAS DE JUAN PABLO II - misericordiadivina.orgmisericordiadivina.org/.../2014/06/CORAZON_P-ROJAS.pdf · ro rostro de Dios y el verdadero rostro de los her-manos. ... con hisopo

Corazón MisericordiosoAngel M.ª Rojas, S. J.

«JESÚS, CONFÍO EN TI»ICONO ORIENTAL

PALABRAS DE JUAN PABLO II

Tras el atentado del 13 de mayo de 1981, enel Santuario del Amor Misericordioso, deCollevallenza, dijo: «Desde el comienzo de mipontificado he considerado este mensaje –de laMisericordia de Dios– como mi cometido espe-cial. La Providencia me lo ha asignado» (22-11-1981).

«Gracias al Amor y Misericordia de Dios,

no hay pecado por grande que sea que nopueda ser perdonado; no hay pecador que searechazado. Toda persona que se arrepienta

será recibida por Jesucristo con perdón y

amor inmenso» (29-9-1979).

Al beatificar a Sor Faustina Kowalska, dijo:«Te saludo Sor Faustina, fuiste elegida por Cristopara recordar a los hombres el gran misterio dela Misericordia Divina!. En verdad, es maravillo-

so el modo cómo la devoción a Jesús miseri-

cordioso progresa en el mundo contemporá-

neo y conquista tantos corazones» (18-4-1993).

Al canonizar a la Beata Faustina dijo: «Conesta canonización quiero transmitir al nuevomilenio y a todos los hombres el mensaje de queaprendan a conocer cada vez mejor el verdade-ro rostro de Dios y el verdadero rostro de los her-manos. En efecto el amor a Dios y el amor a

los hermanos son inseparables» (30-4-2000).

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