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LAS PALABRAS EN LA INICIACIÓN Y EN EL GRADO DE APRENDIZ Por Amón. Venerable Maestro, queridos hermanos todos en vuestros grados y calidades: De la Tierra de Memphis en el Antiguo Egipto, una plancha grabada del Venerable Maestro Hermano Tigris sobre el Silencio del Aprendiz, fue la piedra angular sobre la cual se edificó este conjunto de reflexiones acerca de la importancia de la Palabra en nuestra iniciación masónica. Difícilmente dos temas, Palabras y Silencio, puedan encontrarse tan íntimamente conectados tanto por su funcionalidad como por su armónico destino común. Siendo que el Aprendiz, por su edad masónica, no sabe leer ni escribir, a través del Silencio que lo incita a aprender a estar con él mismo, se integra armónicamente con su yo superior, por cuanto iniciación y autoconocimiento van de la mano. Este proceso iniciático acunado en el silencio, no solo se limita a la mera experiencia interior, (cosa además muy predecible en otros sistemas no corporativos como la masonería, como en el caso ermitaños, eremitas, hombres de vida cenobítica en los que el silencio es regla), sino que neófito “aprende” mediante la observación de los símbolos y rituales practicados en la Logia por sus demás hermanos, el inmenso conjunto sapiensal que nuestro Ritual denomina Misterios inviolables.

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LAS PALABRAS EN LA INICIACIÓN Y EN EL GRADO DE APRENDIZ

Por Amón.

Venerable Maestro, queridos hermanos todos en vuestros grados y calidades:

De la Tierra de Memphis en el Antiguo Egipto, una plancha grabada del Venerable Maestro Hermano Tigris sobre el Silencio del Aprendiz, fue la piedra angular sobre la cual se edificó este conjunto de reflexiones acerca de la importancia de la Palabra en nuestra iniciación masónica.

Difícilmente dos temas, Palabras y Silencio, puedan encontrarse tan íntimamente conectados tanto por su funcionalidad como por su armónico destino común.

Siendo que el Aprendiz, por su edad masónica, no sabe leer ni escribir, a través del Silencio que lo incita a aprender a estar con él mismo, se integra armónicamente con su yo superior, por cuanto iniciación y autoconocimiento van de la mano.

Este proceso iniciático acunado en el silencio, no solo se limita a la mera experiencia interior, (cosa además muy predecible en otros sistemas no corporativos como la masonería, como en el caso ermitaños, eremitas, hombres de vida cenobítica en los que el silencio es regla), sino que neófito “aprende” mediante la observación de los símbolos y rituales practicados en la Logia por sus demás hermanos, el inmenso conjunto sapiensal que nuestro Ritual denomina Misterios inviolables.

Pero también es cierto, que si bien el Aprendiz no sabe leer ni escribir, si sabe deletrear.

Sabe, o mejor aún aprende, a pronunciar letra por letra las Palabras de Pase y las Palabras Sagradas que le sean enseñadas bajo este régimen madurador del Silencio.

De la mano de sus Maestros y de los Compañeros, aprende a discernir progresivamente, al comienzo tal vez con dificultad, el significado contenido en los símbolos de aquellos reservados Misterios, empezando sin duda por el lenguaje emblemático empleado por la Francmasonería.

Esto es, en otras palabras: aprontarnos al Silencio para aprender a hablar, es decir a pronunciar las Palabras adecuadas: con regla, con nivel y perpendicular.

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Esta interacción armoniosa de Silencios y Palabras, es según nuestro Ritual, colocar al neófito, y más tarde al Aprendiz, en el Camino de la Verdad. Enseñarle a pensar en libertad, evitando inculcar dogmas o creencias limitantes, trabajo fundamental que a través de los siglos ha sido el eje de acción de la Orden francmasónica.

Si el Silencio es entonces la regla del Iniciado y del Aprendiz, como masones sabemos que esta calidad de Aprendices no se pierde por más avanzada que se encuentre en sus grados la carrera masónica. Como tales, siempre habrá por delante nuevos Misterios Sagrados que develar con la Luz de la Razón, y en nuestro casos particular, como Aprendices, apelando a las luces de su Logia en particular, y de sus hermanos y hermanas en general.

Palabras y Silencios en las Sociedades Iniciáticas y en la Iniciación.

Bajo el propósito de conquistar la Luz, y a través de ella alcanzar la plenitud del Ser, a través de la historia de la Humanidad los grandes pueblos y grandes civilizaciones han buscado desentrañar los Misterios del Hombre y cimentar con estos conocimientos las bases de la sociedad.

Este esfuerzo reiterado y mantenido a través de las eras, no ha sido en vano. En su observación del infinito el Hombre descubrió que no está solo.

Como enseñan los textos sagrados, dio nombre a todo lo que existe, creo herramientas para potenciar el alcance de sus trabajos y se agrupo en clanes más o menos organizados al tiempo que con sus propias manos y herramientas amasaba, construía, el edificio de su cultura.

Mientras cimentaba su sociedad se dio cuenta además que él mismo conjuntamente con su planeta y con todas las esferas del Orbe habían sido también, pensados y construidos por otras manos y otras inteligencias.

Había sido amasado, por un Sublime Arquitecto de los Mundos, al que llamó Dios, o como en el caso de los néteres, Dioses.

Este nivel inicial de conocimiento, muchas veces oscurecido por la fantasía, la superstición, y los intereses mezquinos de las mentes rápidas e irreflexivas, siempre prontas a aprovecharse del débil, alcanzó a todos los niveles.

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Fue precisamente en esta interacción, donde el Hombre apreció además que el interés por desentrañar el origen y el fin de las cosas no era parejo en todos sus semejantes.

Los tiempos de maduración no eran los mismos para todos los hombres, incluso aquellos pertenecientes a una misma familia o una misma gens.

Aquellos pocos inconformes que anhelaban saber más, se reagruparon entonces, en sociedades de Luz, donde se valoraba al conocimiento y a la verdad por encima de todas las cosas.

La búsqueda de la Justicia, de la emancipación de la ignorancia, de la Fraternidad Universal, de la Luz en todas sus formas y del absoluto de Libertad resultantes, fue el eje de los trabajos de estos nuevos grupos, los cuales para proteger la integridad de sus conocimientos frente al ataque sistemático de diversos grupos deseosos de alcanzar o conservar el poder absoluto, debieron necesariamente ponerse a cubierto para realizar sus trabajos.

Para ello se crearon los Templos con sus Atrios, sus patios y terrazas para la observación del Cosmos, sus Logias y Pasos Perdidos. Surgen los Collegium Sacerdotales, los Sancta Sanctorum y las Cámaras del Medio.

Para ello se crearon las reglas del Silencio.

Aprender, Practicar, Atreverse y Callar fueron los cuatro pilares de su edificio primigenio.

Pero conjuntamente con la Sabiduría y el Silencio aparecieron los Signos, las Palabras, y Toques de reconocimiento.

Y como el Logos objeto de sus trabajos era inabarcable, a modo de poder compendiarlo y darle forma de nuevas y más útiles herramientas de trabajo, fueron creados los Símbolos.

Fue así dónde, para trabajar a cubierto, nacieron las sociedades iniciáticas.

Y entre ellas, entre los constructores de la antigüedad cuyas obras no han podido jamás ser emuladas, bajo la Estrella Flamígera, nació la masonería.

Muy pronto estas sociedades iniciáticas, se convirtieron en la fuente sapiensal donde los las almas agobiadas, oscurecidas y en pena fueron a abrevar su sed de conocimiento y perfección.

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Las sociedades iniciáticas entonces, siempre por medio de Silencios y de Palabras, buscando como es lógico probar el temple de los aspirantes, crearon como en el caso de nuestra augusta institución, los ritos de iniciación.

Palabras y Silencios. Profundos claroscuros, como reflejos o espejo de los del alma del hombre que busca ser iniciado.

A través de los tiempos estos Silencios y Palabras contenidos en los rituales de iniciación, han sufrido algunos cambios. Algunos felices, otros no. Pero siempre, absolutamente siempre, la esencia ha sido la misma.

El Maestro Laban (1) nos recuerda al respecto, que ya Plutarco en su libro titulado “De Isis y Osiris”, personajes tan caros a nuestro Ritual de Aprendices y al menphitismo y misrainismo en general, que la esencia y el objetivo de las iniciaciones son siempre los mismos.

Solamente cambian las formas y las modalidades, en tanto se adaptan a las épocas y los lugares.

Esto se debe quizás porque lo que se produce en ella es algo muy elevado que no se puede encontrar jamás en la vida profana.

El Maestro Guenón (2) por ejemplo, afirma que la iniciación no es como se cree un sentimiento etéreo o místico sino la conexión con un elemento real, “no humano” capaz de producir un cambio cualitativo en el iniciado. Y todo esto insistimos, se realiza a través de un orden tradicional observado en el Rito, construido de Silencios, y Palabras. Y ampliando más sus alcances, de imágenes y sonidos.

La iniciación masónica es ritual y ceremonial. Silencios profundos donde se acuñan Palabras aún más significativas todavía.

Al igual que en la música, el ritual de iniciación masónico, y todo ritual masónico que se precie, es en sí mismo un conjunto de contrapuntos. De sonidos y de Palabras con orden y proporción dentro del tiempo, es decir, dentro del Silencio.

Y decimos es como la música, no solo porque es una combinación de Silencios y de Palabras sino porque su fin último es la armonía. Si todo fuera sonido o todo silencio no habría música. Se necesita de los dos intrínsecamente unidos, con Orden y proporción dentro del tiempo, para obtener un acorde.

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Algunos géneros musicales por ejemplo, los más elevados para la meditación, como la música barroca han sido construidos sobre la base de un compas por segundo. Ritmo cardíaco si se quiere, porque a imitación de los corazones apaciguados por la Luz, fueron hechas para acompañar al hombre en su elevación y no para dar rienda a sus pasiones.

De mismo modo la iniciación masónica, necesita del Silencio profundo que acuñe a las Palabras, y de las Palabras apropiadas que coronen los Silencios con las merecidas perlas, para lograr su objetivo de Armonía.

Y este principio es la base y el sentido siempre floreciente de sus seculares rituales y ceremonias arraigados en los más antiguos preceptos de los templos de la antigüedad: He aquí, nuevamente hermanos, los Signos, las Palabras y los Toques.

Por medio del Silencio el profano muere. Por medio de la Palabra el Iniciado nace. Cada Silencio en la Logia o fuera de ella es la sepultura de la profanidad. Cada Palabra que para romper este sagrado Silencio, se construya con escuadra, con nivel y perpendicular, es un altar a la Virtud.

En nuestras iniciaciones, conducido por su padrino o su madrina, el Hermano Experto recibe al profano en el Atrio del Templo, con pocas y precisas Palabras, con largos y sugerentes Silencios.

Y con Palabras nuevamente firmes, lo invita a sumergirse en éste.

El hombre está condenado a la muerte, y el profano con la soga al cuello, debe reflexionar en ello. Para lo cual debe acallar las palabras vanas. De él depende sin embargo, del temple de su ánimo, que esta muerte lo catapulte o no a una vibración superior.

La Cámara de Reflexión, pequeño reducto negro como la tumba le recuerdan este paso irrenunciable que es la muerte. Es la caverna iniciática donde despojado ya de sus metales y sustraído de las influencias astrales y de los arraigos que éstos simbolizan, el iniciado emprende su viaje al interior del propio corazón.

Allí, en la Cámara de Reflexión, en esta tumba estrecha y oscura, el iniciado muere tal como era al tiempo de ingresar, y muere para siempre. Después de esta experiencia, nunca más si renace, volverá a ser él mismo.

Todo el simbolismo de la Cámara de Reflexión se refiere al Hermetismo. En ella, como en la tumba que es, se produce la Putrefacción, es decir la primera fase de la Gran Obra Alquímica.

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Pero en este pudridero de la banalidad, el Silencio que reina, como la oscuridad que gobiernan las paredes son solo aparentes.

Al poco tiempo el iniciado se va dando cuenta de que aquí también, en este aparente Silencio, resuenan Palabras altamente altisonantes. Palabras que estallan en su propia conciencia, en su propio trabajo interior. Su vida, lo que ha sido, lo que es, lo que no fue, el término de sus días.

Y también, Hermanos míos, Palabras escritas en las mismísimas paredes de la Cámara de Reflexión, pero palabras al fin.

En la aparente oscuridad de las paredes revestidas de negro del silencioso recinto, estas Palabras son la Luz, la salida, o el camino a la Luz.

Del lado del corazón las negras paredes rezan:

- En verdad si yo renazco, Osiris renace.

- Conócete a ti mismo.

- Si el interés te guía, si la curiosidad te conduce hasta aquí, VETE.

- VIGILANCIA. PERSEVERANCIA

Todas ellas palabras que si el iniciando incorpora, llenan la estancia y el corazón de Luz. Como el fuego con el que para acelerar la putrefacción los alquimistas caldean sus alambiques.

Palabras. Todas ellas palabras, las más impresionantes que en el Silencio se han escrito.

Y frente a ellas, una sigla. Letras: V.I.T.R.I.O.L

“Visita Interiora Terrae Rectificandoque, Invenies Occultum Lapidem”

“Visita el interior de la tierra y rectificando encontranrás la piedra oculta”.

Y con esa piedra comenzarás tu trabajo.

Tu trabajo de Aprendiz para el cual te has llegado hasta aquí.

Trabajo que ganarás porque en él, el trabajo es la paga, gracias a ese Silencio. Y sobre todo a estas Palabras.

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Nada es fortuito. Nada es casual.

Si luego de esta muerte tu renaces, Osiris mismo renace. Auto conócete. Despójate del interés espureo. No olvides que estás aquí en esta Cámara entre este Silencio y estas Palabras para Rectificar, para purgar.

El afán de conocimiento no se condice con la curiosidad vulgar. Si esta te trae, vuelve por donde has venido. Aún no estás apto.

Estemos Atentos: Vigila como el gallo, que en cualquier momento puede hacerse la Luz. Se constante y fuerte para afrontar lo que todavía falta de este secreto Ritual de Iniciación.

A su manera y en su forma los abundantes símbolos que rodean la escena también hablan y lo hacen con su lenguaje de Palabras propias. Algunos gritan.

El nombre de la Obediencia se sitúa donde más adelante y para siempre el Iniciado, si es admitido, tendrá el Delta.

Y al redactar, en Silencio, su Testamento Filosófico, papel y lápiz como herramientas profanas para una obra que no adquirirá trascendencia hasta más tarde, cuando sea proyectada por el fuego, aquí también, nuevamente, las Palabras son reinas.

Silencios y Palabras.

En la iniciación, el candidato o profano, y luego de ésta si es admitido, el Aprendiz, no hablan.

En el caso del Aprendiz, como ya hemos dicho, su edad es tierna, como la de los que todavía balbucean.

El Hermano Experto se refiere al profano que desea ser iniciado con Palabras exactas pronunciadas con voces firmes y elocuentes. Para que entienda. Pero no le pregunta absolutamente nada. No se espera que hable sino que oiga, escuche y calle.

- “Señor, permaneciendo solo con vos mismo, delante la imagen de lo efímera que es la vida terrestre, yo os invito a redactar vuestro Testamento Filosófico”.

Concluido este testamento y permaneciendo aún en la Cámara de Reflexión para continuar rectificando, éste documento es llevado por el Hermano Experto al Venerable Maestro reunido en Logia precedido por el Hermano Maestro de Ceremonias.

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Allí, es leído, es decir, es expuesto a la consideración de los demás Maestros masones presentes por medio de Palabras pero no pronunciadas por el propio interesado sino por boca del Venerable Maestro el cual al finalizar interroga a la asamblea si aceptan al profano en el seno de la Logia.

“LO ACEPTO”, Otra Palabra fundamental, para la suerte del postulante, debe circular por orden jerárquico y ser pronunciada por la boca de todos los Maestros masones reunidos en la Logia. Aquí, por medio de estas palabras que el candidato no puede ni oir ni saber porque son pronunciadas en su ausencia, se decide la suerte iniciática del futuro recipiendario.

En caso de resolverse favorablemente, el Hermano Experto vuelve junto al profano y de nuevo no le pregunta nada. Simplemente lo prepara conforme a nuestro antiguo Ritual en el estado físico decente en que debe ser conducido, y con Palabras precisas, descontando la conformidad del postulante le explica que desde la más remota Antigüedad, iniciarse no es otra cosa que “aprender a morir”.

Dejando ambos la Cámara de Reflexión, como los antiguos cortejos fúnebres desandaban en barcazas por última vez las quietas aguas del Nilo, atraviesan a ciegas, como en un sueño, el sombrío Amenti: el Reino de los Muertos.

El Hermano Experto, Hermes, Mercurio, Horus subterráneo, lo conduce a ciegas, hacia el Templo de la Luz Inefable, al liberador encuentro con la Gnosis.

Una vez situados frente a las puertas de la Logia, el candidato golpea con insistencia los altos maderos del pórtico varias veces.

Respondiendo al ritual que se desarrolla interiormente, porque no solo el candidato se encuentra viviendo un proceso interior, sino que todos los hermanos reunidos en Logia al otro lado también, el Hermano Guarda Templo entreabre con sigilo la puerta del Templo, solo un poco, con celo y lo mínimo, pero lo suficiente para que pase un rayo de la Luz, Luz que el futuro iniciado todavía no puede ver.

Y aquí nuevamente las Palabras. Palabras que el candidato no pronuncia pero que sí puede oír, el Venerable Maestro interroga y el Hermano Experto responde a nombre del candidato:

- ¿Quien toca profanamente las puertas del Templo?

- Es un profano que pide ser recibido francmasón…

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Por una Palabra el candidato nunca como este momento “pro-fanun”, es decir parado ante las Puertas del Templo es invitado a agacharse y gatear para entrar ante la asamblea de sus futuros hermanos, por esa puerta que para él, es “extremadamente baja” y estrecha, símbolo de su nuevo nacimiento al interior de la Logia, que no es posible si no atraviesa por tres veces esas estrecheces, que representan también los dobleces y la salida del serpentin de un alambique.

A partir de este momento si se está desprevenido, sobreviene el terror.

Todo el Ritual se desarrolla en forma de viriles Palabras y toques, preguntas y respuestas entre el Venerable Maestro, el Hermano Experto,los Hermanos Primer y Segundo Vigilante, y las demás Luces de la Logia. Ninguna de ellas toca responder al candidato pero todas se refieren a él.

Palabras, signos, símbolos, cifras, personificaciones, imagenes, fórmulas, representaciones, efigies bultos, toques de apariencia intencional, otros de apariencia accidental.

A diferencia de lo que acontecía en la Cámara de Reflexión, donde todo parecía ser sosiego; Silencio y Oscuridad, y el único ruido era el desencadenado por el proceso interior, y por los símbolos y palabras escritas en las paredes, aquí todo es Palabras, ruidos extraños, músicas de diferentes tiempos, silencios, pasos, tormentas, lluvias, ruido de espadas que se chocan durante los interminables viajes.

Pero sobre todo las Palabras: precisas y de gran significado previstas por nuestro primitivo Ritual, asoman luego de meditados espacios como las descomunales protagonistas de la Iniciación Masónica.

Y entonces sí, pero solo ante las oportunas invitaciones, el Iniciando es interrogado y por primera vez bajo la forma de Palabras su Silencio anterior se rompe y la asamblea atenta escucha su voz.

Es que después de su largo e inviolable silencio durante su permanencia en la Cámara de Reflexión, el Ritual exige que este Silencio sea roto, por ejemplo, entre otras cosas, y he aquí una aparente paradoja, para jurar más Silencio, sobre lo que ve, oye o aprende.

La mayoría de sus intervenciones por medio de la Palabra, son brevísimas acepciones de los juramentos a los que he sometido:

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- “Lo juro”. Buena razón sin duda para que su Silencio iluminador sea interrumpido por Palabras tan nobles que se refieren a su Honor.

Otras veces, para prestar su consentimiento a las numerosas pruebas de temple o fortaleza a las que es sometido:

- “Consiento”. Aquí nuevamente el Silencio es roto brevemente, para dar lugar a una Palabra impresionante, porque si el “Lo juro” revela el sentido del Honor del Candidato, el “Consiento”, su Entrega y Confianza en la Orden y en los futuros Hermanos entre los cuales pretende ser fraternalmente acogido.

A medida que el Ritual avanza, las palabras se van suavizando. Así el Hermano Experto al entrar:

- Señor: ¡delante de este umbral bajad la cabeza y agachaos porque esta Puerta es extremadamente baja!.

Al iniciar el primer viaje:

- Hijo mío, venid conmigo…

Al iniciar el segundo:

- Alumno mío, seguidme…

Al tercero, donde la iniciación va llegando a su fin:

- Amigo mío, apoyaos en mi…

Incluso el Venerable Maestro, al final de los viajes, con sus Palabras, infunde valor y coraje al neófito, para Perseverar, como prometía la Cámara de Reflexión con las pruebas que le son presentadas dentro de la Logia. Así es como le dice:

- ¡Os felicito por vuestro valor!

A medida que el candidato va sorteando las pruebas. lo mismo hacen de tiempo en tiempo, las demás Luces de la Logia con sus Palabras, en un sentido de admisión. Así, por ejemplo, van resultando esperanzadoras las palabras rituales del Hermano Segundo Vigilante y luego las del Hermano Primer Vigilantes, cuando tras inquirir con rigor al Hermano Experto la causa de la Osadía del neófito, que pide ingresar en la Francmasonería, responden:

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- Siendo así, que pase, y sea purificado…

Un mayor espacio de expresión por medio de las Palabras le es concedido al iniciando, al final de cada viaje, tras los cuales el Venerable Maestro interroga: - “Señor, ¿que enseñanzas esotéricas creéis poder sacar en conclusión de este tercer viaje?”.

El propósito de esta mayor licencia a la expresión del iniciado por medio de las palabras, resulta de la necesidad que la asamblea masónica en ejercicio de su soberanía, pronta a admitir al candidato, tienen de conocer si el Neófito, comprende o al menos intuye el significado transformador de las pruebas y de las ceremonias por las cuales va siendo conducido.

Estas preguntas que se le hacen pueden, es cierto, ser respondidas con Palabras, lacónicamente, y tal vez sea frecuente que así sea. Pero posiblemente también haciendo honor a la preparación anterior del Iniciado, o a su particular sensibilidad, pueden llegar a expresar con mayor riqueza expresiva, todo el significado iniciático, alquímico, mágico y esotérico en los que se encuentran enraizados el cúmulo de nuestros Secretos fraternos.

Tras varias pruebas que el candidato debe sortear que incluye también desafíos físicos, tras varios juramentos terribles solo apropiados para espíritus osados, entrando y saliendo varias veces por la Puerta baja y estrecha del Templo al Atrio y a la Cámara de Reflexión, acontece para el Recipiendario una prueba vital.

La escena es terrible. Se muestra al Iniciando la suerte reservada a los perjuros, a los traidores, a los profanadores.

¿Y que es ser perjuros, traidores, o profanadores, sino faltar con la palabra con minúscula a la Palabra con mayúscula?. ¿Y que es ser perjuros, traidores o profanadores, sino faltar con la palabra con minúscula, al Silencio?

He aquí, nuevamente hermanos míos, la capital importancia que nuestra Orden a dado a las Palabras y al Silencio.

La suerte es fatal. Un nuevo y último juramento se avecina al neófito, después de la escena que presencia.

La maldición ritual arrojada anticipadamente pondrá en acción las Fuersas Fatales de la Naturaleza, la infelicidad, la miseria y el deshonor sobre la vida terrestre que es donde se ha pronunciado el juramento, aún si mediara en su debido tiempo el perdón y la indulgencia de los demás Hermanos.

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Por medio de las Palabras, por última vez, se lo invita a reflexionar sobre la gravedad de su compromiso.

El Recipiendario es retirado en silencio por última vez, y calzado convenientemente.

Las Luces de la Logia se encienden.

El Hermano Guarda Templo abre la Puerta y hace una señal al Hermano Experto que introduce al recipiendario en el Templo y lo hace sentar entre Columnas. Como antes recibiera la Bebida del Olvido, ahora recibe el Agua de Mnemosine, la Bebida de la Memoria.

Allí mismo, con la punta sobre el corazón y la mano derecha apoyada sobre el Libro sagrado y las herramientas, con los hermanos de pié y al orden, escucha, repite y pronuncia su solemne e irrevocable Juramento Masónico.

Hermosas Palabras esas, como todas, y mejor que todas.

Palabras que en muchas partes vuelven a hablar de las palabras.

En la absoluta libertad de su conciencia, en presencia del Supremo Arquitecto de los Mundos y en presencia de la Respetable Asamblea Soberana de Masones, jura jamás develar cualquiera de nuestros Secretos y Misterios Sagrados.

Jura en otras Palabras, guardar su palabra de no revelar jamás lo que oiga, vea o aprenda en las tenidas.

Jura, no revelar también, ninguna de las Palabras que hacen a nuestro Secreto.

Ni siquiera por palabra escrita: Jura jamás escribir, trazar o grabar sin autorización de sus Superiores ni formar cualquier carácter, esto es, queridos Hermanos, Palabras, por las cuales los Sublimes Secretos de la Orden Masónica puedan ser revelados.

No importa si otros lo hacen.

No importa si otros lo escriben.

Él no lo hará pues es una cuestión de Honor. Y ha llegado hasta aquí, para apoyarse en las Columnas de la Sabiduría, de la Fuerza, y de la Belleza y no para ver su nombre inscripto en la columna de la Infamia.

Por medio de su palabra, muchas otras cosas son juradas en este momento trascendental.

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Y por medio de la palabra el Venerable Maestro, en el Nombre de la Augusta Orden Francmasónica recibe su Juramento.

Entonces sí, llega el momento en que el Silencio es roto para el recipiendario por la Palabra más esperada por él y por todos.

La tensión y la emoción llegan a su punto culmine: El Venerable Maestro interroga aun tiempo a los Hermanos Primer y Segundo Vigilante, al Hermano Orador y luego al Pueblo Masónico todo:

“¿que piden para el profano, que se encuentra entre Columnas?”.

La respuesta de cada uno de ellos y luego de la asamblea toda es: - ¡La Luz!

Y cuando esto acontece, por medio de la Palabra, y a tres golpes de mallete que rompe con el Silencio, la venda cae.

Y se hace la Luz para el neófito.

La Luz del Delta lo ciega. Las Luces del Altar también. Pero más lo siega aún las incandescentes Luces de sus Hermanos obreros de la Luz que le reciben . ¡Todavía no está acostumbrado a tanta Luz!

Al igual a como en el origen de los tiempos, como nos refieren los textos sagrados de los pueblos antiguos, la Palabra del Sublime Arquitecto de los Mundos, fue la que hizo la Luz, y terminó con la oscuridad sobre la Tierra.

Por medio de la Palabra. Por medio del Verbo, fue creada primeramente la Luz y luego todo cuanto siguió en el orden planificado de la Creación.

Queridos Hermanos: Fue necesario romper el Silencio, para alcanzar la Luz.

Y La Luz se hizo. Y era buena aquella Luz, que por generación de generaciones los hombres seguimos buscando todavía.

A través del trabajo del Silencio, que acuna las Palabras, reflexionadas y pensadas para ser pronunciadas, con regla, nivel y perpendicular.

Más Palabras tiene después de esto y todas ellas muy graves, nuestro Ritual de Iniciación secreto.

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Frente a las gradas de Oriente, del mallete y la espada, el Venerable Maestro como el Sublime Arquitecto al Mundo, por medio de la Palabra, por medio del Verbo, Crea, Recibe y Constituye al nuevo masón.

Un Egipcio más. Un obrero más para las canteras de Memphis. Un nuevo Hijo de la Viuda.

Entonces sí, atravesadas por la espada, las Palabras escritas del Testamento Filosófico del nuevo Aprendiz son proyectadas por el Fuego, junto con las letras que conforman su firma.

Y entonces sí, las Palabras, impregnan el Éter, donde se conservará indefinidamente y para siempre, el compromiso sagrado asumido por el recipiendario.

El Hermano Experto comunica al recién iniciado los Secretos del Primer Grado del Rito.

Estos secretos son pasos de marcha, marcas y herramientas.

Pero fundamentalmente, signos, Palabras, y Toques.

La Palabra de Paso

La Palabra Sagrada de nuestro Rito Egipcio.

Concluidos los Secretos del Grado, la batería de aclamación rompe al Silencio porque rompiendo el Silencio los Hermanos manifiestan su Alegría por la recepción de un nuevo Hermano, de un nuevo Aprendiz.

La batería rompe el silencio, igual que antes lo hicieran las palabras-

Fraternas son el la Masonería, las roturas del Silencio. Porque Fraternas son, en la Masonería, y siempre deben serlo, todas las Palabras.

Ya con el mandil colocado, recibe ahora los guantes, tradición que no debiera perderse, porque nos habla también entre un inmenso cúmulo de significados, a la alteridad que de manera suavísima debe unirnos al Otro y en particular a ese Otro que pruebe ser para nosotros el Alma Hermana, la Natura Naturanda.

Alteridad, Queridos Hermanos, que la mayor parte de las veces, no expresa mejor su amor y elevación sino a través de compromisos, profundos Silencios y las más dulces Palabras.

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Y después de algunos otros ritos, todos ellos importantes, el Hermano Orador, porque en la Masonería las Palabras son muy importantes, vuelve a romper el Silencio para dar la bienvenida al nuevo iniciado en nuestros Augustos Misterios.

Y como es el Hermano Orador, lo hace pronunciando un Discurso. Lo hace como se hace todo en la vida de quienes construimos a imitación del Sublime Arquitecto de los Mundos: Por medio de la Palabra.

Palabra, como la que hay en común, entre Ustedes, querido Venerable Maestro y mis queridos Hermanos todos, y yo, a partir de la cual es que somos Hermanos.

Así llega al fin cargado de Palabras poderosas el Ritual de Iniciación al grado de Aprendiz de nuestro Rito, en el seno del Naos que es nuestra Logia Justa y Perfecta.

A partir de ahora, en Silencio, los nuevos Aprendices seremos convocados Regularmente por medio de la Palabra, para trabajar fraternalmente bajo la Palmera de Egipto en la construcción del Templo de la Sabiduría.

Trabajaremos en Silencio construyendo nuestras palabras del mediodía, a la media noche en punto cuando la noche reina sobre la tierra de Memphis y el Astro de la Noche baña con su Luz los santuarios adormecidos.

Y entonces sí, pagados y satisfechos dormiremos en el Silencio de la noche, hasta que a la mañana siguiente, la Palabra de los Maestros como la del Sublime Arquitecto nuevamente diga, - Sea.

Queridos Hermanos:

Quiero terminar estas reflexiones sobre las Palabras, con una observación provocada como dije a partir de todas estas observaciones de nuestro amado Ritual.

Los Aprendices Masones aprendemos en la Masonería a deletrear las primeras Palabras de nuestras Vida Iniciática, del mismo modo que nuestras madres naturales son las que nos enseñan a deletrear las primeras Palabras en nuestras vidas profanas.

Con lo cual, la Masonería, como Madre Eterna, a través de su ritual, escucho guardando severo silencio, me recuerda siempre cierta poesía que mi Madre natural me enseño cuando era muy pequeño acerca de cómo debiéramos usar en la Vida las Palabras con nuestros semejantes, y cuyas enseñanzas bien vale la pena recordar, razón por la cual la traigo hoy a colación desde lo más profundo de mi corazón.

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Ella me la obsequió manuscrita de su puño y letra y la conservo aún en el papel y en el Espacio.

Pertenece al folclorista argentino ya fallecido Hamlet Lima Quintana y se titula “Las breves Palabra” y nos enseña nuestra misión para con ellas. Dice así:

Las breves palabras

A veces el Silencio es la Palabra Justa.

La que enciende las Luces, la que mejor se escucha.

La que place o se sufre cargada de milenios.

La que otorga hermosura,

La flor del pensamiento.

En ese momento de la clara armonía,

De la mejor tristeza, de la entera alegría,

Es el gran fundamento que ronda a la grandeza:

Tu palabra y la mía, habitan el silencio.

Por eso la palabra

Debe ser pronunciada,

Como una ceremonia.

Con aire de campanas.

Una fiesta del alma,

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Farol del pensamiento

Porque fue generada

Por el mejor silencio.

Venerable Maestro, Queridos Hermanos todos en vuestros grados y calidades: he dicho.

Citas:

(1)Cfr. Guenón, René, “Estudios sobre la Francmasonería y el Compañerazgo”, 1973.

(2) Cfr. Laban, René, “Los símbolos masónicos”, Ediciones Obelisco, Barcelona, 2006.

(2bis) Cfr. Plutarco, “Isis y Osiris”, Ediciones Obelisco, Barcelona 2006.

Consulta:

Adoum, Jorge, (Mago Jefa), “Cosmogénesis”, Buenos Aires, 1983.

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