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1 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
PADRE FAUSTINO MÍGUEZ DE LA ENCARNACIÓN.
1ª Parte. CANONIZACIÓN.
Domingo 15 de octubre, festividad de Santa Teresa de Jesús (la fecha coincide
con la apertura del año Jubilar Teresiano, concedido por el papa Francisco),
ciento cincuenta años después de la canonización de San José de Calasanz, el
papa Francisco ha proclamado santo al sacerdote escolapio Faustino Míguez,
durante una ceremonia celebrada en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano.
Con palabras del Cardenal Ángelo Amato, prefecto de la Congregación para la
Causa de los Santos, acompañado por postuladores de las causas, la Santa
Madre Iglesia pide a Su Santidad el Papa, que incluya en el libro de los santos
a treintaicinco nuevos santos, leyendo una pequeña biografía de todos ellos.
El momento solemne fue cuando el Papa utilizó la clásica fórmula en latín, para
la proclamación de la santidad del beato sacerdote y los treintaicuatro restantes
(tres mejicanos, un grupo de 30 brasileños y un capuchino italiano), pidiendo
que todos ellos fuesen inscritos en el libro de los santos. La Iglesia continúa su
peregrinación hacia la santidad, siguiendo el ejemplo de estos nuevos santos.
En cuanto al Padre Faustino Míguez de la Encarnación, resaltaremos que pudo
ver claramente la necesidad de la mujer, que no era escuchada en la sociedad.
Su festividad el 8 de marzo (fecha de su fallecimiento) curiosamente coincide
con el proclamado Día de la Mujer. El milagro que ha llevado a Faustino a los
altares ha sido el de la curación de Verónica, una mujer chilena, que tras dar a
luz a su cuarto hijo, se desangraba en estado de coma, en un hospital de
Santiago de Chile. Esta mujer ha participado en la ceremonia de canonización
siendo la portadora de las ofrendas, ante el papa Francisco.
En esta fotografía, bajada de internet, apreciamos el bonito tapiz con la imagen del Padre Faustino, que colgaba en la fachada de la Basílica de San Pedro, durante la ceremonia de canonización.
2 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
2ª Parte. EL MUSEO. El martes 10, cinco días antes de la canonización, me pasé por el Colegio de la
Divina pastora, el día anterior había quedado con la madre Julia García para
visitar el museo del Padre Faustino Míguez. Eran las nueve y media, bajo un
despejado cielo azul, la mañana estaba siendo fresquita. Toqué el timbre, me
abrieron la puerta, y a la entrada me atendió Mari Carmen, me identifiqué
comunicándole el motivo de mi visita. De inmediato llamó por teléfono a la
Madre Julia, notificándole mi presencia y en no más de un minuto, en el hall,
apareció una mujer de cabellos grises, que anunciaban el otoño de una vida;
los ojos despiertos, el gesto sereno y en sus labios el esbozo de una sonrisa
amable, eran símbolo determinante de una belleza interior. Nos presentamos,
entramos en conversación sobre el tema que allí me llevaba, y sin más dilación
pasamos a las instalaciones del museo.
Nada más entrar, la primera sorpresa. A la derecha una pequeña habitación
nos muestra como era el cuarto del Padre Faustino. Una cama rústica, un
crucifijo, una mesilla, una mesa camilla y un pequeño lavabo. Todos estos
muebles, son los que fueron usados en vida por el reverendo padre Faustino.
3 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
Al salir de nuevo a la gran sala, otra sorpresa, una vitrina conteniendo camisas
y pañuelos (unos usados y otros sin usar) del padre Faustino. A continuación,
en otra vitrina, se mostraban los zapatos con los que fue enterrado el padre,
también un paraguas, un reloj de sobremesa, otro de bolsillo y un maletín.
Sorpresa, tras sorpresa, fuimos recorriendo las veinte y muchas vitrinas de
metacrilato transparente, que conforman el mobiliario de la nave central del
museo. En ellas, en su interior, gran cantidad de escritos, documentos, libros,
y variados objetos. La madre Julia me fue expresando, respetuosamente, paso
a paso y con sumo cuidado, la utilidad y la procedencia de cada uno de ellos.
Una librería con ejemplares de la Biblia y diversos libros religiosos. Otra librería
en la que aparecen obras de la rama de las ciencias naturales, especialmente
de las plantas medicinales, donde el laborioso padre se sumergía para estudiar
las propiedades curativas de las mismas; e incluso un librito sobre homeopatía.
4 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
Imposible me resulta detallar los contenidos de todas y cada una de las vitrinas,
pues son tantas y tan variadas, que casi me llevaría a tener que escribir un
auténtico tratado biográfico sobre la vida del fundador Padre Faustino. Pero sí
expondré, porque llamaron mi atención, algunos detalles de sus contenidos.
En el interior de las cuidadas vitrinas, pude admirar la excelente caligrafía del
Padre Faustino en varios de los escritos, que personalmente acostumbraba
dirigir a las religiosas, a las novicias y a las alumnas de las escuelas. Hay un
libro, de consejos y oraciones, escrito de su puño y letra, en el que se puede
leer y apreciar con suma claridad la admirable grafía del Padre Faustino.
Fotografías, unas cuantas.
Una muy significativa, es en la que aparecen unas
alumnas acompañadas por religiosas calasancias,
al pie de la escalinata, del (tristemente destruido)
antiguo Monumento al Sagrado Corazón de Jesús,
en el Cerro de los Ángeles.
Curiosamente en el ala derecha del monumento,
donde se representa a la iglesia militante, aparece
la figura de una religiosa rodeada por cinco niños,
simbolizando la caridad y la inocencia.
Todavía quedan restos del monumento, en los que
se pueden apreciar estos detalles.
Llaman poderosamente la atención, dos fotografías del entierro del Padre, una,
en la que aparece un coche fúnebre tirado por dos caballos, portando el féretro,
a las puertas del antiguo cementerio de la Concepción, aquí en Getafe (1925).
Y otra, la del cortejo luctuoso, en el que aparecen sacerdotes escolapios,
hermanas calasancias y una gran cantidad de jóvenes seminaristas, que por
entonces recibían formación religiosa en los Escolapios, adonde hubo impartido
clases, habiendo sido, tiempo atrás, prefecto de internos.
5 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
Muy curiosa, es la reproducción
de un viejo pupitre doble, de los
que entonces había en las aulas
de formación de niñas y niños,
cuando comenzaban a aprender
las primeras letras.
En este pupitre de madera, un
tintero insertado y una pluma con
plumilla, además de la antigua y
clásica pizarra con el pizarrín.
Más que curiosa interesante, es la recreación, en un rinconcito, de una mesita
de mármol para el trabajo, con cajón; en la que podemos ver el cuaderno de
apuntes, suspendida una pequeña redoma sobre un vasito, tres frasquitos y un
haz de tallos de romero, junto a un recipiente de porcelana con más plantas.
Al fondo ya se ve una vitrina con multitud de frascos y botellas, una balanza de
precisión y otros elementos para la elaboración de los compuestos medicinales.
Cercana, otra de las vitrinas contiene pequeños envases con sus respectivas
etiquetas, ya destinados para la venta al público en farmacias, y con sus
correspondientes prospectos informativos, que se solían dar a los interesados.
Los preparados del Padre Faustino, elaborados por las religiosas calasancias
de Getafe, se vendían en una farmacia de la calle General Pingarrón. Doy fe de
ello, porque en alguna ocasión los adquirí, para aliviar ciertas dolencias.
6 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
Los libros de la causa de beatificación, junto con documentos correspondientes
a los mismos, están expuestos en las vitrinas del museo. Vemos una curiosa
fotografía, en la que sobresale la figura del primer Obispo de la Diócesis de
Getafe, el tristemente fallecido, Don Francisco José Pérez y Fernández Golfín.
Delante de la vitrina que contiene esta fotografía y otros varios documentos de
la causa de beatificación, encontramos una muy especial. En ella, por un lado,
tenemos una Custodia en la parte de arriba, y un libro manuscrito, abierto, en la
parte de abajo. Al otro lado un sencillo, a la vez que precioso, cáliz bañado en
oro y plata, usado en las Eucaristías por el Padre Faustino Míguez.
7 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
Auténtica joya son unos viejos tomos de la Biblia Vulgata de San Jerónimo,
traducida por primera vez al castellano por el Padre Felipe Scio de San Miguel,
un segoviano, de ascendencia griega, nacido en la Granja de San Ildefonso.
Esta Biblia está publicada en latín y en castellano, con todo lujo de detalles,
láminas y notas aclaratorias.
Anexo al museo, pero perteneciente al mismo, encontramos un pequeño patio,
en el que están instaladas unas antiguas zafras donde se ponían a macerar los
tallos y hojas de las plantas medicinales, para luego elaborar los productos
curativos, bajo las fórmulas del Padre Faustino Míguez.
Estas zafras son unos recipientes metálicos, de cobre o latón, de unos mil
quinientos litros de capacidad, con unos grifos en la parte inferior, para poder
decantar los líquidos obtenidos en la maceración.
8 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
El museo no sólo muestra una hermosa colección de documentos, fotografías,
libros e incluso objetos ligados a la vida del Padre Faustino, sino que acerca al
visitante, introduciéndole suavemente en la propia obra del santo.
Transcribo a continuación, por su interesante contenido, el precioso texto del
discurso, dirigido a las madres calasancias, que figura en un sencillo cuadro del
museo, pronunciado por el Padre Faustino Míguez, en Celanoba, en 1868.
DISCURSO DE CELANOBA (ORENSE)
“La educación es la obra más noble, la más grande y la más sublime del mundo porque
abraza a todo el hombre tal como Dios le ha concebido, tal como Dios le ha criado en
lo que tiene de más alto en la paternidad de las almas. Esta es la obra divina, es la
creación continuada en la altísima misión de la Escuela Pía; misión del mayor interés y
de la importancia más decisiva así para la dignidad y dicha del individuo y de la
familia como de la misma sociedad entera.
Sí. Mientras haya una imagen de Dios en el mundo, será grande y providencial, será
sagrada y divina la misión de la Escuela Pía. Mientras haya una inteligencia capaz de
conocimiento y sabiduría y de verdad y de luz, y de imaginación y de recuerdo y de
ciencia y de genio, será bella, será digna, será divina la Misión de mi Instituto.
Sí, mientras haya en la tierra un corazón, una conciencia, un carácter, una voluntad
humana, será bello, será digno, será divino el formarlos en el amor de lo que es
verdadero y honesto, en el entusiasmo de lo que es noble y generoso, en la santa pasión
de lo que es grande y sublime.
Mientras haya en la tierra un hijo de hombre inspirado por ese soplo divino que le hizo
el Rey de la Creación y la imagen inmortal de Dios viviente, deberá ser educado en el
conocimiento y amor de sus altos destinos y restablecido al efecto en la integridad, en
la fuerza, en la plenitud y en el poder de sus incomparables facultades.
Por último, en tanto que haya en la tierra una imagen del Altísimo será bello, será
digno enseñarle a elevarse por la noble alianza del saber con la virtud y de las letras
con la sabiduría, de la ciencia con la fe y de las artes con la Religión hasta el poder
supremo de ese genio que lo mismo se remonta a los cielos que desciende a los
abismos, juzga a los siglos pasados que se engolfa en las profundidades insondables de
los futuros, considera baladí la belleza de lo temporal y vuela a unirse con Dios en los
esplendores de la eternidad”.
Fdo.: Faustino Míguez de la E.
Fue tanta la amabilidad de la persona que me mostró, con todo lujo de detalles,
el museo, que quedé profundamente cautivado por su dulzura y su sencillez.
Ella, la madre Julia García, que en su vida religiosa de monja calasancia, ha
visitado sedes de la obra en países de África, América y en la India, atendiendo
necesidades físicas y espirituales de las mismas, habiendo sido, durante doce
años, Superiora General de la congregación calasancia. Gracias madre.
9 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
3ª Parte. El SEPULCRO. Tras su fallecimiento en marzo de 1925, los restos mortales del Padre Faustino
fueron enterrados, como hemos visto en fotografías, en el antiguo cementerio
de la Concepción, de Getafe. Allí permanecieron hasta que las monjitas, hijas
de la Divina Pastora, reclamaron aquellos restos y los depositaron en una
tumba, en los terrenos de su propio convento de Getafe. Un par de ubicaciones
tuvieron, hasta que finalmente fueron ya depositados, de modo definitivo, en la
capilla en que ahora se encuentran, bajo su altar, formando parte del mismo.
La belleza del sencillo presbiterio habla por sí sola del cuidado y de la devoción
de estas monjas calasancias, hijas de la Divina Pastora, que, durante casi cien
años, vienen reservando con todo el cariño la memoria de su ilustre fundador.
Ellas, tan escrupulosas en todo lo concerniente a su historia, muestran con
orgullo su recoleta capilla, con el sepulcro del Padre Faustino Míguez bajo el
altar, en la cual se vienen celebrando Eucaristías los domingos por la mañana,
a las doce y media, para todos aquellos fieles que deseen asistir, a la vez que
encomendar sus súplicas y peticiones al santo fundador de la orden.
10 Digamos que hablo de Getafe, por Lamberto Sanz Esteras.
Una robusta tapa plateada, de dos metros de longitud, cierra con doble llave el
sepulcro del santo, cuyo cuerpo incorrupto reposa en el interior del sarcófago.
Abierto el sepulcro, una gran emoción recorre nuestro ser, cuando ante nuestra
mirada aparece el cuerpo vestido del Padre Faustino. Tienes la sensación de
estar en presencia del espíritu de un hombre sencillo y humilde de corazón,
como tantos otros santos, a quienes les fueron confiadas las grandes obras.
Una mascarilla oculta su rostro, manos de nácar y cubriendo sus pies unos
oscurecidos zapatos. Cerramos unos instantes los ojos y rezamos una oración.
Gracias Señor por habernos entregado una persona tan hacendosa y afectiva.
Ahora tan sólo resta sustituir, en la tapa, la palabra “beato” por la de “san”.
Indicarlo también en los calendarios, en el día de su festividad, el 8 de marzo.
FIN
En Getafe, 16 de octubre del 2017. Lamberto Sanz Esteras.
Escultura del Padre Faustino
en el patio de las zafras.