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El destino de este volátil negocio nues- tro hace que no podamos darnos el lujo de dormirnos en los laureles. Ni siquie- ra para detenernos a hacer una retros- pectiva. Los tiempos y las condiciones cambian tan rápido que debemos man- tener nuestra mira siempre enfocada hacia el futuro. Walt Disney Participación de unos pocos a muchos En un momento de cambios tan radi- cales, a velocidad desconocidas hasta este momento, pasando de entender el cambio ya no como una mutación (con sus consecuente connotación) a mirar el cambio como una evolución, donde la plasticidad mental producto de la magnitud de las comunicaciones que nos rodean es bien distintas entre los nativos e inmigrantes digitales, la his- toria que nos interesa describir es la de una mayor colaboración, creación, par- ticipación y de una mayor innovación. Esos son los conceptos sobre los que queremos trabajar. Esa historia, a su vez, necesariamente trae consigo me- nos y menos repetición, menos y menos reducción a la mera operatividad. En una palabra: Lo que necesitamos es que los chicos participen en la genera- ción del conocimiento. Que los chicos se sientan interpelados –no sólo en sus capacidades lúdicas, a través de los jue- gos, en los momentos divertidos de su vida– sino que empecemos a hacerlos sentirse interpelados en lo que toca a su inteligencia, en el momento de pro- ducir saberes. En un proceso evolutivo a lo largo del cual vamos aprendiendo los primeros pasos sobre la manera en que las nue- vas tecnologías van impactando en la sociedad en general y en los chicos en particular y como las nuevas tecnolo- gías se van insertando en distintos ám- bitos; los hogares, las escuelas, etc. el camino que debemos recorrer, en última instancia, es el camino mediante el cual la humanidad va produciendo conoci- mientos y saberes, aunque no tanto en un sentido enciclopédico sino principal- mente en lo que hace a la inteligencia. O sea, a la forma en que se piensan y se plantean los problemas y las preguntas y no tanto a los contenidos con los que se preparan las respuestas. Típicamente, a lo largo de la mayor parte de la historia, la humanidad in- terpeló efectivamente a la inteligencia y al saber, pero lo hizo por lo general en ámbitos de participación muy re- ducida. Desde los tiempos de Platón y Aristóteles, las academias, los liceos y las escuelas han promovido relaciones de producción de conocimiento, pero siempre entre muy pocos individuos. Indudablemente esos espacios permi- tieron la aparición de pensamientos crí- ticos y hasta divergentes, que ayudaron a socavar la imposición de toda clase de dogmas e “ideas fijas”, pero usualmen- te lo hicieron en una medida que hoy nos resulta ya demasiado reducida. La educación promovida por la era in- dustrial, por caso (que –mal o bien– es la educación que todos nosotros hemos recibido), es una educación inspirada mayormente en el pensamiento crítico y divergente de unos muy pocos, que 1 Vitalización Áulica, las TICs y su impacto en la educación Vitalización Áulica, las TICs y su impacto en la educación Pablo Aristizábal Director de Competir.com (Argentina) Emprendedor, Profesor, Pensador, Conferencista Internacional reco- nocido con vasta experiencia en tecnología de la información y en educación, con más de 25 años en la industria. Fundador de Competir. com (www.competir.com), compa- ñía que provee soluciones integra- les de e-learning en Iberoamérica. Mentor de Aula365, el primer ser- vicio interactivo de apoyo escolar para el hogar (www.aula365.com), a través de la combinación de una plataforma tecnológica, contenidos multimediales y herramientas 2.0 que promueven la inteligencia co- laborativa y la co-construcción del conocimiento Creador de Aula 1 a 1 un nuevo modelo de provisión de servicios educativos para vitalizar la activi- dad educativa en las aulas (www. Aula1a1.com) Director y Creador del Centro Emprendedor GEN21 de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Profesor a cargo de la Cátedra Emprendeder21 en la FCE/UBA. (www.emprendedor21.ning.com ) Profesor concursado en la Cátedra de Comercialización de la misma casa. También estudió en la Escuela de Pensamiento Contemporáneo del filósofo Luis Jalfen. Tiene varias reconocimientos Universitarios, entre otros Master en Gestión Educativa, Doctor Honoris Causa y PhD en Filosofía Educativa. Premiado como Emprendedor Tecnológico del año en el 2009, bajo su dirección su emprendi- miento tuvo varios reconoci- mientos internacionales, World Summit Award otorgado por la Pablo Aristizábal

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El destino de este volátil negocio nues-

tro hace que no podamos darnos el lujo

de dormirnos en los laureles. Ni siquie-

ra para detenernos a hacer una retros-

pectiva. Los tiempos y las condiciones

cambian tan rápido que debemos man-

tener nuestra mira siempre enfocada

hacia el futuro.

Walt Disney

Participación de unos pocos a muchos

En un momento de cambios tan radi-cales, a velocidad desconocidas hasta este momento, pasando de entender el cambio ya no como una mutación (con sus consecuente connotación) a mirar el cambio como una evolución, donde la plasticidad mental producto de la magnitud de las comunicaciones que nos rodean es bien distintas entre los nativos e inmigrantes digitales, la his-toria que nos interesa describir es la de una mayor colaboración, creación, par-ticipación y de una mayor innovación. Esos son los conceptos sobre los que queremos trabajar. Esa historia, a su vez, necesariamente trae consigo me-nos y menos repetición, menos y menos reducción a la mera operatividad. En una palabra: Lo que necesitamos es que los chicos participen en la genera-ción del conocimiento. Que los chicos se sientan interpelados –no sólo en sus

capacidades lúdicas, a través de los jue-gos, en los momentos divertidos de su vida– sino que empecemos a hacerlos sentirse interpelados en lo que toca a su inteligencia, en el momento de pro-ducir saberes.

En un proceso evolutivo a lo largo del cual vamos aprendiendo los primeros pasos sobre la manera en que las nue-vas tecnologías van impactando en la sociedad en general y en los chicos en particular y como las nuevas tecnolo-gías se van insertando en distintos ám-bitos; los hogares, las escuelas, etc. el camino que debemos recorrer, en última instancia, es el camino mediante el cual la humanidad va produciendo conoci-mientos y saberes, aunque no tanto en un sentido enciclopédico sino principal-mente en lo que hace a la inteligencia. O sea, a la forma en que se piensan y se plantean los problemas y las preguntas y no tanto a los contenidos con los que se preparan las respuestas.

Típicamente, a lo largo de la mayor parte de la historia, la humanidad in-terpeló efectivamente a la inteligencia y al saber, pero lo hizo por lo general en ámbitos de participación muy re-ducida. Desde los tiempos de Platón y Aristóteles, las academias, los liceos y las escuelas han promovido relaciones de producción de conocimiento, pero siempre entre muy pocos individuos. Indudablemente esos espacios permi-tieron la aparición de pensamientos crí-ticos y hasta divergentes, que ayudaron a socavar la imposición de toda clase de dogmas e “ideas fijas”, pero usualmen-te lo hicieron en una medida que hoy nos resulta ya demasiado reducida.

La educación promovida por la era in-dustrial, por caso (que –mal o bien– es la educación que todos nosotros hemos recibido), es una educación inspirada mayormente en el pensamiento crítico y divergente de unos muy pocos, que

1Vitalización Áulica, las TICs y su impacto en la educación

Vitalización Áulica, las TICs y su

impacto en la educación

Pablo AristizábalDirector de Competir.com (Argentina)

Emprendedor, Profesor, Pensador, Conferencista Internacional reco-nocido con vasta experiencia en tecnología de la información y en educación, con más de 25 años en la industria. Fundador de Competir.com (www.competir.com), compa-ñía que provee soluciones integra-les de e-learning en Iberoamérica. Mentor de Aula365, el primer ser-vicio interactivo de apoyo escolar para el hogar (www.aula365.com), a través de la combinación de una plataforma tecnológica, contenidos multimediales y herramientas 2.0 que promueven la inteligencia co-laborativa y la co-construcción del conocimientoCreador de Aula 1 a 1 un nuevo modelo de provisión de servicios educativos para vitalizar la activi-dad educativa en las aulas (www.Aula1a1.com) Director y Creador del Centro Emprendedor GEN21 de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Profesor a cargo de la Cátedra Emprendeder21 en la FCE/UBA. (www.emprendedor21.ning.com )Profesor concursado en la Cátedra de Comercialización de la misma casa. También estudió en la Escuela de Pensamiento Contemporáneo del filósofo Luis Jalfen.Tiene varias reconocimientos Universitarios, entre otros Master en Gestión Educativa, Doctor Honoris Causa y PhD en Filosofía Educativa. Premiado como Emprendedor Tecnológico del año en el 2009, bajo su dirección su emprendi-miento tuvo varios reconoci-mientos internacionales, World Summit Award otorgado por la

Pablo Aristizábal

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se habían atrevido a poner en cuestión y a flexibilizar muchas definiciones es-colásticas y taxativas que permanecían inalterables desde tiempos medievales. Ahora bien, y parafraseando a Victor Hugo, esos que se elevaron hasta la po-sición crítica e incluso divergente, pro-cedieron rápidamente a retirar la esca-lera por la que habían subido hasta allí para que nadie más pudiera seguirlos.

Los pensadores críticos que se habían atrevido a discutir lo que se tenía por cierto, los pensadores divergentes que habían osado desechar las viejas res-puestas para ofrecer nuevas solucio-nes, construyeron –sin embargo– es-cuelas en las que todo comportamiento de ese tipo quedaba excluido. Una mis-ma currícula se repitió una y otra vez, y la evaluación se limitó a comprobar si los alumnos podían decir exactamente lo que los maestros tenían que decirles que dijeran: “Vos decí lo que yo digo –sería la fórmula coloquial– y obtendrás una calificación perfecta”. No es lo que se llama una formación, claro, pero sí se trata de la paulatina imposición una forma común, que borra la identidad y la idiosincrasia de cada uno de los in-volucrados.

Diría Marshall McLuhan: “El medio es el mensaje”. No importan los contenidos, la forma de la repetición de saberes y conocimientos ajenos contrabandea un descrédito por lo propio. “Repetí siempre lo que yo te digo”, es también una manera de decir “no creas en vos mismo, no te aventures a crear por tu cuenta”. Así que de lo que se trata no es tan sólo de promover la crítica y la divergencia, sino de lograr que todos participen de ellas. Porque los mismos chicos que se sienten des-conectados cuando tienen que escribir un dictado o responder a una pregunta de examen, se sentirán dignificados al componer un texto original o al tomar parte en una

conversación en la que a otros les inte-rese lo que a ellos les pasa. Como diría Arnaldo Este la participación dignifica, una participación que te permite ser parte, significar, intervernir, cooperar, contribuir, colaborar, todo esto a lo que llamamos “ser humano”.

Criticar, divergir, crear

Si los demás reconocen mi identidad, mi idiosincrasia y si yo empiezo a creer en mí mismo, puedo pasar entonces al siguiente estadío. No se trata ya de te-ner solo un pensamiento crítico y selec-cionar respuestas y soluciones ajenas, a ésta debemos sumarle un pensamien-to divergente –frente a una pregunta te-ner varias respuestas que es lo mismo que generar nuevas preguntas– y pro-poner respuestas y soluciones propias, se trata de tener un pensamiento crea-tivo: Innovar en el planteo de preguntas y problemas originales, que requieran a su vez respuestas y soluciones todavía desconocidas. Es importante que se en-tienda que “innovar”, en este caso, no designa la mera introducción de una novedad. Una ocurrencia, por dispara-tada que parezca, un invento, por dis-ruptivo que resulte, sólo se convierten en una innovación cuando su impacto transforma gente; transforma la vida de la persona que crea, de la persona que innova y transforma las vidas de todas las personas que conversan con ella o participan de la innovación.

¿Cuál es la propuesta? Que los chicos signifiquen, innoven y creen. Que dejen de ser meros transeúntes que pasan por las aulas, y se conviertan en actores trascendentes que crean en su capaci-dad de transformar a otros y de trans-formarse a sí mismos. El desafío apunta a un cambio en lo establecido. En uno de los prólogos a Así habló Zaratustra, el filósofo alemán Friedrich Nietzsche lo puso en estos términos: “El hombre

2 Vitalización Áulica, las TICs y su impacto en la educación

ONU 2006, Sadosky a la Innovación Tecnológica 2007 , Sadosky a la mejor Solución Informática 2006, Premio Innovación Influencias 2010, Premio a la Excelencia Educativa en Iberoamérica 2008, Matear al mejor sitio educativo 2009, entre otros.Autor y Co-Autor de numerosos en-sayos publicados entre otros por Editorial Pearson, Kapeluz y Mc Ghraw Hill, también es un desta-cado expositor en conferencias em-presarias y académicas, “El sueño emprendedor, el futuro de un país”, “Pasión, Aprendizaje y creación en la Sociedad del Conocimiento”, “ PI, Producto Inteligente”, “RRD vs RSE”, “Marketing en la nue-va Tierra Media”, “ De Platón a Facebook reloaded”, “Que pasó la noche que toco Rogers Waters”, entre otros.

Pablo Aristizábal (cont.)

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es algo que debe ser superado. ¿Qué habéis hecho para superarlo? Todos los seres han creado hasta ahora algo por encima de ellos mismos: ¿Y queréis ser vosotros el reflujo de esa gran marea, y retroceder al animal más bien que superar al hombre?” Para nosotros, la verdadera pregunta a responder es la siguiente: ¿Puede el homo sapiens, el hombre que sabe, dar lugar la homo sa-piens-sapiens (el hombre que sabe que piensa) al homo creans, el hombre que crea, que crea nuevas formas de saber y así se recrea a sí mismo?

Pero como para crear hay que creer, las nuevas tecnologías tienen en esto un rol fundamental. La inserción de las así llamadas TICs –las tecnologías de la in-formación y las comunicaciones– puede llegar a permitir que muchos, e incluso todos, alcancen el grado de participa-ción en las relaciones de producción del conocimiento que siempre estuvo reservado a unos pocos.

En el uso cada vez más extendido de estas tecnologías se observa ya algo que es extraordinario: A los usuarios lo que más les interesa es poder expre-sarse, poder decir y poder escribir, con algunos primeros atisbos de componer –poner de uno–, independientemente de cuántos sean los que les están pres-tando atención. Este es uno de los pila-res sobre los que se construye la nueva sociedad del conocimiento: la interven-ción activa de los usuarios en las con-versaciones.

Ahora, es una condición necesaria, pero no suficiente, claro. Las conversaciones no requieren tan sólo que se aprenda a asumir el rol del emisor. Con eso se corre siempre el riesgo de recaer en el monólogo, en la “bajada de línea”, que es el modo de producción al que obede-cieron –para bien o para mal– los cono-cimientos que antes tildamos de “esco-lásticos” y “enciclopédicos”. Componer

una conversación es el arte de escuchar para lo cual tendremos que reapren-der a aprender, desarrollar –esto es– la plasticidad necesaria para asumir alter-nativamente el rol del receptor.

¿Cómo pueden los chicos generar co-nocimiento, saber e inteligencia de una manera innovadora, transformadora? Pues, participando en conversaciones pertinentes desde el punto de vista de la escuela y la academia, y partiendo su participación desde desafíos pertinen-tes a su mundo vital, com-poniendo y colaborando donde el rol de aprender enseñando es nuevo axioma del juego.

Y ahí es donde las TICs puede ayudar a construir nuevos puentes, nuevos mun-dos y a crear nuevas historias. Porque aquí lo que está en juego va mucho más allá de una estrategia educativa; se tra-ta de un problema existencial. En todo ámbito, aquel cuya colaboración es re-conocida tiene la sensación de existir plenamente. El que queda excluido de la conversación, en cambio, siente –y con razón– que no existe, que no cuenta para nada. Y el riesgo es grande porque fuera de la escuela la tecnología ofrece ya a los chicos una multiplicidad de vías para la participación (tienen los SMS del celular, las redes para jugar y para sociabilizar de la computadora, etc.) mientras que al ingresar al aula se les deja entrever: “Dejen su participar en la puerta…”

La supuesta apatía de los chicos –de la que ahora se está hablando tanto– es, en definitiva, un falso problema. Porque indudablemente hay espacios y hay conversaciones que a estos mis-mos chicos los entusiasman, los ha-cen sentirse interpelados y los llevan a participar y a colaborar. El problema es que dejan todo eso atrás al momento de entrar a la escuela. Y esa plasticidad con la que las TICs les permiten cotidia-namente transportarse de un tema que

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los aburre a otro que los conmueve o los emociona, desaparece cuando –en desmedro de identidades particulares y diferentes idiosincrasias– se les asigna a todos una misma currícula.

En suma: los esfuerzos y los nuevos in-terrogantes no se resuelven regalando computadoras, me imagino que si fuera dueño de una empresa china que la fa-brica o tenga la patente de los chips lo promovería, ni bueno ni malo, si estaría muy alineado a mis objetivos empre-sariales, pero aquellos que trabajamos en los espacios que recorren nuestros chicos tenemos que pensar de manera holística, no perdiendo nunca el nor-te…. ¿Para que introducimos las TICs en la educación?

Hoy empezaría pidiéndole permiso a la escuela para generar una nueva pro-ducción, la producción de inteligencia colaborativa y colectiva, tenemos que orientarnos a la producción de un soft-ware que converse, al desarrollo de contenidos que conversen, a una ges-tión del aprendizaje que forje el espiritu de los chicos logrando que los chicos se enciendan. ¿Cómo? Lo dicho: Conver-sando, participando, creando. Esa es la historia que tenemos que construir, porque sabemos que si ellos conversan, participan y crean se van a “prender”, y ese es nuestro principal objetivo… que los chicos se prendan.

Des-activado y crisis

Una de las principales dificultades que enfrentamos en nuestro esfuerzo para que los chicos se prendan tiene que ver con lo que –parafraseando al filósofo alemán Martin Heidegger– uno podría llamar “la época de la imagen del mun-do”. De todas las épocas que la huma-nidad ha atravesado, la nuestra tiene una particularidad: a dónde quiera que miramos hoy nos encontramos con una pantalla, y en esa pantalla vemos re-

flejada la imagen de una situación que puede ser próxima o remota, trivial o importante, una imagen del mundo. Pero el problema es que esa imagen suele ser bastante desconsoladora.

La telecomunicación masiva pone en pantalla permanentemente ante nues-tros ojos la violencia de una revuelta en Francia, el papelón de una pelea en el parlamento, el estruendo de un bom-bardeo en Corea del Sur, la confusión de un accidente automovilístico en el acceso a nuestra propia ciudad, el ho-rror de una pandemia en Haití. Es la imagen de una continua crisis. De una crispación permanente. Y esa imagen hace que los chicos se desconecten, se apaguen. A resultas de esa tendencia –que hasta podría considerarse un buen mecanismo de autodefensa ante tanta convulsión en la imagen del mundo que los adultos proyectamos en esta época– los chicos pasan por apáticos y poco participativo

Esa apatía no es generalizada, es im-portante estratificarla, hacer una seg-mentación socio-económico-territorial. De hecho vemos que hay muchos espa-cios en los cuales esos mismos chicos que se desenchufan del mundo de los adultos, se involucran e intentan par-ticipar. Y lo hacen con lo que tienen a mano: con un aerosol, con un teléfono celular, con un mazo de cartas o con una computadora. No sólo creemos que –aunque la imagen del mundo en crisis constante los disuada– hay muchos chi-cos que igual quieren participar.

El error es creer que además de las má-quinas es necesario tener además sitios web para “usar” o portales que nos de-riven a sitios donde “escuchar” o lo que es peor “oír”. Tenemos que pasar del consumo a la producción, de reproduc-ción a la producción, de protagonistas del parecer a protagonistas del hacer.

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Tenemos que trabajar en crear un es-pacio de activación, resguardado de la imagen de convulsión mundial que las pantallas habitualmente proyecta, que interpele su inteligencia, sus crea-ciones, sus innovaciones. Y esto debe convertirse para nosotros en un criterio regulatorio, en una especie de punto de apoyo que nos permite preguntarnos, ante cada acción que realizamos: ¿Pro-dujo más participación? ¿Generó más conversaciones? ¿Les permitió conec-tarse, colaborar?

Y es que en definitiva, para nosotros, la proliferación de pantallas que carac-teriza a nuestra época, tiene por otra parte un costado positivo. En la TV, en el monitor, en el celular, más reciente-mente en las tablet Pcs, y con el tiempo en otras pantallas activas que irán agre-gándose a nuestras vidas, encontramos que los chicos también “se activan”: se encuentran con sus amigos, con su música, con sus fotos; se conmueven, disfrutan y van construyendo su propia identidad, su propia idiosincrasia. El futuro ciudadano tiene –cada vez más– todo su mundo armado alrededor de su propia pantalla activa, y a través de ella se apropia de todo lo que lo emociona.

Emoción versus motivación

Todo lo que emocione a un chico, es un salvavidas de donde debemos aferrar-nos; ya que la emoción es el motor para la acción. Y una buena parte del cambio de paradigma que tenemos que promo-ver, puede entenderse en este sentido. La era industrial –cuya clausura histó-rica está esbozada– recurrió siempre a la motivación para mantener en funcio-namiento sus escuelas, sus relaciones de producción de conocimiento, y en general todo su vasto aparato producti-vo. Cuando una determinada acción era requerida a un individuo cualquiera, se procedía a ofrecerle un motivo para que

la llevara a cabo. En la sabiduría popu-lar está depositada la imagen del burro que camina detrás de una zanahoria.

A los chicos se les promete un diez para motivarlos en el estudio, a los emplea-dos se les promete un bono para moti-varlos en el trabajo… y al principio todo va bien. El único problema es que como ninguno está emocionado y ninguno hace lo que hace porque lo siente así (por amor a su vocación, por amor a sus compañeros, por amor a un determina-do proyecto) entonces ocurre que si la motivación desaparece, todos se que-dan estáticos, y ya nadie va a ningún lado. Si la repetición de lo ajeno, según dijimos, contrabandeaba el descrédito de la creación propia, entonces la mo-tivación contrabandea el desprecio por la acción en sí misma: Ni el aprendizaje, ni el trabajo tienen sentido pero se los realiza por tal o cual motivo.

En el mundo vital, por supuesto, encon-tramos una infinidad de situaciones en las cuales el modelo del burro y la za-nahoria (aplicado a la formación y a la producción durante la era industrial) simplemente no corre: Una madre no necesita que nadie le dé motivos para consolar a sus hijos y un enamorado no espera a que su pareja lo motive para amarla, lo mismo sucede con los em-prendedores en verdad, aquellos que ven el dinero solo como energía para la transformación. Sus actos, empujados por el sentimiento y la emoción, no de-penden de que algo más tire de ellos. En un sentido, se trata de la diferencia entre situaciones reactivas (del tipo “estímulo-respuesta”) y situaciones proactivas, en las que el que actúa lo hace espontáneamente por sí mismo.

Huelga decir que hay contextos que fomentan esta actitud proactiva, y con-textos que imponen la reactividad. Si un espacio nos alienta a creer en nosotros mismos, nos rodea de otros que actúan

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espontáneamente, y nos interpela in-teligentemente al nivel de lo que senti-mos, las chances de que ahí actuemos impulsados por la emoción van a ser mucho mayores. Así es como se perfi-la, en definitiva, un criterio para medir las acciones que como constructores de Aula365® y Aula 1a1® nosotros realiza-mos día tras día. A cada paso nos pre-guntamos: ¿Esto que estamos haciendo emociona a los chicos? Y la respuesta a esa pregunta es sencilla. Si los chi-cos se prenden, y participan, y colabo-ran, y crean, e indagan, y se ayudan, y piensan, y conversan sin que haga falta motivarlos, entonces es que están emo-cionados.

Más allá de la operatividad

El verdadero problema de fondo debe-ría ser claro a esta altura: Querámoslo o no, y ya sea que intentemos promover-lo o resistirlo, todos nosotros estamos asistiendo a un cambio de paradigma. Un cambio profundo, y potencialmen-te muy traumático, que se expresa en las TICs, en las pantallas y en la época de la imagen del mundo, y se expresa también en el tránsito de una sociedad industrial, reactiva, hacia una sociedad del conocimiento, necesariamente mu-cho más proactiva. Y que se traduce en una necesidad extraña y difícil: la de interpelar a nuestros chicos de una ma-nera totalmente distinta y mucho más compleja que aquella en la que nues-tros mayores nos interpelaron –en su momento– a nosotros.

La escuela y los estímulos de nuestra infancia no eran ni buenos, ni malos, pero eran funcionales a la vieja socie-dad industrial. Basta con ver “Tiempos Modernos”, la obra maestra de Charles Chaplin, para formarse una idea cabal de lo que estaba en juego: La sociedad necesitaba operarios. Millones de agen-tes reactivos, motivados a manipular

la maquinaria industrial, con la misma previsibilidad y precisión que caracteri-zaba a esas mismas máquinas. Nuestra educación tenía que prepararnos para eso: anotábamos textualmente lo que los maestros dictaban, repetíamos me-cánicamente las lecciones memoriza-das, sin distraernos, sin conversar unos con otros, sin innovar.

Esta continuidad entre nuestras escue-las y la industrialización creciente de la sociedad, se hizo patente en otra obra maestra del cine: “The Wall”. El largo-metraje musical de Pink Floyd le mostró a nuestra generación la uniformidad, de formación a dar forma, la monotonía, y la conformidad que nuestra educación estaba obligada a imponernos. Y todos gritamos: “Ey, profesores… ¡Déjennos en paz!”… Pero, por supuesto, los pro-fesores no tenían la culpa. Al igual que nosotros, y al igual que los operarios re-tratados por Chaplin, respondían a las exigencias de la era industrial.

Esa formación masiva que nosotros re-cibimos, y que más que una formación era la imposición a todos de una misma forma, había terminado –en algunos lu-gares no hacía tanto tiempo– con mile-nios de transmisión directa de saberes y competencias. La educación universal, a pesar de todas sus incuestionables ventajas históricas, instauró en todas partes la vieja formula latina que la pa-labrita “universal” contrae: unum ver-sus plura… “uno frente a muchos”. La educación no sería ya uno a uno, cara a cara, como en una conversación. Ya no habría un maestro y un aprendiz, como en los oficios, ni un instructor y un discípulo, como en la filosofía o en las artes marciales. Un docente se ocu-paría a la vez de muchísimos alumnos. Las ventajas económicas y operativas serían notorias, pero las pérdidas en lo tocante a la emotividad y a la singulari-dad, también.

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Esa era está llegando a su fin. Ese para-digma de la masificación y la repetición mecánica está agotado. El nuevo para-digma exige originalidad, autenticidad y creatividad, su desarrollo depende de la capacidad para innovar y para coope-rar. Pero paradójicamente, las nuevas tecnologías que la sociedad del conoci-miento traen consigo, hacen posible un retorno al aprendizaje uno a uno: Con el maestro convertido en un facilitador, en un propiciador de las conversaciones y las colaboraciones, un provocador, es así que puede volverse realidad el sue-ño de tener siempre un chico enseñán-dole a otro chico.

Ya sospechábamos que no alcanza con una inteligencia individual enciclopé-dica, e incluso con ser listo, las habili-dades del mañana son la inteligencia creativa “en red”, este innovar en red solo acontece si hacemos que las cosas sucedan, para todos esto tenemos que pasar de un modelo de formación a un modelo donde forjemos el espíritu de los jóvenes en el arrojo, reconociendo que las habilidades del futuro sólo se aprenden desde la lógica de los desem-peños.

Sin dudas esa realización no será sen-cilla. Parte del desafío que enfrenta-mos consiste precisamente en la ges-tión adecuada del cambio. Para que no se perjudiquen ni los chicos, ni sus docentes, ni sus familias. Alvin Toffler decía: “las olas en su cruce generan un momento de mucha tensión.” Estamos precisamente ante ese momento y de-pende de nosotros aliviar la tensión y aligerar la transición entre la industria y el conocimiento, la reacción y la proac-ción, la motivación y la emoción.

Vitalizar el aula, promoviendo el potencial de ser

Un primer aspecto del desafío que en-frentamos consiste en vitalizar el aula.

Con el cambio de paradigma hoy en cur-so, la situación de aula está cada vez más alejada del mundo vital de los chi-cos. Y esto la transforma –para muchos de ellos– en una situación alienante: a la vez extraña y enajenante. Porque del mismo modo que a nosotros –que somos inmigrantes que llegamos ya de grandes al mundo digital– en su mo-mento las computadoras nos resulta-ron extrañas, hay que pensar que a los chicos, que se han criado usando Twit-ter y SMS, un mundo de 150 caracteres (escribir y hacer síntesis con sentido es también un arte), un libro de 150 pági-nas de extensión les resulta totalmente ajeno.

Y esto es difícil para los chicos, pero también es difícil para los docentes que día a día pierden terreno en la madre de todas las batallas que tienen que librar, que es la batalla por la atención.

Nuevamente el problema es que para captar la atención de estos pequeños nativos del mundo digital y la Internet, y lograr que se emocionen, participen, colaboren, conversen, innoven, crean y creen, no alcanza con introducir en el aula una computadora. Cuando se trata de proyectos sociales de inclusión (muy respetables en algunos casos diría muy bien desplegados), tal vez baste con re-galarle a cada chico una PC, para mini-mizar el efecto de las diferencias econó-micas, pero un proyecto educativo tiene que ir mucho más allá. Si lo único que logramos es sustituir un manual, por un PDF o lo que es peor, porque todos creen que esta es la solución, un archi-vo multimedia.

Recuerdo un chiste que decía chicos: “Abran el libro en la página 153, tribus aborígenes: cazadores y recolectores”, y luego le decían: “Pongan en pantalla el archivo PDF en la página 153, tribus aborígenes: cazadores y recolectores”, que es lo mismo que decirles : “Den ini-

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Vitalización Áulica, las TICs y su impacto en la educación

cio a la película en el minuto 153, tribus aborígenes: cazadores y recolectores”, entonces habremos desperdiciado una oportunidad enorme, estamos frente a un nuevo medio, el primer medio que conversa, la famosa web 2.0 es la web que conversa, ergo los contenidos tam-bién deben conversar, para finalizar el chiste en cualquiera de las opciones los representaba tirados sobre sus pupitres durmiendo.

Hay una película de los Monty Python que se llama “Los Caballeros de la Mesa Cuadrada”. En una determinada escena el rey Arturo y sus caballeros están ase-diando un castillo francés. Uno de ellos, que recuerda vagamente la historia del caballo de Troya, convence a los demás de construir un gigantesco conejo de madera para regalárselo a los enemigos sitiados. Los defensores aceptan “el co-nejo de Troya” y la estructura acaba en medio del patio de armas del castillo. Pero el conejo está vacío. Los atacantes han olvidado esconderse adentro para tomar la fortaleza por sorpresa. La si-tuación resultante es muy cómica y al introducir computadoras vacías en las escuelas y en los hogares, se corre el riego de hacer el mismo papel, tenemos que llenar la mini laptops de Troya, llena de participaciones pertinentes, conver-saciones pertinentes, interpelación de inteligencia colaborativa.

El físico Albert Einstein, dijo una vez: “No podemos resolver los problemas usando el mismo tipo de pensamiento que usamos cuando se crearon.” Si los problemas que hoy enfrenta el apren-dizaje se originaron mientras pensába-mos en la unidireccionalidad, en la ma-sificación y en la repetición, para resol-verlos necesitamos pensar en términos de multidireccionalidad, personaliza-ción e innovación. El ingreso de las nue-vas tecnologías en la escuela no puede ser entendido como un fin en sí mismo,

es apenas un medio del que dispone-mos para revitalizar el aula y para lograr que los chicos se prendan y se emocio-nen para con ello lograr promover el pensar en red, innovar en red, crear en red, una red que nos es física sino una sinapsis neuronal entre individuos que sea superador de la inteligencia indivi-dual en la cual nos hemos conformado a la actual.

Cuando el pensamiento de la era in-dustrial descartó la relación uno a uno para la producción del conocimiento, terminó asimismo con un modelo de aprendizaje que también había existido desde tiempos inmemoriales: El modo de aprender haciendo. Inteligentemen-te utilizadas, las TICs permiten transfor-mar una escuela de recepción de cono-cimientos teóricos y abstractos, en una escuela de participación en desempe-ños concretos y prácticos. La distancia a recorrer es la distancia que separa la memorización de un libro de recetas de aprender auténticamente a cocinar.

El caballo de Troya de las nuevas tecno-logías tiene que estar lleno, entonces, de desafíos y problemas que a los chi-cos les resulten pertinentes: La compu-tadora no puede quedar reducida a un motor de búsqueda para recabar datos a la hora de escribir un informe intitula-do “La Vaca”. Tiene que ser una herra-mienta para componer en torno a algo que a los chicos los emocione (“Mi mas-cota”, por ejemplo), y sobre todo para poner en común esas composiciones in-dividuales, para conversar hasta alcan-zar una composición colectiva. Y para desarrollar en el proceso competencias y capacidades mucho más valiosas que cualquier contenido.

Y los chicos tienen que sentir que no es-tán repitiendo y acumulando informa-ción, tienen que sentir que están adqui-riendo habilidades útiles y competitivas para la sociedad del conocimiento en

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Vitalización Áulica, las TICs y su impacto en la educación

la que les toca vivir. Tienen que apren-der a utilizar tecnología, y esto sólo se aprende utilizando tecnología; Tienen que aprender a innovar, y esto sólo se aprende innovando; Tienen que apren-der a colaborar, a co-construir, y esto sólo se aprende colaborando y co-cons-truyendo; Tienen que aprender a nego-ciar, y esto sólo se aprende negociando; Tienen que aprender a liderar procesos, y esto sólo se aprende liderando proce-sos; Tienen que aprender a enseñar, y esto sólo se aprende enseñando. Y en definitiva tienen que aprender a hacer, y esto sólo se aprende haciendo.

Esta es la propuesta de Aula365® y de Aula 1a1®: Habilitar un espacio en el cual los chicos puedan aprender hacien-do, para que se entusiasmen, para que crean en sí mismos, pero en definitiva, para que realicen todo su potencial. Y hay una metáfora, en cuanto a la reali-zación del potencial, que nunca está de más retomar: Se puede tomar un huevo de gallina por lo que es actualmente y romperlo para obtener la clara y la yema. Pero también se puede tomar al mismo huevo por lo que virtualmente podría llegar a ser, e incubarlo, y esperar has-ta el nacimiento de un pollito, y cuidar a ese pollito hasta que se convierta en una gallina adulta, y obtener de esa ga-llina muchos huevos, y de esos huevos muchas más gallinas y así hasta ayudar a alimentar a la humanidad.

En definitiva entonces, la pregunta que nosotros nos hacemos al ir construyen-do estos espacios, y la pregunta que todos podrían hacerse, es: ¿Qué hay dentro de cada chico? ¿Qué estamos haciendo para incubarlo, para cuidarlo? ¿Y podemos esperar así que realice el máximo de su potencial? A diferencia de las de los huevos de gallina, claro, las posibilidades de los chicos son innume-rables, y además el potencial de cada chico es diferente y único, pero a todos

tendríamos que poder darles la libertad de ejercer, de plasmar y de consumar ese potencial.

Así como el potencial de cada chico es diferente, también es diferente lo que cada chico tiene dado. No hay dos situa-ciones familiares idénticas, no hay dos grupos de amigos iguales, y así como varían los entornos y las disponibilida-des, varían también las formas en que los chicos se sienten y se comportan en relación a ellos. Pero siempre se puede ayudarlos a construir la mejor historia que puedan construir, y a crear el mejor mundo que puedan crear.

El aprendizaje que promovemos –con el aliciente y las ventajas que la tecno-logía ofrece– es uno que aliente a los chicos a perseguir, desde lo que tienen dado, su máximo potencial. Porque si la realización de ese potencial tira de lo dado, entonces aparecen la voluntad, el entusiasmo, el compromiso y la aten-ción que todos necesitamos. Pero para eso hace falta que los chicos se sientan interpelados y reconocidos, para que puedan creer en sí mismos y para que puedan desempeñarse de manera crea-tiva. Y también hace falta que vean en esos desempeños problemas y ense-ñanzas pertinentes, para que se emo-cionen y actúen y colaboren.

Hacia una inteligencia colaborativa

Ahora bien, que los chicos colaboren no es algo menor. Finalmente, la co-laboración resume el compromiso, la conversación, la emoción y la partici-pación de los que venimos hablando. Y aquí también las TICs pueden jugar un rol fundamental. ¿Cuál es la diferencia, por caso, entre Google Earth y un vie-jo atlas, o entre Wikipedia y un antiguo diccionario enciclopédico? ¿La veloci-dad? ¿La accesibilidad? ¿La exhausti-vidad? Todo eso es importante, pero la

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diferencia decisiva es que Google Earth, y sobre todo Wikipedia son el resulta-do de la inteligencia colaborativa; Que sus usuarios pueden tomar parte acti-va en su construcción y desarrollo. Y la inteligencia colaborativa que las redes informáticas permiten no es un mero trabajo en equipo, es la posibilidad de que distintas personas que comparten un interés piensen juntas y hagan entre ellas una forma totalmente nueva de si-napsis neuronal.

El problema fundamental del atlas y del diccionario enciclopédico, que es el problema de todas las relaciones de producción de conocimiento desarrolla-das durante la era industrial, es la indi-vidualidad. Un individuo aislado –o en el mejor de los casos un grupo reduci-dísimo de individuos– imparte la ense-ñanza, y muchos individuos –aislados también entre sí– la reciben pasivamen-te, mecánicamente, sin poder transfor-marla. No por nada nos sentábamos so-los en los pupitres y teníamos prohibi-do conversar. El camino que las nuevas tecnologías nos permiten recorrer es el que va de aquel viejo monólogo hacia más y más diálogos y –en última instan-cia– hacia una forma de multi-logo en el que todos puedan participar proactiva-mente de la producción de la inteligen-cia y el conocimiento generales.

Si alguna vez la educación pasó de ser una relación de uno a uno, para ser una relación de uno a muchos (o de unos pocos a muchos), estamos ahora a las puertas de un cambio al cabo del cual la educación irá de todos a todos. Las re-laciones de producción del conocimien-to y de la inteligencia van hoy hacia un estadio de personalización masiva, en el cual nadie necesita tener un rol com-

pletamente pasivo, y todos pueden co-laborar. En la escuela, en el aula, esto significaría que algún momento deter-minado cada chico pueda asumir un rol docente, para enseñarle algo a alguno de sus compañeros. El verdadero logro no sería ya tener una computadora ante cada alumno, sino tener –gracias a la computadora– en cada alumno un do-cente.

Las pirámides diseñadas para medir el aprendizaje, señalan que cuando escu-chamos a alguien hablar acerca de algo solemos retener apenas un 5 % de lo que dice. Ese porcentaje se duplica (10 %) cuando leemos con atención. Ante un audiovisual podemos llegar a un 20 %, y si se trata de una demostración prác-tica incluso a un 30 %. Participar de un grupo de discusión, en cambio, permite alcanzar el 50 % y el aprender haciendo –del que hablábamos– ofrece hasta un 75 % de retención. Por encima de eso hay una única opción: Enseñar. El único que puede aprovechar el 100 % de una lección es el que la imparte. ¿Cuándo aprendemos más? Cuando aprendemos con otros y –sobre todo– cuando les en-señamos a otros.

¿Qué puede haber que sea más dignifi-cante para un chico? ¿Qué puede haber que le resulte más emocionante, más gratificante? ¿Y si además de tener la oportunidad de enseñarles algo a otros chicos, tiene la posibilidad de que ellos le enseñen a él? ¿Y si además lo hacen de una manera innovadora y creativa? ¿Y si además se ocupan, al hacerlo, de problemas que les resultan pertinen-tes? Todo esto nos preguntamos mien-tras construímos Aula 365®, la emoción de crear y Aula 1a1®, creando en clases.