osuna visigoda

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OSUNA Y LA SIERRA SUR ENTRE ROMANOS Y MUSULMANES: UNA APROXIMACIN.Javier Pluma Rodrguez de Almansa Profesor de Geografa e Historia del IES. Silena INTRODUCCIN Al abordar el anlisis de la historia local, es frecuente que los estudiosos se centren en las grandes etapas del pasado en que algn personaje de fama tuvo alguna relacin con el municipio en cuestin, o de la que han quedado importantes restos materiales a la vista. En el caso de Osuna, la abundancia de trabajos acerca de la vida de sus habitantes y sus relaciones con esos grandes personajes del pasado, la encontramos al estudiar la poca antigua y la Edad Media cristiana (en especial, la Baja Edad Media)1, por no hablar de los que se refieren a las etapas posteriores, quedando un poco postergado el perodo islmico, aunque no por completo2. Pero si nos adentramos en la oscuridad de los siglos inmediatamente anteriores a la historia de Al-Andalus, esto es, los que van del V al VIII 3, los estudios son prcticamente nulos4, lo cual, aunque no resulte deseable, es comprensible. Los problemas a que se enfrenta cualquier historiador que pretenda sacar algo en claro de unas fuentes tan parcas y ambiguas, con frecuencia hacen que el trabajo acabe por parecer estril. No obstante, es posible conectar una serie de datos para obtener algo de informacin, y ese es, ni ms ni menos, el propsito de este trabajo, que pretende arrojar algo de luz -de ah lo de aproximacin- sobre la vida de los habitantes de Osuna y la comarca que la circunda durante el lapso de tiempo que va desde la irrupcin de suevos, vndalos y alanos en la Pennsula Ibrica (409) hasta la derrota del rey visigodo Rodrigo a orillas del ro Guadalete (711). 1. El problema de las fuentes1

Aunque no exista ninguna obra de sntesis sobre estas etapas, se han publicado numerosos artculos sobre la poca prerromana y romana en CORZO SNCHEZ, R., Osuna de Pompeyo a Csar. Excavaciones en la muralla republicana, Sevilla, 1977; GONZLEZ, J. (ed.), Estudios sobre Urso, Colonia Iulia Genetiva, Sevilla, 1989 y en CHAVES TRISTN, F. (ed.), Urso. A la bsqueda de su pasado, Osuna, 2002, as como los estudios preliminares de PACHN ROMERO, J.A.,y PASTOR MUOZ M., a la reedicin de Rodrguez de Berlanga, M., Los Bronces y Los Nuevos Bronces de Osuna, Granada, 1995, y junto con ROUILLARD, P. a la reedicin y traduccin de Engel, A. y Paris, P., Una fortaleza ibrica en Osuna (excavaciones de 1903), Granada, 1999. Sobre la Osuna medieval cristiana y la Osuna moderna, resultan fundamentales IGLESIAS RODRGUEZ, J.J. y GARCA FERNNDEZ, M. (eds.), Osuna entre los tiempos medievales y modernos (siglos XIII-XVIII), Sevilla, 1995, y LEDESMA GMEZ, F., Las murallas de Osuna, Osuna, 2003. Otros trabajos actuales pueden consultarse igualmente en la revista Apuntes 2, de la que la Fundacin de Cultura Garca Blanco del Ayuntamiento de Osuna ha publicado hasta la fecha cuatro nmeros en 1996, 1998, 2000 y 2004. 2 Cfr. VALENCIA, R., La Osuna rabe, en Iglesias Rguez., J.J. y Garca Fdez., M. (eds.), op. cit., pp. 13-26, y DOMNGUEZ BERENJENO, E.L. y ROMN VZQUEZ, L., Una aproximacin a la cermica islmica de Osuna, Apuntes 2, 3 (2000), pp. 143-161. Adems, existen referencias importantes a la etapa andalus en LEDESMA GMEZ, F., op.cit., passim. 3 No sin razn, la historiografa anglosajona ha denominado a este perodo como Dark Ages. 4 De esta poca, slo he encontrado referencias a Osuna y a hallazgos materiales dispersos en el trabajo de RECIO VEGANZONES, A., Ostippo tardorromana: un nuevo captulo de su historia a travs de sus monumentos cristianos (siglos IV al VII), en Actas de las I Jornadas de Historia de Estepa (10, 11 y 12 de marzo de 1994), Estepa, 1995, pp. 4782. Mucho ms escuetos, aunque valiosos, son los datos aportados por SNCHEZ GIL DE MONTES, J. y SALAS LVAREZ, J.A., Informe preliminar. Excavacin arqueolgica de urgencia en c/ Asistente Arjona 6-8, Osuna (Sevilla), Informe Arqueolgico de la Delegacin Provincial de Cultura, Sevilla, 1997, p. 7, y por RUIZ CECILIA, J.I. y FERNNDEZ FLORES, A., Resultados de la intervencin arqueolgica de urgencia en calle La Huerta n 3 y 5 de Osuna, en Apuntes 2, 3 (2000), pp.181-192.

Cuando se estudia la poca de transicin de la Antigedad clsica a la Edad Media, se suele insistir en un hecho que por mucho que se hable de l no deja de ser menos cierto y, sobre todo, crucial a la hora de elaborar cualquier estudio por poco ambicioso que sea, y es la extrema escasez de informacin que nos proporcionan las fuentes, tanto escritas como arqueolgicas. Las primeras, ms preocupadas por relatar las vidas de emperadores, reyes, papas, obispos y santos, dan noticias enormemente parcas acerca de cuestiones como el hbitat, la gente comn y sus costumbres, la vida urbana o la economa. Es cierto que existe un gran nmero de historiadores que nos hablan sobre la poca, pero casi todos se dedican a un gnero, la cronografa, exento de comentarios acerca de otros asuntos que no sean las historias ulicas o las hazaas militares de personajes principales5. Otros se especializan en la hagiografa, la historia eclesistica o la monstica6, donde a veces y de forma indirecta, podemos obtener datos sobre la vida cotidiana. Los ms aventurados (Zsimo, Orosio) se atreven a componer grandes historias universales en las que subyace la intencin de demonizar a sus adversarios ideolgicos o religiosos7, lo que afecta grandemente a la veracidad de algunas de sus informaciones. Es por esto que las cuestiones que nos interesan (vida social, econmica,...) son aprehensibles casi exclusivamente a partir de los escritos jurdicos o literarios8 y de la epigrafa, la numismtica y la prospeccin arqueolgica9. Ante estos testimonios, a pesar de contener informaciones especialmente valiosas para el tema que tratamos, debemos tener una especial precaucin: los primeros, por su propia naturaleza no pretenden ser retratos de una actualidad viva sino que contienen con frecuencia imgenes idealizadas o exageradas de la realidad; los segundos, porque en muchas ocasiones aparecen como hallazgos descontextualizados o porque algunos de los que estudian los restos materiales a menudo olvidan que la Historia contina ms all del Imperio Romano clsico. Por otra parte, la arqueologa del mundo tardoantiguo y altomedieval, en trminos generales, ha sido injustamente5

No pretendo hacer en este momento una relacin exhaustiva de todas las fuentes disponibles, pero s destacar las ms apreciadas por sus informaciones a nivel genrico, por escasas que sean. As cabe destacar a Gregorio de Tours (Historia Francorum), Fredegario (Chronicon), Casiodoro (Chronicon), Jordanes (Romana et Getica), Paulo Dicono (Historia Langobardorum), Vctor de Tuna (Chronicon), Procopio (Bellum Gothicum), Hidacio (Chronicon), Juan de Biclaro (Chronicon) e Isidoro de Sevilla (Chronicon, De viris illustribus, Historia Gothorum e Historia Suevorum), as como las obras annimas Chronica Gallica, Continuatio Hispana, Chronica Caesaraugustana y Ravennatis anonymi Cosmographia. 6 Recordemos, entre otros, los nombres de Isidoro de Sevilla (Etymologiae), Salviano de Marsella (De gubernatione Dei), Beda el Venerable (Historia ecclesiastica gentis anglorum) o Vctor de Vita, (Historia persecutionis Africanae provinciae), as como las colecciones de vidas de santos y mrtires de la Pennsula (Pasionario Hispnico, Vitae sanctorum patrum Emeritensium, Vita sancti Fructuosi,...). 7 Los ttulos de ambas obras nos dan una pista acerca de las intenciones de los autores: miemtras el hispano Paulo Orosio titulaba su obra Historiae adversus paganos, inaugurando el estilo providencialista cristiano en la historiografa hispana, el griego Zsimo trataba de explicar la decadencia romana como fruto del abandono de las tradiciones clsicas paganas, de ah el ttulo de Nueva Historia. 8 Entre los primeros son fundamentales los cdigos de leyes imperiales tardorromanas (Codex Theodosianus, Codex Iustinianus), la Notitia Dignitatum, las diferentes compilaciones de leyes realizadas por algunos monarcas germnicos a partir de las anteriores (Codex Euricianus, Breviarium de Alarico, Liber Iudicum), las actas de los concilios tanto ecumnicos como provinciales o locales, as como las abundantes reglas monsticas. Entre los autores propiamente literarios deben ser destacados personajes como Dcimo Magno Ausonio, Sidonio Apolinar, Flavio Merobaudes, Rutilio Namaciano, Venancio Fortunato, Claudio Claudiano o Paulino de Nola. 9 Las ms importantes recopilaciones de inscripciones de la Pennsula Ibrica siguen siendo las de HBNER, E., Inscriptiones Hispaniae christianae, Berln, 1871-1900, y VIVES, J., Inscripciones cristianas de la Espaa romana y visigoda, Barcelona, 1969. Con respecto a la moneda, los trabajos de MILES, G. C. (The coinage of the Visigoths of Spain: Leovigild to Achilla II, Nueva York, 1952) y TOMASINI, J. (The barbaric tremissis in Spain and southern France: Anastasius to Leovigild, Nueva York, 1964), son los ms sistemticos, y en cuanto a las excavaciones y prospecciones, sera largo y tedioso enumerarlas todas.

relegada por considerarla poco digna de estudio, siguiendo una idea de los eruditos renacentistas que ha permanecido hasta nuestros das10. No obstante estas prevenciones, es fundamental recalcar la enorme importancia que, dentro de este contexto, tiene cualquier tipo de indicio por pequeo que sea, as como los silencios de los textos o de los restos arqueolgicos. Abundando en esta idea, cualquier intento de sistematizar los datos obtenidos de diferentes fuentes debe ser tenido en cuenta como un avance, por muy vagas que sean las conclusiones que puedan obtenerse. Refirindonos al caso concreto de Osuna y la comarca de la Sierra Sur, los datos de que disponemos son extremadamente escasos: a) Fuentes escritas: El nombre de Urso slo aparece mencionado en la lista de asistentes al Concilio de Iliberris (Elvira, Granada) de principios del siglo IV d.C. (300-306) al consignar el nombre de un tal Natalis presbyter Ursona, quien acude acompaando a otro presbtero, Barbatus de Astigi, en representacin del entonces obispo de esta ltima localidad11. Aparte de esta escueta noticia slo conocemos tres inscripciones, una de ellas funeraria, del ao 658, dedicada a Quistricia y a Adotius, un matrimonio de origen cordobs al parecer; otra con nombre ilegible, y otra en una teja12. b) Fuentes arqueolgicas: El primer hallazgo realizado en Osuna prximo a la poca que analizamos fue la necrpolis rupestre conocida como de Las Cuevas que se encuentra extramuros de lo que debi ser la puerta oriental de la muralla romana de Urso, junto al actual Camino de Granada. El hecho de su temprano descubrimiento13 ha determinado un secular expolio de materiales y un deterioro -a pesar de los esfuerzos de las diferentes administraciones ya desde el siglo XVIII- que nos impiden obtener datos medianamente vlidos, salvo el hecho de que los materiales ms antiguos podran datar de poca severiana, sin ms precisiones. No obstante, en el inventario de yacimientos del Instituto Andaluz de Patrimonio Histrico (IAPH)14, el yacimiento de Osuna II aparece catalogado como lugar de enterramiento durante el Bajo Imperio Romano, si bien desaparece del elenco de yacimientos catalogados para la poca visigoda. Adems de este emblemtico yacimiento, segn el ya mencionado inventario del IAPH, sabemos de al menos 40 lugares ms de la ciudad y su trmino municipal donde prospecciones superficiales o excavaciones de urgencia han encontrado indicios de su ocupacin durante el Bajo Imperio Romano. De ellos, 10 siguieron en uso en la Alta Edad Media segn esas mismas prospecciones: en su mayora se tratara de antiguas villae rusticae

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Durante siglos se consider que el arte medieval era producto de los brbaros, de ah que algunos sigan pensando que la nica arqueologa de prestigio es la que tiene por objeto de estudio el esplendor del mundo clsico o las grandes civilizaciones del Oriente Prximo. La arqueologa medieval, por ello, ha sido a menudo considerada un subproducto que no tena otro inters salvo el de delimitar los orgenes de las nacionalidades modernas, siguiendo el propsito de los historiadores decimonnicos; slo en esta faceta ha sido fomentada a lo largo del siglo XX (deben recordarse las investigaciones de polacos y alemanes por definir el territorio histrico de unos y otros antes y despus de la Segunda Guerra Mundial), por lo cual sus logros an son modestos. 11 VIVES, J., Concilios visigticos e hispano-romanos, Barcelona-Madrid, 1963, p.1. 12 Estos datos aparecen recopilados, con sus correspondientes referencias bibliogrficas, en los apndices geogrfico y prosopogrfico de SALVADOR VENTURA, F., Hispania meridional entre Roma y el Islam. Economa y sociedad, Granada, 1990, pp. 296-297, 316 y 343. 13 Segn LOZA AZUAGA, M.L. y SELDEO FERRER, D., Referencias antiguas sobre la necrpolis de Osuna, en J. Gonzlez (ed.), op. cit., pp.177-185, ya en 1596 J. Fernndez Franco habla de una cueba en el cerro del Convento de Nuestra Seora de la Victoria, as como de una inscripcin funeraria, catalogada en HBNER, E., CIL, II, n 1413. 14 Puede consultarse fcilmente a travs de la web de la Consejera de Cultura de la Junta de Andaluca: www.juntadeandalucia.es/cultura/iaph.

construidas en poca altoimperial. Otros 8 lugares se mencionan como yacimientos de la misma poca. Ms adelante volveremos sobre estos datos. Por ltimo, otros hallazgos, (lucernas, ladrillos con simbologa cristiana, fragmentos de relieves) han sido ms fortuitos que producto de excavaciones sistemticas, de ah que su descontextualizacin no nos permita ahondar ms all de los datos proporcionados por los estudios morfolgicos y estilsticos. Son los siguientes: a) Una pilastrilla, hallada entre Osuna y Estepa (hoy en la coleccin Fajardo de Osuna) que presenta en relieve una parra con uvas y un personaje vendimiando, datada a fines del siglo V-principios del VI y procedente de alguna estructura funeraria15. b) Tres lucernas de tipologa africana clsica, procedentes de lugares indeterminados de los trminos de Osuna, cija y Estepa (tambin en la coleccin Fajardo). Presentan simbologa cristiana (Cristo resucitado, monograma, cantharus) y se han fechado desde mediados del siglo IV a mediados del V16. c) Un lote de ladrillos estampillados (coleccin Fajardo), procedentes del trmino Osuna-El Rubio. Cuatro de ellos presentan un crismn y las letras alfa y omega; el quinto se decora con un cantharus bajo un frontn triangular sostenido por columnas. Estas piezas deban formar parte de zcalos o artesonados de viviendas nobiliarias de los siglos IV al VI17. Pero si escasas son las fuentes con respecto a Osuna en concreto, no menos lo son en cuanto al resto de poblaciones de la denominada comarca de la Sierra Sur18: ninguna otra de las poblaciones de cierta entidad de la zona (Ostippo, Ventippo, Ilipula Minor, Irni) es mencionada en las fuentes escritas; los yacimientos con materiales de los siglos V al VII son muchos menos, y los hallazgos de restos son tan escasos y espordicos o ms19. Todo lo dicho hasta ahora no hace sino poner de manifiesto lo que venamos diciendo: la tarea de obtener informacin de las fuentes directas es harto ardua, si no infructuosa, por lo que la mayor parte de nuestro trabajo se debe basar en informaciones indirectas y extrapolaciones. En estas circunstancias, las conclusiones no pueden dejar de ser simples especulaciones con ms o menos visos de realidad, pero que, en cualquier caso, constituyen una aproximacin al problema, esto es, un punto de partida para futuras investigaciones. Por tanto, resulta necesario, como punto de partida, hacer un repaso de los acontecimientos conocidos que tuvieron por escenario la Btica. 2. El sur peninsular en la poca de las invasiones y sus relaciones con el Reino Visigodo de Toledo15 16

Recio Veganzones, A., art. cit., p.69. Ibid., pp.70-72 17 Ibid., p. 75. 18 Aunque en la poca que tratamos toda esta zona estaba subordinada en trminos administrativos y eclesisticos a la ciudad de Astigi, en un principio preferimos no incluirla en la relacin de yacimientos, ya que podra inducir a error. No obstante, a lo largo del trabajo, y por la razn ya expuesta, amn de la abundancia relativa de noticias sobre la ciudad, haremos frecuentes referencias a cija y sus relaciones con la comarca en cuestin. 19 De poca bajoimperial solamente se han contabilizado -siempre a partir del inventario del IAPH- un yacimiento en Casariche (la antigua Ventippo); 15 en Estepa (Ostippo), de los que slo tres tendran continuidad ms all del siglo V; 1 en Gilena, abandonado en poca visigoda; 1 en La Roda de Andaluca, sin continuidad; 4 en El Rubio, tambin sin continuidad. De poca altomedieval conocemos 8 (los tres que continan ms cinco nuevos) en Estepa; uno ms en Gilena, y uno en Pedrera. El balance resulta decepcionante (29 yacimientos en total, frente a los 48 de Osuna), pero debemos recordar que no todas las localidades cuentan con una carta arqueolgica actualizada.

Habitualmente se ha considerado que el principio del fin del dominio efectivo de los emperadores romanos de Occidente sobre la Pennsula Ibrica habra que situarlo en el ao 409: en ese momento, Hispania formaba parte de los territorios controlados por un usurpador, Constantino III, quien, procedente de Britania y emulando al hispano Magno Mximo, haba llegado a ocupar la capital de la Prefectura de las Galias, Arls, y trataba de ser reconocido por el gobierno de Rvenna como emperador legtimo20. Su lugarteniente en Hispania, Geroncio, tras derrotar y mandar ejecutar a los parientes del emperador Honorio que haban ofrecido resistencia (Ddimo y Veriniano), y temiendo ser relegado del poder, se rebel, proclam Augusto a otro hispano de nombre Mximo, y lleg, al parecer, a un acuerdo con las bandas de suevos, vndalos y alanos que saqueaban por entonces las tierras del sur de la Galia: a cambio de permitirles cruzar los Pirineos, deban apoyarle contra Constantino y su hijo Constante21. La entrada de estos pueblos brbaros es vista como el principio de la poca de las invasiones germnicas en la Pennsula Ibrica, que terminara con el establecimiento, en el siglo VI, del Reino Visigodo de Toledo. Con respecto a las tierras del sur peninsular conocemos varios hechos que tendran por escenario principal la Btica, donde se van a enfrentar una serie de fuerzas hasta la total integracin del territorio en el Estado visigodo: en primer lugar, el gobierno romano occidental (luego el bizantino), que intentar recuperar su autoridad sobre las tierras saqueadas por los diferentes pueblos germnicos; en segundo lugar, estos mismos pueblos (vndalos, suevos y visigodos por este orden), que, como saqueadores, como foederati, o con la pretensin de crear un estado propio, intentarn obtener provecho de las riquezas que aparecen ante sus ojos; por ltimo, los propios hispanorromanos, quienes, lejos de tener un papel pasivo de meras vctimas, intentarn sacar ventaja de una situacin tan turbulenta y mantener durante un tiempo un poder autnomo, enfrentndose indistintamente a guerreros brbaros y a oficiales imperiales, segn soplen los vientos de la poltica. Durante la primera mitad del siglo V, toda la Pennsula es objeto de depredaciones por parte de brbaros, tropas imperiales e incluso campesinos rebeldes (rustici rebellantes o bacaudae segn las fuentes). El resultado final ser el desmoronamiento del poder efectivo de los emperadores sobre las provincias hispanas. Veamos la sucesin de los acontecimientos en el sur de Hispania22: - En 411, vndalos, suevos y alanos parecen llegar a un acuerdo para repartirse las reas de influencia en la Pennsula, aprovechando el vaco de poder fruto de la guerra civil entre romanos. El sur correspondera a los vndalos silingos. - Entre 414 y 418, los visigodos de Atalfo y Walia, primero por libre y ms tarde como foederati, realizan varias incursiones a lo largo de la costa20

Magno Mximo se proclam emperador en Britannia en 382 con el apoyo de sus tropas, cruz el Canal de la Mancha y se enfrent al emperador Graciano, al que mand ejecutar (383). Tras varios aos como emperador legtimo de Occidente, fue vencido y muerto por Teodosio en 388. Otros intentaran imitarle sin xito (Marco, otro Graciano), en 405 y 406, hasta que Constantino lo consigui en el ao 407. En 412, ste ltimo correra la misma suerte que Mximo. 21 Sobre los pormenores de estos acontecimientos y los siguientes, as como sus interpretaciones, vanse especialmente THOMPSON, E.A., The end of Roman Spain, Nottingham Medieval Studies, 20, 1976, pp. 3-28; 21, 1977, pp. 3-31; 22, 1978, pp. 3-22; 23, 1979, pp. 1-21; ORLANDIS, J., La Espaa Visigtica, 1977, pp. 17 y ss., y GARCA MORENO, L.A., Historia de Espaa Visigoda, Madrid, 1989, pp. 40 y ss 22 La principal fuente para los sucesos ya citados anteriormente y los que siguen (hasta 469) es Hidacio (seguimos la edicin y traduccin de A. Tranoy en Sources Chrtiennes, 218-219, Paris, 1979).

mediterrnea hasta alcanzar el Campo de Gibraltar. En el transcurso de ellas, alanos y silingos veran su dominio quebrantado. Como recompensa, los visigodos seran autorizados a establecerse de forma autnoma en el sur de la Galia. - En 421-422 el magister militum Castino es enviado a la Btica para hacer frente a los vndalos, quienes, al parecer en connivencia con el usurpador Mximo ya antes mencionado, saqueaban de nuevo la provincia bajo el mando de Gunderico. Tras varios xitos iniciales, la defeccin de los auxiliares visigodos precipit la derrota final del general. - Entre 423 y 429, los vndalos continan sus acciones de saqueo con ms bro an, llegando en 428 a tomar la ciudad de Hispalis. En 429, Genserico y su pueblo cruzan el Estrecho de Gibraltar en busca de las riquezas an casi intactas de las provincias africanas del Imperio. - En 438, los suevos del rey Requila alcanzan el valle del Guadalquivir, y en las proximidades del Singilis (Genil), derrotan a un ejrcito privado organizado por aristcratas bticos bajo el mando de un tal Andevoto. - En 441, el mismo Requila ocupa la ciudad de Sevilla, con lo que, segn Hidacio, Baeticam et Carthaginensem provincias in sua potestatem redigit. - En 446, el magister militum Vito es enviado por el gobierno de Rvenna al valle del Guadalquivir para atacar a los suevos. Las requisas de vveres, caballos y dinero ordenadas por el general a costa de los provinciales no evitaron, sin embargo, su derrota a manos de Requila y su ejrcito. - En 458 y 459, dos expediciones visigodas bajo el mando de los condes Cyrila y Sunierico, consiguen finalmente hacerse con el control de Sevilla, al parecer, con la ayuda de los aristcratas locales hostiles al predominio suevo. No volveremos a tener noticias sobre expediciones militares en la Btica hasta casi mediados del siglo VI: la fallida expedicin de Mayoriano en 460, la ltima de un oficial imperial en la Pennsula, no tuvo repercusiones conocidas en la regin, y la actividad de los reyes y nobles visigodos se concentr en las provincias del sur de la Galia (contencin del avance de los francos hacia el sur) y del norte de Hispania (luchas contra suevos, cntabros y vascones e intentos de organizar los dominios de la Tarraconense). Todo ello, amn de otros datos, nos hace pensar que los territorios meridionales debieron gozar de un perodo de relativa paz bajo el gobierno autnomo de las aristocracias locales, terratenientes, obispos y militares de fortuna que, desde las grandes propiedades rsticas y las ciudades, debieron ejercer la autntica autoridad sobre la poblacin23. Una nueva oleada de noticias sobre el sur de Hispania nos llega a partir del ao 533, en que el cronista bizantino Procopio nos informa de la llegada a Sevilla de una embajada -por dems infructuosa- del rey vndalo Gelimer al rey23

No se trata de ninguna excepcin, sino muy al contrario, una norma que los provinciales siguieron en varias regiones del Imperio como consecuencia del sentimiento de abandono experimentado ante los invasores brbaros y la insuficiencia de las medidas tomadas por el gobierno central. A ttulo de ejemplo podemos recordar las actividades de Flavio Siagrio en el norte de las Galias; las de Gildn y Bonifacio en tierras africanas, o las de Ambrosio Aureliano o el obispo galorromano Germn de Auxerre en Britania. A fin de cuentas, el origen de la figura legendaria del rey Arturo hay que buscarlo en este tipo de personajes, quienes organizaron a los provinciales al margen de las estructuras poltico-militares oficiales para hacer frente a francos, vndalos o sajones. Recordemos que las tradiciones legendarias britnicas asociaron estos nombres y los de otros personajes como Mximo (Maxen Wledig), Constantino (Kustenin) y su lugarteniente Geroncio (Geraint) a la leyenda artrica: los galeses conservaron oralmente parte de estas tradiciones en los Mabinogi (traduccin espaola de CIRLOT, V., Mabinogion, Madrid, 1988). Ms tarde, Geoffrey de Monmouth, tambin gals, cuando escribe en el siglo XII su Historia Regum Britanniae (traduccin espaola de CUENCA, L.A. de, Historia de los Reyes de Britania, Madrid, 1984), considerara a algunos de estos personajes como legtimos reyes de Britannia anteriores al propio Arturo, hasta el punto de hacer de ste un descendiente de Constantino III. En Hispania conocemos los antecedentes ya citados de los familiares de Teodosio en la Tarraconense y de Andevoto en la Btica. Sobre la Btica en este perodo y el siguiente vase especialmente Salvador Ventura, F., op.cit., pp. 28 y ss..

visigodo Teudis, quien se encontraba entonces cerca de Cdiz24. A partir de este momento las informaciones se suceden a un ritmo vertiginoso25: - En 549, el sucesor de Teudis, Teudiselo, es asesinado en Hispalis, aunque no sabemos si se trat de una conjura palaciega o de una rebelin de los hispalenses. - Al poco tiempo, su sucesor, Akhila (549-555) se ve envuelto en una lucha contra la ciudad de Corduba, siendo derrotado y obligado a retirarse a Emerita. - Al ao siguiente (551), el noble Atanagildo se subleva en la ciudad de Sevilla, probablemente comandando a un grupo de nobles visigodos descontentos con el rey. - En 552, como fruto de un acuerdo entre Atanagildo y el emperador bizantino Justiniano, el patricio Liberio desembarca en Mlaga con un destacamento de tropas imperiales procedentes probablemente de frica. Sus tropas se dirigen en un primer momento a Sevilla con el fin de apoyar la rebelin. - En 555, un segundo desembarco imperial se produce en Cartagena y marcha hacia el valle del Guadalquivir. Poco despus, las tropas de Akhila se rebelan, asesinan al rey y se unen a Atanagildo contra los bizantinos, tomando la ciudad de Sevilla y continuando con el asedio a Crdoba. - Entre 572 y 573, el rey Leovigildo gana las ciudades de Basti (Baza) y Assidona (Medina Sidonia) a los bizantinos -no as Malaca-, y somete Corduba multasque urbes et castella interfecta rusticorum multitudine in Gothorum dominum reuocat, al decir de Juan de Biclaro26. - En 579 Hermenegildo, hijo mayor de Leovigildo y gobernador de la Btica, se proclama rey en Sevilla y se mantiene en rebelda hasta que una campaa militar entre 582 y 584 acaba con la revuelta. Al ao siguiente, Hermenegildo es asesinado en su prisin de Tarragona27. A partir de Recaredo (586-601), las noticias referentes a la Btica dejan de hablar de revueltas28, para tratar, bien de las nuevas buenas relaciones con el gobierno de Toledo, bien para dar cuenta de algn xito frente a los bizantinos que an dominaban zonas de la costa29. Estas ltimas sern cada vez ms escuetas: - En el reinado de Witerico (603-610) es tomada la plaza fuerte de Sagontia (Baos de Gigonza, Cdiz), en las cercanas de Assidona. - Su sucesor, Gundemaro (610-612), tambin combati a los bizantinos, aunque, al parecer, con poco xito. - Sisebuto (612-621) ocupara la ciudad de Mlaga, quedando el dominio bizantino reducido a la costa murciano-alicantina.24 25

Bellum Vandalicum, I, 24, 7. Seguimos la edicin y traduccin de PAGE, E., The vandalic war IV, London, 1961. Nuestros principales informadores a partir de este momento sern Juan de Biclaro (seguimos la edicin de CAMPOS, J., Juan de Biclaro, obispo de Gerona. Su vida y su obra, Madrid, 1960) e Isidoro de Sevilla en su Historia Gothorum (seguimos la edicin de RODRGUEZ ALONSO, C., Las historias de los godos, vndalos y suevos de Isidoro de Sevilla, Len, 1975). 26 Chronica, a. 572, 2. 27 Mucho se ha escrito sobre las motivaciones de la rebelin de Hermenegildo y actualmente permanece la polmica acerca de si los motivos principales fueron polticos, religiosos o sociales. Las principales interpretaciones se exponen en THOMPSON, E.A., Los godos en Espaa, Madrid, 1971, pp. 81-90; Orlandis, J., op. cit., pp. 109-112; Garca Moreno, L.A., op. cit., 122-130, y Salvador Ventura, op.cit., pp. 50-58 28 Sabemos slo de un intento de usurpacin protagonizado por un tal Iudila contra el rey Sisenando en 632-633, llegando a acur moneda en Iliberis y Emerita. Cfr. Salvador Ventura, F., op. cit., pp.68-69. 29 Las primeras son conocidas principalmente a travs de las actas de los concilios toledanos o provinciales (hubo dos en Sevilla, en 590 y 619), y de la literatura epistolar de los intelectuales hispano-visigodos; las segundas nos las transmiten los cronistas, principalmente Isidoro de Sevilla.

- Por ltimo, Suintila (621-632), anteriormente dux en las campaas de Sisebuto, ocupara Carthago Spartaria, ltimo enclave peninsular en poder de los bizantinos30. -Todava a principios del siglo VIII se registra un intento de desembarco bizantino en la costa del sureste, que no tendra xito gracias a la intervencin del conde Teodomiro, pero que anticipara de algn modo el desenlace de la historia de los visigodos en Hispania31 La historia poltica del sur peninsular en esta poca se cierra con un hecho de la mayor trascendencia para el conjunto de la Pennsula Ibrica: en 711, un ejrcito enviado por el wali de Ifriqiya, Musa ibn Nusayr, bajo el mando de Tariq, desembarc en Algeciras y se enfrent a orillas del ro Guadalete al ejrcito del rey visigodo Rodrigo, anteriormente dux de la Btica. El encuentro significar el final del Reino Visigodo y el inicio de una nueva etapa. 3. Osuna y su comarca entre los siglos V y VIII Como punto de partida, debemos indicar que a principios del siglo IV, como sabemos por el Concilio de Elvira, la ciudad deba contar con una comunidad cristiana lo bastante importante como para que su presbtero, Natal, conjuntamente con el de cija, representasen al obispo de esta ltima en l, lo cual nos habla claramente de un aspecto administrativo-eclesistico: la ciudad de Urso perteneca al obispado de Astigi de la misma manera a como lo haba hecho al conventus astigitanus de la etapa altoimperial. En este sentido, merece la pena destacar el hecho de que las lites curiales, en muchas ciudades del Imperio, fueron siendo paulatinamente sustituidas por eclesisticos en sus funciones administrativas32. Los hallazgos de lucernas, ladrillos o fragmentos de sarcfagos paleocristianos, ya mencionados al principio de este trabajo, no hacen sino abundar en la misma idea. Algo parecido podramos decir de Ostippo, aunque no se haga mencin expresa de ella en las fuentes, y, presumiblemente, de otros ncleos menores de la comarca. No obstante, no tenemos testimonios que nos indiquen el probable emplazamiento de una baslica, un baptisterio o un martyrion, en ninguna de las localidades mencionadas. Aparte de la necrpolis rupestre de Osuna, utilizada a lo largo de varios siglos por cristianos y paganos, y de indicios de necrpolis paleocristianas en Estepa (junto a la iglesia de San Sebastin y en la Coracha) no disponemos de ms datos para conocer la topografa de las ciudades paleocristianas de la Sierra Sur33. Dejando a un lado el proceso de cristianizacin, del que no sabemos en este caso ms que el hecho general de la diferente intensidad que tuvo en las ciudades y en el campo, por lo que se deriva de los cnones sinodales y conciliares34, poco ms podemos decir de la evolucin socio-econmica del30

Baleares y Ceuta seguiran en manos bizantinas hasta la conquista musulmana en el siglo VIII. Cfr. Salvador Ventura, F., op. cit., p. 67. 31 Continuatio Hispana, 74 (ed. MOMMSEN, Th., MGH. Auctores Antiquissimi XI, vol. II, Berln, 1961, pp. 323-370). En opinin de Salvador Ventura, op. cit., pp. 71-72, lo protagonizaran los habitantes de Cartago que huan de la ciudad tras su conquista por los musulmanes. 32 Cfr. ESCRIBANO PAO, M.V., Accin poltica, econmica y social de la Iglesia hispana durante el siglo V, en Hispania Antiqua, VII (1977), pp. 63-78; BAJO, F., El patronato de los obispos sobre ciudades durante los siglo IV y V en Hispania, en Memorias de Historia Antigua, V (1981), pp. 203-212. 33 Recio Veganzones, A., art. cit., p. 56. 34 Vase especialmente, SOTOMAYOR, M., Penetracin de la Iglesia en los medios rurales de la Espaa tardorromana y visigoda, en Settimane di Studi sullAlto Medievo, 28 (1982), pp.639-683, y LORING GARCA, M.I., La dfifusin del Cristianismo en los medios rurales de la Pennsula Ibrica a fines del Imperio Romano, en Studia Historica. Historia

siglo IV en nuestra comarca, salvo que sta debi experimentar las mismas transformaciones que otras vecinas, grosso modo: crisis del comercio oleario y de esclavos a larga distancia, del sistema monetario y de la aristocracia urbana por consiguiente, con lo que se fue produciendo una ruralizacin de las actividades econmicas35. Este proceso se agudizara merced a las destrucciones, saqueos y pillajes a que las bandas de germanos (por su cuenta o como auxiliares del ejrcito imperial) sometieron a determinadas regiones como la Btica, y en especial las ricas campias agrcolas, durante la primera mitad del siglo V. Todo ello determinara, no una huida al campo o un abandono de la ciudad generalizados, como algunos siguen afirmando, sino un trasvase de poblacin hacia las ciudades ms importantes y hacia las grandes villae, esto es, un reagrupamiento en aquellos lugares con mejores condiciones socioeconmicas o con mejores defensas, lo que supondra la prdida de importancia de determinadas vas y ncleos rurales y urbanos, hasta el punto de caer en desuso o despoblarse36. Si aplicamos este esquema a lo que conocemos sobre Osuna y la Sierra Sur, podemos llegar a vislumbrar algn dato interesante. Para ello, debemos volver a la informacin arqueolgica que nos proporciona el inventario del IAPH, del que ya hablamos en el apartado sobre las fuentes. Para empezar, queda clara la supervivencia de lo que haban sido los dos grandes ncleos urbanos, Urso y Ostippo, probablemente como centros econmicos, administrativos y eclesisticos secundarios asociados a la capital conventual y episcopal, Astigi. Frente a ellos, otros ncleos menores (Ventippo, Irni, Ilipula Minor, Carbula) se iran despoblando hasta desaparecer en un momento indeterminado de los siglos VI, VII u VIII, al igual que sucede en otras comarcas vecinas37. La poblacin de estos ncleos se concentrara en las dos urbes ya mencionadas y en las grandes propiedades fundiarias, algunas fortificadas (llamadas en las fuentes castella), que abundaban en las tierras campiesas38. Si hacemos un pequeo ejercicio de estadstica sobre los datos que nos proporciona el IAPH, podramos dar algunas indicaciones del alcance de este proceso en la comarca en comparacin con otras zonas. Hemos contabilizado el nmero de yacimientos conocidos para poca bajoimperial (siglos IV y V principalmente) y los hemos comparado con los registrados en pocas posteriores (visigoda, emiral y califal), obteniendo lo que podemos llamarAntigua, IV-V (1986-87), pp. 195-203. 35 Un anlisis ms exhaustivo a escala provincial y con abundantes datos econmicos lo encontramos en PADILLA MONGE, A., La provincia romana de la Btica (253-422), cija, 1989. 36 En Osuna, las excavaciones de urgencia realizadas en las calles Asistente Arjona y La Huerta permitieron descubrir indicios de la existencia de una villa extramuros de la ciudad romana. Durante ambas excavaciones se constataron niveles de incendios que parecan corresponder a principios del siglo V, que los investigadores (vase nota 4 de este trabajo) relacionan con las expediciones de saqueo vndalas que tuvieron lugar hasta al menos 428. Ms tarde volveremos sobre este asunto. 37 Slo una de ellas ha dejado rastro en la toponimia (Ilipula > Repla), de forma que el germen de los ncleos actuales (Casariche, El Saucejo, Los Corrales, Puebla de Cazalla) se form, bien en poca andalus o bien tras la conquista cristiana. En las campias occidentales, por ejemplo, ocurre igual con ciudades como Siarum (Torre del guila, Utrera) o Basilippo (Cerro del Cincho, El Arahal); en la vega del Guadalquivir, podemos decir lo mismo de Arva (Pea de la Sal, Alcolea del Ro), Celti (Peaflor), Naeva (Cantillana), Lastigi (junto al Guadiamar), Obulcula (La Monclova, Fuentes de Andaluca), y Orippo (Torre de los Herberos, Dos Hermanas). 38 Este proceso debi ocurrir en lugares como Cantillana, donde Naeva se despobl en beneficio de una probable villa Catiniena, de donde vendra el nombre actual. Padilla Monge, A., op. cit., p. 95 y p. 203 (nota 652), apunta que el nombre de un buen nmero de poblaciones actuales podra derivar del de alguna villa. En nuestra comarca ese podra ser el caso, aunque sin confirmar por ninguna prueba material, de Gilena (< villa Aciliana/Agiliana). En el trmino de esta localidad (yacimiento del Cortijo de Aparicio Grande) existen indicios de lo que unos consideran una pequea ciudad y otros una gran villa, ya que aparecen restos de termas y otras dependencias, probablemente de habitacin. Este ncleo perdurara al menos hasta poca visigoda.

grosso modo un ndice de continuidad de los ncleos habitados. Las cifras son las siguientes39: Vega/Aljarafe/Marismas POBLACIN NDICE (%) Alcal de Gra. 18.2 (Alcal-Gandul) Alcal del Ro 14.3 (Ilipa Magna) Aznalczar 9.1 Burguillos Brenes Dos Hermanas (Orippo) Guillena Lebrija (Nabrissa) Lora del Ro (Axati) MEDIA 16.6 16.6 14.3 13.3 15.2 15.5 14.8 Campia POBLACIN NDICE (%) Arahal 25 (Basilippo) Carmona 6.6 (Carmo) cija 30.2 (Astigi) Estepa 21.4 (Ostippo) Osuna 25 (Urso) Utrera 22.2 (Salpensa) Los Molares 30 (Serippo) MEDIA 22.9

Con las prevenciones que ya hemos apuntado, a partir de los porcentajes podramos aventurar la hiptesis de que el proceso de reagrupamiento de la poblacin fue algo ms intenso en las comarcas del Aljarafe, la Vega y las Marismas que en la Campia de la provincia de Sevilla, y esto podra obedecer en principio a que la capital hispalense, centro neurlgico de la Btica junto con Crdoba, y con poderosas murallas40, ejercera una enorme atraccin sobre las poblaciones de las cercanas, mientras que la lejana de las campias del sur permitira la existencia de ncleos de menor tamao jerarquizados segn su funcin. La cercana de Carmo a Hispalis, as como el desarrollo del ncleo Alcal de Guadaira-Mesa de Gandul como defensa de sta, aclarara lo que parece una excepcin dentro de la Campia, esto es, su prdida de importancia con respecto a pocas anteriores, de la misma manera que la lejana, as como su tradicin administrativo-eclesistica y la existencia de mercaderes orientales, autnticos motores de la actividad comercial de la poca, explicaran lo contrario en el caso de Astigi. Pero, y los casos de Nabrissa y Axati?. En este punto la respuesta estara ms en relacin con la evolucin de las vas de comunicacin, determinada por un desplazamiento hacia el este de la actividad portuaria: Gades perdera buena parte de su importancia de poca clsica como puerto de embarque de las exportaciones bticas hacia Roma y otras provincias,39

Los clculos estn hechos sobre los yacimientos registrados en los trminos municipales actuales, en su mayora prospectados en superficie, de ah las prevenciones que deben tenerse, amn de que no sean concluyentes, aunque pueden indicar el inicio de una lnea de investigacin interesante. 40 Al hablar de los acontecimientos polticos, Sevilla aparece como una ciudad de riquezas que parece ser la llave para el control de la Btica, de ah el inters de vndalos, suevos, visigodos y bizantinos por su control. Las luchas en torno a la ciudad debieron influir en los habitantes de las cercanas hasta hacerles abandonar en buena medida sus poblaciones y refugiarse tras las murallas, mientras que sus riquezas y actividades econmicas (principalmente artesanales y comerciales) la hicieron aparecer probablemente como lugar de oportunidades para los ms desfavorecidos.

beneficindose de ello puertos como Carteia, Malaca o, sobre todo Carthago Spartaria41. Este desplazamiento relegara la va Gades-Hispalis -en la que se encontraba Nabrissa- a un segundo plano, frente a los caminos que, desde Carteya y Medina-Sidonia atravesaban las campias jerezanas y utreranas 42. Otro tanto ocurrira con la va Hispalis-Corduba paralela al ro Baetis por su orilla norte, que perdera valor frente a la que atravesaba las campias de Carmona hasta cija y de aqu a Crdoba, uniendo as los tres grandes centros administrativos de la provincia, de ah que las ciudades que se encontrasen a orillas del ro, como Axati, fueran decayendo43. A travs de ella, mediante una serie de enlaces por las campias del sur, las tres ciudades se conectaban con los puertos mediterrneos ya mencionados. En este sentido, la comarca de la Campia-Sierra Sur va a desempear un papel fundamental en la poca que nos ocupa: de Sevilla parta una va, secundaria durante el Alto Imperio, que recorra aproximadamente el actual trazado de la A-92 (Alcal de Guadaira-Arahal-Puebla de Cazalla-OsunaEstepa-Antequera). En este ltimo tramo, la va se bifurcaba hacia el Estrecho, hacia Mlaga y hacia Granada, prolongndose este ltimo ramal por Guadix y Baza hacia la regin murciana. Los viajeros llegados a la zona de UrsoOstippo-Barbi desde las grandes ciudades (Hispalis, Corduba, Astigi) podan, pues, viajar en distintas direcciones, de ah la importancia estratgica de esta zona. Es seguro que estas vas fueron las utilizadas por los agentes comerciales del interior (en su mayora griegos, sirios y hebreos) para comunicarse con sus compatriotas de la costa, y las que siguieron brbaros, bizantinos y musulmanes en sus expediciones militares44. Si analizamos la poca de luchas entre visigodos y bizantinos, es harto sabido que entre ambos bandos lleg a establecerse un doble limes, una frontera fortificada a uno y otro lado de una lnea que discurra desde la costa gaditana (en torno a Chiclana de la Frontera) hasta la alicantina (a la altura de Dianium, Denia), principalmente a lo largo de las serranas bticas (Grazalema, Ronda, Las Cabras, Loja, Sierra Nevada, Los Filabres y Las Estancias) hasta enlazar con el valle del Segura y el cabo de La Nao 45. Este sistema, de tradicin bajoimperial, se desarrollara mediante dos tipos de establecimientos: por un lado ciudades amuralladas con una guarnicin permanente; por otro, puestos avanzados de vigilancia e intervencin rpida en las zonas rurales,41

Las tres localidades formaran parte fundamental del dominio bizantino en la Pennsula durante los siglos VI y VII, convirtindose Cartagena en su capital administrativa y puerto principal. Carteya y Mlaga albergaran importantes colonias de mercaderes orientales, adems de ser lugares de desembarco de tropas cuando fuera necesario reforzar el limes con los visigodos. 42 Parece ser que ste fue el camino seguido por Musa ibn Nusayr en 712 para conquistar Sevilla, despus de desembarcar en Algeciras. 43 No obstante, la ciudad no desaparecera, acaso beneficiada por el despoblamiento de la vecina Celti (Peaflor). Algo similar ocurrira entre Nabrissa y Asta. La decadencia de estas vas debe ponerse en relacin con el apreciable descenso de las exportaciones de aceite, que habitualmente se realizaban por va fluvial hasta Cdiz dado su volumen y tonelaje. 44 En el apartado sobre los acontecimientos histricos ya se ha hecho referencia a estas expediciones, slo queremos destacar aqu el recorrido que presumiblemente debieron hacer. En primer lugar recordemos la que los vndalos iniciaron en 423 desde Cartagena, que sigui por Castulo-Corduba-Astigi-Urso hasta alcanzar la ciudad de Hispalis en 428. La primera campaa bizantina, que se inici con un desembarco en Mlaga, se dirigi a marchas forzadas a Sevilla para apoyar la insurreccin comandada por Atanagildo, siguiendo muy probablemente el itinerario Malaca-Teba-Urso-Hispalis; la segunda, desde Cartagena, debi seguir por Basti-Acci-Iliberris-Barbi-Ostippo-Urso para encaminarse, bien a Hispalis, bien a Corduba. Por ltimo, la primera expedicin de conquista musulmana, la comandada por Tariq, pudo alcanzar Crdoba siguiendo quizs el camino Carteia-Arunda-Urso-Astigi. 45 Hasta la fecha el trabajo ms exhaustivo sobre la cuestin de los bizantinos en Espaa es el de VALLEJO GIRVS, M., Bizancio y la Espaa tardoantigua (ss. V-VIII): un captulo de historia mediterrnea, Alcal de Henares, 1993. Sobre la organizacin militar de la provincia bizantina de Spania, vase especficamente pp. 373-390. Tambin son de inters las pginas dedicadas a este asunto por Salvador Ventura, F., op. cit., pp.38-46 y 169-185, que incluye un mapa, as como GARCA MORENO, L.A., Organizacin militar de Bizancio en la Pennsula Ibrica (siglos VI-VII), en Hispania, 33 (1973), pp. 5-22.

preferentemente lugares elevados donde fueron asentados destacamentos de guerreros-campesinos (los limitanei o stratiotai segn nos informen fuentes latinas o griegas)46. A travs de las fuentes escritas y de la arqueologa se han contabilizado los siguientes acantonamientos: - Del lado bizantino, las ciudades fortificadas (civitates) conocidas hasta la fecha en la Btica seran: Assido, Malaca, Basti, y Urci. Puestos avanzados (castra) se han detectado en Sagontia (Baos de Gigonza, Cdiz), Teba, Villanueva del Rosario, Zafarraya, Abla y Tabernas47. - Del lado visigodo, las civitates conocidas son Epagrum, Egabrum, Iliberris y Acci a las que habra que aadir, tras su conquista en poca de Leovigildo, Assido y Basti. Como castra figura exclusivamente Villamartn. Tras el anlisis de estos datos, algo llama la atencin: la defensa de las ricas campias de Crdoba y Jan contaba, del lado visigodo, con cuatro civitates que, adems de centros militares, eran importantes mercados y sedes episcopales, es decir, se trata de grandes ciudades amuralladas con recursos para enfrentarse a poderosos ejrcitos, cosa que no ocurre con respecto a la campia sevillana, donde solamente aparece el castrum de Villamartn, sin que se conozca ningn otro asentamiento que permita una defensa en profundidad de la ciudad ms importante del sur para los visigodos, sobre todo despus de haber visto cmo en 552 un pequeo destacamento de imperiales se plantaba ante las puertas de Sevilla sin apenas resistencia. A este respecto debemos decir que la arqueologa tiene que darnos muchas ms respuestas, ya que apenas se ha empezado a investigar en este sentido, pero relacionando algunos datos podemos apuntar algo: 1) Se ha dicho ya que toda nuestra comarca era, bien por Osuna, bien por Estepa, lugar de paso para mercaderes y soldados, especialmente para los que transitaban la ruta de Malaca, ya fuera desde Sevilla, ya desde cija. En esta ruta, sabemos que la defensa bizantina tena un puesto avanzado en Teba que protega el acceso al valle del Guadalhorce por el oeste, bien desde el ro Blanco que discurre entre Estepa y Osuna, bien desde la cabecera del Corbones al suroeste de sta ltima48. El acceso oriental al valle, a travs de los llanos de Antequera, deba estar vigilado desde Villanueva del Rosario. 2) Las noticias de los gegrafos rabes que nos hablan de Osuna nos la presentan desde un principio como hisn o fortaleza de la kura de cija, la cual tendra la condicin de madinat (ciudad amurallada). Su funcin quedara por encima de la de un simple puesto avanzado, configurndose por tanto como elemento de segundo orden (iqlim), slo por detrs de la capital, en la administracin civil y militar andalus. Encontramos en esto un esquema ms heredado que original, sobre todo si tenemos en cuenta la tendencia de los gobernantes musulmanes a mantener en cada territorio conquistado las

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Es fcil ver en esta estructura defensiva un antecedente directo de lo que siglos ms tarde se llamar Banda Morisca, en la que igualmente se estableci una jerarquizacin de las poblaciones segn su funcin militar. No obstante, el limes visigodo-bizantino fue un sistema ms simple en su concepcin y desarrollo. 47 Se discute acerca de la adscripcin de algunos lugares a uno u otro bando, pero eso no afecta a nuestro propsito. 48 Hace aos se excav una necrpolis de los siglos V al VII en Pedrera, aunque hasta el momento nadie la ha puesto en relacin con el limes visigodo-bizantino, sobre ello vase FERNNDEZ GMEZ, F. y otros, La necrpolis tardorromanavisigoda de Las Huertas, en Pedrera (Sevilla), N.A.H, XIX (1984), pp. 271-387. Por otra parte, debo sealar la aparicin en el trmino municipal de Gilena, aunque sin localizacin definida, de una moneda de Justiniano acuada en 539-540 (vase PLUMA RODRGUEZ DE ALMANSA, J., A propsito de una moneda bizantina hallada en Gilena, Piedra y Papel, 4 [en prensa]).

estructuras existentes, con pequeas modificaciones segn los avatares polticos49. 3) Siglos ms tarde, los reyes castellanos considerarn la comarca como punto fundamental de la defensa de Sevilla y cija, de ah que poco despus de la revuelta mudjar (1265), la mayor parte de las poblaciones de la franja sur de la Campia fuesen entregadas a las rdenes militares y se creara una estructura militar en la que Osuna y Estepa figuraban como plazas fuertes de segunda lnea, mientras fortalezas como Caete la Real o Teba realizaban su funcin en primera lnea50. Es verdad que el resultado de extrapolar situaciones en el espacio y en el tiempo no implica una certeza irrefutable de los datos obtenidos, sino una posibilidad a confirmar mediante pruebas materiales o documentales, pero parece cuanto menos sorprendente la recurrencia de una serie de lugares, funciones y acontecimientos en el mismo territorio en pocas distantes entre s. Es por ello que nos atrevemos a apuntar el hecho de que a finales del siglo VI y principios del VII las tierras y los habitantes de Osuna y Estepa, aunque no aparezcan mencionadas expresamente en las fuentes, debieron constituir parte fundamental del dispositivo defensivo visigodo frente a los bizantinos, conformando, junto con Antequera (Barbi) un cerrojo militar ante las incursiones que pudieran venir a travs del Guadalhorce desde Mlaga. 4. Cambios en el trazado urbano Llegados a este punto debemos ocuparnos de un asunto no menos espinoso: la topografa de las ciudades. Muy escasos son los datos con los que podemos contar, pero, al menos en el caso de Estepa, sabemos con toda seguridad que el ncleo principal sigui siendo grosso modo el mismo que en poca clsica, como es fcil de deducir dada su condicin de ciudad superpuesta desde un punto de vista arqueolgico: la ciudad cristiana se construy sobre la madinat andalus, y sta, a su vez, sobre la civitas romana y el oppidum turdetano. En todo caso, cabra aceptar la posibilidad de una reduccin del recinto urbano amurallado, como correspondera a una poca de crisis generalizada51. Sin embargo no ocurre lo mismo en Osuna, donde histricamente se ha producido un desplazamiento del rea habitada en direccin oeste 52. Durante los siglos III y IV, la fisonoma de la ciudad no debi haber cambiado mucho a juzgar por la localizacin de los hallazgos ms importantes, de forma que el49

Su desarrollo posterior har que en el siglo X Osuna pase a ostentar la capitalidad de una pequea kura desgajada de la de cija, al igual que ocurrira con Ronda. Las razones quiz hubiera que buscarlas en la importancia que tuvo la ciudad como punto estratgico de la ruta Crdoba-Bobastro durante la revuelta de Ummar ibn Hafsun a fines del siglo IX (vase Ledesma Gmez, F., op. cit., pp. 19-20). 50 GARCA FERNNDEZ, M., El Reino de Sevilla en tiempos de Alfonso XI (1312-1350), Sevilla, 1989, pp. 55-58. 51 Los medievalistas han llamado incastellamento a este fenmeno, muy extendido por toda Europa occidental, si bien no de una manera uniforme en el tiempo ni en el espacio: aqullas regiones que se vieron afectadas por las primersimas invasiones (254-284), como es el caso de la mitad sur de la Pennsula con las incursiones de los mauri feroces del norte de frica, empezaron a renovar sus defensas ya en el mismo siglo III, como ponen de manifiesto los ejemplos de Mrida y Sevilla. Muchas otras lo haran a fines del siglo IV (los Balcanes, ante el empuje de los godos; Britania, ante sajones, pictos y escotos) y, sobre todo, a lo largo del siglo V: las crnicas abundan en noticias que hablan de la invulnerabilidad de muchas ciudades ante los primeros ataques de los germanos, dada su escasez de medios y conocimientos de poliorctica. Acerca de toda esta cuestin siguen siendo vlidas las aportaciones de M. ROBLIN en dos trabajos ya clsicos: Cits ou citadelles? Les enceintes romaines du Bas-Empire daprs lexemple de Paris, R.E.A., 53 (1951), y Cits ou citadelles? Les enceintes romaines du Bas-Empire daprs lexemple de Senlis, R.E.A., 67, 3-4 (1965). 52 Vase CAMPOS CARRASCO, J.M., Anlisis de la evolucin espacial y urbana de Urso, en Gonzlez, J. (ed.), op. cit., pp. 99-112, sobre la ciudad romana clsica, y Ledesma Gmez, F., op. cit., passim, sobre la andalus y cristiana medieval.

centro neurlgico seguira estando en el cruce de los actuales caminos de la Farfana y de Granada (kardo y decumanus, respectivamente)53, que comunicaban las puertas este, oeste y sur del recinto; al norte se extendera una amplia zona deshabitada donde se desarrollaron canteras ya desde poca republicana o incluso antes y donde acaso podra quedar algn tipo de fortificacin en el punto ms elevado, mantenido como atalaya54. Es fcil suponer que la enorme muralla de poca republicana no habra tenido utilidad durante los siglos de la pax romana y habra sido abandonada y sus materiales reutilizados haca ya tiempo. A lo largo de los siglos V, VI y VII se habra mantenido el trazado de poca clsica, o se haba producido un nuevo desplazamiento? Un fenmeno tan extendido en Europa como el incastellamento de las ciudades no se desarroll ni a la vez ni segn los mismos parmetros en todas las reas como ya hemos indicado, aunque puedan establecerse algunas pautas comunes: en el caso de ciudades que sobrevivieron a las invasiones son frecuentes tanto la restauracin de las murallas antiguas como la reduccin del permetro amurallado, segn las posibilidades de cada ncleo. En ambos casos el resultado fue que buena parte de las edificaciones quedaron extramuros como suburbia. Frente a lo que algunos suponen, no debemos ver estos arrabales como un continuum de edificaciones, sino como reas donde se combinan viviendas con huertos, jardines privados, almacenes o incluso los mismos lugares de diversin (teatro y anfiteatro principalmente), ahora en desuso al prohibirse o abandonarse la prctica de los espectculos tradicionales, en especial los ludi gladiatorii. En el caso de Urso, nos encontramos, en primer lugar, con un recinto amurallado de enorme longitud, considerable antigedad y nula utilidad desde el siglo I d.C. Adems, buena parte del espacio interior estuvo prcticamente deshabitado todo el tiempo, como ya se ha dicho. En segundo lugar, existen indicios que nos hacen pensar en la existencia de villae justo al pie del cerro donde se levanta la Colegiata55. Si estas construcciones formaban parte de un suburbium o se encontraban aisladas en un rea rural prxima a la ciudad es lo que no sabemos con seguridad, pero, de cualquier manera, los datos apuntan a un hecho que creemos significativo: la importancia de la va que una a Osuna con Sevilla. No creemos que la localizacin de los restos alrededor del lugar donde se une esta ruta este-oeste con la va norte-sur procedente de cija sea casual, por lo que podra conjeturarse que esto habra sido un importante factor para inducir a los habitantes a un desplazamiento ladera abajo en sentido oeste para acercarse a las principales vas de comunicacin. La prctica ausencia de hallazgos de poca romana (por ahora) entre el Cerro de la Universidad y las calles de La Huerta y Asistente Arjona, donde aparecieron los restos nos impide profundizar ms sobre el asunto. No obstante, ya hemos indicado el hecho de que en poca andalus se clasifica a Osuna como hisn, es decir, fortaleza, cuyas murallas seran remozadas en poca almohade primero y bajo el dominio calatravo ms tarde. El recinto medieval qued localizado al oeste de la colonia de poca clsica, en53

El hallazgo en 1932 de un mosaico con la imagen de Aqueloo, fechado en los siglos III-IV y perdido despus de la Guerra Civil, se produjo en el lado sur del camino de Granada, justo enfrente del lugar donde aparecieron los famosos bronces coloniales, y muy cerca del teatro, del que subsisten algunas gradas. 54 En el famoso grabado del siglo XVI de Hoefnagel en Civitates Orbis Terrarum, puede observarse a la izquierda, sobre el Cerro de las Canteras, una estructura que bien pudiera haber sido de uso defensivo, aunque resulte imposible establecer su cronologa, de ah que lo que planteamos no sea ms que una mera hiptesis. 55 Vase Ruiz Cecilia, J.I. y Fernndez Flores, A., art. cit., passim.

el cerro dominado actualmente por la Colegiata y la Universidad, y su permetro era sensiblemente ms reducido que el conocido en poca imperial. Cundo se produjo este desplazamiento de la ciudad? Sabemos que un fenmeno similar se produjo al final de las Guerras Civiles cuando, a instancias de Csar primero y Augusto despus, se realiz la deductio de la colonia romana, que signific el definitivo abandono del antiguo oppidum. A pesar de que no existan pruebas palpables, consideramos que una refundacin de la antigua colonia con un desplazamiento del centro neurlgico haca el oeste y el consiguiente abandono de lo que fuera el foro imperial clsico, slo pudo llevarse a cabo a lo largo de los turbulentos siglos de la edad oscura, en especial en el siglo VI en que se configura definitivamente la vocacin de Ursona como punto importante del limes visigodo-bizantino. 5. Conclusiones Recopilados todos los datos analizados hasta el momento, estamos en disposicin de establecer una serie de ideas que, como dijimos al principio, debern ser confirmadas o refutadas por posteriores investigaciones, en especial por excavaciones arqueolgicas. Lo que exponemos a continuacin no debe, por tanto, considerarse como afirmaciones categricas, sino como una aproximacin a una cuestin que hasta ahora apenas haba tenido eco en las publicaciones sobre Osuna y la comarca de la Sierra Sur. 1. A finales del Imperio Romano, la campia sur sevillana parece seguir la tnica general de otras regiones de la Btica: cristianizacin, crisis econmica, polarizacin de la estructura social, etc. En este contexto, las ciudades y los pequeos ncleos de la zona (pagi, vici) iran experimentando un despoblamiento en favor de las grandes propiedades rurales (villae): las ciudades pequeas acabaran por desaparecer sin apenas dejar rastro en la toponimia actual; en cambio, los grandes ncleos de Osuna y Estepa permaneceran como centros administrativos, religiosos y comerciales relativamente prsperos, habida cuenta de su situacin estratgica en las vas de comunicacin entre capitales provinciales y conventuales como cija, de la que dependeran directamente. Ambas ciudades, junto con las grandes villae, seran las beneficiarias del despoblamiento de los dems ncleos: a pesar de las destrucciones y saqueos de los brbaros en la primera mitad del siglo V una y otra sobreviven, as como un alto porcentaje (25 % aproximadamente) de las villae56. La pervivencia de los asentamientos debe ponerse en relacin con las vas de comunicacin ms activas y con las necesidades de defensa, de ah que se despoblasen las zonas llanas ms cercanas a las ciudades amuralladas y aquellas reas alejadas de las vas principales, permaneciendo las que se encontrasen en puntos elevados y de fcil comunicacin57.56

El mejor ejemplo de gran villa en la comarca es el del Cortijo de Aparicio Grande (Gilena), donde, adems de un nmero importante de dependencias, aparecen restos de unas termas, lo que hablara de un asentamiento autosuficiente de grandes dimensiones, que pervivira incluso hasta poca visigoda. 57 En el caso concreto de Osuna, es de destacar, en primer lugar, el hecho de que los asentamientos que permanecen durante la poca visigoda, con la excepcin de dos, se encuentran fuera de un radio de 5 km de Urso. En segundo lugar, debemos resaltar la prctica desaparicin de asentamientos en la zona noreste del trmino (a excepcin del poblado del Cerro de las Cabezas) que haba sido la de mayor densidad en etapas anteriores (cfr. VARGAS JIMNEZ, J.M., y ROMO SALAS, A., El territorio de Osuna en la Antigedad, en Chaves Tristn [ed.], op.cit., pp. 147-186). En contraste, la parte occidental mantiene un nivel aceptable de establecimientos (aunque menor que en poca romana), probablemente asociados a los caminos que comunicaban con Astigi, mientras en el sector sur es donde encontramos el mayor nmero

2. Este fenmeno no hara sino desarrollarse en poca posterior, gracias, en primer lugar, a la ampliacin de los poderes de la aristocracia fundiaria, tanto laica como eclesistica, durante el perodo en que la Btica permaneci independiente de hecho con respecto a los reyes visigodos. En este perodo de relativa paz poltica se vuelve a una cierta prosperidad econmica que permitira en algunos casos la repoblacin de ncleos abandonados y la aparicin de nuevos asentamientos58. La pervivencia de ciertas actividades artesanales, as como el contacto comercial con otras regiones del Mediterrneo a travs de las colonias de mercaderes orientales (como la de la cercana cija) explicara la aparicin en diversos lugares -tanto urbanos como rurales- de cermicas africanas o de fragmentos de relieves de estilo ravenatense. La antigua pujanza econmica de las ciudades habra disminuido, prevaleciendo su funcin administrativa, pero no desaparecido, si bien ahora sufran una fuerte competencia por parte de los centros rurales organizados en torno a las villae, que, a partir de un alto grado de autosuficiencia econmica y administrativa59, llegaran a ser capaces de encuadrar a una numerosa tropa de rustici como mano de obra, pero tambin para formar autnticos ejrcitos privados, capaces de enfrentarse tanto a brbaros, tropas imperiales o milicias urbanas, como a otros grandes seores, prefigurando uno de los elementos y comportamientos propios del mundo feudal de siglos ms tarde60. Mientras tanto, la sociedad se haba ido polarizando a medida que los grupos intermedios iban desapareciendo, bien al entrar al servicio de los honestiores, bien al asimilarse de hecho a los humiliores. 3. La lucha entre bizantinos y visigodos modificar en parte la forma de vida de los habitantes de la zona, que acabarn integrndose en las estructuras de la monarqua visigoda, despus de una fase de militarizacin de la vida poltica, econmica y social: una serie de asentamientos, algunos ya existentes, otros nuevos, pasarn a tener una nueva funcin -la militar- dentro de una estructura organizada, el limes. Esto vendr a reforzar un fenmeno que, en algunos casos, ya se habra iniciado en el siglo III. Las ciudades supervivientes renuevan sus defensas, bien restaurando las ya existentes, bien construyendo recintos con un nuevo trazado: creemos que Estepa y Osuna, respectivamente, seran ejemplos de cada modalidad de incastellamento. No obstante, las relaciones comerciales con los ncleos costeros se mantendran en un nivel aceptable, ya que el enfrentamiento armado no fue continuo. En este contexto apuntamos la posibilidad de que en Osuna ocurriera un desplazamiento del ncleo urbano en direccin oeste, anticipando as lade pervivencias (ms de la mitad). Las causas de ello podran estar en su topografa, ya que son asentamientos en zonas elevadas de ms fcil defensa, y en su proximidad a los ros Corbones y Blanco desde donde era fcil adentrarse en la Sierra con direccin a Malaca y Arunda-Carteia. En muchos casos hemos constatado, adems, que el poblamiento perdura al menos hasta poca califal. 58 Por ejemplo, en Osuna se vuelven a ocupar los yacimientos de la Dehesa de Valdivia y del Molino El Carmen, mientras que en Pedrera se vuelve a utilizar la necrpolis de Las Huertas. 59 La reiteracin con que las leyes imperiales, en los siglos IV y V, y los decretos de los reyes visigodos, en el VI y VII, atacan a los privilegios fiscales de los propietarios y habitantes de las villae demuestran claramente que, a pesar de las regulaciones de los diferentes gobiernos, en la prctica no consiguieron que aqullos dejaran de tener una enorme facilidad para sustraerse a las exigencias oficiales. Un ejemplo lo encontramos en el descontento de los provinciales bticos ante las requisas ordenadas en 446 por el magister militum Vito para enfrentarse a los suevos. 60 Sobre este tipo de fuerzas militares vase especialmente BARBERO, A. y VIGIL, M., La formacin del feudalismo en la Pennsula Ibrica, Barcelona, 1978, pp. 40-52, y SANZ, R., Aproximacin al estudio de los ejrcitos privados en Hispania durante la antigedad tarda, Gerin, 4 (1986), pp. 225-264, as como el ya clsico de

situacin que encontraremos en siglos posteriores cuando la ciudad se integre en las estructuras del Emirato y el Califato omeyas.