origen y ocaso de la inquisicion

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DOSSIER Un fraile dominico trata de convertir a un judío condenado a la hoguera (escena del Retablo de la Santísima Trinidad, de Vallbona de les Monges). INQUISICIÓN Origen y ocaso de la El Santo Oficio, instaurado en 1478 por una bula de Sixto IV que daba a los Reyes Católicos poder para reprimir a judeoconversos y herejes, fue abolido por Napoleón en diciembre de 1808, hace 195 años. Durante más de tres siglos, la Inquisición persiguió a judaizantes, disidentes, visionarios y cualquier desviado de la ortodoxia política y religiosa. Tres especialistas retratan una institución íntimamente ligada a la Corona en la España Moderna 63 pág. 64 Martillo de disidencias Javier Faci pág. 69 Los heterodoxos Asunción Doménech pág. 73 Epitafio napoleónico Gérard Dufour

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Resumen historia Inquisición

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Page 1: Origen y Ocaso de La Inquisicion

DOSSIER

Un fraile dominico tratade convertir a un judíocondenado a la hoguera(escena del Retablo de laSantísima Trinidad, deVallbona de les Monges).

INQUISICIÓNOrigen y ocaso de la

El Santo Oficio, instaurado en 1478 por una bula de Sixto IV quedaba a los Reyes Católicos poder para reprimir a judeoconversos y herejes, fue abolido por Napoleón en diciembre de 1808, hace195 años. Durante más de tres siglos, la Inquisición persiguió ajudaizantes, disidentes, visionarios y cualquier desviado de laortodoxia política y religiosa. Tres especialistas retratan unainstitución íntimamente ligada a la Corona en la España Moderna

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pág. 64

Martillo de disidencias Javier Faci

pág. 69

Los heterodoxos Asunción Doménech

pág. 73

Epitafio napoleónico Gérard Dufour

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Martillo de

DISIDENCIASAsociada a la imagen más negativa de la Historia de España durante la EdadModerna, la Inquisición era una institución despreciada, temida y ridiculizada allendenuestras fronteras, cuyo carácter simbólico no escapó a los fines propagandísticos delos invasores franceses a principios del siglo XIX. No fue causal que fuera Napoleónquien anunciara su disolución, al hacer su entrada en Madrid por Chamartín, el 4 dediciembre de 1808. Con ese gesto, el Emperador quiso dar un carácter ilustrado ymodernizador a su paseo militar por la Península y como tal fue elogiado por elpublico francés y una parte del español: los liberales y los afrancesados. También porese carácter simbólico de puntal de la Corona, el Santo Oficio fue restablecido, juntocon el absolutismo, por Fernando VII a su vuelta del exilio, pero revivió sin aliento,para ser definitivamente enterrado en el Trienio Liberal.Con motivo del decreto napoleónico, del que se cumplen 195 años este mes,hemos querido dedicar este Dossier a la Inquisición, sus orígenes, sutransformación en una herramienta de reforzamiento del poder de la Corona y suinfluencia en la conformación de la sociedad y la mentalidad españolas durante

más de 300 años. La Inquisición ya existía antes de suimplantación en España, pero fueron los Reyes Católicosquienes la transformaron en un pilar del trono, paraeliminar la disidencia religiosa y perseguir a los falsosconversos, que amenzaban su política de uniformaciónsocial. Bajo la Casa de Austria, la Inquisición fuetambién responsable de vigilar a los intelectuales,censurar las publicaciones, perseguir la brujería ycercenar cualquier conducta sexual desviada de laheterodoxia, entre otros cometidos. De todos ellos damoscuenta en las páginas siguientes, que se abren con elanálisis de Javier Faci sobre la génesis y desarrollo delSanto Oficio durante el reinado de Isabel y Fernando.

Escudo de la Inquisición, en una cartade concesión de hidalguía, en 1613 (Madrid, Colección particular).

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Es difícil encontrar en la histo-riografía un problema tan de-batido de forma contradicto-ria, generalmente con muchos

prejuicios y de forma apasionada, co-mo el de la aparición y arraigo de la In-quisición como sistema y mecanismopara la represión de algunas herejías.Como poco, se puede decir que no hasido un debate que haya contribuido,precisamente, al buen nombre del pe-ríodo medieval. Por el contrario, ha ser-vido de punto de partida para la for-mación de muchos tópicos, como to-dos con una parte de razón, relativos auna supuesta intolerancia endémica deesta época, oscura y tenebrosa, que se-ría la Edad Media y que se prolongaríaen épocas posteriores en los reinos his-pánicos. Sin embargo, una aproxima-ción científica y desapasionada a estefenómeno nos permite situarlo en uncontexto histórico general y compren-derlo con más profundidad y más váli-dos elementos técnicos.

Conviene dejar claro que la Inquisi-ción o Tribunal del Santo Oficio no esuna creación hispánica ni aparece exnihilo con la bula que el papa Sixto IVdictó en 1478 (Exigit sincerae devotio-nis affectus), con la que se otorgaba alos llamados Reyes Católicos una auto-rización para crear un tribunal represorcontra la herejía y las supuestas irregu-laridades cometidas por los judeocon-versos. Con la bula papal nacía lo quese ha llamado la Inquisición española oInquisición moderna, pero muchotiempo antes y de forma más generalhabía habido otra Inquisición, en laque se inspiró la resucitada en 1478.

Intolerancia generalizadaPor otra parte, no es justo ver en elnuevo impulso del siglo XV una mani-festación de una supuesta intoleranciahispánica. No se puede negar que lassociedades hispánicas de fines de laEdad Media y de la Edad Moderna nofueron un modelo de respeto a la disi-dencia –ninguna lo fue en la Europadel momento–, pero me atrevería a de-cir que las circunstancias especiales delas sociedades medievales hispánicas,obligadas y acostumbradas a conviven-cias no siempre fáciles, les habían otor-

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ORIGEN Y OCASO DE LA INQUISICIÓN

Detalle del Auto de fe celebrado en Ávila y presidido por santo Domingo de Guzmán yTorquemada, por Pedro Berruguete (Madrid, Museo del Prado).

JAVIER FACI es catedrático de HistoriaMedieval, Universitat Rovira i Virgili.

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gado un mayor grado de respeto, comoalgunos episodios puntuales en la épo-ca de las cruzadas hispánicas habíanmostrado. Las sociedades hispánicasexperimentaron, con el tiempo, unaconversión en persecutoras o represo-ras, pero no de forma más acentuadaque las europeas del momento.

En latín clásico, inquisitio no signifi-ca otra cosa que averiguación o inves-tigación, sin que tenga, en principio,ninguna significación procesal. La deri-vación hacia una averiguación de ca-rácter jurídico se produjo como conse-cuencia del abandono, desde los pri-meros momentos del Imperio, de lossistemas tradicionales del proceso ro-mano, y se situaba en el de la actuaciónde oficio por parte del funcionario, sinque fuera precisa la instancia de parte,lo que exigía a aquel una averiguacióno investigación. El nuevo sistema depersecución o represión, que se justifi-caba como una forma de búsqueda delarrepentimiento y la rehabilitación, na-cía con una vocación de dotar al acu-sado de unas ciertas garantías jurídicas,lo que explica la opinión favorable alsistema mostrada por algunos historia-dores, que justifican la actuación ecle-siástica como una forma de llevar anteun tribunal lo que de otra manera co-rría el riesgo de resolverse en la calle.

No es fácil afirmar que existe unacontinuidad lineal entre la Inquisicióngeneral medieval y la española de finesdel siglo XV, aunque así parece avalar-lo la perduración del procedimiento en

diversos ámbitos europeos. Sabemosque la tortura estuvo presente en mu-chas ocasiones y que el procedimientoincitaba a la delatio, a la acusación porparte del juzgado de otros miembrosde la secta, lo que permitió en algunasocasiones las caídas masivas de las cú-pulas de los herejes.

Antes se mencionaba la Bula de Six-to IV de 1478, por la que se creaba laInquisición hispánica, limitada en prin-cipio a la Corona de Castilla –en estas

fechas, Fernando aún no había hereda-do los reinos de la Corona de Aragón–aunque muy pronto extendida a losmismos. Casi dos años tardaron Isabely Fernando en nombrar los primerosinquisidores para el tribunal de Sevilla,aunque muy pronto lo hicieron congran diligencia y entusiasmo.

Conviene dejar claro que la nueva In-quisición difería muy profundamente dela anterior, aunque en algunos lugares,como en los propios territorios de la Co-rona de Aragón, ambas se sucedieron, sibien de forma problemática. Pero, deentrada, existía una diferencia funda-mental entre ambas: mientras que en lallamada Inquisición medieval, el nom-bramiento de los inquisidores y el con-trol general de la misma había corres-

pondido a la jerarquía eclesiástica, losReyes Católicos consiguieron sustraer alos obispos desde un principio tan im-portante prerrogativa, por lo que el San-to Oficio se convertía en una poderosaarma en manos de la monarquía, inclu-so en un instrumento de gobierno cen-tralizado. No cabe duda de que este he-cho constituye una novedad importantey se inscribe en el complejo proceso defortalecimiento de la monarquía frente alas demás fuerzas políticas, en lo que de

forma algo retórica se ha llamado la gé-nesis del Estado moderno.

Por otra parte, el nuevo Santo Oficionacía para ocuparse, de forma prefe-rente aunque no única, del complejoproblema judío y converso, que tanacuciante y grave había llegado a seren la Baja Edad Media en los territorioshispánicos. No es que la Inquisiciónanterior no hubiera tenido que tratarcon dicha cuestión, pero no había sidode forma tan exclusiva.

La cuestión judía, muy antigua ya enla Península –y en otros territorios euro-peos– se había agravado desde el adve-nimiento de la dinastía Trastámara, pro-duciéndose muy poco después la ferozexplosión de antisemitismo de 1391, ini-ciada en Sevilla pero que se había ex-

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El nuevo Santo Oficio nació para ocuparsede forma prioritaria, aunque no única,del complejo problema judío y converso

Fray Tomás de Torquemada, en el centro,primer Inquisidor General (por Berruguete).

Diego de Deza, Inquisidor General desde lamuerte de Torquemada, en 1498, hasta 1507.

El Cardenal Cisneros fue nombrado InquisidorGeneral de Castilla en 1507.

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tendido muy pronto a otras varias ciu-dades. A lo largo del siglo XV, el pro-blema atravesó por fases muy diversas,pero en ningún momento dejó de seragobiante. De todas formas, no convie-ne exagerar, aun siendo muy grande, laimportancia del fenómeno converso enel nacimiento y evolución de la Inquisi-ción. En breve, otros problemas llegaronante ella, como el de los moriscos, el degrupos heréticos luteranos de diferentetipo o los propios y eternos fenómenosde real o supuesta brujería.

Muy pronto surgieron problemas en-tre la monarquía y el propio papa SixtoIV, que debió de darse cuenta de quehabía puesto imprudentemente en ma-nos de los monarcas un instrumentopoderoso y potencialmente peligroso.Las protestas y presiones de algunosdestacados conversos debieron de jugartambién su papel. En 1482, el Pontífice,desdiciéndose de hecho de su primeraBula de 1478, nombró a una serie defrailes dominicos como inquisidores. Lareacción de Fernando e Isabel fue rápi-da e inteligente. Procedieron a la crea-ción del Consejo de la Suprema y Ge-neral Inquisición, como un organismomás de los muchos que estaban crean-do y eligieron como Inquisidor Generala uno de los nombrados por el Papa,fray Tomás de Torquemada. Es así comoaparece y se singulariza la figura de es-te personaje, cuyo propio nombre llegóa ser, en el mismo lenguaje vulgar, ex-ponente natural de la nueva institución.Se trata, sin duda, de una figura inteli-gente, descendiente de conversos –loque explicaría, en parte, su celo desme-dido–, aunque muy deformada por lasexageraciones y tópicos. Para el mo-mento del nombramiento de Torquema-da, las quejas sobre el funcionamientodel Tribunal de Sevilla, el primero enponerse en marcha, eran ya muy fuertesy fue precisa la perseverancia diplomá-tica de ambos monarcas para convencera Roma de la necesidad de aplicar la leyeclesiástica con rigor y no rebajar lasexigencias iniciales. El mismo Fernandoexponía en una carta al Papa la inope-rancia que la vieja Inquisición había te-nido en sus reinos, por lo que le solici-taba manos libres para actuar con ener-gía y de acuerdo con el nuevo espíritu.En 1485, el Papa aceptaba, finalmente,el nombramiento de Torquemada y de-ponía sus más fuertes reticencias a la ac-

tuación monárquica. Poco después, suautoridad se extendía a los territorios dela Corona de Aragón.

Poder casi omnímodoHasta su muerte en 1498, Torquemadadirigió la Inquisición con mano de hie-rro. Sabemos que el Inquisidor Generalestaba autorizado a moverse con unaguardia de cincuenta personas, lo queindica el nivel de odio potencial que le-vantaba. El Inquisidor General, nom-brado por el Papa a propuesta de losReyes, tenía desde Torquemada un po-der casi omnímodo. Nombraba a los in-quisidores, controlaba todo el mecanis-mo burocrático de los procesos, recibíalas sentencias y ejercía de forma perso-nal la posible apelación. Junto al Inqui-

sidor, se creó un Consejo de la Inquisi-ción, que aparece en 1482 y se reorga-niza en 1488. Torquemada intentó des-naturalizar el funcionamiento de la ins-titución, con cierto éxito.

Este Consejo era el verdadero orga-nismo de control monárquico y, por tan-to, político de las funciones meramentereligiosas o eclesiásticas de los inquisi-dores. La importancia del Consejo fueaumentando. En el siglo XVI, el Conse-jo llegó a tener un rango preferente enel esquema del gobierno monárquico,sólo precedido en importancia y presti-gio por el Consejo de Castilla y el Con-sejo de Aragón, lo que da una idea delpeso que los Reyes atribuían a la unidadreligiosa. A la muerte de Torquemada,fue elegido Inquisidor Mayor el arzobis-

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MARTILLO DE DISIDENCIASORIGEN Y OCASO DE LA INQUISICIÓN

Judíos hispanos del siglo XV, representados por Jaume Huguet con todo detalle en el Retablode los Esparteros, que se conserva en el Museo de la Catedral de Barcelona.

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po Diego de Deza (1498-1507), tambiéndominico. Deza fue obligado a dimitiren 1507, tras la muerte de Isabel. Juanay Felipe tomaron en este año posesiónde sus reinos, momento en que se inte-rrumpieron los procesos pendientes. Lainesperada muerte de Felipe, en sep-tiembre de este mismo año, aumentó laincertidumbre. Fernando se volvió a ha-cer cargo del gobierno de Castilla ynombró a Cisneros Inquisidor Generalde Castilla, aunque sin jurisdicción so-bre la Corona de Aragón que, hasta1517, tuvo su propio Tribunal. El interésde la monarquía por mantener el controldel Santo Oficio está presente en el tes-tamento del Rey Católico, muerto en1516, en el que pueden verse interesan-tes recomendaciones a su nieto Carlos afavor del Santo Oficio, como instrumen-to de garantía de la fe, principal ele-mento de la unidad de los reinos.

Un manual de cabeceraEs en el aspecto del procedimiento don-de se comprueban de forma más claralas relaciones existentes entre la llama-da Inquisición medieval o papal y lamoderna o monárquica a que nos esta-mos refiriendo. Hay que decir que loselementos fundamentales del procedi-miento penal y procesal estaban ya pre-sentes en los primeros compases y queen algunas zonas, como en los territo-rios de la Corona de Aragón, donde hu-bo una continuidad completa entre am-bas instituciones, podemos verlos a tra-vés de la influencia que siguieron ejer-ciendo algunos tratados antiguos, comoel Directorium Inquisitoris (1376) de Ni-colau Eimeric, un pequeño manual con-tinuamente reeditado y destinado a con-vertirse en el libro de cabecera de todo

miembro de un Tribunal. Además, tu-vieron gran importancia las Instruccio-nes que iban dictando los InquisidoresGenerales, en este caso las de Torque-mada, Deza y Cisneros, que se recopila-ron y publicaron en Granada en 1537,con el título de Instrucciones Antiguas.

Un elemento que tuvo gran impor-tancia en el procedimiento de los pri-meros tiempos y que fue perdiendo im-portancia es la promulgación del llama-do Edicto de Fe, una especie de sermónque se encomendaba a persona de es-pecial elocuencia y que se pronunciabade forma solemne y con un claro com-ponente coactivo. Se predicaba en elámbito de cada obispado y se solicitabala denuncia de todo aquel que se opu-siera a las prescripciones básicas delmismo, acompañándose el sistema conun período de gracia, que autorizaba apresentarse voluntariamente a todoaquel que lo quisiese y que permitía te-ner una información inicial para que eltribunal pudiera comenzar su labor. Esimpresionante el número de reconcilia-dos o no condenados a muerte de lostribunales en los primeros tiempos:1.048 en Valencia (quizás el tribunalmás duro) antes de 1488 o los 522 deToledo, antes de 1500.

La delación solía ser la forma de ini-cio del proceso, lo que confiere al sis-tema un carácter éticamente reproba-ble. El acto de denuncia al Santo Oficioera irreversible y el acusado no conocíaquién le había delatado. El proceso te-nía dos fases: una indiciaria (o sumariao inquisitiva) en la que se producía laverdadera inquisitio y otra propiamen-te procesal o judicial. Junto a la delatiopor alguien concreto, podía iniciarse elprocedimiento por una simple diffama-

tio o rumor generalizado. El papel delInquisidor era sustancial en esta fase.Solía ser larga y el reo podía estar en-carcelado desde el principio o no sabernada. Un fiscal elaboraba un informeque se presentaba ante unos calificado-res, que podían sobreseer el expedienteo iniciar la fase procesal. Si se abría pro-ceso, el reo era encarcelado y se se-cuestraban cautelarmente sus bienes.

Tormento y confesiónLa fase judicial constaba de una parteacusatoria y otra probatoria. El interro-gatorio del acusado era fundamental enla primera parte. Si no confesaba, seiniciaba la fase probatoria, en que seproporcionaba al reo un abogado. Elreo se defendía a través de la pruebatestifical y el tribunal decidía si se pro-cedía al tormento para conseguir laconfesión. Si ésta no se producía, el tri-bunal dictaba la sentencia de acuerdocon unas normas prolijas. Las penaseran muy variadas, pero las cifras quetenemos sobre los primeros tiemposson terroríficas en cuanto a personasmuertas en Valencia o Toledo.

Hemos querido mostrar de formaaséptica la aparición y primer desarrollode la Inquisición en la Historia de Espa-ña. Para terminar, recordaremos con Pé-rez Prendes y García Cárcel que, ampa-rados en la discrecionalidad, pudieronlos inquisidores hacer un uso benignodel arma procesal. Pero ni la bondad deun juez o de muchos genera un sistemaprocesal más justo, ni el fervor justificaarrollar la dignidad, la fortuna y la fami-lia de quien no la comparte. “Tampocoel error de la Inquisición reside en nohaber desaparecido antes. El error esque haya existido alguna vez”. ■

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Proceso de la Inquisición, según un grabado decimonónico, que ilustra la Historia de Españadel padre Mariana, de 1854. El primer paso era, a menudo, la delación anónima.

Los Reyes Católicos le dieron al Santo Oficioel carácter de instrumento de la Corona(ilustración del Marcuello)

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De los Reyes Católicos a Fer-nando VII, durante los tressiglos y medio de su exis-tencia, el Tribunal de la In-

quisición no ofreció una imagen mo-nolítica, por más que su fama allendefronteras pareciera avalar lo contrario.Símbolo por excelencia de la intransi-gencia e intolerancia hispanas en laEdad Moderna, el Santo Oficio fue ob-jeto de una “recreación constante” enel tiempo (García Cárcel), que propicióla adaptación de sus estrategias a me-dida que iba variando el objeto de sucontrol.

Constituido en origen para la vigi-lancia y represión de los falsos con-versos o judaizantes, no tardaría enampliar el espectro de los sometidos asu pesquisa. Pronto los moriscos, se-guidos muy de cerca por los erasmis-tas, los alumbrados, y, sobre todo, losluteranos –la “amenaza” de la herejíaprotestante se erigió como máximopeligro para la católica monarquía his-pana durante casi dos centurias–, nu-trirían las filas de quienes iban a en-contrarse en su punto de mira. Y nosólo ellos, pues la persecución de laheterodoxia en su más amplio sentido,tanto doctrinal como de costumbres,llevó ante los jueces inquisitoriales aquienes actuaban al margen de lasnormas establecidas, singularmente encuestiones de moral sexual: bígamos,sodomitas o solicitantes en confesión,entre otros, fueron así ampliando elelenco de sus víctimas.

Por otra parte, la evolución del Tri-bunal estuvo asimismo condicionadapor su singular imbricación institucio-

Judaizantes, moriscos, protestantes, brujas, bígamos y sodomitas fueronvíctimas del Santo Oficio que, como describe Asunción Doménech,controló las vidas y conciencias de los súbditos de la Monarquía Hispánica

ORIGEN Y OCASO DE LA INQUISICIÓN

ASUNCIÓN DOMÉNECH es historiadora.

LOS HETERODOXOS

Recreación de un Auto de Fe, enuna litografía del siglo XIX,

coloreada por ordenador.

Tres siglos de represión

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nal entre los dos grandes poderes, elEstado y la Iglesia, en una sociedad enla que lo sagrado y lo profano no mos-traban una clara divisoria; de algunaforma, su historia es la de un tercer po-der, que pretendió más que consiguiómantener una cierta independenciafrente a ambos, y la de la utilizaciónque tanto uno como otra trataron dehacer de su persuasiva fuerza en lasdistintas circunstancias.

En los primeros años del reinado deCarlos I (1517-1556), siguió siendo elproblema converso el que primaba enla actuación del Tribunal. Todavía en1524, por poner un ejemplo, fueronquemados en la hoguera, en Valencia,los padres del humanista Luis Vives (sumadre, ya fallecida, tan sólo pudo ser-lo en efigie). No tardarían, sin embar-go, en encontrar competencia los ju-daizantes ante el celo inquisitorial; losmoriscos y, sobre todo, los acusados deherejía protestante vendrían a sustituir-

les en el celo inquisitorial: así en 1528,se produce la primera condena de unluterano (Diego de Uceda) y, en 1529,fueron procesados los alumbrados deToledo.

Coincidiendo con la última décadade reinado carolino, se asiste a una sus-tantiva normativación de los procedi-mientos del Tribunal, derivada de losnuevos aires de eficiencia y rigor queimprime el mandato de Fernando deValdés como Inquisidor General (1546-1566), una orientación que dará susfrutos ya bajo el reinado de Felipe II(1556-1598).

Si el primer Índice de libros prohibi-dos se publicó en 1559, dos años des-pués se dictaron las primeras Instruc-ciones para el funcionamiento del San-to Oficio. Fueron aquéllos los años delgran temor a la ofensiva protestante ycualquier delación o la más mínimasospecha ponían en marcha la máqui-na inquisitorial. El sucesor de Valdés,

Diego de Espinosa, dictó, en 1571,normas precisas para que se archivaracuidadosamente toda la documenta-ción referente a los procesos, lo queha permitido establecer, andando eltiempo y no pocas investigaciones, lascifras de afectados, así como conocerlos más diversos aspectos de muchasde las causas.

Utilización políticaCon Felipe II se asiste a uno de los pe-riodos de mayor rigor inquisitorial. Seconocen con todo detalle algunos delos procesos más sonados, por ejemplo,el del arzobispo de Toledo, Bartoloméde Carranza, encausado por la ediciónde unos Comentarios al Catecismo; losdos periodos de su enjuiciamiento, pri-mero en España y luego en Roma, en-tre 1559 y 1579, tuvieron honda reper-cusión, como ha estudiado Tellechea,en las relaciones entre la monarquía yel papado. Otro que en sí mismo no re-

Estatua orante del gran inquisidor Fernando de Valdés, por PompeoLeoni (Colegiata de Santa María de Salas de Asturias, siglo XVI).

El reformador Martín Lutero predicando, según una ilustracióncromolitográfica de la Historia de Europa, de Emilio Castelar (1896).

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vestía una trascendencia comparable,pero quizá haya sido de los de mayorhuella en la memoria colectiva fue elque supuso el encarcelamiento, bajoacusación de herejía, durante cuatroaños (1572-1576), de Fray Luis de León,con su consiguiente alejamiento de lasaulas salmantinas, en las que, una vezliberado, reanudó sus clases con la cé-lebre frase “decíamos ayer…”.

Mayor impacto, sin duda, por lo querespecta a la propia Inquisición, asícomo a la fama internacional de lamonarquía del rey Felipe, pues nutri-ría capítulos y capítulos de la llamada“leyenda negra”, de tanta trascenden-cia para la imagen de España en el si-glo XVI, tuvo todo el proceso en tor-no al secretario del rey, Antonio Pérez,en el contexto de la crisis política delos años noventa. Su huida de Madrid,para sustraerse a una investigación re-lacionada con el asesinato de Escobe-do, secretario de don Juan de Austria,

y su acogida al fuero de Aragón, re-clamando el amparo del Justicia Mayorde aquel reino, provocaron la inter-vención del Santo Oficio, en una claramuestra de instrumentalización políti-ca. Pérez fue procesado y condenadobajo las acusaciones de blasfemia, he-rejía y sodomía, pero como había con-

seguido escapar a Francia, fue relaja-do en efigie, en 1593, junto a otros 87reos, entre los que se contaban moris-cos, bígamos y herejes.

Cuenteos rigurosos, partiendo de es-tudios sobre la documentación de laépoca, tal como han publicado R. Gar-cía Cárcel y Doris Moreno, establecenla cifra de unos 25.000 procesados por

la Inquisición durante todo este reina-do. El mayor número corresponde alos moriscos (8.000) y a individuos acu-sados de proposiciones heréticas(8.000), mientras que los luteranos(2.000) y los judaizantes (1.500) que-dan muy lejos del monto de aquellosdos primeros grupos. Se trata de un ba-

lance que no debe extrañar, sobre to-do, si se tiene en cuenta la agudizacióndel problema morisco, que tuvo su mo-mento álgido durante su rebelión de1568, y que explica también la gran ac-tividad de los tribunales de Granada,Valencia y Zaragoza, zonas donde en-tonces la presencia mudéjar era muysignificativa. Este problema desembo-

LOS HETERODOXOSORIGEN Y OCASO DE LA INQUISICIÓN

En aquellos años de temor a la ofensivaprotestante, la más mínima sospecha poníaen marcha la máquina inquisitorial

Antonio Pérez liberado de la cárcel de los manifestados por el pueblo de Zaragoza, en 1521 (por Manuel Ferrán, 1864, Museo del Prado).

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caría en 1609, ya reinando Felipe III,en la expulsión definitiva de los moris-cos de todo el país.

Brujas e inquisidoresCon el primero de los llamados Austriasmenores, la Inquisición parece entraren un periodo de relativa calma, en elque va acentuándose su función decontrol de las costumbres y los modosde vida, que será característica de suactividad a lo largo del siglo XVII,cuando se convierte en la más firmeguardiana de la aplicación en Españade las normas de Trento, aunque conun éxito muy dispar, a tenor de las in-vestigaciones existentes. Por ejemplo,

su efectividad en Toledo, acreditadapor Dedieu, contrasta notablementecon su escasa influencia en las diócesiscatalanas, donde la ignorancia de lospreceptos tridentinos en esta mismaépoca resultaba flagrante, tal como hademostrado Kamen.

En estos años, sin embargo, tuvo lu-gar un importante proceso contra labrujería, que desembocó en el Auto deFe de Logroño, en 1610, una excepciónque conectaba España con la furia an-tibrujeril europea y que hasta entoncesno había encontrado excesivo eco enlas filas de los inquisidores. La perse-cución de toda suerte de supersticionessí se convertiría durante esta época encapítulo importante de la acción del Tri-bunal: hubo más de dos millares deprocesos por estas causas, entre 1615-1700.

De otro lado, durante el reinado deFelipe IV, el Santo Oficio sufrió los em-bates de la política militarista impulsadapor Olivares, que provocó la rebelióncatalana y la portuguesa de 1640 y quellegó a poner en peligro la continuidadmisma del Tribunal, instrumentalizado atodas luces por el poder político e im-plicado en conflictos cortesanos. Sin irmás lejos, una persona muy cercana almonarca, su corresponsal y consejerasor María de Ágreda, fue investigada tresveces, aunque sin consecuencias, por laInquisición; claro que, entre los hechos

maravillosos que la monaja decía haberexperimentado, figuraba nada menosque la bilocación: sin moverse de suconvento soriano afirmaba haber esta-do, a la vez, predicando en las tierrasmexicanas de Nueva España…

De nuevo con Carlos II, no en vanollamado “el hechizado”, fue el entornodel rey campo de investigación inquisi-torial, en este caso debido a los conju-ros de que éste había sido objeto porparte de algunos de sus confesores, co-mo fray Froilán Díaz.

Pese a todo ello, no puede olvidarseque el Santo Oficio seguía persiguiendoel más mínimo atisbo de herejía, pruebade lo cual es el número de procesados

por protestantismo, que para el mencio-nado periodo de 1615-1700, alcanza lacifra de 3.127, sin olvidar tampoco a losjudaizantes (2.673) y a los moriscos(1.462), grupos todos, sin embargo, jun-to a los que crece el volumen de los en-causados por desviaciones sexuales(más de un millar) o por solicitación enconfesión (en torno a medio millar).

Una Inquisición diferenteEl inicio del siglo XVIII, con la instau-ración de la dinastía borbónica y las re-novadoras corrientes del absolutismode raíz ilustrada, produjo un reacomo-do en la institución inquisitorial que nofue precisamente un signo de decaden-cia, como se ha considerado. De unSanto Oficio plegado, por ejemplo enCastilla, a Felipe V, durante la Guerrade Sucesión, se pasó, terminada ésta, aun Tribunal que acogía a todos aque-llos que se oponían a las políticas re-galistas impulsadas desde los aledañosdel Trono, de ahí el proceso de Mel-chor de Macanaz.

No por ello abandonaba la Inquisi-ción su principal quehacer y, durante elreinado del primer Borbón, se produjoun millar y medio de procesos contrajudaizantes y moriscos. Con FernandoVI, ferviente defensor de los jesuitas,serían los posibles jansenistas el blancodel celo inquisitorial y, con Carlos III,al acentuarse el regalismo, hubo dos in-

tentos fallidos de reforma del Tribunal,cuya labor se centraba en aquel mo-mento, primordialmente, en el controlde la difusión de la cultura a través delibros y folletos, actividad en la que al-gunos ministros ilustrados de la Coro-na, como Campomanes u Olavide, tra-taron de intervenir.

El canto del cisne llegaría tras lamuerte de Carlos III y el estallido de laRevolución Francesa. La colaboracióninquisitorial le vino como anillo al de-do a un asustado Floridablanca, quetrataba de establecer un “cordón sani-tario” en la frontera francesa, para evi-tar la difusión en España de las ideas yproclamas revolucionarias. Cabarrús, Jo-vellanos y Campomanes, en distinto gra-do, sufrieron por esa nueva utilización.

A pesar de estos últimos servicios, laInquisición, convertida en piedra arro-jadiza entre ilustrados liberales y abso-lutistas, se encaminaba irremisiblemen-te hacia su ocaso. Faltaban pocos añospara que, sin duda convencido, entreotros motivos de peso, por la pertinen-cia de la definición del Santo Oficioque daba la Enciclopedia francesa–“tribunal fanático, eterno obstáculo alos progresos del ingenio, a la culturade las artes, a la introducción de la fe-licidad”– Napoleón Bonaparte decreta-ra su supresión en diciembre de 1809,a los pocos meses de iniciada la inva-sión francesa de la Península. ■

El político regalista Rafael Melchor deMacanaz (1670-1760) fue procesado por laInquisición en 1706 (Calcografía Nacional).

En el s. XVII, la Inquisición se convierteen la más firme guardiana de la aplicaciónen España de las normas de Trento

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Aregañadientes, ante las re-presentaciones de los dipu-tados a la pretendida Asam-blea Nacional que había

convocado en Bayona –capitaneadospor el consejero del Santo Oficio Etten-hard–, Napoleón había renunciado a suproyecto de incluir la abolición del te-mido Tribunal entre los artículos de laConstitución por la cual pretendía re-generar a España. Sin embargo, no ha-bía desistido de su proyecto y, cuandoseis meses después, el 4 de diciembrede 1808, se dispuso a etrar como con-quistador en Madrid a la cabeza de suejército, firmó en Chamartín el decretoque ponía un término definitivo a la ac-tuación de la Inquisición.

Obviamente, la Gaceta de Madrid–que siempre había actuado como bo-letín oficial de la Corona, pero que ba-jo los franceses, sería dirigida por elpropio ministro de Policía–, publicó di-cho decreto, así como los demás firma-dos por el Emperador ese mismo día.Lo hizo en un número extraordinarioque salió el domingo 11 de diciembrey, a partir de esta fecha, no perdió ni lamás mínima oportunidad de remacharel clavo e insistir en lo bien fundado deuna decisión destinada a devolver a laNación la libertad y la felicidad.

Así, cuatro días después, en un suple-mento al número del jueves 15 de di-ciembre, se podía leer, reproducida del

Napoleón puso el

El 4 de diciembre de 1808, Napoleón disolvió en Chamartín el temidoSanto Oficio. Aunque Fernando VII lo restableció brevemente, la Inquisición había sido herida de muerte. Gérard Dufour evalúa el impacto de la medida en la opinión pública francesa y la española

ORIGEN Y OCASO DE LA INQUISICIÓN

GÉRARD DUFOUR es catedrático de HistoriaContemporánea, U. de Aix en Provence

EPITAFIO

No hubo remedio, de la serie Loscaprichos de Goya, aguafuerte y

aguatinta, de 1797 (Madrid,Museo del Prado).

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Décimo diario del ejército de España, laarenga que el Emperador había dirigidoa sus tropas, en la que explicaba ufana-mente que: “En España, como en Roma,quedará abolida la Inquisición, y no sevolverá a repetir el horrendo espectácu-lo de los autos de fe; se verificará estareforma a pesar del celo religioso de losingleses y de su alianza con los frailesimpostores que han hecho hablar a laVirgen del Pilar y los santos de Vallado-lid. Tiene por aliados la Inglaterra al mo-nopolio, a la Inquisición y a los francis-canos; todo es bueno con tal que puedadesunir los pueblos y ensangrentar elcontinente”. Y por si fuera poco, al díasiguiente, el lector de la Gaceta tenía asu disposición el texto, en francés y en

castellano, de la contestación del mismoNapoleón al discurso que le habían diri-gido los delegados de los gremios ma-yores de Madrid, que habían acudido amanifestarle sus respetos y obediencia :“He abolido –decía el Emperador satis-fecho de sí mismo– el Tribunal contra elcual estaban reclamando el siglo y la Eu-ropa. Los sacerdotes deben guiar lasconciencias; pero no deben ejercer ju-risdicción ninguna exterior y corporalsobre los ciudadanos”.

Propaganda napoleónicaCon semejantes argumentos, se conven-cía fácilmente de la misión sagrada de laintervención en España a los franceses,acostumbrados, desde hacía un siglo, a

leer denuncias virulentas en contra deun Tribunal fustigado por Montesquieu,Voltaire y todos los que la República delas Letras contaba como filósofos. Auto-res inspirados por el poder se apresura-ron a escribir dramas que ponían en es-cena la inhumanidad del Santo Oficio yde sus ministros y que se representaronen los teatros parisinos durante toda latemporada de 1809: Barré, Radet y Des-fontaines se pusieron a tres manos pararedactar Le Peintre français en Espagneou le Dernier Soupir de l'Inquisition (ElPintor francés en España, o el últimosuspiro de la Inquisición). Cuvelier dela Trie firmó solo La Belle Espagnole oul'Entrée triomphale des Français à Ma-drid (La Hermosa Española o La entra-da triunfal de los Franceses en Madrid)donde el Inquisidor Tartufos –clarísimaalusión a la celebérrima obra de Moliè-re– intentaba abusar de una inocentedoncella, salvada de la deshonra por laintervención de las tropas de Napoleón,verdadero héroe de la comedia.

Oír misa para la galeríaIndudablemente, los galos se sentíanufanos de que sus armas y su Empera-dor hubo acabado con un tribunal taninicuo. Pero no pasaba lo mismo en Es-paña, donde la influencia de la Iglesiay de la religión era tal que, en su se-gunda entrada en la capital, José I nose contentó, como la primera vez, conofrecer a los madrileños entrada gratisen los teatros para festejar el aconteci-miento, sino que se precipitó, comoprimer acto, a oír misa y hacer cantarun Te Deum. Para convencer, al menosa la clase ilustrada, de la rectitud de lasdisposiciones imperiales respecto alSanto Oficio, se redactó en París unopúsculo destinado a ser puesto enventa no en Francia, sino en Madrid, enla librería de los hermanos Copin, co-mo podía leerse en la portada. Se trata-ba de una obra anónima (firmadaD.M.R) de 172 páginas, titulada Précishistorique sur l'Inquisition, que consti-tuía una mezcolanza de disparates bur-dos sobre los jesuitas, de errores mani-fiestos sobre la historia del Santo Ofi-cio, y de noticias verídicas, incluso aveces de primera mano, que sólo unbuen conocedor de los archivos y bi-bliotecas españolas había podido co-municar al autor.

La premura con la que había sido re-

Por mover la lengua de otromodo. Este dibujo satírico deGoya alude al carácter represivode la Inquisición (Madrid, Museodel Prado).

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dactado el libro y sus consiguientesequivocaciones –¡al célebre Torque-mada, se le llamaba Torrecremata!–descalificaron la obra, que ni siquierafue anunciada en la Gaceta de Madridque, en cambio, no escatimó sus es-fuerzos para dar a conocer otro traba-jo, mucho más serio, también publica-do en París, sobre el Santo Oficio, His-torias de las Inquisiciones de Italia, Es-paña y Portugal. Tres días seguidos,los 30 y 31 de enero y 1 de febrero de1810, se pudieron leer en la Gacetalargos extractos de la obra, haciéndo-se así innecesaria su traducción paraque todos estuvieran al tanto de las te-sis, evidentemente anti-inquisitoriales,que defendía.

Los afrancesados, que habían tarda-do bastante, metieron mano a la obra.En 1811, el celebérrimo autor de El síde las niñas, Leandro Fernández deMoratín, que había sido uno de los pri-meros condecorados por la nueva di-nastía con la cruz de caballero de laReal Orden de España, vulgo “la be-renjena”, se propuso editar Fray Ge-rundio, del P. Isla, con un prólogo enel que explicaba que la obra había sidoprohibida por la Inquisición, liberticida

de las Letras, justamente abolida porNapoleón, que por ello merecía toda lagratitud de los españoles. Por motivosdesconocidos, no se realizó la ediciónproyectada. Pero, en octubre del mis-mo 1811, se pudo comprar en el des-pacho de la Imprenta Real, por cuatroreales una reedición, “ilustrada con no-tas por el bachiller Ginés de Posadilla,natural de Yébenes”, de la Relación delAuto de fe celebrado en la ciudad de

Logroño en los días 7 y 8 de noviembredel año de 1610. En realidad, el bachi-ller Ginés de Posadilla no era sino elpropio Moratín, que atacaba al SantoOficio de manera sumamente hábil:por una parte, el documento histórico,con la enumeración de las víctimas y ladescripción de los suplicios, denuncia-ba la inhumanidad del sistema inquisi-torial; por otra, las notas burlescas queañadía el editor ponían de manifiestolo absurdo de un sistema que conde-naba a muerte a pobres campesinosvíctimas de su irracionalidad y de sucredulidad. Con toda evidencia, los do-cumentos históricos resultaban más efi-caces que los literarios para despresti-giar al Santo Oficio, lo que no pasó de-sapercibido entre los afrancesados.

Ecos en la PrensaObviamente, la Gaceta de Madridanunció inmediatamente esta publica-ción a sus lectores. Lo hizo el 28 de oc-tubre, pero llegó a tal extremo la vo-luntad de sus redactores de probar,fuera como fuese, la rectitud y lo bienfundado de la decisión tomada en Cha-martín por Napoleón, que tres sema-nas después, el 18 de noviembre de

NAPOLEÓN PUSO EL EPITAFIOORIGEN Y OCASO DE LA INQUISICIÓN

José I descubrió la fuerza que tenía la Iglesiaentre los españoles y hubo de hacerleconcesiones para no perder más popularidad.

Entrada de Napoleón en Madrid, de un grabador francés anónimo, que nunca estuvo en la capital española (Madrid, Museo Municipal).

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1811, no dudaron en reproducir, sin elmenor comentario –demostrando asísu total conformidad– artículos relati-vos a la Inquisición anteriormente pu-blicados en Cádiz, en periódicos libe-rales, como El Redactor general, queanunciaba un libro titulado Incompati-bilidad de la libertad española con elrestablecimiento de la Inquisición porIngenuo Torquato o el Diario mercan-til, que había declarado: “Dicen algu-nos que sólo los incrédulos temen laInquisición; pero estas son injurias:hombres sabios y virtuosos han decla-mado contra ella”.

Esta voluntad de evidenciar que, in-cluso entre los “insurrectos” (como de-cían), todos los espíritus ilustrados coin-cidían en aprobar la abolición del San-to Oficio llevó a reiterar varias veces, enla Gaceta de Madrid, este tipo de infor-mación procedente de Cádiz hasta queJosé tuvo que abandonar Madrid porsegunda vez, del 11 de agosto al 4 denoviembre de 1812. Así, el 4 de enerode 1812, la Gaceta de Madrid citó conla mayor complacencia los comentariossobre el Santo Oficio del periódico li-beral gaditano El Semanimpreciario pa-triótico y se hizo el eco de la publica-ción de La Inquisición sin máscara (sinmención de autor, pero de Puigblanch);asimismo, el 22 de junio, dio un extrac-to de la Relación del auto general del 30de junio de 1680, salida también de lasprensas gaditanas, y reprodujo unasObservaciones importantísimas sobre laInquisición, originalmente impreso enEl Redactor general.

Ofensiva propagandísticaSin embargo, los afrancesados no deja-ban solos a los liberales en la tarea deconvencer la opinión pública de que laabolición del Santo Oficio había sidojustísima e imprescindible. Uno de losmás comprometidos, Juan Antonio Llo-rente, “consejero de Estado, dignidadde maestrescuelas y canónigo de Tole-do, caballero comendador de la OrdenReal de España, comisario general deCruzada” y ex-secretario del Tribunalde la Inquisición de Corte, por más se-ñas, leyó ante la Real Academia de laHistoria –de la cual era también miem-bro supernumerario–, una Memoriahistórica sobre cuál ha sido la opiniónnacional de España acerca del tribunalde la Inquisición. A partir de los docu-

mentos que sus anteriores funciones deDirector de los Bienes Nacionales lehabían permitido reunir con cierta faci-lidad en los archivos de la Suprema yde otros tribunales del Santo Oficio, de-fendía la tesis –fundamental desde laóptica ilustrada– de que la Inquisiciónno había sido fundada con arreglo a lasleyes fundamentales de Castilla y deAragón, o sea a la Constitución antiguade España, con la que en cambio “losNapoleones” (el Emperador y su her-mano José) se habían conformado ex-tinguiéndola. Se decidió dar la mayorpublicidad a esta obra político-históri-

co-jurídica y, el 7 de Mayo de 1812, a lacabeza de una delegación de la RealAcademia de la Historia, Juan AntonioLlorente obsequió solemnemente su Me-moria a José I; el 11 de mayo, la Ga-ceta de Madrid consagraba un espacioimportante al anuncio de esta obra, quese podía comprar por el precio (eleva-do) de 14 reales el tomo en rústica, enla Real Academia de la Historia, PlazaMayor, casa Panadería o en su despachode libros, en la calle de Valverde.

En cambio, no anunció la reediciónde la novela anónima (pero debida a la

pluma de Luis Gutiérrez) Cornelia Bo-rorquia, publicada por primera vez enParís en 1801, que ya había sido reedi-tada dos veces en Francia y que, a pe-sar de haber sido incluida en el Indiceexpurgatorio del Santo Oficio y del fu-ror que provocaba entre los inquisido-res, que la consideraban ofensiva a sucondición, ya había circulado amplia-mente en España. En esta obra, en laque se podía leer que “toda religión in-tolerante es una religión falsa”, no sehablaba de historia o de derecho, sinode humanidad violada por los apetitosdesenfrenados y la crueldad de los in-

quisidores. Si no podía servir de refe-rencia para discusiones eruditas sobrela legitimidad o ilegitimidad del SantoOficio, sí es cierto que tuvo más in-fluencia que la de Llorente en el desa-rrollo del anticlericalismo popular, delque será un constante referente a lo lar-go del siglo XIX.

Bautizada Gaceta de Madrid bajo laRegencia del 11 de agosto al 4 de no-viembre de 1812, cuando José tuvo queabandonar la capital, este nuevo perió-dico tuvo la misma actitud respecto a laInquisición que bajo los franceses,

Juan Antonio Llorente, ex secretario deltribunal de la Inquisición de Corte, escribió laprimera historia crítica del Santo Oficio.

Leandro Fernández de Moratín agradeció aNapoleón, en 1811, que aboliera la Inquisición(por Goya, Real Academia de S. Fernando).

Afrancesados y liberales se lanzaron conentusiasmo a la tarea de justificar anteel público la abolición del Santo Oficio

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Aunque nunca se citó el nombre delautor, la Comisión encargada de re-dactar un dictamen sobre esta cuestiónconfesó que había hecho venir de Ma-drid (entonces de nuevo ocupado porlos franceses) un libro “con nota de re-servado” que, con toda evidencia, erala Memoria histórica sobre cuál habíasido la opinión nacional de Españaacerca del tribunal de la Inquisición,ya que todos los documentos históri-cos citados en las discusiones de lasCortes son los que Llorente había ex-traído de los archivos de la Inquisiciónpara publicarlos en esta obra. Tan evi-dente resultó la colusión entre libera-les y afrancesados respecto a la Inqui-sición que los serviles no se privaronde denunciarla, como prueban estosversos paródicos que, a modo de re-

futación, publicó el periódico liberalEl Semanario político:Lógica censoria : el tribunal de la inquisiciónfue abolido por Napoleón.Los periodistas tratan que sea abolido.Ergo son espías de Napoleón.

Esta colusión entre liberales y afran-cesados en la lucha contra el Santo Ofi-cio resulta evidente también, cuandomiramos las condiciones en las cualesfue editada otra obra de Juan AntonioLlorente, Anales de la Inquisición deEspaña. El 6 de mayo de 1813, la aúnafrancesada Gaceta de Madrid anunció,en tono ditirámbico, que se empezabana publicar estos Anales, cuya impresióndel primer tomo ya estaba realizada yla del segundo bien adelantada. El im-presor, Ibarra, que había datado el pri-

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mostrando incluso la perfecta confor-midad de los liberales con éstos, cuan-do publicó, el 23 de septiembre: “La In-quisicion de Sevilla dio señales de vidacon la desaparición de los franceses; yse disponía a celebrar en cuerpo unafunción de Iglesia, pero el sr. Cruz seopuso manifestando que no tenía or-den de restablecer ninguna corpora-ción y menos las que lejos de hallarsecomprehendidas entre los tribunalesexpresados en la Constitución se opo-nen abiertamente a sus principios”. Asi-mismo, volvió a publicar noticias pro-cedentes de Cádiz que ya había dado laGaceta de Madrid bajo José, como lasObservaciones sobre la Inquisición,procedentes de El Redactor General (elmismo 23 de septiembre de 1812) yanunció de nuevo la publicación de LaInquisición sin máscara, el 29 del mis-mo mes. En la Gaceta se lee este co-mentario sobre el hecho de que el gre-mio de Mar de Vivera había mandado ala Regencia una representación parasolicitar el restablecimiento del SantoOficio: “¡Unos pescadores pedir el res-tablecimiento de la Inquisición! ¡Unoshombres que no leen solicitar que seprohíban los escritos contra este tribu-nal! ¡Si habrá algún inquisidor entre lospescadores!” Cabe remitirse a la fechade publicación –6 de octubre de 1812–para asegurarse de que se debe atribuira la Gaceta de Madrid durante la Re-gencia y no a la Gaceta de Madrid a se-cas (afrancesada) que la sustituirá unmes más tarde.

Traidores famososSi en Madrid los afrancesados no habíantenido empacho ninguno para dar cuen-ta de los libros anti-inquisitoriales publi-cados en Cádiz, en la capital gaditanatampoco hubo dificultad para utilizar lasobras de los “famosos traidores”. En1812, se puso a disposición del públicola Relación del auto de fé de Logroñoanotada por Leandro Fernández de Mo-ratín –¡editada por la imprenta Tormen-taria!–. En cuanto a los diputados libera-les, hicieron su Biblia de la Memoriahistórica… de Llorente en el largo yprolijo debate que, del 8 de diciembrede 1812 al 5 de febrero de 1813, les opu-so a los serviles sobre la compatibilidado no del Santo Oficio con la Constitu-ción de la Monarquía española, promul-gada el 18 de marzo de 1812.

NAPOLEÓN PUSO EL EPITAFIOORIGEN Y OCASO DE LA INQUISICIÓN

Aquellos polbos, capricho deGoya con una fuerte cargacondenatoria de las vejacionesque imponía la Inquisición a loscondenados.

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mer volumen de 1812, había debidohacer una tirada importante y contabacon una amplia difusión, ya que se pre-cisaba que habría una rebaja de un real–sobre un precio de doce reales– portomo para quien comprara nada menosque cien ejemplares. Pero lo más lla-mativo es que la entrada de las tropasde la Regencia en Madrid, el 28 del mis-mo mes, tan sólo dos semanas despuésdel anuncio en la Gaceta, no impidió lasalida de las prensas del segundo tomoy que los Anales de la Inquisición figu-

rasen en las librerías como los demás,entre los papeles anti-inquisitorialesque se ofrecieron entonces a los ma-drileños liberados del yugo francés, li-bros entre los cuales figuraron dictá-menes sobre su abolición como el dePadrón, otros más polémicos comoBanderilla de fuego al Filósofo ranciosobre el tribunal de la Inquisición yhasta una composición poética: Os ro-gos dum Gallego. Graciosa crítica enverso en dialecto gallego contra los abu-sos de la Inquisición.

Más aún, como consecuencia de la si-tuación catastrófica en la que se hallabaJosé, la Gaceta de Madrid ya no poníasu esperanza de ver definitivamenteabolida la Inquisición en el rey intruso,sino en las Cortes, como prueba este co-mentario que puede leerse en el núme-ro del 5 de mayo: “De todos estos he-chos consignados en los periódicos deCádiz, se puede inferir el estado de ilus-tración de una parte de la nación y loque habría que esperar si por sí mismahabía de hacer las urgentes reformasque necesita”. Y como para sellar estaalianza de los afrancesados y de los li-berales en contra del Santo Oficio, en supenúltimo número, el 16 de mayo de1813, la Gaceta de Madrid publicó unartículo del periódico gaditano con estaintroducción, en la que no se atribuía elmérito de la abolición a Napoleón, sinoa las Cortes: “Destruida la Inquisiciónpor las Cortes de Cádiz, hicieron éstaspublicar un manifiesto para instruir alpueblo de las razones y fundamentosque habían tenido para abolir este tri-bunal; mandándolo leer en las parro-quias tres días festivos al ofertorio de lamisa mayor. Esta última providencia su-frió la mayor contradicción por parte delclero de Cádiz; se reclamó por tres ve-ces por medio de fuertes representacio-nes a las Cortes y era por el contrario elasunto de la censura cuya mañana sehabía leído en el congreso y despreciodel partido servil. La Regencia, ya vaci-lante, fue acusada de connivencia en es-ta falta de cumplimiento del decreto delas Cortes y este incidente precipitó sucaída en la noche del 8 de marzo, en cu-ya mañana se había leído en el congre-so contra la publicación del manifiesto,el que, mudada la Regencia, se leyó alfin en las parroquias del modo que ma-nifestaba el siguiente extracto de un ar-ticulo de El Conciso...”

Un triunfo efímeroDesde este punto de vista, para losafrancesados, que estaban sufriendouna durísima derrota político-militar, lavictoria de los liberales era también suvictoria: si no habían vencido, habíanconvencido de la necesidad de la re-forma que habían emprendido en ma-teria de religión y de libertad.

Esta victoria de los adversarios delSanto Oficio duró poco. Los libreros notardaron en ofrecer a sus clientes libros

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Fernando VII restableció la Inquisición a su regreso del exilio, aunque el Santo Oficiodesapareció definitivamente en 1820 (miniatura de 1818, Madrid, Colección Particular).

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en defensa de la Inquisición, que anun-ció la Gaceta de Madrid bajo la Regen-cia de las Españas, que pasó a llamar-se Gaceta de la Regencia de España apartir del de diciembre de 1813, comoLa Inquisición vengada o El tribuno delPueblo: política eclesiástica por Rafaelde Muzquiz y otros prelados solicitan-do que se suspendiera… la extinciónde la Inquisición. Lo que no habíanconseguido en Cádiz, los serviles loimpusieron en Madrid con la vuelta deFernando VII, quien, habiendo recogi-do el cetro de la monarquía absoluta,se apresuró en restablecer al Santo Ofi-cio de la Inquisición por decreto del 21de julio de 1814.

Después de la contienda, los adver-sarios del Santo Oficio de ambos ban-dos, liberales y afrancesados, mantu-vieron relaciones cordiales, cuando noamistosas: en 1820, Puigblanch se car-teaba con Llorente, ya célebre en todaEuropa por haber publicado en París suHistoria crítica de la Inquisición de Es-paña y al que el diputado liberal a Cor-tes, Joaquín Lorenzo Villanueva, seguíacalificando de “buen amigo”. En cuan-to a Llorente, fiel al sistema seguido porlos afrancesados en la Gaceta de Ma-drid durante la Guerra, no perdió lamás mínima oportunidad de dar cuen-ta de la manera más laudatoria, en laprestigiosa revista francesa Revue Ency-clopédique, de todo lo que pudo en-tonces publicarse en España contra elSanto Oficio, como el Dictamen… deRuiz de Padrón, o España venturosapor la Constitución y muerte de la In-

quisición, del clérigo alicantino Berna-beu. Recíprocamente, se reeditaron enEspaña las principales obras anti-inqui-sitoriales de destacados afrancesados,como Cornelia Bororquia (de Luis Gu-tiérrez, ajusticiado en Sevilla por la Re-gencia, en 1809), la Relación del auto defe de Logroño, con las notas de Moratín,o la Memoria histórica… de Llorente,cuya Historia crítica… conoció un éxi-to notorio en su versión castellana.

Para explicar la “perfecta unión” en-tre liberales y afrancesados, no faltó el

consabido recurso al papel de la maso-nería. El redactor de la Gaceta de Ma-drid, Juan Andujar, figuró en la lista demiembros de la logia madrileña SantaJulia que los serviles publicaron en no-viembre de 1812 tanto en Cádiz comoen Palma de Mallorca, y cundió con in-sistencia la voz que tanto Juan AntonioLlorente como Gallardo –autor del muyanticlerical Diccionario crítico burles-co– y Puigblanch también habían ceñi-do el mandil. Pero andamos por un te-rreno nada seguro, y hasta ahora nadieha podido aducir ninguna prueba feha-

ciente de lo que son meras hipótesis. Ysobre todo, ello no explicaría nada, yaque si los francmasones fueron decidi-dos adversarios del Santo Oficio, tam-bién habían llegado a serlo por su re-pugnancia hacia ese Tribunal.

Desde su exilio en París, Llorentesostuvo, durante el Trienio liberal, quedurante la Revolución de España –co-mo se calificaba a la Guerra de la In-dependencia–, todas las luces estabanreunidas en Madrid, entre los afrance-sados, y en Cádiz, entre los liberales, y

que, entre los miembros de estos dosgrupos, no había la más mínima oposi-ción sobre las medidas a adoptar. Escierto, por lo que se refiere a reformascomo la abolición del Voto de Santiagoo del Santo Ofició. Sin embargo, no sepuede reducir, como quería Llorente, ladivisión entre afrancesados y liberalesa una división entre “constitucionalesdel año 8”y “constitucionales del año12”. Si coincidieron en las medidas queadoptar, esencialmente respecto a laIglesia, es que ambos grupos eran hijosde la Ilustración. Pero lo que les sepa-ró fue más importante aún que lo queles unió: el concepto del sistema políti-co que debía seguir la Nación. La mo-narquía constitucional de los afrance-sados seguía siendo una monarquíacon un Rey y súbditos. Para los libera-les, ya no había súbditos y menos va-sallos, sino ciudadanos. Contra el San-to Oficio, fueron aliados. Pero, en loque respecta a la forma de gobierno,no había compromiso posible. ■

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NAPOLEÓN PUSO EL EPITAFIOORIGEN Y OCASO DE LA INQUISICIÓN

El inquisidor, enfermo por la Constitución. Grabado satírico que muestra a un miembro del SantoOficio que “no puede tragar” la Carta Magna, según el pie del dibujo, coloreado por ordenador.

GARCÍA CÁRCEL, R. y MORENO MARTÍNEZ, D.,Inquisición. Historia crítica, Madrid, Temas

de Hoy, 2000.KAMEN, H., La Inquisición española, Barcelona,Crítica, 2000.PÉREZ PRENDES, J. M., “El procedimiento inquisi-torial (esquema y significado), en VV. AA., Inqui-sición y conversos, Toledo, 1994.

PARA SABER MÁS

Fernando VII se apresuró en restablecerel Santo Oficio de la Inquisición,por decreto, el 21 de julio de 1814