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1 ORIENTE Y OCCIDENTE, LA PATRIMONIALIZACIÓN DE LA HERENCIA COLONIAL, en Olimpia Niglio (editora) (2015), Historic Towns between East and West, Ariccia, Italia: ERMES -RNIU, pp. 29-41. Víctor Delgadillo 1 El legado urbano arquitectónico que el colonialismo europeo ha dejado en diversas culturas y ciudades del mundo es un tema complejo y conflictivo, pues aunque en algún momento ha sido rechazado, éste: 1. Se ha convertido en un conjunto de referencias urbanas ineludibles que caracterizan parte de la fisonomía de distintas ciudades; y 2. Ha sido reconocido como un patrimonio cultural propio que merece ser preservado por: constituir vestigios históricos y testimoniales; sus cualidades físicas y 1 Universidad Autónoma de la Ciudad de México. [email protected].

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ORIENTE Y OCCIDENTE, LA PATRIMONIALIZACIÓN DE LA HERENCIA COLONIAL,

en Olimpia Niglio (editora) (2015), Historic Towns between East and West, Ariccia, Italia:

ERMES -RNIU, pp. 29-41.

Víctor Delgadillo1

El legado urbano arquitectónico que el colonialismo europeo ha dejado en diversas culturas y ciudades

del mundo es un tema complejo y conflictivo, pues aunque en algún momento ha sido rechazado, éste:

1. Se ha convertido en un conjunto de referencias urbanas ineludibles que caracterizan parte de la

fisonomía de distintas ciudades; y 2. Ha sido reconocido como un patrimonio cultural propio que

merece ser preservado por: constituir vestigios históricos y testimoniales; sus cualidades físicas y

1 Universidad Autónoma de la Ciudad de México. [email protected].

2

estéticas; y poseer valores simbólicos y/o sociales. Gran parte de lo que se considera patrimonio

cultural edificado en muchas urbes de América Latina, Asia y el Medio Oriente, está integrado por

edificios y barrios antiguos o relativamente recientes, heredados de distintos períodos del colonialismo

europeo.

La valoración de la herencia edificada proveniente de un pasado de dominación es conflictiva. En

algunos períodos de la historia, sobre todo en momentos de cambios de régimen, revoluciones y

rupturas profundas, se presenta la intención de destruir los símbolos del pasado de oprobio y

dominación que se derroca. A menudo los nuevos órdenes revolucionarios pretenden construir un

nuevo orden político, social y urbano, sobre las cenizas físicas del pasado. Bevan (2006) consigna una

serie de edificios y palacios de la nobleza francesa, que los revolucionarios de fines del siglo XVIII

condenaron a su destrucción por constituir un insulto a la moral de la nueva República. Tung (2001) da

cuenta de la destrucción del patrimonio histórico, urbano y arquitectónico, en Moscú y Beijing en la

época comunista, por motivos ideológicos.

El patrimonio urbano remite a las relaciones que los pueblos (y sus elites) tienen con su pasado. Así,

los pueblos que se independizan de los colonizadores en lo inmediato no reconocen el legado urbano y

arquitectónico colonial como parte de su patrimonio. Esto ocurre con el tiempo. Sin embargo, hay dos

diferencias sustanciales entre los países de América Latina y Asia: En los primeros la colonia sucumbió

hace dos siglos, mientras que en Asia la herencia colonial es mucho más reciente y la idea de la

preservación del patrimonio edificado está más vinculada a los valores simbólicos que a los objetos

físicos. En este sentido, sostenemos que en América Latina, la patrimonialización del legado edificado

colonial, ya lejano, sirvió para la construcción de la identidad nacional; mientras que en los países

asiáticos y del Medio Oriente la patrimonialización del reciente legado urbano arquitectónico colonial

se debe a la búsqueda de una nueva actividad económica basada en el turismo cultural internacional en

la era de capitalismo neoliberal globalizado.

En la primera parte de este artículo analizamos la patrimonialización de la herencia colonial en algunos

países asiáticos y latinoamericanos2, e intentamos mostrar que en México la patrimonialización del

legado edificado durante la colonia está estrechamente vinculada a la formación del Estado Nación;

mientras que en los países asiáticos la muy reciente patrimonialización de la herencia urbano

arquitectónica colonial está ligada a la globalización de la economía capitalista, la industria del turismo

y a la idea del Patrimonio Mundial promovida por la Organización de Naciones Unidas para la

2 Por cuestión de espacio sólo analizamos el caso de México y en pies de página acotamos información referente a otros

países latinoamericanos.

3

Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Ésta última, a pesar de su discurso universalista,

constituye una visión eurocentrista que tiende a homogeneizar los discursos (la adopción del concepto

“centro histórico” es sólo un ejemplo), las concepciones y las formas de gestión y de actuación sobre el

patrimonio edificado (particularmente en los centros históricos). Un ejemplo de ello es la más reciente

recomendación de la UNESCO: el Paisaje Urbano Histórico (Bandarin y Van Oers, 2014). Este

concepto, euro y anglocentrista, prácticamente desconoce la rica experiencia latinoamericana en

materia de centros y barrios históricos, con sus aportaciones teóricas, prácticas y las lecciones

aprendidas de las turbulencias sociales en la disputa de los centros y barrios históricos. Sin embargo, en

este concepto reconocemos que los centros y barrios históricos dejan de ser vistos como islas urbanas y

constituyen parte de la continuidad cultural, por lo que más que de “conservación”, los desafíos radican

en cómo gestionar los cambios de las ciudades y sus centros y barrios antiguos.

Aquí, también discutimos y cuestionamos las visiones reduccionistas que colocan en blanco y negro las

relaciones entre colonizadores y colonizados, y la circulación de los modelos occidentales de

planeación urbana y de construcción y preservación del patrimonio edificado, en términos de

exportación e importación, pues se trata de procesos sociales y culturales más complejos.

En la segunda parte, analizamos comparativamente las legislaciones y decretos en materia de

conservación del patrimonio edificado, emitidos en los siglos XIX y XX, en México y Japón,

particularmente en la Ciudad de México y en Nagasaki, y comentamos algunas de las políticas

conservacionistas realizadas en estas dos ciudades tan diferentes. El propósito final del artículo es

disputar la idea y la versión que indican que el patrimonio urbano es una invención europea, que desde

allí se transmitió hacia el resto del mundo (Choay, 1995). Como se verá en este artículo, la idea de

patrimonio histórico ha surgido simultáneamente en otras geografías con propósitos muy similares: en

el pasado, construir una idea de nación, cultura e identidad nacional, diferente al resto del mundo; y

actualmente, promover el turismo en escala internacional.

Patrimonio cultural y herencia colonial

Hobsbawm (2002) sostiene que el pasado legitima: el mito y la invención de “hechos históricos” son

esenciales en las políticas de la identidad de los diferentes grupos sociales y en las distintas culturas.

Parte de ese pasado tangible está constituido por una herencia edificada, integrada por edificios, barrios

y ciudades. Para Nasr y Volait (2003) la tarea de crear o de (re)construir un Estado y de crear una

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nueva identidad, se acompaña de los esfuerzos por construir un nuevo entorno urbano, por parte de

quienes accedieron al poder. Frecuentemente los nuevos gobernantes (colonialistas o independizados)

explícita o implícitamente construyen nuevos edificios y barrios, así como patrimonio, es decir, del

pasado edificado seleccionan algunos objetos (edificios y barrios) a los que se les asignan nuevos

significados, que sirven para construir o fortalecer una nueva identidad nacional. En efecto, muchos

países postcoloniales, una vez independizados “inventan” una herencia nacional, lo que conduce a

patrimonializar parte del entorno construido (áreas urbanas vistas como históricas, distintivas,

autóctonas u originarias) y a construir una nueva percepción sobre esos lugares.

Las ideas occidentales históricamente se han transferido y han circulado en diferentes períodos en todo

el mundo, lo que para algunos autores abarca la idea sobre el patrimonio cultural y sus formas de

conservación. Nosotros sostenemos que la idea del patrimonio no es exclusiva de Europa, sino que

abarca bastas geografías y que se trata de una idea asociada a la formación de los Estados Nación.

La invención del patrimonio cultural y urbano en México

Para Lombardo (1997) la construcción del patrimonio cultural mexicano está estrechamente vinculada

a la formación del Estado Nación posterior a la independencia de España en el siglo XIX y al

surgimiento del Estado Nacional posrevolucionario del siglo XX, con sus respectivas preocupaciones

por construir una nueva identidad nacional, que pretende otorgar a la población una homogénea

identidad cultural3. No es casual que las legislaciones decimonónicas sobre la protección del

patrimonio cultural (bajo los conceptos de “antigüedades” y “monumentos”) insistan que los

monumentos históricos son la constancia de la identidad de un pueblo y la prueba fehaciente que los

diferencia de otras naciones.

La emergente nación mexicana que se independizaba de España, reivindicaba el pasado prehispánico

para diferenciarse y distanciarse de la subyugación colonial4. Por ello, se realizaron esfuerzos para

estudiar, descifrar y conservar los objetos culturales prehispánicos; y crear leyes y decretos para

proteger las antigüedades mexicanas (de los saqueos que realizaban viajeros y arqueólogos interesados

3 Lombardo (1997) sostiene que la formación del patrimonio cultural mexicano ha sido una histórica construcción del

gobierno, que implicó una selección ideológica de los objetos valorados y que su respectiva preservación es una

“imposición ideológica de los valores culturales de grupos dominantes a los subalternos”. 4 Esta misma idea está presente en Perú, 1822, cuando el libertador General San Martín emite un decreto que afirma que los

monumentos de la antigüedad son propiedad de la nación (vestigios de la cultura Inca); y en Guatemala, 1829, cuando se

crea el Museo Nacional con una gran cantidad de objetos de la cultura Maya.

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en esos objetos). Si bien en ese momento el pasado colonial, por constituir la herencia de un régimen

derrocado, no fue objeto de conservación, tampoco fue objeto de destrucción.

A principios del siglo XX, y con una distancia de casi un siglo, las primeras legislaciones sobre la

protección del patrimonio que se realizan en plena revolución mexicana (la ley de 1914 y un proyecto

de ley de 1916) (Gertz, 1976), comienzan a reivindicar la herencia colonial como un conjunto de

objetos muebles e inmuebles que merecen ser conservados por sus atributos históricos y estéticos. En

ese momento abiertamente se reivindica el legado colonial: Manuel Toussaint publica en 1915 El arte

colonial y Federico Mariscal en 1914 publica La patria y la arquitectura nacional. Aquí, la idea del

mestizaje cobra un mayor interés que lo prehispánico como un elemento de la identidad y cultura

nacional; mientras que la arquitectura colonial es recreada bajo el nombre de neocolonial. El

reconocimiento del legado edificado del siglo XIX, en particular la herencia ecléctica construida

durante la dictadura de Porfirio Díaz que la Revolución Mexicana derrotó, han sido reconocidos hasta

la década de 1970 bajo la figura de Monumentos Históricos.

La invención del patrimonio cultural y urbano en Asía

Logan (2002) y Tyman (1992) sostienen que en el marco de una acelerada explosión urbana de los

países asiáticos, generada por el boom económico de las últimas décadas, ocurren profundas

transformaciones físicas y culturales, en donde: 1. La antigua e histórica ciudad asiática desaparece, en

sus aspectos físicos y en sus valores culturales y sociales, y se parece cada vez más a las modernas

urbes occidentales. La construcción de cientos de edificios en altura está reemplazando a la ciudad

tradicional. En las áreas centrales de varias ciudades con economías muy prósperas los procesos de

modernización son tan frecuentes y acelerados que las construcciones se sustituyen hasta tres veces en

un período de tiempo relativamente corto5. 2. La globalización capitalista neoliberal es identificada

como la principal amenaza para la preservación del patrimonio urbano asiático, pero al mismo tiempo

aparece como promotora de un proceso de reinvención del patrimonio cultural, de las tradiciones y de

la identidad local, que está estrechamente vinculada a dos procesos: Las estrategias de búsqueda del

5 Wong Kar Wai, cineasta chino autor de películas fascinantes, comenta que gran parte de su filme “Deseando amar”,

ambientado en la década de 1960, lo tuvo que rodar en Bangkok, pues en Hong Kong es casi imposible encontrar vestigios

de la década de 1960, su ciudad ha cambiado tanto. Ver Leonardo García Tsao, entrevista con Wong Kar Wai, en el diario

La Jornada, 14/02/2003.

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desarrollo económico; y la idea de encontrar elementos que diferencien a esas sociedades y ciudades

frente a la amenaza de la homogeneización cultural.

Sin embargo, según distintos autores occidentales y orientales, la protección y veneración del

patrimonio histórico es una idea netamente occidental, muy reciente en Asia, pues en oriente es

diferente la relación con el pasado edificado. En occidente, aunque es muy variada la relación con el

pasado y lo que en cada país se considera como patrimonio cultural, hay un consenso sobre la

“autenticidad” de la obra a preservar, que a menudo ha conducido a una exagerada reverencia a los

aspectos físicos de los edificios (la fetichización del patrimonio, según Meskell, 2010:194), por sobre

los valores sociales, culturales, históricos asignados a esos objetos patrimoniales. Hadju (2002) señala

que en Japón lo “auténtico” se vincula a la función que los objetos desempeñan, al deseo de revivir o

mantener viva la herencia cultural y a enfatizar lo tradicional y la identidad nacional. La conservación

física del patrimonio edificado está más vinculada a la función simbólica del edificio, que a la

preservación de la estructura física. En este sentido, la reconstrucción de edificios in situ o en otro lugar

es vista como una política de conservación de la herencia construida.

Para varios autores hay un conjunto de causas climáticas y tecnológicas que han fortalecido esta

concepción sobre el patrimonio edificado en Asia: el clima húmedo y su acción sobre la fábrica del

edificio, la carencia de edificios de piedra, los sismos, la acción de los incendios en las edificaciones de

madera, las inundaciones y tsunamis, que han hecho que los edificios sean esencialmente considerados

como efímeros y que se asuma la necesidad de reconstruirlos cíclicamente.

El ejemplo más común citado en la literatura internacional son los venerados santuarios sintoístas en

Nagoya, Ise y otras ciudades, que cíclicamente se reconstruyen con el mismo material (madera). Para

Welzbacher (2010) este ritual que cada 20 años desmonta y reconstruye lado a lado un templo igual es

difícilmente comprensible en occidente, donde los símbolos edificados están construidos en piedra y su

durabilidad es el principal valor y una característica fundamental de los monumentos. En occidente, la

conservación y mantenimiento de la edificación existente y “original” es más importante que la

reconstrucción imitativa. En occidente, la reconstrucción es una solución excepcional que aparece

después de una pérdida ocasionada por un desastre natural o guerra; y aún en este caso el resultado a

menudo es considerado como la disneyificación del paisaje urbano. En cambio en oriente, las

reconstrucciones sirven para preservar los sistemas constructivos y la mano de obra tradicionales.

En la Carta de Nara de la UNESCO, de 1992, los países asiáticos desempeñaron un papel importante

para romper (parcialmente) con las visiones eurocentristas sobre el patrimonio cultural: esta Carta

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reconoce el simbolismo en la renovación periódica de las estructuras físicas, pues la reconstrucción

mantiene presentes los símbolos colectivos y permite conservar las habilidades técnicas en la

construcción tradicional.

La herencia urbana colonial como patrimonio postcolonial asiático

De acuerdo a Logan (2002), casi todos los países asiáticos pasaron del feudalismo al colonialismo

capitalista y algunos de ellos se independizaron bajo regímenes socialistas pro soviéticos. Así que

muchas ciudades asiáticas presentan patrones culturales con rasgos comunes, que se gestionan de

manera diferente en cada país y cultura. Como en materia de patrimonio cultural todo es cuestión de

distancia y tiempo, más tarde o más temprano la herencia cultural colonial está siendo incorporada

como patrimonio local o nacional, igual que el legado cultural autóctono.

En la mayor parte de Asia la influencia occidental en la arquitectura, la construcción y la planificación

urbana inició directamente con el proceso de colonización, pero también hubo algunos casos en que

esta influencia se debió al poder político que entregaba concesiones económicas y territoriales a

occidente. En efecto, casi todas las naciones asiáticas pasaron períodos de dominación cultural y

después consiguieron su independencia. Ingleses, holandeses, franceses, españoles, portugueses,

estadounidenses y japoneses (una colonización oriental) produjeron construcciones y barrios de muy

diverso tipo y función: fuertes, barracas, prisiones, oficinas, bancos, tiendas, almacenes, hoteles, clubs,

iglesias católicas y protestantes, así como barrios y ciudades. En cada ciudad y país hay distintas

actitudes frente a esta herencia construida, que dependen de diversos procesos post coloniales y de la

lejanía o cercanía temporal de ese pasado y del momento y modo en que ocurrió la independencia. Así

por ejemplo, de acuerdo a Logan (2002):

Sri Lanka, India e Indonesia han elevado el pasado colonial edificado a “herencia nacional”.

En Bangladesh y Corea la herencia inglesa y japonesa no tiene mucho reconocimiento oficial.

En Vietnam se protegen edificaciones feudales, templos y pagodas, pero no la herencia colonial

francesa ni los edificios soviéticos.

Aquí pueden agregarse ejemplos similares en el Medio Oriente y en occidente. 1. El barrio colonial La

Marine en Argel es un tejido urbano producido durante la colonia francesa (que culminó en 1962) y

8

que ahora, por su calidad arquitectónica y urbana y su ubicación central, es reconocida como

patrimonio y es objeto de rehabilitación urbana, a través de nuevas actividades económicas y de

espacios recreativos y culturales (Hadjiri y Osmani, 2004). 2. En Belfast, Irlanda, con el fin de la era de

la “Big House” (donde una clase social de ascendencia anglo-irlandesa dominaba a los irlandeses

colonizados), las antiguas casas aristocráticas, antes objeto de atentados terroristas, son actualmente

consideradas un legado histórico y son fuertemente promovidas por la Oficina irlandesa de Turismo

(Bevan, 2006).

Una de las fuerzas motrices que están conduciendo con mayor fuerza el interés sobre el patrimonio

cultural “auténtico” o colonial, es el turismo. Ésta es una de las actividades culturales y económicas

más globalizadas: 2002 fue declarado por los países asiáticos como el año del turismo. Estas tendencias

coinciden con las recomendaciones del Banco Mundial6, institución para la que el patrimonio cultural

es un vehículo del desarrollo socioeconómico. Millones de turistas visitan lo “exótico” y autóctono de

los países asiáticos, árabes y latinoamericanos, durante sus vacaciones y demandan la producción de

una “autenticidad local” con las comodidades del primer mundo.

Urbanismo foráneo, imposición y libre importación

En la segunda mitad del siglo XIX y a principios del siglo XX, mientras en Asia, los países

colonizadores desplegaban planes y modelos de desarrollo urbano europeos en los países ocupados,

esos mismos modelos eran importados en los países Americanos independientes. Varios urbanistas

europeos, fundamentalmente franceses, desarrollaron una prolífica actividad en países independientes

de América Latina7, como en las colonias del Medio Oriente y de Asia8. Este urbanismo, que se

imponía en las colonias asiáticas y africanas, pero se importaba libremente en los países independientes

¿Puede ser considerado un urbanismo colonizador en algunos lugares y en otros no?

Para Nasr y Volait (2003), el sistema de exportación e importación de ideas urbanísticas no se reduce a

tradicionales esquemas centro periferia y occidente oriente. Estas autoras no ignoran la fuerza

destructora o la capacidad creativa del colonialismo, pero destacan los complejos vínculos que se

6 Ver por ejemplo, el libro La economía de lo único (Licciardi y Amirtahmasebi, 2012). 7 Joseph Bouvard en Buenos Aires y Sao Paulo, Jean Claude Forestier en La Habana, Lisboa y Buenos Aires, Alfred

Agache en Río de Janeiro y otras ciudades brasileñas; y más tarde Karl Brunner en Chile y Colombia; Le Corbusier en

Argentina, Brasil y Colombia; y José Luis Sert en La Habana y Medellín. 8 Maurice Rotival actuó tanto en las colonias francesas de Argelia y Marruecos como en Caracas; y Henri Prost actuó en

diversas ciudades marroquíes; en Estambul y Alger y colaboró con Rotival para el plan de Caracas.

9

establecen entre importadores y exportadores, colonizados y colonizadores: los actores locales (elites o

pueblo, mayoría o minoría) son sujetos activos que usan los planes urbanos realizados por expertos

foráneos, para confrontar sus problemas urbanos locales y sus ambiciones y deseos; ellos tienen

capacidad de resistencia frente a los planes urbanos foráneos y a menudo consiguen bloquearlos o

modificarlos parcial o totalmente (como el Paseo de la Reforma en la Ciudad de México, un bulevar

concebido en la época de la invasión francesa pero desarrollado durante la restauración de la

República).

Para Almandoz (2002) la “dependencia” cultural latinoamericana del siglo XIX no debe verse como el

atraso absoluto o la ausencia de desarrollo propio, pues desarrollo económico y social había. Más bien

el nivel de influencia europea en los diferentes países estaba estrechamente vinculado con la estabilidad

política de cada país, el grado de penetración del capital extranjero y el poder y aspiraciones de las

elites locales. La fascinación de los burgueses, positivistas y liberales, latinoamericanos por las

costumbres sociales, tendencias literarias europeas y su deseo por transformar sus ciudades coloniales

en metrópolis modernas, indican que las elites querían pertenecer o seguir perteneciendo a Europa. Así

que en América Latina los conceptos transferencia, exportación e importación, no implican una

imposición neocolonial sino una reinvención cultural que enriquece el paradigma urbanístico

occidental.

En este mismo sentido, Nasr y Volait (2003) se preguntan qué es ser local y qué es ser foráneo, pues

algunos planificadores no sólo impusieron sus ideas y su formación eurocentrista, sino que sus planes

corresponden a su experiencia in situ y a su interacción con actores locales; algunos expertos locales

estudiaron en Europa y parecen “más europeos” que los europeos; otros planificadores foráneos se

avecindaron en países colonizados y parecen locales; e igualmente países no colonizados importaron

ideas de planificación urbana occidental.

Por otro lado, la verdadera fuerza de la planificación urbana reside en su capacidad de implementación

y realización del plan, y forma parte de una agenda política más amplia que busca imponer un orden

físico, político y social, que no es eterno. En este sentido, King (2003) señala que en algunas ciudades

la planeación urbana y el orden postcolonial no sólo no han reemplazado las inequidades coloniales

impuestas por los extranjeros, sino que las han exacerbado.

Urbanismo “foráneo” en América Latina

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La independencia de España y Portugal de las colonias latinoamericanas en el siglo XIX no implicó

una liberación económica y cultural de Europa y tampoco un rechazo a la cultura europea. Al contrario,

las elites en el poder no sólo recreaban los modelos de modernización urbana europea, sino que a

menudo invitaron a arquitectos, paisajistas, urbanistas y planificadores para reproducir esos modelos,

que en nuestra región se tropicalizaron. Gran Bretaña asumió la predominancia económica y se

constituyó en paradigma del progreso comercial e industrial; Francia consolidó su prestigio cultural

adquirido en el siglo XVIII, desde la época de los Borbones; mientras que los Estados Unidos se habían

convertido en el modelo de organización política a seguir. En función de los cambios en la economía,

la política y el clima intelectual, así como las ideas y los modelos de intervención urbana, Almandoz

(2002) propone tres fases de la “dependencia” de los modelos urbanos europeos:

A) Haussmannismo criollo: En la segunda mitad del siglo XIX, siguiendo el resurgimiento urbano

impulsado por la inversión extranjera durante el período de consolidación republicano, se impulsó un

proceso de modernización urbana en el que la obra de Haussmann en París se constituyó en sinónimo

de modernización, belleza urbana, libre circulación, higiene, autofinanciamiento, preservación de

monumentos y apertura de espacios públicos y de pulmones urbanos en las ciudades latinoamericanas.

Este modelo sobrepuesto a la retícula urbana colonial fue parcialmente utilizado por las elites para

demostrar la transformación cultural de sus vetustas ciudades post coloniales en modernas ciudades

burguesas. Hay varios ejemplos de bulevares “parisinos” en América Latina: el Paseo de la Reforma en

la Ciudad de México, la Avenida de Mayo y las diagonales en Buenos Aires; el Paseo del Prado y la

Avenida Agraciada en Montevideo; el Parque Forestal y la Colina de Santa Lucía en Santiago; y el

Paseo del Calvario y el Bulevar Guzmán Blanco en Caracas.

B) Las reformas de la llamada “Bella Época” (Needell, 2012), realizadas entre 1890 y 1910, tuvieron

tres formas de modernizar las ciudades latinoamericanas: 1. Reformas sanitarias vinculadas a la

vivienda, bajo las cuales se crearon institutos sanitarios; 2. La renovación urbana, entendida como un

urbanismo que embellece la ciudad, fue aprovechada en las celebraciones centenarias, a través de

concursos internacionales; y 3. La expansión urbana. El proceso de incipiente urbanización, con la

llegada de miles de inmigrantes a las capitales, coincide con los nuevos gustos de la elite que emigra de

la ciudad hacía nuevos barrios residenciales con modernas viviendas ajardinadas y bien iluminadas y

ventiladas.

C) La “americanización” y el movimiento moderno después de la II Guerra Mundial, los Estados

Unidos se constituyeron como el paradigma a seguir: un país símbolo de la democracia, la libertad, la

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modernidad y la buena ciudadanía. Sin embargo, la influencia europea continuó de manera

predominante a través del Movimiento Moderno, que se convirtió en el paradigma bajo el cual se

reconstruyeron las ciudades europeas y se modernizaron las ciudades latinoamericanas.

La actual conservación y la gestión de los centros históricos en Ciudad de México y Nagasaki

Aunque es muy difícil comparar dos regiones tan diferentes en términos culturales e históricos, no

resulta ocioso trazar ciertos paralelismos entre las ciudades de México y Nagasaki, en materia del

marco jurídico y la delimitación de tejidos urbanos con valor patrimonial. Nuestro limitado

conocimiento in situ de la gestión del patrimonio en la ciudad nipona, que se reduce a varias visitas

cortas, además de las fronteras del lenguaje, no nos permite contrastar contundentemente las formas,

métodos e instrumentos de gestión que se realizan para la conservación de los tejidos urbanos

patrimoniales.

En América Latina desde principios del siglo XX la herencia edificada se tornó un tema de interés

central y fue un tema regional abordado en reuniones panamericanas en las décadas de 1920 y 1930

(Gutiérrez et al, 2007). Sin embargo, desde 1967, con la reunión de la Organización de Estados

Americanos en Quito, que abordó los temas de la riqueza del legado cultural y los rezagos sociales, el

tema del centro histórico ha cobrado un creciente interés (Hardoy y Gutman, 1992; Gutiérrez, 1990; y

Carrión, 2001). Así, en el siglo XXI, los centros históricos latinoamericanos se ha constituido en un

tema central de diversas políticas públicas: desarrollo urbano y social, economía, cultura, turismo,

etcétera. Prácticamente no hay ciudad latinoamericana que no haya delimitado un centro histórico que

recuperar o rehabilitar, sobre el cual se construyen discursos e identidades, con el propósito de

competir en el capitalismo neoliberal globalizado.

En Asia es reconocido que la idea de la conservación del patrimonio edificado es muchísimo más

reciente. Aunque en algunos países en el transcurso del siglo XX se preservaron grandes obras

arquitectónicas y conjuntos urbanos del pasado; salvo por las grandes obras monumentales no había

interés por los tejidos urbanos (Kammeier, 1985; Tyman, 1992; Körte, 1998; Logan, 2002). Así por

ejemplo, Tung (2001) señala que en Singapur, aunque hay iniciativas que en 1958 y 1960 intentaron

conservar las áreas urbanas históricas, no lo habían conseguido salvo en una parte del centro

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gubernamental edificado en estilo británico. En Beijing, Tung (2001) señala que la nueva economía

global (que ha colocado a las ciudades como motor de la economía y sitios de innovación, y ha

demostrado la función vital de las ciudades) es lo que hizo que el gobierno post comunista chino

reconociera el papel que desempeña el patrimonio urbano e impulsara la creación y la aplicación de

leyes de conservación del patrimonio en la década de 1980. A pesar de ello, entre 2001 y 2008 (año en

que se realizaron los juegos olímpicos) muchos barrios tradicionales (llamados hutong) fueron

demolidos y sustituidos por nuevos edificios en altura e infraestructuras viales. Historias similares se

pueden reconocer en Indonesia, Tailandia y Malasia (Tyman, 1992; y Tyman y König, 1992); y

Singapur (Schott, 1998; y Tung, 2001).

A diferencia de los demás países asiáticos, Japón ha desarrollado desde fines del siglo XIX un amplio

sistema de instrumentos jurídicos para la conservación del patrimonio cultural (Hadju, 2002). Por ello,

a pesar de reconocer que la filosofía japonesa sobre la herencia cultural no se basa en la “autenticidad”

y lo “tangible” del patrimonio edificado, en términos físicos, sino en la función simbólica que esos

objetos desempeñan; vale la pena realizar una breve comparación de México con Japón para observar

algunas coincidencias temporales y formales en la legislación sobre la protección del patrimonio

edificado.

La construcción jurídica del patrimonio urbano en Japón y México

Japón México

1790 Museo de Historia Natural.

1808 Junta de Antigüedades de la Nueva España.

1822 Conservatorio de Antigüedades.

1825 Museo Nacional.

1827 Decreto para detener el saqueo de las antigüedades.

1835 Circular de la Secretaría de Relaciones Exteriores que

pide detener la exportación de antigüedades mexicanas.

1871 Decreto de Protección de Antigüedades9. 1864 Orden imperial que prohíbe excavaciones para

descubrir Antigüedades Mexicanas.

1897 Decreto de Protección de los Viejos Santuarios. 1896 Decreto que concede permisos para realizar

exploraciones arqueológicas.

1897 Decreto que ratifica la propiedad de la Nación sobre

los monumentos arqueológicos: ruinas de ciudades, casas

grandes, habitaciones trogloditas, fortificaciones, palacios,

9 América Latina y Asia comparten también el saqueo de sus antigüedades por parte de los decimonónicos viajeros y

arqueólogos foráneos (científicos, amateurs y traficantes). Tyman (1992) relata el “descubrimiento” de ruinas budistas e

hinduistas en Java o Angkor, pero también el saqueo de esas antigüedades. Curiosamente aquí aparece André Malraux, el

“mítico” creador de las zonas patrimoniales salvaguardadas de Francia de la década de 1960, detenido en Camboya por

intentar sacar ilegalmente de ese país esculturas y otros objetos antiguos. Para el caso del saqueo de antigüedades en

América Latina ver el trabajo de Schavélzon, 1990.

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templos, pirámides, rocas esculpidas y edificios que

representen un interés para el estudio de los antiguos

mexicanos.

1919 Decreto de Protección de Sitios Históricos, Áreas de

Belleza Escénica y Monumentos Nacionales.

1914 Ley sobre Conservación de Monumentos Históricos,

Artísticos y Bellezas Naturales.

1929 Decreto de Protección de Tesoros Nacionales 1930 Ley sobre Protección y Conservación de Monumentos

y Bellezas Naturales.

1934 Ley sobre Protección de Monumentos Arqueológicos

e Históricos, Poblaciones Típicas y Lugares de Belleza

Natural.

1950 Ley de Protección de Propiedades Culturales (obras de

arte, sitios arqueológicos, etcétera).

1952 y 1953 Leyes de protección de Monumentos en las

poblaciones de Puebla, Taxco y Guanajuato.

1992 Japón suscribe la Convención de la UNESCO de 1972 1972 México suscribe la Convención del Patrimonio

Mundial de la UNESCO, ratificada hasta 1986 por el

Senado.

1972 Ley Federal sobre Monumentos y Zonas

Arqueológicos, Históricos y Artísticos

1995 con base a la ley de 1950 a nivel nacional se

declararon 46 barrios y paisajes urbanos.

Fuente: Elaboración propia con base en Hadju, 2002; y Gertz, 1976

La legislación japonesa actualmente reconoce como patrimonio edilicio a pueblos (de montaña,

agrícolas y de islas); paisajes urbanos (de calles y carreteras en ciudades, puertos y centros mercantiles,

comerciales e industriales); y asentamientos humanos originados entorno a santuarios, casas de té y

residencias de samuráis con sus castillos, casas del pueblo y jardines centrales amurallados. Se trata de

conjuntos de edificios preservados bajo la figura de Distrito de preservación de conjuntos históricos,

que de acuerdo al discurso oficial son indispensables para la comprensión de cultura y la historia

nipona.

Por su parte, en México, las leyes de 1930 y 1934 protegían algunos conjuntos urbanos bajo la figura

de Zona típica, y desde 1972, bajo la figura de Zona de Monumentos se protegen diversos centros

históricos. En adición a ello, la legislación urbana y sobre el patrimonio cultural en el Distrito Federal,

la capital mexicana, protege conjuntos urbanos bajo la figura de Área de Conservación Patrimonial:

aquí caben centros históricos, barrios, colonias, pueblos urbanos y rurales, rutas, itinerarios, plazas y

jardines públicos, así como zonas de ruinas prehispánicas.

Nagasaki y Ciudad de México

Nagasaki es una ciudad que históricamente ha sido una ventana japonesa al occidente. Japón no había

estado formalmente integrado a occidente, pero nunca fue ajeno a él. La relación con occidente ha sido

cambiante: en algunos períodos fue permitida, tolerada, buscada o prohibida y perseguida. En el siglo

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XVI hubo portugueses en Nagasaki, quienes expandieron el catolicismo en la isla, pero desde fines de

ese siglo hasta culminar la época de Shogun (1868) se combatió y destruyó esa religión y se

destruyeron las iglesias edificadas. En 1636 la presencia de los comerciantes holandeses fue

físicamente confinada a una isla. Pero esta situación cambió y en la época Meij (1868 – 1912) se

incrementó la presencia de ingleses, alemanes, yankees y franceses, a través del comercio. Esta

presencia se manifestó en la construcción de edificios de los comerciantes, bancos, oficinas, hoteles,

almacenes, clubs. Aquí, brutalmente fue lanzada una bomba atómica en 1945, hecho que marcó el fin

de la II Guerra Mundial y la supremacía estadounidense en armamentos. En 1990 el municipio declaró

como patrimonio urbano los barrios de Minami y Higashi, dos barrios compactos producidos por

inmigrantes occidentales. En el primero se creó un parque temático en torno a las villas Glover, Ringer

y Alt: en este paseo hay música de Madame Butterfly para que los turistas la escuchen mientras pasean

por ese parque temático. Aquí, los esfuerzos por recuperar el patrimonio edificado tratan de conjuntar

lo nuevo con lo viejo y su viabilidad económica recae directamente en la explotación turística. Esto ha

creado concentraciones de turistas en calles y partes del barrio, lo que ocasiona tráfico, ruido y

molestias para los residentes. Por otro lado, muchos de los propietarios de estas casonas son personas

de la tercera edad que no cuentan con suficientes recursos para mantener y reparar sus propiedades, con

todo y las ayudas del gobierno. Además, las casas son muy amplias para los estándares japoneses y la

legislación no permite su subdivisión.

En la Ciudad de México la legislación urbana y sobre el patrimonio cultural actualmente reconocen 180

sitios con valor patrimonial, la mayor parte de ellos son pueblos, barrios y centros históricos vivos y

habitados. Aquí, la mayor parte de las políticas públicas se han centrado en la rehabilitación y

turistificación del Centro Histórico y algunos barrios centrales como las colonias Roma y Condesa. En

estos territorios fundamentalmente se reconoce la herencia de la colonia española y la influencia del

urbanismo francés decimonónico. Aquí, los centenarios barrios obreros no han sido oficialmente

patrimonializados.

Conclusiones

La consolidación del capitalismo neoliberal, el cambio de la base económica de muchas urbes, de la

industria a los servicios, y la competencia entre ciudades son el motor que empuja a distintas culturas y

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ciudades del mundo, a recuperar y poner en funcionamiento edificios y tejidos urbanos heredados del

pasado. Por ello, el tema del patrimonio cultural se ha incrementado de manera acelerada y cada vez

más se patrimonializan más tipos de objetos y expresiones culturales, producidas en umbrales de

tiempo cada vez más cercanos, entre ellos la herencia edificada colonial que actualmente es protegida y

aprovechada como un patrimonio cultural local.

El profundo interés en la constante “invención” del patrimonio urbano se fundamenta en materiales

físicos, aparentemente inmortales, que aparentemente son más perdurables que quienes los producen.

Sin embargo, como lo demuestran los períodos postcoloniales y los cambios de régimen, hasta las

piedras cambian de significados y de evocaciones.

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