Órbitas
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Órbitas
Carlos Quevedo Arteaga
Poesía desde Valencia
2012
2da edición, 2015
PORTADA
Carlos Quevedo Arteaga
CORRECCIONES
Guillermo Flórez Montero
Esta obra se distribuye bajo una Licencia
Creative Commons Atribución 4.0 Internacional
(CC BY 4.0)
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issuu.com/poesiadesdevalencia
burbujas
Después de todo
volví a imaginar
pinté lienzos todas las vidas futuras
b f
u e
r l
b d e i
u c
j i
a d
s d a
inoxidables
para que así
quisieras quedarte
ni aun así.
gravedad
Su nombre me orbita los labios.
JULIO VALENCIA
Giramos sobre todo
en nosotros mismos y nuestro deseo
como órbitas cayendo hacia nuestros labios
nos alejamos / acercamos
una vez y otra vez y otra vez y otra…
colisión de bigbanes en el pecho
al intentar permanecer
gravitando
rutina
Todo lo cercano se aleja.
GOETHE
Dejar que el agua hierva
colar el café
dejarse el cigarro encendido sobre el cenicero distante
consumiéndose lento
respirar el olor a primavera
mezclado con trigo y miel del desayuno
asomarse a la ventana
reconocer los dos planetas de siempre
-tú y yo-
desorbitados
niños perdidos
buscando una mano para sostener
entre tanta gente
sin conseguirse.
circulación
Mis ojos no creen en la marcha del tiempo.
ROIS ABREU
Te repites a lo largo del supuesto tiempo
medible sobre el resplandor de las superficies claras, lisas
y brillantes. Se repite la idea que tengo de ti y todo lo que
los demás hacen que recuerde. Te repites sobre los
charcos de luces fluorescentes, sobre las gotas que
se quedan en el dosel - cuando amanece. Y en cada vuelta
que damos al ocultarnos del sol.
Apareces entre mis páginas en blanco y en las que ya no
cabe ni una letra. Reapareces en los besos que le doy a la
cerveza... y al vino. Desapareces entre cada colilla de
Lucky negro que apago con suavidad y firmeza en el viejo
cenicero artesanal. Te alejas durante los diez minutos en
el que el Barça le gana al Madrid uno por cero en Pro
Evolution Soccer.
Reapareces, de nuevo, acomodada, con el café, como un
cometa de órbita asimétrica alrededor del suéter rosa que
olvidaste una vez sobre la mesa. También en los
recuerdos de tus besos a contraluz, con todo su vaivén
antojoso, mezquino y malintencionado, y en mi sangre,
acelerada y rítmica, ramificada en cada arteria y
convergiendo en cada vena de regreso al corazón.
cortázar
he andado
alrededor de los mismos caminos
de trinitarias fucsias moradas rojas y blancas
que llueven sobre gramas siempreverdes
alrededor
de miradas y sonrisas vencidas
de encuentros y reencuentros
imperfectos a lo largo del tiempo y espacio
te lo diré una vez, Cortázar:
no existe tal cosa
como
parques alejados del recuerdo.
humo
Cierro los ojos y soy humo
entrando a mis pulmones
alcanzo cada alvéolo
empaño todas las superficies
me abro paso por caminos rojos
hacia los centros nerviosos
venzo en batalla a todos los ligandos
me abandero más tiempo del necesario
hasta degradarme
sé
te prometí dejar de fumar
como tú me prometiste
dar una vuelta y volver
y tampoco lo hiciste.
órbitas
Cuesta moverse entre el papel
y el llanto de las cosas solas
BENITO MIESES
La cama prácticamente me empuja para que me
levante, voy a la cocina, enciendo la cafetera y agrego
agua y café para dos personas, aunque estoy solo. Abro la
ventana para que entre el olor del mundo. Está fresco, la
primavera se extiende sobre todas las superficies de la
cocina. Tomo un cigarro de la caja sobre la nevera, rozo
la textura lisa, fría y gris. Me enciendo el cigarro y dejo
que se vaya consumiendo solo, entre mis dedos. Lo dejo
sobre el cenicero, tomo un bol y rompo un huevo en él,
me deshago de la cáscara, le añado una cucharada de
mantequilla, leche y harina de trigo y lo mezclo todo.
Pongo a calentar una sartén a fuego lento. Tomo el
cigarro y aspiro. Lo desecho.
Voy al baño, las baldosas frías me besan los pies a
través de las medias. Levanto la tapa, hago un pis largo,
tiro de la palanca y todo se va como un remolino. Bajo la
tapa nuevamente y la dejo acomodada, por si acaso. Abro
el grifo del lavamanos y remojo mis manos un segundo
mientras el espejo refleja un solo cuerpo, el mismo de
siempre. Me devuelvo a la cocina y añado mezcla para
panquecas en la sartén ya caliente. Apago la cafetera y me
enciendo otro cigarro y aspiro dos veces. El cigarro se
consume entre mis dedos mientras veo el cielo de las
siete y tres minutos de la mañana. Solo nubes sin forma.
Un amanecer callado y fresco. Me pregunto dónde estará
Júpiter y Venus, en qué parte de arriba estarán
ocultándose.
Recuerdo, de pie en esa misma habitación, ella me
señalaba el cielo oscuro hacia Júpiter. Yo miraba como su
dedo se prolongaba con suavidad, cómo sus manos se
extendían y se alzaban hacia el cielo, cómo se dibujaba su
sonrisa al decir “¿Ves? Ése es Júpiter”. Yo nunca vi, no lo
hice porque nunca me ha gustado conocer los nombres
de las cosas que veo en el cielo. ¿De qué me sirven la Osa
Mayor, o Casiopea, o el cinturón de Orión? Dejo esa
pregunta en el aire mientras no hay señales de la órbita de
Júpiter, ninguna estela en esta mañana que acaba de
nacer.
Volteo la panqueca, espero, la retiro y añado más
mezcla. Tomo un nuevo cigarro y lo fumo completo
mientras me devuelvo a la ventana. Me imagino que me
vuelvo humo, atravesando cada alvéolo pulmonar,
batallando con el oxígeno, haciéndome paso hacia los
sitios ligandos de cada neurona post-sináptica. Termino
haciendo panquecas para dos personas, aunque estoy
solo. Pongo la mesa, me sirvo café en una taza y un vaso
de agua. Me tomo el agua de un solo trago. Me sirvo las
panquecas con miel y queso, vieja costumbre de placeres
concedidos. Dejo todo en la mesa, me acerco a la
biblioteca y tomo la antología de Cernuda y me regreso.
Me acomodo, tomo el librito y lo abro en una
página aleatoria:
Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman.
Llaman a la puerta y el silencio se quiebra; yo solo
espero que para esta noche Júpiter no se haya salido de
órbita.
@cquevedoa
carlosquevedo.blogspot.com
2015